benedicto xvi. catequesis-2009

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  • 8/8/2019 Benedicto XVI. Catequesis-2009

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    BENEDICTO XVI

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 7 de enero de 2009

    Ha llegado el tiempo del verdadero cultoQueridos hermanos y hermanas:

    En esta primera audiencia general del ao 2009 deseo expresaros a todos mi ms cordial felicitacinpor el ao nuevo recin comenzado. Reavivemos en nosotros el compromiso de abrir a Cristo lamente y el corazn para ser y vivir como verdaderos amigos suyos. Su compaa har que este ao,a pesar de sus inevitables dificultades, sea un camino lleno de alegra y de paz. En efecto, slo si

    permanecemos unidos a Jess, el ao nuevo ser bueno y feliz.

    El compromiso de unin con Cristo es el ejemplo que nos da tambin san Pablo. Prosiguiendo lascatequesis dedicadas a l, reflexionaremos hoy sobre uno de los aspectos importantes de su

    pensamiento, el relativo al culto que los cristianos estn llamados a tributar. En el pasado, se solahablar de una tendencia ms bien anti-cultual del Apstol, de una "espiritualizacin" de la idea delculto. Hoy comprendemos mejor que san Pablo ve en la cruz de Cristo un viraje histrico, quetransforma y renueva radicalmente la realidad del culto. Hay sobre todo tres textos de la carta a los

    Romanos en los que aparece esta nueva visin del culto.

    1. EnRm 3, 25, despus de hablar de la "redencin realizada por Cristo Jess", san Pablo continacon una frmula misteriosa para nosotros. Dice as: Dios lo "exhibi como instrumento de

    propiciacin por su propia sangre, mediante la fe". Con la expresin "instrumento de propiciacin",ms bien extraa para nosotros, san Pablo alude al as llamado "propiciatorio" del templo antiguo,es decir, a la cubierta del arca de la alianza, que estaba pensada como punto de contacto entre Diosy el hombre, punto de la presencia misteriosa de Dios en el mundo de los hombres. Este

    "propiciatorio", en el gran da de la reconciliacin "yom kippur" se asperjaba con la sangre deanimales sacrificados, sangre que simblicamente pona los pecados del ao transcurrido encontacto con Dios y, as, los pecados arrojados al abismo de la bondad divina quedaban comoabsorbidos por la fuerza de Dios, superados, perdonados. La vida volva a comenzar.

    San Pablo alude a este rito y dice que era expresin del deseo de que realmente se pudieran ponertodas nuestras culpas en el abismo de la misericordia divina para hacerlas as desaparecer. Pero conla sangre de animales no se realiza este proceso. Era necesario un contacto ms real entre la culpahumana y el amor divino. Este contacto tuvo lugar en la cruz de Cristo. Cristo, verdadero Hijo deDios, que se hizo verdadero hombre, asumi en s toda nuestra culpa. l mismo es el lugar decontacto entre la miseria humana y la misericordia divina; en su corazn se deshace la masa triste

    del mal realizado por la humanidad y se renueva la vida.Revelando este cambio, san Pablo nos dice: con la cruz de Cristo el acto supremo del amor divinoconvertido en amor humano termin el antiguo culto con sacrificios de animales en el templo deJerusaln. Este culto simblico, culto de deseo, ha sido sustituido ahora por el culto real: el amor deDios encarnado en Cristo y llevado a su plenitud en la muerte de cruz. Por tanto, no es unaespiritualizacin del culto real, sino, al contrario: el culto real, el verdadero amor divino-humano,sustituye al culto simblico y provisional. La cruz de Cristo, su amor con carne y sangre es el cultoreal, correspondiendo a la realidad de Dios y del hombre. Para san Pablo, la era del templo y de suculto haba terminado ya antes de la destruccin exterior del templo: san Pablo se encuentra aqu en

    perfecta consonancia con las palabras de Jess, que haba anunciado el fin del templo y habaanunciado otro templo "no hecho por manos humanas", el templo de su cuerpo resucitado (cf. Mc14, 58;Jn 2, 19 ss). Este es el primer texto.

    2. El segundo texto del que quiero hablar hoy se encuentra en el primer versculo del captulo 12 de

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    la carta a los Romanos. Lo hemos escuchado y lo repito una vez ms: "Os exhorto, pues,hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcis vuestros cuerpos como una vctima viva,santa, agradable a Dios: tal ser vuestro culto espiritual". En estas palabras se verifica una paradojaaparente: mientras el sacrificio exige normalmente la muerte de la vctima, san Pablo hacereferencia a la vida del cristiano. La expresin "presentar vuestros cuerpos", unida al conceptosucesivo de sacrificio, asume el matiz cultual de "dar en oblacin, ofrecer". La exhortacin a

    "ofrecer los cuerpos" se refiere a toda la persona; en efecto, enRm 6, 13 invita a "presentaros avosotros mismos". Por lo dems, la referencia explcita a la dimensin fsica del cristiano coincidecon la invitacin a "glorificar a Dios con vuestro cuerpo" (1 Co 6, 20); es decir, se trata de honrar aDios en la existencia cotidiana ms concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible.

    San Pablo califica ese comportamiento como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Es aqudonde encontramos precisamente la palabra "sacrificio". En el uso corriente este trmino forma

    parte de un contexto sagrado y sirve para designar el degello de un animal, del que una parte puedequemarse en honor de los dioses y otra consumirse por los oferentes en un banquete. San Pablo, encambio, lo aplica a la vida del cristiano. En efecto, califica ese sacrificio sirvindose de tresadjetivos. El primero "vivo" expresa una vitalidad. El segundo "santo" recuerda la idea

    paulina de una santidad que no est vinculada a lugares u objetos, sino a la persona misma delcristiano. El tercero "agradable a Dios" recuerda quiz la frecuente expresin bblica delsacrificio "de suave olor" (cf.Lv 1, 13.17; 23, 18; 26, 31; etc.).

    Inmediatamente despus, san Pablo define as esta nueva forma de vivir: este es "vuestro cultoespiritual". Los comentaristas del texto saben bien que la expresin griega (tn logikn latrean) noes fcil de traducir. La Biblia latina traduce: "rationabile obsequium". La misma palabra"rationabile" aparece en la primera Plegaria eucarstica, el Canon romano: en l se pide a Dios queacepte esta ofrenda como "rationabile". La traduccin italiana tradicional "culto espiritual" norefleja todos los detalles del texto griego (y ni siquiera del latino). En todo caso, no se trata de unculto menos real, o incluso slo metafrico, sino de un culto ms concreto y realista, un culto en elque el hombre mismo en su totalidad de ser dotado de razn, se convierte en adoracin,

    glorificacin del Dios vivo.Esta frmula paulina, que aparece de nuevo en la Plegaria eucarstica romana, es fruto de un largodesarrollo de la experiencia religiosa en los siglos anteriores a Cristo. En esa experiencia se mezclandesarrollos teolgicos del Antiguo Testamento y corrientes del pensamiento griego. Quiero mostraral menos algunos elementos de ese desarrollo. Los profetas y muchos Salmos critican fuertementelos sacrificios cruentos del templo. Por ejemplo, el Salmo 49, en el que es Dios quien habla, dice:"Si tuviera hambre, no te lo dira: pues el orbe y cuanto lo llena es mo. Comer yo carne detoros?, beber sangre de cabritos? Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza" (vv. 12-14) En elmismo sentido dice el Salmo siguiente, 50: "Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera unholocausto no lo querras. Mi sacrificio es un espritu quebrantado, un corazn quebrantado y

    humillado t no lo desprecias" (v. 18 s). En el libro de Daniel, en el tiempo de la nueva destruccindel templo por parte del rgimen helenstico (siglo II a.C.) encontramos un nuevo pasaje que va enla misma lnea. En medio del fuego es decir, en la persecucin, en el sufrimiento Azaras rezaas: "Ya no hay, en esta hora, ni prncipe ni profeta ni caudillo ni holocausto ni sacrificio nioblacin ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, y hallar gracia a tus ojos. Mas concorazn contrito y espritu humillado te seamos aceptos, como holocaustos de carneros y toros. (...)Tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade" (Dn 3, 38 ss). En la destruccin del santuario ydel culto, en esta situacin de privacin de todo signo de la presencia de Dios, el creyente ofrececomo verdadero holocausto su corazn contrito, su deseo de Dios.

    Vemos un desarrollo importante, hermoso, pero con un peligro. Hay una espiritualizacin, una

    moralizacin del culto: el culto se convierte slo en algo del corazn, del espritu. Pero falta elcuerpo, falta la comunidad. As se entiende, por ejemplo, que el Salmo 50 y tambin el libro deDaniel, a pesar de criticar el culto, deseen la vuelta al tiempo de los sacrificios. Pero se trata de untiempo renovado, de un sacrificio renovado, en una sntesis que an no se poda prever, que an no

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    se poda imaginar.

    Volvamos a san Pablo. l es heredero de estos desarrollos, del deseo del culto verdadero, en el queel hombre mismo se convierta en gloria de Dios, en adoracin viva con todo su ser. En este sentidodice a los Romanos: "Ofreced vuestros cuerpos como una vctima viva. (...) Este ser vuestro cultoespiritual" (Rm 12, 1). San Pablo repite as lo que ya haba sealado en el captulo 3: El tiempo delos sacrificios de animales, sacrificios de sustitucin, ha terminado. Ha llegado el tiempo del cultoverdadero.

    Pero tambin aqu se da el peligro de un malentendido: este nuevo culto se podra interpretarfcilmente en un sentido moralista: ofreciendo nuestra vida hacemos nosotros el culto verdadero.De esta forma el culto con los animales sera sustituido por el moralismo: el hombre lo hara todo

    por s mismo con su esfuerzo moral. Y ciertamente esta no era la intencin de san Pablo.

    Pero persiste la cuestin de cmo debemos interpretar este "culto espiritual, razonable". San Pablosupone siempre que hemos llegado a ser "uno en Cristo Jess" (Ga 3, 28), que hemos muerto en el

    bautismo (cf.Rm 1) y ahora vivimos con Cristo, por Cristo y en Cristo. En esta unin y slo as podemos ser en l y con l "sacrificio vivo", ofrecer el "culto verdadero". Los animalessacrificados habran debido sustituir al hombre, el don de s del hombre, y no podan. Jesucristo, ensu entrega al Padre y a nosotros, no es una sustitucin, sino que lleva realmente en s el ser humano,nuestras culpas y nuestro deseo; nos representa realmente, nos asume en s mismo. En la comunincon Cristo, realizada en la fe y en los sacramentos, nos convertimos, a pesar de todas nuestrasdeficiencias, en sacrificio vivo: se realiza el "culto verdadero".

    Esta sntesis est en el fondo del Canon romano, en el que se reza para que esta ofrenda sea"rationabile", para que se realice el culto espiritual. La Iglesia sabe que, en la santsima Eucarista,se hace presente la autodonacin de Cristo, su sacrificio verdadero. Pero la Iglesia reza para que lacomunidad celebrante est realmente unida con Cristo, para que sea transformada; reza para quenosotros mismos lleguemos a ser lo que no podemos ser con nuestras fuerzas: ofrenda"rationabile" que agrada a Dios. As la Plegaria eucarstica interpreta de modo adecuado las

    palabras de san Pablo. San Agustn aclar todo esto de forma admirable en el libro dcimo de suCiudad de Dios. Cito slo dos frases: "Este es el sacrificio de los cristianos: aun siendo muchos,somos un solo cuerpo en Cristo". "Toda la comunidad (civitas) redimida, es decir, la congregacin yla sociedad de los santos, es ofrecida a Dios mediante el Sumo Sacerdote que se ha entregado a smismo" (10, 6: CCL 47, 27 ss).

