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El último instante: ayer, hoy, ¿mañana? Reflexiones sobre cómo nos hemos enfrentado y variado la forma de afrontar el adiós eterno José Juan Sala Baeza RESUMEN: El nacer o el morir son fenómenos naturales en un ser vivo, por consiguiente carentes de significado para el estudio sociológico. No obstante, los procesos sociales en los que se involucran estos hechos sí que son significativos. Aún así, algunos sociólogos mantienen que el proceso de morir es irrelevante para la sociología, sin embargo, sí que lo son los procesos relacionados con el suceso de morir (esperanza de vida, probabilidad de vida a partir de determinada edad, etc.). Por otro lado, a lo largo del tiempo, el proceso de vivir o morir ha condicionado las relaciones sociales, desde los círculos primarios de socialización a los círculos secundarios o terciarios. Es más, la sociedades se han ido en parte transformando a partir de como afrontamos y tratamos el último adiós a un ser querido. No sólo se han transformado las relaciones sociales, incluso se ha fomentado una actividad económica y social alrededor del proceso mortuorio, la cual han modificado las relaciones entre las distintas capas sociales de la sociedad. Asimismo, se ha pasado de cementerios de pobres y ricos a cementerios comunitarios y sin distinción de clases, similar a lo que ha sucedido con las honras fúnebres, las cuales con el paso del tiempo han rasado a todas las clases sociales. Lejos quedan en el tiempo los grandes oficios fúnebres y los fastuosos monumentos funerarios de los campos santos. Poco a poco la muerte ha sido desterrada de la sociedad hasta el punto de que, en la actualidad, la muerte viaja por carreteras secundarias hasta el lugar de reposo final. Aunque el trabajo surge, a partir de las obras de Ariès Philippe "El hombre ante la muerte" y de Norbert Elias "la soledad de los moribundos", se pretende dar un enfoque funcional estructuralista y evolutivo de cómo ha afrontado la sociedad occidental el proceso mortuorio y como ha este ha evolucionado lo largo del tiempo.

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El último instante: ayer, hoy, ¿mañana?

Reflexiones sobre cómo nos hemos enfrentado y variado la forma de afrontar

el adiós eterno

José Juan Sala Baeza

RESUMEN:

El nacer o el morir son fenómenos naturales en un ser vivo, por consiguiente

carentes de significado para el estudio sociológico. No obstante, los procesos sociales

en los que se involucran estos hechos sí que son significativos. Aún así, algunos

sociólogos mantienen que el proceso de morir es irrelevante para la sociología, sin

embargo, sí que lo son los procesos relacionados con el suceso de morir (esperanza de

vida, probabilidad de vida a partir de determinada edad, etc.).

Por otro lado, a lo largo del tiempo, el proceso de vivir o morir ha condicionado

las relaciones sociales, desde los círculos primarios de socialización a los círculos

secundarios o terciarios. Es más, la sociedades se han ido en parte transformando a

partir de como afrontamos y tratamos el último adiós a un ser querido.

No sólo se han transformado las relaciones sociales, incluso se ha fomentado una

actividad económica y social alrededor del proceso mortuorio, la cual han modificado

las relaciones entre las distintas capas sociales de la sociedad.

Asimismo, se ha pasado de cementerios de pobres y ricos a cementerios

comunitarios y sin distinción de clases, similar a lo que ha sucedido con las honras

fúnebres, las cuales con el paso del tiempo han rasado a todas las clases sociales. Lejos

quedan en el tiempo los grandes oficios fúnebres y los fastuosos monumentos funerarios

de los campos santos. Poco a poco la muerte ha sido desterrada de la sociedad hasta el

punto de que, en la actualidad, la muerte viaja por carreteras secundarias hasta el lugar

de reposo final.

Aunque el trabajo surge, a partir de las obras de Ariès Philippe "El hombre ante

la muerte" y de Norbert Elias "la soledad de los moribundos", se pretende dar un

enfoque funcional estructuralista y evolutivo de cómo ha afrontado la sociedad

occidental el proceso mortuorio y como ha este ha evolucionado lo largo del tiempo.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

2

La hipótesis de partida presupone que no solo han transcendido en el tiempo las

relaciones sociales entre los vivos, sino que éstas se han visto modificadas, y con ello

las relaciones entre los vivos y sus seres queridos difuntos.

Sí bien Bauman puntualizó lo efímero (líquido) de las relaciones entre los vivos,

no matizó el devenir de las relaciones entre estos y sus allegados difuntos.

PALABRAS CLAVES:

Ritos funerarios, clase social, defunción, hábitos sociales, transformación social

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

3

Índice

Introducción .......................................................................................................... 4

La muerte a finales del siglo XIX ......................................................................... 6

La primera mitad del siglo XX ........................................................................... 11

Segunda mitad Siglo XX .................................................................................... 14

Siglo XXI ............................................................................................................ 17

Reflexión ............................................................. ¡Error! Marcador no definido.

Bibliografía ......................................................................................................... 23

Imágenes ......................................................................................................... 23

Anexo .............................................................................................................. 24

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

4

Introducción

Para la sociología el proceso de morir es algo natural y por lo tanto casi carente

de interés sociológico. No obstante los sociógrafos1 analizan y cuantifican todos y cada

uno de los procesos sociales en los que está involucrado el proceso doloso: la esperanza

de vida al nacer, la esperanza de vida a partir de determinada edad, así como la

probabilidad de alcanzar una muerte prematura.

Aunque los sociógrafos mantengan que el proceso de morir no es un tema de

interés para la sociología, sí que lo son los procesos asociados y relacionados con el

hecho de morir. Entre estos procesos hallamos el tiempo en que vivimos, como lo

vivimos y, el cómo nos preparamos para cuando llegue el momento de abandonar la

vida de manera activa y convertirnos en un sujeto pasivo y formar parte del menú como

parte nutriente de otros seres vivos.

El tema es cómo a lo largo de un periodo de tiempo, ha cambiado la forma en la

que percibimos la muerte de un ser cercano y cómo la sociedad y el individuo lo

experimenta. Así, como el proceso de cambio que se ha producido en el periodo de

tiempo comprendido entre finales del siglo XIX y el principio del siglo XXI.

