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Una iglesia llena del Espíritu El mensaje de Hechos de los Apóstoles para hoy Darío Andrés López Rodríguez [email protected] Lima, enero de 2009 Varias son las preguntas que intentaremos responder cuando examinemos el relato que Lucas nos ha dejado en Hechos de los Apóstoles sobre la vida interna y el testimonio publico de la iglesia en Jerusalén y de las iglesias que se fueron estableciendo en diversos puntos del imperio romano. Como el mismo Lucas se ha encargado de precisar y de puntualizar en el prólogo de su obra (Lc. 1.1-4), tratándose de una historia que él investigó y registró con mucho esmero, cada palabra y cada detalle requieren ser examinados con bastante cuidado debido a que tienen una clara intención teológica. Es así, porque Lucas seleccionó meticulosamente los incidentes que investigó y registró en este documento del Nuevo Testamento con el propósito de dejar lecciones permanentes para la vida y misión de la iglesia, entre ellas, la intima relación que existe entre el Espíritu y la misión. Como lo ha señalado un autor: La íntima relación entre pneumatología y misión es la contribución distintiva de Lucas al paradigma misionero de la iglesia primitiva… Para Lucas, el concepto del Espíritu selló la relación entre la voluntad universal de Dios para salvar, el ministerio liberador de Jesús y la misión global de la iglesia (Bosch 2000:149). Una íntima relación que se observa mejor cuando se examina el vínculo estrecho que existe entre la naturaleza de la iglesia y su misión en el mundo. En palabras de un erudito en Sagrada Escritura: La iglesia cristiana primitiva tuvo una característica fundamental que la marcó desde sus comienzos: Fue una comunidad misionera. De hecho, esa fue una de las razones que, a la larga, la llevó a enfrentarse con las autoridades imperiales… El espíritu y el celo misioneros no representan un añadido o apéndice respecto del ser mismo de la iglesia cristiana. Hay entre ambas (es decir, entre la naturaleza de la iglesia y su misión) una relación tal que casi podría decirse que la desaparición de la misión significaría la muerte de la iglesia (Bonilla 1998:12). A la luz de estas dos notas distintivas, la perspectiva lucana de la misión y la iglesia primitiva como una comunidad misionera, las siguientes serán las preguntas que tendremos en cuenta cuando

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Page 1: EL ESPÍRITU SANTO, LA MISIÓN Y EL CRECIMIENTO INTEGRAL€¦  · Web viewVarias son las preguntas que intentaremos responder cuando examinemos el relato que Lucas nos ha dejado

Una iglesia llena del EspírituEl mensaje de Hechos de los Apóstoles para hoy

Darío Andrés López Rodrí[email protected]

Lima, enero de 2009

Varias son las preguntas que intentaremos responder cuando examinemos el relato que Lucas nos ha dejado en Hechos de los Apóstoles sobre la vida interna y el testimonio publico de la iglesia en Jerusalén y de las iglesias que se fueron estableciendo en diversos puntos del imperio romano. Como el mismo Lucas se ha encargado de precisar y de puntualizar en el prólogo de su obra (Lc. 1.1-4), tratándose de una historia que él investigó y registró con mucho esmero, cada palabra y cada detalle requieren ser examinados con bastante cuidado debido a que tienen una clara intención teológica. Es así, porque Lucas seleccionó meticulosamente los incidentes que investigó y registró en este documento del Nuevo Testamento con el propósito de dejar lecciones permanentes para la vida y misión de la iglesia, entre ellas, la intima relación que existe entre el Espíritu y la misión. Como lo ha señalado un autor:

La íntima relación entre pneumatología y misión es la contribución distintiva de Lucas al paradigma misionero de la iglesia primitiva… Para Lucas, el concepto del Espíritu selló la relación entre la voluntad universal de Dios para salvar, el ministerio liberador de Jesús y la misión global de la iglesia (Bosch 2000:149).

Una íntima relación que se observa mejor cuando se examina el vínculo estrecho que existe entre la naturaleza de la iglesia y su misión en el mundo. En palabras de un erudito en Sagrada Escritura:

La iglesia cristiana primitiva tuvo una característica fundamental que la marcó desde sus comienzos: Fue una comunidad misionera. De hecho, esa fue una de las razones que, a la larga, la llevó a enfrentarse con las autoridades imperiales… El espíritu y el celo misioneros no representan un añadido o apéndice respecto del ser mismo de la iglesia cristiana. Hay entre ambas (es decir, entre la naturaleza de la iglesia y su misión) una relación tal que casi podría decirse que la desaparición de la misión significaría la muerte de la iglesia (Bonilla 1998:12).

A la luz de estas dos notas distintivas, la perspectiva lucana de la misión y la iglesia primitiva como una comunidad misionera, las siguientes serán las preguntas que tendremos en cuenta cuando examinemos en Hechos de los Apóstoles las características particulares de una iglesia llena del Espíritu:

¿Cuál es la relación entre el poder del Espíritu Santo y la misión de la iglesia?

¿Qué factores internos y externos catalizaron la misión de la iglesia del primer siglo?

¿Cómo describe Lucas a la iglesia y qué características de ella va mencionando conforme narra su avance misionero en el primer siglo?

¿Quiénes fueron los misioneros, cual fue su oficio y su trasfondo cultural, social y familiar?

