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1 Obra de Teatro Título: En Seco Autor: Alejandro Robino Género: Comedia Personajes: Capitán Batocleti Duración estimada: 75 minutos. Algunas puestas en escena de la obra. Contacto: [email protected] [email protected]

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comedia cantidad de personajes 2 duración aproximada: 90 minutos

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Obra de Teatro

Título: En Seco

Autor: Alejandro Robino Género: Comedia Personajes: Capitán Batocleti Duración estimada: 75 minutos.

Algunas puestas en escena de la obra. Contacto: [email protected] [email protected]

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de Alejandro Robino En medio de un altiplánico desierto, se halla un pontón redondo varado en la arena. Divide la circular superficie de manera asimétrica, una pared semi-deruída, que se yergue en el fondo (foro del pontón.) Bote Pared Caña Pontón En él, se hallan dos hombres, de 25 y 50 años de edad, respectivamente. El joven, es Batocletti. Luce pantalón de vestir cortado desprolijamente a la altura de las rodillas, alpargatas, camiseta de fútbol reluciente (Nueva Chicago). Es renguito. El mayor, es el Capitán. Viste gorra de baño de goma, antiparras de aviador, pijama abotonado, pañuelo blanco al cuello, levitón condecorado, zapatones de marinero. Amarrado a uno de los extremos del pontón inerte, yace un bote de madera. En el extremo opuesto, hay una caña de pescar con una campanita en la punta. Su tanza se extiende hacia el infinito. Junto a la pared descansa un amarillento periódico. El capitán, otea el horizonte con un catalejo cuya lente está rota. Batocletti juega a la payana. El capitán, molesto por el ruido de las piedritas, interrumpe su accionar y reprocha a Batocletti: Capitán - ¿Será posible, Batocletti, que no preste atención? Batocletti sigue concentrado en el juego. Capitán - Batocletti, le estoy hablando. A Batocletti se le escapa una piedrita y pierde. Sin sacar la vista del juego se queja:

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Batocletti - Miráaa… ¡Cortála, loco! Mirá, me hiciste perder. Capitán - Batocletti, no me tutee. Le recuerdo que por mi grado jerárquico de Capitán a Cargo… Batocletti - (Reiniciando el juego) Ta´bien… pero iba por la del cinco... Capitán - ¿Cómo ta´bien? ¿Qué quiere decir con ta´ bien, eh? (Batocletti dispone las piedritas para reiniciar el juego.) Capitán - Le estoy hablando, Batocletti. Batocletti - Que ta´bien. Queré ser capitán en jefe… (por mí sé)… Capitán - ¡A cargo! ¡Capitán a cargo! Batocletti - (Reinicia el juego.) Ta´bien, a cargo. Te gustó a cargo, a cargo. Capitán - (Indignado.) ¡¿Batocletti, usted no entiende nada?! Batocletti - No. Capitán - ¡Aaah! No entiende nada y se queda lo más tranquilo… ¡como si nada! Batocletti - Sí Capitán - Batocletti, le recuerdo que si estamos acá, es propiamente por circunstancias de la vida. Batocletti - (Interrumpe el juego) Ya sé… Lo que pasa… es que me aburro. Capitán -

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(Desconcertado)Yo no entiendo… Le juro que no entiendo. Dígame, Batocletti: ¿Qué es la vida para usted, eh? ¿Es estar todo el día tirado revoleando unas piedritas? ¿Eso es la vida para usted? Yo no sé… ¿Usted no tiene sueños, ambiciones…? Yo no sé como puede a “su edad”… A su edad, no se puede vivir sin anhelos, sin ansias, sin ilusiones, sin “Hambre” de gloria… Batocletti - (Se levanta y empieza a descargar su bronca golpeando contra la pared y agarrándose la panza.) Bolú, bolú, bolú, bolú… ¡No ves que sos un bolú! Ahora me hiciste acordar. Yo no me acordaba y me hiciste acordar. Capitán - ¡Mejor! Así se da cuenta de una vez por todas de la grave situación de crisis por la que atravesamos. Batocletti - ¡¿Y para qué me sirve acordarme, eh?! ¿Para que me duela más la panza? A vos la gorra te justifica la cabeza. Capitán - No le permito, Batocletti. Le recuerdo que soy su superior jerárquico y… Batocletti - ¿Y si so´ tan superior por qué no te las tomás de acá, eh? ¡Qué superior! Señor superior, ¿por qué no se trae un bife de chorizo con papas fritas y me alumbra con su superioridad? Capitán - “Su superior, Batocletti. “Su”, superior… ¿No ve que usted no entiende nada? Le juro que su ignorancia supina me: des-lumbra. No alumbra. “Des”, Des-lumbra. Batocletti - Y a mí me alumbra lo que se me da la gana. Pausa. El capitán sigue oteando el horizonte. Batocletti intenta seguir jugando pero el hambre se lo impide. Se fastidia y golpea nuevamente la pared... Capitán - En tres días tenemos que tener novedades. Pausa. El capitán, disimuladamente toca la caña y hace sonar la campanita. Batocletti se abalanza sobre la caña, la toma y pega un cañazo como para ensartar un surubí de ochenta kilos. Capitán - ¡No, Batocletti, no! No se apresure… Tiene que dejar que el pez agarre toda la carnada.

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Batocletti - (Exitado) Pero si sonó… Vos me dijiste que si sonaba… Capitán - Tranquilo, Batocletti, tranquilo… Fue una señal. ¿Se da cuenta? ¡Una señal! en tres días tenemos que tener novedades… Batocletti - (Crédulo) ¿En tres días? (Enojándose)¡Bah! Vos siempre mandás cualquiera y después… Capitán - Escúcheme, Batocletti, sea razonable. Esto no puede seguir así para siempre, ¿se da cuenta? Batocletti - No Capitán - Analicemos la situación tranquilamente, Batocletti. Nosotros estamos acá por circunstancias de la vida, ¿correcto? Batocletti - (Duda) Mmmm, masomeno Capitán - A ver… ¿cómo decir?…ampliando el concepto… diríamos que estamos acá por circunstancias “adversas” de la vida. Batocletti - Correcto. Capitán - Correcto. Sin embargo, teniendo en cuenta estos elementos, yo no veo en usted una actitud positiva. No lo veo con empuje, con ganas de zafar de esta situación. Sinceramente. Esta no es la presencia de ánimo de un joven que espera salir. Batocletti - ¿Salir? (El capitán, asiente con la cabeza. Afirma con suficiencia, mientras dirige su vista al horizonte. Batocletti no entiende la promesa. Está totalmente desconcertado.) Batocletti - ¿A… adónde? Capitán -

