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23 Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. V. No. 15 Mayo / Agosto de 1999 Es Profesor Investigador de la Universi- dad de Zacatecas. [email protected] El individuo y la complejidad. Una perspectiva espacio-temporal sobre la acción social y política Manuel Cedeño del Olmo Introducción: La complejidad, entre lo micro y la estructura social Este trabajo pretende de- mostrar que, como conse- cuencia de las posiciones parciales que se pretendie- ron universales, sobre todo 1 Para acotar mis supuestos me referiré someramente al pro- blema de la relación micro-macro y a los valores políticos en el mun- do occidental, mismos que han te- nido un importante desarrollo; no es posible en este espacio tratar cada uno a profundidad, por lo que esbozaré las ideas principales. Este trabajo discute las fronteras que tienen algunos conceptos en sociología y en ciencia política para explicar la forma en que se desarrollan valores en otras sociedades. Para ello toma como punto de referencia la complejidad y la diversidad de sistemas sociales, situación que parece ser un signo de nuestro tiempo (o por lo menos más evidente) y que pone en tela de juicio temas como la racionalidad, el individualismo, la libertad y la democracia, entre otras cuestiones. De esta manera se consideró abordar dos esferas, una tiene que ver con los presupuestos en el debate micro-macro que se acercan a una situación espacio-temporal y la otra determina los elementos históricos que determinaron un tipo de sociedad occidental. en la sociología (con relación al indivi- duo) y en la ciencia política (los valo- res de igualdad y democracia), se ol- vidaron los retos que plantea la com- plejidad social. De ahí que los nuevos tipos específicos de relaciones, las es- trategias y actitudes políticas supon- gan, además, problemas que inciden en el núcleo duro de la teoría social. La explicación de los cambios en el sentido y nivel de relaciones invita a una revisión de los cuerpos concep- tuales y de las áreas más expuestas, ante el proceso de ampliación y des- doblamiento de las dimensiones de la vida social. 1 Este fenómeno, sobre

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23Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. V. No. 15 ❏ Mayo / Agosto de 1999

✦ Es Profesor Investigador de la Universi-dad de Zacatecas.

[email protected]

El individuo y lacomplejidad.

Una perspectivaespacio-temporal sobre

la acción social y política

Manuel Cedeño del Olmo✦

Introducción:La complejidad, entre lo microy la estructura social

Este trabajo pretende de-mostrar que, como conse-cuencia de las posicionesparciales que se pretendie-ron universales, sobre todo

1 Para acotar mis supuestosme referiré someramente al pro-blema de la relación micro-macroy a los valores políticos en el mun-do occidental, mismos que han te-nido un importante desarrollo; noes posible en este espacio tratarcada uno a profundidad, por lo queesbozaré las ideas principales.

Este trabajo discute las fronteras quetienen algunos conceptos en sociología y

en ciencia política para explicar la forma enque se desarrollan valores en otras

sociedades. Para ello toma como punto dereferencia la complejidad y la diversidad desistemas sociales, situación que parece ser

un signo de nuestro tiempo (o por lomenos más evidente) y que pone en telade juicio temas como la racionalidad, el

individualismo, la libertad y la democracia,entre otras cuestiones. De esta manera se

consideró abordar dos esferas, una tieneque ver con los presupuestos en el debate

micro-macro que se acercan a unasituación espacio-temporal y la otra

determina los elementos históricos quedeterminaron un tipo de sociedad

occidental.

en la sociología (con relación al indivi-duo) y en la ciencia política (los valo-res de igualdad y democracia), se ol-vidaron los retos que plantea la com-plejidad social. De ahí que los nuevostipos específicos de relaciones, las es-trategias y actitudes políticas supon-gan, además, problemas que incidenen el núcleo duro de la teoría social.

La explicación de los cambios enel sentido y nivel de relaciones invitaa una revisión de los cuerpos concep-tuales y de las áreas más expuestas,ante el proceso de ampliación y des-doblamiento de las dimensiones dela vida social.1 Este fenómeno, sobre

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el que llamaré la atención a lo largo de este ensayo, lo consi-dero producto de la creciente interacción entre diferentesuniversos. Universos que van desde un carácter cultural (porejemplo, los nacionalismos) hasta situaciones microsocialesinscritas en situaciones de lenguaje, de información, etc.

Al respecto, algunos autores engloban esta problemáticacomo parte de los efectos de los cambios naturales en las pro-piedades de los sistemas; otros la ven como la manifestaciónde rasgos (normalmente se busca hacerlos pasar como virtu-des) individuales que, en ocasiones, están empapados de cier-to radicalismo, donde se exalta el papel de las creencias, de laespontaneidad o de intereses expresados en formas diversasque tienen como eje un tipo de asociación temporal; pero entodos los casos, con virtudes o sin ellas, se encuentra un pro-blema de nuevas situaciones sociales y políticas.

La complejidad social determina explicaciones sobre im-portantes elementos de la realidad; de ahí la profundizaciónen el conocimiento de los efectos de la globalización y su tra-ducción en términos tanto de comunicación, como del peso desituaciones geopolíticas, etc. Es innegable que indican unarealidad con grados diversos de consistencia y diferenciaspero, al mismo tiempo, interrelacionado y complejo. Sin em-bargo, la forma que adquiere el cambio o el desarrollo permi-te cuestionar la vigencia de algunas teorías y la conceptuali-zación genérica de relación social, lo que incluye la naturale-za del orden y del cambio político.

