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EL PLANETA DE LOS TOROS La plaza estÆ medio llena; los toros bravos, sedientos de sangre, ocupan sus asientos. Son animales, bestias incivilizadas e irracionales que buscan pasar una tarde entretenida donde el sufrimiento llevado al lmite les haga sentirse posedos por una felicidad sin sentido, donde las imÆgenes de una cruel tortura les haga levantarse entusiasmados de sus asientos, para finalmente celebrar la muerte extasiados al compÆs de la mœsica. CELEBRAR LA MUERTE? Son animales al fin y al cabo.

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EL PLANETA DE LOS TOROS

La plaza está medio llena; los toros bravos, sedientos de sangre, ocupan sus asientos. Son animales, bestias incivilizadas e irracionales que buscan pasar una tarde entretenida donde el sufrimiento llevado al límite les haga sentirse poseídos por una felicidad sin sentido, donde las imágenes de una cruel tortura les haga levantarse entusiasmados de sus asientos, para finalmente celebrar la muerte extasiados al compás de la música. CELEBRAR LA MUERTE? Son animales al fin y al cabo.

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�Luisín, 75 kg, moreno� sale a la plaza. - Qué hombre más bonito!- muge Peladillo. - Qué torso, qué musculatura en sus extremidades!- berrea emocionado Saleroso.

Luisín no entiende nada. Se siente observado por cientos de toros bravos que admiran su belleza física. Camina sobre la cálida arena y el sol abrasa su piel. En el corral, su hermano mayor, Manolo, le ha explicado cuál era su destino aquella tarde de agosto. El quiere regresar a casa, allí es feliz, con su mujer y sus dos hijos; hoy domingo iban a preparar una paella con los amigos y luego pasarían la tarde jugando al mus, mientras los niños se bañaban en la piscina y las mujeres disfrutaban de una larga caminata.

Sabe que tiene que luchar contra un toro bravo si no quiere morir. �Luchar? Yo no quiero luchar con nadie. Pero� ya que me obligan, por qué me han cortado las uñas y me han quitado la tijera de podar? Cómo quieren que me defienda? Se supone que en una lucha los dos rivales tienen que estar en iguales condiciones, no?�

Mientras esperaba en el corral, Manolo y su hermano gemelo Julito le han estado explicando la crueldad de esta fiesta absurda. Manolo es fontanero, está casado y tiene una hija. Julito es funcionario del ayuntamiento, está soltero, pero desde hace dos meses su compañera de la primera planta le mira de una forma especial. - Luisín, los toros bravos llevan años celebrando esta fiesta. Hoy le ha tocado a nuestra familia, mañana le tocará a otra. - Disfrutar viendo como nos van a matar lentamente es una fiesta? - Ellos dicen que es una TRADICION y que debe perdurar en la historia. - Una tradición? Desde cuándo las apologías a la violencia son dignas de permanecer en el tiempo? Por qué no toman ejemplo de los humanos? La ablación femenina es una tradición, la lapidación es una tradición� Estos y otros actos violentos nos horrorizan y luchamos por acabar con ellos. Acaso no les horroriza torturar y matar a un ser humano inocente?

- Los toros bravos son bestias, Luisín. Afortunadamente, los humanos queremos que todas las tradiciones sustentadas en la violencia desaparezcan, luchamos por objetivos pacíficos. Evolucionamos, nos olvidamos de las prácticas primitivas e inhumanas. Los animales no.

Un toro bravo disfrazado aparece con chulería en el ruedo. Camina a pasos cortos, prepotente, engreído; se puede leer en su mirada: �Aquí estoy yo porque los tengo bien puestos�. Luisín se pregunta:� El qué, los cuernos?�.

- Guapo!, artista!!- bufa desde un palco una vaca emocionada. - Artista?- repite Luisín- qué sabrán los toros bravos de arte. El ARTE es un proceso de creación, de dar vida, no de quitarla. Cómo puede llamar esa vaca, artista a un asesino? El toro torero busca la fama, le había dicho Manolo, quiere salir por la puerta grande, quiere sentirse superior a tu inteligencia. �Bonita forma de sentirse superior frente a otro, destruyendo y aniquilando. Los humanos somos capaces de divertirnos sin usar la violencia. Los humanos condenamos los actos violentos, los actos terroristas y el maltrato; en qué cabeza cabe que pudiéramos disfrutar maltratando a un animal? Regocijarse en la tortura y muerte de un animal es de locos, de estúpidos, de bárbaros y enfermos � - Los toros bravos son bestias, Luisín- reitera Manolo.

