el futuro de eurasia prolegómenos para la integración geopolítica del continente
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El futuro de Eurasia prolegómenos para la integración geopolítica del continente
Leonid Savin
El comienzo del siglo XXI no ha sido tan color de rosa como fue descrito
por los futurólogos y planificado por los políticos: una crisis financiera
mundial, los problemas dentro de la zona euro, el “pantano” para las tropas
estadounidenses en Irak y Afganistán, los conflictos armados en Europa
Central, Norte de África y el Medio Oriente, una serie de revoluciones de
color en el espacio post-soviético, y disturbios en las capitales de Europa
Occidental. Se diría que con la tecnología moderna, la herencia histórica y
el acuerdo convencional sobre los derechos humanos, Europa ya ha
definido su futuro y, si no está siguiendo lo planificado, por lo menos está
manteniendo las políticas regulatorias en el ámbito de su competencia. Sin
embargo, los desarrollos actuales indican que todo resultó ser más
complicado. El mundo ha entrado en una zona de turbulencia geopolítica,
con procesos en varios niveles, nuevos retos y respuestas asimétricas.
Además de la vieja dicotomía entre conservadores y progresistas, surgen
en Europa nuevas tendencias políticas que intentan repensar su
europeidad y priorizar el futuro desarrollo y la supervivencia. Variantes en
relación al tema del futuro de la OTAN y la planificación de la defensa
conjunta con los EEUU, fluyen desde cumbres marginales y anti-
globalización como desde un fondo político intelectual, lo que demuestra la
inutilidad de ejecutar la política de antiguos vectores.
La situación es tal que el debate contemporáneo en torno al futuro de
Europa, el destino de Rusia y de otros países del continente, no puede
considerarse por separado. De la investigación etimológica al
replanteamiento pragmático del viejoLebensraum(incluyendo la
dependencia de recursos) – de una forma u otra, la superpoblada orilla de
Eurasia desde Gibraltar hasta el mar de Barents está volviendo su mirada
hacia el Este.
En cierta época, los conceptos de “Europa” y “Asia” se limitaron al mundo
helenístico y a los países vecinos, dentro de un paradigma que asignó
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significados particulares. La expansión del Imperio Romano, la era de la
gran migración y la difusión del cristianismo, cambiaron la estructura
política de la parte occidental del continente euroasiático. Mientras esta
región se sumergió en un frenesí feudal, un nuevo imperio se formó en las
fronteras orientales. La Horda de Genghis Khan logró en un tiempo
extraordinariamente corto unir por la fuerza kanatos, reinos y principados,
extendiéndose a través de miles de kilómetros, mostrando un nuevo modelo
de Estado, de diplomacia y de tácticas militares. La importancia histórica
del proyecto mongol es simplemente asombrosa. Nadie más, ni antes ni
después, fue capaz de crear tal vasto Imperio. Mientras tanto, hay claros
marcadores geopolíticos de este fenómeno. Historiadores europeos
modernos han señalado que la Rus había frustrado la oleada de nómadas
de Asia hacia Occidente, salvando así a Europa de una inminente
desaparición. Interpretaciones completamente diferentes se expresaron en
relación con el destino de Rusia. Aunque la escuela soviética de
pensamiento insistió en la existencia del yugo mongol-tártaro, la escuela
histórico-filosófica euroasianista refuta tales supuestos, con el apoyo de
elementos de hecho. De acuerdo con la teoría del cambio de los imperios,
la Rus tomó la batuta de las hordas ya fragmentadas, en gran medida
tomando prestados sus mecanismos de construcción del Estado, necesario
para una mayor expansión.
Aunque anteriormente hubiera “campañas contra los cismáticos” y otros
obstáculos (como en todas partes), la primera confrontación total de
Oriente y Occidente comenzó con la “era de Gutenberg” [1]. La imprenta,
originalmente concebida con el fin de ayudar a difundir la Palabra de Dios,
no sólo dio lugar a un efecto contrario (porque la difusión de la Biblia
socavó la autoridad de la Iglesia Católica), sino también a la aparición de
las primeras instituciones de la guerra de la información. Mientras que las
primeras embajadas de Europa occidental viajaron para comerciar con
Moscú, la población local fue sometida a un adoctrinamiento, recurriendo a
las metáforas del Antiguo testamento y creando una imagen poco
favorecedora de los gobernantes de Rusia y de su pueblo.
