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DAVID BERNAL VERA EL ESCEPTICISMO DE SEXTO EMPÍRICO: LA INVESTIGACIÓN COMO FORMA DE VIDA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá D. C., 31 de enero de 2011

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DAVID BERNAL VERA

EL ESCEPTICISMO DE SEXTO EMPÍRICO: LA INVESTIGACIÓN COMO FORMA DE VIDA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía

Bogotá D. C., 31 de enero de 2011

EL ESCEPTICISMO DE SEXTO EMPÍRICO:

LA INVESTIGACIÓN COMO FORMA DE VIDA.

Trabajo de grado presentado por David Bernal Vera, bajo la dirección del Profesor Franco Alirio Vergara, como requisito parcial para optar al título de Filósofo.

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía

Bogotá D. C., 31 de enero de 2011

Tabla de contenido

INTRODUCCIÓN------------------------------------------------------------------------------------- 8

I. EL ESCEPTICISMO COMO ACTITUD INVESTIGADORA Introducción. ------------------------------------------------------------------------------------------16

1.1. Aspectos formales de los Esbozos Pirrónicos en cuanto texto y fuente de la actitud escéptica. -------------------------------------------------------------------------------------17

1.1.1. Condiciones de la exposición de la actitud escéptica. -------------------------18 1.1.1.1. Primera condición: “de nada de lo que se va a decir nos pronunciamos

como si fuera forzosamente tal como nosotros lo decimos”------------18 1.1.1.2. Segunda condición “hablaremos de forma esquemática” ---------------20 1.1.1.3. Tercera condición: “tratamos todas las cosas al modo de los

historiadores: según nos resulta evidente en el momento actual”------21 1.1.2. División de la exposición de la investigación o actitud escéptica -----------23

a. Estudio general. ---------------------------------------------------------------------24 b. Estudio específico. -----------------------------------------------------------------24

1.2. Caracterización de la actitud escéptica---------------------------------------------------26 1.2.1. Sobre la capacidad de contraposición. -------------------------------------------27 1.2.2. Sobre los fenómenos y las opiniones.--------------------------------------------29 1.2.3. Sobre los Tropos. -------------------------------------------------------------------35

1.2.3.1. Diez Tropos.-------------------------------------------------------------------36 1.2.3.2. Cinco Tropos. -----------------------------------------------------------------41 1.2.3.3. Tropos contra los causalistas. -----------------------------------------------42

1.2.4. Sobre la epojé y la ataraxia. -------------------------------------------------------46 Conclusiones ------------------------------------------------------------------------------------------54

II. INVESTIGACIÓN DE LAS FORMAS DE VIDA

Introducción -------------------------------------------------------------------------------------------56 2.1. Investigación de las posturas éticas en general.-----------------------------------------58 2.2. Investigación de la denominada ética estoica. ------------------------------------------71

2.2.1. Investigación de «lo bueno», «lo malo» y «lo indiferente». ------------------71 2.2.2. Sobre el concepto «por naturaleza» ---------------------------------------------74

2.2.2.1. Sobre la elección como lo bueno «por naturaleza» ----------------------76

a. Lo bueno como el hecho de elegir.-----------------------------------------------76 b. Lo bueno como aquello que se elige. --------------------------------------------77 c. Lo bueno como los efectos de lo elegido. ---------------------------------------77

2.2.2.2. Sobre la valentía y el placer o actitudes buenas por naturaleza. -------80 2.2.2.3. Sobre lo vergonzoso y lo ilícito o las leyes por naturaleza.-------------82 2.2.2.4. Sobre la devoción a los dioses o los aspectos religiosos por naturaleza.

83 2.2.3. Investigación de la denominada técnica de vida.-------------------------------85

2.2.3.1. Sobre la técnica como la aplicación de una teoría.-----------------------87 2.2.3.2. Sobre la técnica como la disposición de una conducta específica.-----89 2.2.3.3. Sobre la técnica a partir de la recomendación de ceirtas conductas.---90 2.2.3.4. Sobre la enseñanza de una técnica.-----------------------------------------91

a. Qué se enseña. ----------------------------------------------------------------------93 b. Quienes enseñan. -------------------------------------------------------------------94 c. Cómo se enseña. --------------------------------------------------------------------95

2.3. «Tomamos la vida como guía» -----------------------------------------------------------97 a. La guía natural. --------------------------------------------------------------------------98 b. Apremio de las pasiones. ---------------------------------------------------------------99 c. Legado de leyes y costumbres. --------------------------------------------------------99 d. Aprendizaje de las artes.-------------------------------------------------------------- 100

Conclusiones. --------------------------------------------------------------------------------------- 101 CONSIDERACIONES FINALES -----------------------------------------------------------------97 Bibliografía ------------------------------------------------------------------------------------------ 107

 

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo, además de ser el resultado de un recorrido académico, es el fruto de

diálogos, gestos y conversaciones entre amigos, conocido y allegados. Quiero

gradecer especialmente a mi madre Sara Consuelo a Álvaro, mi difunto padre, a mi

Tía Aida, a mi hermana Carolina y a mi hermano Alejandro, quienes supieron

apoyarme desde la distancia. A ellos les doy las gracias por el apoyo, la

comprensión y el cariño que me han brindado en todas las etapas de mi vida.

Quiero agradecer, además, a aquellos con quienes logré establecer fuertes lazos que

fomentaron la curiosidad y la perseverancia en estos extraños senderos. Agradezco

enormemente al profesor Franco Alirio Vergara a quien le debo las palabras más

estimulantes y de quien ha nacido gran parte de las virtudes de este trabajo.

También doy las gracias a todos aquellos con los que he compartido largas horas de

café, de risas y tristezas, y con los que he emprendido innumerables proyectos; a

aquellos que están y a los que nunca más volverán.

En memoria de mi padre

y del profesos Jaime Rubio

INTRODUCCIÓN

La fortaleza, la libertad nacida de la fuerza y del exceso de fuerza del espíritu se prueba mediante el escepticismo. A los hombres de convicción

no se los ha de tener en cuenta en nada de lo fundamental referente al valor y al no valor. Las convicciones son cárceles.

Estos hombres no ven bastante lejos, no ven debajo de sí: más para tener derecho a hablar acerca del valor y del no valor,

hay que ver quinientas convicciones debajo de sí, por detrás de sí… Un espíritu que quiere cosas grandes, que quiere también

los medios para conseguirlos, es necesariamente un escéptico. El estar libre de toda especie de convicciones, el poder mirar libremente

forma parte de la fortaleza.

Nietzsche, El anticristo.

Por estos días nos resulta manifiesto que uno de los problemas que se resalta del

espíritu de la filosofía griega es aquel que se dirige a plantear la pregunta por la

vida; más concretamente, la pregunta por cómo vivir la vida. Alexander Nehamas,

por ejemplo, refiere que durante el período que comenzó con la Grecia clásica y

terminó con la antigüedad pagana tardía, la filosofía era algo más que una disciplina

estrictamente teórica. En vano se pretendía llevar una vida de acuerdo con la

filosofía a menos que se asumiera, no sólo una serie de preceptos filosóficos sino

también, un tipo de carácter que se desarrollará a partir de ciertos hábitos o

ejercicios. De ahí que ésta, que muchas veces se ha llamado vida teórica, afectase el

carácter de aquellos que la vivían o practicaban. Había una influencia directa entre

las creencias y como se vivía.1 Así, si se nos permite expresarlo con términos

actuales, la teoría y la práctica, o si se quiere, el discurso y la vida, iban de la mano,

constituyendo un tipo especial de vida. Ésta, que nosotros asumimos como una

forma de vida2, no se localizaba al final del proceso de la actividad filosófica, como

1 Cfr. NEHAMAS, A., El arte de vivir. Reflexiones socráticas de Platón a Foucault, traducción Jorge Brioso, Pre-Textos, Valencia, 2005. p. 12. 2 Nótese que ya estamos determinando el ámbito respecto del cual indagaremos por la forma de vida escéptica: nos referimos a un ámbito filosófico en donde hay un esfuerzo por determinar cierto

9

una especie de apéndice accesorio hacia el que se encaminaba, sino que se

desplegaba en un continuo hacer. De ahí que la importancia o relevancia de la

teoría se sometiese al tipo de individuo que se lograba construir con su aceptación,

o puesta en práctica.3 Es por ello que el individuo se toma, no como un hecho dado

a partir de cual se añadían las exigencias propias de cierta visión filosófica, sino

como una entidad construida filosóficamente. El individuo, en este caso, estaba en

sus obras, o para utilizar la expresión de Nehamas “ellos son creadores y criaturas a

la vez”4. De ahí que esta manera de ver las formas de vida no asuma entre sus

términos una generalidad de casos, sino que por el contrario, abogue por una suerte

de construcción de sí mismo; una tarea que involucra ciertas exigencias que se

encaminan, tanto hacia la práctica investigativa filosófica como hacia la

construcción de una vida que se construya en la práctica investigativa5.

No creemos equivocarnos si asumimos que la preocupación por la manera de

vivir, está ejemplarizada por la figura de Sócrates que se nos presenta como el

paradigma de quien asume la pregunta por la forma de vida e insiste en ella hasta

hacer de ésta pregunta su forma de vida. La figura de Sócrates encarna, sobre todo,

un interés por llevar la práctica investigativa hacia la pregunta por la forma de vivir.

De ahí que podamos pensar la relevancia de su figura en las denominadas escuelas

helenísticas, que enfatizan, sobre todo, en la preocupación ética o aquella que

atiende a la manera de asumir la vida. Esta posibilidad de la investigación no es

exclusiva de dichas filosofías; se nos informa de preocupaciones similares, incluso

en los llamados filósofos presocráticos, así como en Platón, Jenofonte o Aristóteles.

Sin embargo, en las filosofías helenísticas, parece que la preocupación por la

manera de asumir la vida se centra en un ámbito estrictamente práctico que se carácter según ciertas afinidades intelectuales. Es por ello que cualquier alusión a la posibilidad de una forma de vida externo a este campo no nos ocupa. 3Cfr. Idem.p. 12. 4Idem.p. 14. 5 La pregunta por la forma de vida se asume desde cierto contexto histórico que determina la importancia y pertinencia de ésta. Así, nosotros nos debemos a los trabajos de Nietzsche, Foucault, Nehamas o Hadot, entre otros, que han dado relevancia a esta inquietud. Sin embargo, en algunos de ellos, dicha investigación, sobre todo en referencia con el espíritu griego, se asume desde ciertos preconceptos modernos que hacen de una forma de vida según el ejercicio del pensar una actitud epistemológica más que vital.

10

concentra en un saber cómo vivir. No obstante, no deja de sorprendernos la

posibilidad de asumir dicha problemática desde la filosofía escéptica pues si nos

resulta mucho más verosímil pensar en una forma de vida estoica, cínica o epicúrea,

lo es menos respecto de la escéptica. Según lo anterior, el propósito de esta tesis es

indagar por la forma de vida escéptica, o si se quiere, por la manera en la que vive

un escéptico a la luz de la problemática que envuelve aquello que parece propio de

una forma de vida, es decir, la disposición de un carácter, así como las

implicaciones vitales de tal disposición.

El escepticismo se ha considerado de varias maneras. En el lenguaje popular, por

ejemplo, ser escéptico alude a cierto estado de incredulidad, nihilismo o incluso

negatividad. Su sentido converge en aquel que se predispone a los resultados de

algo concluyendo en su imposibilidad según lo que ha mostrado la experiencia en

otras ocasiones. También en filosofía el escepticismo ha tenido varias

connotaciones: Descartes, por ejemplo, a quién se ha denominado padre de la

modernidad, del escepticismo sobrevalora la duda y hace de esta un método de

conocimiento. Montaigne, a quien le preocupa más aquella antigua sentencia

“conócete a ti mismo” que la consecución de un resultado objetivo, del

escepticismo resalta su carácter ensayístico a través de cual atraviesa la pregunta

«¿qué sé yo?» en pos de una construcción de sí mismo. Hume, se apropia del

escepticismo cuyo resultado es la desconfianza en la razón y en sus ideales, por

considerar que tanto aquella como éstos no son más que productos de las pasiones.

Finalmente J. L. Mackie, en medio de investigaciones sobre los postulados morales

y religiosos, asume el escepticismo a partir de la noción del error como estrategia

de ataque al optimismo que reina en las teorías morales contemporáneas6.

Sin embargo, la historia del escepticismo no comienza ni se limita a estos

nombres (por citar algunos) sino que parece tener su origen hacia el 300 a.c. con

Pirrón de Elis. Siguiendo una especie división académica, Cicerón, por ejemplo,

6Cfr. GOWANS, Christopher W. (ed), Moral Disagreements, Classic and Contemporary Readings, Routledge, New York, 2000.

11

vincula a Pirrón con una corriente cuyos antecedentes responden al atomismo. Esta

mención es respaldada por la indagación histórica de las fuentes griegas y latinas

que vinculan al escepticismo –y por ende a Pirrón-, con la doctrina democrítea. Sin

entrar en tal indagación, nosotros apoyamos la idea de que es con el propio Pirrón

con quien la actitud escéptica se inicia, en tanto que es él quien asume una serie de

postulados vitales que toman cierta distancia respecto de lo que afirma la opinión.

Su desarrollo obedece, posiblemente, a que en uno de sus viajes por Asia, junto a

Alejandro, se impresionó de tal manera con lo gimnosofistas (sabios desnudos), que

asumió la indiferencia (apatheia) ante lo sensible y la imperturbabilidad (ataraxia).

Así pues, dicha actitud inaugura un tipo de investigación de los postulados morales

que involucra la propia vida, sólo comparable con la de Sócrates o la de Diógenes

el cínico7. Vale la pena mencionar que la figura de Pirrón fue especialmente

valorada por Nietzsche quien lo consideró como uno de los últimos genuinos

representantes de la filosofía griega pues, según él, su vida fue una protesta contra

la gran doctrina de la identidad entre felicidad, virtud y conocimiento8.

Se ha señalado que algunos representantes de una postura escéptica son los

llamados escépticos académicos quienes, provenientes de la academia fundada por

Platón, al hacer hincapié en el ejercicio dialéctico asumieron conclusiones

negativas respecto de la posibilidad del conocimiento. En el ámbito de la polémica

contra las pretensiones que determinaban la posibilidad de un conocimiento 7Cfr,GARCÍA GONZALEZ, Juan A., Teorías y actitudes escépticas en la antigüedad, Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. IX (2004), pp. 77 – 94, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras. Las Historias del escepticismo que hemos consultado dedican un capítulo inicial a ubicar a Pirrón dentro del contexto y la tradición filosófica de la época. Es el caso de Brochard quien asume la influencia que recibe Pirrón del atomismo de Demócrito, de los sofistas o incluso de las escuelas megarenses. Cfr., BROCHARD, Víctor, Los escépticos griegos, traducción Vicente Quintero, Losada, Buenos Aires, 1945. Este también es el caso de Ramón Román Alcalá quien en su interesante obra indaga por las fuentes de las que pudo haber bebido Pirrón. Cfr., ROMÁN ALCALÁ, Ramón, El escepticismo antiguo: Posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, Universidad de Córdoba, Córdoba. Más aún, María L. Chiesara, aunque no dedica específicamente un capítulo a las influencias recibidas por Pirrón, si dedica una páginas a mencionarlas, sobre todo, en los aspectos concernientes a los puntos en los que converge con Demócrito y con Parménides. Cfr., CHIESARA, Maria Lorenza, Historía del escepticismo griego, Traducción Pedro Bádenas de la Peña Siruela, Barcelona, 2007. Nosotros apenas mencionamos estos aspectos históricos pues, por un lado, este trabajo de investigación busca centrarse en la actitud escéptica a partir de Sexto, así como la manera en que dicha actitud se asume como forma de vida. 8 Cfr., NIETZSCHE, F., La voluntad de poder, traducción Aníbal Froude, Edaf, Madrid, 2009, §437.

12

infalible de la realidad, los académicos se empeñaron en negar que una

representación verdadera pudiera ser inmediatamente distinguible de una falsa, y no

concedieron a la razón la capacidad de ir más allá de un plano de justificación de

las elecciones realizadas intuitivamente, tal como señaló Arcesilao, (s. II a. C.) En

este período hay un énfasis altamente marcado en los problemas del conocimiento y

los aportes de Pirrón están ya casi olvidados por Carnéandes (s. II a. C.) o Filón de

Larisa (s. I. a. C.), representantes del escepticismo académico.9

Sin embargo, al parecer es con Enesidemo de Cnosos (s. I a.C), fuente principal

de Sexto Empírico, que se recupera los planeamientos de Pirrón. De ahí que

contemporáneamente sea conocido, junto con Menódoto de Nicomedia, Ptolomeo

de Cirene y Sexto Empírico como neopirróniano10. Los aportes más relevantes de

Enesidemo consisten, en haber reunido los denominados Tropos pero sin perder de

vista a Pirrón como modelo de vida. De ahí que entre sus conclusiones se asuma

que las cosas aparecen de modo diferente según quien las perciba y según las

condiciones en que se produzca tal percepción. De manera que sólo es posible decir

algo de lo que se percibe según quien lo percibe o de las condiciones en que se

produzca tal percepción. En este sentido, se podría pensar que éste obedece a un

tipo de fenomenismo de corte pirroneano en donde se vive a partir de

representaciones que no alcanzan la identidad realidad. Sin embargo, fue con Sexto

Empírico que el escepticismo en la antigüedad alcanzó su máxima expresión al

lograr conciliar la preocupación ética de Pirrón con el interés formal de Enesidemo.

De él conservamos,las Hipotiposis pirrónicas y Adversusmatemáticus. En éstas el

escepticismo se revela no como una determinación intelectual, una relación

fenoménica con la realidad, o acaso una certidumbre sensualista, sino como una

actitud ante las implicaciones anímicas al asumir dogmáticamente una opinión. Es

por ello que desde Sexto, el escepticismo no asume la pregunta por la realidad en sí,

sino por la manera más persuasiva de adoptar una actitud ante aquellos que

persuaden para que se formule tal pregunta.

9Cfr., CHIESARA, Op., cit., p. 43. 10Cfr., CHIESARA, Op., cit., p. 93, 129.

13

Por lo anterior abordamos el escepticismo desde el escepticismo antiguo,

específicamente, desde Sexto Empírico ya que su escepticismo, o como algunos lo

llaman, neopirronismo, nos permite imaginar mucho más concretamente la actitud

escéptica como forma de vida. SusEsbozos pirrónicos se nos presentan como el

lugar en donde está expuesto de manera más clara la actitud escéptica, a tal punto,

que incluso en la misma exposición de dicha actitud hay un cuidado escéptico.

Junto a esto, la peculiaridad histórica de dicha obra como fuente principal del

escepticismo, nos permite indagar más en la forma de vida escéptica que en otras

versiones que alrededor del escepticismo antiguo pueda darse. Esto nos permitirá

observar que en el escepticismo hay una atención desde el principio a la forma o el

tratamiento que se preocupa por cómo se asume cierto asunto; es decir, la pista

sobre la que va a girar nuestra consideración es la investigación como eje central de

la actitud escéptica y la insistencia escéptica en dicha investigación, o si se quiere,

en el tratamiento de un asunto. Esto resulta mucho más claro si atendemos a la

primera parte de los Esbozos Pirrónicos en donde hay una clasificación que

encierra tres actitudes en el tratamiento de un tema; la dogmática, la académica y la

escéptica; todas en torno a un objeto de investigación, en este caso, la verdad, pero

tomado desde sus tres posibilidades inmediatas, es decir, la positiva, la negativa y la

escéptica11. Si nos detenemos en estas primeras líneas podemos ver

condensadamente aquello que a lo largo del texto de Sexto será el proyecto de la

actitud escéptica: mantener abierta la posibilidad de la investigación. Es por ello

que el escéptico desarrolla una serie de estrategias o argumentos que justifican

dicha actitud, los cuales, a su vez, le permiten conducirse a la tranquilidad del alma,

“fin y fundamento del escepticismo” [E.P. I,12]

Por lo anterior, la atención a la forma de investigación escéptica será la puerta

de entrada a la indagación de dicha actitud. Así, en un primer momento vamos 11Cfr. E. P., I, 1. En nuestra indagación nos vamos a remitir a la traducción de los Esbozos Pirrónicos de Antonio Gallego Cao y Teresa Muños, anteriormente citada, mediante la denominación E. P. entre corchetes junto a la cita; en esta se incluye el libro al que se refiere designado mediante números romanos y la paginación marginal. Cuando consideremos pertinente una paráfrasis o cierta alusión, a partir de una nota a píe de página invitamos al lector a confrontar aquello citado.

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aestablecer a qué tipo de investigación nos estamos refiriendo, o en qué sentido se

habla de investigación escéptica. Para esto, en el capítulo primero, observaremos la

elaboración que Sexto hace de la actitud escéptica dando cuenta de sus estrategias

expositivas (1.1), así como de la atención que pone en la dilucidación de los

elementos característicos de dicha actitud, es decir, el fin, el objeto, los modos y las

herramientas de la investigación escéptica (1.2) En este primer capítulo nos

proponemos observar los puntos cardinales sobre los que la relación entre un

discurso filosófico de tipo escéptico y la forma de investigar se establecen, las

implicaciones terapéuticas que se desprenden de dicha relación, y cómo esta

relación dispone cierto carácter que hace que el mismo ejercicio de investigación

sea ya una forma de vida. En otras palabras, vamos a observar como el escéptico es

escéptico en el tratamiento o la investigación de los postulados dogmáticos y en tal

ejercicio dispone cierto carácter que constituye una forma de vida.

Sin embargo, dado que en el escepticismo la investigación constituye la

forma de vida escéptica, y la investigación tiene un carácter restringido, nos

compete señalar qué se investiga y cuál es el criterio para establecer una

investigación o lo que es lo mismo, el ámbito en el que el escepticismo se despliega

como forma de vida. Nuestra intención es problematizar la pregunta por la forma de

vida escéptica, no ya desde la posibilidad de ser vivida según recomendaciones

escépticas (como podría esperarse del estoicismo, por ejemplo), sino desde las

implicaciones de una disposición como la escéptica. De ahí que en la segunda parte

planteemos este problema a partir del tratamiento escéptico de las formas de vida

según las determinan los dogmáticos, así como desde la atención al denominado

«criterio de acción»; es decir, nos vamos a mover entre dos ámbitos que parecen

separados: aquel que es propio de la investigación y aquel que es propio de la

acción. De este modo, en primer lugar (2.1), observaremos el tratamiento escéptico

de los postulados éticos en general como determinaciones dogmáticas de la forma

de vida según cierto punto de vista en donde nos preguntaremos por el criterio por

el cual se asume ciertos postulados éticos como dogmáticos. En la segunda parte

(2.2) asistimos al tratamiento escéptico de uno de estas determinaciones

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dogmáticas; nos referimos a la investigación de los postulados éticos estoicos con

que cierran los Esbozos Pirrónicos. Nuestra intención acá es ver en qué sentido se

investiga aquello que el estoico plantea como cierta manera de vivir. Finalmente

(2.3), observaremos cómo, en medio del tratamiento de las formas de vida, Sexto

puede plantear la posibilidad de «tomar la vida como guía»sin caer en un

dogmatismo. Al final mencionaremos algunas consideraciones en donde

sintetizamos los aspectos relevantes de esta tesis y así mostrar en qué sentido se

habla de forma de vida escéptica.

Quisiéramos dejar establecido algunas advertencias o si se quiere,

condiciones de realización este trabajo. En primer lugar, hay que mencionar que los

trabajos de investigación alrededor del escepticismo, o bien se limitan al aspecto

moderno del mismo, o bien se centran en una interpretación exclusivamente

analítica. Esto ha hecho que en nuestra investigación en muchos momentos nos

veamos en la necesidad de tomar distancia de las afirmaciones de los comentaristas

por considerar que su lectura se limita a aspectos aisladosde aquello, sin que se

tome en cuenta la totalidad de lo expuesto lo cual pierde de vista su carácter

pedagógico. Junto a esto, hay que advertir que no son muchos los comentaristas, y

menos en nuestra lengua, por lo cual el lector no podrá encontrar una bibliografía

muy amplia. Esto nos ha obligado ha elaborar este trabajo desde la experiencia

misma del acontecer de la exposición escéptico que intenta vivenciar aquella

actitud desde sus mismos postulados, obligándonos, en la medida de nuestras

posibilidades, a darle rodeos desde una u otra posición.

I. ESCÉPTICISMO COMO ACTITUD INVESTIGADORA

¿Qué verdad es la que limitan las montañas, constituyendo mentira

para el mundo que hay allende a ellas?

Montaigne ,Apología de Raimundo Sabunde

Introducción.

En las primeras líneas de los Esbozos Pirrónicos, Sextoseñala tres posibles

actitudes en la investigación o el tratamiento de un asunto: la de aquellos que

acuerdan en su solución, la de aquellos que acuerdan en la imposibilidad de su

solución, y la de aquellos que insisten en su investigación12. Si bien esta suerte de

categorización del pathos, o si se quiere, de la actitud con la que se asume una

investigación parte de una generalización de la misma, en seguida el asunto

adquiere un rasgo concreto. De esta manera, también es posible ver esta división

aún si se tratase de una investigación filosófica y el hacer de ésta se redujese a la

búsqueda de la verdad. Así:

“unos dijeron haber encontrado la verdad, otros declararon que no era posible que eso se hubiera conseguido y otros aun investigan. Y creen haberla encontrado los dogmáticos (…) De la misma manera los que se manifestaron por lo inaprehensible son los académicos. E investigan los escépticos” [E.P., I,1]

La exposición de esta última actitud es el hilo conductor de los Esbozos

Pirrónicos. No obstante, afirmar que allí se expone la actitud escéptica no implica

afirmar que en sus páginas se condensa una exposición sin más de los resultados de

cierta doctrina que, similar a un manual o tratado, den cuenta de ella. Por el

contrario, nos parece que la exposición que Sexto hace, así como la misma forma

del discurso, guardan una íntima relación con la propia actitud escéptica. De

acuerdo con esto, en el primer apartado de este capítulo indagaremos por la forma

en la que el discurso de los Esbozos Pirrónicos es pertinente con la actitud

12Cfr. E. P., I,1.

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escéptica. Hemos considerado relevante partir por la indagación por la forma en la

que el escepticismo como actitud está expuesto o es asumido por el mismo Sexto,

puesto que ya desde aquí se asume ciertas condiciones que lo determinan como

actitud investigadora en cuanto que señala la necesidad, o acaso la indispensable

atención concreta, de la apropiación particular como una exigencia de la actitud.

Asumimos que nos es precisa esta atención pues de esta manera atendemos a los

aspectos formales que el mismo Sexto señala como guías o condiciones que

orientan su exposición así como a la división temática o expositiva que el autor

hace del tema y cómo esta moción concreta permite una apertura o investigadora.

Ahora bien, dado que queremos señalar del escepticismo su talante investigador,

observamos que éste se distancia de aquellas otras dos actitudes investigadoras (la

dogmática y la académica) en cuanto que asume un tipo de investigación que busca

evitar resultados concluyentes o si se quiere absolutos. Es por esto que en el

segundo apartado nos corresponde establecer en qué sentido se investiga

escépticamente. Para esto vamos a ver cuáles son esos elementos que orientan la

investigación de tipo escéptica y cómo éstos permiten que aquella no se reduzca a

una metodología de investigación sin más, sino que involucre una práctica vital

cuyas conclusiones, o aquello a lo que se quiere llegar, abre un campo adyacente al

dogmático, es decir, aquel en donde importe menos determinar qué sean las cosas

como disponer cierta actitud ante aquello que se afirma de ellas.

Así pues, a partir de una atención a las condiciones formales en las que está

expuesta la actitud escéptica y la manera en que esta se configura como una actitud

investigadora quisiéramos establecer que ya desde el mismo ejercicio de su práctica

investigadora, el escepticismo, así entendido, se configura como una forma de vida

1.1. Aspectos formales de los Esbozos Pirrónicos en cuanto texto y fuente

de la actitud escéptica.

Como lo procuramos señalar, en primer lugar vamos a atender a las que hemos

denominado condiciones formales que establecen algunos rasgos propios de la

actitud escéptica. Entre estos, en primer lugar, referimos a las condiciones de la

18

exposición de la actitud escéptica, y a continuación la división del tema de la

exposición.

1.1.1. Condiciones de la exposición de la actitud escéptica.

En el primer capítulo de los Esbozos Pirrónicos, Sexto menciona tres

condiciones que su exposición conlleva. En primer lugar, advierte que todo lo que

él va a tratar puede exponerse de otra manera. En segundo lugar, menciona que la

forma o el género de la exposición será esquemática. Finalmente, indica que va a

tratar el tema de manera semejante al modo de los historiadores, esto es, según lo

que resulta “actualmente” manifiesto.13

1.1.1.1. Primera condición: “de nada de lo que se va a decir nos

pronunciamos como si fuera forzosamente tal como nosotros lo

decimos”

Con qué animo nos enfrentamos a un texto? ¿Qué esperamos de él? Somos

lectores de ideas claras y distintas quienes cerramos un libro con la satisfacción de

haber hallado en él la seguridad del tratamiento de un tema cualquiera que sea.

Incluso podemos dar cuenta del mismo, ya sea asumiendo una posición crítica, ya

alabando la manera en la que el autor ha elaborado sus tesis al respecto, etc. Sin

embargo, no nos es ajena la inquietud que aquí salta a la vista cuando nos

encontramos en estas primeras líneas de los EsbozosPirrónicos con la mención que

13Cfr. E.P., I, 1. Al asumir estas tres condiciones como las determinantes para el tratamiento de nuestra indagación no desconocemos otras igualmente pertinentes en la configuración de dicha actitud. Nos referimos al uso deliberado del subjuntivo como modo verbal de la acción, la hipótesis que permite establecer posibilidades investigativas o incluso, la atención a un lenguaje mesurado que aspira evitar una concentración retórica del tema de la exposición. Éstas, que a lo largo de nuestra indagación aparecerán referidas, merecerían una atención mucho más rigurosa de la que aquí no nos es permitida de acuerdo con los intereses que nos proponemos indagar. No obstante, queremos dejar en claro que la poca atención que hacia ellas dirigimos obedece a la organización estructural de nuestra tesis más no a su pertinencia en el desarrollo de dicha actitud. Para un estudio de la pertinencia de la hipótesis como herramienta escéptica ver: BARNES, Jonathan, TheToils of Scepticism, Cambridge UniversityPress, New York, 2007, págs. 90-113 y WILLIAMS, Michael, Unnatural Doubts, Princeton University Press, New Jersey, 1996. págs. 79-84.

19

afirma “de nada de lo que se va a decir nos pronunciamos como si fuera

forzosamente tal como nosotros lo decimos” [E.P. I,5] Ante tales líneas pensamos

que aquello que se establece es la clausura de las pretensiones concluyentes con la

que se lo aborda. Así, no estaríamos ante una actitud que busque erigir un edificio

sólido y absoluto, pues esta suerte de aporía objetiva que se percibe en la expresión

de Sexto parece indicar, que el tratamiento del tema adolece de una determinación

cerrada y concluyente. Asumimos entonces busca dejar establecido que se trata de

un punto de vista particular sobre cierto asunto, es decir, que el expositor, Sexto, no

se compromete determinantemente a concluir la exposición de su tema, sino que

comprende que esta exposición puede ser una entre las muchas que pueden hacerse

sobre el mismo. En este sentido, podemos afirmar que estamos ante una suerte de

parecer sobre un asunto en particular, es decir, un parecer sobre una actitud, en este

caso, la escéptica14. Recordemos que este parecer corresponde a un escéptico, es

decir, la exposición del escepticismo no está hecha por alguien externo a él, sino

por quien ha dispuesto su vida de la mano de esta actitud. De ahí que en este

mismo capítulo leamos: “sobre los otros sistemas corresponderá hablar a otros”

[E.P. I,4] indicando, inversamente, tanto la familiaridad como la pertinencia del

asunto que se va a tratar. Esto es relevante pues anuncia ya la actitud vital en el

tratamiento del tema y la particularidad del mismo, aspectos que, como veremos

más adelante, señalan rasgos claves de la misma actitud escéptica.

