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23 Adrián Scribano y Eugenia Boito (Compiladores) El purgatorio que no fue 1- Introducción “Cada seis segundos, un niño muere de hambre” (FAO, 2009) “Pocos fenómenos han influido tan intensamente en la conducta política de los pueblos, como el fenómeno alimenticio, la trágica necesidad de comer” (De Castro, 1955: 12) E l presente trabajo tiene por objetivo hacer evidentes las consecuen- cias del hambre en la estructuración de las sensibilidades. Se consi- deran aquí a dichas consecuencias como prácticas ideológicas que actualizan, instancian y reproducen los rasgos del hambre como política colonial. Lo anterior es posible de ser comprendido en el contexto de los rasgos centrales de la fase actual del imperialismo en las sociedades de- pendientes y neocoloniales. El análisis realizado se sustenta en una mirada transversal del material empírico y teórico que ha sido elaborado en el marco de los proyectos que dan origen al presente libro. La estrategia argumentativa que se ha seleccionado es la siguiente: a) se sintetizan las relaciones existentes entre capitalismo, colonialidad y alimentación, b) se muestra el lugar del hambre en tanto componente de fantasmas y fantasías sociales y c) se finaliza sintetizando algunos de los ejes centrales por los cuales el hambre señala la existencia de una estructura colonial en nuestra sociedad. El hambre como problema colonial: Fantasías Sociales y Regulación de las Sensaciones en la Argentina después del 2001 Adrián Scribano, Juliana Huergo, Martín Eynard

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1- Introducción

“Cada seis segundos, un niño muere de hambre” (FAO, 2009)

“Pocos fenómenos han influido tan intensamente en la conducta política de los pueblos, como el fenómeno alimenticio, la trágica necesidad de comer” (De Castro, 1955: 12)

El presente trabajo tiene por objetivo hacer evidentes las consecuen-cias del hambre en la estructuración de las sensibilidades. Se consi-deran aquí a dichas consecuencias como prácticas ideológicas que

actualizan, instancian y reproducen los rasgos del hambre como política colonial. Lo anterior es posible de ser comprendido en el contexto de los rasgos centrales de la fase actual del imperialismo en las sociedades de-pendientes y neocoloniales.

El análisis realizado se sustenta en una mirada transversal del material empírico y teórico que ha sido elaborado en el marco de los proyectos que dan origen al presente libro.

La estrategia argumentativa que se ha seleccionado es la siguiente: a) se sintetizan las relaciones existentes entre capitalismo, colonialidad y alimentación, b) se muestra el lugar del hambre en tanto componente de fantasmas y fantasías sociales y c) se finaliza sintetizando algunos de los ejes centrales por los cuales el hambre señala la existencia de una estructura colonial en nuestra sociedad.

El hambre como problema colonial: Fantasías Sociales y Regulación de las Sensaciones en la Argentina después del 2001

Adrián Scribano, Juliana Huergo, Martín Eynard

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2- Primera parte

2.1- Capitalismo y colonialismo: algunos supuestos analíticos

El presente capítulo se inscribe en tres conjuntos de supuestos que han sido el resultado de diversas indagaciones realizadas en los proyectos ya aludidos:

a) El capitalismo se ha transformado en un gran máquina depredatoria de energía –especialmente corporal– que ha configurado-redefinido sus mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones, al tiempo que es un gran aparato represivo inter-nacional.1

b) La vía privilegiada de conexión entre acciones colectivas, fantasmas y fantasías sociales la constituye la aceptación de que el cuerpo es el locus de la conflictividad y el orden. Es el lugar y topos de la conflictivi-dad por donde pasan (buena parte de) las lógicas de los antagonismos contemporáneos. Desde aquí es posible observar la constitución de una economía política de la moral, es decir, unos modos de sensibili-dades, prácticas y representaciones que ponen en palabras la domi-nación.

c) En la actualidad se puede observar el surgimiento de una religión del desamparo neocolonial. Así, la política (institucional) debe crear la nueva religión de los países neocoloniales dependientes que reemplace la –ya antigua– trinidad de la “religión industrial”2 basada en: producción ilimitada, absoluta libertad y felicidad sin restricciones, por la trinidad de los expulsados compuesta por el consumo mimético, el solidarismo3 y la resignación. Religión cuya liturgia es la construcción de las fantasías sociales, donde los sueños cumplen una función central en tanto reino de los cielos en la tierra, y la sociodicea de la frustración el papel de narrar y hacer presentes-aceptables los fantasmáticos infiernos del pa-sado vuelto presente continuo.

La ocupación y expropiación a las que se somete a poblaciones ente-ras del planeta por parte del capitalismo global es una agresión imperial que si bien toma diversas formas y densidades, se manifiesta en relacio-nes de coloniaje.

Agredir a una sociedad es dejar a sus futuras generaciones sin las ener-gías individuales y sociales para reconocerse y ser reconocido. Es en este sentido que develar lo que oculta una política de los cuerpos significa entre-ver la política de identidad que se está aplicando. Las políticas alimentarias

1 Para una aproximación más detallada a estas ideas ver Scribano (2008a).2 Nos aproximamos aquí, con varias diferencias, a E. Fromm en su exposición de la idea de religión industrial. Cfr. Erich Fromm (1977).3 Para una explicación exhaustiva del solidarismo, ver Boito (2005).

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son parte de la política de la identidad, por lo cual –como en la construcción de toda política– la “asistencia alimentaria” se basa en un hacer estructura-dor. Así, la política de los cuerpos, es decir, las estrategias que una socie-dad acepta para dar respuesta a la disponibilidad social de los individuos es un capítulo, y no el menor, de la estructuración del poder.

Todos los imperios han tenido una política sobre los cuerpos en tanto estrategia para mantener a los individuos al servicio del orden. El riesgo de la no-reproducción biológica comienza en el riesgo de la inanición. La línea que divide la vida y la muerte está pintada con los colores de la ali-mentación. La forma más agresiva de intervenir a las sociedades es cor-tando dicha línea, desdibujándola u ocultando su existencia.4 Mantener débiles o fuertes a los cuerpos es una de las facetas más importantes de la disponibilidad social de los mismos.

La alimentación permite comprender no sólo el sistema cultural de una sociedad, sino también las relaciones sociales que se desarrollan en ella: lo cual pone en evidencia la estrecha relación existente entre alimentación, comida5 y política. En relación a ello, Letamendia (2000) señala que la co-mida es un medio de lectura: de los conflictos de clases, de las luchas por el poder, de la división de los trabajos por sexo, de los antagonismos entre la comensalidad en espacios públicos y privados, de los choques culturales entre civilizaciones, de las transiciones de un sistema político a otro.

Es preciso remarcar que retomamos las voces de los sujetos que han participado en las investigaciones aludidas como testimonios que permi-ten reconstruir la estructura colonial de la sociedad a través de las conse-cuencias del hambre en las políticas de los cuerpos y las emociones.

2.2- Hambre, Colonialidad, Energías y disponibilidad corporal

Tomamos aquí el concepto de hambre desde una visión sociológica donde se enfatiza su carácter relacional, funcionando en tanto espacio de obser-vabilidad abierto y sensibilizador.6

Comencemos indicando que: a) el hambre es un fenómeno complejo, que implica no sólo una diversidad de “tipos” de hambre, sino también dife-rentes intensidades. Es decir, trae consigo una variabilidad en cuanto a su

4 No es casual que las imágenes científicas de la pobreza encuentren en la “línea” un me-canismo analógico para dividir la sociedad entre pobres y no pobres. Para una lectura más detenida sobre las consecuencias de dicha división Cfr. Scribano (2008b).5 Si bien es cierto que existen diferencias entre comer, alimentarse y la captación de nutrien-tes básicos, la no explicitación de dichas diferencias en su uso en este artículo obedece a la intención de potenciar justamente sus respectivos impactos en la economía política de la moral.6 Para profundizar esta caracterización “metodológica” de la noción de concepto pueden verse, por ser muy similares a las que usamos aquí, las realizadas por Giddens, (1995) (conceptos sensibilizadores), y Bourdieu y Wacquant, (1995) (conceptos abiertos). Para ver otra perspectiva sobre “conceptos sensibilizadores”, ver Denzin, (1971).

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extensión e intensidad; b) además, y en relación con lo anterior, el “hambre oculta”7 significa que existen otros tipos de hambre, además de la inanición,8 que pueden no tener marcas inmediatamente visibles a nuestra percepción cotidiana; asimismo, c) el hambre oculta es un fenómeno que se instala como un síntoma de que el hambre es un hecho primariamente social.

En este contexto se puede comprender mejor cómo se conectan en la situación actual la depredación de los bienes comunes y los impactos sobre los nutrientes en el capitalismo neocolonial.

La depredación de los bienes comunes es un nodo central que permite reconstruir la situación neocolonial de nuestros países y que se cruza con las políticas de los cuerpos y las emociones que estructuran el estado de las sensibilidades y energías sociales en la actualidad.

