el libro perdido de dante - franco paturzo

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dante

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  • NDICE

    Prlogo

    El comienzo

    Primer da, lunes

    Segundo da, martes

    Tercer da, mircoles

    Cuarto da, jueves

    Quinto da, viernes

    Sexto da, sbado

    Sptimo da, domingo

    Octavo da, lunes

    Seis meses despus

    Nota de agradecimiento

    Crditos

  • PRLOGO

    Baha de Junafoi, anno Domini 1320 De repente, un relmpago rasg las tinieblas.

    La lnea alargada y fina de la nave apareci unos instantes ante los ojos del capitn; despus, la toldilla volvi a sumirse en la oscuridad. Un trueno amenazadorreson en lontananza.

    El capitn observ el banco de niebla que los haba mantenido paralizados durante varias horas; por fin se estaba despejando. Inspir despacio el aire hmedo ysalobre.

    Divis una luna lejana y velada, mscara mutante sobre el mar agitado.Ya hemos llegado le dijo el primer oficial, acercndose.Aunque los aos lo haban curtido y portaba una pesada piel de foca negra, el capitn sinti un escalofro. Se agarr con fuerza al mamparo de la toldilla mientras una

    ola repentina, hinchada y espumosa, se abata sobre el puente, barrindolo. Dio la orden de volver a remar, y los marineros se inclinaron sobre los remos helados.Escudri el horizonte con inquietud y, finalmente, vio la franja de la costa, alargada y alta, que apareca y desapareca tras las olas del mar encrespado.

    Fij la vista en los remeros intentando tranquilizarse; despus se volvi hacia su derecha y observ en lontananza una enorme masa plana y blancuzca que parecaaproximarse.

    Debemos darnos prisa. El fro va en aumento.El oficial dio una orden y un puado de hombres deslizaron un bote por el lado de estribor. Cuando la embarcacin hubo tocado el mar, varios marineros hicieron

    patinar por cubierta unos arcones de madera. El capitn baj del puente, se acerc a los arcones y se puso a acariciar con la mano derecha las planchas metlicas que losprotegan.

    Ya lo podis llamar. Todo est listo profiri cuando el ltimo bal qued colocado en la chalupa.Un hombre apareci por la puerta de la toldilla. Llevaba una larga capa de tela spera y pesada que rozaba la madera de la cubierta; aquella figura alta y delgada les

    pareci a los marineros inquietante, diablica. El rostro, tapado por una gran capucha marrn, se ilumin unos instantes, primero a causa de la luz rojiza de la linternadel barco y despus por efecto de un relmpago repentino. Los marineros, encorvados sobre los remos, vieron su perfil izquierdo, silueteado por una nariz ganchuda.

    Es un mago vocifer uno de ellos.Anda huyendo de la Inquisicin susurr otro.Sin decir palabra, el hombre franque el entarimado del barco seguido de un corpulento esclavo sarraceno, que sujetaba con sus manos nudosas y duras como el acero

    un escrio del color del abismo.El hombre de nariz ganchuda lo tap enseguida con su capa, como si quisiera protegerlo de cualquier mirada profana. Despus, seguido del esclavo, se apresur en

    direccin al bote.Es all a donde los vamos a llevar le inform el capitn sealando un punto de la costa, negra y elevada.El hombre asinti apretando con los dedos la superficie del cofre negro, oculto por la capa. Dentro de poco habr finalizado mi tarea, pens.

  • EL COMIENZO

  • I

    Nueva York, 15 de enero de 2012, las ocho de la maana El despertador zumb desentonadamente. Sara Shermann se volvi deprisa hacia la mesilla de noche y, con la mano derecha, gesticul en el vaco en su tercer y ltimointento por alcanzarlo. Con un esfuerzo supremo abri sus ojos somnolientos, mirando como siempre el pster del fotgrafo Pierre Movila convertido en cabecera de sucama.

    Ya eran las ocho.Se levant de golpe, se pas una mano por sus cabellos despeinados y corri hacia la ducha de cristal y acero. La lluvia de agua caliente la espabil, infundindole una

    benfica sensacin de energa.Debo darme prisa, pens mientras sala de la ducha, llevo mucho retraso. Se ech por encima su pesado albornoz azul y alcanz de puntillas el ventanal de la

    habitacin mientras se secaba enrgicamente los costados.Haca ms de un ao que viva en aquel estudio limtrofe con Manhattan, junto al Morningside Park. Le gustaba mucho.Ya vers como te gusta le haba asegurado la joven agente inmobiliaria mientras la acompaaba a verlo. Los propietarios son muy modernos y lanzados: han

    apostado por la sencillez y el diseo, y tambin por un material que a muchos les parece hosco, pero que yo encuentro dulce, liso y precioso: el cemento.En efecto, todo haba sido reformado haca poco: lneas rectas y ngulos ntidos, caractersticas que casaban a la perfeccin con el carcter enrgico de Sara.Mientras la joven se secaba su pelo corto y negro, se volvi hacia el viejo termmetro de alcohol que colgaba de la pared de estuco verde: siete grados, observ

    consternada en la columnilla roja. Se pas expeditivamente por el pelo el secador, se visti y sali a la calle.Como haca cada maana desde que viva en Nueva York, entr en el bar que se encontraba debajo de su casa y pidi el desayuno. Fueron numerosos los clientes que

    se volvieron, tambin como de costumbre: aquella maana llevaba un pesado abrigo de pao negro, comprado tan slo unos das antes; con el cuello de zorro claroresaltando su esbeltez, estaba guapsima.

    Sara era de tipo fino, delicado, rematado por un rostro ovalado tpicamente anglosajn con pmulos prominentes, y saba que no pasaba fcilmente inadvertida. Susojos color mar y sus labios bien delineados le conferan un aspecto fuerte y seguro. Pero su trabajo la absorba por completo: nada de hombres por el momento.

    Veintinueve aos, nacida en Boston, antroploga, siempre haba soado con ir a Nueva York para poder trabajar con Albert Leblanche, famoso estudioso imbatido encuestiones de antropologa forense. Era el rumbo que haba tomado, y ahora tena la meta a la vista: tras un arduo perodo de asistente que haba durado casi un ao,Leblanche le haba confiado por fin el Curso de Antropologa Forense en la prestigiosa Facultad de Medicina de Nueva York, de la que era decano. Empezaba al dasiguiente.

    Terminado el desayuno, Sara sali del bar a toda velocidad. Atraves la calle helada lanzando una mirada rpida a los rascacielos de Manhattan, que se recortaban cualtorres lejanas en el aire glido de la maana. Enfil una callejuela que bordeaba el parque. En otros momentos, se habra detenido a observar sus enormes rboles de hojaperenne, a los nios que jugaban despreocupadamente, a los vejetes ateridos de fro que atravesaban lentos aquel oasis de verde situado en medio de la desmesuradaciudad. Pero aquella maana, fra y luminosa, Sara no se entretuvo en tales cosas. Busc la boca ms prxima del City Subway y baj a la carrera las escaleras, que olana humo y a la humanidad de las miles de personas que las transitaban todos los das.

    Deba hacer una visita a su to, el hombre a quien ms quera en el mundo, el nico pariente que le quedaba.La haba telefoneado la noche anterior pidindole que fuera a verlo lo antes posible. Por el tono de voz, a la vez amortiguado y forzadamente premioso, Sara dedujo

    enseguida que su to quera algo de ella, lo cual le produca una sutil sensacin de inquietud.Apenas emergi del metro, Sara se encontr frente a las dos enormes agujas gticas de San Patricio, la catedral catlica de Nueva York. Mir hacia arriba, hacia los

    encajes de mrmol que parecan confundirse con las superficies acristaladas de los rascacielos. La catedral era inmensa, pero a Sara le pareci pequeita, aplastada por lamole de las construcciones de acero y cristal que la ambicin desmesurada del hombre haba plantificado a su lado, humillndola casi.

    Accedi a la iglesia envuelta en silencio. Un tenue olor a incienso le entr por la nariz. Mir la larga nave central, desierta en aquel momento. Slo divis a unos pocosfieles rezando cerca del altar mayor. Busc con la mirada a su to en las naves en penumbra. No lo vio. Se acerc al padre Carvier, un joven sacerdote al que conoca, y lepregunt dnde poda encontrarlo.

    Sara, t por aqu! Cunto tiempo que no te veo! Tu to? Est en su apartamento le contest con una sonrisa.Sara conoca bien el camino. Entr en la sacrista, pulcra y perfumada, que atraves deprisa, y se plant delante del ascensor. Mientras suba not que el corazn le

    lata con fuerza. Era como un presentimiento, como si estuviera fatdicamente convencida de que haba ocurrido algo que no deseaba.Se abri la puerta del viejo ascensor y Sara se encontr en medio de un pasillo desierto y poco iluminado, frente a la puerta del apartamento de su to. De repente

    sinti unas ganas inmensas de irse, de salir de all. Pero l era el hombre al que ms quera en el mundo. Se arm de valor y llam.Pas un rato. Despus, percibi unos pasos lentos, cada vez ms prximos, y oy girar la llave en la cerradura. Ante sus ojos apareci el rostro arrugado de Luigi

    Pace. Sara se tranquiliz al ver la cara distendida de su to. Monseor Pace tena ya ms de ochenta aos. Siciliano, delgado y encorvado, iba vestido de maneraimpecable, a la vieja usanza: un largo hbito talar, pulcro y negrsimo, del que destacaban los treinta y tres botones orlados de rojo, smbolo de su dignidad de monseorde la Iglesia catlica. Todava luca una tupida cabellera, apenas encanecida, y su rostro mostraba la historia de aquel pueblo lejano: ojos azules, del color de los maresnormandos, parecidos a los de Sara, que los haba heredado; tez oscura y rugosa, tal vez rabe, y dientes blancos an muy sanos.

    Sara lo abraz sonriendo; cada vez que lo encontraba, aquel hombre le pareca un antiguo faran resucitado. Su rostro oriental y ojos escandinavos le recordaban quetambin por sus venas corra sangre siciliana.

    Monseor Pace la bes afectuosamente en ambas mejillas y le hizo seas de entrar. Sara not que arrastraba la pierna derecha al andar y se apoyaba con fuerza en elbastn que lo sostena. Se haba recuperado del ictus sufrido unos meses atrs, pero la pierna segua sin mostrar mejora, y pareca cada vez ms encorvado.

    Cario, no sabes lo orgulloso que me siento de ti, aunque tambin es cierto que debera tirarte de las orejas le dijo invitndola con la mano a acomodarse mientrasl alcanzaba el escritorio.

    Sara se sent en una de las butacas de piel del despacho y, esbozando una sonrisa, esper a que su to continuara.Anteanoche me llam Leblanche para hablarme de tu nueva funcin en la universidad. Felicidades, pero ya te digo: habra preferido enterarme por ti.Llevas toda la razn, to, perdname. Es que han sido unos das sin respiro alguno se disculp Sara, que conoca de sobra el influjo y las relaciones que monseor

    Pace mantena en las altas esferas de la ciudad: despus del arzobispo, era sin duda el hombre ms influyente de la dicesis de Nueva York. Y saba tambin, aunque llo negara, que su universidad le deba mucho a l. Como tambin ella. Pero me parece prosigui Sara que esta maana me has mandado venir para hablarmetambin de otras cosas, me equivoco?

