el vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

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1 El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción cinematográfica. Laura Lazcano Marina. Tutor: Francesc Xavier Pérez Torio. Curso: 2011-2012 Trabajo de investigación del programa de posgrado del Departamento de Comunicación. Departamento de Comunicación. Universidad Pompeu Fabra. Abstract: El presente trabajo de investigación analiza los diversos patrones de significado del icono del vehículo espacial humano en su evolución cinematográfica dentro del género de la ciencia ficción desde el comienzo del S.XX hasta principios del S.XXI. Los elementos considerados son la evolución de sus funciones y su estética. Asimismo, se examina el discurso espacial que articula el vehículo espacial para esclarecer si además de icono, puede erigirse como espacio de representación. Keywords: Vehículo espacial, cohete, nave, estación, ciencia ficción, género, icono, funciones, tripulación, ciencia, historia, progreso, cosmovisión, positivismo, tecnofobia, estética, modernismo, posmodernismo, maravilla, desastre, espacio, lugar.

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Page 1: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

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El vehículo espacial: un icono de la

ciencia ficción cinematográfica.

Laura Lazcano Marina.

Tutor: Francesc Xavier Pérez Torio.

Curso: 2011-2012

Trabajo de investigación del programa de posgrado del Departamento de

Comunicación.

Departamento de Comunicación.

Universidad Pompeu Fabra.

Abstract: El presente trabajo de investigación analiza los diversos patrones de significado del icono del vehículo espacial humano en su evolución cinematográfica dentro del género de la ciencia ficción desde el comienzo del S.XX hasta principios del S.XXI. Los elementos considerados son la evolución de sus funciones y su estética. Asimismo, se examina el discurso espacial que articula el vehículo espacial para esclarecer si además de icono, puede erigirse como espacio de representación. Keywords: Vehículo espacial, cohete, nave, estación, ciencia ficción, género, icono, funciones, tripulación, ciencia, historia, progreso, cosmovisión, positivismo, tecnofobia, estética, modernismo, posmodernismo, maravilla, desastre, espacio, lugar.

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Índice.

1. Introducción. ............................................................................................. 2

1.1. Tema de estudio y objetivos ....................................................................... 4

1.2. Justificación del proyecto............................................................................ 5

1.3. Metodología ............................................................................................... 6

1.4. Corpus de películas y justificación. ............................................................. 7

1.5. Antecedentes bibliográficos ........................................................................ 9

2. Marco teórico. ......................................................................................... 11

2.1. Tipologías del vehículo espacial. .............................................................. 11

2.1.1. Cohete… .................................................................................................. 11

2.1.2. Nave. ........................................................................................................ 11

2.1.3. Estación.. ................................................................................................. 12

2.2. El vehículo espacial en la cultura popular ................................................. 12

2.2.1. Literatura. ................................................................................................. 12

2.2.2. Pintura… .…. ............................................................................................ 15

2.2.3. Cómic. ..................................................................................................... 18

3. Análisis del desarrollo de las funciones del vehículo

espacial ................................................................................................. 24

3.1. El vehículo espacial como transporte ...................................................... 24

3.1.1. Transporte ................................................................................................ 24

3.1.2. El vehículo espacial como canalizador del afán

descubridor y colonizador ......................................................................... 27

3.1.3. El pensamiento positivista: colonización, exploración y progreso ............ 29

3.1.4. La funcionalidad del transporte y su relevancia en el metraje .................. 33

3.2. El vehículo espacial como casa y lugar de trabajo ................................... 34

3.2.1. Habitáculo y lugar de trabajo .................................................................... 34

3.2.2. Ampliación de la cosmovisión ................................................................... 37

3.2.3. Avance narrativo. .................................................................................... 39

3.2.4. La continuación en la narrativa del viaje. ................................................. 39

3.2.4.1. El viaje como deriva. ............................................................................. 41

3.2.4.2. La superación del viaje como temática. ................................................. 42

3.2.5. Funcionalidad del hogar y su relevancia en el metraje. ........................... 44

3.2.6. Avance en el género y la concepción de la ciencia. ................................. 45

3.2.6.1. Cambio de perspectiva en el género CF. .............................................. 45

3.2.6.2. El sueño hecho realidad y el consiguiente cambio en el objeto

de deseo. .............................................................................................. 47

3.2.7. Continuación en la fe científica. ............................................................... 49

3.2.8. Ruptura con la fe científica: tecnofobia. ................................................... 50

3.3. Especialización del vehículo espacial. ..................................................... 56

3.3.1. La especialización en el paradigma de la ciencia ficción. ........................ 56

4. Evolución de la estética del vehículo espacial. ................................... 61

4.1. Relación de la representación cinematográfica con sus antecedentes

Page 3: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

3

en otras artes. ........................................................................................ 61

4.1.2. Pintura. El futurismo. … ............................................................................ 61

4.1.3. Cómic. ..................................................................................................... 62

4.2. La representación estética del vehículo espacial en relación

con sus funciones. .................................................................................. 64

4.2.1. Transporte. .............................................................................................. 64

4.2.2. Casa y lugar de trabajo. .......................................................................... 67

4.2.2.1. La representación de la nave como casa y la ruptura con

los referentes estéticos de la nave-transporte. ........................................ 67

4.3. La estética del modernismo. .................................................................... 70

4.3.1. Discurso estético modernista y su relación con la verticalidad. ................ 70

4.3.2. Streamline Moderne. ............................................................................... 71

4.4. La estética del posmodernismo: horizontalidad. ...................................... 74

4.5. La imagen de la maravilla. ....................................................................... 75

4.6. La representación del desastre en el vehículo espacial. .......................... 79

4.6.1. La destrucción de la nave. ....................................................................... 79

4.6.2. La chatarra tecnológica.……………………………….. .............................. 81

4.6.3. La nave como ruina (La nave abandonada). ........................................... 83

5. Representación del espacio. ........................................................................ 85

5.1. El desarrollo de la percepción del espacio del vehículo espacial. ............ 85

5.1.1. De la elipsis a la construcción del hogar: un salto conceptual en

la percepción del espacio. ....................................................................... 85

5.1.2. El desarrollo de la coherencia entre la estructura exterior y el espacio

interior del vehículo espacial. .................................................................. 87

5.2. La incorporación de la nave al imaginario de lugar. ................................. 88

5.2.1. El espacio del vehículo como casa. ......................................................... 88

5.3. Espacio exterior, espacio interior: una dicotomía. .................................... 96

5.3.1. La experiencia interior. ............................................................................ 96

5.4. Tecnología y espacio. .............................................................................. 98

5.4.1. La tecnología como razón de ruptura en el paradigma de espacio. ......... 98

5.5. Subversión del espacio…… .................................................................. 100

6. Conclusión. ......................................................................................... 105

7. Bibliografía. .......................................................................................... 115

Page 4: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

4

1. Introducción.

1.1.Tema de estudio y objetivos.

El tema de estudio que ocupa al presente trabajo de investigación es el

vehículo espacial humano entendido como icono en el cine de ciencia ficción.

Es necesario aclarar que el estudio se limita a la nave espacial humana – no

alienígena. Para analizar la relevancia, características e incluso el significado

del icono se examinará su utilización desde diversos ángulos, en concreto: su

papel en la narración y la evolución de sus funciones, su estética y la relación

que articula con los personajes de ficción al pasar a ser un espacio de

representación.

Respecto al análisis del desarrollo de las funciones del vehículo

espacial, y partiendo de una perspectiva narrativa, el objeto de estudio en este

apartado es analizar el destino del viaje que se realiza en cada película y definir

cuál es la problemática que afecta al viaje, al vehículo espacial o a ambos. Por

tanto, será importante detectar si existen patrones en la narración, en la

problemática de las películas incluidas según avanzan cronológicamente en el

tiempo. De acuerdo con este punto anterior, es necesario observar cómo se

relaciona el avance en la problemática que se articula en torno al vehículo

espacial con la coyuntura histórica y cultural del momento. Así, pretendo

determinar la presencia de pautas de significado en la narración que se

construyen en torno al viaje y al vehículo espacial, y estudiar si el icono es un

elemento importante de la narración y activa algún significado dentro de las

dinámicas de la ciencia ficción.

El análisis de la evolución estética del vehículo espacial se realizará con

el objetivo de identificar la existencia de patrones en tal desarrollo, además de

intentar una clasificación estética a grandes rasgos. Se prestará atención a

cómo se relaciona la estética del vehículo con las funciones que desempeña la

nave espacial para determinar si esta estética es poseedora o activa algún

significado dentro de las dinámicas de la ciencia ficción. Y también se tendrá en

cuenta el avance en la estética del icono en relación con el contexto cultural del

momento.

Por último se examinará la representación del icono con la intención de

analizar la configuración de su espacio exterior e interior. Llegados a este

punto, conviene aclarar que no sólo resultan relevantes las cuestiones visuales

y el tratamiento del objeto de estudio desde un punto de vista icónico. Sino que

también cobra importancia la manera en que el discurso fílmico articula tanto el

espacio intrínseco de la nave como el que lo rodea por fuera. Adoptando un

punto de vista metodológico, resulta de gran interés para el presente trabajo de

investigación analizar cómo el transporte espacial evoluciona de ser un icono

hasta erigirse como el espacio de representación fílmica (sin perder su

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5

identidad icónica): el escenario. Así, el objeto de estudio también se centrará

en describir cómo asimila el ser humano a su pensamiento antropológico un

espacio como el del transporte espacial con un marcado concepto de

anormalidad debido a la anomalía que representa la maravilla tecnológica de

tal vehículo. Asimismo, se tratará de profundizar en la relación que establece el

ser humano con el espacio de la nave y si esa concepción del espacio se ve

afectada por algún elemento de la coyuntura histórica y cultural del momento.

1.2. Justificación del proyecto.

Acerca de la novedad y relevancia del proyecto, hay que tener en cuenta

que se trata de un tema poco investigado hasta la fecha. No existen estudios

comparados del icono concreto del vehículo espacial con estas condiciones:

pues el análisis que propongo es diacrónico en la historia, esto es, se analiza la

progresión de sus distintos significados desde su primera aparición en el cine

(principios del S. XX) hasta las películas del presente. Los estudios ya

existentes que suscitan un interés en la profundización de este estudio sobre la

iconografía de la ciencia ficción, y sobre el vehículo espacial en concreto, son

un artículo de Vivian Sobchak titulado “Iconography” y recogido en su obra

Screening Space (1987) y otro artículo de Javier Hernández Ruiz “Decorados

del futuro y espacios cotidianos desde un concepto revisado de escenografía”

(1994) incluido originalmente en el número 14 de la Revista Nosferatu. Así,

respecto a estos estudios previos, mi proyecto es significativamente más

amplio y específico, no sólo por el número de películas que abarca sino porque

plantea una profundización más sistemática en las diversas variables estéticas,

históricas y hermenéuticas del objeto de análisis.

Como afirma Vivian Sobchack: ‘el tratamiento visual del vehículo

espacial varía en cada película, y a veces incluso varía dentro de la misma

película’ (p. 68). Partiendo de esta premisa, considero importante realizar un

análisis general y diacrónico del icono del vehículo espacial en la ciencia ficción

(con películas del S.XX y XXI). Porque pese a existir cierta aceptación en torno

a la tesis de Sobchack, sería interesante profundizar en las razones y los

patrones de la evolución estética, funcional y espacial que suscita tal variación

en el tratamiento del icono desde el discurso de la ciencia ficción. En resumen,

investigar y profundizar en el por qué, en el cómo y el cuándo de la tesis

propuesta por Sobchack.

‘Existen ciertos géneros como el western o el cine negro que se

distinguen por su iconografía, la cual resulta imprescindible tanto para la

construcción del género en sí como para su mejor comprensión y asimilación

por parte del espectador. Los iconos de estos géneros adquieren significado no

sólo por repetición - lo que contribuye a elaborar un significado global y

comúnmente aceptado del género mediante el reconocimiento visual de esos

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6

elementos - sino porque actúan de una manera más limitada al de otros

géneros (si lo comparamos con la ciencia ficción). Una prueba de ello la

constituye el hecho de que a menudo se sitúen en un pasado reconocible

(tanto de tiempo como de espacio)’ (Sobchack, p. 65-66).

Sin embargo, Vivian Sobchack defiende que en realidad ningún

elemento de la iconografía de la ciencia ficción resulta imprescindible para

construir el género, pues al contrario que el cine negro y el western, la CF1 no

está sujeta a un tiempo ni a un lugar específico. Con todo, el trabajo indagará si

esta afirmación se cumple, pues pese a que hay que tener en cuenta que ha

habido mucha evolución en el icono, se puede llegar a demostrar cómo pasa

en el plano narrativo de ser el lugar principal donde se desarrolla la historia, a

convertirse en el escenario a nivel de género. No obstante, esta iconografía de

la CF contribuye a evocar lo que pretende representar (el género y todo lo que

ello conlleva). Por lo tanto, el hecho de que la ciencia ficción no se encuentre

sujeta a un tiempo ni a un espacio concreto, implica que sus iconos tampoco lo

estén, y es por ello que varían sus significados, siendo así posible realizar

diferentes interpretaciones y análisis de un solo icono. (Sobchack, pag.66). Y

ese es el motivo por el que otros géneros – como el western y el cine negro –

se presten más a análisis de sus elementos propios, al contrario que la CF.

Asimismo, en este trabajo de investigación no se pretende realizar un

análisis iconográfico del género para hablar de la ciencia ficción, sino que mi

intención es – aceptando que no existe un significado constante derivado de la

repetición visual del vehículo espacial, pues no se enmarca en un tiempo ni

lugar específico – realizar un análisis del icono en el contexto de la ciencia

ficción. Ya que a lo largo de los años, no sólo se ha concebido el vehículo

espacial como un signo de progreso y avance mediante su espíritu colonizador

sino también como una representación directa de la tecnofobia, del miedo al

poder incontrolable de una tecnología, que no es entendida ni aceptada por el

ciudadano común. Por tanto, el método para llevarlo a cabo incide en la

aceptación de que no existe un sólo significado; lo que a su vez motiva una

comparación formal de las películas, con el fin de obtener posibles patrones de

repetición, de significado y de cambio que nos conduzcan a conclusiones

productivas. En definitiva, profundizar en aquello que señala pero a mi humilde

entender no explica Sobchak: las razones y los patrones de representación de

tal variabilidad representativa del icono.

1 En ocasiones, y para referirme a la ciencia ficción, utilizaré el acrónimo CF.

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1.3. Metodología.

La metodología será histórico-hermenéutica. El análisis se llevará a cabo

según la lógica histórica, esto es, se tendrá en cuenta la evolución del icono

tanto en un plano estético como funcional respecto al desarrollo del cine y a los

eventos sociales y culturales propios de la historia del S.XX y del XXI.

Asimismo, se considerará la importancia de los antecedentes culturales del

vehículo espacial en otras disciplinas ajenas al cine como la literatura, la

pintura, los seriales y los comics. El análisis también se efectuará en función

del desarrollo de estas artes tanto como del contexto cultural global en

comparación con el desarrollo del vehículo espacial en el cine. Se procurará

relacionar cualquier cambio en el icono con la coyuntura histórica y cultural del

momento. Así, por ejemplo se tendrán en cuenta las tensiones derivadas de la

carrera espacial, o la desconfianza natural del ciudadano ante la tecnología tras

el paso de la 1ª y 2ª Guerra Mundial a la hora de analizar patrones de

significado creados en torno al vehículo espacial y al viaje.

Como puede observarse, la metodología es coherente con los objetivos

que se ha propuesto este trabajo de investigación. Porque al fin y al cabo, para

analizar la evolución de la nave espacial como icono es necesaria una

aproximación que permita una perspectiva histórica sobre dicha evolución.

Además, mediante una fijación en la historia será posible un intento de

periodización o enumeración de patrones en el tratamiento del vehículo

espacial.

1.4. Corpus de películas y justificación.

Para que el estudio del icono sea posible realizarlo de modo diacrónico y

general, es necesario un análisis desde su primera aparición y a lo largo de

toda la historia del cine. Por ello, he escogido dos películas por década en las

que el vehículo espacial desempeña un rol significativo en la narración y a su

vez son representativas de la historia del contexto histórico de su tiempo. He

intentado incluir los filmes más significativos y con mayor difusión del género en

los que la aparición del vehículo espacial no sea meramente anecdótica.

Una cuestión importante a la hora de seleccionar la filmografía para el

presente estudio es que únicamente se incluyen películas sobre vehículos

espaciales humanos, es decir, creados, pilotados y habitados por seres

humanos. Se excluye, por lo tanto, cualquier tipo de nave que tenga relación

con seres extraterrestres. El motivo halla su justificación en el hecho de que la

intención de esta investigación es (entre otras cuestiones antes descritas como

la descripción de patrones en la representación) plantear un análisis de los

diversos significados en relación a las preocupaciones tecnológicas que articula

el vehículo espacial construido por y para humanos. Por lo que es lógico

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8

delimitar el estudio a naves humanas. Asimismo, el vehículo espacial humano

expone un discurso sobre la evolución – y todas las cuestiones que eso implica

– mientras que el vehículo extraterrestre articula un discurso sobre la otredad,

sobre lo desconocido. Es cierto que los vehículos espaciales humanos también

tienen un factor de extrañamiento estético, pues tratan de representar un

futuro, una maravilla tecnológica. Sin embargo, en las naves extraterrestres ese

extrañamiento funciona debido a la lógica de la otredad, factor que lo hace más

difícil de analizar, y que complica su inscripción en un sistema de significados

relacionados con la historia de la tecnología y la ficción relativa a la

representación del futuro de la civilización humana.

Igualmente, y respecto a la nacionalidad de las películas elegidas, es

necesario aclarar que el grueso de la filmografía elegida es estadounidense,

hecho inevitable pues la mayor parte del cine de ciencia ficción se ha realizado

en Estados Unidos. Se ha intentado alcanzar una variedad más amplia en las

nacionalidades, para otorgar mayor heterogeneidad al corpus de películas, sólo

pudiendo incluir un cortometraje francés, un filme danés, uno alemán, dos

soviéticos y cinco británicos; siendo el resto de la filmografía norteamericana.

El corpus no se ha limitado únicamente al formato de largometraje sino que en

el listado también he incluido un cortometraje (Voyage dans la lune, 1902) y

tres seriales televisivos (Flash Gordon conquista el universo, 1940, Star Trek,

1966, y una de sus secuelas: Star Trek: La nueva generación, 1987).

Para finalizar, el listado de películas que representan el corpus del

presente trabajo de investigación es el siguiente:

1. Le voyage dans la lune (1902, George Méliès, Viaje a la luna), Francia. 2. Himmelskibet (1918, Holger Madsen, Viaje a Marte), Dinamarca. 3. Aelita (1924, Yakov Protazanov), Unión Soviética. 4. Frau Im Mond (1929, Fritz Lang, La mujer en la luna), Alemania. 5. Just Imagine (1930, David Butler, Una fantasía del porvenir), Estados

Unidos. 6. Things to come (1936, William Cameron Menzies, La vida futura), Gran

Bretaña. 7. Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor), Estados

Unidos. 8. Destination Moon (1950, Irving Pichel, Con destino a la luna), Estados

unidos. 9. Forbidden Planet (1956, Fred M. Wilcox, Planeta prohibido), Estados

Unidos. 10. Star Trek (1966, Gene Rodenberry), Estados Unidos. 11. The planet of the apes (1968, Franklin J. Schaffner, El planeta de los

simios), Estados Unidos. 12. 2001: A Space Odyssey (1968, Stanley Kubrick, 2001: Una odisea en el

espacio), Gran Bretaña. 13. Silent Running (1972, Douglas Trumbull, Naves misteriosas), Estados

Unidos. 14. Solyaris (1972, Andrei Tarkovski, Solaris), Unión Soviética.

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15. Star Wars. Episode IV: A New Hope (1977, George Lucas), Estados Unidos.

16. Alien (1979, Ridley Scott, Alien, el octavo pasajero), Estados Unidos. 17. Saturn 3 (1979, Stanley Donen, Saturno 3), Gran Bretaña. 18. Star Wars. Episode V: The Empire Strikes Back (1980, Irvin Keshner),

Estados Unidos. 19. Outland (1981, Peter Hyams, Atmósfera cero), Gran Bretaña. 20. Star Wars. Episode VI: Return of the Jedi (1983, Richard Marquand),

Estados Unidos. 21. Aliens (1986, James Cameron, Aliens, el regreso), Estados Unidos. 22. Star Trek: The Next Generation (1987, Gene Roddenberry, Star Trek: La

nueva generación), Estados Unidos. 23. Alien resurrection (1997, Jean Pierre Jeunet, Alien, resurrección),

Estados Unidos. 24. Star Wars. Episode I: The Phantom Menace (1999, George Lucas),

Estados Unidos. 25. Star Wars. Episode II: Attack of the Clones (2002, George Lucas),

Estados Unidos. 26. Solaris (2002, Steven Soderbergh), Estados Unidos. 27. Moon (2009, Duncan Jones), Gran Bretaña. 28. Star Wars: Episode III Revenge of the Sith (2005 George Lucas),

Estados Unidos.

1.5. Antecedentes bibliográficos.

En este apartado mencionaré brevemente las obras de base que

constituirán los pilares fundamentales para cada capítulo del trabajo de

investigación. Comenzando por la hipótesis sobre la que se sustenta y justifica

el trabajo, hay que mencionar la obra de Vivian Sobchack, Screening Space.

The American Science Fiction Film (1987). En su artículo “Iconography”, la

autora analiza y proporciona las claves del icono del vehículo espacial en el

cine de ciencia ficción que posteriormente me servirán para desarrollar y

defender mis argumentaciones. A continuación, en lo que respecta a las

funciones del icono, me apoyaré fundamentalmente en El cine de ciencia

ficción (2002) del autor J. P. Telotte, que trata minuciosamente todo lo

concerniente al género de la ciencia ficción focalizado al cine. En lo relativo a la

estética del vehículo espacial, me centraré en los trabajos sobre el modernismo

y el posmodernismo realizados por David Harvey y Jean François Lyotard

recogidas en la obra del primero: La condición de la posmodernidad (1998),

que definen dos de los ejes teóricos principales a partir de los que estructuraré

la evolución del discurso estético que se puede deducir del icono a medida que

cambia. Igualmente, la obra de Fredric Jameson, El posmodernismo o la lógica

cultural del capitalismo avanzado (1995) y el artículo de Susan Sontag “La

imaginación del desastre” serán útiles a la hora de establecer equivalencias

entre ciertas teorías posmodernas y rasgos estéticos y culturales de los

vehículos espaciales que analizaré. Finalmente, para el capítulo dedicado al

Page 10: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

10

análisis de la representación del espacio, me ayudaré de La poética del

espacio (1957) de Gaston Bachelard y El hombre y el espacio (1969) de Otto

Friedrich Bollnow para analizar las relaciones antropológicas que los ocupantes

del vehículo espacial desarrollan con el espacio, y cómo a la inversa, este

espacio afecta e influye en su manera de comportarse con él.

Page 11: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

11

2. Marco teórico.

2.1. Tipologías del vehículo espacial.

En este apartado, pretendo definir el concepto de nave espacial y de sus

posibles variantes con la intención de acotarlo y permitir al lector una mejor

comprensión del objeto de análisis. Como el concepto de “nave” es amplio y

puede dar lugar a equívocos, considero necesario adoptar un término general

capaz de englobar los tres anteriores (cohete, nave y estación espacial). Creo

que el más adecuado es vehículo o transporte espacial, por lo que de aquí en

adelante lo utilizaré para referirme al icono de modo general.

2.1.1. Cohete.

Se trata de un vehículo espacial que depende del empuje que le

proporciona la expulsión de gases de combustión de uno o varios motores

incorporados. Una vez alcanza el espacio, la máquina se mantiene dinámica en

todo momento e implica un despegue vertical previo y, en ocasiones, un

aterrizaje posterior en el destino o en su retorno a la Tierra – también vertical.

Su trayectoria puede estar dirigida previamente desde un control en la Tierra o

puede disponer de paneles de mando en su interior que permitan variar la ruta

establecida. En términos generales, la mayor parte de los cohetes se

caracterizan por un cuerpo alargado y fino, aunque sus proporciones pueden

variar pero esa es la estructura estética predominante que puede apreciarse

desde los primeros cohetes que se concibieron, como el “proyectil” tosco en el

que viajan los astrónomos de Un viaje a la luna (1902, Méliès) hasta los ya

propiamente diseñados y perfectamente equipados como el elegante cohete de

Con destino a la luna (1950, Irving Pichel).

2.1.2. Nave.

Otro artefacto capaz de desafiar la ley de la gravedad que impera en la

Tierra es la nave espacial. Al igual que el cohete, depende de la propulsión a

chorro de un motor para su despegue pero a diferencia del primero, las formas

posibles que puede adoptar son mucho más numerosas y con frecuencia se

mueven en el espacio de manera horizontal. Su despegue se asemeja bastante

al de un avión actual, es horizontal y va inclinándose ligeramente hacia arriba

hasta que logra una horizontalidad absoluta. La apariencia común de la nave

espacial va desde el clásico platillo volante, hasta cargueros de gran superficie

con todo tipo de mejoras y diseños. Por lo que dentro de este apartado, se

incluye tanto la nave de Planeta Prohibido (Fred M. Wilcox, 1956) como la de

Alien (Ridley Scott, 1979), por ejemplo.

Page 12: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

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2.1.3. Estación.

Por último, el término de estación espacial puede referirse tanto a

grandes naves que flotan estáticas o en ligero movimiento en el espacio como

a construcciones - también estáticas - que pueden flotar o encontrarse

asentadas en una base (ya sea de un planeta, o de un asteroide, por ejemplo).

A diferencia de los cohetes, la estación espacial comparte con la nave la

variedad de diseño y funciones asignadas. A menudo cuenta con espacios para

almacenar y permitir la llegada de otras naves de aprovisionamiento, para que

los tripulantes de la estación sean capaces de moverse libremente por el

espacio. Suelen superar en tamaño tanto a las naves como a los cohetes y

normalmente gozan de una infraestructura mucho más compleja que los dos

anteriores aunque en ocasiones carecen de motores.

2.2. El vehículo espacial en la cultura popular.

Resulta imprescindible trazar un recorrido en las distintas artes para

identificar las fuentes del icono cinematográfico centrándome en sus

antecedentes como apoyo para mi posterior análisis. Para ello, recurriré a la

literatura de H.G.Wells y Julio Verne entre otros. Por otro lado, no descarto

añadir fuentes de diferentes disciplinas artísticas como la pintura y los cómics

que sin retratar el transporte espacial sirvan como apoyo a un análisis de la

estética o de la representación cinematográfica del mismo.

2.2.1. Literatura.

Si realizamos un breve itinerario histórico por los orígenes del vehículo

espacial en el cine como motivo visual, es necesario remontarse a los

antecedentes literarios con Luciano de Samosata en el S.II. En su cuento

Relatos Verídicos, incluido en la obra titulada Relatos Fantásticos, el escritor

narra las aventuras de unos marineros que van navegando en barco por el

océano, cuando repentinamente les alcanza un tifón que eleva su barco por los

aires hasta la luna.

“Por el mediodía, cuando ya no se veía la isla, de pronto sobrevino un

tifón que arrastró a la nave en su torbellino y la lanzó por los aires como unos

trescientos estadios, y ya no la dejó caer sobre el mar; sino que, suspendida en

lo alto en el aire, fue presa del viento que impulsaba las velas y combaba la

tensa lona. Durante siete días y otras tantas noches surcamos los aires, y al

octavo avistamos una gran tierra en medio del aire, como una isla, brillante y

esférica, resplandeciente con gran luz. Nos fuimos acercando a ella, y,

fondeando allí, desembarcamos” (Samosata, p.31-32).

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Teniendo en cuenta la obviedad de que en el S.II no se poseen

referentes de ningún tipo sobre naves ni cohetes espaciales, es lógico

considerar el “barco volador” de este relato como uno de los antecedentes del

icono cinematográfico que se estudia en este trabajo. Por lo que, dejando a un

lado el tono fantástico del relato, cabe la posibilidad de enmarcarlo como un

antecedente literario a la nave espacial.

Si avanzamos hasta el S. XVI, Ludovico Ariosto con su obra Orlando

furioso (1532) es otro buen referente del viaje espacial literario, aunque esta

vez no se recurre a la imagen del barco. Orlando Furioso es un extenso poema

épico de influencia medieval sobre el amor y el honor. En concreto, es la trama

de Astolfo la que aquí nos interesa, pues se propone viajar a la luna con la

intención de explorar el territorio selenita, y lo hace montado en un carruaje

tirado por caballos.

“…preparose un carro que estaba destinado para recorrer las regiones

celestiales: era el mismo en que desapareció en otro tiempo Elías ante la vista

de la asombrada multitud en las montañas de Judea. El santo evangelista unció

a él cuatro corceles más resplandecientes que las llamas; Astolfo se colocó en

él, empuñó las riendas y lo lanzó hacia el cielo, que llegó en breve a la región

del fuego eterno pero el santo amortiguó milagrosamente su ardor mientras la

atravesaron. Después de haber pasado por la esfera de fuego, se dirigieron

desde ella al reino de la luna; vieron que en su mayor parte brillaba como un

acero bruñido y sin mancha, y lo encontraron igual, o poco menos, contando en

su tamaño los vapores que le rodean, a nuestro globo terráqueo con los mares

que lo circundan y limita.” (Ariosto, p.598, canto XXXIV).

Orlando Furioso no es más que otro relato de tintes fantásticos en lo que

al vehículo utilizado para viajar a la luna se refiere. Pero, y al igual que en la

narración de Samosata, en el S. XVI tampoco era posible concebir nada

mínimamente parecido a una nave espacial, por lo que resulta lógico que los

autores de esas épocas recurriesen a los conceptos que les resultaban más

familiares para componer sus creaciones sobre viajes espaciales.

Un siglo más tarde, en 1657, se publica en Paris Historia cómica de los

estados e imperios de la Luna, cuyo autor, Savinien de Cyrano de Bergerac

(1619-1655) ha sido considerado en cierta ocasión como uno de los

precursores de la ciencia ficción literaria. El protagonista de la obra decide

construir una máquina para viajar a la luna. Prácticamente no se ofrece

ninguna descripción de la “máquina” en cuestión y lo único que el autor francés

permite conocer al lector es que cuenta con un motor. El protagonista intenta

activarla pero al fracasar en su primer intento, la arroja a un monte donde unos

soldados la encuentran y, no identificando lo que es, la lanzan a una hoguera

para que arda. En el momento en que van a encender las mechas para que

comience la hoguera, el protagonista salta y se coloca sin pretenderlo encima

de su máquina, cuyo motor se activa por los cohetes y las mechas que tiene

Page 14: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

14

debajo; y así sale éste volando e impulsado hacia la luna. Bergerac deja a la

imaginación del lector tanto la apariencia de la “máquina” que permite a su

inventor viajar a la luna como el hecho de que éste llegue allí impulsado por los

cohetes de la máquina o por su buen funcionamiento.

“Le arranqué la mecha y me arrojé enfurecido en mi máquina para

romper el artificio que la envolvía. Pero llegué tarde, pues apenas puse los pies

en ella, heme aquí elevado a las nubes. …. Sabed pues, que habiendo la llama

devorado una fila de cohetes, otra fila se prendía, luego otra, de modo que el

salitre ardiendo alejaba el peligro aumentándolo. Gastada, sin embargo, la

materia, hizo que el artificio fallara, y, cuando ya no pensaba más que en dejar

la cabeza sobre la de alguna montaña. Sentí que mi ascenso proseguía, y

habiéndose la máquina desprendido de mí, la vi caer hacia tierra” (Bergerac,

p.27).

Ya en el S.XIX, el referente literario en viajes espaciales no es otro que

Julio Verne (1828-1905). En dos de sus novelas se trata el tema del vehículo

espacial. Una de ellas es De la Tierra a la Luna (1865), obra en la que se

detalla con minuciosidad tanto la construcción del cohete como los preparativos

necesarios previos para su lanzamiento al espacio exterior. Mientras que la

siguiente, Alrededor de la Luna (18702), su continuación, es en la que Verne

comienza el relato desde el momento en que los tres aventureros protagonistas

se introducen en el “cañón” que va a viajar a la Luna hasta el final de la

expedición.