La detección, explotación y mercantilización de las fuentes de ener-gía, cualquiera sea su origen, es la base de las acciones expropiatorias que el capital ejecuta como condición de posibilidad de su reproducción. Dichas acciones no tienen ningún límite e incluyen en sí mismas la posi-bilidad de destrucción total de las fuentes de energía aludidas. Salta a la vista que el capitalismo es un sistema que para lograr su reproducción no duda en autodestruirse. Estas acciones son las que se pueden carac-terizar como depredatorias.

El aire, el agua y la tierra tomados como campos sistémicos de loca-lización del conjunto de energías necesarias para la reproducción de los hombres y el planeta están siendo usados y apropiados diferencialmente de modo tal que la expropiación por parte de unos pocos in-viabiliza el mí-nimo disfrute de las grandes mayorías planetarias; disfrute de unos pocos, bajo la fantasía del deseo de todos. La expropiación de energía tiene, entre otras, las siguientes consecuencias: a) la depredación involucra una siste-mática apropiación de las condiciones materiales de vida que coagulan y disminuyen los rangos de acción de millones de cuerpos en el planeta; y b) la planetarización e interdependencia de la apropiación de los excedentes energéticos constituyen una renovada manera de explotación.

Por lo antes expuesto consideramos que si bien se puede mantener como horizonte operacional el umbral mínimo de necesidades nutricionales que el individuo necesita para garantizar su perdurabilidad en conexión/tensión con: a) la disponibilidad de macro y micro nutrientes9 vs. las necesidades

7 También llamada “desnutrición oculta”, es decir, la carencia específica de algún micronu-triente que dificulta las funciones corporales.8 La inanición es una grave desnutrición o malnutrición. Es una condición patológica en la que la falta de consumo de alimentos amenaza o causa la muerte. Es una consecuencia di-recta de la hambruna, carencia grave de alimentos que afecta a un área geográfica grande o un grupo significativo de personas (Latham, 2002).9 Los macronutrientes están representados por las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas. Estos dos últimos, son la fuente de energía corporal por excelencia. Las proteínas, presentan a la función plástica como primaria, es decir, son formadoras y reparadoras de tejidos corporales, y sólo en ausencia de los anteriores cubren la función energética. Los micronutrientes, abarcan los minerales y las vitaminas, cuya función es vital para mantener en estado de equilibrio el funcionamiento corporal.

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corporales de energía y nutrientes, b) estas últimas vs. el consumo prome-dio real de energías alimentarías, d) la producción local de energías vs. la exportación y la importación de las mismas; para entender el hambre, hay que incorporar además otros factores. Más aún si lo que se pretende es –como en el caso del presente artículo– mostrar las conexiones entre el fenómeno del hambre y la expansión imperial neocolonial del capitalismo.

Las clases sociales viven y perviven por medio de apropiaciones di-ferenciales de la fluidez (potenciales y actuantes) de los cuerpos en mo-vimiento. Patricia Aguirre (2004), identifica la tendencia de “ricos flacos y gordos pobres” basada en tres representaciones sociales del cuerpo en su relación con la alimentación y la comensalidad: a) Cuerpos fuertes, ali-mentos rendidores, compañerismo (sectores de bajos ingresos y pobres estructurales); b) Cuerpos lindos, alimentos ricos, comensalidad familiar (sectores de ingresos medios, empobrecidos o no) y c) Cuerpos sanos, alimentos light, comensalidad individual (sectores altos).

El amarillismo mediático suele exhibir casos aislados de hambre: vi-llas periféricas, asentamientos en el norte del país, sin mostrar la cruel relación proporcionalmente inversa de que a más riqueza –para algu-nos– le corresponde más pobreza –para muchos–. Esta lógica de la estructuración de las políticas de los cuerpos se vincula con las políticas alimentarias estatales, a las cuales les resta todavía recorrer mucho ca-mino para responder a otros escándalos: la anemia por deficiencia de hierro, la desnutrición crónica y la obesidad. Fenómenos íntimamente relacionados al nivel socioeconómico de la población y que han persis-tido desde los últimos 25 años de intervenciones en materia alimentaria (Maceira y Stechina, 2008).

El anterior contexto crítico impacta de manera más profunda sobre la infancia, es decir, sobre el presente y futuro. Según los nuevos patrones de crecimiento infantil de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006), los 5 primeros años de vida son cruciales para lograr un crecimiento y un desarrollo óptimos, lo cual depende más de la nutrición, de las prácticas de alimentación, del ambiente, de los cuidados recibidos y de la atención sanitaria que de los factores genéticos o étnicos.

En Argentina, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición10 (ENNyS, 2007) del Ministerio de Salud de la Nación, en lo que respecta a los niños y las niñas de 6 meses a 5 años, da cuenta de:

a) una baja prevalencia de desnutrición aguda: aproximadamente, uno de cada 100 niños presenta bajo peso para su talla.

b) una marcada prevalencia de desnutrición crónica: aproximadamente, uno de cada 10 niños presenta baja talla para su edad. La frecuencia de baja talla es mayor en niños pertenecientes a hogares en condición de privación socioeconómica.

10 Los valores que se detallan corresponden a la media nacional, es preciso aclarar que existen marcadas diferencias regionales.

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c) crecientes niveles de sobrepeso y obesidad (exceso de peso para su talla): uno de cada 10 niños presenta obesidad. La prevalencia de esta última tiende a ser más elevada en niños pertenecientes a hogares con privación socioeconómica, sin necesidades básicas insatisfechas; situación particularmente observada en las regiones del Noreste, Noroeste y Pampeana (esta última contiene a Córdoba). Por otra parte, el sobrepeso y/o la obesidad, y la desnutrición crónica suelen presen-tarse como una doble carga en un mismo niño.

d) crecientes niveles de desnutrición oculta (deficiencias de micronutrien-tes específicos): principalmente anemia por déficit de hierro. Su preva-lencia en los niños de 6 a 23 meses es de un 34.1%, valor que desciende a 8.9% en los niños de 2 a 5 años. De manera similar a lo que se men-cionaba anteriormente, las condiciones socioeconómicas en que viven los niños se encuentran íntimamente asociadas a esta patología.

En relación a la ciudad de Córdoba, datos del Programa de Salud Escolar (2007) en cuanto al estado nutricional de niños de 5 años pertenecientes a 38 escuelas municipales, reflejan que en sólo 5 escuelas municipales de las 38 relevadas, los niños y las niñas no presentaron ningún tipo de malnutri-ción por déficit (desnutrición aguda, crónica o ambas). El cuadro epidemio-lógico nutricional que subyace al dato anterior, evidencia que los mayores porcentajes de: a) desnutrición crónica, van desde 7.7 a 20%, con una pre-valencia similar a la registrada el año anterior; b) desnutrición aguda, entre 25.6 y 31.2 %, la cual supera los valores encontrados en el año 2006; c) desnutrición global o bajo peso para la edad, entre 25 y 43%, y d) sobrepe-so y obesidad, entre 18 y 33%, y entre 14.3 y 18.2 %, respectivamente.

La conexión directa entre depredación de los bienes comunes y la elaboración de los dispositivos de regulación de las sensaciones a ella asociada se puede ver claramente si se repara en las proximidades y dis-tancias entre energías corporales y energías sociales.

La ausencia o disminución progresiva de la energía corporal pone en riesgo las condiciones de existencia corpóreas, en tanto altera las canti-dades y calidades energéticas que cada individuo tiene a su disposición. Por el otro lado, la energía social, que se presenta a través del cuerpo social, se basa en la energía corporal y es la potencia para planear, eje-cutar y resolver las consecuencias de la acción de los agentes. En con-secuencia, sin alimentos no hay cuerpos y sin cuerpos no hay agentes, ni biografías, ni posibilidad de presentación social. La debilidad de los cuerpos y su proximidad a la muerte por inanición afecta la disponibilidad social de los mismos.

Es por demás obvio que ni los sujetos ni nosotros mismos experiencia-mos y narramos nuestras situaciones de interrelación económica, política y social bajo la cobertura explicativa de la noción de colonia. Justamente la invisibilidad, oclusión y efectividad de las “actuales” formas de la estruc-tura colonial son parte del trabajo de los mecanismos de soportabilidad social y dispositivos de regulación de las sensaciones.

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3- Segunda parte: Análisis de narraciones sobre el hambre. Cartografías de lo colonial desde el pasado y del presente-futuro

En los trabajos de indagación que venimos haciendo sobre la elaboración de Fantasmas y Fantasías Sociales post-crisis 2001 a través de la voz de los sujetos (que participaron de alguna forma en acciones colectivas en Córdoba en esos meses) aparece con fuerza el hambre como nodo cognitivo-emo-cional. Unas veces asociado a los “motivos” de la crisis, otras perfomando el presente y el futuro, el hambre es “traída-a-narración” por los sujetos ya sea en las entrevistas individuales o grupales que hemos tenido con ellos.