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Eso depende del plan de navegación, Batocletti. Eso lo sabe cualquiera. Batocletti - (Batocletti lo mira estupefacto y toma una decisión: sale corriendo hacia el bote) Vos planeá como te parezca que yo preparo los remos… Capitán - (El capitán lo detiene tomándolo de la espalda de la camiseta que se estira en el envión.) ¡Momentito! Se necesitan ciertas cosas para armar una expedición marítima, Batocletti. Batocletti - (Se suelta y sube al bote entusiasmado) Pero si tenemos el bote, los remos… tenés la gorra… ¿Qué más falta para navegar? Capitán - (Incómodo. Negando la falta de agua.) Falta… Falta… ¿Cómo decirlo? Falta … Falta… Falta un objetivo, Batocletti ¡Eso! ¡Un objetivo! Un lugar hacia donde dirigirnos. Batocletti - (Disponiendo los remos) ¡Dejáte de joder! ¡Vamo´ a cualquier lado! Capitán - ¡No! ¡Cómo a cualquier lado! Usted dice cualquierlado con una facilidad que espanta. Si uno va a un lugar, va por algo. Y eso hay que decidirlo meditadamente según las circunstancias de la vida, que en nuestro caso, son adversas. No es lo mismo ir hacia el sur que ir al norte. Batocletti - ¡Ah…! (Pausa) Y bueno… vayamos para el norte. Capitán - (Indeciso, mira hacia todos lados sin poder ubicarlo) Al norte…bueno, el norte… Entonces deberíamos dirigirnos hacia… hacia… (Decidido, sin hacer ningún gesto que permita inferir la ubicación del punto cardinal.) …hacia el norte. Pausa fastidiosa. Batocletti no se conforma con la respuesta y lo sigue inquiriendo con la mirada. El silencio se torna más y más incómodo Capitán – ¿Por qué no entrena Batocletti? Batocletti - Pero… no íbamos a ir a… Capitán - ¿Y quién va a cuidar las cosas?

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Batocletti - No sé, pero… Capitán - ¡Ah! Usted no sabe. Usted no sabe y yo tengo que pensar en todo, ¿se da cuenta? Batocletti - No. Capitán - ¿A usted le gustaría regresar y comprobar que le robaron su caña, mi diario o peor: que hay gente extraña ocupando este lugar? Batocletti – (Reflexionando)No, claro que no. Capitán – ¡Vio que no le gustaría! Batocletti – Regresar. Ni por puta. Capitán – Batocletti, mejor entrene. Usted es un apátrida. Con usted no se puede hablar. Pausa. (El capitán se sienta a leer el periódico. Batocletti queda intrigado. Merodea al capitán, como un cuervo que no se decide a descender sobre la carroña deseada. Por fin se decide y le pregunta.) Batocletti – ¿Y vos cómo sabés que en tres días va a cambiar algo? Capitán – (Con suficiencia, sin apartar la vista del periódico) Porque leo, Batocletti. Yo me mantengo informado. Batocletti – (Eludiendo mencionar su antigüedad) Pero si ese diario es… ese diario es… yo ya lo leí ese diario. Capitán –

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Hay que saber leer entre líneas. Escuche, Batocletti. No sea obtuso, escuche. Estamos en la era de las comunicaciones. Usted no puede seguir negándose a la información que surca el orbe. Batocletti – ¿Lo qué? Capitán – Mire. Lea acá. Hágalo con atención. Con sagacidad. Batocletti – (Con enorme dificultad en la lectura.) La Roma, pagaría veinticinco millones por el pase de Hermes Caldeiro El habilidoso puntero izquierdo ya habría arreglado su contrato para la próxima temporada por lo que, bla, bla, bla. Pausa. Batocletti no entiende. Batocletti – ¿Y? Capitán – ¿Cómo , y? A ver… lea esto. Batocletti – Se conmemora mundialmente, el quincuagésimo tritruagésimo aniversario del descubrimiento del nuevo continente por… ¿qué tiene que ver? Capitán – Siga Batocletti – (Retoma la lectura)… del descubrimiento del nuevo continente por el insigne Almirante Itálico, don Critóforo Colombo, quien al mando de su barco, después de tres días de incierta navegación… ¿y? Capitán – Italiano, Batocletti. ¡Italiano! El que nos descubrió también era italiano ¿se da cuenta? Batocletti – Y con eso ¿qué? Mi abuelo era italiano y también vino para acá y… Capitán – ¡¡¡Se da cuenta!!! ¡Otra prueba! Era italiano y también vino para acá. ¡Otra señal irrefutable! ¿Comprende?

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Batocletti – No. Capitán – La llegada de los Italianos es inexorable, Batocletti. Inexorable. En tres días tenemos que tener novedades. Batocletti – ¿Y por qué es inoxidable? Capitán – Sume datos, Battocleti. Sume datos. Ya le dije que hay que saber leer entre líneas: Colón, ¿de dónde era? Era italiano. Y si no nos hubiera descubierto nosotros seguiríamos ocultos. Los mayores compradores de jugadores de fútbol de dónde son? Son italianos. Y están muy informados de todo lo que acontece. Seguro que se van a interesar en un jugador de características tan peculiares como las suyas. Usted lo leyó, no le miento, La Roma, la Lazio… Batocletti – (Espiando de reojo el periódico para poder integrarse a la argumentación del Capitán.) La Coruña. Capitán – ¿La Coruña también es italiano? Batocletti – Sí, lo que pasa es que… es que es de más al sur… pero para el lado de más acá. Capitán – ¿Y usted cómo sabe? Batocletti – Soy un profesional. Capitán – Un profesional con abuelo italiano que “También” vino para acá. No lo olvide. De un momento a otro vamos a ver flamear en el horizonte la divisa italiana. La bandera azzurra esplendorosa. Batocletti – (Canta con la melodía de la canción patria “Mi Bandera”) Aquí está la azzurra esplendorosa, la insignia que la Roma nos legó… (Deja de cantar)¿Qué quiere decir azzurra? Capitán –

