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El Método y la Teoría de la Arqueología de las Tierras bajas Tropicales Anna Cùrtenius Roosevelt Introducción En esta conferencia quisiera conversar un poco sobre la relación entre algunas teorías y los métodos empíricos. Ha habido un aumento y algunas mejoras en los métodos para encontrar y evaluar datos y hay nuevas posibilidades de obtener información teóricamente importante en los restos arqueológicos. Estos avances en los métodos arqueológicos prometen facilitar la comprobación de varias teorías importantes sobre la prehistoria de las tierras bajas tropicales de América del Sur y las Antillas. También permiten inferencias que antes no eran posibles hacer con los métodos de la arqueología convencional. Los nuevos métodos demandarán de nosotros una mayor atención en el trabajo de campo y requerirán cambios en nuestros sistemas de conservación en el laboratorio y en los depósitos de nuestros museos. Mencionaré algunos de estos métodos y luego voy a extenderme un poco más en aquellos con los cuales tengo más familiaridad. Los nuevos métodos provienen de la osteología, del análisis químico de huesos, de la arqueobotánica y de la geofísica. Aprovecharlos será un proceso difícil pues tendremos que ampliar el modo de plantear las investigaciones; tendremos que arriesgar a equivocarnos y emplear más tiempo en recoger datos. Pero las recompensas serán abundantes. Las teorías a las que se refieren los nuevos métodos son aquellas sobre la migración o desplazamientos de población, la subsistencia, la salud y la organización social. Todas son de interés para los arqueólogos del área de las tierras bajas al este de los Andes: las hoyas del propio Amazonas, del Orinoco, de los ríos de las Guayanas y las Antillas. Migración La popularidad de las teorías sobre migración aborigen en América del Sur y las Antillas data de la primera época del estudio de la región. Los estudiosos de la arqueología del área se han apoyado mucho en la teoría de migración. Con frecuencia se explica la distribución de los estilos y también de las tecnologías y las lenguas, principalmente, para los desplazamientos de la población. Por ejemplo, para Betty Meggers y Clifford Evans (1957), el Estilo Marajoara provenía de una migración de los Andes, y Lathrap (1970) dice que una serie de migraciones sucesivas determinó la historia de los estilos del Alto Ucayali. Los tres antropólogos tienen una 27

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El Método y la Teoría de la Arqueología de las Tierras bajas Tropicales

Anna Cùrtenius Roosevelt

Introducción

En esta conferencia quisiera conversar un poco sobre la relación entre algunas teorías y los métodos empíricos. Ha habido un aumento y algunas mejoras en los métodos para encontrar y evaluar datos y hay nuevas posibilidades de obtener información teóricamente importante en los restos arqueológicos. Estos avances en los métodos arqueológicos prometen facilitar la comprobación de varias teorías importantes sobre la prehistoria de las tierras bajas tropicales de América del Sur y las Antillas. También permiten inferencias que antes no eran posibles hacer con los métodos de la arqueología convencional. Los nuevos métodos demandarán de nosotros una mayor atención en el trabajo de campo y requerirán cambios en nuestros sistemas de conservación en el laboratorio y en los depósitos de nuestros museos. Mencionaré algunos de estos métodos y luego voy a extenderme un poco más en aquellos con los cuales tengo más familiaridad.

Los nuevos métodos provienen de la osteología, del análisis químico de huesos, de la arqueobotánica y de la geofísica. Aprovecharlos será un proceso difícil pues tendremos que ampliar el modo de plantear las investigaciones; tendremos que arriesgar a equivocarnos y emplear más tiempo en recoger datos. Pero las recompensas serán abundantes.

Las teorías a las que se refieren los nuevos métodos son aquellas sobre la migración o desplazamientos de población, la subsistencia, la salud y la organización social. Todas son de interés para los arqueólogos del área de las tierras bajas al este de los Andes: las hoyas del propio Amazonas, del Orinoco, de los ríos de las Guayanas y las Antillas.