Entre los nodos aludidos se revelan como recurrentes cuatro formas distintas de estructurar las emociones y sensibilidades: las metáforas del hambre, las marcas del hambre, la geopolítica del hambre y las políticas del hambre. Formas que a su vez dan cuenta de las prácticas naturali-zadas y naturalizantes que elaboran los mecanismos de soportabilidad y dispositivos de regulación de las sensaciones expresados que hacen posible la observación de los fantasmas y fantasías a ellas asociadas.

En una primera aproximación y advirtiendo sobre su estructura re-lacional, superpuesta y moebiana, podemos reconstruir dichos nodos cognitivos-afectivos de la siguiente manera:

Los usos metafóricos del hambre indican cómo su experienciación sirve para mapear y significar prácticas asociadas a ella de modo tal que se desempeña como una capacidad para hablar sobre terrenos no cono-cidos desde las experiencias concretas conocidas. La metáfora aquí es usada para abrir caminos de expresión a prácticas que de otra manera pasarían desapercibidas y desvinculadas de la estructura de la acción.

Las marcas del hambre hacen evidente los lugares-momentos donde dicha experiencia queda “grabada” en el cuerpo formando parte de los equilibrios y desequilibrios entre cuerpo individuo, subjetivo y social de modo tal que constituyen “mojones vivenciales”.

La geopolítica del hambre muestra cómo el hambre está inscripta en la instanciación tiempo-espacio, indica cómo los sujetos “territorializan” las experiencias del hambre y cómo su vivencia depende de su “localización”.

Los usos políticos del hambre instancian dos tipos de prácticas: por un lado las de auto-organización y auto-responsabilización por parte de los que “sufren” el hambre, y por otro lado, aparecen fuertemente asociados a prácticas instrumentales de los actores sociales vinculados a la gestión de los programas alimentarios. Dichos usos no se limitan a los funciona-rios y/o punteros11 y señalan claramente en dirección a tecnologías de los usos del hambre.

11 Sintéticamente, un “puntero” político podría describirse como un gestor-dirigente político que maneja una estructura de poder partidaria de escala pequeña o grande, con un fuerte anclaje territorial, por lo general barrial, y con criterios clientelares. La tarea central de los “punteros” implica la recolección de votos para determinado candidato y/o partido en las épocas electorales, a cambio del otorgamiento de planes sociales u otros beneficios a la población local. También la movilización de los beneficiarios en apoyo a los candidatos y/o

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Estos cuatro nodos que hemos podido identificar y reconstruir desde las expresiones de los sujetos no agotan las posibilidades de interpreta-ción y son usados aquí como una estructura reticular que permite profun-dizar nuestra capacidad de escucha e interpretación de las narraciones.

Como estrategia de presentación hemos decidido exponer el conjunto de las narraciones divididas en pasado y presente-futuro atentos a que las distancias y proximidades entre el 2001 y el 2008 han sido un eje central de nuestras indagaciones. Lo que sigue es una primera “apuesta” inter-pretativa ligada a la estructura reticular aludida y bajo los tres conjuntos de supuestos expuestos al comienzo del trabajo.12

3.1- Narraciones desde y del pasado

3.1.1- Marcas del hambre

El hambre es literalmente un límite con densidades diferenciales que se-para la vida de la muerte. La muerte es una presencia que ausenta, es la ausencia fantasmal que no respeta límites, que hace caso omiso a los muros mentales, a las “barricadas espaciales” llamadas barrios, dejando intactas las murallas de separación, de su segregación clasista.13

[A partir de pregunta de la coordinadora sobre qué recordaba de la crisis]D: …de bajo peso, desnutrición. En todos los barrios pasó lo mismo.L: …desnutrición, sí. Gente que se enfermó de tuberculosis por la falta de alimentación [silencio] Muertos... (GdeD1, Córdoba: 2009. Expresiones de pobladora de barrio-ciudad y cartonera [de aquí en más el resaltado es nuestro])

Las narraciones traen desde lo más elemental la asociación entre po-breza, salud-enfermedad, hambre y muerte. El hambre no sólo es un ta-tuaje indeseado: es la escritura estructural y corporal de la dialéctica entre la vida y la muerte.

El hambre es una marca en los cuerpos, se soporta con la espalda y opera hasta el intestino. El hambre es una experiencia que no pasa sin dejar marcas y sin marcar las estructuras experienciales posibles.

partidos en marchas y manifestaciones. A cambio, a los “punteros” se los suele retribuir con cargos en la estructura estatal.12 En varias ocasiones hemos cambiado intencionalmente las expresiones hambriento, pobre, desnutrido, oprimido por la de colonizado: dicho cambio obedece a los argumentos que se presentan al final del trabajo y también a nuestra intención de mostrar claramente al fenómeno del hambre como problema colonial. Lo mismo ha sucedido con los términos político, puntero, empresario, que hemos reemplazado por colono.13 Para una explicitación de las políticas habitacionales como segregación clasista Cfr. Levstein y Boito (2009).

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…porque como ellos no vivieron lo nuestro, por ahí no se bancan que haya compañeros… yo no pienso en el pasado, para mí hay que ir para adelante, y hay que ir todos juntos y remar. Pero hay compañeros que le dan mucha bola a la historia, te dicen: “nosotros nos cagamos de hambre, nosotros pusimos el lomo para hacer esto, nosotros pelea-mos, estuvimos en la calle, no teníamos qué comer… y ahora vienen Uds., tienen todo en bandeja y dicen que nosotros” [en tono de protes-ta]… porque también te cuestionan, obviamente. Viene el chico joven con otro ímpetu, con otras… con otras cosas, y por ahí a veces los vie-jos no quieren decir: “yo me equivoqué”, o le parece que hizo todo bien. Bueno, algo debemos haber hecho bien porque estamos bien y saca-mos adelante algo sin ninguno haber gestionado, o sea, haber sido empresario. (Entrevista a trabajadora de El Diario, Villa María, 2009)

Una de las aristas de la potencia performativa del hambre se hace evi-dente cuando se usa como una “señal” de un tiempo-espacio particular convertido en un “kit” interpretativo de las acciones de los sujetos. El pasa-do juega a favor y en contra: como garantía explicativa y como justificación del presente. El par “cagamos de hambre // tienen todo en bandeja” explica sin explicar que hay que sufrir hambre para hablar y/o hacer, el hambre es un dispositivo de regulación de las sensaciones que atrapa la acción entre la mierda y la riqueza. Eso fue el hambre: una forma de introyección de la moralidad del sacrificio; y eso es el hambre: un pilar fundamental de la religión neocolonial en tanto base material de la resignación.

Es en este contexto que se entiende mejor la banda moesiana que se despliega en torno a la espacialización del hambre: es una cuestión de zonas.

3.1.2- Geopolítica del hambre

La intensidad, extensión y duración de la crisis del 2001 construyó una re-presentación fallida de la misma como un fenómeno idéntico para todo el país. Dicha representación es un acto de elusión de uno de los aspectos centrales del hambre: si bien es para la mayoría, no es para todos, algu-nos justamente no tienen hambre.

Mirá, Villa María siempre fue muy especial en esto. Siempre, siem-pre, absolutamente, todo esto vino atenuado, no podemos decir de que acá hubo gente que se moría por desnutrición, jamás pasó… Villa María nunca tuvo “villas miserias”. Cuando hizo falta, salíamos junto con la Municipalidad y llevábamos comida a los barrios que podían estar en crisis antes de que salieran… Acá no nos tomaron un supermercado nunca, la gente no salió a pedir porque tenía ham-bre… cosas que se vieron del… del chino… todo eso no se vio ¿Por qué?, porque Villa María tiene… esta siempre en una sintonía un po-quito diferente de lo que nos trata de vender CNN o las televisoras de

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Buenos Aires. A nosotros no nos pueden comparar con “La Matanza”, pero no porque seamos mejores o peores, somos diferentes. Somos diferentes porque acá tenemos comercio, industria, agro, cría de ganado, siembra de maní, de soja, de trigo, de girasol, hay una di-versidad de cosas. Estamos en el centro geográfico del país, acá convergen 5 rutas, nuestra población es de 80mil habitantes, pero tenemos 300mil habitantes que dependen de nosotros. La zona de influencia de Villa María es importantísima, ocupa 72 poblaciones, entonces, bueno, fue distinto… no fue tan cruel… (Entrevista a miem-bro de la Asociación Civil de Comerciantes de Villa María, ACOVIM, Villa María, 2009)

Es cierto, hambrientos no hay en todos lados. La reproducción depen-diente y colonial del capital los localiza, los “territorializa”. El hambre hace evidente la estructura del colonialismo interno en la actualidad: hay unos pocos que administran la riqueza. El ocupante de esas plazas cumple la función de colono de una tierra diferente, de espacios diferenciales y diferenciados. Los colonos no se sientan a ver el hambre, la manipulan, la trabajan tecnológicamente, no quieren que se vea, no quieren que el conflicto sea visible. Como en la vieja estructura colonial, la gratitud del colono sólo opera como centro de multiplicación de la expropiación a tra-vés de la filantropía.

