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EL GRITO DE CASANDRAEnsayo sobre el futuro político

occidental o de la importancia de hacerse rico cuanto antes mejor

Alfredo Ramírez Nárdiz

2014

El presente ensayo político pretende ser una obra caracterizada por el humor. Aunque su temática sea la teoría política y las materias tratadas sean no

poco relevantes, el enfoque dado, desde el mismo título, parte siempre del deseo de entretener. Siendo una

obra académica, es también un texto de divulgación, pues su objeto tanto es enseñar, como hacer pasar un rato agradable al lector invitándole a reflexionar sobre

cuestiones que, aunque pueda creer lo contrario, le afectan y mucho. Por ello, el autor pide por adelantado

disculpas a todo aquel a quien alguna de las muchas bromas que recorren las presentes líneas pueda molestar

u ofender. Nunca fue el objetivo.

Cuenta la leyenda que una hermosa muchacha llamada Casandra fue pretendida por

el dios Apolo. Éste, a cambio de sus favores, le prometió el don de la profecía, pero, una vez lo

tuvo, Casandra le negó su cuerpo al dios. Ofendido, Apolo le escupió en los labios y la condenó a

siempre prever el futuro, pero nunca ser creída…

Índice

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Preámbulo

De la estupefacción ante lo desconocido al inten-to de hallar un camino ........................................... 13

CaPítulo Primero

¿De dónde venimos? El pasado reciente de Oc-cidente. El final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI ................................................................. 23

CaPítulo segundo

¿Dónde estamos? El presente es ahora. Las trans-formaciones en marcha .......................................... 55

CaPítulo terCero

¿A dónde nos dirigimos? El futuro a la vuelta de la esquina. El mundo que ya viene ........................ 77

reCaPitulaCión

¿Y yo qué haría si fuera usted? ¡Hágase rico cuan-to antes mejor! ........................................................ 103

el grito de CasandraEnsayo sobre el futuro político occidental o de la importancia de hacerse rico cuanto antes mejor

alfredo ramírez nárdiz

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segunda reCaPitulaCión

Ahora en serio, ¿y yo qué haría si fuera usted? ¿Es posible la esperanza? ....................................... 125

terCera reCaPitulaCión

Resumiendo ............................................................ 137

anexo

¿Y España qué? ....................................................... 151

Bibliografía .............................................................. 169

Preámbulo

De la estupefacción ante lo desconocido al intento de hallar un camino

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Tal vez lo que más llama la atención de los análisis que en el presente se hacen sobre la situación y desarro-llo político occidental actual y futuro es, precisamente, que no existen tales análisis. Desde el último tercio del siglo XX y, particularmente, desde la caída del Muro de Berlín y el hundimiento del socialismo-comunismo como alternati-va real a la democracia-capitalista (¿o habría que decir al capitalismo-democrático?) se ha producido un llamativo fenómeno de estupefacción ante lo desconocido que ha he-cho, desde hace varias décadas y sin fecha aparente de fina-lización, que vivamos paralizados en un marasmo de dudas, inquietudes no muy definidas pero siempre recurrentes e incapacidad generalizada para proponer un modelo teóri-co-político mínimamente coherente y realista que explique o, al menos, aporte un poco de luz acerca de hacia dónde nos dirigimos y cómo cambiará, si es que cambiará, en los próximos años el mundo en el que vivimos.



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Tal vez lo más frustraste sea que los análisis existen-tes tienden a describir aspectos parciales de la situación actual pero no se adentran en tratar de teorizar cómo se desarrollará la misma como conjunto en el futuro próxi-mo1. Así, por ejemplo, se asume como algo contrastado que los derechos sociales retroceden y que el Estado como suministrador de servicios, tal y como se entendió en la segunda mitad del siglo XX, está siendo progresivamente desmontado. Pero no se llega al extremo de explicar por qué sucede esto, no se analizan cuáles serán los resulta-dos definitivos de este proceso y, más aun, no se plantea qué pasará a continuación de que el mismo se materialice y complete. Se afirma que Occidente se encuentra en una fase de su historia caracterizada por la decadencia y que, más Europa, menos los EEUU, pero los dos en conjunto, vivirán una pérdida de peso mundial frente al avance de Asia en general y de China en particular. Pero tampoco se desarrollan en su plenitud las consecuencias políticas y jurídicas que esto traerá a las sociedades occidentales.