¿Cómo fueron compartiendo estos misioneros la buena noticia del reino de Dios a los diferentes públicos humanos con los que se relacionaron y cuál fue el meollo de su proclamación pública?

¿El avance misionero de la iglesia siguió un plan predeterminado? ¿Fue espontáneo? ¿Fue planificado? ¿Fue tanto espontáneo como planificado?

¿De qué tipo de crecimiento habla Lucas? ¿De un crecimiento numérico?

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¿Cómo se organizaron las primeras iglesias? ¿Qué elementos fueron importantes en su organización interna? ¿Quiénes fueron sus líderes y de dónde surgieron?

Para responder a todas estas preguntas, partiremos del presupuesto de que la iglesia que Lucas describe en Hechos de los Apóstoles fue una iglesia llena del Espíritu, situada en un contexto histórico concreto y enviada a todas las naciones para dar testimonio, con palabras y con gestos concretos, de la buena noticia del reino de Dios. O como lo ha precisado Samuel Escobar:

El corazón de la misión es el impulso a compartir las buenas nuevas con todo ser humano, a cruzar todo tipo de barreras con el evangelio. Como comunidad de creyentes en Jesucristo, la iglesia cumple una variedad de funciones. Como comunidad diferente en el mundo, su propia existencia es un testimonio viviente de la acción divina. Es una compañía de creyentes que tienen comunión unos con otros, y una experiencia de mutua pertenencia. Estos creyentes expresan gozosamente su gratitud a Dios en el culto o la alabanza; ofrecen sus acciones de servicio a las necesidades humanas tanto fuera como dentro de la iglesia; y hacen escuchar una voz profética al denunciar el mal cuando proclaman el reino de Dios… uno puede decir que la iglesia existe para la misión y que una iglesia que se limita a mirar hacia adentro no es verdaderamente la iglesia (Escobar 2008:10).

Dicho de otra manera:

…lo que surgió del milagro de Pentecostés fue una iglesia que llena del Espíritu y enviada al mundo para dar testimonio del poder de Dios en el nombre de Jesús de Nazaret, no separó lo espiritual de lo material, lo privado de lo público, la ética individual de la ética social, la proclamación verbal del evangelio de las buenas obras. Fue una iglesia que entendió su misión como una misión integral en la cual se tenía que atender todas las necesidades humanas (López 2008:53).

Teniendo como telón de fondo todo lo dicho hasta este momento, examinaremos seguidamente los temas claves que Lucas nos ha dejado como claros indicativos de una iglesia llena del Espíritu. Indicativos que en conjunto hilvanan el mensaje permanente de Hechos de los Apóstoles. Para ello se tendrá en cuenta que un reconocimiento del carácter misionero de los documentos del Nuevo Testamento, entre ellos Hechos de los Apóstoles, permitirá verlos en su real perspectiva e interpretarlos a la luz de su intención (Marshall 2004:35). Es así, porque en esencia el Nuevo Testamento es una colección de libros que expresa el evangelio o las buenas nuevas que fue proclamado en la misión cristiana (Marshall 2004:36).

1. El Espíritu y la misión

Cuando se lee Hechos de los Apóstoles, seis asuntos son claros, con respecto a relación estrecha que existe entre el Espíritu y la misión. Una relación que está bastante clara en el pasaje clave de Hechos 1.8. Un pasaje que resume tanto el contenido como la estructura del libro de los Hechos:

Pero recibiréis poder (dúnamis), cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu (pnéuma) Santo, y me seréis testigos (mártus) en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch. 1.8).

Precisamente, la relación estrecha entre el poder que otorga el Espíritu y la capacidad de ser testigos del evangelio hasta lo ultimo de tierra, constituye el contenido o el tema central de este libro del Nuevo Testamento. A lo largo del relato lucano del avance misionero de la iglesia, capitulo tras capitulo, se nota que el testimonio público de los discípulos estuvo acompañado de señales visibles de la presencia de Dios. Además, como se ha mencionado previamente, Hechos 1.8, contiene también la estructura del testimonio lucano. En efecto, como se registra en este pasaje, la buena noticia de salvación fue avanzando desde Jerusalén, la capital de Palestina, una oscura provincia del imperio romano del primer siglo; hasta Roma, la capital del imperio. En consecuencia, como si se tratara de

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círculos concéntricos, la iglesia en cumplimiento de la tarea que le había delegado Jesús resucitado, fue moviéndose en forma centrifuga de la periferia al centro.

De acuerdo al relato de Lucas, el Espíritu es quien escoge, envía y equipa a los misioneros. Lucas indica también que el Espíritu traza y ensancha la ruta de la misión y que el avance misionero de la iglesia estuvo acompañado de señales, maravillas y prodigios. Veamos:

El Espíritu escoge (1.1-2; 2.38-39; 6.1-7; 11.15-18; 13.1-2; 20.28; 28.25-28).

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquia, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene; Manaén el que se había criado junto con Herodes el Tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu (pnéuma): Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (Hch. 13.1-2).

Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu (pnéuma) Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre (Hch. 20.28).

El Espíritu envía (1.8; 5.27-32; 8.29, 39; 10.19-20; 11.12; 13.4; 16.6, 10).

Y el Espíritu (pnéuma) dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro (Hch. 8.29).

