en una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/george orwell/1984...

519

Upload: nguyenquynh

Post on 06-Nov-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio
Page 2: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

En una supuesta sociedad policial, el estado haconseguido el control total sobre el individuo.No existe siquiera un resquicio para laintimidad personal: el sexo es un crimen, lasemociones están prohibidas, la adoración alsistema es la condición para seguir vivo. LaPolicía del Pensamiento se encargará detorturar hasta la muerte a los conspiradores,aunque para ello sea necesario acusar ainocentes. Winston y Julia, a pesar de sermiembros del Partido y sabiendo que el GranHermano les vigila, se rebelan contra esepoder que se ha adueñado de las concienciasde sus conciudadanos. El camino que seguiránse convertirá en un peligroso laberinto haciaun final incierto.

Page 3: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

George Orwell

1984

Page 4: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Título original: 1984George Orwell, 1949Traducción: Rafael Vázquez Zamora

Page 5: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

PARTE PRIMERA

Page 6: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO I

Era un día luminoso y frío de abril y los relojesdaban las trece. Winston Smith, con la barbillaclavada en el pecho en su esfuerzo por burlar elmolestísimo viento, se deslizó rápidamente porentre las puertas de cristal de las Casas de laVictoria, aunque no con la suficiente rapidez paraevitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

El vestíbulo olía a legumbres cocidas y aesteras viejas. Al fondo, un cartel de colores,demasiado grande para hallarse en un interior,estaba pegado a la pared. Representaba sólo unenorme rostro de más de un metro de anchura: lacara de un hombre de unos cuarenta y cinco añoscon un gran bigote negro y facciones hermosas yendurecidas. Winston se dirigió hacia lasescaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor.No funcionaba con frecuencia y en esta época lacorriente se cortaba durante las horas de día. Estoera parte de las restricciones con que se preparabala Semana del Odio. Winston tenía que subir a unséptimo piso. Con sus treinta y nueve años y unaúlcera de varices por encima del tobillo derecho,subió lentamente, descansando varias veces. Encada descansillo, frente a la puerta del ascensor, elcartelón del enorme rostro miraba desde el muro.

Page 7: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Era uno de esos dibujos realizados de tal maneraque los ojos le siguen a uno adondequiera queesté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían laspalabras al pie.

Dentro del piso una voz llena leía una lista denúmeros que tenían algo que ver con laproducción de lingotes de hierro. La voz salía deuna placa oblonga de metal, una especie de espejoempañado, que formaba parte de la superficie de lapared situada a la derecha. Winston hizo funcionarsu regulador y la voz disminuyó de volumenaunque las palabras seguían distinguiéndose. Elinstrumento (llamado telepantalla) podía seramortiguado, pero no había manera de cerrarlo deltodo. Winston fue hacia la ventana: una figurapequeña y frágil cuya delgadez resultaba realzadapor el mono azul, uniforme del Partido. Tenía elcabello muy rubio, una cara sanguínea y la pielembastecida por un jabón malo, las romas hojas deafeitar y el frío de un invierno que acababa determinar.

Afuera, incluso a través de los ventanalescerrados, el mundo parecía frío. Calle abajo seformaban pequeños torbellinos de viento y polvo;los papeles rotos subían en espirales y, aunque elsol lucía y el cielo estaba intensamente azul, nadaparecía tener color a no ser los carteles pegados

Page 8: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

por todas partes. La cara de los bigotes negrosmiraba desde todas las esquinas que dominaban lacirculación. En la casa de enfrente había uno deestos cartelones. EL GRAN HERMANO TEVIGILA, decían las grandes letras, mientras lossombríos ojos miraban fijamente a los de Winston.En la calle, en línea vertical con aquél, había otrocartel roto por un pico, que flameabaespasmódicamente azotado por el viento,descubriendo y cubriendo alternativamente unasola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiropasaba entre los tejados, se quedaba un instantecolgado en el aire y luego se lanzaba otra vez enun vuelo curvo. Era de la patrulla de policíaencargada de vigilar a la gente a través de losbalcones y ventanas. Sin embargo, las patrullaseran lo de menos. Lo que importabaverdaderamente era la Policía del Pensamiento.

A la espalda de Winston, la voz de latelepantalla seguía murmurando datos sobre elhierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal.La telepantalla recibía y transmitíasimultáneamente. Cualquier sonido que hicieraWinston superior a un susurro, era captado por elaparato. Además, mientras permaneciera dentrodel radio de visión de la placa de metal, podía servisto a la vez que oído. Por supuesto, no había

Page 9: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

manera de saber si le contemplaban a uno en unmomento dado. Lo único posible era figurarse lafrecuencia y el plan que empleaba la Policía delPensamiento para controlar un hilo privado.Incluso se concebía que los vigilaran a todos a lavez. Pero, desde luego, podían intervenir la líneade usted cada vez que se les antojara. Tenía ustedque vivir —y en esto el hábito se convertía en uninstinto— con la seguridad de que cualquiersonido emitido por usted sería registrado yescuchado por alguien y que, excepto en laoscuridad, todos sus movimientos seríanobservados.

Winston se mantuvo de espaldas a latelepantalla. Así era más seguro; aunque, como élsabía muy bien, incluso una espalda podía serreveladora. A un kilómetro de distancia, elMinisterio de la Verdad, donde trabajaba Winston,se elevaba inmenso y blanco sobre el sombríopaisaje. «Esto es Londres», pensó con unasensación vaga de disgusto; Londres, principalciudad de la Franja aérea 1, que era a su vez latercera de las provincias más pobladas de Oceanía.Trató de exprimirse de la memoria algún recuerdoinfantil que le dijera si Londres había sido siempreasí. ¿Hubo siempre estas vistas de decrépitascasas decimonónicas, con los costados revestidos

Page 10: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de madera, las ventanas tapadas con cartón, lostechos remendados con planchas de cincacanalado y trozos sueltos de tapias de antiguosjardines? ¿Y los lugares bombardeados, cuyosrestos de yeso y cemento revoloteabanpulverizados en el aire, y el césped amontonado, ylos lugares donde las bombas habían abiertoclaros de mayor extensión y habían surgido enellos sórdidas colonias de chozas de madera queparecían gallineros? Pero era inútil, no podíarecordar: nada le quedaba de su infancia exceptouna serie de cuadros brillantemente iluminados ysin fondo, que en su mayoría le resultabanininteligibles.

El Ministerio de la Verdad —que en neolengua(La lengua oficial de Oceanía) se le llamaba elMinver— era diferente, hasta un extremoasombroso, de cualquier otro objeto que sepresentara a la vista. Era una enorme estructurapiramidal de cemento armado blanco y reluciente,que se elevaba, terraza tras terraza, a unostrescientos metros de altura. Desde dondeWinston se hallaba, podían leerse, adheridas sobresu blanca fachada en letras de elegante forma, lastres consignas del Partido:

LA GUERRA ES LA PAZ

Page 11: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUDLA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Se decía que el Ministerio de la Verdad teníatres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y lascorrespondientes ramificaciones en el subsuelo.En Londres sólo había otros tres edificios delmismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de talmanera la arquitectura de los alrededores quedesde el techo de las Casas de la Victoria sepodían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. Enellos estaban instalados los cuatro Ministeriosentre los cuales se dividía todo el sistemagubernamental. El Ministerio de la Verdad, que sededicaba a las noticias, a los espectáculos, laeducación y las bellas artes. El Ministerio de laPaz, para los asuntos de guerra. El Ministerio delAmor, encargado de mantener la ley y el orden. Yel Ministerio de la Abundancia, al quecorrespondían los asuntos económicos. Susnombres, en neolengua: Miniver, Minipax,Minimor y Minindantia.

El Ministerio del Amor era terrorífico. No teníaventanas en absoluto. Winston nunca habíaestado dentro del Minimor, ni siquiera se habíaacercado a medio kilómetro de él. Era imposibleentrar allí a no ser por un asunto oficial y en ese

Page 12: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

caso había que pasar por un laberinto de caminosrodeados de alambre espinoso, puertas de acero yocultos nidos de ametralladoras. Incluso las callesque conducían a sus salidas extremas, estabanmuy vigiladas por guardias, con caras de gorila yuniformes negros, armados con porras.

Winston se volvió de pronto. Había adquiridosu rostro instantáneamente la expresión detranquilo optimismo que era prudente llevar alenfrentarse con la telepantalla. Cruzó la habitaciónhacia la diminuta cocina. Por haber salido delMinisterio a esta hora tuvo que renunciar aalmorzar en la cantina y en seguida comprobó queno le quedaban víveres en la cocina a no ser unmendrugo de pan muy oscuro que debía guardarpara el desayuno del día siguiente. Tomó de unestante una botella de un líquido incoloro con unasencilla etiqueta que decía: Ginebra de laVictoria. Aquello olía a medicina, algo así como elespíritu de arroz chino. Winston se sirvió unatacita, se preparó los nervios para el choque, y selo tragó de un golpe como si se lo hubieranrecetado.

Al momento, se le volvió roja la cara y los ojosempezaron a llorarle. Este líquido era como ácidonítrico; además, al tragarlo, se tenía la mismasensación que si le dieran a uno un golpe en la

Page 13: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nuca con una porra de goma. Sin embargo, unossegundos después, desaparecía la incandescenciadel vientre y el mundo empezaba a resultar másalegre. Winston sacó un cigarrillo de una cajetillasobre la cual se leía: Cigarrillos de la Victoria, ycomo lo tenía cogido verticalmente pordistracción, se le vació en el suelo. Con el próximopitillo tuvo ya cuidado y el tabaco no se salió.Volvió al cuarto de estar y se sentó ante unamesita situada a la izquierda de la telepantalla. Delcajón sacó un portaplumas, un tintero y un gruesolibro en blanco de tamaño in-quarto, con el lomorojo y cuyas tapas de cartón imitaban el mármol.

Por alguna razón la telepantalla del cuarto deestar se encontraba en una posición insólita. Envez de hallarse colocada, como era normal, en lapared del fondo, desde donde podría dominar todala habitación, estaba en la pared más larga, frente ala ventana. A un lado de ella había una alcoba queapenas tenía fondo, en la que se había instaladoahora Winston. Era un hueco que, al serconstruido el edificio, habría sido calculadoseguramente para alacena o biblioteca. Sentado enaquel hueco y situándose lo más dentro posible,Winston podía mantenerse fuera del alcance de latelepantalla en cuanto a la visualidad, ya que nopodía evitar que oyera sus ruidos. En parte, fue la

Page 14: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

misma distribución insólita del cuarto lo que leindujo a lo que ahora se disponía a hacer.

Pero también se lo había sugerido el libro queacababa de sacar del cajón. Era un libroexcepcionalmente bello. Su papel, suave ycremoso, un poco amarillento por el paso deltiempo, por lo menos hacía cuarenta años que nose fabricaba. Sin embargo, Winston suponía que ellibro tenía muchos años más. Lo había visto en elescaparate de un establecimiento de compraventaen un barrio miserable de la ciudad (no recordabaexactamente en qué barrio había sido) y en elmismísimo instante en que lo vio, sintió unirreprimible deseo de poseerlo. Los miembros delPartido no deben entrar en las tiendas corrientes (aesto se le llamaba, en tono de severa censura,«traficar en el mercado libre»), pero no se acatabarigurosamente esta prohibición porque habíavarios objetos —como cordones para los zapatosy hojas de afeitar— que era imposible adquirir deotra manera. Winston, antes de entrar en la tienda,había mirado en ambas direcciones de la calle paraasegurarse de que no venía nadie y, en pocosminutos, adquirió el libro por dos dólarescincuenta. En aquel momento no sabíaexactamente para qué deseaba el libro. Sintiéndoseculpable se lo había llevado a su casa, guardado

Page 15: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

en su cartera de mano. Aunque estuviera enblanco, era comprometido guardar aquel libro.

Lo que ahora se disponía Winston a hacer eraabrir su Diario. Esto no se consideraba ilegal (enrealidad, nada era ilegal, ya que no existían leyes),pero si lo detenían podía estar seguro de que locondenarían a muerte, o por lo menos a veinticincoaños de trabajos forzados. Winston puso unplumín en el portaplumas y lo chupó primero paraquitarle la grasa. La pluma era ya un instrumentoarcaico. Se usaba rarísimas veces, ni siquiera parafirmar, pero él se había procurado una,furtivamente y con mucha dificultad, simplementeporque tenía la sensación de que el bello papelcremoso merecía una pluma de verdad en vez deser rascado con un lápiz tinta. Pero lo malo era queno estaba acostumbrado a escribir a mano. Apartede las notas muy breves, lo corriente era dictárselotodo al hablescribe, totalmente inadecuado paralas circunstancias actuales. Mojó la pluma en latinta y luego dudó unos instantes. En losintestinos se le había producido un ruido quepodía delatarle. El acto trascendental, decisivo, eramarcar el papel. En una letra pequeña e inhábilescribió:

4 de abril de 1984

Page 16: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Se echó hacia atrás en la silla. Estabaabsolutamente desconcertado. Lo primero que nosabía con certeza era si aquel era, de verdad, el año1984. Desde luego, la fecha había de ser aquéllamuy aproximadamente, puesto que él había nacidoen 1944 o 1945, según creía; pero, «¡cualquiera vaa saber hoy en qué año vive!», se decía Winston.

Y se le ocurrió de pronto preguntarse: ¿Paraqué estaba escribiendo él este Diario? Para elfuturo, para los que aún no habían nacido. Sumente se posó durante unos momentos en la fechaque había escrito a la cabecera y luego se lepresentó, sobresaltándose terriblemente, la palabraneolingüística doblepensar. Por primera vezcomprendió la magnitud de lo que se proponíahacer. ¿Cómo iba a comunicar con el futuro? Estoera imposible por su misma naturaleza. Una de dos:o el futuro se parecía al presente y entonces no leharía ningún caso, o sería una cosa distinta y, ental caso, lo que él dijera carecería de todo sentidopara ese futuro.

Durante algún tiempo permaneciócontemplando estúpidamente el papel. Latelepantalla transmitía ahora estridente músicamilitar. Es curioso: Winston no sólo parecía haberperdido la facultad de expresarse, sino haberolvidado de qué iba a ocuparse. Por espacio de

Page 17: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

varias semanas se había estado preparando paraeste momento y no se le había ocurrido pensar quepara realizar esa tarea se necesitara algo más queatrevimiento. El hecho mismo de expresarse porescrito, creía él, le sería muy fácil. Sólo tenía quetrasladar al papel el interminable e inquietomonólogo que desde hacía muchos años veníacorriéndole por la cabeza. Sin embargo, en estemomento hasta el monólogo se le había secado.Además, sus varices habían empezado a escocerleinsoportablemente. No se atrevía a rascarseporque siempre que lo hacía se le inflamabaaquello. Transcurrían los segundos y él sólo teníaconciencia de la blancura del papel ante sus ojos,el absoluto vacío de esta blancura, el escozor de lapiel sobre el tobillo, el estruendo de la músicamilitar, y una leve sensación de atontamientoproducido por la ginebra.

De repente, empezó a escribir con gran rapidez,como si lo impulsara el pánico, dándose apenascuenta de lo que escribía. Con su letrita infantil ibatrazando líneas torcidas y si primero empezó a«comerse» las mayúsculas, luego suprimió inclusolos puntos:

4 de abril de 1984.Anoche estuve en los flicks. Todas las

Page 18: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

películas eran de guerra. Había una muybuena de un barrio lleno de refugiadosque lo bombardeaban no sé dónde delMediterráneo. Al público lo divirtieronmucho los planos de un hombre muy muygordo que intentaba escaparse nadandode un helicóptero que lo perseguía,primero se le veía en el agua chapoteandocomo una tortuga, luego lo veías por losvisores de las ametralladoras delhelicóptero, luego se veía cómo lo ibanagujereando a tiros y el agua a sualrededor que se ponía toda roja y elgordo se hundía como si el agua leentrara por los agujeros que le habíanhecho las balas. La gente se moría de risacuando el gordo se iba hundiendo en elagua, y también una lancha salvavidasllena de niños con un helicóptero quevenía dando vueltas y más vueltas habíauna mujer de edad madura que bien podíaser una judía y estaba sentada en la proacon un niño en los brazos que quizástuviera unos tres años, el niño chillabacon mucho pánico, metía la cabeza entrelos pechos de la mujer y parecía que sequería esconder así y la mujer lo rodeaba

Page 19: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

con los brazos y lo consolaba como si ellano estuviese también aterrada y como sipor tenerlo así en los brazos fuera a evitarque le mataran al niño las balas. Entoncesva el helicóptero y tira una bomba deveinte kilos sobre el barco y no queda niuna astilla de él, que fue una explosiónpero qué magnífica, y luego salía suprimer plano maravilloso del brazo delniño subiendo por el aire yo creo que unhelicóptero con su cámara debe dehaberlo seguido así por el aire y la genteaplaudió muchísimo pero una mujer queestaba entre los proletarios empezó aarmar un escándalo terrible chillando queno debían echar eso, no debían echarlodelante de los críos, que no debían, hastaque la policía la sacó de allí a rastras nocreo que le pasara nada, a nadie leimporta lo que dicen los proletarios, lareacción típica de los proletarios y no sehace caso nunca…

Winston dejó de escribir, en parte debido a quele daban calambres. No sabía por qué habíasoltado esta sarta de incongruencias. Pero locurioso era que mientras lo hacía se le había

Page 20: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

aclarado otra faceta de su memoria hasta el puntode que ya se creía en condiciones de escribir loque realmente había querido poner en su libro.Ahora se daba cuenta de que si había queridovenir a casa a empezar su Diario precisamente hoyera a causa de este otro incidente.

Había ocurrido aquella misma mañana en elMinisterio, si es que algo de tal vaguedad podíahaber ocurrido.

Cerca de las once y ciento en el Departamentode Registro, donde trabajaba Winston, sacaban lassillas de las cabinas y las agrupaban en el centrodel vestíbulo, frente a la gran telepantalla,preparándose para los Dos Minutos de Odio.Winston acababa de sentarse en su sitio, en unade las filas de en medio, cuando entraron dospersonas a quienes él conocía de vista, pero a lascuales nunca había hablado. Una de estaspersonas era una muchacha con la que se habíaencontrado frecuentemente en los pasillos. Nosabía su nombre, pero sí que trabajaba en elDepartamento de Novela. Probablemente —ya quela había visto algunas veces con las manosgrasientas y llevando paquetes de composición deimprenta— tendría alguna labor mecánica en unade las máquinas de escribir novelas. Era una jovende aspecto audaz, de unos veintisiete años, con

Page 21: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

espeso cabello negro, cara pecosa y movimientosrápidos y atléticos. Llevaba el mono ceñido poruna estrecha faja roja que le daba varias veces lavuelta a la cintura realzando así la atractiva formade sus caderas; y ese cinturón era el emblema de laLiga juvenil Anti-Sex. A Winston le produjo unasensación desagradable desde el primer momentoen que la vio. Y sabía la razón de este mal efecto: laatmósfera de los campos de hockey y duchas frías,de excursiones colectivas y el aire general dehigiene mental que trascendía de ella. En realidad,a Winston le molestaban casi todas las mujeres yespecialmente las jóvenes y bonitas porque eransiempre las mujeres, y sobre todo las jóvenes, lomás fanático del Partido, las que se tragaban todoslos slogans de propaganda y abundaban entreellas las espías aficionadas y las que mostrabandemasiada curiosidad por lo heterodoxo de losdemás. Pero esta muchacha determinada le habíadado la impresión de ser más peligrosa que lamayoría. Una vez que se cruzaron en el corredor, lajoven le dirigió una rápida mirada oblicua que porunos momentos dejó aterrado a Winston. Inclusose le había ocurrido que podía ser una agente de laPolicía del Pensamiento. No era, desde luego, muyprobable. Sin embargo, Winston siguió sintiendouna intranquilidad muy especial cada vez que la

Page 22: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

muchacha se hallaba cerca de él, una mezcla demiedo y hostilidad. La otra persona era un hombrellamado O’Brien, miembro del Partido Interior ytitular de un cargo tan remoto e importante, queWinston tenía una idea muy confusa de qué setrataba. Un rápido murmullo pasó por el grupo yainstalado en las sillas cuando vieron acercarse elmono negro de un miembro del Partido Interior.O’Brien era un hombre corpulento con un anchocuello y un rostro basto, brutal, y sin embargorebosante de buen humor. A pesar de suformidable aspecto, sus modales eran bastanteagradables. Solía ajustarse las gafas con un gestoque tranquilizaba a sus interlocutores, un gestoque tenía algo de civilizado, y esto erasorprendente tratándose de algo tan leve. Esegesto —si alguien hubiera sido capaz de pensarasí todavía— podía haber recordado a unaristócrata del siglo XVI ofreciendo rapé en sucajita. Winston había visto a O’Brien quizás sólouna docena de veces en otros tantos años.Sentíase fuertemente atraído por él y no sóloporque le intrigaba el contraste entre los delicadosmodales de O’Brien y su aspecto de campeón delucha libre, sino mucho más por una convicciónsecreta —que quizás ni siquiera fuera unaconvicción, sino sólo una esperanza— de que la

Page 23: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ortodoxia política de O’Brien no era perfecta. Algohabía en su cara que le impulsaba a uno asospecharlo irresistiblemente. Y quizás no fuera nisiquiera heterodoxia lo que estaba escrito en surostro, sino, sencillamente, inteligencia. Pero detodos modos su aspecto era el de una persona a lacual se le podría hablar si, de algún modo, sepudiera eludir la telepantalla y llevarlo aparte.Winston no había hecho nunca el menor esfuerzopara comprobar su sospecha y es que, en verdad,no había manera de hacerlo. En este momento,O’Brien miró su reloj de pulsera y, al ver que eranlas once y ciento, seguramente decidió quedarseen el Departamento de Registro hasta que pasaranlos Dos Minutos de Odio. Tomó asiento en lamisma fila que Winston, separado de él por dossillas. Una mujer bajita y de cabello color arena,que trabajaba en la cabina vecina a la de Winston,se instaló entre ellos. La muchacha del cabellonegro se sentó detrás de Winston.

Un momento después se oyó un espantosochirrido, como de una monstruosa máquina sinengrasar, ruido que procedía de la gran telepantallasituada al fondo de la habitación. Era un ruido quele hacía rechinar a uno los dientes y que ponía lospelos de punta. Había empezado el Odio.

Como de costumbre, apareció en la pantalla el

Page 24: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rostro de Emmanuel Goldstein, el Enemigo delPueblo. Del público salieron aquí y allá fuertessilbidos. La mujeruca del pelo arenoso dio unchillido mezcla de miedo y asco. Goldstein era elrenegado que desde hacía mucho tiempo (nadiepodía recordar cuánto) había sido una de lasfiguras principales del Partido, casi con la mismaimportancia que el Gran Hermano, y luego se habíadedicado a actividades contrarrevolucionarias,había sido condenado a muerte y se habíaescapado misteriosamente, desapareciendo parasiempre. Los programas de los Dos Minutos deOdio variaban cada día, pero en ninguno de ellosdejaba de ser Goldstein el protagonista. Era eltraidor por excelencia, el que antes y más quenadie había manchado la pureza del Partido. Todoslos subsiguientes crímenes contra el Partido,todos los actos de sabotaje, herejías, desviacionesy traiciones de toda clase procedían directamentede sus enseñanzas. En cierto modo, seguía vivo yconspirando.

Quizás se encontrara en algún lugar enemigo, asueldo de sus amos extranjeros, e incluso eraposible que, como se rumoreaba alguna vez,estuviera escondido en algún sitio de la propiaOceanía.

El diafragma de Winston se encogió. Nunca

Page 25: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

podía ver la cara de Goldstein sin experimentar unapenosa mezcla de emociones. Era un rostro judío,delgado, con una aureola de pelo blanco y unabarbita de chivo: una cara inteligente que tenía, sinembargo, algo de despreciable y una especie detontería senil que le prestaba su larga nariz, a cuyoextremo se sostenían en difícil equilibrio unasgafas. Parecía el rostro de una oveja y su mismavoz tenía algo de ovejuna. Goldstein pronunciabasu habitual discurso en el que atacabavenenosamente las doctrinas del Partido; unataque tan exagerado y perverso que hasta unniño podía darse cuenta de que sus acusacionesno se tenían de pie, y sin embargo, lo bastanteplausible para que pudiera uno alarmarse y nofueran a dejarse influir por insidias algunaspersonas ignorantes. Insultaba al Gran Hermano,acusaba al Partido de ejercer una dictadura y pedíaque se firmara inmediatamente la paz con Eurasia.Abogaba por la libertad de palabra, la libertad dePrensa, la libertad de reunión y la libertad depensamiento, gritando histéricamente que larevolución había sido traicionada. Y todo esto auna rapidez asombrosa que era una especie deparodia del estilo habitual de los oradores delPartido e incluso utilizando palabras de neolengua,quizás con más palabras neolingüísticas de las que

Page 26: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

solían emplear los miembros del Partido en la vidacorriente. Y mientras gritaba, por detrás de éldesfilaban interminables columnas del ejército deEurasia, para que nadie interpretase como simplepalabrería la oculta maldad de las frases deGoldstein. Aparecían en la pantalla filas y más filasde forzudos soldados, con impasibles rostrosasiáticos; se acercaban a primer término ydesaparecían. El sordo y rítmico clap-clap de lasbotas militares formaba el contrapunto de lahiriente voz de Goldstein.

Antes de que el Odio hubiera durado treintasegundos, la mitad de los espectadores lanzabanincontenibles exclamaciones de rabia. Lasatisfecha y ovejuna faz del enemigo y elterrorífico poder del ejército que desfilaba a susespaldas, era demasiado para que nadie pudieraresistirlo indiferente. Además, sólo con ver aGoldstein o pensar en él surgían el miedo y la iraautomáticamente. Era él un objeto de odio másconstante que Eurasia o que Asia Oriental, ya quecuando Oceanía estaba en guerra con alguna deestas potencias, solía hallarse en paz con la otra.Pero lo extraño era que, a pesar de ser Goldstein elblanco de todos los odios y de que todos lodespreciaran, a pesar de que apenas pasaba día —y cada día ocurría esto mil veces— sin que sus

Page 27: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

teorías fueran refutadas, aplastadas, ridiculizadas,en la telepantalla, en las tribunas públicas, en losperiódicos y en los libros… a pesar de todo ello,su influencia no parecía disminuir. Siempre habíanuevos incautos dispuestos a dejarse engañar porél. No pasaba ni un solo día sin que espías ysaboteadores que trabajaban siguiendo susinstrucciones fueran atrapados por la Policía delPensamiento. Era el jefe supremo de un inmensoejército que actuaba en la sombra, una subterráneared de conspiradores que se proponían derribar alEstado. Se suponía que esa organización sellamaba la Hermandad. Y también se rumoreabaque existía un libro terrible, compendio de todaslas herejías, del cual era autor Goldstein y quecirculaba clandestinamente. Era un libro sin título.La gente se refería a él llamándole sencillamente ellibro. Pero de estas cosas sólo era posibleenterarse por vagos rumores. Los miembroscorrientes del Partido no hablaban jamás de laHermandad ni del libro si tenían manera deevitarlo.

En su segundo minuto, el odio llegó al frenesí.Los espectadores saltaban y gritaban enfurecidostratando de apagar con sus gritos la perforantevoz que salía de la pantalla. La mujer del cabellocolor arena se había puesto al rojo vivo y abría y

Page 28: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cerraba la boca como un pez al que acaban dedejar en tierra. Incluso O’Brien tenía la caracongestionada. Estaba sentado muy rígido yrespiraba con su poderoso pecho como siestuviera resistiendo la presión de una gigantescaola. La joven sentada exactamente detrás deWinston, aquella morena, había empezado a gritar:«¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!», y, de pronto, cogiendoun pesado diccionario de neolengua, lo arrojó a lapantalla. El diccionario le dio a Goldstein en lanariz y rebotó. Pero la voz continuó inexorable. Enun momento de lucidez descubrió Winston queestaba chillando histéricamente como los demás ydando fuertes patadas con los talones contra lospalos de su propia silla. Lo horrible de los DosMinutos de Odio no era el que cada uno tuvieraque desempeñar allí un papel, sino al contrario,que era absolutamente imposible evitar laparticipación porque era uno arrastradoirremisiblemente. A los treinta segundos no hacíafalta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, undeseo de matar, de torturar, de aplastar rostros conun martillo, parecían recorrer a todos los presentescomo una corriente eléctrica convirtiéndole a uno,incluso contra su voluntad, en un locogesticulador y vociferante. Y sin embargo, la rabiaque se sentía era una emoción abstracta e indirecta

Page 29: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que podía aplicarse a uno u otro objeto como lallama de una lámpara de soldadura autógena. Así,en un momento determinado, el odio de Winstonno se dirigía contra Goldstein, sino contra elpropio Gran Hermano, contra el Partido y contra laPolicía del Pensamiento; y entonces su corazónestaba de parte del solitario e insultado hereje dela pantalla, único guardián de la verdad y lacordura en un mundo de mentiras. Pero al instantesiguiente, se hallaba identificado por completo conla gente que le rodeaba y le parecía verdad todo loque decían de Goldstein. Entonces, su odio contrael Gran Hermano se transformaba en adoración, yel Gran Hermano se elevaba como una invencibletorre, como una valiente roca capaz de resistir losataques de las hordas asiáticas, y Goldstein, apesar de su aislamiento, de su desamparo y de laduda que flotaba sobre su existencia misma,aparecía como un siniestro brujo capaz de acabarcon la civilización entera tan sólo con el poder desu voz.

Incluso era posible, en ciertos momentos,desviar el odio en una u otra dirección medianteun esfuerzo de voluntad. De pronto, por unesfuerzo semejante al que nos permite separar dela almohada la cabeza para huir de una pesadilla,Winston conseguía trasladar su odio a la

Page 30: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

muchacha que se encontraba detrás de él. Por sumente pasaban, como ráfagas, bellas ydeslumbrantes alucinaciones. Le daría latigazoscon una porra de goma hasta matarla. La ataríadesnuda en un piquete y la atravesaría con flechascomo a san Sebastián. La violaría y en el momentodel clímax le cortaría la garganta. Sin embargo sedio cuenta mejor que antes de por qué la odiaba.La odiaba porque era joven y bonita y asexuada;porque quería irse a la cama con ella y no lo haríanunca; porque alrededor de su dulce y cimbreantecintura, que parecía pedir que la rodearan con elbrazo, no había más que la odiosa banda roja,agresivo símbolo de castidad.

El odio alcanzó su punto de máxima exaltación.La voz de Goldstein se había convertido en unauténtico balido ovejuno. Y su rostro, que habíallegado a ser el de una oveja, se transformó en lacara de un soldado de Eurasia, el cual parecíaavanzar, enorme y terrible, sobre los espectadoresdisparando atronadoramente su fusilametralladora. Enteramente parecía salirse de lapantalla, hasta tal punto que muchos de lospresentes se echaban hacia atrás en sus asientos.Pero en el mismo instante, produciendo con elloun hondo suspiro de alivio en todos, laamenazadora figura se fundía para que surgiera en

Page 31: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

su lugar el rostro del Gran Hermano, con su negracabellera y sus grandes bigotes negros, un rostrorebosante de poder y de misteriosa calma y tangrande que llenaba casi la pantalla. Nadie oía loque el gran camarada estaba diciendo. Eran sólounas cuantas palabras para animarlos, esaspalabras que suelen decirse a las tropas encualquier batalla, y que no es preciso entenderlasuna por una, sino que infunden confianza por elsimple hecho de ser pronunciadas. Entonces,desapareció a su vez la monumental cara del GranHermano y en su lugar aparecieron los tresslogans del Partido en grandes letras:

LA GUERRA ES LA PAZLA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUDLA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Pero daba la impresión de un fenómeno ópticopsicológico de que el rostro del Gran Hermanopersistía en la pantalla durante algunos segundos,como si el «impacto» que había producido en lasretinas de los espectadores fuera demasiadointenso para borrarse inmediatamente. La mujerucadel cabello color arena se lanzó hacia delante,agarrándose a la silla de la fila anterior y luego,con un trémulo murmullo que sonaba algo así

Page 32: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

como «¡Mi salvador!», extendió los brazos hacia lapantalla. Después ocultó la cara entre sus manos.Sin duda, estaba rezando a su manera.

Entonces, todo el grupo prorrumpió en uncanto rítmico, lento y profundo: «¡Ge-Hache. Ge-Hache… Ge-Hache!», dejando una gran pausaentre la G y la H. Era un canto monótono y salvajeen cuyo fondo parecían oírse pisadas de piesdesnudos y el batir de los tam-tam. Este canturreoduró unos treinta segundos. Era un estribillo quesurgía en todas las ocasiones de gran emocióncolectiva. En parte, era una especie de himno a lasabiduría y majestad del Gran Hermano; pero, másaún, constituía aquello un procedimiento deautohipnosis, un modo deliberado de ahogar laconciencia mediante un ruido rítmico. A Winstonparecían enfriársele las entrañas. En los DosMinutos de Odio, no podía evitar que la oleadaemotiva le arrastrase, pero este infrahumanocanturreo «¡G-H… G-H… G-H!» siempre le llenabade horror. Desde luego, se unía al coro; esto eraobligatorio. Controlar los verdaderos sentimientosy hacer lo mismo que hicieran los demás era unareacción natural. Pero durante un par desegundos, sus ojos podían haberlo delatado. Y fueprecisamente en esos instantes cuando ocurrióaquello que a él le había parecido significativo… si

Page 33: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

es que había ocurrido.Momentáneamente, sorprendió la mirada de

O’Brien. Éste se había levantado; se había quitadolas gafas volviéndoselas a colocar con su delicadoy característico gesto. Pero durante una fracciónde segundo, se encontraron sus ojos con los deWinston y éste supo —sí, lo supo— que O’Brienpensaba lo mismo que él. Un inconfundiblemensaje se había cruzado entre ellos. Era como sisus dos mentes se hubieran abierto y lospensamientos hubieran volado de la una a la otra através de los ojos. «Estoy contigo», parecíaestarle diciendo O’Brien. «Sé en qué estáspensando. Conozco tu asco, tu odio, tu disgusto.Pero no te preocupes; ¡estoy contigo!». Y luego lafugacísima comunicación se había interrumpido yla expresión de O’Brien volvió a ser taninescrutable como la de todos los demás.

Esto fue todo y ya no estaba seguro de sihabía sucedido efectivamente. Tales incidentesnunca tenían consecuencias para Winston. Loúnico que hacían era mantener viva en él lacreencia o la esperanza de que otros, además de él,eran enemigos del Partido. Quizás, después detodo, resultaran ciertos los rumores de extensasconspiraciones subterráneas; quizás existiera deverdad la Hermandad. Era imposible, a pesar de los

Page 34: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

continuos arrestos y las constantes confesiones yejecuciones, estar seguro de que la Hermandad noera sencillamente un mito. Algunos días lo creíaWinston; otros, no. No había pruebas, sólodestellos que podían significar algo o no significarnada: retazos de conversaciones oídas al pasar,algunas palabras garrapateadas en las paredes delos lavabos, y, alguna vez, al encontrarse dosdesconocidos, ciertos movimientos de las manosque podían parecer señales de reconocimiento.Pero todo ello eran suposiciones que podíanresultar totalmente falsas. Winston había vuelto asu cubículo sin mirar otra vez a O’Brien. Apenascruzó por su mente la idea de continuar estemomentáneo contacto. Hubiera sidoextremadamente peligroso incluso si hubierasabido él cómo entablar esa relación. Durante unoo dos segundos, se había cruzado entre ellos unamirada equívoca, y eso era todo. Pero incluso así,se trataba de un acontecimiento memorable en elaislamiento casi hermético en que uno tenía quevivir.

Winston se sacudió de encima estospensamientos y tomó una posición más erguida ensu silla. Se le escapó un eructo. La ginebra estabahaciendo su efecto.

Volvieron a fijarse sus ojos en la página.

Page 35: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Descubrió entonces que durante todo el tiempo enque había estado recordando, no había dejado deescribir como por una acción automática. Y ya noera la inhábil escritura retorcida de antes. Su plumase había deslizado voluptuosamente sobre elsuave papel, imprimiendo en claras y grandesmayúsculas lo siguiente:

ABAJO EL GRAN HERMANOABAJO EL GRAN HERMANOABAJO EL GRAN HERMANOABAJO EL GRAN HERMANOABAJO EL GRAN HERMANO

Una vez y otra, hasta llenar media página.No pudo evitar un escalofrío de pánico. Era

absurdo, ya que escribir aquellas palabras no eramás peligroso que el acto inicial de abrir un Diario;pero, por un instante, estuvo tentado de romperlas páginas ya escritas y abandonar su propósito.

Sin embargo, no lo hizo, porque sabía que erainútil. El hecho de escribir ABAJO EL GRANHERMANO o no escribirlo, era completamenteigual. Seguir con el Diario o renunciar a escribirlo,venía a ser lo mismo. La Policía del Pensamiento lodescubriría de todas maneras. Winston habíacometido —seguiría habiendo cometido aunque

Page 36: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

no hubiera llegado a posar la pluma sobre el papel— el crimen esencial que contenía en sí todos losdemás. El crimental (crimen mental), como lollamaban. El crimental no podía ocultarse durantemucho tiempo. En ocasiones, se podía llegar atenerlo oculto años enteros, pero antes o despuéslo descubrían a uno.

Las detenciones ocurrían invariablemente porla noche. Se despertaba uno sobresaltado porqueuna mano le sacudía a uno el hombro, una linternale enfocaba los ojos y un círculo de sombríosrostros aparecía en torno al lecho. En la mayoría delos casos no había proceso alguno ni se dabacuenta oficialmente de la detención. La gentedesaparecía sencillamente y siempre durante lanoche. El nombre del individuo en cuestióndesaparecía de los registros, se borraba de todaspartes toda referencia a lo que hubiera hecho y supaso por la vida quedaba totalmente anuladocomo si jamás hubiera existido. Para esto seempleaba la palabra vaporizado.

Winston sintió una especie de histeria alpensar en estas cosas. Empezó a escribirrápidamente y con muy mala letra:

me matarán no me importa me matarán medispararán en la nuca me da lo mismo

Page 37: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

abajo el gran hermano siempre lo matan auno por la nuca no me importa abajo elgran hermano…

Se echó hacia atrás en la silla, un pocoavergonzado de sí mismo, y dejó la pluma sobre lamesa. De repente, se sobresaltó espantosamente.Habían llamado a la puerta.

¡Tan pronto! Siguió sentado inmóvil, como unratón asustado, con la tonta esperanza de quequien fuese se marchara al ver que no le abrían.Pero no, la llamada se repitió. Lo peor que podíahacer Winston era tardar en abrir. Le redoblaba elcorazón como un tambor, pero es muy probableque sus facciones, a fuerza de la costumbre,resultaran inexpresivas. Levantóse y se acercópesadamente a la puerta.

Page 38: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO II

Al poner la mano en el pestillo recordó Winstonque había dejado el Diario abierto sobre la mesa.En aquella página se podía leer desde lejos elABAJO EL GRAN HERMANO repetido en todaella con letras grandísimas. Pero Winston sabíaque incluso en su pánico no había queridoestropear el cremoso papel cerrando el libromientras la tinta no se hubiera secado.

Contuvo la respiración y abrió la puerta.Instantáneamente, le invadió una sensación dealivio. Una mujer insignificante, avejentada, con elcabello revuelto y la cara llena de arrugas, estaba asu lado.

—¡Oh, camarada! —empezó a decir la mujer enuna voz lúgubre y quejumbrosa—, te sentí llegar yhe venido por si puedes echarle un ojo al desagüedel fregadero. Se nos ha atascado…

Era la señora Parsons, esposa de un vecino delmismo piso (señora era una palabra desterrada porel Partido, ya que había que llamar a todoscamaradas, pero con algunas mujeres se usabatodavía instintivamente). Era una mujer de unostreinta años, pero aparentaba mucha más edad. Setenía la impresión de que había polvo reseco en lasarrugas de su cara. Winston la siguió por el

Page 39: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pasillo. Estas reparaciones de aficionadoconstituían un fastidio casi diario. Las Casas de laVictoria eran unos antiguos pisos construidoshacia 1930 aproximadamente y se hallaban enestado ruinoso. Caían constantemente trozos deyeso del techo y de la pared, las tuberías seestropeaban con cada helada, había innumerablesgoteras y la calefacción funcionaba sólo a mediascuando funcionaba, porque casi siempre lacerraban por economía. Las reparaciones, exceptolas que podía hacer uno por sí mismo, tenían queser autorizadas por remotos comités que solíanretrasar dos años incluso la compostura de uncristal roto.

—Si le he molestado es porque Tom no está encasa —dijo la señora Parsons vagamente.

El piso de los Parsons era mayor que el deWinston y mucho más descuidado. Todo parecíaroto y daba la impresión de que allí acababa deagitarse un enorme y violento animal. Por el sueloestaban tirados diversos artículos para deportes:patines de hockey, guantes de boxeo, un balón dereglamento, unos pantalones vueltos del revés ysobre la mesa había un montón de platos sucios ycuadernos escolares muy usados. En las paredes,unos carteles rojos de la Liga juvenil y de losEspías y un gran cartel con el retrato de tamaño

Page 40: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

natural del Gran Hermano. Por supuesto, sepercibía el habitual olor a verduras cocidas que erael dominante en todo el edificio, pero en este pisoera más fuerte el olor a sudor, que se notaba desdeel primer momento, aunque no alcanzaba uno adecir por qué era el sudor de una mujer que no sehallaba presente entonces. En otra habitación,alguien con un peine y un trozo de papel higiénicotrataba de acompañar a la música militar quebrotaba todavía de la telepantalla.

—Son los niños —dijo la señora Parsons,lanzando una mirada aprensiva hacia la puerta—.Hoy no han salido. Y, desde luego…

Aquella mujer tenía la costumbre de interrumpirsus frases por la mitad. El fregadero de la cocinaestaba lleno casi hasta el borde con agua sucia yverdosa que olía aún peor que la verdura. Winstonse arrodilló y examinó el ángulo de la tubería dedesagüe donde estaba el tornillo. Le molestabaemplear sus manos y también tener quearrodillarse, porque esa postura le hacía toser. Laseñora Parsons lo miró desanimada:

—Naturalmente, si Tom estuviera en casa loarreglaría en un momento. Le gustan esas cosas.Es muy hábil en cosas manuales. Sí, Tom es muy…

Parsons era el compañero de oficina deWinston en el Ministerio de la Verdad. Era un

Page 41: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hombre muy grueso, pero activo y de unaestupidez asombrosa, una masa de entusiasmosimbéciles, uno de esos idiotas de los cuales,todavía más que de la Policía del Pensamiento,dependía la estabilidad del Partido. A sus treinta ycinco años acababa de salir de la Liga juvenil, yantes de ser admitido en esa organización habíaconseguido permanecer en la de los Espías un añomás de lo reglamentario. En el Ministerio estabaempleado en un puesto subordinado para el queno se requería inteligencia alguna, pero, por otraparte, era una figura sobresaliente del Comitédeportivo y de todos los demás comités dedicadosa organizar excursiones colectivas,manifestaciones espontáneas, las campañas proahorro y en general todas las actividades«voluntarias». Informaba a quien quisiera oírle,con tranquilo orgullo y entre chupadas a su pipa,que no había dejado de acudir ni un solo día alCentro de la Comunidad durante los cuatro añospasados. Un fortísimo olor a sudor, una especie detestimonio inconsciente de su continua actividady energía, le seguía a donde quiera que iba, yquedaba tras él cuando se hallaba lejos.

—¿Tiene usted un destornillador? —dijoWinston tocando el tapón del desagüe.

—Un destornillador —dijo la señora Parsons,

Page 42: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

inmovilizándose inmediatamente—. Pues, no sé.Es posible que los niños…

En la habitación de al lado se oían fuertespisadas y más trompetazos con el peine. La señoraParsons trajo el destornillador. Winston dejó salirel agua y quitó con asco el pegote de cabello quehabía atrancado el tubo. Se limpió los dedos lomejor que pudo en el agua fría del grifo y volvió ala otra habitación.

—¡Arriba las manos! —chilló una voz salvaje.Un chico, guapo y de aspecto rudo, que

parecía tener unos nueve años, había surgido pordetrás de la mesa y amenazaba a Winston con unapistola automática de juguete mientras que suhermanita, de unos dos años menos, hacía elmismo ademán con un pedazo de madera. Ambosiban vestidos con pantalones cortos azules,camisas grises y pañuelo rojo al cuello. Éste era eluniforme de los Espías. Winston levantó lasmanos, pero a pesar de la broma sentía ciertainquietud por el gesto de maldad que veía en elniño.

—¡Eres un traidor! —gritó el chico—. ¡Eres uncriminal mental! ¡Eres un espía de Eurasia! ¡Temataré, te vaporizaré; te mandaré a las minas desal!

De pronto, tanto el niño como la niña

Page 43: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

empezaron a saltar en torno a él gritando:«¡Traidor!». «¡Criminal mental!», imitando la niñatodos los movimientos de su hermano. Aquelloproducía un poco de miedo, algo así como losjuegos de los cachorros de los tigres cuandopensamos que pronto se convertirán endevoradores de hombres. Había una especie deferocidad calculadora en la mirada del pequeño, undeseo evidente de darle un buen golpe a Winston,de hacerle daño de alguna manera, una convicciónde ser ya casi lo suficientemente hombre parahacerlo. «¡Qué suerte que el niño no tenga en lamano más que una pistola de juguete!», pensóWinston.

La mirada de la señora Parsons ibanerviosamente de los niños a Winston y de éste alos niños. Como en aquella habitación había mejorluz, pudo notar Winston que en las arrugas de lamujer había efectivamente polvo.

—Hacen tanto ruido… —dijo ella—. Estándisgustados porque no pueden ir a ver ahorcar aesos. Estoy segura de que por eso revuelventanto. Yo no puedo llevarlos; tengo demasiadoque hacer. Y Tom no volverá de su trabajo atiempo.

—¿Por qué no podemos ir a ver cómo loscuelgan? —gritó el pequeño con su tremenda voz,

Page 44: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

impropia de su edad.—¡Queremos verlos colgar! ¡Queremos verlos

colgar! —canturreaba la chiquilla mientras saltaba.Varios prisioneros eurasiáticos, culpables de

crímenes de guerra, serían ahorcados en el parqueaquella tarde, recordó Winston. Esto solía ocurriruna vez al mes y constituía un espectáculopopular. A los niños siempre les hacía gran ilusiónasistir a él. Winston se despidió de la señoraParsons y se dirigió hacia la puerta. Pero apenashabía bajado seis escalones cuando algo le dio enel cuello por detrás produciéndole un terribledolor. Era como si le hubieran aplicado un alambreincandescente. Se volvió a tiempo de ver cómoretiraba la señora Parsons a su hijo del descansillo.El chico se guardaba un tirachinas en el bolsillo.

—¡Goldstein! —gritó el pequeño antes de quela madre cerrara la puerta, pero lo que más asustó aWinston fue la mirada de terror y desamparo de laseñora Parsons.

De nuevo en su piso, cruzó rápidamente pordelante de la telepantalla y volvió a sentarse antela mesita sin dejar de pasarse la mano por sudolorido cuello. La música de la telepantalla sehabía detenido. Una voz militar estaba leyendo,con una especie de brutal complacencia, unadescripción de los armamentos de la nueva

Page 45: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fortaleza flotante que acababa de ser anclada entreIslandia y las islas Feroe.

Con aquellos niños, pensó Winston, ladesgraciada mujer debía de llevar una vidaterrorífica. Dentro de uno o dos años sus propioshijos podían descubrir en ella algún indicio deherejía. Casi todos los niños de entonces eranhorribles. Lo peor de todo era que esasorganizaciones, como la de los Espías, losconvertían sistemáticamente en pequeños salvajesingobernables, y, sin embargo, este salvajismo noles impulsaba a rebelarse contra la disciplina delPartido. Por el contrario, adoraban al Partido y atodo lo que se relacionaba con él. Las canciones,los desfiles, las pancartas, las excursionescolectivas, la instrucción militar infantil con fusilesde juguete, los slogans gritados por doquier, laadoración del Gran Hermano… todo ello era paralos niños un estupendo juego. Toda su ferocidadrevertía hacia fuera, contra los enemigos delEstado, contra los extranjeros, los traidores,saboteadores y criminales del pensamiento. Eracasi normal que personas de más de treinta añosles tuvieran un miedo visceral a sus hijos. Y conrazón, pues apenas pasaba una semana sin que elTimes publicara unas líneas describiendo cómoalguna viborilla —la denominación oficial era

Page 46: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

«heroico niño»— había denunciado a sus padresa la Policía del Pensamiento contándole a ésta loque había oído en casa.

La molestia causada por el proyectil deltirachinas se le había pasado. Winston volvió acoger la pluma preguntándose si no tendría algomás que escribir. De pronto, empezó a pensar denuevo en O’Brien.

Años atrás —cuánto tiempo hacía, quizás sieteaños— había soñado Winston que paseaba poruna habitación oscura… Alguien sentado a sulado le había dicho al pasar él: «Nosencontraremos en el lugar donde no hayoscuridad». Se lo había dicho con toda calma, deuna manera casual, más como una afirmacióncualquiera que como una orden. Él había seguidoandando. Y lo curioso era que al oírlas en el sueño,aquellas palabras no le habían impresionado. Fuesólo más tarde y gradualmente cuando empezarona tomar significado. Ahora no podía recordar si fueantes o después de tener el sueño cuando habíavisto a O’Brien por vez primera; y tampoco podíarecordar cuándo había identificado aquella vozcomo la de O’Brien. Pero, de todos modos, eraindudablemente O’Brien quien le había hablado enla oscuridad.

Nunca había podido sentirse absolutamente

Page 47: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

seguro —incluso después del fugaz encuentro desus miradas esta mañana— de si O’Brien era unamigo o un enemigo. Ni tampoco importaba muchoesto. Lo cierto era que existía entre ellos unvínculo de comprensión más fuerte y másimportante que el afecto o el partidismo. «Nosencontraremos en el lugar donde no hayoscuridad», le había dicho. Winston no sabía loque podían significar estas palabras, pero sí sabíaque se convertirían en realidad.

La voz de la telepantalla se interrumpió. Sonóun claro y hermoso toque de trompeta y la vozprosiguió en tono chirriante:

«Atención. ¡Vuestra atención, por favor! Eneste momento nos llega un notirrelámpagodel frente malabar. Nuestras fuerzas hanlogrado una gloriosa victoria en el sur de laIndia. Estoy autorizado para decir que labatalla a que me refiero puede aproximarnosbastante al final de la guerra. He aquí eltexto del notirrelámpago…».

Malas noticias, pensó Winston. Ahora seguirála descripción, con un repugnante realismo, delaniquilamiento de todo un ejército eurásico, confantásticas cifras de muertos y prisioneros… para

Page 48: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

decirnos luego que, desde la semana próxima,reducirán la ración de chocolate a veinte gramosen vez de los treinta de ahora.

Winston volvió a eructar. La ginebra perdía yasu fuerza y lo dejaba desanimado. La telepantalla—no se sabe si para celebrar la victoria o paraquitar el mal sabor del chocolate perdido— lanzólos acordes de Oceanía, todo para ti. Se suponíaque todo el que escuchara el himno, aunqueestuviera solo, tenía que escucharlo de pie. Sinembargo, Winston se aprovechó de que latelepantalla no lo veía y siguió sentado.

Oceanía, todo para ti, terminó y empezó lamúsica ligera. Winston se dirigió hacia la ventana,manteniéndose de espaldas a la pantalla. El día eratodavía frío y claro. Allá lejos estalló unabombacohete con un sonido sordo y prolongado.Ahora solían caer en Londres unas veinte o treintabombas a la semana.

Abajo, en la calle, el viento seguía agitando elcartel donde la palabra Ingsoc aparecía ydesaparecía. Ingsoc. Los principios sagrados deIngsoc. Neolengua, doblepensar, mutabilidad delpasado. A Winston le parecía estar recorriendo lasselvas submarinas, perdido en un mundomonstruoso cuyo monstruo era él mismo. Estabasolo. El pasado había muerto, el futuro era

Page 49: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

inimaginable. ¿Qué certidumbre podía tener él deque ni un solo ser humano estaba de su parte? Y¿cómo iba a saber si el dominio del Partido noduraría siempre? Como respuesta, los tres sloganssobre la blanca fachada del Ministerio de laVerdad, le recordaron que:

LA GUERRA ES LA PAZLA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUDLA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Sacó de su bolsillo una moneda de veinticincocentavos. También en ella, en letras pequeñas,pero muy claras, aparecían las mismas frases y, enel reverso de la moneda, la cabeza del GranHermano. Los ojos de éste le perseguían a unohasta desde las monedas. Sí, en las monedas, enlos sellos de correo, en pancartas, en lasenvolturas de los paquetes de los cigarrillos, enlas portadas de los libros, en todas partes. Siemprelos ojos que os contemplaban y la voz que osenvolvía. Despiertos o dormidos, trabajando ocomiendo, en casa o en la calle, en el baño o en lacama, no había escape. Nada era del individuo ano ser unos cuantos centímetros cúbicos dentrode su cráneo.

El sol había seguido su curso y las mil

Page 50: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ventanas del Ministerio de la Verdad, en las que yano reverberaba la luz, parecían los tétricos huecosde una fortaleza. Winston sintió angustia anteaquella masa piramidal. Era demasiado fuerte paraser asaltada. Ni siquiera un millar debombascohete podrían abatirla. Volvió apreguntarse para quién escribía el Diario, ¿para elpasado, para el futuro, para una época imaginaria?Frente a él no veía la muerte, sino algo peor, elaniquilamiento absoluto. El Diario quedaríareducido a cenizas y a él lo vaporizarían. Sólo laPolicía del Pensamiento leería lo que él hubieraescrito antes de hacer que esas líneasdesaparecieran incluso de la memoria. ¿Cómo ibausted a apelar a la posteridad cuando ni una solahuella suya, ni siquiera una palabra garrapateadaen un papel iba a sobrevivir físicamente?

En la telepantalla sonaron las catorce. Winstontenía que marchar dentro de diez minutos. Debíareanudar el trabajo a las catorce y treinta. Quécurioso: las campanadas de la hora lo reanimaron.Era como un fantasma solitario diciendo unaverdad que nadie oiría nunca. De todos modos,mientras Winston pronunciara esa verdad, lacontinuidad no se rompería. La herencia humanano se continuaba porque uno se hiciera oír sinopor el hecho de permanecer cuerdo. Volvió a la

Page 51: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mesa, mojó en tinta su pluma y escribió:

Para el futuro o para el pasado, para laépoca en que se pueda pensar libremente,en que los hombres sean distintos unos deotros y no vivan solitarios… Para cuandola verdad exista y lo que se haya hecho nopueda ser deshecho:

Desde esta época de uniformidad, deeste tiempo de soledad, la Edad del GranHermano, la época del doblepensar…¡muchas felicidades!

Winston comprendía que ya estaba muerto. Leparecía que sólo ahora, en que empezaba a poderformular sus pensamientos, era cuando había dadoel paso definitivo. Las consecuencias de cada actovan incluidas en el acto mismo. Escribió:

El crimental (el crimen de la mente) noimplica la muerte; el crimental es lamuerte misma.

Al reconocerse ya a sí mismo muerto, se le hizoimprescindible vivir lo más posible. Teníamanchados de tinta dos dedos de la mano

Page 52: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

derecha. Era exactamente uno de esos detalles quele pueden delatar a uno. Cualquier entrometido delMinisterio (probablemente, una mujer: algunacomo la del cabello color de arena o la muchachamorena del Departamento de Novela) podíapreguntarse por qué habría usado una plumaanticuada y qué habría escrito… y luego dar elsoplo a donde correspondiera. Fue al cuarto debaño y se frotó cuidadosamente la tinta con eloscuro y rasposo jabón que le limaba la piel comoun papel de lija y resultaba por tanto muy eficazpara su propósito.

Guardó el Diario en el cajón de la mesita. Erainútil pretender esconderlo; pero, por lo menos,podía saber si lo habían descubierto o no. Uncabello sujeto entre las páginas sería demasiadoevidente. Por eso, con la yema de un dedo recogióuna partícula de polvo de posible identificación yla depositó sobre una esquina de la tapa, de dondetendría que caerse si cogían el libro.

Page 53: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO III

Winston estaba soñando con su madre. Él debíade tener unos diez u once años cuando su madremurió. Era una mujer alta, estatuaria y más biensilenciosa, de movimientos pausados y magníficocabello rubio. A su padre lo recordaba, másvagamente, como un hombre moreno y delgado,vestido siempre con impecables trajes oscuros(Winston recordaba sobre todo las suelasextremadamente finas de los zapatos de su padre)y usaba gafas. Seguramente, tanto el padre comola madre debieron de haber caído en una de lasprimeras grandes purgas de los años cincuenta.

En aquel momento en el sueño, su madreestaba sentada en un sitio profundo junto a él ycon su niña en brazos. De esta hermana sólorecordaba Winston que era una chiquilla débil einsignificante, siempre callada y con ojos grandesque se fijaban en todo. Se hallaban las dos enalgún sitio subterráneo, por ejemplo, el fondo deun pozo o en una cueva muy honda, pero era unlugar que, estando ya muy por debajo de él, se ibahundiendo sin cesar. Sí, era la cámara de un barcoque se hundía y la madre y la hermana lo miraban aél desde la tenebrosidad de las aguas que invadíanel buque. Aún había aire en la cámara. Su madre y

Page 54: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

su hermanita podían verlo todavía y él a ellas, perono dejaban de irse hundiendo ni un solo instante,de ir cayendo en las aguas, de un verde muyoscuro, que de un momento a otro las ocultaríanpara siempre. Winston, en cambio, se encontrabaal aire libre y a plena luz mientras a ellas se las ibatragando la muerte, y ellas se hundían porque élestaba allí arriba. Winston lo sabía y también ellaslo sabían y él descubría en las caras de ellas esteconocimiento. Pero la expresión de las dos no lereprochaba nada ni sus corazones tampoco —él losabía— y sólo se transparentaba la convicción deque ellas morían para que él pudiera seguirviviendo allá arriba y que esto formaba parte delorden inevitable de las cosas.

No podía recordar qué había ocurrido, peromientras soñaba estaba seguro de que, de unmodo u otro, las vidas de su madre y su hermanafueron sacrificadas para que él viviera. Era uno deesos ensueños que, a pesar de utilizar toda laescenografía onírica habitual, son unacontinuación de nuestra vida intelectual y en losque nos damos cuenta de hechos e ideas quesiguen teniendo un valor después del despertar.Pero lo que de pronto sobresaltó a Winston, alpensar luego en lo que había soñado, fue que lamuerte de su madre, ocurrida treinta años antes,

Page 55: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había sido trágica y dolorosa de un modo que yano era posible. Pensó que la tragedia pertenecía alos tiempos antiguos y que sólo podía concebirseen una época en que había aún intimidad —vidaprivada, amor y amistad— y en que los miembrosde una familia permanecían juntos sin necesidadde tener una razón especial para ello. El recuerdode su madre le torturaba porque había muertoamándole cuando él era demasiado joven y egoístapara devolverle ese cariño y porque de algunamanera —no recordaba cómo— se habíasacrificado a un concepto de la lealtad que eraprivatísimo e inalterable. Bien comprendía Winstonque esas cosas no podían suceder ahora. Lo queahora había era miedo, odio y dolor físico, pero noemociones dignas ni penas profundas ycomplejas. Todo esto lo había visto, soñando, enlos ojos de su madre y su hermanita, que lomiraban a él a través de las aguas verdeoscuras, auna inmensa profundidad y sin dejar de hundirse.

De pronto, se vio de pie sobre el césped enuna tarde de verano en que los rayos oblicuos delsol doraban la corta hierba. El paisaje que se leaparecía ahora se le presentaba con tantafrecuencia en sueños que nunca estabacompletamente seguro de si lo había visto algunavez en la vida real. Cuando estaba despierto, lo

Page 56: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

llamaba el País Dorado. Lo cubrían pastosmordidos por los conejos con un sendero queserpenteaba por él y, aquí y allá, unaspequeñísimas elevaciones del terreno. Al fondo,se veían unos olmos que se balanceabansuavemente con la brisa y sus follajes parecíancabelleras de mujer. Cerca, aunque fuera de lavista, corría un claro arroyuelo de lento fluir.

La muchacha morena venía hacia él por aquelcampo.

Con un solo movimiento se despojó de susropas y las arrojó despectivamente a un lado. Sucuerpo era blanco y suave, pero no despertabadeseo en Winston, que se limitaba a contemplarlo.Lo que le llenaba de entusiasmo en aquel momentoera el gesto con que la joven se había librado desus ropas. Con la gracia y el descuido de aquelgesto, parecía estar aniquilando toda su cultura,todo un sistema de pensamiento, como si el GranHermano, el Partido y la Policía del Pensamientopudieran ser barridos y enviados a la Nada con unsimple movimiento del brazo. También aquel gestopertenecía a los tiempos antiguos. Winston sedespertó con la palabra «Shakespeare» en loslabios.

La telepantalla emitía en aquel instante unprolongado silbido que partía el tímpano y que

Page 57: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

continuaba en la misma nota treinta segundos.Eran las cero-siete-quince, la hora de levantarsepara los oficinistas. Winston se echó abajo de lacama desnudo porque los miembros del PartidoExterior recibían sólo tres mil cupones paravestimenta durante el año y un pijama —necesitaba seiscientos cupones— y se puso unsucio singlet y unos shorts que estaban sobre unasilla. Dentro de tres minutos empezarían lasSacudidas Físicas. Inmediatamente le entró elataque de tos habitual en él en cuanto sedespertaba.

Vació tanto sus pulmones que, para volver arespirar, tuvo que tenderse de espaldas abriendo ycerrando la boca repetidas veces y en rápidasucesión. Con el esfuerzo de la tos se le hinchabanlas venas y sus varices le habían empezado aescocer.

—¡Grupo de treinta a cuarenta! —ladró unapenetrante voz de mujer—. ¡Grupo de treinta acuarenta! Ocupad vuestros sitios, por favor.

Winston se colocó de un salto a la vista de latelepantalla, en la cual había aparecido ya laimagen de una mujer más bien joven, musculosa yde facciones duras, vestida con una túnica ycalzando sandalias de gimnasia.

—¡Doblad y extended los brazos! —gritó—.

Page 58: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

¡Contad a la vez que yo! ¡Uno, dos, tres, cuatro!¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Vamos, camaradas, unpoco de vida en lo que hacéis! ¡Uno, dos, tres,cuatro! ¡Uno, dos, tres, cuatro! …

La intensa molestia de su ataque de tos nohabía logrado desvanecer en Winston la impresiónque le había dejado el ensueño y los movimientosrítmicos de la gimnasia contribuían a conservarleaquel recuerdo. Mientras doblaba y desplegabamecánicamente los brazos —sin perder ni por uninstante la expresión de contento que seconsideraba apropiada durante las SacudidasFísicas—, se esforzaba por resucitar el confusoperíodo de su primera infancia. Pero le resultabaextraordinariamente difícil. Más allá de los añoscincuenta y tantos —final de la década— todo sedesvanecía. Sin datos externos de ninguna clase aque referirse era imposible reconstruir ni siquiera elesquema de la propia vida. Se recordaban losacontecimientos de enormes proporciones —quemuy bien podían no haber acaecido—, serecordaban también detalles sueltos de hechossucedidos en la infancia, de cada uno, pero sinpoder captar la atmósfera. Y había extensosperíodos en blanco donde no se podía colocarabsolutamente nada. Entonces todo había sidodiferente. Incluso los nombres de los países y sus

Page 59: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

formas en el mapa. La Franja Aérea número 1, porejemplo, no se llamaba así en aquellos días: lallamaban Inglaterra o Bretaña, aunque Londres —Winston estaba casi seguro de ello— se habíallamado siempre Londres.

No podía recordar claramente una época enque su país no hubiera estado en guerra, pero eraevidente que había un intervalo de paz bastantelargo durante su infancia porque uno de susprimeros recuerdos era el de un ataque aéreo queparecía haber cogido a todos por sorpresa. Quizáfue cuando la bomba atómica cayó en Colchester.No se acordaba del ataque propiamente dicho,pero sí de la mano de su padre que le tenía cogidala suya mientras descendían precipitadamente poralgún lugar subterráneo muy profundo, dandovueltas por una escalera de caracol que finalmentele había cansado tanto las piernas que empezó asollozar y su padre tuvo que dejarle descansar unpoco. Su madre, lenta y pensativa como siempre,los seguía a bastante distancia. La madre llevaba ala hermanita de Winston, o quizá sólo llevase unlío de mantas. Winston no estaba seguro de quesu hermanita hubiera nacido por entonces. Porúltimo, desembocaron a un sitio ruidoso yatestado de gente, una estación de Metro.

Muchas personas se hallaban sentadas en el

Page 60: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

suelo de piedra y otras, arracimadas, se habíaninstalado en diversos objetos que llevaban.Winston y sus padres encontraron un sitio libre enel suelo y junto a ellos un viejo y una vieja seapretaban el uno contra el otro. El anciano vestíaun buen traje oscuro y una boina de paño negrobajo la cual le asomaba abundante cabello muyblanco. Tenía la cara enrojecida; los ojos, azules ylacrimosos. Olía a ginebra. Ésta parecía salírselepor los poros en vez del sudor y podría habersepensado que las lágrimas que le brotaban de losojos eran ginebra pura. Sin embargo, a pesar de suborrachera, sufría de algún dolor auténtico einsoportable. De un modo infantil, Winstoncomprendió que algo terrible, más allá del perdón yque jamás podría tener remedio, acababa deocurrirle al viejo. También creía saber de qué setrataba. Alguien a quien el anciano amaba, quizásalguna nietecita, había muerto en el bombardeo.Cada pocos minutos, repetía el viejo:

—No debíamos habernos fiado de ellos.¿Verdad que te lo dije, abuelita? Nos ha pasadoesto por fiarnos de ellos. Siempre lo he dicho.Nunca debimos confiar en esos canallas.

Lo que Winston no podía recordar es a quiénse refería el viejo y quiénes eran esos de los queno había que fiarse.

Page 61: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Desde entonces, la guerra había sido continua,aunque hablando con exactitud no se tratabasiempre de la misma guerra. Durante algunosmeses de su infancia había habido una confusalucha callejera en el mismo Londres y él recordabacon toda claridad algunas escenas. Pero hubierasido imposible reconstruir la historia de aquelperíodo ni saber quién luchaba contra quién en unmomento dado, pues no quedaba ningúndocumento ni pruebas de ninguna clase quepermitieran pensar que la disposición de lasfuerzas en lucha hubiera sido en algún momentodistinta a la actual. Por ejemplo, en este momento,en 1984 (si es que efectivamente era 1984), Oceaníaestaba en guerra con Eurasia y era aliada de AsiaOriental. En ningún discurso público niconversación privada se admitía que estas trespotencias se hubieran hallado alguna vez endistinta posición cada una respecto a las otras.Winston sabía muy bien que, hacía sólo cuatroaños, Oceanía había estado en guerra contra AsiaOriental y aliada con Eurasia. Pero aquello era sóloun conocimiento furtivo que él tenía porque sumemoria «fallaba» mucho, es decir, no estaba losuficientemente controlada. Oficialmente, nunca sehabía producido un cambio en las alianzas.Oceanía estaba en guerra con Eurasia; por tanto,

Page 62: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Oceanía siempre había luchado contra Eurasia. Elenemigo circunstancial representaba siempre elabsoluto mal, y de ahí resultaba que era totalmenteimposible cualquier acuerdo pasado o futuro conél.

Lo horrible, pensó por diezmilésima vezmientras se forzaba los hombros dolorosamentehacia atrás (con las manos en las caderas, girabansus cuerpos por la cintura, ejercicio que sesuponía conveniente para los músculos de laespalda), lo horrible era que todo ello podía serverdad. Si el Partido podía alargar la mano hacia elpasado y decir que este o aquel acontecimientonunca había ocurrido, esto resultaba mucho máshorrible que la tortura y la muerte.

El Partido dijo que Oceanía nunca había sidoaliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía queOceanía había estado aliada con Eurasia cuatroaños antes. Pero, ¿dónde constaba eseconocimiento? Sólo en su propia conciencia, lacual, en todo caso, iba a ser aniquilada muypronto. Y si todos los demás aceptaban la mentiraque impuso el Partido, si todos los testimoniosdecían lo mismo, entonces la mentira pasaba a laHistoria y se convertía en verdad. «El que controlael pasado —decía el slogan del Partido—, controlatambién el futuro. El que controla el presente,

Page 63: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

controla el pasado». Y, sin embargo, el pasado,alterable por su misma naturaleza, nunca habíasido alterado. Todo lo que ahora era verdad, habíasido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Eramuy sencillo. Lo único que se necesitaba era unainterminable serie de victorias que cada personadebía lograr sobre su propia memoria. A esto lellamaban «control de la realidad». Pero enneolengua había una palabra especial para ello:doblepensar.

—¡Descansen! —ladró la instructora, cuya vozparecía ahora menos malhumorada.

Winston dejó caer los brazos de sus costadosy volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente sedeslizó por el laberíntico mundo del doplepensar.Saber y no saber, hallarse consciente de lo que esrealmente verdad mientras se dicen mentirascuidadosamente elaboradas, sostenersimultáneamente dos opiniones sabiendo que soncontradictorias y creer sin embargo en ambas;emplear la lógica contra la lógica, repudiar lamoralidad mientras se recurre a ella, creer que lademocracia es imposible y que el Partido es elguardián de la democracia; olvidar cuanto fueranecesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello,volverlo a traer a la memoria en cuanto senecesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre

Page 64: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

todo, aplicar el mismo proceso al procedimientomismo. Ésta era la más refinada sutileza delsistema: inducir conscientemente a lainconsciencia, y luego hacerse inconsciente parano reconocer que se había realizado un acto deautosugestión. Incluso comprender la palabradoblepensar implicaba el uso del doblepensar.

La instructora había vuelto a llamarles laatención:

—Y ahora, a ver cuáles de vosotros puedentocarse los dedos de los pies sin doblar las rodillas—gritó la mujer con gran entusiasmo—. ¡Por favor,camaradas! ¡Uno, dos! ¡Uno, dos…!

A Winston le fastidiaba indeciblemente esteejercicio que le hacía doler todo el cuerpo y aveces le causaba golpes de tos. Ya no disfrutabacon sus meditaciones. El pasado, pensó Winston,no sólo había sido alterado, sino que estabasiendo destruido. Pues, ¿cómo iba usted aestablecer el hecho más evidente si no existía másprueba que el recuerdo de su propia memoria?Trató de recordar en qué año había oído hablar porprimera vez del Gran Hermano. Creía que debió deser hacia el sesenta y tantos, pero era imposibleestar seguro. Por supuesto, en los libros dehistoria editados por el Partido, el Gran Hermanofiguraba como jefe y guardián de la Revolución

Page 65: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

desde los primeros días de ésta. Sus hazañashabían ido retrocediendo en el tiempo cada vezmás y ya se extendían hasta el mundo fabuloso delos años cuarenta y treinta cuando los capitalistas,con sus extraños sombreros cilíndricos, cruzabantodavía por las calles de Londres en relucientesautomóviles o en coches de caballos —pues aúnquedaban vehículos de éstos—, con lados decristal. Desde luego, se ignoraba cuánto había decierto en esta leyenda y cuánto de inventado.Winston no podía recordar ni siquiera en quéfecha había empezado el Partido a existir. No creíahaber oído la palabra «Ingsoc» antes de 1960. Peroera posible que en su forma viejolingüística —esdecir, «socialismo inglés»— hubiera existidoantes. Todo se había desvanecido en la niebla. Sinembargo, a veces era posible poner el dedo sobreuna mentira concreta. Por ejemplo, no era verdad,como pretendían los libros de historia lanzadospor el Partido, que éste hubiera inventado losaeroplanos. Winston recordaba los aeroplanosdesde su más temprana infancia. Pero tampocopodría probarlo. Nunca se podía probar nada. Sólouna vez en su vida había tenido en sus manos lainnegable prueba documental de la falsificación deun hecho histórico. Y en aquella ocasión…

—¡Smith! —chilló la voz de la telepantalla—;

Page 66: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

¡6079 Smith W! ¡Sí, tú! ¡Inclínate más, por favor!Puedes hacerlo mejor; es que no te esfuerzas; másdoblado, haz el favor. Ahora está mucho mejor,camarada. Descansad todos y fijaos en mí.

Winston sudaba por todo su cuerpo, pero sucara permanecía completamente inescrutable.¡Nunca os manifestéis desanimados! ¡Nunca osmostréis resentidos! Un leve pestañeo podríatraicionarnos. Por eso, Winston miraba impávido ala instructora mientras ésta levantaba los brazospor encima de la cabeza y, si no con gracia, sí connotable precisión y eficacia, se dobló y se tocó losdedos de los pies sin doblar las rodillas.

—¡Ya habéis visto, camaradas; así es comoquiero que lo hagáis! Miradme otra vez. Tengotreinta y nueve años y cuatro hijos. Mirad —volvió a doblarse—. Ya veis que mis rodillas no sehan doblado. Todos vosotros podéis hacerlo siqueréis —añadió mientras se ponía derecha—.Cualquier persona de menos de cuarenta y cincoaños es perfectamente capaz de tocarse así losdedos de los pies. No todos nosotros tenemos elprivilegio de luchar en el frente, pero por lo menospodemos mantenernos en forma. ¡Recordad anuestros muchachos en el frente malabar! ¡Y a losmarineros de las fortalezas flotantes! Pensad en laspenalidades que han de soportar. Ahora, probad

Page 67: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

otra vez. Eso está mejor, camaradas, mucho mejor—añadió en tono estimulante dirigiéndose aWinston, el cual, con un violento esfuerzo, habíalogrado tocarse los dedos de los pies sin doblarlas rodillas. Desde varios años atrás, no loconseguía.

Page 68: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO IV

Con el hondo e inconsciente suspiro que nisiquiera la proximidad de la telepantalla podíaahogarle cuando empezaba el trabajo del día,Winston se acercó al hablescribe, sopló parasacudir el polvo del micrófono y se puso las gafas.Luego desenrolló y juntó con un clip cuatropequeños cilindros de papel que acababan de caerdel tubo neumático sobre el lado derecho de sumesa de despacho.

En las paredes de la cabina había tres orificios.A la derecha del hablescribe, un pequeño tuboneumático para mensajes escritos, a la izquierda,un tubo más ancho para los periódicos; y en laotra pared, de manera que Winston lo tenía amano, una hendidura grande y oblonga protegidapor una rejilla de alambre. Esta última servía paratirar el papel inservible. Había hendidurassemejantes a miles o a docenas de miles por todoel edificio, no sólo en cada habitación, sino a lolargo de todos los pasillos, a pequeños intervalos.Les llamaban «agujeros de la memoria». Cuandoun empleado sabía que un documento había de serdestruido, o incluso cuando alguien veía unpedazo de papel por el suelo y por alguna mesa,constituía ya un acto automático levantar la tapa

Page 69: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del más cercano «agujero de la memoria» y tirar elpapel en él. Una corriente de aire caliente sellevaba el papel en seguida hasta los enormeshornos ocultos en algún lugar desconocido de lossótanos del edificio.

