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El enigma de la guerra pop NesíorL Carneo. Monografías sobre la Conflagración europea IV Francia y la latinidad IH A Edición Bueno» Aires 1916

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El enigma de la guerra pop NesíorL Carneo.

Monografías sobre la Conflagración europea

IV

Francia y la latinidad

IHA Edición Bueno» Aires 1916

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El enigma de la guerra por

Néstor E. Carrico

Monografías sobre la conflagración europea

IV

Francia y la latinidad

3LS.

Dff. E D I C I O N ~5K

Buenos A.ire» 1918

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D e l m i s m o A u t o r

I — En vísperas de la guerra Actitud de las potencias

III — Ecce Albion V — El error de Italia

VI — La leyenda de las atrocidades

(PRÓXIMOS A PUBLlCARSa)

II — Antagonismos étnicos Austria - Hun grí a Rusia Los Balkanes

VII La "bárbara" Alemania VIII — Beligerantes y neutrales

l a parte: Bélgica y su neutralidad, Estados Unidos, España y demás neutrales.

2a parte: Argentina

IX — La solución del enigma X — Sorpresas, consecuencias y enseñanzas

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Al lector

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Decíame un amigo: "Ardua tarea, la de hacer prosélitos a esta altura de la situación, cuando, ya hace tiempo, todos están abanderizados en uno de los dos partidos beligerantes". Yo contesté: "No es esa mi intención. No me propongo persuadir a los adictos a una causa por convicción o simpatía. Mal puede tener tal pretensión quien milita, él mismo, en un bando, bien que no deja de reconocer — ¿ cómo no ha de reconocerlo ? — los grandes bienes que la civilización y la cultura humanas deben a la otra parte. Con éxito parecido pretenderían convencerse un austríaco y un ruso de la justicia de los ideales que cada cual defiende. Lo único que procuro es presentar a los espíri-tus ecuánimes, no cegados por la simpatía apasionada en medio del desbordante lirismo que con gran abuso del léxico retum-"bante viene inundando los cerebros, un poco de prosa sencilla, libre de toda animadversión, pero repleta de datos político-históricos, adornados, para hacer más apetitoso el. plato, con juicios emitidos por gente conocida, que pesan más que los co-mentarios de un ilustre desconocido, sobre todo, si proceden de las filas opuestas".

¿Está condenado al fracaso mi trabajo aclaratorio; acla-ratorio en el sentido de aportar una modesta contribución al conocimiento de la verdad escueta? De Alemania sabemos, porque lo leemos a diario, que se halla .en estado poco menos que cadavérico: los soldados exhaustos y desmoralizados, ofre-ciendo poca resistencia al adversario fuerte, tenaz y gallardo; la gente de tierra adentro en la mayor de las indigencias, su-friendo lo indecible a causa de privaciones de toda clase y, por eso, deseosa de hacer las paces, que sólo el execrado Kaiser, encarnación del "militarismo" y "despotismo", no quiere con-ceder, porque está sugestionado por los " Junker" . Y a los tres grupos: militares, civiles y gobernantes, los vemos formar el repugnante conjunto de un pueblo atrasado, de bajos instin-tos y ruin manera de proceder: "hunos".

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¿Qué oímos do los defensores de la humanidad? Lo que el censor deja pasar y lo que los idólatras — desintei-esados los más, paniaguados los menos — nos dicen en ditirambos está-ticos de sus preeminencias sempiternas: pepitas de metal bri-llante que en el tamiz se separan de la arena tosca. Pero ¿ son todas de oro esas pepitas relucientes? Al ser pasadas por el crisol, muchas no resisten a la prueba de depuración. Se des-componen, y cuando se les agrega un poco de historia, otro poco de versación política y una pequeña dosis, mitad sentido común, mitad "sacro egoísmo", genuina marca neutral, resul-tan ser similor.

Frases líricas, emanadas de privilegiadas plumas miríficas que'nos ensalzan la gloriosa obra de los que nos van a traer la panacea de la felicidad, si su espada de San Miguel acaba con la "barbarie" dragontina, sientan muy bien como postre en días feriados, aun cuando por debajo de la forma esbelta se esconden, bien disfrazados, lunares de grueso calibre. La gracia elegante 110 deja de ser estética por eso, y ya sabemos por Rous-seau que "le premier metier est de bien babiller; on est dispensé de penser pourvu qu'on parle".

El alimento principal de un organismo que pisa tierra firme y no vive del aire, necesita ser substancioso y variado. "Toujours perdrix" cansa, y a un pueblo mayor de edad es necesario que no se le sirvan siempre los mismos platos, por bien preparados que estén, no sea que las golosinas le produz-can una indigestión y, bajo el desasosiego mental consiguiente juegue toda su fortuna al campeón predilecto, del que no se sabe todavía, ni con mucho si alcanzará el triunfo decisivo, j Y si no se lleva la palma ? El despertar podría ser amargo.

Lo que Francia, la amiga y maestra, ha sido para ella en el pasado, lo sabe la Argentina agradecida. Lo que ha sido para otras naciones, y en particular para su vecina del este, lo que es en la actualidad y lo que, vencedora o vencida, va a ser en el futuro, es el tema de este libro.

EL AUTOR.

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Francia y la latinidad

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En una de sus correspondencias a " L a Nación", de Bue-nos Aires, Miguel de TJnamuno, después de exteriorizar una vez más sus simpatías por la causa de Francia, intercala un párrafo que se nos parece todo a una bella perla en medio de una concha bivalva, empedernida a fuerza de tanta repetición y compuesta por la "petulancia" y "pedantería" alemanas, inclementemente punidas por el báculo del docto profesor de Salamanca. Dice el párrafo: "¿De cuándo acá ha dado ella (Francia) la libertad al mundo? ¿Quién ha dicho que la 'gran revolución — y me parece muy grande — libertara al mundo si es que libertó a Francia? ¿Es que la revolución inglesa, la de Cromwell, no le precedió y fué acaso más profunda que ella ? j Es que no le precedió también la guerra de la indepen-dencia de la América del Norte, y es que la declaración de los Estados Unidos al constituirse en nación independiente no pre-cedió a la declaración de los derechos del hombre? Y aun así, ningún pueblo admitirá que fué Inglaterra, ni fueron los Esta-dos Unidos de la América del Norte quienes le dieron la liber-tad. No, el pueblo libre se debe la libertad a sí misiiio. Nues-tros liberales de 181.2, los doceañistas, habían aprendido sus doctrinas tanto como de pensadores franceses, ingleses, norte-americanos, etc., de viejas tradiciones españolas. Ningún pue-blo debe pretender el ser el maestro, ya de la libertad, ya del orden para los demás. Ningún pueblo puede ni debe decir: "Sin mí no habría libertad — u orden — en el mundo".

Nada más exacto y sin em'bargo ya va casi siglo y cuarto que Francia es portaestandarte del principio de "libertad, igualdad, fraternidad". A nadie con mayor razón que a ella es aplicable el refrán "cría fama y échate a dormir".

Es verdad que la Francia revolucionaria pasó pronto al despotismo napoleónico, que en 1823 intervino en España a favor del absolutismo y de 1862 al 1867 en Méjico a favor del emperador Maximiliano, apoyando al mismo tiempo el poder secular del Papa; cierto también que: " A l entrar en el siglo

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XIX la dirección de las inteligencias ya no pertenece a Fran-cia sino a Alemania. La emancipación que fué en Francia nacional y política con tendencias filantrópicas o 'humanitarias vagas, en Alemania fué filosófica y aislada. A esta revolución filosófica corresponde una revolución poética y literaria para-lela. De un lado está la crítica racional de Kant y de Ficlite y de otro la nueva estética de Goethe y de Schiller... Alema-nia dió un gran paso después de los escritores filósofos. Sentó que literato y pensador debían ser una misma persona. Unió la experimentación y la idea, la prueba con la teoría, las¡ enti-dades intelectuales con la fenoinenalidad física y para ello estudió fenómenos directamente, buscó el sentimiento religioso, ideal, divino, fuera de los dogmas, la belleza poética prescin-diendo de los mitos, considerando a éstos como simples formas materiales pasajeras. Así penetró la creación y aspiró en ella el alma y la vida. Encontrar por el estudio y por la contem-plación de las desconocidas energías materiales el secreto de armonía artística, de la cual la filosofía y la arqueología per-siguen los vestigios en los monumentos literarios y arquitec-tónicos antiguos; tal fué el grandioso problema de la Alemania a principios del siglo X I X " . (1) No menos cierto es que los dos grandes movimientos espirituales del siglo pasado: el socialismo (Marx, Lasalle, Engels, Kautsky, Bernstein) y el recrudecimiento del individualismo (Nietzsclie) tuvieron su cuna en Alemania, pero ¿ qué saben de esto las multitudes? Se fijan en lo que brilla, oyen lo que más suena y, sobre todo, ven y oyen lo que les gusta ver y oir. Que Francia en sus relaciones internacionales durante el siglo pasado y en lo que va de este se ha dejado llevar con frecuencia por el instinto de una desmedida vanidad nacional, a actos políticos perturbadores de la paz mundial, no importa: bajo los acordes de la bella Marsellesa, en la nebulosidad de la conciencia política del " snob" se destaca de entre el grupo de sus hermanas la simpática figura de la encantadora Galia, ador-nada con el gorro frigio, símbolo de "liberté, égalité, frater-nité", siempre liberal, siempre generosa, siempre progresista y por eso querida por todos. ¿Por todos? Ayudemos un poco la memoria.

(1) (üoii'or, "Historia do la literatura".

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Datos históricos Los tres acorazados ingleses "Cressy", ' ' Ilogue' ' y

"Aboukir", hundidos por el submarino alemán " U 9 " , man-dado por el valiente Weddigen, llevan los nombres de otras tantas derrotas infligidas a Francia por Inglaterra.

En las guerras de sucesión Eduardo I I I se posesiona de Calais (1346) a consecuencia de su victoria cerca de Crécy. Durante el reinado de los reyes franceses Carlos VI y Carlos VII los dos países sostienen guerras de larga duración (victoria inglesa en Azincourt, 1415; quema de Juana de Arco por los ingleses, 1431; victoria francesa en Castillón, 1453). Carlos VII hace las guerras de conquista en Italia con la invasión frustrada en Nápoles (1494). Luis XII pelea con Austria por Milán y Nápoles. Francisco I (1515-47) tiene cuatro guerras con Carlos V por la Borgoña e Italia. Bajo el reinado de Luis XIV (1643-1715) Francia está en constante guerra con Ale-mania,. Holanda, Inglaterra (batalla en La Ilogue), España y Saboya, y su sucesor Luis XV toma parte en la guerra de sucesión austríaca y en la de los siete años contra Federico II de Prusia. Siguen las guerras de la coalición; la primera con-tra Inglaterra, Países Bajos, España, Nápoles y Alemania; la segunda contra Inglaterra ('batalla de Aboukir, 1798), Austria, Rusia, Nápoles y Turquía. Después vemos a Napoleón I en guerra con toda Europa durante doce años. Napoleón III. aliado de Inglaterra y Turquía, pelea contra Rusia en la guerra de Crimea; con Italia, contra Austria (Magenta, Solferino, 1859), cediendo al rey de Cerdeña la Lombardía, conquistada con las fuerzas unidas; pero quedándose con Saboya y Niza como compensación (1860). La expedición contra Méjico pa-raliza la acción francesa en las cuestiones europeas: la polaca, Schleswig-Ilolstein y la austro-prusiana. La victoria de Prusia sobre Austria (Sadowa, 1866) ; la constitución de la Confede-ración de la Alemania del Norte, sin provecho para Francia; la evacuación de Roma (1866), reocupada en 1867, y de Méjico (1867), a consecuencia de la insistente intimación de los Esta-dos Unidos, son sentidas por el pueblo francés como derrotas nacionales. El descontento del pueblo con la política gasta-dora del gobierno crece. Las demostraciones contra el Imperio aumentan en París. Las elecciones robustecen la oposición. El

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— 12 — emperador trata de complacerla mediante concesiones. En Marzo de 1870 el nuevo ministerio presenta el proyecto de ley: el senado comparte la legislación con el emperador y el cuerpo legislativo, el poder constituyente del senado cesa, la constitu-ción sólo puede ser modificada por el pueiblo a iniciativa del emperador. El plebiscito produce un resultado relativamente desfavorable y es causa de la resolución del partido de la corte de reconquistar las simpatías del pueblo y del ejército, no con reformas liberales sino con una guerra exterior y gloriosa. El 6 de Julio el ministro de Relaciones Exteriores, duque de Gramont, declara que el gobierno francés no toleraría la can-didatura del príncipe de Hohenzollern (candidato del gobierno Prim) al trono de España. Guillermo I de Prusia manifiesta al embajador francés, Benedetti, su conformidad con la renun-cia de su sobrino a la candidatura, pero cuando aquél exige que el rey de Prusia hiciera la renuncia no sólo por su persona sino también por sus herederos en el trono, se niega Guillermo a someterse a esta imposición. El 19 de Julio Francia declara la guerra a la Confederación de la Alemania del Norte, a la que se unen los estados del sur, y es vencida en batalla tras batalla, perdiendo la Alsacia-Lorena, quitada a Alemania en 1681.

Un examen imparcial de la historia del pueblo francés muestra a éste como esencialmente inquieto y marcial, como el más marcial de toda la Europa.

Francia e Inglaterra

Alemania no ha cruzado nunca la espada con. Inglaterra; en cambio se ibatió al lado de ella en las guerras napoleónicas, librando al ejército de Wellington de una derrota en Belle Alliance (Waterloo), con la ayuda prestada en los momentos críticos por las tropas prusianas del general Blücher; Francia ha estado en guerra con ella durante siglos y se encontró a punto de volver a estarlo a raíz del incidente de Fasihoda (1898). Establecida la delimitación de las posesiones italianas y británicas en los territorios limítrofes con el Mar Rojo, "Inglaterra había ganado todas las regiones del Nilo como esfera de intereses garantida y, después de la derrota de los Mahdistas, como dominio asegurado. Una vez todavía fué amenazado éste, cuando poco antes de la batalla de Omdurman

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(en la que el general Kitchener con una fácil victoria sobre los mal armados mahdistas vengó la gran derrota de Khartum sufrida el 26 de Enero de 1885) Francia hizo un último intento de salvar siquiera una modesta parte de sus aspiraciones, que antes abrazaban a todo el norte de Africa. -De sus posesiones occidentales, los franceses, a las órdenes del comandante Mar-chand, avanzaron el 10 de Julio de 1898 a Fashoda, en el alto Nilo, con objeto de lindar con este río siquiera en un punto — justamente cien años más tarde de haber Bonaparte enseñado este camino a sus compatriotas. Poco después de la toma de Omdurman, empero, también los Jffitánicos llegaron, desde el norte, a Fashoda. Al encontrar aquí a los franceses, lord Kit-ehener les ordenó sin más trámite evacuar la plaza. Marchand se resistió, deseando esperar primero las órdenes de su gobierno. La situación estaba delicada en extremo. Kitchener tenía ganas de proceder por la violencia, y también en Europa una guerra anglo-francesa amenazaba aproximarse, pues Francia consideraba el asunto de FaShoda como una cuestión de honor. Sin embargo, en Parí» no se atrevieron a dejar llegar las cosas hasta el último extremo: el 11 de Diciembre los franceses eva-cuaron Fashoda. Inglaterra había vencido. De ahí en adelante era el único dueño del Nilo". (1)

En aquellos días la ira popular se desbordó en Francia, con tanta mayor facilidad contra la vecina allende el canal cuanto que jamás había existido entre los dos pueblos — du-rante tantos siglos en guerra constante — lazos de simpatía. En Inglaterra desdeñaban como una especie de seres inferiores, a los franceses, llamándoles " the Frenchies", y éstos les pagaban en la misma moneda. Basta con recordar aquella famosa serie de dibujos del célebre caricaturista francés Wil-ette que, bajo el título "Y' la les English", presentan al pue-jlo inglés como lo ven los ojos de un francés, en acción civili-zadora, ora quemando la virgen de Orleans, ora cantando, Biblia en mano, salmos en memoria de los indios que se mueren de hambre. Un aplauso dispensado a Willette por el duque de Orleans, costó a éste la expulsión de los clubs aristocráticos ingleses de que era socio.

Un americano, recordando cosas pasadas en la "Gaceta de Guerra de Lille", preguntó a los franceses: "¿Quién os ha

(1) R. Hennig, "Nuestro primo Tartuffe" pág. 35.

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quitado el Canadá que os pertenece en derecho y es cien veces más grande y rico que Alsacia-Lorena, la que hasta hace dos ¡siglos siempre haibía sido alemana? ¿Quién os robó el canal de Suez, construido por vosotros? ¿ Quién ha quemado a vues-tra Jeanne d'Arc, la heroína de Francia? ¿Quién ha tratado a vuestro gran Napoleón, en Santa Elena, casi como a un pre sidiario de galera?"

Guy de Maupassant en su sátira "Le rosier de Madame Husson" escribió: "Por grande que sea mi rencor contra el alemán mi instinto ño lo detesta y odia tanto como al inglés. El es para mí el enemigo hereditario, el enemigo jurado de la Normandía, pues el inglés lia invadido y saqueado y devastado veinte veces el suelo habitado por mis antepasados, y mi padre al darme la vida también me traspasó el asco por esa pérfida gente".

Después de la opresión de los valientes boers, en Diciem-bre de 1901, apareció en París un periódico, "París-Pretoria", en el que prominentes políticos franceses emitieron sus juicios deletéreos sobre la Gran Bretaña. M. Ribot, varias veces jefe del gobierno francés: "Así es Inglaterra, una nación con la que ningún pueblo civilizado puede simpatizar".—M.Denis-Cochin ministro sin cartera y miembro de la Academia francesa: "Mientras corre la sangre de los mejores ingleses, nadie en Francia y Europa puede condolerse o tener compasión de ellos; su causa es demasiado abominable". — M. Boudenot, diputado de Pas-de-Calais: " A Inglaterra no le importan las leyes de ía guerra; obra según la máxima bárbara: " l a fuerza prima el derecho". — M. Morinaud, diputado de Constantine: "La industria de Prusia es la guerra. La industria de Inglaterra es más sencilla; es la industria del hurto, del robo, del pillaje' — M. Baudry-d'Asson, diputado de la Vendée: "S i tuviera veinte años menos, en vez de cazar los jabalíes de mi país, iría con mis perros de monte al Transvaal para cazar a los ingle-ses". — M. Rivet, diputado de la Isere: "Auri sacra fames, vil codicia de oro, bajo deseo de conquista, fiera ambición de gloria sangrienta, matanza de los débiles, menosprecio del dere-cho de gentes, negación de la justicia, maculación de la huma-nidad; esas son las maldades y los crímenes de Inglaterra". — M. Rispal, diputado del bajo Sena: "Los ingleses, los verdugos de los boers, deben ser anatematizados por las naciones civi-lizadas".

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En la presente guerra leemos a diario como los discursos de los gobernantes de los países de la "En ten te" rebosa» amistad y simpatías recíprocas, pero si uno tiene la paciencia de recolectar los arrebatos de recelo que de vez en cuando, a guisa de humaredas de volcán, salen a la superficie, adquiere la impresión de que detrás del escenario político visible para el público, la armonía no es tan perfecta como pintan los órga-nos oficiosos de la prensa. La "Gazette de Lausanne", diario suizo que, lo mismo como el "Journal de Genéve", reflejan fielmente el diapasón de París, y son usados para sus desahogos, por los franceses que, en razón de la censura, en su patria no pueden decir lo que sienten, trajo un artículo, bajo el epígrafe "Flegme britannique", que en síntesis decía: " E n el alma francesa se va precipitando un sentimiento de amargura contra Inglaterra, tal vez sólo un matiz, pero de una "nuance" muy digna de atención. En Francia se siente que Inglaterra no tiene un ejército equivalente a sus intereses y al papel que piensa desempeñar en el arreglo final de este terrible conflicto. El lema de Churchill "business as usual" (negocio como siem-pre) resuena con desplacer para el oído de los franceses que luehan con la sangre de su corazón y no sólo con su libro de cheques. Las palabras de Lloyd George, finalmente, de que será vencedor quien levante la última millarda, escandalizan a los franceses, prontos a todo sacrificio en sangre y vida. El convertimiento del patriotismo inglés en billetes de libras esterlinas, ruboriza a los franceses de fino sentimiento que, no conformes con el "sang froid", con ese "flegme de l'esprit britannique", no pueden familiarizarse con la tesis de que la guerra podrá durar 30 o 20 años según Churchill o Lloyd George, puesto que todo se reduce a la cuestión de quien aguan-tará económicamente más tiempo. El inglés — dice el articu-lista — nunca tiene prisa. De repente saca un ejército de la nada, y cuida que nada falte al soldado, ninguna comodidad, ninguna previsión higiénica, ningún medio de deporte para el restablecimiento de su equilibrio corporal. Todo esto estaría muy bien, si no hubiera 'belgas totalmente abatidos y si laa provincias francesas no gimiesen bajo el yugo del adversario. Por consiguiente, a los franceses no les puede ser indiferente el que en Inglaterra no atribuyan importancia a la duración de la guerra. Cierto que Francia está comprometida. Pero el gobierno no es dueño absoluto de la opinión pública. Cuando

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ella se aperciba de que Inglaterra , por hacerla invulnerable su posición insular, se h a acomodado con demasiada facil idad a la idea de la prolongación de la guerra mundial, podría suceder que Franc ia cediera a "cer ta ines suggest ions" sobre las cua-les, por razones fáciles de comprender, se guarda mejor silencio'

Aquí en Buenos Aires mismo, en el órgano de la colecti-vidad francesa " L e Courrier de la P l a t a " , leímos a fines de Febrero de 1917 estos pár rafos por demás sugerentes:

"Un homme a le droit d'étre modeste pour soi; mais on ne doit pas' étre huinble pour son pays. Ce qui est vertu chez le partieulier, serait alors manque de patriotisme, et méme pire. Nous serions mal venus, dans la guerre pré-sente, a, ne pas rendre justice á nos alliés, mais nous devons proclamer bien haut, parce que o'est la stricte vérité, que l'effort de beaucoup le plus considerable est le nótre.

"La Trance s'est sauvée elle-méme. "La vérité; c'est bien, et nous nous exposerions au ridi-

cule en exagérant la perspicaeité, le noble désintéressement et la eoopération efficace des Anglais.

"Nous ne songeons nullement a mettre en doute leur bonne volonté; nous sommes convaincus qu'au fur et á mesure qu'il leur sera possible, ils augmenteront leur ef-fecfifs terrestres, qu'ils éviteront de rotamber dans des erreurs politiques et militaires regrettables, telles eelles com-mises en Orient. Cela fait nous demandons la permission de proelamer eneore une fois que la Franee tient le pre-mier rang dans cette guerre et le tiendra jusqu'au bout.

"La cause réelle de l'entrée en guerre de l'Angleterre est, qu'á moins de se suieider, elle ne pouvait faire autrement; l'invasion de la Belgique n'a été qu'un prétexte, du reste tres honorable. Des Anglais éminents (lord Bryce entre autres, croyons-nous), l'ont reconr.u en toute franchise.

"Outre sa contribution en hommes, l'Angleterre fournit des fonds a ses alliés". Présente ainsi, c'est inexact. Elle en fournit á la Belgique, á la Russie, á la Serbie, a la Roumanie; elle n'en fournit pas á la France, laquelle, au contraire, leur en fournit aussi, ce qu'on oublié un peu trop de diré. Les bons comptes font les bons amis.

"Loin d'avoir eu la visión la plus nette, le peuple anglais n'a pas compris l'importance de ce qui arrivait, et il a été un peu long á consentir les sacrifices nécessaires.

"Comme le déclarait l'autrg jour le Ministre de la Guerre britannique, des soldats sont encore nécessaires. Le

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— 17 — nombre de ceux qui ont traversé la Manche a destination de notre pays n'a jamais été ¡publié. Des centaines de mille, a dit M. Briand, au cours de l'interpellation du 23 ou 25 septembre dernier. Si l'on evalúe á 300 ou 400.000 ceux qui sont aux Indes, en. Egypte et á Salonique, que l'on y ajoute les 400.000 marins, cela doit aller en tout a un mil-lion et demi ou peu plus. De la aux quatre millions de combattants que peut fournir la Grande-Bretagne, sans de-mander a son peuple Muiant qu'ont demandé aux leurs les empires centraux et la Frunce, restent á venir deux millions et demi".

Examinemos ahora el fundamento del descontento francés, fijándonos, al efecto, en los datos facilitados por la prensa, de los que dimos ya una parte en el capítulo " E l método inglés de guerra", de la monografía III, "Ecce Albión". Las bajas francesas sufridas hasta el Io de Marzo de 1916 ascendieron, según el informe del entonces ministro de Guerra Gallieni, ren-dido en el Palais Bourbon ante la comisión del ejército, a 800.000 muertos; 1.400.000 heridos (entre ellos 400.000 casos graves; 300.000 desaparecidos). Los franceses perdieron, pues. 2.500.000 homlbres, mientras que los ingleses sólo tuvieron 600.000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. (1) El 18 de Abril de 1916, un telegrama de París hablaba de un artículo da Clémenceau, en el cual éste expresaba su extrañeza de haber As-quith retardado la aplicación del servicio militar obligatorio. "Ta l conducta — decía Clémenceau — equivale a la derrota. A pesar de que Francia hace esfuerzos prodigiosos a la vista de todo el mundo, mandando sus últimas reservas al combate, As-quith se queda débil y no se atreve a introducir la ley del servicio militar general aprobada por la cámara. El primer ministro inglés cree poder cumplir con palabras las necesidades y las obligaciones contraídas. Hay que acabar con este estado de cosas, tomando lord Curzon las riendas del gobierno".

El 29 de Diciembre de 1916, el general Perrot dijo en el "Ee l a i r " : "Todas las conversaciones con los soldados franceses que hacen uso de licencia y con los heridos, nos hacen saber que nuestras tropas deseaoi que sus aliados hagan iguales sacrificios. Su sentido de justicia se rebela. (Las frases siguientes fueron suprimidas por la censura). Debe hablarse francamente con nuestros aliados sobre este asunto; y si eso no es suficiente, nos-

(1) "Neue Freie Presse'' de Víena, 9-3-1916. 2

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otros no podemos vernos forzados a hacer lo imposible. ¿De qué nos sirve que Inglaterra y Rusia exhiban ante nuestros ojos ejércitos de millones y que en el día de la victoria, la noble sangre de Francia se haya extinguido?"

Ante la abrumadora realidad de los hechos, motivo de las justificadas reconvenciones de los aliados, Lloyd George no tuvo más remedio que confesar en la asamblea pública, cele-brada el 6 de Febrero de 1917, en el Central Hall de West-minster: "Comparativamente con nuestra población, somos nosotros quienes hemos reclutado menos hombres para el ejér-cito y la marina, entre las grandes naciones que actualmente se hallan en guerra". (1) El ministro de Guerra, lord Derby, también insistió en la necesidad de hacer más sacrificios. " E l pueblo — dijo — dió al gobierno dinero y municiones en gran-des cantidades, pero nos faltan aún hombres, y la nación tendrá que hacer esfuerzos más grandes que los que hizo hasta ahora y dar sus hombres a la guerra, porque no ganaremos la guerra diciendo que ya la hemos ganado". (2) Y cuando pocos días después Lloyd George, en pleno parlamento, urgió la impe-riosa necesidad de hacer economías en la vida doméstica, ' ' La Nación'' dijo: " . . . En un telegrama que se hallará en la sec-ción respectiva, se consigna el hecho de que una hora después de haber hablado Mr. Lloyd George, el precio de algunos artículos de consumo subió repentinamente. Fuera de Ingla-terra la repercusión de ese discurso no ha sido menos intensa; en España, en los Estados Unidos, en el Brasil y en otros países neutrales que mantienen relaciones comerciales con las islas británicas, los gremios exportadores han visto en esa pieza par-lamentaria el anuncio de nuevas dificultades económicas y de restricciones más grandes aún a sus ya tan mermados nego-cios . . . Parecería, a juzgar por el recurso oratorio empleado por el ministro, que los insulares no han comprendido aún toda la terrible gravedad de la guerra y que desdeñan utilizar en favor de la causa nacional esos pequeños y prosaicos recursos domésticos que sus minuciosos enemigos* teutones emplean con envidiable ardor bélico. Los ingleses, a pesar de los zeppelines y de los submarinos, no se avienen a suprimir sus hábitos de holgura, económica y Mr. Lloyd George se ha creído obligado

(1) "La Prensa" de Buenos Aires, 7-2-1917. — (2) "La Prensa" de Buenos Aire3, 18-2-1317.

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— 19 — a invocar el fantasma de la derrota para que sus compatriotas consientan en abstenerse de los postres". (1)

¿De los postres? Tres meses más tarde, el Io de Junio de 1917, Mr. Kennedy Jones, director interino de subsistencias, declaró a un periodista: ' ' Inglaterra posee reservas de cereales para dos semanas, que es precisamente el tiempo que falta para la nueva cosecha, la cual nos proveerá de grano para otros tres meses. Este período de 24 semanas podrá alargarse hasta 34, haciendo gran economía en las raciones y suprimiendo la ali-mentación del ganado con cereales. Durante el mes de Mayo hemos importado semanalmente cantidades suficientes para diez días. Se teme, sin embargo, que durante el mes de Junio sólo se pueda importar el grano necesario para tres semanas de reservas . . . Si nuestras reservas no alcanzan para siete sema-nas, el hambre será inevitable en algunos puntos de Ingla-t e r r a . . . " (2)

Y cuando nos disponíamos a reunir material para estas cuartillas (mediados de Septiembre de 1917) leímos que en tina reunión celebrada por el gremio de los carniceros británicos para discutir las medidas que conviene adoptar "en vista de las perspectivas poco tranquilizadoras que ofrece la provisión de carnes en Inglaterra para el próximo invierno y prima-vera", el señor W. Groggan, autor de una moción, declaró que la importación de carne ha disminuido sensiblemente y que es probable que dentro de algún tiempo se carezca de ese artículo en la medida suficiente para llenar las necesidades del ejército. Si falta la carne para el ejército — agregó Mr. Groggan — no existirá en absoluto para la población civil. No queda más recurso que el de privarse de carne durante un período, a fin de conservar la provisión actual y permitir que se aumente, pues no ha de transcurrir mucho tiempo antes de que cesen por completo las importaciones de ese producto". (3)

Hard lines. Para concluir, extractamos un suelto publicado en el

' 'New York "YVorld" del 5 de Agosto de 1917, el que, por tratarse de una nota diplomática, reviste excepcional impor-tancia. Según esa noticia, M. André Tardieu, embajador fran-cés en "Washington, entregó al secretario de Estado, Baker, un informe de su gobierno en el que éste manifiesta que en el

(1) "La Nación" del 25-2-1917.—(2) "La Nación" del 2-6-1917.—(3) "La Nación" del 18-9-1917.

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frente del este francés hay, en números redondos, tres millones de soldados franceses, teniendo Francia que defender un frente de 574 kilómetros de extensión, mientras que los ingleses sólo están en un frente de 138 kilómetros y loe belgas en 27 kiló-metros, con la particularidad de que contra los ingleses com-baten 42 divisiones alemanas y contra los franceses 81. (1)

Francia e Italia Ningún italiano ignora que cuando en 1859 Víctor Manuel

y Cavour refundieron la media docena de estados que existían en Italia, en una sola nación, la Francia de Napoleón I I I vetó la entrada en Roma de los italianos, mientras que Alemania, con la que Italia nunca tuvo cuestiones y sí un gran intercam-bio intelectual y material, ha sido la ayuda indirecta para la unidad de los pueblos italianos bajo el cetro de la casa de Sa-boya, porque con su victoria sobre Austria neutralizó los efec-tos de las derrotas italianas de 1866 en Custoza y Lissa, y con el aplastamiento de Francia abrió a Italia las puertas de la eterna Roma. En un artículo publicado por "La Unión" de Buenos Aires, decía un italiano a este respecto:

"Desde hace muchísimos años fué Francia la más obs-tinada nación que salió al paso de todo engrandecimiento de Italia, procurando de .mil modos dominar toda aspiración nacional de resurgimiento y unidad. Hoy, sin embargo, casi todos los diarios franceses se jactan de que Italia debe su actual unidad a la influencia y esfuerzo de Francia; eso, que corra y vaya por cuenta de tales diarios, pero no pasa de ser una pueril fantasía. Alemania fué, por su grandioso esfuerzo de 1870, quien obligó a Francia a echar mano de cuanto hombre tenía en todas partes, y de esa manera, reti-rando la guarnición francesa de Roma, dió ocasión a que las fuerzas garibaldinas atacaran y rindieran la ciudad que hoy encabeza a ¡mi patria. La ayuda única que prestó Francia, fué, por interés propio, doblemente propio; sacándose de encima la frontera austríaca, cobrando a Austria sendos millones, sacándolos asimismo del reino del Piamonte, y, finalmente, quedándose por mangas o por faldas, con las riquísimas provincias genuinamente nuestras de Niza, boya y Córcega, patria de Garibaldi, la primera, y cuna de nuestra casa reinante la segunda. ¿Es eso desinterés? Yo lo llamo mercantilismo".

(1) "Deutsche La Plata Zeitung", 7-8-1917.

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Gustavo Hervé, saludando a la legión voluntaria italiana que partía para la línea de fuego, publicó en su diario " L a Óuerre Sociale" un artículo en el que resumía cincuenta años de historia franco-italiana, para poner de manifiesto los errores que su país ha cometido al no cultivar con más habilidad la amistad de su hermana de raza. Al final dice: "Juzguemos, pues, la razón del odio de la democracia italiana contra la Fran-cia imperial y justifiquemos la alegría con que la vieron des-pedazar en 1870.. . Fundada definitivamente la República, Francia infligió una nueva mortificación al orgullo nacional italiano. Pusimos nuestras manos sobre Túnez, pofblada por una numerosa colonia italiana, sobre Túnez que convenía a I t a l i a . . . " (1)

Lo que Hervé no echó de ver es el factor, imponderable pero no por eso menos influyente en las relaciones de los pue-blos, de la ausencia de un criterio benévolo para las virtudes e indulgente para los defectos de otras nacionalidades. Si a este respecto hubiese habido mayor ponderación en el mundo, si gobernados y gobernantes hubieran tenido más empeño o más talento en colocarse también en el lugar de la otra parte, tal vez Europa no estaría hoy en llamas. A Inglaterra y Francia las ha separado desde antiguo la muralla infranqueable de la intolerancia para el modo de ser recíproco. El sentimiento, arraigado en los individuos, de una infinita superioridad sobre los otros, hacía que las dos comunidades estuvieran siempre a tres pasos de distancia en el orden espiritual, social y político. No pasaba exactamente lo mismo entre Francia e Italia. Allí el prurito, el engreimiento, la intolerancia era unilateral. Los franceses siempre han mirado a los italianos — y para los que estén en contacto con las colectividades de ambos países, no es un secreto que aun en esta guerra continúen mirándoles — como una nación que, adoleciendo de los> resabios de una civi-lización atrasada, no ha sabido hacerse acreedora todavía al título de igualdad de nobleza y derecho. La gente instruida italiana — lo mismo que la española, mortificada por idéntico motivo — lo siente y sufre. Razones políticas podrán acallar el sentimiento, pero el dolor del orgullo herido arde lentamente por debajo de las cenizas de las simpatías desdeñadas. Y ha habido ocasiones en que llamaradas, rompiendo con ímpetu

(1) Reproducido por ''La Razón" de Buenos Aires.

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súbito y violento la capa delgada, amenazaban originar toda una conflagración.

Fresca en la memoria está la tragedia, ocurrida el 20 de Septiembre de 1893, en Aigües-Mortes, pequeña población al sur de Francia, que fué teatro de la matanza de cuarenta ita-lianos y de lesiones graves inferidas a más de otros cien. Un motivo nimio dio lugar a la masacre. Un operario italiano que se hallaba sentado al borde de la salina, limpiándose los pies de partículas de sal que le quemaiban los dedos, había sido ob-jeto de burla por parte de los franceses que, echándole en cara la "afeminación" le llamaban "mangia-polenta". Las invec-tivas se cruzaban, los ánimos se exaltaban y en la mañana del día siguiente toda la población de Aigües-Mortes con el grito de "nous en ferons saussices" asaltó las míseras viviendas de los italianos. Los doce gendarmes estacionados en el distrito no pudieron contener a la plebe enfurecida. En toda la región de las salinas inicióse la más feroz caza de hombres que se co-noce. Incendiadas las chozas de los italianos, sus moradores fueron perseguidos sin piedad, a carrera tendida, apedreados, muertos a garrotazos, y quien había escapado, fué empujado al canal. En ninguna casa particular, a pesar de las vehe-mentes súplicas, se les abrió la puerta del refugio. Algunos que se habían escondido en el antiguo edificio la Tour de la Constance, fueron echados fuera de allí, y bajo el grito "mort aux italiens", acosados, heridos o ultimados. Ni en los hospi-tales se atendió a los que querían hacerse curar sus heridas.

En Roma, la impresión era enorme. En la Piazza Colonna, donde como de costumbre tocaba la orquesta municipal bajo la batuta del célebre Vessella, la muchedumbre vociferaba "Vo-gliamo l'inno germánico" y en seguida la orquesta entonó el himno nacional alemán. El júbilo de los romanos, encoleriza-dos con los franceses, era inmenso. Voces como "¡Viva la Trí-plice Alleanza!", " ¡ Morte ai francesa!", " Guerra a Francia!' se sucedían una a la otra. El pueblo no pudo ser refrenado. En grandes grupos fué al Palazzo Farnese, la sede de la embajada francesa, donde destrozó todos los vidrios, debiéndose sólo a la intervención de los tbersaglieri el que la puerta de entrada no fuese incendiada.

Tal pasó en Agosto de 1893. Veintiún años más tarde, en Agosto de 1914, delante del mismo Palazzo Farnese hiciéronse las primeras manifestaciones de simpatía por la solidaridad latina, frente a los peligros del teutonismo.

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Cosí fan tutte. Franceses e ingleses, ingleses y boers, rusos y japoneses, turcos y búlgaros, búlgaros y griegos, italianos y franceses, la mayor parte con las manos aun humedecidas de sangre, en — aparentemente — fraternal conjunción. Si hoy el mundo supiera cómo de aquí a diez o veinte años algunos de los pueblos que en el presente no se cansan de destrozarse mu-tuamente con las armas y las lenguas, se prodigarán piropos, y otros que hoy se incensan estarán a sangre y fuego, una car-cajada histérica haría estremecer el orbe entero.

La psiquis francesa Para comprender la psiquis francesa de los cuatro xiltimos

decenios es menester fijarse en el hecho de que desde Luis XIV Francia había ocupado durante dos siglos el primer puesto en Europa; su hegemonía era absoluta, política, económica y espiritualmente. Pero esta preponderancia la reclamaba y re-clama el francés para su patria como un derecho inmutable, como su patrimonio imperecedero. Que esta convicción haya podido echar raíces tan profundas no puede extrañar a quien conozca el menosprecio que todo hijo de Francia siente por lo que no es francés. A mayor abundamiento y siguiendo el sisfema de reforzar nuestra opinión con la de alguna autoridad de reconocido valor, que no sea sospechosa por su partidismo, copiamos aquí la opinión de Pío Baroja, aparecida en " E l Imparcial' ' de Madrid:

"Comprendo que la Alemania de hoy es la misma que la Alemania de ayer, que no hay dos Alemanias: una de Kant, Fichte, Heme y Beethoven, y otra de von Kluek y de Moltke; comprendo que son la misma, aunque no tengo datos para afirmarlo rotundamente, ni argumentos para ra-zonarlo. No; yo no acepto ese subterfugio de los radicales de por aquí, de que hay dos Alemanias: la Alemania culta y la guerrera. El espíritu de claridad, de precisión, de antidoganatismo de la "Crítica de la razón pura", preside el planeador de Otto Lilienthal, el precursor de la aviación, como el Taube que ha bombardeado París; está igualmente en potencia en el tubo del microscopio de Roberto Koch como en el tubo del cañón de 42; informa de la misma ma-nera la fundación de una universidad como la organización de un ejército. Ciencia, precisión, técnica, eso es lo único

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— 24 — grande en el mundo; es lo que ha creado toda la civilización moderna. Las razones de mi germanofilia no son, cierta-mente, fundamentales, como las que pueda tener el que conozca bien a Alemania. Son razones un tanto personales y ligeramente pragmáticas. Uno de los motivos que yo tengo de hostilidad contra Francia, mejor dicho, uno de los motivos de hostilidad contra la intelectualidad francesa, es el haber querido acordonar, aislar, sombrear el pensamiento alemán con detrimento de otros pueblos de Europa que tie-nen necesidad de una cultura sólida. Alemania ha aceptado todo lo grande y lo pequeño de Francia, desde Branly o Rene Quinton hasta las tonterías del cubismo y del tango argen-tino; en cambio, Francia siempre se ha cerrado a lo alemán, lo ha puesto en cuarentena y cuando lo aleimán ha llegado a abrirse camino y a dominar el mundo, ha sido a fuerza de genialidad. Es el caso de Kant, de Beethoven, de Wagner, de Nietzsche. Este, para mí, ha sido el error de Pa-rís. París, abriéndose a todas las tendencias universales, hu-biera llegado a ser la capital intelectual de Europa, como en la Edad Media, como en tiempo de la revolución francesa, cuando aceptaba como diputado de la Convención al pru-siano Anacarsis Klotz. París no ha querido ser la ciudad europea, ha querido prescindir de Alemania, como si esto fuera posible, y ha ido contrayéndose sobre sí imisma, acep-tando por credo las ideas ridiculas y mezquinas de los nacionalistas a lo Bar re s . . . " " . . .No creo, porque no básta la afirmación del -interesado para creerlo, que Francia, In-glaterra, Rusia, ayudadas por tropas mercenarias como las de los imperios de César, Carlos Y y Napoleón, representen el derecho, la civilización, la humanidad, el progreso; tam-poco veo qué necesidad había de que Alemania en este mo-mento tuviera que imponer a cañonáPos su cultura, aunque ésta sea superior a la de las demás naciones. En el atropello a Bélgica estoy con Yd. No me parece excepcional. No hay derecho, ciertamente, para apoderarse de otro país. Pero si Francia e Inglaterra no hubieran sido capaces de sentir este impulso de su derecho, no serían dueñas de la India, de Egipto, de la Cochinchina, de Argelia, de Marruecos, de Madagascar, del Cabo, de Nueva Zelandia, etc., etc. Ante ese derecho semidivino y un poco grotesco de los juriscon-sultos, tan atropello es conquistar Marruecos como Bélgica, tan bárbaro bombardear la catedral de Reims como una mala barraca dedicada a un culto fetichista. Cierto que las brutalidades del conquistador se pueden cubrir hipócrita-mente, como ha hecho Inglaterra, con el manto de la civili-

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z ación, dando a las conquistas un carácter de necesidad económica; pero los franceses no se han cuidado de esto y han celebrado sus triunfos napoleónicos sin disfraz alguno, con un cándido cinismo. En Londres no hay ningún monu-mento que explique ni que conmemore el hermoso sistema con que los ingleses exterminaron a todos los habitantes de la Tasmania, sin dejar uno; en cambio, los franceses, en el Arco de Triunfo de la Estrella, inscribieron como glorias los nombres de las ciudades españolas, italianas, alemanas, austríacas y rusas, arrasadas, ametralladas y robadas sin más motivo ni causa que el capricho de un ambicioso apo-yado en la fuerza de un ejército. Si esto se hubiera olvidado en Francia, estaría en su derecho al abominar de la vio-lencia; pero ¡si está viviendo todavía con ese entusiasmo! ¡ Si está ansiando éxito, revancha, prepotencia militar, cascos con penacho y ruido de tambores! . . ." " . . .Los alemanes intentan echar a los turcos a pelear con los rusos; Francia, un país casi socialista y defensor en principio de los dere-chos del hombre, paga a senegalenses y a argelinos para que mueran por ella, y a los socialistas de todos los países, ene-migos de la explotación, les parece esto bien. Inglaterra trae a sus pobres esclavos de la India, a cuyos padres y abuelos mató a la boca de los cañones, a la línea de fuego, y el pueblo inglés, ese país respetuoso con la libertad y el derecho, se apodera de la propiedad intelectual de los ale-manes de una manera escandalosa. El hombre violento y salvaje que todos llevamos dentro, el pitecantropus, el tro-glodita de Cro-Magnon o de Neanderthal, ha salido de su cueva en pleno siglo X X . . . "

Tan cerrado ha sido en todos los tiempos el espíri tu f r an -cés a ' l a s irradiaciones del saber " h o r s de F r a n c e " , que no necesitaríamos hacer mayor hincapié en esta verdad. Sin em-bargo no resistimos a la tentación de dar una somera idea de ello, citando algunos casos típicos.

