el jardin desflorado

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El siguiente texto pretende ser un análisis ecosociológico de la actualidad ambiental de la provincia de Tucumán. Está estructurado bajo cuatro ejes: el aire, el agua, la tierra y el fuego. Cada eje representa uno de los elementos que, en la sabiduría antigua, constituían la materia del universo. El propósito final de este texto es intentar mostrar los márgenes y las sombras de la situación que existe actualmente en la relación entre la construcción de las políticas públicas y el desarrollo de ciertas actividades económicas que afectan al medio ambiente. Este libro no es más que una invitación para quien lo lea a reconsiderar y repensar lo que ya sabe acerca del discurso ecológico y de su utilización por parte de los grupos económicos más salvajemente capitalistas.

http://pulsotuc.blogspot.com/ : El jardín desflorado

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN:Claroscuros del ecologismo

Intervencionismo – Abstencionismo – Ecologismo Popular

MEDIÓFERA:Alarmas verdes en la prensa tucumana

Los medios y los mensajes – Es “verded”, lo dice La Gaceta– Neomalthusianismo de entrecasa – Un mal clima

AGUA:La uruguayización de Tucumán

El caso Botnia – Las “Botnias” tucumanas – Aguas enfermas: los ingenios – Aguas enfermas: las citrícolas

– Las aguas bajan turbias – El Riachuelo de Tucumán – Conclusión

TIERRA:La tierra yerma

El Chernóbil tucumano – Los chernovillanos– A cielo abierto y a futuro cerrado – Conclusión

FUEGO:La verde antorcha de Prometeo

Energía y agricultura – El nuevo petróleo – Un disfraz verde – El agronegociado – El hambre por la tierra

– El hambre de los cuerpos – Conclusión

AIRE:Malos aires

Nubes tóxicas – Algo huele mal en Tucumán – La dueña de la ciudad

CONCLUSIONES:Un manifiesto p or la justicia ambiental

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INTRODUCCIÓN

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CLAROSCUROS DEL ECOLOGISMO

El hecho más llamativo sobre el planeta Tierra es que éste no vino con un manual de instrucciones. En efecto, puesto que se desconoce cuál es el modo correcto de desenvolver nuestras actividades humanas sin dañar el planeta, existen diversas opiniones acerca de cómo deben interactuar los seres humanos con su medio. Ello sucede porque, en realidad, diversos sectores sociales producen sus propios discursos ecológicos, siendo cada uno de estos concordante con la defensa de sus intereses. Se puede constatar así que, de algún modo, prácticamente todas las tradiciones culturales han abordado –aunque sea implícitamente– la cuestión ecológica1.Actualmente existen diversos enfoques

ecologistas, usados por distintos grupos de poder. Los dos de mayor peso son el intervencionismo (o “eco-eficientismo”) y el abstencionismo (o “silvestrismo”); ambos son los paradigmas de acción ecológica que impulsan las distintas pandillas económicas neocolonialistas como fachada legal y plausible para sus fechorías.

Intervencionismo

El intervencionismo se traduce en conceptos como “modernización industrial ecológica”, “desarrollo sustentable” y “responsabilidad social empresarial”. Veamos cada uno de ellos.

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La famosa “modernización industrial ecológica” es la promoción de los desarrollos tecnológicos que contribuyan a ahorrar energías y materiales en el ámbito productivo. Se busca con ello, básicamente, convertir a la ecología en una más de las ciencias gerenciales tecnocráticas, ocupada de enmendar los daños ocasionados por las industrias (de allí es que el progresismo de derecha o neoliberalismo repita tanto esta idea). Su lógica sostiene que la mejor manera de combatir los males producidos por la tecnología es alentando el surgimiento de nuevas tecnologías. A primera vista no hay nada de reprochable en

esto de la “modernización industrial ecológica”, sin embargo tan noble idea se corrompe de inmediato con el verde de los dólares. Un claro ejemplo de ello son los biocombustibles. Éstos son nada más que una parte de una estrategia llamada “green washing” [“lavado verde”], que las multinacionales impulsan con la intención de publicitar su imagen como empresas ecologistas, activas en la promoción de alternativas frente a la contaminación provocada por el uso del petróleo. Pretenden, a través de aquella, mostrarse como un factor mitigador de los cambios climáticos (en lugar de asumir su responsabilidad de ser las ocasionadoras de dichos cambios), y buscan de paso aumentar los ingresos de los sectores agrícolas que juegan al monopolismo. Lo cierto es que los biocombustibles necesitan

cantidades significativas de petróleo y/o gas para su fabricación, por lo que el ahorro de recursos naturales no renovables es relativamente

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pequeño, ya que, si se toman en cuenta los costos de producción, queda en evidencia que –así como está planteado actualmente– los biocombustibles son sistemas energéticamente ineficientes. Además, puesto que para hacer cantidades útiles de biocombustibles se necesitan muchas hectáreas cultivadas, es probable que a medida que se afiance el uso de estos productos aumenten también el número de hectáreas sometidas a peligrosos niveles de mecanización, fertilización y herbicidios2. La invasión de estas multinacionales en los

medios rurales tiende a alentar la jaula de hierro del monocultivo y la desaparición de los pequeños y medianos productores. Esta situación construye un mapa de poder en el que de un lado se ubica un conglomerado de grandes multinacionales (las que explotan el petróleo, las que desarrollan las biotecnologías, las industrias automovilísticas y los mercaderes agrícolas) que van a determinar la fisonomía de los paisajes rurales según el tamaño de sus bolsillos, y del otro lado se crea un hambre por la tierra que revive el viejo latifundismo, esta vez orientado a contribuir exclusivamente a la producción de combustibles y no de alimentos. Es cuestión de tiempo para que estos dos grupos se combinen con el fin de formar una verdadera mafia ecológica, amparada por leyes a favor suyo sancionadas por los más corruptos gobiernos (la criminalización y persecución contra el pequeño y mediano empresario cañero que quema cañaverales en Tucumán –no para dañar el

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ambiente, sino para hacer más rentable su producto– es una prueba de ello). Por otra parte, el tema del “desarrollo

sustentable” se ha convertido en el nuevo ariete del industrialismo mercantilista; es tanto su arma de ataque como su escudo de defensa. A través de este concepto “políticamente correcto” las pandillas económicas pueden seguir con sus tareas de ensanchamiento de la brecha que separa a ricos de pobres y, al mismo tiempo, presentarse ante la opinión pública como verdaderos paladines del ecologismo. Actualmente ningún proyecto es tomado seriamente (esto es, financiado) a menos que posea un perfil ambientalista visible. La idea de “desarrollo sustentable” se dibuja a

partir de un documento producido por una comisión especial de la ONU (la UNCED) en 1987, y que se conoce como Informe Brundtland –la Cumbre de Río de Janeiro (1992) y la Cumbre de Johannesburgo (2002) fueron convocadas para afinar todas las válvulas sueltas que el Informe Brundtland tenía. Básicamente lo que se promueve en este caso es la idea de que es preciso hallar una vía de desarrollo que no comprometa el bienestar de las generaciones futuras. Empresas transnacionales, agencias internacionales, gobiernos nacionales, ONGs (localistas o globalistas) e individuos son convocados para poner en acción todo tipo de medidas paliativas –que van desde el reciclaje a la racionalización de recursos– en lugar de impulsar cambios verdaderamente radicales. De este modo las empresas más grandes, las corporaciones más

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pudientes, tienen permiso para contaminar, ya que después están obligadas a “limpiar” –al menos en parte– lo que hicieron. Es decir, no se liquida la contaminación sino que se la reserva para los más ricos, los cuales, si la suerte juega para la ciudadanía, terminarán pagando por el daño que causaron3. El “desarrollo sustentable”, por tanto, no es más

que una operación de encubrimiento: aplaca los miedos avivados por los efectos del crecimiento económico, con el fin de demorar todo el tiempo posible a las transformaciones radicales. Desde la UNCED no se insta a los países industriales a cambiar sus patrones de consumo, por tanto la política de crecimiento (pensada supuestamente para reducir la pobreza y estabilizar los ecosistemas) es, en lo esencial, idéntica a la política que históricamente abrió la brecha entre ricos y pobres y puso al medio ambiente en peligro. Según el especialista Gilbert Rist, “es a su

ambigüedad que el término ‘desarrollo sustentable’ le debe su éxito”4. Tal ambigüedad permite que las fuerzas burguesas tanto de derecha como de izquierda empuñen el concepto con el mismo énfasis. Para los progresistas de izquierda, la “sustentabilidad” del desarrollo significa que el Estado puede vigilar internamente y controlar externamente el proceso de crecimiento económico, mientras que para los progresistas de derecha la “sustentabilidad” del desarrollo remite al sentido trivial de “duración”, esto es, remite a la idea de que no es la

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supervivencia de los ecosistemas lo que limita el desarrollo, sino que es el desarrollo lo que determina la supervivencia de las sociedades, por tanto a mayor desarrollo, mayor supervivencia. Ambos grupos coinciden en concebir al crecimiento económico como algo universal e ineludible, por lo que el arrollador tren del progreso no puede ser detenido bajo ningún aspecto, y por ello –frente a las crecientes protestas– es necesario que su avance se produzca de un modo menos violento (o al menos con la apariencia de una menor violencia). Otra idea muy celebrada por el progresismo de

izquierda o socialdemocracia es la “responsabilidad social empresarial”. Dicho concepto emerge como propuesta del Foro Económico de Davos, celebrado en 1999. En este caso se trata, fundamentalmente, de combinar la filantropía empresarial con una idea más amplia acerca de las responsabilidades de las empresas respecto del impacto socioambiental que generan sus actividades. Este modelo es una buena pantalla para que las empresas responsables de daños ambientales irreparables, explotación de trabajo infantil o subcontratación de trabajo esclavo empujen todo ello debajo de la alfombra, usando como escoba a la acción social, artística y educativa. Por vía de la “responsabilidad social empresarial” las multinacionales (y la minera La Alumbrera es un claro ejemplo) alientan un cambio cultural con el fin de generar una opinión pública favorable a su presencia. Mediante el afianzamiento de los vínculos económicos con

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universidades públicas y privadas, el desarrollo de programas orientados a la protección de la niñez y de la maternidad, el auspicio de gestiones culturales o la concesión de becas para la formación de profesionales que luego se incorporaran a sus estructuras productivas, las corporaciones ganan un grupo grande de partidarios que, desde diversos sectores, defienden a la institución que los beneficia. Así estas empresas llegan a asumir un rol socializador demasiado amplio, que apunta a generarles un control extendido de la producción y reproducción de la vida de las poblaciones en las que operan. No obstante, más allá de la enorme influencia

que las corporaciones poseen cuando se deciden a donar una pequeña parte de su fortuna con fines públicos, lo cierto es que es sabido que son los Estados (municipales, provinciales y nacionales) quienes terminan subsidiando directa o indirectamente todas las iniciativas de peso que nacen como programas de responsabilidad social empresarial.5 Por ello se puede concluir que es el erario público, el impuesto del ciudadano común y corriente, el que termina haciéndose cargo de aquello por lo que las multinacionales se llevaron las palmas. Y es esta también la razón por la que las grandes empresas están detrás de las campañas de los políticos más populares –como Néstor Kirchner o Juan Carlos Romero, dos auténticos barones del petróleo6.