Winston examinó las cuatro franjas de papelque había desenrollado. Cada una de ellascontenía una o dos líneas escritas en el argotabreviado (no era exactamente neolengua, peroconsistía principalmente en palabrasneolingüísticas) que se usaba en el Ministerio parafines internos. Decían así:

times 17.3.84 discurso gh malregistradoáfrica rectificartimes 19.12.83 predicciones plantrienalcuarto trimestre 83 erratas comprobarnúmero corrientetimes 14.2.84. Minibundancia malcitadochocolate rectificartimes 3.12.83 referente ordendía ghdoblemásnobueno refs nopersonasreescribir completo someter antesarchivar

Con cierta satisfacción apartó Winston elcuarto mensaje. Era un asunto intrincado y deresponsabilidad y prefería ocuparse de él al final.

Page 70: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Los otros tres eran tarea rutinaria, aunque elsegundo le iba a costar probablemente buscar unaserie de datos fastidiosos.

Winston pidió por la telepantalla los númerosnecesarios del Times, que le llegaron por el tuboneumático pocos minutos después. Los mensajesque había recibido se referían a artículos o noticiasque por una u otra razón era necesario cambiar, o,como se decía oficialmente, rectificar. Por ejemplo,en el número del Times correspondiente al 17 demarzo se decía que el Gran Hermano, en sudiscurso del día anterior, había predicho que elfrente de la India Meridional seguiría en calma,pero que, en cambio, se desencadenaría unaofensiva eurasiática muy pronto en África delNorte. Como quiera que el alto mando de Eurasiahabía iniciado su ofensiva en la India del Sur yhabía dejado tranquila al África del Norte, era portanto necesario escribir un nuevo párrafo deldiscurso del Gran Hermano, con objeto de hacerlepredecir lo que había ocurrido efectivamente. Y enel Times del 19 de diciembre del año anterior sehabían publicado los pronósticos oficiales sobre elconsumo de ciertos productos en el cuartotrimestre de 1983, que era también el sexto grupodel noveno plan trienal. Pues bien, el número dehoy contenía una referencia al consumo efectivo y

Page 71: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

resultaba que los pronósticos se habíanequivocado muchísimo. El trabajo de Winstonconsistía en cambiar las cifras originaleshaciéndolas coincidir con las posteriores. Encuanto al tercer mensaje, se refería a un error muysencillo que se podía arreglar en un par deminutos. Muy poco tiempo antes, en febrero, elMinisterio de la Abundancia había lanzado lapromesa (oficialmente se le llamaba «compromisocategórico») de que no habría reducción de laración de chocolate durante el año 1984. Pero laverdad era, como Winston sabía muy bien, que laración de chocolate sería reducida, de los treintagramos que daban, a veinte al final de aquellasemana. Como se verá, el error era insignificante yel único cambio necesario era sustituir la promesaoriginal por la advertencia de que probablementehabría que reducir la ración hacia el mes de abril.

Cuando Winston tuvo preparadas lascorrecciones las unió con un clip al ejemplar delTimes que le habían enviado y los mandó por eltubo neumático. Entonces, con un movimientocasi inconsciente, arrugó los mensajes originales ytodas las notas que él había hecho sobre el asuntoy los tiró por el «agujero de la memoria» para quelos devoraran las llamas.

Él no sabía con exactitud lo que sucedía en el

Page 72: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

invisible laberinto adonde iban a parar los tubosneumáticos, pero tenía una idea general. En cuantose reunían y ordenaban todas las correcciones quehabía sido necesario introducir en un númerodeterminado del Times, ese número volvía a serimpreso, el ejemplar primitivo se destruía y elejemplar corregido ocupaba su puesto en elarchivo. Este proceso de continua alteración no seaplicaba sólo a los periódicos, sino a los libros,revistas, folletos, carteles, programas, películas,bandas sonoras, historietas para niños,fotografías…, es decir, a toda clase dedocumentación o literatura que pudiera teneralgún significado político o ideológico.Diariamente y casi minuto por minuto, el pasadoera puesto al día. De este modo, todas laspredicciones hechas por el Partido resultabanacertadas según prueba documental. Toda lahistoria se convertía así en un palimpsesto,raspado y vuelto a escribir con toda la frecuencianecesaria. En ningún caso habría sido posibledemostrar la existencia de una falsificación. Lasección más nutrida del Departamento de Registro,mucho mayor que aquella donde trabajabaWinston, se componía sencillamente de personascuyo deber era recoger todos los ejemplares delibros, diarios y otros documentos que se hubieran

Page 73: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

quedado atrasados y tuvieran que ser destruidos.Un número del Times que —a causa de cambios enla política exterior o de profecías equivocadashechas por el Gran Hermano— hubiera tenido queser escrito de nuevo una docena de veces, seguíaestando en los archivos con su fecha original y noexistía ningún otro ejemplar para contradecirlo.También los libros eran recogidos y reescritosmuchas veces y cuando se volvían a editar no seconfesaba que se hubiera introducidomodificación alguna. Incluso las instruccionesescritas que recibía Winston y que él hacíadesaparecer invariablemente en cuanto seenteraba de su contenido, nunca daban a entenderni remotamente que se estuviera cometiendo unafalsificación. Sólo se referían a erratas de imprentao a citas equivocadas que era necesario ponerbien en interés de la verdad.

Lo más curioso era —pensó Winston mientrasarreglaba las cifras del Ministerio de laAbundancia— que ni siquiera se trataba de unafalsificación. Era, sencillamente, la sustitución deun tipo de tonterías por otro. La mayor parte delmaterial que allí manejaban no tenía relaciónalguna con el mundo real, ni siquiera en esaconexión que implica una mentira directa. Lasestadísticas eran tan fantásticas en su versión

Page 74: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

original como en la rectificada. En la mayor partede los casos, tenía que sacárselas el funcionariode su cabeza. Por ejemplo, las predicciones delMinisterio de la Abundancia calculaban laproducción de botas para el trimestre venidero enciento cuarenta y cinco millones de pares. Puesbien, la cantidad efectiva fue de sesenta y dosmillones de pares. Es decir, la cantidad declaradaoficialmente. Sin embargo, Winston, al modificarahora la «predicción», rebajó la cantidad acincuenta y siete millones, para que resultaraposible la habitual declaración de que se habíasuperado la producción. En todo caso, sesenta ydos millones no se acercaban a la verdad más quelos cincuenta y siete millones o los ciento cuarentay cinco. Lo más probable es que no se hubieranproducido botas en absoluto. Nadie sabía endefinitiva cuánto se había producido ni leimportaba. Lo único de que se estaba seguro erade que cada trimestre se producían sobre el papelcantidades astronómicas de botas mientras quemedia población de Oceanía iba descalza. Y lomismo ocurría con los demás datos, importantes ominúsculos, que se registraban. Todo se disolvíaen un mundo de sombras en el cual incluso lafecha del año era insegura.

Winston miró hacia el vestíbulo. En la cabina

Page 75: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de enfrente trabajaba un hombre pequeñito, de aireeficaz, llamado Tillotson, con un periódico dobladosobre sus rodillas y la boca muy cerca de la bocinadel hablescribe. Daba la impresión de que lo quedecía era un secreto entre él y la telepantalla.Levantó la vista y los cristales de sus gafas lelanzaron a Winston unos reflejos hostiles.

Winston no conocía apenas a Tillotson ni teníaidea de la clase de trabajo que le habíanencomendado. Los funcionarios del Departamentodel Registro no hablaban de sus tareas. En el largovestíbulo, sin ventanas, con su doble fila decabinas y su interminable ruido de periódicos y elmurmullo de las voces junto a los hablescribe,había por lo menos una docena de personas a lasque Winston no conocía ni siquiera de nombre,aunque los veía diariamente apresurándose por lospasillos o gesticulando en los Dos Minutos deOdio. Sabía que en la cabina vecina a la suya lamujercilla del cabello arenoso trabajaba endescubrir y borrar en los números atrasados de laPrensa los nombres de las personas vaporizadas,las cuales se consideraba que nunca habíanexistido. Ella estaba especialmente capacitada paraeste trabajo, ya que su propio marido había sidovaporizado dos años antes. Y pocas cabinas másallá, un individuo suave, soñador e ineficaz,

Page 76: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

llamado Ampleforth, con orejas muy peludas y untalento sorprendente para rimar y medir los versos,estaba encargado de producir los textosdefinitivos de poemas que se habían hechoideológicamente ofensivos, pero que, por una uotra razón, continuaban en las antologías. Estevestíbulo, con sus cincuenta funcionarios, erasólo una subsección, una pequeñísima célula de laenorme complejidad del Departamento de Registro.Más allá, arriba, abajo, trabajaban otros enjambresde funcionarios en multitud de tareas increíbles.Allí estaban las grandes imprentas con susexpertos en tipografía y sus bien dotados estudiospara la falsificación de fotografías. Había lasección de teleprogramas con sus ingenieros, susdirectores y equipos de actores escogidosespecialmente por su habilidad para imitar voces.Había también un gran número de empleados cuyalabor sólo consistía en redactar listas de libros yperiódicos que debían ser «repasados». Losdocumentos corregidos se guardaban y losejemplares originales eran destruidos en hornosocultos. Por último, en un lugar desconocidoestaban los cerebros directores que coordinabantodos estos esfuerzos y establecían las líneaspolíticas según las cuales un fragmento delpasado había de ser conservado, falsificado otro,

Page 77: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

y otro borrado de la existencia.El Departamento de Registro, después de todo,

no era más que una simple rama del Ministerio dela Verdad, cuya principal tarea no era reconstruir elpasado, sino proporcionarles a los ciudadanos deOceanía periódicos, películas, libros de texto,programas de telepantalla, comedias, novelas, contoda clase de información, instrucción oentretenimiento. Fabricaban desde una estatua aun slogan, de un poema lírico a un tratado debiología y desde la cartilla de los párvulos hasta eldiccionario de neolengua… Y el Ministerio no sólotenía que atender a las múltiples necesidades delPartido, sino repetir toda la operación en un nivelmás bajo a beneficio del proletariado. Había todauna cadena de secciones separadas que seocupaban de la literatura, la música, el teatro y, engeneral, de todos los entretenimientos para losproletarios. Allí se producían periódicos que nocontenían más que informaciones deportivas,sucesos y astrología, noveluchassensacionalistas, películas que rezumaban sexo ycanciones sentimentales compuestas por mediosexclusivamente mecánicos en una especie decalidoscopio llamado versificador. Había inclusouna sección conocida en neolengua con el nombrede Pornosec, encargada de producir pornografía

Page 78: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de clase ínfima y que era enviada en paquetessellados que ningún miembro del Partido, apartede los que trabajaban en la sección, podía abrir.

Habían salido tres mensajes por el tuboneumático mientras Winston trabajaba, pero setrataba de asuntos corrientes y los habíadespachado antes de ser interrumpido por los DosMinutos de Odio. Cuando el odio terminó, volvióWinston a su cabina, sacó del estante eldiccionario de neolengua, apartó a un lado elhablescribe, se limpió las gafas y se dedicó a suprincipal cometido de la mañana.

El mayor placer de Winston era su trabajo. Lamayor parte de éste consistía en una aburridarutina, pero también incluía labores tan difíciles eintrincadas que se perdía uno en ellas como en lasprofundidades de un problema de matemáticas:delicadas labores de falsificación en que sólo sepodía guiar uno por su conocimiento de losprincipios del Ingsoc y el cálculo de lo que elPartido quería que uno dijera. Winston servía paraesto. En una ocasión le encargaron incluso larectificación de los editoriales del Times, queestaban escritos totalmente en neolengua.Desenrolló el mensaje que antes había dejado a unlado como más difícil. Decía:

Page 79: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

times 3.12.83 referente ordendía ghdoblemásnobueno refs nopersonasreescribir completo someter antesarchivar.

En antiguo idioma (en inglés) quedaba así:

La información sobre la orden del día delGran Hermano en el Times del 3 dediciembre de 1983 es absolutamenteinsatisfactoria y se refiere a las personasinexistentes. Volverlo a escribir porcompleto y someter el borrador a laautoridad superior antes de archivar.

Winston leyó el artículo ofensivo. La orden deldía del Gran Hermano se dedicaba a alabar eltrabajo de una organización conocida por FFCC,que proporcionaba cigarrillos y otras cosas a losmarineros de las fortalezas flotantes. Ciertocamarada Withers, destacado miembro del PartidoInterior, había sido agraciado con una menciónespecial y le habían concedido unacondecoración, la Orden del Mérito Conspicuo, desegunda clase.

Tres meses después, la FFCC había sidodisuelta sin que se supieran los motivos. Podía

Page 80: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pensarse que Withers y sus asociados habíancaído en desgracia, pero no había informaciónalguna sobre el asunto en la Prensa ni en latelepantalla. Era lo corriente, ya que muy rarasveces se procesaba ni se denunciabapúblicamente a los delincuentes políticos. Lasgrandes «purgas» que afectaban a millares depersonas, con procesos públicos de traidores ycriminales del pensamiento que confesabanabyectamente sus crímenes para ser luegoejecutados, constituían espectáculos especialesque se daban sólo una vez cada dos años. Lohabitual era que las personas caídas en desgraciadesapareciesen sencillamente y no se volviera aoír hablar de ellas. Nunca se tenía la menor noticiade lo que pudiera haberles ocurrido. En algunoscasos, ni siquiera habían muerto. Aparte de suspadres, unas treinta personas conocidas porWinston habían desaparecido en una u otraocasión.

Mientras pensaba en todo esto, Winston sedaba golpecitos en la nariz con un sujetador depapeles. En la cabina de enfrente, el camaradaTillotson seguía misteriosamente inclinado sobresu hablescribe. Levantó la cabeza un momento.Otra vez, los destellos hostiles de las gafas.Winston se preguntó si el camarada Tillotson

Page 81: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

estaría encargado del mismo trabajo que él. Eraperfectamente posible. Una tarea tan difícil ycomplicada no podía estar a cargo de una solapersona. Por otra parte, encargarla a un gruposería admitir abiertamente que se estaba realizandouna falsificación. Muy probablemente, una docenade personas trabajaban al mismo tiempo endistintas versiones rivales para inventar lo que elGran Hermano había dicho «efectivamente». Y,después, algún cerebro privilegiado del PartidoInterior elegiría esta o aquella versión, la redactaríadefinitivamente a su manera y pondría enmovimiento el complejo proceso deconfrontaciones necesarias. Luego, la mentiraelegida pasaría a los registros permanentes y seconvertiría en la verdad.

Winston no sabía por qué había caído Withersen desgracia. Quizás fuera por corrupción oincompetencia. O quizás el Gran Hermano sehubiera librado de un subordinado demasiadopopular. También pudiera ser que Withers oalguno relacionado con él hubiera sido acusado detendencias heréticas. O quizás —y esto era lo másprobable— hubiese ocurrido aquello sencillamenteporque las «purgas» y las vaporizaciones eranparte necesaria de la mecánica gubernamental. Elúnico indicio real era el contenido en las palabras

Page 82: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

«refs nopersonas», con lo que se indicaba queWithers estaba ya muerto. Pero no siempre sepodía presumir que un individuo hubiera muertopor el hecho de haber desaparecido. A veces lossoltaban y los dejaban en libertad durante uno odos años antes de ser ejecutados. De vez encuando, algún individuo a quien se creía muertodesde hacía mucho tiempo, reaparecía como unfantasma en algún proceso sensacional dondecomprometía a centenares de otras personas consus testimonios antes de desaparecer, esta vezpara siempre. Sin embargo, en el caso de Withers,estaba claro que lo habían matado. Era ya unanopersona. No existía: nunca había existido.Winston decidió que no bastaría con cambiar elsentido del discurso del Gran Hermano. Era mejorhacer que se refiriese a un asunto sin relaciónalguna con el auténtico.

Podía trasladar el discurso al tema habitual delos traidores y los criminales del pensamiento,pero esto resultaba demasiado claro; y por otraparte, inventar una victoria en el frente o algúntriunfo de superproducción en el noveno plantrienal, podía complicar demasiado los registros.Lo que se necesitaba era una fantasía pura. Depronto se le ocurrió inventar que un ciertocamarada Ogilvy había muerto recientemente en la

Page 83: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

guerra en circunstancias heroicas. En ciertasocasiones, el Gran Hermano dedicaba su orden deldía a conmemorar a algunos miembros ordinariosdel Partido cuya vida y muerte ponía como ejemplodigno de ser imitado por todos. Hoy conmemoraríaal camarada Ogilvy. Desde luego, no existía el talOgilvy, pero unas cuantas líneas de texto y un parde fotografías falsificadas bastarían para darlevida.

Winston reflexionó un momento, se acercóluego al hablescribe y empezó a dictar en el estilohabitual del Gran Hermano: un estilo militar ypedante a la vez y fácil de imitar por el truco dehacer preguntas y contestárselas él mismo enseguida. (Por ejemplo: «¿Qué nos enseña estehecho, camaradas? Nos enseña la lección —quees también uno de los principios fundamentales deIngsoc— que», etc., etc.).

A la edad de tres años, el camarada Ogilvyhabía rechazado todos los juguetes excepto untambor, una ametralladora y un autogiro. A los seisaños —uno antes de lo reglamentario porconcesión especial— se había alistado en losEspías; a los nueve años, era ya jefe de tropa. Alos once había denunciado a su tío a la Policía delPensamiento después de oírle una conversacióndonde el adulto se había mostrado con tendencias

Page 84: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

criminales. A los diecisiete fue organizador en sudistrito de la Liga juvenil Anti-Sex. A losdiecinueve había inventado una granada de manoque fue adoptada por el Ministerio de la Paz y que,en su primera prueba, mató a treinta y unprisioneros eurasiáticos. A los veintitrés murió enacción de guerra. Perseguido por cazas enemigosde propulsión a chorro mientras volaba sobre elOcéano Índico portador de mensajes secretos, sehabía arrojado al mar con las ametralladoras y losdocumentos… Un final, decía el Gran Hermano,que necesariamente despertaba la envidia. El GranHermano añadía unas consideraciones sobre lapureza y rectitud de la vida del camarada Ogilvy.Era abstemio y no fumador, no se permitía másdiversiones que una hora diaria en el gimnasio yhabía hecho voto de soltería por creer que elmatrimonio y el cuidado de una familiaimposibilitaban dedicar las veinticuatro horas deldía al cumplimiento del deber. No tenía más temade conversación que los principios de Ingsoc, nimás finalidad en la vida que la derrota del enemigoeurasiático y la caza de espías, saboteadores,criminales mentales y traidores en general.

Winston discutió consigo mismo si debía o noconcederle al camarada Ogilvy la Orden del MéritoConspicuo; al final decidió no concedérsela

Page 85: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

porque ello acarrearía un excesivo trabajo deconfrontaciones para que el hecho coincidiera conotras referencias.

De nuevo miró a su rival de la cabina deenfrente. Algo parecía decirle que Tillotson seocupaba en lo mismo que él. No había manera desaber cuál de las versiones sería adoptadafinalmente, pero Winston tenía la firme convicciónde que se elegiría la suya. El camarada Ogilvy, quehace una hora no existía, era ya un hecho. AWinston le resultaba chistoso que se pudierancrear hombres muertos y no hombres vivos. Elcamarada Ogilvy, que nunca había existido en elpresente, era ya una realidad en el pasado, ycuando quedara olvidado en el acto de lafalsificación, seguiría existiendo con la mismaautenticidad, con pruebas de la misma fuerza queCarlomagno o Julio César.

Page 86: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO V

En la cantina, un local de techo bajo en lossótanos, la cola para el almuerzo avanzabalentamente. La estancia estaba atestada de gente yllena de un ruido ensordecedor. De la parrilla trasel mostrador emanaba el olorcillo del asado. Alextremo de la cantina había un pequeño bar, unaespecie de agujero en el muro, donde podíacomprarse la ginebra a diez centavos el vasito.

—Precisamente el que andaba yo buscando —dijo una voz a espaldas de Winston. Éste sevolvió. Era su amigo Syme, que trabajaba en elDepartamento de Investigaciones. Quizás no fuera«amigo» la palabra adecuada. Ya no había amigos,sino camaradas. Pero persistía una diferencia:unos camaradas eran más agradables que otros.Syme era filósofo, especializado en neolengua.Desde luego, pertenecía al inmenso grupo deexpertos dedicados a redactar la undécima edicióndel Diccionario de Neolengua. Era más pequeñoque Winston, con cabello negro y sus ojossaltones, a la vez tristes y burlones, que parecíanbuscar continuamente algo dentro de suinterlocutor.

—Quería preguntarte si tienes hojas de afeitar—dijo.

Page 87: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—¡Ni una! —dijo Winston con unaprecipitación culpable—. He tratado deencontrarlas por todas partes, pero ya no hay.

Todos buscaban hojas de afeitar. La verdad eraque Winston guardaba en su casa dos sinestrenar. Durante los meses pasados hubo unagran escasez de hojas. Siempre faltaba algúnartículo necesario que en las tiendas del Partido nopodían proporcionar; unas veces, botones; otras,hilo de coser; a veces, cordones para los zapatos,y ahora faltaban cuchillas de afeitar. Era imposibleadquirirlas a no ser que se buscaran furtivamenteen el mercado «libre».

—Llevo seis semanas usando la misma cuchilla—mintió Winston.

La cola avanzó otro poco. Winston se volvióotra vez para observar a Syme. Cada uno de elloscogió una bandeja grasienta de metal de una pilaque había al borde del mostrador.

—¿Fuiste a ver ahorcar a los prisioneros ayer?—le preguntó Syme.

—Estaba trabajando —respondió Winston entono indiferente—. Lo veré en el cine,seguramente.

—Un sustitutivo muy inadecuado —comentóSyme.

Sus ojos burlones recorrieron el rostro de

Page 88: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston. «Te conozco», parecían decir los ojos.«Veo a través de ti. Sé muy bien por qué no fuistea ver ahorcar los prisioneros». Intelectualmente,Syme era de una ortodoxia venenosa. Por ejemplo,hablaba con una satisfacción repugnante de losbombardeos de los helicópteros contra lospueblos enemigos, de los procesos y confesionesde los criminales del pensamiento y de lasejecuciones en los sótanos del Ministerio delAmor. Hablar con él suponía siempre un esfuerzopor apartarle de esos temas e interesarle enproblemas técnicos de neolingüística en los queera una autoridad y sobre los que podía decircosas interesantes. Winston volvió un poco lacabeza para evitar el escrutinio de los grandes ojosnegros.

—Fue una buena ejecución —dijo Symeañorante—. Pero me parece que estropean elefecto atándoles los pies. Me gusta verlospatalear. De todos modos, es estupendo ver cómosacan la lengua, que se les pone azul… ¡de un azultan brillante! Ese detalle es el que más me gusta.

—¡El siguiente, por favor! —dijo la proletariadel delantal blanco que servía tras el mostrador.

Winston y Syme presentaron sus bandejas. Acada uno de ellos les pusieron su ración: guisocon un poquito de carne, algo de pan, un cubito

Page 89: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de queso, un poco de café de la Victoria y unapastilla de sacarina.

—Allí hay una mesa libre, debajo de latelepantalla —dijo Syme—. De camino podemoscoger un poco de ginebra.

Les sirvieron la ginebra en unas terrinas. Seabrieron paso entre la multitud y colocaron elcontenido de sus bandejas sobre la mesa de tapade metal, en una esquina de la cual había dejadoalguien un chorretón de grasa del guiso, unlíquido asqueroso. Winston cogió la terrina deginebra, se detuvo un instante para decidirse, y setragó de un golpe aquella bebida que sabía aaceite. Le acudieron lágrimas a los ojos comoreacción y de pronto descubrió que tenía hambre.Empezó a tragar cucharadas del guiso, quecontenía unos trocitos de un material substitutivode la carne. Ninguno de ellos volvió a hablar hastaque vaciaron los recipientes. En la mesa situada ala izquierda de Winston, un poco detrás de él,alguien hablaba rápidamente y sin cesar, unacháchara que recordaba el cua-cua del pato. Esavoz perforaba el jaleo general de la cantina.

—¿Cómo va el diccionario? —dijo Winstonelevando la voz para dominar el ruido.

—Despacio —respondió Syme—. Por losadjetivos. Es un trabajo fascinador.

Page 90: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

En cuanto oyó que le hablaban de lo suyo, seanimó inmediatamente. Apartó el plato dealuminio, tomó el mendrugo de pan con gestodelicado y el queso con la otra mano. Se inclinósobre la mesa para hablar sin tener que gritar.

—La undécima edición es la definitiva —dijo—. Le estamos dando al idioma su forma final, laforma que tendrá cuando nadie hable más queneolengua. Cuando terminemos nuestra labor,tendréis que empezar a aprenderlo de nuevo.Creerás, seguramente, que nuestro principaltrabajo consiste en inventar nuevas palabras.Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras,centenares de palabras cada día. Estamospodando el idioma para dejarlo en los huesos. Delas palabras que contenga la undécima edición,ninguna quedará anticuada antes del año 2050.

Dio un hambriento bocado a su pedazo de pany se lo tragó sin dejar de hablar con una especiede apasionamiento pedante. Se le había animadosu rostro moreno, y sus ojos, sin perder el airesoñador, no tenían ya su expresión burlona.

—La destrucción de las palabras es algo degran hermosura. Por supuesto, las principalesvíctimas son los verbos y los adjetivos, perotambién hay centenares de nombres de los quepuede uno prescindir. No se trata sólo de los

Page 91: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sinónimos. También los antónimos. En realidad¿qué justificación tiene el empleo de una palabrasólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabracontiene en sí misma su contraria. Por ejemplo,tenemos «bueno». Si tienes una palabra como«bueno», ¿qué necesidad hay de la contraria,«malo»? Nobueno sirve exactamente igual, mejortodavía, porque es la palabra exactamentecontraria a «bueno» y la otra no. Por otra parte, siquieres un reforzamiento de la palabra «bueno»,¿qué sentido tienen esas confusas e inútilespalabras «excelente, espléndido» y otras por elestilo? Plusbueno basta para decir lo que es mejorque lo simplemente bueno y dobleplusbueno sirveperfectamente para acentuar el grado de bondad.Es el superlativo perfecto. Ya sé que usamos esasformas, pero en la versión final de la neolengua sesuprimirán las demás palabras que todavía se usancomo equivalentes. Al final todo lo relativo a labondad podrá expresarse con seis palabras; enrealidad una sola. ¿No te das cuenta de la bellezaque hay en esto, Winston? Naturalmente, la ideafue del Gran Hermano —añadió después dereflexionar un poco.

Al oír nombrar al Gran Hermano, el rostro deWinston se animó automáticamente. Sin embargo,Syme descubrió inmediatamente una cierta falta de

Page 92: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

entusiasmo.—Tú no aprecias la neolengua en lo que vale

—dijo Syme con tristeza—. Incluso cuandoescribes sigues pensando en la antigua lengua. Heleído algunas de las cosas que has escrito para elTimes. Son bastante buenas, pero no pasan detraducciones. En el fondo de tu corazón prefieresel viejo idioma con toda su vaguedad y susinútiles matices de significado. No sientes labelleza de la destrucción de las palabras. ¿Nosabes que la neolengua es el único idioma delmundo cuyo vocabulario disminuye cada día?

Winston no lo sabía, naturalmente sonrió —creía hacerlo agradablemente— porque no se fiabade hablar. Syme comió otro bocado del pan negro,lo masticó un poco y siguió:

—¿No ves que la finalidad de la neolengua eslimitar el alcance del pensamiento, estrechar elradio de acción de la mente? Al final, acabamoshaciendo imposible todo crimen del pensamiento.En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cadaconcepto se expresa claramente con una solapalabra, una palabra cuyo significado estédecidido rigurosamente y con todos sussignificados secundarios eliminados y olvidadospara siempre? Y en la undécima edición nosacercamos a ese ideal, pero su perfeccionamiento

Page 93: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

continuará mucho después de que tú y yohayamos muerto. Cada año habrá menos palabrasy el radio de acción de la conciencia será cada vezmás pequeño. Por supuesto, tampoco ahora hayjustificación alguna para cometer crimen por elpensamiento. Sólo es cuestión de autodisciplina,de control de la realidad. Pero llegará un día en queni esto será preciso. La revolución será completacuando la lengua sea perfecta. Neolengua esIngsoc e Ingsoc es neolengua —añadió, con unasatisfacción mística—. ¿No se te ha ocurridopensar, Winston, que lo más tarde hacia el año2050, ni un solo ser humano podrá entender unaconversación como esta que ahora sostenemos?

—Excepto… —empezó a decir Winston,dubitativo, pero se interrumpió alarmado.

Había estado a punto de decir «excepto losproles»; pero no estaba muy seguro de que estaobservación fuera muy ortodoxa. Sin embargo,Syme adivinó lo que iba a decir.

—Los proles no son seres humanos —dijo—.Hacia el 2050, quizá antes, habrá desparecido todoconocimiento efectivo del viejo idioma. Toda laliteratura del pasado habrá sido destruida.Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron… sóloexistirán en versiones neolingüísticas, no sólotransformados en algo muy diferente, sino

Page 94: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

convertidos en lo contrario de lo que eran. Inclusola literatura del partido cambiará; hasta los slogansserán otros. ¿Cómo vas a tener un slogan como elde «la libertad es la esclavitud» cuando elconcepto de libertad no exista? Todo el clima delpensamiento será distinto. En realidad, no habrápensamiento en el sentido en que ahora loentendemos. La ortodoxia significa no pensar, nonecesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es lainconsciencia.

De pronto tuvo Winston la profundaconvicción de que uno de aquellos díasvaporizarían a Syme. Es demasiado inteligente. Love todo con demasiada claridad y habla condemasiada sencillez. Al Partido no le gustan estasgentes. Cualquier día desaparecerá. Lo llevaescrito en la cara.

Winston había terminado el pan y el queso. Sevolvió un poco para beber la terrina de café. En lamesa de la izquierda, el hombre de la voz estridenteseguía hablando sin cesar. Una joven, que quizásfuera su secretaria y que estaba sentada deespaldas a Winston, le escuchaba y asentíacontinuamente. De vez en cuando, Winstoncaptaba alguna observación como: «Cuánta razóntienes» o «No sabes hasta qué punto estoy deacuerdo contigo», en una voz juvenil y algo tonta.

Page 95: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Pero la otra voz no se detenía ni siquiera cuando lamuchacha decía algo. Winston conocía de vista aaquel hombre aunque sólo sabía que ocupaba unpuesto importante en el Departamento de Novela.Era un hombre de unos treinta años con unpoderoso cuello y una boca grande y gesticulante.

Estaba un poco echado hacia atrás en suasiento y los cristales de sus gafas reflejaban la luzy le presentaban a Winston dos discos vacíos envez de un par de ojos. Lo inquietante era que deltorrente de ruido que salía de su boca resultabacasi imposible distinguir una sola palabra. Sólo uncabo de frase comprendió Winston —«completa ydefinitiva eliminación del goldsteinismo»—,pronunciado con tanta rapidez que parecía salir enun solo bloque como la línea, fundida en plomo, deuna linotipia. Lo demás era sólo ruido, un cuac-cuac-cuac, y, sin embargo, aunque no se podía oírlo que decía, era seguro que se refería a Goldsteinacusándolo y exigiendo medidas más duras contralos criminales del pensamiento y los saboteadores.Sí, era indudable que lanzaba diatribas contra lasatrocidades del ejército eurasiático y que alababaal Gran Hermano o a los héroes del frente malabar.Fuera lo que fuese, se podía estar seguro de quetodas sus palabras eran ortodoxia pura. Ingsoccien por cien. Al contemplar el rostro sin ojos con

Page 96: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la mandíbula en rápido movimiento, tuvo Winstonla curiosa sensación de que no era un ser humano,sino una especie de muñeco. No hablaba elcerebro de aquel hombre, sino su laringe. Lo quesalía de ella consistía en palabras, pero no era undiscurso en el verdadero sentido, sino un ruidoinconsciente como el cuac-cuac de un pato.

Syme se había quedado silencioso unosmomentos y con el mango de la cucharilla trazabadibujos entre los restos del guisado. La voz de laotra mesa seguía con su rápido cuac-cuac,fácilmente perceptible a pesar de la algarabía de lacantina.

—Hay una palabra en neolengua —dijo Syme— que no sé si la conoces: pathablar, o sea,hablar de modo que recuerde el cuac-cuac de unpato. Es una de esas palabras interesantes quetienen dos sentidos contradictorios. Aplicada a uncontrario, es un insulto; aplicada a alguien conquien estés de acuerdo, es un elogio.

No cabía duda, volvió a pensar Winston, aSyme lo vaporizarían. Lo pensó con cierta tristezaaunque sabía perfectamente que Syme lodespreciaba y era muy capaz de denunciarle comoculpable mental. Había algo sutilmente malo enSyme. Algo le faltaba: discreción, prudencia, algoasí como estupidez salvadora. No podía decirse

Page 97: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que no fuera ortodoxo. Creía en los principios delIngsoc, veneraba al Gran Hermano, se alegraba delas victorias y odiaba a los herejes, no sólosinceramente, sino con inquieto celo hallándose aldía hasta un grado que no solía alcanzar elmiembro ordinario del Partido. Sin embargo, secernía sobre él un vago aire de sospecha. Decíacosas que debía callar, leía demasiados libros,frecuentaba el Café del Nogal, guarida de pintoresy músicos. No había ley que prohibiera lafrecuentación del Café del Nogal. Sin embargo, erasitio de mal agüero. Los antiguos y desacreditadosjefes del Partido se habían reunido allí antes de ser«purgados» definitivamente. Se decía que almismo Goldstein lo habían visto allí algunas veceshacía años o décadas. Por tanto, el destino deSyme no era difícil de predecir. Pero, por otra parte,era indudable que si aquel hombre olía sólo portres segundos las opiniones secretas de Winston,lo denunciaría inmediatamente a la Policía delPensamiento. Por supuesto, cualquier otro loharía; Syme se daría más prisa. Pero no bastabacon el celo. La ortodoxia era la inconsciencia.

Syme levantó la vista:—Aquí viene Parsons —dijo.Algo en el tono de su voz parecía añadir, «ese

idiota». Parsons, vecino de Winston en las Casas

Page 98: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de la Victoria, se abría paso efectivamente por laatestada cantina. Era un individuo de medianaestatura con cabello rubio y cara de rana. A lostreinta y cinco años tenía ya una buena cantidadde grasa en el cuello y en la cintura, pero susmovimientos eran ágiles y juveniles. Todo suaspecto hacía pensar en un muchacho conexcesiva corpulencia, hasta tal punto que, a pesarde vestir el mono reglamentario, era casi imposibleno figurárselo con los pantalones cortos y azules,la camisa gris y el pañuelo rojo de los Espías. Alverlo, se pensaba siempre en escenas de laorganización juvenil. Y, en efecto, Parsons seponía shorts para cada excursión colectiva o cadavez que cualquier actividad física de la comunidadle daba una disculpa para hacerlo. Saludó a amboscon un alegre ¡Hola, hola!, y sentóse a la mesaesparciendo un intenso olor a sudor. Su rojiza caraestaba perlada de gotitas de sudor. Tenía unenorme poder sudorífico. En el Centro de laComunidad se podía siempre asegurar si Parsonshabía jugado al tenis de mesa por la humedad delmango de la raqueta. Syme sacó una tira de papelen la que había una larga columna de palabras y sededicó a estudiarla con un lápiz tinta entre losdedos.

—Mira cómo trabaja hasta en la hora de comer

Page 99: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—dijo Parsons, guiñándole un ojo a Winston—.Eso es lo que se llama aplicación. ¿Qué tienes ahí,chico? Seguro que es algo demasiado intelectualpara mí. Oye, Smith, te diré por qué te andababuscando, es para la sub. Olvidaste darme eldinero.

—¿Qué sub es esa? —dijo Winstonbuscándose el dinero automáticamente. Por lomenos una cuarta parte del sueldo de cada uno ibaa parar a las subscripciones voluntarias. Éstaseran tan abundantes que resultaba muy difícilllevar la cuenta.

—Para la Semana del Odio. Ya sabes que soy eltesorero de nuestra manzana. Estamos haciendoun gran esfuerzo para que nuestro grupo de casasaporte más que nadie. No será culpa mía si lasCasas de la Victoria no presentan el mayordespliegue de banderas de toda la calle. Meprometiste dos dólares.

Winston, después de rebuscar en sus bolsillos,sacó dos billetes grasientos y muy arrugados queParsons metió en una carterita y anotócuidadosamente.

—A propósito, chico —dijo—, me he enteradode que mi crío te disparó ayer su tirachinas. Ya lehe arreglado las cuentas. Le dije que si lo volvía ahacer le quitaría el tirachinas.

Page 100: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Me parece que estaba un poco fastidiadopor no haber ido a la ejecución —dijo Winston.

—Hombre, no está mal; eso demuestra que elmuchacho es de fiar. Son muy traviesos, pero, esosí, no piensan más que en los espías; y en laguerra, naturalmente. ¿Sabes lo que hizo michiquilla el sábado pasado cuando su tropa fue deexcursión a Berkhamstead? La acompañaban otrasdos niñas. Las tres se separaron de la tropa,dejaron las bicicletas a un lado del camino y sepasaron toda la tarde siguiendo a un desconocido.No perdieron de vista al hombre durante doshoras, a campo traviesa, por los bosques… En fin,que, en cuanto llegaron a Amersham, loentregaron a las patrullas.

—¿Por qué lo hicieron? —preguntó Winston,sobresaltado a pesar suyo. Parsons prosiguió,triunfante:

—Mi chica se aseguró de que era un agenteenemigo… Probablemente, lo dejaron caer conparacaídas. Pero fíjate en el talento de la criatura:¿en qué supones que le conoció al hombre que eraun enemigo? Pues notó que llevaba unos zapatosmuy raros. Sí, mi niña dijo que no había visto anadie con unos zapatos así; de modo que la cosaestaba clara. Era un extranjero. Para una niña desiete años, no está mal, ¿verdad?

Page 101: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—¿Y qué le pasó a ese hombre? —se interesóWinston.

—Eso no lo sé, naturalmente. Pero no mesorprendería que… —Parsons hizo el ademán dedisparar un fusil y chasqueó la lengua imitando eldisparo.

—Muy bien —dijo Syme abstraído, sinlevantar la vista de sus apuntes.

—Claro, no podemos permitirnos correr elriesgo… —asintió Winston, nada convencido.

—Por supuesto, no hay que olvidar queestamos en guerra.

Como para confirmar esto, un trompetazo salióde la telepantalla vibrando sobre sus cabezas. Peroesta vez no se trataba de la proclamación de unavictoria militar, sino sólo de un anuncio delMinisterio de la Abundancia.

—¡Camaradas! —exclamó una voz juvenil yresonante—. ¡Atención, camaradas! ¡Tenemosgloriosas noticias que comunicaros! Hemosganado la batalla de la producción. Tenemos yatodos los datos completos y el nivel de vida se haelevado en un veinte por ciento sobre el del añopasado. Esta mañana ha habido en toda Oceaníaincontables manifestaciones espontáneas; lostrabajadores salieron de las fábricas y de lasoficinas y desfilaron, con banderas desplegadas,

Page 102: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

por las calles de cada ciudad proclamando sugratitud al Gran Hermano por la nueva y feliz vidaque su sabia dirección nos permite disfrutar. Heaquí las cifras completas. Ramo de laAlimentación…

La expresión «por la nueva y feliz vida»reaparecía varias veces. Éstas eran las palabrasfavoritas del Ministerio de la Abundancia.Parsons, pendiente todo él de la llamada de latrompeta, escuchaba, muy rígido, con la bocaabierta y un aire solemne, una especie deaburrimiento sublimado. No podía seguir las cifras,pero se daba cuenta de que eran un motivo desatisfacción. Fumaba una enorme y mugrientapipa. Con la ración de tabaco de cien gramos a lasemana era raras veces posible llenar una pipahasta el borde. Winston fumaba un cigarrillo de laVictoria cuidando de mantenerlo horizontal paraque no se cayera su escaso tabaco. La nuevaración no la darían hasta mañana y le quedabansólo cuatro cigarrillos. Había dejado de prestaratención a todos los ruidos excepto a la pesadeznumérica de la pantalla. Por lo visto, había habidohasta manifestaciones para agradecerle al GranHermano el aumento de la ración de chocolate aveinte gramos cada semana. Ayer mismo, pensó,se había anunciado que la ración se reduciría a

Page 103: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

veinte gramos semanales. ¿Cómo era posible quepudieran tragarse aquello, si no habían pasadomás que veinticuatro horas? Sin embargo, se lotragaron. Parsons lo digería con toda facilidad, conla estupidez de un animal. El individuo de las gafascon reflejos, en la otra mesa, lo aceptaba fanática yapasionadamente con un furioso deseo dedescubrir, denunciar y vaporizar a todo aquel queinsinuase que la semana pasada la ración fue detreinta gramos. Syme también se lo había tragadoaunque el proceso que seguía para ello era algomás complicado, un proceso de doblepensar. ¿Esque sólo él, Winston, seguía poseyendo memoria?

Las fabulosas estadísticas continuaronbrotando de la telepantalla. En comparación con elaño anterior, había más alimentos, más vestidos,más casas, más muebles, más ollas, máscomestibles, más barcos, más autogiros, máslibros, más bebés, más de todo, exceptoenfermedades, crímenes y locura. Año tras año yminuto tras minuto, todos y todo subíavertiginosamente. Winston meditaba, resentido,sobre la vida. ¿Siempre había sido así; siemprehabía sido tan mala la comida? Miró en torno suyopor la cantina; una habitación de techo bajo, conlas paredes sucias por el contacto de tantos trajesgrasientos; mesas de metal abolladas y sillas

Page 104: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

igualmente estropeadas y tan juntas que la gentese tocaba con los codos. Todo resquebrajado,lleno de manchas y saturado de un insoportableolor a ginebra mala, a mal café, a sustitutivo deasado, a trajes sucios. Constantemente serebelaban el estómago y la piel con la sensaciónde que se les había hecho trampa privándoles dealgo a lo que tenían derecho. Desde luego,Winston no recordaba nada que fuera muydiferente. En todo el tiempo a que alcanzaba sumemoria, nunca hubo bastante comida, nunca sepodían llevar calcetines ni ropa interior sinagujeros, los muebles habían estado siempredesvencijados, en las habitaciones había faltadocalefacción, los metros iban horriblementeatestados, las casas se deshacían a pedazos, elpan era negro, el té imposible de encontrar, el cafésabía a cualquier cosa, escaseaban los cigarrillos ynada había barato y abundante a no ser la ginebrasintética. Y aunque, desde luego, todo empeorabaa medida que uno envejecía, ello era sólo señal deque éste no era el orden natural de las cosas. Si elcorazón enfermaba con las incomodidades, lasuciedad y la escasez, los inviernos interminables,la dureza de los calcetines, los ascensores quenunca funcionaban, el agua fría, el rasposo jabón,los cigarrillos que se deshacían, los alimentos de

Page 105: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sabor repugnante… ¿cómo iba uno a considerartodo esto intolerable si no fuera por una especiede recuerdo ancestral de que las cosas habían sidodiferentes alguna vez?

Winston volvió a recorrer la cantina con lamirada. Casi todos los que allí estaban eran feos ylo hubieran seguido siendo aunque no hubieranllevado los «monos» azules uniformes. Al extremode la habitación, solo en una mesa, se hallaba unhombrecillo con aspecto de escarabajo. Bebía unataza de café y sus ojillos lanzaban miradassuspicaces a un lado y a otro. Es muy fácil, pensóWinston, siempre que no mire uno en torno suyo,creer que el tipo físico fijado por el Partido comoideal —los jóvenes altos y musculosos y lasmuchachas de escaso pecho y de cabello rubio,vitales, tostadas por el sol y despreocupadas—existía e incluso predominaba. Pero en la realidad,la mayoría de los habitantes de la Franja Aéreanúmero 1 eran pequeños, cetrinos y de faccionesdesagradables. Es curioso cuánto proliferaba eltipo de escarabajo entre los funcionarios de losministerios: hombrecillos que engordaban desdemuy jóvenes, con piernas cortas, movimientostoscos y rostros inescrutables, con ojos muypequeños. Era el tipo que parecía florecer bajo eldominio del Partido.

Page 106: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

La comunicación del Ministerio de laAbundancia terminó con otro trompetazo y fueseguida por música ligera. Parsons, lleno de vagoentusiasmo por el reciente bombardeo de cifras, sesacó la pipa de la boca:

—El Ministerio de la Abundancia ha hechouna buena labor este año —dijo moviendo lacabeza como persona bien enterada—. Apropósito, Smith, ¿no podrás dejarme alguna hojade afeitar?

—¡Ni una! —le respondió Winston—. Llevoseis semanas usando la misma hoja.

—Entonces, nada… Es que se me ocurrió, porsi tenías.

—Lo siento —dijo Winston.El cuac-cuac de la próxima mesa, que había

permanecido en silencio mientras duró elcomunicado del Ministerio de la Abundancia,comenzó otra vez mucho más fuerte. Por algunarazón, Winston pensó de pronto en la señoraParsons con su cabello revuelto y el polvo de susarrugas. Dentro de dos años aquellos niños ladenunciarían a la Policía del Pensamiento. Laseñora Parsons sería vaporizada. Syme seríavaporizado. A Winston lo vaporizarían también.O’Brien sería vaporizado. A Parsons, en cambio,nunca lo vaporizarían. Tampoco el individuo de las

Page 107: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

gafas y del cuac-cuac sería vaporizado nunca. Nitampoco la joven del cabello negro, la delDepartamento de Novela. Le parecía a Winstonconocer por intuición quién perecería, aunque noera fácil determinar lo que permitía sobrevivir a unapersona.

En aquel momento le sacó de su ensoñaciónuna violenta sacudida. La muchacha de la mesavecina se había vuelto y lo estaba mirando. ¡Era lamuchacha morena del Departamento de Novela!Miraba a Winston a hurtadillas, pero con unacuriosa intensidad. En cuanto sus ojos tropezaroncon los de Winston, volvió la cabeza.

Winston empezó a sudar. Le invadió unahorrible sensación de terror. Se le pasó casi enseguida, pero le dejó intranquilo. ¿Por qué lomiraba aquella mujer? ¿Por qué se la encontrabatantas veces? Desgraciadamente, no podíarecordar si la joven estaba ya en aquella mesacuando él llegó o si había llegado después. Pero eldía anterior, durante los Dos Minutos de Odio, sehabía sentado inmediatamente detrás de él sinhaber necesidad de ello. Seguramente, se proponíaescuchar lo que él dijera y ver si gritaba lobastante fuerte.

Pensó que probablemente la muchacha no eramiembro de la Policía del Pensamiento, pero

Page 108: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

precisamente las espías aficionadas constituían elmayor peligro. No sabía Winston cuánto tiempollevaba mirándolo la joven, pero quizás fuerancinco minutos. Era muy posible que en este tiempono hubiera podido controlar sus gestos a laperfección. Constituía un terrible peligro pensarmientras se estaba en un sitio público o al alcancede la telepantalla. El detalle más pequeño podíatraicionarle a uno. Un tic nervioso, unainconsciente mirada de inquietud, la costumbre dehablar con uno mismo entre dientes, todo lo querevelase la necesidad de ocultar algo. En todocaso, llevar en el rostro una expresión impropia(por ejemplo, parecer incrédulo cuando seanunciaba una victoria) constituía un acto punible.Incluso había una palabra para esto en neolengua:caracrimen.

La muchacha recuperó su posición anterior.Quizás no estuviese persiguiéndolo; quizás fuerapura coincidencia que se hubiera sentado tancerca de él dos días seguidos. Se le había apagadoel cigarrillo y lo puso cuidadosamente en el bordede la mesa. Lo terminaría de fumar después deltrabajo si es que el tabaco no se había acabado dederramar para entonces. Seguramente, el individuoque estaba con la joven sería un agente de laPolicía del Pensamiento y era muy probable, pensó

Page 109: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston, que a él lo llevaran a los calabozos delMinisterio del Amor dentro de tres días, pero noera esta una razón para desperdiciar una colilla.Syme dobló su pedazo de papel y se lo guardó enel bolsillo. Parsons había empezado a hablar otravez.

—¿Te he contado, chico, lo que hicieron miscríos en el mercado? ¿No? Pues un día leprendieron fuego a la falda de una vieja vendedoraporque la vieron envolver unas salchichas en uncartel con el retrato del Gran Hermano. Se pusierondetrás de ella y, sin que se diera cuenta, leprendieron fuego a la falda por abajo con una cajade cerillas. Le causaron graves quemaduras. Sontraviesos, ¿eh? Pero eso sí, ¡más finos…! Esto selo deben a la buena enseñanza que se da hoy a losniños en los Espías, mucho mejor que en mitiempo. Están muy bien organizados. ¿Qué creenustedes que les han dado a los chicosúltimamente? Pues, unas trompetillas especialespara escuchar por las cerraduras. Mi niña trajo unaa casa la otra noche. La probó en nuestra salita, ydijo que oía con doble fuerza que si aplicaba eloído al agujero. Claro que sólo es un juguete; sinembargo, así se acostumbran los niños desdepequeños.

En aquel momento, la telepantalla dio un

Page 110: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

penetrante silbido. Era la señal para volver altrabajo. Los tres hombres se pusieronautomáticamente en pie y se unieron a la multituden la lucha por entrar en los ascensores, lo quehizo que el cigarrillo de Winston se vaciara porcompleto.

Page 111: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VI

Winston escribía en su Diario:

Fue hace tres años. Era una tarde oscura,en una estrecha callejuela cerca de una delas estaciones del ferrocarril. Ella, de pie,apoyada en la pared cerca de una puerta,recibía la luz mortecina de un farol. Teníauna cara joven muy pintada. Lo que meatrajo fue la pintura, la blancura deaquella cara que parecía una máscara ylos labios rojos y brillantes. Las mujeresdel Partido nunca se pintan la cara. Nohabía nadie más en la calle, nitelepantallas. Me dijo que dos dólares.Yo…

Le era difícil seguir. Cerró los ojos y apretó laspalmas de las manos contra ellos tratando deborrar la visión interior. Sentía una casi invencibletentación de gritar una sarta de palabras. O degolpearse la cabeza contra la pared, de arrojar eltintero por la ventana, de hacer, en fin, cualquieracto violento, ruidoso, o doloroso, que le borrarael recuerdo que le atormentaba.

Page 112: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Nuestro peor enemigo, reflexionó Winston, esnuestro sistema nervioso. En cualquier momento,la tensión interior puede traducirse en cualquiersíntoma visible. Pensó en un hombre con quien sehabía cruzado en la calle semanas atrás: un hombrede aspecto muy corriente, un miembro del Partidode treinta y cinco a cuarenta años, alto y delgado,que llevaba una cartera de mano. Estabanseparados por unos cuantos metros cuando ellado izquierdo de la cara de aquel hombre secontrajo de pronto en una especie de espasmo.Esto volvió a ocurrir en el momento en que secruzaban; fue sólo un temblor rapidísimo como eldisparo de un objetivo de cámara fotográfica, perosin duda se trataba de un tic habitual. Winstonrecordaba haber pensado entonces: el pobrehombre está perdido. Y lo aterrador era que elmovimiento de los músculos era inconsciente. Elpeligro mortal por excelencia era hablar en sueños.Contra eso no había remedio.

Contuvo la respiración y siguió escribiendo:

Entré con ella en el portal y cruzamos unpatio para bajar luego a una cocina queestaba en los sótanos. Había una camacontra la pared, y una lámpara en lamesilla con muy poca luz. Ella…

Page 113: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Le rechinaban los dientes. Le hubiera gustadoescupir. A la vez que en la mujer del sótano, pensóWinston en Katharine, su esposa. Winston estabacasado; es decir, había estado casado.Probablemente seguía estándolo, pues no sabíaque su mujer hubiera muerto. Le pareció volver aaspirar el insoportable olor de la cocina del sótano,un olor a insectos, ropa sucia y perfumebaratísimo; pero, sin embargo, atraía, ya queninguna mujer del Partido usaba perfume ni podíauno imaginársela perfumándose. Solamente losproles se perfumaban, y ese olor evocaba en lamente, de un modo inevitable, la fornicación.

Cuando estuvo con aquella mujer, fue laprimera vez que había caído Winston en dos añosaproximadamente. Por supuesto, toda relación conprostitutas estaba prohibida, pero se admitía quealguna vez, mediante un acto de gran valentía, sepermitiera uno infringir la ley. Era peligroso perono un asunto de vida o muerte, porque sersorprendido con una prostituta sólo significabacinco años de trabajos forzados. Nunca más decinco años con tal de que no se hubiera cometidootro delito a la vez. Lo cual resultaba estupendo yaque había la posibilidad de que no le descubrierana uno. Los barrios pobres abundaban en mujeresdispuestas a venderse. El precio de algunas era

Page 114: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

una botella de ginebra, bebida que se suministrabaa los proles. Tácitamente, el Partido se inclinaba aestimular la prostitución como salida de losinstintos que no podían suprimirse. Esas juergasno importaban políticamente ya que eran furtivas ytristes y sólo implicaban a mujeres de una clasesumergida y despreciada. El crimen imperdonableera la promiscuidad entre miembros del Partido.Pero —aunque éste era uno de los crímenes quelos acusados confesaban siempre en las purgas—era casi imposible imaginar que tal desafueropudiera suceder.

La finalidad del Partido en este asunto no erasólo evitar que hombres y mujeres establecieranvínculos imposibles de controlar. Su objetivoverdadero y no declarado era quitarle todo placeral acto sexual. El enemigo no era tanto el amorcomo el erotismo, dentro del matrimonio y fuera deél. Todos los casamientos entre miembros delPartido tenían que ser aprobados por un Comiténombrado con este fin. Y —aunque al principionunca fue establecido de un modo explícito—siempre se negaba el permiso si la pareja daba laimpresión de hallarse físicamente enamorada. Laúnica finalidad admitida en el matrimonio eraengendrar hijos en beneficio del Partido. Larelación sexual se consideraba como una pequeña

Page 115: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

operación algo molesta, algo así como soportar unenema. Tampoco esto se decía claramente, pero deun modo indirecto se grababa desde la infancia enlos miembros del Partido. Había inclusoorganizaciones como la Liga juvenil Anti-Sex, quedefendía la soltería absoluta para ambos sexos.Los nietos debían ser engendrados porinseminación artificial (semart, como se le llamabaen neolengua) y educados en institucionespúblicas. Winston sabía que esta exageración nose defendía en serio, pero que estaba de acuerdocon la ideología general del Partido. Éste tratabade matar el instinto sexual o, si no podía suprimirlodel todo, por lo menos deformarlo y mancharlo. Nosabía Winston por qué se seguía esta táctica, peroparecía natural que fuera así. Y en cuanto a lasmujeres, los esfuerzos del Partido lograban plenoéxito.

Volvió a pensar en Katharine. Debía de hacernueve o diez años, casi once, que se habíanseparado. Era curioso que se acordara tan poco deella. Olvidaba durante días enteros que habíanestado casados. Sólo permanecieron juntos unosquince meses. El Partido no permitía el divorcio,pero fomentaba las separaciones cuando no habíahijos.

Katharine era una rubia alta, muy derecha y de

Page 116: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

movimientos majestuosos. Tenía una cara audaz,aquilina, que podría haber pasado por noble antesde descubrir que no había nada tras aquellasfacciones. Al principio de su vida de casados —aunque quizá fuera sólo que Winston la conocíamás íntimamente que a las demás personas— llegóa la conclusión de que su mujer era la persona másestúpida, vulgar y vacía que había conocido hastaentonces. No latía en su cabeza ni un solopensamiento que no fuera un slogan. Se tragabacualquier imbecilidad que el Partido le ofreciera.Winston la llamaba en su interior «la banda sonorahumana». Sin embargo, podía haberla soportadode no haber sido por una cosa: el sexo.

Tan pronto como la rozaba parecía tocada porun resorte y se endurecía. Abrazarla era comoabrazar una imagen con juntas de madera. Y lo queera todavía más extraño: incluso cuando ella loapretaba contra sí misma, él tenía la sensación deque al mismo tiempo lo rechazaba con toda sufuerza. La rigidez de sus músculos ayudaba a daresta impresión. Se quedaba allí echada con losojos cerrados sin resistir ni cooperar, pero comosometible. Era de lo más vergonzoso y, a la larga,horrible. Pero incluso así habría podido soportarvivir con ella si hubieran decidido quedarsecélibes. Pero curiosamente fue Katharine quien

Page 117: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rehusó. «Debían —dijo— producir un niño sipodían». Así que la comedia seguíarepresentándose una vez por semanaregularmente, mientras no fuese imposible. Ellaincluso se lo recordaba por la mañana como algoque había que hacer esa noche y que no debíaolvidarse. Tenía dos expresiones para ello. Una era«hacer un bebé», y la otra «nuestro deber alPartido» (sí, había utilizado esta frase). Prontoempezó a tener una sensación de positivo temorcuando llegaba el día. Pero por suerte no aparecióningún niño y finalmente ella estuvo de acuerdoen dejar de probar. Y poco después se separaron.

Winston suspiró inaudiblemente. Volvió acoger la pluma y escribió:

Se arregló su cama y, en seguida, sinpreliminar alguno, del modo más grosero yterrible que se puede imaginar, se levantóla falda. Yo…

Se vio a sí mismo de pie en la mortecina luz conel olor a cucarachas y a perfume barato, y en sucorazón brotó un resentimiento que incluso enaquel instante se mezclaba con el recuerdo delblanco cuerpo de Katharine, frígido para siemprepor el hipnótico poder del Partido. ¿Por qué tenía

Page 118: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que ser siempre así? ¿No podía él disponer de unamujer propia en vez de estas furcias a intervalos devarios años? Pero un asunto amoroso de verdadera una fantasía irrealizable. Las mujeres delPartido eran todas iguales. La castidad estaba tanarraigada en ellas como la lealtad al Partido. Por laeducación que habían recibido en su infancia, porlos juegos y las duchas de agua fría, por todas lasestupideces que les metían en la cabeza, lasconferencias, los desfiles, canciones, consignas ymúsica marcial, les arrancaban todo sentimientonatural. La razón le decía que forzosamente habríaexcepciones, pero su corazón no lo creía. Todasellas eran inalcanzables, como deseaba el Partido.Y lo que él quería, aún más que ser amado, eraderruir aquel muro de estupidez aunque fuera unasola vez en su vida. El acto sexual, bien realizado,era una rebeldía. El deseo era un crimental. Sihubiera conseguido despertar los sentidos deKatharine, esto habría equivalido a una seducciónaunque se trataba de su mujer. Pero tenía quecontar el resto de la historia. Escribió:

Encendí la luz. Cuando la vi claramente…

Después de la casi inexistente luz de lalamparilla de aceite, la luz eléctrica parecía

Page 119: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cegadora. Por primera vez pudo ver a la mujer talcomo era. Avanzó un paso hacia ella y se detuvohorrorizado. Comprendía el riesgo a que se habíaexpuesto. Era muy posible que las patrullas losorprendieran a la salida. Más aún: quizá loestuvieran esperando ya a la puerta. Nada iba aganar con marcharse sin hacer lo que se habíapropuesto.

Todo aquello tenía que escribirlo, confesarlo.Vio de pronto a la luz de la bombilla que la mujerera vieja. La pintura se apegotaba en su cara tantoque parecía ir a resquebrajarse como una careta decartón. Tenía mechones de cabellos blancos; peroel detalle más horroroso era que la boca,entreabierta, parecía una oscura caverna. No teníaningún diente.

Winston escribió a toda prisa:

Cuando la vi a plena luz resultó unaverdadera vieja. Por lo menos teníacincuenta años. Pero, de todos modos, lohice.

Volvió a apoyar las palmas de las manos sobrelos ojos. Ya lo había escrito, pero de nada servía.Seguía con la misma necesidad de gritar palabrotascon toda la fuerza de sus pulmones.

Page 120: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio
Page 121: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VII

Si hay alguna esperanza, escribió Winston, estáen los proles.

Si había esperanza, tenía que estar en losproles porque sólo en aquellas masasabandonadas, que constituían el ochenta y cincopor ciento de la población de Oceanía, podríaencontrarse la fuerza suficiente para destruir alPartido. Éste no podía descomponerse desdedentro. Sus enemigos, si los tenía en su interior, nopodían de ningún modo unirse, ni siquieraidentificarse mutuamente. Incluso si existía lalegendaria Hermandad —y era muy posible queexistiese— resultaba inconcebible que susmiembros se pudieran reunir en grupos mayoresde dos o tres. La rebeldía no podía pasar de undestello en la mirada o determinada inflexión en lavoz; a lo más, alguna palabra murmurada. Pero losproles, si pudieran darse cuenta de su propiafuerza, no necesitarían conspirar. Les bastaría conencabritarse como un caballo que se sacude lasmoscas. Si quisieran podrían destrozar el Partidomañana por la mañana. Desde luego, antes odespués se les ocurrirá. Y, sin embargo…

Recordó Winston una vez que había dado unpaseo por una calle de mucho tráfico cuando oyó

Page 122: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

un tremendo grito múltiple. Centenares de voces,voces de mujeres, salían de una calle lateral. Era unformidable grito de ira y desesperación, untremendo ¡O-o-o-o-oh! Winston se sobresaltóterriblemente. ¡Ya empezó! ¡Un motín!, pensó. Porfin, los proles se sacudían el yugo; pero cuandollegó al sitio de la aglomeración vio que unamultitud de doscientas o trescientas mujeres seagolpaban sobre los puestos de un mercadocallejero con expresiones tan trágicas como sifueran las pasajeras de un barco en trance dehundirse. En aquel momento, la desesperacióngeneral se quebró en innumerables peleasindividuales. Por lo visto, en uno de los puestoshabían estado vendiendo sartenes de lata. Eranutensilios muy malos, pero los cacharros de cocinaeran siempre de casi imposible adquisición. Por fin,había llegado una provisión inesperadamente. Lasmujeres que lograron adquirir alguna sartén fueronatacadas por las demás y trataban de escaparsecon sus trofeos mientras que las otras lasrodeaban y acusaban de favoritismo a lavendedora. Aseguraban que tenía más en reserva.Aumentaron los chillidos. Dos mujeres, una deellas con el pelo suelto, se habían apoderado de lamisma sartén y cada una intentaba quitársela a laotra. Tiraron cada una por su lado hasta que se

Page 123: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rompió el mango. Winston las miró con asco. Sinembargo, ¡qué energías tan aterradoras habíapercibido él bajo aquella gritería! Y, en total, noeran más que dos o tres centenares de gargantas.¿Por qué no protestarían así por cada cosa deverdadera importancia?

Escribió:

Hasta que no tengan conciencia de sufuerza, no se revelarán, y hasta después dehaberse rebelado, no serán conscientes.Éste es el problema.

Winston pensó que sus palabras parecíansacadas de uno de los libros de texto del Partido.El Partido pretendía, desde luego, haber liberado alos proles de la esclavitud. Antes de laRevolución, eran explotados y oprimidosignominiosamente por los capitalistas. Pasabanhambre. Las mujeres tenían que trabajar a la vivafuerza en las minas de carbón (por supuesto, lasmujeres seguían trabajando en las minas decarbón), los niños eran vendidos a las fábricas a laedad de seis años. Pero, simultáneamente, fiel a losprincipios del doblepensar, el Partido enseñabaque los proles eran inferiores por naturaleza ydebían ser mantenidos bien sujetos, como

Page 124: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

animales, mediante la aplicación de unas cuantasreglas muy sencillas. En realidad, se sabía muypoco de los proles. Y no era necesario sabermucho de ellos. Mientras continuaran trabajandoy teniendo hijos, sus demás actividades carecíande importancia. Dejándoles en libertad comoganado suelto en la pampa de la Argentina, teníanun estilo de vida que parecía serles natural. Seregían por normas ancestrales. Nacían, crecían enel arroyo, empezaban a trabajar a los doce años,pasaban por un breve período de belleza y deseosexual, se casaban a los veinte años, empezaban aenvejecer a los treinta y se morían casi todos elloshacia los sesenta años. El duro trabajo físico, elcuidado del hogar y de los hijos, las mezquinaspeleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza ysobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental.No era difícil mantenerlos a raya. Unos cuantosagentes de la Policía del Pensamiento circulabanentre ellos, esparciendo rumores falsos yeliminando a los pocos considerados capaces deconvertirse en peligrosos; pero no se intentabaadoctrinarlos con la ideología del Partido. No eradeseable que los proles tuvieran sentimientospolíticos intensos. Todo lo que se les pedía era unpatriotismo primitivo al que se recurría en caso denecesidad para que trabajaran horas

Page 125: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

extraordinarias o aceptaran raciones máspequeñas. E incluso cuando cundía entre ellos eldescontento, como ocurría a veces, era undescontento que no servía para nada porque, porcarecer de ideas generales, concentraban suinstinto de rebeldía en quejas sobre minucias de lavida corriente. Los grandes males, ni los olían. Lamayoría de los proles ni siquiera era vigilada contelepantallas. La policía los molestaba muy poco.En Londres había mucha criminalidad, un mundorevuelto de ladrones, bandidos, prostitutas,traficantes de drogas y maleantes de toda clase;pero como sus actividades tenían lugar entre losmismos proles, daba igual que existieran o no. Entodas las cuestiones de moral se les permitía a losproles que siguieran su código ancestral. No se lesimponía el puritanismo sexual del Partido. No secastigaba su promiscuidad y se permitía eldivorcio. Incluso el culto religioso se les habríapermitido si los proles hubieran manifestado lamenor inclinación a él. Como decía el Partido: «losproles y los animales son libres».

Winston se rascó con precaución sus varices.Habían empezado a picarle otra vez. Siempre volvíaa preocuparle saber qué habría sido la vidaanterior a la Revolución. Sacó del cajón unejemplar del libro de historia infantil que le había

Page 126: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

prestado la señora Parsons y empezó a copiar untrozo en su Diario:

En los antiguos tiempos (decía el libro detexto) antes de la gloriosa Revolución, noera Londres la hermosa ciudad que hoyconocemos. Era un lugar tenebroso, sucioy miserable donde casi nadie tenía nadaque comer y donde centenares y millaresde desgraciados no tenían zapatos queponerse ni siquiera un techo bajo el cualdormir. Niños de la misma edad quevosotros debían trabajar doce horas al díaa las órdenes de crueles amos que loscastigaban con látigos si trabajaban condemasiada lentitud y solamente losalimentaban con pan duro y agua. Peroentre toda esta horrible miseria, habíaunas cuantas casas grandes y hermosasdonde vivían los ricos, cada uno de loscuales tenía por lo menos treinta criados asu disposición. Estos ricos se llamabancapitalistas. Eran individuos gordos y feoscon caras de malvados como el que puedeapreciarse en la ilustración de la páginasiguiente. Podréis ver, niños, que vavestido con una chaqueta negra larga a la

Page 127: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que llamaban «frac» y un sombrero muyraro y brillante que parece el tubo de unaestufa, al que llamaban «sombrero decopa». Este era el uniforme de loscapitalistas, y nadie más podía llevarlo,los capitalistas eran dueños de todo loque había en el mundo y todos los que noeran capitalistas pasaban a ser susesclavos. Poseían toda la tierra, todas lascasas, todas las fábricas y todo el dinero.Si alguien les desobedecía, eraencarcelado inmediatamente y podíandejarlo sin trabajo y hacerlo morir dehambre. Cuando una persona corrientehablaba con un capitalista tenía quedescubrirse, inclinarse profundamenteante él y llamarlo señor. El jefe supremo detodos los capitalistas era llamado el Reyy…

Winston se sabía toda la continuación. Sehablaba allí de los obispos y de sus vestimentas,de los jueces con sus trajes de armiño, de la horca,del gato de nueve colas, del banquete anual quedaba el alcalde y de la costumbre de besar el anillodel Papa. También había una referencia al jusprimae noctis que no convenía mencionar en un

Page 128: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

libro de texto para niños. Era la ley según la cualtodo capitalista tenía el derecho de dormir concualquiera de las mujeres que trabajaban en susfábricas.

¿Cómo saber qué era verdad y qué era mentiraen aquello? Después de todo, podía ser verdadque la Humanidad estuviera mejor entonces queantes de la Revolución. La única prueba encontrario era la protesta muda de la carne y loshuesos, la instintiva sensación de que lascondiciones de vida eran intolerables y que enotro tiempo tenían que haber sido diferentes. AWinston le sorprendía que lo más característico dela vida moderna no fuera su crueldad ni suinseguridad, sino sencillamente su vaciedad, suabsoluta falta de contenido. La vida no se parecía,no sólo a las mentiras lanzadas por lastelepantallas, sino ni siquiera a los ideales que elPartido trataba de lograr. Grandes zonas vitales,incluso para un miembro del Partido, nada teníanque ver con la política: se trataba sólo de pasar eltiempo en inmundas tareas, luchar para podermeterse en el Metro, remendarse un calcetín comoun colador, disolver con resignación una pastillade sacarina y emplear toda la habilidad posiblepara conservar una colilla. El ideal del Partido erainmenso, terrible y deslumbrante; un mundo de

Page 129: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

acero y de hormigón armado, de máquinasmonstruosas y espantosas armas, una nación deguerreros y fanáticos que marchaba en bloquesiempre hacia adelante en unidad perfecta,pensando todos los mismos pensamientos yrepitiendo a grito unánime la misma consigna,trabajando perpetuamente, luchando, triunfantes,persiguiendo a los traidores… trescientos millonesde personas todas ellas con la misma cara. Larealidad era, en cambio: lúgubres ciudades dondela gente, apenas alimentada, arrastraba de un ladoa otro sus pies calzados con agujereados zapatosy vivía en ruinosas casas del siglo XIX en las quepredominaba el olor a verduras cocidas y retretesen malas condiciones. Winston creyó ver unLondres inmenso y en ruinas, una ciudad de unmillón de cubos de la basura y, mezclada con estavisión, la imagen de la señora Parsons con susarrugas y su pelo enmarañado tratando de arreglarinfructuosamente una cañería atascada.

Volvió a rascarse el tobillo. Día y noche lastelepantallas le herían a uno el tímpano conestadísticas según las cuales todos tenían másalimento, más trajes, mejores casas,entretenimientos más divertidos, todos vivían mástiempo, trabajaban menos horas, eran más sanos,fuertes, felices, inteligentes y educados que los

Page 130: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que habían vivido hacía cincuenta años. Ni unapalabra de todo ello podía ser probada ni refutada.Por ejemplo, el Partido sostenía que el cuarentapor ciento de los proles adultos sabía leer yescribir y que antes de la Revolución todos ellos,menos un quince por ciento, eran analfabetos.También aseguraba el Partido que la mortalidadinfantil era ya sólo de ciento sesenta por milmientras que antes de la Revolución había sido detrescientos por mil… y así sucesivamente. Eracomo una ecuación con dos incógnitas. Bienpodía ocurrir que todos los libros de historiafueran una pura fantasía. Winston sospechabaque nunca había existido una ley sobre el jusprimae noctis ni persona alguna como el tipo decapitalista que pintaban, ni siquiera un sombrerocomo aquel que parecía un tubo de estufa.

Todo se desvanecía en la niebla. El pasadoestaba borrado. Se había olvidado el acto mismode borrar, y la mentira se convertía en verdad. Sólouna vez en su vida había tenido Winston en lamano —después del hecho y eso es lo queimportaba— una prueba concreta y evidente de unacto de falsificación. La había tenido entre susdedos nada menos que treinta segundos. Fue en1973, aproximadamente, pero desde luego por laépoca en que Katharine y él se habían separado.

Page 131: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

La fecha a que se refería el documento era de sieteu ocho años antes.

La historia empezó en el sesenta y tantos, en elperíodo de las grandes purgas, en el cual losprimitivos jefes de la Revolución fueronsuprimidos de una sola vez. Hacia 1970 noquedaba ninguno de ellos, excepto el GranHermano. Todos los demás habían sido acusadosde traidores y contrarrevolucionarios. Goldsteinhuyó y se escondió nadie sabía dónde. De losdemás, unos cuantos habían desaparecidomientras que la mayoría fue ejecutada después deunos procesos públicos de gran espectacularidaden los que confesaron sus crímenes. Entre losúltimos supervivientes había tres individuosllamados Jones, Aaronson y Rutherford. Hacia1965 —la fecha no era segura— los tres fuerondetenidos. Como ocurría con frecuencia,desaparecieron durante uno o más años de modoque nadie sabía si estaban vivos o muertos yluego aparecieron de pronto para acusarse ellosmismos de haber cometido terribles crímenes.Reconocieron haber estado en relación con elenemigo (por entonces el enemigo era Eurasia, quehabía de volver a serlo), malversación de fondospúblicos, asesinato de varios miembros del Partidodignos de toda confianza, intrigas contra el mando

Page 132: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del Gran Hermano que ya habían empezado muchoantes de estallar la Revolución y actos de sabotajeque habían costado la vida a centenares de milesde personas. Después de confesar todo esto, losperdonaron, les devolvieron sus cargos en elPartido, puestos que eran en realidad inútiles, peroque tenían nombres sonoros e importantes. Lostres escribieron largos y abyectos artículos en elTimes analizando las razones que habían tenidopara desertar y prometiendo enmendarse.

Poco tiempo después de ser puestos enlibertad esos tres hombres, Winston los habíavisto en el Café del Nogal. Recordaba con quéaterrada fascinación los había observado con elrabillo del ojo. Eran mucho más viejos que él,reliquias del mundo antiguo, casi las últimasgrandes figuras que habían quedado de losprimeros y heroicos días del Partido. Todavíallevaban como una aureola el brillo de suparticipación clandestina en las primeras luchas yen la guerra civil. Winston creyó haber oído losnombres de estos tres personajes mucho antes desaber que existía el Gran Hermano, aunque con eltiempo se le confundían en la mente las fechas ylos hechos. Sin embargo, estaban ya fuera de laley, eran enemigos intocables, se cernía sobre ellosla absoluta certeza de un próximo aniquilamiento.

Page 133: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Cuestión de uno o dos años. Nadie que hubieracaído una vez en manos de la Policía delPensamiento, podía escaparse para siempre. Erancadáveres que esperaban la hora de ser enviadosotra vez a la tumba.

No había nadie en ninguna de las mesaspróximas a ellos. No era prudente que le vieran auno cerca de semejantes personas. Los tres,silenciosos, bebían ginebra con clavo; unaespecialidad de la casa. De los tres, era Rutherfordel que más había impresionado a Winston. Entiempos, Rutherford fue un famoso caricaturistacuyas brutales sátiras habían ayudado a inflamarla opinión popular antes y durante la Revolución.Incluso ahora, a largos intervalos, aparecían suscaricaturas y satíricas historietas en el Times. Eranuna imitación de su antiguo estilo y ya no teníanvida ni convencían. Era volver a cocinar losantiguos temas: niños que morían de hambre,luchas callejeras, capitalistas con sombrero decopa (hasta en las barricadas seguían loscapitalistas con su sombrero de copa), es decir, unesfuerzo desesperado por volver a lo de antes. Eraun hombre monstruoso con una crencha decabellos gris grasienta, bolsones en la cara y unoslabios negroides muy gruesos. De joven debió deser muy fuerte; ahora su voluminoso cuerpo se

Page 134: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

inclinaba y parecía derrumbarse en todas lasdirecciones. Daba la impresión de una montañaque se iba a desmoronar de un momento a otro.