El primer caso del limitado cambio conceptual (incluida ladiscusión sobre las fronteras en las disciplinas en cienciasocial) tiene que ver, por ejemplo, con la estrecha y rutinariaaplicación interpretativa sobre el significado de la acción obien sobre el vacío en el contenido de elementos que se supo-nían cohesionadores del mundo social, tales como la igualdado la justicia y los marcos de la libertad. Se trata de elementosque se refieren a derechos políticos en el mundo occidental,pero sobre los que cada vez hay mayor acuerdo en que pue-

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den resultar poco útiles para comprender las necesidadesdentro de la creciente diferenciación de actores o las diversasformaciones sociales.

El eje del mundo occidental, al excederse en la defensa delracionalismo, del utilitarismo y de un tipo de democracia,dejó fuera otras formas de asociación como son las dimensio-nes cultural, comunal y política. Pero, al cabo del tiempo, losmismos pensadores occidentales han retomado algunasincapacidades o inconsistencias teóricas del medio en queviven ante la preocupación del cambiante e interrelacionadomundo donde cohabitan valores diversos.

Sin embargo, el problema se ostenta como más grave ypareciera que la razón se ha vuelto en contra de las grandesteorías, situación que abre opciones a recursos paradigmáti-cos que privilegian el amplio espectro de decisiones en peque-ños átomos que irrumpen normalmente en contra de la vi-gencia de estructuras e instituciones que se pretendieronuniversales en el tiempo y el espacio. Me referiré por eso demanera sucinta a los escenarios de lo micro-macro y a la basede teoría política contemporánea que exaltó el individua-lismo. Se trata de dos factores complejos, por lo que esperono perderme y ocultar sin querer la dimensión propia decada uno.

En el enfoque sistémico contemporáneo ya se había adver-tido que los sistemas sociales son interacciones que contie-nen comunicaciones que, las más de las veces, no pueden sercontroladas; además tienden a generar multiplicidad depuentes y pistas donde se desarrolla la acción; esto es, sedetecta una creciente diferenciación entre sociedad e interac-ción (Luhman, 1994). En este argumento que considero cen-tral en ciencia social no me detendré mucho, aunque es unpuntal en mi problematización que más adelanto defino.

Esto quiere decir que las sociedades son cada vez más ca-paces de realizar los prospectos de un sistema grande, com-plejo y englobante que no puede estar limitado a las posibi-

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lidades de la interacción cara a cara; la interacción, por otrolado, también tiende a ser más compleja y requiere de dife-rentes opciones de estudio. Normalmente aquélla se encuen-tra presionada porque se hace cargo de responsabilidadesmultifuncionales y es claro que las interacciones pueden su-perar los retos de la complejidad por su cualidad adaptativa(situaciones diferentes que hablan de una capacidad evolu-tiva); pero ciertamente las interacciones deben verse a la luzde límites sociales para poder definirlas.

Ambos niveles, insisto, cada uno por su lado, se han vueltomás complejos. Si debemos reconocer esa realidad ¿qué zonasde la vida política ha tocado tal proceso? ¿quiénes y cómo tratande dar respuesta a esta situación multifuncional?

Uno de los ejes centrales del pensamiento de la moderni-dad es la racionalidad. Se trata de una acción privilegiadacomo principio de decisión pero, como en esencia es un enfo-que normativo que indica el sentido de las acciones e inten-ta predecir cómo se comportarán las personas bajo ciertasindicaciones, entonces sus referentes empíricos se encuen-tran anclados en una perspectiva que concibe al actor en for-ma unitaria. De ahí las aplicaciones de esa noción de unidada entidades políticas complejas, situación útil para encontraranalogías; sin embargo, se perciben fallos e insuficienciaspara explicar comportamientos colectivos, así como la cre-ciente diversificación de actores y asociaciones en un mundocomplejo.

Cabe decir que las metateorías construyeron sus camposde conocimiento con un individuo reflejado en esa sociedadde carácter unitario. Las clases sociales, los partidos políti-cos, diversas formas de organización corporativa, etc., sepensaron bajo una suerte de entidades uniformes y unidas,situación que soslayó la multiple combinación de intereses ycompetencias. En gran medida, el racionalismo, al cubrir consu halo utilitario la vida social, mitificó en forma automáti-ca la creatividad y disposición de los actores sociales.

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Para los críticos de las teorías de la racionalidad, la socie-dad no debe entenderse según el modelo de actor unitario. Setrata de una perspectiva atractiva porque sugiere la frag-mentación de decisores, lo que implica la presencia de factoressubjetivos determinantes de la relación social (Elster, 1991). Laopción interpretativa del enfoque se inscribe en la crítica alas grandes teorías presuponiendo condiciones diversas queevidencian la ausencia de uniformidad; entre éstas se en-cuentran: a) los problemas intrapersonales de suma de pre-ferencias y b) la posibilidad del autoengaño y otras formas defragmentación cognoscitiva. A partir de tales premisas puedededucirse la inviabilidad de la ingeniería social en gran esca-la, así como pensar que la elección en materia de decisiónpolítica se realiza en condiciones de radical indeterminacióncognoscitiva.

Ante esta situación, cuestiones como el caos y el desordenson un reflejo provocativo de formas de acción individual, peroconsidero, y en ese sentido argumentaré, que las disciplinasque en el pasado abordaban aquellos problemas no han sidodel todo flexibles en innovar dentro de sus mismos campos,como tampoco en una perspectiva interdisciplinaria másatenta a las condiciones concretas en que se despliega la ac-tividad social.

Como consecuencia del escaso acuerdo teórico, que correparalelo a las insuficiencias en torno del contenido y actua-lización de conceptos por los cuales se interpreten las dimen-siones en las que evoluciona el individuo y los márgenes a suacción, es que han aumentado las propensiones a determinarque la creciente complejidad de las acciones individuales for-ma parte del caos, es decir, de un nueva corrrelación entreorden y desorden (Balandier, 1990:11).2 En realidad se trata

2 Su argumento señala que la modernidad (que debería emparentarse con lanoción de conservar) determina que nuestro tiempo puede ser examinado, inter-pretado y organizado. La otra cara de la moneda la constituye la confusión y lainestabilidad; ahí, según el autor, hay una abundancia de lo nuevo que da oportuni-

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de una de las líneas, tal vez no la más importante ni la mejor,pero bastante efectiva, en la tónica permanente del contra-iluminismo (Berlin, 1989).