Migración

La popularidad de las teorías sobre migración aborigen en América del Sur y las Antillas data de la primera época del estudio de la región. Los estudiosos de la arqueología del área se han apoyado mucho en la teoría de migración. Con frecuencia se explica la distribución de los estilos y también de las tecnologías y las lenguas, principalmente, para los desplazamientos de la población. Por ejemplo, para Betty Meggers y Clifford Evans (1957), el Estilo Marajoara provenía de una migración de los Andes, y Lathrap (1970) dice que una serie de migraciones sucesivas determinó la historia de los estilos del Alto Ucayali. Los tres antropólogos tienen una

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El Método y la Teoría de la Arqueología

concepción diferente de la dirección migratoria, pero para todos la migración es el proceso más importante en la prehistoria amazónica.

Hasta ahora se han empleado los estilos de cerámica para buscar la evidencia de migración. Cuando hay semejanzas en el estilo, se cree que han ocurrido migraciones desde la región que tenía los ejemplos más antiguos del estilo hacia la que los tiene más recientes. Sin embargo, no es posible identificar la evidencia de migraciones solamente con el estudio de los estilos. Este, por sí solo, no puede distinguir entre migración, comercio o difusión de ideas. Se pueden extender muy ampliamente grandes cantidades de objetos pasándolas de una persona a otra, y los estilos y las técnicas pueden divulgarse de una población a otra mucho más rápido y a mayores distancias por difusión que por migración de poblaciones. En ausencia se otras evidencias, las semejanzas estilísticas no indican automáticamente que ha ocurrido una migración. Sin embargo, esta otra evidencia existe en muchos de los yacimientos arqueológicos de las llanuras tropicales.

Los esqueletos humanos son la única evidencia directa de que han ocurrido migraciones más que intercambio de objetos o difusión de ideas; y son mucho más frecuentes en los sitios arqueológicos del Amazonas y del Orinoco, de lo que se dice. Casi siempre quedan los dientes cuando ya no existen los otros huesos.

Es en el estudio cuantitativo de rasgos genéticos métricos y no métricos de los restos humanos donde yace la evidencia de antiguas migraciones y desplazamientos de población. Ahora la osteología ha surgido de la antigua antropometría subjetiva, con la ayuda de la estadística y la manipulación de datos por computador. Podemos comparar en detalle la distancia biológica entre las poblaciones de distintas regiones. Así podemos ver si los cambios culturales tienen relación con los cambios en los rasgos genéticos, como debe suponerse si la influencia cultural procede de una migración.

Los trabajos de Jane Buikstra -de la Northwestern University en Evanston, Illinois- y de sus alumnos K. Reichs y J. Droessler, y de otros autores como G. Armelagos -de la University of Massachusets- son excelentes ejemplos de esta nueva y excitante área de investigación para los antropólogos físicos interesados en la arqueología (Buikstra, 1975, 1976, 1977; Green and Suchey, 1976; Greene, 1982;Janttz, 1973; Owsley et. al., 1982; Reichs, 1975; Droessler, 1981; Black, 1979; Schindler et. al., 1981; Berry and Berry, 1967).

Es interesante señalar que en estos trabajos la evidencia osteológica no indica una relación estrecha entre la migración y la extensión de horizontes culturales. En el caso del Medio Oeste de los Estados Unidos, el intercambio de ideas y el movimiento de unos pocos individuos de alto rango tuvo, aparentemente, más importancia que el desplazamiento de poblaciones en la difusión de los horizontes culturales Hopewell y Mississippiano. La semejanza genética era muy regional en carácter, para todo el período; esta evidencia seguramente elimina la posibilidad de las grandes olas de migración propuestas para la región por los arqueólogos.

Son necesarios muchos más estudios, por supuesto. Sin embargo, esta evidencia sugiere que es posible que tengamos que buscar otros medios, además de la migración, para poder explicar la extensión de las grandes tradiciones culturales y ciertas etapas de la tecnología. Es muy posible que ayer, como hoy, la migración de poblaciones no sea el proceso de mayor influencia en la

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creación de semejanzas en los diversos implementos. También tendremos que tomar en cuenta los procesos de canje, conquista y difusión cultural.

