el placer de la lectura alfaro

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Resumen En las sociedades actuales hay un permanente llamado al placer, como producto del interés económico del sis- tema capitalista, por lo que la lectura ha caído en esa inercia: se apela a una revalorización del placer de la lec- tura. Pero ello significa una distorsión tanto de la lectu- ra como del placer que de ella procura. Para evitar esta distorsión es pertinente realizar una crítica a ese tipo de lectura para recuperar su auténtico sentido. Para ello se hace uso del concepto griego epifanía, aparición de lo asombroso, que permite dar razón del placer que pro- ducen ciertas formas de lectura, las que contribuyen a un mejor autoconocimiento del propio lector. Palabras clave: lectura, placer, gozo, epifanía. Abstract As a result of the economic interests inherent to capi- talism, in today’s societies a permanent calling to plea- sure is present. Reading has been affected by this ten- dency and therefore the reading pleasure has been revalued. This fact represents a distortion of reading as well as of the pleasure it provides. To avoid this distor- tion it is appropriate to perform a critical review of this type of reading in order to regain its authentic mea- ning. For this purpose, the concept of epiphany –as the revelation of the astonishing- is used as a term that allows describing the pleasure produced by certain forms of reading, which contribute towards a better auto-understanding of the reader itself. (frre) Keywords: reading, pleasure, enjoyment, epiphany. (frre) 3 El placer de la lectura * Héctor Guillermo Alfaro López** BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2007, VOL. 10, No. 1, P. 3-19 * Conferencia magistral impartida el día 11 de octubre de 2006 en la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, dentro del marco de fes- tejos de su 50º. aniversario. ** Investigador del Centro Universitario de Investigaciones Bibliote- cológicas (CUIB), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Torre II de Humanidades, Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F. México. Correo electrónico: [email protected] Nosotros los condenados a la Alegría, los galeotes del Placer, hemos conseguido construir pequeños infiernos con las herramientas del paraíso. Pascal Bruckner. El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas –pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo. Roland Barthes. En nuestra opinión, el principal mérito de lo que llamamos el derecho al placer es justamente poder por fin dejar el cuerpo en paz, ofrecerle este flore- cimiento sin coacciones que sería el signo del pro- greso. El rechazo de las interdicciones consistiría en esta tregua finalmente decretada entre nuestro cuerpo y nosotros. Jean-Claude Guillebaud. Para Elsa M. Ramírez Leyva

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Una reflexión sobre el sentido gozoso de la lectura.

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Page 1: El Placer de La Lectura Alfaro

ResumenEn las sociedades actuales hay un permanente llamadoal placer, como producto del interés económico del sis-tema capitalista, por lo que la lectura ha caído en esainercia: se apela a una revalorización del placer de la lec-tura. Pero ello significa una distorsión tanto de la lectu-ra como del placer que de ella procura. Para evitar estadistorsión es pertinente realizar una crítica a ese tipo delectura para recuperar su auténtico sentido. Para ello sehace uso del concepto griego epifanía, aparición de loasombroso, que permite dar razón del placer que pro-ducen ciertas formas de lectura, las que contribuyen aun mejor autoconocimiento del propio lector.

Palabras clave: lectura, placer, gozo, epifanía.

AbstractAs a result of the economic interests inherent to capi-talism, in today’s societies a permanent calling to plea-sure is present. Reading has been affected by this ten-dency and therefore the reading pleasure has beenrevalued. This fact represents a distortion of reading aswell as of the pleasure it provides. To avoid this distor-tion it is appropriate to perform a critical review of thistype of reading in order to regain its authentic mea-ning. For this purpose, the concept of epiphany –asthe revelation of the astonishing- is used as a term thatallows describing the pleasure produced by certainforms of reading, which contribute towards a betterauto-understanding of the reader itself. (frre)

Keywords: reading, pleasure, enjoyment, epiphany.(frre)

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El placer

de la lectura*

Héctor Guillermo Alfaro López**

BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2007, VOL. 10, No. 1, P. 3-19

* Conferencia magistral impartida el día 11 de octubre de 2006 en la

Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, dentro del marco de fes-

tejos de su 50º. aniversario.

** Investigador del Centro Universitario de Investigaciones Bibliote-

cológicas (CUIB), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),

Torre II de Humanidades, Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F.

México. Correo electrónico: [email protected]

Nosotros los condenados a la Alegría, los galeotesdel Placer, hemos conseguido construir pequeños

infiernos con las herramientas del paraíso.

Pascal Bruckner.

El placer del texto es ese momento en que micuerpo comienza a seguir sus propias ideas –pues

mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo.

Roland Barthes.

En nuestra opinión, el principal mérito de lo quellamamos el derecho al placer es justamente poderpor fin dejar el cuerpo en paz, ofrecerle este flore-cimiento sin coacciones que sería el signo del pro-

greso. El rechazo de las interdicciones consistiríaen esta tregua finalmente decretada entre nuestro

cuerpo y nosotros.

Jean-Claude Guillebaud.

Para Elsa M. Ramírez Leyva

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Antes de comenzar es del todopertinente que se haga una adver-tencia: ¡Cuidado con el placer!

Debemos precavernos contra él,sus efectos son en extremo peli-grosos. La historia es fiel testigode todos los desastres que haocasionado. Cualquier precau-ción es poca cuando se trata deprotegerse de la locura y la disi-pación que produce, sobre todoen su manifestación más incon-trolada. Más vale, pues, un avisoa tiempo que cargar con susdisolventes consecuenciasdurante largo tiempo. El por quéde semejante advertencia enuna conferencia que debería seruna apología a la dimensión lúdi-ca, hedonista de la lectura puedeparecer un despropósito, cuandono un trasnochado consejo puri-tano. Y más ahora que pordoquier paulatinamente va legiti-mándose un tipo de lectura nim-bada por el placer. Frente aestas observaciones incriminato-rias de una actitud anacrónica,rebasada por las tendenciasactuales he de decir en mi des-cargo que mi cuestionamientocontra el placer de la lectura vadirigido contra una forma pecu-liar de ese placer, que esperopoder argumentar a lo largo deesta conferencia, mostrando otraperspectiva sobre este tema.

