roldan concha entre casandra y clio introducción y cap 1

Upload: susana

Post on 18-Oct-2015

50 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • INTRODUCCIN

    ENTRE CASANDRA Y CLO

    Como no hace mucho afirmara Flix Duque, ninguna historia de l.i filosofa es inocente*. Tampoco sta lo es. Los autores y problemas Halados no son fruto del azar, sino que responden a una clara inten-> ln, la de mostrar en qu puede consistir la filosofa de la historia hoy, a travs de una historia en la que se ponen de manifiesto los ex-cesos cometidos por esta disciplina, excesos que la llevaron a gran-|earse el rechazo que sufre en la actualidad.

    En realidad, a lo que hemos asistido es a la proscripcin de toda filosofa de la historia que no se conforme con ser reflexin filosfica sobre la historia, sino que quiera ser ms: la historia misma elevada a una potencia superior y vuelta filosfica, empeada en reducir los contenidos empricos a la categora de verdades necesarias. Este afn oinnicomprensivo es algo que apareca claro en la denominada filoso-fa especulativa de la historia, con su pretensin de explicar el con-junto de la historia mostrando la pauta de los acontecimientos pasados (sentido) y proyectndola de forma proftica sobre el futuro; pero sin iluda pervivi mitigado en la filosofa crtica de la historia, que en al-guna de sus manifestaciones se resiste a abandonar el horizonte nor-mativo de la reflexin histrica".

    F. DUQUE, LOS destinos de la tradicin. Filosofa de la historia de la filosofa, Anthro-pos, Barcelona, 1989, p. 11. En contra de lo que hace el autor, me permito escribir con mi-nscula ambas disciplinas, historia y filosofa, para subrayar la pluralidad de perspectivas a que ambas estn sujetas.

    Entiendo por filosofa especulativa de la historia aquella que pretende explicar el sen-tido de la historia en su conjunto, a lo largo de un proceso temporal lineal que se inicia bus-cando pautas y leyes en el pasado y se proyecta hacia el futuro con afn apodctico de predic-cin, ya sea apoyndose en conceptos metafsicos, cientficos o sociolgicos. Filosofa crtica de la historia es la denominacin que reservo para aquellos autores que dedican sus esfuerzos al estudio crtico de los problemas, desde el ms general que se refiere a la posibilidad de co-nocimiento de la historia, hasta los ms particulares que surgen en la prctica concreta de la historia. En la introduccin al captulo 5 explico esta distincin con ms detalle, as como los motivos de haber optado por este par de denominaciones en lugar de las propuestas por Dan-

    11

  • Lo que presento en estas pginas quiere ser una reconstruccin histrica del hilo filosfico de la razn de forma continua a travs tic sus hitos ms representativos y su ruptura contempornea. Por lo lauto, me permito hablar de filosofa de la historia desde mi modestia de moderna posmoderna, sin la presuncin de absolutos ni la fatui-dad de los grandes relatos omnicomprensivos. De ah que subtitule a mi trabajo una historia de la filosofa de la historia.

    Aunque bastante fiel, tampoco ha de buscarse un desarrollo crono-lgico estricto en el discurrir de los captulos, donde a veces un pen-sador histricamente posterior es tratado con anterioridad a otro que le preceda, o viceversa. Toda periodizacin que se establezca en la pre-sentacin de cualquier historia de la filosofa es arbitraria, pues el de-sarrollo del pensamiento no puede encorsetarse en compartimentos es-tancos. Por eso, las divisiones que se realicen slo pueden tener un sentido metodolgico. Sin embargo, esto no significa que la arbitrarie-dad de los intrpretes no est sujeta a motivos. En mi caso, siguiendo la intuicin de Koselleck, cada captulo presenta un paso ms en el ca-mino de la filosofa de la historia, la adquisicin de un elemento inno-vador u horizonte de expectativas (Erwartungshorizont) en el espacio de experiencia habitual (Erfahrungsraum)', un tirn ms en el proceso de tensin de una cuerda que acabar por romperse.

    En otro orden de cosas, una de las cuestiones iniciales que se le plantean de forma problemtica al estudioso de la filosofa de la histo-ria, es si debe considerarse prioritariamente historiador o filsofo. En el primer caso, el desarrollo concreto de la historia se encargara de fundamentar una filosofa determinada, mientras que en el caso se-gundo sera la filosofa quien servira de base a cada modelo de anli-sis histrico. E l primer punto de vista es el que utiliza la sociologa del conocimiento siguiendo a Max Weber, al sostener que todo saber remite en definitiva a una comunidad histrica concreta, de tal manera que Galileo no habra podido encabezar la revolucin cientfica sino dentro del perodo renacentista, ni Kant habra escrito la Crtica de la razn pura fuera de la Prusia de finales del siglo XVIII. L a segunda opinin sera sustentada fundamentalmente por Hegel, para quien ha-bra que hacer historia siempre desde un principio o supuesto determi-nado, de manera que filosofa de la historia e historia de la filosofa se den la mano bajo la gida de la historia universal vuelta de suyo filo-sfica.

    En la historia de la filosofa de la historia que presento, el pulso entre la historia y la filosofa se hace patente. Podemos afirmar que la filosofa de la historia consistir, desde este punto de vista, en trazar un puente que comunique ambas disciplinas, para, a la postre, termi-nar prescindiendo de su objeto.

    lo, quien habla de filosofa de la historia sustantiva y filosofa de la historia analtica res-pectivamente.

    Cfr. R. KOSELLECK, Espacio de experiencia y horizonte de expectativa, dos categoras l u s i o m ,,s.., en Futuro pasado, Paids, Barcelona, 1993, pp. 333-357.

    12

    I ii el mundo antiguo y medieval se presentan la historia y la filo-nlia como disciplinas separadas por una barrera infranqueable. Los

    Filsofos consideran su tarea muy superior a la de la incipiente histo-11 igrafa, ya que los historiadores se preocupan nicamente de confec-I mu.ir crnicas de aquellos acontecimientos que presencian como tes-tigos, lo que da como resultado un saber incompleto y fragmentario, IMme al conocimiento de lo universal e inmutable que obtiene la f i -losoffa. An no se ha tendido el puente que permita hablar de una lilusota de la historia, si bien podemos descubrir algunos elementos precursores de la misma en uno y otro lado. Slo en el mundo judeo-i nstiano y en su recepcin escolstica encontramos un boceto de lo que llegar a ser reflexin filosfica sobre la historia en los concep-tos ile sentido, finalidad y universalidad del plan providente divino, pero no interesa la narracin e interpretacin de los asuntos humanos por s mismos, sino slo en la medida en que pueden ilustrar la historia del pueblo de Dios; si se reflexiona sobre la historia huma-na es para mostrar su sinsentido y trascenderla, porque lo que realmen-te importa es la historia de la salvacin; estamos ante la teologa de la historia. Ha aparecido el concepto de tiempo lineal consustancial a la filosofa de la historia occidental, la continuidad de la trada pasado-presente-futuro, pero el sentido de su curso se sigue llamando provi-dencia.

    E l puente entre historia y filosofa empieza a tenderse en el renaci-miento de la mano de filsofos polticos como Maquiavelo; se trata de un inters pragmtico por la historia: no slo interesa narrar los acon-tecimientos, sino buscar la manera de intervenir en ellos para nuestro provecho. Pero ser la ilustracin la encargada de cimentar las cone-xiones entre ambos saberes, permitiendo que nazca esta disciplina nueva, la filosofa de la historia, encargada de explicar el proceso temporal que engloba los asuntos humanos como una evolucin con sentido; para ello, buscarn los filsofos un elemento de permanencia en el seno de los acontecimientos cambiantes e imprevisibles; la razn quedaba entronizada como garanta del progreso lineal de la humani-dad hacia un horizonte de perfeccin, herencia secularizada de la pro-videncia divina. Hasta el mismo Hegel, muchos filsofos tomarn como su tarea primordial investigar la evolucin de la humanidad des-de sus orgenes, estudiando el desarrollo de las civilizaciones para descubrir esas constantes de progreso que suponan; estaban tomando el pulso a la historia, a quien vean sometida a un plan oculto de la naturaleza o a una astucia de la razn que les sobrepasaba. L a Ra-zn as, con mayscula quedaba deificada, y Hegel anunciaba la culminacin del movimiento histrico en su filosofa, una filosofa que penetraba lo histrico de tal modo que la filosofa de la historia iba ms all de su pretensin incicial de leer la historia universal en clave filosfica; sobre la misma clave dialctica, lo real y lo racional se confunden, la historia universal es la historia de la filosofa y sta camina de la mano con la filosofa de la historia.

    Llegados a este punto, la filosofa de la historia puede prescindir

    13

  • de la historia, entendida como transmisin objetiva de hechos y cono-cimientos. En su afn por explicar el conjunto ha perdido de vista los aspectos singulares e individuales de la disciplina que comenz siendo su materia de estudio. La filosofa de la historia, que se enseaba en las universidades alemanas como disciplina independiente desde la poca de Herder hasta la muerte de Hegel, estaba concebida como materia de especulacin metafsica, de ah que sea conocida entre no-sotros como filosofa especulativa de la historia.

    No se hicieron esperar las reacciones a los excesos racionalistas de Hegel. La realidad emprica deba ser recuperada y la filosofa espe-culativa de la historia criticada y repudiada, junto a toda la metafsica. Haba que abandonar las hiptesis de interpretacin histrica fruto de una imaginacin febril, para dar pasos hacia una concepcin cientfica de la historia. Pero as surga la dependencia gnoseolgica de la nueva filosofa de la historia que no quera recibir esta denominacin; la metodologa y las leyes de explicacin de la evolucin eran tanto ms importantes que la materia de unos acontecimientos histricos que, por lo dems, quedaban polarizados como materia de estudio ha-cia la problemtica social; la evolucin histrica era la evolucin de las sociedades, como anunciaba la ley comtiana de los tres estadios; los problemas que deba resolver la filosofa de la historia eran los ge-nerados por contradicciones socio-econmicas, como propugnaba Marx. L a preocupacin por hacer cientfica a una sociologa incipien-te aproxim la filosofa de la historia a la metodologa de las ciencias naturales, haciendo caer a los defensores de la filosofa social en el espejismo de que poda predecirse el futuro bien por las leyes de la dialctica, bien de la evolucin, y as anunciaron la llegada de un estadio positivo y de una sociedad sin clases, momentos ambos de libe-racin y emancipacin de una humanidad que Comte lleg a deificar.

    La predictibilidad de la historia y la determinacin de los aconte-cimientos que llevaba implcita hicieron que se replantearan las pre-misas de la historia como saber cientfico. Unos continuaban afirman-do que si se trataba de una ciencia deba ser bajo el modelo de las ciencias naturales, mientras otros propugnaban la separacin entre la metodologa de las ciencias naturales y de las ciencias del espritu, como fue el empeo de Dilthey. La polmica se ha prolongado hasta nuestros das bajo el signo del debate acerca de la explicacin y com-pi cnsin histrica, tras la propuesta de Hempel de un modelo de ley de (obertura nomolgico-deductivo, y la consiguiente crtica de von Wright. Predictibilidad, determinismo causal e inevitabilidad histrica han sido los caballos de batalla de una filosofa de la historia que con-minaba icniendo como objeto fundamental la sociologa o, en un sen-lulo ms lato, las ciencias sociales. Una filosofa de la historia que se presentaba como crtica no slo por adoptar esta actitud frente a los planteamientos anteriores, sino tambin por centrar su tarea ms en el a n l i s i s de problemas fundamentalmente de signo epistemolgico que en la bsqueda de un sentido a la historia o en el denodado inten-io (le predecii el fitturo.

    i i

    Este es, en resumen, el panorama de la filosofa de la historia que presento. Pero acaso significa mi planteamiento que la filosofa de la historia es algo que slo pertenece al pasado? Podemos seguir ha-blando de filosofa de la historia? Si es as, en qu sentido?

