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Circunloquios Revista de estudios culturales Otoño 2016 El laberinto y la pérdida de la identidad en El general en su laberinto de Gabriel García Márquez Óscar Robles El general en su laberinto (1989) es parte de la corriente de la Nueva Novela Histórica Hispanoamericana, la cual cuestiona la historia. Sin embargo, su autor incorpora elementos ficcionales y simbólicos para comunicar una visión más literaria sobre el protagonista. En la trama, el libertador y estadista venezolano Simón Bolívar emprende un viaje geográfico fluvial desde la antigua Santa Fe de Bogotá a Santa Marta, Colombia, entre el 8 de mayo y el 17 de diciembre de 1830, el año de su muerte, dentro del presente narrativo. Mientras viaja por la ruta del Río Magdalena en su cuarto viaje rumbo al Mar Caribe, Joaquín Mosquera y Rafael Urdaneta asumen la presidencia de la antigua República de Colombia, compuesta por Nueva Granada, Venezuela y Quito. La nueva república está sumida en una profunda crisis política y social en 1830, cuando ya había terminado el famoso “Sueño de Bolívar” de crear la nación más grande del mundo. El viaje del general Bolívar dura ocho meses y está lleno de recuerdos de su luminoso pasado militar, político y amoroso. Durante su penoso viaje, Bolívar padece una mortal enfermedad pulmonar y un agudo sufrimiento moral por la crisis nacional de Colombia. En este contexto narrativo e histórico, El general en su laberinto configura la alegoría de lo que puede llamarse “El laberinto

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Circunloquios Revista de estudios culturales

Otoño 2016

El laberinto y la pérdida de la identidad en El

general en su laberinto de Gabriel García

Márquez

Óscar Robles

El general en su laberinto (1989) es parte de la corriente de la Nueva Novela Histórica

Hispanoamericana, la cual cuestiona la historia. Sin embargo, su autor incorpora elementos

ficcionales y simbólicos para comunicar una visión más literaria sobre el protagonista. En la trama,

el libertador y estadista venezolano Simón Bolívar emprende un viaje geográfico fluvial desde la

antigua Santa Fe de Bogotá a Santa Marta, Colombia, entre el 8 de mayo y el 17 de diciembre de

1830, el año de su muerte, dentro del presente narrativo. Mientras viaja por la ruta del Río

Magdalena en su cuarto viaje rumbo al Mar Caribe, Joaquín Mosquera y Rafael Urdaneta asumen

la presidencia de la antigua República de Colombia, compuesta por Nueva Granada, Venezuela y

Quito. La nueva república está sumida en una profunda crisis política y social en 1830, cuando ya

había terminado el famoso “Sueño de Bolívar” de crear la nación más grande del mundo. El viaje

del general Bolívar dura ocho meses y está lleno de recuerdos de su luminoso pasado militar,

político y amoroso. Durante su penoso viaje, Bolívar padece una mortal enfermedad pulmonar y

un agudo sufrimiento moral por la crisis nacional de Colombia. En este contexto narrativo e

histórico, El general en su laberinto configura la alegoría de lo que puede llamarse “El laberinto

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de la vida” y/o “El laberinto de la nación”, los cuales causan la pérdida de las identidades nacional

e individual del Libertador sudamericano.

La Nueva Novela Histórica Hispanoamericana

La Nueva Novela Histórica Hispanoamericana es una vertiente de la narrativa del Post-

boom y comienza en 1979. Sus antecedentes literarios son las novelas Yo, el Supremo (1974) de

Augusto Roa Bastos y Terra Nostra (1975) de Carlos Fuentes. En general, esta nueva novela

historicista se caracteriza por deslegitimar los discursos históricos dominantes y oficiales y por la

experimentación con el lenguaje y con la estructura narrativa. Por ello, recurre al discurso

carnavalesco, la parodia, la posmodernidad, el pastiche, la crisis de la historia como modernidad,

la expansión de la intertextualidad, la incorporación de la marginalidad étnica y de sexo-género,

el humor y/o a las citas falsas o descontextualizadas, entre otros aspectos. De esta manera, los

novelistas hispanoamericanos han sustituido “el saber de la historia como saber objetivo y sujeto

a prueba”, para proponer “un discurso relativo e inestable”, siempre sujeto a la “óptica

interpretativa” (Galindo 39). Como consecuencia, estas novelas históricas representan “una

heterogeneidad textual” con la incorporación de “nuevas problemáticas” y “nuevos constructos

teóricos, estéticos y literarios” y ofrecen un “discurso desacralizador de la historia” y una posible

construcción de identidad a partir del pasado (39, 40). Entre estas novelas, destacan El arpa y la

sombra (1979) del cubano Alejo Carpentier, Crónica del descubrimiento (1980) del uruguayo

Alejandro Pasternain, El mar de las lentejas (1984) del cubano Antonio Benítez Rojo, Los perros

del paraíso (1987) del argentino Abel Posse, Noticias del imperio (1987) del mexicano Fernando

del Paso, Maluco, La novela de los descubridores (1989) del uruguayo Napoleón Baccino Ponce

de León y La vigilia del almirante (1992) del paraguayo Augusto Roa Bastos.

