el matadragones de merebarton - wordpress.com · 2014. 4. 29. · el matadragones de merebarton k....

48
El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón. Arreglar un orinal es una de esas tareas que nos pensamos que es fácil porque es algo que hacen los lañadores, y los lañadores no sirven para nada, porque de lo contrario estarían haciendo otra cosa. Y en realidad de fácil no tiene nada. Hay que perforar varios agujeros minúsculos en los trozos que se han roto, pasar unos trocitos de alambre por los agujeros y luego retorcer los extremos bien juntos y apretados, de manera que los pedazos queden lo suficientemente encajados y firmes como para que el orinal sea impermeable. Para poder repararlo, se necesita un punzón o algo así, bien duro, afilado y fino; buena vista; montones de paciencia, y al menos tres pares de manos firmes como rocas. El lañador me había dicho que me cobraría dos reales y cuarto; vete a paseo, le dije, ya lo haré yo mismo. Y estaba empezando a darme cuenta de que con toda la razón del mundo algunas tareas se reservan para los especialistas. ¡Ay, menuda ironía!

Upload: others

Post on 17-Oct-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

El matadragones de Merebarton

K. J. Parker

Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirmelo del dragón.

Arreglar un orinal es una de esas tareas que nospensamos que es fácil porque es algo que hacen loslañadores, y los lañadores no sirven para nada, porque delo contrario estarían haciendo otra cosa. Y en realidad defácil no tiene nada. Hay que perforar varios agujerosminúsculos en los trozos que se han roto, pasar unostrocitos de alambre por los agujeros y luego retorcer losextremos bien juntos y apretados, de manera que lospedazos queden lo suficientemente encajados y firmescomo para que el orinal sea impermeable. Para poderrepararlo, se necesita un punzón o algo así, bien duro,afilado y fino; buena vista; montones de paciencia, y almenos tres pares de manos firmes como rocas. El lañadorme había dicho que me cobraría dos reales y cuarto; vete apaseo, le dije, ya lo haré yo mismo. Y estaba empezando adarme cuenta de que con toda la razón del mundo algunastareas se reservan para los especialistas.

¡Ay, menuda ironía!

Page 2: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Para empezar, estoy hecho todo un estúpido porromperlo. No suelo ser tan torpe. Estaba oscuro y tropecé,fue mi justificación. Entonces ¿por qué no encendiste unalámpara?, dijo la parienta. Señalé que con lo largas que sonlas tardes de verano no hacía falta una lámpara. Ella sonrióburlonamente. No creo que sea del todo consciente delequilibrio tan precario en que se encuentra nuestrasituación financiera. No es que andemos mal de fondos, noes eso. Ni de lejos tenemos necesidad alguna de venderalgún terreno ni de hipotecarnos. Lo único que pasa es quesi seguimos despilfarrando el dinero en aceite de lámparas,en lañadores y en otras frivolidades por el estilo, llegará unmomento en que la actual leve merma en nuestros ingresosempezará a resultarnos ligeramente molesta. Esto es soloalgo temporal, por supuesto. La mala racha pasará y muypronto volveremos a estar perfectamente.

Tal como he dicho, ¡menuda ironía!

—Ha venido a verte Ebba —me dijo, a pesar de quevio perfectamente que estaba ocupado.

—Pues tendrá que volver otro rato —repliqué conbrusquedad, aunque los tres trocitos de alambre que teníasujetos entre los labios limitaban considerablemente lascotas de brusquedad que podía alcanzar.

—Ha dicho que es urgente.

Page 3: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—Vale. —Dejé el orinal… por llamarlo de algunamanera, porque en modo alguno era ya un orinal. No eramás que un conjunto de recuerdos desarticulados de laforma de un orinal, flojamente atados con alambre, igualque las lorigas que el otro bando llevaba en Outremer—.Dile que suba.

—Aquí no sube con esas botas —dijo, y al momentocomprendí que no, que no iba a subir, no cuando ella habíaempleado ese tono de voz—. ¿Y por qué no dejas eso deuna vez? Estás perdiendo el tiempo.

Las mujeres no tienen paciencia.

—El lañador…

—Ese trozo no va ahí.

Dejé caer al suelo el revoltijo articulado, pasé por sulado y bajé por las escaleras camino del vestíbulo grande.«Grande», en este contexto, es un término estrictamentecomparativo.

Ebba y yo nos entendemos bien. Para empezar, tieneprácticamente mi misma edad; bueno, yo soy una semanamás joven, pero eso tanto da. Ambos crecimosavergonzados en silencio de nuestros respectivos padres(su padre, Ossun, era el hombre más perezoso del feudo; elmío… dejémoslo) y ambos compartimos una tácitadecepción por cómo nos han salido nuestros hijos. Él tomó

Page 4: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

las riendas de su granja poco después de que yo regresarade Outremer, así que se podría decir que ambosempezamos a ser responsables de nuestro propio destinoallá por la misma época. Yo no me hago ilusiones respectoa él, y ni se me pasa por la cabeza que él se las pueda hacerrespecto a mí. Es de estatura mediana, calvo y delgado,más fuerte de lo que parece y más espabilado de lo quesuena. De críos, me colocaba las dianas y me recogía lassaetas; nunca decía nada, se limitaba a quedarse plantadoahí con cara de aburrimiento.

La misma cara que tenía ahora. Me dijo que no me ibaa creer lo que me iba a contar.

Si algo caracteriza a Ebba es que carece por completode imaginación. Incluso cuando está escandalosamenteborracho… gimientemente borracho, en su caso; lo queocurre rara vez, nos os vayáis a pensar que es lo que laparienta llama un mandria. Un par de veces al año, enaniversarios concretos. De qué son aniversarios no tengo niidea, y por supuesto que no pregunto. Pero eso, que un parde veces al año se sienta en el pajar con una grandamajuana de piedra y solo sale cuando está vacía. Nadadado, que es a lo que iba, a ver cosas que no esténliteralmente ahí.

—Hay un dragón —dijo.

Page 5: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Ossun, su padre, ese sí que veía todo tipo de cosasraras y extraordinarias.

—No seas lerdo —le espeté.

Se limitó a mirarme. Ebba nunca discute ni te lleva lacontraria; no le hace falta.

—Vale —dije, con las palabras abriéndose camino aduras penas, igual que un hombre obeso en un pasilloestrecho—. ¿Dónde?

—En Merebarton.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Una breve digresión relativa a los dragones.

No existen. Ahora bien, está el draco blanco (su primode mayor tamaño, el draco azul, es casi seguro que ya estáextinguido). Según El bestiario imperfecto, de Hrabanus,el draco blanco es nativo del extenso cinturón de marismascon el que uno se topa de manera totalmente inesperadatras cruzar el desierto cuando se va de Crac Boamondhacia el mar. Hrabanus cree que es un murciélago enorme,pero cita minuciosamente a Priscian, que es de la opiniónde que es un pájaro sin plumas, y a Saloninus, quemantiene que se trata de un lagarto alado. El draco blanco

Page 6: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

puede llegar a alcanzar el metro y medio de largo (de lanariz a la punta de la cola); tres quintas partescorresponden a la cola, lo que no quita para que te puedadar un buen bocado. Se lanzan desde los árboles, y esopuede resultar terriblemente inquietante (hablo porexperiencia personal). Los dracos blancos se alimentancasi exclusivamente de carroña y fruta podrida, rara vezatacan a menos que se les provoque y está absoluta yrotundamente demostrado que no echan fuego por la boca.

