el realismo de bobbio

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  • NOTAS

  • ISONOMA No. 20 / Abril 2004

    1.

    EL REALISMO DE BOBBIO*

    Michelangelo Bovero**

    Hace algunos aos el mayor bobbiologo espaol, Alfonso RuizMiguel, ofreci una brillante y original reconstruccin del pensa-

    miento de Bobbio1. En un ensayo de 1992, Ruiz Miguel, se alej delcamino metodolgico que l mismo y otros estudiosos haban seguidobuscando nexos de continuidad, de desarrollo y de articulacin al inte-rior de la obra bobbiana y propuso una visin alternativa de la persona-lidad terica de Bobbio mediante la identificacin de diez osimoros: unared de paradojas conceptuales en las que segn Ruiz Miguel encon-traran expresin las osilaciones y las tensiones caractersticas del pen-samiento bobbiano. Vale la pena recordarlos: para Ruiz Miguel, Bobbioes un filsofo positivo, un iluminista pesimista, un realista insatisfecho,un analtico historicista, un historiador conceptualista, un positivista in-quieto, un empirista formalista, un relativista creyente, un socialista li-beral, un tolerante intransigente. Pretendo detenerme en la imagen delrealista insatisfecho.

    Ruiz Miguel sugiere que todos aquellos que han explorado una partesignificativa de la obra de Bobbio, por diferentes motivos, han cado enla tentacin por decirlo de alguna manera de considerar que, despus

    *Traduccin de Pedro Salazar Ugarte. Una primera versin de este ensayo fue publicada enoctubre de 2002. El texto fue actualizado y modificado un ao despus: la versin que ahora sepublica fue presentada por el autor en una conferencia impartida en el auditorio del InstitutoFederal Electoral en la Ciudad de Mxico.

    ** Universidad de Turn, Italia.1 Me refiero al ensayo de A. Ruiz Miguel, Bobbio: las paradojas de un pensamiento en ten-

    sin, que fue originalmente presentado como una ponencia en el curso sobre La figura y el pen-samiento de Norberto Bobbio, que fue organizado y dirigido por Gregorio Peces-Barba enSantander, 20-24 julio 1992 y cuyos actos fueron publicados en un volumen homnimo edi-tado por A. Llamas, en la columna del Instituto de derechos humanos Bartolom de Las Casasde la Universidad Carlos III de Madrid, en 1994. El ensayo revisado fue incluido en el libro deA. Ruiz Miguel, Poltica, historia y derecho en Norberto Bobbio, Fontamara, Mxico 1994. Lerespuesta de Bobbio a Ruiz Miguel (y a los dems participantes) se encuentra en el Eplogo paraespaoles que cierra el volmen de los actos y esta traducido al italiano bajo el ttulo Risposta aicritici en N. Bobbio, De senectute, Einaudi, Torino 1996.

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    de todo, Bobbio es sustancialmente un realista, un observador agudo ydesilusionado de los acontecimientos humanos. Y esta impresin defondo se fortalece cuando constatamos que entre los autores de Bobbioabundan los exponentes del realismo poltico de todos los tiempos: desdeTucdides hasta Max Weber. Pero, agrega Ruiz Miguel, la miradadesprejuiciada sobre la historia del mundo (que para Bobbio se parece,en verdad, como deca Hegel, al banco del carnicero) no est acom-paada por aquella especie de complacencia que caracteriza a gran partede los realistas. Por el contrario, el suyo es un realismo insatisfecho:precisamente porque no se detiene en el diagnstico pesimista y laprognosis infausta de los destinos humanos y, aunque carece de todaesperanza sobre la transformacin de la naturaleza humana, y por lomismo de una palignesis de la historia (la esperanza, nos dice Bobbio,es una virtud religiosa: teolgica), no cesa de alimentar la reflexinsobre las posibles terapias institucionales la democracia, los derechosdel hombre para combatir los males eternos de la vida poltica.

    Me parece que Bobbio, al comentar favorablemente el ensayo de RuizMiguel, se propuso acentuar la paradoja, llevndola hacia su dualis-mo impenitente, es decir, al enfrentamiento (que el mismo juzga y dehecho vive como insuperable) entre el mundo de los hechos y el mun-do de los valores. Nos explica Bobbio que en este enfrentamiento surealismo, fruto de la observacin desencantada de los hechos, sera in-satisfecho porque se confronta continuamente con una visin utpi-ca de la historia2. En el ensayo con el que Bobbio responde a RuizMiguel, sugiere una solucin aparentemente simple y lineal para enfren-tar el problema de la presencia paradjica en su pensamiento de tenden-cias opuestas hacia el realismo y hacia el utopismo: frecuentemente mehan reclamado que realizo una descripcin demasiado cruda de la rea-lidad, como si el intento por entender al mal en sus aspectos ms cru-dos equivaliera a complacerse por l y a justificarlo. Pero no es a par-tir de la observacin desprejuiciada de la realidad como podemosencontrar la posibilidad de cambiarla? Hasta ahora los hombres han in-terpretado al mundo, deca Marx, ahora se trata de cambiarlo. Perocmo hacemos para cambiarlo si no lo entendemos primero?3.

