el nuevo rito de los exorcismos

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  • 8/18/2019 El Nuevo Rito de Los Exorcismos

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    EL NUEVO RITO DE LOS EXORCISMOS

    Presentaci ó n oficial del cardenal Medina Est é vez,

    prefecto de la Congregaci ó n para el culto divino y la disciplina de los sacramentos

    en la sala de Prensa de la Santa Sede

    Martes 26 de enero de 1999 Para poder entender qu é es el exorcismo, se debe partir de Jes ús y de su misma praxis.Jesucristo vino al mundo y a los hombres para anunciar e inaugurar el reino de Dios.Los hombres poseen una innata capacidad para recibir a Dios en su coraz ón (cf. Rm 5,5). Sin embargo, esta capacidad para acoger a Dios es ofuscada por el pecado, y enalgunas ocasiones el mal ocupa en el hombre el puesto que s ólo le corresponde a Dios.Por ello, Jesucristo vino a liberar al hombre del mal y del pecado, y tambi én de todas las

    formas de dominaci ón del maligno, es decir, del diablo y de sus esp í ritus malignos,llamados demonios, que quieren pervertir el sentido de la vida del hombre. Por estarazón, Jesucristo expulsaba los demonios y liberaba a los hombres de la posesi ón de losesp í ritus malignos, para hallar cabida en el coraz ón del hombre y darle la posibilidad deconseguir la libertad ante Dios, que quiere darle su Esp í ritu Santo, para que se conviertaen su templo vivo (cf. 1 Co 6, 19; 1 P 2, 5) y dirija sus pasos hacia el camino de la paz yde la salvaci ón (cf. Rm 8, 1-17; 1 Co 12, 1-11; Ga 5, 16-26).La Iglesia est á llamada a seguir a Jesucristo y ha recibido, de Cristo mismo, el poder decontinuar, en su nombre, su misi ón. De aqu í que la acci ón de Cristo para liberar alhombre del mal se ejercita a trav és del servicio de la Iglesia y de sus ministros

    ordenados, delegados por el obispo para cumplir los ritos sagrados dirigidos a librar alos hombres de la posesi ón del maligno.El exorcismo constituye una antigua y particular forma de oraci ón que la Iglesia empleacontra el poder del diablo. He aqu í cómo explica el Catecismo de la Iglesia cat ólica enqué consiste el exorcismo y c ómo se lleva a cabo: «Cuando la Iglesia pide p úblicamentey con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegidocontra la influencia del maligno y substra í do a su dominio, se habla de exorcismo. Jes úslo practic ó (cf. Mc 1, 25 ss); de él deriva a la Iglesia el poder y la tarea de exorcizar(cf. Mc 3, 15; 6, 7. 13; 16, 17). De una manera simple, el exorcismo se practica durantela celebraci ón del bautismo. El exorcismo solemne, llamado «gran exorcismo», puede

    ser practicado s ólo por un presb í tero y con el permiso del obispo. En esta materia esnecesario proceder con prudencia, observando rigurosamente las normas establecidaspor la Iglesia. El exorcismo tiene como objeto expulsar a los demonios o liberar de lainfluencia demon í aca, mediante la autoridad que Jes ús ha dado a su Iglesia. Muydiferente es el caso de enfermedades, sobre todo ps í quicas, cuya curaci ón pertenece alcampo de la ciencia m édica. Es importante, por lo tanto, asegurarse, antes de celebrar elexorcismo, que se trate de una presencia del maligno y no de una enfermedad(cf. C ó digo de derecho can ó nico , c. 1172)» ( Catecismo de la Iglesia cat ó lica , n. 1673).La sagrada Escritura nos ense ña que los esp í ritus malignos, enemigos de Dios y delhombre, realizan su acci ón de modos diversos; entre éstos se se ñala la obsesi ón

    diabó

    lica, llamada también posesi

    ón diab

    ólica. Sin embargo, la obsesi

    ón diab

    ólica noconstituye la manera m ás frecuente como el esp í ritu de las tinieblas ejerce su influjo. La

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    obsesi ón tiene caracter í sticas de espectacularidad; en ella el demonio se apropia, encierto modo, de las fuerzas y de la actividad f í sica de la persona que sufre la posesi ón.No obstante esto, el demonio no puede adue ñarse de la libre voluntad del sujeto, lo queimpide el compromiso de la libre voluntad del pose í do, hasta el punto de hacerlo pecar.Sin embargo, la violencia f í sica que el diablo ejerce sobre el obseso constituye unincentivo al pecado, que es lo que él quisiera obtener. El ritual del exorcismo se ñaladiversos criterios e indicios que permiten llegar, con prudente certeza, a la convicci ónde que se est á ante una posesi ón diab ólica. Es solamente entonces cuando el exorcistaautorizado puede realizar el solemne rito del exorcismo. Entre estos criterios indicadosse encuentran: el hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas;desvelar cosas escondidas o distantes; demostrar fuerzas superiores a la propiacondici ón f í sica, y todo ello juntamente con una aversi ón vehemente hacia Dios, lasant í sima Virgen, los santos, la cruz y las sagradas im ágenes.Se subraya que para llevar a cabo el exorcismo es necesaria la autorizaci ón del obispodiocesano. Autorizaci ón que puede ser concedida para un caso espec í fico o de un modo

    general y permanente al sacerdote que ejerce en la di ócesis el ministerio de exorcista.El Ritual romano conten í a, en un cap í tulo especial, las indicaciones y el texto lit úrgicode los exorcismos. Este cap í tulo era el último, y hab í a quedado sin ser revisado despu ésdel concilio Vaticano II. La redacci ón final del Rito de los exorcismos ha requeridomuchos estudios, revisiones, renovaciones y modificaciones, consultas a las diversasConferencias episcopales; todo ello analizado por parte de una Asamblea ordinaria de laCongregaci ón para el culto divino. El trabajo ha costado diez a ños de esfuerzos, dandocomo resultado el texto actual, aprobado por el Sumo Pont í fice, que hoy se hace p úblicoy se pone a disposici ón de los pastores y de los fieles de la Iglesia. Resta, no obstante,un trabajo que incumbe a las respectivas Conferencias episcopales: la traducci ón de este