Esta segunda obra comienza en el momento en que los tripulantes están

accediendo al interior de la máquina: “Acercáronse los tres viajeros al interior

del orificio del enorme tubo de hierro fundido y una grúa volante los bajó hasta

el casquete cónico del proyectil” (Verne, p.13). A pesar de que Verne no se

extiende demasiado en la descripción del exterior del vehículo, sí ofrece

detalles más técnicos que aportan verosimilitud al conjunto: “Se recordará que

aquel vagón aéreo medía en su base una superficie de 54 pies cuadrados, con

una altura de 12 pies hasta la cima de la bóveda”. (Verne, p.46) El lector ya ha

podido llegar fácilmente a la conclusión de que el vagón aéreo del que se habla

aquí no es más que una gran bala de cañón hueca y de construcción tosca, por

lo que sorprende el contraste con su interior: “Iluminado así el interior del

proyectil, apareció convertido en un saloncito confortable, almohadilladas sus

paredes y enmueblado con divanes circulares. El techo se redondeaba en

forma de cúpula” (Verne, p.14).

2 Aunque se sabe que se escribió aproximadamente veinte años antes, en el mismo año que se publica la

novela de Verne, sale a la luz Una temporada en el más bello de los planetas de Agustín M. Acevedo Rodríguez (1806-1874), quien firma bajo el pseudónimo de Tirso Aguimana de la Veca. Publicada por entregas en la Revista de España, la novela trata sobre un científico alemán y su aprendiz español que

deciden viajar en globo a Saturno. Brian J. Dendle, en su artículo “A romantic voyage to Saturn”, expone que esta historia es deudora de la imaginación de Verne pese al medio que utilizan sus protagonistas para surcar primero los cielos y posteriormente el espacio exterior.

Page 15: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

15

Si hasta entonces los personajes literarios habían viajado al espacio

exterior en barco (Relatos Fantásticos), en carruaje (Orlando Furioso) o en un

artefacto con cohetes acoplados (Estados e imperios de la luna), se aprecia

que no es hasta el año 1865 que un escritor aborda el tratamiento del vehículo

espacial acercándose ciertamente a la descripción de un cohete tal y como lo

concebimos hoy en día.

Respecto al S.XX, H.G.Wells (1866-1946), uno de los escritores más

importantes de ciencia ficción, no puede ser ignorado. Publica Los primeros

hombres en la luna en 1901, novela sobre un empresario y un científico que

viajan a la Luna en una nave que han construido ellos mismos, con la ayuda de

una sustancia anti gravitatoria llamada “Cavorita” que les resulta de lo más útil

para su travesía hacia la Luna. Junto con Verne, H.G.Wells es otro de los

pocos autores que propone un vehículo cuya apariencia se asemeja a la de

una nave. Asimismo, es posible apreciar en este autor la importancia que le

concede a la “Cavorita” a la hora de hacer funcionar el vehículo espacial, hecho

que por otra parte puede asociarse con la influencia de Isaac Newton, quien ya

en el S.XVII estableció las bases físicas de la hoy conocida como ley de la

gravedad, algo imposible de reflejarse en autores anteriores como Ariosto o

Samosata por ejemplo.

“Imagínese usted una esfera – me explicó - , lo suficientemente grande

para contener dos personas con sus equipajes. La haremos de acero, forrada

de grueso vidrio; contendrá una buena provisión de aire solidificado, alimentos

condensados, agua, aparatos de destilación, y lo demás, y por fuera, hasta

donde sea posible. Sobre el acero de la armazón, llevará una capa de

Cavorita... La esfera interior, de vidrio, debe ser hermética y, salvo el hueco de

entrada, continua, y la esfera de acero puede ser hecha en secciones, cada

sección capaz de enrollarse, como una celosía metálica” (Wells, p.373-374).

“Ya teníamos lista nuestra esfera de grueso vidrio, en posición bajo la

grúa que habíamos erigido para alzarla y ponerla dentro de la cubierta de

acero. Todas las barras y celosías de la cubierta de acero – la cual no era en

realidad de forma esférica, sino poliédrica, con una celosía enrolladiza en cada

cara – había llegado ya. En marzo, la Cavorita estaba a medio hacer y la parte

metálica había pasado dos de los períodos de su fabricación, y ya habíamos

adherido una buena mitad de ella en las barras y celosías de acero”. (Wells,

pag.377)

2.2.2. Pintura.

2.2.2.1. Futurismo.

El futurismo nace como vanguardia artística en Italia, concretamente,

bajo la firma de Filippo Tommaso Marinetti, quien redacta el Manifiesto

Page 16: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

16

Futurista en 1909. El movimiento busca romper de manera revolucionaria con

la tradición pictórica anterior y se caracteriza, entre otras cosas, por un interés

por lo tecnológico, lo cual conlleva la exaltación de la máquina, y por ende del

movimiento, el dinamismo y la velocidad. Existe, por tanto, una obsesión por

plasmar y representar objetos (máquinas) en movimiento en el espacio (lo cual

puede extrapolarse a los vehículos espaciales en el cine). Esto llevó a los

partidarios del Futurismo a afirmar lo siguiente:

“el espacio, concebido como algo absoluto, desaparece ante los ojos del

espectador, pues tanto el movimiento como la luz lo destruyen. Que el espacio

debe pensarse como la acción simultánea del movimiento característico

particular del objeto con la transformación que el mismo experimenta en su

desplazamiento en relación con el ambiente móvil e inmóvil que lo rodea”

(Summa Pictorica, v. X, p.226-227).

No pretendo afirmar que exista una influencia directa entre el futurismo y

la ciencia ficción. Simplemente sostengo que el Futurismo como vanguardia se

caracteriza por unos postulados artísticos que pueden fácilmente suponerse

como complementarios a la lógica estética con la que posteriormente opera la

ciencia ficción en el cine. Y concretando un poco más, en cuanto al el tema de

este trabajo, es posible afirmar (y así lo hacen teóricos de la ciencia ficción

como V. Sobchack) que el vehículo espacial en el cine conlleva una fascinación

por la tecnología, unido a lo que eso implica: el progreso social y en una escala

más insignificante, la actividad física de esos transportes y los viajes espaciales

que se realizan en ellas. Por lo que recurro a cuadros pertenecientes al

movimiento Futurista a la hora de hablar de vehículos espaciales en el cine en

tanto a que ambos (vehículos en el futurismo y en la CF) espacios son

representados en constante mutación y transformación y se puede observar

una lógica estética coincidente, si bien no hablamos de una comparación

directa ni de características exactas coincidentes.

En este primer cuadro, Incuneandosi nell’ abitato (Diving on a city) de

1939 por el artista Tullio Crali (1910-2000), es posible apreciar la sensación de

vértigo y movimiento que produce posiblemente el interior de un avión

precipitándose hacia una aglomeración de edificios. Refuerza esta idea el

hecho de que el pintor haya elegido presentar su cuadro desde un ángulo

oblicuo y superior (picado), de tal manera que lo único que sugiere es que el

piloto va a estrellarse contra la ciudad de un momento a otro. Es obvio que en

la representación de la máquina en pleno movimiento la violencia de la acción

inminente se ha plasmado a la perfección. Como se afirma en el tercer punto

del manifiesto futurista: “…Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo,

el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo” (Summa

Pictorica, v. X, p.225).

Page 17: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

17

Ilustración: Incuneandosi nell’ abitato (1939, Tullio Crali).

Otra pintura donde puede apreciarse la plasmación de la velocidad, del

movimiento de una máquina es Dinamismo de un auto (1912) del futurista Luigi

Russolo (1883-1947). Exceptuando el tono oscuro del vehículo, abundan los

colores primarios del paisaje y las líneas geométricas de un rojo agresivo, que

contribuyen a expresar la idea de desplazamiento de la máquina. Este cuadro

expresa muy bien de modo pictórico lo afirmado en el cuarto punto del

manifiesto futurista: “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido

con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su

capó adornado…. un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla

es más bello que la Victoria de Samotracia” (Summa Pictorica, p.225).

Ilustración: Dinamismo de un auto (1912, Luigi Russolo).

Por último, la tercera pintura - Velocidad del automóvil (1913, Giacomo

Balla) - es un ejemplo más de la representación del dinamismo de la máquina

tecnológica y la negación del espacio absoluto. Precisamente por la obviedad

de esas líneas vibrantes y circulares, que oscilan tras el paso rápido del

artefacto, son las que señalan que el espacio representado cambia a cada

paso que recorre, no es el mismo pues ha sido influido por las propiedades del

ambiente en el que se mueve a toda velocidad.

Page 18: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

18

Ilustración: Velocidad del automóvil (1913, Giacomo Balla).

Tras ver como representaron los pintores futuristas en el S.XX la

máquina en pleno movimiento en el lienzo, la conclusión a la que se puede

llegar es que no es preciso señalar aquí tanto los antecedentes del vehículo

espacial en el cine sino ciertas coincidencias estéticas, que como ya se ha

aclarado previamente en ningún momento pueden relacionarse directamente

entre sí.

2.2.3. Cómic.

El cómic comparte y aúna características de las dos disciplinas

anteriores: la plasmación pictórica de lo visual (en las ilustraciones) y lo literario

en los textos y los diálogos. Por lo que, una vez terminado el apartado del

Futurismo en pintura, en el que, como ya hemos visto, se ha recurrido con

frecuencia al uso de las formas geométricas y los colores primarios y

difuminados para evocar la idea de movimiento, pasamos al cómic, disciplina

que comparte estos métodos a la hora de representar la sensación de

dinamismo en las máquinas. Mientras que es posible referirse a la literatura y la

pintura – aunque esta última no en tan mayor medida – como antecedentes del

vehículo espacial en el cine, el cómic, tal y como lo conocemos hoy en día,

goza de un desarrollo más tardío, por lo que las primeras aventuras espaciales

no tienen lugar hasta bien entrados los años treinta con la aparición del

personaje de Flash Gordon en el mundo de la historieta.

Como ya he señalado previamente, una de las incursiones más

tempranas y destacables de la novela gráfica en la space opera tiene lugar con

las primeras tiras dominicales de Flash Gordon publicadas entre 1934 y 1939

por Alex Raymond. Flash Gordon es un ciudadano que viaja en un avión el

mismo día que se anuncia que un planeta desconocido va a colisionar con la

tierra. El avión sufre un accidente y éste se ve obligado a lanzarse en

paracaídas con una pasajera. Aterrizan en las dependencias de un científico

que estaba construyendo un aparato para salvar el mundo del choque del

planeta que se aproxima descontrolado. El científico les obliga a entrar en el

cohete que ha construido para frenar al planeta. Flash consigue reducir al

Page 19: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

19

científico y variar así el rumbo del cohete, que se dirige ahora al planeta Mongo

y se estrella en una montaña. Ahí es donde comienzan el resto de sus

aventuras.

En las viñetas de la izquierda se aprecia el despegue del cohete en el

que viajan Flash, su compañera y el científico, y cómo, al igual que en las

pinturas futuristas que hemos analizado anteriormente, se recurre a un uso del

color algo emborronado y las líneas alrededor del cohete que dan expresividad

y ayudan a entender que está a punto de remontar su vuelo hacia el espacio.

Un tratamiento similar del vehículo espacial se ve en las viñetas de la derecha,

pertenecientes al siguiente comic que se va a analizar.

El mismo tono épico y uso de la nave se aprecia en las viñetas de The

Strange Adventures of Meteor Martin, ya en la década de los cuarenta. Piloto

de la Patrulla de la Luna, el héroe de esta historieta firmada por Basil

Wolverton, se dedica a sobrevolar el terreno lunar cuando unas naves

alienígenas se acercan amenazadoras por lo que debe improvisar un aterrizaje

y salvar posteriormente a una chica en apuros. El vehículo espacial vuelve a

usarse como una mera excusa para justificar la sed de aventuras del

protagonista que se desplaza constantemente en varios para sortear los

obstáculos que le surgen. Estéticamente también pueden equipararse las

naves de Meteor y Flash pues los exteriores de los vehículos a menudo

demuestran ser “híbridos” de cohete y nave en lo que a forma exterior se

refiere. Apenas se dedican viñetas a mostrar el interior de estas naves y en las

que puede atisbarse algo se aprecian interiores muy vacíos, únicamente con

controles de mando y en ocasiones asientos; lo que refuerza la idea de que su

máxima aspiración es la de transportar rápidamente a los héroes de un lugar a

otro.

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20

Si avanzamos hasta la década de los cincuenta, encontramos un

personaje de peso en la historia del cómic: Tintín. En concreto, son los dos

volúmenes que tratan sus aventuras espaciales los que interesan en este

apartado: Objetivo la Luna (1953) y Aterrizaje en la Luna (1954). El objetivo

principal de la misión de Tintín es viajar al satélite lunar para investigarlo,

ofreciendo un tipo de ‘peripecias espaciales’ más realistas que sus

predecesores.

Ilustración: Viñetas (pag.2) de Aterrizaje en la luna en el que se aprecia el interior y el exterior del cohete en el que viaja Tintín nada más comenzar su viaje hacia la Luna.

Ilustración: Una vez aterrizan en la Luna, Tintín y uno de sus compañeros instalan un dispositivo de observación para estudiar las características del satélite (viñetas de la p.32 de Aterrizaje en la luna).

En la misma década, aunque unos años después, aparecen novelas

gráficas como El mundo futuro (1955, Boixcar3) o Sky Masters of the Space

3 Boixcar fue el pseudónimo del dibujante de comics catalán Guillermo Sánchez Boix (1917-1960,

Barcelona). Autor de otras novelas gráficas como El Murciélago (1943), El Puma (1946) o Hazañas Bélicas (1948), publica su primer cómic de ciencia ficción El Mundo Futuro en 1955 para la editorial Toray.

Consta de 102 números y cada historieta está formada por 10 páginas. No hay un protagonista fijo pero todas las aventuras tienen lugar en el espacio exterior, en planetas desconocidos, y se caracterizan por ser historias auto conclusivas, con un comienzo y un final adecuado, satisfactorio para el lector. Concretamente, en el número 51 “Se ha perdido una nave” (tebeo del que he extraído las primeras viñetas superiores y la información), se habla de dos pilotos de mercancías que viajan de la Tierra a Marte. Mientras que uno de ellos está comprometido con una mujer, el otro, debido a los celos, planea colocar un artefacto explosivo en su nave para poder quedarse con la chica. Sin embargo, el plan fracasa porque el primer astronauta había dirigido su nave vacía por radio y cuando esta explota, el astronauta no se encontraba dentro. A pesar de los avances tecnológicos y todos los progresos de la era espacial, se muestra que la problemática humana sigue siendo la misma: amor, celos, traiciones.

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21

Force4 (1958, Jack Kirby) entre otras muchas. Ambas se caracterizan por un

tratamiento semejante del vehículo espacial: mientras que en Flash Gordon y

Meteor Martin el vehículo sirve a los héroes para completar sus misiones, en

estos nuevos, el transporte espacial se entiende de una manera más civilizada

e integrada en la sociedad, cumpliendo un rol de integración en la faceta

laboral de los protagonistas. Sus tripulantes ya no son héroes ávidos de

emoción y velocidad sino astronautas y/o trabajadores que utilizan la nave

como un medio para acometer su profesión. Una diferencia fundamental que

marca el cómic de Tintín con los siguientes analizados (El mundo futuro de

Boixcar, por ejemplo) es que ya se han terminado los viajes de carácter

científico con el fin de aprender y descubrir todo lo posible sobre nuevos

planetas y satélites. Pues ahora que el hombre ya conoce el nuevo terreno,

considera que ya está preparado para explotarlo económicamente.

Ilustración: El mundo futuro de Boixcar.

Ilustración: Sky Masters of the Space Force de Jack Kirby.

Este tono más realista también se ve reflejado en la estética y la

apariencia de los cohetes. En ambos cómics, el vehículo espacial es lo más

parecido a un cohete largo y fino. Comienzan a cobrar más importancia los

interiores, bien amueblados y equipados con la mejor tecnología: escotillas,

4 Sky Masters of the Space Force: (1958, Jack Kirby) Este comic nace a partir de la tira de ciencia ficción

Space Busters. Puede resumirse como la narración realista de las aventuras espaciales del astronauta Sky y su tripulación a bordo de las naves de la época. Puede apreciarse en la segunda franja de tres viñetas.

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paneles, pantallas, controles de mandos y multitud de botones, clavijas e

interruptores. Si existe alguna diferencia es que la función objetiva del vehículo

en El mundo futuro es la de transportar mercancías de Marte a la Tierra (como

apreciamos en las viñetas superiores); mientras que la función del cohete en

Sky Masters no es otra que la de explorar el espacio exterior.

Hasta ahora hemos visto y analizado los distintos tratamientos del

cohete y de la nave en el cómic, por lo que finalmente, en los años sesenta

contamos con un último ejemplo de vehículo espacial en la historieta. Se trata

de la estación espacial en Space Family Robinson5 (1960, Del Connell) en la

que vive la familia protagonista de la novela gráfica. Se concibe la estación

espacial como la casa en la que habita la familia Robinson, con todo tipo de

comodidades y habitaciones. No sólo eso, sino que también cuentan con

pequeñas naves adicionales que utilizan para desplazarse y explorar otros

planetas. El interior de estas naves no se muestra demasiado pero lo que se

adivina es bastante simple, con un panel de mandos para dirigirlas y asientos

para la tripulación. Como curiosidad añadiría que la mayor parte de los

números comienzan con la familia Robinson en una viñeta en que se muestra

una panorámica del exterior de la estación espacial – como puede verse en la

viñeta izquierda- para después mostrar como la familia se desplaza en

cápsulas fuera de la estación – como puede verse en las viñetas derechas-.

Finalmente, para concluir esta sección del vehículo espacial en el comic,

es relevante apreciar cómo el transporte pasa de ser considerado un medio

5 Me ha parecido interesante avanzar hasta los años sesenta en el comic a través de Space Family

Robinson porque tanto la serie de televisión (Lost in Space, 1965) como la película homónima (1998)

existentes son posteriores al comic, por lo que el tratamiento de la estación espacial es originario de la novela gráfica. Asimismo, me ha permitido completar la última variante del vehículo espacial (la estación) pues ya había analizado el cohete y la nave en los comics anteriores. Space Family Robinson comenzó a publicarse en 1962 y continuó plasmando las aventuras de esta familia en el espacio durante veinte años más a lo largo de 59 volúmenes. Del Connel y Dan Spiegle fueron los responsables de narrar y dibujar la historia de los Robinson, quienes deben lidiar con todo tipo de aventuras en el espacio exterior mientras intentan descubrir una manera de regresar a su casa en la Tierra.

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eficaz y activo para solucionar a corto plazo el desplazamiento entre escenarios

de peligro y aventuras (Flash Gordon y Meteor Martin) a un medio más

doméstico de ganarse la vida, como en Mundo Futuro, o de calmar el ansia de

explorar la inmensidad del espacio exterior, como en Sky Masters of the Space

Force. Ya en los años sesenta, el rol activo del vehículo evoluciona

notablemente también en apariencia estética, pues se incorpora la estación

espacial con la familia Robinson, que no sólo la habita como hogar flotante sino

que además siguen utilizando la nave para desplazamientos.

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24

3. Análisis del desarrollo de las funciones del vehículo espacial.

En este apartado pretendo examinar cómo han evolucionado las

funciones de la nave: desde constituir un vehículo de transporte en las primeras

películas anteriores a los años cincuenta hasta convertirse en una máquina con

infinidad de funciones. También pretendo ahondar en las razones que

promueven los cambios en la capacidad tecnológica de la nave en

comparación al desarrollo científico del siglo XX y en la problemática que

articulan tales cambios: como son el pensamiento positivista y la confianza en

el desarrollo científico o, al contrario, la tecnofobia.

3.1. El vehículo espacial como transporte.

3.1.1. Transporte.

Pese a la obviedad de que el vehículo espacial es en sí un transporte y

se define objetivamente por esta función, es necesario considerar sus límites y

establecer una comparativa entre las películas seleccionadas. Por tanto, y

aunque este cometido de transporte se extienda a todos los vehículos

espaciales que se incluyen en este trabajo, también es posible concebirla como

la función primaria y única en esta primera categoría de películas. Casilda de

Miguel lo corrobora en su estudio del vehículo espacial en la ciencia ficción en

el que afirma que ‘la ciencia ficción es un género itinerante cuya estructura

narrativa es la de un itinerario y la máquina se utiliza para llevar a cabo este

desplazamiento’ (p.192). Este patrón se observa indistintamente en las siete

primeras películas incluidas en este trabajo de investigación: Viaje a la Luna

(1902, Geoge Méliès), Aelita (1924, Yakov Potazanov), Frau Im Mond (1928,

Fritz Lang, La mujer en la Luna), Just Imagine (1930, Gerard Butler, Una

fantasía del porvenir), Things to come (1936, W.C.Menzies, La vida futura),

Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) y Destination Moon

(1950, Irving Pichel, Con destino a la luna).

Partiendo desde el cortometraje de 1902 de Méliès, Viaje a la luna,

encontramos que los viajeros son los hombres ilustrados de la época, unos

estudiosos de la astronomía cuya aspiración es la de viajar en cohete a la Luna

para explorarla. En el caso del filme soviético Aelita (1924), el ingeniero que

viaja a Marte lo hace con la intención de socorrer a la reina de ese planeta. El

conflicto central vuelve a girar en torno a la problemática del viaje en filmes

como Frau Im Mond (1929) y Con destino a la luna (1950) pues en ambas el

objetivo de los astronautas es la demostración de que la expedición hasta la

Luna puede ser completada con éxito en grandes cohetes diseñados por

ingenieros. En el alunizaje de los cosmonautas de Frau Im Mond, de Fritz Lang

se cuestiona la existencia de oro en el satélite lunar; mientras que el periplo

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espacial ideado por Irving Pichel se decanta por reflejar las tensiones e

ilusiones de la carrera espacial de la época.

Un ejemplo de héroes modélicos lo proporcionan los ocupantes del

cohete de La vida futura (1936, Menzies), que se dirigen a la Luna en nombre

del progreso, con el objetivo de ensanchar horizontes físicos e intelectuales.

Una sed de aventuras espaciales más orientada hacia lo épico se hace patente

en filmes como Just Imagine (1930, Gerard Butler) y en el serial de los años

cuarenta Flash Gordon conquers the universo (Ray Taylor) en el que abundan

las hazañas a bordo de un vehículo espacial cuya función no es otra que

permitir al héroe desplazarse de un lugar a otro. En el caso de los

protagonistas de Just Imagine, dos científicos que intentan demostrar una vez

más que pueden realizar un viaje al espacio exterior (a Marte) y volver sanos y

salvos; mientras que en el serial de Flash Gordon, se evidencia por completo

esa función de desplazamiento del vehículo espacial debido a que el héroe se

ve obligado a trasladarse continuamente a parajes desconocidos para resolver

los conflictos en los que se ve envuelto. Por tanto, se ve justificada la tesis de

Casilda De Miguel sobre el género y el vehículo espacial en este primer grupo

de películas pues en todas ellas es posible apreciar una estructura narrativa

centrada en torno a un viaje y un vehículo espacial cumpliendo una función

mediadora para que esa travesía sea factible.

Una de las motivaciones que justifican este comportamiento del vehículo

espacial – que su función se vea limitada al transporte – es una mentalidad o

reflexión del viaje al espacio que podría considerarse como ingenua. Se trata

de una falta de experiencia previa que determina que lo único a lo que se

aspira en un principio es a alcanzar gradualmente pequeñas metas, de ahí el

acotamiento de la función. Dicho de otro modo, el hecho de que no haya

habido viajes al espacio anteriormente limita la concepción del destino del viaje

a los referentes más cercanos: la luna, como satélite terráqueo o planetas

cercanos, como es Marte.

Respecto al imaginario de viajes y a sus restricciones también

contribuye la ausencia de referentes de vehículos en la época. Los pocos

vehículos propiamente construidos o diseñados para ir al espacio los habían

descrito Verne en el S.XIX y H.G.Wells un siglo después, lo cual se hace

patente en el diseño y la concepción de los vehículos en las películas antes

mencionadas, que beben de los modelos descritos en la literatura. Por tanto,

aunque es posible juzgar una evolución estética evidente en todos estos

vehículos, el aspecto funcional sigue viéndose mermado. Como el diseño

estético y las prestaciones van íntimamente ligados, es lógico que una escasez

de referentes en los que basarse para representar los vehículos espaciales se

traduzcan en una representación un tanto básica, rudimentaria o, al menos,

poco especializada. Esa falta de especialización afecta al rendimiento, que se

ve ostensiblemente limitado. Y combinado con las restricciones del imaginario a

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26

la hora de designar un destino para el viaje espacial (relativamente cercano

respecto a los viajes en un periodo posterior) se traduce en que su función

primaria, y única, se limite a transportar seres humanos al espacio. Aquí se

observa la simplicidad del cohete de Viaje a la luna (1902, G. Méliès) durante

su construcción en el taller (que es el único momento en que puede verse su

interior, aunque inacabado). Inmediatamente debajo, no resulta muy diferente

la imagen del espacio vacío del cohete de Just Imagine (1930, Gerard Butler)

con los protagonistas alrededor de los paneles de mando.

Ilustración: Interior del cohete de Viaje a la luna (1902, Méliès) durante su construcción.

Ilustración: Interior del cohete de Just Imagine (1930, G.Butler).

Así la nave transportadora se revela como el primer estadio en la

evolución del objeto de estudio. Y monopoliza la representación del vehículo en

las películas anteriores a los años 50 (a excepción de Himmelskibet de 1918).

Asimismo, hay que especificar que del listado de filmes que conforman el

análisis se extrae que la mayoría de los vehículos son cohetes, con la

excepción de la nave en Aelita. El caso de Aelita es interesante, porque a pesar

de que es la única que no es un cohete, no es más que una cápsula espacial

con forma de globo, lo cual recuerda a los antecedentes literarios estudiados

en el segundo capítulo: H.G.Wells, que propone una cápsula esférica, o

Aguimana de la Veca, que imagina un viaje a Saturno en globo, e incluso el

relato de Edgar Allan Poe, La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall de

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27

1835, en el que su protagonista viaja en globo hasta la Luna. Aquí se aprecia

una imagen del despegue de la cápsula de Aelita, nada más atravesar el techo

del cobertizo donde se encontraba oculta.

Ilustración: Despegue de la cápsula espacial de Aelita (1924, Yakov Protazanov).

3.1.2. El vehículo espacial como canalizador del afán descubridor y

colonizador.

Como ya he señalado previamente, en numerosas ocasiones el objetivo

final del viaje realizado en estos cohetes no es otro que llegar al destino (por

eso sólo funcionan como transporte) y una vez allí, demostrar que el viaje ha

sido posible, ya sea con una transmisión por radio como en Con destino a la

luna (el cohete de esta película es el único que permite una transmisión en

directo) o en Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) cuyos

tripulantes también comunican sus progresos por radio a la Tierra. En otras

ocasiones, como la infraestructura de los cohetes no lo permite, la tripulación

debe esperar a su vuelta a la Tierra para poder demostrar que han ido y vuelto

con éxito, por lo que sustraen algún objeto que pueda servir de prueba: en Just

Imagine, por ejemplo, los ocupantes del cohete se llevan en su viaje de vuelta a

uno de los súbditos de la reina de Marte, lo que convence al juez de un tribunal

en la Tierra de que los protagonistas efectivamente han viajado hasta Marte y

han vuelto. El teórico del cine J.P.Telotte establece una de las claves implícitas

de la función primaria del vehículo espacial en el cine de ciencia ficción en la

introducción de su libro:

‘La exploración de los desconocido por medio de viajes al espacio exterior

es un impacto que inevitablemente aumenta el alcance de nuestro conocimiento e

indaga en nuestra verdadera percepción del universo. Destaca la promesa, así

como la amenaza, de la razón, la ciencia y la tecnología para rehacer nuestro

mundo y nuestra relación con él…’ (p.22).

El esfuerzo del hombre por intentar comprender el misterio del universo

en su totalidad le lleva a valerse de vehículos espaciales para poner en práctica

Page 28: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

28

su empresa. La determinación de descifrar lo que para él supone una incógnita

también supone ampliar horizontes en nombre del progreso6. Siendo este

pensamiento el paso previo que da pie al siguiente comportamiento: el afán de

colonización, sin olvidar el peligro que esto conlleva, tanto para los

colonizadores como para los colonizados.

Por ello, una vez que la tripulación de estos cohetes entiende que ha

logrado el viaje, la naturaleza humana se impone y el deseo de exploración

deja paso al de conquista y colonización del nuevo terreno. En Viaje a la Luna

de Méliès, los hombres cultivados que viajan a la Luna manifiestan su miedo a

lo desconocido atacando al primer selenita que encuentran sin que este haya

hecho nada para merecerlo. Como es natural, la ofensiva de los astrónomos

desata una hostilidad entre razas, lo cual termina con el arresto de los

humanos, la consiguiente huida de estos y persecución final por parte de los

selenitas. Algo similar puede apreciarse en los viajes realizados en Aelita y Just

Imagine, donde los tripulantes colonizadores se ven juzgados por los

habitantes del planeta explorado a causa de una torpeza de los primeros. En

Aelita, poco antes de la llegada del vehículo espacial, somos partícipes del

rechazo de ciertos habitantes de Marte ante la llegada de un terrícola. En Just

Imagine es una vez más la falta de entendimiento entre culturas la que lleva a

los habitantes de Marte a apresar a sus visitantes. En Frau Im Mond, al no

encontrar vida en la luna, los astronautas colonizadores sufren las

consecuencias de un defecto típico humano, la avaricia, pues habían llegado

hasta allí con la esperanza de encontrar oro.

En esta primera fase que constituyen las películas anteriores a los 50, o

que utilizan la nave simplemente como medio de transporte, el vehículo

espacial no es tan importante como su función, que es la de llegar al espacio

anhelado y puede entenderse como catalizador del afán de descubrimiento y

conquista humana. A menudo con efectos negativos, como ya hemos visto. Por

tanto, se articula la aspiración de conquista y descubrimiento pues lo que no

conocemos es precisamente aquello que queremos descubrir. Casilda de

Miguel coincide con este tono heroico:

‘El espíritu épico y aventurero acompaña al hombre del vehículo espacial. A

menudo la CF está más cerca de las viejas épicas que de la ficción realista. Se

cuentan hazañas heroicas y se habla de viajes espaciales como escenarios

adecuados para la exploración, la aventura y la guerra imaginaria’ (p.211).

Por lo que al vehículo espacial se solapa la imagen de hazaña

legendaria, como puede verse ejemplificado en el serial televisivo Flash Gordon

6 En relación con este deseo de exploración, De Miguel afirma “El hombre del espacio también va, como

el del western, buscando planetas nuevos para explorarlos, colonizarlos y explotarlos, con el mismo

espíritu aventurero que movía a los hombres del oeste” (p.169).

Page 29: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

29

conquers the universe (1940, Ray Taylor), cuyo héroe se mueve

constantemente en cohetes para derrotar a los enemigos y monstruos que le

salen al paso salvando a su compañera las veces que haga falta.

3.1.3. El pensamiento positivista: colonización, exploración y

progreso.

El positivismo es una corriente filosófica originada en Francia a principios

del S.XIX que defiende el procedimiento científico como el único método válido

para obtener conocimiento y progreso. Uno de sus principales representantes

fue Augusto Comte (1798-1857), entre cuyos discípulos pueden distinguirse

nombres como los de Joseph E. Renan o Karl Pearson. Defendían los aspectos

provechosos de la ciencia destacando el efecto educativo del método científico:

‘La ciencia moderna, en cuanto adiestra al entendimiento a un análisis de los

hechos exacto e imparcial, es un tipo de educación especialmente adecuada

para promover una ciudadanía sana’ (Frederick Coppleston, v.8, p.121). De

hecho, Pearson llega incluso a afirmar que ‘el pensamiento científico es por sí

mismo progreso humano y no simplemente un acompañamiento o una

condición de tal progreso’ (Coppleston, v.8, p.121). Esto aplicado a los viajes

espaciales – pues el progreso científico es el que permite mejorar el diseño

tecnológico de los vehículos espaciales haciendo así posible el viaje – ayuda a

ampliar horizontes (mentales y físicos) tanto en sentido figurado como en el

literal. Asumían sin ningún género de dudas que ‘la ciencia ensancha las

fronteras del conocimiento humano’ (Coppleston, v.8, p.122).