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Esencialmente, El general en su laberinto integra el discurso político sobre los inicios del

periodo independiente de Hispanoamérica y examina la figura anti-heroica del Libertador

suramericano Simón Bolívar. Sin embargo, esta narrativa sobre la independencia de

Hispanoamérica es más convencional que las novelas citadas anteriormente. En general, García

Márquez recrea la imagen de un Bolívar sumido no en un discurso triunfalista y heroico, sino en

la plena desconfianza del protagonista ante “el futuro de Hispanoamérica”, en “la conciencia de su

fracaso” como libertador y político, con “la certeza de que lo único que mueve a la historia es la

barbarie” y, fundamentalmente, expone “la noción de crisis de la historia como progreso” (Galindo

43).

El laberinto y los cambios de tiempo en El general en su laberinto

El título mismo de la novela de García Márquez anuncia la existencia de dicho “laberinto”,

un elemento ficcional y simbólico que sirve para interpretar importantes episodios históricos de

Bolívar y de la Colombia independiente. Estos eventos históricos se concatenan en la novela y

aparecen como un caos de recuerdos y acciones, entre el pasado y el presente, mediante el relato

de un narrador-historiador que adquiere una dimensión omnisciente. Especialmente, la alegoría

del laberinto aparece expresada formalmente en el tiempo narrativo (cambios temporales y

yuxtaposición de episodios del presente y del pasado en cada capítulo); en el espacio físico-

geográfico (Colombia no tiene salida política ni salida para Bolívar metafóricamente); y, en un

nivel simbólico general, en el ámbito metafísico (tránsito del Libertador del “laberinto de la vida”

al “laberinto de la muerte”). En general, la mayor parte de las acciones narrativas se caracterizan

por su naturaleza caótica y agudamente problemática de los eventos públicos y personales de

Bolívar, lo cual subraya la idea general de que Colombia es un verdadero “laberinto” y el propio

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Bolívar funge como el héroe Teseo al revés, sin Minotauro ni Ariadna, pues no logra salir del

“laberinto” nacional finalmente.

Todas las acciones narrativas de la novela se desarrollan en ocho capítulos y cubren en el

presente narrativo solamente una parte del último año de la etapa de la implantación del estado,

entre 1827-1830. Esta etapa es la tercera de tres que abarca la vida pública de Bolívar, durante el

primer tercio del siglo XIX (revolución, independencia y la construcción del estado), de acuerdo

a la clasificación del historiador británico John Lynch (citado por Garín 11). Esa parte de la novela

comienza el mismo mes en que Colombia y Ecuador se separan en mayo de 1830 y en la cual se

manifiesta la poderosa interacción entre nacionalismo y caudillismo, cuya víctima principal fue el

general Bolívar (11). Así pues, los capítulos de la novela integran ocho grandes grupos de acciones

narrativas. La interacción entre el presente, el pasado reciente y el pasado lejano indica en sí el

diseño de una especie de “laberinto” de acciones, desde el punto de vista formal. Estos eventos de

la novela son los siguientes: 1) En el presente narrativo, Bolívar descansa en una bañera y el

narrador refiere en pasado la visita de Manuela Sáenz en Bogotá el 7 de mayo de 1830 y el narrador

cuenta en el pasado el nombramiento de Joaquín Mosquera como presidente interino de Colombia

el 4 de mayo de 1830, la conjura del 25 de septiembre de 1828 para asesinar a Bolívar, la completa

liberación de la América Española en 1824, la toma de la presidencia de Bolivia por parte de

Bolívar, la concesión del poder de Venezuela a José Antonio Páez y la presidencia interina de

Colombia a Domingo Caycedo o Caicedo; 2) en el presente narrativo, Bolívar sale de Bogotá,

descansa en Guaduas y el narrador cuenta algunos episodios del pasado: Los intentos de asesinato

en su contra del 25 de septiembre de 1828, la historia de la mulata Reina María, la historia de su

sobrino Fernando Bolívar y el exilio del general Francisco de Paula Santander; 3) en el presente

narrativo, Bolívar se encuentra con Miranda Lindsey en Honda, viaja por el Río Magdalena desde

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Honda a Mompox y se exponen en pasado las relaciones personales de Bolívar con el político

mexicano Agustín de Iturbide y el científico alemán Alexander Von Humboldt; 4) En el presente

narrativo, Bolívar se aloja en Mompox y el narrador relata algunas secuencias del pasado: La

relación de amor del Libertador con Josefa Agrario y el apoyo económico de ella, la falsa leyenda

de amor con Anne Lenoit y su segundo viaje a París, Francia; luego, en el presente narrativo, visita

a Lorenzo Cárcamo, su compañero de batallas, y discute con el francés Diocles Atlantique los

modelos monárquico y federalista para las nuevas repúblicas sudamericanas en el pueblo de

Zambrano; 5) en el presente narrativo, Bolívar permanece en Turbaco por veintinueve días, tiene

una relación amorosa con Camille y se hace referencia otra vez a su amor con Manuela Sáenz en

el pasado; después, en el mismo tiempo presente, Mariano Montilla visita tres veces a Bolívar,

Joaquín Mosquera asume la presidencia de Colombia y una delegación de Cartagena llega al

supuesto funeral de Bolívar en Turbaco; 6) En el presente narrativo, Bolívar duerme con una

muchacha en Cartagena y se entera que hay una conspiración militar contra el presidente Mosquera

y de que el general José Antonio Sucre fue asesinado; 7) en el presente narrativo, Bolívar organiza

un plan militar para recuperar el gobierno de Colombia y crear la alianza de naciones del mundo,

envía una expedición militar a Santa Marta y Rafael Urdaneta asume la presidencia de Colombia;

se narra en pasado el juicio y la ejecución de Manuel Piar por deserción, insurrección y traición;

8) en el presente narrativo, Bolívar viaja a la Fortaleza del Morro, le diagnostican una enfermedad

pulmonar y el narrador cuenta otros episodios del pasado: El matrimonio del héroe colombiano

con su prima María Teresa Rodríguez y la muerte temprana de ella, la liberación de la Nueva

Granada y Venezuela y la fundación de Colombia en 1817; finalmente, Bolívar escribe su

testamento en el presente narrativo y muere el 17 de diciembre de 1830 en la quinta de Mier.