Ellos, entonces, enviados por el Espíritu (pnéuma), descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre (Hch. 13.4).

El Espíritu equipa (1.8; 2.4; 4.29-33; 10.38; 13.6-12).

Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu (pnéuma) Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios… Y con gran poder (dúnamis) los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos (Hch. 4.31, 33).

Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu (pnéuma) Santo, fijando en él los ojos, dijo: ¡Oh lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no veras el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas… (Hch. 13.9-11).

El Espíritu traza o delinea la ruta de la misión:

Ellos, entonces, enviados por el Espíritu (pnéuma), descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre (Hch. 13.4).

Porque ha parecido bien al Espíritu (pnéuma) Santo y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias… (Hch. 15.28).

El Espíritu ensancha el horizonte de la misión:

Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu (pnéuma): He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado (…) Y el Espíritu (pnéuma) me dijo que fuese con ellos sin dudar… (Hch. 10.19-20; 11.12).

Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu (pnéuma) Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu (pnéuma) no se los permitió… Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a

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Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio (Hch. 16.6-7, 9-10).

Señales, maravillas y prodigios que hacían patente la presencia del Espíritu (2.1-13, 22, 42-47; 3.6-8; 4. 16, 22, 30-37; 5.12, 15-16, 19; 6.8; 8.6-7, 13; 9.32-43; 11.27-28; 12.7; 13.9-12; 14.3; 15.12; 16.25-26; 19.11-12; 21.10-11; 28.1-10).

Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas (téras) y señales (seméion) eran hechas por los apóstoles (Hch. 2.43).

Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales (seméion) y prodigios (téras) en el pueblo… (Hch. 5.12).

Y Esteban lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios (téras) y señales (seméion) entre el pueblo (Hch. 6.8).

Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales (seméion) que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados… También creyó Simón mismo… viendo las señales (seméion) y grandes prodigios (dúnamis) que se hacían, estaba atónito (Hch. 8.6-7, 13).

…se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos, señales (seméion) y prodigios (téras)… (Hch. 14.3).

Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuan grandes señales (seméion) y maravillas (téras) había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles (Hch. 15.12).

Y hacía Dios milagros (dúnamis) extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían (Hch. 19-11-12).

Si se sigue con cuidado el relato de los Hechos, particularmente lo concerniente a las señales, maravillas prodigios que Lucas menciona, se puede deducir que estas se refieren a la sanidad de los enfermos, a la liberación de las personas endemoniadas y a la confrontación con los poderes opuestos al evangelio. Así, cuando Pablo y Bernabé estuvieron en Chipre, se confrontaron con un falso profeta y mago llamado Barjesús que se oponía a la proclamación del evangelio (Hch. 13.8-12). Y cuando estuvieron en la ciudad de Listra, un cojo de nacimiento fue sanado (Hch. 14.8-10), tal como había ocurrido anteriormente en la experiencia de Pedro en Jerusalén cuando en el nombre de Jesús un cojo de nacimiento que pedía limosna en una de las puertas del templo fue sanado (Hch. 3.1-10) o en la ciudad de Lida con la sanidad de Eneas (Hch. 9.32-35).

Finalmente, aparte de las seis características particulares que dan cuenta de la relación estrecha entre el Espíritu y la misión de la iglesia, Lucas subraya que cuando el horizonte de la misión se fue ampliando, los misioneros llenos del Espíritu se enfrentaron a los poderes que se oponían al avance de la buena noticia de salvación (4.1-3; 5.1-10, 17-18; 6.9-10; 7.51-53; 8.1, 9-24; 12.1-5; 13.50-52; 16.19-21; 18.9-10; 19.23-41; 21.7-36; 23.12-22).

Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel… (Hch. 4.1-3).

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…En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles (Hch. 8.1).

Pero les resistía Elimas, el mago,… procurando apartar de la fe al procónsul (Hch. 13.9).

Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo (Hch. 23.12).

Del examen de todos estos pasajes, lo que queda claro, es que existe una relación íntima entre el Espíritu y la misión. Queda claro, además, que el Espíritu es el combustible indispensable para que las comunidades de discípulos puedan cumplir fielmente con el encargo que han recibido de dar testimonio de la buena noticia de salvación a todos los pueblos, cualquiera sea el trasfondo social, político, cultural o religioso que estos tengan.

2. El mensaje de los discípulos

En su relato del avance misionero de la iglesia en diferentes regiones del imperio romano del primer siglo, utilizando diversos términos, Lucas ha dejado registrado cual fue el contenido del mensaje que los discípulos proclamaron públicamente en distintos espacios sociales y marcos culturales, valiéndose de los medios que tenían a su alcance. Así, cuando los discípulos proclamaron el evangelio a los distintos públicos humanos de su tiempo, fueron mostrando en ese proceso que la contextualización del evangelio era inherente a la misión de la iglesia (Flemming 2005:16). ¿Cuál fue, entonces, el contenido de su mensaje? Examinemos:

…los apóstoles daban testimonio (marturion) de la resurrección del Señor (kuríou) Jesús… (Hch. 4.33).

Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar (didaskontes kai euaggelizomenoi) a Jesucristo (Hch. 5.42).

Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén… (Hch. 6.7).

Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio (euaggelizomenoi tou lógon). Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo… Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio (euaggelizomeno) del reino de Dios (basileias tou theou) y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (Hch. 8.4-5, 12).

Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios ( lógon tou kuríou), se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron (eunggelizonto) el evangelio (Hch. 8.25).

Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús (eunggelisato auto ou Iesou)… Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio (eunggelizeto) en todas las ciudades… (Hch. 8.35, 40).

Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz (euaggelizomenos eirene) por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos (Hch. 10.36).

…los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquia, no hablando a nadie la palabra (lógon), sino sólo a los judíos (Hch. 11.19).

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Pero la palabra del Señor (lógos tou kuríou) crecía y se multiplicaba (Hch. 12.24).

Y la palabra del Señor (lógos tou kuríou) se difundía por toda aquella provincia (Hch. 13.49).

…nuestros amados Bernabé y Pablo; hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo (Hch. 15.25-26).

…Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio (euaggelisasthai)… (Hch. 16.10)

…Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá… diciendo que hay otro rey, Jesús (Hch. 17.6-7).

Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo (kerusson ten Basileían tou Theos kai didaskon ta peri tou kuríon), abiertamente y sin impedimento (Hch. 28.30-31).

Esta insistencia que se muestra en los Hechos, con respecto al núcleo del mensaje que proclamaron públicamente los diversos instrumentos humanos de la misión en diferentes lugares y contextos en el primer siglo, está en consonancia con el credo cristiano primitivo que el apóstol Pablo ha dejado registrado en 1 de Corintios:

Además os declaro, hermanos, el evangelio que os predicado (euanggeliou o eunggelisamen), en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado (lógo eunggelisamen), sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas y después a las doce… (1 Co. 15.1-5).

En suma, un examen de las predicaciones que Lucas ha registrado en los Hechos (2. 22-24; 3.13-16; 4.10-12; 10.36-43; 13.26-39), demuestra que el kerygma (predicación) de los primeros discípulos tenía cinco puntos claves relacionados con la persona y obra de Jesús de Nazaret, un judío crucificado por el poder imperial:

Su ministerio terrenal.

Su muerte.

Su resurrección.

Su exaltación.

Su papel como salvador.

Hubo también en la predicación de los primeros discípulos, además de citas del Antiguo Testamento cuyo cumplimiento probaba que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido por los profetas, un llamado al arrepentimiento instando a los oyentes a creer y a ser bautizados como señal visible de integración a la comunidad de Jesús.

3. Los lugares en los que predicaron

Con respecto a los lugares en los que los discípulos proclamaron públicamente la buena noticia de salvación, hubo una tremenda versatilidad. Lucas registra que ellos predicaron en lugares y espacios tan diversos como:

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El templo:

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración… Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro respondió al pueblo… (Hch. 3.1, 11-12).

Las sinagogas:

En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas diciendo que éste era el Hijo de Dios… Saulo mucho más se esforzaba…demostrando que Jesús era el Cristo (Hch. 9.20, 22).Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquia de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo… (Hch. 13.14).

Aconteció en Iconio que entraron junto en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos (Hch. 14.1).

Los hogares:

Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hch. 5.42).

Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron (Hch.16.40).

Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados (Hch. 18.7-8).

Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos (Hch. 20.8).

Fuera de la ciudad:

Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido… (Hch. 16.13).

Los caminos:

Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro… (Hch. 8.26-28).

La plaza pública:

Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían… les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago… (Hch. 17.17-19).

La prisión:

Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían… Señores, ¿que debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa (Hch. 16.25, 30-31).

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Michael Green, comentando sobre los lugares en los que los discípulos difundieron la buena noticia acerca de Jesús de Nazaret, afirma que:

Fue un esfuerzo no premeditado. Se encontraban dispersos y alejados de su base en Jerusalén y se esparcieron por todas partes difundiendo la buena nueva que les había traído gozo, alivio y renovación de vida. Esto no tiene que haber sido siempre una predicación formal, sino conversaciones espontáneas con amigos y con conocidos ocasionales, en hogares, en bodegas, en caminos y en torno a los lugares del mercado. Iban por doquier conversando del evangelio; lo hacían en forma natural, con entusiasmo y con convicción propia de aquellos que no reciben pago alguno por su tarea. Y así eran tomados con toda seriedad y su movimiento se extendía, especialmente entre las clases sociales inferiores (Green 1979:28).

4. Los públicos humanos a los que alcanzaron

Las personas a quienes el mensaje de salvación fue anunciado, provenían de diversas culturas, sectores sociales y trasfondo religioso. Lucas en su relato resalta que los siguientes fueron los diversos públicos humanos a quienes los discípulos predicaron el evangelio:

El pueblo judío:

Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los habitáis en Jerusalén… (Hch. 2.14).

Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos (Hch. 4.1).

Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía, él, es el Cristo (Hch. 17.1-3).

Las autoridades judías:

Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel… (Hch. 4.5-8).

Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio… El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto sí? Y el dijo: Varones hermanos y padres… (Hch. 6.12; 7.1-2).

Las autoridades políticas:

Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y Saulo, deseaba oír la palabra de Dios ( lógon tou Theou). Pero les resistía Elimas, el mago… el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor (didaché tou kuríou) (Hch. 13.6-8, 12).

Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió… Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres… Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros (Hch. 24.10, 14, 21).