Era la solitaria hora de las quince. Winston nopodía recordar ya por qué había entrado en el caféa esa hora. No había casi nadie allí. Una musiquillabrotaba de las telepantallas. Los tres hombres,sentados en un rincón, casi inmóviles, nohablaban ni una palabra. El camarero, sin que lepidieran nada, volvía a llenar los vasos de ginebra.Había un tablero de ajedrez sobre la mesa, contodas las piezas colocadas, pero no habíanempezado a jugar. Entonces, quizá sólo durantemedio minuto, ocurrió algo en la telepantalla.Cambió la música que tocaba. Era difícil describir eltono de la nueva música: una nota burlona,cascada, que a veces parecía un rebuzno.Winston, mentalmente, la llamó «la nota amarilla».

Y la voz de la telepantalla cantaba:

Bajo el Nogal de las ramas extendidasyo te vendí y tú me vendiste.Allí yacen ellos y aquí yacemos

nosotros.Bajo el Nogal de las ramas extendidas.

Los tres personajes no se movieron, pero

Page 135: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuando Winston volvió a mirar la desvencijadacara de Rutherford, vio que estaba llorando. Porvez primera observó, con sobresalto, pero sinsaber por qué se impresionaba, que tantoAaronson como Rutherford tenían partidas lasnarices.

Un poco después, los tres fueron detenidos denuevo. Por lo visto, se habían comprometido ennuevas conspiraciones en el mismo momento deser puestos en libertad. En el segundo procesoconfesaron otra vez sus antiguos crímenes, conuna sarta de nuevos delitos. Fueron ejecutados ysu historia fue registrada en los libros de historiapublicados por el Partido como ejemplo para laposteridad. Cinco años después de esto, en 1973,Winston desenrollaba un día unos documentosque le enviaban por el tubo automático cuandodescubrió un pedazo de papel que, evidentemente,se había deslizado entre otros y había sidoolvidado. En seguida vio su importancia. Era mediapágina de un Times de diez años antes —la mitadsuperior de una página, de manera que incluía lafecha— y contenía una fotografía de losdelegados en una solemnidad del Partido enNueva York. Sobresalían en el centro del grupoJones, Aaronson y Rutherford. Se les veía muyclaramente, pero además sus nombres figuraban al

Page 136: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pie.Lo cierto es que en ambos procesos los tres

personajes confesaron que en aquella fecha sehallaban en suelo eurasiático, que habían ido enavión desde un aeródromo secreto en el Canadáhasta Siberia, donde tenían una misteriosa cita.Allí se habían puesto en relación con miembros delEstado Mayor eurasiático al que habían entregadoimportantes secretos militares. La fecha se le habíagrabado a Winston en la memoria porque coincidíacon el primer día de estío, pero toda aquellahistoria estaba ya registrada oficialmente eninnumerables sitios. Sólo había una conclusiónposible: las confesiones eran mentira.

Desde luego, esto no constituía en sí mismo undescubrimiento. Incluso por aquella época no creíaWinston que las víctimas de las purgas hubierancometido los crímenes de que eran acusados. Peroese pedazo de papel era ya una prueba concreta;un fragmento del pasado abolido como un huesofósil que reaparece en un estrato donde no se leesperaba y destruye una teoría geológica. Bastabacon ello para pulverizar al Partido si pudierapublicarse en el extranjero. Y explicarse bien susignificado.

Winston había seguido trabajando después desu descubrimiento. En cuanto vio lo que era la

Page 137: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fotografía y lo que significaba, la cubrió con otrahoja de papel. Afortunadamente, cuando ladesenrolló había quedado de tal modo que latelepantalla no podía verla.

Se puso la carpeta sobre su rodilla y echóhacia atrás la silla para alejarse de la telepantalla lomás posible. No era difícil mantener inexpresiva lacara e incluso controlar, con un poco de esfuerzo,la respiración; pero lo que no podía controlarseeran los latidos del corazón y la telepantalla losrecogía con toda exactitud. Winston dejó pasardiez minutos atormentado por el miedo de quealgún accidente —por ejemplo, una súbitacorriente de aire— lo traicionara. Luego, sinexponerla a la vista de la pantalla, tiró la fotografíaen el «agujero de la memoria» mezclándola conotros papeles inservibles. Al cabo de un minuto, eldocumento sería un poco de ceniza.

Aquello había pasado hacía diez u once años.«De ocurrir ahora, pensó Winston, me habríaguardado la foto». Era curioso que el hecho dehaber tenido ese documento entre sus dedos lepareciera constituir una gran diferencia inclusoahora en que la fotografía misma, y no sólo elhecho registrado en ella, era sólo recuerdo. ¿Seaflojaba el dominio del Partido sobre el pasado —se preguntó Winston— porque una prueba

Page 138: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

documental que ya no existía hubiera existido unavez?

Pero hoy, suponiendo que pudiera resucitar desus cenizas, la foto no podía servir de prueba. Yaen el tiempo en que él había hecho eldescubrimiento, no estaba en guerra Oceanía conEurasia y los tres personajes suprimidos teníanque haber traicionado su país con los agentes deAsia oriental y no con los de Eurasia. Desdeentonces hubo otros cambios, dos o tres, ya nopodía recordarlo. Probablemente, las confesioneshabían sido nuevamente escritas varias veceshasta que los hechos y las fechas originalesperdieran todo significado. No es sólo que elpasado cambiara, es que cambiaba continuamente.Lo que más le producía a Winston la sensación deuna pesadilla es que nunca había llegado acomprender claramente por qué se emprendía lainmensa impostura. Desde luego, eran evidenteslas ventajas inmediatas de falsificar el pasado,pero la última razón era misteriosa. Volvió a cogerla pluma y escribió:

Comprendo CÓMO: no comprendo PORQUÉ.

Se preguntó, como ya lo había hecho muchas

Page 139: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

veces, si no estaría él loco. Quizás un loco era sólouna «minoría de uno». Hubo una época en que fueseñal de locura creer que la tierra giraba en torno alsol: ahora, era locura creer que el pasado esinalterable. Quizá fuera él el único que sostenía esacreencia, y, siendo el único, estaba loco. Pero laidea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo quele horrorizaba era la posibilidad de estarequivocado.

Cogió el libro de texto infantil y miró el retratodel Gran Hermano que llenaba la portada. Los ojoshipnóticos se clavaron en los suyos. Era como siuna inmensa fuerza empezara a aplastarle a uno,algo que iba penetrando en el cráneo, golpeaba elcerebro por dentro, le aterrorizaba a uno y llegabacasi a persuadirle que era de noche cuando era dedía. Al final, el Partido anunciaría que dos y dosson cinco y habría que creerlo. Era inevitable quellegara algún día al dos y dos son cinco. La lógicade su posición lo exigía. Su filosofía negaba nosólo la validez de la experiencia, sino que existierala realidad externa. La mayor de las herejías era elsentido común. Y lo más terrible no era que lemataran a uno por pensar de otro modo, sino quepudieran tener razón. Porque, después de todo,¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamentecuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O

Page 140: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si elpasado y el mundo exterior sólo existen en nuestramente y, siendo la mente controlable, tambiénpuede controlarse el pasado y lo que llamamos larealidad?

¡No, no!; a Winston le volvía el valor. El rostrode O’Brien, sin saber por qué, empezó a flotarle enla memoria; sabía, con más certeza que antes, queO’Brien estaba de su parte. Escribía este Diariopara O’Brien; era como una carta interminable quenadie leería nunca, pero que se dirigía a unapersona determinada y que dependía de estehecho en su forma y en su tono.

El Partido os decía que negaseis la evidenciade vuestros ojos y oídos. Ésta era su ordenesencial. El corazón de Winston se encogió alpensar en el enorme poder que tenía enfrente, lafacilidad con que cualquier intelectual del Partidolo vencería con su dialéctica, los sutilesargumentos que él nunca podría entender y menoscontestar. Y, sin embargo, era él, Winston, quientenía razón. Los otros estaban equivocados y élno. Había que defender lo evidente. El mundosólido existe y sus leyes no cambian. Las piedrasson duras, el agua moja, los objetos faltos deapoyo caen en dirección al centro de la Tierra…

Con la sensación de que hablaba con O’Brien,

Page 141: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

y también de que anotaba un importante axioma,escribió:

La libertad es poder decir libremente quedos y dos son cuatro. Si se concede esto,todo lo demás vendrá por sus pasoscontados.

Page 142: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VIII

Del fondo del pasillo llegaba un aroma a cafétostado —café de verdad, no café de la Victoria—,un aroma penetrante. Winston se detuvoinvoluntariamente. Durante unos segundos volvióal mundo medio olvidado de su infancia. Entoncesse oyó un portazo y el delicioso olor quedócortado tan de repente como un sonido.

Winston había andado varios kilómetros porlas calles y se le habían irritado sus varices. Era lasegunda vez en tres semanas que no había llegadoa tiempo a una reunión del Centro Comunal, lo cualera muy peligroso ya que el número de asistenciasal Centro era anotado cuidadosamente. Enprincipio, un miembro del Partido no tenía tiempolibre y nunca estaba solo a no ser en la cama. Sesuponía que, de no hallarse trabajando, comiendo,o durmiendo, estaría participando en algún recreocolectivo. Hacer algo que implicara una inclinacióna la soledad, aunque sólo fuera dar un paseo, erasiempre un poco peligroso. Había una palabra paraello en neolengua: vidapropia, es decir,individualismo y excentricidad. Pero esa tarde, alsalir del Ministerio, el aromático aire abrileño lehabía tentado. El cielo tenía un azul más intensoque en todo el año y de pronto le había resultado

Page 143: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

intolerable a Winston la perspectiva delaburrimiento, de los juegos anotadores, de lasconferencias, de la falsa camaradería lubricada porla ginebra… Sintió el impulso de marcharse de laparada del autobús y callejear por el laberinto deLondres, primero hacia el Sur, luego hacia el Este yotra vez hacia el Norte, perdiéndose por callesdesconocidas y sin preocuparse apenas por ladirección que tomaba.

«Si hay esperanza —habría escrito en el Diario—, está en los proles». Estas palabras le volvíancomo afirmación de una verdad mística y de unabsurdo palpable. Penetró por los suburbios delNorte y del Este alrededor de lo que en tiemposhabía sido la estación de San Pancracio. Marchabapor una calle empedrada, cuyas viejas casas sólotenían dos pisos y cuyas puertas abiertasdescubrían los sórdidos interiores. De trecho entrecho había charcos de agua sucia por entre laspiedras. Entraban y salían en las casuchas yllenaban las callejuelas infinidad de personas:muchachas en la flor de la edad con bocasviolentamente pintadas, muchachos queperseguían a las jóvenes, y mujeres de cuerposobesos y bamboleantes, vivas pruebas de lo queserían las muchachas cuando tuvieran diez añosmás, ancianos que se movían dificultosamente y

Page 144: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

niños descalzos que jugaban en los charcos ysalían corriendo al oír los irritados chillidos de susmadres. La cuarta parte de las ventanas de la calleestaban rotas y tapadas con cartones. La mayoríade la gente no prestaba atención a Winston.Algunos lo miraban con cauta curiosidad. Dosmonstruosas mujeres de brazos rojizos cruzadossobre los delantales hablaban en una de laspuertas. Winston oyó algunos retazos de laconversación.

—Pues, sí, fui y le dije: «Todo eso está muybien, pero si hubieras estado en mi lugar hubierashecho lo mismo que yo. Es muy sencillo eso decriticar —le dije—, pero tú no tienes los mismosproblemas que yo».

—Claro —dijo la otra—, ahí está la cosa. Cadauno sabe lo suyo.

Estas voces estridentes se callaron de pronto.Las mujeres observaron a Winston con hostilsilencio cuando pasó ante ellas. Pero no eraexactamente hostilidad sino una especie de alertamomentánea como cuando nos cruzamos con unanimal desconocido. El mono azul del Partido nose veía con frecuencia en una calle como ésta.Desde luego, era muy poco prudente que lo vierana uno en semejantes sitios a no ser que se tuvieraalgo muy concreto que hacer allí: las patrullas le

Page 145: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

detenían a uno en cuanto lo sorprendían en unacalle de proles y le preguntaban: «¿Quieresenseñarme la documentación camarada? ¿Quéhaces por aquí? ¿A qué hora saliste del trabajo?¿Tienes la costumbre de tomar este camino para ira tu casa?», y así sucesivamente. No es quehubiera una disposición especial prohibiendoregresar a casa por un camino insólito, mas era losuficiente para hacerse notar si la Policía delPensamiento lo descubría.

De pronto, toda la calle empezó a agitarse.Hubo gritos de aviso por todas partes. Hombres,mujeres y niños se metían veloces en sus casascomo conejos. Una joven salió como una flechapor una puerta cerca de donde estaba Winston,cogió a un niño que jugaba en un charco, loenvolvió con el delantal y entró de nuevo en sucasa; todo ello realizado con increíble rapidez. Enel mismo instante, un hombre vestido de negro,que había salido de una callejuela lateral, corrióhacia Winston señalándole nervioso el cielo.

—¡El vapor! —gritó—. Mire, maestro. ¡Échesepronto en el suelo!

«El vapor» era el apodo que, no se sabía porqué, le habían puesto los proles a las bombascohetes.

Winston se tiró al suelo rápidamente. Los

Page 146: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

proles llevaban casi siempre razón cuando dabanuna alarma de esta clase. Parecían poseer unaespecie de instinto que les prevenía con variossegundos de anticipación de la llegada de uncohete, aunque se suponía que los cohetesvolaban con más rapidez que el sonido. Winstonse protegió la cabeza con los brazos. Se oyó unrugido que hizo temblar el pavimento, una lluvia depequeños objetos le cayó sobre la espalda.Cuando se levantó, se encontró cubierto conpedazos de cristal de la ventana más próxima.Siguió andando. La bomba había destruido ungrupo de casas de aquella calle doscientos metrosmás arriba. En el cielo flotaba una negra nube dehumo y debajo otra nube, ésta de polvo, envolvíalas ruinas en torno a las cuales se agolpaba ya unamultitud. Había un pequeño montón de yeso en elpavimento delante de él y en medio se podía veruna brillante raya roja. Cuando se levantó y seacercó a ver qué era vio que se trataba de unamano humana cortada por la muñeca. Aparte delsangriento muñón, la mano era tan blanca queparecía un molde de yeso. Le dio una patada y laechó a la cloaca, y para evitar la multitud, torciópor una calle lateral a la derecha. A los tres ocuatro minutos estaba fuera de la zona afectadapor la bomba y la sórdida vida del suburbio se

Page 147: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había reanudado como si nada hubiera ocurrido.Eran casi las veinte y los establecimientos debebida frecuentados por los proles (les llamaban,con una palabra antiquísima, «tabernas») estabanllenas de clientes. De sus puertas oscilantes, quese abrían y cerraban sin cesar, salía un olormezclado de orines, serrín y cerveza.

En un ángulo formado por una casa de fachadasaliente estaban reunidos tres hombres. El de enmedio tenía en la mano un periódico doblado quelos otros dos miraban por encima de sus hombros.Antes ya de acercarse lo suficiente para ver laexpresión de sus caras, pudo deducir Winston, porla inmovilidad de sus cuerpos, que estabanabsortos. Lo que leían era seguramente algo demucha importancia. Estaba a pocos pasos de elloscuando de pronto se deshizo el grupo y dos de loshombres empezaron a discutir violentamente.Parecía que estaban a punto de pegarse.

—¿No puedes escuchar lo que te digo? Teaseguro que ningún número terminado en siete haganado en estos catorce meses.

—Te digo que sí.—No, no ha salido ninguno terminado en siete.

En casa los tengo apuntados todos en un papeldesde hace dos años. Nunca dejo de copiar elnúmero. Y te digo que ningún número ha

Page 148: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

terminado en siete…—Sí; un siete ganó. Además, sé que terminaba

en cuatro, cero, siete. Fue en febrero… En lasegunda semana de febrero.

—Ni en febrero ni nada. Te digo que lo tengoapuntado.

—Bueno, a ver si lo dejáis —dijo el tercerhombre.

Estaban hablando de la lotería. Winston volvióla cabeza cuando ya estaba a treinta metros dedistancia. Todavía seguían discutiendoapasionadamente. La lotería, que pagaba cadasemana enormes premios, era el únicoacontecimiento público al que los prolesconcedían una seria atención. Probablemente,había millones de proles para quienes la lotería erala principal razón de su existencia. Era toda sudelicia, su locura, su estimulante intelectual. Entodo lo referente a la lotería, hasta la gente queapenas sabía leer y escribir parecía capaz deintrincados cálculos matemáticos y de asombrosasproezas memorísticas. Toda una tribu de proles seganaba la vida vendiendo predicciones, amuletos,sistemas para dominar el azar y otras cosas queservían a los maniáticos. Winston nada tenía quever con la organización de la lotería, dependientedel Ministerio de la Abundancia. Pero sabía

Page 149: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

perfectamente (como cualquier miembro delPartido) que los premios eran en su mayoríaimaginarios. Sólo se pagaban pequeñas sumas ylos ganadores de los grandes premios eranpersonas inexistentes. Como no había verdaderacomunicación entre una y otra parte de Oceanía,esto resultaba muy fácil.

Si había esperanzas, estaba en los proles. Éstaera la idea esencial. Decirlo, sonaba a cosarazonable, pero al mirar aquellos pobres sereshumanos, se convertía en un acto de fe. La callepor la que descendía Winston, le despertó lasensación de que ya antes había estado por allí yque no hacía mucho tiempo fue una calleimportante. Al final de ella había una escalinatapor donde se bajaba a otra calle en la que estabaun mercadillo de legumbres. Entonces recordóWinston dónde estaba: en la primera esquina, aunos cinco minutos de marcha, estaba la tienda decompraventa donde él había adquirido el libro enblanco donde ahora llevaba su Diario. Y en otratienda no muy distante, había comprado la pluma yel frasco de tinta.

Se detuvo un momento en lo alto de laescalinata. Al otro lado de la calle había unasórdida taberna cuyas ventanas parecían cubiertasde escarcha; pero sólo era polvo. Un hombre muy

Page 150: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

viejo con bigotes blancos, encorvado, perobastante activo, empujó la puerta oscilante yentró. Mientras observaba desde allí, se le ocurrióa Winston que aquel viejo, que por lo menos debíade tener ochenta años, habría sido ya un hombremaduro cuando ocurrió la Revolución. Él y unoscuantos como él eran los últimos eslabones queunían al mundo actual con el mundo desaparecidodel capitalismo. En el Partido no había muchagente cuyas ideas se hubieran formado antes de laRevolución. La generación más vieja había sidobarrida casi por completo en las grandes purgas delos años cincuenta y sesenta y los pocos quesobrevivieron vivían aterrorizados y en unaentrega intelectual absoluta. Si vivía aún alguienque pudiera contar con veracidad las condicionesde vida en la primera mitad del siglo, tenía que serun prole. De pronto recordó Winston el trozo dellibro de historia que había copiado en su Diario yle asaltó un impulso loco. Entraría en la taberna,trabaría conocimiento con aquel viejo y leinterrogaría. Le diría: «Cuénteme su vida cuandoera usted un muchacho, ¿se vivía entonces mejorque ahora o peor?». Precipitadamente, para notener tiempo de asustarse, bajó la escalinata ycruzó la calle. Desde luego, era una locura. Comode costumbre, no había ninguna prohibición

Page 151: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

concreta de hablar con los proles y frecuentar sustabernas, pero no podía pasar inadvertido ya queera rarísimo que alguien lo hiciera. Si aparecíaalguna patrulla, Winston podría decir que se habíasentido mal, pero no lo iban a creer. Empujó lapuerta y le dio en la cara un repugnante olor aqueso y a cerveza agria. Al entrar él, las voces casise apagaron. Todos los presentes le miraban sumono azul. Unos individuos que jugaban al blancocon unos dardos se interrumpieron durante mediominuto. El viejo al que él había seguido estabaacodado en el bar discutiendo con el barman, unjoven corpulento de nariz ganchuda y enormesantebrazos. Otros clientes, con vasos en la mano,contemplaban la escena.

—¿Vas a decirme que no puedes servirme unapinta de cerveza? —decía el viejo.

—¿Y qué demonios de nombre es ese de«pinta»? —preguntó el tabernero inclinándosesobre el mostrador con los dedos apoyados en él.

—Escuchad, presume de tabernero y no sabelo que es una pinta. A éste hay que mandarle a laescuela.

—Nunca he oído hablar de pintas para beber.Aquí se sirve por litros, medios litros… Ahíenfrente tiene usted los vasos en ese estante paracada cantidad de líquido.

Page 152: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Cuando yo era joven —insistió el viejo— nobebíamos por litros ni por medios litros.

—Cuando usted era joven nosotros vivíamosen las copas de los árboles —dijo el taberneroguiñándoles el ojo a los otros clientes.

Hubo una carcajada general y la intranquilidadcausada por la llegada de Winston parecía haberdesaparecido. El viejo enrojeció, se volvió paramarcharse, refunfuñando, y tropezó con Winston.Winston lo cogió deferentemente por el brazo.

—¿Me permite invitarle a beber algo? —dijo.—Usted es un caballero —dijo el otro, que

parecía no haberse fijado en el mono azul deWinston—. ¡Una pinta, quiera usted o no quiera!—añadió agresivo dirigiéndose al tabernero.

Éste llenó dos vasos de medio litro con cervezanegra. La cerveza era la única bebida que se podíaconseguir en los establecimientos de bebidas delos proles. Estos no estaban autorizados a bebercerveza aunque en la práctica se laproporcionaban con mucha facilidad. El tiro alblanco con dardos estaba otra vez en plenaactividad y los hombres que bebían en elmostrador discutían sobre billetes de lotería.Todos olvidaron durante unos momentos lapresencia de Winston. Había una mesa debajo deuna ventana donde el viejo y él podrían hablar sin

Page 153: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

miedo a ser oídos. Era terriblemente peligroso,pero no había telepantalla en la habitación. Deesto se había asegurado Winston en cuanto entró.

—Debe usted de haber visto grandes cambiosdesde que era usted un muchacho —empezó aexplorar Winston.

La pálida mirada azul del viejo recorrió el localcomo si fuera allí donde los cambios habíanocurrido.

—La cerveza era mejor —dijo por último—; ymás barata. Cuando yo era un jovencito, la cervezacostaba cuatro peniques los tres cuartos. Eso eraantes de la guerra, naturalmente.

—¿Qué guerra era ésa? —preguntó Winston.—Siempre hay alguna guerra —dijo el anciano

con vaguedad. Levantó el vaso y brindó—. ¡A susalud, caballero!

En su delgada garganta la nuez puntiagudahizo un movimiento de sorprendente rapidez arribay abajo y la cerveza desapareció. Winston seacercó al mostrador y volvió con otros dos medioslitros.

—Usted es mucho mayor que yo —dijoWinston—. Cuando yo nací sería usted ya unhombre hecho y derecho. Usted puede recordar loque pasaba en los tiempos anteriores a laRevolución; en cambio, la gente de mi edad no

Page 154: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sabe nada de esa época. Sólo podemos leerlo enlos libros, y lo que dicen los libros puede no serverdad. Me gustaría saber su opinión sobre esto.Los libros de historia dicen que la vida anterior a laRevolución era por completo distinta de la deahora. Había una opresión terrible, injusticias,pobreza… en fin, que no puede uno imaginarsiquiera lo malo que era aquello. Aquí, en Londres,la gran masa de gente no tenía qué comer desdeque nacían hasta que morían. La mitad de aquellosdesgraciados no tenían zapatos que ponerse.Trabajaban doce horas al día, dejaban de estudiara los nueve años y en cada habitación dormíandiez personas. Y a la vez había algunos individuos,muy pocos, sólo unos cuantos miles en todo elmundo, los capitalistas, que eran ricos ypoderosos. Eran dueños de todo. Vivían en casasenormes y suntuosas con treinta criados, sólo semovían en autos y coches de cuatro caballos,bebían champán y llevaban sombrero de copa.

El viejo se animó de pronto.—¡Sombreros de copa! —exclamó—. Es

curioso que los nombre usted. Ayer mismo penséen ellos no sé por qué. Me acordé de cuántotiempo hace que no se ve un sombrero de copa.Han desaparecido por completo. La última vez quellevé uno fue en el entierro de mi cuñada. Y aquello

Page 155: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fue… pues por lo menos hace cincuenta años,aunque la fecha exacta no puedo saberla. Claro, yacomprenderá usted que lo alquilé para aquellaocasión…

—Lo de los sombreros de copa no tiene granimportancia —dijo Winston con paciencia—. Peroestos capitalistas —ellos, unos cuantos abogadosy sacerdotes y los demás auxiliares que vivían deellos— eran los dueños de la tierra. Todo lo queexistía era para ellos. Ustedes, la gente corriente,los trabajadores, eran sus esclavos. Loscapitalistas podían hacer con ustedes lo quequisieran. Por ejemplo, mandarlos al Canadá comoganado. Si se les antojaba, se podían acostar conlas hijas de ustedes. Y cuando se enfadaban, losazotaban a ustedes con un látigo llamado el gatode nueve colas. Si se encontraban ustedes a uncapitalista por la calle, tenían que quitarse la gorra.Cada capitalista salía acompañado por unapandilla de lacayos que…

—¡Lacayos! Ahí tiene usted una palabra queno he oído desde hace muchísimos años.¡Lacayos! Eso me recuerda muchas cosaspasadas. Hará medio siglo aproximadamente, solíapasear yo a veces por Hyde Park los domingos porla tarde para escuchar a unos tipos quepronunciaban discursos: Ejército de salvación,

Page 156: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

católicos, judíos, indios… En fin, allí había detodo. Y uno de ellos…, no puedo recordar elnombre, pero era un orador de primera, no hacíamás que gritar: «¡Lacayos, lacayos de laburguesía! ¡Esclavos de las clases dirigentes!». Ytambién le gustaba mucho llamarlos parásitos y alos otros les llamaba hienas. Sí, una palabra algoasí como hiena. Claro que se refería al PartidoLaborista, ya se hará usted cargo.

Winston tenía la sensación de que cada uno deellos estaba hablando por su cuenta. Debíaorientar un poco la conversación:

—Lo que yo quiero saber es si le parece austed que hoy día tenemos más libertad que en laépoca de usted. ¿Le tratan a usted más como unser humano? En el pasado, los ricos, los queestaban en lo alto…

—La Cámara de los Lores —evocó el viejo.—Bueno, la Cámara de los Lores. Le pregunto

a usted si esa gente le trataba como a un inferiorpor el simple hecho de que ellos eran ricos y ustedpobre. Por ejemplo, ¿es cierto que tenía usted quequitarse la gorra y llamarles «señor» cuando se loscruzaba usted por la calle?

El hombre reflexionó profundamente. Antes decontestar se bebió un cuarto de litro de cerveza.

—Sí —dijo por fin—. Les gustaba que uno se

Page 157: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

llevara la mano a la gorra. Era una señal de respeto.Yo no estaba conforme con eso, pero lo hacíamuchas veces. No tenía más remedio.

—¿Y era habitual —tenga usted en cuenta queestoy repitiendo lo que he leído en nuestros librosde texto para las escuelas—, era habitual enaquella gente, en los capitalistas, empujarles austedes de la acera para tener libre el paso?

—Uno me empujó una vez —dijo el anciano—.Lo recuerdo como si fuera ayer. Era un día deregatas nocturnas y en esas noches había muchagente grosera, y me tropecé con un tipo joven yjactancioso en la avenida Shaftesbury. Era uncaballero, iba vestido de etiqueta y con sombrerode copa. Venía haciendo zigzags por la acera ytropezó conmigo. Me dijo: «¿Por qué no mira ustedpor dónde va?». Yo le dije: «¡A ver si se ha creídousted que ha comprado la acera!». Y va y mecontesta: «Le voy a dar a usted para el pelo si sedescara así conmigo». Entonces yo le solté:«Usted está borracho y, si quiero, acabo con usteden medio minuto». Sí señor, eso le dije y no sé sime creerá usted, pero fue y me dio un empujón quecasi me manda debajo de las ruedas de unautobús. Pero yo por entonces era joven y medispuse a darle su merecido; sin embargo…

Winston perdía la esperanza de que el viejo le

Page 158: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

dijera algo interesante. La memoria de aquelhombre no era más que un montón de detalles.Aunque se pasara el día interrogándole, nadasacaría en claro. Según sus «declaraciones», loslibros de Historia publicados por el Partido podíanseguir siendo verdad, después de todo; podían serincluso completamente verídicos. Hizo un últimointento.

—Quizás no me he explicado bien. Lo que tratode decir es esto: usted ha vivido mucho tiempo; lamitad de su vida ha transcurrido antes de laRevolución. En 1925, por ejemplo, era usted ya unhombre. ¿Podría usted decir, por lo que recuerdade entonces, que la vida era en 1925 mejor queahora o peor? Si tuviera usted que escoger,¿preferiría usted vivir entonces o ahora?

El anciano contempló meditabundo a los quetiraban al blanco. Terminó su cerveza con máslentitud que la vez anterior y por último habló conun tono filosófico y tolerante como si la cerveza lohubiera dulcificado.

—Ya sé lo que espera usted que le diga. Ustedquerría que le dijera que prefiero volver a serjoven. Muchos lo dicen porque en la juventud setiene salud y fuerza. En cambio, a mis años nuncase está bien del todo. Tengo muchos achaques. Hede levantarme seis y siete veces por la noche

Page 159: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuando me da el dolor. Por otra parte, esto de serviejo tiene muchas ventajas. Por ejemplo, lasmujeres no le preocupan a uno y eso es una granventaja. Yo hace treinta años que no he estadocon una mujer, no sé si me creerá usted. Pero lomás grande es que no he tenido ganas.

Winston se apoyó en el alféizar de la ventana.Era inútil proseguir. Iba a pedir más cervezacuando el viejo se levantó de pronto y se dirigiórenqueando hacia el urinario apestoso que estabaal fondo del local. Winston siguió unos minutossentado contemplando su vaso vacío y, casi sindarse cuenta, se encontró otra vez en la calle.Dentro de veinte años, a lo más —pensó—, lainmensa y sencilla pregunta «¿Era la vida antes dela Revolución mejor que ahora?» dejaría de tenersentido por completo. Pero ya ahora era imposiblecontestarla, puesto que los escasossupervivientes del mundo antiguo eran incapacesde comparar una época con otra. Recordaban unmillón de cosas insignificantes, una pelea con uncompañero de trabajo, la búsqueda de una bombade bicicleta que habían perdido, la expresiónhabitual de una hermana fallecida hacía muchosaños, los torbellinos de polvo que se formaron enuna mañana tormentosa hace setenta años… perotodos los hechos trascendentales quedaban fuera

Page 160: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del radio de su atención. Eran como las hormigas,que pueden ver los objetos pequeños, pero no losgrandes. Y cuando la memoria fallaba y lostestimonios escritos eran falsificados, laspretensiones del Partido de haber mejorado lascondiciones de la vida humana tenían que seraceptadas necesariamente porque no existía nivolvería nunca a existir un nivel de vida con el cualpudieran ser comparadas.

En aquel momento el fluir de sus pensamientosse interrumpió de repente. Se detuvo y levantó lavista. Se hallaba en una calle estrecha con unascuantas tiendecitas oscuras salpicadas entre casasde vecinos. Exactamente encima de su cabezapendían unas bolas de metal descoloridas quehabían sido doradas. Conocía este sitio. Era latienda donde había comprado el Diario. Sintiómiedo. Ya había sido bastante arriesgado comprarel libro y se había jurado a sí mismo no aparecernunca más por allí. Sin embargo, en cuantopermitió a sus pensamientos que corrieran enlibertad, le habían traído sus pies a aquel mismositio. Precisamente, había iniciado su Diario paralibrarse de impulsos suicidas como aquél. Almismo tiempo, notó que aunque eran las veintiunaseguía abierta la tienda. Creyendo que sería másprudente estar oculto dentro de la tienda que a la

Page 161: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

vista de todos en medio de la calle, entró. Si lepreguntaban podía decir que andaba buscandohojas de afeitar.

El dueño acababa de encender una lámpara deaceite que echaba un olor molesto, perotranquilizador. Era un hombre de unos sesentaaños, de aspecto frágil, y un poco encorvado, conuna nariz larga y simpática y ojos de suave mirar apesar de las gafas de gruesos cristales. Su cabelloera casi blanco, pero las cejas, muy pobladas, seconservaban negras. Sus gafas, sus movimientosacompasados y el hecho de que llevaba una viejachaqueta de terciopelo negro le daban un ciertoaire intelectual como si hubiera sido un hombre deletras o quizás un músico. De voz suave, algoapagada, tenía un acento menos marcado que lamayoría de los proles.

—Le reconocí a usted cuando estaba ahí fueraparado —dijo inmediatamente—. Usted es elcaballero que me compró aquel álbum pararegalárselo, seguramente, a alguna señorita. Era demuy buen papel. «Papel crema» solían llamarle. Porlo menos hace cincuenta años que no se ha vueltoa fabricar un papel como ése —miró a Winston porencima de sus gafas—. ¿Puedo servirle en algoespecial? ¿O sólo quería usted echar un vistazo?

—Pasaba por aquí —dijo Winston vagamente

Page 162: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—. He entrado a mirar estas cosas. No deseo nadaconcreto.

—Me alegro —dijo el otro— porque no creoque pudiera haberle servido. —Hizo un gesto dedisculpa con su fina mano derecha—. Ya ve usted;la tienda está casi vacía. Entre nosotros, le diréque el negocio de antigüedades está casi agotado.Ni hay clientes ni disponemos de género. Losmuebles, los objetos de porcelana y de cristal…todo eso ha ido desapareciendo poco a poco, ylos hierros artísticos y demás metales han sidofundidos casi en su totalidad. No he vuelto a verun candelabro de bronce desde hace muchosaños.

En efecto, el interior de la pequeña tiendaestaba atestado de objetos, pero casi ninguno deellos tenía el más pequeño valor. Había muchoscuadros que cubrían por completo las paredes. Enel escaparate se exhibían portaplumas rotos,cinceles mellados, relojes mohosos que nopretendían funcionar y otras baratijas. Sólo en unamesita de un rincón había algunas cosas deinterés: cajitas de rapé, broches de ágata, etc. Alacercarse Winston a esta mesa le sorprendió unobjeto redondo y brillante que cogió paraexaminarlo.

Era un trozo de cristal en forma de hemisferio.

Page 163: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Tenía una suavidad muy especial, tanto por sucolor como por la calidad del cristal. En su centro,aumentado por la superficie curvada, se veía unobjeto extraño que recordaba a una rosa o unaanémona.

—¿Qué es esto? —dijo Winston, fascinado.—Eso es coral —dijo el hombre—. Creo que

procede del Océano Índico. Solían engarzarlodentro de una cubierta de cristal. Por lo menoshace un siglo que lo hicieron. Seguramente más, ajuzgar por su aspecto.

—Es de una gran belleza —dijo Winston.—De una gran belleza, sí, señor —repitió el

otro con tono de entendido—. Pero hoy día nohay muchas personas que lo sepan reconocer —carraspeó—. Si usted quisiera comprarlo, lecostaría cuatro dólares. Recuerdo el tiempo en queuna cosa como ésta costaba ocho libras, y ocholibras representaban… en fin, no sé exactamentecuánto; desde luego, muchísimo dinero. Pero¿quién se preocupa hoy por las antigüedadesauténticas, por las pocas que han quedado?

Winston pagó inmediatamente los cuatrodólares y se guardó el codiciado objeto en elbolsillo. Lo que le atraía de él no era tanto subelleza como el aire que tenía de pertenecer a unaépoca completamente distinta de la actual. Aquel

Page 164: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cristal no se parecía a ninguno de los que él habíavisto. Era de una suavidad extraordinaria, conreflejos acuosos. Era el coral doblemente atractivopor su aparente inutilidad, aunque Winston pensóque en tiempos lo habían utilizado comopisapapeles. Pesaba mucho, peroafortunadamente, no le abultaba demasiado en elbolsillo. Para un miembro del Partido eracomprometedor llevar una cosa como aquélla.Todo lo antiguo, y mucho más lo que tuvieraalguna belleza, resultaba vagamente sospechoso.El dueño de la tienda pareció alegrarse mucho decobrar los cuatro dólares. Winston comprendióque se habría contentado con tres e incluso condos.

—Arriba tengo otra habitación que quizás leinteresara a usted ver —le propuso—. No haygran cosa en ella, pero tengo dos o tres piezas…Llevaremos una luz.

Encendió otra lámpara y agachándose subiólentamente por la empinada escalera, de peldañosmedio rotos. Luego entraron por un pasilloestrecho siguiendo hasta una habitación que nodaba a la calle, sino a un patio y a un bosque dechimeneas. Winston notó que los muebles estabandispuestos como si fuera a vivir alguien en elcuarto. Había una alfombra en el suelo, un cuadro

Page 165: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

o dos en las paredes, y un sillón junto a lachimenea. Un antiguo reloj de cristal, en cuyaesfera figuraban las doce horas, estilo antiguo,emitía su tic-tac desde la repisa de la chimenea.Bajo la ventana y ocupando casi la cuarta parte dela estancia había una enorme cama con el colchóndescubierto.

—Aquí vivíamos hasta que murió mi mujer —dijo el vendedor disculpándose—. Voy vendiendolos muebles poco a poco. Ésa es una preciosacama de caoba. Lo malo son las chinches. Sihubiera manera de acabar con ellas…

Sostenía la lámpara lo más alto posible parailuminar toda la habitación y a su débil luzresultaba aquel sitio muy acogedor. A Winston sele ocurrió pensar que sería muy fácil alquilar estecuarto por unos cuantos dólares a la semana si sedecidiera a correr el riesgo. Era una ideadescabellada, desde luego, pero el dormitoriohabía despertado en él una especie de nostalgia,un recuerdo ancestral. Le parecía saberexactamente lo que se experimentaba al reposar enuna habitación como aquélla, hundido en unbutacón junto al fuego de la chimenea mientras secalentaba la tetera en las brasas. Allí solo,completamente seguro, sin nadie más que levigilara a uno, sin voces que le persiguieran ni más

Page 166: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sonido que el murmullo de la tetera y el amable tic-tac del reloj.

—¡No hay telepantalla! —se le escapó en vozbaja.

—Ah —dijo el hombre—. Nunca he tenidoesas cosas. Son demasiado caras. Además no veola necesidad… Fíjese en esa mesita de aquellaesquina. Aunque, naturalmente, tendría usted queponer nuevos goznes si quisiera utilizar las alas.

En otro rincón había una pequeña librería.Winston se apresuró a examinarla. No habíaningún libro interesante en ella. La caza ydestrucción de libros se había realizado de unmodo tan completo en los barrios proles como enlas casas del Partido y en todas partes. Era casiimposible que existiera en toda Oceanía unejemplar de un libro impreso antes de 1960. Elvendedor, sin dejar la lámpara, se había detenidoante un cuadrito enmarcado en palo rosa, colgadoal otro lado de la chimenea, frente a la cama.

—Si le interesan a usted los grabadosantiguos… —propuso delicadamente.

Winston se acercó para examinar el cuadro. Eraun grabado en acero de un edificio ovalado conventanas rectangulares y una pequeña torre en lafachada. En torno al edificio corría una verja y alfondo se veía una estatua. Winston la contempló

Page 167: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

unos momentos. Le parecía algo familiar, pero nopodía recordar la estatua.

—El marco está clavado en la pared —dijo elotro—, pero podría destornillarlo si usted loquiere.

—Conozco ese edificio —dijo Winston por fin—. Está ahora en ruinas, cerca del Palacio deJusticia.

—Exactamente. Fue bombardeado hacemuchos años. En tiempos fue una iglesia. Creo quela llamaban San Clemente. —Sonrió comodisculpándose por haber dicho algo ridículo yañadió—. «Naranjas y limones, dicen lascampanas de San Clemente».

—¿Cómo? —dijo Winston.—Es de unos versos que yo sabía de pequeño.

Empezaban: «Naranjas y limones, dicen lascampanas de San Clemente». Ya no recuerdo cómosigue. Pero sí me acuerdo de la terminación: «Aquítienes una vela para alumbrarte cuando te vayas aacostar. Aquí tienes un hacha para cortarte lacabeza». Era una especie de danza. Unos tendíanlos brazos y otros pasaban por dentro y cuandollegaban a aquello de «He aquí el hacha paracortarte la cabeza», bajaban los brazos y le cogíana uno. La canción estaba formada por los nombresde varias iglesias, de todas las principales que

Page 168: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había en Londres.Winston se preguntó a qué siglo pertenecerían

las iglesias. Siempre era difícil determinar la edadde un edificio de Londres. Cualquier construcciónde gran tamaño e impresionante aspecto, con talde que no se estuviera derrumbando de puro vieja,se decía automáticamente que había sidoconstruida después de la Revolución, mientrasque todo lo anterior se adscribía a un oscuroperíodo llamado la Edad Media. Los siglos decapitalismo no habían producido nada de valor.Era imposible aprender historia a través de losmonumentos y de la arquitectura. Las estatuas,inscripciones, lápidas, los nombres de las calles,todo lo que pudiera arrojar alguna luz sobre elpasado, había sido alterado sistemáticamente.

—No sabía que había sido una iglesia —dijoWinston.

—En realidad, hay todavía muchas de ellasaunque se han dedicado a otros fines —le aclaróel dueño de la tienda—. Ahora recuerdo otroverso:

Naranjas y limones, dicen las campanasde San Clemente, me debes tres peniques,dicen las campanas de San Martín.

Page 169: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

No puedo recordar más versos.—¿Dónde estaba San Martín? —dijo Winston.—¿San Martín? Está todavía en pie. Sí, en la

Plaza de la Victoria, junto al Museo de Pinturas. Esuna especie de porche triangular con columnas ygrandes escalinatas.

Winston conocía bien aquel lugar. El edificio seusaba para propaganda de varias clases:exposiciones de maquetas de bombas cohete y defortalezas volantes, grupos de figuras de cera queilustraban las atrocidades del enemigo y cosas porel estilo.

—San Martín de los Campos, como le llamaban—aclaró el otro—, aunque no recuerdo quehubiera campos por esa parte.

Winston no compró el cuadro. Hubiera sidouna posesión aún más incongruente que elpisapapeles de cristal e imposible de llevar a casa ano ser que le hubiera quitado el marco. Pero sequedó unos minutos más hablando con el dueño,cuyo nombre no era Weeks —como él habíasupuesto por el rótulo de la tienda—, sinoCharrington. El señor Charrington era viudo, teníasesenta y tres años y había habitado en la tiendadesde hacía treinta. En todo este tiempo habíapensado cambiar el nombre que figuraba en elrótulo, pero nunca había llegado a convencerse de

Page 170: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la necesidad de hacerlo. Durante toda suconversación, la canción medio recordada lezumbaba a Winston en la cabeza. Naranjas ylimones, dicen las campanas de San Clemente, medebes tres peniques, dicen las campanas de SanMartín. Era curioso que al repetirse esos versostuviera la sensación de estar oyendo campanas,las campanas de un Londres desaparecido o queexistía en alguna parte. Winston, sin embargo, norecordaba haber oído campanas en su vida.

Salió de la tienda del señor Charrington. Sehabía adelantado a él desde el piso de arriba. Noquería que lo acompañase hasta la puerta para queno se diera cuenta de que reconocía la calle por sihabía alguien. En efecto, había decidido volver avisitar la tienda cuando pasara un tiempoprudencial; por ejemplo, un mes. Después de todo,esto no era más peligroso que faltar una tarde alCentro. Lo más arriesgado había sido volverdespués de comprar el Diario sin saber si el dueñode la tienda era de fiar. Sin embargo…

Sí, pensó otra vez, volvería. Compraría másobjetos antiguos y bellos. Compraría el grabado deSan Clemente y se lo llevaría a casa sin el marcoescondiéndolo debajo del mono. Le haría recordaral señor Charrington el resto de aquel poema.Incluso el desatinado proyecto de alquilar la

Page 171: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

habitación del primer piso, le tentó de nuevo.Durante unos cinco segundos, su exaltación lehizo imprudente y salió a la calle sin asegurarseantes por el escaparate de que no pasaba nadie.Incluso empezó a tararear con música improvisada.

Naranjas y limones, dicen las campanasde San Clemente, me debes tres peniques,dicen las…

De pronto pareció helársele el corazón yderretírsele las entrañas. Una figura en mono azulavanzaba hacia él a unos diez metros de distancia.Era la muchacha del Departamento de Novela, lajoven del cabello negro. Anochecía, pero podíareconocerla fácilmente. Ella lo miró directamente ala cara y luego apresuró el paso y pasó junto a élcomo si no lo hubiera visto.

Durante unos cuantos segundos, Winstonquedó paralizado. Luego torció a la derecha yanduvo sin notar que iba en dirección equivocada.De todos modos, era evidente que la joven loespiaba. Tenía que haberlo seguido hasta allí, puesno podía creerse que por pura casualidad hubieraestado paseando en la misma tarde por la mismacallejuela oscura a varios kilómetros de distanciade todos los barrios habitados por los miembros

Page 172: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del Partido. Era una coincidencia demasiadogrande. Que fuera una agente de la Policía delPensamiento o sólo una espía aficionada queactuase por oficiosidad, poco importaba. Bastabacon que estuviera viéndolo. Probablemente, lohabía visto también en la taberna.

Le costaba gran trabajo andar. El pisapapelesde cristal que llevaba en el bolsillo le golpeaba elmuslo a cada paso y estuvo tentado de arrojarlomuy lejos. Lo peor era que le dolía el vientre. Porunos instantes tuvo la seguridad de que se moriríasi no encontraba en seguida un retrete público.Pero en un barrio como aquél no había talescomodidades. Afortunadamente, se le pasaronesas angustias quedándole sólo un sordo dolor.

La calle no tenía salida. Winston se detuvo,preguntándose qué haría. Mas hizo lo único que leera posible, volver a recorrerla hasta la salida. Sólohacía tres minutos que la joven se había cruzadocon él, y si corría, podría alcanzarla. Podría seguirlahasta algún sitio solitario y romperle allí el cráneocon una piedra. Le bastaría con el pisapapeles.Pero abandonó en seguida esta idea, ya que le eraintolerable realizar un esfuerzo físico. No podíacorrer ni dar el golpe. Además, la muchacha erajoven y vigorosa y se defendería bien. Se leocurrió también acudir al Centro Comunal y

Page 173: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

estarse allí hasta que cerraran para tener unacoartada de su empleo del tiempo durante la tarde.Pero aparte de que sería sólo una coartada parcial,el proyecto era imposible de realizar. Le invadióuna mortal laxitud. Sólo quería llegar a casa prontoy descansar.

Eran más de las veintidós cuando regresó alpiso. Apagarían las luces a las veintitrés treinta.Entró en su cocina y se tragó casi una taza deginebra de la Victoria. Luego se dirigió a la mesita,sentóse y sacó el Diario del cajón. Pero no lo abrióen seguida. En la telepantalla una violenta vozfemenina cantaba una canción patriótica a gritopelado. Observó la tapa del libro intentandoinútilmente no prestar atención a la voz.

Las detenciones no eran siempre de noche. Lomejor era matarse antes de que lo cogieran a uno.Algunos lo hacían. Muchas de las llamadasdesapariciones no eran más que suicidios. Perohacía falta un valor desesperado para matarse enun mundo donde las armas de fuego y cualquierveneno rápido y seguro eran imposibles deencontrar. Pensó con asombro en la inutilidadbiológica del dolor y del miedo, en la traición delcuerpo humano, que siempre se inmoviliza en elmomento exacto en que es necesario realizar algúnesfuerzo especial. Podía haber eliminado a la

Page 174: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

muchacha morena sólo con haber actuado rápida yeficazmente; pero precisamente por lo extremo delpeligro en que se hallaba había perdido la facultadde actuar. Le sorprendió que en los momentos decrisis no estemos luchando nunca contra unenemigo externo, sino siempre contra nuestropropio cuerpo. Incluso ahora, a pesar de laginebra, la sorda molestia de su vientre le impedíapensar ordenadamente. Y lo mismo ocurre en todaslas situaciones aparentemente heroicas o trágicas.En el campo de batalla, en la cámara de lastorturas, en un barco que naufraga, se olvidasiempre por qué se debate uno ya que el cuerpoacaba llenando el universo, e incluso cuando noestamos paralizados por el miedo o chillando dedolor, la vida es una lucha de cada momentocontra el hambre, el frío o el insomnio, contra unestómago dolorido o un dolor de muelas.

Abrió el Diario. Era importante escribir algo. Lamujer de la telepantalla había empezado una nuevacanción. Su voz se le clavaba a Winston en elcerebro como pedacitos de vidrio. Procuró pensaren O’Brien, a quien dirigía su Diario, pero en vezde ello, empezó a pensar en las cosas que lesucederían cuando lo detuviera la Policía delPensamiento. No importaba que lo matasen a unoen seguida. Esa muerte era la esperada. Pero antes

Page 175: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de morir (nadie hablaba de estas cosas aunquenadie las ignoraba) había que pasar por la rutinade la confesión: arrastrarse por el suelo, gritarpidiendo misericordia, el chasquido de los huesosrotos, los dientes partidos y los mechonesensangrentados de pelo. ¿Para qué sufrir todo estosi el fin era el mismo? ¿Por qué no ahorrarse todoesto? Nadie escapaba a la vigilancia ni dejaba deconfesar. El culpable de crimental estabacompletamente seguro de que lo matarían antes odespués. ¿Para qué, pues, todo ese horror quenada alteraba?

Por fin, consiguió evocar la imagen de O’Brien.«Nos encontraremos en el sitio donde no hayoscuridad», le había dicho O’Brien en el sueño.Winston sabía lo que esto significaba, o sefiguraba saberlo. El lugar donde no hay oscuridadera el futuro imaginado, que nunca se vería; pero,por adivinación, podría uno participar en élmísticamente. Con la voz de la telepantallazumbándole en los oídos no podía pensar conilación. Se puso un cigarrillo en la boca. La mitaddel tabaco se le cayó en la lengua, un polvilloamargo que luego no se podía escupir. El rostrodel Gran Hermano flotaba en su mentedesplazando al de O’Brien. Lo mismo que habíahecho unos días antes, se sacó una moneda del

Page 176: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

bolsillo y la contempló. El rostro le miraba pesado,tranquilo, protector. Pero, ¿qué clase de sonrisa seescondía bajo el oscuro bigote? Las palabras delas consignas martilleaban el cerebro de Winston:

LA GUERRA ES LA PAZLA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUDLA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Page 177: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

PARTE SEGUNDA

Page 178: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO I

A media mañana, Winston salió de su cabina parair a los lavabos.

Una figura solitaria avanzaba hacia él desde elotro extremo del largo pasillo brillantementeiluminado. Era la muchacha morena. Habíanpasado cuatro días desde la tarde en que se lahabía encontrado cerca de la tienda. Al acercarse,vio Winston que la joven llevaba en cabestrillo elbrazo derecho. De lejos no se había fijado en elloporque las vendas tenían el mismo color que elmono. Probablemente, se habría aplastado la manopara hacer girar uno de los grandes calidoscopiosdonde se fabricaban los argumentos de lasnovelas. Era un accidente que ocurría confrecuencia en el Departamento de Novela.

Estaban separados todavía por cuatro metroscuando la joven dio un traspié y se cayó de cara alsuelo exhalando un grito de dolor. Por lo visto,había caído sobre el brazo herido. Winston se paróen seco. La muchacha logró ponerse de rodillas.Tenía la cara muy pálida y los labios, porcontraste, más rojos que nunca. Clavó los ojos enWinston con una expresión desolada que másparecía de miedo que de dolor.

Una curiosa emoción conmovió a Winston.

Page 179: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Frente a él tenía a la enemiga que procuraba sumuerte. Frente a él, también, había una criaturahumana que sufría y que quizás se hubiera partidoel hueso de la nariz. Se acercó a ellainstintivamente, para ayudarla. Winston habíasentido el dolor de ella en su propio cuerpo alverla caer con el brazo vendado.

—¿Estás herida? —le dijo.—No es nada. El brazo. Estaré bien en seguida.Hablaba como si le saltara el corazón. Estaba

temblando y palidísima.—¿No te has roto nada?—No, estoy bien. Me dolió un momento nada

más.Le tendió a Winston su mano libre y él la

ayudó a levantarse. Le había vuelto algo de colory parecía hallarse mucho mejor.

—No ha sido nada —repitió poco después—.Lo que me dolió fue la muñeca. ¡Gracias, camarada!

Y sin más, continuó en la dirección que traíacon paso tan vivo como si realmente no le hubierasucedido nada. El incidente no había durado másde medio minuto. Era un hábito adquirido porinstinto ocultar los sentimientos, y además cuandoocurrió aquello se hallaban exactamente delante deuna telepantalla. Sin embargo, a Winston le habíasido muy difícil no traicionarse y manifestar una

Page 180: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sorpresa momentánea, pues en los dos o tressegundos en que ayudó a la joven a levantarse,ésta le había deslizado algo en la mano.Evidentemente, lo había hecho a propósito. Era unpequeño papel doblado. Al pasar por la puerta delos lavabos, se lo metió en el bolsillo.

Mientras estuvo en el urinario, se las arreglópara desdoblarlo dentro del bolsillo. Desde luego,tenía que haber algún mensaje en ese papel.Estuvo tentado de entrar en uno de los water-closets y leerlo allí. Pero eso habría sido unalocura. En ningún sitio vigilaban las telepantallascon más interés que en los retretes.

Volvió a su cabina, sentóse, arrojó el pedazo depapel entre los demás de encima de la mesa, sepuso las gafas y se acercó al hablescribe.«¡Todavía cinco minutos! —se dijo a sí mismo—,¡por lo menos cinco minutos!». Le galopaba elcorazón en el pecho con aterradora velocidad.Afortunadamente, el trabajo que estaba realizandoera de simple rutina —la rectificación de una largalista de números— y no necesitaba fijar laatención.

Las palabras contenidas en el papel tendríancon toda seguridad un significado político. Habíados posibilidades, calculaba Winston. Una, la másprobable, era que la chica fuera un agente de la

Page 181: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Policía del Pensamiento, como él temía. No sabíapor qué empleaba la Policía del Pensamiento eseprocedimiento para entregar sus mensajes, peropodía tener sus razones para ello. Lo escrito en elpapel podía ser una amenaza, una orden desuicidarse, una trampa… Pero había otraposibilidad, aunque Winston trataba deconvencerse de que era una locura: que estemensaje no viniera de la Policía del Pensamiento,sino de alguna organización clandestina. ¡Quizásexistiera una Hermandad! ¡Quizás fuera aquellamuchacha uno de sus miembros! La idea eraabsurda, pero se le había ocurrido en el mismoinstante en que sintió el roce del papel en sumano. Hasta unos minutos después no pensó enla otra posibilidad, mucho más sensata. E inclusoahora, aunque su cabeza le decía que el mensajesignificaría probablemente la muerte, no acababade creerlo y persistía en él la disparatadaesperanza. Le latía el corazón y le costaba un granesfuerzo conseguir que no le temblara la vozmientras murmuraba las cantidades en elhablescribe.

Cuando terminó, hizo un rollo con sus papelesy los introdujo en el tubo neumático. Habíanpasado ocho minutos. Se ajustó las gafas sobre lanariz, suspiró y se acercó el otro montón de hojas

Page 182: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que había de examinar. Encima estaba el papelitodoblado. Lo desdobló; en él había escritas estaspalabras con letra impersonal:

Te quiero.

Winston se quedó tan estupefacto que nisiquiera tiró aquella prueba delictiva en el «agujerode la memoria». Cuando por fin, reaccionando, sedispuso a hacerlo, aunque sabía muy bien cuántopeligro había en manifestar demasiado interés poralgún papel escrito, volvió a leerlo antes paraconvencerse de que no había soñado.

Durante el resto de la mañana, le fue muy difíciltrabajar. Peor aún que fijar su mente sobre lastareas habituales, era la necesidad de ocultarle a latelepantalla su agitación interior. Sintió como si lequemara un fuego en el estómago. La comida en laatestada y ruidosa cantina le resultó un tormento.Había esperado hallarse un rato solo durante elalmuerzo, pero tuvo la mala suerte de que elimbécil de Parsons se le colocara a su lado y lesoltara una interminable sarta de tonterías sobrelos preparativos para la Semana del Odio. Lo quemás le entusiasmaba a aquel simple era un modeloen cartón de la cabeza del Gran Hermano, de dosmetros de anchura, que estaban preparando en el

Page 183: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

grupo de espías al que pertenecía la niña deParsons. Lo más irritante era que Winston apenaspodía oír lo que decía Parsons y tenía que rogarleconstantemente que repitiera las estupideces queacababa de decir. Por un momento, divisó a lachica morena, que estaba en una mesa con otrasdos compañeras al otro extremo de la estancia.Pareció no verle y él no volvió a mirar en aquelladirección.

La tarde fue más soportable. Después de comerrecibió un delicado y difícil trabajo que le había deocupar varias horas y acaparar su atención.Consistía en falsificar una serie de informes deproducción de dos años antes con objeto dedesacreditar a un prominente miembro del PartidoInterior que empezaba a estar mal visto. Winstonservía para estas cosas y durante más de doshoras logró apartar a la joven de su mente.Entonces le volvió el recuerdo de su cara y sintióun rabioso e intolerable deseo de estar solo.Porque necesitaba la soledad para pensar a fondoen sus nuevas circunstancias. Aquella noche erauna de las elegidas por el Centro Comunal parasus reuniones. Tomó una cena temprana —otrainsípida comida— en la cantina, se marchó alCentro a toda prisa, participó en las solemnestonterías de un «grupo de polemistas», jugó dos

Page 184: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

veces al tenis de mesa, se tragó varios vasos deginebra y soportó durante una hora la conferenciatitulada «Los principios de Ingsoc en el juego deajedrez». Su alma se retorcía de puro aburrimiento,pero por primera vez no sintió el menor impulso deevitarse una tarde en el Centro. A la vista de laspalabras Te quiero, el deseo de seguir viviendo ledominaba y parecía tonto exponerse a correr unosriesgos que podían evitarse tan fácilmente. Hastalas veintitrés, cuando ya estaba acostado en laoscuridad, donde estaba uno libre hasta de latelepantalla con tal de no hacer ningún ruido, nopudo dejar fluir libremente sus pensamientos.

Se trataba de un problema físico que había deser resuelto, ¿cómo ponerse en relación con lamuchacha y preparar una cita? No creía ya posibleque la joven le estuviera tendiendo una trampa.Estaba seguro de que no era así por lainconfundible agitación que ella no había podidoocultar al entregarle el papelito. Era evidente queestaba asustadísima, y con motivo sobrado. AWinston no le pasó siquiera por la cabeza la ideade rechazar a la muchacha. Sólo hacía cinconoches que se había propuesto romperle el cráneocon una piedra. Pero lo mismo daba. Ahora se laimaginaba desnuda como la había visto en suensueño. Se la había figurado idiota como las

Page 185: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

demás, con la cabeza llena de mentiras y de odiosy el vientre helado. Una angustia febril se apoderóde él al pensar que pudiera perderla, que aquelcuerpo blanco y juvenil se le escapara. Lo que mástemía era que la muchacha cambiase de idea si nose ponía en relación con ella rápidamente. Pero ladificultad física de esta aproximación era enorme.Resultaba tan difícil como intentar un movimientoen el juego de ajedrez cuando ya le han dado auno el mate. Adondequiera que fuera uno, allíestaba la telepantalla. Todos los medios posiblespara comunicarse con la joven se le ocurrieron aWinston a los cinco minutos de leer la nota; perouna vez acostado y con tiempo para pensar bien,los fue analizando uno a uno como si tuvieraesparcidas en una mesa una fila de herramientaspara probarlas.

Desde luego, la clase de encuentro de aquellamañana no podía repetirse. Si ella hubieratrabajado en el Departamento de Registro, habríasido muy sencillo, pero Winston tenía una ideamuy remota de dónde estaba el Departamento deNovela en el edificio del Ministerio y no teníapretexto alguno para ir allí. Si hubiera sabidodónde vivía y a qué hora salía del trabajo, se lashabría arreglado para hacerse el encontradizo;pero no era prudente seguirla a casa ya que esto

Page 186: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

suponía esperarla delante del Ministerio a lasalida, lo cual llamaría la atenciónindefectiblemente. En cuanto a mandar una cartapor correo, sería una locura. Ni siquiera seocultaba que todas las cartas se abrían, por lo cualcasi nadie escribía ya cartas. Para los mensajesque se necesitaba mandar, había tarjetas impresascon largas listas de frases y se escogía la másadecuada borrando las demás. En todo caso, nosólo ignoraba la dirección de la muchacha, sinoincluso su nombre. Finalmente, decidió que el sitiomás seguro era la cantina. Si pudiera ocupar unamesa junto a la de ella hacia la mitad del local, nodemasiado cerca de la telepantalla y con elzumbido de las conversaciones alrededor, lebastaba con treinta segundos para ponerse deacuerdo con ella.

Durante una semana después, la vida fue paraWinston como una pesadilla. Al día siguiente, lajoven no apareció por la cantina hasta el momentoen que él se marchaba cuando ya había sonado lasirena. Seguramente, la habían cambiado a otroturno. Se cruzaron sin mirarse. Al día siguiente,estuvo ella en la cantina a la hora de costumbre,pero con otras tres chicas y debajo de unatelepantalla. Pasaron tres días insoportables paraWinston, en que no la vio en la cantina. Tanto su

Page 187: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

espíritu como su cuerpo habían adquirido unahipersensibilidad que casi le imposibilitaba parahablar y moverse. Incluso en sueños no podíalibrarse por completo de aquella imagen. Duranteaquellos días no abrió su Diario. El único alivio loencontraba en el trabajo; entonces conseguíaolvidarla durante diez minutos seguidos. No teníani la menor idea de lo que pudiera haberle ocurridoy no había que pensar en hacer una investigación.Quizá la hubieran vaporizado, quizá se hubierasuicidado o, a lo mejor, la habían trasladado al otroextremo de Oceanía.

La posibilidad a la vez mejor y peor de todasera que la joven, sencillamente, hubiera cambiadode idea y le rehuyera.

Pero al día siguiente reapareció. Ya no traía elbrazo en cabestrillo; sólo una protección de yesoalrededor de la muñeca. El alivio que sintió al verlade nuevo fue tan grande que no pudo evitarmirarla directamente durante varios segundos. Aldía siguiente, casi logró hablar con ella. CuandoWinston llegó a la cantina, la encontró sentada auna mesa muy alejada de la pared. Estabacompletamente sola. Era temprano y había pocagente. La cola avanzó hasta que Winston seencontró casi junto al mostrador, pero se detuvoallí unos dos minutos a causa de que alguien se

Page 188: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

quejaba de no haber recibido su pastilla desacarina. Pero la muchacha seguía sola cuandoWinston tuvo ya servida su bandeja y avanzabahacia ella. Lo hizo como por casualidad fingiendoque buscaba un sitio más allá de donde seencontraba la joven. Estaban separados todavíaunos tres metros. Bastaban dos segundos parareunirse, pero entonces sonó una voz detrás de él:«¡Smith!». Winston hizo como que no oía.Entonces la voz repitió más alto: «¡Smith!». Erainútil hacerse el tonto. Se volvió. Un muchachollamado Wilsher, a quien apenas conocía Winston,le invitaba sonriente a sentarse en un sitio vacíojunto a él. No era prudente rechazar estainvitación. Después de haber sido reconocido, nopodía ir a sentarse junto a una muchacha sola.Quedaría demasiado en evidencia. Haciendo detripas corazón, le sonrió amablemente almuchacho, que le miraba con un rostro beatífico.Winston, como en una alucinación, se veía a símismo partiéndole la cara a aquel estúpido con unhacha. La mesa donde estaba ella se llenó a lospocos minutos.

Por lo menos, la joven tenía que haberlo vistoir hacia ella y se habría dado cuenta de suintención. Al día siguiente, tuvo buen cuidado dellegar temprano. Allí estaba ella, exactamente, en la

Page 189: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

misma mesa y otra vez sola. La persona queprecedía a Winston en la cola era un hombrecillonervioso con una cara aplastada y ojossuspicaces. Al alejarse Winston del mostrador, vioque aquel hombre se dirigía hacia la mesa de ella.Sus esperanzas se vinieron abajo. Había un sitiovacío una mesa más allá, pero algo en el aspectode aquel tipejo le convenció a Winston de queéste no se instalaría en la mesa donde no habíanadie para evitarse la molestia de verse obligado asoportar a los desconocidos que luego sequisieran sentar allí. Con verdadera angustia, losiguió Winston. De nada le serviría sentarse conella si alguien más los acompañaba. En aquelmomento, hubo un ruido tremendo. El hombrecillose había caído de bruces y la bandeja salióvolando derramándose la sopa y el café. Se pusoen pie y miró ferozmente a Winston.Evidentemente, sospechaba que éste le habíapuesto la zancadilla. Pero daba lo mismo porquepoco después, con el corazón galopándole, seinstalaba Winston junto a la muchacha.

No la miró. Colocó en la mesa el contenido desu bandeja y empezó a comer. Era importantísimohablar en seguida antes de que alguna otrapersona se uniera a ellos. Pero le invadía un miedoterrible. Había pasado una semana desde que la

Page 190: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

joven se había acercado a él. Podía habercambiado de idea, es decir, tenía que habercambiado de idea. Era imposible que este asuntoterminara felizmente; estas cosas no suceden en lavida real, y probablemente no habría llegado ahablarle si en aquel momento no hubiera visto aAmpleforth, el poeta de orejas velludas, queandaba de un lado a otro buscando sitio. Eraseguro que Ampleforth, que conocía bastante aWinston, se sentaría en su mesa en cuanto loviera. Tenía, pues, un minuto para actuar. Tanto élcomo la muchacha comían rápidamente. Era unaespecie de guiso muy caldoso de habas. En vozmuy baja, empezó Winston a hablar. No semiraban. Se llevaban a la boca la comida y entrecucharada y cucharada se decían las palabrasindispensables en voz baja e inexpresiva.

—¿A qué hora sales del trabajo?—Dieciocho treinta.—¿Dónde podemos vernos?—En la Plaza de la Victoria, cerca del

Monumento.—Hay muchas telepantallas allí.—No importa, porque hay mucha circulación.—¿Alguna señal?—No. No te acerques hasta que no me veas

entre mucha gente. Y no me mires. Sigue andando

Page 191: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cerca de mí.—¿A qué hora?—A las diecinueve.—Muy bien.Ampleforth no vio a Winston y se sentó en

otra mesa. No volvieron a hablar y, en lohumanamente posible entre dos personassentadas una frente a otra y en la misma mesa, nose miraban. La joven acabó de comer a todavelocidad y se marchó. Winston se quedófumando un cigarrillo.

Antes de la hora convenida estaba Winston enla Plaza de la Victoria. Dio vueltas en torno a laenorme columna en lo alto de la cual la estatua delGran Hermano miraba hacia el Sur, hacia los cielosdonde había vencido a los aviones eurasiáticos(pocos años antes, los vencidos fueron losaviones de Asia Oriental), en la batalla de laPrimera Franja Aérea. En la calle de enfrente habíauna estatua ecuestre cuyo jinete representaba,según decían, a Oliver Cromwell. Cinco minutosdespués de la hora que fijaron, aún no se habíapresentado la muchacha. Otra vez le entró aWinston un gran pánico. ¡No venía! ¡Habíacambiado de idea! Se dirigió lentamente hacia elnorte de la plaza y tuvo el placer de identificar laiglesia de San Martín, cuyas campanas —cuando

Page 192: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

existían— habían cantado aquello de «me debestres peniques». Entonces vio a la chica parada alpie del monumento, leyendo o fingiendo que leíaun cartel arrollado a la columna en espiral. No eraprudente acercarse a ella hasta que se hubieraacumulado más gente. Había telepantallas en todoel contorno del monumento. Pero en aquel mismomomento se produjo una gran gritería y el ruido deunos vehículos pesados que venían por laizquierda. De pronto, todos cruzaron corriendo laplaza. La joven dio la vuelta ágilmente junto a losleones que formaban la base del monumento y seunió a la desbandada. Winston la siguió. Al correr,le oyó decir a alguien que un convoy deprisioneros eurasiáticos pasaba por allí cerca.

Una densa masa de gente bloqueaba el ladosur de la plaza. Winston, que normalmente era deesas personas que rehuyen todas lasaglomeraciones, se esforzaba esta vez, a codazos yempujones, en abrirse paso hasta el centro de lamultitud. Pronto estuvo a un paso de la joven,pero entre los dos había un corpulento prole y unamujer casi tan enorme como él, seguramente suesposa. Entre los dos parecían formar unimpenetrable muro de carne. Winston se fuemetiendo de lado y, con un violento empujón,logró meter entre la pareja su hombro. Por un

Page 193: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

instante creyó que se le deshacían las entrañasaplastadas entre las dos caderas forzudas. Pero,con un esfuerzo supremo, sudoroso, consiguióhallarse por fin junto a la chica. Estaban hombrocon hombro y ambos miraban fijamente frente aellos.

Una caravana de camiones, con soldados decara pétrea armados con fusiles ametralladoras,pasaban calle abajo. En los camiones, unoshombres pequeños de tez amarilla y harapientosuniformes verdosos formaban una masa compactatan apretados como iban. Sus tristes carasmongólicas miraban a la gente sin la menorcuriosidad. De vez en cuando se oían ruidosmetálicos al dar un brinco alguno de los camiones.Este ruido lo producían los grilletes que llevabanlos prisioneros en los pies. Pasaron muchoscamiones con la misma carga y los mismos rostrosindiferentes. Winston conocía de sobra elcontenido, pero sólo podía verlosintermitentemente. La muchacha apoyaba elhombro y el brazo derecho, hasta el codo, contra elcostado de Winston. Sus mejillas estaban tanpróximas que casi se tocaban. Ella se había puestoinmediatamente a tono con la situación lo mismoque lo había hecho en la cantina. Empezó a hablarcon la misma voz inexpresiva, moviendo apenas

Page 194: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

los labios. Era un leve murmullo apagado por lasvoces y el estruendo del desfile.

—¿Me oyes?—Sí.—¿Puedes salir el domingo?—Sí.—Entonces escucha bien. No lo olvides. Irás a

la estación de Paddington…Con una precisión casi militar que asombró a

Winston, la chica le fue describiendo la ruta quehabía de seguir: un viaje de media hora en tren;torcer luego a la izquierda al salir de la estación;después de dos kilómetros por carretera y, al llegara un portillo al que le faltaba una barra, entrar porél y seguir por aquel sendero cruzando hasta unaextensión de césped; de allí partía una veredaentre arbustos; por fin, un árbol derribado ycubierto de musgo. Era como si tuviese un mapadentro de la cabeza.

—¿Te acordarás? —murmuró al terminar susindicaciones.

—Sí.—Tuerces a la izquierda, luego a la derecha y

otra vez a la izquierda. Y al portillo le falta unabarra.

—Sí. ¿A qué hora?—Hacia las quince. A lo mejor tienes que

Page 195: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

esperar. Yo llegaré por otro camino. ¿Te acordarásbien de todo?

—Sí.—Entonces, márchate de mi lado lo más pronto

que puedas.No necesitaba habérselo dicho. Pero, por lo

pronto, no se podía mover. Los camiones nodejaban de pasar y la gente no se cansaba deexpresar su entusiasmo. Aunque es verdad quesolamente lo expresaban abriendo la boca en señalde estupefacción. Al principio había habidoalgunos abucheos y silbidos, pero procedían sólode los miembros del Partido y pronto cesaron. Laemoción dominante era sólo la curiosidad. Losextranjeros, ya fueran de Eurasia o de AsiaOriental, eran como animales raros. No habíamanera de verlos, sino como prisioneros; e inclusocomo prisioneros no era posible verlos más queunos segundos. Tampoco se sabía qué hacían conellos aparte de los ejecutados públicamente comocriminales de guerra. Los demás se esfumaban,seguramente en los campos de trabajos forzados.Los redondos rostros mongólicos habían dejadopaso a los de tipo más europeo, sucios, barbudosy exhaustos. Por encima de los salientes pómulos,los ojos de algunos miraban a los de Winston conuna extraña intensidad y pasaban al instante. El

Page 196: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

convoy se estaba terminando. En el último camiónvio Winston a un anciano con la cara casi ocultapor una masa de cabello, muy erguido y con lospuños cruzados sobre el pecho. Daba la sensaciónde estar acostumbrado a que lo ataran. Eraimprescindible que Winston y la chica sesepararan ya. Pero en el último momento, mientrasque la multitud los seguía apretando el uno contrael otro, ella le cogió la mano y se la estrechó.

No habría durado aquello más de diezsegundos y, sin embargo, parecía que sus manoshabían estado unidas durante una eternidad. Porlo menos, tuvo Winston tiempo sobrado paraaprenderse de memoria todos los detalles deaquella mano de mujer. Exploró sus largos dedos,sus uñas bien formadas, la palma endurecida por eltrabajo con varios callos y la suavidad de la carnejunto a la muñeca. Sólo con verla la habríareconocido, entre todas las manos. En ese instantese le ocurrió que no sabía de qué color tenía ellalos ojos. Probablemente, castaños, pero tambiénes verdad que mucha gente de cabello negro tieneojos azules. Volver la cabeza y mirarla hubiera sidouna imperdonable locura. Mientras había duradoaquel apretón de manos invisible entre la presiónde tanta gente, miraban ambos impasibles adelantey Winston, en vez de los ojos de ella, contempló

Page 197: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

los del anciano prisionero que lo miraban contristeza por entre sus greñas de pelo.

Page 198: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO II

Winston emprendió la marcha por el campo. El aireparecía besar la piel. Era el segundo día de mayo.Del corazón del bosque venía el arrullo de laspalomas. Era un poco pronto. El viaje no le habíapresentado dificultades y la muchacha era tanexperimentada que le infundía a Winston una granseguridad. Confiaba en que ella sabría escoger unsitio seguro. En general, no podía decirse que seestuviera más seguro en el campo que en Londres.Desde luego, no había telepantallas, pero siemprequedaba el peligro de los micrófonos ocultos querecogían vuestra voz y la reconocían. Además, noera fácil viajar individualmente sin llamar laatención. Para distancias de menos de cienkilómetros no se exigía visar los pasaportes, pero aveces vigilaban patrullas alrededor de lasestaciones de ferrocarril y examinaban losdocumentos de todo miembro del Partido al queencontraran y le hacían difíciles preguntas. Sinembargo, Winston tuvo la suerte de no encontrarpatrullas y desde que salió de la estación seaseguró, mirando de vez en cuando cautamentehacia atrás, de que no lo seguían. El tren iba llenode proles con aire de vacaciones, quizá porque eltiempo parecía de verano. El vagón en que viajaba

Page 199: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston llevaba asientos de madera y sucompartimiento estaba ocupado casi por completocon una única familia, desde la abuela, muy vieja ysin dientes, hasta un niño de un mes. Iban a pasarla tarde con unos parientes en el campo y, como leexplicaron con toda libertad a Winston, paraadquirir un poco de mantequilla en el mercadonegro.