    Monseor Pace, sentado detrs de su escritorio, asinti. Despus, su rostro se nubl y cambi de tono.Es cierto. Hay otras cosas. T sabes perfectamente cul es mi misin, mi vestimenta lo dice con claridad asever pasando una mano a lo largo de su hbito talar

    y fijando sus ojos azules en los de su sobrina.Sigue, to insisti la muchacha. mi misin, que es tambin la tuya, Sara. Tambin t ests bautizada y eres cristiana. No lo olvides nunca, aunque esta ciudad parece hacer todo lo posible para

    que lo ignores. Bien es verdad que los sacerdotes somos los primeros que parecemos haberlo olvidado: escndalos, corrupcin, negocios Como si estuviramos msinteresados en los atractivos de Wall Street y nuestras pasiones ms inconfesables que en la adoracin de la Pasin de Cristo. Yo llevo varias dcadas trabajando paraque esta tendencia se invierta y toque a su fin.

    Monseor Pace se detuvo, esperando una reaccin de Sara.Me has hecho venir hasta aqu para decirme estas cosas? inquiri la joven.No, pero ha llegado el momento en el que debes ayudarme. Como puedes ver, yo apenas si consigo ya moverme.

  • Lo puedo ver, to, pero te repondrs, como siempre repuso Sara cruzando las piernas.Enseguida se arrepinti de la frialdad con la que le haba contestado.Monseor Pace se inclin hacia ella, los codos sobre el escritorio.Anoche me telefone desde Italia el profesor Gabriele Rossetti, antiguo colaborador mo. No te he hablado nunca de l?No, nunca.Monseor Pace abri un cajn, registr en l y, encontrado lo que buscaba, le alarg una foto.Aqu est. Ves ese hombre joven y grueso con una mano encima de mi hombro? Es l. Han pasado veinte aos desde que se hizo la foto. Hoy es un gran

    estudioso, el mejor conocedor de Dante Alighieri, el Sumo Poeta que escribi la Divina comedia.Sara mir la foto y trag saliva.S perfectamente quin es Dante, to. Me leas sus tercetos cuando yo era pequea. Y muchos de ellos me los hacas aprender de memoria.Ya, me encanta que te acuerdes, cario. En fin, que la fundacin que presido desde hace dcadas ha recibido la autorizacin para exhumar y estudiar los huesos de

    Dante Alighieri, sepultados en Rvena, Italia. Y va a ser precisamente Gabriele Rossetti quien se ocupe de la exhumacin. Su propsito es conseguir saber cules fueronlas causas reales de su muerte.

    No muri de malaria?Eso es lo que siempre se ha dicho, pero no es lo que piensa Rossetti. Si aceptas mi encargo, ser l quien te hable de ello. Cuando yo viva en Roma, trabajamos

    juntos muchas veces. Es un estudioso muy respetado y un amigo muy querido, casi un hermano. Pero es un hombre de letras, no un cientfico, y por eso entraras t enescena.

    Yo? exclam Sara con los ojos como platos.S, t. En Italia disponemos de un equipo cientfico muy competente, pero a m me gustara que lo dirigieras t. Eres una antroploga brillante, y quin mejor que

    t para hacerse cargo de los huesos de Dante! Adems, tu presencia sera una garanta para m, para nosotros concluy el to mirando fijamente a la sobrina.Sara se mir los pies sin decir palabra.Ser un acontecimiento de resonancia mundial. Tu carrera recibira el espaldarazo definitivoTo lo interrumpi, s que sera una oportunidad extraordinaria para m, y te lo agradezco, pero sabes perfectamente que maana doy mi primera clase de

    Antropologa Forense en la universidad, cosa que no estoy dispuesta a dejar por nada del mundo. Imposible irme de Nueva York rumbo a Italia, creme. Leblanche nome lo perdonara.

    Monseor Pace se cal las gafas y la mir fijamente, en sus labios insinundose una sonrisa.Por lo que respecta a tus clases en la universidad, no debes preocuparte. Ya he hablado con Leblanche, y est de acuerdo en que puedes aplazar una semana el

    comienzo del curso. Lo que te estoy proponiendo es algo muy importante tambin para vuestra universidad.Se tratara de supervisar la exhumacin, no?Exacto. En realidad, se trata simplemente de hacer tu trabajo. Maana por la maana partirs hacia Italia.Sara se puso rgida y lanz a su to una mirada glacial.No te enfades, cario. El tiempo urge y el profesor Rossetti est esperando tenerte a su lado. Ya est reservado el vuelo, y seguro que Gabriele te ha encontrado el

    hospedaje perfecto. Estars estupendamente. Una vez all, slo tendrs que estudiar minuciosamente los huesos de Dante Alighieri y mantenerme al corriente de cuantovayas descubriendo.

    As que ya lo tenas todo decidido. Lo que yo pueda pensar no cuenta para nada.No digas eso. Sabes que t cuentas para m ms que cualquier otra cosa.Y quieres hacerme creer que tu inters es slo la pasin por Dante Alighieri y sus huesos medievales?Por favor, clmate. Slo quiero que hagas bien tu trabajo de antroploga. Yo espero mucho de la exhumacin de Dante. Mucho. Me gustara que me tuvieras al

    tanto de cualquier cosa que te llamara la atencin durante las fases de exhumacin y anlisis. Un detalle que a primera vista pareciera insignificante podra revelarsetrascendental.

    Sara sacudi la cabeza y mir a monseor Pace.Si quieres que te ayude de verdad, debes ser ms explcito.Llevas razn. Y lo voy a ser. Pero antes promteme que no hablars de ello con nadie.Eso lo veo difcil: si acepto tendr constantemente a mi lado al profesor Rossetti!De l me fo, Sara. Es un hermano para m. As que puedes considerarlo un aliado tuyo. Pero slo me fo de l y de ti, de acuerdo?Sara se llev una mano al pecho, en seal de acuerdo.Y ahora, dime de qu se trata.Estoy seguro de que los huesos de Dante ocultan un secreto que permite acceder al Camino de perfeccin de Jess.Sara trag saliva y sus ojos azules se oscurecieron como el mar en medio de una tempestad.To, sabes perfectamente que yo soy una cientfica y no me ocupo de religin.Deja que te explique antes de cerrarte en banda. El Camino de perfeccin es la nica obra escrita por Jess en su vida: su verdadero mensaje, sus indicaciones

    precisas para alcanzar el Reino de Dios. Quien lo encuentre sabr con toda seguridad si los evangelios se acercan o no al verdadero mensaje de Cristo. Te parece poco?Sara, atnita ante aquella revelacin, no supo qu contestar.Jess no quera la Iglesia, ni quera jerarquas, poderes o ritos prosigui monseor Pace. Esto lo sabemos ya por los evangelios, pero si logramos encontrar

    esta obra suya, seguro que nos ayudar a conseguir que la Iglesia vuelva a la pureza de sus orgenes.To, ya te he dicho que no me interesan los temas religiosos. Yo soy antroploga, recurdalo. Y veo que sigues hablando en plural: lo sabemos, si encontramos, nos

    ayudar a conseguirEs cierto, cario. Hablo de nosotros, t y yo, porque respecto a tu presunto agnosticismo yo siempre he esperado que cambies de idea un da. Mejor dicho, estoy

    seguro de que antes o despus cambiars de idea. Y bueno, tambin me refiero a la confraternidad a la que pertenezco desde siempre.Te refieres a esa especie de secta, no? exclam Sara mientras vea resurgir en su mente imgenes de infancia que tena sepultadas, el entrar y salir de personas

    extraas con una salamandra azul tatuada en la mano que se dirigan a su to con especial deferencia.No es una secta, no denigres a mi confraternidad.Vale, de acuerdo, llammosla, pues, confraternidad, pero te repito que, aunque est bautizada, yo soy completamente agnstica y no quiero saber nada de tus

    intrigas ni de la confraternidad a la que perteneces.Monseor Pace suspir, se levant y se dirigi arrastrando los pies hacia la ventana, donde su mirada se perdi en la selva de rascacielos que se desplegaba a la vista.Sara mantuvo la mirada fija en el escritorio donde haba estado sentado su to hasta unos segundos antes, pero tratando al mismo tiempo de seguir sus movimientos

    por el rabillo del ojo. Lo vea viejo, y sin embargo muy seguro de su fe, en la que confiaba con pureza, abnegacin y cierta ingenuidad.Se haba hecho cargo de ella despus de que sus padres perdieran la vida en un horrible accidente de circulacin, veintitrs aos atrs. l le haba dado una familia. Y

    ahora le estaba pidiendo un favor, y dndole tambin una oportunidad profesional sin precedentes.Sara se levant de la butaca de piel y se le acerc despacio. Vio Nueva York, que ruga ms all de las ventanas insonorizadas del despacho, la gente que caminaba

    apresurada, arrebujada en abrigos y anoraks, y los adornos navideos que an engalanaban las calles, haciendo que la ciudad pareciera ilusoriamente prxima y accesible.Lo abraz por detrs, apoyando la cabeza en su espalda.

    A qu hora sale mi vuelo a Roma de maana?Monseor Pace se volvi de repente y la mir.

  • Gracias, cario, estaba seguro de que poda contar contigo.Pero slo me quedar el tiempo necesario para la exhumacin, despus me vuelvo a Nueva York asever Sara mirndolo a los ojos.Por supuesto, cario. Por m, estupendo. Esta noche el padre Carvier, el joven sacerdote mexicano que conoces, ir a tu casa con informaciones precisas sobre el

    viaje y otras cosas que pueden serte de utilidad en Italia. Yo rezar por ti. Pero ahora concluy monseor Pace, antes de despedirme quiero darte algo.Lentamente, se dirigi hacia una pared del despacho de la que colgaba un gran cuadro de la Roma antigua. Lo desplaz delicadamente y Sara distingui en el muro una

    pequea caja fuerte.Monseor Pace la abri, sac algo y se acerc a su sobrina con la mano extendida.Toma le encareci; es lo ms valioso que he tenido nunca en la vida. Me lo dieron cuando yo tena tu edad y era un joven sacerdote en Roma. Me gustara que

    lo llevaras contigo, siempre. Promteme que lo hars.Tras lo cual, permaneci inmvil, apoyado en el bastn, sujetando con una mano un colgante ovalado, negro y reluciente, sujeto con una cadena de oro pursimo.Qu es? pregunt Sara alargando la mano hacia la joya.Como te he dicho, es la cosa ms valiosa que poseo respondi monseor Pace dejndola caer en su mano. Ha llegado el momento de que seas t quien la tenga.Sara gir con los dedos el colgante negro.Debes decirme algo ms, to? le pregunt mirando sus ojos azul mar.T tenlo, nada ms, como he hecho yo durante ms de cincuenta aos. Promteme que lo llevars siempre contigo.Sara abri el broche del collar y se lo colg del cuello.Te lo prometo.Monseor Pace la abraz con ms fuerza, y durante ms tiempo, que de costumbre. Luego pas su mano derecha por los cabellos suaves de su sobrina y le acarici

    despacio las mejillas.Sara amaba a su to, pero la pequea salamandra tatuada en el dorso de su mano rugosa le produjo un escalofro tambin aquella maana; cada vez que vea aquel signo

    misterioso se senta catapultada atrs en el tiempo, hasta los aos de su infancia, marcados por los encuentros misteriosos de su to con la enigmtica confraternidad, dela que slo conservaba recuerdos vagos y lejanos, salpicados por una extraa sensacin de inquietud. Con un gesto rpido apart de su cara la mano del to.

    To, es tarde y tengo que irme.Monseor Pace se dio cuenta del cambio repentino operado en ella, que ahora se mostraba nuevamente distante, pero no dijo nada. Sonri y la acompa hasta la

    puerta.Una vez fuera de la catedral, Sara se dio cuenta de que, por primera vez, el ruido invasivo del trfico urbano y la masa de los transentes apresurados y desconocidos

    que la rodeaban no le resultaban desagradables. El encuentro con su to le haba producido ansiedad, y el encargo aceptado no la convenca en absoluto. Como se sentabien en medio de la multitud annima, respir el aire contaminado con voluptuosidad, como antdoto contra el fuerte olor a incienso que la haba acompaado hastaaquel momento. Palp el misterioso objeto que colgaba de su cuello y lo hizo desaparecer enseguida por el escote de la camiseta. Mir su reloj de pulsera. Soy ateay son ya las once!.