Los dracos blancos no se encuentran fuera deOutremer. Con una excepción: alrededor de un siglo atrás,algún noble alelado se trajo de allí cinco parejas de cría,como adorno para la parcela de su castillo. Ni idea de porqué la gente hace estas cosas. Mi padre intentó una vezcriar pavos reales. En cuanto abrimos la jaula salierondisparados como virotes de una ballesta; no volvimos asaber de ellos hasta que nos avisaron de un lugar a diezkilómetros, que si por favor podíamos ir y hacer algo,porque se pasaban el tiempo picoteando la paja de lostejados. Mi padre cogió el caballo y se fue para allá,llevándose el arco, por cierto. Los pavos reales nuncavolvieron a ser mencionados.

En cambio, los dragones miden de dos metros y medioa tres, sin contar la cola; te atacan a las primeras de cambio

Page 7: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

y sí que echan fuego por la boca. O al menos este sí que lohacía.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Tres casas y cuatro graneros en Merebarton, dos casasy un almiar en Stile. Todavía ningún herido, pero solo eracuestión de tiempo. Una docena de ovejas muertas, de lasque solo quedaban los huesos. Un pastor contó que esabestia horrible lo había seguido: el pastor lo vio, el dragónlo vio a él, el pastor se dio media vuelta y echó a correr; eldragón lo fue siguiendo prácticamente planeando, sinapenas mover las alas, como movido por una ciertacuriosidad. Cuando ya no pudo correr más, el hombreintentó meterse en la madriguera de un tejón. Se quedóatascado, con la cabeza en el agujero, las piernas en el aire.Notó un golpazo, supone que cuando la bestia se posó a sulado, oyó los resoplidos, que le hicieron pensar en los deun toro, sintió el aliento cálido en los tobillos. Fue como siel tiempo se hubiera detenido unos instantes, para acontinuación echar a andar de nuevo. El hombre dijo queera la primera vez que se había meado encima, y que sintiócomo el pis le bajaba por el pecho y le goteaba desde labarbilla. ¡Toma ya!

Page 8: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Al parecer, el hermano lego que hay en Merebartontomó las riendas, tal como acostumbran a hacer. Llevó atodo el mundo al silo (muros de piedra, sí, pero techo depaja; cualquiera hubiera pensado que hasta un lego habríavisto alguna vez cómo se hace el carbón vegetal) y envió aun muchachito aterrorizado en un poni a, a ver si loadivináis… exacto, a buscar al caballero.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Llegado este punto, la historia le cede la palabra (¿noes eso lo que dicen en el Gran Consejo?) a Dodinas le CureHardy, de cincuenta y seis años de edad, caballero deWestmoor, Merebarton, East Rew, Middle Side y BigRoom; veterano de Outremer (cuatro años, lo juro), que ensu época participó con éxito moderado en el circuito: tressegundos puestos en torneos clasificatorios, dos terceros,normalmente entre los veinte primeros de una media deunos cuarenta competidores. Aunque retirado de todo esodesde hace mucho. Siempre supe que no iba a ser uno deesos enjutos y espeluznantes viejos que siguen derribandoy siendo derribados cumplidos los sesenta. Tuve un tío así,Petipas de Lyen. Lo vi en un torneo cuando tenía sesenta ysiete años y un joven gigante lo derribó del caballo. Mi tíoaterrizó de mala manera y lo vi levantarse del suelo a duras

Page 9: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

penas, totalmente exhausto. Yo tenía solo, ¿cuántos?, doceaños, e incluso yo me percaté de que hasta la última trizade su carne y de sus huesos estaba gritando, «¡No quieroseguir haciendo esto!». Pero él se incorporó, afrentó aljoven tontaina hasta que consiguió que le diera unaoportunidad a pie, y procedió a utilizar su cabeza comoyunque durante diez minutos antes de aceptar gentilmentesu rendición. Luchó con una ira tal… aunque no ibadirigida contra el muchacho, por dejarlo en evidencia, mitío no era así. Estaba furioso consigo mismo por envejecery se desquitó con el único objetivo disponible. Todo elasunto me pareció triste y me afectó bastante. Yo nuncaseré así, me dije.

A ver si me explico. La cuestión era, es: ¿para qué? Lode luchar es algo que no me cabe en la cabeza. Yo heluchado (luchado de verdad) en Outremer. Y lo hiceporque tenía miedo de que mi adversario me fuera a matar.Como resulta que la defensa siempre ha sido mi puntodébil, lo compenso siendo extremadamente agresivo.Nunca fui capaz de resistir demasiado tiempo, pero en elcampo de batalla eso no acostumbra a ser un problema. Asíque atacaba a cualquier cosa que se moviera con unaardiente ferocidad exacerbada única y exclusivamente porun miedo glacial. Pero los torneos, las justas, lasescaramuzas informales previas, las refriegas… ¿para qué?No tengo ni la más remota idea, aunque es cierto que me

Page 10: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

ponía muy contento en las escasas ocasiones en las queconseguía llevarme a casa un pequeño trofeo de hojalata.¿Era eso suficiente para justificar el dolor y el tener quepermanecer acostado durante dos semanas con doscostillas rotas? Por supuesto que no. «Lo hacemos porquees lo suyo», era una de las máximas más profundas de mipadre. Y me acuerdo de mi tía que era justo el casocontrario: una tonta, que se pasaba de blanda. Tenía unasgallinas grandes y blancas, y cuando las malditas ya erandemasiado viejas para poner huevos, mi tía no podíasoportar que les retorcieran el cuello. Así que en lugar deeso, había que llevarlas al bosque y soltarlas allí, lo que entérminos reales se traducía en que se convertían enalimento para los halcones y los zorros. En una ocasión,cuando me tocó a mí, llevé a cuestas una jaula con cuatrogallinas y dos gallos apretujados en su interior, petrificadospor el miedo. Ahora bien, como lo que atrae a los zorros esel cloqueo, los solté en sitios distintos, bien lejos unos deotros, para que no tuvieran a nadie con quien hablar. Unavez liberada la última gallina, desanduve el camino; losdos gallos ya habían conseguido encontrarse, ni idea cómo,y se estaban haciendo trizas con los espolones. Lo hacenporque es lo suyo. Alguien dijo en una ocasión que elhombre que está cansado de matar está cansado de la vida.No estoy seguro de saber qué es lo que eso quiere decir.

Page 11: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Empieza a perfilarse una imagen, espero, de Dodinasle Cure Hardy; mientras fue un caballero en activo intentóhacer lo que se esperaba de él, pero en ningún momentocon demasiadas ganas. En cierta manera, se alegraba deque esa época hubiera quedado atrás y de que ya noestuviera obligado a participar en todo aquello. En sulugar, prefiere dedicarse a la hacienda, intentando evitar eldesmoronamiento de ese caos heredado de sus ancestros.Un hombre consciente de sus obligaciones y al menos departe de sus puntos flacos.

Vete a buscar al caballero, dice el majadero del lego.Dile…

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Cuando vuelvo la vista atrás, pienso que de no serporque había visto esos condenados dracos blancos enOutremer, hay bastantes probabilidades de que me hubieranegado a creer que un dragón estaba desbaratandoMerebarton, y, entonces, cualquiera sabe, a lo mejor sehabría marchado volando a molestar a otros. Bueno, nuncase sabe, de eso se trata. Es esa misma ignorancia la quehace posible la vida. Pero cuando Ebba me contó lo que le

Page 12: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

había dicho el muchacho que había visto, yo pensé almomento: un draco blanco. Estaba claro que no se tratabade un draco, pero se parecía lo suficiente a algo que yohabía visto como para permitir que se me pasara por lacabeza la posibilidad de un dragón, y esa fue mi perdición.Irremisible.