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Como se observa, la estructura de las acciones es un tanto desordenada en el tiempo y va del

presente al pasado, de la vida a la muerte y de la decadencia al esplendor del protagonista. En

general, la novela de García Márquez se compone de hechos históricos contenidos en las cartas

del propio héroe venezolano y en diversas memorias y de varias acciones inventadas por el autor

colombiano (Garín 15). Estos aspectos ficcionales se conectan poderosamente con la metáfora o

alegoría del laberinto, un elemento alejado de la historia. En especial, la naturaleza problemática

o “laberíntica” de los eventos públicos y personales se detalla más adelante en el presente ensayo.

En conjunto, la novela de García Márquez intenta romper “la imagen colectiva y tradicional” de

Bolívar, creando “una nueva imagen” con la figura del héroe enfermo, derruido, decepcionado y

derrotado (García Dussán). En esta nueva imagen, la alegoría del “laberinto” es esencial, pues

Bolívar está perdido y no encuentra escape nunca: Se encuentra en una “situación política sin

salida” en el presente de la narración (García Dussán). En esencia, el “laberinto” puede representar

a la nación colombiana independiente y a la propia vida del general Bolívar.

“El laberinto” de Bolívar: El héroe dentro de la nación

La alegoría es el concepto más apropiado para explicar la trama de la novela como “El

laberinto de la vida” o “El laberinto de la nación”. En general, el símbolo es una figura literaria

más textual y local y la alegoría es más estructural dentro de una obra literaria. Ante todo, la

“alegoría” es una ficción que presenta un objeto al espíritu, de modo que despierte el pensamiento

de otro objeto. Asimismo, la alegoría se caracteriza por ser una “extended metaphor in which

characters, actions and scenery are systematically symbolic, referring to spiritual, political,

psychological confrontations” y, en consecuencia, puede definirse como “a structural, rather than

a textual symbolism.” (Fowler) En especial, los personajes principales (Bolívar contra sus

enemigos políticos), las acciones del presente y el pasado y la nación colombiana como espacio

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físico-geográfico convergen en El general en su laberinto para desarrollar la idea de una nación

colombiana en constante crisis o sumida en un “laberinto colectivo” sin “salida” o soluciones

posibles si se toma la propuesta inicial del autor incluida en el significativo título de la novela.

Especialmente, el protagonista está atrapado en ese “laberinto-nación”, el cual integra también el

propio “laberinto” personal de Bolívar. De este modo, “la figura mítica del laberinto” implica “la

salida o el centramiento” y dicha “salida” es “la unión espiritual, material y política de los

latinoamericanos”, pero este hecho nunca ocurre en la novela (García Dussán). Así pues, Bolívar

está precisamente atrapado en “el laberinto de la nación”. Entonces, Colombia y Bolívar están

unidos en un solo “laberinto”, donde el presente y el pasado se mezclan para determinar la trama

de la novela en torno a la idea central y sumaria de que Bolívar representa a “el general en su

laberinto”, de persona y nación.

Aunque El general es una novela más realista y convencional y con un lenguaje más conciso

y objetivo, la alegoría del “laberinto” es ambigua y polisémica y puede haber otras lecturas y otros

“laberintos”. El enfoque del presente análisis es explorar “El laberinto de la vida” en la propia vida

de Bolívar, personal y pública. De hecho, el título de la novela está en singular y es el eje de la

noción de “laberinto”, así pues “el general” está “en su laberinto”, sólo uno, a lo largo de ocho

capítulos, y el narrador ordena las acciones de manera intencional. Bolívar está perdido en “El

laberinto de la vida” o “de la nación” y no puede escapar a Europa ni de la misma muerte. Este

“laberinto” único como “metáfora extendida” tiene múltiples implicaciones: Problemas políticos,

sociales, financieros, legales y amorosos, dentro de la esfera pública y de la esfera personal del

Libertador. En un nivel más específico e histórico, la “alegoría” es la unión de destino privado y

el destino nacional y, por ello, forman la simbiosis individuo-nación. De este modo, el destino de

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Bolívar es el destino de la antigua Colombia. Como general y estadista, Bolívar subraya la

profunda relación entre el líder y la colectividad.

Esta fusión de individuo-nación y de destino privado y destino nacional se resume

propiamente en el simbolismo del cuerpo deteriorado de Simón Bolívar. A medida que avanza en

su viaje por Colombia, lo asaltan numerosos recuerdos caóticos y le llegan las malas noticias sobre

la situación política y social del país. Así pues, sobresale en la novela la idea de que “el cuerpo

enfermo” de Bolívar durante el viaje en el presente narrativo “simboliza la nación fragmentada” o

“el conjunto de naciones latinoamericanas disgregadas tras la independencia” (García Dussán).