Por fin, llegó a la vereda que le había dicho ellay siguió por allí entre los arbustos. No tenía reloj,pero no podían ser todavía las quince. Habíatantas flores silvestres, que le era imposible nopisarlas. Se arrodilló y empezó a coger algunas, enparte por echar algún tiempo fuera y también conla vaga idea de reunir un ramillete para ofrecérseloa la muchacha. Pronto formó un gran ramo yestaba oliendo su enfermizo aroma cuando sequedó helado al oír el inconfundible crujido deunos pasos tras él sobre las ramas secas. Siguiócogiendo florecillas. Era lo mejor que podía hacer.Quizá fuese la chica, pero también pudieranhaberlo seguido. Mirar para atrás era mostrarseculpable. Todavía le dio tiempo de coger dos floresmás. Una mano se le posó levemente sobre elhombro.

Levantó la cabeza. Era la muchacha. Éstavolvió la cabeza para prevenirle de que siguiera

Page 200: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

callado, luego apartó las ramas de los arbustospara abrir paso hacia el bosque. Era evidente quehabía estado allí antes, pues sus movimientos eranlos de una persona que tiene la costumbre de irsiempre por el mismo sitio. Winston la siguió sinsoltar su ramo de flores. Su primera sensación fuede alivio, pero mientras contemplaba el cuerpofemenino, esbelto y fuerte a la vez, que se movíaante él, y se fijaba en el ancho cinturón rojo, lobastante apretado para hacer resaltar la curva desus caderas, empezó a sentir su propiainferioridad. Incluso ahora le parecía muy probableque cuando ella se volviera y lo mirara, loabandonaría. La dulzura del aire y el verdor de lashojas lo hechizaban. Ya cuando venía de laestación, el sol de mayo le había hecho sentirsesucio y gastado, una criatura de puertas adentroque llevaba pegado a la piel el polvo de Londres.Se le ocurrió pensar que hasta ahora no lo habíavisto ella de cara a plena luz. Llegaron al árbolderribado del que la joven había hablado. Estasaltó por encima del tronco y, separando lasgrandes matas que lo rodeaban, pasó a unpequeño claro. Winston, al seguirla, vio que elpequeño espacio estaba rodeado todo porarbustos y oculto por ellos. La muchacha sedetuvo y, volviéndose hacia él, le dijo:

Page 201: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Ya hemos llegado.Winston se hallaba a varios pasos de ella. Aún

no se atrevía a acercársele más.—No quise hablar en la vereda —prosiguió

ella— por si acaso había algún micrófonoescondido. No creo que lo haya, pero no esimposible. Siempre cabe la posibilidad de que unode esos cerdos te reconozcan la voz. Aquíestamos bien.

Todavía le faltaba valor a Winston paraacercarse a ella. Por eso, se limitó a repetirtontamente:

—Estamos bien aquí.—Sí. —Mira a los árboles, eran unos arbolillos

de ramas finísimas—. No hay nada lo bastantegrande para ocultar un micro. Además, ya heestado aquí antes.

Sólo hablaban. Él se había decidido ya aacercarse más a ella. Sonriente, con cierta ironía enla expresión, la joven estaba muy derecha ante élcomo preguntándose por qué tardaba tanto enempezar. El ramo de flores silvestres se había caídoal suelo. Winston le cogió la mano.

—¿Quieres creer —dijo— que hasta estemomento no sabía de qué color tienes los ojos? —Eran castaños, bastante claros, con pestañasnegras—. Ahora que me has visto a plena luz y

Page 202: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cara a cara, ¿puedes soportar mi presencia?—Sí, bastante bien.—Tengo treinta y nueve años. Estoy casado y

no me puedo librar de mi mujer. Tengo varices ycinco dientes postizos.

—Todo eso no me importa en absoluto —dijola muchacha.

Un instante después, sin saber cómo, se laencontró Winston en sus brazos. Al principio, suúnica sensación era de incredulidad. El juvenilcuerpo se apretaba contra el suyo y la masa decabello negro le daba en la cara y, aunque lepareciera increíble, le acercaba su boca y él labesaba. Sí, estaba besando aquella boca grande yroja. Ella le echó los brazos al cuello y empezó allamarle «querido, amor mío, precioso…». Winstonla tendió en el suelo. Ella no se resistió; podíahacer con ella lo que quisiera. Pero la verdad eraque no sentía ningún impulso físico, ningunasensación aparte de la del abrazo. Le dominaban laincredulidad y el orgullo. Se alegraba de que estoocurriera, pero no tenía deseo físico alguno. Erademasiado pronto. La juventud y la belleza deaquel cuerpo le habían asustado; estabademasiado acostumbrado a vivir sin mujeres.Quizá fuera por alguna de estas razones o quizápor alguna otra desconocida. La joven se levantó

Page 203: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

y se sacudió del cabello una florecilla que se lehabía quedado prendida en él. Sentóse junto a él yle rodeó la cintura con su brazo.

—No te preocupes, querido, no hay prisa.Tenemos toda la tarde. ¿Verdad que es unescondite magnífico? Me perdí una vez en unaexcursión colectiva y descubrí este lugar. Si vinieraalguien, lo oiríamos a cien metros.

—¿Cómo te llamas? —dijo Winston.—Julia. Tu nombre ya lo conozco. Winston…

Winston Smith.—¿Cómo te enteraste?—Creo que tengo más habilidad que tú para

descubrir cosas, querido. Dime, ¿qué pensaste demí antes de darte aquel papelito?

Winston no tuvo ni la menor tentación dementirle. Era una especie de ofrenda amorosaempezar confesando lo peor.

—Te odiaba. Quería abusar de ti y luegoasesinarte. Hace dos semanas pensé seriamenteromperte la cabeza con una piedra. Si quieressaberlo, te diré que te creía en relación con laPolicía del Pensamiento.

La muchacha se reía encantada, tomandoaquello como un piropo por lo bien que se habíadisfrazado.

—¡La Policía del Pensamiento!, qué

Page 204: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ocurrencias. No es posible que lo creyeras.—Bueno, quizá no fuera exactamente eso.

Pero, por tu aspecto… quizá por tu juventud y porlo saludable que eres; en fin, ya comprendes, creíque probablemente…

—Pensaste que era una excelente afiliada. Puraen palabras y en hechos. Estandartes, desfiles,consignas, excursiones colectivas y todo eso. Ycreíste que a las primeras de cambio te denunciaríacomo criminal mental y haría que te mataran.

—Sí, algo así… Ya sabes que muchas chicasson de ese modo.

—La culpa la tiene esa porquería —dijo Juliaquitándose el cinturón rojo de la liga Anti-Sex ytirándolo a una rama, donde quedó colgado.Luego, como si el tocarse la cintura le hubierarecordado algo, sacó del bolsillo de su mono unatableta de chocolate. La partió por la mitad y le dioa Winston uno de los pedazos. Antes de probarlo,ya sabía él por el olor que era un chocolate muypoco frecuente. Era oscuro y brillante, envuelto enpapel de plata. El chocolate, corrientemente, era deun color castaño claro y desmigajaba con granfacilidad; y en cuanto a su sabor, era algo así comoel del humo de la goma quemada. Pero alguna vezhabía probado chocolate como el que ella le dabaahora. Su aroma le había despertado recuerdos

Page 205: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que no podía localizar, pero que lo turbabanintensamente.

—¿Dónde encontraste esto? —dijo.—En el mercado negro —dijo ella con

indiferencia—. Yo me las arreglo bastante bien. Fuijefe de sección en los Espías. Trabajovoluntariamente tres tardes a la semana en la Ligajuvenil Anti-Sex. Me he pasado horas y horasdesfilando por Londres. Siempre soy yo la quelleva uno de los estandartes. Pongo muy buenacara y nunca intento librarme de una lata. Mi lemaes «grita siempre con los demás». Es el únicomodo de estar seguros.

El primer trocito de chocolate se le habíaderretido a Winston en la lengua. Su sabor eradelicioso. Pero le seguía rondando aquel recuerdoque no podía fijar, algo así como un objeto vistopor el rabillo del ojo. Hizo por librarse de élquedándole la sensación de que se trataba de algoque él había hecho en tiempos y que hubierapreferido no haber hecho.

—Eres muy joven —dijo—. Debes de ser unosdiez o quince años más joven que yo. ¿Qué haspodido ver en un hombre como yo que te hayaatraído?

—Algo en tu cara. Me decidí a arriesgarme.Conozco en seguida a la gente de la acera de

Page 206: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

enfrente. En cuanto te vi supe que estabas contraellos.

Ellos, por lo visto, quería decir el Partido, ysobre todo el Partido Interior, sobre el cual hablabaJulia con un odio manifiesto que intranquilizaba aWinston, aunque sabía que aquel sitio en que sehallaban era uno de los poquísimos lugares dondenada tenían que temer. Le asombraba la rudeza conque hablaba Julia. Se suponía que los miembrosdel Partido no decían palabrotas, y el propioWinston apenas las decía como no fuera entredientes. Sin embargo, Julia no podía nombrar alPartido, especialmente al Partido Interior, sin usarpalabras de esas que solían aparecer escritas contiza en los callejones solitarios. A él no ledisgustaba eso, puesto que era un síntoma de larebelión de la joven contra el Partido y susmétodos. Y semejante actitud resultaba natural ysaludable, como el estornudo de un caballo quehuele mala avena. Habían salido del claro ypaseaban por entre los arbustos. Iban cogidos dela cintura siempre que tenían sitio suficiente parapasar los dos juntos. Notó que la cintura de Juliaresultaba mucho más suave ahora que se habíaquitado el cinturón. Seguían hablando en voz muybaja. Fuera del claro, dijo Julia, era mejor ir conprudencia. Llegaron hasta la linde del bosquecillo.

Page 207: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Ella lo detuvo.—No salgas a campo abierto. Podría haber

alguien que nos viera. Estaremos mejor detrás delas ramas.

Y permanecieron a la sombra de los arbustos.La luz del sol, filtrándose por las innumerableshojas, les seguía caldeando el rostro. Winstonobservó el campo que los rodeaba y experimentó,poco a poco, la curiosa sensación de reconoceraquel lugar. Era tierra de pastos, con un senderoque la cruzaba y alguna pequeña elevación decuando en cuando. En la valla, medio rota, que seveía al otro lado, se divisaban las ramas de unosolmos que se balanceaban con la brisa, y sushojas se movían en densas masas como cabellerasfemeninas. Seguramente por allí cerca, pero fuerade su vista, habría un arroyuelo.

—¿No hay por aquí cerca un arroyo? —murmuró.

—Sí lo hay. Está al borde del terrenocolindante con éste. Hay peces, muy grandes porcierto. Se puede verlos en las charcas que seforman bajo los sauces.

—Es el País Dorado… casi —murmuró.—¿El País Dorado?—No tiene importancia. Es un paisaje que he

visto algunas veces en sueños.

Page 208: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—¡Mira! —susurró Julia.Un pájaro se había movido en una rama a unos

cinco metros de ellos y casi al nivel de sus caras.Quizá no los hubiera visto. Estaba en el sol y ellosa la sombra. Extendió las alas, volvió acolocárselas cuidadosamente en su sitio, inclinó lacabecita un momento, como si saludararespetuosamente al sol y empezó a cantartorrencialmente. En el silencio de la tarde,sobrecogía el volumen de aquel sonido. Winston yJulia se abrazaron fascinados. La música del avecontinuó, minuto tras minuto, con asombrosasvariaciones y sin repetirse nunca, casi como siestuviera demostrando a propósito suvirtuosismo. A veces se detenía unos segundos,extendía y recogía sus alas, luego hinchaba supecho moteado y empezaba de nuevo suconcierto. Winston lo contemplaba con un vagorespeto. ¿Para quién, para qué cantaba aquelpájaro? No tenía pareja ni rival que locontemplaran. ¿Qué le impulsaba a estarse allí, alborde del bosque solitario, regalándole su músicaal vacío? Se preguntó si no habría algún micrófonoescondido allí cerca. Julia y él habían hablado sóloen murmullo, y ningún aparato podría registrar loque ellos habían dicho, pero sí el canto del pájaro.Quizás al otro extremo del instrumento algún

Page 209: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hombrecillo mecanizado estuviera escuchando contoda atención; sí, escuchando aquello.Gradualmente la música del ave fue despertandoen él sus pensamientos. Era como un líquido quesaliera y se mezclara con la luz del sol, que sefiltraba por entre hojas. Dejó de pensar y se limitóa sentir. La cintura de la muchacha bajo su brazoera suave y cálida. Le dio la vuelta hasta quedarabrazados cara a cara. El cuerpo de Julia parecíafundirse con el suyo. Donde quiera que tocaransus manos, cedía todo como si fuera agua. Susbocas se unieron con besos muy distintos de losduros besos que se habían dado antes. Cuandovolvieron a apartar sus rostros, suspiraron ambosprofundamente.

El pájaro se asustó y salió volando con unaleteo alarmado.

Rápidamente, sin poder evitar el crujido de lasramas bajo sus pies, regresaron al claro. Cuandoestuvieron ya en su refugio, se volvió Julia haciaél y lo miró fijamente. Los dos respirabanpesadamente, pero la sonrisa había desaparecidoen las comisuras de sus labios. Estaban de pie yella lo miró por un instante y luego tanteó lacremallera de su mono con las manos. ¡Sí! ¡Fuecasi como en un sueño! Casi tan velozmente comoél se lo había imaginado, ella se arrancó la ropa y

Page 210: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuando la tiró a un lado fue con el mismomagnífico gesto con el cual toda una civilizaciónparecía amilanarse. Su blanco cuerpo brillaba alsol. Por un momento él no miró su cuerpo. Susojos habían buscado ancoraje en el pecoso rostrocon su débil y franca sonrisa. Se arrodilló ante ellay tomó sus manos entre las suyas.

—¿Has hecho esto antes?—Claro. Cientos de veces. Bueno, muchas

veces.—¿Con miembros del Partido?—Sí, siempre con miembros del Partido.—¿Con miembros del Partido del Interior?—No, con esos cerdos no. Pero muchos lo

harían si pudieran. No son tan sagrados comopretenden.

Su corazón dio un salto. Lo había hechomuchas veces. Todo lo que oliera a corrupción lellenaba de una esperanza salvaje. Quién sabe, talvez el Partido estaba podrido bajo la superficie, suculto de fuerza y autocontrol no era más que unatrampa tapando la iniquidad. Si hubiera podidocontagiarlos a todos con la lepra o la sífilis, ¡conqué alegría lo hubiera hecho! Cualquier cosa contal de podrir, de debilitar, de minar.

La atrajo hacia sí, de modo que quedaron derodillas frente a frente.

Page 211: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Oye, cuantos más hombres hayas tenidomás te quiero yo. ¿Lo comprendes?

—Sí, perfectamente.—Odio la pureza, odio la bondad. No quiero

que exista ninguna virtud en ninguna parte. Quieroque todo el mundo esté corrompido hasta loshuesos.

—Pues bien, debe irte bien, cariño. Estoycorrompida hasta los huesos.

—¿Te gusta hacer esto? No quiero decirsimplemente yo, me refiero a la cosa en sí.

—Lo adoro.Esto era sobre todas las cosas lo que quería

oír. No simplemente el amor por una persona sinoel instinto animal, el simple indiferenciado deseo.Ésta era la fuerza que destruiría al Partido. Laempujó contra la hierba entre las campanillasazules. Esta vez no hubo dificultad. El movimientode sus pechos fue bajando hasta la velocidadnormal y con un movimiento de desamparo sefueron separando. El sol parecía haberintensificado su calor. Los dos estabanadormilados. Él alcanzó su desechado mono y lacubrió parcialmente.

Al poco tiempo se durmieron profundamente.Al cabo de media hora se despertó Winston. Seincorporó y contempló a Julia, que seguía

Page 212: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

durmiendo tranquilamente con su cara pecosa enla palma de la mano. Aparte de la boca, susfacciones no eran hermosas. Si se miraba conatención, se descubrían unas pequeñas arrugas entorno a los ojos. El cabello negro y corto eraextraordinariamente abundante y suave. Pensóentonces que todavía ignoraba el apellido y eldomicilio de ella.

Este cuerpo joven y vigoroso, desamparadoahora en el sueño, despertó en él un compasivo yprotector sentimiento. Pero la ternura que habíasentido mientras escuchaba el canto del pájarohabía desaparecido ya. Le apartó el mono a unlado y estudió su cadera. En los viejos tiempos,pensó, un hombre miraba el cuerpo de unamuchacha y veía que era deseable y aquí seacababa la historia. Pero ahora no se podía sentiramor puro o deseo puro. Ninguna emoción erapura porque todo estaba mezclado con el miedo yel odio. Su abrazo había sido una batalla, el clímaxuna victoria. Era un golpe contra el Partido. Era unacto político.

Page 213: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO III

—Podemos volver a este sitio —propuso Julia—. En general, puede emplearse dos veces elmismo escondite con tal de que se deje pasar unoo dos meses.

En cuanto se despertó, la conducta de Juliahabía cambiado. Tenía ya un aire prevenido y frío.Se vistió, se puso el cinturón rojo y empezó aplanear el viaje de regreso. A Winston le parecíanatural que ella se encargara de esto.Evidentemente poseía una habilidad para todo lopráctico que Winston carecía y también parecíatener un conocimiento completo del campo querodeaba a Londres. Lo había aprendido a fuerza detomar parte en excursiones colectivas. La ruta quele señaló era por completo distinta de la que élhabía seguido al venir, y le conducía a otraestación. «Nunca hay que regresar por el mismocamino de ida», sentenció ella, como si expresaraun importante principio general. Ella partiría antesy Winston esperaría media hora para emprender lamarcha a su vez.

Había nombrado Julia un sitio donde podíanencontrarse, después de trabajar, cuatro días mástarde. Era una calle en uno de los barrios máspobres donde había un mercado con mucha gente

Page 214: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

y ruido. Estaría por allí, entre los puestos, como sibuscara cordones para los zapatos o hilo de coser.Si le parecía que no había peligro se llevaría elpañuelo a la nariz cuando se acercara Winston. Encaso contrario, sacaría el pañuelo. Él pasaría a sulado sin mirarla. Pero con un poco de suerte, enmedio de aquel gentío podrían hablar tranquilosdurante un cuarto de hora y ponerse de acuerdopara otra cita.

—Ahora tengo que irme —dijo la muchacha encuanto vio que él se había enterado bien de susinstrucciones—. Debo estar de vuelta a lasdiecinueve treinta. Tengo que dedicarme doshoras a la Liga Anti-Sex repartiendo folletos o algopor el estilo. ¿Verdad que es un asco? Sacúdemecon las manos. ¿Estás seguro de que no tengobriznas en el cabello? ¡Bueno, adiós, amor mío;adiós!

Se arrojó en sus brazos, lo besó casiviolentamente, poco después desaparecía por elbosque sin hacer apenas ruido. Incluso ahoraseguía sin saber cómo se llamaba de apellido nidónde vivía. Sin embargo, era igual, pues resultabainconcebible que pudieran citarse en un lugarcerrado o escribirse. Nunca volvieron albosquecillo. Durante el mes de marzo sólotuvieron una ocasión de estar juntos de aquella

Page 215: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

manera. Fue en otro escondite que conocía Julia, elcampanario de una ruinosa iglesia en una zonacasi desierta donde una bomba atómica habíacaído treinta años antes. Era un buen esconditeuna vez que se llegaba allí, pero era muy peligrosoel viaje. Aparte de eso, se vieron por las calles enun sitio diferente cada tarde y nunca más de mediahora cada vez. En la calle era posible hablarse decierta manera mezclados con la multitud, juntos,pero dando la impresión de que era el movimientode la masa lo que les hacía estar tan cerca yteniendo buen cuidado de no mirarse nunca,podían sostener una curiosa e intermitenteconversación que se encendía y apagaba como losrayos de luz de un faro. En cuanto se aproximabaun uniforme del Partido o caían cerca de unatelepantalla, se callaban inmediatamente. Yreanudaban conversación minutos después,empezando a la mitad de una frase que habíandejado sin terminar, y luego volvían a cortar enseco cuando les llegaba el momento de separarse.Y al día siguiente seguían hablando sin máspreliminares. Julia parecía estar muy acostumbradaa esta clase de conversación, que ella llamaba«hablar por folletones». Tenía además unasorprendente habilidad para hablar sin mover loslabios. Una sola vez en un mes de encuentros

Page 216: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nocturnos consiguieron darse un beso. Pasabanen silencio por una calle. Julia nunca hablabacuando estaban lejos de las calles principales y enese momento oyeron un ruido ensordecedor, latierra tembló y se oscureció la atmósfera. Winstonse encontró tendido al lado de Julia —magullado— con un terrible pánico. Una bomba cohete habíaestallado muy cerca. De pronto se dio cuenta deque tenía junto a la suya la cara de Julia. Estabapalidísima, hasta los labios los tenía blancos. Noera palidez, sino una blancura de sal. Winstoncreyó que estaba muerta. La abrazó en el suelo yse sorprendió de estar besando un rostro vivo ycálido. Es que se le había llenado la cara del yesopulverizado por la explosión. Tenía la caracompletamente blanca.

Algunas tardes, a última hora, llegaban al sitioconvenido y tenían que andar a cierta distanciauno del otro sin dar la menor señal de reconocerseporque había aparecido una patrulla por unaesquina o volaba sobre ellos un autogiro. Aunquehubiera sido menos peligroso verse, siemprehabrían tenido la dificultad del tiempo. Winstontrabajaba sesenta horas a la semana y Julia todavíamás. Los días libres de ambos variaban según lasnecesidades del trabajo y no solían coincidir.Desde luego, Julia tenía muy pocas veces una

Page 217: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

tarde libre por completo. Pasaba muchísimo tiempoasistiendo a conferencias y manifestaciones,distribuyendo propaganda para la Liga juvenilAnti-Sex, preparando banderas y estandartes parala Semana del Odio, recogiendo dinero para laCampaña del Ahorro y en actividades semejantes.Aseguraba que merecía la pena darse ese trabajosuplementario; era un camuflaje. Si se observabanlas pequeñas reglas se podían infringir lasgrandes. Julia indujo a Winston a que dedicaraotra de sus tardes como voluntario en lafabricación de municiones como solían hacer losmás entusiastas miembros del Partido. De maneraque una tarde cada semana se pasaba Winstoncuatro horas de aburrimiento insoportableatornillando dos pedacitos de metal queprobablemente formaban parte de una bomba. Estetrabajo en serie lo realizaban en un taller donde losmartillazos se mezclaban espantosamente con lamúsica de la telepantalla. El taller estaba lleno decorrientes de aire y muy mal iluminado.

Cuando se reunieron en las ruinas delcampanario llenaron todos los huecos de susconversaciones anteriores. Era una tardeachicharrante. El aire del pequeño espacio sobrelas campanas era ardiente e irrespirable y olía deun modo insoportable a palomar. Allí

Page 218: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

permanecieron varias horas, sentados en elpolvoriento suelo, levantándose de cuando encuando uno de ellos para asomarsecautelosamente y asegurarse de que no seacercaba nadie.

Julia tenía veintiséis años. Vivía en una especiede hotel con otras treinta muchachas («¡Siempre elhedor de las mujeres! ¡Cómo las odio!», comentó)y trabajaba, como él había adivinado, en lasmáquinas que fabricaban novelas en eldepartamento dedicado a ello. Le distraía sutrabajo, que consistía principalmente en manejarun motor eléctrico poderoso, pero lleno deresabios. No era una mujer muy lista —según supropio juicio—, pero manejaba hábilmente lasmáquinas. Sabía todo el procedimiento parafabricar una novela, desde las directrices generalesdel Comité Inventor hasta los toques finales quedaba la Brigada de Repaso. Pero no le interesaba elproducto terminado. No le interesaba leer.Consideraba los libros como una mercancía, algoasí como la mermelada o los cordones para loszapatos.

Julia no recordaba nada anterior a los añossesenta y tantos y la única persona que habíaconocido que le hablase de los tiempos anterioresa la Revolución era un abuelo que había

Page 219: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

desaparecido cuando ella tenía ocho años. En laescuela había sido capitana del equipo de hockeyy había ganado durante dos años seguidos eltrofeo de gimnasia. Fue jefe de sección en losEspías y secretaria de una rama de la Liga de lajuventud antes de afiliarse a la Liga juvenil Anti-Sex. Siempre había sido considerada como personade absoluta confianza. Incluso (y esto era señalinfalible de buena reputación) la habían elegidopara trabajar en Pornosec, la subsección delDepartamento de Novela encargada de fabricarpornografía barata para los proles. Allí habíatrabajado un año entero ayudando a la producciónde libritos que se enviaban en paquetes sellados yque llevaban títulos como Historias deliciosas, oUna noche en un colegio de chicas, quecompraban furtivamente los jóvenes proletarios,con lo cual se les daba la impresión de queadquirían una mercancía ilegal.

—¿Cómo son esos libros? —le preguntóWinston por curiosidad.

—Pues una porquería. Son de lo más aburrido.Hay sólo seis argumentos. Yo trabajabaúnicamente en los calidoscopios. Nunca llegué aformar parte de la Brigada de Repaso. No tengodisposiciones para la literatura. Sí, querido, nisiquiera sirvo para eso.

Page 220: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston se enteró con asombro de que en laPornosec, excepto el jefe, no había más que chicas.Dominaba la teoría de que los hombres, por sermenos capaces que las mujeres de dominar suinstinto sexual, se hallaban en mayor peligro de sercorrompidos por las suciedades que pasaban porsus manos.

—Ni siquiera permiten trabajar allí a las mujerescasadas —añadió—. Se supone que las chicassolteras son siempre muy puras. Aquí tienes por lopronto una que no lo es.

Julia había tenido su primer asunto amoroso alos dieciséis años con un miembro del Partido desesenta años, que después se suicidó para evitarque lo detuvieran. «Fue una gran cosa —dijo Julia—, porque, si no, mi nombre se habría descubiertoal confesar él». Desde entonces se habíansucedido varios otros. Para ella la vida era muysencilla. Una lo quería pasar bien; ellos —es decir,el Partido— trataban de evitarlo por todos losmedios; y una procuraba burlar las prohibicionesde la mejor manera posible. A Julia le parecía muynatural que ellos le quisieran evitar el placer y queella por su parte quisiera librarse de que ladetuvieran. Odiaba al Partido y lo decía con lasmás terribles palabrotas, pero no era capaz dehacer una crítica seria de lo que el Partido

Page 221: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

representaba. No atacaba más que la parte de ladoctrina del Partido que rozaba con su vida.Winston notó que Julia no usaba nunca palabrasde neolengua excepto las que habían pasado alhabla corriente. Nunca había oído hablar de laHermandad y se negó a creer en su existencia.Creía estúpido pensar en una sublevación contrael Partido. Cualquier intento en este sentido teníaque fracasar. Lo inteligente le parecía burlar lasnormas y seguir viviendo a pesar de ello. Sepreguntaba cuántas habría como ella en lageneración más joven, mujeres educadas en elmundo de la revolución, que no habían oído hablarde nada más, aceptando al Partido como algo deimposible modificación —algo así como el cielo—y que sin rebelarse contra la autoridad estatal laeludían lo mismo que un conejo puede escapar deun perro.

Entre Winston y Julia no se planteó laposibilidad de casarse. Había demasiadasdificultades para ello. No merecía la pena perdertiempo pensando en esto. Ningún comité deOceanía autorizaría este casamiento, incluso siWinston hubiera podido librarse de su esposaKatharine.

—¿Cómo era tu mujer?—Era…, ¿conoces la palabra piensabien, es

Page 222: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

decir, ortodoxa por naturaleza, incapaz de un malpensamiento?

—No, no conozco esa palabra, pero sí la clasede persona a que te refieres.

Winston empezó a contarle la historia de suvida conyugal, pero Julia parecía saber ya todo loesencial de este asunto. Con Julia no le importabahablar de esas cosas. Katharine había dejado deser para él un penoso recuerdo, convirtiéndose enun recuerdo molesto.

—Lo habría soportado si no hubiera sido poruna cosa —añadió. Y le contó la pequeñaceremonia frígida que Katharine le había obligadoa celebrar la misma noche cada semana. Lerepugnaba, pero por nada del mundo lo habríadejado de hacer—. No te puedes figurar cómo lellamaba a aquello.

—«Nuestro deber para con el Partido» —dijoJulia inmediatamente.

—¿Cómo lo sabías?—Querido, también yo he estado en la escuela.

A las mayores de dieciséis años les danconferencias sobre temas sexuales una vez al mes.Y luego, en el Movimiento juvenil, no dejan degrabarle a una esas estupideces en la cabeza. Enmuchísimos casos da resultado. Claro que nuncase tiene la seguridad porque la gente es tan

Page 223: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hipócrita…Y Julia se extendió sobre este asunto. Ella lo

refería todo a su propia sexualidad. A diferencia deWinston, entendía perfectamente lo que el Partidose proponía con su puritanismo sexual. Lo másimportante era que la represión sexual conducía ala histeria, lo cual era deseable ya que se podíatransformar en una fiebre guerrera y en adoracióndel líder. Ella lo explicaba así: «Cuando haces elamor gastas energías y después te sientes feliz yno te importa nada». No pueden soportar que tesientas así. Quieren que estés a punto de estallarde energía todo el tiempo. Todas estas marchasarriba y abajo vitoreando y agitando banderas noes más que sexo agriado. Si eres feliz dentro de timismo, ¿por qué te ibas a excitar por el GranHermano y el Plan Trienal y los Dos Minutos deOdio y todo el resto de sus porquerías?

Esto era cierto, pensó él. Había una conexióndirecta entre la castidad y la ortodoxia política.¿Cómo iban a mantenerse vivos el miedo y el odioy la insensata incredulidad que el Partidonecesitaba si no se embotellaba algún instintopoderoso para usarlo después como combustible?El instinto sexual era peligroso para el Partido yéste lo había utilizado en provecho propio. Habíanhecho algo parecido con el instinto familiar. La

Page 224: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

familia no podía ser abolida; es más, se animaba ala gente a que amase a sus hijos casi al estiloantiguo. Pero, por otra parte, los hijos eranenfrentados sistemáticamente contra sus padres yse les enseñaba a espiarles y a denunciar susDesviaciones. La familia se había convertido enuna ampliación de la Policía del Pensamiento. Eraun recurso por medio del cual todos se hallabanrodeados noche y día por delatores que lesconocían íntimamente.

De pronto se puso a pensar otra vez enKatharine. Ésta lo habría denunciado a la P. del P.con toda seguridad si no hubiera sido demasiadotonta para descubrir lo herético de sus opiniones.Pero lo que se la hacía recordar en este momentoera el agobiante calor de la tarde, que le hacíasudar. Empezó a contarle a Julia algo que habíaocurrido, o mejor dicho, que había dejado deocurrir en otra tarde tan calurosa como aquélla,once años antes. Katharine y Winston se habíanextraviado durante una de aquellas excursionescolectivas que organizaba el Partido. Ibanretrasados y por equivocación doblaron por uncamino que los condujo rápidamente a un lugarsolitario. Estaban al borde de un precipicio. Nadiehabía allí para preguntarle. En cuanto se dieroncuenta de que se habían perdido, Katharine

Page 225: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

empezó a ponerse nerviosa. Hallarse alejada de laruidosa multitud de excursionistas, aunque sólofuese durante un momento, le producía un fuertesentido de culpabilidad. Quería volverinmediatamente por el camino que habían tomadopor error y empezar a buscar en la direccióncontraria. Pero en aquel momento Winstondescubrió unas plantas que le llamaron laatención. Nunca había visto nada parecido, yllamó a Katharine para que las viera.

—¡Mira, Katharine; mira esas flores! Allí, alfondo; ¿ves que son de dos colores diferentes?

Ella había empezado ya a alejarse, pero seacercó un momento, a cada instante másintranquila. Incluso se inclinó sobre el precipiciopara ver donde señalaba Winston. Él estaba unpoco más atrás y le puso la mano en la cintura parasostenerla. No había nadie en toda la extensiónque se abarcaba con la vista, no se movía ni unahoja y ningún pájaro daba señales de presencia.Entonces pensó Winston que estabancompletamente solos y que en un sitio como aquélhabía muy pocas probabilidades de que tuvieranescondido un micrófono, e incluso si lo había, sólopodría captar sonidos. Era la hora más cálida ysoñolienta de la tarde. El sol deslumbraba y elsudor perlaba la cara de Winston. Entonces se le

Page 226: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ocurrió que…—¿Por qué no le diste un buen empujón? —

dijo Julia—. Yo lo habría hecho.—Sí, querida; yo también lo habría hecho si

hubiera sido la misma persona que ahora soy.Bueno, no estoy seguro…

—¿Lamentas ahora haber desperdiciado laocasión?

—Sí. En realidad me arrepiento de ello.Estaban sentados muy juntos en el suelo. Él la

apretó más contra sí. La cabeza de ella descansabaen el hombro de él y el agradable olor de sucabello dominaba el desagradable hedor a palomar.Pensó Winston que Julia era muy joven, queesperaba todavía bastante de la vida y por tantono podía comprender que empujar a una personamolesta por un precipicio no resuelve nada.

—Habría sido lo mismo —dijo.—Entonces, ¿por qué dices que sientes no

haberlo hecho?—Sólo porque prefiero lo positivo a lo

negativo. Pero en este juego que estamos jugandono podemos ganar. Unas clases de fracaso sonquizá mejores que otras, eso es todo.

Notó que los hombros de ella se movíandisconformes. Julia siempre lo contradecía cuandoél opinaba en este sentido. No estaba dispuesta a

Page 227: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

aceptar como ley natural que el individuo estásiempre vencido. En cierto modo comprendía quetambién ella estaba condenada de antemano y quemás pronto o más tarde la Policía del Pensamientola detendría y la mataría; pero otra parte de sucerebro creía firmemente que cabía la posibilidadde construirse un mundo secreto donde vivir agusto. Sólo se necesitaba suerte, astucia yaudacia. No comprendía que la felicidad era unmito, que la única victoria posible estaba en unlejano futuro mucho después de la muerte, y quedesde el momento en que mentalmente ledeclaraba una persona la guerra al Partido, leconvenía considerarse como un cadáverambulante.

—Los muertos somos nosotros —dijoWinston.

—Todavía no hemos muerto —replicó Juliaprosaicamente.

—Físicamente, todavía no. Pero es cuestión deseis meses, un año o quizá cinco. Le temo a lamuerte. Tú eres joven y por eso mismo quizá letemas a la muerte más que yo. Naturalmente,haremos todo lo posible por evitarla lo más quepodamos. Pero la diferencia es insignificante.Mientras que los seres humanos sigan siendohumanos, la muerte y la vida vienen a ser lo

Page 228: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mismo.—Oh, tonterías. ¿Qué preferirías: dormir

conmigo o con un esqueleto? ¿No disfrutas deestar vivo? ¿No te gusta sentir: esto soy yo, éstaes mi mano, esto mi pierna, soy real, sólida, estoyviva?… ¿No te gusta?

Ella se dio la vuelta y apretó su pecho contraél. Podía sentir sus senos, maduros pero firmes, através de su mono. Su cuerpo parecía traspasar sujuventud y vigor hacia él.

—Sí, me gusta —dijo Winston.—No hablemos más de la muerte. Y ahora

escucha, querido; tenemos que fijar la próxima cita.Si te parece bien, podemos volver a aquel sitio delbosque. Ya hace mucho tiempo que fuimos. Bastacon que vayas por un camino distinto. Lo tengotodo preparado. Tomas el tren… Pero lo mejor seráque te lo dibuje aquí.

Y tan práctica como siempre amasó primero uncuadrito de polvo y con una ramita de un nido depalomas empezó a dibujar un mapa sobre el suelo.

Page 229: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO IV

Winston examinó la pequeña habitación en latienda del señor Charrington, junto a la ventana, laenorme cama estaba preparada con viejas mantasy una colcha raquítica. El antiguo reloj, en cuyaesfera se marcaban las doce horas, seguía con sutic-tac sobre la repisa de la chimenea. En unrincón, sobre la mesita, el pisapapeles de cristalque había comprado en su visita anterior brillabasuavemente en la semioscuridad.

En el hogar de la chimenea había unadesvencijada estufa de petróleo, una sartén y doscopas, todo ello proporcionado por el señorCharrington. Winston puso un poco de agua ahervir. Había traído un sobre lleno de café de laVictoria y algunas pastillas de sacarina. Lasmanecillas del reloj marcaban las siete y veinte;pero en realidad eran las diecinueve veinte.

Julia llegaría a las diecinueve treinta.El corazón le decía a Winston que todo esto

era una locura; sí, una locura consciente y suicida.De todos los crímenes que un miembro del Partidopodía cometer, éste era el de más imposibleocultación. La idea había flotado en su cabeza enforma de una visión del pisapapeles de cristalreflejado en la brillante superficie de la mesita.

Page 230: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Como él lo había previsto, el señor Charrington noopuso ninguna dificultad para alquilarle lahabitación. Se alegraba, por lo visto, de los dólaresque aquello le proporcionaría. Tampoco parecíaofenderse, ni inclinado a hacer preguntasindiscretas al quedar bien claro que Winstondeseaba la habitación para un asunto amoroso. Alcontrario, se mantenía siempre a una discretadistancia y con un aire tan delicado que daba laimpresión de haberse hecho invisible en parte.Decía que la intimidad era una cosa de valorinapreciable. Que todo el mundo necesitaba unsitio donde poder estar solo de vez en cuando. Yuna vez que lo hubiera logrado, era de elementalcortesía, en cualquier otra persona que conocieraeste refugio, no contárselo a nadie. Y parasubrayar en la práctica su teoría, casi desaparecía,añadiendo que la casa tenía dos entradas, una delas cuales daba al patio trasero que tenía unasalida a un callejón.

Alguien cantaba bajo la ventana. Winston seasomó por detrás de los visillos. El sol de junioestaba aún muy alto y en el patio central unamonstruosa mujer sólida como una columnanormanda, con antebrazos de un color morenorojizo, y un delantal atado a la cintura, iba y veníacontinuamente desde el barreño donde tenía la

Page 231: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ropa lavada hasta el fregadero, colgando cada vezunos pañitos cuadrados que Winston reconociócomo pañales. Cuando la boca de la mujer noestaba impedida por pinzas para tender, cantabacon poderosa voz de contralto:

Era sólo una ilusión sin esperanzaque pasó como un día de abril;pero aquella mirada, aquella palabray los ensueños que despertaronme robaron el corazón.

Esta canción obsesionaba a Londres desdehacía muchas semanas. Era una de lasproducciones de una subsección delDepartamento de Música con destino a los proles.La letra de estas canciones se componía sinintervención humana en absoluto, valiéndose deun instrumento llamado «versificador». Pero lamujer la cantaba con tan buen oído que el horriblesonsonete se había convertido en unos sonidoscasi agradables. Winston oía la voz de la mujer, elruido de sus zapatos sobre el empedrado del patio,los gritos de los niños en la calle, y a ciertadistancia, muy débilmente, el zumbido del tráfico, ysin embargo su habitación parecíaimpresionantemente silenciosa gracias a la

Page 232: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ausencia de telepantalla.«¡Qué locura! ¡Qué locura!», pensó Winston.

Era inconcebible que Julia y él pudieran frecuentareste sitio más de unas semanas sin que loscazaran. Pero la tentación de disponer de unescondite verdaderamente suyo bajo techo y enun sitio bastante cercano al lugar de trabajo, habíasido demasiado fuerte para él. Durante algúntiempo después de su visita al campanario leshabía sido por completo imposible arreglarninguna cita. Las horas de trabajo habíanaumentado implacablemente en preparación de laSemana del Odio. Faltaba todavía más de un mes,pero los enormes y complejos preparativoscargaban de trabajo a todos los miembros delPartido. Por fin, ambos pudieron tener la mismatarde libre. Estaban ya de acuerdo en volver averse en el claro del bosque. La tarde anterior secruzaron en la calle. Como de costumbre, Winstonno miró directamente a Julia y ambos se sumaron auna masa de gente que empujaba en determinadadirección. Winston se fue acercando a ella.Mirándola con el rabillo del ojo notó en seguidaque estaba más pálida que de costumbre.

—Lo de mañana es imposible —murmuró Juliaen cuanto creyó prudente poder hablar.

—¿Qué?

Page 233: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Que mañana no podré ir.La primera reacción de Winston fue de violenta

irritación. Durante el mes que la había conocido lanaturaleza de su deseo por ella había cambiado. Alprincipio había habido muy poca sensualidad real.Su primer encuentro amoroso había sido un actode voluntad. Pero después de la segunda vezhabía sido distinto. El olor de su pelo, el sabor desu boca, el tacto de su piel parecían habérselemetido dentro o estar en el aire que lo rodeaba. Sehabía convertido en una necesidad física, algo queno solamente quería sino sobre lo que a la veztenía derecho. Cuando ella dijo que no podía venir,había sentido como si lo estafaran. Pero en aquelmomento la multitud los aplastó el uno contra elotro y sus manos se unieron y ella le acarició losdedos de un modo que no despertaba su deseo,sino su afecto. Una honda ternura, que no habíasentido hasta entonces por ella, se apoderósúbitamente de él. Le hubiera gustado en aquelmomento llevar ya diez años casado con Julia.Deseaba intensamente poderse pasear con ella porlas calles, pero no como ahora lo hacía, sinoabiertamente, sin miedo alguno, hablandotrivialidades y comprando los pequeños objetosnecesarios para la casa. Deseaba sobre todo vivircon ella en un sitio tranquilo sin sentirse obligado

Page 234: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

a acostarse cada vez que conseguían reunirse. Nofue en aquella ocasión precisamente, sino al díasiguiente, cuando se le ocurrió la idea de alquilar lahabitación del señor Charrington. Cuando se lopropuso a Julia, ésta aceptó inmediatamente.Ambos sabían que era una locura. Era como siavanzaran a propósito hacia sus tumbas. Mientrasla esperaba sentado al borde de la cama volvió apensar en los sótanos del Ministerio del Amor. Eranotable cómo entraba y salía en la conciencia detodos aquel predestinado horror. Allí estaba,clavado en el futuro, precediendo a la muerte contanta inevitabilidad como el 99 precede al 100. Nose podía evitar, pero quizá se pudiera aplazar. Y sinembargo, de cuando en cuando, por un conscienteacto de voluntad se decidía uno a acortar elintervalo, a precipitar la llegada de la tragedia.

En este momento sintió Winston unos pasosrápidos en la escalera. Julia irrumpió en lahabitación. Llevaba una bolsa de lona oscura ybasta como la que solía llevar al Ministerio.Winston le tendió los brazos, pero ella apartósenerviosa, en parte porque le estorbaba la bolsallena de herramientas.

—Un momento —dijo—. Deja que te enseñe loque traigo. ¿Trajiste ese asqueroso café de laVictoria? Ya me lo figuré. Puedes tirarlo porque no

Page 235: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

lo necesitaremos. Mira.Se arrodilló, tiró al suelo la bolsa abierta y de

ella salieron varias herramientas, entre ellas undestornillador, pero debajo venían varios paquetesde papel. El primero que cogió Winston le produjouna sensación familiar y a la vez extraña. Estaballeno de algo arenoso, pesado, que cedía dondequiera que se le tocaba.

—No será azúcar, ¿verdad? —dijo, asombrado.—Azúcar de verdad. No sacarina, sino

verdadera azúcar. Y aquí tienes un magnífico panblanco, no esas porquerías que nos dan, y un botede mermelada. Y aquí tienes un bote de lechecondensada. Pero fíjate en esto; estoyorgullosísima de haberlo conseguido. Tuve queenvolverlo con tela de saco para que no seconociera, porque…

Pero no necesitaba explicarle por qué lo habíaenvuelto con tanto cuidado. El aroma quedespedía aquello llenaba la habitación, un olorexquisito que parecía emanado de su primerainfancia, el olor que sólo se percibía ya de vez encuando al pasar por un corredor y antes de que lecerraran a uno la puerta violentamente, ese olorque se difundía misteriosamente por una calle llenade gente y que desaparecía al instante.

—Es café —murmuró Winston—; café de

Page 236: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

verdad.—Es café del Partido Interior. ¡Un kilo! —dijo

Julia.—¿Cómo te las arreglaste para conseguir todo

esto?—Son provisiones del Partido Interior. Esos

cerdos no se privan de nada. Pero, claro está, loscamareros, las criadas y la gente que los rodeacogen cosas de vez en cuando. Y… mira: tambiénte traigo un paquetito de té.

Winston se había sentado junto a ella en elsuelo. Abrió un pico del paquete y lo olió.

—Es té auténtico.—Últimamente ha habido mucho té. Han

conquistado la India o algo así —dijo Juliavagamente—. Pero escucha, querido: quiero quete vuelvas de espalda unos minutos. Siéntate en ellado de allá de la cama. No te acerques demasiadoa la ventana. Y no te vuelvas hasta que te lo diga.

Winston la obedeció y se puso a mirarabstraído por los visillos de muselina. Abajo en elpatio la mujer de los rojos antebrazos seguíayendo y viniendo entre el lavadero y el tendedero.Se quitó dos pinzas más de la boca y cantó conmucho sentimiento:

Dicen que el tiempo lo cura todo,

Page 237: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

dicen que siempre se olvida,pero las sonrisas y lágrimasa lo largo de los años,me retuercen el corazón.

Por lo visto se sabía la canción de memoria. Suvoz subía a la habitación en el cálido aire estival,bastante armoniosa y cargada de una especie defeliz melancolía. Se tenía la sensación de que esamujer habría sido perfectamente feliz si la tarde dejunio no hubiera terminado nunca y la ropa lavadapara tender no se hubiera agotado; le habríagustado estarse allí mil años tendiendo pañales ycantando tonterías. Le parecía muy curioso aWinston no haber oído nunca a un miembro delPartido cantando espontáneamente y en soledad.Habría parecido una herejía política, unaexcentricidad peligrosa, algo así como hablarconsigo mismo. Quizá la gente sólo cantaracuando estuviera a punto de morirse de hambre.

—Ya puedes volverte —dijo Julia.Se dio la vuelta y por un segundo casi no la

reconoció. Había esperado verla desnuda. Pero nolo estaba. La transformación había sido muchomayor. Se había pintado la cara. Debía de habercomprado el maquillaje en alguna tienda de losbarrios proletarios. Tenía los labios de un rojo

Page 238: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

intenso, las mejillas rosadas y la nariz con polvos.Incluso se había dado un toquecito debajo de losojos para hacer resaltar su brillantez. No se habíapintado muy bien, pero Winston entendía poco deesto. Nunca había visto ni se había atrevido aimaginar a una mujer del Partido con cosméticosen la cara. Era sorprendente el cambio tanfavorable que había experimentado el rostro deJulia. Con unos cuantos toques de color en lossitios adecuados, no sólo estaba mucho másbonita, sino, lo que era más importante,infinitamente más femenina. Su cabello corto y sumono juvenil de chico realzaban aún más esteefecto. Al abrazarla sintió Winston un perfume avioletas sintéticas. Recordó entonces lasemioscuridad de una cocina en un sótano y laboca negra cavernosa de una mujer. Era elmismísimo perfume que aquélla había usado, peroa Winston no le importaba esto por lo pronto.

—¡También perfume! —dijo.—Sí, querido; también me he puesto perfume.

¿Y sabes lo que voy a hacer ahora? Voy abuscarme en donde sea un verdadero vestido demujer y me lo pondré en vez de estos asquerosospantalones. ¡Llevaré medias de seda y zapatos detacón alto! Estoy dispuesta a ser en estahabitación una mujer y no una camarada del

Page 239: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Partido.Se sacaron las ropas y se subieron a la gran

cama de caoba. Era la primera vez que él sedesnudaba por completo en su presencia. Hastaahora había tenido demasiada vergüenza de supálido y delgado cuerpo, con las varicessaliéndose en las pantorrillas y el trozodescolorido justo encima de su tobillo. No habíasábanas pero la manta sobre la que estabanechados estaba gastada y era suave, y el tamaño ylo blando de la cama los tenía asombrados.

—Seguro que está llena de chinches, pero¿qué importa? —dijo Julia.

No se veían camas dobles en aquellos tiempos,excepto en las casas de los proles. Winston habíadormido en una ocasionalmente en su niñez. Juliano recordaba haber dormido nunca en una.

Durmieron después un ratito. Cuando Winstonse despertó, el reloj marcaba cerca de las nueve dela noche. No se movieron porque Julia dormía conla cabeza apoyada en el hueco de su brazo. Casitoda su pintura había pasado a la cara de Winstono a la almohada, pero todavía le quedaba un pocode colorete en las mejillas. Un rayo de sol ponientecaía sobre el pie de la cama y daba sobre lachimenea donde el agua hervía a borbotones. Yano cantaba la mujer en el patio, pero seguían

Page 240: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

oyéndose los gritos de los niños en la calle. Juliase despertó, frotándose los ojos, y se incorporóapoyándose en un codo para mirar a la estufa depetróleo.

—La mitad del agua se ha evaporado —dijo—.Voy a levantarme y a preparar más agua en unmomento. Tenemos una hora. ¿Cuándo cortan lasluces en tu casa?

—A las veintitrés treinta.—Donde yo vivo apagan a las veintitrés en

punto. Pero hay que entrar antes porque… ¡Fuerade aquí, asquerosa!

Julia empezó a retorcerse en la cama, logrócoger un zapato del suelo y lo tiró a un rincón,igual que Winston la había visto arrojar sudiccionario a la cara de Goldstein aquella mañanadurante los Dos Minutos de Odio.

—¿Qué era eso? —le preguntó Winston,sorprendido.

—Una rata. La vi asomarse por ahí. Se metiópor un boquete que hay en aquella pared. Detodos modos le he dado un buen susto.

—¡Ratas! —murmuró Winston—. ¿Hay ratasen esta habitación?

—Todo está lleno de ratas —dijo ella en tonoindiferente mientras volvía a tumbarse—. Lastenemos hasta en la cocina de nuestro hotel. Hay

Page 241: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

partes de Londres en que se encuentran por todoslados. ¿Sabes que atacan a los niños? Sí; enalgunas calles de los proles las mujeres no seatreven a dejar a sus hijos solos ni dos minutos.Las más peligrosas son las grandes y oscuras. Y lomás horrible es que siempre…

—¡No sigas, por favor! —dijo Winston,cerrando los ojos con fuerza.

—¡Querido, te has puesto palidísimo! ¿Qué tepasa? ¿Te dan asco?

—¡Una rata! ¡Lo más horrible del mundo!Ella lo tranquilizó con el calor de su cuerpo.

Winston no abrió los ojos durante un buen rato.Le había parecido volver a hallarse de lleno en unapesadilla que se le presentaba con frecuencia.Siempre era poco más o menos igual. Se hallabafrente a un muro tenebroso y del otro lado de estemuro había algo capaz de enloquecer al másvaliente. Algo infinitamente espantoso. En elsueño sentíase siempre decepcionado porquesabía perfectamente lo que ocurría detrás del murode tinieblas. Con un esfuerzo mortal, como si searrancara un trozo de su cerebro, conseguíasiempre despertarse sin llegar a descubrir de quése trataba concretamente, pero él sabía que eraalgo relacionado con lo que Julia había estadodiciendo y sobre todo con lo que iba a decirle

Page 242: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuando la interrumpió.—Lo siento —dijo—, no es nada. Lo que

ocurre es que no puedo soportar las ratas.—No te preocupes, querido. Aquí no entrarán

porque voy a tapar ese agujero con tela de sacoantes de que nos vayamos. Y la próxima vez quevengamos traeré un poco de yeso y lo taparemosdefinitivamente.

Ya había olvidado Winston aquellos instantesde pánico.

Un poco avergonzado de sí mismo sentóse a lacabecera de la cama. Julia se levantó, se puso elmono e hizo el café. El aroma resultaba tandelicioso y fuerte que tuvieron que cerrar laventana para no alarmar a la vecindad. Pero mejoraún que el sabor del café era la calidad que le dabael azúcar, una finura sedosa que Winston casihabía olvidado después de tantos años desacarina. Con una mano en un bolsillo y un pedazode pan con mermelada en la otra se paseaba Juliapor la habitación mirando con indiferencia laestantería de libros, pensando en la mejor manerade arreglar la mesa, dejándose caer en el viejosillón para ver si era cómodo y examinando elabsurdo reloj de las doce horas con aire divertidoy tolerante. Cogió el pisapapeles de cristal y se lollevó a la cama, donde se sentó para examinarlo

Page 243: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

con tranquilidad. Winston se lo quitó de lasmanos, fascinado, como siempre, por el aspectosuave, resbaloso, de agua de lluvia que tenía aquelcristal.

—¿Qué crees tú que será esto? —dijo Julia.—No creo que sea nada particular… Es decir,

no creo que haya servido nunca para nadaconcreto. Eso es lo que me gusta precisamente deeste objeto. Es un pedacito de historia que se hanolvidado de cambiar; un mensaje que nos llega dehace un siglo y que nos diría muchas cosas sisupiéramos leerlo.

—Y aquel cuadro —señaló Julia— ¿tambiéntendrá cien años?

—Más, seguramente doscientos. Es imposiblesaberlo con seguridad. En realidad hoy no se sabela edad de nada.

Julia se acercó a la pared de enfrente paraexaminar con detenimiento el grabado. Dijo:

—¿Qué sitio es éste? Estoy segura de haberestado aquí alguna vez.

—Es una iglesia o, por lo menos, solía serlo. Sellamaba San Clemente. —La incompleta canciónque el señor Charrington le había enseñado volvióa sonar en la cabeza de Winston, que murmuró connostalgia—: Naranjas y limones, dicen lascampanas de San Clemente.

Page 244: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Y se quedó estupefacto al oír a Julia continuar:—Me debes tres peniques, dicen las campanas

de San Martín. ¿Cuándo me pagarás?, dicen lascampanas de Old Bailey…

—No puedo recordar cómo sigue. Pero sé quetermina así: Aquí tienes una vela para alumbrartecuando te acuestes. Aquí tienes un hacha paracortarte la cabeza.

Era como las dos mitades de una contraseña.Pero tenía que haber otro verso después de «lascampanas de Old Bailey». Quizá el señorCharrington acabaría acordándose de este final.

—¿Quién te lo enseñó? —dijo Winston.—Mi abuelo. Solía cantármelo cuando yo era

niña. Lo vaporizaron teniendo yo unos ochoaños… No estoy segura, pero lo cierto es quedesapareció. Lo que no sé, y me lo he preguntadomuchas veces, es qué sería un limón —añadió—.He visto naranjas. Es una especie de fruta redonday amarillenta con una cáscara muy fina.

—Yo recuerdo los limones —dijo Winston—.Eran muy frecuentes en los años cincuenta ytantos. Eran unas frutas tan agrias que rechinabanlos dientes sólo de olerlas.

—Estoy segura de que detrás de ese cuadrohay chinches —dijo Julia—. Lo descolgarécualquier día para limpiarlo bien. Creo que ya es

Page 245: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hora de que nos vayamos. ¡Qué fastidio, ahoratengo que quitarme esta pintura! Empezaré por míy luego te limpiaré a ti la cara.

Winston permaneció unos minutos más en lacama. Oscurecía en la habitación. Volvióse hacia laventana y fijó la vista en el pisapapeles de cristal.Lo que le interesaba inagotablemente no era elpedacito de coral, sino el interior del cristal mismo.Tenía tanta profundidad, y sin embargo eratransparente, como hecho con aire. Como si lasuperficie cristalina hubiera sido la cubierta delcielo que encerrase un diminuto mundo con todasu atmósfera.

Tenía Winston la sensación de que podríapenetrar en ese mundo cerrado, que ya estabadentro de él con la cama de caoba y la mesa rota yel reloj y el grabado e incluso con el mismopisapapeles. Sí, el pisapapeles era la habitación enque se hallaba Winston, y el coral era la vida deJulia y la suya clavadas eternamente en el corazóndel cristal.

Page 246: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO V

Syme había desaparecido. Una mañana no acudióal trabajo: unos cuantos indiferentes comentaronsu ausencia, pero al día siguiente nadie habló deél. Al tercer día entró Winston en el vestíbulo delDepartamento de Registro para mirar el tablón deanuncios. Uno de éstos era una lista impresa conlos miembros del Comité de Ajedrez, al que Symehabía pertenecido. La lista era idéntica a la deantes —nada había sido tachado en ella—, perocontenía un nombre menos. Bastaba con eso.Syme había dejado de existir. Es más, nunca habíaexistido.

Hacía un calor horrible. En el laberínticoMinisterio las habitaciones sin ventanas y conbuena refrigeración mantenían una temperaturanormal, pero en la calle el pavimento echaba humoy el ambiente del metro a las horas deaglomeración era espantoso. Seguían en plenohervor los preparativos para la Semana del Odio ylos funcionarios de todos los Ministeriosdedicaban a esta tarea horas extraordinarias. Habíaque organizar los desfiles, manifestaciones,conferencias, exposiciones de figuras de cera,programas cinematográficos y de telepantalla,erigir tribunas, construir efigies, inventar

Page 247: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

consignas, escribir canciones, extender rumores,falsificar fotografías… La sección de Julia en elDepartamento de Novela había interrumpido sutarea habitual y confeccionaba una serie depanfletos de atrocidades. Winston, aparte de sutrabajo corriente, pasaba mucho tiempo cada díarevisando colecciones del Times y alterando oembelleciendo noticias que iban a ser citadas enlos discursos. Hasta última hora de la noche,cuando las multitudes de los incultos prolespaseaban por las calles, la ciudad presentaba unaspecto febril. Las bombas cohete caían con másfrecuencia que nunca y a veces se percibían allámuy lejos enormes explosiones que nadie podíaexplicar y sobre las cuales se esparcían insensatosrumores.

La nueva canción que había de ser el tema dela Semana del Odio (se llamaba la Canción delOdio) había sido ya compuesta y era repetidaincansablemente por las telepantallas. Tenía unritmo salvaje, de ladridos y no podía llamarse conexactitud música. Más bien era como el redoble deun tambor. Centenares de voces rugían conaquellos sones que se mezclaban con el chas-chasde sus renqueantes pies. Era aterrador. Los prolesse habían aficionado a la canción, y por las calles,a media noche, competía con la que seguía siendo

Page 248: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

popular: «Era una ilusión sin esperanza». Losniños de Parsons la tocaban a todas horas, de unmodo alucinante, en su peine cubierto de papelhigiénico. Winston tenía las tardes más ocupadasque nunca. Brigadas de voluntarios organizadaspor Parsons preparaban la calle para la Semana delOdio cosiendo banderas y estandartes, pintandocarteles, clavando palos en los tejados para quesirvieran de astas y tendiendo peligrosamentealambres a través de la calle para colgar pancartas.Parsons se jactaba de que las casas de la Victoriaera el único grupo que desplegaría cuatrocientosmetros de propaganda. Se hallaba en su elementoy era más feliz que una alondra. El calor y el trabajomanual le habían dado pretexto para ponerse otravez los shorts y la camisa abierta. Estaba en todaspartes a la vez, empujaba, tiraba, aserraba, dabatremendos martillazos, improvisaba, aconsejaba atodos y expulsaba pródigamente una inagotablecantidad de sudor.

En todo Londres había aparecido de pronto unnuevo cartel que se repetía infinitamente. No teníapalabras. Se limitaba a representar, en una altura detres o cuatro metros, la monstruosa figura de unsoldado eurasiático que parecía avanzar hacia elque lo miraba, una cara mogólica inexpresiva, unasbotas enormes y, apoyado en la cadera, un fusil

Page 249: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ametralladora a punto de disparar. Desde cualquierparte que mirase uno el cartel, la boca del arma,ampliada por la perspectiva, por el escorzo, parecíaapuntarle a uno sin remisión. No había quedado niun solo hueco en la ciudad sin aprovechar paracolocar aquel monstruo. Y lo curioso era que habíamás retratos de este enemigo simbólico que delpropio Gran Hermano. Los proles, quenormalmente se mostraban apáticos respecto a laguerra, recibían así un trallazo para que entraran enuno de sus periódicos frenesíes de patriotismo.Como para armonizar con el estado de ánimogeneral, las bombas cohetes habían matado a másgente que de costumbre. Una cayó en un local decine de Stepney, enterrando en las ruinas a varioscentenares de víctimas. Todos los habitantes delbarrio asistieron a un imponente entierro que durómuchas horas y que en realidad constituyó unmitin patriótico. Otra bomba cayó en un solarinmenso que utilizaban los niños para jugar yvarias docenas de éstos fueron despedazados.Hubo muchas más manifestaciones indignadas,Goldstein fue quemado en efigie, centenares decarteles representando al soldado eurasiáticofueron rasgados y arrojados a las llamas y muchastiendas fueron asaltadas. Luego se esparció elrumor de que unos espías dirigían los cohetes

Page 250: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mortíferos por medio de la radio y un ancianomatrimonio acusado de extranjería perecióabrasado cuando las turbas incendiaron su casa.

En la habitación encima de la tienda del señorCharrington, cuando podían ir allí, Julia y Winstonse quedaban echados uno junto al otro en ladesnuda cama bajo la ventana abierta, desnudospara estar más frescos. La rata no volvió, pero laschinches se multiplicaban odiosamente con esecalor. No importaba. Sucia o limpia, la habitaciónera un paraíso. Al llegar echaban pimientacomprada en el mercado negro sobre todos losobjetos, se sacaban la ropa y hacían el amor conlos cuerpos sudorosos, luego se dormían y aldespertar se encontraban con que las chinches seestaban formando para el contraataque. Cuatro,cinco, seis, hasta siete veces se encontraron allídurante el mes de junio. Winston había dejado debeber ginebra a todas horas. Le parecía que ya nolo necesitaba. Había engordado. Sus varices ya nole molestaban; en realidad casi habíandesaparecido y por las mañanas ya no tosía aldespertarse. La vida había dejado de serleintolerable, no sentía la necesidad de hacerlemuecas a la telepantalla ni el sufrimiento de nopoder gritar palabrotas cada vez que oía undiscurso. Ahora que casi tenían un hogar, no les

Page 251: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

parecía mortificante reunirse tan pocas veces ysólo un par de horas cada vez. Lo importante esque existiese aquella habitación; saber que estabaallí era casi lo mismo que hallarse en ella. Aqueldormitorio era un mundo completo, una bolsa delpasado donde animales de especies extinguidaspodían circular. También el señor Charrington,pensó Winston, pertenecía a una especieextinguida. Solía hablar con él un rato antes desubir. El viejo salía poco, por lo visto, y apenastenía clientes. Llevaba una existencia fantasmalentre la minúscula tienda y la cocina, todavía máspequeña, donde él mismo se guisaba y dondetenía, entre otras cosas raras, un gramófonoincreíblemente viejo con una enorme bocina.Parecía alegrarse de poder charlar. Entre susinútiles mercancías, con su larga nariz y gruesoslentes, encorvado bajo su chaqueta de terciopelo,tenía más aire de coleccionista que de mercader.De vez en cuando, con un entusiasmo muymoderado, cogía alguno de los objetos que tenía ala venta, sin preguntarle nunca a Winston si loquería comprar, sino enseñándoselo sólo para quelo admirase. Hablar con él era como escuchar eltintineo de una desvencijada cajita de música.Algunas veces, se sacaba de los desvanes de sumemoria algunos polvorientos retazos de

Page 252: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

canciones olvidadas. Había una sobre veinticuatropájaros negros y otra sobre una vaca con uncuerno torcido y otra que relataba la muerte delpobre gallo Robin. «He pensado que podríagustarle a usted» —decía con una risita tímidacuando repetía algunos versos sueltos de aquellascanciones. Pero nunca recordaba ninguna cancióncompleta.

Julia y Winston sabían perfectamente —enverdad, ni un solo momento dejaban de tenerlopresente— que aquello no podía durar. A veces lasensación de que la muerte se cernía sobre ellosles resultaba tan sólida como el lecho dondeestaban echados y se abrazaban con unadesesperada sensualidad, como un almacondenada aferrándose a su último rato de placercuando faltan cinco minutos para que suene elreloj. Pero también había veces en que no sólo sesentían seguros, sino que tenían una sensación depermanencia. Creían entonces que nada podríaocurrirles mientras estuvieran en su habitación.Llegar hasta allí era difícil y peligroso, pero elrefugio era invulnerable. Igualmente, Winston,mirando el corazón del pisapapeles, había sentidocomo si fuera posible penetrar en aquel mundo decristal y que una vez dentro el tiempo se podríadetener. Con frecuencia se entregaban ambos a

Page 253: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ensueños de fuga. Se imaginaban que tendríanuna suerte magnífica por tiempo indefinido y quepodrían continuar llevando aquella vidaclandestina durante toda su vida natural. O bienKatharine moriría, lo cual les permitiría a Winston yJulia, mediante sutiles maniobras, llegar a casarse.O se suicidarían juntos. O desaparecerían,disfrazándose de tal modo que nadie losreconocería, aprendiendo a hablar con acentoproletario, logrando trabajo en una fábrica yviviendo siempre, sin ser descubiertos, en unacallejuela como aquélla. Los dos sabían que todoesto eran tonterías. En realidad no habíaescapatoria. E incluso el único plan posible, elsuicidio, no estaban dispuestos a llevarlo a efecto.Dejar pasar los días y las semanas, devanando unpresente sin futuro, era lo instintivo, lo mismo quenuestros pulmones ejecutan el movimientorespiratorio siguiente mientras tienen airedisponible.

Además, a veces hablaban de rebelarse contrael Partido de un modo activo, pero no tenían ideade cómo dar el primer paso. Incluso si la fabulosaHermandad existía, quedaba la dificultad de entraren ella. Winston le contó a Julia la extrañaintimidad que había, o parecía haber, entre él yO’Brien, y del impulso que sentía a veces de salirle

Page 254: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

al encuentro a O’Brien y decirle que era enemigodel Partido y pedirle ayuda. Era muy curioso que aJulia no le pareciera una locura semejanteproyecto. Estaba acostumbrada a juzgar a lasgentes por su cara y le parecía natural queWinston confiase en O’Brien basándosesolamente en un destello de sus ojos. Además,Julia daba por cierto que todos, o casi todos,odiaban secretamente al Partido e infringirían susnormas si creían poderlo hacer con impunidad.Pero se negaba a admitir que existiera ni pudieraexistir jamás una oposición amplia y organizada.Los cuentos sobre Goldstein y su ejércitosubterráneo, decía, eran sólo un montón deestupideces que el Partido se había inventado parasus propios fines y en los que todos fingían creer.Innumerables veces, en manifestacionesespontáneas y asambleas del Partido, habíagritado Julia con todas sus fuerzas pidiendo laejecución de personas cuyos nombres nuncahabía oído y en cuyos supuestos crímenes nocreía ni mucho menos. Cuando tenían efecto losprocesos públicos, Julia acudía entre las jóvenesde la Liga juvenil que rodeaban el edificio de lostribunales noche y día y gritaba con ellas:«¡Muerte a los traidores!». Durante los DosMinutos de Odio siempre insultaba a Goldstein

Page 255: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

con más energía que los demás. Sin embargo, notenía la menor idea de quién era Goldstein ni de lasdoctrinas que pudiera representar. Había crecidodentro de la Revolución y era demasiado jovenpara recordar las batallas ideológicas de los añoscincuenta y sesenta y tantos. No podía imaginarun movimiento político independiente; y en todocaso el Partido era invencible. Siempre existiría. Ynunca iba a cambiar ni en lo más mínimo. Lo másque podía hacerse era rebelarse secretamente o, enciertos casos, por actos aislados de violenciacomo matar a alguien o poner una bomba encualquier sitio.

En cierto modo, Julia era menos susceptibleque Winston a la propaganda del Partido. Una vezse refirió él a la guerra contra Eurasia y se quedóasombrado cuando ella, sin concederleimportancia a la cosa, dio por cierto que no habíatal guerra. Casi con toda seguridad, las bombascohete que caían diariamente sobre Londres eranlanzadas por el mismo Gobierno de Oceanía sólopara que la gente estuviera siempre asustada. AWinston nunca se le había ocurrido esto. Tambiéndespertó en él una especie de envidia al confesarleque durante los dos Minutos de Odio lo peor paraella era contenerse y no romper a reír a carcajadas,pero Julia nunca discutía las enseñanzas del

Page 256: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Partido a no ser que afectaran a su propia vida.Estaba dispuesta a aceptar la mitología oficial,porque no le parecía importante la diferencia entreverdad y falsedad. Creía por ejemplo —porque lohabía aprendido en la escuela— que el Partidohabía inventado los aeroplanos. (En cuanto aWinston, recordaba que en su época escolar, enlos años cincuenta y tantos, el Partido nopretendía haber inventado, en el campo de laaviación, más que el autogiro; una docena de añosdespués, cuando Julia iba a la escuela, se tratabaya del aeroplano en general; al cabo de otrageneración, asegurarían haber descubierto lamáquina de vapor). Y cuando Winston le dijo quelos aeroplanos existían ya antes de nacer él ymucho antes de la Revolución, esto le pareció a lajoven carecer de todo interés. ¿Qué importaba,después de todo, quién hubiese inventado losaeroplanos? Mucho más le llamó la atención aWinston que Julia no recordaba que Oceanía habíaestado en guerra, hacía cuatro años, con AsiaOriental y en paz con Eurasia. Desde luego, paraella la guerra era una filfa, pero por lo visto no sehabía dado cuenta de que el nombre del enemigohabía cambiado. «Yo creía que siempre habíamosestado en guerra con Eurasia», dijo en tono vago.Esto le impresionó mucho a Winston. El invento

Page 257: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de los aeroplanos era muy anterior a cuando ellanació, pero el cambiazo en la guerra sólo habíasucedido cuatro años antes, cuando ya Julia erauna muchacha mayor. Estuvo discutiendo con ellasobre esto durante un cuarto de hora. Al final,logró hacerle recordar confusamente que hubouna época en que el enemigo había sido AsiaOriental y no Eurasia. Pero ella seguía sincomprender que esto tuviera importancia. «¿Quémás da?», dijo con impaciencia. «Siempre ha sidouna puñetera guerra tras otra y de sobras sabemosque las noticias de guerra son todas una puramentira».

A veces le hablaba Winston del Departamentode Registro y de las descaradas falsificaciones queél perpetraba allí por encargo del Partido. Todoesto no la escandalizaba. Él le contó la historia deJones, Aaronson y Rutherford, así como eltrascendental papelito que había tenido en sumano casualmente. Nada de esto la impresionaba.Incluso le costaba trabajo comprender el sentidode lo que Winston decía.

—¿Es que eran amigos tuyos? —le preguntó.—No, no los conocía personalmente. Eran

miembros del Partido Interior. Además, eran muchomayores que yo. Conocieron la época anterior a laRevolución. Yo sólo los conocía de vista.

Page 258: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Entonces ¿por qué te preocupas? Todos losdías matan gente; es lo corriente.

Intentó hacerse comprender:—Ése era un caso excepcional. No se trataba

sólo de que mataran a alguien. ¿No te das cuentade que el pasado, incluso el de ayer mismo, hasido suprimido? Si sobrevive, es únicamente enunos cuantos objetos sólidos, y sin etiquetas quelos distingan, como este pedazo de cristal. Y yaapenas conocemos nada de la Revolución ymucho menos de los años anteriores a ella. Todoslos documentos han sido destruidos ofalsificados, todos los libros han sido otra vezescritos, los cuadros vueltos a pintar, las estatuas,las calles y los edificios tienen nuevos nombres ytodas las fechas han sido alteradas. Ese procesocontinúa día tras día y minuto tras minuto. LaHistoria se ha parado en seco. No existe más queun interminable presente en el cual el Partido llevasiempre razón. Naturalmente, yo sé que el pasadoestá falsificado, pero nunca podría probarloaunque se trate de falsificaciones realizadas pormí. Una vez que he cometido el hecho, no quedanpruebas. La única evidencia se halla en mi propiamente y no puedo asegurar con certeza que existaotro ser humano con la misma convicción que yo.Solamente en ese ejemplo que te he citado llegué a

Page 259: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

tener en mis manos una prueba irrefutable de lafalsificación del pasado después de haberocurrido; años después.

—Y total, ¿qué interés puede tener eso? ¿Dequé te sirve saberlo?

—De nada, porque inmediatamente destruí laprueba. Pero si hoy volviera a tener una ocasiónsemejante guardaría el papel.

—¡Pues yo no! —dijo Julia—. Estoy dispuestaa arriesgarme, pero sólo por algo que merezca lapena, no por unos trozos de papel viejo. ¿Quéhabrías hecho con esa fotografía si la hubierasguardado?

—Quizás nada de particular. Pero al fin y alcabo, se trataba de una prueba y habría sembradoalgunas dudas aquí y allá, suponiendo que mehubiese atrevido a enseñársela a alguien. No creoque podamos cambiar el curso de losacontecimientos mientras vivamos. Pero es posibleque se creen algunos centros de resistencia,grupos de descontentos que vayan aumentando eincluso dejando testimonios tras ellos de modoque la generación siguiente pueda recoger laantorcha y continuar nuestra obra.

—No me interesa la próxima generación,cariño. Me interesa nosotros.

—No eres una rebelde más que de cintura para

Page 260: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

abajo —dijo él.Ella encontró esto muy divertido y le echó los

brazos al cuello, complacida.Julia no se interesaba en absoluto por las

ramificaciones de la doctrina del partido. CuandoWinston hablaba de los principios de Ingsoc, eldoblepensar, la mutabilidad del pasado y ladegeneración de la realidad objetiva y se ponía aemplear palabras de neolengua, la joven se aburríaespantosamente, además de hacerse un lío, y sedisculpaba diciendo que nunca se había fijado enesas cosas. Si se sabía que todo ello era unabsoluto camelo, ¿para qué preocuparse? Lo únicoque a ella le interesaba era saber cuándo tenía quevitorear y cuándo le correspondía abuchear. SiWinston persistía en hablar de tales temas, Julia sequedaba dormida del modo más desconcertante.Era una de esas personas que pueden dormirse encualquier momento y en las posturas másincreíbles. Hablándole, comprendía Winston quéfácil era presentar toda la apariencia de laortodoxia sin tener idea de qué significabarealmente lo ortodoxo. En cierto modo la visión delmundo inventada por el Partido se imponía conexcelente éxito a la gente incapaz de comprenderla.Hacía aceptar las violaciones más flagrantes de larealidad porque nadie comprendía del todo la

Page 261: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

enormidad de lo que se les exigía ni se interesabalo suficiente por los acontecimientos públicos paradarse cuenta de lo que ocurría. Por falta decomprensión, todos eran políticamente sanos yfieles. Sencillamente, se lo tragaban todo y lo quese tragaban no les sentaba mal porque no lesdejaba residuos lo mismo que un grano de trigopuede pasar, sin ser digerido y sin hacerle daño,por el cuerpecito de un pájaro.

Page 262: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VI

Por fin, había ocurrido. Había llegado el esperadomensaje. Le parecía a Winston que toda su vidahabía estado esperando que esto sucediera.

Iba por el largo pasillo del Ministerio y casihabía llegado al sitio donde Julia le deslizó aqueldía en la mano su declaración. La persona, quienquiera que fuese, tosió ligeramente sin duda comopreludio para hablar. Winston se detuvo en seco yvolvió la cara. Era O’Brien.

Por fin, se hallaban cara a cara y el únicoimpulso que sentía Winston era emprender lahuida. El corazón le latía a toda velocidad.

No habría podido hablar en ese momento. Sinembargo, O’Brien, poniéndole amistosamente unamano en el hombro, siguió andando junto a él.Empezó a hablar con su característica cortesía,seria y suave, que le diferenciaba de la mayor partede los miembros del Partido Interior.

