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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES Ensayo: CONDUCTA PROSOCIAL: ¿POR QUE LAS PERSONAS AYUDAN? Curso: Investigación Psicosocial I: Enfoque Socio cognitivo Magister Psicología Social Docente: David Huepe Artigas. Alumno: Rodrigo Navia Velásquez. Fecha: 8 de agosto 2012.

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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES

CONDUCTA PROSOCIAL: ¿POR QUE LAS PERSONAS AYUDAN?

Curso: Investigación Psicosocial I: Enfoque Socio cognitivo

Magister Psicología Social

Docente: David Huepe Artigas.

Alumno: Rodrigo Navia Velásquez.

Fecha: 8 de agosto 2012.

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CONDUCTA PROSOCIAL: ¿POR QUE LAS PERSONAS AYUDAN?

I. Resumen

Este ensayo tiene como propósito responder la pregunta ¿por qué las personas ayudan? Esta

pregunta básica, pero de respuesta compleja, se intentará responder a través de una revisión

teórica bibliográfica, en torno a la conducta prosocial. Esta conducta es abordada por la

psicología social desde fines de la década de 1960, hasta nuestros días. Como resultado de

la investigación de 40 años nos encontramos con una serie de investigaciones que han

permitido elaborar diversas, parciales y en ocasiones contradictorias teorías explicativas.

En primer lugar, se presentan en este ensayo las definiciones de conducta prosocial que son

indicadas por diversos autores. Luego se analizan diversas teorías explicativas, ordenadas

por enfoques, señalando los aportes para la comprensión del concepto y como respuesta a la

pregunta que nos guía en este ensayo. Finaliza este trabajo con una serie de conclusiones en

torno a lo señalado.

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II. Introducción

Desde fines de la década de los 60 la psicología social comenzó abordar a través de la

investigación científica y de manera sistemática, lo que se ha denominado conducta

prosocial, desarrollándose múltiples y en ocasiones contradictorias teorías explicativas.

Autores como Molero, Candela y Cortes (1999 citado en Marín, 2010) indican que la razón

para que se haya generado una ola teórica y práctica hacia las conductas prosociales se debe

a los fenómenos como el aumento desmesurado de la agresión entre las personas, conductas

de indiferencia hacia el prójimo, la naturaleza y la cultura, además del trato discriminatorio

hacia mujeres, niños, ancianos, homosexuales, entre otros. Cabe señalar, que el inicio de la

investigación en Estados Unidos se asocia a crímenes en sectores urbanos, con alta

densidad de población, en los cuales los testigos no se acercan a prestar ayuda a la víctima.

Preocupados por esta conducta de indiferencia, la psicología social comenzará a investigar.

Un primer problema que se observa y que se pretende exponer son las diversas definiciones

que tiene la conducta prosocial. En múltiples ocasiones se usa como sinónimo de

altruismo, y en otras se diferencian levemente.

Un segundo elemento a desarrollar será el análisis de los diversos enfoques o teorías

explicativas del comportamiento prosocial. En primer lugar se analizará la visión

sociobiológica, considerando algunas teorías relacionadas y sus limitaciones explicativas.

Posteriormente, se mostrará el enfoque normativo social, el cual señala que los factores

sociales son determinantes en el comportamiento prosocial, de manera particular como

ciertas normas sociales internalizadas prescriben el comportamiento apropiado en

determinadas situaciones. Un tercer enfoque teórico, reúne factores situacionales como

explicativos de la conducta prosocial. El efecto del espectador, la presencia de modelos y la

naturaleza de las relaciones interpersonales, son teorías consideradas en este enfoque.

Un cuarto enfoque reúne diversos factores individuales del comportamiento prosocial, los

cuales se reconocen como variable mediadoras explicativas para esta conducta. Ciertos

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rasgos de personalidad, estados emocionales, diferencias de género, han sido investigados

al respecto.

Un quinto enfoque reúne las teorías relacionadas con la persona que requiere ser ayudada y

como ésta podría influir la conducta prosocial.

Este ensayo tiene como propósito responder la pregunta ¿porqué las personas ayudan? a

través del análisis y abordaje de las principales teorías y enfoques que explican la conducta

prosocial, considerando sus limitaciones y posibilidades. Para ello se hizo un trabajo de

revisión bibliográfica de diversos textos de Psicología Social, entre ellos los de S.

Worchel, J. Cooper, G. Goethals, J. Olson (2004); Baron & Byrne (2005); Rodríguez

(2006), Myers (2000) y Vander Zanden (1996).