La realidad contemporánea no sin razón ha nutrido estaexpectativa. Por ejemplo, los regionalismos, los innumera-bles reagrupamientos sociales, las incapacidades de los par-tidos políticos para responder a nuevas aspiraciones ciuda-danas más actuantes, etc., contribuyen a una reflexión sobrelo que piensan los actores, preferentemente individuales ocon formas de asociación en pequeña escala que desarrollanactivas, aunque las más de las veces coyunturales, formas deacción para llevar adelante sus intereses.

Sin embargo, parece claro que entre las preocupacionesfundamentales en la ciencia social y en particular en la cien-cia política , la sociología o la historia, está la cuestión de vin-cular y desarrollar niveles de análisis tanto en el sentido deprocesos individuales, como en lo referente a las formas deorganización social de mayor escala. De ahí los esfuerzosactuales hacia la caracterización de las formas del cambio ode la continuidad de la acción social y sus elementos contin-gentes: la accción individual, el orden (incluida la cuestióndel poder, las reglas del juego y el cambio en las instituciones)y la vida social.

De acuerdo a esta consideración, que puede representar sise quiere una hipótesis, señalaría que el argumento centralde este trabajo es que periódicamente hay comportamientosque denominaría como desdoblamientos, que ensanchan losmarcos de la acción social y que impactan no sólo sobre elindividuo, sino sobre los valores y creencias políticas. Éstos gra-vitan en torno de problemáticas comunes en la ciencia políticao la sociología, como es el alcance de los conceptos de libertad,

dad a una libertad nueva y fecunda. En ese sentido, el desorden se vuelve creador.Entre esos dos polos, dice Balandier, “se sitúan las ignorancias, las interrogacio-nes, las dudas, los desconciertos, todo lo que puede llevar a un escepticismotrivial o a un nihilismo nefasto...”

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igualdad y derechos políticos pero, observado en forma es-trictamente teórica, se trata de la situación del individuo y sucapacidad cognoscitiva transformadora (Berlin, 1996:71).3

Para los autores modernos del caos, el orden y el desordenson las caras de una misma moneda y sostienen que la inver-sión del orden no implica necesariamente su derrumbe, demanera que se puede aventurar que el segundo puede servirde refuerzo o ser constitutivo de una nueva figura; es decir, elorden a partir del desorden. (Balandier, Op. Cit.:112). Natu-ralmente se trata de un argumento muy atractivo y rico encontenido, pero subyace la pregunta sobre si las ciencias so-ciales pueden ceder su terreno interpretativo en torno de laexplicación de la conducta en ámbitos sociales específicos, obien si pueden dialogar con una perspectiva digamos sobre lacapacidad “autónoma” del individuo (Nisbet, 1991).4

En el marco de este argumento pretendo señalar algunosde los aspectos dicotómicos y las magnitudes del debate sobrela vigencia y contenidos de conceptos. Para ello sugiero unareflexión sobre la ubicación espacio-temporal de los hechossociales; considero que no sólo permite líneas de comunica-ción entre disciplinas, sino que también coadyuva a determi-nar el cambiante radio de acción de los sujetos y ser legiblepara la construcción de conocimiento.

3 La crítica al liberalismo se basa en que ocultó al actor central que era sujustificación. Esta insuficiencia nos hace ver que la universalización de conceptostiene en realidad límites históricos o geográficos. Se trata de una problemáticaque tampoco ha sido superada por el marxismo en sus líneas prácticas de acción.Con respecto a la primera postura, los dos grandes movimientos de liberacióndel siglo XIX –el individualismo humanitario y el nacionalismo romántico– pensa–ban que todos los seres humanos podrían resolver sus problemas con los recur-sos intelectuales y morales a su alcance, pero las distintas escuelas de pensamien-to daban respuesta a distintos problemas... los conservadores y los socialistascreían en el poder e influencia de las instituciones y las consideraban como salva-guarda necesaria contra el caos, la injusticia y la crueldad.

4 En su obra sobre el progreso concluye diciendo que, a partir de tener encuenta la historia para recuperar las condiciones vitales del propio progreso, esnecesario que aparezca una cultura en cuya raíz se encuentre un profundo yamplio sentido de lo sagrado.

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Considerando estas premisas es que la exposición se divi-de en dos partes que tienen presente la caracterización de larelación entre individuo y estructuras o reglas. La primeraparte aborda los principales ejes en torno de la cuestión in-dividuo-estructura, que en la sociología ha dado lugar a la fa-mosa situación aparentemente dicotómica entre microsituacio-nes y macroestructuras; no señalaré los argumentos en pro o encontra que han enriquecido los términos del debate, sino lasnuevas aportaciones para superarlo hacia la complementarie-dad y el tratamiento del problema con diferentes argumentos.

La segunda parte hace énfasis en las reflexiones en laciencia política sobre la actualidad y límites en las categoríasde análisis que, intentando explicar los derechos políticos delindividuo, lo subordinaron a otras dimensiones, como porejemplo, a la perspectiva sobre el Estado, la ideología, etc.,situación que permitió una diferente constitución del ciuda-dano en el marco de un ambiente social complejo y diferen-ciado. El hilo conductor en ambas disciplinas parece encon-trarse en la incorporación de la noción de la espacializa-ción de las construcciones teóricas como determinante de lavida política, es decir, condiciones claramente acotadas porsituaciones objetivas como pueden ser las culturas, los aspec-tos territoriales y la vida íntima de las comunidades (demanera que se encuentra aquí inscrita la complejidad de losocial). La complejidad del mundo real puede todavía dibu-jarse bajo contornos muy precisos pero que deben adquirirsoltura y flexibilidad para crear nuevas explicaciones sobrela magnitud de los actos, digamos para ponerlo en un len-guaje común, de los ciudadanos.