—He estado esperando una oportunidad dehablar contigo —le dijo—; estuve leyendo uno detus artículos en neolengua publicados en el Times.Tengo entendido que te interesa, desde un puntode vista erudito, la neolengua.

Winston había recobrado ánimos, aunque sóloen parte.

Page 263: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—No muy erudito —dijo—. Soy sólo unaficionado. No es mi especialidad. Nunca hetenido que ocuparme de la estructura interna delidioma.

—Pero lo escribes con mucha elegancia —dijoO’Brien—. Y ésta no es sólo una opinión mía.Estuve hablando recientemente con un amigo tuyoque es un especialista en cuestiones idiomáticas.He olvidado su nombre ahora mismo; que lo teníaen la punta de la lengua.

Winston sintió un escalofrío. O’Brien no podíareferirse más que a Syme. Pero Syme no sóloestaba muerto, sino que había sido abolido. Erauna nopersona. Cualquier referencia identificable aaquel vaporizado habría resultado mortalmentepeligrosa. De manera que la alusión que acababade hacer O’Brien debía de significar una señalsecreta. Al compartir con él este pequeño acto decrimental, se habían convertido los dos encómplices. Continuaron recorriendo lentamente elcorredor hasta que O’Brien se detuvo. Con latranquilizadora amabilidad que él infundía siemprea sus gestos, aseguró bien sus gafas sobre la narizy prosiguió:

—Lo que quise decir fue que noté en tuartículo que habías empleado dos palabras yaanticuadas. En realidad, hace muy poco tiempo

Page 264: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que se han quedado anticuadas. ¿Has visto ladécima edición del Diccionario de Neolengua?

—No —dijo Winston—. No creía queestuviese ya publicado. Nosotros seguimosusando la novena edición en el Departamento deRegistro.

—Bueno, la décima edición tardará variosmeses en aparecer, pero ya han circulado algunosejemplares en pruebas. Yo tengo uno. Quizás teinterese verlo, ¿no?

—Muchísimo —dijo Winston, comprendiendoinmediatamente la intención del otro.

—Algunas de las modificaciones introducidasson muy ingeniosas. Creo que te sorprenderá lareducción del número de verbos. Vamos a ver.¿Será mejor que te mande un mensajero con eldiccionario? Pero temo no acordarme; siempre mepasa igual. Quizás puedas recogerlo en mi piso auna hora que te convenga. Espera. Voy a darte midirección.

Se hallaban frente a una telepantalla. Comodistraído, O’Brien se buscó maquinalmente en losbolsillos y por fin sacó una pequeña agendaforrada en cuero y un lápiz tinta morado.Colocándose respecto a la telepantalla de maneraque el observador pudiera leer bien lo que escribía,apuntó la dirección. Arrancó la hoja y se la dio a

Page 265: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston.—Suelo estar en casa por las tardes —dijo—.

Si no, mi criado te dará el diccionario.Ya se había marchado dejando a Winston con

el papel en la mano. Esta vez no había necesidadde ocultar nada. Sin embargo, grabó en la memorialas palabras escritas, y horas después tiró el papelen el «agujero de la memoria» junto con otros.

No habían hablado más de dos minutos. Aquelbreve episodio sólo podía tener un significado. Erauna manera de que Winston pudiera saber ladirección de O’Brien. Aquel recurso era necesarioporque a no ser directamente, nadie podía saberdónde vivía otra persona. No había guías dedirecciones. «Si quieres verme, ya sabes dóndeestoy», era en resumen lo que O’Brien le habíaestado diciendo. Quizás se encontrara en eldiccionario algún mensaje. De todos modos locierto era que la conspiración con que él soñabaexistía efectivamente y que había entrado ya encontacto con ella.

Winston sabía que más pronto o más tardeobedecería la indicación de O’Brien. Quizás al díasiguiente, quizás al cabo de mucho tiempo, noestaba seguro. Lo que sucedía era sólo la puestaen marcha de un proceso que había empezado aincubarse varios años antes. El primer paso

Page 266: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

consistió en un pensamiento involuntario ysecreto; el segundo fue el acto de abrir el Diario.Aquello había pasado de los pensamientos a laspalabras, y ahora, de las palabras a la acción. Elúltimo paso tendría lugar en el Ministerio delAmor. Pero Winston ya lo había aceptado. El finalde aquel asunto estaba implícito en su comienzo.De todos modos, asustaba un poco; o, con másexactitud, era un pregusto de la muerte, como estarya menos vivo. Incluso mientras hablaba O’Brieny penetraba en él el sentido de sus palabras, lehabía recorrido un escalofrío. Fue como siavanzara hacia la humedad de una tumba y laimpresión no disminuía por el hecho de que élhubiera sabido siempre que la tumba estaba allíesperándole.

Page 267: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VII

Winston se despertó muy emocionado. Le dijo aJulia:

«He soñado que…», y se detuvo porque nopodía explicarlo. Era excesivamente complicado.No sólo se trataba del sueño, sino de unosrecuerdos relacionados con él que habían surgidoen su mente segundos después de despertarse.

Siguió tendido, con los ojos cerrados yenvuelto aún en la atmósfera del sueño. Era unamplio y luminoso ensueño en el que su vidaentera parecía extenderse ante él como un paisajeen una tarde de verano después de la lluvia. Todohabía ocurrido dentro del pisapapeles de cristal,pero la superficie de éste era la cúpula del cielo ydentro de la cúpula todo estaba inundado por unaluz clara y suave gracias a la cual podían verseinterminables distancias. El ensueño había partidode un gesto hecho por su madre con el brazo yvuelto a hacer, treinta años más tarde, por la mujerjudía del noticiario cinematográfico cuando tratabade proteger a su niño de las balas antes de que losautogiros los destrozaran a ambos.

—¿Sabes? —dijo Winston—, hasta ahoramismo he creído que había asesinado a mi madre.

—¿Por qué la asesinaste? —le preguntó Julia

Page 268: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

medio dormida.—No, no la asesiné. Físicamente, no.En el ensueño había recordado su última visión

de la madre y, pocos instantes después dedespertar, le había vuelto el racimo de pequeñosacontecimientos que rodearon aquel hecho. Sinduda, había estado reprimiendo deliberadamenteaquel recuerdo durante muchos años. No estabaseguro de la fecha, pero debió de ser hacía menosde diez años o, a lo más, doce.

Su padre había desaparecido poco antes. Nopodía recordar cuánto tiempo antes, pero sí lasrevueltas circunstancias de aquella época, elpánico periódico causado por las incursionesaéreas y las carreras para refugiarse en lasestaciones del Metro, los montones de escombros,las consignas que aparecían por las esquinas enllamativos carteles, las pandillas de jóvenes concamisas del mismo color, las enormes colas en laspanaderías, el intermitente crepitar de lasametralladoras a lo lejos… y, sobre todo, el hechode que nunca había bastante comida. Recordabalas largas tardes pasadas con otros chicosrebuscando en las latas de la basura y en losmontones de desperdicios, encontrando a veceshojas de verdura, mondaduras de patata e incluso,con mucha suerte, mendrugos de pan, duros como

Page 269: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

piedra, que los niños sacaban cuidadosamente deentre la ceniza; y también, la paciente espera de loscamiones que llevaban pienso para el ganado yque a veces dejaban caer, al saltar en un bache,bellotas o avena.

Cuando su padre desapareció, su madre no semostró sorprendida ni demasiado apenada, pero seoperó en ella un súbito cambio. Parecía haberperdido por completo los ánimos. Era evidente —incluso para un niño como Winston— que la mujeresperaba algo que ella sabía con toda seguridadque ocurriría. Hacía todo lo necesario —guisaba,lavaba la ropa y la remendaba, arreglaba las camas,barría el suelo, limpiaba el polvo—, todo ello muydespacio y evitándose todos los movimientosinútiles. Su majestuoso cuerpo tenía una tendencianatural a la inmovilidad. Se quedaba las horasmuertas casi inmóvil en la cama, con su niñita enlos brazos, una criatura muy silenciosa de dos otres años con un rostro tan delgado que parecíasimiesco. De vez en cuando, la madre cogía enbrazos a Winston y le estrechaba contra ella, sindecir nada. A pesar de su escasa edad y de sunatural egoísmo, Winston sabía que todo esto serelacionaba con lo que había de ocurrir: aquelacontecimiento implícito en todo y del que nadiehablaba.

Page 270: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Recordaba la habitación donde vivían, unaestancia oscura y siempre cerrada casi totalmenteocupada por la cama. Había un hornillo de gas yun estante donde ponía los alimentos. Recordabael cuerpo estatuario de su madre inclinado sobre elhornillo de gas moviendo algo en la sartén. Sobretodo recordaba su continua hambre y las sórdidasy feroces batallas a las horas de comer. Winston lepreguntaba a su madre, con reproche una y otravez, por qué no había más comida. Gritaba y lafastidiaba, descompuesto en su afán de lograr unaparte mayor. Daba por descontado que él, el varón,debía tener la ración mayor. Pero por mucho que lapobre mujer le diera, él pedía invariablemente más.En cada comida la madre le suplicaba que no fueratan egoísta y recordase que su hermanita estabaenferma y necesitaba alimentarse; pero era inútil.Winston cogía pedazos de comida del plato de suhermanita y trataba de apoderarse de la fuente.Sabía que con su conducta condenaba al hambre asu madre y a su hermana, pero no podía evitarlo.Incluso creía tener derecho a ello. El hambre que letorturaba parecía justificarlo. Entre comidas, si sumadre no tenía mucho cuidado, se apoderaba de laescasa cantidad de alimento guardado en laalacena.

Un día dieron una ración de chocolate. Hacía

Page 271: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mucho tiempo —meses enteros— que no dabanchocolate. Winston recordaba con toda claridadaquel cuadrito oscuro y preciadísimo. Era unatableta de dos onzas (por entonces se hablabatodavía de onzas) que les correspondía para lostres. Parecía lógico que la tableta fuera dividida entres partes iguales. De pronto —en el ensueño—,como si estuviera escuchando a otra persona,Winston se oyó gritar exigiendo que le dieran todoel chocolate. Su madre le dijo que no fueseansioso. Discutieron mucho; hubo llantos, lloros,reprimendas, regateos… su hermanita agarrándosea la madre con las dos manos —exactamente comouna monita— miraba a Winston con ojos muyabiertos y llenos de tristeza. Al final, la madre ledio al niño las tres cuartas partes de la tableta y ala hermanita la otra cuarta parte. La pequeña lacogió y se puso a mirarla con indiferencia, sinsaber quizás lo que era. Winston se la quedómirando un momento. Luego, con un súbitomovimiento, le arrancó a la nena el trocito dechocolate y salió huyendo.

—¡Winston! ¡Winston! —le gritó su madre—.Ven aquí, devuélvele a tu hermana el chocolate.

El niño se detuvo pero no regresó a su sitio. Sumadre lo miraba preocupadísima. Incluso en esemomento, pensaba en aquello, en lo que había de

Page 272: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

suceder de un momento a otro y que Winstonignoraba. La hermanita, consciente de que lehabían robado algo, rompió a llorar. Su madre laabrazó con fuerza. Algo había en aquel gesto quele hizo comprender a Winston que su hermana semoría. Salió corriendo escaleras abajo con elchocolate derritiéndosele entre los dedos.

Nunca volvió a ver a su madre. Después decomerse el chocolate, se sintió algo avergonzado ycorrió por las calles mucho tiempo hasta que elhambre le hizo volver. Pero su madre ya no estabaallí. En aquella época, estas desapariciones erannormales. Todo seguía igual en la habitación. Sólofaltaban la madre y la hermanita. Ni siquiera sehabía llevado el abrigo. Ni siquiera ahora estabaseguro Winston de que su madre hubiera muerto.Era muy posible que la hubieran mandado a uncampo de trabajos forzados. En cuanto a suhermana, quizás se la hubieran llevado —comohicieron con el mismo Winston— a una de lascolonias de niños huérfanos (les llamaban Centrosde Reclamación) que fueron una de lasconsecuencias de la guerra civil; o quizás lahubieran enviado con la madre al campo detrabajos forzados o sencillamente la habríandejado morir en cualquier rincón.

El ensueño seguía vivo en su mente, sobre

Page 273: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

todo el gesto protector de la madre, que parecíacontener un profundo significado. Entoncesrecordó otro ensueño que había tenido dos mesesantes, cuando se le había aparecido hundiéndosesin cesar en aquel barco, pero sin dejar de mirarlo aél a través del agua que se oscurecía pormomentos.

Le contó a Julia la historia de la desapariciónde su madre. Sin abrir los ojos, la joven dio unavuelta en la cama y se colocó en una posición máscómoda.

—Ya me figuro que serías un cerdito en aqueltiempo —dijo indiferente—. Todos los niños sonunos cerdos.

—Sí, pero el sentido de esa historia…Winston comprendió, por la respiración de

Julia, que estaba a punto de volverse a dormir. Lehabría gustado seguirle contando cosas de sumadre. No suponía, basándose en lo que podíarecordar de ella, que hubiera sido una mujerextraordinaria, ni siquiera inteligente. Sin embargo,estaba seguro de que su madre poseía una especiede nobleza, de pureza, sólo por el hecho de regirsepor normas privadas. Los sentimientos de ella eranrealmente suyos y no los que el Estado lemandaba tener. No se le habría ocurrido pensarque una acción ineficaz, sin consecuencias

Page 274: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

prácticas, careciera por ello de sentido. Cuando seamaba a alguien, se le amaba por él mismo, y si nohabía nada más que darle, siempre se le podía daramor. Cuando él se había apoderado de todo elchocolate, su madre abrazó a la niña con inmensaternura. Aquel acto no cambiaba nada, no servíapara producir más chocolate, no podía evitar lamuerte de la niña ni la de ella, pero a la madre leparecía natural realizarlo. La mujer refugiada enaquel barco (en el noticiario) también habíaprotegido al niño con sus brazos, con lo cualpodía salvarlo de las balas con la misma eficaciaque si lo hubiera cubierto con un papel. Lo terribleera que el Partido había persuadido a la gente deque los simples impulsos y sentimientos de nadaservían. Cuando se estaba bajo las garras delPartido, nada importaba lo que se sintiera o sedejara de sentir, lo que se hiciera o se dejara dehacer. Cuanto le sucedía a uno se desvanecía y niusted ni sus acciones volvían a figurar para nada.Le apartaban a usted, con toda limpieza, del cursode la historia. Sin embargo, hacía sólo dosgeneraciones, se dejaban gobernar porsentimientos privados que nadie ponía en duda.Lo que importaba eran las relaciones humanas, yun gesto completamente inútil, un abrazo, unalágrima, una palabra cariñosa dirigida a un

Page 275: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

moribundo, poseían un valor en sí. De prontopensó Winston que los proles seguían con sussentimientos y emociones. No eran leales a unPartido, a un país ni a un ideal, sino que seguardaban mutua lealtad unos a otros. Por primeravez en su vida, Winston no despreció a los prolesni los creyó sólo una fuerza inerte. Algún día muyremoto recobrarían sus fuerzas y se lanzarían a laregeneración del mundo. Los proles continuabansiendo humanos. No se habían endurecido pordentro. Se habían atenido a las emocionesprimitivas que él, Winston, tenía que aprender denuevo por un esfuerzo consciente. Y al pensaresto, recordó que unas semanas antes había vistosobre el pavimento una mano arrancada en unbombardeo y que la había apartado con el pietirándola a la alcantarilla como si fuera uninservible troncho de lechuga.

—Los proles son seres humanos —dijo en vozalta—. Nosotros, en cambio, no somos humanos.

—¿Por qué? —dijo Julia, que había vuelto adespertarse.

Winston reflexionó un momento.—¿No se te ha ocurrido pensar —dijo— que lo

mejor que haríamos sería marchamos de aquí antesde que sea demasiado tarde y no volver a vernosjamás?

Page 276: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Sí, querido, se me ha ocurrido varias veces,pero no estoy dispuesta a hacerlo.

—Hemos tenido suerte —dijo Winston—;pero esto no puede durar mucho tiempo. Somosjóvenes. Tú pareces normal e inocente. Si te alejasde la gente como yo, puedes vivir todavíacincuenta años más.

—¡No! Ya he pensado en todo eso. Lo que túhagas, eso haré yo. Y no te desanimes tanto. Yo séarreglármelas para seguir viviendo.

—Quizás podamos seguir juntos otros seismeses, un año… no se sabe. Pero al final esseguro que tendremos que separarnos. ¿Te dascuenta de lo solos que nos encontraremos?Cuando nos hayan cogido, no habrá nada, lo quese dice nada, que podamos hacer el uno por elotro. Si confieso, te fusilarán, y si me niego aconfesar, te fusilarán también. Nada de lo que yopueda hacer o decir, o dejar de decir y hacer,serviría para aplazar tu muerte ni cinco minutos.Ninguno de nosotros dos sabrá siquiera si el otrovive o ha muerto. Sería inútil intentar nada. Loúnico importante es que no nos traicionemos,aunque por ello no iban a variar las cosas.

—Si quieren que confesemos —replicó Julia—lo haremos. Todos confiesan siempre. Es imposibleevitarlo. Te torturan.

Page 277: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—No me refiero a la confesión. Confesar no estraicionar. No importa lo que digas o hagas, sinolos sentimientos. Si pueden obligarme a dejarte deamar… esa sería la verdadera traición.

Julia reflexionó sobre ello.—A eso no pueden obligarte —dijo al cabo de

un rato—. Es lo único que no pueden hacer.Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero nohay manera de que te lo hagan creer. Dentro de tino pueden entrar nunca.

—Eso es verdad —dijo Winston con un pocomás de esperanza—. No pueden penetrar ennuestra alma. Si podemos sentir que merece lapena seguir siendo humanos, aunque esto notenga ningún resultado positivo, los habremosderrotado.

Y pensó en la telepantalla, que nunca dormía,que nunca se distraía ni dejaba de oír. Podíanespiarle a uno día y noche, pero no perdiendo lacabeza era posible burlarlos. Con toda suhabilidad, nunca habían logrado encontrar elprocedimiento de saber lo que pensaba otro serhumano. Quizás esto fuera menos cierto cuando letenían a uno en sus manos. No se sabía lo quepasaba dentro del Ministerio del Amor, pero erafácil figurárselo: torturas, drogas, delicadosinstrumentos que registraban las reacciones

Page 278: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nerviosas, agotamiento progresivo por la falta desueño, por la soledad y los interrogatoriosimplacables y persistentes. Los hechos no podíanser ocultados, se los exprimían a uno con la torturao les seguían la pista con los interrogatorios. Perosi la finalidad que uno se proponía no era salvar lavida sino haber sido humanos hasta el final, ¿quéimportaba todo aquello? Los sentimientos nopodían cambiarlos; es más, ni uno mismo podríasuprimirlos. Sin duda, podrían saber hasta el máspequeño detalle de todo lo que uno hubierahecho, dicho o pensado; pero el fondo delcorazón, cuyo contenido era un misterio inclusopara su dueño, se mantendría siempreinexpugnable.

Page 279: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VIII

Lo habían hecho, por fin lo habían hecho.La habitación donde estaban era alargada y de

suave iluminación. La telepantalla había sidoamortiguada hasta producir sólo un leve murmullo.La riqueza de la alfombra azul oscuro daba laimpresión de andar sobre el terciopelo. En unextremo de la habitación estaba sentado O’Brienante una mesa, bajo una lámpara de pantalla verde,con un montón de papeles a cada lado. No semolestó en levantar la cabeza cuando el criadohizo pasar a Julia y Winston.

El corazón de Winston latía tan fuerte quedudaba de poder hablar. Lo habían hecho; por finlo habían hecho… Esto era lo único que Winstonpodía pensar. Había sido un acto de inmensaaudacia entrar en este despacho, y una locurainconcebible venir juntos; aunque realmentehabían llegado por caminos diferentes y sólo sereunieron a la puerta de O’Brien. Pero sólo elhecho de traspasar aquel umbral requería un granesfuerzo nervioso. En muy raras ocasiones sepodía penetrar en las residencias del PartidoInterior, ni siquiera en el barrio donde tenían susdomicilios. La atmósfera del inmenso bloque decasas, la riqueza de amplitud de todo lo que allí

Page 280: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había, los olores —tan poco familiares— a buenacomida y a excelente tabaco, los ascensoressilenciosos e increíblemente rápidos, los criadoscon chaqueta blanca apresurándose de un lado aotro… todo ello era intimidante. Aunque tenía unbuen pretexto para ir allí, temblaba a cada paso pormiedo a que surgiera de algún rincón un guardiauniformado de negro, le pidiera sus documentos yle mandara salir. Sin embargo, el criado de O’Brienlos había hecho entrar a los dos sin demora. Era unhombre sencillo, de pelo negro y chaqueta blancacon un rostro inexpresivo y achinado. El corredorpor el que los había conducido, estaba muy bienalfombrado y las paredes cubiertas con papelcrema de absoluta limpieza. Winston no recordabahaber visto ningún pasillo cuyas paredes noestuvieran manchadas por el contacto de cuerposhumanos.

O’Brien tenía un pedazo de papel entre losdedos y parecía estarlo estudiando atentamente.Su pesado rostro inclinado tenía un aspectoformidable e inteligente a la vez. Se estuvo unosveinte segundos inmóvil. Luego se acercó elhablescribe y dictó un mensaje en la híbrida jergade los ministerios.

«Ref 1 coma 5 coma 7 aprobado excelente.Sugerencia contenida doc 6 doblemás ridículo

Page 281: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rozando crimental destruir. No conviene construirantes conseguir completa información maquinariapuntofinal mensaje».

Se levantó de la silla y se acercó a elloscruzando parte de la silenciosa alfombra. Algo delambiente oficial parecía haberse desprendido de élal terminar con las palabras de neolengua, pero suexpresión era más severa que de costumbre, comosi no le agradara ser interrumpido. El terror que yasentía Winston se vio aumentado por elazoramiento corriente que se experimenta al serlemolesto a alguien. Creía haber cometido unaestúpida equivocación. Pues ¿qué prueba tenía élde que O’Brien fuera un conspirador político? Sóloun destello de sus ojos y una observaciónequívoca. Aparte de eso, todo eran figuracionessuyas fundadas en un ensueño. Ni siquiera podíafingir que habían venido solamente a recoger eldiccionario porque en tal caso no podría explicar lapresencia de Julia. Al pasar O’Brien frente a latelepantalla, pareció acordarse de algo. Se detuvo,volvióse y giró una llave que había en la pared. Seoyó un chasquido. La voz se había callado degolpe.

Julia lanzó una pequeña exclamación, unapagado grito de sorpresa. En medio de su pánico,a Winston le causó aquello una impresión tan

Page 282: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fuerte que no pudo evitar estas palabras:—¿Puedes cerrarlo?—Sí —dijo O’Brien—, podemos cerrarlos.

Tenemos ese privilegio.Estaba sentado frente a ellos. Su maciza figura

los dominaba y la expresión de su cara continuabaindescifrable. Esperaba a que Winston hablase;pero ¿sobre qué? Incluso ahora podía concebirseperfectamente que no fuese más que un hombreocupado preguntándose con irritación por qué lohabían interrumpido. Nadie hablaba. Después decerrar la telepantalla, la habitación parecíamortalmente silenciosa. Los segundos transcurríanenormes. Winston dificultosamente conseguíamantener su mirada fija en los ojos de O’Brien.Luego, de pronto, el sombrío rostro se iluminó conel inicio de una sonrisa. Con su gestocaracterístico, O’Brien se aseguró las gafas sobrela nariz.

—¿Lo digo yo o lo dices tú? —preguntóO’Brien.

—Lo diré yo —respondió Winston al instante—. ¿Está eso completamente cerrado?

—Sí, no funciona ningún aparato en estahabitación. Estamos solos.

—Pues vinimos aquí porque…Se interrumpió dándose cuenta por primera vez

Page 283: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de la vaguedad de sus propósitos. No sabíaexactamente qué clase de ayuda esperaba deO’Brien. Prosiguió, consciente de que suspalabras sonaban vacilantes y presuntuosas:

—Creemos que existe un movimientoclandestino, una especie de organización secretaque actúa contra el Partido y que tú estás metidoen esto. Queremos formar parte de estaorganización y trabajar en lo que podamos. Somosenemigos del Partido. No creemos en losprincipios de Ingsoc. Somos criminales delpensamiento. Además, somos adúlteros. Te digotodo esto porque deseamos ponernos a tu merced.Si quieres que nos acusemos de cualquier otracosa, estamos dispuestos a hacerlo.

Winston dejó de hablar al darse cuenta de quela puerta se había abierto. Miró por encima de suhombro. Era el criado de cara amarillenta, quehabía entrado sin llamar. Traía una bandeja conuna botella y vasos.

—Martín es uno de los nuestros —dijoO’Brien impasible—. Pon aquí las bebidas, Martín.Sí, en la mesa redonda. ¿Tenemos bastantes sillas?Sentémonos para hablar cómodamente. Siéntate tútambién, Martín. Ahora puedes dejar de ser criadodurante diez minutos.

El hombrecillo se sentó a sus anchas, pero sin

Page 284: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

abandonar el aire servil. Parecía un lacayo al que lehan concedido el privilegio de sentarse con susamos. Winston lo miraba con el rabillo del ojo. Leadmiraba que aquel hombre se pasara la vidarepresentando un papel y que le parecierapeligroso prescindir de su fingida personalidadaunque fuera por unos momentos. O’Brien tomó labotella por el cuello y llenó los vasos de un líquidorojo oscuro. A Winston le recordó algo que desdehacía muchos años no veía, un anuncio luminosoque representaba una botella que se movía sola yllenaba un vaso incontables veces. Visto desdearriba, el líquido parecía casi negro, pero la botella,de buen cristal, tenía un color rubí. Su sabor eraagridulce. Vio que Julia cogía su vaso y lo olía congran curiosidad.

—Se llama vino —dijo O’Brien con una débilsonrisa—. Seguramente, ustedes lo habrán oídocitar en los libros. Creo que a los miembros delPartido Exterior no les llega. —Su cara volvió aensombrecerse y levantó el vaso—. Creo quedebemos empezar brindando por nuestro jefe: porEmmanuel Goldstein.

Winston cogió su vaso titubeando. Había leídoreferencias del vino y había soñado con él. Comoel pisapapeles de cristal o las canciones del señorCharrington, pertenecía al romántico y

Page 285: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

desaparecido pasado, la época en que él serecreaba en sus secretas meditaciones. No sabíapor qué, siempre había creído que el vino tenía unsabor intensamente dulce, como de mermelada yun efecto intoxicante inmediato. Pero al beberloahora por primera vez, le decepcionó. La verdadera que después de tantos años de beber ginebraaquello le parecía insípido. Volvió a dejar el vasovacío sobre la mesa.

—Entonces, ¿existe de verdad ese Goldstein?—preguntó.

—Sí, esa persona no es ninguna fantasía, yvive. Dónde, no lo sé.

—Y la conspiración…, la organización, ¿esauténtica?, ¿no es sólo un invento de la Policía delPensamiento?

—No, es una realidad. La llamamos laHermandad. Nunca se sabe de la Hermandad, sinoque existe y que uno pertenece a ella. En seguidavolveré a hablarte de eso. —Miró el reloj depulsera—. Ni siquiera los miembros del PartidoInterior deben mantener cerrada la telepantalla másde media hora. No debíais haber venido aquíjuntos; tendréis que marcharos por separado. Tú,camarada —le dijo a Julia—, te marcharás primero.Disponemos de unos veinte minutos.Comprenderéis que debo empezar por haceros

Page 286: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

algunas preguntas. En términos generales, ¿quéestáis dispuestos a hacer?

—Todo aquello de que seamos capaces —dijoWinston.

O’Brien había ladeado un poco su silla haciaWinston de manera que casi le volvía la espalda aJulia, dando por cierto que Winston podía hablar ala vez por sí y por ella. Empezó pestañeando unmomento y luego inició sus preguntas con vozbaja e inexpresivo, como si se tratara de una rutina,una especie de catecismo, la mayoría de cuyasrespuestas le fueran ya conocidas.

—¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?—Sí.—¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?—Sí.—¿A cometer actos de sabotaje que pueden

causar la muerte de centenares de personasinocentes?

—Sí.—¿Vender a vuestro país a las potencias

extranjeras?—Sí.—¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a

falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños,a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, aextender enfermedades venéreas… a hacer todo lo

Page 287: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que pueda causar desmoralización y debilitar elpoder del Partido?

—Sí.—Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a

nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la carade un niño, ¿estaríais dispuestos a hacerlo?

—Sí.—¿Estáis dispuestos a perder vuestra

identidad y a vivir el resto de vuestras vidas comocamareros, cargadores de puerto, etc.?

—Sí.—¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo

ordenamos y en el momento en que loordenásemos?

—Sí.—¿Estáis dispuestos, los dos, a separaros y no

volveros a ver nunca?—No —interrumpió Julia.A Winston le pareció que había pasado

muchísimo tiempo antes de contestar. Durantealgunos momentos creyó haber perdido el habla.Se le movía la lengua sin emitir sonidos, formandolas primeras sílabas de una palabra y luego de otra.Hasta que lo dijo, no sabía qué palabra iba a decir:

—No —dijo por fin.—Hacéis bien en decírmelo —repuso O’Brien

—. Es necesario que lo conozcamos todo.

Page 288: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Se volvió hacia Julia y añadió con una voz algomás animada:

—¿Te das cuenta de que, aunque élsobreviviera, sería una persona diferente?Podríamos vernos obligados a darle una nuevaidentidad. Le cambiaríamos la cara, losmovimientos, la forma de sus manos, el color delpelo… hasta la voz, y tú también podríasconvertirte en una persona distinta. Nuestroscirujanos transforman a las personas de maneraque es imposible reconocerlas. A veces, esnecesario. En ciertos casos, amputamos algúnmiembro.

Winston no pudo evitar otra mirada de soslayoa la cara mongólica de Martín. No se le notabancicatrices. Julia estaba algo más pálida y leresaltaban las pecas, pero miró a O’Brien convalentía. Murmuró algo que parecía conformidad.

—Bueno. Entonces ya está todo arreglado —dijo O’Brien.

Sobre la mesa había una caja de plata concigarrillos. Con aire distraído, O’Brien la fueacercando a los otros. Tomó él un cigarrillo, selevantó y empezó a pasear por la habitación comosi de este modo pudiera pensar mejor. Erancigarrillos muy buenos; no se les caía el tabaco yel papel era sedoso. O’Brien volvió a mirar su reloj

Page 289: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de pulsera.—Vuelve a tu servicio, Martín —dijo—.

Volveré a poner en marcha la telepantalla dentro deun cuarto de hora. Fíjate bien en las caras de estoscamaradas antes de salir. Es posible que losvuelvas a ver. Yo quizá no.

Exactamente como habían hecho al entrar, losojos oscuros del hombrecillo recorrieron rápidoslos rostros de Julia y Winston. No había en suactitud la menor afabilidad. Estaba registrandounas facciones, grabándoselas, pero no sentía elmenor interés por ellos o parecía no sentirlo. Se leocurrió a Winston que quizás un rostrotransformado no fuera capaz de variar deexpresión. Sin hablar ni una palabra ni hacer elmenor gesto de despedida, salió Martín, cerrandosilenciosamente la puerta tras él. O’Brien seguíapaseando por la estancia con una mano en elbolsillo de su mono negro y en la otra el cigarrillo.

—Ya comprenderéis —dijo— que tendréis queluchar a oscuras. Siempre a oscuras. Recibiréisórdenes y las obedeceréis sin saber por qué. Másadelante os mandaré un libro que os aclarará laverdadera naturaleza de la sociedad en quevivimos y la estrategia que hemos de emplear paradestruirla. Cuando hayáis leído el libro, seréisplenamente miembros de la Hermandad. Pero entre

Page 290: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

los fines generales por los que luchamos y lastareas inmediatas de cada momento habrá un vacíopara vosotros sobre el que nada sabréis. Os digoque la Hermandad existe, pero no puedo deciros sila constituyen un centenar de miembros o diezmillones. Por vosotros mismos no llegaréis a sabernunca si hay una docena de afiliados. Tendréissólo tres o cuatro personas en contacto convosotros que se renovarán de vez en cuando amedida que vayan desapareciendo. Como yo hesido el primero en entrar en contacto convosotros, seguiremos manteniendo lacomunicación. Cuando recibáis órdenes,procederán de mí. Si creemos necesariocomunicaros algo, lo haremos por medio deMartín. Cuando, finalmente, os cojan, confesaréis.Esto es inevitable. Pero tendréis muy poco queconfesar aparte de vuestra propia actuación. Nopodéis traicionar más que a unas cuantaspersonas sin importancia. Quizá ni siquiera os seaposible delatarme. Por entonces, quizá yo hayamuerto o seré ya una persona diferente con unacara distinta.

Siguió paseando sobre la suave alfombra. Apesar de su corpulencia, tenía una notable graciade movimientos. Gracia que aparecía incluso en elgesto de meterse la mano en el bolsillo o de

Page 291: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

manejar el cigarrillo. Más que de fuerza daba unaimpresión de confianza y de comprensión irónica.Aunque hablara en serio, nada tenía de la rigidezdel fanático. Cuando hablaba de asesinatos,suicidio, enfermedades venéreas, miembrosamputados o caras cambiadas, lo hacía en tono debroma. «Esto es inevitable» —parecía decir su voz—; «esto es lo que hemos de hacer queramos ono. Pero ya no tendremos que hacerlo cuando lavida vuelva a ser digna de ser vivida». Una oleadade admiración, casi de adoración, iba de Winston aO’Brien. Casi había olvidado la sombría figura deGoldstein. Contemplando las vigorosas espaldasde O’Brien y su rostro enérgicamente tallado, tanfeo y a la vez tan civilizado, era imposible creer enla derrota, en que él fuera vencido. No se concebíauna estratagema, un peligro al que él no pudierahacer frente. Hasta Julia parecía impresionada.Había dejado quemarse solo su cigarrillo yescuchaba con intensa atención. O’Brienprosiguió:

—Habréis oído rumores sobre la existencia dela Hermandad. Supongo que la habréis imaginadoa vuestra manera. Seguramente creeréis que setrata de un mundo subterráneo de conspiradoresque se reúnen en sótanos, que escriben mensajessobre los muros y se reconocen unos a otros por

Page 292: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

señales secretas, palabras misteriosas omovimientos especiales de las manos. Nada deeso. Los miembros de la Hermandad no tienenmodo alguno de reconocerse entre ellos y esimposible que ninguno de los miembros llegue aindividualizar sino a muy contados de susafiliados. El propio Goldstein, si cayera en manosde la Policía del Pensamiento, no podría dar unalista completa de los afiliados ni informaciónalguna que les sirviera para hacer el servicio. Enrealidad, no hay tal lista. La Hermandad no puedeser barrida porque no es una organización en elsentido corriente de la palabra. Nada mantiene sucohesión a no ser la idea de que es indestructible.No tendréis nada en que apoyaros aparte de esaidea. No encontraréis camaradería ni estímulo.Cuando finalmente seáis detenidos por la Policía,nadie os ayudará. Nunca ayudamos a nuestrosafiliados. Todo lo más, cuando es absolutamentenecesario que alguien calle, introducimosclandestinamente una hoja de afeitar en la celdadel compañero detenido. Es la única ayuda que aveces prestamos. Debéis acostumbraros a la ideade vivir sin esperanza. Trabajaréis algún tiempo, osdetendrán, confesaréis y luego os matarán. Esosserán los únicos resultados que podréis ver. Nohay posibilidad de que se produzca ningún cambio

Page 293: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

perceptible durante vuestras vidas. Nosotrossomos los muertos. Nuestra única vida verdaderaestá en el futuro. Tomaremos parte en él comopuñados de polvo y astillas de hueso. Pero no sesabe si este futuro está más o menos lejos. Quizátarde mil años. Por ahora lo único posible es irextendiendo el área de la cordura poco a poco. Nopodemos actuar colectivamente. Sólo podemosdifundir nuestro conocimiento de individuo enindividuo, de generación en generación. Ante laPolicía del Pensamiento no hay otro medio.

Se detuvo y miró por tercera vez su reloj.—Ya es casi la hora de que te vayas, camarada

—le dijo a Julia—. Espera. La botella está todavíapor la mitad.

Llenó los vasos y levantó el suyo.—¿Por qué brindaremos esta vez? —dijo, sin

perder su tono irónico—. ¿Por el despiste de laPolicía del Pensamiento? ¿Por la muerte del GranHermano? ¿Por la humanidad? ¿Por el futuro?

—Por el pasado —dijo Winston.—Sí, el pasado es más importante —concedió

O’Brien seriamente.Vaciaron los vasos y un momento después se

levantó Julia para marcharse. O’Brien cogió unacajita que estaba sobre un pequeño armario y ledio a la joven una tableta delgada y blanca para

Page 294: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que se la colocara en la lengua. Era muyimportante no salir oliendo a vino; los encargadosdel ascensor eran muy observadores. En cuantoJulia cerró la puerta, O’Brien pareció olvidarse desu existencia. Dio unos cuantos pasos más y separó.

—Hay que arreglar todavía unos cuantosdetalles —dijo—. Supongo que tendrás algúnescondite.

Winston le explicó lo de la habitación sobre latienda del señor Charrington.

—Por ahora, basta con eso. Más tarde tebuscaremos otra cosa. Hay que cambiar deescondite con frecuencia. Mientras tanto, teenviaré una copia del libro. —Winston observóque hasta O’Brien parecía pronunciar esa palabraen cursiva—. Ya supondrás que me refiero al librode Goldstein. Te lo mandaré lo más pronto posible.Quizá tarde algunos días en lograr el ejemplar.Comprenderás que circulan muy pocos. La Policíadel Pensamiento los descubre y destruye casi conla misma rapidez que los imprimimos nosotros.Pero da lo mismo. Ese libro es indestructible. Si elúltimo ejemplar desapareciera, podríamosreproducirlo de memoria. ¿Sueles llevar una carteraa la oficina? —añadió.

—Sí. Casi siempre.

Page 295: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—¿Cómo es?—Negra, muy usada. Con dos correas.—Negra, dos correas, muy usada… Bien.

Algún día de éstos, no puedo darte una fechaexacta, uno de los mensajes que te lleguen en tutrabajo de la mañana contendrá una errata ytendrás que pedir que te lo repitan. Al díasiguiente irás al trabajo sin la cartera. A cierta horadel día, en la calle, se te acercará un hombre y tetocará en el brazo, diciéndote: «Creo que se te hacaído esta cartera». La que te dé contendrá unejemplar del libro de Goldstein. Tienes quedevolverlo a los catorce días o antes por el mismoprocedimiento.

Estuvieron callados un momento.—Falta un par de minutos para que tengas que

irte —dijo O’Brien—. Quizá volvamos aencontrarnos, aunque es muy poco probable, yentonces nos veremos en…

Winston lo miró fijamente.—¿En el sitio donde no hay oscuridad? —dijo

vacilando.O’Brien asintió con la cabeza, sin dar señales

de extrañeza:—En el sitio donde no hay oscuridad —repitió

como si hubiera recogido la alusión—. Y mientrastanto, ¿hay algo que quieras decirme antes de salir

Page 296: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de aquí? ¿Alguna pregunta?Winston pensó unos instantes. No creía tener

nada más que preguntar. En vez de cosasrelacionadas con O’Brien o la Hermandad, leacudía a la mente una imagen superpuesta de laoscura habitación donde su madre había pasadolos últimos días y el dormitorio en casa del señorCharrington, el pisapapeles de cristal y el grabadocon su marco de palo rosa. Entonces dijo:

—Oíste alguna vez una vieja canción queempieza: Naranjas y limones, dicen las campanasde San Clemente.

O’Brien, muy serio, continuó la canción:

Me debes tres peniques, dicen lascampanas de San Martín.¿Cuándo me pagarás?, dicen lascampanas de Old Bailey.Cuando me haga rico, dicen las campanasde Shoreditch.

—¡¡Sabías el último verso!! —dijo Winston.—Sí, lo sé, y ahora creo que es hora de que te

vayas. Pero, espera, toma antes una de estastabletas.

O’Brien, después de darle la tableta, leestrechó la mano con tanta fuerza que los huesos

Page 297: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de Winston casi crujieron. Winston se volvió alllegar a la puerta, pero ya O’Brien empezaba aeliminarlo de sus pensamientos. Esperaba con lamano puesta en la llave que controlaba latelepantalla. Más allá veía Winston la mesadespacho con su lámpara de pantalla verde, elhablescribe y las bandejas de alambre cargadas depapeles. El incidente había terminado. Dentro detreinta segundos —pensó Winston— reanudaríaO’Brien su interrumpido e importante trabajo alservicio del Partido.

Page 298: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO IX

Winston se encontraba cansadísimo, tan cansadoque le parecía estarse convirtiendo en gelatina.Pensó que su cuerpo no sólo tenía la flojedad de lagelatina, sino su transparencia. Era como si allevantar la mano fuera a ver la luz a través de ella.Trabajaba tanto que sólo le quedaba una frágilestructura de nervios, huesos y piel. Todas lassensaciones le parecían ampliadas. Su mono leestaba ancho, el suelo le hacía cosquillas en lospies y hasta el simple movimiento de abrir y cerrarla mano constituía para él un esfuerzo que le hacíasonar los huesos.

Había trabajado más de noventa horas encinco días, lo mismo que todos los funcionariosdel Ministerio. Ahora había terminado todo y nadatenía que hacer hasta el día siguiente por lamañana. Podía pasar seis horas en su refugio yotras nueve en su cama. Bajo el tibio sol de latarde se dirigió despacio en dirección a la tiendadel señor Charrington, sin perder de vista laspatrullas, pero convencido, irracionalmente, deque aquella tarde no se cernía sobre él ningúnpeligro. La pesada cartera que llevaba le golpeabala rodilla a cada paso. Dentro llevaba el libro, quetenía ya desde seis días antes pero que aún no

Page 299: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había abierto. Ni siquiera lo había mirado.En el sexto día de la Semana del Odio, después

de los desfiles, discursos, gritos, cánticos,banderas, películas, figuras de cera, estruendo detrompetas y tambores, arrastrar de pies cansados,rechinar de tanques, zumbido de las escuadrillasaéreas, salvas de cañonazos…, después de seisdías de todo esto, cuando el gran orgasmo políticollegaba a su punto culminante y el odio generalcontra Eurasia era ya un delirio tan exacerbado quesi la multitud hubiera podido apoderarse de losdos mil prisioneros de guerra eurasiáticos quehabían sido ahorcados públicamente el último díade los festejos, los habría despedazado…, en esemomento precisamente se había anunciado queOceanía no estaba en guerra con Eurasia. Oceaníaluchaba ahora contra Asia Oriental. Eurasia eraaliada.

Desde luego, no se reconoció que se hubieraproducido ningún engaño. Sencillamente, se hizosaber del modo más repentino y en todas partes almismo tiempo que el enemigo no era Eurasia, sinoAsia Oriental. Winston tomaba parte en unamanifestación que se celebraba en una de lasplazas centrales de Londres en el momento delcambiazo. Era de noche y todo estabacegadoramente iluminado con focos. En la plaza

Page 300: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había varios millares de personas, incluyendo milniños de las escuelas con el uniforme de losEspías. En una plataforma forrada de trapos rojos,un orador del Partido Interior, un hombredelgaducho y bajito con unos brazosdesproporcionadamente largos y un cráneogrande y calvo con unos cuantos mechonessueltos atravesados sobre él, arengaba a lamultitud. La pequeña figura, retorcida de odio, seagarraba al micrófono con una mano mientras quecon la otra, enorme, al final de un brazo huesudo,daba zarpazos amenazadores por encima de sucabeza. Su voz, que los altavoces hacían metálica,soltaba una interminable sarta de atrocidades,matanzas en masa, deportaciones, saqueos,violaciones, torturas de prisioneros, bombardeosde poblaciones civiles, agresiones injustas,propaganda mentirosa y tratados incumplidos. Eracasi imposible escucharle sin convencerse primeroy luego volverse loco. A cada momento, la furia dela multitud hervía inconteniblemente y la voz delorador era ahogada por una salvaje y bestialgritería que brotaba incontrolablemente de millaresde gargantas. Los chillidos más salvajes eran losde los niños de las escuelas. El discurso duraba yaunos veinte minutos cuando un mensajero subióapresuradamente a la plataforma y le entregó a

Page 301: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

aquel hombre un papelito. Él lo desenrolló y loleyó sin dejar de hablar. Nada se alteró en su vozni en su gesto, ni siquiera en el contenido de loque decía. Pero, de pronto, los nombres erandiferentes. Sin necesidad de comunicárselo porpalabras, una oleada de comprensión agitó a lamultitud. ¡Oceanía estaba en guerra con AsiaOriental! Pero, inmediatamente, se produjo unatremenda conmoción. Las banderas, los cartelesque decoraban la plaza estaban todosequivocados. Aquellos no eran los rostros delenemigo. ¡Sabotaje! ¡Los agentes de Goldsteineran los culpables! Hubo una fenomenal algarabíamientras todos se dedicaban a arrancar carteles y aromper banderas, pisoteando luego los trozos depapel y cartón roto. Los Espías realizaronprodigios de actividad subiéndose a los tejadospara cortar las bandas de tela pintada quecruzaban la calle. Pero a los dos o tres minutos sehabía terminado todo. El orador, que no habíasoltado el micrófono, seguía vociferando y dandozarpazos al aire. Al minuto siguiente, la masavolvía a gritar su odio exactamente como antes.Sólo que el objetivo había cambiado.

Lo que más le impresionó a Winston fue que elorador dio el cambiazo exactamente a la mitad deuna frase, no sólo sin detenerse, sino sin cambiar

Page 302: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

siquiera la construcción de la frase. Pero enaquellos momentos tenía Winston otras cosas dequé preocuparse. Fue entonces, en medio de lagran algarabía, cuando se le acercó undesconocido y, dándole un golpecito en unhombro, le dijo: «Perdone, creo que se le ha caídoa usted esta cartera». Winston tomó la cartera sinhablar, como abstraído. Sabía que iban a pasarvarios días sin que pudiera abrirla. En cuantoterminó la manifestación, se fue directamente alMinisterio de la Verdad, aunque eran ya lasveintitrés. Lo mismo hizo todo el personal delMinisterio. En verdad, las órdenes que repetíancontinuamente las telepantallas ordenándolesreintegrarse a sus puestos apenas eran necesarias.Todos sabían lo que les tocaba hacer en talescasos.

Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental;Oceanía había estado siempre en guerra con AsiaOriental. Una gran parte de la literatura política deaquellos cinco años quedaba anticuada,absolutamente inservible. Documentos e informesde todas clases, periódicos, libros, folletos depropaganda, películas, bandas sonoras,fotografías… todo ello tenía que ser rectificado ala velocidad del rayo. Aunque nunca se dabanórdenes en estos casos, se sabía que los jefes de

Page 303: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

departamento deseaban que dentro de una semanano quedara en toda Oceanía ni una sola referenciaa la guerra con Eurasia ni a la alianza con AsiaOriental. El trabajo que esto suponía eraaplastante. Sobre todo porque las operacionesnecesarias para realizarlo no se llamaban por susnombres verdaderos. En el Departamento deRegistro todos trabajaban dieciocho horas de lasveinticuatro con dos turnos de tres horas cadauno para dormir. Bajaron colchones y los pusieronpor los pasillos. Las comidas se componían desandwiches y café de la Victoria —traído encarritos por los camareros de la cantina—. Cadavez que Winston interrumpía el trabajo para unode sus dos descansos diarios, procuraba dejarlotodo terminado y que en su mesa no quedaranpapeles. Pero cuando volvía al cabo de tres horas,con el cuerpo dolorido y los ojos hinchados, seencontraba con que otra lluvia de cilindros depapel le había cubierto la mesa como una nevada,casi enterrando el hablescribe y esparciéndose porel suelo, de modo que su primer trabajo consistíaen ordenar todo aquello para tener sitio dondemoverse. Lo peor de todo era que no se trataba deun trabajo mecánico. A veces bastaba consustituir un nombre por otro, pero los informesdetallados de acontecimientos exigían mucho

Page 304: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuidado e imaginación.Incluso los conocimientos geográficos

necesarios para trasladar la guerra de una parte delmundo a otra eran considerables.

Al tercer día le dolían los ojosinsoportablemente y tenía que limpiarse las gafascada cinco minutos. Era como luchar contra algunatarea física aplastante, algo que uno tenía derechoa negarse a realizar y que sin embargo se hacía poruna impaciencia neurótica de verlo terminado. Escurioso que no le preocupara el hecho de quetodas las palabras que iba murmurando en elhablescribe, así como cada línea escrita con sulápiz-pluma, era una mentira deliberada. Lo únicoque le angustiaba era el temor de que lafalsificación no fuera perfecta, y esto mismo lesocurría a todos sus compañeros. En la mañana delsexto día el aluvión de cilindros de papel fuedisminuyendo. Pasó media hora sin que salieraninguno por el tubo; luego salió otro rollo ydespués nada absolutamente. Por todas partesocurría igual. Un hondo y secreto suspiro recorrióel Ministerio. Se acababa de realizar una hazañaque nadie podría mencionar nunca. Era imposibleya que ningún ser humano pudiera probardocumentalmente que la guerra con Eurasia habíasucedido. Inesperadamente, se anunció que todos

Page 305: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

los trabajadores del Ministerio estaban libreshasta el día siguiente por la mañana. Era mediodía.Winston, que llevaba todavía la cartera con ellibro, la cual había permanecido entre sus pies —mientras trabajaba— y debajo de su cuerpomientras dormía. Se fue a casa, se afeitó y casi sequedó dormido en el baño, aunque el agua estabacasi fría.

Luego, con una sensación voluptuosa, subiólas escaleras de la tienda del señor Charrington.Por supuesto, estaba cansadísimo, pero se le habíapasado el sueño. Abrió la ventana, encendió lapequeña y sucia estufa y puso a calentar un cazocon agua. Julia llegaría en seguida. Mientras laesperaba, tenía el libro. Sentóse en ladesvencijada butaca y desprendió las correas de lacartera.

Era un pesado volumen negro, encuadernadopor algún aficionado y en cuya cubierta no habíanombre ni título alguno. La impresión también eraalgo irregular. Las páginas estaban muy gastadaspor los bordes y el libro se abría con muchafacilidad, como si hubiera pasado por muchasmanos. La inscripción de la portada decía:

TEORÍA Y PRÁCTICA DELCOLECTIVISMO OLIGÁRQUICO

Page 306: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

porEMMANUEL GOLDSTEIN

Winston empezó a leer:

CAPÍTULO PRIMEROLa ignorancia es la fuerzaDurante todo el tiempo de que se tiene noticia —probablemente desde fines del periodo neolítico—ha habido en el mundo tres clases de personas: losAltos, los Medianos y los Bajos. Se hansubdividido de muchos modos, han llevado muydiversos nombres y su número relativo, así comola actitud que han guardado unos hacia otros, havariado de época en época; pero la estructuraesencial de la sociedad nunca ha cambiado.Incluso después de enormes conmociones y decambios que parecían irrevocables, la mismaestructura ha vuelto a imponerse, igual que ungiroscopio vuelve siempre a la posición deequilibrio por mucho que lo empujemos en unsentido o en otro.

Los objetivos de estos tres grupos son porcompleto inconciliables.

Winston interrumpió la lectura, sobre todo parapoder disfrutar bien del hecho asombroso de

Page 307: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hallarse leyendo tranquilo y seguro. Estaba solo,sin telepantalla, sin nadie que escuchara por lacerradura, sin sentir el impulso nervioso de mirarpor encima del hombro o de cubrir la página con lamano. Un airecillo suave le acariciaba la mejilla. Delejos venían los gritos de los niños que jugaban.En la habitación misma no había más sonido que eldébil tic-tac del reloj, un ruido como de insecto. Searrellanó más cómodamente en la butaca y pusolos pies en los hierros de la chimenea. Aquello erauna bendición, era la eternidad. De pronto, comosuele hacerse cuando sabemos que un libro seráleído y releído por nosotros, sintió el deseo de«calarlo» primero. Así, lo abrió por un sitiodistinto y se encontró en el capítulo III. Siguióleyendo:

CAPÍTULO IIILa guerra es la pazLa desintegración del mundo en tres grandessuperestados fue un acontecimiento que pudohaber sido previsto —y que en realidad lo fue—antes de mediar el siglo XX. Al ser absorbidaEuropa por Rusia y el Imperio Británico por losEstados Unidos, habían nacido ya en esencia dosde los tres poderes ahora existentes, Eurasia yOceanía. El tercero, Asia Oriental, sólo surgió

Page 308: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

como unidad aparte después de otra década deconfusa lucha. Las fronteras entre los tressuperestados son arbitrarias en algunas zonas yen otras fluctúan según los altibajos de la guerra,pero en general se atienen a líneas geográficas.Eurasia comprende toda la parte norte de la masaterrestre europea y asiática, desde Portugal hastael Estrecho de Bering. Oceanía comprende lasAméricas, las islas del Atlántico, incluyendo a lasIslas Británicas, Australasia y África meridional.Asia Oriental, potencia más pequeña que las otrasy con una frontera occidental menos definida,abarca China y los países que se hallan al sur deella, las islas del Japón y una amplia y fluctuanteporción de Manchuria, Mongolia y el Tibet.

Estos tres superestados, en una combinación oen otra, están en guerra permanente y llevan asíveinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerraaquella lucha desesperada y aniquiladora que eraen las primeras décadas del siglo XX. Es una luchapor objetivos limitados entre combatientesincapaces de destruirse unos a otros, sin unacausa material para luchar y que no se hallandivididos por diferencias ideológicas claras. Estono quiere decir que la conducta en la guerra ni laactitud hacia ella sean menos sangrientas ni máscaballerosas. Por el contrario, el histerismo bélico

Page 309: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

es continuo y universal, y las violaciones, lossaqueos, la matanza de niños, la esclavización depoblaciones enteras y represalias contra losprisioneros hasta el punto de quemarlos yenterrarlos vivos, se consideran normales, ycuando esto no lo comete el enemigo sino elbando propio, se estima meritorio. Pero en unsentido físico, la guerra afecta a muy pocaspersonas, la mayoría especialistas muy bienpreparados, y causa pocas bajas relativamente.Cuando hay lucha, tiene lugar en confusasfronteras que el hombre medio apenas puedesituar en un mapa o en torno a las fortalezasflotantes que guardan los lugares estratégicos enel mar. En los centros de civilización la guerra nosignifica más que una continua escasez de víveresy alguna que otra bomba cohete que puede causarunas veintenas de víctimas. En realidad, la guerraha cambiado de carácter. Con más exactitud, puededecirse que ha variado el orden de importancia delas razones que determinaban una guerra. Se hanconvertido en dominantes y son reconocidosconscientemente motivos que ya estaban latentesen las grandes guerras de la primera mitad del sigloXX.

Para comprender la naturaleza de la guerraactual —pues, a pesar del reagrupamiento que

Page 310: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ocurre cada pocos años, siempre es la mismaguerra— hay que darse cuenta en primer lugar deque esta guerra no puede ser decisiva. Ninguno delos tres superestados podría ser conquistadodefinitivamente ni siquiera por los otros dos encombinación. Sus fuerzas están demasiado bienequilibradas. Y sus defensas son demasiadopoderosas. Eurasia está protegida por sus grandesespacios terrestres, Oceanía por la anchura delAtlántico y del Pacífico, Asia Oriental por lafecundidad y laboriosidad de sus habitantes.Además, ya no hay nada por qué luchar. Con laseconomías autárquicas, la lucha por los mercados,que era una de las causas principales de lasguerras anteriores, ha dejado de tener sentido, y lacompetencia por las materias primas ya no es unacuestión de vida o muerte. Cada uno de los tressuperestados es tan inmenso que puede obtenercasi todas las materias que necesita dentro de suspropias fronteras. Si acaso, se propone la guerra eldominio del trabajo. Entre las fronteras de lossuperestados, y sin pertenecer de un modopermanente a ninguno de ellos, se extiende uncuadrilátero, con sus ángulos en Tánger,Brazzaville, Darwin y Hong-Kong, que contienecasi una quinta parte de la población de la Tierra.Las tres potencias luchan constantemente por la

Page 311: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

posesión de estas regiones densamente pobladas,así como por las zonas polares. En la práctica,ningún poder controla totalmente esa áreadisputada. Porciones de ella están cambiando acada momento de manos, y lo que en realidaddetermina los súbitos y múltiples cambios dealianzas es la posibilidad de apoderarse de uno uotro pedazo de tierra mediante una inesperadatraición.

Todos esos territorios disputados contienenvaliosos minerales y algunos de ellos producenciertas cosas, como la goma, que en los climasfríos es preciso sintetizar por métodosrelativamente caros. Pero, sobre todo,proporcionan una inagotable reserva de mano deobra muy barata. La potencia que controle elÁfrica Ecuatorial, los países del Oriente Medio, laIndia Meridional o el Archipiélago Indonesio,dispone también de centenares de millones detrabajadores mal pagados y muy resistentes. Loshabitantes de esas regiones, reducidos más omenos abiertamente a la condición de esclavos,pasan continuamente de un conquistador a otro yson empleados como carbón o aceite en la carrerade armamento, armas que sirven para capturar másterritorios y ganar así más mano de obra, con locual se pueden tener más armas que servirán para

Page 312: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

conquistar más territorios, y así indefinidamente.Es interesante observar que la lucha nuncasobrepasa los límites de las zonas disputadas. Lasfronteras de Eurasia avanzan y retroceden entre lacuenca del Congo y la orilla septentrional delMediterráneo; las islas del Océano Indico y delPacífico son conquistadas y reconquistadasconstantemente por Oceanía y por Asia Oriental;en Mongolia, la línea divisoria entre Eurasia y AsiaOriental nunca es estable; en torno al Polo Norte,las tres potencias reclaman inmensos territorios ensu mayor parte inhabitados e inexplorados; pero elequilibrio de poder no se altera apenas con todoello y el territorio que constituye el suelo patrio decada uno de los tres superestados nunca pierde suindependencia. Además, la mano de obra de lospueblos explotados alrededor del Ecuador no esverdaderamente necesaria para la economíamundial. Nada atañe a la riqueza del mundo, yaque todo lo que produce se dedica a fines deguerra, y el objeto de prepararse para una guerrano es más que ponerse en situación de emprenderotra guerra. Las poblaciones esclavizadaspermiten, con su trabajo, que se acelere el ritmo dela guerra. Pero si no existiera ese refuerzo detrabajo, la estructura de la sociedad y el procesopor el cual ésta se mantiene no variarían en lo

Page 313: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

esencial.La finalidad principal de la guerra moderna (de

acuerdo con los principios del doblepensar) lareconocen y, a la vez, no la reconocen, loscerebros dirigentes del Partido Interior. Consisteen usar los productos de las máquinas sin elevarpor eso el nivel general de la vida. Hasta fines delsiglo XIX había sido un problema latente de lasociedad industrial qué había de hacerse con elsobrante de los artículos de consumo. Ahora,aunque son pocos los seres humanos que puedencomer lo suficiente, este problema no es urgente ynunca podría tener caracteres graves aunque nose emplearan procedimientos artificiales paradestruir esos productos. El mundo de hoy, si locomparamos con el anterior a 1914, está desnudo,hambriento y lleno de desolación; y aún más si locomparamos con el futuro que las gentes deaquella época esperaba. A principios del siglo XXla visión de una sociedad futura increíblementerica, ordenada, eficaz y con tiempo para todo —unreluciente mundo antiséptico de cristal, acero ycemento, un mundo de nívea blancura— era elideal de casi todas las personas cultas. La cienciay la tecnología se desarrollaban a una velocidadprodigiosa y parecía natural que este desarrollo nose interrumpiera jamás. Sin embargo, no continuó

Page 314: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

el perfeccionamiento, en parte por elempobrecimiento causado por una larga serie deguerras y revoluciones, y en parte porque elprogreso científico y técnico se basaba en unhábito empírico de pensamiento que no podíaexistir en una sociedad estrictamentereglamentada. En conjunto, el mundo es hoy másprimitivo que hace cincuenta años. Algunas zonassecundarias han progresado y se han realizadoalgunos perfeccionamientos, ligados siempre a laguerra y al espionaje policiaco, pero losexperimentos científicos y los inventos no hanseguido su curso y los destrozos causados por laguerra atómica de los años cincuenta y tantosnunca llegaron a ser reparados. No obstante,perduran los peligros del maquinismo. Cuandoaparecieron las grandes máquinas, se pensó,lógicamente, que cada vez haría menos falta laservidumbre del trabajo y que esto contribuiría engran medida a suprimir las desigualdades en lacondición humana. Si las máquinas eranempleadas deliberadamente con esa finalidad,entonces el hambre, la suciedad, el analfabetismo,las enfermedades y el cansancio seríannecesariamente eliminados al cabo de unascuantas generaciones. Y, en realidad, sin serempleada con esa finalidad, sino sólo por un

Page 315: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

proceso automático —produciendo riqueza que nohabía más remedio que distribuir—, elevóefectivamente la máquina el nivel de vida de lasgentes que vivían a mediados de siglo. Estasgentes vivían muchísimo mejor que las de fines delsiglo XIX.

Pero también resultó claro que un aumento debienestar tan extraordinario amenazaba con ladestrucción —era ya, en sí mismo, la destrucción— de una sociedad jerárquica. En un mundo enque todos trabajaran pocas horas, tuvieranbastante que comer, vivieran en casas cómodas ehigiénicas, con cuarto de baño, calefacción yrefrigeración, y poseyera cada uno un auto oquizás un aeroplano, habría desaparecido la formamás obvia e hiriente de desigualdad. Si la riquezallegaba a generalizarse, no serviría para distinguir anadie. Sin duda, era posible imaginarse unasociedad en que la riqueza, en el sentido deposesiones y lujos personales, fueraequitativamente distribuida mientras que el podersiguiera en manos de una minoría, de una pequeñacasta privilegiada. Pero, en la práctica, semejantesociedad no podría conservarse estable, porque sitodos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, lagran masa de seres humanos, a quienes la pobrezasuele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y

Page 316: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

empezarían a pensar por sí mismos; y si empezarana reflexionar, se darían cuenta más pronto o mástarde que la minoría privilegiada no tenía derechoalguno a imponerse a los demás y acabaríanbarriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquicasólo sería posible basándose en la pobreza y en laignorancia. Regresar al pasado agrícola —comoquerían algunos pensadores de principios de estesiglo— no era una solución práctica, puesto queestaría en contra de la tendencia a la mecanización,que se había hecho casi instintiva en el mundoentero, y, además, cualquier país que permanecieraatrasado industrialmente sería inútil en un sentidomilitar y caería antes o después bajo el dominio deun enemigo bien armado.

Tampoco era una buena solución mantener lapobreza de las masas restringiendo la producción.Esto se practicó en gran medida entre 1920 y 1940.Muchos países dejaron que su economía seanquilosara. No se renovaba el materialindispensable para la buena marcha de lasindustrias, quedaban sin cultivar las tierras, ygrandes masas de población, sin tener en quétrabajar, vivían de la caridad del Estado. Perotambién esto implicaba una debilidad militar, ycomo las privaciones que infligía eraninnecesarias, despertaba inevitablemente una gran

Page 317: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

oposición. El problema era mantener en marcha lasruedas de la industria sin aumentar la riqueza realdel mundo. Los bienes habían de ser producidos,pero no distribuidos. Y, en la práctica, la únicamanera de lograr esto era la guerra continua.

El acto esencial de la guerra es la destrucción,no forzosamente de vidas humanas, sino de losproductos del trabajo. La guerra es una manera depulverizar o de hundir en el fondo del mar losmateriales que en la paz constante podríanemplearse para que las masas gozaran de excesivacomodidad y, con ello, se hicieran a la largademasiado inteligentes. Aunque las armas no sedestruyeran, su fabricación no deja de ser unmétodo conveniente de gastar trabajo sin producirnada que pueda ser consumido. En una fortalezaflotante, por ejemplo, se emplea el trabajo quehubieran dado varios centenares de barcos decarga. Cuando se queda anticuada, y sin haberproducido ningún beneficio material para nadie, seconstruye una nueva fortaleza flotante medianteun enorme acopio de mano de obra. En principio,el esfuerzo de guerra se planea para consumir todolo que sobre después de haber cubierto unasmínimas necesidades de la población. Este mínimose calcula siempre en mucho menos de lonecesario, de manera que hay una escasez crónica

Page 318: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de casi todos los artículos necesarios para la vida,lo cual se considera como una ventaja. Constituyeuna táctica deliberada mantener incluso a losgrupos favorecidos al borde de la escasez, porqueun estado general de escasez aumenta laimportancia de los pequeños privilegios y haceque la distinción entre un grupo y otro resulte másevidente. En comparación con el nivel de vida deprincipios del siglo XX, incluso los miembros delPartido Interior llevan una vida austera ylaboriosa. Sin embargo, los pocos lujos quedisfrutan —un buen piso, mejores telas, buenacalidad del alimento, bebidas y tabaco, dos o trescriados, un auto o un autogiro privado— loscolocan en un mundo diferente del de losmiembros del Partido Exterior, y estos últimosposeen una ventaja similar en comparación con lasmasas sumergidas, a las que llamamos «losproles». La atmósfera social es la de una ciudadsitiada, donde la posesión de un trozo de carne decaballo establece la diferencia entre la riqueza y lapobreza. Y, al mismo tiempo, la idea de que se estáen guerra, y por tanto en peligro, hace que laentrega de todo el poder a una reducida castaparezca la condición natural e inevitable parasobrevivir.

Se verá que la guerra no sólo realiza la

Page 319: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

necesaria distinción, sino que la efectúa de unmodo aceptable psicológicamente. En principio,sería muy sencillo derrochar el trabajo sobranteconstruyendo templos y pirámides, abriendozanjas y volviéndolas a llenar o inclusoproduciendo inmensas cantidades de bienes yprendiéndoles fuego. Pero esto sólo daría la baseeconómica y no la emotiva para una sociedadjerarquizada. Lo que interesa no es la moral de lasmasas, cuya actitud no importa mientras se hallenabsorbidas por su trabajo, sino la moral del Partidomismo. Se espera que hasta el más humilde de losmiembros del Partido sea competente, laborioso eincluso inteligente —siempre dentro de límitesreducidos, claro está—, pero siempre es precisoque sea un fanático ignorante y crédulo en el queprevalezca el miedo, el odio, la adulación y unacontinua sensación orgiástica de triunfo. En otraspalabras, es necesario que ese hombre posea lamentalidad típica de la guerra. No importa quehaya o no haya guerra y, ya que no es posible unavictoria decisiva, tampoco importa si la guerra vabien o mal. Lo único preciso es que exista unestado de guerra. La desintegración de lainteligencia especial que el Partido necesita de susmiembros, y que se logra mucho mejor en unaatmósfera de guerra, es ya casi universal, pero se

Page 320: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nota con más relieve a medida que subimos en laescala jerárquica. Precisamente es en el PartidoInterior donde la histeria bélica y el odio alenemigo son más intensos. Para ejercer bien susfunciones administrativas, se ve obligado confrecuencia el miembro del Partido Interior a saberque esta o aquella noticia de guerra es falsa ypuede saber muchas veces que una pretendidaguerra o no existe o se está realizando con finescompletamente distintos a los declarados. Pero eseconocimiento queda neutralizado fácilmentemediante la técnica del doblepensar. De modo queningún miembro del Partido Interior vacila ni unsolo instante en su creencia mística de que laguerra es una realidad y que terminarávictoriosamente con el dominio indiscutible deOceanía sobre el mundo entero.

Todos los miembros del Partido Interior creenen esta futura victoria total como en un artículo defe. Se conseguirá, o bien paulatinamente mediantela adquisición de más territorios sobre los que sebasará una aplastante preponderancia, o bien porel descubrimiento de algún arma secreta. Continúasin cesar la búsqueda de nuevas armas, y ésta esuna de las poquísimas actividades en que todavíapueden encontrar salida la inventiva y lasinvestigaciones científicas. En la Oceanía de hoy

Page 321: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la ciencia en su antiguo sentido ha dejado casi deexistir. En neolengua no hay palabra para ciencia.El método empírico de pensamiento, en el cual sebasaron todos los adelantos científicos delpasado, es opuesto a los principios fundamentalesde Ingsoc. E incluso el progreso técnico sóloexiste cuando sus productos pueden serempleados para disminuir la libertad humana.

Las dos finalidades del Partido son conquistartoda la superficie de la Tierra y extinguir de unavez para siempre la posibilidad de toda libertad delpensamiento. Hay, por tanto, dos grandesproblemas que ha de resolver el Partido. Uno es elde descubrir, contra la voluntad del interesado, loque está pensando determinado ser humano, y elotro es cómo suprimir, en pocos segundos y sinprevio aviso, a varios centenares de millones depersonas. Éste es el principal objetivo de lasinvestigaciones científicas. El hombre de cienciaactual es una mezcla de psicólogo y policía queestudia con extraordinaria minuciosidad elsignificado de las expresiones faciales, gestos ytonos de voz, los efectos de las drogas queobligan a decir la verdad, la terapéutica del shock ,del hipnotismo y de la tortura física; y si es unquímico, un físico o un biólogo, sólo sepreocupará por aquellas ramas que dentro de su

Page 322: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

especialidad sirvan para matar. En los grandeslaboratorios del Ministerio de la Paz, en lasestaciones experimentales ocultas en las selvasbrasileñas, en el desierto australiano o en las islasperdidas del Atlántico, trabajan incansablementelos equipos técnicos. Unos se dedican sólo aplanear la logística de las guerras futuras; otros, aidear bombas cohete cada vez mayores, explosivoscada vez más poderosos y corazas cada vez másimpenetrables; otros buscan gases más mortíferoso venenos que puedan ser producidos encantidades tan inmensas que destruyan lavegetación de todo un continente, o cultivangérmenes inmunizados contra todos los posiblesantibióticos; otros se esfuerzan por producir unvehículo que se abra paso por la tierra como unsubmarino bajo el agua, o un aeroplano tanindependiente de su base como un barco en el mar,otros exploran posibilidades aún más remotas,como la de concentrar los rayos del sol mediantegigantescas lentes suspendidas en el espacio amiles de kilómetros, o producir terremotosartificiales utilizando el calor del centro de la Tierra.

Pero ninguno de estos proyectos se aproximanunca a su realización, y ninguno de los tressuperestados adelanta a los otros dos de un mododefinitivo. Lo más notable es que las tres

Page 323: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

potencias tienen ya, con la bomba atómica, unarma mucho más poderosa que cualquiera de lasque ahora tratan de convertir en realidad. Aunqueel Partido, según su costumbre, quiere atribuirse elinvento, las bombas atómicas aparecieron porprimera vez a principios de los años cuarenta ytantos de este siglo y fueron usadas en granescala unos diez años después. En aquella épocacayeron unos centenares de bombas en loscentros industriales, principalmente de la RusiaEuropea, Europa Occidental y Norteamérica. Elobjeto perseguido era convencer a losgobernantes de todos los países que unas cuantasbombas más terminarían con la sociedadorganizada y por tanto con su poder. A partir deentonces, y aunque no se llegó a ningún acuerdoformal, no se arrojaron más bombas atómicas. Laspotencias actuales siguen produciendo bombasatómicas y almacenándolas en espera de laoportunidad decisiva que todos creen llegaráalgún día. Mientras tanto, el arte de la guerra hapermanecido estacionado durante treinta ocuarenta años. Los autogiros se usan más queantes, los aviones de bombardeo han sidosustituidos en gran parte por los proyectilesautoimpulsados y el frágil tipo de barco de guerrafue reemplazado por las fortalezas flotantes, casi

Page 324: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

imposibles de hundir. Pero, aparte de ello, apenasha habido adelantos bélicos. Se siguen usando eltanque, el submarino, el torpedo, la ametralladora eincluso el rifle y la granada de mano. Y, a pesar delas interminables matanzas comunicadas por laPrensa y las telepantallas, las desesperadasbatallas de las guerras anteriores en las cualesmorían en pocas semanas centenares de miles —eincluso millones de hombres— no han vuelto arepetirse.

Ninguno de los tres superestados intentanunca una maniobra que suponga el riesgo de unaseria derrota. Cuando se lleva a cabo unaoperación de grandes proporciones, suele tratarsede un ataque por sorpresa contra un aliado. Laestrategia que siguen los tres superestados —oque pretenden seguir— es la misma. Su plan esadquirir, mediante una combinación, un anillo debases que rodee completamente a uno de losestados rivales para firmar luego un pacto deamistad con ese rival y seguir en relacionespacíficas con él durante el tiempo que sea precisopara que se confíen. En este tiempo, se almacenanbombas atómicas en los sitios estratégicos. Esasbombas, cargadas en los cohetes, serándisparadas algún día simultáneamente, con efectostan devastadores que no habrá posibilidad de

Page 325: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

respuesta. Entonces se firmará un pacto deamistad con la otra potencia, en preparación de unnuevo ataque. No es preciso advertir que este planes un ensueño de imposible realización. Nuncahay verdadera lucha a no ser en las zonasdisputadas en el Ecuador y en los Polos: no hayinvasiones del territorio enemigo. Lo cual explicaque en algunos sitios sean arbitrarias las fronterasentre los superestados. Por ejemplo, Eurasiapodría conquistar fácilmente las Islas Británicas,que forman parte, geográficamente, de Europa, ytambién sería posible para Oceanía avanzar susfronteras hasta el Rin e incluso hasta el Vístula.Pero esto violaría el principio —seguido por todoslos bandos, aunque nunca formulado— de laintegridad cultural. Así, si Oceanía conquistara lasáreas que antes se conocían con los nombres deFrancia y Alemania, sería necesario exterminar atodos sus habitantes —tarea de gran dificultadfísica— o asimilarse una población de un centenarde millones de personas que, en lo técnico, están ala misma altura que los oceánicos. El problema esel mismo para todos los superestados, siendoabsolutamente imprescindible que su estructurano entre en contacto con extranjeros, excepto enreducidas proporciones con prisioneros de guerray esclavos de color. Incluso el aliado oficial del

Page 326: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

momento es considerado con mucha suspicacia. Elciudadano medio de Oceanía nunca ve a unciudadano de Eurasia ni de Asia Oriental —apartede los prisioneros— y se le prohíbe que aprendalenguas extranjeras. Si se le permitiera entrar enrelación con extranjeros, descubriría que soncriaturas iguales a él en lo esencial y que casi todolo que se le ha dicho sobre ellos es una sarta dementiras. Se rompería así el mundo cerrado en quevive y quizá desaparecieran el miedo, el odio y larigidez fanática en que se basa su moral. Se admite,por tanto, en los tres Estados que por mucho quecambien de manos Persia, Egipto, Java o Ceilán,las fronteras principales nunca podrán sercruzadas más que por las bombas.