A pesar de lo cual, creo que pregunté, «¿Estásseguro?», unas seis o siete veces hasta que me percaté deque estaba quedando en ridículo. Momento en el que unaespecie de terrible nube de desesperación me envolvió aldarme cuenta de que era a mí a quien me había caídoencima ese extraordinario, imposible, espantoso yatrozmente injusto problema, y de que era yo quien me ibaa tener que ocupar de él.

Pero se hace lo que se puede. Pugnas, igual que unhombre atrapado bajo una roca gigantesca porfía enrespirar hasta sus últimos estertores sibilantes; inútil, perono puedes rendirte sin más ni más. Así que lo miréfijamente a los ojos y dije, «Y bien, ¿qué es lo que esperanque haga?».

No dijo ni palabra. Me miró.

«¡Y un carajo! —recuerdo haber gritado—. Tengocincuenta y seis años. Ya ni siquiera cazo jabalíes. Tengouna rodilla agarrotada. No duraría ni dos minutos».

Page 13: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Me miró. Cuando se ha conocido a una personadurante toda la vida, razonar con ella es más o menoscomo razonar con uno mismo. Y lo de engañarme a mímismo nunca me ha gustado demasiado. Ni a nadie, yapuestos. Y bien es cierto que mi madre solía decir,«Mintiendo, eso es lo único en lo que no quiero que seas elmejor del mundo». Soltaba montones de cosas así, quequedan mucho mejor escritas en papel que cuando se dicenen una conversación informal; pero claro, ella no sabía nileer ni escribir. También acostumbraba a decir, «Cumplecon tu obligación». Creo que nunca le resulté demasiadosimpático. Me quería, faltaría más, pero no le gustabademasiado.

Ebba me estaba mirando. Me sentí como ese pobredesgraciado de debajo de la piedra (en el sitio de Crac desBests, un tipo al que apenas conocía). Y llega un momentoen el que te resulta imposible seguir respirando.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Tenemos biblioteca, bien que sí: cuarenta y sietelibros. El bestiario imperfecto es una edición abreviada,una copia local, con unas ilustraciones bastante ridículas,que hacen que todo parezca o un cerdo o una vaca, porqueeso es lo único que había visto el pobre desgraciado que

Page 14: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

las hizo. Así que ahí estaba yo, mirando un dibujo de unagran vaca blanca con alas, pensando, «¿Cómo demonios sesupone que voy a matar algo así?».

Los dracos blancos no echan fuego por la boca, peroallá por Permia tienen a ese condenado lagartito que sí quelo echa. De unos cincuenta centímetros de largo y por lodemás de lo más corriente; hablando en plata: se tira pedospor la boca y de algún modo se las ingenia para hacer queardan. Con lo que por entre las extensiones de juncos sesuelen ver pequeños fogonazos y bocanadas de humo. Asíque sí que es posible. Genial.

Un pequeño aparte, ¿por qué demonios va a querer unbicho hacer eso?, os preguntaréis. Hrabanus, que tiene unarespuesta para hasta la última maldita cosa, señala que lasmasas de juncos obstruirían el delta, desviarían el curso delagua y convertirían todo el sur de Permia en una ciénagafétida de no ser por los frecuentes y regulares incendiosque despejan de juncos la zona y dejan una gruesa capa defértiles cenizas, ideal para que el resto de la vegetacióncrezca fuerte y lozana y sirva de alimento a los cientos deespecies de animales y pájaros que viven allí. Losincendios son provocados por los lagartos, que no parecencumplir ninguna otra función. Hrabanus señala esto comouna prueba de la teoría del relojero divino. Yo creo que lohacen porque es lo suyo, aunque no me extrañaría que los

Page 15: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

que realmente provoquen los incendios sean algunoslagartitos resentidos por ser los hermanos pequeños.Enseguida os hablo de mi hermano.)

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

La parienta dio conmigo en la biblioteca. Estaba claroque había estado hablando con Ebba.

—¿Y bien? —dijo.

Le conté lo que había decidido hacer. Ella sabe poneresa cara en la que se concentran el desdén y la ira, que estan sumamente elocuente que no le haría falta decir nada.Pero lo dice. Y bien que lo dice.

—No tengo elección —protesté—. Soy el caballero.

—Tienes cincuenta y seis años y cuando subes lasescaleras te quedas sin aliento. ¿Y pretendes ponerte aluchar con… dragones?

Lo de las escaleras es una mentira infame. Fue soloaquella vez, y en la torre del reloj. Setenta y siete escaloneshasta arriba.

—Si yo no quiero hacerlo —señalé—. La últimapuñetera cosa que quiero…

Page 16: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—La última puñetera cosa que harás, si eres tanestúpido como para hacerla. —Ella nunca dice palabrotas,salvo cuando me repite mis propias palabras—. ¿Quiereshacer el favor de pensar un momento? Si consigues que tematen, ¿qué pasará con este lugar?

—No tengo ninguna intención de que me…

—Florián es demasiado joven para hacerse cargo de lahacienda —continuó ella como si yo no hubiera hablado—. Y uno no puede fiarse de que ese payaso que tienes comoadministrador se acuerde de respirar a menos que tenga aalguien encima de él. Además, tendremos que pagar lostributos de tutela y el de por muerte del propietario, y esoson cientos de táleros que ni de lejos tenemos, con lo quehabrá que vender terrenos, y una vez que empiezas avender más te valdría cargar una carretilla y echarte alcamino, porque…

—No tengo ni la más mínima intención de que mematen —aseguré.

—¡Por el amor de Dios, no me grites! —me gritó—.Bastante malo es que me mates a preocupaciones para queencima me chilles. No sé por qué me haces esto. ¿Es queme odias o qué?

Estábamos a cuatro segundos y medio de las lágrimas,que es algo que soy incapaz de soportar.

Page 17: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—De acuerdo —dije—. A ver, dime, ¿qué hago?

—¿Cómo quieres que yo lo sepa? Yo no me meto enestos ridículos embrollos.

Ojalá yo pudiera no meterme, debería tener esaposibilidad. Después de todo, ¿no es ese el movimiento delcaballo y por tanto del caballero? Un casilla en ángulorecto y luego saltar limpiamente por encima de la cabezadel contrincante.

—¿Y qué hay del inútil de tu hermano? —continuóella—. Mándalo a él.

Lo terrible es que eso mismo se me había pasado a mípor la cabeza. Sería… bueno, no aceptable, pero estaríadentro de las reglas, me refiero a que hay precedentes.Bien es cierto que yo tendría que estar poco menos quepostrado en cama con alguna enfermedad de mil demonios,eso sí, respetable. Titurel es diez años más joven que yo ytodavía compite de manera regular en el circuito, aunquejusto entonces estaba a cinco kilómetros de distancia, en laposada, con alguna mujer a la que habría conocido por ahí.Y si verdaderamente yo estaba enfermo…

Sentí agradecimiento hacia mi mujer. Si ella no lohubiera sugerido, igual hasta me lo habría planteado. Peroasí las cosas…

Page 18: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—No seas ridícula —dije—. A ver, piensa, si yo meachanto y Titurel llegara a conseguir matar la malditabestia… Tenemos que vivir aquí. Y a él no habría quien loaguantara.

Resopló por la nariz; igual, me atrevería a decir, queuno de esos bichos cuyo nombre empieza por «D».