Lo interesante del tema es cómo hemos modificado la relación que hemos tenido

ante la perspectiva de la defunción y cómo hemos transformado nuestros hábitos y

costumbres; cómo por ejemplo, hemos pasado de ver la expiración de un ser humano

como un signo de mala fortuna, que, en ocasiones, según se produjese el deceso se

intentaba cambiar la causa de la defunción bien por desconocimiento del hecho que ha

producido el deceso o bien porque era una palabra tabú (los derrames cerebrales (ictus)

se disfrazaban como un mal de muelas que había afectado a la cabeza, la palabra cáncer

prácticamente ni se mencionaba hasta el último cuarto del siglo XX, etc.); bien porqué

se desconocía la enfermedad o porque no se quería mencionar

Así como los hábitos sobre todo en las mujeres que cuando perdían a un ser

cercano vestían de riguroso luto (negro) durante un periodo muy largo de su vida e

incluso hasta el final de sus días.

El tema resulta interesante puesto que hasta finales de los años 80 del siglo XX,

muchas personas que habían fallecido realizaban su primer viaje en coche particular en

1 Debemos entender en está ocasión como sociógrafo, al sociólogo que se encuentra más

interesado en los avatares de la interpretación de gráficas y tasa, el cual pierde cierta relación con la

sociedad real puesto que dichas gráficas sólo le hablaran de generalidades y no de las particularidades

adscritas a la persona según su estatus social y clase a la cual puedan adcribirse.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

5

el mismo instante en que sus restos mortales eran trasladados al camposanto.

Igualmente, con el uso masivo de los tanatorios para muchos ancianos (sobre todo), esa

era la primera y única noche en la que se hospedan en un establecimiento privado.

Aun a pesar de que muchas personas opinen que este es un tema para los

antropólogos, pienso que es pertinente realizar un pequeño análisis desde la sociología,

para comprobar cómo nos hemos relacionado en el proceso de enfrentarnos al último

adiós de un ser cercano, con el cual hemos compartido grandes momentos y muchos

proyectos.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

6

La muerte a finales del siglo XIX

Es una época que para el análisis de los sociógrafos la esperanza de vida estaba

situada en torno a los 20 años, lo único que nos adelanta es que existía una gran

mortalidad infantil. Pero la situación variaba sustancialmente según la clase social en la

que el individuo se encontraba adscrito en la sociedad.

Duras y prolongadas jornadas laborales, así como una deficiente alimentación y

unos recursos pecuniarios escasos para pagar a galenos y medicinas hacía que las clases

bajas dependieran de la caridad y de los hospitales de pobres para engañar a la muerte

cuando acechaba en forma de malatía, esto es lo que solía suceder en las clases bajas,

las clases medias aun no existía como clase social y la que los historiadores expresan

como clase media estaba representada por profesionales liberales (abogados, médicos,

etc.).

Una de las facetas de esta etapa era como se percibían y como se simbolizaban

los sucesos derivados de la mortalidad de un grupo social u otro: mientras en las clases

sociales altas el proceso mortuorio se desarrollaba con gran pompa y lujo; en las clases

bajas el proceso era en ocasiones prácticamente invisible, pocos familiares y allegados.

Según descendían en el escalafón social menor era el número de deudos los que

acompañaban al desdichado.

En esta época la muerte estaba

presente en todas las facetas de la vida

de las personas, podríamos decir que la

muerte era una cotidianidad2. La

esperanza de vida rondaba los 35 años

en hombres y 38 en mujeres.

La obligación de enterrar a los difuntos fuera de los núcleos de población había

surgido un siglo antes por orden del rey Carlos III, sin embargo fue Carlos IV el que

impulsó a principios del siglo XIX, la construcción de cementerios en extramuros, pero

la disposición de los camposantos y la propiedad y la gestión de los huertos del Señor

2 La esperanza de vida de las ciudades europeas con una elevada industrialización escasamente

alcanzaba los 30 años, por ejemplo París 28 años, Alcoy 20, Cartagena 18, Londres 23, Bilbao 22, etc.

Fuente: INE Gráfico1

Esperanza de vida al nacer en España (1900-2000)

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

7

correspondía a la iglesia, y el hecho de que la titularidad recayese en las órdenes

religiosa propició que los datos que obtuvo Durkeim en la obra El suicidio, fuesen

cuestionados, debido a que los suicidas cristianos aparecían como muertos por

enfermedad o muerte natural. Debido a que la iglesia impedía enterrar en tierra sagrada

a ajusticiados y suicidas.

El hecho de que la titularidad de las necrópolis recayera en la iglesia propició

que se creara un "mercado" alrededor de la familia de los desdichados, desde donde se

pretendía sacar provecho de los sentimientos de los allegados como podemos

comprobar en el artículo publicado el 30/4/1874 en el semanario la Ilustración

Española y Americana, donde pone de manifiesto todo un mercadeo alrededor del

finado, que van desde la búsqueda del máximo gasto posible en misas, ornamentos3,

deanes, monaguillos y curas, interpelando los sentimientos de los deudos; hasta un

mercado matrimonial donde se le ofrece al viudo/a una nueva pareja y el cuidado de los

posibles huérfanos (acomodarlos en otras familias por un módico precio) 4

.

La convivencia entre los vivos y los muertos era estrecha, los campos de reposo

estaban a escasos metros de las viviendas motivado por el rápido crecimiento de las

ciudades a finales del siglo XIX. Ciudades como Madrid, o París diseñaron y

comenzaron a construir nuevas necrópolis más allá de extramuros. Otros debido a las

constricciones del espacio quedaron dentro del núcleo urbano, siendo en la actualidad lo

primero que observa el viandante cuando accede a la ciudad, como es el caso de

Comillas en Cantabria.