Asimismo, las guerras de independencia implican esta unidad estrecha y este destino indisoluble

entre El Libertador y la nación. En Mompox, en 1830, Bolívar “ya se había probado repetidas

veces que cuando se alejaba del sur para marchar al norte, y viceversa, el país que dejaba se perdía

a sus espaldas y nuevas guerras civiles lo arruinaban” y el propio Libertador acepta que esa

situación nacional “era su destino”, según el capítulo 4 (García Márquez 121). En consecuencia,

esta unidad integral de héroe y nación marca la trama de la novela. Entonces, el destino del héroe

y el destino de la nación se encuentran en un solo “laberinto”, “su laberinto”. Por este motivo, la

alegoría de “El laberinto de la vida” o “El laberinto de la nación” pueden leerse también como una

especie de “alegoría nacional” con personajes y hechos históricos propios de la historia de la

Colombia moderna durante la primera mitad del siglo XIX.

En la novela, “El laberinto” tiene un referente concreto y un significado simbólico. En

general, un “laberinto” es un edificio compuesto de gran número de habitaciones dispuestas de tal

suerte que sea difícil hallar la salida. El edificio como tal no existe en la novela de García Márquez,

sino que es un referente metafórico y, por tanto, ficcional para describir la situación social de un

país o región y la propia situación personal del protagonista, psicológica y social. En consecuencia,

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el laberinto tiene un fuerte sentido simbólico y, sobre todo, alegórico en El general en su laberinto.

En este sentido, el laberinto designa a la nación colombiana y a la vida personal de Bolívar como

espacios y situaciones laberínticas. Por este motivo, Bolívar es el centro de la novela y García

Márquez elige precisamente el viaje físico-geográfico final del Libertador para representar la vida

nacional como un “laberinto” político y social. “El laberinto” puede ser, entonces, la situación

crítica de la República de Colombia; la vida personal del héroe venezolano; el conjunto de

recuerdos caóticos, las dudas y las quejas que invaden la conciencia del libertador sudamericano;

y las propias imágenes nebulosas de la vida o realidad objetiva percibidas por un agónico Bolívar

en su lecho de muerte, según se describe en el capítulo ocho. En ese capítulo, El Libertador ve que

el mundo objetivo está invadido por “las tinieblas” de la muerte y dice “¡Como carajos voy a salir

de este laberinto!” (García Márquez 269). Es decir, esta expresión supone que Bolívar vivió otros

“laberintos” o situaciones difíciles sin aparente salida, tales como guerras, intrigas políticas y

atentados criminales en su contra, durante la etapa bélica y la etapa de construcción nacional. Esta

implicación abre, entonces, los significados posibles de laberinto. Finalmente, “el laberinto de la

vida” se refiere al “laberinto social” de Colombia y al “laberinto psicológico” de Bolívar. Dentro

de ambos “laberintos” hay recuerdos, vivencias, sufrimientos morales y físicos, problemas

políticos y la misma agonía que anuncia la muerte del héroe hispanoamericano. Para establecer la

importancia del “laberinto” en la configuración de la vida nacional de Colombia y la vida personal

de Bolívar, se utiliza el análisis textual de la novela.

Finalmente, la perdida de la identidad es la consecuencia de vivir en “El laberinto de la

vida” o “El laberinto de la nación”. Una persona puede tener una identidad individual y una

identidad colectiva. Como individuo, Bolívar es un general y estadista que dirigió la independencia

de algunos países; como parte de una colectividad, este personaje histórico es colombiano. A

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medida que avanza la novela y el caos de eventos que conforman “El laberinto de la vida” del

protagonista, Bolívar pierde ambas identidades.

Colombia: El laberinto político y social

En primer lugar, “El laberinto político y social” puede aplicarse a la crisis nacional de

Colombia contada en el presente narrativo, durante el año de 1830. Es el “laberinto” más

importante dentro de la novela por el desarrollo de las acciones colectivas de una nación y por el

predominio de eventos externos. Sin embargo, la mayor parte de estas acciones colectivas están

profundamente ligadas al liderazgo personal de Bolívar. Asimismo, es importante citar un evento

del pasado reciente, casi cinco meses antes de su viaje a través de Colombia por la ruta del Río

Magdalena, para observar cómo se teje la alegoría de “el laberinto de la nación”. Bolívar renuncia

a la presidencia nacional y establece el congreso constituyente el 20 de enero de 1830. Entonces,

no tiene “permiso para salir del país”, según le confiesa al vicepresidente electo Domingo Caicedo

(García Márquez 41). En este sentido, Bolívar funge simbólicamente como Teseo dentro del

Laberinto de Creta. Su viaje posterior por dicha ruta en el presente narrativo es pesimista, sin

sentido, y opuesto a la resolución feliz de la historia mítica griega. En particular, este viaje de

escape es definido por el narrador más allá del contexto histórico, en términos pesimistas y

metafísicos, puesto que representa “el viaje de regreso a la nada” (93).

La percepción pesimista de la caótica situación política y social de la nación colombiana

se agudiza entre Mompox y Turbaco, dentro del presente narrativo. El narrador enfatiza la crisis

personal y nacional de manera conjunta cuando describe a Bolívar frente a un río y apunta que el

general venezolano está “moribundo y en derrota”, tiene “un ejército de pordioseros, sus glorias

inservibles, sus errores memorables” y El Libertador hasta desea sumergir a “la patria entera” en

“un océano redentor de cariaquito morado” (139). Entonces, la nación en crisis no tiene salidas ni

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soluciones posibles hacia la segunda mitad de 1830. Asimismo, Bolívar percibe a Colombia y aun

a la América Hispana como una región en honda crisis social y política, es decir, perdida en un

“laberinto” cuando permanece en Turbaco por veintinueve días. Por un lado, anticipa que “la patria

única e inmensa” de Colombia “sucumbiría a pedazos” y “los partidos se descuartizarían entre sí”

(150). Con estos eventos de crisis nacional y personal, se enfatiza la idea de “laberinto” como una

proyección alegórica hacia Colombia e, incluso, hacia toda la América Hispana.