    2 N. Bobbio, De senectute, cit., p. 154.3 Ivi, p. 152.

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    Bobbio (de manera transparente) se refera a las observaciones crti-cas que algunos aos antes le haba realizado Perry Anderson en unensayo en el que, por cierto, expresaba su admiracin hacia l. Andersonsostena que el pensamiento de Bobbio se ubica en el cruce de tres gran-des concepciones en conflicto recproco: el liberalismo, el socialismoy el realismo conservador4. Asimismo afirmaba que este ltimo com-ponente debilitaba la unin entre el liberalismo y el socialismo que habasido la estrella polar de Bobbio como filsofo militante. Bobbio le con-test a Anderson5 reprochndole, a su vez, el identificar el realismo conel conservadurismo y sosteniendo que una actitud realista es indispen-sable para quien quiera llevar a cabo un anlisis desprejuiciado (...) dela sociedad. Refirindose a su propia concepcin realista del procesode democratizacin, sintetizada en su famoso ensayo El futuro de lademocracia, Bobbio la presentaba como una ilustracin desapasiona-da, desencantada, amarga si se quiere, pero necesaria (...) para quienquiera serle fiel a la tica de la ciencia, es decir de la investigacin des-interesada. Asimismo criticaba a Anderson por no haberse planteadola pregunta correcta: si (los anlisis) son acertados o equivocados, envez de preguntarse solamente si son o no son compatibles con el pro-yecto ideal de liberalsocialismo (que el propio Bobbio siempre ha de-fendido). Esta segunda pregunta, sealaba Bobbio, no es rigurosamentepertinente: el realismo del cientfico (...) y el idealismo del idelogose encuentran en planos diferentes6.

    Desde mi punto de vista, Perry Anderson plantea el problema delrealismo poltico de Bobbio en trminos genricos y confusos; perotampoco Ruiz Miguel aborda el problema de manera suficientementearticulada. Pero, por otro lado, la misma respuesta de Bobbio a Andersonpropone una solucin demasiado lineal y simplificadora. En palabraspobres, me parece que el problema es mucho ms complicado.

    4 P. Anderson, The affinities of Norberto Bobbio, New Left Review, 170, 1988, traduci-do con el ttulo Norberto Bobbio e il socialismo liberale en un volmen editado por G. Bosetti,Socialismo liberale. Il dialogo con Norberto Bobbio oggi, suppl. LUnit del 9 de noviembrede 1989. La caracterizacin general del pensamiento de Bobbio se encuentra en la p. 25 de latrad. it. cit. Anderson define el realismo como una cultura obsesiva de la poltica pura [...] en-tendida como dominio subjetivo absoluto del poder per s [...], mecanismo intrincado medianteel cual se adquiere o se pierde el poder (trad. it., p. 35).

    5 En una carta personal, que dio origen a un breve intercambio epistolar, que fue posterior-mente publicado en Teoria politica, V, nm. 2-3, 1989

    6 Norberto Bobbio - Perry Anderson, Un carteggio, Teoria politica, V, nm. 2-3, 1989, p. 294.

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    2. Sugiero enfrentarlo distinguiendo tres acepciones de la nocin,comn y comnmente indistinta, de realismo poltico. Por el momentodejo abierta la cuestin de si son tres aspectos interconectados o, msbien, tres conceptos independientes. En una primera acepcin, con lafrmula realismo poltico se indica un mtodo o, (tal vez) mejor di-cho, una forma de aproximacin a la realidad poltica. Cuando lasciencias sociales en general y la ciencia poltica en particular profesanel realismo, tienden a resolverlo con la pura y simple adopcin del m-todo cientfico y, con mayor precisin, con la adopcin del principiometodolgico de la neutralidad valorativa. El abstenerse de realizar jui-cios de valor es (considerado) un comportamiento realista ya quepermite alcanzar la verdad efectiva de la poltica, ver las cosas tal ycomo son sin las deformaciones que provienen de las inclinaciones ode las pasiones de parte. Desde esta perspectiva, el realismo se consi-dera una medicina mentis, y tambin una forma de honestidad intelec-tual: la tica de la ciencia de la que habla Bobbio. Por un lado, el rea-lista busca el rostro verdadero de la poltica por debajo del mundo delas ideas hacia el que mira el utopista y detrs de las mscaraslegitimantes construidas por el idelogo: en otras palabras, rechaza lossueos de la utopa y las falsificaciones de la ideologa7. Por el otro lado,la dimensin tica del realismo metodolgico es la que obliga al obser-vador de las cosas polticas a dar cuenta de y a hacer cuentas con-aquellos hechos que Max Weber llamaba los hechos incmodos.