En fin, es en los estudios osteológicos de distancia biológica donde podría emerger la información sobre la importancia y el carácter de las antiguas migraciones. Los arqueólogos interesados en este tema deben prestar atención a esta disciplina, colaborar con los antropólogos físicos y no desterrar el informe osteológico a los apéndices del informe arqueológico. Es muy necesario tener un osteólogo en el campo para medir y preservar los restos humanos durante la excavación. La recuperación de los esqueletos que existen en los sitios arqueológicos de las regiones húmedas requiere de una excavación y conservación muy cuidadosas para preservar los rasgos de las relaciones genéticas que pueden informarnos sobre las antiguas migraciones. Por ejemplo, es muy dañino para los huesos dejarlos al sol, o agruparlos en bolsas plásticas, o ponerlos en la misma bolsa con fragmentos de cerámica (todas prácticas muy comunes entre los arqueólogos, de los cuales no me excluyo). Durante la excavación debemos proteger los huesos del sol y evitar el daño del moho y del peso de otros objetos durante el transporte y el almacenamiento. Los huesos, especialmente los excavados en el trópico húmedo, requieren cajas resistentes y con relleno para su transporte, pues cada uno debe quedar protegido del contacto de los otros, del peso de otros objetos y de los movimientos durante la manipulación de carga. La recolección y conservación cuidadosas de los huesos son muy necesarias ya que permiten la recopilación de información que pondrá a prueba las teorías sobre las antiguas migraciones.

Subsistencia

Tanto los arqueólogos como los etnólogos han tenido mucho interés en los problemas de la subsistencia aborigen en las tierras bajas. Se preguntan: ¿Cuál era la dieta?, ¿Ha cambiado?, ¿Había diferencia entre las distintas regiones?, ¿Cuál era el nivel de alimentación?, ¿Había con frecuencia presión demográfica?. Ambos grupos de antropólogos han tendido a olvidar que la evidencia directa sobre la economía precolombina yace principalmente en el registro arqueológico. Después de la conquista del Nuevo Mundo ocurrieron cambios enormes en el inventario de plantas cultivadas y aun cambios en los productos principales; también hubo un enorme descenso en la población de algunas regiones y un aumento en otras. Por lo tanto, la situación de la subsistencia etnográfica debe ser muy distinta de la situación prehistórica y seguramente no es representativa de ella.

¿Cómo poder identificar los elementos de la antigua subsistencia?, ¿Con el estilo cerámico o el arte?, seguro que no. La gente que emplea el mismo estilo en trastos y objetos de arte puede tener patrones de subsistencia muy diferentes. Una población con una tradición integral de su cultura (en lengua, arte y religión) con frecuencia cambia su economía sin cambiar necesariamente los estilos tradicionales de sus artefactos.

Tampoco es posible obtener mucha información específica sobre subsistencia únicamente del estudio de restos de herramientas, pues su uso es muy general. Los platos de cerámica (budares o comales) pueden servir para preparar comida con cualquiera de las plantas importantes en la subsistencia aborigen -maíz o yuca- y ahora, en México, se emplean para el pan de trigo, planta cultivada introducida desde Europa. Y las manos y metates, o las piedras de moler, se pueden usar para procesar plantas muy diversas, domesticadas o silvestres. Además, se emplean

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igualmente para triturar tiestos de cerámica como antiplástico, o polvo de carne seca o pescado para almacenar.

Para saber cuales son las más importantes especies animales y vegetales en la subsistencia prehistórica, es necesario recoger restos reales. Es común oír decir que no es posible recoger evidencia directa de la subsistencia prehistórica en el trópico húmedo. Sin embargo, esto no es exacto. Casi en cada sitio de habitación prehistórica -ya sea húmedo o seco- quedan abundantes restos de plantas comestibles carbonizadas, así como otros restos de comida (Roosevelt, 1980, 1985; Wing et. al., nd; Smith y Roosevelt, nd.). La dificultad en la recolección está solamente en que los restos no son evidentes. Es difícil verlos durante la excavación, pero es muy probable que estén allí.