—Vale —dijo—, aunque en qué te beneficiaexactamente que te maten y que tu horrible hermano setraslade a vivir aquí y se ponga al frente de la hacienda…

—No me van a matar —la interrumpí.

—¿Ves como nunca me escuchas? No vale la pena quemalgaste saliva. —Hizo una pausa y me miró con el ceñofruncido—. ¿Y bien?

A veces me cuesta recordar que cuando me casé conella era la Hermosa Doncella de Lannandale.

—Y bien ¿qué?

—¿Qué es lo que vas a hacer entonces?

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

—Vaya —dijo, girándose a medias y secándose lafrente con el antebrazo—, eres tú.

Page 19: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Otro que es prácticamente coetáneo mío. Puede queme lleve unos seis meses; se hizo cargo de la fragua justoantes de la muerte de mi padre. Nunca le he caído bien,pero a pesar de ello no nos entendemos mal. No es ni delejos tan bueno en su oficio como se piensa, pero lo es lobastante.

—¿Has venido a pagarme los escarificadores? —mepreguntó.

—No solo a eso —respondí—. Necesito que me hagasuna cosa.

—¡Qué raro! —Me dio la espalda, sacó de debajo delas brasas algo que casi estaba al rojo vivo y lo golpeó, confuerza y rápidamente, durante unos veinte segundos.Luego lo volvió a lanzar bajo las brasas y empujó laempuñadura del fuelle una docena de veces, hecho lo cualya quedó libre para poder hablar conmigo—: Voy anecesitar una señal.

—No digas tonterías —le dije. Encima de un yunquelibre había un pequeño montón de herramientas. Las apartécon cuidado y extendí mis pedazos de pergamino—. Bien,y ahora tienes que prestar atención.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Page 20: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

El pergamino donde había dibujado mis penososbocetos provenía de la anteportada de Principios deDerecho Mercantil, de Monomachus de Teana. Me habíasobrado justo lo suficiente para escribir una breve nota,que tras doblar cuatro veces y sellar, encargué entregar almozo de cuadra. La nota volvió a mí, plegada del revés y,debajo de mi mensaje, escrito con trazos grandes y toscosemborronados por falta de arena: «¿Para qué demonios loquieres?».

Yo no estaba de humor. Volví a entrar en casaairadamente (había estado en el granero, rebuscando en elmontón de trastos viejos), cogí pluma y tinta y escribí envertical en el margen (quedaba el espacio justo, si seescribía muy pequeño): «No hay tiempo. Por favor. Ya».

Subrayé «por favor» dos veces. El mozo de cuadra sehabía marchado a algún sitio, así que envié a la fregona. Sequejó por tener que salir con el calzado de ir por casa. ¡Loque hay que aguantar!

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Moddo, el herrero, es uno de esos hombres que sedejan atrapar por la tarea que tienen entre manos. Alprincipio refunfuña y protesta, pero luego su imaginacióncae en las redes de los desafíos que presenta el trabajo, y al

Page 21: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

final tu principal problema consiste en arrancárselo de lasmanos cuando está terminado, porque siempre se le acabade ocurrir alguna ingeniosa y pequeña modificación quesupondrá una ligerísima e irrelevante mejora.

Trabaja bien. Me dejó tan impresionado que le paguéen efectivo.

«Tu diseño no valía para nada, así que lo modifiqué»,me había dicho. Un tanto exagerado. Lo que había hechohabía sido sustituir dos muelles finos por uno grueso, yañadir una especie de trinquete sacado de la palanca de unmolino para que costara menos abrirlo. Todavía estabapegajoso del aceite en el que lo había enfriado. Al verlo seme puso la carne de gallina.

En esencia, no era más que un cepo muy, muy grande,que saltaba cuando se presionaba una placa.

—La cosa es bastante sencilla —expliqué—. A ver,piénsalo. Piensa en los pájaros. Para poder levantarse delsuelo tienen que tener los huesos muy ligeros, ¿no es así?

Ebba se encogió de hombros: si tú lo dices.

—Bueno —continué—, pues los tienen. Y si le rompesla pata a un pájaro ya no puede echar a volar. Y yosupongo que con ese desgraciado pasará eso mismo.Colocamos una res muerta, con esto debajo. Se posa sobrela res, la sujeta con una pata para poder desgarrarla con la

Page 22: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

otra. Cataplum, lo pillamos. Esta cosa debería romperle lapata a ese malnacido igual que si fuera una zanahoria, yentonces ya no va a poder largarse a toda prisa, eso seguro.

Ebba arrugó el entrecejo. Notaba que la mera visióndel cepo le asustaba, igual que me pasaba a mí. El resortetenía un centímetro de grosor. Menos mal que Moddohabía caído en la cuenta de añadir un mecanismo deamartillado.

—Pero todavía te quedará matarlo —señaló.

—¡Y un carajo! ¿Por qué? —le pregunté con unasonrisa—. Basta con que todo el mundo y todo el ganadose mantengan bien alejados durante una semana hasta quese muera de hambre.

Ebba siguió dándole vueltas al asunto. Esperé.

—Si respira fuego —dijo con parsimonia—, a lo mejorpuede fundir el cepo y escapar.

—Para ello tendría que quemarse su propia pata. Yademás —continué, puesto que se trataba de unaposibilidad que yo ya había considerado—, incluso sin elcepo seguirá estando tullido, y no podrá ni cazar nialimentarse. Igual que un pájaro que se acaba de escaparde las garras de un gato.

Un ligero fruncimiento de ceño que quería decir,«Bueno, tal vez».

Page 23: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—Necesitaremos una res muerta.

—Está la cabra esa que está enferma —dijo.

Moví la cabeza afirmativamente. Su cabra enferma.Porque no es culpa mía que todos mis animales esténsanos.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Se fue con la carretilla en busca de la cabra. Unosminutos después, un carro grande se dirigió entre crujidoshacia la entrada del patio y se detuvo justo a tiempo. Erademasiado ancho para pasar y se hubiera quedadoatascado.

¡Aleluya!, Marhouse me había mandado el escorpión.Y lo que era menos motivo de alegría y júbilo, él tambiénhabía venido, pero bueno, daba igual.

El escorpión es genuinamente mezentino y como pocotiene doscientos años. La tradición familiar dice que eltataratataraymástatarabuelo se lo trajo de su Gran Tour,como recuerdo. Más probable: su abuelo lo aceptó comoparte de algún pago o para saldar alguna deuda incobrable;pero admitir eso sería reconocer que dos generaciones atrástodavía eran comerciantes.

Page 24: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—¿Para qué demonios lo quieres? —preguntóMarhouse bajando de un salto de la caja del carro.

No es mal tipo, supongo. Estuvimos en Outremerjuntos; fue allí donde nos conocimos, lo que es absurdo,porque nuestras casas están a solo seis kilómetros dedistancia. Pero a él lo crio una familia de acogida, allá porel norte del país. Siempre he dado por sentado que por esoha salido así.

Le dirigí una media sonrisa de desesperación. Nuestrafregona seguía sentada en el carro, esperando que alguienla ayudara a bajar.

—Gracias —dije—. Espero que no lo necesitemos,pero…

Un escorpión es una máquina de asedio; bastantepequeña, si se la compara con las enormes catapultas quearrojan piedras y los mangoneles y trabuquetes con los quenos machacaron en Crac des Bests. En esencia, es una granballesta metálica, con un armazón, una base robusta y untorno supereficiente. Un hombre puede tensarlo haciendogirar una larga manivela de acero, y dispara a trescientosmetros un dardo de metal largo como un brazo y gruesocomo un pulgar. En Metouches nosotros teníamosescorpiones, y afortunadamente el otro bando no.