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Qué puede haber de extraño que se hable del placerque provoca la lectura y es más que hasta se haga unelogio cuando consideramos que desde los orígenes dela escritura se ha leído con placer en no pocos casos.No hay nada nuevo en eso... aparentemente. Si afinamosla mirada histórica nos daremos cuenta que no siemprese ha leído igual en todas las épocas, es más, en unamisma época han coexistido varias formas diferentes deleer, al grado de que en algún momento específico hanllegado a ser antagónicas. La lectura es un acontecerhistórico y a la vez está determinada por los cambioshistóricos que viven las sociedades en que se lleva acabo. Sociedades que por lo mismo pueden definirsecomo culturas escritas, puesto que en ellas la lecto-escritura juega un rol estratégico a lo largo de toda suorganicidad social cohesionándola y reproduciéndola.

Las culturas escritas occidentales a través de su histo-ria hasta el ocaso de la Modernidad han privilegiadouna forma específica de cómo leer y qué leer, la cualrespondía a los movimientos y tensiones de su historiaparticular. Desde su origen en la cultura griega la civili-zación occidental privilegió un tipo de racionalidad abs-tracta que le permitió realizar grandes logros en diver-sos ámbitos del conocimiento y la cultura, los cualesfueron plasmados en la escritura, lo que permitió quesus restos llegaran hasta nosotros determinando inclu-so la orientación de la civilización occidental (y hasta lacivilización musulmana). Esos conocimientos gestadosracionalmente y plasmados en la escritura exigían unalectura que estuviera en consonancia. Un texto escritocon un fundamento altamente racional se complemen-taba con una lectura asimismo racional, lo que implíci-tamente implicaba un rechazo a un tipo de lecturahedonista. Cabe señalar que las sociedades occiden-tales para hacer prevalecer ese proyecto racionalistacrearon, en algunos casos desde esa misma racionali-dad, una serie de dispositivos que fungían como censu-ras o interdicciones que ponían límite o encauzaban elplacer por vías en las que estuviera controlado y nodesbordara. No se trataba de suprimirlo ni mucho

menos hacerlo desaparecer completamente, cosa pordemás imposible, simplemente se buscaba colocarlo enel lugar indicado donde no atentara contra el ordenracional sobre el que se sustentaban las culturas escri-tas occidentales, hasta hace no muy poco. De ahí elpapel cíclico de las festividades dionisiacas en la anti-gua Grecia, cuya función específica era la de válvula deescape del placer para después retomar el orden coti-diano. Era el movimiento del orden racional entendidopor los griegos como el cosmos que pone límite al caos,en otras palabras, era la predominancia de la razón apartir de limitar y encauzar el placer.

En el terreno de la lectura para llenar esa parte del pla-cer los griegos escribieron poesía, pero sobre todo nove-las. El género novelesco floreció ampliamente en elperíodo conocido como el helenismo. Las novelas delhelenismo hablaban de viajes, aventuras, romances loque las hizo muy populares: llenaban con creces lasnecesidades de una lectura del placer. Era un génerofabricado para el placer y sólo para el placer. Por lo queera visto por los adustos contemporáneos como ungénero evasionista, que finalmente llenaba necesidadesbastardas. Placer circunscrito a los arrabales de la cultu-ra, donde debía quedarse para no hacer mayor daño.Todas esas lecturas al ser escritas con la finalidad delplacer de los lectores implícitamente estaban diciendoque el placer se encontraba en el texto, en las palabrasplasmadas en él. Y por un efecto directamente propor-cional los ojos que leían transmitían ese placer al lector.En primera instancia el placer estaba en la palabra escri-ta y sucedáneamente por acto reflejo en el lector. El pla-cer se escribe y se dice, no sólo se siente, incluso una desus variantes consiste en que para sentirlo hay que nom-brarlo, hablar del placer produce deleites inagotables.

El mundo romano y medieval también vivieron esa situa-ción, lecturas serias hechas por y para el conocimiento o,en última instancia, para la elevación espiritual y por elotro lado las lecturas por y para el placer. Novelas eróticasen Roma y novelas de caballerías en la Edad Media eran

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el testimonio de la búsqueda perenne del placer en lapalabra escrita. Lectores clandestinos: transgresores dela normatividad racional y oficial; libertinos y monjes (omonjes libertinos como se quiera) o simplemente evaso-res ociosos del orden y la regla se hundían en innombra-bles e inconfesables placeres que les suministraban lostextos placenteros. No importaba que tal escoria de tex-tos sufriera el desprecio de la cultura seria y docta consus textos abstractos y pretenciosos. Estos textos escri-tos por y para el placer se han seguido haciendo hastanuestros días y han continuado conviviendo con los tex-tos serios. Con la diferencia que los textos que invocan elplacer de la lectura ya no son aquellos que se relegan a laperiferia de la cultura, cada vez adquieren mayor legitimi-dad, aunque sigan padeciendo de las ambigüedades de lareticencia para aceptarlos en pie de igualdad con los tex-tos legitimados por la cultura docta. Incluso pedagogos,sociólogos, psicólogos, historiadores, bibliotecológos ydemás investigadores se afanan por conocer y explicaresta vertiente de la lectura que se encuentra aureoladapor el placer. Con lo que deja de ser un tipo de lecturamarginal para alcanzar un reconocimiento legitimador.