    3. Por ltimo, quiero hacer una breve reflexin sobre el tercer texto de la carta a los Romanosreferido al nuevo culto. En el captulo 15 san Pablo dice: "La gracia que me ha sido otorgada porDios, de ser para los gentiles ministro (liturgo) de Cristo Jess, de ser sacerdote (hierourgein) delEvangelio de Dios, para que la oblacin de los gentiles sea agradable, santificada por el EsprituSanto" (Rm 15, 15 s).

    Quiero subrayar slo dos aspectos de este texto maravilloso y, por su terminologa, nico en lascartas paulinas. Ante todo, san Pablo interpreta su accin misionera entre los pueblos del mundo

    para construir la Iglesia universal como accin sacerdotal. Anunciar el Evangelio para unir a lospueblos en la comunin con Cristo resucitado es una accin "sacerdotal". El apstol del Evangelioes un verdadero sacerdote, hace lo que es central en el sacerdocio: prepara el verdadero sacrificio.

    Y, despus, el segundo aspecto: podemos decir que la meta de la accin misionera es la liturgiacsmica: que los pueblos unidos en Cristo, el mundo, se convierta como tal en gloria de Dios,"oblacin agradable, santificada por el Espritu Santo". Aqu aparece el aspecto dinmico, el aspectode la esperanza en el concepto paulino del culto: la autodonacin de Cristo implica la tendencia deatraer a todos a la comunin de su Cuerpo, de unir al mundo. Slo en comunin con Cristo, el

    Hombre ejemplar, uno con Dios, el mundo llega a ser tal como todos lo deseamos: espejo del amordivino. Este dinamismo siempre est presente en la Eucarista; este dinamismo debe inspirar yformar nuestra vida. Y con este dinamismo comenzamos el nuevo ao. Gracias por vuestra

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    paciencia.

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 14 de enero de 2009

    La fuerza de la Iglesia viene de CristoQueridos hermanos y hermanas:

    Entre las cartas del epistolario paulino, hay dos, las dirigidas a los Colosenses y a los Efesios, queen cierto sentido pueden considerarse gemelas. De hecho, una y otra tienen formas de expresin queslo se encuentran en ellas, y se calcula que ms de un tercio de las palabras de la carta a losColosenses se encuentra tambin en la carta a los Efesios. Por ejemplo, mientras que en Colosensesse lee literalmente la invitacin a "amonestaros con toda sabidura, cantad agradecidos a Dios envuestros corazones con salmos, himnos y cnticos inspirados" (Col3, 16), enEfesios se recomiendaigualmente "recitad entre vosotros salmos, himnos y cnticos inspirados; cantad y salmodiad envuestro corazn al Seor" (Ef5, 19). Podramos meditar en estas palabras: el corazn debe cantar, y

    as tambin la voz, con salmos e himnos para entrar en la tradicin de la oracin de toda la Iglesiadel Antiguo y del Nuevo testamento; aprendemos as a estar unidos con nosotros y entre nosotros, ycon Dios. Adems, en ambas cartas se encuentra un as llamado "cdigo domstico", ausente en lasotras cartas paulinas, es decir, una serie de recomendaciones dirigidas a maridos y mujeres, a padrese hijos, a amos y esclavos (cf. respectivamente Col3,18-4,1 yEf5, 22-6, 9).

    Ms importante an es constatar que slo en estas dos cartas se confirma el ttulo de "cabeza",kefal, dado a Jesucristo. Y este ttulo se emplea en un doble nivel. En un primer sentido, Cristo esconsiderado como cabeza de la Iglesia (cf. Col2, 18-19 yEf4, 15-16). Esto significa dos cosas:ante todo, que l es el gobernante, el dirigente, el responsable que gua a la comunidad cristianacomo su lder y su Seor (cf. Col1, 18: "l es tambin la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia"); y el

    otro significado es que l es como la cabeza que forma y vivifica todos los miembros del cuerpo alque gobierna (de hecho, segn Col2, 19 es necesario "mantenerse unido a la Cabeza, de la cualtodo el Cuerpo, recibe nutricin y cohesin"): es decir, no es slo uno que manda, sino uno queorgnicamente est conectado con nosotros, del que tambin viene la fuerza para actuar de modorecto.

    En ambos casos, se considera a la Iglesia sometida a Cristo, tanto para seguir su conduccinsuperior los mandamientos, como para acoger todos los flujos vitales que de l proceden. Susmandamientos no son slo palabras, mandatos, sino que son fuerzas vitales que vienen de l y nosayudan.

    Esta idea se desarrolla particularmente en Efesios, donde incluso los ministerios de la Iglesia, en

    lugar de ser reconducidos al Espritu Santo (como 1Co 12), se confieren por Cristo resucitado: es lquien "dio a unos el ser apstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores ymaestros" (Ef4, 11). Y es por l que "todo el Cuerpo recibe trabazn y cohesin por medio de todaclase de junturas, (...) realizando as el crecimiento del cuerpo para su edificacin en el amor" (Ef4,16). Cristo, de hecho, tiende a "presentrsela (a la Iglesia) resplandeciente a s mismo; sin que tengamancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef5, 27). Con esto nos diceque es precisamente su amor la fuerza con la que construye la Iglesia, con la que gua a la Iglesia,con la que tambin da la direccin correcta a la Iglesia.

    Por tanto el primer significado es Cristo Cabeza de la Iglesia: sea en cuanto a la conduccin, seasobre todo en cuanto a la inspiracin y vitalizacin orgnica en virtud de su amor. Despus, en unsegundo sentido, Cristo es considerado no slo como cabeza de la Iglesia, sino como cabeza de las

    potencias celestiales y de todo el cosmos. As en Colosenses leemos que Cristo "una vez despojadoslos principados y las potestades, los exhibi pblicamente, incorporndolos a su cortejo triunfal"(Col2, 15). Anlogamente en Efesios encontramos que con su resurreccin, Dios puso a Cristo "por

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    encima de todo principado, potestad, virtud, dominacin y de todo cuanto tiene nombre no slo eneste mundo sino tambin en el venidero" (Ef1, 21). Con estas palabras, las dos cartas nos entreganun mensaje altamente positivo y fecundo: Cristo no tiene que temer a ningn posible competidor,

    porque es superior a cualquier forma de poder que intente humillar al hombre. Slo l "nos haamado y se ha entregado a s mismo por nosotros" (Ef5, 2). Por eso, si estamos unidos a Cristo, nodebemos temer a ningn enemigo y ninguna adversidad; pero esto significa tambin que debemos

    permanecer bien unidos a l, sin soltar la presa.El anuncio de que Cristo era el nico vencedor y que quien estaba con Cristo no tena que temer anadie, apareca como una verdadera liberacin para el mundo pagano, que crea en un mundo llenode espritus, en gran parte peligrosos y contra los cuales haba que defenderse. Lo mismo valetambin para el paganismo de hoy, porque tambin los actuales seguidores de estas ideologas venel mundo lleno de poderes peligrosos. A estos es necesario anunciar que Cristo es el vencedor, demodo que quien est con Cristo, quien permanece unido a l, no debe temer a nada ni a nadie. Me

    parece que esto es importante tambin para nosotros, que debemos aprender a afrontar todos losmiedos, porque l est por encima de toda dominacin, es el verdadero Seor del mundo.

    Incluso todo el cosmos le est sometido, y en l converge como en su propia cabeza. Son clebres

    las palabras de la carta a los Efesios que habla del proyecto de Dios de "recapitular en Cristo todaslas cosas, las del cielo y las de la tierra" (1, 10). Anlogamente en la carta a los Colosenses se leeque "en l fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles" (1,16) y que "mediante la sangre de su cruz ha reconciliado por l y para l todas las cosas, lo que hayen la tierra y en los cielos" (1, 20). As pues, no existe, por una parte, el gran mundo material y porotra esta pequea realidad de la historia de nuestra tierra, el mundo de las personas: todo es uno enCristo. l es la cabeza del cosmos; tambin el cosmos ha sido creado por l, ha sido creado paranosotros en cuanto que estamos unidos a l. Es una visin racional y personalista del universo. Yaadira que una visin ms universalista que esta no era posible concebir, y esta confluye slo enCristo resucitado. Cristo es elPantokrtor, al que estn sometidas todas las cosas: el pensamientova hacia el Cristo Pantocrtor, que llena el bside de las iglesias bizantinas, a veces representado

    sentado en lo alto sobre el mundo entero, o incluso encima de un arco iris para indicar suequiparacin con Dios mismo, a cuya diestra est sentado (cf.Ef1, 20; Col3, 1), y, por tanto, a suinigualable funcin de conductor de los destinos humanos.

    Una visin de este tipo es concebible slo por parte de la Iglesia, no en el sentido de que quieraapropiarse indebidamente de lo que no le pertenece, sino en otro doble sentido: por una parte laIglesia reconoce que Cristo es ms grande que ella, dado que su seoro se extiende tambin msall de sus fronteras; por otra, slo la Iglesia est calificada como Cuerpo de Cristo, no el cosmos.Todo esto significa que debemos considerar positivamente las realidades terrenas, porque Cristo lasrecapitula en s, y, al mismo tiempo, debemos vivir en plenitud nuestra identidad eclesial especfica,que es la ms homognea a la identidad de Cristo mismo.

    Hay tambin un concepto especial, que es tpico de estas dos cartas, y es el concepto de "misterio".Una vez se habla del "misterio de la voluntad" de Dios (Ef1, 9) y otras veces del "misterio deCristo" (Ef3, 4; Col4, 3) o incluso del "misterio de Dios, que es Cristo, en el cual estn ocultostodos los tesoros de la sabidura y de la ciencia" (Col2, 2-3). Hace referencia al inescrutabledesignio divino sobre la suerte del hombre, de los pueblos y del mundo. Con este lenguaje las dosCartas nos dicen que es en Cristo donde se encuentra el cumplimiento de este misterio. Si estamoscon Cristo, aunque no podamos comprender intelectualmente todo, sabemos que estamos en elncleo del "misterio" y en el camino de la verdad. l est en su totalidad, y no slo un aspecto de su

    persona o un momento de su existencia, el que rene en s la plenitud del insondable plan divino dela salvacin. En l toma forma la que se llama "multiforme sabidura de Dios" (Ef3, 10), ya que en

    l "habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Col2, 9). De ahora en adelante, portanto, no es posible pensar y adorar el beneplcito de Dios, su disposicin soberana, sinconfrontarnos personalmente con Cristo en persona, en quien el "misterio" se encarna y puede ser

    percibido tangiblemente. Se llega as a contemplar la "inescrutable riqueza de Cristo" (Ef3, 8), que

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    slo puede crecer siguiendo el ejemplo de la entrega del Hijo al Padre, es decir, saliendo de s yunindose a Cristo. Adems, por dos veces, en esta oracin Jess aade como fin de esta unidad:

    para que el mundo crea. Por tanto, la unidad plena est conectada con la vida y la misin misma dela Iglesia en el mundo. La Iglesia debe vivir una unidad que slo puede derivar de su unidad conCristo, con su trascendencia, como signo de que Cristo es la verdad. Esta es nuestraresponsabilidad: que sea visible en el mundo el don de una unidad en virtud de la cual se haga

    creble nuestra fe. Por esto es importante que cada comunidad cristiana tome conciencia de laurgencia de trabajar de todas las formas posibles para llegar a este gran objetivo. Al mismo tiempo,es importante implorarla con oracin constante y confiada, sabiendo que la unidad es ante todo"don" del Seor. Slo saliendo de nosotros mismos y yendo hacia Cristo, slo en la relacin con l

    podemos llegar a estar realmente unidos entre nosotros. Esta es la invitacin que, con la presente"Semana", se nos dirige a los creyentes en Cristo de toda Iglesia y Comunidad eclesial. Queridoshermanos y hermanas, respondamos a esta invitacin con generosidad diligente.