El toro disfrazado camina por la arena en busca de Luisín capote en mano. El pobre hombre quiere hablar con él, explicarle lo importante que es su vida, lo mucho que ama a su mujer y a sus hijos .Pero el toro no entiende su idioma, no entiende de sentimientos, sólo entiende de aplausos, de dinero, de fama, de papel couché. No entiende nada; cómo se puede ser tan inculto? - Curiosa paradoja- le aclaró su hermano- para los toros bravos esta fiesta es CULTURA. - Pero qué estás diciendo Manolo, la crueldad es cultura?.Qué alivio ser humano; para nosotros la cultura sólo es válida cuando apuesta por dar valor a las personas y las transforma en seres más sensibles, inteligentes y civilizados. - Cuántas veces te lo tenemos que repetir- insistió Julito- los toros bravos no son civilizados, son animales. Sólo una bestia descerebrada puede concebir la muerte y la tortura de un ser humano como cultura. Afortunadamente nuestra especie utiliza el cerebro con cordura� Luisín está sediento y cansado, el movimiento del capote lo marea, el sol calienta con fuerza y se siente aturdido. Sigue defendiéndose, intentando explicarle a aquel animal que no le haga daño, que si toda aquella manada quiere divertirse con él, les puede contar chistes o hacer payasadas, pero que por favor no le maten. - Nosotros no seríamos capaces de torturar a un toro, Manolo. El maltrato animal está penalizado por la ley. Los humanos juzgamos a los asesinos; por qué los toros no juzgan a los toros toreros? Son asesinos, están matando a un ser humano. - Son tan estúpidos que en lugar de juzgarles les pagan muchísimo dinero para que disfruten sus vidas en lujosas fincas. Enriquecer al asesino, qué irracional� - Pero por qué a nosotros? Yo no soy violento Manolo, el toro puede pasear junto a mi casa sin temor. - Ellos no lo ven así. Los toros bravos creen que si no existiera este espectáculo tú no existirías. Personas con tu BRAVURA desaparecerían. - Eso es una tremenda estupidez, Manolo!. Sabes que soy incapaz de matar a una mosca, si hasta soy vegetariano; sólo si alguien intenta hacerme daño a mí o a mi familia actuaría con esa bravura a la que te refieres. Hay muchos seres humanos en el planeta, aunque los toros decidieran acabar con esta espectáculo, seguiríamos existiendo seres humanos más o menos bravos.

Un toro bravo gordo, muy gordo, aparece en la plaza montado sobre un caballo que a duras penas puede mantener el peso de su carga. �Pobre animal, lo van a reventar��. Se dirigen hacia el hombre, el toro carga en su mano una larga vara con una puya en su extremo. Luisín se estremece de pánico; recuerda con terror la frase de Julito: �un toro picador te clavará una puya en la espalda. Es necesario que destrocen tus músculos de esa zona, que lesionen tus nervios y vasos sanguíneos para que te desangres, te debilites y no puedas levantar la cabeza. Malditos cobardes, no quieren verte la cara. Si levantas la cabeza y embistes, temen ser dañados por la expresión de odio en tu cara�.

- Pero esto no es una LUCHA ENTRE DOS? Qué pinta aquí este salvaje?. - No Luisín, ellos dicen que es una lucha entre dos, pero estás tú solo contra toda una cuadrilla armada. Puyas, banderillas y espadas destrozarán tu cuerpo.

En la segunda puya Luisín pierde el equilibrio, le ha llegado a los pulmones y poco a poco estos se encharcan de sangre. El toro picador y el asustado caballo se alejan. El hombre no se queja, intenta incorporarse lenta, muy lentamente. El dolor hace que sus reflejos disminuyan, se encuentra débil y extenuado.