III. Desarrollo

Al comparar diversas definiciones de conducta prosocial, veremos la complejidad de este

constructo y sus implicancias. Baron & Byrne (2005) señalan que “conducta prosocial es

una acción en ayuda que beneficia a otra persona, sin que necesariamente proporcione

beneficios directos a la persona que lleva a cabo la acción y que puede incluso implicar

riesgo para su propia vida” (p.399). Estos mismos autores, indican que altruismo, en

ocasiones se utiliza como sinónimo de conducta prosocial, pero que el “verdadero altruismo

es la preocupación desinteresada por el bienestar de los demás” (p.399)

Rodrigues et al. (2006) indican que en la psicología social, el estudio de las conductas

generosas o caritativas, han tenido de un modo general la definición de comportamiento

prosocial, entendiéndose éste de manera específica como “cualquier acto realizado con el

objetivo de beneficiar a alguien” (p.217). Para estos autores, altruismo es una forma de

conducta prosocial, entendiéndose por altruismo “cualquier acto que beneficia a alguien,

conducta voluntaria e intencional, que no trae beneficio alguno para el altruista y que

generalmente involucra un costo personal para aquel que ayuda” (p.217). En este sentido, el

texto de Rodrigues et al. (2006) desarrolla con mayor profundidad e intensidad el altruismo

como parte de la conducta prosocial.

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Worchel et al. (2004), se refieren al altruismo como “la psicología de la ayuda a los demás”

(p. 269), sin precisar una definición de conducta prosocial, ni tampoco definir con mayor

detalle el altruismo. En este mismo sentido, Myers (2000) indica que “una persona altruista

es opuesta a la egoísta, caracterizándose por ser desinteresada y servicial, incluso cuando

no se le ofrece ningún beneficio a cambio, ni lo espera” (p. 478).

Para Roche (1991 citado en Marín, 2010, p.373) la conducta prosocial “son aquellos

comportamientos, que sin buscar una recompensa externa, favorecen a otras personas o

grupos, aumentado la reciprocidad positiva y solidaria en las relaciones interpersonales”.

De una manera más simple Garaigordobil en el año 2000 (citado en Marín, 2010, p. 373),

define la conducta prosocial como “una conducta positiva que se realiza para beneficiar a

otro”. Vander Zanden (1996) señala que “la conducta prosocial son actos realizados en

beneficio de otras personas, maneras de responder a estas con simpatía, condolencia,

cooperación, ayuda, entrega y generosidad” (p. 455).

Resulta interesante la distinción que realizan Fuentes, López, Etxebarria, Ledesma, Ortiz y

Apocada en 1993 (citados en Marín, 2010) entre conducta prosocial y conducta altruista,

señalando que la conducta prosocial se entiende como aquellas conductas que benefician a

otros y se realizan de manera voluntaria, en cambio las conductas altruistas presentarían un

componente motivacional, beneficiando a otras personas y excluyendo la voluntad de

obtener recompensa a corto plazo. Estas mismas diferencias se encuentran en autores como

Staub, Einsemberg, Macaulay y Berkowitz (1978, 1982, 1970 citado en Marín, 2010).

Roche (1991 citado en Marín, 2010) identifica y operacionaliza diez categorías que abarcan

las conductas prosociales: Ayuda física, servicio físico, dar y compartir, ayuda verbal,

consuelo verbal, confirmación y valorización positiva del otro, escucha profunda, empatía,

solidaridad presencia positiva y unidad.

Considerando la diversidad de definiciones y conceptos afines, se puede indicar que la

conducta prosocial es un constructo referido a toda conducta humana de ayuda hacia otros,

sin que medie un interés, ni se espere una recompensa explicita o externa.

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Pareciera ser que entre las diversas definiciones existe un consenso de que deben concurrir

elementos motivacionales internos o externos para brindar apoyo a una persona o grupo.

Con respecto al uso del concepto conducta prosocial o altruismo, no se observa un

consenso generalizado, traduciéndose esto en que la mayoría de los autores analizados

ocupan estos 2 conceptos indistintamente, para referirse a la conducta de ayuda a otros.

En el siguiente apartado se desarrollará un ordenamiento y exposición de los enfoques y

teorías desarrolladas hasta ahora para explicar el por qué las personas ayudan a las demás.