    Este ao la "Semana de oracin por la unidad" propone a nuestra meditacin y oracin estaspalabras tomadas del libro del profeta Ezequiel: "Que formen una sola cosa en tu mano" (37, 17). Eltema ha sido elegido por un grupo ecumnico de Corea, y revisado despus para su divulgacin

    internacional por el Comit mixto de oracin, formado por representantes del Consejo pontificiopara la promocin de la unidad de los cristianos y por el Consejo mundial de Iglesias de Ginebra. Elmismo proceso de preparacin ha sido un estimulante y fecundo ejercicio de autntico ecumenismo.

    En el pasaje del libro del profeta Ezequiel del que se ha sacado el tema, el Seor ordena al profetaque tome dos maderas, una como smbolo de Jud y sus tribus y la otra como smbolo de Jos y detoda la casa de Israel unida a l, y les pide que las "acerque", de modo que formen una sola madera,"una sola cosa" en su mano. Es transparente la parbola de la unidad. A los "hijos del pueblo", que

    pedirn explicacin, Ezequiel, iluminado desde lo Alto, dir que el Seor mismo toma las dosmaderas y las acerca, de forma que los dos reinos con sus tribus respectivas, divididas entre s,lleguen a ser "una sola cosa en su mano". La mano del profeta, que acerca los dos leos, seconsidera como la mano misma de Dios que rene y unifica a su pueblo y, finalmente, a la

    humanidad entera. Las palabras del profeta las podemos aplicar a los cristianos como unaexhortacin a rezar, a trabajar haciendo todo lo posible para que se realice la unidad de todos losdiscpulos de Cristo; a trabajar para que nuestra mano sea instrumento de la mano unificadora deDios.

    Esta exhortacin resulta particularmente conmovedora y apremiante en las palabras de Jessdespus de la ltima Cena. El Seor desea que todo su pueblo camine y ve en l a la Iglesia delfuturo, de los siglos futuros con paciencia y perseverancia hacia la realizacin de la unidad plena.Este empeo que comporta la adhesin humilde y obediencia dcil al mandato del Seor, que lo

    bendice y lo hace fecundo. El profeta Ezequiel nos asegura que ser precisamente l, nuestro nicoSeor, el nico Dios, quien nos tome en "su mano".

    En la segunda parte de la lectura bblica se profundizan el significado y las condiciones de la unidadde las distintas tribus en un solo reino. En la dispersin entre los gentiles, los israelitas habanconocido cultos errneos, haban asimilado concepciones de vida equivocadas, haban asumidocostumbres ajenas a la ley divina. Ahora el Seor declara que ya no se contaminarn ms con losdolos de los pueblos paganos, con sus abominaciones, con todas sus iniquidades (cf.Ez 37, 23).Reclama la necesidad de liberarlos del pecado, de purificar su corazn. "Los librar de todas susrebeldas afirma, los purificar". Y as "sern mi pueblo y yo ser su Dios" (Ez37, 23). En estacondicin de renovacin interior, ellos "seguirn mis mandamientos, observarn mis leyes y las

    pondrn en prctica". Y el texto proftico se concluye con la promesa definitiva y plenamentesalvfica: "Har con ellos una alianza de paz... pondr mi santuario, es decir, mi presencia, en medio

    de ellos" (Ez 37, 26).La visin de Ezequiel es particularmente elocuente para todo el movimiento ecumnico, porque

    pone en claro la exigencia imprescindible de una renovacin interior autntica en todos los

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    componentes del pueblo de Dios que slo el Seor puede realizar. A esta renovacin debemos estarabiertos tambin nosotros, porque tambin nosotros, desperdigados entre los pueblos del mundo,hemos aprendido costumbres muy alejadas de la Palabra de Dios. "As como hoy la renovacin dela Iglesia se lee en el decreto sobre el ecumenismo del concilio Vaticano II consisteesencialmente en el crecimiento de la fidelidad a su vocacin, esta es sin duda la razn delmovimiento hacia la unidad" (Unitatis redintegratio, 6), es decir, la mayor fidelidad a la vocacin

    de Dios. El decreto subraya tambin la dimensin interior de la conversin del corazn. "Elecumenismo verdadero aade no existe sin la conversin interior, porque el deseo de la unidadnace y madura de la renovacin de la mente, de la abnegacin de s mismo y del ejercicio pleno dela caridad (ib., 7). La "Semana de oracin por la unidad" se convierte, de esta forma, para todosnosotros en estmulo a una conversin sincera y a una escucha cada vez ms dcil a la Palabra deDios, a una fe cada vez ms profunda.

    La "Semana" es tambin una ocasin propicia para agradecer al Seor por cuanto nos ha concedidohacer hasta ahora "para acercar" unos a otros, los cristianos divididos, y las propias Iglesias yComunidades eclesiales. Este espritu ha animado a la Iglesia catlica, la cual, durante el ao

    pasado, ha proseguido, con firme conviccin y segura esperanza, manteniendo relaciones fraternas

    y respetuosas con todas las Iglesias y Comunidades eclesiales de Oriente y Occidente. En lavariedad de las situaciones, a veces ms positivas y a veces con ms dificultades, se ha esforzadopor no decaer nunca en el empeo de realizar todos los esfuerzos para la recomposicin de launidad plena. Las relaciones entre las Iglesias y los dilogos teolgicos han seguido dando signosde convergencias espirituales alentadoras. Yo mismo he tenido la alegra de encontrar, aqu en elVaticano y en el curso de mis viajes apostlicos, a cristianos procedentes de todos los horizontes.Con gran alegra acog en tres ocasiones al Patriarca ecumnico Su Santidad Bartolom I y, comoacontecimiento extraordinario, le omos tomar la palabra, con calor eclesial fraterno y con confianzaconvencida en el porvenir, durante la reciente Asamblea del Snodo de los obispos. Tuve el placerde recibir a los dos Catholics de la Iglesia apostlica armenia: Su Santidad Karekin II deEtchmiadzin y Su Santidad Aram Ide Antelias. Y, finalmente, he compartido el dolor del Patriarcado

    de Mosc por la partida del amado hermano en Cristo, el Patriarca Su Santidad Alexis II, y continopermaneciendo en comunin de oracin con estos hermanos nuestros que se preparan para elegir alnuevo Patriarca de la venerada y gran Iglesia ortodoxa. Igualmente, tuve ocasin de encontrar arepresentantes de las diversas Comuniones cristianas de Occidente, con los que prosigue el dilogosobre el importante testimonio que los cristianos deben dar hoy de forma concorde, en un mundocada vez ms dividido y que se encuentra ante numerosos desafos de carcter cultural, social,econmico y tico. De esto y de tantos otros encuentros, dilogos y gestos de fraternidad que elSeor nos ha permitido poder realizar, dmosle gracias juntos con alegra.

    Queridos hermanos y hermanas, aprovechemos la oportunidad que la "Semana de oracin por launidad de los cristianos" nos ofrece para pedir al Seor que prosigan y, si es posible, seintensifiquen el compromiso y el dilogo ecumnico. En el contexto del Ao paulino, queconmemora el bimilenario del nacimiento de san Pablo, no podemos no referirnos tambin a cuantoel apstol san Pablo nos dej escrito a propsito de la unidad de la Iglesia. Cada mircoles voydedicando mi reflexin a sus cartas y a su preciosa enseanza. Retomo aqu sencillamente cuantoescribi dirigindose a la comunidad de feso: "Un solo cuerpo y un solo espritu, como una sola esla esperanza a la que habis sido llamados, la de vuestra vocacin. Un solo Seor, una sola fe, unsolo bautismo" (Ef4, 4-5). Hagamos nuestro el anhelo de san Pablo, que consum enteramente suvida por el nico Seor y por la unidad de su Cuerpo mstico, la Iglesia, dando, con el martirio, untestimonio supremo de fidelidad y de amor a Cristo.

    Que cada comunidad, siguiendo su ejemplo y contando con su intercesin, crezca en el empeo dela unidad, gracias a las diversas iniciativas espirituales y pastorales y a las asambleas de oracin

    comn, que suelen hacerse ms numerosas e intensas en esta "Semana", hacindonos ya pregustar,en cierto modo, el da de la unidad plena. Oremos para que entre las Iglesias y las Comunidadeseclesiales contine el dilogo de la verdad, indispensable para dirimir las divergencias, y el de la

    http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.htmlhttp://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html
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    caridad, que condiciona el dilogo teolgico mismo y ayuda a vivir unidos para un testimoniocomn. El deseo que habita en nuestros corazones es que llegue pronto el da de la comunin plena,cuando todos los discpulos del nico Seor nuestro podrn finalmente celebrar juntos la Eucarista,el sacrificio divino para la vida y la salvacin del mundo. Invocamos la intercesin maternal deMara para que ayude a todos los cristianos a cultivar una escucha ms atenta de la Palabra de Diosy una oracin ms intensa por la unidad.

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 28 de enero de 2009

    Escritura y Tradicin

    La estructura de la Iglesia

    Queridos hermanos y hermanas:

    Las ltimas cartas del epistolario paulino, de las que quiero hablar hoy, se llaman cartas pastorales,porque se enviaron a algunas figuras de pastores de la Iglesia: dos a Timoteo y una a Tito, estrechoscolaboradores de san Pablo. En Timoteo el Apstol vea casi un alter ego; de hecho, le encomendmisiones importantes (en Macedonia: cf.Hch 19, 22; en Tesalnica: cf. 1 Ts 3, 6-7; en Corinto: cf. 1Co 4, 17; 16, 10-11), y despus escribi de l un elogio halagador: "Pues a nadie tengo de taniguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses" (Flp 2, 20).

    Segn laHistoria eclesistica de Eusebio de Cesarea, del siglo IV, Timoteo fue despus el primerobispo de feso (cf. 3, 4). En cuanto a Tito, tambin l debi ser muy querido por el Apstol, que lodefine explcitamente "lleno de celo..., mi compaero y colaborador" (2 Co 8, 17.23); ms an, "miverdadero hijo en la fe comn" (Tt1, 4). A Tito le haban encargado un par de misiones muydelicadas en la Iglesia de Corinto, cuyo resultado reconfort a san Pablo (cf. 2 Co 7, 6-7.13; 8, 6).Seguidamente, por cuanto sabemos, Tito alcanz a san Pablo en Nicpolis, en el Epiro, en Grecia(cf. Tt3, 12), y despus fue enviado por l a Dalmacia (cf. 2 Tm 4, 10). Segn la carta dirigida a l,despus fue obispo de Creta (cf. Tt1, 5).