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Azzurra, que precisamente es del color azurro, ¿no vé? Como la bandera italiana (Mirando la bandera italiana en el diario) Batocletti – Pero si esa bandera es… Capitán – Azurra, ¿o de qué estamos hablando? Lo que pasa es que el azurro es un color… El azurro es un color… ¿cómo explicarle un color como el azzurro? Es un rojiblanquiverde, para que se dé una idea Batocletti – ¿Roji blanqui verde? ¿Y por qué? Capitán – Un símbolo patrio, Batocletti. Rojo, blanco y verde. Tomate cebolla y albahaca . Como el noble tuco que corre por las venas itálicas, que cuando regresa sin oxígeno hacia el corazón de los príncipes, es de color: azzurro. Batocletti, estupefacto, mira un instante al capitán y después se decide: convencidísimo de su accionar comienza a hacer abdominales. Batocletti – Vamo´a entrenar. Batocletti, entrena asistido por el capitán. Hace abdominales mientras el capitán le sostiene las piernas y lleva la cuenta. Llegan a contar hasta dos y medio y Battocletti se desmorona. Capitán – No se desanime, Batocletti. No se desanime que en esto hay que ir poco a poco y por etapas. La primera parte es la que más cuesta porque es en la que tiene que quemar grasas. Pausa. Raquitismo incómodo. Batocletti – ¿Por qué no hacemos la parte táctica? Capitán – ¡Cómo no! Venga acá. Pise la pelota. Así, muy bien. Batocletti pisa la pelota (imaginaria) con la pierna más corta. Capitán –

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En esta jugada el puntero derecho, es decir el wing, pasa corriendo a sus espaldas. El insider pasa saltando su pierna especial y el centrofoward pica corto, usted retira la pierna y él patea y la clava en un ángulo. Batocletti y Capitán - ¡Goooool! Se abrazan, festejan el gol. Batocletti – Hagamos otra, hagamos otra. Capitán – ¡Muy bien! Venga acá. Pise la pelota. Así, muy bien. Batocletti pisa la pelota con la pierna más corta. Batocletti – ¿Y ahora que hago? Capitán – Usted pisa la pelota, el back central sale picando a buscar el cabezazo por detrás del arquero. Eso desarma la barrera. El nueve la toca cortita para el Jas (Half) derecho que entra a toda carrera y fusila al arquero. Batocletti y Capitán - ¡Goooool! Se abrazan, festejan el gol. Batocletti se decepciona. Capitán – ¿Qué le pasa Batocletti? Batocletti – Y… que al final los goles los hacen otros y yo lo único que hago es… Capitán – ¡No, no, no, no! ¡Espere un momentito! No le voy a permitir esa depresión extemporánea ¿Quién fue el anteúltimo en tocar la pelota en el primer gol? Batocletti – Yo Capitán – ¿Quién fue el anteúltimo en tocar la pelota en el segundo gol?

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Batocletti – Yo Capitán – ¿Y usted tiene conciencia del valor de un jugador de dos pases gol por partido? Batocletti – Pero yo no voy a correr como los demás. En la cancha se van a dar cuenta de que soy… Capitán – De que es un jugador distinto. De que tiene mucha cintura, Batocletti. De verdad. Esos es lo que usted tiene. Mucha cintura. Un jugador de sus características desconcierta a cualquier marca. Deje de sabotearse y piense como un profesional. A partir de ahora entrena todos los días y mucho cuidado con lo que ingiere, Batocletti. Batocletti – Acá en general no… Capitán – (Interrumpiendo) Acá no, pero allá sí. Le hacen el control antidoping indefectiblemente. Todos orinan y ahí mismo le analizan el chorrito. Si el chorrito no sale con fuerza, como el de un deportista, sino que sale caído, desgarbado… bueno, usted me entiende, si es un chorrito falopero, entonces pasa de ser un deportista, a ser un deportado. Batocletti – (A punto de recibir una infausta noticia) ¿Y cómo es? Capitán – ¿Ser deportado… ? Y depende de dónde a dónde. No es lo mismo de allá para acá, que de acá para allá. Batocletti – Como es el chorrito. Capitán – ¿El chorrito? ¿No se acuerda del chorrito? Bueno, es como decir… de color té… ¡No, claro! Usted del té tampoco se… Como una banana líquida que… Pequeña pausa muy incómoda. Capitán – Ya lo va a saber, Batocletti. A su debido tiempo. Tiene una brillante carrera por delante y se angustia por una tontería que… Batocletti –

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(Interrumpiendo) No es ninguna tontería. En cuanto se aviven que no sé mear me sacan a patadas. (Lloriquea) Van a decir que el chorrito se me seco por falopero. Capitán – No se ahogue en un… en ningún lado. Yo le enseño ya mismo. Vamos, pele el chauchilín. Batocletti, entusiasmado, saca el pene afuera de la bragueta de su pantalón. Sin embargo no se ve algo entre sus manos que sostienen un miembro imperceptible. El capitán hace lo mismo. Capitán – ¿Ya sacó el…? (Observa) ¿Sólo eso…? No sé…digo… Batocletti – Y… sí. Es que sale tan poco a tomar fresco que se me fue haciendo tímido. Capitán – Sí, claro.(Observando su pene, melancólico) A mí también la soledad me produce un retraimiento que… Pero no viene al caso. Usted agárrelo con firmeza y orgullo como en los buenos tiempos y mire al horizonte, al porvenir… Van orinando imaginariamente alrededor del pontón. Capitán – Jáctese de este acto soberano. Vamos libere, Batocletti, libere. Acá no hay espacio para la duda, este es un momento en que un hombre debe tener los dos pies sobre la tierra y liberar, liberar y liberar. Si no libera, se queda dominado por una sensación espantosa que le angustia la entrepierna y no lo deja vivir tranquilo. No hay alternativa: liberación o dependencia. Batocletti hace fuerza y no le sale nada. Capitán – Para ayudarse puede silbar algo. Batocletti silba la canción patria “Mi bandera”. Capitán – ¡Bien, muy bien! Dispare el chauchilín contra la polvareda. Así… disfrútelo. Sepa que “el apuntar al mear sin perder el equilibrio, es un privilegio exclusivo del hombre” y no de…de la… de la… (El capitán sin poder decir “mujer”, cada vez que hace el intento se acaricia el pene con más cariño) Batocletti – (Completando la frase del Capitán. ) …del perro.

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Capitán – ¿Eh? Batocletti – El Boby tenía que levantar la pata. ¿Se acuerda? Capitán – Ah, sí. También, claro. (Recomponiendo la situación y guardando el pene.) Lindo perro el Boby. Batocletti – Era fiel. Capitán – Era guardián. Batocletti – Era sabroso... Pausa muy incómoda. Batocletti huye de la quietud del instante. Va hacia uno de los costados de la pared y contra ella, en cuatro segundos, se masturba. Batocletti – ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah aaaaaah! Capitán – ¿Qué estaba haciendo, Batocletti? Batocletti – Estaba meando, ¿para qué me enseñó? Capitán – ¡Ese tipo de chorrito le debilita las piernas! Va a ver como los italianos se lo limitan por contrato. Batocletti – Yo le voy a decir a mi representante que me arregle cinco por día y que si no, no firmo. Capitán – ¿Cómo “su” representante? Creí que habíamos establecido que yo sería “su”… Batocletti – (Interrumpe) Vos no conocés nada de allá. Cuando llegue, me consigo un representante italiano y listo.

