el marxismo y la cuestion nacional

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El Marxismo y La Cuestion Nacional

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16EL MARXISMO Y LA CUESTIN NACIONAL

Ana Mara Rivadeo.** Filsofa, profesora e investigadora de la ENEP-Acatln, as como de la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. Fuente: Dialctica, nm. 25, primavera de 1994.

DESDE los aos setenta, al menos, el pensamiento marxista ha venido destacando sus crecientes dificultades tericas en conexin con el Estado, y ms en general con el mbito poltico e ideolgico. Al inicio de esa dcada, Althusser enfatizaba, por ejemplo, los lmites del marxismo para rebasar una demarcacin esencialmente negativa del Estado. Colletti, por su lado, subrayaba la carencia de una teorizacin en torno a lo estatal y lo poltico, en cuanto la conceptuacin marxista permaneca adherida a la idea de la progresiva disolucin de ambos como corolario de la revolucin socialista. Los sealamientos en este sentido podran multiplicarse, pero de lo que se trataba, en todos los casos, era de poner de manifiesto los obstculos internos del marxismo para dar cuenta de las formas, las funciones y los alcances de las instituciones polticas de la sociedad burguesa, y de su lugar en la transicin al socialismo. Una cuestin que adquiere hoy una dimensin y una perentoriedad sin parangn es, en cuanto resignificada por los procesos histricos actuales, la apertura de una nueva fase del desarrollo capitalista en una escala cualitativamente mayor de expansin e integracin, y el hundimiento de los regmenes poscapitalistas de Europa Oriental y la ex URSS. Dicho de modo breve y puntual, estos procesos histricos abren un horizonte que transforma toda la perspectiva de la tradicin marxista en relacin con la temtica de la transicin al socialismo. sta, reafirmando y al mismo tiempo modificando las ideas marxianas, parece presentarse como una transicin prolongada, multiforme y compleja, estructurada por un haz de luchas, avances y retrocesos polticos, econmicos, sociales y culturales, dentro y fuera de las fronteras nacionales. Se tratara, por tanto, del cruce de procesos que van transformando el mundo hasta constituir una transicin que cubre una poca histrica global a escala mundial, del tipo de la que en su momento se produjo en el paso del feudalismo al capitalismo. Esta idea de una transicin al socialismo de carcter epocal y planetaria, que emerge hoy con fuerza en el seno del pensamiento marxista, confirma lo imprescindible y decisivo de una teorizacin poltica, ya en los setenta considerada insuficiente, al tiempo que redimensiona, en su interior, el tema que nos ocupa: la cuestin nacional. Uno de los esfuerzos de nuestro trabajo est dirigido a investigar los obstculos conceptuales que, en el seno de sus dificultades tericas en el campo poltico-ideolgico, han trabado el tratamiento marxista del problema nacional. A nuestro juicio, ste se ha orientado, de modo sistemtico, en dos direcciones al mismo tiempo contradictorias y fallidas: la cancelacin del lugar y la densidad de lo nacional, por una parte, y la tendencialidad nacionalista, por la otra. La problemtica que origina esta doble direccionalidad ha tenido, como es sabido, efectos catastrficos para el marxismo y para el movimiento socialista, en cuanto se sita en un espacio medular de su teora y de su prctica poltica: el del internacionalismo y el del carcter de la revolucin socialista. En nuestra perspectiva, la obstruccin fundamental de la conceptuacin marxista de lo nacional reside en la exterioridad terica entre sus categoras de clase y nacin, que resulta de cierto deslizamiento economicista. Aun cuando el eje de su tratamiento de lo nacional se concentra en la relacin entre burguesa y nacin, este vnculo se define en trminos mecnicos, unidireccionales e instrumentales, lo que impide dar cuenta del complejo nexo orgnico e interno entre ambas. Pensada la constitucin de las clases como resultado exclusivo de las contradicciones econmicas, la burguesa, que producira la nacin, parece conformarse en un espacio anterior y exterior a sta, de modo prepolitico y prenacional. Por donde, correlativamente, lo nacional acaba discurriendo en un terreno separado de lo clasista. A partir de esta separacin, la nacin se presenta entonces como una comunidad acabada y libre de conflictos, lo que da origen a dos lneas de teorizacin que recorren la entera historia de la conceptuacin marxista de lo nacional desde Marx y Engels. En cuanto comunidad acabada y libre de conflictos, la nacin no puede ser ms que a) mera ilusin, o b) un sedimento residual de sociedades preclassticas. En la primera lnea conceptual, la nacin, cuyo fundamento sera el Estado, no consistira ms que en la ilusoria comunidad de los propietarios de mercancas, ilusin transitoria ya en vas de disolucin bajo la propia dominacin burguesa. En cuanto la nacin se apuntala aqu sobre el mercado concebido como verdadera comunidad, ella no puede ser estatuida ms que como una representacin ideolgica, orientada a mistificar la estructura clasista de la sociedad. La lgica del Estado y de la nacin aparecen as como un efecto ms o menos epifenomnico del mbito econmico, cuya legalidad autnoma niega y