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Abstencionismo

Mientras que el enfoque intervencionista aboga por buscar modos en los que la humanidad pueda seguir explotando los ecosistemas de una manera más eficiente y menos dañina, el enfoque abstencionista, en cambio, exige la disminución de la actividad humana o directamente su retirada. Ya no se está ante una mirada progresista y antropocéntrica, sino más bien ante una conservadora y ecocéntrica: mientras el intervencionismo confiaba plenamente en la capacidad superadora de la humanidad, el abstencionismo por su parte le niega toda confianza. El enfoque abstencionista es, entonces,

indiferente o a veces opuesto al crecimiento económico, valora negativamente el aumento demográfico y busca respaldo científico en la biología de la conservación. De ahí que su accionar se encamine a crear toda clase de reservas y parques naturales. Arne Naess, un filósofo noruego, determinó

buena parte de los principales postulados del actual abstencionismo al reformular su doctrina conocida como “ecología profunda”. En 1973 este autor escribió un artículo7 en el que expuso una doctrina ecológica holística pero no con la consigna de “salvar al mundo de su destrucción”, sino bajo la pretensión de ubicar al hombre en su correcto puesto en el cosmos. Los dos principios fundamentales que Naess exponía en esa ocasión era la idea de que la identidad se construye

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relacionalmente y que se debe aspirar al equilibrio universal promoviendo un igualitarismo metafísico.8 Sin embargo, diez años después, Naess dio un giro, y transformó a su “ecología profunda” en un movimiento metapolítico –una excusa para aglutinar distintos grupos de lobbies– cuya premisa es la promoción de un acercamiento no antropocéntrico a la naturaleza. Es decir, de la grandilocuente idea de construir un paradigma metafísico alternativo se pasó a la más humilde propuesta de desarrollar un movimiento de concientización internacional, cuyo lema sería “laissez passer a la naturaleza.”9 Devenida una idea radical en un lema laxo, toda

clase de gente comenzó a cubrirse con el paraguas de la “ecología profunda”. Entre ellos, uno de los más controversiales es el magnate norteamericano Douglas Tompkins. Si se recorre la Patagonia –especialmente la chilena– se puede hallar la huella de Tompkins por todos lados. Es que a través de una coalición de ONGs este multimillonario (que amasó su fortuna gracias a la fabricación y venta de ropa) adquiere todas las hectáreas que puede para integrarlas en áreas naturales protegidas contra la explotación forestal, minera o agroganadera. Más de una vez ha declarado que ni él ni sus asociados actúan con fines de lucro, sino que su objetivo es únicamente el de sacar a la humanidad de la crisis ecosocial que atraviesa en la actualidad. Su dinero sirve para financiar a políticos con discursos heterodoxos, que pretenden impulsar revoluciones antropológicas por vía de su

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moralismo: Manfred Max-Neef –un economista verde chileno, que además es miembro del directorio de la administración del patagónico Parque Nacional Pumalín, un santuario natural gigantesco que es propiedad de Tompkins–, tras el deshielo de la dictadura pinochetista, hizo una gran campaña y una elección sorprendentemente buena para un candidato no tradicional en América Latina. (Es probable que esto pronto ocurra también en Corrientes, donde el norteamericano ha intentado penetrar para adquirir las tierras firmes del sistema del Iberá, en las que se encuentra una de las reservas de agua más importantes del mundo.) Tompkins demuestra mucho entusiasmo para

conservar la naturaleza y reparar los daños ambientales, y mucho desdén a la hora de apoyar a los ecologistas locales que, mediante sus proyectos conservacionistas de pequeña escala, pueden llegar a cuestionar sus acciones. Dicho de otro modo, a muchos extraña que alguien exprese tanta compasión por la naturaleza al mismo tiempo que demuestra un desprecio innegable por las poblaciones de los países dependientes. El egocentrismo con el que actúa este abstencionista lo torna casi un misántropo.10 Por el hecho de tratar a las personas como si

fuesen factores innecesarios (y hasta opuestos) para la conservación ecológica, Tompkins despierta toda clase de sospechas. Algunos insinúan que tanto interés por adquirir tierras para convertirlas en áreas cerradas al público no es una aventura personal, sino que hay muchos

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interesados detrás. Los avistamientos de soldados israelíes y norteamericanos en la Patagonia sugieren que las inmediaciones de las propiedades de Tompkins son usadas como campos secretos de entrenamiento, y reviven con ello los rumores del Plan Andinia. Además hay quienes ven demasiadas afinidades entre la tompkiniana Conservation Land Trust y la World Wildlife Foundation/Fundación Vida Silvestre (institución fundada por los príncipes Felipe del Reino Unido y Bernardo de los Países Bajos, es decir, una agencia de lobby internacional al servicio del voraz capitalismo anglo-holandés), por lo que se especula que todos estos movimientos no serían otra cosa más que planes a largo plazo para que las pandillas económicas más perversas puedan apropiarse de reservas naturales estratégicas a lo largo y ancho de todo el planeta.11 Tompkins y sus aliados ecologistas defienden a

capa y espada a sus propiedades de toda intervención estatal, al punto de llegar a generar verdaderos conflictos políticos. Las bandas del ecologista prometen reintegrar esas tierras a los respectivos países en un futuro impreciso, pero sólo si se comprometen a acatar sus condiciones. Así, Tompkins evita que sus territorios se incorporen a los entramados productivos argentinos o chilenos actuales, al mismo tiempo que hace declaraciones donde deja en evidencia que su ecologismo abstencionista es parte de una estrategia del capitalismo eugenésico y malthusiano.12

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Ecologismo popular

Sea mediante el intervencionismo o el abstencionismo, lo cierto es que los discursos ecologistas son funcionales a la maquinaria del capitalismo neocolonialista. La catástrofe ecológica de la que se nos pretende reservar aparece presentada de un modo similar a la catástrofe nuclear que amenazaba al mundo durante la Guerra Fría y que justificaba golpes de Estado, genocidios y terrorismo alrededor del mundo. Ahora bien, entre medio de esos dos paradigmas

mencionados se halla el proteccionismo (o “ecología popular”). La diferencia es que el proteccionismo nace como una iniciativa de raíz local, mientras que los otros enfoques son de carácter globalista. Es decir, algunos grupos neocolonialistas consideran que países como Holanda o Suecia, pese al índice demasiado alto de densidad poblacional o a la presencia excesiva de usinas de energía nuclear, son modelos de medioambientes “prístinos”, en donde se combina armoniosamente el desarrollo sustentable con la conservación de espacios verdes, y por tanto el resto del mundo debe copiarlos. Más allá de que en última instancia los problemas ambientales locales terminen tornándose globales, no significa ello que los movimientos de concientización puedan exportar tan fácilmente una aparente solución, pues no es lo mismo pugnar por una mejora en la calidad de

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vida (como sucede en Europa) que pugnar por asegurar el mínimo de habitabilidad (como sucede en casi todos los países periféricos).13 El ecologismo proteccionista emerge en países

como Argentina, y en provincias como Tucumán, con un carácter primariamente resistente. Organizado en marcos rurales y urbanos, los grupos proteccionistas poseen estructuras multisectoriales y policlasistas que plantean la necesidad de una transformación de la normativa regulatoria en vigencia y que, de paso, buscan reconfigurar la idea de “desarrollo”. Sus enemigos son las pandillas económicas más grandes, las cuales, usualmente, se ven favorecidas por las corporaciones políticas y las familias judiciales de las distintas provincias y de la nación inclusive. En este caso se está ante la más elemental de las

luchas, porque siempre llega a la instancia de plantearse como una dicotomía entre la destrucción impulsada por el capitalismo por un lado (destrucción que implica un crecimiento económico significativo durante un tiempo, acompañado de programas altamente publicitados de “responsabilidad social empresarial” y jugosas coimas cobradas en secreto por los que ejercen el poder) contra la posibilidad de continuar reproduciendo vida por el otro. Hay que procurar que estos movimientos

populares no se vean invadidos por facciones partidarias (especialmente por las sectas izquierdistas, siempre tan dispuestas a infiltrarse en toda aquella iniciativa que les permita rapiñar

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migajas políticas14) ni que los mismos devengan una fuerza partidaria, pues ello sólo los arrojaría al interior de la corporación política, sumándose a aquel enjambre que debieran combatir. Para evitar la partidización del ecologismo hace falta, en última instancia, abrir el gobierno a la participación popular y extender el concepto de transparencia y apertura al ámbito de la gestión estatal. Pasar de la resistencia a la participación es clave para evitar las crisis ecosociales y construir un espacio vital floreciente.

