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1 EL PODER: FACTOR DETERMINANTE EN EL DESARROLLO DEL MOBBING. LISBETH MARCELA AGUDELO CÉSPEDES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PEREIRA FACULTAD CIENCIAS HUMANAS SOCIALES Y DE LA EDUCACIÓN PROGRAMA DE PSICOLOGÍA PEREIRA 2011

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1

EL PODER: FACTOR DETERMINANTE EN EL DESARROLLO DEL

MOBBING.

LISBETH MARCELA AGUDELO CÉSPEDES

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PEREIRA

FACULTAD CIENCIAS HUMANAS SOCIALES Y DE LA EDUCACIÓN

PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

PEREIRA

2011

2

El poder: Factor Determinante en el Desarrollo del Mobbing.

Lisbeth Marcela Agudelo Céspedes

Adaneys Álvarez Ramírez

Mg. En Psicología Organizacional y del Trabajo

Línea de Investigación Clínica y Salud Mental

Universidad Católica de Pereira

Facultad Ciencias Humanas Sociales y de la Educación

Programa de Psicología

Pereira

2011

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Contenido

Introducción .................................................................................................................................. 4

1. poder Conceptos y enfoques………………………………………………………………………………………………….6

2. Mobbing y enfoques………………………………………………………………………………………………………......18

Conclusiones ............................................................................................................................... 26

Recomendaciones ....................................................................................................................... 27

Referencias Bibliográficas ........................................................................................................... 29

Resumen

4

En el presente artículo, se pretende dar un acercamiento al concepto de poder, desde

diversos enfoques, logrando identificar las características y condiciones que lo definen y

que lo enmarcan en la vida organizacional como un factor que interviene y determina el

marco de las relaciones laborales, que por su naturaleza, puede establecer relaciones que

van en contra de la salud del sujeto, como es el caso del Mobbing o acoso moral en el

trabajo, que se asume como un factor de riesgo psicosocial, teniendo en cuenta tanto las

condiciones organizacionales que permiten el desarrollo de prácticas agresivas, como la

personalidad para comprender este síntoma organizacional. Desde esta perspectiva, el lector

encontrará enfoques que definen estos dos conceptos, teniendo en cuenta las relaciones

laborales en la organización.

Palabras claves: Poder, Mobbing, relaciones socio-laborales, personalidad, riesgos

psicosociales.

Abstract

In this article we give an approach to the concept of power from different approaches, and

succeeded in identifying the characteristics and conditions that define and frame it in

organizational life as a factor and determines the framework of industrial relations which

by their nature, can establish relationships that go against the subject's health, as is the case

of mobbing or bullying at work, which is assumed as a psychosocial risk factor, taking into

account both the organizational conditions that allow development of aggressive practices,

such as personality to understand this symptom organizational. From this perspective, the

reader will find approaches that define these two concepts, taking into account the relations

in the organization.

Keywords: Power, Mobbing, socio-labor relations, personality, psychosocial risks

Introducción

5

Los diversos cambios tecnológicos, la flexibilidad laboral y la globalización, han

influenciado en la transformación de lo social y del mundo del trabajo y de las

organizaciones, lo cual, impacta directamente en el trabajador generando incertidumbre e

inestabilidad, viéndose afectado negativamente por las demandas organizacionales como lo

afirma Schvarstein (2005), los bajos salarios, la flexibilidad del empleo, el “trabajo

informal, tercerización, desocupación, violencia y presión psicológica en el ámbito laboral,

posiciona a quienes aun hoy son trabajadores en una situación de vulnerabilidad que, en

muchos casos, favorece la pasividad, la adopción de comportamientos sumisos, pasividad,

resignificación, fatalismo” (p. 266), tal sumisión como respuesta del individuo ante la

liquidez organizacional y la inestabilidad laboral, le facilita ejercer sobre si, la autoridad y

el poder que otro sujeto posee como característica del cargo, en términos de la estructura

jerárquica de la organización.

Por tal razón, el ejercicio del poder, puede ser visto como un factor que determina y

posibilita el desarrollo de prácticas que dejan de lado el concepto de ser humano, dado que

la organización posee otros intereses como lo plantea Schvarstein (2005) que en las

organizaciones el “discurso económico es lo privilegiado, deja en un segundo plano la

relación humana, haciendo ineficaz la circulación del poder en su seno. El poder legitimo se

funda (…) en el ejercicio del poder a través del prestigio y la inteligencia” (p. 277), así

entonces, en las organizaciones actuales, la condición humana, juega su importancia en un

segundo plano, puesto que las organizaciones buscan y focalizan la atención en la

construcción de estrategias para alcanzar los objetivos económicos, así, el individuo, ante el

contexto laboral, queda a la deriva, evidenciándose entonces, sujetos vulnerados por las

condiciones contextuales y la organización del trabajo, desde sus procesos y estructura

jerárquica determina las relaciones laborales, caracterizadas por el poder, lo que traduce a

relaciones en donde hay un dominado-dominante. De allí, que en el presente artículo se

conceptualice y caracterice el poder desde diversos enfoques como factor que determina el

acoso laboral, para posteriormente, abordar el Mobbing, a partir de condiciones

individuales y psicopatológicas del sujeto en condición de trabajador y la importancia de la

organización del trabajo como responsable en el desarrollo de riesgos psicosociales, que

implícitamente favorece la aparición de tal fenómeno.

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En este sentido, el poder definido según Weber (1979) “significa la probabilidad de

imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y

cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad." (p. 43) Es decir, cuando un sujeto

posee poder puede influenciar los comportamientos de otros sujetos y los mismos actúan

según esta demanda, así, se impone la voluntad, mostrándose con poder. Para comprender

el ejercicio del poder es importante identificar las diversas posturas, desde la vida

individual del sujeto, como una condición subjetiva, enmarcando los comportamientos

característicos de la personalidad, además, se aborda el poder desde una perspectiva

intersubjetiva en el entramado de relaciones que se tejen en los vínculos sociales que el

sujeto construye, sin embargo, la individualidad, habilidades y los atributos personales no

existen por fuera del sujeto, están inmersos en él, y por ende en las relaciones que establece

con los demás agentes sociales. Por tal razón Petit (1984) plantea que el poder se puede leer

a partir de enfoques que lo categorizan, como un atributo personal del individuo:

perspectiva psicológica y psicoanalítica, el segundo enfoque es el poder sociológico (el

poder como relación en un contexto coactivo) y por último el ámbito psicosociológico (el

poder como una relación interpersonal e intergrupal). Identificando que este último ámbito

es el resultado de la perspectiva psicológica y sociológica, que define al sujeto a partir del

contexto y sus relaciones.