La visión caótica y enredada sobre la crisis nacional se asocia con la misma muerte, dentro

del presente narrativo, en el viaje del Libertador hacia el norte de Colombia, durante la segunda

mitad de 1830. En Mompox, la gloria de Bolívar ya está “desbaratada” y “el viento de la muerte”

se la lleva en “piltrafas”, según describe el narrador (117). Esta visión de crisis nacional y profundo

pesimismo domina, por ejemplo, la entrevista entre Lorenzo Cárcamo y Bolívar en el mismo

Momos en mayo de 1830. Para Cárcamo, “¡se echó a perder el mundo!”. Para Bolívar, hay

responsables de esa crisis, pero no menciona los nombres y dice “nos lo echaron a perder” el

mundo o la sociedad de los países sudamericanos del norte (126). Dentro de este contexto de crisis

nacional, la gestación de una “muerte” figurada y lenta configura poco a poco y anticipa la próxima

aparición del otro “laberinto” metafísico que cierra la novela: El de la muerte. Su sirviente José

Palacios le dice que se van a morir, justo cuando ambos se encuentran en Mompox y el propio

Bolívar expresa que ya son una especie de muertos en vida: “No más de lo que ya estamos” (118).

Así pues, la noción de “laberinto” metafísico comienza a transitar de la vida a la muerte, pues ese

viaje de Bolívar en realidad es una agonía del héroe venezolano. La muerte será, hacia el final de

la novela, la salida al “laberinto de la nación”.

Esta crítica situación personal de Bolívar se observa en la nación colombiana misma, dentro

del presente narrativo. Entonces, la alegoría del laberinto como crisis nacional se prolonga y se

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configura la idea de que en realidad “la crisis parecía eterna” (García Márquez 195). En este

sentido, no hay “salidas” ni soluciones posibles a los conflictos políticos y sociales de la nación

colombiana y, por tanto, metafóricamente el país es un “laberinto”.4 A los pocos días de haber

partido hacia el Mar Caribe, su “salud moral” se deteriora cuando recibe una noticia fatídica: El

general José Antonio Sucre es asesinado en Berruecos el 4 de junio de 1830. En Cartagena, su vida

personal y la situación nacional se agudizan y Bolívar refiere a algunos soldados los recuerdos más

amargos de su vida y se expresa con marcado pesimismo sobre la situación personal y general del

país: “ya lo único que me falta es morirme” (187). Entonces, el narrador manifiesta que en realidad

“el general se desangraba hacia adentro” mientras contempla la crisis nacional dentro del territorio

colombiano (189). A medida que avanza la trama, la crisis personal y la crisis nacional son tan

profundas que derivan en las graves fiebres que sufre El Libertador venezolano, es decir, en su

cuerpo enfermo: Simbólicamente, el cuerpo de la nación misma.

De esta manera, crece y se refuerza la situación de “el general en su laberinto”. Durante

una de las etapas de su viaje para escapar, El Libertador revive temporalmente su sueño de

establecer la unidad política de Colombia en Cartagena, justo a finales de septiembre de 1830.

Joaquín Mosquera y Domingo Caycedo dejan el gobierno federal “abandonados en medio de la

nada” (García Márquez 203). Entonces, Rafael Urdaneta asume la presidencia el 5 de septiembre

de 1830 y Bolívar fragua un plan militar para recomenzar en Venezuela con el sueño de crear la

nación más grande del mundo, pero enfrenta todavía a su peor enemigo: Su propia salud física, su

enfermo cuerpo, el cual es el cuerpo enfermo de la nación colombiana. Para el 20 de octubre de

1830, Colombia es todavía un verdadero “laberinto” colectivo, pues “la anarquía y el caos se

ensañaban en todas partes y el gobierno de Urdaneta era incapaz de someterlos” (223). En ese

tiempo, Bolívar percibe entonces que su proyecto político en verdad es un sueño o utopía política:

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“Me he perdido en un sueño buscando algo que no existe” (225). Asimismo, Bolívar reconoce el

origen de la crisis de Colombia en el carácter nacional de los mismos colombianos y le confiesa al

administrador de correos Bartolomé Molinares que “cada colombiano es un país enemigo” (242).

Su plan militar de Riohacha fracasa y la crisis nacional continúa: “La patria se caía a pedazos de

un océano al otro, y el fantasma de la guerra civil se ensañaba sobre sus ruinas” (243). Luego se

agrava la salud del Libertador y prácticamente agoniza y se olvida del proyecto para organizar a

Colombia. Entonces, Bolívar quiere morirse fuera de Colombia y escapar del “laberinto nacional”,

pero el destino lo liga a su nación en la vida y hasta en la muerte, el “otro laberinto”, inexorable y

misterioso.

En el pasado reciente, a principios de 1830, la anarquía política y el caos social también

proyectan enfáticamente la noción de que Colombia representa la alegoría del “laberinto”. Por

ejemplo, el general José Antonio Sucre define la situación política de la nación con un “sistema”

y un “rumbo”, “cada vez más azarosos”, en buena parte por el excesivo papel de los militares en

el poder, en una entrevista con Bolívar en enero de 1830 (27). Asimismo, Sucre afirma que en

lugar de un presidente Colombia necesitará de “un domador de insurrecciones” (28).