cancela a aqulla. A partir de esto, la lucha de clases queda colocada al margen de lo nacional. Su dinmica se despliega fuera de las lneas ideolgicas y polticas nacionales, de modo que la burguesa y el proletariado, por ejemplo, acaban inscribindose en un movimiento de contenido esencialmente universal y cosmopolita. Pero llegado el punto de esta extrema evanescencia del hecho nacional, el marxismo se ve compelido a buscar en otro lado el cuerpo y el significado de un tejido cuya realidad resiste a toda maniobra volatilizadora. ste es el punto en que surge la segunda lnea conceptual que mencionamos. El espesor de lo nacional se sita ahora en una "esencia Cfr, E. Mandel y M. Rodinson, "Nationalisme et lutte de classes", en Partisans, nm. 5960, Pars, p. 48. exterior al proceso histrico-social, producida por un procedimiento emprico-deductivo, cuyo ejemplo paradigmtico es la definicin estaliniana de nacin. Cfr. J. Stalin, El marxismo y el problema nacional y colonial, Buenos Aires, Lautaro, 1946, pp. 11-15. Si la nacin es algo ms que una representacin ilusoria, ella debe referir a la comunidad arcaica, caracterizada por una insuficiente diferenciacin clasista, y consistente en una unidad tnico-cultural dada; lo que denominamos nacionalidad, que en cuanto sustrato remoto dara finalmente origen a la nacin moderna. La nacin es deducida aqu a partir de la nacionalidad convertida en variable independiente, segn una operacin que tiene como resultado un completo alejamiento de las perspectivas terica y metodolgica del marxismo. Cfr. F. Engels, "La lucha magiar", en K. Marx y F. Engels, La cuestin nacional y la formacin de los estados, Mxico, Pasado y Presente, 1980, pp. 95 y ss. La clave de este corolario reside, como ya hemos avanzado, en la ausencia de un anlisis relativo al lugar de lo poltico-ideolgico, y por esa va de lo nacional, en el proceso de constitucin de las clases. En la perspectiva inicial de Marx, la nacin moderna expresa una articulacin especfica entre sociedad capitalista y Estado poltico, y constituye una comunidad real, pero formal y abstracta, en cuanto atravesada y determinada por la dominacin clasista burguesa. Cfr. K. Marx, "Crtica de la filosofa del Estado y del derecho de Hegel", en Escritos de juventud, Mxico, Fondo de Cultura Econmica. Tambin, Ideologa alemana, Mxico, Ediciones de Cultura Popular, 1976, pp. 51-113. Slo la supresin de sta, y la abolicin de toda dominacin de clase, hara posible lograr una comunidad social efectiva, cuya realizacin es producto del socialismo, y coincide, por tanto, con la superacin misma de la nacin. La lgica clasista, aunque de forma nacional, posee un contenido esencialmente universalista y cosmopolita. Ello atae a la dinmica capitalista, en cuanto sta apunta, en lo fundamental, a superar las fragmentaciones precapitalistas y a construir el mercado mundial. Y tambin al movimiento obrero, en la medida en que es concebido como una unidad homognea, ajena a toda hendidura particularizadora, incluido el quiebre nacional. Sus intereses adquieren, as, sin mediacin, el rango de intereses universales de la sociedad. Sobre esta exterioridad entre la lgica de las clases y de la nacin, y sobre la primaca de la primera sobre la segunda, habr de fundarse el paradigma clsico del internacionalismo proletario. Cfr. K. Marx, "Manifiesto del Partido Comunista", en Obras escogidas"; Mosc, Editorial Progreso, pp. 4243.Esto no significa que el joven Marx desconociera la problemtica nacional. En este periodo, anterior a los cincuenta, la cuestin nacional adquiere una presencia vigorosa y decisiva. Constituye, justamente, el cruce de la conflictiva central de las revoluciones europeo-orientales de 1848-1850, y ocupar, por tanto, un lugar de la mayor importancia en el anlisis marxiano. La postura bsica de Marx, en el contexto que hemos sealado, consiste en sujetar la cuestin nacional a dos procesos centrales: a) la dinmica revolucionaria del modo de produccin capitalista, que pasa por la creacin y consolidacin de grandes entidades nacionales, a las que considera presupuestos del proceso histrico de mundializacin; y b) la proximidad de una revolucin socialista europea global. En esta lnea, los movimientos nacionales aparecen subordinados, por una parte, a los procesos revolucionarios democrtico-burgueses que apuntan, sobre todo en Europa Oriental, a la constitucin de fuertes estados nacionales. Y, por otra, a la lucha socialista de la clase obrera europeo-occidental por la liberacin de todos los oprimidos. La primaca de lo clasista sobre lo nacional, as como su exterioridad mutua, se apoya aqu en dos grandes supuestos: una concepcin histrica universal centrada en la nocin de progreso, y la idea de la existencia del proletariado como clase universal y homognea, no traspasada por otras determinaciones sociales, polticas, nacionales y culturales. Ambos, a su vez, se asientan sobre un componente economicista que subordina la complejidad de la lucha de clases y de lo poltico a una historia mundial que tiene como centro a los pases capitalistas avanzados de Europa Occidental. Cfr. ibid. Tras la derrota de las revoluciones del '48, sin embargo, Marx relativiza, cuestiona y finalmente abandona esta perspectiva inicial. El examen de la