Así la lectura hedonista clama por el reconocimientoque le permita estar a la par de la lectura cognoscitivahecha para el razonamiento. No es gratuito el gran éxitode que goza el libro emblemático de Daniel PennacComo una novela que es un alegato a favor bien funda-do y con todas las agravantes de la ley por el placer dela lectura. Inclusive Pennac formula lo que considera sonlos derechos imprescriptibles del lector, los cuales enrealidad son un cuestionamiento de la forma oficial ylegitimada de leer los textos escritos para el conoci-miento; estos derechos del lector son a su vez un marcode codificación de la lectura hedonista, lo que conlleva ala par de su legitimación, una guía para orientarla y asílograr mayor placer lector, sin cargar a cuestas la som-bra del sentimiento de culpa por disfrutar la lectura ocio-sa y sin finalidad preestablecida, o sí con una finalidadfijada sobre la marcha: el placer. En suma por doquierse deja ver y escuchar la marcha reivindicativa del pla-cer. Ante tal evidencia ¿a qué viene esa voz discordante,fuera de lugar, que sanciona el placer de la lectura, quetan arduamente tuvo que alcanzar sus derechos de legi-timación? ¿No sería mejor deponer censuras y entonarsin crítica una alabanza argumentada del placer de la

lectura, a la manera de Daniel Pennac, para que con-tribuya a su completa aceptación social?

Desgraciadamente frente a un panorama que parecetan claro y resplandeciente se dejan ver nubarronesque oscurecen ese panorama y que impelen a la refle-xión y la crítica para dar explicación de ello. Palabrasatrás señalé que por la posición estratégica que guar-da la lecto-escritura en las sociedades de la culturaescrita en la lectura repercuten los movimientos, fuer-zas y tensiones que las conforman históricamente atales sociedades. De ahí la justificación del juego depalabras: no hay texto fuera del contexto que le dionacimiento o, más simplificadamente, todo texto escontexto. A lo que por extensión puede agregarse: todalectura es con-texto. Si en la actualidad hay una orien-tación revalorizada del placer en la lectura ello conducea que nos preguntemos por qué y qué hay detrás de

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todo esto. Abramos la mirada para observar con mayoramplitud el problema, no lo centralicemos exclusivamenteen el territorio de la lectura, veamos el contexto.

Una de las tendencias definitorias de la era posmodernaen la que la tecnología y la fluidificación de la informa-ción y el conocimiento han permitido abolir las barrerasdel tiempo y el espacio, se ha logrado abrir las puertas atodo un mundo de promesas para la satisfacción denecesidades: la realización de los anhelos y sueños de lahumanidad parece estar cerca. Aunque también esimposible soslayar que tal visión del paraíso es recorridapor el galope de los inoportunos jinetes del Apocalipsis,que nos recuerdan que ante cada sueño realizado por lahumanidad los costos que se pagan son altos. Este con-texto de optimismo ha generado lo que el filósofo PascalBruckner denomina como la euforia perpetua o el deberde ser feliz, que se ha convertido en una especie deimperativo categórico kantiano de las sociedades pos-modernas. Por doquier el mensaje que circula a todo lolargo de las sociedades capitalistas es el imperativo en labúsqueda de la felicidad y con ello lograr el placer con-comitante cuando se la ha alcanzado.

El llamado a la felicidad y el placer flota en todas partesseductor diciendo que todos podemos alcanzarlo si noslo ponemos como objetivo irrevocable que oriente y diri-ja nuestras vidas. La información que circula a través dela sociedad ya sea de manera explícita o subrepticialleva ese mensaje. Y para que nada falte hay profetas detoda laya desde los mediáticos hasta los espontáneosque nos muestran el reino de la felicidad y el placer enesta tierra tangible. Profetas de la felicidad que señalanel camino a la tierra de promisión ya sea por medio delos mensajes de superación, de una espiritualidad lighto de un budismo de bolsillo cuyo índice de credulidadesta medido por el marketing. Un ejemplo preclaro deesta estirpe es ese gurú del tercer mundo Paulo Coelho.Aquí podría argumentarse qué tienen de malo toda esainformación, esos profetas de la felicidad y el placer sino son más que síntomas del grado de libertad que han

podido alcanzar las sociedades occidentales sobre lasque pesaron durante siglos toda una serie de dispositi-vos de control y censura que las limitaban para alcanzarla felicidad y disfrutar el placer. Ya la felicidad no está enun inalcanzable cielo como lo preconizaba y sancionabael cristianismo medieval, esta aquí al alcance de la mano.Sin ánimo de paradoja ante esto puede contra argu-mentarse que mientras más está la felicidad al alcancede la mano más lejos se encuentra de nosotros como lodemuestran las pruebas históricas.

La ilustración instauró la felicidad como un don y underecho de los ciudadanos, llegando al grado de darleestatuto jurídico como quedó fijado primeramente en elacta constitucional de los Estados Unidos, la cual fuemodelo para las posteriores constituciones que prolifera-ron a través del mundo. Desde ese momento todas esasespeculaciones sobre la felicidad que habían obnubiladodurante siglos la mente de los filósofos parecían al finconcretarse. Y más aún, se creyó que había llegado a sufin el oprobio de reprimir la felicidad, que daba lugar aldolor, el sufrimiento y la insatisfacción. Así cada individuotiene el derecho de buscar la felicidad, lo que con eltiempo termina por convertirse en un mandato.

Esa búsqueda libertaria de la felicidad va alcanzar su“completa realización” cuando entronque con la revolu-ción contracultural de los años 60’s del siglo XX, cuyavertiente central se plasmó en la liberación sexual, queacabó desembocando en la expansión irrefrenable delplacer. La conjunción de las tendencias mentales yespirituales de la Ilustración y la revolución contracultu-ral dejaron de manifiesto los nexos profundos entre lafelicidad y el placer. El profeta de esta revolución fue elparadójico psicoanalista Wilhelm Reich, verdadero deli-rante del placer orgásmico. La oleada de la revoluciónsexual de la década de los sesentas inundó al mundooccidental cambiando la mentalidad y las formas deconducta, es decir, determinó una nueva manera deentender y sentir el placer, el cual, por todo esto se con-virtió en un desideratum que había que lograr a toda

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costa. El placer, la búsqueda prioritaria del placer, seconvirtió en la divisa del hombre liberado y por endefeliz. La realidad comenzó a permearse con el aura delplacer; incluso otro de los profetas de la revolución con-tracultural Herbert Marcuse teorizaba sobre la erotiza-ción del trabajo y de la realidad, lanzando feroces argu-mentos contra el “hombre unidimensional” enemigodeclarado del placer.