Primeramente, Sudamérica vive una crisis social y política y, además, “América es un medio globo

que se ha vuelto loco”, según Bolívar (79). Por otro lado, los hechos políticos que rodean al

Libertador indican un claro estado social cercano a la anarquía puesto que, tras la renuncia de

Bolívar en 1830, son elegidos otros tres presidentes de la república —Domingo Caycedo, Joaquín

Mosquera y Rafael Urdaneta—, dentro de un breve periodo de alrededor de seis meses, entre el

primero de marzo y el cinco de septiembre de 1830. Su propia ciudad natal, Caracas, está sumida

en una situación “laberíntica”, crítica y anárquica.

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En realidad, ese “laberinto de la nación” o esa crisis nacional fueron casi permanentes en

las naciones liberadas por el general venezolano y prácticamente dicha crisis domina los veintidós

años en que Bolívar actuó como militar y político. En consecuencia, puede extenderse esta alegoría

hacia el pasado de Colombia y aun hacia otros países sudamericanos y a la misma vida pública de

Bolívar. Así pues, entre los veintiséis y los cuarenta y seis años de edad, de 1804 a 1826, Bolívar

participa en conspiraciones políticas, en luchas de independencia y en los constantes problemas

políticos en los gobiernos. Después de los años de guerras, Bolívar vive un periodo de gloria y

triunfos. Por su parte, los participantes en las guerras de independencia vivían en la miseria, eran

criminales o morían, subrayando la crisis nacional. Uno de los combatientes muestra su

desconcierto con la crisis militar y política y le dice a Bolívar: “Ya tenemos la independencia,

general, ahora díganos qué hacemos con ella” (106). Sin embargo, las luchas de independencia en

Sudamérica no logran unificar a los políticos en los recién liberados países independientes y esta

situación remarca las constantes crisis nacionales y, por tanto, las situaciones de vivir

alegóricamente en un “laberinto” sin salida, tanto en el presente como en el pasado, para El

Libertador venezolano. Por ejemplo, el narrador refiere sumariamente que el general en realidad

ha enfrentado “veinte años de guerras inútiles y desengaños de poder”, ha tenido “renuncias

recurrentes” a la presidencia de Colombia, justo cuando Bolívar se encuentra en Bogotá al

principio de la novela y ha enfrentado diversas conjuras para asesinarlo (13, 22). De este modo,

los veinte años de guerra están poblados de “gobiernos amargos” y de “amores insípidos” (100).

En este sentido, las guerras de independencia y los diversos gobiernos de las nuevas repúblicas

hispanoamericanas representan en realidad un verdadero “laberinto político y social” más continuo

y permanente, pues no tienen una salida positiva hacia la unidad nacional durante la vida de

Bolívar. Este aspecto caótico, problemático y “laberíntico” del pasado lejano empata con el central

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presente narrativo del viaje final de Bolívar por el Río Magdalena dentro de Colombia, puesto que

puede verse como un “laberinto de la nación”. De esta manera, se construye una nueva visión

histórica sobre El Libertador, como parte de la Nueva Novela Histórica Hispanoamericana.

Finalmente, esta construcción alegórica de “El laberinto nacional” se prolonga en una

referencia hacia el futuro político y social de Colombia, como una forma de perspectiva histórica.

En el capítulo 7, el narrador-historiador expone con una visión extremadamente pesimista que la

crisis nacional o situación “laberíntica” de la nación colombiana se proyecta en el curso posterior

de la historia moderna, pues afirma que en Colombia hubo hasta “cuarenta y nueve guerras civiles”

en los setenta años posteriores a la muerte de Simón Bolívar, durante el siglo XIX (203). Este

hecho posterior a la vida misma de Bolívar confirma la continuidad de “el laberinto político y

social” de Colombia, desde una perspectiva macro-histórica, gracias a la visión crítica del narrador

investigador que domina en El general en su laberinto.

La crisis del hombre Simón Bolívar

La crisis nacional de Colombia va unida a la crisis individual de Simón Bolívar, puesto que

la novela desarrolla la historia de “el general en su laberinto” y enfatiza la unidad héroe-nación,

de manera constante, bajo la visión pesimista del narrador-investigador. En el capítulo 4, Bolívar

recuerda en Mompox su paso anterior por esa ciudad y su intento de evitar la separación de

Venezuela. En esa secuencia, el narrador sintetiza de manera brillante la perfecta unión entre el

héroe venezolano y las naciones que intentaba unir, bajo el concepto de destino. El trabajo político

y militar de Bolívar es una misión marcada por la continua crisis social y política de las naciones

sudamericanas. En este sentido, estas crisis estructuran la idea de un “laberinto”, la cual permea

toda la novela. En esta referencia se concentra, de manera sumaria, la idea de que “el general” vive

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continuamente en “su laberinto nacional”. Esta unidad de destinos individual y colectivo se desgaja

en una conflictiva vida personal del Libertador como ser humano en crisis, enfermedad y angustia.

A nivel personal, Bolívar vive en un “laberinto” en los planos económico, judicial y

amoroso en el pasado y en su cuerpo y espíritu en el presente narrativo. Por un lado, las minas de

cobre de Aroa significaron “un desvarío de sus calenturas” y “un embrollo judicial” que se

prolongó hasta 1832, es decir, hasta dos años después de la propia muerte de Bolívar (69). Por

otro, tuvo variados romances con diversas mujeres y algunos de ellos eran relaciones adúlteras con

mujeres casadas. Según el propio Bolívar, fueron alrededor de treinta y cinco mujeres en su vida.