enorme dilatacin de la realidad burguesa, cuyo eje es la expansin colonial, lo conduce, en los aos cincuenta, a renunciar a la idea de una unificacin terica abstracta y formal de base econmica. En ese marco, apunta, por primera vez, la hiptesis de la posibilidad de una autoemancipacin de los pueblos colonizados y del carcter central de sus movimientos nacionales. Cfr. K. Marx, "Futuros resultados de la dominacin britnica en la India", en Sobre el colonialismo, Mxico, Pasado y Presente, 1979, p. 82. Con relacin al caso de Irlanda, en los sesenta, desarrolla la tesis de la naturaleza desigual del desarrollo capitalista, cuyo dominio mundial, lejos de uniformizar, tiende a producir una especificacin de las estructuras econmicas, polticas y sociales. Esta discontinuidad y desigualdad histricas de la acumulacin capitalista afecta tambin la idea de la "universalidad proletaria", y por consiguiente la de la racionalidad del proceso histrico como una totalidad centrada en la lucha de clases europea. Marx reconoce ahora la heterogeneidad interna de la clase obrera, y las brechas salariales, polticas, ideolgicas y culturales que la cruzan a nivel nacional e internacional. En esa lnea, pone de manifiesto el carcter nacional de la conformacin del proletariado, en cuanto sta posee una dimensin poltica que imbrica con las formas de la hegemona de las clases dominantes. Cfr. K. Marx, Imperio y colonia / Escritos sobre Irlanda, Mxico, Pasado y Presente, 1979, pp. 152-153 y ss.; 188 y ss.; 197-199 y ss.Desde esta nueva perspectiva, alcanza a denunciar en los aos setenta, con toda "ortodoxia", incluida la propia, el corporativismo y el nacionalismo burgus que subyacen en el "internacionalismo" de clase abstractamente universal. ste, en nombre del "fin de las naciones", slo encubre el desconocimiento de la opresin colonial y el nacionalismo imperialista. Detrs de la "universalidad proletaria" de la direccin obrera inglesa, advierte Marx, se esconde la afirmacin de determinados "centros nacionales" como sedes del atributo universal del proletariado. Ibid., pp. 322-324. Tambin, Cartas a Kugelmann, La Habana, Ediciones de Ciencias Sociales, p. 260.Sus escritos sobre Rusia confirman el sentido de estas grandes transformaciones conceptuales. Marx rechaza aqu la pretensin de convertir su teorizacin sobre el capitalismo en un esquema inexorable del desarrollo histrico de las sociedades, y expresa su enrgica repulsa a toda lectura de su pensamiento en trminos de una doctrina universal, teleolgica y eurocntrica sobre el proceso histrico. Cfr. K. Mark, El porvenir de la comuna rural rusa, Mxico, Pasado y Presente, 1980. Pese a estos desplazamientos, no obstante, la cuestin nacional no llegar a constituir nunca un ncleo terico del pensamiento de Marx, en cuanto ni lo poltico ni la revolucin socialista alcanzarn a poseer un significado nacional. Esto no nos releva, sin embargo, de la necesidad de poner nfasis en la apertura de un horizonte conceptual del problema nacional que, por diversas razones, result en el marxismo posterior reiteradamente desdibujado. Las tendencias mayoritarias de la II Internacional restringen la cuestin nacional de la perspectiva marxiana de los aos cuarenta. Este constreimiento se acompaa, por lo dems, del cierre y la sistematizacin de la completa obra de Marx sobre sus lneas economicista, universalista, teleolgica y eurocntrica. En este "marxismo", lo nacional queda subordinado a una historicidad universal centrada en la progresividad del capitalismo, entendido como forma de la evolucin natural de las sociedades. La reedicin de la exterioridad entre clases y nacin har posible relanzar la ya conocida transmutacin en su contrario del internacionalismo proletario abstracto. Sobre ella, en efecto, habrn de montarse el nacionalismo imperialista, el corporativismo obrero, el abandono e instrumentacin nacionalista del internacionalismo, as como el colonialismo, en que acabarn atrapadas la poltica y la teora de la II Internacional. Cfr. Bernstein, "La socialdemocracia y los disturbios turcos", en Bernstein y otros, La II Internacional y el problema nacional y colonial, Mxico, Pasado y Presente, 1978, pp. 45, 49, 150. Tambin, H. van Kol, "Sobre la poltica colonial", en Calwer y otros, La II Internacional y el problema nacionaly colonial (segunda parte), op. cit., pp. 24, 31, 32, 33 y ss. K. Kautsky, "Vieja y nueva poltica colonial", en Bernstein y otros, op, cit., pp. 91, 93, 95, 99 y ss. Su izquierda radical incluida Rosa Luxemburgo permanecer adherida a esta visin economicista, y por tanto a la exterioridad que entre clase y nacin le impedir desacoplar la cuestin nacional de la burguesa y la fase capitalista. Por donde, paradjicamente, ser el sostenimiento de una perspectiva revolucionaria e internacionalista lo que la conduzca a dar por cancelado el tema nacional. Cfr. R. Luxemburgo, La cuestin nacional y la autonoma, Mxico, Ediciones Era. Aun el pensamiento leniniano, ms complejo, comparte aquella limitacin. Pese a reivindicar contra Rosa la pertinencia revolucionaria de los movimientos nacionales por la autodeterminacin, la cuestin nacional sigue siendo en Lenin un asunto que compete a la fase burguesa de los procesos histricos. El socialismo se juega en un