Page 25: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Le conté a Marhouse lo del dragón. Dio por hecho queestaba intentando hacer una gracia. Y entonces vio el cepo,tirado en el suelo delante del lagar. Y se quedó muycallado.

—Lo dices en serio —dijo.

Asentí con la cabeza.

—Por lo visto ha quemado varias casas en Merebarton.

—¿Quemado? —Nunca antes le había visto unaexpresión así.

—Eso dicen. No creo que solo sea un draco.

—Eso es… —No llegó a terminar la frase. Ni falta quehacía.

—Y por eso me alegro tanto de que tu abuelito fueratan previsor como para comprar un escorpión —dijeintentando sonar jovial—. No me extraña que ganara undineral con los negocios. Está claro que sabía reconocer lascosas buenas cuando las veía.

Tardó unos instantes en pillar la pulla, y para entoncesya era demasiado tarde.

—No hay dardos —dijo.

—¡¿Qué?!

Page 26: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—Que no hay dardos —repitió—, solo la máquina.Normal, el maldito cacharro no se utiliza para nada, solo lotenemos de adorno.

Abrí y cerré la boca un par de veces.

—Seguro que tiene que haber…

—Originalmente sí, supongo. Me imagino que seusarían para alguna cosa por la casa. —Me dirigió unadébil sonrisa—. En mi familia no se acostumbra a guardarlos trastos viejos durante doscientos años solo por si lasmoscas.

Yo estaba intentando recordar el aspecto que tienen lassaetas de escorpión. En el extremo de atrás tienen unaespecie de reborde de tres hojas, para estabilizarlas en elvuelo.

—Da igual —dije—. Tendremos que apañárnoslas conalgún trozo de barra. Le pediré a Moddo que me prepareunos cuantos. —Yo estaba observando la máquina. Laranura de deslizamiento y los tornillos de plomo estabancubiertos de grumos duros y compactos de grasa seca—.¿Funciona?

—Supongo. Al menos funcionaba la última vez que seutilizó. Lo guardamos tapado con pieles engrasadas en labodega de los tubérculos.

Page 27: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Le quité una escama de óxido del armazón. Parecíabastante resistente, pero ¿y si el mecanismo estabaatascado?

—Creo que lo mejor será bajarlo del carro y así vemos—dije—. Bueno, gracias de nuevo. Ya te contaré cómoacaba todo.

Es decir: por favor, ahora vete; pero Marhouse selimitó a mirarme con mala cara.

—Me quedo —anunció—. ¿De veras crees que os voya confiar una reliquia familiar?

—No, de verdad, no hace falta que te molestes —insistí—. Yo sé manejar estos cacharros, acuérdate.Además, son prácticamente indestructibles.

Estaba malgastando saliva. Marhouse es como unaperra que tuve, que no podía soportar que la dejáramos almargen de nada: si ibas a cagar en mitad de la noche, ellatambién tenía que ir contigo. En Outremer nadie se ofrecíavoluntario para nada, salvo Marhouse, y justo por esemotivo nunca era elegido.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Page 28: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Así que, sin culpa ni opción alguna, me encontré conque éramos nueve: Ebba, Marhouse, los seis hombres de lagranja y yo. De los seis, Luitprand con diecisiete años yRognvald con veintinueve, aunque este apenas contaba,con el brazo mal. Los demás entre los cincuenta y dos y lossesenta. Unos viejos. Debemos de estar locos, pensé.

Fuimos hasta allí en el carro abierto, dando botes ytumbos por las rodadas de Watery Lane. Todos estábamospensando lo mismo, aunque nadie dijo ni palabra: ¿quépasa si el malparido se abalanza sobre nosotros y nosachicharra mientras estamos sentados aquí en el carro? Yademás yo estaba pensando: después de todo, lo deMarhouse es problema suyo, él también es un caballero yha insistido en inmiscuirse; sin embargo, el resto… son miresponsabilidad. Id a buscar al caballero, habían dicho, noal caballero y a la mitad del puñetero pueblo. Pero entérminos reales, un caballero no es solo un hombre, es elnúcleo de una unidad, el corazón de una sociedad: la lanzaen tiempos de guerra, el pueblo en tiempos de paz; está asu lado, delante de ellos cuando hay peligro yrespaldándolos cuando los tiempos son duros, no tantocomo un individuo sino más bien como un nombrecolectivo. Eso se sobreentiende, por supuesto; así que entodas esas viejas historias de galantes caballeros errantes,cuando el poeta declama cómo el caballero se adentra en elbosque oscuro y se encuentra con el mal que debe ser

Page 29: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

combatido, con la injusticia que debe ser reparada,«caballero» en ese contexto es solo una manera máscómoda de referirse a un caballero con su escudero y supaje de armas y sus tres hombres de armas y el muchachoque le lleva el caballo de repuesto. A los otros no se losmenciona por su nombre, están subsumidos en él; él esquien se lleva la gloria o la culpa, pero todos saben, si separan a pensarlo, que los otros también estaban allí; porquesi no ¿quién acarreaba las lanzas de repuesto para sustituira las que se rompían?, y ¿quién ayudaba al pobredesgraciado a entrar y salir de su arnés enchapado todas lasmañanas y noches? Hay algunas correas y hebillas a lasque no se llega, a menos que tengas tres manos en elextremo de unos brazos anormalmente largos. Si no tuvieraa otros conmigo, yo no valdría para nada. Eso se da porhecho, ¿verdad que sí?

Colocamos el cepo en lo alto de una pequeñaelevación, en el prado grande que hay junto a la antiguacantera de arcilla. Sugerencia de Marhouse, de hecho, quecreía que era allí donde se cruzaban todas las trayectoriasde vuelo que había estado siguiendo el bicho.¿Trayectorias de vuelo? Pues sí, dijo, y empezó arepresentar todos los ataques que se habían registrado conuna serie de líneas rectas, que raspó con un palo en lassalpicaduras secas del lateral del carro. A mí me parecióbastante convincente. En realidad, no había pensado lo más

Page 30: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

mínimo sobre el asunto, dando por hecho que con dejartirados los restos ensangrentados de una res, el dragón losolería y se lanzaría en picado a por ellos. Una estupidez, sise piensa bien. Y eso que me considero un buen cazador…

Moddo había equipado el cepo con cuatro buenascadenas bien gruesas, que llevaban incorporadas unasalcayatas de acero de cerca de cincuenta centímetros queclavamos en tierra. Marhouse fue el que de nuevo aportó lainteligencia. Tenían que estar compensadas (su palabra) demanera que, tirase hacia donde tirase, siempre hubiera trescadenas que ofrecieran la máxima resistencia; y bueno,cuando lo dijo sonó razonable. Su cerebro es de esos; sededica a inventar ingeniosos artilugios y máquinas para lagranja. La mayoría no funcionan, pero algunos sí.

El cepo, por supuesto, era el plan A. El plan B era elescorpión, colocado a setenta metros debajo del castañoseco, resguardado tras todos esos matorrales de brezo yaulagas. La idea era contar con una línea de mira directa,pero, si fallábamos y venía a por nosotros, que no seatreviera a descender demasiado cerca por miedo a chocarcon las alas contra las ramas bajas. Y esto sí que se meocurrió a mí.