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Capitán – ¿Y se va a arriesgar a qué cualquiera lo represente? Batocletti – ¡Qué cualquiera! ¡Qué cualquiera! Voy a tener un equipo de profesionales: personal traning, un yéneral mánayer, agente de prensa …¡un médico podólogo! Capitán – Deportólogo, Batocletti, deportólogo. No ve que no entiende nada y encima me traiciona. A mí, que soy el único que… Batocletti – ¡Cortála, loco! Siempre con esa amargura encima. Business is Business. No es nada personal, pero yo voy allá para triunfar. ¿O.k? La discusión comienza a subir de tono en un iracundo crescendo. Capitán – ¡Ah! ¡Mire como me río! ¡Mire como me río! Usted jamás va a poder triunfar en Italia porque tiene un defecto insuperable y se lo voy a decir. Batocletti – ¿Quién tiene un defecto? Capitán – ¡Usted! Usted tiene un defecto. Un gran defecto. ¡Un defecto insuperable! Batocletti – Yo no tengo ningún defecto Capitán – Sí lo tiene y yo estoy harto de ocultarlo, de disimular. ¡Y se lo voy a decir en la cara! Batocletti – ¿Qué me vas a decir en la cara? Capitán – (Estallando)¡Que usted tiene problemas tácticos! ¡Se lo dije, se lo dije y se lo dije! Silencio. Se congela el aire y el tiempo. Batocletti – Si yo no triunfo va a ser culpa tuya. Capitán – ¡Lo que faltaba!

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Batocletti – ¡Claro que va a ser culpa tuya! Si no me podés conseguir un club en el que comprendan que soy un jugador distinto, es porque sos un desastre como yéneral mánayer. Capitán – ¿Yo su yéneral mánayer? ¿De verdad usted pensó en mí para que sea su…? Batocletti asiente con la cabeza y el Capitán se entusiasma. Capitán – ¿Y por qué no empezó por ahí, Batocletti? Usted tranquilícese, que yo le voy a armar un equipo técnico de primera línea para que lo asista. Batocletti – Y el contrato. Acordáte que si no me dejan cinco chorritos especiales por día yo no firmo. Capitán – ¡Quédese tranquilo, Batocletti! Yo soy un gran negociador. Lo que pasa que no puedo ir frontal, así, de golpe. Hay que ir de a poco. Fíjese: el capitán hace que negocia con un empresario imaginario. Habla en un lenguaje onomatopéyico – pantomímico, que se parece musicalmente al idioma italiano. Batocletti ocupa el lugar físico que el Capitán le había asignado al empresario y encarna el personaje. Habla el mismo idioma. Tómese este segmento de la pieza como un Lazzi. Capitán Batocletti, empresario. Saluda Saluda. Invita cigarrillos Rechaza el cigarrillo. Explica que le hace mal a Batocletti, el jugador que vino a ofrecerle. Pregunta por las características de Batocletti Describe las virtudes de Batocletti Dice que a él le parece que es rengo ¡Se enoja! Se ofende. Se siente injuriado. Insiste con el tema de la renquera Explica que tiene mucha cintura y que por eso su pase vale diez millones Le ofrece cuarenta y tres. Se niega rotundamente. Explica la paupérrima situación financiera. Intenta dar lástima. Señala que están llenos de dinero y le demuestra los signos de opulencia. Se defiende argumentando que no todo es como

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parece. Que no todo lo que brilla es oro. Dice que precisamente. Batocletti no es rengo aunque parezca. Se planta en cuarenta y tres como última oferta. Explica que lo tiene que consultar con su representado. Batocletti deja de personificar al empresario y ocupa el lugar que tenía antes de comenzar la negociación. Se interrumpe el lazzi. Batocletti – ¿Y, qué pasó? Capitán – Y… está muy difícil. Yo pedí diez millones. Batocletti – ¿Y? Capitán – Y ofrecen cuarenta y tres Batocletti – ¿Millones? Capitán – No. Sólo. Cuarenta y tres, sólo. Batocletti – ¡Te dije que te iban a acostar! ¡Te lo dije! ¿Preguntaste por los chorritos? Capitán – ¿Qué chorritos? Batocletti – Los especiales. Capitán – Ahora pregunto. Batocletti vuelve a interpretar al empresario y ambos dialogan en el lenguaje onomatopéyico pantomímico que se parece musicalmente al italiano. Reinicia el Lazzi. Capitán Batocletti, empresario. Dice que están estudiando la oferta

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pero que habría que incluír una cláusula que permita cinco chorritos especiales diarios. Se niega rotundamente. Insiste con vehemencia. Argumenta no quiere un rengo pajero. Le dice que se meta el club en el culo. Lo manda a la mierda Lo manda aún más lejos. Le hace un corte de manga Con el puño en los labios le hace el sonido de un pedo Le hace tres cortes de manga con el dedo mayor levantado. Fin del Lazzi. Batocletti, nuevamente, deja de interpretar al empresario y ocupa su lugar. Le pregunta sumamente ansioso al Capitán: Batocletti – ¿Y, que dijeron? Capitán – Mire, Batocletti, la negociación, del todo… lo que se dice del todo, no está cerrada, pero… Batocletti – ¿Pero? Capitán – Y… parece ser… Yo le dije. Allá es distinto. Batocletti – ¡Pero, qué! Capitán – No quieren saber nada con los chorritos. Si ellos son dueños del pase, ellos son dueños de su cuerpo. Al verse expoliado, Batocletti se rebela. Batocletti – ¡Eso nunca! Batocletti escribe en la pared con un cascote: Libres o muertos, jamás esclavos

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El capitán, estupefacto, se maravilla por el gesto de Batocletti. Capitán – Lo felicito, Batocletti. De corazón, lo felicito. Una persona de su entereza ética indefectiblemente tiene que triunfar. Si no es en el fútbol italiano será en el fútbol local, pero que estoy seguro de que va a triunfar. Usted es para mí el mejor jugador que vi en mucho tiempo. Pausa incómoda. Se dan cuenta que en mucho tiempo no vieron a nadie más, se decepcionan. Batocletti y el capitán quedan en silencio. Los segundos son demasiado largos y el capitán decide sacar un tema de conversación. Capitán - Dígame, Batocletti - porque usted ya no es un chico - ¿usted nunca pensó en formar una familia? Batocletti mira al Capitán, el desolado horizonte inunda sus ojos, paladea la aridez del mañana que le lleva a su boca la arenosa ventisca , vuelve a mirar al Capitán y dice: Batocletti - Y… a veces, sí. Capitán - ¡Es lógico, Batocletti! ¡Ya lo decía yo! ¡Lógico de su edad! Ya es hora de que siente cabeza y… Batocletti - … y piense con el culo. Capitán - ¿Por qué, esa insubordinada grosería, eh? Si estábamos hablando bien… Batocletti - Perdoná…. Lo que pasa que el tema me raya un poco y … Capitán - Pero no puede seguir eludiendo responsabilidades, Batocletti. La vida es un cúmulo de circunstancias y creo que eso usted ya lo sabe. Batocletti - ¡Sí! Lo que pasa es que no me decido. Capitán - ¡Ah, polleras! Bueno, mire, en ese caso apunte a la mejor cabeza, Batocletti. Porque si apunta al culo o a las tetas se ensarta. Tarde o temprano todo eso, se termina cayendo y…