Como reza en el siguiente fragmento de A. Fernández de los Ríos publicado en

la Ilustración española y americana, en 1874:

Al encontrarse el desarrollo de la población con los cementerios, ha ido

rodeándolos de casas que ya están lindando con algunos de ellos; los vivos y

los muertos se hallan a 10 metros de distancia o tabique por medio; los

cortejos fúnebres pasan rozando por los bailes y los columpios explotados

por sucesores del tradicional Tío VÍvo, en que retozan y se solazan soldados

y mozallonas ; las estrepitosas músicas de tales fiestas y las carcajadas (...)

más altas que el responso del sacerdote se oyen las frases obscenas del

borracho y la maldición del jugador; y la a u t o r i d a d eclesiástica signe

liando licencias para enterrar en esas condiciones; y las sacramentales

continúan recaudando; (...) y el extranjero que, movido por la educación y

la costumbre, va á llevar maquinalmente la mano al sombrero al ver pasar

por delante un féretro, encasquetándosele al recordar que se halla en un país

donde así se entiende el culto á los muertos. (Fernandez de los Rios, 1874)

3 Cirios, música de órgano, coros...

4 Se puede consultar el ejemplar en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

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Por consiguiente nos encontramos en una etapa de la sociedad en la cual existían

distintos tipos de finados, los pudientes con grandes pompas, fastos y construcciones,

los pobres que de igual forma que vivían eran enterrados. Por otro lado están los

suicidas, a los cuales sus allegados para que fuesen exhumados en tierra consagrada

disfrazaban el motivo del deceso, aunque este acontecimiento esté vinculado con la

religión católica no es de extrañar que otras sociedades con una religión diferente

tuviesen comportamientos similares. Igualmente, los ajusticiados tampoco tenían el

derecho al descanso eterno en tierra sagrada, (anexo 1) aunque se da la paradoja de que

una vez fallecido si recibía el indulto sí eran enterrados en lugar sacro5.

La percepción social de la época se encontraba estrechamente relacionada con el

sentimiento de pertenencia a una clase social, esta pertenencia de clase debía quedar

denostada y claramente identificada en la honra que se debía de ofrecer a los allegados

fallecidos. La ostentación de clase a su vez era un reflejo de la sociedad al miedo al más

allá, el miedo a la muerte, pero sobre todo el miedo a un sufrimiento eterno. Gracias al

temor y a la ostentación de las clases altas de la sociedad nos han trascendido a la

actualidad grandes obras escultóricas de reconocidos artistas (Mariano Benlluire, José

Bueno, Enrique Clarasó, Buzzi, Llimona...).

La cercanía con la muerte y la alta religiosidad de la época nos han legado

autenticas obras de arte escultóricas ubicadas dentro de los campos santos, (como

podemos apreciar en algunos ejemplos del anexo 2). Arte funerario al cual Panofky le

dedica un tratado en su obra Tomb sculture. No obstante no es el arte lo que nos centra a

nosotros en este ensayo, sino la percepción de la sociedad.

El símbolo de la ostentación residía en fastuosos panteones y esculturas

hermosas y una gran simbología, la cual pudiese proteger al difunto de los males del

más allá y de las posibles profanaciones6.

En Conclusión las sociedades del siglo XIX tenían como características, que

vivían en proximidad con la muerte por ser una época con altas tasas de mortalidad

infantil, y con unas condiciones de vida insalubres (Escudero & Barciela, 2012, pág.

108), así como, por tener una esperanza de vida que rondaba los 35 años. Asimismo era

5 En el cementerio de Villafranqueza (barrio de Alicante), están los restos de uno de los

ajusticiados por la rebelión de Pantaleón Boné de 1844, a escasos 200 metros descansan los restos de los

otros ajusticiados en el denominado Panteón de los Mártires de la Libertad. 6 En ocasiones la escultura es tan monumental que el losar no puede soportar el peso y la imagen

forma parte de la totalidad del campo santo, como es el caso del cementerio de Comillas en Cantabria; el

Ángel exterminador, en lugar de presidir la sepultura del hijo fallecido, protege a todos desde el

preventorio más elevado del camposanto. La escultura es lo primero que se observa del municipio cuando

el viajero se aproxima a la población desde la carretera que llega de Santander.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

9

una etapa muy virulenta con constantes guerras y revoluciones. Enfermedades

epidémicas generaban grandes mortalidades, el cólera se cebaba constantemente con las

poblaciones europeas, así como las hambrunas por la pérdida de las cosechas7, y el

escaso salario de los obreros industriales, provocaba que las clases bajas tuviesen un

trato constante con la muerte. En ocasiones para poder dar sepultura al ser querido fuera

de la fosa común, tenían que pedir favores o vender las escasas pertenencias de las que

disponían, del mismo modo que sí el desdichado no había llegado a tiempo para recibir

la última confesión existía en la cercanía (barrio, pueblo, aldea), la figura del come-

pecados, donde el infortunado podía encomendarse y limpiar su alma antes de exhalar

su último aliento. Por otro lado también existían las plañideras, las cuales lloraban y

lanzaban lamentos al aire para demostrar el dolor que tenía la familia por la pérdida del

ser querido. El traslado a la última morada se realizaba en carreta y en ataúd de pino, la

madera más económica sin barnizar y sin forrar.

En las clases medias y altas el trato con la muerte no era tan cercano, la

esperanza de vida de las clases acomodadas era superior, aunque la mortandad infantil y

femenina tras el parto eran casi tan elevadas como en las clases menos pudientes. Las

viviendas poseían mejores condiciones higiénicas, para los componentes de estas clases

sociales la alimentación no era tan precaria, así como las condiciones de trabajo, en el

supuesto de no ser rentistas eran profesiones liberales (médicos, abogados, etc.), donde

las condiciones saludables en el entorno laboral eran mucho menos inseguras. El último

viaje lo realizaban en coche de caballos negros, seguidos del séquito que acompañaba al

desdichado al Huerto del Señor, si la distancia entre el domicilio del finado y la iglesia

no era un tramo excesivamente grande el traslado hasta la iglesia se realizaba a hombros

de los acompañantes. El féretro era de maderas nobles y exóticas, barnizado y forrado

en el interior; se prestaba en mayor medida a la manifestaciones diferenciadoras de

clase y posición a disponer de acuerdo a su condición, una digna morada para sus restos

y los de sus antepasados y descendientes.