El desconcierto ha quedado recientemente de ma-nifiesto en que, desde no pocos foros, se haya simulta-

1 Y los que se adentran en las procelosas aguas del futuro en no pocas ocasiones concluyen que el mismo no existe y que el desarrollo político occidental ha llegado ya a su fin con el triunfo de esta o aquella ideología. Pero, ¿acaso mientras haya hombres es posible decir que la historia ha terminado o que el apogeo de una determinada ideología ha de ser ya definitivo o siquiera duradero?

PreámbuloDe la estupefacción ante lo desconocido al intento de hallar un camino

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neado la critica habitual a la pérdida de ideologías en Occidente –que provoca la conversión de la política en mero instrumento de gestión pública–, con el aplauso y la esperanza otorgados a movimientos sociales popula-res (15M) constituidos en sí mismos en prueba supues-tamente evidente de que la ciudadanía está activa, mo-vilizada y preparada para cambiar la dinámica política hegemónica. Pero, ¿no habíamos quedado en que ya no había ideologías? ¿Cuáles eran pues las ideologías que había detrás de estos movimientos? ¿Tenía verdadero sentido depositar esperanza alguna en ellos? Se llegó a afirmar que los modernos instrumentos de comunicación como las redes sociales, internet, o los móviles demos-traron, en el marco de estos movimientos sociales, ser en sí instrumentos del cambio. De qué cambio, habría que preguntar. Especialmente cuando se vio que las mo-vilizaciones sociales, como las olas del mar, vinieron y se fueron sin dejar a su paso mucho más que la espuma en la arena. Ya decía Berlín2 que sin ideas tras ellas las fuer-zas sociales quedan cegadas y faltas de dirección. Olas que se deshacen en la arena.

En cierta manera, los estudiosos de la política se comportan en las últimas décadas como ornitólogos a los que se les hubieran caído todos los pájaros del cielo y, desesperados, tratasen de, o bien negar la evidencia y

2 Berlin, I. Dos conceptos de libertad y otros escritos, Alianza, Madrid, 2010, p. 46.



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afirmar que contra todo dato objetivo ahí arriba sigue habiendo pájaros, o bien reinventarse y comenzar a in-vestigar seres que, más o menos, se parecen a los pájaros pero que, en el fondo, saben que no lo son. Así, apare-ce poderosa la opción de abandonar cualquier estudio sobre la política en Europa y marchar a investigar los movimientos políticos extra-europeos en la creencia de que no es que el mundo como lo conocíamos se haya aca-bado, sino que simplemente lo ha hecho en Europa, pero continúa más allá de los mares. ¿Pero acaso sociedades extra-europeas van a volverse como éstas precisamente cuando éstas ya no son tan éstas como acostumbraban a serlo3?

También resulta atractivo asumir, desde una pers-pectiva generalmente alternativa a la anterior, que la

3 Es como si los italianos dejaran de hacer pasta y todo aquel que quisiera una pizza la buscara en, qué se yo, Al-bania. Hombre, tal vez las pizzas albanas sean comesti-bles, pero no es lo mismo. En el fondo, no otra cosa sino la negación de la evidencia late detrás de esta actitud. La negación del hecho manifiesto de que cualquier modelo económico-político alternativo al dominante, alternativo como lo fueron los socialistas o los social-demócratas, ya no es posible en el presente y que los que tratan de apa-rentar serlo acostumbran, en no pocas ocasiones, a es-conder tras ellos o bien populismos o bien concepciones de la sociedad que poco o nada tienen en común con lo que hace unas pocas décadas se consideraba propio del socialismo o la social-democracia.