Otros rasgos por los que se definía un movimiento como el positivismo y

que pueden ser aplicados a la función primaria de transporte de estos cohetes,

son el nuevo dominio que intenta ejercer el hombre sobre su ambiente, su

espacio. Según Renan, ‘El hombre tiene el poder y el derecho de elevarse por

encima de los hechos y especular acerca del universo’ (Coppleston, v.9,

p.117). Incluso el hecho de que pensasen que la ciencia es algo que nos

proporciona la capacidad de predecir el futuro y que todo auténtico

conocimiento de la realidad nos viene a través de las ciencias (Coppleston, v.9,

p.118) puede verse justificado en los primeros progresos tecnológicos

apreciados en los vehículos espaciales de este apartado.

Un análisis del aspecto positivista en el monopolio de la función

transportadora en la representación de los vehículos espaciales anteriores a los

años cincuenta se ve justificado en el hecho de que los ocupantes de estos

vehículos demostraban una firme creencia – quizá algo ingenua – en el

progreso científico como modo de alcanzar una meta hasta entonces imposible.

Pues aún con cohetes toscos y escasamente desarrollados, prevalece una

confianza ciega en la ciencia a la hora de lanzarse al espacio y explorarlo.

Page 30: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

30

J.P.Telotte califica como “la Era de las Máquinas” (“El cine de ciencia ficción”,

p.100) al período comprendido aproximadamente entre la primera y la segunda

Guerra Mundial, y se caracteriza según Richard Guy Wilson porque ‘la máquina

y sus productos cada vez penetraron más en la vida moderna’ (p. 100). Telotte

afirma que en esta etapa ‘hubo no sólo un nuevo entusiasmo por la ciencia y la

tecnología, sino también una efusión de escritos utópicos que especulaban

sobre el posible impacto de esos nuevos desarrollos’ (p.100-101). Esa

admiración por la ciencia se refleja en la aparición de estos primeros vehículos

espaciales y la carga positivista que transmiten. Así, estos vehículos espaciales

en el cine representan ese pensamiento común e ideas positivistas de la época

y paralelamente son el medio para cumplir y llevar a la práctica ese sueño o

creencia en el progreso.

No es difícil deducir que la filosofía positivista no es la razón directa de

que los primeros vehículos espaciales únicamente se usasen para desplazarse.

Pero, y a pesar de que el análisis del pensamiento positivista puede extenderse

y ser aplicado a todos los vehículos espaciales incluidos en este trabajo de

investigación, tiene sentido enfocarlo al afán de exploración y de colonización

del espacio o de los planetas y satélites cercanos a la tierra. Y así, entender el

ansía de explorar y de colonizar como un impulso que se focaliza en la

creencia absoluta en la ciencia como modo para lograr el progreso, para

conseguir hazañas impensables, para ampliar las fronteras físicas e

intelectuales de la humanidad y, por último, como modo de llevar la civilización

a lugares todavía sin descubrir.

Atendiendo a los personajes, en Viaje a la Luna de Méliès, los

responsables de encarnar las ideas positivistas son los astrónomos que viajan

en cohete a la Luna. Son hombres estudiosos y respetados que confían en sus

conocimientos científicos para romper una barrera, la del viaje espacial, y hacer

consciente así a la población terrícola de la existencia de otras civilizaciones. El

ejemplo de Aelita demuestra como la mayoría de las ocasiones es el ser

humano quien causa desastres sin que la tecnología nada tenga que ver con

ello, pues el viajero llega a Marte en la cápsula espacial que ha construido, en

principio para atender una llamada de socorro de la reina, y termina liderando

una revolución y matando a la reina.

La actitud de los protagonistas de Frau Im Mond hacia la tecnología

también se ve respaldada por las ideas positivistas de los dos protagonistas,

que al contrario que sus compañeros, no están interesados en apoderarse del

oro de la Luna sino en los detalles científicos que posibilitan el viaje. Algo

similar ocurre con los científicos de Just Imagine, que construyen un cohete

para demostrar que una expedición a Marte está dentro de los límites de la

realidad. Pero uno de los ejemplos más claros de la filosofía positivista que

subyace tras la concepción de los viajes espaciales y el pensamiento de sus

ocupantes se encuentra en la película Things to come, en cuyo final somos

Page 31: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

31

partícipes del discurso de un personaje mientras vemos el cohete alejándose

en la inmensidad del espacio. Consciente de su insignificancia como ser

humano, declara que ‘todos los planetas del universo deben ser conquistados y

los misterios del universo resueltos’. De esta manera, se ve ejemplificada la

sed de progreso por la que también se caracterizaban los filósofos positivistas,

pues los personajes del filme confían en el viaje espacial para prosperar como

civilización. Por lo que, entendiendo el positivismo como la creencia en el

progreso y en la ciencia como modo de alcanzar la perfección, el último filme

Con destino a la luna ilustra una vez más – aunque en un contexto de

competencia con el bloque soviético – la posibilidad real de cruzar el espacio

exterior y llegar a la Luna. En la última imagen, observamos a los astronautas

estudiando concienzudamente las posibilidades de enviar un cohete al espacio

con éxito. Mientras que en esta imagen más inmediata, vemos ejemplificado el

discurso positivista de uno de los líderes contemplando el despegue del cohete.

Ilustración: El padre de una de las astronautas en Things to come (1936, W.C.Menzies) observa el cohete alejarse en el espacio mientras pronuncia su discurso positivista.

Ilustración: Los astronautas de Con destino a la luna (1950, Irving Pichel) estudian las posibilidades de enviar un cohete con éxito a la Luna.

Joseph Ernest Renan, uno de los discípulos de Comte, afirmó que ‘El

conocimiento de la realidad se obtiene mediante la observación y verificación

Page 32: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

32

de hipótesis empíricas’ (p.116, v.9, Coppleston). El positivismo concedió

concedieron un papel muy importante a lo que supuso el método científico en el

avance y el progreso humano. Y así se escenifica en estos filmes, en los que

los ocupantes del vehículo espacial con frecuencia son concebidos por la

sociedad como héroes valientes y cultos que ponen sus conocimientos a su

servicio para lograr un bien común. Se trata de una caracterización positivista

de los personajes, ensalzados como líderes ejemplares que se sirven de la

tecnología para conseguir el progreso. Se promueve, así, una actitud

respetuosa hacia lo tecnológico aplicado a la ciencia, que en ningún caso

provoca desastres sino todo lo contrario, conduce a la humanidad hacia el

progreso y la evolución. Abajo se puede apreciar la heroización de los

astrónomos en Viaje a la luna (1902, G. Méliès), cuyo despegue se ve

respaldado tanto por miembros de la marina como por mujeres vestidas con

trajes oficiales. En Frau Im Mond (1924, Fritz Lang) sin embargo, es el pueblo

llano y la prensa quienes van a despedir a los valientes que viajarán al espacio.

Ilustración: Las fuerzas de la marina acuden a despedir el cohete en el que viajarán los astrónomos de Viaje a la luna (1902, G. Méliès).

Ilustración: La prensa asiste al despegue del cohete de Fritz Lang (Frau Im Mond, 1928) para inmortalizar el valioso momento.

Page 33: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

33

Ilustración: En la misma película (Frau Im Mond, 1928, Fritz Lang) también acude en masa la población para no perderse el espectáculo y despedir a los héroes que viajarán al espacio.

3.1.4. La funcionalidad del transporte y su relevancia en el metraje.

Cuando el vehículo espacial únicamente sirve como transporte para sus

ocupantes, su espacio interno se limita, y no se muestra demasiado en

pantalla, concediéndose más importancia a su exterior. En Viaje a la luna de

Méliès (1902) se da un caso curioso pues el único momento en que es posible

distinguir algo del interior del cohete es durante su construcción. Se produce

una elipsis visual de su interior desde que los astrónomos se introducen en el

vehículo hasta que llegan a la Luna, por lo que puede afirmarse que en ningún

momento se ve el interior del cohete terminado y con los astrónomos dentro

interactuando durante el viaje. Del cañón de Méliès pasamos al interior de la

cápsula espacial de Aelita (1924) que se muestra únicamente durante cinco

minutos aproximadamente hasta que sus ocupantes desembarcan en Marte no

habiéndose registrado ningún suceso significativo en el interior. El cohete de

Fritz Lang ya nos ofrece más minutos (alrededor de media hora) para

contemplar su interior con más detalle, pudiendo distinguir sus diferentes

compartimentos, escotillas, panel de mandos, etc hasta que llegan a la Luna.

Del cohete ideado por Fritz Lang pasamos al de Just Imagine (1930),

cuyo interior puede contemplarse durante unos cinco minutos sumando el

tiempo del viaje de ida y el de vuelta y se revela un espacio pobre, equipado

únicamente con un panel de mandos para pilotar el vehículo. Un tiempo incluso

más reducido se nos permite ver el interior del cohete de Things to come

(1936) hacia el final de la película. Entran los astronautas al cohete y

prácticamente unos minutos después no se vuelve a ver el interior del vehículo.

Tampoco es demasiado lo que se permite ver del interior de los cohetes en los

que se mueve Flash Gordon (1940) revelándose espacios limitados en cuanto

a equipamiento. Al igual que el de Just Imagine, el panel de mandos es todo lo

que tienen. Y finalmente es en Con destino a la luna (1950), donde más tiempo

(una hora) puede contemplarse el interior del cohete, pues los astronautas

pasan gran parte del filme recluidos hasta que llegan a la Luna. Siendo ésta la

Page 34: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

34

última película de este grupo (vehículo espacial como transporte) y como ya he

afirmado con anterioridad, su cohete demuestra un cambio de funciones del

vehículo entendido como transporte al vehículo espacial concebido como un

habitáculo. Aunque el cohete aquí sigue utilizándose únicamente como

transporte hay acciones importantes que tienen lugar en su interior por lo que

se trata de la película que marca el cambio de funciones en el vehículo

espacial.

Por consiguiente, existe una relación entre el hecho de que el vehículo

espacial únicamente se utilice para el transporte con la relevancia que el

tratamiento visual le concede. La función primaria de desplazamiento implica

que la problemática, las acciones significativas desde un punto de vista

narrativo, tienen lugar en el exterior (el planeta al que ha llegado la tripulación)

por lo que al interior del vehículo espacial no se le confiere demasiada

atención. De esta manera, la estructura narrativa de estas películas influye

restringiendo la representación interna del vehículo espacial, pues es posible

apreciar un aumento gradual del tiempo que aparece el interior de estos

vehículos en pantalla desde el cortometraje de Méliès (Viaje a la Luna) hasta

Con destino a la luna de 1950.

3.2. El vehículo espacial como casa y lugar de trabajo.

3.2.1. Habitáculo y lugar de trabajo.

Este apartado representa el siguiente estadio a los cohetes (pese a no

estar exento en las primeras películas de vehículos espaciales tratadas

anteriormente) que se revela natural debido a que el transporte evoluciona

según pasan los años y la cosmovisión y tecnología humana contemplan la

posibilidad de viajar más allá de la órbita terráquea, a lugares más remotos.

Así, en esta categoría habría que diferenciar dos grupos de vehículos. En el

primero se incluyen aquellos vehículos cuya función de transporte sigue

desempeñando un rol medianamente importante, pero cuyo espacio ha

evolucionado para ser utilizado tanto como habitáculo como lugar de trabajo.

Es este primer grupo el que determina la transición entre funciones (transporte-

casa) con los vehículos del grupo anterior. Coincide que la gran mayoría de

estos vehículos son naves espaciales7. Mientras que en el segundo grupo, se

incluyen las estaciones espaciales 8que, debido a su frecuente condición

7 Las películas correspondientes son: Himmelskibet (1918, Holger Madsen, Viaje a Marte), Forbbiden

Planet (1956, Fred M.Wilcox, Planeta prohibido), Star Trek (1966, Gene Roddenberry), 2001 Odisea en el espacio (1968, Stanley Kubrick), El planeta de los simios (1968, Franklin J. Schaffner), Star Wars (1977-2005), Silent Running (1972, Douglas Trumbull, Naves misteriosas), Alien el octavo pasajero (1979, Ridley Scott), Aliens: el regreso (1986, James Cameron), Alien: Resurrección (1997, Jean Pierre Jeunet). 8 Las películas correspondientes de este grupo de las estaciones son: Star Wars (1977-2005), Solaris

(1972, Andrei Tarkovski), Saturno 3 (1979, Stanley Donen), Atmósfera cero (1981, Peter Hyams), Solaris (2002, Steven Soderbergh), Moon (2009, Duncan Jones).

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35

estática, han conseguido desembarazarse de la condición de trasporte de los

grupos anteriores. En estas estaciones también se vive y se trabaja.

Por otra parte, si los vehículos espaciales analizados anteriormente se

caracterizaban por enmarcarse en un orden cronológico desde principios del

S.XX hasta mediados – el último cohete estudiado es el de Con destino a la

luna (1950, Irving Pichel) –, las naves mencionadas en este apartado continúan

desde los cincuenta hasta la actualidad. La única excepción a mencionar sería

Himmelskibet (1918, Holger Madsen, Viaje a Marte), pues aunque

cronológicamente pertenece al grupo anterior (el vehículo espacial como

transporte) e incluso se pueda afirmar que la función principal de ese cohete es

la del transporte, sí se observan hechos en su interior que la encuadran más en

este grupo: acciones rutinarias tales como dormir o comer e incluso se produce

un intento de motín a bordo. En definitiva, se trata de hechos que apuntan al

interior de ese vehículo más como una casa-transporte.

Partiendo por orden desde Himmelskibet (1918, Holger Madsen, Viaje a

Marte) encontramos que la intención de los expedicionarios no es otra que

probar que es posible volar hasta Marte y volver sano y salvo a la Tierra. Al

representar este filme danés una excepción en este grupo (no sólo porque se

trate de un cohete sino porque es obvio que la narrativa se focaliza en torno al

viaje y no a lo que tiene lugar en el interior del vehículo) es de señalar que los

ocupantes del vehículo no trabajan en él, pero sí se puede apreciar cómo

pasan los días en su interior desarrollando una rutina: comen, se acuestan,

discuten entre ellos, etc. El caso de Planeta Prohibido (1956, Fred M.Wilcox) ya

es más obvio: la tripulación acude a auxiliar a una expedición anterior al

planeta Altair IV, y una vez han aterrizado vemos cómo siguen utilizando el

platillo volante de habitáculo y lugar de trabajo, reparando piezas en su interior

y construyendo nuevos artilugios para la misión encomendada. En la serie de

Gene Rodenberry, Star Trek (1966), los ocupantes del Enterprise se han

embarcado en su interior durante un tiempo indefinido, por lo que resulta

habitual contemplarles desarrollando sus funciones y llevando a cabo los

pequeños actos rutinarios en sus habitaciones. No difiere mucho del estilo de

vida que llevan los ocupantes de la nave Discovery en 2001: una odisea en el

espacio (1968, Stanley Kubrick) pues durante el tiempo que dura el viaje a

bordo, en repetidas ocasiones es posible apreciar cómo llevan a cabo

pequeños trabajos de mantenimiento.

Page 36: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

36

Ilustración: Capítulo 1x01 Star Trek, 'La trampa humana'. Dos de los ocupantes de la nave se disponen a comer.

En el caso de Alien, el octavo pasajero (1970, R.Scott), el filme

comienza con una imagen de la tripulación despertando en sus camas y

disponiéndose a desayunar. El hecho de que los vehículos espaciales se

conciban como casas, también da lugar al ocio: la secuencia inicial de Silent

Running (1972, D.Trumbull) es la de una carrera (entre los ocupantes a bordo

de la nave) en mini coches por el jardín que se supone deben cuidar. Su misión

es mantener con vida los últimos bosques de la Tierra, por lo que las tareas de

jardín son frecuentes. En la saga de Star Wars son numerosas también las

tareas que desempeñan los ocupantes de las naves y estaciones espaciales:

desde vigilar y proteger al emperador en la Estrella de la Muerte hasta reunirse

con mandatarios en otras naves. En el caso de Solaris (1972) de Tarkovski y su

remake dirigido por Soderbergh en 2002, no existe una misión concreta en el

interior de la estación espacial (pues la mayoría de sus ocupantes

aparentemente han enloquecido) más allá de estudiar el planeta Solaris, pero

sí se aprecian actos rutinarios entre ellos. Otra estación espacial es la de

Saturno 3 (1979, S.Donen), en la que a sus ocupantes se les ha encomendado

la misión de investigar y encontrar nuevos recursos alimenticios para la Tierra.

En el caso de Atmósfera Cero (1981, P. Hyams), los trabajadores son mineros

a bordo de una estación espacial en Júpiter. Finalmente en Moon (2009, D.

Jones), el protagonista también se encarga en la estación lunar en la que está

designado de recolectar un mineral preciado para la Tierra y enviarlo en

cantidades.

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37

Ilustración: El protagonista duerme en su habitación dentro de la estación espacial de Solaris (1972, A. Tarkovski).

Ilustración: Los ocupantes del Valley Forge en Silent Running (1979, D. Trumbull) se relajan dentro de la nave jugando al billar.

3.2.2. Ampliación de la cosmovisión.

En un gran número de las películas descritas en la sección “3.2.1.

Habitáculo y lugar de trabajo” muchos destinos y lugares de ubicación de las

estaciones espaciales se encuentran más allá del Sistema Solar. Por ello, es

posible afirmar que narrativamente se cree en la posibilidad de viajes

interestelares e intergalácticos. Desde las primeras películas en el punto

relativo al vehículo espacial como transporte a las películas que se enmarcan

en esta segunda función (la nave como casa o lugar de trabajo) existe un salto

narrativo que tiene que ver con un cambio en los destinos de tales viajes

espaciales: de viajar a los satélites terráqueos y planetas cercanos, a viajar

más allá de la vía láctea, a otras galaxias. Se produce así un cambio de la

concepción finita del espacio estelar y de las posibilidades de viaje de la

humanidad a una concepción infinita. Y esta es una de las causas de la

evolución del vehículo espacial con su consiguiente cambio de funciones:

debido a que el viaje se alarga, se necesita acondicionar el espacio del

vehículo, tanto el interno como el externo. En consecuencia, en la mayoría de

películas se prescinde de los cohetes. Si en el punto anterior, el cohete

Page 38: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

38

representaba el vehículo perfecto para adaptarse a la única función (transporte)

para la que estaba concebido, ahora resulta obsoleto para adecuarse a las

nuevas funciones y misiones asignadas, muchas de las cuales tienen lugar en

su interior.

Por consiguiente, vemos cómo se modifica la concepción del viaje. Si los

cohetes, cuya única función conocida era la del trasporte, lo más lejos que se

aventuraban era hasta la Luna o Marte, estas nuevas naves y estaciones

espaciales surcan el espacio exterior en dirección a planetas imaginarios como

en Planeta Prohibido, cuyos ocupantes viajan en una misión de rescate al

planeta Altair IV; o en Star Trek (1966, Gene Roddenberry), cuya tripulación se

dedica a explorar el espacio en busca de planetas habitables recalando en todo

tipo de mundos fantásticos. No dista mucho el imaginario geográfico que

emerge de la saga de Star Wars (1977-2005) cuyos protagonistas se

desplazan a bordo de naves y estaciones espaciales a través de toda una red

de planetas (Coruscant, Tatooine, etc.) que conforman la galaxia ficticia ideada

por George Lucas. También es de señalar la imaginería fabulosa de la saga de

Alien iniciada con S. Ridley y prolongada por J.Cameron y J.P.Jeunet pues los

ocupantes de la nave Nostromo se dirigen desde el supuesto planeta Thedus

hasta la Tierra cuando se ven obligados a desviarse y aproximarse a otro

planeta desconocido fuera del Sistema Solar. Finalmente, la última película que

incluye un vehículo espacial en una ubicación imaginaria es Solaris (tanto la de

Tarkovski de 1972 como la de Soderbergh de 2002) pues la estación espacial

se mantiene en órbita alrededor del planeta Solaris.

Ilustración: Fotograma de Planeta Prohibido (1956, Fred M. Wilcox en el que se aprecia el platillo volante a punto de llegar al planeta Altair IV.

Page 39: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

39

Ilustración: En la misma película, se muestra el planeta Altair IV tal y como lo contemplan dos de los ocupantes de la nave desde su interior.

Una escala más realista, considerando que se incluyen planetas

pertenecientes a nuestro Sistema Solar, la protagonizan los vehículos

espaciales de películas como Himmelskibet (1918, Holger Madsen) cuya

tripulación se dirige a Marte para demostrar la posibilidad de un viaje al planeta

rojo; o 2001 Odisea en el espacio (1968, Stanley Kubrick) en la que los

astronautas viajan a Júpiter en la nave de nombre Discovery con la intención

de analizar un monolito prehistórico. En el Planeta de los simios (1968,

F.J.Schaffner) lo único que se revela es que la nave ha estado desplazándose

por el espacio interplanetario, antes de estrellarse en el lago de un planeta

aparentemente habitado por simios. Para continuar con esta visión más realista

del viaje al espacio exterior, nos encontramos con Silent Running (1972,

Douglas Trumbull), en la que los ocupantes de la nave se encuentran

custodiando los últimos bosques de la Tierra cerca de una órbita de Saturno.

En el mismo paradero se encuentran los protagonistas de Saturno 3 (1979,

Stanley Donen), aunque trabajando en una estación espacial. En un planeta

cercano se ubican los trabajadores de la estación espacial de Atmósfera Cero

(1981, Peter Hyams): en Júpiter. Para finalizar, la última estación espacial

incluida en este trabajo es la de Moon (2009, Duncan Jones), que como su

nombre indica, se encuentra en el satélite lunar.

3.2.3. Avance narrativo.

3.2.3.1. La continuación en la narrativa del viaje.

Debido a la utilización de la nave como hogar, las acciones que tienen

lugar en el interior de los vehículos espaciales se tornan más complejas. La

primera película a tener en cuenta en este apartado es Himmelskibet (1918,

Holger Madsen). Dejando a un lado lo ya mencionado de cómo representa una

excepción (al igual que los cohetes del primer grupo cuya única función era la

de transporte, en un plano narrativo, el objetivo de esta expedición no es otro

Page 40: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

40

que demostrar su posibilidad de realizarla con éxito), una vez que los

ocupantes del cohete Excelsior se encuentran rumbo al planeta rojo, el

espectador es testigo de una cadena de acciones rutinarias: la primera comida

a bordo o las literas donde duermen son una muestra de ello. Incluso uno de

los hombres comienza a beber y se produce un intento de motín ante la

desesperación que les genera la incertidumbre de si conseguirán salir con vida

del cohete. Por tanto, aunque el conflicto narrativo principal tiene lugar cuando

los protagonistas aterrizan en Marte, es evidente que el espacio interno del

cohete se concibe y se emplea como un habitáculo.

Ilustración: La primera comida a bordo del Excelsior, el vehículo espacial de Himmelskibet (1918, Holger Madsen).

Se puede considerar que un filme que recoge el testigo de cambio de

funciones que se plantea en Con destino a la luna (1950, Irving Pichel), es

Planeta Prohibido (1956, Fred M.Wilcox). Una vez más, la narrativa en torno a

la nave es la de llegada a un planeta, aunque posteriormente la tripulación

desarrolle una problemática distinta a la de las películas del primer grupo,

relacionadas con los cohetes. La tripulación del platillo volante viaja en misión

de rescate al planeta Altair, y a pesar de que el conflicto narrativo tiene lugar

fuera de esa nave, vemos cómo sus ocupantes la siguen utilizando como un

espacio donde desarrollar pequeños actos de cotidianeidad, como dormir,

comer e incluso trabajar. Igualmente, se puede estimar que este filme supone

un avance respecto al paradigma de exploración que se mantenía en el primer

punto de la función de transporte. Pues los sucesos que experimenta la

tripulación de Planeta Prohibido difieren bastante de los que se desarrollaban

cuando un personaje de los cohetes de películas anteriores a los años

cincuenta llegaba a la Luna o a Marte.

Page 41: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

41

Ilustración: La tripulación de la nave de Planeta Prohibido (1956, Fred M. Wilcox) durmiendo en su interior.

3.2.3.2. El viaje como deriva.

Mientras que el destino de los vehículos espaciales cuya única función

era la del transporte estaba previamente trazado y pensado con todo detalle,

en este apartado se contempla la posibilidad de que existan naves espaciales

cuyo trayecto no se haya planeado desde un principio. Este es el caso de la

serie de televisión Star Trek (1966, Gene Rodenberry), en la que una

tripulación se dedica a explorar nuevos mundos y planetas desconocidos en su

nave espacial Enterprise. La estructura de ficción serial le permite adaptarse

convenientemente al patrón reiterativo de aventuras (tanto dentro como fuera

de la nave) y continuación de la travesía sin un rumbo conocido 9hasta alcanzar

otro planeta. De esta manera, se articula la representación del mito homérico

evocando la idea de viajar hacia un destino pero sin llegar nunca a él. Así lo

corrobora Javier Memba en la introducción de su libro “La edad de oro de la

ciencia ficción”: ‘Si el origen de la ciencia ficción puede remontarse hasta la

“Odisea” es porque el poema de Homero es un viaje fabuloso’ (p.80). El

concepto de un viaje muy largo, con un destino final remoto, que encuentra en

Star Trek un buen exponente para demostrarlo. Sólo la cabecera de la serie lo

ejemplifica:

‘El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar

«Enterprise», en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración

de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas

civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar’ (Star Trek,

episodio 1x01).

9 Respecto a la pulsión o el deseo de hacer este tipo de viajes, Otto Friedrich Bollnow tiene un

párrafo en su obra ‘Hombre y espacio’ en el que explica esta carencia de meta como ‘uno de los rasgos esenciales del caminar. Uno es su carencia de propósito. El hombre quiere caminar. Quiere salirse de su mundo cotidiano. Escoge la región por la que quiere caminar, más no la meta hacia la que se dirige (o si lo hace es al menos de modo secundario)’ (p.108).

Page 42: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

42

En relación con las características que implican este viaje de tipo

homérico y el espíritu aventurero y de exploración de los cohetes que

funcionaban únicamente como transporte, hay que señalar que el vehículo

espacial también ilustra el peligro del viaje. A pesar de la multitud de riesgos y

amenazas que conlleva la exploración espacial (ejemplificada tanto en los

cohetes anteriores como en Star Trek) y que veremos en el siguiente apartado,

si los relacionamos con esas naves sin rumbo definido, existen también otros

vehículos espaciales que pueden perderse, como es el caso de Alien, el octavo

pasajero (1979, Ridley Scott). El Nostromo, la nave de la película, se desvía de

la ruta preestablecida en su camino de regreso a la Tierra y llega a un planeta

del que se desconoce tanto su nombre, como su ubicación exacta. Y así es

como entran en contacto con el alienígena y comienza lo que devendrá en

desastre.

3.2.3.3. La superación del viaje como temática.

No obstante, se da otra fase narrativa de este nuevo periodo del

vehículo espacial, que se traduce en la superación del viaje como temática. Lo

cual implica que la travesía y sus peligros ya no constituyen el problema

principal en torno al que se estructura la narrativa, pues el conflicto es a

menudo de tipo psicológico o social en cuanto a la tripulación. Esto significa

una mayor complejidad narrativa pues la problemática evoluciona. Puesto que

lo que importa ya no es sólo llegar y explorar o colonizar el nuevo planeta, sino

que a eso se le añade una problemática adicional que es la que tiene lugar en

el interior de estas naves. Por otra parte, esto también ayuda a justificar el

progreso en cuanto a prestaciones del vehículo espacial (y el que ya no se

requieran cohetes); si la problemática ha de desarrollarse en el interior de la

nave, ese lugar ha de estar equipado para proveer un contexto óptimo a tal

problemática. Luego ya no se valora únicamente el espacio interno del vehículo

espacial en el que su tripulación desarrolla actos rutinarios – comer, dormir,

entretenerse, etc. – o desempeña su trabajo, sino que se tiene en cuenta este

espacio por las misiones que se llevan a cabo y las problemáticas que generan.

Una de las nuevas problemáticas que se suscitan es la del intruso en el

vehículo espacial. Es decir, existe una amenaza (en ocasiones de origen

externo pero que se interna en la nave) dentro de la nave que intimida y pone

en peligro la vida de la tripulación. Evidentemente este es el caso de películas

como 2001 Odisea en el espacio (1968, Stanley Kubrick), Alien (1979, Ridley

Scott), Saturno 3 (1979, Stanley Donen) e incluso de la serie Star Trek (1966,

Gene Rodenberry). Empezando cronológicamente por Star Trek y basándonos

en los capítulos quinto y séptimo respectivamente (La trampa humana y Charlie

X), vemos cómo se enmarcan en esta categoría narrativa. En La trampa

humana se cuela en la nave una criatura que necesita alimentarse de sal para

Page 43: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

43

sobrevivir y puede adoptar distintas formas, suplantando la identidad de

diversos miembros de la tripulación para engañar al resto. Tras asesinar a dos

de ellos, el capitán Kirk consigue dar con ella y terminar con su vida. En el

capítulo Charlie X, la tripulación del Enterprise rescata de una nave

abandonada a un adolescente criado por alienígenas. El chico resulta tener

poderes que utiliza en contra de los ocupantes del Enterprise hasta estos

consiguen expulsarle al espacio exterior.

En el caso de 2001 Odisea en el espacio, la amenaza que boicotea la

seguridad de los ocupantes de la nave es el súper ordenador Hal 9000, un

aparato que cuenta con una tecnología capaz de controlar todos los rincones

del vehículo espacial. Su infalibilidad parece fallar cuando asesina a dos de los

astronautas desconectándoles del hipersueño y expulsando sin ningún tipo de

protección al espacio exterior a un tercero. Algo más explícita es la amenaza

alienígena a la que se ven obligados a enfrentarse los tripulantes del Nostromo

en Alien y sus continuaciones (Alien, el regreso y Alien: resurrección). Un ser

alienígena procedente del planetoide al que se desvían logra colarse en la nave

a través del cuerpo humano de uno de los protagonistas, sembrando el pánico

entre los demás ocupantes. Finalmente, en Saturno 3 es un robot construido

por uno de los ocupantes de la estación espacial el que sufre una anomalía en

su funcionamiento e intenta acabar con la vida de la tripulación.

Ilustración: El alienígena a punto de asesinar a una de las ocupantes del Nostromo en Alien, el octavo pasajero (1979, Ridley Scott).

Por otra parte, una segunda línea narrativa en la que pueden inscribirse

filmes como Solaris (1972, Andrei Tarkovski), Silent Running (1972, Douglas

Trumbull), Atmósfera cero (1981, Peter Hyams) y Moon (2009, Duncan Jones)

es la correspondiente a la problemática social, psicológica e incluso metafísica.

A menudo se desarrollan líneas argumentales influidas directamente por el

comportamiento de la tripulación del vehículo espacial, y esto se ve

ejemplificado en Solaris, tanto la versión de Tarkovski como la de Soderbergh.

El protagonista llega a una estación espacial en la que todos parecen haber

enloquecido a causa de la influencia del planeta en el que orbitan. La

incapacidad de comprensión ante un universo extraterrestre desequilibra la

Page 44: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

44

mente humana. La confusión psicológica también embarga a uno de los

tripulantes de la nave botánica de Silent Running, al percatarse de que sus

compañeros no se toman la tarea encomendada (salvar los bosques de la

Tierra) con tanta responsabilidad como lo hace él; termina asesinándoles y

escapando al espacio exterior. Un problema más enfocado al orden social es el

que se da a bordo de la estación espacial de Atmósfera Cero, cuando un

policía comienza a investigar conductas y muertes extrañas a causa de una

droga que aumenta el rendimiento de trabajo. Por último, en el caso de Moon

de Duncan Jones, es la perplejidad a la que se ve sometido el protagonista tras

encontrarse un día con su doble en la estación espacial en la que trabaja y vive

desde hace tres años, y el verse obligado a convivir con él sin obtener ninguna

explicación lógica de la existencia de este sujeto, lo que articula el conflicto

principal de la narración.