terreno clasista e internacional. Y si bien subraya su posible confluencia con los movimientos nacionales, sta slo es considerada bajo la hiptesis de una revolucin socialista europea, que coincide con la disolucin tendencial de las naciones. Cfr. V, Lenin, "Resolucin sobre el problema nacional", en Obras completas, Madrid, Akal, 1977, t. XXV, pp. 263-264. Tambin, "La revolucin socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminacin", en op. cit., t. XXIII, pp. 249-250; "Discurso sobre el problema nacional", t. XXV p. 257; "Estado y revolucin", t. XXVII, pp. 101,477-478. Del desplome de esa hiptesis, y como oscuro desenvolvimiento de esta problemtica, surgir finalmente el nacionalismo estaliniano. La Internacional Comunista emerge y se constituye sobre la perspectiva de una revolucin mundial, que se desvanece con la rapidez de un sueo. Su rasgo fundamental ser, de nueva cuenta, la catastrfica articulacin entre la volatilizacin del hecho nacional y el internacionalismo abstracto. Conocida combinatoria sobre la que acabar sustentndose, bajo la gida de Stalin, la corporizacin de los intereses universales del proletariado en una nacin, la URSS, en la que el trnsito al socialismo no pudo producirse. De ese nacionalismo se alimentarn los siniestros avatares histricos, cuyos coletazos llegan a nuestros das: la instrumentacin sovitica del movimiento comunista internacional, el dominio expansionista de la burocracia sobre las naciones y nacionalidades de la ex Unin, y luego sobre su banda de seguridad en Europa Oriental. Estas reiteradas operaciones poltico-conceptuales exigen, a nuestro juicio, un replanteamiento fundamental. Nos referimos, bsicamente, a la cuestin de los nexos internos entre el emergente nacionalista, la instrumentacin y abandono del internacionalismo y la ausencia en el marxismo de una teorizacin en torno a la dimensin nacional de la lucha socialista. Este replanteamiento pasa por un espacio decisivo: el de las mltiples y complejas relaciones internas entre las clases y la nacin, en cuanto categoras contenidas y presupuestas entre s. Segn nuestra perspectiva, Nuestra teorizacin se apoya en mltiples esfuerzos, que reconocen en Gramsci un punto de partida fundamental. Entre otros, queremos mencionar los trabajos de Poulantzas en Francia, de Marramao, Luporini y De Giovanni en Italia, y de los latinoamericanos Aric, Portantiero, Laclau y Mrmora. en un nivel abstracto, desde el punto de vista de su estructura lgica, la nacin corporiza una forma especfica de producirse el principio que vertebra la constitucin de una sociedad. Ella resulta, por tanto, la condensacin de un complejo metabolismo econmico, social, poltico, ideolgico y cultural. La nacin no es una cosa, o un ente determinable a partir de algn vnculo emprico externo, ya sea de ndole natural (tnico) o cultural (la lengua, las tradiciones, etctera). Tampoco es alguna esencia que pueda ser definida inductivamente como lo comn a una serie emprica. La nacin no constituye una categora inmediata. Ella remite, por el contrario, a un espacio de articulacin orgnica y contradictoria, a un lugar de cruce y condensacin entre la sociedad burguesa, el Estado polticojurdico y un conjunto de estructuras ideolgicas y culturales. La nacin designa, en esta lnea, un metabolismo social peculiar, a partir del cual se alza objetivamente como una comunidad formal y abstracta de individuos que son propietarios libres y ciudadanos en igualdad de derechos. De all que suponga al capitalismo como modo de produccin dominante de la formacin social, pero, igualmente, un entrelazamiento que obliga al abandono de todo economicismo. A nuestro juicio, la nacin no se apuntala sobre la formacin del mercado, sino sobre la constitucin del sistema hegemnico en sentido gramsciano. Esto significa que ella implica, pero al mismo tiempo trasciende, la relacin econmica entre las clases: la nacin no se produce en el nivel econmico, sino justamente como articulacin entre economa, poltica y cultura. De all que pueda ser una forma de unificacin de los ms variados y contradictorios contenidos clasistas bajo la hegemona burguesa. La dominacin burguesa es una dominacin hegemnica, y por tanto una dominacin nacional. A travs de la nacin, en la nacin y como nacin, la dominacin econmica de la burguesa supera el plano meramente corporativo y articula el conjunto de la sociedad. Esto significa que la existencia de la nacin confluye con la existencia del sistema hegemnico. Por donde, si bien la nacin es una, ella puede alojar, no uno, sino varios proyectos nacionales posibles, que surgen de distintos sujetos sociales que aspiran a configurar sistemas hegemnicos diferenciados. Esto no significa que la nacin sea un recipiente vaco, ocupable desde el exterior por diversos contenidos, sino que expresa la heterogeneidad social y las rupturas internas entre las clases en el seno de la nacin. Pone de manifiesto, en suma, el hecho de que no hay clases fuera de la nacin, ni nacin fuera de la lucha de clases. Esta lnea de trabajo supone desestimar la caracterizacin de la dominacin y del Estado burgueses en trminos clasistas inmediatos. La dominacin burguesa es una dominacin hegemnica, y el Estado un Estado ampliado; por lo tanto, una dominacin y un