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batalla ideológica esencial (y, aunque suene un tanto marxista, cuando hablo de batalla ideológica esencial me estoy refiriendo a la verdadera cuestión capital de cualquier sociedad: la resolución del conflicto entre el capital y el trabajo. O sea, del conflicto eterno entre los patricios y los plebeyos, entre los nobles y los campesi-nos, entre los burgueses y los obreros, entre unos pocos y todos ustedes incluyéndome a mí) está ya más o menos resuelta, que poco o nada se puede aportar a la misma y que, por ello, más vale optar por dedicarse al estudio de elementos secundarios o instrumentales de dicha cues-tión principal en principio ya concluida. Instrumentales como, por ejemplo, la utilidad mayor o menor de las nue-vas (se las sigue llamando así aunque ya tienen unos añi-tos) tecnologías de la información y la comunicación en el funcionamiento político de la sociedad (lo cual no deja de ser, en el fondo, como dedicar tu vida a saber si es mejor usar urnas de cristal o de cartón para el buen fun-cionamiento de la democracia) y secundarias –aunque suene duro decirlo así– como el análisis de la inclusión de las minorías raciales o étnicas en la vida política de países en los cuales se encontraban excluidas, la equipa-ración de la mujer con el hombre en las distintas esferas de la sociedad o, por irnos a un extremo, el desarrollo de los llamados derechos medio-ambientales, ecológicos o, incluso, de la naturaleza. Cuestiones todas estas que, no por interesantes y muy relevantes, son otra cosa que accesorias al verdadero objeto de estudio de cualquier teoría política que pretenda comprender cómo funciona



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una sociedad, cual es la organización del poder y el re-parto de la riqueza en dicha sociedad4.

No parece existir en el presente un discurso sólido, desarrollado y coherente, una idea hermosa, que dirían los clásicos, que nos explique dónde estamos y a dónde nos dirigimos en este, en apariencia, desconcertante y extraño mundo en el que, nos guste o no, vivimos todos. Tradicionalmente se ha dicho que los juristas –criaturas extrañas entre las que, con no poca petulancia y por ads-cribirme a alguna tribu urbana, van a permitir que se in-cluya un servidor de ustedes– no deben dedicarse a elu-cubrar sobre el futuro, pues lo que se hiciera no dejaría de ser eso: una elucubración. El objeto de estudio del jurista son las normas ya existentes y aquellas en proceso de ela-boración. Pero, ¿el futuro? Eso es más propio de gurús que de juristas.

También se acostumbra a indicar que el jurista, el politólogo, el sociólogo, o el economista tienen distintos ámbitos de actuación, bien delimitados y concretados, y

4 Esta tendencia a no afrontar la cuestión principal y dedi-carse a otras secundarias o instrumentales nos afecta a todos: yo soy el primero que he dedicado la práctica to-talidad de mi tiempo hasta el presente al estudio de una cuestión accesoria como es la democracia participativa. Algo así como intentar que un castillo sea accesible para personas con movilidad reducida, cuando este castillo –la democracia– se nos cae a pedazos y los cascotes nos gol-pean la cabeza.


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que tratar de elaborar un discurso que una las distintas disciplinas o, como mínimo, que trascienda la visión de una sola de ellas con la voluntad de servirse de elementos de las otras, no dejará de ser otra cosa que un error que llevará a una construcción intelectual que no destaque en ningún área y cojee en todas. Pero, ¿no es menos cierto que la compartimentación y la especialización excesiva conducen a perder la visión de conjunto? ¿Y no parece sensato pensar que quien vive de espaldas a su futuro tiende a no ser capaz de reaccionar cuando el mismo toca en su puerta?