Al abordar los elementos del análisis comparado de lapolítica, se ha considerado que la necesidad de comparar nosólo se refiere a cuestiones de carácter metodológico, sino auna cuestión de hecho; me parece pertinente esta vertienteen los marcos de mi propuesta, en tanto que no es posible ini-ciar la relación de la comparación con el control de las hipó-

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tesis sin tener en cuenta las profundas divisiones entre loscientíficos sociales (Panebianco,1994).

De esta manera, en las ciencias sociales no se trata deconstruir un objetivo de acumulación; más bien los límitesson impuestos por la necesidad de comprensión. Desde supunto de vista:

“...El saber politológico (o sociológico o antropológico) resulta siempretan poco acumulable. Este saber se transforma, en efecto, y se redefineconstantemente, no dependiendo de los progresos científicos alcanzados,sino dependiendo de los variables y diferentes puntos de vista (sobre loque es y no es culturalmente relevante), cuya sucesión domina la evolu-ción de las ciencias sociales y que está condicionada –si bien no determi-nada, como piensan algunos sociólogos del conocimiento– por el cambiohistórico y por el modo en el que, continuamente, el estudioso se enfren-ta a él” (Idem:86).

La situación del individuoen la construcción y expansiónde microescenarios

Paulatinamente se está dejando de lado el escepticismoque causaba el término acción, proveniente de las influyen-tes corrientes sociológicas que aspiraban a la formulación deuna teoría general, pero que propició una intensa búsquedaque llega a fronteras tan disímbolas y complejas como es lareivindicación de los “actos del habla”. Esto ha determinadopasar de posiciones que en el debate se suponían dicotómicasa la consideración de que los procesos micro-macro obedecena un continuo en el que depende esencialmente en qué pun-to desea situarse el investigador; si algo prohijaron las teo-rías en sociología fue lograr la revisión del influyente enfoquemacro weberiano, así como las posturas procedentes de lateoría del intercambio, todo ello con el objeto de construirnuevos esquemas interpretativos.

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Sin embargo, subsisten preguntas a las que debe respon-der el debate entre los enfoques reduccionistas u holistas dela realidad social; debate que, de cuando en cuando, resurgecon intensidad. Algunas de estas interrogantes podemos se-ñalarlas en el orden siguiente: ¿Es posible separar las cues-tiones ontológicas y epistemológicas, sobre todo en términossociológicos? ¿Cómo impacta la búsqueda de relación entreesos niveles en otras disciplinas? ¿En qué forma el análisis es-pacial y temporal reconstituye las dicotomías subyacentes?

La búsqueda de respuestas me llevó a la idea de articular(quizás en forma muy general) en este apartado los funda-mentos individuales o institucionales que son contingentesdel espinoso problema de la acción. Esta articulación puedehacerse de varias maneras, sea tratando en forma reduccio-nista las tendencias de las grandes estructuras, o bien cen-trarse en la interacción subjetiva de individuos. Al respectome parece que esta última posición se emparenta con losdefensores de la teoría del caos y, aunque no rescata funda-mentos antropológicos, comparte un fin similar.

Pensando en los diferentes enfoques al problema entreacción individual y vida social es pertinente explorar losentornos de la integración científica, por eso me llama laatención abordar las construcciones y niveles del mundo so-cial desde la perspectiva de la organización del espacio y laamplitud del tiempo. Para ello sostendré que las relacionesde diferente nivel pueden medirse en su intensidad y al-cance, considerando como referentes la localización de acti-vidades sociales.

Para el gusto sociológico de explicación de las prácticassociales, pueden tomarse como referentes la conversación obien la negociación vis a vis, pero coincido con el argumentocentral de que, por ejemplo, el concepto de agencia humanapuede resultar más completo y referir a una esfera de con-ducta, así como a su atributo interventor en el curso de acon-tecimientos (Giddens, 1984). Considero que esta perspectiva

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es cercana al enfoque multidimensional de Alexander (1994)5 yambos tienen la virtud de centrar adecuadamente otros aná-lisis y permiten someterlos a una discusión que refleja el retode reconstruir la teoría social, ya sea en términos de metateo-ría o como un esfuerzo sintético y de competencia entre ellas.

Con la idea de encontrar nexos comunes hacia la cienciapolítica, señalaré los argumentos centrales de estos autorespara vincularlos con los conceptos de lo local y la localizacióny que los entiendo en mi contexto como las formas particula-res y particularizantes de acciones sociales. En otras pala-bras, se trata de deslindar los elementos que dan contingen-cia a las relaciones sociales, al mismo tiempo que permitenentender cómo se distribuyen e interrelacionan los diversosniveles del mundo social.

Los trabajos que orientan sus esfuerzos hacia la perspec-tiva integradora de la relación micro o individual con el mun-do de vida consideran que existe un falso debate donde seencuentran en relación dicotómica las características objeti-vas y subjetivas de las relaciones sociales. Prácticamente entodas las fuentes modernas de la relación micro-macro sub-yace una vuelta al recuento de lo realizado por autores comoAlexander, o bien hacia la corriente iniciada por George Her-bert Mead y su seguidores en el interaccionalismo: me refieroa Blumer, Homans, o a la fenomenología de Schutz y su ver-tiente etnometodológica con Garfinkel o Shegloff.

