el espíritu santo en pentecostés - benedicto xvi

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El Espíritu Santo en Pentecostés - Benedicto XVI

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  • Joseph RatzingerBenedicto XVI

    EL ESPRITUSANTO

    en Pentecosts

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  • Ttulo original: ber den Heiligen Geist

    Coleccin: Documentos MCDirector de la coleccin: Javier Martn Valbuena

    Libreria Editrice Vaticana, Rom Sankt Ulrich Verlag GmbH, Ausburg Ediciones Palabra, S.A., 2013 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espaa) Telf.: (34) 91 350 77 20 - (34) 91 350 77 39 www.palabra.es [email protected]

    Traduccin de homilas de Joseph Ratzinger: Mara Xess Bello RivasTraduccin de homilas de Benedicto XVI: www.vatican.va

    Diseo de cubierta: Ral OstosEdicin en epub: Jos Manuel CarrinFotografa de portada: CorbisISBN: 978-84-9840-863-8

    Todos los derechos reservados.No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamientoinformtico, ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea

    electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro u otros mtodos,sin el permiso previo y por escrito del editor.

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  • NOTA DEL EDITOR

    La presente edicin se completa con todas las homilas pronunciadas por el PapaBenedicto XVI en la solemnidad de Pentecosts a lo largo de su pontificado (2005-2013).

    Los ttulos de todos los captulos son de la Editorial.

    Javier Martn Valbuena

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  • PRLOGO

    La cuestin del Espritu Santo est muy presente en la Teologa contempornea. Elredescubrimiento del tema de la Creacin remite por s mismo al Espritu que en elprincipio flotaba sobre las aguas. As, el Espritu es considerado tormenta, principiodinmico que rompe los reglamentos demasiado fijos de la Iglesia y del mundo, y queluego sopla donde quiere (Jn 3, 8). No solo se confronta al Espritu con losreglamentos de la Iglesia, sino tambin con esa Cristologa criticada como Cristomonismoexclusividad de la persona divina de Cristo. En la Teologa de las religiones se estpropagando la tesis de que habra, junto a la Historia de la salvacin certificada porCristo, una segunda alianza de la historia divina con los hombres, la historia de unaactuacin divina por medio del Espritu Santo que se expresara en las diversas religionesdel mundo. Estas religiones surgiran de este modo como propio espacio de revelacinjunto al espacio de la fe manifestado por la Biblia.

    A pesar de estas teoras que desean otorgar al Espritu Santo un perfil propio junto ala figura de Cristo, en la Revelacin se habla del Espritu Santo de una maneraextraamente indeterminada y vaga. O sern incluso esas teoras las que hacen delEspritu Santo principio de lo indeterminado, de lo vago? Mis deberes de evangelizadorme han obligado a preguntarme qu es lo que puede decir un predicador de la fe catlicasobre el Espritu Santo siguiendo a la Escritura y a la Tradicin. En concreto y, sobretodo, en el sentido de que lo dicho no se quede en teora teolgica, sino que ms bienalcance un significado para la entera vida cristiana. Estas homilas de Pentecosts quepresento aqu no pueden, ni quieren, suplantar a un tratado teolgico sobre el EsprituSanto. Son sermones que intentan iluminar algunos aspectos de la fe en el Espritu Santorelacionndolos con nuestras vidas. Es cierto que se trata de una coleccin muyincompleta de fragmentos, pero espero que sea de utilidad, tanto para predicadorescomo, sobre todo, para los oyentes de la Palabra.

    Todos los sermones excepto Espritu y Fuego Libertad y Vnculo, del sbadode Pentecosts estn basados en las lecturas del domingo de Pentecosts (Hch 2, 111,1 Co 12, 3b7, 1213, Jn 20, 1923), por lo que es inevitable que haya repeticiones.Tengo la esperanza, sin embargo, de haber extrado del tesoro de la fe, como un buenpadre de familia, junto a lo viejo y repetido, cosas nuevas (cfr. Mt 13, 52).

    Deseo que esta predicacin, con toda su imperfeccin, sirva para alcanzar unconocimiento ms profundo del Dios uno y trino.

    Roma, en la Fiesta de la Anunciacin, 2004Joseph Cardenal Ratzinger

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  • PRIMERA PARTE

    VEN, ESPRITU SANTO!

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  • I. EL CREDO DE LA IGLESIAY EL ESPRITU SANTO*

    La gracia de Pentecosts da respuesta a una pregunta que se ha convertido ennuestro tiempo, casi, en un problema de supervivencia. Pentecosts es la fiesta de launin, de la comprensin, de la coexistencia de los hombres. Vivimos en una poca en laque nos acercamos cada vez ms, en la que las distancias en el mundo se diluyen porcarecer casi de importancia y, sin embargo, al mismo tiempo, el entendimiento entre laspersonas se hace siempre ms complicado. El primero, segundo y tercer mundo seenfrentan entre s. Las generaciones se enfrentan entre s; en la vida cotidiana nos damoscuenta de que la gente se vuelve cada vez ms agresiva, huraa e incmoda consigomisma, de que el entendimiento se hace cada vez ms difcil. Cmo lograr esa unidadque tanto necesitamos? Y de dnde viene el hecho de que estemos tan enfrentados?

    Las narraciones pentecostales de la Sagrada Escritura dejan entrever el antecedentede la historia milenaria sobre la construccin de la torre babilnica. La historia de aquelreino que haba alcanzado tanto poder que la gente lleg a creer que no necesitaba de laayuda de dioses lejanos, sino que era lo suficientemente poderosa para construir por smisma un camino hasta el cielo; para incluso abrir por s misma la puerta, paraconvertirse en dioses y para establecer la vida celestial. Y, entonces, sucede algo extrao.Mientras van construyendo juntos de este modo, de repente, comienzan a construir unoscontra otros. Y, mientras intentan ser dioses, corren el peligro de no ser siquiera hombresporque se desmorona la habilidad del entendimiento mutuo.

    Hasta hace algunas dcadas, podamos pensar que se trataba de un viejo mito orientalen el que es difcil dilucidar lo que hay en l de cierto. Hoy sabemos que es verdicoporque sigue ocurriendo entre nosotros. Y es que, gracias al avance de la ciencia y latecnologa, hemos accedido a un poder sobre el mundo hasta en sus componentes msdelicados. Poder para reconstruir el mundo y redisear al hombre. Por eso pareceanticuado rezar a Dios, que est tan lejos, pudiendo nosotros mismos producir lo quequeremos; solo necesitamos poner manos a la obra para construirnos el paraso, esemundo mejor de completa libertad y goce ilimitado. Y volvemos a revivirlo: cuantomayor es el lenguaje en comn, la informacin en comn, la forma de vivir en comn,menos nos entendemos. Surge una crueldad indita entre las personas; surgedesconfianza, surge sospecha, de los unos contra los otros. Es suficiente seguir lasnoticias, observar la vida cotidiana, para sentirlo. A qu viene esto? Cmo puedelograrse la unidad?

    La Sagrada Escritura da la respuesta: solo podr tener lugar por medio de un nuevoespritu que se nos otorgue, que nos done un corazn nuevo y un idioma nuevo. Pero

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  • ante esto se plantea de inmediato la cuestin prctica: de dnde ha de venir eseespritu?, cmo se le puede recibir?, cmo reconocerlo?

    San Pablo nos ofrece en la primera lectura, de la Carta a los Corintios, unarespuesta increblemente sencilla y prctica. Tan prctica, que nos vuelve a parecerdemasiado simple. Nos pasa como a Naamn, el sirio, a quien le dijeron que bastaba conque se baara en el Jordn para curarse de la lepra. Le result demasiado simple. Y esque la curacin no poda ser tan fcil. De modo parecido nos resistimos ante estarespuesta, porque Pablo nos dice que el Espritu Santo no fabrica nada. Las nuevaspalabras que nos pone el Espritu sobre la lengua, esa lengua de fuego que nos da y quetransforma el corazn, son simplemente: Jess es el Seor. Estas son las nuevas palabrasque superan las divisiones y que unen a los hombres. Para comprender esta simple peroinconmensurable exigencia, que surge de estas palabras, ciertamente necesitamosprofundizar. En primer lugar, debemos ser conscientes de que Pablo, aqu, simplementecita el Credo de la Iglesia. Quiere decirnos: lo importante del Espritu Santo no son unassacudidas entusiastas, que las hay tambin entre los paganos. En el versculo 2 previohaba recordado a los Corintios el tiempo en que eran conducidos a los dolos mudos ydonde experimentaban toda clase de entusiasmos y xtasis. El Espritu Santo as nos lohace entender san Pablo no juega con entusiasmos, es muy sobrio. La nueva palabraque nos da consiste en la humildad de la profesin de fe de la Iglesia. Se funda en lasimplicidad del corazn que no es suficientemente grande para acceder a la fe comn quese extiende sobre los siglos y los continentes, guiando a los hombres desde la propiainterioridad y hacia los otros. La voz del Espritu Santo es la profesin de la fe comn dela verdadera Iglesia catlica extendida por el mundo entero.

    Reflexionando, junto con san Pablo, debemos dar un paso ms y preguntarnos acercadel contenido de esa profesin que construye la Iglesia y sin la cual esta no existira. Esecontenido es: Jess es el Seor. Seor es la denominacin del Antiguo Testamentoutilizada durante la lectura de la Biblia en lugar del nombre impronunciable de Dios. Deeste modo, esta frase establece un compromiso con la divinidad de Jesucristo hombre. Y,de hecho, todo en el mundo, y en nuestra vida, es diferente si esto es verdad. Si Dios haentrado, en Cristo, en el mundo, ya no existir la eterna incertidumbre de si Dios existe,cmo existe, sobre lo que quiere de nosotros, de si el mundo y la vida tienen unsignificado, si son un camino. Entonces se habrn abierto las puertas, estar sealado elcamino, porque hay una respuesta por la que todas las cosas aguardan: Jess es el Seor.Esto solo lo puede decir quien se encomienda al reino de Jess. Quien entra en sumedida. Quien se deja moldear por l desde dentro. Quien est preparado para ir con ly seguirlo. Unas palabras semejantes Jess es el Seor, la medida, la forma de miexistencia no se pueden pronunciar solo con la lengua; precisan de la persona entera;nos obligan a renunciar a nuestra propia magnificencia, conducindonos el uno hacia elotro. Porque, al fin y al cabo, si todos nosotros dejamos de vivir segn nos parece,viviendo en Aquel que nos precede, viviendo en Aquel que nos am hasta la muerte,entonces viviremos en verdadera comunicacin mutua.

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  • Y as se hace visible por qu Babilonia es Babilonia, y por qu Pentecosts esPentecosts. Cuando los hombres quieren ser dioses, solo pueden estar enfrentados.Cuando, en cambio, se introducen en el ncleo, en la Verdad del mismo Dios, entoncesentran en el Espritu que es portador del espritu de todos ellos y que por eso puedeunirlos a todos realmente. Solo hay un Seor que puede en verdad reclamarlos a todossin destruir la libertad de nadie, unindonos: Aquel que es hombre y Dios al mismotiempo. Es as como se abre la relacin entre Cristo y el Espritu Santo. La celebracinde Pentecosts se dirige a la Trinidad. El Espritu no se pone a hacer cualquier cosa. Essobrio y nos ofrece el reino de Jesucristo. Pero seguir a Jesucristo no significa atarse auno solo, sino abrirse a la amplitud de la Verdad. Seguirlo a l significa estar realmenteabiertos y libres mental y espiritualmente, ser realmente persona: imagen y semejanza deDios.