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Los marginados:

Y era traído un hombre cojo de nacimiento… Más Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda (Hch. 3.2, 6).

Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía… así que había gran gozo en aquella ciudad (Hch. 8.5-6, 8).

Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos (Hch. 16.14-15).

Los no judíos:

Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia (Hch. 13.48-49).

Y así Pablo salió de en medio de ellos. Más algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Damaris, y otros con ellos (Hch. 17.33-34).

…desde ahora me iré a los gentiles. Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios… Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad (Hch. 18.6-10).

Los prosélitos judíos:

Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a gaza, el cual es desierto… Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes… había venido a Jerusalén para adorar… Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro… Entonces Felipe, abriendo su boca… le anunció el evangelio de Jesús (Hch. 8.26-27, 29, 35).

Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando… Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia… Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y de muertos (Hch. 10.24, 34-35, 42).

Los funcionarios públicos:

Despertando el carcelero… Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa (Hch. 16.27, 30-31).

Los intelectuales griegos:

Así que discutía en la sinagoga… y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él… (Hch. 18.17-18).

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5. Las formas de proclamación del evangelio

Varias fueron las vías o los medios que los discípulos utilizaron para comunicar la buena noticia de salvación a diversos los públicos humanos con quienes se encontraron en su recorrido misionero. Entre estas vías o medios para la evangelización se destacan las siguientes:

La proclamación pública:

Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz, y les habló diciendo… (Hch. 2.14).

Viendo esto Pedro, respondió al pueblo… (Hch. 3.12).

Y el dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham… (Hch. 7.2).

Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio… (Hch.8.4).

El testimonio personal:

Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacia (Hch. 8.5-6).

Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús (Hch. 8.35).

Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa (Hch. 16.32).

La argumentación y el debate:

En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos… Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo (Hch. 9.20-22).

Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo, discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos: y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo (Hch. 17.2-3).

Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos de los filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él (Hch. 18.17-18).

La enseñanza:

Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios (Hch. 18.11).

Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos… varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios (Hch. 18.24-26).

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El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente… (Hch. 20.7).

Las señales visibles:

Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados (Hch. 5.16).

Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre ellos (Hch. 7.8).

Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados (Hch. 8.6-7).

Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían (Hch. 18.11-12).

Acierta, entonces, Michael Green cuando comentando sobre los públicos y los lugares en los que el evangelio fue anunciado, expresa que:

La proclamación publica de diversos tipos y el uso privado de los hogares, fueron factores cruciales en el entendimiento del evangelio, pero no menos importante fue la evangelización personal, en el sentido de un individuo que compartía su fe con otro (Green 1979:235).

Fue así ayer, y ocurre lo mismo actualmente, porque en el corazón mismo de la misión está la convicción de que Dios está activo en el mundo y activo en la historia por medio de personas a las cuales llama y envía como misioneros (Escobar 2000:110). 6. Los resultados visibles de la proclamación del evangelio

Aunque ya se han mencionado, cuando se ha analizado los otros puntos distintivos de la misión en los Hechos varios de los resultados visibles de la proclamación del evangelio, Lucas en su relato precisa que los siguientes fueron los resultados concretos:

Nuevos discípulos:

…los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron ese día como tres mil personas (Hch. 2.41).

…Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hch. 2.47).

Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil (Hch. 4.4).

Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres (Hch. 5.14).

…el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe (Hch. 6.7).

…dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó (Hch. 8.36-38).

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Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (Hch. 8.12).

Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria… y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu (Hch. 9.31).

Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número se convirtió al Señor (Hch. 11.21).

Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba (Hch. 12.24).

Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor (Hch. 13.12).

Los gentiles, oyendo esto, se regocijaron y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia (Hch. 13.48-49).

Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a antioquia (Hch. 14.21).

Así que las iglesias eran confirmadas en la fe y aumentaban en número cada día (Hch. 16.5).

…una mujer llamada Lidia… estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada y su familia… (Hch. 16.14-15).

…Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa…y en seguida se bautizó él con los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios (Hch. 16.30-34).

Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres (Hch. 17.12).

…muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados (Hch. 18.8).

Y muchos de los habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos… Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor (Hch. 19.18, 20).

Comunidades de testimonio:

Entonces las iglesias (ekklesía) tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria… (Hch. 9.31).

Y se congregaron allí todo un año con la iglesia (ekklesía), y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquia (Hch. 11.26).

Había entonces en la iglesia (ekklesían) que estaba en Antioquia, profetas y maestros… (Hch. 13.1).

Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, confirmado los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Y constituyeron ancianos en cada iglesia (ekklesían), y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (Hch. 14.21-23).

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Así que las iglesias (ekklesíai) eran confirmadas en la fe y aumentaban en número cada día (Hch. 16.5).

Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia (ekklesían), y luego descendió a Antioquia. Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos (mathetás)… (Hch. 18.22-23).

Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia (presbuterous tes ekklesías)… (Hch. 20.17).

Señales innegables:

Ya se ha tratado en otro momento sobre este asunto, mencionándose, entre otros, estos pasajes de los Hechos: 2.4; 5.12; 6.8; 8.6-7; 19.11-12. Al respecto, las siguientes palabras de Michael Green, resultan valiosas para captar tanto la textura del mensaje que los discípulos proclamaban como el poder que respaldaba su testimonio público:

…había… otra dimensión de este poder. Era la que involucraba la sanidad y los exorcismos, cosa que resultaba factor de incalculable importancia para la expansión del evangelio en un mundo carente de servicios médicos adecuados y que sufría la opresión de fuerzas demoníacas de toda clase (Green 1979:64).