    Desde mi punto de vista, todava podemos hablar de filosofa de la historia, y me da la razn el hecho de que en los ltimos aos est re-tomndose el inters por una disciplina que pareca abandonarse a su disolucin. Este resurgir se debe, sin duda, a las taxativas afirmacio-nes que lanzaron hace poco ms de un lustro Vattimo y Fukuyama* acerca del fin de la historia, una prediccin de clara raigambre hege-liana a pesar de sus pretensiones posmodernas. Ciertamente, ha acaba-do o se debate exnime la concepcin de una historia entendida como un proceso nico, evolutivo, coherente hacia una meta, pero no la reflexin sobre la historia que, ms bien al contrario, como dice Manuel Cruz, es una reflexin inevitable en este momento, necesa-ria, conveniente y probablemente ejemplar en el sentido de que en la tematizacin del asunto historia confluyen las lneas mayores de lo que se est pensando y se puede pensar en este momento". No slo hablamos, pues, de filosofa de la historia como perteneciente al pasa-do, sino que sigue habiendo algo a lo que denominamos filosofa de la historia, slo que ha cambiado de signo.

    Se ha roto en mil pedazos el espejo de lo absoluto, pero no le ve-na nada mal un bao de modestia a esa filosofa que buscaba arrogan-temente racionalidad en todas las formas de realidad, imponindola con su varita mgica all donde no apareca. Pero contina pensndo-se sobre y a partir de la historia, como si los filsofos hubieran expe-rimentado un giro desde lo perenne a lo perentorio: a los problemas prcticos que se desgajan de la marcha de los acontecimientos histri-cos. Por eso, la reflexin sobre la historia nos obliga a volver en defi-nitiva sobre la tica, sobre la accin como dira Manuel Cruz.

    M i apuesta por la filosofa de la historia es una apuesta mediata por la tica. No propongo que la tica sustituya a la historia"*, pero s que se sirva de ella para seguir buscando el rumbo que evite la cats-trofe. De alguna manera, se trata de una simbiosis entre historia y ti-ca. Podr la tica dar un renovado tirn del pasado y hacer que el n-gel de la historia a que aluda W. Benjamin'"* vuelva la cara hacia el

    Cfr. G . VATTIMO, Posmodernit e fine della storia en Etica de IIinterpretazione, Ro-senberg e Sellier, Torno, 1989 (trad. cast. en prensa en Paids). Cfr. tambin F. FUKUYAMA, El fin de a historia y el ltimo hombre, Planeta, Barcelona, 1992; del mismo, El fin de la his-toria?, en The national Interest 16 (verano 1989), pp. 3-18, y Respuesta a mis crticos, en ibid. 18 (invierno 1989-90), pp. 21-28. Fukuyama arga que la democracia liberal poda cons-tituir el punto final de la evolucin ideolgica de la humanidad, la forma final de gobier-no, y que como tal marcara el fin de la historia, obviamente en occidente, se entiende.

    M. CRUZ. La filosofa de la historia, en F. ARROYO, La funesta mana. Conversacio-nes con catorce pensadores espaoles, Crtica, Barcelona, 1993, p. 56.

    En este orden de cosas se preguntaba A . VALCRCEL, Puede la tica sustituir a la historia?, ms. indito (conferencia dictada en Santander en julio de 1990).

    El ngel de la historia ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, l ve una catstrofe nica que amontona incansablemente

    15

  • turo ni dejarse arrastrar por el huracn del mal llamado progreso i. i.i .11 autodestruccin? E l filsofo de la historia ya no puede dedi-ii i .1 realizar terrorficas o esperanzadoras predicciones de futuro, iro tampoco debe renunciar a realizar valoraciones estimativas acer-i del mismo'; no puede anunciar lo que ser, pero s proponer cmo hiera ser o, en todo caso, cmo no debiera ser jams.

    Por esto mismo, la filosofa de la historia que defiendo tambin es i,i apuesta por la historia de la filosofa, por la conservacin de lestra tradicin filosfica, de esa herencia ilustrada que nos deja in-tislcchos. Esto es, en la medida en que los problemas que nuestros Itecesores planteaban sigan teniendo sentido para nosotros, porque inque las respuestas sean contingentes, hay preguntas que siguen te-endo vigencia. Por consiguiente, no porque la historia sea maestra vida, como deca Cicern, o estemos alentados por la creencia de uinschvicg en que si los hombres conocen la historia, sta no se re-lira, sino porque la historia nos ayuda a conocer el presente y a

    instruir el futuro; un presente que, con palabras de Manuel Cruz, espira por la historia y un futuro que no se predice, se produce".

    filsofo de la historia se siente fundamentalmente filsofo, con una iea reflexiva y crtica, pero no slo se preocupa por los problemas le le sugiere su presente histrico, sino que tambin rastrea sus ep-inos en el pasado, esto es, dedica parte de sus esfuerzos a cuestio-use la tradicin filosfica recibida.

    Ciertamente, como ha afirmado Javier Muguerza*", en nuestros as los tiempos no parecen estar para sistemas, y quiz la muestra as representativa de esto sea el frustrado intento habermasiano por a lunar a modo de cuarta crtica kantiana, o de quinta, si tenemos i cuenta la Crtica de la razn histrica de Dilthey una Crtica de razn dialgica. Sin embargo, seguimos empendonos en conme-

    orar centenarios, homenajes y jubileos en memoria de los grandes te son y han sido; si de verdad creyramos que a nada conducen los lalisis sobre el pasado, tendramos que concluir que pretendemos Ivar nuestra honrilla profesional con la entronizacin de una nueva I i.i'ion laica en la que adorar a nuestros santones, dado que la inspi-

    nu sobre ruina arrojndolas a sus pies. Bien quisiera l detenerse, despertar a los muertos y omponer lo despedazado. Pero desde el paraso sopla un huracn que se ha enredado en . ti t i y i|iic es tan fuerte que el ngel ya no puede cerrarlas. Este huracn le empuja irrete-llemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen c l huta el cielo. Este huracn es lo que nosotros llamamos progreso (Cfr. W. BENJAMN, Bill de filosofa de la historia, en Discursos interrumpidos (trad. de J. Aguirre), Taurus idrid, 1973, p. 183).

    Terrorficas o esperanzadoras, nuestras expectativas no constituyen predicciones, 0 envuelven estimaciones esto es, valoraciones ms que conocimientos del futuro 1 Itl ni MUGUERZA, Desde la perplejidad, F.C.E., Madrid, 1990, p. 489).

    ( h M ( 'miz, El presente respira por la historia, introduccin a su Filosofa de la M / M PtidJ, Barcelona, 1991, pp. 11-45.

    Pero i '" nuestros das, y por ms que en buena parte continuemos viviendo de los he-itOl del Ultimo gran sistema de la historia de la filosofa, los tiempos ciertamente

    ptrei i n eitti para sistemas, J. MUGUERZA, op. cit., p. 109.

    racin y potencia filosfica muri con ellos. Podemos cuestionarnos si la tarea fundamental del filsofo hoy es volver sobre los anlisis del pasado. Pero, acaso podemos prescindir de las reflexiones ya realiza-das por los maestros del pensamiento? Es lcito entrar con un marti-llo en el museo de los grandes sistemas reflexivos y demoler por com-pleto esa galera de hroes de la razn pensante a que aluda Hegel? No continuamos siendo, a nuestro pesar, enanos subidos a hombros de gigantes como deca Newton siguiendo a Diego de Stiga? Ms bien debemos aceptar la simbiosis entre filosofa e historia de la filosofa, entre sta y la filosofa de la historia.

    M i filosofa de la historia se sita, pues, entre la tica y la historia. Entre esas estimaciones de futuro a que aluda hace un rato y el cono-cimiento del pasado. Sin pretensiones omniabarcantes y omnicom-prensivas de la historia, ni aspiraciones profticas. De ah el presente ttulo: Entre Casandra y Clo.

    N i el futuro se puede predecir, ni el pasado es algo fijo, cerrado, terminado, como pretenda Peirce. En realidad siempre estamos revi-sando nuestras investigaciones sobre el pasado*, que slo nos resulta inteligible a la luz del presente.

    * * *

    En otro orden de cosas, no quisiera concluir esta introduccin sin dedicar unas palabras a todos aquellos con los que este libro est en deuda de una u otra manera.

    En primer lugar, quiero agradecer a Manuel Cruz, Javier Muguer-za, Roberto Rodrguez Aramayo, Antonio Truyol y Antonio Valdecan-tos, no slo la lectura atenta de mi manuscrito y sus enriquecedoras observaciones, sino tambin el impulso para que me decidiera a publi-carlo. Tambin leyeron amistosamente mi primera versin Manuel Fraij y Lorenzo Pea, apoyndome en los momentos de flaqueza.

    Adems de stos, han hecho acotaciones provechosas a algunos aspectos de mis tesis, a veces a travs de las conferencias en que las he expuesto pblicamente, Javier Aguado, Francisco lvarez, Celia Amo-res, Philip Beeley, Antoni Domnech, Javier Echeverra, Reinhard Fins-ter, Luca Fonnesu, Jos Mara Gonzlez Garca, Albert Heinekamp, Mara Herrera, Heinz-Jrgen HeB, Wim Klever, Reyes Mate, Pierre-Francois Moreau, Ezequiel de Olaso, Faustino Oncina, Roberto Pa-laia, Carlos Pereda, M " Luisa Prez Cavana, Francisco Prez Lpez, Antonio Prez Quintana, Hans Poser, Quintn Racionero, Juan Antonio Rivera, Andr Robinet, Otto Saame, Jaime de Salas, Carlos Thiebaut, Amelia Valcrcel, Gerd van den Heuvel, y Jos Luis Villacaas.

    ' A . DANTO lo expresa as: La afirmacin de Peirce es falsa. Siempre estamos revisando nuestras creencias sobre el pasado, y suponerlo "fijado" sera desleal al espritu de la investi-gacin histrica. En principio, cualquier creencia sobre el pasado es susceptible de revisin, quiz de la misma manera que cualquier creencia acerca del futuro (Historia y narracin, Paids, Barcelona, 1989, p. 102.

    17

  • A Vlctoi la Garrido y Pedro Pastur gracias por su amistosa pacien-I I.I i c u mil cuitas informticas, por encima del tiempo y del espacio.

    Tampoco quiero dejar de mencionar a mis amigos, filsofos y no filsofos, que discutieron conmigo estos temas y estuvieron a mi lado en esos momentos que hace falta mucha filosofa para encarar la his-toria: K. H . Alexander, Joseph Brchen, Gerhard Biller, Durro Bobillo, Andrea Bohrmann, Sonia Carboncini, Julin Carvajal, Silvia-Elena Delmonte, Ulrike Diederichs, Ingrid Dietsch, Carmen Esteban, Anke linstcr, Wolfgang Graf, Christiane Heitmeyer, Martin Heitmeyer, Ima-nol Irizar, Herma Kliege, Anne Le Naour, Matti Lukkarila, Manuel Luna, Inge Luz, Ralf Mller, Javier Rodrguez de Fonseca, Ina Saame, Elena Salaverra, Max Stern, Jess Torres, Eskarne Zubero y otros que ya han sido mencionados y ellos saben quines son. Rosa Garca Mon-tealegre, Carlos Gmez Muoz, Ana Lozano, Fernando de Madariaga y Nuria Roca, no dejaron, adems, de acompaarme en mis trances oposicionales.