Estado nacionales, porque lo que caracteriza a la nacin burguesa es, justamente, su capacidad para albergar a todas las clases y grupos de la sociedad, ya sea como individuos, o como sujetos colectivos subalternos. Sin suprimir la ndole clasista de la dominacin burguesa, este sealamiento desplaza el nfasis hacia lo poltico, en cuanto irreductible a lo econmico por separado. Lo nacional constituye una cuestin cuyo tratamiento exige considerar cmo esa dominacin trasciende el orden corporativo, y logra suscitar un mbito de unidad y consenso contradictorios de la sociedad en su conjunto. Cfr. A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, Mxico, Juan Pablos, pp. 71-72, 107-108, 147148, y Cuadernos de la crcel, Mxico, Ediciones Era, 1981, vol. 2, pp. 163-164. Estas determinaciones permiten reconducir y reorientar el anlisis concreto de lo nacional. Queda claro as que las formas y condiciones que inducen y regulan las modalidades y el desarrollo de las naciones slo pueden examinarse a la luz de los procesos particulares y especficos. Ellas enlazan con los procesos siempre concretos de constitucin de los sistemas hegemnicos y del bloque histrico, en cuanto productos de una incesante lucha social. Sobre este fondo, se hace posible sostener la hiptesis de que la nacin configura la forma ms general y estable en que se constituye el complejo sistema de la dominacin hegemnica de la burguesa. Una vez estructurada como resultado de las luchas sociales que entraman un sistema hegemnico, la nacin conforma un marco poltico global que condiciona en lo sucesivo el despliegue de esas luchas. stas habrn de discurrir y entretejerse en el futuro en trminos y a travs de una lgica nacional, reproduciendo y desarrollando la nacin. La forma nacional, decamos, articula en su seno una diversidad de contradicciones que brotan de la sociedad burguesa, en el sentido transversal (economa, poltica, ideologa) e histrico (pasado, presente, futuro). Esto es posible en cuanto ella crea, y al mismo tiempo presupone una continuidad que le es constitutiva, porque en ella se asienta la integracin de las rupturas de la formacin social. As, pese a que la nacin como sistema hegemnico implica un permanente proceso de transformaciones, se presenta siempre como idntica a s misma, estableciendo un marco global y estable al que deben acogerse todos los sistemas hegemnicos. El carcter nacional de la dominacin hegemnica burguesa entra en conflicto, desde su origen, con la ndole internacional de la estructura capitalista, generando un cmulo de contradicciones que no han hecho ms que exacerbarse con el tiempo. El colonialismo, la expansin militar e imperialista, el desarrollo del derecho pblico internacional, de instituciones y acuerdos econmicos, polticos y militares son otras tantas formas, violentas o pacficas, a travs de las cuales las burguesas se afanan por resolver estas contradicciones. Sin embargo, a pesar de sus deficiencias y caducidad crecientes, ellas no han conseguido refundar su dominacin sobre una base ms general y coherente que la forma nacional. La nacin emerge como principio articulatorio de un complejo campo de contradicciones. Ahora bien, esta articulacin se produce a travs de una dinmica peculiar, doble y encontrada, que define, a nuestro juicio, a la forma nacional. sta implica dos tendencias inseparables y contradictorias, que se arraigan en la organizacin productiva del capitalismo, en el armazn del Estado y en las prcticas de dominacin. La nacin comporta, en primer trmino, una tendencia a la homogeneizacin y la universalizacin de la sociedad. Sin embargo, esta tendencia se realiza por medio de su propia negacin, a travs de una segunda tendencia simultnea a la fragmentacin y la particularizacin sociales. Ambas direccionalidades gestan, desarrollan y reproducen constantemente su mutua oposicin, dando lugar a otras tantas contradicciones que no se resuelven en la nacin. La nacin se configura, justamente, en el seno de esas contradicciones, en el interior de la tensin entre estas tendencias, las recoge en su cuerpo, y las transforma en regulables por el Estado. Esta dinmica mltiple, compleja y conflictiva de la forma nacional se objetiva en una estructuracin espacial y temporal especficas, que se presentan como otras tantas determinaciones que marcan a la nacin, adhirindola a una territorializacin y una historicidad particulares. Cfr. N. Poulantzas, Estado, poder y socialismo, Mxico, Siglo XXI Editores.En su dimensin espacial, aquella dinmica se expresa en la adhesin de la nacin a un territorio, caracterizado por la doble tendencialidad que hemos apuntado: la unificacin y homogeneizacin de un interior, por una parte, y la demarcacin y particularizacin respecto a un exterior, por la otra. As, la forma nacional corporiza en un territorio-frontera, que, lejos de toda naturalidad, posee una ndole esencialmente poltica. El territorio nacional es producto del mismo movimiento poltico por el cual se constituyen el Estado, el sistema hegemnico y el bloque histrico. Esta demarcacin de lmites propia de lo nacional equivale, simultneamente, a la posibilidad de desplazarlos: la especializacin nacional supone el establecimiento de un "adentro" y un "afuera" tales que la "interioridad" es