Dejemos a t rás el siglo del rey sol; Corneille, Moliere, Racine, otros tantos, cierto es, que bebieron su inspiración en fuentes ex t ran je ras : Grecia y la l i tera tura del siglo de oro espa-ñol les prestaron su sombra inmortal pa r a darles inmorta l idad; pero siempre continuaban siendo algo así como el alambique destilador de la esencia exotérica, que luego aparecía o quería aparecer como eminentemente francesa.

Tamaño envanecimiento ha hecho cometer pecados deplo-rables hasta a prominencias francesas como M. Berthelot y

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— 26 — Pasteur. En la revista "Moniteur Scientifique" de París, su editor, Dr. Quesneville, apreciado en todo el mundo por hombre de ciencia tan inteligente como integérrimo, prueba que Ber-thelot ha copiado algunas partes de los " Termokemiske Rcsul-ta ter" de Thomsen (Copenhague, 1905) entre ellas las tablas de reacción, incurriendo al hacerlo en la sensible desgracia de tomar por su cuenta algunos errores del sabio danés. Cuando éste los corrigió, inmediatamente Berthelot publicó las mismas enmiendas (cuaderno de Mayo de 1909, de la citada revista, páginas 298 y subsiguientes). Más desairada todavía, si se quiere, se hizo la situación de Pasteur, lumbrera del genio fran-cés, cuando Quesneville puso en evidencia su plagio de las indagaciones del sabio Hansen sobre posos y fermentos de cer-veza, las cuales no las había comprendido bien en su totalidad, reproduciéndolas por consiguiente en forma parcialmente equivocada, lo que le valió una muy irónica estocada de parte de Hansen.

"Una de las cosas precisamente — dice Miguel de Una-muno en una de sus correspondencias a " L a Nación" — que más simpatías había enagonado a Francia en España, es el tonillo de suficiencia y superioridad con que solían expresarse los escritores franceses que se dignaban ocuparse en las cosas de España. Hasta cuando parecían mostrarse más benévolos para con nosotros y nuestras cosas, había algo así como un decir: "¡Vaya, vaya, para ser españoles no es poco! ¡Buenos chicos! Sabéis aprovechar de nuestras lecciones". (1)

, Wagner, el inmenso ¿cuánto tiempo pasó sin que tuviera beligerancia en París? Ibsen, después de ser conocido hasta en el último rincón, gracias al esfuerzo de Antoine pudo ser presentado en los escenarios parisienses, como D'Annunzio, al que hoy llevan y traen los diarios "boulevardiers", como Hauptmann y Lope. . . Bernard Shaw ha costado un triunfo de tiempo y de paciencia para ser traducido por entero (Hamon se decidió a ser el primer traductor de Shaw, ante la indife-rencia de quienes debían haberlo hecho mucho tiempo antes) y ser vulgarizado, y hace sólo unos seis años que se dió, con poco éxito por cierto, una de sus obras, en teatro-de importan-cia con la particularidad de que tal vez fuera elegida inten-cionalmente a causa de su inmoralidad ("Madame Warren") , para subir a las candilejas... Benavente, uno de los colosos

(1) "La Nación" del 29-4-lflS.

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de la moderna dramaturgia, no es conocido en Francia. Cuando Paul Hervieu estrenó en Madrid la traducción de "Le destín est maítre" hecha por Benavente con el título " E l destino manda", un crítico parisién de los más autorizados, dijo poco más o menos: ' ' M. Benavente ha hecho buena la obra de M. Her-vieu, que es muy otra en español de la conocida por nosotros a través de la interpretación de M. Le Bargy". Gómez Carrillo cuenta que Galdós, el grande, no mereció el honor de ver re-producidos en un diario parisiense sus artículos sobre la guerra aparecidos en "La Esfera" de Madrid, por el crimen de no ser conocido en Francia, según la declaración del director del diario de referencia. Capús, cuando ya era director de "Le Fígaro", desconocía al "Corriere della Sera", el primer diario de Italia, como no tuvo reparos en decirlo a Gabriel D'Annun-zio. ¿ Por cuánto tiempo no se le reprochó al excelso autor de " Amoureuse", (Jeorges de Porto-Riehe, que viera en Dos-toyewsky, Tolstoi e Ibsen los tres literatos más altos del siglo pasado? Y no es que seamos nosotros demasiado pesimistas, no; hay en Francia quienes comienzan a tener la clarividencia necesaria para apreciar la aberración de sus connacionales en este sentido. El mismo Gómez Carrillo decía haber leído un artículo de un joven poeta francés en el que, reprochando el desdén francés para la literatura extranjera y la ignorancia de todo cuanto aparece más allá de Passy, terminaba: ' ' Durante años y años los extranjeros con una paciencia y un cariño digno del mayor respeto, nos han ofrecido su colaboración sin lograr sacarnos de nuestro aislamiento... . Nuestra funesta torre de marfil nos ha convertido en una nación sitiada intelec-tualmentc". Y en el "Mercure de France" todos han podido ver estas líneas: "La causa principal del sentimiento germa-nófilo español está en el desdén profundo con que los intelec-tuales franceses han mirado siempre las cosas de España". No es todo esto, en el fondo, lo más grave, sino que cuando algunos se aventuran a pasar las fronteras, vuelven con atroces noveda-des : Fogazzaro, el dulce, es imitador de Huyssmans, Tolstoi de Stendhal, D'Annunzio de Maupassant y Peladan, Oscar Wilde de Flau'bert, Gorki es un "épateur des bourgeois", los escan-dinavos, repetidores de la lección francesa. . . Estas atroces novedades para los franceses quedan despojadas del calificativo, porque en su engreimiento creen la mayor alabanza a que tiene derecho un extranjero es la de decirle que se parece a un francés. . . Y así seguiríamos sin solución de continuidad.

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La derrota de Austria por la Prusia del 66 fué sentida por Francia como derrota propia ("¡vengeance pour Sadowa!"); el resultado de la guerra del 70 no lo atribuyeron a la supe-rioridad alemana sino a la traición de sus propios generales, y cuando en esta guerra los ejércitos alemanes ocupaban diez departamentos franceses, conservándolos en su poder mes tras mes, no" era a causa del empuje germánico sino por la maldita "roublardise" de los alemanes, que ya en tiempo de paz habían ido preparando el terreno (¡francés!) para atacar las fortifi-caciones del este y para fortificarse cuando llegaran a determi-nados sitios.

En presencia de una mentalidad tan profundamente sub-jetiva, posesionada de sí misma y preocupada, obsesionada como la de ningún otro pueblo por "la gloire de la nation", no puede extrañar que el patriotismo francés, basado en una historia brillante y en una gran civilización, no halle resignación para el desastre sufrido. Agregúese a esto el deseo ardiente de recu-perar las dos provincias perdidas y, lo que es más, el dolor por la disminución de una influencia dominante, indiscutida otrora en el concierto europeo, y se tendrá las causas psicológicas de la predisposición, por no decir odio, hacia el vecino, que ha ins-pirado la orientación de la política francesa en los últimos dece-nios, teniendo en jaque la tranquilidad de la Europa entera.

El orgullo nacional francés no admite la superioridad de otras naciones y cuando ocurre una contrariedad de la que de ningún modo se puede hacer responsable a algún traidor o al gobierno, el pueblo francés trata de cohonestarla o tergiversarla en vez de admitir paladinamente la batida y trabajar por subsanarla.

"Un ejemplo típico de esta debilidad es lo acaecido en ocasión de la gran carrera francesa de automóviles celebrada en vísperas de la guerra. Ya el año anterior, cuando los ale-manes vencieron en esta importante carrera, muchas voces francesas habían propuesto prescindir de esta clase de certá-menes, puesto que "de cualquier manera, no prueban la supe-rioridad o inferioridad de tal o cual marca". La carrera, sin embargo, tuvo lugar, y como recordará la gente deportiva, los tres primeros premios fueron ganados por los automóviles ale-manes "Mercedes". Pero muchos diarios parisienses, serios en otras ocasiones, sostenían que el automóvil "Peugeot" había vencido "moralmente"; su retardo era sólo debido a haber tenido que hacer varias reparaciones y empleado en cada una de ellas más tiempo del exigido por los automóviles alemanes".

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" E l pueblo francés no es capaz de confesar haber sido aventajado en tal o cual sentido. Cuando su industria siente los efectos de los progresos técnicos alemanes, que permiten fabricar mercadería excelente a precio equitativo, la opinión francesa sale del paso con calificarla de ' ' camelotte allemande'' y a la recomendación de modernizar sus instalaciones y adoptar mejoras que en otros lados han dado buenos resultados, se con-testa que esta clase de innovaciones "no es a propósito para el carácter francés". Así se explica que los servicios públicos de higiene y previsión social, tan perfeccionados en Alemania, se hallen aun en Francia en estado primitivo". (1)

Muchos franceses dicen que Roux inventó el suero contra la difteria, Doyen el suero contra la avariosis, que el teléfono también es invento francés y que los Behring, Ehrlich, Eeiss y otros no son más que explotadores astutos del genio francés. Emile Gautier escribió en "Le Journal" : "Sin duda los sabios alemanes pueden enorgullecerse de tener un Kirchíhoff, que fué el padre del espectroscopio; de un Heinrich Hertz, que descu-brió la resonancia eléctrica, dejando a Branly y a Mareoni la tarea de descubrir lo que todos sabemos; de un Roentgen, a quien debemos los rayos X, cuya filosofía extrajeron Becquerel, Gustavo Le Bon, Rutherford, J. J . Thomson; de un Virchow, que descubrió la célula.. . después de Raspail; de un Helm-holtz, que se jactaba de saber construir un ojo humano mejor que Dios. Pero deben convenir sin animosidad ni "par t i pr i s" que todos ellos son figuras muy inferiores en comparación con un Lavoisier, un Claude Bernard, Ampére, Pasteur, un Fara-day, un Berthelot, un Darwin, un Lamarck o un lord Kelvin. . . " No entramos a discutir ni la eficacia ni la estética del método de pesar mentalidades, echando en un plato de la balanza media docena de nombres de saibios alemanes y en el otro tres cuartos de docena de nombres de sabios franceses e ingleses; sólo preguntamos: ¿ Y Kant, y Hegel, y Sohopenhauer, y Humboldt, y Julio Roberto Mayer, y Clausius, y Siemens, y Kooh, y Nernst, y Plank y Wundt ? j Puede la ciencia moderna prescindir — fuera de los corifeos alemanes arriba citados y generosamente reconocidos a medias por los franceses — en medicina de Czerny, Bier, Bergmann, Pettenkofer, Leyden, "Wassermann, Erb; en economía nacional de Wagrter

(1) "La Unión" de Buenos Aires.

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— 30 — Schmoller, Brentano; en historia de Eanke, Mommsen, Oneken, Lampreeht; en' ética de Nietzsche; en filosofía de Eucken, Haeckel, Lange; en ciencias naturales y técnica de Ostwald, Baeyer, Linde, Haly, Arco, Lehmann, Zeppelin, Parseval; en jurisprudencia de Liszt, Kohler, Laband, Zorn, Ihering, Bahr, Binding ?

En una de sus correspondencias de París a "La Nación", del mes de Junio de 1917, Paul Adam se dejó decir estas cosas:

"El dominio del genio latino no debe ser aminorado. Ya en ello el destino de la civilización. Si los germanos han adoptado, mejorado, organizado, en cambio no han creado. La mayor parte de las ideas científicas, artísticas, filosóficas, han brotado del Mediterráneo junto con el cuerpo esplén-dido de la Venus Urania. En sus puertos de Egipto, de Creta, de Grecia, se constituyó la mentalidad del mundo. Heráclito y Platón, Aristóteles, padre de todas las doctrinas, los navegantes astrónomos de Tyro y de Cartago, los de Roma y de Venecia, los constructores de catedrales y de castillos; Galileo, Torricelli, Jouffray d'Abbans, que hizo andar el primer barco a vapor; Volta, que construyó la pri-mer pila eléctrica; los marinos franceses que se sumergieron con el primer submarino; Santos Duimont, que guió en los aires el primer aerostato dirigible; Branly y Marconi, que concibieron el telégrafo sin hilos; nuestros ingenieros que hicieron correr los primeros automóviles, y luego volar los primeros aviones, siguiendo las teorías de nuestro Mouillard, todos esos, nuestro Augusto Comte, Pasteur, Berthelot, Cu-jas y Drago, ¿qué deben a la iniciativa del espíritu germá-nico? Nada. ¿Qué les debe ese espíritu? Poco menos que todo".

Uno de tantos artículos baratos de exportación para "South America". El Mediterráneo con el Egipto, Creta, Grecia, Tyro y Cartago, todo en caleidoscópico embolismo, presentado a los lectores de "lá-bas" como cuna de la latinidad. Para completar el grupo de los exponentes del genio genuina-mente latino, sólo faltaba que el señor Adam colocara al lado del Egipto y Grecia a la patria de sus antepasados, la venerable Palestina con su vetusto Jerusalén. ¡A qué conjuros más estrambóticos no se apela para testificar las glorias del lati-nismo! ¿Cuándo acabarán los señores franceses de abandonar el empeño de hacer de una lucha de intereses políticos y econó-micos una cuestión de raza y cultura,, con el fin de captarse las simpatías de los pueblos latinos ? Aquí, lo mismo que en Valla-

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— 31 — dolid, conocemos la historia de su suelo patrio que, habitado desde tiempos inmemoriales por celtas (la antigua Galia), fué invadido en 222 ante Christum, por los romanos, cuyo dominio, afirmado con las guerras de Julio César (58-51 a.Ch.), duró hasta las incursiones de los alemanes y francos — ambos pue-ulos de raza germánica — que inundaron la Galia, del todo en el siglo quinto post Christum, acabando el franco Clodovigo, en 486, con la dominación romana y haciendo de la Galia el país predominante del imperio franco bajo el mando de los Merovingios, primero, y de los Carlovingios después, imperio que fué dividido para siempre por el tratado de Yerdun (843), con el cual termina su historia y empieza la de Alemania (fran-cos del este) y Francia (francos del oeste). Resulta, por con-siguiente, que en lo tocante a afinidad étnica los franceses tie-nen mucho menos de común con los habitantes de Latium, si-tuado entre los ríos Tíber y Liris en la Italia central — los an-tiguos ' ' latini ' ' — que los argentinos, por ejemplo.

" E l genio creador de los latinos — continúa diciendo Paul Adam — es el tesoro más precioso de la humanidad". Uno puede estar compenetrado, con orgullo, de la verdad de este axioma y abrigar ligeras dudas, sin embargo, acerca del aserto de que "el espíritu germano debe poco menos que todo" al internacionalista argentino Luis María Drago, autor de' una teoría de derecho internacional, citado de un aliento con Jacobo Cujas, el célebre jurisconsulto francés del siglo XVI, contem-poráneo de un tal Miguel de Cervantes Saavedra, a quien, lo mismo que a toda esa falanje de descubridores españoles de nuevos mundos, Paul Adam no nombra, sin duda en uso de la prerrogativa de todo buen francés como "monsieur decoré qu 'ignore la géographie". España no linda con el Mediterrá-neo, quedando por lo tanto excluida de la sublime comunidad latina. Está claro, pues, que con su primer submarino, ideado según nuestras noticias por Isaac Peral, no pudieron sumergirse sino franceses... en Cádiz.

i Constructores de catedrales y de castillos? El señor Adam, por poco versado que sea en la materia, no debía ignorar la existencia de ilustres construcciones monumentales — para citar entre los inmensos tesoros artísticos alemanes sólo unos cuantos — como las catedrales de Colonia y Estrasburgo (em-pezadas en 1248 y 1277 respectivamente), esta última la mayor y más grandiosa representante del estilo gótico, como el castillo de Berlín, el Zwinger de Dresden y el soberbio castillo de

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— 32 — Heidelberg, devastado en 1689 por el vandalismo de las tropas de Luis XIV, lo son del renacimiento.

Más desavenido aún, si cabe, aparece estar el ensayista francés con la astronomía, porque para abjurar Galileo en 1633 ante el tribunal de la Inquisición las tesis copernicanas defen-didas en su "Diálogo ai due massimi sistemi del mondo" era preciso que el fundador de la astronomía actual, Nikolaus Ko-pernikus, nacido el 19 de Febrero de 1473 en la ciudad prusiana de Thorn, de 1500 a 1505 catedrático de matemáticas en Roma y residiendo más tarde en las ciudades de Heilsberg, Allenstein y Freiburg, de su patria, hubiese desarrollado dichas tesis en su celebérrima obra fundamental "De otfbium coslestium revo-lutionibus" (1543). El fué quien primero explicó el sistema según el cual la tierra y los demás planetas giran alrededor del sol, y sus cálculos de los períodos lunares fueron la base de la modificación del calendario introducido por el papa Gre-gorio XIII . Cuando Galileo se desdijo, bajo juramento, de sus afirmaciones, ya había fallecido otro grande alemán, Johannes Kepler, nacido el 27 de Diciembre de 1571 en Würtemberg, a quien el mundo instruido conoce como descubridor de las tres leyes básicas que se encuentran en todo tratado simple de as-tronomía.

La memoria de Torricelli, el inventor del barómetro (1608-1647) no se puede invocar sin pensar al mismo tiempo en su contemporáneo Otto von Guericke (1602-1686), el inventor del manómetro, de la máquina neumática y de la primera má-quina imperfecta de electricidad, como a Branly y Marconi no se les puede citar sin hacer mención del físico alemán Hein-rich Hertz, descubridor de las ondas eléctricas llamadas en su memoria "hertzianas", y de los sabios alemanes Arco, Slaby, Braun, que por vía científica abordaran el problema de la tele-grafía sin hilos, resuelto por Marconi más bien empíricamente. No podemos detenernos en el brasileño Santos Dumont, sin recordar al conde Zeppelin, sin cuyos estudios y ensayos pre-liminares practicados con anterioridad durante un decenio, aquél no hubiera podido elevarse por encima de la torre dé Eiffel, siendo además sabido que el malogrado alemán Lilien-fchal fué el iniciador del arte moderno de volar. Ilumboldt, el naturalista más afamado de su tiempo, no le va en zaga a Ber-thelot, y si Pasteur ha tenido el mérito de descubrir el método de conservar el vino y la cerveza e inventar la vacunación con-tra la hidrofobia, los alemanes pueden enorgullecerse de haber

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inventado su Behring, fundador de la moderna sueroterapia, el remedio contra la difteria, mientras Koch descubrió el bacilo del cólera y Roentgen los rayos X.

Por entre los astros citados por M. Adam — algunos de ellos de gran brillo, como Marconi y Branly y otros, de segundo y tercer orden, descuella uno de grandor especial: Volta. Y no ponemos a su lado Augusto Comte, el filósofo del positivis-mo, porque con la misma razón el lector reclamaría la equipa-ración de otros fundadores de sistemas filosóficos, como por ejemplo, los alemanes Pichte, Schelling, Hegel (representantes de los tres grupos del idealismo); Schopenhauer (pesimismo); Justinus Kerner (espiritismo) ; Marx (socialismo) ; Stirner (anarquismo); "Wundt (metafísica espiritualista); Nietzsche (individualismo); Hartmann (filosofía de lo inconsciente) ; Haeckel (monismo) y, sobre todo, el filósofo del criticismo Kant, cerebro el más profundo producido hasta nuestros días. Todos ellos son directores del pensamiento humano, pero sus sistemas son discutibles como todos los filosóficos y lo serán eternamente: son genios especulativos, teóricos, docentes, mien-trás que el genio creador de un Volta abrió a las actividades humanas nuevos senderos en el dominio de la fuerza bruta, correspondiendo por eso a sus manes un sitio en los Campos Elíseos, al lado de James Watt, inventor de la máquina a va-por; George Stephenson, creador de la locomotora; Robert Fulton, constructor del primer barco a vapor; Franklin, inven-tor del pararrayo; Jansen que nos dió el microscopio; Ramsay el radium; Edison el fonógrafo y cinematógrafo; todos ellos anglo-sa jones, al paso que debemos a Francia, por Appert la conservación de los alimentos; por Daguerre la fotolitografía; por Lenoir el motor a gas; por Ampére la determinación de la fuerza de la corriente eléctrica; por Jacquard la máquina tejedora para seda espolinada y dibujada; por Chappe el telé-grafo óptico (1794); por Tourneyron las turbinas (1827) ; a Alemania, por Schwarz la pólvora (1318) ; por Gutenberg la imprenta (1463); por Hele el reloj de bolsillo (1510); por Jürgens el torno de hilar (1530); por Schroeder el piano (1717); por Wickel el alumbrado a gas (1786) ; por Koenig la taquitipia (1803); por Sommering el telégrafo eléctrico (1808); por Schonbein el algodón explosivo (1846); por Kirchhoff y Bunsen el análisis espectrométrico 1861) ; por Reís el teléfono (1861) más tarde aeabado para el uso doméstico por Graham Bell.

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Ahora bien, a muchos de todos estos célebres descubrimien-tos e invenciones les es común la circunstancia de temer, o predecesores en forma de teorías o ensayos primitivos no lleva-das a la práctica, pero que no por eso dejan de ser acreedores a la palma de la verdadera originalidad, o contemporáneos que con sus méritos independientemente adquiridos complementan aquéllos. Acabamos de presentar un caso de los más modernos. A mediados de 1917, Graham Bell, el inventor del teléfono, en ocasión de su jubileo, fué, con justicia, muy festejado en su país natal, los Estados Unidos. Pero en esa ocasión nadie se acordó de que, ya en el año 1861, esto es, 15 años antes- de hacer éste su invento perfeccionado, el alemán Philipp íteis había presentado su aparato, .bautizado por él con el nombre "Telephon," en la Sociedad Física de Frankfort sobre el Main, mostrándolo en 1863 también en el congreso de naturalistas celebrado en Stettin. Como no se supo apreciar el invento en su verdadero valor, Reis, un simple maestro de escuela, sin ayuda material, no podía dedicarse por entero al perfecciona-miento de su aparato, el cual, no obstante, sirvió de funda-mento para la telefonía, sin que a este respecto quepa la menor duda, habiendo los demás, entre ellos el afortunado y meritorio Graham Bell seguido operando sobre esa base con el éxito de crear este último el teléfono en su construcción actual.

Antes de alcanzar "Watt, Stephenson y Fulton celebri-dad, 226 años antes el gran español Blasco de Garay, capitán de la marina mercante, pretendió poseer una máquina capaz de mover barcos sin remos ni velas. En 1545 por orden de Carlos V se hizo una prueba en Barcelona. Como Garay ocul-tara la índole de su máquina, sólo se vió que consistía de una caldera grande de agua y que había ruedas en ambos costados del barco que con esta fuerza motriz navegaba tres millas en dos horas. El inventor fué premiado, pero el invento quedó sepultado, sea porque parecía demasiado complicado, costoso y peligroso, sea a causa de otros impedimentos, como tantos suelen oponerse a las invenciones.

De la originalidad de la idea de construir un barco a va-por también participaba el relojero francés des Blancs, quien, siguiendo los ensayos hechos por el marqués de Jouffroy — a quien Paul Adam equivocadamente hace poner en marcha el primee barco a vapor — había estado traibajahdo en 1796 junto con Fulton. Los dos se enemistaron, empero, y entonces fué cuando Fulton, una vez de regreso a su patria, donde encontró

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toda clase do facilidades, puso el "huevo de Colón" sobre la mesa.

Para Volta poder producir, en 1800, la corriente eléctrica, mediante la acción química y construir la pila llamada por su nombre, era menester que el anatomista italiano Luigi Gal-vani inventara, en 1780, su "elemento galvánico". Y hoy, todo estudiante de electricidad, al operar con los conceptos " v o l t " y "ampére" sabe que el complemento del trifolio es el "ohm", llamado así en recuerdo del eminente sabio alemán Ohm, autor de la ley eléctrica que da, de inmediato, uno de los coeficientes tan pronto se conozca el segundo y tercero llamán-dose "ampére" la unidad de medida de la fuerza de la corriente eléctrica, "vo l t " la unidad de diferencia de tensión y " o h m " la de la resistencia. Y ¿ qué electricista ignora que la primera máquina eléctrica fué construida en 1650 por Otto von Gue-ricke y que fué Jacobi, otro alemán, quien, en 1834, inventó el motor eléctrico?

De la daguerrotipia no se puede hablar sin recordar la estereotipia de Müller (1709) y la galvanoplastia de Jacobi (1837). Al lado de Lenoir, el inventor de la máquina a gas (1860), vemos a Becker, quien ya en 1685 había descubierto la llama del gas, y si Jansen en 1590 inventó el microscopio, Kepler (1571-1630) construyó el primer telescopio.

Al confrontar los grandes inventos y descubrimientos está muy lejos de nuestro ánimo, porque lo contrario sería irrisorio, restar mérito a ninguno de sus excelsos autores; lo hicimos tan sólo con el propósito de demostrar, con este pequeño aide-mémoire, la absurdidad del empeño de ciertos escritores fran-ceses que, vendiéndonos a tantos céntimos la línea, su igno-rancia y adulación — llamemos las cosas por su nombre de una vez — no se cansan en hacernos creer que la civilización y la cultura fueron tomadas en una especie de arriendo perpetuo y exclusivo por la raza la t ina . . . generosamente amparada, por supuesto, por la prima inter pares: Francia. El genio del hombre no conoce fronteras nacionales, y los que se esfuerzan por levantar barreras aduaneras a los productos de la materia gris, encerrándose en una pobre suffisance vanidosa, no em-pequeñecen las glorias ajenas sino las propias, que así resultan deslucidas por el engreimiento.

Aquí en la Argentina, tales empeños caen en ridículo. Nuestra adolescencia no habrá podido dar al mundo todavía grandes genios creadores, pero le da lo que no hay en el viejo

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continente y lo que le hace especial falta a Francia: el arque-tipo de la verdadera fraternidad, exenta de vanidosos exclusi-vismos y basada en cosmopolita hospitalidad, perfectamente compatible con un acendrado patriotismo. Los efectos de este espíritu tolerante y humanitario, en la más bella acepción del concepto, se denotan en esta guerra. Con todas las simpatías por Francia —- legítimas en gran parte por los beneficios cul-turales recibidos — la actitud del pueblo argentino, puesta a prueba, a diario, por las imprudencias de algunos órganos de la prensa argentina y extranjera, para con los ciudadanos de los países enemigos de aquélla, es digna de su historia y de su nombre. Es simibólica, porque enseña a los que no lo saben o no lo quieren comprender, que la humanidad debe aspirar a fomentar, no antagonismos hostiles entre las razas, sino su armoniosa coadyuvación en el logro del progreso común. Y tan feliz éxito surte la enseñanza, que aquí, en esta emergencia calamitosa, salvo raras excepciones, los súbditos de los países en guerra se han ¡guardado las consideraciones personales inde-pendientes del sentimiento nacional de cada cual, respetando de este modo la neutralidad del país y el buen ejemplo dado por sus habitantes.

Para el bien de Francia se viene observando, durante esta guerra,'síntomas de cierta reacción en el prejuicio de algunos de Sus hijos ilustrados, hacia el modo de ser y las cosas en general de otros países. A principios de Diciembre de 1916, ¡Mi. Pichón, ex ministro de Relaciones Exteriores, publicó en el "Pet i t Journal" un artículo bajo el título " ¿ Y nosotros?" donde se encuentran estos párrafos: "¿Qué hicimos hasta hoy y qué es lo que hacemos para asegurar la victoria y disminuir la duración de esta guerra que nos hace sufrir más que a todos nuestros aliados ? . . . Alemania ha vencido situaciones que parecían insalvables, gracias a su espíritu de previsión,, méto-dos, facultades de organización y a los sacrificios de todas cla-ses que se impuso para evitar dificultades mayores que podrían provocar la inutilidad de todos sus esfuerzos... Naturalmente también cometió errores, y si no los hubiese cometido, ¿qué nos habría pasado en el estado de la falta de preparación en que nos sorprendió? Valiéndonos de resolución y energía haríamos malísimamente en desestimar el. mérito del enemigo, especialmente en estos momentos en que sus ejércitos llegan a las puertas de Bucarest, en que dominan sin interrupción las comunicaciones entre Bagdad y el mar del Norte, y en que

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cada momento emplean todo su poder en reparar sus errores. . . ¿Y nosotros? ¿No cometimos errores? ¿No existen faltas que deben repararse y responsables a quienes culpar? ¿No habrá •cambios que llevar a efecto, o aspiraremos vivir al día, sin un plan establecido, sin ideas coordinadas, sin destruir los obs-táculos que se oponen a la movilización industrial, sin poner en juego todos nuestros recursos, sin llamar a todos nuestros conciudadanos para reducir las pérdidas de hombres, para im-pedir la consumación ruinosa de nuestras fortunas? Cumpli-remos con nuestro compromiso sin tomar en cuenta las perso-nas, en medio de la apatía e indiferencia, o con las considera-ciones de la superioridad que poseemos moralmente por el número y calidad de nuestras tropas cuando al asegurarles la victoria declaramos que sólo nos es necesario la superioridad del material. ¿ Y nosotros ? ¿ Qué necesitamos ? ¿ Qué hicimos ? ¿ Qué -hacemos ?' '

Mucho, muchísimo ha hecho Francia, y bien puede ser que la guerra la haga sufrir en proporción, por las sangrías crueles, sin fin, "más que a todos sus aliados", pero aquellos de sus hijos que, destacándose del vulgo, saben hacer justicia al mérito del adversario, no hacen más que honrarse a sí mis-mos. Sólo el valiente sabe lo que es valor y sabe también que la emulación no denigra sino que enaltece cuanto mayor sea el reconocimiento de la flaqueza propia. En la tercera semana de Octubre de 1914 el "Bulletin des Armées" hablaba de la facilidad con que se rendían los soldados alemanes por falta de víveres, y comentando el "découragement des officiers allemands" probaba que habían perdido toda fe en la victoria, continuando la guerra sin entusiasmo. Pero como estas tropas sin aliento llegaron a tomar, hasta el 26 de Julio de 1917, además de los vastos territorios y casi dos millones de prisioneros, 12.156 cañones, 1.665.000 rifles, 7.352 ametralla-doras, 2.298 aeroplanos, 186 globos cautivos y tres dirigi-bles (1), como los franceses respecto a la credulidad del pú-blico no son tan ingenuos como los ingleses, y como, por último, .su buen juicio les habrá hecho comprender lo poco meritorio -que es pelear con un enemigo exhausto, hambriento, indisci-plinado, cobarde, han dejado esta tarea a sus aliados, que no desisten de vencer a los alemanes con la lengua.

(1) "La Prensa" de Buenos Aires del 12-3-1917.

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Más alentador todavía, si cabe, que el juicio tranquilo, ecuánime, del citado político prominente, es lo que nos contó el corresponsal de " L a R a z ó n " en una correspondencia de Pa r í s de fecha 10 de Enero de 1917, t i tu lada "Evoluc ión de los intelectuales f ranceses" . He aquí algunas de sus observa-ciones de interés sumo para el aprecio de la metamorfosis que se viene operando en los cerebros antes encerrados en u n com-pleto ensimismamiento:

"Puede asegurarse que va desapareciendo la admiración estática de la Francia, "quand méme", para procurar un engrandecimiento por las nuevas vías que la guerra ha ve-nido a mostrar. Los intelectuales franceses van a la cabeza de la evolución, con un patriotismo de buena ley. Así los literatos y los hombres de ciencia, favorecidos en su plan tácito por los acontecimientos dolorosos de la época, han dominado a los políticos y a los militares.

"Estos no hablan de Alemania como hablaron antes. No es su ideal el aplastamiento sino el propósito de supe-rarla en todo cuanto había llegado a superar ese país: en las ciencias, en las artes, en la industria.

"Tal vez vuelcan algo más de lo necesario para el otro lado, pero el tema general es presentar al pueblo francés como ejemplo lo que había logrado liacer la nación germana, con su actividad, su método y su constancia, y cóimo había procedido para obtener los resultados, que hoy no trepidan algunos intelectuales franceses en llamar maravillosos.

"La censura tolera la obra porque los gobernantes han debido a la fuerza comprenderla. Si antes se hubieran dado cuenta, la situación de Europa sería tal vez otra que la que actualmente se exhibe al mundo, en una lucha que se va convirtiendo en el desahogo de amor propio de dos naciones: Alemania e Inglaterra.

"El lema lo ha dado el profesor Fleurent — empiezan a ser algo los profesores en Francia — en sus conferencias sobre "Las industrias químicas en Francia y Alemania".

"Con ese lema empieza el comentario sobre esa confe-rencia, en un periódico que dirige Víctor Marguerite, que se llama "L'Information Universelle" y que, a su vez, tiene el suyo que dice "Hacerse conocer mejor, para hacerse apre-ciar mejor".

"El periódico mencionado tiene en sí la expresión de la nueva y hábil tendencia de los intelectuales franceses, que es hacer la obra de la nueva Francia. Naturalmente, el

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tema es Alemania, y resulta que los bárbaros de ayer, son los modelos de hoy, en la forma convencional en que el patriotismo impone todavía su presentación.

"El profesor Fleurent inició sus admirables lecciones en el Conservatorio de Ai-tes y Oficios con estas palabras, que han sido calificadas de "nobles palabras" por los inte-lectuales y adoptadas como lema: "Hay muchos modos de amar y servir a su país. Para el hombre de ciencia, es sacar de los hechos y de la experiencia, la verdad que surge y que, por dura que sea, es la única capaz de hacer palpable el pe-ligro y de excitar las energías propias para conjurarlo".

"El profesor Fleurent se ha convertido en el acto en uno de los "leaders" de la evolución intelectual. No le dicen todavía "Herr Professor" pero es ya "el profesor", título que se pronuncia con mayor respeto que en el pasado inme-diato conocido.

"Francia debe saber la verdad y esta "verdad dura" se va diciendo a modo de amor y patriotismo y para ser-vicio del país. La evolución queda evidenciada, como un hermoso triunfo, lleno de promesas para el mundo en un futuro no lejano, en honor de la vieja Francia y en home-naje a la Francia nueva".

Ya empiezan a llegar a nuestras playas las ondas de esta nueva luz, benefactora para el espíritu por sus reflejos liber-tadores y reconfortante para el alma, por las esperanzas que trae. Mas ¡ ay! por desgracia, parece lejana aún la realización de las mismas. En diferentes ocasiones, el autor de estas líneas, conversando con franceses ilustrados, ha podido entrever, con satisfacción, la perfecta posibilidad de un acercamiento futuro entre Francia y Alemania, no ya de carácter convencional sino de índole bien sincera, pero no ha habido entre los que así pensaban uno sólo que no hiciera la reserva mental, como cosa que no puede menos de suponerse, de la devolución de las provincias perdidas en la guerra del 70. En este problema va envuelto el enigma de la guerra.

Alsacia-Lorena Bismarck, que apreciaba en todo su alcance este "impon-

derabile" peligroso, prestó su eficiente apoyo diplomático a la > política de expansión colonial de Francia, iniciada por Ferry, la que condujo a la adquisición del Tonking, Senegambia, Ma-

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dagascar, porque esperaba que las aspiraciones y actividades francesas encontrarían en ella un nuevo campo de acción, pero en el fondo del alma francesa seguía palpitando la idea de la revancha, alimentada por la enérgica propaganda de la "Liga de patriotas", bajo la dirección de Dérouléde y sus secuaces. Ya en la escuela se les enseña a los franceses que los alemanes les "robaron" las provincias de Alsacia y Lorena y que la pobre Francia, mutilada, sólo podrá volver a la "gloire" de otros tiempos si las recobra.

Cuando el 24 de Agosto de 1898, el zar Nicolás de Rusia había entregado a los embajadores de las potencias su "mani-fiesto de la paz" (que condujo más tarde a la conferencia de La Haya, pero no impidió que pronto estallara la guerra entre Rusia y Japón) se hacían comentarios de diversa índole en los países europeos. Sólo en Francia se pensaba uniformemente. Se ponderaba el buen deseo y la magnanimidad del joven so-berano, quien no hacía más que cultivar los antiguos ideales franceses del bien de la humanidad y paz mundial, ideales que siempre habían constituido la gloria de Francia, pero (¡he ahí la reserva!) primero había que arreglar el desquite contra Ale-mania. "Le Matin" escribió: "Los pueblos satisfechos podrán licenciar a sus tropas y cambiar sus armas por instrumentos industriales. Pero esta no es la tarea de las naciones en des-gracia". El "F iga ro" : "Pa ra nosotros, en el horizonte está el rojo sanguíneo de las batallas antes de la aurora de la jus-ticia y de la compensación". El "Solei l" : "Lo que falta a Francia le volverá a faltar después del desarme". (Alsacia-Lorena). "Sería necesario se nos diesen garantías de no tener que renunciar a esperanzas en el este". El " Jou rna l " : " E l manifiesto imperial produce en Francia más bien pesadumbre que tranquilidad". El "Peti t Journal" : "La cuestión pri-mordial, cuya solución es necesaria en el interés de la paz mun-dial, debe ser arreglada de acuerdo con los derechos impres-criptibles de los pueblos".

El significado de estas citas, que podrían ser completadas por otras muchas, es invariablemente el mismo: "primero la antigua "gloire", después la paz mundial; cuando nosotros los franceses tengamos lo que deseamos tener, se podrá hablar de la paz mundial".

Bien decía por eso lisa y llanamente, el periodista parisién Jean Bernard en el "National Suisse" del 15 de Enero de

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1916 : "Puede declararse en voz alta que sin Alsacia-Lorena la guerra actual no habría estallado. Para toda la Francia no existe y no existirá sino esta razón ("pour toute la France il n ' y aura que ce la")" . Un diario de Berna, comentando esta confesión, escribió: "Según eso, Francia, después de rodearse cuidadosamente de aliados, ha emprendido la guerra por la reconquista de Alsacia. Para toda persona de claro juicio, ésta, junto a la envidia de competidor de Inglaterra, ha sido la única causa de la conflagración. No negamos, por supuesto, a un estado el derecho de reconquistar una provincia, pero pro-testamos contra la adulteración de la opinión pública por la prensa cuando ésta trata de obscurecer el origen verdadero por nn clamoreo incesante. He aquí un testimonio francés que ingenua y honradamente reconoce la verdad".

Quiso la casualidad que el mismo día el diario inglés "Labour Leader" publicara detalles del congreso socialista francés, celébrado en los días de Navidad. Se había presentado un proyecto de resolución, pidiendo que primero se anexara a Alsacia y Lorena y recién después fuesen consultados los habitantes si querían pertenecer a Francia. Constant y algu-nos otros objetaron que ello significaba sólo un reconocimiento teórico del derecho de las naciones oprimidas y que los alsacia-nos y loreneses debían ser dueños libres de sus decisiones. Pero por fin la oposición acató las pretensiones de los socialistas ofi-ciales, lo que dió al "Labour Leader" pie para la siguiente fina ironía: " E l derecho de poseer un territorio no puede de-ducirse de la época de la anexión. Alemania se anexó Alsacia-Lorena en 1871 por la "fuerza brutal" exactamente como Francia se había apoderado de ella en el siglo XVII, y doscien-tos afros no dan más derecho que cuarenta y cinco. La única cuestión es: {qué desean los habitantes de esas provincias ? Y % qué sucedería si — supongamos el caso por un momento — después de la anexión, en la votación libre que los socialistas quieren concederles, contra todos los cálculos se decidieran a quedarse con Alemania?" (1)

(1) En la edición de "La Prensa" del 11 de Agosto de 1917. leímos nn telegrama procedente de París, según el cual «los alsacia-nos y loreneses afiliados al partido socialista» enviaron al jefe del partido socialista sueco, Branting, una declaración «oponiéndose enérgicamente a toda negociación de paz que haga del plebiscito en Alsacia y Lorena (indicado por algunos neutrales como la solución

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Esta p regunta humorística del periódico inglés tenía su razón de ser, porque u n mes más tarde, el 19 de Febrero d e 1916, las dietas de Al ta Alsacia y B a j a Alsacia aprobaron una resolución declarando " q u e Alemania no depondría las a rmas mientras Francia no hubiera abandonado la esperanza de re-conquistar Alsacia y Lo"rena ' reso luc ión que fué apoyada hasta por miembros que antes de la guer ra simpatizaban con F ran -cia. Al mismo tiempo, la dieta de Lorena, por su parte , aprobó una resolución expresando la esperanza de " q u e el t r iunfo de los alemanes estrecharía más la unión existente entre Alsacia-Lorena y el imper io" . P a r a aureciar en toda su significación tales votaciones, debe tenerse en cuenta que las elecciones p a r a diputados se verifican en aquellas dos provincias, por el voto general, directo y secreto, esto es, por u n sistema que, en cuanto a las garant ías del libre sufragio, sirvió de modelo a nuestra ley Sáenz Peña, pudiéndose, por consiguiente, considerar a los miembros de esas dietas como genuinos representantes del pueblo.

más equitativa del problema) una condición perjudicial para la rein-corporación de esas provincias a Francia, siendo la reintegración de> las mismas a la patria francesa, por el contrario, una condición ne-cesaria para toda pnz. Sobre ese punto, agregan, no puede admitirse ninguna transacción. -'Le Radical", órgano oficial del partido; ' 'Le Rappel", "L'Homme iünchainó" y varios otros diarios sostienen la misma tesis».