    Pidamos, ahora, al Espritu Creador que ha fundado la Iglesia, junto con loscreyentes de todos los tiempos: Ven, Espritu Creador, renuvanos a nosotros y a estaTierra. Amn.

    * Catedral de Munich, 29-V-1977.

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  • II. EL ESPRITU SANTOEN EL VIENTO IMPETUOSO Y EL FUEGO*

    El Espritu Santo vino sobre los discpulos cuando se hallaban reunidos en un lugar,segn nos dice la lectura de los Hechos de los Apstoles que acabamos de escuchar.Quiere decirnos, tambin, algo acerca de la condicin de su llegada y, al mismo tiempo,acerca de los signos de su proximidad.

    Si leemos el conjunto de la narracin, aprendemos ms sobre l. En el texto se nosdice que Jess, antes de su despedida, encarg a sus discpulos que, inicialmente, noemprendiesen nada en solitario, sino que permaneciesen juntos esperando el don delEspritu Santo. Y as se reuni un pequeo grupo de creyentes, junto con Mara y losapstoles que, tras la eleccin de Matas, eran de nuevo doce. Saban que la unidad, laarmona, eran requisito previo para Pentecosts. Y reconocieron tambin que el requisitoprevio para la armona era la oracin. Porque solo la oracin, y no una refinadapsicotecnia, puede descubrirnos cada recoveco del alma, cuando entra en contacto conlos dems, en el trato mutuo, en la paz y la unidad. La armona es el requisito para el dondel Espritu, y la oracin es requisito para la armona. Pero tambin es necesariopermanecer abiertos al Seor, tal como omos. Y justamente en esto es donde, segn miopinin, tiene que aprender la Iglesia desde cero.

    Hay mucha actividad en la Iglesia de hoy. Existe un empeo que lleva a las personashasta el lmite de sus fuerzas y, a veces, ms all. Pero apenas se hace un alto, ensilencio, ante la Palabra de Dios, en la que se desbloqueen nuestra voluntad y nuestraactividad hacindose as libres y fructferas. Ciertamente, el Seor precisa de nuestraactividad y entrega. Pero nosotros necesitamos de su presencia. Tenemos que volver asaber del valor de la inactividad, para as reaprender la humildad de la espera por laPalabra. Muy a menudo, sera ms efectiva una nica hora de escucha silenciosa en laPalabra de Dios que todos esos coloquios, reuniones y discusiones. Y un instante deoracin sera ms fructfero que tantos montones de papeles. A veces se tiene laimpresin de que detrs de esa actividad febril exagerada se esconde la desconfianza anteel poder de Dios y, tras la multiplicacin de nuestras obras, una parlisis de nuestra fe, yaque, al final, solo confiamos en lo que logramos y realizamos nosotros mismos. Pero nosolo logramos algo a travs de aquello que hacemos, sino tambin, y no en menormedida, a travs de lo que somos: si maduramos, nos liberamos y somos sinceroshundiendo nuestro ser en las silenciosas y fructferas races del Seor.

    El Espritu Santo se presenta, en la lectura de hoy, bajo dos imgenes: la del vientoimpetuoso y la del fuego. La tempestad es, sobre todo, expresin de poder para el mundoantiguo, un signo del poder divino que gira alrededor del mundo y mueve las estrellas

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  • como si fueran granitos de arena. Pero esa imagen de la tempestad oculta un segundopensamiento. Ella es, tambin, expresin de uno de los cuatro elementos vitales: elelemento del aire que diferencia nuestra Tierra del resto de astros hacindola estrella de lavida. Solo all donde hay aire tendrn sentido los pulmones. Solo all donde est presentese podr respirar. Lo que significa ese elemento misterioso para la vida biolgica, losignifica el santo, el Espritu Santo, para todo espritu. Solo donde se respire este, sepuede ser humano, puede surgir humanidad. Leemos mucho hoy en da en los peridicossobre la contaminacin ambiental producida por nuestra civilizacin. Y en las zonasurbanas, sin necesidad de leer sobre ello, sabemos por propia experiencia que junto alelemento vital del aire tambin inhalamos toxinas que destruyen la vida. Pero, en cambio,no hablamos de la contaminacin espiritual que destruye la atmsfera en la que vive elespritu. Y eso que el envenenamiento de corazn y espritu que se produce por esacontaminacin ambiental del alma es mucho ms alarmante que las enfermedadesproducidas por la contaminacin fsica del aire. En un viaje de Confirmacin mecontaron que en ese lugar una tercera parte de los nios estaban perturbados porque nopodan respirar amor, el elemento primario que necesita el hombre para crecer y existir.Que en el mundo occidental se muestren pelculas llenas de violencia y desprecio por elser humano con toda normalidad es seal de lo mucho que nos hemos habituado a tratara las personas como heces, a burlarnos de su dignidad, pisotendola. Diremos: a eso se lellama libertad. Pero, aunque mostrar la maldad y cmo se pisotea la dignidad del hombrenos parezca normal y se haya hecho habitual, aunque nos parapetemos tras todo tipo deexcusas ideolgicas, no cambia nada del hecho de que con todo ello se envenena el aireespiritual en el que tenemos que respirar. En verdad, donde no se protege, desde laconviccin, la dignidad del individuo contra tales abusos, las prohibiciones no tendrnsentido alguno. Con ms razn tendremos, como cristianos, que asumir el encargo debuscar el aire puro del Espritu Santo, enfrentarnos a la contaminacin espiritual y crearen la comunidad de creyentes oasis de respiracin y alivio para el corazn y el alma.

    La segunda imagen del Espritu Santo en nuestra lectura es la del fuego. As comoapareca el aire en el Mundo Antiguo como un elemento primario para la vida, apareca elfuego como el elemento sobre el que se basa la cultura, esto es, la condicin previa paraque podamos nosotros mismos cultivar, formar y proyectar la Tierra. El fuego es luz,calor, dinmica que puede transformar. Pero tambin es al mismo tiempo elemento dedestruccin, de ruina, cuando est fuera de control. En el mundo antiguo se le tena porparte del sol, elemento de los dioses. Del hecho de que el hombre pueda disponer de lproviene el que se le vea como semejante a Dios. El mundo griego cre el mito dePrometeo, el que se enfrenta a los dioses y trae a la tierra el fuego del cielo, iniciando conello un nuevo mundo. Goethe verti este Pathos, con emocionantes palabras, en supoema de Prometeo: Aqu estoy yo, dando forma a una raza segn mi imagen. Unoshombres que sean iguales a m para sufrir, llorar, gozar y alegrarse. Y que no terespeten! Igual que yo!.

    Este es prcticamente el programa de la era moderna: querer ser, no imagen de Dios,sino solo nuestra propia imagen; arrogarnos el poder sobre el mundo, sin prestar atencin

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  • al poder de Dios y sin esperar nada de l. Pero ahora que hemos sido capaces dearrancar el fuego del cielo, de las profundidades, de la materia del tomo, comienza lacuestin de si no quemaremos con ello la Tierra, si este elemento de la cultura y lacreatividad no se transformar en nuestras manos en elemento de destruccin yaniquilacin.

    Pentecosts nos dice que el Espritu Santo es fuego y que Cristo es el verdaderoPrometeo, el que cogi el fuego del cielo. S, el hombre debe tener fuego, no debelanguidecer en una aburrida existencia, ha sido creado para parecerse a Dios, pero esefuego como fuerza de Salvacin no la trae el Titn que echa a Dios a un lado, sino elHijo que ofrece ese fuego del Amor derribando con l los muros de la hostilidad,permitiendo que el fuego sea fuerza de transformacin, del Amor y de un nuevo mundo.El cristianismo es fuego. No es un asunto aburrido, no es una verborrea piadosa con laque nos podemos enganchar a cualquier vagn para seguir tomando parte. El cristianismoexige de nosotros la pasin de la fe que reposa en la pasin por Cristo y que renueva elmundo.

    Extraigamos an algo ms de las imgenes y pensamientos de las lecturas del da dehoy: el Espritu Santo vence el miedo. Los discpulos tal como escuchamos en elEvangelio todava se escondan, detrs de las puertas cerradas, de los judos que habancrucificado a su Seor y por los que tambin podran ser detenidos y ejecutados. Estosdiscpulos salen sin miedo y anuncian la buena nueva de Cristo, el crucificado, porque sesaben en las manos del ms poderoso. Un sacerdote que pudo pasar un tiempo enfrica, en un territorio que apenas estaba en contacto con el cristianismo y la civilizacineuropea, me cont que lo ms conmovedor y turbulento de esa experiencia haba sido elterror paralizante que dominaba la vida entera de esas personas, la marca per s delpaganismo, donde no ha aparecido el Dios nico. Tienen miedo de los espritus de losmuertos, miedo de los espritus desconocidos, de lo impredecible de los espritusconocidos. La vida por entero es un clculo del miedo, de la habilidad para huir de lospoderes siniestros ante los que el hombre se enfrenta casi sin armas. El Espritu Santovence el miedo. El mundo del Espritu Santo no est marcado por espritus y poderesdesconocidos, sino por el Espritu que es Amor y, como Amor, es omnipotencia. Por esoes la ausencia de miedo el signo del Espritu Santo, quien nos pone en las manos de unaOmnipotencia de amor. Y por eso la fe, si es sana, podr enfrentarse tambin, sin miedo,a los poderes mundanos, porque se sabe guiada y protegida por quien, como el msfuerte, at al fuerte (cfr. Mc 3, 27). Y no es que, como se suele plantear, la razn pura yla mera intrepidez se eleven sobre un mundo que ha eliminado la fe. Donde desaparece lafe, el hombre deber comenzar de nuevo a temer a los poderes desconocidos, al destino,al futuro, a la naturaleza que l no puede conjurar, pero s Aquel que ha creado todo,sostenindolo en sus manos.

    As, pidamos en este da de Pentecosts que venga a nosotros el Espritu Santo y querenueve la faz de la Tierra. Amn.

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  • * Catedral de Munich, 14-V-1978.

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  • III. EL ESPRITU DE PERDN*

    En el evangelio que acabamos de or nos encontramos con la imagen de Pentecostsde san Juan con la que aclara y profundiza la narracin de Pentecosts de los Hechos delos Apstoles. El Seor resucitado, que participa de la libertad del Espritu Santo, sepresenta a sus discpulos atravesando puertas cerradas: el Espritu sopla donde quiere (Jn3, 8). Y la Palabra de Dios no est presa. As que este Evangelio es en primer lugar unmensaje de esperanza en un mundo en el que siempre se le cierran las puertas al Seor,en un siglo de mrtires en el que el espritu de la poca y el poder levantan muros ycolocan candados y rejas a la palabra de Dios ms que nunca antes. Pero la Palabra deDios es libre. Ha conservado el poder de seguir atravesando puertas cerradas, de hacersaltar candados y arrancar grilletes. Podemos ver cmo donde imper el atesmo comodoctrina de Estado durante medio siglo, y donde se movilizaron todas las posibilidades dela dictadura moderna para defenderse de la entrada del Espritu de Dios, ahprecisamente ha irrumpido entre los jvenes de nuevo la cuestin de Dios. Vemos cmoel Seor penetra a travs de puertas cerradas con fuerza y cmo vuelve a tender lasmanos y mostrar el costado para que lo toquen y as puedan tocar una vida diferente ynueva.

    El Espritu sopla donde quiere. Estas palabras y esta realidad plena de esperanzadebern, nuevamente en Pentecosts, arrancarnos de nuestro letargo, de nuestro miedo yde nuestra pusilanimidad. Estamos en verdad marcados por el temor de que el poder deese Espritu quiz no alcance hasta el final del siglo XXI, que se pueda estar apagando.Y, como los apstoles de entonces, tambin nosotros protestamos ante el Seor porquehemos sufrido la oscuridad una noche entera, una dcada entera e incluso ms, sin haberpescado nada. Pero, como entonces, l puede transformar el fracaso en bendicin (cfr.Jn 21, 1-14). Puede entrar donde quiera, incluso a travs de nuestras puertas de engredasabihondez y de nuestro esnobismo. Quiz no entre all a donde creemos deber guiarlocon papeles y decisiones. l puede entrar, y entra, donde quiere.