Un primer acercamiento está relacionado con la sociobiología, enfoque que explica ciertos

comportamientos sociales a propósito de la teoría evolutiva de Darwin (Myers 2000). De

esta manera la conducta prosocial sería una conducta de carácter automática, entendida

como respuesta de ayuda, determinada por componentes específicos constitutivos del

código genético. Genetistas como Wilson y Dawkins postularon en 1975 (citado en

Rodrigues et al. 2006) que muchas conductas sociales tienen una raíz genética y que el

poseer ciertos genes propende a exhibir tales comportamientos. Simon (1990 citado en

Rodrigues et al. 2006) indica que por medio de la selección natural, el aprender y seguir

normas sociales, entre ellas el valor de ayudar a sus semejantes, se convirtió en parte de la

programación genética humana.

En esta misma línea explicativa, Hoffman en1981 (citado en Rodrigues et al. 2006) señala

que a la base del altruismo se encuentra la empatía y que esta variable tendría un carácter

más genético en el ser humano. Campbell en 1975 (citado en Myers, 2000) afirma lo

contrario “los genes que predisponen a los individuos a favorecer desinteresadamente el

bienestar de los demás no habrán de sobrevivir en la competencia evolutiva” (p. 487).

Las explicaciones sociobiologícas del comportamiento prosocial son limitadas, al no incluir

los procesos de aprendizaje social y al no dar cuenta de las diferencias que se dan entre

sociedades y culturas en torno a la conducta altruista.

Un segundo enfoque para el estudio y comprensión de la conducta prosocial es el

denominado enfoque normativo. Este indica que las personas ayudan a otras debido a que

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la sociedad prescribe el comportamiento apropiado en determinadas situaciones. Bajo esta

premisa las normas constituyen expectativas sociales que nos orientan al decirnos como

debemos comportarnos cuando alguien requiere ayuda o auxilio.

Myers (2000) propone tres normas sociales relacionadas con el comportamiento de ayuda:

Norma de reciprocidad, indica que debemos retribuir los beneficios y los favores que

recibimos de otros. Para el sociólogo Gouldner en (1960 citado en Rodrigues et al. 2006)

indica que “esta norma es universal y esencial para la conservación de las relaciones

estables entre las personas” (p. 227).

La norma de justicia social o de justicia distributiva, emana de esta norma el concepto de

equidad, según la cual dos personas que contribuyen igualmente hacia una tarea común

deben recibir recompensas iguales, cuando esto no ocurre hay presiones internas para

restaurar el equilibrio de la relación interpersonal. En este sentido la creencia de ayudar a

los más necesitados, parece estar motivadas por el deseo de promover la equidad.

Norma de responsabilidad social, prescribe que debemos ayudar a las personas que

dependen de nosotros o que son incapaces de ayudarse a sí misma.

En el contexto del enfoque normativo Schwartz y Howard en 1984 (citado en Rodrigues et

al. 2006), propusieron un modelo teórico que complementó el enfoque normativo del

comportamiento, indicando que existen normas personales que son una mezcla de

cognición, expectativas sobre el propio comportamiento basado en valores y emoción que

corresponden a sentimientos anticipados de satisfacción o insatisfacción, dependiendo de la

forma en que se actúa. Por lo tanto, una situación específica de ayuda coloca en marcha

normas personales y esos sentimientos de obligación motivan ayudar. Entonces se es

recompensado por el sentimiento positivo de que actuamos de acuerdo con nuestros

patrones morales. Así, se obedece a las normas sociales para agradar a la sociedad y

adherimos a normas personales para agradarnos a nosotros mismos.

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Un tercer enfoque teórico, reúne factores situacionales como explicativos de la conducta

prosocial. En primer lugar se encuentra lo que los psicólogos Latané y Darley en 1970

(citado en Baron & Byrne, 2005) denominaron efecto del espectador, a propósito de los

estudios que realizaron en torno a la muerte de personas en zonas urbanas altamente

pobladas. Esta teoría señala que en la medida que aumenta el número de personas,

disminuye la probabilidad de que un individuo ayude. Estos mismos autores desarrollaron

posteriormente una teoría acerca de la toma de decisiones preliminares en un momento en

el que se requiere actuar para ayudar a otros en una situación. Los pasos que consideraron

son: 1. Percibir el evento o la situación de emergencia. 2. Interpretar el evento como una

emergencia. 3. Asumir la responsabilidad de ayudar. 4. Saber cómo ayudar. 5. Decidir

prestar ayuda. El modelo de decisiones propuesto resultó algo complejo y no está

comprobado que frente a una emergencia, exista un proceso cognitivo evaluativo tan

complejo y fluido como lo indicado por Latané y Darley.