tendencialmente extensible al infinito, pero implica siempre el cruce de fronteras. De ah que la expansin capitalista resulte consustancial a la nacin, y adquiera un carcter nter, o mejor, internacional. El Estado cohesiona y articula los desequilibrios interiores de la sociedad burguesa, pero no los supera; los reglamenta hacia adentro y los canaliza hacia afuera. De este modo, las relaciones internacionales se transforman en puntos de cristalizacin de las contradicciones econmicas, polticas, ideolgicas y militares del desarrollo capitalista. Homogeneizacin interna y reproduccin ampliada de los conflictos entre las naciones aparecen as como tendencias inescndibles de la lgica de la forma nacional de la soberana burguesa. Esta dinmica contradictoria atraviesa tambin a la unificacin que se produce dentro de las fronteras nacionales, en cuanto unificacin siempre subordinada a un permanente movimiento fragmentador. El Estado-nacin, por ejemplo, unifica al pueblo-nacin a travs de la instauracin de la disociacin privada entre los individuos-sujetos. Esta doble tendencialidad constituye el rasgo medular de la homogeneizacin nacional, y permite explicar por qu sta lleva inscrita en su propia naturaleza la posibilidad de la discriminacin, la persecucin y el aplastamiento de las diferencias no asimilables a la unidad esto es, al sistema hegemnico. La opresin y exterminio de las nacionalidades dentro del Estado nacional, los genocidios modernos, los campos de concentracin y el totalitarismo aparecen as como fenmenos que arraigan en la lgica y la dinmica de la espacializacin del Estado-nacin. La estructuracin temporal de la dinmica nacional, por su parte, hace posible dar cuenta del sentido de la historicidad en la constitucin de la nacin. La unificacin del pueblo-nacin pasa por una intervencin del Estado que opera, en lo fundamental, a travs de la monopolizacin de la historia popular. La forma nacional del Estado burgus implica una hemogeneizacin social que, en lo temporal, apunta a no admitir ms que una historia y una tradicin en el interior de sus fronteras: la historia nacional tiende a ser, como sabemos, la historia oficial. Su unidad supone no solamente la demarcacin respecto a la historia del extranjero, sino tambin, en el propio interior de la nacin, la subordinacin, la negacin y aun el aplastamiento de las historias definidas como "extraas" a partir, justamente, de esa unificacin temporal. Como podemos ver a partir de este anlisis, nacin y Estado resultan categoras que se ligan permanentemente entre s. Los movimientos nacionales apuntan, en general, al Estado: 1) porque reivindican un Estado propio, lo que contiene la demanda de un principio territorial, al tiempo que la bsqueda de la apropiacin de su propia historia; o bien, 2) porque, coincidiendo con la territorializacin del Estado existente, apuntan a la transformacin de la estructura interna de ste, en cuanto materializacin del sistema de dominacin, en el que va supuesta siempre una historizacin especfica. En suma, porque es precisamente el Estado el que establece el nexo entre las estructuraciones espacial y temporal, en cuyo cruce se concreta la dinmica nacional. El Estado burgus demarca las fronteras en cuanto instituye un adentro. Pero esta interioridad, que es e! pueblo-nacin, slo se produce en la medida en que el Estado homogeneiza su pasado y su futuro. La unidad nacional se revela aqu como interseccin de la historizacin de un territorio y la territorializacin de una historia, en la que el cierre temporal es, al mismo tiempo, totalizacin de la historia por el Estado. El territorio y la historia que materializa el Estado corporizan y reproducen la dominacin hegemnica burguesa. Sin embargo, es preciso enfatizar, asimismo, que la historia de las clases y grupos subordinados no se absorben completamente en el Estado, sino que lo marcan con su sello, precisamente en cuanto ste es un Estado nacional, o sea, el resultado del proceso nacional de la lucha de clases. De modo precario, fragmentado, deformado en estado de defensa alarmada, como dice Gramsci, en suma, subalterno, las luchas y las resistencias populares estn tambin inscritas en el Estado, y encuentran siempre vas para quebrar el silencio y la represin que ste abate sobre su memoria. La lucha por la constitucin de una hegemona de alternativa a la de la burguesa es por eso, igualmente, una lucha por el campo de lo nacional, por la recuperacin y resignificacin de la historia, de las historias, lo que confiere al trnsito al socialismo una dimensin nacional. Hemos dicho que la vida de la nacin y su desarrollo se imbrican con la capacidad articulatoria propia de la dominacin hegemnica burguesa. sta se despliega, no obstante, dentro de un conjunto de lmites, uno de los cuales, fundamental, es el de la estructuracin clasista de la sociedad, que se eleva como barrera infranqueable a la tendencia integradora de la nacin. De ah que la burguesa pueda desarrollar la unidad nacional slo hasta cierto punto, y bajo su dominacin exista siempre una discrepancia entre la idea y la realidad de la nacin. En esta lnea, la nacin perfila una existencia doble. Ella existe, por una parte, como sistema hegemnico concreto, o sea, enlazada a la hegemona de una clase