Es fácil comprobar la existencia de estos restos utilizando el método de "flotación de tierra" (soil flotation), descubierto por Stuart Struever -de Northwestern University- en 1965 (Struever, 1966, 1968; Payne, 1972a, 1972b; Bohrer y Adams, 1977; Minnis y LeBlanc, 1976; Jarman et. al., 1972). El método consiste en poner unos kilos de tierra seca del lugar arqueológico en un balde o batea llenos de agua. Luego se agita el agua y se pasa por un cedazo o colador fino o un filtro de papel para café. Aparecerán semillas, hojas, huesitos, escamas de pescado y otros restos. La gran cantidad de restos no obvios que quedan en la tierra de la mayor parte de los yacimientos arqueológicos hace muy productivo el tratamiento del suelo excavado con este u otro método de cernir. Para los arqueólogos interesados en la economía de la subsistencia, cernir en un sine qua non. En climas permanentemente húmedos deben usarse coladores con agua; en las regiones que tienen una estación seca pueden emplearse cedazos secos. Así se preserva mejor la morfología de los restos pues el contacto con el agua frecuentemente rompe las plantas carbonizadas. Es importante que los cedazos tengan malla fina, de menos de dos milímetros. De no ser así, puede perderse la mayor parte de la evidencia.

También se debe examinar cuidadosamente los fragmentos de cerámica y de piedra antes de lavarlos. Es frecuente encontrar restos de comida quemada dentro de las tazas; los fragmentos de cuchillos y raspadores pueden tener vestigios de grasa o proteína (Loy, 1983). También el suelo tiene restos microscópicos de plantas, más evidencia de dieta antigua (Rovner, 1971; Pearsall, 1978, 1979; Piperno, 1984). Es oportuno reiterar aquí el cuidado que se debe tener en el almacenamiento y transporte de los restos, para que puedan llegar sin daños al laboratorio.

Por cierto habrá limitaciones de interpretación si nos basamos únicamente en la evidencia de los restos carbonizados y los huesos de animales pueden disolverse en suelos muy húmedos y ácidos. El polen y los fitolitos van y vienen fácilmente en el aire y en el agua, contaminando la tierra de los yacimientos antiguos. Además, es imposible decir, en base a los restos de comida, cuál era la cantidad de cada producto en la dieta prehistórica. En los registros arqueológicos los restos de comida se manifiestan en proporciones distorsionadas debido a las diferencias en la preservación, y no representan directamente la composición de la dieta (Ford, 1979; Minnis, 1981; Hally, 1981; Roosevelt, 1984a; Dennell, 1976).

Sin embargo, ahora existen técnicas que permiten descubrir la proporción de algunas substancias importantes en la dieta prehistórica, empleando el análisis químico de los elementos en los restos óseos. En cierto modo, somos lo que comemos: el porcentaje de algunos alimentos

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contiene distintas cantidades de estos elementos. Esto permite averiguar el contenido cuantitativo de la dieta antigua.

Esto es importante para la investigación de algunas teorías sobre Amazonia y las Antillas. Por ejemplo, muchos investigadores del área estarían felices de saber si era más importante la comida de origen vegetal que la de origen animal. También se preguntan sobre la cantidad de carbohidratos y de proteínas de carne o de pescado en la dieta aborigen. Ambas preguntas están relacionadas con la historia de la intensificación económica y, por último, con las causas del desarrollo de la cultura en el área.

El análisis de la proporción de los elementos estroncio y calcio en el colágeno de los huesos tiene relación directa con este problema. Las plantas tienen una relación relativamente alta del raro elemento estroncio, mientras que la carne tiene uno muy bajo. Por lo tanto, la cantidad de estroncio en los huesos humanos da una idea clara sobre la proporción de plantas y de animales en la dieta del individuo. En Israel y en México se han realizado estudios iluminadores sobre el contenido de estroncio en restos humanos (Fuchs, 1978; Sillen y Schoeninger, 1981; Sillen y Smith, 1984; Brown, 1973).

En Israel, los experimentos de Andrew Sillen y sus colegas han demostrado que -antes de ser cultivados- los cereales tenían una importancia mayor en la dieta. En México, en el sitio de Chalcatzingo (Morelos), Margaret Schoeninger ha demostrado que los esqueletos de diferentes rangos en el cementerio, contienen diferentes niveles de estroncio. Esto indica que la gente privilegiada comía más carne que los menos favorecidos.

