el mayordomo - roald dahl

Download El Mayordomo - Roald Dahl

If you can't read please download the document

Upload: andres-ramos

Post on 27-Jun-2015

1.238 views

Category:

Documents


157 download

TRANSCRIPT

Roald Dahl EL MAYORDOMO En cuanto George Cleaver gan el primer milln, l y la seora Cleaver se trasladaron de su pequea casa de las afueras a una elegante mansin de Londres. Contrataron a un cocinero francs que se llamaba monsieur Estragn y a un mayordomo ingls de nombre Tibbs. Ambos cobraban unos sueldos exorbitantes. Con la ayuda de estos dos expertos, los Cleaver se lanzaron a ascender en la escala social y empezaron a ofrecer cenas varias veces a la semana sin reparar en gastos. Pero estas cenas nunca acababan de salir bien. No haba animacin, ni chispa que diera vida a las conversaciones, ni gracia. Sin embargo, la comida era excelente y el servicio inmejorable. -Qu demonios les pasa a nuestras fiestas Tibbs? -le pregunt el seor Cleaver al mayordomo-. Por qu nadie se siente cmodo? Tibbs lade la cabeza y mir al techo. -Espero que no se ofenda si le sugiero una cosa, seor. -Diga, diga. -Es el vino, seor. -Qu le pasa al vino? -Pues ver, seor, monsieur Estragn sirve una comida excelente. Una comida excelente debe ir acompaada de un vino igualmente excelente, pero ustedes ofrecen un tinto espaol barato y bastante corriente. -Y por qu no me lo ha dicho antes, hombre de Dios? -exclam el seor Cleaver-. El dinero no me falta. Les dar el mejor vino del mundo, si eso es lo que quieren! Cul es el mejor vino del mundo? -El clarete, seor -contest el mayordomo-, de los grandes chteaus de Burdeos: Lafite, Latour, Haut-Brion, Margaux, Mouton-Rothschild y Chevel Blanc. Y solamente de las grandes cosechas, que en mi opinin son las de 1906, 1914, 1919 y 1945. Chevel Blanc tambin tuvo unos aos magnficos en 1895 y 1921, y Haut-Brion en 1906. -Cmprelos todos! -dijo el seor Cleaver-. Llene la bodega de arriba abajo! -Puedo intentarlo, seor -dijo el mayordomo-, pero esa clase de vinos son difciles de encontrar y cuestan una fortuna. -Me importa tres pitos el precio! exclam el seor Cleaver-. Cmprelos! Era ms fcil decirlo que hacerlo. Tibbs no encontr vino de 1895, 1906, 1914 ni 1921 ni en Inglaterra ni en Francia. Pero se hizo con unas botellas del 29 y del 45. Las facturas fueron astronmicas. Eran tan grandes que hasta el seor Cleaver empez a reflexionar sobre el tema. Y este inters se transform en verdadero entusiasmo cuando el mayordomo le sugiri que tener ciertos conocimientos de vinos era un valor social muy estimable. El seor Cleaver compr libros sobre vinos y los ley de cabo a rabo. Tambin aprendi mucho de Tibbs, que le ense, entre otras cosas, a catar el vino. -En primer lugar, seor, tiene que olerlo durante un buen rato, con la nariz sobre la copa, as. Despus bebe un sorbo, abre los labios un poquito y toma aire, dejando que pase por el vino. Observe cmo lo hago yo. A continuacin se enjuaga la boca con fuerza y, por ltimo, se lo traga. Con el paso del tiempo, el seor Cleaver lleg a considerarse un experto en vinos e,