Bajo todo esto hallamos un hecho al quenunca se alude, pero admitido tácitamente y sobreel que se basa toda conducta oficial, a saber: quelas condiciones de vida de los tres superestadosson casi las mismas. En Oceanía prevalece laideología llamada Ingsoc, en Eurasia elneobolchevismo y en Asia Oriental lo que seconoce por un nombre chino que suele traducirsepor «adoración de la muerte», pero que quizáquedaría mejor expresado como «desaparición delyo». Al ciudadano de Oceanía no se le permitesaber nada de las otras dos ideologías, pero se le

Page 327: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

enseña a condenarlas como bárbaros insultoscontra la moralidad y el sentido común. La verdades que apenas pueden distinguirse las tresideologías, y los sistemas sociales que ellassoportan son los mismos. En los tres existe lamisma estructura piramidal, idéntica adoración aun jefe semidivino, la misma economía orientadahacia una guerra continua. De ahí que no sólo nopuedan conquistarse mutuamente los tressuperestados, sino que no tendrían ventaja algunasi lo consiguieran. Por el contrario, se ayudanmutuamente manteniéndose en pugna. Y losgrupos dirigentes de las tres potencias saben y nosaben, a la vez, lo que están haciendo. Dedicansus vidas a la conquista del mundo, pero estánconvencidos al mismo tiempo de que esabsolutamente necesario que la guerra continúeeternamente sin ninguna victoria definitiva.Mientras tanto, el hecho de que no hay peligro deconquista hace posible la denegación sistemáticade la realidad, que es la característica principal delIngsoc y de sus sistemas rivales. Y aquí hemos derepetir que, al hacerse continua, la guerra hacambiado fundamentalmente de carácter.

En tiempos pasados, una guerra, casi pordefinición, era algo que más pronto o más tardetenía un final; generalmente, una clara victoria o

Page 328: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

una derrota indiscutible. Además, en el pasado, laguerra era uno de los principales instrumentos conque se mantenían las sociedades humanas encontacto con la realidad física. Todos losgobernantes de todas las épocas intentaronimponer un falso concepto del mundo a sussúbditos, pero no podían fomentar ilusiones queperjudicasen la eficacia militar. Como quiera que laderrota significaba la pérdida de la independenciao cualquier otro resultado indeseable, habían detomar serias precauciones para evitar la derrota.Estos hechos no podían ser ignorados. Aunadmitiendo que en filosofía, en ciencia, en ética oen política dos y dos pudieran ser cinco, cuandose fabricaba un cañón o un aeroplano tenían queser cuatro. Las naciones mal preparadas acababansiempre siendo conquistadas, y la lucha por unamayor eficacia no admitía ilusiones. Además, paraser eficaces había que aprender del pasado, lo cualsuponía estar bien enterado de lo ocurrido enépocas anteriores. Los periódicos y los libros dehistoria eran parciales, naturalmente, pero habríasido imposible una falsificación como la que hoyse realiza. La guerra era una garantía de cordura. Yrespecto a las clases gobernantes, era el freno másseguro. Nadie podía ser, desde el poder,absolutamente irresponsable desde el momento en

Page 329: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que una guerra cualquiera podía ser ganada operdida.

Pero cuando una guerra se hace continua, dejade ser peligrosa porque desaparece todanecesidad militar. El progreso técnico puede cesary los hechos más palpables pueden ser negados odescartados como cosas sin importancia. Lo únicoeficaz en Oceanía es la Policía del Pensamiento.Como cada uno de los tres superestados esinconquistable, cada uno de ellos es, por tanto, unmundo separado dentro del cual puede serpracticada con toda tranquilidad cualquierperversión mental. La realidad sólo ejerce supresión sobre las necesidades de la vida cotidiana:la necesidad de comer y de beber, de vestirse ytener un techo, de no beber venenos ni caerse delas ventanas, etc… Entre la vida y la muerte, yentre el placer físico y el dolor físico, siguehabiendo una distinción, pero eso es todo.Cortados todos los contactos con el mundoexterior y con el pasado, el ciudadano de Oceaníaes como un hombre en el espacio interestelar, queno tiene manera de saber por dónde se va haciaarriba y por dónde hacia abajo. Los gobernantesde un Estado como éste son absolutos comopudieran serlo los faraones o los césares. Se venobligados a evitar que sus gentes se mueran de

Page 330: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hambre en cantidades excesivas, y han demantenerse al mismo nivel de baja técnica militarque sus rivales. Pero, una vez conseguido esemínimo, pueden retorcer y deformar la realidaddándole la forma que se les antoje.

Por tanto, la guerra de ahora, comparada conlas antiguas, es una impostura. Se podría compararesto a las luchas entre ciertos rumiantes cuyoscuernos están colocados de tal manera que nopueden herirse. Pero aunque es una impostura, nodeja de tener sentido. Sirve para consumir elsobrante de bienes y ayuda a conservar laatmósfera mental imprescindible para una sociedadjerarquizada. Como se ve, la guerra es ya sólo unasunto de política interna. En el pasado, losgrupos dirigentes de todos los países, aunquereconocieran sus propios intereses e incluso losde sus enemigos y gritaran en lo posible ladestructividad de la guerra, en definitiva luchabanunos contra otros y el vencedor aplastaba alvencido. En nuestros días no luchan unos contraotros, sino cada grupo dirigente contra suspropios súbditos, y el objeto de la guerra no esconquistar territorio ni defenderlo, sino mantenerintacta la estructura de la sociedad. Por lo tanto, lapalabra guerra se ha hecho equívoca. Quizá seríaacertado decir que la guerra, al hacerse continua,

Page 331: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ha dejado de existir. La presión que ejercía sobrelos seres humanos entre la Edad neolítica yprincipios del siglo XX ha desaparecido, siendosustituida por algo completamente distinto. Elefecto sería muy parecido si los tres superestados,en vez de pelear cada uno con los otros, llegaran alacuerdo —respetándolo— de vivir en pazperpetua sin traspasar cada uno las fronteras delotro. En ese caso, cada uno de ellos seguiríasiendo un mundo cerrado libre de la angustiosainfluencia del peligro externo. Una paz que fuerade verdad permanente sería lo mismo que unaguerra permanente. Éste es el sentido verdadero(aunque la mayoría de los miembros del Partido loentienden sólo de un modo superficial) de laconsigna del Partido: la guerra es la paz.

Winston dejó de leer un momento. A una grandistancia había estallado una bomba. La inefablesensación de estar leyendo el libro prohibido, enuna habitación sin telepantalla, seguía llenándolode satisfacción. La soledad y la seguridad eransensaciones físicas, mezcladas por el cansancio desu cuerpo, la suavidad de la alfombra, la caricia dela débil brisa que entraba por la ventana… El librole fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba.En cierto sentido, no le enseñaba nada nuevo,

Page 332: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pero esto era una parte de su encanto. Decía loque el propio Winston podía haber dicho, si lehubiera sido posible ordenar sus propiospensamientos y darles una clara expresión. Estelibro era el producto de una mente semejante a lasuya, pero mucho más poderosa, más sistemáticay libre de temores. Pensó Winston que los mejoreslibros son los que nos dicen lo que ya sabemos.Había vuelto al capítulo I cuando oyó los pasos deJulia en la escalera. Se levantó del sillón parasalirle al encuentro. Julia entró en ese momento,tiró su bolsa al suelo y se lanzó a los brazos de él.Hacía más de una semana que no se habían visto.

—Tengo el libro —dijo Winston en cuanto seapartaron.

—¿Ah, sí? Muy bien —dijo ella sin graninterés y casi inmediatamente se arrodilló junto a laestufa para hacer café.

No volvieron a hablar del libro hasta despuésde media hora de estar en la cama. La tarde erabastante fresca para que mereciera la pena cerrar laventana. De abajo llegaban las habitualescanciones y el ruido de botas sobre el empedrado.La mujer de los brazos rojizos parecía no moversedel patio. A todas horas del día estaba lavando ytendiendo ropa. Julia tenía sueño, Winston volvióa coger el libro, que estaba en el suelo, y se sentó

Page 333: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

apoyando la espalda en la cabecera de la cama.—Tenemos que leerlo —dijo—. Y tú también.

Todos los miembros de la Hermandad deben leerlo.—Léelo tú —dijo Julia con los ojos cerrados

—. Léelo en voz alta. Así es mejor. Y me puedesexplicar los puntos difíciles.

El viejo reloj marcaba las seis, o sea, lasdieciocho. Disponían de tres o cuatro horas más.Winston se puso el libro abierto sobre las rodillasen ángulo y empezó a leer:

CAPÍTULO PRIMEROLa ignorancia es la fuerzaDurante todo el tiempo de que se tiene noticia —probablemente desde fines del período neolítico—ha habido en el mundo tres clases de personas: losAltos, los Medianos y los Bajos. Se hansubdividido de muchos modos, han llevado muydiversos nombres y su número relativo, así comola actitud que han guardado unos hacia otros, hanvariado de época en época; pero la estructuraesencial de la sociedad nunca ha cambiado.Incluso después de enormes conmociones y decambios que parecían irrevocables, la mismaestructura ha vuelto a imponerse, igual que ungiroscopio vuelve siempre a la posición deequilibrio por mucho que lo empujemos en un

Page 334: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sentido o en otro.

—Julia, ¿estás despierta? —dijo Winston.—Sí, amor mío, te escucho. Sigue. Es

maravilloso.Winston continuó leyendo:

Los fines de estos tres grupos soninconciliables. Los Altos quieren quedarse dondeestán. Los Medianos tratan de arrebatarles suspuestos a los Altos. La finalidad de los Bajos,cuando la tienen —porque su principalcaracterística es hallarse aplastados por lasexigencias de la vida cotidiana—, consiste enabolir todas las distinciones y crear una sociedaden que todos los hombres sean iguales. Así,vuelve a presentarse continuamente la mismalucha social. Durante largos períodos, parece quelos Altos se encuentran muy seguros en su poder,pero siempre llega un momento en que pierden laconfianza en sí mismos o se debilita su capacidadpara gobernar, o ambas cosas a la vez. Entoncesson derrotados por los Medianos, que llevan juntoa ellos a los Bajos porque les han asegurado queellos representan la libertad y la justicia. En cuantologran sus objetivos, los Medianos abandonan alos Bajos y los relegan a su antigua posición deservidumbre, convirtiéndose ellos en los Altos.

Page 335: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Entonces, un grupo de los Medianos se separa delos demás y empiezan a luchar entre ellos. De lostres grupos, solamente los Bajos no logran susobjetivos ni siquiera transitoriamente. Seríaexagerado afirmar que en toda la Historia no hahabido progreso material. Aun hoy, en un períodode decadencia, el ser humano se encuentra mejorque hace unos cuantos siglos. Pero ningunareforma ni revolución alguna han conseguidoacercarse ni un milímetro a la igualdad humana.Desde el punto de vista de los Bajos, ningúncambio histórico ha significado mucho más que uncambio en el nombre de sus amos.

A fines del siglo XIX eran muchos los quehabían visto claro este juego. De ahí que surgieranescuelas del pensamiento que interpretaban laHistoria como un proceso cíclico y asegurabanque la desigualdad era la ley inalterable de la vidahumana. Desde luego, esta doctrina ha tenidosiempre sus partidarios, pero se había introducidoun cambio significativo. En el pasado, la necesidadde una forma jerárquica de la sociedad había sidola doctrina privativa de los Altos. Fue defendidapor reyes, aristócratas, jurisconsultos, etc. LosMedianos, mientras luchaban por el poder,utilizaban términos como «libertad», «justicia» y«fraternidad». Sin embargo, el concepto de la

Page 336: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fraternidad humana empezó a ser atacado porindividuos que todavía no estaban en el Poder,pero que esperaban estarlo pronto. En el pasado,los Medianos hicieron revoluciones bajo labandera de la igualdad, pero se limitaron a imponeruna nueva tiranía apenas desaparecida la anterior.En cambio, los nuevos grupos de Medianosproclamaron de antemano su tiranía. El socialismo,teoría que apareció a principios del siglo XIX yque fue el último eslabón de una cadena que seextendía hasta las rebeliones de esclavos en laantigüedad, seguía profundamente infestado porlas viejas utopías. Pero a cada variante desocialismo aparecida a partir de 1900 seabandonaba más abiertamente la pretensión deestablecer la libertad y la igualdad. Los nuevosmovimientos que surgieron a mediados del siglo,Ingsoc en Oceanía, neobolchevismo en Eurasia yadoración de la muerte en Asia oriental, teníancomo finalidad consciente la perpetuación de lafalta de libertad y de la desigualdad social. Estosnuevos movimientos, claro está, nacieron de losantiguos y tendieron a conservar sus nombres yaparentaron respetar sus ideologías. Pero elpropósito de todos ellos era sólo detener elprogreso e inmovilizar a la Historia en un momentodado. El movimiento de péndulo iba a ocurrir una

Page 337: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

vez más y luego a detenerse. Como de costumbre,los Altos serían desplazados por los Medianos,que entonces se convertirían a su vez en Altos,pero esta vez, por una estrategia consciente, estosúltimos Altos conservarían su posiciónpermanentemente.

Las nuevas doctrinas surgieron en parte acausa de la acumulación de conocimientoshistóricos y del aumento del sentido histórico, queapenas había existido antes del siglo XIX. Seentendía ya el movimiento cíclico de la Historia, oparecía entenderse; y al ser comprendido podía sertambién alterado. Pero la causa principal ysubyacente era que ya a principios del siglo XXera técnicamente posible la igualdad humana.Seguía siendo cierto que los hombres no eraniguales en sus facultades innatas y que lasfunciones habían de especializarse de modo quefavorecían inevitablemente a unos individuossobre otros; pero ya no eran precisas lasdiferencias de clase ni las grandes diferencias deriqueza. Antiguamente, las diferencias de clase nosólo habían sido inevitables, sino deseables. Ladesigualdad era el precio de la civilización. Sinembargo, el desarrollo del maquinismo iba acambiar esto. Aunque fuera aún necesario que losseres humanos realizaran diferentes clases de

Page 338: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

trabajo, ya no era preciso que vivieran endiferentes niveles sociales o económicos. Portanto, desde el punto de vista de los nuevosgrupos que estaban a punto de apoderarse delmando, no era ya la igualdad humana un ideal porel que convenía luchar, sino un peligro que habíade ser evitado. En épocas más antiguas, cuandouna sociedad justa y pacífica no era posible,resultaba muy fácil creer en ella. La idea de unparaíso terrenal en el que los hombres viviríancomo hermanos, sin leyes y sin trabajo agotador,estuvo obsesionando a muchas imaginacionesdurante miles de años. Y esta visión tuvo unacierta importancia incluso entre los grupos que dehecho se aprovecharon de cada cambio histórico.Los herederos de la Revolución francesa, inglesa yamericana habían creído parcialmente en susfrases sobre los derechos humanos, libertad deexpresión, igualdad ante la ley y demás, e inclusose dejaron influir en su conducta por algunas deellas hasta cierto punto. Pero hacia la décadacuarta del siglo XX todas las corrientes depensamiento político eran autoritarias. Pero eseparaíso terrenal quedó desacreditado precisamentecuando podía haber sido realizado, y en elsegundo cuarto del siglo XX volvieron a ponerseen práctica procedimientos que ya no se usaban

Page 339: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

desde hacía siglos: encarcelamiento sin proceso,empleo de los prisioneros de guerra comoesclavos, ejecuciones públicas, tortura para extraerconfesiones, uso de rehenes y deportación depoblaciones en masa. Todo esto se hizo habitual yfue defendido por individuos considerados comointeligentes y avanzados. Los nuevos sistemaspolíticos se basaban en la jerarquía y laregimentación.

Después de una década de guerras nacionales,guerras civiles, revoluciones ycontrarrevoluciones en todas partes del mundo,surgieron el Ingsoc y sus rivales como teoríaspolíticas inconmovibles. Pero ya las habíananunciado los varios sistemas, generalmentellamados totalitarios, que aparecieron durante elsegundo cuarto de siglo y se veía claramente elperfil que había de tener el mundo futuro. Lanueva aristocracia estaba formada en su mayoríapor burócratas, hombres de ciencia, técnicos,organizadores sindicales, especialistas enpropaganda, sociólogos, educadores, periodistasy políticos profesionales. Esta gente, cuyo origenestaba en la clase media asalariada y en la capasuperior de la clase obrera, había sido formada yagrupada por el mundo inhóspito de la industriamonopolizada y el gobierno centralizado.

Page 340: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Comparados con los miembros de las clasesdirigentes en el pasado, esos hombres eran menosavariciosos, les tentaba menos el lujo y más elplacer de mandar, y, sobre todo, tenían másconsciencia de lo que estaban haciendo y sededicaban con mayor intensidad a aplastar a laoposición. Esta última diferencia era esencial.Comparadas con la que hoy existe, todas lastiranías del pasado fueron débiles e ineficaces. Losgrupos gobernantes se hallaban contagiadossiempre en cierta medida por las ideas liberales yno les importaba dejar cabos sueltos por todaspartes. Sólo se preocupaban por los actosrealizados y no se interesaban por lo que lossúbditos pudieran pensar. En parte, esto se debe aque en el pasado ningún Estado tenía el podernecesario para someter a todos sus ciudadanos auna vigilancia constante. Sin embargo, el inventode la imprenta facilitó mucho el manejo de laopinión pública, y el cine y la radio contribuyeronen gran escala a acentuar este proceso. Con eldesarrollo de la televisión y el adelanto técnicoque hizo posible recibir y transmitirsimultáneamente en el mismo aparato, terminó lavida privada. Todos los ciudadanos, o por lomenos todos aquellos ciudadanos que poseían lasuficiente importancia para que mereciese la pena

Page 341: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

vigilarlos, podían ser tenidos durante lasveinticuatro horas del día bajo la constanteobservación de la policía y rodeados sin cesar porla propaganda oficial, mientras que se les cortabatoda comunicación con el mundo exterior.

Por primera vez en la Historia existía laposibilidad de forzar a los gobernados, no sólo auna completa obediencia a la voluntad del Estado,sino a la completa uniformidad de opinión.

Después del período revolucionario entre losaños cincuenta y tantos y setenta, la sociedadvolvió a agruparse como siempre, en Altos,Medios y Bajos. Pero el nuevo grupo de Altos, adiferencia de sus predecesores, no actuaba ya porinstinto, sino que sabía lo que necesitaba hacerpara salvaguardar su posición. Los privilegiadosse habían dado cuenta desde hacía bastantetiempo de que la base más segura para laoligarquía es el colectivismo. La riqueza y losprivilegios se defienden más fácilmente cuando seposeen conjuntamente. La llamada «abolición de lapropiedad privada», que ocurrió a mediados deeste siglo, quería decir que la propiedad iba aconcentrarse en un número mucho menor demanos que anteriormente, pero con esta diferencia:que los nuevos dueños constituirían un grupo envez de una masa de individuos. Individualmente,

Page 342: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ningún miembro del Partido posee nada, exceptoinsignificantes objetos de uso personal.Colectivamente, el Partido es el dueño de todo loque hay en Oceanía, porque lo controla todo ydispone de los productos como mejor se le antoja.En los años que siguieron a la Revolución, pudoese grupo tomar el mando sin encontrar apenasoposición porque todo el proceso fue presentadocomo un acto de colectivización. Siempre se habíadado por cierto que si la clase capitalista eraexpropiada, el socialismo se impondría, y era unhecho que los capitalistas habían sidoexpropiados. Las fábricas, las minas, las tierras, lascasas, los medios de transporte, todo se les habíaquitado, y como todo ello dejaba de ser propiedadprivada, era evidente que pasaba a ser propiedadpública. El Ingsoc, procedente del antiguosocialismo y que había heredado su fraseología,realizó los principios fundamentales de esesocialismo, con el resultado previsto y deseado,de que la desigualdad económica se hizopermanente.

Pero los problemas que plantea la perpetuaciónde una sociedad jerarquizada son mucho máscomplicados. Sólo hay cuatro medios de que ungrupo dirigente sea derribado del Poder. O esvencido desde fuera, o gobierna tan ineficazmente

Page 343: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que las masas se le rebelan, o permite la formaciónde un grupo medio que lo pueda desplazar, opierde la confianza en sí mismo y la voluntad demando. Estas causas no operan sueltas, y por logeneral se presentan las cuatro combinadas encierta medida. El factor que decide en últimainstancia es la actitud mental de la propia clasegobernante.

Después de mediados del siglo XX, el primerpeligro había desaparecido. No había posibilidadde una derrota infligida por una potencia enemiga.Cada uno de los tres superestados en que ahorase divide el mundo es inconquistable, y sólopodría llegar a ser conquistado por lentos cambiosdemográficos, que un Gobierno con ampliospoderes puede evitar muy fácilmente. El segundopeligro es sólo teórico. Las masas nunca selevantan por su propio impulso y nunca lo haránpor la sola razón de que están oprimidas. Las crisiseconómicas del pasado fueron absolutamenteinnecesarias y ahora no se tolera que ocurran,pero de todos modos ninguna razón dedescontento podrá tener ahora resultadospolíticos, ya que no hay modo de que eldescontento se articule. En cuanto al problema dela superproducción, que ha estado latente ennuestra sociedad desde el desarrollo del

Page 344: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

maquinismo, queda resuelto por el recurso de laguerra continua (véase el capítulo III), que estambién necesaria para mantener la moral pública aun elevado nivel. Por tanto, desde el punto devista de nuestros actuales gobernantes, los únicospeligros auténticos son la aparición de un nuevogrupo de personas muy capacitadas y ávidas depoder o el crecimiento del espíritu liberal y delescepticismo en las propias filas gubernamentales.O sea, todo se reduce a un problema de educación,a moldear continuamente la mentalidad del grupodirigente y del que se halla inmediatamente debajode él. En cambio, la consciencia de las masas sóloha de ser influida de un modo negativo.

Con este fondo se puede deducir la estructurageneral de la sociedad de Oceanía. En el vértice dela pirámide está el Gran Hermano. Éste es infalibley todopoderoso. Todo triunfo, tododescubrimiento científico, toda sabiduría, todafelicidad, toda virtud, se considera que procededirectamente de su inspiración y de su poder.Nadie ha visto nunca al Gran Hermano. Es unacara en los carteles, una voz en la telepantalla.Podemos estar seguros de que nunca morirá y nohay manera de saber cuándo nació. El GranHermano es la concreción con que el Partido sepresenta al mundo. Su función es actuar como

Page 345: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

punto de mira para todo amor, miedo o respeto,emociones que se sienten con mucha mayorfacilidad hacia un individuo que hacia unaorganización. Detrás del Gran Hermano se halla elPartido Interior, del cual sólo forman parte seismillones de personas, o sea, menos del seis porciento de la población de Oceanía. Después delPartido Interior, tenemos el Partido Exterior; y si elprimero puede ser descrito como «el cerebro delEstado», el segundo pudiera ser comparado a lasmanos. Más abajo se encuentra la masa amorfa delos proles, que constituyen quizá el 85 por cientode la población. En los términos de nuestraanterior clasificación, los proles son los Bajos. Lasmasas de esclavos procedentes de las tierrasecuatoriales, que pasan constantemente devencedor a vencedor (no olvidemos que«vencedor» sólo debe ser tomado de un modorelativo), no forman parte de la poblaciónpropiamente dicha.

En principio, la pertenencia a estos tres gruposno es hereditaria. No se considera que un niñonazca dentro del Partido Interior porque suspadres pertenezcan a él. La entrada en cada una delas ramas del Partido se realiza mediante examen ala edad de dieciséis años. Tampoco hay prejuiciosraciales ni dominio de una provincia sobre otra. En

Page 346: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

los más elevados puestos del Partido encontramosjudíos, negros, sudamericanos de pura sangreindia, y los dirigentes de cualquier zona procedensiempre de los habitantes de ese área. En ningunaparte de Oceanía tienen sus habitantes lasensación de ser una población colonial regidadesde una capital remota. Oceanía no tiene capitaly su jefe titular es una persona cuya residencianadie conoce. No está centralizada en modoalguno, aparte de que el inglés es su principallingua franca y que la neolengua es su idiomaoficial. Sus gobernantes no se hallan ligados porlazos de sangre, sino por la adherencia a unadoctrina común. Es verdad que nuestra sociedadse compone de estratos —una división muy rígidaen estratos— ateniéndose a lo que a primera vistaparecen normas hereditarias. Hay mucho menosintercambio entre los diferentes grupos de lo quehabía en la época capitalista o en las épocaspreindustriales. Entre las dos ramas del Partido severifica algún intercambio, pero solamente lonecesario para que los débiles sean excluidos delPartido Interior y que los miembros ambiciosos delPartido Exterior pasen a ser inofensivos al subir decategoría. En la práctica, los proletarios no puedenentrar en el Partido. Los más dotados de ellos, quepodían quizá constituir un núcleo de

Page 347: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

descontentos, son fichados por la Policía delPensamiento y eliminados. Pero semejante estadode cosas no es permanente ni de ello se hacecuestión de principio. El Partido no es una clase enel antiguo sentido de la palabra. No se proponetransmitir el poder a sus hijos como talesdescendientes directos, y si no hubiera otramanera de mantener en los puestos de mando a losindividuos más capaces, estaría dispuesto elPartido a reclutar una generación completamentenueva de entre las filas del proletariado. En losaños cruciales, el hecho de que el Partido no fueraun cuerpo hereditario contribuyó muchísimo aneutralizar la oposición. El socialista de la viejaescuela, acostumbrado a luchar contra algo que sellamaba «privilegios de clase», daba por cierto quetodo lo que no es hereditario no puede serpermanente. No comprendía que la continuidad deuna oligarquía no necesita ser física ni se paraba apensar que las aristocracias hereditarias han sidosiempre de corta vida, mientras que organizacionesbasadas en la adopción han durado centenares ymiles de años. Lo esencial de la regla oligárquicano es la herencia de padre a hijo, sino lapersistencia de una cierta manera de ver el mundoy de un cierto modo de vida impuesto por losmuertos a los vivos. Un grupo dirigente es tal

Page 348: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

grupo dirigente en tanto pueda nombrar a sussucesores. El Partido no se preocupa de perpetuarsu sangre, sino de perpetuarse a sí mismo. Noimporta quién detenta el Poder con tal de que laestructura jerárquica sea siempre la misma.

Todas las creencias, costumbres, aficiones,emociones y actitudes mentales que caracterizan anuestro tiempo sirven para sostener la mística delPartido y evitar que la naturaleza de la sociedadactual sea percibido por la masa. La rebelión físicao cualquier movimiento preliminar hacia la rebeliónno es posible en nuestros días. Nada hay quetemer de los proletarios. Dejados aparte,continuarán, de generación en generación y desiglo en siglo, trabajando, procreando y muriendo,no sólo sin sentir impulsos de rebelarse, sino sin lafacultad de comprender que el mundo podría serdiferente de lo que es. Sólo podrían convertirse enpeligrosos si el progreso de la técnica industrialhiciera necesario educarles mejor; pero como larivalidad militar y comercial ha perdido todaimportancia, el nivel de la educación populardeclina continuamente. Las opiniones que tenga ono tenga la masa se consideran con absolutaindiferencia. A los proletarios se les puedeconceder la libertad intelectual por la sencilla razónde que no tienen intelecto alguno. En cambio, a un

Page 349: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

miembro del Partido no se le puede tolerar nisiquiera la más pequeña desviación ideológica.

Todo miembro del Partido vive, desde sunacimiento hasta su muerte, vigilado por la Policíadel Pensamiento. Incluso cuando está solo nopuede tener la seguridad de hallarse efectivamentesolo. Dondequiera que esté, dormido o despierto,trabajando o descansando, en el baño o en lacama, puede ser inspeccionado sin previo aviso ysin que él sepa que lo inspeccionan. Nada de loque hace es indiferente para la Policía delPensamiento. Sus amistades, sus distracciones, suconducta con su mujer y sus hijos, la expresión desu rostro cuando se encuentra solo, las palabrasque murmura durmiendo, incluso los movimientoscaracterísticos de su cuerpo, son analizadosescrupulosamente. No sólo una falta efectiva ensu conducta, sino cualquier pequeñaexcentricidad, cualquier cambio de costumbres,cualquier gesto nervioso que pueda ser el síntomade una lucha interna, será estudiado con todointerés. El miembro del Partido carece de todalibertad para decidirse por una direccióndeterminada; no puede elegir en modo alguno. Porotra parte, sus actos no están regulados porninguna ley ni por un código de conductaclaramente formulado. En Oceanía no existen

Page 350: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

leyes. Los pensamientos y actos que, una vezdescubiertos, acarrean la muerte segura, no estánprohibidos expresamente y las interminablespurgas, torturas, detenciones y vaporizaciones nose le aplican al individuo como castigo porcrímenes que haya cometido, sino que sonsencillamente el barrido de personas que quizásalgún día pudieran cometer un crimen político. Nosólo se le exige al miembro del Partido que tengalas opiniones que se consideran buenas, sinotambién los instintos ortodoxos. Muchas de lascreencias y actitudes que se le piden no llegan afijarse nunca en normas estrictas y no podrían serproclamadas sin incurrir en flagrantescontradicciones con los principios mismos delIngsoc. Si una persona es ortodoxa por naturaleza(en neolengua se le llama piensabien) sabrá encualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo,cuál es la creencia acertada o la emoción deseable.Pero en todo caso, un enfrentamiento mentalcomplicado, que comienza en la infancia y seconcentra en torno a las palabras neolingüísticasparacrimen, negroblanco y doblepensar, leconvierte en un ser incapaz de pensar demasiadosobre cualquier tema.

Se espera que todo miembro del Partidocarezca de emociones privadas y que su

Page 351: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

entusiasmo no se enfríe en ningún momento. Sesupone que vive en un continuo frenesí de odiocontra los enemigos extranjeros y los traidores desu propio país, en una exaltación triunfal de lasvictorias y en absoluta humildad y entrega ante elPoder y la sabiduría del Partido. Los descontentosproducidos por esta vida tan seca y pocosatisfactoria son suprimidos de raíz mediante lavibración emocional de los Dos Minutos de Odio,y las especulaciones que podrían quizá llevar auna actitud escéptica o rebelde son aplastadas ensus comienzos o, mejor dicho, antes de asomar a laconsciencia, mediante la disciplina internaadquirida desde la niñez. La primera etapa de estadisciplina, que puede ser enseñada incluso a losniños, se llama en neolengua paracrimen.Paracrimen significa la facultad de parar, de cortaren seco, de un modo casi instintivo, todopensamiento peligroso que pretenda salir a lasuperficie. Incluye esta facultad la de no percibirlas analogías, de no darse cuenta de los errores delógica, de no comprender los razonamientos mássencillos si son contrarios a los principios delIngsoc, de sentirse fastidiado e incluso asqueadopor todo pensamiento orientado en una direcciónherética. Paracrimen equivale, pues, a estupidezprotectora. Pero no basta con la estupidez. Por el

Page 352: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

contrario, la ortodoxia en su más completo sentidoexige un control sobre nuestros procesosmentales, un autodominio tan completo como el deuna contorsionista sobre su cuerpo. La sociedadoceánica se apoya en definitiva sobre la creenciade que el Gran Hermano es omnipotente y que elPartido es infalible. Pero como en realidad el GranHermano no es omnipotente y el Partido no esinfalible, se requiere una incesante flexibilidad paraenfrentarse con los hechos. La palabra clave enesto es negroblanco. Como tantas palabrasneolingüísticas, ésta tiene dos significadoscontradictorios. Aplicada a un contrario, significala costumbre de asegurar descaradamente que lonegro es blanco en contradicción con la realidadde los hechos. Aplicada a un miembro del Partidosignifica la buena y leal voluntad de afirmar que lonegro es blanco cuando la disciplina del Partido loexija. Pero también se designa con esa palabra lafacultad de creer que lo negro es blanco, más aún,de saber que lo negro es blanco y olvidar quealguna vez se creyó lo contrario. Esto exige unacontinua alteración del pasado, posible gracias alsistema de pensamiento que abarca a todo lodemás y que se conoce con el nombre dedoblepensar.

La alteración del pasado es necesaria por dos

Page 353: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

razones, una de las cuales es subsidiaria y, pordecirlo así, de precaución. La razón subsidiaria esque el miembro del Partido, lo mismo que elproletario, tolera las condiciones de vida actuales,en gran parte porque no tiene con quécompararlas. Hay que cortarle radicalmente todarelación con el pasado, así como hay que aislarlode los países extranjeros, porque es necesario quese crea en mejores condiciones que susantepasados y que se haga la ilusión de que elnivel de comodidades materiales crece sin cesar.Pero la razón más importante para «reformar» elpasado es la necesidad de salvaguardar lainfalibilidad del Partido. No solamente es precisoponer al día los discursos, estadísticas y datos detoda clase para demostrar que las predicciones delPartido nunca fallan, sino que no puede admitirseen ningún caso que la doctrina política del Partidohaya cambiado lo más mínimo porque cualquiervariación de táctica política es una confesión dedebilidad. Si, por ejemplo, Eurasia o Asia Orientales la enemiga de hoy, es necesario que ese país (elque sea de los dos, según las circunstancias)figure como el enemigo de siempre. Y si los hechosdemuestran otra cosa, habrá que cambiar loshechos. Así, la Historia ha de ser escritacontinuamente. Esta falsificación diaria del

Page 354: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pasado, realizada por el Ministerio de la Verdad, estan imprescindible para la estabilidad del régimencomo la represión y el espionaje efectuados por elMinisterio del Amor.

La mutabilidad del pasado es el eje del Ingsoc.Los acontecimientos pretéritos no tienenexistencia objetiva, sostiene el Partido, sino quesobreviven sólo en los documentos y en lasmemorias de los hombres. El pasado esúnicamente lo que digan los testimonios escritos yla memoria humana. Pero como quiera que elPartido controla por completo todos losdocumentos y también la mente de todos susmiembros, resulta que el pasado será lo que elPartido quiera que sea. También resulta queaunque el pasado puede ser cambiado, nunca loha sido en ningún caso concreto. En efecto, cadavez que ha habido que darle nueva forma por lasexigencias del momento, esta nueva versión es yael pasado y no ha existido ningún pasadodiferente. Esto sigue siendo así incluso cuando —como ocurre a menudo— el mismo acontecimientotenga que ser alterado, hasta hacerseirreconocible, varias veces en el transcurso de unaño. En cualquier momento se halla el Partido enposesión de la verdad absoluta y, naturalmente, loabsoluto no puede haber sido diferente de lo que

Page 355: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

es ahora. Se verá, pues, que el control del pasadodepende por completo del entrenamiento de lamemoria. La seguridad de que todos los escritosestán de acuerdo con el punto de vista ortodoxoque exigen las circunstancias, no es más que unalabor mecánica. Pero también es preciso recordarque los acontecimientos ocurrieron de la maneradeseada. Y si es necesario adaptar de nuevonuestros recuerdos o falsificar los documentos,también es necesario olvidar que se ha hechoesto. Este truco puede aprenderse como cualquierotra técnica mental. La mayoría de los miembrosdel Partido lo aprenden y desde luego loconsiguen muy bien todos aquellos que soninteligentes además de ortodoxos. En el antiguoidioma se conoce esta operación con todafranqueza como «control de la realidad». Enneolengua se le llama doblepensar, aunquetambién es verdad que doblepensar comprendemuchas cosas.

Doblepensar significa el poder, la facultad desostener dos opiniones contradictoriassimultáneamente, dos creencias contrariasalbergadas a la vez en la mente. El intelectual delPartido sabe en qué dirección han de ser alteradossus recuerdos; por tanto, sabe que está trucandola realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí

Page 356: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mismo por medio del ejercicio del doblepensar enel sentido de que la realidad no queda violada.Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, nose verificaría con la suficiente precisión, perotambién tiene que ser inconsciente para que nodeje un sentimiento de falsedad y, por tanto, deculpabilidad. El doblepensar está arraigado en elcorazón mismo del Ingsoc, ya que el acto esencialdel Partido es el empleo del engaño consciente,conservando a la vez la firmeza de propósito quecaracteriza a la auténtica honradez. Decir mentirasa la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidartodo hecho que no convenga recordar, y luego,cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvidosólo por el tiempo que convenga, negar laexistencia de la realidad objetiva sin dejar ni por unmomento de saber que existe esa realidad que seniega… todo esto es indispensable. Incluso parausar la palabra doblepensar es preciso emplear eldoblepensar. Porque para usar la palabra se admiteque se están haciendo trampas con la realidad.Mediante un nuevo acto de doblepensar se borraeste conocimiento; y así indefinidamente,manteniéndose la mentira siempre unos pasosdelante de la verdad. En definitiva, gracias aldoblepensar ha sido capaz el Partido —y seguirásiéndolo durante miles de años— de parar el curso

Page 357: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de la Historia.Todas las oligarquías del pasado han perdido

el poder porque se anquilosaron o por habersereblandecido excesivamente. O bien se hacíanestúpidas y arrogantes, incapaces de adaptarse alas nuevas circunstancias, y eran vencidas, o biense volvían liberales y cobardes, haciendoconcesiones cuando debieron usar la fuerza, ytambién fueron derrotadas. Es decir, cayeron porexceso de consciencia o por pura inconsciencia. Elgran éxito del Partido es haber logrado un sistemade pensamiento en que tanto la consciencia comola inconsciencia pueden existir simultáneamente. Yninguna otra base intelectual podría servirle alPartido para asegurar su permanencia. Si uno hade gobernar, y de seguir gobernando siempre, esimprescindible que desquicie el sentido de larealidad. Porque el secreto del gobierno infalibleconsiste en combinar la creencia en la propiainfalibilidad con la facultad de aprender de lospasados errores.

No es preciso decir que los más sutilescultivadores del doblepensar son aquellos que loinventaron y que saben perfectamente que estesistema es la mejor organización del engañomental. En nuestra sociedad, aquellos que sabenmejor lo que está ocurriendo son a la vez los que

Page 358: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

están más lejos de ver al mundo como realmentees. En general, a mayor comprensión, mayorautoengaño: los más inteligentes son en esto losmenos cuerdos. Un claro ejemplo de ello es que lahisteria de guerra aumenta en intensidad a medidaque subimos en la escala social. Aquellos cuyaactitud hacia la guerra es más racional son lossúbditos de los territorios disputados. Para estasgentes, la guerra es sencillamente una calamidadcontinua que pasa por encima de ellos conmovimiento de marca. Para ellos es completamenteindiferente cuál de los bandos va a ganar. Sabenque un cambio de dueño significa sólo queseguirán haciendo el mismo trabajo que antes,pero sometidos a nuevos amos que los trataránigual que los anteriores. Los trabajadores algo másfavorecidos, a los que llamamos proles, sólo sedan cuenta de un modo intermitente de que hayguerra. Cuando es necesario se les inculca elfrenesí de odio y miedo, pero si se les dejatranquilos son capaces de olvidar durante largosperíodos que existe una guerra. Y en las filas delPartido, sobre todo en las del Partido Interior,hallamos el verdadero entusiasmo bélico. Sólocreen en la conquista del mundo los que sabenque es imposible. Esta peculiar trabazón deelementos opuestos —conocimiento con

Page 359: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ignorancia, cinismo con fanatismo— es una de lascaracterísticas distintivas de la sociedad oceánica.La ideología oficial abunda en contradiccionesincluso cuando no hay razón alguna que lasjustifique. Así, el Partido rechaza y vilifica todoslos principios que defendió en un principio elmovimiento socialista, y pronuncia esacondenación precisamente en nombre delsocialismo. Predica el desprecio de las clasestrabajadoras. Un desprecio al que nunca se habíallegado, y a la vez viste a sus miembros con ununiforme que fue en tiempos el distintivo de losobreros manuales y que fue adoptado por esamisma razón. Sistemáticamente socava lasolidaridad de la familia y al mismo tiempo llama asu jefe supremo con un nombre que es unaevocación de la lealtad familiar. Incluso losnombres de los cuatro ministerios que losgobiernan revelan un gran descaro al tergiversardeliberadamente los hechos. El Ministerio de laPaz se ocupa de la guerra; El Ministerio de laVerdad, de las mentiras; el Ministerio del Amor, dela tortura, y el Ministerio de la Abundancia, delhambre. Estas contradicciones no sonaccidentales, no resultan de la hipocresíacorriente. Son ejercicios de doblepensar. Porquesólo mediante la reconciliación de las

Page 360: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

contradicciones es posible retener el mandoindefinidamente. Si no, se volvería al antiguo ciclo.Si la igualdad humana ha de ser evitada parasiempre, si los Altos, como los hemos llamado, hande conservar sus puestos de un modopermanente, será imprescindible que el estadomental predominante sea la locura controlada.

Pero hay una cuestión que hasta ahora hemosdejado a un lado. A saber: ¿por qué debe serevitada la igualdad humana? Suponiendo que lamecánica de este proceso haya quedado aquíclaramente descrita, debemos preguntamos ¿cuáles el motivo de este enorme y minucioso esfuerzoplaneado para congelar la historia en undeterminado momento?

Llegamos con esto al secreto central. Comohemos visto, la mística del Partido, y sobre todo ladel Partido Interior, depende del doblepensar. Peroa más profundidad aún, se halla el motivo central,el instinto nunca puesto en duda, el instinto quelos llevó por primera vez a apoderarse de losmandos y que produjo el doblepensar, la Policíadel Pensamiento, la guerra continua y todos losdemás elementos que se han hecho necesariospara el sostenimiento del Poder. Este motivoconsiste realmente en…

Page 361: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston se dio cuenta del silencio, lo mismoque se da uno cuenta de un nuevo ruido. Leparecía que Julia había estado completamenteinmóvil desde hacia un rato. Estaba echada delado, desnuda de la cintura para arriba, con sumejilla apoyada en la mano y una sombra oscuraatravesándole los ojos. Su seno subía y bajabapoco a poco y con regularidad.

—Julia.No hubo respuesta.—Julia, ¿estás despierta?Silencio. Estaba dormida. Cerró el libro y lo

depositó cuidadosamente en el suelo, se echó yestiró la colcha sobre los dos.

Todavía, pensó, no se había enterado de cuálera el último secreto. Entendía el cómo; noentendía el porqué. El capítulo I, como el capítuloIII, no le habían enseñado nada que él no supiera.Solamente le habían servido para sistematizar losconocimientos que ya poseía. Pero después deleer aquellas páginas tenía una mayor seguridadde no estar loco. Encontrarse en minoría, inclusoen minoría de uno solo, no significaba estar loco.Había la verdad y lo que no era verdad, y si uno seaferraba a la verdad incluso contra el mundoentero, no estaba uno loco. Un rayo amarillento

Page 362: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del sol poniente entraba por la ventana y seaplastaba sobre la almohada. Winston cerró losojos. El sol en sus ojos y el suave cuerpo de lamuchacha tocando al suyo le daba una sensaciónde sueño, fuerza y confianza. Todo estaba bien yél se hallaba completamente seguro allí. Se durmiócon el pensamiento «la cordura no depende de lasestadísticas», convencido de que estaobservación contenía una sabiduría profunda.

Page 363: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO X

Se despertó con la sensación de haber dormidomucho tiempo, pero una mirada al antiguo reloj ledijo que eran sólo las veinte y treinta. Siguióadormilado un rato; le despertó otra vez la habitualcanción del patio:

Era sólo una ilusión sin esperaque pasó como un día de abril;pero aquella mirada, aquella palabray los ensueños que despertaronme robaron el corazón.

Esta canción conservaba su popularidad. Seoía por todas partes. Había sobrevivido a laCanción del Odio. Julia se despertó al oírla, seestiró con lujuria y se levantó.

—Tengo hambre —dijo—. Vamos a hacer unpoco de café. ¡Caramba! La estufa se ha apagado yel agua está fría. —Cogió la estufa y la sacudió—.No tiene ya gasolina.

—Supongo que el viejo Charrington podrádejarnos alguna —dijo Winston.

—Lo curioso es que me había asegurado deque estuviera llena —añadió ella—. Parece que se

Page 364: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ha enfriado.Él también se levantó y se vistió. La incansable

voz proseguía:

Dicen que el tiempo lo cura todo,dicen que siempre se olvida,pero las sonrisas y lágrimasa lo largo de los añosme retuercen el corazón

Mientras se apretaba el cinturón del mono,Winston se asomó a la ventana. El sol debía dehaberse ocultado detrás de las casas porque ya nodaba en el patio. El cielo estaba tan azul, entre laschimeneas, que parecía recién lavado.Incansablemente, la lavandera seguía yendo dellavadero a las cuerdas, cantando y callándose yno dejaba de colgar pañales. Se preguntó Winstonsi aquella mujer lavaría ropa como medio de vida, osi era la esclava de veinte o treinta nietos. Julia seacercó a él; juntos contemplaron fascinados el ir yvenir de la mujerona. Al mirarla en su actitudcaracterística, alcanzando el tendedero con susfuertes brazos, o al agacharse sacando suspoderosas ancas, pensó Winston, sorprendido,que era una hermosa mujer. Nunca se le habíaocurrido que el cuerpo de una mujer de cincuenta

Page 365: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

años, deformado hasta adquirir dimensionesmonstruosas a causa de los partos y endurecido,embastecido por el trabajo, pudiera ser unhermoso cuerpo. Pero así era, y después de todo,¿por qué no? El sólido y deformado cuerpo, comoun bloque de granito, y la basta piel enrojecidaguardaba la misma relación con el cuerpo de unamuchacha que un fruto con la flor de su árbol. ¿Ypor qué va a ser inferior el fruto a la flor?

—Es hermosa —murmuró.—Por lo menos tiene un metro de caderas —

dijo Julia.—Es su estilo de belleza.Winston abarcó con su brazo derecho el fino

talle de Julia, que se apoyó sobre su costado.Nunca podrían permitírselo. La mujer de abajo nose preocupaba con sutilezas mentales; teníafuertes brazos, un corazón cálido y un vientrefértil. Se preguntó Winston cuántos hijos habríatenido. Seguramente unos quince. Habría florecidomomentáneamente —quizá durante un año— yluego se había hinchado como una fruta fertilizaday se había hecho dura y basta, y a partir deentonces su vida se había reducido a lavar, fregar,remendar, guisar, barrer, sacar brillo, primero parasus hijos y luego para sus nietos durante unacontinuidad de treinta años. Y al final todavía

Page 366: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cantaba. La reverencia mística que Winston sentíahacia ella tenía cierta relación con el aspecto delpálido y limpio cielo que se extendía por entre laschimeneas y los tejados en una distancia infinita.Era curioso pensar que el cielo era el mismo paratodo el mundo, lo mismo para los habitantes deEurasia y de Asia Oriental, que para los deOceanía. Y en realidad las gentes que vivían bajoese mismo cielo eran muy parecidas en todaspartes, centenares o millares de millones depersonas como aquélla, personas que ignorabanmutuamente sus existencias, separadas por murosde odio y mentiras, y sin embargo casiexactamente iguales; gentes que nunca habíanaprendido a pensar, pero que almacenaban en suscorazones, en sus vientres y en sus músculos laenergía que en el futuro habría de cambiar almundo. ¡Si había alguna esperanza, radicaba en losproles! Sin haber leído el final del libro, sabíaWinston que ese tenía que ser el mensaje final deGoldstein. El futuro pertenecía a los proles. Y,¿podía él estar seguro de que cuando llegara eltiempo de los proles, el mundo que éstosconstruyeran no le resultaría tan extraño a él, aWinston Smith, como le era ahora el mundo delPartido? Sí, porque por lo menos sería un mundode cordura. Donde hay igualdad puede haber

Page 367: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sensatez. Antes o después ocurriría esto, la fuerzaalmacenada se transmutaría en consciencia. Losproles eran inmortales, no cabía dudarlo cuando semiraba aquella heroica figura del patio. Al final sedespertarían. Y hasta que ello ocurriera, aunquetardasen mil años, sobrevivirían a pesar de todoslos obstáculos como los pájaros, pasándose decuerpo a cuerpo la vitalidad que el Partido noposeía y que éste nunca podría aniquilar.

—¿Te acuerdas —le dijo a Julia— de aquelpájaro que cantó para nosotros, el primer día enque estuvimos juntos en el lindero del bosque?

—No cantaba para nosotros —respondió ella—. Cantaba para distraerse, porque le gustaba.Tampoco; sencillamente, estaba cantando.

Los pájaros cantaban; los proles cantabantambién, pero el Partido no cantaba. Por todo elmundo, en Londres y en Nueva York, en África yen el Brasil, así como en las tierras prohibidas másallá de las fronteras, en las calles de París o Berlín,en las aldeas de la interminable llanura rusa, en losbazares de China y del Japón, por todas partesexistía la misma figura inconquistable, el mismocuerpo deformado por el trabajo y por los partos,en lucha permanente desde el nacer al morir, y quesin embargo cantaba. De esas poderosas entrañasnacería antes o después una raza de seres

Page 368: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

conscientes. «Nosotros somos los muertos; elfuturo es de ellos», pensó Winston pero eraposible participar de ese futuro si se manteníaalerta la mente como ellos, los proles, manteníanvivos sus cuerpos. Todo el secreto estaba enpasarse de unos a otros la doctrina secreta de quedos y dos son cuatro.

—Nosotros somos los muertos —dijoWinston.

—Nosotros somos los muertos —repitió Juliacon obediencia escolar.

—Vosotros sois los muertos —dijo una voz dehierro tras ellos.

Winston y Julia se separaron con un violentosobresalto. A Winston parecían habérsele heladolas entrañas y, mirando a Julia, observó que se lehabían abierto los ojos desmesuradamente y quehabía empalidecido hasta adquirir su cara un coloramarillo lechoso. La mancha del colorete en lasmejillas se destacaba violentamente como si fueranparches sobre la piel.

—Vosotros sois los muertos —repitió la voz dehierro.

—Ha sido detrás del cuadro —murmuró Julia.—Ha sido detrás del cuadro —repitió la voz—.

Quedaos exactamente donde estáis. No hagáisningún movimiento hasta que se os ordene.

Page 369: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

¡Por fin, aquello había empezado! Nada podíanhacer sino mirarse fijamente. Ni siquiera se lesocurrió escaparse, salir de la casa antes de quefuera demasiado tarde. Sabían que era inútil. Eraabsurdo pensar que la voz de hierro procedentedel muro pudiera ser desobedecida. Se oyó unchasquido como si hubiese girado un resorte, y unruido de cristal roto. El cuadro había caído al suelodescubriendo la telepantalla que ocultaba.

—Ahora pueden vernos —dijo Julia.—Ahora podemos veros —dijo la voz—.

Permaneced en el centro de la habitación. Espaldacontra espalda. Poneos las manos enlazadasdetrás de la cabeza. No os toquéis el uno al otro.

Por supuesto, no se tocaban, pero a Winstonle parecía sentir el temblor del cuerpo de Julia. Oquizá no fuera más que su propio temblor. Podíaevitar que los dientes le castañetearan, pero nopodía controlar las rodillas. Se oyeron unos pasosde pesadas botas en el piso bajo, dentro y fuera dela casa. El patio parecía estar lleno de hombres;arrastraban algo sobre las piedras. La mujer dejóde cantar súbitamente. Se produjo un resonanteruido, como si algo rodara por el patio.Seguramente, era el barreño de lavar la ropa.Luego, varios gritos de ira que terminaron con unalarido de dolor.

Page 370: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—La casa está rodeada —dijo Winston.—La casa está rodeada —dijo la voz.Winston oyó que Julia le decía:—Supongo que podremos decirnos adiós.—Podéis deciros adiós —dijo la voz. Y luego,

otra voz por completo distinta, una voz fina y cultaque Winston creía haber oído alguna vez, dijo:

—Y ya que estamos en esto, aquí tenéis unavela para alumbraros mientras os acostáis; aquítenéis mi hacha para cortaros la cabeza.

Algo cayó con estrépito sobre la cama aespaldas de Winston. Era el marco de la ventana,que había sido derribado por la escalera de manoque habían apoyado allí desde abajo. Por laescalera de la casa subía gente. Pronto se llenó lahabitación de hombres corpulentos con uniformesnegros, botas fuertes y altas porras en las manos.

Ya Winston no temblaba. Ni siquiera movía losojos. Sólo le importaba una cosa: estarse inmóvil yno darles motivo para que le golpearan. Unindividuo con aspecto de campeón de lucha libre,cuya boca era sólo una raya, se detuvo frente a él,balanceando la porra entre los dedos pulgar eíndice mientras parecía meditar. Winston lo miró alos ojos. Era casi intolerable la sensación dehallarse desnudo, con las manos detrás de lacabeza. El hombre sacó un poco la lengua, una

Page 371: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

lengua blanquecina, y se lamió el sitio donde debíahaber tenido los labios. Dejó de prestarle atencióna Winston. Hubo otro ruido violento. Alguienhabía cogido el pisapapeles de cristal y lo habíaarrojado contra el hogar de la chimenea, donde sehabía hecho trizas.

El fragmento de coral, un pedacito de materiaroja como un capullito de los que adornan algunastartas, rodó por la estera. «¡Qué pequeño es!»,pensó Winston. Detrás de él se produjo un ruidosordo y una exclamación contenida, a la vez querecibía un violento golpe en el tobillo que casi lehizo caer al suelo. Uno de los hombres le habíadado a Julia un puñetazo en la boca del estómago,haciéndola doblarse como un metro de bolsillo. Lajoven se retorcía en el suelo esforzándose porrespirar. Winston no se atrevió a volver la cabezani un milímetro, pero a veces entraba en su radiode visión la lívida y angustiada cara de Julia. Apesar del terror que sentía, era como si el dolor quehacía retorcerse a la joven lo tuviera él dentro desu cuerpo, aquel dolor espantoso que sin embargoera menos importante que la lucha por volver arespirar. Winston sabía de qué se trataba: conocíael terrible dolor que ni siquiera puede ser sentidoporque antes que nada es necesario volver arespirar. Entonces, dos de los hombres la

Page 372: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

levantaron por las rodillas y los hombros y se lallevaron de la habitación como un saco. Winstonpudo verle la cara amarilla, y contorsionada, conlos ojos cerrados y sin haber perdido todavía elcolorete de las mejillas.

Siguió inmóvil como una estatua. Aún no lehabían pegado. Le acudían a la mentepensamientos de muy poco interés en aquelmomento, pero que no podía evitar. Se preguntóqué habría sido del señor Charrington y qué lehabrían hecho a la mujer del patio. Sintió urgentesdeseos de orinar y se sorprendió de ello porque lohabía hecho dos horas antes. Notó que el reloj dela repisa de la chimenea marcaba las nueve, esdecir, las veintiuna, pero por la luz parecía ser mástemprano. ¿No debía estar oscureciendo a lasveintiuna de una tarde de agosto? Pensó quequizás Julia y él se hubieran equivocado de hora.Quizás habían creído que eran las veinte y treintacuando fueran en realidad las ocho treinta de lamañana siguiente, pero no siguió pensando enello. Aquello no tenía interés. Se sintieron otrospasos, más leves éstos, en el pasillo. El señorCharrington entró en la habitación. Los hombresde los uniformes negros adoptaron en seguida unaactitud más sumisa. También habían cambiado laactitud y el aspecto del señor Charrington. Se fijó

Page 373: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

en los fragmentos del pisapapeles de cristal.—Recoged esos pedazos —dijo con tono

severo.Un hombre se agachó para recogerlos.Charrington no hablaba ya con acento cokney.

Winston comprendió en seguida que aquélla era lavoz que él había oído poco antes en la telepantalla.Charrington llevaba todavía su chaqueta deterciopelo, pero el cabello, que antes tenía casiblanco, se le había vuelto completamente negro.No llevaba ya gafas. Miró a Winston de un modobreve y cortante, como si sólo le interesasecomprobar su identidad y no le prestó másatención. Se le reconocía fácilmente, pero ya noera la misma persona. Se le había enderezado elcuerpo y parecía haber crecido. En el rostro sólose le notaban cambios muy pequeños, pero quesin embargo lo transformaban por completo. Lascejas negras eran menos peludas, no tenía arrugas,e incluso las facciones le habían cambiado algo.Parecía tener ahora la nariz más corta. Era el rostroalerta y frío de un hombre de unos treinta y cincoaños. Pensó Winston que por primera vez en suvida contemplaba, sabiendo que era uno de ellos,a un miembro de la Policía del Pensamiento.

Page 374: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

PARTE TERCERA

Page 375: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO I

No sabía dónde estaba. Seguramente en elMinisterio del Amor; pero no había manera decomprobarlo.

Se encontraba en una celda de alto techo, sinventanas y con paredes de reluciente porcelanablanca. Lámparas ocultas inundaban el recinto defría luz y había un sonido bajo y constante, unzumbido que Winston suponía relacionado con laventilación mecánica. Un banco, o mejor dicho,una especie de estante a lo largo de la pared, ledaba la vuelta a la celda, interrumpido sólo por lapuerta y, en el extremo opuesto, por un retrete sinasiento de madera. Había cuatro telepantallas, unaen cada pared.

Winston sentía un sordo dolor en el vientre. Levenía doliendo desde que lo encerraron en elcamión para llevarlo allí. Pero también teníahambre, un hambre roedora, anormal. Aunqueestaba justificada, porque por lo menos hacíaveinticuatro horas que no había comido; quizátreinta y seis. No sabía, quizá nunca lo sabría, si lohabían detenido de día o de noche. Desde que lodetuvieron no le habían dado nada de comer.

Se estuvo lo más quieto que pudo en elestrecho banco, con las manos cruzadas sobre las

Page 376: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rodillas. Había aprendido ya a estarse quieto. Si sehacían movimientos inesperados, le chillaban auno desde la telepantalla, pero la necesidad decomer algo le atenazaba de un modo espantoso.Lo que más le apetecía era un pedazo de pan.Tenía una vaga idea de que en el bolsillo de sumono tenía unas cuantas migas de pan. Inclusoera posible —lo pensó porque de cuando encuando algo le hacía cosquillas en la pierna— quetuviera allí guardado un buen mendrugo.Finalmente, pudo más la tentación que el miedo; semetió una mano en el bolsillo.

—¡Smith! —gritó una voz desde la telepantalla—. ¡6079! ¡Smith W! ¡En las celdas, las manosfuera de los bolsillos!

Volvió a inmovilizarse y a cruzar las manossobre las rodillas. Antes de llevarlo allí lo habíandejado algunas horas en otro sitio que debía deser una cárcel corriente o un calabozo temporalusado por las patrullas. No sabía exactamentecuánto tiempo le habían tenido allí; desde luegovarias horas; pero no había relojes ni luz natural yresultaba casi imposible calcular el tiempo. Era unsitio ruidoso y maloliente. Lo habían dejado enuna celda parecida a esta en que ahora se hallaba,pero horriblemente sucia y continuamente llena degente. Por lo menos había a la vez diez o quince

Page 377: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

personas, la mayoría de las cuales eran criminalescomunes, pero también se hallaban entre ellosunos cuantos prisioneros políticos. Winston sehabía sentado silencioso, apoyado contra la pared,encajado entre unos cuerpos sucios y demasiadopreocupado por el miedo y por el dolor que sentíaen el vientre para interesarse por lo que le rodeaba.Sin embargo, notó la asombrosa diferencia deconducta entre los prisioneros del Partido y losotros. Los prisioneros del Partido estaban siemprecallados y llenos de terror, pero los criminalescorrientes parecían no temer a nadie. Insultaban alos guardias, se resistían a que les quitaran losobjetos que llevaban, escribían palabras obscenasen el suelo, comían descaradamente alimentosrobados que sacaban de misteriosos escondrijosde entre sus ropas e incluso le respondían a gritosa la telepantalla cuando ésta intentaba restablecerel orden. Por otra parte, algunos de ellos parecíanhallarse en buenas relaciones con los guardias, losllamaban con apodos y trataban de sacarlescigarrillos. También los guardias trataban a loscriminales ordinarios con cierta tolerancia, aunque,naturalmente, tenían que manejarlos con rudeza.Se hablaba mucho allí de los campos de trabajosforzados adonde los presos esperaban serenviados. Por lo visto, se estaba bien en los

Page 378: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

campos siempre que se tuvieran ciertos apoyos yse conociera el tejemaneje. Había allí soborno,favoritismo e inmoralidades de toda clase,abundaba la homosexualidad y la prostitución eincluso se fabricaba clandestinamente alcoholdestilándolo de las patatas. Los cargos deconfianza sólo se los daban a los criminalespropiamente dichos, sobre todo a los gansters y alos asesinos de toda clase, que constituían unaespecie de aristocracia. En los campos de trabajosforzados, todas las tareas sucias y viles eranrealizadas por los presos políticos.

En aquella celda había presenciado Winstonun constante entrar y salir de presos de la másvariada condición: traficantes de drogas, ladrones,bandidos, gente del mercado negro, borrachos yprostitutas. Algunos de los borrachos eran tanviolentos que los demás presos tenían queponerse de acuerdo para sujetarlos. Una horriblemujer de unos sesenta años, con grandes pechoscaídos y greñas de cabello blanco sobre la cara,entró empujada por los guardias. Cuatro de éstosla sujetaban mientras ella daba patadas y chillaba.Tuvieron que quitarle las botas con las que la viejales castigaba las espinillas y la empujaronhaciéndola caer sentada sobre las piernas deWinston. El golpe fue tan violento que Winston

Page 379: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

creyó que se le habían partido los huesos de losmuslos. La mujer les gritó a los guardias, que ya semarchaban: «¡Hijos de perra!». Luego, notandoque estaba sentada en las piernas de Winston, sedejó resbalar hasta la madera.

—Perdona, querido —le dijo—. No me hubierasentado encima de ti, pero esos matones meempujaron. No saben tratar a una dama. —Se callóunos momentos y, después de darse unosgolpecitos en el pecho, eructó ruidosamente—.Perdona, chico —dijo—. Yo ya no soy yo.

Se inclinó hacia delante y vomitócopiosamente sobre el suelo.

—Esto va mejor —dijo, volviendo a apoyar laespalda en la pared y cerrando los ojos—. Es loque yo digo: lo mejor es echarlo fuera mientrasesté reciente en el estómago.

Reanimada, volvió a fijarse en Winston ypareció tomarle un súbito cariño. Le pasó uno desus flácidos brazos por los hombros y lo atrajohacia ella, echándole encima un pestilente vaho acerveza y porquería.

—¿Cómo te llamas, cariño? —le dijo.—Smith.—¿Smith? —repetía la mujer—. Tiene gracia.

Yo también me llamo Smith. Es que —añadiósentimentalmente— yo podría ser tu madre.

Page 380: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

En efecto, podría ser mi madre, pensó Winston.Tenía aproximadamente la misma edad y el mismoaspecto físico y era probable que la gentecambiara algo después de pasar veinte años en uncampo de trabajos forzados.

Nadie más le había hablado. Era sorprendentehasta qué punto despreciaban los criminalesordinarios a los presos del Partido. Los llamaban,despectivamente, los polits, y no sentían ningúninterés por lo que hubieran hecho o dejado dehacer. Los presos del Partido parecían tener unmiedo atroz a hablar con nadie y, sobre todo, ahablar unos con otros. Sólo una vez, cuando dosmiembros del Partido, ambos mujeres, fueronsentadas juntas en el banco, oyó Winston entre laalgarabía de voces, unas cuantas palabrasmurmuradas precipitadamente y, sobre todo, lareferencia a algo que llamaban la «habitación uno-cero-uno». No sabía a qué se podían referir.

Quizá llevara dos o tres horas en este nuevositio. El dolor de vientre no se le pasaba, pero se lealiviaba algo a ratos y entonces sus pensamientoseran un poco menos tétricos. En cambio, cuandoaumentaba el dolor, sólo pensaba en el dolormismo y en su hambre. Al aliviarse, se apoderabael pánico de él. Había momentos en que sefiguraba de modo tan gráfico las cosas que iban a

Page 381: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hacerle que el corazón le galopaba y se le cortabala respiración. Sentía los porrazos que iban a darleen los codos y las patadas que le darían laspesadas botas claveteadas de hierro. Se veía a símismo retorciéndose en el suelo, pidiendo a gritosmisericordia por entre los dientes partidos.Apenas recordaba a Julia. No podía concentrar enella su mente. La amaba y no la traicionaría; peroeso era sólo un hecho, conocido por él comoconocía las reglas de aritmética. No sentía amorpor ella y ni siquiera se preocupaba por lo quepudiera estarle sucediendo a Julia en esemomento. En cambio pensaba con más frecuenciaen O’Brien con cierta esperanza. O’Brien tenía quesaber que lo habían detenido. Había dicho que laHermandad nunca intentaba salvar a susmiembros. Pero la cuchilla de afeitar se laproporcionarían si podían. Quizá pasaran cincosegundos antes de que los guardias pudieranentrar en la celda. La hoja penetraría en su carnecon quemadora frialdad e incluso los dedos que lasostuvieran quedarían cortados hasta el hueso.Todo esto se le representaba a él, que en aquellosmomentos se encogía ante el más pequeño dolor.No estaba seguro de utilizar la hoja de afeitarincluso si se la llegaban a dar. Lo más natural eraseguir existiendo momentáneamente, aceptando

Page 382: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

otros diez minutos de vida aunque al final deaquellos largos minutos no hubiera más que unatortura insoportable.

A veces procuraba calcular el número demosaicos de porcelana que cubrían las paredes dela celda. No debía de ser difícil, pero siempreperdía la cuenta. Se preguntaba a cada momentodónde estaría y qué hora sería. Llegó a estarseguro de que afuera hacía sol y poco despuésestaba igualmente convencido de que era nochecerrada. Sabía instintivamente que en aquel lugarnunca se apagaban las luces. Era el sitio donde nohabía oscuridad: y ahora sabía por qué O’Brienhabía reconocido la alusión. En el Ministerio delAmor no había ventanas. Su celda podía hallarseen el centro del edificio o contra la pared trasera,podía estar diez pisos bajo tierra o treinta sobre elnivel del suelo. Winston se fue trasladandomentalmente de sitio y trataba de comprender, porla sensación vaga de su cuerpo, si estaba colgadoa gran altura o enterrado a gran profundidad.

Afuera se oía ruido de pesados pasos. Lapuerta de acero se abrió con estrépito. Entró unjoven oficial, con impecable uniforme negro, unafigura que parecía brillar por todas partes conreluciente cuero y cuyo pálido y severo rostro eracomo una máscara de cera. Avanzó unos pasos

Page 383: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

dentro de la celda y volvió a salir para ordenar alos guardias que esperaban afuera que hiciesenentrar al preso que traían. El poeta Ampleforthentró dando tumbos en la celda. La puerta volvió acerrarse de golpe.

Ampleforth hizo dos o tres movimientosinseguros como buscando una salida y luegoempezó a pasear arriba y abajo por la celda.Todavía no se había dado cuenta de la presenciade Winston. Sus turbados ojos miraban la paredun metro por encima del nivel de la cabeza deWinston. No llevaba zapatos; por los agujeros delos calcetines le salían los dedos gordos. Llevabavarios días sin afeitarse y la incipiente barba ledaba un aire rufianesco que no le iba bien a suaspecto larguirucho y débil ni a sus movimientosnerviosos.

Winston salió un poco de su letargo. Tenía quehablarle a Ampleforth aunque se expusiera alchillido de la telepantalla. Probablemente,Ampleforth era el que le traía la hoja de afeitar.

—Ampleforth.La telepantalla no dijo nada. Ampleforth se

detuvo, sobresaltado. Su mirada se concentróunos momentos sobre Winston.

—¡Ah, Smith! —dijo—. ¡También tú!—¿De qué te acusan?

Page 384: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Para decirte la verdad… —sentóseembarazosamente en el banco de enfrente aWinston—. Sólo hay un delito, ¿verdad?

—¿Y tú lo has cometido?—Por lo visto.Se llevó una mano a la frente y luego las dos

apretándose las sienes en un esfuerzo por recordaralgo.

—Estas cosas suelen ocurrir —empezóvagamente—. A fuerza de pensar en ello, se me haocurrido que pudiera ser… fue desde luego unaindiscreción, lo reconozco. Estábamos preparandouna edición definitiva de los poemas de Kipling.Dejé la palabra Dios al final de un verso. ¡No pudeevitarlo! —añadió casi con indignación,levantando la cara para mirar a Winston—. Eraimposible cambiar ese verso. God (Dios) tenía querimar con rod. ¿Te das cuenta de que sólo haydoce rimas para rod en nuestro idioma? Durantemuchos días me he estado arañando el cerebro.Inútil, no había ninguna otra rima posible.

Cambió la expresión de su cara. Desapareció deella la angustia y por unos momentos pareciósatisfecho. Era una especie de calor intelectual quelo animaba, la alegría del pedante que hadescubierto algún dato inútil.

—¿Has pensado alguna vez —dijo— que toda

Page 385: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la historia de la poesía inglesa ha sido determinadapor el hecho de que en el idioma inglés escaseanlas rimas?

No, aquello no se le había ocurrido nunca aWinston ni le parecía que en aquellascircunstancias fuera un asunto muy interesante.

—¿Sabes si es ahora de día o de noche? —lepreguntó.

Ampleforth se sobresaltó de nuevo:—No había pensado en ello. Me detuvieron

hace dos días, quizá tres. —Su mirada recorrió lasparedes como si esperase encontrar una ventana—. Aquí no hay diferencia entre el día y la noche.No es posible calcular la hora.

Hablaron sin mucho sentido durante unosminutos hasta que, sin razón aparente, un alaridode la telepantalla los mandó callar. Winston seinmovilizó como ya sabía hacerlo. En cambio,Ampleforth, demasiado grande para acomodarseen el estrecho banco, no sabía cómo ponerse y semovía nervioso. Unos ladridos de la telepantalla leordenaron que se estuviera quieto. Pasó el tiempo.Veinte minutos, quizás una hora… Era imposiblesaberlo. Una vez más se acercaban pasos debotas. A Winston se le contrajo el vientre. Pronto,muy pronto, quizá dentro de cinco minutos, quizásahora mismo, el ruido de pasos significaría que le

Page 386: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había llegado su turno.Se abrió la puerta. El joven oficial de antes

entró en la celda. Con un rápido movimiento de lamano señaló a Ampleforth.

—Habitación uno-cero-uno —dijo.Ampleforth salió conducido por los guardias

con las facciones alteradas, pero sin comprender.A Winston le pareció que pasaba mucho

tiempo. Había vuelto a dolerle atrozmente elestómago. Su mente daba vueltas por el mismocamino. Tenía sólo seis pensamientos: el dolor devientre; un pedazo de pan; la sangre y los gritos;O’Brien; Julia; la hoja de afeitar. Sintió otracontracción en las entrañas; se acercaban laspesadas botas. Al abrirse la puerta, la oleada deaire trajo un intenso olor a sudor frío.

Parsons entró en la celda. Vestía sus shortscaquis y una camisa de sport.

Esta vez, el asombro de Winston le hizoolvidarse de sus preocupaciones.

—¡Tú aquí! —exclamó.Parsons dirigió a Winston una mirada que no

era de interés ni de sorpresa, sino sólo de pena.Empezó a andar de un lado a otro con movimientosmecánicos. Luego empezó a temblar, pero sedominaba apretando los puños. Tenía los ojosmuy abiertos.

Page 387: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—¿De qué te acusan? —le preguntó Winston.—Crimental —dijo Parsons dando a entender

con el tono de su voz que reconocía plenamentesu culpa y, a la vez, un horror incrédulo de que esapalabra pudiera aplicarse a un hombre como él. Sedetuvo frente a Winston y le preguntó conangustia—. ¿No me matarán, verdad, amigo? No lematan a uno cuando no ha hecho nada concreto ysólo es culpable de haber tenido pensamientosque no pudo evitar. Sé que le juzgan a uno contodas las garantías. Tengo gran confianza en ellos.Saben perfectamente mi hoja de servicios. Tambiéntú sabes cómo he sido yo siempre. No he sidointeligente, pero siempre he tenido la mejorvoluntad. He procurado servir lo mejor posible alPartido, ¿no crees? Me castigarán a cinco años,¿verdad? O quizá diez. Un tipo como yo puederesultar muy útil en un campo de trabajosforzados. Creo que no me fusilarán por unapequeña y única equivocación.

—¿Eres culpable de algo? —dijo Winston.—¡Claro que soy culpable! —exclamó Parsons

mirando servilmente a la telepantalla—. ¿Nocreerás que el Partido puede detener a un hombreinocente? —Se le calmó su rostro de rana eincluso tomó una actitud beatífica—. El crimen delpensamiento es una cosa horrible —dijo

Page 388: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sentenciosamente—. Es una insidia que seapodera de uno sin que se dé cuenta. ¿Sabes cómome ocurrió a mí? ¡Mientras dormía! Sí, así fue. Mehe pasado la vida trabajando tan contento,cumpliendo con mi deber lo mejor que podía y, yaves, resulta que tenía un mal pensamiento ocultoen la cabeza. ¡Y yo sin saberlo! Una noche, empecéa hablar dormido, y ¿sabes lo que me oyerondecir?

Bajó la voz, como alguien que por razonesmédicas tiene que pronunciar unas palabrasobscenas.

—¡Abajo el Gran Hermano! Sí, eso dije. Yparece ser que lo repetí varias veces. Entrenosotros, chico, te confesaré que me alegró queme detuvieran antes de que la cosa pasara amayores. ¿Sabes lo que voy a decirles cuando melleven ante el tribunal? «Gracias —les diré—,gracias por haberme salvado antes de que fuerademasiado tarde».

—¿Quién te denunció? —dijo Winston.—Fue mi niña —dijo Parsons con cierto

orgullo dolido—. Estaba escuchando por elagujero de la cerradura. Me oyó decir aquello yllamó a la patrulla al día siguiente. No se le puedepedir más lealtad política a una niña de siete años,¿no te parece? No le guardo ningún rencor. La

Page 389: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

verdad es que estoy orgulloso de ella, pues lo quehizo demuestra que la he educado muy bien.

Anduvo un poco más por la celda mirandovarias veces, con deseo contenido, a la taza delretrete. Luego, se bajó a toda prisa los pantalones.

—Perdona, chico —dijo—. No puedo evitarlo.Es por la espera; ¿sabes?

Asentó su amplio trasero sobre la taza.Winston se cubrió la cara con las manos.

—¡Smith! —chilló la voz de la telepantalla—.¡6079 Smith W! Descúbrete la cara. En las celdas,nada de taparse la cara.

Winston se descubrió el rostro. Parsons usó elretrete ruidosa y abundantemente. Luego resultóque no funcionaba el agua y la celda estuvooliendo espantosamente durante varias horas.

Se llevaron a Parsons. Entraron y salieron máspresos, misteriosamente. Una mujer fue enviada ala «habitación 101» y Winston observó que esaspalabras la hicieron cambiar de color. Llegó elmomento en que, si hubiera sido de día cuando lellevaron allí, sería ya la última hora de la tarde; y dehaber entrado por la tarde, sería ya media noche.Había seis presos en la celda entre hombres ymujeres. Todos estaban sentados muy quietos.Frente a Winston se hallaba un hombre con carade roedor; apenas tenía barbilla y sus dientes eran

Page 390: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

afilados y salientes. Los carrillos le formabanbolsones de tal modo que podía pensarse quealmacenaba allí comida. Sus ojos gris pálido semovían temerosamente de un lado a otro y sedesviaba su mirada en cuanto tropezaba con la deotra persona.

Se abrió la puerta de nuevo y entró otro presocuyo aspecto le causó un escalofrío a Winston.Era un hombre de aspecto vulgar, quizás uningeniero o un técnico. Pero lo sorprendente en élera su figura esquelética. Su delgadez era tanexagerada que la boca y los ojos parecían de untamaño desproporcionado y en sus ojos sealmacenaba un intenso y criminal odio contra algoo contra alguien.