Aunque el estudio de la proporción de estroncio en los huesos sólo se requiere de una muestra pequeña (uno o dos gramos), éste tiene algunas complicaciones. El contenido de estroncio en el suelo varía; por lo tanto, es necesario recoger muestras del suelo y de restos de fauna para calcular el estroncio del ambiente. Además, la comida del mar tiene, como las plantas, un alto contenido de estroncio, lo cual no nos permite emplear únicamente este método en las regiones costeras.

El colágeno de los huesos también se puede analizar con otra técnica para descubrir la composición de las dietas prehistóricas. Se trata del análisis de la proporción de isótopos estables (DeNiro y Epstein, 1978, 1981; Vogel y van der Merwe, 1977; van der Merwe y Vogel, 1978; van der Merwe et. al., 1981; Tauber, 1981; Schoeninger et. al., 1983; Roosevelt et. al., nda, ndb). Los diversos alimentos tienen contenidos muy diferentes de isótopos estables, y su proporción en la dieta se mantiene en el colágeno de los huesos del individuo. Son muy útiles los isótopos de carbono 12 y de carbono 13.

Las plantas, por su patrón de fotosíntesis, se agrupan en tres clases según su contenido de isótopos. Algunas de las principales plantas alimenticias, como el maíz, el sorgo y la caña de azúcar pertenecen al grupo de plantas carbono-4, que tiene un contenido relativamente alto de carbono-13, el más raro de los isótopos estables del carbono. Si las otras plantas de la dieta, o de la dieta de los animales comestibles de la región, vienen del grupo carbono-3, que tiene un bajo contenido de carbono-13, se puede descubrir, con el análisis químico de hueso, la cantidad de comida proveniente del maíz. Se puede comparar la importancia del maíz y de otras comidas, como la carne o el pescado de agua dulce. La carne del pescado marino y de los

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animales del mar tienen, como el maíz, un alto contenido de carbono-13. Si las plantas de la zona costera eran del grupo carbono-3 (con bajo contenido de carbono-13), se puede descubrir qué cantidad de comida marina había en la antigua dieta.

Por ejemplo, en Dinamarca hubo dos fases culturales de interés: el mesolítico y el neolítico, con restos de comida arqueológica muy similares para ambas. Sin embargo, los experimentos sobre el contenido de isótopos estables de carbono del colágeno óseo humano, mostraron que la gente del mesolítico había comido mucho pescado, mientras que la del neolítico, muchos alimentos terrestres. La cantidad absoluta de comida del mar era igual en ambas épocas; pero el consumo per capita habría decaído mucho debido a un gran crecimiento de la población humana, sostenido con un gran aumento de las plantas cultivadas.

El problema con el método de análisis de carbono era que los resultados no podían distinguir entre el pescado marino y las plantas del grupo carbono-4 -como el maíz y sorgo- muy comunes en las regiones tropicales. Ahora el problema parece haberse resuelto con el descubrimiento de que se puede distinguir entre ambos tipos de comida mediante el uso de los isótopos de nitrógeno-15 y nitrógeno 14. La comida del mar tiene una alta proporción del isótopo nitrógeno-15. Entre plantas, las legumbres tienen una baja proporción del isótopo nitrógeno-15 y las ostras tienen una proporción media. La comida proveniente de la fauna tiene una proporción un poco más alta que la de las plantas, pero más baja que la comida del mar.

Con este descubrimiento, al fin podremos resolver el debate sobre la dieta de la Fase Valdivia en Ecuador. Se debe probar la proporción de isótopos estables de carbono y, si hay una alta proporción de carbono-13, se debe probar la proporción de los isótopos de nitrógeno. La deducción del efecto de la comida marina dará la proporción de maíz en la dieta.