    Las cartas dirigidas a estos dos pastores ocupan un lugar muy particular dentro del NuevoTestamento. La mayora de los exegetas es hoy del parecer que estas cartas no habran sido escritas

    por san Pablo mismo, sino que su origen estara en la "escuela de san Pablo", y reflejara suherencia para una nueva generacin, tal vez integrando algn breve escrito o palabra del Apstolmismo. Por ejemplo, algunas palabras de la segunda carta a Timoteo parecen tan autnticas que slo

    podran venir del corazn y de los labios del Apstol.

    Sin duda la situacin eclesial que emerge de estas cartas es diversa de la de los aos centrales de lavida de san Pablo. l ahora, retrospectivamente, se define a s mismo "heraldo, apstol y maestro"de los paganos en la fe y en la verdad (cf. 1 Tm 2, 7; 2 Tm 1, 11); se presenta como uno que haobtenido misericordia, porque Jesucristo -as escribe- "quiso manifestar primeramente en m toda su

    paciencia para que yo sirviera de ejemplo a los que haban de creer en l para obtener vida eterna"(1 Tm 1, 16). Por tanto, lo esencial es que realmente en san Pablo, perseguidor convertido por la

    presencia del Resucitado, se manifiesta la magnanimidad del Seor para aliento nuestro, a fin deinducirnos a esperar y a confiar en la misericordia del Seor que, a pesar de nuestra pequeez,

    puede hacer cosas grandes.

    Los nuevos contextos culturales que aqu se presuponen van ms all de los aos centrales de lavida de san Pablo. En efecto, se hace alusin a la aparicin de enseanzas que se pueden considerartotalmente equivocadas o falsas (cf. 1 Tm 4, 1-2; 2 Tm 3, 1-5), como las de quienes pretendan queel matrimonio no era bueno (cf. 1 Tm 4, 3). Vemos cun moderna es esta preocupacin, porquetambin hoy se lee a veces la Escritura como objeto de curiosidad histrica y no como palabra del

    Espritu Santo, en la que podemos escuchar la voz misma del Seor y conocer su presencia en lahistoria. Podramos decir que, con este breve elenco de errores presentes en las tres cartas, aparecenanticipados algunos esbozos de la orientacin errnea sucesiva que conocemos con el nombre de

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    gnosticismo (cf. 1 Tm 2, 5-6; 2 Tm 3, 6-8).

    A estas doctrinas se enfrenta el autor con dos llamadas de fondo. Una consiste en la referencia a unalectura espiritual de la Sagrada Escritura (cf. 2Tm 3, 14-17), es decir, a una lectura que la considerarealmente como "inspirada" y procedente del Espritu Santo, de modo que ella nos puede "instruir

    para la salvacin". Se lee la Escritura correctamente ponindose en dilogo con el Espritu Santo,para sacar de ella luz "para ensear, convencer, corregir y educar en la justicia" (2Tm 3, 16). En estesentido aade la carta: "As el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra

    buena" (2 Tm 3, 17). La otra llamada consiste en la referencia al buen "depsito" (parathke): esuna palabra especial de las cartas pastorales con la que se indica la tradicin de la fe apostlica quehay que conservar con la ayuda del Espritu Santo que habita en nosotros.

    As pues, este "depsito" se ha de considerar como la suma de la Tradicin apostlica y comocriterio de fidelidad al anuncio del Evangelio. Y aqu debemos tener presente que en las cartas

    pastorales, como en todo el Nuevo Testamento, el trmino "Escrituras" significa explcitamente elAntiguo Testamento, porque los escritos del Nuevo Testamento o an no existan o todava noformaban parte de un canon de las Escrituras. Por tanto, la Tradicin del anuncio apostlico, este"depsito", es la clave de lectura para entender la Escritura, el Nuevo testamento.

    En este sentido, Escritura y Tradicin, Escritura y anuncio apostlico como claves de lectura, seunen y casi se funden, para formar juntas el "fundamento firme puesto por Dios" (2 Tm 2, 19). Elanuncio apostlico, es decir la Tradicin, es necesario para introducirse en la comprensin de laEscritura y captar en ella la voz de Cristo. En efecto, hace falta estar "adherido a la palabra fiel,conforme a la enseanza" (Tt1, 9). En la base de todo est precisamente la fe en la revelacinhistrica de la bondad de Dios, el cual en Jesucristo ha manifestado concretamente su "amor a loshombres", un amor al que el texto original griego califica significativamente comofilantropa (Tt3,4; cf. 2 Tm 1, 9-10); Dios ama a la humanidad.

    En conjunto, se ve bien que la comunidad cristiana va configurndose en trminos muy claros,segn una identidad que no slo se aleja de interpretaciones incongruentes, sino que sobre todo

    afirma su propio arraigo en los puntos esenciales de la fe, que aqu es sinnimo de "verdad"(1 Tm 2,4.7; 4, 3; 6, 5; 2Tm 2,15.18.25;3, 7.8; 4, 4; Tt1, 1.14). En la fe aparece la verdad esencial dequines somos, quin es Dios, cmo debemos vivir. Y de esta verdad (la verdad de la fe) la Iglesiase define "columna y apoyo"(1 Tm 3, 15).

    En todo caso, es una comunidad abierta, de dimensin universal, que reza por todos los hombres, decualquier clase y condicin, para que lleguen al conocimiento de la verdad: "Dios quiere que todoslos hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", porque "Jess se ha dado a s mismoen rescate por todos" (1 Tm 2, 4-6). Por tanto, el sentido de la universalidad, aunque lascomunidades sean an pequeas, es fuerte y determinante para estas cartas. Adems, estacomunidad cristiana "no injuria a nadie" y "muestra una perfecta mansedumbre con todos los

    hombres" (Tt3, 2). Este es un primer componente importante de estas cartas: la universalidad y la fecomo verdad, como clave de lectura de la Sagrada Escritura, del Antiguo Testamento; as se delineauna unidad de anuncio y de Escritura, y una fe viva abierta a todos y testigo del amor de Dios atodos.

    Otro componente tpico de estas cartas es su reflexin sobre la estructura ministerial de la Iglesia.Ellas son las que por primera vez presentan la triple subdivisin de obispos, presbteros y diconos(cf. 1 Tm 3, 1-13; 4, 13; 2 Tm 1, 6; Tt1, 5-9). En las cartas pastorales podemos constatar laconfluencia de dos estructuras ministeriales distintas y as la constitucin de la forma definitiva delministerio de la Iglesia. En las cartas paulinas de los aos centrales de su vida, san Pablo habla de"obispos" (Flp 1, 1), y de "diconos": esta es la estructura tpica de la Iglesia que se form en esapoca en el mundo pagano. Por tanto, prevalece la figura del apstol mismo y por eso slo poco a

    poco se desarrollan los dems ministerios.

    Si, como he dicho, en las Iglesias formadas en el mundo pagano tenemos obispos y diconos, y no

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    presbteros, en las Iglesias formadas en el mundo judeo-cristiano los presbteros son la estructuradominante. En las cartas pastorales, al final las dos estructuras se unen: aparece ahora el "obispo"(cf. 1Tm 3, 2; Tt1, 7), siempre en singular, acompaado del artculo definido: "el obispo". Y juntoal "obispo" encontramos a los presbteros y los diconos. Tambin aqu es determinante la figura delapstol, pero las tres cartas, como ya he dicho, no se dirigen a comunidades, sino a personas:Timoteo y Tito, los cuales por una parte aparecen como obispos, y por otra comienzan a estar en el

    lugar del Apstol.As se evidencia en los orgenes la realidad que ms tarde se llamar "sucesin apostlica". SanPablo dice a Timoteo con un tono muy solemne: "No descuides el carisma que hay en ti y que se tecomunic por intervencin proftica mediante la imposicin de las manos del colegio de

    presbteros" (1Tm 4, 14). Podemos decir que en estas palabras aparece inicialmente tambin elcarcter sacramental del ministerio. Y as tenemos lo esencial de la estructura catlica: Escritura yTradicin, Escritura y anuncio, forman un conjunto, pero a esta estructura, por as decir doctrinal,debe aadirse la estructura personal, los sucesores de los Apstoles, como testigos del anuncioapostlico.

    Por ltimo, es importante sealar que en estas cartas la Iglesia se comprende a s misma en

    trminos muy humanos, en analoga con la casa y la familia. Particularmente en 1 Tm 3, 2-7 se leeninstrucciones muy detalladas sobre el obispo, como estas: debe ser "irreprensible, casado una solavez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para ensear, ni bebedor ni violento, sinomoderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su propia casa ymantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propiacasa, cmo podr cuidar de la Iglesia de Dios? Adems, (...) es necesario que tenga buena famaentre los de fuera". Conviene notar aqu sobre todo la importante aptitud para la enseanza (cf.tambin 1 Tm 5, 17), de la que se encuentran ecos tambin en otros pasajes (cf. 1 Tm 6, 2; 2 Tm 3,10; Tt2, 1), y adems una caracterstica personal especial, la de la "paternidad". En efecto, al obispose lo considera padre de la comunidad cristiana (cf. tambin 1 Tm 3, 15). Por lo dems, la idea de laIglesia como "casa de Dios" hunde sus races en el Antiguo Testamento (cf.Nm 12, 7) y se

    encuentra formulada nuevamente enHb 3, 2.6, mientras en otro lugar se lee que todos los cristianosya no son extranjeros ni huspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares de la casa de Dios(cf.Ef2, 19).

    Oremos al Seor y a san Pablo para que tambin nosotros, como cristianos, nos caractericemos cadavez ms, en relacin con la sociedad en la que vivimos, como miembros de la "familia de Dios". Yoremos tambin para que los pastores de la Iglesia tengan sentimientos cada vez ms paternos, a lavez tiernos y firmes, en la formacin de la casa de Dios, de la comunidad, de la Iglesia.

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 4 de febrero de 2009

    El martirio de san Pablo

    Queridos hermanos y hermanas:

    La serie de nuestras catequesis sobre la figura de san Pablo ha llegado a su conclusin: hoyqueremos hablar del final de su vida terrena. La antigua tradicin cristiana testifica unnimementeque la muerte de san Pablo tuvo lugar como consecuencia del martirio sufrido aqu en Roma. Losescritos del Nuevo Testamento no recogen el hecho. LosHechos de los Apstoles terminan su relatoaludiendo a la condicin de prisionero del Apstol, que sin embargo poda recibir a todos aquellosque lo visitaban (cf.Hch 28, 30-31). Slo en la segunda carta a Timoteo encontramos estas palabras

    suyas premonitorias: "Porque yo estoy a punto de ser derramado en libacin, y ha llegado elmomento de desplegar las velas" (2 Tm 4, 6; cf.Flp 2, 17). Aqu se usan dos imgenes: la cultualdel sacrificio, que ya haba utilizado en la carta a los Filipenses, interpretando el martirio como

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    parte del sacrificio de Cristo; y la marinera, de soltar las amarras: dos imgenes que, juntas, aludendiscretamente al acontecimiento de la muerte, y de una muerte cruenta.