Coincido en que aun con los buenos deseos integracionis-tas, aquéllos que se orientan desde el nivel macro hacia cues-tiones micro, y viceversa, prevalecen soluciones poco satis-factorias que precisamente dan lugar a una falta de compren-

5 Su enfoque multidimensional sugiere un continuum micro-macro determina-do por el orden generado en la sociedad. La relación directa –de acuerdo al mode-lo integrador de Alexander– está en el cruzamiento con la acción. En el extremomacro de este continuo, el orden se crea externamente y su naturaleza es colec-tiva y, en el extremo micro, el orden se deriva de fuerzas internalizadas. Ellopermite tanto el orden como la acción voluntaria.

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sión y tratamiento de la complejidad. Al respecto, Ritzer (1993:486) es de la idea que los extremismos siempre se encuentranlatentes, en buena medida por la búsqueda de mejores expli-caciones para entender el mundo de vida y los micromundos.Sin embargo, la perspectiva actual señalaría orientacioneshacia la síntesis teórica, pero esta síntesis se entiende no porel desarrollo de una gran teoría sintética que abarque toda laproducción, sino por la posibilidad de engarzar ideas teóricasa veces aisladas.6

Sostengo que la relación tiempo-espacio se finca sobrerelaciones asimétricas; asimismo, el espacio está comúnmen-te limitado por la competencia y conflicto entre actores quebuscan organizar y controlarlo. Los ejemplos pueden encon-trarse en múltiples formas: un caso es el desarrollo de lasciudades, de la cultura, de la comunidad, etc., pero tambiénen relaciones muy amplias que se ubican en una perspectivahistorica y política. De ser acertada esta posibilidad, enton-ces tendríamos elementos suficientes para abordar la comple-jidad desde una perspectiva centrada desde las metateorías.

La “localización” de la microexperiencia del individuo esuna preocupación en muchos sociólogos importantes; perome parece que hay propuestas más atractivas en la concep-tualización del espacio-tiempo para evitar caer en el movedi-zo escenario de lo micro-macro (Giddens, 1994). Sin embar-go, podemos decir que actitudes o conversaciones vistas enforma localizada pueden tener sentido y permitir la com-prensión de las estrategias de los sujetos para interactuary relacionarse con la estructuras como el orden o la propie-dad. No menos importante es la prioridad a los elementos delorden institucional para relacionar campos de acción y es-tructuras.

6 “Entre las direcciones prometedoras se cuentan los trabajos que integranteorías micro y macro desde una orientación macroteórica (y viceversa)... el tra-bajo que define lo micro en términos de lo macro y viceversa, centrado en unadialéctica constante”.

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El desarrollo en la perspectiva de los dilemas a que con-duce plantear la producción y la reproducción de la vida so-cial puede contrastarse con los argumentos de Winch o deCollins, quienes han tratado de investigar las regularidadesde la conducta en un campo no estrictamente sociológico; nosencontraríamos que aquél considera que estas corrientes seaferran a una concepción de la acción social in situ. Esto de-termina limitaciones que no consiguen explicar adecuada-mente el cómo se reproducen y qué son las regularidades.

Volvamos ahora al punto de cómo entender las prácticassociales en un sentido espacializado. Al respecto pretendoestablecer que se lograría a partir de un conocimiento com-partido por quienes están involucrados y participan, recono-ciendo alguna práctica o una serie de prácticas. Éstas nopodrían estructurarse sin el escenario que da lugar a la efec-tividad de procedimientos aceptados por el colectivo huma-no. Asimismo, sólo por la construcción de espacios es que losparticipantes logran explicaciones interpretativas que losllevan a reconocer sus propias actividades.

Estos elementos nos permiten generar el campo propiciopara incorporar el concepto de lo local. Éste se entendería apartir de que se conjugan los procedimientos perceptivos yconversacionales con las circunstancias materiales de la con-ducta social; de ahí que sea equiparable a una región físicadonde se desarrolla la interacción; se considera como atribu-to límites precisos que contribuyen a concentrar la interac-ción en un sentido determinado. En otras palabras, se trata delos asentamientos físicos de la actividad social ubicada; esteconcepto incluye aspectos no sólo regionales, sino geográficos.

Por ejemplo, si hablamos del poder puede reflexionarsesobre la acumulación de recursos de autoridad y “distributivos”,pero no pueden entenderse como resultado de un ejercicio inde-pendiente, sino relacionados con la reproducción de las prácti-cas y en la situación dual que en ocasiones manifiesta la estruc-tura normativa y como centro de transformación.

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Se pueden introducir nuevos retos a la explicación socialde la actividad que genera nuevos escenarios; para ello valepreguntar por qué la separación entre tiempo-espacio es devital importancia, por ejemplo, para el dinamismo extremode la modernidad (Giddens, idem). En primer lugar, a dife-rencia del pasado, donde las dimensiones espaciales de lavida social están dominadas por actividades localizadas, elmundo moderno separa el espacio del lugar; sin embargo,como este autor apunta, no debe verse como un desarrollo uni-lineal; más bien las tendencias pueden provocar condicionescontrapuestas.7 De hecho, entre las características de la so-ciedad moderna se encuentra que las instituciones puedenaunar lo local con lo global de múltiples formas, quedandouna y otra en posición de irreductibilidad. Asimismo, la nue-va inserción de la historicidad depende de formas diversas derelacionar el tiempo y el espacio.

Hasta aquí podemos aventurar algunas conclusiones ten-tativas para relacionar los problemas del debate de lo microy lo macro; éstas tienen que ver con reconsiderar la dimensio-nalidad de las actividades sociales que no pueden entendersesi no se observa cómo se insertan y cómo modifican las cir-cunstancias del lugar y del tiempo (coyuntural o histórico).

