el qué y el cómo del proceso electoral

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El qué y el cómo del proceso electoral Semanalmente los periódicos del país nos van informando de las actividades de los candidatos presidenciales, sus discursos, sus giras a los diversos rincones del país, sus ofertas, sus soluciones a los problemas urgentes, la capacidad movilizadora que poseen y la inversión mediática que tienen. Es bien sabido de todos que no fue nada fácil suscribir el “pacto de no agresión”, el respeto mutuo y el centrarse cada quien en su programa político. Cuando hablamos del QUÉ de las elecciones nos referimos al objetivo que persiguen los diferentes candidatos presidenciales y partidos políticos: ganar las elecciones, la toma del poder y la configuración de un orden global de convivencia. Pero sabemos que el poder es el instrumento para establecer un orden global de convivencia, para mantenerlo, para transformarlo, para controlarlo o para sustituirlo por otro alternativo. Es decir, que “poder” y “orden global de convivencia” están estrechamente relacionados. Dicha relación es de subordinación y eso quiere decir que el poder está al servicio de ese orden en la sociedad. Por eso es ético luchar por la conquista del poder con tal que sea para ponerlo al servicio de los intereses generales de la sociedad, no de los particulares o de un grupo de personas. Si la conquista del poder está justificada cuando éste se emplea como medio, no cualquier forma de lucha por el poder es justificada. Hay que excluir el “todo vale”: el recurrir a la descalificación sistemática del contrincante, a las acusaciones sin pruebas, y hasta la difamación o la calumnia. Cuando la lucha se realiza de esta forma tan descarnada, tan directa, tan sin reparar medios, uno llega a sospechar que se ha convertido de medio en fin. Este planteamiento que nos viene desde la ética política nos va a iluminar críticamente acerca de nuestro proceso electoral. Llaman la atención dos hechos: la campaña del candidato nacionalista Juan Orlando Hernández que todavía vive su campaña “maquiavélicamente” y dando a entender que los acuerdos firmados son sencillamente “papel mojado” y que “el papel aguanta todo”. El otro hecho significativo es la celebración de la Cumbre Latinoamericana de Marketing Político que se celebra en la universidad de San Pedro Sula. Todos los ponentes son expertos en “fabricar presidentes” y su objetivo consiste proporcionar los medios necesarios para “saber cómo se hace una campaña con ef icacia y ganar las elecciones”. Es decir, que en nuestro panorama electoral estamos pasando del QUÉ al CÓMO. Y eso es debido a que ninguno de los partidos y candidatos tienen propuestas y, menos aún, propuestas serias para enfrentar la crisis sociopolítica que vivimos, limitándose a aceptar sumisamente los proyectos de las élites políticas, económicas y financieras. Al no haber ningún proyecto “ético-político” que sea capaz de transformarse en un proyecto de nación con el que se identifican todos los sectores sociales, que devuelva la credibilidad a la clase política, que recupere la institucionalidad democrática y reconstruya el tejido social, se busca como única salida la del marketing político, la consultoría política electoral, a los expertos en comunicación y estrategia, las técnicas de la oratoria política, el asesoramiento de los especialistas en opinión política y mercadeo político. En una palabra, utilizar y manipular una campaña política para ganar las elecciones donde el contenido, los problemas de fondo a mediano y largo plazo son inexistentes y no importan. Son el reflejo del mundo mediático en que nos movemos donde lo que importa es la imagen y, como muy bien nos señalaba uno de estos especialistas, la gente vota por la emoción y no por la razón. Todo esto nos lleva a concluir que cada vez más las elecciones de un país dependen cada vez más de las modernas técnicas de comunicación y de un electorado fácilmente manipulable. Lo que se necesita es tener conciencia crítica, memoria histórica y una coherencia ideológica acorde con la delicada situación que vivimos. Nuestra Palabra | 13 Septiembre 2013

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Editorial, Radio Progreso y Eric-SJ

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El qué y el cómo del proceso electoral

Semanalmente los periódicos del país nos van informando de las actividades de los

candidatos presidenciales, sus discursos, sus giras a los diversos rincones del país, sus

ofertas, sus soluciones a los problemas urgentes, la capacidad movilizadora que poseen y la

inversión mediática que tienen. Es bien sabido de todos que no fue nada fácil suscribir el

“pacto de no agresión”, el respeto mutuo y el centrarse cada quien en su programa político.