Notas

[1] El libro A Companion to Environmental Philosophy (editado por Dale Jamieson, Blackwell Publisher, Oxford, 2001) dedica su extensa primera sección (pp. 1-160) a rastrear los discursos ecologistas en tradiciones como la china clásica, la hindú clásica, la budista, la griega clásica, la judía, la cristiana, la islámica, la indígena de Oceanía, África y América, y la europea de los últimos cuatro siglos.[2] El activista Gustavo Duch Guillot dice: “los expertos no se ponen de acuerdo en el balance energético de los agrocombustibles, no está claro que tengan un balance positivo. Es decir, hay estudios que explican que se gasta más energía en el cultivo de las semillas y en su procesamiento posterior que el rendimiento energético que después se obtiene.” Y agrega: “la tierra cultivable es un bien cada vez más preciado que va en retroceso, y no es un bien renovable como podemos pensar. Castigando a la tierra con cultivos excesivos –como se necesitarían para cubrir el consumo de biocombustibles que se está proyectando- quedaría infértil por muchos años.” “A favor de la triple alianza”, en: Entrevistas de ‘El Viejo Topo’. Editado por Salvador López Arnal, El Viejo Topo, Madrid, 2008, p. 119[3] Jared Diamond (Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Random House, Barcelona, 2006, p. 372) apunta: “En los muchos casos en que las compañías mineras no han limpiado y se ha obligado al gobierno a recurrir a ese seguro, los costes de limpieza reales han revelado ser hasta cien veces superiores a la estimación realizada por la compañía minera. Dado que la estimación procedía de la propia empresa, no es de extrañar que aquella realizara por regla general una estimación a la baja, puesto que no goza de ningún incentivo económico ni sufre presión administrativa alguna para

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calcular la suma real.” Agrega que las autogarantías que ofrecen las mineras (en la que las propias corporaciones se comprometen de buena fe a limpiar) son tan frecuentemente incumplidas que carecen de sentido.[4] Gilbert Rise. The History of Development. 3º edición, Zed Books, Londres, 2008, p. 192[5] David Hammack, en su estudio “Patronage and the Great Institutions of the Cities of the United States: Questions and Evidence, 1800–2000” (en: Philanthropy, Patronage and Civil Society. Editado por Thomas Adams, Indiana University Press, Bloomington, 2004, pp. 79-100), demuestra como en EEUU –la cuna de la “responsabilidad social empresarial”– es el Estado quien termina moldeando, limitando y controlando todas las iniciativas privadas por las que los particulares se ganan toda la admiración y el respeto de la opinión pública.[6] Vid. Martín de Güemes (h). “Néstor Kirchner y Juan Carlos Romero: vidas y obras paralelas”, en: El ojo de la tormenta, la revista. Año IV, Nº 32, mayo 2007, p. 22-23[7] Arne Naess. “The shallow and the deep, long range ecology movement”, en: Inquiry, Nº 16, 1973, pp. 81-95[8] Recordemos que Naess fue un filósofo de filiación heideggeriana. Tal es así que cuando surgió la controversia sobre la funcionalidad de la obra de Heidegger a favor del nacional socialismo alemán, Naess sostuvo que la reflexión filosófica y la identificación política del alemán eran cuestiones paralelas (cfr. Four Modern Philosophers, UCP, Chicago, 1968). En el fondo lo que Naess trataba de hacer mediante su versión originaria de la “ecología profunda” era repensar la fórmula “sangre y suelo” [“Blut und Boden” o “ius sanguinis et ius solis”] desde una perspectiva más amablemente ecuménica. Empero el verdadero debate debió de haber sido el de la fórmula “tierra y libertad”.[9] Es en el libro Deep Ecology: Living as if Nature Mattered (Gibbs Smith, Salt Lake City, 1985) de Bill Devall y George Sessions –dos discípulos de Naess– en donde mejor se expone el giro de la “ecología profunda” hacia un enfoque ya no profundo (al abandonar sus pretensiones metafísicas) ni ecológico (al reemplazar la relacionalidad por el simple rechazo a la intervención humana en la naturaleza). De este modo el movimiento se acerca al evolucionismo liberal de Aldo Leopold, revivido recientemente por John Baird Callicott (vid. In Defense of the Land Ethic: Essays in Environmental Philosophy, SUNY, Albany, 1989).[10] Las notas sobre Tompkins en la prensa diaria argentina y chilena son abundantes y sirven, más allá de que algunas sean más benévolas que otras, para hacerse una idea de quien es este empresario. Ej: A. Zacarías - “Tompkins y su imperio natural” (“Suplemento Zona”, Clarín, 16/10/05); C. Rodríguez - “A desalambrar los esteros del

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Iberá” (Página/12, 17/08/06); L. Ramírez - “Douglas Tompkins fue declarado persona ‘non grata’ en Chaitén” (La Nación [Chile], 2/07/07); etc. [11] Sobre el vínculo de Tompkins con la CIA: “El fracaso de Al Qaeda y la vuelta a Hezbollah. Desde Medio Oriente al Iberá”, informe de la Agencia de Noticias Rodolfo Walsh publicado por Gabriel Martín el 16/09/06 (argumenta que EEUU e Israel vigilan las actividades de los árabes en la zona de la Triple Frontera, usando los terrenos privados de Tompkins como centros clandestinos de detención). Sobre la reaparición del Plan Andinia: http://www.kawther.info/wpr/email-from-readers/israeli-impolite-rude-soldiers-in-patagonia (son electrogramas que residentes y visitantes patagónicos le envían a una periodista palestina exiliada en Austria).[12] El comentario de Tompkins con ribetes eugenésicos (“los argentinos tienen mucha sangre italiana y necesitarían un poco de sangre alemana para ser más ordenados”) se lo puede leer en una nota del diario Perfil del 14/09/06; mientras que se puede hacer lo propio con el comentario de aires malthusianos (“la población de la tierra debe reducirse si queremos sobrevivir”) en Spiegel Online del 21/10/05. Una observación muy lúcida que hace Francis Parker Yockey en su controversial Imperium (Noontide Press, Sausalito/California, 1972, p. 31) con respecto al malthusianismo dice: “[el malthusianismo] no tiene ninguna clase de correspondencia con los hechos, y, por lo tanto, no es válido para el siglo XX. Estadísticamente, no tiene base alguna; espiritualmente, muestra una incomprensión completa del factor primario del destino, el hombre, y la historia.”[13] Cfr. Joan Martínez Alier. “‘Environmental Justice’ (Local and Global)”, en: The cultures of globalization. Editado por F. Jameson y M. Miyoshi, 2º edición, Duke University Press, Durham, 1999, pp. 312-326[14] Miguel Mazzeo (¿Qué (no) hacer?, Antropofagia, Bs. As., 2005, p. 102) escribe: “[en cuanto a los movimientos populares, los partidos de izquierda] piensa[n]: ¿para qué crear una herramienta política si ya estamos nosotros y tenemos experiencia? También [pecan] de ingenuidad: ‘Nosotros somos los referentes políticos naturales de las luchas sociales’”.

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MEDIÓSFERA

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ALARMAS VERDES EN LA PRENSA TUCUMANA

Los medios y los mensajes

En la emisión del 18/07/10 del programa 678 (transmitida por el Canal 7 nacional, retransmitida por el Canal 10 provincial) la dirigente gremial jujeña Milagro Sala comentaba sobre el fuerte trabajo social realizado por la Organización Barrial Tupac Amaru. Cuando su testimonio concluyó, el politólogo José Natansón –que también estaba invitado al programa– apuntó que si Argentina tuviese un Estado ordenado, entonces una organización social como Tupac Amaru no tendría razón de ser, ya que los ciudadanos recibirían todo lo que les corresponde sin necesidad de armar estructuras paralelas para recordarles a los gobernantes que también existen. Tras ese comentario, el conductor pidió el corte. Luego de las publicidades, el programa volvió al aire sólo para hacer una aclaración y retornar a las publicidades antes del cierre. La aclaración la hizo el propio Natansón, admitiendo que no se había expresado correctamente. Aclaró, básicamente, que no era “el Estado” sino “la idea de Estado” lo que estaba ausente en Jujuy, y ello era culpa de la ofensiva neoliberal de la década de 1990. ¿A qué se debió esa improvisada palabrería? Pues a que la Tupac Amaru es una organización amparada (y financiada) por el gobierno jujeño,

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que nació con la aprobación del entonces gobernador –y ahora diputado kirchnerista– Eduardo Fellner como un modo de domesticar a las masas de desempleados que optaban por volverse piqueteros. Por tanto hablar de un “Estado ausente” en el Jujuy de la última década equivalía a criticar a Fellner, un hombre que es tan fuerte para la construcción del poder nacional kirchnerista como lo es nuestro gobernador Alperovich. La enseñanza que se puede extraer de ese

episodio es que la prensa nunca es neutral ni inocente. El programa 678 se jacta de poner al descubierto todas las tretas que el resto de la prensa nacional emplea para dejar mal parados a Kirchner y sus aliados, pero nunca reconocen que ellos también utilizan las mismas tretas. En la “introducción” hemos sostenido que “los

discursos ecologistas son funcionales a la maquinaria del capitalismo neocolonialista”, pues ante la evidencia de daño ambiental las grandes pandillas económicas tenían dos opciones: o manejaban una gigantesca campaña para encubrir todo y negar lo obvio, o se apropiaban del discurso que los ponía en jaque, lo traducían a sus términos, y lo utilizaban como un instrumento para justificar sus acciones. El dicho dice: “si no puedes contra tus enemigos, entonces úneteles”. Y eso hicieron.Por esa causa hoy en día se pueden encontrar en

la prensa (gráfica, televisiva, radial y digital) un buen número de noticias que abordan la temática del daño ecológico, algo impensado hace veinte o

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treinta años atrás. Cada una de esas noticias tiene, seguramente, un enfoque diferente, pero la mayoría de ellas colaboran para instalar el tema de la urgencia de la formación de una “conciencia ambientalista”. Dicha concientización suele realizarse para promover el enfoque intervencionista o abstencionista, pero rara vez se apunta a estimular otros enfoques.

Es “verded”, lo dice La Gaceta

El diario La Gaceta es el medio de prensa más influyente de la provincia, pues no sólo llega día a día a decenas de miles de hogares tucumanos, sino que además construye la agenda de discusión pública. Por ello lo que se publica en La Gaceta tiene un profundo impacto entre la gente, y repercute durante un buen tiempo, incluso en las conversaciones cotidianas.En La Gaceta las noticias sobre daño y cuidado

ambiental no son escasas ni infrecuentes. La forma en que presentan esas noticias no es nada inocente, aunque es difícil saber si a ello lo hacen a propósito (como si hubiesen sido financiados para optar por su tono) o si simplemente lo hacen por falta de preparación. Cualquiera de las dos opciones resulta funcional a los grupos capitalistas que se enriquecen enarbolando las banderas verdes.Tomemos como ejemplo un par de artículos. El

primero, publicado el domingo 07/12/08, se titula “Sin conciencia ambiental no habrá Jardín”. La

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bajada del artículo es una obra de arte del ecocatastrofismo más sensacionalista:

Si no se protege el medio ambiente, la provincia sufriría efectos devastadores. Los eventos climatológicos extremos se concretarían con mayor frecuencia. Las inundaciones se extenderían a zonas no vulneradas. Las sequías se harían más duraderas. Faltaría el agua y se incrementarían las enfermedades.

Luego el texto se extiende:

Tucumán puede ser dentro de 50 años una provincia con su ecosistema devastado o un estado moderno, con baja tasa de natalidad y urbanización imponente pero disfuncional, según proyecciones de expertos consultados por LA GACETA.Si no se apuntala la conciencia ambiental en la ciudadanía, si el actual y los sucesivos gobiernos no asumen que tiene que reducir las emanaciones de gases ni tampoco se efectivizan políticas concretas para generar energías limpias, ni se planifica el crecimiento de la capital y de las urbes del interior con mayor concentración poblacional, los escenarios para el futuro tucumano dentro de medio siglo, podrían ser desbastadores.