Todo parece indicar que se trata de una manifestación de los; socialistas franceses, nativos de la Alsacia y la Lorena, que én 1871 habían optado por Francia, fijando en ella su residencia, pero aún suponiendo que la demostración hubiese salido de las mismas pro-vincias hoy alemanas — por improbable que sea, porque la enun-ciación revistiría los caracteres de un gravísimo caso de sedición cuyos autores caerían bajo las penalidades de la ley marcial — ¿a qué tanta oposición al plebiscito, si la mayoría del pueblo alsaciano-lorenés es realmente partidaria de la separación del imperio-alemán? El contrasentido no puede »er mayor.

El criterio de los socialistas franceses antes de la guerra era distinto del de ahora. En una memoria escrita por el "leader" so-cialista alemán David, explica éste cómo en 1913 aquéllos admitie-ron la solución de dar a Alsacia-Lorena una autonomía interpolítica, en el seno del imperio alemán ruya concesión es ya cosa resuelta y • a a ser un hecho después de la guerra «Esta — dice David — es la solución que se discutió y aprobó en las asambleas de Berna, y Basilea. Al despedirme de Thomas en Basilea, tenía la convicción de que ya no surgirían más dificultades por motivo de la cuestión •lsaciana. Hoy, sin embargo, vemos que Thomas (ministro de Mu-nicionen en el gabinete Ribot) abandona aquel acuerdo». ("La Unión" 31-8-1917).

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El año siguiente se repitió el mismo espectáculo. El 15 de Enero de 1917 inició sus sesiones la dieta de la Baja Alsacia, con una demostración en honor de la Alsacia alemana. El presidente por antigüedad, North, dijo: " E l suelo de Alsacia-Lorena no requiere libertadores. Después de la guerra •— de esto estoy seguro — sabrá salvaguardar sus derechos con-tra toda intromisión extranjera dentro del país que le dió fuer-za. Los hijoe de nuestro suelo no derramaron su sangre y murieron en vano por Alemania". El señor Petri, elegido después presidente de la Asamblea, dijo en el discurso de acep-tación : ' ' Ante la situación militar, la respuesta de la Entente al presidente "Wilson es simplemente grotesca. La Entente í,penas pudiera haber hablado de otro modo si los franceses estuvieran en Estrasburgo, Metz y Mainz y si la famosa apla-nadora rusa se hallara ein camino a Berlín. El inspirado llama-miento, fruto de sa«grada indignación, que el emperador dirigió a la nación, encontró poderoso'eco en todos los corazones ale-manes. Marchamos al futuro con inconmovible confianza".

Los regimientos originarios de las dos provincias no se que-dan a la zaga de las demás tropas del imperio en valor y resis-tencia, distinguiéndose por su bizarría ejemplar en las sangrien-tas batallas de Sailly-Saillisel y Saint-Pierre Vaast, contra sus presuntos libertadores. Hasta Abril de 1915 ya dos mil "cru-ces de hierro" adornaban el pecho de soldados alsaeianos y loreneses.

Pero en Francia cierran los ojos ante estas realidades; allí no se encara el problema desde el punto de vista de la voluntad de los alsaeianos y loreneses, sino que se hace de él una alta cuestión de honor nacional. No de otro modo se explica que el 4 de Junio de 1917 loe grupos republicano radical y radical socialista, con mayoría en la cámara de diputados y en el senado francés, se hayan reunido acordando un voto de confianza al gobierno por su capacidad para conducir los acontecimientos venideros en forma de llegar a recobrar para Francia los terri-torios de Alsacia-Lorena, lo que se considera una necesidad nacional, hecho lo cual, después de celebrar sesión secreta du-rante tres días, la cámara " i n pleno" aprobó por voto unánime la restitución de la Alsacia-Lorena. (1) Dos semanas después, el secretario de Relaciones Exteriores, Jules Cambon, hasta el

(1) "La Nación", 5-6-1917.

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principio de la guerra embajador en Berlín, se expresó en esta forma lapidaria: " L a publicación del programa de los dele-gados de la mayoría socialista en Estocolmo muestra los pro-pósitos de paz de Alemania. La mayor cuestión de la guerra es la de la Alsacia-Lorena. Por la solución que la guerra dé •a este problema principal, la posteridad reconocerá al ven-cedor". (1)

A la luz de tamaños hechos y dichos, claros como el sol, 4 cómo es que a diario se pretende hacernos creer que Francia, la altruista y pacifista, fué víctima de la agresividad alemana y que ella, la defensora latina de la libertad, del derecho y de ¿a justicia, protege al mundo contra la sed de conquista y ex-pansión germánica?

El empecinamiento en la idea fija de la revancha es de índole trágica a más no poder. Porque los intelectuales fran-ceses que no están totalmente obcecados, después de las obser-vaciones hechas por las tropas francesas en el territorio inva-dido, ya están desilusionados con respecto al verdadero senti-miento de sus habitantes. La conducta de ellos es el desengaño más grande para el chauvinismo francés. Hasta para Maurice Barres, el fanático predicador de la revancha — cuyas novelas, especialmente " A u Service de l'Allemagne" y "Colette Bau-<loche", habían contribuido no poco a mantener latente el •espíritu de animosidad contra el vecino — es motivo de viva preocupación el comportamiento de los alsacianos en los terri-torios ocupados al principio de esta guerra. Como todos sus •compatriotas, creía firmemente que ellos se echarían al primer llamado en los brazos tendidos de Francia, pero pronto reco-noció que "los habitantes se sienten alemanes en todo el sen-tido de la palabra". En el libro "L'Ame Frangaise. Les Saints •de France" (París, 1915) se lamenta de la fría actitud de -ellos para con las tropas francesas. " E n Dammer-Kireh —r cuenta — he visto a los señores notables en sus altas graderías •estaban en gran irresolución y embarazo. ¿ Descenderían a apretar la mano del francés que pasaba? De ningún modo. Saludaban, pero no se movían del umbral de la puerta". Barres se esfuerza por consolar a los franceses de esté desen-canto, tratando de explicar esta disposición con el " fuer te aluvión alemán" que supone arrojado sobre el fondo primitivo

(1) -'La Nación", 21-6-1917.

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de los antiguos sufrimientos franceses, y recomienda acercar a los alsacianos poco a poco a Francia, con el respeto debido a su individualidad y sus tradiciones. "Mas no hay que des-conocer las dificultades de este problema. Tres gendarmes de-Narbonne a veces bastarían para perjudicar, con su proceder, nuestro nuevo dominio en las tranquilas aldeas de Sundgau".

Los franceses se vengaron del indiferente recibimiento con numerosos arrestos insensatos. Empezó el episodio de las de-nuncias. Sólo de la ciudad de Mülhausen (Mulhouse) fueron sacados, en calidad de rehenes, más de 200 hombres; de toda la Alsacia más de mil. Muchos de ellos con sogas al cuello. Cuan-do los franceses entraron por segunda vez, aseguraron que-darse para siempre, "pour de bon", según ellos. Mas la dominación duró cuatro días justos. Apenas hubo tiempo para introducir estampillas francesas, destruir los bustos del empe-rador y dejar un carro lleno de "Codes Napoleón".

La ira francesa se extendió a los alsacianos y loreneses residentes en Francia. Maurice Barres, en la segunda parte1

de su libro citado, prorrumpe en quejas amargas por el pésimo •trato de que era objeto, infundiéndole especial conmiseración las numerosas muchachas de esa procedencia, "les cousines de notre pauvre Colette Baudoche", que sin consideración fueron internadas. Refiriéndose a su triste suerte, Barres exclama: ' '¡Pobres niñas! ¿Podían prever, ellas, las hijas de franceses anexados, que tanto eran festejadas en dibujos y canciones, a las que en las fiestas se cedía el primer puesto, que eran nom-bradas en los discursos de todos, ¿podían suponer que el día en que sonara la señal de la revancha, serían llamadas para ser conducidas a campos de concentración, donde se hallan aún, echadas sobre paja y viviendo en compañía moleste? Han dejado París en vestido de verano, muchas can poca ropa, cre-yendo ser sólo víctimas de un error momentáneo. Ahora ha renido el invierno. En Noche Buena, Colette sufre hambre, Colette tiene frío y eso en Francia".

Pero un grupo de intelectuales de la neutral Argentina, en una manifestación de simpatía a las naciones aliadas, dice que "Alsacia y Lorena deben volver al seno de la nación de tíonde_ fueron arrancadas por la violencia". Las jóvenes alsacio-lorenesas se contentarían con ser devueltas por los franceses t i seno de sus familias de donde fueron sacadas a viva fuerza.

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Antes de entrar, ahora, en un estudio psicológico de la conducta de los habitantes de las dos provincias en litigio, que & tan variados comentarios está dando origen, séanos permitido traer a la memoria algunos, breves, datos históricos.

Alsacia El país, en tiempos de los romanos, formaba parte de la

"Germania prima". A la decadencia de Roma pasó al dominio del pueblo de los alemanes. Incorporado desde el siglo seis de nuestra era al reino de los francos — pueblo igualmente de estirpe germánica, como los suebos, sajones, godos •— estaba gobernado por duques. Carlos el Calvo, nieto de Cario Magno, obtuvo de su padre, Luis el Piadoso, " la Alemania que corres-pondía a la Suabia y a la Alsacia actuales". (1) Bajo el reinado del emperador Federico I fué dividida en dos partes: la Alta Alsacia o Sundgau, y la Baja Alsacia o Nordgau, cuyo dominio recayó en los condes de Ottingen, .formándose en esa ¿poca también varias ciudades libres, de las que Estrasburgo y Colmar eran las más importantes.

"Alsacia tomó una parte activa en la vida intelectual alemana. Los dominicanos de Colmar cultivaron la historia. Los estudios religiosos, tan favorecidos al concluir la Edad Media, hallaron adecuada representación en Eckair y Juan Tauler. Mientras Gutenberg hacía en Estrasburgo sus pri-meree ensayos en la imprenta, Geiler de Kaiserberg y Sebastián Brant difundían las bellas letras con sus discursos y escritos. La Reforma, que se iniciaiba con este movimiento humanista, se apoderó de las ciudades, y en particular de la de Es-trasburgo.

" L a primera tentativa francesa para ocupar Alsacia tiene lugar bajo( el rey Enrique I I que, en 1552, se apoderó de Metz, Toul y Verdun (2), Cedida a España por Austria en 1617, cayó más tarde bajo la dominación francesa que fué reconocida por el tratado de Westfalia (1648), el cual marcó el término de la guerra de treinta años. ' ' Cuando murió Riehelieu, en Di-ciembre de 1642, las mayores dificultades estaban vencidas; los suecos (subvencionados por el tesoro francés) acampaban vic-toriosos en el centro de Alemania y los ejércitos franceses

(1) Abbé Gagnol, "Coure d'Histoire". (2) Enciclopedia Espasa, tomo IV, página 940.

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ha/bían conquistado cuatro provincias: el Artois, la Alsacia, el Rosellón y Cataluña (Ammann et Coutant: " La fin du Moyen Age et des temps modernes", pág. 285).

"Nótese que se habla de conquista, y que el libro es el de texto en la clase de segunda de los liceos franceses, segundo ciclo. (1)

"Los tratados de Westfalia y de Nimega (1678) — dice un libro de texto usado en los colegios nacionales argentinos (2)

disponían que los territorios cedidos a Francia lo fueran con sus dependencias. Se trataba únicamente de sus dependencias en la fecha de la firma de los tratados. Luis XIV lo entendió de otra manera y encargó a los tribunales franceses, llamados Cá-maras de reunión, de investigar qué países habían compuesto, en una fecha cualquiera los territorios nuevamente adquiridos, j Las cámaras de reunión hicieron remontar sus investigaciones hasta los tiempos merovingios y al rey Dagoberto! Atribu-yeron a Luis XIY un gran número de territorios, entre otros Montbéliard, las ciudades de Sarre y Deux-Ponts y la mayor parte de Luxemburgo. Estos territorios pertenecían los unos a aliados de Luis XIY, como el rey de Suecia, y otros al rey de España. Todos fueron igualmente ocupados y anexados en plena paz. La anexión que tuvo más resonancia fué la de Estrasburgo (1681), la ciudad más importante de la Alsacia, hasta entonces considerada como ciudad libre. Estrasburgo tenía un gran valor militar, porque guardaba uno "de los raros puentes que había en aquella época sobre el Rhin".

Lorena La historia de Lorena empieza con Lotario II, hijo del

emperador alemán Lotario I, quien, al repartirse el imperio Carlovingio entre losi hijos de Luis el Piadoso, recibió en 855 los países situados entre el Escalda, el Rhin, el Mosa y el Saone, que tomaron el nombre de Lotaringia (Lotharii regnum). A su muerte en 869, el tratado de Mersen la dividió de tal modo que la parte mayor, o sea la de lengua alemana, con las ciu-dades de Metz, Aquisgram, Tréveris fué incorporada a Ost-franken, esto es, a Alemania. "Francia se esforzó siempre en posesionarse de Lorena, pero el rey alemán Enrique I ase-

(1) "La Unión", 8-6-1917. (2) Aibert Malet et J . Isaac, "Los tiempos modernos", París 1912.

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guró los compromisos antiguos por medio de tratados con Car-ios de F r a n c i a . . . " (Espasa) En 953 el emperador alemán Otón I legó la Lorena a su hermano, el arzobispo de Colonia, quien la dividió en dos ducados: la Alta Lorena (Lotheringia Moselana) y la Baja Lorena, conocida más tarde bajo el nom-bre de Brabante. Sigue luego una larga serie de soberanos ducales, interrumpida por la conquista realizada en 1552 por Enrique II de Francia, de los obispados de Metz, Toul y Ver-dun. "Durante la guerra de los Treinta Años, Carlos IV, como aliado del emperador, procuró sacudir de nuevo el yugo francés, pero Luis XI I I ocupó la Lorena y el cardenal Maza-rino la devolvió en 1659 por la paz de los Pirineos. En 1670 Luis XIV la conquistó otra vez, la retuvo por la paz de Nimega (1678), y en 1697, por el tratado de Ryswyk, devolvió la corona ducal de Lorena a Leopoldo José Carlos, hijo de Carlos V, fallecido en 1690. Francia durante el gobierno del cardenal 'de Fleury, se apoderó de nuevo de Lorena (1733) durante la guerra de sucesión polaca, y por la paz de Viena (1738), la recibió, junto con el ducado de Bar, con carácter provisional, para el ex-rey de Polonia, Estanislao, por durante su vida y en plena soberanía para cuando muriese dicho monarca. E l último duque, Francisco Esteban (1729), esposo de la empe-ratriz Maria Teresa de Austria, obtuvo en concepto de indem-nización el gran ducado de Toscana". (Espasa). Por la paz de Frankfort sobre el Mena, de 1871, la quinta parte de la Alta Alsacia — la alemana — de 6221 kilómetros de extensión, con 489.000 habitantes, y la fortaleza de Metz fueron incor-poradas de nuevo al imperio alemán.

Todo lo cuál hace patente, hasta la saciedad, la certeza de que los habitantes de las dos provincias son de estirpe germana, que fueron arrancadas a la fuerza de la dominación de los alemanes, y que éstos, al po$esionarse de ellas en 1871, no las conquistaron, sino que sólo recuperaron lo que de antaño les pertenecía.

De cómo en Inglaterra se miró la incorporación de Alsaeia-Lorena al imperio alemán da idea un artículo aparecido en el "Times" de Londres, a principios de Diciembre de 1870, con las siguientes consideraciones:

"En Inglaterra no se recuerdan bien loe numerosos atro-pellos que Alemania ha sufrido de parte de Francia durante los últimos cuatro siglos. Desde hace 400 años, ninguna

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nación ha tenido tan malévolos vecinos como los alemanes en los franceses, quienes sin ningún miramiento, insaciables, irreconciliables y ávidos de botín, han estado siempre dis-puestos a tomar la ofensiva a la primera oportunidad. Du-rante todo este tiempo, Alemania ha soportado los ataques y la arrogancia franceses, pero ahora que ha salido victo-riosa, sería locura no sacara todo el provecho posible de sus victorias y no asegurarse una frontera que le garantice la paz para el futuro. Según mi opinión, no hay ninguna consideración humana que permita a Francia conservar te-rritorios de que antes se ha apoderado, cuando el dueño se encuentra en condiciones de exigir su restitución. Los fran-ceses se quejan amargamente a todo el que quiere oírles de que están expuestos a sufrir pérdidas de territorio que lesio-narán profundamente su honor nacional y suplican encare-cidamente que no se permita deshonrar a la pobre Francia, que se conserve incólume su honor. Pero, preguntamos nosotros, ¿se conserva el honor negándose a pagar los vi-drios que se han roto en casa del vecino? Precisamente el hec! de realizar tales empresas es lo que mancilla la honra nacional de un pueblo, la cual no se puede recuperar sino con sincero arrepentimiento, y con la firme decisión de no acometerlas m á s . . . "

El artículo termina con las siguientes palabras: "Creo que Bismarck tomará de Alsacia y de Lorena tanto como le convenga y que esto no sólo será provechoso para él y para su país, sino para el mundo entero, exceptuando Francia, y con el tiempo también será provechoso para ésta. Por medio de grandiosas y seguras medidas, y ayudado por sus eminentes dotes, Bismarck persigue un fin único: la felici-dad de Alemania y la felicidad del mundo entero. Ojalá que la grande, pacífica, ilustrada y seria Alemania realice su unidad política y asuma la hegemonía en el continente en vez de la ligera, ambiciosa, pendenciera y nerviosa Fran-cia. Esta será la grandiosa consecuencia de los presentes acontecimientos, cuya realización desea todo el mundo".

E n las provincias anexadas surgió una viva protesta, que todavía en 1874 se exteriorizó con violencia en el Reichstag. E s que durante los dos siglos de dominación francesa los alsa-cianos y loreneses se habían familiarizado con el régimen de la nueva Francia . Las proyecciones de la revolución francesa con sus ideales humanitar ios y el imperialismo del g r an Napo-león, habían orientado su mental idad hacia el oeste, alejándolos más y más de Alemania que, desunida hasta 1871, no repre-

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sentaba la compacta consistencia de un estado nacional, como lo era Francia, con todas las ventajas económicas atributivas al mismo. La gran revolución había originado un cambio com-pleto en el reparto de las tierras!, ligando sus ocupantes al terruño. Los factores materiales influyen poderosamente en las inclinaciones de las nacionalidades, como acontece, por ejemplo, en los llamados territorios "irredentos"' de lengua italiana, cuyos habitantes se hallan muy bien, desde el punto de vista económico, en la Doble Monarquía, y si al estallar esta guerra el mundo, asombrado, ha «presenciado un apego decidido por parte de los alsacianos y loreneses, en su mayoría aplas-tadora, a la causa alemana, uno de los móviles que había venido preparando este fenómeno — aparente, porque dada lá condi-ción etnográfica de las dos nacionalidades ese apego nada de extraño tiene — lo constituía la circunstancia de haberse con-vencido los anexados, pasando el tiempo y a medida que la prosperidad del imperio alemán acrecentaba a pasos de gigante, de que, indiscutiblemente, donde se lés brindaba mayor bien-estar económico era en la nueva formación política.

" E n el desenvolvimiento espiritual alsaciano de los últi-mos deeenioj) — dice F. Lienhard en su trabajo " L a Alsacia alemana" (1914) — pueden distinguirse con claridad tres gra-dos : en los. años 90, la orientación netamente alemana; luego vino el movimiento del dialecto provincial, concentrado en la fundación de un teatro de pura alsacianidad; e inmediatamente después una orientación de cierto carácter afrancesado, con visibles propensiones hacia el oeste... El problema alsaciano hay que estudiarlo en conexión con el estado meteorológico de la política europea. En esta última época imperaba en Europa la política de aislamiento contra Alemania; al mismo tiempo la supresión de la dictadura facilitaba mayor libertad de ac-ción a la propaganda francesa. . . Si Francia hubiese deseado estar en paz y armonía en Alemania, la Europa habría quedado tranquila. Existen en el modo de ser alemán y francés mu-chos rasgos susceptibles de complementarse y vivificarse mu-tuamente. como lo estable y lo movible, lo grave y lo ligero; celtisismo y germanismo se integran por modo precioso. Mas la "gloire" de la "grande nation" fué siempre su nervio más delicado. No ha podido sobreponerse a la derrota del La sorda posibilidad de revancha soplaba con mayor fuerza a través de los Vosgos abiertos. Así volvió a crecer la propa-

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ganda francesa. En Alemania se observaba reserva que pro-ducía un efecto paralizador y turbador. La debilidad de la diplomacia internacional alemana en aquella época daba aliento a algunos atrevidos publicistas y parlamentarios alsaeianos; ellos eran las hojas que movía el viento europeo antialemán. Ahora se ha levantado el viento del este alemán, empujando él follaje de los Wetterlé, Blumenthal, Hansi y otros hacia el oeste, hasta el golfo de Vizcaya.

"Algunos círculos afrancesados querían hacer de la Al-sacia un estado híbrido. No fueron apoyados por los alsaeia-nos de sentimientos alemanes, sino que recibieron su inspiración de Francia. La hechura con que soñaban, la llamaban "cul-tura biforme" o "cultura m i x t a " . . . Del hecho histórico de haber estado la Alsacia alemana bajo el dominio francés, del hecho de haberse estrechado con este motivo lazos personales, comerciales, espirituales, qiie aun perduran: ese grupo se arro-gaba el derecho de exigir a todos este "cuite du passé" como un deber alsaciano nacional. Sistemáticamente fué organizado este culto del modo de ser y lengua francesas. Una parte de la Alsacia católica se agrupaba en derredor del "Nouvelliste" del diputado Wetterlé; una.parte de los liberales en los con-tornos del "Journal d'Alsace" del señor Boíl, y una parte de la Alsacia artista alrededor de la "Revue Alsacienne" y de los "Cahiers alsaciens" de los señores Buc'her y Dollinger. . . . Por detrás de estos grupos hallábanse los genios tutelares de Maurice Barrés, Comtesse de Noailles, Rodolphe Reuss, Henri Albert (Ilaug) y otros que actuaban detrás de bastidores... Todo esto a la vista del gobierno, en medio de un país genui-namente alemán, en medio de Estrasburgo...

" Y ahora vino la guerra europea y con ella una permu-tación radical del ambiente. Yo llegué del interior de Alema-nia a Estrasburgo y no he oído una palabra francesa. Pero filas enteras de niños pasan con sus banderas por las plazas de juego cantando el "Alemania por encima de todo" y la "Guardia del R h i n " . . . En todas partes se oyen esas cancio-nes patrióticas. Vibra algo muy nuevo en el aire estrasbur-gués. Luego encuentra uno los tipos conocidos que antes gus-taban de conversar en francés: ahora hablan o el dialecto re-gional o el alemán. Innumerables hombres, mujeres y muchachos llevan como distintivo patriótico alguna cinta en el brazo. . . y en toda la sencillez se nota tanta cordialidad.

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Las gentes, altas y bajas, se están tan cerca en épocas tan extraordinarias. La muerte se ha hecho ya cosa usual; el prín-cipe cae en el campo del honor al lado del obrero. Todos están ennoblecidos por la gran idea de lo impersonal que enardece lo personal.. . Tamaño cambio lo ha verificado la guerra . . .

" P o r primera vez, desde 1870, en nuestra patria alemana nos coliga a todos un acercamiento común que sobresale de lo cuotidiano, y eleva el corazón. Nada, empero, une tanto a los hombres como el regocijo común.. . Los Wetterlé, Blumen-thal, Ilansi, son mirados como traidores a la patria. La gente «e aparta de ellos, asustada y sobresaltada por lo grotesco de estas caricaturas... Al mismo tiempo los soldados franceses se llevan centenares de "rehenes" de los pueblos alsacianos después de haber morado en ellos de un modo ni caballeresco ni limpio. Eso germaniza. Sí; eso germaniza más que todos-los discursos ministeriales y parlamentarios...

" L a faramalla de la "cultura biforme" ha sido arrollada. Un pequeño grupo quería atraerse a la Alsacia — como a la Suiza alemana, Luxemburgo y el sur de Bélgica — en labor pacífica, lenta y risueña a la esfera de acción de la lengua y cultura francesa. Los "Cahiers alsaciens", la "Revue Alsa-cienne", el "Almanach pour. les étudiants de 1'Alsace", el "Journal d'Alsace" desaparecieron...

" L a guerra ha desinfectado al país. Las tropas se portan en el frente como valientes... Y sobre más de setenta y cinco edificios de la ciudad de Estrasburgo flamea la bandera blanca con la cruz roja; prueba de la mucha caridad que se ejerce por detrás de las líneas de fuego. . .

"Mis impresiones las comparte el diputado alsaciano Wolf, quien sintetiza así sus observaciones: " L a guerra ha desprendido de golpe la latente conciencia nacional de los alsa-cianos. Lo que muchos no querían confesarse a sí mismos, lo proclaman ahora a voz alta, y cuando regresen dirán aun más alto a sus deudos que son alsacianos alemanes que por fin vuel-ven a tener una patria. Con esto interpreto fielmente la dis-posición espiritual dominante de nuestro pueblo, reflejada coa rara unanimidad por nuestra prensa después de la desaparición de los órganos antiguos que aparecían en lengua francesa. El papel de la burguesía francesa con su pretendida "cultura, mixta" ha cesado de jugarse. . . "

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E n presencia de todos estos antecedentes históricos, etno-gráficos y morales no puede causar es t rañeza el que la comisión holando-escandinava en sus conferencias celebradas en Estocol-m ó con los delegados de la mayor ía socialista a lemana publ icara e l cr i ter io de ésta en la fo rma s igu ien te :

"En cuanto a Alsacia-Lorena, hay que establecer ante todo que dicho territorio nunca podrá ser considerado como entidad nacional dentro del Estado, constituyendo etnográ-ficamente una nacionalidad por separado.

"Las nueve décimas partes de la población de Alsacia-Lorena son de raza alemana; solamente una cuarta parta de la población posee el idioma francés.

"Aparte de ello, los territorios de Alsacia-Lorena, con excepción de una región mínima comprendida dentro de las fronteras actuales de Alemania, pertenecen originariamente, política y etnográficamente, a Alemania, de la cual fueron separados mediante una violenta anexión, por Francia, pero restituidos en la.paz de Frankfurt , de 1871, con lo cual re-cuperaron su posición anterior, siendo por lo tanto injusto hablar de los derechos de Francia, de reconquistar por la fuerza la Alsacia-Lorena. Tal hecho no significaría sino una anexión por Francia, y por consiguiente tal pretensión debe ser rechazada, de acuerdo con los principios de la paz sin anexiones.

" t a social-democracia alemana reclama para Alsacia-Lorena los derechos de un estado federal independiente den-tro del imperio alemán, así como la organización indepen-diente de su legislatura y administración.

"Los compañeros franceses, antes de la guerra, declara-ron expresamente su consentimiento en este sentido de la igualdad de Alsacia-Lorenat dentro de los estados federales de Alemania y de una amplia autonomía política interna.

"Esta solución satisface también completamente la re-petidas veces y últimamente de nuevo expresada voluntad del parlamento de Alsacia-Lorena, elegido en elecciones ge-nerales, directas y secretas". (1)

De los sent imientos de adhesión imper t é r r i t a del pueblo alsaciano-lorenés a la causa alemana, se hizo in té rp re te el doctor Rieklin al p ronunc i a r en el L a n d t a g en su cal idad de presi-den te del mismo, el día 14 de J u n i o de 1917, estas f r a s e s :

(1) "L» Unión", del 16-6-1917.

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"Señores: No debemos separarnos sin expresar nuestras esperanzas y deseos de una honrosa paz.

"No tenemos necesidad de acallar nuestro clamor de paz, porque esta guerra ha precipitado a nuestro país y a nues-tro pueblo en una agonía sin nombre, y se ve con una cla-ridad cada voz mayor que la separación del territorio de Alsacia-Lorena del imperio alemán ocupa un lugar promi-nente entre los objetivos de guerra de nuestros enemigos.

"Por consiguiente, es un deber nuestro declarar que el pueblo de Alsacia-Lorena rechaza decididamente la idea de que esta terrible matanza deba continuar por su causa; de-clarar que este pueblo no tiene otro deseo que el de perma-necer unido al imperio alemán, donde encuentra las mejores garantías para su porvenir cultural, económico y político y para su desarrollo nacional.

"Los bravos hijos de esta tierra, nuestro cariño y nues-tra esperanza, no luchan simplemente por la existencia del imperio alemán; al lado de los fines nacionales de guerra, defienden también sus propios derechos".

El "Times" no pudo menos de escribir con este motivo: " S i los discursos pronunciados por los presidentes de las cá-maras alta y baja de la dieta de Alsacia-Lorerra reflejan el sentimiento de la población de dichas provincias, Francia con-tinúa en vano su lucha contra Alemania". (1)

Actitud conciliadora de Guillermo II El enardecimiento del deseo de desquite llegó a su apogeo

en 1888, cuando el general Boulanger, ministro de la Guerra, aplaudido por la prensa parisiense -que atribuía al Kronprinz alemán intenciones bélicas, tenía hipnotizado al pueblo francés de tal manera que la guerra parecía inevitable. Pero la tor-menta pasó una vez más. Guillermo II, después de su subida al trono en aquel mismo año, no cesó en sus esfuerzos para desvirtuar el concepto erróneo en que se le tenía en Francia. Cuando creyó que las relaciones entre los dos países habían mejorado lo suficiente para intentar un acercamiento siquiera en terreno neutral, el arte, decidió a su madre, la emperatriz Federico, a ir a París, acompañada de una de sus hijas, con objeto de invitar a los artistas franceses a enviar sus obras a la Exposición Internacional de Bellas Artes en Berlín proyec-

(1) "La Unión", del 15-6-1917.

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tada para el año 1891. El viaje empezaba a tener éxito, pues •varios artistas de fama acogieron muy bien la idea, pero la "Liga de Patriotas" se interpuso, hubo demostraciones calle-jeras hostiles y una vez retiradas las adhesiones firmadas, las dos damas tuvieron que regresar precipitadamente. ' ' Enrique IV, el príncipe de las "belles manieres", debió extremecerse en su sepulcro".

Mas el emperador, a pesar del pésimo efecto causado en Alemania por este fracaso, siguió aprovechando las oportuni-dades! para atraerse la opinión pública francesa. A la muerte del mariscal Mac-Mahon envió un afectuoso telegrama a la •viuda (1893)/ Asesinado el presidente Carnot en 1894, el emperador fué el primer soberano que telegrafió a la viuda su condolencia. A dos oficiales franceses condenados por espio-naje los indultó, "para dar una prueba de simpatía a la nación francesa afligida", y en ocasión del fallecimiento del general Canrobert se hizo representar en los funerales (1895). En aquel mismo año parecía dar buenos frutos la labor concilia-dora de Guillermo I I : una escuadra francesa fué enviada a Kiel a asistir a la inauguración del canal. En 1896 Alemania anuncia su resolución de tomar parte en la Exposición Univer-sal de París de 1900. La quema del Bazar de Caridad y la pérdida del "Bourgogne" son otros motivos para nuevos tele-gramas afectuosos y sinceros y en 1899, habiendo encontrado en aguas noruegas al buque escuela francés " Iphigénie", el emperador lo visita. Hay cambio de telegramas amistosos con el presidente Loubet. Ocurre más tarde la catástrofe de Courriéres y el Kaiser dispone que los mineros de Westfalia vayan a ayudar con sus aparatos modernos en los trabajos de salvamento. Y en la inauguración del monumento levantado a la batalla de Saint Privat, el 18 de Agosto de 1899, dijo: ' ' También los franceses han muerto, gloriosamente, combatiendo como héroes por su emperador y su patria. Cuando nuestros estandartes se inclinen ante esta estatua y floten melancólica-mente sobre las tumbas de nuestros camaradas, quiero que se extiendan igualmente sobre las de nuestros adversarios, dicién-doles que rendimos culto a los muertos valerosos, por los que sentimos veneración, respeto y simpatía".

Ocho años más tarde, comentando los efectos de dos largas conversaciones que el ex-ministro francés señor Etienne, invi-tado a comer por el Kaiser, había tenido con éste en Kiel, el

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barón Greindl, ministro de Bélgica en Berlín, escribió al señor Davignon, ministro de Relaciones Exteriores, con fecha Io de Julio de 1907: "Cualquiera que haya sido el tema de la con-versación, lo cierto es que su Majestad ha acogido de la manera más amistosa al señor Etienne y éste ha recibido una muy agradable impresión. Por lo demás, su Majestad-recibe con gran distinción a todos los franceses que se le presentan.. . El viaje del señor Etienne a Kiel y la manera como ha sido recibido, hay que anotarlos como síntoma cuya importancia no conviene exagerar. Lo más que se podrá conseguir entre París y Berlín, es la corrección en sus relaciones. Para un acercamiento verdadero y durable fuera menester no pensar más en el desquite, y no existe francés alguno, aun entre los más juiciosos y pacíficos, que no mantenga su esperanza en el fondo del corazón".

Pero todas estas tendencias conciliatorias fueron inútiles. Para el pueblo francés no existieron jamás los buenos propó-sitos del emperador. José Juan Cadenas ha dicho en el im-portante diario " A . B . O . " de Madrid:

"El pueblo francés odia a Alemania porque el ejército prusiano acabó' con la leyenda militar francesa, porque puso siete llaves al sepulcro de Napoleón. Ni más ni me-nos. . . Y la prensa francesa, los literatos, los autores, han estado entreteniendo ese odio, atizando el rescoldo para man-tener siempre vivo el fuego. En diez años de vida en París yo no he leído un periódico sin encontrar un alfilerazo contra Alemania; no he asistido una noche a un music-hall sin ver una apoteosis patriótica y una ofensa al pueblo alemán; no he oído una canción que no contuviera una grosería contra los alemanes. Ultimamente esta campaña de prensa había adquirido caracteres agudos y agresivos. Recordad el cartel de desafío de los hermanos Cassagnac, que pretendían ex-pulsar de París a los corresponsales alemanes... Leed este párrafo, que publicaba hace cuatro meses Mauricio de Walleffe en su periódico "Paris-Midi": "Si estalla la guerra con Alemania, el pueblo de París no debe preocuparse por la cuestión de las subsistencias. En la capital hay 100.000 alemanes. Como primera medida, degollaremos a estos 100.000 subditos del Kaiser y los pondremos en salazón en los fosos délas fortificaciones para comérnoslos en conserva". Esto se ha escrito y cosas más horrendas -aún. . . Nosotros, los que vivíamos la vida de París como espectadores impar-

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cíales, nos hemos dicho muchas veces que, realmente, Ale-mania era nn pueblo muy cachazudo. ¡ Y nos sonreíamos de los trabajos de aproximación y mejora de relaciones entre ambos países !"

Triple Entente E l 12 de Noviembre de 1912 apareció en las columnas del

diar io f rancés " L a CToix" u n a visión de lo que año y medio rná-g tarde había de ocurrir , concebida en estos términos:

"Todos tenemos en los labios esta palabra temible: la guerra. Aquí donde no hemos hecho otra cosa que adelan-tarnos un poco a las conclusiones de la opinión pública, esa palabra no puede ser una sorpresa. Por lo demás, es cosa excelente el estar sobre aviso. A este respecto, la prensa francesa no anda parca en advertencias. Y tiene razón.

"Esto sentado, constatemos la importancia del posible conflicto. No se trata de más ni menos que del desmembra-miento de Austria y posiblemente del Imperio Alemán. ¡ Que no se nos venga con la canción de un puerto en el Adriático: el problema de Dúrazzo es únicamente un síntoma, un signo. Lo real está en saber si la Europa de mañana será o no alemana, y si lo mismo que Serbia recuperará Bosnia y Her-zegovina, nosotros recuperaremos Alsacia-Lorena.

"La guerra que se prepara y que estallará, sea ahora, sea dentro de algunos años, será impopular en Alemania y más todavía en Austria. Rusia marchará como un solo hom-bre: Inglaterra y Francia, después de haberse desgreñado, tratarán de arreglar viejas cuentas pendientes con Berlín. En cuanto a Italia, se echará sobre Austria por amor al irredentismo y por temor a un bombardeo de su litoral por nuestros acorazados".

Las "v i e j a s cuentas pendientes" , cuya existencia indu jo a los estadistas franceses e ingleses, en los momento críticos del verano de 1914, a alentar con su pasividad a los gobiernos serbio y ruso en su act i tud belicosa, causa directa de la confla-gración general, eran los asombrosos progresos de Alemania en su evolución marí t ima y económica, en los que Ing la te r ra veía a n peligro pa ra su posición naval, industr ia l y comercial y los cuales, al mismo tiempo, le parecían a F ranc ia constituir el impedimento principal pa ra que ella volviera a ser entre las

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naciones la gran potencia que en otros tiempos había ejercido la hegemonía en el continente europeo y que, eclipsada por el brillo del nuevo astro surgido en el este veía esfumarse cada vez más la realización de sus sueños con el revivir de las glorias pasadas.

Pero, mientras la rivalidad anglo-alemana reviste del lado británico caracteres exclusivamente materiales que digamos, caracteres que tienen sus raíces en el raciocinio del frío calcu-lador que sólo se deja guiar por la política del entendimiento, el antagonismo franco-alemán radica, por parte de Francia, en móviles sentimentales por excelencia, que como todas las ema-naciones de una afección profunda adolecen del defecto — muy gra,nde en el terreno de la p ó l i z a mundial — de ser inacce-sibles a los llamamientos de la razón basada en la exigencia de la realidad. Francia, obcecada por la idea de la revancha, ha buscado combinaciones, a cualquier costa, primero con Rusia, después con Inglaterra, con tal de poder satisfacer esa aspira-ción suprema suya y al proceder así no se ha dado cuenta, en su ceguera, de que ha eliminado de su política el europeísmo, olvidando su deber de reservar energías para eventualidades trascendentales que el porvenir guardaba en su seno al conti-nente europeo: la lucha de éste, cercana en producirse, contra el anglosajonismo, y lejana en presentarse contra el eslavismo, lucha que debería hallar unidos a todos los demás pueblos de Europa, para hacer frente a estos peligros indiscutiblemente comunes. Por fortuna esta guerra, en sus efectos justicieros, dejará restablecido el equilibrio de las fuerzas y, con él, la pro-tección de la Europa central contra la absorción económica anglo-sajona, y étnica del elemento eslavo. Ya llegará el día en que los mismos que hoy desean con fervor el aniquilamiento de las potencias centrales, cuando sientan el peso de las cade-nas de vasallaje impuestas por los Estados Unidos, — el vam-piro de Europa que se chupó ibuena parte de su industria, comercio, tráfico, valores financieros, internos y externos, — se felicitarán de que Alemania, único beligerante no endeudado con los norteamericanos, ayude a neutralizar los impulsos de-la prepotencia yanqui. Y los descendientes tardíos de la genera-ción actual han de estar de enhorabuena por haber salido incó-lumes del cataclismo los dos imperios predestinados a resistir el empuje de los eslavos el día en que ellos, acosados por el "peligro amarillo", traten de abrirse camino en dirección al oeste, en busca de más pan, trocando las guerras, hasta entonces

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de carácter histórico, geográfico, político, en lucha de raza, en una guerra de exterminio cuya ferocidad hará empalidecer cuantos horrores se han visto en las guerras de este siglo y el pasado.

Para Alemania, Francia había dejado de ser el enemigo hereditario desde la guerra de 1870-71. El autor de estas líneas puede apelar, sin correr el riesgo de ser contradicho, al testi-monio de cuantos extranjeros han visitado a Alemania durante los últimos decenios, en corroboración de esta verdad; en el imperio se ha vivido preocupado, eso sí, de las intenciones de desquite del vecino y, en verdad, motivos para ello no faltaron, pero no se ha sentido la menor hostilidad; no se ha contado con una nueva contienda con Francia como producto de una con-traposición insalvable de intereses encontrados, intereses que, fuera de Europa, no se chocaban en parte alguna y no presen-taban ni mucho menos los vicios de la competencia comercial anglo-alemana. Otra, empero, era la disposición de Francia hacia Alemania. Esta era para aquélla la piedra del escándalo, para transmudar el glorioso pasado al presente y conquistar nuevos prestigios en el futuro. La ficción la completaba la autosugestión crónica de estar expuesta a ser víctima de la agresión por parte de Alemania, harto ocupada en la consolida-ción de sus instituciones, nacidas de la victoria, y en su expan-sión económica, para pensar en el necio lujo de conquistar con la fuerza de las armas lo que, sin verter sangre y dinero, estaba consiguiendo a paso seguro con la fuerza de sus cerebros: aumento de la riqueza nacional y de la influencia mundial.

Creyéndose aislada y viendo crecer cada vez más la po-tencialidad de su vecina, Francia buscó un apoyo en Rusia. Bismarck supo retardar la alianza entre los dos países, pero después de seis años de " pourparlers" Hanotaux la llevó a cabo en 1897. Desde entonces, grandes capitales franceses se invirtieron en empresas rusas de toda clase; empréstitos in-mensos, cuyo monto ya en el año 1905 alcanzó la enorme cifra de nueve mil millones de francos, se 'hicieran sin cesar, con la idea principal de fomentar en Rusia la formación de un ejér-cito moderno y la construcción de ferrocarriles que el día de mañana pudieran llevarlo a la frontera del oeste.