Más aun, este mismo autor, precisa que:

La efectividad del nombre de Jesús para sanar y expulsar demonios está suficientemente atestiguada –tanto en tiempos modernos como en antiguos–, de modo que no es fácil la incredulidad sobre este punto (…) No era la simple enunciación del nombre de Jesús, sino un recitado de los acontecimientos salvadores del evangelio, lo que acompañaba a estas curaciones. El énfasis, por lo tanto, no recaía sobre el exorcista, sino sobre Jesús, en cuyo nombre se obraba, y sobre el evangelio que él había traído a la luz (Green 1979:69-70).

Confrontación con los poderes:

Sobre este tema clave en el relato de Lucas, se han mencionado en otro momento, los siguientes pasajes de los Hechos: 4.1-3; 5.1-10, 17-18; 6.9-10; 7.51-53; 8.1, 9-24; 12.1-5; 13.50-52; 16.19-21; 18.9-10; 19.23-41; 21.7-36; 23.12-22.

Transformaciones sociales:

Dos pasajes de los Hechos, relacionados con el segundo viaje misionero de san Pablo, son particularmente valiosos para reflexionar sobre la relación entre la proclamación pública de la buena noticia de salvación y las transformaciones sociales. Estos son los dos pasajes los de Hechos:

Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad (pólis), y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos (Hch. 16.19-21).

…los judíos que no creían, teniendo celos… alborotaron la ciudad (pólis); y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero (oikouménen) también han venido acá; a los cuales ha recibido Jasón; y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay rey Jesús (Hch. |17.5-7).

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Al respecto, un pasaje relacionado con el tercer viaje misionero de san Pablo, viene a ser también muy valioso para reflexionar sobre este mismo asunto:

Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos, y hecha la cuenta del precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor (kuríou o lógos)… (Hch. 19.18-20).

Esta transformación social, cuyas consecuencias éticas fueron notorias, se puede detectar también en las palabras con la que Pablo se refiere a la conversión de los tesalonicenses en su primera carta a la iglesia de este lugar:

…partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Ts. 1.8-10).

7. Nuevo liderazgo y nuevas estructuras

Cuando la buena noticia de salvación fue cruzando otras fronteras geográficas, sociales, religiosas y culturales; y nuevos discípulos se fueron incorporando y se establecieron nuevas iglesias en el mundo no judío, hubo necesidad de crear nuevas estructuras de gobierno local y nuevos espacios de liderazgo u oficios pastorales. De acuerdo al testimonio de Lucas registrado en los Hechos, no se crearon primero nuevas estructuras para ver luego como estas encajaban en la misión ni se crearon nuevas posiciones de liderazgo para buscar luego donde podían servir, sino que la realidad de la misión forzó la creación de nuevas estructuras y la emergencia de nuevos liderazgos en el seno de la iglesia:

Los servidores de las mesas o diáconos:

Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir (diakonein) las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a la multitud; y eligieron a… a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos (Hch. 6.2-6).

Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él (Hch. 21.8).

Los profetas y los maestros:

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquia, profetas y maestros (profetai kai didáskaloi…)… (Hch. 13.1).

Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas (profetai), consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras (Hch. 15.32).

…Felipe el evangelista… Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hch.21.9).

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…descendió de Judea, un profeta (profetes) llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo… (Hch. 21.10-11).

Los ancianos o presbíteros:

Y constituyeron ancianos en cada iglesia (ekklesíae presbuterous)… (Hch. 14.23).

Como Pablo y Bernabé tuviesen una disputa no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen… a Jerusalén… a los apóstoles y los ancianos (apóstolous kai presbuterous), para tratar sobre esta cuestión… Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos (apostólos kai ton presbuteron)… Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer sobre este asunto… Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos (apostólois kai tois presburois)… Los apóstoles y los ancianos (apostolói kai oi presbuteroi adelphoí) y los hermanos… (Hch. 15.2, 4, 6, 22, 23).

…hizo llamar a los ancianos de la iglesia (presbuterous tes ekklesías)… ( (Hch. 20.17).

Los evangelistas:

Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista (euggelistou), que era uno de los siete, posamos con él (Hch. 21.8).

8. Los instrumentos humanos para la proclamación del evangelio

Uno de los datos sorprendentes que nos proporciona Lucas, sobre los instrumentos humanos para la proclamación de la buena noticia del reino de Dios, es que estos provenían de una variedad de trasfondos sociales y culturales. Entre ellos hubo pescadores galileos como Pedro y Juan; un educado rabino judío como Saulo de Tarso; un joven, hijo de mujer judía y padre griego, como Timoteo; un experto en Antiguo Testamento como Apolos; dos judíos inmigrantes, fabricantes de carpas, como Aquila y Priscila; una mujer pudiente como Lidia; un curtido carcelero como el carcelero de Filipos; un médico como Lucas, entre otros.