Los límites del individualismoy el privilegio del uso de la razón.Algunos enfoques politológicos alternativos

Pasemos ahora a la parte que le corresponde ocupar a laciencia política en la determinación del nuevo espectro de ac-titudes individuales en el marco del desdoblamiento crecien-

7 Tal separación es la condición para lo que denomina el proceso de “desanclaje”,pero el espacio sigue desempeñando un papel importante, pues las instituciones“desvinculadas” extienden enormemente el ámbito de distanciamiento entre tiem-po-espacio, pero este fenómeno sirve para abrir un abanico de posibilidades decambio al liberar de las restricciones impuestas por hábitos y prácticas locales.

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te. La valoración universalista de la democracia y la igual-dad tendieron un manto ideológico y un deber ser que no tuvoen cuenta ni la cultura ni las condiciones temporales de losprocesos políticos. Por ello asumo la necesidad de recurrir auna precisión de índole temporal y espacial como condiciónpara observar la eficacia de los conceptos políticos; en segun-do lugar retomo algunos ejemplos en torno de las limitacio-nes de conceptos como libertad, igualdad y justicia que, debi-do a las incapacidades para sostenerlos en todos los lugares,ceden ante la provocadora perspectiva de las relaciones mi-cro que pueden estar regidas por otro tipo de principios. Asu-mo que esto no hace menos vigentes y efectivos al primergrupo de conceptos, sino más bien los enfrenta a un pulimen-to y a la redimensionalización en aras de una mayor claridadde los fines en las acciones individuales y colectivas.

Al respecto considero que el saber nomológico no consti-tuye un fín en sí mismo y que, en cambio, tiene que ver con lacomprensión de los fenómenos que los científicos suponenculturalmente relevantes; en otras palabras, ese saber cons-tituye un instrumento para construir explicaciones locales,ideográficas (en el sentido de la falta de construcción de uncuerpo teórico generalizante y un trabajo eminentementedescriptivo-interpretativo), tanto si se trata de un macrofe-nómeno como de una microsituación social (Panebianco, Op.Cit.). Al respecto es enfático al señalar:

“Explicación local, en este contexto, significa explicación relativa a fenó-menos delimitados en el tiempo y en el espacio. Naturalmente, el “tiem-po” puede ser una época entera y el “espacio” un área geopolítica y cul-tural. En cualquier caso, el punto de arribo serán teorías locales o condiferente terminología; teorías seculares válidas sólo para los casos exa-minados y no para otros” (Idem: 87).

Esta posición me lleva a proponer dos cuestiones: una, que lacreciente diferenciación en la estructura social no puede dejar

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de tener referentes de carácter local y, segundo, que las explica-ciones en la naturaleza de las relaciones sociales exige fijar elcontenido de las épocas para dar sentido a conceptos clave.

Éste puede ser el caso, por ejemplo, de la relación entredemocracia y representatividad, donde la estrechez en la uti-lización de los valores políticos conduce a la idea, por ciertooptimista y de alguna manera equivocada, de que los proce-sos electorales transparentes y confiables conducen a unbuen gobierno y a una relación racional entre intereses delEstado y de los ciudadanos.

En este sentido, en su momento, Tocqueville afirmó queexisten condiciones determinadas y límites precisos a la rea-lización del principio democrático. En realidad no es más queuna forma diferente de decir que, en tanto no se tenga la agu-deza de comparar en la civilización moderna, no puede avan-zarse en la construcción de nuevas fronteras. La necesidaddel análisis comparado se fortalece por el impacto que causauna paradoja en el mundo moderno y que consiste, por unaparte, en el desarrollo de un gran número de puntos de vistaparticulares, de actividades y disciplinas especializadas; porotra parte, la racionalidad es uno de los valores a los que enprincipio se somete y tiende a generar una línea de acción. Setrata de la ideología moderna que somete a los actores a unsolo principio.

Me parece que aquí las reflexiones deben tomar un girohacia un campo de especialidad donde se encuentren princi-pios integradores que ubiquen su eficacia a partir de recono-cer la temporalidad en que se generan explicaciones sobre eluniverso y sobre el individuo, pero también se trata de com-prender que sólo con una actitud comparativa se pueden asi-milar aportaciones no generales que rescatan fundamentosespecíficos de la relación de los individuos. Entre estas dos pers-pectivas, estaríamos entre dos tipos de sistemas, uno de carác-ter holista y otro individualista; el punto está en resolverse porqué parte de la realidad deseamos observar (Dumont, 1984).

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Ciertamente, el individualismo ocultó al sujeto que era larazón de su argumento y ahora se nos presenta como una fi-gura amorfa y presa de grandes contradicciones. Los mediosse convirtieron en fines y esto ha dado pie al escepticismo,sobre todo en téminos del ideal democrático, pero también haincitado a la revaloración de las múltiples opciones de lossujetos para expresarse.

Tomemos un ejemplo de conceptos con elementos diame-tralmente opuestos, subyacentes en las formas de vida polí-tica en las sociedades que llamamos tradicionales y moder-nas. Se ha llamado la atención en términos de que la jerar-quía ha sido tabú para el ojo crítico occidental; a ella se ante-ponen los argumentos del igualitarismo, pero en lo que pocose repara es que en la universalización del concepto surgentendencias involuntarias que dan la pauta al surgimiento deescenarios que indican tendencias totalitarias de una socie-dad que hace sólo iguales a los miembros de un sector. Laexplicación se encuentra en que la ideología no tiene el poderde transformar la sociedad más que dentro de ciertos límites;además, el asunto se complica cuando al ignorar esos límitesse produce lo contrario de lo que se ha buscado (Idem.).8

Tomemos algunos elementos centrales para la teoría so-cial y política, como son los términos de igualdad y libertad.Se trata de construcciones que respondieron a la justificacióndel pensamiento liberal que se podría concebir como una for-ma inamovible que particularmente en el siglo veinte hadado traspiés y producido encajosas formas discriminadorasy, hasta cierto punto, aniquiladoras de otras formas cultura-les y de vida social.