La sociedad de la época comenzaba a ser consciente de las connotaciones

nefastas que tenía para la salud de los vivos el hecho de tener los camposantos cerca de

las ciudades y sin ningún tipo de precauciones como refleja el siguiente texto del 8 de

junio de 1874 con el título "La quema de cadáveres":

Hasé observado desde hace pocos años, que la infección del suelo, sobre el

cual descansa nuestras viviendas, sobre todo de las grandes ciudades, y la

7 La crisis de la patata en Irlanda, etc.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

10

adulteración del agua potable y de la atmósfera, aumentan más cada año, y

que la tierra empapada en diferentes sustancias pútridas se convierte en

focos de epidemias. Esto es debido, según las observaciones más exactas

entre otras causas a los cementerios.

Se ha calculado que cuando en Londres existían los cementerios dentro de la

ciudad, se desarrollaban anualmente 2.500.000 pies cúbicos de ácido

carbónico (...) se ha observado que la remoción de los cementerios viejos

han producido enfermedades epidémicas. (N, 1874)

El mismo ejemplar ofrece un croquis de una máquina para quemar cadáveres.

Por consiguiente el miedo de los vivos residía en el más allá, en la mortandad

por epidemias (cóleras que asolaban Europa) y el temor de ser enterrado en vida. Para el

anuncio de la llegada de la muerte y que la sociedad tuviera conocimiento del suceso se

utilizaban el repicar de campanas, toque de difuntos para adultos, y el repicar del

mortejuelo cuando el fallecido era un niño.

Tampoco debemos olvidar la práctica de retratarse con el difunto que surge a

finales del XIX, con el surgimiento de la fotografía y que se extendió hasta que la

fotografía se popularizó, era mejor tener el recuerdo de la imagen de un ser querido ya

difunto, que tener sólo el recuerdo, o parte de sus cabellos en un relicario8.

En el siglo XIX, la gente seguía muriendo en sus casas, rodeada de personas,

pero con actitud diferente, hasta entonces se encontraban amparados por la oración,

ahora estaban turbados por la emoción, lloraban y gesticulaban en una gran

demostración de dolor. El miedo a morir se desplaza hacia la muerte ajena (Ariès, 1984,

pág. 327; Frutos Martín, Frutos Martín, Iglesias Guerra, & Calle Pardo, 2007, págs. 3-

6).

8 Por cuestiones de decoro me abstendré de poner un anexo con imágenes de familias posando

junto al difunto, de madres y hermanos sosteniendo al desdicho.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

11

La primera mitad del siglo XX

Los cementerios ya habían sido trasladados a extrarradio, pero en esta mitad del

siglo XX, la muerte mostró sus formas y rostro más cruel, además de las presentadas en

el siglo anterior (hambre, enfermedad y guerra), ahora presenta la de guerras más

encarnizadas y exterminios en masa. Fue el instante de una muerte inquieta, dramática,

embaucadora, casi fue un tiempo donde el triunfo era morir y no vivir. Es una de las

etapas más siniestra de la humanidad9.

A partir de esta época y gracias a los avances médicos la mortalidad infantil baja

a tasas del 20% y continúa descendiendo hasta situarse en el 1% en los países

desarrollados a principio del siglo siguiente (XXI). Dejando de lado los desastres de las

dos Guerras Mundiales, en este espacio de tiempo la muerte se comienza a concentran a

partir de los 60 años y las principales causas son el cáncer, las enfermedades

cardiovasculares y los accidentes10

, por consiguiente el aumento de la esperanza de vida

se encontraba más en el control de la mortalidad infantil y juvenil que en el aumento de

la longevidad, la esperanza de vida se situó en torno a los 50 años (Prentice, 2006).

La sociedad que surge deja atrás hábitos como el de fotografiarse junto al

familiar difunto. El suicida y el ajusticiado comienzan a ser acogidos en los

cementerios, al igual que los neonatos y los no bautizados, pero con la peculiaridad que,

la inmensa mayoría de ellos aún son depositados en una fosa común.

Poco a poco y con el avance del siglo las figuras de las plañideras y de los come

pecados van desapareciendo de la escena social, aunque queda un amplio componente

de constricción de la comunidad hacia la familia del difunto, según hayan sido las

causas de la defunción y la atención dispensada al desdichado en los últimos días de su

existencia en la vida terrenal.

Es ahora cuando el entorno del difunto comienza a ser juzgado y cuestionado, si

han sido benevolentes, si han dispensado todos los cuidados pertinentes, si han

realizado todo lo que ha estado al alcance de sus posibilidades, y sobre todo si se

demuestran altas tasas de dolor ante la pérdida del ser cercano. Todo y cada uno de los

aspectos que rodea al difunto y a su familia es cuestionado por el entorno social; nada

9 Sí, se está interesado en profundizar en el tema de los exterminios, recomiendo el libro del

historiador Otto Dov Kulka "Paisajes de la metrópolis de la muerte" (Taurus 2013) 10

Aunque normalmente no sabían cuál era la causa de la defunción, simplemente se había

muerto de viejo, más de 67 años era todo un logro social y personal.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

12

absolutamente nada se escapa a la indiscreción, la familia está abierta a la sociedad y la

sociedad se encarga de juzgar los actos de la familia.

El difunto conocedor en vida del juicio social comienza a realizar sus

preparativos fúnebres en vida, tal foto para la hornacina, aquel vestido para la mortaja, y

la vecina de confianza para que se cumpla la voluntad. Se comenzaba a vivir la muerte

propia en vida. Esta preocupación recaía sobre todo en la mujer, y en qué pasaría con

sus hijos, con su marido, sí ella fallecía. Qué sería de ellos solos y desamparados.

Los velatorios se realizan en la casa del fallecido y se producían dos

modalidades, o bien el finado estaba depositado dentro del féretro alzado con unos

caballetes y cirios en el cabezal; o bien se encontraba acostado sobre su lecho. Si el

rígor mortis impedía cerrar los ojos del desdichado se le depositaban dos monedas sobre

los ojos11

y si sucedía en la boca, se cerraba con un pañuelo atado desde la barbilla hasta

la cabeza.