    Ritual a las lenguas habladas en sus respectivos territorios. Estas traducciones deben serexactas y fieles al original latino, y deben ser sometidas, seg ún la norma can ónica, ala recognitio de la Congregaci ón para el culto divino.En el Ritual que hoy presentamos se encuentra, sobre todo, el rito del exorcismopropiamente dicho, que debe realizarse sobre la persona obsesa. Siguen las oracionesque debe decir p úblicamente un sacerdote, con el permiso del obispo, cuando se juzgaprudentemente que existe un influjo de Satan ás sobre lugares, objetos o personas, sinllegar al nivel de una posesi ón propiamente dicha. Contiene, adem ás, una serie deoraciones que pueden ser dichas privadamente por los fieles, cuando sospechan confundamento que est án sujetos a influjos diab ólicos.

    El exorcismo tiene como punto de partida la fe de la Iglesia, seg ún la cual existenSatan ás y los otros esp í ritus malignos, y que su actividad consiste en alejar a loshombres del camino de la salvaci ón. La doctrina cat ólica nos ense ña que los demoniosson ángeles ca í dos a causa del propio pecado; que son seres espirituales con graninteligencia y poder: «El poder de Satan ás, sin embargo, no es infinito. Éste no es sinouna criatura, poderosa por el hecho de ser esp í ritu puro, pero siempre criatura: no puedeimpedir la edificaci ón del reino de Dios. Aunque Satan ás act úe en el mundo por odiocontra Dios y su reino en Cristo Jes ús, y su acci ón cause graves da ños -de naturalezaespiritual e, indirectamente, tambi én de naturaleza f í sica- a cada hombre y a la sociedad,esta acci ón es permitida por la divina Providencia, que gu í a la historia del hombre y del

    mundo con fuerza y suavidad. La permisió

    n por parte de Dios de la actividad diabó

    licaconstituye un misterio grande, sin embargo ianosotros sabemos que Dios dispone todas

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    las cosas para el bien de los que lo amanlo ( Rm 8, 28)» ( Catecismo de la Iglesiacat ó lica , n. 395).Quisiera subrayar que el influjo nefasto del demonio y de sus secuaces es habitualmenteejercitado a trav és del enga ño, la mentira y la confusi ón. As í como Jes ús es la Verdad(cf. Jn 8, 44), el diablo es el mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el inicio, lamentira ha sido su estrategia preferida. No hay lugar a dudas de que el diablo tiene lacapacidad de atrapar a muchas personas en las redes de las mentiras, peque ñas ograndes. Enga ña a los hombres haci éndoles creer que no tienen necesidad de Dios y queson autosuficientes, sin necesitar ni la gracia ni la salvaci ón. Logra enga ñar a loshombres amortiguando en ellos, e incluso haciendo desaparecer, el sentido del pecado,sustituyendo la ley de Dios como criterio de moralidad por las costumbres o consensosde la mayor í a. Persuade a los ni ños para que crean que la mentira constituye una formaadecuada para resolver diversos problemas, y de esta manera se forma entre loshombres, poco a poco, una atm ósfera de desconfianza y de sospecha. Detr ás de lasmentiras, que llevan el sello del gran mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las

    dudas, un mundo donde ya no existe ninguna seguridad ni verdad, y en el cual reina, encambio, el relativismo y la convicci ón de que la libertad consiste en hacer lo que da lagana. De esta manera no se logra entender que la verdadera libertad consiste en laidentificaci ón con la voluntad de Dios, fuente del bien y de la única felicidad posible.La presencia del diablo y de su acci ón explica la advertencia del Catecismo de la

    Iglesia cat ó lica : «La dram ática condici ón del mundo que "yace" todo él "bajo el poderdel maligno" ( 1 Jn 5, 19), hace que la vida del hombre sea una lucha: "Toda la historiahumana se encuentra envuelta en una tremenda lucha contra el poder de las tinieblas;lucha que comenz ó ya en el origen del mundo, y que durar á, como dice el Se ñor, hastael último d í a. Inserto en esta batalla, el hombre debe combatir sin descanso para poder

    mantenerse unido al bien; no puede conseguir su unidad interior si no es al precio degrandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios" ( Gaudium et spes , 37, 2)» (n.409).La Iglesia est á segura de la victoria final de Cristo y, por tanto, no se deja arrastrar porel miedo o por el pesimismo; al mismo tiempo, sin embargo, es consciente de la acci óndel maligno, que trata de desanimarnos y de sembrar la confusi ón. «Tengan confianza-dice el Se ñor-; yo he vencido al mundo» ( Jn 8, 33). En este marco encuentran su justolugar los exorcismos, expresi ón importante, pero no la única, de la lucha contra elmaligno.

    Card. Jorge A. MEDINA ESTÉVEZ Prefecto