Sin embargo, la primera ola de globalización que termina con el
descubrimiento de América, apareció como el comienzo de una nueva era
global. Al mismo tiempo, Europa, desgarrada por guerras y
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contradicciones, trasladó parte de su teatro de operaciones de combate a
los territorios de los nuevos espacios abiertos, inaugurando así el comienzo
de nuevos procesos civilizatorios.
Todavía había muchos episodios de comprensión mutua entre Rusia y
Europa en una serie de cuestiones, sin embargo, con el inicio del siglo XX,
la modernidad alcanzó todo su potencial, y tres ideologías principales
saltaron a la arena: el marxismo con el postulado de la la lucha de clases; el
corporativismo estatal con una perspectiva nacional, que se convirtió en el
nacionalsocialismo y el fascismo; y el liberalismo. Las tres tendencias
ideológicas no eran ajenas a las cuestiones territoriales, nacionales y de
recursos, pero parece que la escuela geopolítica anglosajona
deliberadamente ha demonizado a Rusia. Ellos hicieron de Rusia,
conceptualmente, no sólo un Heartland,sino también una fuente de
inestabilidad, de donde se originó el “tierra de vándalos” a imagen de los
hunos, los turcos y los mongoles, que atacaron los alrededores del mundo
romano [2]. A estas alturas, con la memoria histórica ya debilitada, después
del colapso del Imperio Austro-Húngaro pocos estuvieron interesados en la
historia del pueblo húngaro, que venía desde más allá de los Urales, y otros
temas fueron pasados por alto. ¿Quién recuerda ahora a los ávaros, que
una vez penetraron en el territorio de la actual Alemania y, de hecho,
crearon Baviera (y ahora el tipo antropológico de la población de esta
tierra federal es marcadamente diferente del de los sajones o de Westfalia),
o de los eslavos, presidiendo el área del actual Berlín? ¿Y recuerdan en los
círculos políticos polacos las ideas de un destacado dramaturgo y escritor,
Stanisław Witkiewicz, quien en la década de 1930 expresó en su metáfora
artística la ansiedad asociada a la amenaza de la migración desde China?
[3]
Aunque estas observaciones pueden parecer insignificantes, son todos
eslabones de una cultura estratégica de uno u otro estado con su pueblo,
de alguna manera realizados en la geopolítica popular.
Turquificar Alemania, africanizar Francia, indianizar el Reino Unido,
magrebizar Italia y España, y un número aún no determinado de chinos,
vietnamitas y otras diásporas asiáticas en cada país de la UE, en la
dinámica geopolítica, puede conducir a resultados muy impredecibles [4].
Mas la rápida islamización de los países europeos en el contexto de un
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declive demográfico de la población nativa. El estado de ánimo actual en
algunos países de la UE, en particular entre los nuevos miembros, muestra
claramente que a la gente no le gustan los proyectos de etno-globalización
en su tierra natal, al menos en su forma presente [5]. Característicamente,
el principal vector de la migración actual pasa por el eje Norte-Sur, no por
el eje Este-Oeste, donde la frontera sanitaria artificial todavía juega el
papel de parachoques disuasorio.
La guerra fría no sólo condujo a la división en dos bandos, sino también a la
aparición de una nueva terminología. En Occidente hay una cristalización
final de la filosofía política, conocida como atlantismo. Un político
británico, John Williams, amplía este término calificándolo como teología
atlantista [6]. Afirma que, como cualquier teología, el atlantismo se basa en
el mito de que, en última instancia, los intereses geopolíticos y
geoestratégicos de Europa y Estados Unidos son inseparables. Al mismo
tiempo, Williams cree que las relaciones entre los EEUU, Europa y Rusia
durante la Guerra Fría son también otro mito, que se tradujo en una crisis
de identidad propia.