    Pero, ms all del aspecto metodolgico, en el que el realismo semuestra como una perspectiva sobre la realidad poltica, existe otroaspecto que slo puedo llamar ontolgico, en el que el realismo coinci-de con una verdadera y propia concepcin (o familia de concepciones)de la poltica. Este es el segundo significado y (quiz) el ms comn dela nocin de realismo poltico. Mientras en la primera acepcin por rea-lismo se entiende una mirada sobre el mundo real que no est condi-cionada por juicios de valor (no prejuzgada: desprejuiciada); en estasegunda acepcin la nocin de realismo poltico indica una imagen (ouna familia de imgenes) de la realidad: una representacin de la pol-

    7 Desarroll estos puntos en un ensayo de hace muchos aos que estaba dedicado a Gramscie il realismo politico, en AA.VV., Teoria politica e societ industriale. Ripensare Gramsci, edi-tado por F. Sbarberi, Bollati Boringhieri, Torino 1988; posteriormente los retom en Etica epolitica tra machiavellismo e kantismo, Teoria politica, IV, nm. 2, 1988; y finalmente en Lanatura della politica. Potere, forza, legittimit, Teoria politica, XIII, nm. 2, nm. 3, 1997.

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    tica que rivaliza y entra en competencia con la visin idealista de losutopistas y con la legitimante de los idelogos pero, precisamente poresto, se coloca en el mismo plano. Se trata, para decirlo de manera sin-ttica e intuitiva, de la imagen que evoca el rostro diablico del poder.A partir de ella, la dimensin poltica de la existencia humana aparececomo el teatro de la violencia y del fraude, como el campo de la accinestratgica, de la lucha eterna entre individuos y (sobre todo) entre gru-pos que est dominada por la ley del prevalecer para sobrevivir. En otraocasin sostuve8 que las diferentes versiones del realismo poltico detodos los tiempos encuentran su unidad de sentido en la idea de la po-ltica como lucha, como contraposicin, como atropello. Las diversasconfiguraciones y distribuciones de los roles de vencedor y vencido, dedominante y dominado, simplemente son cristalizaciones de los resul-tados contingentes que, en cada caso, arroja el antagonismo perenne:resultados que siempre aparecen dentro de las fronteras insuperables delconflicto. Para el realismo poltico, el conflicto, el antagonismo, es lapoltica, es la esencia de la poltica.

    Llegado a este punto quisiera adelantar tres tipos de observaciones.En primer lugar, hago notar que entre realismo metodolgico y realis-mo ontolgico no existe ningn nexo de implicacin necesaria. No estclaro porqu una mirada cientfica-realista, objetiva-sin valoraciones,sobre la poltica debera inevitablemente descubrir que el verdaderorostro de la poltica es el rostro (ms o menos) diablico. No sloquien afirma lo contrario, es decir que este es el descubrimiento nece-sario al que llegar el observador de la poltica cuando sigue el mtodocientfico-realista, est implcitamente admitiendo que presupone quela poltica tiene esta determinada naturaleza; al hacerlo revela que an-tepone una cierta concepcin de la poltica a la investigacin, despre-juiciada, de la misma. No obstante, se podra sostener que una investi-gacin metodolgicamente realista nos lleva la mayora de las veces adelinear una imagen diablica del mundo poltico, o mejor dicho, quela representacin de la poltica que he denominado realismo ontolgicoes simple y sencillamente producto de una generalizacin emprica delos resultados de los anlisis realizados bajo la gua del realismometodolgico.