Pero cuanto más Francia se ligaba con Rusia financiera-mente, más aumentaba también la dependencia de ella. Fran-cia llegó a comprometerse de tal modo que no podía retroceder si no quería perderlo todo. Buenos patriotas franceses con-

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templaban con preocupación esta peligrosa situación, entre ellos Jean Pinot, el editor de la "Revue", quien con su clari-videncia política había combatido desde un principio los em-préstitos rusos, porque corrompían la prensa francesa, porque facilitaban al poder déspota ruso los medios de oprimir al infe-liz pueblo moscovita, porque despertaban en Rusia una ambi-ción malsana, siendo prueba de ello la guerra con el Japón, y porque ponían en peligro el bienestar y el porvenir de Francia. Demostró que cada empréstito nuevo fué arrancado con la amenaza de no pagar el cupón de los anteriores y que a la amenaza acompañaba el soborno. El 15 de Julia de 1906 escri-bió: "La sangre corre a través del vasto imperio ruso . . . Po-dríase creer que nuevos hunos han invadido Europa . . . En todas partes se oye el grito de persecución y asesinato... En la Duma se ha hablado de la venalidad de la prensa francesa".

Había también personalidades de peso en París que, sin perjuicio de cumplir con las obligaciones de aliada, querían mantener buenas relaciones con Alemania, pero todas estas voces predicaban en el desierto. La idea de la revancha no perdía en intensidad y halló su encarnación en la figura de Delcassé, alma de la política exterior francesa en los tres últi-mos lustros precedentes a la guerra.

Tbéophile Delcassé

Después de su vida universitaria dedicada a los estudios de filosofía, ante la imposibilidad de emprender, por falta de recursos pecuniarios, la carrera de catedrático de universidad, hízose periodista, siendo colocado por Gambetta, como colabo-rador, en su diario "La République Francaise" de mucho re-nombre en su tiempo. Elegido diputado en el año 1889, se incorporó al parlamento haciendo su estreno con un discurso sobre la política externa, que versaba sobre la necesidad de una alianza entre Francia y Rusia: idea ya lanzada por otro con anterioridad, pero de la que sacó partido con habilidad psico-lógica el joven diputado, quien vió en ella un medio de acredi-tarse ante sus connacionales y consiguió pronto formar parte con Raimond Poincaré del gabinete presidido por Oharles Du-puy, como ministro de las Colonias. Cuando Brisson asumió la presidencia ministerial, Delcassé fué nombrado ministro de Relaciones Exteriores en 1898, o sea poco antes de que Ingla-terra obligara a Francia a evacuar Fashoda en el Sudán, impo-

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sición que el orgullo nacional francés sufrió como la mayor humillación después de la guerra con Alemania; y este hombre de estado, resuelto a posponer todo, absolutamente todo, al plan de desquite, supo hacer de este incidente la base de una inteli-gencia con Inglaterra. Un diario de la tarde de Buenos Aires publicó una anécdota acerca de este episodio: " E l embajador inglés en Francia visitó a Delcassé para presentarle un ultimá-tum de su gobierno. El embajador desabrochaba con dificultad un botón de su levita, para sacar de ésta la nota conminatoria. La guerra y la paz dependía de ese botón; pero también depen-día la reconciliación con Alemania, pronta a acoger amigable-mente a Francia contra Inglaterra. "No desabroche ese botón", dijo Delcassé. "Yo no debo ver la nota. Es una amenaza, y si yo la veo, Francia tendrá que ir a la lucha. Todo se a r r eg la rá . . . " Esta actitud fué el principio de la "Entente Cordiale" y acaso el germen de la guerra actual".

Fué esa la ocasión en que el talento de la diplomacia bri-tánica hizo su cíbra maestra: Francia quedó reducida a la cate-goría de un satélite inglés; el deseo francés de la revancha entró al servicio del recelo inglés de competencia comercial, y esto a raíz de Fashoda, a raíz de todos esos insultos con que la furia desencadenada del populacho francés se había mofado de la anciana reina Victoria.

Cuando Eduardo -VII subió al trono, Delcassé, quien en el ínterin había trabajado por el acercamiento íntimo de Francia y Rusia a base de la alianza firmada en 1897, consagróse por entero al fomento de relaciones cordiales con Inglaterra, ene-miga tradicional de Francia. Habiéndose captado la confianza del monarca británico y actuando como colaborador de su política personalísima, Delcassé supo rodearse de gran misterio, explotando con facilidad la mentalidad taciturna de su per-sona que por nada soltaba prendas y,, dándose ínfulas, lograba de este modo aparecer ante los "ignorantes" como muy superior a ellos en la maestría del arte diplomático. Pero si la intimidad con Rusia era popular en Francia, porque la sacaba de su aislamiento político, no pasaba lo mismo con res-pecto a Inglaterra; y era preciso, pues, cimentar la inteligencia amistosa en hechos a todas luces ventajosos para los intereses franceses. Unidos por el anhelo común de aislar a Alemania y contrarrestar doquiera fuera posible su influencia mundial. Eduardo VII y Delcassé no tardaron en entenderse. A true-que de la renuncia al Sudán, Inglaterra brindó a Francia con st»

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apoyo para afianzarse en su posición de segunda potencia colo-nial, y ésta, que durante los últimos treinta años había seguido una activísima política colonial, ante la perspectiva de ver asegurada la posesión de sus colonias por Inglaterra y de privar a Alemania de un nuevo punto de apoyo en su poderío colonial, aceptó gustosa la proposición de confirmar a Inglaterra el dominio sobre el Egipto y quedarse ella con Marruecos, exclu-yendo a Alemania.

Así llegó a formalizarse, en 1904, la "Entente Cordiale", «uva significación, con su prescindencia absoluta de los inte-reses mundiales alemanes, no podía ser, de hecho, sino adversa a estos últimos. Y a tal punto mostróse ser, en sus efectos, al poco tiempo, que el año siguiente, en vista del hondo resenti-miento causado en Berlín por la política provocadora de Del-cassé, sus compañeros de gabinete no vacilaron en sacrificarlo ante el peligro de una guerra con el país vecino, la cual, por cierto, de haber estallado, hubiera encontrado a Francia en condiciones mucho peores que en 1914, — prueba palpable de que Alemania no quiso valerse de la ocasión propicia — porque de Rusia, postrada por la guerra con el Japón, no podía esperar ayuda alguna, y el acuerdo con Inglaterra no estaba tan ade-lantado como nueve años después.

En el "Gaulois" del 2 de Febrero de 1916, el publicista Gastón Jollivet dedicó al difunto diputado nacionalista Dela-fosse una necrología, en la que hace alusión a la siguiente historieta: "Recuerdo haber oído a Delcassé, en compañía de Dérouléde y algunos amigos, explicar con firmeza impresionante sus ideas sobre la "Entente" . Mas, cuando Dérouléde, con el derroche de su cortesía atractiva, felicitó a Delcassé por la serenidad con que había seguido negociaciones susceptibles de ¡Llevar a una guerra europea, y esto teniendo a su lado a André y Pelletan, ministros de Guerra y Marina, respectivamente, muy desacreditados en los círculos nacionalistas, Delcassé esquivó una contestación. Lo cierto es que, ni en aquella noche ni más tarde, Delafosse quiso ver en su huésped Delcassé sino al afor-tunado colaborador del plan cuyo iniciador era el rey Eduardo VII y que tenía por objeto el cercamiento de Alemania". He aquí un documento histórico precioso que nos dice lisa y lla-namente: que ya en su primer período ministerial, los planes concebidos y perseguidos por Delcassé eran interpretados, por Instigadores a la guerra de la calaña de Dérouléde y Delafosse y sus amigos de la "Liga de patriotas", como tendientes a pro-

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vocar la guerra por ellos deseada y, segundo, que Delcassé fre-cuentaba la compañía de esos cabecillas del partido de la revancha, explicándoles, con "firmeza impresionante", sus planes.

Millet, a quien sus paisanos no pueden tildar ni de ger-jnanofilia ni de falta de patriotismo, en su obra "Politique Extérieure", para la que Gabriel Hanotaux escribió la intro-ducción, evidenció los crasos errores de la política tendenciosa de Delcassé de aislar a Alemania, demostrando al mismo tiem-po cuanta razón tenía el gobierno alemán en desconcertarla, interponiendo su protesta en la cuestión marroquí. Dijo que Delcassé había estado ciego al atraerse todas las potencias me-nos la única temible para Francia: la vecina, cometiendo la falta capital de prescindir sistemáticamente de ella en toda ocasión. Millet, después de preguntar si Alemania con su acti-tud había justificado este proceder, termina diciendo: " E l emperador Guillermo se porta mucho más correctamente que Bismarck; en toda oportunidad ha expresado el deseo de acer-carse a Francia; lo único que no podía hacer es devolver la Alsacia-Lorena; por lo demás ha estado siempre dispuesto a negociaciones. Ningún tratado, ninguna amistad abre a los franceses ni la mási remota posibilidad de recuperar las provin-cias perdidas.. . En Inglaterra no se puede confiar; ella siem-pre quisiera ser el "tertius gaudens"; es una quijotería el que-rer aislar al león alemán".

Las ambiciones políticas de Delcassé también se extendie-ron a otras regiones. Desde 1886, las relaciones franco-italia-nas dejaban basta"hte que desear. Para mejorarlas, Delcassé se valió, como dócil y dúctil instrumento, del habilidoso emba-jador Barrére quien, provisto de amplios medios de persuasión periodística sobre cuya índole y alcance contante y sonante, nos extenderemos en la monografía V, " E l error de Italia", no tardó en cosechar los frutos de sus trabajos de zapa, con tan buen éxito que Delcassé a raíz de la renovación de la Triple Alianza, pudo declarar en pleno parlamento: " L a política de Italia ni directa ni indirectamente está dirigida, con su alianza, contra Francia. En ningún caso envuelve una amenaza contra nosotros, ni en el terreno diplomático, ni en sus cláusulas mili-tares internacionales. En ningún caso, ni en forma alguna, puede Italia ser instrumento ni auxiliar de nadie, en el caso de una agresión contra nosotros".

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— 64 — Dado que la Triple Alianza obligaba a Italia, sólo para

fines defensivos, esta manifestación, literalmente considerada, no tiene nada de particular, pero reviste importancia por la énfasis especial con que fuera hecha, máxime habiendo sido-precedida por dos hechos políticos de resonancia, indicadores de un cambio en la orientación internacional de la Consulta: el tratado de comercio de 1898 que puso término a las pendencias aduaneras y el reconocimiento recíproco de las zonas de inte-reses en el norte de Africa.

El alejamiento de Delcassé de los asuntos públicos no duró más que dos años y medio. En 1908 lo vemos ocupar, otra vez, un ministerio, el de Marina, que sufrió una reorganización completa durante su gestión, y cuando Poincaré — oriundo de la Lorena y nacionalista por excelencia — subió a la presiden-cia, Delcassé fué de embajador a San Petersburgo, donde no permaneció sino meses, pues pronto había podido "cumplir su misión", — como rezaba el anuncio oficial — misión que con-sistía en dar el último toque al plan ideado y delineado, pero no consumado, por Eduardo VII, y acariciado por Poincaré: Francia, en inteligencia con Inglaterra, podía contar con Rusia. El "ejecutor del testamento político del difunto monarca in-glés" como se ha llamado a Delcassé, había llenado su come-tido a las mil maravillas, y como tenía todos los hilos en sus manos, su segunda entrada al Quai d'Orsay, después de rotas las hostilidades, estaba descontada.

El talento político del más germanófobo de los franceses obtuvo su último triunfo con la adhesión de Italia a la causa de la "Entente" . "Le Temps" llamó al día de la declaración de guerra "el \lía del señor Delcassé"; hasta la cámara de diputados felicitó al "maestro del arte diplomático". Un dia-rio porteño escribió: " ¡ El día del señor Delcassé! Un mar de sangre cubre, por su obra, a Francia y otros países. ¿Qué queda de su plan? Sólo la sangre derramada; pues hasta él mismo ha desaparecido como por entre escotillones del escena-rio político. Pero si la Providencia no lo remedia, el nombre de Delcassé sonará todavía en Francia. ¿Cuándo? El día no-lejano en que ese país reaccione y, volviendo por sus fueros, fulmine la misma maldición contra dos nombres: Inglaterra y Delcassé".

En su deseo de aislar a Alemania, Eduardo VII-y Delcassé se habían encontrado a mitad del camino. Pero el estadista francés no habría llegado a ver realizado su sueño, de apelar a.

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— 65 —-la "última ratio" en procura del desquite, si los estadistas in-gleses hubieran cumplido con el deber europeo de acercar a las dos naciones, distanciadas por el antagonismo histórico del 70, en vez de separarlas, sistemáticamente, con llevar más leña a la hoguera, que tendía a apagarse poco a poco. He ahí su in-extinguible responsabilidad ante la historia: esta guerra es la guerra de Inglaterra contra el continente europeo.

Con anterioridad a ella no faltaba en Francia, como hemos visto, quien se percatara del maquiavelismo de la gente del otro lado del Canal. Otro testigo clásico es Charles Maurras, uno de los directores espirituales del nacionalismo, cuyo libro " K M et Tánger" se ocupa en capítulos enteros de la política anti-continental de Inglaterra. Encuéntranse en él juicios como los siguientes: "Inglaterra ha asumido frente a Europa una política artificiosa de intereses exclusivamente nacionales El británico sigue siendo p i ra ta . . . Sin el odio de los dos gran-des pueblos continentales la isla británica no se siente segu-r a . . . Inglaterra necesita nuestro ejército, mas no en realidad nuestra victoria... Inglaterra no tiene sino una sola preten-sión: que nos dejemos inundar por los ejércitos alemanes; y la dejaremos hacer. Nos prestaremos a esta miserable guerra de mercenarios... Nuestra unión no es una alianza entre estados que quieren obrar conjuntamente, porque aquí el uno es el conductor y el otro el conducido y siempre protegido... "

En "La Gaceta de Buenos Aires", dedicando un merecido panegírico a la valentía francesa en las batallas de Verdun, un articulista escribió el 27 de Mayo de 1916:

"Contrasta con la dolorosa y digna actitud del pueblo francés, que como el alemán sacrifica en esa guerra tesoros de vidas humanas, de riquezas y de cultura, lo que se lee en la prensa de Londres.. . Su tono no puede ser más significativo ; es el tono del que no siente la herida en su propia carne y más bien, hasta cierto punto, siente íntimo regocijo al ver que pue-blos rivales se destrozan mutuamente. En los comentarios de la prensa inglesa sobre la batalla de Verdun, en la que alema-nes y franceses derraman a torrentes su sangre, se oye entre líneas la opinión manifestada descaradamente por un inglés, a alguien que le hablaba de la guerra y le decía que Inglaterra no podría vencer a Alemania. ' ' ¡ Bah! — contestó el inglés — hay que ser modesto. Una Rusia vencida, una Francia ex-hausta y una Italia arruinada, nos vale más que una Alemania destrozada, que no es la más peligrosa para nosotros en la

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guerra, sino en los tiempos de paz. Y Alemania saldrá debi-litada también siendo ella vencedora, y esto es nuestro objeto en interés de nuestra industria y de nuestro comercio uni-versal. . . "

Recrudecimiento del nacionalismo

La mayor parte de los políticos franceses influyentes esta-ba satisfecha de haberse librado, en 1905, de Delcassé, el hom-bre peligroso, quien durante años había comprometido a Fran-cia en convenios secretos. La prensa, con excepción de los diarios nacionalistas "Presse" y "Pa t r ie" , estaba relativa-mente tranquila; sólo en el "Temps", periódico de la alta burguesía francesa y casi siempre órgano del gobierno, Tardieu se quejaba incesantemente de que la aliada Rusia se hubiese embarcado en la aventura del extremo orienté (guerra con el Japón) en vez de dedicarse con más actividad a la política europea.

El deseado cambio en la orientación de Rusia se produjo por fin. En 1907 el señor Iswolski se hizo cargo de la embajada rusa en París y pronto cambió el tono de la prensa. "L'Ac-t ion" lanzaba día por día flechas ponzoñosas contra Alemania, a la que acusaba hasta de haber fraguado el motín de los viña-teros en el departamento del Aube. El "Mat in" secundaba esta agresividad; no pasaba día sin que trajera algún artículo contra Alemania, rebosando de falsedades y odiosidades.

Se ha dicho, que la reviviscencia del nacionalismo francés data desde que Alemania cansada de la falta del cumplimiento del pacto de Algeciras y de la política absorbente del gobierno francés en Marruecos, tomó la actitud resuelta que condujo al episodio de Agadir. Pero lo históricamente cierto es que la actitud azuzadora de la prensa, doblemente peligrosa por manto de ella formaba parte un diario del renombre del "Temps", había precedido a dicho incidente y no era desapro-bada por los gobernantes franceses, quienes, pacifistas aun en 1905, cuando Rusia acababa de sufrir la tremenda sangría, iban cambiando de orientación política, a medida que su aliada recobraba fuerzas y su acuerdo con Inglaterra se afianzaba.

El chauvinismo se extendió rápidamente. Personas sen-satas aconsejaban moderación, pero sus consejos fueron acalla-dos a gritos. El " Journa l " tuvo que desistir de su proyecto de organizar una excursión de aeroplanos a Berlín, declarando

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haber recibido muchas cartas con la amenaza de dar muerte a tiros a los voladores que tomasen parte en ella.

A Caillaux, quien abogaiba por un acercamiento a Alema-nia le hizo más daño el convenio del Congo que su proyecto del'impuesto sobre la renta. Millerand volvió a introducir las retretas militares con el fin de reanimar el instinto militar del pueblo. Todos los sábados por la noche bandas de música militares, acompañadas de portadores de lampiones, paseaban por las calles de París y al final la muchedumbre iba a la estatua de Estrasburgo en son de homenaje. En casi todos los teatros se ponía piezas patrioteras, en todas las revistas y cabarets se veían escenas antialemanas.'

Siguieron los viajes de los generales ingleses a la frontera francesa del este, que dieron lugar al depósito de armas inglesas en Maubeuge (1911). El viaje del gran duque Nicolai Nicolaye-vitch, alma del partido bélico ruso y más tarde general en jefe de los ejércitos moscovitas, fué explotado periodísticamente. De su esposa se enseñaba en los cinematógrafos y revistas ilus-tradas una fotografía en la cual, desde una altura de Lorena, saludaba con el pañuelo a las torres de Metz. En el diario nacionalista radical "Echo de París", Herbette publicaba sus artículos con la conclusión estereotípica "Germaniam esse delendam" y de las detracciones odiosas del "Par is Midi" hemos dado antes una muestra.

Entretanto Delcassé fué encargado otra vez de un minis-terio, el de Marina, puesto desde el cual sirvió de consejero en la segunda cuestión de Marruecos, y caído nuevamente fué nombrado por Poincaré embajador en San PeterSburgo, para contrarrestar los efectos de la entrevista del zar y del empe-rador alemán en Baltisch Port, a mediados de 1912, aconteci-miento político que tenía muy intrigada a la diplomacia inglesa y a la francesa, por el temor de que Rusia pudiera ser dema-siado condescendiente con Alemania. En sus esfuerzos para dar el último toque a la "Triple Entente" con tendencias neta-mente hostiles a Alemania, Delcassé fué eficazmente ayudado por el embajador francés en Londres, Paul Cambon, y el em-bajador ruso en París, Iswolski. Estos diplomáticos podían contar para sus planes con el decidido apoyo del presidente de !a república. Personalmente, Poincaré no era muy querido ni entre sus «colegas profesionales ni en el parlamento. Se le tenía por orgulloso y ambicioso, pero en su calidad de lorenés nacio-nalista figuraba como la mano firme que se anhelaba tener en

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Francia para la política exterior. Había una canción popular con el refrán " i l a le poing carré", dando a entender que los alemanes habían de sentir el "puño cerrado". Como dato sintomático del estado de ánimo producido en el pueblo fran-cés por semejante campaña chauvinista, citamos un suceso que demuestra a qué grado de depravante inquina puede llevar la pasión política: Un conocido importador español de Buenos Aires, asistió en Marzo de 1914 a una función en el mejor y mayor cinematógrafo de París, frecuentado por un público distinguido, el "Palace Gaumont". Entre otras se puso una cinta, con el letrero "Gran desastre ferroviario en Alemania", que representaba una catástrofe con todos sus horribles deta-lles. Hubiera sido natural que esta exposición causara una fuerte impresión y que ésta se manifestara en un profundo silencio, pero no fué así: los 4.000 espectadores prorrumpieron en frenéticos aplausos, lo que no habían hecho con ninguna de las cintas anteriores. (¡ !)

Tamaño desvarío del público francés no puede ser explicado sino por una preparación sistemática de los espíritus, hendiente a prevenirlos, sembrando rencores y prejuicios, contra Alema-nia. La enseñanza de la juventud facilitaba el medio eficaz.

" E l libro de texto " L a premiére année d'éducation morale et civique" por Pierre Allois, considera como esencial en la educación la idea de una guerra contra Alemania, y todas las preguntas dirigidas a los alumnos se relacionan con la idea de " revancha ",

"Las faltas de aplicación y de contracción al estudio se combatieron con argumentos políticos: "Los prusianos deben ser derrotados; por consiguiente nosotros necesitamos saber más que ellos, porque la ciencia fué el secreto de su éxito en 1870. Y si los prusianos deben ser derrotados, ustedes tienen que mantenerse más flexibles que ellos, porque en 1870 ellos sopor-taron mejor las penurias de la guerra por su mayor habilidad en los ejercicios atléticos".

' ' Los trozos de lectura sostienen las mismas tendencias. Descripciones chauvinistas de las maniobras militares alternan con cuentos que excitan el espíritu de "revanche".

" E n las mismas ideas se inspira el libro "Lectures choisies d'auteurs francaís" por Martin et Lémoine, también muy difundido en los colegios franceses". (1)

(1) "La Unión", del 20-1-1917.

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Ultimos preparativos de la "Entente"

De su primer viaje a Rusia regresó Poincaré con la "or-d e n " de introducir el servicio militar de tres años. Yino después el ministro de Finanzas Kokowzew a París, para nego-ciar un nuevo empréstito de 500 millones, destinados exclusiva-mente a la construcción de ferrocarriles estratégicos, y el redac-tor en jefe de "Le Matin", a raíz de una conferencia de Bunau-Varilla con dicho personaje, escribió una serie de artículos haciendo resaltar, como medio de propaganda, el objetivo del empréstito, hostil a Alemania. Los diarios hablaban continua-mente de la incapacidad del ejército alemán y de la estrategia alemana. Los descalabros de los turcos en la guerra de los Balkanes eran descalabros del arte de guerra y de las armas alemanas; los artículos antialemanes del corresponsal militar inglés coronel Repington, cuyas latas informaciones sobre la nunca vista heroicidad de las tropas inglesas hemos tenido harta ocasión de saborear también en la presente guerra, fueron publicados en "Le Temps" y otros diarios. Sólo dos perió-dicos no participaron en esta agresividad: "Le Bonnet Rouge", del partido de Caiflaux, que criticaba a Poincaré y Viviani por su actitud poco digna ante Rusia, y "L 'Humani té" de Jaurés; ambos aconsejaban un "modus vivendi" con Alema-nia, lo que a Jaurés costó la vida.

Entre los documentos dejados por el " leader" del partido •socialista francés que se encuentran seguros en Suiza (1), hay una carta, la última, escrita con fecha 30 de Julio de 1914, y dirigida al caudillo del socialismo belga, Vandervelde, que con-tiene este párrafo:

"Aquí en Francia se está trabajando con todo empeño por una guerra que debe estallar para satisfacer miserables ambiciones, y porque las Bolsas de París y Londres han especulado en San Petersburga. Ahora debo dirigirme a los franceses, yendo de.asamblea en asamblea; quizá habré de intervenir en la polémica general que debiera impedir la movilización general francesa. También usted debe echar mano de todos los medios posibles para impedir la guerra".

En Abril de 1914, cuando Jorge Y vino a París,' el gobier-no francés por boca del ministro Doumergue transmitió a Grey,

(1) Según el número del "AUgemeine Volks Zeitung" correspondiente al 14-10-1916.

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encomendándolo eficazmente, el plan de Iswolski de completar los convenios militares anglo-franceses con convenios corres-pondientes entre Inglaterra y Rusia, y poco después llegaron a establecerse " a d referendum" para ser ratificados en Agosto de aquel año, en ocasión de una visita que la escuadra britá-nica, al mando del príncipe de Battenberg, hiciera a San Pe-tersiburgo. El convenio, cuyas bases habían sido fijadas, defi-nitivamente, el 26 de Mayo de 1914, determinaba que, como compensación por el ¡hecho de que Rusia en caso de guerra atrajese una parte de la flota alemana, Inglaterra debía distraer en el mar del Norte la atención de la otra parte de la escuadra alemana y enviar al Báltico un número de buques suficiente para facilitar a las tropas rusas el desembarco en la Prusia Oriental.

En esto se verificó el segundo viaje de Poincaré a Rusia, a mediados de Julio de 1914. El objeto, que la candidez de la opinión pública en Alemania interpretaba como un mero acto de cortesía, fué revelado pocos días antes de estallar la guerra por el corresponsal de "Le Matin", Hedemann, que había acompañado al presidente, en un artículo titulado " Si la ¡guerre éclatait"; era el objeto: cerrar el círculo de hierro alrededor de Alemania y fijar el momento para el ataque. "La guerra— escribió el veterano corresponsal de la "Gaceta de Yoss" en París, al final de un artículo del que tomamos estos datos, — fué deseada y refinadamente preparada en Francia por Iswolski y sus obedientes servidores, Poincaré, Delcassé y la prensa". Pero las complicaciones ocasionadas por el ultimátum de Aus-tria a Serbia hicieron venir la guerra antes de tiempo: los ferrocarriles estratégicos de Rusia en la frontera alemana no estaban terminados antes de 1917.

Opiniones de diplomáticos belgas En apoyo de lo dicho en las líneas precedentes, damos al

lector los testimonios de los ministros plenipotenciarios belgas acreditados en París y Berlín, cuyos informes al ministro de Relaciones Exteriores en Bruselas fueron hallados por los ale-manes en los archivos de aquella capital.

"Del señor A. Leghait al barón de Favereau.—París, 7-5-1905: "Aunque todos los jefes de partido se creen obli-gados actualmente, por las circunstancias, a sostener la po-lítica marroquí del señor Delcassé, no quiere esto decir que

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la aprueben, y no son pocos los que habían prevenido que no convenía tocar esta cuestión, estudiada desde muchos años, y cuyos peligros se había constatado siempre. El señor Delcassé ha creído que el acuerdo con Inglaterra había des-cartado estos peligros, y que el momento era oportuno para desarrollar la influencia francesa en esa parte de Af r i ca . . . Más bien siéntese uno inclinado a admitir que las dificultades actuales han tomado de sorpresa a los gabinetes de París y Londres, creando una situación imprevista y que, con respecto a lo que pudiera sobrevenir, no se han contraído compromisos. Es esta imprevisión de lo que más se re-procha al señor Delcassé, y sus adversarios políticos que no fueron pareos en hacerle advertencias, no dejarán, cual-quiera que sea la solución de la crisis actual, de aprovecharla para exigir su re t i ro . . . Sea de ello lo que fuere, la con-fianza que se había restablecido en las relaciones franco-alemanas se ha desvanecido, y se ha vuelto al punto en que estaban hace veinte años".

"Del barón Greindl al barón Favereau. — Berlín, 28-3-1907: " . . . El acta de Algeciras proclama la perfecta igualdad para todos, salvo en lo concerniente a la policía y a la banca. A despecho de la claridad del texto el señor Pichón lo interpreta en el sentido de que la supremacía teda debe corresponder a Francia . . . La arrogancia francesa vuelve a ser lo que fué en los días peores del segundo im-perio, y la causa de ello es la "Entente Cordiale", que ha subido aun de punto desde que las negociaciones entre Lon-dres y San Petersburgo, a las que, sin duda, Francia no es ajena, parecen llevar a una inteligencia... La prensa inglesa signe con mayor encarnizamiento que nunca su cam-paña de difamación. Ve la mano de Alemania por doquier ocurre algo desagradable para Inglaterra. Y cuando bien le parece, inventa cosas como el pretendido proyecto de cie-rre del mar Báltico. Todo esto ocurre en el (momento en que Inglaterra siembra la discordia con tratar de imponer a la conferencia de La Haya la discusión, no de su propio desarme, sino del de sus adversarios, y ello implica una merma de la seguridad europea " El mismo al señor Davignon. — Berlín, 30-5-1907: " . . . Ingla terra mira con recelo el prodigioso progreso de la industria, el comercio y la marina alemanes. Acostumbrada a no tener rival, le parece toda competencia como una agresión a su dominio... Es, por el contrario, Alemania quien tiene que temerlo todo. Desde muchos siglos atrás, Inglaterra se ha dedicado a des-truir las fuerzas navales extranjeras, apenas tomaban cierta

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importancia. Francia lo ha experimentado después que Ho-landa. Máe tarde le llegó el tumo a Dinamarca, cuyos na-vios fueron aniquilados sin la menor sombra de justificación por el almirante Nelson, quien había entrado en el puerto de Copenhague «n son de amigo.. . Es la desconfianza ale-mana la que ha hecho popular el desarrollo dé la flota del imperio — lo bastante fuerte, en todo caso, para una acción defensiva — y de la cual la mayoría del pueblo no quería ni oir hablar, mientras se creyó poder contar con la amistad o a lo menos con la neutralidad de Inglaterra. Esta des-confianza es fomentada aun más por el afán del rey de Inglaterra de celebrar "inteligencias" con el mundo entero, salvo con Alemania, contra la que no puede formular cargo alguno. La prensa ayuda, haciendo resaltar cada éxito de la política exterior de Inglaterra, como medio conducente al aislamiento de Alemania. ¿Quién puede afirmar que Be equivoca en este respecto? Alemania, lejos de provocar la tirantez de relaciones con Inglaterra, sufre con ella, como lo prueban las reiteradas tentativas de acercamiento, partidas invariablemente de Berl ín. . . La tirantez de relaciones en-tre Alemania e Inglaterra podrá servir a cálculos mezquinos de una política de poco alcance, pero compromete el interés superior de la conservación de la paz europea que la pre-ponderancia alemana nos ha estado garantizando durante treinta y seis años . . . "

"Del señor A. Legháit al señor Davignon. — París, 27-3-1908: " . . . El hecho más importante y más inesperado de la sesión del viernes ha sido la intervención del señor Delcassé. El antiguo ministro de Relaciones Exteriores, caído en Junio de 1905, en las trágicas condiciones que todos recuerdan, se había abstenido hasta ahora, con tanto tacto como patriotismo, de cualquier intento para justificarse, siendo su silencio apreciado aquende y allende las fronteras orientales... Haciendo la historia de las amistades que durante su gestión se habían agrupado en torno a Francia, se atribuyó todo el mérito de haber creado una situación nueva que, según él, hacía imposible una guerra con Ale-mania. El francés chauvinista ha hecho suya con entusias-mo esta afirmación, sin preguntarse si la hueva agrupación de potencias no es el resultado de un vasto programa ad-mirablemente concebido en Londres y en cuya ejecución el señor Delcassé ha sido instrumento más bien que inicia-dor. . . El señor Delcassé, tocando hábilmente la cuerda patriótica, ha conseguido un notable éxito personal, pero cabe preguntar si no ha cometido un gran error político al

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reavivar incidentes delicados, exponiéndose a provocar nue-vas y peligrosas polémicas en la prensa extranjera. Se ve, por lo demás, lo mucho que su discurso es apreciado en In-glaterra y cuánto se le critica en Alemania".

"Del barón Guillauime al señor Davignon. — París, 19-4-1911: " . . . Inglaterra, que ha empujado a Francia al pantano marroquí, contempla, muy satisfecha, su obra. Que-da España. Ella está poco contenta, naturalmente, del desarrollo que va tomando la acción de Francia; siente tener que reconocer que sus recursos no están a la altura de sus ambiciones y pone buena cara al mal t iempo. . ."

"Del barón Greindl al señor Davignon. — Berlín, 17-6-1911: " . . . . Por otra parte, según el señor Zimmermann me dijo ayer, el señor Cambon se esfuerza casi todos los días en demostrarle que, entre la acción de España y la de Fran-cia en Marruecos, hay una diferencia esencial, siendo aquélla una violación flagrante del acta de Algeciras, mientras que ésta es sólo su cumplimiento. "Yo escucho con aire serio esas explicaciones" — me ha dicho el subsecretario de Es-tado, añadiendo para marcar bien la ironía, "¡cuán ameno es escuchar las requisitorias de éste proceso de falsifica-ción ! . . . " Sigo persuadido de que el principal anhelo de Alemania es el de evitar una guerra que no vale Marruecos y que Francia puede evitársela a Europa si en la conquista de Marruecos emplea la dosis de hipocresía necesaria para no soliviantar la opinión pública alemana. No todos son de mi parecer; algunos de mis colegas se asombran de la longanimidad de Alemania. . ."

"Del barón Guillaume al señor Davignon. — París, 2-7-1911: " . . . el señor Jaurés triunfa hoy. Siempre había re-prochado al gobierno el comprometerse en ese mal negocio de Marruecos, sosteniendo que nunca fué necesario ir a Fei y que el avance del ejéreito francés podía convertirse en una fuente de graves dificultades. Hoy no cabe negar que la actitud del gobierno de la república ha determinado o hecho posible el desembarco de los españoles en Larache y el envío de un buque de guerra alemán a Agadir".

"Del barón Beyens al señor Davignon. — Berlín, 30-11-1912: " . . . No es posible poner en duda que el emperador, el canciller y el secretario de estado de Relaciones Exterio-res son apasionadamente pacifistas... Cualesquiera que sean los propósitos del señor de Kiderlen-Waechter, hombre de grandes ideas, para conquistar para su país las simpatías de las jóvenes naciones balkánicas, una cosa es absolutamente

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cierta y es que está firmemente resuelto a evitar una confla-gración europea..

"Del barón Guillaume al señor Davignon. — París, 14-2-1913: " . . . El señor Poincaré es lorenés y no pierde ocasión de recordarlo; él fué el colaborador e instigador de la pclítiea militarista del señor Millerand.. ." Del mismo al mismo. — París, 17-4-1913: " . . . Pero esos hechos de-muestran también, como varias veces he tenido el honor de deciros, que el espíritu público en Francia se hace cada vez más chauvinista e imprudente. Debería tomarse medidas para contener esa corriente que el gobierno ha alentado ver-daderamente desde los incidentes de Agadir y la formación del ministerio Poinearé-Mil!erand-Dc!cassé. "Le Journal" publica esta mañana un artículo de Víctor Margueritte a este respecto, con el título "A la frontera". Me permito llamar vuestra atención sobre él".

"Del barón Beyens al señor Davignon. — Berlín, 20-2-1914: " . . . El lenguaje de la prensa francesa, por des-gracia, no cambiará al ocuparse de los alemanes. También tenemos en Francia, desde el asunto Dreyfus, un partido nacionalista y militarista que no quiere, a precio alguno, un acercamiento a Alemania, y que afianza en el tono agresivo a un gran número de diarios. El gobierno debería contar con ellos y el partido del que son portavoces, en el caso de estallar un incidente nuevo entre las dos naciones.. ."

E n el número de " L a Vic to i re" del 12 de Febrero de 1916, Gustavo Hervé publicó una ca r ta recibida de las tr in-cheras que contiene este p á r r a f o : " ¿ No tendremos nosotros los franceses y, con nosotros, los ingleses, que cargar con una par te de lar responsabilidad por esta horrible matanza? ¿ Y Delcassé? ¿Y Poincaré? La pérfida ALbión envidiaba los progresos in-dustriales de Alemania. Po r eso ha aprovechado nuestros deseos de desquite, llevando a nuestros estadistas por delante. H a azuzado al imperio del zar, incitando sus pasiones pan-slavistas. Ing la te r ra ha cercado a Alemania. Más tarde, des-pués de haber tenido ocultas sus cartas y mecido a Alemania en la ilusión de que no tomaría par te en el conflicto, se qui ta el ant i faz de repente, arrojándose en la guerra que es su guer ra . ' ' .

¡Cuantas palabras tantas verdades!

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Al estallar la guerra Se viene sosteniendo con énfasis que, dado el resultado de

las últimas elecciones, el pueblo francés en vísperas de la gue-rra era, en su mayoría, decididamente pacifista. No se le puede hacer esta concesión sin recordar al mismo tiempo la conste-lación antagónica de los partidos, producida por la contienda electoral. El problema militar era el foco de ese antagonismo, escribió el corresponsal de la "Gaceta de Colonia" en París con fino criterio político-psicológico. La gente trabajadora, los peones, artesanos, pequeños industriales, labradores viñateros y hasta muchos de los grandes industriales que dependen de los brazos de sus trabajadores, sentían la ley del servicio de tres años como una carga que debe ser derogada lo antes po-sible y substituida por otra organización militar menos gra-vosa. Toda la política debía concentrarse, según ellos, en el deseo de encontrar medios de aliviar esta situación y los dos-cientos cincuenta diputados socialistas y radicales tenían la firme resolución de hacer de la reconsideración de dicha ley el primer punto de su programa político. El estado de ánimo de las clases sociales indicadas era tal que parecía seguro que en el caso de no alcanzar esta pretensión, serían 350 y más aún después de otros cuatro años. Pero esta alma francesa que unía el postulado de la reducción de los cargos militares a la aspiración de deselectrizar la tensión de las relaciones inter-nacionales (políticos franceses y alemanes se encontraron en Berna y Basilea poco antes de la guerra, cambiando impresio-nes sobre el acercamiento de las dos naciones, de pueblo a pue-blo y de política a política), este espíritu conciliador se encon-tró frente a la otra alma francesa que, sin poder ni querer olvidar, conserva todas las tradiciones del glorioso pasado, mira a través del prisma de ellas la misión y el porvenir de Francia y entrevé en el empuje progresivo radical-socialista un peligro para la propia posición preeminente en el organismo republi-cano actual. Esta alma es, por de pronto, la de la burguesía republicana, la que, a consecuencia de la .caída del régimen monárquico, se ha hecho el elemento dirigente en el estado, fuerte por sus combinaciones capitalistas y no dispuesta a re-

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nunciar a sus fines egoístas. Es la misma burguesía que hasta 3870 se negaba a rendir al bien común el "tributo de sangre", no consintiendo en el servicio militar de sus hijos y que ahora se opone al impuesto sobre la renta, pedido por los principios radicales. Es, además, el alma de los empleados superiores del estado y de la casta militar: ambos repudian al régimen par-lamentario radical en el fondo de su sentir. Es el alma de los políticos ambiciosos no satisfechos, en sus anhelos, por el poder radieal; es el alma de aquellos reaccionarios que, los unos por nacimiento, los otros por sus convicciones religiosas, son ene-migos a muerte de ese radicalismo y divisan en la reforzada militarización de la juventud y del pueblo, el cumplimiento de sus esperanzas. Es, por último, el alma de ese nacionalismo que, fortaleciendo por la orientación dada por Delcassé a la política exterior de Francia, su aspiración y su actividad agi-tatoria con fines antialemanes, ha echado raíces en más o menos todos los partidos, desde la derecha hasta las mismas huestes radicales. Compuesta de tod'os estos elementos, esta alma opone a la Francia radical de las masas populares el dique de sus intereses conservadores y un ideal patriótico...

El choque de estas dos corrientes del espíritu francés, de no haber estallado la guerra, hubiera conducido a graves luchas internas de larga duración y dudoso resultado. Apenas se vislumbraba la aproximación de la catástrofe europea, las disidencias callaron y sobre el pueblo francés, sumido en la sorda resignación del fatalismo, se cernía la pesadez que pre-cede a la tempestad.

El 26 de Julio, la prensa socialista de París, llamó al pue-blo a una demostración en favor de la paz, la que tuvo lugar en la noche, con la participación de decenas de miles de per-sonas que gritaban " á bas la guerre". El diario inglés "Man-chester Guardian", comentando en el duodécimo tomo de su "Historia de la Guerra" el éxito de este llamamiento pro-paz, dice: "No puede haber duda de que esas demostraciones exte-riorizaban efectivamente el sentimiento del pueblo. Hasta el 31 de Julio, la víspera de la movilización general, el pueblo de París se resistía a creer en la posibilidad de que Francia por Semejante causa pudiera ser envuelta en la guerra. Sevsabía, por supuesto, que Francia tenía una alianza con Rusia, pero nadie conocía bien sus condiciones, y, en general, se inclinaba a suponer que éstas en manera alguna pudiesen ser de una

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naturaleza que obligara a Francia a unirse a Rusia, si esta poten-cia fuese a la guerra con Austria por Serbia. Francia no ha-bía tomado parte en la guerra entre Rusia y el Japón y muchos creían que Francia podría ser obligada a acudir a las armas sólo en el caso de ser Rusia atacada por dos potencias. Los pequeños comerciantes, empleados y trabajadores opinaban unánimemente que, si a Austria y Rusia les placía reñir por la cuestión serbia, debían arreglárselas ellas solas.

" E l jueves, 30 de Julio, el gobierno facilitó a la prensa una nota, optimista en general, pero las esperanzas por ella despertadas se desvanecieron al día siguiente, cuando la Agen-cia Havas anunció que el gobierno alemán había dispuesto el estado de peligro de guerra, esto es, un paso que precede a la movilización general. Entonces no se sabía en París que Rusia, sin consultar al gobierno francés o enterarlo de su intención, había dado en la noche precedente la orden de la movilización general, y en su consecuencia la manera de proceder de Ale-mania pareció como un acto arbitrario de provocación, proba-blemente dirigido contra Francia. Circulaba la noticia de una concentración de las tropas alemanas en la frontera francesa del este y hasta se hizo saber que pequeños destacamentos ha-bían pasado la frontera en un punto o dos. Así se difundió la impresión de que Alemania tenía el propósito de atacar a Francia y originó un cambio completo de la actitud popular. Francia no quería la guerra, pero si era atacada tenía que de-fenderse., En este punto no había sino una sola opinión.