Ilustración: El agente de policía enviado a la estación espacial de Júpiter intenta salvar su vida tras llegar al fondo de la investigación.

De esta manera, en el modelo narrativo de estos vehículos espaciales

prevalece la tendencia de mostrar conflictos introspectivos o metafísicos. El

espacio interno de estas naves y estaciones espaciales cobra un nuevo

protagonismo en el que se reflejan las fobias reales y los peores delirios de los

que es capaz el ser humano.

3.2.4. Funcionalidad del hogar y su relevancia en el metraje.

Si contrastamos los destinos de los vehículos espaciales del grupo

anterior (función transporte) con los de estas nuevas naves y estaciones,

encontramos que se amplían las fronteras prolongándose el viaje a destinos

más remotos, y en consecuencia, se dilata el tiempo que se muestra tanto del

interior como del exterior del vehículo espacial. No sólo eso, sino que también

se produce el fenómeno contrario a los cohetes del grupo anterior: si en los

vehículos espaciales cuya única función era la del transporte, se mostraba más

el exterior que el interior, en estas naves y estaciones se concede mucha más

importancia a su espacio interno, pues ahora la narración relevante tiene lugar

en su interior.

Page 45: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

45

Si emprendemos el análisis por Himmelskibet (1918, Holger Madsen) y

tenemos en cuenta – como ya he señalado previamente – que es una

excepción en este grupo, hay que señalar que el tiempo ficticio que pasan sus

ocupantes hasta llegar a Marte es de 6 meses, sin embargo el tiempo real de

metraje en el que podemos apreciar el interior del cohete es de unos veinte

minutos: demasiado como para clasificarse en la categoría de vehículos

espaciales cuya función es transporte y algo escaso si se coteja con las demás

películas de este apartado. A continuación, Planeta Prohibido (1956, Fred

M.Wilcox) nos ofrece una historia en la que la tripulación de un platillo volante

no tarda apenas unos minutos del inicio del filme en llegar a Altair IV, pero una

vez aterrizan, el espectador es consciente de que sus ocupantes continúan

empleando la nave para vivir y acuden a ella regularmente para trabajar y

dormir cuando no están visitando a los expedicionarios a los que fueron a

rescatar en un principio. Una vez analizadas estas dos películas, encontramos

que cronológicamente a partir de Star Trek (1966, G.Rodenberry) hasta la

última película incluida en este trabajo de investigación (Moon, 2009, Duncan

Jones) tanto el tiempo real como el ficticio que pasan las tripulaciones en los

vehículos espaciales se prolonga notablemente llegando a ocupar en la mayor

parte de los casos el tiempo total del filme.

Las únicas excepciones a mencionar en este tramo serían 2001: una

odisea en el espacio (1968, Kubrick), pues estando la película dividida en tres

actos, la tripulación del Discovery pasa uno de ellos (el correspondiente a

“Misión a Júpiter”) encerrada en la nave, quedando las otras dos partes a

merced de dos líneas narrativas distintas. Tampoco El planeta de los simios

(1968, Schaffner) se ajusta al patrón, pues la nave se estrella cayendo al mar

en los primeros cinco minutos del filme, por lo que durante el resto del metraje

ya no aparece la nave, y de esta manera, la narrativa se centra en el encuentro

de los protagonistas con los simios de ese planeta. Así, el en el resto de las

películas (Star Trek, Alien y sus secuelas, Silent Running, Star Wars, Solaris y

su remake, Saturno 3, Atmósfera Cero y Moon) la narración se centra

exclusivamente en la problemática que se desarrolla en el interior del vehículo

espacial, abarcando el metraje prácticamente en su totalidad.

3.2.5. Avance en el género y la concepción de la ciencia.

3.2.5.1. Cambio de perspectiva en el género CF.

Por lo tanto, si anteriormente con el vehículo espacial concebido como

transporte, el imaginario de la ciencia ficción mira hacia afuera articulando

narrativas donde lo central es la exploración y lo concerniente al

descubrimiento del lugar considerado como “el lugar otro”; ahora se vuelve la

mirada hacia el infinito y se despliegan las narrativas de viajes sin destino o con

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46

uno muy lejano, físicamente en cualquier caso. Ocurre así, como ya hemos

visto, en Star Trek, cuyos protagonistas viajan sin un destino preestablecido y

en filmes en los que una tripulación viaja a planetas imaginarios en un plano de

ficción, como Planeta Prohibido (llegan al planeta Altair IV) o Solaris (que

orbitan en una nave en el planeta Solaris). Científicamente esto significa que se

sigue la dinámica de ciencia como articuladora de la maravilla. En esa

progresión de la maravilla se introduce con más fuerza lo fantástico, porque si

viajar a la luna puede ser quasi-viable, viajar a otro universo es imposible, de

ahí que tengan un componente fantástico muy marcado.

En cuanto a la existencia y relevancia del elemento fantástico en la

ciencia ficción se trata de una teoría que está avalada por lo teóricos que han

trabajado el género. Tzvetan Todorov, en su estudio sobre lo fantástico como

forma literaria, asegura esa presencia de lo fantástico y lo maravilloso en el

género de la ciencia ficción englobando lo que Telotte denomina ‘una las

grandes fascinaciones del género’ - la posibilidad de cambios en la sociedad y

cultura producidos por nuestra ciencia y tecnología, y la exploración de lo

desconocido por medio de viajes al espacio exterior (citado en J.P.Telotte,

p.22) - en las categorías que él mismo ha concebido: ‘lo fantástico existe en

una especie de escala móvil junto a dos formas más que son lo misterioso y lo

maravilloso (…) lo maravilloso se centra en el reino de lo sobrenatural o

espiritual que penetra y desafía nuestro mundo cotidiano, lo fantástico se

encuentra en ese punto de duda entre ambos’ (p.21). Asimismo, Susan Sontag

concibe en su artículo “La imaginación del desastre” la ciencia ficción fílmica

con un punto fantástico: ‘En ocasiones, la ciencia – la tecnología – es

concebida como la gran unificadora. De este modo, las películas de ciencia

ficción proyectan también una fantasía utópica’ (p.40).

Volviendo al avance en la concepción del viaje, el espacio exterior se

concibe como el infinito inescrutable, pues no se puede alcanzar, ya que es

infinito; Debido a ello, en la narrativa del género – y en este estadio de su

evolución – mientras que físicamente (al menos, en cuanto al destino del viaje)

se mira hacia el infinito; se vuelve la vista hacia lo concreto, hacia el interior del

vehículo espacial y lo que ocurre en ese espacio, como ya hemos visto

previamente: Intrusos, amenazas internas y problemas de tipo psicológico. Por

otro lado, una vez la humanidad desarrolla los vehículos espaciales a partir de

la década de los cincuenta, tiene sentido considerar el aspecto real pues ya

existen referentes en los que el cine se puede basar a la hora de representar

estas naves y estaciones y la concepción de los viajes que se realizan en ellas.

Page 47: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

47

Ilustración: La tripulación de Star Trek (capítulo 1x01: ‘Un lugar jamás visitado por el hombre’) contemplando el infinito desde el interior de su nave.

Ilustración: En el mismo capítulo, la tripulación experimenta un problema cuando la nave atraviesa un campo magnético, pues uno de los ocupantes adquiere poderes que no duda en utilizar contra ellos, por lo que se ven obligados a aislarle.

3.2.5.2. El sueño hecho realidad y el consiguiente cambio en el objeto

de deseo.

Atendiendo a la realidad, hay que precisar que la carrera espacial entre

potencias (EE.UU y la URSS) comienza en 1957 cuando los soviéticos lanzan

con éxito a la Luna el Sputnik, un satélite artificial. Según Nadjejda Vicente

Cabañas, ‘el estupor causado por este acontecimiento fue enorme y desató

entre los americanos una reacción de vulnerabilidad sin precedentes’ (p.17).

Pues si hasta entonces, la potencia norteamericana presuponía encontrarse a

la vanguardia en lo que a tecnología se refiere, el 4 de octubre de 1957 resultó

un día fatídico para ellos. ‘No sólo fueron heridos en su orgullo sino que

experimentaron una sensación de miedo y desconfianza por las implicaciones

bélicas y económicas que supuso el lanzamiento del Sputnik por los soviéticos’

(Collins, p.8). Es así como también puede entenderse otro de los elementos del

género de la ciencia ficción: la tecnofobia en los vehículos espaciales en la

ficción cinematográfica, a partir del desarrollo de las naves y estaciones

espaciales posteriores a los años cincuenta.

Page 48: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

48

Así, el imaginario o la representación de esta ciencia ficción de

exploración espacial se enmarca ahora en un contexto real. La declaración de

Javier Memba en su libro “La edad de oro de la ciencia ficción” sirve de

introducción: ‘La ciencia ficción se vuelve más científica y menos ‘fantaciencia’.

Lo hace consciente de que el 12 de abril de 1961 el cosmonauta soviético Yuri

Gagarin se convierte en el primer hombre que vuela durante 108 minutos por el

espacio exterior’ (p.87). Siete años después son los norteamericanos quienes

llegan a la Luna, siendo Neil Armstrong el hombre que pisa la superficie lunar

por primera vez. Sería inocente pensar que esto no iba a influir en la

representación del los vehículos espaciales en el cine. Ahora ya se tiene

constancia real de que el viaje espacial es posible, y como ya adelanta J.

Memba, la ciencia ficción se vuelve más rigurosa en cuanto a los procesos

científicos y mecánicos: se imita el despegue, la metodología de trabajo de los

científicos e incluso se intenta aplicar. Un ejemplo de esto puede apreciarse en

2001: una odisea en el espacio de Kubrick, en el momento en que uno de los

astronautas sale al exterior de la nave para arreglar una antena, o la manera

(más creíble) en que se comunican por transmisión desde las naves con la

Tierra, como vemos en Silent Running (1972).

Y al mismo tiempo, se da un fenómeno opuesto; pues como la realidad

ha llegado a ponerse al nivel de la ficción, la ciencia ficción se ve en la tesitura

de ofrecer algo nuevo, de ampliar los límites de la ficción. Un ejemplo de ello se

encuentra en las películas en las que se recurre al vehículo espacial para viajar

a planetas imaginarios – que ya de por sí implican lejanía – como es el caso de

Planeta Prohibido, Star Trek, y Solaris; se plantean viajes a galaxias lejanas

fuera del Sistema Solar (se trata de la ampliación de la cosmovisión de la que

se ha hablado en apartados anteriores). Lo mismo ocurre con las prestaciones

del vehículo, pues si la realidad ofrece cohetes avanzados, la ficción

cinematográfica apuesta por naves y estaciones más avanzadas aún todo tipo

de comodidades.

Ilustración: El astronauta Bowman flotando en el espacio y arreglando la antena que según Hal 9000 va a fallar en menos de 72 horas (2001: Una odisea en el espacio, S. Kubrick, 1968).

Page 49: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

49

3.2.5.3. Continuación en la fe científica.

Como ya hemos visto en el apartado sobre el pensamiento positivista

que desprende de los vehículos espaciales anteriores a los años cincuenta, el

vehículo espacial no sólo articula el deseo de progreso científico y técnico (el

positivismo del punto anterior) sino que también representa el anhelo de

progreso social. Pues a menudo se concibe a las tripulaciones de las naves y

estaciones como sociedades ordenadas, que configuran el espacio de la nave

como una extensión de su ideología tecnócrata e ilustrada. Esta idea puede

apreciarse en la pulcritud y el orden de las naves y estaciones de estas nuevas

películas (de vehículos posteriores a los años 50) como por ejemplo en Star

Trek (1966, Gene Rodenberry), 2001 Odisea en el espacio (1968, Stanley

Kubrick), Silent Running (1972, Douglas Trumbull), Solaris (2002, Steven

Soderbergh) y Moon (2009, Duncan Jones). Como apreciamos en las

siguientes imágenes, no sólo influyen estas características de cuidado sino los

espacios luminosos de diseño futurista.

Aunque se perpetúa el espíritu positivista en estos viajes de exploración

del espacio, las circunstancias han evolucionado, como señala J.P.Telotte:

‘El aspecto más positivo de la ciencia y la tecnología parece haber

quedado reservado a las películas que tratan de la exploración del

espacio…esas películas imaginan viajes extraordinarios que, de diversos

modos, representan una esperanza para el desarrollo humano mediante los

poderes de la ciencia y la tecnología…El poder de nuestra tecnología para

servir a una gran aspiración humana; a una especie de deseo colectivo de

exploración y conocimiento que no tardaría en adquirir una escala mayor en la

carrera espacial de los años 50 y 60 del S.XX’ (p.119).

Ilustración: Un ejemplo de una micro sociedad ordenada en la que cada miembro desempeña su misión para que todo funcione como es debido (Star Trek, Gene Rodenberry, 1966).

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Ilustración: El espacio blanco, luminoso y pulcro de la nave de 2001: una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick).

Pues una vez se muestra el interior del vehículo espacial y se articulan

narrativas interiores en el mismo (se muestran las interacciones de los

personajes, su vida dentro de la nave) el positivismo pasa a articularse de otro

modo. De modo interior. Esto es, no sólo con la creencia en la ciencia para

lograr las misiones imposibles, sino que se cree en la ciencia como instrumento

para lograr el progreso social, la emancipación de los hombres: la sociedad

ideal.

Ilustración: Otro espacio ordenado y futurista, perteneciente a la estación espacial de Moon (2009, Duncan Jones).

3.2.5.4. Ruptura con la fe científica: tecnofobia.

Al hilo de las actitudes positivistas apreciadas a través de los vehículos

espaciales en el apartado anterior, Harry M. Geduld señala que:

’Las películas de ciencia ficción en el mejor de los casos han sido

tradicionalmente humanistas. Es decir, en la medida en que por lo general, han

asumido la primacía del hombre y de sus valores, y en la medida en que han

expresado su confianza y su convicción respecto a la habilidad y necesidad de

sobrevivir a cualquier confrontación con las fuerzas de un universo inescrutable

y hostil, o los temores creados por los avances tecnológicos y científicos’

(citado en J. P. Telotte, p.50).

Page 51: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

51

Como se observa en la anterior referencia, la teoría de la ciencia ficción

también piensa en la tecnología como un peligro. Así, en esta fase del

desarrollo del vehículo espacial esa fe inquebrantable en la ciencia y la

tecnología como motor de progreso, comienza a resquebrajarse, dando paso a

un catálogo de miedo, desconfianza y recelo protagonizado por la sociedad. El

aspecto positivista y humanista de las películas anteriores a los años 50 que

focalizaban la narrativa en torno a la exploración del espacio, se antoja algo

ingenuo pues comienza a generarse cierta reticencia hacia esa práctica.

Si trasladamos este nuevo fenómeno de la tecnofobia a un plano real,

encontramos que hay precedentes de la ruptura de la ilusión positivista a raíz

de la Primera y sobre todo, de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). No es

sólo que las cifras de víctimas mortales fueran meteóricas sino que se recurre a

la tecnología (gas mostaza, aviones bombarderos, bombas atómicas, cohetes)

para lograr la destrucción, y tales hechos quedan grabados en el imaginario

popular. Javier Memba afirma sobre los cohetes V-2: ‘Bien es verdad que los

cohetes, como ya se venía viendo desde La mujer en la luna (1928, Fritz Lang)

guardaban un asombroso parecido con las V-2 de Hitler’ (p.80). Asimismo, la

autora de la obra De la carrera espacial al turismo cósmico, Nadjejda Vicente,

añade que a este tipo de cohetes V-2 se les conocía como ‘el arma de la

venganza’ (p.16). La coincidencia estética entre los cohetes espaciales de

algunas de las primeras películas (no olvidemos que muchas son anteriores a

la segunda guerra mundial) incluidas en este trabajo con los cohetes V-2

utilizados por Hitler, no hacen sino reforzar la idea de la posibilidad del desastre

tecnológico acrecentando el sentimiento de miedo y rechazo hacia una

tecnología usada para hacer el mal. Respecto a periodos posteriores,

relacionados con la evolución del vehículo a la función casa, los teóricos del

cine Michael Ryan y Douglas Kellner señalan que existe lo siguiente:

‘un miedo conservador de la tecnología que emerge poderosamente de

las películas de ciencia ficción de los años 70 y 80 del S.XX. En estas obras, la

tecnología se convierte en una cuestión característicamente preocupante

porque, de modo metafórico, recuerda la institución artificial que es la propia

sociedad. Asimismo, la actitud crítica respecto a lo tecnológico reflejada en

estas narraciones apunta, no sólo hacia una desconfianza muy arraigada en la

tecnología y en el tipo de cultura que ha ayudado a construir, sino también

hacia una posibilidad de reconstrucción que pondría en duda la estabilidad de

las conservadoras instituciones culturales de la cultura contemporánea”’ (citado

en Telotte, p.55-56).

Asimismo, ambos autores sostienen que la manera en que estas

películas introducen la perspectiva de la tecnofobia, es mediante posturas

maniqueas, extremas y muy alejadas unas de otras: ‘The rethorical strategy of

many technophobic films, therefore, is to establish a strong opposition between

terms (liberty vs. equality) that does not permit any intermediation’ (Sean

Redmond, p.49). Un ejemplo trasladado al cine, se ve en la odisea espacial de

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Kubrick, en la que se muestra el peligro de lo mecánico, de lo artificial en

contraposición a la inocencia humana. Algo tecnológicamente tan avanzado

como resulta la nave de 2001 Una odisea en el espacio, se convierte en una

ratonera sin salida para su tripulación cuando Hal 9000 – otra máquina

científicamente muy avanzada – comienza a fallar y decide asesinar a sus

huéspedes. Tanto directa como indirectamente se entiende el rechazo que

pueden despertar en la sociedad los elementos sobre los que recae –

evidentemente de manera negativa - el peso de la tecnología en este caso.

En relación con esta última idea conviene tener en cuenta el grabado

goyesco “El sueño de la razón produce monstruos” (1977) vemos cómo el

sentimiento de rechazo a lo tecnológico puede relacionarse con esta imagen.

En el grabado se puede apreciar cómo una multitud de búhos, murciélagos y

demás criaturas siniestras acechan a un hombre dormido con la cabeza

escondida entre sus brazos en una mesa. Únicamente del título ya es posible

deducir lo que pretendía representar el autor: la carencia de racionalidad

provoca el desastre. Por lo que partiendo de la imagen creada por Goya,

resulta pertinente abordar ahora los vehículos espaciales gobernados por

inteligencia artificial, como es el caso de 2001 Una odisea en el espacio (1968,

Stanley Kubrick), Alien, el octavo pasajero (1979, Ridley Scott), Saturno 3

(1979, Stanley Donen) y Moon (2009, Duncan Jones). En todas y cada una de

estas películas la máquina avanzada y aparentemente perfecta que dirige la

nave o estación, termina fallando y sembrando el pánico entre los ocupantes

del vehículo. Pues la incapacidad de empatía (no dejan de ser máquinas

programadas) da lugar a monstruos, al igual que en el grabado de Goya.

J.P.Telotte confirma la idea del elemento de tecnofobia en el vehículo

espacial:

‘Se debe examinar el modo en que los últimos avances de la ciencia y

la tecnología pueden afectar a la identidad del hombre. Ciertamente, Hal 9000,

el ordenador de 2001, que actúa tanto de vigilante como de embalsamador de

humanos a su cargo, apunta en ese mismo sentido, animado también por los

cada vez más abundantes titulares sobre el desarrollo de la inteligencia artificial

y los primeros esfuerzos por introducir la robótica en los lugares de trabajo’

(p.123).

Pues Hal 9000, el súper ordenador está incorporado en la nave en la

que viajan cuatro astronautas y diseñado para realizar cualquier tipo de tarea y

por supuesto guiar el vehículo espacial hasta Júpiter. Sin embargo, su precisión

e infalibilidad parecen desmoronarse cuando envía a uno de los astronautas a

comprobar un fallo en una antena. Los astronautas comienzan a sospechar y a

dudar de su superioridad y finalmente deciden desconectarlo. Percatándose de

sus intenciones, Hal los va eliminando fríamente uno por uno hasta que otro

consigue desconectarle a pesar de sus súplicas. El desastre parte de dar por

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53

hecho equivocadamente que la sociedad puede moldearse como la tecnología

sin que se produzcan fallos.

Ilustración: los astronautas de 2001: una odisea en el espacio ya sospechan de la capacidad de Hal y se encierran en una cápsula dentro de la nave para hablar sin ser escuchados sobre desconectarle. Pero Hal les lee los labios mientras les observa por el cristal de la cápsula.

En el caso de Alien, el octavo pasajero, el poder transformador de la

ciencia está representado por dos elementos: por un lado, está el ordenador

que controla el Nostromo, “Madre”, que decide modificar el rumbo de la nave

tras detectar una llamada de socorro de un planeta cercano. Aunque en este

caso la máquina no instiga a la violencia, es precisamente por la iniciativa de

atender esa llamada que la tripulación termina abocada a un desastre mortal.

Por otra parte, hay un robot infiltrado entre la tripulación del Nostromo, cuya

misión es evitar que sus compañeros humanos terminen con la vida del

alienígena para que éste pueda ser estudiado en la Tierra. Ni la actitud del

ordenador Madre ni la del robot infiltrado, favorecen las posibilidades de que

los ocupantes de la nave espacial salgan con vida. Así señala Casilda de

Miguel el papel destructor de los logros tecnológicos en estos filmes de ciencia

ficción: ‘La ciencia es vista como una calamidad que amenaza con aniquilarnos

si no es utilizada con cordura. La ciencia sin humanismo, se nos recuerda

continuamente, produce monstruos’ (p.167). En lo que respecta a Saturno 3

(1979, Stanley Donen), el robot lo diseña uno de los ocupantes de la estación

espacial en la que se encuentran destinados los protagonistas. El autómata

adquiere características de la naturaleza homicida de su creador, por lo que

convierte la estación en una trampa mortal para sus ocupantes intentando

darles caza. Una vez más, observamos el descontrol científico y la frialdad

tecnológica personificados en una criatura artificial concebida para contribuir a

la misión humana, que deviene un monstruo implacable sin ningún tipo de

conciencia.

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54

Ilustración: El robot de Saturno 3 a punto de asesinar a una de las ocupantes de la estación en la que trabajan.

Por último, en Moon (2009, Duncan Jones), es otro robot quien controla

la estación, aunque en este caso está supervisado por una multinacional de la

Tierra. Sorprendentemente se prescinde de la violencia, pero el robot Gerty es

el encargado de mantener la farsa bajo la que vive el único ocupante de la

estación lunar. Gerty se encuentra bajo las órdenes de la empresa terráquea

que utiliza y reemplaza clones – sin que ellos sean conscientes – para llevar a

cabo el trabajo en esa estación. Así, vemos cómo la empresa se aprovecha del

rendimiento de los clones que fabrica para aumentar beneficios económicos.

Por lo que el elemento tecnofóbico es más sutil aquí. Exceptuando este caso

de Moon donde no se emplea la violencia (pero sí se enrarece el espacio

interno contribuyendo a la farsa de los clones), la idea de la tecnofobia a

menudo se escenifica en el interior de estas naves y estaciones controladas

por inteligencias artificiales que transforman el espacio convirtiéndolo en

ambientes opresivos. El espacio interno del vehículo espacial muta adquiriendo

una nueva dimensión semántica y se convierte en una prisión mortal para sus

ocupantes, quienes son incapaces de salir ilesos ante los peligros mortales, los

mismos que acechaban al hombre imaginado por Goya en el grabado.

Ilustración: Gerty, el robot-ordenador de Moon (2009, Duncan Jones) intentando convencer a su compañero humano de que no es tan malo ser un clon.

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Sin embargo, la tecnofobia no sólo se da en estos ambientes opresivos

en los que la inteligencia artificial ha pasado de manera improcedente a

dominar la nave, pues los autores M.Ryan y D.Kellner exponen en su artículo:

“Technophobia/Dystopia” el ejemplo de Silent Running (1972, Douglas

Trumbull), en la que se oponen términos como naturaleza y libertad individual

ante el abuso tecnológico por parte de una empresa. En esta película la

multinacional da la orden destruir los bosques que alberga la nave para

convertirla en una nave commercial.

‘The ideological character of the conservative technophobia films stand

in greater relief when they are compared to more liberal or radical films that

depict technology not as in itself, by nature, or ontologically evil, but as being

subject to changes in meaning according to context and use. For example, the

figure of technology is given socially critical, political inflections in Silent

Running (1971) which opposes nature and individual freedom to corporate

misuse of technology in an ecological vein, representing the corporation as

putting profit before the preservation of the environment’ (Ryan y Kellner, p.51).

Por otro lado, Gerard Lenne ilustra en su artículo “La ciencia ficción, un

conglomerado heteróclito” cómo se percibía el concepto de ciencia y tecnología

en las primeras películas de exploración espacial:

‘En la edad clásica, la ciencia ficción es netamente optimista: la

descripción de máquinas extraordinarias, de invenciones prodigiosas y útiles

para el hombre está sostenida sobre un espíritu científico triunfal. La ciencia

ficción puede alcanzar un punto de delirio que entronca con lo fantástico’

(p.55).

Por tanto, si anteriormente el concepto de la ciencia dejaba entrever

connotaciones positivas e ideas de progreso social – por la falta de referentes

previos, el punto fantástico y utópico que señalan Todorov y Sontag –, con la

aparición de los vehículos espaciales posteriores a los años 50, hay una

ruptura del paradigma. Por un lado existe cierta continuación pero se

sobrepone la visión negativa, pues como ya hemos visto en distintas películas,

la nave es el lugar que representa el peligro y en el que se produce el desastre

social. El punto y final lo provee J.P.Telotte con esta afirmación sobre la

postura tecnofóbica en el cine de ciencia ficción, y cómo comenzó a partir de

Planeta Prohibido (1956, Fred M.Wilcox):

‘No obstante, más importante es el modo en que la protesta contra la

racionalización roza la propia textura de las películas de ciencia ficción con su

sutil consagración, como menciona Sontag de la razón, la ciencia y la

tecnología….Pese a su habitual dependencia de la imaginería de la tecnología,

las películas norteamericanas de ciencia ficción raras veces permiten que ese

estado de cosas sea puesto a prueba. De hecho, a menudo dejan ver un

marcado recelo contra él. En películas como Planeta Prohibido (1956) o 2001:

una odisea en el espacio (1968), entre otras, el género cuestiona sus propios

Page 56: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

56

fundamentos, duda e incluso subvierte sus propios esfuerzos por explicar y

esquematizar la experiencia humana’ (p.33).

Ya se empieza a apreciar a partir de Planeta Prohibido la necesidad de

explorar con precaución, por las nuevas problemáticas anteriormente

expuestas, que ahora se dan en el interior del vehículo espacial.

3.3. Especialización del vehículo espacial.

El presente apartado supone un anexo al punto anterior del vehículo

espacial como habitáculo, pues se analizarán las mismas películas desde otro

punto de vista. Resulta obvio que las funciones del vehículo espacial no

pueden clasificarse únicamente en dos grupos, por lo que se van a abordar los

vehículos espaciales cuyas funciones se desmarquen de las dos categorías

anteriores. Asimismo, se tendrá en cuenta cómo estas funciones articulan

problemáticas más específicas relacionadas con el género de la ciencia ficción.

Las películas analizadas en este apartado son: Planeta Prohibido (1956, Fred

M. Wilcox), cuya nave es de rescate; Silent Running (1972, D.Trumbull), que

retrata una nave-invernadero; la saga de Star Wars (1977-2005), con la Estrella

de la Muerte como articulador del terror; Solaris (1972, Tarkovski) y Saturno 3

(1979, S.Donen) como centros de investigación; Alien, el octavo pasajero

(1979, Ridley Scott), en la que se representa un carguero comercial, y por

último Atmósfera cero (1981, Peter Hyams) y Moon (2009, Duncan Jones)

como centros de excavación minera.

3.3.1. La especialización en el paradigma de la ciencia ficción.

En la aportación que los vehículos de las películas agrupadas en esta

sección hacen al género de la ciencia ficción predomina tanto la historia de

anticipación del futuro, como la historia de la ciencia en el vehículo como

transporte y en la especialización de funciones. Estas naves y estaciones

espaciales no sólo siguen funcionando como habitáculos y lugares de trabajo

para sus ocupantes sino que además este concepto del trabajo conlleva una

necesaria especialización del vehículo espacial, lo cual a su vez da lugar a la

articulación de otros paradigmas de la ciencia ficción.

La primera evidencia de una especialización del vehículo espacial la

encontramos en Planeta Prohibido (1956, Fred M.Wilcox). Ya en el prólogo del

filme se aclara que el ser humano ha llegado a la Luna hace bastantes años y

visitado diversos planetas del sistema solar. Sólo el hecho de que la misión de

los protagonistas consista en rescatar a los supervivientes de una expedición

anterior, confirma lo expuesto en la secuencia inicial, e implica a su vez que ya

ha habido viajes de exploración previamente. Pues como ya hemos visto al

inicio de este capítulo, la exploración es la meta que se fijan los ocupantes de

Page 57: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

57

los primeros cohetes espaciales cuya función era la del transporte. Y esto

significa que esa etapa inicial ya se ha superado, por lo que los vehículos

espaciales han tenido tiempo de evolucionar, y dar lugar, entre otros, a una

nave de rescate que acuda a auxiliar a otras. La siguiente película en la que se

aprecia una aplicación específica de la nave espacial es Silent Running (1972,

Dougla Trumbull) donde desempeña el rol de un gran invernadero volante. La

cinta, ambientada en un futuro apocalíptico, relata un tiempo en el que los

bosques se han extinguido en la Tierra por lo que se ha capacitado una nave

en la que albergar las últimas especies de vida vegetal que aún sobreviven,

con la esperanza de repoblar la Tierra algún día. Así, en esta cinta de trazos

ecológicos, se concibe la nave espacial como el contenedor de lo que debe

mantenerse fuera del alcance del ser humano para no ser destruido. La tarea

de preservar la vida de los últimos bosques es la encomendada a los

ocupantes del ‘Valley Forge’.

Ilustración: El protagonista de Silent Running (1979, D. Trumbull) en uno de los tres invernaderos de la nave realizado tareas de jardinería. A su espalda, se aprecia un planeta a través la cúpula abovedada que protege el bosque flotante que alberga la nave ‘Valley Forge’.

A finales de la década de los setenta, encontramos en Alien, el octavo

pasajero (1979, Ridley Scott) que a pesar de la pesadilla que experimenta la

tripulación en el interior del vehículo espacial con la intromisión del alienígena,

el Nostromo no es más que una nave comercial de carga que se dedica a

transportar mena (un mineral) desde el planeta Thedus – donde viajan a

recolectarlo – a la Tierra. Así, se perfila la necesidad de viajar al espacio

exterior en busca de nuevas fuentes de recursos minerales con los que

lucrarse y abastecer la Tierra. Igualmente, se hace patente la manera en que

se ha sabido aprovechar esa escasez de material habilitando y adaptando

vehículos espaciales para la causa. En cierto sentido, algo más avanzadas

resultan las misiones concebidas para las estaciones espaciales de Solaris

(1972, A. Tarkovski) y Saturno 3 (1979, S. Donen). En ambos casos se concibe

la estación como un centro de investigación, aunque el objeto de estudio difiere

en cada película. La estación espacial ideada primero por Stanislaw Lem y

escenificada por Tarkovski es un gran laboratorio dedicado al análisis y

Page 58: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

58

observación de las características del planeta Solaris. Acerca de Saturno 3, dos

científicos dedican su tiempo en la estación en la que viven a la búsqueda de

nuevos recursos alimenticios para la Tierra. Ambas estaciones representan

lugares privilegiados, aislados y habilitados para la investigación de mejoras

para la sociedad.

Finalmente, dos de las últimas estaciones espaciales que nos ocupan

son las de Atmósfera cero (1981, Peter Hyams) y Moon (2009, Duncan Jones).