    Se precipit hacia el metro para acudir a la sede de la Universidad de Nueva York, sita en la Cuarta Avenida: Albert Leblanche, el decano de su facultad, la estabaesperando.

  • II

    Universidad de Nueva York, las once de la maana Frente a la estrecha fachada neoclsica de la Universidad de Nueva York, Sara consult de nuevo su reloj: llegaba con mucho retraso a su cita con Albert Leblanche, eldecano de la Facultad de Medicina. Entr jadeando en el atrio semidesierto y se dirigi corriendo hacia el decanato. Salud de pasada a un par de estudiantes y a Paul, sucolaborador habitual.

    Encontr a Leblanche delante de la puerta de su despacho, inmvil, absorto, con un haz de papeles en la mano. Su amplia sonrisa le infundi tranquilidad: eraevidente que no estaba enfadado.

    Qu te parece si tomamos algo en la cafetera? pregunt a Sara.Ella asinti.Perdona el retraso, pero acabo de estar con mi to, que se ha sacado de la manga un nuevo trabajo para su sobrinaNo me lo cuentes. Ya lo s. Tu to me llam anoche para informarme del cometido que quera confiarte y pedirme mi opinin. Le dije que por m no haba ningn

    problema.Sara se pas una mano por su pelo corto, como haca siempre que estaba nerviosa.Sara, sabes de sobra que nunca podr negarle nada a monseor Pace. En su calidad de ecnomo de la archidicesis de Nueva York, tu to maneja mucho dinero y,

    afortunadamente, buena parte de l viene a parar aqu. Adems, no te oculto que se trata de un encargo de trascendental importancia. La exhumacin de los huesos deDante Alighieri tendr una resonancia mundial, y el descubrir cul fue la causa real de su muerte contribuir tambin a que aumente el prestigio de nuestra facultad. Poreso nos alegra que una joven docente nuestra haya sido llamada a dirigir esta operacin memorable. Por lo que respecta a tu curso, no tienes por qu preocuparte:aplazamos el comienzo una semana. Contenta?

    Claramente distendida, Sara exhal un suspiro.Me preocupaba mucho el que pudiera defraudarte. Te prometo que en cuanto termine la exhumacin cojo el primer vuelo a Nueva York y dentro de una semana

    estoy aqu para comenzar las clases.Por lo que me ha dicho tu to, tendrs los huesos a tu disposicin durante no ms de da y medio.S, eso creo. Ser suficiente. Despus, redactar el informe y lo mandar a la fundacin que dirige mi to. Creo que la cosa no se alargar ms de tres das. Despus,

    aqu, en Nueva York, estudiar tranquilamente, y bajo tu supervisin, los resultados obtenidos.Te confieso que me interesa mucho este encargo expres Leblanche sorbiendo lentamente el caf, y casi te envidio. Y adems, salir de la rutina cotidiana sera

    para m una especie de bendicin.Y por qu no vienes t tambin?Te lo agradezco, de veras, pero no puedo moverme estatuy con una sonrisa cansada. Su mirada se pos en la camiseta de seda de Sara. Qu es ese colgante

    oscuro?Esto? Ah, nada importante. Un regalo de mi to contest la muchacha mientras con la mano derecha lo haca desaparecer entre la ropa.Un recuerdo de su Sicilia?Me ha dicho que le recuerda los tiempos de su juventud y que por eso me lo regala, nada ms. Pero ahora, como tengo que preparar el viaje, sera mejor que

    hablramos de los estudiantes y del curso que empezar a la vuelta.

  • PRIMER DA, LUNES

  • 1

    Rvena, 16 de enero de 2012, las cuatro de la tarde Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando el Fiat de Sara Shermann, un Punto rojo alquilado en el Aeropuerto de Florencia, entr a toda velocidad en Rvena, la antiguacapital del Imperio romano decadente.

    A aquella hora de un da invernal, fro y lluvioso, la impresin que le produjo la ciudad fue de una tristeza profunda, casi de abandono. Las calles estaban desiertas,envueltas por la niebla; las fachadas de los antiguas mansiones, descoloridas y mohosas; las iglesias, negras con sus ladrillos milenarios. El sabor a Bizancio an flotabaen cada esquina de la ciudad, recordando la caducidad de todas las cosas, mientras el sol se pona despacio, prestando al paisaje una melancola incontestable.

    Gracias a su GPS, consigui dar con la tumba de Dante. Aparc el coche, sac el maletn del maletero y se lanz como una flecha hacia el mausoleo, tosca moledieciochesca mandada construir por el cardenal Gonzaga, tal vez como un ltimo intento por lograr la paz entre la ciudad y la Iglesia de Roma. Se detuvo para recobrarel aliento y mir a su alrededor buscando a alguien en la calle fra y solitaria. Ni un alma. Mir a la lejana entrada. Nadie tampoco.

    Respir hondo y se puso a correr de nuevo.Es muy tarde, se deca para sus adentros mientras trotaba sobre el empedrado. Todo pareca haberle ido mal desde que se haba metido en aquel lo. Haba encajado

    con paciencia el retraso del avin y el retraso en la entrega del equipaje y del coche de alquiler, pero llegar con retraso a su cita con Gabriele Rossetti!Se acerc jadeando al mausoleo. Finalmente vio a alguien que sala del contiguo convento de San Francisco, residencia secular de los franciscanos, celosos guardianes

    de los restos del poeta.Varios tcnicos de televisin hacan preparativos para la retransmisin; uno de ellos estaba encorvado sobre su bolsa, intentando sacar una cmara.Perdone, sabe dnde puedo encontrar al profesor Rossetti? pregunt al hombre, que estaba arrodillado en el suelo.Est en la sacrista del convento, con todos los dems le contest. Si quiere decirle algo, dese prisa, pues dentro de nada comienza la exhumacin de los huesos

    de Dante. Despus, ya no podr atenderla.Sara dej al hombre con la cabeza hundida en la bolsa y se dirigi hacia la verja, que estaba abierta. Ya en el otro lado, ech una mirada rpida al interior del mausoleo.La pequea capilla revestida de mrmol, situada en medio de un pequeo jardn, meta de los miles de turistas que acudan cada ao a venerar los restos del poeta,

    estaba invadida por un entramado de cables, armazones y focos apagados. Todo listo para el inicio de la funcin.Sara entrevi la gran urna, de poca romana, que contena los huesos del poeta. Se dirigi al guardia de seguridad que haba delante de la puerta del convento.Soy la doctora Sara Shermann, y tengo que ver enseguida al profesor Rossetti. Formo parte del equipo le inform.Cuando el hombre iba a indicarle cmo llegar hasta l, se encendieron unos focos potentes, que inundaron de luz la capilla contigua. Cegada, Sara cerr los ojos y, al

    otro lado de la puerta donde se encontraba el agente de seguridad, oy un gritero cada vez ms prximo; despus entrevi a tres franciscanos ancianos que avanzabanraudos, sus hbitos marrones al viento. Un grupo de periodistas vena detrs. El agente de seguridad la invit a echarse a un lado. Los frailes y los periodistas salieron entropel al espacio abierto y se dirigieron deprisa al mausoleo.

    En medio del grupo, Sara consigui divisar a un hombre grueso, de unos cincuenta aos, que sobresala sobre los dems. Lo reconoci enseguida: el mismo que le habaenseado su to en una foto en Nueva York. Gabriele Rossetti.

    Entre tanto, y frente al mausoleo, se haba formado un infranqueable muro de periodistas en espera del acontecimiento histrico.Sara se abri paso a codazos hasta que lleg junto al hombre pelirrojo.Profesor Rossetti, soy Sara Shermann!All estaba por fin frente a Gabriele Rossetti, un hombre alto e imponente, con el pelo rizado y an rojizo a pesar de la edad y los ojos bovinos. El rostro del

    estudioso, rojo y sudoroso por el calor que despedan los focos, descansaba sobre una mandbula ancha y cuadrada, sobre la que se abra una boca grande de labioscarnosos que sostenan una nariz gruesa, surcada por unas venillas rojizas y con anchos orificios. Los ojos, enmarcados por unas gafas de oro, parecan querer salirse desus cavidades, tan enormes y saltones eran, y su papada carnosa daba la impresin de haberse tragado el cuello de la camisa.

    Vesta un traje de pana marrn con chaleco; una cadena de oro le bajaba en diagonal por su vientre hinchado, solapndose parcialmente con la corbata arrugada. Nopareci enfadado por su aparicin repentina, pero le lanz una mirada censorina que le hizo sentir vergenza.

    Por fin ha llegado, doctora Shermann. No se da cuenta de que llevamos por lo menos una hora esperndola? Estbamos a punto de empezar sin usted.S, me doy perfecta cuenta, profesor. Disculpe. Pero es que ha surgido toda una serie de contratiempos ajenos a mi voluntad.Vamos, pngase la bata y al trabajo.Mientras Sara obedeca en silencio, dos tcnicos se acercaron a la gran urna de mrmol que guardaba los huesos. Uno activ un cabrestante elctrico, que fue

    levantando lentamente la tapa de mrmol, y el otro meti los brazos dentro de la urna y extrajo una pequea caja de madera.Asaeteado por los flashes de los fotgrafos, Gabriele Rossetti, silencioso pero dominando la escena con su estatura en el centro del sepulcro, tom en sus manos la

    urna a la manera en que un sacerdote toma la hostia consagrada. Seguido de los franciscanos y flanqueado por un hombre delgado y calvo, se desplaz despacio hacia lasalida del mausoleo para alcanzar la sacrista del convento contiguo.

    Los periodistas le hicieron pasillo y despus lo siguieron en procesin catica, por lo que a Sara no le qued ms que empuar su maletn y seguirlos a travs de lasvetustas estancias del convento.

    Ya en la sacrista, Rossetti, asistido por el hombre calvo, deposit la caja en una gran mesa metlica y durante al menos diez minutos desgran datos histricos ycientficos sobre la vida de Dante y las peripecias de sus huesos; mientras, el viejo padre guardin del convento, que estaba a su lado, asenta gravemente sin dejar deatusarse su larga barba blanca, que bajaba hasta el cordn.

    Mientras tanto, Sara, arrastrada por la riada de periodistas, haba perdido contacto con el profesor; al entrar la ltima, se coloc en un rincn de la sala, desde dondeescuch el monlogo de Rossetti. Al final ste, colocado detrs de la mesa metlica, apoy sus manos regordetas sobre la caja, alarg el cuello, gir la cabeza y la busccon la mirada. Cuando la hubo visto, le hizo seas con la mano para que se acercara deprisa.

    Les presento a la doctora Sara Shermann, antroploga forense de la Universidad de Nueva York anunci sealndola. Ser ella quien se ocupe de los anlisisqumicos y antropolgicos de los restos de Dante, lo que quiere decir que nos encomendamos a su buen hacer para la dilucidacin de varias cuestiones. Doctora, lepresento al doctor Alessandrini prosigui Rossetti sealando al hombre calvo, el patlogo que nos asistir en esta fase de la exhumacin.

    Sara, ya junto al profesor, esboz una sonrisa desangelada dirigida a la concurrencia y al doctor Alessandrini, quien la haba saludado a su vez con una sonrisa decircunstancias.

