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  • Ao XXV N 69 Agosto 200758

    La identidad tnico-cultural de lo que ha venido a ser hoy el Noroeste argentino surgi del choque y fusin, de las alianzas, treguas y conflictos entres tres anclajes existenciales de muy diferente signo: el mito amerindio, la utopa hispnica y el logos cientfico-tc-nico de la modernidad. Fue forjndose en el transcurso de su pre-historia, proto-his-toria y proceso histrico propiamente dicho a la manera de superposiciones sucesivas. Inevitablemente esquemtica, tal cual aqu se presenta, esta secuencia de horizontes superpuestos no ha de reducirse a compor-tamientos estancos.

    Slo si se est dispuesto a comprenderla simpatticamente en trminos de identidad escindida. Slo involucrndose en ella a t-tulo de un nosotros agnico e invertebra-do que la comporta sin prisa pero sin pausa. Slo entonces podr avizorarse hasta qu punto, a pesar de todo, asciende desde sus napas ms profundas buscando articularse creativamente en una ecumne. All donde nada de lo que atae a su consanguinidad con lo real-maravilloso del mundo pueda serle arrebatado, a la vez que nada de lo hu-mano y su misterio deba serle extrao.

    1. noa indgena

    Si bien se alcanz el ms alto nivel de de-sarrollo dentro de lo que es el actual cua-drante NOA, ello aconteci a instancias de intermitentes aculturaciones panandi-nas que culminaron, manu militari, con su

    anexin tctico-estratgica al rea centro-meridional dependiente del Imperio incai-co del regado. Sin embargo, por debajo de esa superestructura adventicia, su religacin ms entraable con la Madre de la tierra, Pachamama, fue el verdadero eje vertebra-dor, el mana irrigador de su macro-organis-mo csmico, el anclaje nutricio y terminal en la ondulacin proficua de sus cerros, va-lles y quebradas.

    Slo gracias a ella se habran constituido aquellas culturas agroalfareras en una espe-cie de proto-federacin autnoma, a modo de entidad socio-poltica regional fundada sobre lo que hoy llamamos pactos interpro-vinciales, en caso de que la irrupcin incaica no hubiese interferido su espontneo pro-ceso de diferenciacin y convergencia. Tan slo respondiendo a su llamado, debieron nuclearse con bravura de divinidad ctnica las distintas parcialidades tnicas, al con-juro de los alzamientos diaguita-calcha-ques en defensa del patrimonio comn, para oponerle resistencia durante ms de un siglo antes de doblegarse al conquista-dor espaol.

    Indicios ciertos, entre muchos otros, de que tambin hubieran podido emprender por su propia cuenta procesos de acelera-cin autopropulsiva a la altura de sus fuen-tes. E incluso ms all de stas, sobre todo si se comparan sus logros con los alcanzados por la cultura Draconiana o de La Aguada en el barroco polimorfismo geomtrico-fi-gurativo de sus ceramios y en la metalurgia del bronce.

    El noroeste argentino como cultura regional

    Revista Cultura Econmica Ao XXV N 69 Agosto 2007: 58-63

    GaSpaR RiSCo FERnnDEZ

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    2. noa hispano-indgena

    Se pas, acto seguido, por va de misci-genacin, al alumbramiento de una nueva entidad tnico-cultural bajo rgimen de cristiandad dependiente. De suerte que en ese fundirse prematuro sin llegar a consu-marse del todo el mutuo trasbasamiento de dos mundos, cada uno con su carga de ntimas tensiones no resueltas, qued plas-mada su doble identidad contrapolar. Los cuatro trminos de la ecuacin resultante, dialcticamente articulados por sendas me-diaciones, guardaron entre s flagrantes asi-metras muy precisas.