Las características individuales, las habilidades y competencias son factores que

facilitan definir los comportamientos de los sujetos, caracterizarlo y categorizarlo dentro de

un contexto específico, por lo tanto ¿cuando se asume a un sujeto con poder dentro de una

organización, inherentemente se está reconociendo que las habilidades y aptitudes son las

determinantes para que el sujeto asuma tal posición? En definitiva, el patrón de

personalidad y la presencia de características especificas en el sujeto, permitirán definirlo

y constituirlo en una posición de poder, puesto que la personalidad según Larsen, R y

Buss, B (2005) son “rasgos psicológicos y mecanismos dentro del individuo que son

organizados y relativamente estables, y que influyen en sus interacciones, y adaptaciones al

ambiente intrapsíquico, físico y social” (p. 4), estos rasgos psicológicos, perdurables en el

tiempo, determinan las aptitudes facilitadoras que reflejan las prácticas necesarias para el

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posicionamiento de poder, puesto que no todos los sujetos están formados para asumir

posiciones de dominancia, dado que según Stogdill (1977, citado en Petit, 1984) “el nivel

mental, el status, las aptitudes, las necesidades y los intereses” (p. 88) materializan y dotan

de mando a un individuo, sin embargo, son las situaciones las que determinan ciertamente

y en su sentido más amplio los comportamientos de los individuos, por ello, aunque ante la

emergencia del fenómeno de poder se deba admitir las atribuciones personales y criterios

de personalidad, estas solo adquieren significación e influencia en la relación construida

con diversos individuos dentro de un contexto determinado.

A pesar de la construcción individual del sujeto en términos de personalidad y

habilidades cuyas características lo favorecen para ser acreedor de poder, y realizan

acciones lo cual es aceptado ante el grupo, también se evidencia la contraposición es decir,

la construcción inconsciente, que lo condiciona a la aceptación del poder de otros sobre si,

por lo cual es importante abordar la teoría psicoanalítica para explicar el poder en la vida

psíquica del sujeto desde sus nociones más tempranas hasta la consolidación en la vida

adulta. El inconsciente del ser humano se va desarrollando a través de las interrelaciones

que el individuo construye con su madre, padre, familia y sociedad, por tal razón ¿en la

estructura del inconsciente se encuentran fundamentos para la constitución de las relación

de poder? Es pertinente traer a colación la tesis de Gerard Mendel (1972, citada en Petit

1984) la descolonización del niño, para dar cuenta del fenómeno de la autoridad, cuya

génesis se halla en “las primeras relaciones del bebe con su madre; ella es para él fuente de

placeres, pero también de frustraciones. Cuando experimenta frustraciones, el bebe ataca

imaginariamente a su madre, y de ahí una culpabilidad que no es más que el miedo a ser

abandonado” (p. 90) este miedo al abandono se consolida como una huella imborrable que

marca la vida inconsciente del sujeto, siendo un chantaje de amor instaurado en la

imaginario. La culpa se convierte y se transforma en un miedo al abandono y ante tal

posibilidad, el sujeto responde con un rechazo a su autonomía y se somete al poder

ajeno, como lo plantea Petit (1984) el sometimiento al poder es “una respuesta

condicionada, inscrita en nuestro inconsciente, a ese miedo de ser abandonado. A causa del

mismo, renunciamos a nuestra autonomía y nos sometemos al poder ajeno” (p. 91) este

sentimiento de culpa permite visualizar en las organizaciones, la dimensión psicoafectiva,

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en donde los sujetos por el miedo al abandono inconsciente se forma alrededor de una

persona central dotada de características que facilita el desarrollo de funciones de poder,

aceptándolo y acatando sus preceptos.

Se puede aprehender e interpretar la estructura inconsciente del poder y así mismo

las constituciones de personalidad que forman en el individuo, competencias para

desempeñarse en determinado rol, sin embargo, no todos los sujetos son idóneos para

asumir roles investidos de poder, deben ser congruentes las características de personalidad

con las variables constituyentes del poder. No obstante, las relaciones sociales permiten

establecer el contexto del poder, puesto que el sujeto es enteramente social y es allí, en la

cultura de las relaciones humanas en donde se materializa el poder como una categoría

intrínseca. Por tal razón, el enfoque sociológico construye un acercamiento lógico y menos

individual que el enfoque antes expuesto.

Para identificar y comprender el poder desde las relaciones humanas es pertinente

retomar a Pierre Bourdieu (1994) cuyos conceptos principales son Campo-Capital-Habitus

que permiten acercarse a la categoría de poder en su sentido más extenso, en las relaciones

grupales, cuyo telón de fondo en concordancia con el presente artículo son las relaciones

laborales desarrolladas en una organización. De allí, que Bourdieu (1994) considere que

“Para empezar, una filosofía de la ciencia que cabe llamar relacional, en tanto que otorga la

primacía a las relaciones:” (p. 7). Las relaciones, los vínculos sociales, son la constitución

esencial de la teoría de este autor, dado que son los vínculos sociales, lo que constituye lo

real y materializa las condiciones más abstractas del ser humano.

Para interpretar y relacionar la teoría de Bourdieu (1994) es pertinente

conceptualizar los aspectos principales que soportan su teoría, entre ellas el amplio espacio

donde se desarrollan las relaciones, denominándose Campo, entendiéndose según Bourdieu

(1994) como:

Eso es lo que pretendo transmitir cuando describo el espacio social global como un campo, es decir a

la vez como un campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él,

y como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados

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según su posición en la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a

transformar su estructura. (p. 49)

El campo, se compone de tres elementos fundamentales, los agentes (los sujetos),

las relaciones que se establecen entre los agentes (la estructura) y las acciones que allí se

desarrollan, para ampliar esta idea, es pertinente citar a Mayoral (2010a) que plantea que el

Campo está compuesto por Agentes y por Prácticas, por lo tanto, para identificar o definir

un Campo, se tendría que identificar a los agentes que lo forman, a la red de relaciones que

mantienen entre sí (Estructura del Campo) y las Prácticas específicas que en él se

desarrollan. Mayoral (2010a) Plantea que “el concepto de Campo define también un

espacio social y sus límites. Y pensar en términos de Campo, implica pensar

relacionalmente, implica pensar el mundo social como un mundo de relaciones objetivas”

(p. 382) el campo es el espacio social en donde se tejen las relaciones cuya definición está

dada por la interpretación de los comportamientos humanos en las relaciones. Desde esta

perspectiva, el campo puede ser extrapolado como el contexto de la organización,

caracterizado por las luchas de los sujetos, entre dominante (agresor) y dominado

(agredido) en la relación de acoso, por los procesos, por la jerarquización, en donde las

posiciones se definen como oposición a otras, cuya claridad y limitación está dada por la

distancia social que las separa de otras posiciones inferiores o superiores.

Tales posiciones o rasgos dentro de una organización se encuentran determinados y

definidos por el capital como lo plantea Mayoral (2010a) “Las posiciones se definen de

acuerdo a un tipo especial de Poder o Capital, específico de ese Campo” (p. 382) ya sea

económico, simbólico, cultural y social, es decir, el capital operativo del económico- es el

dinero, en tanto que este lo materializa y lo define, por lo cual, Bourdieu y Wacquant (1994

citados en Mayoral, 2010a) expone que:

Un Capital o una especie de Capital es aquello que es eficaz en un Campo determinado, a la vez en

tanto que arma y en tanto objeto de lucha, lo que permite a su detentador ejercer un poder, una

influencia, o sea, existir en un Campo determinado, en lugar de ser una simple „cantidad despreciable

(p. 385).

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Por lo tanto, el capital, permite que el sujeto ingrese al campo y adquiera una

posición, puesto que las posiciones en la estructura del campo están definidas por la

cantidad de capital que posean, la posición social no se define por sí misma, por ello los

agentes, tendrán participación dentro del campo si poseen dicho capital.