Otra arista del fantasma del hambre, espacializado en tanto compo-nente fundamental de las políticas de las sensaciones, es la conexión hambre-miedo:

No, no. Nosotros no compartíamos ese criterio porque nosotros está-bamos… te podés imaginar: pagábamos alquiler, empleados, impues-tos. Eso no pagaba nada, ¡nos moríamos más muertos! Es una cosa de no creer [se ríe]. De no creer. El temor que teníamos porque no sabíamos a dónde íbamos porque nadie… encima no se elegía presi-dente, porque entraba uno y salía uno, entraba otro y salía otro, o sea, el que entraba salía, duraban horas. Y prendías la televisión y la gente que andaba por las calles, atacaban… agarraban el local de los chinos, creo que fue… y el tipo llorando y la gente que le arrebataba la comi-da… la comida, los televisores, la caja, o sea, lo que había. Entonces eso era temerario, temerario. (Entrevista a miembro de ACOVIM, Villa María, 2009)

El hambre da miedo cuando el colonizado “arrebata” y “ataca” no sólo la comida sino “lo que había”. Así, unos re-accionan con hambre y el colono acciona por el hambre ante la sensación de parálisis del intercambio mercantil, sin mercado colonial no se sabe adónde se va, la incertidumbre del hambriento avanza y capta la sensación del colono, y es “temerario”, es decir, imprudente, irreflexivo… la pax colonial se ha roto, el mercado no funciona.

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Por otro lado, pero muy intensamente conectado con lo anterior, el hambre tiene cualidades performativas: el hambre delimita campos, es una práctica que vuelta narración hace que las cosas pasen cuando es enunciada. El hambre es colonizadora de cuerpos y territorios:

Eh, no sé, eh, era algo, que vos tenías... te ponías de parte de la gente y lo entendías porque… tal vez estaban con hambre, y después te ve-nías y te ponías del lado del chofer del camión y también decía “pobre tipo” porque cuando llegue a la empresa y lo van a tratar de: “de cómo frenaste”, “cómo te dejaste saquear”, pero [se ríe] se te viene un malón de gente, ¿vos qué vas a hacer?, no vas a correr riesgos innecesarios. Yo creo que es el pensamiento de cualquiera que aprecie la vida ¿no? Este, y no sé, yo lo viví con un manto de asombro porque nunca había visto algo de esa magnitud, viste. (Entrevista a trabajador de El Diario, Villa María, 2008)

Cuando el hambre se inscribe como un mecanismo de soportabilidad, se transforma en un dispositivo clasificatorio: en una manera de construir disposiciones pues es un límite, es la división entre los territorios, es el espectro que colorea la comarca y los bordes que no hay que traspasar.

3.1.3- Uso metafórico del hambre

Una de las modalidades en las que se presenta el hambre en las narracio-nes de los sujetos es cuando es usada con una intención metafórica, es decir, cuando es colocada como marca discursiva que implica la relación con otras prácticas para aclarar, delimitar y enfatizar la inscripción de las mismas en superficies de acción específicas:

Entonces, como me comentaba el chico ese del frigorífico, que dice que tenían un presidente que ellos se encargaron de echarlo, cuando se dieron cuenta lo echaron. Él ganaba 30,000 pesos por mes y le pagaba… a los “empleados”… 600 pesos, entonces ¿Qué clase de cooperativa era esa?, o sea, vos 600; y después se enteraron… claro, veían que el presidente se había comprado un auto nuevo; los otros estaban muertos de hambre [se ríe], un campo, criaba las vacas y se las vendía al frigorífico, o sea, ¿viste?, el tipo… y ahí se avivaron y lo echaron. Entonces, hubo de todo… y ahora están igual digamos, ahora están ganando todos iguales, parejo. (Entrevista a trabajadora de El Diario, Villa María, 2009)

El crimen, en este caso el robo, es una superficie de acción que es puesta en evidencia a través del señalamiento de un límite: el estar muer-tos de hambre. La desposesión convierte a los trabajadores en muertos vivos, la acción de los “hambrientos” adviene después del robo. El hambre y la muerte se entrelazan, no solamente porque la primera puede causarla

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efectivamente sino porque estar vivo con hambre borra al sujeto viviente deviniendo objeto de la criminalidad, y con ese “tachado” des-estructura la acción posible, siendo siempre ésta posterior.

Sí, descubrimos algunas defraudaciones digamos: gente que vos de-cías “puta, mientras nosotros nos estábamos re-cagando de hambre, sacando 20 pesos, estos tipos agarraban y se quedaban… choreaban [remarca].” O sea, vendían todos los canutos de papel. (Entrevista a trabajadora de El Diario, Villa María, 2009)

Nuevamente el hambre marca el reverso constitutivo y solidario del delito, una posición desde donde se re-arman las superficies de inscrip-ción de las prácticas de expropiación. En la “lógica” de las múltiples re-formulaciones del colonialismo interno, el hambre cumple la función de traer a narración el robo que ella implica y su metodología: lo que unos NO tienen se lo roban los otros. El hambre continúa siendo un acto de desposesión criminal.

En relación directa con el límite muerte-vida-inacción, el hambre es traída a narración como “punto de quiebre” desde donde se hacen enten-dibles o no algunas prácticas a ella asociadas. El hambre como experien-cia y como práctica ideológica di-vide las visiones del mundo.

D: …y se unieron con otros barrios y así se hizo un montón de gente que rompió y destruyó.L: Pero todos jóvenes eran porque nosotros los mirábamos de lejos.D: Casi toda la mayoría era gente joven, de ver un papá, mamá que peleaba, que hablaba… y que entrevistaba la cámara… sí, blabla-bla… y sacaban, eso era lo único que hacían.C: Aparte toda la gente tenía hambre y toda la gente quería agarrar algo. Hubo muchos también que se llevaron… en vez de llevar la co-mida se llevaron hasta las máquinas de licuadora, ¡era una avivada!, eso fue en todos lados… [L: siempre está el vivo, siempre se mez-clan] eso ya era robo. Claro. (GdeD1, Córdoba: 2009. Expresiones de pobladoras de ciudad-barrio y carrera)

Por un lado, el hambre como movilizadora de la acción, como punto límite, o línea divisoria. Por otro lado, junto a la “avivada”, ambas cons-tituyen campos de acción asociados: criminalidad, robo, pretexto. Una avivada es la oportunidad de re-mapear la acción en beneficio propio, es aprovecharse de esa situación. Más allá de la aparente contradicción, el hambre es también un dispositivo de regulación de las emociones, en tanto estructura una mirada privatizadora e “individualizante” de una ac-ción enfáticamente autocentrada: “sacar provecho de lo que se pueda”.

El hambre no es un “desastre natural” y por lo tanto es consecuencia de las acciones de los hombres. En ella confluyen un sinnúmero de “avi-vadas” que la estructura colonial performa.

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G: Un odio, una amargura, porque tanta plata que se entierra ahí y muchas veces me he cagado de hambre. (Entrevista a G, cartonero, Villa María, 2009)

La pornografía es total. La basura, es decir, lo que queda de los que comen y consumen convoca al par “plata-hambre”, pero además se ins-cribe en la superficie del odio y la amargura: todas afecciones que regulan percepciones.

El hambre es una cuestión de clase y como tal reproduce (y produce) los habitus de clase. Incluida en una narración, puede ser marca de deshonra y por lo tanto es directamente eludida pero señalada indirectamente.

A: Particularmente en nuestro barrio no porque ahí nadie te va admitir que no tiene para comer, eso sería una mancha. No había forma, se va a hablar de las drogas, de hablar a la policía, pero no... somos sólo 4, 5 o 6 que la vamos peleando ahí. (Entrevista a militante de la lucha por el Agua, Córdoba, 2008)

El hambre como vergüenza, como una presencia de la que no se habla, sólo puede ser eufemizada. Sólo es posible hacerla ver en su ne-gación, en su inexistencia discursiva. De ella sólo se habla por medio de otras prácticas: la droga, la seguridad, la policía; llevan al hambre, pero la evitan, la esquivan. Los mecanismos de soportabilidad social eluden sistemáticamente el conflicto incluso haciendo alusión a los conflictos.

3.1.4- Los usos políticos del hambre

En una sociedad colonial y dependiente el hambre es un acontecimiento político, es conjuntamente el punto de articulación donde desposeído y expropiador se ven literalmente la cara en la interacción cotidiana.

Las personas con hambre se organizan y se disciplinan para poder hacer(se) y asistir(se). La persona con hambre en su status de colonizada depende de ella misma para sobrevivir, de la burocracia colonial o del solidarismo del colono.

La auto-organización y culpabilización son el primer eslabón del es-pacio de sobrevivencia, son la condición de des-vergüenza en la que el asistido se beneficia de la asistencia.