En segundo lugar, vale la pena recordar que Sexto Empírico es reconocido tanto

por haber sido director de la academia escéptica, como por haber escrito una serie

de obras que hoy en día son la fuente principal, tanto de la misma tradición 14Benson Mates afirma que el aspecto autorreferencial de la actitud de Sexto manifestada en la expresión “para mi esto me parece ahora” debe estar presente en cualquier aproximación a su escepticismo. Aunque esta moción se haya considerado como una estrategia retórica que busca evitar la refutación, tal como lo han sostenido los críticos más acérrimos del escepticismo, la misma actitud, como lo veremos, se dispone en permanente atención a lo que se manifiesta y no por ello es concluyente en la determinación de esto que se manifiesta. Así que advertir de ante mano el aspecto autorreferencial es advertir que se trata de una perspectiva más entre otras tantas que puedan darse. Cfr. MATES, B., The Skeptic Way, en: “Outlines of pyrrhonhism”, New York-Oxford, Oxford University Press, 1996. Por el contrario RichradBett no toma en cuenta este aspecto y si elabora una lectura de la actitud escéptica que asume compromisos a partir de una configuración de yo de la cual queremos dejar establecido que nos alejamos.Cfr. Bett, Richard, What Kind of Self can a Greek Sceptic Have?, en: “Ancient Philosophy of the Self”, Paulina Remes y JuhaSihvola (eds), Springer, 2008.

20

escéptica, así como del estoicismo, o incluso, del poema Sobre la Naturaleza de

Parménides15. Esto no implica, según observamos, que los Esbozos Pirrónicos, a

pesar de contener entre sus líneas una gran cantidad de citas y referencias de otras

filosofías, hubiese tenido como propósito consolidarse como una obra doxográfica

que diese cuenta de las mismas. Por el contrario, advertir que son producto de un

parecer, niega de antemano las pretensiones absolutas sobre el tratamiento de tema

alguno, incluso si el tema se sirve de opiniones o argumentos de tipo histórico. Así

pues ¿qué relevancia tiene esto para la actitud escéptica? Pues bien, tal como lo

veíamos en la Introducción al capítulo, el escéptico evita pronunciarse

determinantemente sobre la conclusión de una investigación y este parecer, que

también invita a una mesura en la determinación absoluta del tratamiento del tema,

permite que se mantenga abierta la investigación, en tanto que no afirma sino lo que

se le muestra según ciertas circunstancias espacio-temporales. Más aun, es la

misma exposición del tema un producto de su parecer, o como lo ha referido María

Lorenza Chiesara, la exposición de la actitud escéptica es una versión que Sexto

nos presenta del mismo16. De esta manera, el parecer como primera condición

formal de la exposición, permite al escéptico evitar pronunciase determinantemente

sobre tema alguno, incluso aquel que pudiese resultarle tan familiar y que por lo

mismo parecería que es a él a quien le compete hablar.

1.1.1.2. Segunda condición “hablaremos de forma esquemática”

Dada esta mesura en la exposición, que también anuncia una actitud frente a

aquellas otros tratamientos que pretenden una determinación absoluta, ¿Cuál es el

género en el que Sexto se mueve para exponer la actitud escéptica sin que al mismo

tiempo la determine? Este es el paso al segundo elemento: el carácter esquemático

o en esbozo con el que está construido los Esbozos Pirrónicos. Recordemos que la

actitud escéptica insiste en la investigación y así evita caer en el dogmatismo. De

esta manera, podría pensarse que el proyecto exige un tratamiento discursivo que

posibilite insistir en la búsqueda sin que corra el riesgo de caer en el dogmatismo o

15Cfr. BROCHARD, V., Op. cit., p. 391. 16 Cfr., CHIESARA, M., Op. cit., p. 143.

21

aquella actitud que asume una determinación absoluta o concluyente. Es por ello

que el esbozo, a diferencia del tratado, por ejemplo, plantea de antemano la

posibilidad, así como la exigencia de otra consideración. Hipotiposisen nuestra

lengua se ha traducido como esbozo y su significado converge en indicar que se

trata de un proyecto, un plan, los puntos guía o un esquema. Su carácter es el de

insinuar, o acaso, bosquejar; algo que está en potencia de ampliarse, reducirse,

completarse, etc. Sobre el género esbozo no hemos encontrado mayor

consideración, apenas algunos títulos de libros que generalmente reúnen una

cantidad de notas sin orden aparente. Sin embargo, notemos que un libro que lleva

el carácter esbozo, palabra consignada usualmente en el título o en el subtítulo,

reúne en general una gran cantidad de referencias, apuntes u observaciones; es tal

vez similar a un diario o a un cuaderno de notas en donde estas no son

determinantes sino que aspiran a una futura corrección o aceptación según sea el

caso. Y aunque ellas bien pudieran ser las semillas de algo futuro, no todas son

fundamentales para su ejecución. Este carácter provisional que permite esbozo

como género hace verosímil afirmar que, en contra de la tendencia a identificar la

presente obra como una introducción a la doctrina escéptica –tendencia

influenciada, tal vez, por la traducción alemana, Grundisse (líneas fundamentales),

se exige, cada vez, una nueva disposición de sus elementos, o digámoslo,

herramientas de trabajo según sea el caso. Así, si el rasgo relevante de la actitud

escéptica es insistir en la investigación, el esbozo como género es el que

permitedicha actitud puesto que aquí la tarea de la investigación permite la

consideración de argumentos según un propósito sin que estos sean absolutos o

determinantes para el tratamiento de tal. Es más, la reunión de estos no son los

únicos con los cuales es posible tratar dicho fin, o, a la inversa, aquel fin no es el

único que puede tratarse con tales argumentos. De esta manera el esbozo, como

género, es semejante al escepticismo como actitud: mantiene abierta la

investigación, la abraza.

1.1.1.3. Tercera condición: “tratamos todas las cosas al modo de los

historiadores: según nos resulta evidente en el momento actual”

22

Ahora bien, si como ya hemos mostrado a partir de la atención a las dos

condiciones anteriores, la actitud de la exposición está íntimamente relacionada con

la actitud escéptica, y la actitud, en cuanto disposición vital, insiste en ciertas

exigencias habituales que van formando el carácter, ¿Cuál es la actitud del género

en su habitualidad? Es decir, la actitud del escéptico en su habitualidad es la de

estar abierto a la pregunta, insistir en la investigación; es más, el escéptico se

ejercita, dispone su alma en ello habituándose mediante cierta ejercitación. Según

esto, si la forma de la exposición obedece también a una actitud, y la actitud exige,

para que sea actitud, disponerse o ejercitarse de cierta manera, atender a un

carácter, ¿Cuál es la habitualidad del género? Más precisamente ¿cuál es la

habitualidad del esbozo como género de la obra Esbozos Pirrónicos? ¿Cuáles son

esos ejercicios que disponen al género, en nuestro caso, al esbozo escépticamente?

Pues bien, este es la tercera condición de la exposición: “trataremos todas las cosas

al modo de los historiadores según lo que nos resulta evidente en el momento

actual” [E.P. I,4]17

Aunque esta condición anuncia un aspecto más que relevante del carácter

escéptico, es decir, su atención a lo manifiesto, aquí lo trataremos desde un

contexto que indica una condición de la exposición. Así pues, cuando se habla de

atención a lo manifiesto se habla tanto de datos que han referido frente a algún

fenómeno (ya sea la opinión que alguien tiene de determinado aspecto, o la opinión

que alguien tiene sobre alguien que afirmó determinado aspecto), como del

fenómeno mismo. Se trata de una atención semejante a la de los historiadores

puesto que su carácter reduce la pretensión de verdad y revela el dato como una

manifestación concreta (no por ello verdadera); una determinación particular en

cierta época y cierto espacio, o como refiere Sexto “siempre en relación con algo”

[E.P., L. I,39]. Este aspecto de la exposición hace que los elementos recogidos por

Sexto obedezcan a un interés particular, o en otras palabras, sirvan según

determinado fin y no por sí mismos. En cuanto estrategia expositiva la intención es 17 Como veremos en la segunda parte de este capítulo, la orientación escéptica dispone a una atención a lo manifiesto y de esta manera pretende evitar pronunciarse determinantemente sobre lo que es obscuro (noúmeno), o acaso, no manifiesto, tendencia por la cual muchas veces caemos en turbaciones propias de los dogmáticos.

23

tomar datos concretos y a partir de ahí exponer la actitud. Sin embargo, estos datos

no simplemente refieren aquello que pudiera ser propio del escepticismo, sino que,

además, dado el carácter investigador de éste, también toma como datos concretos

aquellos puntos cardinales o supuestos de aquello que afirma cierta posición

dogmática. Nos referimos a que la exposición de la actitud escéptica no es un

conglomerado de recomendaciones o principios que establezcan de antemano una

suerte de doctrina desde una óptica escéptica, sino que, al ser una actitud que se

despliega en la investigación de lo que se afirma como dogma, toma también en

este ejercicio, lo que se manifiesta de aquello que se investiga. Así pues, podemos

observar que este doble carácter de lo que se manifiesta en la exposición del

escepticismo, o acaso como lo afirma Sexto “lo que nos resulta evidente en el

momento actual,” [E.P., L. I,39] obedece tanto a lo que la tradición escéptica ha

aportado al escepticismo, como el ataque que el propio Sexto hace a los que

parecen los supuestos, en el caso de los Esbozos Pirrónicos, de la filosofía estoica

1.1.2. División de la exposición de la investigación o actitud escéptica

Dado que ya mencionamos las condiciones de la exposición escéptica ahora nos

resta mostrar el modo de esta exposición mencionados en el segundo apartado de

los Esbozos Pirrónicos: en primer lugar está el «estudio general» a lo largo del

libro I, y en segundo, el «estudio específico» que comprende los libros II y III. Sin

embargo, él mismo aclara que el despliegue de esta intención, es decir, la división

en dos partes, no es sino una de las maneras en que puede exponerse esta actitud.

Añadimos a esta división una parte inicial que generalmente no se toma en cuenta y

es en donde se menciona el contexto anímico con el cual se realiza una

investigación así como las condiciones de la exposición en el libro I; nos referimos

a los parágrafos 1 al 6 de los cuales ya hemos mencionado algo18

18 Pierre Pellegrin ha considerado que la división del primer libro puede hacerse de la siguiente manera: la primera parte (capítulos 1-12) establece los contornos generales de la posición escéptica; la segunda parte (capítulos 13 -17) asume lo concerniente a los diferentes Tropos de la suspensión del juicio; la tercera (capítulos 18-28) se ocupa de las «expresiones escépticas»; finalmente (29-34) examina las relaciones entre la orientación escéptica y los principales sistemas filosóficos que habrían podido aspirar a ser sus rivales. Cfr. PELLEGRIN, P., SextusEmpíricus, en: “The Cambridge Companion to Ancient Scepticism”, Cambridge University Press, Cambridge, 2010.

24

a. Estudio general.

El denominado «estudio general», está dividido en tres partes: en la primera se

expone lo característico del escepticismo. Aquí la intención es señalar cuáles son

esos puntos que delimitan el ánimo de la investigación escéptica. Si bien se trata de

su definición, sus principios y razonamientos, su criterio, su finalidad y los

denominados Tropos con los cuales se encaminan hacia la suspensión del juicio, así

como la consiguiente ataraxia o tranquilidad del alma, la reunión de éstos

parecerían abrazar tan solo un sentido o dirección de la actitud escéptica (lo cual

correspondería con la primera condición formal anteriormente mencionada) los

cuales sirven como ejes alrededor de los cuales se da una aproximación a la actitud.

A continuación se da cuenta de las denominadas «expresiones escépticas» que

tienen una función purgativa relacionada con la suspensión del juicio. Finalmente,

se mencionan algunas diferencias y familiaridades con otros puntos de vista o

filosofías que si bien pueden ser consideradas como cercanas a la actitud escéptica,

el mismo Sexto señala en cuáles puntos lo son y en cuáles difiere de éstas. De esta

manera, la comparación irá desde la filosofía de Heráclito hasta la corriente

médico-metódica señalando, finalmente, en qué sentido ésta es mucho más cercana

a los propósitos de Sexto que aquella.

b. Estudio específico.

El «estudio específico» en donde “argüimos contra cada uno de los apartados de

la llamada Filosofía” [E.P., L. I,6] está dividido a su vez, en tres partes en las cuales

se consideran los argumentos que aseguran la viabilidad concluyente del

denominado saber lógico, físico y ético; partes constitutivas de la filosofía según

los estoicos. Esto podría señalar que no se trata de una consideración sin más de la

filosofía como saber o disposición, digámoslo, natural, sino como una

determinación particular dogmática, es decir, como una opinión que cierta escuela

Nosotros consideramos que esta división no toma en cuenta la parte introductoria del libro (1-6) la cual establece las condiciones de la exposición, tal como lo hemos señalado anteriormente.

25

tiene sobre eso que llamamos filosofía. Así pues, tal como lo mencionábamos

anteriormente, podemos pensar que esta parte tiene la función de exponer el

escepticismo desde el mismo ejercicio de su modo de asumir la investigación, pero

en tanto no se trata de establecer la verdad de lo que afirma el estoico, o por lo

mismo su falsedad, en el «estudio específico» se ejercita la investigación como

ejercicio terapéutico.

Después de haber mencionado los aspectos de la forma del discurso escéptico, y

la división temática del mismo, nos parece pertinente establecer algunas

observaciones al respecto. En primer lugar, hay que mencionar que la atención que

dirigimos a las condiciones de la exposición con la que Sexto muestra la

orientación escéptica nos permitió ver que obedecen a una ‘necesidad’ de la propia

actitud escéptica; mantener la investigación abierta19. Para ello observamos que la

mesura en el discurso, el género esbozo y la atención a lo manifiesto son las

condiciones que permiten esta apertura tanto en la exposición como en la misma

actitud escéptica. Seguidamente, observamos que la exposición de la misma fue

dividida en dos partes: el estudio general y el estudio específico. Aquí se estableció

que, dado el carácter particular al que propende el escéptico (una terapéutica), su

blanco es una afirmación dogmática, en este caso, aquella sobre las denominadas

partes de la filosofía según la escuela estoica y por lo mismo reúne una serie de

menciones que pretenden el tratamiento específico de tal determinación. De esta

manera no tomamos los Esbozos Pirrónicos como un manualque indica cuál es el

camino escéptico en cuanto tal, sino apenas como una especie de ejemplo del

tratamiento o la investigación de un asunto en particular: en este caso, la actitud

escéptica frente a las afirmaciones estoicas. Es aquí en donde los aportes de la

forma del discurso son mucho más relevantes en tanto que permiten que la actitud

19 Esta supuesta “necesidad” de la exposición no debe ser tomada determinantemente, es decir, si bien se trata de la reunión de ciertos argumentos y la consiguiente puesta en práctica de estos, ante un fin específico o particular (las denominadas partes de la filosofía por los estoicos) Así que la necesidad no implica la universalidad. La apertura escéptica invita también a que el ataque a este mismo blanco pueda ser efectuado de otra manera. En este sentido, la necesidad se establece desde la pertinencia que el propio Sexto considera.

26

escéptica se despliegue según un objeto determinado de ante mano. Estamos en el

terreno de lo particular, en los límites de lo particular20

1.2. Caracterización de la actitud escéptica

Se ha mencionado que los primeros filósofos en denominarse escépticos fueron

aquellos pertenecientes a la academia cuya dirección entonces estaba a cargo de

Enesidemo en el siglo I a.c. Esta designación hacia que el modo de vida se

constituyera a partir de la duda y la investigación como ejes centrales alrededor de

los cuales se disponía cierta actitud. En general, esta intención la han compartido

tanto la filosofía escéptica griega como la filosofía moderna21. Sin embargo, el uso

que se ha hecho de esta connotación no discrimina plenamente entre las etapas del

despliegue histórico escéptico y su actitud. Es más, el peso de la tradición ha

alimentado esta suerte de homogenización nominal a tal punto que no se distingue

claramente el carácter escéptico, ya se tome como actitud o como método. De ahí

que Sexto, nos parece, inicie su caracterización de la orientación con una mención

por los nombres que esta ha recibido. Según él:

La orientación escéptica recibe también el nombre de Zetética por el empeño en investigar y observar, el de Eféctica por la actitud mental que surge en el estudio de lo que se investiga y el de Aporética bien –como dicen algunos- por investigar y dudar de todo, bien por dudar frente a la afirmación y la negación. También recibe el nombre de Pirronismo por parecernos que fue Pirrón quien se acercó al escepticismo de forma más tangible y expresa que sus predecesores22. [E.P., I, 7]

20Cfr. BROCHARD, Op., cit., p. 393. 21 Cfr. CHIESARA, M, Op,. cit., p. 130. 22Lorena Chiesara ha referido que el uso del adjetivo «escéptico» por «pirroniano» referido a Enesidemo es para el s. II d.c. nuevo; esto indica que el pirroniano se distingue del dogmático porque continua buscando, desde el momento en que «escéptico» en griego significa precisamente «el que investiga». El punto es que pirronianos y neopirronianos siempre estuvieron muy atentos a guardar las distancias con los académicos reivindicando para sí la denominación de escépticos. Es útil mantener diferenciados estas dos posturas si se quiere comprender con fundamentación histórica el significado filosófico de lo que hoy llamamos escepticismo griego en sus dos almas; una vinculada al pensamiento de Pirrón, otra, al de Sócrates y Platón. Cfr. CHIESARA, M., Op. cit., p. 19 y 136.

27

La pertinencia de esta mención por los nombres, además, obedece a un interés

del propio Sexto por establecer un punto de arranque de la exposición de la actitud,

como característica circunstancial propiamente escéptica. Si prestamos atención al

tono de la afirmación, tal vez nos sea lícito asumir que más que pretender la

determinación del escepticismo, como podría asumir quien espere encontrar aquí

consideraciones concluyentes, se trata, más bien, de una consideración por las

maneras en que el escepticismo ha sido entendido por aquellos quienes no son

escépticos. Es decir, al referir «la orientación escéptica recibe el nombre de» se

indica que la exposición de la misma atiende a una mención por los nombres que en

general ha recibido e, implícitamente, la manifiesta ambigüedad que éstos

resguardan respecto de la particularidad de la actitud.23 Así pues, veamos a

continuación en qué sentido la caracterización que hace Sexto simpatiza con

aquellos nombres. Para esto tomemos la caracterización24 que Sexto hace en I, 8

allí se lee:

El escepticismo es la capacidad de establecer antítesis en los fenómenos y en las consideraciones teóricas, según cualquiera de los tropos; gracias a la cual nos encaminamos –en virtud de las equivalencias entre las cosas y proposiciones contrapuestas- primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia. [E.P. I, 8].

1.2.1. Sobre la capacidad de contraposición.

El primer elemento de esta caracterización es el que indica que el escepticismo

es ante todo una capacidad que establece antítesis (dýnamisantithetike) entre

fenómenos y consideraciones teóricas. ¿Qué implica que el escepticismo se

identifique con una capacidad cuya peculiaridad es establecer antítesis? En primer

23 Tal vez el lector no dejará de asociar este modo de la investigación con la que en la Metafísica de Aristóteles se encuentra. Allí, de manera similar, se afirma que el «ser» se dice de muchas maneras abriendo, de esta manera, la indagación por una consideración semántica más que ontológica. Cfr. Aristóteles, Metafísica, De manera similar, creemos, la exposición de Sexto parte por una atención semántica de la actitud que busca exponer. 24 En I,8 Sexto introduce una mención que por responder a la pregunta “qué es el escepticismo”, hace pensar que se trata de su correspondiente definición. Advertimos que ésta no debe asumirse como una definición en sentido estricto sino como una caracterización de la actitud tal como lo hemos mencionado anteriormente. A pesar de que hasta ahora hemos avanzado unas pocas páginas vale la pena recordar que estamos en el terreno del parecer del propio autor por lo cual nos es lícito pensar que esta caracterización no es sino una versión del mismo.

28

lugar, dicha caracterización hace que el escepticismo no se entienda como una

elaboración teórica, o acaso un conjunto de reglas, que indican cierta orientación o

forma de vida sino como cierta disposición propia de las potencias del hombre que

a cada quién queda desarrollar. “Hablamos de capacidad no por capricho sino

sencillamente en el sentido de que uno sea capaz”[E.P. I, 8]

En segundo lugar, ésta capacidad se ejerce estableciendo antítesis en fenómenos

y consideraciones teóricas; se trata de una contraposición que ajena a una lógica de

oposición la cual se reduzca a lo verdadero o lo falso, tanto del fenómeno como de

la opinión, dispone hacia una permanente atención a proposiciones que puedan

enfrentarse según su grado de persuasión o credibilidad con la pretensión de

convenir en su equivalencia (isothenia) respecto del valor persuasivo, o como

escribe el mismo autor, “que ninguna de las proposiciones enfrentadas aventaja a

ninguna otra como si fuera más fiable” [E.P., I 8] y así suspender el juicio. La

estrategia de Sexto suele ser enunciar los argumentos que se establezcan

determinantemente a favor o en contra realidad cualquiera, compararlos con los que

se parezcan hallarse en contra, y declarar la equivalencia respecto de ambos. “El

fundamento de la construcción escéptica es ante todo que a cada proposición se le

opone otra proposición de igual validez. A partir de eso, en efecto, esperamos llegar

a no dogmatizar” [E.P. I,12].

Notemos que la confrontación de argumentos responde al grado de persuasión de

estos. Esto lo resaltamos pues según lo que se lee al final de los Esbozos

Pirrónicos, el escéptico se dispone a plantear argumentos que muchas veces pueden

ser poco brillantes como medio de persuasión. Para nosotros esto tiene su razón. Al

comparase la actitud escéptica con una terapéutica en tanto que “quiere curar en lo

posible de la arrogancia y el atrevimiento de los dogmáticos” [E.P. III,280]25el

papel de la dýnamisantithetikees análogo al proceder de quienes curan las

enfermedades corporales; éstos poseen remedios con distinta intensidad y alcance;

los más fuertes para las enfermedades más fuertes, o por el contrario las más suaves

25 Esto será mucho más claro cuando en este mismo capítulo señalemos el fin del despliegue escéptico; la ataraxia.

29

a las que parecen las más suaves. Del mismo modo, “el escéptico unas veces se vale

de formas de persuasión enérgicas y otras veces no vacila en plantear adrede

argumentos que parecen poco brillantes porque muchas veces le bastan para

alcanzar su objetivo” [E.P. III,280]. De ahí que ya en este punto podamos ver la

relación de afinidad que se establece con la corriente médico-metódica según la

cual comparte con la actitud escéptica tanto la prudencia frente a lo que no es

manifiesto y por lo mismo la falta de dogmatismo, lo flexible en el uso de las

palabras o incluso, el tomar de lo que se manifiesta lo que parece ser más

conveniente26.

1.2.2. Sobre los fenómenos y las opiniones.

Observamos que para Sexto el escepticismo en cuanto capacidad, potencia o

actividad, se ejercita contraponiendo fenómenos (phainomenon) y consideraciones

teóricas (noumenon) con el fin de establecer su equivalencia persuasiva lo cual lo

lleva a suspender el juicio. Ahora bien, ¿qué es aquello que contrapone? ¿En qué

sentido se toma fenómenos y consideraciones teóricas? ¿Cuál es la diferencia entre

uno y otro? Pues bien, según el mismo autor “aquí entendemos por fenómenos lo

sensible por lo que definimos lo teórico en oposición a ellos” [E.P. I,9] Sin

embargo, uno de los problemas que podemos plantear a partir de la manera en la

que esta distinción está presentada es que si bien el escéptico se atiene a lo que se

manifiesta y entre lo que se manifiesta encontramos lo sensible, –entendido como

fenómeno–, lo teórico, al parecer, también podría hacer parte de lo sensible en

cuanto algo manifiesto, por lo tantola distinción entre la una y la otra no nos

resultaría tan clara. Más aún, anteriormente mencionamos que la capacidad

escéptica se ejercita en la contraposición de argumentos. Estos pueden ser, tanto

fenómenos como consideraciones teóricas que, ajenas a su valor de verdad, nos

permiten la suspensión del juicio al respecto. Concretamente, a nosotros nos parece

que el problema está en distinguir cuál es la diferencia entre uno y otro pues así

establecido, no parece que hay un criterio claro por el cual el escéptico pueda

hablar por un lado de fenómenos e identificarlo con lo sensible y por el otro de 26 Cfr. E. P., I, 236-239.

30

consideraciones teóricas las cuales, por lo tanto, no tendrían relación alguna con lo

sensible.

Sexto, previendo esta posible objeción, amplía su definición afirmando que “el

fenómeno es incuestionable; se asiente sin intervención alguna de nuestra voluntad

a las sensaciones que se imponen a la imaginación [E.P. I,13]. Por el contrario, de

las consideraciones teóricas refiere que son “el asentimiento a cualquiera de los

objetos no manifiestos investigados por las ciencias” [E.P. I,13]. Esto implica que

el criterio con el cual se distingue entre uno y otra obedece a la actitud que frente a

cada una estamos en potencia de asumir. “En efecto nosotros no echamos abajo las

cosas que, según una imagen sensible y sin mediar nuestra voluntad, nos inducen al

asentimiento; eso precisamente son los fenómenos” [E.P. I,20] Esto es importante

ya que la relación que la actitud escéptica tiene con los fenómenos y las

consideraciones teóricas no es más que un desplazamiento del qué es aquello que

nos afecta al cómo nos afecta. En este sentido, no hay una pretensión por establecer

qué son los fenómenos o qué tipo de representaciones producen en nosotros sino

que se atiende a cómo es la actitud que asumimos ante ellos27; ya dogmática

(pretendiendo afirmar la realidad de estos), ya escéptica (describiendo las

representaciones que producen en nosotros). Podríamos decir entonces que la

actitud escéptica dispone en cierta manera una voluntad investigadora hacia aquello

que propiamente ha de investigarse.

Cuando indagamos si el objeto es tal como se manifiesta estamos concediendo que se manifiesta y en ese caso investigamos no sobre el fenómeno, sino lo que se piensa del fenómeno (…) la miel, por ejemplo, nos parece que tiene sabor dulce. Eso lo aceptamos, porque percibimos el dulzor sensitivamente.

27 Los comentaristas discuten entre ellos por establecer la etimología del fenómeno y si este indica la representación que se produce en la mente o por el contrario es una representación de las cosas, etc. También el estoico hace lo mismo y en el Libro II Sexto ataca estas consideraciones que no tienen más que el beneficio de producir malestares. El fenómeno se toma sin más como phantasia en donde no son modos o propiedades de una sustancia como Descartes las podría considerar, por ejemplo, sino como una imagen o un dato sensorial; una afección (pathé)

31

Tratamos de saber si además «es» dulce. Lo cual no es el fenómeno, sino lo que se dice (lšgÒmena) del fenómeno. [E.P. I 20]28

Esto implica que la duda, la cual se ha tomado en general como uno de los

aspectos más relevantes del carácter escéptico, tanto en la versión moderna del

mismo, como en la consideración general que algunos hacen de tal orientación, -tal

como lo mencionábamos a propósito de la pertinencia por los nombres-, tiene un

carácter restringido; no se duda de todo aquello que se manifiesta, sino solamente

de aquello que se dice sobre lo que se manifiesta, es decir, de las consideraciones

teóricas29. Ahora bien, dado que lo investigable (o de lo que podemos dudar) se

limita a las consideraciones teóricas y por ende, solamente ante estas podemos

asumir una posición, ¿qué pasa con esos contextos en los que nos encontremos con

opiniones de las cuales no es voluntad nuestra asentir o no a ellas? Nos referimos al

caso específico de las leyes las cuales, si bien ya se presenten como naturales o no,

si obligan a adoptar una postura frente a la cual, al parecer, no es permitido el

examen escéptico (ni muchas veces examen alguno) y el consecuente

asentimiento.30 Más aun, ¿el escéptico consideraría como una posibilidad establecer

consideraciones teóricas que correspondan con los fenómenos, es decir, aquellas de

las cuales no nos sea lícito dudar?

Pues bien, por lo pronto quisiéramos señalar que la relación que se puede

establecer entre el fenómeno y la afirmación de tal según el mismo Sexto, depende

de la afección (pathé) que produce en cada uno sin que ésta sea necesariamente

28 La traducción no es feliz. El énfasis de Sexto está, no en la realidad como parece leerse según el énfasis que se hace en el «es», sino en la afirmación dogmática que establece determinantemente lo dulce de la miel como una realidad que le acaece. 29 En la radicalidad del planteamiento moderno, por lo menos en la versión de Descartes, se da un paso más que en el de los antiguos, ya que estos últimos no dudaban de los fenómenos en cuanto se nos presentan de manera involuntaria. El desafío del escéptico moderno consiste en preguntar si conozco algunas de las cosas que indudablemente creo, y cómo tengo conocimiento de ellas, o acerca de si puedo tener alguna razón para creer. Por el contrario el escepticismo antiguo es una actitud que ajena a intereses epistemológicos, no objeta, sino con la pretensión de alcanzar la tranquilidad del alma. 30 En el segundo capítulo abordaremos este problema indagando por aquella contraparte de lo que se manifiesta –las consideraciones teóricas– en relación con un supuesto dogmatismo escéptico al introducir el denominado «criterio de acción». Según Sexto “Atendiendo, pues, a los fenómenos vivimos sin dogmatismos en la observancia de las exigencias vitales, ya que no podemos estar completamente inactivos” [E.P. I,23-24] Este será parte de la consideración del segundo capítulo que establece la pregunta por el tratamiento escéptico de las formas de vida.

32

determinada como una afección propia del fenómeno en cuanto tal31. Así pues, en

vano podríamos asumir que la orientación escéptica busque establecer una suerte de

fenomenismo dado que, como vemos, no se trata de asumir que la relación que

establecemos con el fenómeno deje de lado aspecto alguno que nos resulte

incognoscible, o acaso, de aquello que es en cuanto tal, ya que desde un punto de

vista escéptico, ni siquiera podríamos afirmar de manera absoluta que aquello que

sentimos es una cualidad, por decirlo de alguna manera, de aquello que produce la

afección. De ahí que en lugar alguno leamos que lo que produce la afección que se

produce en nosotros sea la única verdad con la que podemos contar. La afección

también entra en la condición de ser un parecer más que no aspira a absolutización

alguna más la que le permita los límites del parecer, o como dice Sexto “el

escéptico asiente a las sensaciones que se imponen a su imaginación; por ejemplo,

al sentir calor o frio no dirá «creo que no siento calor» o «no siento frio»” [E.P.

I,216] En otras palabras, para el escéptico la pregunta por lo que aparece no tiene

sino efectos nocivos pues con ella no se llega a resultado alguno más que la

perturbabilidad del ánimo al pretender establecer resultados absolutos. Más aún, de

los casos particulares, o las afecciones que según cada caso son experimentadas,

tampoco se podría llegar a establecer una universalidad de aquello que produce la

afección pues aquello universal no sería algo manifiesto pues, la parecer, para el

escéptico solamente lo particular es manifiesto. Más aun, podríamos conjeturar que

Sexto consideraría que no hay criterio para establecer esta determinación del

fenómeno como una suerte de oposición representación /en sí, pues dicho criterio

caería también en duda.32

Esto se aclara a partir de lo que Sexto aduce en la tercera parte del Libro I

cuando confronta la actitud escéptica con la filosofía cínica. Allí se afirma que la 31 Cfr. E. P. I, 13. 32 En el libro II, se establece la investigación de los supuestos lógicos estoicos desde los cuales podríamos asegurar que al pretender establecer un criterio de universalidad, o si se quiere, generalidad de aquello que en este caso sería una realidad como substrato al fenómeno, caería en un círculo vicioso al no poder establecer la discusión más allá de nosotros. Cfr. E.P., II, 20 Esto, que comparte su despliegue argumentativo con los Tropos, indica que nos mantenemos siempre en situación o en un contexto y por lo mismo pretender elevarse de éste es casi una pretensión que no atiende a lo manifiesto y que por lo mismo causa, sobre todo, malestares anímicos al pretender no más que vacios ideales.