Su visión se vuelve borrosa, ante sus ojos aparece de nuevo el capote moviéndose de un lado a otro, mareándole. Los toros bravos del público animan al toro engreído para que continúe con esa absurda danza, capote arriba, capote abajo. Nadie se compadece de él. Luisín sufre, sus heridas sangran, pero el público está feliz, es el primer hombre de la tarde y todavía queda mucha más tortura con la que regocijarse y emborracharse de sangre.

Otro toro disfrazado aparece en la plaza. Sus pezuñas sujetan dos banderillas. Luisín lo mira horrorizado; quiere volver a casa, quiere despertar de esta sádica pesadilla y encontrarse en su hogar. El banderillero se mueve estúpidamente, sin gracia, cual bailarín patoso de ballet. Llama a Luisín: �Eh, hombre, eh!�. Luisín obedece y va a su encuentro, tal vez este toro sea más compasivo y le escuche. Sin embargo el banderillero aligera el paso, se coloca junto al hombre, baila de puntillas, alza las patas, junta las pezuñas y clava con saña las banderillas en la espalda de éste.

El público aplaude de nuevo, mugen cual fieras, berrean como bestias. La punta de hierro de las banderillas ha desgarrado la piel y la carne de Luisín. El dolor es tan agudo e insoportable que una oleada de nauseas recorre su cuerpo, se tambalea sin fuerzas, inclina la cabeza hacia delante y vomita a borbotones la sangre que inunda su garganta.

Permanece quieto, los segundos son una eternidad. Le cuesta respirar. Una vez más aparece la figura del banderillero, soberbio, altanero y arrogante. Con chulería, orgulloso de su anterior faena, se dirige de nuevo hacia el hombre y con mayor fiereza, violencia y brutalidad le clava de nuevo otro par de banderillas.

Luisín llora destrozado, pero sus débiles gemidos humanos no se escuchan en una plaza alborotada donde los incivilizados toros bravos braman extasiados. �Por qué me hacen esto? Por qué?� se lamenta impotente. Sus vértebras están rotas, sus piernas flaquean, la espalda agujereada le arde. Tiene miedo, mucho miedo, el pánico le hace expulsar orina y heces.

Las voces de Manolo y Julito retumban en su cabeza:�Son bestias, Luisín, son bestias�. �Pero yo no� yo sólo soy un ser humano� yo no quiero morir� quiénes son ellos para obligarme a morir�quiénes son ellos para torturarme, maltratarme, martirizarme?� El toro torero aparece en el ruedo. El sol, el sufrimiento y el dolor han cegado a Luisín; ya no tiene fuerzas para seguir hablando pero sabe que éste es su último intento para defenderse, para exponer las razones por las cuales no quiere participar en esta encarnizada lucha. El torero, frío e insensible, no quiere escucharlo; él sigue escuchando el ruido del dinero y de la fama. La muleta roja se confunde con la sangre de Luisín, se mueve al son de la danza macabra, hacia arriba, hacia abajo. El hombre comprende que la batalla está perdida; sin poder levantar la cabeza para mirar la belleza del cielo piensa en su mujer, piensa en sus hijos, piensa con amargura y tristeza en sus hermanos Manolo y Julito que desgraciadamente van a correr la misma suerte, van a sufrir el mismo suplicio. Se coloca frente al torero, se orina de nuevo, escupe sangre por su boca y sus fosas nasales y suplica la muerte. El torero le mira fijamente: �Te lo dije, por mis huevos que te iba a matar!� Se coloca de puntillas, estira su cuerpo ladeado, alza la pata, sujeta la espada con la pezuña, la hoja reluce, resplandece fría y asesina. Estocada final.

Luisín siente un gélido y punzante dolor atravesar todo su cuerpo, se desploma, agoniza en el suelo y muere.

La música suena. Los toros bravos se levantan. Sus bramidos enloquecidos se escuchan por toda la plaza. Nadie lamenta su muerte.

En el corral Manolo y Julito lloran abrazados. Los seres humanos tienen sentimientos. �Julito. 82 Kgs. Moreno�

Albert Einstein afirmó a principios del siglo XX: �Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez de los humanos. Y del Universo no estoy seguro�

A mis amigos, porque sé que están en contra del maltrato animal. Gracias. Macu