Coor: Y por ejemplo, ¿Uds. ya tenían la cooperativa? ¿Qué recordás de lo que hacías?L: Sí, sí. Y en ese momento nosotros reclamábamos todo, porque en ese momento se nos cayó todo como dije en un principio. Nosotros le dábamos de comer a 598 personas, teníamos la copa de leche que le dábamos a 230 chicos la leche, teníamos abuelos que también le dábamos una cena y cuando llegó ese tiempo, esa crisis… ehhh… nos quitaron todo. Y había muchos chicos que hasta el día de hoy

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quedaron con problemas de… (GdeD1, Córdoba: 2009. Expresiones de una carrera).

En los territorios con hambre la crisis es un caer que todo lo agigan-ta, es un problema que trae otros problemas, por eso hay que reclamar todo, literalmente no hay por dónde empezar. La situación fantasmática está cargada de sensación de totalidad. La intervención de los fantasmas traen a flor de piel las mediaciones invisibles de una totalidad siempre precaria, en la crisis todas las edades y comidas son pocas, todas las previsiones y divisiones se diluyen.

Sorteos y turnos son las formas más sencillas de elegir entre los que sufren hambre: justamente esta entrevistada sostiene la lógica del turno de trabajo (en tanto forma de auto-responsabilización) para evitar el sorteo.

C: ¡Sí! Éramos 10, 12, que nos turneábamos por ahí, por los horarios. Aparte, te digo, haciendo la comida, porque nos turneamos porque había unas que tenían que salir a buscar las donaciones, las otras que tenían que anotar todo lo que habían recaudado, y a ver cuántos chi-cos más se podía ir agregando por día, porque tampoco a todos no se podía llegar. Entonces estas otras que hacían la comida, las otras que se fijaba a cuántos chicos se podía, y a quién podíamos poner primero, no hacíamos sorteo sino veíamos la necesidad más rápida que había de las familias que seguían, que estaban anotadas. Se iban anotando porque no iban teniendo trabajo, cada vez se anotaban más. (Entrevista a CP, pobladora de Ciudad de Mis Sueños, Córdoba, 2008)

Es evidente cómo opera la racionalización de la acción en términos de una cadena de montaje en el salvataje del hambre. El dividir las activida-des, mesurar los tiempos y atribuir jerarquías a las metas –otrora caracte-rísticas de la gestión de la fuerza de trabajo asalariado– se aplican a las formas de sutura que los salvatajes del hambre adquieren. Dos detalles de la narración muestran la operatividad del solidarismo: las donaciones y la declaración de los “sin-trabajo” anotándose para que sus hijos coman. El colono da en el mismo lugar que quita.

Si los estados de dependencia se construyesen directamente de la mano del donante-colono a la boca del desocupado-colonizado, obvia-mente el riesgo aumentaría. Sin las mediaciones necesarias y constitu-yentes de los objetos de las donaciones, es decir, los propios “asistidos”, no habría colonia.

Yo pienso que sí. Sí, algunos casos toman conciencia. Y porque te paran a la salida y te dicen “ohhh”; te sentís contenta cuando te dicen ese comentario de “gracias a ella mi hija tuvo un plato de comida”, “gracias a ella, porque fue a pedir allá, mi hijo para navidad uso un par de zapatillas nuevas”, o “ella vino me hablo, me dijo que si yo le podía comprar al mío, por qué no se lo daba al de ella”, o “me

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consiguió un remedio”, es lindo escuchar eso pero ya no. Pienso que si tuviera tiempo lo volvería a hacer pero con gente más responsable. Porque vos a la gente le tenés que enseñar, le tenés que enseñar a vivir, hay gente no sabe lo que es vida. Digo, ojo, no sabe de lo que es prohibirse de cosas para darle a tus hijos. Hay gente que no quie-re lo que es criar a los hijos y todavía les falta… son como muchas cosas para aprender y lleva tiempo. (Entrevista a CP, pobladora de Ciudad de Mis Sueños, Córdoba, 2008)

Las emulaciones de las burocracias institucionales instaladas, repro-ducidas y ampliadas en la crisis se sustentan, entre otras cosas, en tres partes del catecismo de la religión neocolonial: el agradecimiento al que da, la responsabilidad frente al regalo y el reconocimiento de la ignoran-cia. Por estas vías es posible entender cómo la economía política de la moral es una manera de narrar las acciones necesarias para exorcizar las pestilencias del fantasma del hambre. Es en este contexto que se en-tiende mejor la marca del discurso político de la Argentina de la presente década: estamos en el purgatorio, pero hemos salido del infierno.

Los mecanismos de soportabilidad social asociados a los fantasmas se ligan directamente con la represión sistemática como práctica de peni-tencia merecida por no obedecer el catecismo neocolonial.

J: Por ejemplo, sin ir más lejos: el que vio las imágenes de anoche cuando se aprobó la ley, eso para los superpoderes por un año más, estuvo la gente del campo, y protestó, le tiró las vallas abajo a la po-licía y la policía no les tocó un pelo [C: no les toco nada [se ríe], L: sí, sí]. Si hubiéramos sido nosotros que vamos a pedir porque estamos cagados de hambre, los muelen a palos, los muelen a palos, porque es así, es así. (GdeD1, Córdoba: 2009. Expresiones de un militante de la lucha por el agua. Asimismo, aparecen en el relato comentarios de dos carreros).

La estructura del colonialismo interno es siempre plural y esquiva, las clases y fracciones de clase se modifican con facilidad y constante-mente, ahora bien, en el mundo del NO el colonizado siempre es objeto de represión “por su comportamiento”, cuando no observa las reglas de la moral neocolonial. Tres elementos se destacan en la narración que hacen pensar en cómo se articulan represión y reproducción de fantas-mas: el ver la TV para saber lo que acontece en la política institucional, el pedir como ruptura del pacto de fe en el colonizador y el moler los cuerpos como práctica punitiva. Un hambriento no puede pedir, menos exigir: debe esperar a que le den, o debe auto-organizarse buscando donaciones. Un colonizado no es más que un “objeto natural” pasible de tratamientos y pedagogías propias de su “naturalidad”. Se muele a palos a los animales, se muele el trigo, el moler es ablandar la dureza y rustici-dad de la impertinencia de animarse a pedir. Como es obvio, aparece la

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TV como espacio de articulación y co-producción de las clases y encla-samientos de las estructuras fantasmales y fantaseos diurnos.14

Hay que entender “el saqueo” como una de las formas de irracionali-dad e irresponsabilidad más graves de la sociedad colonial: es uno de los mecanismos de soportabilidad social más importantes del orden moral.

M: no, yo en esa época yo trabajaba, yo, por ejemplo salía de mi casa a las 7 y volvía a las 7 a la tarde a mi casa, y fue todo lo que vi por tele y vi en diarios. Yo lo que recuerdo de esa época, no sé si fue ese día o el día posterior a eso, que nosotros en el barrio Villa La Maternidad donde vivíamos había un Cordiez en la Agustín Garzón. Al hablar de saqueo, fueron, mucha gente fue, se acercó y bueno pidió, fue y dijo “si no nos dan alimento como que nos hace falta, le saqueamos el lugar” y le dieron un tipo bolsón, una caja a la gente que estaba en ese lugar. Eso es lo que recuerdo yo y lo que vimos, o sea, todo por tele y en informes, porque mucho no estaba en casa. (GdeD2, Córdoba: 2009. Expresiones de un poblador de Ciudad de Mis Sueños)

Cuando el colonizado se encoleriza es peligroso, ante la falta de me-diación de la política institucional, las fuerzas del mercado instanciadas en las múltiples máscaras sin rostros de los supermercados juegan el juego del saqueo. Ante esa amenaza como última ratio del hambre, el pedir y el dar se reorganizan en el bolsón: conjunto de alimentos básicos. En el te-rritorio inalcanzable de las góndolas los colonos imponen la racionalidad: dan y así reproducen el pedir como límite prohibido. Por eso el entrevista-do debe acudir al auxilio del gran mediador: los medios de comunicación. Ellos son testigos de su fe, trabaja disciplinadamente, mira para saber y narra tal como se lo contaron. Eso es lo que debe recordar, que un saqueo es un acto límite donde el colono siempre entenderá la lógica por él porta-da y transmitida al colonizado: la amenaza del fantasma.

Una vez cartografiadas las prácticas ideológicas de una geografía del hambre como fantasma que se aferra a los vivos desde el pasado para reproducir su efectividad, en el próximo apartado escuchamos la voz de los sujetos señalando cómo la fantasía colonial hace pie en el hambre para marcar el presente-futuro.

3.2- Narraciones desde y del presente-futuro

Cuando retomamos las narraciones como plataforma de lectura del presen-te-futuro estamos operando bajo tres supuestos: a) que hacer la distinción analítica entre pasado, presente y futuro sólo puede sostenerse en una in-tención hermenéutica, b) que a estas maneras de instanciar el tiempo-es-pacio hay que “sumar” la presentificación o experiencia vivida de pasado-

14 Para la explicitación de estas ideas Cfr. Scribano en el epílogo del presente libro.

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presente-futuro; y c) que en este contexto el futuro es ahora. Justamente si el hambre es marca, es por su capacidad estructurante, es decir, su capaci-dad performativa de hacer tensionalmente el futuro como vivencia del hoy.