Según ese texto la “reducción de emanaciones de gases”, las “energías limpias” y la “planificación urbana” parecen ser las panaceas

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contra el Apocalipsis que nos espera dentro de 50 años. Ahora bien, si se continúa leyendo el artículo se notará que aparecen los testimonios de un geólogo (Rubén Fernández), una arquitecta (María Graciela Sacriste) y una médica gerontóloga (Silvia Gascón) en donde no se toca ni el tema del abastecimiento energético ni el de la producción industrial sin contaminación. Los especialistas abordan temas relativos a sus áreas: así el geólogo apunta sobre la importancia de la conservación de ciertas áreas naturales, la arquitecta remarca el evidente hecho de que el mundo moderno se ha vuelto urbano y por tanto es necesario desarrollar ciudades más habitables, y la gerontóloga advierte sobre los peligros de un posible estancamiento de la tasa de natalidad. La mención a los temas energéticos e industriales, por tanto, resulta completamente gratuita e injustificada si se toma en cuenta el cuerpo de la nota.

Neomalthusianismo de entrecasa

Otro artículo similar se lo puede encontrar en la edición del 03/02/09: se titula “Basta de la industria del usar y tirar”. En este caso la retórica del texto es el marketing ecologista promocionado durante años por Al Gore, el alguna vez vicepresidente de EEUU:

[Al Gore] plantea que la relación fundamental entre la civilización y el sistema de la Tierra se ha transformado sobre la convergencia de dos

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factores de base: la expansión de la población, y la revolución científica y tecnológica -que al ponerla al servicio de viejos hábitos como la guerra o la sobreexplotación los recursos naturales- la raza humana ha generado el problema ambiental más grande que ha enfrentado la humanidad, con las referidas consecuencias.

Las principales tesis de Gore provienen de las investigaciones realizadas por el autor neomalthusiano Paul Ehrlich. A finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX un párroco británico llamado Thomas Malthus popularizó una teoría que generó, y genera hasta el día de hoy, mucho eco. Básicamente el pastor decía que la cantidad de alimentos crece a ritmo aritmético (1, 2, 3, 4, etc.) mientras que la población lo hace a ritmo geométrico (1, 2, 4, 8, etc.), lo que ocasiona que en algún momento el número de personas supere al de alimentos, facilitando las cosas para que las guerras y las enfermedades liquiden a una buena parte del excedente humano con el fin de recuperar el equilibrio entre población y alimentos.El malthusianismo tiene adeptos en todo el

mundo, y es particularmente seductor para los capitalistas más inescrupulosos de los países del Primer Mundo. Precisamente éstos son los que juzgaron posible apropiarse de un tema tan delicado como el desbalance entre oferta y demanda de alimentos y convertirlo en un negocio multimillonario, éticamente cuestionadísimo y

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políticamente deplorable. Y al extender las prácticas del capitalismo monopólico en el ámbito rural (mediante la tecnificación del campo) ello les permitió también convertir al mundo agrícola en fachada verde para otras industrias culpables de daño ambiental, como lo son las vinculadas a la producción de energía y al desarrollo de transportes. Si se revisan los libros de Ehrlich –un autor que

saltó a la fama en la década de 1960 y que ha mantenido vigencia desde entonces– se comprobará que en tantos años de estudio se han ido modificando el ethos y el pathos de sus ideas, pero las ideas mismas (el logos) no sufrieron modificaciones demasiado profundas. El eje de los panfletos neomalthusianos de Ehrlich, Gore y autores similares nunca se desplazó en el aspecto intelectual, pero si lo hizo en el emocional; de esa manera se constata que fenómenos temidos y profetizados como la hambruna si ocurrieron, pero no –como este tipo de escritor sostiene– a causa de presiones ocasionadas por la sobrepoblación del planeta, sino más bien como consecuencia de conflictos políticos y económicos específicos que no fueron resueltos de modo apropiado, algo que en La Gaceta se olvidan de mencionar. En el diario tucumano, por el contrario, tras

hablar de una futura “guerra del agua”, terminan enlistando una serie de consejos útiles para crear conciencia ecológica (consejos que van desde “no lavar autos y veredas con la manguera abierta” hasta “insistir en que las fotocopias se hagan en el

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anverso y en el reverso de la hoja”, pasando, claro, por “opinar ante los medios de comunicación sobre los problemas ambientales”, “promover campañas de reciclado de material”, y por supuesto “perder el miedo a denunciar a quienes podan o talan árboles sin control legal”). Nunca hablan de un boicot de consumidores o de movidas ciudadanas para exigir fiscalización abierta para las empresas acusadas de destrucción ambiental, pero si sostienen que “hay que educar para el cuidado del medio ambiente. El fomento y la internalización de los valores ecológicos empiezan en el hogar, siguen en la escuela y necesariamente deben primar en todos los estamentos del Estado”. Decir ello equivale a decir que hay que educar para que la gente ponga en acción todo tipo de medidas paliativas en lugar de impulsar cambios verdaderamente radicales. Es un “ecologismo fast” o un “ecologismo light”.

Un mal clima

La Gaceta es un diario pluralista, que suele darle espacio a mucha gente. Los grandes diarios se benefician de ello, pues la polifonía suele crearles la imagen de “objetivos”, y la objetividad los hace “confiables”. El problema es que no les presta espacio a todos por igual: algunos reciben mucho y otros, por el contrario, muy poco. Un ejemplo de ello (relativo a nuestro tema) lo

encontramos el 16/05/10 en una entrevista al físico Juan Roederer. Este científico sostiene que no está probado que los cambios climáticos que

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acontecen sobre el planeta desde hace más de cien años sean producciones puramente antropogénicas: además de la actividad humana, el propio planeta (en su interacción con otros astros y en su participación de los vaivenes de la galaxia) es un sistema que produce cambios climáticos paulatinamente. Semejante tesis incomoda al discurso oficial sobre el cambio climático, que asegura que son las industrias las que principalmente están generando graves daños ambientales que afectan a los fenómenos climáticos planetarios y que una regulación rigurosa serviría para recuperar un equilibrio que, se supone, alguna vez se tuvo. El hecho de que a la dureza de esas regulaciones sólo vayan a sobrevivir las industrias que actualmente son más grandes y poderosas (lo que abre el futuro a un escenario de pulpos monopólicos) es algo que se dice en voz baja, o directamente se calla. Roederer también señala que, más allá de la

lucha de intereses económicos que hay detrás de la batalla por regular las emisiones de CO2 en las industrias, no es una mala idea reducir la emisión de gases, pues siempre es mejor respirar un aire puro a uno contaminado. Es decir, Roederer no pone a la Tierra en peligro como motivo para la protección ambiental, sino que es el propio presente el que lo reclama. Lo que dice este científico es análogo a decir que se debe mantener la limpieza y el orden en la ciudad no porque ello espante a los turistas, sino porque los habitantes actuales merecemos vivir en un lugar limpio y ordenado.

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Pero, pese a la inclusión de este tipo de ideas entre las páginas de La Gaceta, el diario se las arregla para volver sobre su línea habitual. Por esa causa, el 05/06/10, en el matutino tucumano publicaron una entrevista a un miembro de la tucumana Fundación Humanidad Verdadera (bajo el título “El almanaque ya no coincide con las estaciones del año”), que sostiene que el hombre es prácticamente el único culpable del irreversible cambio climático. Y un mes más tarde, el 10/07/10, apareció una editorial en La Gaceta explicando nuevamente lo urgente de aplicar las restricciones. El artículo, titulado “Los pronósticos de los cambios climáticos”, se cierra con este párrafo en donde se repiten las ideas y los conceptos expresados en el artículo del 03/02/09 que ya criticamos:

Tucumán, por cierto, no es ajeno a esta problemática mundial. La contaminación del aire durante la época de zafra, y de los ríos -particularmente el Salí-, así como la tala de nuestros cerros, nos ponen en una situación de riesgo futuro. Sería muy importante que desde el Estado se comenzara a concientizar sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente a niños y jóvenes en las escuelas, colegios y universidades, y a la población en general. Del mismo modo, los organismos de control ambiental deberían extremar esfuerzos para cumplir con el objetivo de su creación.

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Cuando la catástrofe se presente a nuestra puerta, nada se podrá hacer si no la prevenimos con mucha anticipación.

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AGUA

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LA URUGUAYIZACIÓN DE TUCUMÁN

El caso Botnia

En I Reyes 3:16-28 se encuentra la famosa leyenda en la que el rey Salomón debe arbitrar sobre la disputa de maternidad de un niño entre dos mujeres. Para dirimir el pleito, el sabio monarca ordena que el infante sea cortado en dos mitades para que ambas partes obtengan la misma ganancia y la misma pérdida. La mujer que finge la maternidad del niño acepta el fallo, mientras que la auténtica madre decide dejarle su hijo a la otra para que el pequeño pueda continuar con vida.Lo que la historia nos enseña es que hay

situaciones en las que no se puede aceptar que un fallo beneficie a los dos por igual, pues a veces es necesario que uno sacrifique bienestar propio para no restarle bienestar al otro. Esto es particularmente verdadero en los casos en que el bienestar de uno afecta al bienestar de muchos.El famoso fallo de la Corte de La Haya tiene un

aire salomónico mas no así la actitud de la empresa multinacional que controla la polémica papelera. Botnia –pese a ser hija de un atropello de los tratados bilaterales– seguirá operando como actualmente lo hace, aunque los vecinos de Gualeguaychú se opongan y demuestren que la actividad contaminante de la pastera afecta la vida de su ciudad.

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Pese a que hay muchos uruguayos que exigen la clausura de la pastera, el gobierno de Uruguay hace oídos sordos a su reclamo. Es que en una situación como esta entran en conflicto la posibilidad de generar importantes ingresos a través de la industria y el derecho de los ciudadanos a vivir en un ambiente sano. Es decir, en Uruguay se chocan el dinero y la salud, y el amor es reemplazado por el enfrentamiento entre hermanos.Las empresas multinacionales dedicadas a la

fabricación del papel –aún contando con tecnología de punta– contaminan violentamente al ambiente, por lo que en los países del Primer Mundo, para funcionar igual a como lo hacen en esta parte del planeta, sufren toda clase de trabas y restricciones orientadas a proteger a sus poblaciones. En Uruguay no sólo no deben enfrentar nada de eso, sino que además gozan de exenciones impositivas y cuentan con abundante mano de obra a la que pueden manipular sin demasiado esfuerzo.Todo este asunto es la consecuencia de un

mundo ordenado para que el rico se haga más rico y el pobre permanezca pobre. Como en los países centrales quieren conservar sus hábitos de consumo pero no pagar el precio por ello, desplazan hacia los países periféricos sus industrias para que ellas causen graves daños ambientales en esas latitudes –con la excusa de contribuir al “desarrollo” de la región– y conseguir así mantener sus estilos de vida basados en el derroche. Ellos se elevaron y luego patearon

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la escalera con la que pretenden ahora que nosotros los alcancemos.