    8 Sobre todo en el ltimo de los ensayos citados en la nota 7.

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    Admitiendo (pero por el momento sin conceder) que esta ltima esuna tesis validamente sostenible y convincente, observo en segundolugar que el universo de las cosas polticas as delineado en su rostrorealista, o supuestamente tal, se presenta como un mundo al que sonajenos los que comnmente consideramos valores e ideales polticos(aunque contrasten entre s): libertad, igualdad, justicia... La ontologadel realismo poltico, al menos en sus versiones ms radicales y cohe-rentes, simplemente tiende a negar que exista una dimensin ideal dela poltica; o mejor dicho, considera que tal dimensin (la que resultade los valores polticos) puede reducirse completamente al mundo delas utopas y de las ideologas, a las seducciones engaosas y a las ma-nifestaciones de falsa conciencia, o a las frmulas polticas como lasllamaba Mosca: astucias y trampas que los competidores en la luchaperenne por el poder usan como instrumentos. Se desprende que la adop-cin de cualquier forma de realismo ontolgico (ms o menos radical),en s misma, hace que la propuesta de valores e ideales polticos pro-piamente entendidos resulte (ms o menos) insensata. Adems, se des-prende que al mundo de la poltica, tal como resulta de la representa-cin del realismo ontolgico, no se aplican autnticos juicios de valor(el juicio sobre la adecuacin de los medios para lograr el fin de con-quistar y mantener el poder no es propiamente un juicio de valor, ya quees un juicio tcnico, no tico): y hago notar que esta tesis es diferente ymucho ms radical respecto de aquella que da fundamento al realismometodolgico y que slo recomienda abstenerse de emitir juicios devalor en (durante) el anlisis de los fenmenos polticos, pero que nopretende que estos fenmenos, una vez que han sido reconstruidos, seaninmunes a ser juzgados con criterios axiolgicos, ni que sean inmodi-ficables por ser manifestaciones de una supuesta naturaleza esencial dela poltica, refractaria a los valores. Agrego como anticipacin de unproblema que enfrentar en el prximo apartado que si el realismo deBobbio correspondiera al realismo ontolgico cuyas caractersticas heintentado delinear, tendramos que reconocer que Perry Anderson tie-ne al menos una parte de razn.

    Por el momento dejo abierta la cuestin y me limito a observar entercer lugar- que la concepcin realista-ontolgica de la poltica comoun mundo refractario a los valores, y a los juicios de valor, paradjica-mente, termina presentndose en el sentido comn (del que sin duda nose escapan los estudiosos) como una representacin en la que la polti-

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    ca es un universo connotado necesariamente de valor negativo: preci-samente como un mundo diablico. Me parece que esta es la raz dela reflexin recurrente sobre el tema de la relacin, o mejor dicho, deldivorcio, entre la poltica y la moral.

    Aqu es en donde se nos presenta el tercer aspecto de la nocin co-mn de realismo poltico. Tanto el realismo metodolgico, como elrealismo ontolgico se refieren al problema del conocimiento (de losfenmenos o de la esencia) de la poltica, y pueden reagruparse en lafigura del realismo teortico; ms all del cual se encuentra el realismoprctico, que se refiere al problema de la prescripcin y de la justifica-cin de la accin poltica. El realismo prctico, por una parte, ha dadoorigen a los consejos al prncipe (de lo cuales El Prncipe de Ma-quiavelo es el arquetipo), al estudio de la accin estratgica, de las re-glas para ganar; por la otra, durante siglos y partiendo de la mximamaquiavlica (aunque no maquiaveliana) el fin justifica los medios,ha elaborado teoras y argumentos para justificar, precisamente, el di-vorcio de la accin poltica de los cnones compartidos de la accinmoral.

    Enuncio mi tesis. Mientras la adhesin de Bobbio al realismometodolgico es completa y no problemtica, no podemos rastrear ensu obra un realismo ontolgico riguroso y ni siquiera un realismo prc-tico, excepto de formas parciales y condicionadas. Esto nos permiteafirmar, en primer lugar, que la frmula del realismo insatisfechoaunque expresa la tensin que atraviesa el pensamiento de Bobbio,no constituye un verdadero osimoro (es decir: la paradoja de Ruiz Mi-guel es aparente) y; en segundo, que la incoherencia denunciada porPerry Anderson no es propiamente tal.

    3. Cuando Bobbio hace explcita su profesin al realismo, sin duda,se refiere sobre todo, si no exclusivamente, a lo que he llamado realis-mo metodolgico. Sobre este punto el pensamiento de Bobbio no pre-senta particulares dificultades interpretativas9 y no exige muchas ilus-traciones. Me limito, simplemente, a recordar los estudios bobbianossobre las ideologas en el sentido negativo del trmino, por ejemplo sobrelas derivaciones paretianas, como mscaras a desenmascarar con el

    9 No por otro motivo sino por la complejidad misma de la distincin, que se encuentra detrsde la misma, entre hechos y valores.

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    mtodo realista10; pero tambin llamo la atencin sobre la apasionadaimpugnacin en contra de los detractores de la neutralidad valorativa,que se encuentra en el primer captulo de la Teora General de la Pol-tica11.