    Por una parte: (A) la mediacin existente en el interior de su flanco indgena, como la del NOA, a medio camino entre: (a) los Pue-blos Testimonio con neto predominio pre-hispnico, como los del rea panandina, y (b) los Pueblos Nuevos profundamente de-pauperados en su magro ncleo autctono el inculturado y en la dbil intensidad de su impacto el inculturador, como los de la Pampa Hmeda y el Puerto. Y por otra par-te: (B) la mediacin planteada por la Escue-la de Salamanca con la moderna autocrti-ca de la razn colonizadora ad intra de su flanco hispnico en pugna consigo mismo, entre (a) la cristiandad medieval-barroca de los Austrias, unificadora y concntrica, y (b) el proyecto borbnico de la modernidad se-cular, pluralista y ex-cntrico.

    Mientras se mantuvo en pie la cristian-dad dependiente de la Espaa concntrica, el NOA profundiz su religacin fundacio-nal de madre de nuestras primeras ciuda-des mediterrneas con el polo altoperuano-peninsular. En cambio, cuando se impuso el proyecto modernizador de la Espaa ex-cntrica y abierta a los cuatro vientos, el NOA tuvo que resignar su condicin de an-claje terminal de los flujos panandino-alto-peruanos, para convertirse en mero lugar de trnsito entre ambos polos de atraccin: el del Pacfico, antes reservado a la Coro-na, y el rioplatense abierto al Atlntico, por donde Espaa acababa de encontrar la va directa de retorno, no tanto hispnica cuan-to europea, al punto de partida de su incon-mensurable hazaa.

    3. noa militante de la gesta emancipado-ra, aunque no dicho todava en la unidad abstracta de la nacin jurdico-formal

    Con el giro europeizante de los Borbo-nes, reinterpretado y asumido por los crio-llos ilustrados, era lgico que emergieran al primer plano los Pueblos Nuevos silen-ciosamente germinados durante el ciclo fundacional del NOA. Era esperable, en consecuencia, que ste se convirtiera, por su mediadora pertenencia, a la doble ca-tegora de los Pueblos Testimonio-Pueblos Nuevos, en un laboratorio viviente de tie-rra adentro capaz de apropiarse y recrear las innovaciones arribadas al Puerto, tal como haba venido hacindolo con los flu-jos panandinos desde Cinaga-Condorhua-si, Sanagasta-Beln-Santa Mara y Crdoba del Tucumn. Ahora bien, de hecho sucedi todo lo contrario. El Puerto creci de espal-das a la proto-historia y a la enjundia de las tradiciones regionales que lo sustentaban desde el Interior, soando sin embargo de cara a otras etnias, culturas y utopas adve-nientes

    Ya disueltas las virreinales Intendencias de Crdoba y de Salta del Tucumn, el NOA entr en un proceso de desintegra-cin acelerada que culmin con su defini-tiva atomizacin, al declararse autnomas las ciudades cabeceras y zonas respectivas de influencia. Pero goz an de cierta rele-vancia mientras se erigi en uno de los ba-luartes decisivos contra los avances de las tropas realistas. Dos proyectos de liberacin nacional polarizaron la estrategia conjunta de unitarios y federales. Por un lado, el pro-yecto del patriciado urbano (comerciantes y funcionarios de las ciudades-puertos) que aspiraba a retener la representacin unita-ria del todo, incluido el control del comer-cio exterior y de la aduana gracias al cual se haba enriquecido hasta entonces. Por otro, el proyecto de las oligarquas terratenientes provinciales, federativo y partidario de una descentralizacin que propugnaba la enr-gica defensa de las economas del Interior y de sus industrias artesanales contra el libre-cambismo impuesto por los comerciantes.

    Si bien la resolucin de la alternativa se formaliz mediante una transaccin entre ambos sectores contendientes, las amenazas

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    posteriores de que fueron objeto contribu-yeron a que finalmente cristalizara, conso-lidndose el monopolio de la tierra en ma-nos de los caudillos del Interior y recayen-do la hegemona del Puerto y de la poltica exterior en Buenos Aires. As fue como, a pesar de las viscerales incompatibilidades que los separaban, los federales del Interior terminaron entregndoles a los unitarios del Puerto la conduccin de nuestra unidad abstracta en trminos de Nacin jurdico-formal. La alianza-tregua concertada de nada vali, una vez lograda la independen-cia, salvo para ahondar la otra brecha, mu-cho ms profunda todava, entre patriciado portuario-oligarqua agraria y grandes sec-tores populares.