Finalmente, es el capital quien define las posiciones, dado que quien posea más

capital directamente pretenderá una posición más alta, determinando estilos de relación, de

dirección, de liderazgo y mando, lo cual conlleva implícitamente a describir la dominancia

como característica principal en la posición y en las relaciones que establece con otros

sujetos que no poseen posiciones altas, de acuerdo a la poca influencia determinada por el

capital. Desde esta perspectiva se constituye la visión de poder definido a partir de la

posición o cargo dentro de la organización con capacidad de dominar desde la legitimidad a

sujetos cuya posición no esté llena de recursos materializables con carácter de poder. Por lo

cual, el poder, se evidencia como un factor que establece el contexto para generar

relaciones de mando y sumisión e implícitamente relaciones marcadas por disputas y

agresiones, en función de imponer lo que el sujeto con poder desea, es decir, el acatamiento

y dominancia sobre otros. Así, entonces, se constituye la clase dominante definiéndola

según Bourdieu (2003) como “Los que en un estado determinado de las relaciones de

fuerza monopolizan (más o menos completamente) el capital específico, fundamento del

poder o de la autoridad específica característica de ese Campo se inclinan por las

estrategias de conservación”. (p. 114). Cuando un sujeto está dotado de poder, por el

Capital que posee dentro del campo, explícitamente se deduce la estructura del Campo, en

relación con los demás agentes. Así, la clase dominante genera estrategias para mantener tal

condición de dominancia ante una clase dominada.

Además del concepto de Campo y Capital es pertinente abordar el concepto de

Habitus, entendiéndose este según Bourdieu (1996, citado en Mayoral, 2010a) como “un

sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema de esquemas de percepción y

de apreciación de las prácticas. Y en los dos casos, sus operaciones expresan la posición

social en la cual se han construido” (p. 387). El Habitus es la habilidad del sujeto para

percibir, pensar, sentir y actuar, las practicas que provienen del exterior, dotándolas de

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sentido hacia sí mismo. El Habitus se puede categorizar como la introyección e

interiorización de la cultura, como un producto social que determina los comportamientos

de los agentes en diversos momentos, como lo plantea Bourdieu (1994) “El Habitus es esa

especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación determinada” (p. 40)

por lo tanto son practicas colectivas aprehendidas, interiorizadas y condicionadas, en la

socialización de la historia, de lo ya conocido por los sujetos, ante lo cual en un sentido

individual el sujeto particulariza los Habitus colectivo, acomodándolos para actuar de

acuerdo a los mismos, de allí, que el Habitus del poder aprendido de forma agresiva,

determinará una relación particularmente, como lo es el Mobbing.

Entonces, el Campo (organización) es el ámbito social en donde se tejen las

relaciones sociales, las prácticas sociales, el intercambio de significaciones y posiciones,

pero las mismas están definidas a partir del Capital, factor que dota a la posición y por ende

al sujeto de poder, determinando la jerarquización de posiciones y por lo tanto la clase

dominante y autoritaria y la clase dominada y sumisa. El sujeto cuya posición sea

dominante, actúa según lo aprendido en el colectivo, según la introyección de los Habitus

que la cultura le ha dado como herencia, es decir, ejerce el poder a partir de lo aprendido

culturalmente, por lo tanto si el sujeto aprendió y construyó socialmente una idea de

dominancia caracterizada por la agresión y la violencia, así mismo se comporta e influencia

con este aprendizaje las relaciones laborales y al personal que tiene a cargo, de allí, que la

estructura y jerarquización de la organización de acuerdo a las posiciones, las

características de personalidad con habilidades de liderazgo y dominancia cuyas practicas

están caracterizadas por la agresión y el ejercicio del poder de manera negativa, pueden

determinan y estructuran el desarrollo del Mobbing, como un fenómeno resultante y

determinante de los factores que definen el ejercicio del poder.

Luego de conocer brevemente el poder desde la psicología y el poder desde la

sociología, es pertinente abordar el enfoque psicosociológico para lo cual, se intenta

identificar los factores que determinan las relaciones de una persona que se somete a un

poder, es decir, las bases del poder, cuya idea principal según Petit (1984) es “el de un

agente social O que ejerce una influencia sobre una persona P” (p. 94). En esta relación de

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poder, un agente intenta ejercer influencia sobre otro, sin embargo, este genera resistencia

sobre tal acción de influencia, evidenciándose en esta lucha, dos fuerzas (la influencia y la

resistencia) que son características para abordar las bases del poder.

Según lo anterior, es preciso abordar las bases del poder, que determinan y definen

las características de relación que construyen dos agentes sociales, en el marco de la

organización, en donde el poder y la influencia implican la relación de por lo menos dos

agentes, para reconocer las dinámicas del poder en las relaciones laborales, las cuales están

marcadas por los patrones conductuales y características individuales de los sujetos, por

ello, se evidencia en las diversas formas de ejercer poder las implicaciones e intereses

individuales, como factor psicológico de los sujetos involucrados en un contexto relacional

de trabajo.

Entonces, el poder de recompensa, implica que un sujeto P (subalterno) perciba que

el sujeto O (jefe-poder) pueda recompensarlo, a partir de sus pensamientos, actos conductas

y posición dentro de la organización, no obstante O debe ser influenciador, competente y

habilidoso para ser creíble como un agente “gratificador”, lo que aumenta la atracción del

poder, logrando una influencia y dominancia sobre P disminuyendo la resistencia, dado que

la gratificación y la recompensa son atractivas y apetecidas por el sujeto para mantener en

el tiempo ciertas conductas. No obstante, quien posea el poder también tiene la posibilidad

de castigar y sancionar al sujeto dominado por la no aprobación del comportamiento

realizado, tal poder es denominado como de coacción, que es según Petit (1984) “la

posibilidad de sancionar a P por la no conformidad de su comportamiento. Para que dicho

poder pueda actuar, es necesario que O pueda observar el comportamiento de P e impedirle

salir del campo en que se ejerce” (p. 95). Así, el sujeto con poder puede valerse del castigo

para generarle al sujeto víctima del acoso, daño psicológico. Por lo cual, a diferencia del

poder de recompensa, la resistencia de P aumenta, puesto el castigo no es una condición

apetecida por el sujeto, puesto que resulta mejor la aceptabilidad de la influencia de poder,

sobre todo si se caracteriza por consecuencias de su interés y no por castigos ante los actos

asumidos.

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Además, el poder de referencia permite la identificación de un sujeto P con el sujeto

O, es decir, un subalterno identificándose con un sujeto cuyo cargo le asegura la condición

de autoridad y de poder, para lo cual, P se esmera para actuar a partir de lo querido por O,

puesto que según Festinger (1963, citado por Petit, 1984) “el individuo busca una especie

de “realidad social” y puede adoptar la estructura cognoscitiva del individuo o del grupo

con el que se identifica” (p. 97), sin embargo, en el Mobbing, el jefe como agresor no le

resulta ser para la victima un sujeto de referencia, ni satisface las necesidades y ni mucho

menos le otorga seguridad por medio de la identificación, por el contrario, el sujeto víctima

aumenta la resistencia, y el agresor impone su voluntad más que por la identificación, por la

posición de mando y el capital que posee.

Por último, se encuentra el poder de competencia, en el cual, el sujeto O posee

poder de acuerdo a sus conocimientos, efectos o supuestos reconocidos por el sujeto P,

como lo afirma Petit (1984) “ O ejerce un poder en función de sus conocimientos efectivos

o supuestos- reconocidos por P” (p. 97) este poder, hace referencia a las capacidades

técnicas, al conocimiento y la capacidad de resolver problemas, relacionado con las

destrezas y las habilidades, lo que le permite al sujeto estar en una posición de poder.