Apoyamos la pobre cabra muerta sobre unos palos paraque no ejerciera presión sobre la placa de la base de latrampa, y luego nos apresuramos a regresar al lugar donde

Page 31: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

habíamos instalado el escorpión. Luitprand fue elegidovoluntario para llevar el carro de vuelta a Castle Farm;refunfuñó algo sobre que iba a estar al descubierto, pero loelegí porque era el más joven y quería quitarlo de en mediono fuera a resultar que el dragón sí que terminara por haceracto de presencia. Setenta metros era la máxima distancia ala que confiaba que el escorpión pudiera disparar en línearecta sin tener que tener en cuenta el ángulo de elevación(como es lógico, no tuvimos tiempo de ajustarlo), perotenía la sensación de que había que ser idiota para ponersetan cerca. ¿Cuánto tardaría esa bestia horrible en volarsetenta metros? Ni idea, por supuesto. Tensamos elescorpión (lo que resultó tranquilizadoramente duro),cargamos lo que Moddo entendía por una saeta en laranura, nos acurrucamos lo más adentro que pudimos en lamaraña de brezo y ortigas y esperamos.

No apareció.

—¿Qué clase de veneno pensáis que se necesitará paramatar un bicho así? —preguntó Marhouse cuando yaestaba tan oscuro que no se veía.

Algo a lo que yo también le había estado dandovueltas.

—Alguno que no tenemos —respondí.

—¿Tú crees?

Page 32: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—¡Venga ya! —dije—. No sé tú, pero yo, por elmotivo que sea, resulta que no tengo toda una variadagama de venenos en casa.

—Está la raíz de arquero —señaló Ebba.

—Tiene razón —dijo Marhouse—. Eso puede matarprácticamente a cualquier cosa.

—Por supuesto que sí —reconocí—, pero nadie de poraquí…

—Mercel —me interrumpió Ebba—. Él tiene.

Primera noticia.

—¿Qué?

—Mercel. El hijo de Lidda. La utiliza para matarjabalíes.

«¿Estará enterado?», me pregunté. Ya me había fijadoen que últimamente costaba un poco dar con jabalíes. Yosabía perfectamente que frotando con un poco de raíz dearquero un trozo de alambre con púas clavado en unposte… a los jabalíes les encanta rascarse, y es cierto,causan estragos en los campos de maíz. Por eso pago unarecompensa. La raíz de arquero es ilegal, por supuesto,pero también lo son un montón de artículos cotidianos delo más útil.

Page 33: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

—Mejor le pregunto —continuó Ebba—. No querrámeterse en líos.

Decidido de manera unánime, al parecer. Y bueno,tampoco es que fuéramos a ganar nada con quedarnosagachados entre los arbustos. Sí que se me pasó por lacabeza que si el dragón no se había fijado en una cabramuerta encima de un cepo, tampoco había ningunagarantía de que se fuera a fijar en esa misma cabra muertallena hasta arriba de raíz de arquero, pero deseché la ideapor poco constructiva.

Dejamos instalados el escorpión y la trampa, por siacaso, y volvimos caminando a Castle Farm. Al principio,cuando pasábamos por lo alto de Hog’s Back en CastleLane, di por hecho que el hermoso resplandor rojo en elhorizonte era el último fulgor del sol poniente. A medidaque nos fuimos acercando, deseé que efectivamente fueraeso. Sin embargo, para cuando pasamos por el huerto demembrillos, la hipótesis ya no se sostenía.

Encontramos a Luitprand en el estanque de los gansos.El muy lerdo se había lanzado al agua para evitar serachicharrado. Y resulta que el fango del fondo tiene casiun metro de profundidad. Podía habérselo avisado…

Y ya que estamos, creo que Luitprand era hijo mío.Resulta que conocí a su madre casi que demasiado bien,hace diecisiete años. Lógicamente, nunca pude decir nada.

Page 34: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Pero me recordaba un montón a mí mismo. Por de pronto,era un tontolaba, exactamente como yo. Lanzarme alestanque para evitar las llamas era justo el tipo de cosa queyo podría haber hecho a su edad; y, ni que decir tiene, élno estaba presente cuando cavamos el condenado estanque,hace veintiún años, así que ¿cómo podía haber sabido quehabíamos elegido un terreno que no servía para nada másde lo blando que era?

Ninguna otra víctima, gracias a Dios, salvo el pajar, elalmiar y la pila de leña, destruidos los tres. De maneramilagrosa, las llamas habían arrasado los juncos de latechumbre del pajar sin llegar a afectar a las vigas, pero lapérdida de todo ese heno iba a obligarnos a sacrificar unmontón de reses en perfecto estado cuando llegara elinvierno, porque no puedo permitirme comprar más. Unamaldita desgracia después de otra.

Opito, la mujer de Larcan, estaba histérica, y eso quedespués de todo su casa no había sido pasto de las llamas.Larcan dijo que había sido un lagarto gigantesco, de unosseis metros de largo. Había llegado a verlo un momentopor el rabillo del ojo, justo antes de arrastrar a su esposa ya su hijo debajo del carro. Me miró como si todo fueraculpa mía. Justo lo que necesitaba después de un largo díaagachado entre el brezo.

Page 35: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Luitprand tocaba la flauta, no demasiado bien. Lehabía regalado la que traje cuando volví de Outremer.Nunca la encontré entre sus cosas, así que lo único que seme ocurre es que en algún momento la había vendido.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

En cualquier caso, así estaban las cosas. Fuera lo quefuera el bicho, hubiera venido de donde hubiera venido,había que ocuparse de él, lo antes posible. En el camino devuelta desde la granja, Marhouse había estado dando la latade nuevo con lo de las trayectorias de vuelo y con dóndeíbamos a colocar la carnada; dos días aquí, mientras elviento soplaba del sur, y, luego, si no habíamos conseguidonada, otros días allá, y si eso seguía sin funcionar, entoncesestaríamos seguros de que debía de estar siguiendo el cursodel río, así que este, aquel o posiblemente cualquier sitioserviría, si aplicábamos la lógica. Yo sonreía y movía lacabeza afirmativamente. Estoy seguro de que tenía toda larazón. Es un buen cazador, Marhouse. Cuando se acaba latemporada, siempre sabe con exactitud dónde deben deestar escondidas todas esas presas con las que no hemosconseguido dar. El año que viene, dice entonces…

El problema era que no había tiempo para un año queviene.

Page 36: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

A medianoche (no conseguía dormir, curiosamente),ya estaba bastante seguro de lo que teníamos que hacer.

Antes de que mi arrogancia haga que se os dibuje unasonrisita en el rostro: no tenía ninguna explicación lógicapara mis conclusiones. Trayectorias de vuelo, patrones decomportamiento, ciclos vitales, cultivos de cobertura,épocas de celo, dirección del viento; lo juntas todo y demanera inevitable levantas la verdad de su guarida, queentonces te esquiva, corriendo en zigzag por entre lasraíces de las largas variables. Yo lo sabía, punto.

Lo sabía, porque solía cazar con mi padre. Porsupuesto que él era el responsable de todo, el que lo sabíatodo, el que destacaba en todo. Nunca cazábamos grancosa. Y yo sabía, cuando él ya había trazado las rutas delos batidores; les había indicado cuánto debían esperar(recita tres Glorioso Sol Ascendente y dos CatecismosMenores, y entonces sal haciendo todo el ruido quepuedas); había apostado a los cazadores estáticos, a lossabuesos y a los jinetes, y había por fin tocado el cuerno;yo sabía exactamente por dónde aparecería el desgraciadoanimal, para así esquivarnos a todos con el mayor grado deseguridad posible y con el mínimo esfuerzo. Pura

Page 37: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

intuición, infalible. Nunca dije nada, por supuesto. Yo noera quién.

