el náufrago v - a · pdf fileda por la vegetación y a la vez también...

Download El náufrago V - a · PDF fileda por la vegetación y a la vez también parecía un bar ... El náufrago estaba muerto de miedo. Un puñal in­ visible, clavado en su pecho, le segaba

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  • 7

    El halcn peregrino bati sus alas hasta posarse en una rama alta. Desde all fij la vista en la selva. Se extenda ancha y maciza y daba la sensacin de cubrir todo el mundo. Por un instante, el halcn permaneci extasiado contemplando los vapores que desprendan las copas de los rboles. Era la respiracin del bosque. Tambin observ las bandadas de aves de colores chillones que atravesaban las humaredas y se zambullan en picado en el interior de aquel mar verde.

    El halcn abri el pico y lo volvi a cerrar. Y a continuacin se lo frot con una pata. Despus volvi a agarrarse firmemente a la rama con las garras afiladas, como si ignorase que estaba a punto de emprender un largo viaje.

    Dej de mirar a las aves de plumas brillantes y, sin demorarse ms, se lanz al vaco con un vuelo potente. Un ojo, sin embargo, an alcanz a ver la vieja cabaa destartalada en un claro de la selva. Despus abandon la espesura y se intern en un mundo diferente, hecho de espuma y aguas saladas. El ocano s que era inmenso.

  • 9

    El nufrago

    V isto desde el aire pareca alguien sacrificado sobre el mar. Flotaba con los brazos extendidos, a la deriva, sobre una plancha de madera. Se hallaba inconsciente por culpa de una brecha en la cabeza. Tena la piel abrasada por el sol tropical, los labios encostrados, las mejillas cubiertas por la hiedra de una barba incipiente y se le haban formado manchas de salitre en los harapos. A pesar de todo, el trazo de la juventud se le marcaba con fuerza en la cara.

    Las olas suaves de un ocano inmensamente azul mecan la improvisada balsa. Las nubes cambiaron en el cielo, el sol continu viaje hacia Poniente y, cuando comenzaba a declinar, apareci ante la rudimentaria embarcacin una franja verde sobre la lnea del horizonte.

    La balsa fue acercndose y despus se perdi en un laberinto de islotes devorados por una tupida vegetacin. Naveg por los brazos de agua con su tripulante inconsciente hasta que encall en los tentculos de un manglar.

    El nufrago continuaba inmvil. El latido de la vida pareca extinguido. Solo le danzaban los cabellos, movidos por la mano del viento.

  • 10

    Quiz la ausencia del balanceo de las olas o quin sabe qu otros engranajes secretos hicieron que el nufrago se estremeciera. A continuacin abri los ojos y se le inundaron de luminarias. Poco a poco se fue acostumbrando a aquella claridad intensa hasta que, de pronto, se incorpor levemente y entrevi manchas de selva. Se senta mareado y le dolan las articulaciones. Cuando las formas fueron definindose, se protegi los ojos con una mano a modo de visera y levant la vista hacia la extraa montaa que se alzaba ante l.

    La expresin le cambi de golpe al darse cuenta de lo que vea. Permaneci paralizado durante un rato prolongado. Estaba seguro de que era una alucinacin... Pero no. Era... Realmente era una enorme plataforma petrolfera, vieja, oxidada y totalmente engullida por la vegetacin, que se alzaba ante l como un monstruo antediluviano petrificado.

    Abri y cerr los ojos varias veces, pero aquella estructura se empeaba en continuar all plantada. Todava no se haba recuperado de la impresin cuando sinti un dolor intenso en la frente. Se la toc y descubri las puntas de los dedos ensangrentadas. Intent quejarse, pero entonces se dio cuenta de que tena la boca completamente seca. Procur salivar, pero le fue imposible. Se senta dbil y deshidratado.

    Intentando olvidar el golpe sufrido en la cabeza, observ con ms atencin la torre petrolfera y descubri una escalera oxidada, aferrada a uno de los pilares que la sujetaban al fondo marino. Muerto de sed, se puso en pie y salt como pudo por encima del manglar hasta que consigui agarrarse. Esa escalera conduca verticalmente, entre un entramado de lianas, matojos, hierros, vigas y ramas, hasta la parte superior de aquel fsil metlico. Quiz all arriba encontrara el agua dulce que necesitaba...

  • 11

    Sin preocuparse por el riesgo de la ascensin, el nufrago se dio prisa en trepar por la escalera. Con un ltimo impulso, consigui llegar arriba del todo y, exhausto, permaneci tumbado en el suelo. Respiraba con dificultad y a cada nueva bocanada era como si tragase arena hirviendo. La sed lo atormentaba, pero de ese sufrimiento sac fuerzas para levantarse. Mir a su alrededor y vio un paisaje irreal. Estaba literalmente dentro de una jungla de hierro. Aquella visin evocaba las ruinas de una antigua civilizacin devorada por la vegetacin y a la vez tambin pareca un barco hundido, cubierto de anmonas y algas. Viejas tuberas se confundan con lianas. Races, con vigas retorcidas. Ramajes, con tubos de acero. Matojos y zarzas, con engranajes.

    El nufrago no se entretuvo en contemplar aquel desconcertante mundo. A trompicones, como si caminase por primera vez, se dirigi hacia un barracn. Solo pensaba en una cosa: saciar la sed.