    A la doctora le cabe el honor de extraer los huesos del eximio poeta declar Rossetti cedindole el sitio.Con guantes de seda blancos, Sara levant la tapa despacio y fue sacando una serie de huesos ennegrecidos y corrodos por el tiempo. El primero le pareci enseguida

    un fragmento de la calota craneal; los siguientes, ms largos, podan ser los restos de un brazo; a continuacin, unas costillas y, finalmente, varios fragmentos, cada cualms pequeo.

    Estaba aturdida, el corazn desbocado; se senta mal, empujada sin haberlo pedido a una misin demasiado ardua y, para colmo, centro de atencin de los medios decomunicacin de todo el mundo. Adems de la nube de corresponsales que tena delante y de Rossetti, a un lado, le resonaban todava en la cabeza las palabras de su to.Por su parte, los franciscanos, serios y graves, la observaban con ojos penetrantes.

    Se concentr. No poda cometer ningn error.Profesor Rossetti oy decir a una periodista de la segunda fila, qu piensa encontrar realmente en estos huesos?El profesor se volvi raudo hacia la mujer.Seora, se trata de los huesos de Dante Alighieri que el Gobierno italiano ha puesto a mi exclusiva disposicin. Por primera vez en la historia, un equipo cientfico

    intentar averiguar la verdadera causa de su muerte.

  • Un segundo periodista le pregunt a continuacin:Ha encontrado muchas dificultades por parte de las autoridades italianas?Que si he encontrado dificultades? No pueden imaginarlo! respondi el profesor mientras sus ojos escudriaban con atencin los huesos que Sara iba

    depositando en la mesa. Durante varios meses, las conversaciones han estado en punto muerto. En un momento pensamos incluso en la posibilidad de abandonar laempresa; demasiadas trabas burocrticas, suficientes para hacernos desistir. Despus, la fundacin americana para la que trabajo dijo estar dispuesta a correr con todoslos gastos y, tras prometer una importante donacin al Ayuntamiento de Rvena, consigui que desaparecieran todos los impedimentos. Como pueden suponer, no serposible repetir una segunda vez estos anlisis. As pues, lo que haya que descubrirse, se descubrir ahora.

    De qu fundacin se trata, profesor? inquiri otro.No tengo autorizacin para revelarlo, al menos por el momento. Sepan, de todos modos, que su contribucin ha sido fundamental. Aadir asimismo que no es una

    fundacin universitaria, sino privada.Sara sonri. As que todo el mrito era atribuible a su toProfesor volvi a la carga la primera periodista, usted ha dicho antes que lo que haya que descubrirse, se descubrir ahora. Qu quiere decir exactamente

    con esta frase?Al conocer el contenido qumico de los huesos estaremos en condiciones de establecer por fin, definitivamente, que Dante no muri de malaria, como normalmente

    se cree Rossetti se par para observar la reaccin del auditorio, sino que fue envenenado.Envenenado? Y por quin? pregunt alguien con acento anglosajn.Sara se volvi de repente hacia aquella voz, que le pareci familiar. Mir entre el grupo de corresponsales y no le cupo la menor duda: era justo l, Alan Forster, el

    periodista puntero del New York Times. Sinti un cosquilleo en el estmago e intent recuperar la compostura.S, envenenado. Por sus enemigos.Qu enemigos? porfi Alan Forster con una risita demasiado alusiva a la autoridad de Rossetti, mientras se abra paso hacia una posicin ms prxima.No entiendo su sarcasmo, caballero repuso el profesor. Pero bueno Sus enemigos eran los secuaces de Malabocca.Tras la declaracin crptica de Rossetti, un murmullo se extendi por toda la sala. Unos periodistas parecan conocer de sobra aquella informacin; otros se miraron

    con curiosidad al ignorar a qu o a quin se refera.Y quin era ese Malabocca? persisti el periodista.No han ledo Il fiore de mosn Durante, que no es otro que el propio Dante Alighieri? Lanlo y encontrarn la respuesta!Los reporteros, sobre todo dos o tres de la primera fila, lanzaron una mirada de conmiseracin hacia Rossetti, quien entre tanto haba enrojecido de ira: no toleraba a

    los escpticos, y menos an a los que hablaban con sorna.La corresponsal que haba abierto el debate se arm de valor e intervino de nuevo:Profesor Rossetti, perdone, pero siempre he odo decir que Dante haba muerto de malaria, contrada con ocasin de su viaje a Venecia, en los pantanos de

    Comacchio, cerca de FerraraRossetti, salvado in extremis por aquella pregunta sincera que lo devolva al slido terreno de la historia, le contest con ostensible cortesa y precisin:Ha odo decir bien, seora. Pero si a alguien le pica un mosquito, no muere de malaria a los pocos das. La malaria es una enfermedad larga y terrible. No conocen

    la historia?Nadie se permiti rechistar.Pues se la contar resumida. Dante se refugi en Rvena hacia mediados de agosto de 1321. El poeta tena ya cincuenta y nueve aos. Por invitacin de Guido da

    Polenta, seor de la ciudad, fue enviado a Venecia con la misin de desbaratar los planes de guerra contra Rvena de la Serensima Repblica Vneta. Los continuosataques de las naves ravenesas a la flota veneciana deban terminar. Tras defender honorablemente los intereses de Rvena ante Venecia, Dante volvi a casa. Durante elviaje, parece ser que le pic un mosquito en los valles de Comacchio y que, vencido por la fiebre

    La voz de Rossetti se hizo cada vez ms lejana en la cabeza de Sara, hasta que acab por desaparecer. Sigui disponiendo mecnicamente los huesos, uno tras otro,sobre la mesa metlica; pero la tensin de unos segundos antes haba disminuido considerablemente. Haba descubierto un rostro amigo en medio de aquel ambiente, quese le antojaba algo hostil: Alan Forster estaba all, en Rvena, sentado precisamente frente a Rossetti, mirndolo con gesto socarrn mientras l segua con su exposicinacadmica. Sonri para sus adentros, si bien an senta un cosquilleo incontrolable en el estmago al recordar la tarde-noche en que lo haba conocido.

    Haba sido unos quince das antes de su viaje a Rvena, con motivo de un cctel ofrecido por el consulado italiano en Nueva York.Monseor Pace, su to, le haba pedido que lo sustituyera, y ella, reservada como era, slo acept a regaadientes. Haba sido invitado por el cnsul en persona, el

    doctor Eduardo Raselli, pero su salud lo haba obligado a declinar la invitacin; era la primera vez que esto ocurra.A las siete en punto, Sara se present en el edificio del consulado, una magnfica mansin histrica situada en la Quinta Avenida.Afectando un aire desenvuelto, y tras entregar su abrigo Burberry a un portero joven, entr en el gran saln de recepciones y sinti enseguida que estaba fuera de

    lugar. Haba gente por todas partes: seoras elegantes con joyas de vrtigo y caballeros de impecable esmoquin sorbiendo alegremente sus ccteles, rodeados de mueblesde anticuario y tapices suntuosos. En cambio, ella iba vestida con un sencillo pichi negro de tejido masculino que acababa un palmo por encima de la rodilla y dejaba a lavista el nacimiento de sus senos juveniles. Con su cinturn de charol negro, que le cea el talle, y sus zapatos de tacn de cuero amarillo, iba muy elegante. Pero no erasu ambiente.

    Mir a su alrededor en desesperada bsqueda de un rostro amigo.En vano.Se acerc a la mesa de los hors doeuvres, cogi una copa de camarones a la americana y se refugi en un rincn solitario. Pase los ojos por toda la sala, mordisque

    desconsolada una gamba y se sent en un divn de piel blanca. Frente a ella se alzaba un bosque impenetrable de vestidos lujosos policromados que ondeaban creandoun efecto caleidoscpico, danza que se interrumpi de repente al anunciarse la llegada de los entremeses. La sala se vaci.

    Y entonces lo vio.Estaba al fondo del saln, apoyado en el ventanal que daba al jardn. Con un whisky on the rocks en la mano, sonrea a una mujer bella de pelo largo castao rojizo con

    grandes pendientes de cristal, probablemente italiana.Sara se qued paralizada, como si una fuerza magntica le impidiera centrarse en ninguna otra persona. Se levant y, como si nada, se acerc a l, rozndolo casi.Pareca tener unos cuarenta aos. El rostro, de rasgos marcados, estaba surcado por alguna que otra arruga leve. Con un fsico de nadador y uno noventa de estatura

    aproximadamente, sobresala por encima de todos los que lo rodeaban. Aquella noche llevaba un esmoquin de drap negro con solapas redondeadas que resaltaban susanchos hombros y su talle estrecho y poderoso, una camisa con pliegues pequeos y una pajarita de tercianela, gemelos de oro y zapatos de becerro reluciente.

    Sara se retir a un rincn desde donde poder observarlo con tranquilidad: tena los ojos oscuros y profundos, velados por una especie de melancola que no le pasinadvertida. Consigui cruzar con l la mirada un par de veces, lo suficiente para notar que ocultaba algo triste en su fuero interno.

    En aquel momento vio que se le acercaba Kate, una mujer alegre y sonriente que trabajaba precisamente en el consulado. La conoca desde sus aos de estudiante.Qu tal se encuentra mi antroploga favorita?Bien, aunque un poco aburrida. Bueno, al menos hay gente interesante a la que mirar. Como ese actor, por ejemplo explic Sara sealando con la barbilla al

    hombre de esmoquin junto a la ventana.Kate mir en la direccin indicada por su amiga y revir los ojos.Actor?S, a m me parece el tpico actor guapo pero sin blanca. He acertado?Yo dira que no. Es Alan Forster, el famoso periodista. Seguro que has ledo algn artculo suyo

  • Dnde escribe? pregunt Sara mirndolo por el rabillo del ojo.Escribe para el New York Times. Es guapete, eh?Sara se puso colorada y balbuce algo incomprensible.Est soltero, pero no te hagas ideas. Su compaera sentimental muri hace dos aos de manera trgica; era corresponsal de guerra en el Lbano y, por lo que parece,

    una mujer excepcional. Desde entonces, y a pesar de la legin de admiradoras que lo pretenden, ninguna ha conseguido llevarse el gato al agua.Sara no le contest; despus, se infiltr entre la muchedumbre de invitados y cogi una copa de champn de la bandeja que portaba un camarero. Entonces vio al

    cnsul Raselli. Cuando iba a abordarlo, not que unos dedos tamborilearon suavemente sobre su hombro. Se volvi sbitamente y se encontr frente a Kate, que traa dela mano a Forster.

    Como tenas tantas ganas de conocerlo, aqu lo tienes. Alan, te presento a la doctora Sara Shermann, antroploga. Sara, aqu Alan Forster, pero eso ya lo sabes puntualiz, tras lo cual los dej solos y desapareci entre los invitados.

    Sara estaba violenta. Tena la boca seca y no acertaba a articular palabra. Se llam idiota para sus adentros por comportarse de manera tan torpe, pero Forster nopareca haberlo notado.

    Doctora Shermann, no se enfade con Kate, le pagan para que los invitados se sientan a gusto. Encantado de conocerla. Por cierto, me estaba aburriendoterriblemente.

    Sara esboz una sonrisa tensa y se pas una mano por el pelo; acto seguido, Forster la invit a sentarse en un alargado sof de terciopelo rojo situado en un rincn einici relajadamente lo que habra podido ser un dilogo agradable si unos minutos despus no se hubiera visto interrumpido por la propia Kate.

    Perdona, Alan, pero hay una persona que desea despedirse de ti antes de marcharse le comunic sealando a una seora de unos sesenta aos con un vistosocollar de brillantes, sin duda esposa de algn senador americano. Lo tom de la mano y se lo llev de all.

    Durante el resto de la velada, Sara Shermann y Alan Forster no volvieron a encontrarse.

    Una patadita en el pie izquierdo propinada por Gabriele Rossetti retrotrajo rpidamente a Sara del consulado italiano en Nueva York a la sacrista del convento deSan Francisco, en Rvena.