    El primer testimonio explcito sobre el final de san Pablo nos viene de la mitad de los aos 90 delsiglo I y, por tanto, poco ms de treinta aos despus de su muerte efectiva. Se trata precisamente dela carta que la Iglesia de Roma, con su obispo Clemente I, escribi a la Iglesia de Corinto. En esetexto epistolar se invita a tener ante los ojos el ejemplo de los Apstoles e, inmediatamente despusde mencionar el martirio de Pedro, se lee as: "Por los celos y la discordia, san Pablo se vio obligadoa mostrarnos cmo se consigue el premio de la paciencia. Arrestado siete veces, exiliado, lapidado,fue el heraldo de Cristo en Oriente y en Occidente; y, por su fe, consigui una gloria pura. Trashaber predicado la justicia en todo el mundo y tras haber llegado hasta el extremo de Occidente,sufri el martirio ante los gobernantes; as parti de este mundo y lleg al lugar santo, convertidoas en el mayor modelo de paciencia" (1 Clem 5, 2). La paciencia de la que habla es expresin de sucomunin con la pasin de Cristo, de la generosidad y constancia con la que acept un largo caminode sufrimiento, hasta poder decir: "Llevo en mi cuerpo las seales de Jess" (Ga 6, 17). En el textode san Clemente hemos escuchado que san Pablo habra llegado "hasta el extremo de Occidente".Se discute si esto alude a un viaje a Espaa que san Pablo habra realizado. No existe certeza sobre

    esto, pero es verdad que san Pablo en su carta a los Romanos expresa su intencin de ir a Espaa(cf.Rm 15, 24).

    En cambio, es muy interesante, en la carta de Clemente, la sucesin de los nombres de Pedro yPablo, aunque estn invertidos en el testimonio de Eusebio de Cesarea, en el sigloIV, el cual,hablando del emperador Nern, escribe: "Durante su reinado Pablo fue decapitado precisamente enRoma, y Pedro fue all crucificado. El relato est confirmado por el nombre de Pedro y de Pablo,que an hoy se conserva en sus sepulcros en esa ciudad" (Hist. eccl. 2, 25, 5). Eusebio despuscontina refiriendo la declaracin anterior de un presbtero romano llamado Gayo, que se remonta alos inicios del siglo II: "Yo te puedo mostrar los trofeos de los apstoles: si vas al Vaticano o a la vaOstiense, all encontrars los trofeos de los fundadores de la Iglesia" (ib. 2, 25, 6-7). Los "trofeos"son los monumentos sepulcrales, y se trata de las mismas sepulturas de san Pedro y de san Pablo

    que an hoy veneramos, tras dos milenios, en los mismos lugares: aqu, en el Vaticano, por lo querespecta a san Pedro; y en la baslica de San Pablo extramuros, en la va Ostiense, por lo que ataeal Apstol de los gentiles.

    Es interesante notar que los dos grandes Apstoles son mencionados juntos. Aunque ninguna fuenteantigua habla de un ministerio simultneo suyo en Roma, la sucesiva conciencia cristiana, sobre la

    base de su sepultura comn en la capital del imperio, los asociar tambin como fundadores de laIglesia de Roma. En efecto, en san Ireneo de Lyon, a finales del siglo II, a propsito de la sucesinapostlica en las distintas Iglesias, se lee: "Dado que sera demasiado largo enumerar las sucesionesde todas las Iglesias, tomaremos la Iglesia grandsima y antiqusima y de todos conocida, la Iglesiafundada y establecida en Roma por los dos gloriossimos apstoles Pedro y Pablo" (Adv. haer. 3, 3,

    2).Dejemos aparte la figura de san Pedro y concentrmonos en la de san Pablo. Su martirio se narra

    por primera vez en losHechos de Pablo, escritos hacia finales del siglo II, los cuales refieren queNern lo conden a muerte por decapitacin, ejecutada inmediatamente despus (cf. 9, 5). La fechade la muerte vara ya en las fuentes antiguas, que la sitan entre la persecucin desencadenada por

    Nern mismo tras el incendio de Roma en julio del ao 64 y el ltimo ao de su reinado, es decir, el68 (cf. san Jernimo,De viris ill. 5, 8). El clculo depende mucho de la cronologa de la llegada desan Pablo a Roma, un debate en el que no podemos entrar aqu. Tradiciones sucesivas precisarnotros dos elementos. Uno, el ms legendario, es que el martirio tuvo lugar en lasAcquae Salviae, enla va Laurentina, con un triple rebote de la cabeza, cada uno de los cuales caus la salida de un

    chorro de agua, por lo que el lugar desde entonces hasta ahora se ha llamado " Tre Fontane"(Hechos de Pedro y Pablo del Pseudo Marcelo, del siglo V).

    El otro, en consonancia con el antiguo testimonio, ya mencionado, del presbtero Gayo, es que su

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    sepultura tuvo lugar no slo "fuera de la ciudad..., en la segunda milla de la va Ostiense", sino msprecisamente "en la hacienda de Lucina", que era una matrona cristiana (Pasin de Pablo delPseudo Abdas, del siglo VI). Aqu, en el siglo IV, el emperador Constantino erigi una primeraiglesia, despus muy ampliada entre los siglos IV y V por los emperadores Valentiniano II, Teodosioy Arcadio. Despus del incendio de 1800, se erigi aqu la actual baslica de San Pablo extramuros.

    En todo caso, la figura de san Pablo se destaca ms all de su vida terrena y de su muerte, pues dejuna extraordinaria herencia espiritual. Tambin l, como verdadero discpulo de Jess, se convirtien signo de contradiccin. Mientras que entre los llamados "ebionitas" una corriente

    judeocristiana era considerado como apstata de la ley de Moiss, ya en el libro de los Hechos delos Apstoles aparece una gran veneracin hacia el apstol san Pablo. Ahora quiero prescindir de laliteratura apcrifa, como losHechos de Pablo y Tecla y un epistolario apcrifo entre el apstol sanPablo y el filsofo Sneca. Es importante constatar sobre todo que muy pronto las cartas de sanPablo entraron en la liturgia, donde la estructura profeta-apstol-Evangelio es determinante para laforma de la liturgia de la Palabra. As, gracias a esta "presencia" en la liturgia de la Iglesia, el

    pensamiento del Apstol se convirti en seguida en alimento espiritual para los fieles de todos lostiempos.

    Es obvio que los Padres de la Iglesia y despus todos los telogos se han alimentado de las cartas desan Pablo y de su espiritualidad. As, ha permanecido a lo largo de los siglos, hasta hoy, comoverdadero maestro y apstol de los gentiles. El primer comentario patrstico, que ha llegado hastanosotros, sobre un escrito del Nuevo Testamento es el del gran telogo alejandrino Orgenes, quecomenta la carta de san Pablo a los Romanos. Por desgracia, este comentario slo se conserva en

    parte. San Juan Crisstomo, adems de comentar sus cartas, escribi de l sus sietepanegricosmemorables. San Agustn le deber el paso decisivo de su propia conversin, y volver a san Pablodurante toda su vida. De este dilogo permanente con el Apstol deriva su gran teologa catlica ytambin la protestante de todos los tiempos. Santo Toms de Aquino nos dej un hermosocomentario a las cartas paulinas, que constituye el fruto ms maduro de la exgesis medieval.

    Un verdadero viraje se produjo en el siglo XVI con la Reforma protestante. El momento decisivo enla vida de Lutero fue el llamado "Turmerlebnis" (1517), en el que en un momento encontr unanueva interpretacin de la doctrina paulina de la justificacin. Una interpretacin que lo liber delos escrpulos y de las ansias de su vida precedente y le dio una confianza nueva y radical en la

    bondad de Dios, que perdona todo sin condicin. Desde ese momento, Lutero identific ellegalismo judeo-cristiano, condenado por el Apstol, con el orden de vida de la Iglesia catlica. Y,

    por eso, la Iglesia le pareci como expresin de la esclavitud de la ley, a la que opuso la libertad delEvangelio. El concilio de Trento, entre 1545 y 1563, interpret profundamente la cuestin de la

    justificacin y encontr en la lnea de toda la tradicin catlica la sntesis entre ley y Evangelio,conforme al mensaje de la Sagrada Escritura leda en su totalidad y unidad.

    En el siglo XIX, recogiendo la mejor herencia de la Ilustracin, se produjo una revitalizacin delpaulinismo, ahora sobre todo en el plano del trabajo cientfico desarrollado por la interpretacinhistrico-crtica de la Sagrada Escritura. Prescindimos aqu del hecho de que tambin en ese siglo,como luego en el XX, emergi una verdadera denigracin de san Pablo. Pienso sobre todo en

    Nietzsche, que se burlaba de la teologa de la humildad en san Pablo, oponiendo a ella su teologadel hombre fuerte y poderoso.

    Pero, prescindiendo de esto, vemos la corriente esencial de la nueva interpretacin cientfica de laSagrada Escritura y del nuevo paulinismo de ese siglo. En l se subray sobre todo como central enel pensamiento paulino el concepto de libertad: en l se vio el ncleo del pensamiento de san Pablo,como por otra parte ya haba intuido Lutero. Ahora, sin embargo, el concepto de libertad se volva ainterpretar en el contexto del liberalismo moderno. Y adems se subray fuertemente la diferencia

    entre el anuncio de san Pablo y el anuncio de Jess. Y san Pablo apareci casi como un nuevofundador del cristianismo.

    Es cierto que en san Pablo la centralidad del reino de Dios, determinante para el anuncio de Jess,

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    se transforma en la centralidad de la cristologa, cuyo punto determinante es el misterio pascual. Ydel misterio pascual resultan los sacramentos del Bautismo y de la Eucarista, como presencia

    permanente de este misterio, del que crece el Cuerpo de Cristo, del que se construye la Iglesia. Pero,sin entrar ahora en detalles, yo dira que precisamente en la nueva centralidad de la cristologa y delmisterio pascual se realiza el reino de Dios, y se hace concreto, presente, operante el anuncioautntico de Jess. En las catequesis anteriores hemos visto que precisamente esta novedad paulina

    es la fidelidad ms profunda al anuncio de Jess. Con el progreso de la exgesis, sobre todo en losltimos doscientos aos, han aumentado tambin las convergencias entre la exgesis catlica y laprotestante, realizando as un consenso notable precisamente en el punto que estaba en el origen dela mayor disensin histrica. Por tanto, es una gran esperanza para la causa del ecumenismo, tancentral para el concilio Vaticano II.

    Al final quiero aludir brevemente a los diversos movimientos religiosos, surgidos en la edadmoderna en el seno de la Iglesia catlica, que hacen referencia al nombre de san Pablo. As sucedien el siglo XVI con la "Congregacin de San Pablo", llamada de los Barnabitas, en el siglo XIX conlos "Misioneros de San Pablo" o Paulistas, y en el siglo XX con la polidrica "Familia Paulina"fundada por el beato Santiago Alberione, por no hablar del instituto secular de la "Compaa de San

    Pablo".Fundamentalmente, permanece luminosa ante nosotros la figura de un apstol y de un pensadorcristiano sumamente fecundo y profundo, de cuya cercana cada uno de nosotros puede sacar

    provecho. En uno de sus panegricos, san Juan Crisstomo hizo una original comparacin entre sanPablo y No, expresndose as: san Pablo "no coloc juntos los ejes para fabricar un arca; ms bien,en lugar de unir tablas de madera, compuso cartas y as no extrajo de las aguas a dos, tres o cincomiembros de su familia, sino a toda la ecumene que estaba a punto de perecer" (Paneg. 1, 5).Precisamente esto es lo que puede hacer an y siempre el apstol san Pablo. Por tanto, acudir a l,tanto a su ejemplo apostlico como a su doctrina, ser un estmulo, si no una garanta, para laconsolidacin de la identidad cristiana de cada uno de nosotros y para el rejuvenecimiento de todala Iglesia.

