el impacto en chile de los procesos decimonónicos de emancipación y defensa de la soberanía...

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Proyecto FONDECYT Nº 1940113 ® Investigador Responsable: Ricardo López Muñoz ©. Informe final. Santiago, abril de 1995. Proyecto FONDECYT Nº 1940113 ® Investigador Responsable: Ricardo López Muñoz ©. Informe final. Santiago, abril de 1995. EL IMPACTO EN CHILE DE LOS PROCESOS DECIMONÓNICOS DE EMANCIPACIÓN Y DEFENSA DE LA SOBERANÍA NACIONAL EN LAS ANTILLAS MAYORES Proyecto FONDECYT Nº 1940113 ® Investigador Responsable: RICARDO LOPEZ MUÑOZ © Informe final Santiago, abril de 1995.

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Proyecto FONDECYT Nº 1940113 ® Investigador Responsable: Ricardo López Muñoz ©. Informe final. Santiago, abril de 1995.

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Proyecto FONDECYT Nº 1940113 ® Investigador Responsable: RICARDO LOPEZ MUÑOZ ©

Informe final Santiago, abril de 1995.

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INTRODUCCIÓN. Un proyecto de investigación, dos años después.

Al plantearnos hace dos años el presente proyecto, teníamos la certeza de que los acontecimientos antillanos habían afectado de manera sensible la vida política y social de Chile. Sin embargo, no sabíamos que al ir a consultar las fuentes documentales y periódicas, íbamos a encontrar un cúmulo de información, no solo importante en volumen, sino también de difícil interpretación.

En sentido estricto, al partir sólo contábamos con dos pequeños artículos que referían

directamente al tema que nos interesaba; uno, de la historiadora chilena María Angélica Illanes, y el otro, del historiador cubano Ramón de Armas. A medida que avanzamos en nuestra investigación, se nos puso en evidencia que bien podíamos considerar aquellos trabajos como "atisbos" sobre el tema de nuestro interés.

No obstante, la indagación que emprendimos también nos mostró cuan complejo resultaba intentar comprender las circunstancias de la relación de Chile con las Antillas. El enlazamiento político, social, y subjetivo de Chile con las islas del Caribe atravesaba por períodos de extrema tensión y pasión, como por períodos en donde uno y otros parecían no conocerse; unas veces comprometía al gobierno chileno, y en ocasiones solo a un pequeño sector ilustrado de nuestra élite; otras veces las Antillas eran capaces de llenar tres cuadras de la Alameda de las Delicias, y en ciertos momentos sólo reunían a un pequeño grupo en una casa particular.

Cuba era, de todas las islas, la que más estaba presente. Pero su relación con Chile podía pasar por Nueva York, Panamá, y la isla de Santo Tomás, como por Santiago, Concepción o el pueblo de La Ligua. Luego, la relación humana entre ambos países podía incluir en Chile a la élite ilustrada de la segunda mitad del siglo XIX, como a los hombres ilustrados --ya distantes de la élite política-- de fines del siglo pasado, como también a oficiales del Ejército y de la Armada, y a obreros, artesanos y distinguidas dueñas de casa.

Por otra parte, nuestra hipótesis inicial establecía que la relación de Chile con las Antillas –y especialmente con Cuba--, pasaba por el americanismo que podía encontrarse en las percepciones identitarias de los chilenos. Sin embargo, nuestra indagación nos mostró que estas percepciones resultaban complejas de analizar, ya que cada clase, sector, o grupo de nuestra sociedad tenía su particular forma de entenderlas y manifestarlas, cuando a ello era convocada.

Luego, a todo esto se sumaba el problema del Estado chileno, al cual en todo tiempo y circunstancias se le exigió de todas las maneras posibles que se pronunciara acerca de los problemas de la defensa y conquista de la soberanía en las Antillas. Las distintas y contradictorias posturas asumidas por los gobiernos chilenos marcaron con fuerza el que hacer

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americanista de los que se sintieron llamados a pronunciarse acerca de lo que sucedía en las islas del Caribe.

De esta manera, nos pareció que la mejor manera de "atisbar" las Antillas en Chile, era

haciéndolo desde el ángulo de la puesta en práctica de las percepciones identitarias, que a partir de nuestra independencia asociamos al americanismo, enfrentadas a los acontecimientos de la región caribeña.

Con esta premisa metodológica, que nos centraba en la praxis de los hombres –porque ésta debía ser una historia de hechos y no de discursos--, sentimos que podíamos abordar los objetivos trazados en el proyecto inicial, confirmar nuestra hipótesis, y quizás contribuir a sustentar un punto de partida para un estudio más profundo del mismo tema.

Aquí está entonces, la difícil, tensa, desgarradora, y digna relación entre las Antillas, y un país alejado de aquellos lares, pero tan cercano para todos los que en el siglo XIX quisieron contribuir a la conquista y defensa de su soberanía.

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CHILE Y LAS ANTILLAS: UN PRIMER ENCUENTRO CIRCUNSTA NCIAL. La guerra que llegó del Caribe.

Quizás en 1861 hubiese en Chile quienes pensaran que los sucesos que se desarrollaban en la cuenca del Caribe no podían tener incidencia en el país. La anexión de la República Dominicana a España de marzo, y la intervención en noviembre de fuerzas combinadas de Inglaterra, España y Francia a México, eran acontecimientos lejanos.

Sin embargo, no dejaban indiferente a un sector de la élite ilustrada que participaba en la política nacional de entonces. Presidida por el general de la independencia Juan Gregorio de Las Heras, en abril de 1862 se había fundado en Santiago la Sociedad de la Unión Americana. Entre sus miembros se encontraban Manuel Antonio y Guillermo Matta, Benjamín Vicuña Mackenna, Isidoro Errázuriz, Miguel Luis Amunátegui, Manuel Recabarren, Domingo Santa María, Pedro Felix Vicuña, José Victorino Lastarria y Álvaro Covarrubias. En contacto con organizaciones similares del país y de Buenos Aires, Lima y Sucre, y desde 1863 con la Sociedad de la Unión Americana de San Luis de Potosí y con la Junta Patriótica del Distrito Federal de México, desarrollaron un activo trabajo de solidaridad con Santo Domingo y México, al tiempo que promovían la idea de confederar las repúblicas hispanoamericanas1.

Su labor, no obstante, no impediría que los acontecimientos caribeños se acercaran peligrosamente a Chile. Sobre todo a partir de la ocupación de las islas Chinchas, del Perú, por parte de una escuadra española, el 10 de abril de 1864. La conducta de España produciría entonces un fuerte rechazo en la opinión pública chilena, "...cual si ella hubiese sido la directamente ofendida", a decir de un historiador español decimonónico2.

Diversas circunstancias --que escapan al interés de la presente investigación-- determinaron que los acontecimientos se precipitaran en contra de Chile, bien a pesar de la cautela del gobierno respecto a lo que acontecía en el Perú.

En febrero de 1865 el jefe de la escuadra, el Almirante Pareja, lograba que el gobierno peruano firmara un tratado en el que se comprometía a indemnizar a España por los gastos ocasionados por su independencia, y a pagarle tres millones de pesos por los gastos de la intervención de las islas. A cambio, España devolvía al Perú las islas Chinchas3. A partir de ese momento, España comenzó también a exigir al gobierno chileno "explicaciones" por su supuesta hostilidad hacia la escuadra, demandando ciertos actos de desagravio, humillantes para la dignidad nacional.

1 Sobre la Sociedad de la Unión Americana de Santiago y sus actividades, véase el prólogo de Ricaurte Soler a la edición faccimilar de Unión y Confederación de los pueblos hispanoamericanos [Santiago, 1862], México, Unión de Universidades de América Latina, 1979, págs. V-XV. 2 Benjamín Vicuña Mackenna: Historia de la guerra de Chile con España (de 1863 a 1866), Santiago, Imprenta "Victoria", 1883, pág. 113. 3 B. Vicuña Mackenna (1883): op. cit., págs. 82-83.

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Varias gestiones diplomáticas no lograron que el gobierno de Chile aceptase las

exigencias españolas. Ante ello, el 7 de agosto, el gobierno de Madrid invistió al Almirante Pareja como representante plenipotenciario "para que insista en la reclamación del desagravio pedido", autorizándolo para "hacer uso (...) de las fuerzas de su mando" para obtener la satisfacción de las demandas4. Exactamente un mes después, la escuadra española zarpaba de El Callao con destino a Valparaíso.

El 18 de septiembre --un día después de su llegada a Chile-- Pareja presentó al gobierno la copia de sus poderes y una nota donde reiteraba las quejas por la conducta hostil del país con los intereses españoles, exigiendo en tono de ultimátum una respuesta a las demandas de desagravio en los cuatro siguientes días. De no haber contestación en ese plazo, quedarían rotas las relaciones entre España y Chile.

Las exigencias del representante español eran la acreditación de un ministro (embajador) especial ante el gobierno de Madrid para que diese "explicaciones satisfactorias", y un saludo de reparación de veintiún cañonazos a la bandera española5. La negativa del gobierno chileno a tales demandas no tardo cuarenta y ocho horas. Pareja respondió el 22 de septiembre indicando que si a las seis de la mañana del día 24 éste no había cambiado de opinión, quedarían rotas las relaciones entre los dos países, precisando que entonces también se exigiría una indemnización de guerra. Ese día y a esa hora la escuadra española inició el bloqueo de Valparaíso, Talcahuano, Coquimbo y Caldera. Al día siguiente el gobierno chileno declaraba formalmente la guerra a España.

Varias fueron las medidas que tomó el gobierno chileno en el terreno militar y político para enfrentar la agresión de que era víctima. También en el plano de las relaciones internacionales tomó un conjunto de singulares medidas, que pronto harían conocido a Chile en las islas del mar de las Antillas. Las circunstancias antillanas para una guerra chilena.

Complejo debe haber sido para los independentistas cubanos y puertorriqueños comprender el contexto internacional que los rodeaba al momento de enterarse de que Chile había declarado la guerra a España. En la proximidad inmediata de sus países, las tropas españolas que sostenían desde 1861 la anexión de Santo Domingo se habían retirado de su último reducto en Puerto Plata6, derrotadas por el ejército "Restaurador" dominicano.

4 B . Vicuña Mackenna (1883): op. cit., pág. 133. 5 B. Vicuña Mackenna (1883): op. cit., pág. 138. 6 En Puerto Plata, a finales de junio de 1865, se había realizado el último canje de prisioneros entre españoles y dominicanos. El general dominicano Gregorio Luperón le diría entonces al brigadier español Lozano, ante la amenaza de un bloqueo marítimo de última hora: "Si el decreto de bloqueo fuera por usted observado, tendríamos por nuestra parte que declarar ante el mundo que la guerra entre España y la República Dominicana continuaba, y que esta era el arsenal de los revolucionarios de Cuba y Puerto Rico contra la dominación de España,

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Pero no todo era así de estimulante. También en las cercanías las tropas de Francia, uno

de los principales apoyos de la política colonial española sobre ambas islas, acorralaban al gobierno republicano de Benito Juárez en Paso del Norte, en la frontera mexicana con los Estados Unidos. El emperador Maximiliano parecía entonces consolidarse en su nueva monarquía.

Y luego, aunque inclaudicables en su aspiración de independizar a sus respectivas patrias del dominio español, para lograr este fin su situación no era entonces la mejor.

A ello contribuía, por una parte, el que ambas islas estuviesen gobernadas por regímenes opresivos, basados en las "facultades omnímodas" conferidas por la metrópoli a los Capitanes Generales, las que les entregaban "todo el lleno de las facultades que por reales ordenanzas se conceden a los gobernadores de plazas sitiadas"7.

En alguna medida se justificaban estas "facultades". Desde los inicios de las guerras de independencia hispanoamericanas, existía en Cuba y Puerto Rico un importante movimiento anti-colonial. Bolívar y otros próceres habían tenido la idea de liberar ambas islas. También cubanos y puertorriqueños independentistas recurrieron al Libertador para solicitarle su apoyo.8 Con posterioridad, en Puerto Rico, pero sobre todo en Cuba, varios intentos de romper con la dependencia colonial española serían abortados. Los últimos habían sido las expediciones sobre Cuba preparadas por Narciso López entre 1850 y 1851. Su objetivo era anexar la isla a los Estados Unidos, con el apoyo de la oligarquía esclavista del sur de este país.

El fracaso de éste y de otros intentos conspirativos, significaron un incremento de las medidas represivas en ambos territorios, y la formación de un numeroso contingente de exiliados. La mayoría de ellos residentes en Nueva York y Filadelfia.

Por otra parte, también los independentistas debían hacer frente a las distintas tendencias políticas presentes en las élites criollas. En ambas islas predominaban las corrientes reformistas, cuyos representantes abogaban por cambios que los favorecieran en el régimen administrativo interno, sin llegar a cuestionar la soberanía de España. Existía también una corriente anexionista, particularmente en Cuba, donde ciertos sectores de los hacendados azucareros vinculaban el fin de las diferencias con la metrópolis con la anexión de la isla a los Estados Unidos. No obstante, esta posición había perdido fuerza con el término de la guerra civil norteamericana y la abolición de la esclavitud.

en esas dos islas hermanas y vecinas". Citado por Pedro María Archambault: Historia de la restauración, Santo Domingo, Ediciones de TALLER, 1981, pág. 305.

7 Historia de Cuba, La Habana, Dirección Política de las F.A.R., 1967, p. 97. 8 Al respecto, ver la obra de Emilio Roig de Lauchsenring: Bolívar, el Congreso Interamericano de Panamá de 1826, y la independencia de Cuba y Puerto Rico, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1956.

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Por último, entre los propios independentistas había diferencias, sobre todo respecto al

problema de la esclavitud. La mayoría de los puertorriqueños planteaban su abolición definitiva, con indemnización o sin ella. Los cubanos, en cambio, se dividían en quienes sostenían el fin radical de esa condición, y los que consideraban la posibilidad de una abolición gradual y debidamente indemnizada.

Hacia 1865, la diáspora independentista cubano–puertorriqueña establecida en los Estados Unidos era parte de todas estas circunstancias. Escapados de la represión española, continuaban desde el extranjero conspirando contra la metrópolis, y debatiendo con sus compatriotas reformistas y anexionistas. También desde allí observaban los acontecimientos de México, Santo Domingo, Perú y Chile. De hecho, inspirados en un sentimiento de solidaridad latinoamericana, un año antes habían organizado en Nueva York una "Sociedad Democrática de Amigos de América", con el objetivo de apoyar a los países agredidos por las potencias europeas9.

Ante ellos se presentaría a fines de 1865 un Agente Confidencial del gobierno chileno, con la orden expresa de colaborar con sus esfuerzos por independizar Cuba y Puerto Rico. Al menos ese era uno de los objetivos de Benjamín Vicuña Mackenna, al llegar a Nueva York, el 20 de noviembre 1895. Los chilenos parten a las Antillas.

Tras ser nombrado "Agente Confidencial del gobierno de Chile en los Estados Unidos de Norteamérica", la primera de las instrucciones que recibiera Vicuña Mackenna en Santiago, el 1º de octubre de ese año, fue la de promover la simpatía por la causa chilena, a través de una activa labor de propaganda en la prensa de ese país. El gobierno chileno tenía presente la influencia que ésta ejercía en su homólogo norteamericano y en la opinión pública. Para cumplir esta tarea debía ponerse de acuerdo con el Encargado de Negocios chileno en los Estados Unidos, Francisco Solano Astaburuaga.

Sin embargo, otra parte de sus instrucciones, dirigidas también a contribuir a la victoria chilena en su guerra con España, le ordenaban involucrarse directamente en los acontecimientos políticos de las Antillas. Por una parte, el Ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Covarrubias, le informaba que Astaburuaga tenía el encargo de buscar armadores de barcos interesados en tomar patentes de corso chilenas. Vicuña Mackenna debía apoyarlo "al mismo fin por todos los medios que pueda disponer". Luego, a renglón seguido, le indicaba:

Según los informes que se nos han proporcionado, hay en Estados Unidos numerosos refugiados de Cuba y Puerto Rico, que no cesan de meditar y acariciar proyectos de emancipación e independencia de aquellas islas. Parece que tienen acumulados con tal

9 Raúl Roa: Aventuras, venturas y desventuras de un mambí en la lucha por la independencia de Cuba, México, Siglo Veintiuno editores, 1970, págs. 21-22.

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objeto fondos considerables, y que han formado asociaciones numerosas. Tratará Ud. de entrar en relación con esas asociaciones para ofrecerles el apoyo de nuestros corsarios de las Antillas y concurrir a sus designios por los demás medios que estén al alcance de Ud.

La protección de nuestros corsarios podría ser por cierto muy conducente al buen suceso de los planes que alimenten los patriotas de Cuba y Puerto Rico; pero este buen suceso será poco probable mientras la acción contra España no tenga unidad, dirección acertada, y un carácter respetable y generoso. a obtener estas condiciones están destinadas las instrucciones que he dado a una de nuestras legaciones en América, la cual se comunicará con Ud., llegado el caso, y le hará encargos que llenará Ud. como sea debido.

Si, como parece inevitable, se renueva la guerra entre Santo Domingo y España, la complicación que podemos crear a la segunda, sería mucho más grave y traería consigo la independencia dominicana. No debe Ud. desatender esta emergencia, ni olvidar que el grito de insurrección en las Antillas españolas ha de ser: independencia de la América y estirpación de la odiosa plaga de la esclavitud.10

Vicuña Mackenna formaba parte de un grupo de enviados del gobierno chileno al

extranjero --con y sin rango diplomático-- con el fin de buscar y coordinar el apoyo de ciertos países a la guerra que enfrentaba Chile. Entre ellos se encontraba José Victorino Lastarria, Ministro Plenipotenciario ante Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo; José Nicolás Hurtado, Ministro en el Ecuador; Domingo Santa María, Agente Especial ante el gobierno del Perú11; y Manuel Antonio Matta, Encargado de Negocios ante los gobiernos de Colombia y Venezuela. Este último era portador de instrucciones similares a las de Vicuña Mackenna respecto a Cuba y Puerto Rico.

Matta había recibido como misión presentar el conflicto hispano--chileno ante los gobiernos colombiano y venezolano, recabando su solidaridad efectiva, apelando a que la causa de Chile era una causa americana. En particular Matta debía solicitarle a ambos gobiernos su apoyo para sacar de puertos norteamericanos e ingleses barcos de guerra chilenos. Para ello debía plantear que estos fueran retirados bajo banderas de Venezuela o Colombia. Se perseguía así que los navíos no fueran detenidos --o atacados-- por España, ya que oficialmente los dos países convocados se habían declarado neutrales ante la contienda.

Aunque Matta concurría ante ambas naciones bajo un cargo diplomático, sus instrucciones le exigían realizar estas negociaciones secretamente. Pero además estas lo instruían para que participara de lleno en los problemas y conflictos de las Antillas. En este sentido, Covarrubias le indicaba:

...Entre los medios de cooperación que pueden ofrecernos, hay dos primordiales: el

10 Benjamín Vicuña Mackenna: Diez meses de misión a los Estados Unidos de Norte América, 2 tomos, Santiago, Imprenta de La Libertad, 1867, tomo I, págs. 12-14. Todas las cursivas son de su autor. 11 Al respecto, ver la obra de Mario Barros Van Buren: Historia diplomática de Chile, 1541-1938, 2ª edición, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1990, págs. 249-251.

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primero, cerrar sus puertas al comercio y bandera de España; el segundo, hacer armamentos marítimos regulares, o a lo menos, armar corsarios que, unidos a los nuestros, devasten la marina mercante española y protejan a los patriotas de Cuba y Puerto-Rico en sus intentos para conquistar la independencia de aquellas islas y purgarlas de la plaga de la esclavitud.

Damos a este último punto una importancia capital. Según los informes que se nos han trasmitido, existen numerosos refugiados de Cuba y Puerto-Rico en los países que va US. a visitar, y sobre todo en los Estados Unidos, donde cuentan con fondos cuantiosos reunidos para fomentar proyectos de insurrección. Dar a estos proyectos unidad, dirección y un carácter respetable, sería asegurarles desde luego muchas condiciones de buen suceso. Esta obra sería fácil a los gobiernos de Colombia y Venezuela, a quienes instará US. a acometerla, y a cuyos esfuerzos en tal sentido reunirá US, los suyos sin reserva. Al efecto, se pondrá US. en comunicación con nuestro agente confidencial de los Estados Unidos, el señor Vicuña Mackenna, que lleva instrucciones sobre el particular, y por su medio, trabajará en combinar la acción de los patriotas de Cuba y Puerto-Rico y la de nuestros corsarios en el mar de las Antillas. Además, como parece indudable que vuelva a encenderse la guerra entre Santo Domingo y España, esta circunstancia debe tenerse muy en cuenta. Ella puede facilitar una tentativa sobre las otras dos Antillas que, si fuera feliz, redundaría en provecho de la independencia dominicana. Tampoco debe desatenderse la posibilidad de que los haitianos auxiliasen a los patriotas de Santo Domingo. (...) Adjuntas remito a US. algunas patentes de corso, en blanco, con sus títulos respectivos, también en blanco, y con las instrucciones a que deben sujetarse los corsarios.12

Los dos agentes contaban además con el público conocimiento del Manifiesto del

Ministro chileno de Relaciones Exteriores, redactado el 26 de octubre, cuando ambos se encontraban en camino a sus destinaciones. En él, Covarrubias, junto con refutar uno por uno los once cargos hechos por el jefe de la escuadra, había proclamado que Chile emprendía la guerra

...con el propósito irrevocable de no terminarla mientras no reciba del gobierno de España la condigna reparación de las ofensas y perjuicios que le ha inferido una agresión indisculpable, y sólidas garantías que pongan para siempre a salvo de futuros e injustos ataques (...) la independencia y reposo de las Repúblicas americanas. (...)

No es una estéril satisfacción de amor propio el resultado que la República vincula a su triunfo en la actual contienda. Cifra en él la suerte futura de las nacionalidades americanas de origen español, así de las que hoy son libres o independientes, como de las que aún sobre llevan a disgusto, un odioso yugo.13

Matta no encontraría en Colombia y Venezuela los "numerosos refugiados de Cuba y

12 Manuel A. Matta: Documentos para un capítulo de la historia diplomática de Chile en su última guerra con España, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1872, págs. 17-19. 13 "Manifiesto que hace el gobierno de Chile a las naciones civilizadas sobre la guerra con España.", en: Suplemento al Ferrocarril nº. 3068, El Ferrocarril , Santiago, 30 de octubre de 1865, pág. 2.

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Puerto-Rico" de los que se hacía mención en sus instrucciones. No así Vicuña Mackenna, no obstante que sus primeros encuentros con los Antillanos fueron de mutuo recelo. El primer encuentro.

Las primeras acciones de Vicuña Mackenna en Nueva York se dirigieron --tal como se lo indicaban sus instrucciones-- a hacer agitación entre los periódicos de esa ciudad. Distintas actividades y gestiones realizaría en este sentido. En el informe que uno de los colaboradores de Vicuña escribiera para el Ministerio de Relaciones Exteriores chileno, reseñando un banquete ofrecido el 6 de diciembre a los directores de periódicos y al cuerpo diplomático residente, aparecen por primera vez, junto a los embajadores latinoamericanos, los representantes de las Antillas.

Como representantes de Cuba se hallaban los señores Santa-Cilia, célebre poeta y estadista cubano, hijo político del presidente Juárez y el señor don Juan Manuel Macías. Santo Domingo estaba presentado por el señor Dr. Bazora, actual encargado de negocios de esa república en los Estados Unidos14.

Es muy probable que por entonces ya Vicuña hubiese entrado en conversaciones con los

representantes antillanos. Al menos en aquella ocasión, en medio de los numerosos brindis, el de Macías era decidor de que las instrucciones del Agente Confidencial chileno eran de su conocimiento; Macías había entonces brindado "...porque la solitaria estrella de Cuba, nublada hoy por las tinieblas de la esclavitud, brillara en breve iluminada con los resplandores de la de Chile"15.

Por otra parte, los antillanos que se encontraban en aquella ocasión eran los principales representantes del independentismo de las colonias cubanas y puertorriqueñas residentes en Nueva York. Juan Manuel Macías había sido en 1851 ayudante del anexionista cubano Narciso López. Exiliado, y condenado a muerte en ausencia, había transitado hacia el abolicionismo y el independentismo16. El médico José M. Bassora era --además de representante diplomático dominicano-- un connotado independentista puertorriqueño.

Ambos eran fundadores de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico. En ella se habían reunido figuras como Cirilo Villaverde, Juan Clemente Zenea, Luis Felipe Mantilla, Pedro Santalicia y Ramón roa, entre otros. El objetivo de la Sociedad era radical: "poner en ejercicio los medios que estén a su alcance para separar a Cuba y Puerto Rico de la dominación española y adquirir una patria libre e independiente"17. Macías sería también designado por la Sociedad para entablar conversaciones formales con Vicuña Mackenna.

14 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo I, pág. 251. 15 V. Vicuña Mackenna (1867), op. cit., tomo I, pág. 253. 16 Raúl Roa: op. cit., pág. 19. 17 Raúl Roa: op. cit., pág. 23.

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El 9 de enero de 1866 el representante de la Sociedad le escribía al agente chileno solicitándole que le manifestara "oficialmente" lo que hasta entonces éste le había ofrecido verbalmente como ayuda a la causa cubano--puertorriqueña18. Al día siguiente Vicuña Mackenna le respondía por escrito, haciendo precisiones respecto a las ofertas de Chile:

El gobierno de Chile se complacería, pues, altamente en contribuir a la libertad de Cuba y Puerto Rico, y se haya dispuesto a prestar a aquellas posesiones todo el auxilio moral y material de que pueda disponer, cuando por actos positivos manifiesten sus habitantes el deseo de emanciparse.

No duda el infrascrito ni por un momento que ese ardiente y patriótico deseo existe en todos los corazones. Pero la calma al parecer profunda que reina en aquellos países es un síntoma un tanto desconsolador.

Ud. ha tenido a bien esforzarse en desvanecer esta idea, nacida de la observación superficial de los hechos y de las noticias públicas (únicas que están a mi alcance), y a la verdad que me sería grato el convencerme de estar en error. A este propósito rogaría al Comité patriótico, de que es Ud. delegado, tuviese a bien hacerme un plan de las operaciones en que se propone provocar la insurrección de aquellos países, los recursos materiales con que cuenta en el exterior, la cooperación efectiva que encontraría entre los habitantes de aquellas islas, y todo lo que pudiera contribuir a ilustrar desde luego mi criterio particular y en seguida el del gobierno de Chile sobre tan importante y trascendental asunto.19

El deseo de Vicuña Mackenna de colaborar con la independencia de Cuba y Puerto Rico

en nombre del gobierno chileno era sincero. De hecho, por su iniciativa ya entonces se estaba publicando en Nueva York "La voz de América", periódico cuyo subtítulo era el de "órgano de las Antillas españolas". En la misma carta, le hacía entrega a Macías de trescientos ejemplares de esa publicación para que llegasen a manos antillanas, y le solicitaba la colaboración de los independentistas para que escribiesen en sus páginas.20.Pero también en su carta expresaba sus dudas acerca de la fuerza del movimiento emancipador. Por ello manifestaba su deseo de ver "actos positivos" como condición para prestar el apoyo chileno.

Aquello no fue bien recibido en la Sociedad. En carta del 12 de enero, Macías, después de agradecer el ofrecimiento del gobierno chileno, pasaba a describirle a Vicuña los esfuerzos desplegados por cubanos y puertorriqueños por conquistar su independencia en su más reciente historia, así como las razones por las que, a su juicio, a pesar de esos esfuerzos, aún las dos islas se encontraban bajo dominio español. Diplomáticamente confirmaba la ignorancia del agente chileno respecto a la realidad de las Antillas. Luego, entraba de lleno a la propuesta chilena. 18 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 139. A la fecha ya la guerra en el sur registraba los primeros enfrentamientos. El 26 de noviembre, en el combate naval de Papudo, las fuerzas chilenas habían capturado la nave española "Covadonga". A causa de este acontecimiento, días después el jefe de la escuadra Pareja se suicidaba. 19 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 140. 20 V. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 141.

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"Dice Ud. --señalaba el cubano-- que su gobierno contribuirá con recursos iguales a los que faciliten los cubanos cuando por actos positivos demuestren su deseo de querer emanciparse"21. Y agregaba inmediatamente:

Aquí, señor, se envuelven dos cuestiones: primera, la de dejarnos solos en tanto que preparamos organizaciones y solicitamos dinero, y segunda, la de persistir en la idea de que somos un pueblo tan inerte que no inspiraremos confianza hasta que no hayamos comenzado la obra. La primera de estas cuestiones es de lenta resolución, atendiendo a la perentoriedad de las emergencias que están surgiendo,... (...) La segunda cuestión podría interpretarse, aunque la Comisión no es de ese parecer, con una medida de hábil diplomacia para distraer la atención de España de las aguas del Pacífico y hacerle fijar la mirada en las dos grandes joyas que le quedan en este lado del mar,...

En otras palabras, cubanos y puertorriqueños se preguntaban cuáles eran realmente las

intenciones de los chilenos al ofrecer de manera condicional su ayuda. Evidentemente, existía el temor de que sólo se estuviese buscando que la atención de España se desviase del Pacífico hacia sus colonias en el Caribe, "aunque la Comisión no era de ese parecer".

Macías, en todo caso, dejaba abiertas las puertas para que se concretara el apoyo ofrecido, proponiéndole al agente chileno dos alternativas:

...si nosotros tuviéramos aquí los medios para efectuar un desembarco en Cuba y levantar la bandera de la revolución, no nos queda la menor duda de que lograríamos salir triunfantes en la empresa, y si por tanto pudiera facilitarnos Chile estos arbitrios, con nuestras cabezas respondemos de llevar la guerra a España en Cuba y Puerto Rico. (...) ...la otra es la que el mismo Chile nos puede señalar, disponiendo a la hora que guste de un número crecido de cubanos y portorriqueños residentes en los Estados-Unidos, que irán a unirse a sus hermanos de aquellas islas dispuestos siempre a levantar el estandarte del progreso y la libertad.22

Al parecer Vicuña Mackenna no quedo muy convencido con las explicaciones y las

propuestas del delegado de la Sociedad. Días después, en conversación informal con el puertorriqueño Bassora nuevamente preguntaría cómo se explicaba "...que los patriotas de aquellas islas no se levantaron en las ocasiones favorables que les han ofrecido, la guerra de Santo Domingo, los sucesos del Perú y actualmente lo que está pasando en Chile". También Vicuña le indicaría –adelantándose a la posible respuesta de Bassora-- "...que otros países en circunstancias tan difíciles como las de Cuba y Puerto Rico habían luchado y conquistado su libertad"23. 21 La propuesta de contribuir con recursos iguales a los que pudieran agenciarse los cubanos no se encuentra en la carta que escribe Vicuña el 10 de enero. Es posible que Macías se refiera a propuestas verbales anteriores. En todo caso, fue éste el criterio que el agente chileno aplicó cuando, meses después, fue necesario contribuir efectivamente con recursos para la compra de fusiles para los independentistas cubanos. 22 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, págs. 141-146. 23 Las preguntas de Vicuña fueron recogidas por Bassora en la respuesta que le escribiera posteriormente.