o fraccin, en torno a la cual se constituye. Pero la nacin no es absorbible completamente por esta clase o fraccin, sino que la trasciende permanentemente. Ella existe, tambin, como el ideal de una comunidad humana integrada y homognea, forma en la que posee mayor estabilidad y persistencia que en su realidad especfica representada por el sistema hegemnico. A travs de esta dimensin ideal, la nacin puede continuar existiendo aun en el caso del quiebre, o de la transformacin revolucionaria de un sistema hegemnico. A partir de esto, es posible romper la identidad de la nacin con la burguesa, y pensarla como una realidad abierta, sin punto de acabamiento final. Su desarrollo resulta as entramable, en cuanto proyecto de una comunidad humana democrtica e integrada, con la construccin de una hegemona diferente a la burguesa, de orientacin anticapitalista y socialista. sta constituira, adems, tericamente, la nica posibilidad histrica de trascender la barrera clasista que bloquea el desarrollo nacional en el sentido de la expansin y profundizacin de la democracia. La posibilidad de un desarrollo nacional de carcter socialista converge aqu con la dimensin nacional del trnsito al socialismo, entroncando ambos con la cuestin de la crisis poltica como crisis nacional. En cuanto crisis del sistema hegemnico, la crisis poltica es una crisis nacional. Su desenvolvimiento en direccin a la desarticulacin del sistema hegemnico de las clases dominantes, y a su reemplazo por un sistema de alternativa de las clases subalternas, constituye un contenido fundamental de la transicin al socialismo. Esta transicin implica luchas, movimientos y procesos mltiples y prolongados, que se desarrollan en mbitos de ndole internacional e intranacional. Pero posee tambin una dimensin de carcter nacional. En primer lugar, en tanto la construccin de la hegemona de las clases y grupos subalternos, supone la aprehensin y la transformacin de una sociedad histrica especfica, en la originalidad y unicidad particulares de su sistema hegemnico. Vinculado a ello, en segundo trmino, porque la transicin al socialismo no es el resultado de una prctica clasista corporativa, sino de la construccin de una voluntad colectiva nacional y popular. Cfr. A. Gramsci, Notas..., op. cit, pp. 71, 72, 74,148-149,163,201. El sistema hegemnico de las clases dominantes no es esttico, sino tendencial y contradictorio; entre otras razones porque, para constituirse, debe movilizar a fuerzas opuestas a esa dominacin. La desagregacin de stas, y su alzamiento como sujeto poltico, implican la disputa por un campo comn, el campo de lo nacional, en tanto contiene un proceso orientado al desplazamiento interno de la hegemona; una lucha hegemnica que, por definicin, slo es tal en cuanto cuestiona el control de ese campo. Ello en la medida en que su significado central reside en el esfuerzo por rearticular sobre nuevas bases todas las contradicciones existentes en la formacin social; por producir, en suma, una nueva condensacin orgnica del metabolismo econmico, poltico y cultural de la sociedad. En esta lnea de pensamiento, el proyecto socialista converge con la dimensin integradora y democrtica de la forma nacional, y se estructura en torno de las posibilidades tendencia!mente ilimitadas del despliegue de la democracia en un sistema hegemnico de las clases y grupos subalternos. Pero la forma nacional, como hemos sealado, posee otra determinacin, que acompaa inescindiblemente a su tendencia homogeneizadora. Ella se orienta, tambin, en la direccin de defensa y extensin del particularismo y el nacionalismo. De ah que la convergencia del proyecto socialista con la forma nacional sea una confluencia contradictoria. Si, por una parte, implica el desarrollo y la realizacin de la nacin, apunta, por otra, a la superacin de sus tendencias particularistas, y, en el lmite, a la superacin misma de la nacin. Sin embargo, creemos que esta superacin pasa por la forma nacional. Ella se apoya en el desenvolvimiento de sus fuerzas y sus prcticas democrticas e integradoras, cuya universalizacin y profundizacin constituiran la base de un proceso de relativizacin y supresin tendenciales del particularismo nacional, y, en suma, de la propia forma nacional de integracin social. De esta manera, nuestra perspectiva de anlisis desplaza el nfasis del momento particularizador y separatista que contiene la cuestin nacional en el que recae el acento de la concepcin marxista tradicional, recentrndolo en la constitucin y desarrollo de los sistemas de hegemona. En el seno de la dinmica de stos, lo nacional y lo clasista encuentran una articulacin interna que entrama, de modo fundamental, con el tema de la democracia que es, junto con la cuestin nacional, otro espacio central de coagulacin de los desencuentros tericos del marxismo. stas son, en lo general, algunas de las lneas de trabajo que a nuestro juicio deben estar presentes en el anlisis marxista de lo nacional, en un momento como el presente, en el que el tema adquiere una renovada actualidad conceptual e histrica. Vivimos tiempos signados, en lo esencial, 1) por el veloz desarrollo de la fase transnacional del capitalismo, que implica importantes transformaciones en la relacin entre el Estado y la sociedad