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 11 de febrero de 2009

    La "Escala del paraso" de san Juan Clmaco

    Queridos hermanos y hermanas:

    Despus de veinte catequesis dedicadas al apstol san Pablo, quiero retomar hoy la presentacin delos grandes escritores de la Iglesia de Oriente y Occidente en la Edad Media. Y propongo la figurade san Juan, llamado Clmaco, transliteracin latina del trmino griego klmakos, que significa de la

    escala (klmax). Se trata del ttulo de su obra principal, en la que describe la ascensin de la vidahumana hacia Dios. Naci hacia el ao 575; as pues, su vida se desarroll en los aos en queBizancio, capital del Imperio romano de Oriente, sufri la mayor crisis de su historia. De repentecambi el marco geogrfico del Imperio y el torrente de las invasiones brbaras hizo que sedesplomaran todas sus estructuras. Slo qued la estructura de la Iglesia, que en esos tiemposdifciles continu su accin misionera, humana y sociocultural, especialmente a travs de la red delos monasterios, en los que actuaban grandes personalidades religiosas, como san Juan Clmaco.

    Entre las montaas del Sina, donde Moiss se encontr con Dios y Elas oy su voz, san Juan viviy narr sus experiencias espirituales. Se han conservado noticias sobre l en una breve Vida (PG 88,596-608), escrita por el monje Daniel de Raithu: a los diecisis aos, Juan, monje en el monte Sina,

    se hizo discpulo del abad Martirio, un "anciano", es decir, un "sabio". Cuando tena alrededor deveinte aos, eligi vivir como eremita en una gruta al pie de un monte, en la localidad de Tola, aocho kilmetros del actual monasterio de Santa Catalina. La soledad no le impidi encontrarse con

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    personas deseosas de recibir direccin espiritual, ni visitar algunos monasterios cerca de Alejandra.De hecho, su retiro eremtico, lejos de ser una huida del mundo y de la realidad humana, lo impulsa un amor ardiente a los dems (Vida 5) y a Dios (Vida 7).

    Despus de cuarenta aos de vida eremtica vivida en el amor a Dios y al prjimo, durante loscuales llor, or, luch contra los demonios, fue nombrado abad (egmeno) del gran monasterio delmonte Sina. As volvi a la vida cenobtica, en el monasterio. Pero algunos aos antes de sumuerte, sintiendo la nostalgia de la vida eremtica, pas a su hermano, monje en el mismomonasterio, el gobierno de la comunidad. Muri despus del ao 650. La vida de san Juan sedesarrolla entre dos montes, el Sina y el Tabor, y verdaderamente se puede decir que de l irradi laluz que vio Moiss en el Sina y que contemplaron los tres apstoles en el Tabor.

    Como he dicho, se hizo famoso por su obra laEscala (klmax), llamada en OccidenteEscala delParaso (PG 88, 632-1164). Compuesta por las insistentes peticiones del abad del cercanomonasterio de Raithu, en el Sina, laEscala es un tratado completo de vida espiritual, en el que sanJuan describe el camino del monje desde la renuncia al mundo hasta la perfeccin del amor. Es uncamino que segn este libro se desarrolla a travs de treinta peldaos, cada uno de los cualesest unido al siguiente. El camino se puede sintetizar en tres fases sucesivas: la primera consiste en

    la ruptura con el mundo con el fin de volver al estado de infancia evanglica. Lo esencial, por tanto,no es la ruptura, sino el nexo con lo que Jess dijo, o sea, volver a la verdadera infancia en sentidoespiritual, llegar a ser como nios.

    San Juan comenta: "Un buen fundamento es el formado por tres bases y tres columnas: inocencia,ayuno y castidad. Todos los recin nacidos en Cristo (cf. 1 Co 3, 1) deben comenzar por estas cosas,tomando ejemplo de los recin nacidos fsicamente" (1, 20; 636). Apartarse voluntariamente de las

    personas y los lugares queridos permite al alma entrar en comunin ms profunda con Dios. Estarenuncia desemboca en la obediencia, un camino que lleva a la humildad a travs de lashumillaciones que no faltarn nunca por parte de los hermanos. San Juan comenta: "Dichosoaquel que ha mortificado su propia voluntad hasta el final y que ha confiado el cuidado de su

    persona a su maestro en el Seor, pues ser colocado a la derecha del Crucificado" (4, 37; 704).La segunda fase del camino es el combate espiritual contra las pasiones. Cada peldao de la escalaest unido a una pasin principal, que se define y diagnostica, indicando adems la terapia y

    proponiendo la virtud correspondiente. El conjunto de estos peldaos constituye sin duda el msimportante tratado de estrategia espiritual que poseemos. Sin embargo, la lucha contra las pasionestiene un carcter positivo no se ve como algo negativo gracias a la imagen del "fuego" delEspritu Santo: "Todos aquellos que emprenden esta hermosa lucha (cf. 1 Tm 6, 12), dura y ardua,(...), deben saber que han venido a arrojarse a un fuego, si verdaderamente desean que el fuegoinmaterial habite en ellos" (1, 18; 636). El fuego del Espritu Santo, que es el fuego del amor y de laverdad. Slo la fuerza del Espritu Santo garantiza la victoria. Pero, segn san Juan Clmaco, esimportante tomar conciencia de que las pasiones no son malas en s mismas; lo llegan a ser por elmal uso que hace de ellas la libertad del hombre. Si se las purifica, las pasiones abren al hombre elcamino hacia Dios con energas unificadas por la asctica y la gracia y, "si han recibido del Creadorun orden y un principio (...), el lmite de la virtud no tiene fin" (26/2, 37; 1068).

    La ltima fase del camino es la perfeccin cristiana, que se desarrolla en los ltimos siete peldaosde laEscala. Estos son los estadios ms altos de la vida espiritual; los pueden alcanzar los"hesicastas", los solitarios, los que han llegado a la quietud y a la paz interior; pero esos estadiostambin son accesibles a los cenobitas ms fervorosos. San Juan, siguiendo a los padres deldesierto, de los tres primeros sencillez, humildad y discernimiento considera ms importante elltimo, es decir, la capacidad de discernir. Todo comportamiento debe someterse al discernimiento,

    pues todo depende de las motivaciones profundas, que es necesario explorar. Aqu se entra en lo

    profundo de la persona y se trata de despertar en el eremita, en el cristiano, la sensibilidad espiritualy el "sentido del corazn", dones de Dios: "Como gua y regla de todo, despus de Dios, debemosseguir nuestra conciencia" (26/1, 5; 1013). De esta forma se llega a la paz del alma, la hesychia,

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    gracias a la cual el alma puede asomarse al abismo de los misterios divinos.

    El estado de quietud, de paz interior, prepara al "hesicasta" a la oracin, que en san Juan es doble: la"oracin corporal" y la "oracin del corazn". La primera es propia de quien necesita la ayuda de

    posturas del cuerpo: tender las manos, emitir gemidos, golpearse el pecho, etc. (15, 26; 900); lasegunda es espontnea, porque es efecto del despertar de la sensibilidad espiritual, don de Dios aquien se dedica a la oracin corporal. En san Juan toma el nombre de "oracin de Jess" (Iesoeuch), y est constituida nicamente por la invocacin del nombre de Jess, una invocacincontinua como la respiracin: "El recuerdo de Jess se debe fundir con tu respiracin; entoncesdescubrirs la utilidad de la hesychia", de la paz interior (27/2, 26; 1112). Al final, la oracin sehace algo muy sencillo: la palabra "Jess" se funde sencillamente con nuestra respiracin.

    El ltimo peldao de la escala (30), lleno de la "sobria embriaguez del Espritu" se dedica a lasuprema "trinidad de las virtudes": la fe, la esperanza y sobre todo la caridad. San Juan tambinhabla de la caridad como eros (amor humano), figura de la unin matrimonial del alma con Dios. Yelige una vez ms la imagen del fuego para expresar el ardor, la luz, la purificacin del amor a Dios.La fuerza del amor humano puede volver a ser orientada hacia Dios, como sobre un olivo silvestre

    puede injertarse un olivo bueno (cf.Rm 11, 24) (15, 66; 893).

    San Juan est convencido de que una experiencia intensa de este eros hace avanzar al alma ms quela dura lucha contra las pasiones, porque es grande su poder. Por tanto, en nuestro camino prevalecelo positivo. Pero la caridad se ve tambin en relacin estrecha con la esperanza: "La fuerza de lacaridad es la esperanza: gracias a ella esperamos la recompensa de la caridad. (...) La esperanza esla puerta de la caridad. (...) La ausencia de la esperanza anula la caridad: a ella estn vinculadasnuestras fatigas; por ella nos sostenemos en nuestros problemas; y gracias a ella nos envuelve lamisericordia de Dios" (30, 16; 1157). La conclusin de laEscala contiene la sntesis de la obra con

    palabras que el autor pone en boca de Dios mismo: "Que esta escala te ensee la disposicinespiritual de las virtudes. Yo estoy en la cima de esta escala, como dijo aquel gran iniciado mo (sanPablo): "Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es

    la caridad" (1 Co 13, 13)" (30, 18; 1160).En este punto, se impone una ltima pregunta: la Escala, obra escrita por un monje eremita quevivi hace mil cuatrocientos aos, puede decirnos algo a los hombres de hoy? El itinerarioexistencial de un hombre que vivi siempre en el monte Sina en un tiempo tan lejano, puede serde actualidad para nosotros? En un primer momento, parecera que la respuesta debiera ser "no",

    porque san Juan Clmaco est muy lejos de nosotros. Pero, si observamos un poco ms de cerca,vemos que aquella vida monstica slo es un gran smbolo de la vida bautismal, de la vida delcristiano. Muestra, por decirlo as, con letra grande lo que nosotros escribimos cada da con letra

    pequea. Se trata de un smbolo proftico que revela lo que es la vida del bautizado, en comunincon Cristo, con su muerte y su resurreccin.

    Para m es particularmente importante el hecho de que el vrtice de la "escala", los ltimospeldaos, sean al mismo tiempo las virtudes fundamentales, iniciales, las ms sencillas: la fe, laesperanza y la caridad. Esas virtudes no slo son accesibles a los hroes morales, sino que son donde Dios para todos los bautizados: en ellas crece tambin nuestra vida. El inicio es tambin el final,el punto de partida es tambin el punto de llegada: todo el camino va hacia una realizacin cada vezms radical de la fe, la esperanza y la caridad. En estas virtudes est presente la ascensin.Fundamentalmente es la fe, porque esta virtud implica que yo renuncie a mi arrogancia, a mi

    pensamiento, a la pretensin de juzgar slo por m mismo, sin confiar en los dems.

    Este camino hacia la humildad, hacia la infancia espiritual, es necesario: hace falta superar laactitud de arrogancia que lleva a decir: en mi tiempo, en el siglo XXI, yo s mucho ms de lo quesaban los que vivan entonces. Al contrario, es preciso confiar solamente en la Sagrada Escritura,en la Palabra del Seor, asomarse con humildad al horizonte de la fe, para entrar as en la enormevastedad del mundo universal, del mundo de Dios. De esta forma crece nuestra alma, y crece lasensibilidad del corazn hacia Dios.