    Por ltimo, no quiero dejar en el olvido a todos aqullos que tu-vieron que sufrir mis ausencias, algo que conllevan los perodos de creatividad, muchas veces en momentos difciles y dolorosos: Lorea Aramayo, Natividad Areces, Elena Rodrguez Gonzlez, Yolanda Ro-drguez Gonzlez, y Manuel Rodrguez Aramayo y Manuel Rodrguez San Jos que ya no estn para remediarlo. Alejandro Abad, Ale-jandro Abad Roldan, Yolanda Moya, Teresa Roldan Gonzlez, Clara Roldan Panadero y Alfonso Roldan Panadero, tuvieron que padecer adems mis altibajos de humor, por ser los ms cercanos.

    A Alfonso Roldan Gonzlez y Concepcin Panadero, gracias por su comprensin y apoyo incondicional, siempre.

    Y a Branko Kurtanjek, por ser mi Lebensgefahrte en este ltimo lustro, no slo en lo bueno.

    Last but not least, mi agradecimiento a Jos Carlos Bermejo por su gestin editorial y sus comentarios de especialista en la materia.

    Vale. Madrid, 15 de noviembre de 1995

    18

    CAPTULO P R I M E R O

    L A PREHISTORIA DE L A FILOSOFA DE L A HISTORIA

    Existe una gran diversidad de opiniones por lo que respecta a la valoracin del saber histrico en las filosofas antigua y medieval. A l menos, en los orgenes del pensamiento occidental, no descubrimos un maridaje posible entre historia y filosofa que nos permita hablar con propiedad de la existencia primigenia de una filosofa de la histo-ria; ms bien al contrario, se trata de dos perspectivas que corren pa-ralelas sin encontrarse, una ocupndose de lo mudable y transitorio, otra de lo inmutable e inteligible. E l filsofo no poda ocuparse qua fi-lsofo del conocimiento histrico, pues se trataba de un saber inferior basado en la percepcin y, si se me apura, ni siquiera poda alcanzar rango de conocimiento ese saber; la historia era para los primeros histo-riadores griegos narracin de hechos, historia rerum gestarum, otorgan-do la mxima preeminencia a los testigos presenciales de los mismos; pero de la influencia filosfica de su entorno recogieron una notable capacidad de reflexin, lo que les pemiti alejarse paulatinamente de las narraciones mticas en pro de anlisis razonados de las causas. Este es el motivo de que puedan descubrirse algunas ideas precursoras de la filosofa de la historia en sus planteamientos.

    Con todo, el verdadero surgimiento de una concepcin filosfica de la historia tiene lugar en el mundo judeo-cristiano, que, partiendo de la idea de creacin, comienza a interesarse por buscar un sentido a la historia aqu la introduccin del desarrollo lineal del tiempo his-trico ser fundamental; sin embargo, la preocupacin primordial de toda la produccin literaria desde las narraciones de los profetas b-blicos hasta las exposiciones de Joaqun de Fiore, pasando por las re-levantes aportaciones de San Agustn, es una preocupacin religiosa; la historia es, en la concepcin judeo-cristiana, la historia de la salva-cin, gesta Dei; por eso no podemos hablar tampoco con propiedad de filosofa de la historia, sino ms bien de teologa de la historia, aun-que defendamos que esa conciencia fundamental como bsqueda de sentido o de forma de desarrollo de la historia nace ms genuina-mente del pensamiento judeo-cristiano que del greco-romano.

    19

  • No obstante, la filosofa occidental es, en ltimo trmino, fruto del encuentro entre las teoras griegas antiguas y la reflexin religiosa cristiana, y esto es algo que tambin atae a la gnesis de la filosofa de la historia como disciplina independiente. De ah que tengamos que comenzar por hacer referencia a las posibles aportaciones para la filo-sofa de la historia por parte del pensamiento antiguo y medieval.

    1. E L NACIMIENTO D E L A HISTORIOGRAFA EN E L MUNDO GRIEGO: L A PRIMACA D E L PRESENTE

    E l comienzo de una nocin de historia se nos hace palpable en los dos pueblos de ms antigua tradicin escrita: egipcios y babilonios, convirtindose la Historia escrita reducida en estos primeros mo-mentos a la confeccin de Anales enumerativos y Crnicas, as como de listas de reyes y de dinastas en un primer paso para el cultivo cientfico de la Historia, cristalizando lentamente en la creacin de al-gunos poemas picos (como el de Gilgams), para terminar dando lu-gar a una poesa sobriamente histrica (por ej. el relato de las aventu-ras de Sinuh en Egipto, o las epopeyas de Sargn y Amurabi de Babilonia). L a contribucin hebrea aade a las listas de reyes de Jud e Israel y a las crnicas ms detalladas descripciones biogrficas tal y como muestra el Antiguo Testamento, pero slo son dignos de conservarse los nombres y hechos de algunos hombres en cuanto son instrumentos de la divinidad. Los relatos picos de egipcios y babilo-nios se confundan con la leyenda, las narraciones y novelas histricas judaicas aparecen al servicio de un principio: slo el Reino de Dios tiene historia digna de ser contada1.

    Pero la disciplina histrica de la que es heredera nuestra cultura occidental hay que buscarla en la Grecia clsica, bajo la influencia del pensamiento jnico y de la mano de una nueva forma de reflexionar acerca de la naturaleza, donde por primera vez el logos se haba libe-rado del mito de igual modo que las escamas se desprenden de los ojos del ciego 2. Desde este momento se ocupar el saber histrico de una realidad sobre la que se indaga, de la transmisin objetiva de unos hechos y conocimientos de los que se testimonia, tal y como expresa el origen etimolgico del trmino historia.

    Las reflexiones que siguen se inspiran en los anlisis etimolgicos realizados por Lled 3 , quien nos trasmite el significado del verbo grie-g0 historeo en su primera persona del singular como soy testigo. I >e este verbo ser derivar el sustantivo historia, al que se referirn

    1 Cfl II SCHNEIDER, Filosofa de la historia (trad. de J. Rovira y Armengol), Labor Bar-celona, 1931, pp. 14-38.

    I I ' Vi UNAN I . Mito v pensamiento en la Grecia antigua, Ariel, Barcelona, 1983 p 334 1 "I l.i refereni la mal pormenorizada que de este punto hace J. LOZANO, El discurso histri-co, Aliuii/ii, M.KIIKI. 1987. p. 15, nota 1.

    1 Cfr, I l 11 i.n l enguaje e historia, Ariel, Barcelona, 1978, pp. 93-96.

    20

    los primeros historiadores otorgndole el significado de indagacin o investigacin. Pero ya en el pensamiento griego prefilosfico y precientfico puede rastrearse el origen etimolgico de algunas de es-tas connotaciones de la nueva historia cientfica. Lled 4 analiza en el lenguaje prehistrico griego aquellas palabras que representan el paisaje semntico del que va a surgir la palabra historia; se refiere a dos textos de la liada donde, si bien Homero no emplea el trmino historia, baraja otro que podra tomarse como antecedente: histor, esto es, el testigo que sabe en tanto que ha visto. En el primero de los textos mencionados5 dos hombres discuten acerca del pago de una multa y se reclama la presencia de un histor que dirima en la contien-da. En el segundo6, Ayax e Idomeneo discuten sobre qu auriga va en primer lugar en una carrera y se reclama tambin la presencia de un histor, en este caso, de Agamenn; de ambos pasajes se desprende que el histor es un testigo, que por haber visto y por atenerse a lo visto puede dirimir en las disputas.

    E l que ha visto, esto es, ha presenciado los hechos, sabe. E l sa-ber del testigo brota, pues, de la observacin y de la experiencia, pero no se acaba en ella, pues su fuerza y peculiaridad radican, precisa-mente, en que se trata de un saber cuya principal misin no termina en su expresin o comunicacin, sino en la solucin de un problema para el que ese saber sirve de testimonio. En ambos textos, se reclama un testigo presencial de los hechos que dirima en una contienda, esto es, que ejerza de juez de los hechos; en el caso de Agamenn, no es tanto su autoridad o que interesa como el testimonio de lo que ha visto, aunque su autoridad sirva como confirmacin a la veracidad de su ex-periencia. E l testigo es, pues, intermediario entre lo experimentado y un supuesto destinatario, para el cual es importante la fidelidad de ese testimonio7.

    De esta manera, el sentido etimolgico del trmino historia como indagacin y narracin de sucesos, aparece como derivado de ese otro concepto de histor en el que el sabio o conocedor da pri-maca a la percepcin directa de los hechos, a la observacin de lo visto. Pero, como acabamos de explicar, la funcin del testigo no ter-minara con la mera transmisin objetiva de su testimonio, puesto que ste ser utilizado a su vez para la solucin de un dilema, lo que lleva-do al campo que nos interesa significa que el historiador va a reclamar la presencia objetiva de unos hechos histricos para solucionar un problema previamente planteado. Desde el anlisis del lenguaje mis-mo se nos manifiesta, pues, que sin teora no puede haber historia.

    Ahora bien, aunque la funcin del historiador-testigo responda mediatamente a la formulacin de un problema previo, la percepcin

    4 Cfr. E. LLED, op. cit., pp. 93 y ss. Recogido asimismo por J . LOZANO, op. cit., pgi-nas 16-18. Agradezco a Salvador Ms que me hiciera reparar hace aos en estos textos.

    ! Cfr. litada, 18,497-501. ' Cfr. litada, 23, 486. ' Cfr. al respecto E. LLED, op. cit., pp. 94-95 y 118.

    21

  • directa, la observacin y la experiencia constituyen sin duda la base de la incipiente metodologa historiogrfica. Las preferencias en la an-tigua < ncia y luego en Roma por la proximidad temporal del objeto de investigacin 8 eran fruto de la seguridad que brindaba a los histo-riadores el escribir historia cercana a lo contemporneo 9; segn Mo-migliano, esta preferencia por lo contemporneo no resulta de una in-capacidad para analizar fuentes antiguas, sino que responde a un intento consciente de optar por el testimonio directo que concede la vista, como nico modo de alcanzar la fiabilidad y credibilidad; de ah que los investigadores con pretensin de historiadores slo se ocupen para decirlo con palabras de Hegel de la historia inmediata, de-jando a los arquelogos, filsofos y gramticos el estudio del pasa-do'". Pero ser este exilio en el presente" lo que impida precisamen-te a los historiadores antiguos justificar paso a paso su experiencia, explicar de forma adecuada las causas que dieron origen a los hechos, trascender el presente para mejor comprenderlo. Es en este sentido en el que Collingwood critic a los historiadores griegos denominndolos autobigrafos 1 2, al considerar que su mtodo les impeda ir ms all del alcance de la memoria individual, ya que la nica fuente que po-dan examinar crticamente era el testigo de vista con que pudieran conversar cara a cara.