El individuo se sentó en el banco a pocadistancia de Winston. Éste no volvió a mirarle,pero la cara de calavera se le había quedado tangrabada como si la tuviera continuamente frente asus ojos. De pronto comprendió de qué se trataba.Aquel hombre se moría de hambre. Lo mismopareció ocurrírseles casi a la vez a cuantos allí sehallaban. Se produjo un leve movimiento por todoel banco. El hombre de la cara de ratón miraba decuando en cuando al esquelético y desviaba enseguida la mirada con aire culpable para volver afijarse en él irresistiblemente atraído. Por fin se

Page 391: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

levantó, cruzó pesadamente la celda, se rebuscóen el bolsillo del mono y con aire tímido sacó unmugriento mendrugo de pan y se lo tendió alhambriento.

La telepantalla rugió furiosa. El de la cara deratón volvió a su sitio de un brinco. El esqueléticose había llevado inmediatamente las manos detrásde la espalda como para demostrarle a todo elmundo que se había negado a aceptar elofrecimiento.

—¡Bumstead! —gritó la voz de un modoensordecedor—. ¡2713 Bumstead! Tira ese pedazode pan.

El individuo tiró el mendrugo al suelo.—Ponte de pie de cara a la puerta y sin hacer

ningún movimiento.El hombre obedeció mientras le temblaban los

bolsones de sus mejillas. Se abrió la puerta degolpe y entró el joven oficial, que se apartó paradejar pasar a un guardia achaparrado con enormesbrazos y hombros. Se colocó frente al hombre delmendrugo y, a una orden muda del oficial, le lanzóun terrible puñetazo a la boca apoyándolo contodo el peso de su cuerpo. La fuerza del golpeempujó al individuo hasta la otra pared de la celda.Se cayó junto al retrete. Le brotaba una sangrenegruzca de la boca y de la nariz. Después,

Page 392: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

gimiendo débilmente, consiguió ponerse en pie.Entre un chorro de sangre y saliva, se le cayeronde la boca las dos mitades de una dentadurapostiza.

Los presos estaban muy quietos, todos elloscon las manos cruzadas sobre las rodillas. Elhombre ratonil volvió a su sitio. Se le oscurecía lacarne en uno de los lados de la cara. Se le hinchóla boca hasta formar una masa informe con unagujero negro en medio. Sus ojos grises seguíanmoviéndose, sintiéndose más culpable que nuncay como tratando de averiguar cuánto lodespreciaban los otros por aquella humillación.

Se abrió la puerta. Con un pequeño gesto, eloficial señaló al hombre esquelético.

—Habitación 101 —dijo.Winston oyó a su lado una ahogada

exclamación de pánico. El hombre se dejó caer alsuelo de rodillas y rogaba con las manos juntas:

—¡Camarada! ¡Oficial! No tienes que llevarme aese sitio; ¿no te lo he dicho ya todo? ¿Qué másquieres saber? ¡Todo lo confesaría, todo! Dime dequé se trata y lo confesaré. ¡Escribe lo que quierasy lo firmaré! Pero no me lleves a la habitación 101.

—Habitación 101 —dijo el oficial.La cara del hombre, ya palidísima, se volvió de

un color increíble. Era —no había lugar a dudas—

Page 393: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de un tono verde.—¡Haz algo por mí! —chilló—. Me has estado

matando de hambre durante varias semanas.Acaba conmigo de una vez. Dispara contra mí.Ahórcame. Condéname a veinticinco años.¿Queréis que denuncie a alguien más? Decidme dequién se trata y yo diré todo lo que os convenga.No me importa quién sea ni lo que vayáis ahacerle. Tengo mujer y tres hijos. El mayor de ellosno tiene todavía seis años. Podéis coger a loscuatro y cortarles el cuerpo delante de mí y yo locontemplaré sin rechistar. Pero no me llevéis a lahabitación 101.

—Habitación 101 —dijo el oficial.El hombre del rostro de calavera miró

frenéticamente a los demás presos como siesperara encontrar alguno que pudiera poner ensu lugar. Sus ojos se detuvieron en la aporreadacara del que le había ofrecido el mendrugo. Loseñaló con su mano huesuda y temblorosa.

—A ése es al que debíais llevar, no a mí —gritó—. ¿No habéis oído lo que dijo cuando lepegaron? Os lo contaré si queréis oírme. El sí queestá contra el Partido y no yo. —Los guardiasavanzaron dos pasos. La voz del hombre se elevóhistéricamente—. ¡No lo habéis oído! —repitió—.La telepantalla no funcionaba bien. Ése es al que

Page 394: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

debéis llevaros. ¡Sí, él, él; yo no!Los dos guardias lo sujetaron por el brazo,

pero en ese momento el preso se tiró al suelo y seagarró a una de las patas de hierro que sujetabanel banco. Lanzaba un aullido que parecía de algúnanimal. Los guardias tiraban de él. Pero se aferrabacon asombrosa fuerza. Estuvieron forcejeando asíquizá unos veinte segundos. Los presos seguíaninmóviles con las manos cruzadas sobre lasrodillas mirando fijamente frente a ellos. El aullidose cortó; el hombre sólo tenía ya alientos parasujetarse. Entonces se oyó un grito diferente. Unguardia le había roto de una patada los dedos deuna mano. Lo pusieron de pie alzándolo como unpelele.

—Habitación 101 —dijo el oficial.Y se lo llevaron al hombre, que apenas podía

apoyarse en el suelo y que se sujetaba con la otrala mano partida. Había perdido por completo losánimos.

Pasó mucho tiempo. Si había sido media nochecuando se llevaron al hombre de la cara decalavera, era ya por la mañana; si había sido por lamañana, ahora sería por la tarde. Winston estabasolo desde hacía varias horas. Le producía taldolor estarse sentado en el estrecho banco que seatrevió a levantarse de cuando en cuando y dar

Page 395: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

unos pasos por la celda sin que la telepantalla selo prohibiera. El mendrugo de pan seguía en elsuelo, en el mismo sitio donde lo había tirado elindividuo de cara ratonil. Al principio, necesitóWinston esforzarse mucho para no mirarlo, pero yano tenía hambre, sino sed. Se le había puesto laboca pegajosa y de un sabor malísimo. Elconstante zumbido y la invariable luz blanca lecausaban una sensación de mareo y de tener vacíala cabeza. Cuando no podía resistir más el dolor delos huesos, se levantaba, pero volvía a sentarse enseguida porque estaba demasiado mareado parapermanecer en pie. En cuanto conseguía dominarsus sensaciones físicas, le volvía el terror. A vecespensaba con leve esperanza en O’Brien y en lahoja de afeitar. Bien pudiera llegar la hojaescondida en el alimento que le dieran, si es quellegaban a darle alguno. En Julia pensaba menos.Estaría sufriendo, quizás más que él.Probablemente estaría chillando de dolor en estemismo instante. Pensó: «Si pudiera salvar a Juliaduplicando mi dolor, ¿lo haría? Sí, lo haría». Estoera sólo una decisión intelectual, tomada porquesabía que su deber era ese; pero, en verdad, no losentía. En aquel sitio no se podía sentir nadaexcepto el dolor físico y la anticipación devenideros dolores. Además, ¿era posible, mientras

Page 396: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

se estaba sufriendo realmente, desear que por unau otra razón le aumentara a uno el dolor? Pero aesa pregunta no estaba él todavía en condicionesde responder. Las botas volvieron a acercarse. Seabrió la puerta. Entró O’Brien.

Winston se puso en pie. El choque emocionalde ver a aquel hombre le hizo abandonar todapreocupación. Por primera vez en muchos años,olvidó la presencia de la telepantalla.

—¡También a ti te han cogido! —exclamó.—Hace mucho tiempo que me han cogido —

repuso O’Brien con una ironía suave y como si lolamentara.

Se apartó un poco para que pasara uncorpulento guardia que tenía una larga porra negraen la mano.

—Ya sabías que ocurriría esto, Winston —dijoO’Brien—. No te engañes a ti mismo. Lo sabías…Siempre lo has sabido.

Sí, ahora comprendía que siempre lo habíasabido. Pero no había tiempo de pensar en ello.Sólo tenía ojos para la porra que se balanceaba enla mano del guardia. El golpe podía caer encualquier parte de su cuerpo: en la coronilla,encima de la oreja, en el antebrazo, en el codo…

¡En el codo! Dio un brinco y se quedó casiparalizado sujetándose con la otra mano el codo

Page 397: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

golpeado. Había visto luces amarillas. ¡Erainconcebible que un solo golpe pudiera causartanto dolor! Cayó al suelo. Volvió a ver claro. Losotros dos lo miraban desde arriba. El guardia sereía de sus contorsiones. Por lo menos, ya sabíauna cosa, jamás, por ninguna razón del mundo,puede uno desear un aumento de dolor. Del dolorfísico sólo se puede desear una cosa: que cese.Nada en el mundo es tan malo como el dolor físico.Ante eso no hay héroes. No hay héroes, pensóuna y otra vez mientras se retorcía en el suelo,sujetándose inútilmente su inutilizado brazoizquierdo.

Page 398: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO II

Winston yacía sobre algo que parecía una cama decampaña aunque más elevada sobre el suelo y queestaba sujeta para que no pudiera moverse. Sobresu rostro caía una luz más fuerte que la normal.O’Brien estaba de pie a su lado, mirándolefijamente. Al otro lado se hallaba un hombre conchaqueta blanca en una de cuyas manos teníapreparada una jeringuilla hipodérmica.

Aunque ya hacía un rato que había abierto losojos, no acababa de darse plena cuenta de lo quele rodeaba. Tenía la impresión de haber venidonadando hasta esta habitación desde un mundomuy distinto, una especie de mundo submarino.No sabía cuánto tiempo había estado en aquellasprofundidades. Desde el momento en que lodetuvieron no había visto oscuridad ni luz diurna.Además sus recuerdos no eran continuos. Aveces la conciencia, incluso esa especie deconciencia que tenemos en los sueños, se le habíaparado en seco y sólo había vuelto a funcionardespués de un rato de absoluto vacío. Pero si esosratos eran segundos, horas, días, o semanas, nohabía manera de saberlo.

La pesadilla comenzó con aquel primer golpeen el codo. Más tarde se daría cuenta de que todo

Page 399: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

lo ocurrido entonces había sido sólo una ligeraintroducción, un interrogatorio rutinario al queeran sometidos casi todos los presos. Todostenían que confesar, como cuestión de merotrámite, una larga serie de delitos: espionaje,sabotaje y cosas por el estilo. Aunque la torturaera real, la confesión era sólo cuestión de trámite.Winston no podía recordar cuántas veces lehabían pegado ni cuánto tiempo habían durado loscastigos. Recordaba, en cambio, que en todomomento había en torno suyo cinco o seisindividuos con uniformes negros. A vecesemplearon los puños, otras las porras, tambiénvaras de acero y, por supuesto, las botas. Sabíaque había rodado varias veces por el suelo con elimpudor de un animal retorciéndose en un inútilesfuerzo por evitar los golpes, pero con aquellosmovimientos sólo conseguía que le propinaranmás patadas en las costillas, en el vientre, en loscodos, en las espinillas, en los testículos y en labase de la columna vertebral. A veces gritabapidiendo misericordia incluso antes de queempezaran a pegarle y bastaba con que un puñohiciera el movimiento de retroceso precursor delgolpe para que confesara todos los delitos,verdaderos o imaginarios, de que le acusaban.Otras veces, cuando se decidía a no contestar

Page 400: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nada, tenían que sacarle las palabras entre alaridosde dolor y en otras ocasiones se decía a sí mismo,dispuesto a transigir: «Confesaré, pero todavía no.Tengo que resistir hasta que el dolor seainsoportable. Tres golpes más, dos golpes más yles diré lo que quieran». Cuando le golpeabanhasta dejarlo tirado como un saco de patatas en elsuelo de piedra para que recobrara alguna energía,al cabo de varias horas volvían a buscarlo y lepegaban otra vez. También había períodos máslargos de descanso. Los recordaba confusamenteporque los pasaba adormilado o con elconocimiento casi perdido. Se acordaba de que unbarbero había ido a afeitarle la barba al rape yalgunos hombres de actitud profesional, con batasblancas, le tomaban el pulso, le observaban susmovimientos reflejos, le levantaban los párpados yle recorrían el cuerpo con dedos rudos en buscade huesos rotos o le ponían inyecciones en elbrazo para hacerle dormir.

Las palizas se hicieron menos frecuentes yquedaron reducidas casi únicamente a amenazas, aanunciarle un horror al que le enviarían en cuantosus respuestas no fueran satisfactorias. Los que leinterrogaban no eran ya rufianes con uniformesnegros, sino intelectuales del Partido, hombrecillosregordetes con movimientos rápidos y gafas

Page 401: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

brillantes que se relevaban para «trabajarlo» enturnos que duraban —no estaba seguro— diez odoce horas. Estos otros interrogadoresprocuraban que se hallase sometido a un dolorleve, pero constante, aunque ellos no se basabanen el dolor para hacerle confesar. Le dabanbofetadas, le retorcían las orejas, le tiraban delpelo, le hacían sostenerse en una sola pierna, lenegaban el permiso para orinar, le enfocaban lacara con insoportables reflectores hasta que lehacían llorar a lágrima viva… Pero la finalidad deesto era sólo humillarlo y destruir en él la facultadde razonar, de encontrar argumentos. La verdaderaarma de aquellos hombres era el despiadadointerrogatorio que proseguía hora tras hora, llenode trampas, deformando todo lo que él habíadicho, haciéndole confesar a cada paso mentiras ycontradicciones, hasta que empezaba a llorar nosólo de vergüenza sino de cansancio nervioso. Aveces lloraba media docena de veces en una solasesión. Casi todo el tiempo lo estaban insultandoy lo amenazaban, a cada vacilación, con volverlo aentregar a los guardias. Pero de pronto cambiabande tono, lo llamaban camarada, trataban dedespertar sus sentimientos en nombre del Ingsocy del Gran Hermano, y le preguntabancompungidos si no le quedaba la suficiente lealtad

Page 402: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hacia el Partido para desear no haber hecho todoel mal que había hecho. Con los nerviosdestrozados después de tantas horas deinterrogatorio, estos amistosos reproches lehacían llorar con más fuerza. Al final se habíaconvertido en un muñeco: una boca que afirmabalo que le pedían y una mano que firmaba todo loque le ponían delante. Su única preocupaciónconsistía en descubrir qué deseaban hacerledeclarar para confesarlo inmediatamente antes deque empezaran a insultarlo y a amenazarle.Confesó haber asesinado a distinguidos miembrosdel Partido, haber distribuido propagandasediciosa, robo de fondos públicos, venta desecretos militares al extranjero, sabotajes de todaclase… Confesó que había sido espía a sueldo deAsia Oriental ya en 1968. Confesó que teníacreencias religiosas, que admiraba el capitalismo yque era un pervertido sexual. Confesó haberasesinado a su esposa, aunque sabíaperfectamente —y tenían que saberlo también susverdugos— que su mujer vivía aún. Confesó quedurante muchos años había estado en relación conGoldstein y había sido miembro de unaorganización clandestina a la que habíanpertenecido casi todas las personas que él habíaconocido en su vida. Lo más fácil era confesarlo

Page 403: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

todo —fuera verdad o mentira— y comprometer atodo el mundo. Además, en cierto sentido, todoello era verdad. Era cierto que había sido unenemigo del Partido y a los ojos del Partido nohabía distinción alguna entre los pensamientos ylos actos.

También recordaba otras cosas que surgían ensu mente de un modo inconexo, como cuadrosaislados rodeados de oscuridad. Estaba en unacelda que podía haber estado oscura o con luz, nolo sabía, porque lo único que él veía era un par deojos. Allí cerca se oía el tic-tac, lento y regular, deun instrumento. Los ojos aumentaron de tamaño yse hicieron más luminosos. De pronto, Winstonsalió flotando de su asiento y sumergiéndose enlos ojos, fue tragado por ellos.

Estaba atado a una silla rodeada de esferasgraduadas, bajo cegadores focos. Un hombre conbata blanca leía los discos. Fuera se oía que seacercaban pasos. La puerta se abrió de golpe. Eloficial de cara de cera entró seguido por dosguardias.

—Habitación 101 —dijo el oficial.El hombre de la bata blanca no se volvió. Ni

siquiera miró a Winston; se limitaba a observar losdiscos.

Winston rodaba por un interminable corredor

Page 404: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de un kilómetro de anchura inundado por una luzdorada y deslumbrante. Se reía a carcajadas ygritaba confesiones sin cesar. Lo confesaba todo,hasta lo que había logrado callar bajo las torturas.Le contaba toda la historia de su vida a un públicoque ya la conocía. Lo rodeaban los guardias, susotros verdugos de lentes, los hombres de las batasblancas, O’Brien, Julia, el señor Charrington, ytodos rodaban alegremente por el pasillo riéndosea carcajadas. Winston se había escapado de algoterrorífico con que le amenazaban y que no habíallegado a suceder. Todo estaba muy bien, no habíamás dolor y hasta los más mínimos detalles de suvida quedaban al descubierto, comprendidos yperdonados.

Intentó levantarse, incorporarse en la camadonde lo habían tendido, pues casi tenía laseguridad de haber oído la voz de O’Brien.Durante todos los interrogatorios anteriores, apesar de no haberlo llegado a ver, había tenido laconstante sensación de que O’Brien estaba allícerca, detrás de él. Era O’Brien quien lo habíadirigido todo. Él había lanzado a los guardiascontra Winston y también él había evitado que lomataran. Fue él quién decidió cuándo teníaWinston que gritar de dolor, cuándo podíadescansar, cuándo lo tenían que alimentar, cuándo

Page 405: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

habían de dejarlo dormir y cuándo tenían quereanimarlo con inyecciones. Era él quien sugeríalas preguntas y las respuestas. Era suatormentador, su protector, su inquisidor y suamigo. Y una vez —Winston no podía recordar siesto ocurría mientras dormía bajo el efecto de ladroga, o durante el sueño normal o en un momentoen que estaba despierto— una voz le habíamurmurado al oído: «No te preocupes, Winston;estás bajo mi custodia. Te he vigilado durantesiete años. Ahora ha llegado el momento decisivo.Te salvaré; te haré perfecto». No estaba seguro siera la voz de O’Brien; pero desde luego era lamisma voz que le había dicho en aquel otro sueño,siete años antes: «Nos encontraremos en el sitiodonde no hay oscuridad».

Ahora no podía moverse. Le habían sujetadobien el cuerpo boca arriba. Incluso la cabezaestaba sujeta por detrás al lecho. O’Brien lo mirabaserio, casi triste. Su rostro, visto desde abajo,parecía basto y gastado, y con bolsas bajo losojos y arrugas de cansancio de la nariz a labarbilla. Era mayor de lo que Winston creía. Quizástuviera cuarenta y ocho o cincuenta años.Apoyaba la mano en una palanca que hacía moverla aguja de la esfera, en la que se veían unosnúmeros.

Page 406: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Te dije —murmuró O’Brien— que, si nosencontrábamos de nuevo, sería aquí.

—Sí —dijo Winston.Sin advertencia previa —excepto un leve

movimiento de la mano de O’Brien— le inundóuna oleada dolorosa. Era un dolor espantosoporque no sabía de dónde venía y tenía lasensación de que le habían causado un dañomortal. No sabía si era un dolor interno o el efectode algún recurso eléctrico, pero sentía como sitodo el cuerpo se le descoyuntara. Aunque eldolor le hacía sudar por la frente, lo único que lepreocupaba es que se le rompiera la columnavertebral. Apretó los dientes y respiró por la nariztratando de estarse callado lo más posible.

—Tienes miedo —dijo O’Brien observando sucara— de que de un momento a otro se te rompaalgo. Sobre todo, temes que se te parta la espinadorsal. Te imaginas ahora mismo las vértebrassaltándose y el líquido raquídeo saliéndose.¿Verdad que lo estás pensando, Winston?

Winston no contestó. O’Brien presionó sobrela palanca. La ola de dolor se retiró con tantarapidez como había llegado.

—Eso era cuarenta —dijo O’Brien—. Ya vesque los números llegan hasta el ciento. Recuerda,por favor, durante nuestra conversación, que está

Page 407: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

en mi mano infligirte dolor en el momento y en elgrado que yo desee. Si me dices mentiras o siintentas engañarme de alguna manera, o te dejascaer por debajo de tu nivel normal de inteligencia,te haré dar un alarido inmediatamente. ¿Entendido?

—Sí —dijo Winston.O’Brien adoptó una actitud menos severa. Se

ajustó pensativo las gafas y anduvo unos pasospor la habitación. Cuando volvió a hablar, su vozera suave y paciente. Parecía un médico, unmaestro, incluso un sacerdote, deseoso de explicary de persuadir antes que de castigar.

—Me estoy tomando tantas molestias contigo,Winston, porque tú lo mereces. Sabesperfectamente lo que te ocurre. Lo has sabidodesde hace muchos años aunque te has esforzadoen convencerte de que no lo sabías. Estástrastornado mentalmente. Padeces de una memoriadefectuosa. Eres incapaz de recordar losacontecimientos reales y te convences a ti mismoporque estabas decidido a no curarte. No estabasdispuesto a hacer el pequeño esfuerzo devoluntad necesario. Incluso ahora, estoy segurode ello, te aferras a tu enfermedad por creer que esuna virtud. Ahora te pondré un ejemplo y teconvencerás de lo que digo. Vamos a ver, en estemomento, ¿con qué potencia está en guerra

Page 408: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Oceanía?—Cuando me detuvieron, Oceanía estaba en

guerra con Asia Oriental.—Con Asia Oriental. Muy bien. Y Oceanía ha

estado siempre en guerra con Asia Oriental,¿verdad?

Winston contuvo la respiración. Abrió la bocapara hablar, pero no pudo. Era incapaz de apartarlos ojos del disco numerado.

—La verdad, por favor, Winston. Tu verdad.Dime lo que creas recordar.

—Recuerdo que hasta una semana antes dehaber sido yo detenido, no estábamos en guerracon Asia Oriental en absoluto. Éramos aliados deella. La guerra era contra Eurasia. Una guerra quehabía durado cuatro años. Y antes de eso…

O’Brien lo hizo callar con un movimiento de lamano.

—Otro ejemplo. Hace algunos años sufristeuna obcecación muy seria. Creíste que treshombres que habían sido miembros del Partido,llamados Jones, Aaronson y Rutherford —unosindividuos que fueron ejecutados por traición ysabotaje después de haber confesado todos susdelitos—, creíste, repito, que no eran culpables delos delitos de que se les acusaba. Creíste quehabías visto una prueba documental innegable

Page 409: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que demostraba que sus confesiones habían sidoforzadas y falsas. Sufriste una alucinación que tehizo ver cierta fotografía. Llegaste a creer que lahabías tenido en tus manos. Era una foto comoésta.

Entre los dedos de O’Brien había aparecido unrecorte de periódico que pasó ante la vista deWinston durante unos cinco segundos. Era unafoto de periódico y no podía dudarse cuál. Sí, erala fotografía; otro ejemplar del retrato de Jones,Aaronson y Rutherford en el acto del Partidocelebrado en Nueva York, aquella foto queWinston había descubierto por casualidad onceaños antes y había destruido en seguida. Y ahorahabía vuelto a verla. Sólo unos instantes, peroestaba seguro de haberla visto otra vez. Hizo undesesperado esfuerzo por incorporarse. Pero eraimposible moverse ni siquiera un centímetro. Habíaolvidado hasta la existencia de la amenazadorapalanca. Sólo quería volver a coger la fotografía, opor lo menos verla más tiempo.

—¡Existe! —gritó.—No —dijo O’Brien.Cruzó la estancia. En la pared de enfrente había

un «agujero de la memoria». O’Brien levantó larejilla. El pedazo de papel salió dando vueltas en eltorbellino de aire caliente y se deshizo en una

Page 410: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

fugaz llama. O’Brien volvió junto a Winston.—Cenizas —dijo—. Ni siquiera cenizas

identificables. Polvo. Nunca ha existido.—¡Pero existió! ¡Existe! Sí, existe en la memoria.

Lo recuerdo. Y tú también lo recuerdas.—Yo no lo recuerdo —dijo O’Brien.Winston se desanimó. Aquello era

doblepensar. Sintió un mortal desamparo. Sihubiera estado seguro de que O’Brien mentía, sehabría quedado tranquilo. Pero era muy posibleque O’Brien hubiera olvidado de verdad lafotografía. Y en ese caso habría olvidado ya sunegativa de haberla recordado y también habríaolvidado el acto de olvidarlo. ¿Cómo podía unoestar seguro de que todo esto no era más que untruco? Quizás aquella demencial dislocación de lospensamientos pudiera tener una realidad efectiva.Eso era lo que más desanimaba a Winston.

O’Brien lo miraba pensativo. Más que nunca,tenía el aire de un profesor esforzándose por llevarpor buen camino a un chico descarriado, peroprometedor.

—Hay una consigna del Partido sobre elcontrol del pasado. Repítela, Winston, por favor.

—El que controla el pasado controla el futuro;y el que controla el presente controla el pasado —repitió Winston, obediente.

Page 411: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—El que controla el presente controla elpasado —dijo O’Brien moviendo la cabeza conlenta aprobación—. ¿Y crees tú, Winston, que elpasado existe verdaderamente?

Otra vez invadió a Winston el desamparo. Susojos se volvieron hacia el disco. No sólo no sabíasi la respuesta que le evitaría el dolor sería sí o no,sino que ni siquiera sabía cuál de estas respuestasera la que él tenía por cierta.

O’Brien sonrió débilmente:—No eres metafísico, Winston. Hasta este

momento nunca habías pensado en lo que seconoce por existencia. Te lo explicaré con másprecisión. ¿Existe el pasado concretamente, en elespacio? ¿Hay algún sitio en alguna parte, hay unmundo de objetos sólidos donde el pasado sigaacaeciendo?

—No.—Entonces, ¿dónde existe el pasado?—En los documentos. Está escrito.—En los documentos… Y, ¿dónde más?—En la mente. En la memoria de los hombres.—En la memoria. Muy bien. Pues nosotros, el

Partido, controlamos todos los documentos ycontrolamos todas las memorias. De manera quecontrolamos el pasado, ¿no es así?

—Pero, ¿cómo van ustedes a evitar que la

Page 412: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

gente recuerde lo que ha pasado? —exclamóWinston olvidando de nuevo el martirizadoreléctrico—. Es un acto involuntario. No puede unoevitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡Lamía no la habéis controlado!

O’Brien volvió a ponerse serio. Tocó la palancacon la mano.

—Al contrario —dijo por fin—, eres tú el queno la ha controlado y por eso estás aquí. Te hantraído porque te han faltado humildad yautodisciplina. No has querido realizar el acto desumisión que es el precio de la cordura. Haspreferido ser un loco, una minoría de uno solo.Convéncete, Winston; solamente el espíritudisciplinado puede ver la realidad. Crees que larealidad es algo objetivo, externo, que existe porderecho propio. Crees también que la naturaleza dela realidad se demuestra por sí misma. Cuando teengañas a ti mismo pensando que ves algo, daspor cierto que todos los demás están viendo lomismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que larealidad no es externa. La realidad existe en lamente humana y en ningún otro sitio. No en lamente individual, que puede cometer errores yque, en todo caso, perece pronto. Sólo la mentedel Partido, que es colectiva e inmortal, puedecaptar la realidad. Lo que el Partido sostiene que

Page 413: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

es verdad es efectivamente verdad. Es imposiblever la realidad sino a través de los ojos del Partido.Éste es el hecho que tienes que volver a aprender,Winston. Para ello se necesita un acto deautodestrucción, un esfuerzo de la voluntad.Tienes que humillarte si quieres volverte cuerdo.

Después de una pausa de unos momentos,prosiguió:

—¿Recuerdas haber escrito en tu Diario: «lalibertad es poder decir que dos más dos soncuatro?».

—Sí —dijo Winston.O’Brien levantó la mano izquierda, con el

reverso hacia Winston, y escondiendo el dedopulgar extendió los otros cuatro.

—¿Cuántos dedos hay aquí, Winston?—Cuatro.—¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino

cinco? Entonces, ¿cuántos hay?—Cuatro.La palabra terminó con un espasmo de dolor.

La aguja de la esfera había subido a cincuenta ycinco. A Winston le sudaba todo el cuerpo.Aunque apretaba los dientes, no podía evitar losroncos gemidos. O’Brien lo contemplaba, con loscuatro dedos todavía extendidos. Soltó la palancay el dolor, aunque no desapareció del todo, se

Page 414: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

alivió bastante.—¿Cuántos dedos, Winston?—Cuatro.La aguja subió a sesenta.—¿Cuántos dedos, Winston?—¡¡Cuatro!! ¡¡Cuatro!! ¿Qué voy a decirte?

¡Cuatro!La aguja debía de marcar más, pero Winston no

la miró. El rostro severo y pesado y los cuatrodedos ocupaban por completo su visión. Losdedos, ante sus ojos, parecían columnas, enormes,borrosos y vibrantes, pero seguían siendo cuatro,sin duda alguna.

—¿Cuántos dedos, Winston?—¡¡Cuatro!! ¡Para eso, para eso! ¡No sigas, es

inútil!—¿Cuántos dedos, Winston?—¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!—No, Winston; así no vale. Estás mintiendo.

Sigues creyendo que son cuatro. Por favor,¿cuántos dedos?

—¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! Lo quequieras, pero termina de una vez. Para este dolor.

Ahora estaba sentado en el lecho con el brazode O’Brien rodeándole los hombros. Quizá hubieraperdido el conocimiento durante unos segundos.Se habían aflojado las ligaduras que sujetaban su

Page 415: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cuerpo. Sentía mucho frío, temblaba como unazogado, le castañeteaban los dientes y le corríanlágrimas por las mejillas. Durante unos instantesse apretó contra O’Brien como un niño,confortado por el fuerte brazo que le rodeaba loshombros. Tenía la sensación de que O’Brien era suprotector, que el dolor venía de fuera, de otrafuente, y que O’Brien le evitaría sufrir.

—Tardas mucho en aprender, Winston —dijoO’Brien con suavidad.

—No puedo evitarlo —balbuceó Winston—.¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojossi no los cierro? Dos y dos son cuatro.

—Algunas veces sí, Winston; pero otrasveces son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones soncuatro, cinco y tres a la vez. Tienes que esforzartemás. No es fácil recobrar la razón.

Volvió a tender a Winston en el lecho. Lasligaduras volvieron a inmovilizarlo, pero ya nosentía dolor y le había desaparecido el temblor.Estaba débil y frío. O’Brien le hizo una señal con lacabeza al hombre de la bata blanca, que habíapermanecido inmóvil durante la escena anterior yahora, inclinándose sobre Winston, le examinabalos ojos de cerca, le tomaba el pulso, le acercaba eloído al pecho y le daba golpecitos dereconocimiento. Luego, mirando a O’Brien, movió

Page 416: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la cabeza afirmativamente.—Otra vez —dijo O’Brien.El dolor invadió de nuevo el cuerpo de

Winston. La aguja debía de marcar ya setenta osetenta y cinco. Esta vez, había cerrado los ojos.Sabía que los dedos continuaban allí y queseguían siendo cuatro. Lo único importante eraconservar la vida hasta que pasaran las sacudidasdolorosas. Ya no tenía idea de si lloraba o no. Eldolor disminuyó otra vez. Abrió los ojos. O’Brienhabía vuelto a bajar la palanca.

—¿Cuántos dedos, Winston?—¡¡Cuatro!! Supongo que son cuatro. Quisiera

ver cinco. Estoy tratando de ver cinco.—¿Qué deseas? ¿Persuadirme de que ves

cinco o verlos de verdad?—Verlos de verdad.—Otra vez —dijo O’Brien.Es probable que la aguja marcase de ochenta a

noventa. Sólo de un modo intermitente podíarecordar Winston a qué se debía su martirio.Detrás de sus párpados cerrados, un bosque dededos se movía en una extraña danza,entretejiéndose, desapareciendo unos tras otros yvolviendo a aparecer. Quería contarlos, pero norecordaba por qué. Sólo sabía que era imposiblecontarlos y que esto se debía a la misteriosa

Page 417: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

identidad entre cuatro y cinco. El dolordesapareció de nuevo. Cuando abrió los ojos,halló que seguía viendo lo mismo; es decir,innumerables dedos que se movían como árboleslocos en todas direcciones cruzándose yvolviéndose a cruzar. Cerró otra vez los ojos.

—¿Cuántos dedos te estoy enseñando,Winston?

—No sé, no sé. Me matarás si aumentas eldolor. Cuatro, cinco, seis… Te aseguro que no losé.

—Esto va mejor —dijo O’Brien.Le pusieron una inyección en el brazo. Casi

instantáneamente se le esparció por todo el cuerpouna cálida y beatífica sensación. Casi no seacordaba de haber sufrido. Abrió los ojos y miróagradecido a O’Brien. Le conmovió ver a aquelrostro pesado, lleno de arrugas, tan feo y taninteligente. Si se hubiera podido mover, le habríatendido una mano. Nunca lo había querido tantocomo en este momento y no sólo por haberlesuprimido el dolor. Aquel antiguo sentimiento,aquella idea de que no importaba que O’Brienfuera un amigo o un enemigo, había vuelto aapoderarse de él. O’Brien era una persona conquien se podía hablar. Quizá no deseara uno tantoser amado como ser comprendido. O’Brien lo había

Page 418: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

torturado casi hasta enloquecerle y era seguro quedentro de un rato le haría matar. Pero no importaba.En cierto sentido, más allá de la amistad, eraníntimos. De uno u otro modo y aunque laspalabras que lo explicarían todo no pudieran serpronunciadas nunca, había desde luego un lugardonde podrían reunirse y charlar. O’Brien lo mirabacon una expresión reveladora de que el mismopensamiento se le estaba ocurriendo. Empezó ahablar en un tono de conversación corriente.

—¿Sabes dónde estás, Winston? —dijo.—No sé. Me lo figuro. En el Ministerio del

Amor.—¿Sabes cuánto tiempo has estado aquí?—No sé. Días, semanas, meses… creo que

meses.—¿Y por qué te imaginas que traemos aquí a la

gente?—Para hacerles confesar.—No, no es ésa la razón. Di otra cosa.—Para castigarlos.—¡No! —exclamó O’Brien. Su voz había

cambiado extraordinariamente y su rostro se habíapuesto de pronto serio y animado a la vez—. ¡No!No te traemos sólo para hacerte confesar y paracastigarte. ¿Quieres que te diga para qué te hemostraído? ¡¡Para curarte!! ¡¡Para volverte cuerdo!!

Page 419: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Debes saber, Winston, que ninguno de los quetraemos aquí sale de nuestras manos sin habersecurado. No nos interesan esos estúpidos delitosque has cometido. Al Partido no le interesan losactos realizados; nos importa sólo el pensamiento.No sólo destruimos a nuestros enemigos, sino quelos cambiamos. ¿Comprendes lo que quiero decir?

Estaba inclinado sobre Winston. Su caraparecía enorme por su proximidad y horriblementefea vista desde abajo. Además, sus facciones sealteraban por aquella exaltación, aquella intensidadde loco. Otra vez se le encogió el corazón aWinston. Si le hubiera sido posible, habríaretrocedido. Estaba seguro de que O’Brien iba amover la palanca por puro capricho. Sin embargo,en ese momento se apartó de él y paseó un pocopor la habitación. Luego prosiguió con menosvehemencia:

—Lo primero que debes comprender es queéste no es un lugar de martirio. Has leído cosassobre las persecuciones religiosas en el pasado.En la Edad Media había la Inquisición. Nofuncionó. Pretendían erradicar la herejía yterminaron por perpetuarla. En las persecucionesantiguas por cada hereje quemado han surgidootros miles de ellos. ¿Por qué? Porque se mataba alos enemigos abiertamente y mientras aún no se

Page 420: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

habían arrepentido. Se moría por no abandonar lascreencias heréticas. Naturalmente, así toda lagloria pertenecía a la víctima y la vergüenza alinquisidor que la quemaba. Más tarde, en el sigloXX, han existido los totalitarios, como losllamaban: los nazis alemanes y los comunistasrusos. Los rusos persiguieron a los herejes conmucha más crueldad que ninguna otra inquisición.Y se imaginaron que habían aprendido de loserrores del pasado. Por lo menos sabían que no sedeben hacer mártires. Antes de llevar a susvíctimas a un juicio público, se dedicaban adestruirles la dignidad. Los deshacían moralmentey físicamente por medio de la tortura y elaislamiento hasta convertirlos en seresdespreciables, verdaderos peleles capaces deconfesarlo todo, que se insultaban a sí mismosacusándose unos a otros y pedían sollozando unpoco de misericordia. Sin embargo, después deunos cuantos años, ha vuelto a ocurrir lo mismo.Los muertos se han convertido en mártires y se haolvidado su degradación. ¿Por qué había vuelto asuceder esto? En primer lugar, porque lasconfesiones que habían hecho eran forzadas yfalsas. Nosotros no cometemos esta clase deerrores. Todas las confesiones que salen de aquíson verdaderas. Nosotros hacemos que sean

Page 421: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

verdaderas. Y, sobre todo, no permitimos que losmuertos se levanten contra nosotros. Por tanto,debes perder toda esperanza de que la posteridadte reivindique, Winston. La posteridad no sabránada de ti. Desaparecerás por completo de lacorriente histórica. Te disolveremos en laestratosfera, por decirlo así. De ti no quedará nada:ni un nombre en un papel, ni tu recuerdo en un servivo. Quedarás aniquilado tanto en el pretéritocomo en el futuro. No habrás existido.

«Entonces, ¿para qué me torturan?», pensóWinston con una amargura momentánea. O’Briense detuvo en seco como si hubiera oído elpensamiento de Winston. Su ancho y feo rostro sele acercó con los ojos un poco entornados y ledijo:

—Estás pensando que si nos proponemosdestruirte por completo, ¿para qué nos tomamostodas estas molestias?; que si nada va a quedar deti, ¿qué importancia puede tener lo que tú digas opienses? ¿Verdad que lo estás pensando?

—Sí —dijo Winston.O’Brien sonrió levemente y prosiguió:—Te explicaré por qué nos molestamos en

curarte. Tú, Winston, eres una mancha en el tejido;una mancha que debemos borrar. ¿No te dije hacepoco que somos diferentes de los martirizadores

Page 422: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del pasado? No nos contentamos con unaobediencia negativa, ni siquiera con la sumisiónmás abyecta. Cuando por fin te rindas a nosotros,tendrá que impulsarte a ello tu libre voluntad. Nodestruimos a los herejes porque se nos resisten;mientras nos resisten no los destruimos. Losconvertimos, captamos su mente, los reformamos.Al hereje político le quitamos todo el mal y todaslas ilusiones engañosas que lleva dentro; lotraemos a nuestro lado, no en apariencia, sinoverdaderamente, en cuerpo y alma. Lo hacemosuno de nosotros antes de matarlo. Nos resultaintolerable que un pensamiento erróneo exista enalguna parte del mundo, por muy secreto e inocuoque pueda ser. Ni siquiera en el instante de lamuerte podemos permitir alguna desviación.Antiguamente, el hereje subía a la hoguera siendoaún un hereje, proclamando su herejía y hastadisfrutando con ella. Incluso la víctima de laspurgas rusas se llevaba su rebelión encerrada en elcráneo cuando avanzaba por un pasillo de laprisión en espera del tiro en la nuca. Nosotros, encambio, hacemos perfecto el cerebro que vamos adestruir. La consigna de todos los despotismosera: «No harás esto o lo otro». La voz de mando delos totalitarios era: «Harás esto o aquello».Nuestra orden es: «Eres». Ninguno de los que

Page 423: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

traemos aquí puede volverse contra nosotros. Leslavamos el cerebro. Incluso aquellos miserablestraidores en cuya inocencia creíste un día —Jones,Aaronson y Rutherford— los conquistamos alfinal. Yo mismo participé en su interrogatorio. Losvi ceder paulatinamente, sollozando, llorando alágrima viva, y al final no los dominaba el miedo niel dolor, sino sólo un sentimiento de culpabilidad,un afán de penitencia. Cuando acabamos con ellosno eran más que cáscaras de hombre. Nadaquedaba en ellos sino el arrepentimiento por loque habían hecho y amor por el Gran Hermano. Eraconmovedor ver cómo lo amaban. Pedían que seles matase en seguida para poder morir con lamente limpia. Temían que pudiera volver aensuciárseles.

La voz de O’Brien se había vuelto soñadora yen su rostro permanecía el entusiasmo del loco y laexaltación del fanático. «No está mintiendo —pensó Winston—; no es un hipócrita; cree todo loque dice». A Winston le oprimía el convencimientode su propia inferioridad intelectual. Contemplabaaquella figura pesada y de movimientos sinembargo agradables que paseaba de un lado a otroentrando y saliendo en su radio de visión. O’Brienera, en todos sentidos, un ser de mayoresproporciones que él. Cualquier idea que Winston

Page 424: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pudiera haber tenido o pudiese tener en losucesivo, ya se le había ocurrido a O’Brien,examinándola y rechazándola. La mente de aquelhombre contenía a la de Winston. Pero, en esecaso, ¿cómo iba a estar loco O’Brien? El loco teníaque ser él, Winston. O’Brien se detuvo y lo mirófijamente. Su voz había vuelto a ser dura:

—No te figures que vas a salvarte, Winston,aunque te rindas a nosotros por completo, jamásse salva nadie que se haya desviado alguna vez. Yaunque decidiéramos dejarte vivir el resto de tuvida natural, nunca te escaparás de nosotros. Loque está ocurriendo aquí es para siempre. Espreciso que se te grabe de una vez para siempre.Te aplastaremos hasta tal punto que no podrásrecobrar tu antigua forma. Te sucederán cosas delas que no te recobrarás aunque vivas mil años.Nunca podrás experimentar de nuevo unsentimiento humano. Todo habrá muerto en tuinterior. Nunca más serás capaz de amar, deamistar, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentircuriosidad por algo, de tener valor, de ser unhombre íntegro… Estarás hueco. Te vaciaremos yte rellenaremos de… nosotros.

Se detuvo y le hizo una señal al hombre de labata blanca. Winston tuvo la vaga sensación deque por detrás de él le acercaban un aparato

Page 425: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

grande. O’Brien se había sentado junto a la camade modo que su rostro quedaba casi al mismonivel del de Winston.

—Tres mil —le dijo, por encima de la cabeza deWinston, al hombre de la bata blanca.

Dos compresas algo húmedas fueron aplicadasa las sienes de Winston. Éste sintió una nuevaclase de dolor. Era algo distinto. Quizá no fuesedolor. O’Brien le puso una mano sobre la suyapara tranquilizarlo, casi con amabilidad.

—Esta vez no te dolerá —le dijo—. No apartestus ojos de los míos.

En aquel momento sintió Winston unaexplosión devastadora o lo que parecía unaexplosión, aunque no era seguro que hubiesehabido ningún ruido. Lo que sí se produjo fue uncegador fogonazo. Winston no estaba herido; sólopostrado. Aunque estaba tendido de espaldascuando aquello ocurrió, tuvo la curiosa sensaciónde que le habían empujado hasta quedar enaquella posición. El terrible e indoloro golpe lehabía dejado aplastado. Y en el interior de sucabeza también había ocurrido algo. Al recobrar lavisión, recordó quién era y dónde estaba yreconoció el rostro que lo contemplaba; pero teníala sensación de un gran vacío interior. Era como sile faltase un pedazo del cerebro.

Page 426: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Esto no durará mucho —dijo O’Brien—.Mírame a los ojos. ¿Con qué país está en guerraOceanía?

Winston pensó. Sabía lo que significabaOceanía y que él era un ciudadano de este país.También recordaba que existían Eurasia y AsiaOriental; pero no sabía cuál estaba en guerra concuál. En realidad, no tenía idea de que hubieraguerra ninguna.

—No recuerdo.—Oceanía está en guerra con Asia Oriental.

¿Lo recuerdas ahora?—Sí.—Oceanía ha estado siempre en guerra con

Asia Oriental. Desde el principio de tu vida, desdeel principio del Partido, desde el principio de laHistoria, la guerra ha continuado sin interrupción,siempre la misma guerra. ¿Lo recuerdas?

—Sí.—Hace once años inventaste una leyenda

sobre tres hombres que habían sido condenados amuerte por traición. Pretendías que habías visto unpedazo de lo que probaba su inocencia. Eserecorte de papel nunca existió. Lo inventaste yacabaste creyendo en él. Ahora recuerdas elmomento en que lo inventaste, ¿te acuerdas?

—Sí.

Page 427: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Hace poco te puse ante los ojos los dedosde mi mano. Viste cinco dedos. ¿Recuerdas?

—Sí.O’Brien le enseñó los dedos de la mano

izquierda con el pulgar oculto.—Aquí hay cinco dedos. ¿Ves cinco dedos?—Sí.Y los vio durante un fugaz momento. Llegó a

ver cinco dedos, pero pronto volvió a ser todonormal y sintió de nuevo el antiguo miedo, el odioy el desconcierto. Pero durante unos instantes —quizá no más de treinta segundos— había tenidouna luminosa certidumbre y todas las sugerenciasde O’Brien habían venido a llenar un hueco de sucerebro convirtiéndose en verdad absoluta. Enesos instantes dos y dos podían haber sido lomismo tres que cinco, según se hubieranecesitado. Pero antes de que O’Brien hubieradejado caer la mano, ya se había desvanecido lailusión. Sin embargo, aunque no podía volver aexperimentarla, recordaba aquello como serecuerda una viva experiencia de algún períodoremoto de nuestra vida en que hemos sido unapersona distinta.

—Ya has visto que es posible —le dijoO’Brien.

—Sí —dijo Winston.

Page 428: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

O’Brien se levantó con aire satisfecho. A suizquierda vio Winston que el hombre de la batablanca preparaba una inyección. O’Brien miró aWinston sonriente. Se ajustó las gafas como enlos buenos tiempos.

—¿Recuerdas haber escrito en tu Diario que noimportaba que yo fuera amigo o enemigo, puestoque yo era por lo menos una persona que tecomprendía y con quien podías hablar? Teníasrazón. Me gusta hablar contigo. Tu mentalidadatrae a la mía. Se parece a la mía excepto en queestá enferma. Antes de que acabemos esta sesiónpuedes hacerme algunas preguntas si quieres.

—¿La pregunta que quiera?—Sí. Cualquiera. —Vio que los ojos de

Winston se fijaban en la esfera graduada—. Ahorano funciona. ¿Cuál es tu primera pregunta?

—¿Qué habéis hecho con Julia? —dijoWinston.

O’Brien volvió a sonreír.—Te traicionó, Winston. Inmediatamente y sin

reservas. Pocas veces he visto a alguien que senos haya entregado tan pronto. Apenas lareconocerías si la vieras. Toda su rebeldía, susengaños, sus locuras, su suciedad mental… Todoeso ha desaparecido de ella como si lo hubieraquemado. Fue una conversión perfecta, un caso

Page 429: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

para ponerlo en los libros de texto.—¿La habéis torturado?O’Brien no contestó.—A ver, la pregunta siguiente.—¿Existe el Gran Hermano?—Claro que existe. El Partido existe. El Gran

Hermano es la encarnación del Partido.—¿Existe en el mismo sentido en que yo

existo?—Tú no existes —dijo O’Brien.A Winston volvió a asaltarle una terrible

sensación de desamparo. Comprendía por qué ledecían a él que no existía; pero era un juego depalabras estúpido. ¿No era un gran absurdo laafirmación «tú no existes»? Pero, ¿de qué servíarechazar esos argumentos disparatados?

—Yo creo que existo —dijo con cansancio—.Tengo plena conciencia de mi propia identidad. Henacido y he de morir. Tengo brazos y piernas.Ocupo un lugar concreto en el espacio. Ningúnotro objeto sólido puede ocupar a la vez el mismopunto. En este sentido, ¿existe el Gran Hermano?

—Eso no tiene importancia. Existe.—¿Morirá el Gran Hermano?—Claro que no. ¿Cómo va a morir? A ver, la

pregunta siguiente.—¿Existe la Hermandad?

Page 430: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Eso no lo sabrás nunca, Winston. Sidecidimos liberarte cuando acabemos contigo y sillegas a vivir noventa años, seguirás sin saber si larespuesta a esa pregunta es sí o no. Mientrasvivas, será eso para ti un enigma.

Winston yacía silencioso. Respiraba un pocomás rápidamente. Todavía no había hecho lapregunta que le preocupaba desde un principio.Tenía que preguntarlo, pero su lengua se resistía apronunciar las palabras. O’Brien parecía divertido.Hasta sus gafas parecían brillar irónicamente.Winston pensó de pronto: «Sabe perfectamente loque le voy a preguntar». Y entonces le fue fácildecir:

—¿Qué hay en la habitación 101?La expresión del rostro de O’Brien no cambió.

Respondió:—Sabes muy bien lo que hay en la habitación

101, Winston. Todo el mundo sabe lo que hay enla habitación 101. —Levantó un dedo hacia elhombre de la bata blanca. Evidentemente, la sesiónhabía terminado. Winston sintió en el brazo elpinchazo de una inyección. Casi inmediatamente,se hundió en un profundo sueño.

Page 431: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO III

—Hay tres etapas en tu reintegración —dijoO’Brien—; primero aprender, luego comprender y,por último, aceptar. Ahora tienes que entrar en lasegunda etapa.

Como siempre, Winston estaba tendido deespaldas, pero ya no lo ataban tan fuerte. Aunqueseguía sujeto al lecho, podía mover las rodillas unpoco y volver la cabeza de uno a otro lado ylevantar los antebrazos. Además, ya no le causabatanta tortura la palanca. Podía evitarse el dolor conun poco de habilidad, porque ahora sólo locastigaba O’Brien por faltas de inteligencia. Aveces pasaba una sesión entera sin que semoviera la aguja del disco. No recordaba cuántassesiones habían sido. Todo el proceso se extendíapor un tiempo largo, indefinido —quizás variassemanas— y los intervalos entre las sesionesquizá fueran de varios días y otras veces sólo deuna o dos horas.

—Mientras te hallas ahí tumbado —le dijoO’Brien—, te has preguntado con frecuencia, eincluso me lo has preguntado a mí, por qué elMinisterio del Amor emplea tanto tiempo y trabajoen tu persona. Y cuando estabas en libertad tepreocupabas por lo mismo. Podías comprender el

Page 432: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mecanismo de la sociedad en que vivías, pero nolos motivos subterráneos. ¿Recuerdas haberescrito en tu Diario: «Comprendo el cómo; nocomprendo el porqué»? Cuando pensabas en elporqué es cuando dudabas de tu propia cordura.Has leído el libro de Goldstein, o partes de él por lomenos. ¿Te enseñó algo que ya no supieras?

—¿Lo has leído tú? —dijo Winston.—Lo escribí. Es decir, colaboré en su

redacción. Ya sabes que ningún libro se escribeindividualmente.

—¿Es cierto lo que dice?—Como descripción, sí. Pero el programa que

presenta es una tontería. La acumulación secretade conocimientos, la extensión paulatina deilustración y, por último, la rebelión proletaria y elaniquilamiento del Partido. Ya te figurabas queesto es lo que encontrarías en el libro. Puratontería. Los proletarios no se sublevarán nidentro de mil años ni de mil millones de años. Nopueden. Es inútil que te explique la razón por laque no pueden rebelarse; ya la conoces. Si algunavez te has permitido soñar en violentassublevaciones, debes renunciar a ello. El Partidono puede ser derribado por ningún procedimiento.Las normas del Partido, su dominio es parasiempre. Debes partir de ese punto en todos tus

Page 433: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pensamientos.O’Brien se acercó más al lecho.—¡Para siempre! —repitió—. Y ahora

volvamos a la cuestión del cómo y el porqué.Entiendes perfectamente cómo se mantiene en elpoder el Partido. Ahora dime, ¿por qué nosaferramos al poder? ¿Cuál es nuestro motivo? ¿Porqué deseamos el poder? Habla —añadió al ver queWinston no le respondía.

Sin embargo, Winston siguió callado unosinstantes. Sentíase aplanado por una enormesensación de cansancio. El rostro de O’Brien habíavuelto a animarse con su fanático entusiasmo.Sabía Winston de antemano lo que iba a decirleO’Brien: que el Partido no buscaba el poder por elpoder mismo, sino sólo para el bienestar de lamayoría. Que le interesaba tener en las manos lasriendas porque los hombres de la masa erancriaturas débiles y cobardes que no podíansoportar la libertad ni encararse con la verdad ydebían ser dominados y engañadossistemáticamente por otros hombres más fuertesque ellos. Que la Humanidad sólo podía escogerentre la libertad y la felicidad, y para la gran masade la Humanidad era preferible la felicidad. Que elPartido era el eterno guardián de los débiles, unasecta dedicada a hacer el mal para lograr el bien

Page 434: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sacrificando su propia felicidad a la de los demás.Lo terrible, pensó Winston, lo verdaderamenteterrible era que cuando O’Brien le dijera esto, se loestaría creyendo. No había más que verle la cara.O’Brien lo sabía todo. Sabía mil veces mejor queWinston cómo era en realidad el mundo, en quédegradación vivía la masa humana y por medio dequé mentiras y atrocidades la dominaba el Partido.Lo había entendido y pesado todo y, sin embargo,no importaba: todo lo justificaba él por los fines.¿Qué va uno a hacer, pensó Winston, contra unloco que es más inteligente que uno, que le oye auno pacientemente y que sin embargo persiste ensu locura?

—Nos gobernáis por nuestro propio bien —dijo débilmente—. Creéis que los seres humanosno están capacitados para gobernarse, y en vistade ello…

Estuvo a punto de gritar. Una punzada de dolorse le había clavado en el cuerpo. O’Brien habíapresionado la palanca y la aguja de la esferamarcaba treinta y cinco.

—Eso fue una estupidez, Winston; has dichouna tontería. Debías tener un poco más desensatez.

Volvió a soltar la palanca y prosiguió:—Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se

Page 435: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

trata de esto: el Partido quiere tener el poder poramor al poder mismo. No nos interesa el bienestarde los demás; sólo nos interesa el poder. No lariqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad;sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderáslo que significa el poder puro. Somos diferentes detodas las oligarquías del pasado porque sabemoslo que estamos haciendo. Todos los demás,incluso los que se parecían a nosotros, erancobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y loscomunistas rusos se acercaban mucho a nosotrospor sus métodos, pero nunca tuvieron el valor dereconocer sus propios motivos. Pretendían, yquizá lo creían sinceramente, que se habíanapoderado de los mandos contra su voluntad ypara un tiempo limitado y que a la vuelta de laesquina, como quien dice, había un paraíso dondetodos los seres humanos serían libres e iguales.Nosotros no somos así. Sabemos que nadie seapodera del mando con la intención de dejarlo. Elpoder no es un medio, sino un fin en sí mismo. Nose establece una dictadura para salvaguardar unarevolución; se hace la revolución para estableceruna dictadura. El objeto de la persecución no esmás que la persecución misma. La tortura sólotiene como finalidad la misma tortura. Y el objetodel poder no es más que el poder. ¿Empiezas a

Page 436: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

entenderme?A Winston le asombraba el cansancio del

rostro de O’Brien. Era fuerte, carnoso y brutal,lleno de inteligencia y de una especie de pasióncontrolada ante la cual sentíase uno desarmado;pero, desde luego, estaba cansado. Teníabolsones bajo los ojos y la piel floja en las mejillas.O’Brien se inclinó sobre él para acercarle más lacara, para que pudiera verla mejor.

—Estás pensando —le dijo— que tengo lacara avejentada y cansada. Piensas que estoyhablando del poder y que ni siquiera puedo evitarla decrepitud de mi propio cuerpo. ¿Nocomprendes, Winston, que el individuo es sólouna célula? El cansancio de la célula supone elvigor del organismo. ¿Acaso te mueres al cortartelas uñas?

Se apartó del lecho y empezó a pasear con unamano en el bolsillo.

—Somos los sacerdotes del poder —dijo—. Elpoder es Dios. Pero ahora el poder es sólo unapalabra en lo que a ti respecta. Y ya es hora de quetengas una idea de lo que el poder significa.Primero debes darte cuenta de que el poder escolectivo. El individuo sólo detenta poder en tantodeja de ser un individuo. Ya conoces la consignadel Partido: «La libertad es la esclavitud». ¿Se te

Page 437: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ha ocurrido pensar que esta frase es reversible? Sí,la esclavitud es la libertad. El ser humano esderrotado siempre que está solo, siempre que eslibre. Ha de ser así porque todo ser humano estácondenado a morir irremisiblemente y la muerte esel mayor de todos los fracasos; pero si el hombrelogra someterse plenamente, si puede escapar desu propia identidad, si es capaz de fundirse con elPartido de modo que él es el Partido, entoncesserá todopoderoso e inmortal. Lo segundo de quetienes que darte cuenta es que el poder es podersobre seres humanos. Sobre el cuerpo, peroespecialmente sobre el espíritu. El poder sobre lamateria…, la realidad externa, como tú lallamarías…, carece de importancia. Nuestro controlsobre la materia es, desde luego, absoluto.

Durante unos momentos olvidó Winston lapalanca. Hizo un violento esfuerzo paraincorporarse y sólo consiguió causarse dolor.

—Pero, ¿cómo vais a controlar la materia? —exclamó sin poderse contener—. Ni siquieraconseguís controlar el clima y la ley de lagravedad. Además, existen la enfermedad, el dolor,la muerte…

O’Brien le hizo callar con un movimiento de lamano:

—Controlamos la materia porque controlamos

Page 438: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la mente. La realidad está dentro del cráneo. Irásaprendiéndolo poco a poco, Winston. No haynada que no podamos conseguir: la invisibilidad,la levitación… absolutamente todo. Si quisiera,podría flotar ahora sobre el suelo como una pompade jabón. No lo deseo porque el Partido no lodesea. Debes librarte de esas ideas decimonónicassobre las leyes de la Naturaleza. Somos nosotrosquienes dictamos las leyes de la Naturaleza.

—¡No las dictáis! Ni siquiera sois los dueñosde este planeta. ¿Qué me dices de Eurasia y AsiaOriental? Todavía no las habéis conquistado.

—Eso no tiene importancia. Lasconquistaremos cuando nos convenga. Y si no lasconquistásemos nunca, ¿en qué puede influir eso?Podemos borrarlas de la existencia. Oceanía es elmundo entero.

—Es que el mismo mundo no es más que unapizca de polvo. Y el hombre es sólo unainsignificancia. ¿Cuánto tiempo lleva existiendo?La Tierra estuvo deshabitada durante millones deaños.

—¡Qué tontería! La Tierra tiene sólo nuestraedad. ¿Cómo va a ser más vieja? No existe sino loque admite la conciencia humana.

—Pero las rocas están llenas de huesos deanimales desaparecidos, mastodontes y enormes

Page 439: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

reptiles que vivieron en la Tierra muchísimo antesde que apareciera el primer hombre.

—¿Has visto alguna vez esos huesos,Winston? Claro que no. Los inventaron losbiólogos del siglo XIX. Nada hubo antes delhombre. Y después del hombre, si éstedesapareciera definitivamente de la Tierra, nadahabría tampoco. Fuera del hombre no hay nada.

—Es que el universo entero está fuera denosotros. ¡Piensa en las estrellas! Puedes verlascuando quieras. Algunas de ellas están a un millónde años-luz de distancia, jamás podremosalcanzarlas.

—¿Qué son las estrellas? —dijo O’Brien conindiferencia—. Solamente unas bolas de fuego aunos kilómetros de distancia. Podríamos llegar aellas si quisiéramos o hacerlas desaparecer,borrarlas de nuestra conciencia. La Tierra es elcentro del universo. El sol y las estrellas giran entorno a ella.

Winston hizo otro movimiento convulsivo.Esta vez no dijo nada. O’Brien prosiguió, como sicontestara a una objeción que le hubiera hechoWinston:

—Desde luego, para ciertos fines es esoverdad. Cuando navegamos por el océano ocuando predecimos un eclipse, nos puede resultar

Page 440: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

conveniente dar por cierto que la Tierra giraalrededor del sol y que las estrellas se encuentrana millones y millones de kilómetros de nosotros.Pero, ¿qué importa eso? ¿Crees que está fuera denuestros medios un sistema dual de astronomía?Las estrellas pueden estar cerca o lejos según lasnecesitemos. ¿Crees que ésa es tarea difícil paranuestros matemáticos? ¿Has olvidado eldoblepensar?

Winston se encogió en el lecho. Dijera lo quedijese, le venía encima la veloz respuesta como unporrazo, y, sin embargo, sabía —sabía— quellevaba razón. Seguramente había alguna manerade demostrar que la creencia de que nada existefuera de nuestra mente es una absoluta falsedad.¿No se había demostrado hace ya mucho tiempoque era una teoría indefendible? Incluso había unnombre para eso, aunque él lo había olvidado. Unafina sonrisa recorrió los labios de O’Brien, que loestaba mirando.

—Te digo, Winston, que la metafísica no es tufuerte. La palabra que tratas de encontrar essolipsismo. Pero estás equivocado. En este casono hay solipsismo. En todo caso, habrá solipsismocolectivo, pero eso es muy diferente; esprecisamente lo contrario. En fin, todo esto es unadigresión —añadió con tono distinto—. El

Page 441: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

verdadero poder, el poder por el que tenemos queluchar día y noche, no es poder sobre las cosas,sino sobre los hombres. —Después de una pausa,asumió de nuevo su aire de maestro de escuelaexaminando a un discípulo prometedor—: Vamos aver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su podersobre otro?

Winston pensó un poco y respondió:—Haciéndole sufrir.—Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta

con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a estarseguro de que obedece tu voluntad y no la suyapropia? El poder radica en infligir dolor yhumillación. El poder está en la facultad de hacerpedazos los espíritus y volverlos a construirdándoles nuevas formas elegidas por ti. ¿Empiezasa ver qué clase de mundo estamos creando? Es locontrario, exactamente lo contrario de esasestúpidas utopías hedonistas que imaginaron losantiguos reformadores. Un mundo de miedo, detraición y de tormento, un mundo de pisotear y serpisoteado, un mundo que se hará cada día másdespiadado. El progreso de nuestro mundo será laconsecución de más dolor. Las antiguascivilizaciones sostenían basarse en el amor o en lajusticia. La nuestra se funda en el odio. En nuestromundo no habrá más emociones que el miedo, la

Page 442: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lodemás lo destruiremos, todo. Ya estamossuprimiendo los hábitos mentales que hansobrevivido de antes de la Revolución. Hemoscortado los vínculos que unían al hijo con elpadre, un hombre con otro y al hombre con lamujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo nide un amigo. Pero en el futuro no habrá yaesposas ni amigos. Los niños se les quitarán a lasmadres al nacer, como se les quitan los huevos a lagallina cuando los pone. El instinto sexual seráarrancado donde persista. La procreaciónconsistirá en una formalidad anual como larenovación de la cartilla de racionamiento.Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogostrabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá másfidelidad que la que se debe al Partido, ni más amorque el amor al Gran Hermano. No habrá risa,excepto la risa triunfal cuando se derrota a unenemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. Nohabrá ya distinción entre la belleza y la fealdad.Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre,no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán depoder, la sed de dominio, que aumentaráconstantemente y se hará cada vez más sutil.Siempre existirá la emoción de la victoria, lasensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si

Page 443: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

quieres hacerte una idea de cómo será el futuro,figúrate una bota aplastando un rostro humano…incesantemente.

Se calló, como si esperase a que Winston lehablara. Pero éste se encogía más aún. No se leocurría nada. Parecía helársele el corazón. O’Brienprosiguió:

—Recuerda que es para siempre. Siempreestará ahí la cara que ha de ser pisoteada. Elhereje, el enemigo de la sociedad, estarán siemprea mano para que puedan ser derrotados yhumillados una y otra vez. Todo lo que tú hassufrido desde que estás en nuestras manos, todoeso continuará sin cesar. El espionaje, lastraiciones, las detenciones, las torturas, lasejecuciones y las desapariciones se produciráncontinuamente. Será un mundo de terror a la vezque un mundo triunfal. Mientras más poderososea el Partido, menos tolerante será. A unaoposición más débil corresponderá un despotismomás implacable. Goldstein y sus herejías viviránsiempre. Cada día, a cada momento, seránderrotados, desacreditados, ridiculizados, lesescupiremos encima, y, sin embargo, sobreviviránsiempre. Este drama que yo he representadocontigo durante siete años volverá a ponerse enescena una y otra vez, generación tras generación,

Page 444: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cada vez en forma más sutil. Siempre tendremos alhereje a nuestro albedrío, chillando de dolor,destrozado, despreciable y, al final, totalmentearrepentido, salvado de sus errores yarrastrándose a nuestros pies por su propiavoluntad. Ése es el mundo que estamospreparando, Winston. Un mundo de victoria trasvictoria, de triunfos sin fin, una presión constantesobre el nervio del poder. Ya veo que empiezas adarte cuenta de cómo será ese mundo. Peroacabarás haciendo más que comprenderlo. Loaceptarás, lo acogerás encantado, te convertirásen parte de él.

Winston había recobrado suficiente energíapara hablar:

—¡No podréis conseguirlo! —dijo débilmente.—¿Qué has querido decir con esas palabras,

Winston?—No podréis crear un mundo como el que has

descrito. Eso es un sueño, un imposible.—¿Por qué?—Es imposible fundar una civilización sobre el

miedo, el odio y la crueldad. No perduraría.—¿Por qué no?—No tendría vitalidad. Se desintegraría, se

suicidaría.—No seas tonto. Estás bajo la impresión de

Page 445: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que el odio es más agotador que el amor. ¿Por quéva a serlo? Y si lo fuera, ¿qué diferencia habría?Supón que preferimos gastarnos más pronto.Supón que aceleramos el tempo de la vida humanade modo que los hombres sean seniles a los treintaaños. ¿Qué importaría? ¿No comprendes que lamuerte del individuo no es la muerte? El Partido esinmortal.

Como de costumbre, la voz había vencido aWinston. Además, temía éste que si persistía sudesacuerdo con O’Brien, se moviera de nuevo laaguja. Sin embargo, no podía estarse callado.Apagadamente, sin argumentos, sin nada en queapoyarse excepto el inarticulado horror que leproducía lo que había dicho O’Brien, volvió alataque.

—No sé, no me importa. De un modo o de otro,fracasaréis. Algo os derrotará. La vida osderrotará.

—Nosotros, Winston, controlamos la vida entodos sus niveles. Te figuras que existe algollamado la naturaleza humana, que se irritará por loque hacemos y se volverá contra nosotros. Perono olvides que nosotros creamos la naturalezahumana. Los hombres son infinitamente maleables.O quizás hayas vuelto a tu antigua idea de que losproletarios o los esclavos se levantarán contra

Page 446: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea.Están indefensos, como animales. La Humanidades el Partido. Los otros están fuera, soninsignificantes.

—No me importa. Al final, os vencerán. Anteso después os verán como sois, y entonces osdespedazarán.

—¿Tienes alguna prueba de que eso estéocurriendo? ¿O quizás alguna razón de quepudiera ocurrir?

—No. Es lo que creo. Sé que fracasaréis. Hayalgo en el universo, no sé lo que es: algún espíritu,algún principio contra lo que no podréis.

—¿Acaso crees en Dios, Winston?—No.—Entonces, ¿qué principio es ese que ha de

vencernos?—No sé. El espíritu del Hombre.—¿Y te consideras tú un hombre?—Sí.—Si tú eres un hombre, Winston, es que eres

el último. Tu especie se ha extinguido; nosotrossomos los herederos. ¿Te das cuenta de que estássolo, absolutamente solo? Te encuentras fuera dela historia, no existes. —Cambió de tono y deactitud y dijo con dureza—. ¿Te considerasmoralmente superior a nosotros por nuestras

Page 447: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mentiras y nuestra crueldad?—Sí, me considero superior.O’Brien guardó silencio. Pero en seguida

empezaron a hablar otras dos voces. Después deun momento, Winston reconoció que una de ellasera la suya propia. Era una cinta magnetofónica dela conversación que había sostenido con O’Brienla noche en que se había alistado en laHermandad. Se oyó a sí mismo prometiendosolemnemente mentir, robar, falsificar, asesinar,fomentar el hábito de las drogas y la prostitución,propagar las enfermedades venéreas y arrojarvitriolo a la cara de un niño. O’Brien hizo unpequeño gesto de impaciencia, como dando aentender que la demostración casi no merecía lapena. Luego hizo funcionar un resorte y las vocesse detuvieron.

—Levántate de ahí —dijo O’Brien.Las ataduras se habían soltado por sí mismas.

Winston se puso en pie con gran dificultad.—Eres el último hombre —dijo O’Brien—. Eres

el guardián del espíritu humano. Ahora te veráscomo realmente eres. Desnúdate.

Winston se soltó el pedazo de cuerda que lesostenía el mono. Había perdido hacía tiempo lacremallera. No podía recordar si había llegado adesnudarse del todo desde que le detuvieron.

Page 448: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Debajo del mono tenía unos andrajos amarillentosque apenas podían reconocerse como restos deropa interior. Al caérsele todo aquello al suelo, vioque había un espejo de tres lunas en la pared delfondo. Se acercó a él y se detuvo en seco. Se lehabía escapado un grito involuntario.

—Anda —dijo O’Brien—. Colócate entre lastres lunas. Así te verás también de lado.

Winston estaba aterrado. Una especie deesqueleto muy encorvado y de un color grisáceoandaba hacia él. La imagen era horrible. Se acercómás al espejo. La cabeza de aquella criatura tanextraña aparecía deformada, ya que avanzaba conel cuerpo casi doblado. Era una cabeza depresidiario con una frente abultada y un cráneototalmente calvo, una nariz retorcida y los pómulosmagullados, con unos ojos feroces y alertas. Lasmejillas tenían varios costurones. Desde luego, erala cara de Winston, pero a éste le pareció quehabía cambiado aún más por fuera que por dentro.Se había vuelto casi calvo y en un principio creyóque tenía el pelo cano, pero era que el color de sucuero cabelludo estaba gris. El cuerpo entero,excepto las manos y la cara, se había vuelto griscomo si lo cubriera una vieja capa de polvo. Aquíy allá, bajo la suciedad, aparecían las cicatricesrojas de las heridas, y cerca del tobillo sus varices

Page 449: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

formaban una masa inflamada de la que sedesprendían escamas de piel. Pero loverdaderamente espantoso era su delgadez. Lacavidad de sus costillas era tan estrecha como lade un esqueleto. Las piernas se le habíanencogido de tal manera que las rodillas eran másgruesas que los muslos. Esto le hizo comprenderpor qué O’Brien le había dicho que se viera delado. La curvatura de la espina dorsal eraasombrosa. Los delgados hombros avanzabanformando un gran hueco en el pecho y el cuello sedoblaba bajo el peso del cráneo. De no habersabido que era su propio cuerpo, habría dichoWinston que se trataba de un hombre de más desesenta años aquejado de alguna terribleenfermedad.

—Has pensado a veces —dijo O’Brien— quemi cara, la cara de un miembro del Partido Interior,está avejentada y revela un gran cansancio. ¿Quépiensas contemplando la tuya?

Cogió a Winston por los hombros y le hizo darla vuelta hasta tenerlo de frente.

—¡Fíjate en qué estado te encuentras! —dijo—. Mira la suciedad que cubre tu cuerpo. ¿Sabesque hueles como un macho cabrío? Es probableque ya no lo notes. Fíjate en tu horrible delgadez.¿Ves? Te rodeo el brazo con el pulgar y el índice. Y

Page 450: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

podría doblarte el cuello como una remolacha.¿Sabes que has perdido veinticinco kilos desdeque estás en nuestras manos? Hasta el pelo se tecae a puñados. ¡Mira! —le arrancó un mechón depelo—. Abre la boca. Te quedan nueve, diez, oncedientes. ¿Cuántos tenías cuando te detuvimos? Ylos pocos que te quedan se te están cayendo.¡¡Mira!!

Agarró uno de los dientes de abajo que lequedaban a Winston. Éste sintió un doloragudísimo que le corrió por toda la mandíbula.O’Brien se lo había arrancado de cuajo, tirándololuego al suelo.

—Te estás pudriendo, Winston. Te estásdesmoronando. ¿Qué eres ahora? Una bolsa llenade porquería. Mírate otra vez en el espejo. ¿Ves esoque tienes enfrente? Es el último hombre. Si ereshumano, ésa es la Humanidad. Anda, vístete otravez.

Winston empezó a vestirse con movimientoslentos y rígidos. Hasta ahora no había notado lodébil que estaba. Sólo un pensamiento le ocupabala mente: que debía de llevar en aquel sitio mástiempo de lo que se figuraba. Entonces, al mirar losmiserables andrajos que se habían caído en tornosuyo, sintió una enorme piedad por su pobrecuerpo. Antes de saber lo que estaba haciendo, se

Page 451: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

había sentado en un taburete junto al lecho yhabía roto a llorar. Se daba plena cuenta de suterrible fealdad, de su inutilidad, de que era unmontón de huesos envueltos en trapos sucios quelloraba iluminado por una deslumbrante luz blanca.Pero no podía contenerse. O’Brien le puso unamano en el hombro casi con amabilidad.

—Esto no durará siempre —le dijo—. Puedesevitarte todo esto en cuanto quieras. Tododepende de ti.

—¡Tú tienes la culpa! —sollozó Winston—.Tú me convertiste en este guiñapo.

—No, Winston, has sido tú mismo. Loaceptaste cuando te pusiste contra el Partido.Todo ello estaba ya contenido en aquel primeracto de rebeldía. Nada ha ocurrido que tú nohubieras previsto.

Después de una pausa, prosiguió:—Te hemos pegado, Winston; te hemos

destrozado. Ya has visto cómo está tu cuerpo.Pues bien, tu espíritu está en el mismo estado. Hassido golpeado e insultado, has gritado de dolor, tehas arrastrado por el suelo en tu propia sangre, yen tus vómitos has gemido pidiendo misericordia,has traicionado a todos. ¿Crees que hay algunadegradación en que no hayas caído? —Winstondejó de llorar, aunque seguía teniendo los ojos

Page 452: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

llenos de lágrimas. Miró a O’Brien.—No he traicionado a Julia —dijo.O’Brien lo miró pensativo.—No, no. Eso es cierto. No has traicionado a

Julia.El corazón de Winston volvió a llenarse de

aquella adoración por O’Brien que nada parecíacapaz de destruir. «¡Qué inteligente —pensó—,qué inteligente es este hombre!». Nunca dejabaO’Brien de comprender lo que se le decía.Cualquiera otra persona habría contestado quehabía traicionado a Julia. ¿No se lo habían sacadotodo bajo tortura? Les había contadoabsolutamente todo lo que sabía de ella: sucarácter, sus costumbres, su vida pasada; habíaconfesado, dando los más pequeños detalles, todolo que había ocurrido entre ellos, todo lo que élhabía dicho a ella y ella a él, sus comidas,alimentos comprados en el mercado negro, susrelaciones sexuales, sus vagas conspiracionescontra el Partido… y, sin embargo, en el sentidoque él le daba a la palabra traicionar, no la habíatraicionado. Es decir, no había dejado de amarla.Sus sentimientos hacia ella seguían siendo losmismos. O’Brien había entendido lo que él queríadecir sin necesidad de explicárselo.

—Dime —murmuró Winston—, ¿cuándo me

Page 453: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

matarán?—A lo mejor, tardan aún mucho tiempo —

respondió O’Brien—. Eres un caso difícil. Pero nopierdas la esperanza. Todos se curan antes odespués. Al final, te mataremos.