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    Con razn dice san Juan Clmaco que slo la esperanza nos capacita para vivir la caridad; laesperanza, por la que trascendemos las cosas de cada da; no esperamos el xito en nuestros dasterrenos, sino que esperamos al final la revelacin de Dios mismo. Slo en esta extensin de nuestraalma, en esta autotrascendencia, nuestra vida se engrandece y podemos soportar los cansancios y lasdesilusiones de cada da; slo as podemos ser buenos con los dems sin esperar recompensa. Slocon Dios, la gran esperanza a la que tiendo, puedo dar cada da los pequeos pasos de mi vida,

    aprendiendo as la caridad. En la caridad se esconde el misterio de la oracin, del conocimientopersonal de Jess: una oracin sencilla, que tiende slo a tocar el corazn del Maestro divino. As seabre el propio corazn, se aprende de l su misma bondad, su amor.

    Por tanto, usemos esta "escala" de la fe, de la esperanza y de la caridad; as llegaremos a laverdadera vida.

    AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 18 de febrero de 2009

    San Beda el Venerable

    Queridos hermanos y hermanas:

    El santo del que hablaremos hoy se llama Beda y naci en el nordeste de Inglaterra, exactamente enNorthumbria, entre los aos 672 y 673. l mismo cuenta que sus parientes, a la edad de siete aos,lo encomendaron al abad del cercano monasterio benedictino para que fuera educado: "En estemonasterio recuerda desde entonces viv siempre, dedicndome intensamente al estudio de laSagrada Escritura y, mientras observaba la disciplina de la Regla y la tarea diaria de cantar en lacapilla, para m siempre fue dulce aprender, ensear o escribir" (Historia ecclesiastica gentis

    Anglorum, v, 24).

    De hecho, san Beda lleg a ser uno de los eruditos ms insignes de la alta Edad Media, pues pudoacceder a los muchos manuscritos preciosos que le traan sus abades al volver de sus frecuentes

    viajes al continente y a Roma. La enseanza y la fama de sus escritos le granjearon muchasamistades con las principales personalidades de su tiempo, que lo animaban a proseguir en sutrabajo, del que tantos se beneficiaban. A pesar de enfermar, no dej de trabajar, conservandosiempre una alegra interior que se expresaba en la oracin y en el canto. Concluy su obra msimportante, laHistoria ecclesiastica gentis Anglorum con esta invocacin: "Te ruego, oh buenJess, que benvolamente me has permitido acceder a las dulces palabras de tu sabidura,concdeme, benigno, llegar un da hasta ti, fuente de toda sabidura, y estar siempre ante tu rostro".La muerte le lleg el 26 de mayo del ao 735: era el da de la Ascensin.

    Las Sagradas Escrituras son la fuente constante de la reflexin teolgica de san Beda. A partir de uncuidadoso estudio crtico del texto (nos ha llegado una copia del monumental Codex Amiatinus dela Vulgata, en el que trabaj san Beda), comenta la Biblia, leyndola en clave cristolgica, es decir,

    rene dos cosas: por una parte, escucha lo que dice exactamente el texto quiere realmenteescuchar, comprender el texto mismo; y, por otra, est convencido de que la clave para entenderla Sagrada Escritura como nica Palabra de Dios es Cristo y, con Cristo, a su luz, se entiende elAntiguo y el Nuevo Testamento como "una" Sagrada Escritura. Las circunstancias del Antiguo y del

    Nuevo Testamento estn unidas, son camino hacia Cristo, aunque estn expresadas con signos einstituciones diversas (lo que l llama concordia sacramentorum).

    Por ejemplo, la tienda de la alianza que Moiss levant en el desierto y el primer y segundo templode Jerusaln son imgenes de la Iglesia, nuevo templo edificado sobre Cristo y los Apstoles con

    piedras vivas, unidas por la caridad del Espritu. Y del mismo modo que a la construccin delantiguo templo contribuyeron tambin los pueblos paganos, poniendo a disposicin materiales

    preciosos y la experiencia tcnica de sus maestros de obras, as a la edificacin de la Iglesiacontribuyen apstoles y maestros procedentes no slo de las antiguas estirpes juda, griega y latina,sino tambin de los nuevos pueblos, entre los cuales san Beda se complace en nombrar a los celtas

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    irlandeses y los anglosajones. San Beda ve crecer la universalidad de la Iglesia, que no se limita auna cultura determinada, sino que se compone de todas las culturas del mundo, que deben abrirse aCristo y encontrar en l su punto de llegada.

    Otro tema recurrente en san Beda es la historia de la Iglesia. Tras haberse interesado por la pocadescrita en losHechos de los Apstoles, repasa la historia de los Padres y de los concilios,convencido de que la obra del Espritu Santo contina en la historia. En las Chronica Maiora, sanBeda traza una cronologa que se convertir en la base del Calendario universal "ab incarnatione

    Domini". Por entonces se calculaba el tiempo desde la fundacin de la ciudad de Roma. San Beda,viendo que el verdadero punto de referencia, el centro de la historia es el nacimiento de Cristo, nosdio este calendario que interpreta la historia partiendo de la encarnacin del Seor. Registra los

    primeros seis concilios ecumnicos y su desarrollo, presentando fielmente la doctrina cristolgica,mariolgica y soteriolgica, y denunciando las herejas monofisita, monotelita, iconoclasta y neo-

    pelagiana. Por ltimo, escribi con rigor documental y pericia literaria la ya mencionada Historiaeclesistica de los pueblos ingleses,por la que se le ha reconocido como "el padre de lahistoriografa inglesa".

    Las caractersticas de la Iglesia que san Beda puso de manifiesto son: a) la catolicidadcomo

    fidelidad a la tradicin y al mismo tiempo apertura al desarrollo histrico, y como bsqueda de launidad en la multiplicidad, en la diversidad de la historia y de las culturas, segn las directrices queel Papa san Gregorio Magno haba dado al apstol de Inglaterra san Agustn de Canterbury; b) laapostolicidad y la romanidad: a este respecto, considera de primordial importancia convencer atodas las Iglesias irlandesas celtas y de los pictos a celebrar unitariamente la Pascua segn elcalendario romano. El Cmputo que l elabor cientficamente para establecer la fecha exacta de lacelebracin pascual, y por tanto de todo el ciclo del ao litrgico, se ha convertido en el texto dereferencia para toda la Iglesia catlica.

    San Beda fue tambin un insigne maestro de teologa litrgica. En las homilas sobre los evangeliosdominicales y festivos desarroll una verdadera mistagogia, educando a los fieles a celebrar

    gozosamente los misterios de la fe y a reproducirlos coherentemente en la vida, en espera de suplena manifestacin al regreso de Cristo, cuando, con nuestros cuerpos glorificados, seremosadmitidos en la procesin de las ofrendas en la liturgia eterna de Dios en el cielo. Siguiendo el"realismo" de las catequesis de san Cirilo, san Ambrosio y san Agustn, san Beda ensea que lossacramentos de la iniciacin cristiana convierten a cada fiel "no slo en cristiano sino en Cristo",

    pues cada vez que un alma fiel acoge y custodia con amor la Palabra de Dios, imitando a Mara,concibe y engendra nuevamente a Cristo. Y cada vez que un grupo de nefitos recibe lossacramentos pascuales, la Iglesia se "auto-engendra", o con una expresin an ms audaz, la Iglesiase convierte en "madre de Dios", participando en la generacin de sus hijos, por obra del EsprituSanto.

    Gracias a esta forma suya de hacer teologa, mezclando Biblia, liturgia e historia, san Beda tiene unmensaje actual para los distintos "estados de vida": a) a los estudiosos (doctores ac doctrices) lesrecuerda dos tareas esenciales: escrutar las maravillas de la Palabra de Dios para presentarlas deforma atractiva a los fieles; y exponer las verdades dogmticas evitando las complicacionesherticas y cindose a la "sencillez catlica", con la actitud de los pequeos y humildes, a quienesDios se complace en revelar los misterios del Reino; b) los pastores, por su parte, deben dar

    prioridad a la predicacin, no slo mediante el lenguaje verbal o hagiogrfico, sino tambinvalorando los iconos, las procesiones y las peregrinaciones. A estos san Beda les recomienda el usode la lengua popular, como hace l mismo, explicando en northumbro el "Padre nuestro" y el"Credo", y prosiguiendo hasta el ltimo da de su vida el comentario en lengua popular al Evangeliode san Juan; c) a las personas consagradas, que se dedican al Oficio divino, viviendo la alegra de la

    comunin fraterna y progresando en la vida espiritual mediante la ascesis y la contemplacin, sanBeda les recomienda cuidar el apostolado nadie tiene el Evangelio slo para s mismo, sino quedebe sentirlo como un don tambin para los dems-, sea colaborando con los obispos en lasactividades pastorales de diverso tipo en favor de las jvenes comunidades cristianas, sea estando

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    estudioso: fue profesor de gramtica latina, escribi algunos tratados y compuso tambin variaspoesas en latn.

    Ordenado sacerdote cuando tena cerca de treinta aos, se sinti llamado al apostolado entre lospaganos del continente. Gran Bretaa, su tierra, evangelizada apenas cien aos antes por losbenedictinos encabezados por san Agustn, mostraba una fe tan slida y una caridad tan ardiente queenviaba misioneros a Europa central para anunciar all el Evangelio. En el ao 716, Winfrido, conalgunos compaeros, se dirigi a Frisia (la actual Holanda), pero se encontr con la oposicin del

    jefe local y el intento de evangelizacin fracas. Volvi a su patria, pero no se desalent: dos aosdespus vino a Roma para hablar con el Papa Gregorio II y recibir directrices. El Papa, segn elrelato de un bigrafo, lo acogi "con el rostro sonriente y con la mirada llena de dulzura", y en losdas siguientes mantuvo con l "coloquios importantes" (Willibaldo, Vita S. Bonifatii, ed. Levison,

    pp. 13-14) y, al final, tras haberle impuesto el nuevo nombre de Bonifacio, con cartas oficiales leencomend la misin de predicar el Evangelio entre los pueblos de Alemania.

    Confortado y sostenido por el apoyo del Papa, san Bonifacio se dedic a la predicacin delEvangelio en aquellas regiones, luchando contra los cultos paganos y reforzando las bases de lamoralidad humana y cristiana. Con gran sentido del deber escribi en una de sus cartas: "Estamos

    firmes en la lucha en el da del Seor, porque han llegado das de afliccin y miseria... No somosperros mudos, ni observadores taciturnos, ni mercenarios que huyen ante los lobos. En cambio,somos pastores diligentes que velan por el rebao de Cristo, que anuncian a las personasimportantes y a las comunes, a los ricos y a los pobres, la voluntad de Dios... a tiempo y adestiempo" (Epistulae, 3, 352. 354: mgh).

    Con su actividad incansable, con sus dotes organizadoras y con su carcter dctil y amable, a pesarde su firmeza, san Bonifacio obtuvo grandes resultados. El Papa entonces "declar que queraimponerle la dignidad episcopal, para que as pudiera corregir con mayor determinacin y devolveral camino de la verdad a los equivocados, se sintiera apoyado por la mayor autoridad de la dignidadapostlica y fuera tanto ms aceptado por todos en el oficio de la predicacin cuanto ms pareca

    que por este motivo haba sido ordenado por el prelado apostlico" (Otloho, Vita S. Bonifatii, ed.Levison, lib. I, p. 127).