La sustitución por el neo-atlantismo (el neologismo nació en Italia en la
década de 1950) [7] como definición de las nuevas relaciones entre los
miembros de la comunidad atlántica, tampoco duró mucho y está perdiendo
rápidamente su sustancia interna. Así como con las instituciones de la
democracia, resulta obvio que va a declinar. En este sentido, cabe señalar
que el término “déficit democrático” ha surgido en Europa en 1977 para
definir la incapacidad de los países miembros de la UE para abordar las
cuestiones relacionadas con las necesidades de los ciudadanos europeos
[8].
En este contexto, viendo a los Estados Unidos como su sucesor geopolítico,
la Europa unida debe reconocer que no estaba en condiciones de hacer
frente al programa de “Melting Pot“, y digerir todos los inmigrantes de sus
antiguas colonias, junto con la nueva fuerza laboral de la migración
continua.
El cuadro de la Europa pos-Guerra Fría fue transformado por la admisión
de nuevos miembros en la UE. El factor mar Báltico-Negro fue añadido al
factor dominante Atlántico-Mediterráneo, y los países de esta región se
vieron obligados a enfrentarse a una serie de cuestiones: la adaptación del
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sistema jurídico, las instituciones políticas y civiles, la economía; tratando
de preservar su memoria y sus tradiciones históricas nacionales al mismo
tiempo. Junto con esta expansión geográfica fue posible la aparición de un
discurso sobre el nuevo eje geopolítico, en cierta medida compitiendo con
el viejo eje [9]. La cuestión de la centralidad para definir la nueva Europa
(el término de Friedrich Naumann “Middle Europa“) también siguió siendo
reinterpretada. Se propusieron definiciones tales como “MidiEurope“,
“Dimidial Europa” y “Viscalian Europa“, que se basan en los términos
latinos correspondientes [10]. Éstas definiciones se superponen con los
conceptos existentes de Euroregiones, basados en el modelo de cuenca (el
área de las cuencas del Mosa-Rin, las tierras bajas del Danubio). Una
escuela geopolítica alemana sobre Eurafrica sonó de nuevo, sin embargo,
bajo la influencia de los intereses franceses – creando así el fantasma de la
Unión Mediterránea, que no pudo llegar a buen puerto debido al bloqueo
alemán a la posibilidad de este proyecto. Del mismo modo, en las nuevas
versiones posmodernas y tecno-políticas (con la energía y el componente de
la comunicación) fue revivido el proyecto de Mezhmorye (“entre los mares”
Báltico y Negro), del geógrafo y cartógrafo polaco Eugeniusz Romer, el
prototipo que a su vez sirvió para la idea de Jagiellonian (Gran Lituania).
Junto con los atractivos respecto a la comunicación (la adaptación de la
ruta “desde los varegos a los griegos” en un nuevo guión), este modelo
geopolítico tuvo un componente étnico-nacional, se asumió que la identidad
cultural báltico-eslava serviría como una base adicional para la ejecución
de este proyecto. Pero las preguntas acerca de la pertenencia a un tipo de
civilización [11], a veces llamada el mundo occidental-cristiano o el super-
ethnos europeo-occidental, condujo al descubrimiento de algunas
contradicciones profundamente arraigadas en función de factores
históricos o etno-políticos, que también tienen un componente pragmático
que se expresa en la estructura de las fronteras y los puntos de vista sobre
la asignación de los recursos. Frente la presión de los antiguos miembros
de la UE para la homogeneización del espacio económico, que se refleja
sobre todo en el hecho de que las empresas transnacionales han tenido
acceso a los recursos nacionales, los Estados del eje mar Báltico-Negro
estaban interesados en medidas proteccionistas contra un efecto tan
unilateral de globalización.
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Podemos decir que los intentos iniciales para establecer una Unión de
cooperación regional, junto con los componentes históricos, hasta cierto
punto han servido como base para la remodelación de este proyecto en un
plano estratégico diferente, más amplio, que afecta a los intereses de las
grandes potencias – continental (Euroasiática) y atlantista (mundialista).