Un segundo factor situacional estudiado es lo relacionado con la presencia de modelos. Las

personas que actúan prosocialmente promueven el altruismo. Ante una situación de

emergencia, lo más probable es que si alguien insta a ayudar se le seguirá en una alta

probabilidad (Worchel et al. 2004), este proceso también se le conoce como modelaje o

imitación.

La involucración para desarrollar una conducta prosocial, puede estar determinada en parte

por lo que se denomina “hipótesis del mundo justo”, propuesta por Lerner en 1970 (citado

en Rodrigues et al. 2006) que indica que tenemos una necesidad de creer que vivimos en

un mundo en que las cosas no suceden por azar, sin orden y sin significado. De allí la

creencia que vivimos en un mundo justo, que funciona de manera organizada y por eso

pensamos que las personas tienen lo que se merecen. De ahí la explicación de que las

personas pueden abstenerse de intervenir en una situación de emergencia, porque suponen

si alguien le sucede una desgracia es porque algo hizo para merecer aquello.

Por último, como factor situacional, se analiza la naturaleza de las relaciones

interpersonales. Salovey, Mayer y Rosenhan en 1991 (citado en Rodrigues et al. 2006),

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luego de analizar una serie de estudios indican que las conductas prosociales entre personas

cercanas estarían más bien determinadas por los beneficios a largo plazo que les puede

proporcionar la conducta de ayuda.

La psicología social distingue las relaciones de intercambio y relaciones comunales. Las

primeras son gobernadas por consideraciones de equidad, es decir, lo que invierto en la

relación tiene que ser igual a lo que recibo de ella, mientras que las relaciones comunales la

preocupación básica es el bienestar del otro. En este sentido Tesser en 1998 (citado en

Rodrigues et al. 2006) señala que cuando para una persona la ayuda tiene poca relevancia,

la tendencia es que se ayuda más a los amigos que a los extraños. En cambio, cuando algo

es muy importante para la persona que va ayudar, la tendencia se invierte, ayudando más

al extraño, esta situación se explicaría como una manera de mantener la autoestima, ya que

es difícil ver a un conocido o amigo tener mejores resultados que uno.

Un cuarto enfoque se refiere a factores individuales del comportamiento prosocial, los

cuales se reconocen como variable mediadoras que explican en parte esta conducta. En

primer lugar se encuentra el factor personalidad. Existe una personalidad con una tendencia

prosocial o altruista? Myers (2000) responde a esta pregunta señalando que luego de

muchos años de estudio, no se ha identificado un único rasgo de personalidad o

constelación de rasgos, capaz de predecir el comportamiento altruista. A diferencia de

Myers, Bierhoff, Klein, Kramp en 1991 (citado en Rodrigues et al. 2006) han reunido

evidencias que indican que personas en las cuales concurren los rasgos de alta emotividad,

empatía y autoeficacia, muestran un nivel alto de altruismo.

Varios estudios buscaron la relación entre estado de ánimo y conducta prosocial. De estos

Cialdini (1973, 1987 citado en Rodrigues et al. 2006) ha concluido que el altruismo es visto

por los adultos como autogratificante, comportándose como recompensa interna inherente.

Lo anterior explica por qué cuando una persona experimenta culpa o tristeza, sabe que

haciendo el bien a alguien se sentirá mejor, neutralizando emociones negativas.

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Myers (2000) señala que pocos datos son tan consistentes en la bibliografía psicológica

como el que indica que las personas felices o con un estado de humor positivo son más

prosociales o altruistas, cualquiera sea la razón o edad. Lo anterior se explica porque las

emociones positivas, hacen surgir pensamientos positivos, lo que desencadena un círculo de

cogniciones positivas sobre sí mismo, lo que predispone también a comportamientos

positivos (Clark y Karp, 1978; Berkovitz, 1987; Wollf y Kelley, 1990; citado en Rodrigues

et al. 2006).

Con respecto a la variable género, Early y Corweley en 1986, (citado en Baron & Byrne

2005) revisaron 170 estudios sobre el comportamiento prosocial, constatando que los

hombres se muestran más altruistas en situaciones de emergencia y riesgo, en cambio las

mujeres se mostraron más propensas que los hombres a prestar ayuda y apoyo emocional en

situaciones más tradicionales como cuidar niños o ancianos. Esto podría explicarse por lo

que indica la teoría de género con respecto a que en las culturas existen normas específicas

de comportamiento para cada género. Para los hombres de occidente estas normas se

conocen como características instrumentales. De esta manera ser valiente, osado,

arriesgado, heroico o exitosos, son conductas esperadas para este género. El conjunto de

normas esperable para las mujeres se denominan expresivas, en ellas se encuentra que las

mujeres se centren en el cuidado y crianza de otros; preocupada de aspectos

socioemocionales de la vida, valorando las relaciones próximas y duraderas. La teoría de

género explica a través de la socialización diferenciada de género cómo hombres y mujeres

aprenden e identifican con estilos diferenciados de conducta prosocial.