"Poco después de las 9 de la noche del 31 de Julio, cundió en París la noticia del asesinato de Jaurés y fué recibida con horror y espanta Se sintió en seguida que Jaurés podía haber sido muerto sólo por un miembro del partido de ta guerra, deseoso de quitar de en medio al gran apóstol de la paz, el único hombre que quizás hubiera podido evitar la guerra. El ase-sinato de Jaurés no ha conducido a una rebelión del pueuiu »oio por hallarse difundida la creencia de pensar Alemania en un ataque a Francia. Durante más de un año su vida había estado amenazada por realistas y militaristas, y dos semanas antes del crimen, dos periódicos habían dicho que sería fusi-lado en el día de una movilización general. . . "

El diario sueco "Graefie Posten" explicando el relato del conocido diario liberal inglés, dijo: "Así se consiguió hacer mudar de parecer al pacífico pueblo francés: el gobierno pre-

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sentaba, con toda intención, la medida defensiva de Alemania contra Rusia como una provocación contra Francia. La ma-niobra salió bien porque el gobierno francés ocultaba el hecho de haber el partido bélico ruso conseguido la movilización gene-ral en el momento en que "amenazaba" la paz. De este modo la situación política, que podía haber sido aclarada, se con-virtió en una militar que obligó al emperador alemán a dejar al Estado Mayor General la decisión de la pregunta: ¿Debe Alemania enviar un ultimátum ?' '

La política chauvinista de Delcassé y sus secuaces hatíía dado sus frutos. Sin fuerzas para romper las ligaduras rusas, ante el riesgo de perderlo todo, las millardas dadas a Rusia bajo el yugo voluntariamente impuesto y la esperanza de recu-perar el puesto de gloria de antaño, los gobernantes de Francia no intentaron siquiera apaciguar la belicosidad moscovita. Cre-yendo llegada la hora del desquite, no trataron de encauzar el río desbordado: asegurado el apoyo de Inglaterra se pusieron resueltamente al lado de Rusia, que ya el 25 de Julio había manifestado hallarse dispuesta a afrontar los riesgos de una guerra, si Francia la acompañaba, pero que dió el paso fatal de la movilización general, sabiendo que ella traería la guerra, recién después de haber recibido el 29, del gobierno francés, el ofrecimiento de la ayuda armada, como hemos demostrado en la primera monografía: "Actitud de las potencias".

Declarada la guerra, el pueblo francés perdió los estribos. La calma, precursora de la tormenta, se convirtió en huracán furibundo, arrasando todo cuanto hallaba delante: legalidad, moralidad, estética. Lo que en aquellos días se ha escrito en la culta Francia, cegada por el furor bélico, hasta por intelec-tuales como Donnay, Capus, Richepin, constituye para la inves-tigación histórica de las generaciones futuras documentos lasti-mosos de cómo los sentimientos de una nación, que se jactaba de marchar a la cabeza de la civilización del siglo XX, han podido descender a la inconsciencia — para emplear un eufe-mismo — dando riendas sueltas a toda clase de excesos.

Jean Richepin, uno de los cuarenta inmortales, y por lo tanto llamado a velar por el gusto de la lengua francesa, escri-bió en el "Pet i t Journal" con fecha 16 de Septiembre de 1914: ' ' ¡ Tai'aut! ¡ Taiaut! Cierto que la bestia bravia, la fiera rabiosa que nos ha asaltado, aun no ha sido reducida, aun no se ha soterrado en su escondite, donde será ultimada con el

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cuchillo de monte. Por eso todavía no tañemos de occisa. Pero está en fuga; ya no resiste. (1) ¡En vez de su de-forme hocico, cuyos colmillos han abierto los vientres de ancianos, mujeres y niños, en vez de su bocaza que nos himplaba la aniquilación, la bestia feroz, la bestia fu-riosa, la bestia puerca, sólo nos enseña su cuarto trasero! Por

(1) Acero» de esa '-fuga'' el general Uriburu, en sa libro "La guerra actual, apantes y enseñanzas" (Buenos Aires 1915) págs. 42-48, se exprosa del modo siguiente:

La decisión del comando alemán, de continuar la persecución, demuestra que ignoraba la reciente formación del 6.® ejército francés, efectuada sigilosamente al amparo de la fortaleza de París.

No es extraño, por otra parte, que esto sucediera y que las nnevas formaciones escaparan a su exploración terrestre y aérea, defde que, debiendo suponer la existencia de una guarnición normal en Pans, cualquier movimiento de tropa en el interior de su cintura, debía lógicamente atribuirse a desplazamientos de la misma guar-nición.

Si la presencia del 6.° ejército hubiera sido conocida por el co-mando alemán, es m¿s que probable que se habría suspendido el avance de sus ejércitos, privados, como estaban, de los efectivos necesarios para reforzar la protección de su flanco descubierto.

Así se explica que el comando alemán, tan pronto como pudo darse cuanta de la fuerza enemiga situada sobre su flanco, retiró sin trepidar al II y IV Cuerpos activos de su frente primitivo de combate y, sin preocuparse del vacío que dejaban en la línea, tras-ladólos precipitadamente al punto más peligroso, donde se jugaba la suerte de la batalla.

Colocado el general Manoury en tan ventajosa posición, propú-sose envolver el ala derecha del IV Cuerpo de reserva, contando para ello con 3 Cuerpos y medio y 3 divisiones de caballería.

Por su dispositivo de maniobra y la escasa amplitud dada al mo-vimiento envolvente, transformóse la maniobra en un simple ataque de frente, dando lugar a que su adversario prolongara su línea, con •us escasas reservas, y sustrajera así, su ala derecha a peligro de ser envuelta.

Si en vez de cuidar con tanto esmero la densidad de su línea de combate, restringiendo el desarrollo de su movimiento envolvente, el 6.° ejército francés hubiera cubierto la totalidad de su frente con un solo cuerpo, empleando el resto de sus fuerzas en un ataque de-cisivo de gran envergadura contra el ala norte del IV Cuerpo de reserva alemán, éste no habría podido resistir mucho tiempo y las consecuencias de su derrota no habrían tardado en gravitar sobre las comunicaciones y retaguardia del 1er. ejército alemán, determi-nando un verdadero deiastrí.

Pero, al revés de lo que debía esperarse, el ataque del 6.° ejér-cito francés no alcanzó su objeto durante la jornada del 6; fué de-tenido el 7, cedió terreno el 8 y, finalmente rechazado el 9, permitió al comando alemán mantener su libertad de acción y efectuar su retirada sin tropiezos, por propia iniciativa y sin perder un ápice de •u fuerza moral.

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eso, su fuga que terminará en una débácle, nos hace lanzar gritos de alegría al cielo, que por fin nos sonríe con la aurora de la victoria: " ¡ Taiaut! ¡ Taiaut ! . . . " Porque nosotros somos los descendientes de los vencedores de Jena, que en aquel enton-ces hicieron de la fuga de la bestia una débácle. Nosotros an-helamos ardientemente hacer lo mismo... En la persecución de la bestia fugitiva, para acelerar su galope, gritemos llenos de entusiasmo: "¡Taiaut! ¡Taiaut!" hasta que se agache en su madriguera, revolcándose con su panza en el cieno, y pida perdón que nadie le da, odiada y despreciada por todo el mundo que se muere de risa cuando la bestia es azotada por la nagaika de los cosacos y la bayoneta de los zuavos".

Cuando miembros de la Academia se descomedieron así, ¿cuáles no serían las transgresiones de la prensa? ¡Qué des-templanza más fenomenal, qué contradicción, qué descarria-miento de los espíritus observamos en aquellos días! En el diario parisién "Excelsior" encontramos en la misma fecha — 3 de Agosto de 1914 — estos dos "pendants", uno én forma de un artículo de fondo y el otro, en la página 6, como comen-tario del "diapasón de Par í s" :

"Alemania va a sufrir el casti-go de su odioso atentado. La te-naza que le aprieta va a cerrarse; la neutralidad italiana y el apoyo oficial de Inglaterra son garan-tías seguras de próxima victoria. Opérase con rapidez la concen-tración de las tropas rusas en la frontera de Polonia, y Rumania dejará libre paso al ejército que va a operar en el Danubio.

"Una alegría intensa estremece a toda Francia".

"Mil manifestantes demolieron ayer, a las 8, los escaparates del laboratorio Maggi en las esquinas de las calles Rochechouart, Con-dórcet y Turgot.

"Los mismos manifestantes han saqueado una lechería de la mis-ma casa, situada en la rué Dun-querque 65.

"Cuatrocientas personas han asaltado la tienda de Mr. Tour-chick, rué de Flandre 44.

"Ayer han sido saqueadas la brasserie Pschorr, boulevard Se-bastopol ; la brasserie Zimmer, rué Blondel; la brasserie Bavaroise, rué Notre Dame de Lorette; la The Perock, las sucursales Maggi y la tienda de Appenrodt, boule-vard des Italiens".

La "intensa alegría" francesa se exteriorizaba en la de-molición de propiedades de indefensos ciudadanos de la nación

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enemiga, el 2 de Agosto, o sea cuando el embajador alemán acababa de recibir sus pasaportes y las hostilidades no habían empegado sún.

En los países sudamericanos han sido publicados los rela-tos d»; las escenas presenciadas por los extranjeros en medio de la furia y desorganización: ellos quedaron espantados ante los asaltos y el saqueo de los establecimientos de indefensos alemanes y el ensañamiento cruel del populacho en todo cuanto era alemán o parecía serlo. Ahí están las manifestaciones de un argentino, señor Jorge Santamarina, sobre los sufrimientos pasados en su viaje de París, vía Toulouse, a Biarritz. De su reproducción en " L a Nación" copiamos: " . . . E n todas las estaciones habíanse aglomerado grandes multitudes, sumamente agitadas por la excitación patriótica.. . En esto, la guardia militar del tren empezó a sospechar de la existencia entre los pasajeros de otros alemanes. Y, efectivamente, después de una severa investigación, encontraron todavía algunos subditos ale-manes que se habían provisto de pasaportes de una de laá república! sudamericanas. En el bolsillo de uno de ellos hallaron cartuchos de dinamita; los soldados eran impotentes, pues en la próxima estación, donde tuvo que descender para ser fusilado, la muchedumbre se abalanzó sobre él y lo des-cuartizó literalmente. Con nosotros viajaba el marqués de Salamanca y su esposa doña Julia Martínez de Hoz, argen-tina como nosotros. Nuestra situación se hizo cada vez más crítica porque se nos tenía también por alemanes... En Tou-louse estuvimos expuestos a serio peligro. Yendo a la oficina del jefe de estación, veinte soldados con la bayoneta puesta tuvieron que protegernos; diez mil personas habíanse reunido en la estación. Se nos declaró arrestados. Por fin pude con-seguir que llamaran al cónsul argentino, quien me extendió un documento que fué refrendado por las autoridades. Sólo así, después de pasar dos días en Toulouse, pudimos continuar nuestro viaje".

Ahí están también los relatos — publicados por "La Prensa" a principios de Octubre de 1914 — de los pasajeros del vapor "Samara", que fué fletado por las legaciones de la Argentina y del Brasil para repatriar a los connacionales. Uno de éstos, el señor Lecot, dijo: ' ' Otro gran inconveniente era la forma de viajar en Francia, siendo requeridos, para ello, los pasaportes visados por las autoridades militares, con destino

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ya fijado y quedando nulos si el viajero cambiaba de itinera-rio. En París ha habido grandes desmanes de la población enfurecida. ¡ Ay de la casa que exhibiera un letrero alemán o cuyo propietario fuese de esa nacionalidad! El pueblo, con toda su rudeza, se lanzaba al asalto, demoliendo los negocios hasta no dejar piedra sobre p iedra . . . "

¡ Qué contraste con la actitud de la gente allende el Rhin! Con fecha 19 de Agosto de 1914, el catedrático inglés en el

Seminario Oriental de Berlín, señor L. Hamilton, escribió a la "Gaceta de Voss": " . . .Confiando en que la verdad se abra camino en Inglaterra, deseo constatar públicamente que a nos-otros los ingleses que residimos en Berlín, no nos ha sucedido el •más mínimo mal; al contrario, hemos sido tratados con la ma-yor condescendencia y nobleza por parte de todas las autori-dades que nos impusieron como única obligación la de presen-tarnos cada tercer día en la comisaría, lo que no causa mayor molestia. Hasta se ha permitido, a los que lo desean, regresar ¡a su país. Pero casi todos los ingleses que yo conozco — y como desde ha.ce años soy miembro del "Comité Británico" conozco a muchísimos — prefieren quedar porque saben que aquí se vive en un país de verdadera cidtura... "

Este testimonio de un intelectual pesa tanto más, si se tiene en cuenta que la exasperación, la ira, del pueblo alemán, en aquella época, se dirigía principalmente contra Inglaterra, en la que veía su enemigo mortal, mientras que la guerra con-tra Francia la consideraba más bien como una cruel fatalidad engendrada por la política maquiavélica británica.

También interesa recordar las impresiones que un testigo ocular argentino, el Dr. Arturo Crespo, describió a un redactor de "La Unión", al regreso de su viaje:

"Yo lamento que el criterio extraviado de una parte de mis connacionales tenga su origen en el desconocimiento absoluto de lo que es Alemania. La guerra me sorprendió en Berlín; y desde su estallido hasta el momento de mi re-greso no se ha podido notar allí ninguna anormalidad que pudiera hacer cambiar la característica predominante en los tiempos de paz. La seriedad y el orden reinan en todas par tes . . . Uno de los actos más grandiosos que he podido presenciar fué el servicio religioso oficiado frente al parla-mento y al pie de la estatua del ex-canciller Bismarck. La majestad del acto y el ferviente recogimiento con que las

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"El desenvolvimiento comercial, los bancos, la bblsa, las escuelas y toda la organización administrativa del es-tado, funciona en una perfecta armonía, sin la menor interrupción; y la guerra sólo se nota por las manifesta-ciones unánimes del pueblo, en un excesivo patriotismo que traspasa los límites de un idealismo incomparable. En las calles de Berlín se nota la existencia de toda la muchachada, de toda la juventud de siempre, que llenando en las horas propias los teatros, los centros de distracción y los bars, hay momentos que no se encuentra un asiento desocupado. Estas fuerzas aun no han sido convocadas.

"Lo admirable es que, en los momentos en que la Ale-mania es atacada por sus cuatro costados, ha podido sin inconvenientes ni perturbaciones recoger íntegramente el total de sus cosechas. El crédito comercial y particular con-tinúa abierto como en tiempos normales y el movimiento de los trenes se ajusta estrictamente a sus horarios regulares. Yo hice por necesidad un viaje de Berlín a Hamburgo, y aunque éste es puerto de mar, reinaba allí el mismo orden y la misma tranquilidad que en todo puerto. En el hotel que paré observé algo admirable; al abonar la cuenta de mis gastos noté, que por tarifa, la cuenta había sido reba-jada en dos marcos; preguntado por las causas se me res-pondió: que comprendiendo la tirantez en que pudieran en-contrarse los forasteros, habían resuelto tal rebaja, pues si no tenían ganancias ahora, ya las tendrían cuando se res-tableciera la paz.

"Nuestro ministro en Berlín, que se encuentra aislado, sin poderse comunicar con país alguno, y sin poder recibir fondos por ningún medio, ha obtenido espontáneamente del Banco Nacional del Estado un crédito en descubierto ilimi-tado, por el cual, no solamente ha podido embarcar a la oficialidad y marinería que debió regresar al país por manda-to de nuestro gobierno, sino que también ha podido abonar los haberes de todo el cuerpo consular residente en Alemania, en Austria y Hungría y aun en Holanda, país neutral en la contienda, habiendo invertido, a la fecha de mi salida, la suma de 250.000 marcos. Según manifestaciones de nuestro ministro, el vice-cónsul argentino en Dinant, que no era ni argentino, tii belga, sino francés, fué sorprendido y muerto con un fusil en la mano. El escudo nacional aun puede

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verse calzado sobre el pórtico de la cancillería, completa-mente intacto, sin que nadie haya intentado tocarlo. Res-pecto a la bandera, sólo hay un testigo que dice haberla visto izada el día antes de los sucesos, pero no ese mismo día. En cuanto al archivo, que se encontraba en la fábrica de pro-piedad del vice-cónsul, fué destruido por el incendio provo-cado por el fuego de la artillería del ejército francés.

"En Alemania es unánime el firme convencimiento de la justicia que les asiste en la presente' guerra, como el t r iunfo definitivo y completo que han de obtener; y yo debo sos-tener con toda franqueza, después de lo que he visto y pal-pado, que no concibo ni concebiré a la Alemania vencida en la presente contienda. . . Para terminar, debo manifestarle que mi viaje desde Berlín a Genova lo hice en 28 horas, tiempo comprendido dentro del horario ordinario en tiem-pos normales, y sin que se me haya molestado un solo ins-tante; mi equipaje y mi pasaporte no fueron revisados en ningún momento, . .

"A mi juicio esta guerra es la consecuencia de un grave error, pues es por demás sabido que el alma alemana se encuentra encajada en toda la vitalidad universal, y pre-tender su destrucción es ir contra intereses propios, por cuanto las consecuencias inmediatas se harían sentir muy gravemente en toda la organización mundial, debido al desequilibrio producido por la desarticulización de todas las partes del mundo, inclusive la misma Inglaterra, donde mu-chos principales técnicos de nacionalidad alemana forman la llave maestra de la mayoría de las fábricas, de las in-dustrias y de todas las fuentes de producción que repre-sentan la gran fuerza de su v i ta l idad . . . "

Así vió a Alemania u n a rgen t ino después de estal lada l a gue r ra .

Efectos de la guerra Finanzas

" ¿ Q u i e r e n ustedes que les d iga el estado en que se encuen-t r a , ac tua lmente el tesoro? A fines del presente mes se no» h a b r á n agotado todos los medios disponibles y si no hacemos u n emprésti to, nos veremos obligados a r e cu r r i r a medios que n o ser ían dignos de F r a n c i a " . Con estas pa labras arengó el mi-n is t ro de F inanzas , M. Ribot, a la cámara f r ancesa el d í a 12

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de Junio de 1914, mes y medio antes de estallar la guerra. El país se hallaba en plena crisis financiera. Los economistas europeos buscaban la explicación en circunstancias de índole varia: pérdidas sufridas por el público rentista en valores cen-tro y sudamericanos, malas cosechas de los últimos años, evolu-ción desfavorable del balance comercial, atmósfera de intran-quilidad creada por el proyecto, cada vez más cercano a la realización, del impuesto sobre la renta, de los radicales con Caillaux a la cabeza. La baja de los valores citados, la crisis política de México y la insatisfactoria situación económica de algunos estados sudamericanos, hicieron que los capitalistas echaran sus títulos sobre el mercado, retirando al mismo tiempo sus depósitos de los bancos, los que, aun con la ayuda del Banque de Prance, no podían hacerse cargo de cantidades ilimitadas de aquéllos sin empeorar su situación, tanto menos cuanto que los apuros del estado los obligaban a la concesión de créditos cortos.

Una consecuencia especialmente drástica de las dificultades financieras era el embarazo de los valores rusos, los que fueron lanzados, tal vez bajo la preocupación de que también la indus-tria rusa y las bolsas rusas estuviesen acercándose a una crisis. El cambio del rublo sufrió una baja como no se había conocido otra igual desde hacía veinte años. La situación era tal que, aunque pasajeramente, Francia estaba descartada como poten-cia banquera de primer orden: hecho que se notó con las nego-ciaciones sobre los empréstitos brasileño y búlgaro. " E l mal de que adolece el mercado financiero francés — escribió en aquellos días el " Hamburgischer Correspondent" — no es un recargo cuantitativo sino su dependencia demasiado grande de factores que pudieron ocasionar una acumulación momentánea de agentes perturbadores. Francia, como estado esencial-mente rentista, en contraste con Alemania, que invierte Sus ahorros con preferencia en las industrias del propio país, se dedica en grande a la especulación en rentas, francesas y ex-tranjeras ; mas precisamente éstas han quedado seriamente afectadas durante las guerras balkánicas. Hay que agregar que mientras la economía política francesa sólo da señales de un progreso imperceptiblemente lento en camino andado, el capital francés escoge para su inversión, con preferencia, los países que, situados en la periferia del mundo capitalista, están sujetos a las alternativas más bruscas en su vida política y económica. Hay que tener en cuenta, también, el estado político

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interno que, impregnado de gérmenes tendientes a hacer crónica la instabilidad, provoca situaciones tan peligrosas y humillan-tes como las que no pudieron ser evitadas al tesoro francés en estas semanas.

"También esta prueba pasará; mas no sin que queden un par de recuerdos oscuros en el prestigio financiero de Francia. La gloria de una nación acreedora, siempre dispuesta a facilitar dinero, no puede ser conservada en su antiguo esplendor. Nos-otros los alemanes no tenemos para qué llorar con lágrimas de cocodrilo este cambio. Pues por mucho que deseamos vivir con Francia en buena inteligencia, nos interesa ver destruido el nimbo espúreo con que sabe rodear su economía financiera, la cual, en más de un lugar, ha impedido el adelanto alemán en el mundo. Si el extranjero empieza a comprender ahora que la economía alemana ofrece en la actualidad una seguridad mayor de estructura económica y, cou ésta una garantía para una evolución más estable del mercado, ello no sólo significaría una ganancia grande para el prestigio alemán, sino que demostraría en qué dirección tendremos que movernos para consolidar por modo duradero el aprecio mundial de la hacienda alemana".

La guerra no permitió que el capital alemán buscara la expansión ultramarina en reemplazo del francés; y del éxito de la contienda dependerá si tarde o temprano Alemania podrá relevar a sus enemigos de hoy en su papel de prestamistas mun-diales. Entretanto conviene ir atando cabos para juzgar la situación financiera actual y, probable en el futuro, de los que hasta ahora han sido nuestras fuentes de recursos en materia de finanzas, para de este modo apreciar el grado de confianza con que la Argentina puede, una vez hecha la paz, esperar la afluencia de dinero de manos de sus acreedores actuales.

A poco de M. Ribot hacer ante la cámara las negruzcas revelaciones aludidas al comienzo de este capítulo, Francia lanzó un empréstito de 800 millones de francos al 3l/¿ por ciento. Mas el éxito alcanzado con la subscripción cuarenta veces supe-rior al importe pedido, no resistió a la prueba. " El empréstito pronto descendió por debajo de la cotización de emisión. Vino entonces la guerra y se vió que una gran parte de los suscrip-tores no estaban en posición de poder pagar las cuotas vencidas. En estas circunstancias no había que pensar en un nuevo em-préstito interno. El mercado monetario francés estaba total-mente desorganizado. Así Francia inauguró sus operaciones financieras de guerra con un empréstito, tomado en Londres,

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de dos millones de libras esterlinas. Siguieron en Noviembre y Enero dos operaciones a corto plazo en Londres y Nueva York, cuyo producto total importaba cerca de 20 millones de libras esterlinas. El ministro de Hacienda no se atrevió a acudir al mercado interior con una operación financiera armó-nica, sino que se limitó a poner a la libre venta, desde Octubre, bonos del tesoro con un plazo de tres a doce meses a opción de los compradores. Ellos son los llamados "bons de la défense nationale" para los que en Francia se ha estampado el nombre de "Ribo t ins" . . . La mayor parte de la carga financiera, en aquel entonces, fué soportada por el Banco de Francia, que ha sido inducido por el gobierno a abrirle un crédito de no menos de seis mil millones de francos". (1)

Sobre "el desquiciamiento monetario en Francia" escribió el ubicuo y siempre interesante corresponsal de " L a Razón" de Buenos Aires, señor Pedro S. Lamas, con fecha 31 de Julio de 1914, o sea en la misma víspera de la guerra, lo que a conti-nuación dejamos transcripto:

" . . . D e un régimen monetario modelo, Francia ha visto degenerar su sistema circulatorio en sólo tres días, a punto que París, por ejemplo, carece de moneda, pues no circula ni oro, ni plata, ni papel, y las transacciones se hallan, por decirlo así, paralizadas.

"Desde el primer momento de alarma, el Banco de Francia cesó en absoluto la entrega de oro; falto de oro, el público exigió la entrega de monedas de plata, pero pronto la demanda de este metal amenazó agotar la existencia, que sólo alcanzaba a unos 600 millones de francos, contra 6.000 (millones de papel circulante.

"Las calles adyacentes al Banco de Francia se hallan repletas, desde la madrugada, de un público colérico e im-paciente, que hace "cola" para cambiar billetes por plata, plata que desaparece, pues todo el mundo, dominado por un pánico indecible, no piensa más que en atesorar; y es así como nadie, puede decirse, tiene moneda, ni comerciantes, ni particulares; y en cuanto a billetes, nadie los quiere, pues de hecho han dejado de ser convertibles, pronosticándose su desaparición...

"Los bancos y cajas de ahorro se ven propiamente asaltados por los depositantes, habiendo el gobierno dis-

(1) El Secretario de Hacienda von Helfferich en su discurso ante el Reichstag del 10 de Marzo de 1915.

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puesto que, en las cajas del Estado, se limiten los retiros a 50 francos por quincena".

Compárese en este estado de ofuscamiento la disposición serena del espíritu alemán, descripta por otro argentino, el antes citado Dr. Arturo Crespo; considérese el hecho, por de-más sugestivo, de haber a fines de 1914, en las cajas de ahorro alemanas, 900 millones de marcos más de ingresos que un año antes, aumento al que corresponde en'los institutos franceses de la misma índole una diferencia en menos de 120 millones de francos y júzguese en cuál de los dos pueblos hubo, en el mo-mento del conflicto y durante la primera etapa de la guerra, el mayor valor cívico.

La verdad es que el gobierno francés contribuyó con sus medidas, no poco, a que cundiera el pánico, cuyas proyecciones dieron motivo a la declaración de la moratoria, paso no dado en Alemania y sí en Inglaterra como el lector sabe. El ejemplo más elocuente del desencajamiento financiero reinante, era el veto interpuesto por el gobierno francés a que el "Crédit Lyon-nais" — ese instituto encarnación del régimen bancario fran-cés con sucursales en todas partes del mundo — pagara los 12 y2 millones de francos que como dividendo parcial correspondía entregar a los accionistas el día 24 de Septiembre de 1914. El día siguiente leímos en " L a Prensa" de Buenos Aires este telegrama:

"NUEVA YORK, Septiembre 25. — Informaciones de Berlín dicen que el gobierno francés ordenó al Crédit Lyon-nais, aplazar el pago del dividendo semestral, y agrega que en cambio, en la asamblea de directores del Deutsche Bank 6e comprobó la sólida situación de esa institución y su es-pléndida potencialidad económica que permitirá a Alemania luchar sin preocupaciones hasta asegurar su porvenir eco-nómico y político. "Mientras el Crédit Lyonnais, dice la comunicación alemana, suspendió el pago de sus dividendos, el Deutsche Bank declara que los pagó como usualmente desdj el principio de la guerra y pudo extender su crédito".

Durante todo el primer año de la guerra, Francia ha finanzado ésta como si se tratara de un suceso pasajero. Gran-des empréstitos fijos no los ha colocado, prefiriendo cuibrir sus elevados gastos de guerra en parte por medio de emisiones de botnos del tesoro con términos de reembolso cortos, en parte aumentando la existencia de billetes de banco, mientras que en

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Alemania operaron desde un principio y siguen operando toda-vía sobre el sistema de empréstitos internos a larga fecha. En tiempos de paz, el límite máximo de las emisiones de billetes de banco en Francia había sido 6.800 millones de francos, cifra que ya en el primer mes de guerra creció a 12 millardas. Tal aumento considerabilísimo era debido al deseo del ministerio de Hacienda de afrontar de una vez por todas las necesidades bélicas, pero la esperanza falló porque en Mayo de 1915 fué pre-ciso otro aumento de tres millardas y en Marzo de 1916 — fecha hasta donde alcanzan nuestros datos comprobantes que serán completados en la última monografía de esta obra — un decreto autorizó al Banco de Francia para emitir de nuevo tres millardas con las que se elevó el total de la cantidad de papel moneda en circulación a la enorme cifra de 18 mil millones de francos, lo que significa una inflazón, en el transcurso de veinte meses, a casi el triple del contingente de tiempos de paz.

Las explicaciones dadas por M. Ribot a la cámara en el mes de Marzo de 1916 no trajeron mucha luz a las tinieblas. El ministro, al pedir los nuevos créditos para el segundo tri-mestre de aquel año, empezó por manifestar que la guerra oca-sionaba un gasto diario de 87 millones de francos a los que había que sumar los seis millones que importaba la cuota francesa para los anticipos a loe aliados, sobre todo a los go-biernos belga y serbio, ascendiendo así el total del desembolso diario a 93 millones. (1)

Para contrabalancear tamaño egreso M. Ribot no se atrevió a proponer otro magno empréstito interno, porque éste había de tropezar con el estado desastroso de la economía política del país, siendo, además, difícil la propaganda por el mismo, dadas las experiencias obtenidas con "el empréstito de la victoria".

(1) A lo» tres meses de haber M. Ribot pronunciado su discurso, M. Rar>ul Peret, miembro informante de la co'misión de presupuesto, hizo una larga exposición financiera, señalando que los gastos du-rante los primeros seis meses de 1916, y aquellos que habían de efectuarse durante los tres meses siguientes, excedían y* el total de lo invertido por el país durante el año 1915.1-Hizo resaltar M. Peret que, siguiendo los gastos en esa proporción, el país habrá gastado al finalizar el tercer trimestre 31.000 millones de francos, y que si se tiene en cuenta lo insumido desde la declaración de guerra hasta lo que habrá de gastarse hasta fines de Diciembre, se llegará a la suma de 63.000 millones de francos, sin contar los empréstitos de guerra que suman 2.000 millones".

"La Razón" 13-6-1317.

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i Qué nombre se le habría de dar cuando éste su antecesor habí» fallado tan a las claras ?

El gobierno había quedado totalmente defraudado en su esperanza de que el "empréstito de la victoria" diera a la nación la oportunidad para una grandiosa manifestación en pro de la continuación de la guerra y un voto de confianza del capital francés a la política de los gobernantes. El público lo acogió con marcadas muestras de reserva sorprendente, por no decir indiferencia. Emitido al cambio de 88 por ciento, tipo desconocido en Francia, con un interés del cinco por ciento, fué suscripto en total con sólo 14=y2 millardas de francos, dando en efectivo nada más que cinco millardas y media: resultado pobrísimo si se tiene en cuenta que el producto de la emisión, estaba destinado para librar a Francia de una parte de su deuda flotante y facilitar los medios para proseguir la guerra durante un período de tiempo bastante largo. M. Ribot pon-deró con orgullo, los 600 millones suscriptos en Inglaterra. Mas de ellos el gobierno no recibió un centavo en dinero nuevo, puesto que sirvieron para consolidar las obligaciones francesas con Inglaterra. Y aun para llegar a eso fué menester computar la libra esterlina con 27.50 francos. Siendo el tipo normal de paridad 25.18, el subscriptor inglés disfrutaba en un disagio de casi 10 por ciento, costando la emisión francesa en Londres poco más de! 80 por ciento, lo que quiere decir que, restablecida la paridad, el interés será de 6 y2 por ciento.

"S i el gobierno — dijo el ministro — no ha propuesto contribuciones, no ha sido porque le faltara el valor para ello. Procedió así, porque determinadas discusiones no ofrecen pers-pectivas satisfactorias acerca de la necesaria concordancia de miras. Hemos indicado gravar las bebidas, pero las mayorías de las cámaras son muy lentas en sus trabajos. Hace más de seis meses que el gobierno entregó un proyecto de ley referente al alcohol y todavía hoy la comisión no ha emitido su informe". Es que el partido socialista se había rebelado contra toda me-dida a medias y hallándose en completo acuerdo de principios con los radicales, acérrimos defensores desde antiguo del im-puesto sobre la renta, la política de paños calientes hubo de encontrar una nueva resistencia. En "L 'Humani té" apareció una declaración de los prohombres socialistas, entre ellos los tres ministros afiliados al partido, que dejaba constancia del completo fracaso del sistema de contribución francés frente a las necesidades de la guerra. "Desde el comienzo de las

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hostilidades — dice la declaración — faltaba al país la fuerza de un mecanismo fiscal bastante flexible para estar a la altura de los problemas serios y ampliados puestos sobre el tapete de la guerra". Los firmantes pedían al ministro de Hacienda tuviera por fin la energía y el valor para una legislación de impuestos que, inspirándose en los principios del impuesto sobre la renta — proyecto ya aceptado por la cámara, pero sepultado por el senado — realizara la obra de justicia social en la equitativa distribución de las cargas impositivas, negán-dose, en nombre del partido socialista, a votar, entretanto, con-tribución alguna que pesara sobre las clases inferiores.

Los partidos radical y socialista salieron por fin con la suya, pues después de mucho batallar, el 4 de Diciembre de 1916 " la comisión de legislación fiscal de la cámara de dipu-tados modificó el proyecto de impuestos sobre la renta, añadién-dole un párrafo en el cual se dispone que todos deben declarar obligatoriamente cuáles son sus rentas". (1) El 25 de Enero de 1917 "M. Ribot anunció en la cámara de diputados francesa qHe la aplicación del nuevo impuesto empezará en el primer cuatrimestre de 1917. Añadió que después de la guerra ese impuesto será la base de los ingresos con que contará el go-bierno, y que todos los ciudadanos que no estén comprendidos en el impuesto sobre la renta serán obligados a pagar un im-puesto personal de cinco francos". (2) Pero recién el 19 de Julio de 1917 la cámara aprobó definitivamente el proyecto de ley que establece el impuesto sobre la renta. (3) Así la Fran-cia de las libertades, democráticas, tras una polémica de varios decenios de duración con los radicales, fué dotada, gracias a la fuerza ejercida durante la guerra por la resistencia pasiva de dos potentes grupos políticos, de un sistema contributivo que en la Prusia de la "autocracia" y del "militarismo" rige desde, hace unos veinte años, pues ahí todo ciudadano declara lo que gana y a su tasación propia contraloreada sólo por una comisión de vecinos del barrio, se ajusta el impuesto, que grava poco al pequeño empleado, industrial y capitalista, y va ascendiendo en grado desproporcional, con el acrecentamiento de las ganancias del contribuyente.

Pero cuando en Marzo de 1916 M. Ribot se presentó al parlamento con las manos vacías, pues los fondos suministrados

(1) Telegrama a "La Nación", del 4-12-1916. — (2) Id. id., del 21-1-1S17. — (3) Id. id., del 20-7-1917.

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por el empréstito "de la victoria" se habían agotado, había que pensar en remedios aplicables en el acto, ya que, como dijo el ministro, la reforma de la legislación fiscal a base del impuesto sobre la renta era, por el momento, impracticable en las circuns-tancias críticas de aquel entonces. El diario "Le Temps", en un artículo de fondo sobre el debate parlamentario, dio una idea de la política financiera que el gobierno pensaba seguir. He aquí un párrafo del discurso de M. Ribot: "También ten-dremos que revisar con cuidado nuestra cartera de valores extranjeros y enviar a los Estados Unidos todo cuanto de efec-tos americanos negociados en la Bolsa de París, podamos encon-trar en el mercado monetario francés. (1) Ello no constituirá un total tan importante como lo hubiésemos de desear. Ya he indicado la razón. El caso es que nuestra política era más fiscal que económica y previsora. La cartera de Francia tam-bién contiene valores de naciones neutrales. El ministro de Hacienda se dirigirá a todos aquellos que los posean para que los pongan a su disposición con el objeto de facilitar al comercio francés y a la defensa nacional una parte de los fondos que requieran".

"Las palabras de M. Ribot anuncian, en realidad, un em-préstito forzoso disfrazado, que el gobierno se propone levantar en breve entre los tenedores de valores americanos y otros neutrales, dándoles papel moneda francés contra estos valores que serán vendidos por cuenta propia en Londres y el extran-jero neutral. Ahí está el principio del fin de la potencialidad financiera dé Francia. La exacción de impuestos malogra por causas políticas y económicas. El fracaso del último emprés-tito ha evidenciado la imposibilidad de dirigirse por segunda vez a los ahorradores y capitalistas franceses. Así el gobierno se ve obligado a recurrir a medidas coercitivas para obtener fondos nuevos. Eso es el anuncio de M. Ribot". (2)

(1) A mediados de 1917, Francia negoció con algunos banqueros norteamericanos un nuevo empréstito por 100 millones de dólares, esta vez con su sola garantía. Parece que Inglaterra, que en los em-préstitos anteriores la había dado en conjunto con su aliada, no quiso o no pudo ayudarla más. Los prestamistas yanquis no acep-taron, empero, en garantía, acciones de empresas francesas, sino que fxigieron el depósito de títulos americanos (en poder de accionistas franceses) y acciones del canal de Suez, síntoma el más elocuente de la depreciación del crédito de Francia en los Estados Unidos.

(2) "Deutsclie La Plata ZeituDg" de Buenos Aires.

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Oigamos ahora cómo un economista francés, M. Edmond Thery, encaró en "Le Matin" la movilización de esos valores. Según él, los títulos utilizables para el objeto indicado se com-ponen de los siguientes:

Empréstitos de: Valor realizable Valor nominal

en millones de francos

Dinamarca . , . . . . 439 339 Noruega . . . 688 584 Suecia . . . 847 711 Holanda . . . . . . . 1.901 1.464 Suiza . . . 1.035 899 España , . . 1.027 1.006 Uruguay . . . 285 242 Brasil . . . 214 206 Argentina . . . . . . . 1.768 1.563 Quebec . . . 28 19 Egipto 2.134 1.862

Total . . . . . 10.366 8.895

" A estos 8.895 millones hay que agregar 3.638 millones — valor realizable — de los títulos de los ferrocarriles españole* y de la compañía del canal de Suez. De estos. 12.533 millones se calcula estén las tres cuartas partes en manos francesas. Si se consigue movilizarlos para los fines de la defensa nacional, Francia no tendrá que separarse de su existencia de oro. En caso contrario, tendrá que hacer este sacrificio doloroso, lo que no dejará de influir en la garantía de oro para el billete de banco francés y en el crédito francés en general".

M. Thery, fundándose en las estadísticas oficiales, calcula que el movimiento de oro, durante el período del Io de Enero de 1900 hasta Julio de 1914, señala 7.457 millones de francos de ingresos contra 1.822 de egresos, con un superávit de los ingresos de 5.635 millones. Mas este importe forma sólo una parte de las regularizaciones extranjeras de Francia, pues te-niendo en cuenta las conversiones y amortizaciones, la suma total de los préstamos hechos al extranjero, antes de la guerra, puede calcularse aproximadamente en 221/2 millardas. La gue-rra, que ha ocasionado tantos trastornos económicos, ha tenido

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por consecencia que países neutrales como Holanda, Escandí-navia, Suiza, España, Argentina, que antes estaban entre loe estados que tomaban dinero, lo den ahora, con el resultado de que sus empréstitos, pagaderos en oro, tienen un cambio más alto que el franco francés y la libra inglesa. (1) Antes de la guerra, Francia estaba en la situación envidiable de poder com-pensar sus pagos al extranjero con sus créditos contra el extran-jero. Mas aún: le quedaba un sobrante de cerca de dos millar-das de francos que el extranjero saldaba con 1|5 en oro y 4|5 en títulos. La guerra ha cambiado súbitamente este idilio financiero: el lugar de los sobrantes anuales lo ha ocupado un déficit enorme, el cual no tiene más que dos medios de ser cubier-to : utilización de créditos en el extranjero mediante depósitos de garantía en los títulos arriba mencionados o embarques de oro.

Finalmente, reproducimos un estudio, publicado por "La Razón" con fecha 6 de Noviembre de 1916, que en forma nota-blemente exacta y concisa, presenta todo el cuadro de miseria de la situación de Francia. He aquí su tenor:

"Los gastos de guerra autorizados o previstos desde el I o de Agosto de 1914 al 31 de Diciembre de 1916, alcanzan a las cifras siguientes: En millones

de francos Ejercicio de 1914 (5 meses) 8.900 Ejercicio de 1915 . 22.705 Ejercicio de 1916 32.347 Adelantos a los aliados 1.981

Total 65.936 (1) El 22 de Agosto de 1917, "La Razón" de Buenos Aires

pudo hacer esta constatación: «Jamás — no lo recuerda la historia de las transacciones comer-

ciales — la Argentina estuvo en mejores condiciones que en la ac-tualidad en lo que respecta a los giros para el exterior. La guorra ha traído como consecuencia que nuestro país exporte, por lo menos «1 doble de lo que importa del extranjero, y de ahí los grandes saldos que cada nación nos debe.

«Llenadas todas las necesidades de los giros usuales para el exterior, en concepto de pago de dividendos de empresas, hipotecas, f-ubvenciones, etc., aun queda para el país un enorme saldo a su lavor. Es por esto que en la actualidad, valiendo el dólar americano 101 oro, podemos girar sobre Nueva York a menos de 1.02, y que por cada peso oro se obtenga, en el cambio con Italia, en lugar de 5 liras, más de 8.

«Es, pues, excepcional la situación de la Argentina en lo que se refiere al cambio con el exterior, y existe la seguridad de que, si la guerra se prolonga, veremo3 aún cosas más estupendas, como el cambio con Nueva York a menos de un dólar por peso oro argentino».

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"Los recursos realizados o previstos para cubrir aque-llos gastos son los siguientes:

En millones de trancos

Recursos de presupuesto (1914-16) . . 9.045 Bonos de la defensa nacional . . . . . 18.160 Bonos negociados en el extranjero . . 2.315 Obligaciones de la defensa nacional . 1.487 Empréstito del 5 o|o (1915) . 11.852 Empréstito de los Estados Unidos . . 1.761 Empréstito del Banco de Francia . . . 9.000 Empréstito del Banco de Argel . . . . 200

Total de recursos 53.820

"Como se ve, comparando el total de gastos con el de recursos, resulta un déficit de 12.116 millones de francos, que se cubrirán, en parte, con los fondos del último emprés-tito que acaba de realizarse y, además, no es forzoso el pago inmediato de todos los gastos.

"La situación económica, es, también, muy difícil, pues 1& progresión de compras hechas por Francia en el extran-jero aumenta en proporciones graves. Sólo en Agosto esas compras llegaron a 307.000.000 de francos de aumento, en cuya cifra los objetos manufacturados están representados por 158.000.000.

"Entretanto, las ventas de Francia en el exterior dis-minuyeron 9.000.000, resultando como saldo del mes da Agosto que el excedente de las entradas sobre las salidas alcanzó a la cifra "record" de 836.000.000.