En los lugares lejanos a la costa no existe el problema de la comida del mar y se puede comparar el consumo de maíz, por un lado, y de la comida como carne, pescado y yuca, por el otro. Van der Merwe y Vogel analizaron huesos de cinco esqueletos de mis excavaciones en el Orinoco Medio, en Venezuela. Había la posibilidad de que la dieta hubiera cambiado de un énfasis en la yuca a uno en el maíz. Los resultados demostraron que ochocientos años antes de Cristo, cuando el maíz llegó al Orinoco, no había plantas del grupo carbono-4, como el maíz, en la dieta. En cambio, cuatrocientos años después de Cristo, hubo una fase rica en restos carbonizados de maíz. Los índices mostraron casi setenta y cinco por ciento de maíz en la dieta, como es común hoy en algunas partes de Guatemala y del Africa. Los resultados isotópicos de los esqueletos del área del Alto Amazonas tuvieron un patrón similar en la prehistoria tardía.

Anteriormente, en 1975, los primeros experimentos de van der Merwe y Vogel habían demostrado que la gente del horizonte Hopewell había comido muy poco maíz, pero las del horizonte Mississipiano había comido un gran porcentaje de maíz.

Antes de terminar esta parte de la exposición debo explicar que las muestras de hueso para las pruebas del contenido de isótopos de carbono deben ser de aproximadamente cinco gramos, según la condición de los huesos. El contenido de isótopos se averigua con el espectrómetro de masas (Mass Spectrometer) que emplea un campo magnético para separar los dos isótopos, que

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tienen diferentes pesos. El precio comercial para un resultado es de $120, pero usualmente no es necesario pagar por el servicio.

Finalmente, es importante recordar que este método depende, para su interpretación correcta, de las evidencias botánicas y de la fauna, para mostrar las especies presentes. También es importante señalar que no se debe encolar mucho los huesos porque la cola agrega carbono extranjero a los huesos.

Presión de Población

Las teorías sobre la presión demográfica tienen una gran prominencia en los debates de los especialistas en las tierras bajas. Algunos antropólogos creen que no había presión demográfica mientras otros piensan que sí. La cuestión se refiere a las teorías generales sobre el papel de la demografía humana en la evolución de la subsistencia. Actualmente, los antropólogos físicos han desarrollado métodos osteológicos para descubrir las carencias dietéticas de las poblaciones prehistóricas (Cohen y Armelagos, 1984; Goodman et. al., 1981; Huss-Ashmore et. al., 1982; Buikstra y Cook, 1980). Las hipolasias del esmalte de los dientes (líneas y pequeñas fosas que son evidencia de carencias crónicas) son muy valiosas para investigar si hubo presión demográfica. También se encuentran las líneas de Harris o de crecimiento detenido, que son el resultado de una suspensión del crecimiento de las epífisis de los huesos, que son evidencia de carencias más esporádicas en poblaciones sanas. Otro estudio útil es el de la frecuencia de la hyperostosis porótica, usualmente señal de una carencia de hierro, que aparece cuando las poblaciones que tienen una dieta de plantas comen muy poco. Estos métodos, empleados en conjunto, dan una visión sobre el tipo y las formas de las carencias. Esta información es útil para comprender la distribución de la comida y de los bienes, durante la vida de un individuo y también entre los diversos grupos.

Además, con el estudio de estroncio en los huesos se puede descubrir la edad en que se destetaba a los niños, pues la leche materna casi no tiene estroncio, mientras que las otras comidas infantiles generalmente lo contienen en gran cantidad. Se puede investigar la distribución de estroncio en toda la población infantil para tener una idea clara de la edad del destete y así distinguir campos en el lapso de tiempo entre hijos. Esta aplicación fue presentada por primera vez por Andrew Sillon, de la University of Pennsylvania. El sostiene que las evidencias sobre la dieta infantil pueden informarnos sobre la adaptación demográfica y los cambios en ella, ya que se pueden distinguir cambios en el lapso entre hijos.

Otra información sobre la estrategia demográfica proviene de la resorción de los huesos relacionada con las exigencias nutricionales del embarazo y la lactancia. Si se emplea además el método de planteamiento poblacionista, se pueden estimar las edades típicas de alumbramiento en una población, las cuales son muy variables entre humanos y, ciertamente, parte importante de la situación demográfica de una población.