33

diferencia entre una y otra consiste en que “mientras nosotros suspendemos el

juicio en el estudio de los objetos exteriores los cirenaicos proclaman que tiene una

naturaleza inaprehensible” [E.P. I 215] Esto implicaría, para lo que estamos

indagando, que al asumir una suerte de verdad sensualista, es decir, una verdad que

se determine a partir de la negación de cierto estatuto (como en este caso el de los

sentidos), se caería en una afirmación dogmática en tanto nos veríamos obligados a

reconocer la sensación como lo único verdadero. Sin embargo, tal como observa

Sexto, “el que sostiene que su objetivo es el placer vive entre preocupaciones en

tanto si esta presente como si no está presente” [E.P. I 215] Recordemos que el

escéptico toma una distancia respecto del valor de la verdad y al hacerlo se ubica en

el terreno terapéutico. Por ende, las sensaciones, más que verdades, son tomadas

por el escéptico como síntomas de lo experimentado. Así pues, la afección que el

fenómeno produce, no se entiende como la única verdad que subyace ajena al

fenómeno y la consideración teórica, sino que es tomada como la experiencia de un

parecer el cual, según las circunstancias, indica o no cierto malestar.

¿Al tomar de esta manera la relación que se establece con el fenómeno no

caemos en una relación radicalmente relativista? Esta posibilidad la contempla

Sexto y tal vez por eso sea pertinente la distinción que hace con la filosofía de

Protágoras como exponente de esta perspectiva. Estrictamente hablando Sexto no

niega que su orientación sea contraria a la de Protágoras, es más, en la

consideración sobre los tropos veremos cómo adquiere una mayor relevancia aquel

que indica que las cosas se presentan «en relación con…», o si se quiere, «relativo

a…». Más aún, respecto de la sentencia «el hombre es la medida de todas las

cosas; de las que son, en cuanto son; y de las que no son, en cuanto que no son»

Sexto refiere que “También Protágoras acepta que «el hombre…”[E.P. I,216] como

insinuando, tal vez, que junto con Protágoras, también los escépticos tienen una

concepción del hombre como medida de todas las cosas, o más mesuradamente el

criterio de referencia. ¡Claro! si aceptamos que éste es el sentido general al que

alude la expresión de Protágoras. Por lo tanto, no podemos afirmar que Sexto

defienda de manera contundente dicha perspectiva. Más aún, tal vez el mismo Sexo

34

nos diría, como mucho tiempo después lo escribiría Montaigne, “«¿cómo podría el

hombre ser la medida de todas las cosas si no existe «el» hombre, sino que hay

«hombres», con juicios contrarios que se subvierten mutuamente? ¿Cómo poder

hablar del «hombre-medida» si no hay medida ni medidor?»”33 Así pues, aunque

asumimos que se alude a una moción relativista, esta también es relativa y no

absoluta. Es decir, el escepticismo, al no pretender deducir la verdad de lo que le

resulta manifiesto, aun cuando lo que le resulta manifiesto parece relativo,

simplemente lo toma como un estado en el que se halla que se afirma a partir de las

afecciones y las disposiciones anímicas.34

De esta manera, la afección, aunque no determina realidad alguna más que la

propia, tampoco se determina como la realidad en cuanto tal; así, la duda, de la que

antes habíamos visto que delimitaba su campo a las consideraciones teóricas, no

encuentra aquí un terreno de realización pues, de la miel –por citar un ejemplo- no

se discute la afección sobre nosotros pero sí qué tipo de afección produzca. Así, si a

unos les puede parecer dulce como a otros amarga, para el escéptico la

preocupación no está dirigida a indagar por la sensación en cuanto tal, es decir, por

la realidad de su afección, pues ésta es también algo manifiesto, es decir, hay

sensación; sin embargo, si se indaga sobre lo que afirman de esta.

No nos ocupamos, en efecto, de la realidad para emitir opiniones con firme convicción sobre alguna de las cosas admitidas como dogma en el estudio de la realidad, sino que nos ocupamos de ese estudio para poder contraponer a cada proposición una proposición de igual validez y conseguir la serenidad de espíritu [E.P. I,18]

Según lo anterior, el fenómeno para la actitud escéptica carece de una relevancia

indagadora en cuanto a su realidad o falsedad pues, como vemos, ni siquiera

33Cfr. MONTAIGNE, M. Ensayos, II, 34 Cfr. GARGIA, Claudia, ¿Es Sexto Empírico un protagórico?, Tópicos. Revista de Filosofía, 2003, Número 24, p 83. A partir de una discusión con Burnyeat y el denominado por ella argumento del sueño, la autora considera que establecer que hay una similitud en el relativismo de Protágoras y aquello a que Sexto alude no es sino una equivocación pues “una interpretación protagórica de ese argumento debe rechazarse tanto en virtud de su carencia de adecuación a los textos como por su implausibilidad inherente” ya que Protágoras asume postulados como lo determinantes de cierta realidad. De ahí que en un estudio detenido no se pueda establecer una identidad entre uno y otro.

35

podemos experimentarlo más que a partir los efectos que éste produce sobre

nosotros. Más aún, tampoco se investiga los efectos sobre nosotros sino la actitud

que ante ellos tomamos ya que al no tener un acceso a la ‘realidad’ del fenómeno,

como lo ha mencionado Brochard, “las cosas no parecen tener diferencias entre sí,

son igualmente inciertas e indiscernibles. Por esto nuestras sensaciones y nuestros

juicios no nos enseñan lo verdadero ni lo falso”35De esta manera, como lo veníamos

afirmando, la investigación no se dirige sino hacia la opinión que sobre este aspecto

se pronuncia dogmáticamente. Es aquí en donde la contraposición adquiere una

relevancia significativa ya que la mirada no está dirigida a la realidad del fenómeno

sino al valor persuasivo de éste.

1.2.3. Sobre los Tropos.

Dado que ya establecimos que la investigación escéptica es el ejercicio de una

capacidad que atiende a los fenómenos y a las consideraciones teóricas para

establecer antítesis, a continuación vamos a observar cómo se establecen estas

antítesis o si se quiere “cómo surge en nosotros la suspensión del juicio” [E.P. I,

41-79]. Pues bien, la tradición escéptica ha transmitido unos argumentos o

dispositivos que ha denominado Tropos36cuya finalidad es desarmar el dogmatismo

en cualquiera de sus formas37. Sexto ha recogido en los Esbozos Pirrónicos una

gran cantidad de estos tropos que al parecer ha clasificado según la misma tradición

escéptica lo ha hecho. Así, en primer lugar da cuenta de los Diez Tropos adscritos a

Enesidemo, los Cinco Tropos de Agripa y finalmente los Tropos contra las

explicaciones causales. Junto a estos se mencionan otros dos, así como también ese

extraño y desconcertante Tropo del futuro. A continuación vamos a ver cuáles son

esos tropos que Sexto refiere siguiendo el orden que él mismo establece. Junto a

esto, plantearemos las implicaciones investigadoras o la pertinencia de su función

35 BROCHARD, Op. cit., p. 78. 36Hankinson ha señalado que los Diez tropos no corresponden en su totalidad a Enesidemo aun cuando Sexto en los Esbozos Pirrónicos así parezca aludirlo. 37Cfr. WOODRUFF, Paul, The Pyrrhonian Modes, en: “The Cambridge Companion to Ancient Scepticism”, RichardBett (ed), Cambridge University Press, New York, 2010, p. 217.

36

desde el contexto de los intereses escépticos y la eficacia en la consecución de los

resultados.38

1.2.3.1. Diez Tropos.

I. Según la diversidad de los animales [E.P. I, 41-79] Su intención general es

hacer notar que de fenómenos idénticos no se ofrecen representaciones idénticas a

partir de cinco aspectos. En primer lugar, se parte de una atención a los modos de

generación en los animales; dada la variedad de las formas en que se originan, unos

sexualmente, otros asexualmente, es verosímil pensar que también su forma de

sentir varía produciendo representaciones que, oponiéndose, traen como

consecuencia lo incompatible, discordante y contradictorio en estas.

En segundo lugar, se atiende a las diferencias respecto del órgano de visión por

el que también tenemos una experiencia de los fenómenos y el cual tomamos

muchas veces, como base para nuestros juicios. Así pues, es evidente que por

comparación podemos observar que nuestro órgano de visión, fisiológicamente

difiere del de algunos animales; de ahí que se pueda conjeturar que “los animales

no ven las mismas cosas, ni iguales en fenómenos, ni semejantes en forma, sino tal

como construya la imagen de cada uno el órgano de la vista que recibe el

fenómeno” [E.P. I ,49]. Esta mención por las diferentes constituciones orgánicas

indica, creemos, un reconocimiento de la variedad de los aparatos perceptivos a

partir de los cuales experimentamos el mundo y, por lo mismo, la imposibilidad de

establecer la inmediata concordancia con el fenómeno dado que es verosímil que

igualmente difieran las representaciones según las diferencias fisiológicas. Del

38 Los Diez Tropos son examinados detalladamente por Barnes en TheToils of Scepticism, quien principalmente se preocupa por sus fuentes filosóficas y por Hankinson en TheSkeptic. Además de los Cinco Tropos en donde dedica algunas líneas a estudiar sus fuentes y estructura. También sobre las fuentes de los Tropos ajenas a la obra de Sexto Empírico P. WoodruffOp., cit., p. 217 ss. aporta datos relevantes. Este apartado no pretende el mismo nivel de detalle sobre la especificidad de los Tropos aunque sí los explora desde su pertinencia en la investigación escéptica. Quisiéramos señalar que en general los comentaristas resaltan en el conjunto de los Tropos los Diez atribuidos a Enesidemo y los Cinco atribuidos a Agripa. Respecto de los Tropos contra los casualistas, (atribuidos a también a Enesidemo) y el Tropo del futuro no hay mayor consideración.

37

mismo modo, en el tercer apartado se señalan las diferencias en los demás órganos

de los sentidos a partir de la variedad fisiológica de éstos respecto a otros animales

y la posibilidad de conjeturar que también en ellos los fenómenos se representan de

manera particular a la constitución de sus órganos

En cuarto lugar, la atención es dirigida a considerar las diferentes constituciones

o potencialidades de los animales según las cuales reciben el fenómeno. Así pues,

se observa que el mismo fenómeno para unos puede ser tanto más agradable como

para otros desagradable. Es el caso de los animales que prefieren la hierba y

mientras que otros la carne; unos se complacen con la comida descompuesta y otros

únicamente la fresca. El ejemplo de Sexto es el del ungüento, “agradable para los

hombres, insoportable para los escarabajos y las abejas” [E.P. I,57]; más aún, si

pensamos que lo agradable junto con lo desagradable son los que producen o

determinan las representaciones, entonces es verosímil pensar en las distintas

representaciones que según las diversas constituciones se hacen de los fenómenos.

Finalmente, con menos jactancia que humor, Sexto plantea la hipótesis que

compara un hombre con un perro en cuanto a su razón. Se trata de enfrentar los

supuestos de los dogmáticos quienes escandalizados evitan tal comparación. Las

observaciones de Sexto apelan a considerar una similitud de uno y otro en cuanto al

proceder en la vida, o como él mismo lo menciona, similitud en cuanto a los

“conocimientos empíricos” [E.P. I,63]. Según él, si de Razón se habla, esta podría

determinarse por dos elementos: la denominada «Razón interior» y la también

denominada «Facultad de expresión». De la primera se afirma que se ocupa de la

“elección de lo apropiado y el alejamiento de lo inapropiado, del conocimiento de

las artes que contribuyen a eso y del logro de las virtudes acordes con el propio

modo de ser y relativas a nuestras pasiones.” [E.P. I, 65]. Según esta, de un perro

podríamos decir que cumple con la definición pues no nos es ajeno observar que

persigue la comida, tal vez, considerándola como lo apropiado y se aleja del látigo,

así mismo, en tanto para él lo inapropiado. Tampoco se podría referir que sea ajeno

a la virtud pues siendo la justicia la que provee a cada uno algo de acuerdo con sus

méritos (algo así como recoger lo que se cultiva) el perro mueve la cola y custodia a

38

sus benefactores y ahuyenta a los extraños. Además, de esta virtud también podría

decirse que es valiente e inteligente (excelencias propias de un perro), así como que

esta virtud le ha enseñado el arte para lo que le es propio pues es capaz de buscar,

calmar y curar sus propios sufrimientos físicos. En cuanto a la facultad de expresión

Sexto considera que no es necesario ocuparse de su examen pues “de un mudo no

se puede decir que es irracional” [E.P. I, 75]. En cuanto al perro, ladra y mueve la

cola; formas aparentes de expresión ante determinadas afecciones. De esto se

concluye que no podemos anteponer nuestras representaciones mentales a las que

se dan en los animales irracionales, ni por tal, determinarlos como irracionales.

II. Según la diferencia entre los hombres [E.P., I, 79-90] La estrategia para

presentar este tropo es establecer una hipótesis y a partir de ahí disponer la atención

hacia aquello que podría ser enunciado como la diferencia entre los hombres. Así

pues, según se dice, el hombre está conformado por cuerpo y alma; del primero se

afirma que diferimos según los rasgos externos así como en las características

orgánicas internas. Respecto del primer caso, por ejemplo, ante la presencia de un

blanco en una comunidad de negros, es manifiesto la extrañeza que esto pudiera

producir. Dado esta diversidad, diversas también serán las representaciones que

producen. Respecto del segundo, hay alimentos que en algunos son mejor digeridos

que en otros; si bien por la clase del alimento, también por la potencialidad

particular del órgano. En segundo lugar se considera la configuración del cuerpo.

Según Sexto, y apoyado en un argumento que procede de la fisiología, el cuerpo es

una representación del alma. Y si hay variedad en los cuerpos entonces es verosímil

afirmar que hay variedad en las almas. Prueba de ello es que los hombres discrepan

entre lo que hay que elegir y rechazar.

III. Según las diferentes constituciones de los sentidos [E.P., I,91-117] Este

argumento gira en torno a una atención a las diferencias entre los sentidos a partir

de la observación de que de un mismo objeto cada sentido percibe características

diferentes. Con el ejemplo de la miel se puede comprobar este Tropo; “dulce para el

sentido del gusto, empalagosa para el tacto” [E.P., I,93]. De acuerdo con esto, tal

vez, únicamente podemos describir la afección que nos produce, más no decir qué

39

es, pues al parecer los sentidos experimentan cada uno una dirección según su

constitución. Por lo tanto, solamente podemos emitir opiniones de algo como

aparece en cada momento. Ahora bien, considerar que este fenómeno posee sólo

estas características destinadas a cada una de los sentidos es tan verosímil como

considerar que tiene tantas otras que se nos esconden, es más, según este

razonamiento, también podríamos considerar que tiene una única cualidad la cual,

sin embargo, en un examen encontramos la suspensión la suspensión del juicio

tanto de esta como de las otras pues estas carecen de fundamento en lo manifiesto.

IV. Según las circunstancias [E.P., I, 100-117] Este tropo tiene la particularidad

de inducir la suspensión del juicio a partir de una independencia de los sentidos tal

como los anteriores lo habían señalado. Aquí se trata de mostrar la variedad de

“disposiciones en las que uno puede hallarse” [E.P., I, 100]. El argumento apela a

las circunstancias tanto anímicas como espaciales o temporales en medio de las

cuales se nos representamos los fenómenos. Parece que hay una moción por el

carácter situacional en el que nos relacionamos con las cosas en cuanto no somos

ajenos a cierto contexto que nos acompaña. Dado este hecho, “es fácil decir cómo

se muestra a cada cual los objetos pero no qué son puesto que esta disparidad es

inconciliable” [E.P., I, 112] en tanto que parece que los canales perceptivos tienen

la propiedad de estar siempre alterados según la situación anímica en medio de la

que nos encontremos de esta manera “serán indecibles las diversas representaciones

mentales surgidas según las diversas disposiciones” E.P., I, 117]

V. Según las posiciones, distancias y lugares [E.P., I, 118-123] Los fenómenos

son observados desde algún lugar, desde alguna distancia y en alguna posición,

cada una de las cuales produce gran disparidad en lo referente a las

representaciones mentales pues a partir de variaciones de una y otra podemos ver

que el fenómeno no se presenta de la misma manera. La conclusión es una vez más

que el desacuerdo entre lo que se percibe, del cual este tropo señala, no permite

establecer cuál es la característica intrínseca de la realidad.

40

VI. Según las interferencias [E.P., I, 124-129] Este tropo manifiesta que según

de lo que se ha tenido experiencia ninguna de las cosas externas se ofrece en sí

mismas sino siempre junto con algo. Podríamos decir que percibimos la mezcla, no

las cosas en su pureza. Ni los sentidos ni la inteligencia pues tanto esta como

aquellos no son libres de humores que las predisponen así como de circunstancias

que la rodean. El objeto siempre se nos presenta junto con algo, dado que se

presenta en situación, ya sea en cuanto al lugar, la disposición o la constitución del

órgano del sentido, etc.

VII. Según las cantidades y composiciones o combinaciones de los objetos

[E.P., I,129-135] Aquí se muestra que ciertas sustancias parecen diferentes y

causan efectos diferentes según su cantidad. Como el efecto del alimento según la

cantidad; cuando es poco no satisface la necesidad, cuando es mucho la enferma.

Esto indica que las cosas que parecen provechosas pueden ser perjudiciales

dependiendo de su cantidad. Este argumento se relaciona con las propiedades de las

medicinas en las cuales la mezcla exacta de fármacos hace provechoso el

compuesto según la necesidad particular. Sin embargo, una desmesura en el

medicamento, o por el contrario, una insuficiencia, no conseguirá el efecto que se

busca. De esta manera, dada la disparidad de las representaciones mentales según

las combinaciones, lo mejor será suspender el juicio a este respecto.

VIII. A partir del relación con algo [E.P., I, 135-140] Dado que todas las cosas

están en relación con algo nos es imposible afirmar un juicio sobre qué sean

absoluta y objetivamente. Este tropo apela a la inevitable relatividad con que se

habla de las cosas. Se hace una moción por la claridad en la disposición a igualar el

“son” por el “aparece” en tanto no podemos diferenciar plenamente las cosas, ni

siquiera pensado pues es pensado en relación con aquello de los que se distingue.

De esta manera “no podemos decir cómo es cada cosa según su propia naturaleza e

independiente de lo demás, sino cómo aparece en eso con relación a algo” [E.P. I ,

140]

41

IX. Según los sucesos frecuentes o raros [E.P., I, 141-144] Este tropo señala

que los juicios, muchas veces, dependen del grado de frecuencia de un fenómeno;

por ejemplo la salida del sol no provoca el mismo efecto que el paso de un cometa.

Se tiende a valorar de manera diferente aquellas que a nosotros nos resulta extrañas

que aquellas con las que tenemos una relación habitual. “Si imagináramos que el

agua escaseara ¡Cuánto más valiosa nos parecería que todas las cosas que creemos

que son válidas!” [E.P., I, 143]

X. Según las formas de pensar, costumbres, leyes, creencias míticas y opiniones

dogmáticas. [E.P., I, 145-164] Según Sexto, este Tropo es el que más referencia

hace a lo ético. Y lo dice con razón pues su planteamiento conduce a confrontar

cada uno de estos ámbitos (o lo que desde cada una de sus perspectivas buscan

plantear una suerte de ética) entre sí. En primer lugar caracteriza cada uno de estos

conceptos. Así, respecto de la forma de pensar, afirma que “es un enfoque de la

vida o de determinada cuestión surgido en torno a una o varias personas” [E.P., I,

146]. De una ley refiere que “es un contrato escrito entre los que forman un estado,

quien la incumple es castigado” [E.P., I, 146]. De la costumbre afirma que es

similar a una norma social, se trata de “la aceptación común de alguna cosa por

parte de muchos hombres” [E.P., I, 146] Respecto de una creencia mítica señala

que “es la aceptación de cosas no sucedidas e inventadas” [E.P., I, 147]; estas

tienen la particularidad de arrastrar a muchos a la credulidad. Finalmente, de la

opinión dogmática afirma que “es la aceptación de un hecho que parece justificable

en virtud de alguna analogía o alguna demostración” [E.P., I, 147]. De este modo,

a partir de una confrontación de cada una de estas observaciones entre ellas, Sexto

señala la imposibilidad de afirmar la realidad objetiva sino como aparece según

ciertas leyes, ciertas costumbres, etc

1.2.3.2. Cinco Tropos.

I. A partir de del desacuerdo. Es el tropo por el cual se atiende a la variedad en

las opiniones, tanto entre la gente corriente como entre los filósofos, por lo cual

42

concluimos, dada su insuperable divergencia, suspender el juicio al no tener

argumentos para elegir ni rechazar cualquiera de ellas.39

II. El de caer en una recurrencia ad infínitum. En este tropo nos damos cuenta

de que el criterio o garantía sobre el que se sustenta la afirmación o negación de un

determinado asunto necesita otra garantía, esta de otra así y sucesivamente hasta el

infinito por lo cual suspendemos el juicio.40

III. A partir del con relación a algo. Este tropo se dirige a observar que el objeto

aparece de tal o cual forma, según el que juzga y según lo que acompaña su

observación. Por lo cual suspendemos el juicio al respecto. Vale la pena notar que

este tropo Para Sexto es el más general de lo que ha introducido en su texto pero la

referencia está encaminada a hacer notar que todos los demás están contenido en

este. De ahí que podamos suponer que se identifique al escepticismo con un

relativismo pues, y de acuerdo con esto, el escepticismo apunta a establecer que las

posiciones dogmáticas siempre surgen en relación con algo y no absolutamente.41

IV. Por hipótesis. Este tropo señala que al caer en una recurrencia ad infinitum,

(Segundo tropo), con la finalidad de evadir la justificación teórica de sus

presupuestos, los dogmáticos parten de algo que directamente y sin demostración

creen oportuno tomarlo por convenio.42

V. Círculo vicioso. Ocurre cuando lo que debe ser demostrado, dentro del tema

que se está investigando, tiene necesidad de una garantía derivada de lo que se está

estudiando. En este caso, no pudiendo tomar ninguna de las dos cosas como base

para la otra, mantenemos el juicio sobre ambas.43

1.2.3.3. Tropos contra los causalistas.

39Cfr. E.P.I, 165. 40Cfr. E.P. I, 166. 41Cfr. E.P. I, 167. 42Cfr. E.P. I, 168. 43Cfr. E.P., I, 169.

43

I. El primer tropo se dirige a hacer notar que aquellos que afirman algo no

manifiesto como causa de algo manifiesto, sólo lo hacen como un postulado mas no

como una evidencia que bien sea unánime o suficiente.44

II. Este segundo tropo señala que ante la abundancia de posibilidades para

determinar la causa de un efecto, algunos han convenido en determinar cierta causa

discriminando otras igualmente verosímiles.45

III. Este tropo señala que de aquellas cosas o series aparentemente ordenada de

efectos, convienen en dar una causa que no corresponde con el orden de lo que

aparece.46

IV. Este tropo hace notar que dado al parecer es posible observar cómo se

produce lo aparente, se asume que es igualmente observable cómo se produce lo

que no es aparente.47

V. El tropo número cinco trata de hacer notar que muchas veces se postula una

causa según, no un método acorde con lo que a todos se manifiesta, sino de acuerdo

con hipótesis personales.48

VI. Este tropo señala que algunas veces aceptan lo que concuerda con sus

propias hipótesis rechazando una causa que choca con estas siendo incluso,

igualmente probable.49

VII. Este tropo señala que muchas veces se postulan causas que contradicen no

solamente los fenómenos sino incluso poco tiene que ver con las hipótesis que se

han formulado50

VIII. Este tropo apela a señalar que muchas veces se construyen investigaciones

absurdas como también absurdas son las cosas que se dan como evidentes o las

teorías igualmente absurdas para intentar demostrar una causa.51

44Cfr. E.P., I, 181. 45Cfr. E.P., I, 181. 46Cfr. E.P., I, 181. 47Cfr. E.P., I, 182. 48Cfr. E.P., I, 182. 49Cfr. E.P., I, 183. 50Cfr. E.P., I, 184. 51 Cfr. E.P., I, 184.

44

Después de haber referido esta larga lista nos compete señalar la similitud y las

diferencias entre unos y otros, así como su pertinencia dentro del despliegue

escéptico. Respecto del primer punto52 podríamos referir que, según la

interpretación hegeliana, y sin entrar en detalle por la pertinencia del escepticismo

dentro de su sistema53, podríamos asegurar que en los diez primeros tropos hay un

énfasis en señalar las situaciones concretas o experimentables mientras que en los

de Agripa, así como en los Tropos contra los casualistas, hay un énfasis en señalar

la inconmensurabilidad de los juicios que puedan hacerse a partir de una atención a

las mismas estrategias de la razón. Es decir, los primeros atienden a observaciones

con base en la experiencia inmediata. Así, si se nos plantea un problema de gusto,

por ejemplo, sencillamente procederemos a confrontar observaciones que indicaran

la variedad en los gustos que pueda haber, lo cual nos conducirá a la suspensión del

juicio ante la pretensión de definir el sabor. Ahora bien, si se nos plantea otro

problema, como el de los momentos de la investigación de la verdad, por ejemplo,

los argumentos de los que nos valgamos ya no serán tan fácilmente alcanzables.

52 Otra manera de acercarnos a esta pregunta es aquella en la que en general los comentaristas prefieren. Para Hankinson, por ejemplo, los diez primeros tropos responden a una forma retórica de ataque dogmático ante los presupuestos que informan sobre la realidad y la naturaleza Cfr., HANKINSON, R.J., Op. cit. p. 144. Según él, la mayoría de los argumentos que aparecen tienen la siguiente forma : (1) X parece ser F a P en la situación S, (2) X parece ser F* a P* en la situación S*, (3) X no puede ser F y F* al mismo tiempo, (4) No existe ningún criterio sólido para determinar cuál de las apariencias, (1) o (2), es la correcta o verdadera, (5) Por tanto, desde un punto de vista racional, no podemos afirmar o negar que X es realmente F ni que X es realmente F*, (6) Como resultado, suspendemos el juicio acerca de si X es realmente F o realmente F* Por el contrario los Cinco Tropos responden a una forma auxiliar de lo Diez. Cfr. HANKINSON, Op. cit. p. 165. Nosotros apreciamos estos interesantísimos aportes pero tomamos distancia de ellos en esta tesis por considerar que más que estudiar lo que refiere el mismo Sexto, imponen un criterio lógico de los mismos pero que en este caso no se aplica pues la función de estos es persuasiva y para ello se sirven de la gran posibilidad de argumentos que le salen al paso. más no lógica. 53Según Hegel, para quien el escepticismo es la coronación de todo saber en tanto sustituye el ser del saber por la expresión de la apariencia y por lo mismo pone de manifiesto en todo lo determinado su carácter inseguro, hay una distinción clara entre los Diez Tropos y los de Agripa. Para él, los primeros diez tropos dado su carácter poco desarrollado, efectúan el examen del dogmatismo del sentido común; se dirigen contra la conciencia corriente, una conciencia que tiene ante sí el ser sensible; refutan lo inmediato de la creencia corriente de la verdad de un modo inmediato. Por el contrario los cinco tropos atribuidos a Agripa, refutan el pensamiento reflexivo; contra el ser pensado de lo sensible y su determinación por medio de los conceptos. Cfr. HEGEL, G. W. F., Lecciones de historia de la filosofía, pp. 437ss.

45

Requerimos una exigencia más precisa para lograr confrontar argumentos que sean

dignos de esta inquietud. Si bien no podremos contentarnos con cualquier opinión,

procederemos a confrontar posibilidades que en sí mismas son estrategias de

investigación. De ahí que podamos concordar con Hegel y asumir que hay niveles

de argumentación. Esto es mucho más claro si pensamos que cuando los

dogmáticos postulan la realidad de aspectos como la demostración, los signos, o

incluso de la verdad entre otros, no podríamos investigarlos si simplemente nos

atenemos a los fenómenos, o si se quiere a aquello que señalan los Diez Tropos

puesto que su manifestarse procede de una opinión dogmática y no de un

fenómeno. De esta manera, si bien no tenemos una impresión inmediata de ellos no

por ello dejan de ser protagonistas en las pretensiones dogmáticas; de ahí la

pertinencia de los Cinco Tropos o de los Tropos contra los casualistas54

Dicho esto, en segundo lugar nos corresponde mencionar algo sobre la

pertinencia de los Tropos dentro del despliegue escéptico. Aquí quisiéramos hacer

notar aquello que refiere Sexto al final de los Esbozos; el escéptico “unas veces se

vale de formas de persuasión enérgicas y otras no vacila en plantear adrede

argumentos que parecen poco brillantes porque muchas veces le bastan para

alcanzar su propósito” [E.P. I,10] lo cual implica que según las exigencias de la

investigación y el modo particular del tratamiento se efectúa el uso de los tropos y

no con respecto a la realidad de lo que se quiere atacar. De esta manera, y según lo

que habíamos mencionado en el inicio de la exposición sobre los Tropos, podemos

concluir que, en general, estos más que presentarse como argumentos contrarios a

las tesis dogmáticas asumen el papel de inducir la ataraxia a partir de la

investigación o el examen de los postulados dogmáticos. Es por ello que la

peculiaridad de estos no radica sino en su eficiencia persuasiva en el ataque. Es

54 Esta distinción resulta mucho más clara si atendemos a la investigación que el propio Sexto hace de los postulados dogmáticos en el Libro II y III. Allí continuamente se hace uso de los Cinco Tropos pues, pensamos, Sexto hace ver que el nivel de argumentación dogmática exige que su ataque no se quede en la inmediatez de los sentidos, sino que postule hipótesis de investigación de los supuestos sobre los que se erige, en este caso el estoicismo, con el fin de lograr la suspensión del juicio respecto de lo que afirman. En el capítulo II de nuestra tesis podremos observar cómo Sexto se dispone a investigar lo concerniente al postulado «por naturaleza» aun cuando de esta no tengamos más experiencia que lo que los dogmáticos refieren.

46

decir, los tropos no tienen la intención de determinar positivamente aspecto alguno

de la realidad puesto que si así lo hicieran serían más herramientas dogmáticas que

escépticas. Esto implica que nos debemos acercar a los tropos teniendo presente

que se trata de estrategias terapéuticas más que lógicas55. Es por ello que podemos

decir que los tropos disponen al espíritu para que este considere argumento u

fenómeno alguno sin que necesariamente caiga en la afirmación o negación

determinante de éstos. Es decir, aunque puedan son tomados como argumentos, no

introducen una creencia que pueda turbar el espíritu más que aquella que se

manifiesta; no remplazan lo atacado con un nuevo argumento. Su pertinencia en la

exposición de la actitud escéptica está salvaguarda por el fin al que se dirigen;

lograr la suspensión del juicio.56

1.2.4. Sobre la epojé y la ataraxia.

Como hemos venido observando, la actitud escéptica está caracterizada como

una capacidad que establece contraposiciones en los fenómenos y las

consideraciones teóricas mediante los tropos, lo cual la lleva a suspender el juicio

(epojé) respecto del valor de verdad o falsedad, y así lograr la tranquilidad del alma

(atarxia). De esta manera, nos resta indagar por estas últimas características del

escepticismo que en le conjunto responderían al para qué del hacer escéptico. Así

pues, en primer lugar indaguemos por la suspensión del juicio a la luz de las

denominadas «expresiones escépticas», y más adelante atendamos a la ataraxia o el

fin al que se conduce el escéptico.