Anteriormente se evidenciaron las bases desde un modelo general de poder,

identificando las características del poder desde dos fuerzas psicológicas que marcan la

relación de los actores de dominancia y dominado, de acuerdo a intereses particulares que

posee el sujeto dominado para adquirir y desarrollar comportamientos que el sujeto dotado

de poder le sea de conformidad, sin embargo estas prácticas de poder y sumisión están

sumergidas en un contexto más amplio, que posibilita que tales prácticas se llevan a cabo

de forma legítima y formal, por ello, es pertinente conocer los estilos de mando de acuerdo

a la estructura de la organización y sus relaciones.

Las organizaciones como construcción social, debe constituirse desde una estructura

jerárquica, que determine el direccionamiento de las relaciones humanas y de trabajo dentro

del contexto laboral. De igual forma, las organizaciones se convierten en referentes de

poder; en este sentido y como lo plantea Morgan (1995) las organizaciones se pueden

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comprender como sistemas de gobiernos, cuya estructura va encaminada a la democracia

o autocracia, en donde el sufijo cracia afirmado por Morgan (1995) “deriva del griego

kratia significa poder o dominio empleado” (p. 130). Cuando se habla de organizaciones

demócratas, se refiere a una estructura de mando, cuyo poder se encuentra en la

colectividad, en los diversos individuos que hacen parte de la organización y los diversos

factores que la misma comprende. Tal situación difiere de la estructura autócrata que se

remite a la presencia de un poder absoluto asociado a un solo sujeto para ejercerlo en la

organización, sin embargo, al abordar la categoría de poder, se puede evidenciar la

multiplicidad de perspectivas que determinan tal concepto dentro de una organización, por

lo cual, es preciso definir el poder según expresa Morgan (1995) como “un recurso, esto

es, como algo que uno posee, otros lo ven como una relación social caracterizada por algún

tipo de dependencia, es decir, como una influencia sobre algo o alguien” (p. 145). Así, el

poder es un recurso, lo que le facilita a un sujeto agredir y acosar a otro, puesto que es

reconocido y aceptado por la colectividad, cuya capacidad de influencia se evidencia en los

comportamientos del sujeto dentro de la organización, e inherentemente en las relaciones

intersubjetivas.

Entonces, la autoridad formal es la fuente más evidente de poder dentro de una

organización, dado que su estado legitimo facilita el posicionamiento, el status y los

lineamientos para tomar decisiones de orden legal, en tanto que es aceptada y condicionada

por los actores, Weber (1979, citado en Morgan, 1995) plantea que “la legitimación es una

forma de aprobación social que es esencial para establecer las relaciones de poder, y se

presenta cuando la gente reconoce que una persona tiene derecho a mandar sobre parte de

la vida humana y cuando los dominados consideran que es su deber obedecer” (p. 145). El

poder legitimado puede abordarse como inherente al cargo que desempeña, puesto que un

gerente de área posee poder sobre materia prima, colaboradores, información,

conocimiento, tecnología y autonomía en toma de decisiones. De tal forma, que en la

organización hay un sujeto cuya condición está asociada a la capacidad de mando y poder,

constituyéndose como una autoridad reconocida dentro de la organización, pero ¿Qué

limites posee para ejercer tal poder?, el poder como una relación directa con la posición

jerárquica que asume dentro de la organización ¿determina los comportamientos del

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individuo sobre los otros individuos en una organización? la organización de acuerdo a lo

que propone Morgan (1995) es “intrínsecamente política, en el sentido de que debe buscar

la manera de encontrar orden y dirección entre gente con diversidades, potenciales y

conflicto de intereses” (p. 128). Por tal razón, el poder y la autoridad son condiciones que

constituyen un orden y un claridad de objetivos, de allí, que los comportamientos de los

actores, se vean influenciados por quien tiene el poder, direccionándolos a metas en común,

logrando así unificar los intereses de los actores en un objetivo en común organizacional,

por lo cual, la autoridad cuyo poder es ejercido sobre los actores, está en el derecho y deber

de marcar pautas de comportamiento en el lugar de trabajo, teniendo claridad que los

mismos deben de enmarcase dentro de los límites del contexto de la organización y del

trabajo.

Según lo anterior, el poder legitimo se le denomina autoridad formal, asumiéndola

según Robbins (1987) como “los derechos inherentes a una posición gerencial de dar

órdenes y esperar que las ordenes sean obedecidas” (p. 202) el poder que dota de status al

sujeto, es aceptado por los subalternos de manera formal cuando estos reconocen que las

decisiones y acciones que realiza son características del cargo que desempeña y por lo cual

es preciso su acatamiento. Morgan (1995) plantea tres tipos de autoridad legítima, la

autoridad carismática, caracterizada por el carisma, siendo esta una cualidad extraordinaria,

legitimada por la confianza que los subordinados poseen hacia tal patrón de conducta del

jefe; la autoridad tradicional, que se rige por la norma que con antelación se ha construido,

aceptado, reconocido y legitimado y por último la autoridad racional-legal basada en el

respeto que tanto los jefes y los subordinados le proporcionan a las reglas constituidas a

partir de procedimientos racionales y formales; en estas organizaciones, florecen los

reglamentos, cuyas relaciones laborales se constituyen como impersonales, siendo una

situación de protección a la rigidez que la caracteriza.

No obstante, a pesar de estas tres distinciones, en las organizaciones poco se

evidencia un estado neto de aplicación de alguna de ella, por el contrario en las

organización es necesaria la intersección de las mismas, como lo plantea Petit (1984) “es

verdad que nunca se halla una solo forma en estado puro […] puede dominar un tipo de

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legitimidad y autoridad; pero siempre se combina, en grados variables, con las dos

restantes” (p. 109). La existencia de reglamentos en la organización engendra relaciones

impersonales y las demandas individuales de los actores no son abordadas para darles

solución, por lo cual la autoridad carismática interviene para dar solución a tal conflicto,

como lo plantea Petit (1984) “al lado del mundo de la regla, vemos surgir otro universo, el

de la atención hacia los individuos, sus problemas personales, sus deseos de evolución y

perfeccionamiento […] esta relación implica el reconocimiento de una especie de don, de

carisma psicológico en el jefe” (p. 109). La convergencia del carisma con la rutinaria

precisión de la reglamentación organizacional, dinamiza las perspectivas individuales y

laborales, puesto que los actores además de encontrarse presionados para actuar según el

reglamento de la organización, poseen jefes cuya característica potencial es la preocupación

por el trabajador en su condición individual, sus intereses y conflictos que lo determinan

como sujeto multidimensional y psicológicamente constituido.

Por último, la autoridad tradicional se basa en la norma y lucha por el

mantenimiento del poder y de los privilegios, lo que implícitamente lleva a conductas

violentas, puesto que se consolidan intereses individuales sobre condiciones grupales, dado

que la puesta en escena de este tipo de autoridad es el mantenimiento de la norma y el

poder de quienes ya lo tienen, Petit (1984) plantea que “la autoridad basada en la tradición

de hecho nunca está lejos de la violencia, pues las reglas de la tradición que establecen

grandes diferencias y desigualdades solo se sostiene, a fin de cuentas, por la fuerza y la

organización social represiva de los que la aplican en provecho propio” (p. 110). Esta

condición de la autoridad tradicional no está muy lejos de la estructura organizacional

autócrata, puesto que se fundamenta en el poder y dominio de un sujeto generando

influencia y control sobre la clase trabajadora, lo que conlleva implícitamente a la

exposición y vulneración de la integridad física y psicológica. Tal condición de violencia,

puede contribuir al desarrollo de contextos inestable y negativo para el reconocimiento de

la condición humana, lo cual hace blanco al subalterno a recibir violencia y a desarrollarse

el Mobbing, como el resultado de las prácticas autoritarias y autócratas en el contexto

laboral.