Cuando hablamos del QUÉ de las elecciones nos referimos al objetivo que persiguen los

diferentes candidatos presidenciales y partidos políticos: ganar las elecciones, la toma del

poder y la configuración de un orden global de convivencia. Pero sabemos que el poder es el

instrumento para establecer un orden global de convivencia, para mantenerlo, para

transformarlo, para controlarlo o para sustituirlo por otro alternativo. Es decir, que “poder”

y “orden global de convivencia” están estrechamente relacionados. Dicha relación es de

subordinación y eso quiere decir que el poder está al servicio de ese orden en la sociedad.

Por eso es ético luchar por la conquista del poder con tal que sea para ponerlo al servicio de

los intereses generales de la sociedad, no de los particulares o de un grupo de personas. Si la

conquista del poder está justificada cuando éste se emplea como medio, no cualquier forma

de lucha por el poder es justificada. Hay que excluir el “todo vale”: el recurrir a la

descalificación sistemática del contrincante, a las acusaciones sin pruebas, y hasta la

difamación o la calumnia. Cuando la lucha se realiza de esta forma tan descarnada, tan

directa, tan sin reparar medios, uno llega a sospechar que se ha convertido de medio en fin.

Este planteamiento que nos viene desde la ética política nos va a iluminar críticamente

acerca de nuestro proceso electoral. Llaman la atención dos hechos: la campaña del

candidato nacionalista Juan Orlando Hernández que todavía vive su campaña

“maquiavélicamente” y dando a entender que los acuerdos firmados son sencillamente

“papel mojado” y que “el papel aguanta todo”. El otro hecho significativo es la celebración de

la Cumbre Latinoamericana de Marketing Político que se celebra en la universidad de San

Pedro Sula. Todos los ponentes son expertos en “fabricar presidentes” y su objetivo consiste

proporcionar los medios necesarios para “saber cómo se hace una campaña con eficacia y

ganar las elecciones”.

Es decir, que en nuestro panorama electoral estamos pasando del QUÉ al CÓMO. Y eso es

debido a que ninguno de los partidos y candidatos tienen propuestas y, menos aún,

propuestas serias para enfrentar la crisis sociopolítica que vivimos, limitándose a aceptar

sumisamente los proyectos de las élites políticas, económicas y financieras. Al no haber

ningún proyecto “ético-político” que sea capaz de transformarse en un proyecto de nación

con el que se identifican todos los sectores sociales, que devuelva la credibilidad a la clase

política, que recupere la institucionalidad democrática y reconstruya el tejido social, se

busca como única salida la del marketing político, la consultoría política electoral, a los

expertos en comunicación y estrategia, las técnicas de la oratoria política, el asesoramiento

de los especialistas en opinión política y mercadeo político. En una palabra, utilizar y

manipular una campaña política para ganar las elecciones donde el contenido, los problemas

de fondo a mediano y largo plazo son inexistentes y no importan. Son el reflejo del mundo

mediático en que nos movemos donde lo que importa es la imagen y, como muy bien nos

señalaba uno de estos especialistas, la gente vota por la emoción y no por la razón.

Todo esto nos lleva a concluir que cada vez más las elecciones de un país dependen cada vez

más de las modernas técnicas de comunicación y de un electorado fácilmente manipulable.

Lo que se necesita es tener conciencia crítica, memoria histórica y una coherencia ideológica

acorde con la delicada situación que vivimos.

Nuestra Palabra | 13 Septiembre 2013