el septenario sacramental

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Página 1 de 4 INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO II 2015_2 Texto 05: El septenario sacramental 1. ¿Por qué siete y no más ni menos? Según San Agustín, el número siete significa la universalidad 1 . Los Sacramentos instituidos por Cristo contribuyen para la perfección de modo diverso uno del otro, por eso Él quiso instituir el número necesario para la santificación de la vida humana: siete. 2. Sacramento de muertos y de vivos En el seno de la gracia santificante se puede distinguir: a. «Gracia primera»: la que hace resucitar el alma muerta por el pecado, haciendo nacer en ella la vida sobrenatural. b. «Gracia segunda»: la que añade el tesoro de la vida divina en el alma ya justificada Por eso hay dos tipos de Sacramentos: 2.1. “Sacramentos de los muertos Están ordenados para producir la «gracia primera»: el bautismo y la penitencia. Un “sacramento de muertos” puede ser recibido con fruto por un miembro vivo de Cristo (confiriéndole la gracia segunda), como también por un miembro muerto (por el pecado), confiriéndole la “gracia primera”. Por ejemplo, un catecúmeno con intenso deseo del bautismo, ya está en gracia. Un fiel que tenga pecados veniales, recibirá en el sacramento de la penitencia un aumento de gracias para su crecimiento espiritual y santificación 2 . 2.2. “Sacramentos de los vivos”: Confieren la «gracia segunda»: todos los demás sacramentos. Para ser recibidos lícitamente, el sujeto debe estar en la gracia de Dios. Obs: Vida y muerte no tienen aquí sentido biológico; están referidos a la gracia santificante y significan que el alma vive o no por la gracia. 3. Institución de los sacramentos El origen divino de los sacramentos es una verdad definida en Trento contra la doctrina de Lutero, que afirmó que algunos sacramentos tenían origen humano y eran creados por la Iglesia. Esta es la literalidad del canon: «Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no fueron instituidos todos (omnia) por Jesucristo nuestro Señor, o que son más o menos que siete [...] o también que alguno de estos no es verdadera y propiamente sacramento: sea anatema» (DH 1601). Joseph Ratzinger explica que en el septenario sacramental la Iglesia encuentra la realización completa de la lógica de la Encarnación y, al mismo tiempo, su renacer continuo en el corazón de la persona. 3 El origen de los Sacramentos sólo se puede encontrar en la voluntad de Cristo, puesto que el poder de crear es exclusivo de Dios. En consecuencia, los Sacramentos no pueden ser creados por la Iglesia y menos aún pueden ser fruto de sus aportaciones pastorales o 1 SAN AGUSTÍN. La Ciudad de Dios, Cap. V. 2 PENIDO TEIXEIRA-LEITE, Maurílio. Iniciação Teológica. Volume II: O Mistério dos Sacramentos. 2a. ed. Petrópolis: Vozes, 1961, pp. 65-66. 3 RATZINGER, Joseph. Mi Vida. 7ª. ed. Madrid: Encuentro, 2005, p. 17.

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Estudio sobre el Septenario Sacramental

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Page 1: El Septenario Sacramental

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INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO II 2015_2

Texto 05: El septenario sacramental 1. ¿Por qué siete y no más ni menos?

Según San Agustín, el número siete significa la universalidad1. Los Sacramentos instituidos por Cristo contribuyen para la perfección de modo diverso uno del otro, por eso Él quiso instituir el número necesario para la santificación de la vida humana: siete.

2. Sacramento de muertos y de vivos En el seno de la gracia santificante se puede distinguir: a. «Gracia primera»: la que hace resucitar el alma muerta por el pecado, haciendo nacer

en ella la vida sobrenatural. b. «Gracia segunda»: la que añade el tesoro de la vida divina en el alma ya justificada Por eso hay dos tipos de Sacramentos:

2.1. “Sacramentos de los muertos Están ordenados para producir la «gracia primera»: el bautismo y la penitencia. Un

“sacramento de muertos” puede ser recibido con fruto por un miembro vivo de Cristo (confiriéndole la gracia segunda), como también por un miembro muerto (por el pecado), confiriéndole la “gracia primera”. Por ejemplo, un catecúmeno con intenso deseo del bautismo, ya está en gracia. Un fiel que tenga pecados veniales, recibirá en el sacramento de la penitencia un aumento de gracias para su crecimiento espiritual y santificación2.