Las “Botnias” tucumanas

El problema de la contaminación hídrica en Tucumán es muy agudo, y genera situaciones similares a la de Botnia y Uruguay: por un lado está el aumento de ingresos en las arcas del Estado y la creación de fuentes de trabajo para la gente, y por el otro lado aparece la destrucción del medio ambiente. Se trata de un enfrentamiento entre el derecho al trabajo digno y el derecho a vivir en un ambiente saludable, un verdadero conflicto.La manera de equilibrar la situación es la más

simple pero también la más complicada. Lo que se debe hacer es exigirles a las industrias que sacrifiquen ganancias para implementar mecanismos que sirvan para disminuir al mínimo el impacto ambiental (pues no es cuestión tampoco de renunciar a la tecnología y dejar al pueblo estancado en la pobreza que genera el desempleo, como quieren los abstencionistas). Sin embargo lo complicado aquí es lograr que aquello se cumpla, pues para los industriales antes que ponerse a invertir en reacondicionar sus estructuras productivas es más fácil y barato repartir dinero entre las autoridades del Estado, y hacer de esa forma que miren para otro lado mientras ellos siguen generando ganancias y lastimando al ambiente.

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Aguas enfermas: los ingenios

Actualmente en Tucumán hay 15 ingenios, y todos ellos contaminan el aire con sus chimeneas y la tierra con sus agrotóxicos. Muchos también contaminan el agua. Ahora, con la implementación de sus programas para aumentar la producción de biocombustibles, se estima que los ingenios van a arrojar grandes cantidades de vinaza [ver recuadro], que irán a parar directamente al embalse de Las Termas de Río Hondo en Santiago del Estero, afectando seriamente la calidad del agua en esa provincia, a menos que los industriales tomen todas las medidas necesarias para evitarlo. No obstante es dudoso que pase esto último, ya que si bien los industriales del campo azucarero de Tucumán se mostraron ansiosos por empezar a fabricar biocombustible, no presentaron hasta ahora un plan de protección ambiental de pública fiscalización (y tampoco lo harán).

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La problemática de la vinaza

La vinaza (un líquido espeso que surge de la fermentación de caña, y que se encuentra entre los residuales orgánicos con mayor efecto contaminante sobre la flora y la fauna del planeta) es todo un problema para los ingenios. Usualmente la vinaza es vertida en ríos, lagos, presas y canales sin ningún tratamiento, contaminando en gran medida las fuentes de aguas superficiales y subterráneas. Gracias a la política de incrementar la producción de bioetanol para su empleo como combustible automotor, la cantidad de vinaza se aumentará exageradamente en los próximos años, pues se estima que por cada litro de bioetanol se producen unos diez de vinaza.El gobierno, mediante el impulso del PRI (Programa de Reconversión Industrial), les sugiere a los ingenios invertir para adquirir tecnología que recicle la vinaza como combustible y como fertilizante. El modelo a seguir es el ingenio salteño El Tabacal, cuyo efluente de vinazas a las corrientes de agua es de 0%. Su técnica es la utilización de piletas a cielo abierto donde se concentra la vinaza con el fin de que su componente líquido (el agua) se evapore y se use el resto como fertilizante. Según los expertos al servicio del ingenio: “las evaporaciones son, simplemente, vapor de agua, que no contamina la atmósfera”. Los vecinos del sur no piensan lo mismo.


Un caso paradigmático en este sentido es el ocasionado por el Ingenio La Florida. Aparentemente en Las Cejas –una localidad tucumana cercana al límite con Santiago del Estero– hay un canal que abastece de agua de riego a los habitantes; el problema es que dicho canal transporta agua peligrosamente contaminada por culpa de los efluentes que el mencionado ingenio irresponsablemente le arroja en su lecho.El agua del canal de Las Cejas es de color marrón

obscuro y su consistencia es espesa y espumosa, completamente letal para los peces e indiscutiblemente tóxica para los seres humanos. El hedor que emerge de allí es nauseabundo, lo que genera una pestilencia insoportable a la que las familias de la zona no les interesa “acostumbrarse” (como les recomendaron que hicieran los funcionarios del SIPROSA).Los campos de pastoreo, los criaderos de peces y

las huertas que se ubican en los alrededores del canal, tanto en nuestra provincia como en la de Santiago del Estero, sufren las nefastas consecuencias de tener que recurrir a esa agua enferma.El tema de la contaminación por intermedio del

arrojo de vinaza a los ríos y canales es algo que se viene discutiendo desde hace años en esta parte del país. De hecho en nuestra provincia los dueños de ingenios se comprometieron hace tiempo a adoptar un programa de renovación industrial que garantizase que ellos iban a asegurar la protección ambiental a la hora de desarrollar sus actividades.

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Sin embargo lo que sucede en Las Cejas deja en evidencia que sus promesas caen en saco roto, y que limitar su acción de crecimiento económico y evitar, al mismo tiempo, el daño ecológico no entra en su lógica.

Aguas enfermas: las citrícolas

La súbita y periódica aparición de decenas de peces muertos en el dique El Cadillal molesta a los pescadores que concurren al espejo de agua y genera preocupación en la ciudadanía tucumana. Las autoridades, por su parte, suelen mostrar poco interés y ensayan respuestas poco convincentes: los peces, según dicen, mueren a causa de algas que liberan toxinas, por lo que todo se trata de procesos naturales de regulación en los que conviene no intervenir. Se teme que detrás de la versión oficial se encubra a las empresas citrícolas que usualmente arrojan desechos a arroyos cercanos, y que culpa de los mismos terminan envenenando las aguas que matan a los peces.Actualmente cuatro citrícolas operan en Tafí

Viejo, pronto serán sólo tres. En efecto, Citromax –la citrícola más grande del municipio– ya anunció que el año que viene se radicará en el departamento de Monteros, más precisamente en la zona de Acheral, donde existen otras fábricas como la citrícola Acheral Citrus.La mudanza se debe a que la empresa –instalada

en Tafí Viejo desde hace 45 años– no desea seguir lidiando contra las presiones de los vecinos que la

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acusan de contaminar el medio ambiente (particularmente el aire y las aguas, debido a su pésimo programa de control de efluentes). Es decir, en lugar de sacrificar ganancias con el propósito de invertirlas en el reacondicionamiento de su planta procesadora, los dueños de Citromax prefieren levantar todo y desplazarse unos kilómetros al sur, hasta un lugar en donde no sean cuestionados por sus actividades.Las otras citrícolas de la región (especialmente

COTA Ltda.) intentaron asociarse a Citromax para conseguir una solución satisfactoria al problema de la contaminación ambiental que su productividad ocasiona, pero de esa sinergía no ha salido nada convincente hasta ahora. Citromax, que tiene dinero suficiente para comprar pulseras telemáticas para controlar a los cosecheros y que le sobran recursos para establecer un programa propio de prevención de robos de fruta fresca, parece no poseer fondos a la hora de evitar atentar contra la calidad de vida de los tucumanos.Ahora será el municipio de Monteros el que

tenga que sufrir las consecuencias del deterioro ambiental provocado por Citromax, empresa controlada por capitales extranjeros. El aire se tornará pestilente, los insectos proliferarán como plaga y los ríos enturbiarán sus cauces. Y los gobernantes, como siempre, nos darán la espalda.

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Las aguas bajan turbias

Tucumán también es un Uruguay para nuestra hermana provincia de Catamarca. Puntualmente son las autoridades de la Universidad Nacional de Tucumán quienes, al consentir con el saqueo minero y la destrucción del espacio vital catamarqueño, generan situaciones en las que hacen colisionar al dinero contra la salud. Al ser cómplices de la destrucción a cambio de una dádiva (pues el dinero que queda en el país es muchísimo menos del que generan las gigantescas mineras) sentaron un precedente para que los atropellos sigan ocurriendo. Los uruguayos no pueden poner otra Botnia porque ello implicaría darle motivos a Argentina para detener el emprendimiento, pero los catamarqueños –que no gozaron ni siquiera de un fallo salomónico de la Corte

de La Haya– corren peligro de que se desarrolle

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La minería según Diamond

Jared Diamond, en su crítica a la minería (Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen.), señala que un serio problema medioambiental ocasionado por la minería del metal es “la contaminación del agua con los propios metales, los productos químicos empleados para procesarlos, los drenajes de aguas acidas y los sedimentos. Los metales y los elementos metalíferos de la propia veta –sobre todo el cobre, el cadmio, el plomo, el mercurio, el cinc, el arsénico, el antimonio y el selenio– son tóxicos y suelen producir problemas porque acaban en los arroyos cercanos y llegan a las aguas subterráneas como consecuencia de la actividad minera. […] Unos cuantos productos químicos utilizados en la minería –como el cianuro, el mercurio, el ácido sulfúrico y los nitratos procedentes de la dinamita– son también tóxicos. Más recientemente se ha comprobado que, en el proceso de extracción, cuando los vertidos de aguas acidas procedentes de vetas que contienen sulfuro entran en contacto con el agua y el aire, ocasionan una grave contaminación del agua y dejan escapar metales.” El mismo autor anota: “la industria minera del metal constituye un ejemplo excelente de cómo un negocio que promueve sus propios intereses a corto plazo por encima de los del público revela ser a largo plazo contraproducente y conduce el sector a la extinción.”


otro proceso de saqueo y destrucción como el de La Alumbrera. De hecho éste ya está en marcha y se llama “Agua Rica”, un repudiable proyecto que hasta pretende barrer con la población entera de Andalgalá.La contaminación se realiza a paso lento pero en

un modo firme y sin obstáculos. Ignorando completamente la ley 24.051 que controla el problema de los residuos peligrosos, las autoridades de la UNT y del YMAD, basándose en estudios que ellos mismos auspician, aseguran que son falsas todas las acusaciones contra las empresas extranjeras que operan en los yacimientos catamarqueños de Agua Rica y Bajo de la Alumbrera, pues los estándares de salud establecidos por el tucumano SIPROSA –y hechos a medida de la minera– no se ven afectados. Para la gente de la UNT y del YMAD, la contaminación de las aguas no se produce por las técnicas rapaces de explotación que utilizan las mineras, sino que, por ejemplo, el comprobado aumento del grado de alcalinidad en el agua del canal DP2 no es culpa de las minas, sino que son las citrícolas y los ingenios los responsables, ya que esas industrias arrojan sus desperdicios en dicho canal. Julián Rooney, director de la empresa que

explota el yacimiento de Bajo de La Alumbrera, fue desprocesado penalmente por una violación a la ley federal 24.051. No sería extraño que la universidad tucumana –casa de estudio cuya mayoría de investigadores optan por ser serviciales a las empresas que los subsidian, antes que aventurarse por los caminos de la ciencia y la

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crítica– le otorgue a Rooney un doctorado honoris causa o algo similar por encabezar una empresa tan “ecológica” y con tanta y tan “generosa” responsabilidad social.