No es casualidad que cierto número de investigadores comenzaran a
comparar el modelo del eje mar Báltico-Negro con una frontera sanitaria,
como la que se formó después del Tratado de Versalles al final de la
Primera Guerra Mundial. Un proyecto geopolítico, indirectamente asociado
con tales ideas, llamado GUUAM (Georgia, Ucrania, Uzbekistán,
Azerbaiyán y Moldavia), que no tuvo ningún verdadero desarrollo y fue
concebido como un proyecto de los países occidentales (incluyendo los
EEUU) para crear una barrera artificial entre la Rusia moderna y la UE.
Podemos recordar otra serie de proyectos, ni siquiera realizados, como
Chimerica o Сhindia, pero a juzgar por la posición de la futura integración
de Rusia y Europa, que en teoría es el proyecto más grande e importante
que podría cambiar el orden mundial, es necesario hacer algunas
observaciones preliminares. La alianza llamada Eurosiberia ya era
considerada como una opción de futuro. La necesidad de convergencia fue
destacada por Jean Thiriart, quien soñaba con un imperio desde Dublín
hasta Vladivostok (no obstante, prediciendo la caída de la URSS).
Los opositores intransigentes a la amistad y la cooperación con Rusia
apuntan a los precedentes históricos y a la imprevisibilidad del gobierno
ruso. En realidad, Europa vió muchos más conflictos históricos. Incluso
después de los Acuerdos de Helsinki, una guerra civil estalló en el corazón
mismo de Europa – la de Yugoslavia, que tuvo consecuencias de largo
alcance, incluyendo el reconocimiento de Kosovo. El movimiento moderado
de los secesionistas y el separatismo radical en España, el Reino Unido y
Bélgica continúa hasta nuestros días. Y quien vigile de cerca la crónica de
los acontecimientos internacionales, encontrará fácilmente que los EEUU
es el más impredecible: la promesa de no ampliar la OTAN hacia el Este en
la década de 1990 y de permanecer en Kirguistán sólo durante dos años en
la base de Manas (y en muchas otras, incluso en los países de la UE),
fueron promesas vacías. Y si en este tipo de cuestiones de principio no
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existe ninguna garantía de que Washington no vaya a engañar de nuevo,
¿cómo es posible además trabajar con un socio tan fiable?
Ahora estamos en el siguiente punto de bifurcación, cuando existe una
oportunidad de hacer un breve alto en el camino y repensar los procesos
asociados a los patrimonios territoriales, los estados nacionales, los
agravios históricos, etc., para crear una nueva estrategia común, adecuada
para todos los actores de Eurasia. Por supuesto, el término puede tener
varios significados semánticos. Por ejemplo, la India, China y el sudeste
asiático son aglomeraciones demasiado específicas incluso para las
antiguas repúblicas soviéticas. Y los primeros euroasianistas imaginaron
Eurasia como Rusia, y no como Europa más Asia, considerándolo un mundo
único. Sin embargo, Eduard Suess, en su obra fundamental “The Face of
the Earth” [12], utiliza el concepto de Eurasia apuntando la arbitrariedad
de los límites entre Europa y Asia, y que las fronteras no son sólo una
herramienta de separación, sino también un fenómeno social complejo que
une a las naciones y a los pueblos.
Quizás muchos señalarán un tipo muy diferente de conciencia de los
pueblos y países desde Chukotka hasta el Atlántico, pero ¿sobre qué base
los pueblos de Europa construirán juntos una existencia colectiva si ya hay
tantas contradicciones en la UE? En nuestra opinión, para crear una
plataforma geopolítica compartida que pueda satisfacer a todos, o al menos
a la mayoría de las fuerzas, los desacreditados conceptos de democracia y
liberalismo, y el populismo social de izquierda de partidos y líderes
particulares, que son una nueva versión de la consigna de los francmasones
– “libertad, igualdad, fraternidad” -, son poco adecuados. ¿Qué nueva idea
debería unir y satisfacer a todos los pueblos de Eurasia?
El fundador del movimiento eurasiático, el geógrafo Petr Savitsky, propuso
un modelo de ideocracia que se caracteriza por una visión del mundo
compartida, y por la buena voluntad de las élites gobernantes en servir a la
única idea rectora que representa “el beneficio del colectivo de los pueblos
que habitan este particular mundo autárquico”[13]. Esta es una muy buena
definición, y si este mundo se interpreta como el espacio del continente
euroasiático, hay muchos puntos en común y perspectivas para una
realización creativa.