Las dos tienen en común el objetivo, pues se trata de colonias mineras.

Aunque en el caso de Atmósfera Cero, los obreros excavan titanio en un

Júpiter mientras que el protagonista de Moon vive acomodado en una estación

en la Luna. Y es desde su interior que manipula y supervisa las máquinas que

extraen helio-3 de la superficie lunar, para posteriormente enviarlo

debidamente envasado a la Tierra. Asimismo, las estaciones de ambos filmes

representan un paso más, por ejemplo, respecto al carguero de Alien, el octavo

pasajero (1979, Riddley Scott). La nave de ésta última únicamente se utilizaba

para trasladar material minero de un planeta a otro, y por ello el proceso de

colonización alcanza un nivel superior al que veíamos en las primeras películas

de cohetes cuya única función era el transporte; pues el hombre ya no sólo ha

completado el viaje al espacio con éxito sino que ha establecido ahí sus medios

para apropiarse de los recursos de esos planetas y llevarlos a la Tierra para

beneficio propio.

Por otra parte, y más alejado de la deuda realista de las naves y

estaciones anteriores, en el caso de Star Wars, encontramos que la estación

Estrella de la Muerte personifica en sí la función bélica y la tecnofobia. No sólo

se ejerce un mandato del terror y se profesa la tiranía y la obediencia al

régimen desde su interior, sino que lleva a la práctica sin la menor vacilación.

En la primera entrega de la saga, La guerra de las galaxias: Episodio IV – Una

nueva esperanza (1977, George Lucas), Darth Vader se encuentra en la

Estrella de la Muerte intentando sonsacar información a la princesa Leia sobre

el paradero de la base rebelde y los planos robados. Vader y el comandante de

la estación espacial amenazan con destruir su planeta de origen si no cede a

revelar los datos requeridos, por lo que ella confiesa. A pesar de esto, y como

demostración de poder, el comandante destruye Alderaan (el planeta de Leia)

con sólo presionar un botón. Al estar dotada la estación de un cañón con rayo

láser, es cuestión de segundos lo que tarda en desintegrarse por completo el

planeta. La Estrella de la Muerte no sólo está concebida como una fortaleza

inexpugnable sino como un arma fascista capaz de repeler cualquier intento de

insurrección contrario al régimen oficial del imperio.

Page 59: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

59

Ilustración: El Emperador activa el rayo láser desde el interior de la Estrella de la Muerte en Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza (1977, G. Lucas) para demostrar el poder de la estación espacial.

Con la llegada de filmes como 2001: una odisea en el espacio (1968,

Stanley Kubrick) y la saga espacial de Star Wars, no sólo parece aumentar el

sentimiento de tecnofobia sino que a su vez se redefine el concepto de épica

analizado previamente tanto en Flash Gordon conquers the universe (1940,

Ray Taylor) como en Star Trek (1966, G.Rodenberry. Así, el autor J. P. Telotte

afirma:

‘A finales de los años 70 y comienzos de los 80 del S.XX, las películas de

ciencia ficción se redefinieron a sí mismas como un vehículo para la épica,

gracias sobre todo a los esfuerzos de George Lucas y Steven Spielberg.

Evidentemente, la película de Kubrick 2001: una odisea en el espacio anticipó

esa tendencia, con su visión del cambio humano y cósmico, conseguida gracias a

los mejores efectos especiales del momento y a una trayectoria narrativa que

disuelve el momento inmediato en el mar de la historia evolucionista’ (p.126).

Así es cómo pasamos a un elemento épico más intensificado en la

narrativa mediante la recuperación de lo medieval; pues ya no se trata

únicamente de un enfrentamiento de rebeldes contra el imperio, sino que hay

una princesa a la que rescatar – y por la que competir en el caso de Luke y

Han Solo –, planetas y civilizaciones a los que salvar, caballeros jedi con su

código de honor, etc.

Para concluir, resulta evidente que la comercialización del espacio exterior

representa un paso avanzado en la conquista y exploración del espacio. Así ha

sido en la historia de la colonización. Primero se exploraba y se conquistaba y

después, una vez asegurado el terreno, se abrían rutas comerciales con la

metrópoli (en este caso la Tierra cumpliría ese papel). A menudo, esto también

articula una preocupación por la supervivencia terráquea que se refleja en la

escasez de recursos (incluso en Silent Running, pues los bosques también son

recursos naturales). Con Planeta Prohibido se enmiendan los errores

cometidos (se acuden al rescate de una expedición anterior) de una época

anterior en la que sólo el hecho de lograr el viaje espacial ya se consideraba un

triunfo inigualable. Así, se da el paso hacia una nueva era de colonización

espacial en la que se especializan los vehículos espaciales y se habilitan para

Page 60: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

60

nuevas misiones, pensando el espacio exterior no ya como un límite

infranqueable sino como una extensión de la Tierra a la que ir a buscar esos

nuevos recursos (Silent Running, Saturno 3, Alien, Atmósfera cero, Moon).

Y de esta manera, las nuevas necesidades del hombre determinan estas

misiones de los vehículos espaciales. En el afán de comprender y conocer

mejor ese nuevo espacio, todavía prácticamente desconocido para el hombre,

también se aprecia la necesidad de estudiar otros planetas (Solaris). También

se da otra problemática, no sólo la derivada de las necesidades del hombre

sino una más enfocada a lo fantástico – con Star Wars y la ‘Estrella de la

Muerte’ – que refleja el miedo a la guerra nuclear. Por último, hay que señalar

que la especialización del vehículo espacial conlleva una necesaria diversidad

de profesiones a bordo. Pues ya no sólo tienen el privilegio de viajar al espacio

los astronautas, sino que ahora hay cocineros, médicos, ecologistas,

investigadores, y trabajadores remunerados.

Page 61: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

61

4. Evolución de la estética del vehículo espacial.

4.1. Relación de la representación cinematográfica con sus antecedentes

en otras artes.

La ausencia de un apartado dedicado a la literatura, esto es, a las obras

literarias en las que se han basado las películas incluidas en este trabajo de

investigación, encuentra su justificación en el hecho de que este capítulo se

dedica a la estética visual; y por tanto, se tendrán en cuenta únicamente los

antecedentes visuales del icono (el vehículo espacial) en las disciplinas

artísticas analizadas en el segundo capítulo: la pintura y el cómic.

4.1.2. Pintura. El futurismo.

Las características de la vanguardia artística conocida como Futurismo

también encuentran una equivalencia en la representación de los vehículos

espaciales en la gran pantalla. Así, si era posible apreciar en las pinturas de

estos autores rasgos como el elogio hacia lo tecnológico o el retrato de la

velocidad que altera los espacios en movimiento, también se hacen patentes

estas cualidades en la representación de los vehículos espaciales.

Ilustración: Incuneandosi nell’ abitato (Diving on a city, 1939, Tullio Crali).

Ilustración: El Halcón Milenario, la nave de Hans Solo (1977, G. Lucas, Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza) alcanzando la híper-velocidad en el espacio.

Page 62: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

62

Partiendo de una posición similar en los dos vehículos voladores,

encontramos que la sensación de movimiento y descenso en el cuadro de Tulio

Cralli se consigue mediante el trazo de los edificios que se avistan a través de

la cabina del piloto que conduce lo que presumiblemente sea un avión. En el

caso del primer fotograma, perteneciente a La guerra de las galaxias, el efecto

óptico de híper velocidad que alcanza la nave, se logra mediante las líneas

blancas que supuestamente se forman en el espacio hasta crear una superficie

completamente blanca. Sin embargo, estos ejemplos anteriores no interesan

tanto por su relación directa. Lo que resulta relevante es que bien la ciencia

ficción como el futurismo coinciden en la adoración de lo tecnológico. Lo mismo

ocurre con el motivo de la híper velocidad (un canto a la velocidad) que

aparece en ambos movimientos deformando lo material. La conclusión es que

más allá de la apuesta estética por lo futuro, el género cinematográfico de la

ciencia ficción y el futurismo tienen puntos en común a la hora de construir tal

estética.

4.1.3. Cómic.

Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) es un ejemplo

en el que el cómic funciona como antecedente visual de una serie de televisión.

El cohete dibujado por Alex Raymund en 1934 es el que sirve de modelo, de

inspiración para la serie emitida seis años más tarde; y en consecuencia

guarda similitudes obvias a primera vista con el de la serie de Ray Taylor, pues

se trata del mismo vehículo espacial.

Ilustración: Cómic Flash Gordon (1934) de Alex Raymund, en el que se aprecia el cohete del protagonista en las viñetas situadas más a derecha.

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63

Ilustración: Cohete de Flash en la serie de televisión Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor).

Otra similitud estética se aprecia en el interior del cohete de Tintín.

Aterrizaje en la Luna (1954) y el de la película Con destino a la luna (1950). En

ninguno de los cohetes abunda la tecnología ni los mandos, ni los paneles; y

por otra parte, la disposición de las camillas en las que deben acomodarse en

el despegue y el aterrizaje es la misma. Asimismo, en el plano narrativo, el fin

de la expedición coincide: viajar a la Luna para explorarla y conocerla.

Finalmente, otra coincidencia estética es la que puede apreciarse en la

viñeta izquierda de la estación espacial del cómic Space Family Robinson

(1960, Del Connell) y las naves del Imperio en La guerra de las galaxias.

Episodio IV: Una nueva esperanza (1977, George Lucas) de la imagen de la

derecha. Por ser posteriores, es posible argumentar que las naves de Star

Wars de la imagen se basan en la misma estética que la de Space Family

Robinson; lo que demuestra que el cómic también ha servido como fuente para

la representación estética más allá de las películas que son adaptaciones.

Page 64: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

64

4.2. La representación estética del vehículo espacial en relación con sus

funciones.

4.2.1. Transporte.

Comenzando el análisis10 estético por Viaje a la luna (1902, George

Méliès), encontramos que el cohete en el que viajan los astrónomos a la Luna

no es más que una bala de cañón rudimentaria construida con metal fundido.

Sin embargo, en lo que respecta a su apariencia interna, se impone la lógica de

la elipsis; pues como ya analizamos en el tercer capítulo, la relevancia en el

metraje del espacio interno de estos vehículos espaciales anteriores a los años

cincuenta es mínima. No es sólo que desde una perspectiva narrativa, el

interior no resulte importante, sino que aquellos cineastas tempranos tampoco

contaban con los recursos cinematográficos para escenificarlo debidamente.

Con los cohetes de Frau Im Mond (1928, Fritz Lang) y Things to come (1936,

W. C. Menzies) se inicia en cierta manera la apariencia clásica del cohete – al

menos tal y como se concibe en el imaginario popular - : cuerpos largos y

delgados, con un despegue en posición vertical. Comparten bastantes

similitudes en lo que respecta a tamaño, color y forma en su exterior. En lo que

respecta a su interior, ambos vehículos espaciales adecúan un escueto

equipamiento a la forma interna alargada de la que dependen. No destacan por

un excesivo abigarramiento de piezas.

En el caso de Aelita (1924, Yakov Protazanov), el vehículo espacial

rompe el patrón hasta entonces observado en las películas de viajes espaciales

incluidas en el trabajo de investigación; pues no se trata de un cohete, sino de

una especie de cápsula de estructura redondeada. Así, esa forma de globo

recuerda inevitablemente a los antecedentes literarios analizados en el

10 Las películas incluidas en este apartado son las siguientes: Viaje a la luna (1902, G. Méliès), Aelita

(1924, Yakov Protazanov), Frau Im Mond (1928, Fritz Lang), Things to come (1930, W. C. Menzies), Just

Imagine (1936, G. Butler), Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) y Con destino a la luna

(1950, Irving Pichel).

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65

segundo capítulo: Aguimana de la Veca 11y el globo que imagina para la

expedición de sus personajes a Saturno, y la obra de H. G. Wells, por otra

parte, con la cápsula esférica en la que los viajeros se dirigen a la Luna. Acerca

del interior de la cápsula de Aelita, una vez más, se trata de un espacio

despejado, ocupado únicamente con los equipajes y enseres de la tripulación.

A continuación, otros dos vehículos espaciales que se asemejan

notablemente entre sí, son el de Just Imagine (1930, Gerard Butler) y Flash

Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor). Como ya hemos visto en los

antecedentes visuales de la serie de Flash Gordon, el cohete está claramente

basado en el del cómic; la coincidencia estética es completa. Asimismo, el

cohete de Just Imagine – anterior al comic y a la serie del superhéroe – es muy

similar en bastantes aspectos: en cuanto a la forma, ambos resultan ser

híbridos entre aviones y cohetes. Disponen de pequeñas ruedas en la zona

baja, y el despegue lo ejecutan como el de un avión. No se elevan

verticalmente como los cohetes anteriores sino que se impulsan con ayuda de

las ruedas para ascender. Tampoco son demasiado largos y ambos se

ensanchan en comparación con los cohetes anteriormente analizados. Así, el

concepto del avión (Just Imagine, Flash Gordon) y el de globo (Aelita) parecía

ser un buen pretexto para suplir la ausencia de referentes a la hora de diseñar

vehículos espaciales cinematográficos. También es posible establecer

similitudes en sus interiores: en el caso de Just Imagine, el panel de mandos es

el único instrumento que invade su espacio interno; mientras que en el cohete

de Flash Gordon, además de los mandos, ya existe un periscopio y algún que

otro artilugio inservible adherido a las paredes internas del vehículo. Aunque

hay que señalar que los interiores de los cohetes siguen estando muy

despejados.

Ilustración: Apariencia exterior del cohete de Just Imagine (1930, G. Butler), casi idéntica a la del cohete de la serie Flash Gordon, que hemos visto en el apartado del cómic.

11

Una temporada en el más bello de los planetas (1870) es la obra de Tirso Aguimana de la Veca, pseudónimo que utilizó el autor Agustín M. Acevedo Rodríguez (1806-1874). En el caso de H. G. Wells (1866-1946), la obra a la que se hace referencia es “Los primeros hombres en la luna” (1901).

Page 66: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

66

Por último, ya en los años cincuenta, el cohete de Con Destino a la luna

(1950, Irving Pichel) retoma la apariencia clásica y perfecta que ya anticipaban

los de Frau Im Mond y Things to come. De hecho, la coincidencia visual con la

película de Fritz Lang no es fortuita, pues según Javier Memba, el verdadero

motivo de Con destino a la luna es la divulgación científica. A tal fin se contó

con Hemann Oberth y Willy Ley como asesores técnicos, los mismos que lo

fueron en La mujer en la luna (p.95). Así, con la ayuda de los expertos en

cohetes de la época, no es de extrañar la familiaridad estética que produce el

vehículo espacial de Irving Pichel. Vivian Sobchack clasifica este filme en la

categoría de los que al vehículo espacial se le da un tratamiento positivo (lo

cual se ajusta al espíritu positivista analizado en los cohetes anteriores a los

años cincuenta, en el tercer capítulo) y se refiere al cohete de la siguiente

manera:

“The ship itself is good. It is aesthetically beautiful. It is fun to play with.

It promises adventure, an ecstatic release from the gravitational demands of

Earth, and it can remove us from ourselves and the complexity on our planet,

taking us to new Edens and regeneration. In Destination Moon (Irving Pichel,

1950), the silvery sleekness of Ernest Fegté’s single stage spaceship almost

palpably glows against the velvet black and star-bejewelled beauty of a

mysterious but nonhostile space; it is breathtakingly beautiful, awe inspiring,

and yet warmly comforting like the night light in a child’s bedroom” (p.69).

Así, el espacio interno de los vehículos espaciales anteriores a los años

cincuenta se muestra muy poco, pues la narrativa se desarrolla en torno a los

peligros del viaje que tienen lugar fuera del vehículo. Y por ello, a la estética

interna se le dedica una atención muy escasa: hasta el punto de revelar

interiores completamente vacíos, o únicamente con un panel de mandos para

el pilotaje. También hay que tener en cuenta los pocos recursos para filmar, y

la concepción reducida de la narrativa estelar, pues no ocurre nada en el

espacio interno de esos cohetes. Se trata de paredes lisas, descubiertas,

espacios huecos, meras cavidades en las que alojarse temporalmente hasta

que el viaje sea completado. Es, en definitiva, una estética del vacío, en la que

no hay cabida ni para la narrativa.

Sin embargo, la representación del vacío interior encuentra una

excepción en Con destino a la luna porque pese a que la distribución del

espacio se amolda a su forma alargada – igual que en Frau Im Mond o Things

to come - , ya es posible apreciar multitud de paneles, mandos, botones y

demás mecanismos dispuestos a lo largo de su cuerpo interno. Pues, como ya

se demostró en el tercer capítulo de funciones del vehículo espacial, aunque

Con destino a la luna perpetúa la norma establecida de mero transporte,

simultáneamente ayuda a marcar un cambio de funciones del vehículo espacial

pues se pasa de tener en cuenta al vehículo como un transporte a entenderlo

como un posible habitáculo, un espacio ya no tanto para viajar al espacio sino

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67

para pasar más tiempo en su interior. Y esta estética interna ayuda a

demostrarlo, resulta obvio que están mejor equipados.

Para concluir, y como se puede apreciar ya desde un plano estético y

funcional, las diferencias entre estos vehículos espaciales son indiscutibles:

nada tiene que ver la tecnología y el equipamiento interior del que dispone el

cohete de 1950 (Con destino a la luna) si se compara con el “Pegasus” de 1930

(Just Imagine). Tampoco su apariencia exterior, obviamente mejorada en el

cohete más tardío. Lo que permite afirmar que, a pesar de que la función en

todos ellos sea la misma (y la única), sí se observa una evolución entre estos

vehículos, que da paso a su siguiente función. Una vez se perfecciona el

modelo de cohete, el ser humano piensa nuevos diseños de vehículo espacial

que le permitan ampliar las funciones hasta ahora puestas en práctica. Por

tanto, es posible hablar de una evolución a nivel tanto funcional como estético

dentro de los cohetes aunque su función esté limitada.

4.2.2. Casa y lugar de trabajo.

4.2.2.1. La representación de la nave como casa y la ruptura con los

referentes estéticos de la nave-transporte.

La primera película a analizar12 estéticamente es Himmelskibet (1918, H.

Madsen), cuyo vehículo espacial – en principio denominado como cohete – se

asemeja ciertamente a los híbridos de Just Imagine o Flash Gordon, pues su

forma exterior recuerda a la de un aeroplano o dirigible. Cuenta con ruedas y

alas y su diseño se hace lógico debido a la carencia de referentes en vehículos

espaciales de la época. No obstante, su interior se encuentra bien equipado,

disponiendo la tripulación de una sala de mandos, otra en la que comer y

dormir e incluso pasillos. A continuación, Planeta Prohibido (1956, Fred M.

Wilcox) encarna la imagen del platillo volante tradicional: de superficie

metalizada y brillante, el plato exterior está incrustado en una esfera aplanada.

Su interior, de dos pisos, es amplio y alberga multitud de instrumentales

futuristas, además de las camas en las que duermen sus ocupantes. El caso de

Star Trek (1966, Gene Rodenberry) ya evidencia una nave de extensiones

notables. Al igual que la nave de Planeta Prohibido, la Enterprise cuenta con un

gran plato ligeramente curvado, del que emergen dos extremidades alargadas

que probablemente cumplan la función de alerones. El interior de la nave ya es

12 Los vehículos espaciales de este grupo, pertenecen a las siguientes películas: Himmelskibet (1918,

Holger Madsen), Planeta Prohibido (1956, Fred M. Wilcox), Star Trek (1966, Gene Rodenberry), 2001:

una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick), El planeta de los simios (1968, F. J. Schaffner), Alien, el

octavo pasajero (1979, Ridley Scott), Silent Running (1972, D. Trumbull), Star Wars (1977-2005), Solaris

(1972, A. Tarkovski), Saturno 3 (1979, S. Donen), Atmósfera cero (1981, P. Hyams), Aliens, el regreso

(1986, J. Cameron), Alien resurrección (1997, J. P. Jeunet), Solaris (2002, S. Soderbergh), Moon (2009,

Duncan Jones).

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68

más completo que en los casos anteriores, pues cuenta con más niveles,

estancias e instrumentos a bordo más complejos y avanzados.

Ilustración: Vehículo espacial de Himmelskibet (1918, H. Madsen).

La nave de 2001: una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick), marca un

hito desde un punto de vista estético (y funcional). De gran tamaño, la forma

exterior es la de una gran esfera blanca de la que sobresale una larga

extremidad. Su interior está formado, una vez más, por varias plantas y salas, y

dotado de complicados sistemas. En el caso de El planeta de los simios (1968,

F. J. Schaffner), la nave disminuye considerablemente su tamaño, pues aunque

se trata claramente de una nave, su forma recuerda a la de un avión caza,

porque dispone de una pequeña cabina desde la que pilotar la aeronave y de

un cuerpo algo más alargado en el que se alojan en su interior las literas e

instrumentos. Una vez llegamos a la saga de Alien, encontramos una nave de

vastas dimensiones (ya hemos comprobado su apariencia exterior en el

apartado del cómic en este mismo capítulo), sin una forma definida; que al

tratarse de un carguero, lleva un gran remolque incorporado. Asimismo, su

interior dispone de espacios amplios, con largos pasillos, varias plantas, y un

sinfín de estancias para sus ocupantes. Destaca la tosquedad y la suciedad de

los niveles inferiores – pues se trata de la sala de máquinas, las calderas, etc. –

en comparación con el diseño más ordenado y limpio de las plantas superiores,

que al igual que el “Discovery” de 2001: una odisea en el espacio, apuesta por

el color blanco.

En el caso de Silent Running (1972, D. Trumbull), la nave es una enorme

superficie blanca sin una forma definida que se encuentra unida por medio de

estructuras metálicas a tres grandes cúpulas acristaladas con bosques en su

interior. El color blanco y el rojo destacan tanto en el exterior como en el interior

del vehículo espacial. Al igual que las naves anteriormente analizadas, ésta

también cuenta con varios pisos, y un avanzado equipamiento en su interior.

En la primera entrega de la saga Star Wars, hay que destacar la Estrella de la

Muerte como una estación espacial esférica de color grisáceo, con una cavidad

en la parte superior que funciona como cañón láser. Su condición de fortaleza

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69

hace de ella una estación difícil de traspasar, no permitiendo así revelar un

espacio interino formado por multitud de estratos, niveles, salas que a su vez

cobijan a otro tipo de naves. El ejemplo de la estación espacial de Solaris

(1972, A. Tarkovski) nos remite a un cuerpo delgado y largo a través del que se

superponen anillos metálicos. El interior dista mucho de la estación ideada por

Soderbergh, ya que mientras el espacio interno de la de Tarkovski se

encuentra abandonado y sucio, mientras que en la de Soderbergh del 2002, el

interior de la estación no puede encontrarse más cuidado.

Para finalizar, las tres últimas estaciones son la de Saturno 3 (1979, S.

Donen), Atmósfera cero (1981, P. Hyams) y Moon (2002, D. Jones). En el caso

de Saturno 3, la estación es un gran edificio anclado a una luna de Saturno. Su

interior es rocoso y enorme, de largos pasillos, numerosas estancias y

observatorios y equipado con la más alta tecnología. En la estación de

Atmósfera Cero, una vez más una superficie de gran tamaño, grisácea por

fuera, se aprecia un interior con todo tipo de dependencia para albergar una

comunidad de trabajadores mineros; desde el comedor, hasta salas de recreo,

laboratorios, dormitorios, etc. Desde un punto de vista estético, esta estación

no es tan agradable como otras analizadas anteriormente, quizá porque se

trata de una colonia de mineros. Por último, la estación de Moon, recupera en

su interior los espacios blancos, luminosos y amplios de otras naves y

estaciones.

Así, a lo largo de los vehículos espaciales incluidos en este grupo se

distingue una evolución lógica de la nave y la estación, pues las funciones

analizadas en el tercer capítulo dictan la apariencia estética del vehículo. En el

anterior apartado, se han identificado los patrones que se reiteran en la

representación estética del vehículo espacial como transporte: la forma

homogénea del cohete que posee el monopolio de la representación estética,

la verticalidad y las dimensiones pequeñas del objeto – bien en su interior,

como en su exterior – debido a que están diseñadas para cumplir una función

de transporte y no para ser habitadas. En contraposición, las naves de este

periodo de la ciencia ficción demuestran una gran diversidad de formas

utilizadas para la realización del vehículo. De las primeras películas incluidas

en este apartado se demuestra una ruptura con el monopolio del cohete, en

efecto, hablamos de Himmelskibet y Planeta prohibido, que nos muestran

naves con forma de aeroplano y de platillo, respectivamente. De ahí en

adelante – y como segunda característica – las películas posteriores muestran

una mayor diversidad. No hablamos ya de los modelos del aeroplano, que bebe

del avance en la ingeniería aeronáutica, o del platillo, que está influida por la

representación de las naves alienígenas. Se trata de que, incluso en esos

modelos, existe una ruptura del modelo, por ejemplo: la nave de Star Trek une

dos platillos con una pasarela, la nave de Silent Running es una serie de

estructuras unidas entre sí, el modelo opuesto está ejemplificado con lo

Page 70: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

70

esférico en la “Estrella de la Muerte” y el “Discovery”. En resumen, existe una

ruptura de la homogeneidad en la estructura que da paso a una

heterogeneidad en los modelos y en esa estructura de la nave. El último rasgo

es que estos vehículos espaciales son más grandes porque albergan un

habitáculo para la tripulación en su interior. De esta manera, es natural deducir

que cuanto más complejas son sus funciones, es decir, cuanto más se

especializa el vehículo espacial, más complicada y detallista es la

representación estética del mismo.

4.3. La estética del modernismo.

4.3.1. Discurso estético modernista y su relación con la verticalidad.

Como ya hemos visto en el punto anterior, la estética de los primeros

cohetes anteriores a los años cincuenta cuya única función era el transporte, se

caracterizaba por formas y líneas rectas, diseños limpios y simples y espacios

ordenados. Así, basándonos en las afirmaciones de David Harvey sobre el

modernismo, es posible señalar que este movimiento cultural establece un

discurso equiparable a la estética que se desprende de estos primeros

vehículos espaciales.

‘La fe ‘en el progreso lineal, en las verdades absolutas y la planificación

racional de las órdenes sociales ideales’ en condiciones estandarizadas de

conocimiento y producción era particularmente fuerte. Por lo tanto, el

modernismo que surgió fue en consecuencia ‘positivista, tecnocéntrico y

racionalista’, al mismo tiempo que se imponía como la obra de una vanguardia

de élite formada por urbanistas, artistas, arquitectos, críticos y otros guardianes

del buen gusto’ (p.52).

Es esa creencia en verdades absolutas y por tanto científicas la que

hace alusión al positivismo que parece aflorar en el discurso estético

modernista y que desprendían los primeros cohetes; pues no se trata

únicamente de la estética de estos vehículos espaciales sino de los ideales que

conllevaban sus diseños, lo que se traduce en esa fe positivista que permitía

creer a sus ocupantes que viajando al espacio ampliarían fronteras y

contribuirían a mejorar la sociedad. Pero es necesario tener en cuenta no sólo

el discurso estético en relación con la ideología del modernismo, sino la

coyuntura social donde afloran ambos discursos – estético e ideológico – y su

coherencia con tal representación del vehículo espacial:

‘Era necesario introducir cierta planificación e industrialización en las

empresas de la construcción en gran escala, así como explorar las técnicas

para el transporte de alta velocidad y el desarrollo acorde con la densidad de la

población. En muchos de esos aspectos, el modernismo obtuvo grandes

resultados. Yo diría que su verdadera faz interior yace en la celebración

Page 71: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

71

subterránea del poder y la racionalidad burocráticos y corporativos, bajo la

forma de un reiterado culto a la eficiencia de la máquina, como mito suficiente

para encarnar todas las aspiraciones humanas. En la arquitectura y la

planificación, esto significó el rechazo del ornamento y del diseño

personalizado. Y también supuso una pasión generalizada por los espacios y

perspectivas masivos, por la uniformidad y el poder de la línea recta, siempre

superior a la curva, como declaró Corbusier’ (Harvey, p.53).

Como señala David Harvey, existe una base en la coyuntura social y

económica del modernismo que, en este caso, nos permite reforzar la tesis

que defiende la estética de los primeros cohetes como producto de un

pensamiento modernista, enraizado en la sociedad occidental de la primera

mitad del siglo XX. Continuando con el concepto de verticalidad introducido por

Harvey, sería conveniente recurrir a la siguiente cita de Otto Friedrich Bollnow:

‘Se puede definir como primer y simplísimo principio estructural, que el eje

vertical y el plano horizontal forman en común el esquema más simple del

espacio humano concreto’ (p.50). Es preciso señalar que si se tiene en cuenta

que la forma más simple de viajar al espacio es en cohete y en posición

vertical, la alusión del autor a la referencia espacial se podría interpretar desde

una perspectiva ingenua y positivista de viajar al espacio de los primeros

cohetes anteriores a los 50. No sólo, sino que tiene lógica el hecho de que el

humano al aproximarse a la concepción y posterior construcción de un medio

de transporte maravilloso, con un fin maravilloso, pero en una coyuntura de

ausencia e referentes visuales y empíricos de tal objeto lo haga desde la

perspectiva más simplista de la estructura: vertical. Así, la humanidad concibe

el vehículo como una flecha, como una línea recta que en su apariencia articula

el trayecto en línea recta entre dos puntos (la tierra y el destino espacial) del

viaje.

Precisamente, este principio de la verticalidad está relacionado con el

transporte y el no hogar o la acomodación transitoria que escenificaban estos

primeros vehículos espaciales anteriores a los 50. Ya que lo vertical es más

difícil adaptarlo a una acomodación. Igualmente, es posible establecer un

paralelismo entre el discurso vertical del modernismo – un discurso sin dudas,

que aspira a los ideales que están por encima de los humanos: la perfección

científica – y esta representación vertical de los cohetes. Representación, que,

como ya hemos visto, se caracteriza por superficies planas y lineales, pulidas.

Ofreciendo una apariencia exterior del vehículo espacial como algo

homogéneo, sin fisuras, lo que recuerda a ese discurso positivista de la estética

del modernismo que describe David Harvey.

4.3.2. Streamline moderne.

Page 72: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

72

Para acercarnos a una definición que aclare al lector en qué consiste un

movimiento como el ‘Streamline Moderne’, es preciso interpretar el análisis de

Juan Antonio Ramírez en su obra La arquitectura en el cine. Según este autor,

la estética de la máquina contribuyó a reforzar la estética de lo moderno, y el

automóvil individual manufacturado en serie, el avión y el barco transoceánico

conformarán parte de la representación iconográfica de una arquitectura que

designa el progreso, la pulcritud y la rapidez (p.260). Los postulados pictóricos

del futurismo apuntaban a rasgos similares – si bien existe una gran diferencia

–, que posteriormente podían identificarse en la estética de los cohetes

cinematográficos anteriores a los años cincuenta. El mismo autor señala una

tendencia de los años treinta a identificar la arquitectura del porvenir con los

espacios mínimos13, higiénicos y sin pretensiones que se veían en los

trasatlánticos (p.261). Concepto, que recuerda inevitablemente a los espacios

vacíos, ordenados y asépticos del interior de los cohetes cuya única función es

la del transporte.

Si continuamos con la descripción del movimiento arquitectónico, hay

que señalar que a pesar de que la línea recta prevalece en el diseño estético

de los cohetes, no hay que olvidar que la gran mayoría tiene un acabado

ligeramente curvado. Un ejemplo práctico de esta estética arquitectónica se

aprecia en la estación espacial desde la que se lanza el cohete de la película

Things to come (1936, W. C. Menzies), y en el mismo vehículo espacial. Juan

Antonio Ramírez afirma:

‘El futuro arquitectónico de la humanidad se ha visualizado

hipertrofiando los rasgos aerodinámicos. No hay duda de que Things to come

(1936) ofreció mejores ejemplos de ‘Streamline Moderne’ que toda la

arquitectura real coetánea. William Cameron Menzies y Vincent Korda, en

estrecha colaboración, tuvieron que diseñar convincentemente un mundo que

H. G. Wells quería libre y variado. El resultado, con muebles transparentes,

paredes curvadas y desnudas, volúmenes inmensos con formas militares, etc,

es una síntesis entre el expresionismo a lo Mendelsohn, el futurismo, el diseño

industrial y las experiencias de la vanguardia europea más radical. Things to

come impresionó tan vivamente a los contemporáneos que consagró la

iconografía arquitectónica del S.XXI’ (p.264-265).