El Riachuelo de Tucumán

Los vecinos de la zona de San Felipe que viven cerca de la planta depuradora de efluentes que la SAT administra conviven con una verdadera trampa mortal. Pese a que la justicia investiga si existe

contaminación en el Canal Sur, basta con taparse la nariz (pues los olores que emanan desde allí son insoportables) y acercarse un poco hasta la orilla de dicho canal para observar el caos: la materia fecal, los pañales usados, las botellas rotas y toda clase de desechos que flotan en esas aguas negras, incluyendo los residuos que los camiones sanitarios llevan desde los hospitales, los sanatorios, las veterinarias y los laboratorios tanto de San Miguel de Tucumán, como de Alderetes y Banda de Río Salí. Todo ello llega hasta el río Salí –y se suma a los desechos arrojados por las citrícolas, los ingenios y otras fábricas–, contaminando violentamente toda la cuenca, volviendo al agua nociva para el riego y para el consumo animal.Recordemos que la planta de San Felipe fue

inaugurada en 1981, durante la gobernación del general Merlo, y que durante mediados de los noventa y principios del 2000 la Comisión Nacional de Energía Atómica intentó llevar a cabo

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un proyecto para convertir a San Felipe en una moderna planta de irradiación de barros cloacales, pero por diversos motivos dicho proyecto no prosperó. Desde que la SAT administra el suministro de agua en la provincia, la planta de San Felipe jamás funcionó. Como consecuencia el terrible Riachuelo tucumano va tornándose cada día más obscuro y peligroso para todos los seres vivos que sufren la desgracia de estar cerca de él.

Conclusión

El suministro de agua en Tucumán se ejecuta a través de un sistema mixto, es decir, el agua que las industrias y los ciudadanos tucumanos consumimos proviene tanto de fuentes superficiales como de fuentes subterráneas. Sin embargo ambas fuentes están en serio peligro de contaminación o están ya contaminadas peligrosamente.Es posible constatar que la calidad del agua en la

provincia se encuentra amenazada y afectada por la actividad poco regulada de las grandes industrias. Tanto la industria del citrus como la del azúcar pervierten las aguas superficiales, mientras que es la minería de la limítrofe Catamarca la que atenta contra la calidad de las aguas subterráneas. En el departamento Chicligasta, el agua está

notoriamente contaminada. Allí no sólo los ingenios contaminan las aguas para riego y uso doméstico, también lo hacen las diversas citrícolas, sin contar que además la infame Minera

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La Alumbrera contribuye perversamente a empeorar la situación, siendo culpable del aumento de los niveles de metales pesados por cada litro de agua, lo que pone seriamente en riesgo a todos los pobladores de la región: es pública la disputa que llevan a cabo los vecinos de Concepción en contra de minera La Alumbrera, que desde hace unos años viene envenenando las napas freáticas cercanas al área de la sureña ciudad a través del incremento de los niveles de minerales como el estroncio, el cobalto, el aluminio y el uranio en las aguas.La red de agua del Sur no garantiza la salud de

los pobladores y contra ello las autoridades permanecen pasivas. Este gobierno ha hecho poco en materia hídrica. Para ocuparse del dique La Angostura esperaron hasta que la situación se volviese crítica, y sobre el desarrollo de los postergadísimos proyectos del Dique Potrero del Clavillo y del Dique Potrero de las Tablas no ha habido nada más que promesas para el futuro.En los próximos años los tucumanos no

deberíamos olvidar que cierto sector agroindustrial y la UNT, con la complicidad de los organismos estatales de fiscalización que permiten más de lo que prohíben, son responsables de atentar contra la calidad del agua (y, por ende, contra la vida) para generar grandes sumas de dinero que benefician a muchas menos personas de las que perjudican.

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TIERRA

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LA TIERRA YERMA

El Chernóbil tucumano

Los tucumanos conocemos la lamentable historia del depósito de desperdicios y deshechos conocido como “Los Vázquez”. En unos años el lugar se convirtió en un tumor maligno para Tucumán: se supo que la recolectora de residuos Transportes 9 de Julio arrojaba irresponsablemente toda clase de desperdicios patógenos provenientes de hospitales y centros médicos públicos, clínicas privadas, y veterinarias (actualmente buena parte de los residuos con esas características se arrojan impunemente en el Canal Sur, el Riachuelo provincial). La Justicia Federal, temiendo que la basura de Los Vázquez contamine al vecino río Salí, decidió clausurar el predio. Consiguientemente el gobierno de Alperovich trató de resolver la situación habilitando un nuevo megabasural, el infame “Pacará Pintado”.A Pacará Pintado se lo presentó como un espacio

seguro, administrado por la empresa Servicios y Construcciones La Banda SRL (cuyo mayor responsable es Mario Criado, un hombre a quien el concejal José Luis Avignone lo ha vinculado con la represión ilegal de la década de 1970). Esta empresa se comprometió a someter a la basura a diversos procesos con el fin de reciclar todo lo reciclable y con el fin facilitar el degradamiento de todo lo degradable. Sin embargo la falta de

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La basura sobre la alfombra

El 24 de agosto de 2009 se firmó en Casa de Gobierno un convenio para que siete populosos municipios tucumanos (Capital, Alderetes, Banda de Río Salí, Las Talitas, Tafí Viejo, Lules y Yerba Buena) obtengan una solución a sus problemas relativos al manejo de residuos sólidos urbano: Overá Pozo.Este predio está ubicado en el departamento Cruz Alta, en el Este tucumano. Los vecinos de las localidades aledañas –entre las que se cuentan Los Ralos, Las Cejas, Lapachito, Ramada de Abajo, Tala Pozo, La Virginia, Los Pérez, Finca Mayo, Cañete, Piedrabuena, San Agustín, Monte Redondo y Estación Aráoz– se han opuesto a la decisión del gobierno, pues, con mucha razón, temen que el nuevo basural devenga algo parecido a Los Vázquez o a Pacará Pintado.Los vecinos autoconvocados, un frente amplio policlasista y multisectorial, rechazaron la medida arguyendo que en la cercanía de Overá Pozo hay escuelas y CAPS que sufrirán más que nadie la proliferación de alimañas portadoras de enfermedades y la invasión de olores nauseabundos que azotaran a la zona. Sostienen, a su vez, que los pozos de agua caerán en la inanidad al contaminarse con los efluentes líquidos provenientes de las montañas de basura que amenazan arruinar el paisaje, y muchos vecinos se verán obligados a someterse a un indigno régimen de racionamiento de agua. Y los emprendimientos productivos agrícolas (medianos y pequeños en su totalidad) también serán profundamente afectados por la decisión del gobierno. El asunto es tan grave que hasta sobrepasa los límites provinciales y genera preocupación en los pobladores de las localidades santiagueñas cercanas a Overá Pozo.


seriedad con la que se manejó S. y C. La Banda, sumado al hecho de que el predio fue desbordado, hizo de Pacará Pintado la zona cero de la batalla de los tucumanos contra la corrupción y la demagogia.En octubre del año pasado

se desencadenaron una serie de sospechosos incendios en Pacará Pintado. Los responsables del predio inventaron toda clase de hipótesis para explicarlo: dijeron que fueron productos de las condiciones climáticas, que hubo un accidente, que alguien vulneró su sistema de seguridad, que alguien desde adentro saboteó a la planta, etc. (les faltó decir que unos extraterrestres atacaron las montañas de basura), pero nunca supusieron que los repentinos incendios se organizaron para eliminar pruebas, ya que se avecinaban los peritajes ordenados por la Justicia Federal para determinar la peligrosidad de Pacará Pintado.

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De todos modos ya se sabe que la colapsada Pacará Pintado va por el mismo camino que Los Vázquez, por lo que ahora el nuevo problema se llama “Overá Pozo” [ver recuadro]. Este nuevo predio debió de haber sido producto de una licitación pública nacional, pero la empresa S. y C. La Banda se adjudicó el negocio por contratación directa. Ambientalistas de Tucumán y de Santiago del Estero trabajan en conjunto para que Overá Pozo no repita la triste historia de sus dos antecesores. Alfredo Montalván, el secretario de Medio

Ambiente de Tucumán, aseguró que sólo el 30% del predio en el oriente de la provincia se destinará al acopio de basura, cediéndole el resto del espacio a la Estación Experimental Obispo Colombres con el propósito de que realicen investigaciones que contribuyan al desarrollo de la zona. Lo cierto es que todos los vecinos afectados

temen que ese límite se exceda –como ocurrió en Pacará Pintado, en donde las 4 hectáreas originales destinadas al basural se expandieron en poco tiempo hasta convertirse en 12. Se teme que el nuevo megabasural manche el aire, ensucie las aguas y destruya la tierra. Por disposición de las autoridades se gesta así lenta y silenciosamente en el Este tucumano una catástrofe producto de las negligencias y la falta de gestión, que debería ser similar a la de Chernóbil en su impacto en el imaginario social, pero que gracias a los manejos oficialistas termina enmudeciendo.

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Los chernovillanos

La planificación del gobierno provincial para resolver la problemática concerniente a los residuos sólidos urbanos es completamente defectuosa. Sabiendo perfectamente ello, desde el edificio de San Martín y 25 de Mayo han optado por la solución más simple y que menos dificultades les genera: pasarle el problema a otro. En efecto, el costo político de todo esto parece que alcanzará una dimensión enorme, pues el Poder Ejecutivo provincial ya se lavó las manos: la derogación de la ley 7.622 y –como consecuencia– la aprobación de la ley 8.177, implica que la responsabilidad legal sobre el asunto caerá en el terreno de los municipios y de las comisiones rurales, exonerando de antemano al gobernador por los negocios que él impulsa. Por ese motivo Alberto Olea (intendente de Monteros), Osvaldo Morelli (intendente de Concepción) y José Orellana (intendente de Famaillá) fueron procesados por la Justicia Federal acusados de haber cometido delitos ambientales, al permitir el desarrollo de basurales a cielo abierto, que contaminan los ríos cercanos, y ponen en riesgo a la población asentada en las vecindades de los mismos.Olea zafó tras ser acusado de pauperizar la calidad de las aguas del río Pueblo Viejo, Morelli tuvo igual suerte después de haber sido denunciado por el estado del río Gastona. A Mario Criado, el Señor de las Moscas de Pacará Pintado y Overá Pozo, nadie se ocupa en cuestionarlo –y

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difícilmente se puedan llevar a cabo acciones efectivas contra Domingo Amaya y los otros seis intendentes. Y el chernovillano más grande, nuestro gobernador José Alperovich, se las ingenió para tener las manos limpias.