Entre ellas, destacan la ecuatoriana Manuela Sáenz, quien estaba casada con el doctor James

Thorne, y la jamaiquina Miranda Lindsey, cuyo marido estaba preso. En especial, Manuela es el

gran amor de su vida, pero es un “amor atormentado” o “amor loco” para el general: Un amor en

crisis. Por ello, el propio Bolívar asume que “Estos conflictos son el estado natural de mi amada

loca [Manuela]” (81). Ambos amantes mantienen una relación adúltera durante algunos años. Otra

amante es la momposina Josefa Agrario, con quien tiene un romance de diez días. Ella le deja el

oro para financiar las guerras de independencia y se va a Italia, luego de ser acusada de “conspirar

contra la seguridad del estado” (123). Por otro lado, la mortal enfermedad pulmonar refleja un

grave deterioro de la salud física del hombre, en consonancia con su crisis moral por ver a la nación

colombiana en serias dificultades, justo durante el viaje fluvial final. En suma, su vida personal

también remarca “el laberinto de la vida”: Es, en pocas palabras, “El laberinto del General” y “El

General en su Laberinto”.

La pérdida de las identidades nacional y personal

Simón Bolívar vive en “su laberinto” (la crisis nacional y personal) y estas situaciones

problemáticas constantes le provocan la pérdida de la identidad colectiva y de la propia identidad

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individual. Esta pérdida de identidades significa la pérdida de poder político y, como consecuencia,

el advenimiento trágico de la muerte física de Bolívar. Durante su viaje de ocho meses en 1830 en

el presente narrativo, El Libertador oficialmente no tiene poder ni cargo político alguno. En

particular, la posibilidad de la muerte siempre está presente y cercana, ya que Bolívar sufre de

constantes enfermedades y no sabe que tiene una enfermedad mortal, la pulmonía. Esta crítica

situación ocupacional y laboral y su grave estado físico van marcando el deterioro de ambas

identidades.

La conciencia de estar perdiendo las identidades es una clara percepción psicológica del

héroe y comienza a manifestarse en El Libertador desde el principio de la novela, dentro del

presente narrativo de 1830. Justo al final del capítulo 1, el ministro de guerra y marina Pedro

Alcántara Herrán le propone rescatar a la patria colombiana, pero Bolívar le confiesa a Herrán:

“Ya no tengo patria por la cual sacrificarme” (44). Luego, frente a algunos personajes, la condición

física de Bolívar comienza a verse como mortal dentro del presente narrativo. Un diplomático

inglés le anticipa que apenas llegará a la tumba y una mujer ya lo ve como un fantasma y no una

persona en las calles de Bogotá (45, 49). En tanto, Miranda Lindsey tiene la impresión de “estar

hablando con un muerto”, justo cuando se encuentra con Bolívar en Honda (90). Así pues, la

posibilidad de morir anticipa el otro “laberinto” que desplazará posteriormente a “el laberinto de

la vida”, es decir, a los “laberintos político y social” de la nación colombiana y de su vida personal.

En Facatativá, en el capítulo 2, Bolívar expresa con certeza la pérdida de su identidad personal,

dentro del presente narrativo: “Ya no soy yo” (52). Luego, Rafael Urdaneta y Domingo Caycedo

asumen la presidencia y la vicepresidencia de Colombia respectivamente y Bolívar recibe la noticia

de estos dos cambios gubernamentales cuando se encuentra en Turbaco, dentro de una de las etapas

de su viaje final. Entonces, el general Mariano Montilla habla con el general venezolano sobre la

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posibilidad de ser presidente de la república otra vez, pero Bolívar manifiesta otra vez la idea de

haber perdido su identidad personal y nacional: “—Yo no existo”, dice tajantemente, con marcado

pesimismo (148). En el pasado, Bolívar ya sufre de estas hondas crisis de identidades, en medio

de los altamente conflictivos procesos de construcción de las naciones hispanoamericanas

modernas, durante el primer tercio del siglo XIX. Por ejemplo, expresa su crisis de identidad

nacional en una conversación con el mexicano Agustín de Iturbide en Cartagena en el capítulo 6:

“. . . Ya no sabemos ni de dónde carajo somos” (190). Posteriormente, Bolívar le recomienda a

Iturbide que se vaya a México, puesto que la guerra en Colombia puede significar la pérdida de

identidad nacional, la cual es una especie de muerte: “. . . No se sentirá ni de aquí ni de allá. Se

sentirá forastero en todas partes, y eso es peor que estar muerto” (227-228). En suma, las pérdidas

de las identidades nacional y personal en la vida de Simón Bolívar son una consecuencia de vivir

en “El Laberinto de la Nación” y/o “El Laberinto de la Vida”, en situaciones caracterizadas por la

falta de salidas concretas a las crisis política, social y personal. Además, esta pérdida de identidades

señala el paso de la vida a la muerte, dentro de su viaje final dentro de Colombia por la ruta del

Río Magdalena, en el dominante presente narrativo.

Esta pérdida de identidades nacional e individual es una de las grandes ironías de la novela

cuando Bolívar vive perdido en “El Laberinto de la Vida”, o sea, cuando “el general (está) dentro

de su laberinto”. Bolívar había vivido en la grandeza militar política en la década de 1920 del siglo

XIX y, de pronto, la comienza a perder en 1830, tras su renuncia a la presidencia de Colombia, a

principios de dicho año, justo cuando intenta escapar de Colombia, se enferma y comienza a morir

paulatinamente, moral y físicamente. En 1830, Bolívar vivía al mismo tiempo una crisis personal

y una crisis social que el narrador resume brillantemente con una metáfora: Era “el vinagre de sus

desgracias públicas y su mala salud” (53). En consecuencia, salir del “laberinto de la vida” es

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entrar a otro “laberinto”, ya con las identidades nacional y personal perdidas. Entra a “El laberinto

de la muerte”.