La «suspensión del juicio» es considerada como el “equilibrio de la mente por el

que ni se rechaza ni se pone nada” [E.P. I,10]. Recordemos que el escéptico asiente,

55 P. Woodruf en su artículo concerniente a los Tropos ha plantado la hipótesis de investigación según la cual los tropos son “a rhetoricalstrategywould induce relaxation of mindwithoutintroducinganybeliefs”. Cfr. WOODRUF, P., Op, cit., p. 210. Si bien nosotros compartimos lo que refiere en la segunda parte de la proposición, no lo hacemos con la primera. Para nosotros es claro que por un lado hay una diferencia entre estrategia retórica y estrategia persuasiva; por otro lado, los tropos, como Sexto mismo lo indica, inducen la suspensión del juicio más no la ataraxia. Sin embargo lo relevante de su artículo es hacer notar que el escéptico toma partido por estrategias retóricas en vez de estrategias demostrativas lo cual, en este punto, coincide con los planteamientos de Sexto. 56 Cfr. E.P., I. 31.

47

únicamente a las sensaciones que se imponen a su imaginación, es decir, a lo que se

le manifiesta. Este asentimiento no implica que se pretenda determinar en ninguna

de sus formas, es decir, ya como una determinación de una realidad exterior, ya

como una determinación de una realidad interior; apenas como una afección que no

pretende elevarse a realidad en cuanto tal. De acuerdo con esta paradójica situación,

la misma forma de la expresión escéptica (expresión de estos estados afectivos o

experimentables) también exiga una particularidad paradójica en su expresión:

“igual que entre los medicamentos, los purgativos no solo expulsan del cuerpo los

humores orgánicos, sino que se expulsan a sí mismos junto con esos humores”

[E.P. I,206] De ahí que en la investigación se “haga uso de ciertas expresiones

indicadoras de nuestra forma de sentir” [E.P., I,187] que ha denominado

«expresiones escépticas»57. Estas son:

I. «No es más» (ού μαλλον); Se trata de una expresión elíptica. No se toma como

negación o asentimiento, sino en el sentido que aduce a los resultados obtenidos de

la investigación. “Hacemos uso de esta expresión sin estar seguros de que ella sea

absolutamente verdadera e indudable, sino refiriéndonos a lo que resulta

manifiesto” [E.P. I,191]. En este sentido, en virtud de la equivalencia persuasiva de

lo investigado, la expresión manifiesta la neutralidad persuasiva de aquello o, en

otras palabras, el no asentimiento a ninguna como la más preferible.

II.«No afirmar nada» (αφασίαν). Sexto menciona que «Afirmar» se puede

entender de dos maneras; Afirmación en sentido genérico (general), la cual refiere a

expresiones que denotan ya sea una afirmación ya sea una negación, tales como:

“es de día”, “no es de día”. O afirmación en sentido restringido (especial) las cuales

denotan sólo afirmación. De esta manera con la expresión «No afirmar nada» se

indica la ausencia de cierta afinidad según lo que se está investigando.

III. «Quizás» (τάχα), «es posible» (εξεστι) y «puede ser» (ενδέχται) Son

expresiones que se distancian del «aquello es» para encaminar la investigación a

partir del «puede ser».

57 Cfr. E. P., I, 187ss.

48

IV. «Suspendo el juicio» (επέχω) se toma en lugar del «no puedo decir a cuál de

las cosas presentes debe darse crédito y a cuál no», dando a entender, de esta

manera, que las cosas aparecen iguales en cuanto a credibilidad y no credibilidad.

Sin embargo, ni siquiera hay una seguridad en su igualdad, “sólo decimos lo que

de ellas nos es manifiesto cuando se nos ofrecen” [E.P. I, 196]. En virtud de esta

equivalencia la mente se mantiene en suspenso sin establecer ni rechazar nada.

V. «Nada determino» (ουδενορίζω) Si determinar es expresar una posición

absoluta, con esta expresión el escéptico propenda a un alejamiento de cualquier

determinación. Según esto, la expresión no se entiende como una proposición

general, es decir, en todos los casos, sino particular, ante una opinión dogmática. Es

por ello que esta expresión refiere mas a una forma de sentir respecto de.., o como

lo dice el mismo Sexto “«estoy en una situación de ánimo tal que ni establezco

dogmáticamente nada de lo que cae bajo este estudio ni lo rechazo»” [E.P. I, 196].

VI. «Todo está indeterminado» (πάντα εστίν αόριστα) así como el que dice

“paseo” dice implícitamente “yo paseo”, así también el que dice “todo esta

indeterminado” sobreentiende –a nuestro modo de ver- el en cuanto a mí o el según

a mí me (a)parece; de modo que lo que se dice sea algo así: “«cuantas cosas

examiné de las que se investigan entre los dogmáticos, a mí me aparecen tales que

considero que ninguna de ellas aventaja en cuanto a credibilidad o no credibilidad a

lo que se le opone»”[E.P. I, 199] Así pues, esta expresión más que expresar la

totalidad de lo experimentado, expresa el estado mental resultante de la

investigación (epojé).

VII. «Todo es inaprensible» (πάντα εστίν ακατάληπτα). Es una expresión de

quien no se pronuncia tajantemente sobre las cosas que se estudian entre los

dogmáticos afirmando que sean de tal naturaleza que resulten inaprensibles, sino lo

de alguien que expone su propia forma de sentir. Así pues esta indicará: “«Todas

cuantas cosas examiné de las no manifiestas que se estudian dogmáticamente, a mi

me aparecen como inaprensibles»”[E.P. I, 200]

49

VII. «No capto» (ακαταληπω), «no aprehendo» (ου καταλαμβάνω) indica que en

cuanto al presente evita aprender o rechazar ninguna de las cosas no manifiestas

que se estudian.

IX. «A cada argumento se opone un argumento equivalente» (παντίλόγοωλόγος

αντίκειται) se refiere que a cada argumento de los que establecen algo

dogmáticamente, es decir, algo no manifiesto, y por lo cuales se el escéptico esta en

la facultad de analizar, encuentra otro que se opone en cuanto a su valor de

credibilidad; y no del que se construye desde unas premisas y una conclusión sino

arbitrariamente.

Tras haber mencionado algunas de las características de las denominadas

«expresiones escépticas» tal vez nos sea posible ver mucho más claramente su

pertinencia en el despliegue investigativo escéptico y su relación con la suspensión

del juicio. Así, si al considerar una opinión, el escéptico encuentra que esta tiene

tanto valor persuasivo como alguna otra que se le opone, suspenderá el juicio

señalando esta acción mediante alguna de las expresiones antes citadas. Podemos

pensar que a partir de lo referido el escepticismo insinúa una suerte de silencio, casi

una actitud que procura disponerse a ello. Si bien esto no es señalado por Sexto

dado que la expresión no sólo corresponde al fonema, si podría pensarse en su

viabilidad como terapia respecto de lo que afirman los dogmáticos y como esto

predispone anímicamente.

Ahora bien, la suspensión del juicio no sólo implica una actitud, digámoslo, en

la expresión, sino además, “la actitud mental que surge en el estudio de lo que se

investiga” [E.P. I,2] es decir, la consecución de ciertos resultados mentales, o si se

quiere, del alma o espíritu del escéptico. Al suspender el juicio no solamente se

clausura la expresión respecto de aquello sobre lo que se exige un juicio, sino que

se cierra la posibilidad inmediata de afinidad psicológica alguna hacia tal o cual

argumento. Como ya podemos ver, la calidad de la argumentación no se mide por

su rigor lógico sino por su afinidad persuasiva. Así, tal como señalábamos cuando

referimos la relación que se establece con los fenómenos y las consideraciones

teóricas, aquí también la relación es en la actitud y no en la calidad de los

50

argumentos en cuanto tal. De esta manera, suspender el juicio respecto de los

argumentos que sobre los fenómenos se afirman, implica, además, disponer la

mente respecto de la afinidad que esta pudiera tener con argumento alguno que

asumiera como absoluto o concluyente. De ahí que Sexto mencione que “se dice

«suspensión del juicio» por eso de que la mente -en virtud de esa equivalencia de

las cosas en estudio- se mantiene en suspenso sin establecer ni rechazar nada”[E.P.,

I,196]. Así pues, la epojé en la investigación escéptica funciona como la

disposición mental que se busca alcanzar respecto de la verosimilitud de los

argumentos que se presenten como dogmáticos. Este resultado no es asumido como

una conclusión sino como una especie de condición sobreviniente tras la

investigación. Es decir, no se alcanza como el producto de una consideración

teórica frente a la cual se asume su verosimilitud o no según los argumentos que

puedan darse, sino como un estado mental experimentado en el que efectivamente

tomar partido por argumento alguno resulta insostenible.

Finalmente, nos resta mencionara algo respecto del fin y fundamento de la

actitud escéptica, o aquel para qué se investiga escépticamente. Recordemos que la

investigación en momento alguno se ha emprendido sin más; siempre se ha

procurado establecer cierta meta o cierto aspecto que busca responder y no por ello

de manera concluyente. Así, si en este caso el fin al que se quiere llegar es “un fin

en vista de de lo cual todo se hace o se piensa”[E.P. I,25], entonces el fin del

escepticismo es, en general, “lograr la serenidad del espíritu en las cosas que

dependen de la opinión y el control del sufrimiento en las que se padece por

necesidad” [E.P. I,25]58 Así pues, en último término, la actitud escéptica se

despliega como una terapéutica respecto del tratamiento de los malestares que

estamos en potencia de tratar. Recordemos que el ámbito de la investigación

escéptica es la opinión, o aquello que se afirma del fenómeno más no el fenómeno

mismo. Así que “lograr al serenidad (ataraxia) del espíritu en las cosas que

58A continuación de esta mención, en el texto, se señala el que podríamos llamar el origen de la actitud escéptica en donde el papel del azar es significativo Cfr. E. P., I, 26-29. Mencionamos en este aspecto pues como veremos, en la segunda parte, la pretensión dogmática por establecer una forma de vida considera el azar como algo que no debe tenerse en cuenta mientras que desde el escepticismo se ve cómo es un factor más que relevante en la vida.

51

dependen de la opinión”, es disponerse en cierta actitud que toma distancia respecto

del valor de las afirmaciones dogmáticas dado los efectos manifiestos que se

despliegan al asentir a ellas. Así, si bien este ámbito, según el escéptico, es el único

en el cual nos es posible adoptar una actitud, y como mencionábamos al principio

podemos adoptar aquella que asiente (dogmática) o aquella que busca investigar

(escéptica), la serenidad del espíritu sólo llegará en tanto se tome aquella que al

procurar abrir la investigación tome distancia respecto de la opinión que pueda

considerarse como absoluta y por ende, determinante de la realidad. Cuando se

muestra las disparidades entre los fenómenos y las consideraciones teóricas, se

dispone dicha serenidad como el resultado que se está en potencia de asumir

respecto del valor de lo que se afirma.

Ahora bien, la ataraxia, según la mención inicial, no corresponde únicamente

con la actitud que tomemos ante las opiniones, sino que implica, además, “el

control del sufrimiento en lo que se padece por necesidad”. Si bien ya mostramos

que lo que se afirma no corresponde con necesidad alguna pues se escinde de una

plenitud simpática con el fenómeno, con dicha mención se afirman ciertos

padecimientos como manifiestos. La afirmación de este padecimiento es más

determinante que cualquier opinión Su virtud consiste en que, a diferencia del

estoico, por ejemplo, el escéptico procura no hacer un juicio de valor sobre, estos,

incluso sobre el sufrimiento; ni lo alaba ni lo desprecia, menos aún lo eleva a la

condición de realidad tal como lo haría el budismo por ejemplo; tampoco lo toma

como escudo para proponer una teoría que busque suprimirlo que no sería más que

una máscara retórica. El sufrimiento en el escepticismo se presenta como una

afección que aparece sin más, sin que ante él seamos capaces de ocultarnos; como

una afección que produce el fenómeno59. Esta suerte de sometimiento al fenómeno

hace que el fin hacia el que dirige el escepticismo, la ataraxia, se justifique como

cierta actitud que en medio de un suerte de reconocimiento da cuenta de la vida

mucho mejor que el de las doctas promesas dogmáticas. El escéptico, en este caso,

reconoce, menos artificiosamente, el parecer de un dolor experimentado, por

59 Cfr. E. P., I.

52

ejemplo, el cual carece un discurso más que del de la propia particularidad del

mismo dolor. No hay tal dolor en sí, o tal actitud en sí frente al mismo sino aquella

que el agente padezca. Así que lograr el control del sufrimiento en lo que se padece

por necesidad es señalar, si bien no una serie de técnicas que busquen suprimirlo, si

una especie de conciencia de dicha condición y lo innecesario de una opinión que

puede incrementar dicho sufrimiento.

Como podemos observar nos hemos restringido de caer en la tentación de

afirmar que el escepticismo es un método positivo que garantiza alcanzar la

ataraxia. Si bien es un fin, no por ello el escéptico se compromete a asegurar que

logre su consecución siguiendo tales pasos. Como ya anunciábamos cuando nos

referimos al escepticismo en cuanto capacidad, y como veremos en el siguiente

capítulo, el escepticismo no es una técnica que al aplicarse produzca efectivamente

los resultados esperados, por lo menos no en cuanto a la consecución de la ataraxia.

De ahí que, tal vez, el escéptico no menosprecie el papel de azar. Es así como diría

el mismo Sexto más adelante cuando señale la ingenuidad humana al pretender

erigir una técnica de vida mediante una cita de Homero “pues tal es la mente de los

humanos. Como cada día disponga el padre de los hombres y de los dioses.”60 En

este punto nos debe resultar desconcertante la actitud pues si bien no promete el

resultado, no por ello lo descarta de antemano. Por eso estamos de acuerdo con

M.Nussbaum quien en el capítulo Purgantes escépticos señala: “la orientación

escéptica hacia la ataraxia no es una creencia ni un compromiso con unos valores

(…) la ataraxia no necesita convertirse en un compromiso dogmático porque es ya

un impulso animal natural que forma parte de las «exigencias vitales»” 61 Si bien a

propósito de esta cita no nos detendremos a considerar lo que sea o no por

naturaleza (pues es algo que nos compete en el segundo capítulo), si queremos

llamar la atención sobre el hecho que el escepticismo promete la ataraxia tal como

60 Homero, Odisea, XVIII, 136. 61 NUSSBAUM, M., Purgantes escépticos, en: “La terapia del deseo” p. 381.

53

el médico la salud; no se ocupa de discutir si tal es la ataraxia o tal otra sino que

actúa como llevado por un impulso.62

“Ciertamente no pensamos que el escéptico esté inmune a la turbación, sino que reconocemos que se turba con las necesidades; pues estamos de acuerdo en que también experimenta a veces frio, igual que sed y otras cosas por el estilo. Pero incluso en estas cosas la gente corriente se atormenta por partida doble: por sus sufrimientos y –no menos- por el hecho de creer que esas situaciones son objetivamente malas; mientras que el escéptico, al evitar pensar que cada una de estas cosas es objetivamente mala, incluso en ellas se maneja con más mesura” [E.P. I,29]

Finalizamos así esta segunda parte del capítulo no sin antes mencionar algunas

palabras al respecto. Al proponernos estudiar la caracterización del escepticismo lo

hicimos desde un problema concreto: aquel por los nombres que el escepticismo ha

recibido, Así pues, según él, la actitud escéptica es una orientación que ha recibido

los nombres de Zetética, por el empeño en investigar y observar; Eféctica por la

actitud mental que surge en el estudio de lo que se investiga; Aporética por dudar

frente a la afirmación y la negación o Pirrónica porque parece que fue Pirrón quien

se acercó más al escepticismo como actitud.63 Pues bien, según lo que mostramos,

podemos decir que estos nombres no se alejan de esta versión del escepticismo

pues, ante todo, es una capacidad que se ejercita, desarrolla o incluso se actualiza

cuyo fin principal es terapéutico. Así que es este sentido se puede denotar como

Zetéticaen tanto hace posible dicha terapéutica a partir de una serie de estrategias

que permiten, así como insisten, en la investigación. Dicha actitud hace que se tome

distancia respecto de lo que afirman los dogmáticos y por ello es también válido

señalarla como Aporéticaen cuanto que se empeña en dudar de aquello que se

62Aquí recordamos la observación de Sexto en la exposición de los tropos en donde hacía notar que un perro se ve llevado a suprimir el malestar sin que podamos afirmar determinante y absolutamente que en aquella acción hay una elaboración racional. Más aún, el médico dispone de ciertos medicamentos, ciertos ejercicios y cierta régimen, más no por ello se garantiza el fin pues siempre hay condiciones azarosas que impiden la consecución técnica de tal fin. Podemos observar que su proyecto no pretende una plena imperturbabilidad como creen algunos, sino una distinción entre lo propiamente perturbable (como el frio, el hambre, etc.) y aquello frente a lo cual no hay por qué perturbarse (opiniones)

63Cfr., E.P., I, 7.

54

afirma de los fenómenos. También se conoce como Eféctica en cuanto la actitud

mental que surge en aquello que se investiga; por ello no es descabellado que así

sea pues el escéptico busca suspender el juicio respecto de tales afirmaciones

dogmáticas. Finalmente se menciona una relación con Pirrón pero mesuradamente

dado que si se hablase de él como fundador o figura de sabiduría escéptica los

Esbozos Pirrónicos no tendrían el carácter particular y concreto al que

continuamente nos referimos sino que serían un manual de comportamiento

escéptico según la vida o enseñanzas del propio Pirrón. Así pues, podríamos señalar

que el escepticismo, al menos desde la caracterización de Sexto, comparte estos

nombres en un sentido determinado.

Conclusiones

A manera de conclusión quisiéramos señalar los resultados a los que creemos

haber llegado en este primer capítulo. Recordemos que nos habíamos propuesto

rastrear la tesis que asumía que el escepticismo, en cuanto actitud investigadora, es

ya una forma de vida puesto que asume ciertas prácticas vitales con fines

terapéuticos que no se reducen a una mera consecución teórica de una

investigación. Esto lo asumimos a partir de la mención en I,1 que señala la

diferencia de esta con aquellas otras dos; es decir, con la dogmática y con la

académica. Así pues, para esto, en primer lugar, mencionamos algo respecto de las

estrategias formales de la exposición de la actitud escéptica que hace Sexto. Como

vimos, desde el principio hay una atención a la forma o si se quiere, a la manera en

la que se aborda un asunto el cual se revela como un gesto escéptico, es decir, la

manera en la que se asume el tratamiento de un tema, incluso si se trata de la misma

intención de exponer la actitud escéptica. Por lo anterior, en el primer apartado,

quisimos dar cuenta en qué sentido un escéptico como Sexto hacia posible una

exposición escéptica de la actitud escéptica. Teniendo en cuenta que desde el

principio señalamos la apertura en la investigación como una de las características

del escepticismo, esta posibilidad resultó bastante interesante pues ya en los

primeros capítulos de los Esbozos Pirrónicos pudimos observar tres condiciones

55

que permitían tal objetivo. Esta preocupación, que nosotros denominamos como

formal, es aquella que hace énfasis en el tratamiento de un asunto y la cual, como

pudimos ver, es prioritaria y tal vez, punto de partida en el escepticismo antiguo.

En segundo lugar indagamos por aquello que se mantenía abierto y en lo que el

escéptico hacía énfasis; nos referimos a la investigación de tipo escéptica. Para esto,

postulamos como estrategia de aproximación la pregunta por los nombres que la

orientación escéptica ha recibido, estrategia que también, nos parece, es la de Sexto.

Nos parece que hay una justificación en asumir que Sexto toma esta como punto de

puesto que insiste en aquella intención concreta o «respecto de…» tan mentada por

el escéptico. Sin embargo, dado que mostramos que la investigación escéptica se

distanciaba de la dogmática y la académica en tanto que estas comparten una

pretensión de verdad, ya sea afirmándola o negándola64, no podríamos asegurar

que, del mismo modo, Sexto introduce una referencia por los nombres que el

escepticismo ha recibido con el fin de definirlo, determinar la que sería su verdad o

acaso su correspondencia del nombre con la actitud en cuanto tal. De ahí que el

postulado por los nombres, además de estrategia de exposición, sea tomada como

una hipótesis sobre la que se va a exponer la actitud. Según lo anterior, el resultado

al que se llegó es que la actitud escéptica es una actitud u orientación, en tanto se

presenta como una capacidad, que está en potencia de desarrollarse a partir de

ciertos ejercicios. De ahí que podamos afirmar que el escéptico sólo es escéptico en

la medida en que investiga lo cual implica que la pregunta por la forma de vida

escéptica atiende única y exclusivamente a aquella exigencia investigadora y no al

diario vivir de escéptico o a una vida más allá de la disposición terapéutica ante

cierta opinión que asume cierta poción como la absoluta o concluyente65. En la

actitud escéptica lo relevante es la disposición que podamos llegar a asumir frente

las opiniones que se tenga sobre determinado aspecto las cuales involucran ciertas

implicaciones vitales. Así pues el escepticismo como actitud vital hace que la

64Cfr. P. H. I,1. 65 Esta última moción nos conduce al segundo capítulo en donde asumimos la investigación escéptica de las formas de vida según los postulados dogmáticos. Allí observaremos cómo o en qué sentido la investigación escéptica revelara la aparente justificación científica de una determimnación absoluta, en este caso, de las formas de vida a partir de lo que afirma el estoicismo como paradigma del dogmatismo en este aspecto.

56

investigación también sea vital. A nosotros nos paceré fundamental asumirlo como

una investigación que procura estar abierta pues denota, por un lado, que quien

asuma este tipo de investigación logra observar que aquello que parece determinado

y concluyente, también aparece como cambiante, por lo cual afirmar cierto estado

como el más propio o determinado no es sino cerrar la posibilidad de las

perspectivas que al respecto puedan darse. Por otro lado, la posibilidad de mantener

abierta la investigación hace que se revele una serie de implicaciones (algunas de

las cuales vamos a ver en el próximo capítulo) respecto del papel de una

disposición como la científica como paradigma último del saber.

II. INVESTIGACIÓN ESCÉPTICA DE LAS FORMAS DE VIDA

vas a ofrecer tu alma para que la cuide, a un hombre que es, según afirmas, un sofista. Pero qué es un sofista, me

sorprendería que lo sepas. Y si, no obstante, desconoces esto, tampoco sabes siquiera a quién entregarás tu alma,

ni si para asunto bueno o malo.

Platón, Protágoras. Introducción

En el capítulo anterior procuramos mostrar que el escepticismo es una actitud

que dispone un carácter que, en cuanto tal, cultiva una forma de vida que consiste

en cierta praxis investigadora que dispone terapéuticamente ante los postulados

dogmáticos. Esto se hace a partir del ejercicio de ciertas estrategias que permiten

señalar el rasgo persuasivo de toda consideración que tuviese la pretensión de

presentarse como absoluta, por lo cual, el escéptico logra determinar aquello ante lo

cual es propio la turbación y aquello ante lo cual se suspende el juicio. En este

último ámbito es en donde, como tal, la investigación escéptica cobra vida. Sin

embargo, en el libro I de los Esbozos Pirrónicos se leen ciertas líneas que nos

resultan problemáticas según cierto aspecto que hasta ahora hemos podido ver del

carácter escéptico. En el contexto de la aclaración por el supuesto interés

sistemático del escéptico, Sexto menciona: “Seguimos un tipo de razonamiento

acorde con lo manifiesto, que nos enseña a vivir según las costumbres patrias, las

leyes, las enseñanzas recibidas y los sentimientos naturales” [E. P., I, 17] Más aun,

no muy adelante, precedido por una mención al criterio de acción allí se afirma:

Atendiendo, pues, a los fenómenos vivimos sin dogmatismos en la observancia de las exigencias vitales, ya que no podemos estar completamente inactivos. Y parece que esa observancia es de cuatro clases (… ) la guía natural, según la cual somos por naturaleza capaces de sentir y pensar. En el apremio de las pasiones según la cual el hambre nos incita a la comida y la sed a la bebida. En el legado de leyes y costumbres, según el cual asumimos en la vida como bueno el ser piadosos y como malo el ser impíos. Y en el aprendizaje de las artes, según el cual no somos inútiles en aquellas artes para las que nos instruimos. Pero esto lo decimos sin dogmatismos [E. P., I, 21]

57

Afirmamos que resultan problemáticas pues aquello que en un principio nos

pareció propio del carácter escéptico, es decir, la investigación de aquello que se

afirma de los fenómenos, según lo que se expone en los apartados anteriores,

parecería reducir el criterio de investigación a una arbitrariedad que oculta una

defensa de ciertos dogmas que el escéptico debe asumir pese a sus estrategias

antidogmáticas. Al afirmar que sigue un tipo de razonamiento que por basarse en lo

manifiesto le permite asentir a las costumbres patrias, las leyes, las enseñanzas

recibidas y los sentimientos naturales parece que tomara éstos aspectos como

fenómenos (o aquellos ante los cuales no es posible actitud alguna más que el

asentimiento) y no como dogmas, como parecen ser. Aclaremos esto: si el

escepticismo es una actitud frente a la investigación, y la investigación tiene ciertas

características entre las cuales se resalta que sólo se investiga lo que se afirma de un

fenómeno, más no el fenómeno mismo, ¿por qué no investiga estas sino que, por el

contrario las asume como aquellas ante las que se atiene, casi como podría hacerlo

respecto de los fenómenos? Esta nos lleva a preguntarnos ¿qué tipo de afirmación

es la que investiga el escéptico? es decir, ¿cuándo considera el escéptico que una

opinión o consideración alguna es dogmática y por ende investigable? O para ser

más concretos ¿Qué entiende Sexto por «dogma» y cómo esta forma de entenderlo

legitima la investigación escéptica de ciertos postulados los cuales se diferencian de

las «exigencias vitales» que atienden a un criterio de acción?

Al planteamos esta serie de preguntas en vano lo hacemos desde la posibilidad o

no del escepticismo como forma de vida. Nos parece que más que formular un

juicio al respecto, o ser sus jueces, nos compete intentar acercarnos a aquello que

Sexto refiere. Esto hace que nos preguntemos por la noción «forma de vida» como

aquella que puede resultar problemática. Nos referimos a que hemos acordado que

el escéptico es escéptico (en cuanto que lleva cierta forma de vivir) en la

investigación; sin embargo, hemos planteado ciertas preguntas alrededor de eso que

investiga y aquello otro que no parece entrar dentro de aquel ámbito investigable en

medio del contexto por la forma de vida escéptica. Sin embargo, dado que el

escéptico es escéptico en cuanto investiga, nos parece que habremos de hacerle

58

estas preguntas por la forma de vida en cuánto investiga lo que se afirma respecto

de las formas de vida. De ahí que nos parezca conveniente observar cuáles son las

estrategias investigadoras que hacen del escepticismo una estrategia terapéutica en

medio del ejercicio mismo de la investigación. Por lo cual, en este punto, vamos a

observar cómo investiga los postulados éticos o aquellos que señalan ciertas normas

de comportamiento que determinan formas de vida. Así pues, en este punto, en

primer lugar observaremos cuáles son las estrategias escépticas de investigación de

las pretensiones éticas dogmáticas en general, y cuáles son las estrategias de

investigación escépticas de las pretensiones éticas dogmáticas en particular o de

aquello que refiere el estoico respecto de la ética. Finalmente, plantearemos algunas

consideraciones en torno al criterio de acción señalando cómo el escéptico al

indagar por lo que afirman los dogmáticos respecto de las formas de vida no

necesariamente cae en un dogmatismo al establecer cierto criterio de acción.66

2.1. Investigación de las posturas éticas en general.

Una de las consideraciones teóricas a las que atiende la investigación escéptica

es aquella que asume la determinación de ciertos aspectos que se han denominado

éticos y en torno a los cuales se pretende establecer, de manera absoluta, una suerte

de saber o dirección alrededor de la forma de vida que debiera seguirse según cierto

punto de vista. Podríamos afirmar que muchas de las concepciones éticas, en

general, plantean una serie de exigencias que tienen como correlato un discurso

aparentemente teórico, alrededor de la virtud, el deber o el buen vivir. Parecería que

en la actualidad hace más referencia a una rama de la filosofía que estudia la moral,

en donde hay una preocupación por establecer cómo se justifica racionalmente un

66 Observemos que nuestra manera de asumir el problema por el criterio de acción escéptico no toma como punto de partida la aparente irreductibilidad entre cierta actitud que asume que nada es verdadero y la posibilidad de la misma para actuar. Esta aparente disputa, con la cual KatjaMariaVogt abre su artículo ScepticismanAction, se asume desde la consideración que toma al escéptico como aquel que niega la verdad lo cual, según señalado, es completamente falso. Cfr, VOGT, KatjiaMaría, Scepticism an Action, en: “The Cambridge Companion to Ancient Scepticism” Richard Bett (ed), Cambridge University Press, New York, 2010. A nosotros nos parece mucho mejor, y dado lo que hemos visto del escepticismo, señalar la pregunta por la forma de vida escéptica desde sus investigaciones respecto de las formas de vida y a partir de ahí establece a que se refiere con aquel criterio de acción y las implicaciones de este en el ejercicio de investigación como práctica escéptica.

59

sistema moral o cómo se ha de aplicar posteriormente a los distintos ámbitos de la

vida personal y social. Es decir, busca las razones que justifican cierta conducta

conforme a la cual vivir de determinada manera (tal vez vivir bien). Sin embargo

ethos, originariamente, parece identificar más cierto carácter que cierto conjunto de

normas que constituye de antemano, la manera en la que se asume asunto alguno,

incluso aquel que se ocupa de la denominada ética.

Como ya lo habíamos mencionado en el capítulo anterior, la investigación

escéptica de este asunto bien puede partir desde el Décimo Tropo de los atribuidos a

Enesidemo cuyo carácter “hace más referencia a lo ético” [E.P., I, 145] y permite

“guiarse hacia la suspensión del juicio en estas cuestiones” [E.P., I, 35].

El décimo tropo es aquel «según las formas de pensar, costumbres, leyes creencias míticas y opiniones dogmáticas» una forma de pensar es, desde luego, un enfoque de la vida o de determinada cuestión surgido en torno a una o varias personas; por ejemplo, en torno a Diógenes o entre los espartanos. Una ley es un contrato escrito entre los que forman un estado, quien incumple el cual es castigado. Una costumbre –o una norma social pues no se diferencian– es la aceptación común de alguna cosa por parte de muchos hombres, quien incumple la cual no es castigado en absoluto. Por ejemplo, es una ley no cometer adulterio y una costumbre entre nosotros no hacer el amor en público con una mujer. Una creencia mítica es la aceptación de cosas no sucedidas e inventadas, como son –entre otras– la que cuentan de Crono; estas cosas, en efecto, arrastran a muchos a la credulidad. Y una opinión dogmática es la aceptación de un hecho que parece justificarse en virtud de alguna analogía o alguna demostración; por ejemplo, que los elementos de los seres son los átomos o las homeomerías o los elementos mínimos u otras cosas. Nosotros oponemos cada una de estas cosas unas veces contra sí misma y otras contra cada una de las demás. [E. P., I, 148]

Observemos que este tropo, comprende cinco aspectos. El primero alude a un

estilo de vida o actitud que nace del asentimiento a cierto punto de vista particular o

colectivo. El segundo, tiene que ver con los hábitos y costumbres que manifiestan

cierto código de conducta no necesariamente escrito, pero que su incumplimiento

conlleva una sanción moral. El tercero señala la obediencia a las leyes en cuanto

convenciones respaldadas por sanciones específicas en contra de los que la

quebrantan. El cuarto elemento hace hincapié en las creencias míticas sobre

60

diversos asuntos. Finalmente, el quinto, hace referencia a las concepciones

dogmáticas que defienden la aceptación de un hecho que parece justificarse en

virtud de una demostración o explicación científica67 todos dentro del campo de lo

concerniente a la ética. Pues bien, en cuanto tropo, la estrategia de inducción de la

epojé respecto de las cuestiones éticas, según los dogmáticos, consiste en oponer

cada uno de estos elementos entre ellos y así mostrar la manifiesta disparidad por lo

cual no hay razón alguna para señal cualquiera como más persuasivo que el otro..