A cielo abierto y a futuro cerrado

Cuando colapsó el basural de Los Vázquez y se abrió el de Pacará Pintado, el gobierno provincial asumió la tarea de eliminar paulatinamente a los casi 400 basurales a cielo abierto que se registraban en el territorio local. Sin embargo poco se ha hecho para que ello ocurra, y se estima que el número de basurales aumentó en lugar de reducirse.La agencia de noticias Primera Fuente reflejó la situación describiendo el caso del basural existente en la comuna rural de Delfín Gallo. En esa pequeña localidad un vertedero de basura arruina el paisaje, poniendo en riesgo a las personas, plantas y animales que se le aproximan. Lo irónico es que dicho basural está a sólo unos metros de un CAPS, resaltando así la oscilación entre salud y enfermedad en la que vive día a día nuestra provincia.Así como Overá Pozo va camino a convertirse en un nuevo y silencioso Chernóbil provincial, así también cada basural a cielo abierto infecta el territorio tucumano. Los basurales están en todos lados, tanto en zonas rurales como en el interior de los espacios urbanos. En San Miguel de Tucumán son numerosísimos. Uno muy

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vergonzoso, por ejemplo, es el que nace y renace en el Parque de la Memoria, ubicada en la avenida Roca.Desde que se puso en marcha el Plan Argentina Trabaja, comenzaron a pulular numerosas cooperativas subvencionadas por el Estado, cuya actividad consiste en ofrecer servicios de limpieza en los espacios públicos. Con mayor o menos eficiencia, las cooperativas cumplen sus tareas, pero muchas de ellas contribuyen a producir nuevos basurales, pues arrojan lo que recogen en determinados lugares, y luego se desentienden del asunto.Como otro causante de daño ambiental también están los cirujas –los miles de tucumanos que han convertido a la basura en su fuente de ingreso ante la imposibilidad de conseguir trabajos menos precarios–, que manejan residuos sólidos urbanos con total irresponsabilidad, pues a ellos no les corresponde manejar ese asunto.

Conclusión

La caótica situación de la disposición final de la basura en Tucumán es un problema en el que también tiene participación el grueso de la sociedad civil. Quienes recorrieron el Parque 9 de Julio el día después de la celebración de la fiesta de la Independencia Nacional se toparon con un escenario horroroso, como si se hubiese colocado una bomba en el pie de uno de los Ñuñorcos de basura que hay en Pacará Pintado y todos los desperdicios y deshechos hubiesen volado por los

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aires. La situación se repite todos los días posteriores a las celebraciones masivas (como el Día del Niño, el Día del Estudiante, etc). Ello deja en evidencia la falta de conciencia ciudadana de los tucumanos, que tratan a su ciudad como si no fuese su casa.Evidentemente el Estado provincial debería montar una estrategia para sugerirle a la población que erradique ese hábito. Pero en una provincia donde los líquidos cloacales afloran a las superficies e invaden el interior de las casas, en una provincia en donde las industrias contaminan el aire y las aguas sin sufrir sanciones, en una provincia en donde se impulsa una falsa conciencia ambiental, en una provincia donde hay muchas sanciones oficiales pero ninguna recompensa, ¿es lícito pedirle a la gente que haga lo que sus autoridades se niegan a hacer?

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FUEGO

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LA VERDE ANTORCHA DE PROMETEO

Energía y agricultura

Con la excusa de que es necesario cambiar el paradigma energético internacional, la industria de los biocombustibles vive una explosión mundial de innovación incesante y es la que crece a mayor velocidad, mucho más rápido que las telecomunicaciones, la electrónica y la informática. En países como EEUU permanentemente se inauguran plantas para la fabricación de etanol, lo que se traduce en una lucrativa industrialización de lo producido por los farmers.Tucumán no es un territorio ajeno a esa realidad,

y por tanto aquí se avanza en la producción de esos mismos biocombustibles. Lo que concretamente se fabrica en nuestra provincia es el bioetanol, un alcohol que se produce a partir de la caña de azúcar.Los biocombustibles tucumanos tienen dos

propósitos: frenar el aumento del precio del petróleo crudo –evitando así la caída del consumo, al mismo tiempo que contribuyen a generar la escasez del azúcar o el aumento de precios ante una demanda que supera a la oferta–, y fabricar un disfraz verde que sirve para que la ciudadanía crea que, al utilizar biocombustibles, está ayudando al medio ambiente.

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El nuevo petróleo

Los aclamados biocombustibles no son más que una excusa que tienen las pandillas económicas multinacionales para producir más ganancias. El asunto no es complicado de entender: puesto que pareciera que en cualquier momento ocurrirá una catástrofe ecológica, producida por la “inconciente” humanidad que a lo largo de su historia ha procurado desplegarse alrededor del mundo sin temor a destruir el medio ambiente, ahora es urgente que en todo el mundo se tomen medidas drásticas (o al menos que aparenten ser drásticas) con el fin de evitar el cataclismo. Tanto las derechas como las izquierdas hacen uso de los argumentos ecologistas, porque el apocalipsis no respeta clases sociales.Toda esa retórica alarmista tiene efectos

positivos (como la mayor concientización en temas ecológicos por parte de la población) pero también negativos (como el oportunismo de los capitalismos más salvajes para encontrar negocios jugosísimos con sólo apropiarse del discurso verde).Sobran los estudios

realizados por investigadores independientes que, al recontar toda la energía que se emplea en

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Biocombustibles: dulces mitos y amargas realidades

Los biocombustibles son llamados por sus defensores “energías alternativas, renovables y limpias”, y son la apuesta febril del momento. Pero, en rigor, los biocombustibles no son una “alternativa” al petróleo, ya que el consumo de este combustible fósil en la producción y distribución de los biocombustibles sólo aumenta la dependencia al mismo que ya existe en el mundo. Tampoco son “renovables”: si se considera el ritmo con el que actualmente se los consume y la cantidad de tierra disponible para cultivos queda en evidencia que se va camino a agotar la fertilidad del suelo. Y no se puede asegurar que sean “limpias”, puesto que emiten ciertas cantidades de óxido de carbono y de óxido nitroso cuando combustionan.


fabricación de fertilizantes, en sistemas de riego automático, en producción de semillas genéticamente alteradas, en construcción y funcionamiento de maquinaria, y en todos los demás factores que intervienen en la producción de biocombustibles, terminan arrojando un balance negativo: el pretendido ahorro de combustibles fósiles es una mentira. Y aún aunque se consiga mejorar esa situación queda en pie otra más grave: la caña de azúcar que se hace bioetanol y se quema en el motor de un vehículo con motor sustituye a la caña de azúcar que se hace azúcar y termina en el estómago de una persona.El azúcar se va convirtiendo en un nuevo

petróleo, como le ha sucedido al maíz en EEUU. Ahora la caña no alimenta hombres sino máquinas.

Un disfraz verde

Hay muchos que salen beneficiados de la instalación del concepto de “biocombustible” en el imaginario social. Las industrias que fabrican vehículos motorizados pueden mantener sus ventas sin invertir ni un centavo en investigación y desarrollo de nuevos motores que no recurran a la combustión. Las petroleras pueden conservar sus redes de distribución y seguir controlando todo el asunto desde atrás de la mirada de la opinión pública. Las corporaciones financieras pueden generar una nueva burbuja desde la cual especular. Pero son las grandes agroquímicas y las

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grandes biotecnológicas las que más ganan, pues para alterar la caña y otros productos agrícolas con el fin de hacer biocombustibles más eficientes (que a su vez hagan menos eficiente, o incluso inservibles, a esos productos para alimentarse) se requiere de grandes inversiones, que son retribuidas con grandes sumas de dinero.El sufijo “bio” de los biocombustibles no es más

que un artilugio mercadotécnico, ya que aquellos no provienen de la agricultura ecológica (familiar y de mediana escala) sino que lo hacen desde la agricultura corporativa, más contaminante e intensiva que cualquier otro tipo de agricultura.

El agronegociado

Los biocombustibles, fachada verde para justificar la alianza de corporaciones voraces, se dividen en dos grupos: el biodiesel (fabricado a base de aceites) y el bioetanol (fabricado a base de alcoholes). Hasta la llegada de los Kirchner, Argentina era

un país muy cerca de la autosuficiencia energética. Iniciado el kirchnerato, el abastecimiento de energía se convirtió en uno de los principales problemas. Consiguientemente la industria del bioetanol presionó para que el parlamento nacional sancione una ley que haga obligatorio el uso de un determinado porcentaje de alcohol por cada litro de nafta, lo que logra que la demanda de bioetanol esté garantizada y no dependa de los caprichos del mercado.

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Lo problemático aquí es que esa obligatoriedad no es sólo una disposición nacional, sino que es un asunto global. Así, los países que integran la Unión Europea, por ejemplo, están obligados a importar biocombustibles en los próximos años para cumplir con la reglamentación tendiente a reducir las emisiones de CO2 (cosa que, dicho sea de paso, no es del todo seguro que lo haga). Y deben importarlos porque ellos no pueden producirlos dadas las condiciones de sus campos de cultivo y la cantidad de vehículos a los que deben abastecer.Lo cierto es que la Unión Europea aún no

estableció si los biocombustibles que van a importar masivamente serán biodiesels o bioetanoles. Y este es el motivo por el que los gigantes azucareros (y países como el nuestro) están acelerando su producción de bioetanol y condicionando los campos para demostrarles a los europeos que lo que les ofrecen es lo que ellos buscan. En esta nueva década, paulatinamente, el Primer Mundo va a llevarse los biocombustibles y también el azúcar que si pueden pagar, dejándonos a los países periféricos dispuestos al desenfreno por el alimento (para consumir o vender), obligándonos a erosionar los lazos solidarios que son la base para construir una sociedad en la que la justicia no sea sólo una ilusión.