    4. noa marginado, cuando no excluido, en aras de la gesta aluvial

    Transmutada de los Pueblos Nuevos rio-platenses, del Litoral y de la Pampa Hme-da en Pueblos Nuevos pero con perfil ms o menos analogable al de los Pueblos Tras-plantados segn la tonada de origen, la ges-ta aluvial slo poda resultar de un ingente esfuerzo de modernizacin refleja, en cuan-to inscrito en la rbita de los intereses inter-nacionales decretados por los centros hege-mnicos. Tal acople se produjo en ajustada coincidencia entre la Europa exportadora de mano de obra excedente de su ms tem-prana industrializacin y la oferta de nues-tra lite gobernante que le brindaba mayor rentabilidad bajo el incentivo de mltiples emprstitos y concesiones.

    En pocos aos, nuestros desiertos se tor-naron rentables y surcados por redes fe-rroviarias, a la par que operables nuestros puertos para el comercio internacional. F-bricas, centrales elctricas y frigorficos, por doquier. Alambradas las estancias y mecani-zado el agro. La fe, puesta en el liberalismo europeo; la voluntad poltica, en el modelo republicano francs y norteamericano; la confianza toda, en el pragmatismo eficien-tista y disciplinado de las razas anglosajona y nrdica.

    Los gauchos, paisanos y mestizos no tu-vieron cabida dentro de esos planes. No les restar ms que aferrarse a su condicin

    funcional de combatientes. Sobrevivirn en disponibilidad como leva de montoneras, fortines fronterizos y conflictos armados, condenados a desaparecer despus de la Campaa del desierto por va de simple y llana sustitucin ecolgica, otra forma ms sutil de dominacin, quiz menos ex-plcita pero no menos alienante.

    Los Pueblos Testimonio-Pueblos Nuevos del NOA permanecieron prcticamente al margen, cuando no excluidos, de esa deli-berada sustitucin por inmigracin masiva de contingentes forneos. No experimenta-ron una transmutacin de tamaa magni-tud como la de los Pueblos Nuevos con per-fil de trasplantados. Inmersos como estaban en su insularizacin intra-regional, pasaron compulsivamente a desempear dentro del pas, respecto de aqullos, las mismas fun-ciones reflejas de dependencia estructural bajo las que stos quedaron anexados a su vez, como complemento perifrico, a los le-janos centros europeos y angloamericanos.

    5. noa rescatado del olvido por la gene-racin del Centenario

    En un primer intento de anmnesis nacio-nal desde la perspectiva del NOA, la deno-minada generacin del Centenario conci-bi y lider la puesta en obra de un proyecto alternativo, superador de la contrapolari-dad adoptada por Crdoba frente a Buenos Aires. Su ambicin persegua una sntesis mediadora entre tradicin humanstica y modernidad cientfico-tecnolgica a travs de la sugestiva articulacin de dos grandes complejos operativos: el azucarero-artesa-nal, transmutado en primera industria pe-sada del interior del pas, y el universitario, de jurisdiccin provincial pero de cobertura regional, destinado a la formacin de profe-sionales cientficos y tcnicos e igualmente dotado de Institutos de Investigacin sobre el Folklore, la Etnomusicologa, la Arqueo-loga y Antropologa del NOA.

    A partir de ese momento, los vigas ms lcidos de la regin, estimulados por los nue-vos movimientos de ideas surgidas en la de-vastada Europa de las dos guerras mundia-les y transmitidas por sus referentes en gira o expatriados, se abocaron a una autntica

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    y cabal exploracin de su ethos cultural en interaccin con el ecosistema global. Tal es la conclusin que se infiere de la riqusima masa crtica acumulada en la posteriormen-te nacionalizada Universidad de Tucumn durante los rectorados de Juan B. Tern, Julio Prebisch y Horacio Descole, ms all de las distintas tendencias ideolgicas, su-puestos epistmicos y hermenuticos, op-ciones polticas o religiosas puestos en jue-go. Sobre todo si se tiene el debido cuidado de confrontarlas, hacerlas dialogar entre s e integrarlas sineidticamente.