Los trabajos de Gilbert y otros sobre el contenido de elementos raros en el esmalte de los dientes que permiten fechar cambios muy precisos en el desarrollo del individuo, constituyen otro de los usos de la osteología dietética (Gilbert, 1975; Szpunar et al., 1968; Koritzer, 1976; Wing et.al., 1979). Los análisis de la morfología patológica y del contenido químico de los dientes

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El Método y la Teoría de la Arqueología

son muy prometedores para el estudio de las tierras bajas, donde la preservación es variable y los entierros secundarios son comunes.

Organización social

Todo esto es importante para el estudio de la organización social prehistórica. Generalmente los arqueólogos estudian los rangos sociales prehistóricos a través de los objetos encontrados en los entierros (Tainter, 1975; 1978; Binford, 1971; Saxe, 1970, 1971; Peebles y Kus, 1977). Pero estos solo pueden informarnos sobre diferencias en el prestigio, no sobre los motivos de ellas. La evidencia para saber si las diferencias en el acceso a los recursos que sostienen la vida humana han acompañado al prestigio, la encontramos solamente a través de la osteología. Esta puede, además, descubrir los efectos óseos de las actividades habituales, y nos informan muy directamente sobre la especial i zación ocupacional. La evidencia de la artritis y el uso del hueso son muy útiles en esta área de la investigación. También, ellas nos dan información sobre el nivel de actividad, para distinguir entre gente de vida sedentaria o nómada.

La excavación estratigráfica

Quisiera mencionar brevemente el uso de la excavación estratigraficia en la selva y las sabanas de las tierras bajas. Los nuevos métodos de análisis arqueológico requieren de la excavación estratigráfica para dar un control temporal y funcional al contexto de las muestras. Es común leer que es muy difícil, o imposible, distinguir y excavar capas y rasgos de estratificación en sitios arqueológicos tropicales, pero no es así. He visto en el Amazonas y Orinoco que los sitios tienen rasgos de estratificación del mismo carácter que los vistos en Estados Unidos, Grecia, la sierra del Perú, México, etc. Es posible que nuestros métodos de excavación hagan perder los detalles de la estratificación. Cuando empleo el badilejo y las brochas en las excavaciones y trabajo lentamente, dejando los objetos in situ veo mucho más estratificación que cuando superviso desde el borde de la excavación dejando a los trabajadores cavar con palas. No obstante, debo aceptar que siempre hay ciertas dificultades para encontrar, excavar e interpretar las capas estratigráficas en los sitios arqueológicos de las regiones húmedas.

Recientemente algunos geofísicos brasileños han descubierto unos métodos para facilitar este trabajo. José Seixas Lourenco -del Museo Goeldi, en Belem- y sus colegas han descubierto que los métodos de arqueomagnetismo y resistividad eléctrica empleados anteriormente, sobre todo para buscar restos arqueológicos de arquitectura monumental (Aitken, 1960, 1961; Aitken et. al., 1958; Le Borgne, 1955, 1960; Mason, 1984; von Frese y Noble, 1984; Morain y Budge, 1978; Weymouth y Woods, 1984; von Frese, 1984; Lyons y Scolvill, 1978; Tite, 1972; Atkinson, 1952; Carr, 1982; Palmer, 1959; Lerici, 1959), tienen otra utilidad en las regiones tropicales (Alves y Lourenco, 1981). En su trabajo en la isla de Marajó, ellos encontraron que los métodos geofísicos permiten al arqueólogo encontrar y hacer mapas de rasgos estratigráficos desde la superficie del lugar, sin excavar. Luego, el arqueólogo escoge los rasgos en los cuales tiene interés y los excava con cierto conocimiento previo de su carácter y ubicación. Los rasgos ubicados con buen éxito por Lourenco y excavado por mi (Roosevelt, 1985) eran fogones, ollas, pisos de ocupación arcillosos, pozos de basura, ollas, entierros y concentraciones de material orgánico.