La descendencia era importante, no tanto por la herencia (eran tiempos críticos

entre guerras, la escasez podía ser generalizada), sino por dejar constancia del paso por

este mundo. En determinados lugares y/o familias, la sucesión del nombre de pila era

importante. Se da la paradoja (debido a que la mortalidad infantil rondaba el 20% ), que

algún individuo podía llevar el mismo nombre que su hermano fallecido o hermanos

fallecidos, con el único fin que el nombre del padre, abuelo... no desapareciese.

Se comienza a separar a los niños de la muerte, no sólo de la muerte propia, sino

de la muerte ajena, cada vez más son más reacios a que los infantes estén cerca de la

muerte, ahora al niño se le aleja, se le manda con otro, con el vecino, con el adolescente,

se comienza a cuidar al niño como niño; aunque este tenga que realizar trabajos para

ayudar en el sustento del hogar.

El traslado al huerto del Señor ya no difiere tanto entre el noble y el pobre, ahora

sólo varía el emplazamiento, panteón, o suelo; viajan en los mismos coches aunque la

atención sea diferente. Ahora la diferencia no la establece sólo la clase social también

los deudos, en este momento un ilustre al igual que un plebeyo podría ser trasladado

desde su domicilio hasta su parroquia a hombros de sus conciudadanos. Las muestras de

amor, agradecimiento y reconocimiento se socializan.

Las esculturas conforme avanza el siglo dejan de ser representativas de estatus

de clase, estas quedan reservadas a personalidades relevantes de la cultura y o la

11

Continuando con la antigua tradición griega, la cual ha transcendido a lo largo del tiempo:

Aunque lejos queda la idea de las monedas como pago a Caronte.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

13

sociedad (toreros, literatos...). A partir de este instante la ostentación de clase en la

región de la muerte son las flores frescas, las más exóticas, las más caras son la

representación del amor al ser querido, es una vuelta al paraíso de los albores de la

cristiandad donde Dios acoge a las almas de los difuntos en un jardín florido de flores.

La sociedad española continúa teniendo una gran religiosidad, la cual queda

patentada en el hecho de que antes de ser sepultado el ataúd se le ofrecía a los

familiares12

, por si querían conservar el crucifijo que presidía el féretro en su tapa,

después éste, en ocasiones presidía la cabecera de la habitación del desdichado, o bien

quedaba olvidado en algún desván.

Existía aún un "mercado matrimonial" entorno al viudo/a, aunque como general

estaba mejor visto e incluso era más aceptado y/o comprensible que el viudo tomase

desposorios con otra mujer una vez pasado el tiempo de rigor (luto), bajo la creencia de

que un hombre no estaba hecho para estar sólo, o un hombre no debe o puede estar sólo.

Sin embargo la época seguía caracterizada por unas vestimentas negras, el luto

una vez instaurado en el atuendo uniformar del individuo, raramente se despojaba ya de

él; se convertía en una capa más de su ser hasta el final de su existencia.

La presión social aunque difería del entorno urbano al rural, continuaba siendo

una importante presión sobre el individuo, puesto que el barrio de la zona urbana creaba

el mismo efecto de control en el individuo que la presión de la comunidad en el entorno

rural. Se comienza a crear una separación efectiva entre vida, sociedad y muerte, una

separación, que como más adelante apreciaremos se hará más que evidente. El miedo a

morir se traslada al interior del individuo y al qué dirán, después de la muerte propia.

12

En ocasiones el párroco se encargaba de que la familia recibiera el crucifijo, no había

pregunta, él, tomaba la decisión.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

14

Segunda mitad Siglo XX

Es a partir de esta etapa cuando comienza a surgir una cultura de la muerte, pero

no en el sentido estricto en el cual se tornará a partir del siglo XXI13

, no una cultura de

la muerte confrontada con una contracultura, ni una lucha entre progresistas o

conservadores. Sino una cultura cuya principal faceta es la del "ocultamiento a la

verdad", la muerte es disfrazada por el entorno próximo. La presión del otro, conforme

avanza el siglo va perdiendo significado, tanto para la familia, como para la sociedad y

la comunidad.

Sin embargo, sobre todo a partir de la década de los 50 surge un nuevo

fenómeno, que cambiará algunos aspectos sociales y antropológicos dentro del seno de

la sociedad y de la familia, este fenómeno lo denominaremos "Síndrome de

Aniversario".

El "Síndrome de Aniversario" se adentra en la sociedad motivado por la

prolongación del proceso vital de los individuos, y produce que se aumente la visita a

los cementerios en especial en

los aniversarios de

fallecimiento, cumpleaños,

santoral y el 1º de

noviembre14

.

La esperanza de vida

va extendiéndose, hasta

superar los 82 años en la

población femenina a finales

del siglo, prodigio que continúa

en ascenso en la actualidad (gráfico 2). Esta longevidad ha sido la felizmente causante

de que parte de la sociedad alcance a conocer varias generaciones de una misma familia,

sin que ésta fueran de clase alta15

.

13

Aborto, eutanasia... 14

En esta fecha aún queda una gran reminiscencia del suceso, los ayuntamientos adecuaban el

tráfico para la masiva visita a los camposantos, al igual que la frecuencia del transporte público se

incrementaba de forma considerables, creando líneas especiales las cuales sólo circulaban en el día de

Todos los santos, las cuales comunicaban a los distintos barrios de la ciudad con el cementerio. En San

Vicente en la década de los 70 la única línea discrecional que existía en el municipio unía el núcleo

urbano con el cementerio. 15

Como antes ya habíamos mencionado en los apartados anteriores la muertes tempranas se

situaban en las clases menos favorecida.