    As pues, el surgimiento de la investigacin histrica propiamente dicha consistir en la interdependencia entre el planteamiento previo de los problemas que se quieren solucionar y los hechos histricos, aunque la investigacin misma dependa en ltima instancia del desa-rrollo histrico de los acontecimientos, pues, volviendo a nuestro ejemplo, si Ayax e Idomeneo no hubieran estado presenciando una ca-rrera de carros en los juegos funerarios celebrados en honor de Patro-clo, no podran haberse planteado la cuestin de qu auriga avanzaba a la cabeza, ni habran precisado de Agamenn como testigo. No po-

    Herdoto escribi sobre las guerras mdicas, un acontecimiento de la generacin pre-cedente; Tucdides escribi la historia de la guerra contempornea del Peloponeso; Jenofonte se centr en la hegemona espartana y tebana de la que haba sido testigo..., cfr. A. MOMI-GLIANO, La historiografa griega. Crtica, Barcelona, 1984, p. 47.

    ' En este sentido ha afirmado recientemente J. C . BERMEJO, en su Entre historia y filoso-fa, Akal, Madrid, 1994, p. 186: La Historiografa griega entrara dentro del gnero que hoy llamaramos Historia Contempornea, puesto que los principales historiadores, o bien son coniemporneos de los acontecimientos que describen, como Herdoto, Tucdides, Polibio o Flavio Josefa, o bien recurren a los hechos del pasado para buscar lo que Michl Foucault llamara la "genealoga del tiempo presente".

    1 0 Cfr. MOMIGLIANO, op. cit., p. 101.

    " Me apropio aqu de la expresin empleada por J. LOZANO, op. cit., pp. 25-28. Pense-mos dice, por ejemplo en Tcito. Reserva el trmino Historiae a los informes sobre la poca que l observ personalmente, mientras que a sus obras sobre el perodo anterior las intitul Anuales (p. 28).

    " Puede decirse que en la antigua Grecia no hubo Historiadores en el mismo sentido que hubo artistas y filsofos: no haba personas que dedicaran sus vidas al estudio de la his-toria; el historiador slo era el autobigrafo de su generacin, y la autobiografa no es una profesin, R. G. COLLINGWOOD, Idea de la historia (trad. de E. O'Gorman y J. Hernndez Campos). F.C.E., Mxico, 1946, p. 35.

    22

    demos hablar de historia o de filosofa como experiencia de hechos en el vaco, sin un punto de partida previo, como muy bien expresa A g -ries Heller: El filsofo no puede comenzar de cero sin correr el ries-go del diletantismo. L o mismo vale para la historiografa... No existen los hechos "desnudos"; los hechos siempre estn encajados en teo-ras". De manera que, si bien la base de la historia es el interrogato-rio de los testigos (consulta de documentos), el proceso de dar signi-ficado a un acontecimiento o a una serie de acontecimientos implica un procedimiento metodolgico 1 4 , o, si se prefiere, una idea previa a la experiencia que funcione respecto a ella como una retcula.

    En este sentido, podemos considerar a Hecateo de Mileto (ca. 500 a. C.) como el precursor del discurso histrico al mostrarse consciente del paso de la narracin mtica a la indagacin geogrfica, etnogrfica c histrica, con las tan citadas palabras que inician sus Genealogas: As habla Hecateo de Mileto: escribo lo que sigue segn lo que me parece ser la verdad, pues las historias referidas por los helenos son numerosas y a menudo ridiculas 1 5. Esta actitud crtica har que se ini-cie en Grecia una tradicin histrica que se oponga a los mitos y que cifre sus expectativas en la eliminacin de los mismos. Hecateo com-pone genealogas desde los tiempos primitivos hasta el presente de su poca, como armazn para una historiografa cientfica a la cual proporcionan su material la pica y las listas histricas; en ellas asig-na a cada generacin una duracin media de cuarenta aos, elaboran-do con este criterio el rbol genealgico de los Herclidas y el de su propio linaje; asimismo dedic parte de su obra a la descripcin de la tierra y de los pueblos conocidos que la poblaban, basndose para ello en gran parte en sus viajes1 6. Con esto se inicia tambin la tradicin del historiador como viajero, que tiene que desplazarse al lugar de los hechos para poder transmitir lo que ha presenciado. E l tiempo y el es-pacio comienzan a concebirse con ello como algo cronometrable y abarcable, frente a los relatos mticos que referan historias acaecidas en el ms all habitado por los dioses y los hroes, y que se perdan en la noche de los tiempos. L a historia habr de ser desde Hecateo algo fundamentalmente humano, aunque en las narraciones de estos primeros historiadores continen mezclndose de forma inevitable as-pectos mticos, como algo inherente a su cultura.

    Como continuador de Hecateo se nos presenta Herdoto de Halicar-naso (484-426 a. C.) al iniciar el proemio de su Historia de la siguiente manera: Esta es la exposicin del resultado de las investigaciones de Herdoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos hu-

    " A. HELLER, Teora de la historia, Fontamara, Barcelona, 1985 (2.' ed.), trad. de J. Ho-norato, p. 131.

    1 4 Cfr. ibid, p. 130. 15 HECATEO DE MILETO, Fragmenta historicorum graecorum, C. y T. Muller, t. l, rrag

    332 p 25 citado por F. CHTELET, El nacimiento de la historia (trad. de C. Surez Bacelar), ed. Siglo XXI, 1978, p. 81. Cfr. H. SCHNEIDER, op. cit., p. 41, y J. LOZANO, op. cit., p. 126.

    Cfr. H. SCHNEIDER, op. cit., p. 42.

    23

  • n i .MOS queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y brbaros y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento queden sin realce 1 7.

    Se suele hacer referencia a Herdoto como primer historiador del mundo occidental 1 8 por ser la suya la primera obra extensa en prosa griega jnica que se ha conservado. Antes de l, o contempornea-mente, escribieron pequeos tratados monogrficos de corta extensin filsofos como Herclito y Demcrito, loggrafos o narradores de his-torias como Cadmo de Mileto, Acusilao de Argos e incluso su precur-sor Hecateo de Mileto, o el mdico Hipcrates; se trata de los primeros ejemplos del gnero filosfico o cientfico, escritos a partir del s. vi a. C , constando de un proemio y una pequea narracin, pero conti-nuando, en cierto modo, el contenido y el estilo de las pequeas com-posiciones de la lrica. Con la Historia de Herdoto nos encontramos con una obra en prosa que compite con la gran epopeya, con Homero. En este sentido, nos transmite igual que Homero en su liada con la guerra de Troya que su intencin al narrar las Guerras Mdicas es evitar que las grandes acciones queden privadas de gloria, tanto las de los griegos como las de los brbaros; pero va a contar adems las causas por las que guerrearon, y aqu se marca la distancia con las explicacio-nes mticas de la epopeya homrica. Como pormenorizar ms adelan-te, Herdoto abandona la historia mtica para pasar a la contempor-nea; los dioses ya no estn presentes en su Historia, al menos en forma personal y directa, sino que los acontecimientos humanos adquieren su pleno protagonismo; adems, ser l mismo quien se haga responsable de su propia investigacin, basada en la observacin de los hechos o en la comprobacin de los testimonios e interpretaciones de otros, para dar una visin general, no unilateral, de los sucesos narrados19.

    En el racionalismo naciente de Herdoto hay todava muchas su-pervivencias de la tradicin mtica, pero el hecho de que yuxtaponga los temas frecuentes en los poetas lricos, la metafsica que ha presidi-do el nacimiento de la tragedia, las enseanzas de los loggrafos y los viajeros, y las preocupaciones del nuevo espritu crtico, resulta extre-madamente valioso y doblemente revelador. Por una parte, permite captar las estructuras dominantes del pensamiento tradicional y en-contrar en forma ms depurada la visin del mundo que subyace, por ejemplo, a las obras de Pndaro o Esquilo. Por otra parte, hace posible una mejor comprensin de la ambigedad del pensamiento clsico griego en su origen, impregnado an del espritu mitolgico y, sin em-bargo, abierto ya a la crtica racional 2 0.

    II' RDOTO, Historia, Proemio (trad. de C . Schrader), Credos, Madrid. 1977 p 87 C Sull ti Bacelar, traductor dtLlibro de F. Chtelet, El nacimiento de la historia, prefiere tradu-cir el libro ele la obra de Herdoto por Indagacin; cfr. Siglo XXI 1978 p 59 y ss

    A l menoi u i fue considerado por CICERN. Cfr. De legibus 1 1 5 " f*n' '' l e .Mos en este prrafo, cfr. la introduccin de E R. ADRADOS a la Historia de HERDOTO Oredos, Madrid, 1977, P P . 7.9. A I A

    " Cfr. al respecto F. CHTELET, op. cit., p. 65.

    I >esde un punto de vista etimolgico, es tambin en Herdoto don-'le encontramos por primera vez el sustantivo historia, no slo en el Mroemio antes citado, sino tambin en otros lugares de su obra 2 1. E l seniido de este trmino es el de investigacin o indagacin y vie-ne a resumir el doble empeo del autor, a modo de incipiente metodo-loga histrica, esto es, la pretensin de salvar la memoria del pasado y el buscar las razones y causas que expliquen determinados aconteci-mientos. En este punto se aparta Herdoto de Hecateo, pues ya no M I I O cifra su tarea en narrar con exactitud lo acaecido, sino que por ende quiere evitar los relatos de los loggrafos, entre los que sita a Mecateo22, para presentar en lugar de ellos investigacin, historia.

    Herdoto quiere ser investigador, hombre de ciencia riguroso, y para ello intensifica la actitud crtica de Hecateo. Quiere presentar la verdad, los hechos positivos, de ah que no describa el pasado remoto, sino el ms prximo a l; no escribe la historia primitiva, sino las lu-chas de los helenos con los brbaros desde la poca de los lidios hasta el 479 a. C , la historia de los setenta aos anteriores a su nacimiento25. La razn es que de estos tiempos ms cercanos pueden darse relatos ms seguros, pues cabe interrogar a testigos presenciales e investigar en su lugar los monumentos en los que el pasado contina viviendo. La documentacin escrita constituye la parte menor de las fuentes con que trabaja Herdoto, refirindose con mayor frecuencia a las cosas que ha visto en sus viajes2 4 o que escuch de personas annimas 2 5 , constituyendo su principal tarea la exclusin con un criterio propio de persona ilustrada de todo aquello que debe considerarse increble para la sana razn de un hombre de su tiempo2 6; de ah que, mientras tiene certeza de su percepcin directa, requiera confirmacin y con-traste de lo que otros le han contado27.

    L a crtica al mtodo empleado por Herdoto en sus investigacio-nes comenz con su discpulo y competidor Tucdides de Atenas (aprox. 464-404 a. C ) , quien, escptico, desconfi sistemticamente de los testigos directos, pues presentan versiones que varan segn su

    2 1 II, 99 y II, 118, pp. 385 y 404, respectivamente, de la edicin de Gredos que manejo. Cfr. E. LLED, op. cit., p. 97.

    " Cfr. HERDOTO, Historia, II, 143, p. 436. 2 3 Cfr. H. SCHNEIDER, op. cit., pp. 42-43. 2 4 Yo lo he visto personalmente y, desde luego, excede toda ponderacin, II, 148,

    p. 441. 2 5 Que as sucedi lo escuch de labios de los sacerdotes de Hefesto en Menfis, II, 2,

    p. 280. 2* Sin embargo, ciertos griegos, entre otras muchas tonteras, llegan a decir que Psam-

    tico mand cortar la lengua a unas mujeres y dispuso que los nios crecieran con ellas en esas condiciones, ibid. Una actitud misgina popular se reflejaba en ste y otros ejemplos.