“El laberinto de la muerte”

Además de “El Laberinto de la Nación” en un nivel histórico de interpretación, el

“laberinto” principal que anuncia el título de la novela puede ser “El Laberinto de la Vida”, desde

un punto de vista biográfico o metafísico. La premisa es considerar la unión indisoluble e íntima

de héroe y nación y de Bolívar y Colombia en la novela. Este “laberinto” se manifiesta

geográficamente en el viaje físico final a través de Colombia, por la ruta del Río Magdalena, justo

en el presente narrativo de la segunda mitad de 1830. El espacio geográfico está representado por

las ciudades de Bogotá, Facatativá, Guaduas, Honda, Mompox, Bogotá, Turbaco, Soledad,

Barranquilla y Santa Marta. Finalmente, El Libertador llega al ingenio de San Pedro Alejandrino

y el doctor Alexandre Révérend establece el verdadero diagnóstico fatal sobre los males físicos

del general venezolano. En realidad, Bolívar “había empezado a morir desde hacía años”, sostiene

el narrador, pues padecía “una lesión pulmonar” provocada por “un catarro mal cuidado” (249,

251). Aunque su objetivo es embarcarse a Europa y renunciar a la política de los países que libertó,

el viaje de Bolívar por esas poblaciones está sembrado de dudas y recuerdos. Este viaje geográfico

representa en realidad el intento de salir de “El Laberinto de la Vida”, su propia vida pública y

personal, nacional e individual. Pero Bolívar no puede salir de este “laberinto”, pues nunca logra

embarcarse a Europa. Irónicamente, sale finalmente del “laberinto” objetivo, geográfico, político

y social, para entrar a un “laberinto” metafísico: Sale de la vida para entrar en la muerte, el

inexorable y misterioso “laberinto” final de la novela.

En el presente narrativo, el pesimismo final de Bolívar es muy marcado y sus juicios finales

establecen la idea de que Colombia no tiene salidas posibles por las constantes luchas internas por

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el poder y el caos social. Hasta antes de su muerte, persiste la configuración de Colombia como

una nación en crisis política y social, es decir, como “El Laberinto de la Nación”, ya que el héroe

de la independencia considera finalmente que “la América es ingobernable” y que la revolución

armada es en realidad estéril, pues “se ara en el mar”, afirma el propio Bolívar (259). Por lo tanto,

piensa que Colombia “caerá sin remedio en manos de la multitud sin remedio” y después en manos

de “los tiranuelos” (259). Al vislumbrar su muerte el 17 de diciembre de 1830 y “las tinieblas” que

la envuelven, Bolívar advierte su tránsito hacia otro “laberinto” metafísico, diferente al “El

Laberinto de la Vida”, el cual ocupa toda la trama de la novela, con diversos eventos nacionales y

personales. El moribundo entra, finalmente, a “El Laberinto de la Muerte”. Por ello, dice una idea

ambigua en sus instantes finales: “¡Cómo voy a salir de este laberinto!” (269). Posiblemente

vislumbra la muerte y la define como un laberinto. También puede referirse al mismo “Laberinto

de la Vida”. Es la única referencia textual a la palabra “laberinto” en toda la trama de El general

en su laberinto. Antes de entrar en la muerte, había perdido sus identidades personal y nacional,

fracturado por una honda crisis espiritual y el deterioro lento y doloroso de su salud física.

En conclusión, Simón Bolívar vive durante el primer tercio del Siglo XIX entre las glorias

y, sobre todo, entre las crisis militares, políticas, sociales y personales, según la novela El general

en su laberinto. Estas crisis se ven ante todo en el presente narrativo de su viaje fluvial final. Desde

una perspectiva personal y artística, el escritor colombiano Gabriel García Márquez explora la

historia moderna de Hispanoamérica, usando un narrador-historiador y los constantes cambios del

tiempo objetivo o cronológico, entre el presente y el pasado. De este modo, el novelista

hispanoamericano construye una narrativa nacional y regional profundamente ligada a los orígenes

de su natal Colombia como país independiente. Con estos recursos literarios, configura su

pesimista visión de mundo, puesto que su novela se estructura como “El Laberinto de la Nación”

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o “El Laberinto de la Vida”, según el enfoque que se aplique a una alegoría ambigua, apenas

enunciada en el título de la novela. De “El Laberinto de la Vida”, nunca puede escapar Bolívar,

atrapado entre el pasado y el presente, entre la vida y la muerte, mientras que varias naciones

sudamericanas transitan por constantes crisis nacionales, cambios políticos y problemas sociales,

durante el primer tercio de la moderna historia de Hispanoamérica. De esta manera, el destino

privado del héroe nacional colombiano se conecta profundamente con el destino nacional de la

antigua República de Colombia, la Colombia de los albores del siglo XIX. Con esta brillante

novela de 1989, García Márquez se aparta de sus narrativas neorrealistas y mágico-realistas, para

adentrarse en los inquietantes “territorios” de la Nueva Novela Histórica Hispanoamericana.

Finalmente, su original, personal y sombría visión configura una narrativa nacional e

hispanoamericana, en torno a la construcción de las nacientes y conflictivas naciones de la América

Hispana y, en especial, a la crisis final del General Bolívar: “El General en su Laberinto”.

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