    El Espritu sopla donde quiere. Debemos escuchar tambin, por una vez, esta frase,marcndola con todos los elementos. Quiere tambin decir: El Espritu sopla donde lquiere, y no donde nosotros deseamos. Porque la libertad del Espritu Santo para derribarmuros y puertas y de soplar all donde los hombres no cuentan con l, esa libertad no escanonizacin del azar ni dogmatizacin de la arbitrariedad. El Espritu Santo no es elespritu del mundo ni tampoco nuestro espritu, sino el Espritu de Dios, el Espritu deJesucristo. Y donde se precisa de su libertad como adorno para capricho propio, entoncesse puede suponer con bastante certeza que aquello que est soplando no es el EsprituSanto.

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  • El Espritu sopla donde quiere. El evangelio de hoy nos expone ambas partes de estafrase. Por un lado, que el Espritu penetra tambin all donde los hombres intentanexcluirlo y, por otro, que sopla all, y solo all, donde est el lugar de su voluntad. Soplacomo aliento de Jesucristo. El Seor echa su aliento sobre sus discpulos y esta es lagracia del Espritu Santo (Jn 20 y ss.). El Espritu Santo viene a travs de Cristo ya quel es la presencia de la Voluntad divina: el Espritu es el aliento de Cristo y estaremos enel espacio del Espritu si estamos en el espacio del aliento de Jess. Tras esta maravillosaimagen brilla el cuadro de la Creacin. Dios cre al hombre modelando arcilla, pero no seconvirti en ser vivo hasta que Dios tal como apunta la Biblia le ech su aliento sobrela nariz (Gn 2, 7).

    Pero con ello no ha terminado la creacin del hombre. Para que este pueda vivircomo criatura espiritual no basta que funcionen sus rganos ni que su mente est enorden. Los pulmones solo le sirven a la persona cuando existe el aire que precisan pararespirar. Del mismo modo, el hombre podr vivir como criatura espiritual si est rodeadodel aire espiritual que le permite vivir, si hay una verdad con sentido, sensata, buena.Cuando existe un amor verdadero. El hombre solo estar redimido en esta segundaCreacin. La Redencin justifica y da sentido a la Creacin. Solo cuando esta estpresente, una atmsfera en la que hay verdad, y una verdad bondadosa, y Amor que esverdad, podr el hombre estar conforme con la existencia. Solo as podr decir: s, estbien estar vivo. Estoy contento de estar aqu. Solo en ese soplo de Verdad se culmina laCreacin, se redime. Y as es el aliento de Jesucristo crucificado, a travs del que nosllega definitivamente la Verdad autntica, nuestra justificacin y nuestra salvacin. EsaVerdad autntica es el viento fresco, aire puro, que necesita el hombre para respirarespiritual y corporalmente. El Cristo resucitado nos hace llegar el aliento de la vida. Portanto respiramos el aire que necesitamos para vivir si estamos en su espacio, si vivimosen la fe de la resurreccin. As, dice san Pablo: en el Espritu Santo decimos: Jess es elSeor (cfr. 1 Co 12, 3). La confesin del Resucitado, son las nuevas lenguas que nos dael Espritu, el nuevo viento que nos deja vivir. Corresponde ms a esa confesin, porsupuesto, que a las lenguas. Se necesitan la razn y el corazn, con el que tocamos aJess desde el interior y nos dejamos tocar por l.

    Si ahora volvemos a mirar al Evangelio, nos percatamos de un segundo detalle quequiz nos sorprenda, incluso, ms. El Espritu de Pentecosts que otorga el Seor poseeel poder del perdonar (Jn 20, 23). El fruto de la Cruz es el perdn. El Espritu Santo esun espritu de perdn y por eso son los dos sacramentos del perdn, el Bautismo y laPenitencia, los verdaderos fundamentos de la Iglesia, la gracia de Pentecosts con la cualestablece y construye el Espritu Santo la Iglesia. No nos agrada escuchar esto. ElBautismo lo reducimos un poco al folclore y la Penitencia al anonimato, a lo colectivo, sies que lo damos por vlido. Y esto no es causal. La obtencin del perdn exige de unahumildad que no nos resulta fcil. Exige admitir que hay pecado, que soy pecador. Escierto que en nuestra poca se confiesan fcilmente errores, fallos tcnicos que se puedenperfeccionar, y se tiene ansia por declarar los pecados de los dems, sobre todo los degeneraciones pasadas. Pero, en el fondo, no son ms que mecanismos de elusin por

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  • medio de los que alejamos de nosotros el pecado. Y la locura de la inocencia en la quevive esta poca, en la que sufre, permanece intacta. Pero donde el conocimiento reprimela culpa y donde pretende que el perdn ya no es necesario, acontecen peligros,devastadores con las personas. Solo quien cree en Dios puede creer en el perdn. Y soloquien cree en el perdn puede confesar el pecado. Pero estos tres aspectos se hanrelajado entre nosotros. Como Dios est lejano, no creemos en el perdn y por ellotampoco podemos admitir el pecado. Porque el hombre que no puede esperar el perdnde un poder verdaderamente vlido y transformador tendr que acabar por negar tambinla norma que lo mide a l, porque no puede vivir permanentemente con una culpairreparable. No se puede. Para eliminar la culpa, si no existe el perdn, el hombre tendrque negar las normas. La consecuencia de ello es que uno se tome como medida para smismo. Pero, si cada uno es medida de s mismo, el resultado es que el hombre cae en laarbitrariedad vaca, en la mezquindad. Ya no hay una escala ni una meta para nosotros.Ninguna voluntad por encima de nosotros a quien le importemos. De este modo surgerealmente en el hombre sin normas, arrogante, todo el autoodio del que busca escapar. Elhombre para el que nada tiene significado no puede ms que despreciarse a s mismo. Ytoda esa huida que hoy conocemos: drogas, alcohol, suicidio proviene finalmente de eseautoodio que marca nuestro tiempo y que es la raz de todas las enfermedades. Elhombre ya no se gusta porque ya no vale nada, se caricaturiza como mono desnudo,como alborotador de la naturaleza, se escupe y avergenza de s mismo. Y as es comosigue esclavizndose en la mentira. Niega la norma y la propia mentira lo viola a l hastaque en verdad no puede respirar ms ni vivir ms como persona. Solo la Verdad podraliberarlo. Pero solamente podr aceptar la Verdad su culpa si existe el perdn. Y poreso es el espritu del perdn al mismo tiempo el espritu de la Verdad y de la Libertad.Nos concede la libertad de elegir la Verdad y de ser Verdad. El perdn es la autnticaliberacin. Permanece en nuestro tiempo, aunque no reconocido, detrs de cada grito porla libertad; y se le esconde a propsito, aun siendo realmente lo nico necesario: elEspritu pentecostal que nos permite vivir como personas.

    Pero an se esconde un tercer punto en el Evangelio de hoy. El Seor da a losdiscpulos la Penitencia con plenos poderes para perdonar los pecados. Esto significa: elEspritu Santo construye Iglesia, y a esa Iglesia pertenece, desde el principio, el plenopoder de los apstoles y de sus sucesores. Parte de esa Iglesia es el orden y esjustamente as como es espacio de libertad. Por medio de esos plenos poderes, el Seor,por decirlo de algn modo, permanece l mismo en la nave de la Iglesia. l no haentregado la fe a los interminables debates de los sabios ni la Iglesia al poder organizativode la gente. Partiendo de esto podemos comprender tambin qu es lo que se entiendepor infalibilidad. Significa que no dependemos del humilde semforo de nuestrosentido comn, sino que el Seor nos ha dejado una luz de mayor tamao. Significa queno tenemos que vivir quedando a solas con las suposiciones de la razn humana; que notenemos que salir solos de la cinaga, montados sobre nuestro caballo, como hicieraMnchhausen, sino que, en ltima instancia, l mismo protege e interpreta su palabra.Significa que estamos sobre una certeza que solo l puede dar. Solo una certeza

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  • semejante es el fundamento sobre el que se puede vivir y sobre el que se puede morir.Por eso dijo el Santo Padre (Juan Pablo II), en su primera encclica, que esa infalibilidadla fiabilidad con la que el Seor mismo sustenta la palabra en la Iglesia es la gracia quedej el Seor resucitado de la cruz a su novia, la Iglesia, como expresin de su lealtad.Cristo no se va dejndonos solos. No nos deja hurfanos (Jn 14, 18). l mismo sequeda, sustentando la Palabra. El ministerio de la Iglesia consiste en evitar la devaluacinde la fe en nuestra pequeez humana y depositarla en las manos del Seor, quien nos ladona como certeza permanente y verdadera. Es as como nos da el aliento de la Verdad,el que nos permite vivir.

    El pasaje: Cuando los discpulos vieron al Seor, se regocijaron (Jn 20, 20) meparece el ms hermoso del evangelio de hoy. Es una frase muy humana. El amigoperdido est aqu de nuevo y los que antes estaban apesadumbrados se alegran. Pero lafrase va ms all. Pues ese amigo perdido no sale de un sitio cualquiera, sino de la nochede la Muerte. Y l la ha atravesado. Y l no es uno cualquiera, sino que el amigo es, almismo tiempo, la Verdad que hace vivir al hombre: el Amor que lo sostiene y lo lleva demanera irrevocable. Por eso l aproxima no una alegra cualquiera, sino la Alegramisma, la gracia del Espritu Santo. S, es hermoso vivir porque soy amado. Y la Verdades que me ama. Cuando los discpulos vieron al Seor, se regocijaron. Esta frase se nosasigna hoy, da de Pentecosts, tambin a nosotros. Porque en la fe podemos verlo. En lafe, l viene donde estamos, mostrndonos tambin sus manos y el costado para que nosalegremos. Por eso, oremos: Seor, mustrate a nosotros. Reglanos ver tu presencia. Ydanos la ms hermosa de las gracias, tu alegra. Amn.

    * Catedral de Munich, 25-V-1980.

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  • IV. EL SEOR ES EL ESPRITU*(2 Co 3, 17)

    Dos efemrides importantes dan a la solemnidad de Pentecosts de este ao uncarcter propio: en el ao 381 se formul en el Concilio de Constantinopla el dogma delEspritu Santo que sigue uniendo a los cristianos hasta el da de hoy, ms all de losmuros de las divisiones. Despus de duras controversias, la Iglesia, que amenazaba enromperse en partidos teolgicos y polticos, reencontr en l su unidad. Cincuenta aosms tarde, tuvo lugar un nuevo concilio en feso donde se le confiri a Mara el ttulo deMadre de Dios.