Las cosas y los seres de la realidad estaban ahí paradar placer, porque los indómitos buscadores del placertenían la mirada pletórica de hedonismo para proyec-tarla sobre el mundo que le rodeaba. Lo que por otraparte significaba alejar todo aquello que nublara lasatisfacción del placer. A quienes ahora se arrinconó alos arrabales de la cultura en las sociedades (en parti-cular las desarrolladas) fueron el dolor, la tristeza, ensíntesis, la muerte... A la par de la afirmación de la feli-cidad y el placer se da la negación de todo aquello queproduce infelicidad y displacer, que hasta antes de larevolución sexual habían sido los estados de ánimo ysentimientos centrales y permanentes, que a su vezeran la condición de posibilidad para que en una fugazllamarada se manifestaran la felicidad y el placer.

Después de la convulsión inmediata que produjo larevolución sexual el sistema socioeconómico capitalis-ta (e incluso el socialismo en su momento) se recuperóde sus efectos transgresores para asimilarla, encauzan-do la onda expansiva del placer por los canales mer-cantiles, para hacer de él un gran negocio. El sistemafomenta el placer como una exigencia del consumo,incluso para dar cumplida satisfacción al hambre dehedonismo va a gestarse la gran industria del placer:prostitución a una escala nunca antes soñada, cinema-tografía para todos los gustos, accesorios para todoslos requerimientos, cualquier tipo de demanda es satis-fecha, incluso las desviaciones y aberraciones másextremas, con la oferta adecuada. La mentalidad detales sociedades esta imbuida por el principio del placer(remember Freud) que se ha de buscar permanente-

mente, exigencia sobrehumana que se levanta comouna loza desmesurada sobre los esforzados galeotesdel placer. El sueño se transfigura en pesadilla. La rea-lización en esta tierra, hic et nunc, del reino de la felici-dad ha pasado una factura muy alta, la instauración delo que Jean-Claude Gillebaud define como la tiranía delplacer. Tiranía que oprime a sus súbditos exigiéndolesuna voracidad infinita de placer, de lo contrario estáncondenados a sucumbir en los momentos de desfalle-cimiento en el hastío y la frustración, detrás de los quese agazapan el dolor y el sufrimiento. La tiranía del pla-cer presiona para que el hedonista alcance el placer através del consumo salvaje de objetos y seres, con loque el placer por lo mismo acaba por tornarse intras-cendente. Para no hundirse en el profundo impasse deldolor hay que seguir consumiendo y desechando cuan-to esté a nuestro alcance, todo para satisfacer el impe-rativo categórico del placer que es la ley de esta tiranía.Felicidad efímera alcanzada a golpe de placer desespe-rado. La sombra del placer del consumo mercantil es lamuerte. Todo ello redunda en una inconformidad perpe-tua que hace perder el sentido de la realidad y el yo.Los seres y los objetos pierden consistencia, difumi-nándose en la centrifugación de las sensaciones pla-centeras consumistas. Lo que pone a estas sociedadesal borde de la extinción del deseo.

La liberación sexual al romper los diques de contencióndel placer eliminó también su factor regulador, las inter-dicciones. Las censuras y prohibiciones, que se convir-tieron en el blanco central de los ataques de la contra-cultura de los sesentas, no sólo han tenido comofunción la represión del placer sino que también tienenun rol primordial: regular y canalizar el placer. En lamedida que se levantan interdicciones sobre el placerse exacerba el deseo por alcanzarlo. El deseo es elimpulso vital de búsqueda de un placer que es adminis-trado y suministrado por las censuras y prohibiciones.Al ser prohibidas las interdicciones el deseo se pasma,la búsqueda termina y el impulso vital se extingue: elplacer, por su parte, termina girando en el vacío, con lo

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que deja de cumplir su función de satisfactor existen-cial que da sentido y brillo a los días de las personas. Yaunque esta situación es del todo notoria en los paísesdesarrollados, no se crea que los países subdesarrolla-dos están muy alejados de todo esto. Resumiendo: larevolución sexual de los 60’s fue transformada en unconsumo codificado, lo que ha permitido que el placermediatizado, despojado de su fuerza transgresora ytransformadora, llene la función de integrador social eindividual al sistema mercantil. El placer como se lleva acabo en las sociedades posmodernas se convierte portanto en factor de control y reafirmador del sistema deconsumo a la par de generar ansiedad y frustración enlos individuos que lo buscan prioritariamente y nologran alcanzarlo. Este es el con-texto actual en el quese escribe y se lee el texto.

Al trasluz de lo expresado anteriormente se puede vis-lumbrar por qué el llamado de alerta contra el placerque se hizo al inicio de esta conferencia. Veámosloahora en el terreno de la lectura. El mensaje social pos-moderno de ejercicio irrestricto del placer ha penetradoel mundo de la lectura haciendo precisamente que serevalorice el placer de la lectura o en variante la lecturadel placer. Con lo que se ha querido acabar con lasinterdicciones que pesaban sobre este tipo de lectura yque la condenaban a la marginación y la culpa. Hay quebuscar el placer en la lectura sin sentir cargos de con-ciencia, ya no se necesita el amparo de la clandestini-dad para entregarse a semejantes deleites. Incluso enese afán de encontrar placer lector ya no se requiereque el texto llene la condición indispensable de quehaya sido escrito ex profeso para el placer: la miradadel lector es la que desborda ansia de placer que es