2.2. “Sacramentos de los vivos”: Confieren la «gracia segunda»: todos los demás sacramentos. Para ser recibidos

lícitamente, el sujeto debe estar en la gracia de Dios. Obs: Vida y muerte no tienen aquí sentido biológico; están referidos a la gracia santificante y significan que el alma vive o no por la gracia.

3. Institución de los sacramentos El origen divino de los sacramentos es una verdad definida en Trento contra la doctrina

de Lutero, que afirmó que algunos sacramentos tenían origen humano y eran creados por la Iglesia. Esta es la literalidad del canon:

«Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no fueron instituidos todos (omnia) por Jesucristo nuestro Señor, o que son más o menos que siete [...] o también que alguno de estos no es verdadera y propiamente sacramento: sea anatema» (DH 1601).

Joseph Ratzinger explica que en el septenario sacramental la Iglesia encuentra la realización completa de la lógica de la Encarnación y, al mismo tiempo, su renacer continuo en el corazón de la persona.3

El origen de los Sacramentos sólo se puede encontrar en la voluntad de Cristo, puesto que el poder de crear es exclusivo de Dios. En consecuencia, los Sacramentos no pueden ser creados por la Iglesia y menos aún pueden ser fruto de sus aportaciones pastorales o

1 SAN AGUSTÍN. La Ciudad de Dios, Cap. V. 2 PENIDO TEIXEIRA-LEITE, Maurílio. Iniciação Teológica. Volume II: O Mistério dos Sacramentos. 2a. ed. Petrópolis: Vozes, 1961, pp. 65-66. 3 RATZINGER, Joseph. Mi Vida. 7ª. ed. Madrid: Encuentro, 2005, p. 17.

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catequéticas. Su origen se sitúa en la sacramentalidad original de Jesucristo y su permanencia misteriosa en la Iglesia. Los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo — cuyos frutos comunican los sacramentos — no se repiten, sino que se actualizan y se hacen presentes en el tiempo, puesto que los actos históricos de Jesucristo son irreversibles y sus acciones teándricas se hacen actuales sacramentalmente.

Tema bien distinto es precisar cómo y cuándo Jesucristo instituyó cada uno de los siete sacramentos.

Carecemos de datos bíblicos suficientes para precisar en qué momento han sido instituidos por Cristo, pero es cierto que todos ellos existían en la época apostólica. En ningún caso consta que los Apóstoles se atribuyesen el derecho fundacional sobre ninguno de los siete sacramentos.

Las palabras últimas de Jesús a los Apóstoles confirman el origen del Bautismo (Mt 28,19). Asimismo, San Juan relata el momento en que Jesús concede a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados (Jn 20, 22-23).

Los sacramentos del Orden y de la Eucaristía se incluyen en el mandato expreso de Jesús de hacer aquello en su nombre (Lc 22,19).

Santo Tomás argumenta que sólo Cristo, en cuanto Dios, puede actuar tan profundamente en las almas como lo hacen los sacramentos. Por eso, añade, sólo el Verbo encarnado puede ser el autor de los mismos.

La tradición teológica no llegó a un consenso acerca de si los siete sacramentos fueron instituidos inmediatamente o solo de forma genérica por Jesucristo. En este último caso, habría concedido a los Apóstoles el poder de especificar y fijar el sentido de alguno de ellos. La cuestión se suscitó con el origen del sacramento de la Confirmación, pues se aseguraba que no pudo ser instituido antes de Pentecostés.