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Batocletti - Yo no me decido entre viajar, un gran viaje, o formar una familia. A veces me veo en Roma. Llena de italianos - un montón, ya por demás -… yo recién llego y voy caminando por la principal… Tranqui… haciendo la mía. La gente, me saluda desde las ventanas, me tira la mejor… Capitán - ¿Como e vai, Batocletti? Batocletti - Bene, bene… Sigo caminando, caminando, caminando… y entonces:… Capitán - (Ansioso) ¿Si? Batocletti - Sigo caminando… Y en eso veo un hotelito. La fachada medio hecha pelota, pero adentro estaba muy cuidadito. No era de esos que… pero tampoco de los que… Capitán - (Ansioso) ¿Si? Batocletti - Desde la puerta veo a una minita que está en la conserjería. Conserjería es un decir…ahí, en la entrada… en una mesita. La minita me tira toda la onda. Capitán - ¿Y qué espera para entrar? Batocletti - No me apures, loco. ¿Quién es el que está viajando, eh? Capitán - Discúlpeme. Continué, por favor. Continué. Batocletti - La cosa es que la minita se sonríe y yo me mando de una. Capitán - Bravo, Batocletti, Bravo. Batocletti - La minita es una dulce. Me dice que no hay más habitaciones… pero que si quiero compartir con ella…

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Capitán - Dígale que sí, Batocletti. Dígale que sí. La tiene muerta. Batocletti - ¡Pará loco… pará un poco! ¿De quién es el sueño? Pausa. Batocletti bufa molesto y luego continúa. Batocletti - La cuestión, que la minita me lleva a la habitación. Chiquita, pero con toda la onda. Cama, ropero de dos puertas, ventana. Vista al mar. Capitán - ¡Uy, no me hable de eso! ¡Se me pone la piel de gallina! A mí me mencionan el… ¿Usted está seguro que hay mar en Roma? Batocletti - ¿Y no dijo que los italianos venían en barco? Capitán - Ah, sí, claro… Continúe, continúe. Batocletti - Dejo las cosas por ahí y me tiro en la catrera. ¡Joya! La minita me llama por mi nombre. Me trata como si me conociera desde hace mucho. Sonríe y se desnuda. ¡Es lo más! Me parte la cabeza. Se mete en la cama y cuando estoy por tocarla un pibe abre la puerta. Los tres nos miramos y el pibe corre a la cama y me abraza. Capitán - ¿Se habrán tapado, no? Digo, usted estaba en… por el pibe. Batocletti - La cuestión que la minita me dice: no sabés lo que te extrañaron los chicos. Capitán - ¿Qué chicos? Batocletti - ¡Eso es lo que yo pensé!. Pero cuando le iba a preguntar eso, empiezan a entrar pibes por la puerta. Me abrazan y me dicen papá, papá, papá. Capitán - ¡Batocletti!

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Batocletti - ¡Pará, que yo los había reconocido a todos! No sé como pasó, pero yo sé que son míos y están todos arriba de la cama. Capitán - ¿Muchos? Batocletti - Ciento veinticuatro. Todos arriba de la cama formando una montaña de Batoclettis… y el mar en la ventana. Mi mujer me dice que por qué no encargamos unas pizzas y las comemos en la cama. Capitán - ¿Su mujer también entró ahí? Batocletti - ¡No! La minita del hotel parece que era mi mujer. Yo no sé por qué circunstancias de la vida me había olvidado. Entonces, cuando nos preparamos para la fiesta, pedimos pizzas y birra y… Capitán - ¿Para los chicos cerveza? Batocletti - Para ellos sin alcohol… y también les pedimos palitos.¡ Ah!, y papas fritas. La cuestión que en eso llega el verdadero conserje del hotel y me trae la factura de todas las habitaciones. El tipo, un viejo vinagre, me tira la boleta en la cara. Me da a entender que el hotel estaba todo ocupado con mi familia. Yo le digo que no tengo un mango, así que entran dos rati… Capitán - Carabinieris Batocletti - …serían…y de una patada en el culo me mandan a mí solo para acá. Pausa. Ambos quedan pensativos. Capitán - Y… viajar con la familia es un lío. Batocletti - Sí, ya sé que las dos cosas al mismo tiempo por ahora no puedo, pero… ¡Queséyo! cuando pienso en viajar solo, me agarra una soledad tan incompartible… Me imagino en esa habitación, solo, mirando el mar y me agarra una angustia que… Pausa Por eso lo juego a la payana. A veces juego por la familia, a veces juego por el viaje.

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Capitán - ¿Y? Batocletti - Inútil. Los dos pierden en la del cinco. Justo cuando alguno está por ganar, pierde. Y entonces vuelvo a empezar. Es de nunca acabar. Capitán - ¡No se deprima, Batocletti! No es tan grave el asunto. Es sólo una cuestión de capital. Batocletti - ¿Eh? Capitán - Como me escucha. Su problema no sería elegir si cuando entrara el conserje, usted le pagara la cuenta y le diera una propina suculenta. Batocletti - No me parece. Capitán - ¿Y por qué no? Batocletti - Porque la propina hay que ganársela y ese viejo vinagre… Capitán - (Interrumpiendo) Por eso no se preocupe. Si ven que tiene plata, inmediatamente son todos sumamente amables con usted. El punto es como generar el capital con lo que tenemos. Los dos miran a su alrededor buscando afanosamente. Se decepcionan. Capitán - Tampoco hay que ahogarse en un vaso de… Batocletti - (Sintiendo la boca seca, la sed que agrieta la garganta) Mirá, te lo voy a decir. Con todo respeto, pero te lo voy a decir. Diciendo refranes, sos un infelí. Capitán - Quiero decir, que no es la única opción. Si no podemos generar capitales, otra posibilidad sería atraer capitales. Batocletti -