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Así mismo, como se especificó la autoridad formal que sustenta el poder legitimo,

es pertinente abordar un tipo la estructura organizacional autócrata, para hacer explicito, el

poder formal como una disposición estructurante de las relaciones formales de la

organización. Así, la estructura autócrata es un tipo de jerarquía que distribuye posiciones

según el investimento de poder y autoridad, tal posición es señalada como status, como lo

plantea Petit (1984) “denominación particularmente feliz en el caso de las organizaciones,

pues pone el acento en el carácter formalizado de las posiciones: los derechos y deberes

asociados a una posición organizativa” (p. 104). La distribución de puestos, permite

identificar que en las organizaciones de tipo piramidal, se encuentran los jefes investidos de

poder por el status alcanzado y los subordinados como actores que reciben y acatan los

preceptos dictados por un jefe. Tal status que el sujeto adquiere en su posición jerárquica,

se lee y se analiza a partir de los comportamiento que emite, según lo que concierne a su

rol, entendiendo este según Petit (1984) como “el haz de las expectativas que regulan el

comportamiento de un individuo en una posición determinada” (p. 104) los roles dentro de

una organización, están marcados y determinados por la relaciones que los miembros

establecen unos con los otros.

En este sentido, el status y el rol, están determinados por la multiplicidad de

interacciones, como también de la estructura formal que la organización determine para su

direccionamiento y su mando, no obstante, en un rol que está investido de poder, el sujeto

puede verse en una intersección entre las normativas organizacionales que en ocasiones no

se encuentran congruentes con las expectativas de los superiores y al mismo tiempo, se

encuentran los intereses de los subordinados, de allí, que el rol de jefe, que

simultáneamente es un subordinado se encuentra en una confusión entre las demandas de

sus jefes y las de su subalternos, tal conflicto, en su coherencia no es lógica, dado que los

directivos como jefes y superiores en una organización autócrata son los que toman las

decisiones según sus intereses particulares, por lo cual las expectativas de los subalternos

son rechazadas y abandonadas por las ordenes cuyo rol está condicionado por el poder.

Ante esta situación, el sujeto cuya posición no está significativamente determinada con

poder, puede verse envuelto en tales intereses particulares, que demandan y pueden

desarrollarse conductas agresivas e intimidadoras, como el Mobbing.

18

Desde esta perspectiva, el poder como una condición de status y de autoridad

formal, basado según los intereses y condiciones individuales, se condiciona como un

contexto facilitador para el desarrollo de prácticas agresivas sobre los subalternos que por

su posición, no posee poder alguno para aportar su punto de vista, tomar decisiones y

defenderse ante tales acciones provenientes de un sujeto dotado de poder, por tal razón ¿es

el poder un factor determinante para el desarrollo del acoso laboral o Mobbing?.

Probablemente, el poder, tiene una gran influencia en el fenómeno del acoso, puesto que

la organización, posee jerarquías en donde hay dominados y dominantes, marcando un

distanciamiento en las relaciones, dado que se constituye una relación asimétrica, de quien

tiene el poder y sobre quien recae el poder, esta distancia está marcada por la posición y el

capital que posee de acuerdo al rol. Así mismo, la organización, se configura como un

campo de batalla, en el sentido que cada individuo procura por salvaguardar su poder, su

status y su posición. Ante tal situación, la estructura de personalidad del sujeto y los

Habitus aprendidos e introyectados de la cultura, marcan los comportamientos y disponen

el estilo de lucha y disputa, para defender aquello que la sociedad y la misma organización

le han otorgado. Desde esta perspectiva, es importante abordar el fenómeno de Mobbing

como una condición de personalidad evidenciada como psicopatológica y al mismo tiempo

las implicaciones socio-laborales que propician el desarrollo de estas prácticas agresivas y

violentas en el Campo u organización de trabajo.

Según lo anterior, es pertinente lograr un acercamiento a la descripción del acoso

laboral o Mobbing, por lo cual Hirigoyen (2001, citada en Peralta 2004) lo define como

"cualquier manifestación de una conducta abusiva y, especialmente, los comportamientos,

palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la

integridad física o psíquica de un individuo" (p. 112) el Mobbing, se encamina a

comportamientos degradantes que van en contra de la estabilidad emocional y mental del

sujeto, lo que directamente interfiere en la calidad de vida laboral. En este sentido,

Leymann y Gustafsson (1996) plantean que “Mobbing se ha denominado como "atacar en

grupo a alguien". En este tipo de conflicto, la víctima es sometida a un proceso de

estigmatización sistemática y la invasión de este o de sus derechos civiles […] Acoso moral

19

en el trabajo conlleva una comunicación hostil y poco ética hacia un individuo” (p. 252).

Así mismo, Leymann (1990) plantea que el “terror psíquico o Mobbing en la vida laboral

significa comunicación hostil e inmoral que es dirigida de manera sistemática por una o

varias personas principalmente hacia un individuo” (p. 120), dejando claro, que se instauran

condiciones y estados desadaptativos en términos mentales, fisicos y/o psicosomáticos,

generando necesariamente un daño al acosado. En este mismo orden Vartia (2001) argumenta

que le Mobbing “se refiere a situaciones en las que alguien se somete con larga duración y

recurrencia a muy negativos actos hostiles que son molestos u opresores. En el proceso de

intimidación los sujetos se vuelven incapaces de defenderse a sí mismos” (p. 63),

reforzando la definición anteriormente nombrada, Leymann (1980, citado en Mayoral,

2010b) propone que el acoso psicológico en el lugar de trabajo es:

una situación en la que una persona (o en raras ocasiones un grupo de personas) ejercen una violencia

psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente (como media una vez por semana) y durante un

tiempo prolongado (como media unos seis meses) sobre otra persona o personas en el lugar de trabajo

con la finalidad de destruir las redes de comunicación de la víctima o víctimas, destruir su reputación,

perturbar el ejercicio de sus labores y lograr finalmente que esa persona o personas abandonen el lugar

de trabajo (p. 236).

En las definiciones descritas anteriormente, la violencia y las agresiones son

características que transversalizan y definen a este fenómeno, mostrándose una

perturbación inminente a la vida psíquica, emocional y laboral del sujeto agredido, sin

embargo, ¿se encuentran características de personalidad tanto del acosado como del

acosador para ser cojugadores en el campo de las relaciones de poder en la organización?.

En congruencia con lo anterior, Piñuel (2001) plantea que “en el ámbito laboral, el

Mobbing señala el continuo y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un trabajador

por parte de uno u otros que se comportan con el cruelmente, con vistas a lograr su

aniquilación o destrucción psicológica y a obtener su salida a través de diferentes

procedimientos” (p. 52). Esta matriz de relaciones intersubjetivas cuya característica

principal es el maltrato, se fundamenta en el ámbito organizacional y tiene sus raíces en la

estructura de personalidad del acosador y del acosado, es decir, las características

20

individuales son responsables de la aparición del acoso, el perfil psicológico determina la

posición del sujeto frente a este fenómeno como una posición pasiva en el caso de la

víctima, o activa en el caso del acosador.