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Eran estas preguntas sin duda incómodas para cualquier patriota convencido de su causa y que conociese la historia de las luchas emancipadoras de su país. Bassora no respondió inmediatamente a las preguntas del chileno. Lo hizo posteriormente, en una larga carta fechada el 19 de enero, escrita "con toda franqueza y lealtad"24.

En ella, como lo hiciera Macías, se explayaba largamente sobre la historia de los distintos movimientos subversivos de ambas islas desde 1822. Reseñaba su alto costo en vidas y proscripciones, el mérito reconocido de muchos de los caídos, y la disposición de pelea de cubanos y puertorriqueños. También, con realismo, destacaba el poder efectivo de la presencia colonial española en las Antillas, y en este sentido le recordaba a Vicuña Mackenna la situación chilena de entonces respecto a la fuerza de España:

"Bueno es y justo ridiculizarlos en la Voz de América, bueno es burlarnos de las seis fragatas viejas que no se han pagado todavía; pero cuatro meses hace que la escuadrilla española está bloqueando los puertos y paralizando el comercio de Chile, sin que hasta ahora se le haya hecho más daño que la captura de la Covadonga,..."

Bassora pensaba que, a pesar de la situación política internacional aparentemente

favorable, no era aún el momento de emprender una insurrección exitosa en Cuba o Puerto Rico. "No debemos exponernos a un nuevo fracaso, cuando es casi seguro que dentro de algún tiempo, estarán a nuestro favor todas las probabilidades de buen éxito." Tenía presente Bassora el problema de la abolición de la esclavitud, que dividía a una parte de los independentistas cubanos, así como la influencia del reformismo dentro de la política interna de ambas islas --aunque respecto a estos temas el puertorriqueño tenía una perspectiva positiva--.

Pero además incomodaba al puertorriqueño el que los ofrecimientos del agente chileno estuviesen condicionados a "actos positivos" por parte de los independentistas. Y al expresar su incomodidad, no tenía necesidad de recurrir al lenguaje diplomático de Macías:

Este tiempo que nos falta podría suplirse con ayuda exterior. ¿Puede y quiere Chile prestarnos esta ayuda? That is the question. Asegúrelo con hechos positivos y tangibles, y nos tendrá cuerpo y alma en la lucha. Sino, a lo menos por mi parte, consideraría como un crimen emplear la misma influencia de que pueda disponer en precipitar un movimiento sin más garantías que vagas y hermosas promesas de hacerlo todo por nosotros, si damos pruebas positivas. Hablemos claro, una vez levantado el bloqueo y trasladada la guerra a nuestro suelo, ¿se acordará Chile de nosotros?. Con su especie de doctrina de Monroe que le es propia, ¿se acordó siquiera de que existía Santo Domingo, durante los tres años de su heroica contienda?. ¿Qué hizo por el Perú el año pasado? Según el mismo señor Covarrubias, nada más que mantenerse en estricta neutralidad25,... (...) He dicho lo que

24 B. Vicuña Mackenna: op. cit., tomo II, págs. 146-150. 25 Tenía razón Bassora. Aunque el gobierno chileno intentó mediar en el conflicto peruano--español de las islas Chinchas, había declarado oficialmente su "neutralidad" ante éste. Frente a la anexión de Santo Domingo a España, tampoco la reacción chilena había sido solidaria. Mientras que un fuerte movimiento de repulsa a la anexión se suscitaba desde Perú, Argentina, Colombia, Nicaragua y Bolivia, el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile,

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antecede para probar que fuera de un interés platónico de amor a la libertad y a las instituciones republicanas, nada tenemos que esperar de Chile, el día que no se vea arrastrado a protegernos por sus propios males. (...) No teniendo, pues, que esperar de Chile más que aquello a que lo obligue la palabra empeñada, ofrézcanos algo positivo y tangible y si es bastante para emprender la revolución se hará inmediatamente.

Decididamente, no comenzaba bien la relación entre Vicuña Mackenna y los cubanos y

puertorriqueños de Nueva York.

Sin embargo, antillanos y chilenos persistieron en mantener una relación que de alguna manera hiciera efectivos los ofrecimientos de ayuda de Chile. A ello contribuyó el que la incredulidad de Vicuña Mackenna comenzó rápidamente a variar, fruto de los esfuerzos de Macías y Bassora por mostrarle la realidad política de sus países, porque las noticias de Cuba y Puerto Rico indicaban que en ambos territorios existía efectivamente un importante movimiento independentista, y porque en la orilla sur del Caribe, el Encargado de Negocios chileno ante los gobiernos de Colombia y Venezuela, Manuel Antonio Matta, también comenzaba a activar una red de espionaje dirigida hacia las colonias de España en las Antillas. La Misión de Matta en el frente sur de las Antillas.

Matta llegó a su destino el 16 de noviembre. Pronto descubre que en Colombia y Venezuela no existe ese numeroso contingente de antillanos que se le señalaban en sus instrucciones. También descubre que, aunque no han cesado las tensiones entre España y Santo Domingo, la evacuación de las tropas españolas de este último país ya ha concluido. Viajando entre Colombia y Venezuela, cumpliendo su misión ante los gobiernos de estos países, centra también su atención en otros aspectos de sus instrucciones. Así se lo escribe al Ministro de Relaciones Exteriores chileno desde Cartagena de Indias, el 31 de diciembre de 1865.

Hay, además, otros motivos que me aconsejan ir a Caracas; y son los que nacen de otros capítulos de mis instrucciones, referentes, el uno, a la emisión de patentes de corso, y el otro, a ponerme en relación con los agentes de Chile en los Estados Unidos y en las Antillas para promover y auxiliar la emancipación de las colonias españolas.26

Para ello, establece contacto con el Cónsul chileno en la isla de Santo Tomás, el

dominicano Hipólito Victoria, a quién le solicita su cooperación para realizar tareas de espionaje y de apoyo a las posibles acciones chilenas. Aquella diminuta isla, localizada a sesenta kilómetros al este de Puerto Rico, --justo en el medio entre las Antillas mayores y las Antillas menores-- se encontraba entonces bajo soberanía del reino de Dinamarca27. Esto la transformaba

Manuel Alcalde, declaraba al Congreso que "Según los antecedentes que el gobierno español ha publicado, esa incorporación es el resultado del voto espontáneo del pueblo dominicano y España sólo se ha decidido a aceptarla después que no le ha quedado duda al respecto." Citado por Eduardo Barros Van Buren: op. cit., pág. 233. 26 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 29. 27 Desde 1917 se encuentra bajo soberanía de los Estados Unidos, quien la compró a Dinamarca. Forma parte del archipiélago de las Islas Vírgenes.

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en territorio neutral y punto de tránsito por excelencia, en medio de un espacio históricamente conflictivo. Al respecto, Matta informa a Covarrubias, el 24 de enero de 1866,

...el puerto de Santo Tomás, como que es el centro hacia donde convergen y de donde se reparten todos los vapores de las Antillas, de los Estados Unidos y de Europa, es el punto donde pueden recogerse noticias e informes y talvés encontrarse agentes útiles y aún indispensables para la realización de algunos propósitos del gobierno, en la guerra con el gobierno español.28

El Cónsul Victoria solicitó instrucciones precisas respeto a sus tareas ante el conflicto

chileno--español. Matta le envió un oficio desde Caracas, el 21 de febrero, instruyéndolo.

1ª Recoger informes sobre los lugares en que nuestros corsarios pudieran hacer mayores daños al comercio enemigo;

2ª Trasmitir esos informes, por ahora, a la legación de Chile en Washington, y comunicarlos a los armadores de algún corsario o a sus agentes cuando ello se pueda hacer; y

3ª En caso de arribada de un corsario chileno, solo o con presa, darle todas las instrucciones para que pueda obviar inconvenientes y peligros o para que pueda obtener mayores ventajas...29

A mediados de mayo, Matta completaba el "cerco" a las posesiones españolas en las

Antillas al dejar al secretario de la Legación Juan Agustín Palazuelos en el consulado chileno en Panamá. Sus instrucciones, del 14 de mayo, eran también muy precisas:

Aunque el señor Secretario no pueda ejercer en Panamá funciones diplomáticas, hará uso de facultades iguales a las del Encargado de Negocios, en materia de consulado, de vigilancia de los enemigos y de información al gobierno de Chile y al del Perú; tomando, en el segundo caso, el conducto de la Legación de Chile en Lima.30

De esta manera, gradualmente Chile había articulado una red de individuos, con

potestades suficientes, situados en los puntos claves del Caribe --o en puntos como Nueva York, muy vinculados por razones de inmigración a esta zona-- dispuestos a combatir contra España en sus últimas colonias en América y contribuir a su liberación. De todos ellos, Vicuña Mackenna era el mejor situado para cumplir esas tareas. Los "actos positivos" de Chile.

El 8 de febrero Vicuña Mackenna informaba al Ministro de Relaciones Exteriores chileno

28 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 83. 29 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 108. 30 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 220.

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de que "algo se prepara en Cuba". Indicaba además de que Macías le había entregado un plan para una expedición revolucionaria y que para ello solicitaba cien mil pesos31. A pesar de sus suspicacias, Macías había comenzado a activar al independentismo al interior de la isla en función de los ofrecimientos de Chile.

No obstante, en un primer momento, desde ella también hubo ciertas reservas ante las propuestas del agente confidencial. Desde la ciudad de Matanzas le escribía Laureano López a Macías el 5 de enero

(...) ¿pero cree Ud. que España sostendrá una guerra con Chile? Aquí nadie lo cree, ni lo espera; y sería lamentable que las negociaciones entabladas concluyan con un arreglo sin pelea; pero si nos equivocamos, y hay guerra, nuestra oportunidad sería tan brillante, que una vez perdida, tarde se presentaría otra. (...)32

Sin embargo, pronto las iniciativas y relaciones de chilenos y cubanos en Nueva York

comenzaron a tener un efecto favorable entre los independentistas de la isla. Un mes después de la misiva de López, el 16 de febrero, el matanzero Ignacio Mendoza informaba a Macías del impacto de "La Voz de América" entre los cubanos.

(...) Como en mi última le pedía me remitiera algunos ejemplares de La Voz de América y no los he recibido le reitero la petición porque me sacan los ojos por ellos creyendo que los recibo.

(...) Convendría también que La Voz de América al hablar de España lo haga excluyendo las ofensas al partido democrático [de Castelar] que marcha hoy con nosotros...33

Por otra parte, Vicuña Mackenna, seguramente estimulado por las favorables noticias

llegadas del Perú34, y por el nuevo enfrentamiento de las fuerzas combinadas chilenas y peruanas con la escuadra española en Abtao, el 7 de febrero, le planteaba al ministro Covarrubias, en carta del 9 de marzo, la idea de enviar un "comisario" a Santo Domingo. Argumentaba dos razones: "El estado de guerra no ha cesado entre ese país y España, (...) y por lo que me aseguran (...) no sería difícil organizar una expedición y lanzarla sobre Puerto rico, donde el ardor por la

31 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 153. 32 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., correspondencia de Laureano López a Juan Manuel Macías, Matanzas, 5 de enero de 1866. 33 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., correspondencia de Ignacio Mendoza a Juan Manuel Macías, Matanzas, 16 de febrero de 1866. 34 El 7 de noviembre de 1865 una revolución derrocaba al gobierno conservador peruano de Juan Antonio Pezet. Un mes después, el 5 de diciembre, el nuevo gobernante Mariano Ignacio Prado, firmaba con Chile un tratado de alianza defensiva y ofensiva. El 14 de enero de 1866, el Perú le declaraba formalmente la guerra a España. Posteriormente, el 30 de enero y el 10 de febrero, Ecuador y Bolivia adherían al tratado de Alianza chileno--peruana. Al respecto ver a Jorge Basadre: Historia de la República del Perú, 2 tomos, 4ª edición, Lima, Editorial Cultura Antártica S. A., 1949, tomo I, págs. 467-516.

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independencia es mayor que en Cuba"35.

La idea era congruente con sus instrucciones, y también con las del Encargado de Negocios Manuel Antonio Matta. El gobierno de Chile había tenido presente, al designar a estos enviados, que la salida de las fuerzas de ocupación españolas de Santo Domingo era fruto de las victorias militares dominicanas, y no de acuerdos definitivos. Más aún, se sabía que un mes antes de la evacuación final, el general José de la Gándara y Navarro, Gobernador y Capitán General de Santo Domingo y jefe del ejército en operaciones, había proclamado que al retirarse España del territorio dominicano se reservaba todos los derechos que le asistían en virtud de la "reincorporación espontanea" de marzo de 1861, que la guerra seguiría vigente entre las dos naciones, y que continuarían en estado de bloqueo los puertos y costas dominicanas36.

Pero ello también Matta, al momento de partir de Chile, llamó la atención de Covarrubias de "que nada se le autorizaba a hacer en pro de la causa de los dominicanos que bien podrían necesitar de armas, y sobre todo, de dinero o de fianza para adquirirlo;..." El ministro le respondió "que quedaba autorizado para afianzar hasta sesenta mil pesos, encareciéndole la prudencia, contratos de compras de armas para los dominicanos; cosa que, por otra parte, estaba embebida en las facultades latísimas que se le dejaban."37

Pero ni la iniciativa de Vicuña Mackenna ni la de Matta fructificaron entonces. Los acontecimientos dominicanos se encaminaban, desde fines de 1865 decididamente hacia la paz.

Los enviados chilenos tendrían que aprender rápidamente cual era en realidad la situación política de las Antillas, y como ella evolucionaba entonces. Hombres vehementes, imbuidos de la cultura propia del liberalismo chileno, permeados del americanismo gestado alrededor de las tensiones entre España, Europa, y América Latina, llenos de patriótica responsabilidad ante las misiones que se les había encomendado, sin embargo, conocían poco, o parcialmente, las complejidades de los acontecimientos que se desarrollaban en la cuenca del Caribe al momento de llegar a sus respectivos destinos. Tuvieron entonces que aprender "sobre la marcha", a través del contacto con los antillanos, toda vez que debían cumplir simultáneamente las precisas misiones de propaganda, y de búsqueda de alianzas con los países de destino. Un paréntesis de solidaridad.

Son enormes los esfuerzos que Vicuña Mackenna realiza para ganarse las simpatías de la prensa norteamericana a favor de la causa chilena, tratando de adquirir navíos de guerra y armamentos para enviarlos a Chile, y enfrentando al gobierno de los Estados Unidos, opuesto a sus gestiones, que violaban su proclamada neutralidad ante el conflicto chileno - español.

Matta tampoco descansa en sus intentos por conseguir el apoyo efectivo de colombianos 35 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II pág. 155. 36 Proclama del 5 de julio de 1865. Ver al respecto a Pedro M. Archambault: op. cit., págs. 302-303. 37 Manuel A. Matta: op. cit., págs. 12-13.

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y venezolanos, y en sus esfuerzos por llevarlos a la alianza que habían firmado Chile y Perú. Pero los gobiernos de Venezuela y Colombia, por problemas políticos domésticos, por compromisos con España --en el caso colombiano--, y por temor de que la guerra llegase a sus costas, brindarán sólo un limitado apoyo "moral".

No obstante, la oposición a sus misiones o los titubeos de los gobiernos no desalientan a los enviados chilenos. Y es que también, a donde llegan, su sola presencia suscita espontáneas muestras de solidaridad hacia Chile. Así lo vive Vicuña Mackenna a su paso por Panamá el 8 de noviembre de 1865, al ser invitado a una "reunión patriótica para demostrar las simpatías de este pueblo por el de Chile en la actual contienda con España"38.

Matta también es objeto de distintas muestras de apoyo en los países a donde llega. Decidor de los sentimientos que inspira en la opinión pública latinoamericana el conflicto chileno - español es el discurso que el colombiano Salvador Camacho Roldán le dedica, en un banquete en honor a la Legación de Chile, el 17 de diciembre de 1865, en Bogotá:

Nuestras simpatías acompañan al PUEBLO y al gobierno de Chile, no tanto, pues, porque sean nuestros hermanos en el origen, las instituciones, la independencia, y hasta en la debilidad misma de los pueblos nacientes, no porque entre nosotros se mantenga latente un odio que, si puede explicarse contra un tirano, no puede tener cabida contra un pueblo, sino porque de su lado está la justicia, está la razón, está el buen derecho. (...)

En el actual conflicto en que la suerte ha concedido la primera fila, el puesto de peligro y de honor, el puesto envidiado, a los chilenos, debemos estar seguros del honor de la América. (...)39

Enfrentados a la oposición de los gobiernos, y estimulados por el apoyo de los pueblos

que los acogían, Vicuña, Matta, y sus colaboradores no abandonaron su empeño por contribuir a la independencia de las Antillas españolas. De los actos positivos a las acciones concretas.

Todo parece indicar que para el Agente Confidencial chileno en Nueva York se hizo cada vez más necesario que Chile contribuyese efectivamente con un desembarco, que iniciase la liberación de las colonias españolas; sobre todo al ver el impacto que tenían sus limitadas acciones de apoyo, hasta ese momento.

Por un lado, estaba el efecto de "La Voz de América", sobre el cual informaba al ministro Covarrubias el 20 de marzo: "Es indudable que una profunda agitación trabaja aquella colonia [se refiere a Cuba]. La Voz de América, de la que se envían mil ejemplares que circulan de una 38 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., recorte del periódico "Crónica Mercantil", Panamá, 9 de noviembre de 1865. 39 A este banquete concurrirían, entre otros, el presidente en ejercicio de Colombia, y el secretario de relaciones exteriores de ese país. Manuel A. Matta: op. cit., págs. 57 y 65.

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manera asombrosa, ha conseguido excitar a las masas, la juventud y la gente ilustrada y patriota." Luego, insistía en la idea de apoyar un desembarco sobre esta isla.

La convicción general aún entre los más exaltados patriotas cubanos en ésta, es, que la base de una insurrección llamada a independizar a Cuba es el apoyo de una expedición exterior, que no puede salir sino de Nueva Granada, de Venezuela o de Santo Domingo. (...)

En el sentido de preparar esas expediciones, creo, en mi humilde juicio, que deberían empeñarse los agentes del gobierno de Chile y del Perú, en los estados de Colombia. Yo por mi parte, en lo que está en mis alcances hago cuanto me es dable en este sentido.40

De hecho, el agente chileno, en coordinación con Manuel A. Matta, y con el apoyo de

colaboradores venezolanos, intentó conseguir el concurso del presidente de Venezuela, el general Falcon, para que desde este país se organizara una expedición de "dos o tres mil hombres" sobre Cuba.41

Pero además, no podía dejar de ser estimulante conocer los efectos de la noticia de que Chile estaba dispuesta a armar corsarios en las Antillas. Desde La Habana escribían el 23 de marzo al delegado cubano Macías, diciéndole

Querido amigo: Es de indispensable necesidad que a vuelta de correo me remita una patente de corso chilena, todo está preparado y sólo espero ese documento para salir a la mar.

Remítala con un sobre a D. Lino Infante y otra cubierta dirigida al cónsul americano a fin de que no pase por el correo y venga en la correspondencia de oficio.42

Por su parte, el Cónsul chileno en Santo Tomás informaba el 24 de marzo al agente

chileno que "...En Puerto Rico es tal el pánico de Corsarios que los comerciantes españoles embarcan los frutos de la isla solamente en cascos extranjeros y bajo conocimiento de casas forasteras,..." sin embargo, a continuación le preguntaba, confirmando que en realidad aún nada sucedía en las Antillas, "¿Tendremos por fin corsarios o no ?. Sírvase tenerme bien al corriente de las operaciones en estos mares, pues este puerto tendrá que jugar un papel bastante importante en caso de meditarse algo por aquí."43

De cualquier manera, el efecto de la intención chilena había sido suficiente como para que España tomara medidas de defensa desde el 3 de febrero, cuando una circular del Capitán

40 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, págs. 155-157. 41 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, págs. 84-87. 42 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., correspondencia a Juan Manuel Macías, La Habana, 23 de marzo de 1866 (documento sin firma). 43 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., correspondencia de Hipólito Victoria a Benjamín Vicuña Mackenna, Saint Thomas, 24 de mayo de 1866.

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General de la isla de Cuba señalaba que "Declarada la guerra entre nuestra nación y la República de Chile, teniendo noticia de que ésta intenta armar corsarios que hostilicen nuestros buques y costas, se hace necesario adoptar las precauciones convenientes para evitar una sorpresa y los daños consecuentes", prohibiéndose la entrada de noche de barcos de ningún tipo en los puertos de la isla, y reforzando los fuertes y defensas costeras.44

No cabe duda que para muchos era la hora de las acciones concretas. Pero llegó el contra - ataque español.

Para España también era ya la hora de la acción. Su escuadra comenzaba a desgastarse bloqueando costas extensas. Los combates y escaramuzas con los barcos de la alianza casi todos habían sido a favor de su enemigo. No contaba tampoco con un puerto amigo, desde Guayaquil hacia abajo, donde recalar y avituallarse. Se requería entonces dar fin a la aventura en el Pacífico, pero de manera "satisfactoria"; es decir, castigando a los indóciles que se negaban a dar las satisfacciones desde hacía tanto tiempo exigidas.

El 31 de marzo la escuadra española bombardeaba el puerto de Valparaíso. Carente de defensas, la ciudad fue cañoneada impunemente por fuerzas que no encontraron oposición alguna.

Al conocer los agentes chilenos la noticia del ataque español, todos buscaron vengar la agresión iniciando la guerra contra España en Cuba o en Puerto Rico, a través del apoyo a los independentistas de ambas islas. Pensaban que era el momento de jugase por entero para llevar la guerra al Caribe, y creían contar con el respaldo de su gobierno.

Sin embargo, la reacción de éste fue la menos esperada. Encontrándose aún la escuadra enemiga frente a Valparaíso. El Ministro de Relaciones Exteriores chileno enviaba a Vicuña Mackenna un oficio, fechado el 9 de abril, donde en cuatro líneas le informaba que "...el gobierno ha resuelto poner fin a la comisión que desempeñaba Ud. en ese país. (...) En consecuencia me limito a encargar a Ud. que regrese a la República con la posible prontitud."45

Pero conociera o no la determinación de su gobierno, la correspondencia del chileno con el ministro Covarrubias continuaría refiriéndose a sus planes para contribuir a la independencia de las Antillas.

El 20 de abril Vicuña Mackenna le escribía al Ministro de Relaciones Exteriores,

44 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 63. 45 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 90 y 93. Vicuña Mackenna dice haber recibido a fines de mayo la carta de Covarrubias. Sin embargo, nos queda la duda si conocía desde antes la determinación de su gobierno. Nos induce a pensar esto las insinuaciones que ya en abril hace al ministro chileno sobre la necesidad de cumplir los compromisos libertarios proclamados al iniciarse la guerra con España.

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proponiéndole realizar una expedición chileno - peruana de dos mil hombres sobre Cuba. Esta debía salir de El Callao, pasar por Panamá, y desembarcar por el sur de la isla, entre las ciudades de Cienfuegos y Santiago de Cuba.

La idea del agente chileno era la de preparar "una expedición que fuese, más bien que un ejército, una escolta suficiente para llevar veinte mil fusiles al corazón de la isla". De paso, también le recordaba al ministro que "en su manifiesto hizo esta promesa a las naciones a que lo dirigió, y que si los españoles han cometido algún acto de barbarie en nuestras costas el presente sería el mejor momento para cumplirla"46.

Quizás la proposición de Vicuña pudo parecer descabellada al gobierno chileno, pero no a los independentistas cubanos, que ya habían recibido la solicitud del chileno de un plan de desembarco. El 30 de abril el delegado cubano Juan Manuel Macías se dirigía a Vicuña, presentándole un informe "...sobre el punto de la isla de Cuba en que (...) pueda y deba hacerse un desembarco de tropas revolucionarias. Aunque firmado por Macías, éste le aclaraba que el plan había sido preparado conjuntamente con los cubanos Cirilo Villaverde, Ramón Ignacio Armas y Juan Clemente Zenea, todos "...de no desmentido patriotismo, hombres de prueba y reputación republicana y además miembros de la Junta Central Ejecutiva de Nueva York..."47

El informe cubano era un documento de cuatro páginas, escrito por ambos lados, donde, a partir del análisis de los distintos movimientos anti coloniales ocurridos hasta entonces, proponía la costa de Cienfuegos para realizar un desembarco revolucionario. Desde allí se debía marchar a la región de Trinidad, donde era posible reclutar a los esclavos de los ingenios azucareros de la zona. A continuación las fuerzas alzadas debían dirigirse a Colón y Puerto Príncipe, en donde encontrarían numerosos voluntarios e importantes fuentes de abastecimientos.48

La acción pro cubana y pro puertorriqueña de los agentes chilenos, y en especial la de Vicuña Mackenna, causaba una particular efervescencia entre los independentistas en el exilio y de las islas, quienes también seguramente se sentían estimulados por el fracaso de la escuadra española al tratar de bombardear El Callao el 2 de mayo. La reacciones provenientes de Cuba y Puerto Rico eran sistemáticamente trasmitidas a los representantes de Chile. Un mes después de recibir Vicuña Mackenna el plan de desembarco de Macías, el cubano Cayetano Quesada le comunicaba

...el siguiente encargo importante que me dieron varias personas de influencia,

46 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., oficio de Benjamín Vicuña Mackenna al ministro de Relaciones Exteriores chileno; Nueva York, 20 de abril de 1866. 47 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/p., correspondencia de Juan Manuel Macías a Benjamín Vicuña Mackenna, Nueva York, 30 de abril de 1866. 48 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., "Informe que presenta el señor Juan Manuel Macías al señor Benjamín Vicuña Mackenna, Agente Confidencial de Chile en los Estados Unidos de América, sobre una expedición militar para hostigar a España en sus colonias, favoreciendo a los revolucionarios de la isla de Cuba y teniendo presente que la dicha expedición, por circunstancias particulares, deberá desembarcar por la parte sur de aquella isla." Nueva York, 30 de abril de 1866.

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representabilidad y crédito militar en La Habana. (...)

Mil fusiles con sus correspondientes municiones, etc. bastarían y es todo lo que aquellos patriotas piden a sus hermanos chilenos para un movimiento que tantos beneficios traería a nuestra común patria la América. Y no es que pidamos gratuitamente los mil fusiles, pues si Cuba conquista su independencia, esa será una deuda demasiado sagrada para que jamás pueda olvidarla. (...)49

También desde Puerto Rico llegaban solicitudes de este tipo, a través del cónsul chileno

en Santo Tomás y del agente en Panamá Juan Agustín Palazuelos. Este le escribía el 24 de junio al Encargado de Negocios de Chile en el Perú, Marcial Martínez, indicándole que

En comunicación recibida esta mañana y con fecha 17 del corriente, el señor Cónsul de Chile en Santo Tomás, me dice lo que copio a continuación: "...se me ha presentado un rico hacendado de Puerto Rico, introducido por un compatriota mío (dominicano) quien explicándome las aspiraciones liberales de los criollos de Puerto Rico, desea saber si el núcleo ya formado, fomentando la emancipación, podía contar más tarde con el apoyo de Chile y el Perú al lanzar el grito de independencia. Dinero y hombres están ya listos." (...)

...el caballero a quien se refiere el señor Cónsul, debe ser persona de consideración y que merece fe, porque el negocio se lo comunica directamente a nuestro Ministro de Relaciones Exteriores y a los señores Encargado de Negocios de la República en Colombia, y Agente Confidencial, en Nueva York.50

Ante muchos cubanos y puertorriqueños, Chile se había transformado en la nación

dispuesta --en algunos casos junto al Perú-- a llevar la lucha por la independencia hasta sus últimas consecuencias. Si al iniciar la guerra contra España, a través del ministro Covarrubias ese país había proclamado su disposición de transformar el conflicto en el camino de la independencia de ambas islas, las acciones desplegadas por los agentes chilenos lo confirmaba.

Por su parte, estos, aunque actuaban siguiendo la letra de sus respectivas Instrucciones, estaban imbuidos del espíritu americanista desarrollado en Chile desde antes de declarar la guerra a España. Pero además estaban convencidos de que era necesario llevar la guerra al Caribe, sobre todo después del bombardeo de Valparaíso. Desde ese momento actuaron con el vehemente deseo de vengar el ataque al principal e indefenso puerto de su patria.

En la misma carta del 24 de junio dirigida al Encargado de Negocios en el Perú, el agente chileno en Panamá, Palazuelos resumía el sentir de los que se encontraban en la primera fila de este combate en las Antillas.

Se nos ha injuriado atacándonos, bombardeándonos nuestro mejor puerto; y es necesario

49 A.N.F.M.R.E., vol. 127, foj. s/n., correspondencia de Cayetano V. Quesada a Benjamín Vicuña Mackenna, Nueva York, 29 de mayo de 1866. 50 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 235.

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que nosotros ataquemos también, que bombardeemos a la España, sino en Cádiz, en Cuba y en Puerto Rico, quitándole a su exsauto y robado tesoro, estas dos únicas joyas que aún le permiten tener algunos buques que se ejercitan en expediciones piráticas. Sobre todo, nosotros los chilenos, especialmente, estamos comprometidos a continuar la guerra en las Antillas. La independencia de Cuba y de Puerto Rico se la hemos ofrecido a la América en el Contra - Manifiesto de nuestro Ministro de Relaciones Exteriores que todo aprobamos.51

El final de un compromiso.

Pero un día antes de escribir esta carta, el primero --y el más importante-- de los agentes chilenos había zarpado de Nueva York con destino a Chile. Antes de partir, a nombre de los compromisos de su país, había entregado al delegado de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico quinientos pesos "que reunidos a otros 500 que había colectado aquella institución sirvieran para enviar a la isla cien carabinas de Sharp que se pedían para armar una guerrilla.52

Por otra parte, el 31 de agosto, después de que fracasaran sus gestiones ante los gobiernos de Venezuela y Colombia, también tomaban rumbo a Chile los agentes chilenos Matta y Palazuelos.