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Además, el común destino continental es el elemento vinculante que apunta
las condiciones geopolíticas comunes. No es coincidencia que Hitler tratara
de llegar hasta los Urales, lo cual habla acerca de la integridad de la
plataforma del Este europeo, no obstante, incluso los Urales no son ya una
barrera, y el extremo Oriente está más “europeizado” que algunas ciudades
en las inmediaciones de Moscú. Las comunicaciones modernas y los
centros de transporte crearon un mosaico geopolítico polifacético de un
mismo cuadro. Y si antes del siglo XX todavía era posible hablar de un
“obstáculo eurasiático”, en referencia a la extensión de las tierras del
Imperio Ruso, a las eternamente congeladas latitudes del norte, y a la
carencia de acceso a los mares cálidos, separados por Persia y la India,
ahora todo eso es facilitado por los proyectos de infraestructura de
transportes, las nuevas tecnologías y la comprensión de los principios de
autarquía económica propuestos por Friedrich List.
Hace mucho tiempo llegó un momento en el que, a partir de pequeños
grupos construidos sobre el principio de la autosuficiencia, fue necesario
trasladarse a las zonas de “topogénesis” (o el lugar de desarrollo, el
término propuesto por Peter Savitsky para explicar el conjunto de factores
geográficos, étnicos, económicos, históricos y otros, que representan un
todo) [14], y Grandes Espacios de Carl Schmitt. Dado el sistema político
internacional contemporáneo de múlti-capas y multi-nivel, tal proyecto es
factible.
Si bien no vamos a hablar sobre el futuro de la política migratoria (aunque
Rusia tiene una gran cantidad de territorios no desarrollados que, como
antes, pueden ser poblados por extranjeros – Catalina la Grande dio tierra
a los alemanes; los kurdos, los serbios y otros pueblos encontraron refugio
en Rusia), este delicado asunto debería ser resuelto con cuidado y
gradualmente.
Aún así, hay que sacar algunas conclusiones relacionadas con la posibilidad
de crear una configuración supranacional unificada.
La UE debería reconocer su dependencia constante de los recursos
energéticos rusos. El “North Stream” ya había conectado Rusia con
Alemania. El “South Stream” finalmente cerrará la dirección del Mar
Negro. Todos los pragmatistas entienden que la idea de “Nabucco” es
desequilibrada y motivada políticamente. Las tecnologías verdes resuelven
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el problema sólo parcialmente. Además de la energía, hay otros recursos
naturales, incluyendo el agua, los minerales, los bosques, etc. Rusia ocupa
una sexta parte de la tierra y posee el máximo inventario de estos recursos.
Por supuesto, con las políticas posmodernas actuales y los procesos de
globalización, uno puede ser dueño de la tierra de manera extraterritorial,
pero en el caso de Rusia, al menos en el corto plazo, eso no es posible. Sólo
las inversiones mutuas y los proyectos de integración (comenzando con la
cancelación del régimen de visados), pueden abrir el acceso real a la
gestión de estos recursos en nombre de los intereses comunes.
Es una cuestión de voluntad política. Sólo los fuertes pueden crear una
formación tan gigantesca. Hagamos que esto sea una voluntad colectiva,
aunque debemos actuar con decisión y audacia. Llámelo una
autodeterminación geopolítica de todos los participantes del proceso.
Es posible que, junto con los procesos globales, nuevos horizontes
conducirán a la creación de una nueva clase (relativamente hablando), y
darán lugar a la superación de la dicotomía derecha-izquierda en algunos
sistemas políticos. En el período de entreguerras en Europa hubo intentos
de poner en práctica iniciativas interesantes bautizadas como “la tercera
vía”. Es posible que en el proceso de diseño político una nueva teoría
política sea creada [15].
¿Cómo continuará la discusión política, social, económica, de defensa y
sobre muchos otros temas? Sólo podemos decir que es necesario un
“multiálogo” [16] como herramienta para la comunicación interestatal y
para la comunicación internacional, en el proceso de producción de las
normas y las instituciones necesarias.