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¿Y quién va a traer un billete acá? Capitán - Los italianos. El turismo que vendrá a ver la rica tradición histórica del Pontón, nuestro pródigo acervo cultural y nuestra basta geografía prodigiosa en aridez y… y en Batocletti - ¿Y cuántos italianos van a venir… masomeno… a ojo? Capitán – Teniendo en cuenta la demanda que ocasionará una nueva plaza turística tan exótica, yo creo que…Un montón, Batocletti. Un montón. Además piense que los italianos van a ser los primeros, pero después van a venir de distintas nacionalidades del orbe a disfrutar de nuestro particular micro clima. Este es un clima seco muy codiciado por artrósicos y tuberculosos. Batocletti da un grito de guerra y se sube al murito con la caña a manera de lanza. Desde allí recita un poema gauchesco Chauvinista, haciendo que se acompaña con guitarra. Recita a grito pelado al borde de la lágrima cursi. Batocletti – Lloraba mi santa mama Despidiéndome temprano Pa´ combatir al italiano Mejor dejála a tu hermana No me llore santa madre Si mi pecho para las balas Regará la patria mi sangre No pasarán esos maulas Mientras este corazón valiente Lata con sangre caliente (Al capitán, aclarando:) lata… lata de latir, A este cantor van a oír: A tuito el gringaje traicionero Le quiero decir bien fuerte Acá hay un joven Pontoneño ¡Pontoneño hasta la muerte! Capitán – (Con preocupación hipocrática) ¿Se siente bien, Batocletti? Batocletti – No te das cuenta que cuando los italianos se aviven que somos “solos” van a querer colonizarlos. Tal vez nos esclavicen.

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Capitán – ¿Y fábrica de qué pondrían? Batocletti – ¡Fábricas de nada! Es decir: Empresas de servicios. El Pontón caerá en manos enemigas y tendremos que pagar unos impuestos espantosos. Capitán – ¡Jamás, Batocletti, nunca jamás! El pontón se defiende. Yo conduciré la armada. (Se sube al bote y amenaza blandiendo remos)(Emulando a Humprey Bogart) No me gusta que me presionen… y menos que me presionen impositivamente. Batocletti – Yo, en la sierra, organizaré la guerrilla pontoneña. En el llano seríamos más vulnerables. (Se agazapa.) Capitán - ¡Bravo, Batocletti! ¡El pontón se defiende con la vida! Batocletti – ¿Perdón? Capitán - ¡Que el pontón se defiende con la vida! Batocletti – ¿Tanto? Capitán - Usted lo escribió: Libres o muertos, jamás esclavos. Batocletti – Sí, claro… Pausa Batocletti – Pero… pero si nos matan… si nos matan no vamos a poder armar la resistencia. Capitán - En eso tiene razón, pero ya hemos tomado una postura al respecto y…

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Silencio. Solo se escuchan las febriles elucubraciones cerebrales de ambos. Al mismo tiempo llegan a una solución y se lanzan a corregir el grafiti, al que rearman de la siguiente forma: LIBRES O ESCLAVOS JAMÁS MUERTOS. Capitán – Ahora sí. Se felicitan efusivamente. El desierto diluye la alegría y quedan silentes. Batocletti – Eso del turismo no va a funcionar. Capitán – Pero si queremos producir algún tipo de cambio en las circunstancias adversas de la vida que nos impone esta magra coyuntura de estructuras anacrónicas, es imperioso que generemos capital. Pausa. Los dos quedan meditabundos. Batocletti - Venta de órganos. Capitán - ¿Qué pasa con la venta de órganos? Batocletti - Si lo que buscamos es un mercado seguro y muy rentable lo que tenemos que poner es un venta de órganos. Capitán - ¿Usted cree? Batocletti - Te la bato de una: posta, posta: venta de órganos. Capitán - A ver si nos entendemos: ¿usted no me habla de órganos de iglesia y esas cosas, verdad? Usted me está hablando de… Batocletti - Un mercado seguro. Pausa Reflexiva.

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Capitán - ¿Y de dónde sacaríamos los…? Porque usted y yo, aquí estamos… Batocletti - Los italianos. Capitán - ¿Usted cree que ellos aceptarían que…? Batocletti - No, claro. Yo apunto a los pibes. Capitán - ¿Sacarle a los pibes los…? ¡No, de ninguna manera! Yo jamás voy a … Batocletti - ¿Y quién habló de sacarles, eh? Capitán - Bueno, usted dijo poner un venta de órganos y cuando yo le pregunté de dónde… Batocletti - Nadie habla de sacarles. Esto sería todo legal. Haríamos un documento, firmado por los padres, en el cual nosotros adquiriríamos el órgano en cuestión abonando un precio, que sería el precio de mercado y… Capitán - ¡Eso es un mercantilismo salvaje, desalmado! Siempre va a encontrar en mí un tenaz opositor a esas políticas que… Batocletti - ¡Querés cortarla con el rollo ese! Me tenés podrido. Capitán - ¡A usted no le importa nada con tal de enriquecerse y yo eso lo voy a denunciar hasta el último hálito de vívido aliento que me quede. Batocletti - Escuchá un cachito. Razoná las cosas. Al viejo le parece bien, la madre está chocha y el pibe se queda tranquilo: ¿me querés decir quién sos vos para oponerte? Capitán - Hay un rol social que cumplir y que… Batocletti -

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¡Y precisamente! Al pibe hay que prepararlo para el futuro, porque con un montón de palabras no va a defenderse en la vida. En la vida, ¿con qué va a defenderse, eh? Batocletti - ¡¡¡Con capital!!! Capitán - ¡Pero le van a sacar un órgano! Batocletti - Nosotros no le vamos a sacar nada, en todo caso se lo vamos a comprar, ¿y qué? ¿Vos no conocés a nadie que haya vivido bien toda una vida con un solo riñón, o con un solo ojo? Capitán - Sí, pero… Batocletti - ¿Y alguien que haya vivido bien sin capital? Capitán - No, pero… Batocletti - Y entonces que me venís a joder con eso del mercantilismo salvaje y no sé que cosa. Mercantilismo salvaje es el que me proponés vos. Capitán - ¡¡¡¿Yo?!!! Batocletti - ¡Claro! Al pibe lo dejás sin capital, no morfa, se enferma, no tiene guita para que lo atiendan como corresponde, se termina muriendo en un hospital público y encima, después, le sacan todas las achuras gratis. Capitán - Visto desde ese punto de vista… Pero sacarle un órgano me parece un poco… Batocletti - ¿Un poco, qué? Mirános a nosotros… tenemos dos estómagos y no hay un sánguche en cien kilómetros a la redonda. Pausa El capitán piensa febrilmente. Se va dando cuenta de la verdad revelada y estalla exultante.