No obstante, el período que va desde junio a setiembre --cuando Vicuña Mackenna, Matta y Palazuelos van en camino hacia Chile--, resultará tremendamente activo para los españoles y sus posesiones en el Caribe, gracias al trabajo desplegado por los agentes enemigos.

El 21 de junio el cónsul chileno en Santo Tomás informaba al embajador Astaburuaga que desde el día 5 se encontraba en esa isla "...la cañonera española "Sirena", 4 cañones de pequeño calibre, enviado de Puerto Rico, para poder avisar allí oportunamente la eventual aparición en este puerto de algún corsario o buque de guerra chileno o peruano."53 El cónsul informaba también que para defenderse de esos posibles ataques, el gobierno puertorriqueño había resuelto completar las fortificaciones de San Juan, y establecer medios de defensa en los puertos de Ponce y Mayagües.

El temor de ver aparecer una flota o corsarios de los países agredidos ante las costas de sus colonias antillanas, llevó a España a ordenar a la "Numacia" --el navío de mayor poder de fuego de la escuadra que amenazara a Chile y al Perú, y que desde El Callao se dirigiera a las Filipinas-- que desviara su camino hacia Río de Janeiro, se incorporara a la escuadra de Méndez Núñez, y desde allí tomara rumbo a Cuba, a donde habían llegado noticias de un posible ataque combinado de Chile y Perú. 54

51 Manuel A. Matta: op. cit., págs. 236-237. Matta y Vicuña Mackenna eran de igual opinión, como se verá más adelante. 52 B. Vicuña Mackenna (1867): op. cit., tomo II, pág. 91. 53 A.N.F.M.R.E., vol. 134, foj. s/n., correspondencia de Hipólito Victoria a Francisco Astaburuaga, Santo Tomás, 21 de junio de 1866. 54 Benjamín Vicuña Mackenna (1883): op. cit., pág. 462.

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Llegaron entonces a propagarse noticias de supuestos desembarcos chilenos sobre Cuba,

tal como lo trasmitía el 24 de julio el Encargado de Negocios chileno en Panamá al ministro de Relaciones Exteriores.

De Cuba, y por la vía de Nueva York, nos han llegado las importantes noticias que no han sido aún confirmadas por la vía de San Tomas, de un desembarque de 2000 hombres, hecho en Nuevitas, bajo bandera chilena, y de una importante sublevación, cuyas fuerzas se hacen subir a 7000 hombres, en la ciudad de Puerto Príncipe. Aunque la misma forma en que ha sido publicada la noticia, contribuye a que se le de poco crédito; sin embargo, la trasmito a US., para quien, por estar en posesión de mayores antecedentes, puede tener alguna importancia. Incluyo recortes de los periódicos en que han sido relatadas.55

Pero los chilenos no sólo no llegaban a las Antillas, sino que se iban. También ya había

partido del Pacífico la escuadra española, desapareciendo con ella el peligro directo para Chile.

Tras la partida de Vicuña Mackenna, el embajador Astaburuaga sostuvo durante algún tiempo los contactos con la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico. Por su iniciativa, el gobierno de Chile siguió financiando "La Voz de América". Sin embargo, a pesar de que su opinión era de que "sería de pésimo efecto (...) la cesación de ese periódico, que haría creer que no éramos ni aún capaces de sostener ese medio de hostigar a la España"56, el sostén chileno al órgano independentista sólo duraría algunos meses.

Finalmente, el 23 de febrero de 1867, el nuevo embajador de Chile en Washington, Alberto Blest Gana, comunicaba oficialmente al editor de "La Voz de América" que su gobierno había decidido suspender la subvención de cuatrocientos pesos que se le tenía otorgada.57

El gobierno de Chile terminaba así su relación con el independentismo antillano. Quienes habían tenido un rol principal en esta relación, Matta y Vicuña Mackenna, regresaron con la sensación de no haber terminado una tarea que les habían presentado como la culminación del proceso independentista de Hispanoamérica. Para ambos, el responsable de que no pudieran cumplir con sus misiones tal como estaban establecidas en sus respectivas Instrucciones, era el gobierno.

Con la autoridad que le daban éstas, con el movimiento de solidaridad con Chile existente en los países donde se encontraban --que les permitió contar con la colaboración de individuos de distintas nacionalidades--, y sobre todo, con la mancomunión de esfuerzos con los independentistas cubanos y puertorriqueños, los agentes chilenos hicieron enormes esfuerzos para contribuir a la independencia de Cuba y Puerto Rico. Pero les había faltado el determinante 55 Manuel A. Matta: op. cit., págs. 244-245. 56 A.N.F.M.R.E., vol. 134, foj. s/n., correspondencia de Francisco Astaburuaga al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Nueva York, 20 de septiembre de 1866. 57 A.N.F.M.R.E., vol. 134, foj. s/n., correspondencia de Alberto Blest Gana al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Washington, 27 de febrero de 1867.

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respaldo del gobierno de su país.

Un año después de regresar a Chile, Vicuña Mackenna diría:

Soy yo de aquellos que absuelven con leal corazón a nuestro gobierno del cargo vulgar que se le ha hecho por no haber libertado a Cuba, (...) Pero (...) no le hemos absuelto nunca del error de su política que no viera antes ni ahora en las aguas de Cuba sino en las de Chile y el Perú el verdadero (...) desenlace de la guerra a que nos había provocado España. (...) ...una guerrilla de cien hombres en las montañas de Cuba habría sido más eficaz para poner término a la guerra que todas las fuerzas con que a costa de millones acordonamos nuestro extenso litoral; (...)58

Matta también expresaría su opinión, pero cinco años después, en 1872:

La Alianza del Pacífico pudo con el precioso anillo de Cuba y Puerto-Rico, unir y asegurar ese haz de pueblos hermanos que, desde Yucatán al Cabo de Hornos, tienen un sólo dogma --la democracia; --una sola bandera --la república; --un solo punto de partida --la emancipación de su metrópoli.

El más duro castigo para el gobierno español, como el triunfo más honroso para los gobiernos americanos, estaba en los mares de las Antillas; ahí estaba el verdadero nudo y ahí se encontraba el desenlace más deseable y fecundo de la guerra; en el mar de las Antillas a donde no se buscó la acción sino aparentemente, por momentos y con palabras, y no en realidad como, con constancia y con actos serios y verdaderos.59

Cuando Matta entregaba esta opinión, ya hacía un año que Chile había firmado un

armisticio con España, por el cual ambas partes se obligaban a no renovar las hostilidades, y autorizaban el reinicio del intercambio comercial. También hacían ya cuatro años que los patriotas de Cuba habían iniciado, sin ayuda de nadie, la guerra por su independencia.

58 B. Vicuña Mackenna (1867); op. cit., tomo II, págs. 57-58. 59 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 279.

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CHILE Y LAS ANTILLAS: EL SEGUNDO ENCUENTRO. Las islas se sublevan.

El 10 de octubre de 1868, horas después de que en su hacienda de La Demajagua, al oriente de Cuba, Carlos Manuel de Céspedes diera la libertad a sus esclavos e iniciara la guerra de independencia de su patria, en Santiago de Chile, Isidoro Errázuriz, ante dos mil personas reunidas en un meeting, recordaba como en 1865 los chilenos habían promovido, en Cuba y Puerto Rico, "excitaciones poderosas y manifestaciones armadas, prometiendo a esos pueblos desgraciados el apoyo de corsarios imaginarios e inflamándolos por medio de un periódico fundado con tal objeto". Y agregaba con cierta amargura, "sangre americana corrió en esos países, en obsequio de la vanidad y por culpa de la ligereza y la deslealtad del gobierno de nuestra república"60.

Pero no era aquella una reunión en apoyo al alzamiento cubano. Y no podía serlo, pues su noticia tardaría en llegar a Chile un mes. Era en realidad un meeting liberal de oposición al gobierno.

La alianza liberal - conservadora inaugurada en 1861 por el gobierno de José Joaquín Pérez se encontraba hacia 1868 sensiblemente deteriorada. La democratización del sistema de gobierno, la introducción de reformas al sistema electoral, la legislación de leyes laicizadoras, y el ejercicio de una real libertad de prensa, eran las demandas del liberalismo de oposición, y el centro de agudos debates con las corrientes vinculadas al gobierno61. Para los liberales, recordar el apoyo que el gobierno de Chile ofreciera en 1865 a los independentistas cubanos y puertorriqueños, constituía un referente más para descalificarlo. Y esa había sido la intención de Errázuriz.

Sólo el 27 de noviembre vino a saberse en Santiago que algo acontecía en las Antillas. El "Suplemento" de El Ferrocarril de ese día, entre otras informaciones, indicaba, de manera escueta, que "la insurrección de Cuba es mucho más importante de lo que se creía oficialmente". Dos días después, una nueva edición del "Suplemento" del mismo periódico ampliaba las noticias al reseñar que los diarios norte - americanos indicaban "que la revolución de Cuba, lejos de ser sofocada cunde más y más, pero que es muy difícil poder sofocarla". Y agregaba que "en Puerto Rico reina mucha agitación y se teme una revolución"62

60 El Ferrocarril , Santiago, 13 de octubre de 1868. 61 Al respecto ver las obras de Ricardo Donoso: Las ideas políticas en Chile, México, Fondo de Cultura Económica, 1946; y Bernardo Subercaseaux: Cultura y sociedad liberal en el siglo XIX; Lastarria, ideología y literatura , Santiago, Editorial Aconcagua, 1981. 62 Los acontecimientos del exterior llegaban a Chile con los "vapores" que arribaban a Valparaíso. Estos traían los periódicos de sus países de procedencia y escala, y con ellos la prensa nacional confeccionaba sus informes noticiosos.

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Casi un mes después, el "Suplemento" de El Ferrocarril del 21 de diciembre informaba que los insurgentes cubanos trabajaban en la formación de un gobierno nacional y que estaban en posesión de la ciudad de Bayamo. Se reseñaba además que en Haití y Santo Domingo se desarrollaban sendas revoluciones.

Así, todo indicaba que las Antillas mayores, en relativa calma desde la salida de las tropas de ocupación españolas de Santo Domingo y de las francesas de México, entraban nuevamente en un ciclo de tensiones.

El alzamiento cubano había sido precedido por la insurrección de los independentistas puertorriqueños --organizada por Ramón Emeterio Betances--, el 23 de septiembre, en Lares. Los insurrectos, tras tomar el ayuntamiento de la ciudad, proclamaron la República y la abolición de la esclavitud. El gobierno quedó constituido en el Comité Revolucionario de Puerto Rico y se adoptó como carta constituyente la Constitución Provisoria de la Revolución Puertorriqueña. No obstante, las fuerzas españolas habían logrado sofocar la insurrección en 48 horas. La represión consecuente contra los revolucionarios y sus simpatizantes fue implacable63.

Por su parte, la situación de los dos estados independientes de las Antillas, Haití y Santo Domingo, no era tampoco la mejor. Hacia 1867, en Haití, la sucesión del gobierno liberal de Fabre Geffrard se enfrentaba entre sus distintas fracciones por el control del gobierno. A mediados del siguiente año la guerra civil ya era general. Ella sólo terminaría a fines de 1869, con el triunfo de la fracción encabezada por Nissage Saget64. Por otra parte, Santo Domingo se sumergía en una guerra civil donde un fuerte movimiento liberal - nacionalista se enfrentaba al gobierno de Buenaventura Báez, y a su proyecto de anexar el país a los Estados Unidos. Iniciados los enfrentamientos a comienzos de 1868, la oposición a Báez contaba con el apoyo del presidente haitiano Saget65.

Sin embargo, el más trascendente de todos estos acontecimientos, y el que más impactaba en la opinión pública chilena, era la insurrección cubana. Al iniciarse 1869 las noticias indicaban que la guerra en Cuba se ampliaba. El 13 de febrero y el 23 de marzo El Ferrocarril entregaba algunos de los nombres de los dirigentes independentistas y algunos partes de guerra, hechos desde el bando español66. Las informaciones siguientes ampliarían más aún la información acerca

63 Manuel Maldonado Denis: Puerto Rico: una interpretación histórico-social, México, Siglo Veintiuno Editores, 1969, págs.40-42. Betances escapa a la represión porque no logra llegar a Puerto Rico. Junto a una expedición, es retenido por las autoridades de la isla de Santo Tomás. 64 Claude Moïse: Constitutions et luttes de pouvoir en Haïti. Tome I: La faillite des classes dirigeantes (1804-1915), Montréal, Les éditions du CIDIHCA, 1988, págs. 149-177. 65 Al respecto ver a Hugo Tolentino Dipp: Gregorio Luperón; biografía política, La Habana, Editorial Casa de las Américas, 1979, págs. 102-117. 66 Las biografías de los independentistas cubanos serían posteriormente ampliadas en la edición del 4 de abril de El Ferrocarril . El periódico informaría "de fuentes fidedignas" acerca de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Pedro Aguilera, Pedro Figueredo, Lucas del Castillo, Esteban Estrada, Jorge Carlos Milanés, Francisco Maceo, Donato Marmol, Pedro Céspedes y Joaquín Acosta; "todos hombres de riqueza y posición". También se reseñaba la biografía del "jefe de la revolución de Puerto Rico", el doctor Ramón Emeterio Betances.

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del movimiento insurreccional cubano.

Sin embargo, las noticias pronto indicaron que también existían vínculos personales entre chilenos y cubanos sublevados, y que estos últimos no habían olvidado el apoyo de Chile a la causa independentista. Recién iniciada la insurrección, concurrían a solicitar nuevamente su respaldo. Prueba de ello era la carta que el 3 de abril le dirigiera, desde Holguín, Miguel Tornés, --publicada en Chile dos meses después-- a Manuel Ruiz de Gamboa.

En ella Tornés informaba a Ruiz de Gamboa que desde su "última carta hasta hoy" la revolución independentista continuaba progresando, con los pronunciamientos por la república de las ciudades de Trinidad, Morón y Peralte (sic). Le reseñaba también como se sumaban a los insurrectos los esclavos que se escapaban de los ingenios.

Pero también Tornés se quejaba con amargura de la reacción del gobierno chileno frente a lo que seguramente fue el primer contacto entre los insurrectos y el gobierno chileno.

Mi hermano Juan, cuando estalló la revolución, se fue a Valparaíso con el objeto de pasar a Santiago y procurar oficiosamente algún auxilio o venta de armas de una partida que se decía había en Liverpool compradas por ese gobierno; pero no alcanzó a estar un mes allí, porque desde las primeras conversaciones conoció la gente con que tenía que habérselas y volvió completamente desencantado de nuestro libertadores.

No sólo del gobierno se quejaba el cubano. Lo indignaba la noticia --publicada en

Caracas-- de que ya desde Chile se habría remitido "una gruesa suma de dinero" a los insurrectos, producto de una subvención organizada por Álvaro Covarrubias.

Desmienta Ud. bajo mi responsabilidad esa noticia, y haga saber que ni Covarrubias, ni Vicuña, ni ningún otro de ese gobierno nos ha auxiliado con un solo cuarto. Este señor Covarrubias ha hecho creer a sus paisanos que él ha preparado nuestra revolución; pero se necesita la distancia a que nos hallamos y la credulidad chilena, para imaginarse que con cuatro palabras bombásticas y con algunas pueriles y aportuguesadas bravatas se prepare un pueblo a la lucha de vida o muerte como la nuestra.

Y agregaba inmediatamente, reflejando el efecto que en definitiva había causado entre los

cubanos las gestiones chilenas de apoyo al independentismo durante la guerra con España en 1865.

El otro señor, el Vicuña Mackenna, que cuando estuvo en Estados Unidos comprometió a muchos irreflexivos, aunque generosos jóvenes, a lanzarse a una cruzada contra España, contando con el vigoroso brazo de Chile, que tomaría a Cuba bajo su patrocinio, hasta conseguir su completa independencia, y que se dice dispuesto a venirse aquí para comprarnos buques y servirnos de agente confidencial en Estados Unidos, bien puede quedarse donde está, porque maldita la necesidad que tenemos de sus buenos oficios. Los hombres que aquí nos convienen son los que saben hacer la guerra donde se derrama

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sangre, y no la que se acostumbra por allá, que se hace a fuerza de tinta y papel67.

Difíciles eran nuevamente los primeros reencuentros de Chile con las Antillas. Después del encuentro, el reconocimiento.

No obstante, el crecido número de noticias, que confirmaban la amplitud y fuerza de la revolución cubana, no dejaban indiferentes a un sector de la élite política chilena. Verdaderas o no las imputaciones del cubano Tornés --que por lo demás, sólo se conocerían dos meses más tarde--, lo cierto es que ya el 29 de abril, ante una interpelación del diputado José Victorino Lastarria al Ministro de Relaciones Exteriores Miguel Luis Amunátegui, sobre la posición del gobierno ante la revolución de independencia cubana, la Cámara de Diputados acordaba una sesión especial para tratar el tema68. La cuestión cubana pasaba a ser el centro de los debates de la opinión pública chilena.

El editorial de El Independiente del 1º de mayo, refiriéndose a la interpelación de Lastarria opinaba:

Nadie puede poner en duda que la causa de los insurrectos cubanos cuenta en Chile con las más profundas y universales simpatías. Ellos no hacen otra cosa que pelear hoy la misma gran batalla que nuestros padres pelearon hace cincuenta años; que proclamar los mismos principios que ellos proclamaron; que reivindicar los mismos derechos y libertades de que nos sentimos orgullosos (...)

Este sería, en adelante, el criterio de consenso, base de la simpatía de la élite ilustrada

chilena con la guerra de independencia cubana. Sin embargo, a partir de este consenso, las ideas de cómo expresar esta simpatía serán variables, polémicas, e incluso contrapuestas. El Independiente insinuaba ya los posibles puntos de partida para el apoyo a Cuba.

Chile debe hacer en favor de los patriotas de Cuba cuanto racionalmente esté en la posibilidad de hacer. La cuestión no puede ser de principios ni de sentimientos, sino de medios... (...)

Hasta aquí lo que algunos órganos de la prensa han reclamado es que se reconozca a los patriotas, no sólo los derechos de beligerantes, sino también su autonomía y personalidad internacional. (...)

¿Podemos hacer algo más? (...) Nuestra obligación es tanto más estrecha cuanto que fuimos de aquellos que excitamos a los cubanos a iniciar la gloriosa empresa en que hoy se encuentran comprometidos... (...)

Cuatro días después, el debate sobre Cuba en la Cámara de Diputados mostraba las

67 El Ferrocarril , 2 de junio de 1869. 68 El Ferrocarril , 30 de abril de 1869.

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distintas perspectivas que podían asumirse respecto al apoyo a los insurrectos.

Las preguntas de Lastarria al Ministro de Relaciones Exteriores habían sido: "¿Qué piensa el gobierno de Chile de la independencia de Cuba?", y "¿Qué ha hecho en favor de los revolucionarios o patriotas cubanos?"69

En su primera respuesta el ministro Amunátegui manifestó que, por supuesto, el gobierno simpatizaba con el derecho de los cubanos de separarse de España, tal como lo habían hecho los países de América Latina anteriormente. "Entiendo que entre nosotros debe haber la más absoluta uniformidad de opiniones acerca de estas cuestiones", agregó.

Sin embargo, para el ministro la pregunta podía ser también vista en términos de si el gobierno de Chile estaba dispuesto a reconocer la independencia de Cuba. Y con su respuesta comenzó realmente el debate :

"No tengo ninguna dificultad para manifestar a su señoría con la debida franqueza que el gobierno de Chile no se creería autorizado para dar por existente lo que no existe. (...)

Un número más o menos crecido de cubanos están combatiendo para alcanzar la independencia de su país; pero hasta el presente se hayan todavía lejos de haber conseguido sus propósitos.

A esta razón, el ministro agregaba otra, más circunstancial, para reforzar su criterio de no

reconocer la independencia de Cuba:

El gobierno de Chile no puede reconocerla por la misma razón porque no la ha reconocido hasta ahora uno solo de los otros gobiernos de América: porque no existe. (...) El gobierno de los Estados Unidos, hasta las últimas fechas, (...) no había reconocido siquiera a los patriotas cubanos como beligerantes, mucho menos como independientes. (...)

Para Amunátegui, el reconocimiento de la independencia de Cuba pasaba por que ésta

efectivamente se concretase. A su juicio --y a juicio del gobierno-- en Cuba hasta ese momento sólo había una lucha entre los partidarios de dos formas de régimen político. La victoria de uno u otro bando decidiría cual sería finalmente el adoptado70. Reforzaba la idea de no reconocer la independencia de la isla señalando que aún ningún estado americano lo había hecho.

Saldada la primera interrogante, quedaba la segunda. ¿Qué había hecho el gobierno de

69 El debate en la Cámara de Diputados fue reproducido por El Ferrocarril , en su edición del 5 de mayo de 1869. Todas las citas y referencias relativas a la sesión de la Cámara del 4 de mayo que se mencionen a continuación están tomadas de esa edición. 70 Para fundamentar esta tesis, Amunátegui comparó la situación de Cuba con la situación entonces hipotética de que en España se sublevasen los republicanos contra la monarquía, y donde ambos sectores ocupasen durante los combates ciertos espacios de territorio. "...no osaría yo, por cierto, afirmar que la península se había convertido de monarquía en república", diría el ministro.

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Chile en favor de los patriotas cubanos? Amunátegui entonces leyó la carta que enviara Carlos Manuel de Céspedes el 9 de diciembre de 1868 --y que el ministro dijo haber recibido "hace poco tiempo"--, desde su cuartel general de Guaymaro, "Al Presidente de la República de Chile".

En ella Céspedes reseñaba brevemente el inicio de la guerra por la independencia, la amplitud que ella iba alcanzando, y la disposición de pelea de los cubanos para conquistar su separación de España. Pero la carta no tenía como objetivo informar sobre la guerra:

He tomado la pluma para dirigirle esta nota a V. E. a fin de que se digne reconocernos como beligerantes, y prestarnos un apoyo a que la identidad de países lo obliga, interponiendo además su influencia con las demás naciones, para evitar que el gobierno español continúe incendiando nuestras propiedades, destruyendo nuestras poblaciones y aprisionando nuestras familias,... (...)

Y agregaba inmediatamente:

Nosotros hemos establecido en la heroica ciudad de Bayamo un gobierno provisional esencialmente republicano, organizando del mejor modo que nos ha sido posible todos los ramos de la administración pública;... (...)

La respuesta del gobierno, informó entonces Amunátegui, fue primero dirigir dos oficios,

fechados el 15 de abril de 1869, a los representantes diplomáticos de Chile en Washington y en Lima. El primero encargaba al agente chileno acercarse al Ministro de Relaciones Exteriores norteamericano para expresarle los deseos de Chile de que este país influyese sobre España para la regularización de la guerra en Cuba. El segundo oficio informaba del primero y solicitaba al agente en Lima demandar el apoyo del gobierno del Perú en las gestiones del diplomático chileno en Washington.

Posteriormente --siguió informando Amunátegui-- el gobierno envió una carta "A S. E. el jefe del gobierno provisional de Cuba", fechada el 30 de abril --es decir, al día siguiente de la interpelación de Lastarria--, en donde se acusaba recibo de la carta del 9 de diciembre y de la solicitud que en ella se hacía. La respuesta a esta última era que "En vista de la extensión que ha tomado y organización que se ha dado a la insurrección de Cuba, el gobierno de Chile cree que los patriotas cubanos tienen títulos para ser reconocidos en calidad de beligerantes, y los reconoce como tales". Así mismo, se informaba de las gestiones chilenas ante los gobiernos de los Estados Unidos y el Perú.

Eso era todo para el gobierno y para el ministro Amunátegui. Pero no para los diputados allí reunidos.

Beligerancia, debate y resolución.

Lastarria sería el primero de los diputados en polemizar con el informe del ministro:

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Chile no necesita conocer la conducta observada por los demás para determinarse la suya propia. Reconocerla [la independencia de Cuba] es su derecho y su deber.

(...) nadie tiene más responsabilidad que el gobierno de Chile. (...) En el blasón de los revolucionarios cubanos ¿no está estampada la bandera de Chile, como un símbolo y un recuerdo de promesas solemnes y anteriores? Su deber lo llama a ser el primero en reconocer la independencia por la cual hoy se combate.

Amunátegui refutó a Lastarria con el argumento de que Céspedes le daba la razón al

solicitar en su carta sólo el reconocimiento de beligerantes para los insurrectos cubanos.

Pero si eso era cierto, Céspedes también en su nota entregaba elementos que permitían fundamentar el reconocimiento de la independencia, como acción de respaldo político, más que como acto de mera diplomacia formal. Es por ello que la misiva reseñaba la existencia en Cuba de un gobierno republicano, constituido en una ciudad precisa. De esta manera, fácilmente se podía deducir que no sólo la insurrección era un hecho, sino también la constitución de un gobierno.

A continuación tomo la palabra el diputado Marcial Martínez, expresando que par él beligerantes y gobierno independiente eran sinónimos. En respuesta, el ministro Amunátegui esta vez recurrió al derecho internacional para destacar la diferencia entre ambas condiciones, y sobre todo, para destacar las "consecuencias que se derivan para las relaciones internacionales de dos situaciones tan esencialmente diversas".

Aunque hasta entonces no se mencionara, estas "consecuencias" tenían que ver con las negociaciones de paz, que con la mediación de los Estados Unidos, se estaban realizando entre Chile, junto a sus aliados de 1866, y España. La opción del gobierno a esta altura era la de restablecer relaciones con su antigua metrópoli, y en ese proceso, un respaldo más decidido a los insurrectos cubanos podía entorpecer las negociaciones.

Pero para Martínez, el ministro estaba equivocado. En el gobierno había timidez, y "esta timidez –acotó-- es indigna del puesto de Chile con respecto a Cuba, indigna de un pueblo que es causa de todos esos trastornos". Para el diputado, ya que en Cuba existía un gobierno establecido, se le debía reconocer explícitamente su independencia.

Luego fue el turno de Benjamín Vicuña Mackenna. El ex Agente Confidencial chileno en los Estados Unidos durante la guerra con España, era de la opinión de que "Nada nos importa que las otras naciones no hayan reconocido la independencia de Cuba. Sobre todo los Estados Unidos, han sido siempre el enemigo capital de Cuba"71. Y agregaba:

71 Vicuña Mackenna hablaba con conocimiento de causa. Su experiencia durante su estancia en los Estados Unidos como Agente Confidencial chileno, y colaborador con los independentistas cubanos emigrados, le habían demostrado cuan hostil era el gobierno de esa nación al cambio de status de la isla.

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Por otra parte, nosotros estamos en guerra y raciocinamos como si se tratara de herir a una nación amiga. Nada nos liga, y al contrario, grandes obligaciones nos ligan con ese heroico pueblo cubano que tan grande se muestra.

Finalmente, concluía haciendo la primera propuesta de declaración alternativa --y hasta

que punto opuesta-- a la emitida por el gobierno, manifestando

que el estado de guerra en que Chile se encuentra con España, da derecho para que como retaliación [sic.] por las ofensas que esa potencia enemiga nos ha inferido, el gobierno se apresure a reconocer la independencia de Cuba tan pronto como lo considere conveniente.

Terminaba de expresarse así quien había conocido muy de cerca el independentismo

cubano, cuando aún no existía la presente guerra, y ésta era sólo el anhelo de los antillanos que en Nueva York lo acompañaran. Entonces, imbuido de las obligaciones que se expresaban en sus Instrucciones como Agente Confidencial de Chile, se había entregado de lleno a apoyar la independencia de las Antillas hispanas. Dos años después, veía el inicio de la guerra que, con su gestión, en alguna medida había contribuido a desatar. Si eso era así, lógicamente que Chile tenía la obligación de respaldar a los cubanos.

También pensaba así el otro agente diplomático chileno en las Antillas durante la guerra con España, y ahora también diputado, Manuel Antonio Matta. Este tomaría la palabra tras terminar Vicuña Mackenna, para hacer una nueva propuesta de declaración. Sus palabras, como las de su predecesor, eran también las de quien había recibido la responsabilidad dos años antes de contribuir a la independencia de la mayor de las Antillas.

El gobierno de Chile ha sido instigador y promotor de la revolución cubana. Ella ha podido tardar, ha podido fracasar en manos de aquellos que la iniciaron después de haber hablado con nuestros agentes y recibido de ellos grandes y numerosas promesas. Esto obliga a la Cámara, al gobierno y al país a no mirar con frialdad la cuestión de Cuba. No hay allí una causa de humanidad. No hay allí solamente la paridad de su situación actual con la nuestra de otros tiempos. Hay la lógica de la necesidad, la consecuencia de las promesas. De la Cámara, del gobierno, del país, debe exigirse lo que de todo hombre: que ponga su vida donde puso su opinión.

Se que por desgracia se quiere pactar la paz. Pero, aunque así sea, aún no está pactada, y tenemos toda nuestra libertad de acción. En la actualidad Cuba es sólo nuestro aliado; puede ser uno de nuestros más poderosos auxiliares, y nadie podría reprocharnos que, al hacer la paz, apareciésemos no únicamente como representantes de la cuádruple alianza sino también de las Antillas. (...)

Sobre la base de estos argumentos, Matta proponía el siguiente proyecto de acuerdo:

"Siendo la causa de las Antillas causa de Chile y de la América, la Cámara de Diputados cree que el gobierno de este país debe hacer todo lo que esté a su alcance, todo lo posible para asegurar el triunfo de la revolución cubana"

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Todavía quedaría una tercera proposición, del diputado de gobierno --todos los que hasta entonces habían tomado la palabra eran de oposición-- Vicente Sanfuentes para que la sesión fuese declarada secreta "para arribar a algo". Pero su indicación fue rechazada por 34 votos contra 18.

A continuación se pasó a votar las proposiciones de Vicuña Mackenna y de Matta. Sintomáticamente, no se iba a votar ninguna resolución de respaldo a las determinaciones del gobierno, sino más bien por una de las dos declaraciones contrapuestas a las del ministro Amunátegui. Quizás la del Vicuña Mackenna podía parecer menos comprometedora que la de Matta, pero ambas eran, sin duda, mucho más radicales que la hecha por el gobierno.

La primera en votarse fue la de Matta. Resultó rechazada por el mínimo margen: 29 votos contra 28. La de Vicuña Mackenna fue aprobada por 87 votos contra 13. Se cerraba así en debate en el parlamento. Y se iniciaba en los periódicos. El debate sobre un debate.