Lucas nos recuerda también que durante sus viajes el apóstol Pablo reclutaba discípulos de diferentes lugares para que le acompañen en sus recorridos misioneros. Así, por ejemplo, Lucas en su relato de los Hechos señala que en unos de sus viajes le acompañaron hasta Asía, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo (Hch. 20.4). Más aun, Pablo en sus cartas, con breves referencias a cada uno de ellos, menciona a varios de sus compañeros de viaje o a discípulos que en cierto momento habían trabajado con él (Ro. 16.1-15; 1 Co. 16.19; Fil. 4.2-3; Col. 4.7-15, 17; 2 Ti. 4.10-12, 19-21; Tit. 3.12-13; Flm. 1-2, 23-24). De todos estos pasajes, Romanos 16 destaca notoriamente, debido a que se mencionan a varias mujeres que colaboraron con el apóstol Pablo: Febe, Priscila, María, Pérsida, Trifena, Trifosa, la madre de Rufo, Julia, y probablemente Junias si aceptamos que se trata de una mujer a quien san Pablo llama apóstol.

El mismo Lucas registra, además, que en la iglesia de Antioquia había profetas y maestros, cuyo trasfondo social, cultural y racial, da cuenta de que se trataba de una iglesia que tenía un liderazgo multicultural, multirracial y socialmente diverso. En palabras de Lucas:

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquia, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el Tetrarca, y Saulo (Hch. 13.1).

Sin embargo, se tiene que subrayar también que hubo otros agentes de evangelización, agentes cuyos nombres y número no conocemos. Como señala Lucas:

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Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio… (Hch. 8.4).

Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquia, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquia, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor (Hch. 11.19-21).

…Pablo y Bernabé continuaron en Antioquia, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos (Hch. 15.35).

Lo mismo señala san Pablo, cuando escribiendo a los discípulos de la ciudad de Tesalónica, acota lo siguiente sobre los misioneros anónimos:

Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada… (1 Ts. 1.8).

De misioneros anónimos como los que llevaron la buena noticia de salvación a Antioquia de Siria y a otras regiones, dependió, ha dependido y depende mucho todavía, la proclamación pública de la buena noticia del reino de Dios en las distintas avenidas sociales, culturales y religiosas del mundo. Misioneros anónimos como los que predicaron el evangelio en el puerto de Puteoli (Hch. 28.13-14) o en Roma la capital del imperio (Hch. 28.14-15). Buena parte de ellos fueron, como despectivamente consideraron las autoridades religiosas judías de Jerusalén a los galileos que seguían a Jesús de Nazaret, hombres sin letras y del vulgo (ántropoi agrammatoí kai idiotai)… (Hch. 4.13).

Lucas precisa también que, si bien la expansión de la iglesia fue espontánea, hubo ciertos casos en los que los discípulos se movilizaron debido a factores externos como la persecución (8.4; 11.19-21). Fue así porque los discípulos tenían un mensaje que compartir y, por donde iban, lo proclamaban públicamente. Este fue, por ejemplo, el caso de Felipe, quien sin recibir ninguna directiva de los líderes de la iglesia de Jerusalén, proclamó el evangelio en la región de Samaria (8.5-12) y, posteriormente, en otros lugares como Azoto y Cesarea (8.39-40).

Pero Lucas destaca, además, que hubo casos en los que el mismo Espíritu les dio indicaciones claras a los discípulos para que sigan ciertas rutas o realicen ciertas acciones conectadas con la misión. Los casos de Felipe (8.29, 39-40), Pedro (10.19; 11.12), y Pablo (13.2, 4; 16.6-10), dan cuenta de ello.

Está claro, entonces, como ha señalado un autor que, desde su comienzo el cristianismo fue un movimiento laico, y así continuó siendo por un tiempo notablemente largo (Green 1979:27). Consecuentemente, acierta Roland Allen, cuando manifiesta que:

Cuando de las impacientes instancias y exhortaciones que llenan las páginas de nuestros modernos periódicos misioneros nos volvemos a las páginas del Nuevo Testamento, nos asombra la diferencia de atmosfera. San Pablo no exhorta repetidamente a sus iglesias a dar dinero para la propagación de la fe: le interesa mucho mas explicarles qué es la fe, y cómo deben practicarla y mantenerla. Lo mismo se puede afirmar de San Pedro y San Juan, y de todos los escritores apostólicos. No parecen sentir necesidad alguna de repetir la gran comisión y de instar a sus convertidos a hacer discípulos en todas las naciones. Lo que leemos en el Nuevo Testamento no es una ansiosa apelación a los cristianos para que difundan el Evangelio, sino una nota aquí y allá que sugiere cómo se estaba difundiendo: las iglesias eran confirmadas en las fe, y aumentaban en numero cada día [Hch. 16.5], en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada [1 Ts. 1.8]; o como resultado de la persecución: los que

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fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio [Hch. 8.4]… (Allen 1970:21).

9. El crecimiento integral de una iglesia

Lucas en su relato de la propagación de la buena noticia de salvación, hasta en seis ocasiones, con un lapso de cinco años entre ellos, hace un resumen de la situación en la que se encontraba la iglesia en ese momento.

Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe (Hch. 6.7).

Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo (Hch. 9.31).

Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba (Hch. 12.24).

Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día (Hch. 16.5).

Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor (Hch. 19.20).

…Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada… predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento (Hch. 28.30-31).