Así que sabía lo que iba a suceder, sabía que no habíagran cosa que pudiera hacer al respecto y sabía que misprobabilidades de éxito y de conseguir sobrevivir eran…bueno, que nadie se preocupe por eso. En Outremer, medispararon una saeta que se me clavó en la cara. Deberíahaberme matado en el acto, pero por algún milagro se meatascó en el pómulo, y un médico enemigo al que habíahecho prisionero el día anterior me la arrancó con un parde tenazas. «Tendrías que estar muerto», me dijeron, comosi yo hubiera hecho trampa de manera deliberada, como sicareciera de moral. Así que desde entonces… es cierto quetiemblo al pensar en cómo le iría a la finca con mi hermanoal frente, pero si sobrevivió a mi padre y a mi abuelo, estáclaro no hay quien pueda acabar con ella. Además, todo elmundo se muere tarde o temprano. Y tampoco es que yosea alguien importante.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Marhouse insistió en acompañarnos. Le dije, túquédate aquí, necesitaremos alguien prudente y conexperiencia para tomar las riendas si decide quemar el

Page 38: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

castillo. Durante un instante me pareció que se lo habíatragado, pero no hubo suerte.

Así que éramos tres: Ebba, Marhouse y yo. La idea eraque cabalgaríamos siguiendo el Ridgeway, sin dejar deotear las laderas. En cuanto viéramos humo, Ebbacabalgaría de vuelta al castillo a por la maquinaria, y sereuniría con nosotros en el siguiente lugar candidato a seratacado. Lo sé, una idea rematadamente estúpida. Pero yoya sabía que no era así como se iban a desarrollar lascosas, porque sabía cómo se iban a desarrollar.

Marhouse llevaba puesta su ornamentada armaduranegra de combate, o sea, peto, hombreras, guardabrazos yescarcelas. Le dije, con todo el equipo, te vas a morirachicharrado ahí dentro. Me miró frunciendo el ceño. Yencima también se había traído una lanza bien pesada. Novas a necesitarla, le avisé. Yo llevaba una lanza para cazarjabalíes, y Ebba, la ballesta de acero en la que mi padre sehabía gastado el dinero de las manzanas de todo un año, elaño antes de morir. «Pero solo son para sentirnos mástranquilos», le expliqué. Con eso me gané otrofruncimiento de ceño. Algo totalmente fuera de lugar.

Mediodía: nada a la vista. Estaba empezando aatreverme a pensar que a lo mejor el condenado bicho sehabía largado a otra parte, o a lo mejor había pillado

Page 39: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

alguna enfermedad o se había quedado enganchado en unárbol. Entonces vi un cuervo.

Creo que Ebba lo vio primero, pero no lo señalódiciendo, «Mirad, un cuervo». Marhouse estaba explicandoalgún punto delicado de cómo cazar con señuelo, algosobre cómo se establece qué árbol es el vértice en unatrayectoria de vuelo elíptica recursiva. Yo pensé, eso no esun cuervo, está parado ahí arriba, debe de ser un halcón.

Ebba estaba mirando por encima de su hombro. No, unhalcón no, la silueta no encajaba. Marhouse seinterrumpió, me miró y dijo, «¿Qué es lo que estáismirando los dos». Vaya, estaba pensando yo.

Tengo razón tan pocas veces que normalmente saboreola experiencia. No fue así esta vez.

Es posible que estéis pensando que «vaya» es unamanera curiosa de expresar lo que sentía. Pero es que esofue todo: ni euforia, ni pesar, ni siquiera resignación; parami enorme sorpresa, ni verdadero miedo. Solo, «vaya»,como un, «bien, pues ya estamos aquí». Llamadlo siqueréis insensibilidad total. Dos veces en Outremer, otracuando mi padre murió, y también en ese momento.Hubiera preferido con creces mearme encima, pero estascosas no dependen de uno. Vaya, pensé, y nada más.

Page 40: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Marhouse estaba soltando tacos, que no es algo queacostumbre a hacer. Solo habla mal cuando estáaterrorizado, o cuando se le atasca o rompe algo. Piensaque las palabrotas lubrican el cerebro e impiden que la irao el miedo lo paralicen. Ebba se había quedado blancocomo una sábana. Su caballo estaba haciendo de las suyasy él se estaba teniendo que esforzar para evitar que sedesbocara. Es alucinante cómo lo saben.

Por supuesto que en lo alto del Ridgeway es imposibleponerse a cubierto. Podíamos continuar galopando haciadelante o dar media vuelta y galopar por donde habíamosvenido; en cualquier caso, a la velocidad a la que se estabamoviendo el condenado bicho, lo tendríamos encima antesde que pudiéramos refugiarnos. Oí a alguien dar la ordende desmontar. No fue Marhouse, porque él siguiómontado. Tampoco creo que fuera Ebba, así que supongoque debí de ser yo.

La primera vez, se lanzó en picado, nos sobrevoló nomuy lejos de nuestras cabezas (más o menos a la altura delchapitel del Templo Azul) y se limitó a seguir volando.Nos quedamos paralizados, mirando. Estaba planeando,como una paloma que se aproxima a una zona de uncampo de cebada en la que las mieses están aplastadas,decidiendo si descender o seguir adelante. Ligerísimoviento de cola, así que si quería atacarnos tendría que

Page 41: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

ladearse, volar un poco en contra del viento para empezar afrenar y a continuación girar y lanzarse con las alasplegadas. De verdad que pensé, se ha alejado demasiado,no nos va a atacar. Entonces se elevó y lo supe.

Suena raro, pero en realidad la primera vez no lo habíaestado mirando, cuando voló raso sobre nosotros. Vi lasilueta negra de un pájaro, con un cuello largo como el deuna garza y una larga cola como la de un faisán, pero sinpercatarme de la escala. Cuando se aproximó por vezsegunda, no pude evitar quedarme mirando: un dragón deverdad, ¡por el amor de Dios!, algo que contar a mis nietos.Bueno, eso estaba por ver.

Yo diría que el cuerpo era del tamaño de un caballo,con una cabeza desproporcionada, más pequeña, como lade un ciervo común. Las alas ridículamente grandes, sinplumas, igual que un murciélago, con la piel estirada sobreunos dedos inquietantemente extendidos. La longitud de lacola era tal vez alrededor de una vez y media la del cuerpo;el cuello, como el de un cisne, aunque parezca uncontrasentido. De un color grisáceo, aunque a lo lejosparecía verde. Patas posteriores grandes, las anteriorespequeñas con un aspecto ligeramente ridículo, como si selas hubiera robado a una ardilla. Un morro mucho másredondeado de lo que me esperaba, casi mofletudo. A decirverdad, no parecía para nada peligroso.

Page 42: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Marhouse es una de esas personas que convierten sumiedo en acción: cuanto más asustados están, más valordemuestran. Lo que redunda en su perjuicio. Sin avisar(hubiera estado bien si antes hubiera dicho algo), espoleóel caballo con la fuerza suficiente como para romperle unacostilla, lanza en posición de descanso, porte y posturasacados directamente del manual del buen caballero. Ycabalgó directo hacia él.