"Las cifras reales exigen, sin embargo, para expresar la verdad -fuera de las avaluaciones aduaneras, una mayora-ción del 91 por ciento sobre las importaciones y 50 por cien-to sobre las exportaciones. De esto resulta que el comercio exterior de Francia ha sido en Agosto de 1916, el siguiente:

En millones de francos

Importaciones 2.072 Exportaciones 375

Excedente de importaciones . . . . 1.697

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"El "déficit aparente" de los ocho primeros meses de 1916 alcanza a 4.254.000.000, pero el "efectivo" suma 9.045.000.000, saldo de la balanza comercial siguiente:

En millones de francos

Importaciones 12.411 Exportaciones 3.366

Excedente de importaciones . . . . 9.045

"Esta es la cifra enorme que Francia ha pagado o de-berá pagar al extranjero.

"Un economista autorizado, Charles Thollot, aconseja que la administración de la guerra y el público reduzcan sus compras y que la producción nacional sea desarrollada en forma a proveer en la mayor cantidad posible el consumo del ejército y del país. Critica los abusos de las autoridades militares en materia de gastos excesivos e inútiles y las com-pras iguales de los particulares en el exterior, que clasifica de criminales en esta hora difícil".

Comercio e industria

La estadística francesa, publicada por el ministerio de Hacienda a mediados de Marzo de 1915, del intercambio nacio-nal desde el principio de Agosto hasta el 31. de Diciembre de 1914, es decir, durante los cinco primeros meses de la guerra, arroja estas cifras (1) :

Importaciones Exportaciones

En 1913, durante los citados cinco meses 3.510.482.000 2.060.434.000 francos

En 1914, durante los citados cinco meses 138.573.000 99.462.400 "

Déficit . . . 3.371.909.000 1.960.971.600

En Inglaterra también hubo una notable disminución aunque no tan fuerte como en Francia, señalando la importa-

(1) "La Prensa" de Buenos Aires, 15-3-1915.

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ción en 1914, comparada con la de 1913, una merma de 1.775 y la exportación una de 2.375 millones de francos, calculados a la par (25 francos en 1 £). (1) El solo mes de Diciembre de 1914 arrojó un déficit en la exportación, de 425 millones de francos (17 millones de libras esterlinas), lo que prueba a las claras que el paro de la exportación alemana no implicaba un aumento de la exportación inglesa, cual había sido la suposición difundida por todo el Reino Unido. Y eso que, en aquel enton-ces, la flota británica todavía dominaba los mares, y no la "peste" de los submarinos germánicos. El objetivo: la des-trucción de la potencialidad económica de Alemania, resultó ser un arma de doble filo.

En las revistas financieras inglesas se consignaba, con satisfacción, la circunstancia de haberse doblado la importa-ción en Francia de los productos ingleses, durante la guerra. Mas como ello tiene su explicación en la subida enorme de los fletes, el ya citado economista M. Edmond Thery, en la edición del "Mat in" del 17 de Febrero de 1915, al hacer la cuenta de que sólo por fletes Francia había tenido que pagar casi 2l/2 mil millones de francos más que en igual período de 1913 (2), de los que los navieros británicos reciben 1.400 millones, se quejaba de que éstos se aprovechasen demasiado de los apuros de Francia. Como otras veces elevaron la misma protesta, el corresponsal del "Economist", conocida revista financiera in-glesa, avisó a sus compatriotas de lo peligroso que era conti-nuar, en voz recia, con la rédame del "business as usual" (negocio como de costumbre), porque con todo su tempera-mento sanguíneo, los franceses eran buenos calculadores, no faltando quienes relacionaran la miseria económica francesa con las ganancias exageradas de las compañías de navegación británicas, presentando el sistema inglés de explotación indebida como la causante de la usura de fletes qué tanto perjuicio ocasiona al comercio francés.

La importante industria francesa quedó postrada. De los 177 altos hornos en explotación, nada menos que 87 pronto se hallaron al alcance de las operaciones bélicas. Los demás en gran parte tuvieron que matar el fuego por falta de combus-tible. El distrito carbonífero más importante de Francia es

(1) "L i Prensa" ¿-1-1915. (2) El tipo medio de flete de 1913 era 13'10 francos la tonelada

contra 117 en 1914.

6

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el de Valenciennes, en la frontera belga, ocupado por las tropas alemanas. Rinde el 70 por ciento de la producción francesa total de carbón. A la escasez de este combustible contribuye la falta de los tres millones de toneladas que en tiempo de paz venían de Alemania.

En una conferencia celebrada a fines de Diciembre de 19IG con los representantes de los principales diarios de París, citados para conocer la crisis del carbón y las medidas tomadas para conjurarla, M. Edouai>d Ilerriot, ministro de Obras Pú-blicas y de Abastecimientos en el gabinete francés, explicó que aunque los mineros, trabajando horas extra, lograran aumentar la producción en 100.000 toneladas mensuales, esta cantidad era insuficiente; las necesidades del consumo exigen 2.800.000 toneladas, para cubrir las cuales la producción total de las minas de Francia, de 1.700.000 toneladas, no bastaba, siendo esta la razón por cuyo motivo se habían iniciado gestiones cerca del gobierno inglés con objeto de modificar el régimen de los fletes marítimos. (1) Mes y medio más tarde este ministro y el subse-cretario de Transportes, M. Claveille, presentaron al gobierno un informe en el que M. Herriot decía:

"A fines de Diciembre, la situación fué realmente peli-grosa. Como si fuese el gerente de una fábrica, tuve que ocuparme personalmente de todas las demandas de carbón y de organizar la distribución. En mis investigaciones en-contré que la compañía municipal de gas de París tenía carbón solamente para dos días, y que las reservas de París en general alcanzaban únicamente durante ocho días. Las compañías eléctricas se encontraban en una situación parecida.

"Mi escritorio estaba cubierto de telegramas proceden-tes de todas las regiones de Francia, implorando el envío de carbón.

"He hecho todo lo humanamente posible para mejorar la situación, pero sólo pude adoptar medidas que permitían vivir de la "mano a la boca". En París, el carbón se reparte por intervalos de una hora.

"Sin embargo, parece que hemos salido de lo peor y y» puedo ocuparme de proyectos para el futuro.

"Lo que nos falta, lo esperamos recibir de nuestros aliados, especialmente de Inglaterra . Los vapores del go-

(1) "La Nación" 10-2-1917.

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bierno, escoltados por buques de guerra, se harán cargo del transporte". (1)

Terminando, M. Ilerriot recomendó a la población la mayor economía en el consumo de carbón, gas y electricidad. Tal fué la situación a fines de 1916, esto es, antes de la intensificación de la guerra submarina. ¿ Cómo se habrá ido desenvolviendo en medio de los entorpecimientos causados por ésta?

En poder del ejército invasor teutón hállanse regiones que comprenden: el 47 por ciento de la industria alimenticia nacio-nal, el 69 por ciento de la industria textil, el 14 por ciento de las industrias agrícolas. Los demás establecimientos no pueden desenvolverse debidamente por falta de carbón. ¿ Qué pérdidas «normes no se b abrán sufrido en los dos años y medio de guerra transcurridos desde entonces?

Año 1915—

La estadística oficial francesa relativa a los primeros ocho meses, que tenemos a la vista, comprueba que, en comparación con el año anterior, la importación de víveres y artículos ma-nufacturados creció de modo extraordinario, mientras que la importación de materias primas señala una reducción muy con-siderable : fenómeno que hay que atribuir a la movilización de los obreros que antes labraban esas materias primas. A conti-nuación unas cuantas cifras (redondas) :

En millones de francos Importación: 1915 1914 Diferem

Víveres . 1539 1224 de más 315 Materias primas . . . . . 3996 3049 i y menos 1053 Productos elaborados. . . 1576 959 y y más 617

Total . . . . 5111 5232 de menos 121

Exportación: Víveres . 368 461 de menos 93 Materias primas . . . . . 415 1147 i y > j 732 Productos elaborados. . . 1037 2167 t 1 j» 1130 Paquetes postales . . . . 103 311 y y r i 206

Total . . . . . 1925 4086 de menos 2161

(1) "La Unión" 17-2-1917.

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Dando por sentado que el descenso progresivo haya con-t inuado duran te los cuatro meses restantes del año (para su-poner lo contrario no existe razón a lguna) , resul ta que en 1915 la exportación francesa quedó en nada menos que 3241 millo-nes de francos por debajo de la del año anterior, de suyo muy castigada por los efectos de la guerra , como hemos visto más arr iba.

Año 1916—

A fa l ta de datos directos copiamos a continuación algunos pá r ra fos de u n editorial que vió la luz en " L a U n i ó n " de Bue-nos Aires, el 22 de Noviembre de 1916, cuyos guarismos nos merecen fe, pues no es posible dudar del cuidado con que un diario serio, por germanófilo que sea, hiciera la recopilación de testimonios fáciles de ser comprobados en cualquier momento:

"En los diez primeros meses del año en curso las im-portaciones francesas (según los economistas franceses), arrojan un porcentaje de un 78 por ciento de exceso sobre las importaciones en épocas de paz (5.000.000 de toneladas mensuales ahora contra 2.800.000 antes), lo que supone para aquel país una doble expatriación de sus ahorros, aumentada todavía >por el serio mayor costo de los productos importa-dos actualmente.

"¿Y qué exporta Francia entretanto? "Francia, que exportaba azúcar por 150.000 toneladas

en otras épocas (alrededor de 80 millones de francos anua-les, cifras estas últimas de 1912), es ahora consumidora por trescientos cincuenta millones; en lugar de exportar vinos en un promedio superior a 228 millones de francos, acre-cienta también enormemente sus importaciones; la por carnes y animales vivos que apenas tributaba 127 .millones de francos al comercio exterior, vese ahora obligada a abonar un tributo decuplicado; y en los mismos cereales, artículos de primera necesidad, cuya importación jamás ascendió a 370 millones de francos, abona ahora un tributo tres veces superior por sólo el trigo.

"i Quién se beneficia de tan enorme desproporción en la marcha económica de Francia? Fácil es adivinarlo. In-glaterra, que la suministra tales productos adquiridos arbi-trariamente de los neutrales y transportados con fletes carí-simos, productos que otorga a. cambio de deudas que acumula sobre la nación francesa.

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"Hay que convenir, pues, con Mr. Asquith, en que "loi préstamos de la Gran Bretaña a su» aliados" — y especial-mente en lo que a Francia se refiere — "son el mejor negocio que en toda la vida ha hecho Inglaterra", pero negocio X costa de la ruina de Francia, que jamás se verá libre de las deudas que la han obligado a contraer, ni de la presión inglesa sobre su propia vida nacional, desde ahora aprisio-nada por el eterno dominador de los mares, que la condujo al desastre".

Sobre la sajadura que causa a Francia el acrecentamiento de la importación de productos de la industria siderúrgica que antes de la guerra apenas pasaba de 100.000 toneladas por año, da el citado diario estas cifras:

Importación siderúrgica

1916 1913

Hierro colado en lingotes . . 621 978 32. 669 Acero bruto 1.659 621 19 379 Alambres cilindricos . . . . 81 405 6 903 Chapas 272 791 13 760 Hierro estañado 80 619 19 460 Alambre de hierro y de acero 93 .598 6 088 Carriles 142 809 1 792

Total 2.952. 821 100. 051

"De 621.000 toneladas de hierro en lingotes importado en 1916, 551.560 procedían de la Gran Bretaña, que de este modo no solamente empuja a los ciudadanos franceses hacia el sacri-ficio, sino que ahonda cada día más el abismo económico en que se ha precipitado esa nación". (1)

"Las cifras del intercambio comercial dadas a conocer por la administración de aduanas — decía un telegrama de París dirigido a "La Nación" el 23 de Noviembre de 1916 — son muy poco satisfactorias, pues arrojan un déficit, contra el comercio francés, que asciende a la suma de 462.320.000 libras esterlinas. (2) Al comentar esas cifras estadísticas, la prensa

(1) "La Unión" «0-7-1917. (2) Calculadas a la par equivalen a 11.558 millones de írancos

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hace notar que el remedio está en restringir severamente la importación de artículos supérfluos y se encarece al gobierno la necesidad de establecer convenios con los países en los que Francia compra mercancías, de fomentar todas las iniciativas de carácter comercial que puedan surgir en el país y de asegu-rarse toda la buena voluntad de los países neutrales y aliados para la consecución de esos fines".

Buena voluntad de mandar a Francia lo que necesitaba no les ha faltado a los neutrales, pero ¿ cuándo hacérselo llegar 1 Y los cargamentos que llegan ¡ cuán costosos resultan! ¡ Qué provecho inmenso saca su contrincante de la desventaja de hallarse incomunicada eon casi todo el mundo!

Penurias

En Abril de 1916, el economista Paul Beauregard, al final de un estudio, publicado por "La Prensa" de Buenos Aires, sobre los gastos de la guerra cuyo cálculo, por cierto, ha sido muy superado, en realidad, por el antes referido informe oficial de M. Ribot, dijo: "Y, sin embargo, quien viniera a Francia o a Inglaterra (y sin duda también a Rusia e Italia) no sos-pecharía que está en una Europa en vías de arruinarse. Ten-dría — en Francia, por ejemplo — la impresión muy neta de que la nación continúa rica, muy rica, llena de recursos, su-friendo poco, dispuesta a lanzarse de nuevo tan pronto como las circunstancias lo permitan, a reconstruir por su trabajo el edificio sacudido por un momento. El mundo entero la ayu-dará en mi arranque de solidaridad moral y económica".

El autor de estas líneas tiene fe completa en la fuerza vital de la nación francesa, cuya historia ofrece bellos ejemplos de un valor cívico que, cual noble acero de Damasco, más se endurece cuanto más templado esté.

Ahí está la guerra de cien años que Francia e Inglaterra se hacían. La primera, a la muerte de Carlos VI, en 1422, parecía vencida, mas Juana de Arco venció en Patay a los ingleses, quienes fueron definitivamente arrojados. Sin em-bargo, los sufrimientos del pueblo habían sido indecibles. Se alimentaba de troncos de col y hierbas, porque no había trigo; tampoco había carbón ni leña. Pero, hecha la paz, los aldeanos y artesanos se dedicaron al trabajo con un tesón extraordinario. Poco a poco renació la prosperidad y el rey Carlos VII — dice el historiador Ernest Lavisse en un artículo publicado en " Le

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Temps" — " tan pequeño y tan miserable, al subir al trono se convirtió en el primer personaje de Europa; el dux de Yenecia, al recibir a sus embajadores, declaró que el "rey de Francia era el rey do los reyes y que nadie podía nada sin él".

Allí está, también, la época de Enrique IV, como Carlos VII, otro rey sin reino, quien tuvo que sostener una larga lucha contra la mayor parte de sus subditos rebeldes y contra España, durante los cuarenta años que duraron las hostilidades. A fines del siglo diez y seis, Francia estaba en el mismo estado en que la había dejado la guerra de los 100 años. Un embajador extranjero; según Ernest Lavisse, escribió: "No existe una familia noble, en Francia, en la que el padre o el hijo no haya sido muerto, herido o hecho prisionero. Más de 4.000 castillos fueron destruidos; 71 pueblos no sufrieron menos; más de 70.000 hombres fueron muertos, 9 villas destruidas y más de 125.000 casas incendiadas". " E n París —prosigue el autor del artículo — la gente se apiñaba en los cementerios y dormía sobre las tumbas. El 4 de Marzo de 1596, la policía contó en el cementerio de los Inocentes 7.769 personas. Los hospitales estaban llenos de enfermos y de inválidos, a los que no se podía mantener. La peste causó en París, en el año 1597, 150.000 víctimas; Francia era un cadáver. . . Pero ese cadáver se re-anima y se levanta. Los labradores empuñan el arado. Sully los ayuda con todas sus fuerzas. . . Para facilitar la circula-ción de los productos de la agricultura y de la industria, se construyen de nuevo los caminos, y los puentes destruidos son hechos de nuevo. La navegación se reanima en todos los ríoa. Más de mil buques franceses efectúan el comercio con Levante. Al mismo tiempo Francia hace pie en América, y funda en el Canadá la ciudad de Quebec... "

Poco probable parece ser que el orgullo de una nación de semejante elasticidad permita que otros le tiendan la mano en la gran obra de reconstrucción. Los hijos de Francia harán dentro de lo posible — e imposibles habrá, por desgracia, en más de un respecto — esfuerzos titánicos para bastarse ellos solos. Ad jmás, ¿ cuáles serían esos otros países que Beauregard supone tan poco afectados por la guerra como la misma Fran-cia y que. por consiguiente, pudieran ayudarla? ¿La caótica Rusia, que ni siquiera puede pagarle el cupón de los 12.000 millones de francos que ya le debe? ¿La menesterosa Italia, siendo, como es, la más pobre entre las grandes potencias euro-peas y dueña de una industria a la que falta lo principal: capital

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— 104 — suficiente, hierro y el combustible en suelo propio? Para un país en tales condiciones, endeudado hasta el tope en la pre-sente emergencia, las consecuencias económicas de ésta han de ser especialmente funestas. ¿ Inglaterra ? ¡ Si hasta Marzo de 1918 habrá gastado en atenciones bélicas la fabulosa suma de 164 mil millones de francos y adelantado a sus aliados y domi-nios británicos 25 mil millones de francos! (1) ¿Y cómo estará el Reino Unido en esa fecha? El día 21 de Julio de 1917 Lloyd George dijo, en un meeting verificado en Londres, "que el abastecimiento de víveres de la Gran Bretaña se halla asegu-rado para los dos años próximos, independientemente de la campaña de los submarinos". (2) Pero el día siguiente leímos en el mismo diario una noticia no extraña en el fondo, porque no revela ninguna novedad a los que desde hace tiempo vienen haciendo números, pero que sin embargo deja estupefacto a cual-quiera, por la pasmosa desenvoltura con que los estadistas ingleses se contradicen al mismo tiempo. Dice el telegrama a "La Nación", bajo el epígrafe "el contralor de víveres en la Gran Bretaña":

"LONDRES, 22 de Julio. — Mr. Kennedy Jones, di-rector del departamento de la economía alimenticia en la dirección del contralor de víveres, se ha retirado, después de haber cumplido su tarea con éxito, que era inculcar costum-bres de economía en la nación.

"Mr. Kennedy Jones en un reportaje concedido al pe-riódico dominical "The Observer", dice que la situación en materia de víveres fué indudablemente seria en Marzo.

"No es un secreto para nadie — añade — que teníamo* en el país en ese momento reservas de cereales solament* para nueve semanas. Hoy es considerado como cierto que en el momento de las cosechas de mediados de Septiembre em-pezaremos el año con existencias suficientes para seis o siets meses".

Como este juicio sale del cerebro más autorizado, no cabe sino prestar fe absoluta a la veracidad del mismo, lo que equi-vale a admitir sin reserva de ninguna clase que a mediados de Marzo o, a más tardar, a mediados de Abril de 1918 — fecha en la que los gastos bélicos habrán subido a aquella cifra fabu-losa—la Gran Bretaña estará sin cereales de cosecha propia. ¡ Y, no obstante constarle, Lloyd George osa afirmar que la provi-

(1) "La Prensa" del 1-4-1917. — (2) "La Nación" del 22-7-1917.

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sión de víveres está asegurada para dos años, sin tener en cuenta la hostilización por parte de los submarinos! i Es " l i b re" un país que aguanta pacíficamente fanfarronerías de la peor especie (porque ocultan en momentos críticos la verdad de los hechos) de una demagogia tan inescrupulosa!

Quedarían para la ayuda de Francia los Estados Unidos. Mas, dada la idiosincracia mercantilista de este pueblo, o mu-cho nos equivocamos o poca ayuda han de esperar las naciones europeas de quienes, durante la guerra, han sido los buitres de los campos industriales y tendrán buen cuidado de no contri-buir al retoñar de una competencia apenas eliminada por el infortunio común de los contrincantes.

A Beauregard le pasa lo que a tantos otros que, al estudiar los fenómenos de la conflagración, se quedan en la superficie. Así, en Noviembre de 1916, "Le Journal" también decía: "Vivimos ahora en los tiempos del Directorio. Nunca, antes, habíamos visto tantas personas rápidamente enriquecidas ni tantos ricos tan ansiosos de ostentación. El precio de los dia-mantes y perlas aumenta constantemente. Las pieles se están vendiendo a precios increíbles y los peleteros no pueden satis-facer la demanda que de ellas tienen. Aun en las tiendas en que sólo se venden pieles de gato y de conejo, se acumulan compradoras en número igual al que acude a las panaderías. Personas que antes de la guerra ni siquiera pensaban en las bellas artes se dedican ahora, con el libro de cheques en la mano, a hacer colecciones de toda clase de obras. Por lo gene-ral, adquieren obras de escasa belleza, pero caras . . . " (1)

En Inglaterra ocurre algo parecido. Raymond Radclyffe, en el número 87 de "The English Review" correspondiente al mes de Febrero de 1916, decía: "Los ricos beben más cham-pagne que nunca y los obreros compran ahora joyería y pianos para sus mujeres, y 'botellas de •whisky para sí mismos. La guerra no ha sido olvidada; pero se considera como un exce-lente medio de vida, como un camino para hacerse rico rápida-mente, como una vía fácil para el placer. Toda idea de dolor y de sacrificio se ha desvanecido y deja bajar al deseo egoísta de sacar lo posible de un conflicto que mucha gente ve como un beneficio disfrazado de adversidad".

Todo esto ¿ qué prueba ? Que mucha gente se ha enrique-cido con la guerra y que gasta el dinero con rumfeosidad. Lo

(1) "La Nación" del 15-11-1916.

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primero es un fenómeno atributo de toda guerra, y lo segundo viene a ser un efecto que reconcilia en parte con la inmoralidad inherente a aquél. Ya que el mal es inevitable, lo mejor que pueden hacer los fácilmente enriquecidos es darle circulación al dinero entre el público y, por eso, pensaban bien aquellos intelectuales alemanes que, al empezar las estrecheces, predica-ban a los ricos que, si en tiempos de paz habían vivido con lujo, con mayor razón debían hacerlo ahora, efectuando amplias com-pras en todas partes, frecuentando los teatros y conciertos y contribuyendo, en fin, a que todas las capas sociales, incluso los artistas, tuvieran sus medios de subsistencia.

Ahora bien, abstracción hecha de cierto número de afortu-nadas excepciones, el peso formidable de la guerra ha agobiado en Francia, como en los demás países 'beligerantes, a la inmensa mayoría del pueblo y entre ella, en primer lugar, a la clasd media, a los pequeños rentistas, industriales, comerciantes, ten-deros, almaceneros, empleados, mientras que una parte de los operarios propiamente dichos está menos mal, porque con los crecidos salarios que ganan en las fábricas de material bélico pueden hacer frente, más fácilmente, a la carestía, que esas otras clases. Y téngase en cuenta que, como hemos visto antes, el impuesto a la renta tardó en establecerse en Francia dos años completos de guerra.

Francia está como todas las naciones en guerra: mal. Ya lo testificó con su pluma imparcial el arriba citado señor Pedro S. Lamas, en una correspondencia a "La Razón" el mes de Abril de 1916, diciendo entre otras cosas:

"Así, pues, este noble país pasa por dificultades de todo género; en resumen, tiene que hacer frente, además de los gastos ordinarios de la administración, inclusive el pago del servicio de sus deudas, de unos cien millones de francos diarios de guerra, a la vez de que compra por mes al extranjero artículos diversos por un valor de unos mil millones, de esa moneda, contra poco más de la mitad de esa suma que le vende.

"De ahí, necesariamente, la inflación o aumento de su. moneda inconvertible, y la depreciación consiguiente en el exterior.. .

"Mucha es la vitalidad económica de Francia, como es incomparable el valor de sus soldados; y no hay que dudar que, después de la guerra, sabrá y podrá hacer frente a los problemas que la asedian, resolviéndolos convenientemente

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pero, por el momento, se atraviesa instantes angustiosos, entre los que hay que mencionar los que provienen de 'a alimentación, no obstante la vigilante intervención de los poderes públicos para aminorar la penuria consiguiente".

No puede ser menos y desde entonces ha pasado otro año y medio de penurias. He aquí unos cuantos indicios en orden cro-nológico, los que, publicados esporádicamente por nuestros gran-des diarios, ofrecen en su conjunto un aspecto entristecedor: ' 'De entre todos los fenómenos económicos que de un tiempo a esta parte se vienen verificando, el que más intensamente gravita sobre la población general de París, creándole a la vez un an-gustioso problema para mañana, es el del alza inusitada de los alquileres y la falta cada vez mayor de habitaciones disponi-bles . . . En ciertos barrios de pequeñas viviendas cuyo alquiler no excede nunca de 500 francos, las alzas llegan a 25, 27'50, 31'17, 40'29 y hasta 55 por ciento.

Si de la vivienda particular pasamos ahora a las casas de comercio, veremos que la crisis se ha hecho sentir en igual forma; y no podía ser de otro modo, pues la mayor parte de las causas señaladas aparecen indistintamente en unos y otros locales. Es así como en el centro de París, sobre todo, más de un comerciante, puesto en el caso forzoso de renovar sus con-tratos, ha tenido que aceptar aumentos en sus alquileres que subían de 14.000 a 34.000 francos por año; de 15.000 a 35.000; de 22.000 a 54.000, e t c . . . . " (1)

Louis Forest en "Le Matin": "¡Cañones! ¡MunicionesI — así gritamos siempre para acabar con los alemanes. Mas hay otro grito más urgente que se nos impone, el grito por nabos, espinacas, arvejas, repollos y patatas. Porque antes de pensar en exterminar a los alemanes, tenemos que ocuparnos en quedar vivos nosotros... Seguramente, cuando en toda Francia no dispongamos más que de un solo vagón de legumbres, obten-dremos una ley sobre el cultivo y la venta de ellas, pero nadie puede dudar de que sea algo tarde entonces. Se nos objetará que tenemos el mar libre. Cierto, pero el mar no da nabos, repollos y espinacas. ¿Y de qué sirve el mar si no se tiene el número necesario de buques? Por eso urge pensar en suplir la escasez. Si no se le enseña a cada niño de escuela a plantar legumbres; si no se introduce un cambio súbito y radical; el

(1) Paul Beaurcgar.l en "La Prensa", Agosto de 1916.

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eterno grito por cañones y municiones resultará inútil o, cuando menos, inadecuado. Nabos, repollos, espinacas: ello es lo que con mayor urgencia necesitamos..."

Enero de 1917. — " E l gobierno resolvió tomar bajo su contralor la distribución del azúcar, a partir del 1° de Febrero próximo. Se emitirán bonos por los cuales el portador quedará Autorizado para recibir tres lotes de azúcar por mes, cada uno de los cuales ascenderá a nueve onzas". (1) — "Estos días París y otras ciudades francesas tiemblan de frío. Y seguirán temblando todavía durante algunos meses si no adoptan me-didas tan rigurosas como las que se proponen en algunas esfe-ras, tales como el empleo de la flota griega en el transporte de combustible". (2) — Febrero: " L a producción total de las minas de Francia es de 1.700.000 toneladas, mientras que las necesidades del consumo exigen 2.800.000 toneladas... Nos proponemos nacionalizar la producción de artículos esenciales, tales como la patata y el forraje". (3) — "Los diarios cuyos ejemplares se venden a cinco céntimos, en adelante aparecerán sólo con dos páginas durante tres días de la semana y los días restantes con cuatro. Los diarios de 10 céntimos y de otros precios sólo podrán constar como máximo de cuatro pági-nas". (4) — Abril: "Los fabricantes de masas y pasteles expu-sieron sus quejas al ministro de Abastecimientos, M. Violette, por la prohibición de vender masas frescas, manifestándole que dos mil obreros han quedado sin trabajo". (5) — Mayo: " E l ministerio de Agricultura, por los informes que suministra, indica que las próximas cosechas darán un resultado menos satisfactorio que las últimas. La causa de esta deficiencia es la insuficiente preparación de los terrenos de cultivo por esca-sez de abonos y las fuertes lluvias que han caído durante los pasados meses en forma no usual". (6) — "Las nuevas regla-mentaciones prohiben terminantemente el empleo de las ma-terias alimenticias para otros fines qué no sea la elaboración de víveres, de modo que las damas de París se ven en el duro trance de tener que renunciar al uso de los polvos de arroz, lo que explica la irritación de que se hallan presas". (7) — " E l 15 de Mayo se introducirá un nuevo régimen alimenticio, válido para todo el país. Habrá dos días sin carne por semana" (8)

(1) "La Nación" del 12-1-1917.—(2) W. S. Forrest en "La Nación" del 31-1-1917. (3) El Ministro de Abastecimientos M. Edouard Herriot, según "La Nación" del ül-1 y l°.-2-1917. — (4) "La Nación" 10-2-1917. — (5* "La Prensa" 12-1-1917. — (6) "La, Nación" 1-5-1917. — (1) "La Unión" 5-5-1917. (8) "La Unión" 9-5-1917.

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" E l prefecto de policía prohibió en los halles la venta de carne los días domingo, lunes y martes. Los mercados y ma-taderos cerrarán esos días. Los pabellones para la venta de carne de cerdo y aves de corral cerrarán los lunes y mar-tes". (1) — " E l corresponsal del "New York Times" en París telegrafía que el ministro de Abastecimientos de Francia, M. Violette, se dirigió al pueblo norteamericano para hacerle saber que Francia necesita con urgencia alimentos, carbón, nafta y petróleo. Dice que las necesidades de carbón en Francia alcan-zan a cinco millones de toneladas mensuales y que sólo se dispone de cuatro: le falta, pues, un millón mensual. El con-sumo mínimo de nafta y petróleo es de 200.000 galones por mes. Termina su llamamiento asegurando que sólo podrá re-sistir hasta Agosto". (2) — Junio: "Se han declarado en huelga los empleados de las líneas férreas París-Lyon-Medite-rráneo, Orleans y Nord. Piden indemnización por la carestía de la v ida . . . Los empleados de los tranvías, autobús y metro-politano, norte y sur, pidieron una indemnización a causa de la carestía de la vida". (3) — Agosto: " A raíz de una inves-tigación favorable sobre la posibilidad de la mezcla de un 20 por ciento de patatas con harina para la fabricación del pan, el ministro de Aprovisionamientos, M. Violette, envió a los pre-fectos una circular prescribiéndoles evitar el derroche de ese artículo alimenticio, cuya cosecha se anuncia abundante, y que servirá para la fabricación del pan" , (4) "en cuya distribución se empleará el sistema de tarjetas a partir de Octubre de 1917". (5)

A estas privaciones asócianse sufrimientos de muoha mayor gravedad, por sus efectos inmediatos y duraderos. El diario ' 'L 'Humani té" constató, el 14 de Marzo de 1916, que las muje-res ganan cuatro céntimos por hora en las usinas eléctricas de Melmiont; siete céntimos en las fábricas de cartón, debiendo entregar 80 cartones en este espacio de tiempo. Las costureras reciben diez céntimos por el mismo trabajo que antes de la guerra les daba el doble, y en las fábricas de granadas las mu-jeres, ocupadas en las máquinas de taladrar, ganan 45 céntimos por día; las que están empleadas en el llene y expedición 50. "L 'Humani té" pregunta cómo pueden vivir estas pobres muje-res con la subida tan enorme de los artículos y termina diciendo

(1) "La Prensa" 19-5-1917. — (2) "La Prensa" 27-5-1917. — (3) "La Prensa' 7-6-1917. — (4) "La Nación" 8-8-1917. — (5) "La Unión" 10-8-1917.

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que los fabricantes sin duda se figuran serles permitido todo ahora que los padres, maridos y hermanos de estas mujeres están en el frente.

El comisario de Sanidad señor Yiggs, a su regreso de Fran-cia, donde durante un tiempo bastante largo se había dedicado al estudio de la higiene popular y de la cirugía de guerra fran-cesa, dió en el mes de Mayo de 1917, en el hospital de Bellevue de Nueva York, una conferencia sobre sus observaciones, cuyos puntos culminantes eran estos: más de 1.300.000 franceses han caído en los campos de batalla y medio millón de hombres viven en la patria, lisiados; una sexta parte de los hombres se encuen-tran bajo banderas; la tuberculosis causa espantosos estragos: de 150 a 160.000 soldados han sido atacados y el número total de los tísicos en la población francesa oscila entre 450 y 500.000; lio hay esperanzas de poder combatir con éxito la enfermedad, puesto que la asistencia médica y la higiene pública no son para ser descritas: hay médicos en número demasiado reducido para todos esos cientos de miles de tuberculosos y ni un solo sanatorio; al pueblo no se le ilustra sobre los deberes sanitarios, careciendo vina gran parte de las ciudades francesas de todo servicio de higiene pública y no llamando, por tanto, la aten-ción el hecho de ser la mortalidad en una ciudad de situación geográfica tan privilegiada como el Havre, el doble de la de Nueva York. Al final, el señor Viggs pronunció con énfasis especial estas palabras: "Todas las infames especies de ser inoculado el germen de la tuberculosis a los prisioneros fran-ceses en Alemania, son infundadas en absoluto". (1)

Luego, la despoblación de Francia aumenta en forma alarmante. "La natalidad — dice Pedro S. Lamas en su co-rrespondencia de Mayo de 1916 a "La Razón" — ha decaído aun mucho. Estadísticas que tengo a la vista demuestran que la mortalidad, sin incluir la de las batallas diarias, supera ya al doble de los nacimientos. Estos datos demográficos confirman la suposición de que, desde el punto de vista de la familia, las consecuencias de la guerra, sobre todo, por su prolongación, son más que lamentables. Francia reaccionará, seguramente, y entre sus heridas conseguirá restañar la sangre que vierten las familias, víctimas de una desorganización tan profunda; pero, entretanto, el mal es grandísimo, y cada mes que pasa aumenta su agravación". En su edición del 28 de Diciembre

(!) "Deutsche La, Plata Zeitung", 29-5-1917.

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ele 1916 el "Journal Officiel" de París publicó la siguiente triste estadística:

Nacimientos Defunciones

Año de 1913, en 77 departamentos 604.454 588.809 " " 1914, " " " 594.227 647.549 " " 1915, " 7 6 " 382.466 654.300

Agosto Io 1913 a Julio 311914, en París 48.407 ? 1914 " 1915, " 37.085 ?

" 1915 " 1916, " 26.161 ?

En vista de haber fracasado todas las medidas ideadas para acabar con el sistema de los dos hijos o, como el fenómeno se llama de un tiempo a esta parte, con el "sistema del hijo único", Charles Lavaud hizo en el "F íga ro" esta proposición drástica: ' ' Siendo de absoluta necesidad obligar a los franceses a dar más hijos a la patria, lo mejor sería disminuir las cargas de los ciudadanos por el número de los miembros de familia. El servicio militar debe pesar con más fuerza sobre los "hijos únicos'' y ser repartido en escala descendiente entre un número mayor de hermanos. Las obligaciones militares no hay que circunscribirlas al individuo, sino extenderlas a toda la familia. Cada familia debe seis años de servicio. Si no hay más que un hijo, tendrá que servir, él solo, los seis años. Cada hijo nuevo toma para sí una parte de la carga. Dos hermanos servirían tres años, cada uno, cuando hay tres bastarán dos años. Las hijas hay que computarlas del mismo modo. Habiendo, por ejemplo, un hijo y dos hijas aquél tendrá que servir en el ejército sólo dos años, toda vez que la maternidad futura de éstas equivale a cuatro años de servicio".

Un general francés bosquejó en la " Dépéche de Toulouse'' una perspectiva, basada en cálculos aritméticos, de los más desalentadores, diciendo:

"En ninguna época se han visto surgir tantos proyectos destinados a parar el país sobre la pendiente fatal que nos conduce a una muerte segura, y no exagero del todo. Ba-sándome en las cifras de nacimientos comparadas con las de las defunciones en 1913, he calculado que, aunque la situación de entonces no se agravara más, la población fran-

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cesa habrá desaparecido completamente dentro de dos siglos, o sea en 2112. Ahora, teniendo en cuenta el número tan elevado de los muertos en la guerra actual, habrá que reco-nocer sin más que ese espacio de doscientos años será redu-cido a la mitad aproximadamente. En 2012 no habrá ya ni un sólo francés en nuestro país. Todos serán reemplazados por extranjeros, lo que no será la despoblación propiamente dicha. Tendremos la desnacionalización, cuyos efectos no serían menos graves. Queda uno aterrado al medir la pro-fundidad de este desastre".

Porvenir económico

"Le Temps", en su edición del 20 de Julio de 1915, trajo una crítica favorable de una conferencia — dada en la "So-ciété des ingénieurs civils" y publicada más tarde por la casa Masson de París bajo el título "Vers 1'expansión industrielle" — de Víctor Cambon, a quien llama un economista de renom-bre, que ha estudiado a la Alemania trabajadora, estando por lo tanto especialmente autorizado para juzgar la economía política alemana y francesa. Excusamos decir que dicha obra no hubiera podido merecer en Francia una acogida benévola de no traducirse en ella, a cada paso, el firme convencimiento del autor de que Francia acabará por salir victoriosa de esta guerra. Como la disertación emana de fuente tan insospechable y fehaciente, no titubeamos en reproducir, en síntesis y a gran-des rasgos, el contenido de la misma:

' ' Supongamos el mejor de los casos: Alemania está en el íuelo, hecha pedazos, habiéndose rendido a merced de los alia-dos. Estos cortan en todas las direcciones de la rosa de los vientos, vastos girones de su cuerpo, que se retuerce en convul-siones. Le imponen, además, una contribución de guerra innu-merable para resarcirse de los gastos, daños bélicos y de algu-nos cientos de millardas (¡ !) que han tenido que emplear para rendir a Alemania.

' ' ¿ Qué sería de la Francia misma T "Hemos llegado a la meta, exhaustos de hombres, de me-

dios de producción y de dinero. Después de la guerra la falta de braceros se hará notar con la misma severidad como la escasez del capital que pudiese hacer fructificar el trabajo. La clase obrera ha sido cercenada en todo un millón de trabajadores

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que han caído en los campos de batalla, muertos por epidemias 0 han sido mutilados cruelmente hasta la inhabilidad. Son, por añadidura, los hombres más fuertes y laboriosos. Y esto que ya antes de la guerra siempre teníamos demasiado pocos obreros. Por cientos de miles ocupábamos a belgas, alemanes e italianos. Belgas no los tendremos más. A los alemanes los rechazaremos. Los italianos también serán diezmados por la guerra y, fuera de eso, aspiran a expansiones territoriales que requerirán muchos de sus hijos.

"La mano de obra en Francia sería escasa, por lo tanto. Pero ¿cuántas cosas tendrían que hacerse?

"Hay que reparar o reconstruir del todo en muchos luga-res miles y miles de viviendas y puestos de trabajo, y cabal-mente en las regiones de población más densa, el norte de Francia. La extensión de los verdaderos estragos de guerra la conoceremos recién después de la retirada de los alemanes. 1 Quién querrá valorar por su costo, siquiera por modo aproxi-mado, desde ahora, los edificios públicos destruidos, los ferro-carriles destrozados, los puentes volados, los caminos escarbados por los pesados proyectiles, los monumentos arquitectónicos quemados, los canales cegados y todos los demás establecimien-tos inutilizados ? Bélgica y el norte de Francia sólo para estos fines de restauración tendrían trabajo más que suficiente para los braceros que les quedan. El jornal no correspondería a la bondad del trabajo sino sólo a la limitada oferta de los traba-jadores idóneos. Los muchos meses largos, empero, que los obreros capaces han sufrido las penurias de la guerra, los tiem-pos enervantes durante los cuales han tenido que estar en las trincheras preparados cada momento, con toda la concentración de los sentidos, para el ataque del enemigo: todo esto no ha podido fortalecer su ánimo y su fuerza de trabajo. Además, una subida repentina desproporcionada, de los jornales, no ejercerá influencia beneficiosa en la manera de vivir de la gen-te; hombres sobrios se volverán bebedores y gastadores.

" j Y quién pagará todo esto ? "Los establecimientos industriales, en su mayor parte han

sido arruinados total o parcialmente, los unos por el paro de los negocios, los otros por la devastación de sus edificios e ins-talaciones. Se me objetará que, gracias a los abundantes pedi-dos del gobierno, se ganaría dinero acá y acullá. Mas se come-tería el error más grave con generalizar las ganancias bélicas aisladas. Comparadas con la vida económica francesa en gene-

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ral, las pocas personas que suministran armas, municiones, vestimenta y equipos, sólo forman una excepción mínima La vasta mayoría de todas las industrias está sumida en pro-funda extenuación ("marasme"). Pero como las ganancias de guerra importan, después de todo, numerosas millardas, al final de la guerra se habrá verificado una conmutación de las fortunas particulares con la cruelmente injusta, pero inevitable particularidad, de que las mismas gentes a las que su loable cualidad de proveedores de material 'bélico les ha protegido de los azares de la batalla sangrienta, se han enriquecido enorme-mente, mientras que los de las trincheras — la infinita mayoría de todos los hijos del país — empobrecieron justamente por haber vertido su sangre en la defensa de la patria.

"Pero ¿y la indemnización de guerra de Alemania! A cinco grandes potencias (incluso Bélgica) {qué les queda por repartir de ese país que ha gastado hasta su último "pfenn ig" en una resistencia desesperada? Porque nosotros no salimos de este embarazo: o Alemania es derribada a medias y entonce» los aliados no pueden saquearla a su gusto; o queda quebran-tada y aniquilada hasta un grado tal que se le quita todo comer-cio de exportación, privándola a la vez de sus rentas de aduana, ferrocarriles y minas. ¿Cómo podrá entonces levantar sumas que correspondan siquiera en algún modo a la magnitud de nuestros desembolsos bélicos?

"¿Estará Francia preparada al menos para tomar la he-rencia de Alemania? Hablando con franqueza, en Francia los industriales y comerciantes, desde hace mucho tiempo, no han podido hacer alarde de la protección del estado burocrático francés. Las más de las leyes impiden el fomento de las acti-vidades industriales. Las leyes político-sociales están inspira-das en pasiones políticas exentas de tod^ comprensión de las necesidades de la vida económica. La porfía con que se con-serva, v.g., el registro marítimo (l'inscription maritime), impide a nuestra marina mercante levantarse de su profunda decaden-cia. Los subsidios concedidos a determinados grupos produc-tores, amparados por la política, son más bien premios a la inercia que a una acción intensiva. Se nos ha dotado de norte a sur con inspectores de trabajo, una institución sin duda que es excelente y útil. Pero mientras en Alemania esta gente (inspectores industriales, representantes de los obreros, etc.) debe ser del oficio, ex alumnos de altas escuelas técnicas, en Francia nadie puede decir en virtud de qué aptitudes y cono-

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cimientos un inspector de trabajo pueda ser indicado para vigilar los establecimientos fabriles. Cuando un ministro se ve de improviso en la necesidad de afrontar una cuestión difícil, eolia invariablemente un discurso y esboza una circular. De los detalles deberán ocuparse los otros. Por ende, Francia tendría que renunciar a tomar la herencia de Alemania.