8 Una mala lectura de Dumont plantearía que se trata de una defensa conser-vadora de la jerarquía. Pero como señala el autor: “...A partir del momento enque la jerarquía es desalojada, la subordinación debe ser explicada como el resul-tado mecánico de la interacción entre individuos y la autoridad se degrada en“poder”, el “poder” en “influencia”, etc. Se olvida que esto sólo se produce sobreuna base ideológica definida, el individualismo: la especulación política se haencerrado sin saberlo en los muros de la ideología moderna”. p.22.

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Si bien la igualdad es uno de los más antiguos y profundossignificados del pensamiento liberal, no es más ni menos “na-tural” o “racional” que cualquier otro constituyente del mis-mo. Esto implica que no puede ser en sí mismo justificado, yaque es un elemento que justifica otras acciones, pero no pue-de observarse como una forma total o una fórmula perfecta.Al respecto, Berlin (1983: 177) es de la opinión de que, en suforma extrema, el igualitarismo requiere la reducción al mí-nimo de todas las diferencias entre los hombres, la supresiónal máximo de distinciones, pues todas las diferencias puedenconducir a irregularidades en el tratamiento y, como señala:

“Si este ideal, en su conjunto, es rechazado en las doctrinas políticas realesse debe, al parecer, sobre todo al hecho de que entra en conflicto conotros ideales con los cuales no puede reconciliarse totalmente; cierta-mente, la mayoría de las concepciones éticas y políticas son formas de unacomponenda, más o menos fácil de conservar, entre principios que en suforma extrema no pueden coexistir”.9

De considerar esta lógica podríamos preguntarnos si la teo-ría del caos, que en buena medida es una reacción a las teo-rías clásicas, nos remite a una falta de relación y de disposi-ción para discutir problemáticas comunes. De aceptarse elcuestionamiento, ¿no nos orienta hacia una forma de radica-lismo extremo que otorga al individuo más posibilidades delas que realmente los conjuntos sociales pueden resistir ygarantizar?

La igualdad y la justicia son valores entre muchos, por lotanto, el grado en que son compatibles con otros fines depen-de de situaciones concretas, es decir, de la amplitud que tie-nen las acciones individuales o colectivas y no son ni más nimenos racionales que cualquier otro principio último.

9 Idem., p.177-78.

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Rousseau (1994), en su Discurso sobre el origen de ladesigualdad, observó que las sociedades políticas tienden aaumentar las formas de inequitativa distribución de bienes,amén de otras formas de desigualdad como la moral, cues-tión que es contraria también al derecho natural.10

Existen salidas a esta situación; una de ellas, por ejemplo,es la que Berlin considera en que se debe tomar en cuenta laposibilidad de una colisión entre diversos fines humanos.

Esta posibilidad es real y puede presentarse no sólo en-tre los ideales de una sociedad y una cultura con otras; con elpaso del tiempo y el crecimiento de problemas que tienen queenfrentar los individuos, aquellos fines llegan a chocar unoscon otros dentro de una misma sociedad. Aquí deben introdu-cirse dos tipos de variables para encontrar una salida a estasituación; una es la relativa a los marcos normativos quepueden ser jurídicos, morales o filosóficos que soportan unaestructura social, y otra es el periodo o momento en que seinsertan estos valores. Pueden existir en forma latente y depronto expandirse hasta llegar a dirigir toda la estructura deuna comunidad o de un país. Pero, indudablemente, se aso-cian a un acotamiento temporal.

Un caso de ubicación temporal puede extraerse de la pers-pectiva que plantea de que la decisión de la mayoría es lafuente inalterable en la buena conducción en los sistemaspolíticos; sin embargo, me adscribo al punto de vista de quie-nes argumentan que si todos los problemas se sometieranal simple voto mayoritario, la sociedad en realidad tendríaque aprender a ser inestable e imprevisible (Elster, 1991,Op. Cit.:162).

10 A mayor abundamiento señala: “...De esta exposición se deduce que ladesigualdad, al ser casi nula en el estado natural, saca su fuerza y su crecimientodel desarrollo de nuestras facultades y de los progresos del espíritu humano yllega a ser finalmente estable y legítima por el establecimiento de la propiedad yde las leyes” (p.116).

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Ciertamente, todas las democracias avanzadas, sean di-rectas o indirectas, desarrollan recursos estabilizadores ta-les como cuerpos independientes o reglas sustantivas queprotegen libertades civiles, etc., de manera que esto no debealarmar a los amantes del orden y el equilibrio; lo que pre-ocupa es el sentido que tomen las acciones.

Me parece que Przeworsky (1997) ofrece pistas adecuadascuando centra el problema que se genera en la búsqueda dedefiniciones de la democracia, ya que normalmente se cae enla cuenta que la democracia se ha convertido en una granárea de disposición y de necesidad de encuentros; sin embar-go, es posible cuestionar si es racional la democracia en elsentido que tuvo el término en la base del contractualismo.Para este autor, la pregunta tiene tres vertientes:

“1) De existencia. ¿Existe algo que puede ser consideradocomo una máxima de bienestar para la comunidad política?¿Algún Estado en el mundo que sea mejor para todos: volun-tad general, el bien común? 2) De convergencia, si existe¿puede entonces identificarlo el proceso democrático? y 3) desingularidad. ¿Es el proceso democrático el único mecanismoque nos lleva a esta máxima?”(idem:p.16).