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Capitán - ¡Claro, Batocletti, claro! ¡Usted es un teórico genial! ¡Cómo no me había dado cuenta antes! ¡El hombre nuevo! Batocletti - ¿Eh? Capitán - El hombre nuevo es un discapacitado. Batocletti - ¿Lo qué? Capitán - Que el hombre nuevo es un discapacitado. Con su plan transformaremos este mundo egoísta y malvado. A cada cual según su necesidad, de cada quién según su posibilidad. ¡Se imagina! Un ojo de nene pobre para un agujero de niño rico. Ese ojito transplantado a una carita en la que puede ser cuidado, mimado por lentes de contacto de colores… y el hoyito de dónde lo arrancaron, sin la menor tristeza. Al contrario, esa carita ya no será sucia. Tendrá un guiño eterno, un guiño al futuro que se abre generoso lleno de posibilidades, de billetes que permitirán cuidar al ojito que se quedó solito. Que él también tenga sus lentecitos de contacto de colores y no se sienta menos que los demás ojitos. Y así, cuando un buen día, de casualidad los dos ojitos, en sus respectivas caritas, se crucen en una calle cualquiera, se reconocerán hermanitos, y la humanidad toda, será redimida. ¡Se da cuenta Batocletti! Le daremos a los discapacitados la tan ansiada igualdad, erradicaremos la pobreza, el hambre de la tierra. Nadie va a querer estar completo porque eso será un signo de ingratitud hacia la especie y el hombre nuevo portará orgulloso su minusvalía. En las playas, la gente lucirá las cicatrices de sus ablaciones, como signo de opulencia. Los transportes públicos estarán acondicionados para miles de incapacidades. Ya nadie va a mirar con malos ojos al tuerto, al manco todos tenderán su mano y el planeta girará rengo alrededor de su órbita. Batocletti - Vos no entendés nada. Capitán - ¿Cómo? Batocletti - Vos te vas a poner a avivar giles y la monada se va a sacar los ojos como si fueran granitos, van a llenar el mercado de achuras y saturada la plaza, el precio del órgano se va a ir al tacho y todos vamos a ser más pobres que antes y encima discapacitados. No. Así no va a funcionar. Capitán -

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Pero… Batocletti - No va a funcionar. (Los dos se quedan pensativos, abatidos, decepcionados) Capitán - Sabe lo que pasa Batocletti, es más fuerte que yo. Yo creía que iba a ser otra cosa. Batocletti - ¿Qué cosa? Capitán - Todo. Todo iba a ser otra cosa. Cómo me iba a imaginar en esa época que… que… Clima intimista. Batocletti respeta este momento del capitán. Capitán - Si usted supiera, Batocletti. Si usted supiera… Mire, para que se de una idea, la gloria tenía sabor a sal y uno, la sentía al estrellarse contra la cara. El viento henchía las velas y los barcos… Batocletti - ¿Vos navegabas? Capitán - Yo en esa época estaba en tierra. Estudiaba, me preparaba y esas cosas… Si usted hubiera visto esas velas, Batocletti. Si las hubiera visto… Nosotros las mirábamos desde el muelle y sentíamos acá, en el pecho, como el viento las henchía, con que fuerza las guiaba. Cada barco una bandera. Cada bandera un orgullo y un capitán, con uniforme, que desde el puente de mando, oteando el mañana, timoneaba un viaje al horizonte. Con esa sal en la cara, Batocletti… Con esa sal en la cara le juro que no importaba nada. Ni el temor al naufragio ni las goletas piratas. ¿Se da cuenta? Batocletti - (Apenado por no poder) No.

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Capitán - Yo me preparé para la gloria, Batocletti. Me preparé para la gloria… El asalto al horizonte, la victoria… o amarrarme al timón de mi velero y naufragar en el fragor de la tempestad o la batalla. Un lecho de gallardas caracolas custodiando mi tumba, mi velero. Descansar una bella vida en el lecho marino. Sin arriar la bandera ni el velamen. Sin sacar la vista del horizonte, aún allí, en el fondo del agua. Con esa vida, Batocletti, con esa vida, la muerte, es sólo un detalle. Yo me preparé para todo, sí… o casi todo. Pausa. Triste silencio. Capitán - El desierto es injusto, Batocletti. Es muy injusto. Pausa Batocletti - Voy a dar una vuelta Capitán – ¿Justo ahora se va? Venga, quédese. Batocletti se queda y lo abraza con afecto, pero los bajos instintos traicionan al fogoso muchacho que apresa al Capitán por la espalda. El Capitán consigue zafarse y se ofende: Capitán – No sólo que se insubordina, sino que además lo hace por la espalda. Batocletti – No ves que sos un cerrado. Ni una muestra de afecto se te puede hacer que ya… Capitán – ¡Una cosa es el afecto y otra la intimidad posterior! Batocletti – Ta´bien. Si no lo querés ver como una muestra de afecto, vos te lo perdés. Mirálo como una transacción comercial y listo.

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Capitán – ¿De qué habla, Batocletti? ¿No estará insinuando que…? Pausa. El Capitán azorado. Batocletti impávido. Capitán – ¡Batocletti! ¡Usted no conoce los mínimos principios del derecho! La intimidad posterior es una cosa fuera del comercio. ¡Esa es su naturaleza jurídica! ¡Res nulius! Cosa de nadie. ¡Cosa de nadie! Batocletti – (Con suficiencia) Eso era antes. Capitán – ¿Eh? Batocletti – ¡Avivate! Si fuera de nadie, enseguida sería de todos. Todos tendrían derecho a utilizarle la intimidad posterior y usted no podría decir ni “mu”. De res nulius pasaría a ser res comunis. Cosa de todos. Capitán – ¡Res comunis! La intimidad posterior Cosa de Todos… No, no, no. No se lo admito. Uno tiene potestad, derechos inalienables, facultades imprescriptibles sobre su intimidad posterior. Por eso somos hombres libres y… Batocletti – ¡Precisamente! Y como somos libres, podemos venderla, alquilarla. Yo conocí quien hizo con su intimidad posterior contratos de garage… ¡o comodato! Y es muy rentable. Capitán – ¡Será, Batocletti, será! Pero mi intimidad posterior no se negocia. Batocletti – Peor para vos… Capitán – ¿No me diga? Batocletti – Obvio. El Capitán lo mira intrigado. Batocletti – Lucro cesante.