    2' En fin, eso es lo que me dijeron sobre la crianza de esos nios; pero tambin obtuve otras informaciones en Menfis...; y me dirig asimismo a Tebas y Helipolis para recabar no-ticias de los mismos temas, con el deseo de comprobar si coincidan con lo que me haban di-cho en Menfis, pues los sacerdotes de Helipolis tienen fama de ser los egipcios ms versa-dos en relatos del pasado, II, 3, pp. 280-281. Sobre las fuentes orales de Herdoto, cfr. J. LOZANO, op. cit., pp. 19-21. 25

  • limpata respecto de unos y otros, y segn su memoria 2 8 . sta era a sus ojos, probablemente, la razn de que la historia se confundiese muy a menudo con la erudicin superficial, de ah que evite la palabra historia, que tiene, para l, un eco de las fabulaciones ms o menos reales de Herdoto 2 9 . L a primera fuente de credibilidad que admitir Tucdides ser su propia experiencia visual, despus, una crtica lo ms cuidadosa y completa posible de sus informaciones, sin fiarse nunca ni de los datos del primer llegado ni de sus conjeturas perso-nales, acusando tcitamente a Herdoto al afirmar que el resultado al que llegar por su mtodo histrico ser una adquisicin para siem-pre y no una obra de concurso que se destina a un instante 3 0. Irnica-mente, la obra de Herdoto no slo fue muy popular desde el momen-to mismo de su publicacin, sino que su lectura aparece testimoniada por numerosas citas en la poca romana, y ha continuado siendo el historiador griego ms conocido hasta nuestros das.

    Sin duda, la innovacin de Tucdides reside en su mayor aproxi-macin a los testimonios escritos, lo nico adquirido para siempre. Sin embargo, no puede ser considerado por ello como un mero memo-rialista; no son slo los grandes hechos los que le interesan, ni su cu-riosidad es la de un poeta o un viajero, sino que su documentacin va a referirse a los hechos considerados. Su Historia es menos un relato que tiende a hacer imperecederos los acontecimientos pasados que una demostracin destinada a deducir las leyes generales de una evo-lucin histrica. Como dice Chtelet, la necesidad poltica, el rigor que preside el desenlace de los encuentros militares, la constancia de los principios que caracterizan a la naturaleza humana, el realismo profundo que revela a fin de cuentas cualquier accin que comprome-ta la vida, el honor o el inters de quienes participan en ella, todos es-tos factores contribuyen a hacer de la indagacin histrica algo ms que un memorial 1 1 . De esta manera, su pretensin de que sea una ad-quisicin para siempre se refiere tambin a que sea susceptible de ins-truir a las generaciones futuras, de prevenir los errores y servir de gua a los polticos. Con el carcter dramtico de su relato de la gue-rra 3 2 se deja traslucir la esencia misma de la violencia colectiva, y, aunque no tenga intencin de ello, el historiador se muestra moralista, o, al menos, pensador que busca las constantes y descubre las estruc-turas profundas del acto histrico humano, del drama individual o co-lectivo.

    " TurfDiDES, Historia de la guerra del Peloponeso, I, 22, 3. Existe traduccin castellana, I le nudo, Madrid, 1973.

    Cfr, E. LLED, op. cit., p. 98. " Cfr. I, 22, 4. " E CHTELET, op. cit., p. 126.

    Nunca haban sido tomadas y dejadas sin habitantes tantas ciudades, unas por los br-l'.uo-, m a s |>i>i los misinos griegos luchando unos con otros (hay algunas incluso que al ser lOmtdtl cambiaron de habitantes), ni haba habido tantos destierros y muertes, unas en la p n i i . i v Us o l a s por las luchas civiles, I. 23. Cfr . F. CHTELET. op. al., p. 121-

    Desde este momento se capta mejor la diferencia que separa a He-rdoto de Tucdides. Para el primero, la historia en el sentido de histo-ria rerum gestarum todava est separada de su significacin filosfi-ca; hay que hacer un gran esfuerzo para encontrar en la lectura de los hechos el hilo de una concepcin general del devenir histrico; aun-que algunas veces el acontecimiento est sometido a la crtica, la ra-cionalizacin del dato apenas est esbozada. Por el contrario, en Tuc-dides encontramos conceptos clave que permiten comprender toda accin humana; no se trata de una filosofa sobre la historia o me-nos an de una moral a propsito de la historia, sino ms bien de una historia rerum gestarum original, que es inmediatamente historia filosfica 3 3. Aunque sea consciente de que las pasiones y las luchas imperialistas preponderan en la historia, Tucdides tiene un ideal del hombre tal como debera ser (honorable, fiel, noble, piadoso, razona-ble, previsor, comedido, reflexivo y valiente); querra verle obrar por principios y con reflexin, justamente y en beneficio de la comunidad; pero slo excepcionalmente existen hombres as. Contemporneo de Protgoras y Eurpides, aprendi de ambos a caracterizar al individuo y a conocer sus pasiones. Por todo esto, resulta demasiado simplista la asimilacin que hace Hegel de Herdoto, Tucdides y dems histo-rigrafos semejantes, incluyndolos a todos en el mismo saco de su historia inmediata 3 4.

    Quiero poner punto final a este recorrido por los orgenes de la historiografa con una breve referencia a Jenofonte de Atenas (ca. 430-353), quien representa a mi juicio un hito importante en el desplaza-miento que va a experimentarse en los comienzos mismos del pensa-miento occidental desde la historia hacia la filosofa. Jenofonte con-tinu con sus Helnica la obra de Tucdices en vida de ste, pero su representatividad en la historia de la historiografa queda reducida a la confeccin de pequeas memorias como la conocida Anabasis". Dis-cpulo de Scrates quien le salv la vida en la batalla de Delio, ha pasado a la posteridad por la importancia de las lucubraciones filo-sficas que aparecen en las obras dedicadas a su maestro, como las Memorabilia o la Apologa de Scrates, donde nos presenta a un pa-dre de la filosofa mucho menos atractivo e idealizado que el que nos transmite Platn, en el que predomina el sentido comn y la referencia constante a las cosas cotidianas. En cualquier caso, y sin quererlo, Je-nofonte inici la tradicin de una historia de la filosofa hecha por his-

    " Cfr. ibid., p. 136. " Segn G. W. HEGEL, Lecciones sobre la filosofa de la historia universal, Revista de

    Occidente, Madrid, 1974, p. 153, estos historiadores vivieron en el espritu de los aconteci-mientos por ellos descritos; pertenecieron a dicho espritu. Trasladaron al terreno de la repre-sentacin espiritual lo sucedido, los hechos, los acontecimientos y estados que haban tenido ante los ojos.

    " Ttulo puesto por Arriano, respondiendo a su sentido etimolgico de expedicin, pues Jenofonte narra cmo condujo en persona a los diez mil griegos que haban luchado mercenariamente al lado de Ciro frente a Artajerjes en la batalla de Cunaxa en su retirada, durante un recorrido de unos cuatro mil kilmetros.

    27

  • toriadores-flsofos*, un precedente de gran importancia, pero a todas luces insuficiente para construir un puente entre historia y filosofa que en el mundo griego se presentan divorciadas.

    2. IDEAS PRECURSORAS D E L A FILOSOFA D E L A HISTORIA E N E L PENSAMIENTO G R E C O - R O M A N O : L A FILOSOFA C O M O SUPERACIN D E L A HISTORIA

    En los primeros captulos de La Decadencia de Occidente analiza-ba Spengler la actitud de los griegos ante la Historia, parecindole in-discutible que esta cultura careci de un sentido histrico. A esta pos-tura se opuso apasionadamente Schwartz3 7, sosteniendo que la tesis de que el hombre antiguo careca de un rgano de percepcin del pasado era una afirmacin infundada. Ciertamente, la postura de Spengler era demasiado radical y, llevada hasta sus ltimas consecuencias, negaba cualquier valor a la historiografa griega y, por extensin, a la romana. Sin embargo, el error de Schwartz fue cifrar el sentido histrico griego en la percepcin del presente y del pasado inmediato, olvidn-dose de que para hablar con propiedad de una nocin de temporalidad hay que incluir el futuro, como un proyecto que incluye el proceso creador continuado del hombre. Desde este punto de vista, resulta ob-vio que la cultura griega, inmersa en una ley de inexorable fatalidad que rega sus vidas, adoleca de una falta de sentido para el transcurso temporal. En este contexto es en el que afirma Lwith que para los pensadores griegos, interesados primordialmente en el logos del cos-mos, una filosofa de la historia habra sido una contradiccin en los trminos 3 8; en la cuenta del historiador helnico no entraba lo venide-ro, y el filsofo griego, a su vez, se atena a lo no cambiante. L a opi-nin de Collingwood coincide en este punto con la de Lwith, al sea-lar, aunque reconozca altos mritos a los historiadores griegos (v.g., el que tuvieran clara conciencia, tanto de que la historia es o puede ser una ciencia, como de que se refiere a los actos humanos), que el pensa-miento helnico se basa en una metafsica rigurosamente antihistrica 3 9.

    " Cfr. H. SCHNEIDER, op. cit., p. 60. Jenofonte es un discpulo de Scrates, que sin que-rerlo cre el fundamento cientfico de un vasto sistema de toda experiencia, que deba abar-car tambin la historia. La filosofa, inici entonces una filosofa de la historia hecha por filsofos....

    " En su clebre artculo, aparecido en la revista Logos y editado posteriormente por la Revista de Occidente, El sentido histrico de los griegos.

    " K. LWITH, Meaning in History, The University of Chicago Press, 1949, p. 4. Meaning in History es el ttulo que dio Lwith a su ensayo en ingls, resumen de su obra original ms extensa Weltgeschichte und Heilgeschehen; existe una edicin castellana titulada El sentido de la historia, Aguilar, Madrid, 1973, que corresponde a la edicin inglesa y que no he podi-do cotejar.

    " Cfr. R.G. COLLINGWOOD, op. cit., pp.28-29: ...en trminos generales, el pensamiento IDtigUO de los griegos muestra una tendencia muy marcada, no slo incompatible con el de-s m o l i del pensamiento histrico, sino tambin fundada, por as decirlo, en una metafsica i i garosamente antihistrica.

    < mee se muestra mucho ms drstico en sus afirmaciones, al sostener lile el hombre griego, quien vea las cosas humanas sujetas al proceso I i< heo de recurrencias fatales, fue incapaz de concebir las ideas de es-I > 11 iin, de humanidad, de libertad y de progreso40, cosas todas que le Incapacitaran para encarar una filosofa de la historia.