"Supongamos que recibiéramos mañana de Alemania sus tres trasatlánticos más grandes: "Imperator" (53.000 tone-ladas), "Vater land" (58.000), "Bismarck" (65.000). Ni un sólo puerto tendríamos para acomodarlos. Suponiendo, además, que un hada bondadosa nos abriese mañana una rica veta de metal, nadie podría explotarla. Porque la ley de 1810 pasa por abolida y una nueva ley se encuentra todavía en estado de pre-paración. En presencia de tales héehos reales ¿de qué sirve toda la habladuría hueca, como si se quisiera recoger por ahí, en el mundo, la herencia de Alemania ? . . . "

Si un inteligente y competente patriota francés, tomado muy en serio por sus conciudadanos, pintaba a mediados de Julio de 1915 con colores tan obscuros el porvenir económico de Francia, en el caso de la victoria, ¿cómo no será su suerte en el de la derrota, o de quedar las cosas en " tabla"? Acerca de esta eventualidad nadie en Francia hace vaticinios o, a lo menos, no se atreve a hacerlos públicamente, y si se lo propu-siera la censura no lo permitiría. Un pueblo que a los tres años de guerrear, en momentos en que los adversarios ocupan una posición militar mejor que nunca, lanza a la faz del mundo el lema "luchar hasta la reconquista de Alsacia-Lorena" está, por lo visto, decidido a vencer o a perecer. Ahora bien; si con respecto a su firme voluntad de salir triunfante, la duda parece estar descartada, ¿sucederá lo mismo en lo referente al móvil? ¿Son la revancha y la "desanexión" los únicos impulsos que ¿no dejan deponer las armas a la nación francesa? En el mes de Enero de 1917 el diario "Le Nouvelliste" de Lyon, enunci5 otra razón, bien distinta de aquéllas por su carácter material: ¡Alemania debe ser vencida porque de otro modo Francia será incapaz de pagar sus deudas de guerra, que a los tres años de lucha se elevan a cien mil millones de francos. Habrá que agregar, pues, 5.000 millones de intereses anuales a la suma normal del presupuesto francés de 6.000 millones. Los perjui-cios y socorros de guerra, sin embargo, aumentan ésa a 125.000 millones, lo cual hace elevarse a 12.000 millones el interés anual <iue deberá pagar Francia. "Le Nouvelliste", al declarar ser

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— 116 — (del todo imposible para Francia soportar esta carga, dice: ' ' No pudimos dar estas cifras antes no por su magnitud, sino porque el censor las hubiera irremisiblemente tachado". (1)

¿Quién resistirá mejor?

Basándonos en testimonios genuinamente franceses, hemos tratado de esbozar ligeramente, en el capítulo anterior, las som-bras que se ciernen sobre el futuro económico de Francia, dejando que el lector, desde el punto de vista argentino, haga el diagnóstico de la solidez financiera actual de aquélla, y el pronóstico de su potencialidad material venidera, en cuanto con la afluencia de capitales franceses a nuestro país esté re-lacionada.

Subsistirá probablemente, después de la guerra, el aliciente del tipo más alto del interés obtenible en los empréstitos sud-americanos, pero j consentirá el gobierno francés la emigración del capital en mayor escala? Y poniendo por caso la negativa i con quién podremos contar para el desenvolvimiento de los recursos del país? ¿Con Inglaterra? El restringimiento de sus inversiones de capital en la Argentina, en el transcurso de la guerra, está a la vista y no parece probable que invierta ingentes sumas en títulos nuevos, antes de no haber rescatado los antiguos, dados en prenda a los Estados Unidos. ¿Con Alemania? Ocupémonos de ella por breves instantes, dejando para la monografía VII de esta obra, que será un estudio exclu-eivo de ese país, la exposición minuciosa de sus actividades en sus múltiples tendencias y proyecciones.

Predestinada por ley fatal — al decir de los gobernantes. y órganos de la "En ten te" — a morir de hambre antes de terminar el primer año de guerra, Alemania nos viene siendo descripta como país imposible de vivir en él, a causa de las penurias de toda clase que está sufriendo. Aunque en ello haya grande exageración, como se desprende de los testimonios de fuente bien neutral — sueca, suiza, holandesa — y del mero-hecho de haber, una buena parte de la colonia norteamericana, preferido seguir • viviendo allí durante dos años y medio de-guerra, queremos admitir que, en conjunto, el pueblo alemán, librado como estaba y está, a sus propios recursos, ha tenida que soportar mayores privaciones que el francés, mitigadas por

(1) "La Unión." del 29 de Enero de 1917.

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la certeza, confortante para todo buen patriota, de ser la recia ley de la estrechez en ciertos víveres igual para todos los indi-viduos, pobres y ricos: bello aspecto que no nos ofrece el régi-men de la vida francesa en los tres primeros años de pelea, pues, como hemos visto, ha habido opulencia entre unos y carencia entre otros. La "egalité" y la " f ra tern i té" deslu-ciéronse un tanto en este lance de prueba. Así y todo, enten-demos que, debido a sus comunicaciones con ultramar y a la fortuna de estar habitado su feraz suelo de 534.000 kilómetros cuadrados de extensión, a razón de 74 individuos por kilómetro, en tanto que en Alemania cada kilómetro de los 540.000 que ocupa el imperio, tiene que nutrir a 125 — Francia, a estas horas, Noviembre de 1917, es el país que en el tren diario de su vida ha sufrido menos que Alemania y menos también que Inglaterra. Según "La Razón" del 22 de Enero de 1917, la "Gaceta de 'Colonia'' dejó constancia de la siguiente diferencia de precios en los artículos de primera necesidad de este último país y Alemania, a saber:

Pan Patatas Azúcar

En Berlín, el kilogramo . . 42yz 28 68 céntimos En Londres, el kilogramo . 85 48 1.50 "

Bien, pues; estando Francia relativamente favorecida, los que simpatizan con su causa podrían contentarse con regoci-jarse de este don de la naturaleza, sin quedarse al mismo tiempo como en éxtasis, en su adoración de la sublimidad del heroísmo, único, jamás conocido en otros e incomparable tam-bién en este trance, del que está dando lecciones a la humani-dad su excelsa maestra, la Francia. En este drama épico todos desempeñan bien sus papeles. Hasta los ingleses han sacudido su flema histórica que en el pasado les permitía diri-gir, desde su cómodo asiento detrás de bastidores, los títeres de las convulsiones europeas, y personalmente valientes como son, no les van en zaga a sus compañeros franceses. Pero Albión, ya que el floreo del lirismo de los países latinos está reservado exclusivamente para Galia, sabe desquitarse, haciendo ella misma gala, ante el mundo, de los relevantes méritos de sus liijos; y no sea que el público, siempre olvidadizo de las virtu-des ajenas, se figure que los franceses tengan alguna parte en las victorias que el cable inglés a diario sirve en el desayuno, apela a trompetazos, al testimonio del estereotípico "neut ra l"

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o al de algún Repington, Simms u otro corresponsal británico de feliz memoria.

Germania gusta de otros métodos. El la es de las que creen que cuanto menos se hable de una muje r , mejor es su reputa-ción. Madre e hijos repelen la " p o s e " ba jo los colores de la luz de Bengala. Mientras los del Cuádruple Acuerdo, en solos, en dúos, en tercetos o en cuartetos se cantan mutuamente sere-natas a la lumbre de las antorchas, en alabanzas al civismo y heroísmo, t rabajados a medias, ellos callan y t r aba j an y avan-zan y vencen, de jando para los otros los " i s m o s " y la inmensa superioridad numérica.

E l periodista holandés G. Simons, corresponsal del diario " D e Te leg raa f " de Ams'terdam, de tendencias conocidamente aliadófilas, vió a los alemanes en su sit io:

"Con los dientes apretados, secos los ojos, cerrado el puño y el corazón batiendo contra las costillas — así está en su puesto este pueblo. Tan imposible es vaciar el mar del Norte con un balde de niños como dividir a la patria alemana. Este pueblo no duerme ni dormita ahorai que sus hijos están en campaña, velando y haciendo la guardia. De todo corazón dará la bienvenida a la paz, pero también combatirá y persistirá hasta el amargo extremo... El ale-mán sabe que está en juego su cabeza. Sus adversarios quieren segregar del imperio la Alsacia-Lorena, regalar Schleswig-Iíolstein a los daneses, incorporar Luxemburgo a Bélgica, dar Posen a los polacos. Excelentes planes. Pero ¿cómo realizarlos? Trata tú de convencer a un hambre entre el Vístula y el Danubio, desde la frontera del este a la del oeste, de que debe ceder una pulgada de su patria. Se reirá de tí. No puede creerlo, por todos los dioses euro-peos, rusos y japoneses. ¡Así es la psiquis del pueblo! Peleará por esta causa hasta que no quede hombre alguno con dos piernas sanas en todo el pa í s . . . El pueblo, que no tiene analfabetos, sabe que Inglaterra posee los medios para hacer insoportable una guerra. Sabe que la Gran Breíaña pone trampas a su comercio, su industria y su navegación... El cese de todo esto significa la guerra con Inglaterra, porque Inglaterra quiere reducir por hambre al pueblo germano. Quiere combatir con la falta de tra-bajo a este pueblo asiduo, siempre laborioso y diligente. Ninguna industria, ningún comercio, ninguna navegación: ¡hambre! Así se ha escrito en todas las hojas extranjeras: de este modo Alemania llegará a sentir la supremacía, la

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posición de potencia mundial del imperio británico en el que no se pone el so l . . . Pero aquí cuida el Estado de las fa-milias de los que están en campaña; se regalan millones; aquí no se sufre hambre. Setenta millones de seres huma-nos tienen que existir, vestirse, vivir en casas, necesitan trabajar. Este rodaje gigantesco no puede ser detenido nunca. Con el mismo éxito se impediría el curso de las estrellas. En el imperio británico se conoce muy poco al pueblo alemán y se desprecia su espíritu emprendedor al creer que ahora toda Alemania está desesperada con las manos en la cabeza. Mientras no se arranque esa energía germánica, raíz y rama, pedazo por pedazo, del cuerpo de cada alemán, mientras no se haya extirpado de su cerebro con puntiagudas lancetas cada una de las fibras de su brío, de su amor al trabajo, de su don de invención, será dueño en su territorio, con los ojos abiertos, con elasticidad y des-treza, porque no sólo posee la tenacidad del neerlandés y su sentido práctico, sino también la decisión y el entusiasmo indomable del orgulloso comerciante neerlandés del siglo XVII. Esa es la psiquis del pueblo. Basta. Una sola cosa todavía: aquí no se sufre hambre; aquí no reina la desesperación. Aquí hay confianza, confianza en una paz honrosa, confianza en el gobierno, confianza en el ejército".

Y el ejército de soldados puede confiar en el ejército de civiles que le guarda las espaldas. Lo que en Inglaterra y Francia, con todas las duras lecciones recibidas, no han apren-dido todavía, lo sabe y lo practica Alemania desde hace tiempo porque se lo dictó su patriotismo y su razón: cuando la comu-nidad está amenazada de muerte, no hay cabida para el egoísmo individual; todos sus miembros, uno por uno, tienen que em-peñarse, personalmente, en la salvación del Estado; nadie puede tener el derecho de elegir, a su gusto, la forma de ayuda con que piensan contribuir al bien común; todos deben estar prontos a acatar, de buena gana, la tarea que los organizadores de los servicios patrios estimen justo asignarles en defensa de la suprema ley de "salus publica".

El ya antes citado ministro francés Herriot, director del departamento de Alimentación, creyó decir una gran cosa al expresarse ante el corresposal del "New York Times" en estos términos: "Se ha dicho que pretendemos implantar el contra-lor del Estado en la vida civil de nuestro país. No es ese el hecho. Pediremos tan sólo a cada ciudadano que dé al país una

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parte de su tiempo y de su independencia". (1) He aquí una de tantas diferencias fundamentales en el modo de pensar y obrar de las gentes a ambos lados del Rhin. El ciudadano francés, lo mismo que el inglés, miran el cercenamiento de su libertad individual en estos tiempos anormales, como una lesión de sus derechos, como una usurpación inadmisible por el Estado de facultades que no tiene. Lo sería, sin duda, en tiempo de paz, mientras no impere el régimen socialista. Mas el procedimiento varía de aspecto en los momentos que deciden sobre la suerte de toda una nación en las generaciones actual y futuras. Así como en los países de instituciones modernas los ciudadanos no extrañan que el gobierno, cumpliendo con las exigencias impe-riosas de situaciones revueltas, decrete el estado de sitio, levan-tando temporariamente las garantías constitucionales, así esos mismos ciudadanos debieran acoger, como cosa que se sobren-tiende, la coartación de sus privilegios individuales en tiempos de guerra. Cuando temores de alteración del orden público bastan para suspender los mandatos del código civil ¿cómo en épocas de ser o no ser no debe sentir todo ciudadano — el insig-nificante individuo, molécula en el organismo de la colectividad — la necesidad de dedicarse por entero, lejos del combate, al complemento de la labor patriótica, realizada por los hermanos en las líneas de fuego y sangre? Pero no lo entienden así en Inglaterra y Francia. Un ministro francés, haciendo de la necesidad virtud, porque bien conoce el efecto desastroso que tina leva en masa del elemento civil para su utilización en el trabajo organizado por detrás del frente, produciría en sus compatriotas, realza la espontaneidad frente a lo que él toma por coacción. "Hemos de llegar a realizar — dijo Herriot — mediante la organización " á la frangaise" lo que los alemanes imponen a golpe de látigo". Los franceses tienen más motivo de apuro que sus adversarios, que pelean en todas partes en el suelo ajeno y, por ende, parecería lógico que no hiciesen abdi-cación sólo de "una parte de su tiempo e independencia", sino que se entregasen con cuerpo y alma, no escatimando ningún sacrificio personal, a la defensa patria. Y si veleidades de prin-cipismo la dificultan, el escarmiento en cabeza propia debía dar sus frutos, ya que el sistema de espontaneidad aplicado al reclu-tamiento inglés ha dado por resultado que Francia, la pobre, cargara con la infinitamente mayor parte del peso en el frente

(1) "La Nación" del 12-1-1917.

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del oeste. Y, sin embargo, tanto incienso quemado en el altar pagano por el ídolo de la decantada libertad individual, de la que tan mal uso saben hacer los que más la traen siempre en la boca. Si la tragedia no fuera tan conmovedora ¡ qué gracia haría el empecinamiento de cabalgar en el borde del precipicio, sobre principios mal comprendidos! Es el caso de un choque de vapores a raíz del cual tripulación y pasajeros se empeñan en acudir al trabajo de salvamento cada cual en la forma que le parezca, en vez de cumplir las disposiciones del capitán y de sus oficiales y ocupar el sitio que le sea asignado.

¡A fe que a los historiadores futuros, al hojear todas esas sendas fantasías sobre la magnificencia del individualismo, cuando la procesión anda por dentro de los que más se vana-glorian de su culto, el mundo les ha de parecer un vasto mani-comio, sistema "open door", por el sinnúmero de locos que pululan por ahí en completa inmunidad! ¿Será posible — se preguntará más de uno de ellos — que gente, tenida por sus vecinos por cuerda, haya creído sinceramente que el pueblo alemán realice a fuerza de "latigazos" esa estupenda obra de abnegación y organización en defensa del suelo nativo ? ¿ Eran esclavos los que por millones se presentaron voluntariamente a las armas, implorando el favor de ser enrolados; santurrones los que a pesar de su gran inferioridad numérica supieron ocu-par durante el primer año de guerra 180.000 kilómetros cua-drados de territorio enemigo, 'haciendo 1.695.400 prisioneros; déspotas los muchos príncipes y nobles que por la patria caye-ron; absolutistas los " J u n k e r " que, como oficiales siempre estaban donde el peligro más arreciaba, ofreciendo un contin-gente al tributo en sangre desproporcionadamente mayor que el de cualquiera otra clase social? ¿Era "rebaño" un pueblo que, acosado de miseria y condenado por sus enemigos a la muerte por el hambre, supo con su voluntad férrea, su circuns-pección, su paciencia y su laboriosidad sobreponerse a todos los embarazos;'' manada de carneros'' una raza que en situación angustiosa dió a luz esa plétora de genios inventores cuyas prodigiosas investigaciones hicieron que una nación, depen-diente en la paz del extranjero para cubrir sus necesidades vitales, de la noche a la mañana se bastara a sí misma?

La profundizaeión futura sobre los factores éticos de la conflagración juzgará con severidad el intento incesante de tapar la insuficiencia propia con el descrédito del adversario. El historiador no se detendrá mucho en el examen de líricos

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artículos periodísticos, y si repara en la prodigalidad con que aduladores excéntricos echan a rodar la sublimidad gala como si la valentía en el aprieto fuera el patrimonio exclusivo de los hijos de Francia y el mundo no recordara un Bailén, un Zara-goza, un Leipzig, un Belle Alliance, un Sedán, le parecerá más sublime el comportamiento de los que, sin cantar sus propias glorias a los cuatro vientos, desde el primer día subordinan de buen grado su interés personal al de la colectividad, que la actitud de aquellos otros que necesitan exhortaciones constantes para comprender sus deberes cívicos, como ha venido sucediendo en Inglaterra, o requieren una arenga " á la francaise'' para ir en auxilio de la patria exhausta de sangre y dinero.

El historiador querrá, ante todo, conocer hechos. Viendo que, con excepción de los " tanques" de combate ingleses y de los cascos de acero de los franceses (los gases asfixiantes inven-tados por un compatriota de éstos, el químico Turpín, no figu-ran en el "haber" sino en el "debe" de Francia), los aliados en todo lo demás no han hecho otra cosa que imitar, tarde, las inspiraciones del genio alemán en las artes de guerra (estra-tegia, táctica, armamentos, aprovisionamiento militar y civil, organización del trabajo, concepción de la esencia del combate subterráneo, submarino y aéreo) como antes eran sus émulos en las artes de paz. Viendo esto, llegará a sospechar que a la gente que se mofaba de la vivacidad del adversario, enseñada a los míseros hilotas a fuerza de "latigazos", le parecieran las uvas tan verdes como a la zorra de la fábula. Y cuando se fije en que Alemania y sus compañeros de armas estaban en número de 154 y sus contrincantes en número de 1021 (1) tendrá para ella y sus cantaradas la palma del mérito. En esta guerra presenciamos, admirados, muchas grandezas sublimes que nos sacuden hasta en lo más íntimo de nuestro ser y nos llenan de satisfacción de vivir esta vida, porque hasta los más misántro-pos sienten ahora que vale la pena de ser hombre, pero por bien que se hayan portado los demás — ¡ loor a todos ellos! — el esfuerzo gigantesco realizado por Alemania en esta hora de prueba, esfuerzo que sólo puede nacer de una abnegación sin parangón en la historia y supone el más bello conjunto de vir-tudes cívicas: tal contracción ética, intelectual, física, repre-senta la cristalización de la más fina humanidad.

(1) Relación que resulta del estado demográfico, presentado por ''La Nación" el día Io de Agosto de 1917.

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Quisimos hablar del concurso que la Argentina, el día de mañana, podrá esperar para su desenvolvimiento de la poten-cialidad material de Alemania, y hemos hablado de sus con-diciones morales. ¿ Pero no son éstas la causal determinante de aquélla? Indudablemente. Ventajas geográficas y constela-ciones políticas hábilmente aprovechadas pueden, como acon-tece en el caso de la Gran Bretaña, dueña durante siglos de los mares, asegurar un gran bienestar material, mas cuando una nación como la alemana, en ardua lid pacífica, repudiando en absoluto todo medio de violencia, precisamente en la época de mayor encumbramiento de colosos como Inglaterra, Francia y por cierto también Estados Unidos, llega a abrirse paso por en medio de obstáculos de toda clase — inexperiencia comercial industrial, debilidad financiera propia y malevolencia envidiosa ajena — con tan buen éxito que en 30 años alcanza a los rivales, sobrepujándolos en muchos respectos con el asombro del mundo entero, es evidente que la portentosa materialidad ha tenido por madre una acendrada espiritualidad.

El renacimiento económico de los pueblos alemanes, que no necesitaban sino de la refundición en una sola nación para hacer germinar la aptitud latente de afrontar las realidades de la vida, sofocada casi por la dedicación exclusiva a la metafísica en medio de la desmembración política, no tiene ejemplo. La evolución económica de Inglaterra y Francia ha venido reali-zándose paulatinamente durante siglos, con el aporte pacien-zudo de piedra tras piedra, para la construcción del palacio de oro; la de los Estados Unidos será todo lo maravilloso que se quiera: aparte de haberse verificado en circunstancias clima-téricas, geográficas, políticas, excepcionalmente provechosas, el revés de la medalla, el craso materialismo en que se hallan sumi-dos sus habitantes repele. Italia habrá progresado mucho, pero lo hizo a base del capital alemán; el Japón será acreedor a la admiración general, por haber dentro de su estrechez financiera, hecho grandes adelantos en los últimos decenios, mas no olvi-demos que su orientación es de carácter esencialmente imita-tivo : con Alemania no puede cotejarse ninguna de estas nacio-nes, por ser ella la única que, desfavorecida por la naturaleza, se lo debe todo a sí misma por todos conceptos.

El comercio de exportación alemán ascendía en 1880 a 6 millardas de marcos, en 1912 a 19, mientras que el inglés en

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el mismo período arroja un importe de 13y2 y 25 millardas respectivamente. Y si se tiene en cuenta que Inglaterra importa víveres por valor de casi 6 millardas de marcos y Alemania sólo la mitad, deducidas estas cifras, resulta que la exportación alemana antes de la guerra ya no estaba muy distante de la británica. Las cosechas muestran los aumentos siguientes:

Millones de toneladas 1880 1910

Centeno 5.8 10.5 Trigo 2.3 3.8 Avena 4.3 7.9 Cebada 2.1 2.9

o sea en total un incremento de 14'5 millones de toneladas a 25'1. En ese período la población ha crecido de 40 millones a 63, bajando la cifra de mortalidad en el mismo tiempo de 28 a menos de 18 y reduciéndose la emigración de 150.000 a 20.000 personas.

La incógnita de la prosperidad progresiva de Alemania la despeja, en parte, el hecho de trabajarse allí, como en otros países, 'hasta una edad mucho más avanzada que en Francia, donde existe la costumbre de hacer por retirarse de la vida activa, si posible fuera, a los cincuenta años a la " petite maison de campagne". Ello comporta, empero, una reducción de la fuerza reproductiva del capital francés, por cuanto el número muy elevado de rentistas, con su capital invertido en valores de interés fijo, consume sin hacer nuevos ahorros. En Alemania el dinero fluye con mayor lozanía y, debido a ello, los bancos han podido prestar ayuda eficaz a las industrias cuyos títulos tienen fuerte demanda, en tanto que en Francia, España e Italia el interés del público se concentra en el papel del Estado. Así el Deutsche Bank, con su capital de 275 millones de marcos pudo todavía en los años de guerra de 1915 y 1916, hacer transacciones por los montos totales de 107 y 129 mil millones de marcos y pagar los dividendos que en paralelo con los de los dos otros institutos bancarios particulares más importantes de Alemania a continuación citamos:

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— 125 — Capital Reservas Dividendos pagados

en millones de marcos 1914 1915 1916

Deutsche Bank . . . . 275 225 10 1 2 ^ 12/2 % Dresdner Bank . . . 200 61 6 6 syí '• Diskonto-Gesellschaft 300 120 8 8J4 10 "

He aquí también los datos correspondientes a los primeros institutos de crédito franceses:

Capital Reservas Dividendos pagados en millones de francos 1914 1915 1916

Crédit Lyonnais. . . 250 175 5 6 8% Comptoir d'Escompte 200 40 ? 5 6 " Société Générale pour

favoriser le dévelop-pement du Commer-ce et de 1'Industrie en Franco 250 117 2 1 1 "

De donde resulta que. calculando el valor del marco en un franco y veinticinco céntimos, los tres institutos bancarios par-ticulares de Alemania superan en capital y reservas a los tres institutos franceses en 444 millones de francos, o sea en un 43%. Los dividendos repartidos durante la guerra acusan igualmente la superioridad y un grado notable de adelanto en favor de los alemanes.

La guerra ha causado verdaderos estragos en el cambio del marco, llegando la depreciación en el mes de Junio de 1917 al 36 por ciento, mientras que el franco sólo perdió el 13. Pero sería un gran error deducir de este síntoma aislado que la gue-rra ha perjudicado financieramente a Alemania y muy poco a Francia. El diario "La Victoire" trató de desvanecer esta ilusión, muy generalizada en Francia, con estas reflexiones: "Si el bloqueo de Alemania agrava notablemente sus dificul-tades alimenticias, en cambio le es ventajoso bajo el punto de vista financiero. Obligada a encontrar los medios de resistir en los únicos recursos de su territorio o de los de sus aliados, Alemania, rodeada de los grandes obstáculos que ha tenido que vencer, ha sacado de ellos la ventaja de tener que pagar muy poco al extranjero. Exportará muy poco, pero importa tam-bién muy poco. No pasa lo mismo con Francia. Como estamos seguros de la libertad de los mares, y creíamos en una guerra

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corta, nuestras administraciones han creído lo más cómodo hacer enormes pedidos al extranjero, en vez de sacar de nues-tro propio suelo lo que nos hacía falta. El resultado ha sido que, según cifras publicadas, nuestras importaciones exceden a nuestras exportaciones en mil millones de francos al mes. Por consiguiente, tenemos que pagar cada año la cifra formidable de más de 12 mil millones de francos al extranjero, y esto sin ninguna compensación, porque se trata de productos que se destrozan por el uso al que son destinados. Sufrimos por con-siguiente, y en este sentido Alemania sufre muchísimo menos, una causa de empobrecimiento considerable. Ahora bien, el cambio no tiene en cuenta este estado de cosas, que, sin em-bargo, es esencial para una apreciación de conjunto. Esta demostración prueba, por tanto, que el cambio no expresa más que un aspecto particular y parcial de la general situación financiera, y, por consiguiente, las deducciones que se hacen de la baja del marco son erróneas, cuando se quiere darles un alcance absoluto y general". (1)

En cuanto a los gastos de la guerra, Alemania, está claro, también los tiene que hacer en escala elevadísima, mas así y con todo la carga no parece ser tan pesada como la de sus contra-rios. En un informe presentado al Reichstag el 28 de Abril de 1916, el entonces secretario del Tesoro, Dr. Ilelfferich, pudo suministrar los siguientes datos sobre el monto de los gastos de la guerra en todos los países beligerantes:

"Nuestros gastos mensuales excedieron de 2.000.000.000 de marcos en los últimos meses de 1915, pero han sido infe-riores a esa suma en Enero y Febrero últimos, y probable-mente lo serán también en Marzo corriente.

"Los gastes diarios de Inglaterra importan desde hace mucho tiempo 90.000.000 de marcos, y en breve llegarán a 100.000.000, lo que representará un exceso de 50 por ciento sobre los nuestros. En Francia y Rusia los gastos suman, poco más o menos, lo mismo que en Alemania.

"Calculo los gastos diarios de nuestros enemigos, inclu-sive Italia, en 240.000.000 de marcos, por lo menos. Los nuestros y los de nuestros aliados llegan, a lo sumo, a 110.000.000.

"El total de los gastos desde que empezó la guerra hasta el 31 de Marzo corriente lo calculo, para el enemigo, entre

(1) "La Unida" del 10 de Julio de 1917.

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100 y 105.000.000.000 de marcos, y para nosotros y nues-tros aliados, entre 50 y 55.000.000.000".

En los diez y siete meses transcurridos desde entonces, la relación, si ha variado, no puede ser sino en sentido adverso para los de la "Entente" , a consecuencia de las enormes pér-didas que están sufriendo por la guerra submarina, en buques y cargamentos.

Alemania también ha sufrido una abundante sangría en su capacidad naviera, a causa de los apresamientos y embargos de muchos de sus barcos, pero los que ha retenido en sus puertos, los internados en puertos neutrales y los construidos durante la guerra, los podrá utilizar eficazmente para su comercio tan pronto sea firmada la paz. Inglaterra y Francia, en cambio, cuántos meses no necesitarán para repatriar a lugares remotos los millones de sus huestes blancas, negras, morenas y amarillas, y, una vez libres de estos huéspedes cuya voracidad complicará el problema de las subsistencias después de la guerra ¡cuánto tiempo exigirá la desinfección, la limpieza y la compostura de los buques que durante años no han entrado en diques, estando en movimiento continuo, con el consiguiente deterioro del casco y de las máquinas que, si no son sometidas a reparaciones radi-cales, quedarán inservibles del todo!

Creemos oportuno señalar todas1 estas circunstancias — cada una de ellas de una importancia práctica, real y positiva, traducible a cientos cuando no miles de millones de francos — para ofrecer material al juicio sobre la futura potencialidad económica de las naciones europeas, hoy en guerra. Las pre-ocupaciones de los estadistas ingleses y franceses por las ingen-tes erogaciones exigidas para la restauración de lo destruido en mar y tierra crecen con motivo del reintegro o, en su defecto, de la renovación de las obligaciones contraídas para las nece-sidades de la guerra.

"Una gran parte de los empréstitos de los aliados — dice un artículo del economista Dr. M. J. Bonn, aparecido en el "New York Tribune" en el mes de Septiembre de 1916 — se compone de deuda flotante, o sea de empréstitos a plazo corto, tales como obligaciones del tesoro, anticipo de los bancos, bonos del tesoro (exchequer bonds), etc., etc. Tales empréstitos son inevitables en la finanza de guerra, pero constituyen solamente una finanza "tapa-huecos". Tienen que convertirse en emprés-titos permanentes, pues los bancos y los hombres de negocios

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anuentes en invertir su efectivo disponible por unos meses, no pueden prolongar tales inversiones. No pueden inmovi-lizar su efectivo en inversiones permanentes. El ministro de Hacienda que ha logrado disponer de enormes cantidades de obligaciones del tesoro, solamente ha diferido su tarea, no la ha concluido. El día llegará —y por lo general llega muy pronto — en que estas obligaciones a corto plazo deban redimirse y será imposible renovarlas en condiciones favorables. Después de haberse gastado el dinero y haber agotado las facili-dades para créditos a plazo corto, hay que colocar empréstitos permanentes con los tenedores. La emisión de obligaciones del tesoro es una medida netamente pro-visional, y así lo considera la finanza de guerra alemaDa, la que recurre, regularmente y a intervalos razonables, a emprés-titos consolidados, con el producto de los cuales liquida sus deudas de un modo permanente. Donde se cuenta con emprés-titos provisionales para pagar gran parte de los gastos de gue-rra hay, o finanza descuidada, o extrema necesidad, debido a que la masa de los tenedores no quiere invertir su dinero en emprés-titos permanentes. Es muy curioso que el guardián de la finanza sana, Inglaterra, haya aibusado más que nadie, de estos métodos erróneos.

"Francia no puede menos que hacer eso, pues desde el principio de la guerra sus finanzas han estado siempre en mala condición... Cincuenta y siete por ciento de los empréstitos de Francia fueron a corto plazo. En Inglaterra no andan me-jor las cosas... Cuando ésta publicó con muoho orgullo los informes demostrando el éxito que había tenido al contraer deudas flotantes, sus dificultades estaban solamente empezando.

" E n los empréstitos de guerra ingleses y franceses hay sin duda más variedad que en los alemanes. Pueden interesar los variados gustos y preferencias de los tenedores. Pero la verdad es que los empréstitos de los aliados no se han colocado, sino que están flotando en el mercado. Por otro lado, la mayor parte de los empréstitos alemanes, está en manos del que puede llamarse el último comprador — el que compra para guardar y no para especular. Los empréstitos alemanes son empréstitos populares... Más del cincuenta por ciento de los tenedores de los tres empréstitos primeros son personas que han invertido menos de 250 dólares. Gran parte de las suscripciones, fácil-mente el veinte por ciento, han salido de bancos de ahorros que-son los bancos del pueblo. La suscripción media al gran em-

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préstito inglés fué $ 2.000, al francés $ 965; al primer emprés-tito alemán $ 860 y al más reciente empréstito alemán $ 450. . . "

Esta disposición del pueblo — significativa por el patrio-tismo y la confianza que patentiza — ha podido animar al go-bierno alemán a hacer los empréstitos ulteriores también a plazos largos (hasta 20 años). "Más del 90 por ciento de los gastos de guerra — dijo el secretario de Estado Dr. Helfferich, en el Reichstag, el Io de Junio de 1916 — tendrán que ser reintegrados recién después de términos largos, mientras que en Inglaterra casi la mitad y en Francia más de la mitad de los gastos se cubrieron con créditos a corto plazo".

Hasta la amortización el pueblo alemán tendrá que sopor-tar el formidable peso del interés anual que reclama la deuda pública, pero si nos fijamos en sus recursos, en comparación con los de sus adversarios, entre ellos el banquero de los aliados, Inglaterra, su situación resulta desahogada, relativamente. " L a inmensa tensión a que se le ha sometido no ha sido en vano en cuanto a su desarrollo futuro. Su organización se ha perfec-cionado hasta un grado inesperado y la fuerza del bloqueo le ha dado al pueblo alemán lecciones de economía como ninguna otra nación las ha recibido. Cuando se restablezca la paz será tan trabajador y tan hábil inventor como lo ha sido antes. Habrá aprendido a gastar relativamente menor parte de sus entradas en alimento y vestido. Cuando los precios vuelvan a su nivel normal, gran parte de sus entradas estarán libres para capitalizarse o para pagar contribuciones. Aunque su riqueza material es casi igual a la de Inglaterra, las contribuciones antes de la guerra eran más ligeras. Las contribuciones indirectas en Alemania dejaron cerca de $ 400.000.000 contra $ 365.000.000 en Inglaterra. El pueblo alemán pagó $ 6,00 por persona; el inglés casi $ 8,00. Los impuestos directos (impuestos sobre rentas, herencias y propiedades) produjeron, en el Imperio y sus Estados, unos $ 325.000.000 en Alemania y $ 373.000.000 en Inglaterra. Alemania pagó $ 4'8 por persona, Inglaterra unos $ 8. Si los impuestos alemanes subieran solamente a la altura de los de Inglaterra, las contribuciones directas produ-cirían $ 536.000.000 en vez de"$ 400.000.000 y las contribucio-nes indirectas como $ 536.000.000 en vez de $ 325.000.000. Si se aplicara el tipo inglés de impuestos a Alemania, entraría la suma adicional de $ 345.000.000. Esto equivale al interés sobre $ 7.000.000.000, o sean las siete octavas partes de la deuda per-manente contraída por Alemania hasta la fecha (Agosto de

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1916). En otras palabras: las reservas sujetas a contribucio-nes son mucho mayores en Alemania que las de la Gran Bretaña". (1)

Luego, hay que presumir que Alemania, que en cuanto a talento organizador, descubridor e inventor, viene demostrando ser el país de las "posibilidades ilimitadas", dedicada en la paz con toda la fuerza de su intelectualidad a la ideación de recursos extraordinarios con que aliviar la carga pesada, sor-prenderá al mundo, una vez más, con algún plan vasto que resuelva el problema en poco tiempo. Ya se han indicado va-rios; entre ellos el referente al aprovechamiento perfeccionado del carbón y sus derivados, el coke y el gas, para fines de cale-facción y cocción, .sistema que, generalizado en todo el imperio, permitiría él solo saldar la colosal deuda en menos de treinta años. En fin, si esa nación ahora nos asombra con su resisten-cia tenaz, tal vez más aún nos llenará de admiración en lo Bucesivo, con sus iniciativas, beneficiosas, se sobrentiende, tam-bién para los demás pueblos que han de seguir su ejemplo como lo' hacían antes por no tener otro recurso, si no querían que-darse atrás, que hacer lo mismo: "as Germany does". (2)

En Francia esperan que la ayuda les venga de afuera. El ministro de Hacienda, M. Thierry, en una entrevista concedida con motivo del proyecto sobre los impuestos a los beneficios de la guerra, dijo al final de la "interview": " H a sido principal-mente necesario suprimir los lujos en cuanto ha sido posible. Después tuvimos que gravar otros artículos además de los su-pérfiuos. Las industrias en Francia fueron siempre una gran fuente de recursos. Es esencial que éstos sean mantenidos y aumentados. Así es que nosotros dependemos de nuestros alia-dos y esencialmente de los Estados Unidos, países que pueden ayudarnos grandemente para el renacimiento de la prosperidad de Francia por medio de la compra de los artículos de lujo de nuestra producción, sobre todo, durante el período en que esta-remos obligados a realizar las más estrechas economías para pagar todas nuestras deudas de guerra y reconstruir nuestros arruinados distritos". (3)

Resumiendo nuestra exposición de hechos en este capítulo y el precedente, llegamos a la conclusión de que la supuesta

(1) M. J . Bonn, en su antes citado trabajo. (2) «Como lo hace Alemania». (3) "La Nación", 31-8-1917.

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p r e p o n d e r a n c i a financiera de Francia en el suministro de fon-dos a los países necesitados de capital, presenta todos los s í n t o m a s de un desfallecimiento crónico incurable. Y con la debilitación de su fuerza de prestamista puesta al servicio de la política exterior, durante decenios, con habilidad grande, m e r m a r á también la influencia mundial de Francia. Inglaterra difícilmente podrá substituirla, porque tendrá que atenderse a sí misma y la India, sur de Africa, Canadá, Australia, Nueva Z e l a n d i a : todas endeudadas hasta el tope por la guerra. Por lo tanto, en vista de las ventajas que, en el orden económico lleva sobre sus rivales, parece que esté reservado a Alemania el papel de tomar en Europa, en un tiempo no lejano, la delantera en la dirección de las finanzas mundiales.

Libertad, derecho y justicia Si un individuo, sumido desde Julio de 1914 en sueño

letárgico, despertase hoy y se pusiera a parangonar el concepto ético que cada uno de los beligerantes merecía antes del cata-clismo y que, más tarde la cablegrafía se ha empeñado en gra-bar, modificándolo, en la mente de propios y extraños durante los tres años de lucha, su estupefacción no tendría límites. El enfermo, antes de caer en su sopor profundo, sabía por la esta-dística, que no miente, que Inglaterra en 1913, pagaba por gastos militares y navales un tributo de francos 33'05 por cabeza de población, contra francos 29'67 y 21'86 que se gas-taban en Francia y Alemania respectivamente (1), y lee ahora que la Gran Bretaña, encarnación del navalismo, la que exhibía su dominio absoluto de los mares como un derecho incontes-table, quiere acabar con el militarismo alemán, fuente de todos los males. Le parecía que Francia, al decir de sus amigos y enemigos y de sus propios hijos esclarecidos, era nación deca-dente, y ahora la ve viril, fuerte, moral y civilmente compacta, dando señales de virilidad indestructible, y . . . clamando como veremos, por el fortalecimiento del principio del respeto y de la autoridad, de los mismos principios que — paradoja de las paradojas — por no cuadrar dentro del estrecho marco de la democracia doctrinaria, pretende combatir como una de las

(1) Véase Monografía I I I "Ecce Albión" cap. "Militarismo y navalismo".

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finalidades principales de la guerra, ya que son ellos los que se cultivan en Alemania. Esta, que antes pasaba por país modelo en administración, justicia, ciencias, artes, letras, ver-dadero foco de irradiación intelectual y ante todo, ética, la ve el resucitado poblada de "hunos" que violan la "neutralidad" de un pequeño pueblo — que no era neutral sino satélite de Al-bión en connivencia con ella y Francia (1) — cometiendo todos los desmanes imaginables por así exigirlo la conveniencia de la prensa y de los cables de los contrarios que de algún modo necesitan desviar la extrañeza del público de tierra adentro y de los neutrales, por no haber, con toda la aplastadora superiori-dad numérica, llegado en un dos por tres a las puertas de Berlín.

¿No nació el error del gobierno francés de traspasar al principio de la guerra, casi en un ciento por ciento el límite de las emisiones de billetes de banco, de la falsa suposición de poder así cubrir de una vez todas las atenciones bélicas? ¿No declaró sir Edward Grey en su discurso del 3 de Agosto de 1914 ante los Comunes (2) — que nunca será recordado lo bastante — que debido a la protección de la poderosa flota británica, prestada al comercio inglés, Inglaterra sufriría sólo un poco más que si se mantuviese neutral?

Esta guerra es la guerra de las sorpresas, originadas por el estupendo desconocimiento recíproco de la potencialidad de las naciones hoy en lucha, y estas sorpresas incubaron la car-gante " r édame" política, puesta al servicio de su causa por los del Múltiple Acuerdo, a falta de los éxitos de guerra inme-diatos y decisivos forjados por la ilusión.

Libertad No es este el lugar para dilucidar el fundamento del aserto,

sostenido en la última etapa de la guerra, mes tras mes y día por día, por los gobernantes de los países de la "Enten te" de que la democratización de Alemania es la panacea para la futura paz europea. En la monografía VII, "La "bárbara" Alemania", describimos el régimen político alemán con res-pecto al cual el historiador suizo Baeehtold hizo estas reflexio-

(1) Véase monografía VIII "Beligerantes y neutrales. Bélgica y su neutralidad".

(2) Libro azul inglés, pág. 95.

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nes: "No sólo interesa que cada miembro de un pueblo tenga la mayor e igual participación posible en la formación activa de la voluntad del estado, sino también que el estado funcione de un modo perfecto. No está escrito en ninguna parte que la estructura constitucional de un estado tenga que responder, en lugar preferente y determinante, a doctrinas individualistas, y menos a las pertenecientes a una época espiritual pasada; ella detbe responder también a los problemas del estado plan-teados por la situación y la época. Me abstengo de juzgar, si Alemania no podría ejecutar sus tareas concretas con una orga-nización todavía más democrática; con toda seguridad su evo-lución política interna no está paralizada. Dejemos que los alemanes fijen ellos mismos el tiempo y el camino. Pero en lo que concierne a la eficacia de la organización política alemana en orden a los problemas del estado, no hay que despreciar lo siguiente: el alemán como individuo, ejercerá en la forma mt-nos influencia sobre la acción del estado que el suizo o francés, mas en una cosa puede descansar: con lo que da al país en im-puestos y demás gravámenes, trabaja su estado con una reli-giosidad y nitidez sin ejemplo".