    La doctora Shermann profiri el profesor se encargar de sacar a la luz la que yo denomino la certeza. Alighieri fue enviado a Venecia despus del 15 de agostode 1321 y falleci la noche del 13 de septiembre, demasiado poco tiempo para morir a consecuencia de la malaria. Se necesitan meses, por no decir aos, para que estainfeccin te lleve a la tumba. La causa de su muerte es otra. Fue envenenado en Venecia, como les he dicho. Ahora sus huesos reposan sobre esta mesa. Cogeremos unpequeo fragmento, que ser examinado en el laboratorio acondicionado ad hoc en el hospital de la ciudad. Con los instrumentos cientficos ms modernos verificaremosla composicin qumica y la presencia de sustancias venenosas, que, como saben, se acumulan y permanecen durante siglos en el tejido seo. Despus lo dejaremos todotal y como estaba. En Rvena se sienten muy orgullosos de conservar los huesos de Dante. Por si lo desconocen, yo soy florentino; si hiciera algo mal, no me gustaracorrer la misma suerte

    S, pero usted slo ha contestado parcialmente a mi compaera volvi a la carga Alan Forster. Ahora debe decirnos a los profanos quin es ese Malabocca alque ha citado.

    Rossetti saba que le iban a preguntar sobre este personaje. Barri con la vista los rostros de los periodistas que se hallaban delante de l. A unos ya los conoca: erande Florencia y parecan lobos hambrientos listos a despedazarlo. Otros procedan de los rincones ms diversos del planeta e ignoraban lo que se ocultaba detrs de aquelnombre inquietante.

    Rossetti respir hondo.Malabocca era el mote que le pusieron al inquisidor de la Iglesia de Roma. Fueron los perseguidos quienes le dieron ese apelativo tan poco glorioso.Y quines eran los perseguidos? pregunt un periodista con acento marcadamente ruso.Los miembros de una secta de la que hoy sabemos muy poco: los Fieles de Amor. Una secta de la que formaba parte Dante Alighieri.Un murmullo in crescendo se extendi por toda la sala.Si mis recuerdos no me traicionan, Dante era gelfo y, por tanto, estaba de parte del papa, de la Iglesia intervino de nuevo Alan Forster.Rossetti le lanz una mirada sesgada.Dante era un gelfo blanco, es decir, un catlico ferviente, pero tambin acrrimo enemigo del poder temporal de la Iglesia. Quera una Iglesia libre de toda

    injerencia terrenal, de toda tentacin poltica. Una Iglesia que mantuviera la pureza de los orgenes. Segn l, el poder temporal ataa al emperador y el espiritual, alpontfice. sta era la postura defendida por los Fieles de Amor.

    Al or aquellas palabras, Sara se sobrecogi de manera extraa. Durante unos instantes le pareci estar de vuelta en Nueva York, en el despacho de su to, antes deemprender viaje a Italia, la maana en que le haba hablado del Camino de perfeccin, el libro escrito por Jesucristo que quera conseguir para l mismo y para suconfraternidad, gracias al cual la Iglesia podra volver a la pureza de sus orgenes. De no estar en el siglo XXI, habra dicho que su to era un fiel de amor.

    Malabocca persigui siempre a los miembros de esa secta a fin de apoderarse de su enorme tesoro y del secreto que guardaban prosigui Rossetti.Dganos algo ms sobre ese tesoro porfi un periodista francs que pareca especialmente interesado en aquel tema.Rossetti pareci titubear unos instantes, pero luego explic:El tesoro era el fruto de una larga y secular acumulacin. Fueron los ctaros los que se encargaron de ello; despus de ser dispersados, lo confiaron a los Fieles de

    Amor. stos lo heredaron para imprimir un nuevo giro poltico a Occidente: dar ms autoridad al Imperio y limitar el poder temporal de la Iglesia. Pero Malabocca, esdecir, el inquisidor de turno, y sus secuaces lo queran para su propio fin, que no era otro sino restablecer definitivamente el poder temporal de los papas sobre todoOccidente. Y Dante fue muerto porque no quiso pasarse a las filas de Malabocca; antes bien, sigui luchando denodadamente hasta la muerte.

    Bonita historia, de veras; no la haba odo nunca expres Alan Forster. Pero me pregunto si no es un poco aventuradaAventurada podra serlo para usted, que es un ignorante explot Rossetti, el rostro completamente rojo, a juego con el pelo, mientras su respiracin se tornaba

    cada vez ms fatigosa. Usted no ha ledo nada de este tema y quiere discutirlo todo! Vulvase a Amrica, entonces!Seores! intervino Sara alzando la voz, yo soy una investigadora americana y puedo asegurarles que los argumentos esgrimidos por el profesor Rossetti

    merecen la mayor consideracin por parte del mundo acadmico; yo misma he sido enviada por la Universidad de Nueva York para comprobar cientficamente elsupuesto envenenamiento de Dante Alighieri. El profesor es un estudioso de reconocida fama en todo el mundo, y el hecho de que todos ustedes hayan acudido aqupara escucharlo y asistir a este acontecimiento histrico no hace sino corroborar ms an lo que acabo de decir.

    La intervencin de Sara puso punto y final a aquella escena.Rossetti recuper el aliento y la troupe de periodistas se mantuvo silenciosa. La toma de posicin de la muchacha surti el efecto deseado: ningn corresponsal, ni

    siquiera del grupo de los ms coriceos, como Alan Forster, pareci tener ya ganas de cuestionar los datos expuestos. Todos tomaron buena nota del nombre de la jovenantroploga y la discusin termin.

  • 2

    Rvena, las siete de la tarde aproximadamente Los periodistas abandonaron el recinto de la sacrista intercambiando comentarios sobre lo sucedido. Unos aseguraban que Rossetti llevaba razn mientras que otrosseguan lanzando a la americana y al profesor unas sonrisas teidas de conmiseracin.

    En aquel momento, Alan Forster se acerc a Sara.Me alegra volver a encontrarla. No saba que fuera una investigadora tan importante. Lo digo con total sinceridad. Es una sorpresa muy agradable encontrarla aqu,

    en Rvena.Sara le lanz una mirada rpida y se pas una mano por sus cabellos.Tambin a m me complace volver a encontrarlo, si bien he de decir que no lo imaginaba tan escptico y agresivo. El profesor Rossetti es un estudioso y un

    profesional que goza de mucha fama; ha dedicado toda su vida al estudio de Dante Alighieri y de cuanto lo rode, y slo por ello merece respeto.Doctora, yo soy corresponsal del New York Times y debo escribir algo serio sobre esta exhumacin. No puedo contar historias sin fundamento. Malabocca y la

    Inquisicin, el tesoro de los ctaros, que si Dante haba formado parte de una secta medieval Si trabajara para una de esas revistas que se ocupan de la maldicin deTutankamn o de los misterios del rea 51, seguro que tena materia para muchos meses, pero en mi redaccin buscan otra cosa. Hechos. Datos concretos. Apropsito, ha odo hablar alguna vez de los Fieles de Amor?

    No, nunca.Rossetti no nos ha contado mucho de ellos Pero, en fin, s, creo que me he equivocado al herir la susceptibilidad del profesor; me he dejado llevar por mi

    incurable escepticismo, y creo que ahora me va a resultar harto difcil entablar cualquier contacto con l. Tiene fama de ser una persona arisca y muy receloso. Perousted podra ayudarme Estoy seguro de que si aceptara ser entrevistada, con usted volvera al terreno de la realidad slida. Qu me dice? Si se queda unos das enItalia, me gustara ser su anfitrin en Florencia.

    Sara iba a contestar que podan verse en la ciudad cuando Forster se dio cuenta de que Rossetti, tras despedirse del doctor Alessandrini, se diriga hacia ellos.Mire, creo que es mejor que me vaya expres el corresponsal. Le dejo mi nmero de mvil. Tengo ganas de hacerle una bonita entrevista. Llmeme en cuanto

    pueda. Le dej su tarjeta de visita, le dio una palmadita en la espalda y se alej.Sara permaneci unos instantes inmvil tras la mesa metlica con la tarjeta de Alan Forster en la mano y los huesos de Dante Alighieri delante de ella. Por segunda

    vez haba perdido a aquel hombre.Rossetti ya estaba de nuevo a su lado.Le agradezco su valiosa intervencin de hace unos minutos, y aprovecho para pedirle disculpas por la manera como la recib antes. Estaba muy preocupado por su

    retraso, y con esa caterva de periodistas acechando en cada rincn A propsito, observo que conoce a ese americano insolente.S, aunque no mucho. Nos conocimos hace apenas dos semanas en una fiesta. Es un periodista puntero del New York Times. Pero le molesta si nos centramos en

    nuestro trabajo? Por lo que he odo, disponemos de muy poco tiempo. Si quiero realizar el anlisis qumico y averiguar las causas de la muerte de Dante, debo ponermemanos a la obra ya mismo.

    Estoy perfectamente informado de su gran competencia, doctora, pero me gustara comentarle asimismo que Luigi, su to, desea que las pesquisas se amplen y queusted examine los huesos a fondo tambin desde un punto de vista antropolgico. Es una ocasin nica; la fundacin de su to desea obtener una reconstruccin de laimagen fsica del poeta a partir del estudio de los huesos. Pero de eso tendremos ocasin de volver a hablar. Dedquese ahora a su anlisis. Por desgracia, como bien hadicho, el tiempo es escaso. Maana por la tarde debemos volver a colocar todo tal y como estaba, lo que significa que usted slo dispone de lo que queda de hoy y demaana por la maana. Saque todas las fotos que pueda. Tendrn un valor incalculable.

    En aquel momento, apareci una sombra por la puerta de la sacrista.Hombre, ah llega Wisemann! exclam Rossetti. Me gustara que lo conociera, doctora.El hombre, an en la penumbra, era bajito y fornido. Se les acerc apoyndose en un bastn. Sara lo mir: iba vestido impecablemente de negro y tena la cara

    enmarcada por una enorme barba blanca que le llegaba hasta el pelo, tambin blanco y muy fino, que le cubra toda la cabeza. Llevaba unos guantes de piel muyelegantes.

    Me llamo Isaac Wisemann, seorita. Encantado de conocerla expres el anciano en un ingls excelente, modulado por una ligera inflexin alemana.Sara sonri y acept el besamanos.Wisemann es quien mejor conoce la bibliografa especializada sobre Dante Alighieri declar Rossetti. Despus de m, obviamente puntualiz. Es tambin

    un coleccionista empedernido y el mayor marchante de libros de Berln. Colaborar con nosotros en esta empresa. La doctora Shermann, por su parte prosigui elprofesor mirando a Sara es una joven y preparadsima antroploga, sobrina de Luigi Pace, monseor de la archidicesis de Nueva York. Pero basta ya depresentaciones y cumplidos, que se est haciendo tarde y seguro, Isaac, que ests derrengado y hambriento tras el largo viaje. Ahora mismo te llevo a cenar. Y usted,doctora, por qu no se une tambin a nosotros?

    Se lo agradezco, pero prefiero comer simplemente un bocadillo y centrarme en el anlisis de los huesos. Los fragmentos son muy numerosos, y si les acompaaracorrera el riesgo de no examinarlos todos en el plazo establecido.

    Cierto, lleva razn. Mandar que le traigan un bocadillo de jamn toscano y queso pecorino de Pienza, a modo de piscolabis. Nosotros nos vamos a cenar yvolveremos con usted hacia las nueve, le parece bien?