    Preguntmonos en primer lugar: Qu nos dice el dogma de fe acerca del EsprituSanto? Se le describe como Seor y dador de vida. Primero, como Seor, esto indica queel hombre no puede proporcionarse su medio de subsistencia. No puede decidir por smismo lo que es bueno o malo para l. Encuentra en la Creacin y en su conciencia lalengua de su creador, la lengua del espritu dador de vida. Su libertad consiste en estarllamado a detectar trazas de la razn del Creador, a llenar la razn de la Creacin en supropia razn. Tampoco la Iglesia se fundamenta a s misma. Solo puede mantenerseunida si hay un fundamento que la precede y que a todos sustenta. Nadie puede ponerotro fundamento que el que est puesto, y este es Jesucristo (1 Co 3, 11). Esefundamento solo nos lo puede dar, renovadamente, el Espritu Santo. Donde los hombresquieren construir Iglesia por s mismos, idear por s mismos los modelos de sus vidas, sedesmorona la Iglesia Universal, la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos, encerrados partidismos. El Seor es el Espritu, dice Pablo (2 Co 3, 17) en una frmulade significado extenso. Tambin se refiere a lo que dice nuestro Credo: El Espritu esSeor. Si ha de haber una Iglesia, debemos entrar en la unidad existente por lpreparada, en la unidad de la fe de toda la Iglesia. En un espontneo despertar en mediode una poca de debates y papeles, se reabre en toda la Cristiandad mundial un nuevosentir del poder del Espritu Santo. En los crculos de oracin se experimenta vivamentesu efecto. Es verdad que hay ciertas exuberancias y algunos peligros. Pero es, con igualseguridad, una seal y una esperanza para nuestro tiempo. El Seor no abandona a laIglesia. El Espritu no deja de actuar. La oracin comn, en unidad con toda la Iglesia, esel camino ms seguro para la unidad y la vida.

    Con esto, ya hemos tenido en cuenta, de hecho, la otra declaracin de la profesin defe: Se le reza y adora junto con el Padre y el Hijo. Esta frase marca el centro de laseccin sobre el Espritu Santo. Quiere decir: en el ncleo est la adoracin. Con estafrase se zanj en aquel entonces, en el s. IV, el conflicto secesionista de la Iglesia. Laadoracin comn a la Trinidad debera volver a unirnos tambin hoy. Sin oracin, elmundo se reseca, se ahoga en sus invenciones y en su violencia. La oracin es hoy ms

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  • importante que nunca. Es importante que no se trate solamente de una simple oracin depeticin, por mucho que estos tiempos nos obliguen a ello, sino tambin de una oracinal Seor persistente, sencilla y humilde, que nos vivifique. S, el Seor da la vida. Nos dala base sobre la que se puede vivir y morir. Es la fuerza que nos ayuda a superar lamuerte.

    l habl a travs de los profetas, lo que significa: l no une solo los lugares, sinotambin los tiempos. Conduce las generaciones entre s, porque l es el Espritu de losprofetas y el Espritu de la profeca, el Espritu de la fe de entonces y el Espritu de laesperanza del maana. Viene del Padre y conduce al Padre. Con ello, tambin nos liberade nuestra reserva. l no viene por s mismo y no habla en nombre propio. Conduce alos hombres a esa libertad y apertura. Solo el que se pierde se encuentra.

    Por ltimo, debemos volver al segundo aniversario de este ao. Al de la designacinde Mara como Madre de Dios hace 1.550 aos. Parecera que esto est muy lejos detodo lo que hemos considerado hasta ahora, pero fue el verdadero Pentecosts de lahistoria mundial cuando Mara dijo: Hgase en m segn tu palabra (Lc 1, 38). Porquela mayor obra del Espritu Santo en la historia es la encarnacin del Hijo de Dios. Nisiquiera el da mismo de Pentecosts consigui traer algo ms grande. Este da estprofundamente unido a ese momento de Nazaret. Lo que comenz entonces incluira apartir de ese momento al mundo entero: Cristo quiere volver a renacer desde el hombre.Dios quiere ser hombre en nosotros. La historia de la humanidad debe ser la historia desu encarnacin; Cristo se forma en nosotros, dice san Pablo (cfr. Ga 4, 19). Solo si lahistoria de la humanidad se hace historia de la encarnacin del Hijo, podr alcanzar sualtura y librarse de precipitarse en la barbarie. Tampoco en nuestros tiempos nos restaesperanza de otro tipo. Tambin en el s. XXI contamos con Cristo tomando forma en elmundo. Por eso la oracin pentecostal de la Iglesia es una oracin mariana: esto es,hgase en m segn tu palabra. Cuanto ms profundamente nos adentramos en esamentalidad, ms esperanza habr entre toda la oscuridad del mundo. Amn.

    * Catedral de Freising, 7-VI-1981.

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  • V. ESPRITU DE LA VIDAESPRITU CORPREO*

    A travs de la nueva ventana de Pentecosts de nuestra catedral, se ha hecho visibley presente el misterio de este da de una manera conmovedora. Por supuesto, quien miraapenas de forma superficial no reconocer en ello nada de lo sucedido en Pentecosts.Encontrar solo la majestad casi amedrentadora y misteriosa del Dios eterno, del Creadory Padre. Pero detenindonos con ms detalle ante la ventana, se hace reconocible queese Dios no es solo una intocable majestad distante, sino que emana de l unmovimiento que es un abajamiento y un encuentro del amor, y que en ese descenso lograuna comunidad que se eleva nuevamente, uniendo todo ello en el anillo del amorcelestial. El Hijo desciende desde el Padre, y del Hijo, el Espritu Santo, que baja sobrelos hombres en lenguas de fuego. La imagen de las muchas llamas nos dice que elEspritu se multiplica, pero siendo una unidad, se extiende, abarca a los apstoles, yvuelve a ascender, alzando de nuevo a la Creacin cada hacia la unidad del Dios creadory redentor.

    En la dinmica de esta imagen est expuesta la realidad de este da el secreto delEspritu Santo, al que no se le puede reconocer o ver por aislado. Quien, por decirlo as,quiera ser especialista en el Espritu Santo, aislndolo, estudindolo por separado, no lollegar a ver. No lo podr tocar con el alma, porque el Espritu Santo solo vive en el ciclodel amor unitrino que es, al mismo tiempo, amor creador y transformador de lo creado.Un amor que solo est en ese gran movimiento, en esa relacin mutua entre Padre, Hijoy Espritu, y que, en su existencia de cara a la Creacin, vislumbramos algo del misteriode su grandeza y de su cercana. Lo esencial y fundamental que nos quiere decir estaventana de Pentecosts se aclara escuchando las lecturas de este da. Pablo esthablando con los Corintios, que buscan una religin del Espritu y que casi son adictos anuevos y, a poder ser, sensacionales dones. Pero justamente por eso no puedenencontrar al Espritu Santo, y luchan, celosos, entre ellos. Pablo les da una nica ysimple regla para poder diferenciar al Espritu de Dios del mal espritu de los hombres,del propio. La primera regla fundamental acabamos de orla: Nadie puede decir: Jesses el Seor, excepto en el Espritu Santo (1 Co 12, 3). Esta frase: Jess es el Seores la forma bsica de la profesin de fe de la Iglesia. Segn el uso del lenguaje, la palabrahebrea Seor es la profesin de fe del ser divino de Jesucristo. El credo de la Iglesiano es sino el desarrollo de aquello que encierra esta nica frase. Se conserva en todos susdesarrollos el mismo, el nico Credo. A partir de esta profesin de la Iglesia, san Pablonos dice ahora que es esta la nica palabra y obra del Espritu Santo. El Credo es almismo tiempo la palabra que l ha creado para que demos respuesta a la cuestin deDios. Es el lugar donde habita. Si queremos acercarnos al Espritu Santo, solo

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  • necesitaremos entrar en este Credo. Establecindonos ah, asumindolo como propio,permitiendo que este sea nuestra respuesta, es como penetramos en la morada y en laaccin del Espritu Santo. Detrs de ello reside la constancia de que el Espritu, por suesencia, es la verdad. Y que la verdad es nica. Que la verdad no separa, sino que une. Yes que su carcter es justo el de unir. El Espritu nos da la verdad, que buscamos envano. Ciertamente, podemos ver muchas cosas, pero ante lo fundamental, ante lacuestin de quines somos y, en lo ms profundo, de quin es Dios y de cmo secomienza a ser hombre de verdad, ante esta pregunta crucial, estamos ciegos. Noestamos en condiciones de planternosla. El individuo, o bien evita la pregunta acerca dela verdad, buscando vivir, sin ms, en el xito y en lo externo hundindose de estemodo en un vaco todava mayor, porque nuestro ser est sediento de verdad, o bien seconsigue sus propias respuestas, respuestas que solo nos enfrentan cada vez ms. ElEspritu Santo es la Verdad. En todo ello, no se trata de una cantidad de conocimientosque tengamos que tener. Se trata sobre todo de lo crucial, de lo que se dice en laprofesin de fe de la Iglesia: Sobre quin es Dios. Jess es el Seor. Lo que significa:Dios es as. Este es su rostro. Dios se manifiesta en Jess, dndonos con ello la verdadesencial, por medio del conocimiento de Dios, la verdad sobre nosotros mismos.Entrando en esa palabra, por l creada, su palabra, se hace Pentecosts. Orando con elCredo, llevndolo luego, con el coro, a nuestros corazones, nos adentramos en lo queaconteci aquel primer da de Pentecosts: de la confusin de Pentecosts, de las vocesentre s contendientes, surge la unidad ante la multiplicidad, crece la comprensin desdeel propio poder de la verdad. A travs del Credo que nos une por elevacin a lo largo delmundo entero, que nos hace entendernos en la diversidad de las lenguas gracias alEspritu Santo, gracias a la fe, a la esperanza y al amor, se forma la nueva comunidad dela Iglesia de Dios.

    San Juan ampli la misma perspectiva en una direccin algo diferente en el evangelioque acabamos de escuchar. Nos dice que Pentecosts comienza realmente ya en laPascua, con el don del Seor resucitado. Su aliento, su hlito, es el aliento de Dios. ElEspritu Santo y la palabra que nos da con l es el perdn. Con ello, vuelve aevidenciarse que el Espritu es la Verdad, porque la Verdad consiste en que necesitamosdel perdn. A largo plazo, solo puede haber una coexistencia unnime entre las personassi estamos bajo la gracia del perdn. La verdad es que somos culpables. Que somospecadores y que solo podemos vivir si Dios es perdn, si en nosotros hay perdn.Tambin estamos ante esta verdad, medio como conocedores, medio como ciegos. Unconocido psiclogo de nuestro tiempo ha hablado de la incapacidad de guardar luto, dela incapacidad de arrepentimiento; que no son los otros ni las estructuras, sino que, enltima instancia, somos nosotros los que no nos dejamos vivir. Sin embargo, solopodemos reconocer la verdad de la culpa nuestro pecado si llega a nosotros el perdntransformado del amor herido de Jesucristo. Este amor nos renueva. Y as podemosaadir algo ms a las palabras del Espritu: el yo te absuelvo es como el credo de la feen Jesucristo, la palabra nueva con la cual el espritu sigue renovando la tierra; el espaciode la transformacin en la que nos introduce, en el que tambin hoy es Pentecosts.

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  • Por ltimo, podemos reunir ambas visiones, la paulina y la joanea, resumindolas enuna frmula simple y decir: el Espritu Santo es el aliento de Jesucristo. Estaremos cercadel Espritu Santo si vivimos cerca del aliento de Jess. Aqu surge la conexin entreCreacin y Redencin: en un principio, el aliento de Dios cre hombres a partir del barro.El aliento de Jesucristo hace, a partir de hombres pegados al barro, encogidos en smismos, incapaces de alzarse, apstoles, discpulos, hombres vivos en los que habitan lafe y el amor.