    Frente a estas apreciaciones se han enunciado otras fundamental-inenlc opuestas a ellas, abogando por la defensa de un sentido histri-co en la cultura griega, como la mencionada de Schwartz. As, Rodolfo Mondolfo sostiene que en obras de la literatura y de la filosofa grie-gas se encuentran textos que ponen de manifiesto una clara teora del progreso, teora que supone un preciso sentido de la historia 4 1; su te-sis, defendida con notable erudicin y vigor, no est, sin embargo, a cubierto de objeciones; se apoya, por ejemplo, en dos argumentos fun-damentales que avalaran la presencia de una teora del progreso: uno, que por obra de la necesidad van incrementndose los conocimientos y los recursos tcnicos del hombre, y otro, que los pensadores griegos vean en la destruccin de las civilizaciones slo el resultado de facto-res externos al hombre, nunca internos; sin embargo, no me parece sostenible que una teora que explica el progreso creciente por la ne-cesidad pueda constituir una concepcin de la historia como desarrollo progresivo, sino que ms bien establece una mera relacin de causa y efecto entre necesidad y conocimiento 4 2; por otra parte, el concepto griego de degeneracin no haca referencia nicamente a factores externos, sino que tambin inclua la vida misma del hombre, puesto que el tiempo mismo es concebido como algo que deshace la vida, tanto de individuos como de civilizaciones de ah que la nica con-cepcin de eternidad provenga de la sucesin cclica de lo mismo. Con la opinin de Mondolfo coincide la de Wilhelm Nestle 4 3, quien est persuadido de que en algunos autores helnicos como Herdo-to y Polibio existi una cierta filosofa de la historia y de que ella era expresin de una clara conciencia histrica. Y en la misma cuerda se sita Brhier, apoyndose en la obra de Polibio y en algunas obser-vaciones de Nestle, al afirmar que el hecho de que el cristianismo hu-biera trado a la civilizacin de Occidente el aporte de una visin de la Historia, no significa que sta sea la primera; en su opinin , la de los griegos era distinta, pero no por eso dejaba de ser, estrictamente, una filosofa de la historia4 4.

    " Cfr. B. CROCE, Teora e storia della storiografia, Napoli, 1916; 7." ed., Bari, 1954,

    p. 180. " Cfr. R. MONDOLFO, La creatividad del espritu y la idea del progreso en el pensamien-

    to clsico, en La comprensin del sujeto humano en la cultura antigua, Imn, Buenos Aires, 1955, pp. 519-608.

    " En este punto coincido con L. DUJOVNE, La Filosofa de la Historia en la Antigedad y en la Edad Media, Galatea-Nueva Visin, Buenos Aires, 1958, p. 145.

    " Cfr. W. NESTLE, Griechische Geschichtsphilosophie, en Archiv fiir Geschichte der Philosophie, ed. por A. Stein, tomo XLI, pp. 80-114.

    " Cfr. E. BRHIER, Historia de la filosofa, trad. de D . Naez, prlogo de J. Ortega y Gasset, Sudamericana. Buenos Aires, 1944. tomo I. Helenismo y cristianismo, pp. 459-486 passim. 29

  • I ii mi o p i n i n , hay un hecho clave que nos impide hablar con pro-piedad de una filosofa de la historia en el pensamiento griego, y es la marginacin a que se ve sometido el saber histrico, incapacitado para entrai en los verdaderos campos del conocimiento inteligible. Es cier-to que en algunos autores como veamos en el apartado anterior aparecen destellos que pueden interpretarse como un cierto sentido histrico, pero tambin es obvio que en ninguno de ellos existe volun-tad de reflexionar sobre el devenir histrico para buscar un sentido a la forma en que se desarrolla la historia, ni tampoco intentan referirse a unas coordenadas universales que enmarquen este desarrollo. Para la mente griega, la historia es fragmento, y el tiempo una mera funcin del acontecimiento relatado, ms un tiempo lgico que cronolgico; en este sentido, me parece muy acertada la afirmacin de Meyerson sobre Herdoto, y que yo hara extensiva al pensamiento griego en ge-neral, por lo que a la concepcin del tiempo y de la historia se refiere: ...la historia est hecha de sucesos y de cuadros singulares, sorpren-dentes, llamativos; ella no se desarrolla; los actos sucesivos de los hombres no forman, segn la frmula feliz de Focke, un hilo rojo, sino manchas rojas45.

    Sin embargo, aunque la cultura griega carezca de una conciencia histrica profunda que exprese la propia concepcin del mundo, pode-mos encontrar de forma rudimentaria en las expresiones de su histo-riografa y filosofa nacientes algunas ideas precursoras de teoras que posteriormente aparecern en el marco de una filosofa de la historia.

    Limitmonos a enumerar algunas de estas intuiciones fundamenta-les: 1) Explicacin del origen del universo y del hombre por teogonias y cosmogonas filosficas (de Hesodo a Herclito); 2) Indagaciones sobre el estado primitivo del hombre y los comienzos del desarrollo cultural, plasmadas en la creencia en un estado primitivo paradisaco una edad de Oro donde imperaban la paz y la justicia que habra ido degenerndose por el desgaste de la cultura a lo largo de sucesivas edades plata, bronce, hierro, con lo que descubrimos que la exal-tacin de un estado primitivo feliz va aparejado con la limitacin del valor de la cultura tcnica (Herdoto, Ovidio, Demcrito, Protgoras, Platn, Sneca); en la escuela epicrea 4 6 hubo, sin embargo, juicios menos favorables sobre la bondad de este estado primitivo, lo que Mondolfo interpreta en el lugar arriba mencionado como una aproxi-macin a la teora del progreso; 3) Explicaciones acerca de las leyes que rigen la sucesin cclica de las formas de gobierno, como si los listados disfrutaran de una especie de vida orgnica, consistente en nacer, crecer, florecer y morir (destaca Polibio) 4 7 .

    En la primera parte de este captulo hacamos un pequeo recorri-

    ' I Mi VI:RSON, Le temos, la mmoire, l'Histoire, en Journal de Psychologit nrmale tt pathologtque. Paro, 1956, n.' 3, p. 339. '

    1 ii poi ejemplo, LUCRECIO, De rerum natura, V 907 ss ' Sobre eitOf puntos es interesante consultar J. THYSSEN, Historia de la filosofa de la

    ' " " ' ' ' ' Korell, Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1954, pp. 15-21

    III

    do por los orgenes de la historiografa, observando un paulatino des-|il.i/amiento hacia quehaceres filosficos en los primeros historiadores priegos. Ahora vamos a analizar someramente la opinin que tenan algunos de los primeros filsofos, para desentraar si acaso nos en-i onitamos con una incipiente filosofa de la historia, o, al menos, con una filosofa de la historia en germen, como fruto de ese temprano es-I oramiento de la historia hacia la filosofa.

    No puede decirse que en estos primeros momentos asistamos a un en!remamiento entre historiadores y filsofos, como el que habr de darse en el siglo xix y que provocar comentarios como el de J. Burckhardt quien profesa de historiador y quiere evitar, sobre todo, hacer una filosofa de la historia: La filosofa de la historia es un compuesto heterogneo, una contradictio in adjecto, pues la historia coordina y la filosofa subordina. En cambio, cuando la filosofa trata de penetrar directamente el gran misterio de la vida, se eleva muy por encima de la historia que, aun bien comprendida, no puede alcanzar sino indirecta e imperfectamente este fin 4 8. x

    Los filsofos griegos no menosprecian la historia. Tampoco la nie-gan, como no pueden negar el devenir histrico, e incluso le dedican sus esfuerzos, pero considerando que se trata de un saber inferior, ba-sado en la percepcin, en la opinin (de los testigos presenciales); de ah que este saber deba someterse a otro superior, fundamentado en ideas y conceptos; esta es la manera en que la historia debe ser supe-rada por la filosofa.

    Para Platn (428/429-347) y Aristteles (ca. 384-322) el trmino historia era expresin de la ingenuidad de la conciencia griega du-rante las guerras Mdicas. Herdoto pretenda, como primera manifes-tacin de voluntad histrica al reconocer el ser temporal del hombre, comprender e interpretar los hechos, pero apenas supera la transcrip-cin del pasado como tal. Tucdides va ms lejos y con l el devenir adquiere una significacin precisa: ya no basta con traducir el pasado, hay que sacar de l una enseanza para siempre y, por consiguiente, darle un sentido; pero el mensaje del historiador es negativo, pues re-comienda una prudencia que el curso de los acontecimientos puede destruir a cada instante; lo que define Tucdides es menos el destino del hombre que una sabidura completamente singular, la que consiste en refugiarse en un retiro apartado y comprender, comprender triste-mente que slo se puede describir a los hroes, decir cmo deben ser los grandes hombres, a sabiendas de que su presente haca inoperantes todas las respuestas y propuestas tericas que pudiera ofrecer. Para entender este pesimismo, hay que recordar el drama poltico que se v i -va en Grecia; la Historia de la guerra del Peloponeso es la descrip-cin de un fracaso: el imperialismo era incapaz de asegurar la pacifi-cacin del mundo griego. Como afirma Collingwood: Vivan en una

    J. BURCKHARDT, Reflexiones sobre la historia del mundo (trad. de L . Dalmore), El Ate-neo, Buenos Aires, 1945, p. 16.

    31

  • poca en que la historia se mova con extraordinaria rapidez, y en un pas donde los terremotos y la erosin mudaban la faz de la tierra con una violencia difcil de experimentar en otra parte. Vean la naturaleza como un espectculo de cambios incesantes, y a la vida humana como algo que cambiaba con ms violencia que cualquier otra cosa 4 ' .

    Los historiadores de gestas blicas han descubierto que ser huma-no es ser temporal y que la temporalidad no es slo fuente de grande-za y hechos heroicos, sino tambin origen de desgracias. Pero frente a su postura de avestruz que les hace encerrarse en un retiro a compren-der lo que ha sucedido y hacer de historiadores, opondr Platn una racionalizacin que conduzca a la accin; como filsofo se aparta del devenir, siguiendo un camino intelectual que le permita escapar de lo sensible en aras de un objeto de conocimiento inmutable; como polti-co construye una ciudad ideal; como historiador se complace en evo-car contrariamente a Herdoto y Tucdides leyendas y mitos des-tinados solamente a ilustrar una demostracin abstracta50.

    En esto consiste la tendencia anti-histrica de la filosofa. Puesto que el objeto que el historiador considera es el propio devenir i n -cluso los hechos del pasado son actos que pertenecen a un mundo cambiante, no pueden constituir el conocimiento propiamente dicho (epistme), sino slo un semi-conocimiento emprico, fruto de la opi-nin (dxa), esto es, un saber inmediato, sin fundamento de razn e incapaz de demostrarse, vlido nicamente para el momento de su propia duracin y no en todas partes y para siempre. En la posicin extrema de los eleticos, la historia tena que ser imposible. Para Pla-tn y Aristteles haba en el conocimiento histrico algo de real, en cuanto perceptible, pero como conocimiento altamente ininteligible, algo que no poda ser objeto de ciencia. Para ambos, puede ser conve-niente recordar la historia de los acontecimientos, en cuanto sirve de pronstico en los procesos rtmicos a que se ve sometida la vida hu-mana, pero, valiosas y todo las enseanzas de la historia, su valor est limitado por la ininteligibilidad de su contenido, condenado a ser un mero agregado de percepciones.

    Esta es la razn, tal y como nos transmite Lled", de que el trmi-no historia aparezca casi desterrado en los escritos de Platn y con un contenido muy limitado en los de Aristteles. En Platn lo encon-tramos en el Cratilo (437 b), donde se da a esta palabra una curiosa etimologa, y en otro pasaje, poco interesante, del Fedro (244 c); por ltimo, en el Fedn (96 a), aparece en un sentido muy preciso: como un estadio primitivo de lo que despus va a ser filosofa: cuando era joven estuve asombrosamente ansioso de ese saber que ahora llaman "investigacin de la naturaleza" (physeos historia), porque me pareca ser algo sublime conocer las causas de las cosas. Este sentido de historia como conocimiento y estudio de la naturaleza adquirir

    " R. G. COLLINGWOOD, op. cit., p. 30. * Cfr. F. CHTELET, op. cit., p. 185. " Cfr. E. LLEI 0, op. cit., p. 98 y ss.