Desde esta perspectiva, el sujeto acosador posee una posición de poder, el cual fue

adquirida debido a los factores personales, es decir, habilidades y aptitudes que propiciaron

y propendieron al sujeto para asumir tal posición, resaltándose las cualidades como las

responsables, ante lo cual Petit (1984) plantea que lo anterior “manifiesta una concepción

de poder que privilegia los factores personales del individuo y, en particular, sus

características psicológicas” (p. 86) sin embargo, es posible cuestionar si tales

competencias dotadas de poder, más que facilitadoras de promoción para la obtención de

cargos influyentes, son utilizadas para agredir a los sujetos cuya posición no es

significativamente caracterizada por el poder, aclarando, que no todo sujeto con poder, se

convierte en acosador, entonces, este fenómeno va mas allá de las características del sujeto

para ocupar un cargo con capital (entendiéndolo como aquello que tiene valor en un

Campo), implica además, condiciones psicopatológicas para el desarrollo del tal práctica.

Mayoral, S. y Espluga, J. (2010b) plantean que el perfil psicopatológico

característico del acosador, proviene de personalidad psicópata, paranoica o narcisista,

además como lo plantea Piñuel (2001) son “personas frustradas, incompetentes, a la

defensiva o simplemente enfermas psicológicamente, a veces victimas ellas mismas en su

infancia de agresiones y malos tratos, que no tienen ninguna idea mejor de cómo realizar

de otro modo su trabajo” (p. 65). Es posible identificar como la frustración determina en el

sujeto la necesidad de subyugar a la víctima, mostrando la estructura y aprendizajes

adquiridos para enfrentarse a tal situación.

No obstante, es cuestionable esta condición que determina al acosador, según estas

características de personalidad, puesto que para acceder a la posición y el status que le

genera poder, debe poseer condiciones individuales encaminadas al éxito, a la

competitividad, a la participación, entre otras y para constituirse como acosador, según lo

plantado por Piñuel (2001) se tipifica como incompetente, con pocas habilidades y

21

aptitudes, entonces ¿Cuál es la relación existente entre el sujeto dotado de poder con

habilidades y un sujeto cuya incompetencia lo lleva a desarrollar agresiones contra otro

sujeto que se encuentra en desventaja debido a su rol?, la respuesta a este interrogante, va

mas allá de la pretensión de este articulo, sin embargo, lo que es importante, es que el

sujeto posee competencias que en un momento determinado permitieron adquirir tal

posición, sin embargo a partir de condiciones estructurales de personalidad y del contexto

se asume como acosador, trayendo a colación los aprendizajes sobre como ejercer el poder,

retomando la teoría de Bourdieu (1994) actúa, según lo introyectado del poder aprendido

en la interacción intersubjetiva con la cultura y demás individuos. Es decir, el sujeto actúa

de acuerdo a los aprendizajes, percepciones y Habitus, en donde este último, se define

como un factor determinador de comportamiento, dado que el sujeto ante un

acontecimiento responde de acuerdo a lo aprendido, interiorizando comportamientos que se

mantiene en el tiempo, así como lo plantea Mayoral (2010a) “El Habitus es a la vez

producto de la práctica y principio o matriz generadora de prácticas, de las percepciones,

apreciaciones y acciones de los agentes” (p. 40), es decir, el Habitus, le posibilita al sujeto

conocer lo que hay que hacer y cómo actuar en determinada situación. Entonces este

concepto, permite identificar la existencia de la cultura del acoso, en el sentido que, el

sujeto proyecta lo aprendido de cómo actuar en caso de tener el poder e influenciar al

sujeto, para dominarlo, como en el caso del Mobbing, por medio de agresiones

psicológicas, notándose entonces, la cultura del acoso, desde el ámbito individual y

colectivo en la organización.

Entonces, la explicación del origen del Mobbing desde la perspectiva

psicopatológica subyace a partir de lo que es el victimario en términos individual, cultural y

familiar y así mismo los aprendizajes adquiridos en la sociedad, que han sido asimilados y

acomodados como característica de personalidad, que se extrapolan a los comportamientos

de la vida laboral. Por tal razón, más que un sujeto incompetente cuyo perfil

psicopatológico es el narcisista, paranoico o psicópata, es un sujeto cuyos aprendizajes

culturales lo condicionan a la manifestación de comportamientos específicos, según el

fenómeno, por lo tanto, la consideración no se encuentra por la vía de la existencia o no de

22

habilidades y aptitudes del sujeto con poder, sino como tal condición facilita y determina

prácticas agresivas, que va en contra de la calidad de vida laboral.

Siguiendo con esta línea y de acuerdo a las investigaciones y entrevistas que realizó

Piñuel (2001) en los sujetos víctimas de acoso, se encontraron características que se

consideran atractivas para materializar el Habitus de poder a través del Mobbing en el

contexto laboral. Estas características de la victima son, la resistencia a la manipulación,

en donde el acosador intenta ejercer la fuerza psicológica denominada influencia, ante la

cual, la víctima se opone, negándose al servilismo y a la sumisión, como lo plantea Piñuel y

Oñate (2002) “el Mobbing puede desarrollarse también, por no haberse dejado el

trabajador manipular por otros” (p. 40) puesto que el acosador no resulta ser para la

víctima, un factor de aprendizaje, del cual aprende y moldea los comportamientos, es decir

no se evidencia el factor de identificación, puesto que el poder de referencia es mínimo o

nulo, en el sentido que el acosador no proyecta credibilidad, influencia y dominancia sobre

las competencias y conocimientos que posee, por lo cual, la victima duda para abordarlo

como modelo de aprendizaje, y seguir los preceptos dictaminados por el mismo, lo que

permite a la victima ser elegida como blanco de acoso psicológico. También, el acosador

posee celos y envidia por el desarrollo de las tareas de forma competente y extraordinaria,

a si mismo por las habilidades sociales e intelectuales que posee la víctima, características

exitosas que el agresor no posee o que en algún momento perdió. A pesar, de la poca

influencia que tiene el acosador sobre la gran resistencia de la víctima, impone la voluntad

y el poder a partir de las agresiones y vejaciones propias del fenómeno del acoso.