    Lo ms notable fue que, sin renunciar al rigor metodolgico, documentacin proto-colar mediante, hundieron la mirada en los interiores provinciales y descubrieron un NOA secreto. Los pueblos silenciados de tierra adentro todava no haban sido re-absorbidos por las cenizas de sus muertos. Conformaban una constelacin de reservas hispano-indgenas en perfecto equilibrio dentro de sus limbos ecolgicos, a los que se les habran de superponer diacrnicamen-te otras formas del inmoral humano, no ya como estar sino como ser en el mundo. En efecto, a muy corto plazo seran alcanza-dos por las ondas expansivas de una secula-ridad que ya haba atrado a buena parte de la poblacin rural hacia las villas miseria de los conglomerados urbanos o capitales provinciales ms prximos.

    El fuerte contraste que arrojaron los ba-lances de dcadas posteriores pusieron al descubierto dos lneas de productos neta-mente diferenciadas: la superioridad est-tico-moral de las culturas campesinas del NOA frente al irreductible conflicto de las mltiples interpretaciones ideolgico-socia-les en el mbito de la docencia-investigacin universitaria y el dualismo irreversible del desarrollo-subdesarrollo en el rea econ-mico-social de la tecnocracia azucarera. No por casualidad, tanto las cclicas crisis em-presario-sindicales del azcar, como los en-frentamientos docente-estudiantiles-geren-ciales hacia dentro y hacia fuera de la Casa de altos estudios haban terminado siendo funcionales al centralismo del Estado para que el NOA se convirtiera en periferia in-terna dependiente por control a distancia desde la cspide.

    6. El noa en el marco de la identidad na-cional, la patria Grande y la globalizacin

    Nuestro desafo ha de consistir, antes que nada, en re-constituirnos como un noso-tros capaz de albergar en s a todo el hom-bre y todos los hombres de buena voluntad que quieran acogerse bajo la impronta de nuestra identidad, todava inconclusa y en trance de configurar su propio proyecto de Nacin, para realizarlo realizndose en una misma comunidad de destino intransferi-ble. Las nicas reservas de sentido con que contamos han se surgir de lo mejor que pue-dan aportarnos de s mismos los inconexos ethos culturales recin ahora discernibles en su debida luz por la bancarrota de una de-mocracia formal que los haba mantenido traumticamente superpuestos en distintos estratos de dominacin-dependencia al ser-vicio del centro hegemnico de turno.

    Ello requerir, por de pronto, un arduo proceso de reconversiones al que ninguno de esos estratos escindidos habr de con-siderarse ajeno. Reconversin, como tarea previa: desde la univocidad constitucional abstracta operada por la puesta entre pa-rntesis de nuestras diferencias regiona-les, hacia la plurivocidad de un nosotros constituyente y constituido a la vez por el dilogo intercultural de dichas diferencias sin discriminacin ni exclusin alguna. Y reconversin, en forma permanente: des-de el libre crecimiento de cada regin en s bajo la supuesta armona preestablecida por una mano invisible, hacia el crecimiento de unas y de otras como mutua integracin participativa en el seno de un bien comn libremente abierto a la ecumne siempre ma-yor.