Durante los cinco días posteriores a la sesión de la Cámara de Diputados el debate en la prensa de Santiago y Valparaíso fue intenso. Para el editorial de El Ferrocarril la proposición de Matta era la que mejor satisfacía los compromisos del país ante los patriotas cubanos. Sin embargo, celebraba la votación de la propuesta de Vicuña Mackenna, con el criterio de que "más vale algo que nada", pues "sólo a medias llenaba el deber del país para con el gobierno revolucionario de Cuba".72

El editorial del conservador El Independiente parecía esgrimir un criterio aún más radical que el de su colega, respecto a la posición asumida por el gobierno. Su opinión era que "Chile, en guerra con España, no ha hecho por Cuba absolutamente nada más de [sic] lo que debía haber hecho estando en paz con la España". Luego, para el periódico, en la Cámara no se había hecho todo lo posible para respaldar a los insurrectos. Para enfrentar ese problema habían sido las mociones del diputado Sanfuentes73, y del diputado Matta. Rechazadas ambas, para el periódico entonces el problema seguía abierto, y era sobre todo responsabilidad del gobierno enfrentarlo, como también de los países miembros de la alianza del Pacífico74.

El juicio de El Mercurio de Valparaíso contemporizaba con el del gobierno. Para su editorial, la postura del ministro Amunátegui era la más acertada, dados los compromisos de paz con España que el país venía asumiendo. "Por muy digna que sea la independencia de Cuba de las simpatías de todas las repúblicas, no creemos que se podría exigir de Chile que hiciese por ella lo que no ha hecho por él", señalaba el periódico, refiriéndose a los que proponían reiniciar

72 El Ferrocarril , 5 de mayo de 1869. 73 No queda clara la intención de Sanfuentes para pedir sesión secreta, excepto su comentario al ser rechazada su moción: "¡Ah! ¡Ustedes quieren promesas de papel!". En todo caso, su proposición sería tomada a mofa al día siguiente por el editorial de El Ferrocarril (edición del 5 de mayo). 74 El Independiente, 7 de mayo de 1869.

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las hostilidades contra España. "La insurrección cubana ha venido demasiado tarde, cuando las repúblicas aliadas han aceptado la mediación de los Estados Unidos"75.

La opinión de La República, periódico gobiernista, se identificaba también con las acciones emprendidas por el ministro Amunátegui, pero las justificaba --a diferencia de su colega de Valparaíso-- en la "cordura" del gobierno. "Si se puede hacer algo por nuestros hermanos de Cuba, se hará; pero entre las naciones (...) no se puede obedecer los ímpetus de una abnegación sin límites,... (...)". Y sentenciaba el terminar: "Dejemos algún día de hacer política de corazón y hagámosla administrativa. Reconózcase por lo menos el deber y el derecho en que está un gabinete de substraerse a los calores de la idea y a las fogosidades de la hora"76.

Al día siguiente, el mismo periódico insistiría sobre la cuestión cubana. Ahora no sólo respaldaba al gobierno, cuya conducta "era la única cuerda y aceptable", sino que entraba a discutir con los que pretendían un respaldo bélico a la guerra de independencia cubana:

...las expediciones lejanas son sinónimos de fuertes desembolsos. A duras penas damos abasto a las exigencias del país mismo, y se indica que acometamos formidables empresas que comprometerían nuestra honra poniéndonos en angustias para el pago de nuestros compromisos pecuniarios y que nos obligarían a empeñar todavía más nuestro porvenir.

(...) Persuádanse los diaristas de la oposición que parecen andar en busca de conflictos para los buques que tenemos, lo que los cubanos han menester por ahora no son naves débiles y escasas sino aquellos tres elementos que un famoso general juzgara esenciales para la guerra: oro, oro y oro.

Y dicho esto, La República convocaba a los periódicos, clubes y a la opinión pública, a

una suscripción en apoyo de los republicanos cubanos. Ella misma abría la lista, entregando cien pesos77.

Dejaba también todo claro. Primero, que del gobierno no habrían más acciones de apoyo a Cuba que las realizadas hasta entonces. Y segundo, que había llegado el momento para que todo el que quisiera expresara con dinero su respaldo a los independentistas de las Antillas. ¿Tiempo de solidaridad?

La primera respuesta a la convocatoria del periódico gobiernista vino del Club de la Reforma, organización liberal de oposición al gobierno. Un aviso en El Ferrocarril invitaba a sus miembros "y a todas las personas amigas de la libre discusión" a una conferencia para el 17 de mayo. Los temas de la conferencia eran "1º: Chile y la América en presencia de la insurrección de Cuba", y el segundo --inevitablemente doméstico, liberal, y de oposición--

75 El Mercurio , 7 de mayo de 1869. 76 La República, 8 de mayo de 1869. 77 La República, 9 de mayo de 1869.

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"Interés de la causa de la libertad y de la reforma en el desenlace de la acusación a la Corte Suprema"78.

Al encuentro concurrirían "no menos de 300 personas". El primero de los temas comprendería toda la sesión, aunque esta no dejaría de tener presente las contingencias políticas nacionales. El primer orador fue José Manuel Balmaceda. Un editorial de El Ferrocarril resumiría sus palabras:

Con la incisiva elocuencia que lo caracteriza, el orador hizo una reseña de la situación de Cuba y, recordando las promesas hechas por nuestro gobierno en no lejanos tiempos, concluyó por manifestar que Chile o su gobierno estaban muy distantes de haber cumplido sus compromisos ni su deber como americanos.

Esta sería la tónica que seguirían los siguientes oradores, Isidoro Errázuriz y Domingo

Arteaga Alemparte; es decir, atacar al gobierno, destacando su inconsecuencia ante los compromisos que había asumido ante Cuba y Puerto Rico cuatro años antes. Errázuriz llegó a proponer, puesto que el gobierno no pretendía apoyar a los insurrectos con las armas, "que se borraran del presupuesto los items del abuso, los de la guardia cívica (...) para enviar un millón de oro a nuestros hermanos de Cuba..."79.

Obviamente, no se podía esperar que los convocantes del Club de la Reforma se olvidaran de los problemas contingentes de la política nacional. La "conferencia" sobre Cuba se convirtió en realidad en un meeting contra el gobierno. La misma proposición de Errázuriz refería a un problema de álgido debate entre gobierno y oposición, pues el primero, a través del control de la guardia cívica --cuyos miembros tenían la condición de electores--, controlaba también los resultados de los comicios nacionales.

¿Era entonces simple oportunismo la "solidaridad" de los miembros del Club de la Reforma? ¿O era sincero su deseo de apoyar a los insurrectos cubanos, sin menoscabo de su oposición política al gobierno? El tiempo lo diría.

Con posterioridad, el 30 de mayo, durante las actividades de agitación que organizara el Club de la Reforma en la ciudad de Curicó, Severo de la Cruz, Eliseo Merino, Hermójenes Labbé, Isidoro Errázuriz, Mauricio Garcés, junto con otras personalidades, propusieron que se promoviera en Curicó y en el país "un movimiento de opinión enérgico en favor de la independencia de Cuba, y una suscripción en favor de aquella independencia", designándose entonces una comisión para recoger los aportes que se realizaran80. Sin embargo, durante el año, no habrían nuevas expresiones de solidaridad con Cuba.

Los periódicos seguirían informando acerca de la guerra. Conocerían los chilenos el

78 El Ferrocarril , 16 de mayo de 1869. 79 El encuentro fue reseñado en el editorial de El Ferrocarril , del 18 de mayo. 80 El Ferrocarril , 2 de junio de 1869.

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desarrollo de los combates. Los nombres y las victorias de los generales insurrectos --o "mambises", como despectivamente los llamaban los españoles81-- se hicieron familiares para los que se interesaban por los acontecimientos de la isla. Supieron también cómo el gobierno en armas se constituía finalmente en la ciudad de Guáimaro, a través de una asamblea constituyente, el 10 y 11 de abril de 186982.

También verían confirmadas las aprensiones de Vicuña Mackenna respecto a la hostilidad de Estados Unidos hacia la independencia de Cuba, cuando llegó la noticia de que los miembros de la Junta Cubana de Nueva York --representantes del gobierno insurrecto de la isla-- eran detenidos "por haber violado las leyes de neutralidad" de los Estados Unidos, al tiempo que era requisada por las autoridades norteamericanas una expedición que se prestaba a zarpar83.

En realidad, durante los dos siguientes años, Cuba y las Antillas sólo serían referentes noticiosos de la prensa chilena. Para la élite ilustrada no volvería a ser tema sino que esporádicamente.

La guerra en Cuba mientras tanto se tornó cada vez más encarnizada por ambos bandos. Seis días antes de que comenzara sus sesiones la Asamblea de Guáimaro las autoridades coloniales decretaban que "Todo hombre desde la edad de 15 años que se encuentre fuera de su finca, como no acredite un motivo justificado para haberlo hecho, será pasado por las armas. Todo caserío que no este habitado será incendiado por las tropas. Todo caserío donde no hondee un lienzo blanco, en forma de bandera, para acreditar que sus dueños desean la paz, será reducido a cenizas"84. Pero a pesar de estas medidas, los insurrecto se fortalecían de manera creciente en sus posiciones, particularmente en las regiones de Oriente y Camaguey.

Las Antillas eran también foco de interés creciente de los Estados Unidos, en particular en relación con la posibilidad de anexarse Santo Domingo. Mientras la parte oriental de la antigua Española seguía sumida en una guerra civil en contra de Báez y su proyecto de anexión, en Santiago se sabía que el 19 de junio de 1870 el general norteamericano Butler presentaba

en la Cámara de Representantes un proyecto de ley para la anexión de la isla de Santo domingo,... (...) En el proyecto se establece que Santo Domingo hará entrega a los Estados Unidos de los edificios públicos, fortificaciones, etc., y se incorporará como Estado en la Unión.85

Pero más allá de que aquella proposición fuese o no aprobada, y que además fuese

factible en la práctica, en el verano de 1871 tropas combinadas del ejército haitiano y de los

81 Denominación que rápidamente los cubanos independentistas adoptaron como expresión de orgullo por combatir en el campo patriota. 82 El Ferrocarril , 19, 22 y 25 de junio de 1869; y La República, 24 de junio de 1869. 83 El Ferrocarril , 21 y 27 de julio de 1869. 84 Historia de Cuba, loc. cit., págs. 197-198. 85 El Ferrocarril , "Suplemento" del 22 de julio de 1870.

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sublevados dominicanos encabezados por Gregorio Luperón, presionaban peligrosamente sobre Báez, haciendo desaparecer por un tiempo el posible cambio de soberanía86.

Durante esos años, las Antillas volverían a la palestra política chilena de manera circunstancial, pero apasionada. Con motivo de la designación, a mediados de 1870, de un nuevo ministro plenipotenciario ante el gobierno de Washington, cuya misión era, además, entrar en conferencias para un arreglo definitivo con España, el editorial de El Ferrocarril del 31 de mayo comentaba:

...no hay ninguna oportunidad menos a propósito para entrar en convenios amistosos que la actual: Cuba se encuentra revolucionada,... (...) un arreglo que asegure a la España la tranquilidad de su comercio en las costas del Pacífico y que le permita desatender la situación de nuestros mares, es una hostilidad más o menos declarada que podrá traducirse en consecuencias más o menos dolorosas para la insurrección cubana. (...) ...hemos hecho promesas a Cuba tan grandes como el olvido en que hoy queremos sepultarla. Nuestra palabra oficial está empeñada, y si no podemos cumplirla escrupulosamente, cumplámosla al menos en cuanto se encuentre a nuestro alcance. No celebremos la paz con el enemigo común, o por los menos, (...) impongamos condiciones que no solamente salven nuestro decoro, sino que también consulten los intereses republicanos de la isla revolucionada.

Hemos sido remisos para hacer la guerra: no seamos tan diligentes para hacer la paz.87

Por supuesto que la oposición a la firma de la paz con España no sólo se debía a la

cuestión cubana y a los compromisos asumidos por el país ante los independentistas cubanos y puertorriqueños. Pesaba de manera determinante sobre la conciencia de aquellos que rechazaban un posible acuerdo, el bombardeo impune y humillante de Valparaíso por el escuadra del Almirante Méndez Núñez, y el hecho de que posteriormente no hubiese ninguna acción reparadora a ese acto de piratería.

Pero las negociaciones para un armisticio con España estaban en marcha, y el gobierno chileno no pretendía interrumpirlas por estas consideraciones. Un año después, la Cámara de Diputados discutía el proyecto de armisticio. En la sesión del 19 de octubre de 1871 el Ministro del Interior, Eulogio Altamirano, intervenía ampliamente refutando las aprensiones al acuerdo que se estaba por firmar.

Para el ministro --y para el gobierno-- las pérdidas de Chile durante la guerra se reducían al apresamiento de algunas naves mercantes y el incendio de algunos edificios públicos y particulares; luego, Chile no había sido derrotado, como planteaban sus detractores. El país tampoco había pagado o cumplido ninguna de las condiciones del ultimátum que entonces se le había impuesto. España no había ocupado ni un palmo del territorio nacional. El bombardeo a Valparaíso era "una cuestión adventicia". 86 Sumner Welles: La viña de Naboth, 4ª. edición, Santo domingo, Editora Taller, 1981, págs. 380-381. 87 El Ferrocarril , 31 de mayo de 1870.

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Respecto a las promesas y declaraciones hechas por el gobierno a los independentistas antillanos durante la guerra con España, dijo el ministro:

Prescindamos de la exaltación natural conque esas palabras debieron ser escritas, y esas diligencias practicadas. (...)

Andando los acontecimientos, Chile, sea por falta de recursos, sea por los motivos que se den, no cooperó a la independencia y libertad de Cuba.

¿Esto significaría que hemos salido vencidos en la guerra con España?

¡No señores! La guerra entre las repúblicas del Pacífico y la España tuvo por origen y principal objeto, una cuestión de supremacía ilegítima que la segunda pretendía arrogarse sobre la primera, y no la independencia de Cuba.

La emancipación de la reina de las Antillas fue sólo una cuestión adventicia88.

Ni más ni menos. De esta manera quedaba cerrado el tema de las responsabilidades de

Chile ante Cuba. No había promesas incumplidas. Sólo un poco de exaltación en el pasado. Al menos esa era la opinión del gobierno. Llegan los puertorriqueños.

Antes de que el cubano Juan Tornés llegara a Chile buscando apoyo para el independentismo antillano, también había concurrido con el mismo objetivo, el 27 de octubre de 1867, el puertorriqueño Segundo Ruiz Belvis.

Junto con Betances, Ruiz Belvis era un activo luchador por la independencia de su patria. Ambos habían sido delegados por Puerto Rico a la Junta de Información que España organizara en 186789. Ambos también se habían convencido, con el fracaso de la Junta, de la inutilidad de las reformas como solución a los problemas de la dependencia colonial de Puerto Rico.

Desde entonces, se volcarían a organizar una insurrección en su país. Sorprendidos por las autoridades españolas, escaparon a Santo Tomás, y luego a Nueva York, donde entraron en

88 El Ferrocarril , 20 de octubre de 1871. 89 España, en octubre de 1866, había reunido a delegados antillanos y peninsulares en una Junta de Información. Los representantes de ambas islas demandaban el libre comercio, la supresión de los derechos de aduanas, y su reemplazo por un impuesto --no mayor del seis por ciento-- sobre la renta de los habitantes de los territorios. Así mismo, los cubanos proponían por primera vez la abolición gradual e indemnizada de la esclavitud. Los puertorriqueños, por el contrario, encabezados por Ruiz Belvis y Betances, plantearían la abolición inmediata, "con indemnización o sin ella". La Corona no escucho estas solicitudes, y en abril de 1867 estableció un impuesto del diez por ciento sobre las rentas y utilidades de las islas y rechazó todas las demandas de los antillanos. La Junta de Información clausuró sus sesiones. Ver al respecto: Historia de Cuba, loc. cit., págs. 146-150; y Manuel Maldonado Denis: op. cit., págs. 32-33.

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contacto, por conducto de su compatriota José Francisco Bassora, con la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico90. Seguramente, conociendo por boca de Bassora el apoyo prestado entonces por Chile al independentismo antillano, Ruiz Belvis se decidió --quizás fue comisionado-- a viajar a Chile para renovar ese apoyo. Sin embargo, el viaje terminó mal para el puertorriqueño. El 6 de noviembre de 1867, El Mercurio de Valparaíso incluía en sus páginas una lacónica nota sobre un recién llegado de las Antillas:

Don Segundo Ruiz Belvis.- Este caballero, doctor en leyes y patriota de gran importancia en Puerto Rico, de donde había salido para Estados Unidos y de allí llegó a Valparaíso muy enfermo en el vapor del 27 del mes recién pasado, viniendo con una misión política cerca de nuestro gobierno ha fallecido ayer en este puerto, a la edad de 32 años.

Nos dicen que dicho caballero era muy apreciable por sus luces, por su patriotismo y otras prendas personales que lo adornaban.91

Cuatro años después, el 30 de diciembre de 1871, llegaba a Valparaíso otro

puertorriqueño: Eugenio María de Hostos.

Hostos también estaba estrechamente relacionado desde 1869 con Bassora y la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York --organizada a partir del alzamiento de Céspedes--. Allí dirigió su órgano periodístico, "La Revolución". Sin embargo, pronto consideró necesaria su presencia en América Latina para difundir la causa de las Antillas. Con este objetivo dejaría los Estados Unidos a inicios de 1871, con dirección primero al Perú, y posteriormente a Chile92.

Su actividad propagandística se iniciaría prácticamente desde su misma llegada. El 13 de enero de 1872 El Ferrocarril inserta "El credo de Cuba y Puerto Rico" con la siguiente introducción:

Hoy cuando la revolución de Cuba toma nuevo impulso y cuando llega hasta nosotros Eugenio María Hostos, el autor del programa político de la revolución cubana, creemos útil publicar este documento.

Para que se pueda apreciar en fondo y forma, diremos que fue adoptado por la numerosa emigración cubana en Nueva York como expresión genuina de la revolución;... (...) que fue escrito para protestar contra las ideas anexionistas, y para razonar y formular definitivamente los fines de la revolución en las Antillas. (...)

Hostos era autor de uno de los programas del independentismo más radical en las

90 Manuel Maldonado Denis: op. cit., págs. 37-38.

91 El Mercurio , 6 de noviembre de 1867. Conocían a Ruiz Belvis --por referencias o quizás personalmente-- Vicuña Mackenna y Manuel Antonio Matta. Ambos le rendirán posteriormente homenaje en sus obras sobre sus misiones en Estados Unidos, y Colombia y Venezuela. 92 Juan Gabriel Araya: Eugenio María de Hostos en Chile, Chillán, Instituto profesional de Chillán, 1967, pág. 11; Eugenio María de Hostos: Obras, (comp. y prol. de Camila Henríquez Ureña), 1ª reimpresión, La Habana, Editorial Casa de las Américas, 1988, pág. 13.

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Antillas. Junto con Betances estaban por entonces fundando toda una corriente de pensamiento, que vinculaba la independencia de Cuba y Puerto Rico con un cambio que debía comprender al conjunto de las Antillas mayores. Ambos percibían las amenazas extra regionales que se cernían sobre las islas, en particular por la convergencia que se desarrollaba entre la política anexionista de los Estados Unidos, y ciertos sectores políticos de Cuba y Puerto Rico. La independencia debía ser entonces para Hostos y Betances el primer paso de una acción mancomunada de unidad de la región, expresada en la Confederación de las Antillas, la cual, a su vez, debía ser una contribución a la unidad de Latinoamérica, interesada directa en frenar el expansionismo foráneo. Con la publicación de "El credo de Cuba Y Puerto Rico" en Chile se conocía por primera vez el pensamiento en formación del independentismo radical de las Antillas.

Los chilenos también tenían algo que decir en relación con las Antillas. En febrero aparecía el libro de Manuel Antonio Matta Documentos para un capítulo de la historia diplomática de Chile en su última guerra con España. Junto con la numerosa documentación que el libro contenía, su autor expresaba ampliamente sus sentimientos acerca de la guerra de Chile con España y la independencia de las Antillas. En nombre de Chile, había intentado llevar la guerra a esta región, guerra que, sin embargo, el gobierno chileno no había asumido con responsabilidad y consecuencia:

¿Y Cuba, la desgraciada como decepcionada Cuba que ha luchado y sigue luchando sola contra el gobierno español, no prueba que nuestra guerra debió de tener efectos inmediatos, fructuosos en el otro mar?

La Alianza del Pacífico pudo con el precioso anillo de Cuba y Puerto-Rico, unir y asegurar ese haz de pueblos hermanos que, desde Yucatán al Cabo de Hornos, tienen un sólo dogma -la democracia;- una sola bandera -la república;- un solo punto de partida -la emancipación de su metrópoli.

El más duro castigo para el gobierno español, como el triunfo más honroso para los gobiernos americanos, estaba en los mares de las Antillas; ahí estaba el verdadero nudo y ahí se encontraba el desenlace más deseable y fecundo de la guerra; en el mar de las Antillas a donde no se buscó la acción sino aparentemente, por momentos y con palabras, y no en realidad como, con constancia y con actos serios y verdaderos.93

Pero además Matta se manifestaba como un decidido opositor a la forma cómo se estaba

llegando a la paz con España, sobre todo teniendo presente la acción desplegada por Chile ante América Latina :

Bien sabemos que aún cuando entre fines de septiembre de 1865 --fecha de una explosión de heroísmo que deslumbró aún a nuestros mismos enemigos-- y principios de noviembre de 1871 --fecha en que el rubor y el silencio son nuestra sola defensa ante los amigos-- haya únicamente algo más de seis años, habla hoy de lo que se pensó, se proyectó, se maquinó y se realizó, de obra o de palabra, en secreto o en público, dentro o fuera de

93 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 279.

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Chile, por la cooperación simpática de la América o por la interposición desdeñosa de la Europa, para lo que debió ser guerra honrosa y es paz vergonzosa con España, es hablar, aunque muy reciente y sabida, como de antiquísimas y olvidadas historias; peor aún, es hablar de lo que se quisiera y no se puede olvidar y que, por eso mismo, nadie quiere evocar y nadie quiere oír; porque todos, cual más cual menos, nos sentimos responsables de lo que se ha dejado de hacer y de lo que se ha hecho.94

Luego, si la llegada de la paz era inminente e inevitable, quedaban pendientes las

responsabilidades por "lo que se ha dejado de hacer". Y Matta, junto a su hermano Guillermo, tratarían de impulsar de cumplimiento de lo adeudado.

El 15 de septiembre, Guillermo Matta inauguraba la Exposición de Artes e Industrias, organizada por el Intendente de Santiago para conmemorar el aniversario patrio. En su discurso, en calidad de presidente de la Exposición, junto con resaltar el progreso del país y de América Latina, resaltaba que al mismo tiempo en Cuba se combatía heroicamente para conquistar la independencia y la libertad.95

La referencia de Matta no era meramente formal. La clausura de la Exposición estaría a cargo de Eugenio María de Hostos, quien se presentaría entonces como "Ciudadano de las repúblicas de las Antillas, buscador de patria, admirador del progreso donde quiera que lo encuentre,..."96 No obstante, más que su discurso --centrado en el progreso de Chile y Latinoamérica independientes de España-- resaltaba el hecho de que fuese el prestigiado representante de las Antillas en lucha, quien tuviera el honor de cerrar, junto con Matta y el argentino Santiago Estrada, aquel evento. Sin embargo, al poco tiempo dos acontecimientos vendrían a dar la tónica contradictoria del apoyo chileno a la independencia cubana. Latinoamericanidad, solidaridad, y egoísmo.

Durante la primera semana de octubre los periódicos de Santiago dieron difusión a la convocatoria "para una reunión en favor de Cuba" a realizarse el 10 de octubre. Se llamaba a celebrar de manera solemne el cuarto aniversario del inicio de la insurrección cubana, y a que los que concurrentes pudieran expresar su adhesión a la "isla mártir". El encuentro se realizaría en el Club de la Reforma. El Ferrocarril , el mismo día de la reunión, además de dedicarle su editorial, reproducía la convocatoria de manera destacada y firmada por Manuel Antonio Matta, Eugenio María de Hostos y el peruano Mariano Ignacio Prado.

Numerosa sería la concurrencia al encuentro --seiscientas personas, según El Independiente--. Dirigirían la palabra Prado, el argentino Santiago Estrada y Hostos. Los dos primeros destacarían sobre todo cómo Cuba combatía solitaria, sin un apoyo efectivo de los países de América Latina. Hostos cerraría la reunión, con un discurso donde recordó con gran

94 Manuel A. Matta: op. cit. pág. 3. 95 El Ferrocarril , 17 de septiembre de 1872. 96 El Ferrocarril , 8 de octubre de 1872.

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sutileza los deberes de Chile.

El puertorriqueño recordó los esfuerzos de Chile en 1810 por contribuir, a través de una escuadra libertadora, con la independencia del Perú. "Y entonces Chile acababa de nacer –dijo-- y era débil y pudo; y hoy que ha empleado bien sus años y que es fuerte, ¡nada puede!"97. Luego, con la misma sutileza, hablaría de la indiferencia de América ante una causa que trascendía sobre todo el continente. En sus palabras, Cuba peleaba "...por completar América, por devolver a América la parte del continente que nos roba Europa,...". No obstante, sus desgarradoras palabras iban dirigidas sobre todo a la actitud de los gobiernos latinoamericanos, más que a la de aquellos que, como los reunidos allí, sostenían su solidaridad con la isla por encima de las fluctuaciones políticas.

Durante el encuentro se presentó ante Hostos una comisión de estudiantes del Instituto Nacional, quienes le hicieron entrega de una sentida carta de apoyo a Cuba. En ella le señalaban:

No desesperemos, no desesperéis tampoco vos, ciudadano de las repúblicas de las Antillas. Confiad en el triunfo de vuestra patria: la justicia y el patriotismo son sus armas; la tiranía y la iniquidad las del enemigo. La tiranía no vence al heroísmo ni la injusticia impone a la justicia. (...) Ojalá que la América, saliendo del letargo de su indolencia y acordándose que ella sufrió también en un tiempo el peso del despotismo español, cumpliese ahora su deber contribuyendo a la libertad cubana.98

Suscribían la carta una lista de 107 estudiantes del Instituto.

Las conclusiones del meeting las haría el General de Brigada y combatiente de la

independencia Pedro Godoy: se fundaría en Santiago una Sociedad de Subsidios para la Independencia de Cuba99. Su objetivo sería recaudar fondos para ser enviados a los insurrectos de la isla. Se promovería también la fundación de asociaciones similares a lo largo del país.100

No obstante, paralelamente a este acto, se desarrollaba entonces una aguda polémica, suscitada a raíz de la convocatoria aparecida en la prensa peruana para un congreso latinoamericano en Lima. La propuesta, que contemplaba la fundación de un derecho internacional latinoamericano, dividió los criterios de la élite ilustrada, marcándose la tendencia 97 El discurso de Hostos fue reproducido por El Ferrocarril en su edición del 12 de octubre de 1872. De allí hemos extraído las citas. 98 El Ferrocarril , 12 de octubre de 1872. 99 No obstante, la iniciativa de esta Sociedad no fructificaría, aunque el respaldo al movimiento independentista cubano posteriormente se expresaría sobre todo por la vía de recaudar fondos. 100 El encuentro había llenado seguramente las expectativas de muchos. Sin embargo, no todos los comentarios de la prensa iban a ser inocentes. Del discurso de Hostos El Independiente diría: "Sus movimientos no tienen armonía, su acción es poco segura y poco arreglada, su palabra escasamente clara." También haría mofa de las erogaciones solicitadas y de Pedro Godoy, quien se comprometió a aportar diez pesos mensuales. "El único embromado aquí es don Pedro Godoy. Por lo muy menos, la guerra de Cuba durará dos años, y a razón de diez pesos mensuales, dan doscientos cuarenta pesos. Bien hicimos nosotros en huir el bulto". El Independiente, 12 de octubre de 1872.

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sostenida por el gobierno.

El editorial de El Mercurio del 8 de octubre abrió los fuegos sobre la convocatoria al preguntar "¿qué clase de derecho internacional americano es aquel que puede formarse entre países que, aún unidos por origen, lengua, costumbre, están todavía muy ajenos de reconocer esa unión como una lazo indisoluble?". El editorial cuestionaba también los congresos realizados hasta entonces como inoperantes, y sin fuerza para incidir en los acontecimientos de la región. De esta manera, la unidad latinoamericana era --al menos en ese momento-- sólo una quimera. Y sentenciaba el editorial: "Gobernemos bien en nuestra casa y dejemos que cada cual sea responsable de sus actos. Esto no es proclamar la doctrina del egoísmo sino sostener el principio de la libertad de acción de cada pueblo,..."

Al día siguiente La República sostenía la línea de su colega al afirmar en su editorial

Supóngase existente el congreso americano. Para que surtiera el efecto que se proponen los que lo reclaman, sería menester que lo creáramos [sic] una especie de tribunal sin apelación posible de sus fallos. (...) Tribunal inapelable ¿iría una nación a someter a su juicio lo que considerase su derecho?

Pero el que más opuesto se manifestaba a la idea de un congreso latinoamericano era El

Independiente. Su editorial del 10 de octubre no cuidaba las formas para rechazar a quienes compartían el proyecto unionista. A estos los calificaba de anti - patriotas y descabellados. Ejemplificaba el editor con los problemas limítrofes de Chile con Bolivia y Perú, por entonces en proceso de creciente tensión, para oponerse a la posibilidad de que el proyectado congreso arbitrara sobre esas diferencias. Aceptarlo, significaría renunciar a una parte de la soberanía del país.

El Independiente además con énfasis subrayaba lo que a su entender debía ser la posición de Chile ante los acontecimientos que se desarrollaran fuera de sus fronteras:

...la política que en general nos conviene observar, es la misma que ha hecho la prosperidad de Inglaterra, es decir, la política de abstención. De ella no debemos salir, sino cuando la abstención implique para nosotros un peligro real e inmediato. Fuera de ese caso, debemos limitarnos a gobernar bien nuestra casa,... (...) Donde los intereses de Chile no están positiva y directamente comprometidos Chile no debe aventurar sus intereses. (...) ...lo repetimos, la base de nuestra política internacional debe ser el egoísmo; el egoísmo ilustrado, inteligente, perspicaz, pero el egoísmo.

Solo El Ferrocarril sostendría un criterio discordante. Su editorial del 10 de abril --

compartido con un homenaje a la independencia cubana--, refiriéndose a los editoriales de El Mercurio y La República diría

Hay un verdadero aluvión de incredulidades contra la solidaridad americana, que será muy capaz de desesperar a muchos. (...) La cuestión es esta:- ¿Qué provecho sacan los estados

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de América de sus rivalidades? ¿Arrancan grandeza, gloria, fuerza, respetabilidad siquiera?