    El primer problema verdadero es que Bobbio no se limita a adoptarel mtodo realista, sino que mediante el uso constante de este mto-do logra elaborar una concepcin de la naturaleza de la poltica que lmismo llama realista, en oposicin a las visiones idealizantes -queson aquellas que confunden la poltica con la buena poltica. Sinembargo, el peculiar realismo ontolgico de Bobbio, su concepcinrealista de la poltica, no coincide con la concepcin que, desde miperspectiva, constituye la constante, el ncleo teortico, del realismopoltico de todos los tiempos (y de todos los colores: desde Trasmacohasta Maquiavelo, hasta Marx, hasta Carl Schmitt): es decir, no coinci-de con la concepcin conflictiva o, mejor dicho, polemolgica, segnla cual la poltica es sustancialmente como deca Foucault invirtiendoa Clausewitz- la continuacin de la guerra por otros medios. Como to-dos saben, Bobbio coloca en el centro de su reflexin sobre el mundopoltico y sobre la misma delimitacin terica del campo de la poltica,al concepto de poder y distingue al poder poltico de las dems espe-cies de poder social utilizando el criterio weberiano del medio espec-fico: la fuerza. Para Bobbio las teoras que definen a la poltica y alpoder poltico echando mano, ms all del medio especfico, de un de-terminado fin ideal son persuasivas (as las llama) y, por lo mismo,las rechaza por no ser realistas12. Partiendo del nexo conceptual en-tre poltica, poder y fuerza, Bobbio, construye su definicin dela poltica como esfera de la accin social articulada en dos dimensio-nes (o, como yo prefiero decir, en dos vertientes): por un lado, el podercoactivo es el fin de la accin poltica, el terminus ad quem, y por esopertenecen a la esfera poltica los actos del abatir y del defender, delconservar o del revolucionar el poder; por el otro lado, el mismo podercoactivo es el principio de la accin poltica, el terminus a quo, y poreso reconocemos que son eminentemente polticas las actividades de

    10 Cfr. N. Bobbio, Saggi sulla scienza politica in Italia, Laterza, Bari 1969, nueva ed. Roma-Bari 1996.

    11 N. Bobbio, Teoria generale della politica, Einaudi, Torino 1999, pp. 13-16.12 Cfr. por ejemplo. Teoria generale della politica, cit., pp. 110-11.

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    comandar y prohibir, legislar y ordenar, etc. En este simple modo dedelinear los perfiles de la esfera poltica13, Bobbio indica a la teora latarea de estudiar, los dos problemas polticos principales, que son losde la conquista y del ejercicio del poder, mantenindolos diferenciadospero al mismo tiempo reconociendo su igual importancia. No tengonecesidad de recordar la relevancia que le otorga Bobbio a la segundacuestin, la del ejercicio del poder, en el famoso debate sobre la con-cepcin marxista del Estado.

    As las cosas, como podemos observar, la imagen polemolgica dela poltica, la idea de la poltica como lucha carcter constante eidentificante de la tradicin plurisecular del realismo poltico- encuen-tra su correspondencia solamente con uno de los dos hemisferios quela mirada analtica de Bobbio distingue en el universo de la accin po-ltica. Obviamente, para Bobbio como para cualquiera, es verdad quela lgica del conflicto permea tanto en la dimensin de la conquista delpoder como en la de su ejercicio. Pero, para Bobbio, no es verdad queel sentido del ejercicio del poder se deba buscar, exclusivamente o enltima instancia, en la afirmacin y conservacin del poder mismo. Ensuma, no es verdad que el fin natural y esencial de la accin polticasea, maquiavlicamente, vencer y conservar el estado. Bobbio afir-ma textualmente: si el fin de la poltica fuera en verdad el poder por elpoder, la poltica no servira para nada14.

    En la superposicin slo parcial, o mejor dicho en el desfase entre elrealismo ontolgico de Bobbio, o sea lo que l mismo llama su con-cepcin realista, y la ontologa polemolgica del realismo poltico tra-dicional, encontramos un principio de explicacin literal al juicio quehace Bobbio de la teora de Carl Schmitt, paladn del (hiper)realismopoltico del siglo XX, quien resuelve la esfera poltica en la relacin ami-go-enemigo: A pesar de que pretende valer como una definicin glo-bal del fenmeno poltico, la definicin de Carl Schmitt considera a lapoltica desde una perspectiva unilateral15. En sntesis extrema: po-ltica no es solamente y ni siquiera principalmente antagonismo, con-flicto extremo, atropello, imposicin, dominio en perenne alternancia.El conflicto mismo es poltico, cuando lo es, no en cuanto tal ni en

    13 Cfr. Teoria generale della politica, cit., p. 102.14 Teoria generale della politica, cit., p. 112.15 Teoria generale della politica, cit., p. 113

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    tanto extremo y antagnico, sino cuando se combate por la conquistade ese poder, del poder coactivo-poltico, es decir de aquel poder quees capaz tiene la fuerza de imponer un orden, bueno o malo y, por lotanto, de impedir el surgimiento o el resurgimiento de conflictos anta-gnicos y de evitar con ello la disgregacin de la convivencia. Por lotanto, el conflicto es poltico, cuando lo es, en virtud de la ratio finalisanticonflictiva del poder poltico y de la poltica misma. Bobbio lo harepetido una infinidad de veces: es necesario vencer para gobernar, perogobernar significa resolver los conflictos. Concluyo este apartado conuna cita puntual: Precisamente en la medida en la que el poder polti-co se caracteriza por el instrumento del que echa mano para alcanzarsus fines, y este instrumento es la fuerza fsica, se trata del poder al queapelamos para resolver los conflictos que si quedaran sin solucin ten-dran como efecto la disgregacin del Estado y del orden internacio-nal16.