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vertido en el texto que sea. Pero al emprender y com-prender así la práctica de la lectura le estamos otor-gando el estatuto de simple objeto consumible y que,como cualquier otro objeto mercantil consumido, puededesecharse sin mayores reparos, sin tomar en conside-ración su diferencia ontológica respecto a los demásobjetos. Una vez que la lectura de un libro ha saciado elplacer se le desecha, inclusive, se le olvida prestamen-te (no sólo al libro sino también al texto), para buscarotro libro que satisfaga nuevamente el placer de la lec-tura y así se puede ir navegando placenteramente enun mar (o en un pequeño lago, hay tamaños para cadacompetencia) bibliográfico. Como puede deducirse estaforma de lectura fundada en este tipo de placer termi-na por hacer de ella, en el mejor de los casos, algointrascendente y, en el peor de los casos, una prácticadonde se extravía el sentido del mundo y el yo del lec-tor. Y donde, por supuesto, la felicidad y el placer queen lo profundo nos debería dar la lectura brillan por suausencia. Lo que finalmente hace que el placer de lalectura se convierta en factor de integración social eindividual de los lectores al sistema de consumo mer-cantil. Con lo que se cierran sus posibilidades de cues-tionamiento y transformación social e individual.

Situación que además adquiere una significatividadespecial debido a la función estratégica que guarda lalecto-escritura en las culturas escritas, en las que cum-ple la función de receptáculo y transmisor de todo elconocimiento generado por la colectividad, por lo quese convierte en el índice de medida del avance social yde autolegitimación cultural. Si la búsqueda del placeren la lectura hace perder el sentido en vez de encon-trarlo entonces esa colectividad puede dejar de reco-nocerse en su propia producción cognoscitiva y cultural.Pero si damos de bruces en este callejón sin salidaentonces qué alternativa nos queda. Estamos condena-dos a conformarnos con seguir perseverando en unapráctica de la lectura sancionada y seria que se man-tenga en sana distancia de esa forma perversa de pla-

cer de lectura o, por el contrario, podemos encontrarotra vía para transitar por el hedonismo en la lectura.

Sin duda la felicidad y el placer han existido siempre,pero no siempre han existido de la misma manera. Lasalida a semejante alternativa tal vez sea recuperar unaforma de placer que en vista del predominio de la actualconcepción del placer no vislumbramos con claridad.Aunque el camino para llegar a esa otra forma del pla-cer de la lectura es más sutil y complejo, pero que afinal de cuentas vale la pena seguir. Comencemos puesa caminar de la manera más propia para nuestro tema,por el surco de la lectura.

El investigador del análisis del discurso Daniel Cassanypara explicar las propuestas definitorias de los tresprincipales enfoques sobre la lectura utilizó la metáforade tres planos de comprensión de lectura:

Así, distinguiremos tres planos: las líneas, entre lí-neas y detrás de las líneas. Comprender las líneasde un texto se refiere a comprender el significado

literal, la suma del significado semántico de todas

sus palabras. Con entre líneas, a todo lo que se

deduce de las palabras, aunque no se haya dicho

explícitamente: las inferencias, las presuposiciones,

la ironía, los dobles sentidos, etc. Y lo que hay

detrás de las líneas es la ideología, el punto de vista,

la intención y la argumentación que apunta el autor.1

Más allá de que estos tres planos de lectura implicanvistos en conjunto un proceso de depuración lectora,donde cada uno de ellos es el antecedente preparato-rio del siguiente para lograr una mejor práctica de lalectura, son a su vez precisamente la metáfora que ilus-tra distintos enfoques teóricos de la lectura. Leer laslíneas se corresponde con el enfoque más sencillo: ellingüístico. Leer entre líneas es correlativo a un enfoque

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1 CASSANY, Daniel. Tras las líneas: sobre la lectura contemporánea, p. 52.

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más elaborado: el psicolingüístico. Por último leerdetrás de las líneas es propio de un enfoque de extre-ma complejidad: el sociocultural. Debido a la tendenciafragmentadora y especializada que se da en el conoci-miento en la actualidad se estudian estos enfoques porseparado lo que redunda en una visión limitada, seg-mentada y parcial del fenómeno de la lectura, lo queimpide comprender toda su riqueza múltiple y compleja.Pero cuando se comprenden estos tres enfoques demanera conjugada y orgánica la práctica de la lecturase torna un fenómeno multidimensional y orgánico, quepermite asimismo entender de mejor forma aspectostan específicos como el rol que juega el placer en elacto de leer. La metáfora de Daniel Cassany muestra launidad secuenciada que va de lo simple a lo complejoque en el terreno concreto se da entre estos tres tiposde lectura, lo que implica la unidad complementariaentre las propuestas teóricas de los tres enfoques.

En el enfoque lingüístico da por sentado que la com-prensión del texto se encuentra en el propio texto, dedonde es extraído por la competencia de la alfabetiza-ción del lector. Comprensión que se realiza al descodi-ficar las palabras y las frases que articulan el texto. Esclaro que para este enfoque el texto tiene el papel acti-vo, mientras que el lector es un receptor pasivo. Enenfoque psicolingüístico da el paso adelante donde sequedó el enfoque lingüístico, puesto que considera quela comprensión es producto de la interacción del lectory el texto. La información que proporciona el texto escomplementada por la información que proyecta sobreél el lector. Y esto puede hacerlo el lector gracias a queesa información personal se encuentra configurada enun esquema mental, el cual es un entramado de viven-cias y conocimientos. Cada individuo a lo largo de suexistencia acumula experiencias de todo tipo, son laespuma de los días. Ante cada circunstancia queenfrenta cotidianamente el individuo pone en marchasus esquemas mentales para resolver de la mejormanera que puede las facilidades y dificultades que sele presentan cotidianamente. Proyecta sobre esa cir-

cunstancia las vivencias y conocimientos acumulados,los cuales a su vez se ven enriquecidos, ampliados omodificados por la situación enfrentada, de esta formalos esquemas mentales se depuran.