¿Si? Entonces el antagonismo es irremediable.

¿No? Entonces el antagonismo es una insensatez y se necesita solo un minuto de buen sentido para que concluya. Reñir sin razón y sin ventaja, ha sido siempre y será siempre una torpeza.

En todas estas cuestiones no se trata de domesticar brutos, se trata de convencer hombres.

Este debate, finalmente no tendría por el momento mayor trascendencia. Sin embargo, era

sintomático del cambio que, desde la misma guerra con España, se venía gestando al interior de los gobernantes chilenos y de la mayoría de la élite ilustrada. La realidad política y económica de Chile era mirada con complacencia por ambos, frente a un espacio regional convulso, inestable, desprestigiado, y violento. Comenzó entonces la élite chilena a percibir al país distinto al resto del entorno latinoamericano, y ese sentimiento, la llevó a desligarse de compromisos que alejasen a Chile de la dimensión de progreso y estabilidad que creían haber alcanzado.

El desarrollo de esta suerte de cultura de la diferenciación impregnó en distintos grados y de distintas maneras a prácticamente toda la élite ilustrada decimonónica. De ella, solo un sector fue capaz de sostener una proyección latinoamericana en sus pensamientos y práctica, con fuerza suficiente como para arrastrar en ciertas circunstancias a buena parte del resto de la élite, en función de una postura opuesta a la cultura del egoísmo, del cual se hablara en el editorial de un periódico santiaguino.101 Una de esas especiales circunstancias fue la revolución de independencia cubana. ¿Hechos, hechos, hechos?

Cinco días después del encuentro en el Club de la Reforma, El Ferrocarril publicada una nota, fechada el 11 de octubre, y firmada por "Caupolicán", titulada "¡Hechos, hechos, hechos!" Su autor --escondido bajo el nombre del guerrero mapuche-- llamaba a la sociedad chilena a participar de lleno en el apoyo a Cuba aportando su dinero para la causa antillana.

Con un curioso optimismo, señalaba respecto a la actitud del país, que "Si hasta aquí a permanecido en silencio, es porque ha esperado el momento en que se le diga que sus auxilios son necesarios." Y agregaba: "El instante ha llegado y no será sordo al reclamo de su valiente y

101 Este cambio es percibido --desde su óptica-- por Mario Barros Van Buren: "entre 1866 y 1871 comienza a gestarse en Chile un sentimiento que conviene conocer. La generación que en 1866 presenció nuestra miseria frente al cañón europeo, por un lado, y frente a la soledad chilena, por otro, descubrió la urgente necesidad de orientar nuestra política exterior hacia un equilibrio de fuerzas. Esta generación tuvo un concepto mucho más frío de la realidad americana. Y mucho más duro. (...) Los hombres de 1866 volvieron violentamente al concepto portaleano de "primero Chile y luego veremos" M. Barros Van Buren: op. cit., pág. 278. Por supuesto que no "toda" la generación de 1866 hizo este tránsito con la misma fuerza y adhesión.

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desgraciada hermana". Luego se dirigía a cada uno de los componentes de "la parte útil de nuestra sociedad" solicitándoles su contribución.

A la "gente de negocios", a "esa pléyade de jóvenes, entusiastas, ardientes del nuevo sistema de libertad absoluta", a los "maestros y discípulos", al comerciante, al religioso, al estudiante, al militar, al médico, al artesano; a todos el autor del artículo les dedicaba unas líneas para que concurriesen "con su dinero, o su persona, o su inteligencia, con lo que sus facultades le permitan" a contribuir al rescate de una patria. Y terminaba diciendo: "Que se haga tan poca cosa y daremos un palpable ejemplo de que Chile no considera una utopía la máxima de <<¡América para los americanos!>>"102.

Sin embargo, todavía habría que esperar dos años para que este llamado a la solidaridad tuviera respuesta. Hasta 1874 nada trascendente ocurrirá en Chile en relación con el apoyo a la guerra de independencia cubana.

La guerra, en tanto, siguió su curso, marcada por los éxitos militares de los insurrectos, la barbarie de las fuerzas coloniales, y por las crecientes tensiones al interior de la dirección política de la insurrección.

Hacia 1873 todo el territorio oriental de la isla lograba se copado --con excepción de las grandes ciudades de la región-- por las fuerzas cubanas al mando del general Calixto García. La zona central del Camagüey también era exitosamente controlada por la caballería al mando de Ignacio Agramonte, y posteriormente --tras la caída en combate de Agramonte-- de Máximo Gómez. Entre los jóvenes oficiales del ejército insurrecto, comenzaba entonces a destacarse el mulato Antonio Maceo.

Del bando español, acaecían muestras de especial barbarismo en la forma de enfrentar la sublevación, que rebasaban el desplegado en los combates, desde la promulgación del bando del 4 de abril de 1869. Ya en noviembre de 1871 en La Habana se habían fusilado ocho estudiantes de medicina, acusados de la supuesta profanación de sepulcros de representantes del integrismo español.

Hacia 1873 el vapor "Virginius", era capturado en las cercanías de Jamaica por un barco de guerra español. El barco, de bandera norteamericana, transportaba armas y combatientes para la insurrección. Llevado a Santiago de Cuba, las autoridades coloniales, por medio de consejos de guerra, condenarían a toda la tripulación a la pena capital. Cuando ya habían sido fusilados más de cincuenta --entre ellos, Pedro de Céspedes, hermano del presidente de Cuba en armas-- se presentó en el puerto la fragata inglesa "Niobe", cuyo capitán, bajo amenaza de bombardear la ciudad, logró que se suspendieran las ejecuciones.103

102 El Ferrocarril , 15 de octubre de 1872. 103 Historia de Cuba, loc. cit., págs. 245-246.

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No obstante, además de los acontecimientos propios de la guerra, un agudo debate se desarrollaba en la isla entre el poder ejecutivo y el legislativo de los insurrectos, por el mando supremo de la revolución. Los ejes de las tensiones pasaban por la discusión sobre cuál de los dos poderes del naciente estado recaía la potestad de designar los mandos del Ejército Libertador, y por el enfrentamiento de dos perspectivas acerca de cómo llevar la guerra. El presidente Carlos Manuel de Céspedes representaba la postura independentista más radical. Pero al interior de la Cámara de Representantes existían corrientes que vinculaban el fin de la guerra con un arreglo con España que diera a la isla un status autonómico. El choque y entrecruzamiento de estas tendencias, llevarían a la destitución de Céspedes de su cargo por parte del poder legislativo, el 27 de octubre de 1873, y su reemplazo por Salvador Cisneros Betancourt.104

Todos estos acontecimientos llegarían a Chile con más o menos certitud a través de la prensa. Pero pocos eran los comentarios que se suscitaban alrededor de ellos. No obstante, Cuba no permanecía totalmente olvidada en tanto que pueblo en guerra por su independencia. En este sentido, serían los acontecimientos en España los que traerán nuevamente a la isla como tema de opinión pública chilena.

El 11 de febrero de 1873 fue proclamada la República en España. La élite política, y en particular el liberalismo chileno, venía siguiendo desde hacía tiempo los sucesos de la madre patria, especialmente en relación con las formulaciones políticas del liberal Emilio Castelar.

Vinculando la República con la idea de libertad, se pensó entonces que el republicanismo español encabezado por Castelar, una vez en el poder, contribuiría a terminar con la condición colonial de Cuba. Pero la actitud del político liberal no dejó dudas de que su posición no iba en ese sentido. Al día siguiente de proclamarse la República, Castelar, designado Ministro de Relaciones Exteriores, hacía la siguiente proclamación, dirigiéndose los latinoamericanos residentes en Francia:

El ministro de estado de la república española saluda con efusión a los ciudadanos del sur de América residentes en París. Ya en todo el territorio poseído por la raza española en el mundo ondea el pabellón de la República; ya nuestras islas del mar de las Antillas son también parte integrante de una gran república.

Yo espero que el amor entrañable por mí profesado siempre a la América del Sur me autoricen para pediros que alentéis la opinión pública de aquellas remotas regiones, para que se convenzan de la necesidad de que la bandera de la república española ondee siempre en territorio americano como lazo de unión entre el viejo y el nuevo mundo.105

104 Al respecto ver Historia de Cuba, loc. cit., págs. 240-245; y Sergio Aguirre: Raíces y significación de la protesta de Baraguá, La Habana, Editora Política, 1978, págs. 40-50. 105 Publicada en El Ferrocarril , 1º de abril de 1873. El documento está fechado en Madrid, el 13 de febrero de 1873. En Cuba también se esperaban cambios con el advenimiento de la república española, pero con temor. Cuando la noticia llegó a La Habana, el Gobernador y Capitán General de la isla reunió una Junta de Autoridades locales, y expidió la siguiente circular telegráfica:

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Esta y otras opiniones del liberal español llevarían a El Ferrocarril a dedicarle su

editorial del 7 de marzo. En este se señalaba:

Ya España es república. (...) ¿Qué importancia tendrá este acontecimiento para Cuba y para las relaciones entre España y América? ¿La república española será para Cuba la monarquía española menos el rey? (...) Francamente abrigamos serios temores de que así suceda. (...)

Castelar, su primer ministro, no es una garantía. (...) Quiere la libertad del mundo y gastará hasta el último escudo de la hacienda española en volver a Cuba a la obediencia.

Y tenía razón el editorial. El breve paso de España por el sistema republicano no cambió

substancialmente la situación de sus colonias en las Antillas. Los independentistas cubanos pudieron confirmar entonces de que poco o nada podían esperar de España, fuese cual fuese su régimen político. Pero si podían esperar algo, quizás mucho, de las repúblicas de Latinoamérica. Para confirmarlo llegaría a Chile, el 20 de agosto de 1874, el General del Ejército Libertador cubano Manuel de Quesada. El renacimiento de la solidaridad.

El año de 1874 será rico en cuanto al apoyo chileno a la independencia cubana. La muerte de Carlos Manuel de Céspedes, conocida en Valparaíso el 11 de abril de 1874106, motivaría un nuevo editorial de El Ferrocarril , rindiendo homenaje a su persona y a la guerra de independencia cubana.

El general Céspedes, su presidente ayer,... (...) acaba de caer víctima... (...) de una de tantas trágicas eventualidades de la guerra. Ha muerto como ha vivido: como un valiente. (...)

En presencia de tales hombres, de tales héroes, uno siente robustecida su confianza en el porvenir de la revolución cubana. Una revolución que cuenta con esas personalidades de fierro, es invencible. Eso no perecerá aún cuando se derrote a sus ejércitos, se decapite a sus soldados, se pongan en acción todos los temores y todas las crueldades. (...)

La revolución tiene un soldado menos, pero tiene un héroe mas. Llegará a la tierra

Proclamada la República de España por abdicación de Amadeo, las Autoridades reunidas en Junta han acordado por unanimidad resistir a todo trance cualquier reforma que viniera a poner en peligro la integridad del territorio o el modo de ser de esta sociedad. Sírvase V. E. participarlo así a los leales de ese departamento, para que descansen tranquilos ante semejantes sucesos, confiando en el patrimonio de sus Autoridades. -Ceballos.

Citado por Aurea Matilde Fernández: España y Cuba, (1868-1898); revolución burguesa y relaciones coloniales, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1988, pág. 74. 106 El Mercurio , 11 de abril de 1874.

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prometida.107

Pero sólo a partir del 20 de agosto comenzaría realmente una ebullición de escala nacional por Cuba y su independencia, con la llegada de tres delegados cubanos al país. El Mercurio registraba así su llegada:

En el vapor Bolivia llegaron ayer a Valparaíso los distinguidos cubanos general Manuel Quesada, su secretario señor Iglesias y el doctor don Antonio Zambrana.

Esta mañana se dirigieron a Santiago en el tren expreso de las ocho.

Todos esos antillanos han prestado a la noble causa de su patria importantísimos servicios, y entendemos que su viaje a Chile tiene idéntico objetivo.108

Los cubanos llegaban a Chile con cartas de presentación para distintas personas en

Santiago. Sin duda, algunas de ellas estaban dirigidas a Vicuña Mackenna y los hermanos Matta. En todo caso, todo parece indicar que el primero --convertido entonces en Intendente de la capital-- debió enfrentarse al problema de cómo activar de manera efectiva la solidaridad con Cuba, en un contexto donde el gobierno y buena parte de la élite política consideraban inconveniente mezclarse en situaciones donde Chile no tuviera "intereses comprometidos". Otra reciente visita extranjera al país le daría la solución.

Cinco días antes de la llegada a Chile de los cubanos, lo había hecho la actriz dramática y cantante italiana Adelaida Ristori. Su llegada estuvo precedida por grandes y rimbombantes comentarios acerca de sus virtudes como artista. El Ferrocarril del 23 de agosto le dedicaba un amplio editorial alabando sus condiciones y trayectoria. También en esa edición aparecía una pequeña nota donde se anunciaba que ese día el Intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, daría un banquete de cuarenta cubiertos "en honor a la eminente artista señora Ristori". Se anunciaba que asistirían todos los ministros, los presidentes de las Cámaras, y los representantes diplomáticos de Italia, además de "varias otras personas distinguidas, deseosas de tributar a la ilustre trágica el homenaje que como artista, como mujer y como señora merece." Al final se indicaba que "el distinguido general cubano Quesada y el doctor Zambrana, de La Habana, asistirán también a este banquete."109

Reunidos todos los invitados y la principal homenajeada en el banquete, los primeros brindis fueron en su honor, por supuesto. Sin embargo, el principal anfitrión, Vicuña Mackenna, llegado su turno, se dirigió a los comensales señalando que entre ellos se encontraba el "ilustre general en jefe de las tropas libres de Cuba" Manuel de Quesada. Hizo entonces una breve reseña de su vida, recordando que incluso su único hijo, expedicionario del "Virginius", había sido fusilado por los españoles. Y agregó

107 El Ferrocarril , 14 de abril de 1874. 108 El Mercurio , 21 de agosto de 1874. 109 El Ferrocarril , 23 de agosto de 1874.

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Y en vista de esto señores, y de lo que pasa cada día, cada hora, en el suelo en que nació y sucumbió el glorioso Céspedes, ¿Chile podría manifestarse eternamente indiferente...? (...) No señores. Yo soy un funcionario público, y me caben por ello ciertos deberes inexcusables; pero también soy ciudadano, y como tal he convocado a este peñón [el banquete se celebraba en el Cerro Santa Lucía] a mis más antiguos y más queridos amigos. A ellos me asociaré. Guillermo Matta, el coronel Saavedra, Luis Pereira, Melchor Concha y Toro, los dos Arteaga Alemparte, todos los que aquí me acompañan me ayudarán a promover en la capital un meeting colosal que tenga lugar en este gran anfiteatro del pueblo chileno, el domingo próximo. Aquí... (...) escucharemos la relación palpitante de los dolores de Cuba contados por sus propios hijos, por el padre, por el patriota, por el soldado. Y a esas voces unirán las suyas todos los que sientan los santos impulsos del amor a la patria y al culto de la libertad.110

A partir de ese momento, todos los demás brindis, discursos y saludos se dirigieron a

respaldar la iniciativa del Intendente, y a homenajear a los cubanos presentes, sin excluir los brindis de la propia Ristori. Vicuña Mackenna lograba así, convocar el apoyo a la independencia cubana en una contexto donde hasta el gobierno se veía en la situación de aplaudir y respaldar la iniciativa. Una intervención de Zambrana aclararía la razón de su presencia en Chile: "Cuba vacilante os tiende por nuestras manos su carcaj vacío... Venimos a pediros una limosna por el amor de la América, por el amor de la libertad..." (...).

Realmente, la presencia de los cubanos causó en el país un espontáneo sentimiento de apoyo a la causa antillana. Al día siguiente de celebrarse el banquete, El Mercurio anunciaba que en Valparaíso también se preparaba un gran meeting en apoyo a Cuba. Se quería para la ocasión, invitar a Quesada y Zambrana.111

El 26 aparecía en la prensa santiaguina la convocatoria al meeting de solidaridad, que se celebraría el domingo a las dos de la tarde en el Teatro Municipal, continuándose posteriormente en el cerro Santa Lucía. Firmaban la invitación Benjamín Vicuña Mackenna y todas las personalidades que éste mencionara en su propuesta en el banquete a Adelaida Ristori.112 También El Mercurio , El Ferrocarril y El Independiente dedicarían sus editoriales y comentarios de prensa a respaldar el movimiento de solidaridad con Cuba113.

Pero no todo iba sobre rieles para las visitas cubanas. El mismo día de la publicación de 110 Todos los discursos y brindis de aquel banquete fueron reproducidos en El Ferrocarril , del 25 de agosto de 1874. 111 El Mercurio , 24 de agosto de 1874. 112 Al día siguiente aparecería en El Ferrocarril una nota de la "Comisión encargada de procurar fondos para Cuba", aclarando que el nombre del Intendente de Santiago había sido puesto por "equivocación" entre las firmas de la convocatoria. Se aclaraba que la organización del evento era "enteramente popular". El Ferrocarril , 27 de agosto de 1874.

113 El Mercurio , 26 de agosto de 1874; El Ferrocarril , 27 de agosto de 1874; El Independiente, 28 de agosto de 1874.

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la convocatoria al meeting a favor de Cuba, Antonio Zambrana dirigía una carta a la Comisión encargada de procurar fondos para Cuba, para desmentir un suelto publicado por La República, que a su vez lo había tomado de La Reforma de La Serena, donde se insinuaba que ni él ni Quesada tenían del gobierno cubano autorización para recaudar fondos, y que por ello habían sido rechazados en el Perú, "chasco que los obligó a dirigirse a Chile con esperanzas de mejor suceso". Zambrana desmentía todas estas imputaciones, y aclaraba que al llegar al Perú, se habían encontrado con un delegado del gobierno cubano, "el distinguido patriota Manuel de Jesús Márquez", quien se encontraba en negociaciones con el gobierno de ese país, por lo que optaron por continuar hacia Chile. El propio Márquez había solicitado al general Prado, peruano, cartas de presentación para algunas personas importantes del país.

La Comisión le respondió que conocía el origen de la "broma" y que despreciaba la intriga venida del extranjero por mano anónima a la prensa chilena.114 Los conflictos de los independentistas cubanos llegan a Chile.

Pero la "broma" no era tal, al menos no en el sentido de que reflejaba los conflictos en que se debatía el movimiento independentista cubano, dentro del cual, Quesada era uno de los elementos de discordia y polémica.

Quesada había sido designado General en Jefe del Ejército Libertador cubano por Carlos Manuel de Céspedes, en reconocimiento a sus méritos como patriota y como distinguido oficial del ejército mexicano, durante la guerra contra la ocupación francesa. Sin embargo, pronto había entrado en conflicto con la Cámara de Representantes cubana por su forma de organizar militarmente la revolución.115

Destituido por el poder legislativo, el presidente Céspedes lo nombró Agente Confidencial del gobierno en los Estados Unidos. Al llegar Quesada a Nueva York, en marzo de 1870, se entrevistó con el presidente Grant, pero con tal falta de tino --entre otras cosas, diciéndole que había fusilado a 650 prisioneros españoles por no tener cómo alimentarlos-- que el propio Grant lo denunciaría ante el Congreso norteamericano de ser más sanguinario que los jefes españoles.116

Por otra parte, Quesada se encontró en nueva York con que además era visto con suspicacia por los emigrados cubanos, aglutinados alrededor de Miguel Aldama, acaudalado

114 La carta de Zambrana, la respuesta de la Comisión, y el artículo publicado en La Reforma de La Serena, fueron reproducidos en la edición de El Ferrocarril , del 27 de agosto de 1874. 115 Entre otras cosas, se acusaba a Quesada de realizar requisas de caballos y demás artículos de subsistencia a los terrateniente sin indemnizarlos, y de destruir las haciendas e ingenios que por su posición podían beneficiar las operaciones de los españoles. Los miembros de la Cámara más ligados a estos intereses por supuesto que no iban a tolerar esta situación. Al respecto ver Historia de Cuba, loc. cit., pág. 200.

116 Historia de Cuba, loc. cit., pág. 203-204.

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hacendado en el exilio, muy vinculado a ciertos delegados de la Cámara de Representantes cubana. A partir de noviembre, Aldama tomaría el título de Agente General de la República de Cuba en los Estados Unidos.

De esta manera, la revolución cubana, se encontraba, hacia 1871 con dos representaciones en el exterior. Una y otra con la misión de conseguir auxilios para la guerra, y una y otra en franca pugna por constituirse en la legítima representante del gobierno insurrecto.

Quesada se centraría sobre todo en preparar expediciones que llevasen hombres y armas al teatro de la guerra. Para ello viajó a Colombia y Venezuela, anotándose aislados éxitos en sus gestiones. Con este fin también había llegado a Chile. Aldama, por el contrario, fracasaría en más de un intento de enviar expediciones a Cuba, y su actividad, con el acuerdo de parte de los miembros de la Cámara legislativa cubana, se inclinaría más bien a socavar las acciones emprendidas por Quesada. Con la posterior destitución de Céspedes, la dualidad de representaciones, y las pugnas entre ambos delegados se sostendría, aunque el gobierno cubano se inclinó más por Aldama.117

Este último, con el acuerdo del gobierno, había enviado como Ministro Plenipotenciario ante el Perú a Manuel Márquez. Con él se habían encontrado Quesada y Zambrana al llegar a ese país, y con su apoyo habían seguido camino a Chile, sin saber, en todo caso, que sus acciones en el sur de América determinarían a Aldama a designar también un agente diplomático para Chile.118 Los actos solidarios.

El acto en el Teatro Municipal, y su continuación en el cerro Santa Lucía fueron, a juicio de la prensa, exitosos. Dirigieron la palabra Zambrana, Quesada y Guillermo Matta. Tomó parte en el encuentro, como no, Adelaida Ristori. En la cumbre del Santa Lucía --donde flameaba la bandera de Cuba-- Eduardo de la Barra, así como otras personas no anunciadas, también pronunciaron sus discursos.119

También en Valparaíso se hacían preparativos para un acto similar al de Santiago. El 1º de septiembre Quesada y Zambrana se trasladaron al puerto. Allí los esperaban los organizadores del acto. A su llegada, los cubanos fueron recibidos en la estación por "ciento y tantos jóvenes y una banda de música". En medio de vivas a Cuba y de aires marciales fueron acompañados hasta el Hotel Colón, donde se hospedaron. A ellos se sumaría el cubano doctor Joaquín Roldán, recientemente llegado a Chile.120

117 Sergio Aguirre: op. cit., págs. 47-50. 118 Manuel Márquez Sterling: La diplomacia en nuestra historia, La Habana, Instituto del Libro, 1967, pág. 95. 119 El Ferrocarril , 1º de septiembre de 1874. 120 El Mercurio , 1º y 2 de septiembre de 1874.

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El acto se celebró el sábado 6 en el Teatro de la Victoria. Había sido convocado por un grupo de personas encabezadas por Juan de Dios Arlegui. Este sería el primero en dirigir la palabra a un teatro totalmente lleno --tres mil personas, según El Ferrocarril 121--. Quesada y Zambrana también intervendrían en el acto, junto con otros oradores. Al final se nombró una comisión para solicitarle al Congreso Nacional y al presidente de la república que acordaran la suma de pesos con que el gobierno de Chile "socorrerá a los heridos, a las viudas y a los huérfanos del ejército cubano". También a ambos poderes se les solicitaba que convocasen un congreso americano "para promover la intervención de los pueblos civilizados para poner término a los horrores" de la guerra. Se acordó finalmente procurar que en todo el país se desarrollase un movimiento de solidaridad que respaldara las solicitudes hechas a los poderes ejecutivo y legislativo.122

Esto último ya estaba sucediendo. El mismo día del meeting en Valparaíso, en la prensa de la ciudad de Quillota aparecía una convocatoria --fechada el 5 de septiembre-- en la que se anunciaba que el lunes 8 pasaría por la ciudad, en el tren, camino a Santiago, los cubanos Quesada, Zambrana y Subiria. "Con este motivo, muchos vecinos del departamento, se preparan para dar una manifestación de sus simpatías al general en jefe de los ejércitos de Cuba, yendo a recibirle a la estación central..." La convocatoria agregaba que también se les invitaría al teatro de la ciudad "a fin de expresarle de viva voz lo que puede esperar del pueblo de Quillota en pro de la digna causa que sostiene". Firmaban el llamado Baldomero Riso Patrón --presidente de la comisión encargada del recibimiento--, Pedro N. Cobo, y Pedro J. Mena, entre otros.123

Los cubanos permanecerían tres días en Quillota. Además del recibimiento en la estación, del meeting en el teatro de la ciudad --donde los presentes adhirieron a las conclusiones de Valparaíso-- los invitados serían ampliamente agasajados por la élite de la ciudad. Su partida también se transformaría en un nuevo acto de solidaridad, concurriendo a despedirlos "lo más selecto y respetable de nuestra sociedad" a decir de la prensa local.124

Pero no era imprescindible la presencia de los cubanos para que se suscitasen nuevas muestras de solidaridad. En Valparaíso, el 10 de septiembre se presentaba una función especial del "Circo Imperial Brasilero", "a beneficio de los huérfanos y viudas de Cuba". Según El Mercurio , concurrirían "de mil quinientas a dos mil personas". También el periódico anunciaba que se estaba preparando un concierto en beneficio de Cuba.125

Tres días después, el 13 de septiembre, la Comisión de subsidios en favor de Cuba de Rancagua --presidida por Ramón Sotomayor-- acordaba realizar un meeting el domingo 20 en respaldo a la independencia de Cuba. Llegado el día 121 El Ferrocarril , 8 de septiembre de 1874. 122 El Mercurio , 7 de septiembre de 1874. 123 El Correo de Quillota, 6 de septiembre de 1874. 124 El Correo de Quillota, 10 y 13 de septiembre de 1874. 125 El Mercurio , 9, 10 y 11 de septiembre de 1874.

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...fue sacada de la casa del presidente la bandera cubana junta con la chilena, y paseada por las principales calles de esta ciudad sirviéndole de escolta una larga fila de vecinos y la banda de música del cuerpo cívico que ejecutó en todo el trayecto de la marcha, variados trozos.126

El desfile se dirigió al templo parroquial donde los rancagüinos José Miguel Melo, J.

Miguel Valenzuela y Eleuterio Núñez dirigieron la palabra a los concurrentes. En ellas, varias veces se mencionó la presencia en Chile de los cubanos Quesada y Zambrana.127

Con las fiestas patrias llegaría también para Quillota la oportunidad de reiterar su respaldo y su simpatía por Cuba. El baile de celebración de la independencia de Chile sería dedicado a la causa de Cuba. Invitado especial a la reunión social fue el general Quesada. Durante el baile, "algunas respetables señoras" de la ciudad obsequiaron al general cubano una espada con su nombre grabado. Quesada agradecería conmovido el gesto:

Señoras: esta espada, símbolo de libertad que patriótica y galantemente me ofrecéis, me servirá para redimir a mi pobre patria; y así como en este momento armáis mi mano con este acero libertador (...) así también desearía que Chile armara la mano desarmada de tanto valiente cubano para libertar a su patria, y sería este el hecho más glorioso de su historia.128

Por otra parte, en la ciudad de Concepción también venía suscitándose un movimiento de

apoyo a la independencia cubana. El 1º de octubre, una comisión, encabezada por Ricardo Claro, Miguel Collao y Felipe Anguita solicitaban a la compañía teatral De-Paladini y Cavara un "beneficio" a favor de Cuba. A la respuesta afirmativa de la compañía, se sumaba la renuncia del dueño del teatro a cobrar por su arriendo y la renuncia de la empresa de gas al cobro por el alumbrado del teatro durante la función. Ésta se celebraría el martes 6 de octubre, con un lleno total.129

Finalmente, el 10 de octubre, en Valparaíso, el doctor Zambrana dictaba en el teatro Victoria una conferencia en homenaje a un nuevo aniversario del inicio de la guerra de independencia de su patria130

A través de la prensa se informaba con relativa frecuencia acerca del dinero que era recolectado en los meetings, funciones a "beneficio", y por las erogaciones voluntarias que también se hacían. Estos fondos eran recaudados por las comisiones que convocaban a las actividades solidarias, y una vez reunidos, eran "enviados por conducto del banco Edwards y Ca. a la Junta Cubana de Nueva York, por haberlo solicitado así el general Quesada"131 126 El Fenix, 23 de septiembre de 1874. 127 El Fenix, 29 de septiembre y 6 de octubre de 1874. 128 El Correo de Quillota, 27 de septiembre de 1874; El Mercurio , 1º de octubre de 1874. 129 La Democracia, 3 de octubre de 1874; La Revista del Sur, 3 y 8 de octubre de 1874. 130 El Mercurio , 11 de octubre de 1874. 131 El Mercurio , 1º de octubre de 1874.

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Durante todo este período, El Ferrocarril publicó el "Manifiesto de Cuba"132, largo

ensayo escrito por Manuel de Quesada dirigido al presidente de los Estado Unidos, en donde denunciaba el abandono de Cuba en relación con el apoyo que podía y debía brindarle la nación norteña. Denunciaba también la neutralidad norteamericana como factor de indirecto respaldo a las acciones de España para sostenerse en la isla. El "Manifiesto", sin duda, contribuyó a sensibilizar a la opinión pública chilena respecto a la soledad de isla en su batalla contra el dominio colonial, y la necesidad de ayudarla. Un Agente Diplomático cubano y las armas para Cuba.

Mucho antes de que Quesada y Zambrana pensaran en venir al sur de América, el peruano Mariano Ignacio Prado debía asilarse en Chile, perseguido por el general Balta, quien lo había derrocado en 1867. Hacia 1872 Prado "equipaba en chile una expedición de importancia con la cual saldría de Viña del Mar para caer al sur de la República, marchar sobre Arequipa, y dirigirse a Lima" a batir a Balta.133 Sin embargo, en julio de ese año un golpe de estado llevaba al poder a su correligionario político Manuel Pardo. La nueva situación por supuesto que lo llevaría a renunciar a la idea de un desembarco armado en su país.

Dos años después, Pardo recibía en Lima al cubano Manuel Márquez como Ministro Plenipotenciario de la República de Cuba. Se iniciaron entonces conversaciones entre el gobierno y el representante cubano.