    4. No obstante, el rostro ms realista, el ms dramtico, del realis-mo ontolgico de Bobbio no es el que coincide con la reflexin despre-juiciada, es decir la que se ejerce con una actitud axiolgicamente neu-tral sobre la naturaleza esencialmente coactiva del poder poltico y, engeneral, sobre los modos y las formas de ejercicio de la fuerza en eluniverso de las cosas polticas; sino que el rostro mas realista es el quese convierte en un juicio de valor fuertemente negativo sobre los acon-tecimientos humanos y en un cuestionamiento angustiante sobre el pre-dominio de hecho del mal en la historia del mundo y en el teatro de lapoltica. Mucho podramos decir sobre la antropologa realista pero nosolamente realista y sobre la filosofa de la historia no terrorista enel sentido kantiano, sino como l mismo la define, melanclica17 deBobbio. Me limito a algunos comentarios sobre su forma de enfrentarel clsico y tormentoso problema de la relacin entre la moral y la po-ltica o, con mayor precisin, sobre la actitud de Bobbio hacia lo quehe llamado realismo prctico y que se refiere a los criterios de justifi-cacin de la accin poltica.

    16 Teoria generale della politica, cit., p. 114, subrayados agregados.17 As la defini en un discurso que pronunci con motivo de la celebracin de la Jornada de

    las Naciones Unidas, el 26 de octubre de 1993, y publicado en el opsculo que lleva el ttulo Ilruolo dellONU nel nuovo assetto internazionale, SIOI, Torino 1993. En la p. 17 podemos leer:Desgraciadamente, y subrayo este por desgracia en el que resumo toda mi melanclica filoso-fa de la historia, el nico remedio que hasta ahora han encontrado los hombres para lograr lapaz es creando una fuerza mayor a la fuerza de los contendientes.

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    Bobbio parte de la constatacin del contraste entre la conducta pol-tica y la moral comn: un hecho, subraya, en s mismo escandaloso18,verificable en todo lugar y en todo tiempo, y aparentemente inmodi-ficable; procede a la reconstruccin, clasificacin, comparacin de lasdiferentes teoras que intentan explicar y justificar el divorcio de lapoltica frente a la moral; pero no abraza la tesis de la amoralidad de lapoltica o de su total autonoma de la moral tesis que constituye elfundamento del realismo prctico clsico, radical y coherente. La pol-tica, sostiene Bobbio, al igual que todas las dems formas de la accinhumana, no puede escapar del juicio moral. El problema consiste endeterminar si este juicio debe ser formulado siguiendo criterios diferen-tes de los que se aplican a la conducta humana comn. Pero, en todocaso, es obvio que existen comportamientos polticos injustificables: Apesar de todas las justificaciones de la conducta poltica que se apartade las reglas de la moral comn, el tirano sigue siendo tirano, y puededefinirse como aqul cuya conducta no puede ser justificada desde nin-guna perspectiva terica, ni siquiera por aquellas teoras que reconocenuna cierta autonoma normativa de la poltica respecto de la moral19.Y bien: el rea de los comportamientos polticos injustificables es paraBobbio, el realista, ms amplia y se configura de manera diferente dela propuesta por todas las versiones del realismo poltico tradicional,fundada sobre la concepcin polemolgica de la poltica (es decir, so-bre el realismo ontolgico clsico). Que no todo fin pueda justificarcualquier medio es simplemente banal: ninguna teora seria sobre larelacin de la poltica con la moral se atrevera a afirmar lo contrario(quiz). Pero, por encima de todo, precisamente porque para Bobbio lapoltica no es como s lo es para el realismo poltico tradicional unadimensin de la existencia humana siempre cercana al estado de ne-cesidad, la accin poltica no puede representarse como una especiede excepcin permanentemente justificada a las reglas morales. Parareconstruir el rostro peculiar del realismo prctico de Bobbio debera-mos responder de forma analtica y articulada a la pregunta: cules fi-nes, segn l, justifican qu medios. Y encontraramos que las respues-tas que podemos obtener de los textos de Bobbio son sumamentedubitativas y condicionales. Veamos algunas orientaciones para encon-

    18 Teoria generale della politica, cit., p. 124.19 Teoria generale della politica, cit., p. 144.

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    trar las respuestas: El fin de la salus reipublicae justifica (no cualquiermedio pero) el recurso a la violencia colectiva? Depende: de culrespublica estamos hablando? Ciertamente no de una patria indefi-nida. Recurdese la afirmacin, muchas veces repetida por Bobbio:Deseamos que Italia perdiera la guerra.... El fin de la instauracindel orden justo? Depende: ciertamente no aqul, presuntuoso, de quienpretende el nacimiento del hombre nuevo20. Y as sucesivamente.