    Sara asinti y se qued sola por fin. Lo necesitaba.La confusin y tensin de las ltimas horas la haban dejado un poco aturdida; acostumbrada a su trabajo cientfico, serio y solitario, nunca habra imaginado que iba a

    verse metida en aquel lo e involucrada en un altercado como el que acababa de producirse entre Gabriele Rossetti y Alan Forster.Abri el maletn y empez a sacar sus instrumentos de trabajo: un comps de ramas rectas para medir el espesor de los huesos, otro de ramas curvas, una cinta

    mtrica, una regla milimetrada y, finalmente, un gonimetro de pndulo para los ngulos faciales. Tena todo lo necesario, pero tema realizar su tarea comoantroploga de manera superficial por el escaso tiempo con que contaba. Deba concentrarse al mximo y planificarlo todo muy bien a fin de obtener y llevar a sufacultad (y a su to) el mayor nmero posible de datos. All, con toda la calma del mundo y con la ayuda de Leblanche, redactara el informe definitivo.

    En primer lugar, el sitio del hallazgo, mascull entre dientes. Sac su cmara digital y se dispuso a fotografiar el continente. Cogi la caja y la puso debajo de la luz.Una foto a cada uno de los lados.

    Y ahora el interior.Haba algo fascinante y seductor en la visin de aquella caja de madera sin adornos que haba acogido hasta ese momento los huesos de Dante Alighieri. Sus estudios

    realizados en Boston haban sido sobre todo de carcter cientfico, y la mayora de los libros que haba ledo estaban en lengua inglesa, pese a hablar perfectamenteitaliano y sentir una gran fascinacin por el venerable poeta medieval. Era una atraccin oscura que brotaba de sus orgenes y de la pasin que su to haba sentidosiempre por su obra. De nia, le haba hecho aprender de memoria estrofas enteras de la Divina comedia, que se le haban quedado grabadas de manera indeleble en lacabeza. En aquel preciso momento aflor un terceto como por encanto a sus labios:

    Amor, que amar obliga al que es amado,me ata a tus brazos con placer tan fuerteque, como ves, ni aun muerto me abandona.

    Durante unos instantes, el sentido del terceto se fundi con la imagen de Alan Forster, pero Sara se autocensur de inmediato. Mir fijamente su cmara digital,

  • apuntada sobre aquellas paredes de madera lisa, clara y ligeramente veteada, y su mente viaj brevemente a su niez. Coloc la cmara sobre la mesa. Vio de nuevo a suto, sentado detrs del escritorio del despacho con un gran volumen delante de los ojos. Era la Divina comedia, que haba trado de Italia siendo sacerdote y que hojeabatodas las tardes tras el oficio de vsperas en la catedral.

    Se imagin sentada delante de l. Con sus apenas ocho aos, segua atentamente lo que lea su to, absorto en el estudio del gran libro.Qu haces, to? le preguntaba Sara.Leer la Divina comedia, la obra ms grande jams concebida por una mente humana, que esconde secretos que nadie podra columbrar si no est en condiciones de

    leerla!Y t ests en condiciones, to?Todava no, cario le contestaba acaricindole sus largos cabellos negros. Todava no, pero ya vendr el daAquellas palabras fascinantes y misteriosas resonaban en su mente infantil mientras sus ojos asombrados se perdan en una gran tabla pintada, donde unos demonios

    horrendos se ensaaban con los cuerpos retorcidos de los condenados.Sacudi la cabeza y empu de nuevo la cmara digital.Ahora toca las paredes internas de la caja. La primera, la segunda, la tercera y la cuarta. Ya est. Y ahora, el fondo.Unas manos sabias y desconocidas haban dispuesto siglos atrs sobre el fondo de la urna un pao rojo para colocar encima los huesos. Ahora estaba desteido, liso,

    deshilachado. Para no correr el riesgo de estropearlo, Sara lo levant con sumo cuidado.De repente, se detuvo.Haba algo extrao en la madera del fondo de la caja.La tom entre las manos y la acerc a la luz. No eran vetas, sino un grabado.Parecen letras grabadas dijo Sara en voz alta hablando sola, como le ocurra a menudo cuando realizaba sus anlisis. Son letras de verdad!

    Los caracteres se distinguan perfectamente, no haba lugar a malentendidos. Una sucesin de letras maysculas y minsculas precedan a los que parecan ser tresnmeros romanos.

    Sin perder un segundo, acerc el objetivo a su ojo y dispar.Aquellas letras misteriosas y sin sentido bombearon una corriente de sangre a su corazn, que empez a latirle alocadamente. No saba lo que podan significar

    aquellos signos, pero eran un rastro, una pista importante en aquel lo en que la haba metido su to. De repente, intuy que su estancia en Italia podra ser algo muydistinto a un mero paseo. Con la rapidez de la luz, su pensamiento volvi a Rossetti y a todo lo que haba dicho sobre Malabocca y los Fieles de Amor. Y, sin saber porqu, intuy tambin que su to poda tener que algo ver con aquella secta medieval.

    Pero ahora no poda distraerse. Deba trabajar y no perder la concentracin. Ciertamente, dara parte a su to de aquellas letras grabadas y le preguntara qusignificaban; pero eso sera despus. Ahora pas a los huesos. All estaban, mudos e inmviles, ante sus ojos. Empez por la calota craneal. Los catalogara todos y losmedira uno a uno, un trabajo delicado y prolijo. Tal vez dormira un par de horas y dejara las ltimas esquirlas para la maana siguiente. Se puso manos a la obra: eligiun instrumento especial, con forma de araa, para medir las dimensiones exactas de la calota craneal del poeta Alighieri.

    Acababa de dar cuenta de su bocadillo cuando oy un ruido lejano que llegaba del pasillo. Asomaron Rossetti y Wisemann, manifiestamente satisfechos por lo bienque haban cenado.

    Y bien, doctora, qu tal va la cosa? Qu cabeza tena nuestro Dante?Sara amag un saludo con la cabeza, los ojos enrojecidos por el cansancio.Creo haber hecho un descubrimiento importante. Se trata de una extraa inscripcin que se encuentra aqu, en el fondo de la caja. Mire usted mismo.Rossetti se acerc, tom la caja y la gir hacia la luz para que se viera mejor el fondo.Cree que puede tratarse de algo importante? pregunt Sara.Rossetti frunci sus cejas rojizas.Es demasiado pronto para decirlo, pero constituye indudablemente una sorpresa inesperada. Isaac, mira t tambin lo que ha descubierto la doctora Y

    mientras deca esto mostr a Wisemann los caracteres grabados en el fondo ennegrecido de la caja.Wisemann pas un buen rato mirando.Asombroso! exclam. Realmente asombroso! No te has fijado?En qu? pregunt Rossetti, que no quera ser el segundo en nada.En este PERR: podra ser la abreviatura de Perrault, de Louis Perrault, el famoso humanista del siglo XVI, autor de la biografa de Dante dada por desaparecida

    desde hace al menos medio milenio! Estas letras podran confirmar que Perrault vio los huesos de Dante en el siglo XVI, que estuvo aqu en Rvena y que la caja es almenos de ese perodo.

    Rossetti se rega mentalmente por no haberlo descubierto l antes.ptima intuicin articul. Y es probable que la biografa dantesca de Perrault contuviera revelaciones sobre la muerte del poeta susceptibles de confirmar lo

    que vamos a descubrir tras analizar sus huesos.As que PERR quiere decir Perrault, pero qu pueden significar las otras letras? pregunt Sara buscando una hiptesis. DXV son nmeros romanos, tal vez la

    fecha en que Perrault vio los huesos. 515 podra significar entonces 1515, no?No, doctora, no lo creo. Perrault muri en Francia en 1509.Y a qu crees entonces que podra referirse? pregunt a su vez Rossetti.No sabra contestar a eso. Perrault tuvo no pocos problemas con la Inquisicin. Corri el riesgo de acabar en la hoguera cuando estuvo aqu, en Italia, de que lo

    quemaran en la plaza de la Seora de Florencia, precisamente por su Vita Dantis, declarada obra hertica, como bien sabes. Wisemann se detuvo unos segundosintentando ordenar sus pensamientos. Todos los ejemplares del libro fueron quemados en la plaza de San Marcos de Florencia. Y de su obra no se supo nunca ms.Al menos eso es lo que se dice.

    Cree que podra no ser as?Tal vez, doctora Shermann. Este nmero podra indicar un emplazamiento concreto en una biblioteca antigua. Perrault pudo haber querido sealar con l un

    ejemplar que hubiera conseguido salvar de la hogueraProbablemente una biblioteca de Florencia, considerando que toda esa historia se desarroll en aquella ciudad pens en voz alta Rossetti.Sara, meditabunda, se mordi el labio.Todo esto parece realmente fascinante, pero, por desgracia, no son ms que conjeturas.Mmm, puede que aqu tengamos algo ms sugiri el alemn, que era un autntico ratn de biblioteca. Las siglas epc que preceden al nmero romano podran

    ser la abreviatura de ex parte claustri, expresin que se sola utilizar para clasificar los tomos en el antiguo convento franciscano de la Santa Cruz, en Florencia.Ex parte ecclesiae y ex parte claustri. Los frailes utilizaban estas expresiones para indicar los dos lados de la antigua biblioteca! lo interrumpi Rossetti.

    Ahora s que tenemos algo concreto en que basarnos!Perrault se refugi en el convento franciscano de Florencia. Los frailes lo hicieron pasar por uno ms prosigui Wisemann. All permaneci escondido varios

    meses, hasta que pudo huir a Francia. Si ese nmero indica una posicin, deberamos echar una ojeada a la biblioteca del convento.ptima idea profiri Rossetti. Pero mucho me temo que, como ya han transcurrido cinco siglos, no haya posibilidad de encontrar el volumen.

  • Wisemann se alis la barba.Ya, es lo ms seguro, pero no se pierde nada por intentarlo. Como cabe suponer, amn del inestimable valor histrico de un texto semejante, su hallazgo podra

    ayudaros tambin a vosotros en la investigacin de la verdadera causa de la muerte del poeta.Hombre, eso es justo lo que he dicho yo antes enunci Rossetti, molesto porque su amigo hubiera repetido lo que l haba declarado poco antes.Bien, entonces maana, mientras vosotros terminis el anlisis de los huesos, yo me acerco a Florencia, de acuerdo?De acuerdo, Isaac convino Rossetti. Pero ahora debis disculparme. Tengo una inaplazable necesidad de irme a reposar, me est viniendo una de mis

    habituales migraas. En cuanto a usted, doctora, los frailes le han reservado una habitacin aqu, en la hospedera del convento. No me queda ms que desearle un buentrabajo, y ya sabe: si tiene necesidad de cualquier ayuda tcnica, no dude en dirigirse al doctor Alessandrini. Aqu le dejo su nmero de telfono. Nos vemos entoncesmaana temprano.

    Terminado el examen de los fragmentos de la calota craneal del poeta, Sara se centr en los huesos de los brazos. Estaba analizando con el comps de ramas rectas elhmero derecho cuando se dio cuenta de que en el hueso haba un signo extrao, apenas perceptible: pareca una rotura.

    Pero no. Mir mejor y pudo comprobar que se trataba de un corte, de una hendidura artificial.El corazn empez a latirle aceleradamente. No bastaba con la inscripcin descubierta en la caja: ahora reclamaban tambin su atencin los huesos rotos del Sumo

    Poeta. La exhumacin estaba resultando cada vez ms compleja con el paso de los minutos. Se arrepinti de haber aceptado aquel trabajo, de no haber sabido decir queno a su to.

    Coloc el comps en la mesa y exhal un suspiro, con una mano en la cadera y la otra despeinndose el pelo. Pero no era momento para recriminaciones: aquel enigmadeba desvelarse lo antes posible. Marc el nmero del doctor Alessandrini y esper contestacin.