Fuentes: INE, tablas de mortalidad Gráfico2

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

15

La elevada longevidad hizo que la festividad de difuntos alcanzase altas cuotas,

como para cambiar por unos días las pautas de comportamiento de la sociedad, y en la

ciudad equiparando la festividad de difuntos con una festividad solemne, sería y

silenciosa como Semana Santa, pero de reencuentro con familiares y/o conocidos en los

camposantos. Una festividad a la que la familia le destinaba una parte del presupuesto

familiar para la compra de flores. En algunas zonas de España en especial en el Levante,

existía la costumbre de acostar a los menores pronto el día anterior para despertarlos

temprano el día de Todos los Santos, para preparar la cama de forma esmerada para que

el ánima del difunto descansara ese día. Los hogares durante aproximadamente quince

días parecían hornacinas iluminadas con palomillas en aceite, palmatorias, velas, etc16

.

Poco a poco el fenómeno del "Síndrome de Aniversario" se devalúa en su

vertiente religiosa y mística a medida que languidece el siglo XX, el 1 de noviembre va

perdiendo fuerza, aunque se mantiene como un día especial para visitar los huertos del

Señor, y adecentar las sepulturas familiares.

Las sepulturas conforme avanzó el siglo también cambiaron las preferencias de

los individuos del suelo, a la pared; de la pequeña hornacina donde se coloca un retrato

del difunto y la fecha de nacimiento y defunción (Garcia Bellido, 1955), de piedra

natural o mármol monocolor, o en ocasiones bicolor17

; a mármol de diferentes colores a

finales del siglo XX; las inscripciones ya no se concentran sólo en el nombre y las

fechas aniversario del finado, ahora también se incluyen inscripciones sobre las

cualidades del fenecido18

.

Es en esta etapa cuando irrumpe con mayor fuerza los seguros de decesos (de

muertos) con el fin de combatir el miedo de no poder hacer frente a los gastos

ocasionados por el entierro de un familiar, con el seguro y una pequeña aportación

mensual el problema estaba resuelto. Sin embargo el hecho de realizar el pago de la

muerte desde prácticamente el nacimiento19

con el fin de evitar que en caso de

fallecimiento no fuesen a parar sus restos al osario (fosa común), no evitó que hasta los

16

Tradición que ocasionó accidentes domésticos en forma de incendio 17

Como norma general las losas sepulcrales que se empezaron a emplear a partir de la década de

los 90, incluye todas las gamas de colores que puede presentar en la naturaleza el mármol y el granito,

material cada vez más empleado en sepulturas por ostentar un precio más económico que el mármol. En

el siglo XIX, se empleaba la piedra y la pizarra. Para pasar al mármol gris y crema hasta la década de los

años 80 del siglo XX. 18

Desde la década de los 90 se vuelve a constatar en los cementerios, la vuelta a las antiguas

prácticas grecorromanas de incorporar a epígrafes a las lápidas de sus seres amados. 19

La costumbre era asegurar a los pequeños nada más nacer, la costumbre era bautizarlos a los

pocos días del nacimiento

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

16

años 80 los neonatos20

fueran enterrados en las fosas comunes, o fuesen tratados como

despojos quirúrgicos e incinerados y no le fuesen entregados a sus progenitores.

No obstante, el cambio más importante que supuso para el conjunto de la

sociedad fue el suceso de que los seguros de decesos se fueran generalizando, junto con

las demandas y las cuotas. Las compañías para cobrar cuotas más elevadas y/o para

ofrecer servicios diferenciados de sus competidores, comienzan a generar nuevos

productos; productos que comienzan a popularizarse a finales de la década de los 80.

El producto que más ha transformado la forma de asociarse con la muerte ha

sido el de trasladar al difunto, su velatorio y su última estancia entre los vivos a un

hogar ajeno al cual ha pasado su vida. Ahora la gente ya no era velada en su domicilio,

aunque en ocasiones aún se le permitía fallecer en su domicilio, cuando la muerte se

encontraba próxima, si el predestinado se encontraba en la habitación de un hospital en

ocasiones el galeno le ofertaba el alta a la familia para que éste pasase las últimas horas

de su vida en el seno de su hogar, pero esta práctica dejó de realizarse con el inicio de

los años 90.

Las nuevas salas de velatorios creadas para el bien de las familias y por

cuestiones ético-higiénicas21

. Sin embargo, no es este el único cambio que se produce

con la implantación de los tanatorios (salas de velatorios privadas), poco a poco no sólo

se aleja de la sociedad a la muerte y al muerto, sino que también es alejada de la

sociedad los oficios religiosos, con la proliferación de las practicas de velatorios en

espacios privados, asimismo produce que los oficios religiosos cada vez con mayor

frecuencia se realice en los mismo tanatorios22

. Por consiguiente cada vez es más

paradójico observar un cortejo fúnebre dentro de la comunidad; muerte, cementerio,

difunto, velatorio y cortejo has sido desterrados de la sociedad. Cada vez con más

frecuencia la muerte es ignorada.

20

Los nacidos muertos o fallecidos a las horas del parto 21

Las primeras alegaciones que se hacen para justificar que el difunto salga del hogar y sea

velado en un lugar extraño, parte de la consigna de que es más higiénico y que además no quedará en el

recuerdo de los familiares la imagen del desdichado postrado en algunas de las estancia del hogar. 22

Aunque aún se suelen producir ceremonias fúnebres en las iglesias parroquiales, éstas están

cada vez más en desuso, y quedan circunscritas a ámbitos rurales más que a ámbitos urbanos, a excepción

de acontecimientos puntuales de muerte trágica y/o célebre.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

17

Siglo XXI

Acabamos de iniciar el nuevo siglo, pero la evolución de los procesos

relacionados con el hecho de morir han continuado presentado cambios. Cambios que

no son más que meros procesos evolutivos de los que se han estado produciendo desde

finales de los años 80.

La esperanza de vida como podemos apreciar en el gráfico 2 continúa en

ascenso, la mortalidad infantil como ya comentamos en apartados anteriores se sitúa en

los países industrializados en tasas menores al 1%. El aumento de la esperanza de vida

genera una población más anciana y por consecuencia una población que conforme

transcurre el tiempo se convierte en población potencial de formar parte de las

tendencias sociales en los acontecimientos mortuorios, bien como clientes directos, bien

como acompañantes.