Creo, en contra de lo que se escucha mayoritaria-mente, que la obligación del jurista es precisamente tratar de ir un paso por delante del desarrollo social para así intentar teorizar construcciones jurídicas que no vayan, como es lo habitual, por detrás de la sociedad, sino que sean capaces de adaptar el Derecho a la misma cuando ésta lo necesite y no varios años, sino décadas, después. Creo igualmente que para poder llevar a cabo esta labor es necesaria una visión más amplia que la estrictamente jurídica, una visión que acuda a distintas disciplinas cien-tíficas y que aporte una perspectiva de conjunto sobre la cuestión a investigar.

Es importante que existan discursos que analicen cuestiones jurídicas concretas y particulares para, en los ámbitos de dichas cuestiones, aportar la máxima luz po-sible. Pero es crucial que exista un discurso de conjunto. Una explicación o, al menos, una propuesta de explica-



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ción de hacia dónde nos dirigimos como sociedad, por qué lo hacemos y cuáles serán las consecuencias. Un mapa del camino.

Este discurso, por su propia naturaleza, nunca po-drá aportar conclusiones definitivas e inamovibles, pues su objeto de estudio es algo que aun no ha sucedido, que precisamente ahora está sucediendo y que bien puede to-mar una dirección u otra. Pero, aunque no sea posible ver las líneas de la carretera y saber con precisión el punto kilométrico en el que estamos, la distancia que nos queda por recorrer, cuándo llegaremos y qué hay más allá del lugar al que nos dirigimos, sí es necesario al menos atre-vernos a buscar la carretera misma, el camino que, y eso es innegable, todos recorremos.

El objeto de estas líneas no es otro que tratar de aportar una propuesta de discurso. Una explicación de la ruta a trazar para configurar dicho camino. Posiblemente no de una manera tan sólida y desarrollada como sería ne-cesario, aportando en no pocas ocasiones más intuiciones que datos contrastados (¿se puede contrastar el futuro?), pero sí al menos tratando que sea hermoso, es decir, que sea coherente, internamente racional y que aporte tres respuestas a tres preguntas que considero esenciales: ¿por qué estamos donde estamos? Es decir, qué ha pasado estas últimas décadas; ¿dónde estamos ahora? Es decir, que está pasando mientras ustedes leen y yo escribo; y ¿a dónde nos dirigimos? Es decir, en qué se van a convertir en los próxi-mos tiempos las sociedades en las que habitamos.


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Para el desarrollo de estas cuestiones, más que a un profuso análisis jurídico o de cualquier otra disciplina concreta, se procederá a una sucesión de reflexiones, ra-zonamientos y deducciones lógicas (al menos, espero que sean lógicas) que permitan ir desde los hechos observa-bles a la elaboración de hipótesis sobre las consecuencias de dichos hechos. Lo que se pretende aportar con este trabajo es una visión de conjunto. Una perspectiva gene-ral que no creo sea posible elaborar de otro modo más que a través de la reflexión sencilla, directa y, en gran medida, interdisciplinar. Pues no me cabe duda de que la especia-lización excesiva, la impermeabilidad entre el Derecho, la política, la economía, la sociología o la psicología, que tan a menudo vemos en los análisis realizados, es en gran me-dida la causa de la imposibilidad para elaborar una teoría general sobre hacia dónde se encamina nuestro mundo. Pretendo, pues, ofrecerles una teoría que tenga estas ca-racterísticas, que sea general, multidisciplinar, sencilla y hermosa. Tal vez acertada, tal vez errada. Tan sólo una posible explicación.

Además, intentaré ser ameno y, en no pocas ocasio-nes, y les ruego que me lo disculpen por adelantado como yo me excuso también por adelantado, burlón. A veces se escucha más al bufón que al profesor. Y mi deseo, mi vo-luntad, mi necesidad, es que ustedes me escuchen. Y se entretengan. Se diviertan, incluso. Conseguir lo cual, si me permiten la broma, me parece más complicado y me da casi más miedo que las conclusiones a las que me temo que lle-garé con ustedes. Pásenlo bien y disfruten…, si pueden.

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