Podríamos pensar que esta estrategia, además de inducir la epojé al respecto, señala

la dificultad de asumir los postulados éticos como absolutos dado que sólo son

perspectivas que desde cierto contexto se enuncia. Es decir, se trata de señalar los

desacuerdos producto de las diferentes convicciones o formas de vida que puedan

tenerse y desde las cuales se dan afirmaciones cuya pretensión absoluta postula

cierta manera de asumir la vida, o si se quiere, ciertas conductas que en el ejercicio

de contraposición resultan igualmente verosímiles. De esta manera:

“mostrada tal disparidad de cosas no podremos decir cómo es la realidad objetivamente, sino cómo aparece según esta forma de pensar, esta ley esta costumbre y cada uno de los otros criterios. Y por ello, en conclusión, es necesario que mantengamos la suspensión del juicio respecto de la realidad” [E.P., I, 165]

En la introducción a este capítulo anunciamos que nuestra intención era señalar

la investigación escéptica de las afirmaciones dogmáticas respecto de las formas de

vida, o si se quiere, respecto de las determinaciones éticas dogmáticas. Así pues, en

este primer paso, podemos observar que la estrategia del tratamiento escéptico es

dirigir la atención hacia los diversas contextos desde los que se enuncian los

postulados éticos, o las formas de vida n medio de las cuales se generan formas de

pensar. Dada su diferencia no hay criterio alguno para establecer de manera

absoluta una suerte de verdad ética. Nos parece que esto es relevante en nuestra

indagación pues revela la diversidad de posturas desde las que podría afirmarse o

emitirse un juicio y que como tales, están en potencia de asumir –dogmáticamente-

la realidad de éstas. Así, si asumimos que lo fundamental o relevante de este tropo

67 Cfr. E. P., I, 145-163.

61

es su insistencia en el aspecto «relativo a», o si se quiere «en relación con» de las

posturas éticas dogmáticas, entonces podríamos pensar que hay un interés en

señalar que éstas muchas veces tienen su origen en relación con cierto ámbito moral

desde el que se dan tales afirmaciones y por tales, su pretensión absoluta dogmática

queda reducida a estos contextos. Así pues, lo que muestra ese tropo es que es

posible pensar que las determinaciones que emiten los dogmáticos, más allá de una

aparente lógica o racionamiento universal, no son más que extensiones de contexto

en medio del cual se emiten y por lo tanto solamente pueden (o acaso podrían)

llegar a aspirar a ser aplicables en aquel contexto. De esta manera, respecto de la

viabilidad o verosimilitud absoluta de tales determinaciones no habrá más que

suspender el juicio al respecto.

Esta forma de tratar las posturas éticas, según nos parece, además de establecer

el aspecto circunstancial en medio de cual se hacen los juicios68, en este caso,

respecto de la ética, abre un problema y es aquel que señala en qué sentido se

determina cierta consideración como una postura ética dogmatica y en qué sentido

como una simple descripción de conductas o costumbres respecto de algún

contexto; es decir, en qué sentido se habla de un deber ser y en qué de un parece

ser.69El problema está en establecer en qué momento o ante qué es posible adoptar

una actitud escéptica; si ante las posturas aparentemente científicas que determinan

68 No nos extraña que se revele el carácter circunstancial respecto del cual se hacen los juicios éticos pues, como ya hemos visto, se nos ha revelado como una mas de las características de la actitud escéptica. Se trata de su tendencia a revelar la investigación en medio de cierta condición o respecto de que hace posible la investigación terapéutica concreta y por lo mismo la apertura investigadora. En este caso, y según como lo vamos a ver a continuación, respecto de la determinaciones éticas, tanto dogmáticas como contextuales. 69 M. Nussbaum junto con J. Annas y Hakinson, han referido como a partir de esta suerte de «ética relativista escéptica» la noción de ética de se desplaza de un campo estrictamente normativo a uno descriptivo en donde se suprima todo interés en determinar deber ser alguno más que el que dependa de las formas particulares de convivencia. Sin comprometernos con esta afirmaciones nosotros aceptamos que a partir del carácter escéptico es mucho más difícil aspirar a una ética universal que se sostenga sobre un deber ser o sobre la utilidad por ejemplo. Esto será mucho más claro cuando veamos la investigación que se hace de los supuestos éticos estoicos. Más aún, en las conclusiones generales aspiramos dedicar algunas palabras respecto de la posibilidad de una ética en el escepticismo aun cuando se constituya en forma de vida. Sin embargo, no debe olvidarse que el escéptico no está asumiendo respuesta o posibilidad alguna ante los resultados de la investigación. De ahí que asumir una suerte de ética relativista escéptica es problemático pues se asumiría, además, que el escéptico se compromete con una poción relativista lo cual ya señalamos como errada. Cfr. Ops, cit.

62

cierto aspecto como absoluto, en este caso respecto de la forma de vida tales como

las estoicas, por ejemplo, o ante cualquier postura que pretenda determinar cómo

absoluto cierto aspecto, en este caso, respecto de la forma de vida, tal como podrían

hacerlo las costumbres o las leyes, que si bien no se erigen como entes con el rigor

científico, si parecen establecer ciertos juicios como absolutos. Notemos pues que

hacemos la pregunta que ya se nos anunciaba en el capítulo anterior cuando

intentábamos establecer a qué se refería Sexto cuanto señalaba que la actitud se

ejercitaba en la contraposición de fenómenos y consideraciones teóricas.70 Entonces

se mencionó que si bien el escéptico atiende a lo que se manifiesta y esto

comprende tanto las consideraciones teóricas (dogma) como los fenómenos, sólo

duda de aquello que se dice del fenómeno, es decir, de las consideraciones teóricas.

El mismo Sexto lo expresa de la siguiente forma: “cuando nos dedicamos a indagar

si el objeto es tal como se manifiesta, estamos concediendo que se manifiesta y en

este caso investigamos no sobre el fenómeno, sino sobre lo que se afirma del

fenómeno” [E.P., I, 19] Vale la pena señalar que aunque en la cita respecto del

décimo Tropo se da una determinación de aquello que es dogma71, nos parece que

esta determinación no nos satisface plenamente pues no porque una opinión asuma

la determinación científica de la realidad podemos asumir que se trata de un dogma

ya que al hacerlo, determinamos que todo aquello que pretende afirmar la realidad

de algo es una afirmación de tipo científica, sin embargo es manifiesto que también

desde postulados, por ejemplo religioso, se da esta intención. Al establecer que en

el conjunto de lo que se manifiesta estamos en potencia de adoptar una actitud

70 El problema por la identidad de Dogma ya está presente en algunas páginas de P. Pellegrin, cfr., PELLEGRIN, P., Op., cit., p. 127 ss. Sin embargo allí no se hace énfasis en el criterio de distinción como nosotros lo intentamos hacer. 71 Ver E. P., I, 148. Advertimos que esta pregunta por el criterio por el cual algo se considera un dogma excede nuestras capacidades, por lo menos, respecto de los propósitos de esta tesis. Recordemos que hacemos esta pregunta desde la consideración por la investigación de las formas de vida según los dogmáticos y por ende el problema no es el principal. Sin embargo, no desconocemos lo interesante que puede ser esta pregunta pues tal habría de tomar en cuenta no sólo la dignidad de los postulados estoicos, sino además los postulados respecto de lo que se investiga en Adversusmatemáticus y que la tradición medieval ha denominado “artes liberales”. Así pues, dada tales exigencias respecto de la posibilidad de aquella investigación, en nuestra consideración apenas estableceremos una suerte de respuesta que nos permite , como veremos, el tránsito de la investigación de los postulados éticos estoicos a la mención del criterio de acción en el contexto de la forma de vida escéptica

63

frente a lo que se dice del fenómeno, según lo que hemos mencionando más arriba,

nos es posible imaginar que ante toda determinación u opinión estamos en

capacidad de asentir o no. Así, respecto de las afirmaciones sobre las formas de

vida, no simplemente se investigaría aquello que se afirma desde una poción

dogmática, sino también, aquello desde otras tales como las formas de pensar, las

costumbres, las leyes, las creencias míticas o las opiniones dogmáticas. Pareciera

que la poción escéptica de antemano establece cierta actitud ante los dogmatismos

más no, por ende, ante las costumbres o las leyes, aunque estas pretendieran,

también, establecer una determinación absoluta de algo. Sin embargo esto nos

resulta extraño pues la determinación de dogmatismo no resulta muy clara pues

también en le escéptico hay una intención por no caer en una actitud dogmática y

para ello despliega una serie de estrategias que lo hacen posible (por lo menos así

nos parece) Pero si se identifica dogmático exclusivamente con científico no

podríamos hablar de una respuesta terapéutica escéptica al malestar dogmático

(como mostramos en el capítulo anterior) pues esta también se hallaría en el ámbito

científico y por tal, parecería, que tendría que asumir ciertas exigencias, por lo

menos aquellas que no se limitan a lo persuasivo.

Nos parece conveniente en este punto de la tesis mencionar que este problema se

ha trabajado por los comentaristas en el contexto de la pregunta por las

posibilidades de vivir escépticamente. A nosotros no nos interesa formularnos esa

pregunta pero sí servirnos de algunos de sus aportes para alimentar este problema72

Las dos interpretaciones más relevantes en la actualidad están divididas entre la de

M. Burnyeat y la de M. Frede. El primero, en Can theSceptic Live

72 Desde que asumimos la pregunta por la manera en la que un escéptico vive aspiramos alimentar el asombro con el que también nos fue entregada dicha pregunta. Sin embargo la pregunta por su posibilidad, nos parece mucho menos interesante pues nos reconocemos como indagadores más que como legisladores. Atender a la descripción de la manera de asumir cierta forma de vida es diferente de juzgarla. Ahora bien, si no basta con esta moción de sinceridad y se nos exige argumentos contundentes que tomen partido respecto de este problema que nosotros mismos hemos reconocido como uno de los fundamentales en los estudios sobre el escepticismo antiguo, a continuación intentaremos establecer algunos puntos que satisfacen dicha inquietud y revelan otra perspectiva del problema. Así, pese a que se asuma que el escéptico se contradice o no, no parece posible argumentar que ya es un modo de vida como podría serlo el estoico pese a que desde la perspectiva del escéptico ésta no sea más que la causante de muchos malestares (como para los estoicos puede serlo la forma de vida escéptica y sus certeras objeciones)

64

HisScepticism?,ha intentado mostrar que el escéptico pretende vivir sin creencias y

para ello se basa solamente en su asentimiento a las apariencias. Esto implicaría,

como el mismo autor lo reconoce, la imposibilidad del modo de vida escéptico pues

para tal fin, en concordancia con lo que ha postulado, el escéptico se vería obligado

a rechazar toda creencia, incluso aquella que pretende establecer un criterio de

acción con base en las apariencias, (como efectivamente lo hace Sexto) pues al

asumir dicho criterio asumiría también la creencia en dicho criterio aunque

solamente sea aparente.73 Así pues, si asumiéramos la interpretación de Burnyeat

respecto del problema que nos acontece, es decir, el criterio de Dogma, tendríamos

que asumir que Sexto tomaría como dogma cualquier tipo de asentimiento que en

forma de creencia se presentase bajo la forma «s es p» en dondes está determinado

absolutamente como p y por tal, establecería absolutamente cualquier aspecto de la

realidad desde la creencia, así que investigar una posición dogmática sería

investigar toda postura que en forma de creencia la realidad de algo. Sin embargo,

establecido así, al asumir que el escéptico investiga los dogmas se hablaría también

de que el escéptico investiga las creencias en cuanto aparentes. Así, asumir que

finalmente el escéptico procura vivir sin creencias es como afirmar que busca vivir

con certezas aparentes o verdades de aquello que no es creencia lo cual, como

vimos en el capítulo primero es una interpretación insostenible. Más aún, si se

aceptáramos tal forma de aceptar el criterio por algo se considera como dogma,

toda afirmación ética caería un dogmatismo por lo cual no habría posibilidad de

establecer forma de vida alguna. Sin embargo, el escéptico asume ciertas exigencias

o criterio74 en medio de los cuales actúa por lo cual esta interpretación de Burnyeat

no nos sirve. Por el otro lado esta M. Frede quien en TheSceptic’sBeliefs afirma que

las únicas creencias que el escéptico reconoce son la teóricas y por lo mismo es

justificable el criterio de acción en cuanto que su ataque se dirige única y

exclusivamente hacia aquellas que, como las estoicas, postulan una suerte de

73Cfr. BURNYEAT, Myles, Can the Skeptics Live His Skepticism?, en: “The Skeptical Tradition”, University of California Press, Berkeley. 74 Por supuesto nos referimos al criterio de acción en donde Sexto condensa las denominadas exigencias vitales y frente a las cuales investigamos en qué sentido no son tomadas como dogma a pesar de ser, al parecer, diferentes a fenómenos.

65

verdad mediante un tipo de demostración científica75 Así, si asumiéramos la tesis de

Frede entonces podríamos afirmar que es verosímil establecer el criterio de dogma

como aquel que se limita a las pociones científicas y por lo cual el criterio de acción

se sostendría pues éste refiere a aspectos que no se presentan como determinaciones

teóricas cuyos postulados se demuestran uno tras otro, sino que son del sentido

común o la cultura. Sin embargo, según anunciamos, si se tomara dogma como

aquello exclusivo de la poción científica, en el ataque a la denominada ética estoica,

aun cuando esta se presente como ciencia, se revela que no es más que una serie de

juicios sin fundamento lo cual iría en contra del rigor y la totalidad que se espera de

la ciencia. Esto implica que, en contra de la opinión de Frede, el escéptico no asume

como creencia lo científicamente teórico pues en su investigación se demuestra que

esta supuesta objetividad no es más que una pretensión que no llega a realizarse

absolutamente. Por lo cual, pensamos, tampoco desde acá es posible establecer el

criterio para qué algo se considere dogma76 o el motivo por el cual podría asumirse

la investigación de ciertos postulados éticos.

Ante esta perplejidad que surge al intentar una interpretación según algunos de

los comentaristas más especializados vamos a intentar elaborar una con base en lo

que hemos alcanzado hasta ahora. En primer lugar recordemos aquello que se

refiere sobre dogma en el mismo Decimo tropo:

Y una opinión dogmática es la aceptación de un hecho que parece justificarse en virtud de alguna analogía o alguna demostración; por ejemplo, que los elementos de los seres son los átomos o las homeomerías o los elementos mínimos u otras cosas. Nosotros oponemos cada una de estas cosas unas veces contra sí misma y otras contra cada una de las demás. [E. P., I, 148]

75Cfr. FREDE, Michael.,The Sceptic’s Beliefs, en: “The Original Sceptics”, Myles Burnyeat (ed), Hackett, Indiana, 1998. 76 A modo de reseña quisiéramos señalar que la discusión en torno a la posibilidad del modo de vida escéptico se ocupa grandemente en los compromisos epistemológicos que se asumen cuando el escéptico distingue entre ciertas creencias que le permiten la acción entendida esta desde la noción moderna de praxis. Esto permitiría, ya sea desde la poción de Burnyeat, ya desde la de Frede asumir las contradicciones al pretender refutar toda creencia incluso aquella que supone un elemento cognitivo. Así, el crítico del escepticismo supone que para la realización de cualquier acción se necesitan ciertos elementos previos a ésta para que el ‘individuo’ pueda dar lugar, intencionalmente, a la acción.

66

Si nos atenemos a este tropo la distinción entre Dogma y aquellos otros

elementos tales como las formas de pensar, costumbres, leyes, creencias míticas y

las opiniones dogmáticas resulta más clara. En tanto éste asume cierto talante

científico que sume la demostración como una estrategia para lograr llegar a la

realidad de un asunto. Así pues, en vano habríamos de plantear la pregunta por el

criterio de dogma pues de antemano estaría claro que se refiere a éste. De este

modo, respecto del criterio de acción no habría más que asumir que se trata de una

mención similar a esos otros aspectos de los que se habla en el tropo. Asumimos

que Dogma no es una noción que estrictamente se limite a las creencias en general

pues el propio Sexto reconoce ciertas creencias sobre las cuales erige su

escepticismo; nos referimos a aquella en donde refiere: “el fundamento de la

construcción escéptica es que a cada proposición se le opone otra de igual validez.

A partir de eso esperamos no llegar a dogmatizar” [E. P., I, 12] Así pues, como

podemos ver, ni siquiera hay una certeza en su propio modo del tratamiento

dogmático. Esto se justifica, además, con aquello que mencionábamos en el

capítulo anterior en donde señalábamos que la ataraxia no se encuentra la final del

proceso de investigación escéptica sino que es un fin al que se dirige sin que se

comprometa en su alcance pues depende más del azar que de técnica alguna77. Así

pues, no podríamos igualar Dogma con creencia, tal como lo hacen los

comentaristas, en cuanto que el afán escéptico no propende a suprimir toda creencia

de su vida pues si así lo hiciera también habría de suprimir la esperanza en

anteriormente citada, 78 o aquellas otras menciones del mismo Sexto en donde

asegura cierta esperanza en llegar a no dogmatizar.

77 Somos conscientes de que no hemos dado un papel relevante al azar dentro del conjunto de la tesis. Eso se debe, tal vez a que quisimos evitar señalar al azar como una explicación última, o acaso una respuesta, a las preguntas que plantea el escepticismo. 78 No consideramos pertinente que se nos objete que en la cita de Sexto, aquella que menciona lo referente a la esperanza en las proposiciones [ver: E. P., I 12], se habla de una diferencia entre el término esperanza y creencia Si bien pueden ser diferentes, el sentido es el mismo ya que se trata de algo que carece de una prueba racional al no establecerse un criterio por el cual esta prueba sea posible. Si bien desde los postulados lógicos se cree que se puede probar la validez de cierta proporción, no se hace lo mismo desde la capacidad o validez persuasiva. No olvidemos que estamos en el terreno de la persuasión.

67

Ahora bien, si como hemos visto Dogma no refiere específicamente a una

creencia, ¿qué es un Dogma? Pues bien, para nosotros esta pregunta asume ciertos

compromisos que una actitud como la escéptica no está dispuesta a asumir. Nos

referimos a que la pregunta por la determinación absoluta de aquello por lo cual se

pregunta, tal como intentemos mostrar en el capítulo anterior, no compete al

escéptico pues cualquier tipo de respuesta caería en una disputa sin tregua así como

las consecuencias anímicas de establecer dicha pregunta. En este sentido, en vez de

preguntarnos por la identidad de Dogma en cuanto tal, podríamos dirigir la pegunta

hacia el lugar del Dogma o la situación particular en donde algo se considera como

Dogma. El escéptico nos diría, creemos, que hay dogma cuando la aceptación de

algo implica cierto malestar anímico; síntoma de cierto malestar. Aun cuando

estamos estableciendo un hipótesis, nos parece que podemos afirmar que al señalar

de esta manera el criterio de Dogma no atribuimos una posición que señale una

suerte de subjetividad del dogma; es decir, no consideramos que se toma dogma

como aquello que «para mí» resulta dogmático según «mis» intereses, afinidades o

criterios con lo que asumo la vida. Por el contrario, tomando como punto de

referencia lo que el mismo Sexto refiere de dogma como “la aceptación de ciertas

cuestiones, después de analizadas científicamente, de cosas no manifiestas” [E.P.,

I,13], asumimos que Dogma, se establece como la aceptación de una respuesta que

se presenta como absoluta según cierto tipo de elaboración racional. Afirmamos de

la razón pues tal como lo menciona Sexto respecto del escepticismo como purgante:

“igual que, entre los medicamentos, los purgativos no sólo expulsan del cuerpo los

humores orgánicos, sino que se expulsan a sí mismo con esos humores” [E.P., I,

206] por lo cual si el escepticismo es una actitud ante los malestares dogmáticos,

Dogma habría de ser aquella aceptación de cierta consideración u opinión como

absoluta.

En este punto hemos encontrado en las palabras de Guadalupe Reinoso ciertas

luces que nos parece pertinentes introducir. En su artículo, plantea la pregunta por

las condiciones en las duda se da, a la luz de la crítica de Wittgenstein al

escepticismo moderno. Tomando como punto de partida lo que afirma Sexto

68

Empírico, observa que la duda tiene un ámbito limitado -las opiniones- por lo cual,

de antemano, no habría razón alguna para hacer de ella una herramienta que busque

cierta supresión de creencias o certezas como pretenden algunos comentaristas79.

Esta duda implica ciertas certezas sobre las cuales es posible asumir una duda y no

como la ha tomado la versión moderna del escepticismo como aquella que se

enfrente a cuanta consideración se presente. Ahora bien, estas certezas bien pueden

ser en fenómenos u opiniones, más la distinción, para la autora, no es tan clara pues

la certeza obedece a una aspecto manifiesto que no distingue entre uno y otro.

Según ella:

tenemoscerteza y no conocimiento de este conjunto de creencias básicas, pero dicha certeza no es el resultado de una investigación teórica sino que es una certeza práctica porque depende, entre otras cosas, de nuestras formas de aprendizaje y adiestramiento80

Según esto, las creencias del sentido común forman un conjunto articulado de

creencias que no pueden ser puestas en duda aunque sean certezas. El que resulten

ser indudables no depende del hecho de que podamos dar una justificación última

de estas creencias, es decir, que poseamos un tipo de conocimiento o saber sobre

las mismas; sino que depende de la naturaleza de nuestras prácticas sociales. La

indubitabilidad de este ámbito no tiene que ver con una cuestión de elección sino

con una cuestión involuntaria que hace referencia a nuestras formas de vida en

comunidad. Es importante señalar que para la autora la duda presupone certeza,

pero una certeza que no es resultado de una teoría sino de una práctica, por lo que

no hay un saber del fundamento por lo cual no podemos preguntar si nuestro

entramado de creencias básicas es verdadero o falso. Así pues, podemos decir que

la certeza se obtiene porque las proposiciones aceptadas se hallan inmersas en un

tejido enorme de otros muchos conocimientos, creencias y costumbres. De esta

manera,

Se puede concluir que las creencias básicas no constituyen un conocimiento así como tampoco son el resultado de una

79 Cfr. REINOSOS, Guadalupe, El origen de la duda escéptica; observaciones sobre su fundamento, Versiones, n.º 6 ene-jun 2006, Medellín, pp. 23-34.p. 24. 80Idem, p. 26.

69

investigación….porque el conocimiento va de la mano con la posibilidad de la duda y las creencias básicas son un tipo de saber que no permite la conducta de duda.81

De esta manera queremos señalar que Reinoso al exponer cuáles son los

presupuestos implícitos que Wittgenstein82 admite en el ejercicio de la duda,

muestra también que el conocimiento, o lo que se afirma como conocimiento, está

anclado en un trasfondo de creencias indudables que no pueden ser “demostradas”.

Sin embargo, el que no puedan ser demostradas no niega el hecho de que

constituyen nuestra base sólida para relacionarnos con el mundo, para dar sentido a

nuestras prácticas y costumbres.

Ahora bien, retornando a nuestra indagación, recordemos que cuando el

escéptico duda, lo hace con ciertos límites si se quiere sobre ciertos aspectos. “No

echamos abajo las cosas que, según una imagen sensible y sin mediar nuestra

voluntad, nos inducen al asentimiento” [E.P., I, 59], Así pues, no se pone en duda

lo “acorde con lo manifiesto”[E.P., I, 57], pues esto se refiere a lo que se nos

aparece a los sentidos sin intervención alguna de nuestra voluntad. Esto implica que

la determinación por la cual se asume un dogma como tal esta estipulada por las

creencias o certezas irracionables del contexto que la identifican como dogma;

además de la determinación particular que se haga de ello y con miras a lo cual se

abre la posibilidad de una investigación. De ahí que Sexto asegure que

Cuando decimos «a cada argumento se opone un argumento equivalente» nos referimos a cada uno de los analizados por nosotros. Y no hablamos de un argumento a secas, sino del que establece algo dogmáticamente, es decir, algo no manifiesto; y no del que se construye desde unas premisas y una conclusión, sino arbitrariamente. Y decimos equivalente

81Idem, p. 30. 82 Esta similitud del escepticismo de Sexto Empírico con el Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas ya nos había salido al encuentro en la Introducción a la Historia del escepticismo de Maria Lorenza Chiesara. Allí se afirmaba: “el neopirronismo se expresa así [mediante el parecer o la premisa «me parece que P»] por medio de actos lingüísticos similares a aquellos que Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas compara con la risa o el llanto de los niños, y a los que los interlocutores se les deja libres de implicarse según su propia subjetividad” CHIESARA, op., cit., p. 14. Además de la referencia en el artículo de Reinoso, nos parece que las relaciones que se pueden establecer con Wittgenstein son varias pues las respuestas que este da al escepticismo podrían asimilarse como aquellas dirigidas a la versión moderna del mismo. No obstante nos parece que el Wittgenstein de las Investigaciones es en muchos puntos cercano con este tipo de escepticismo.

70

en cuanto a credibilidad o no credibilidad. Y tomamos normalmente el «se opone» en lugar de contradice. Además se sobreentiende lo de «en cuanto a mí me aparece» [E.P., I,202]

Pero inmediatamente a continuación se refiere que:

Así pues, cuando digo «a cada argumento se opone un argumento equivalente» digo implícitamente esto: «Para mí es manifiesto que a cada argumento de los analizados por mí que establecen algo dogmáticamente, se opone otro argumento que establece algo dogmáticamente y que es equivalente en cuanto a credibilidad o no credibilidad» de forma que el sentido de esta frase no sea dogmático, sino manifestación de un estado de ánimo humano que para él lo siente si es una cosa manifiesta [E.P., I,202]

Señalando que el criterio para establecer algo como dogmático es el parecer

individual que se sostiene sobre una serie de creencias manifiestas en medio de

cierto contexto. Así, si se aceptara que el escéptico es escéptico sólo ante la ciencia

o las consideraciones teóricas se tendrían que aclarar que aquello que se denomina

o se denota como ciencia está dentro del sentido común o acaso dentro de cierto

contexto que asume qué es la ciencia o cuál es su objeto. Es decir, lo que se

considera ciencia, al no tener un objeto propio o por naturaleza, desde un punto de

vista escéptico, se podría decir que su dignidad obedece a circunstancias históricas

que la determinan, según el contexto, nuevos horizontes de investigación83. Así,

podríamos asumir que desde un punto de vista escéptico lo que se denomina ciencia

es una creencia más de la cultura. En el caso particular de Sexto, la filosofía estoica

aparece y es reconocida tanto por ellos mismos, como por el contexto filosófico,

como ciencia. Más aún, como ciencia que asume ciertos preceptos con respecto a lo

que se considera el buen vivir de acuerdo con ciertos virtud que asumen el trabajo

de establecer un modo de vida al respecto.

83 Vale la pena mencionar que según los desarrollos históricos la concepción de ciencia ha cambiado considerablemente desde una ciencia de la naturaleza, una ciencia de lo que es en cuanto tal o incluso una ciencia de las cosas humanas o ciencia política. Esto resulta claro sobre todo en la denominada época helenística pues es allí en donde el auge de disciplinas como la astronomía, o la historiografía, por ejemplo, adquieren cierto estatus científico. Cfr. SHARPLES, Robert. W. Stoics, Epicureans and Sceptics: An Introducction to Hellenistic Philosophy, Routlege, London, 2003, y KEYSER, Paul, y IRBY-MASSIE, Georgia, Science, Medicine, and Technology, en: “The Cambridge Companion to Hellenistic World”, Glenn R. Bugh(ed), Cambridge University Press, New York, 2006.

71

Así pues, si asumimos que ante la pregunta por el criterio por el cual se asume

algo como dogma no está sino la afección particular que lo hace dogma y no la

identidad de aquello en cuanto tal como dogma, solventamos la dificultad de asumir

una arbitrariedad escéptica al asumir la investigación de ciertos aspectos y

conjuntamente señalara cierto criterio de acción alrededor del cual se actúa. Esto

nos lleva a pensar que la investigación escéptica de los postulados éticos estoicos

obedece a una reacción ante la fuerte influencia que bien podrían tener durante la

época, es casi paradigmático para la época. Así mismo postular cierto criterio de

acción que más que el producto de una serie de elaboraciones racionales indica

cierta manera de asumir la vida según la costumbre que al mismo Sexto le resulta

manifiesta, mas no a un criterio que establezca claramente aquello en medio de lo

cual se ha de vivir de la mejor manera –por utilizar una denominación dogmática.

Sin embargo veamos estos dos aspectos más detenidamente.

2.2. Investigación de la denominada ética estoica.

La investigación sobre la denominada ética estoica comprende dos momentos:

en el primero se indaga por aquello concerniente a «lo Bueno», «lo Malo» y «lo

Indiferente»en donde se atiende a aquellos conceptos que encierran una suerte de

teoría respecto de la denominada ética o el deber vivir desde dicha postura. En el

segundo se investiga lo concerniente a una suerte de técnica de vida producto de las

determinaciones sobre «lo Bueno», «lo Malo» y «lo Indiferente» que, en cuanto

técnica, que se constituya únicamente, a partir de estos supuestos dogmáticos84.

2.2.1. Investigación de «lo bueno», «lo malo» y «lo indiferente».

Como lo habíamos mencionado anteriormente, el blanco al que Sexto dirige su

ataque es a la noción de «Bien» en tanto que “la parte de la ética que parece

84Richard Bett ha señalado que tanto la pregunta en esta parte de los Esbozos Pirrónicos, Como la que se hace en Adversusmatemáticus en la parte destinada a la investigación de la ética es si hay algo bueno, malo o indiferente por naturaleza. Nosotros estamos de acuerdo con esto, Sin embargo no aceptamos que el fin de tal investigación tenga como correlato mostrar que el escepticismo sea mejor que quien no es escéptico. Cfr, BETT, Richard, Scepticism and Ethics, en: “The Cambridge Companion to Ancient Scepticism”, RichardBett (ed), Cambridge University Press, New York, 2010.