El gobierno indicó a Márquez que el Congreso peruano votaría una ley para donar a los cubanos doscientos mil soles en bonos de la deuda interior del país. Con el producto de la venta de esos bonos, Márquez, privadamente, compraría los pertrechos acumulados por Prado en Viña del Mar134. Encaminadas las negociaciones en este sentido, surgió sin embargo desde Nueva York el temor de Aldama de que Quesada --entonces en Chile-- se amparase de las armas de Prado. Las tensiones entre ambos no se habían atenuado con el tiempo. Pero además, aquel armamento en manos de Quesada, seguramente iban a reforzar en algo la corriente más radical del independentismo cubano, representada, desde la destitución de Carlos Manuel de Céspedes, por la alta oficialidad del ejército cubano, de la cual era parte Quesada.135

Aldama designó entonces a su compatriota Enrique Piñeyro con las siguientes instrucciones:

Ir a Lima, auxiliar a Márquez en su lucha contra las anárquicas evoluciones de Quesada, si Márquez lo necesitaba; seguir luego viaje para Chile, presentar credenciales de Comisionado Diplomático, recoger el armamento y embarcarlo hacia Panamá donde un

132 El Ferrocarril , 28, 29 y 30 de agosto; 3, 4 y 8 de septiembre de 1874. 133 Manuel Márquez Sterling: op cit., pág. 83 134 Manuel Márquez Sterling: op. cit., pág. 94-95. 135 Sergio Guerra: op. cit., pág. 51-60.

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agente de Aldama se haría cargo de recibirlo y enviarlo a Cuba.136

La prensa chilena no registra la fecha de partida de Quesada del país. Sin embargo, todo parece indicar que este y su comitiva habrían retornado al Perú al momento de llegar el representante diplomático cubano. El Ferrocarril del 7 de marzo de 1875 anunciaba, en una escueta nota, la presencia de Piñeyro en Chile.

Tenemos entre nosotros al señor Enrique Piñeyro, agente diplomático de Cuba, debidamente acreditado por el gobierno republicano de la heroica Antilla. (...) El gabinete de Lima acaba de recibir a otro distinguido cubano en el carácter diplomático con que le invistió el gobierno de derecho de su patria, reconocido por el Perú, como sin duda debiera serlo por todas las repúblicas del Continente. (...) nuestra palabra de bienvenida al señor Piñeyro, deseándole éxito completo en la tan difícil como honrosa y simpática misión que le ha sido confiada.137

Después de esta nota, el diplomático cubano no volvió a aparecer en la prensa, sino que

ha inicios de mayo, cuando ya era cercana su partida de Chile. Durante casi tres meses, entonces, se centró en cumplir su misión con el debido secreto que esta exigía. Así al menos se desprende de su testimonio, recogido por Márquez Sterling138

Piñeyro fue presentado al ministro de relaciones exteriores chileno, Adolfo Ibáñez, por el representante diplomático del Perú, quien tenía instrucciones para así hacerlo. Posteriormente fue presentado al Presidente de la República, Federico Errázuriz, quien lo recibió en audiencia privada. Este encuentro dejo mucho que desear para el agente cubano. Errázuriz sólo le hablaría acerca de la política de los Estados Unidos. Cuando Piñeyro llevó la conversación hacia el problema cubano, el presidente no preguntó cosa alguna ni pidió más detalles, se limitó a escuchar sin aprobar ni desaprobar. Y así concluyó la entrevista.139

No obstante, para el cumplimiento de su principal misión, no se le pusieron obstáculos. En Valparaíso el cubano se encontró con Prado. Ya con el dinero recibido del Perú, realizó la transacción con el peruano, embarcando las armas rumbo a Panamá140

Dado el carácter de su misión, y la evidente falta de apoyo del gobierno chileno, su paso por Chile fue discreto. Solo tuvo un contacto público, el 2 de mayo, cuando asistió a un banquete organizado para despedir a Guillermo Matta, enviado por el gobierno a la provincia de Atacama

136 Manuel Márquez Sterling: op. cit., pág. 131. 137 El Ferrocarril , 7 de marzo de 1875; en la misma edición se publicaba una biografía del diplomático cubano. 138 Para referir a la actividad del diplomático cubano en Chile, Márquez Sterling, en su obra La diplomacia en nuestra historia (loc. cit.), recurre al testimonio escrito por Enrique Piñeyro: "Una excursión diplomática (fragmentos de mis memorias)", artículo publicado en Cuba y América, revista dirigida por Raimundo Cabrera. Año VI, núm 112, La Habana, mayo, 1902. 139 Manuel Márquez Sterling: op. cit., págs. 143-144. 140 Manuel Márquez Sterling: op. cit., pág. 146.

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como Intendente. Curiosamente, en el encuentro se encontraban casi todos los ministros del gobierno así como numerosos legisladores de ambas cámaras. Presentado por Ignacio Palma, Piñeyro haría una breve intervención donde recordó la soledad de Cuba en su lucha contra España, y agradeció las simpatías de los allí presentes.141

Días después, el editorial de El Ferrocarril del 11 de mayo anunciaba la partida del diplomático cubano:

El señor Enrique Piñeyro, comisionado Diplomático de la República de Cuba, ante el gobierno de nuestro país, parte mañana, en el Cotopaxi, después de una corta residencia entre nosotros, durante la cual ha desempeñado --suponemos con el éxito que las circunstancias permiten-- la noble misión que recibiera, aumentando, si es posible, (...) las simpatías por la causa de que es un tan discreto, entendido y generoso agente. (...)

Con su partida se cerraba un ciclo de relaciones entre Chile y las Antillas, y de ellas, en

especial con la de Cuba. Agentes diplomáticos habían abierto y cerrado esta relación, pero ella no había sido desarrollada por las cancillerías, sino por los miembros de la sociedad chilena receptivos a los problemas de un país y una región lejana, y que sin embargo fueron capases de comprender que lo que en ella acaecía importaba a la América Latina como deber asumido en la formación y defensa de la identidad nacional. Gracias a ellos, y al estímulo de hombres como Hostos, Quesada, Zambrana y Piñeyro, Chile había cumplido con Cuba.

No obstante, el camino seguido por Cuba no fue el esperado, ni por los cubanos, ni por los chilenos. Las profundas y crecientes disensiones al interior del gobierno cubano, le permitieron a España proponerle a una parte de éste un acuerdo de paz. La muerte en combate de varios importantes líderes independentistas, la captura de otros, y la disolución de la Cámara por acuerdo propio, permitieron al general español Arsenio Martínez Campos presentar, el 10 de febrero de 1878, a un Comité de militares y civiles, las condiciones de un pacto --que sería conocido como Pacto del Zanjón—para el fin de las hostilidades. En él se establecía la concesión a la isla de las mismas condiciones políticas, y administrativas de Puerto Rico --que entonces tenía derecho de elegir diputados a las Cortes de Madrid--; olvido del pasado desde 1868 hasta entonces, quedando libres todos los condenados o procesados por participar en la insurrección; y la libertad de los esclavos y colonos asiáticos que estuviesen en las filas insurrectas.

Solo una minoría de los cubanos sublevados --encabezada por el general Antonio Maceo-- no acató la firma del pacto, e intentó a lo largo de aquel año y el siguiente, prolongar la guerra de independencia, En ella sería detenido y deportado a España el joven conspirador José Martí. Sin embargo, hacia junio de 1879, ya toda resistencia había sido apagada en la isla.142

Todo ello en Chile ya importaba muy poco. Desde mayo de 1879 el país estaba en guerra con el Perú y con Bolivia, sus otrora aliados en la guerra con España. Habría entonces que

141 El Ferrocarril , 4 de mayo de 1874. 142 Sergio Aguirre: op. cit., págs. 60-95; Historia de Cuba, loc. cit., págs. 302-314.

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esperar que en el sur de América terminara esa guerra y en las Antillas renaciera otra.

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EL TERCER ENCUENTRO: Y UN MAR DE SOLIDARIDAD. La calma antes de la tormenta.

El fin de la primera guerra de independencia cubana cerró un ciclo de inestabilidad y confrontaciones en las Antillas mayores.

En Santo Domingo, el 2 de marzo de 1877, el dictador Buenaventura Báez era definitivamente derrotado por la sublevación liberal encabezada por Gregorio Luperón. Desaparecía así el peligro de anexión del país a los Estados Unidos. Se abrió entonces una etapa de relativa tranquilidad política en la República Dominicana, que permitiría que las sucesiones presidenciales se llevasen a cabo a través de elecciones. De esta manera, el 1º de septiembre de 1882 resultaba electo el caudillo liberal Ulises Heureaux, iniciándose con su administración un proceso de modernización y de expansión de la economía del país.143

El proceso político de su vecina, la República de Haití, no marchó al mismo ritmo. En 1879 asumía la presidencia el conservador Licius Salomón Jeune. Su gobierno se caracterizaría por su autoritarismo, pero también por un esfuerzo por modernizar el país. No obstante, dos conatos de guerras civiles, uno en 1884 --rápidamente ahogado en sangre-- y otro en 1888, lo llevaron a abandonar la República. Promulgada una nueva constitución al año siguiente, Haití entró a un período de paz relativa, bajo las presidencias sucesivas de Florvil Hippolyte y T. A. Simon Sam, basada en un precario consenso entre las facciones de la élite, y en una limitada prosperidad económica.144

Puerto Rico, desde el alzamiento de Lares, no volvería a conocer sublevaciones independentistas de importancia. Su élite nacional se inclinó, desde aquel levantamiento, por negociar con los gobiernos de su metrópoli, para la organización de un régimen autonómico en lo político como en lo administrativo, pero sin renunciar a la soberanía española sobre la isla. Este camino no sería infructuoso, pues en noviembre de 1897 España concedió a la isla un Estatuto Autonomista, que sin embargo no alcanzó a durar un año.145 No obstante, un minoritario, pero activo núcleo independentista, encabezado por Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos, continuó conspirando, y sobre todo apoyando al independentismo cubano, en el cual depositaron las posibilidades de triunfo sobre la común metrópoli.

Cuba, por su parte, a partir del Pacto del Zanjón, sufriría importantes mutaciones en los planos político y social. Por una parte, irrumpió en la isla nuevamente el reformismo como

143 Al respecto ver a Sumner Welles: op. cit., págs. 389-421; y Haroldo Dilla Alfonso: "Ocupación norteamericana y luchas patrióticas en la República Dominicana", en Anales del Caribe, nº 7-8, 1987-88, págs. 302-356, Centro de Estudios del Caribe de la Casa de las Américas, La Habana, págs. 302-307. 144 Al respecto ver a Claude Moïse: op. cit., págs. 239-251; y David Nicholls: Haití, c. 1870-1930, en Leslie Bethell, ed.: Historia de América Latina, tomo 9, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pág. 279. 145 Angel A. Quintero Rivera: Puerto Rico, c. 1870-1940., en Leslie Bethell, ed.: Historia de América Latina , tomo 9, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pág. 244.

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tendencia política predominante entre una parte de los hacendados. Como en Puerto Rico, este sector intentó introducir reformas al régimen colonial de manera de alcanzar algún grado de autonomía en la administración del país. Su posición se vio reforzada por el incumplimiento por parte de España de los acuerdos firmados en 1878 con los independentistas. Estos últimos también tenderían a reorganizarse y a reformular la perspectiva del independentismo. A ello contribuyó la labor de unidad que José Martí desplegó entre la emigración cubana, entre los oficiales del antiguo Ejército Libertador y --dentro de la isla-- entre los estamentos populares, compuestos sobre todo por antiguos esclavos, liberados gradualmente desde el fin de la guerra.

Fruto de su labor en 1892 se organizó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), presidido por el propio Martí, con el objetivo de lograr la independencia absoluta de la isla, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico. Posteriormente se reorganizarían los mandos del Ejército Libertador cubano. Los oficiales fueron consultados acerca de cuál debía ser su jefe, y de manera casi unánime designaron al Mayor General Máximo Gómez.

Así se dio inicio a una nueva conspiración. A comienzos de 1895 todo estaba dispuesto fuera de la isla, y dentro de ella, para comenzar nuevamente la guerra. Martí, Gómez, Maceo, y un conjunto de militares y civiles cubanos se aprestan a desembarcar en Cuba. Se iba a iniciar la tormenta.146 La tormenta, en Chile.

Mucho antes de que José Martí organizara el Partido Revolucionario Cubano, Chile era sacudido por violentas convulsiones, que alterarían de manera importante su fisonomía. Al año siguiente de haber terminado la primera guerra de independencia cubana, Chile entraba en guerra con dos de sus aliados contra de España en 1866. La nueva guerra del Pacífico fue esta vez contra Perú y Bolivia. Al terminar, en 1884, el país incorporaba definitivamente a su soberanía las ricas provincias de Tarapacá y Antofagasta. Chile crecía, geográficamente.

Sin embargo, el conflicto había interrumpido un importante proceso de cambios dentro de la élite nacional. Las formas de vida y de hacer política venían sufriendo alteraciones desde los años setenta. Estas atravesaban tanto al mundo liberal como al conservador. Lo que Gonzalo Vial denomina "unidad nacional", o el consenso para la estabilidad, se estaba alterando a través de una creciente polarización política, y también a través de la "frivolización" de buena parte de la élite, fruto de su enriquecimiento y de sus perspectivas culturales de vida, tendientes a asimilar de manera superficial las formas de vida aristocráticas de Europa. Este proceso --del cual, por supuesto, escapaba una parte de ella-- hacia 1878 comenzaba a hacer crisis, debido al inicio de un período de recesión económica. Pero estalló la guerra.147

Al terminar el conflicto, el país reinició su marcha normal. En medio de una bonanza 146 Historia de Cuba, loc. cit., págs. 315-350. 147 Gonzalo Vial: Historia de Chile: la sociedad chilena en el cambio de siglo (1891-1920), cuarta edición, volumen I, tomo I, Santiago, Editorial Santillana, 1987, págs. 32-37.

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económica --fruto de la victoria--, gradualmente fue renovándose la polarización política de antaño. En el Congreso se agudizaron los debates acerca de las libertades de culto, de prensa, de elección. Por otra parte, la riqueza incorporada estimuló aún más las nuevas formas de vida que un importante sector de la élite venía desarrollando desde antes de la guerra.

No obstante, será por el lado de la política de gobierno desde donde estallaría la tormenta. Si al interior de los sectores dominantes podía haber un relativo consenso respecto a la necesidad de expandir la educación, el transporte ferroviario, las obras públicas, y la industria; decididamente, no había consenso alguno respecto a la forma de gobernar y sostener ese proceso.

Esto se hizo particularmente evidente con el gobierno que asumiera en 1886 José Manuel Balmaceda. De formación liberal, éste intentó unificar las distintas tendencias en que el liberalismo se había dividido, procurando crear un frente político que asegurara la continuidad de esa corriente en la dirección del país. En la práctica, los liberales más bien tendieron a crear un frente común opuesto al presidente, aliándose con las corrientes conservadoras, opositoras a Balmaceda desde el primer día.

Esto determinó que hacia 1890 Balmaceda estuviese en franco enfrentamiento con la mayoría del Congreso, el que vio en el reformista estadista las intenciones de un dictador. La tormenta finalmente estalló en enero de 1891, en la forma de una guerra civil que enfrentó al presidente con el Congreso, aliado este último con la Armada. La mayoría del Ejército permaneció fiel al mandatario. La guerra civil duró hasta fines de agosto, terminando con el triunfo de las fuerzas congresistas y el suicidio de Balmaceda.148

A partir de 1891 se aceleró la fusión entre liberalismo y conservadurismo. Mas allá de los pactos políticos que entonces se hicieron --y que por lo demás se venían desarrollando desde antes de la guerra civil-- esta fusión era reflejo del proceso de acercamiento entre la vieja élite ilustrada, y la nueva élite, que irrumpía tan inculta como enriquecida, no tanto en las haciendas como en el comercio de exportación, la banca y la minería. En este proceso, los antiguos ideales de progreso, de patriotismo, y de americanismo de la élite ilustrada se perdieron, consolidándose la cultura de vida frívola que ya se anunciaba en la década de los setenta.149

Pero además, llegaba a su plenitud en esta etapa un fenómeno nuevo para la cultura de la élite. Un poderoso movimiento popular urbano, organizado alrededor de las "asociaciones obreras" --mutuales, en su inmensa mayoría-- que proliferaban en las principales ciudades del país, pujaba por ocupar un espacio social y político, con sus reivindicaciones y sus esfuerzos para lograr una vida digna para sus miembros. Algunas de ellas guardaban una importante autonomía respecto a los partidos políticos, otras se vinculaban de distintas maneras con los partidos Democrático, Radical y Liberal--democrático (balmacedista). A su interior, además, había 148 Fernando Pinto Lagarrigue: Balmaceda y los gobiernos seudo-parlamentarios, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1991, págs. 13-50. 149 Bernardo Subercaseaux: Fin de siglo, la época de Balmaceda: modernización y cultura en Chile, Santiago, Editorial Aconcagua, 1988, pág. 63.

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irrumpido la mujer trabajadora, ya sea a través de organizaciones exclusivamente femeninas, o en organizaciones mixtas. Un creciente proceso de unidad, llevaba hacia 1894 a la constitución de una "Confederación obrera de sociedades unidas", y en 1896 a una "Confederación obrera de Chile".150

El nuevo contexto político creado a partir del fin de la guerra civil, no iba ser menos convulso que el que lo había precedido, pero por otras razones. La élite continuaba monopolizando la política institucional, pero sus tensiones y pugnas no cesaban, aunque ya no existiese la figura atomizadora de Balmaceda. Diversas coaliciones se sucedieron alrededor de los gobiernos de Jorge Montt (1891-1896) y Federico Errázuriz E (1896-1901), reflejando la inestabilidad política del período. Por otra parte, se hicieron particularmente tensas las relaciones del país con la Argentina, sobre todo a partir de 1896, debido a viejos litigios fronterizos y otros nuevos que se incorporaban al debate. Ello absorbió de manera importante la atención de la opinión pública y del propio gobierno, porque se llegó a temer un conflicto bélico con el vecino transandino.151

En pleno desarrollo de estos acontecimientos, llegó a Chile la noticia de que nuevamente algo estaba pasando en la isla mayor de las Antillas. El huracán cubano llega hasta el Pacífico.

Las primeras noticias del alzamiento independentista cubano llegaron a Santiago el 27 de febrero de 1895.152 La ley y otros periódicos informaron que noticias cablegráficas de Madrid indicaban que "ha estallado un movimiento de carácter independiente en la isla de Cuba. (...) Se agrega que se han librado ya entre los independientes y las tropas del gobierno ocho combates"153. A partir de entonces no dejaron de llegar las noticias de la expansión del movimiento de emancipación cubano. Tampoco demorarían en aparecer las primeras manifestaciones de apoyo a Cuba.

La primera expresión de solidaridad surgió dentro de un acontecimiento nacional: el traslado de los restos de Manuel Rodríguez, de Til-Til a Santiago. El enorme desfile que el 26 de mayo se realizara en la capital a este efecto, estaba convocado y compuesto predominantemente por obreros y artesanos urbanos. El carro mortuorio que lo encabezaba estaba cubierto por 150 Sergio Grez Toso: "La trayectoria histórica del mutualismo en Chile (1853-1990); apuntes para su estudio", en Mapocho nº 35, primer semestre de 1994, págs. 293-315, Santiago, págs. 296-303. 151 Gonzalo Vial: Historia de Chile (1891-1973); triunfo y decadencia de la oligarquía (1891-1920), volumen II, primera edición, Santiago, Editorial Santillana, 1982, págs. 271-276 y 690-691. 152 El alzamiento estalló el 24 de febrero de 1895, en la región oriental de Cuba. Hubo al comienzo cierta descordinación entre los alzados, y entre estos y el PRC en el exterior, que había intentado enviar tres expediciones desde los Estados Unidos, que fracasaron al ser detenidas y confiscadas por las autoridades norteamericanas. Sin embargo, la pronta llegada a la isla de José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo le imprimió a la guerra un nuevo impulso y organización. Historia de Cuba, loc. cit., págs. 348-366. 153 La Ley, 27 de febrero de 1895.

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coronas con las inscripciones de las asociaciones, clubes e instituciones que las enviaban. Una de ellas se leía: "Los mártires de Cuba, a Manuel Rodríguez, Mayo 26 de 1895".

Esta corona --quizás una alusión a la muerte en combate de José Martí, acaecida el 19 de mayo-- en buena medida se explicaba por la presencia en el desfile del puertorriqueño Eugenio María de Hostos. El sería uno de los varios oradores de aquel evento. cuando llegó su turno, su improvisación

...despertó en el público un entusiasmo indescriptible. el orador vivamente conmovido, habló de su patria y recordó los hechos gloriosos de la independencia de Chile. (...) Cuando el señor Hostos terminó su brillante discurso se dejaron oír grandes vivas en honor de Cuba y de sus denodados hijos que hoy luchan por su libertad.154

Curiosamente, el mismo día, en Copiapó se celebraba una reunión en apoyo a los

independentistas cubanos, organizada por la Sociedad Literaria "Manuel Antonio Matta" y la "Sociedad de Artesanos" de la ciudad. La concurrencia fue numerosa, y en ella "...el entusiasmo se manifestaba por momentos en ardorosos vivas a ¡Cuba independiente!, ¡a la América libre!, ¡a la confraternidad universal! y ¡al mundo republicano!"155

De la gran prensa, solo dos periódicos sostuvieron desde un inicio un activo apoyo a los acontecimientos de las Antillas. Uno de ellos fue el órgano del Partido Radical, La Ley; el otro fue La Nueva República, vinculado al balmacedismo. El primero de ellos solicitó expresamente el 30 de mayo la colaboración de Hostos en las columnas del periódico, cuestión que el puertorriqueño aceptó.156 No obstante, el respaldo que prestó la prensa vinculada a la élite no superó entonces al que realizaría el movimiento popular.

El 11 de junio, la delegación (directorio) de la Confederación Obrera convocaba a un gran "asamblea pública en favor de Cuba" para el domingo 16 en el gran salón de la Sociedad de Artesanos "La Unión". En la convocatoria, firmada por Gregorio Olivares, se decía en una de sus partes:

¡A la acción! (...) Este grito sublime que se hacía esperar demasiado, ha sido lanzado por la Confederación Obrera en favor de la independencia cubana. (...) La Confederación obrera, compuesta de hombres de trabajo que conocen también la falta de libertad, puesto que gimen bajo otro yugo tiránico, la miseria, (...) escuchando los ecos patrióticos de todos los chilenos, encontrando en todas partes simpatías y sentimientos generosos para la libertad cubana, no ha trepidado en dar el primer grito de acción... (...)157

Antes de celebrarse la asamblea, una nueva reunión de la delegación de la Confederación,

el 13 de junio, acordaba "Pedir al supremo gobierno provoque un Congreso americano con el 154 La Ley, 28 de mayo de 1895. 155 La Ley, 5 de junio de 1895. 156 La Ley, 5 de junio de 1895. 157 La ley, 13 y 14 de junio de 1895.

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objeto de solicitar de la corona de España declare libre a Cuba", así como "buscar erogaciones públicas" para apoyar a los independentistas.158

A la reunión del día 16 asistió una numerosa concurrencia "en su mayor parte, miembros de las diferentes sociedades de obreros que forman parte de la Confederación". Hablaron varios invitados al encuentro, entre ellos, Gregorio Olivares, Manuel Antonio Escudero, Belisario García, la señora Gliceria Chacón, el cubano Eduardo Martínez y Eugenio María de Hostos.159

El 20 de junio la Confederación Obrera llamaba a un nuevo meeting para el domingo 23 de junio. Su convocatoria tenía presente la indiferencia gubernamental ante los acontecimientos de la isla. Por ello la Confederación invitaba "a todos los ciudadanos sin distinción de fortunas o ideas políticas o religiosas" a reunirse "en comicio público para arbitrar algún medio que en parte siquiera alivie la situación de nuestros hermanos los patriotas cubanos".160

Al meeting concurrieron obreros, artesanos, y estudiantes universitarios. Además de los discursos de los representantes de las asociaciones obreras, tomaron la palabra Diógenes Rojas, a nombre de la Academia de Leyes y de la de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, y Enrique Navarrete, en representación de la Escuela de Bellas Artes. También el primer Alcalde de Santiago, Alberto Luco Lynch, hizo llegar su adhesión a la reunión.

Por otra parte, el meeting acordó solicitar al gobierno "que provoque un acuerdo de los gabinetes americanos para interceder ante la corte de España para la independencia de Cuba". Se designó una comisión para que presentara el acuerdo al presidente de la República. Posteriormente se informó que éste, al tomar conocimiento de las conclusiones del encuentro "se manifestó complacido de los nobles sentimientos de americanismo que todo aquello significaba, y expresó que se haría un honor en someter las conclusiones a la consideración del consejo de ministros".161

Quienes recibieron con beneplácito las palabras del Presidente, no sabían entonces que este sería el primer y único gesto de simpatía hacia la causa cubana por parte del gobierno chileno, durante toda la campaña bélica. Una avalancha de solidaridad.

El impulso solidario de la Confederación obrera, determinó una reacción espontánea y casi masiva de respaldo a la causa cubana. El 27 de junio, una asamblea de obreros y estudiantes celebrada en la sala de la Sociedad de Socorros Mutuos "La Unión", en Linares, acordaba crear un "comité ejecutivo provisorio", para dirigir los trabajos de apoyo a la independencia cubana en esa ciudad. La asamblea determinó también reconocer a la Confederación Obrera como directora 158 La Ley, 14 de junio de 1895. 159 La Ley, 8 de junio de 1895. 160 La Ley, 21 de junio de 1895. 161 La Ley, 27, 28 y 30 de junio de 1895.

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del movimiento de solidaridad con la isla.162

Días antes, el 24 de junio, la colonia italiana de Iquique, agrupada en la Sociedad Republicana Socialista Giuseppe Mazzini, informaba haber organizado un comité cubano, y recolectado una respetable cantidad de fondos para ayudar a los independentistas.163

En la misma ciudad, en una reunión en el salón de la Sociedad Gran Unión Marítima, se constituía el 29 de junio el Comité Internacional Republicano Independiente de Cuba. Este Comité, con el apoyo de la Sociedad Sud-Americana de Señoras número 1, organizaba el 14 de julio, en el Teatro Municipal del puerto, un acto de solidaridad con la causa cubana. Presidido por J. M. Beltrán y A. Rosado, asistían a la reunión más de cuatrocientas personas164

El mismo día del meeting, pero en Santiago, aparecía el primer número de El Americano, un periódico editado exclusivamente para promover la causa de Cuba. Se editaría dos veces por semana, y su fundador y director sería Angel Arouet, junto con el cubano residente en Chile Nicolás Tanco.

También Hostos iniciaba el 2 de julio una columna en el periódico La Ley llamada "Cartas comentadas". El puertorriqueño era, sin duda, la persona mejor informada en Chile acerca de los acontecimientos de las Antillas. Sostenía correspondencia regular con la representación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York y con su delegado, Tomás Estrada Palma --elegido para presidir el PRC, tras la muerte de Martí--, así como con varias prominentes figuras del independentismo cubano. Además, de su patria recibía informes de Ramón Emeterio Betances y de Julio J. Henna; de los acontecimientos de Santo Domingo lo tenían al tanto Gregorio Luperón y Federico Henríquez y Carvajal. Con los comentarios a las cartas de estos y de otros personajes de las Antillas, Hostos informaría a los lectores de La Ley durante 1895 sobre los acontecimientos de Cuba y el Caribe.

Por otra parte, los alumnos del Instituto Nacional y del Liceo Miguel Luis Amunátegui organizaban el 14 de julio un meeting y un concierto para recaudar fondos para Cuba. En él dirigieron la palabra Hermógenes Vega G., del Liceo Amunátegui; César Belaunde, de los primeros y segundos años de la Academia de Leyes y Ciencias Políticas; Luis Alberto Meza Torres, del Instituto Pedagógico; Anacleto Espinoza, del Centro Científico y Literario del Instituto Pedagógico; Enrique Quezada Flores y Ricardo Meza, de la Escuela de Medicina; Wenceslao Ahumada, de la Sociedad Manuel Rodríguez; Tito Lizoni, Oscar Sepulveda, Leoncio Rodríguez y Victor Frédez, de los alumnos internos y externos del Instituto Nacional; Lautaro Ponse, del Liceo Santiago; Rodrigo Figueroa y Germán Asenjo, del Instituto Internacional; Felix Toro y Enrique Navarrete, de la Escuela de Artes y Oficios; y Andrés Araya Jara, de los militares de la Guerra del Pacífico.165 162 La Ley, 11 de julio de 1895. 163 La Ley, 26 de junio de 1895. 164 La Patria (Iquique), 1º, 3, 13 y 15 de julio de 1895. 165 La Ley, 13, 14 y 16 de julio de 1895.

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Eran en realidad numerosas las muestras de solidaridad que buena parte de la población

manifestaba por Cuba. Su mayor impulso provenía de las organizaciones obreras y de artesanos, vinculadas o no a la Confederación Obrera. También el mundo estudiantil contribuía a incentivar el respaldo a la causa cubana, a veces de manera independiente, y otras veces en acuerdo con las organizaciones obreras. Pero de donde vinieran, todos los actos y reuniones tenían como motivación un espontáneo sentimiento americanista, que invariablemente vinculaba la lucha de Cuba, con una causa libertaria, similar a la que impulsara la independencia de Chile y del resto del continente. Además, se asociaba con la idea de democracia y republicanismo con sentido social, cuestión que por entonces impregnaba el pensamiento del movimiento obrero organizado, y el de algunos sectores de la naciente clase media, cercana al Partido Radical y al Partido Liberal - Democrático. Y llegan los cubanos.

El trabajo de unidad desplegado por José Martí había rendido como principal fruto la fundación del PRC. Por su intermedio no solo se organizaría la guerra, sino también la designación de los distintos representantes del independentismo cubano ante las naciones del mundo. Ya no era posible que se repitiera la historia de conflictos como el que en 1874 se había suscitado en Chile alrededor de las dos representaciones simultáneas de los insurrectos. Comenzada la guerra, el PRC no tardó en designar a sus enviados ante los países de América Latina y Europa.