Y lo que sucedió entonces…

Marhouse estaba a unos cinco metros del bicho,avanzando a todo trapo. El dragón probablemente nohabría podido frenar aunque hubiera querido. En lugar deeso lo que hizo fue abrir la boca con un ruido que sonócomo «pum» y vomitar una bola grande y redonda defuego, para a continuación elevarse solo un poco y pasar aun metro y medio por encima de la cabeza de Marhouse, elcual, mientras tanto, cabalgó directo hacia la bola de fuegoy la atravesó.

Y se detuvo y cayó hecho pedazos, por el simplemotivo de que no quedaba nada. Caballo, hombre, los doshabían desaparecido, no quedaban ni cenizas, y una docenao así de piezas de armadura cayeron resplandecientes alsuelo, de un rojo cereza, como recién salidas de la forja.He visto cosas peores, en Outremer, pero nada así deextraño.

Page 43: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Me quedé mirando boquiabierto, el dragón olvidadopor completo. Fue Ebba quien me tiró al suelo de unempujón cuando el bicho volvió. No tengo ni idea de porqué no se limitó a calcinarnos a ambos en esa pasada, salvoque a lo mejor estaba sin aliento y necesitaba recargarse.En cualquier caso, se alejó planeando y de nuevo volvió aelevarse un poco. Yo tenía la sensación de que se lo estabapasando bien. Bueno, es normal, poder volar debe de seralgo maravilloso.

Ebba me estaba gritando, haciendo gestos señalandoalgo, la ballesta, quería que se la cogiera. «Dispárale», medecía a gritos. A mí me pareció descabellado, pero, porotra parte, ¿por qué no? Cogí la ballesta, planté mis pies ala anchura de los hombros, con el codo izquierdo bienpegado al pecho para sujetarla bien, con solo los dedos enla llave. La postura correcta para disparar parecía algototalmente secundario para el asunto que me traía entremanos (igual que si hubiera estado jugando al tiro de bolaen mitad de un terremoto), pero soy un buen tirador, asíque no pude evitar hacerlo como es debido. Localicé eldragón en el centro de la mira, alineé con él la punta delvirote y apreté la llave.

Que conste, acerté al maldito bicho. El virote se clavódiez centímetros, justo encima del corazón. Buen disparo.

Page 44: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Con una ballesta cinco veces más potente es bastanteposible que lo hubiera matado a la primera.

En cualquier caso, creo que lo herí, porque en lugar deescupir fuego y elevarse se retorció (encorvó el lomo yluego se estiró cuan largo era, igual que un perro que seacaba de despertar), y después continuó acercándose,directo hacia mí. Me parece que sí que llegué a intentarapartarme de su camino de un salto, pero que lo hicedemasiado tarde, porque me golpeó, creo que con el lateralde la cabeza.

En Outremer una vez me rompieron tres costillas, asíque fui consciente de lo que me acababa de pasar.Reconocí el sonido, y ese dolor tan concreto, junto con lasensación de no poder respirar bien. Sobre todo recuerdohaber pensado: no me va a doler, porque en cualquiermomento voy a estar muerto. Absurdamentetranquilizador, como si estuviera haciendo trampa,saliéndome con la mía. La segunda vez que hacía trampa:la primera siguiendo vivo y la segunda muriendo. Menudaruina moral estoy hecho.

Estaba tumbado de espaldas, sin poder moverme y sinque me importara. No veía al dragón. Oí chillar a Ebba;cállate, viejo cretino, pensé, de verdad que me trae sincuidado. Pero Ebba estaba gritando, «Aguanta, compañero,aguanta, ya voy», lo que carecía totalmente de sentido…

Page 45: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Entonces se calló y yo me quedé ahí tumbadoesperando. Esperé y esperé. No soy un hombre paciente.Esperé tanto que las costillas aplastadas empezaron adolerme, o al menos empecé a ser consciente del dolor.¡Oh, venga ya!, pensé. Y esperé.

Y pensé: ya solo un momento más.

Vi las estrellas, cuando me incorporé para colocarmede costado y poder ver. Se me saltaban las lágrimas.

Más tarde, reconstruí lo que había pasado. CuandoEbba me vio caer, agarró la lanza para jabalíes y corrióhacia mí. No creo que el dragón le preocupara demasiado,más allá de considerarlo una simple molestia. Aguanta, yavoy; todo lo que pensaba resumido en sus palabras. Estabaa mitad de camino cuando el dragón se precipitó sobre él(debió de alejarse primero antes de volver a atacar). Ycuando se iba a posar sobre tierra, Ebba debió de clavar elextremo del asta de la lanza en el suelo para que la puntaquedara frente a él, igual que se hace con un jabalí, al quese le deja que sea él mismo quien se ensarte, su impulsomucho más efectivo que las insignificantes fuerzas de unomismo. En su descenso dio un coletazo que lanzó a Ebbapor los aires. Si el dragón se percató o no de que estabaacabado, la lanza hundida un palmo en la tráquea antes deque el asta cediera bajo el peso y se rompiera, es algo queni sé ni me importa. Por las huellas del suelo, se revolcó

Page 46: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

tres o cuatro veces antes de estirar la pata. Calculo quepesaría cerca de una tonelada. Ebba (que estaba debajo deél mientras se revolcaba) acabó prensado igual que unauva; las tripas se le reventaron y los ojos le estallaron, ycasi todos sus huesos terminaron fracturados.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Seguro que no pensó, voy a matar al dragón. Seguroque lo que pensó fue, apoya la lanza en tierra, comocuando cazas jabalíes, y entonces la cola lo golpeó y elpeso lo aplastó. Así que no tendríamos gran cosa, ningúnpensamiento heroico, para nada el material del que sealimentan las canciones y las historias. Solo: esto es unpoco como cazar jabalíes, así que clava la lanza en tierra.Y a lo mejor luego, vaya.

Creo que es a eso a lo que se reduce todo; en todaspartes, siempre, por todo el mundo.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Intenté preservar la cabeza en miel. Tenemos unabañera vieja de cerámica, así que la llené y la metí dentro;pero ocho semanas más tarde se había puesto verde y olía a

Page 47: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

demonios, y la parienta dijo, ¡por el amor de Dios!,deshazte de ella. Así que la herví y la raspé, y colgué elcráneo en la pared. No mucho mayor que el de un ciervogrande; dentro de cien años no se creerán el viejo cuentode que es de un dragón. Los dragones no existen, dirán.

Mientras tanto, y por ahora, yo soy el matadragones,menudo chiste… El propio duque amenazó con venircabalgando hasta aquí para echar un vistazo a los restos,pero se presentó algún asunto de estado, menos mal.Agasajar al duque y a su corte nos hubiera arruinado, ybastante nos habíamos desangrado ya.

Ya es la segunda vez que hago trampas. Marhouse, queera alguien de una pieza, tuvo un final, siento decirlo, de lomás ridículo. No dejo de repetirme que Ebba eligiólibremente, algo que debo respetar. Pero no puedo. Enlugar de un amigo, ahora tengo un recuerdo espantoso yotra deuda más que no puedo pagar. La gente da por hechoque uno quiere que lo salven, a cualquier precio; sinembargo, en ocasiones, el precio por seguir vivo esdemasiado elevado. No estoy seguro de que algún díallegue a perdonárselo.

Punto final. Y de veras que no tengo malditas las ganasde volver a hablar de esto.

Page 48: El matadragones de Merebarton - WordPress.com · 2014. 4. 29. · El matadragones de Merebarton K. J. Parker Estaba arreglando mi orinal cuando vinieron a decirme lo del dragón

Copyright © 2013 K. J. Parker

Traducido del inglés por Marcheto

http://cuentosparaalgernon.wordpress.com/