    Slo un cambio de escenario en tales tr-minos pondr en marcha el giro copernica-no que reclama la autntica institucionali-zacin-legitimacin-instrumentacin de los poderes y rganos del Estado junto con sus mecanismos de articulacin-gestin-control en todos los mbitos de nuestra praxis social intramundana. Muy en particular, me refie-ro a la exigencia de un viraje en redondo, nunca emprendido: desde las estrategias de aculturacin enquistadas en la trama de nuestras asimetras estructurales, hacia estrategias de revivalizacin autopropul-

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    siva para la equiparacin de los ethos ms postergados que no han tenido an la opor-tunidad de decir su palabra. Sin perder de vista, ya desde el comienzo, la democrtica convergencia que habr de producirse des-de todos los estratos y niveles culturales in-volucrados bajo nuestra voluntad unnime de ser Nacin hacia un dilogo de igual a igual, solidario, interfecundante y forjador tanto de su integracin hacia dentro como de su concertacin hacia fuera.

    La prueba de que ese dilogo de culturas hacia adentro puede convertirse en realidad de carne y hueso est en que ya ha venido anticipndose en medio de las circunstan-cias ms adversas desde nuestro trasfondo colonial hasta irrumpir en el epicentro de esta crisis como una necesidad incontenible de catalizar todos los intentos diferidos. Ll-mense protofederacin de las altas culturas agroalfareras, mestizaje tnico-cultural his-panoamerindio, democracia instintiva de las montoneras, federalismo de los pactos preexistentes, miscigenacin inmigratoria, conquista del sufragio universal, hora de los pueblos, revolucin de las expectativas crecientes, tercer mundo, movimientos de liberacin y por los derechos humanos

    Las simientes del dilogo no fructificarn sino soterradas y dispuestas a morir dando vida. Si lograron subsistir en sus nichos eco-lgicos a espaldas de las lites ilustradas y a contracorriente de la dirigencia poltica, qu podr resultar de un encuentro cara a cara entre las reservas sapienciales de nues-tros desconocidos de siempre y los autn-ticos valores de la democracia poltica mo-nopolizada por el liberalismo, del espritu genuino de la democracia social canalizada por los distintos tipos de socialismo y de la defensa de una justa soberana nacional exaltada por los revisionismos nacionalis-tas?

    Situados como estamos en el cruce epo-cal de este doble movimiento dialgico de culturas, el singularizante de nuestra iden-tidad irrepetible y el totalizador de la actual globalizacin, tarde o temprano hemos de encontrarnos con la formidable propuesta de aquel Derecho de Gentes que qued arrumbado en algn repliegue de nuestra memoria. No podemos pasar por alto la exhumacin de ese paradigma de moder-

    nidad alternativa que, profticamente avi-zorado por la Escuela de Salamanca, fue cobrando formas concretas de realizacin en los claustros de nuestras universidades indianas al calor de las experiencias ms osadas de la evangelizacin constituyente, evangelizadora pero tambin evangelizada por la pregnancia de su misma incultura-cin. El hecho de que nuestras lites criollas lo descartaran de plano para anexarnos al paradigma entonces triunfante de la mo-dernidad que hoy se declara en quiebra es un grave trauma que impide el libre vuelo de nuestra imaginacin creadora.

    Por qu llamar utopa a aquello en lo que todava no hemos probado nuestras fuer-zas? No consistir nuestro indito viable en la repristinacin de este otro paradigma de modernidad que tambin nos pertenece desde entonces y que ahora puede servirnos de pista de lanzamiento hacia: (a) la com-pletitud de nuestra identidad nacional por la incorporacin reestructuradora de los mestizajes ms recientes a nuestro mestizaje de base no terminado de fraguar; (b) la li-bre articulacin del macrocuerpo social de nuestra Patria Grande latinoamericana por el interjuego fraterno de las particularida-des regionales que trascienden sus eventua-les circunscripciones poltico-administrati-vas; (c) la insercin crtica de este nosotros integral e integrado a escalas sucesivas en lo que el actual proceso globalizador tiene de aprovechable para la edificacin de una ecu-mne planetaria ms humana, justa y solida-ria? Retomar la gesta inconclusa del NOA en busca de una Nacin de carne y hueso donde decir su palabra. Tendr la genera-cin del Bicentenario el coraje de poner de nuevo proa a esa razn de nuestra espe-ranza?

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