Así, el 26 de septiembre se anunció en Santiago la llegada de un delegado del PRC, especialmente designado para visitar Chile. Se trataba de Arístides Agüero. El anuncio llamaba a la población de Santiago a recibirlo masivamente en la Estación Central de ferrocarriles, el domingo 29 al medio día166. Posteriormente se cambió la fecha de llegada para el 6 de octubre. Ello permitió ampliar la convocatoria para su recibimiento. Un día antes se publicó la lista de las sociedades obreras que concurrirían a su recibimiento:

Confederación Obrera, Protección de la Mujer, Fraternidad de Ambos Sexos, Unión de los Tipógrafos, Unión de Artesanos, Sociedad de Sastres, Filarmónica de Obreros, Inválidos de la guerra y Veteranos [de la guerra del Pacífico], Fermín Vivaceta de Carpinteros, Miguel Angel de Pintores, Vicuña Mackenna de Cigarreros, Filarmónica José Miguel Infante, Unión Andrés Bello, Igualdad de Conductores de Carruajes, Musical de Socorros Mutuos, Artesanos del Progreso, Sociedad El Porvenir, Filarmónica Francisco Bilbao, Gremio de Abasto, Temperancia de Ambos Sexos, Logia Temperancia 21 de Mayo, Fraternal de Joyeros, Empleados de Farmacia, Empleados Peluqueros, Fomento de Ahorro Antonio Poupín, Maquinistas y Fogoneros de los Ferrocarriles del Estado, Igualdad y Trabajo, Manuel Rodríguez, Ahorros Amador Rodríguez, Ahorros Juan Gutemberg, Comerciantes del Mercado Central, Ahorros José Miguel Carrera, Filarmónica Unión, Cerrajeros y Herreros, Sociedad de Carroceros, Gásfiters y Hojalateros.167

166 La Ley, 26 de septiembre de 1895; y El Americano, 26 de septiembre de 1895. 167 La Ley, 5 de octubre de 1895.

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El 10 de octubre, en una edición especial de El Americano --con la bandera cubana sobre

impresa en su primera página en conmemoración al aniversario del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes-- se relataba el recibimiento a Agüero. Según el periódico más de ocho mil personas lo habían recibido y acompañado en su trayecto en un coche descubierto --donde iba junto a Hostos-- de la estación de ferrocarriles hasta el hotel donde se iba a hospedar, ubicado en la plaza de armas. La muchedumbre llevaba banderas chilenas, cubanas y los estandartes de las sociedades convocadas. A lo largo del recorrido varias personalidades del mundo popular y de la política dirigieron la palabra a los concurrentes y al visitante.168

A partir de entonces la actividad del delegado sería intensa en su labor de recaudar apoyo y dinero para el independentismo cubano. Su principal respaldo sería Hostos, bien a pesar de que antes de su llegada el puertorriqueño no era de opinión de recolectar dinero en Chile, sino más bien de buscar el envío de armas. Al menos así se lo había manifestado al secretario y al tesorero del PRC en Nueva York en carta del 9 de julio169.

Sin embargo, tres meses después, en carta del 9 de octubre dirigida a Tomas Estrada Palma, le indicaba que creía "más conveniente, por lo menos dilatorio, el cuestar y remesar auxilios pecuniarios, que descansar exclusivamente en la indudable, pero recóndita y pasiva disposición de los hombres de gobierno, ya sean del ejecutivo, ya del cuerpo legislativo". De esta manera, Agüero resultaba para el puertorriqueño el hombre indicado para las gestiones dirigidas a recaudar fondos para Cuba. En la misma carta Hostos informaba a Estrada Palma que había introducido al delegado con varias familias aristocráticas, "y con una solterona, ni joven ni bonita ni rica, pero que tiene un conocimiento completo de lo que es esta sociedad".170

El 9 de octubre Agüero era recibido en el Club del Progreso, asociación vinculada al radicalismo. Entre sus anfitriones se encontraban Belisario García y el diputado Guillermo Matta.171 Posteriormente se trasladó a Valparaíso, en donde, como en Santiago, fue recibido en la estación por una numerosa muchedumbre. El 28 de octubre era recibido en la sede porteña del Partido Radical, invitado por el vicepresidente de esa organización Manuel Feliú.172 En noviembre se trasladó a Talca, en donde fue acogido masivamente el 4 de noviembre en la estación de ferrocarriles. Ese mismo día participó en diversas reuniones en los clubes sociales de la ciudad. La élite local también lo recibió con una comida en el Club de la Unión.173

Su presencia, o el anuncio de su presencia, motivó espontáneas reacciones de apoyo. Para muchos Agüero hacía tangible la revolución cubana. En su persona se vio la posibilidad efectiva

168 El Americano, 10 de octubre de 1895. 169 Eugenio María de Hostos: Cartas, Obras Completas, vol. IV, Edición conmemorativa del gobierno de Puerto Rico, 1839-1939, La Habana, Cultura, S. A., 1939, pág. 144. 170 Eugenio María de Hostos (1939): op. cit., págs. 156-157. 171 La Ley, 10 de octubre de 1895. 172 El Mercurio , 29 de octubre de 1895; La Ley, 29 de octubre de 1895. 173 La Ley, 7 de noviembre de 1895.

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de que el respaldo chileno a la insurrección de la isla se tradujese en hechos y resultados.

Por ejemplo, encontrándose en Cauquenes, recibía la contribución del pueblo de Cabrero, con una carta fechada el 9 de noviembre, donde le decían

Con patriótico entusiasmo nos permitimos cooperar con el insignificante óbolo de diez pesos para ayudar a la gran causa por la que lucha vuestra patria: ¡la libertad! (...) Ello señor no tiene otro mérito que ser parte de nuestro trabajo, fuente de riquezas de los pueblos libres. (...) --Vecinos de la Estación Cabrero.174

También recibía una invitación para que se trasladara a Chillán. Varias organizaciones,

entre ellas "la juventud de todos los partidos políticos y miembros de asociaciones de obreros y de empleados, como la Sociedad de artesanos de La Unión, el Club Musical y la Sociedad Vicuña Mackenna" se encargaron de preparar su recibimiento.175

Conocida su presencia en el sur del país, también en Curicó se llamó a la sociedad local a manifestar su respaldo a la revolución cubana. Un editorial de la prensa local titulado "Hagamos algo", señalaba respecto a Agüero: "en su gira por los pueblos de Sur, visitará o no a Curicó; pero en todo caso juzgamos que la iniciativa que corresponde a los hijos del pueblo para adherirse al movimiento en favor de Cuba, debe tener su palmaria manifestación."176

El delegado cubano les daría la oportunidad de expresar esa adhesión, al visitar Curicó el 24 de noviembre. A recibirlo concurriría "una cantidad inmensa de pueblo (...) sin distinción de clases, partidos o condiciones." Las autoridades locales, encabezadas por el alcalde, brindarían todo tipo de atenciones a la ilustre visita. Sería también invitado a una función a beneficio en el Teatro Municipal.177 Como efecto final del paso del cubano por la ciudad, a inicios de diciembre se presentaba al Intendente de la provincia una carta --firmada por más de doscientas personas-- en nombre del pueblo de Curicó, donde se le pedía

...dirigirse al Poder Ejecutivo y al Congreso Nacional por medio de sus representantes en ambas Cámaras, manifestándoles que vería con agrado que los Poderes de la República reconocieran la beligerancia del gobierno que hoy día rige los destinos de la República de Cuba en guerra contra la monarquía española.178

Posteriormente Agüero se trasladaría a Chillán y Concepción donde también recibiría

174 El Americano, 24 de octubre de 1895. La redacción de este periódico también se transformó en un centro de recepción de las contribuciones a favor de Cuba. En la misma edición se informaba que habían recibido de la Estación de Rengo una carta que incluía la suma de cuarenta pesos. 175 La Ley, 12 de noviembre de 1895. 176 La Provincia (Curicó), 6 de noviembre de 1895. 177 La Provincia, 27 de noviembre de 1895. En la misma edición se incluía la lista de personas que habían contribuido con dinero a la causa cubana. También se hacía mención aparte de la contribución de la Sociedad de Artesanos de Curicó. 178 La Provincia, 11 de diciembre de 1895.

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multitudinarias expresiones de apoyo a la causa que representaba. En la última ciudad asistiría a un concierto a beneficio de la Cruz Roja cubana.179

Todo esto sucedía paralelamente a manifestaciones espontáneas de solidaridad con Cuba provenientes del mundo popular, como era el caso de las erogaciones que recogían los niños suplementeros y los empleados de los ferrocarriles a fines de noviembre.180 También se recolectaban fondos en los pueblos de provincias sin que el delegado cubano pasara por estos lugares. En Traiguén y Molina se informaba, a inicios de diciembre, que existían campañas para reunir dinero y enviarlo a los insurrectos.181 También a inicios de este mes aparecía el La Ligua un nuevo periódico dedicado a respaldar la revolución antillana. Se llamó El Cubano y su existencia, no obstante, fue breve.

Paralelamente al trabajo que realizaba el delegado Agüero, en Santiago se fundaba, a inicios de noviembre, la Sociedad Unión Americana (SUA). La nueva institución nacía para respaldar el movimiento independentista cubano y puertorriqueño. Se había organizado a incitativa de un grupo de personalidades vinculadas al Partido Radical y al balmacedismo. No era, en sentido estricto, una asociación de la élite ilustrada --o de lo que iba quedando de ella-- pero su membrecía era toda "ilustrada", en cuanto a que no provenían de los sectores populares. Sus figuras más prominentes eran Pedro Pablo Figueroa, Belisario García, Guillermo Matta, Francisco Puelma Tupper --quien después asumiría la presidencia de la Sociedad-- Eugenio María de Hostos y el cubano Nicolás Tanco.

La nueva Sociedad Unión Americana se propuso organizar un encuentro solidario de magnitud. Para ello convocó a un gran concierto, el domingo 22 de diciembre, a beneficio de la Cruz Roja cubana, en el Teatro Municipal de Santiago. Ese día, a la hora convenida, se reunían los asistentes en la puerta del teatro. Entonces apareció la policía. Y aparecen los españoles.

¿Qué había sucedido? En realidad desde el mismo inicio de la insurrección, la colonia española residente en el país182 y la representación diplomática de España, se habían opuesto a todo tipo de manifestación de apoyo a los independentistas cubanos. Su reacción ante este respaldo era de visceral rechazo, evidenciando en sus aciones cuanto pesaba en la España de entonces la cultura colonialista respecto no sólo a sus posesiones en las Antillas, sino también 179 La Ley, 19 de diciembre de 1895; y El País (Concepción), 29 de diciembre de 1895. 180 La Ley, 26 y 27 de noviembre y 14 de diciembre de 1895. Las sumas que los niños suplementeros podían aportar eran pequeñas. En la lista con sus nombres --y apodos-- publicada el día 14, aparecen cuarenta de ellos. Sus aportes oscilaban entre los veinte y los cincuenta centavos. Sin embargo, a la fecha ya habían reunidos más de treinta pesos. 181 La Ley, 7 y 10 de diciembre de 1895. 182 El número de españoles residentes en Chile era, según la estadística oficial en 1907, del orden de 18.755 personas, principalmente canarios y gallegos. Diez años antes, esta cifra debió ser algo menor. Gonzalo Vial (1987): op. cit., tomo II, pág. 720.

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respecto a las que había perdido en América.

En este sentido, El Noticiero Español, periódico de la colonia publicado en Santiago, señalaba a inicios de abril:

No puede menos que causarnos risa la lectura de algunos órganos de la prensa chilena que día a día se esfuerzan en dar importancia a la insurrección cubana, (...) Desengáñense los admiradores de los insurrectos cubanos y los partidarios de la independencia; (...) No todos los días sobrevienen invasiones napoleónicas que impidan a España defender sus colonias; Cuba será siempre una provincia española, pésele a quien le pese y aún cuando España no pudiese enviar allí un soldado por encontrarse en guerra con otra nación, bastarían los cuarenta mil voluntarios españoles que hay en Cuba para impedir su emancipación.183

Pero además el embajador español, Salvador López Guijarro, presionó desde un

comienzo al gobierno chileno para que no permitiera manifestaciones de apoyo a Cuba. En este sentido, se exigió que a Hostos, en su calidad de funcionario público --era Rector del Liceo Miguel Luis Amunátegui--, se le prohibiera su asistencia a actos públicos pro cubanos.184

Para el acto de Iquique del 14 de julio, el embajador dirigió al Ministro de Relaciones Exteriores chileno una nota donde le indicaba:

(...) Según me comunica el vice-cónsul de España en Iquique, se ha ordenado por la autoridad correspondiente de aquel puerto que el inspector general de servicios municipales ponga a disposición del "Comité Internacional Independencia de Cuba" las banderas que se encuentran depositadas en la torre de la Plaza Prat.

Esta noticia (...) me obliga rogar a V. S. fije su consideración en un hecho que (...) envuelve (...) la trascendencia (...) de que se preste en Iquique por elementos oficiales apoyo más o menos directo a la insurrección cubana (...)

Seguro de que V. S. se servirá poner correctivo al abuso mencionado, y evitar en lo posible su repetición, ruégole me dispense el honor de participarme su resolución, (...)185

La respuesta del gobierno al embajador la relataría El Noticiero Español, al informar que

183 El Noticiero Español (Santiago), 4 de abril de 1895. 184 El Noticiero Español, 18 de junio de 1875. Hostos respondería a las presiones de la Legación Española ante el gobierno chileno, "declarando categóricamente que asistiría a la que se preparaba y que hablaría, poniendo desde luego el "empleo" a la disposición del gobierno, pero no como acto de voluntaria dejación, pues yo quería defender con mi actitud el derecho de Chile, consagrado en la Constitución de Chile, contra la insolente, vejatoria intromisión de un poder extraño en la vida íntima del país. " Eugenio María de Hostos (1939): op. cit., pág. 156. 185 A.N.F.M.R.E., vol. 662, foj. varias, s/n., del ministro López Guijarro al Ministro de Relaciones Exteriores, Santiago, 30 de agosto de 1895.

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"inmediatamente el gobierno chileno telegrafió al Intendente de Iquique en términos muy satisfactorios para el señor Ministro de España y el Intendente prometió en cuanto de él dependa cumplir los deseos del gobierno".186

La reacción de la colonia española y de su representación diplomática en Santiago, se repetía entre los españoles residentes en buena parte de América. Incluso, en otros países la reacción ante la insurrección cubana se tradujo en el envío de voluntarios para pelear contra los mambises. El 13 de septiembre, unos setecientos españoles residentes en la Argentina se embarcaban en Buenos Aires para ir a combatir a Cuba. Al día siguiente, 170 más se embarcaban en Montevideo, con la misma intención.187

Ante la inminencia de la llegada de Agüero, el ministro español nuevamente se dirigió al Ministro de Relaciones Exteriores, Claudio Matte, "rogándole se sirva tomar las medidas oportunas para impedir que cualquiera entidad o personalidad oficial, siquiera sea involuntariamente, tome en la menor parte de esos actos".188 El diplomático se refería a los actos de recibimiento que se anunciaban.

Además, en las manifestaciones en favor de Cuba no era infrecuente que sucedieran encuentros violentos entre españoles y los asistentes. Durante la llegada del delegado cubano a Santiago habían ocurrido algunos choques, debido a que varios españoles se sintieron ofendidos por los gritos hostiles a España. Ello motivó nuevamente una reclamación del ministro español, exigiendo que se adoptaran medidas "conducentes a la represión legal e inmediata de tales desmanes, si por acaso se repitieran (...)"189 También a su llegada a Valparaíso Agüero encontraría manifestaciones de hostilidad por parte de los españoles residentes en esa ciudad. En el puerto, los desordenes entre los peninsulares y los asistentes, demandaron la intervención de la policía.190

En Talca, al igual que en Iquique, la alcaldía apoyó la realización de actos a favor de Cuba. En esa ciudad no sólo permitió el uso del Teatro Municipal, sino que impidió manifestaciones contrarias a la causa cubana. Al respecto, en una nueva reclamación del ministro español se indicaba que el alcalde talquino "que permitió la fijación en sitios públicos y tranvías de anuncios o carteles con el título de ¡Viva Cuba libre! mandó arrancar y conducir a la comisaría otros anuncios que llevaban el epígrafe de ¡Viva Cuba española!".191

186 El Noticiero Español, 5 de septiembre de 1895. 187 El Mercurio , 26 de septiembre de 1895. 188 A.N.F.M.R.E., vol. 662, foj. s/n., del ministro López Guijarro al Ministro de Relaciones Exteriores, Santiago, 1º de octubre de 1895. 189 A.N.F.M.R.E., vol. 662, foj. s/n., del ministro López Guijarro al Ministro de Relaciones Exteriores, Santiago, 7 de octubre de 1895. 190 El Mercurio , 28 de octubre de 1895. 191 A.N.F.M.R.E., vol. 662, foj. s/n., del ministro López Guijarro al Ministro de Relaciones Exteriores, Santiago, 21 de octubre de 1895.

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Así las cosas, la aparición de la policía frente al Teatro Municipal de Santiago el 22 de diciembre no podía ser casual. En efecto, aunque la Sociedad Unión Americana había solicitado oportunamente la autorización de la municipalidad para hacer uso del teatro, ante las presiones del embajador español, el gobierno, por intermedio del Intendente, había vetado la resolución edilicia, y había ordenado a la policía evitar que los concurrentes llevaran a efecto la reunión.

Ante esto, los allí reunidos, a fin de protestar por el atropello, se dirigieron en manifestación a la casa del Ministro del Interior. Este dijo a los que se acercaron a hablarle que el gobierno debía respetar las decisiones tomadas y que no era posible abrir el teatro. Las cosas entonces tomaron otro cariz, debido a las enérgicas protestas de los concurrentes que esperaban en la calle. En número de más de tres mil, según la prensa, se dirigieron a la Legación de España, lanzando a lo largo del trayecto vivas a Cuba, a los líderes de la sublevación, y al delegado Arístides Agüero. Apenas llegados los manifestantes a la Legación, hizo su aparición un piquete de policía montada, el que obligó a los primeros a despejar la cuadra. Entonces se escuchó una detonación --según La Ley y El Americano, y dos según El Noticiero Español-- que hizo creer que la policía abría fuego sobre la gente. No obstante, los manifestantes conservaron la calma y se retiraron del lugar en orden.192

Poco después llegaron a la Legación de España el Prefecto y Sub Prefecto de policía, el Secretario de la Intendencia y el Subsecretario del Interior. Este, en nombre del gobierno presentó "las más cumplidas excusas y protestas por el atentado".193 Según El Noticiero Español, las dos detonaciones habían sido disparos dirigidos a los balcones de la Legación. La Sociedad Unión Americana resolvió entonces convocar a un meeting público al pie de la estatua de O'Higgins, para el 25 de diciembre, en desagravio por lo acontecido el 22. El año cerraba así dejando a todos las cosas claras. Los que apoyaban la causa cubana sabían que no podían contar con el gobierno; los españoles residentes y su representación diplomática, que podían contar con el gobierno; y el gobierno, que debía tolerar las manifestaciones de respaldo a Cuba, siempre que ello no significara ganarse la antipatía de España. Todos sabían también que el apoyo a Cuba insurrecta era inmenso en todo el país. Año nuevo, para los mismos problemas.

En Santiago la Sociedad Unión Americana continuó sosteniendo actividades solidarias con Cuba. Las realizaba una vez al mes, y consistían generalmente en conferencias que eran dictadas por alguno de sus miembros. Tenían también presente ciertas fechas señaladas, como la del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes, o la de la muerte de José Martí. Así mismo, la Sociedad inició un proceso de institucionalización, dándose estatutos, y --lo más interesante-- dándose una singular proyección histórica, al declararse continuadora de la primera Sociedad Unión Americana, fundada en 1862. Convocó entonces a algunos de los antiguos miembros de la 192 La Ley, 23 de diciembre de 1895; El Americano, 26 de diciembre de 1895; y El Noticiero Español, 26 de diciembre de 1895. 193 El Noticiero Español, 26 de diciembre de 1895.

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primera Sociedad a integrarse a su continuadora, en calidad de miembros honorarios. Guillermo Matta y otros respondieron afirmativamente.194 Sin embargo, también hubo una respuesta negativa, que reflejaba el cambio que había acaecido en el americanismo de la vieja élite ilustrada. Marcial Martínez, que en 1865 fuera además de miembro de la Sociedad, embajador de Chile ante el Perú, y puente en la correspondencia que Manuel Antonio Matta y José Agustín Palazuelos enviaban a Chile desde Colombia y Venezuela, respondía así a la invitación que se le hizo:

Hoy sería muy difícil discernir si la antigua Sociedad "Unión Americana", produjo algún fruto, en los conflictos de México y del Perú. No sería avanzado afirmar que la acción de esa Sociedad, en el primero de los conflictos, fue estéril, y en el segundo acarreo al país innumerables males, como son, una guerra, gastos, compromisos que aún subsisten, animosidades entre Chile y el Perú, etc.

Emito estas ideas muy a la ligera, con el sólo objeto de manifestar a usted francamente que no considero que la Sociedad pueda allegar un contingente apreciable a la causa de la independencia de Cuba.195

Junto con la actividad sostenida por la Sociedad Unión Americana, con diversos grados

de autonomía y espontaneidad, agrupaciones obreras y las élites de provincia impulsaron diversas actividades para manifestar su apoyo a la causa cubana y para recolectar fondos. Sin embargo, comenzó paulatinamente a ser la Sociedad la encargada de recibir el dinero recolectado. Todo parece indicar que la Confederación Obrera tiende por entonces a languidecer --o a tener una existencia más bien formal-- como instancia de unidad del espacio obrero chileno.196 Y es la Sociedad Unión Americana la que la releva como centro aglutinador de la solidaridad chilena con la isla antillana.

El delegado cubano Arístides Agüero también siguió desarrollando un activo trabajo de proselitismo para la causa de su patria. El 17 de febrero se encontraba en Quillota en donde era recibido masivamente en el mismo teatro donde en 1874 se había acogido al general cubano Manuel de Quesada. En este caso, la policía de la ciudad colaboró para que el encuentro se desarrollara con todo éxito.197. Posteriormente, el 3 de marzo, concurrió a la sede del Club Radical en Valparaíso, en donde su dirigencia regional lo recibió.198 El 15 de marzo participaba en un concierto a favor de Cuba en Los Andes, y el 7 de abril, de regreso a Santiago, dictaba una conferencia en el Club Radical junto con la directiva de la SUA.199

En julio, Agüero se trasladó a La Serena, donde fue recibido por un Comité Cubano, recientemente constituido, encabezado por el diputado Santos Cavada. El día 5 dictaba una 194 La Ley, 4, 14 y 22 de enero de 1896. 195 La Ley, 25 de enero de 1896. 196 Sergio Grez Toso: op. cit., pág. 303. 197 La Ley, 22 de febrero de 1896. 198 La Ley, 4 de marzo de 1896. 199 La Ley, 19 de marzo y 8 de abril de 1896.

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conferencia, y el 9 dictaba otra especialmente dedicada a lasa mujeres serenences. Recibía además las erogaciones de los alumnos internos del Liceo de La Serena y de las profesoras de la Escuela Normal de Preceptoras.200 Posteriormente se trasladó a Bolivia, en donde continuó su labor en pro de la causa cubana.

Se publicaron entonces algunos textos acerca de la revolución cubana. A fines de julio aparecía La guerra de Cuba y los principios sobre la beligerancia, de Miguel Tagle Arrate. Se trataba de un libro erudito, publicado previamente por partes en El Americano, donde se analizaba, del punto de vista del derecho internacional, la legitimidad de la condición de beligerante que sostenidamente se demandaba para el gobierno de los insurrectos cubanos.

Refiriéndose el autor a los antiguos parlamentarios que en 1869 participaran en los debates del Congreso sobre el reconocimiento de la beligerancia al gobierno de Carlos Manuel de Céspedes, señalaba: "¿qué fue de tanto entusiasmo, qué fue de tanto americanismo, cómo el de que alarde hicieron? (...) ¿No hay siquiera alguno de ellos en el Senado, en donde pueda levantar la voz a favor de la libertad?"201 Con anterioridad había aparecido un librito escrito por Pedro Pablo Figueroa: Problemas Americanos. En él se reunían varios artículos del autor; tres de ellos estaban dedicados a Cuba. Uno, al tema del reconocimiento de la beligerancia ; otro, al del ostracismo de los escritores cubanos ; y el tercero dedicado a la obra de José Martí.202 No obstante, en el año dos de la guerra de independencia, parecía que la solidaridad chilena no tenía la fuerza del año precedente. La muerte del Lugarteniente General del Ejército Libertador cubano Antonio Maceo vendría a demostrar lo contrario. La solidaridad vuelve a tomarse las calles.

El 10 de diciembre se confirmaba la noticia de la muerte en combate de Antonio Maceo. Era, para los que seguían de cerca los acontecimientos de la isla, una de las tres figuras míticas de la guerra de independencia.203 Inmediatamente la Sociedad Unión Americana llamó a un meeting en homenaje a la memoria del caído. Este se celebró el 21 de diciembre, en plena Alameda de Las Delicias. Diversas sociedades de obreros fueron reuniéndose en los puntos acordados, trayendo banderas chilenas, cubanas, y los estandartes de sus agrupaciones. A las 4 y media de la tarde, después de un discurso de Belisario García, se daba inicio a un desfile compuesto por más de cinco mil personas, encabezado por la presidencia de la Sociedad Unión Americana. A lo largo del desfile, frente a los monumentos a Buenos Aires, y a Vicuña Mackenna, San Martín, Freire, Carrera, O'Higgins, Infante, y Colón, se pronunciaron discursos a cargo de varios oradores. Ante el último monumento, el presidente de la Sociedad Unión Americana, Francisco

200 La Reforma (La Serena), 3, 6, 8 y 10 de julio de 1896. 201 J. Miguel Tagle Arrate: Cuba y los principios sobre la beligerancia, Santiago, Imprenta de "La Democracia", 1896, pág. 117. Este libro llegó a tener dos ediciones. 202 Pedro Pablo Figueroa: Problemas Americanos, Santiago, Imprenta Porteña, 1895. 203 Las figuras cubanas más conocidas y admiradas en Chile eran José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo. Este último era por excelencia el representante del mundo popular, que muchas veces era comparado con Manuel Rodríguez.

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Puelma Tupper, sometió a la consideración de los asistentes las siguientes conclusiones: 1º: Solicitar al Soberano Congreso, por intermedio de los diputados de Santiago, el reconocimiento de la beligerancia de la República de Cuba. 2º: Pedir al Presidente de la República se sirva hacer presente al gobierno de S. M. Católica tenga a bien tratar con más humanidad "a nuestros hermanos de Cuba". 3º: Que las diversas asociaciones presentes delegaran en la Sociedad Unión Americana presentar los dos primeros acuerdos.204 Pero de parte del gobierno no habría ninguna reacción respecto a lo que solicitaban las más de cinco mil personas reunidas ese día. Ya antes La Ley y El Americano habían llamado atención en sus editoriales acerca de la actitud del gobierno y del parlamento respecto a el tema del reconocimiento de la beligerancia de los insurrectos.205 Pero nada cambiaba la actitud gubernamental.

Es más, continuaba dando acogida a las reclamaciones del representante diplomático español López Guijarro, cada vez que éste detectaba que algún funcionario público simpatizaba con la causa de los cubanos. De hecho, ante la presencia de Agüero en La Serena, telegrafió al vicecónsul español en esa ciudad para que protestara ante el Intendente en caso de que algún funcionario público asistiera a los "espectáculos" organizados para recibir al cubano. Debido a que efectivamente asistieron el Secretario de la Intendencia y otros funcionarios a uno de los actos, el vicecónsul realizó la debida protesta. El Intendente le respondió que lamentaba mucho el incidente y que si hubiera sabido de él con anticipación hubiera procurado evitarlo.206

Tampoco la colonia española decaía en su adhesión a la causa de la madre patria. Sus reacciones eran incluso poco ponderadas cuando enfrentaban a alguien que apoyara abiertamente a los cubanos. Durante el desfile del 21 de diciembre, varios de ellos habían provocado incidentes al finalizar éste.207 La prensa reseñaba como también en más de una ocasión ocurrían choques individuales entre peninsulares y chilenos. La descripción de uno de estos encuentros, es ejemplificador de las reacciones de los residentes hispanos:

Manuel Adolfo Pavez es el nombre de un individuo que anteanoche a las 9, pasó a un negocio que posee un español en la Avenida de la Independencia 1 C.--Interrogado el primero por éste acerca de las ideas que alimentaba sobre el movimiento separatista de Cuba, manifestó Pavez desembozadamente esas ideas favorables a los revolucionarios cubanos; oído lo cual, el español indicado montó en cólera y lanzó de botellazos al cliente, hiriéndolo en un brazo y una mano.208

Es más, con el apoyo de su Legación, los residentes españoles y su periódico, El

Noticiero Español, adhirieron entusiasmados a la idea de la colonia española de México de recolectar fondos para comprar barcos de guerra para la Armada de España.209 El periódico

204 La Ley, 22 de diciembre de 1896. 205 La Ley, 5 de febrero de 1896; El Americano, 21 de mayo de 1896. 206 El Noticiero Español, 16 de julio de 1896. 207 La Ley, 22 de diciembre de 1896. 208 La Ley, 9 de febrero de 1896; ver también la edición del 13 de enero del mismo año. 209 El Noticiero Español, 13 de febrero y 16 de abril de 1896.

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español sistemáticamente daría cuenta de las sumas recolectadas por sus compatriotas residentes en Chile y en Bolivia.210

En estas condiciones llegaría un nuevo año, confirmándose que todos seguían sosteniendo una postura intransigente: quienes respaldaban a Cuba, el gobierno en su difícil neutralidad, y la colonia española y su agresividad. Era posturas difícilmente conciliables. Los nuevos ritmos del apoyo a Cuba.

El año 1897 no significó cambios para las simpatías que despertaba en Chile el movimiento independentista cubano. Sin embargo, este adquirió un ritmo más pausado, centrado en la Sociedad Unión Americana y en las actividades que ella realizaba. Fueron actividades espaciadas, aunque la Sociedad trató de realizar por lo menos una por mes. Así se continuaron celebrando encuentros con motivo de fechas trascendentes, como el 24 de febrero --fecha del inicio de la guerra que entonces se desarrollaba en la isla--, o se auspiciaron funciones artísticas a beneficio de la causa cubana, como la función de gala que el Circo Nelson celebró el 26 de junio en Santiago. No obstante, hacia ella también siguió llegando el dinero recolectado espontáneamente a lo largo de Chile.211

También acaecían muestras independientes de simpatía por Cuba. A mediados de enero salía a la venta un retrato "del gran capitán cubano Antonio Maceo" en dos clases de papel "para ponerlo al alcance de todas las fortunas"212. El 6 de abril el Circo Océano estrenaba un episodio histórico en cuatro actos que llevaba el nombre del general cubano213. El 4 de junio los alumnos del Liceo Miguel Luis Amunátegui organizaban una sociedad de gimnástica que también llamaron "Antonio Maceo".214 Con anterioridad, llegaba a la SUA una significativa donación realizada por una dama. La carta que acompañaba el aporte --fechada el 10 de abril, y firmada con las iniciales L. R.-- decía en una de sus partes:

He pensado mucho en la manera como significar mi adhesión y simpatías a esos mártires de la patria, a esos adalides de la libertad, ya tejiendo una corona de siemprevivas para los primeros, o de laureles para los segundos; pero en vista del carácter que los cubanos han dado a su guerra santa, no titubeo: mando un rifle.215

210 La postura de El Noticiero Español, era en extremo opuesta a cualquier cambio de status en las dos posesiones hispanas en las Antillas. Así, era capaz de celebrar las atrocidades del Capitán General de Cuba, Valeraino Weyler (ver las ediciones del 26 de marzo y del 9 de abril de 1896); y de oponerse a la concesión de un régimen autonómico para ambas islas (ver edición del 10 de septiembre de 1896). 211 Por ejemplo, el 14 de enero la Confederación Obrera hacía llegar a Guillermo Matta, presidente honorario de la Sociedad, un cheque del Banco Popular por valor de 145.20 pesos, fruto de lo recolectado por la Confederación para apoyar a los cubanos. La Ley, 18 de febrero de 1897. 212 La Ley, 16 de enero de 1897. 213 La Ley, 6 de abril de 1897. 214 La Ley, 4 de junio de 1897. 215 La Ley, 5 de mayo de 1897.