    Por supuesto, si pensamos en lo que solemos imaginarnos acerca de lo que esPentecosts, acerca de lo que pensamos que es el Espritu Santo, tendremos que decirque nuestros primeros pensamientos son diferentes. Imaginamos que una religin delEspritu Santo debera ser una religin que solo brote del corazn. Nada de dogmas ni demandamientos, ni organismos, ni jerarquas, sin burocracia ni administracin. Unareligin que solo es Espritu y Verdad. Ese es el sueo que asociamos con Pentecosts:que el Espritu acabe con todo eso y que nos gue a la pura religin libre. Quien aspiensa (y, en verdad, un poco lo hacemos todos), desconoce la esencia del ser humano,porque el hombre no es solo espritu. Tambin es cuerpo. La caracterstica distintiva, elproyecto preciso de Dios para l, es que es espritu en el cuerpo y cuerpo existente por elespritu. Que en l vive la unidad de la creacin. El espritu atraviesa la materia, tomandoalgo de su fuerza, de su vitalidad y corpulencia. Y, a la inversa, el espritu llena la materiahaciendo que esta reluzca y destelle por la gracia del conocimiento. Por separado, elcuerpo no es ms que simple masa y el espritu, fro clculo, mera funcionalidad. Estadivisin del mundo es la gran tentacin y urgencia de nuestro tiempo. Porque estamosviviendo como si, por una parte, el cuerpo se tratara de una simple masa con la que ya sepuede hacerse uno mismo, confeccionarlo, fabricarlo en un laboratorio, y al que tambin,en el momento que se precise, se puede eliminar, cuando ya no sirve. La ruptura delrespeto profundo desde el inicio hasta el final de la vida humana muestra esehundimiento del cuerpo en simple masa, porque la unidad ya no existe. Pero al mismotiempo se muestra la degradacin de ese espritu que solo es clculo y poder porque noes parte de la unidad que Dios le dio previamente. Ciertamente, Jess dijo: El Espritusopla donde quiere. Y as lo hace tambin. Sigue habiendo nuevas, inesperadasincursiones del Espritu que aparece all donde no se contaba con l y donde quiz nonos guste que lo haga. Hace algunos aos, en un pas nrdico, se hizo un clculominucioso desde los mbitos de la psicologa y sociologa acerca de por qu no se podradar nunca ms un movimiento de renacimiento religioso. Poco despus, tuvo lugar este.Como el Espritu tiene Poder, tambin hoy sigue conduciendo a los hombres, de formaemocionante, a la luz de Jesucristo, por eso ocurre una y otra vez lo inesperado, loaparentemente imposible. El Espritu sopla donde quiere. Pero esto no significadesorden y anarqua, porque el Seor aade: El que no naciere de nuevo del agua y delEspritu, no podr entrar en el Reino de Dios (Jn 3, 5). El Espritu se transporta atravs del agua, a travs del manantial que fluye del costado herido, del corazn abiertode Jess. Se muestra en la corporalidad de la Iglesia y sus sacramentos. El Seor,despus de su muerte, no abandon en la cruz su cuerpo, como algo que ya ha hecho su

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  • trabajo, algo que se puede pudrir en la tumba porque ya no es importante. No, l lorecogi, volvi a nosotros, mostrndonos que la materia est capacitada para Dios,capacitada para la Eternidad, que puede ser transformada y que Dios es la unidad de todala realidad, justamente a travs de la criatura humana. El Espritu se nos da en lossacramentos. Por eso pronunci san Agustn la osada frase: Uno tiene tanto Espritucomo amor tiene por la Iglesia. La Iglesia, en su verdad ms profunda, no esadministracin y burocracia, que tambin debe haber, pero que no es lo real en ella. LaIglesia es respuesta al Credo. El s de la fe. La Iglesia es la palabra del perdn. La Iglesiaes adoracin y gracia de los sacramentos en los que el Espritu se sigue compartiendo, enpersona, y Cristo es nuevo cuerpo entre nosotros a travs del Espritu. Nos gustara huirdel cuerpo porque vemos cunto tiene este de barro, pero justo este es el drama delEspritu Santo en el mundo, el drama de la Iglesia y nuestro drama: la lucha para que elbarro se convierta en espritu. Y no huyendo del barro es como nos convertimos enespritu, no es este el modo de espiritualizar la Iglesia, de renovarla y liberarla. Tenemosque soportar el barro que llevamos dentro, as como el barro en los otros. Llevarlo connosotros en la nueva fuerza vital, en el aliento de Jesucristo, en el Espritu Santo, quetambin hoy transforma el mundo.

    El Espritu Santo ha creado apstoles a partir de hombres miedosos. Queremospedirle al Seor que tambin hoy nos d la gracia del Espritu. Que remueva el barro ennosotros y que as la Iglesia se haga viva, autntico Pentecosts en nuestros tiempos.

    * Catedral de Regensburg, 14-V-1989.

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  • VI. EL ESPRITU SANTOLA FUERZA DE LA UNIDAD*

    En el evangelio de san Juan aparece una extraa cita de Jess en la que se defiende eltrabajo durante el da de reposo; aunque quiz tambin est honrando as, en silencio, suorigen humilde en el hogar de Jos obrero, lo que algunos tomaron como argumentocontra su origen mesinico. Jess sostiene ante todos la sorprendente frase: Mi padresigue obrando en esta hora y tambin yo estoy trabajando (Jn 5, 17). El Seor quieredecirnos con ello que Dios, tras un supuesto acto de creacin lejano, no se tom unsabtico indefinido, abandonando el mundo a su suerte. Porque Dios es eterno presente,por eso su creacin abarca todos los tiempos y toda la Historia. Dios sigue luchando porel mundo, disendolo. No sopl el Espritu sobre el barro en un pasado lejano, sino quesigue trabajando para que el Espritu impregne el barro, para que el hombre sea capaz deDios, cumplindose as el anhelo de la Creacin (Rm 8, 19). Cristo sigue trabajando ennosotros, luchando por nosotros para que tomemos la forma del Hijo.

    El informe pentecostal de san Lucas (Hch 2, 1-13) muestra la nueva fase de la obrade Dios en el mundo que comenz con la resurreccin de Cristo. De l, del hombre hijode Dios, fluye ahora el aliento de Dios, el Espritu Santo, con nueva fuerza, sobre laHumanidad. Qu ocurre con esto? El resultado es la unidad, crece la comprensin,donde previamente haba extraeza. Se unen los miembros dispersos del cuerpo de lahumanidad. Los individuos tocados por Dios son arrastrados hacia la comunidad conCristo para que conformen con l un nuevo sujeto un cuerpo, dice san Pablo: laIglesia. El efecto de la obra de Dios en los hombres es la unidad. En ella se le reconoce ypor eso es la primera impresin de la Iglesia en la historia de su universalidad. En elprimer instante de su llegar a ser, habla en todas las lenguas. Antes de que hubiera iglesiaslocales, hubo una Iglesia universal, y las iglesias locales son sus hijas, quienes se tienenque medir siempre con respecto a la unidad y a la universalidad. A la Iglesia lecorresponde, bsicamente, estar por encima de fronteras polticas y culturales. No es solouna forma de nuevo estado de unidad, sino un fermento de la unidad a travs de todaslas fronteras humanas. De lo que surge una medida muy concreta para nuestra vidacristiana. Cada aislamiento en sus propias ideas y formas es una seal de alejamiento delEspritu Santo. Los propios caminos de la iglesia local debern seguir siempre un caminocomn. Por supuesto, esta unidad que crea el Espritu Santo no tiene nada que ver conigualitarismo. Ese fue el modelo de Babilonia: la cultura tcnica de la igualdad. Eligualitarismo no une, divide. Mientras en Babilonia, segn el relato bblico, se quisoestablecer un nico idioma, los apstoles hablaban en todas las lenguas y es justo launidad del Espritu quien facilita el entendimiento en la diversidad. Si la Iglesia vive entodos los pueblos y en las ms variadas sociedades, ser, automticamente, multicolor.

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  • Pero debe seguir caracterizndose por la comprensin de todas ellas. Las peculiaridadeslocales de la Iglesia no pueden tener nada de exclusividad, tienen que abrirse siempre a latotalidad. La Iglesia cumple su funcin reconciliadora y unificadora solo si no coincidenunca con un Estado o un sector cultural. La casa catlica, comn, debe ser la de todos,en todos los estados y en todos los lugares, la casa en la que todos se vuelven areconocer.

    Si leemos atentamente el evangelio de Lucas, vemos que este nos dice algo muchoms concreto. Para dejar constancia de la universalidad de la Iglesia desde el primerinstante, Lucas enumera una lista de doce pueblos, probablemente tomada de lastradiciones judaica y griega. Doce, como el nmero de constelaciones, quiere ser siempreuna expresin de universalidad. Pero ahora aparece algo extrao: el horizonte de loscrculos helensticos, quienes probablemente disearon esta lista, se limita a partes deAsia y del este, del norte de frica. Es el mundo originario del cristianismo el que nosaparece con claridad ante los ojos. Desde su creacin, como se puede ver, no es enabsoluto una imagen occidental. Pero Lucas ve ms all de los lmites de esta pretendidauniversalidad agregndole tres miembros adicionales que han demostradoverdaderamente su influencia histrica: aade en su evangelio, en decimotercer lugar, alos romanos, ampliando as las miras hacia todo el mundo occidental hasta Gran Bretaay Germania, quienes siglos ms tarde conformaran lentamente Europa. Tambin hablade los judos y proslitos, es decir, de la nueva unidad de Israel y de los pueblos delmundo. Nombra, por ltimo, a cretenses y rabes como smbolo de Oriente yOccidente las islas y el continente, por lo que de nuevo declara la amplitud del hombrenuevo, de Cristo entero. Esto significa: el Espritu Santo derriba todos los muros que selevantan entre la Humanidad. Cristo entra a travs de puertas cerradas y concede la paz.

    Aqu se est diciendo lo esencial de cada esfuerzo por una Europa futura renovada.En primer lugar, que Europa ha surgido en el encuentro con Cristo. Donde se evita eseencuentro, se disuelve. Europa existe porque Cristo atraves puertas cerradas. Por eso lees propio mirar ms all de s misma. Tiene que asumir la plena responsabilidad por eltodo. Tiene que ser para todos lugar de la verdad y de paz, porque la verdad y la paz sonindivisibles. Surgi a partir de la unificacin de elementos separados y debe permaneceren esa dinmica de unificacin. En este punto, debemos, sin embargo, escucharatentamente a san Lucas para no caer en conclusiones errneas. Unificar tambin era elprograma de Babilonia, pero la forma de unificacin babilnica se basa en la sumisinporque la uniformidad encierra siempre sumisin bajo una forma humana que se impone.Europa ha trabajado en su historia, significativamente, con este modelo de la unidad. Elcolonialismo es una forma de unificacin que ha sentado las bases de una separacin queparece de difcil superacin. Por su parte, la civilizacin tcnica ha introducido unauniformidad de pensamiento, deseo, vida y proyecto que est a punto de sofocar lopropio de las culturas individuales. Pero no provoca unidad. Junto con ella, crece laalienacin de los hombres entre s, crece un nuevo provincialismo, medra la apata y lasospecha de todos contra todos. Ningn pensamiento meramente humano, ningnconcepto puramente humano puede traer unidad porque solo aupara a una parte al

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  • poder. La unidad verdadera, la de la paz verdadera, puede venir solamente de Aquel queincluye toda la esencia de nuestro ser: el Hijo de Dios. Solo l tiene el poder de decirnosa todos nosotros: la paz sea con vosotros. Solo la paz con Dios puede darle al hombrepaz consigo mismo, y solo as puede crecer la paz verdadera entre ellos. De este modo sehace visible, como nos dice el evangelio de este da, algo indispensable para nuestrapregunta de hoy: sin el reconocimiento del pecado, sin su perdn, no existe paz alguna.El perdn es la manera en la que Dios acta en nosotros. Solo l puede reunir con sulabor los miembros separados de la Humanidad.