    Quiz, para Bobbio, el fin que potencialmente justificara ms el usode medios extremos violentos (pero nunca verdaderamente extremos)sera el de impedir que se extienda la violencia, que se desate lo que lllama el mal activo, la crueldad inhumana; y, tal vez ms, el fin deoponerse a la difusin de la actitud de aquiescencia transigente ante laimposicin de los violentos y de los prepotentes. Aqu se encuentra laraz ms profunda de las manifestaciones del realismo prctico por partede Bobbio las justificaciones de actos de violencia organizada- ante laprimera guerra del Golfo y la de Kosovo en la ltima dcada del sigloXX. Pero el carcter condicional y dubitativo de su realismo prctico,fundado en un realismo ontolgico que no es unilateralmente conflicti-vo, le permiti en ambos casos una rectificacin parcial. En un artculodel primero de febrero de 1991, titulado La gran tragedia21, Bobbioaclaraba que, desde el inicio, haba considerado que la guerra contra Irakera una guerra justa en el sentido estricto el nico plausible- de lapalabra, es decir, en el sentido de lcita, permitida, en cuanto respuesta,en ltima instancia, a una agresin y se quejaba de que de sus ltimasdeclaraciones nicamente se hubiera resaltado el criterio de la justiciaque haba considerado preliminar, s, pero secundario: la guerra, ade-ms de lcita, debera haber sido tambin eficaz, es decir conforme asu objetivo. No deba, en otras palabras, ser un remedio peor que el mal.En un artculo posterior, escrito el 24 de febrero y publicado dos dasdespus con el ttulo La tica de la guerra22, invitaba a considerar uncriterio de juicio ulterior y decisivo: antes de que estallara la guerra,la pregunta ritual era: se puede hacer esta guerra?, en la que poderno significa que sea posible sino que sea lcita. Ahora que la gue-

    20 Cfr. Teoria generale della politica, cit., pp. 294-303.21 Ahora en N. Bobbio, Una guerra giusta? Sul conflitto del Golfo, Marsilio, Venezia 1991,

    pp. 75-79.22 Ivi, pp. 87-90, con el ttulo Considerazioni inattuali.

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    rra parece que est por terminar permtanme plantear otra pregunta quepodra parecer intempestiva: esta guerra, admitiendo que se podahacer, se tena que hacer?. La conexin entre las dos preguntas derivadel hecho que, si bien es cierto que una accin debida tambin tiene queser lcita, no lo es que una accin tenga que ser considerada debida porel slo hecho de ser lcita. Al final planteaba de nuevo la pregunta:desde hace ms de un mes, cada da que pasa [...] nos preguntamos coninquietud creciente: pero esta guerra se tena que hacer? y, si se tenaque hacer, con qu condiciones y dentro de cules lmites se tena quehacer?. Y conclua afirmando: nuestra conciencia est turbada.

    El 15 de mayo de 1999, durante la guerra de los Balcanes, Bobbioenvo un mensaje a los organizadores de la presentacin del sitio webdedicado a su obra en la feria del libro de Turn23. Este mensaje contie-ne lo que l llama una confesin: como intelectual endurecido he sidoms un espectador que un actor. Tambin en estos das en los cualesnuestro trgico siglo XX est por terminar trgicamente. No me hago nin-guna ilusin de que el prximo ser ms feliz. A pesar de las predicasdesde los ms diversos plpitos contra la violencia y las guerras, hastaahora los hombres no han encontrado otro remedio a la violencia quela violencia misma. Y ahora asistimos a una guerra que encuentra supropia justificacin en la defensa de los derechos humanos, pero losdefiende violando sistemticamente incluso los derechos humanos mselementales en el pas que quiere salvar.

    5. Post scriptum. Hace dos aos, el 18 de octubre de 2001, AlbertoPapuzzi publicaba en La Stampa una emotiva pgina de felicitacio-nes a Bobbio con motivo de sus noventa y dos aos de vida. Pocos dasantes haba iniciado la guerra de Afganistn, respuesta terrible a la te-rrible tragedia del 11 de septiembre. Papuzzi evocaba brevemente elapasionado debate sobre la guerra del Golfo, que haba tenido lugar diezaos antes alrededor de las declaraciones y los artculos de Bobbio. Enun espacio exiguo hubiera sido difcil dar cuenta de lo complejo y pro-blemtico de la actitud de Bobbio en aquella ocasin. Pero Papuzzi re-flejaba e interpretaba las ansias del presente causadas por los atenta-dos terroristas, por las amenazas bacteriolgicas, por los bombardeos

    23 El mensaje es indito y se encuentra en los archivos del Centro Studi Piero Gobetti, y seencontraba dirigido a Bianca Guidetti Serra y a Carla Gobetti, presidente y directora, respectiva-mente, del Centro Gobetti, en donde se cre la pgina web sobre la obra de Bobbio.