  • SEGUNDO DA, MARTES

  • 3

    Rvena, la una de la madrugada Por fin dorma Rossetti en su habitacin del hotel con un sueo profundo. La tensin de la tarde le haba producido una fuerte migraa, un mal que lo persegua desdejoven.

    Los primeros sntomas los haba tenido mientras cenaba con Wisemann, pero haba aguantado. Despus, tras ver de nuevo a Sara Shermann en la sacrista, le lleg unataque en toda regla, un dolor sordo, continuo, que lo estuvo martirizando hasta la medianoche, cuando consigui una pastilla en recepcin. Con sta empez a sentirsemejor. Y en ese momento, desde haca poco ms de media hora, dorma como un bendito.

    Inmvil sobre la cama, las imgenes de la jornada se superponan en su mente, en medio del silencio de la noche, distorsionndose de manera incoherente: las distintasfases de la exhumacin se sucedan frenticamente, afeadas por el rostro burln del odioso corresponsal americano y por un runrn continuo que pareca perseguirlo.

    Abri los ojos en medio de la oscuridad de la habitacin, y el runrn se torn en sonido. Al ver las lentas pulsaciones verdosas sobre la mesilla de noche, suspirprofundamente y comprendi al fin. El mvil.

    Se incorpor sobre la cama y se dio cuenta de que la migraa no haba desaparecido del todo. Alarg la mano hacia el aparato, lo agarr y puls la tecla de responder.S, dgame?Por fin! Profesor, soy Sara Shermann.Ah, es usted. Sabe qu hora es, verdad?Claro que lo s, pero debe venir inmediatamente al hospital.Al hospital? Qu le ha ocurrido?Bueno, a m nada, pero hay algo que debe ver. Mire, es que no puedo decrselo por telfono. Venga corriendo!Sara haba colgado.Rossetti sigui en la cama unos segundos ms como pasmado, an no despierto del todo. Bostez y, con movimientos lentos y torpes, se levant, encendi la luz, se

    lav rpidamente la cara, se puso unos pantalones de fustn, una camisa de cuadros y una chaqueta de lana y sali de puntillas al pasillo. Al pasar junto a la habitacinen que dorma Wisemann, tropez con un macetero de metal que haba junto a la pared. Se maldijo por el ruido producido e hizo votos por que no se hubiera despertadonadie por su culpa, pero la puerta de la habitacin en que dorma el marchante de arte se abri de pronto.

    Wisemann apareci en pantuflas y bata y lo mir de arriba abajo.Mmm, as que t tambin padeces insomnio, eh?Qu va! Acaba de llamarme desde el hospital Sara Shermann diciendo que vaya inmediatamente.Ha dicho el motivo?No, no me ha dejado siquiera tiempo para preguntrselo.Wisemann abri de par en par la puerta de su habitacin e hizo seas a Rossetti de que lo esperara.Si me das medio minuto, te acompao.

    Poco despus, Isaac Wisemann y Gabriele Rossetti llegaban a pie al hospital de la ciudad. Las puertas de entrada estaban bloqueadas, y el interior, iluminado por unaluz de nen tenue y lejana, estaba completamente desierto. Se dirigieron a Urgencias para recabar alguna informacin sobre la doctora, pero nadie saba nada; adems,entrar a aquellas horas en el hospital era algo absolutamente imposible.

    Permanecieron sin saber qu hacer delante de la puerta de Urgencias, ateridos de fro.Profesor Rossetti, estoy aqu! La voz de Sara reson de repente en medio del vaco, hacindolos volverse hacia una puertecilla iluminada.Se acercaron raudos a la entrada y Sara les hizo seas con la mano para que entraran rpidamente en el pequeo cuarto que tena a sus espaldas. Cerr la puerta. No

    saba por dnde empezar.Disculpen si me he hecho la misteriosa, pero es que no quera hablar de ello por telfono. Creo haber hecho un descubrimiento asombroso. Vengan, que se lo

    enseo!Sara cogi a Rossetti de un brazo y lo llev por un corredor oscuro. Atravesaron deprisa un ddalo de cuartos pequeos y oscuros, de depsitos y salas de consulta

    vacas llenas de cajitas de medicamentos y aparatos viejos. Finalmente, llegaron a una gran sala iluminada. Sara les indic con un gesto que franquearan una puerta viejade cristal y metal.

    Miren aqu exclam.Los dos se acercaron a una pantalla grande de plasma colocada encima de unos ordenadores encendidos. El leve zumbido de unos motores y un fuerte olor a

    desinfectante completaban la escenografa asptica de la sala.No entiendo declar Rossetti mirando la pantalla en la que brillaba una imagen en blanco y negro.Profesor empez Sara, esto que est viendo es un TAC, una tomografa axial computerizada, del brazo derecho de Dante. O mejor dicho, del hmero del brazo

    derecho.Y bien?Mire aqu. Ve esto que parece una fractura? pregunt Sara apoyando el ndice en la pantalla.S, lo veo.Pues bien, no lo es. Es una fisura provocada artificialmente, y en su interior hay algo!Est segura? balbuce Rossetti orientando sus ojos esfricos hacia el monitor.Sara se alborot sus cabellos oscuros y mir a la pareja de estudiosos.Les har un resumen. Despus de despedirnos, me puse enseguida manos a la obra y abord el anlisis de los huesos. Empec por el hmero, que me haba llamado

    particularmente la atencin a causa de una marca extraa. Pens que se poda tratar de una fractura. Lo examin mejor y vi que en el hueso se poda apreciar un corte.Llam al doctor Alessandrini, el patlogo que nos asisti en la exhumacin, y le ped que me permitiera hacer una tomografa del hueso. Llegamos aqu a las once, pero lse fue enseguida, pues tena turno de noche en la planta superior. Y he aqu lo que he descubierto. El hueso no est fracturado. Le hicieron un corte para meter dentro unobjeto. Y eso es lo que estn viendo ahora.

    Rossetti y Wisemann miraban hipnotizados el rpido deslizarse por la pantalla de las manos sutiles de Sara.Un descubrimiento sensacional acert a articular Rossetti.S, eso creo yo tambin. Pero quera que estuviera usted aqu, profesor, antes de proceder a la apertura. Los huesos se hallan en un estado de suma fragilidad, como

    de cristal, y podran desmenuzarse fcilmente. Usted es quien dirige el equipo, y a usted le toca decidir.Rossetti la mir un buen rato en silencio. Despus, se volvi hacia la imagen blancuzca que reluca delante de l de manera siniestra. Se rasc varias veces el cuello,

    por la parte de la camisa.Sara percibi en su mirada inmvil algo misterioso. Pareca como si se hubiera vuelto repentinamente de hielo, como si aquel descubrimiento lo hubiera dejado

    noqueado.Debemos arriesgar, doctora, y ver qu se encierra ah dentro. Y adems, lo antes posible, antes de que vuelva Alessandrini. El hueso es frgil, no cabe duda, pero

    usted sabr abrirlo sin daarlo. Estoy seguro. Procedamos, pues.El tono firme de Rossetti le infundi seguridad a Sara, quien se desplaz hacia la cmara del tomgrafo, que contena el hueso, y la abri. Extrajo la alargada lmina

    metlica sobre la que reposaba y lo cogi con la mano.

  • Aqu est la articulacin. Y con sus dedos expertos empez a dar vueltas delicadamente a las dos apfisis. Se mueveLas partes se separaron. Lentamente, Sara coloc una lejos de la otra.Vamos a ver dijo deslizando suavemente el contenido sobre la mesa. Delante de ellos apareci un rollo amarillento, aparentemente bien conservado.Es un pergamino balbuce Rossetti, la voz quebrada por la emocin.Y est intacto susurr a su vez Wisemann mirando a su compaero.El profesor lo cogi con sumo cuidado y se puso a desplegarlo con manos temblorosas.Sara contemplaba la escena conteniendo la respiracin. Le pareca absurdo lo que estaba sucediendo, una locura convalidada por la ciencia. Intentara hablar con su to

    lo antes posible.Hay algo escrito? pregunt el alemn al profesor.Parece una carta. Est escrita en italiano vulgar y tiene un extrao encabezamiento y unos nmeros debajo. He aqu lo que dice:

    XXXIXIXXXIIIIVXXXIIIIXXXIII

    Oh, hermano desconocido que has conseguido leer esta carta, sabe que nosotros nos llevamos el cuerpo del maestro venerable diez aos despus de su muerte ylo escondimos en un lugar inaccesible.

    Sabe que para ocultar nuestro secreto el Divino Maestro escribi el sacro poema y encerr en l el admirable arcano. Slo quien conozca el lenguaje de lasocho bienaventuranzas ser capaz de desvelarlo. Y si eres un hermano nuestro, sabrs, y si eres de los que saben, lee y resuelve:

    19616263

    Confiamos en ti, hermano de los siglos venideros.Conserva nuestro secreto, slvalo durante el tiempo de la purificacin.Fiel de amor.

    Jacopo Alighieri

    Durante unos segundos, rein en la sala el ms completo silencio. Fue Sara quien lo rompi.Quin es Jacopo Alighieri?El hijo de Dante contest Rossetti. Y era un fiel de amor!Isaac Wisemann miraba incrdulo el pergamino mientras se enrollaba su barba blanca.Pero si esta carta es del hijo de Dante repuso Sara, que pareca la ms escptica de los tres, cmo es posible que la introdujeran en el brazo de su padre diez

    aos despus de morir ste?Rossetti asinti.Buena pregunta, doctora. Veamos un poco lo que nos cuenta la historia. Dante muri en 1321. Los huesos que no lograron encontrar los hombres del pontfice

    desaparecieron probablemente en 1331, la fecha que figura precisamente en la carta que acabamos de descubrir, y el pergamino pudo haber sido introducido en aquellacircunstancia. Al poco de morir Dante, Florencia intent por todos los medios apoderarse de sus huesos. Y pensar que slo unos aos antes le habra encantadoreducirlos a ceniza Pero Rvena no permiti que el cuerpo de Dante saliera de la ciudad. Los florentinos se tragaron el sapo y dejaron que las cosas siguieran su curso.No obstante, hacia finales del siglo XV volvieron a la carga e insistieron en recuperar los huesos del poeta. Pero Rvena volvi a oponerse.

    Pero por qu quera Florencia tener el cuerpo?Para encontrar lo que se ocultaba en l, es decir, lo que ahora tenemos en nuestras manos, eso me parece evidente! Por cierto, la peticin del papa se curs cuando

    la fama de Dante Alighieri andaba por los suelos.En efecto terci Wisemann. En pleno Renacimiento, la de Dante se consideraba una obra farragosa plagada de teologa, mitos y rarezas medievales. Desde

    luego, estaba poco cotizada en el mundo de los humanistas florentinos.En cualquier caso, y volviendo a la reconstruccin histrica de los hechos reanud Rossetti, Rvena tuvo que agachar la cabeza cuando, en el siglo XVI, la

    peticin la hizo y apoy el papa Len X, un Mdicis de Florencia, a la sazn el amo de la ciudad. Por primera vez se abri el sepulcro, pero lo encontraron vaco!Desde entonces, siempre se ha credo que los huesos de Dante se hallaban dispersos. Pero en 1865, al tirar una pared del claustro de San Francisco aqu, en Rvena, sedescubri una caja de madera: justo la que tenemos ahora entre las manos. Al lado haba un documento sellado que deca que dicha caja contena los huesos de DanteAlighieri, que se haban escondido para impedir que cayeran en manos profanas Los mismos huesos que tenemos ahora aqu, ante nuestros ojos. Por tanto, alguien losescondi para impedir que los florentinos se apoderaran de ellos. Y es evidente que los monjes de entonces no quisieron abrir la caja, pues su nica preocupacinconsista en protegerla.