En resumen, en medio de las discusiones, los teólogos han ideado estas dos posibilidades:

1. Institución inmediata (o in individuo): Cristo instituyó los siete sacramentos en cuanto a su esencia o naturaleza, incluso determinando lo que la teología clásica denominó «materia y forma», como elementos constitutivos de los mismos. Es la opinión de Santo Tomás de Aquino.

2. Institución mediata (o in specie). Admite dos formas: a) Cristo instituyó los sacramentos solo en su esencia, pero sin fijar «el signo

sacramental que debe utilizarse», lo cual llevaron a cabo los Apóstoles. Es la opinión mantenida por Hugo de San Víctor y san Buenaventura.

b) Jesús instituyó unos sacramentos «en forma específica» y otros de «modo genérico» dejando a la Iglesia el poder de fijar el signo sacramental. La mantuvo, junto con otros, el teólogo tridentino Tapper.

Modernamente es más común la teoría de la «institución mediata», tanto por las dificultades que originan los sacramentos de la Confirmación y de la Unción de los enfermos como por las actitudes que ha asumido la Iglesia. Las dos teorías son plenamente católicas, pero no todas explican igualmente las variaciones que se han observado en los ritos sacramentales de la Iglesia oriental y occidental, y aun dentro de la misma Iglesia occidental4.

En todo caso, la certeza de que Jesucristo instituyó todos los sacramentos (si bien ha dejado libre el modo de la administración) es una verdad de fe, a partir de las definiciones de los concilios, especialmente de la doctrina definida en Trento.5

4 Cf. ANIZ, C. Introducción a "Suma teológica". En: Santo Tomás de Aquino. Suma teológica. XIII, pp. 108-109. 5 Cf. FERNÁNDEZ, Aurelio. Teología Dogmática. Curso fundamental de la fe Católica. Madrid: BAC, 2009, pp.

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4. La desigualdad sacramental La gracia de cada sacramento es cualitativamente diversa de la otra, por eso el Concilio

de Trento definió la desigualdad de los Sacramentos (D. 846). La gracia santificante es común a todos los sacramentos. Sin embargo, cada uno de ellos produce una gracia peculiar propia a lo que significa, que es la gracia sacramental con los auxilios actuales oportunos para cada sacramento.6

El septenario sacramental está dividido así de diversas maneras: la primera, binaria, como vimos, es la distinción entre sacramentos de vivos y sacramentos de muertos. La segunda, más importante por su relación con la vida humana, es la división tripartita:

a. Sacramentos de Iniciación Cristiana. b. Sacramentos de Curación. c. Sacramentos de Servicio.

4.1. Los Sacramentos de Iniciación Cristiana: La iniciación cristiana significa el proceso sacramental que hace pasar a la persona

humana de la situación de “no cristiano” a miembro de pleno derecho de la Iglesia.7 El RICA – Ritual de iniciación cristiana de adultos – la define como “la primera participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo”. (n. 8)

La palabra iniciación proviene del latín initiatio, que significa entrar en el camino. El término sugiere la idea de introducir a alguien en algo. En lenguaje joánico, la iniciación cristiana está recogida en la temática del “nacer de arriba” (cf. Jn 3, 3-5), que es sinónimo de nacer de nuevo, recordando las palabras de Jesús a Nicodemo, donde afirma que el que se bautiza está llamado a nacer de nuevo. En la teología paulina asume un significado de participación en la pasión y muerte de Cristo: es morir con Él para resucitar con Él (cf. Rom 6, 3-11).

En la economía sacramental, la palabra iniciación designa el conjunto ordenado de los tres primeros sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Este proceso de iniciación cristiana, en los misterios de la salvación obrada por Cristo, es configurado por cuatro elementos:

1. Misterio: una realidad trascendente al que no se accede sólo por los sentidos.

2. Simbología: hay un cuerpo de símbolos que hacen de puente entre el misterio y el ser humano.

3. Comunidad de iniciados: es la comunidad que se caracteriza por las señales de identidad comunes, haciendo parte de la institución.