inevitablemente, se convirti en un pelmazo tremendo. -Damas y caballeros -anunciaba a la hora de la cena, alzando la copa-, ste es un Margaux del 29. El mejor ao del siglo! Un bouquet fantstico! Huele a primavera! Y observen ese sabor que queda despus y el gusto a tanino que le da ese toque astringente tan agradable! Maravilloso, eh? Los invitados asentan, tomaban un sorbo y murmuraban alabanzas, pero nada ms. -Qu les pasa a esos idiotas? -le pregunto el seor Cleaver a Tibbs despus de que esta situacin se repitiera varias veces-. Es que nadie sabe apreciar un buen vino? El mayordomo torci la cabeza a un lado y dirigi los ojos hacia arriba. -Creo que lo apreciaran si pudieran catarlo, seor -dijo-. Pero no pueden. -Qu diablos quiere decir? Cmo que no pueden catarlo? -Tengo entendido que usted ha ordenado a monsieur Estragn que alie generosamente las ensaladas con vinagre, seor. -Y qu? Me gusta el vinagre. -El vinagre -dijo el mayordomo- es enemigo del vino. Destruye el paladar. El alio debe hacerse con aceite puro de oliva y un poco de zumo de limn. Nada ms. -Qu estupidez! -exclam el seor Cleaver. -Lo que usted diga, seor. -Se lo voy a repetir, Tibbs. Eso son estupideces. El vinagre no me estropea para nada el paladar. -Tiene usted mucha suerte, seor -murmur el mayordomo, al tiempo que abandonaba la habitacin. Aquella noche, durante la cena, el anfitrin se burl del mayordomo delante de los invitados. -El seor Tibbs -dijo- ha intentado convencerme de que no puedo apreciar el vino si el alio de la ensalada lleva mucho vinagre. No es as, Tibbs? -S, seor -replic Tibbs gravemente. -Y yo le respond que no dijera estupideces. No es as, Tibbs? -S, seor. -Este vino -continu el seor Cleaver, alzando la copa- a m me sabe exactamente a Chteau Lafite del 45; aun ms, es un Chteau Lafite del 45. Tibbs, el mayordomo, estaba inmvil y erguido junto al aparador, la cara muy plida. -Disculpe, seor -dijo-, pero no es un Lafite del 45. El seor Cleaver gir en su silla y se qued mirando al mayordomo. -Qu diablos quiere decir? -pregunt-. Ah estn las botellas vacas para demostrarlo! Tibbs siempre cambiaba de recipiente aquellos excelentes claretes antes de la cena, pues eran viejos y tenan muchos posos. Los serva en jarras de cristal tallado y, siguiendo la costumbre, dejaba las botellas vacas en el aparador. En ese momento haba dos vacas de Lafite del 45 a la vista de todos. -Resulta que el vino que estn ustedes bebiendo -dijo tranquilamente el mayordomo- es ese tinto espaol barato y bastante normalito, seor. El seor Cleaver mir el vino de su copa, y despus clav los ojos en el mayordomo. La sangre empez a subrsele a la cara, y la piel se le ti de rojo. -Eso es mentira, Tibbs! -grit. -No, seor, no estoy mintiendo -replic el mayordomo-. De hecho nunca les he servido otro vino que tinto espaol. Pareca gustarles. -No le crean! -grit el seor Cleaver a sus invitados-. Se ha vuelto loco.

-Hay que tratar con respeto a los grandes vinos -dijo el mayordomo-. Ya es bastante con destrozar el paladar con tres o cuatro copas antes de la cena, como hacen ustedes, pero si encima riegan la comida con vinagre, lo mismo da que beban agua de fregar. Diez rostros furibundos estaban clavados en el mayordomo. Los haba cogido desprevenidos. Se haban quedado sin habla. -sta -continu el mayordomo, extendiendo el brazo y tocando con cario una de las botellas vacas-, sta es la ltima botella de la cosecha del 45. Las del 29 ya se han acabado. Pero eran unos vinos excelentes. El seor Estragn y yo hemos disfrutado enormemente con ellos. El mayordomo hizo una reverencia y sali lentamente de la habitacin. Atraves el vestbulo, traspas la puerta de la casa y sali a la calle, donde le esperaba el seor Estragn cargando el equipaje en el maletero del cochecito que compartan.