13 El mismo autor continúa: “Lo normal fue revestir las construcciones con estilemas que reforzaran su

apariencia moderna: líneas paralelas, curvas, barandillas cromadas, aspecto metálico de las superficies,

etc. Este estilo, el streamline moderne, que he denominado ‘art deco’ aerodinámico, fue la versión

predominante de lo moderno en el sur de California, y no es extraño que se trasplantara al cine coetáneo”

(p.261).

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73

Ilustración: La lanzadera espacial desde la que despega el cohete de Things to come. Imagen en la que se aprecia la denominada ‘hipertrofia’ de la estética moderna. Se recurre a la iconografía de la tecnología (el vehículo espacial) para representar lo moderno.

Hay que señalar que el cine posterior y coetáneo sigue la estela del

análisis propuesto por Juan Antonio Ramírez, pues es posible trasladar su

estudio a los vehículos espaciales de otros filmes incluidos en este trabajo,

como por ejemplo el de Frau Im Mond. Para concluir, y según Javier

Hernández Ruiz, autor del artículo “Decorados del futuro y espacios cotidianos

desde un concepto revisado de escenografía”, el estilo Streamline Moderne no

es exclusivo de los vehículos espaciales anteriores a los años 50, pues también

se da en Con destino a la luna (1950) y Planeta prohibido (1956). Pues los

interiores de estos vehículos espaciales se rigen por la lógica estética del estilo

antes mencionado. No hay más que observar con detenimiento los rasgos

racionalistas y tecnológicos que los acerca a la modernidad: trazos marcados,

curvados con frecuencia, superficies lisas, entusiasmo y predominio del color

blanco y una estética de lo apabullante ejemplificada en el exceso de mandos,

paneles, luces y demás artilugios (p.89). Pues se puede apreciar las

características de este estilo tanto en las formas lisas y aerodinámicas del

exterior del cohete de Con destino a la luna (imagen del cohete incluida en la

página 16 de este capítulo) como en el interior del platillo volante de Planeta

prohibido, donde se despliega toda una estructura tecnológica digna de lo

examinado con anterioridad.

Ilustración: El platillo espacial de Planeta Prohibido (1956, Fred M. Wilcox) en una secuencia en la que se aprecian tanto la estructura redondeada de su interior como la ya incipiente hipertrofia del espacio en abundancia de mandos, paneles, botones y demás artilugios tecnológicos.

Page 74: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

74

4.4. La estética del posmodernismo: horizontalidad.

Si la estética de los primeros cohetes que puede adecuarse al discurso

modernista se caracterizaba por superficies lisas, sin fisuras, líneas rectas y

espacios uniformes, con los vehículos espaciales posteriores a los años 50 se

impone el modelo posmoderno, que, a grandes rasgos, representa la

heterogeneidad de formas. Ya no se rechaza el ornamento, como se tendía a

hacer en el modernismo, sino que ahora se aboga despreocupadamente por el

detalle excesivo, lo cual encuentra un buen ejemplo en la nave “Halcón

Milenario” de Star Wars. Simultáneamente, y como señala Jean François

Lyotard, con la estética posmoderna de estas naves, se introduce el discurso

horizontal, esto es, un discurso sin una idea central, que acepta dudas y es

capaz de relacionar ideas.

‘Nuestro lenguaje puede contemplarse como una antigua ciudad: un

laberinto de pequeñas calles y plazas, de casas viejas y nuevas, y de casas

con agregados de diferentes épocas; y esto rodeado por una multitud de

nuevos barrios con calles rectas y regulares y casas uniformes’ (Harvey, p.64).

De esta manera, Lyotard hace referencia al concepto de pastiche y a la

nueva diversidad y heterogeneidad de formas en la estética posmoderna. Así,

una vez más, se da un paralelismo entre este discurso horizontal y la estética

posmoderna que se puede aplicar a estos vehículos espaciales. Pues el

principio de la horizontalidad se asocia a la función de casas y lugares de

trabajo y se relaciona con la necesidad de ofrecer acomodación a los humanos,

a la vez que propicia y justifica la presencia de baños, dormitorios, cocinas,

laboratorios, etc en el interior de estas naves. Asimismo, bajo todo este

discurso horizontal del posmodernismo subyace el recelo ante el positivismo de

la época anterior – encarnada por los tripulantes felices y confiados de los

primeros cohetes – lo cual se refleja en la estética de estos nuevos vehículos

espaciales. Según el pensador francés Jacques Derrida, ‘se rompe la

continuidad o linealidad del discurso’ (Harvey, p.69). Desaparece la línea recta

que predominaba en los cohetes, y se percibe cómo las bases sobre la que se

sustenta este discurso, pueden ponerse en relación con la diversidad de

funciones a la que se ven sometidas estas naves y estaciones – a su

especialización, punto 3.3. – y sobre cómo la estética muta y se adapta a ello.

Hay una clasificación realizada por Ihab Hassan en su obra The

Dismemberment of Orpheus, de términos opuestos pertenecientes al

Modernismo con sus equivalentes en el Posmodernismo. Así, estas

expresiones bien pueden llevarse al terreno de los vehículos espaciales si en el

modernismo encontramos la forma – con los cohetes - frente a la antiforma de

las naves y estaciones; el diseño frente al azar; la obra terminada frente al

proceso (si observamos el esqueleto concluido de un cohete frente al cuerpo

Page 75: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

75

enigmático de una nave o estación); lo fálico frente a lo polimorfo (si atendemos

a la forma alargada de los cohetes en contraposición a la horizontalidad

indefinida de las naves); o la determinación frente a la indeterminación (p.39).

Estas oposiciones estilísticas no hacen sino reforzar los discursos estéticos en

los que parecen encajar los vehículos espaciales incluidos en este trabajo.

David Harvey lo confirma en su obra: ‘Los urbanistas modernistas apuntan al

dominio de la metrópoli como totalidad y diseñan de manera deliberada una

forma cerrada, mientras que los posmodernistas tienden a considerar el

proceso urbano como algo incontrolable y caótico, donde la anarquía y el

cambio pueden jugar en situaciones absolutamente abiertas’ (p.61).

Y volviendo a hacer referencia al discurso horizontal propio del

posmodernismo en el que se enmarcan estas naves y estaciones posteriores a

los años 50, hay que señalar que Derrida considera que:

‘el collage/montaje define la forma primaria del discurso posmoderno. La

heterogeneidad inherente a ello (sea en pintura, escritura o arquitectura)

estimula en nosotros, receptores del texto o imagen, la producción de una

significación que no podría ser ni unívoca ni estable. Tanto los productores

como los consumidores de textos (artefactos culturales) participan en la

producción de significados y sentidos (de allí el énfasis que otorga Hassan al

‘proceso’, a la ‘performance’, al ‘happening’ y a la participación en el estilo

posmodernista’ (p.68).

4.5. La imagen de la maravilla.

Desde un punto de vista estético, lo maravilloso en la narrativa de la

ciencia ficción respecto al futuro o a ese viaje a un lugar imposible se articula

en la representación de la nave espacial a través de diversos métodos. A

menudo se tiende a abusar de los planos contrapicados a la hora de exhibir el

vehículo, lo que ayuda a evocar la grandeza de la máquina que logrará acercar

al ser humano al espacio y cumplir así sus metas. En consecuencia, el hombre

parece empequeñecerse en estos enfoques, pues sitúan al espectador en una

posición de inferioridad para que sea capaz de admirar el poder y la

superioridad tecnológica del vehículo. De esta manera, se juega con la

perspectiva para ofrecer una óptica engañosa sobre el espectador y mantener

así la ilusión de magnitud y esplendor de lo que resulta inalcanzable para él

desde su posición en la Tierra.

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76

Ilustración: Contrapicado del cohete de Frau Im Mond (1928, Fritz Lang), más alto de lo que el ojo humano alcanza a distinguir.

Para continuar, otra manera de mantener la ilusión del prodigio

tecnológico es mediante el uso del color y la luz en el momento de exhibir el

vehículo espacial. En las películas de los primeros cohetes en blanco y negro,

la ausencia de color14 hace que la representación de estos vehículos

espaciales se vea limitada, en el mejor de los casos, a mostrar superficies

brillantes, resplandecientes, que deslumbren al espectador, como ya se aprecia

en la imagen anterior del cohete de Frau Im Mond (1928, Fritz Lang). Con todo,

no se aprecia un gran salto con la llegada inmediata del color a la gran pantalla,

pues si atendemos a la imagen del cohete de Con destino a la luna (1950,

Irving Pichel), observamos que la superficie brillante también se cumple,

aunque en este caso, el color supone un factor añadido para representar la

maravilla.

Ilustración: Superficie brillante del cohete de Con destino a la luna (1950, Irving Pichel), reforzada por el contraste con el azul del cielo y el reflejo de los rayos del sol.

14

Juan Antonio Ramírez resume el uso del color en las filmaciones hollywoodienses: “El color siempre ha

sido un aspecto esencial de la arquitectura y, lógicamente, estuvo presente entre las preocupaciones de los diseñadores de Hollywood. La filmación en blanco y negro estimuló una polémica de larguísima duración entre quienes pensaban que los sets debían ser pintados en un solo color, con la gama de grises intermedios entre el negro y el blanco absoluto, y los partidarios del naturalismo cromático. Las cámaras preferían normalmente lo primero, pues así controlaban mejor todos los valores” (p.116).

Page 77: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

77

Por último, y dentro de la categoría de los primeros cohetes anteriores a

los años 50, la secuencia del despegue cobra especial importancia para ilustrar

esta imagen de la maravilla que se está tratando. Se entiende el despegue

como un simulacro de exhibición pirotécnica. El fuego, el humo y las

explosiones que se producen en ese momento, obedecen a una lógica

parecida a la de los fuegos artificiales. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que

el espectador medio de la ciencia ficción de la época no tenía los suficientes

conocimientos sobre el método científico que hacía posible ese despegue, por

lo que así que una manera de hacerle partícipe de lo extraordinario de ese

proceso y de subrayar el aspecto maravilloso era apostar por lo efectista, y lo

pirotécnico. Con todo, hay que indicar que a menudo, los siguientes vehículos

espaciales se muestran por primera vez al espectador en pleno vuelo, por lo

que esta secuencia de despegue se omite. Así, es para contrastar el hecho de

que en los cohetes anteriores existe la posibilidad de hacernos partícipes de la

posibilidad real del viaje, mientras que en las naves y estaciones posteriores ya

se ha demostrado con creces que el viaje espacial es posible.

Ilustración: Pirotecnia en el despegue del cohete de la serie de tv Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Talor).

De modo similar, aunque haciendo uso de otros recursos, la imagen de

la maravilla también está presente y se concibe en la representación de las

naves y estaciones espaciales posteriores a los años 50. Un caso obvio está

relacionado con la mayor capacidad técnica y de montaje para construir naves

más grandes. El tamaño de estos vehículos espaciales aumenta notablemente

y aunque se siguen usando los contrapicados a la hora de mostrar la nave,

ahora también abundan los travellings que nos permiten hacernos una idea del

vehículo espacial en su totalidad. A lo que hay que añadir que, poco a poco, la

capacidad técnica del cine mejora notablemente, permitiendo trabajar con

maquetas y tipos de lentes más avanzadas. Así, ya no es necesario construir la

maqueta a escala real, como ocurría en las primeras películas. Según J. A.

Ramírez, “la arquitectura cinematográfica altera y varía los tamaños y las

proporciones respecto a la arquitectura real”

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Ilustración: La nave de 2001: una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick) mostrada en un travelling lateral.

Por otra parte, también resulta oportuno considerar esta imagen de la

fascinación de un modo muy ligado a su presente cultural, esto es, a las teorías

posmodernas, como por ejemplo el ‘sublime histérico’ de Fredric Jameson. El

autor de El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado afirma

que hay que insistir en:

‘la transición que abandona la desolación de los edificios de Hopper o

la inflexible sintaxis del medio oeste que caracterizó las formas de Sheeler,

sustituyéndolas por las extraordinarias superficies de la perspectiva urbana del

realismo fotográfico, en la que hasta los cementerios de automóviles brillan con

un esplendor nuevo y alucinante. El júbilo de estas nuevas superficies es tanto

o más paradójico por cuanto su contenido básico – la ciudad misma – se ha

deteriorado o desintegrado hasta un límite que probablemente era inconcebible

en los primeros años del S.XX’ (p.75-76).

De esta manera, si trasladamos la teoría de Jameson sobre lo sublime

histérico a la imagen de la maravilla aplicada a los vehículos espaciales,

concluimos que el espectador ignora voluntaria o involuntariamente lo que

subyace (tecnofobia, peligro, muerte) bajo la superficie de algo estéticamente

tan agradable y complejo – como son representados estos vehículos – que

hipnotiza y fascina. Ya I. Hassan cuando ante contrastaba los términos

profundidad (Modernismo) y superficie (Posmodernismo) (p. 39) en su conocido

esquema, anticipaba esta tendencia que comenta Jameson: ‘Existe una falta de

profundidad deliberada en la arquitectura posmoderna’ (p.76). Y lo corrobora

atribuyendo el motivo al formato obligado de las imágenes televisivas: ‘Hay una

preocupación posmodernista por la superficie’ (p.79).

Pues los exteriores de estas nuevas naves y estaciones se encuentran

tan recargadas de artificios y artefactos inexplicables que el espectador

experimenta una especie de “regocijo alucinatorio” al contemplarlos. La

mercantilización ha corrompido estos espacios internos del vehículo espacial,

desintegrando toda posible profundidad o significado. Sin embargo, el

espectador únicamente percibe la superficie fascinante de estos vehículos. Así,

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79

se concibe la nave como un objeto brillante, colorido, complejo en su exterior, y

sublime pero vacío de contenido.

Ilustración: La complejidad estética del exterior del Halcón Milenario deslumbra y ofusca los sentidos del espectador.

Ilustración: Las naves brillantes, complejas y coloridas del segundo episodio de Star Wars. El ataque de los clones (2002, George Lucas) también sirven para ilustrar el ‘sublime histérico’ de Jameson.

4.6. La representación del desastre en el vehículo espacial.

4.6.1. La destrucción de la nave.

En su artículo titulado “La imaginación del desastre”, Susan Sontag

expone lo siguiente:

‘las películas de ciencia ficción no tratan de ciencia. Tratan de la

catástrofe, que es uno de los temas antiguos del arte. Así, el cine de ciencia

ficción está relacionado con la estética de la destrucción, con las peculiares

bellezas que pueden procurarnos los estragos, la confusión. Y lo más

importante de una buena película de ciencia ficción radica precisamente en la

imaginería de la destrucción. Está la populosa ciudad, está el lujoso pero

ascético interior del ingenio espacial – el de los invasores o el nuestro – repleto

de aparatos y controles de mando y maquinarias cromadas cuya complejidad

es indicada por la serie de luces que centellean en ellos y los extraños ruidos

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que emiten. Y cada uno de estos locales o escenarios está sujeto a dos

posibilidades: intacto o destruido’ (p.26, 28).

Como ya se demostró en el apartado de la imagen de la maravilla, la

secuencia del despegue del vehículo espacial puede pensarse como una

deslumbrante exhibición de pirotecnia. En este caso, si se traslada el concepto

a la estética de la destrucción de la que habla Sontag, la referencia es a la

pirotecnia implícita en la destrucción que sufren estos vehículos espaciales

cuando son atacados – por otras naves o por lluvias de meteoritos, por ejemplo

– o porque simplemente colisionan o se precipitan al vacío descontroladas.

Hay una frase hacia el final de la película Blade Runner (1982, Ridley

Scott) que ilustra esta idea del imaginario estético de la destrucción aplicado a

los vehículos espaciales. Deckard, acaba de ser salvado por Roy, un replicante

al que pretendía asesinar. Éste, consciente de que su vida se está

consumiendo (los replicantes gozan de unos 4 años de vida aproximadamente)

y para demostrar a Deckard, que él también ha sido capaz de vivir y sentir

como un ser humano, le dice tristemente: ‘Yo he visto cosas que vosotros no

creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos brillar en la

oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser, todos esos momentos se

perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir’. Así, el

replicante se refiere a esas “naves atacadas más allá de Orión” como una

escena hermosa y digna de recordar antes de morir, lo que sirve para apoyar el

concepto de la estética de la pirotecnia en la destrucción. De esta manera, la

destrucción del vehículo espacial no se entiende como una simple devastación

sino como algo digno de ser admirado, la grandeza que se destruye.

Ilustración: Momento exacto de la destrucción de la estación espacial Estrella de la Muerte en Star Wars: Episodio IV. Una nueva esperanza (1977, George Lucas).

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Ilustración: En Alien, el octavo pasajero (1979, R. Scott) Ripley incendia con un lanza-llamas el interior de la nave Nostromo para terminar con el alienígena y así escapar ella en la mini nave de emergencia acoplada a la que está destruyendo.

Así, son diversas las secuencias en las que la destrucción de la nave se

convierte en algo más que una tragedia. Se trata de algo grandioso, pues no

hay más que tener en cuenta que inmediatamente después de la imagen de la

destrucción, a menudo sigue una escena con los personajes observando

obnubilados ese desastre del que son testigos. Por tanto, es una visión que

también atrapa a los personajes.

4.6.2. La chatarra tecnológica.

Una vez analizados los vehículos espaciales (cohetes en su mayoría)

anteriores a los años 50, somos testigo de la aparición de las naves y

estaciones espaciales en el cine. Como es lógico, cambia la percepción del

vehículo espacial y se da el punto de vista de que las naves ya no tiene por qué

ser nuevas. Así, se produce un cierto cinismo en la estética de estos vehículos

espaciales, que encuentra un buen exponente en la estación espacial de la

primera película de Solaris (1972, A. Tarkovski). Pilar Pedraza lo analiza en su

artículo ‘Solariana: el viudo en el espacio’:

‘Al igual que en la novela, es una nave deteriorada y sucia, llena de

trastos, que parece un bloque de viviendas subvencionadas. Los camarotes

tienen las paredes forradas de piel sintética. Un estética general pobre y fea, un

vestuario de inaudita dejadez, unos tipos humanos mediocres física y

mentalmente, hacen de la película una rareza realista insólita. Tarkovski

renuncia a los lujos galácticos y a las seducciones de la belleza maquínica

capitalista’ (p.227).

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Ilustración: Kelvin al fondo de un pasillo de la estación de Solaris (1972, Tarkovski). La suciedad, los cables sueltos sin funcionar, las luces que parpadean, fundidas y el desorden forman parte de la estética deteriorada del interior de este vehículo espacial.

Pues todo apunta a que se han extendido la indiferencia y naturalidad

con las que ahora contemplamos estos vehículos espaciales. El espectador ya

no experimenta una sensación de extrañeza porque estos vehículos espaciales

sean viejos y/o estén en malas condiciones, en contraposición a los bonitos

cohetes anteriores a los años 50. Susan Sontag lo enuncia así:

‘Las películas de ciencia ficción invitan a una concepción

desapasionada, estética de la destrucción y la violencia: una concepción

tecnológica. Cosas, objetos, máquinas desempeñan un papel protagónico en

estas películas. En el decorado de estas películas se encarna una gama de

valores éticos mayor que en la gente. Las cosas representan diferentes

valores, son poderosas, son lo que es destruido’ (p.33).

Ilustración: En Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma (1999, George Lucas), Anakin Skywalker intentando arreglar la chatarra de nave que ha ido construyendo poco a poco durante años, con piezas de otras naves. Como puede apreciarse, su exterior está oxidado y sucio.

Asimismo, se debe tener en cuenta el punto de vista a la hora de

representar esta ‘chatarra tecnológica’. Por ejemplo, George Lucas y Andrei

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Tarkovski se sitúan en una perspectiva avanzada pues transmiten al

espectador que ha habido una época anterior en la que la nave era algo

maravilloso. Sin embargo, lo que ellos muestran – como ya hemos visto – es el

momento en que las naves ya se han usado e incluso son viejas. Lo que viene

a demostrar que dentro de nuestro imaginario como espectadores, no son nada

nuevo sino algo a lo que nos hemos acostumbrado y podemos concebir como

reliquias o como basura inservible. De esta manera, se activa una dinámica

paradójica dentro de la ciencia ficción, género de lo maravilloso y lo fantástico,

que nos presenta como algo normal el hecho de que el vehículo espacial se

conciba como un icono que debe ser maravilloso. Por lo tanto, la ciencia ficción

adquiere un tono casi crepuscular, se vacía de su capacidad de maravilla y se

subraya una idea de la decadencia y de las huellas del paso del tiempo sobre

ese icono.

4.6.3. La nave como ruina (La nave abandonada).

Tanto en el apartado anterior como en este puede darse una

interpretación en la línea de lo que plantea Andreas Huyssen, autor de

Modernismo después de la postmodernidad, cuando habla de la ruina de la

modernidad. Huyssen, hablando de la modernidad, expone que hay ciertas

ruinas que nos recuerdan la decadencia de ideales pasados. Se trata del

ejercicio de representar la ruina o el tiempo pasado, que como dice Huyssen se

sirve para articular ‘un discurso más amplio sobre el trauma, el genocidio y la

guerra’ (p.47). En su análisis sobre la memoria y la ruina de la modernidad en

el imaginario del artista, Huyssen afirma que lo que él denomina ‘el delirio por

la ruina’ articula ya una nostalgia que “parece transmitir una promesa que se ha

desvanecido en nuestra época: la promesa de un futuro diferente” (p.48), un

futuro de emancipación, de felicidad. Y en este punto es donde entra el ideal

positivista que movía a las tripulaciones confiadas de los primeros cohetes

analizados, también visto una vez más en la estética de la modernidad, con el

discurso vertical.

Huyssen arremete contra esta idea del siguiente modo: ‘contra el

optimismo de la Ilustración, el imaginario moderno de ruinas es consciente del

lado oscuro de la modernidad, lo que Diderot llamaba la inevitable devastación

del tiempo’ (p.54). Porque cuando se habla de ciencia ficción, una nave en

ruinas puede interpretarse como el desastre o la erosión por el paso del tiempo

que ha hecho mella en un objeto que no es sólo una nave espacial, sino que

representa los ideales del progreso tecnológico y humano. Por tanto, se habla

de articular un desastre a una advertencia a un nivel ideológico dirigida a

aquellos que creyeron que la ciencia era un algo absoluto pues cuando las

naves se destruyen o sus superficies sufren el desgaste natural del tiempo, se

demuestra que sus ideas también tienen una fecha de caducidad y que debido

Page 84: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

84

a una racionalidad excesiva, pueden provocar el desastre. Susan Sontag lo

enuncia de esta manera: ‘La moderna realidad histórica ha contribuido en gran

medida a extender la imaginación de la catástrofe’ (p.31). Por último, hay que

señalar que estas imágenes de la nave como ruina funcionan también como

una advertencia a nivel narrativo, que en el sentido clásico se entendería como

el aviso a navegantes con el fin de alertar de que ya se ha naufragado antes.

Así se percibe en esta imagen de Alien, el octavo pasajero.

Ilustración: Imagen de la nave abandonada que se encuentra la tripulación del Nostromo en Alien, el octavo pasajero (1979, Ridley Scott). Esta nave no es humana, es de una tripulación extraterrestre que desembarcó en ese planetoide antes que ellos, pero aún así, funciona como una advertencia para los protagonistas.

Ilustración: El maestro Yoda y Luke rescatan la nave del segundo – que había permanecido bajo las aguas del pantano mientras realizaba su preparación como guerrero.

Page 85: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

85

5. Representación del espacio.

5.1. El desarrollo de la percepción del espacio del vehículo espacial.

5.1.1. De la elipsis a la construcción del hogar: un salto conceptual en la

percepción del espacio.

Este apartado se va a dedicar al análisis de la evolución de la

percepción del espacio el vehículo espacial a un nivel teórico. Para ello se

tendrá en cuenta la evolución en el pensamiento, no la articulación material y

su semántica. Así, resulta conveniente introducir a Yi Fu Tuan y su distinción

entre los conceptos de “espacio” y “lugar”. Según el autor, la principal diferencia

entre espacio y lugar es la presencia de la experiencia en el lugar (p.8). De esta

manera, el lugar se caracteriza por estar habitado, por poseer la huella de la

experiencia. Tiene un significado, en lo que a la vida del individuo se respecta.

El espacio, sin embargo, vendría a ser algo totalmente deshumanizado donde

la única experiencia posible es la de tránsito, la de rapidez. En consecuencia,

hay diversos modos de experimentar (encontrar) un lugar, y Tuan los clasifica

dentro de un espectro que va desde la sensación, a la percepción y finalmente

a la concepción. La idea es que cuanta más capacidad de provocar

sensaciones tiene la experiencia de un lugar, implica más emoción y menos

pensamiento. Mientras que una concepción basada en la experiencia, conlleva

contrario (p.8).

El término “espacio” es más abstracto que “lugar”. Y lo que distingue un

término del otro, es que el lugar adquiere unas características concretas para

nosotros tan pronto como llegamos a conocerlo y familiarizarnos con él,

dotándolo de un significado (p.6). Así, si trasladamos el análisis de Yi Fu Tuan

de espacio y lugar a la construcción de la percepción del vehículo espacial, hay

que señalar que en un primer estadio, el icono se concibe como un espacio.

Esta fase primaria se define por la lógica de la elipsis. El humano es capaz de

pensar en una máquina que le transporte a la luna. Sin embargo, no es capaz

de pensar en ello en clave científica, sino maravillosa. De ahí, que la

representación interna de los primeros vehículos espaciales incluidos en este

trabajo se caracterice por la falta de detalle y una estética vacía. Es importante

el hecho de no detallar pues es consecuencia de que se represente el interior

del vehículo espacial. Al ser un concepto nuevo, el hombre ya tiene bastante

con pensar en la máquina como para además pensar además en el interior. Por

ejemplo, Viaje a la luna de Méliès (1902) serviría para ilustrar lo expuesto, pues

ni siquiera se muestra el interior del cohete.

Un segundo nivel es aquel en el que se muestra el interior. Ya entra en

juego el concepto de experiencia de Yi Fu Tuan con el espacio de la nave,

experiencia adquirida en el imaginario artístico con las películas realizadas

Page 86: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

86

anteriormente. Sin embargo, se trata de un espacio que no está lo

suficientemente interiorizado pues no se produce demasiada experiencia como

para pensar en ese interior como un lugar. De ahí, el modo simple y vacío de

los interiores de los primeros cohetes anteriores a los años 50, y que muy

pocos de ellos sirvan para comer y/o dormir. En este grupo entrarían películas

como Aelita (1924, Yakov Protazanov), Frau Im Mond (1928, Fritz Lang), Just

Imagine (1930, Gerard Butler), Things to come (1936, W. C. Menzies), Flash

Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) y Con destino a la luna

(1950, Irving Pichel).

Finalmente, el tercer estadio se produce cuando el espacio interno del

vehículo, debido a la evolución y el aumento en número de representaciones,

ya se ha asimilado como espacio y ahora su evolución lógica permite

concebirlo como lugar. En numerosos casos, como una casa y lugar de trabajo,

con su representación en los filmes posteriores a los años 50. Y aquí es donde

entra el concepto de “espacio15 vivencial” de Otto Friedrich Bollnow16. Pues

según este autor, este espacio depende de las acciones del hombre que lo

habita, pues lo modifican constantemente, tanto psíquica como físicamente:

‘El espacio vivencial no es dado como un espacio cerrado y finito y sólo

por experiencias posteriores se ensancha hasta una extensión infinita. El

espacio vivencial está ligado al hombre por relaciones vitales y pertenece al

campo de la actitud vital humana’ (p.25).

Así, se da una correspondencia entre el concepto de “lugar” del geógrafo

Yi Fu Tuan – cuyas teorías se van a usar únicamente en este apartado - y el de

“espacio vivencial” que expone Bollnow, pues ambos se caracterizan por la

presencia de experiencia. De aquí en adelante, se utilizará exclusivamente el

término de Bollnow (“espacio vivencial”) para el análisis del espacio. Es

interesante observar como el desarrollo de la concepción de un espacio a un

lugar también se da en un objeto representado tal cómo el transporte espacial.

Siendo en este caso, la experiencia, el architexto de películas que representan

tal vehículo. Dicho de otro modo, el avance en la representación de la nave

también se puede interpretar desde el punto de vista espacial y la experiencia

necesaria para el salto de “espacio” a “lugar” se adquiere representando y

haciendo que el espacio que constituye la nave espacial se asimile dentro del

imaginario cultural.

15

Aunque Bollnow se refiera al ‘espacio’ para definir el territorio que estará marcado por la experiencia,

hay que advertir de que no se trata de una contradicción con la teoría previa de Yi Fu Tuan, sino que es

un cambio de nomenclatura únicamente. 16 Conservando el punto de vista de Bollnow, Graf Dürckheim expone: “El espacio concreto del hombre

desarrollado es digno de ser considerado seriamente en toda la plenitud de los hechos trascendentes

experimentados en él, pues con sus cualidades, estructuras y ordenaciones peculiares es la forma de

expresión, de mantenimiento y de realización del sujeto que en él vive y ‘vivencia’ y está en dependencia

con él” (Bollnow, p.26).

Page 87: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

87

5.1.2. El desarrollo de la coherencia entre la estructura exterior y el

espacio interior del vehículo espacial.

Para continuar con el estudio de la percepción del vehículo espacial,

este siguiente apartado tiene como objetivo analizar la presencia o ausencia de

coherencia entre la representación exterior e interior del vehículo espacial. Es

decir, si existe de hecho una coherencia entre lo que se muestra por fuera – el

armazón del vehículo – y la capacidad de su espacio interior. Así, cabe

organizar una comparación simple dividida en dos grupos: aquellos vehículos

cuya apariencia interior no es coherente con la exterior, y aquellos que sí. Por

una parte, como ya hemos señalado, un primer grupo correspondería a los

vehículos espaciales cuya apariencia interior no se corresponde con la exterior.

Esto es, el espacio interior que se nos muestra no es tan grande ni tan vasto, o

por el contrario, es más grande aún, no adecuándose a la percepción de

espacio que nos proporciona por fuera. Este sería el caso de la nave de

Planeta prohibido (1956, Fred M. Wilcox), cuyo espacio interno dista bastante

de la forma pequeña y redondeada del platillo volante que se muestra: su

interior es más espacioso de lo que deja adivinar la apariencia exterior.

Dentro de este mismo grupo, una segunda variante estaría formada por

los vehículos espaciales de los que se nos enseña del interior, pero no se

corresponde porque únicamente se representa una parte de todo ese interior,

con lo que, no es posible saber a ciencia cierta si se corresponde o no, pues la

película no se esfuerza en demostrarlo. En este punto, es interesante recuperar

la investigación de Juan Antonio Ramírez en la que señala el carácter

fragmentario de la arquitectura cinematográfica y de acuerdo a esta idea,

afirma que ‘salvo excepciones, se construía o se simulaba mediante pinturas y

miniaturas solamente lo necesario para la filmación’ (p.103). Así, al igual que

en el caso anterior, hay ocasiones en las que al espectador no sólo se le

muestra el exterior de un vehículo espacial para posteriormente sólo revelar

una parte de su interior; sino que además ni siquiera es posible formarse una

opinión sobre la totalidad de su espacio interno. La nave de Star Trek (1966, G.

Rodenberry) ilustra este carácter fragmentario del que habla Ramírez que tan

conveniente resulta a la hora de rodar. En ningún momento de la serie se da

una secuencia en la que muestren el interior completo de la nave y el

espectador asume que hay partes de ella que no llegará a conocer.