A pesar del proceso de creación de la Unión Euroasiática, como Vladimir
Putin dijo en octubre de 2011 hablando de la participación de la UE en la
construcción de Eurasia, tal proyecto está aún, al margen del discurso de
grupos intelectuales independientes, sólo en el esfera de la imaginación.
Pero, como escribió un famoso teórico estadounidense del comunitarismo,
Michael Walzer, incluso un estado es invisible, y para que aparezca, debe
ser imaginado, debe dársele un carácter, y luego, personificarlo y hacerlo
visible. La imaginación, según Albert Einstein, es mejor que el
conocimiento, por lo tanto, la configuración emergente de Eurasia es el
retorno de un sueño para todos los pueblos del continente, que serán
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capaces de poner en práctica gradualmente en la realidad. Y el
conocimiento existente (incluyendo la experiencia negativa), y la tecnología
deberían ser instrumentos para esta Gran Empresa Geopolítica.
Notas:
[1] Marshall McLuhan. The Gutenberg Galaxy. The Making of Typographic
Man. University of Toronto Press, 1962.
[2] J. Mackinder Halford. The Geographical Pivot of History, Geographical
Journal, London, 1904.
[3] Stanislaw Witkiewicz. Nienasycenie. Powiesc, t. 1-2, Warsz., 1957.
[4] La cuestión del etnocentrismo en un estado nacional, es decir, la
división entre “nosotros” y “ellos”, se planteaba a menudo en el discurso
ideológico, reflejándose, por ejemplo, en una “caza de brujas”, y en una
política nacional. Sin embargo, incluso en una sociedad homogénea en
términos culturales y étnicos, siempre habrá algunos mecanismos invisibles
que empujan a la violencia mutua. El filósofo francés René Girard propone
apartarse del modelo de “etnocentrismo” y buscar la causa dentro de la
sociedad, que durante la historia del mundo siempre ha necesitado un
chivo expiatorio. Para obtener más información, consulte René Girard. La
violencia et le Sacre. Grasset y Fasquelle, 1972.
[5] La prueba de esto es el fracaso del proyecto de la multiculturalidad, lo
que fue reconocido por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy.
[6] John Williams, Atlanticism: The Achilles’ Heel of European Security,
Self-Identity and Collective Will.http://www.redpepper.org.uk/atlanticism/
[7] Pietro Pirani. “The Way We Were”: Continuity and Change in Italian
Political culture. 5,
2008.http://www.psa.ac.uk/journals/pdf/5/2008/Pirani.pdf
[8] Laffen, B. “Democracy and the European Union’, in Cram, L., Dinan, D.
and Nugent, N. (eds.)
-Developments in the European Union, London: Macmillan Press Ltd.,
1999, p. 334
[9] Leonid Savin. And the geopolitics of regional risks, Geopolitics No. 10
[10] Drynochkin A.V. Eastern Europe as an element of system of global
markets. M: Olita, 2004. p. 11.
[11] Hay que señalar que no existe una clara interpretación del término
“civilización”.
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[12] Suess, Eduard. Das Antlitz der Erde. Wien, 1885.
[13] N.S. Trubetskoy. Acerca de la idea de un estado ideocrático, Eurasian
chronicle. Issue XI. Paris, 1935. pp. 29-37.
[14] Peter Savitsky. The Continent Of Eurasia. – M.: Agraffe, 1997.
[15] Alain de Benoist propone llamar a una futura teoría que trascienda el
marco del marxismo, el liberalismo y el fascismo, el Nuevo Nomos de la
Tierra, y el profesor Alexander Dugin llama a tal ideología la Cuarta Teoría
Política.
[16] Duke R. Gaming: The Future Language. N. Y.: Sage Publications,
1974.
(Traducción Página Transversal)
Fuente: Fourth Way Platform- See more at: http://escenarios21.net/el-futuro-de-eurasia-prolegomenos-para-la-integracion-geopolitica-del-continente/#sthash.OgYnF1LT.Znk6NiT5.dpuf