Entonces, si el acosador ante la víctima no posee influencia ni dominancia ¿Cómo el

poder contribuye al fenómeno del acoso en el contexto organizacional? En definitiva, el

sujeto agresor, en calidad de autoridad formal que sustenta el poder legitimo, instaura una

lucha, por conservar el capital y la posición dentro del campo, considerando que la víctima

se configura como amenazadora a la estabilidad del rol y el poder adquirido. Tal amenaza

se evidencia en el éxito profesional y personal del acosado, puesto que la víctima como lo

plantea Piñuel et al (2002) “suele ser envidiada por la aceptación o el aprecio entre sus

compañeros, subordinados, jefes, pacientes, clientes […] por evaluaciones positivas o

23

felicitaciones recibidas por su trabajo” (p. 40) es decir, el Mobbing, puede considerarse

como la práctica que mantiene estable el capital inherente a la posición dentro del campo

organizacional, por lo tanto, cuando el sujeto acosador, se ve amenazado por lo logros

obtenidos por otro sujeto, genera agresiones y lo acosa psicológicamente para lograr el

distanciamiento de la organización, así como lo plantea Mayoral (2010a) “la lucha en el

Campo se da cuando los agentes dominantes consideran que sufren un ataque interno, que

puede alterar su posición de poder en el Campo” (p. 385), entonces, debido a la amenaza

que siente el agresor y a la inexistencia de control y dominancia del acosador sobre la

víctima, se desarrolla el Mobbing, intentando trasgredir las barreras socio laborales, a las

condiciones individuales y personales, con el fin de salvaguardar y minimizar el riesgo a

perder la posición y el capital ya obtenido, como lo afirma Mayoral (2010a) “esta

interpretación del Mobbing como práctica para defender la Estructura del Campo y su

posición por parte de los dominantes” (p. 394). Entonces, el sujeto competente, cuya

posición es significativa, desarrolla acciones de acoso, cuando la estabilidad se ve

comprometida, a partir de las percepciones amenazadoras que observa de la víctima.

En línea con lo anterior, el poder legítimo, sostenido por la autoridad formal,

determina las prácticas de acoso, sustentado por el status, el capital, y la posición, puesto

que el sujeto con poder dictamina ordenes y se espera que estas sean acatadas y obedecidas

por los demás sujetos, por ello, se determina que hay poder legitimo cuando según Morgan

(1995) “la gente reconoce que una persona tiene derecho a mandar sobre parte de la vida

humana, y cuando los dominados consideran que es su deber obedecer” (p. 145), entonces,

la victima por la condición de la estructura organización debe asumir los preceptos de quien

tiene el poder, en este caso, el agresor y superior, lo cual, facilita el contexto para la

aparición de tal fenómeno, como lo plantea Mayoral (2010a):

La relación asimétrica de Poder entre acosador/a y víctima es fundamental para que pueda darse el

Mobbing, es decir, si el hecho de que el acosador/a tenga más Poder es lo que va a permitir efectuar el

Mobbing sobre la víctima, podemos considerar que el Poder es un Capital para ejercer el Mobbing

(p. 377).

24

Entonces, son determinantes los rasgos de personalidad y las condiciones

psicológicas aprendidas en la cultura y en la sociedad de ambas tendencias, puesto que

generan la posibilidad de desarrollarse las dinámicas del Mobbing como una condición

psicopatológica, que pone de manifiesto el deseo de destrucción, lo que en términos

generales produce goce por parte del acosador dado que, hay una homeostasis y una

satisfacción por mantener el capital del poder, y frustración, desesperación y depresión por

parte del acosado, luego de desarrollarse las conductas agresivas, debido a las

características exitosas y competitivas que se hacen blanco de inestabilidad para el

acosador, logrando utilizar el poder para encaminarse en el mundo del acoso, no obstante,

más que perfiles psicopatológicos, para que se desarrolle tal fenómeno, es necesario que la

organización como campo de batalla y las relaciones que allí se construyen, como

individuos que impugnan la lucha por la estabilidad, permitan el desarrollo de estas

prácticas psicológicas que ponen en discusión la calidad de vida laboral del individuo. En

este sentido, es pertinente identificar el contexto laboral como contribuyente al desarrollo

de este fenómeno, por lo tanto, es importante identificar el enfoque sociolaboral en el cual

Mayoral y Espluga (2010b) exponen que el Mobbing se produce cuando:

El empresario o sus representantes o cualquier trabajador (es) que tiene(n) una posición de mayor

poder reconocido como una categoría laboral superior, o de facto, por tener mayores apoyos, mayor

antigüedad, etc. actúan con el propósito de dañar a otro/a u otros/as trabajadores usando las

deficiencias en la organización del trabajo de forma repetida y frecuente en el tiempo. Lo que

diferencia el acoso moral de otros problemas derivados de la organización del trabajo es la

intencionalidad de causar daño, la focalización en una o varias personas, la repetición, frecuencia y

continuidad en el tiempo (p. 239-240)

El Mobbing, generalmente se desarrolla en un contexto laboral, el cual, posee riegos

psicosociales, que Villalobos (1999) define como “condición o condiciones del individuo,

del medio extra-laboral o del medio laboral, que bajo determinadas condiciones de

intensidad y tiempo de exposición generan efectos negativos en el trabajador o

trabajadores, en la organización” (p. 199), como lo es el acoso laboral, que surge luego de

una exposición prolongada de factores intralaborales en los cuales se expone la victima a

numerosas situaciones, tales como el aislamiento, falta de retroalimentación, de claridad en

las tareas, inseguridad en las condiciones de trabajo, sobre carga laboral, empobrecimiento

25

del cargo, entre otros que en su conjunto favorecen al desequilibro del sujeto, entonces,

retomando el concepto de capital, como aquello que tiene valor-poder en el campo, en

donde el sujeto que lo posee, expone a la victima a los riesgos, como estilo de ejercer el

poder (como autoridad formal) y por ende desestabilizar a la víctima, así como lo plantea

Mayoral (2010a):

El concepto de Capital, hace referencia a “lo que tiene valor en un Campo”, es aquello que permite a

quien lo posee ejercer un poder, una influencia o formar parte de un Campo determinado; es un arma

para luchar en el Campo, a la vez que el conseguir poseerlo, es lo que desencadena las luchas en el

Campo. (…) el concepto de capital integra la importancia de los riesgos psicosociales como

instrumento de acoso, ya que efectivamente la capacidad de los acosadores de exponer a la víctima de

forma frecuente, focalizada y prolongada a los riesgos psicosociales, se convierte en un Capital para

ejercer el acoso. (p. 394)

De acuerdo a lo anterior, el sujeto con poder, agrede a la víctima y la hace según

López, M y Vázquez, P (2003) un “objeto de todo tipo de vejaciones y discriminaciones”

(p. 63), valiéndose del cargo jerárquico revestido de poder para hacer de la organización el

contexto mediador entre la víctima y los requerimientos exigidos para el cumplimiento de

tareas disfrazadas en riesgos derivados del trabajo, como lo plantea Peralta (2004) en el

aspecto profesional “se asignan trabajos con alto grado de dificultad que requieren de

mucha atención. Así mismo, se somete a la persona a altas dosis de responsabilidad que no

está en capacidad de asumir, o se le obliga a desarrollar funciones contradictorias. (p 113),

entonces el acoso, se genera en un campo cuya estructuración inadecuada de los diversos

procesos propios de la organización, jerarquía y abuso de poder permite y proporciona en

el contexto, las herramientas para la aparición del Mobbing, como lo propone Peralta

(2004):

Los factores asociados a la aparición del hostigamiento laboral, según diversas investigaciones, son las

prácticas organizacionales en las que se permite el abuso de poder, la existencia de estructuras de la

organización poco claras para los empleados, la toma de decisiones organizacionales mal definidas, la

insuficiente claridad en los roles, el pobre manejo de los conflictos y las prácticas éticamente

cuestionables. (p. 115)

26

Sin embargo, por las condiciones de trabajo el agredido, se ve incapacitado, para

responder las demandas que el jefe como acosador le asigna, ante lo cual, lo sanciona,

mediante el poder de castigo, por la no conformidad del comportamiento, ni la realización

de lo impuesto, generando entonces, diversas conductas que afectan psicológicamente al

sujeto acosado, como la ridiculización, estigmatización, castigo, minimización psicológica,

aislamiento social, desvalorización del trabajo y divulgación de la supuesta ineficiencia

de la victima (rumores), no obstante, el agresor no se limita a desvalorizar al sujeto en el

campo de la organización, sino que además se presentan ataques a la vida privada, como el

levantamiento de críticas y/o acusaciones a los miembros de su familia y/o relaciones,

como lo plantea Peralta (2004) que “en las ofensivas a la vida privada del trabajador se

critica permanentemente su familia y sus actividades extralaborales, se fomenta el terror

psicológico, […] Burlas de las supuestas discapacidades, imitación de gestos y voces

pueden ser tácticas igualmente empleadas” (p. 113) generando agresiones al círculo de

personas con las que se relaciona la víctima, lo que contribuye a una desadaptación y

saturación del empleado, sintiéndose ridiculizado y hostigado en su lugar de trabajo, lo que

es permitido y posibilitado por el cargo que posee el agresor, que implícitamente

demuestra la permisividad de la organización.