    De un envite abri la puerta y tuvo que protegerse instintivamente la cara cuando un puado de murcilagos salieron volando.

    En el interior del cobertizo en penumbra, el aire era denso y hmedo y ola a moho. Fue entrando a tientas, mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. Buscaba frenticamente algn depsito, un bidn, un recipiente que contuviese agua. El odo tambin permaneca alerta por si escuchaba el ms mnimo goteo. Tan absorto se hallaba buscando el preciado lquido que no distingui unos ojos brillantes que lo observaban desde el fondo ms oscuro del barracn...

  • 12

    Anamba

    El halcn, despus de muchas jornadas batiendo las alas, de cruzar mares y continentes, de atravesar como una flecha tempestades, de viajar sobre montaas glidas y tierras abrasadas, lleg a una gran ciudad. Observ entonces el cielo nocturno y ley en las estrellas que haba llegado a tiempo. Y descans guarecido en una cornisa. Se encontraba dbil, pero su mirada continuaba tan aguda como siempre.

    Al da siguiente, el halcn caz una paloma y se aliment. Repuesto, vol hacia el edificio de la biblioteca. Y desde un ventanal abierto observ la sala de lectura. Su penetrante vista no tard en descubrir a un estudiante que hojeaba abstrado las lminas de un libro de Botnica.

    Con gran atencin, el estudiante contemplaba las bellas flores de una acacia de Constantinopla, que eran como pequeos penachos de aves tropicales. A continuacin pas la pgina y observ un ciprs de los pantanos de Luisiana, que creca en el agua y alcanzaba a vivir mil aos.

    El estudiante, de pronto, apart bruscamente el libro, se pas las manos por el pelo y dej escapar un

  • 13

    profundo suspiro. El prximo curso entrara en la universidad. Se haba prematriculado en dos carreras, pero todava no haba tomado una decisin. Su padre quera que estudiase Econmicas para que ms adelante se hiciera cargo de los negocios familiares. No le desagradaba la idea de llevar las riendas de la empresa. Pensaba continuar la estirpe y poder ejercer un trabajo en el que tendra capacidad de decisin. Pero, bien considerado, su pasin era la Biologa, le fascinaba el estallido creativo de la naturaleza. Y dentro de la Biologa lo que ms le gustaba era la Botnica.

    Durante largas conversaciones casi discusiones! sobre su futuro, el estudiante siempre le comentaba lo mismo a su padre:

    Antes de sacar partido de la naturaleza, hay que conocerla bien. De lo contrario, los recursos se agotan y se echa a perder el entorno. Primero es la Biologa, despus la Economa sentenciaba el estudiante con vehemencia, esperando convencer a su padre y, de esta manera, estudiar lo que ms le gustaba.

    El hombre, acostumbrado a otra poca, le contestaba que todo eso estaba muy bien, pero que era necesario hacer prosperar el negocio o se los comera la competencia. Y, finalmente, harto de tanta chchara, zan jaba la conversacin exclamando:

    Todo eso son cuentos!Llegados a este punto, al estudiante le faltaba valor

    para tomar una decisin contraria a la de su padre.Ensimismado en esos pensamientos en el interior

    de la biblioteca, el estudiante tard en darse cuenta del bullicio que haba en la sala. Entonces, sinti una rfaga de aire y cmo algo volaba rasante alborotando las lminas del libro. Pero solo le dio tiempo de ver la sombra de unas alas que se deslizaban a gran velocidad por encima de las estanteras. Todo el mundo alz

  • 14

    la mirada hacia el techo. Alguien dijo que un pjaro haba entrado en la biblioteca. La sombra, sin embargo, ya haba desaparecido y nadie volvi a ver nada. Entre comentarios a media voz, los lectores volvieron a concentrarse en los libros, mientras un bedel se afanaba en cerrar la ventana abierta. Justo en ese momento, el estudiante se fij de nuevo en el libro de Botnica y, de repente, se olvid de sus problemas. Se haba quedado extasiado. Una lmina mostraba una orqudea lilicea de una belleza extraordinaria. El estudiante atrap la delicadeza de aquella planta en sus pupilas, inhal profundamente y disfrut de la poesa de la flor. Y una vez que se embebi de esa primera impresin, se detuvo ms en la forma y descubri que tena ptalos parecidos a alas de mariposa. Admirado, continu contemplando la orqudea hasta que se le ocurri buscar su nombre a pie de lmina. Ley el apelativo cientfico: Phalaenopsis lepidaria. Y el nombre corriente: anamba. A continuacin, el estudiante se interes por su procedencia. Haba sido descubierta por un botnico ingls en 1836 en una isla de Indonesia. Pero comprob desolado que se trataba de una orqudea tropical extinguida a causa de una erupcin volcnica que arras su hbitat...

  • 15

    El guardin

    En las tinieblas del barracn, el nufrago todava sinti con ms fuerza la sensacin angustiosa de la sed. Desesperado por no encontrar agua, volvi a salir a la jungla de hierro bajo el enorme ojo rojizo del sol. Cuando se acostumbr otra vez a la claridad, escudri con mirada vida a su alrededor. Las rodillas se le doblaban a causa de su debilidad, pero consigui