72

ocuparse de la distinción entre lo bueno, lo malo y lo indiferente” [E.P. III,168]. De

esta manera, la investigación partirá por este punto o como lo afirma el mismo

Sexto “sumariamente investigamos sobre la realidad de lo bueno, lo malo y lo

indiferente” [E.P. III, 168] Como suele hacerlo, en primer lugar acuña una lista de

opiniones que tienen la pretensión de definir «el Bien», o acaso establecer una

determinación absoluta al respecto. En éstas, «el Bien» tiene varios rostros; a veces,

el de «la utilidad o una cosa no distinta de la utilidad», “entendiendo por utilidad la

virtud y la conducta honrada y por una cosa no distinta de la utilidad al hombre

honrado y al amigo” [E.P. III, 168]; otras, el de «aquello por lo que es posible ser

beneficiado». “dicen que es el bien más importante…la virtud”, [E.P. III, 171];

también «aquello conforma a lo cual ocurre lo de ser beneficiado» “como son las

conductas virtuosas” [E.P. III, 168]; o incluso, «lo que contribuye a la felicidad y la

colma» “el buen discurrir en la vida” [E.P. III, 168]. Sexto observa que estas

pretendidas definiciones no podrían considerarse más que como descripciones de

atributos (symbebekos), o acaso características, de eso que se presupone como

«Bien». Así, argumentando contra el método inductivo85, señala que ni siquiera a

partir de ellas nos es posible tener un acceso a la noción de Bien, ya que al no tener

una experiencia del mismo, es imposible determinar cuáles características son

propias y específicas de éste, y cuáles comparte con otras nociones. Esta

observación es respaldada por una analogía según la cual se compara a aquellos que

proceden de esta manera con estos otros quienes “al no tener idea del caballo,

tampoco saben que es el relinchar ni puede llegar a través de ello al concepto de

caballo si primero no encuentran un caballo que relinche” [E.P., III, 174] Esta

ambigüedad, imperdonable para la precisión que el espíritu escéptico exige de los

que pretenden afirmar algo, debe ser tenida en cuenta como un síntoma más de la

petulancia y el malestar dogmático. Más aún, son los mismos dogmáticos quienes

85 Ya en E.P. II, 204. Sexto había dedicado unas líneas a la investigación del «principio de inducción». Entonces consideró en descalificarlo, o si se quiere, suspender el juicio al respecto, al observar que no hay claridad en afirmar dicho principio si con ello se pretende garantizar la universalidad de los particulares ya que sería necesario aclarar, previamente, si se trata de todos los particulares o sólo de algunos. Si se trata de todos los particulares sería una cosa imposible al ser infinitos e indeterminados. Más si sólo se tratara de algunos no habría seguridad en que aquellos otros que sin criterio claro se dejan de lado pudieran contradecir al universal. Cfr. E. P., II.

73

demuestran esta ambigüedad en sus propias teorías pues en la práctica disputan

continuamente entre ellos en cuanto al modo de vida que, según ellos, se debería

llevar supuesto que persiguieran el Bien. Afirman algo de acuerdo a su escuela,

pero cuando se les pregunta qué es aquello de lo que estas cosas se dan como

accidentes, caen en una polémica sin tregua.

Sin que el mismo Sexto lo mencione, podemos ver que el recurso de la

investigación es el tropo por hipótesis de los atribuidos a Agripa. Así, aquí es

posible asumir que dado que no tenemos experiencia del «Bien» en cuanto tal,

tampoco tendríamos de «lo virtuoso»; apenas contamos con lo que parecen

características particulares con las que no nos es legítimo pasar a construir una idea

de lo en sí, o acaso la idea en cuanto tal, pues así como nos resulta dificultoso

asumir que de las características se pueda tal idea, también establecer si aquellas

son las características propias de esa idea dado que no parece haber un criterio

claro. Los dogmáticos apenas las plantean como hipótesis pero parece que olvidan

que es sólo eso y las toman como realidades. Observemos que Sexto no niega de

antemano la “realidad” de una entidad que simpatice con la idea que tenemos de

«Bien», pero tampoco cae en el error de afirmarla; simplemente conviene en la

epojé a partir de la investigación de los propios argumentos dogmáticos que le salen

al paso; argumentos que, dicho sea de paso, no sólo buscan garantizar una suerte de

constitución ontológica de la realidad, sino que, además, pretenden determinan

modos de vida o escuelas de estudio de los mismos con base en ellas.86 Del mismo

modo, procede con los conceptos de «lo Malo» y de «lo Indiferente»; a partir de la

investigación de los argumentos que afirman por un lado una cosa y por el otro,

otra, no encuentra en ello un fundamento confiable por lo cual se ve llevado a

suspender el juicio respecto de estos conceptos de los que parece tratar la ética.

86 Según Sexto, para el estoicismo el Bien es sinónimo de la utilidad y esta es para ellos una virtud que se cultiva, ya en el hábito de una conducta honrada, ya en lo hábitos propios del cuerpo (salud, riqueza) o incluso en el mismo hecho de elegir. Cfr. E.P., III, 179; 181; 240.

74

2.2.2. Sobre el concepto «por naturaleza»

Ahora bien, Sexto observa que no basta con la suspensión del juicio producto de

la contraposición de opiniones que sobre el «Bien» se dan pues estas, desde el

mismo fundamento de su elaboración, carecen de atención a lo manifiesto aunque

se presenten como el producto de un tipo de razonamiento que simpatiza con la

naturaleza o lo que se afirma de ella. Es decir, no satisfechos con la mera

contraposición de afirmaciones que sobre «el Bien» se hacen, la investigación

obliga a descender un escalón y atender a que éstas aun guardan aspectos mucho

más persuasivos tales como su encadenamiento con una concepción aparentemente

naturalista. Sin embargo ¿cómo hablar de aquella noción «por naturaleza» sin caer

en la tentación de afirmar o negar algo al respecto? ¿Cómo abordarla sin que al

mismo tiempo se la determine? ¿Cómo hablar de «por naturaleza» cuando esta no

es algo manifiesto? La estrategia de Sexto es una observación que a su vez funciona

como una hipótesis de investigación: Si el fuego, “que por naturaleza calienta, a

todos les parece una cosa que calienta…análogamente, todo lo que por naturaleza

produce una sensación la produce de forma parecida en todos los que, como dicen,

«están en una estado normal»”[E.P., III, 179]. Abstengámonos de ver en estas unas

afirmaciones dogmáticas y por el contrario demos crédito a las mismas

asumiéndolas como una estrategia para investigar aquello que afirman los estoicos.

Así pues, observemos que este recurso lleva consigo dos elementos: en primer

lugar, apela a una observación que atiende a aquellos fenómenos que dada su

frecuencia (Tropo IX de los Atribuidos a Enesidemo) establecen una suerte de

familiaridad y por lo mismo están en potencia de atribuírseles una supuesta

naturalidad. De esta manera, si partimos por la consideración general que asume el

fuego como un fenómeno de la naturaleza, es fácilmente verosímil pensar que

aquello que produce (calentar), también se atribuye como un fenómeno de la

naturaleza. Sin embargo, el matiz que se establece al considerar lo referido por

Sexto como una hipótesis y no como una afirmación determinante, permite señalar

que aquello de lo que se va a hablar, o acaso a considerar (lo que se afirma que es

por naturaleza) no se aborda directamente sino a partir de una observación (la

75

consideración general sobre el fuego) y los efectos que éste aparentemente produce

(calentar). De este modo, podríamos asumir la cita de la siguiente manera: «el

fuego, del cual se tiene una experiencia, la cual lleva a observar que calienta,

induce a pensar que su naturaleza es calentar». En segundo lugar, Sexto introduce

un elemento que hace que esta afirmación escape de la etiqueta dogmática y

desplace su sentido hacia una afirmación que posibilita la investigación; nos

referimos a la salvedad de los efectos que aparentemente produce (el calentar). Son

efectos aparentes pues el calentar del fuego no es tal sino para un agente. En este

sentido es que es pertinente la afirmación “«a todos les parece una cosa que

calienta»” en tanto que, dada la generalidad de los efectos del fenómeno, es posible

pensar que, tal vez, ellos manifiestan una propiedad que por naturaleza le es propia

al fuego. De ahí que se refiera que, “todo lo que por naturaleza produce una

sensación la produce de forma parecida en todos” [E.P., III, 179]. Pero esta

generalidad se limita a cierto contexto o, si se quiere, a cierta familiaridad de la

percepción según nuestras constituciones habituales; de ahí que Sexto refiera que

“la sensación la produce de forma parecida en todos los que, como dicen, «están en

una estado normal»” [E.P., III, 179] indicando que, aún cuando los efectos se

presenten de forma similar y por ello se tienda a caer en la tentación de afirmar una

supuesta naturaleza del fenómeno, estos efectos son aceptados dentro de una noción

aceptada de ‘normalidad’ de la percepción. De ahí que más adelante se afirme que

para quien está estítico el fuego no parece calentar (o le produzca la sensación de

calor) sino de frio.87

Resumiendo, Sexto se dispone a investigar las afirmaciones dogmáticas que

apelan a la noción por naturaleza para argumentar sus posturas; al hacerlo evita caer

en la posibilidad de investigarlas teniendo como base una noción de ésta pues

aquello por naturaleza no es algo manifiesto más que como un supuesto dogmático.

De esta manera, postula una hipótesis de investigación a partir de una observación

87Hankinson ha considerado pertinente formalizar el argumento respecto de este aspecto: (1) si algo produce un efecto por naturaleza (1.a) ese algo afectará a todos de la misma manera (2) nada afecta de la misma manera (3) entonces nada produce un efecto por naturaleza. Los beneficios de esta formalización, aparte de la claridad respecto de aquello que enuncia, inducen a examinar el alcance persuasivo y la falseabilidad de los postulados. Cfr, HANKINSON, Op., cit., p. 243

76

de un fenómeno y lo efectos que aparentemente produce para una generalidad sin

que por ello asuma que estos efectos son los propios por naturaleza de aquel

fenómeno. Ahora bien, recordemos que esta investigación obedece específicamente

a aquello que es considerado como «lo Bueno» por naturaleza, pero en tanto esto

esta determinado por los efectos que produce y no por lo que en sí sea aquello por

naturaleza de «lo Bueno», es verosímil aceptar que el criterio de la investigación

serán los efectos que sobre «lo Bueno» se aceptan; o como lo dice más claramente

el mismo Sexto “si lo que por naturaleza produce una sensación la produce

parecida en todos, y si en las cosas que se dicen buenas no todos sentimos de forma

parecida, entonces nada es bueno por naturaleza. [E.P., III, 179]88Así pues, veamos

algunas posibilidades de los sentidos en que se habla de lo bueno por naturaleza.

2.2.2.1. Sobre la elección como lo bueno «por naturaleza»

Hecha esta salvedad en los pasos de la investigación, a continuación Sexto toma

como punto de partida la noción dogmática que afirma que «el bien es por

naturaleza lo que se elige», asumiendo, creemos, este punto de arranque como una

determinación dogmática al azar y no una determinación escéptica en cuanto a la

relevancia de la elección como lo más importante respecto del Bien. Se trata de

nuevo de la atención al carácter condicional de lo que se investiga. Así pues, hecha

esta advertencia respecto del criterio por el cual creemos se toma la elección como

elemento a investigar, esta parte de la investigación tiene tres momentos:

a. Lo bueno como el hecho de elegir.

En primer lugar Sexto acuña una serie de afirmaciones, o acaso menciones, de

aquello que algunos han llamado bueno89 o si se quiere, lo que se considera bueno

88 Cfr. Advs, XI, 71. 89Obsérvese que no se trata de acuñar una serie de afirmaciones éticas que se contradicen como lo ha indicado Annas con el fin de indicar así una defensa, tal vez, de la multiplicidad o diferencia que apele a la defensa de estas nociones y aquello que conllevan. Cfr. ANNAS, J., Prescindiendo de valores objetivos: estrategias antiguas y moderna, en: “Las normas de la naturaleza” G. Striker (ed) Por el contrario, a nosotros nos parece que su virtud está en ser un recurso de investigación de aquello que está afirmando el dogmático. Es decir, la mirada de Sexto está dirigida hacia el ataque del dogmatismo y ante la efectividad de este ataque, no cae en la tentación de poner en su sitio una nueva perspectiva. Al menos no es su interés. De esta manera plantear la hipótesis es tomar distancia respecto de aquello que se investiga y afirmar una suerte de perspectivismo como sin más.

77

por naturaleza en la elección. Así pues, parte por considerar aquellas posturas que

argumentan que “lo bueno es el mismo hecho de elegir” [E. P., III, 183]. Sexto

observa que la elección va acompañada por aquello que se elige. De este modo, si

lo bueno fuera el mismo hecho de elegir, no nos apresuraríamos a obtener aquello

que elegimos pues si sí lo hiciéramos quedaríamos privados de él en cuanto lo

obtenemos.90 La argumentación parece extraña pues nos parece que no indica una

diferencia clara entre la elección en cuanto tal y aquello que se elige. Pensamos que

en este punto Sexto obvia la investigación por suponer que indagar por la elección

en cuanto tal es absurdo dado que, como podría asumirse en apartados anteriores,

de ella no tenemos experiencia alguna más que de algunas características de las

cuales no tenemos criterio para establecer si son o no propias de la elección.

Advirtamos que esto no lo señala Sexto pero sí, que dado que no se establece que lo

bueno está en la elección vale la pena investigar si está en aquello que se elige.

b. Lo bueno como aquello que se elige.

En este punto Sexto hace notar que la elección siempre va acompañada de eso

que se elige. Así, elegimos la bebida, no por la elección sino por aquello que nos

apresuramos a elegir. Sin embargo, “si lo bueno fuera está reclamando la bebida,

no nos apresuraríamos a conseguir esa bebida pues tras disfrutar de ella

abandonaríamos su exigencia” [E.P., III, 183] De esta manera, lo bueno no sería lo

que se elige sino aquello por lo cual aquello se elige, es decir, lo que se busca con

esa elección, por lo cual la formulación dogmática, aun cuando su perención sea la

de establecer algo bueno por naturaleza en aquello que se busca, con esta

argumentación se revela que no se trata de lo que se busca sino de los efectos que

produce eso que se busca. De esta manera la investigación se torna hacia la

discusión contra aquellos quienes afirman que lo bueno es aquello que se busca con

la elección.

c. Lo bueno como los efectos de lo elegido. Sexto observa que según esta concepción, esto que se elige, se elige en tanto

produce un efecto, de esta manera “esto que se elige no se elige por ello mismo 90 Cfr. E. P., III, 183.

78

sino por el resultado de la elección” [E.P., III, 179] Aquí Sexto postula dos

posibilidades de acuerdo con lo que los mismos dogmáticos afirman. Por un lado,

como hipótesis de investigación, se podría elegir algo según cierta búsqueda del

cuerpo o según cierta búsqueda del alma. Así, dado que se investiga lo bueno en los

efectos de aquello que se elige, en primer lugar, se podría pensar que se erigiría de

acuerdo con los efectos que busca recibir el cuerpo; es decir, aquello que

beneficiaría al cuerpo. Sin embargo si fiera exclusivamente ne relación con le

cuerpo –argumenta Sexto- “escaparía de un conocimiento pues se afirma que los

conocimientos son cosas del cuerpo y por lo mismo el cuerpo no puede pensar.”

[E.P., III, 184]. De nuevo en este punto parece insostenible o poco persuasiva la

argumentación pues aunque su estrategia consista en utilizar los mismos

argumentos dogmáticos con el fin de llevar el asunto a un círculo vicioso, uno de

los tropos de Agripa, nos parece que no se toma el tiempo para hacerlo y deja por

fuera las posturas que insisten en una búsqueda de efectos para el cuerpo. Incluso la

versión más vulgar del epicureísmo. Así, no se contempla la posibilidad de elegir

algo como la salud y que por tal se le llame buena en tanto que se elige, no la

medicina, sino la salud. Podíamos, sin embargo asumir que en este punto afirmar

que lo bueno esta en relación con los efectos propios del cuerpo es insostenible

pues aquello que al parecer produce el efecto no tiene criterio alguno para que se

reconozca como lo propio para el placer del cuerpo.

Respecto de la segunda posibilidad postulada por Sexto, esta refiere la

posibilidad de elegir algo bueno relacionado con el alma. Según él, retomando la

investigación que se llevó a cabo en el Libro II cuyos resultados establecieron que

no había criterio alguno para afirmar la realidad del alma y por ende, la posibilidad

de la aprehensión, cómo podría elegirse algo relacionado con el alma o que

produjera efectos en ésta si es verosímil pensar, “incluso en su inexistencia” [E.P.,

III, 186]. Sin embargo, dado el supuesto que existiera y que aprehendiera aquello

que produce un efecto, esto, que para los estoicos serían ciertas artes cuyo efecto,

pensamos, sería la virtud91, habría que sostenerse sobre una serie o sistema de

91 Cfr. E. P., III, 188.

79

aprehensiones preliminares que constituyen eso que refiere aquel arte. Sin embargo,

si pensamos que un arte es una “acumulación de impresiones que se relacionan

entre sí, no sería posible entender cómo se daría tal arte pues continuamente la

impresión que sobreviene borra la anterior a ella” [E.P., III, 188] Por lo tanto, según

Sexto, lo bueno no puede tampoco estar en relación con el alma. Así, “si lo bueno

no es el propio hecho de elegir y si lo elegible por sí mismo no tiene tampoco

relación ni con el cuerpo ni con el alma...entonces nada en absoluto es bueno por

naturaleza” [E.P., III, 190] Más aún, si postuláramos que siempre se elige lo bueno

aunque no siempre se dé, según Sexto, si así fuera, no habría discusión entre lo que

se elige pues todos elegirían lo bueno, sin embargo, es evidente que no siempre se

elige lo bueno pues muchas veces se elige algo que no resulta bueno con miras a

otra cosa, es el caso de algunos filósofos que “eligen una vida de abstenciones con

miras a lo que ellos consideran la virtud o la sabiduría” [E.P., III, 196] pero que

para otros no es lo más deseable para elegir. De esta manera, tampoco hay claridad

respecto de que lo bueno sea aquello por lo cual algo se elige.

Obviando la dificultad que mencionamos al inicio de este apartado, nos parece

que los aportes que hemos conseguido son en dos aspectos. Por un lado, nos parece

que la concepción de la relación que se establece por naturaleza con la elección,

aquello que se elige o los efectos de aquello que se elige, involucra cierta noción

común que asume cierto “originalidad” en aquello que encierra la elección. Esta

“originalidad” conduce a pensar que incluso previo a cualquier cultivo moral se

elige aquello que se considera bueno. De ahí que la noción por naturaleza indique

aquella noción de la elección ejemplarizada en la filosofía Epicúrea en donde el

placer es considerado como «lo Bueno» pues se elige, según ellos por naturaleza en

tanto que hombres como animales se dirigen hacia él. Esto, como ya vimos, aunque

parte de una observación por lo que se manifiesta dado que aseguran la observación

de una aparente tendencia, caen en una determinación dogmática al establecer el

placer como aquello que es propio de la elección y más aun algo que es por

naturaleza bueno al ser buscado, según Epicuro, tanto por animales como por

80

hombres. Más aun, eso que se considera como Bueno, o aquello a lo que se dirige,

no resulta bueno en todos los casos.

2.2.2.2. Sobre la valentía y el placer o actitudes buenas por naturaleza.

La consideración «por naturaleza» del Bien lo llevó a indagar también por otros

supuestos “éticos” que, al parecer, se desprenden de las opiniones sobre la idea de

lo que por naturaleza se elige y que por lo tanto es asumido como «lo Bueno». En

primer lugar toma como blanco a aquellos que refieren actitudes que bien pueden

establecerse como propias de los seres vivos entre los cuales no hay diferencia en

los animales y los hombres. Según esto podemos aducir que se trata de investigar

ciertas actitudes aparentemente naturales o que aluden a comportamientos naturales

y sobre las cuales se erigen fórmulas dogmáticas. Sexto acuña dos de éstas; la

primera, postula la valentía como una actitud elegible por naturaleza –y por lo

mimo buena– dado que para muchos es una actitud que al darse en los seres

animados, se piensa, también se da en el hombre y por lo tanto es la más deseable

por ser natural. El argumento de Sexto para contrarrestar esta posición es que, así

como hay animales a los que se les puede atribuir la valentía como lo más propio y

la cual les permite sobrevivir, también podríamos asumir que la cobardía que

también es manifiesta en otros animales produce los mismos efectos. De esta

manera, por la oposición de argumentos, no es posible asumir que eso que los

dogmáticos llaman valentía sea algo elegible por naturaleza. 92

En segundo lugar, la actitud que se toma como ataque es tomada de aquellos que

como Epicuro postulan el placer como un fin que naturalmente ha de ser buscado93.

92 Cfr. E. P., III, 193. 93 Cfr. E. P., III, 187. La cita textual es la siguiente: “De hecho , si Epicuro pone el fin como el placer y afirma que el alma –puesto que también todo- está compuesta de átomos, resulta inconcebible decir cómo es posible que en un montón de átomos surja el placer y el acuerdo o juicio de que tal cosa es elegible y buena y tal otra es vitanda y mala”. Aunque esta refutación parece apresurada, recordemos que Sexto asiente a lo manifiesto y afirmar una “realidad” atómica no es sino una señal más de la actitud dogmática. Ya en el libro II Sexto investigó la posibilidad de afirmaciones tales como el número de estrellas en el universo o los poros en el cuerpo cuyo resultado, allí, lo llevó a la suspensión del juicio. Cfr. E. P., II, No desconocemos lo incómodo que en nuestros días puede resultar el desconocimiento tan radical de las tesis atomistas; sin embargo pudiéramos objetar, a favor de Sexto, que según los interese terapéuticos a los que esta sometida la

81

Ahora bien esto buscado ha de ser algo manifiesto por todos, y si bien puede ser

verosímil afirmar que el placer es algo que todos experimentamos, lo es menos

afirmar que es el mismo para todos pues es manifiesto que aquello que para unos

es placentero para otros no lo es. Más aún Sexto presenta otro argumento que ataca

las bases de esta posición; según él, los epicúreos creen que el placer es lo elegible

por naturaleza pues los animales en el momento de nacer se dirigen al placer y

evitan los dolores. Pero el argumento de Sexto es que la experiencia muestra que lo

que produce placer va acompañado de dolor94; Más aún, aquello que se considera

doloroso no siempre es algo que se deba evitar pues muchas veces con el esfuerzo,

por ejemplo, que para algunos resulta doloroso “accedemos a la posesión de la

riquezas y de la amada y los dolores salvaguardan la saludo por lo cual no se puede

decir que lo que produce un dolor sea algo indeseable por naturaleza” [E.P., III,

196] el punto está en que distinguir cuáles son esos estados que causan dolor, o en

qué medida la causan (lo que para Epicuro serían los “placeres estables” en contra

de los “placeres móviles”) carece de un criterio que se atenga al fenómeno. Junto a

esto el placer no es deseado por todos pues muchas veces es manifiesto que el

esfuerzo es preferible al placer como aquellos que se entregan a una dura jornada de

trabajo o los mismos filósofos que prefieren una vida de sacrificios a una placentera

o si se quiere, comúnmente placentera. Aun cuando de ese esfuerzo se argumente

que se obtiene un placer tal vez más elevado, no hay convención en qué placer es o

a cuál se refiere. De esta manera, tampoco una actitud que se avoque a la

satisfacción del placer es la más elegible por naturaleza pues la contradicción en

quienes afirman tal disposición es clara.

Notemos pues que la investigación plantea la pregunta por aquellas

determinaciones que con la noción «por naturaleza»afirman la valentía como una

actitud propia o Buena en el hombre. Sin embargo, como pudimos ver, aunque la

postura sea similar a la del apartado anterior y por lo mismo al parecer parta por

una observación empírica, cae en el dogmatismo en cuanto establece la valentía investigación, poco importa si todo se reduce o no a una constitución atómica pues tal suerte de “realidad” no es manifiesta. 94 Recordemos el célebre pasaje del Fedónen donde la imagen de Sócrates sobándose la pierna alude a esta misma idea. Ver: Platón, Fedón, Gredos, Madrid, 1992. 64 b.

82

como aquella actitud buena por naturaleza, pues establecer la cobardía es

igualmente verosímil.

2.2.2.3. Sobre lo vergonzoso y lo ilícito o las leyes por naturaleza.

En esta parte Sexto acuña una gran cantidad de opiniones tanto de poetas,

filósofos y legisladores que así como indica la gran variedad de dogmas que sobre

un asunto se pueden establecer, mitiga la pretensión de totalidad a partir del

desacuerdo en las afirmaciones que establecen suposiciones relativas a lo

vergonzoso y lo ilícito o, como lo dice el mismo Sexto, “sobre lo que se debe y no

se debe hacer” [E. P., III,198] La investigación en este punto se dirige a hacer notar

observar que aquello que a unos les parece vergonzoso, a otros no. Del mismo

modo respecto de lo ilícito. Comparando casos particulares respecto de acciones tan

variadas tales como la prostitución, la honra o la crianza de los hijos entre muchas

otras, Sexto se abre camino para establecer que según se manifiesta no hay tal deber

por naturaleza pues es evidente la disparidad según lo que se puede observar en las

costumbres de cada pueblo por lo que cada uno elaborará su propia concepción que

no produce los mismos efecto en todos. De esta manera, la pretensión de un valor

absoluto respecto de lo que se debe y lo que no se debe hacer también es absurda.

Nótese que el deber aquí se toma como algo propio de lo honorable o alabable y

no como algo propio de una razón fundamentadora aun cuando la investigación se

centre en la elaboración teórica del deber hacer. Nos referimos a que la

investigación se centra en la comparación de concepciones culturales de que se

toma como vergonzoso o ilícito y no desde la posibilidad de un deber hacer

universal. Esto se debe, para nosotros a que tal pretensión no sería más que una

tendencia de converger una postura particular de cierto contexto a una generalidad

que se denomina universal. Sexto ni siquiera asume esta investigación pues ya

establece la diferencia en representaciones de este tema como para obviar cualquier

otra consideración universalista.

83

2.2.2.4. Sobre la devoción a los dioses o los aspectos religiosos por

naturaleza.

Sexto parte esta investigación con la afirmación: “y también sobre la religiosidad

y los dioses está lleno de mucho desacuerdo” [E.P., III, 218] diagnosticando así la

situación respecto del tema a investigar. Para este punto no se aleja del

procedimiento que ha venido usando y según el cual espera mostrar que aquello que

se afirma que es por naturaleza Bueno según aspectos religiosos no produce en

todos los mismos efectos. En primer lugar contrapone las opiniones que afirman la

existencia de los dioses con otras que afirman la inexistencia de éstos

desplazándose de esta manera hacia una noción similar a aquella que algunos

filósofos han afirmado como las características o atributos propios de los dioses.

Así, a partir de la introducción de referencias no se limita al ámbito teológico sino

que se amplía hasta abarcar también los sacrificios o los hábitos alimenticios a los

que algunos hombres se atienen según sea propio de su culto,95 Sexto observa que

“si los preceptos y prohibiciones religiosas fueran tales por naturaleza, aparecerían

de la misma forma para todos”[E.P., III, 226]. Sin embargo, es manifiesto que no en

todos se dan los mismos efectos pues para algunos la religiosidad, o por lo menos

lo que encierra esto, adquiere una significación mucho más fuerte que para otros.

Este aspecto está relacionado con aquel se menciona en el capítulo dedicado a la

investigación del culto a los muerto en donde refiere: “no habría que determinar,

pues, que la muerte sea una de las cosas terribles por naturaleza, como tampoco que

la vida sea una de las buenas por naturaleza…y nada de los citado es tampoco de tal

o cual forma por naturaleza, sino que todo es opinable y relativo” [E. P. III, 233] Se

trata de establecer que el escéptico, al ver tal disparidad de comportamientos y

opiniones respecto de los dioses como de lo concerniente a los rituales a propósito

del cuidado y honor de los muertos, suspende el juicio sobre determinación alguna

que pretenda establecer “lo bueno o malo por naturaleza o en general obligatorio

apartándose también de la petulancia dogmática. [E. P. III, 235]

95 Cfr. E. P., III, 223.

84

Antes de pasar a la investigación escéptica de la supuesta técnica de vida, nos

parece oportuno mencionar algunos aspectos respecto del conjunto de esta primea

parte de la investigación. Desde la tesis que queremos defender esta primera parte

plantea un aspecto central: la posibilidad de establecer ciertas consideraciones

éticas a partir de la investigación de los postulados sobre los cuales parece girar. Es

decir, ya en las primeras líneas Sexto asume la investigación sobre «lo Bueno», «lo

Malo», y «lo Indiferente» como aquellos conceptos o nociones () sobre las que

parece girar lo concerniente a la ética. Vale la pena resaltar que de antemano Sexto

asume cierta distancia respecto de la determinación que asume que estos conceptos

sean los propios de lo concerniente con la ética.96 Nótese que se asumen como un

supuesto dogmático que es aceptado en la generalidad de los casos. Más aún, la

distancia es tal que iguala conceptos que para nosotros en la tradición han tenido

una relevancia tan dispar como la que han tenido «lo bueno» en relación con «lo

Indiferente», «lo Indiferente» con «lo Malo» y «lo Malo» en relación con «lo

Bueno». Más aún, a continuación se asume el tratamiento del concepto «por

naturaleza» a partir de una elaboración tal que hace que la experiencia que tenemos

de dicho concepto se ponga en duda. Sin embargo, esto no es lo más relevante

aunque ya por sí es bastante valioso. Lo relevante, creemos, es que la ética, en

general, está identificada como aquel discurso cuya pertinencia está en la

elaboración de cierta postura alrededor de la cual se determina el comportamiento

respecto de una cultura, una ley o un modo de ver la vida. El escéptico no asume

esta posición directamente y por lo mismo podrírsenos objetar que intentamos ver

allí nuestras propias convicciones. Sin embargo, si pensamos que escepticismo

envuelve o busca envolver cierto silencio respecto de cualquier mención positiva, a

nosotros nos parece que en el tratamiento de las formas de vida, en cuanto

terapéutica, esta es una de las posturas que se pueden conjeturar; es decir, aquella

que asume que incluso en la supuesta elaboración racional hay ciertos elementos

irracionables o aquellos que no se llegan con una consideración racional sino que

se aceptan como supuestos sobre los que se elabora un discurso, en este caso, ético.

96 Cfr. E. P., III

85

Mencionado esto, continuemos con la investigación de los postulados éticos

estoicos que ahora se dirigen a establecer lo concerniente a una técnica de vida.

2.2.3. Investigación de la denominada técnica de vida.

Después de haber considerado aquello de lo que al parecer concierne a la

denominada ética, es decir, lo concerniente a «lo Bueno», «lo Malo», y «lo

Indiferente», la investigación de Sexto se dirige hacia el arte o técnica de vida ()

como una implicación o acaso su justificación práctica97. El tono con el que se

aborda esta investigación, dados los resultados a los que se llegó en el apartado

anterior, de antemano indica cierto absurdo en tanto que, como afirma Sexto, no

sería más que una aplicación de una teoría sobre «lo Bueno», «lo Malo», y «lo

Indiferente», la cual, por ende, no tendría bases sólidas sobre las cuales apoyarse.

Sin embargo, dados los intereses y las exigencias propias de la investigación sobre

las posibilidades que encierra lo concerniente a la denominada ‘ética’, a

continuación se aborda esta posibilidad pese a su previa insostenibilidad teórica.

Para tal objetivo, la estrategia de Sexto es establecer en primer lugar una hipótesis a

partir de un supuesto concreto o aquello en virtud de lo cual se va a investigar su

posibilidad como técnica. Recordemos que anteriormente la investigación se

centraba en aquello que versaba sobre «lo Bueno», «lo Malo» y «lo Indiferente»

por naturaleza; para esto, dada la imposibilidad de asumir la investigación a partir

de la noción por naturaleza en sí misma, se estableció una hipótesis que dirigía la

investigación hacia los aparentes efectos que ésta producía. De esta manera se

asumió que si se iba a hablar de algo por naturaleza se haría en tanto produjera en

97Techné refiere en este contexto a cierta técnica o arte que con base en un saber determine ciertas conductas específicas para actuar. Dado que en la filosofía griega se establecían ciertas direcciones determinadas del modo de actuar según cada escuela y su noción de la virtud, la techné correspondía con la consecución de dichas prácticas. Como señaló P. Hadot, se trata de ciertos ejercicios que disponen el carácter para alcanzar una vida virtuosa. Sin embargo estos ejercicios, sobre todo en la filosofía helenística, asumieron el papel de guías morales cuyo fin, además de pretender cierto fin postulado como el más digno o virtuoso, aconsejaban con un fundamento de sabiduría. Es por ello que uno de los problemas que asumimos aquí, no es simplemente de de los modos de vida sino el de la investigación de aquél que pretendiendo seguir cierto tipo de razonamientos dispone su vida de cierta manera, lo cual, para el escéptico, no seria sino una manera absurda de vivir.