El hambre por la tierra

Los biocombustibles generan una gran codicia por la tierra cultivable. En Tucumán tenemos el

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ejemplo de los cañeros independientes a los que se demoniza por utilizar la quema de caña como técnica de cosecha. Es de ilusos pensar que los grandes operativos destinados a detectar esos incendios son impulsados por el gobierno porque les interesa la salud de la población (si de verdad les interesara empezarían por arreglar el conflicto con los trabajadores de la salud autoconvocados). Toda la persecución contra los pequeños y medianos productores rurales que queman caña para cosecharla de un modo barato tiene por propósito arrebatarles los minifundios que éstos poseen y entregárselos a los ingenios, para que mecanicen y transgenicen el campo, y produzcan así mayores cantidades de caña destinada a ser transformadas en bioetanol. Pues para lograr un litro de ese alcohol hace falta emplear mucha más caña que para conseguir un kilo de azúcar, y los volúmenes de producción final de los cañeros independientes siempre son y han sido menores que los de los ingenios.Mientras más intensivo se vuelva en Tucumán el

cultivo de caña de azúcar, más se desertificará esta frágil tierra subtropical, y el dióxido de carbono (absorbido por las plantas y transformado por ellas en oxígeno que nosotros consumimos) se acumulará en la atmósfera, pues la cantidad de verde que lo sintetiza y lo torna oxígeno no será la misma que ahora.

El hambre de los cuerpos

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Al ir por la caña, las pandillas capitalistas arrasan también con el azúcar. El azúcar es un elemento más de la Canasta Básica de Alimentos. En Argentina se la consume a diario, directamente (generalmente para endulzar bebidas) o indirectamente (hay toda clase de productos como golosinas, gaseosas, etc. que no pueden renunciar al azúcar sin alterarse drásticamente). Esto quiere decir que la demanda del producto es constante en el mercado nacional.Actualmente la economía del país se encuentra

sumergida en un proceso de naufragio inflacionario, lo que habitualmente suele generar que crezca la especulación con los precios de los comerciantes y proveedores. Este es un motivo por el que falta azúcar para los consumidores –y por el que los precios de la misma se inflaron exageradamente–, pero también intervienen otros factores que explican la situación. Entre ellos está el aumento de las cantidades de exportación, lo que supone la reducción de la accesibilidad al producto para el consumo fronteras adentro.Ahora bien, ¿por qué creció la exportación? La

respuesta es simple: porque hay más demanda, y como está bien remunerada, al productor local le conviene vender el azúcar al exterior y ganar más dinero del que ganaría comercializando su producción dentro del país.Pero, ¿por qué en el extranjero se compra más

azúcar que antes, a precios mayores que los pagados hasta ahora? Responder esta pregunta es un poco más complicado. En primer lugar hay que tener en cuenta que los tres mayores productores

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de azúcar del mundo (Brasil, Australia y Tailandia) siembran cada vez más caña de azúcar pero producen cada vez menos azúcar. Esto se debe a que una parte importante de su caña la emplean en la fabricación de bioetanol. La fabricación de los famosos biocombustibles obliga a las industrias a reorganizar sus recursos. Esto hace que las potencias azucareras no cubran la demanda mundial como lo hacían antes, y los países centrales –que son los que más azúcar consumen– compren a otros países. Por ello el fenómeno de la escasez no es sólo argentino, sino que acontece en prácticamente todos los países en los que el cultivo de caña de azúcar es una actividad significativa.

Conclusión

Los biocombustibles –o sea el reemplazo de la actividad agrícola destinada a producir alimentos por una destinada a producir energía– son parte de una estrategia genocida que los países centrales llevan a cabo contra nosotros los periféricos. Nos dicen que siguiendo el camino que ellos han marcado nosotros también llegaremos al desarrollo en el que ellos viven, pero la verdad es que ellos viven así porque nos tienen a nosotros para ser sus sirvientes, sus basureros y sus ratones de laboratorio, pues a la escalera con la que ellos llegaron a la cima hace mucho que ya la patearon para que nadie más los siga. Frente a la ofensiva verde de las pandillas

capitalistas, compenetrarse un poco más con la

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realidad local y tratar de comprender más a fondo la situación en la que se vive no parece una mala idea. La domesticación de la tecnología, la recuperación popular del fuego que Prometeo les robó a los dioses, es una cuestión clave. Puesto que la tecnología tiene un doble filo –es decir así como se puede manipular una sustancia para hacer remedios, con la misma se pueden hacer venenos– es preciso que la tecnología sea vigilada a fin de no ser utilizada para fines perversos, como la acumulación de capital. La tecnología puesta al servicio del dinero y no de las personas es una tecnología esclavizante, la versión opuesta le confiere la capacidad de ser una fuerza liberadora.

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AIRE

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MALOS AIRES

Nubes tóxicas

Las habituales quemas de cañaverales –si se dejan de lado los incendios naturales– son casi siempre ocasionadas por los propios productores, como una técnica de cosecha. El tema es simple: mediante la quema, los cañeros poseen un modo muy barato de realizar la cosecha de su producto. Además está el hecho de que el fuego elimina la maloja, lo que hace que la caña pierda masa y ello permite amontonar mayores cantidades sobre las rastras, logrando disminuir la cantidad de viajes desde los minifundios hacia los ingenios. Ahora bien, es cierto que la quema de caña no

favorece al mantenimiento de un ambiente saludable, como también es cierto que entre sus efectos nocivos se encuentra la contribución a la generación de enfermedades dérmicas, oculares y respiratorias. Sin embargo la carbonilla de la quema de cañaverales es sólo un factor contaminante entre otros, que se suma al hollín que producen los ingenios (y que no es sometido a controles eficientes por parte de los gobiernos), al polvo en suspensión (producto de la erosión del suelo producido por la deforestación histórica) y al smog de las ciudades (que los miles de automóviles y demás medios de transporte con motores a combustión producen). Cuando en 2006 el fiscal Antonio Gustavo Gómez dijo que

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“Tucumán es un caso emblemático de suicidio por contaminación ambiental” se refería a la coincidencia de todos esos factores –adicionados a la acción de las mineras.

Algo huele mal en Tucumán

Es particularmente curiosa la situación de ciertos ingenios a los que se los acusa de estar emitiendo olores nauseabundos e insoportables. Estos ingenios, según trascendió a través de la prensa local, son La Corona, La Trinidad y La Florida. La situación es exactamente igual en el ingenio Santa Rosa y en el ingenio Santa Bárbara.

Ahora bien, ¿qué tienen en común estos cinco ingenios? Pues que todos ellos están abocados a la fabricación de alcohol para mezclar con naftas, es decir, todos ellos tienen programas de producción de biocombustibles.

Los culpables de los malos olores son tanto los piletones a cielo abierto donde arrojan la pestilente vinaza como las destilerías que expiden vapores cargados de residuos químicos durante el procesamiento de la caña. Con esto queda en evidencia que los industriales han hecho más esfuerzo por poner en jaque a los pequeños y medianos cañeros que por sacar del jaque a los tucumanos que tienen la desgracia de habitar en la cercanía de sus fábricas contaminantes.

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La dueña de la ciudad

El siguiente texto es un extracto del artículo “Tucumán: contaminación sonora, dueña de la ciudad“, que fuese publicado en el diario El Siglo:

Bocinazos, frenadas, sirenas de ambulancias, música en los puestos ambulantes y el escape de los automóviles son algunos de los innumerables ruidos a los que el ciudadano está expuesto diariamente. Desde hace algunos años el microcentro se ha transformado en una jungla de sonidos ensordecedores que pueden ocasionar problemas de la salud.Los números que maneja la Dirección Provincial de Saneamiento Ambiental (Dipsa) son contundentes acerca de este problema: por semana reciben unas 20 denuncias por ruidos molestos en la vía pública. Pero el dato que más llama la atención es que de esa cantidad 15 son de vecinos que viven en el radio del microcentro.[…]El arquitecto Guillermo Gonzalo es especialista en acústica y profesor en un magíster organizado por la facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) y contó que durante uno de sus cursos pidió a tres jóvenes arquitectos extranjeros que digan qué es lo que más les sorprendía del centro de la ciudad.“No pudieron creer el nivel ruido que había, especialmente el que proviene del pregón

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ambulante, una costumbre que es tan latinoamericana”, sentenció el profesional.Gonzalo consideró que el problema es una cuestión cultural y se agrava a medida que las ciudades van creciendo. Para él la solución puede darse de dos maneras: aplicando las leyes vigentes y disminuyendo el ingreso de automóviles al microcentro.“Me acuerdo que cuando era chico mis profesores del colegio nos decían que salgamos en silencio. Hoy son un griterío las salidas de las escuelas”, agregó.La creación de vías alternativas para el tránsito es otra de las posibles soluciones que plantea el especialista quien hace varios años decidió evitar ingresar al centro ya que le resulta intolerable esta cuestión.Hasta hace un tiempo atrás había carteles que le advertían al conductor sobre los bocinazos. “No tocar bocina, evite multas”, decían estos avisos que ahora ya no existen en la provincia.

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CONCLUSIONES

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UN MANIFIESTO POR LA JUSTICIA AMBIENTAL

“En una mano caben cinco dedos,entre los dedos un puñado de semillas

y en las semillastodos los bosques del verano”

Manuel Serrano Pérez: Morir a sabiendas, p. 63

Tucumán, que siempre se ha caracterizado por arder cuando las tiranías azotan, cuando los corruptos agobian, cuando los delincuentes gobiernan, hoy no lo hace. Tucumán no arde, sino que se quema. Y se quema lentamente en el fuego de la demagogia, de la plutocracia y de la miseria que generan una crisis ecológica. Frente al afianzamiento del empleo utilitarista y

tecnocrático de las consignas del ecologismo por parte de las pandillas económicas neocoloniales, se ha vuelto imperioso transformar las normativas regulatorias vigentes en temas ambientales con el doble propósito de asegurar la equidad para todas las personas que pueblen actualmente la faz de la tierra, y de garantizar la igualdad de oportunidades para todas aquellas por venir.La producción y el derrame de sustancias

venenosas, vale decir la existencia de deshechos tóxicos y peligrosos, que amenazan el derecho fundamental a gozar de aire, de suelo, de agua y de alimentos sanos debe llegar a su fin.

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Para ello es necesario compenetrarse y comprometerse con la realidad local, conocer quienes son los que degradan la calidad del medio ambiente y por qué motivo lo hacen, y actuar bajo las banderas de la responsabilidad y la fraternidad. La naturaleza no es una mera canasta de

recursos, de la cual podamos servirnos libre y rapazmente. Toda conciencia ecológica debe ser construida con el objetivo de agudizar la crítica sobre los hábitos de consumo, pero también con la finalidad de repensar los procesos productivos, los trabajos investigativos y las prácticas educativas. Es decir, es necesario que la concientización ambiental devenga una verdadera “ecosofía”. Sólo así la justicia, el darle a cada uno lo que le corresponde, podrá imponerse frente a la fuerza de unos pocos que pretenden apoderarse de todo. Frente a la lógica del Dinero, en definitiva, hay

que comenzar a contraponerle la lógica de la Vida.

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el jardin desflorado

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