    Y quin pudo ser el que introdujo el pergamino en el hmero de Dante? pregunt Sara.Est claro: el propio Jacopo Alighieri junto con sus compaeros, los Fieles de Amor, y con la complicidad de los franciscanos. Es lo que acabamos de leer en la

    carta que ha descubierto usted, doctoraYa articul Sara presa del vrtigo. Y quines eran los florentinos que queran apoderarse del cuerpo de Dante?Eso lo sabe desde esta maana, desde que ese impertinente periodista amigo suyo intent por todos los medios ponerme en un aprieto. Los florentinos eran

    secuaces de Malabocca, es decir, de la Inquisicin, que en ningn momento dej de acosar a Dante y a los Fieles de Amor. En el siglo XVI, la secta de Malabocca eraregida por el papa en persona, Len X. l era Malabocca, y Florencia, en otro tiempo contraria al dominio temporal de los papas, ahora, gobernada por los Mdicis, erauna posesin encubierta de la Iglesia. Y segua habiendo Fieles de Amor, como hay an en la actualidad, doctora, que creen, como es sabido, que la Iglesia debe volver ala pureza de los orgenes, y por eso guardan y protegen su inmenso tesoro.

    Cree que ese tesoro podra ser el secreto al que se refiere en la carta Jacopo Alighieri? pregunt Sara.Rossetti no contest, pero la mir con admiracin. Wisemann intervino:A propsito del secreto, Gabriele, el hijo de Dante, dice aqu que slo quien conozca el lenguaje de las ocho bienaventuranzas ser capaz de descifrar el admirable

    arcano del que habla Dante Alighieri en la Divina comedia. No s t, pero yo no tengo la menor idea de a qu se puede referir.Rossetti sonri mientras sacuda la cabeza.Mi querido Isaac, te sabes de memoria toda la Divina comedia, llevas dcadas leyendo y releyendo la Vita nuova, el De vulgari eloquentia, el Convivio, e l De

    monarchia, las rimas del Sumo Poeta, Il fiore, el Detto damore, y no sabes nada de las ocho bienaventuranzas?Wisemann abri los brazos.Yo slo conozco las ocho bienaventuranzas de las que se habla en el Evangelio de Mateo: Bienaventurados los que lloran, pues ellos sern consolados;

    bienaventurados los mansos, pues ellos heredarn la tierra; bienaventurados los de limpio corazn, pues ellos vern a Dios Pero no saba que existiera un lenguajevinculado a ellas.

    Rossetti lo mir fijamente y le contest con tono magisterial.El lenguaje de las ocho bienaventuranzas no es otro que el lenguaje secreto empleado por los Fieles de Amor para huir de la Inquisicin y pasarse sus

  • informaciones secretas. Las ms secretas. Pero de este lenguaje hemos perdido todo rastro. No tenemos ningn documento que haya sobrevivido, al menos hasta hoy.Sara se esforzaba por prestar atencin y mostrar seguridad, pero su mente vol de nuevo a su infancia en casa de su to, donde pasaba horas enteras inclinado sobre la

    Divina comedia; a veces le deca que aquella obra esconda secretos imposibles de columbrar para quien no supiera leerla. Aquellas palabras, que entonces le parecanunos enunciados misteriosos, en las ltimas horas haban adquirido ms sentido y consistencia: su to saba mucho ms de lo que le haba confesado.

    Y qu piensa hacer, profesor? pregunt.Ante todo, tomar buena nota de este sensacional descubrimiento, pero sin decir nada a nadie, al menos por el momento. Doctora, Isaac: cuento con vuestro ms

    completo silencio. T, Isaac, irs maana a Florencia, a la biblioteca del convento franciscano de la Santa Cruz, para ver si ha sobrevivido algn ejemplar del libro dePerrault, empeo que, por cierto, yo considero intil, pero que nuestra profesionalidad exige llevar a cabo. Es indudable que si quedara un ejemplar de dicha biografadantesca podra suministrar informaciones y detalles fundamentales sobre la muerte de Dante. Por su parte, doctora, usted puede volver a colocar el hueso dondeestaba, mientras que yo guardar este pergamino y quedar a su entera disposicin aqu, en Rvena. Nuestro cometido es establecer las causas de la muerte de Dante, ypor ahora yo pienso centrarme exclusivamente en esto. Maana seguir usted con sus investigaciones sobre los huesos como si no hubiera ocurrido nada. Est deacuerdo?

    Sara permaneci inmvil, la mente zarandeada por mil pensamientos. Deba quedarse en Rvena para terminar el anlisis de los huesos de Dante; s, eso lo tena claro.Pero no era acaso este descubrimiento lo que ms le poda interesar a su to? Deba hablar con l lo antes posible, informarle de todo lo que estaba ocurriendo. Sumisin consista tambin en esto.

    Profesor Rossetti, convengo con usted en la necesidad de mantener la ms completa reserva en cuanto a estos descubrimientos, pero debe permitirme que informeenseguida de ellos a mi to, que es el promotor de las presentes investigaciones.

    Ciertamente. Creo que es til y necesario informar a monseor Pace.Entonces lo llamo ahora mismo expres la joven. En Nueva York son las nueve de la noche, y estoy segura de que todava lo encontrar despierto.Sara se apart a una sala contigua, apenas iluminada por el nen del corredor. Sac su iPhone 4 y marc el nmero de su to. A los pocos tonos, la voz de monseor

    Pace lleg a sus odos con total claridad.Eres t, Sara, no? Qu tal ests?Bien, to le contest susurrando, pero ahora debes escucharme atentamente. Necesito conocer tu opinin. Ahora mismo.Sara le resumi los descubrimientos sensacionales que se haban producido en las ltimas horas. Le habl de la exhumacin, de Rossetti, de la llegada de Isaac

    Wisemann, de los Fieles de Amor, del descubrimiento de las letras grabadas en el fondo de la caja, de la intencin del alemn de ir a Florencia a buscar el libro dePerrault, del pergamino de Jacopo Alighieri encontrado en el hmero de Dante y del lenguaje de las ocho bienaventuranzas.

    Monseor Pace escuch en silencio. Despus habl de este modo:Sara, ve maana t tambin a Florencia junto a Wisemann. No te preocupes por tu trabajo con los huesos, ya encontrar yo una solucin. Si logris descubrir el

    libro de Perrault, llmame enseguida y te dir lo que debes hacer. Ahora vuelve con ellos y dile claramente a Rossetti que acompaars a Wisemann a Florencia porencargo mo. l lo entender. Pero no te fes de nadie ms que de Gabriele, por favor.

    Tampoco de Wisemann? Rossetti lo tiene por un amigo; le deja participar en todos sus descubrimientos.No dudo que sea una persona extraordinaria, y el hecho de que Rossetti se fe de l me invita a ser bienpensado, pero eso no quita que debamos estar bien atentos

    con cualquier persona y en cualquier momento. Las nicas personas por las que pondra la mano en el fuego sois Gabriele y t.ToDime, cario.T estabas al corriente del lenguaje de las ocho bienaventuranzas, verdad? Como estabas tambin al corriente de los Fieles de Amor, de su empeo por que la

    Iglesia vuelva a los orgenes, igual que Cristo con su Camino de perfeccin, igual que t y los de tu sectaHubo unos segundos de silencio que fueron suficientes para Sara.Cario, me gustara crearte los menos problemas posibles, creme. Pero las cosas se han presentado as y debemos seguir adelante. Mantenme informado con

    respecto a la bsqueda del libro de Perrault.Terminada la conversacin, Sara not palpitaciones en la garganta. Mientras volva a la sala donde la esperaban Gabriele Rossetti e Isaac Wisemann, no hizo otra cosa

    que refunfuar. En aquel momento odiaba a su to por haberla metido en aquel embrollo, y la idea de tener que decirle al profesor que no iba a seguir analizando loshuesos de Dante al da siguiente le produca una gran desazn. Pero no tena otra opcin.

    Profesor Rossetti, maana ir a Florencia con el doctor Wisemann. Es una orden de mi to sentenci en cuanto franque el umbral de la sala donde la esperabanlos dos hombres, que seguan haciendo conjeturas sobre Dante, Jacopo y el lenguaje de las ocho bienaventuranzas.

    Rossetti la mir con sus ojos bovinos.Si eso le parece bien a su to, me parece bien a m igualmente declar. Habra preferido que fuera usted misma quien llevara a trmino estas investigaciones,

    pero el anlisis de los huesos lo puede realizar entre tanto Alessandrini. Cuando vuelva usted a Rvena maana en las primeras horas de la tarde, podr poner punto yfinal a la operacin.

    Gracias, profesor expres Sara con una sonrisa cansada; despus, se volvi hacia Wisemann: Y a usted le parece bien que lo acompae a Florencia?El alemn hizo una inclinacin cuasi reverencial.Ser un placer disfrutar de su compaa.

    Tras abandonar el hospital, Sara volvi al convento y se dirigi a la pequea habitacin que los frailes le haban reservado en la hospedera. Abri una lata de Coca-Cola que haba conseguido de camino y tom un sorbo. Despus se tendi en la cama, completamente agotada. Los descubrimientos realizados eran sensacionales, perotremendos. Se llam estpida por haber pensado que su presencia en Rvena iba a ser simplemente otro escaln ms en su currculum. Como haba supuesto monseorPace, los huesos de Dante encerraban realmente un secreto, y estaba claro que ahora ya no le interesaban ni los huesos ni la vida profesional de su sobrina. Su atencinse haba desplazado al misterioso libro de Perrault, del que hasta aquel momento Sara nunca haba odo hablar. Pareca, incluso, que el descubrimiento de la carta en unbrazo de Dante revesta para l una importancia secundaria.

    Permaneci unos instantes mirando al techo con los ojos bien abiertos pensando en el libro desaparecido siglos atrs y en el absurdo pergamino del siglo XIV. Ahoraiba a dejar a un lado su trabajo de antroploga propiamente, la vida tranquila que tanto trabajo le haba costado conseguir. De eso no le caba ya la menor duda.

    Se volvi de lado, presa de la ansiedad.Nueva York y su universidad nunca haban estado tan lejos.

  • 4

    Florencia, las nueve y media de la maana La biblioteca franciscana de la Santa Cruz, en Florencia, segua estando en el antiguo convento que albergara la primera universidad de la ciudad, la misma en la queDante Alighieri haba acumulado su inmensa cultura de joven telogo.

    Isaac Wisemann estaba seguro de que, de seguir existiendo, el cdice escrito por Perrault se encontrara en aquella biblioteca. No haba ninguna duda en su rostrocuando, sentado junto a Sara en la parte posterior de su flamante Rolls-Royce, orden al chfer que se detuviera delante de la fachada del gran convento florentino.

    Franqueado el umbral, Wisemann y Sara se acercaron al bibliotecario, un franciscano anciano con la nariz roja.Buenos das empez ceremonioso el alemn, nos gustara consultar un cdice del siglo XVI tituladoPerdone que lo interrumpa, pero los cdices antiguos de la biblioteca ya no estn aqu. Por orden del gran duque de Toscana, Pietro Leopoldo, fueron llevados en

    1776 a la Biblioteca Laurenciana, si bien una parte acab despus en la Biblioteca Nacional de Florencia.Comprendo. Esto complica bastante las cosas coment Wisemann mirando a Sara. Luego se dirigi de nuevo al bibliotecario: Existe por casualidad un

    catlogo de las obras trasladadas a ambas bibliotecas?Lo siento, pero no contest el fraile extendiendo los brazos.Wisemann se alis la barba, la mirada perdida mientras salan del convento.Mire lo que pienso, Sara le dijo ya fuera: podramos repartirnos la tarea a fin de ganar tiempo. Usted