86

todos los efectos de la misma manera.98 Así pues, respecto de la investigación

sobre la técnica de vida, se introduce la virtud de la cordura como aquella que el

estoico aduce como la más deseable y sobre la cual construye su estratagema

práctico. Como es característico del ánimo escéptico, la pertinencia de esta ‘virtud’,

además de ser una hipótesis de investigación, obedece a un dato manifiesto referido

por los mismos estoicos ante la cual, por lo mismo, no pretende adoptar una actitud

que la defienda o la ataque como una verdad en cuanto tal. Vale la pena referir el

procedimiento investigativo para no caer en el juicio erróneo de asumir que el

escéptico ataca a la cordura sin más, o acaso, que defiende un correlato a esta; una

suerte de aspecto negativo tal como la locura si se quiere. Más aún, servirse de la

cordura como criterio de investigación respecto de lo que afirman los estoicos de la

misma es sólo una de las maneras de asumir la investigación misma.

Hay que señalar que Sexto logra construir un argumento que contrarresta de

antemano la cordura como una virtud en cuanto tal que posibilite en sí un técnica

de vida. Por un lado hace notar que no es posible que a partir de la cordura se

establezca una técnica de vida pues los dogmáticos no ofrecen unánimemente una

noción conjunta respecto de cuál debería ser tal técnica, sino que continuamente

disputan entre ellos por cuál sería la más apropiada, lo cual indica que, al no haber

una resolución clara respecto de tal técnica, no habría un criterio igualmente claro

sobre a cual de las posturas dar crédito por lo cual cuál al intentar fundamentar cada

una de estas posturas caeríamos en un círculo vicioso que a su vez nos alejaría de la

investigación original, es decir, cómo hay que vivir.99 Pero no contento con esta

argumentación Sexto señala otra que apela a considerar la cordura como una virtud

en cuanto tal. Se trata considerar la posibilidad de suponer que, aun cuando los

dogmáticos se pusieran de acuerdo respecto de un arte de vivir, el cual se

representase en la cordura, ni un así se mitigarían las dificultades que tal afirmación

presenta pues al establecerse tal como virtud, sólo habría algunos que dispondrían

de ella, es decir los sabios. Sin embargo, dado que es evidente que no todos no son

sabios, no se podría afirmar que hay una cordura en cuanto tal sino características 98Cfr. E. P., III, 171 ss 99Cfr. E. P., III, 239.

87

particulares que cada uno de estos pretendidos sabios ejercen. Pero esto nos lleva al

problema de no poder establecerse cuáles entre los dogmáticos serían sabios y

cuáles no aun cuando al parecer llevasen una conducta virtuosa o de acuerdo con lo

que aseguran respecto de la cordura en cuanto tal. De esta manera afirmar una tal

técnica de vivir no tiene fundamento alguno.100

Permítasenos mencionar que esta argumentación funciona de una doble manera.

Por un lado, funciona como el ejercicio mismo de investigación en tanto que señala

las dificultades de afirmar cierta aspecto como el más adecuado, o acaso aquel que

debe establecerse como el eje de cierto tipo de vida y por el cual se elaboran ciertas

estrategias que hacen de la vida una forma de saber que quiere alcanzar dicho

aspecto. Pero por otro lado, permite señalar el programa de investigación de esta

última parte de los Esbozos Pirrónicos. Nos referimos a que aquí se enuncia que la

investigación de lo que han denominado técnica de vida tiene, al parecer, cuatro

aspectos o posibilidades. Por un lado, y en consonancia con el apartado anterior, se

investiga la cordura –en tanto ejemplo o dato concreto- desde sus compromisos

epistemológicos, es decir, desde una aplicación de la teoría sobre «lo Bueno», «lo

Malo» y «lo Indiferente». En segundo lugar se investiga la cordura como el

resultado de cierta disposición específica que señala cierta conducta. En tercer lugar

se investiga la posibilidad de la cordura como una disposición que se aprende a

partir de una serie de recomendaciones específicas. Finalmente, se señala la cordura

como una disposición enseñable por un maestro a un alumno. Así pues, observemos

el tratamiento escéptico en cada una de estas posibilidades.

2.2.3.1. Sobre la técnica como la aplicación de una teoría.

Concebir una técnica de vida es concebir un saber práctico desde ciertos

presupuestos teóricos. Aunque esta es una afirmación que estrictamente no la

menciona Sexto, es verosímil pensar que la investigación en este apartado versa

sobre los alcances prácticos de un supuesto teórico («lo Bueno», «lo Malo», y «lo

100Cfr. E. P., III, 239.

88

Indiferente»)101. De esta manera el punto de partida de la investigación es la

consideración es la noción dogmática de arte; así pues, Sexto refiere que se

entiende una técnica como “un sistema de aprehensiones y una aprehensión es el

asentimiento a una representación mental aprehensiva (de la realidad)” [E.P.,

III,241] La dificultad de aceptar esta definición se establece en cuanto que para los

mismos estoicos no cualquier representación es aprehensiva lo cual implicaría que

sólo alguna lo es. No obstante, para Sexto, a pesar de la distinción estoica, no se

soluciona el problema pues al intentar establecer cuál de estas representaciones es

aprehensiva y cuál no lo es, irremediablemente caen en un círculo vicioso al no

tener criterio para aclarar la disputa.

Según lo que se señaló en el estudio del libro II de los Esbozos pirrónicos, no

cualquier representación es aprehensiva, y a su vez, no hay claridad en cuanto a qué

criterio ha de ser válido para establecer cuáles lo sean102. Cualquier intento de

formular un criterio, que en los estoicos sería, tal vez, otra representación, nos

conduciría a una recurrencia ad infinitum. Según Sexto, los estoicos no proceden

correctamente en la formulación del concepto de representación aprehensiva pues al

llamar, por un lado, representación aprehensiva a la que se forma a partir de una

cosa real y al mismo tiempo decir que es real aquello que es capaz de suscitar una

representación aprehensiva, caen en el tropo sin salida del círculo vicioso. Pues

bien, si para que se dé una técnica de vivda, antes debe haber alguna técnica; y para

que se de ésta previamente debe darse una aprehensión; y para que se de una

aprehensión debe haberse aprehendido la validez del asentimiento a una

representación aprehensiva; y si la representación aprehensiva es imposible de

encontrar, entonces es imposible de encontrar el tal arte de vivir.103 Así pues,

aunque se haya tomado la cordura como un aspecto concreto que permite la

investigación de la técnica de vivir dicha virtud estoica, según lo anterior, carece de 101 Cfr. E. P., III, 239. 102Cfr E. P., II, 9. Aquí se establecen algunas objeciones respecto de la posibilidad dogmatica de señalar la imposibilidad del escéptico para investigar lo que ellos mismos afirman. La estrategia de Sexto es indaga por aquello que ellos dicen poseer –y que asumen que el escéptico no posee- desde la noción «aprehensión». Más adelante en el mismo libro esto se investiga propiamente desde las nociones quién aprehende, qué aprehende y cómo aprehende. 103 Cfr. E. P., III, 242.

89

fundamento claro respecto de la aprehensión como elemento fundamental dentro de

la propia definición dogmática de técnica por lo tanto resulta insostenible dicha

técnica de vida en estos términos.

2.2.3.2. Sobre la técnica como la disposición de una conducta específica.

En segundo lugar Sexto introduce la opinión de aquellos que no centran la

justificación de una técnica de vida a partir de argumentaciones teóricas sino a

partir de la aprehensión104 de conductas que le son propias a cierta virtud. En este

caso, respecto de la cordura, se trata de observar si podemos reconocer conductas

específicas de la cordura como virtud según los propios términos estoicos. Pues

bien, sin detenerse mucho en este aspecto Sexto señala que pese a lo que puedan

afirmar los dogmáticos, no tenemos un acceso a esas conductas propias de la

cordura pues no hay criterio para establecer si estas, como en el caso anterior, son

propias o no de aquella. Más aun, si se atreviese a referir algunas, apenas se podrían

abrazar algunos casos, tal vez los más “sensatos” o los más aceptados dentro de una

familiaridad con el sentido común o la tradición desde la cual se establece aquella

virtud, más no establecer algo así como una unidad doctrinal respecto de la cordura

en cuanto tal pues la hacerlo se caería en un círculo vicioso de argumentación.105

Esto lo lleva a concluir que no hay una conducta específica de quienes se suponen

que poseen el arte de vivir respecto de tal virtud. Así, dado un hombre que lleve un

determinado modo de vida, (en este caso el de la cordura para seguir con el ejemplo

tomado del estoicismo) “tal cordura es una disposición inaprehensible, que no se

104 Quisiéramos señalar que a pesar de las dificultades que la noción «aprehensión» ha suscitado en la investigación escéptica, incluso el ataque que se le hace en el apartado anterior, el término, en este caso, alude a una suerte de imitación de conductas propias de un arte de vida. Sexto no habla de imitación estrictamente pero se puede convenir en este sentido en tanto de lo que se trata la investigación es de la posibilidad de un arte de vida a partir del seguimiento o la aceptación de ciertas conductas propias de tal arte. De ahí que nos resulte sumamente interesante plantear una relación con la Poética de Aristóteles en donde la imitación de conductas trágicas mediante la representación poética conlleva efectos terapéuticos (catarsis) y este argumento escéptico. 105 Por supuesto nos referimos al Tropo del círculo vicioso que plantea que para dar cuenta de un criterio que no resulte manifiesto habría que postular uno que a su vez establezca cuál es su criterio y así infinitamente. Así, respecto de la cordura en cuanto tal, habría que asumir u criterio que postulara tal cordura como algo manifiesto pero para esto este criterio habrá que necesitar otro y este otro hasta el infinito Ver: E. P., I, 172.

90

muestra ni directa e inmediatamente por sí misma ni a partir de sus obras, pues

estas son comunes también a gente normal” [E. P. III,244]

2.2.3.3. Sobre la técnica a partir de la recomendación de ceirtas

conductas.

A continuación la investigación se dirige de manera inversa a la anterior. Es

decir, si antes la tarea era considerar a partir de ciertas conductas una pertinencia

con cierta virtud, la cordura, aquí se investiga ciertas recomendaciones que

componen o se dirigen a la consecución de esta cordura. En otras palabras, “si el

arte de vivir se aprehende a partir de aquellas conductas que ellos [los dogmáticos]

exponen en los libros” [E.P., III, 245] Para nosotros es manifiesto que en la

búsqueda (no consecución) de ciertos logros o metas, cumplen un papel más que

relevante ciertas figuras que la tradición ha erigido como sabios () que dan cuenta,

al parecer, de cierto saber que contribuye con dicha búsqueda106. Son conocidas las

múltiples recomendaciones de algunos filósofos, sobre todo de la denominada

época helenística, que apelaban a una figura de sabiduría cuya vida y experiencia

orientara en las oscuridades de nuestra vida. Los seguidores de Epícteto, por

ejemplo, acostumbraban mencionar “actúa como lo haría nuestro Epícteto”, o

algunos otros que veían en la figura de Sócrates alguien de quien se esperaba

ciertos consejos como lo consignó en sus Memorables Jenofonte. Pues bien, la

investigación en este punto. Así pues, respecto de esta investigación, Sexto no

simplemente refiere la posición de estos filósofos sino que además acuña una gran

cantidad de referencias de varios autores que versan desde la educación de los

niños, la conducta sexual, la antropofagia o el deber con los padres, por citar apenas

106 En las páginas que ha dedicado P. Hadot a estudiar la pertinencia de la figura del sabio en la construcción de una vida filosófica ha mencionado que esta es considerada casi como una especie de súper hombre, una manera de ser que radicalmente distinta de los demás hombres; su rasgo principal es el autodominio pese a las adversidades exteriores (autarkês) el sabio, pues, se convierte así en una figura que media entre los hombres y los dioses. Cfr. HADOT, P., op. cit. 240 ss. También Goldschmidt ha señalado que la figura del sabio reconoce que al no tener ningún poder sobre el hombre y no poder modificar el curso de las cosas, únicamente puede dominar la acción de las cosa sobre él y en él, su reacción, de ahí que el sabio, sobre todo en una época como la helenística en la que se pierde participación legal y gubernamental a manos de emperadores, centra su importancia y sabiduría en el autogobierno, Cfr., GOLDSCHMIDT, V., El estoicismo antiguo, en: “Historia de la filosofía”, Siglo veintiuno, México, 2001.

91

algunos entre la considerable cantidad cuyo tono, nos parecer asume la descripción

de lagunas culturas107. Ante la extrañeza de los ejemplos que Sexto llega a citar es

verosímil asegurar que de tales recursos literarios no se podría establecer una

técnica de vida que los asumiera pues no habría criterio alguno para decidir cuáles

conductas sean apropiables y cuáles no respecto de la cordura pues de esta, tal

como habría argumentado frente a la idea del Bien, no tenemos sino lo que

parecería sus accidentes como aquello que cierto contexto afirma. Sexto aclara el

resultado de esta investigación mediante la siguiente expresión: “Tales son la

mayoría de las cosas que dicen los filósofos; cosas que no osarían poner en práctica

a menos que vivieran entre cíclopes y lestrigones” [E.P., III, 245] señalando, de esta

manera, la imposibilidad de pretender cierta conducta específica de la cordura sobre

la que se construya una técnica de vida.

Más adelante, cuando Sexto hace un panorama general de los beneficios de una

supuesta forma de vida108, menciona la posibilidad de asumir que los sabios, o

aquellos a quienes llamamos sabios y los cuales muchas veces se empeñan en

aconsejar un dominio de sí mismos, tal vez naturalmente están dispuestos a tal

dominio y por lo tanto no habría mérito alguno en tal autodominio. Pues “de un

eunuco nadie diría que es capaz de dominarse frente a lo venéreo ni el que padece

de estómago frente a los placeres de la comida” [E.P., III, 273] Este argumento,

junto con el anteriormente expuesto, si bien no desvirtúa el papel del sabio como

aquel que elige un cierto modo de vida, si pone en duda la capacidad y los méritos

de aquel que exige cierto esfuerzo o restricción pues, según esto, tal esfuerzo no es

sino un despliegue necesario según el mismo carácter del sabio.

2.2.3.4. Sobre la enseñanza de una técnica.

Finalmente la consideración por la posibilidad de una técnica de vida se dirige a

investigar la relación que podría establecerse entre ésta y su enseñanza. Después de

haber descartado algunas otras posibilidades Sexto plantea ésta desde tres

perspectivas: desde el asunto que se pretenda enseñar, desde los involucrados en

107 Cfr. E. P. III 245-249. 108 Ver, E. P. III, 273.

92

dicha enseñanza (tanto el maestro como el discípulo) o desde método con el que

pretende enseñarse. Antes de dar cuenta de estas consideraciones quisiéramos

mencionar que en este punto la estrategia de investigación difiere de las que

veníamos viendo; anteriormente la estrategia que se siguió, en mayor o menor

medida, fue plantear una hipótesis que asumida por naturaleza –como lo hacen los

dogmaticos- produjera los mismos efectos en todos los casos. Sin embargo, pese a

los efectos que esta estrategia pueda o deje de causar, en este punto Sexto la cambia

y simplemente opone posibilidades únicamente de aquello que permite la

afirmación dogmática al respecto. En otras palabras, se dirige a contrastar

directamente las oposiciones que configuran la investigación de la posibilidad de la

enseñanza de una técnica de vida.

De esta manera, en la primera posibilidad que planteábamos, Sexto señala que “si

algo se pretende enseñar debe ser o verdadero o falso” o si se quiere, “acorde con el

asunto que se enseña” [E.P., III, 251] Somos conscientes de las dificultades de

establecer en este punto una afirmación de tan espontanea apariencia, sobre todo

cuando a lo largo de los Esbozos Pirrónicos, las estrategias persuasivas han tomado

una mesurada pero conveniente distancia frente a aquello que pueda ser

considerado como verdadero o falso. Más aún cuando a continuación en este misma

indagación se asuma de manera tan tajante que “desde luego lo falso no se

enseñaría pues dicen que lo falso es inexistente y no podría haber enseñanza de

cosas irreales, pero tampoco de lo verdadero pues tal como señalamos en lo del

Criterio eso verdadero es inexistente” [E.P., III, 253] A pesar de haber habitado

durante algunas páginas la forma en la que Sexto trata los conceptos y por lo mismo

estar acostumbrados a ciertos desplazamientos conceptuales, esta manera, tal vez

tan jovial y despreocupada de tratar la verdad o la falsedad nos incomoda

grandemente pues inmediatamente pensamos en las contradicciones que se

establecen en tales afirmaciones y las posibilidades adyacentes para establecer una

defensa de la enseñanza o si se quiere, de aquelloque se enseña en contra de lo que

podría decirnos el propio Sexto. Sin embargo observemos un aspecto a su favor; en

primer lugar, determinar aquello que se enseña como algo que es verdadero desde

93

el tratamiento escéptico es semejante a determinarlo como algo que es corpóreo o

existente. no implica un compromiso ontológico sino como algo que se toma tal

como aparece, así referirlo como verdadero o falso no es más que tomarlo desde

una de sus determinaciones dogmáticas y con la cuales no necesariamente se

compromete Sexto. Así pues, solventada esta dificultad, pasemos a observar cuáles

son las tres posibilidades a las que se refiere.

a. Qué se enseña.

Sexto comienza por señalar que cuando se habla de qué es aquello que se

enseña, bien puede ser verdadero y por lo mismo absurdo pues en tanto verdadero

sería verdadero para todos y por lo mismo tan evidente que se obviaría el trabajo o

aquello que implica la enseñanza. En este caso verdadero, nos atrevemos a pensar,

no se identifica con existente en cuanto tal sino con una suerte de plenitud o certeza

que se ha alcanzado o se cree haber alcanzado. Se refiere más al pathos de lo que

conlleva la noción de verdad que a su pretendida significación ontológica. Así pues,

y volviendo al tema, quienes pretenden enseñar algo que sea verdadero pretenden

enseñar algo que no se sabe, pues de aquello que se afirme como verdadero hay

tantas versiones como opiniones sin un fundamento claro, tal como se mostró en el

Libro II109. Menos aún se enseña lo manifiesto o lo no manifiesto pues si, por un

lado, se pretendiera enseñar lo manifiesto sería vano en tanto que sería claro para

todos y no habría necesidad alguna de enseñarse. Por el contario, de lo no

manifiesto no hay experiencia alguna así que no hay nada que enseñar. Del mismo

modo respecto de lo existente y lo no existente sea lo que sea; si se pretende afirmar

lo existente pues es vano en tanto resulta obvio para todos; pero inversamente lo

que no existe no se enseña pues no hay experiencia de ello. Ahora bien, si se enseña

lo que no existe, entonces: puesto que consideran que las enseñanzas lo son de 109 En el libro II de los Esbozos Pirrónicos hay una larga consideración de lo concerniente a lo verdadero y la verdad como criterios lógicos. Ya habíamos mencionado en esta parte la distancia que toma el escéptico respecto de las consideraciones dogmáticas frente a la verdad. Pues bien, allí se menciona que La indagación por el criterio de verdad señala de antemano la indagación por las aseveraciones de la verdad misma, porque algunos sostienen que hay algo verdadero, mientras que otros lo niegan, y no es posible decidir sin caer en una indagación hasta el infinito o en la circularidad del razonamiento Cfr. E. P., II, 85. Nos parece relevante esta mención pues notamos que la distancia escéptica con la verdad tomada esta, tal vez, como una más entre los postulados dogmáticos.

94

cosas verdaderas, lo que no existe sería verdadero y al ser verdadero también

existiría pues dicen que verdadero es lo que se da en la realidad. Luego no existe lo

que se enseña. En el caso de la hipótesis de investigación que se había establecido,

tal cordura no podría enseñarse dado que no resulta manifiesto a todos según ya que

existen divergencias al respecto. sin embargo de esta no hay experiencia alguna

más que sus características y de ellas no habría posibilidad de enseñarlas pues como

vimos en la investigación sobre la conducta específica, no habría criterio para

establecer cuáles le son propias y cuáles no. De esta manera, en el caso de la

cordura, no es posible su enseñanza.

b. Quienes enseñan.

Establecidas las dificultades de afirmar qué es aquello que se enseña, a

continuación Sexto se dirige a investigar la posibilidad de establecer quiénes están

involucrados en esa supuesta enseñanza, en este caso, de la virtud de la cordura. Si

seguimos a Sexto en la igualación que hace entre maestro-experto y discípulo-

inexperto así como en las demás variaciones continuas en estos términos (tales

como sabio-experto / necio-inexperto) se podría decir que del experto no se puede

afirmar que estrictamente enseñe al maestro pues no tendría nada que enseñarle en

cuanto que tanto el maestro como es experto serían maestros o expertos respecto de

algo. Del mismo modo el inexperto que enseñe al experto, como el inexperto que

enseñe al inexperto pues en ambos casos no tendría nada que enseñar. Ahora bien,

que el experto enseñe al inexperto puede ser más verosímil. Sin embargo, cuando se

asume la tarea de investigar quién es experto, no hay claridad en qué criterio pueda

establecerse para designar quién sea experto (y en qué). Junto a esto, es incierto

cuándo se vuelve experto, pues no se trata simplemente de aprender algo –ej un

teorema o si se nos permite utilizar el ejemplo, dar cuenta de un dato específico–

en tanto no sería claro respecto de qué sería experto, tal como lo vimos en el

apartado anterior. Por el otro lado, tampoco hay claridad en aquel que se designa

como inexperto pues de ante mano ya sería inexperto respecto de algo y de ese algo

no hay claridad a qué se refiera pues daría como supuesto aquello que no tiene pero

que está buscando aun cuando en una investigación se establezca que no es experto

en aquello que no sabe pero a su vez no sabe en que no es experto por lo cual no

95

podría dirigirse con certeza hacia aquello que planea dirigirse o de lo que afirma

que no es experto. Si por el contrario postuláramos que el inexperto aparentemente

sería inexperto, no sería tal pues en aquello que no tiene aunque presupone que lo

esta buscando. Entonces sí lo tiene y por lo tanto, sería un experto. De esta

manera “si el experto no enseña al experto, ni el inexperto al experto, ni el experto

al inexperto, y si nada hay fuera de eso, entonces no existen ni el maestro ni el

discípulo” [E.P., III, 265] Esta suerte de vértigo en los razonamientos escépticos

que establecen contraposiciones tan radicales (y no por ello necesaria o lógicamente

opuestas) nos permite observar abstractamente la dificultad de establecer algo así

como la posibilidad de la enseñanza entre un discípulo y un maestro, incluso si esta

posibilidad se postula desde la cordura como dato concreto. No podemos negar que

los argumentos de Sexto son tremendos y no dan pie a una réplica inmediata pues

aunque se intente postular alguna alternativa que a primera vista pueda refutar lo

mencionado por Sexto, en un examen un poco más detenido cae de nuevo en esta

objeción.

c. Cómo se enseña.

Finalmente, respecto de la posibilidad de la enseñanza de un arte, en este caso

del que se establecería en torno a la cordura, nos queda por observar cómo sería tal

enseñanza o acaso su método pese a que como ya pudimos ver, está en cuestión

aquello que se enseña y quienes están involucrados en tal supuesta enseñanza. En

este punto Sexto parte por hacer notar que la forma de enseñanza o bien se

desarrolla con base en la evidencia o acaso con base en el razonamiento. Notemos

que inmediatamente se introduce una distinción de la cual no podríamos afirmar

que estrictamente se reduce a un aspecto de la realidad o no, más de una distinción

que obedece a aquello que se manifiesta. Así, si se afirma que la enseñanza se

desarrolla con base en la evidencia no sería otra cosa que un absurdo en tanto la

evidencia al ser evidente para todos carecería de la necesidad de un desarrollo de la

enseñanza pues “si lo que para todos simultáneamente es perceptible entonces no es

objeto de enseñanza”[E. P., III, 266]. Ahora bien, si por el otro lado se afirmara que

el modo de la enseñanza se construye con base en el razonamiento antes habremos

96

de aclarar si esto que se pretende enseñar es dado al razonamiento y por lo mismo

él está en capacidad de enseñarlo pues en tato no se trata de algo manifiesto no

podría asumirse como sino como algo que exige un criterio manifiesto, en caso de

serlo habría que observar si al ser propio del pensamiento se puede De esta

manera, “si no existe ni lo que se enseña, ni el maestro o el discípulo, ni la forma de

aprendizaje, tampoco existen ni el aprendizaje ni la enseñanza” [E. P., III, 266]

respecto de la cordura como virtud estoica.

Antes de continuar queremos establecer ciertas conclusiones a las que parece

apuntar la investigación escéptica y que nos parecen pertinentes dado aquello que

nos interesa indagar. Aparte de las estrategias de investigación tales como tomar la

cordura como una hipótesis alrededor de la cual se indaga por la posibilidad de una

técnica y no como un virtud en sí misma, o asumir lo concerniente a «lo Bueno»,

«lo Malo» y «lo Indiferente» como supuestos que parecen aceptar los dogmáticos,

los estoicos por lo pronto, y que complementan la elaboración teórica de ésta que

sería su parte práctica, nos parece relevante resaltar dos aspectos: por un lado, aquel

se da cuenta de la posibilidad de una técnica como una serie de normas que tienen

como correlato la cierta autoridad moral ya sea en la figura de un sabio, o en la

determinación de ciertas conductas que parecen propias según la naturaleza de

dicha técnica (o aquello que se considera naturaleza desde cierto punto de vista) o

la elaboración conforme a lo cual se asume cierta posibilidad de transmisión de

aquella ‘sabiduría’ de la vida; nos referimos al aspecto positivo de la educación

como medio de formación vital. Es ataque o la investigación en escéptica en ambos

casos, si bien no muestra la plena y determinante imposibilidad de éstas (pues no es

su interés) si revela argumentos suficientemente contundentes como para que

nosotros dudemos de la viabilidad de aquellas escuelas griegas que ofrecían sus

servicios de la enseñanza de cierta virtud (y no solo referimos a los llamados

sofistas) es por ello que en la construcción de una forma de vida la enseñanza como

la imitación de una figura de sabiduría quedan en cuestión con esta indagación

escéptica.

97

2.3. «Tomamos la vida como guía»

Finalmente en el tratamiento escéptico de las formas de vida nos corresponde

abordar la propia determinación escéptica en este tema.Cuando preguntábamos por

el criterio por el cual algo es investigable no solamente preguntábamos por aquellas

razones que establecen algo como dogma sino que preguntamos, también, por

aquello ante lo cual el escepticismo se configura como forma de vida, es decir, su

correlato. Recordemos que el escéptico es escéptico o si se quiere adopta una

actitud escéptica en la investigación; De esta manera, al reconocer que siguen cierto

razonamiento acorde con lo manifiesto, en donde se enumeran ciertas «exigencias

vitales» parecería aceptarse con esto que el escéptico sólo es escéptico en la

investigación y que esta no afecta en nada la práctica pues en ella se guían por

ciertos preceptos morales. Así pues, ¿en qué sentido habremos de entender aquellas

«exigencias vitales» si antes hemos aludido como uno de los rasgos escépticos la

ausencia de preceptos éticos? Recordemos que uno de los compromisos de la

orientación escéptica está enfocado en su afán o esperanza de evitar asumir una

posición dogmática respecto del tratamiento de alguna consideración. Esto es claro

tanto por lo que afirma en la primera parte de los Esbozos Pirrónicos en donde se

lee que a partir de la construcción de la actitud escéptica “esperamos no llegar a

dogmatizar” [E.P. I, 13], por la construcción de la forma escéptica de

investigación110, o por aquello lo que podríamos denominar su génesis111. Ya hemos

establecido cual es el criterio por el cual algo se investiga escépticamente, así como

las estrategias del ataque o investigación de los postulados ética estoicos que nos

permiten poner en tela de juicio un saber del actuar en cuanto técnica de vida o

saber del mismo. Sin embargo, aún nos resta observar en qué medida se puede

entender aquello que se menciona en el criterio de acción escéptico. Vale la pena

mencionar que este punto se desprende de la problematicidad que resulta de la

110 Recordemos que en la fórmula: “el escepticismo es una capacidad de establecer antítesis en los fenómenos y en las consideraciones teóricas según cualquiera de los tropos gracias a la cual nos encaminamos –en virtud de las equivalencias entre las cosas y proposiciones contrapuestas– primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia” [E.P., I,8] además de los compromisos terapéuticos señala la posibilidad de la apertura investigadora. 111 Cfr. E. P., I, 14.

98

convergencia de dos aspectos: por un lado identificar el escepticismo como una

actitud u orientación de investigación que no se limita a aspectos teóricos sino que

involucra prácticas vitales con fines igualmente vitales o terapéuticos tales como la

prevención de los malestares o incluso una posición ante el dolor. El segundo

aspecto es que según lo señalado en el apartado anterior como tal no pacerse haber

un saber actuar en la vida sobre el cual asegurar cierta manera de vivir o técnica

que evite los malestares, por lo menos según los estoicos, cómo solventa esta

carencia el denominado criterio de acción. Así pues teniendo en cuento lo

conseguido hasta acá abordemos cada uno de los elementos con los que se

componen el criterio de acción los cuales, según Sexto son tomados como la guía

de la vida según le resulta manifiesta.

a. La guía natural.

Dado que ye establecimos en qué sentido se toma un dogma por es escéptico

sobra que reparemos en la diferencia que se establece entre la intención estoica de

llevar una vida según la naturaleza y la mención escéptica. Así, ahora podemos

decir que Sexto refiere a este aspecto que esta es aquella “según la cual somos por

naturaleza capaces de sentir y pensar” [E. P., I, 24]señalando con esto, no que por

naturaleza tendemos a pensar, sino que es manifiesto que en nosotros ocurre algo

así como cierta capacidad racional o si se quiere cierta facultad para investigar lo

que afirman sobre determinado asunto; así como cierta capacidad sensitiva a partir

de lo que cierto fenómeno deja en nosotros comparable, tal vez, con la misma

capacidad de establecer antítesis de la cual ya referimos algo en el capítulo anterior.

No se trata pues de una apelación a la naturaleza como fundamento último y

explicativo de la conducta pues la pensar que se trata de una dualidad en donde el

sujeto se oponga al objeto es simplemente pensarlo en un contexto investigativo en

donde, a partir de una hipótesis, se intenta mostrar la disparidad que las teorías

sobre la naturaleza se hacen. Sin embargo, recordemos que el escéptico no duda de

las afecciones (pathé), y esa evidencia es tomada aquí como primer criterio de

99

acción. Somos conscientes de afecciones que se imponen a nuestros sentidos de

manera inmediata.

b. Apremio de las pasiones.

En esta exigencia o guía vital Sexto señala que es aquella “según la cual el

hambre nos incita a la comida y la sed a la bebida” [E. P., I, 24] indicando con esto

que son manifiestas esta suerte de impulsos por los cuales se podría postular cierto

principio que induce a la acción que a su vez da lugar a su apremio. Recordemos

que no podemos equiparar esta actitud con la cínica pues como ya hemos señalado

en varias ocasiones el escéptico no pretende en ningún momento asegurar que las

pasiones son las únicas realidades a las que puede uno atenerse. Sin embargo, no

por esta mesura en la determinación escéptica se podría negar que hay cierta

experiencia de ciertas afecciones que garantizan sino una determinación

concluyente, si cierta actitud irreductible ante los fenómenos. Entre estas podemos

encontrar aquellas que determinan cierto impulso que mueve a la acción.

c. Legado de leyes y costumbres.