    . 1

    Mncisin terminolgica con'Aristteles, quien tambin entender por historia el conocimiento de los hechos pasados, investigacin o bs-QUeda, e incluso saber". Por lo que respecta a la historia entendida ionio narracin de los hechos pasados, me parece interesante traer a | olacin por redundar en favor de la tesis que vengo manteniendo un texto aristotlico en el que nos trasmite que la poesa es ms cient-ll< i que la historia por aadir un juicio universal a lo que en sta es Hiera coleccin de hechos empricos; reza as: En efecto, el historia-dor y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (pues sera posible versificar las obras de Herdoto y no seran menos historia en verso que en prosa); la diferencia est en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro lo que podra suceder. Por eso tambin la poesa es ms filosfica y elevada que la historia; pues la poesa dice mas bien lo general, y la historia lo particular 5 3. As, mientras la histo-i ia se ocupa de lo contingente, lo emprico, lo particular, la poesa por no ser esclava de los acontecimientos reales puede dirigirse directa-mente a lo universal y hacerse merecedora de rango filosfico. /

    As pues, para el pensamiento griego es filsofo 5 4 quien es capaz de adquirir conocimientos cientficos (en el sentido de epistme) in-mutables, esto es, no sujetos al devenir histrico, ni a los avatares de los acontecimientos. Y la historia misma se escapa, por su carcter I oniingente, de ser objeto de atencin filosfica. Unicamente Polibio i10-120), ya en pleno perodo helenstico, parece aproximarse a una concepcin ms cientfica de la historia, sin duda animado por la ex-periencia del momento histrico que le tocaba vivir 5 5 , y en sus anlisis podemos atisbar algunos elementos precedentes de una concepcin fi-losfica de la historia: para l todos los acontecimientos conducan a

    " Respecto a los sentidos de investigacin o bsqueda y conocimiento o saber, I li por ejemplo, De coelo (298 b 2), De anima (402 a 4) o Historia animalium (491 a 12).

    " ARISTTELES, Potica 1451 b, sigo la traduccin de V. Garca Yebra, Gredos, Madrid, 1974, p. 157. Sobre la relacin entre historia y potica es interesante consultar J. LOZANO, op. til, pp. 115-121.

    " E. LLED, op. cit., pp. 118-122 analiza los orgenes etimolgicos del trmino filso-lo que segn algunos autores se remontara a Herclito y segn otros a Pitgoras. Tarea en-comiable de la que parecen ser excluidas las mujeres acaso ms sujetas al devenir? si alendemos a las veces que se habla en los textos griegos del varn filsofo (philsophos anr); cfr., por j., HERCLITO, fragmento 35 (Diels, I, 159), y PLATN, Fedn, 64 d, 84 a, 95 I . Sofista, 216 a; y Timeo, 19 e. Cfr. tambin al respecto, E. LLED, op. cit., p. 120.

    " Polibio, nacido en Megalpolis, pequea ciudad de Arcadia, estuvo inmerso desde su Infancia en el ambiente poltico de su poca: su padre, Licortas, era jefe del partido moderado y en el ao 185 a. C. fue elegido mximo magistrado de la Liga o Federacin aquea. l mismo era segundo magistrado de la Liga en plena guerra de Roma contra Macedonia (172 a. C.) y lu- deportado a Italia cuatro aos despus, tras la victoria de los romanos. Gracias a la protec-cin de la familia de Escipin Emiliano, de quien haba sido tutor, tuvo acceso a los mejores I (rculos de Roma, pudiendo reunir gran nmero de documentos de los archivos de la ciudad, I.I como testimonios de testigos presenciales, elementos que le sirvieron a partir de 150 a. C.

    en que se le permiti regresar a su patria para dedicarse a entender y explicar a los grie-gos la gnesis y el desarrollo del podero romano, redactando para ello una historia universal, i o n i o acompaante de Escipin pudo asistir unos aos despus al asedio y destruccin de Carlago, as como a un viaje de exploracin por la costa norteafricana. Por ltimo, cabe rese-ar su funcin conciliadora entre griegos y romanos tras el saqueo de Corinto por parte de s-

    33

  • la dominacin del mundo por parte de Roma 5 6, la Fortuna haba guia-do lodos los asuntos del mundo y la tarea que se arrogaba como histo-riador consista no tanto en narrar hechos inconexos como en indagar crticamente cundo y cmo se originaron los sucesos y cmo se diri-gi a su fin 5 7 .

    Polibio caracterizaba el tipo de historia que l haca como prag-mtica, entendiendo por ello el estudio no de leyendas o genealogas, sino de hechos descritos detalladamente y explicados causalmente en funcin de las intenciones y decisiones de los agentes; de aqu que los acontecimientos no puedan exponerse de modo meramente inconexo, sino que se presentan condicionados lgicamente unos por otros, inte-rrelacionando adems lo que sucede en todas las partes del mundo ha-bitado. En su explicacin histrica distinguir Polibio la causa, el ini-cio y el pretexto de los acontecimientos: Yo sostengo que los inicios de todo son los primeros intentos y la ejecucin de obras ya decididas; causas son, en cambio, lo que antecede y conduce hacia los juicios y las opiniones; me refiero a nuestras concepciones y disposiciones y a los clculos relacionados con ellas: gracias a ellas llegamos a juzgar y a decidir 5 8. Con otras palabras, la misin del historiador es interpretar racionalmente las reflexiones y decisiones que llevaron a los protago-nistas a la accin, y en esto consiste el valor prctico y no mera-mente terico de la historia en cuanto que se convierte en escuela y campo de adiestramiento para la poltica; aunque Polibio no cree que el estudio de la historia pueda impedir a los hombres caer en los erro-res de sus predecesores, s considera que de este aprendizaje se des-prende un fortalecimiento interior que conduce a la victoria sobre las circunstancias. Podemos decir que en Polibio aparece la tensin estoi-

    los, procurando compatibilizar su admiracin por los conquistadores y su lealtad por sus com-patriotas, quienes, agradecidos, erigieron estatuas en su honor en su ciudad natal.

    5 6 POLIBIO escribe que la cuestin fundamental de sus Historias es explicar cmo, cun-do y por qu todas las partes conocidas del mundo habitado cayeron bajo la dominacin ro-mana (III, 1, 4). Slo se conservan cinco libros ntegros de los cuarenta de que constaban las Historias; sobre la estructura de los mismos cfr. J. MOSTERN, Historia de la filosofa, Alian-za, Madrid 1985, vol. 5, p. 212.

    " Estas ideas aparecen expresadas por POLIBIO al comienzo del primer libro de sus Histo-rias, donde el autor explica de forma metafrica la tarea del historiador: reconstruyendo y de-volviendo la vida a los acontecimientos histricos en su totalidad, como si de un organismo animal se tratara, no conformndose con la contemplacin de los miembros dispersos, esto es, con el estudio de historias aisladas. Esto es lo que permitir a E. KAHLER afirmar que Po-libio fue el primer historiador que consigui captar el carcter orgnico, la totalidad dinmica del proceso histrico, y que por eso debe ser considerado como el primer historiador univer-sal; cfr. Qu es la historia?, F.C.E., Mxico, 1985, pp. 40-41. En este mismo sentido, dir R. G. COLLINGWOOD en op. cit., pp. 41-42, que en Polibio encontramos la nueva idea de his-toria plenamente desarrollada, un nuevo tipo de historia cuya unidad dramtica poda alcan-III cualquier extensin, con tal de que el historiador pudiera reunir los materiales y fuera ca-li.i/ de tejerlos en un relato nico.

    POUBIO, Historias, III, 6, 7; trad. de Manuel Balasch; citado por MOSTERN en op. cit., p 113, donde adems se brinda un ej.: El asedio de Sagunto por los cartagineses fue el pre-textO de la segunda guerra pnica, y el paso del Ebro por Hannibal fue su inicio. Pero las i .n is . is fueron muy otras, y tenan que ver con el resentimiento de los cartagineses, la ambi-i Ion de loa romanos y las ideas y deseos de los hombres implicados.

    < I

    i. que acompaar a la filosofa especulativa de la historia en siglos enideros, entre la mutable Fortuna, con su fuerte elemento determi-isia, y las acciones de los individuos; los hombres no se sienten due-

    S de su destino y, precisamente por ello, el xito de sus acciones no ( muestra en los acontecimientos externos, sino en el gobierno inte-

    fioi del nimo con que se enfrenta a ellos. Existe una especie de fuer-za superior, Fortuna o Destino (tij) que domina a los hombres, a los dioses, a los Estados, y aunque es ms bien una fuerza ciega que un sistema ordenado de leyes, su modo de actuacin puede ser compren-dido mediante el anlisis de los fenmenos histricos; en cualquier | aso, la actividad de los indiviuos aparece rebajada al insistirse en la IH esencia del destino. Quiz por este fondo estoico, no sern los indi-viduos los responsables de la marcha de la historia, sino los pueblos, como dice Mostern: Polybios no slo explic la irresistible ascen-s i n de Roma en el mundo antiguo. Tambin se dio cuenta de que, como consecuencia de su propio xito, la actitud romana hacia el res-to del mundo deba cambiar. Tras su victoria Roma adquira una nue-va responsabilidad: ya no se trataba de saquear los pases vencidos, sino de asumir el liderazgo de la humanidad y de la civilizacin, y de sentar las bases de una cosmpolis en que la paz y la justicia univer-sales legitimasen la supremaca romana sobre todo el mundo habitado (oikoumn)S9. Estas ltimas ideas, tpicamente griegas, volvern a aparecer en los proyectos cosmopolitas ilustrados de Leibniz o Kant.

    Como muy bien recoge Collingwood 6 0 , con Polibio, la tradicin helenstica del pensamiento histrico pasa a manos de Roma, donde el nico desarrollo original que se le imprime desde entonces procede de Tito Liv io , quien concibi la idea de escribir una historia de Roma desde sus orgenes, es decir, una historia universal, puesto que el Im-perio Romano se haba convertido en la totalidad del mundo conoci-do. Las pretensiones de Tito Livio son mucho ms moralizantes que cientficas, no persiguiendo con su obra originalidad ni en la investi-gacin ni en el mtodo, pues cifra la misin del historiador en descri-bir los hechos y costumbres de los hombres en un pasado remoto, para mostrar a sus lectores cmo los cimientos de la grandeza de Roma es-taban fundados en un slida moralidad. Se trata, pues, de una manera filosfica de hacer historia, aunque no llegue a la talla de su maestro. N i Polibio ni Tito L iv io presentan una forma de hacer historia que consiga derrocar de su trono a la filosofa en el mundo grecorromano. Con todo, como sealbamos en el apartado anterior, a pesar de la orientacin antihistoricista de su pensamiento, el gnero histrico sur-gi en el mundo griego, y en l se encuentran en germen, como acaba-mos de analizar, algunos elementos de relevancia para el posterior de-sarrollo de la filososfa de la historia.

    " Op. cit., p. 215. No olvidemos la clebre pax romana establecida un par de siglos des-pus por Csar Augusto.