Al parecer se generó un exceso de confianza que daba porhecho que el interés general está dado a priori y que el proce-dimiento democrático converge con él. De ahí la regla de lamayoría que convierte sus decisiones en elementos práctica-mente infalibles. Pero tal posición tiene sus limitaciones, so-bre todo en el mundo contemporáneo, mundo donde la demo-cracia se constriñe casi exclusivamente a la preservación deprocesos electorales correctos y transparentes. Pero esto noes de ningún modo el ideal democrático de sociedad.

Al respecto son bastante razonables los argumentos deBerlin (1996, Op. Cit.: 57) en cuanto a que vivir a la luz de larazón implica seguir determinadas reglas o principios; eneste sentido poco reparamos que, en casos concretos, éstaschocan entre sí. Por si fuera poco, no reflexionamos sobre que

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la acción racional es obrar de la manera que menos perjudi-que a la pauta general aceptada en la relación contractual.Esto quiere decir que no se puede llegar a la táctica correctade una manera mecánica, pues no hay normas inflexiblesque guíen el comportamiento político.

Me parece que tales supuestos los podemos vincular con eluso desmedido o irresponsable de la libertad, pues no sonpocos los regímenes que hablan de dar condiciones de liber-tad y que en realidad niegan la libertad misma, o bien que lasapiraciones de legitimación hacen que los valores últimossean irreconciliables.

Esto me lleva a pensar en la idea de explorar que tal vezen términos de la complejidad nos encontremos en presenciade dos (o más) clases de libertad, de manera que resultan serincompatibles. Si se acepta tal versión, entonces debe acla-rarse la perspectiva desde la que se visualiza el investigadorpara reflexionar sobre el hecho de que el conflicto de valoresestá mediado por una condición drástica en cuanto a que almismo tiempo se trata de elementos prácticamente absolu-tos e inconmensurables. Tal naturaleza vuelve muy delicadoel posible escenario de comprensión de las reglas y sistemasque hacen posible la vigencia de criterios igualitarios o delibertad.

Sin embargo, hay muchas preguntas que surgen, comopor ejemplo, si todos comparten el mismo número de concep-tos y si éstos pueden hacerse entender unos con otros. Prze-worski nos puede ubicar un poco más en las diferentes di-mensiones del problema cuando se pregunta si existen bue-nas razones para pensar si los gobernantes son elegidos porla vía de elecciones libres y competitivas y si, entonces, lasdecisiones políticas serán más racionales, los gobiernos re-presentativos y la distribución del ingreso igualitaria. Elloimplica varias proposiciones pero, en suma, su problema esla democracia y el hecho de que existan ciertas característi-cas que no son universales a todas las democracias (Idem: 5).

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En realidad, la opción de igualdad de “cada ciudadano unvoto” como forma óptima de representatividad tiene seriosoponentes, tanto en la realidad como en la teoría. Es un he-cho que los ciudadanos son heterogéneos, que hay interesesen conflicto y que la referencia al pueblo, a los ciudadanos, yano es suficiente; ahora la “representación” significa, a lo más,actuar por alguna mayoría o alguna minoría, pero no está encondiciones de ostentarse como un recurso amplio. Esto, enmi opinión, nos remite a la primera parte del ensayo, en tan-to que entra en juego la amplitud de la relación que las leyesde la economía y los sistemas y las dirigencias políticas orga-nizan a cierta escala por lo que, al escapar de un radio, sevuelven poco operativos. Si a esto le agregamos que estamosen un mundo complejo y contingente, entonces parecen serescasas las opciones para responder a los retos de las crecien-tes necesidades.

Al parecer, todavía las teorías no han logrado tal grado derefinamiento y las ópticas diferentes tratan de resolver losmismos problemas, pero unas otorgan un peso distinto a lasacciones de los individuos. Al respecto, los defensores de lateoría del caos suponen que las sociedades tienen controlesinternos que pueden demostrar, entre otras bondades, que noson coactivos. Pero surge la duda de cuáles son los paráme-tros de la regulación y cuáles los instrumentos correctivos.

Conclusión

La complejidad asume una multiplicidad de combinacio-nes. Se puede contrastar en función de la dimensión que pue-de adquirir la acción del individuo y puede mezclarse conactitudes entre la racionalidad y la irracionalidad.

Dentro de la complejidad (en la que en algún sentidopuede inscribirse el desorden), el reto está en superar la ra-zón universal que se confunde con el Estado o con formas derepresentación típica (digamos los partidos políticos o formas

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corporaciones diversas) que hacen del control una base ex-clusiva, pero sin darse cuenta de que lo que propician es unasociedad que se vuelve impermeable a nociones básicas decoexistencia y que plantea sus desafíos y problemas comoopuestos.

El problema, entonces, continúa estando en el tamañoque adquiere la acción y los escenarios en que se reproduce,pero escenarios que ya no son los de la universalización deconceptos, sino de la inclusión de culturas y sujetos que en laglobalización adquieren una nueva dimensión. Consideroque la teoría del caos asume, sin ningún argumento factible,que la multidimensionalidad adquiere condiciones infinitesi-males (condición obvia pero que debe manipularse); sin em-bargo, los sistemas políticos y relaciones de cierto tipo entreactores están mediados por aspectos que no pueden obviarescenarios de índole político-institucional.

Me inclino por la propuesta de Berlin en el sentido de quelo que esta época necesita no es una dirección más severa ouna organización más científica, sino menos ardor mesiánicoy más escepticismo culto. En suma, una aplicación más cautay menos orgullosa de sí misma (Op. Cit.:104). Por lo tanto, setrata de reflexionar sobre las posibilidades de un tejido socialmenos organizado que permita las variantes que imponeel enfoque sobre el individuo pero en términos de creativi-dad adaptativa a situaciones o condiciones macrosociales ypolíticas.

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