Aquí es donde podríamos encontrar más dificultades pues asumiríamos que

Sexto defiende una suerte de leyes y costumbres sobre las cuales erige su proyecto

indiscriminadamente. Más aún si al respecto afirma que “asumimos en la vida

como bueno el ser piadosos y como malo el ser impíos” [E. P., I, 24] sobre todo

después de haber dedicado varias líneas a atacar las posturas estoicas que también

pretendían asumir ciertas posturas con base en determinaciones similares. Sin

embargo, nosotros señalamos que Sexto asume las leyes y las costumbres como

aquellas en medio de las cuales se erige consideración alguna. Es tal vez similar al

tejido sobre el que se construye el contexto y la irreductibilidad investigadora o

racionable. Podrimos comparar esta actitud con aquella que toma Erasmo ante la

Reforma que adelanta Lutero. El argumento escéptico de Erasmo es que tanto

Lutero como la Iglesia poseen opiniones de la verdad de la escritura por lo cual

100

considera seguir el sendero de la iglesia pues le da más valor a la tradición112. Así,

en el caso de Sexto, podríamos asumir que asume una poción conservadora

respecto de lo que le resulta manifiesto según las leyes y costumbres pues las asume

como aquellas en medio de las cuales no hay una perturbación comparable con la

que producen ciertas dogmatismos pero a diferencia de estos, no asume las leyes y

costumbres dogmáticamente, es decir, no argumenta a favor de su

conservadurismo.113

d. Aprendizaje de las artes.

Finalmente nos queda por mencionar algunas palabras respecto de esta última

exigencia según la cual acepta como manifiesto el aprendizaje de las artes pues “no

somos inútiles en aquellas artes para las que nos instruimos” [E. P., I, 24] Podría

parecer que en este punto también se olvida lo ganado en la investigación de los

postulados éticos estoicos en donde se atacó la noción de técnica o si se quiere arte.

Pues bien, lejos asumir cierto olvido, consideramos que esta mención no indica

cierta poción absoluta respecto de una saber que garantice ciertos resultados como

establece la noción de técnica dogmática al asumir una saber como fórmula

respecto del cómo vivir. Por el contrario, con esta alusión escéptica se apela a

mencionar un aspecto manifiesto y es aquel que indica cierto desempeño en alguna

labor sin que esta sea asumida o determinada como un saber. Así, la técnica queda

reducida a cierta habilidad que no es comparable con un saber del cual se pueda dar

cuenta en cuanto saber. Del mismo modo respecto de la mención por la instrucción

en donde no se trata de una categorización esquemática respecto de cierta supuesta

claridad en la enseñanza, sino de formas alternativas a tal pretensión dogmática y

que resultan manifiestas.

112 Cfr. Popkins, Richard H.Historia del escepticismo desde Erasmo hasta Spinoza, FCE, México, 1983. 113 Podríamos decir que Sexto es Conservador más no que el escepticismo afirme una suerte de conservadurismo. Así pues, diríamos entonces que aquí hay un conservador, tal como mucho tiempo después alguien como Montaigne lo habría señalado de sí mismo en uno de sus ensayos (Cfr. MONTAIGNE, M., op., cit., ) más no señalar que el escepticismo sin más es conservador.

101

Tomar la vida como guía no solamente alude al resultado de cierta disposición

como la escéptica sino que, además, abre la perspectiva para que se considere al

escepticismo como cierta orientación o actitud que llama la atención a los ires y

venires de la vida. Nos referimos a que en esta parte se da cuenta de aquello que

señala el escepticismo como cierta disposición que toma en cuenta una actitud ante

la investigación, pero también, ante aquellos ámbitos que no necesariamente caen

dentro de aquel ámbito. Nos referimos a que al postular estas cuatro exigencias

vitales, Sexto parecería señalar que la vida no se reduce a la configuración de una

forma de vida que se limite al ejerció de ciertos postulados sino que encierra más

elementos que escapan a consideración alguna. De ahí que atender a la guía natural,

al Apremios de las pasiones, al Legado de las leyes y costumbres y al Aprendizaje

de las artes no es atender a una forma particular de determinar ciertas conducta

conforme cierto postulado filosófico, sino asumir la vida en la manera más amplia

de la expresión. No se trata pues de elaborar una técnica que cierre la perspectiva

sino de abandonar cualquier intención de la elaboración de un técnica que al

hacerlo abra la perspectiva.

Conclusiones.

Somos conscientes de que en esta segunda parte hemos asumido una gran

cantidad de aspectos que bien merecen una consideración más detenida y

cuidadosa. A grandes rasgos nuestro interés fue establecer las implicaciones de una

actitud como la escéptica al tratar las determinaciones dogmáticas alrededor de las

formas de vida. Al haber asumido el escepticismo como cierta disposición

investigadora, logramos establecer que su despliegue obedece a intereses

terapéuticos que permiten que la articulación entre lo que actualmente se denomina

teoría y práctica queda solventada en este diálogo entre la disposición a investigar y

sus resultados terapéuticos que se establecen en le ejerció mismo de la

investigación.

102

Así pues, aparte de la mencionada dificultad por establecer una suerte de forma

de vida escéptica desde unos preceptos, atender al ejerció mismo de investigación

escéptica nos permitió reunir herramientas para solventar algunos problemas que

ahora nos salen al encuentro. En primer lugar, el escéptico al no asumir una

posición dogmática procura no establecer aspecto alguno como aquel que se

presente como absolutamente determinante. De esta manera, gran parte de su

disposición consiste en el ataque de los postulados dogmáticos y no en la defensa

de postulador escépticos algunos. Esto implica que el escepticismo, en cuanto

forma de vida, se dispone en el ataque y no en la defensa de postulado alguno. Sin

embargo en I, 7 de los Esbozos Pirrónicos se menciona el“criterio de acción”.

Como pretendimos establecer, esta mención introdujo dos tipos de problemas; por

un lado el criterio por el cual algo es investigable escépticamente y por el otro, una

serie de prácticas o exigencias a las que atiende el escéptico y que como tales,

harían del escéptico algo más que un carácter investigador. Pues bien, para abordar

este problema lo hicimos desde la investigación que el escéptico mismo hace de las

denominadas formas de vida, en un primer momento a partir de la mención por el

décimo tropo y en segundo lugar, por la investigación de los postulados éticos

estoicos.

Esta menara de abordar el asunto nos permitió postular dos conclusiones

respecto del asunto investigado por el escéptico: en primer lugar, el tratamiento

escéptico revela cómo aquellos postulados dogmáticos nacen siempre dentro de un

contexto por lo cual podría pensarse que obedecen y responden únicamente a ese

contexto. De esta manera, el criterio por el cual algo se considera dogma no

obedece sino a las circunstancias temporales que afirma cierta determinación como

dogma y cuyo asentimiento es síntoma de malestar. En fin, que el criterio por el

cual algo se investiga es tanto la consideración que pretenda determinar a partir de

un sistema aparentemente científico, como la consideración histórica que se tenga

de ello. De esta manera las exigencias éticas, o si se quiere aquellas que pretenden

la determinación de cierto saber vivir, no son sino determinaciones particulares que

carecen de un fundamento universal. En segundo lugar, respecto de la investigación

103

de los postulados éticos estoicos, se observó que dichas determinaciones al carecer

de fundamento en lo manifiesto aceptar sus postulados como sólidos parecería

aceptar dicho malestar pues al establecer ciertas consideraciones, el escéptico logra

señalar su equipolencia persuasiva con otras formas no dogmáticas de saber vivir.

Así, nociones como «lo Bueno», «lo Malo» o «lo Indiferente» o«por naturaleza»

ruedan por el suelo pues desde los mismos presupuestos dogmáticos estoicos Del

mismo modo, respecto de nociones tales como Técnica de vida, sabio, enseñanza o

aprendizaje que constituyen el discurso ético o si se quiere aquel que indica cómo

se debe vivir.

Ahora bien, respecto de aquellas prácticas o exigencias a las que parece atenerse

el escéptico, el “criterio de acción”, podemos afirmar que se enuncia como

observaciones a las que atiende el escéptico sin que se tomen en un sentido

dogmático o absoluto. De esta manera podemos decir que “Atendiendo, a los

fenómenos”, es decir, siguiendo lo manifiesto como es propio de la actitud

escéptica, “vivimos sin dogmatismos”, en cuanto consolidación del fin de la actitud,

“en la observancia de las exigencias vitales”, o criterio de acción, “ya que no

podemos estar completamente inactivos” señalando la distancia con Pirrón y su

apuesta por la indiferencia como actitud al parecer estrictamente pirrónica. De ahí

que, cuando amplia la caracterización de lo que él considera las exigencias vitales

afirma que “la guía natural, según la cual somos por naturaleza capaces de sentir y

pensar”, determinando que es manifiesto que hay una actividad sensitiva así como

una racional sin que se entienda que al afirmar que es por naturaleza se indique que

es propia de los hombres o algo similar; “En el apremio de las pasiones según la

cual el hambre nos incita a la comida y la sed a la bebida” en cuanto exigencia que

se manifiesta y que en cuanto apremio podría indicar el primer impulso hacia la

acción; “el legado de leyes y costumbres, según el cual asumimos en la vida como

bueno el ser piadosos y como malo el ser impíos”, determinando una moral en la

forma de la piedad que se desprende de las leyes y costumbres las cuales, bajo el

criterio de fenómeno, no se discutiría y se enunciarían como un parecer particular

del propio Sexto sin que con ello se defiendan; y finalmente “el aprendizaje de las

artes, según el cual no somos inútiles en aquellas artes para las que nos

104

instruimos”114, sencillamente como la habilidad que puede desarrollarse en la

práctica de alguna actividad u oficio, sin que se refiera a un saber en cuanto tal.

Al abordar la consideración por la investigación de las formas de vida señalamos

el ejerció mismo de la investigación escéptica. Esto nos permitió ver que dicha

práctica, no se asume como la aplicación de una suerte de teoría escéptica, sino

como la práctica de un ejercicio que está dado, sobre todo, por lo que afirman los

mismos postulados que se investigan. Más aún, cuáles han de ser investigados no

depende de un postulado escéptico sino de lo que considere como dogma según

cierto contexto. De ahí que el carácter escéptico, también en este aspecto, procure

determinar en la menor medida precepto alguno.

114 Hemos intercalado lo que menciona Sexto en E. P., I, 23 y nuestro comentario al respecto como estrategia de conclusión de cada uno de estos problemas.

CONSIDERACIONES FINALES

Yo ya estoy fuera de estos empujones Que me traen y me llevan.

Yo me quedo arriba, Alegre, ocioso,

Compasivo, Viéndolo todo en panorama,

Mirando, erguido, el mundo desde lo alto O apoyando el brazo sobre un sostén seguro,

Aunque invisible, esperando curioso, Con la cabeza medio vuelta hacia un lado,

Lo que va a acontecer… El acto siguiente.

¡Yo estoy dentro y fuera del juego a la vez… Y lleno de asombro!

Miro hacia atrás Y me veo en la niebla discutiendo con satíricos y sofistas.

Pero yo no he venido a disputar ni a escarnecer. Estoy aquí observando y… espero!

Walt Whitman, Canto a mí mismo.

Finalmente nos resta mencionar algunos aspectos conclusivos respecto de

nuestra consideración. Para esto nos parece pertinente retomar las primeras líneas

de los Esbozos Pirrónicos en donde ya se aludía al pathos de la actitud escéptica y

las cuales despertaron en nosotros la labor de reflexionar respecto de su forma de

vida.

Para los que investigan un asunto es natural acogerse o a una solución o al rechazo de cualquier solución y al consiguiente acuerdo sobre su inaprehensibilidad o a una continuación de la investigación. Y por eso seguramente sobre las cosas que se investigan desde el punto de vista de la Filosofía, unos dijeron haber encontrado la verdad, otros declararon que no era posible que eso se hubiera conseguido y otros aun investigan. Y creen haberla encontrado los llamados dogmáticos; como por ejemplo los seguidores de Aristóteles y Epicuro, los estoicos y algunos otros. De la misma manera se manifiestan por lo inaprensible los académicos como Clitómaco y Carneándes. E investigan los escépticos. De donde con mucha razón se considera que los

98

sistemas filosóficos son –en líneas generales- tres: dogmático, académico y escéptico. [E. P. I,1]

Así pues, además de aquella justificación anímica, nos parece pertinente partir

por este párrafo pues, así como nos presenta de antemano la actitud escéptica en su

forma más general, nos anuncia el que será el motor de los Esbozos Pirrónicos:

exponer en qué sentido el escepticismo es una actitud que insiste en la

investigación. Como podemos ver, desde ya se establece que esta será una

exposición patética que habrá de abordar la pregunta por la disposición escéptica y

su relación con un tipo especial de investigación que, como podemos leer más

arriba, es la que distingue al escéptico de aquellas otras dos. Inicialmente este

aspecto hizo que nos preguntáramos por la forma de vida escéptica, o si se quiere,

por la manera en la que vive alguien que pretende insistir en la investigación, es

más alguien que dispone su vida desde dicha insistencia. Para esto, asumimos que

la pregunta debía establecer dichas prácticas cotidianas en medo de las cuales el

escéptico asumía la vida. No obstante, prematuramente observamos que la pregunta

por la forma de vida no necesariamente había de apuntar a una suerte de estrategias

cotidianas del ‘buen’ vivir, sobre todo, desde aquello que la propia disposición

escéptica indica. Es decir, preguntar por la forma de vida no exige preguntar por el

diario vivir de un filósofo, en este caso, el escéptico. De ahí que este giro nos

permitiera plantearnos algunas preguntas alrededor de lo que podría considerarse

una ética escéptica, pues si bien de antemano se trata de cierto pathos con el que se

asume el tratamiento de un asunto, este no se reduce a comportamientos específicos

en la cotidianidad. Así pues, dado que nos hemos preguntado por la forma de vida

escéptica, y al parecer esta pregunta encierra alguna consideración respecto de la

ética, a continuación vamos a intentar aclarar estos aspectos teniendo en cuenta el

tránsito y los aportes a los que creemos haber llegado a lo largo de nuestra

indagación.

En nuestra indagación nos encontramos con dos tipos de lectura alrededor del

escepticismo como forma de vida. Por un lado, está aquella que de ante mano

señala una división entre teoría y práctica. Recordemos que inicialmente cuando

abordamos la pregunta por la forma de vida escéptica tomamos como punto de

99

referencia una determinación de aquello que se entendía como forma de vida. Así,

llevados de la mano de P. Hadot, y A. Nehamas, observamos que aquello que sea

asume como forma de vida en la filosofía griega, busca forjar un carácter que no se

elige como la culminación de un proceso, sino que a través de una serie de

ejercicios poco a poco se va consolidando con vistas a determinar una manera

particular de asumir la vida. Dicha lectura asume la disposición de un carácter

como la justificación de una teoría en el mismo ejercicio de su práctica. Así, según

ellos, no se elige una vida conforme a ciertas exigencias filosóficas sin que además

sea necesario ejercitarse en determinadas prácticas que justifican dichas posturas

filosóficas. Es el caso de los estoicos o los cínicos, por ejemplo, que señalan ciertas

ejercicios con el fin de disponer cierto carácter de acuerdo con ciertos puntos de

vista respecto de la virtud o la felicidad entre otras. Sin embrago, plantear dicha

lectura en los escépticos (por no mencionar la generalidad del espíritu griego)

resulta problemático pues aunque se pueda asumir el escepticismo como una

disposición que encierra ciertas prácticas, no por ello se asume que dicha

disposición sea la aplicación de una teoría.

Otro de los problemas con el que nos encontramos fue aquel que hace énfasis en

la pregunta por la forma de vida escéptica desde la posibilidad de ser vivida.

Podríamos decir que este problema se desprende del anterior, pero ya no insiste en

la apropiación de la filosofía como forma de vida desde una distinción entre teoría y

práctica, sino que se pregunta específicamentepor la posibilidad del escepticismo

como forma de vida, ya sea desde ciertos prejuicios en lo que se quiere ver en dicha

pregunta, o desde ciertos prejuicio respecto de la noción de vida respecto de la cual

se juzga ‘lo vivible’ de dicha actitud. Este tipo de lectura, representada sobre todo

por los comentaristas de lengua anglosajona, hace de la actitud escéptica, sobre

todo, una actitud que tiene como misión suprimir toda creencia. Así, para ellos, el

problema de la contradicción en la posibilidad de la forma de vida escéptica

continuamente salta a la vista en ante que cualquier determinación que el escéptico

haga, incluso la que señala las afecciones y sobre las cuales asume cierto criterio de

acción, resultan insostenibles con una actitud que propende a suprimir toda

100

creencia. De esta manera, este tipo de lectura atiende a la forma de vida desde una

suerte de examen de su práctica cotidiana.

Así pues, establecidos estos problemas con los cuales nos encontramos, a

continuación nos corresponde mencionar la manera en la que nos encaminamos en

la indagación por la forma de vida escéptica y cómo esta nos abrió la posibilidad a

otro tipo de lectura. Nosotros tomamos como punto de partida los Esbozos

Pirrónicos pues consideramos que allí hay una preocupación, tanto por la

exposición de la actitud escéptica, como por el tratamiento escéptico de dicha

exposición. La pregunta entonces conducía a establecer cuáles eran las estrategias

con las que Sexto se servía para exponer la actitud escéptica sin que por ello cayera

en una exposición dogmática que impidiese mantener abierta la posibilidad de

indagación sobre dicho tema. De esta manera, para solventar este problema,

dirigimos nuestra atención a la construcción formal de esta obra en donde

observamos ciertos aspectos o condiciones que nos permitieron elaborar un

panorama de dicha actitud y su insistencia en la investigación. Tal construcción

formal, según nos parece, toma como condiciones la mesura en el discurso que nace

de un parecer, la necesidad del esbozo como posibilidad manifiesta (y exigencia) de

cualquier otra consideración sobre el mismo tema y la atención a lo manifiesto

como una actitud semejante a la de los historiadores. Así, ajenos a la experiencia de

lectura de una suerte de manual o tratado, asistimos a la más cuidadosa y precisa

exposición de la actitud escéptica por quien advierte ciertas condiciones que

abrazan tanto el tratamiento del tema como la apropiación escéptica del mismo.

Tratamiento que permite la apertura investigativa, incluso, si paradójicamente el

tema de la exposición es de la pertinencia del propio Sexto en cuanto escéptico. De

ahí que la forma particular, o si se quiere condicional, con la que se asume el

tratamiento de un asunto nos mostrara la posibilidad y la exigencia de la apertura en

la investigación escéptica como estrategia antidogmática No obstante, también

observamos que procurar mantener la investigación abierta no era sinónimo de

procurar una perpetua investigación pues esta, por lo menos desde la visión de

Sexto, anhelaba cierto sentido, cierto fin hacia el que se dirigía

101

En un segundo momento abordamos lo característico de la investigación

escéptica, o si se quiere, de aquello que busca mantenerse abierto. Esto lo hicimos a

partir de una discusión por los nombres que dicha actitud ha recibido como aspecto

circunstancial desde el que se parte, así como la caracterización que Sexto hace de

la misma, en donde señala su definición, sus principios y razonamientos, su criterio,

su finalidad y los denominados Tropos con los cuales nos encaminamos hacia la

suspensión del juicio así como la consiguiente ataraxia o tranquilidad del alma. De

esta manera, además de dar cuenta de la pertinencia por algunos de los nombres que

la actitud escéptica ha recibido, pudimos observar que dicha investigación pretendía

menos a la consecución o apropiación de especie alguna de saber, que el

tratamiento terapéutico de los postulados dogmáticos. Para esto, mostramos en qué

sentido se hace uso de aquellos elementos o estrategias y cuáles son sus beneficios

terapéuticos. Así, al caracterizar al escepticismo como una capacidad que establece

antítesis entre las consideraciones teóricas y los fenómenos, pudimos establecer que

dicha capacidad no se asumía como una serie de postulados teóricos, sino como una

facultad que está en potencia de desarrollarse. Más aún, al ser una actividad de

oposición, se ejercita oponiendo fenómenos y consideraciones teóricas para lograr

establecer su equivalencia persuasiva y así inducir la suspensión del juicio mediante

los tropos. Esto hizo posible observar que la investigación escéptica se establece

como aquella que permite disponer cierta actitud ante lo que se dice de los

fenómenos, más no ante los fenómenos en sí mismos. Así, la suspensión del juicio,

y la consiguiente ataraxia, versaría únicamente sobre las pretensiones concluyentes

dogmáticas más no sobre aspecto alguno de los fenómenos. De esta manera el

escepticismo se nos mostró como una disposición ante aquello que depende de

nosotros (opiniones) y aquello que no (fenómenos) Así, al disponerse

terapéuticamente respecto de tales ámbitos, asume ya cierta forma de vida en la

práctica investigativa de aquellos.

Sin embargo, dado que en el escepticismo la investigación constituye la forma

de vida escéptica, y la investigación tiene un carácter restringido, nos pareció

propio indagar qué se investiga y cuál es el criterio para establecer una

102

investigación. Por ello, en el capítulo segundo, planteamos este problema, desde las

implicaciones de una actitud como al escéptica frente a la investigación de las

formas de vida según los postulados dogmáticos; primero desde los postulados

éticos en general, y después desde los postulados éticos en particular, o más

concretamente, desde los postulados éticos según los estoicos. Según este esquema,

en primer lugar planteamos el problema por el criterio con el cual algo se toma

como dogma, específicamente respecto de los postulados éticos. Para esto,

pasamos revista de la estrategia escéptica de investigación a partir del Tropo

décimo desde donde pudimos establecer la particularidad respecto de los cuales se

enuncian los postulados éticos. Dado que estos no parecen ser más que aspectos que

responden a cierto contexto, nos pareció que era verosímil ampliar el criterio con el

cual algo se considera dogma, en este caso desde lo científico (concretamente

respecto de un saber ético) al contexto en medio del cual algo es considerado

paradigma científico. Esto nos permitió observar que hay una distinción entre

aquello que el escéptico investiga (dogma), o en este caso los postulados éticos

estoicos, y aquello que le parece que se manifiesta en la vida y asume como

exigencia vital, es decir, el criterio de acción como guía de la vida. Así, respecto del

primero, asistimos a dicha investigación cuyo resultado señaló las incongruencias

en las que caía el dogmático al elaborar ciertos postulados que pretendieran la

consecución de un carácter, ya sea desde razonamientos absolutos, ya desde

aplicaciones epistemológicas de aspectos no manifiestos. De ahí que, respecto de

todo lo que implica una postura ética dogmática (por lo menos la estoica) el

escéptico no puede sino suspender el juicio. En conclusión, a partir del mismo

ejercicio investigativo de las afirmaciones estoicas es que los postulados tales como

aquello que se asume por naturaleza; «lo Bueno», «lo Malo» y «lo Indiferente»; o

el supuesto «arte de vivir» quedan en tela de juicio respecto de lo que los mismos

dogmáticos afirmaban. Este tipo de investigación le permite al escéptico una suerte

de tranquilidad, si no frente a todos los dogmas éticos, si ante las pretensiones

estoicas que, como muchas otras, incluso en nuestros días, afirman una suerte de

verdad de la vida –y por ende la manera más propia de vivir respecto de esa verdad.

Respecto del segundo punto, el criterio de acción como guía, mostramos cómo cada

103

una de sus exigencias vitales no eran otras sino correlatos en medio de los cuales se

habita sin que por ello se tomen como determinantes o dogmas tal como lo haría el

dogmático. De esto concluimos que, más allá de caer en un dogma al mencionar lo

concerniente al «criterio de acción», se señala cierto contexto en medio del cual se

investiga lo que resulta dogmático.

De ahí que ahora nos sea lícito referir que el acontecer escéptico sólo es

comparable con lo que le sucedió a Apeles:

“Al escéptico le sucedió lo que se cuenta del pintor Apeles. Dicen en efecto

que estando pintando un caballo y queriendo imitar en la pintura la baba del

caballo, tenía tan poco éxito en ello que desistió del empeño y arrojó contra el

cuadro la esponja donde mezclaba los colores del pincel, y que cuando esta

chocó contra él plasmo la forma de la baba del caballo”[E. P., I,28]

Tanto en Apeles como en el escéptico hay un descontento en cuanto a los

beneficios recibidos tras seguir rigurosamente aquellas viejas teorías que

procuraban la consecución de verdad alguna que tuvieran como correlato la

tranquilidad, felicidad o la promesa de la mejor vida que pudiese ser vivida. Es por

esto que la investigación escéptica se nos presentó como un terapéutica en donde lo

relevante no era afirmar o negar el valor de verdad de proposición alguna, ni

siquiera el afirmar otra estrategia retorica a favor de algún tipo de vida escéptica,

sino oponer valores persuasivos respecto de lo que resulta manifiesto con el fin de

suspender el juicio y así suprimir todo viso de dogmatismo que tendiera a verdad

alguna. No se trataba entonces de una investigación científica que de antemano

asegurara el objeto que se iba a investigar, sino de una investigación médica que

purgara de los malestares creados por estas pretensiones dogmáticas de las que el

escéptico provenía. De este modo la investigación escéptica se configuró como la

disposición de ciertas prácticas ante aquello que se afirma de los fenómenos.

¿Después de esta suerte de resumen respecto de nuestra indagación nos queda

clara la forma de vida escéptica? ¿Podemos señalar plenamente en qué sentido el

escepticismo es una actitud que propende a una apertura investigativa, a una

104

búsqueda? Por un lado, cuando abordamos la indagación por el modo de vida

escéptico lo hicimos en gran parte desde los postulados que nos informa P. Hadot

en ¿Qué es la filosofía antigua? Sin embargo, según lo que pudimos ver respecto

del carácter escéptico, y de acuerdo con lo que en las páginas del texto del autor

francés se puede leer, estrictamente, en el escepticismo no hay una técnica de vida.

No hay algo así como una justificación práctica de cierta elaboración teórica. Es

evidente que gran parte de la investigación del escéptico hacia los postulados éticos

estoicos se dirigen a hacer notar que la pretendida construcción de una técnica de

vida, o si se quiere, la construcción de una suerte de saber respecto de la acción o

de la manera de comportarnos respecto de cierta virtud, carece de una

argumentación sólida. Más aún, la aparente claridad y certidumbre en la

consecución dogmática de una forma de vida bien podría deberle una buena porción

al azar de su aparente construcción racional. Así pues, aunque afirmemos que en el

escepticismo no hay algo así como una técnica de vida, no por ello afirmamos que

no hay una forma de vida pues esta, aunque no está, –ni pretende estar–determinada

en todos los aspectos, efectivamente asume ciertas estrategias con fines terapéuticos

ante el malestar dogmático. Al establecer la consideración particular de un tema, o

un aspecto, el escéptico no pretende extender su actitud como la solución de los

malestares anímicos, más que disponer de ciertas estrategias para investigar un

asunto que se presente como dogmático, hace que se libere de tales prejuicios o

preconceptos y asuma una relación, tal vez mucho más originaria, con aquello

respecto de lo que se dio el dogma. Así, el modo de vida escéptico no se extiende

hasta convertirse en una fórmula precisa que se adopte para vivir, sino que se

presenta, se muestra, casi que se describe como aquella disposición que avoca hacia

un tratamiento particular y que insiste en la apertura como estrategia antidogmática.

Por el otro lado está aquella lectura del escepticismo que ve en ella una suerte de

contradicción respecto de las afirmaciones que la asumen como cierta forma de

vida. Además de lo anterior, podríamos señalar respecto de esta que más allá de

pretender establecer una suerte de recomendaciones prácticas o normativas de corte

escéptico conforme a las cuales se introduzca cierta manera de vivir respecto de una

105

virtud -nos referimos al problema por la dignidad del «criterio de acción»-, el

escéptico asiente a ciertas exigencias que él observa (sin que por ello adopte una

defensa de las mismas) Al señalar que sique un tipo de razonamiento que le enseña

a vivir según lo manifiesto tal como las costumbres, las enseñanzas recibidas, y que

estas además se presentan como exigencias vitales, no por ello se indica una suerte

de normativa sino lo que parece constituir los motivos de la acción; se trata del

contexto desde el cual se determina, y por lo mismo se busca responder, a cualquier

acción, incluso la investigativa. Así,el «criterio de acción», más que establecer

preceptos escépticos, establece cierta percepción general de la vida que parece

manifestarse sin que ello se tome o se pretenda tomar dogmáticamente.

Así pues, frente al problema que nos planteamos, podría pensarse que la forma

de vida escéptica, aunque se establece en la investigación de los postulados

dogmáticos, no reduce o determina la vida a este aspecto, es decir, al investigativo.

Nos referimos a que al introducir el «criterio de acción» señala los límites de la

investigación y cómo ésta, aunque se establece como forma de vida, no colma los

aspectos que ésta última pueda abarcar. De este modo, a diferencia del dogmático

quien pretende una determinación absoluta de la vida desde cierta perspectiva, el

escéptico asume cierta actitud terapéutica respecto de lo que le es propio: es decir,

lo que se afirma dogmáticamente. Nosotros pudimos observar que desde la

investigación escéptica de las formas de vida según los dogmáticos, y según los

resultados a los que se llega, no se concluye en una plena y absoluta imposibilidad,

o si se quiere, irrealidad de los mismos. El escéptico, según su carácter

investigativo, y las dificultades de afirmar tal tipo de vida producto de los más

lúcidos y certeros ataques, no cae en la tentación de asegurar que su ataque es

completo e irrebatible; su misma actitud, incluso esa que parecería una victoria, –

vana y difuminada victoria–, hace que considere que es posible alguna otra

investigación o incluso otra defensa. Tal vez se deba al carácter médico del

escepticismo que deja entrever la enfermedad como la continua y eterna amiga de

los hombres: siempre a nuestro lado como una sombra pese a lo que podamos

hacer, o incluso lo que podamos argumentar. Es por ello que al intentar mostrar la

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investigación de las formas de vida según la construyen los estoicos (de nuevo, por

citar un ejemplo y un caso concreto «según el cual…»), en momento alguno

argumenta en defensa de la suya como respuesta a las ruinas que deja la

investigación de aquella otra, no se trata de una refundamentación o algo parecido,

sino de una sutil disposición ante los malestares de asumir una opinión

dogmáticamente.

Es por lo anterior que si pretendiésemos hablar de una ética en la forma de vida

escéptica lo haríamos con el cuidado de advertir que ésta se halla en el ejercicio

mismo de la investigación y no en una forma de vida adyacente a dicha actitud

investigadora; ni siquiera en una suerte de normativa ética escéptica. Es decir, si

bien los postulados éticos implican en muchos casos una suerte de preceptos de

comportamiento, en aquella supuesta ética escéptica, estos preceptos se verían

reducidos en el ejercicio mismo de la investigación según sea el caso (un ejemplo

claro de esto es la lista de Tropos reunidos de los que apenas Sexto hace uso de

algunos en el conjunto de los Esbozos Pirrónicos) Es decir, con el escepticismo se

abre la posibilidad de asumir que se investiga de muchas maneras; sin embargo, ni

siquiera ésta afirmación podría ser erigida como un estandarte del ánimo o talante

escéptico pues ya establecería una suerte de dogmatismo. De esta manera, nosotros

consideramos que para el escéptico su vida aparece como uno más de los correlatos

en los que se habitúa hasta el punto de no desconocer las afecciones que ésta le

produce, tanto de lo que acaece como fenómeno, como de lo que acaece como

opinión. De ahí que en un momento le sea licito hacer la distinción: “en cuanto

persona capaz de sentir, sufre: pero al no dar por sentado que sea malo por

naturaleza aquello que él sufre, lo sufre con mesura [E.P., III, 236]. El escéptico se

dispone en ciertas prácticas vitales de investigación pero no con fines panfletarios o

de una actitud que generalice una perspectiva particular, sino como la medicina que

una enfermedad particular requiere. El escéptico no se lanza a la aventura

dogmática de determinar la vida pues es consciente de que la suya, es una

perspectiva más entre otras que asume un contexto en medio del cual ejerce una

investigación.

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