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Anna Curtenius Roosevelt

El método del arqueomagnetismo mide las diferencias en el magnetismo en objetos y en capas del suelo. Las partículas magnéticas del suelo quemado están alineadas paralelas al polo. Esto produce una anomalía magnética que se descubre con el "magnetómetro de protones" (proton magnetometer). Este consiste en una botella de alcohol y agua rodeada por un rollo eléctrico y conectada a un indicador electrónico. Cuando se aplica la corriente a la botella, los protones en el líquido se alinean; cuando se apaga la corriente, los protones oscilan a una frecuencia exactamente proporcional al magnetismo del suelo. Además del suelo quemado y la cerámica, el suelo rico en material orgánico también puede producir anomalías magnéticas porque esta materia favorece la formación de la "maghematite" de la "hematite". La maghematite es muy magnética.

El método que emplea la resistividad eléctrica mide las diferencias de la conductividad de los suelos y de los objetos enterrados. Este método emplea cuatro electrodos, con una fuente eléctrica a un lado y un voltímetro en el otro. Tal como el uso del arqueomagnetismo, la resistividad eléctrica facilita el descubrimiento de rasgos arqueológicos. También podemos emplear la sismografía y el radar para rastrear estratos antes de excavar (Fowler, 1981; Coon et. al., 1979; Greber 1981; Greber y Griffin 1982; Bevan y Kenyon, 1975; Bevan et. al., 1984). Ambos métodos pueden discriminar a un nivel de pocos centímetros y pueden producir mapas para guiar la excavación estratigráfica. Todos estos métodos geofísicos facilitan la excavación estratigráfica en regiones húmedas y hacen posible la recolección de evidencias pertinentes a nuestras teorías. Cuando podamos hacer mapas y estudiar los rasgos de estratificación antes de excavar, tendremos un mejor control de la estratigrafía, lo cual nos facilitará hacer inferencias más refinadas sobre cronología y actividades prehistóricas. También los métodos nos permiten tener una idea de la composición de las comunidades antiguas, muy importante para reconstrucciones de la organización social.

Conclusiones

Como se podrá ver, es necesario pensar detenidamente en la teoría que se desee proponer antes de recoger los datos en el campo, pues es necesario plantear los métodos especialmente para cada pregunta de la investigación. Lo más recomendable es escoger la hipótesis con cuidado, considerando sus antecedentes en la teoría y el retrato empírico. No hay democracia en las hipótesis: algunas son mejores que otras por su capacidad explicativa y por su relación a todo lo conocido de la historia humana. Los nuevos métodos son iluminadores pero complejos y requieren de hipótesis más específicas y de revisiones de resultados más críticas. Además, ante la expansión de los métodos diagnósticos para investigar la subsistencia, la demografía y la salud prehistórica, será mejor desistir de pensar que los objetos nos van a decir cosas que no pueden, aunque son absolutamente necesarios para fechar y tanto más. Por ejemplo, los estilos de cerámica no son pruebas de migraciones. Los budares y metates no nos revelan automáticamente cuáles eran las especies vegetales importantes. Y los restos botánicos y faunísticos no nos informan, por sí mismos, la proporción de los diversos elementos de las dietas.

Finalmente, puede verse la enorme importancia de la colaboración entre las especialidades, las subdisciplinas de la antropología y otros campos como, por ejemplo, los del área de la ecología humana. Por ejemplo, los etnólogos que estudian las tierras bajas tienen teorías más amplias, complejas y sofisticadas sobre la historia cultural y biológica de la región. Pero solo

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El Método y la Teoría de la Arqueología

los arqueólogos pueden recoger el material necesario para comprobar las teorías. Los biólogos pueden identificar los animales y las plantas comestibles de la antigüedad, pero solo los antropólogos físicos poseen los métodos de conservación y de análisis que producen la evidencia real sobre el nivel de alimentación y la composición cuantitativa de la economía de la subsistencia. Cada una de las categorías de la evidencia especializada es necesaria para obtener el cuadro integral de la vida prehistórica.

Se podrá preguntar por qué los métodos antes mencionados son tan desconocidos entre los antropólogos de las tierras bajas. En parte, se debe a que son relativamente nuevos; pero también es cierto que los especialistas no explican su trabajo con claridad y sencillez. Como resultado, no comprendemos fácilmente las importantes implicaciones de sus métodos. Entonces, los que estamos intrigados con ellos, tenemos que tratar de explicarlos de la mejor manera posible (dentro de nuestras limitaciones) para comunicar a los demás interesados su gran importancia y utilidad.

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