    Todo ello ha cobrado en nuestra leccin de historia una actualidad que realmentedebera hacer or a los sordos y ver a los ciegos. Cristo entr inesperadamente a travsde las puertas firmemente cerradas del atesmo, suprimiendo el terror con la eternidad desu misericordia y la comunin de su pasin: la paz est con vosotros. Las puertas entreOriente y Occidente estn abiertas de nuevo. Ningn arte de negociacin, ningunaviolencia las ha podido hacer saltar por los aires. l, el resucitado, vivo, ha podido. Obraan hoy en nosotros para que se conviertan en Reino de Dios. Sera una tragediaimaginar que Europa lo niega justo en este momento, apostando por el patrn babilnico,por un patrn humano que prescinde de Dios y del Espritu. Un orgullo de este tipo serauna victoria del nihilismo y, por lo tanto, la entrega al poder de dispersin y dedestruccin en el que solo resta la lucha de egosmos encontrados. Pero esta pesadilla nopuede hacerse realidad. Cristo est en nuestro centro. Nos dice: la paz sea con vosotros,mostrndonos sus manos traspasadas y su costado abierto. Abrmosle las puertas.Aceptemos su paz. Colaboremos en su obra creadora para que venga su reino, el reinode Dios. Amn.

    * Catedral de Spira, 3-VI-1990.

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  • VII. ESPRITU Y FUEGO*

    La narracin de los Hechos de los Apstoles acerca del primer Pentecosts, cuyocomienzo lemos hace un momento en la primera Lectura, nos dice hacia el final que enaquellos das, tras la predicacin de san Pedro, se convirtieron a Cristo, recibiendo elsacramento del Bautismo, tres mil personas. As se convirti Pentecosts, junto con laEpifana y Pascua, en el tercer da de bautismo ms grande del cristianismo.

    La Iglesia tiene su origen en Pentecosts, ya que comienza siempre en cada individuocon su llegada a la Iglesia de Cristo. Empieza con el Bautismo, es decir, al ser llevado a laIglesia de Jesucristo, con el renacimiento en la familia de Dios.

    El movimiento bautismal haba comenzado poco antes, en el Jordn, con JuanBautista, quien despert, con su aparicin, grandes oleadas de expectacin mesinicadiciendo: Yo os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrs de mes ms poderoso que yo... l os bautizar con el Espritu Santo y con fuego (Mt 3, 11).

    La promesa se cumpli en Pentecosts. En el torbellino de Pentecosts, descendi lallama del Espritu Santo sobre la comunidad de discpulos; se prendi en ellos dndolesese nuevo fuego de Dios, del que dijo el Seor: He venido a traer fuego sobre la tierra; ycmo quisiera que ya estuviera encendido! (cfr. Lc 12, 49). Los doce apstoles con susayudantes portaron esa llama hasta los confines de la tierra, trazaron una nueva estelaluminosa de Dios, cambiando la tierra con esa llama sagrada. El fuego que llevaron nofue una antorcha incendiaria como las que arrojan los conquistadores y guerreros,destructoras, en el mundo. No fue, desde luego, la antorcha incendiaria como la lanzanen el mundo los dictadores sangrientos de nuestro tiempo, aumentndola en fuegosartificiales espeluznantes que solo dejan tras s tierra quemada. El fuego de Dios, el fuegodel Espritu Santo, es diferente. Es el fuego de la zarza que arde sin consumirse. Es llamaque arde pero que no destruye, sino que descubre en nosotros, ardiendo, la verdadoculta, el amor sepultado, llevndonos primero hacia nosotros mismos,transformndonos en aquello que debemos ser. Es fuego en la forma de la experiencia deDios, como se le mostr a Elas en el Sina, donde tuvo que constatar que Dios no existecomo tormenta destructora, sino como suave brisa.

    En este da, pensamos en Ratisbona, en una etapa de este camino de llamas delEspritu Santo en la historia, en el bautismo de catorce prncipes tribales de Bohemia quellegaron a Ratisbona religionem christianam desiderantes (deseando la religincristiana), segn los Annales Fuldenses. No fue la violencia lo que los llev alcristianismo, sino la bsqueda de la luz que vean brillar desde la fe.

    As es como se abrieron fronteras, no por medio de destrucciones o por medio de unpoder exterior, sino a travs de la llama del Espritu Santo que nos hace hermanos. Esa

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  • llama de la regeneracin abri las fronteras, permitindonos ser hermanos en amboslados de las mismas. S, hermanos, y no a la manera de Can y Abel, sino a la nuevamanera de Jess, quien se hizo presente en Pentecosts, y acerca de lo cual nos cuentaLucas: eran un corazn y un alma, y tenan todo en comn (cfr. Hch 4, 32). La llama delEspritu Santo se extiende a travs de todos los siglos. En la Iglesia siempre esPentecosts. El Espritu Santo inflama su fuego siempre de nuevo. Esa llama silenciosa,tranquila, que no destruye, plena de poder sagrado.

    Diciendo esto, podr surgir la siguiente cuestin: Sigue ardiendo esta llama en laIglesia? Es cierto que, profesando la fe, sigue teniendo lugar en la Iglesia esePentecosts que recomienza con cada nuevo Bautismo y que el Espritu Santo renueva ala Iglesia una y otra vez? Es cierto que sigue ardiendo en la Iglesia esa llamaconciliadora y sagrada o se habr ahogado entre el polvo y la suciedad de diversascostumbres, instituciones y temores? Sigue siendo el cristianismo fuego y Espritu Santoo tambin en el cristianismo no ha quedado ms que agua al final? El agua estancada deteoras y peroratas ingeniosas que tratan, sin xito, de ocultar con palabras extraas laprdida de la realidad?

    A m me pasa casi cada da al cruzar la plaza de San Pedro, cuando voy al trabajo,que me encuentro con jvenes de casi todas las partes del mundo que no buscan hacercarrera, que no pretenden destacar, sino que, alcanzados por la alegra de la fe, quierenservir a Cristo. Desprenden la alegra y el coraje del dirigirse hacia Cristo. Ante este tipode encuentros, lo veo: s, la llama est ardiendo.

    Y cuando veo a gente en la flor de la vida que, sin meter ruido, sin llamar la atencin,da tras da, con gran paciencia y humildad, bondad y coherencia, sobrellevan muchasveces una vida dura y podra contar tantas pequeas historias de seales de bondad queexperimento una y otra vez, entonces lo s: s, la llama silenciosa, aunque poderosa,sigue ardiendo todava hoy.

    Y cuando veo a ancianos donde no hay nada de amargura sino pura y madurabondad, y una gran libertad interior que proviene de la fe, de la cercana a Dios, enJesucristo, entonces, lo s: s, tambin hoy tenemos ms que agua en la Iglesia, tenemoslas llamas del Espritu Santo.

    En este da de Pentecosts, est el Santo Padre (Juan Pablo II) en Bruselas paracanonizar al gran apstol de los leprosos Damin de Veuster. En estas figuras es donde sehace visible el poder flameante del Espritu Santo, de quien derriba las fronteras delabandono, de la exclusin, y de quien crea en el amor, incluso arriesgando y entregandosu propia vida, una nueva hermandad. En ese que ponemos hoy en el candelero, en lpodemos verlo: s, el Espritu Santo est ah; ese santo est ah por todos los numerososhombres y mujeres, sacerdotes, religiosos y laicos que da tras da, en silencio y de muydiversas maneras, se entregan a la gente con la fuerza de Dios, haciendo milagros decaridad.

    Ciertamente, cuando ocurre un escndalo en algn lugar, nos enteramos al instante enel mundo entero. La llama del Espritu Santo no parece producir noticias dignas de ser

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  • publicadas, pero ah est, y confiamos en ella. Apostamos por ella y Pentecosts quiereabrirnos los ojos del corazn para que volvamos a verla.

    Tambin podemos reconocerla en la inauguracin de la placa que nos recuerda loocurrido hace 1.150 aos, que no solo nos habla de un largo pasado, sino que nos llamaa nuestro presente.

    Con cunta frecuencia hemos luchado bvaros y bohemios, alemanes y checos unoscontra otros? Cuntas veces hemos sido Can entre nosotros, mirndonos con envidia,intentando matarnos unos a los otros... La llama del Espritu, nuestro bautismo, debeayudarnos a huir de Can hacia la fraternidad de Pentecosts; a encontrar fuerzas para lareconciliacin que eliminan y aniquilan lo perturbador y destructivo, hacindonos libres yabiertos unos con los otros.

    La llama del Espritu Santo no se ha extinguido. Sin embargo, sigue quedando unapregunta: Qu pasa con nosotros? Hemos llegado a experimentar que no solo hemossido bautizados con agua, sino tambin con el Espritu Santo y su fuego? Hemos sentidoalguna vez algo del don del Espritu Santo que nos ha sido dado?

    Alrededor del siglo III se grabaron unas palabras de Jess que no estn incluidas en elEvangelio pero que bien podran ser autnticas: Quien est cerca de m, est cerca delfuego. La llama del Espritu Santo, como hemos dicho, no quema, sino que arde.Porque solo ardiendo puede transformar. Puede y tiene que hacer arder desde dentro denosotros todo aquello que est entre Dios y nuestro prjimo impidiendo que nosaproximemos, haciendo Canes de nosotros. La llama quema. Tenemos miedo. No nosgustara quemarnos. Nos gustara seguir siendo como somos y algo ms. Vivimos con lafilosofa del poseer y no con la de entregarse. En la actualidad, existe una granadmiracin por Jess de Nazaret. Esta es una buena noticia. Pero si se le requiere alindividuo que no solo tenga bellos pensamientos acerca de l, sino que se le entregue taly como l especifica: al cuerpo de la Iglesia, del que hemos odo hablar en la segundalectura, entonces ser diferente. Entonces, tenemos miedo de lo que nos pide la fe.Podra ser que ya no podamos hacer o tener esto o aquello que amamos. Tenemosmiedo de que se nos arrebaten hermosos pedazos de vida, de perdernos muchas cosas sinos acercamos demasiado a Cristo. Mientras estamos hablando de coraje, en realidad letenemos miedo, tememos su exigente cercana.

    Y, por eso, el Seor tiene que decirnos, una y otra vez, lo que les dijo a los once: Nome temis! Yo no destruyo, construyo! No me temis! Por supuesto, tenis queentregar algo. No, no algo. Tenis que perderos a vosotros mismos porque solo el que sepierde, se encuentra. Tenis que donaros, salir de vosotros mismos. No temis caer enel vaco si os perdis por m y en m! Quien va hasta Jess y confa en l, ese no cae enel vaco, cae en los brazos y en el amor de Dios. Realmente se encontrar. Pero debido aque ese miedo se esconde en nosotros y nos impide ser cristianos completos, dejarnostocar por la llama del Espritu Santo, por eso dijo el Santo Padre el primer da de supontificado: No temis a Cristo! No os encerris! Abridle las puertas! Solo l esverdaderamente vida.

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  • La fe es curacin y salvacin. No podemos curarnos de dentro hacia afuera si noaceptamos tambin el dolor de la transformacin. En la lengua de Jesucristo, la palabrafuego es, en primer lugar, una imagen del misterio de la Cruz. Sin esta ardientecomunidad de la Cruz no existe, de hecho, el cristianismo.

    Pero el fuego es tambin imagen del amor. Y ambos son realmente lo mismo, porquela Cruz es Amor, y el Amor es Cruz. Y justo por eso es redentora y grandiosa. Sabemosesto incluso desde una experiencia puramente humana. No es suficiente el momento delgran entusiasmo, del estado de deleite. Se convierte en promesa vaca y decepcin si nole damos resistencia y forma a travs del aceptarse, tomarse y entregarse mutuamente,hacindolo madurar en amor verdadero.