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Capitán – ¿Qué? Batocletti – Y… si no la usás… va a llegar un momento que no vas a poder pagar los impuestos a la renta potencial de la intimidad posterior y te la van a embargar. De ahí al remate hay solo un paso. Capitán – ¿Mi intimidad posterior en remate público? Batocletti, inconmovible, asiente con la cabeza. Capitán – Pero, escúcheme, Batocletti… tiene que haber alguna alternativa. Uno no puede permitir que le claven una bandera roja en medio de su intimidad posterior y después se la lleve el mejor postor. Batocletti – ¿Somos libres o no somos libres? Capitán – ¡Por supuesto! Siempre seremos libres y flameará sobre el Pontón la… ¿Y eso que tiene que ver? Batocletti – Y que si aceptamos ser libres, nos debemos a las reglas del libre mercado y vos sabés… con eso no se juega. Las reglas del libre mercado son estrictas. Muy estrictas. El capitán se queda pensativo y de repente se lanza desaforadamente a corregir el grafiti: MUERTOS O ESCLAVOS, JAMÁS LIBRES. Batocletti – Ah, bueno. Así ya es otra cosa. Pausa. Silencio. Brutal aburrimiento. Los dos dicen simultáneamente, a coro: Capitán - Batocletti – Quécalor Refrescó Pausa. Silencio. Brutal aburrimiento. Se miran e intentan nuevamente, a coro:

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Capitán - Batocletti – Refrecó Quécalor Pausa desesperada. Silencio exasperado. Brutal aburrimiento. Capitán – Escúcheme una consideración previa, Batocletti. Me parece que… Batocletti – ¿Sí? Capitán – No, nada… nada. Batocletti – ¿Siempre nada? Capitán – Mire, Batocletti, se lo voy a decir: su pesimismo me harta. Batocletti – ¿Y me querés decir como se puede tener una pizca de optimismo en este lugar? Capitán – Pensando en las circunstancias adversas de la vida. Batocletti – ¿y eso? Capitán – ¡Es clarísimo, Batocletti! ¡¡¡Clarísimo!!! Usted se deja llevar por los ominosos caminos de oscuras depresiones porque no capitaliza la experiencia. Pero si se pusiera a pensar en como estábamos antes de ayer respecto de ayer, ¿ que me diría? Batocletti – ¡Que tiene que ver! Capitán – ¡Qué diría! Batocletti – Y... que estábamos mejor, que voy a decir.

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Capitán – ¿Y si le preguntase por ayer respecto de hoy? Batocletti – Y... mejor. Mejor, también. Capitán – ¡Se da cuenta! Si usted pudiese cambiar su punto de vista se daría cuenta que hoy estamos mejor que mañana. Y eso es mirar el futuro con optimismo. Los dolores de hoy serán las añoranzas del mañana. ¡La dicha del futuro! Batocletti – ¿Vos decís que es cuestión de mentalizarse? ¿ Ser positivo? Capitán – ¡Claro, Batocletti, claro! ¡Es la fe! ¡Es la fe lo que nos permite desde una perspectiva futurista transformar las angustias de hoy en la felicidad venidera! Batocletti – ¡Aleluya! Capitán – ¡Aleluya! ¡Aleluya, Batocletti! Se da cuenta…dios aprieta pero no existe... La alegría se desvanece. El entusiasmo es arrasado por el viento seco. Pausa desesperada. Silencio. Brutal aburrimiento. Batocletti, abruptamente se sube al bote y empieza a remar en la arena. Está desesperado el capitán intenta calmarlo, contenerlo. Capitán – ¿Qué hace, Batocletti? Espere… espere un poco. Batocletti, frenético, entregado a los remos desoye al Capitán, quien ya se ha metido en el bote. Comienza una tormenta de arena. Capitán – Escúcheme, Batocletti… ¡escúcheme! ¡Por favor…Batocletti! Entienda que esta actitud no lo conduce a nada. Tranquilícese, cálmese. ¡Esta postura no lo lleva a nada! Batocletti, En Seco, detiene su accionar y vomita su almita maltrecha, patética, sobre la arena.

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Batocletti – ¿Y qué cosa “sí” me lleva a algún lado en este rincón? ¡Acá estamos más lejos que la muerte y el olvido! Capitán – Mire la situación con buenos ojos, en todo caso seremos pioneros y... Recuerde que... Batocletti – ¡Cada recuerdo es algo que me falta! Capitán – No se mueva así, Batocletti. Podríamos hundirnos. Crece la tormenta Batocletti – Por lo menos sería algo. Algo cierto, o por lo menos algo nuevo. Algo es mucho. Mucho. Mucho mejor que esto. ¡Eso, vamos, naufraguemos! ¡Sí, naufraguemos! Capitán – ¿Así… en seco? Batocletti – ¿Y qué podríamos perder que valga la pena guardar? Capitán – No… nada, claro… pero ¿así? Sin una causa que justifique la derrota… Aunque sea si tuviéramos una fe cualquiera… aunque fuese una fe equivocada… en algo… en cualquiercosa. Batocletti – (Batocletti, exultante, se hamaca en el bote) ¡Iiiiuuuuujuuu! ¡Vamos a hundirnos! Capitán – ¡No! De ningún modo… todavía podemos aspirar a otro tipo de derrota. Espere. ¡Quédese quieto! ¡Le digo que se quede quieto, qué espere! Batocletti – ¡Nooooo! No quiero esperar más por lo que no llega y no va a llegar nunca. ¡Vamos a hundirnos! ¡Vamos a hacer algo! ¡Algo nuevo! Capitán – ¡No! ¡No! ¡Espere! Mejor… mejor reme. ¡Reme, Batocletti!

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Batocletti – ¡No! Mejor hundirnos… ¡Hundirnos! Capitán- ¡¿Pero por qué?! ¡Por qué! ¡No sea testarudo! ¡¿Dígame cuál es la ventaja?! Batocletti – Que vamo a ´cer algo juntos y no me vas a dar más órdenes. (vamos a hacer) Capitán – Está bien, está muy bien. (El Capitán se saca el gorro, lo tira al pontón y comienza a remar ) Rememos, Batocletti. ¡Vamos rememos! ¿Qué espera? Vamos rememos. Comienzan a remar juntos. Batocletti – ¡Iuujuuu, remamos! ¡Remamos! ¡Estamos remando! Capitán y Batocletti – (Cantan a coro) Aquí está la azzurra esplendorosa, la remera que la roma nos legó… Batocletti – ¡Señor capitán! Capitán – ¿Qué pasa, Batocletti? Batocletti – Estamos remando en seco. Capitán – Usted reme, Batocletti. Usted reme. Que si seguimos remando tal vez regrese el agua. El bote se aleja en el desierto.

Fin

Buenos Aires, 4 de Septiembre de 1998