3.2.1- Marcas del hambre

Una de las características más fuertes del hambre cuando marca es que hace evidente el carácter estructural y procesual del capitalismo. El ham-bre no se genera ahora, depende del ayer, continúa en el hoy y se hace presente en el mañana. El hambre es la marca de un contradictorio (y múltiple) producto-en-proceso, y de un proceso-en-producción, llamado estructura colonial.

B: No importa con quién nos juntamos con tal de ganar y con tal de acumular riqueza. Entonces ¿qué pasó? En el 2001 despedimos una década negra, una década oscura, una década que nos costó mucho, muchos compañeros en la calle, nos costó muchos pibes que se murie-ron de hambre, nos costó perder riqueza... natural, nos perdió, es decir, fue una década para el olvido, la peor década creo que hemos tenido en la Argentina. Y por supuesto, lo que vino después no tuvo definición política. Lo que vino después no supo dar y pensó que existía un capi-talismo con rostro humano. El capitalismo con rostro humano no existe, el capitalismo es capitalismo. (GdeD2, Villa María: 2009. Expresiones de un miembro de la Central de los Trabajadores Argentinos, CTA)

La monocromía de una década habla a las claras de cuál es la pin-tura del mundo de los que perdieron: el hambre es la persistencia más virulenta de la política del colono. La máxima de dicha política es hacer cualquier cosa “con tal de acumular riqueza”, las máscaras caen, el rostro es insoportable y no hay cara en los sin rostro del capital.

El hambre se hace futuro cuando se naturaliza la pobreza y la des-nutrición se consolida como presente. Para la siguiente entrevistada, es menos dañina la muerte por desnutrición que por intoxicación.

N: Sí. Yo voy al mercado todos los días, bueno ahora por mi actividad personal. Pero yo a lo que voy es que más allá de que se tire la comida, o que… no me parece bien… más o menos porque sino ¿sabés qué va a pasar si se puede dar? Todas las empresas van a dar las cosas vencidas y vamos a terminar no con un chico muerto cada 5 segundos, sino con 10 chicos muertos. O sea, va a ser peor la situación ¿me entendés? Es como que no hay una… un compromiso con esas cosas. Pero yo creo que … me parece que como… si se pudiese rescatar la acción de El Diario que se formaron en cooperativa, a lo mejor a mucha más gente que se… más allá que sea de la misma empresa o no, que puedan… como el Mercado, por ejemplo a lo mejor con una cooperativa, puedan… (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de una fundadora del Club del Trueque)

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En una trama significativamente productora de naturalizaciones, las desarticulaciones entre cuerpo individuo, subjetivo y social son expuestas como un continuo entre cantidad de muertos y mundo de la vida. En el marco de la desconfianza frente a las acciones de los colonos y la certeza de un futuro que descansa en prácticas anteriores, es preferible muerte conocida que desgracia por conocer.

El hambre marca de manera tal que, al hacerse carne, se convierte en un saber práctico que demanda consideración para definir las situaciones de interacción. El quemarse y el dolerse son huellas perceptuales desde y a través de las cuales se conoce el mundo.

J: Desde otro punto de vista. Como yo le explicaba: muchas veces lo que hay que hacer es articular el conocimiento teórico que se adquiere en la universidad con el conocimiento de la práctica que tenemos nosotros. Nosotros somos los que sabemos que el frío quema y el hambre duele, no lo sabe el profesional, nosotros tenemos mucho conocimiento, y no tenemos el conocimiento teórico. (GdeD1, Córdoba, 2009. Expresiones de un militante de la lucha por el agua)

Como todo componente de una economía política de la moral, el ham-bre en sus momentos cognitivos y emocionales elabora (y se elabora en) una división social del conocimiento y las emociones. El secreto de la trinidad neocolonial es mantener separadas la teoría –administrada por unos– de la práctica –vivenciada por muchos–; en distanciar los cuerpos dolientes de la resignación del no se puede hacer nada. El futuro adviene como una reproducción de la falta de voluntad cuando es el resultado del hambre hecho carne hoy.

3.2.2- Geopolítica del hambre

Cuando las políticas de los cuerpos han armado, a través de la agresión colonial, lo que significa el hambre como una geografía, se perpetúa una modalidad de relación entre política, territorio y geografía, que deviene geopolítica colonial. El hambre que fue es el hambre vivida como fantas-ma y eludida en la fantasía de la riqueza colonial.

C: Es decir, uno cree que porque uno milita en algún lugar tiene con-tactos como para conseguirle… conseguirle un trabajo. Es la deses-peración de pensar que… este, de que alguien les puede solucionar el problema que tiene. Y lamentablemente en los últimos tiempos, fun-damentalmente después de la crisis del campo, ha vuelto otra vez a… no digo como la gravedad del 2001, pero… pero se ha profundizado de vuelta otra vez la desocupación. Hay chicos que en un país que produ-ce millones de toneladas de cómo es…I: De alimentos.C: …de alimentos para todo el mundo, se mueran la cantidad de chicos

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de hambre, que se mueren de hambre por día en este país. Entonces esto, nos deja un sabor amargo porque quiere decir que todas las lu-chas, todo lo que peleaste… R: No vale de nada. Pero si dividimos las aguas…C: …vale muy poco para poder, para poder revertir. Porque todos los que peleamos en aquella época era fundamentalmente para que los hijos estuvieran un poco mejor. (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de: C, un dirigente sindical; I, un miembro de los Vecinos Autoconvocados contra los Abusos Policiales –VACCAP–; y R, un changarín del Mercado de Abasto).

Como hemos afirmado arriba, hace tiempo ya que se ha advertido sobre la estructura de la fantasía colonial argentina y su estrecha vinculación con la enunciación fantasiosa “la argentina es un país tan rico” (Scribano, 2005a). Aquí eso se actualiza y complejiza pues se puede observar clara-mente cómo opera el peso reproductivo de una expropiación colonial por y desde el hambre. Se vuelve acto del habla con toda la “transparencia” de los que, viviendo en el mundo del NO naturalizan, aún en la narración de la indignación, la pornografía de un país rico con habitantes pobres. El hambre es territorio permanente de los cuerpos colonizados.

O: Bueno, yo la hago cortita, es esto: para mí, y hablo desde el punto estrictamente personal, lo aclaro: no hablo en nombre de El Diario. A mí me dio mucho miedo, pero muchísimo miedo cuando fue el conflicto sojero hace pocos meses atrás, ¿por qué? Porque habiendo alimentos, habiendo combustible, habiendo prácticamente de todo, por lo menos en los sectores que tenían o que tienen todo; no hablemos de… yo he estado en Bermejito, en Chaco, llevando con otra gente ayuda y eso es patético porque parece que no fuera el país nuestro. Es decir, conozco más o menos los lugares y puedo hablar desde un punto y desde el otro. Pero cuando fue el conflicto del campo a mí me dio mucho miedo porque se paralizó el país; tuvieron muchísimo que ver los medios de prensa, muchísimo los medios de prensa, y creo que ahí quedó ex-puesto que no se trata de si se es radical o se es peronista, o se es juecista. Yo creo que ahí quedó expuesto un sector del poder que le interesa tres pepinos a qué filiación política pertenece cada cual, pero que no le toquen la quinta. (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de un trabajador de la cooperativa Comunicar Ltda.).

Es “…patético porque parece que no fuera el país nuestro”. El pathos del hambre mapea la geografía de un modo irreconocible, convierte a los terri-torios en otros lugares habitados por diferentes, rompe con el nos-otros y desarma la apropiación posible como “nuestro”. Al mirar a uno similar, el co-lonizado, en el acto de negación de su condición de par, lo desconoce. Pero lo que adviene es el miedo de tener que aceptar esa situación patética y señala a la mentira del colono como centro de la operación de la ocupación

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y reconstrucción de esas geografías. El miedo y la mentira son dos de los componentes centrales de la impotencia, por eso Chaco le parece a nues-tro narrador otro país. Se hace evidente que el conflicto entre fracciones de clase sólo tiene como objetivo la reproducción del capital a gran escala, y en dicho proceso el fantasma del hambre es el reverso solidario y comple-mentario de la fantasía del país rico.

La fantasía de un país rico obviamente se diluye, se deconstruye, se desvanece en el aire cuando al menos uno de los “mitologemas”15 de la ensoñación que la acompaña quiere ser experienciado. En los barrios, en los espacios del colonizado, se reparte miseria a través del símbolo de la riqueza.