En el nuevo siglo la muerte ya ha sido desterrada por completo de las prácticas

sociales, ahora surge nuevos empleos asociados con ella (la muerte)23

, los familiares ya

no visten, ni adecentan el cadáver de sus seres queridos, los individuos ya no fallecen en

el domicilio, ahora lo hacen en centros hospitalarios rodeados de los avances médicos

que posee la sociedad.

Sin embargo no sólo la muerte ha sido desterrada de la sociedad, también han

sido desterradas las expresiones de dolor profundo. Si en el siglo XX hasta los años 70,

las expresiones de dolor debían de acompañar a la familia incluso hasta el fin de los días

de los individuos que quedan, ahora sucede todo lo contrario, llegando hasta ser

considerado exagerado, y de mal gusto las expresiones exacerbadas, llegando incluso a

que los familiares previa consulta con el difunto antes de fallecer, cierren con llave la

sala de velatorio por la noche, y, se vayan los familiares a descansar a su domicilio;

cada uno en el lugar que le corresponde: los vivos en el hogar, el difunto en el tanatorio.

Las conmemoraciones del "Síndrome de Aniversario", continúan celebrándose,

pero de forma menos pragmática, las visitas a los camposantos se espacian a lo largo de

los días, la celebraciones del 1º de noviembre continúan pero de una manera menos

masificada, lo que produce una reducción de los servicios ofertados por los municipios

y en del precio de las flores, por consiguiente las familias ya no dejan una parte del

presupuesto para este acontecimiento. El amor por el ser fallecido ya no se representa ni

23

Tanatopraxia, tanatopractor Psicólogos, gestores, acompañantes, incluso departamentos

editores especializados en libros de autoayuda, etc.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

18

por el dolor expresado al exterior ni por la ostentación de los siglos anteriores, ahora el

recuerdo y el dolor se queda depositado en el interior de los allegados. La comunidad y

la sociedad han sido desterradas de la familia.

El 1º de noviembre24

, pasa de ser una celebración solemne y mística a

convertirse en una festividad infantil, juvenil y de adulescentes25

de disfraces,

caramelos, pero con un componente esotérico (brujas, fantasmas...), fantástico (dráculas,

zombis...) y sangrientos (sangre, cuchillos, hachas ensangrentadas, etc.). Aunque aún

sea una festividad fúnebre, ahora es la festividad de la muerte divertida.

Ahora la muerte ya no pisa la ciudad, se vela en los extrarradios, los cortejos

fúnebres van por carreteras secundarias, y las ceremonias se celebran en los mismos

tanatorios, aunque el párroco de la parroquia del difunto haya de celebrar la ceremonia

en la sala multiconfesional del tanatorio.

Las actas fúnebres suelen estar redactadas con anterioridad entre los conyugues

y/o familiares. Se toman la decisión de cómo será el proceso funerario una vez

acontecido el fallecimiento de alguno de los cónyuges y/o progenitores (aunque, rara

vez se anticipa como ha de ser el proceso con los descendientes).

Cada vez con una mayor frecuencia se producen cremaciones en lugar de

enterramientos, aunque estos últimos son la práctica mayoritaria dentro de las

sociedades. En ocasiones se ha producido la circunstancia que el difunto dejó dicho que

deseaba la incineración, y algún familiar ha sufrido una depresión por no tener nada,

ningún lugar donde acudir, ante la ausencia del ser querido26

.

Pero el cambio más impactante que se produce en esta etapa, es en las nuevas

formas de comunicación de la sociedad, la incidencia de las denominadas redes sociales

virtuales, han provocado el suceso de que un individuo después de fallecido, esté en

contacto con las demás personas, bien por parte de los individuos que añoran al ser que

ha abandonado la tierra de los vivos, escribiéndole en las plataformas virtuales como si

estuviera todavía entre ellos, o bien con programas27

que recogen las expresiones más

frecuentes utilizadas por el difunto, así como una serie de características adicionales, lo

cual permite que el programa forme frases y expresiones de manera aleatoria y

armónica a cuestiones de las redes virtuales.

24

Halloween, se celebra la noche del 31 de octubre 25

Adultos con conductas de adolescentes 26

Este proceso es similar al que sufrían las familias con la desaparición de un ser querido, la

angustia de no poder venerar los restos, la ausencia de los restos es como si el ser no hubiese existido 27

El programa en cuestión es Deadsocial

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

19

Es ahora y sólo ahora cuando la muerte ha desaparecido de la esfera social, se ha

convertido como un suceso cotidiano, tan cotidiano que la muerte de un conocido puede

pasar desapercibida durante un largo periodo de tiempo. Con la muerte desterrada, se da

la circunstancia de que si sólo eres conocido del finado, no te enteraras del deceso hasta

pasado un largo periodo de tiempo. Ahora el vecino puede fallecer y no tener

conocimiento del suceso hasta pasados unos días, bien sea por el hecho de que los

familiares deseen una ceremonia íntima, o bien porque nadie ha reparado en que no se le

había comunicado.

En la actualidad, en las ciudades las únicas reminiscencias que quedan de la

muerte se sustentan en una cultura asociada a la misma, bien sea esta cultura corporal

(tatuajes), de pertenencia a grupo (góticos), pictórica (grabados alegóricos), música y

cine28

.

Hoy en día por consiguiente "la muerte ya no llega con la vejez... sino con el

olvido" (Gabriel García Márquez 1927-2014).

Hoy en día por consiguiente la muerte ya no ajena, ni propia, es... un fin de ciclo

Hoy en día por consiguiente la muerte es un proceso natural, en el que puede o

no participar las costumbres, la religión y/o la cultura.

Hoy en día por consiguiente la muerte es un éxodo real, en todos los procesos de

la sociedad

Hoy en día por consiguiente la muerte, el recuerdo y el dolor por la ausencia

asociado a la misma queda recluido en el interior de los seres han querido y/o estimado.