El último enfoque sobre conducta prosocial analiza algunas teorías en torno a la

perspectiva de quien requiere ser ayudada. Weiner en 1986 (citado en Rodrigues et al.

2006) propone que la decisión cognitiva de ayudar a alguien se debe a la atribución de

responsabilidad por la dificultad presente. Si la atribución hecha por el perceptor es de

controlabilidad de la dificultad, las posibilidades de ayuda se disminuyen, asociado a esto

se encuentra emociones de rabia y desprecio. Frente a la percepción de incontrolabilidad la

emoción asociada es de compasión, lo que hace más probable la conducta de ayuda.

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Otra variable relacionada con la persona que es ayudada es la percepción de similitud que

con que evalúa la persona que ayuda. Quienes son vistos como más parecidos a nosotros

son más ayudados que aquellos diferentes (Dovidio, Piliavin, Schroeder y Clark, 1991

citado en Rodrigues et al. 2006).

Un punto interesante de análisis e investigación en torno al altruismo, son los efectos en la

persona que es ayudada. A este respecto Nadler y Fischer (1986 citado en Rodrigues et al.

2006) indican que la autoestima de una persona que es ayuda puede ser amenazada por esta

conducta, pudiendo provocar resentimientos en contra de quien la ayudó. Otro fenómeno

que puede acontecer en las personas que reciben ayuda es la estigmatización, ya que como

valor o norma imperante en la sociedad, se encuentra la independencia y la autoconfianza.

Buscar o recibir ayuda viola esos valores, denotando falta de competencia psicosocial.

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IV. Conclusiones

Una vez desarrollada las ideas teóricas explicativas que emanan de múltiples

investigaciones en torno al concepto de conducta prosocial/altruista se puede concluir lo

siguiente:

1. No existe un único y compartido concepto por la comunidad científica de conducta

de ayuda, de manera indistinta se utiliza conducta prosocial y altruismo, más allá de

que diversos autores han intentado definir y precisar cada una de ellas.

2. No existe una única teoría que satisfaga de manera adecuada el por qué se da la

conducta prosocial. Siendo teorías explicativas parciales del fenómeno. Dada la

complejidad de esta conducta, probablemente el análisis funcional del

comportamiento en relación a las teorías situacionales y variables individuales

(cognitivas y afectivas), permitirán una aproximación comprensiva más certera.

3. No se logra visualizar con claridad la existencia del altruismo o conducta prosocial

como genéticamente determinado, y más bien pareciera predominar aspectos

contextuales-culturales en el aprendizaje de la conducta señalada.

4. A pesar de la gran cantidad de investigación, quedan por resolver una serie de

interrogantes en relación a aspectos cognitivos, de organización de la información,

toma de decisiones, moldeamiento de la conducta en niños por parte de adultos

significativos, así como, la relación entre religiosidad, moralidad y conducta

prosocial.

5. Visto el nivel de conocimiento logrado en torno a la conducta prosocial, éste puede

ser incorporado y aplicado de manera más sistemática en programas o proyectos

que fomenten la conducta prosocial/altruista, en especial en niños y niñas.

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6. Ahondar en la investigación en torno en el concepto de altruismo planeado y

comprometido, por ejemplo voluntariado, como complemento a la investigación

enfocada en actos de ayuda espontánea o en simples situaciones de emergencia.

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Referencias Bibliográficas

Baron, R & Byrne D. (2005). Psicología Social 10° Edición.

Madrid: Pearson Prentice Hall.

Marín, J. (2010). Revisión teórica respecto a las conductas prosociales.

Análisis para una reflexión. Psicogente, 13 (24): pp. 369-388.

Myers, D. (2000). Psicología Social, Sexta edición. Bogotá: McGraw-Hill.

Rodrigues A., Assmar E. & Jablonski B. (2006). Psicología Social. Sevilla:

Trillas.

Vander Zanden, J. (1990). Manual de Psicología Social. Barcelona: Paidos.

Worchel S., Cooper J., Goethals G. & J. Olson (2004). Psicología Social.

Madrid: Thomson.

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