De manera análoga el esquema mental actúa en elterreno de la lectura. El lector proyecta sus vivencias yconocimientos sobre el texto que lee, complementandolo que sabía con lo que no sabía que le ofrece el texto,para así alcanzar la comprensión y con ella el significa-do. Esto es lo que de hecho determina que nos compe-netremos con un texto o que lo rechacemos hasta dejar-lo de lado: el texto se me hace accesible y atractivo enla medida en que en mi esquema mental ya tengo algu-nas vivencias y conocimientos que en el texto estáncontenidas. Pero si por el contrario no tengo ningunavivencia o conocimiento previo referido al contenido deltexto se me tornará ilegible y acabaré rechazándolo, aúncuando me digan que es un clásico que ninguna perso-na debe dejar de leer, o sino me hago acreedor al cargode lesa humanidad de ser un ignorante. La parte denuevos conocimientos que me ofrece el texto pasa aenriquecer mi esquema mental, que así se amplia y seprepara para leer textos cada vez más complejos y “difí-ciles”. Textos que por supuesto dejan de ser inmediata-mente difíciles para tornarse accesibles en la medidaque mi esquema mental cuenta con más elementospara leerlos. Aquí tenemos los primeros elementos paraentender cómo actúa el placer en la lectura.

Soñamos con aventuras y experiencias nuevas y emo-cionantes que nos arrebaten del gris de los días, porquenuestra vida es precisamente lo contrario de eso: monó-tona y rutinaria, aún y cuando la endulcemos con algunaperiódica experiencia electrizante. Incluso suponiendoque tuviéramos una existencia en que cada día se nosdepararán cosas novedosas y vibrantes no dejaría deser monótona. La monotonía de la reiteración de lonuevo termina por hacer homogénea la vida. Es precisa-mente lo rutinario lo que nos permite apreciar y valorizarlos breves fogonazos de lo nuevo y lo distinto que irrum-

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pen en nuestros días. Además nos afe-rramos de múltiples maneras a lo conti-nuo e igual porque nos da la seguridady la fuerza para llevar a cuestas nuestravida, lo que nos permite poder soportary vivir intensamente el momento impre-visto y fugaz. En algunos casos esosmomentos imprevistos son precisamen-te producto de la presencia de la felici-dad y del azaroso placer. En medio de labalada rutinaria de la vida cotidiana seabre paso la sonora melodía de la felici-dad, que conforme vuelve al silenciodeja una estela de placer hasta que seapaga para que la balada continúeentonando su rutinaria salmodia.

Esta forma de placer como se observase encuentra distante a la manera encomo se asume el placer en la actuali-dad como un imperativo categórico,cuyo trasunto es el placer del consumis-mo mercantil, no exento de ribetes ideo-lógicos. Pero esos estallidos de felicidady placer no desaparecen totalmente sindejar huella, perseveran en la memoria.En esa memoria que conserva, entretejey recupera las vivencias y los conoci-mientos, en los cuales por lo mismorumorea el recuerdo de los momentosfelices y placenteros sentidos a lo largode la vida. De lo que se deduce que enlos esquemas mentales queda el rastrode esa sonora luminiscencia que dejó el instante de lafelicidad con su estela de placer; a semejanza de esassupernovas que estallaron hace cientos de años cuyofulgor luminoso atraviesa el espacio sideral mucho tiem-po después de su desaparición, como dando prueba desu pasada y radiante existencia. Esa luminiscencia de lafelicidad y el placer entretejida en las vivencias y losconocimientos la proyecta el esquema mental del lector

durante su lectura, que será complementado con la partedel placer potencial que susurra en el texto.

En cuanto al enfoque sociocultural parte del supuestode que la lectura es una práctica tanto social como cul-tural, lo que significa que el lector y el texto son unaconstrucción de las fuerzas que moldean a las socieda-des; por lo tanto la cerrada interacción del lector y el

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texto, que propone el psicolingüismo es sólo una partede un entramado más amplio y vertiginoso. Ningúntexto es una entidad trascendente o autónoma que estémás allá del tiempo y el espacio de un contexto especí-fico, por lo que no puede ser escrito ni leído fuera de lacircunstancia que lo produjo. De lo que se sigue que eldiscurso que es plasmado en el texto es una represen-tación que hace la colectividad de sí misma o, másexactamente, de la multitud de voces e institucionesque la integran y que son puestos por escrito por unautor nominal. De manera análoga detrás del lector estála sociedad lectora en su conjunto. Se lee a través de lamirada de la colectividad. Lo que por otra parte nosplantea la cuestión sobre cómo es que se relacionan elenfoque psicolingüístico y el enfoque sociocultural, loque implícitamente está significando cómo es que serelacionan o interactúan las dimensiones individual ycolectiva en la práctica de la lectura. De donde deriva-mos además la interrogante de la presencia del placeren esa intersección de la dimensiones en la lectura. Larespuesta está en los esquemas mentales.

Los esquemas no son sólo marcos mentales que seconfiguren individual y aisladamente. Las vivencias y losconocimientos son propios de cada individuo pero seconstituyen a partir de la relación con los demás, dehecho esa relación es su condición de posibilidad.Nuestras experiencias son resultado de la convivenciacon los otros, pero cada uno vive esas experiencias demanera personal. Lo que explica el sesgo individual quetoman las voces colectivas al pasar por la escritura deun autor al escribir su texto. El esquema mental delautor, que es un cruce de lo colectivo y lo individual,escribe un texto en el que plasma sus vivencias y cono-cimientos. Lo que conlleva que en la práctica de laescritura proyecte de una u otra forma esquirlas de losmomentos de felicidad y placer sentidos a lo largo desu existencia. Así, pues, por parte de la escritura hay unrumor lúdico que gravita potencialmente en lo profundodel texto, que es actualizado y complementado por elesquema mental del lector. En el esquema mental de

este último circulan entre sus vivencias y conocimientoslos momentos de felicidad y placer que sintió en convi-vencia con los demás pero que él los ha experimentadopersonalizadamente. Aclaremos que esto no quieredecir que con el simple acto de complementación entrelos esquemas mentales del autor y el lector, de interac-ción del lector y el texto, durante el proceso de lecturase actualice la felicidad y el placer que se encuentra enambos extremos, de hecho es algo aún más sutil.