    Fue el mismo Sumo Pontfice quien consagr "obispo regional" es decir, para toda Alemania asan Bonifacio, el cual retom sus fatigas apostlicas en los territorios que se le confiaron y extendisu accin tambin a la Iglesia de la Galia: con gran prudencia restaur la disciplina eclesistica,convoc varios snodos para garantizar la autoridad de los sagrados cnones y reforz la necesariacomunin con el Romano Pontfice: esta era una de sus principales preocupaciones. Tambin lossucesores del Papa Gregorio II lo tuvieron en gran aprecio: Gregorio III lo nombr arzobispo detodas las tribus germnicas, le envi el palio y le dio facultad para organizar la jerarqua eclesisticaen aquellas regiones (cf.Epist. 28: S. Bonifatii Epistulae, ed. Tangl, Berolini 1916); el PapaZacaras lo confirm en su cargo y alab su labor (cf.Epist. 51, 57, 58, 60, 68, 77, 80, 86, 87, 89:op. cit.); el Papa Esteban III, recin elegido, recibi de l una carta en la que le expresaba suadhesin filial (cf.Epist.108: op. cit.).

    El gran obispo, adems de esta labor de evangelizacin y organizacin de la Iglesia mediante lafundacin de dicesis y la celebracin de snodos, favoreci la fundacin de varios monasterios,masculinos y femeninos, a fin de que fueran un faro para irradiar la fe y la cultura humana ycristiana en el territorio. De los cenobios benedictinos de su patria haba llamado a monjes ymonjas, que le prestaron una ayuda eficacsima y valiosa en la tarea de anunciar el Evangelio y dedifundir las ciencias humanas y las artes entre las poblaciones.

    En efecto, con razn consideraba que el trabajo por el Evangelio deba ser tambin trabajo en favorde una verdadera cultura humana. Sobre todo el monasterio de Fulda fundado hacia el ao 743fue el corazn y el centro de irradiacin de la espiritualidad y de la cultura religiosa: all los monjes,en la oracin, en el trabajo y en la penitencia, se esforzaban por tender a la santidad, se formaban enel estudio de las disciplinas sagradas y profanas, y se preparaban para el anuncio del Evangelio,

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    para ser misioneros. As pues, por mrito de san Bonifacio, de sus monjes y de sus monjas tambin las mujeres desempearon un papel muy importante en esta obra de evangelizacinfloreci asimismo la cultura humana que es inseparable de la fe y que revela su belleza.

    San Bonifacio mismo nos ha dejado obras intelectuales significativas. Ante todo, su abundanteepistolario, donde las cartas pastorales se alternan con las cartas oficiales y las de carcter privado,que revelan hechos sociales y sobre todo su rico temperamento humano y su profunda fe. Tambincompuso un tratado deArs grammatica, en el que explicaba las declinaciones, los verbos y lasintaxis del latn, pero que para l era tambin un instrumento para difundir la fe y la cultura.Adems, le atribuyen unaArs metrica, es decir, una introduccin a cmo hacer poesa, variascomposiciones poticas y, por ltimo, una coleccin de 15 sermones.

    Aunque ya era de edad avanzada tena alrededor de 80 aos se prepar para una nueva misinevangelizadora: con cerca de cincuenta monjes volvi a Frisia, donde haba comenzado su obra.Casi como presagio de su muerte inminente, aludiendo al viaje de la vida, escribi al obispo Lullo,su discpulo y sucesor en la sede de Maguncia: "Deseo llevar a trmino el propsito de este viaje; deningn modo puedo renunciar al deseo de partir. Est cerca el da de mi fin y se aproxima el tiempode mi muerte; abandonando los despojos mortales, subir al premio eterno. Pero t, hijo

    queridsimo, exhorta sin cesar al pueblo a salir del laberinto del error, lleva a trmino la edificacinde la baslica de Fulda, ya comenzada, y en ella sepulta mi cuerpo envejecido por largos aos devida" (Willibaldo, Vita S. Bonifatii, ed. cit., p. 46).

    El 5 de junio del ao 754, al comenzar la celebracin de la misa en Dokkum (actualmente, en elnorte de Holanda), fue asaltado por una banda de paganos. Avanzando con frente serena, prohibia los suyos que combatieran diciendo: "Cesad, hijos, de combatir, abandonad la guerra, porque eltestimonio de la Escritura nos advierte que no devolvamos mal por mal, sino bien por mal. Este esel da deseado hace tiempo; ha llegado el tiempo de nuestro fin. nimo en el Seor!" ( ib., pp. 49-50). Fueron sus ltimas palabras antes de caer bajo los golpes de sus agresores. Los restos mortalesdel obispo mrtir fueron llevados al monasterio de Fulda, donde recibieron digna sepultura. Ya uno

    de sus primeros bigrafos dio este juicio sobre l: "El santo obispo Bonifacio puede llamarse padrede todos los habitantes de Alemania, porque fue el primero en engendrarlos para Cristo con lapalabra de su santa predicacin, los confirm con el ejemplo y, por ltimo, dio la vida por ellos, yno puede haber caridad mayor que esta" (Otloho, Vita S. Bonifatii, ed. cit., lib. I, p. 158).

    A distancia de siglos, qu mensaje podemos recoger de la enseanza y de la prodigiosa actividadde este gran misionero y mrtir? Una primera evidencia se impone a quien se acerca a sanBonifacio: la centralidad de la Palabra de Dios, vivida e interpretada en la fe de la Iglesia, Palabraque l vivi, predic, testimoni hasta el don supremo de s mismo en el martirio. Era tan ardientesu celo por la Palabra de Dios que senta la urgencia y el deber de llevarla a los dems, incluso conriesgo personal suyo. En ella apoyaba la fe a cuya difusin se haba comprometido solemnementeen el momento de su consagracin episcopal: "Profeso ntegramente la pureza de la santa fe catlicay con la ayuda de Dios quiero permanecer en la unidad de esta fe, en la que sin duda alguna esttoda la salvacin de los cristianos" (Epist. 12, en S. Bonifatii Epistolae, ed. cit., p. 29).

    La segunda evidencia, muy importante, que emerge de la vida de san Bonifacio es su fiel comunincon la Sede apostlica, que era un punto firme y central de su trabajo misionero; siempre conservesta comunin como norma de su misin y la dej casi como su testamento. En una carta al PapaZacaras afirma: "Yo no dejo nunca de invitar y de someter a la obediencia de la Sede apostlica aaquellos que quieren permanecer en la fe catlica y en la unidad de la Iglesia romana, y a todosaquellos que en esta misin Dios me da como oyentes y discpulos" (Epist. 50: en ib. p. 81). Frutode este empeo fue el firme espritu de cohesin en torno al Sucesor de Pedro que san Bonifaciotransmiti a las Iglesias en su territorio de misin, uniendo a Inglaterra, Alemania y Francia con

    Roma, y contribuyendo as de modo decisivo a poner las races cristianas de Europa que habran deproducir frutos fecundos en los siglos sucesivos.

    San Bonifacio merece nuestra atencin tambin por una tercera caracterstica: promovi el

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    encuentro entre la cultura romano-cristiana y la cultura germnica. En efecto, saba que humanizary evangelizar la cultura era parte integrante de su misin de obispo. Transmitiendo el antiguo

    patrimonio de valores cristianos, implant en las poblaciones germnicas un nuevo estilo de vidams humano, gracias al cual se respetaban mejor los derechos inalienables de la persona. Comoautntico hijo de san Benito, supo unir oracin y trabajo (manual e intelectual), pluma y arado.

    El valiente testimonio de san Bonifacio es una invitacin para todos a acoger en nuestra vida laPalabra de Dios como punto de referencia esencial, a amar apasionadamente a la Iglesia, a sentirnoscorresponsables de su futuro, a buscar la unidad en torno al Sucesor de Pedro. Al mismo tiempo,nos recuerda que el cristianismo, favoreciendo la difusin de la cultura, promueve el progreso delhombre. A nosotros nos corresponde ahora estar a la altura de un patrimonio tan prestigioso yhacerlo fructificar para bien de las futuras generaciones.

    Me impresiona siempre su celo ardiente por el Evangelio: a los cuarenta aos abandon una vidamonstica tranquila y fructfera, una vida de monje y profesor, para anunciar el Evangelio a lossencillos, a los brbaros; a los ochenta aos, una vez ms, fue a una zona donde prevea su martirio.Comparando su fe ardiente, su celo por el Evangelio, con nuestra fe a menudo tan tibia y

    burocrtica, vemos qu debemos hacer y cmo renovar nuestra fe, para dar como don a nuestro

    tiempo la perla preciosa del Evangelio.AUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 1 de abril de 2009

    Viaje apostlico a Camern y Angola

    Queridos hermanos y hermanas:

    Como anunci el domingo pasado en el ngelus, hoy voy a hablar del reciente viaje apostlico africa, el primero de mi pontificado a ese continente. Se limit a Camern y Angola, pero

    idealmente con mi visita quise abrazar a todos los pueblos africanos y bendecirlos en el nombre delSeor. Experiment la cordial acogida africana tradicional, que me dispensaron en todas partes, yaprovecho de buen grado esta ocasin para expresar nuevamente mi viva gratitud a los Episcopadosde ambos pases, a los jefes de Estado, a todas las autoridades y a cuantos de diversos modos se han

    prodigado por el xito de esta visita pastoral.

    Mi estancia en tierra africana comenz el 17 de marzo en Yaund, capital de Camern, donde meencontr inmediatamente en el corazn de frica, y no slo geogrficamente. En efecto, este pasrene muchas caractersticas de ese gran continente, la primera de todas su alma profundamentereligiosa, que poseen todos los numerossimos grupos tnicos que lo pueblan. En Camern, ms dela cuarta parte de la poblacin est constituida por catlicos, que conviven pacficamente con las

    dems comunidades religiosas. Por eso mi amado predecesor Juan Pablo II, en 1995, eligiprecisamente la capital de esa nacin para promulgar la exhortacin apostlicaEcclesia in Africa,tras la primera Asamblea sinodal dedicada al continente africano. Esta vez, el Papa ha vuelto paraentregar elInstrumentum laboris de la II Asamblea sinodal para frica, que se celebrar el prximomes de octubre en Roma y que tendr por tema: "La Iglesia en frica al servicio de lareconciliacin, la justicia y la paz: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz delmundo" (Mt5, 13-14)".

    En los encuentros que, con dos das de separacin, mantuve con los Episcopados, respectivamente,de Camern y deAngola y Santo Tom y Prncipe, quise recordar con mayor razn en este Ao

    paulino la urgencia de la evangelizacin, que compete en primer lugar precisamente a losobispos, subrayando la dimensin colegial, fundada en la comunin sacramental. Los exhort aservir siempre de ejemplo para sus sacerdotes y para todos los fieles, y a seguir atentamente laformacin de los seminaristas, que gracias a Dios son numerosos, y de los catequistas, que cada vezson ms necesarios para la vida de la Iglesia en frica. Anim a los obispos a promover la pastoral

    http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/travels/2009/index_camerun-angola_sp.htmhttp://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/angelus/2009/do