D: De la iglesia San Marcos ahí en barrio Rosedal que depende a su vez de iglesia (…) Entonces, esta cuestión del comedor y soja, soja, soja; que puré de soja, que milanesa de soja, que bife de soja. Y diga-mos, esa fue la disputa porque tener que darle de comer a la gente la miseria, la porquería que en realidad acá se hace, se empezó a hacer soja transgénica que es soja para los animales, no para la gente. Y entonces por qué darles de comer eso, y entonces “antes de que se mueran de hambre”, planteaban algunos, “más vale soja”. Aparte hay otra cuestión: la soja vos no podés comer más de 50gr diarios y ya te hace bolsa la salud. (GdeD2, Córdoba: 2009. Expresiones de una mili-tante de la lucha por el agua)

La soja es EL mitologema de la narración colonial del siglo XXI en Argentina. Es el resultado de la combinación de las industrias extractivas en varios de los componentes de su cadena de valor (petrolera, petro-química, insecticida) y las industrias agro-exportadoras (industria metal-mecánica, siembra directa, fumigación). Todas esas fracciones de clase tienen un acuerdo: la soja es fuente de riqueza. Por eso como afirma la narradora anterior, al colono “…le interesa tres pepinos…” qué pueda pasar con los que sufren hambre.

Ahora bien, lo que se expone con claridad es que la soja no es com-partida en lo que tiene de riqueza sino en lo que reparte de miseria: cuan-do el sujeto se quiso incluir en la fantasía para apropiársela, se disolvió. Además, hay tres elementos que denotan la deconstrucción fantasiosa en tanto irrupción narrativa de lo evidente: las políticas alimentarias ligadas a la depredación de los bienes comunes (Plan Soja Solidaria16), los come-

15 Para la relación entre fantasía, sueño y mitologema Cfr. Scribano (2009).16 El “Plan Soja Solidaria” fue una iniciativa de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID) y contó con el asesoramiento técnico de la Sociedad Argentina para el Desarrollo y el Uso de la Soja (SADESO). Quienes integran estas ONG’s asociadas son los grandes productores de trigo y soja transgénica. Se instaló a principios de 2002. Ver el artículo “El año de Soja Solidaria” de Víctor Trucco, presidente de AAPRESID, en diario Clarín del 11/01/03. http://www.clarin.com/suplementos/rural/2003/01/11/r-00801.htm (visitado el 28 de febrero de 2010).

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dores como burocracias territoriales de la colonización y la equiparación entre animales y seres humanos. La geopolítica del hambre es una carto-grafía de las políticas coloniales como formas de territorialización de las expropiaciones de energías.

3.2.3- Usos metafóricos del hambre

Una de las astucias de las políticas del hambre es producir desplaza-mientos y concentraciones elusivas hacia estereotipos del hombre pobre y hambriento desde donde no se visualiza su carácter estructural. De ahí que la fantasía colonial incluya expresiones cognitivas que sirven de ex-plicaciones ad hoc de los casos particulares. En esta narración se puede observar claramente cómo opera una de ellas: la situación de riesgo.

No veíamos cómo crecer; como había una mejoría no había nece-sidad de lucha. Haber bajado la guardia en ese momento, eso nos hizo retroceder un montón de tiempo porque ahora estamos sin or-ganización, estamos empezando de nuevo. Le hemos dado tiempo al gobierno y a todos los socios a que avancen y a que avasallen todos nuestros derechos, que expropien y que se hagan dueños de nues-tras riquezas, que son de todos los argentinos… producimos para 300 mil personas y hay chicos que se mueren de hambre. A veces no lo vemos porque creemos que el pobre es el barbudo que anda en la plaza pidiendo limosna. Hoy con el capitalismo no lo vemos. El pobre puede estar en nuestra familia, un vecino que no tiene para comer, pero por la vergüenza no sale a pedir limosna pero está en situación de riesgo. Mucho de nosotros estamos en situación de riesgo. El tra-bajador lo han empobrecido tanto, y a la clase media a niveles que te-nemos familiares y parientes que están en esa situación. (Entrevista a un miembro de VACCAP, Villa María, 2009).

En la narración existen, entre otros, dos conjuntos de expresiones que dan cuenta de cómo “en-el-hambre” el futuro es ahora: a) la del pobre con barba que pide limosna en la plaza y b) la relación entre hambre y expro-piación. Ambos conjuntos de expresiones se articulan por la “situación de riesgo” como referencia a la experiencia personal o próxima. En la primera, la barba trae a la pintura del mundo los colores del tiempo transcurrido, de la desprolijidad; la plaza pinta el vagabundeo y el nomadismo; y la limosna refiere al pedir políticamente correcto de la religión neocolonial. Por eso la vergüenza de sentirse pobre y con hambre, el escarnio de andar pidien-do de algunos es la situación vicaria que exorciza y ocluye la posibilidad de vivir eso en primera persona. El pobre pidiendo es la metáfora de un hambriento viviendo la impotencia de la inacción. En la segunda, la expro-piación de riquezas se liga a las “postales del hambre de un país rico”; las energías apropiadas en la depredación de los bienes comunes de ayer se “ven” en el hambre de ahora y constituyen el del mañana.

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Si bien hasta ahora hemos podido ver las maneras en que los usos metafóricos del hambre señalan visiblemente cómo las políticas del ham-bre marcan el presente-futuro, la próxima narración termina de esclarecer la continuidad estructural de la expropiación colonial. Usando como nodo narrativo al hambre, se puede visualizar la “suerte” del colonizado.

E: Porque las necesidades que se discutían en las asambleas no fue-ron solucionadas. Hoy estamos hablando, inclusive sin cifras, porque si nos movemos con las cifras ya ni siquiera tenemos un organismo confiable, al contrario, se ha avanzado en la experiencia porque esto que han planteado los compañeros ya se tomó en un montón de lados y pasan a ser ejemplos. Por eso los llaman del gráfico, por la expe-riencia que viven; como llamaron a los compañeros de Zanón para otro lado, ellos mismos se han juntado; los compañeros se juntan y se discute como estamos haciendo ahora. Los problemas que ellos tienen en el Mercado Central se hubieran resuelto si evidentemente la Municipalidad estaría formada por los trabajadores, por la gente res-ponsable del Mercado Central o encontrar el organismo, porque eso es motivo de discusión permanente. Yo creo que lo que faltó es que los trabajadores hagamos y no que deleguemos responsabilidades. Porque vino Rodríguez Saá, que tomó las consignas de las asambleas pero no las llevó a cabo hasta un determinado tiempo; después fue reemplazado por cinco presidentes hasta que llegó Kirchner. Y el plan económico que se aplica es igual que antes, y sí, sin duda no vamos a tener salida a esto, por más que formemos cooperativas si no hay un plan económico generalizado que satisfaga las necesidades; porque hoy se siguen muriendo los mismos cien pibes por día de hambre. (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de un miembro del Movimiento Socialista de los Trabajadores, MST)

En una narración corta se describen, muy claramente, varios de los componentes de las mutaciones y contingencias de la fantasía colonial argentina en los últimos 9 años: abre con las necesidades y cierra con el hambre. Nosotros como anotadores hermenéuticos de las voces de los sujetos no tenemos más que decir, solamente apuntar la inmoralidad de la economía política de la moral colonial.

3.2.4- Usos políticos del hambre

El colono es un empresario que gasta poco y gana mucho. Las “nuevas” tierras y los cuerpos colonizados son mercancías del emprendimiento po-lítico que implican el esfuerzo de diseñar unas políticas alimentarias, edu-cacionales y de salud que dejan todo como está, como “un-siempre-así”.

A: Particularmente yo coincido con M., no hubo ningún cambio estruc-tural y es más, lo que disiento con ella es que en cuanto a educación,

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no es que no se dan cuenta, sí se dan cuenta, está hecho a propósito, las escuelas urbano marginales y la escuela pública, para ellos es un gasto, no una inversión, igual que la salud. Ellos son empresarios de la política.J: del 2001 hasta ahora, la gente ¿sabés el único cambio que hubo?, que la gente tomó más conciencia, psicológicamente…M: Pero está más muerta de hambreJ: salió más al frente. (GdeD2, Villa María: 2009. Expresiones de: A, un miembro del MST; J, un changarín del Mercado del Abasto; y M, una participante de VACCAP)

La realidad de la empresa colonial interrumpe el sueño del colonizado que se inscribe en la aceptación desapercibida de lo políticamente correc-to dentro de los límites de la religión neocolonial. La irrupción del morirse de hambre destituye el carácter salvífico de lo psicológicamente posible: pedir, no merecer.

La democracia colonial es una fantasía recurrente y reproducida pero también un contenedor, una esclusa que organiza y divide aguas, un acto empresarial donde el hambre permite re-definir el status de ciuda-dano de segunda.