El genio de la lengua francesa ha sabido captar esasutileza en la palabra bonheur, que traducimos al espa-ñol como felicidad, pero al ser una palabra compuestatiene un sentido que no puede expresar la palabraespañola y que manifiesta un aspecto esencial y distin-tivo: buena hora. Felicidad en francés significa etimoló-gicamente el “buen momento”, que por lo mismo esimprevisto y fugaz. Es la hora especial sustraída de lacontinuidad de las horas rutinarias, homogéneas y pocoestimulantes. Es el momento de suerte con la que lavida nos regala sin pedirlo ni esperarlo, simplementenos toma por asalto y esa sorpresa nos anonada y exta-

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sía; dejándonos con la incertidumbre si volverá a cru-zarse en nuestro camino la felicidad, por eso para nosucumbir a la desesperanza el sentido común (que nosiempre resulta tan común) nos dice que no debemostenerla como proyecto prioritario ni como finalidad denuestra vida y mucho menos debe ser un imperativocategórico. Lo prudente es dejar la puerta entornadapara que la felicidad entre cuando lo desee. Y algosemejante puede decirse sobre el placer, de hecho esaimprevisibilidad fugaz e incandescente es lo que lo her-mana con la felicidad. Es pertinente aclarar que la feli-cidad y el placer no son sinónimos ni mucho menossentimientos inseparables, pero en algunos casos sehermanan así como en otros casos se ven con recelo.Desgraciadamente el sentido común que deberíarecordarnos esto acabó por ser embotado cuando,como ya expliqué, la revolución contracultural (sexual)fue domesticada para ser convertida en objeto de con-sumo mercantil, lo que hizo de la felicidad y el placerobjetos que se ofrecen como meta constante a alcan-zar, a consumir, con las consecuencias que ello acarrea.

De manera análoga para lograr que la lectura sea pla-centera no se debe buscar como misión directriz en ellael placer, porque si no nunca lo vamos a encontrar o lovamos a frustrar, con la consiguiente perdida de sentidoen y de la lectura. Por el contrario, hay que dejar que enmedio de las múltiples, continuas y homogéneas lecturasse presente sorpresivamente. ¿Pero cómo es que haceacto de presencia algo que no se debe de esperar?

Como expliqué a partir de los esquemas mentales delautor y del lector proyectados en la escritura y lectura

gravita potencialmente el placer a lo largo de ese tejidode palabras que es el texto, pero la forma en cómo seactualiza para lograr el placer de la lectura es a partir delo que denomino como el instante fugaz de la epifanía.La etimología de la palabra griega epipháineia es “apari-ción” deslumbrante.2 La epifanía consiste en la apariciónen medio del fragor de la lectura de una palabra, unaoración, un párrafo, un giro lingüístico, una metáfora, unaimagen, una idea, un concepto, una historia, una formula,una ecuación... o, incluso, por qué no, todo el texto: queen cuanto tal son como descargas luminosas que nossacuden, que cimbran nuestro ser. Descargas que circu-lan por la correa de transmisión de nuestro esquemamental galvanizando el placer que en él murmura.

Cuando en medio de alguna lectura surge una de talesfugaces epifanías en nuestro esquema mental seactualizan todas esas sensaciones, recuerdos, emocio-nes y conocimientos felices y gratificantes que hemosvivido dando lugar así al placer de la lectura. En el ins-tante mágico de la epifanía la felicidad y el placer vivi-dos en el pasado se hacen presentes adquiriendo unnuevo esplendor, por lo que no sólo son una merarememoración, son algo tanto cualitativa como cuanti-tativamente diferentes. Interacción del lector y el textonimbada por el placer pasado y presente. Algo que nopuede dejar de subrayarse es que la epifanía no sólodesencadena el placer a partir de actualizar el cúmulode sensaciones gratificantes preexistentes en nuestroesquema mental, también ese placer puede ser conse-cuencia de que nuestra racionalidad encuentra la satis-facción de comprender con hondura lo que el textoexpresa; es el placer intelectual, no sólo sensorial o cor-

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2 Una definición en que resalta el carácter numinoso del concepto de epifanía nos la da CANNOBIO, Giacomo. Pequeño diccionario de teología, p. 113: “En

el griego profano (“manifestación”), epifanía es la aparición del soberano en visita a sus súbditos. El término lo utilizan a veces los Setenta para tra-

ducir el concepto de “gloria de Dios”, que indica las huellas de su paso o, más simplemente su presencia. En el Nuevo Testamento, en las cartas pau-

linas tardías, se refiere a la entrada de Cristo en el mundo, presentada como la del emperador que viene a tomar posesión de su reino (latín: adven-

tus). A partir de este significado el término se usó en Oriente para indicar la manifestación de Cristo en la carne y a continuación, a partir del siglo IX

para designar la fiesta de la revelación de Jesús al mundo pagano. Esta fiesta se sigue celebrando el 6 de enero.”

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póreo. Cuántas veces la epifanía de una idea de grandensidad inmersa en un texto no nos procura un granplacer intelectual cuando la comprendemos. De ahí quese pueda decir que el placer circula entre el compren-der y el vivir la lectura: placer intelectual y placer senso-rial los dos rostros de la lectura placentera.