    Ven, Espritu Santo, y enciende en nosotros el fuego de tu amor! Esta es una oracinosada porque pedimos ser encendidos por la llama del Espritu Santo. Pero tambin esuna gran oracin salvadora. Y es que solo cura esta oracin. Si escapamos de esta llamaporque queremos salvar la vida, justamente as perderemos la verdadera vida. Solo lallama del Espritu Santo nos redime. Porque solo el Amor redime. Amn.

    * Catedral de Regensburg, 4-VI-1995.

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  • VIII. ESPRITU Y LIBERTAD.LIBERTAD Y VNCULO*

    Puede que nos sorprenda, tal vez, que la Iglesia nos presente el da de Pentecosts lalectura del Sina: el descenso de Dios entre seales, que provocan temor y espanto, traslas que se comunica la ley de Dios, el contenido de la alianza entre Dios e Israel que seestablece en el Sina. Ante esto, tenemos la sensacin de que en realidad Sina, la entregade las leyes, es justamente lo contrario de lo que significa Pentecosts.

    Con Sina, pensamos en leyes, en mandamientos y prohibiciones, en todo aquello queconstrie a las gentes hacindoles pesado el camino. Pentecosts, en cambio, significapara nosotros la fiesta del Espritu que libera, que otorga espacio y libertad. Karl Rahnerdijo, en sus primeros aos, que el espritu de Pentecosts haba arrancado los postes dela cerca con la que los siervos en exceso celosos intentaron vallar la Palabra de Dios yque, entretanto, estaban intentando volver a levantarla. El Espritu de Dios tiene queseguir liberndonos de esos cercos puestos a su obra.

    Pero la Iglesia quiere precisamente que reflexionemos con la lectura del relato delSina llevndonos a profundizar en el verdadero Pentecosts. Primero, debemos recordarque la Iglesia ha recibido algo verdaderamente nuevo en las celebraciones de Pascua yPentecosts. Aunque surgen, por supuesto, de la continuidad de la historia de Israel, de lahistoria de la Humanidad. Porque, en principio, estuvieron las celebraciones de laNaturaleza: una fiesta nmada en Pascua, una fiesta de la cosecha en Pentecosts. Estasse convirtieron en celebraciones de Israel. Pascua es la fiesta del xodo, de la liberacinde Egipto, el recuerdo de aquella noche llena de misterio en la que Dios abland elcorazn del faran para que Israel pudiese marchar. Pentecosts es la fiesta del recuerdoen los acontecimientos del Sina. As es como ese arco de los cincuenta das sostiene laPascua y Pentecosts, en el recuerdo ya existente de los creyentes de Israel. EntrePascua y Pentecosts, ya exista ah una relacin interna. Israel no vio en lo ocurrido enel Sina la revocacin de la libertad que se le haba concedido durante la noche pascualdel Pesaj. Por el contrario, el evento del Sina fue, en primer lugar, el don definitivo de lalibertad. Porque la libertad entre las gentes solo puede existir conviviendo mutuamente enlibertad. Si cada uno quiere imponer su voluntad, si cada uno piensa en s mismo y ensus propias ideas de libertad, nos destruiremos unos a otros. Entonces no habr libertad.La libertad humana solo existir si la libertad de todos nosotros se unifica en un todo,dndonos y cumpliendo recprocamente, en el respeto mutuo, un orden para la vida quenos une unos a otros recibiendo todos de este modo un espacio adecuado de libertad. Ases como se entendi en el Sina: el pueblo recibe sus leyes de libertad, la verdaderaconvivencia de las libertades venidas de la verdad y la justicia de Dios.

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  • El evento real en el Sina fue en primer lugar la alianza. Alianza significa atar. Poreso, el acontecimiento principal del Sina consiste en que Dios se dirige a los hombres,entregndose a ellos y sembrando as en este mundo el poder del bien. Esto significa almismo tiempo que, con ello, ata a los hombres a l. En la medida en la que estos se atana l, entran en su verdad, aprenden a aceptarse entre ellos y a aceptarlo a l, es comosurge la verdadera libertad. Solo donde existe el orden correcto de la libertad y soloDios, nuestro Creador, nos la puede dar, vivimos juntos en libertad. La anarqua no esla forma ms elevada de esta, sino su destruccin. El orden de las libertades es laverdadera libertad. Por eso fue el Sina la plena y verdadera liberacin de Israel. Cuantoms se alejen los hombres de ella, regresando a la arbitrariedad, menos libres sern. Laalianza con Dios otorga la verdadera convivencia. Por eso los israelitas entendieron la leycomo un don de Dios mediante el que les muestra cmo vivir correctamente: qu tienenque hacer un individuo, una comunidad, un pueblo, para convivir correctamente. Israelestaba agradecido por el don de la ley. Lleno de orgullo, dijo: Hay muchas nacionesgrandes pero ninguna a la que Dios le est tan cercano como nuestro Dios. Ninguna a laque Dios le haya mostrado cmo se puede y debe vivir correctamente.

    Solo cuando veamos y comprendamos este trasfondo del Antiguo Testamento,podremos comprender, de verdad, el Pentecosts cristiano. As como la alianza en elSina fue la primera en fundar el pueblo de Israel, del mismo modo fue Pentecosts quienfund la Iglesia. El Espritu Santo acerca a las personas divididas de forma que ahora soncapaces de vivir de verdad juntas, de servirse entre s y de ayudarse mutuamente desdeDios. El mismo Espritu Santo es la nueva ley. Ya no tenemos los 365 mandamientosnegativos y 248 positivos que encontraron los maestros de Israel en los cinco libros deMoiss. El Espritu Santo, el Espritu de Jesucristo mismo, es nuestra ley. Nuestraley es, pues, simple: vivir como vivi Jesucristo. Esa comunidad con l, a travs delEspritu Santo, que nos regala, nos da libertad, nos da unidad, apertura y amplitud. Solode ella y por ella surge una y otra vez una nueva Iglesia. No podemos hacer Iglesia atravs de decisiones, a travs de consejos y discusiones. Todos vemos que esto esinsuficiente. Solo podr haber Iglesia si somos tocados por Dios; si l nos abre sucorazn, si nos muestra su voluntad, si nos da vida. Entonces es cuando surge esta,convirtindose en el lugar de nuestra vida verdadera. Nos hace libres y nos lleva los unosa los otros. Es defensa contra el mal y campo de fuerza para el bien del mundo.

    En el Evangelio encontramos una extraa e inusual imagen del Espritu Santo. Desdela narracin de Pentecosts estamos acostumbrados a que se represente al Espritu Santopor medio de los dos elementos: viento (impetuoso) y fuego. Pero tambin el aguarepresenta al Espritu Santo. Para un pueblo que viva en un pas desrtico, con un climaen el que la lluvia es un don escaso, estaba ms claro que para nosotros, que disfrutamosde abundantes lluvias, del regalo que supone la lluvia. Se imploraba como don sin el cualno es posible la vida. Era evidente: solo poda haber vida donde haba agua. El sol es unade las condiciones para la vida sobre la tierra; el aire, la segunda; pero a todo ello tieneque sumrsele el agua para que exista vida en esta tierra. Para el pueblo de Israel, con suclima, el agua, la fuente de vida, el manantial de agua buena se ha convertido en smbolo

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  • de la energa de la vida. Por eso pudo Jess comparar al Espritu Santo con el agua quetrae la vida, que produce fertilidad en medio del desierto. El hombre lleno de EsprituSanto es semejante a una fuente, a un oasis en el que fluye agua viva, creciendo vida asu alrededor.

    Creo que todos nosotros conocemos a personas que son como un manantial de aguafresca. Conocemos a otras que son cinagas de las que emanan vapores pantanosos;personas en las que no hay vida verdadera. Pero, gracias a Dios, hay tambin personasen las que est el agua fresca del Espritu Santo. Porque es propio del Espritu Santo salira borbotones como un manantial, dando vida. Por eso no hay nadie que tenga al EsprituSanto solo para s mismo. Aquel que recibe al Espritu Santo y le da espacio se convierteen manantial, en fuente. De su seno corrern ros de agua viva (Jn 7, 38).

    Pidamos al Seor que nos siga dando en el desierto de nuestro tiempo, en todas lasamenazas y peligros, el agua vital, fresca, que brota del Espritu Santo.

    Pidmosle que no llevemos en nuestro interior agua empantanada con nuestras malascostumbres y con nuestros pecados. Pidmosle ser agua viva, ser llenados de su Esprituy ser fuentes de bondad en nuestro mundo.

    Pidmosle: Seor, enva tu Espritu Santo y renuvanos. Renueva a tu Iglesia,renueva la faz de la tierra. Amn.

    * Iglesia de S. Juan en Pentling, Filialkirche Pentling, 25-V-1996.

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  • IX. EL MISMO ESPRITU DE DIOSEN LA CREACIN Y EN LA REDENCIN*

    La liturgia de Pentecosts responde, sorprendentemente, a la narracin de los Hechosde los Apstoles acerca del nacimiento de la Iglesia, con un salmo que es un cntico a laCreacin, una alabanza al Espritu creador que lo ha concebido todo con su sabidura.Extiendes los cielos como una tienda, y prosigue Qu numerosas son tus obras!...Sea por siempre la gloria del Seor! Se alegre el Seor en sus obras! (Sal 104,2.24.31). Deliberadamente la Iglesia quiere decirnos que el Espritu Creador, que lo haconcebido todo, y el Espritu Santo, que enva Cristo desde el Padre, son el mismo.Creacin y Redencin caminan juntas. Dios puede, por lo tanto, preservarnos ysalvarnos de forma segura, porque todo lo que proviene de l, su obra, le pertenece.Pentecosts es la fiesta de cumpleaos de la Iglesia, su gran da. Pero Pentecoststambin es la celebracin de la Creacin, del agradecimiento porque el Seor no laabandona. Pentecosts nos dice sobre todo: el mundo es Creacin, viene del Espritu yno de la ciega casualidad; el espritu, la razn, la tica no son invitados desconocidos paraella, a quienes ha trado la casualidad y que sera mejor que no existieran. No, toda larealidad que nos rodea es la idea del Espritu Creador, hecha forma, y habla del Espritude Dios a nuestras mentes. Por eso nos manda nuestra fe reverenciar la Creacin deDios. No se nos entreg la Creacin para que la explotramos, sino para que lareverenciemos y la desarrollemos como jardn divino en el que los hombres pueden vivirhumanamente. El libro del Apocalipsis ve como caractersticas de los enemigos de Dios yde Cristo que estos destruyan la tierra (Ap 11, 18). En tiempos del materialismo, de lanegacin del Espritu Creador, hay nuevas y aterradoras formas de destruccin de latierra. Se ve a toda la Creacin como un producto material que desmontamos yvolvemos a montar de acuerdo a nuestras necesidades, llegando hasta el hombre, quetambin deber ser producto para que lo tratemos como a un producto, lo criemos segnnuestros propsitos, lo explotemos y, s, lo podamos asesinar. Ante semejante abuso yutilizacin de la Creacin, entendemos de otro modo las palabras de san Pablo: LaCreacin gime y sufre hasta ahora. Quiere liberarse de la esclavitud de la destruccin, yest esperando la llegada de los hijos de Dios y de su libertad (cfr. Rm 8, 19-22). Lalibertad de los hijos de Dios es diferente a la libertad de los destructores. No es la libertaddel consumo, que es una libertad de la negacin. Es una libertad del Amor, que es unalibertad que construye. La liturgia ha trasladado al salmo de la Creacin que hoy seutiliza esa esperanza, en la peticin: Enva tu Espritu y renueva la faz de la tierra (cfr.Sal 104, 30). Si nos hacemos hijos de Dios, si Dios gana espacio en nosotros y a travsde nosotros, entonces, tambin ser nueva la Creacin esclavizada, y descubriremos en

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  • ella algo ms que simple material de nuestro poder, esto es, el rostro de aquel que la cre,que la ama y que nos ama.