Lo que queda claro, cuando se lee con atención cada uno de estos resúmenes que Lucas nos ha dejado, es que a lo largo de casi treinta años, todo el período que cubre el libro de Hechos, hubo varias constantes que caracterizaron el avance misionero de la iglesia:

Un mensaje incambiable y permanente: La palabra del Señor o el evangelio de Jesús.

Un mismo poder que acompañaba y validaba el testimonio de los discípulos: El Espíritu Santo.

Una misma preocupación misionera: Nuevos discípulos.

La formación de nuevas comunidades de discípulos: Iglesias locales con una organización mínima y con un liderazgo propio.

Pero se tiene que precisar, además, que si bien hubo nuevos discípulos que se integraban a las iglesias, no se nota que el énfasis mayor estuviera en el crecimiento numérico, como si éste hubiera sido la única preocupación que les animaba, cuando proclamaban el evangelio. Más bien, lo que se resalta es el crecimiento en varias áreas, como el crecimiento numérico (nuevos discípulos del reino conectados a una comunidad visible de testimonio), crecimiento orgánico (desarrollo interno de la comunidad, estructura de gobierno, liderazgo, culto, relaciones entre los discípulos), crecimiento conceptual (la inteligencia de la fe, comprensión de la fe cristiana, conocimiento de las Escrituras), crecimiento diaconal (servicio al mundo, atención a todas las necesidades humanas, ministerio de la reconciliación).

Para finalizar, dos citas claves de uno de los libros de Justo Gonzáles, libro que podría ser considerado un clásico de la literatura cristiana contemporánea, son de mucha ayuda para seguir reflexionando sobre el tema que se ha intentado bosquejar en este trabajo:

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La historia de la Iglesia es la historia de su misión. Esto se debe a que la Iglesia es su misión. La Iglesia nace, no cuando el Señor llama a unos pescadores, sino cuando les llama para hacerles «pescadores de hombres»; no cuando un grupo de cristianos se encierra en un aposento «por miedo a los judíos», sino cuando Jesucristo dice a esos cristianos «como el Padre me envío, yo os envío»; no cuando los discípulos tienen la experiencia mística de ver lenguas de fuego sobre sus cabezas, sino cuando esa experiencia se traduce en un testimonio que traspasa todas las barreras de idiomas (Gonzáles 1970:23).

Sabemos que Pablo no fue el único misionero cristiano de los tiempos neotestamentarios porque el libro de los Hechos y las epístolas paulinas mencionan diversos episodios en los que aparecen otros misioneros. Bernabé y Marcos fueron a la isla de Chipre. La Primera Epístola de Pablo a los Corintios habla acerca del judío alejandrino Apolos, quien laboraba en Corinto. Además, antes de que Pablo llegase a Roma, ya existía una iglesia cristiana en esa ciudad. Aun más, en el pequeño puerto italiano de Puteoli había ya cristianos que acudieron a recibir a Pablo cuando llegó de camino hacia Roma. Todo esto ha de recordarnos que el apóstol Pablo es solo uno –aunque quizá el mas importante– de los muchos cristianos que durante el siglo I contribuyeron a hacer llegar su fe a distintas regiones del mundo (…) el hecho es que a fines del siglo I había cristianos en todas las principales regiones del nordeste del Mediterráneo, y que esta expansión se había llevado a cabo sin un plan o estrategia misionera prefijada (Gonzáles 1970:38-39).

De este mismo autor, una interesante nota relacionada con el tema del Espíritu Santo en la teología de Juan Wesley, puede ayudarnos a responder a cuestiones críticas como la obra del Espíritu en el mundo contemporáneo en el cual el mercado religioso se ha diversificado y las ofertas religiosas son cada vez más variadas:

…quizás lo mas importante que Wesley nos diría es que la gran línea divisoria no está entre cantar coritos o cantar el Kirie, entre leer las oraciones o levantar una algarabía al cielo, entre adorar sentados o adorar dando saltos. La gran línea divisoria está entre ser una comunidad de fe y de amor, y ser una serie de individuos, unos al parecer muy sabios, y otros al parecer muy santos, pero pocos preocupados por el bienestar y la santidad comunes y de la creación. El Espíritu Santo, nos diría Wesley, les da ciencia a unos y otros dones a otros; pero ni esa ciencia ni esos dones son verdad del Espíritu Santo si no conducen a la edificación del todo, a la santificación de la comunidad. Y si, por otra parte, somos obedientes al Espíritu Santo, seremos comunidad que anuncie y en cierta medida participe ya del futuro de Dios –futuro de paz, de amor y de justicia (Gonzáles 2004:85).

O en palabras de Samuel Escobar:

La prueba que debemos aplicar para saber si un movimiento proviene del Espíritu de Dios tiene que ver con la determinación de si el movimiento de que se trata glorifica a Cristo y contribuye constantemente a transformar personas a su imagen, haciéndolas más semejantes a Cristo. Los evangélicos han tenido razón al insistir en que no debemos conformarnos con los dones del Espíritu si no vemos al mismo tiempo el fruto del Espíritu (Escobar 2008:164).

Bibliografía

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Bonilla, Plutarco1998 «La misión de la iglesia según el libro de los Hechos». La Biblia de las

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Buenos Aires: Certeza Unida.

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