Ahora bien, el instante fugaz de la epifanía no siempreocurre, así como tampoco en toda lectura hace acto depresencia. La virtud de la epifanía no es la continua reite-ración. Se pueden leer ingentes cantidades de libros y laepifanía sólo hará acto de ausencia, mientras que en eltexto menos pensado, que bien puede ser de ficción, defilosofía, de matemáticas, de sociología... puede de impro-viso manifestarse como un relámpago en medio de lanoche. Por eso no hay que buscar como objetivo el placerde la lectura sólo hay que dejarlo que ocurra y concurracuando sea y la divisa para recibirlo es: disfrutarlo inten-samente pero dejarlo ir así como llegó. El verdadero pla-cer de la lectura radica en su imprevisibilidad y fugacidad.

El gran semiólogo Roland Barthes, siguiendo ciertaslíneas del psicoanálisis, hizo una fina distinción entre loque definió como el placer del texto y el goce del texto,el primero consiste en aquello que se puede decir, quese expresa y se muestra en todo momento, es el textoque esta escrito con placer y que a cada palabra cantael placer; mientras que el segundo es aquel que no sepuede decir, es el texto donde la sensación de gocenos invade y para la que no existen palabras paraexpresarlo, el goce es la atmósfera de lo indecible queflota entre lo que se dice en el texto.3 A partir de tal dis-tinción Barthes consideró que eran algo opuesto ycomo fervoroso de las palabras que era, apostó fuertepor el placer del texto en contra del goce del texto.

Pero reflexionando con mayor cuidado semejante dis-tinción podemos llegar a la conclusión de que el placery el goce son complementarios, incluso esa comple-mentariedad puede contribuir a afinar la explicación decómo se despliega el placer en la lectura.

La epifanía es el punto de intersección en que las

múltiples vías del placer pasado y presente (esque-

ma mental: autor-lector) se entrecruzan en el texto,

pero como tal es una incandescencia fugaz pro-

ducto del placer que esa palabra, frase, idea, ecua-

ción... produjo por lo que se difumina inmediata-

mente, pero la estela perdurable que deja es el

goce. El eco del placer es el goce que sigue escu-

chándose a lo largo de todo el texto, convirtiéndo-

lo en algo disfrutable y no en una agonía. La epifa-

nía hace brotar el placer de la lectura que a su vez

se dilata en el goce de cada página leída del texto.

Además puede decirse que el goce se prolonga

más allá de las fronteras de la obra en que la epi-

fanía generó el placer, y sirve para darnos satisfac-

ción en la lectura de otras obras distintas aunque

en ellas nunca se dé la epifanía y es precisamente

de ese goce indecible e invisible de las lecturas en

conjunto que lleva a cabo el lector que puede dar

lugar a esos breves e incandescentes momentos

de felicidad, la felicidad de la lectura, como soñaba

Jorge Luis Borges El Grande.

Por todo esto bien puede decirse que el placer de lalectura jamás ha de ser estimado como una asignaturapendiente que hay que cubrir prioritariamente a riesgode quedar reprobados en lectura, ni tampoco se le hade concebir como un subgénero de obligatoria visitadentro de la tipología de la lectura. Simplemente es el

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3 “Por otra parte, proveniente del psicoanálisis tenemos un medio indirecto de fundar la oposición entre texto de placer y texto de goce: el placer es

decible, el goce no lo es. El goce es in-decible, inter-dicto. Remito a Lacan (“Lo que hay que reconocer es que el goce como tal está inter-dicto a

quien habla o más aún que no puede ser dicho sino entre líneas”) y a Leclaire (“... el que dice, por lo que dice se prohíbe el goce, o correlativa-

mente, el que goza desvanece toda letra –y todo lo dicho posible– en lo absoluto de la anulación que celebra”). BARTHES, Roland. El placer del texto

y lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del Collège de France, p. 35.

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obsequio que la vida y la lectura nos brindan en elmomento menos esperado para decirnos que podemosser felices y disfrutar del placer aunque sean fugaces oprecisamente porque son fugaces podemos disfrutarlosprofundamente. Que finalmente es nuestra breve y levefelicidad, la única que en verdad nos esta permitida alos seres humanos. Entender esto y asumirlo así nospone en disposición de comprender el sentido que nosda la lectura y que nos permite vernos mejor a nosotrosmismos y al mundo. Comprensión del sentido que esen cierto modo un sinónimo de la sabiduría que tam-bién nos brinda la lectura para conocer y aceptar nues-tros límites y con ello vivir de mejor forma la vida, nues-tra vida exclusiva y privilegiadamente humana. Saberesta leve verdad contribuirá a enriquecer nuestroesquema mental para las lecturas por venir.

Antes de concluir no quiero privarme del placer de leer-les estas líneas de Pascal Bruckner, que para mí fueronuna epifanía (como espero que lo sea para algunos deustedes también) y que en cierto modo resumen partede lo expuesto aquí, para lo que yo tuve que proliferaren exceso tantas palabras:

En fin, tal vez haya llegado la hora de decir que el

“secreto” de una buena vida es burlarse de la feli-

cidad: no buscarla nunca como tal, darle la bien-

venida sin preguntarse si es merecida o si contri-

buye a la edificación del género humano; no

retenerla, no lamentar su pérdida; dejar que siga

siendo impredecible, que surja en mitad de un día

corriente o que no haga su aparición en las situa-

ciones grandiosas.

En resumen, considerarla secundaria siempre y

en cualquier parte porque sólo llega a propósito

de cualquier cosa. A la felicidad propiamente

dicha podemos preferir el placer, ese breve éxta-

sis robado al curso de las cosas; la alegría, esa

leve embriaguez que acompaña a la plenitud de la

vida; y sobre todo el júbilo, que implica sorpresa y

elevación. Pues no hay nada que pueda rivalizar

con la irrupción en nuestra vida de un aconteci-

miento o de un ser que nos devasta y nos encan-

ta. Siempre hay demasiado que desear, que des-

cubrir, que amar. Y salimos de escena sin apenas

haber probado el festín.4�

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Obras consultadasBARTHES, Roland. El placer del texto y lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del Collège de France. México:

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4 BRUCKNER, P. La euforia perpetua: sobre el deber de ser feliz, p. 216.

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