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En esta etapa desapareció de la circulación El Americano. Sus últimos números aparecieron, ya bastante espaciados, durante los tres primeros meses de 1897. Quizás influyó en su desaparición la muerte de su principal respaldo, el cubano Nicolás Tanco, quien falleciera el 14 de julio de 1896.

El resto de la prensa que abierta y sostenidamente respaldaban la causa cubana dedicaron varios de sus editoriales a demandar de los gobiernos americanos y del chileno el reconocimiento como beligerantes a los insurrectos de la isla.216 También Eugenio María de Hostos mantuvo una columna de información y de opinión sobre la situación de Cuba en La Ley durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, con el título de "Cartas públicas acerca de Cuba: al honorable senador de la República don Guillermo Matta".

Por su parte, la colonia española se centraría fundamentalmente en la colecta en que se encontraba empeñada para comprar barcos de guerra para su país. Organizada en una Junta Patriótica Española de Chile y Bolivia, a través de El Noticiero Español, permanentemente informaba acerca de las sumas recaudadas.217 La entrada de los norteamericanos.

Las circunstancias en que se desarrollaba la solidaridad con Cuba, o el apoyo a España, o la neutralidad gubernamental, cambiaron súbitamente cuando comenzó a hacerse inminente la intervención de los Estado Unidos en las dos colonias españolas de las Antillas. Paradógicamente, entonces fue la colonia española residente la que comenzó a realizar actividades en solidaridad con la patria amenazada.218

A partir de la explosión del acorazado norteamericano "Maine" en la bahía de La Habana, el 16 de febrero de 1898, los acontecimientos comenzaron a desarrollarse con rapidez. El 20 de abril llegó a Chile la noticia de la Resolución Conjunta del Congreso norteamericano, por la que se reconocía la independencia de Cuba, se ordenaba al Presidente exigir a España la pronta evacuación de la isla, y se le entregaban amplios poderes para que hiciera uso de la fuerza armada si era necesario.

La inminencia de la intervención norteamericana sobre las Antillas hispanas dividió a la opinión periodística, habiendo quienes declararon su apoyo a España frente a los Estados Unidos. En este sentido, un editorial de La Ley, señalaba que

Los diarios católicos a firme, como El Porvenir, y los que son católicos por temporadas, como La Tarde y El Chileno, se han puesto a rogar a Dios por que la suerte de las armas

216 Ver los editoriales de La Ley del 15 de enero, 14 de agosto, 21 de septiembre de 1897, y 14 de febrero de 1898. 217 Un resumen de las remesas enviadas a Madrid durante el primer semestre de 1897 se encuentra el la edición del 29 de julio de El Noticiero Español. 218 El Noticiero Español, 1º de mayo y 9 de julio de 1898.

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sea favorable a España en el conflicto en que está empeñada con los Estados Unidos. (...) ...la prescindencia se nos impone como regla; y cualquiera que sea el resultado del conflicto, los sud-americanos sólo debemos pedir que este resultado traiga por consecuencia la independencia de la isla de Cuba"219

Por el contrario, el editorial de El Noticiero Español, ante la noticia de la Resolución

Conjunta, se tituló "¡A las Armas!". En él, con fanfarronería se señalaba:

Ahora podremos vernos las caras: ahora van a saber que no se juega impunemente con nuestros más caros intereses, y que a España no la amilanan bravucones ni guapos cuyo valor es problemático, sin historia militar y mucho menos naval, y sin más norte que el interés y la codicia.

¡Feliz España, la nación hidalga y valerosa por excelencia, que tendrá ahora nueva ocasión de sorprender al mundo con sus hazañas!220

La Sociedad Unión Americana saludó la Resolución. El 4 de junio emitía una circular

dirigida a sus adherentes, en donde en una de sus partes se decía

...la Sociedad Unión Americana saluda la aurora de libertad que se levanta para Cuba republicana. (...) ¡Bendita sea la acción y el esfuerzo del pueblo norte-americano que nos devuelve como hermanos a aquellos que como nosotros han sufrido idénticos dolores y los han agitado idénticas esperanzas!221

Los acontecimientos se precipitaron rápidamente a favor de los Estados Unidos. El 10 de

junio efectuaban el primer desembarco de tropas, cerca de Guantánamo. El 3 de julio la escuadra española comandada por el almirante Cervera, estacionada en Santiago de Cuba, resultaba destruida por la escuadra norteamericana.

Al día siguiente, una comisión del directorio de la SUA visitaba al Ministro de los Estados Unidos en Chile, H. L. Wilson. A éste le entregaban una nota, donde en una de sus partes decía:

Los Estados Unidos, como nación civilizada y libre, que inició el movimiento de independencia fundamental en América, ha dado poderosa ayuda a la revolución cubana y empeñado una guerra trascendental contra España, para hacer efectiva la idea republicana en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. (...)

Conforme a este profundo concepto de solidaridad continental, el directorio de la Sociedad Unión Americana estima de su deber tributar a los Estados Unidos y al gobierno del Presidente MacKinley, por medio de vuestra mediación, un homenaje de entusiasta aplauso por su noble y heroica protección a la emancipación de Cuba, Puerto Rico y

219 La Ley, 25 de abril de 1898. 220 El Noticiero Español, 21 de abril de 1898. 221 La Ley, 12 de junio de 1898.

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Filipinas, (...)222

Entonces cesó de hablarse de solidaridad en Chile. Se pasó sólo a brindar información sobre los sucesos que se desarrollaban en la isla. Ello era comprensible. La intervención norteamericana fue vista como la alternativa definitiva para que Cuba alcanzara su independencia. Luego, con la derrota de los españoles y el inicio de la ocupación, lo que se vio fue el comienzo de la liberación de la isla.

No obstante, llegarían las noticias de las primeras tensiones entre cubanos y norteamericanos, cuando el general Shafter prohibió al general cubano Calixto García y a sus tropas entrar en Santiago de Cuba, conquistada por el nuevo ocupante. Pero solo El Noticiero Español comentó este hecho con un editorial titulado "Bien merecido", en el que se reseñaba como los norteamericanos a las fuerzas cubanas "ni les permitieron entrar a Santiago, ni mucho menos enarbolar en parte alguna el trapo de la estrella". Y agregaba el editorialista: "bien merecido tienen el castigo que les aguarda; no quisieron buena madre y tendrán mala madrastra"223 Los chilenos, las batallas y las muertes.

Con la ocupación norteamericana llegó el fin de la guerra para los cubanos, y también para los chilenos que estaban combatiendo desde hacía tiempo junto a ellos.

No era un secreto que varios chilenos habían partido a pelear a la isla. Algunos de ellos, antes de que el delegado cubano Agüero llegara al país. El 29 de junio de 1895, el puertorriqueño Hostos informaba al secretario del PRC en Nueva York que le había entregado una carta de recomendación a Paulino Ahumada para que cubanos y puertorriqueños colaboraran con él en su traslado a Cuba. En su misiva decía Hostos que

Aunque joven en extremo, aunque hijo de familia bien situada, aunque afortunado, aunque bien quisto en la buena sociedad, se ha empeñado generosamente en ir a compartir con nuestros hermanos del campo de batalla los azares y las glorias, las pesadumbres y las esperanzas de la guerra de la independencia.224

Cuando Hostos escribía esta carta, ya se encontraba en Cuba Pedro Vargas Sotomayor,

antiguo capitán del ejército chileno. Estaba peleando en la isla junto a Antonio Maceo desde el 1º de abril de ese año.225 También desde el 11 de agosto combatía el soldado chileno del Ejército Libertador Francisco Panaque Sánchez. Este y Vargas se encontraban en la zona oriental de

222 La Ley, 5 de julio de 1898. 223 El Noticiero Español, 13 de septiembre de 1898. 224 Eugenio María de Hostos (1939): op. cit., pág. 141. 225 Ramón de Armas: "El apoyo chileno a la revolución cubana de 1895", en Araucaria de Chile, nº 25, 1984, págs. 147-168, Madrid, pág. 167.

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Cuba.226 En esa región también combatía el capitán Rubén Machuca, "hermano de don Francisco A. Machuca, jefe del antiguo ejército" chileno.227

Pero fue con la llegada del delegado cubano a Chile que comenzarán a presentarse más candidatos a combatientes mambises. En carta del 23 de octubre de 1895, Agüero informaba a Estrada Palma:

Aquí hay 30 oficiales desde Coronel abajo, que están haciendo una colecta entre ellos (...) para costear el pasaje, etc., a seis oficiales de caballería, infantería y artillería que peleen e instruyan a los cubanos: son hombres de valor reconocido y de gran reputación militar.

En la misma carta, agregaba:

Tengo dos torpedistas notables aquí, reputados ante la escuadra inglesa como hábiles, valientes y peritos, que me suplican que le pregunte si sus servicios como marinos pueden ser útiles a Cuba. Uno fue el que voló el "Blanco Encalada", en Coquimbo, es el Sr. Fuentes, teniente de torpederos y jefe del "Linch"; el otro fue el destructor de la torre de proa del "Huáscar" (...)228

Había simpatía entre los miembros del Ejército --tanto de los que habían sido desplazados

de éste, a raíz de la guerra civil de 1891, como de los que permanecerían en él después de ese año229-- y de la Armada por la causa de Cuba. Varios estaban dispuestos a contribuir con ella de la manera como lo sabían hacer, como soldados.

El gobierno había prohibido que los militares participasen en manifestaciones públicas favorables a Cuba. Incluso llegó a ordenar al general Novoa, comandante general de armas de Santiago, que dictase orden de arresto para los varios oficiales de Ejército y cadetes de la Escuela Naval, que habían participado en el meeting estudiantil del 14 de julio de 1895.230 Sin embargo, estos acogieron al delegado cubano en varias ocasiones, como por ejemplo, cuando visitó Talca. Entonces, según la prensa, concurrió al cuartel del batallón Antofagasta 8º de línea "siendo objeto de singulares manifestaciones de parte de los jefes y oficiales existentes".231 También el 12 de noviembre de 1896, encontrándose en el puerto de Coquimbo, fue recibido a bordo del blindado chileno "Capitán Prat".232

226 Ramón de Armas: op. cit., pág. 166. 227 El Americano, 14 de noviembre de 1895. 228 Ramón de Armas: op. cit., pág. 163. 229 El ejército, tras la guerra civil de 1891, había sufrido un proceso de "depuración" de los oficiales que se habían mantenido leales al presidente Balmaceda. Pero además se encontraba desde hacía tiempo en un proceso de reestructuración, dirigida por el oficial alemán Emilio Koerner. Hacia la llegada del cubano Agüero a Chile, existía un importante contingente de oficiales del "antiguo ejército", separados de la institución, o con su situación aún pendiente de definición. Gonzalo Vial (1987): op. cit., tomo II, págs. 785-801. 230 La Ley, 15 de julio de 1895; El Noticiero Español, 18 de julio de 1895. 231 La Libertad (Talca), 6 de noviembre de 1895. 232 La Reforma, 13 de julio de 1896.

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Pero el cubano no contaba con recursos para enviar combatientes a la isla, y los que

partieron lo hicieron con sus propios medios. En una carta proveniente de La Habana, fechada el 24 de marzo de 1896, y publicada en la prensa de Santiago, se supo que en un desembarco se encontraban José D. Lobos, Manuel Aguirre, Timoteo Plaza y Domingo Gaete R.; "oficiales" chilenos, según lo publicara un periódico de Nueva York.233 El 4 de enero de 1897 partían desde Iquique el capitán Manuel H. Marcoleta y el teniente Federico Gabler, ambos del Batallón número 4 de Infantería, de guarnición en ese puerto.234 El 23 de ese mismo mes se sabía la noticia de que en la sede del PRC en Nueva York se había presentado un joven chileno de nombre Pío Rosado, proveniente de Iquique. Su padre era cubano, avecindado en Chile, y lo había enviado a combatir por Cuba, pues él estaba ya muy anciano para entrar en campaña.235 Otro oficial del Ejército de Chile, Temístocles Molina, desembarcaba el 21 de marzo por El Mariel, cerca de La Habana.236 También desembarcaban el 24 de mayo los oficiales Marcoleta y Gabler acompañados por su compatriota Lino Varas. Al año siguiente, el "ex oficial del antiguo Ejército" Carlos Buonocore junto con Luis Ahumada, y Carlos Dublé desembarcaban el 9 de septiembre en las proximidades de La Habana.237 Los registros cubanos acusarían también la presencia en la guerra de los chilenos José Betancourt Sánchez, Ricardo Elizary López. Juan A. Brune y Antonio Lara y Dinamarca.238

La mayor parte de ellos murieron en combate o víctimas de enfermedades tropicales. En una carta que Carlos Dublé le enviara a su padre, el general Diego Dublé Almeida, al finalizar la guerra, le decía: "No se si en las otras provincias quede algún chileno --el había combatido en la región occidental de la isla--, pero en esta yo soy el único sobreviviente de todos los que vinimos."239.

Si en todas partes la guerra había sido sin cuartel, en la parte occidental de Cuba había tenido características de extremo encarnizamiento. Compuesta por las provincias de Pinar del Río, La Habana, y Matanzas, constituía --y constituye-- un espacio geográfico reducido, cruzado por caminos, líneas férreas y fortificaciones, donde las fuerzas españolas contaban con un grado importante de movilidad, que obligaba a los cubanos a estar en permanente disposición de combate. Es en esta región donde además de aplicó con mayor rigor el bando de reconcentración del 21 de octubre de 1896, ordenado por el general español y Capitán General de la isla, Valeriano Weyler, que obligaba a la población campesina a concentrarse en las ciudades y pueblos ocupados por tropas, considerando rebelde al que se encontrase en despoblado.240

233 La Ley, 5 de mayo de 1896. 234 La Ley, 11 y 19 de enero y 11 de marzo de 1897. 235 La Ley, 26 de enero de 1897. 236 La Ley, 19 de mayo de 1897. 237 La Tarde (Santiago), 19 de julio de 1898. 238 Ramón de Armas: op. cit., págs. 167. 239 La Ley, 17 de diciembre de 1898. 240 Las consecuencias para la población civil desplazada, casi en su totalidad campesinos, fueron terribles. Las cifras de mortandad entre los reconcentrados superó las cuatrocientas mil personas. Ante las protestas

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Algunos de los combatientes chilenos dejarían el testimonio de sus experiencias en la

guerra a través de cartas y entrevistas publicadas por la prensa chilena. Varias cartas enviadas por el capitán Manuel Marcoleta fueron publicadas por La Ley. En una de ellas, fechada en el campamento La Pita, La Habana, el domingo 20 de mayo de 1897, relataba al destinatario acerca de lo que veía de la vida en la "manigua"241:

Ver aquellas pobres gentes daba horror. Los niños desnudos por falta de ropa, porque hacía días que había pasado una columna española y les había quemado la casita en que vivían y apenas habían tenido tiempo para escapar. ¡Casi todos enfermos y a medio vestir! Es necesario ver esto para formarse una idea de la inclemencia española.

También en la carta relataría su impresión de los combatientes cubanos:

Supóngase mi amigo, que la mayor parte de esa gente, negros y blancos, están casi desnudos; muchos como nuestro padre Adán, con una hoja de parra, y otros sin ella. Y toda esa gente tan contenta como usted no puede tener idea; ¡hasta oficiales a pie pelado! por no haber ropa ni calzado.242

Pero el testimonio más extenso fue el que dejó Carlos Dublé, quien a su regreso, junto al

escritor Emilio Rodríguez Mendoza, dejaría plasmada su experiencia en el libro En la Manigua.243

De todo lo que viviera y conociera, resulta quizás lo más interesante su encuentro con algunos de sus compatriotas. En un alto de la batalla de Ponce de Picadura se topó con el primero, Manuel Marcoleta: "...el pobre Marcoleta, consumido por la fiebre, ya no era ni una sombra de lo que debió ser. Estaba gravemente enfermo de paludismo"244. Él es quien le informa de la presencia no lejos de otro compatriota: Federico Gabler. "Está muriéndose y no pasará de hoy o mañana", le dijo Marcoleta. Dublé lo encuentra ese mismo día, pero ya es demasiado tarde; de él "no quedaba más que un esqueleto, sobre el cual pegábase la piel amarillenta y exhausta"245. Posteriormente se cruzaría con Antonio Lara, conocido entonces como "El león chileno", debido a su bravura en los combates. Tenía veintiocho años de edad y mandaba medio regimiento de infantería. En aquel encuentro Lara le dijo "...si volvemos a Chile, van a ponerse muy contentos

de algunos alcaldes por el creciente número de muertes por hambre o enfermedades entre los desplazados, Weyler respondió: "¿Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre? Pues precisamente para eso hice la reconcentración". Citado en: Historia de Cuba, loc. cit., pág. 413. 241 En Cuba --y en las Antillas hispanas-- se llama "manigua" al campo sin laborar. Durante las guerras de independencia la manigua fue sinónimo de territorio libre de control español. 242 La Ley, 30 de septiembre de 1897. 243 Emilio Rodríguez Mendoza, Carlos Dublé: En la manigua, Valparaíso, Imprenta del Universo de G. Helfmann, 1900. 244 E. Rodríguez Mendoza, Carlos Dublé: op. cit., págs. 79, 80. 245 E. Rodríguez Mendoza, Carlos Dublé: op. cit., pág. 85.

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por allá al saber que nos hemos portado bien". No se volvieron a encontrar. Posteriormente Dublé supo acerca de la suerte de Lara:

Muy enfermo ya de fiebre, y recién llegado de una larga marcha, acampó, hizo amarrar su hamaca y ordenó el servicio de seguridad. Por desgracia merodeaba por ahí una columna española, que descubrió el rastro y se puso el dedo verticalmente sobre los labios para quedarse callada por el momento, a fin de hacerles ánima a los cubanos, es decir, pillarlos sin perros. Pero las ganas eran tantas que los españoles no pudieron contenerse, cayendo antes de que las avanzadas estuvieran colocadas.

Fue tan súbita la sorpresa, que Lara no tubo tiempo para otra cosa que para enderezarse en la hamaca y gritar:

-Nos pillaron m..."

Y junto con decir esto, el pobrecito caía de boca, acribillado a balazos.246

De los que no murieron en combate, quedaron los siguientes registros:

Luis Ahumada, Carlos Buonocore y Constantino Varas fueron capturados por una columna española en un campo de caña, en Aguacate, provincia de La Habana. Según el testimonio de Buonocore, fueron presentados al general Weyler, permaneciendo un período prisioneros en la fortaleza de El Morro, y luego entregados al cónsul chileno en La Habana, quien los repatrió el 10 de octubre y el 6 de diciembre de 1897247. Llama la atención de que a los prisioneros chilenos se les haya respetado la vida, y que incluso se les haya llevado ante Weyler, con quien tuvieron una cordial entrevista. Quizás influyó en ello, el que España acababa de condecorar al presidente chileno con la Gran Cruz de Isabel la Católica, y que las relaciones entre ambos países se consideraban como excelentes.248

También quedarían varios de los chilenos combatientes registrados en documentación cubana, como el Indice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba, Guerra de Independencia, publicado Por Carlos Roloff y Mialofsky en La Habana, en 1901; en las Listas de la Inspección General del Ejército Libertador; y en el Archivo de Carlos Roloff. En ellos

246 E. Rodríguez Mendoza, Carlos Dublé: op. cit., págs. 200, 201. 247 Carta del cónsul chileno en La Habana, Emilio L. de Serpa al Ministro de Relaciones Exteriores, La Habana, 23 de julio de 1900. Reproducida por José Miguel Pozo: Historia de las relaciones diplomáticas entre la República de Chile y Cuba, 1848-1859, 1994, inédito, macanog., pag. 35; ver también La Tarde, 19 de julio de 1898. 248 En carta del ministro López Guijarro al Ministro de Relaciones Exteriores, fechada en Santiago, el 2 de abril de 1897, se decía: "Tengo la satisfacción de comunicar a V. S. que S. M. el Rey Don Alfonso XIII y en su nombre la Reina Regente Doña María Cristina se ha complacido en otorgar el Exmo. Señor Presidente de la República Don Federico Errázuriz la Gran Cruz de Isabel la Católica. (...) A.N.F.M.R.E., vol. 758, foj. 4 y vuelta.

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aparece Temístocles Molina Derteano, "a quien se le dio alta en el Ejército Libertador el 8 de diciembre de 1896, y se incorporó al Regimiento de Infantería "Jacinto", Primera Brigada, Primera División, Tercer Cuerpo, Departamento Oriental. alcanzó el grado de coronel.

También quedaban registrados "Francisco Paneque Sánchez, de veintisiete años de edad, hijo de Antonio y Antonia, soltero, del campo. Fue soldado de las fuerzas libertadoras, en las que causó alta el 11 de agosto de 1895, incorporado al Regimiento "Tunas", Segunda Brigada, Tercera División, Segundo cuerpo, Departamento Oriental".

"José Betancourt Sánchez, de treinta años de edad, hijo de Felix y Caridad, casado, del campo, Sirvió a Cuba como soldado de las fuerzas libertadoras, desde el dos de septiembre de 1895, en el propio Regimiento "Tunas".

"Ricardo Elizary López, natural de Santiago de Chile, de treinta y cinco años de edad, hijo de Serafín y Encarnación, soltero, licenciado en Derecho. Se incorporó al Ejército Libertador, el 7 de abril de 1897, en el Regimiento "Baconao", Primera Brigada, Segunda División, Primer Cuerpo, Departamento Oriental, Alcanzó el grado de Comandante, Auditor de Guerra".

"Juan A. Brunet, de veinticinco años, soltero y mecánico de profesión, causó alta el 22 de abril de 1897 y alcanzó el grado de teniente. Sirvió en el Regimiento de Infantería "Jacinto", Primera Brigada, Primera División, Tercer Cuerpo, Departamento Oriental."

"Carlos Dublé Alquizar, natural de Santiago de Chile, de veintidós años de edad, soltero, del comercio. Se incorporó al Ejército Libertador el 1º de septiembre de 1897 y alcanzó el grado de capitán en el Cuartel General de la Primera División, Quinto Cuerpo, Departamento Occidental".

De los caídos en combate, quedarían registrados: "Pedro Vargas Sotomayor, quien era militar de carrera en su patria y desembarcó en Cuba

con el general Antonio Maceo el 1º de abril de 1895, recién iniciada la guerra revolucionaria. Fue coronel el 22 de septiembre de ese año y general de Brigada el 8 de febrero de 1896. Hizo la heroica campaña de la Invasión a Occidente con el propio general Maceo, y la campaña de 1896 en Occidente, durante la cual murió. Perteneció al Sexto Cuerpo.

"Arturo Lara y Dinamarca, teniente. Causó alta en el Ejército Libertador el 26 de mayo de 1896. Se había incorporado en Nueva York a las órdenes del mayor general Calixto García, y naufragó con este jefe en la expedición del Hawkins. Fracasó nuevamente en otro intento, con la expedición del Bermuda. Logró desembarcar finalmente en Cuba el 26 de marzo de 1896. Se le reconoció el grado de teniente. Fue herido en combate en la provincia de Matanzas, y murió a consecuencias de esta herida a fines de 1897".

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"Federico Gabler. De veintiocho años de edad, soltero, llegó a ser Capitán instructor del Regimiento "Habana", Primera Brigada, Segunda División, Quinto Cuerpo, Departamento Occidental. Murió en la Sierra de Ponce en octubre de 1897".

"Manuel Marcoleta. Natural de Valparaíso, de veintisiete años de edad. Soltero. Fue comandante del Regimiento "Habana", con antigüedad de 2 de febrero de 1897. Murió en octubre de ese año en el campamento 'Montes de Oro'".249

Con el fin de la guerra de independencia cubana terminó un ciclo en la historia de la americanidad de la sociedad chilena decimonónica. A través de los chilenos que partieron a pelear por Cuba, este sentimiento americano quedo escrito con sangre.

Desde Vicuña Mackenna hasta Dublé pasaron un sinnúmero de acontecimientos que siempre llevaron en Chile a unos u otros a decidirse a apoyar, rechazar, o ignorar lo que en las Antillas sucedía. La opción de apoyar siempre resultó conflictiva, contradictoria, y al final, dolorosa y desgarrante. Pero siempre fue la opción más digna.

Con la independencia de Cuba, ambas partes del continente cerraron una etapa de sus historias.

Volverían a encontrarse, en otras circunstancia, quizás no menos "revolucionarias", pero eso es tema para otra investigación.

249 Ramón de Armas: op. cit., págs. 166-168.

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IDEAS PARA ALGUNAS CONCLUSIONES

Ciertamente, es Chile quien va primero al encuentro de las Antillas, y no al revés. Súbitamente en 1865 se vio el país envuelto en un conflicto con España, y se convocó –por parte del gobierno, pero seguramente con el acuerdo de toda la sociedad con opinión pública de entonces-- a un grupo de individuos decididos, vehementes, convencidos americanistas, y por supuesto, patriotas, a defender a Chile colaborando con el independentismo cubano, puertorriqueño y dominicano, para expulsar de sus países a la misma potencia que estaba atacándonos en el Pacífico.

Bajo una cobertura diplomática, estos individuos asumieron ciertos compromisos, en nombre de Chile y con la autorización de Chile, con una fuerza pujante, compleja, y contradictoria, como lo era el independentismo antillano a la altura de 1866. De esta manera, se vincularon con un proyecto, con una intención, con una aspiración --la independencia-- de los mundos antillanos. Ello exigía no seguir una lógica diplomática, sino la lógica de la subjetividad, aquella que podía hacer sentir como propia la causa de Cuba, Puerto Rico, y Santo Domingo: el americanismo.

Pero una vez pasado el peligro inmediato de la agresión española en el Pacífico, todo volvió a su punto de partida. Ya no hacía falta correr riesgos, y comprometerse con el independentismo antillano, era hacerlo con algo que no daba garantías de éxito, no daba las garantías que dan los acuerdos, tratados, y pactos diplomáticos entre estados.

Los hombres que habían sido convocados para partir a las Antillas fueron llamados a Santiago, y desde entonces, a decir de Manuel Antonio Matta

...con quienes, mientras duraron nuestras funciones oficiales, no estuvimos nunca en desacuerdo, con quienes, después de que dejamos de ser sus funcionarios subordinados, nunca hemos podido caer de acuerdo, no sólo sobre doctrinas o consecuencias de tal o cual política internacional, pero, a veces, ni siquiera sobre los hechos, sobre las fechas de sucesos pasados.250

Se quiso entonces olvidar lo sucedido, pero los alzamientos de Lares y Yara, en 1868,

pusieron los acontecimientos de tres años antes nuevamente en la memoria de los que pretendían olvidar. Pero ello no sucedió así entre aquellos que durante dos años habían estado enfrentando al enemigo desde sus cargos de agentes confidenciales, especiales o diplomáticos. Para ellos la independencia de las Antillas fue siempre una deuda pendiente de Chile.

Este último sector de la élite ilustrada, en el que parece ser su período de máximo apogeo (1868-78), supo dar respuesta positiva a las demandas de ayuda, y de solidaridad que venían del Caribe. Pero aún más, una suerte de pequeña élite, la de provincia –la de Quillota, Rancagua, Concepción--, sintió también el llamado de su americanismo, y a su manera, con sus eventos

250 Manuel A. Matta: op. cit., pág. 272.

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sociales --conciertos, bailes, "beneficios"-- dio solidaridad, mostró su identidad con las Antillas. Junto a ella, silenciosa, en las galerías de los teatros de los "beneficios" se encontraba, a veces, el artesano, el obrero, todavía callado, todavía aprendiendo.

Sólo el gobierno no fue "subjetivo". Su americanismo fue el “derecho de gentes”, y como todo derecho, delimitado, preciso, restrictivo, y por lo tanto insuficiente para lo que requerían los dos pueblos que intentaban nacer. Abortado este nacimiento, fue necesario esperar un nuevo parto. Y cuando éste llegó, ya ni siquiera se habló de reconocimiento de beligerancia. Desde el gobierno --de todos los gobiernos latinoamericanos-- se habló de neutralidad.

Pero es cierto también que Chile había cambiado. Ya no había una élite ilustrada, llena de valores, llena de americanidad. Quedaban quizás, restos de ella, pero su relevo no tenía las preocupaciones intelectuales ni culturales de su predecesora.

Sin embargo, los espectadores de las galerías de los teatros de 1874, habían bajado, y hablaban, opinaban, vivían con intensidad y angustia su opresión y su deseo de liberarse de ella. Y ante un país oprimido por el colonialismo, bien podían compartir la aspiración de liberarse. Más aún, podían entregarse --en la medida de sus fuerzas-- a la liberación de Cuba, aunque con ella no llegara su propia liberación. Con los obreros, los artesanos, con las mujeres trabajadoras, renació en Chile el americanismo.

Pero no sólo en ellos. También renació el americanismo en la pequeña élite, la de provincia, la de la ciudad que no vivía de su riqueza sino de su trabajo, También renació en el militar. Y esta parte de la sociedad chilena fue capaz de llevar al extremo su americanismo al ofrendar su vida por la independencia de la mayor de las Antillas. De esta manera, no sólo rescató el americanismo fenecido con la muerte de la élite ilustrada, sino también fue capaz de recrearlo, con su sangre, con su vida.

Así, fueron las nuevas clases, la trabajadora, la naciente clase media, las que fueron capaces de recrear el sentido de pertenencia de Chile respecto a América Latina, y llevar su americanismo hasta donde más lejos se podía llevar. Hasta las Antillas.

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