Page 454: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO IV

Sentíase mucho mejor. Había engordado y cada díaestaba más fuerte. Aunque hablar de días no eramuy exacto.

La luz blanca y el zumbido seguían comosiempre, pero la nueva celda era un poco másconfortable que las demás en que había estado. Lacama tenía una almohada y un colchón y habíatambién un taburete. Lo habían bañado,permitiéndole lavarse con bastante frecuencia enun barreño de hojalata. Incluso le proporcionaronagua caliente. Tenía ropa interior nueva y unnuevo mono. Le curaron las varicesvendándoselas adecuadamente. Le arrancaron elresto de los dientes y le pusieron una dentadurapostiza.

Debían de haber pasado varias semanas eincluso meses. Ahora le habría sido posible medirel tiempo si le hubiera interesado, pues loalimentaban a intervalos regulares. Calculó que lellevaban tres comidas cada veinticuatro horas,aunque no estaba seguro si se las llevaban de díao de noche. El alimento era muy bueno, con carnecada tres comidas. Una vez le dieron también unpaquete de cigarrillos. No tenía cerillas, pero elguardia que le llevaba la comida, y que nunca le

Page 455: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hablaba, le daba fuego. La primera vez que intentófumar, se mareó, pero perseveró, alargando elpaquete mucho tiempo. Fumaba medio cigarrillodespués de cada comida.

Le dejaron una pizarra con un pizarrín atado aun pico. Al principio no lo usó. Se hallaba en uncontinuo estado de atontamiento. Con frecuenciase tendía desde una comida hasta la siguiente sinmoverse, durmiendo a ratos y a ratos pensandoconfusamente. Se había acostumbrado a dormircon una luz muy fuerte sobre el rostro. La únicadiferencia que notaba con ello era que sus sueñostenían así más coherencia. Soñaba mucho y aveces tenía ensueños felices. Se veía en el PaísDorado o sentado entre enormes, soleadas ygloriosas ruinas con su madre, con Julia o conO’Brien, sin hacer nada, sólo tomando el sol yhablando de temas pacíficos. Al despertarse,pensaba mucho tiempo sobre lo que había soñado.Había perdido la facultad de esforzarseintelectualmente al desaparecer el estímulo deldolor. No se sentía aburrido ni deseaba conversarni distraerse por otro medio. Sólo quería estaraislado, que no le pegaran ni lo interrogaran, tenerbastante comida y estar limpio.

Gradualmente empezó a dormir menos, peroseguía sin desear levantarse de la cama. Su mayor

Page 456: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

afán era yacer en calma y sentir cómo seconcentraba más energía en su cuerpo. Se tocabacontinuamente el cuerpo para asegurarse de queno era una ilusión suya el que sus músculos seiban redondeando y su piel fortaleciendo. Porúltimo, vio con alegría que sus muslos eran muchomás gruesos que sus rodillas. Después de esto,aunque sin muchas ganas al principio, empezó ahacer algún ejercicio con regularidad. Andabahasta tres kilómetros seguidos; los medía por lospasos que daba en torno a la celda. La espalda sele iba enderezando. Intentó realizar ejercicios máscomplicados, y se asombró, humillado, de lacantidad asombrosa de cosas que no podía hacer.No podía coger el taburete estirando el brazo nisostenerse en una sola pierna sin caerse. Intentóponerse en cuclillas, pero sintió unos doloresterribles en los muslos y en las pantorrillas. Setendió de cara al suelo e intentó levantar el pesodel cuerpo con las manos. Fue inútil; no podíaelevarse ni un centímetro. Pero después de unosdías más —otras cuantas comidas— incluso esollegó a realizarlo. Lo hizo hasta seis vecesseguidas. Empezó a enorgullecerse de su cuerpo ya albergar la intermitente ilusión de que también sucara se le iba normalizando. Pero cuandocasualmente se llevaba la mano a su cráneo calvo,

Page 457: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

recordaba el rostro cruzado de cicatrices ydeformado que había visto aquel día en el espejo.Se le fue activando el espíritu. Sentado en la cama,con la espalda apoyada en la pared y la pizarrasobre las rodillas, se dedicó con aplicación a latarea de reeducarse.

Había capitulado, eso era ya seguro. Enrealidad —lo comprendía ahora— había estadoexpuesto a capitular mucho antes de tomar esadecisión. Desde que le llevaron al Ministerio delAmor e incluso durante aquellos minutos en queJulia y él se habían encontrado indefensos espaldacontra espalda mientras la voz de hierro de latelepantalla les ordenaba lo que tenían que hacer,se dio plena cuenta de la superficialidad yfrivolidad de su intento de enfrentarse con elPartido. Sabía ahora que durante siete años lohabía vigilado la Policía del Pensamiento como sifuera un insecto cuyos movimientos se estudianbajo una lupa. Todos sus actos físicos, todas suspalabras e incluso sus actitudes mentales habíansido registradas o deducidas por el Partido.Incluso la motita de polvo blanquecino queWinston había dejado sobre la tapa de su Diario lahabían vuelto a colocar cuidadosamente en susitio. Durante los interrogatorios le hicieron oírcintas magnetofónicas y le mostraron fotografías.

Page 458: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Algunas de éstas recogían momentos en que Juliay él habían estado juntos. Sí, incluso… Ya nopodía seguir luchando contra el Partido. Además,el Partido tenía razón. ¿Cómo iba a equivocarse elcerebro inmortal y colectivo? ¿Con qué normasexternas podían comprobarse sus juicios? Lacordura era cuestión de estadística. Sólo había queaprender a pensar como ellos pensaban. ¡Claroque…!

El pizarrín se le hacía extraño entre sus dedosentorpecidos. Empezó a escribir los pensamientosque le acudían. Primero escribió con grandesmayúsculas:

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

Luego, casi sin detenerse, escribió debajo:

DOS Y DOS SON CINCO

Pero luego sintió cierta dificultad paraconcentrarse. No recordaba lo que venía después,aunque estaba seguro de saberlo. Cuando por finse acordó de ello, fue sólo por un razonamiento.No fue espontáneo. Escribió:

Page 459: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

EL PODER ES DIOS

Lo aceptaba todo. El pasado podía seralterado. El pasado nunca había sido alterado.Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental.Oceanía había estado siempre en guerra con AsiaOriental. Jones, Aaronson y Rutherford eranculpables de los crímenes de que se les acusó.Nunca había visto la fotografía que probaba suinocencia. Esta foto no había existido nunca, lahabía inventado él. Recordó haber pensado locontrario, pero estos eran falsos recuerdos,productos de un autoengaño. ¡Qué fácil era todo!Rendirse, y lo demás venía por sí solo. Era comoandar contra una corriente que le echaba a unohacia atrás por mucho que luchara contra ella, yluego, de pronto, se decidiera uno a volverse ynadar a favor de la corriente. Nada habríacambiado sino la propia actitud. Apenas sabíaWinston por qué se había revelado. ¡Todo era tanfácil, excepto…!

Todo podía ser verdad. Las llamadas leyes dela Naturaleza eran tonterías. La ley de la gravedadera una imbecilidad. «Si yo quisiera —había dichoO’Brien—, podría flotar sobre este suelo como unapompa de jabón». Winston desarrolló esta idea:«Si él cree que está flotando sobre el suelo y yo

Page 460: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

simultáneamente creo que estoy viéndolo flotar,ocurre efectivamente». De repente, como unmadero de un naufragio que se suelta y emerge enla superficie, le acudió este pensamiento: «Noocurre en realidad. Lo imaginamos. Es unaalucinación». Aplastó en el acto este pensamientolevantisco. Su error era evidente porquepresuponía que en algún sitio existía un mundoreal donde ocurrían cosas reales. ¿Cómo podíaexistir un mundo semejante? ¿Qué conocimientotenemos de nada si no es a través de nuestropropio espíritu? Todo ocurre en la mente y sólo loque allí sucede tiene una realidad.

No tuvo dificultad para eliminar estosengañosos pensamientos; no se vio en verdaderopeligro de sucumbir a ellos. Sin embargo, pensóque nunca debían habérsele ocurrido. Su cerebrodebía lanzar una mancha que tapara cualquierpensamiento peligroso al menor intento deasomarse a la conciencia. Este proceso había deser automático, instintivo. En neolengua se lellamaba paracrimen. Era el freno de cualquier actodelictivo.

Se entrenó en el paracrimen. Se planteabaproposiciones como éstas: «El Partido dice que latierra no es redonda», y se ejercitaba en noentender los argumentos que contradecían a esta

Page 461: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

proposición. No era fácil. Había que tener una granfacultad para improvisar y razonar. Por ejemplo, losproblemas aritméticos derivados de la afirmacióndos y dos son cinco requerían una preparaciónintelectual de la que él carecía. Además para ellose necesitaba una mentalidad atlética, por decirloasí. La habilidad de emplear la lógica en undeterminado momento y en el siguientedesconocer los más burdos errores lógicos. Eratan precisa la estupidez como la inteligencia y tandifícil de conseguir.

Durante todo este tiempo, no dejaba depreguntarse con un rincón de su cerebro cuántotardarían en matarlo. «Todo depende de ti», lehabía dicho O’Brien, pero Winston sabía muy bienque no podía abreviar ese plazo con ningún actoconsciente. Podría tardar diez minutos o diez años.Podían tenerlo muchos años aislado, mandarlo aun campo de trabajos forzados o soltarlo durantealgún tiempo, como solían hacer. Eraperfectamente posible que antes de matarlo lehicieran representar de nuevo todo el drama de sudetención, interrogatorios, etc. Lo cierto era que lamuerte nunca llegaba en un momento esperado. Latradición —no la tradición oral, sino unconocimiento difuso que le hacía a uno estarseguro de ello aunque no lo hubiera oído nunca—

Page 462: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

era que le mataban a uno por detrás de un tiro enla nuca. Un tiro que llegaba sin aviso cuando lellevaban a uno de celda en celda por un pasillo.

Un día cayó en una ensoñación extraña. Seveía a sí mismo andando por un corredor en esperadel disparo. Sabía que dispararían de un momentoa otro. Todo estaba ya arreglado, se habíareconciliado plenamente con el Partido. No másdudas ni más discusiones; no más dolor ni miedo.Tenía el cuerpo saludable y fuerte. Andaba congusto, contento de moverse él solo. Ya no iba porlos estrechos y largos pasillos del Ministerio delAmor, sino por un pasadizo de enorme anchurailuminado por el sol, un corredor de un kilómetrode anchura por el cual había transitado ya en aqueldelirio que le produjeron las drogas. Se hallaba enel País Dorado siguiendo unas huellas en lospastos roídos por los conejos. Sentía el muellecésped bajo sus pies y la dulce tibieza del sol. Alborde del campo había unos olmos cuyas hojas semovían levemente y algo más allá corría el arroyobajo los sauces.

De pronto se despertó horrorizado. Le sudabatodo el cuerpo. Se había oído a sí mismo gritando:

—¡Julia! ¡Julia! ¡Julia! ¡Amor mío! Julia.Durante un momento había tenido una

impresionante alucinación de su presencia. No

Page 463: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sólo parecía que Julia estaba con él, sino dentro deél. Era como si la joven tuviera su misma piel. Enaquel momento la había querido más que nunca.Además, sabía que se encontraba viva ynecesitaba de su ayuda.

Se tumbó en la cama y trató de tranquilizarse.¿Qué había hecho? ¿Cuántos años de servidumbrese había echado encima por aquel momento dedebilidad?

Al cabo de unos instantes oiría los pasos delas botas. Era imposible que dejaran sin castigaraquel estallido. Ahora sabrían, si no lo sabían yaantes, que él había roto el convenio tácito quetenía con ellos. Obedecía al Partido, pero seguíaodiándolo. Antes ocultaba un espíritu heréticobajo una apariencia conformista. Ahora habíaretrocedido otro paso: en su espíritu se habíarendido, pero con la esperanza de mantenerinviolable lo esencial de su corazón, Winstonsabía que estaba equivocado, pero prefería que suerror hubiera salido a la superficie de un modo tanevidente. O’Brien lo comprendería. Aquellasestúpidas exclamaciones habían sido unaexcelente confesión.

Tendría que empezar de nuevo. Aquello iba adurar años y años. Se pasó una mano por la caraprocurando familiarizarse con su nueva forma.

Page 464: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Tenía profundas arrugas en las mejillas, lospómulos angulosos y la nariz aplastada. Además,desde la última vez en que se vio en el espejo teníauna dentadura postiza completa. No era fácilconservar la inescrutabilidad cuando no se sabíala cara que tenía uno. En todo caso no bastaba elcontrol de las facciones. Por primera vez se diocuenta de que la mejor manera de ocultar unsecreto es ante todo ocultárselo a uno mismo. Deentonces en adelante no sólo debía pensarrectamente, sino sentir y hasta soñar con rectitud,y todo el tiempo debería encerrar su odio en suinterior como una especie de pelota que formabaparte de sí mismo y que sin embargo estuvieradesconectada del resto de su persona; algo asícomo un quiste.

Algún día decidirían matarlo. Era imposiblesaber cuándo ocurriría, pero unos segundos antespodría adivinarse. Siempre lo mataban a uno por laespalda mientras andaba por un pasillo. Pero lebastarían diez segundos. Y entonces, de repente,sin decir una palabra, sin que se notara en lospasos que aún diera, sin alterar el gesto… podríatirar el camuflaje, y ¡bang!, soltar las baterías de suodio. Sí, en esos segundos anteriores a su muerte,todo su ser se convertiría en una enorme llamaradade odio. Y casi en el mismo instante ¡bang!, llegaría

Page 465: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

la bala, demasiado tarde, o quizá demasiadopronto. Le habrían destrozado el cerebro antes deque pudieran considerarlo de ellos. El pensamientoherético quedaría impune. No se habríaarrepentido, quedaría para siempre fuera delalcance de esa gente. Con el tiro habrían abiertoun agujero en esa perfección de que sevanagloriaban. Morir odiándolos, ésa era lalibertad.

Cerró los ojos. Su nueva tarea era más difícilque cualquier disciplina intelectual. Tenía primeroque degradarse, que mutilarse. Tenía que hundirseen lo más sucio. ¿Qué era lo más horrible, lo que aél le causaba más repugnancia del Partido? Pensóen el Gran Hermano. Su enorme rostro (por verloconstantemente en los carteles de propaganda selo imaginaba siempre de un metro de anchura), consus enormes bigotes negros y los ojos que leseguían a uno a todas partes, era la imagen queprimero se presentaba a su mente. ¿Cuáles eransus verdaderos sentimientos hacia el GranHermano?

En el pasillo sonaron las pesadas botas. Lapuerta de acero se abrió con estrépito. O’Brienentró en la celda. Detrás de él venían el oficial decara de cera y los guardias de negros uniformes.

—Levántate —dijo O’Brien—. Ven aquí.

Page 466: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Winston se acercó a él. O’Brien lo cogió porlos hombros con sus enormes manazas y lo mirófijamente:

—Has pensado engañarme —le dijo—. Hasido una tontería por tu parte. Ponte más derechoy mírame a la cara.

Después de unos minutos de silencio,prosiguió en tono más suave:

—Estás mejorando. Intelectualmente estás yacasi bien del todo. Sólo fallas en lo emocional.Dime, Winston, y recuerda que no puedesmentirme; sabes muy bien que descubro todas tusmentiras. Dime: ¿cuáles son los verdaderossentimientos que te inspira el Gran Hermano?

—Lo odio.—¿Lo odias? Bien. Entonces ha llegado el

momento de aplicarte el último medio. Tienes queamar al Gran Hermano. No basta que le obedezcas;tienes que amarlo.

Empujó delicadamente a Winston hacia losguardias.

—Habitación 101 —dijo.

Page 467: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO V

En cada etapa de su encarcelamiento había sabidoWinston —o creyó saber— hacia dónde sehallaba, aproximadamente, en el enorme edificio sinventanas. Probablemente había pequeñasdiferencias en la presión del aire. Las celdas dondelos guardias lo habían golpeado estaban bajo elnivel del suelo. La habitación donde O’Brien lohabía interrogado estaba cerca del techo. Estelugar de ahora estaba a muchos metros bajo tierra.Lo más profundo a que se podía llegar.

Era mayor que casi todas las celdas dondehabía estado. Pero Winston no se fijó más que endos mesitas ante él, cada una de ellas cubierta congamuza verde. Una de ellas estaba sólo a un metroo dos de él y la otra más lejos, cerca de la puerta.Winston había sido atado a una silla tan fuerte queno se podía mover en absoluto, ni siquiera podíamover la cabeza que le tenía sujeta por detrás unaespecie de almohadilla obligándole a mirar defrente.

Se quedó solo un momento. Luego se abrió lapuerta y entró O’Brien.

—Me preguntaste una vez qué había en lahabitación 101. Te dije que ya lo sabías. Todos losaben. Lo que hay en la habitación 101 es lo peor

Page 468: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

del mundo.La puerta volvió a abrirse. Entró un guardia

que llevaba algo, un objeto hecho de alambres,algo así como una caja o una cesta. La colocósobre la mesa próxima a la puerta: a causa de laposición de O’Brien, no podía Winston ver lo queera aquello.

—Lo peor del mundo —continuó O’Brien—varía de individuo a individuo. Puede ser que leentierren vivo o morir quemado, o ahogado o demuchas otras maneras. A veces se trata de unacosa sin importancia, que ni siquiera es mortal,pero que para el individuo es lo peor del mundo.

Se había apartado un poco de modo queWinston pudo ver mejor lo que había en la mesa.Era una jaula alargada con un asa arriba parallevarla. En la parte delantera había algo queparecía una careta de esgrima con la parte cóncavahacia afuera. Aunque estaba a tres o cuatro metrosde él pudo ver que la jaula se dividía a lo largo endos departamentos y que algo se movía dentro decada uno de ellos. Eran ratas.

—En tu caso —dijo O’Brien—, lo peor delmundo son las ratas.

Winston, en cuanto entrevió al principio lajaula, sintió un temblor premonitorio, un miedo ano sabía qué. Pero ahora, al comprender para qué

Page 469: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

servía aquella careta de alambre, parecíandeshacérsele los intestinos.

—¡No puedes hacer eso! —gritó con vozdescompuesta—. ¡Es imposible! ¡No puedeshacerme eso!

—¿Recuerdas —dijo O’Brien— el momento depánico que surgía repetidas veces en tus sueños?Había frente a ti un muro de negrura y en los oídoste vibraba un fuerte zumbido. Al otro lado delmuro había algo terrible. Sabías que sabías lo queera, pero no te atrevías a sacarlo a tu consciencia.Pues bien, lo que había al otro lado del muro eranratas.

—¡O’Brien! —dijo Winston, haciendo unesfuerzo para controlar su voz—. Sabes muy bienque esto no es necesario. ¿Qué quieres que diga?

O’Brien no contestó directamente. Habíahablado con su característico estilo de maestro deescuela. Miró pensativo al vacío, como siestuviera dirigiéndose a un público que seencontraba detrás de Winston.

—El dolor no basta siempre. Hay ocasiones enque un ser humano es capaz de resistir el dolorincluso hasta bordear la muerte. Pero para todoshay algo que no puede soportarse, algo taninaguantable que ni siquiera se puede pensar enello. No se trata de valor ni de cobardía. Si te estás

Page 470: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

cayendo desde una gran altura, no es cobardíaque te agarres a una cuerda que encuentres a tucaída. Si subes a la superficie desde el fondo de unrío, no es cobardía llenar de aire los pulmones. Essólo un instinto que no puede ser desobedecido.Lo mismo te ocurre ahora con las ratas. Para ti sonlo más intolerable del mundo, constituyen unapresión que no puedes resistir aunque teesfuerces en ello. Por eso las ratas te harán hacerlo que se te pide.

—Pero, ¿de qué se trata? ¿Cómo puedo hacerlosi no sé lo que es?

O’Brien levantó la jaula y la puso en la mesamás próxima a Winston, colocándolacuidadosamente sobre la gamuza. Winston podíaoírse la sangre zumbándole en los oídos. Sentíasemás abandonado que nunca. Estaba en medio deuna gran llanura solitaria, un inmenso desiertoquemado por el sol y le llegaban todos los sonidosdesde distancias inconmensurables. Sin embargo,la jaula de las ratas estaba sólo a dos metros de él.Eran ratas enormes. Tenían esa edad en que elhocico de las ratas se vuelve hiriente y feroz y supiel es parda en vez de gris.

—La rata —dijo O’Brien, que seguíadirigiéndose a su público invisible—, a pesar deser un roedor, es carnívora. Tú lo sabes. Habrás

Page 471: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

oído lo que suele ocurrir en los barrios pobres denuestra ciudad. En algunas calles, las mujeres nose atreven a dejar a sus niños solos en las casas nisiquiera cinco minutos. Las ratas los atacan, ybastaría muy poco tiempo para que sólo quedarande ellos los huesos. También atacan a losenfermos y a los moribundos. Demuestran poseeruna asombrosa inteligencia para conocer cuándoestá indefenso un ser humano.

Las ratas chillaban en su jaula. Winston las oíacomo desde una gran distancia. Las ratasluchaban entre ellas; querían alcanzarle a través dela división de alambre. Oyó también un profundo ydesesperado gemido. Ese gemido era suyo.

O’Brien levantó la jaula y, al hacerlo, apretóalgo sobre ella. Era un resorte. Winston hizo unfrenético esfuerzo por desligarse de la silla. Erainútil: todas las partes de su cuerpo, incluso sucabeza, estaban inmovilizadas perfectamente.O’Brien le acercó más la jaula. La tenía Winston amenos de un metro de su cara.

—He apretado el primer resorte —dijo O’Brien—. Supongo que comprenderás cómo estáconstruida esta jaula. La careta se adaptará a tucabeza, sin dejar salida alguna. Cuando yo aprieteel otro resorte, se levantará el cierre de la jaula.Estos bichos, locos de hambre, se lanzarán contra

Page 472: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ti como balas. ¿Has visto alguna vez cómo se lanzauna rata por el aire? Así te saltarán a la cara. Aveces atacan primero a los ojos. Otras veces seabren paso a través de las mejillas y devoran lalengua.

La jaula se acercaba; estaba ya junto a él.Winston oyó una serie de chillidos que parecíanvenir de encima de su cabeza. Luchó curiosamentecontra su propio pánico. Pensar, pensar, aunquesólo fuera medio segundo…, pensar era la únicaesperanza. De pronto, el asqueroso olor de lasratas le dio en el olfato como si hubiera recibido untremendo golpe. Sintió violentas náuseas y casiperdió el conocimiento. Todo lo veía negro.Durante unos instantes se convirtió en un loco, enun animal que chillaba desesperadamente. Sinembargo, de esas tinieblas fue naciendo una idea.Sólo había una manera de salvarse. Debíainterponer a otro ser humano, el cuerpo de otro serhumano entre las ratas y él.

El círculo que ajustaba la careta era lo bastanteancho para taparle la visión de todo lo que nofuera la puertecita de alambre situada a dos palmosde su cara. Las ratas sabían lo que iba a pasarahora. Una de ellas saltaba alocada, mientras quela otra, mucho más vieja, se apoyaba con suspatas rosadas y husmeaba con ferocidad. Winston

Page 473: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

veía sus patillas y sus dientes amarillos. Otra vezse apoderó de él un negro pánico. Estaba ciego,desesperado, con el cerebro vacío.

—Era un castigo muy corriente en la Chinaimperial —dijo O’Brien, tan didáctico comosiempre.

La careta le apretaba la cara. El alambre learañaba las mejillas. Luego…, no, no fue alivio,sino sólo esperanza, un diminuto fragmento deesperanza. Demasiado tarde, quizás fuese yademasiado tarde. Pero había comprendido depronto que en todo el mundo sólo había unapersona a la que pudiese transferir su castigo, uncuerpo que podía arrojar entre las ratas y él. Yempezó a gritar una y otra vez, frenéticamente:

—¡Házselo a Julia! ¡Házselo a Julia! ¡A mí, no!¡A Julia! No me importa lo que le hagas a ella.Desgárrale la cara, descoyúntale los huesos. ¡Peroa mí, no! ¡A Julia! ¡A mí, no!

Caía hacia atrás hundiéndose en enormesabismos, alejándose de las ratas a vertiginosavelocidad. Estaba todavía atado a la silla, perohabía pasado a través del suelo, de los muros deledificio, de la tierra, de los océanos, e iba lanzadopor la atmósfera en los espacios interestelares,alejándose sin cesar de las ratas… Se encontrabaya a muchos años-luz de distancia, pero O’Brien

Page 474: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

estaba aún a su lado. Todavía le apretaba elalambre, en las mejillas. Pero en la oscuridad que loenvolvía oyó otro chasquido metálico y sabía queel primer resorte había vuelto a funcionar y la jaulano había llegado a abrirse.

Page 475: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

CAPÍTULO VI

El Nogal estaba casi vacío. Un rayo de sol entrabapor una ventana y caía, amarillento, sobre laspolvorientas mesas. Era la solitaria hora de lasquince. Las telepantallas emitían una musiquillaligera.

Winston, sentado en su rincón de costumbre,contemplaba un vaso vacío. De vez en cuandolevantaba la mirada a la cara que le mirabafijamente desde la pared de enfrente. EL GRANHERMANO TE VIGILA, decía el letrero. Sin que selo pidiera, un camarero se acercó a llenarle el vasocon ginebra de la Victoria, echándole también unascuantas gotas de otra botella que tenía un tubitoatravesándole el tapón. Era sacarina aromatizadacon clavo, la especialidad de la casa.

Winston escuchaba la telepantalla. Sólo emitíamúsica, pero había la posibilidad de que de unmomento a otro diera su comunicado el Ministeriode la Paz. Las noticias del frente africano eran muyintranquilizadoras. Winston había estado muypreocupado todo el día por esto. Un ejércitoeurasiático (Oceanía estaba en guerra con Eurasia;Oceanía había estado siempre en guerra conEurasia) avanzaba hacia el sur con aterradoravelocidad. El comunicado de mediodía no se había

Page 476: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

referido a ninguna zona concreta, peroprobablemente a aquellas horas se lucharía ya enla desembocadura del Congo. Brazzaville yLeopoldville estaban en peligro. No había quemirar ningún mapa para saber lo que estosignificaba. No era sólo cuestión de perder elÁfrica central. Por primera vez en la guerra, elterritorio de Oceanía se veía amenazado.

Una violenta emoción, no exactamente miedo,sino una especie de excitación indiferenciada, seapoderó de él, para luego desaparecer. Dejó depensar en la guerra. En aquellos días no podía fijarel pensamiento en ningún tema más que unosmomentos. Se bebió el vaso de un golpe. Comosiempre, le hizo estremecerse e incluso sentiralgunas arcadas.

El líquido era horrible. El clavo y la sacarina, yade por sí repugnantes, no podían suprimir elaceitoso sabor de la ginebra, y lo peor de todo eraque el olor de la ginebra, que le acompañaba día ynoche, iba inseparablemente unido en su mentecon el olor de aquellas…

Nunca las nombraba, ni siquiera en sus másrecónditos pensamientos. Era algo de queWinston tenía una confusa conciencia, un olorque llevaba siempre pegado a la nariz. La ginebrale hizo eructar. Había engordado desde que lo

Page 477: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

soltaron, recobrando su antiguo buen color, queincluso se le había intensificado. Tenía lasfacciones más bastas, la piel de la nariz y de lospómulos era rojiza y rasposa, e incluso su calvatenía un tono demasiado colorado. Un camarero,también sin que él se lo hubiera pedido, le trajo eltablero de ajedrez y el número del Timescorrespondiente a aquel día, doblado de maneraque estuviese a la vista el problema de ajedrez.Luego, viendo que el vaso de Winston estabavacío, le trajo la botella de ginebra y lo llenó. Nohabía que pedir nada. Los camareros conocían lascostumbres de Winston. El tablero de ajedrez leesperaba siempre, y siempre le reservaban la mesadel rincón. Aunque el café estuviera lleno, teníaaquella mesa libre, pues nadie quería que lo vieransentado demasiado cerca de él. Nunca sepreocupaba de contar sus bebidas. A intervalosirregulares le presentaban un papel sucio que ledecían era la cuenta, pero Winston tenía laimpresión de que siempre le cobraban más de lodebido. No le importaba. Ahora siempre le sobrabadinero. Le habían dado un cargo, una gangadonde cobraba mucho más que en su antiguacolocación.

La música de la telepantalla se interrumpió ysonó una voz. Winston levantó la cabeza para

Page 478: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

escuchar. Pero no era un comunicado del frente;sólo un breve anuncio del Ministerio de laAbundancia. En el trimestre pasado, ya en eldécimo Plan Trienal, la cantidad de cordones paralos zapatos que se pensó producir había sidosobrepasada en un noventa y ocho por ciento.

Estudió el problema de ajedrez y colocó laspiezas. Era un final ingenioso. «Juegan las blancasy mate en dos jugadas». Winston miró el retratodel Gran Hermano. Las blancas siempre ganan,pensó con un confuso misticismo. Siempre, sinexcepción; está dispuesto así. En ningún problemade ajedrez, desde el principio del mundo, hanganado las negras ninguna vez. ¿Acaso nosimbolizan las blancas el invariable triunfo del Biensobre el Mal? El enorme rostro miraba a Winstoncon su poderosa calma. Las blancas siempreganan.

La voz de la telepantalla se interrumpió yañadió en un tono diferente y mucho más grave:«Estad preparados para escuchar un importantecomunicado a las quince treinta. ¡Quince treinta!Son noticias de la mayor importancia. Cuidado conno perdérselas. ¡Quince treinta!». La musiquillavolvió a sonar.

A Winston le latió el corazón con más rapidez.Sería el comunicado del frente; su instinto le dijo

Page 479: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

que habría malas noticias. Durante todo el díahabía pensado con excitación en la posible derrotaaplastante en África. Le parecía estar viendo alejército eurasiático cruzando la frontera que nuncahabía sido violada y derramándose por aquellosterritorios de Oceanía como una columna dehormigas. ¿Cómo no había sido posible atacarlospor el flanco de algún modo? Recordaba con todaexactitud el dibujo de la costa occidental africana.Cogió una pieza y la movió en el ajedrez. Aquél erael sitio adecuado. Pero a la vez que veía la hordanegra avanzando hacia el Sur, vio también otrafuerza, misteriosamente reunida, que de repentehabía cortado por la retaguardia todas lascomunicaciones terrestres y marítimas delenemigo. Sentía Winston como si por la fuerza desu voluntad estuviera dando vida a esos ejércitossalvadores. Pero había que actuar con rapidez. Siel enemigo dominaba toda el África, si lograbantener aeródromos y bases de submarinos en ElCabo, cortarían a Oceanía en dos. Esto podíasignificarlo todo: la derrota, una nueva división delmundo, la destrucción del Partido. Winston respiróhondamente. Sentía una extraordinaria mezcla desentimientos, pero en realidad no era una mezclasino una sucesión de capas o estratos desentimientos en que no se sabía cuál era la capa

Page 480: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

predominante.Le pasó aquel sobresalto. Volvió a poner la

pieza en su sitio, pero por un instante no pudoconcentrarse en el problema de ajedrez. Suspensamientos volvieron a vagar. Casiconscientemente trazó con su dedo en el polvo dela mesa:

2 + 2 =

«Dentro de ti no pueden entrar nunca», lehabía dicho Julia. Pues, sí, podían penetrar en uno.«Lo que te ocurre aquí es para siempre», le habíadicho O’Brien. Eso era verdad. Había cosas, losactos propios, de las que no era posible rehacerse.Algo moría en el interior de la persona; algo sequemaba, se cauterizaba. Winston la había visto,incluso había hablado con ella. Ningún peligrohabía en esto. Winston sabía instintivamente queahora casi no se interesaban por lo que él hacía.Podía haberse citado con ella si lo hubieradeseado. Esa única vez se habían encontrado porcasualidad. Fue en el Parque, un día muydesagradable de marzo en que la tierra parecíahierro y toda la hierba había muerto. Winstonandaba rápidamente contra el viento, con lasmanos heladas y los ojos acuosos, cuando la vio a

Page 481: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

menos de diez metros de distancia. En seguida lesorprendió que había cambiado de un modoindefinible. Se cruzaron sin hacerse la menor señal.Él se volvió y la siguió, pero sin un interésdesmedido. Sabía que ya no había peligro, quenadie se interesaba por ellos. Julia no le hablaba.Siguió andando en dirección oblicua sobre elcésped, como si tratara de librarse de él, y luegopareció resignarse a llevarlo a su lado. Por fin,llegaron bajo unos arbustos pelados que nopodían servir ni para esconderse ni paraprotegerse del viento. Allí se detuvieron. Hacía unfrío molestísimo. El viento silbaba entre las ramas.Winston le rodeó la cintura con un brazo.

No había telepantallas, pero debía de habermicrófonos ocultos. Además, podían verlos desdecualquier parte. No importaba; nada importaba.Podrían haberse echado sobre el suelo y hacer esosi hubieran querido. Su carne se estremeció dehorror tan sólo al pensarlo. Ella no respondiócuando la agarró del brazo, ni siquiera intentódesasirse. Ya sabía Winston lo que habíacambiado en ella. Tenía el rostro más demacrado yuna larga cicatriz, oculta en parte por el cabello, lecruzaba la frente y la sien; pero el verdaderocambio no radicaba en eso. Era que la cintura se lehabía ensanchado mucho y toda ella estaba rígida.

Page 482: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Recordó Winston como una vez después de laexplosión de una bomba cohete había ayudado asacar un cadáver de entre unas ruinas y le habíaasombrado no sólo su increíble peso, sino surigidez y lo difícil que resultaba manejarlo, demodo que más parecía piedra que carne. El cuerpode Julia le producía ahora la misma sensación. Sele ocurrió pensar que la piel de esta mujer seríaahora de una contextura diferente.

No intentó besarla ni hablaron. Cuandomarchaban juntos por el césped, lo miró Julia a lacara por primera vez. Fue sólo una mirada fugaz,llena de desprecio y de repugnancia. Se preguntóWinston si esta aversión procedía sólo de susrelaciones pasadas, o si se la inspiraba también sudesfigurado rostro y el agüilla que le salía de losojos. Sentáronse en dos sillas de hierro uno al ladodel otro, pero no demasiado juntos. Winston notóque Julia estaba a punto de hablar. Movió unoscuantos centímetros el basto zapato y aplastó conél una rama. Su pie parecía ahora más grande,pensó Winston. Julia, por fin, dijo sólo esto:

—Te traicioné.—Yo también te traicioné —dijo él.Julia lo miró otra vez con disgusto. Y dijo:—A veces te amenazan con algo…, algo que

no puedes soportar, que ni siquiera puedes

Page 483: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

imaginarte sin temblar. Y entonces dices: «No melo hagas a mí, házselo a otra persona, a Fulano deTal». Y quizá pretendas, más adelante, que fue sóloun truco y que lo dijiste únicamente para quedejaran de martirizarte y que no lo pensabas deverdad. Pero, no. Cuando ocurre eso se desea deverdad y se desea que a la otra persona se lohicieran. Crees entonces que no hay otra manerade salvarte y estás dispuesto a salvarte así.Deseas de todo corazón que eso tan terrible leocurra a la otra persona y no a ti. No te importa enabsoluto lo que pueda sufrir. Sólo te importasentonces tú mismo.

—Sólo te importas entonces tú mismo —repitió Winston como un eco.

—Y después de eso no puedes ya sentir por laotra persona lo mismo que antes.

—No —dijo él—, no se siente lo mismo.No parecían tener más que decirse. El viento

les pegaba a los cuerpos sus ligeros «monos». Alos pocos instantes les producía una sensaciónembarazosa seguir allí callados. Además, hacíademasiado frío para estarse quietos. Julia dijo algosobre que debía coger el Metro y se levantó paramarcharse.

—Tenemos que vernos otro día —dijoWinston.

Page 484: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

—Sí, tenemos que vernos —dijo ella.Winston, irresoluto, la siguió un poco. Iba a

unos pasos detrás de ella. No volvieron a hablar.Aunque Julia no le dijo que se apartara, andabamuy rápida para evitar que fuese junto a ella.Winston se había decidido a acompañarla a laestación del Metro, pero de repente se le hizo unmundo tener que andar con tanto frío. Le parecíaque aquello no tenía sentido. No era tanto el deseode apartarse de Julia como el de regresar al café loque le impulsaba, pues nunca le había atraídotanto El Nogal como en este momento. Tenía unavisión nostálgica de su mesa del rincón, con elperiódico, el ajedrez y la ginebra que fluía sincesar. Sobre todo, allí haría calor. Por eso, pocodespués y no sólo accidentalmente, se dejóseparar de ella por una pequeña aglomeración degente. Hizo un desganado intento de volver aseguirla, pero disminuyó el paso y se volvió,marchando en dirección opuesta. Cinco metrosmás allá se volvió a mirar. No había demasiadacirculación, pero ya no podía distinguirla. Juliapodría haber sido cualquiera de doce figurasborrosas que se apresuraban en dirección alMetro. Es posible que no pudiera reconocer ya sucuerpo tan deformado.

«Cuando ocurre eso, se desea de verdad», y él

Page 485: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

lo había pensado en serio. No solamente lo habíadicho, sino que lo había deseado. Había deseadoque fuera ella y no él quien tuviera que soportar alas…

Se produjo un sutil cambio en la música quebrotaba de la telepantalla. Apareció una notahumorística, «la nota amarilla». Una voz que quizáno estuviera sucediendo de verdad, sino que fuerasólo un recuerdo que tomase forma de sonidocantaba:

Bajo el Nogal de las ramas extendidasyo te vendí y tu me vendiste.

Winston tenía los ojos más lacrimosos que decostumbre. Un camarero que pasaba junto a él vioque tenía vacío el vaso y volvió a llenárselo de labotella de ginebra.

Winston olió el líquido. Aquello estaba másrepugnante cuanto más lo bebía, pero era elelemento en que él nadaba. Era su vida, su muertey su resurrección. La ginebra lo hundía cadanoche en un sopor animal, y también era la ginebralo que le hacía revivir todas las mañanas. Aldespertarse —rara vez antes de las once con lospárpados pegajosos, una boca pastosa y laespalda que parecía habérsele partido— le habría

Page 486: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sido imposible echarse abajo de la cama si nohubiera tenido siempre en la mesa de noche labotella de ginebra y una taza. Durante la mañanase quedaba escuchando la telepantalla con unaexpresión pétrea y la botella siempre a mano.Desde las quince hasta la hora de cerrar, se pasabatodo el tiempo en El Nogal. Nadie se preocupabade lo que hiciera, no le despertaba ningún silbatoni le dirigía advertencias la telepantalla. Dos vecesa la semana iba a un despacho polvoriento, queparecía un rincón olvidado, en el Ministerio de laVerdad, y trabajaba un poco, si a aquello podíallamársele trabajo. Había sido nombrado miembrode un subcomité de otro subcomité que dependíade uno de los innumerables subcomités que seocupaban de las dificultades de menosimportancia planteadas por la preparación de laundécima edición del Diccionario de Neolengua.En aquel despacho se dedicaban a redactar algoque llamaban el informe provisional, pero Winstonnunca había llegado a enterarse de qué tenían queinformar. Tenía alguna relación con la cuestión desi las comas deben ser colocadas dentro o fuera delas comillas. Había otros cuatro en el subcomité,todos en situación semejante a la de Winston.Algunos días se marchaban apenas se habíanreunido después de reconocer sinceramente que

Page 487: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

no había nada que hacer. Pero otros días se poníana trabajar casi con encarnizamiento haciendograndes alardes de aprovechamiento del tiemporedactando largos informes que nunca terminaban.En esas ocasiones discutían sobre cual era elasunto sobre cuya discusión se les habíaencargado y esto les llevaba a complicadasargumentaciones y sutiles distingos coninterminables digresiones, peleas, amenazas eincluso recurrían a las autoridades superiores.Pero de pronto parecía retirárselas la vida y sequedaban inmóviles en torno a la mesa mirándoseunos a otros con ojos apagados como fantasmasque se esfuman con el canto del gallo.

La telepantalla estuvo un momento silenciosa.Winston levantó la cabeza otra vez. ¡Elcomunicado! Pero no, sólo era un cambio demúsica. Tenía el mapa de África detrás de lospárpados, el movimiento de los ejércitos que élimaginaba era este diagrama; una flecha negradirigiéndose verticalmente hacia el Sur y unaflecha blanca en dirección horizontal, hacia el Este,cortando la cola de la primera. Como para darseánimos, miró el imperturbable rostro del retrato.¿Podía concebirse que la segunda flecha noexistiera?

Volvió a aflojársele el interés. Bebió más

Page 488: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ginebra, cogió la pieza blanca e hizo un intento dejugada. Pero no era aquélla la jugada acertada,porque…

Sin quererlo, le flotó en la memoria unrecuerdo. Vio una habitación iluminada por la luzde una vela con una gran cama de madera clara yél, un chico de nueve o diez años que estabasentado en el suelo agitando un cubilete de dadosy riéndose excitado. Su madre estaba sentadafrente a él y también se reía. Aquello debió deocurrir un mes antes de desaparecer ella. Fueronunos momentos de reconciliación en que Winstonno sentía aquel hambre imperiosa y le había vueltotemporalmente el cariño por su madre. Recordababien aquel día, un día húmedo de lluvia continua.El agua chorreaba monótona por los cristales delas ventanas y la luz del interior era demasiadodébil para leer. El aburrimiento de los dos niños enla triste habitación era insoportable. Winstongimoteaba, pedía inútilmente que le dieran decomer, recorría la habitación revolviéndolo todo ydando patadas hasta que los vecinos tuvieron queprotestar. Mientras, su hermanita lloraba sin parar.Al final le dijo su madre: «Sé bueno y te compraréun juguete. Sí, un juguete precioso que te gustarámucho». Y había salido a pesar de la lluvia para ir aunos almacenes que estaban abiertos a esa hora y

Page 489: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

volvió con una caja de cartón conteniendo eljuego llamado «De las serpientes y las escaleras».Era muy modesto. El cartón estaba rasgado y lospequeños dados de madera, tan mal cortados queapenas se sostenían. Winston recordaba el olor ahumedad del cartón. Había mirado el juego de malhumor. No le interesaba gran cosa. Pero entoncessu madre encendió una vela y se sentaron en elsuelo a jugar. Jugaron ocho veces ganando cuatrocada uno. La hermanita, demasiado pequeña paracomprender de qué trataba el juego, miraba y sereía porque los veía reír a ellos dos. Habían pasadola tarde muy contentos, como cuando él era máspequeño.

Apartó de su mente estas imágenes. Era unfalso recuerdo. De vez en cuando le asaltabanfalsos recuerdos. Esto no importaba mientras quese supiera lo que era. Winston volvió a fijar laatención en el tablero de ajedrez, pero casi en elmismo instante dio un salto como si lo hubieranpinchado con un alfiler.

Un agudo trompetazo perforó el aire. Era elcomunicado, ¡victoria!; siempre significabavictoria la llamada de la trompeta antes de lasnoticias. Una especie de corriente eléctrica recorrióa todos los que se hallaban en el café. Hasta loscamareros se sobresaltaron y aguzaron el oído.

Page 490: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

La trompeta había dado paso a un enormevolumen de ruido. Una voz excitada gritaba en latelepantalla, pero apenas había empezado fueahogada por una espantosa algarabía en las calles.La noticia se había difundido como por arte demagia. Winston había oído lo bastante para saberque todo había sucedido como él lo habíaprevisto: una inmensa armada, reunidasecretamente, un golpe repentino a la retaguardiadel enemigo, la flecha blanca destrozando la colade la flecha negra. Entre el estruendo sedestacaban trozos de frases triunfales: «Ampliamaniobra estratégica… perfecta coordinación…tremenda derrota medio millón de prisioneros…completa desmoralización… controlamos el Áfricaentera. La guerra se acerca a su final… victoria…la mayor victoria en la historia de la Humanidad.¡Victoria, victoria, victoria!».

Bajo la mesa, los pies de Winston hacíanmovimientos convulsivos. No se había movido desu asiento, pero mentalmente estaba corriendo,corriendo a vertiginosa velocidad, se mezclaba conla multitud, gritaba hasta ensordecer. Volvió a mirarel retrato del Gran Hermano. ¡Aquél era el colosoque dominaba el mundo! ¡La roca contra la cual seestrellaban en vano las hordas asiáticas! Recordóque sólo hacía diez minutos —sí, diez minutos tan

Page 491: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

sólo—, todavía se equivocaba su corazón al dudarsi las noticias del frente serían de victoria o dederrota. ¡Ah, era más que un ejército eurasiático loque había perecido! Mucho había cambiado en éldesde aquel primer día en el Ministerio del Amor,pero hasta ahora no se había producido lacicatrización final e indispensable, el cambiosalvador. La voz de la telepantalla seguíaenumerando el botín, la matanza, los prisioneros,pero la gritería callejera había amainado un poco.Los camareros volvían a su trabajo. Uno de ellosacercó la botella de ginebra. Winston, sumergidoen su feliz ensueño, no prestó atención mientras lellenaban el vaso. Ya no se veía corriendo nigritando, sino de regreso al Ministerio del Amor,con todo olvidado, con el alma blanca como lanieve. Estaba confesándolo todo en un procesopúblico, comprometiendo a todos. Marchaba porun claro pasillo con la sensación de andar al sol yun guardia armado lo seguía. La bala tan esperadapenetraba por fin en su cerebro.

Contempló el enorme rostro. Le había costadocuarenta años saber qué clase de sonrisa eraaquella oculta bajo el bigote negro. ¡Qué cruel einútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suyaexilándose a sí mismo de aquel corazón amante!Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron

Page 492: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado,todo alcanzaba la perfección, la lucha habíaterminado. Se había vencido a sí mismodefinitivamente. Amaba al Gran Hermano.

Page 493: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

APÉNDICE

Page 494: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Los principios de neolengua

Neolengua era la lengua oficial de Oceanía y fuecreada para solucionar las necesidadesideológicas del Ingsoc o Socialismo Inglés. En elaño 1984 aún no había nadie que utilizara laneolengua como elemento único de comunicación,ni hablado ni escrito. Los editoriales del Timesestaban escritos en neolengua, pero era un tour deforce que solamente un especialista podía llevar acabo. Se esperaba que la neolengua reemplazara ala vieja lengua (o inglés corriente, diríamosnosotros) hacia el año 2050. Entretanto ibaganando terreno de una manera segura y todos losmiembros del Partido tendían, cada vez más, a usarpalabras y construcciones gramaticales deneolengua en el lenguaje ordinario. La versiónutilizada en 1984, comprendida en las edicionesnovena y décima del Diccionario de Neolengua,era provisional, y contenía muchas palabrassuperfluas y formaciones arcaicas que más tardese suprimirían. Aquí nos referiremos a la últimaversión, la más perfeccionada, tal como aparece enla undécima edición del Diccionario.

La intención de la neolengua no era solamenteproveer un medio de expresión a la cosmovisión yhábitos mentales propios de los devotos del

Page 495: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas depensamiento. Lo que se pretendía era que una vezla neolengua fuera adoptada de una vez por todasy la vieja lengua olvidada, cualquier pensamientoherético, es decir, un pensamiento divergente delos principios del Ingsoc, fuera literalmenteimpensable, o por lo menos en tanto que elpensamiento depende de las palabras. Suvocabulario estaba construido de tal modo quediera la expresión exacta y a menudo de un modomuy sutil a cada significado que un miembro delPartido quisiera expresar, excluyendo todos losdemás sentidos, así como la posibilidad de llegar aotros sentidos por métodos indirectos. Esto seconseguía inventando nuevas palabras ydesvistiendo a las palabras restantes de cualquiersignificado heterodoxo, y a ser posible decualquier significado secundario. Por ejemplo: lapalabra libre aún existía en neolengua, pero sólose podía utilizar en afirmaciones como «este perroestá libre de piojos», o «este prado está libre demalas hierbas». No se podía usar en su viejosentido de «políticamente libre» o«intelectualmente libre», ya que la libertad políticae intelectual ya no existían como conceptos y porlo tanto necesariamente no tenían nombre. Apartede la supresión de palabras definitivamente

Page 496: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

heréticas, la reducción del vocabulario por sí solase consideraba como un objetivo deseable, y nosobrevivía ninguna palabra de la que se pudieraprescindir. La finalidad de la neolengua no eraaumentar, sino disminuir el área del pensamiento,objetivo que podía conseguirse reduciendo elnúmero de palabras al mínimo indispensable.

La neolengua se basaba en la lengua inglesatal como ahora la conocemos, aunque muchasfrases de neolengua, incluso sin contener nuevaspalabras, serían apenas inteligibles para el quehablara el inglés actual. Las palabras de neolenguase dividían en tres clases distintas, conocidas porlos nombres de vocabulario A, vocabulario B(también llamado de palabras compuestas) yvocabulario C. Lo más simple sería discutir cadaclase separadamente, pero las peculiaridadesgramaticales de la lengua pueden ser tratadas en lasección dedicada al vocabulario A, ya que lasmismas reglas se aplicaban a las tres categorías.

El vocabulario A: El vocabulario A consistíaen las palabras de uso cotidiano: cosas comocomer, beber, trabajar, vestirse, subir y bajarescaleras, conducir vehículos, cuidar el jardín,cocinar y cosas por el estilo. Se componíaprácticamente de palabras que ya poseemos —palabras como golpear, correr, perro, árbol, azúcar,

Page 497: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

casa, campo—; pero en comparación con elvocabulario inglés de hoy en día, su número eraextremadamente pequeño, al mismo tiempo quesus significados eran más rigurosamenterestringidos. Todas las ambigüedades y distintasvariaciones de significado habían sido purgadas.En tanto que fuera posible, una palabra deneolengua de este tipo quedaba reducidasimplemente a un sonido preciso que expresaba unconcepto claramente entendido. Hubiera sidototalmente inconcebible utilizar el vocabulario Apara propósitos literarios o para discusionespolíticas o filosóficas. Su intención era la deexpresar pensamientos simples y objetivos, casisiempre relacionados con objetos concretos oacciones físicas.

La gramática de la neolengua tenía dosgrandes peculiaridades. La primera era unaintercambiabilidad casi total entre las distintaspartes de la oración. Cualquier palabra de la lengua(en principio esto era aplicable incluso a palabrasabstractas como si o cuando) se podía usar comoverbo, nombre, adjetivo o adverbio. Entre la formadel verbo y la del nombre, cuando eran de la mismaraíz, no había nunca ninguna variación y así estaregla por sí misma suponía la destrucción demuchas de las formas arcaicas. La palabra

Page 498: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

pensamiento, por ejemplo, no existía enneolengua. En su lugar existía pensar, que hacía lafunción de verbo y de nombre. Aquí no se seguíaningún principio etimológico. En otros casos seconservaba el sustantivo original y en otros casosel verbo. Incluso cuando un nombre y un verbo designificado parecido no tenían una relaciónetimológica, con frecuencia se suprimía el uno o elotro. No existía, por ejemplo, una palabra comocortar, ya que su significado quedaba losuficientemente cubierto por el nombre-verbocuchillo. Los adjetivos se formaban añadiendo elsufijo lleno al nombre-verbo, y los adverbiosañadiendo demodo. Así, por ejemplo, rápidollenoquería decir rapidez, y rápidodemodo significabarápidamente. Se conservaron algunos adjetivos dehoy en día como bueno, fuerte, grande, negro,blando, pero en un número muy reducido. Por otraparte, su necesidad era mínima, ya que se llegaba acualquier significado adjetival añadiendo lleno aun sustantivo-verbo. No se conservaron ningunode los adverbios hoy existentes exceptuandoalgunos que acababan en demodo; la terminacióndemodo era invariable. La palabra bien, porejemplo, se sustituyó por buenmodo. Además, acualquier palabra —y esto, como principio, seaplicaba a todas las palabras del idioma—, se le

Page 499: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

daba sentido de negación añadiendo el prefijo in ose le daba fuerza con el sufijo plus, o paraaumentar el énfasis, dobleplus. Así por ejemplo,infrío, significaba «caliente», mientras queplusfrío y dobleplusfrío significabanrespectivamente «muy frío» y«extraordinariamente frío». También era posible,como en el inglés de hoy en día, modificar elsignificado de casi todas las palabras conpreposiciones afijas como, ante, post, sobre, sub,etc. A base de este método fue posible disminuirenormemente el vocabulario. Poniendo por caso lapalabra bueno, ya no habría necesidad de lapalabra malo ya que el significado requerido seexpresaba tan bien o incluso mejor por inbueno.Lo único necesario, en el caso de que dos palabrasformaran una pareja de significación opuesta, eradecidir cuál suprimir. Oscuridad, por ejemplo,podía ser reemplazada por inluz o luz por inoscuro,según lo que se prefiera. La segunda característicade la gramática de la neolengua era su regularidad.Aparte de algunas excepciones abajomencionadas, todas las inflexiones seguían lasmismas reglas. Así, en todos los verbos elpretérito y el participio pasado eran el mismo yterminaban en ed (En Inglés. En español acabaríancon la misma letra o seguirían como los verbos

Page 500: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

regulares, ejemplo: robé, hace, pensé, comer, comí.Los ejemplos ingleses robar, pensar en español yason verbos y no justifican el ejemplo). El pretéritode pensar, pensé, de robar, robé, y así en toda lalengua; todas las otras formas: mandó, dio, habló,trajo, cogido, etc. fueron abolidas. Los plurales dehombre, buey, vida eran hombres, bueyes, vidas.

La única clase de palabras a las que todavía seles permitía inflexiones irregulares eran lospronombres, los relativos, los adjetivosdemostrativos y los verbos auxiliares. Todos estosseguían su uso antiguo excepto que «quien»había sido suprimido por innecesario y los tiemposcondicionales de deber, debería, habían caído endesuso ya que habían sido cubiertos por «haría,habría hecho». Había también ciertasirregularidades en la formación de palabrascreadas por la necesidad del habla fácil y rápida.

Una palabra que fuese difícil de pronunciar oque podía entenderse incorrectamente, seestimaba ipso facto una mala palabra; así queocasionalmente, por la eufonía, se insertabanletras en una palabra o se conservaba una formaarcaica. Pero esta necesidad tenía más relaciónsobre todo con el vocabulario B. La razón de laimportancia concedida a la facilidad de lapronunciación, se aclarará más tarde en este

Page 501: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

ensayo.El vocabulario B: El vocabulario B consistía

en palabras que habían sido construidasdeliberadamente con propósitos políticos. Es decir,palabras que no solamente tenían en todos loscasos implicaciones políticas sino que ademásposeían la intención de imponer una deseableactitud mental en la persona que las utilizaba. Sinuna compresión total de los principios del Ingsocera difícil usar estas palabras correctamente. Enalgunos casos se podían traducir a la vieja lenguao incluso a palabras tomadas del vocabulario A,pero ello exigía una larga parrafada y siempre seperdían ciertos énfasis. Las palabras delvocabulario B eran una especie de taquigrafíaverbal que a menudo englobaban toda una seriede ideas expresadas en unas pocas sílabas y a lavez con un sentido más exacto y más fuerte que enel lenguaje ordinario. Las palabras B eran en todoslos casos palabras compuestas. (Palabrascompuestas como «hablarsubir» también seencontraban, claro está, en el vocabulario A, perono eran más que abreviaciones de conveniencia yno tenían ideología de ningún color en especial).Consistían en dos o más palabras juntadas de unmodo fácilmente pronunciable. El resultado erasiempre un verbo-nombre y se utilizaba según las

Page 502: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

reglas normales. Pongamos un único ejemplo: lapalabra bienpensar, que significa de un modogeneral «ortodoxia», o si uno quiere tomarla comoverbo, «pensar de un modo ortodoxo». Sudeclinación era la siguiente: nombre-verbo,bienpensar; pretérito y participio pasado,bienpensado; participio presente, bienpensante;adjetivo, bienpensadolleno; adverbio,bienpensadamente; nombre verbal, bienpensado.

Las palabras B no se construían de acuerdocon ningún plan etimológico. Las palabras podíanser de cualquier parte de la lengua, se podíanponer en un orden cualquiera y ser mutiladas demodo que las hiciera de fácil pronunciación a lavez que indicaban su derivación. En la palabracrimenpensar (pensamientocrimen), por ejemplo,el pensar iba detrás mientras que en pensarpol(Policía del Pensamiento) iba primero y en la últimapalabra, policía había perdido las tres sílabasfinales. Dada la dificultad de asegurar la eufonía,las formaciones irregulares eran más comunes enel vocabulario B que en el vocabulario A. Porejemplo, las formas adjetivadas de Miniver,Minipax y Minimor eran, respectivamente,Miniverlleno, Minipaxlleno y Minimorlleno,simplemente porque verdadlleno, pazlleno yamorlleno eran algo difíciles de pronunciar. En

Page 503: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

principio, de todos modos, todas las palabras B semodulaban del mismo modo.

Algunas de las palabras B tenían significadosmuy sutiles, apenas inteligibles para quien nodominara la lengua en su totalidad. Consideremos,por ejemplo, una frase típica del editorial del Timescomo ésta: «Viejos pensadores incorazonsentirIngsoc». El modo más sencillo de entender esto enla Vieja lengua sería: «Como que se formaron conlas ideas de antes de la Revolución, no puedentener una comprensión emocional de los principiosdel socialismo Inglés». Pero ésta no es unatraducción adecuada. En primer lugar, para lograrcaptar el significado de la frase arriba mencionada,habría que tener una idea clara de lo que seentiende por Ingsoc. Y además, sólo una personatotalmente educada en el Ingsoc podía apreciartoda la fuerza de la palabra corazonsentir, queimplicaba una ciega y entusiasta aceptación difícilde imaginar hoy; de la palabra viejopensar, queestaba inextricablemente mezclada con la idea demaldad y decadencia. Pero la función especial deciertas palabras de neolengua, de las queviejopensar era una, no era tanto expresar susignificado como destruirlos. Estas palabras,pocas en número, por supuesto, habían extendidosu significado hasta el punto de contener, dentro

Page 504: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

de ellas mismas, toda una serie de palabras quecomo quedaban englobadas por un solo términocomprensivo, ahora podían ser relegadas yolvidadas. La mayor dificultad con la que seencontraban los compiladores del Diccionario deNeolengua no era inventar nuevas palabras, sinola de precisar, una vez inventadas aquéllas, cuálera su significado. Es decir, precisar qué series depalabras quedaban invalidadas con su existencia.Tal como ya hemos visto con la palabra libre, laspalabras que en su día hubieran tenido unsignificado herético, a veces se conservaban porconveniencia pero limpias de los significadosindeseables. Innombrables palabras como honor,justicia, moralidad, internacionalismo, democracia,ciencia y religión simplemente habían dejado deexistir. Unas cuantas palabras hacían de tapaderay, al encubrirlas, las abolían. Todas las palabrasagrupadas bajo los conceptos de libertad eigualdad, por ejemplo, se contenían en una sola,bienpensar, mientras que todas las palabrasreunidas bajo los conceptos de objetividad yracionalismo quedaban comprendidas en la únicapalabra viejopensar. Mayor precisión hubiera sidopeligrosa. Lo que se requería de un miembro delPartido era un punto de vista similar al de losantiguos hebreos que sabían, sin saber mucho

Page 505: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

más, que todas las naciones aparte de la suyaadoraban a «dioses falsos». No necesitaban saberque estos dioses se llamaban Baal, Osiris, Moloch,Ashtaroth, etc. Probablemente cuanto menossupiesen sobre ellos, mejor para su ortodoxia.Conocían a Jehová y sus mandamientos; sabían,por lo tanto, que todos los dioses con otrosnombres y atributos eran dioses falsos. De maneraparecida, el miembro del Partido sabía lo queconstituía la correcta norma de conducta, y de unmodo increíblemente vago y general lo que podíaapartarle de ella. Su vida sexual, por ejemplo,estaba totalmente regulada por las dos palabras deneolengua sexocrimen (inmoralidad sexual) ybuensexo (castidad). El sexocrimen cubríainfracciones de todo tipo: fornicación, adulterio,homosexualidad y otras perversiones y, además, elcoito normal practicado por placer. No habíanecesidad de nombrarlos separadamente, ya quetodos eran igualmente culpables y merecían lamuerte. En el vocabulario C, que consistía enpalabras técnicas y científicas, existía la necesidadde dar nombres especializados a ciertasaberraciones sexuales, pero el ciudadano normalno las necesitaba. Éste sabía lo que se quería decircon buensexo, es decir, el coito normal entremarido y mujer con el solo propósito de engendrar

Page 506: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hijos y sin placer físico por parte de la mujer; todolo demás era sexocrimen. En neolengua era casiimposible seguir un pensamiento herético más alláde la percepción de su carácter herético; a partir deeste punto faltaban las palabras necesarias.Ninguna palabra en el vocabulario B eraideológicamente neutral. Muchas eraneufemismos. Palabras como, por ejemplo,gozocampo (campo de trabajos forzados) oMinipax (Ministerio de la Paz, es decir, Ministeriode la Guerra) significaban exactamente lo opuestode lo que parecían indicar. Algunas palabras, porotro lado, traducían una franca y despreciativacomprensión por la naturaleza real de la sociedadde Oceanía. Por ejemplo, prolealimento significabala porquería de entretenimiento y falsas noticiasque el Partido daba a las masas. Otras palabrasademás eran ambivalentes, teniendo laconnotación de «bueno» cuando eran aplicadas alPartido y de «malo» cuando eran aplicadas alenemigo. Pero además había gran cantidad depalabras que a primera vista parecían merasabreviaciones y que extraían su color ideológicono de su significado sino de su estructura. Hastadonde fuera posible todo lo que pudiera tener unsignificado político de cualquier tipo entraba en elvocabulario B. Los nombres de organizaciones,

Page 507: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

grupos de personas, doctrinas, países oinstituciones o edificios públicos, habían quedadorecortados de forma muy sencilla, es decir, unasola palabra fácilmente pronunciable con el menornúmero de sílabas y que conservaba la derivaciónoriginal. En el Ministerio de la Verdad, por ejemplo,el Departamento de Registro donde trabajabaWinston Smith se llamaba Regdep, elDepartamento de Ficción se llamaba Ficdep, elDepartamento de Teleprogramas se llamabaTeledep, etc. La finalidad no era sólo ganar tiempo.Incluso en las primeras décadas del siglo veinte,las palabras y frases abreviadas habían sido unode los rasgos característicos del lenguaje políticoy era notorio que la tendencia a usar abreviaturasde este tipo era más marcada en países yorganizaciones totalitarias. Ejemplos de ello sonpalabras tales como Nazi, Gestapo, Comintern,Imprecorr y Agitrop. Al principio esta práctica sehabía adoptado instintivamente, pero enneolengua se utilizaba con un propósitoconsciente. Habían observado que abreviando unnombre se estrechaba y alteraba sutilmente susignificado, perdiendo la mayoría de asociacionesde ideas que de otra manera habría mantenido. Laspalabras Internacional Comunista, por ejemplo,evocan la imagen polifacética de solidaridad

Page 508: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

humana, banderas rojas, barricadas, Karl Marx y laComuna de París. La palabra Comintern, por otrolado, sólo sugiere una organización tupida ycerrada, con una doctrina concreta. Se refiere aalgo tan fácilmente reconocible y limitado en supropósito como una silla o una mesa. Cominternes una palabra que se puede pronunciar casi sinpensar, mientras que Internacional Comunista, esuna frase en la que uno tiene que detenerse por lomenos unos momentos. Del mismo modo, lasasociaciones ideológicas que la palabra Miniverevoca son menores y más controlables que lassugeridas por Ministerio de la Verdad. Ésta era larazón del hábito de abreviar siempre que fueraposible, así como también el casi exageradocuidado que dedicaban a facilitar la pronunciaciónde las palabras. En neolengua, la obsesión de laeuforia pesaba más que cualquier otraconsideración, salvo la exactitud del significado. Siera necesario, siempre se sacrificaba la regularidadde la gramática en aras de la euforia. Y con razón,ya que lo que se requería, sobre todo por razonespolíticas, eran palabras cortas y de significadoinequívoco que pudieran pronunciarserápidamente y que despertaran el mínimo desugerencias en la mente del parlante. Las palabrasdel vocabulario B incluso ganaban en fuerza por el

Page 509: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

hecho de ser tan parecidas. Casi invariablementeestas palabras bienpensar, Minipax,prolealimento, sexocrimen, gozocampo, Ingsoc,corazonsentir, pensarpol y muchas otras eranpalabras de dos o tres sílabas con el acento tónicoigualmente distribuido entre la primera sílaba y laúltima. Su uso fomentaba una especie deconversación similar a un cotorreo, a la vez roto ymonótono; era esto precisamente lo quepretendían. La intención era formar un lenguaje,sobre todo el que versaba sobre materias noneutrales ideológicamente, tan independientecomo fuera posible de la conciencia. En asuntos,de la vida cotidiana, sin duda era necesario, oalgunas veces necesario, reflexionar antes dehablar, pero un miembro del Partido, llamado aemitir un juicio político o ético, debía ser capaz dedisparar las opiniones correctas tanautomáticamente como una ametralladora lasbalas. Su entrenamiento lo preparaba para ello, ellenguaje le daba un instrumento casi infalible y latextura de las palabras, con su sonido duro y unaespecie de fealdad salvaje de acuerdo con elespíritu del Ingsoc, acababan de completar elproceso. Además contribuía el hecho de tenerpocas palabras donde escoger. En relación con elnuestro, el vocabulario de la neolengua era

Page 510: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

mínimo, y continuamente inventaban nuevosmodos de reducirlo. Desde luego, la neolenguadifería de la mayoría de otros lenguajes en que suvocabulario se empequeñecía en vez deagrandarse. Cada reducción era una ganancia, yaque cuanto menor era el área para escoger, máspequeña era la tentación de pensar. En definitiva,se esperaba construir un lenguaje articulado quesurgiera de la laringe sin involucrar en absoluto alos centros del cerebro. Este objetivo se explicitafrancamente en la palabra de neolenguahablapato, que significa «cuacuar como un pato»;como otras palabras de neolengua, hablapato erade significado ambivalente. Si las opinionescuacuadas eran ortodoxas, sólo implicabanalabanza y cuando el Times se refería a uno de losoradores del Partido como a un dobleplusbuenocuacuador estaba emitiendo un caluroso y valiosocumplido.

El vocabulario C: El vocabulario C eracomplementario de los otros dos y conteníatotalmente términos científicos y técnicos. Éstosse parecían a los términos científicos en uso hoyen día y procedían de las mismas raíces, pero setomó el cuidado habitual para definirlosrápidamente, y despojarlos de los significadosindeseables. Se atenían a las mismas reglas

Page 511: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

gramaticales que las palabras de los otros dosvocabularios. Muy pocas palabras C tenían uso enlas conversaciones cotidianas o en el lenguajepolítico. Cualquier científico o técnico podíaencontrar todas las palabras necesarias en la listadedicada a su especialidad, pero sólo tenía unamínima idea de las palabras de las otras listas.Solamente unas cuantas palabras eran comunes atodas las listas y no existía un vocabulario queexpresase la función de la ciencia como actitudmental o como método intelectual independientede sus ramas particulares. No había, de hecho,palabra para designar la «Ciencia», quedandocualquier significado que pudiera tenersuficientemente cubierto por la palabra Ingsoc.

Por lo que se ha explicado, podrá verse que enneolengua la expresión de opiniones heterodoxasde bajo nivel era casi imposible. Era factible, claroestá, emitir herejías de un tono muy crudo yelemental, como una especie de blasfemia. Hubierasido posible, por ejemplo, decir el «Gran Hermanoinbueno». Pero esta aseveración, que a un oído,ortodoxo le sonaba como una manifiestaabsurdidad, no podría haber sido sostenida conargumentos racionales, ya que faltaban laspalabras necesarias. Sólo podían sostenerse ideascontrarias al Ingsoc de una manera vaga y sin

Page 512: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

palabras, y formularlas en unos términos muygenéricos que mezclaban y condenaban todo tipode herejías, sin definirlas particularmente. Dehecho, sólo podía utilizarse la neolengua parafines heterodoxos traduciendo de un modoilegítimo algunas de las palabras a la Viejalengua.Por ejemplo, «Todos los hombres son iguales» erauna afirmación posible en neolengua, pero en elmismo sentido en que «Todos los hombres tienenel pelo rojo» pudiera serlo en Viejalengua. Nocontiene ningún error gramatical, pero expresa unano-verdad palpable como que todos los hombresson de la misma estatura, peso o fuerza. Elconcepto de igualdad política ya no existía y por lotanto esta significación secundaria había sidolimpiada de la palabra igual. En 1984, cuandoViejalengua era todavía el medio normal decomunicación, teóricamente existía el peligro deque al usar palabras de neolengua uno recordarasus significados originales. En la práctica no eradifícil, para alguien bien versado en eldoblepensar, evitar que esto ocurriera, perodentro de dos generaciones se evitaría incluso laposibilidad de este peligro. Una persona creciendocon neolengua como único lenguaje, no sabríanunca que había tenido antes la acepción de«igualdad política», o que «libre» había

Page 513: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

significado anteriormente «intelectualmente libre»,del mismo modo que, por ejemplo, una personaque no hubiera oído hablar nunca de ajedrez,podría saber los segundos significados aplicablesa la reina y a la torre. Por lo tanto, quedaríadescartada la posibilidad de cometer muchoscrímenes y errores simplemente porque no teníannombre y, en consecuencia, son inimaginables. Yera de esperar que con el paso del tiempo lascaracterísticas que distinguían a la neolengua, sevolverían más y más acusadas: sus palabras iríandisminuyendo, sus significados cada vez másrestringidos y más remoto el peligro de utilizarlosimpropiamente. Al desaparecer la Viejalengua sehabría roto el último lazo con el pasado. La historiaya se había reescrito, pero algunos fragmentos dela vieja literatura sobrevivían aquí y allá,imperfectamente censurados, y mientraspersistiera el conocimiento de la Viejalengua eraposible leerlos. En el futuro tales fragmentos,incluso si sobrevivieran, serían inteligibles eintraducibles. Era imposible traducir un pasaje deViejalengua a Neolengua, salvo que se refiriera aalgún proceso técnico, a hechos de la vidacotidiana o bien fuese ya de tendencia ortodoxa(bienpensante sería la expresión en neolengua). Enla práctica, esto suponía que ningún libro escrito

Page 514: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

antes de 1960 podía traducirse por completo. Laliteratura anterior a la Revolución sólo podía estarsujeta a una traducción ideológica, o sea, a unaalteración tanto de las palabras como del sentido.Tomemos por ejemplo el tan conocido pasaje de laDeclaración de la Independencia:

Entendemos que son verdades evidentes elque todos los hombres han sido creados iguales,que han sido dotados por su Creador con ciertosderechos: inalienables, entre los que seencuentran la vida, la libertad y la búsqueda de lafelicidad. Y que, para asegurar estos derechos, sehan instituido entre los hombres los gobiernos,cuyo poder depende del consentimiento de losGobernados. Y que cuando cualquier forma degobierno perjudica estos fines, el pueblo tienederecho a alterarla o abolirla e instituir unanueva…

Hubiera sido imposible traducir este párrafo aneolengua conservando el sentido del original. Latraducción más aproximada consistiría en tragarsetodo el pasaje como crimental. Una traduccióncompleta sólo podía ser ideológica, con lo que laspalabras de Jefferson se habrían convertido en unpanegírico sobre el gobierno absoluto.

Buena parte de la literatura del pasado ya sehabía transformado en esto. Consideraciones de

Page 515: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

prestigio aconsejaban conservar el recuerdo dealgunas figuras históricas, poniendo al mismotiempo algunas de sus grandes acciones enrelación con la filosofía del Ingsoc. Variosescritores como Shakespeare, Milton, Swift,Byron, Dickens y otros estaban en proceso detraducción. Una vez terminado este trabajo, susescritos originales, junto con el resto que hubierasobrevivido de la literatura del pasado, seríadestruido. Estas traducciones eran un procesolento y difícil y no se esperaba que fueranterminadas antes de la primera o segunda décadadel siglo veintiuno. Había también gran cantidadde literatura meramente utilitaria —manualestécnicos indispensables y cosas por el estilo—que debían ser tratados del mismo modo. Para dartiempo a este trabajo preliminar, se fijó una fechatan lejana como el año 2050 para la adopcióndefinitiva de la neolengua.

Page 516: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

GEORGE ORWELL, seudónimo de Eric Arthur Blair(Motihari, India Británica, 25 de junio de 1903 -Londres, 21 de enero de 1950), fue un escritor yperiodista británico, cuya obra lleva la marca de lasexperiencias personales vividas por el autor entres etapas de su vida: su posición en contra delimperialismo británico que lo llevó al compromisocomo representante de las fuerzas del ordencolonial en Birmania durante su juventud, a favorde la justicia social, después de haber observado ysufrido las condiciones de vida de las clasessociales de los trabajadores de Londres y París, encontra de los totalitarismos nazi y stalinista tras suparticipación en la Guerra Civil Española.

Page 517: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Orwell es uno de los ensayistas en lengua inglesamás destacados del siglo XX, y más conocido pordos novelas críticas del totalitarismo: Rebelión enla granja y 1984 (la cual escribió y publicó en susúltimos años de vida).Testigo de su época, Orwell es en los años 30 y 40cronista, crítico de literatura y novelista. De suproducción variada, las dos obras que tuvieron unéxito más duradero fueron dos textos publicadosdespués de la Segunda Guerra Mundial: «Rebeliónen la granja» y, sobre todo «1984», novela en laque crea el concepto de «Gran Hermano» quedesde entonces pasó al lenguaje común de lacrítica de las técnicas modernas de vigilancia. Eladjetivo «orwelliano» es frecuentemente utilizadoen referencia al universo totalitarista imaginadopor el escritor inglés.

A lo largo de su carrera fue principalmenteconocido por su trabajo como periodista, enespecial en sus escritos como reportero, a estafaceta se pueden adscribir obras como Homenajea Cataluña (Homage to Catalonia), sobre laguerra civil española, o El camino a Wigan Pier(The Road to Wigan Pier), que describe las pobrescondiciones de vida de los mineros en el norte deInglaterra. Sin embargo los lectores

Page 518: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

contemporáneos llegan primeramente a este autora través de sus novelas, particularmente a travésde títulos enormemente exitosos como Rebeliónen la granja (Animal Farm) o 1984. La primera esuna alegoría de la corrupción de los idealessocialistas de la Revolución rusa por Stalin. 1984es la visión profética de Orwell sobre una sociedadtotalitarista situada supuestamente en un futurocercano. Orwell había vuelto de Cataluñaconvertido en un antiestalinista con simpatía porlos marxistas, definiéndose como un socialistademócrata.Orwell murió de tuberculosis en enero de 1950.

Obras:

Sin blanca en París y Londres (1933)Días en Birmania (1934)La hija del Reverendo (1935)Que vuele la aspidistra (1936)El camino a Wigan Pier (1937)Homenaje a Catalunya (1938)Rebelión en la granja (1945)1984 (1949)Disparando al elefante y otros ensayos(1950)

Page 519: En una supuesta sociedad policial, el estado hadescargar.lelibros.online/George Orwell/1984 (24)/1984 - George... · que vivir —y en esto el hábito se convertía en un ... El Ministerio

Así fueron las alegrías (1953)

En 1968 se publicaron en cuatro volúmenes susEnsayos Completos: Periodismo y Cartas.