en el plano interno, y la acelerada tendencia a la constitucin de bloques transnacionales de poder en el nivel internacional; 2) por el quiebre de los regmenes poscapitalistas burocrtico-autoritarios de Europa Oriental, que precipita en procesos sociales de carcter conservador, as como en explosivos movimientos de desarticulacin nacional; 3) por el agotamiento reiterado y sistemtico de las frmulas burguesas establecidas hasta el presente para rebasar el crculo infernal del "subdesarrollo", la miseria, la marginacin y el autoritarismo en las sociedades capitalistas dependientes, entre ellas las de Amrica Latina. Un cmulo de procesos histricos que, en su conjunto, redimensionan la problemtica nacional, colocndola, al mismo tiempo, en el centro de la consideracin prctica y conceptual de nuestros das. Las tendencias mundiales del desarrollo capitalista, que se asientan sobre la dominacin de nuevas fracciones burguesas del capital transnacional, orientan transformaciones de envergadura en la conformacin de los sistemas hegemnicos, y por tanto en la forma nacional. Estas transformaciones cobran expresin ideolgica en el reflotamiento del conservadurismo liberal, que en su versin tecnocrtica para el consumo predica el recorte del Estado, la nacin y la democracia sobre el molde de un mercado capitalista elevado a entidad mtica. Estos predicamentos, que dan cobertura a la ofensiva estatal antipopular, acompaan a una efectiva modificacin interna de las formas nacionales, que se reestructuran sobre la base del nuevo sistema de dominacin hegemnica de las burguesas transnacionales. En la medida, sin embargo, en que el desarrollo capitalista transnacional produce reacomodos de poder y de conflicto a escala planetaria, se producen, a mismo tiempo, intensos emergentes proteccionistas, particulariza-dores y nacionalistas, en cuanto la forma nacional sigue constituyendo el espacio poltico en cuya expansin se juegan los conflictos econmicos y militares mundiales. La dinmica transnacional contina ligada inseparablemente a los avatares del Estado-nacin, lo que se evidencia en las contradicciones y la estructura interna de los bloques regionales emergentes, tanto como en sus mutuas relaciones en el plano internacional. El derrumbe de los regmenes poscapitalistas, as como los procesos de desintegracin nacional que los acompaan, reafirman, por su parte, el carcter necesario de la democracia y de la soberana popular y nacional como condicin imprescindible de la posibilidad de un trnsito al socialismo. La ausencia de stas en los regmenes que surgieron del quiebre del capitalismo en aquellas sociedades en virtud de diversas circunstancias ayudara a explicar, tanto la inexistencia de ese trnsito, cuanto la debacle nacional tras el derrumbe de la dominacin clasista de la burocracia. Lo que hara posible confirmar, a su vez, la inextricable relacin interna entre sistema hegemnico y nacin; aqu, en cuanto la desarticulacin nacional aparece como producto de un quiebre catastrfico y sin alternativa inmediata del sistema de dominacin existente. En nuestros pases dependientes, por ltimo, atravesadas por las tendencias del capitalismo transnacional, las clases dominantes se afanan por rearticular en los trminos de ste la dominacin interna y la dependencia del exterior, llevando a lmites impensados la tradicional marginacin de las mayoras. Las resistencias populares que emergen en estas condiciones se perfilan como luchas cuya orientacin democratizadora, que abarca todos los mbitos de la vida social, adquiere una consistencia claramente nacional y de alternativa. En sntesis, de formas diferentes, cada uno dentro de especificidad estructural, estos diversos procesos en curso convergen en la cuestin nacional, y en sus nexos con la democracia, stas se colocan as en el punto nodal de las preocupaciones de las fuerzas sociales que, sobre un oscuro fondo de repliegues y desagregaciones, siguen considerando que el proyecto socialista constituye una alternativa deseable y posible al capitalismo. A partir de sus logros tericos y prcticos, de su ms profunda autocrtica y reorganizacin poltica y conceptual, de las mltiples experiencias histricas de los grupos populares, de las nuevas exigencias y posibilidades que stas abren frente a la avanzada del capitalismo transnacional; a partir, en suma, de todos los sueos vivos antiguos y nacientes de la construccin de una comunidad humana democrtica, sin explotacin, sin genocidios, sin desprecio, el marxismo del presente se enfrenta a la tarea de transformar su propia crisis en nuevas formas del encuentro. Esta tarea se vislumbra difcil, compleja, y abierta a configuraciones imprevisibles.Nuestro trabajo quiere ser un trozo de ese sueo en construccin. Un momento del proceso de recomposicin social y terica de los grupos subalternos, que, desde sus actuales condiciones defensivas, se movilizan alrededor de la conviccin bsica de que frente al Estado, la gran burguesa y el capital transnacional, la nacin y la democracia se identifican con el pueblo. Con la produccin de su unidad, con la recuperacin crtica de su historia y de su memoria fragmentaria y dispersa, de las que el marxismo forma parte constitutiva.

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