Para concluir, llegamos el segundo grupo de la división propuesta al

inicio. Está constituido por aquellos vehículos espaciales cuya representación

de la apariencia exterior sí es coherente con la interior. En esta categoría se

engloban la mayor parte de los cohetes, naves y estaciones incluidas en el

trabajo. Con todo, resulta interesante destacar el caso de Alien, el octavo

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88

pasajero (1979, R. Scott) por su objetividad a la hora de proceder. La cámara

se toma su tiempo en las primeras secuencias de la película haciendo partícipe

al espectador del interior completo de la nave: sus estancias, sótanos, pasillos,

rincones, máquinas, etc. No hay acción alguna porque los personajes están

dormidos, por lo que no hay nada que interfiera en la panorámica guiada. Así,

sabemos de la vastedad del vehículo espacial al verlo por fuera y la certeza se

confirma unos pocos minutos después con la revelación de sus espacios

interiores. En consecuencia, parece cobrar importancia la idea de que según se

avanza en la historia de la representación, el vehículo espacial goza de mayor

coherencia.

5.2. La incorporación de la nave al imaginario de lugar.

5.2.1. El espacio del vehículo como casa.

La idea que se debe defender llegados a este punto del análisis de

Gaston Bachelard y Otto Friedrich Bollnow es hasta qué punto ha llegado a

familiarizarse el hombre dentro del imaginario de la ciencia ficción con el

espacio del vehículo espacial, que reproduce el código o las dinámicas

simbólicas de representación del espacio del hogar en un lugar que en principio

carece de esa tradición. Respecto a esta función antropológica de la casa, y

por tanto del vehículo espacial, Bollnow advierte ‘del peligro de desarraigo’ que

existe cuando el hombre deja de considerar el casa como centro del mundo.

El hombre se hace apátrida sobre la tierra y ya no está especialmente

ligado a lugar alguno. Se convierte en eterno fugitivo de un mundo

amenazador. Este es en efecto el peligro que acecha al hombre moderno.

Pero, en efecto, de ahí nace su misión. Si es importante que el hombre

encuentre un centro en su espacio, si, como veremos, la realización de su

esencia está ligada a la existencia de un tal centro, entonces ya no lo

encuentra como algo dado, sino que tiene que crearlo, afincarse en él y

defenderlo de toda agresión exterior. Crear este centro se convierte así en la

misión decisiva del hombre. Y éste la cumple construyendo y habitando su

casa. Pero no basta la posesión externa de una vivienda; lo importante es la

relación interna con ella para que pueda cumplir su misión sustentadora. Con

ello, el problema de la casa y el habitar se plantea en el núcleo de nuestros

análisis sobre el espacio vivencial (p.118).

Bollnow pone de manifiesto el concepto del desarraigo17 del hombre,

que puede aplicarse a gran parte de los tripulantes de los vehículos espaciales

incluidos en este trabajo pues no hacen sino viajar en estas ‘máquinas de

17

Relacionado con esta idea, Bollnow se refiere como ‘Homo Viator’ al hombre que “concibe la vida como un camino vital” (p.55), esto es, al hombre cuyo centro en el mundo no es fijo y se encuentra en continuo movimiento.

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89

habitar’18. Esta aparente incapacidad de establecerse en ningún espacio

concreto es la que por otra parte, permite a los hombres del espacio exterior

volver a establecer un hogar, o al menos simularlo, en el interior de un vehículo

espacial. Asimismo, el autor señala que los lazos y la relación que establece el

hombre con este espacio del hogar determinan su posterior significado, y que

una vez ha conseguido establecerse en ese espacio es cuando comienza su

‘verdadera misión’. Idea que bien puede aplicarse a las tripulaciones afincadas

en naves y/o estaciones espaciales, pues no sólo es evidente que las habitan

sino que están ahí para cumplir determinadas misiones (como ya se demostró

en el tercer capítulo con la especialización del vehículo espacial).

Gaston Bachelard se sitúa antes del concepto de desarraigo de Bollnow

para señalar que es gracias a la interiorización natural de esa primera vez que

el hombre habitó un espacio, que ahora se le permite fundar un habitáculo en

otra parte: ‘La casa natal ha inscrito en nosotros la jerarquía de las diversas

funciones de habitar’ (p.45). Igualmente, el autor francés en su análisis de la

poética del espacio parece constatar la idea de que el vehículo espacial sí

puede entenderse como una casa: “Todo espacio realmente habitado lleva

como esencia la noción de casa” (p.35). Es a través del estudio de los

diferentes elementos arquitectónicos que conforman esa casa, que esta teoría

se demuestra. Los primeros elementos que Bachelard se detiene a analizar son

el cajón, los cofres y los armarios. Se refiere a ellos como ‘muebles complejos,

testimonio de una necesidad de secretos y una inteligencia del escondite’

(p.115). Y prosigue: ‘El armario y sus estantes, el escritorio y sus cajones, el

cofre y el doble fondo son verdaderos órganos de la vida psicológica secreta.

Sin esos objetos, nuestra vida íntima no tendría modelo de intimidad’ (p.111).

Ilustración: Ripley en Alien, el octavo pasajero (1979, S. Ridley) en el interior de un armario huyendo del alienígena que se ha infiltrado en la nave acoplada al Nostromo en la que ella se disponía a escapar a la Tierra.

18

Así es como Le Corbusier se refería a la casa, como ‘una máquina de habitar’ (Bollnow, p.130); sin duda influenciado por el auge y la producción de los primeros automóviles individuales en serie (Ramírez, Juan Antonio, p.260). Yo traslado este concepto del arquitecto francés a los vehículos espaciales, pues las posteriores a los años 50 no dejan de ser máquinas habitadas por hombres.

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90

En la imagen de Alien, el octavo pasajero comprobamos la existencia de

un armario en la nave en el momento en que Ripley se ve obligada a

esconderse del alienígena en el interior de este mueble para salvar su vida. Es

esa función de escondrijo de la que habla Bachelard la que se pone de

manifiesto en este momento de la película, pues la protagonista trata de pasar

desapercibida en el interior del ropero ante el extraterrestre que aguarda fuera.

Un cometido similar cumplen los cajones en la estación espacial de Moon

(2009, D. Jones) en la que se almacenan en el más absoluto secreto los miles

de clones que esperan a ser activados para continuar con el trabajo de la base

lunar. La necesidad de secretos que menciona Bachelard sobre estos muebles

encuentra aquí un buen exponente, pues la intención principal de la empresa

que controla la estación es que los clones expiren sin tener conocimiento de la

existencia de los demás clones.

Ilustración: Los clones de la estación espacial de Moon (2009, D. Jones) están ‘guardados’ en cajones en una de las plantas bajas de la estación.

Ilustración: Plano general del aspecto de esos cajones en los que están almacenados los clones de Moon. Sospechando que no son los únicos, el protagonista y el otro clon bajan a investigar.

A continuación, otro de los elementos arquitectónicos propios de la casa

que analiza Bachelard son los rincones. Él los define como ‘impresiones de

intimidad’ (p.171): ‘Todo rincón de una casa, todo espacio reducido donde nos

gusta acurrucarnos, es para la imaginación una soledad, es decir, el germen de

un cuarto, de una casa. Pero ante todo, el rincón es un refugio que nos asegura

un primer valor del ser: la inmovilidad. Es el local seguro’ (p.172). Es obvio que

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91

todo espacio cerrado posee ángulos, sin embargo, Bachelard va más allá y

plantea la posibilidad del espacio vivencial en esas esquinas propias de la

casa; que por otra parte, no tienen por qué cumplir la regla geométrica del

rincón como tal sino que, como en la siguiente imagen de Moon (2009) pueden

simplemente adquirir las propiedades que el pensador francés les atribuye a

estos recovecos. En la imagen, el protagonista se refugia en su butaca

preferida mientras se concentra en una de sus aficiones: la construcción de

maquetas, en el momento en que uno de sus clones le reprocha su desinterés

a la hora de explorar la estación en busca de otros clones. Por tanto, es este

rincón de la estación espacial el que el protagonista ha hecho suyo, pues le

ayuda a abstraerse de la realidad y entregarse a la tranquilidad de sus

pensamientos.

Ilustración: Entregarse a la construcción de una maqueta en ese rincón, ayuda al protagonista a protegerse, refugiarse de lo que le recrimina su compañero: que ellos no son los únicos clones en la estación espacial. Se ‘protege’ en ese espacio ideal de lo que no quiere afrontar.

Una vez analizados los rincones, es preciso continuar y ampliar el

estudio de los elementos arquitectónicos y de mobiliario propios de una casa

incorporando a Bollnow, pues el filósofo alemán sigue la estela de Bachelard y

añade nuevos componentes, como la puerta, la ventana y la cama. En su obra

El hombre y el espacio (1963), Bollnow, al igual que Bachelard, dedica un

apartado a los elementos de la casa, comenzando su análisis por la puerta y la

ventana. Se refiere a ellas como orificios necesarios para comunicar y

relacionar el espacio interior de la casa con el exterior que lo rodea (p.143).

Respecto a la puerta, el autor sostiene que sirve para relegar al extraño, por lo

que aporta independencia al que habita la casa pues le permite obstruir su

morada a quien no resulta deseado (p.144). Si tenemos en cuenta que no sólo

debe tenerse en cuenta para el análisis la puerta que separa el exterior del

interior de la nave, encontramos que el ejemplo de Solaris (1972, Tarkovski) es

adecuado para ilustrar la exclusión de la persona no deseada al otro lado de la

puerta. En la imagen, Kelvin, acaba de llegar recientemente a la estación

espacial y es la primera vez que ve a uno de “visitantes” que les envía el

planeta Solaris pasear libremente. Confundido y temeroso, se apresura a

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92

colocarse detrás de la puerta para cerrarla de inmediato en caso de que “la

visitante” intente acercarse.

Ilustración: Kelvin observa a la ‘visitante’ con una mezcla de miedo y desconfianza desde el otro lado de la puerta.

Ilustración: El astronauta Bowman cruzando la puerta redonda para desactivar a Hal 9000 en 2001: una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick).

Otro caso distinto con una puerta es el que tiene lugar en 2001: una

odisea en el espacio (1968, S. Kubrick) a bordo del Discovery, nave en la que

uno de sus ocupantes se ve obligado a desconectar a Hal 9000 para impedir

que éste le asesine (al igual que al resto de sus compañeros). Así, Bowman

debe aflojar una manivela para abrir la puerta – que es redonda – y acceder a

la sala donde podrá desactivar la memoria del súper ordenador que gobierna la

nave. O. F. Bollnow se refiere al cerrojo de las puertas como ‘un instrumento al

servicio del temor humano’ (p.144), lo que en este caso puede entenderse

como la manivela que se encuentra al servicio de Hal 9000, pues custodia la

estancia que alberga sus entrañas. De este modo, tanto en el caso de Solaris

como en este, comprobamos cómo los momentos de acercarse a la puerta o

cruzar el umbral que ésta aloja, son situaciones de tensión relacionadas con lo

que se encuentra al ‘otro’ lado: el extraño en el ejemplo de Solaris y la misión

de acabar con un cerebro homicida, en el caso de 2001: una odisea en el

espacio.

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93

Para continuar con estos elementos que vinculan el exterior con el

interior del vehículo espacial, llegamos a la ventana. Bollnow afirma que ‘entre

las misiones más simples de la ventana se encuentra la de permitirnos

observar el exterior desde dentro’ (p.147). Si profundizamos un poco más en lo

que implica la existencia de una ventana en un vehículo espacial, hay que

hacer alusión a la analogía del espacio exterior y el mar. Así, resultan menos

casuales los orígenes del vehículo espacial como motivo visual, si echamos la

vista atrás y recordamos no sólo el barco volador de Luciano de Samosata en

los antecedentes literarios del vehículo espacial sino los trazos estéticos de los

cohetes que recuerdan deliberadamente a trastlánticos en el estilo Streamline

Moderne. Pues las mismas dinámicas relacionadas con el miedo al mar que

pueden darse en un barco, se producen de hecho en el interior del vehículo

espacial en ciertas ocasiones en las que un miembro de la tripulación mira por

la ventana. Incluso entran en juego los mismos parámetros en cuanto a

peligros implícitos, objetivos, etc, junto con el concepto de agarofobia o miedo

al exterior, a los lugares abiertos. El temor al mar entendido como la antigua

fobia de los marineros a caerse del barco y perderse en la inmensidad del

océano puede aplicarse a la tripulación espacial de una nave o un cohete al

contemplar la vastedad infinita del espacio exterior. Por ejemplo, en 2001, una

odisea en el espacio (1969, S. Kubrick), somos conscientes de lo terrorífico de

esa infinitud cuando Hal expulsa a uno de los astronautas de la nave y vemos

cómo se aleja poco a poco flotando en el espacio en contra de su voluntad.

Bollnow enuncia la idea del mar de esta manera:

‘La agitación profunda en el interior sólo es posible por la solemne

vivencia de la vastedad espacial. Esa misma modificación de la concepción del

espacio es la que se manifiesta al penetrar en la vastedad del océano. Era la

vastedad del océano la que seducía a emprender una penetración constante en

los abiertos horizontes, cuando antes los hombres, temerosos, se habían

mantenido cerca de la costa’ (p.83).

Pues como vamos a comprobar en las siguientes imágenes, es mediante

el elemento de la ventana que se activa la oposición del ‘dentro-fuera’. Por

ejemplo, en Himmelskibet (1918, H. Madsen), vemos cómo poco a poco la

tripulación comienza a perder la fe en el viaje y a dudar de si llegarán vivos a

Marte. Y es en el momento en que varios de ellos se atreven a contemplar el

espacio exterior por una ventana del vehículo espacial, que se desesperan. En

el caso de Star Wars, la imagen muestra a Leia y Luke mirando tranquilamente

el espacio a través de la ventana de la nave en la que viajan. Es una escena

correspondiente al final del quinto episodio (1980, Irvin Kershner) y los

protagonistas meditan con una mezcla de temor e incertidumbre a qué nuevos

peligros deberán enfrentarse en un futuro. Así, la inmensidad del espacio

exterior también se relaciona con el misterio de lo infinito, permitiendo a los

observadores abstraerse en sus mares de pensamientos.

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94

Ilustración: Himmelskibet (1918, Holger Madsen): Los tripulantes del Excelsior se desesperan tras mirar por las ventanas del vehículo espacial mientras uno de ellos murmura: ‘Siempre esa amenazadora oscuridad rodeándonos’. Otro de ellos comienza a beber para ignorar la sensación de vacío que les atormenta.

Ilustración: Star Wars. Episodio V: El imperio contraataca (1980, I. Kershner). Leia y Luke se preguntan qué les deparará el futuro mientras contemplan la gran vastedad del espacio exterior.

‘La armonía de un espacio finito que envuelve protector al hombre, se

quiebra y se abre a la vastedad, hasta entonces ignota, del infinito. Pues esta

recién descubierta infinitud del espacio cósmico tiene también un aspecto

mucho más peligroso. Su vastedad significa a la vez un vacío. Y cuando se

apaga el ímpetu del entusiasmo inicial, con el desencanto se hace patente una

sensación de desamparo extremo en el hombre en el espacio’ (Bollnow, p.85).

Finalmente, el último elemento que analizaremos según el estudio de

Bollnow es la cama. El autor anuncia así: ‘Cada día comienza en la cama y

termina en ella. Y así ocurre en la vida humana entera: se inicia en la cama y

finaliza en ella (normalmente). Así, pues, en la cama se cierra el círculo del día

y de la vida. Aquí se consigue – en el sentido más profundo – la paz’ (p.152).

De esta manera, Bollnow analiza el papel de la cama en el espacio vivencial

del hombre. Con todo, y para no limitar nuestro análisis a la mera función de

refugio, de amparo que puede desempeñar la cama, hemos tenido en cuenta

dos imágenes significativas de camas en vehículos espaciales: por un lado las

de la nave de El planeta de los simios (1968, Schaffner) y por otro, las de

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95

2001: una odisea en el espacio (1968, Kubrick). Es de destacar la apariencia y

la forma de féretros que tienen en ambos filmes; y más reveladora resulta si

tenemos en cuenta que las palabras de Bollnow se cumplen en el sentido más

estricto. Pues en la cama de El planeta de los simios muere dormida una de las

astronautas (aparentemente de vieja); al igual que en la odisea de Kubrick, que

dos de los miembros que dormían en sus camas mueren asesinados por Hal,

pues éste les corta el oxígeno.

Ilustración: Las camas acristaladas de la nave de El planeta de los simios, poco antes de que la mujer muera dormida.

Ilustración: Dos de los tripulantes del Discovery en 2001: odisea en el espacio dormidos en sus camas, segundos antes de que Hal les cierre el oxígeno y se colapsen sus funciones vitales. Da la impresión de que ya están embalsamados.

Para concluir, hay que señalar que los análisis bachelardiano y

bollnowniano aplicados a los elementos del vehículo espacial demuestran en

qué medida en la concepción de su espacio existe una progresión desde ser

casi un mero icono hasta convertirse en un recipiente de significado, esto es,

un espacio que no sólo funciona como icono sino que es capaz de articular un

discurso antropológico de lugar; a lo que por otra parte se le suman las

dinámicas de la ciencia ficción analizadas anteriormente como la tecnofobia,

por ejemplo. Tales dinámicas de representación simbólica del espacio (la

puerta, la ventana, etc) refuerzan la idea desde una perspectiva antropológica

que ya he defendido (en el punto 3.2. Cambio de paradigma narrativo) de que

el vehículo espacial puede entenderse como una casa para su tripulación. En

consecuencia, el vehículo espacial pasa de ser un elemento meramente icónico

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96

y formar parte de la iconografía del género en el que se enmarca, a convertirse

en un escenario – de parte a todo - que articula un discurso mediante la

relación que establece el hombre con ese espacio.

5.3. Espacio exterior, espacio interior: una dicotomía.

Ha de tenerse en cuenta la dialéctica entre el espacio exterior y el

espacio interior pese a que el vehículo espacial sea un espacio cerrado, pues,

como ya se ha demostrado en el análisis del apartado anterior, es mediante los

elementos arquitectónicos que señalan Bachelard y Bollnow como propios de la

casa, que el vehículo espacial consigue interactuar con el espacio exterior que

lo rodea. Asimismo, hay que subrayar el hecho de que estos dos autores

plantean sus análisis del espacio partiendo de la antítesis del exterior frente al

interior. El propio Bollnow se refiere a ello de la siguiente manera:

‘Esta duplicidad del espacio interior y exterior es fundamental para la

estructuración ulterior del espacio vivencial total, más aún, para la vida del

hombre en general. Los dos espacios tienen caracteres totalmente distintos. El

espacio exterior es el de la actividad en el mundo, donde siempre hay

resistencias que vencer y adversarios de los que defenderse; es el espacio de

la falta de protección, el de los peligros y el de estar a merced de todo. El

espacio de la casa es la esfera de la tranquilidad y de la paz que necesita el

hombre’ (p.122).

5.3.1. La experiencia interior.

En su obra La poética del espacio, Bachelard menciona una “cualidad de

protección” al referirse a la casa. Pues para él, ‘la casa tiene en primer término

la función de cobijar y proteger. En la vida del hombre constituye un centro de

amparo. Una casa es un medio para enfrentarse al cosmos’ (p.78). De esta

manera concibe el autor la felicidad del habitar dentro de la casa, lo que

trasladado al espacio de los vehículos espaciales entra dentro de la misma

dimensión semántica. Esto es, pese a que el lector es consciente de que en el

interior de estos vehículos espaciales (sobre todo en los posteriores a los años

50) termina ocurriendo algún desastre irreversible, a menudo puede observarse

este aspecto de la felicidad del habitar en las rutinas diarias y despreocupadas

de las tripulaciones. Se entiende como algo complementario a la desgracia que

tendrá lugar posteriormente dentro de la nave. Por ejemplo, hacia el principio

de Alien, el octavo pasajero (1979, R. Scott), al espectador se le muestra cómo

todos los personajes se están despertando del híper sueño y se disponen a

desayunar juntos y en buena armonía alrededor de una mesa. Ahí está la

felicidad del habitar a la que se refiere Bachelard, en esas imágenes en las que

se nos muestra a los personajes usando (habitando) apaciblemente el espacio

Page 97: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

97

de la nave como si fuese su casa, a pesar de poco después varios de ellos

vayan a ser asesinados por un extraterrestre en ese mismo espacio.

Ilustración: La felicidad del habitar en Alien, el octavo pasajero mientras los ocupantes del Nostromo comparten una comida alegremente ajenos a lo que les espera.

Así, comprobamos cómo influye en la percepción, la relación que el

hombre establece con el espacio que habita. Bollnow señala lo siguiente

respecto a la relación del humano con el espacio: ‘el carácter del espacio que

envuelve al hombre repercute en su disposición anímica. De modo que

tenemos una influencia recíproca: la condición anímica del hombre determina el

carácter del espacio, y el espacio repercute entonces en su temple anímico’

(p.207). Pues a pesar de la presencia constante de la “felicidad del habitar” que

defiende Bachelard, es en la misma mesa y estancia donde come alegre y

despreocupadamente la tripulación de Alien, el octavo pasajero en la que

instantes después serán testigos de la muerte violenta de uno de sus

compañeros y la aparición de un extraterrestre.

Retomando la oposición de términos entre el espacio exterior y el

espacio interior, hay que señalar que el espacio interior se concibe como un

espacio finito y limitado frente al exterior que representaría la inmensidad

infinita que oprime al hombre, pues la incapacidad del mismo de conquistar y

abarcar el espacio exterior, produce angustia en el ser humano. Sin embargo,

y dejando a un lado estas obviedades, se debe tener en cuenta que en realidad

ambos espacios se caracterizan en un plano menos superficial por la relación

de desasosiego que las tripulaciones desarrollan hacia ellos. Pues dejando a

un lado la teoría de Bachelard sobre la “felicidad del habitar” y conciba la casa

de una manera optimista clasificándola como “refugio o amparo”, como ya

hemos demostrado en otros capítulos, las narrativas no tardan demasiado en

volverse más complejas, por lo que los desastres terminan sucediéndose en el

interior de los vehículos espaciales sin ninguna excepción. De esta manera, el

espacio interno de las naves y estaciones espaciales representa una

ambiguedad, pues como ya hemos mencionado antes, cumple la función

primaria de cobijar ante los posibles peligros externos, pero en una segunda

Page 98: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

98

escala, devienen en cárceles de ambiente claustrofóbico para sus ocupantes.

Por ejemplo, en Solaris (1972, A. Tarkovski), es posible apreciar cómo la mente

humana puede generar tanto o más riesgo como el que les esperaría fuera de

la estación.

5.4. Tecnología y espacio.

5.4.1. La tecnología como razón de ruptura en el paradigma de espacio.

Fredric Jameson afirma que en las últimas décadas se ha producido

“una mutación en la construcción del espacio” (Sobchack, p.255) que desafía

nuestra vieja percepción del mismo. Para él, esta originalidad se da sobre todo

en la arquitectura posmoderna, que representa el espacio como algo total y

absoluto y simultáneamente como algo sin un centro fijo. Pues, por una parte,

el espacio posmoderno aspira a ser un espacio total, un mundo completo; sin

embargo, también se caracteriza por no disponer de un centro orientativo. Los

nuevos principios arquitectónicos definen la construcción posmoderna del

espacio como algo híbrido, complejo, ecléctico y variable (p.255). Pues como

ya hemos visto en el capítulo cuarto19, la estética de los vehículos espaciales

posteriores a los años 50 rompe con los patrones dominantes (las formas

clásicas del cohete, las líneas rectas, la verticalidad y los trazos del Streamline

Moderne) para dar paso a un nuevo discurso estético – que se apoya en los

principios horizontales del posmodernismo, que se caracterizaban por no tener

una idea central sino ramificaciones y dudas. En consecuencia, esto da lugar a

la heterogeneidad y diversidad más absoluta en la representación de los

vehículos espaciales posteriores a los años 50.

Y es en este punto donde entran en escena los conceptos de Vivian

Sobchack de “inflación” y “deflación” del espacio para definir los nuevos

espacios que ostentan estas naves y estaciones. La teórica norteamericana

distingue por un lado entre la deflación del espacio – que destaca un nuevo tipo

de superficie – y la inflación – cuya función es explicitar las formas en las que

se manifiesta el espacio. Así, si comenzamos por la deflación, hay que señalar

que se trata de un nuevo fenómeno del espacio posmoderno y se caracteriza

por una alabanza de la superficialidad en el sentido más literal. Se suprime la

profundidad y se representa esta deflación del espacio no como una pérdida de

dimensión sino como un exceso de superficie (p. 256). Se exagera el detalle de

la superficie y se presenta condensado en una estética sintetizada. De ahí que

Jameson denomine “híper-espacio” (Jameson, p. 97) al espacio posmoderno,

pues de esta manera la imagen que capta el espectador se presenta más

visible y se incrementa la impresión de realidad. De un solo vistazo se percibe

mayor contenido.

19

El cuarto capítulo se titula “4. Estética del vehículo espacial”.

Page 99: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

99

Un buen exponente de la representación de la deflación del espacio se

encuentra en la estación espacial de Moon (2009, Duncan Jones). Tenemos

ante nosotros un espacio cerrado y amplio, en el que predomina el color

blanco. Desde un principio se intuye y posteriormente se comprueba que está

perfectamente equipada con los últimos instrumentos y sin embargo, todo se

reduce a lo mínimo; es espaciosa. Se expresa más con menos valiéndose de la

esquematización del espacio.

Ilustración: Deflación del espacio en la estación espacial de Moon (2009, Duncan Jones). Hay un pantalla con mandos a la izquierda, y el resto están extendidos por toda la estación, pero de una manera ordenada.

Respecto a la inflación del espacio, y según Sobchack, se caracteriza

por ‘un exceso de escenografía tan intrincado y complejo que puede llegar a

difuminar la fuerza temporal de la película’ (p. 262). Se corre el riesgo de que el

escenario se convierta en la película. Así, se otorga un valor forzado al espacio

en el que se produce la inflación, mediante una acumulación de “objetos” para

contemplar (p. 262). Por tanto, estamos ante la estética de lo apabullante,

entendida desde una perspectiva visualmente hipertrofiada del espacio; que

puede ejemplificarse en el interior de la nave de Alien, el octavo pasajero

(1979, R. Scott). Se puede comprobar cómo el personaje está literalmente

rodeado de pantallas, máquinas, cables, botones y luces de colores en un

espacio dominado claramente por la inflación.

Ilustración: Parte de una de las cabinas de mando de la nave de Alien, el octavo pasajero (1979, R. Scott).

Page 100: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

100

Ilustración: Interior de la cabina de la nave Halcón Milenario (1980, Star Wars. Episodio V: El imperio contraataca, I. Kershner)

Resulta similar el ejemplo del Halcón Milenario de Star Wars, en la que

ambos ocupantes se ven una vez más abrumados y completamente rodeados

por un sinfín de artilugios brillantes extendidos por toda la superficie de la

cabina de la nave. No se aprecia ni un solo espacio libre de aparatos. Juan

Antonio Ramírez señala que ‘la arquitectura cinematográfica es también una

arquitectura exagerada, lo cual significa que se pueden hipertrofiar los rasgos

ordinarios tanto por la vía de la simplificación como por la búsqueda de una

mayor complejidad’ (p.111). De nuevo, se trata de la hegemonía de la

superficie en la postmodernidad que elimina la profundidad. En este último

caso, la inflación recarga el discurso espacial de ornamento en su lógica

apabullante consigue eliminar de significado al espacio, ya que en ningún caso

se revela para que sirven tal cantidad de detalles tecnológicos. La explicación

es tan simple como la de crear una estética que en su complejidad y en su

maravilla apabulle al espectador.

5.5. Subversión del espacio.

Si volvemos a las películas cuyo vehículo espacial únicamente

funcionaba como transporte para sus ocupantes, recordamos el pensamiento

positivista que dominaba las mentes de estos hombres que viajaban confiados

de su capacidad tecnológica, al espacio exterior. Es de esta mentalidad de la

que se desprende un código que afecta al modo de percibir el espacio exterior.

Vivian Sobchack lo enuncia así:

‘Lo extraño se conquista, no sólo en términos de argumento sino

también del movimiento visual de la película. Se introduce lo infinito y se hace

finito, lo desconocido se vuelve familiar. La fría inmensidad del espacio

impersonal, el temor del hombre enfrentándose al universo y al vacío se

disminuye por medio de un movimiento que presenta de manera abstracta la

imaginería de lo maravilloso mediante su integración con lo conocido y lo

Page 101: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

101

humano. El movimiento visual positivo se apoya en la creencia en el progreso

humano y tecnológico que disminuye el miedo y la ansiedad’ (p. 110).

Pues eran estas películas de vehículos espaciales (cohetes en su

mayoría) anteriores a los años 50 las que introducían esta concepción inocente

de viajar al espacio para progresar como sociedad. Un ejemplo claro que ilustra

la cita de Sobchack se encuentra en la película Con destino a la luna (1950,

Irving Pichel), en la que los astronautas, en un momento dado del viaje, salen

del cohete en marcha para arreglar una antena de la superficie exterior. Lo

hacen con la más absoluta tranquilidad, sin sentirse intimidados por el espacio

que les rodea, o por flotar en el vacío o alejarse del cohete involuntariamente.

Así, el espacio exterior se nos presenta no como algo vasto y amenazador sino

como un espacio ya domesticado por estos hombres positivistas. Esta teoría de

la subversión del espacio se encuentra también en Frau Im Mond (1929, Fritz

Lang), pues aunque no caminen por el cohete despreocupadamente, cuando

aterrizan en la Luna, territorio hostil en un principio, despliegan sin miedo todos

los artilugios necesarios para la exploración del terreno y la búsqueda de oro.

Ilustración: Los astronautas del cohete de Con destino a la luna (1950, Irving Pichel) caminando despreocupadamente por la superficie del cohete en marcha para arreglar un elemento que se les ha estropeado.

Una vez analizada la percepción alterada del espacio exterior que rodea

al vehículo espacial, y para retomar el análisis de subversión del espacio, es

necesario tener en cuenta la teoría de Jean Baudrillard del simulacro. En su

obra Cultura y simulacro (1978), el autor rechaza la idea de que el simulacro se

trate de imitación, repetición o incluso parodia, sino que es una sustitución de lo

auténtico (lo real) por los signos de lo auténtico, es decir, ‘una operación de

disuasión de todo proceso real por su doble operativo, máquina de índole

reproductiva que ofrece los signos de lo real, y en cortocircuito, todas sus

peripecias’ (p.11). Baudrillard profundiza en la relación simulacro-

representación: ‘la simulación parte del principio de equivalencia, de la

negación radical del signo como valor. Mientras que la representación intenta

absorber la simulación interpretándola como falsa representación, la simulación

envuelve todo el edificio de la representación tomándolo como falso’ (p.17, 18).

Page 102: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

102

Partiendo de que Baudrillard afirma que ‘el espacio posmoderno es el

espacio de la simulación’ (citado en Sobchack, p.255), encontramos que este

concepto de simulacro aplicado al espacio se ajusta a lo anteriormente

expuesto en el caso del episodio piloto de Star Trek: la nueva generación

(1987, G. Rodenberry), secuela de la serie original. Así, esa máquina de índole

reproductiva que menciona Baudrillard se encuentra dentro de la nave de Star

Trek, en una estancia que alberga la “holoplataforma”: una instalación que

simula realidades y lugares artificiales mediante hologramas con el objetivo de

que la tripulación se entrene o se divierta. Los sonidos y olores también se

recrean, de manera que el ejercicio de simulación sea lo más completo posible.

Por tanto, se trata de un espacio en el interior de una nave en el que una vez

se ha penetrado resulta difícil distinguir la línea divisoria entre lo real y lo

imaginario, a pesar de que sus participantes tengan plena conciencia de que no

es ‘real’.

Ilustración: La holoplataforma recreando un bosque.

Ilustración: Apariencia de la “holoplataforma” inactiva. La puerta de la estancia se encuentra abajo a la izquierda.

Según Sobchack, ‘se llega a la conclusión de que el espacio

posmoderno es híper real: una representación determinada para totalizar y

reemplazar cualquier otro espacio’ (p.255). Pues si en Star Trek, los personajes

que atraviesan el bosque simulado por la holoplataforma se encuentran en un

simulacro del espacio añorado, también es significativo el ejemplo de Silent

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103

Running (1972, D. Trumbull) que, aunque prescinde de la realidad virtual, lleva

el simulacro un paso más lejos, pues pone en práctica el intento de mantener

un bosque en el interior de una nave. También se ejerce la nostalgia pues los

bosques han desaparecido en la tierra, por lo que, se trata de un intento

desesperado de conservar la vida vegetal, aunque en un sentido real esta vez.