Conclusiones

En conclusión son múltiples los factores que intervienen en el desarrollo del

Mobbing, entre ellos, el poder como autoridad formal, como capital que determina la

posición y el estatus, como referente, como competente, como castigador y como

posibilidad de recompensa, estas condiciones de poder, influyen tanto en la organización y

en la relación intersubjetiva jefe-subalterno, como en el desarrollo de la agresión y acoso

siendo un método de mantener segura las condiciones profesionales del trabajador,

proyectando así, los comportamientos introyectado en la cultura, cuyo Habitus de poder

esta caracterizado por la agresividad, la imposición, el castigo y las practicas ofensivas

enfocadas al daño psicológico, que envuelven a la víctima en el complejo fenómeno del

Mobbing, en el modelo de mando y en la lucha por la conservación del rol. Entonces, el

27

sujeto es un ser individual y al mismo tiempo posee una historia socio-cultural que

demandan conceptos y percepciones ante las situaciones, que proporcionalmente posee una

respuesta condicionada a ante tal amenaza. También, la estructura y la organización del

trabajo, se constituye como factor de riesgo, puesto que las condiciones laborales, como

factor medioambiental y laboral permite la parición del Mobbing como resultado de las

practicas inadecuadas de trabajo, notándose la organización y el contexto de la misma,

como el campo de batalla, según Bourdieu (1994) como un espacio de “las relaciones de

fuerza entre los diferentes tipos de capital o, con mayor precisión, entre los agentes que

están suficientemente provistos de uno de los diferentes tipos de capital para estar en

disposición de dominar el campo correspondiente” (p. 50), así, la organización como

campo de poder, y el acosador como sujeto con capital, propende a luchar por el capital que

le corresponden aunque el Habitus del poder influya congruentemente con las practicas

psicológicas del Mobbing.

Recomendaciones

Ante problemática, como fenómeno de mundo laboral, se recomienda un análisis

desde múltiples disciplinas que se encaminen al estudio de la organización y las relaciones

humanas y sociales dentro del contexto laboral. Por lo tanto, la psicología en el campo

organizacional, como ámbito de las relaciones laborales y humanas, deberá generar

estrategias psicosociolaborales, enfocadas al mejoramiento de la comunicación, generando

espacios de intercambio real, donde sea posible la expresión de las dificultades tanto

laborales como individuales, logrando con ello, identificar los conflictos “reales”,

gestionarlos, para dar solución adecuada a la problemática existente, lo que permite

evidenciar las percepciones del sujeto con respecto a la organización, a la estructura y por

ende a su jefe, mostrando un conveniente clima laboral, también, y así mismo los canales

de comunicación, que ponen en escenario la verdadera discusión, lo que permite una pronta

solución a las disputas, logrando evitar el desarrollo de prácticas agresivas como el

Mobbing, lo cual directamente interfiere con la calidad de vida laboral, social e individual

del sujeto implicado.

28

Así mismo, se hace necesario, identificar la organización del trabajo, la cual, debe

estar en disposición para abordar y prevenir el surgimiento de estos riesgos psicosociales,

que ponen peligro al sujeto, planteando estrategias para abordar, intervenir y dar solución a

tales riesgos, como lo es el estrés laboral, el síndrome de Burnout y el Mobbing, como lo

plantea Luna (2003) “Como cualquier otro factor de riesgo en el trabajo el acoso debe ser

objeto de estudio en la evaluación de riesgos que el empresario está legalmente obligado a

realizar, y es precisamente éste el instrumento fundamental que permite enfocar el

problema desde un punto de vista preventivo” (p. 97), luego de identificar el Mobbing

como un factor de riesgo, es necesario construir programas de vigilancia epidemiológica,

que evite el desarrollo de tales síntomas, sin embargo, cuando las consecuencias

psicosociales se encuentran presentes en la organización y en el colaborador, como en el

caso del acoso laboral, la organización, y el profesional encargado de las relaciones

humanas y del trabajo, gestionará la solución del conflicto y abordara a los implicados tanto

a la víctima, en función del reconocimiento de las consecuencias mentales y psico-

afectivas, y al agresor, identificando los factores ambientales, organizaciones e individuales

que contribuyen al desarrollo de comportamientos por fuera del contexto, que colocan en

riesgo la calidad de vida laboral, por tal razón, y ante esta demanda individual, se hace

pertinente intervenir desde el ámbito clínico, como lo plantea Schvarstein (2005) “en este

contexto socio histórico, invertir las energías en el desarrollo de nuevas estrategias clínicas

de intervención y en la creación de dispositivos de solidaridad operante debería ser una

prioridad de todo colectivo psicológico que tenga como objetivos intentar desarrollar

acciones más efectivas en el campo laboral y social” (p. 282). Entonces es necesario

implementar estrategias de intervención clínica, para equilibrar la desadaptación psíquica

que posee el victimario apoyándolo y orientándolo al reconocimiento de la patología que

posee, interviniendo generando un diagnostico y un tratamiento terapéutico en pro de la

recuperación y/o control de tal patología, la organización deberá gestionar y dar solución a

los conflictos que se producen en la vida organizacional, generando redes de apoyo, con

encuentros que re-signifique la importancia y le valor simbólico del sujeto en la

organización, como una cultura organizacional humana y con capacidad de soporte, tanto a

la víctima como al agresor.

29

Además, es de suma importancia, “concientizar” a las personas por medio de

acciones educativas, que ante la existencia de fenómenos como la violencia en el trabajo, se

denuncie y se haga efectiva la ley para “definir, prevenir, corregir y sancionar las diversas

formas de agresión, maltrato, vejámenes, trato desconsiderado y ofensivo y en general todo

ultraje a la dignidad humana que se ejerce sobre quienes realizan sus actividades

económicas en el contexto de una relación laboral privada o pública” (art. 1 ley 1010 de 26

de enero de 2006). Esta ley, protege a las víctimas, y además sanciona al agresor, por medio

de multas, despido y terminación del contrato con causa justificada, además, la

organización, será sancionada por medio de multas, por la no prevención ni corrección de

tales prácticas, lo cual le impone a las organizaciones responsabilizarse y evaluar

constantemente el estado de las personas en el entorno laboral, logrando así, garantizar una

calidad de vida laboral y por ende ser humanos mentalmente sanos, y emocionalmente

motivados y satisfechos por el apoyo y las garantías organizacionales, en función de las

dificultades que surgen en el contexto laboral.

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