    El Espritu Santo es, ante todo, Espritu Creador y por eso es Pentecosts lacelebracin de la Creacin. El cristianismo es la religin de la Creacin. Para nosotros loscristianos, el mundo no es Maya, no es la ilusin engaosa de esa interminable rueda deldestino que siempre gira y regresa, de la que uno trata de escapar. Para nosotros, elmundo es la Creacin que alegra a Dios y de la que nos podemos complacer con lalibertad constructiva del amor. Por eso Dios no es para nosotros ese completo extrao,annimo y oscuro, el hundimiento que nos arrastrar a todos. No. Dios tiene un rostro,Dios es belleza. As, la fe en el Espritu Creador y la fe en el Espritu que Jesucristo nosenva desde el Padre son inseparables. Creacin e Historia no son dos mundosseparados, aunque sea cierto que la Historia trae al mundo el nuevo elemento de la culpa,fruto del don de la libertad, haciendo con ello necesarias nuevas iniciativas de la fantasadel amor divino. Las lecturas de la Primera carta a los Corintios y del evangelio de sanJuan nos muestran esta relacin. El Espritu Santo es quien nos permite reconocer aCristo como el Seor y recitar el Credo de la Iglesia: Jesucristo es el Seor (1 Co 12,3). Para ello, debemos tener presente que en el Antiguo Testamento muy pronto dej depronunciarse el nombre de Dios para sustituirlo por la palabra Seor. Seor era elttulo fundamental de Dios, convirtindose as en el nombre de Dios. Si el Espritu Santonos ensea a decir Jess es el Seor, se trata de la confesin de la divinidad de Jess,la confesin de que Jesucristo es uno y el mismo Dios que se revel en la antigua alianza.Solo el Espritu Santo puede hacernos ver y ensear algo semejante. La pura erudicincon toda su sabidura no alcanza para ello. El Seor se lo dice a Pedro: solas la carne y lasangre no lo revelan (cfr. Mt 16, 17). Solamente cuando abrimos los ojos y el corazn dela fe compartida con la Iglesia podremos reconocer a Jess por completo y decir, decorazn: S, eres el Seor, el Hijo de Dios vivo. El Evangelio nos regala una maravillosaimagen para explicarnos la relacin entre Jess, el Espritu Santo y el Padre: se presentaal Espritu Santo como el aliento de Jesucristo (Jn 20, 22). San Juan utiliza la historia dela Creacin, cuando nos dice que Dios sopla el aliento de vida sobre nuestra nariz. Elaliento de Dios es vida. Ahora el Seor nos sopla en el alma el nuevo aliento de vida: elEspritu Santo, su ser ntimo ms propio, introducindonos con l en la familia de Dios.Pertenecemos a Dios. Esto se nos ha dado en el Bautismo y en la Confirmacin, y en elsacramento de la Penitencia ocurre una y otra vez: el Seor nos sopla en el alma sualiento de vida. De nuevo, solo podemos rezar: envanos tu aliento de vida, que elEspritu Santo respire en nosotros y que salga as tambin de m la renovacin de laIglesia.

    La liturgia del da de hoy nos muestra un tercer contexto. El Espritu es EsprituCreador. El Espritu es el Espritu de Jesucristo, por lo que Padre, Hijo y Espritu Santoson solo uno, y el nico, Dios. Y a esto se aade: el Espritu Santo crea la Iglesia. Estano viene del deseo del hombre, de la reflexin, de la eficacia humana y su deseoorganizativo; de ser as, hace tiempo que habra desaparecido, como pasa con todo lohumano. Es creacin del Espritu Santo. Las imgenes de viento impetuoso y fuego que

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  • utiliza Lucas para la venida del Espritu Santo son una reminiscencia del Sina, dondeDios se le revel al pueblo de Israel en tormenta y fuego, entregndole el don de laalianza. En realidad, Israel comenz a celebrar el da quincuagsimo despus de Pascuada de recuerdo del xodo de Egipto como fiesta del Sina, como fiesta de la alianza.Cuando Lucas habla de la imagen del Espritu Santo, puede recordarnos que la alianzatena la forma en la ley que recibi Israel del Sina, una ley que no era obstculo uobligacin, sino luz que muestra el camino entre la confusin del mundo. As, Lucaspresenta el momento de Pentecosts como un nuevo Sina, como don de la nueva alianzaen la que se extiende el vnculo con Israel a todos los pueblos del mundo en el que caenmuchas de las cercas de la antigua ley, emergiendo su ncleo ms simple: el amor que esel Espritu Santo, el amor que todo lo resume. La ley se ampla y abre al mismo tiempo:esta es la nueva alianza en la que el Espritu llena el misterio de Jesucristo. Lucaspresenta esa extensin de la alianza sobre todas las naciones a travs de la enumeracinde una tabla de naciones muy conocida en aquel tiempo. Con ello, nos est diciendo algomuy importante: la Iglesia fue catlica desde el primer instante. No surgi lentamente atravs de la fusin de diferentes comunidades. La cre el Espritu Santo situndola desdeel primer momento como la Iglesia de todos los pueblos. Es la Iglesia, extendida por elmundo entero, la que elimina todas las fronteras de raza, clase, nacin; la que abre todaslas barreras, uniendo a los hombres en la profesin del Dios uno y trino. La Iglesia fuedesde el principio una, catlica y apostlica: esta es siempre su naturaleza, y por ella se lareconoce. Es santa, no por el esfuerzo de sus miembros, sino porque l mismo la crea yle regala las fuerzas de la santificacin contra todos los errores humanos. Esto tambinviene por dos propiedades de la Iglesia de las que nos habla el evangelio de hoy: a laIglesia se le dio el Espritu Santo como pleno poder para el perdn. Y el Espritu Santo estransmisin. Se le dona a la persona no como propiedad privada para l solo, sinosiempre para los otros. l es la dinmica de la transmisin, esto es, la dinmica de labondad, que siempre es compartir, salir de s mismos hacia los dems.

    Transmisin y perdn. Cmo no iba a pensar en estas palabras clave aquel sbadode Pentecosts de 1977 cuando, en la adornada catedral de Mnich, recib porimposicin de manos de los arzobispos Stangl,Graber y Tewes, acompaado de toda una comunidad orante, la misin episcopal, elministerio pastoral que fue transmitido a la Iglesia? Jams olvidar ese luminoso da;jams olvidar cmo me envolvan plenamente las invocaciones de la letana de lossantos, as como la fe y la oracin de todos los presentes, como una fuerza que mesostendra en ese encargo que iba mucho ms all de mis fuerzas. S cuntas vecesqued rezagado en aquello para lo que haba sido enviado y agradezco de corazn atodos los que siempre me ayudaron, y me ayudan, con sus oraciones, con su paciencia ybondad. A menudo me viene a la mente el final del evangelio de san Juan, donde elSeor le predice a Pedro el momento en el que otros lo llevarn, atado, a donde noquerr ir. Cuntas veces a lo largo de estos 25 aos me ha llevado el Seor, contra misdeseos e ideas, all a donde realmente no quera. Pero saba, y s, que su gua es buena yque es bueno dejar caer las propias ideas y dejarse llevar por l. Quiero darles, de

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  • corazn, las gracias a todos, queridos amigos; es un agradecimiento por sus oraciones,por su comprensin, ayuda, y es una peticin:

    Pidmosle al Seor que nos ayude a creer. Pidmosle que nos abra los ojos al caminorecto. Pidmosle que nos ensee a amar a la Iglesia y que nos gue para que podamoscontribuir a su construccin. Pidmosle que le conserve la fe a nuestro pas, que nosenve a nosotros, sacerdotes y obispos, segn su Espritu, que llame a hombres ymujeres, que son sus testigos. Seor, enva tu Espritu y se renovar la faz de la tierra.Amn.

    * Catedral de Munich, 19-V-2002 (Celebracin del XXV Aniversario de su Ordenacin Episcopal: 1977-2002).

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  • SEGUNDA PARTE

    SOBRE EL ESPRITU SANTO

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  • I. LA FORMA DEL ESPRITU SANTO*

    La primera lectura y el evangelio del domingo de Pentecosts nos presentan dosgrandes imgenes de la misin del Espritu Santo. La lectura de los Hechos de losApstoles narra cmo el Espritu Santo, el da de Pentecosts, bajo los signos de unviento impetuoso y del fuego, irrumpe en la comunidad orante de los discpulos de Jessy as da origen a la Iglesia.

    Para Israel, Pentecosts se haba transformado de fiesta de la cosecha en fiestaconmemorativa de la conclusin de la alianza en el Sina. Dios haba mostrado supresencia al pueblo a travs del viento y del fuego, despus le haba dado su ley, los diezmandamientos. Solo as la obra de liberacin, que comenz con el xodo de Egipto, sehaba cumplido plenamente: la libertad humana es siempre una libertad compartida, unconjunto de libertades. Solo en una armona ordenada de las libertades, que muestra acada uno el propio mbito, puede mantenerse una libertad comn.

    Por eso el don de la ley en el Sina no fue una restriccin o una abolicin de lalibertad, sino el fundamento de la verdadera libertad. Y, dado que un justo ordenamientohumano solo puede mantenerse si proviene de Dios y si une a los hombres en laperspectiva de Dios, a una organizacin ordenada de las libertades humanas no puedenfaltarle los mandamientos que Dios mismo da. As, Israel lleg a ser pueblo de formaplena precisamente a travs de la alianza con Dios en el Sina. El encuentro con Dios enel Sina podra considerarse como el fundamento y la garanta de su existencia comopueblo.

    El viento impetuoso y el fuego, que bajaron sobre la comunidad de los discpulos deCristo reunida en el Cenculo, constituyeron un desarrollo ulterior del acontecimiento delSina y le dieron nueva amplitud. En aquel da, como refieren los Hechos de losApstoles, se encontraban en Jerusaln judos piadosos (...) de todas las naciones quehay bajo el cielo (Hch 2, 5). Y entonces se manifest el don caracterstico del EsprituSanto: todos ellos comprendan las palabras de los Apstoles: La gente (...) les oahablar cada uno en su propia lengua (Hch 2, 6).

    El Espritu Santo da el don de comprender. Supera la ruptura iniciada en Babel laconfusin de los corazones, que nos enfrenta unos a otros y abre las fronteras. Elpueblo de Dios, que haba encontrado en el Sina su primera configuracin, ahora seampla hasta la desaparicin de todas las fronteras. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, esun pueblo que proviene de todos los pueblos. La Iglesia, desde el inicio, es catlica, estaes su esencia ms profunda.

    San Pablo explica y destaca esto en la segunda lectura, cuando dice: Porque en unsolo Espritu hemos sido todos bautizados, para no formar ms que un cuerpo, judos y

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  • griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espritu (1 Co 12, 13). LaIglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entrelos pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber niolvidados ni despreciados. En la Iglesia hay solo hermanos y hermanas de Jesucristolibres.

    El viento y el fuego del Espritu Santo deben abrir sin cesar las fronteras que loshombres seguimos levantando entre nosotros; debemos pasar siempre nuevamente deBabel, de encerrarnos en nosotros mismos, a Pentecosts. Por tanto, debemos orarsiempre para que el Espritu Santo nos abra, nos otorgue la gracia de la comprensin, demodo que nos convirtamos en el pueblo de Dios procedente de todos los pueblos; msan, san Pablo nos dice: en Cristo, que como nico pan nos alimenta a todos en laEucarista y nos a