Es curioso observar estos casos de simulacro, pues activan una

ambigüedad que funciona en varios niveles. No hay que olvidar que estas

películas se tratan de productos culturales que sacian a un consumidor ávido

de una representación del futuro y de la estética de la maravilla tecnológica.

Pero, y aquí se encuentra la ambigüedad, también muestran cómo los

personajes de ficción que habitan ese futuro tecnológico sienten nostalgia y

desean un pasado no tecnológico, muy parecido – o al menos más cercano – al

que habita el espectador de la película.

Exceptuando la domesticación del espacio subvertido, existe un punto

en común entre las teorías anteriormente descritas, en concreto entre el

espacio simulado y la deflación e inflación del espacio. En cierto modo son

representantes de cómo la relación entre humano y espacio sufre una ruptura a

través de cierto desarrollo tecnológico, que podríamos situar en el desarrollo de

la robótica y de la ingeniería computacional. Y es que en los fenómenos de

extrañamiento respecto al espacio que mencionamos, la tecnología juega un

papel decisivo. Respecto a la inflación, es al mismo tiempo ornamento y la

razón tras el ornamento (esto es, articular una maravilla tecnológica). La

deflación es todo lo contrario, pero es innegable que la tecnología sigue

teniendo un papel importante ya que, cómo puede percibirse en algunas de las

películas en la que se da tal fenómeno, es el factor que permite prescindir de

los objetos necesarios en un contexto no tecnológico. Permite la

esquematización puesto que sustituye o reorganiza el mobiliario cómo el

espacio, en este caso, esquematizándolo. En cuanto al simulacro, el ejemplo

de Star Trek pone en relieve el elemento tecnológico como razón de la relación

respecto al espacio.

Conviene, para continuar en la argumentación, recordar el estudio de

Fredric Jameson sobre el hiperespacio postmoderno y en concreto respecto a

la arquitectura y el espacio del Hotel Bonaventura de Los Angeles:

‘En esta última transformación del espacio – el hiperespacio

posmoderno – ha conseguido trascender definitivamente la capacidad del

cuerpo humano individual para autoubicarse, para organizar perceptivamente el

espacio de sus inmediaciones, y para cartografiar cognitivamente su posición

en un mundo exterior representable. Ya he indicado que este amenazador

punto de ruptura entre el cuerpo y el espacio urbano exterior – que es a la

desorientación primitiva provocada por el modernismo antiguo como las

velocidades de las naves espaciales a la de los automóviles – puede

considerarse como símbolo de analogía y dilema mucho más agudo que reside

Page 104: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

104

en nuestra incapacidad mental, al menos hasta ahora, de confeccionar el mapa

de la gran red comunicacional descentrada, multinacional y global en la que,

como sujetos individuales, nos hallamos presos’ (p.97).

El simulacro, la inflación y la deflación de espacio no se traducen, al

menos directamente, en una incapacidad de autoubicarse. Tampoco existe

ningún ejemplo parecido al Hotel Bonaventura en las películas que conforman

el corpus de este trabajo de investigación. Pero sí representan rupturas

respecto al modo clásico de concebir el espacio. Al fin y al cabo, el espacio se

esquematiza reduciéndose a su expresión mínima y convirtiendo al humano en

solo una parte de ese orden espacial, siempre con el fin de que tal orden

perdure sobre el caos que representa el contacto o la vida humana; el espacio

se llena de ornamentos, creando algo apabullante y reduciendo la capacidad

del hombre de relacionarse con el espacio a otro nivel que no sea lo superficial,

lo sensorial; y por último, huyendo de una relación con ese espacio inmediato y

antropológicamente ‘nuevo’ mediante la simulación del espacio añorado. Se

trata, sin duda, de un fenómeno de aceptación de la superación del espacio

sobre el hombre, bien la inflación en su esquematización, la inflación en su

lógica apabullante y el simulacro con su capacidad de engañar al humano

mediante su representación, convierten a este último en un actante con poco

margen de maniobra a la hora de moldear el espacio. Hay, por tanto, no una

imposibilidad de saber dónde se encuentra el cuerpo respecto al mapa, sino

una aceptación de que la relación del cuerpo respecto a la nueva omnipotencia

del espacio es completamente diferente. Así, con la tecnología como elemento

característico y de base, se rompe la relación tradicional entre humanidad y

espacio habitado y se pone de relieve aquello que denuncia Jameson: una

incapacidad de concebir el mapa ‘de la gran red comunicacional descentrada,

multinacional y global’ (p.97).

Page 105: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

105

6. Conclusión.

Como ya se ha señalado en la introducción, la intención del presente

trabajo de investigación era realizar un análisis del vehículo espacial como

icono de la ciencia ficción desde un punto de vista comparativo, partiendo de

que no existe un sólo significado, esto es, que se trata de un icono sin un

significado fijo. Por lo tanto, se ha intentado una aproximación comparatista a

través de un corpus que representa la evolución de las películas de ciencia

ficción desde principios del S.XX hasta finales del XXI con el fin de obtener

posibles patrones de repetición, de significado y de cambio que nos conduzcan

a conclusiones productivas. En definitiva, ahondar en aquello que señala pero

no explica Vivian Sobchack en profundidad: las razones y los patrones de

representación de tal variabilidad propia del icono.

De la comparación en el plano de las funciones, he identificado dos

líneas principales. Se puede dividir el vehículo espacial en dos tipos: aquel que

funciona como un mero transporte y el que se utiliza como un habitáculo y lugar

de trabajo. Hay que señalar que la gran mayoría de los vehículos espaciales

cuya única función es la del transporte20, pertenecen a películas anteriores a

los años 50 y son cohetes, excepto en el caso de Aelita, que se trata de una

cápsula espacial. Así, el propósito del viaje en estos primeros cohetes es el de

explorar y aprender todo lo posible sobre el nuevo planeta o satélite; por lo que

resulta consecuente que en estos filmes la estructura narrativa esté centrada

en torno al viaje y los detalles de la expedición. El rol de estos vehículos

espaciales se ve marcado por una concepción algo ingenua sobre el viaje al

espacio, que a su vez, se justifica en la falta de experiencia previa que

determina que lo único a lo que se aspira en un principio es a alcanzar

gradualmente pequeñas metas; de ahí el acotamiento de la función. Por otra

parte, y a partir de los años 5021, el vehículo espacial se entiende como un

habitáculo y lugar de trabajo pues se desarrollan nuevas dinámicas en su

interior. La narración ya no se centra en el viaje y los peligros que entraña,

pues ya no sólo es posible observar en estos vehículos espaciales rutinas y

20

Del corpus seleccionado: los vehículos espaciales concebidos únicamente como medios de transporte se encuentran en las siguientes películas: Viaje a la Luna (1902, Geoge Méliès), Aelita (1924, Yakov Potazanov), Frau Im Mond (1928, Fritz Lang), Just Imagine (1930, Gerard Butler), Things to come (1936, W.C.Menzies), Flash Gordon conquers the universe (1940, Ray Taylor) y Destination Moon (1950, Irving

Pichel). 21 Del corpus seleccionado, las películas de este segundo grupo cuyos vehículos espaciales se conciben

como casas y lugares de trabajo son las siguientes: Himmelskibet (1918, Holger Madsen), Forbbiden Planet (1956, Fred M.Wilcox), Star Trek (1966, Gene Roddenberry), 2001 Odisea en el espacio (1968, Stanley Kubrick), El planeta de los simios (1968, Franklin J. Schaffner), Silent Running (1972, Douglas Trumbull), Solaris (1972, Andrei Tarkovski), Star Wars (1977-2005), Alien el octavo pasajero (1979, Ridley Scott), Aliens: el regreso (1986, James Cameron), Saturno 3 (1979, Stanley Donen), Atmósfera cero (1981, Peter Hyams), Alien: Resurrección (1997, Jean Pierre Jeunet), Solaris (2002, Steven Soderbergh), Moon (2009, Duncan Jones).

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106

actos cotidianos por parte de la tripulación sino que además aparecen nuevas

problemáticas, que se hacen más complejas. En esta nueva etapa, el cohete

ha desaparecido, dando paso a la nave y a la estación espacial.

Para continuar, y como se planteaba en la introducción, el destino del

viaje ha sido uno de los puntos a analizar en el plano narrativo, por lo que hay

que indicar que se observa una evolución desde las primeras películas

incluidas hasta las últimas. Se parte de viajar a la Luna y a Marte – los

referentes más cercanos - en los cohetes concebidos como transporte, a

ampliar la cosmovisión en naves y estaciones alcanzando planetas fuera del

Sistema Solar y destinos imaginarios que refuerzan la ilusión de lejanía. Así, se

modifica la concepción del viaje pues se produce un cambio en la percepción

finita del espacio y de las posibilidades del viaje a una concepción infinita. Y

esto se perfila como una de las causas de la evolución del vehículo espacial

con su consiguiente cambio de funciones: es debido a que el viaje se prolonga,

que se antoja necesario adecuar el espacio interno y externo del vehículo a las

condiciones de ese viaje. Lo que nos lleva a otro de los temas planteados en la

introducción: la existencia de patrones en la narración.

El hecho de que se produzca un cambio de funciones en el vehículo

espacial genera un nuevo tipo de problemática que ya no se centra en los

peligros del viaje sino que se muda al interior de las naves y estaciones. La

evolución del vehículo espacial se traduce en la superación del viaje como

temática, lo que conlleva que la travesía y sus peligros ya no constituyan el eje

central de la estructura narrativa. Pues lo relevante ya no es sólo alcanzar el

destino ansiado y colonizarlo sino que a eso se le añade una temática

adicional, que es la que tiene lugar en el interior de estos vehículos. Por tanto,

la línea argumental se vuelve más compleja dando lugar a dos patrones

hegemónicos: la del intruso o amenaza en el interior del vehículo que pone en

peligro la vida de la tripulación (2001: una odisea en el espacio, Alien, el octavo

pasajero, Saturno 3, Star Trek) y la problemática de tipo social y psicológico en

la que se desarrollan líneas argumentales influidas por el comportamiento de la

tripulación, que puede desembocar en trastornos de cualquier tipo (Solaris,

Moon, Silent Running, Atmósfera Cero).

Respecto a las dinámicas que adopta la ciencia ficción en relación con la

coyuntura histórica y cultural del momento, existe una influencia tanto de

pensamiento (positivismo) como de hechos históricos que justifican el avance

de la problemática narrativa del icono. Así, la primera etapa del vehículo

espacial se caracteriza por una mentalidad positivista muy marcada que se

desprende de las tripulaciones de los cohetes anteriores a los años 50. Se

confía ciegamente en la ciencia como medio infalible para prosperar y ampliar

fronteras tanto físicas como intelectuales. En consecuencia, los ocupantes de

estos cohetes a menudo son retratados y concebidos por la sociedad como

héroes modélicos capaces de realizar la expedición con éxito. Sin embargo,

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107

con la llegada de las naves y estaciones concebidas como casas, se produce

un cambio en la concepción de la ciencia. Pues por una parte, la ilusión que

supone hacer realidad la carrera espacial mantiene la fe científica, por lo que el

icono no sólo articula el deseo de progreso científico y tecnológico sino que

también representa el anhelo de progreso social. Sin embargo, se observa

también una ruptura con esta fe positivista que da paso a un sentimiento

generalizado de tecnofobia. Los estragos causados en la 1º y 2º Guerra

Mundial por los avances tecnológicos provocan desconfianza, lo que se

representa en el interior de los vehículos espaciales. Por tanto, su espacio

interno se transforma en el escenario adecuado en el que se proyectan estos

traumas, ofreciéndose todo un catálogo de conflictos para sus ocupantes.

Acerca de la relevancia en el metraje que se le concede al icono, se ha

observado una relación directa entre la función del vehículo espacial con el

tratamiento visual que se le concede. En el caso del cohete cuya única función

es el transporte, al estar centrada su narrativa en los detalles del viaje (como ya

se ha señalado previamente), la mayor parte de la acción tiene lugar en el

exterior del vehículo, por lo que al interior no se dedica demasiada importancia.

De este modo, la estructura narrativa limita la representación interna del

vehículo espacial, partiendo de una elipsis completa del interior del cohete en el

cortometraje Viaje a la luna (1902, G. Méliès) hasta alcanzar una hora de

duración en el cohete de Con destino a la luna (1950, I. Pichel). Así, la

relevancia del icono en el metraje va aumentando gradualmente hasta la etapa

de las naves y estaciones espaciales en las que la acción discurre en el interior

del vehículo abarcando la duración total de las películas.

Del análisis en el plano de la estética del icono, es importante indicar

que se mantiene la clasificación en dos grupos realizada en el apartado en el

que se han examinado las funciones. Existe una evolución en la representación

estética tanto externa como interna del vehículo espacial. Partiendo de los

vehículos cuya función es la del transporte, se ha observado un proceso de

transformación desde los primeros cohetes rudimentarios hasta alcanzar un

estilo más depurado a finales de los años 50. A menudo se recurría a

referentes visuales ya conocidos para su representación (algunos de ellos son

híbridos de aviones y cohetes). Por otra parte, una vez se comienza a percibir

el vehículo como habitáculo y lugar de trabajo, se produce una ruptura con los

referentes estéticos del cohete. Las necesidades cambian y las nuevas

misiones de estas naves requieren espacios diferentes a los previamente

utilizados. Por tanto, esta nueva etapa del vehículo espacial se caracteriza por

una mayor diversidad en cuanto a formas y tamaños. La influencia de la

ingeniería aeronáutica es evidente en la desaparición de la homogeneidad del

cohete. Los nuevos vehículos poseen estructuras complejas y variadas, desde

el clásico platillo volante hasta grandes masas indefinidas. Asimismo, se

observa una mayor extensión pues albergan un habitáculo para la tripulación

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108

en su interior. Los interiores también evolucionan de manera simultánea, por lo

que se evidencia un gran contraste entre los espacios despejados y libres que

se mostraban en los cohetes y la acumulación de objetos que se da en las

naves y estaciones.

En consecuencia, se deduce que cuanto más complejas resultan las

funciones del vehículo espacial, más complicada es su representación estética;

lo cual nos conduce a la especialización del icono y su tratamiento. Las

misiones se especializan y la estética se amolda para estar a la altura de la

especificidad de estas nuevas misiones. Se sucede la etapa de colonización

espacial en la que el hombre acude al espacio en busca de recursos para la

Tierra, por lo que se habilita tanto el exterior como el interior de las naves y

estaciones: la vastedad del carguero de Alien, el octavo pasajero es un ejemplo

de la necesidad de transportar grandes cantidades de material; o la forma

abovedada del invernadero que alberga la nave de Silent Running.

En cuanto a la identificación de patrones en la evolución estética, al

estar planteado este trabajo desde un punto de vista histórico hermenéutico, se

antoja necesario establecer una relación entre los elementos a analizar y su

coyuntura histórica. He identificado dos grupos en los que se enmarca la

estética del vehículo espacial: el modernismo y el posmodernismo. Por

supuesto, existen excepciones, y por lo general en las naves no se da una

adscripción completa a los paradigmas estéticos. Hay que señalar que la

estética de los primeros cohetes se caracterizaba por líneas rectas, diseños

simples, espacios ordenados; así como las superficies exteriores eran

homogéneas, carecían de fisuras y artificios. El modernismo, como movimiento

cultural, establece un discurso que puede equipararse a la estética de estos

cohetes: se trata de un discurso “vertical” pues carece de dudas y aspira a

alcanzar ideales que están por encima de los humanos, la perfección científica.

A la vez que parece aludir al pensamiento positivista que representaban las

tripulaciones de estos vehículos espaciales. Y por supuesto a la verticalidad

obligada de los cohetes. Se considera el discurso del modernismo, no sólo en

relación con la estética sino con la ideología que desprenden. Además, en

relación con el modernismo se encuentra el Streamline Moderne, estilo artístico

derivado del Art Decó, que se define por una estética que visualmente recuerda

a la máquina, y a su vez transmite la idea de rapidez y progreso. Concepto que

recuerda a los primeros vehículos espaciales anteriores a los años 50 que

ilustran el progreso de la sociedad con sus convicciones positivistas.

Por otra parte, la segunda línea de pensamiento en la que puede

inscribirse la estética del vehículo espacial es el posmodernismo. Si el

modernismo representa los cohetes anteriores a los años 50, las naves y

estaciones posteriores se enmarcarían en el discurso estético horizontal que

esgrime el posmodernismo. El modelo posmoderno parece imponerse entre

estos vehículos espaciales, caracterizados por la heterogeneidad de formas.

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109

Ya no se rehúye el ornamento – como se tendía en el modernismo – sino que

ahora se apoya el detalle excesivo tanto en el interior como en el exterior. Así,

este movimiento introduce el discurso horizontal en el que se ve reflejada la

estética de la nave, esto es, un discurso sin una idea central, que acepta dudas

y es capaz de relacionar ideas. En contraste con la verticalidad de los cohetes

y el discurso vertical del modernismo, el principio de horizontalidad se asocia a

la función de habitáculos y lugares de trabajo de las naves y estaciones

posteriores a los años 50, y está relacionado con la necesidad de ofrecer

acomodación al hombre. Igualmente, bajo este discurso horizontal, se observa

un sentimiento de desconfianza y recelo ante el positivismo de la época

anterior, lo que se evidencia en la estética de estos nuevos vehículos

espaciales: desaparece la línea recta y se impone la duda con la

heterogeneidad de formas en las naves espaciales de este período.

Dejando de lado los patrones de carácter general, y aún dentro de la

estética del icono, otro de los temas propuestos en la introducción para

desarrollar es lo referente a si la estética del vehículo espacial es poseedora o

activa algún significado dentro de las dinámicas de la ciencia ficción. Hay que

tener en cuenta la influencia del tratamiento visual que se le concede al icono,

que se puede clasificar en base a dos patrones: la imagen de la maravilla y la

imagen del desastre. El transporte espacial puede concebirse como algo

maravilloso apoyándose en recursos estéticos como el uso del color y la luz en

las películas en blanco y negro que representaban las superficies

resplandecientes de los cohetes como algo digno de admirar. El mismo

propósito se oculta tras el uso de contrapicados y la puesta en escena del

despegue como una exhibición de pirotecnia. La imagen de la maravilla

encuentra otro pretexto en las naves espaciales posteriores a los años 50, a las

que puede aplicarse la teoría de Fredric Jameson del sublime histérico por ser

superficies complejas que deslumbran – a pesar de su falta de profundidad

arquitectónica y de significado, propia del posmodernismo, según I. Hassan (p.

76) – al espectador. Así, es el recurso visual del artificio excesivo del que se

sirven estos vehículos espaciales para reforzar la imagen de la maravilla. Pues

sus exteriores se encuentran tan recargados de artilugios cuyo uso se

desconoce, que el espectador únicamente advierte la superficie del vehículo

como un objeto brillante y complejo pero vacío de contenido.

El segundo patrón estético del icono influido por el tratamiento visual, es

la imagen del desastre. Una vez más, el sentimiento de tecnofobia subyace en

la base de estas imágenes. Las escenas de destrucción de la nave se

presentan como algo estéticamente agradable. Ya lo confirma Susan Sontag

cuando sostiene que la estética de la destrucción en la ciencia ficción puede

ser algo bello (p. 26). Otra manera de reforzar la imagen del desastre aplicada

al icono es mediante la chatarra tecnológica. Se expone el vehículo espacial –

con frecuencia naves y estaciones – con cierto cinismo implícito. El espectador

Page 110: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

110

no se extraña porque estos vehículos sean viejos o estén en malas

condiciones, en contraposición a los cohetes nuevos y perfectos de la primera

etapa. Lo que se aprecia en los filmes de George Lucas y Tarkovski incluidos

en este trabajo: se evoca la idea de que en una época anterior en la que la

nave era algo maravilloso. Pues lo que ellos muestran es el momento en que la

nave se ha usado y ha quedado anticuada, vaciando así al icono de su

capacidad de maravillar. Una última manera de representar el desastre en el

icono es recurrir a la nave como ruina, lo que nos lleva a considerar el paso del

tiempo que ha hecho mella en el icono y la cita de A. Huyssens sobre la ruina

de la modernidad: ‘Hay ciertas ruinas que nos recuerdan la decadencia de

ideales pasados’ (p. 47). Pues la representación de estos vehículos espaciales

asolados nos obliga a situarnos desde una perspectiva avanzada en la que

recordamos el icono que en su día formó parte del ideal de progreso

tecnológico y humano.

Del análisis de la representación del espacio y su relación con el ser

humano, se parte de la introducción de los términos “lugar” y “espacio” de Yi Fu

Tuan para dar respuesta a cómo se desenvuelve el sentimiento antropológico

del hombre con el espacio que le rodea y que habita. El procedimiento de

experimentar un lugar (desde una perspectiva cultural la experiencia es la

representación de tal icono) pasa por diversas etapas, partiendo de un primer

estadio del vehículo espacial en el que se concibe como un espacio. El icono

en esta fase primaria se define por la lógica de la elipsis, pues no hay más que

recordar que el interior del vehículo espacial prácticamente ni se mostraba en

un principio. Una vez superada la elipsis, entra en escena el concepto de

experiencia, – en este caso experiencia de representación –,en la que las

tripulaciones van familiarizándose poco a poco con el vehículo espacial; para

finalmente desembocar en un tercer estadio del icono en el que el espacio

interno del mismo – debido su desarrollo y aumento de representaciones

además de una extensa experiencia de representación en el cine - ya se ha

asimilado como un espacio y su evolución permite percibirlo como lugar. A

menudo como habitáculo y lugar de trabajo en las películas posteriores a los

años 50, como veíamos en el tercer capítulo de este trabajo de investigación.

Para retomar la cuestión de cómo percibe el ser humano el espacio que

habita, hay que considerar cómo ha llegado a familiarizarse dentro del

imaginario de la ciencia ficción con el vehículo espacial, entendido como un

espacio – lugar en este caso según Tuan – que activa las dinámicas simbólicas

de representación de la casa en un lugar que, en principio, carece de esa

tradición. Aún más teniendo en cuenta el marcado concepto de anormalidad

que representa la maravilla tecnológica del vehículo que hombre se ve obligado

a habitar. Así, partiendo de lo que afirma G. Bachelard de que ‘todo espacio

realmente habitado lleva como esencia la noción de casa’ (p. 35), se ha

demostrado mediante el análisis de los elementos de la casa (cajones,

Page 111: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

111

armarios, camas, ventanas, puertas, etc) que elaboran él y O. F. Bollnow que, a

pesar del concepto extraordinario implícito en el vehículo espacial, el hombre lo

sigue concibiendo como un habitáculo, pues usa e interactúa con estos

elementos de manera natural. No hay más que recordar los cajones donde se

almacenan los clones de la estación espacial de Moon (2009, D. Jones) o las

camas de 2001: Una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick) cuya forma

recuerdan a un sarcófago. Incluso la ventana en Himmelskibet (1918, H.

Madsen) que activa la desesperanza que sienten los ocupantes del vehículo

tras contemplar la vastedad del espacio exterior. Lo que nos conduce a señalar

la analogía que se establece entre el espacio exterior y el mar, pues mediante

la dicotomía exterior – interior, se permite concebir la nave como refugio al

igual que antropológicamente hacemos con la casa. Asimismo, el análisis de

estos elementos arquitectónicos y de su relación con el ser humano en el

vehículo espacial demuestra en qué medida en la concepción del espacio se da

una evolución desde ser casi un mero icono hasta funcionar como un recipiente

de significado; pues ahora ya se trata de un espacio que ha superado su

condición de icono para desarrollar un discurso antropológico de lugar.

Finalmente, otro de los objetivos planteados en la introducción hace

referencia a si la concepción del espacio se ve afectada por algún elemento de

tipo de la coyuntura histórica y cultural del momento. De acuerdo con la

corriente posmodernista en la que se apoya F. Jameson para afirmar que en

las últimas décadas se ha producido ‘una mutación en la construcción del

espacio’ (p. 255), y sobre todo en la arquitectura posmoderna, que tiende a

representar el espacio como algo sin un centro fijo, entran en escena los

conceptos de deflación e inflación de V. Socbchack. Como ya se ha

demostrado en el cuarto capítulo de este trabajo, se trata del dominio de la

superficie en la estética posmoderna, que suprime la profundidad del espacio:

mientras la deflación enfatiza el detalle en la superficie esquematizando la

estética y expresando más con menos recursos; la inflación apuesta por un

exceso y acumulación de ornamento en la superficie de tal manera que la

estética de lo apabullante le confiere al espacio un carácter hipertrofiado. Por lo

que se da paso a una estética cuya aparente complejidad y maravilla consigue

abrumar al espectador. Otro ejemplo del tratamiento del espacio del vehículo

espacial en el posmodernismo, se encuentra en la subversión y en el

simulacro. La subversión – concepto introducido por V. Sobchack – moldea el

espacio exterior que rodea al vehículo espacial y lo presenta como algo finito y

conquistable. Como ocurre con los astronautas del cohete de Con destino a la

luna (1950, I. Pichel) que caminan por la superficie del vehículo espacial en

marcha sin miedo a una posible caída. Por otra parte, el concepto de

“simulacro” introducido por J. Baudrillard, sustituye visiblemente el espacio real

por la simulación de otro espacio, lo cual se demuestra en la “holoplataforma”

de la nave de Star Trek, en la que sus ocupantes pueden experimentar olores,

Page 112: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

112

sonidos y sensaciones propios de un bosque, cuando en realidad se

encuentran en una estancia vacía.

Si algo tiene en común la puesta en práctica de las teorías antes

descritas (la simulación, deflación e inflación) aplicadas al espacio del vehículo

espacial, es que en todas ellas se aprecia una ruptura del modo tradicional de

relacionarse entre el ser humano y el espacio debido al desarrollo tecnológico.

Pues los tres fenómenos están directamente relacionadas con la

representación de la maravilla tecnológica en el icono: en el caso de la

inflación, todo se reduce a la hipertrofia de un espacio recargado de tecnología

apabullante; la deflación permite reorganizar y sintetizar los elementos que

conforman el espacio otorgándole un carácter adelantado; y el simulacro se

sirve de la tecnología avanzada del holograma para crear mundos ficticios, no

reales. Tal ruptura respecto a la tradición en la relación humano-espacio,

teniendo en cuenta las fechas de las películas en las que se identifican los

fenómenos descritos (a partir de la década de 1960), es posible identificarla en

un nuevo contexto de globalidad tele comunicativa en dónde, de acuerdo a

Jameson (p. 97), la relación con el espacio es redefinida por la irrupción del

elemento tecnológico.

Para concluir, a la hora de profundizar sobre la idea propuesta en la

introducción que defiende V. Sobchack acerca del significado variable del icono

del vehículo espacial en el cine22, la metodología histórico-hermenéutica

demuestra ser una aproximación adecuada puesto que permite la identificación

de los patrones del vehículo espacial y una relación relativamente directa con

los movimientos sociales, económicos y culturales contemporáneos. El salto en

la concepción del espacio y en el destino del viaje, el impacto de la llegada a la

luna o la adscripción a los movimientos estéticos del siglo XX son un claro

ejemplo de ese fenómeno. Incluso en el caso de la representación del espacio

existe una dependencia histórica que se traduce en la dependencia a la

experiencia de las representaciones del vehículo (mayor cuanto más avanza el

tiempo) y a las dinámicas socio-económicas del momento, como demuestra la

ruptura de la relación con el espacio debido a un nuevo paradigma de

globalización y redes de telecomunicaciones.

Es necesario recordar que es cierto que el icono es variable en su

significación. Máxime cuando se activa la perspectiva y se analiza la

representación del vehículo espacial desde un enfoque general durante la

historia del siglo XX. Pero también se mantienen unos códigos que evolucionan

en consonancia al contexto cultural. Tal evolución en el significado del icono no

siempre cambia repentinamente, responde generalmente a un cambio en el

paradigma cultural o social y por tanto puede decirse que no conviene tratar

con ligereza la variabilidad en su tratamiento. Pues tal variación ocurre en

22

‘El tratamiento visual del vehículo espacial varía en cada película, y a veces incluso varía dentro de la misma película’ (Sobchack, p. 68).

Page 113: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

113

consonancia con un contexto cultural inmediato a la producción de las películas

y no sólo depende del imaginario del futuro o de la maravilla que utilizan de

modo autónomo sus creadores23.

Profundizando en los patrones identificados, como puede verse, la

separación en dos grupos respecto a las funciones de los vehículos espaciales

realizada en el tercer capítulo de esta tesina no sólo radica en la diferencia de

funciones, sino que se apoya en diversos factores. Tales factores no hacen

sino subrayar una diferencia y por lo tanto asentar la división en dos grandes

grupos: el vehículo espacial como transporte y como habitáculo. División que

se sustenta en cuanto a dónde se focaliza la problemática narrativa (interior o

exterior), a dónde se viaja, de qué tipo es esta problemática mencionada, cuál

es la actitud hacia el avance científico y respecto a estos factores, cuál es la

relevancia en el metraje que recibe el vehículo y, en concreto, su interior. Por lo

tanto, existe una cohesión entre los factores que separan las dos corrientes

identificadas que la metodología histórico-hermenéutica permita establecer.

Por otra parte, la perspectiva respecto a la clasificación en patrones de

la evolución estética del vehículo espacial puede parecer reduccionista. Sin

embargo, hay que tener en cuenta que son los dos únicos movimientos

artísticos hegemónicos que ha conocido el icono. Si bien hay que detallar que

ambos grupos no cubren la totalidad del corpus y que, además, la adscripción

de ciertas películas a los paradigmas estéticos no es completa, la

diferenciación entre las dos corrientes estéticas y su aparición en un gran

número de películas que integran el corpus resulta lo suficientemente notoria

para ser obviada. Esto es, que pese a no ser totalizadora, se trata de una

clasificación general que permite identificar de modo general las corrientes

estéticas que más han influido en el tratamiento del vehículo espacial en la

ciencia ficción.

Para finalizar, hay que recordar otra de las ideas de V. Sobchack

planteadas en la introducción de este trabajo en la que afirma que ningún

elemento de la iconografía de la ciencia ficción se considera indispensable a la

hora de construir el género. Convendría revisar esta idea, no en lo que

respecta a la construcción del género sobre un icono, ni siquiera respecto a la

totalidad de la filmografía del género; sino en cuanto a la importancia capital

que adquiere el objeto de estudio de este trabajo en las películas que integran

el corpus. En lo que respecta a ese carácter prescindible del vehículo espacial,

como ya se ha demostrado tanto en el análisis narrativo como en el reflexivo,

éste último adquiere un papel cada vez más importante, pasando de ser un

icono a un entramado de significación narrativa, estética pero sobre todo, a

articular dinámicas propias de la ciencia ficción. Asimismo, en las últimas

23

Si bien es verdad que en las películas de principios de siglo, realizadas con un escaso bagaje de referentes aeronáuticos y culturales – como es el caso de Viaje a la luna (1902, G. Méliès) - pueden representar una excepción parcial debido a su singularidad.

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114

películas24 incluidas en el listado, existe una disposición a tratar el vehículo

espacial como espacio de representación – esto es, que la teoría expuesta se

respalda en la producción cinematográfica de su representación. Y prescindible

o no, la evolución de este icono en concreto es, por lo tanto, una parte

importante en la evolución del género de viajes espaciales.

24

Esta tendencia comienza a perfilarse en Con destino a la luna (1950, I. Pichel) y en Planeta prohibido (1956, Fred M. Wilcox), aunque no es hasta Star Trek (1066, G. Rodenberry) y 2001: una odisea en el espacio (1968, S. Kubrick) que el vehículo espacial se convierte en escenario absoluto de la trama.

Page 115: El vehículo espacial: un icono de la ciencia ficción

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117

Agradecimientos.

A Paulo, por adentrarse conmigo en esta travesía espacial, y por dejarse

contagiar el gusto por la ciencia ficción.

A mi madre, por continuar apoyándome, pese a no entender ni palabra de

naves espaciales.

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