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    estadounidenses y por las bombas equivocadas. Conclua con estassimples palabras en las que me reconoc de inmediato: felicidades,profesor. Cmo nos hace falta el limpio auxilio de su pensamiento.Aado: tambin en el disenso, algunas veces.

    Han pasado otros dos aos, otros dos cumpleaos. No serenos. So-bre el primero penda la amenaza, despus materializada, de una nuevaguerra o, mejor (no: peor), de otro capitulo de la guerra infinita lan-zada despus de la tragedia del 11 de septiembre. De nuevo contra elIrak de Sadam Hussein. En aquel tiempo, me puse a releer un artculode Bobbio del primero de julio de 1993. Se refera a un episodio quemuchos hemos olvidado: es decir, el bombardeo de Irak efectuado po-cos das antes, en junio de 1993, por orden de Clinton, en respuesta aun atentado fallido que presuntamente haba sido organizado por losservicios secretos iraques en el mes de abril contra el expresidente Bush(padre) en ocasin de una visita a Kuwait. Aqul fue un ataque conmisiles sorpresivo, y sorprendente, para los propios observadores esta-dounidenses, un ataque que haba provocado como siempre mu-chas vctimas civiles. Los diplomticos estadounidenses apelaron, aposteriori, al artculo 51 de la Carta de las Naciones Unidas que reco-noce el derecho natural a la legtima defensa. Clinton haba afirmadoque con el bombardeo pretenda enviar un mensaje a aquellos que sededican al terrorismo patrocinado por los Estados. Inglaterra, Francia,Alemania e Italia inmediatamente declararon que consideraban legti-mo y justificado el ataque. El artculo de Bobbio, en cambio, se titula-ba Esta vez digo no24. Reproduzco algunos prrafos. Considero a SadamHussein uno de los hombres ms nefastos que hayan aparecido sobre laescena poltica [...]. Esto no me impide considerar odiosos los repeti-dos bombardeos sobre Bagdad ordenados por el presidente Clinton....me asombra que, salvo alguna noble excepcin [...] la reaccin de laopinin pblica haya sido ms bien dbil y, peor todava, que haya exis-tido una adhesin casi unnime, que slo podemos juzgar como vil yservil, de los gobiernos occidentales. Desde el punto de vista poltico[la accin] es irresponsable: en vez de humillar al enemigo, habiendogolpeado hasta ahora inocentes (slo inocentes), lo exalta. Desde elpunto de vista moral [la accin es] inicua. Incluso dentro de los lmitesde la moral realista, que parece la ms adecuada para juzgar las accio-

    24 Publicado en el peridico La Stampa, el 1 de julio de 1993.

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    nes polticas, segn la cual el fin justifica los medios, aquellos bom-bardeos difcilmente pueden justificarse [...]. El fin se justifica por subondad, los medios por su eficacia. Si es discutible que el castigo deun atentado fallido pueda considerarse como un fin bueno, cuando lareaccin adecuada hubiera sido impedir que ocurriera: es posible con-siderar apropiado y eficaz el medio adoptado para alcanzarlo, es decir,que en lugar de buscar y castigar a los culpables se intentara destruir lasede en la que supuestamente se encontraban los servicios secretos quelo haban tramado?. El apelo al artculo 51 de la Carta de la Organi-zacin de las Naciones Unidas slo puede convencer a los que no loconocen. En cuanto al objetivo general que se atribuye a los bombar-deos de Clinton, la lucha en contra de toda forma de terrorismo mun-dial, permtanme suspirar. Quin est libre de pecado....

    No pretendo poner en palabras de Bobbio algo que l no ha dicho: nisobre el atentado terrorista del 11 de septiembre, ni sobre Afganistn,ni sobre la segunda guerra en Irak. Me limito a sealar que el pensa-miento de Bobbio, si lo queremos consultar, si todava queremos apro-vechar su limpio auxilio, como bien deca Papuzzi, ah est: en la moleingente de sus escritos, con su rigor intelectual y moral, con sus tensio-nes e inquietudes. Pero usarlo de forma unilateral o demasiado peren-toria o, peor an, dogmtica, abusando del principio de autoridad, seracontrario al espritu y a la letra de la obra de Bobbio.