R: ¿cómo podemos educar a los niños cuando no tenemos dinero para darle de comer?N: está bien, pero yo creo que de no invertir $500 millones en el fútbol, tenemos que invertir $500 millones en educación. Para que después esos mismos chicos no sean comprados por una bolsa de alimentos para que vayan a votar.R: o a los 12 años salen a delinquir.N: sí, o salen a delinquir. Pero peor, pero peor, no estoy de acuerdo con el robo ni nada que se parezca ¿no?, pero peor es que alguien vaya por una bolsita de alimentos, que lleve un paquete de azúcar, un paquete de yerba y una botellita de aceite de última calidad, y tengamos de esa forma electo un intendente, no se puede creer, no lo puedo creer, no me cabe en la cabeza. Yo digo “¿por qué no nos podemos educar?”. Y es más, yo creo que el trabajo de los partidos… que yo pensaba que ya para el 2010, siempre pensé que la gente iba a estar votando democráticamente... (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de: R, un changarín del Mercado central y de N, funda-dora del Club del Trueque)

Se hace evidente cómo el hambre profundiza y visibiliza la “batalla de los cuerpos”.17 Unas bio-grafías de niños sin comida y sin educación, sin nutrientes básicos, dependiendo del solidarismo, encerrados en la

17 Para una explicación de los rasgos de la batalla de los cuerpos y la colonialidad Cfr. Scribano (2005b).

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resignación y ocupados en el consumo mimético. Es decir, no hay religión neocolonial sin la inscripción del hambre en el cuerpo y por lo tanto la política colonial debe marcar indeleblemente a esos niños para garantizar un mañana igual al presente.

Los cuerpos son comprados y se vende la disponibilidad de los cuer-pos por alimentos. La economía política de la colonia es un verdadero mercado de intercambio desigual de sacrificios: el colono da lo que le sobra de energías a cambio de la aceptación inmovilizante de la asis-tencia permanente. El colono busca solamente “re-armar” cotidianamente esa práctica ideológica que se llama democracia colonial.

La fantasía del hombre que sale del “mercado del hambre” a través de la educación aparece como posible “ruptura” del círculo vicioso de la pobreza, como una oportunidad de movilidad social vinculada a la autonomía de los sujetos. El sueño no “dura” tanto: repica el despertador del tener que robar para comer, lo real vuelve siempre como horroroso en la lógica colonial.

La política como empresa colonial necesita de mano de obra política y la oferta es construida en el mercado del hambre, en el uso teleológico de la necesidad del colonizado.

La democracia colonial alberga dos momentos expropiatorios –dife-rentes pero complementarios– la gestión de la mano de obra política: uno fordista y el otro posfordista. Por eso es necesaria la multiplicación de “cuerpos superfluos” que pugnen por sobrevivir.

En el contexto expresado se puede inscribir la próxima narración: las hormigas no sueñan. Décadas de represión, tortura y “colonización-del-futuro” dan sus frutos.18 Al colonizado no le quedan muchas opciones: muere aplastado, mata para que no lo aplasten o acepta el aplastamiento continuo del hambre.

R: Claro, pero desde el 2001 en adelante cambió todo, hasta la idea de los niños, hasta el pensar de los niños. Nos han quitado el sueño, no solamente nuestro, los hijos; yo soy abuelo… nos han quitado el sueño, verdaderamente. O sea, nos hacen el trabajito de hormiga, ¿qué es el trabajito de hormiga? La hormiga la pisan, pero no la matan, se levan-ta como puede, cuando se quiso escapar le vuelven a meter el pie… estamos en ese proceso, ¿A dónde vamos a llegar? No sabemos. No quiero que algún día corra sangre, que no tengamos que salir a la calle a pelear el alimento… no, a matar, ¡ojo! a matar gente o a matarnos entre nosotros para poder comer en el país más rico del mundo. (GdeD1, Villa María: 2009. Expresiones de un changarín del Mercado de Abasto).

Negrito y trabajador como las hormigas, al colonizado incluso le han sacado los sueños en el mismo acto de un intento final por incluirse en la fantasía del país más rico. Los niños son los testigos de un futuro que se teje ahora con la impotencia de sus padres. Cuando caen los sueños

18 Cfr. Scribano (2008c).

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la fantasía colonial literalmente se desangra, se vuelve escarnio de una aceptación vuelta cuerpo y hecha callo en el dolor social que la estructura colonial genera.

Es tan potente el lugar del colono que su hacer performativo atraviesa a militantes y “progresistas”, para algunos de ellos, la política parte de la necesidad. Muchas de las “intenciones organizativas” son un salvavidas de plomo y el mejor ejemplo de los usos políticos del hambre. No hay sólo empresarios del hambre, también hay capataces. La próxima narración es de un militante gremial:

Bueno, siempre ha sido así, no es que te organizás desde un debate político o una postura ideológica, te organizás desde una necesidad. Y de ahí le vas buscando la rosca a ver cuál es la arista más política de esa necesidad. Para dar el salto. Si querés que la gente de el salto, sino podés tener gente organizada por la necesidad en comedores y yendo al súper a buscar comida y volvés a comer y nada más. Y eso puede ser grande. Cuando no tenés desocupación, suponete a los clubes de amigos hoy la gente no va. Va muy ligado también a la comprensión. Es un dato que se va viendo cada vez más hoy en día. Yo creo que va a depender en eso, porque hay organizaciones que apuntan a construir en base a esa necesidad y a buscar la forma de solventar esa necesi-dad, suponete como los comedores. Hay algunos que hacen así, hay una necesidad y bueno hay una propuesta para bancar esta necesi-dad, que es el comedor. Y digo, es para que nos organicemos para que los chicos tengan para comer. (Entrevista a un miembro del Sindicato de Teleoperadores, Córdoba: 2009).

La religión neocolonial no sólo tiene sus sacerdotes, tiene también sus monaguillos. Se hace lo que se puede y se termina aceptando que lo que se debe hacer es lo único que se puede hacer. Los usos políticos del ham-bre son un rasgo estructural de la colonia y por lo tanto se transversaliza en la pluralidad de sus componentes.

Hasta aquí hemos intentados “hacer comentarios” sobre las voces que aparecen en las narraciones de los sujetos que han participado de la in-vestigaciones a las cuales ya hemos hecho alusión.

4- Tercera parte. A modo de cierre. Si esto no es Colonia, ¿¡La Colonia dónde está!?

Dadas las estrategias de registro y lectura de las entrevistas y grupos focales que se han utilizado, conjuntamente con los nodos construidos y la manera de presentación seleccionada en tanto cartografías de lo co-lonial desde el pasado y del presente-futuro, sintetizamos a continuación algunos de los rasgos que consideramos más relevantes a la hora de comprender al hambre como problema colonial.

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El hambre ha sido y será parte de las “formas de ocupación” de los bienes comunes, los cuerpos y las sensibilidades que se vuelven nece-sarias para la expropiación capitalista global.

En el contexto de lo desarrollado hasta aquí, es posible entender cómo hay un “mercado del hambre” donde las agencias de la política institucional y las diversas fracciones de las clases dominantes se apro-pian de los excedentes.

El entramado básico de la religión neocolonial encuentra en dos de las características de las “políticas del hambre” algunos de sus pilares fundamentales. Una la constituye la auto-organización, auto-responsa-bilización y auto-culpabilización que dan forma a las emulaciones de las burocracias institucionales. La otra, las actitudes recomendadas por la experiencia de hambre: el agradecimiento al que da, la responsabilidad frente al regalo y el reconocimiento de la ignorancia.

Las personas con hambre son así “ciudadanos de segunda” desde lo cual se hace visible cómo la política en tanto empresa colonial necesita de mano de obra política y la oferta es construida en el mercado del hambre, en el uso teleológico y tecnológico de la necesidad del colonizado.

Los fantasmas y fantasías desde y sobre el hambre son prácticas ideológicas, que como todo componente de una economía política de la moral, en sus momentos cognitivos y emocionales elaboran (y se elabo-ran en) una división social del conocimiento y las sensibilidades.

El hambre constituye y conforma unas especiales relaciones entre te-rritorios y sensibilidades, es una señal de la geografía de la depredación y la expropiación. Siguiendo los hilos del hambre se elabora una geopolítica colonial. El hambre tiene cualidades performativas respecto al tiempo-espacio, es una manera de construir disposiciones elaborando límites, produciendo la división entre territorios, es un espectro que colorea la comarca y los bordes que no hay que traspasar sin estar en peligro.

Si se puede elaborar una geopolítica colonial constatando la existen-cia de “ciudadanos de segunda”, cuyos derechos se vinculan a “políticas del hambre” (elaboradas y gerenciadas por la política institucional) que a su vez se vinculan a las incertidumbres y persistencias de un “mercado del hambre”, que se basa en múltiples “formas de ocupación” de cuer-pos y territorios, la conclusión –al menos provisoria– es clara: estamos frente a una sociedad colonial.

El hambre es el territorio permanente de los cuerpos colonizados, se hace evidente que el conflicto entre fracciones de clase sólo tiene como objetivo la reproducción del capital a gran escala y en dicho proceso el fantasma del hambre es el reverso solidario y complementario de la fantasía del país rico.

Más allá que no haya sido nuestro objetivo en este trabajo, es nece-sario remarcar que el colono ocupado en la depredación de los bienes comunes, en la expropiación excedentaria de energías, en la elabora-ción cambiante e iterativa del catecismo colonial y en los conocimientos científicos que lo acompañan, no ha reparado (aún) en un sinnúmero de

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prácticas intersticiales e interdicciones colectivas que cotidianamente los habitantes de los países coloniales les interponen desafiantemente, con un carácter destituyente de la vida colonial.

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