4. Sujeto: el sujeto debe ser capaz de entrar en el misterio, aceptar sus consecuencias y las obligaciones de su pertenencia a una comunidad.

Resumiendo: Se puede definir la iniciación cristiana como el proceso catequético-sacramental mediante el cual la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, da a luz en Cristo nuevos hijos de Dios.8

776-779. 6 PENIDO TEIXEIRA-LEITE, Maurílio. Op. cit., p. 66. 7 Cf. AG 14; RICA 1-2; CIC 842; CEC 1212. 8 Cf. RICO PAVÉS, José. Los sacramentos de la iniciación cristiana. Introducción teológica de los Sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Toledo: San Idelfonso, 2006 pp. 17-19.

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4.2. Los Sacramentos de Curación El Catecismo señala la expresión paulina muy importante para nuestra perseverancia

junto a Cristo: llevamos un gran tesoro “en vasos de barro” (2 Co 4, 7). Nos hallamos en estado de prueba, sometidos al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. La vida que recibimos de Cristo en los Sacramentos puede ser debilitada o incluso perdida por el pecado.

Perdonar es un acto exclusivo de la persona ofendida. Yo no puedo perdonar la deuda que una persona tiene con un tercero. Un juez no puede perdonar un crimen, sino absolver al acusado por constatar que no ha cometido el crimen. Siendo el pecado una ofensa a Dios, a Él y sólo a Él corresponde el acto de perdonar.

Cuándo Cristo dijo al paralítico: “tus pecados están perdonados” (Mc 2, 5), los fariseos se preguntaron: “¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?” (Mc 2, 7). Tenían razón los fariseos: sólo Dios puede perdonar los pecados. Sin embargo, este era el momento para que sacasen la conclusión evidente: “éste, que perdona los pecados, es Dios”.

Nuestro Señor Jesucristo, como Dios y Hombre es el único ser humano que tiene ontológicamente la potestad de perdonar los pecados en la tierra. Con su poder divino, constituyó a los Apóstoles como sus continuadores en el ministerio de la curación por el sacramento de la Penitencia, en que su Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo, perdona los pecados en función vicaria de Cristo y los prepara convenientemente para el encuentro final con el Creador, a través de la Unción de los Enfermos.9

4.3. Los Sacramentos de Servicio Son los Sacramentos que responden a la dimensión social del ser cristiano, en el sentido

en que le ayudan a la convivencia en las dos comunidades en las que desarrolla su existencia: la Iglesia y la familia. Estos son el Orden sacerdotal y el Matrimonio. El Catecismo los denomina «sacramentos al servicio de la comunidad», o «al servicio de la edificación del Pueblo de Dios»10 y justifica la dimensión personal y social de estos dos sacramentos con los siguientes términos:

«El Orden y el Matrimonio están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios» (CEC 1534).

Resulta, pues, lógico que el Orden y el Matrimonio se viven plenamente en la medida en que cumplen su función social; en concreto, si los receptores ponen su empeño, respectivamente, en el servicio a la Iglesia y en el amor conyugal.

Como es lógico, el Orden y el Matrimonio suponen los «sacramentos de iniciación», y sobre ellos se asienta y se fortalece el misterio de comunión de los sujetos de estos dos sacramentos con los demás creyentes.

En concreto: a. Quienes reciben el sacramento del Orden se convierten en servidores de los demás

bautizados mediante el ejercicio de su ministerio sacerdotal. b. Los que reciben el sacramento del Matrimonio prestan la ayuda necesaria para que

cada uno de los cónyuges cumpla los respectivos deberes propios de su estado como «comunidad conyugal de vida y amor» (GS 48). Asimismo, les ofrece la ayuda para la mutua entrega y — en el supuesto normal de que se dé la procreación — para la educación de los hijos y formación de la sociedad humana.11

9 Cf. CEC ns. 1420-1421. 10 Cf. CEC n. 1533. 11 Cf. FERNÁNDEZ, Aurelio. Op. cit., pp. 929-930.