    * Cfr. op. cit., pp. 44-48.

    35

  • 3, LOS PRIMEROS PASOS DE LA FILOSOFA DE LA HISTORIA EN EL MUNDO JUDEOCRISTIANO

    En opinin de Dilthey, el nacimiento de una conciencia histrica verdadera slo puede ser fruto del cristianismo, al colisionar un gran pasado histrico y una gran actualidad histrica, operndose una transformacin en la manera de concebir los hechos histricos por el fundamento religioso que los anima, y haciendo que surja la plena conciencia de una evolucin histrica de la vida entera del alma: La filosofa del judaismo fue la primera en desarrollarse; la del paganis-mo la sigui: sobre ambas se levant triunfalmente la filosofa del cristianismo. Pues llevaba en s una poderosa realidad histrica; una realidad que en la vida del alma entraba en contacto con el ncleo ms ntimo de todo lo real que haba existido antes y se senta en interna relacin con ella... De este modo, la esencia de Dios, en oposicin a su concepcin en concepto de sustancia, cerrado en s mismo, de la Antigedad, fue aprehendida en una vida histrica. Y as surgi ahora por primera vez, tomando el vocablo en su ms alto sentido, la con-ciencia histrica".

    Si nos referimos por separado a la concepcin histrica hebrea y a la cristiana, descubrimos que en la primera al menos tal y como se nos muestra en el Antiguo Testamento aparte del concepto original de creacin, que supuso una revolucin cultural, no aparecen expre-siones reflexivas que denoten un sentido histrico. N i la historia del pueblo elegido, ni su esperanza de futuro en la venida de un salvador, son expresiones cientficas o filosficas; su creatividad se muestra en el canto y la narracin, en profecas de videntes, en salmos y plega-rias, por lo que Collingwood afirma que los judos no hicieron sino historia teocrtica y mitolgica y, por lo tanto, cuasi-historia, a la manera de los dems pueblos orientales62. Sin embargo, la literatura hebrea se distanciara de las otras manifestaciones orientales por la pretensin de universalismo y el proyecto de futuro que introduce el movimiento proftico; en este sentido, es paradigmtico el libro de Daniel con sus cuatro reinos universales, cuatro edades descen-dentes del mundo, y la esperanza proftica del Reino Final, a cuyo autor llega a considerar Renn por eso el verdadero creador de la f i -losofa de la historia 6 3. Daniel se muestra convencido de que la histo-ria no es en absoluto una sucesin inconexa de episodios ajenos entre s, sino que, por el contrario, se trata de una sucesin ordenada, de una unidad con sentido que apunta hacia la instauracin del reino de Dios, el cual aparecer despus de la aparicin de cuatro reinos te-

    '' W. DILTHEY, Introduccin a las ciencias del espritu, trad. de J. Maras, prlogo de I < Irtega y Gasset, Alianza, Madrid, 1980, pp. 373-374.

    Cfr, R. G. COLLINGWOOD, op. cit., p. 25. Cfl I RENN. Vida de Jess, trad. de A. G. Tirado, Edaf, Madrid, 1981, p. 90. Sin

    . mbargo, ll SCHNEIDER (cfr. op. cit., p. 23) otorga este ttulo al profeta Amos, quien en su Opinin hizo posible la primera visin homognea del mundo de la historia.

    16

    11 e s l e s 6 4 ; esta idea ha sido considerada como un antecedente de la pe-ni id i /.acin de la historia, pero no va mucho ms all que el concepto (te -cuatro edades empleado por griegos y romanos, adems con los mismos calificativos de oro, plata, bronce y hierro; la diferencia estri-lu en que la cultura grecorromana haca referencia a edades pasadas y presentes, mientras que el profeta, basndose en un sueo, predice el porvenir; durante siglos se interpret que Daniel aluda a los imperios asnio-babilnico, medo-persa, greco-macednico y romano, con su continuacin sacro-germana, suponindose que este ltimo se prolon-gara hasta el fin de los tiempos65. E l acontecimiento central para el mundo judo se encuentra en el futuro, y la expectacin del Mesas hace que el tiempo se divida para ellos en presente y futuro66, ocupan-do el pasado un lugar secundario; por esto, podemos afirmar util i-zando la terminologa de Schlegel que los profetas bblicos eran historiadores al revs 6 7, poniendo su atencin en los sucesos por ve-nir y dando sentido a la historia desde lo que an no era historia.

    Desde mi punto de vista, es inherente a la concepcin religiosa de Israel una visin de la historia, y podemos descubrir en sus narracio-nes del Pentateuco y de los Profetas diversos aspectos que caracteri-zan su pensamiento histrico, como: 1) la presentacin de la historia como un proceso que se despliega desde el comienzo; 2) la asociacin de lo particular y lo universal en la historia, es decir, la asociacin en-tre referencias a distintas historias nacionales, especialmente la de Is-rael, y la idea de una nica historia de la humanidad; 3) la certidum-bre de que los acontecimientos que se integran en el proceso llamado historia tienen sentido si se los considera con un criterio moral; la conciencia de que el desarrollo de la vida de la humanidad conduce a un futuro mejor6*. Ahora bien, aunque estas caractersticas se en-cuentren a la base de la futura filosofa de la historia, me niego a ad-mitir que en el pensamiento hebreo se pueda descubrir una filosofa de la historia como tal, trmino que prodigan abusivamente autores como Schneider. Una cosa es que algunos elementos de la concepcin bblica juda posibiliten la aparicin de una filosofa de la historia, y otra muy distinta que hablemos de filosofa hebrea de la historia. Tampoco en el pueblo de Israel exite una voluntad de bsqueda de sentido a la forma de desarrollo histrico; y, si aparece entre los pro-fetas una concepcin temporal del futuro, es en detrimento de la valo-racin del pasado, que es contemplado en los libros del Pentateuco a la manera de narracin pica de las vicisitudes de un pueblo que bus-ca en el mundo una tierra prometida.

    Con todo, la verdadera influencia para el pensamiento medieval, y

    6 4 Cfr. Dan. 2, 36-45. 6 ! Cfr. J. GARCA VENTURINI, Filosofa de la Historia, Gredos, Madrid, 1972, p. 45.

  • para la ulterior filosofa de la historia, provendr de la confluencia de judaismo y cristianismo; la era del Antiguo y Nuevo Testamento se en-Iuntan como Promesa y Cumplimiento, aunque sigue hacindose hinca-pie en una continuidad lineal en la historia de la salvacin, encaminada a la segunda venida de Cristo, que los primeros cristianos considera-ban inmediata69. Tomando como apogeo el advenimiento del Mesas, el cristianismo valora la historia pasada como algo precedente que ha sido superado, y sabe que el momento de la redencin inicia una his-toria de renovacin espiritual que permitir la salvacin de los justos al final de los tiempos, con lo que la esperanza pierde cualquier posi-ble matiz terrenal y la historia se bifurca en dos aspectos: el profano, que carece de inters es, en este sentido, intrascendente, y el divino, que se cifra en la salvacin de las almas y, en rigor, no es de este mundo.

    Para el cristiano, lo precedente mismo, narrado en el Antiguo Tes-tamento, tiene forma de historia: Creacin y pecado original, reforma-cin de la humanidad despus del diluvio, separacin y conduccin del pueblo elegido por Dios como portador de la Salvacin, estableci-miento de la Ley, etc.; estos datos del pasado pertenecen a la esencia de la religin, lo mismo que la esperanza en una era dorada al fin de los tiempos; en este sentido, hay que considerar la intuicin religiosa del Antiguo Testamento como comienzo y componente de la imagen cristiana de la historia. E l pasado ha conducido al acontecimiento central, a la venida del Cristo, y desde ese presente perfecto 7 1 surge la lnea de la historia de la salvacin teniendo como meta el fin de los tiempos (parusa), cuando se instaurar el reino de Dios, trascendien-do el concepto de tiempo terrenal. As, el pasado cobra entidad, pero la esperanza de futuro se tie de tintes escatolgicos y apocalpticos, pues el fin de la historia slo ser glorioso para aquellos que se hayan hecho dignos de ello cumpliendo los mandatos divinos; nadie sabe cundo ni cmo llegar el da del Seor 7 2 , pero ser el fin del tiempo histrico. Nos hallamos, pues, ante una escatologa que encierra un juicio sobre el presente y sobre el pasado y, ciertamente, sobre la his-toria y la humanidad: el futuro de que se trata es un futuro concreto, comprende la llegada del Reino de Dios y el fin del mundo de los hombres; el presente, a su turno, es el tiempo de la decisin con res-pecto al futuro y concierne a todos los que escuchan el mensaje 7 3. E l contraste con la soberana real de Jahv en el Antiguo Testamento es que el futuro reino de Dios se muestra como un acontecimiento sobre-

    " Cfr. J. THYSSEN, op. cit., pp. 22-23, y L . DUJOVNE, op. cit, p. 161. '" Cfr. J. THYSSEN, op. cit., pp. 22-23. " Cfr. K. LWITH, op. cit., p. 182. Se trata de una especie de presente intemporal y conti-

    nuo el del cristianismo, ya que pretende reflejar que ha sobrevenido la plenitud de los tiem-pos (Coi 10, 11), plenitud que es para todas las personas sin excepcin (Gal. 3, 28).

    SUIHIS perfectamente que el da del Seor llegar como un ladrn en la noche (1 Pe '), o No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha reserva-

    do ti su autoridad (Act. 1, 7-8). " L . DUJOVNE, op. cit., p. 150.

    natural, y no como la realizacin del reino de la paz o de la salvacin dentro del marco de la historia, que era lo que esperaban los judos; el fin de la historia proclama la redencin del hombre de la historia misma.

    E l cristianismo reafirma, pues, la linealidad de la historia, pero para subrayar que la historia humana slo tiene sentido dentro del plan divino de la providencia, de una Historia con mayscula que per-sigue como finalidad la salvacin de las almas y margina o, al menos, subordina, todo saber histrico profano. Como afirma Til l ich en su The interpretaon of History14, frente a la concepcin cclica griega, en la que el espacio engloba al tiempo, en la concepcin judeocristia-na el tiempo arranca la realidad de su limitacin en el espacio para crear una lnea que no retorna sobre s misma, y esta lnea sin solu-cin de continuidad abre para el hombre la posibilidad de una espe-ranza, absolutamente desconocida para los griegos; no podan los griegos vivir para el futuro, porque el futuro no era susceptible de ofrecerles ninguna novedad; en cambio el cristianismo vive orientado al futuro. E l reino de Dios que se espera es sobrenatural y trascenden-te al tiempo, pero la perdicin o la salvacin es una alternativa que se decide en el tiempo, como una creencia que manifiesta el sentido del tiempo. L a divisin de la historia en perodos, en base a acontecimien-tos creadores de poca, culmina con la instauracin de un perodo de luz, que acaba con el tiempo reintroduciendo la eternidad divina.

    De esta manera, la historia se objetiva bajo forma de teologa de la historia, que ocupar el lugar de la filosofa de la historia hasta que se avance en el proceso de secularizacin. Y, a partir de este momento, toda historia escrita partiendo de las nociones cristianas (fundamental-mente en el medievo, aunque encontraremos tambin algn ejemplo en pleno siglo XVII, como Bossuet) reunir como caractersticas prin-cipales el ser universal, providencial y apocalptica.

    4. S A N A G U S T N Y L A TEOLOGA DE L