28

La película de 2013, "La ladrona de libros" de Brian Percival, es una historia contada por la

misma muerte (la voces en off, representan a la muerte)

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

20

Conclusión

Hemos comprobado como las sociedades se han ido transformando a la hora de

afrontar el último adiós de un ser cercano y querido. Hemos pasado de una vida

caminando conjuntamente con la muerte y tenerla como compañera cotidiana, a

convertirse en una compañera eventual, y con la cual todos y cada uno de nosotros

(antes o después), tendremos que realizar un paseo con ella. Un paseo que nos llevará a

una nada o a un lugar desconocido. Ambos lugares, tanto la nada como lo desconocido,

nos aterra como individuos, no sabemos y no disponemos de habilidades para

gestionarnos como individuos en la incertidumbre, como así nos plantean diversos

autores (Giddens, Luhmann, Beck).

La sociedad pasó de un tasa de mortalidad infantil superiores al 30% a inferiores

al 1%, de tener a los niños como un producto más, a ser objeto de atenciones desde el

siglo XIX, hasta convertirse en el centro de los núcleos familiares en la actualidad. Así

mismo se pasó de tener elevados número de hijos con el fin de que alguno sobreviviera

y llevase el nombre del padre, o abuelo, a una sociedad con una natalidad ínfima donde

el nombre de los natos no concuerda con ninguno de los progenitores, ni de los

ascendentes.

Del mismo modo, el traslado de los restos se tradujo en uno de los parámetros

objetivos para determinar la clase social a la cual pertenecía el fallecido; situación que

conforme se hizo popular el automóvil se fue evaporizando en el tiempo, si bien los

traslados se realizaban en carros en las clases bajas y carruaje en las clases altas. En la

actualidad las dos clases sociales lo realizan en el mismo modelo de vehículo. La

muerte, como era de esperar, rasea las distintas clases sociales. En la actualidad los

carruajes de caballos quedan destinados a grandes personalidades (Tierno Galván,

Adolfo Suárez, etc.).

Los oficios religiosos también sufrieron una gran transformación, pasan de ser

un acto en el que acudía toda la comunidad, pueblo o barrio, ha transcendido a ser una

ceremonia, íntima y sin ostentaciones. Las pequeñas reminiscencias que quedan, se

suelen producir en núcleos rurales, donde aún se mantienen ciertas costumbres como

que las familias se coloque a la salida de la iglesia con el objeto de recibir el pésame de

los presente y que esta muestra de respeto se haga de manera jerárquica, primero

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

21

hombres y después mujeres, o como sucede en el pueblo de Enguera29

(Valencia) donde

el pésame los dispensan sólo los varones, las mujeres se encuentran situadas enfrente de

la comitiva, porque supuestamente ellas ya han estado durante todo el proceso del

velado.

Las localidades también han sufrido un considerable cambio en la

transformación, los camposantos fueron trasladados al exterior de los municipios, con

ello y unido al avance de la esperanza de vida surge el "Síndrome de Aniversario", el

cual produce que los municipios tengan que adecuar el entorno del cementerio en las

fechas cercanas al primero de noviembre, así como de provisionar medios de trasportes

especiales para la poblaciones crecientes en el día de Todos los Santos. Con

posterioridad a la pérdida del componente místico de la muerte el efecto aniversario se

va disipando a lo largo del año aunque queden reminiscencias de los mismos.

El cambio en los hábitos en el acto de velar a los difuntos se traslada desde el

hogar hasta salas especialmente acondicionadas al efecto (tanatorios). Se genera todo un

mercado económico y laboral alrededor del proceso de morir. Estos cambios se

producen motivados por el anhelo de los parientes de ofrecer una digna despedida al ser

querido, lo cual les lleva a plantearse la problemática desde prácticamente el mismo

instante del nacimiento, con el surgimiento del seguro de decesos en los años 50 hace

que, poco a poco, se vayan produciendo todas y cada una de las transformaciones en las

formas de los velatorios y con ellos una cambio en la visión que la sociedad procesa

hacia la muerte.

Los cambios antropológicos surgen desde la sociedad, como es normal, pero no

es una variación acontecida desde el cambio o la evolución de las distintas costumbres

es un cambio provocado por la sociedad, es un cambio estudiable desde la sociología,

puesto que los círculos sociales cercanos dejan de ejercer presión sobre la familia, y,

como la familia debe afrontar las etapas, del cuándo y del cómo ha de vestir de una

manera u otra, o bien, en qué momento puede o no acudir a un determinado evento. La

presión, aunque se va relajando, no comienza a ser evidente hasta mediados de los años

70 del siglo pasado. A finales de los 80 aún existía la presión social, pero en realidad era

una presión ficticia determinada por el mismo individuo, era el miedo al qué dirán,

situación que se supera con el fin del siglo XX y con el inicio del nuevo milenio.

29

Acto el cual creo que continuará realizándose en otros municipios, la ceremonia era la

ceremonia privada, por unos de los brigadista muertos en el incendio de Torremanzanas en agosto de

2012, en el cual murieron 3 brigadistas entre ellos Ernesto Aparicio.

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

22

Con el inicio del presente siglo todo cambia, absolutamente todo, la muerte la

hemos desterrado aunque seamos conscientes de ella, la tenemos como un proceso

natural e inevitable, ahora el único miedo que nos queda es el de la muerte prematura y

el de las cosas que aún no hayamos podido realizar cuando ella llegue, por consiguiente:

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte

no es y cuando la muerte es, nosotros no somos (Antonio Machado 1875-

1939)

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

23

Bibliografía

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http://es.wikipedia.org/wiki/El_%C3%81ngel_Exterminador_(Llimona)

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

24

Anexo

Traslado de difuntos de la secta Shiad a la

necrópolis de Kerbala (Persia) actual Irán

Traslado de los restos de Livingston

Patio de pobres del cementerio general del norte (Madrid 1874) Traslado del cadáver de un ilustre al cementerio de San

Nicolas (Madrid 1874)

Ángel exterminador de Llimonas, Comillas

(Santander) Panteón de los Mártires de la Libertad, Alicante

José Juan Sala Baeza El último instante: Ayer, hoy ¿Mañana?

25

Stanglieno (Génova, Italia)

Stanglieno (Génova, Italia) Stanglieno (Génova, Italia)

Stanglieno (Génova, Italia) Stanglieno (Génova, Italia)