¿Puede esta concesión que los adversarios más acérrimos de Alemania no se atreven a negársela, hacerse, siquiera en grado infinitesimal a Rusia? Y, sin embargo, Francia fué con ella a la guerra, ayudada para mayor abundamiento por arge-linos, cipayos, senegalenses, hindúes y otros representantes de las razas amarilla y négra, pretendiendo ahora pelear por " la libertad del hombre".

En medio del desvío del criterio, no faltaban algunas opi-niones sobrias, entre ellas la del viejo "communard" Jean Grave, que decía: " E l error de muchos de nuestros compa-ñeros consiste en que al justificar su participación en la guerra y predicar la defensa de nuestros derechos y nuestra libertad, traspasan todos los límites. Ellos comparan la situación pre-sente con la del año 1792. Hablan de la "esencia de la liber-t a d " y que Europa ha movilizado contra Alemania. Todo esto son frases huecas. En el año 1792 Francia rompió las cadenas de la arbitrariedad y de la monarquía absoluta. Destrozó los restos de la esclavitud feudal, conquistó las libertades políticas; se proclamó la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El pueblo se libertó porque creyó en su liberación. Aun no había aprendido por la experiencia que libertad e igualdad po-líticas son una ficción falaz mientras no exista la igualdad

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— 134 — económica. En aquel entonces estábamos frente a todas las potencias reaccionarias de Europa; tuvimos que combatir la reacción dentro y fuera del país. Ahora,' empero, no defen-demos la libertad porque no la poseemos. La guerra ha limi-tado hasta la poca que teníamos... y detrás de todo está la nación menos libre de Europa: Rusia".

¡Rusia, que formaba todo un anacronismo en la Europa moderna, pues hasta los turcos se habían modernizado, y es al mismo tiempo el prototipo del tiranizador de pueblos pequeños: finlandeses, polacos, ukranianos, bálticos, lituanos, judíos! Alemania, impulsada por el instinto de la propia conservación que aconsejaba adelantarse a los contrarios en el empleo del mismo recurso, habrá invadido la pequeña Bélgica, pero ¿no hicieron lo mismo los de la "Enten te" cuando, por instigación de Briand, autor del proyecto, sentaron sus reales en Salónica, despachándose a troche y moche en la pequeña Grecia, piso-teando su soberanía y reduciéndola por el espectro del hambre a la sumisión y a su rey a la abdicación? Albert Milhaud escribió en aquellos días en "Le Rappel": "Lo hemos dicho y repetido hasta el cansancio y los recientes acontecimientos nos dan razón. Los griegos están sin duda alguna manejados por una prensa germanófila, pero esa prensa no hubiera tenida influencia sin una malhadada disposición del pueblo helénico. Venizelos no se habría visto reducido a la impotencia si hubiese tenido detrás de sí mía mayoría tenaz y fiel". El gobierno de este hombre ¿sobre qué se apoya sino sobre las bayonetas de los ejércitos francés e inglés?

Cuando comenzó a cundir la verborragia de las frases sonoras, condensada en los lemas "lucha de la civilización con-tra , la barbarie", "defensa del derecho, de la libertad y jus-ticia", un diario porteño vespertino publicó bajo el epígrafe "Una voz sensata" un suelto que decía: "Por intermedio de Luis Bonafoux, el sangriento panfletista de "Palos y Bombos" — a quien Malatesta acaba de llamar el último internaciona-lista — Gustavo Hervé, el flamante nacionalista francés, ha publicado una protesta que merece la pena de ser reproducida para satisfacción de todos aquellos que sufrían por el espec-táculo ofrecido por los intelectuales de los países en lucha, encerrados en un absurdo círculo de desconocimiento absoluto de la intelectualidad adversaria. He aquí el valiente párrafo de Hervé: "Exceptuando algunos académicos reaccionarios y bajamente nacionalistas que representan a Francia como yo al

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papa romano ¿ quién es el francés un poco culto que no consi-dera la cultura alemana — es decir la ciencia, la música, la filosofía, la industria y el método de los alemanes — como uno de los más preciosos factores de la civilización humana? Ca-milo Saint-Saens se ha desacreditado completamente por sus ataques contra Wagner. Aparte de esto, quisiera él decir a sus lectores ¿cómo se podría enseñar música en el Conserva-torio sin Baeh, Gluck, Haendel, Haydn, Mozart, Schuibert, Mendelssohn, Schumann y, en fin, el divino Beethoven ? Cuan-do uno se llama Saint-Saens no tiene, en verdad, derecho de ostentar una mentalidad de mal tendero".

Francia quiere amparar la libertad del hombre contra la patria de Gutenberg, Lutero, Goethe, Schiller, Kant, Schelling, Hegel, Schopenhauer, Marx, Haeckel, Nietzseihe, contra la na-ción más libre de atavismos convencionales. El francés se enorgullece de llevar en sí la representación del pueblo sobe-rano. Pero este bello ideal democrático que como ningún otro principio gubernamental supone la madurez del entendi-miento político y la existencia de una gran dosis de disciplina social en la conciencia del ciudadano, era practicado en la vida francesa con una hipérbole rayana en relajamiento.

El alemán cree que esto conduce al libertinaje en Estado y familia; el alemán entiende por libertad la unión de la inde-pendencia política personal con la subordinación a la con-veniencia del interés público. Los franceses prometen a los pueblos la libertad democrática, pero las señales de esta liber-tad francesa son los principios de un jacobinismo intolerante, el egoísmo de políticos codiciosos y la dominación del pensa-miento político por una prensa sin escrúpulos. Los alemanes no prometen nada y dejan que los otros se arreglen como gus-ten. Bajo el amparo de su libertad de la prensa, libertad de sufragio, libertad de asociación, de culto y de enseñanza, no superadas por ninguna otra nación, se conforman con pensar, trabajar, dar al César lo que es del César, llevar una vida familiar y política ordenada, y tienen el gobierno que desean tener: un gobierno honesto, competente y estable, no sujeto a las perturbaciones de la politiquería ambiciosa. El coronel Stoffel, agregado militar francés en Berlín, escribía al empe-rador Napoleón I I I en Agosto de 1869, poco antes de la gue-rra : "Cualquiera que haya vivido aquí (Berlín) no negará que los prusianos son enérgicos, patriotas y que rebozan de vigor juvenil, que no están corrompidos por los placeres sen-

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suales sino que son viriles y tienen serias convicciones. ¡ Qué contraste melancólico ofrece Francia a todo esto! Habiéndose mofado de todo, ha perdido la facultad de respetar cosa al-guna. La virtud, la vida de familia', el patriotismo, el honor, la religión son presentados como objetos de risa a una genera-ción frivola y escéptica. Los teatros se han convertido en escuela de cinismo y obscenidad. El veneno se infiltra en todas partes, gota a gota, en los órganos de una sociedad igno-rante y desazonada; falta tener en ella la inteligencia o la energía de cambiar sus instituciones para adoptar otras nuevas, basadas sobre la justicia y el derecho, conforme al espíritu de los tiempos modernos y propias, ante todo, a instruirla y mora-lizarla. Así todas las bellas cualidades de la nación, la gene-rosidad, la lealtad, el encanto del espíritu, el arrojo del corazón se debilitan poco a poco a tal punto que, bien pronto, esa noble raza francesa no se recordará más que por sus defectos. Y durante ese tiempo no comprende que naciones más serias la adelantan en las sendas del progreso, y le preparan en el mundo una posición secundaria. Temo que estas opiniones no gustarán en Francia. Por correctas que sean, difieren dema-siado de lo que se dice y se asegura allí".

¿Había reaccionado Francia desde entonces! No. Había ido evolucionando poco a poco hacia un radicalismo anárquico que ha trascendido, envenenándolas, a todas las capas sociales. Patriotas como Le Bon, Sorel, Boutroux, Bergson, han tratado de detener tal proceso. En vano: la disolución de la sociedad y del pueblo adelantaba. La literatura francesa que pudo haber contribuido a orientar los espíritus, faltos de un ideal salvador, apenas si tuvo un intento de reacción después del 70, para, cambiando de forma, volver a tomar por tema la fri-volidad, el escepticismo y la negación de todo principio. Hasta tal punto llegó la disolución hace unos seis años que un diario muy leído en círculos literarios y artísticos, ' ' Comcedia 'abrió una "enquéte" entre las primeras figuras del movimiento lite-rario, a fin de ver si convendría llevar a la escena el drama clásico español — y el francés en éste inspirado — para obtener que las ideas madres del mismo: honor, patria, amor, religión, se infiltraran así, infundiendo nuevo vigor en el teatro y público caducos, desde donde sería fácil pasaran a la novela »y demás géneros literarios. El resultado fué reconocer la necesidad de ello y la imposibilidad de llevarlo a la práctica, pues tal medida lesionaría grandemente los intereses particulares de los autores

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franceses, cuyas entradas no podrían alcanzar la elevación de que gozaiban en el momento de la " e n q u é t e " .

¿Ha imperado en Franc ia durante la guerra el régimen democrático que los gobernantes de Par ís pretenden salvaguar-dar contra la l lamada autocracia mil i tar de Alemania, país en el que circulan libremente los diarios de los enemigos — faci-l idad que no se permite en Franc ia — y. se publican regular-mente las listas de las bajas , al paso que en Franc ia no se atreven a hacerlo? E l amordazado Georges Clémenceau, en uno de sus desahogos lanzó en su " L ' I I o m m e Encha íné" , a principios de 1917, estos suspiros:

"Estoy sentado delante de un papel blanco atormen-tando mi pluma para encontrar el medio de transmitir a los lectores las reflexiones que los acontecimientos actuales de Grecia y Rumania inspiran a un patriota francés. Delante de mis ojos tengo el resultado de un intento parecido de mis compañeros de prensa. Los artículos de Pichón han sido devastados por un ciclón. Las columnas del "Temps", de "L'Echo de París" — ¿quién lo hubiese jamás creído? — atravesados por mil agujeros tienen el aspecto de una espu-madora. ¿Cómo puede ser soportado tal régimen en Fran-cia, cuando el enemigo después de dos años de los combates más terribles de la historia se mantiene a ochenta kilóme-tros de París y cuando se nos ha lanzado en operaciones "de la diplomacia" y "de la estrategia balkánica" que nos han dado un resultado al revés de lo que se nos había anun-ciado pomposamente?

"La primera cuestión sería saber en qué estamos. Esto no nos es permitido. El escamoteo de las noticias es el principio fundamental del gobierno, si no el único. Yo he podido juzgar mejor que nadie las inspiraciones de la cen-sura. Todo el buen sistema de gobernar nos ha llevado adonde veis. Aún no puedo decir que lo veis verdadera-mente porque estamos más que nunca bajo el régimen auto-crático de la prohibición de ver, hablar y pensar . . .

"Leed el artículo de "la situación militar" en "Le Temps". Veréis allí que todas las apreciaciones favorables están mantenidas cuidadosamente mientras que las consi-deraciones de aspecto menos optimistas son mutiladas de una manera sistemática. Se os enseña así solamente un lado del asunto. . .

"Pensáis bien que no intentaré contestar exponiendo los hechos (más sencillos porque es esto lo que está prohibido...

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"Después de Rumania, Grecia. Aquí mi confusión crece en proporciones hasta hoy desconocidas. Decir que el blanco es negro, es empresa imposible.

"Ni siquiera se nos permite reproducir las afirmaciones de Zimmermann hechas en el Reichstag sobre los asuntos griegos. Supongo que esto no se ha hecho por miedo de revelarlos a los alemanes. Que se nos diga, pues, cómo puede ser de nuestro interés el ignorarlos". (1)

E s que Franc ia está purgando en esta guerra la carencia de virtudes — organización, orden, previsión, subordinación, prelación del principio colectivista sobre el individualista — las que, miradas aisladamente, reconocía como loables, pero que, en su eonjunto, le parecían dar pie pa ra t i ldar a loa alemanes de nación formada por una manada de ovejas sin voluntad propia e incapaz de gobernarse a sí mismos. Mas a medida que sus grandes intelectuales van informando al pueblo de la realidad desnuda, se nota una lenta pero segura metamorfosis en la apreciación de los factores éticos de esta guerra, que mu-cho honra a sus autores.

Gustavo Le Bon en su libro "P remie res Conséquences de la Guer re" , páginas 22 y 23, después de criticar el "desorden más absoluto" que al comienzo de la guerra reinaba en el apro-visionamiento del ejército se expresa as í :

"Idéntico desorden imperó en todos los servicios, espe-cialmente en la sanidad militar. A precios enormes y al azar fueron requisionados muchos hoteles para hospitales y en seguida se les echaba en olvido; a localidades sin hos-pitales se enviaban cajas botiquines; en un mismo día se designaba a los mismos médicos para ciudades diferentes; se dejaba sin medicamentos a estaciones sanitarias, mien-tras que se remitían en abundancia a sitios donde ni exis-tían lazaretos; se rehusaban pedidos urgentes de la admi-nistración porque el papel en que eran hechos no tenían la3 dimensiones reglamentarias; los heridos eran paseados de una a otra ciudad, sin saber persona alguna el destino de esos desgraciados, y los enfermeros se reclutaban sin criterio, hasta entre mozos de caballerizas.

"Es verdaderamente maravilloso que con tamaños de-fectos de preparación y la continuación, durante largos me-ses, de los más inverosímiles desórdenes, nosotros hayamos salido de esta terrible aventura sin haber sido triturados".

0 ) "La Unión" del 10 de Febrero de 1917.

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Sin duda por eso y porque comprendía que la frase alti-sonante sentimental, no contrarresta las cualidades físicas y morales del adversario, Louis Bertrand, en un panegírico dedi-cado a la unión del espíritu latino, dijo en la " Revue des Deux Mondes": "No basta con exclamar "nosotros somos latinos; somos la belleza, la libertad, la justicia y civilización"; hay que imitar el ejemplo de Alemania que ha sabido adaptarse mejor a las condiciones de vida modernas. Al hacerlo, empero, debemos conservar nuestras propias tradiciones políticas, artís-ticas y espirituales, porque sólo mediante ellas podremos alcan-zar la superioridad sobre los germanos".

Granos de semilla preciosos que si caen sobre suelo feraz, producirán espléndida cosecha. Perfeccionamiento de las mo-dalidades sui generis de cada raza, refinado con un espíritu de tolerancia — y hasta de asimilación donde exista compatibili-dad — para las otras y emulación pacífica en noble lid, entre todas las culturas y civilizaciones, por el bien de la humanidad; he aquí el postulado de la presente guerra y la esperanza de la futura paz.

Muy esperanzado se encuentra el autor de estas líneas, porque existen síntomas inequívocos de que está en gestación en todos los países una revolución de las mentes. Esta guerra ha sido necesaria para que el mundo, extraviado en prejuicios, vanidades e intolerancias, vuelva en sí. La sangría aplicada, con abundancia, a todos, mediante su acción descongestiona-dora facilita la reacción: la razón se sobrepondrá a la barata frase hecha que hará aparecer la actual generación ante las futuras como pandemonio patológico. Entretanto es intere-sante observar el adelanto del proceso de transformación de los espíritus. La buena suerte quiere que a punto de poner término a este libro, saboreemos, con deleite, una corresponden-cia de Francisco García Calderón, escrita en París en el mes de Junio de 1917, y publicada por "La Nación" el 2 de Sep-tiembre que se titula " L a Nueva Francia". Por tratarse de un trabajo de sobresaliente actualidad, lleno de sutiles obser-vaciones sociológicas de un fino espíritu escudriñador, extrac-tamos de él lo pertinente a este tema, poniendo, como siempre, por nuestra cuenta el subrayado:

"En suma, oponen (los escritores franceses) a la reno-vación anunciada la antigua crisis. Francia, dicen, avan-zaba indiferente a la más segura ruina. Molicie, abandono,

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gayas canciones acompañaban la culpable disminución de su energía. De la guerra surge vibrante y heroica; su aparente decadencia ocultaba intensas fuerzas vivas que no pueden morir. Un gran esfuerzo de reconstrucción se impone a las nuevas generaciones. La república nobilísima ha de-mostrado, en la más ardua crisis, tenacidad, unidad, modes-tia, recogimiento, silencio en el dolor, prudencia al referir su gloria evidente, nobleza en el desengaño, una terrible vo-luntad para combatir y sufrir. El galo nervioso es ya ima-gen del pasado. El pueblo instable acepta la dureza de una larga jornada angustiosa. Es preciso tan sólo prolongar las virtudes de la guerra y convertirlas en agentes de una brillante paz. Si dura la "unión sagrada" de las trincheras, un estado coherente apto para tareas en que es inevitable colaborador el tiempo, se substituirá a la inquieta demo-cracia de las facciones a una república locuaz...

"Las facciones tienden a levantar siempre una Bizancio sutil sobre el país sumiso y laborioso. Contra ellas sólo una fuerte autoridad, un ejecutivo armado puede mantener la unidad nacional. Crisis del poder presidencial, tal es la explicación consagrada del malestar democrático. Si se de-vuelve, según el espíritu de la constitución de 1875, al pre-sidente atributos caducos; si puede éste disolver asambleas intemperantes; si el senado ejerce función de grave vigilan-cia en la discordia de la cámara baja, una política más firme salvará a Francia de nuevas catástrofes.

"El parlamento defiende sus prerrogativas en la deca-dencia de las instituciones tradicionales. ¿Ha evitado erro-res en la gran guerra, ha sido el testigo solemne y verboso de batallas lejanas? Fuerza de depuración, instrumento de anarquía, ignoramos el carácter ele su acción en tres años dolientes. Quienes critican sus largas sesiones estériles piden el robustecimiento de la autoridad. Democracia es sinónimo de lentas discusiones, de arduos combates por el poder. La reforma del senado, que será consejo de intereses, junta de competencias profesionales, evitará en la cámara menor me-nudos juegos de ambiciones excesivas. Las asambleas pro-vinciales en la nueva creación política — la región — des-pojarán al parlamento de su omnipotencia. El distrito, sus preocupaciones, la voluntad de los electores invaden el vasto anfiteatro. ¿ Cómo pedir independencia a los diputados, con-tinuidad a su acción legislativa, si -viven enfeudados a pequeñas oligarquías, a intereses displicentes? No repre-sentan al pueblo francés, sino a dos o tres Bouvards de aldea que aspiran a perpetuar monopolios. Si suprimen el

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alcohol, se levanta en los distritos un clamor peligroso. O se someten los legisladores a esta difusa presión y son re-elegidos, o reaccionan contra una ominosa tiranía y el elector los abandona.

"La descentralización se presenta como panacea a los escritores atentos a la vida provincial. La región perece en la excesiva unidad francesa. La capital absorbe todas las energías sin multiplicarlas. A la variedad fecunda de países amigos y rivales de Italia, de Inglaterra, de Alemania, a la coexistencia de centros activos, de ciudades originales, co-rresponden en una Francia de cerebro exorbitante la deca-dencia de la provincia, el silencio de las grandes regiones. En la restauración política, Lyon y Burdeos rivalizarán con Taris, se volverá a la federación intelectual e indus t r ia l . . . "

"Malestar democrático", "república locuaz", "democra-cia sinónimo de lentas discusiones", "instrumento de anar-quía", "feudo de pequeñas oligarquías": tales son los epítetos que los patrióticos escritores franceses del día consagran a las instituciones públicas de su país, insistiendo en un cambio radi-cal de las costumbres políticas. Cuando éste se haya verificado, cuando la fuerte complexión del pueblo francés haya eliminado el veneno lento que amenazaba descomponer su suco vital, no faltarán literatos incorregibles que, en admiración estática á outrance por todo lo que .viene de París, proclamen la gran nueva: fué Francia la siempre progresista e iniciadora y fe-cundante la que, con su ejemplo sublime, restableció en el mundo el principio de autoridad robusta, a cuyo amparo el "estado coherente" substituye a la "inquieta democracia".

¿Y Alemania, a la que este mismo principio y la "pana-cea ' ' de una sabia descentralización le ayudaron poderosamente a ser lo que es? De Alemania no se acordarán esos escritores, porque saben que el público no puede haber olvidado las pestes que hablaron de ella durante la guerra, echándole en cara sus instituciones obsoletas.

Derecho y justicia "Ya no hay justicia en Francia". Con estas palabras la

señora de Caillaux trató de justificar el homicidio cometido en la persona del señor Calmette, director del "Fígaro", cuando se entregó a la policía. Consta que antes había preguntado a varios políticos y jurisconsultos prominentes si no existía algún medio con que reprimir las injurias y calumnias que

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llovían sobre su marido. Todos contestaron en sentido nega-tivo. El presidente de la cámara de apelación, M. Monier, le explicó que los procesos por calumnia de que son objeto per-sonalidades políticas, van a los tribunales de jurados, que sue-len absolver de culpa y cargo a los acusados. Ante la imposi-bilidad de obtener una reparación legal, la desesperada mujer tomó el revólver.

En Francia hay libertad de imprenta, casi ilimitada. Sus habitantes, que saben cuánto tiempo y cuántas luchas les ha costado conseguirla, por nada desean hacer renuncia de ella. Y hacen muy bien. La libertad de imprenta es el remedio más eficaz contra los males públicos, cualquiera que sea su natura-leza, y ningún país democrático puede consentir en su amino-ración mientras la libertad no degenere en libertinaje. Mas para que tal no suceda, no se requiere tanto leyes, que siempre adolecen de la deficiencia humana de un funcionamiento im-perfecto, como un severo dominio propio, morigeración en los hábitos, decoro de intención. En este respecto, desde hace mu-cho tiempo la prensa francesa viene dando señales de evidente relajamiento. No en todos, pero en la mayor parte de los órganos de publicidad,- la lucha por ideas ha ido degenerando, sin parar mientes en los medios de combate, en la lucha por o contra personas. El noble idealismo periodístico ha quedado relevado por un craso personalismo, en un país que, por la facilidad que presta a los políticos de oficio para subir a los puestos públicos más elevados, exige garantías éticas especial-mente fuertes contra los excesos de contiendas políticas que giran en torno de ambiciones individuales. Andando el tiempo, en ninguna nación, por regla general, la prensa ha llegado a gozar de menos prestigio que en Francia.

Y no es que lo digamos nosotros que podríamos pasar por no imparciales. Existen jueces cuya competencia no admite recusación:

"La prensa no se preocupa de ningún pensamiento o idea, o tal vez los admita en caso de servir de instrumento de vana-gloria o de arma de defensa de partidos. Círculo de intrigas, sólo deja paso libre a aquellos que se venden". (Romain Rol-land). "Cualquiera ramera del 'bulevar es más decente que un periodista del "Matin" . (León Bazalgette). "Periodista y adicto al chantage es lo mismo en Francia". (F. Jourdain). ' ' La prensa es detestable, porque no tiene ideales, no es amante de la verdad y porque se vende". (Augusto Rodin). "Nuestra

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prensa es un estaiblo de cerdos". (Paul Fort) . "La prensa es una mancha de infamia en la civilización francesa". (Emile Yerhaeren). "Los críticos se venden y son accesibles a toda clase de cohechos". (Paul Adam). "Nuestra prensa se ha c o r r o m p i d o hasta en sus raíces. El periodismo en nuestro país es peor que la prostitución; pues se envuelve en un velo de moral y decencia, y en el exterior, más allá de las fronteras, hace un efecto de la opinión pública de las mejores clases de Francia, y en verdad no es más que la expresión de un círculo de especuladores pérfidos y estafadores". (Jaurés).

Comprendida la necesidad de poner coto a los desmanes de la prensa sensacionalista para la que no existen barreras de ningún género, a principios de 1917 se ha formado en París una liga, llamada ' ' U n i q u e ' c u y o fin es trabajar por la modifi-cación de las leyes existentes y por suprimir la difamación en la vida pública y privada, habiendo sido designados presidentes honorarios M. Deschanel, presidente de la cámara de diputados, y el general Florentin, gran canciller de la Legión de Honor.

El proceso de la señora de Caillaux dió lugar a que, una vez más, se descorriera la cortina que ocultaba otro lunar de la vida pública francesa: la amalgamación de política y nego-cio, la mezcla de intereses individuales y generales en las per-sonas de los políticos, diputados, senadores y de los mismos ministros: "Como se recordará — decía, en aquel entonces, comentando el caso Caillaux-Calmette, la "Gaceta de Franc-for t" , con un criterio que todo conocedor de las cosas de Fran-cia ha de estimar justo — el punto de partida de la campaña iniciada por el director del "F íga ro" contra el ministro de Hacienda Caillaux, era la afirmación de hallarse éste compli-cado en varios negocios financieros de carácter dudoso. Caillaux demostró que ello era una calumnia. También pudo refutar el cargo contenido en la carta a una dama. De aspecto algo distinto es la acusación de haber des/baratado la condenación del banquero Rochette. Calme tte declaró sin rodeos que Cail-laux estaba obligado a Rochette por «haber éste facilitado deter-minadas sumas, que habían sido empleadas por Caillaux en un diario de su propiedad. El hecho de un ministro tomar dinero de personas ricas, o por tal conceptuadas, no es nada nuevo eij Francia; desde los días de Panamá se sabe esto. Tampoco es una novedad que ministros, ex ministros y candidatos a minis-tro, estén en relación íntima con institutos financieros, pudiendo hacer uso de sus medios para fines personales y políticos. Cail-

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laux mismo está al frente de una gran sociedad financiera, lo mismo que los ex ministros Dumont, Cochery y Doumer. En las compañías de finanzas e industrias hállanse diputados y senadores sin número, prestándoles su influencia, por supuesto, no gratuitamente. Ello se explica porque muchos diputados. a la vez de considerarse como representantes de sus electores, a quienes, para ser reelectos, tienen que rendirles diferentes servicios, se creen con el derecho de utilizar su posición también para fines propios. El gobierno tiene que hacerles el gusto, puesto que su existencia depende del voto de los representantes del pueblo, y no conviene enagenarse ni el voto de uno solo de ellos. Tal estado de cosas viene preocupando desde hace tiempo a muchos estadistas; se ha tratado de remediar el mal mediante una reforma electoral, pero nada práctico ha podido hacerse has-ta ahora. Otras proposiciones se hicieron: una revisión constitu-cional que librara a los ministros de su dependencia del parla-mento y, con esto, de la constante preocupación por su existen-cia ; además, una ley que prohibiera a los ministros y parlamen-tarios ser directores o miembros de sociedades financieras. Mas tales ideas tienen poca probabilidad de una pronta realización. El público francés ya se ha acostumbrado a ver cómo los parla-mentarios utilizan su mandato para hacer negocios, y de estos úl-timos no hay que esperar que consientan en la toma de medidas cuya finalidad fuera poner freno a sus actividades comerciales".

Los que en América simpatizan con la causa de los "alia-dos ' ' desean a éstos la victoria, porque creen honradamente que ella comportaría el triunfo de la democracia anglo-francesa sobre el militarismo alemán y la ultra-aristocracia (Junker-tum) prusiana. Esta convicción tan sincera como profunda, es perfectamente explicable en los que no conocen Europa de visu, o, si han ido allá, no han penetrado en la verdadera eom-j)lexión política de los países visitados. Alemania, distraída en asuntos propios, no se ha ocupado de los demás. Mientras Francia gastaba anualmente no pocos millones en " r édame" de toda clase, su rival, cometiendo un grave error psicológico, que bien caro le cuesta ahora, no hacía nada por darse a cono-cer. Y desde que estalló la guerra, los países de la "Entente" , dueños como son de los medios de comunicación, se apresuraron a intensificar, con medios inescrupulosos, la propaganda para la cual, como se sabe, existe en Francia, en el gobierno, un ministerio especial a cuyo frente, en el momento en que escri-bimos estas líneas, está M. Bouillon.

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Pero lo que constituye uno de los enigmas de esta catás-trofe, es que hasta intelectuales sudamericanos de primer rango aceptan, sin observaciones, ciegamente, como el desiderátum de organización gubernativa, esa democracia francesa e inglesa, cuando están bien claros, a la vista, sus defectos de bulto. En el fondo de todas esas ampulosidades de liberalismo, certera-mente transmitidas al extranjero por la pluma y el cable, vemos en Inglaterra una oligarquía anacrónica y en Francia un jacobinismo intolerante. Y en ambas gobierna con mano férrea la alta banca, que gusta vestirse con el ornato de la libertad y de la democracia.

Fuera necio negar la difusión bien vasta del sentimiento democrático en los dos países citados, mas es injusto no admitir, o no querer'notar, la sombra que acompaña a la luz. En la teoría, el régimen polí tico en Francia e Inglaterra será todo lo democrático que se quiera; en la práctica, ninguna de las dos naciones aventaja a Alemania. Un dato, uno sólo, ilustra este aserto, atrevido tal vez, a los ojos de muchos: hasta que el obrero francés e inglés obtuviera la protección que las geniales leyes alemanas de "previsión social" dispensan a la clase pro-letaria, que también tiene derecho, que digamos, a disfrutar los beneficios de la democracia, ha necesitado esperar, en cuanto al seguro contra accidentes, 14 y 11 años respectivamente, y 30 años en Inglaterra, por el seguro contra enfermedad, mientras que en Francia aun hoy no existe esta clase de protección. Siguiendo el ejernpio de Alemania, Inglaterra recién a los 17 años de haberlo hecho aquélla amparó a los viejos y a los 22 años a los inválidos; Francia lo hizo 1G y 22 años, respectiva^ mente, más tarde. (1)

La democracia, esto es, el gobierno del pueblo por el pue-blo, es el peldaño más alto en la escala graduada de las formas de Estado, mas para alcanzarlo con derecho y en justicia — porque sin estos postulados ninguna nación se hace acreedora a las libertades ni sabe practicarlas — es indispensable el summum de virtudes cívicas en los ciudadanos y, sobre todo, en los gobernantes. Y he aihí la más grande de las contradiccio-nes: los alemanes por el adelanto de su civismo (disciplina colec-tiva e individual, respeto a las instituciones y a las leyes, some-

(1) Pormenores acerca de esa legislación que comportaba en el sólo níio de 1913, una erogación por valor de 8i0 millones de mar-co?, hállanse en la monografía VII, "La 'bárbara' Alemania".

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timiento del interés personal al de la comunidad, instinto organizador y administrativo) merecen con más razón, quizá, que ningún otro pueblo, tener la mayor participación directa posible en el gobierno y no la tienen — o, mejor dicho, no se han preocupado de tenerla en toda la extensión que fuera lógico suponer en algunos estados de la confederación germánica como Prusia y Meeklenburgo; y, en cambio, los franceses dis-ponen de la facultad de ejercer una influencia, teóricamente ilimitada, sobre la acción del estado, y no saben hacer todo el debido uso de ella por hallarse menos preparados para el goce de las libertades cívicas que sus vecinos, a causa de la instabi-lidad y superficialidad de su carácter, el desgano de crear y respetar la autoridad y el espíritu de suficiencia que irremi-siblemente conduce al estancamiento y, por ende, al atraso.

Otro cariz presenta la vida pública de los ingleses. El culto del "self-comtrol" — que el sabio de Miguel de Unamuno, siempre jactándose de dominar tantos idiomas, confunde deplo-rablemente con el "self-governmént" que viene a ser hijo de aquél — los habilita por modo singular al ejercicio del sis-tema gubernamental democrático. La práctica y la enseñanza de largos siglos los ha habituado a guardar miramientos dignos en la observancia de las leyes escritas y no escritas. Así y con todo, i es esencialmente democrático un pueblo que desde la Magna Carta (1215) no ha sabido otorgar a todos los ciuda-danos iguales derechos electorales — base fundamental de toda democracia real y efectiva — y en el cual, por regla general, sólo los contentos, los no disidentes, los de la casta saturada, tienen acceso a las aulas universitarias y prebendas públicas* ¿Es libre, en la genuina acepción del concepto, una nación cuya mentalidad está esclavizada por un insípido uniformismo, supinos prejuicios sociales y distancias jerárquicas?

Aquí en la Argentina, durante el presente período cala-mitoso, se ha hecho un verdadero despilfarro de la fácil frase hecha en holocausto del ideal democrático, amenazado, al decir de muchos profanos, por la autocracia alemana. Pero esto fué y es un mero efecto reflejo de la causa originaria: la simpatía innata por Francia, nuestra instructora y seductora, que tan de manifiesto se pone en esta oportunidad en son de gratitud — sentimiento noble que enaltece al pueblo argentino si bien no implica la hostilidad a la adversaria fortuita de la amiga, como algunos elementos irreflexivos e irresponsables la vienen exte-riorizando con una perseverancia crónica digna de mejor causa.

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En la paz reinaba aquí mayor ecuanimidad, tal vez por-que aun no se había echado en olvido que esa llamada auto-cracia alemana no había sido óbice a que nuestro estadista Indalecio Gómez extrajera de la constitución del imperio ger-mánico (que no es siempre idéntica a la de los 26 estados que componen la federación) la norma básica de nuestra moderna ley de sufragio universal y secreto. Esa equidad, a pesar de la justa preferencia que se siente por la maestra de la juven-tud, renacerá después de la guerra cuando no esté sometida, a diario, a sugestiones unilaterales de carácter más o menos bombástico. Menos pretenciosa y por eso más libre — porque no lleva las anteojeras mentales que poco favor hacen a las preceptoras europeas, quienes por desconocerse mutuamente se llegaron a las greñas — a la Argentina no le duelen prendas para ocupar, en su día, mediante un paciente método de desen-volvimiento bajo la dirección de gobernantes de vista larga, im-perturbables ante los prejuicios de la muchedumbre vocinglera, el puesto que le corresponde entre las naciones en general y las del continente sudamericano en particular. Si en el pre-sente es un pueblo grande, será en el futuro un gran pueblo, no menos estimado por haber admitido de sus amistades, com-prensivas de todas las razas sin estrechos distingos anticuados de nacionalidades, lo bueno con que cada una desee obse-quiarla, ofreciéndoles, en retribución, su suelo y su sol que brilla, con ardor igual, sobre todos los hombres de bien que deseen compartir con nosotros la tarea de fomentar la pros-peridad del país, vengan de donde quieran venir: de' los Piri-neos occidentales u orientales, de los Apeninos, Alpes o Cár-patos, de la cuenca del Rhin o clel Támesis, del Cáueaso o de los fjords; que cuando el sol argentino se pone en las cordi-lleras, es después de haber confortado con su calor, prodigán-doles vida y fuerza, a latinos y germanos; a anglo-sajones y a eslavos y turcos, distintos en origen, cultura y costumbres, pero iguales en sentimientos de simpatía y adhesión a la idea patria: labrar la grandeza argentina.

Pisemos con pies de plomo, el terreno de las realidades políticas. ¿Cuáles son los objetivos que se persiguen en esta guerra, "con derecho y en justicia"? El número de "La Na-ción" correspondiente al 24 de Septiembre de 1917, traza, en lugar preferente, "e l mapa europeo de los aliados", cuyos

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detalles el mundo ha venido conociendo poco a poco desde que las potencias de la "Entente" , en su rechazo de la proposición de paz hecha por Alemania el 15 de Diciembre de 1916, expli-caron la quinta esencia de sus aspiraciones. El artículo de referencia es del tenor siguiente :

El mapa europeo de los aliados

"A medida que se acerca el desenlace de la guerra, los aliados van precisando sus anhelos de reivindicación terri-torial. He aquí un resumen de esas aspiraciones, a la luz de los más recientes datos publicados al respecto:

"La Gran Bretaña, los Estados Unidos, Rusia, Bélgica, Portugal, el Japón y la China no persiguen en esta guerra reivindicaciones territoriales por cuenta propia.

"Francia reclama la Alsacia, la Lorena y la cuenca del Sarre, esto es, la frontera que se estableció en 1790.

"Italia reclama el Tirol meridional, la Istria, la Dal-macia entre Zara y Spalato, con las islas adyacentes, y el puerto de Valona y su distrito.

"Serbia reclama la Bosnia, la Herzegovina y una salida al Adriático.

"Grecia reclama la Albania meridional, basta el cabo Stylos, frente a Corfú.

"Rumania reclama los territorios poblados principal-mente por rumanos que están bajo el dominio húngaro.

"Los aliados en común exigen, como medio de asegurar la futura paz del mundo, la independencia de los territorios polacos repartidos entre Rusia, Austria y Alemania, la internacionalización de Constantinopla y de los estre-chos y la emancipación de Armenia, Mesopota¿nia, Arabia, Palestina y Siria.

"Por otra parte, los yugoeslavos (serbios,- croatas y eslovenos) aspiran a constituirse en nación independiente bajo la égida de Serbia, y el nuevo país comprendería, a más de la Bosnia y la Herzegovina, los territorios actual-mente austro-húngaros de Croacia, Eslavonia, Carniola, Ca-rintia y F.stiria. Y los bohemios, moravios y eslovaques. aspiran también a independizarse.

"Si este plan se realizara, la- Turquía desaparecería por completo, Hungría perdería la mitad de su territorio, y Austria quedaría reducida a las pequeñas provincias de Austria inferior, Austria superior y Tirol septentrional, que representan en conjunto una extensión poco mayor que la de Suiza.

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"Esta modificación del mapa político de Europa paree» improbable a causa de su enormidad. Hay que compararla con la magnitud de la guerra actual para advertir que, como consecuencia de tal antecedente, no es desproporcionada".

"Añílelos de reivindicación" llama nuestro gran diario aliadófilo tales pretensiones, que le parecen "enormes", eso sí, y por tanto algo improbables de ser realizadas, pero entiende que guardan proporción con los sacrificios hechos por las ami-gas Francia e Inglaterra. Un antípoda en simpatías podría objetarle que, en orden a este punto — a la "magnitud de la guerra", que justifica una compensación adecuada — las poten-cias centrales estarían en el caso de exigir la descuartización de Rusia en las muchas nacionalidades de su composición étnica, que son más en número que las del imperio austro-húngaro, del cual la "En ten te" piensa dejar como recuerdo una Hungría reducida a la mitad y de Austria sólo las pequeñas provincias de población netamente germana, viniendo a no quedar en cambio, de Turquía, "rastro alguno". Todo en justicia, con arreglo al derecho. El antípoda podría alegar, también, que por aquello de "niño que no llora no mama", a Alemania, como contrapeso de las exigencias francesas le sería dado, en exacta relación, pedir la cesión de un territorio la cuarta parte mayor del que está ocupando en el norte de Francia, como la monar-quía dual podría reclamar todo el Véneto; pero, encarando la cuestión de la paz futura, no desde el punto de vista unilateral de uno de los bandos beligerantes, el cual, de prosperar, no traería una paz sino una tregua, pensaría tal vez que "para el vicio de pedir hay la virtud de no dar" , axioma de que lo? aliados, en su sorprendente ofuscamiento, han perdido la me-moria. Porque se necesita tener la vista turbada para venir con esas pretensiones cuando los contrarios, al final del tercer año de guerra, ocupaban 548.737 kilómetros cuadrados d« territorio enemigo (Bélgica 28.980, Francia 19.220, Rusia 280.490, Rumania 100.000, Serbia 85.867, Montenegro 14.180, Albania 20.000) contra 26.400 kilómetros cuadrados quitados a las potencias centrales, tocando de ellos 900 a los franceses y el resto de 25.500 a los rusos, con la particularidad de que esta última cifra, de suyo reducida en un 75 por ciento por la última contraofensiva austro-alemana, ha quedado contrabalan-ceada por el reciente avance alemán, coronado con la toma da Riga y Jacobstadt.

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El partidario más acérrimo de la causa de la "Entente" , en presencia de tamaño programa de modificación de la geo-grafía política europea, no puede negar su naturaleza franca-mente agresiva. Llámese "desanexión" el propósito que anima a Francia con respecto a Alsacia-Lorena, "liberación" el que guía a Italia, "expans-ión" el sueño de Rusia, los planes intrín-secos de estas naciones, unidos al anhelo de Inglaterra de poner esposas al comercio y poderío naval alemanes, significan con-quistas en el sentido más amplio de la palabra. Todos esos países quieren quedarse con algo que hoy no les pertenece, con la circunstancia agravante de cifrar su codicia en una disminución considerable de Alemania, Hungría y Austria, que afectaría a la vitalidad de las mismas y en la extinción de Tur-quía, todo lo cual — un detalle — representaría de hecho, el perenne dominio o tutelaje de 80 millones de eslavos no rusos por Rusia, país que está resultando un ejemplo viviente de la eterna verdad de lo peligroso que es conquistar la libertad cuando no se sabe qué hacer de ella.

Alemania y sus aliados ¿qué pretensiones oponían a las del Múltiple Acuerdo? Integridad territorial, evolución eco-nómica no.cohibida, libertad de los mares y garantías contra ataques futuros. Sus estadistas no se han cansado de repetirlo. El 29 de Julio de 1916 el ministro de Relaciones Exteriores alemán declaró: " E l objetivo que Alemania persigue es la libertad de los mares. El poder naval de Alemania, que con-trabalancearía al de Inglaterra, favorecería los intereses de todas las naciones del mundo. Todo poder humano requiere un contrapeso, sin el cual degenera, más tarde o más temprano, en arrogancia y en la violación de los derechos de o t ros . . . . Si la "Enten te" triunfara, el mundo no gozaría de una era de paz tranquila, puesto que la conferencia de París decretó una guerra económica permanente, que no permitiría al mundo descansar sobre las bases de una rivalidad pacífica. Ha quedado al mismo tiempo demostrado que son meras palabras hueras todo cuanto los aliados dicen de los derechos de las pequeñas naciones. Nuestros enemigos tratan de ejercer un control sobre el comercio de los países neutrales (1) y no toman en conside-ración los demás derechos de esos países>, fundándose en el principio de que no tienen consideración por el derecho, sino

(1) Aquí se alude principalmente, a Suecia, Noruega, Dinamar-ca, Holanda y Suiza.

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sólo por la fuerza, principio que pretenden hacer des-aparecer". (1)

Fué entonces Alemania la que, a mediados de Diciembre de 1916, por conducto de los representantes diplomáticos de Estados Unidos, España y Suiza, propuso la iniciación de ne-gociaciones de paz, haciendo entre otras, estas consideraciones: "Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria no se han apartado un instante del principio de que los derechos de otras naciones no fuesen compatibles con los suyos propios y sus intereses justificados. No quieren aniquilar a sus adversarios ni oprimirlos; conscientes de su fuerza militar y económica, están prontos, si necesario fuere, a continuar hasta el fin de la lucha que les fué impuesta. Mas, al mismo tiempo, están ani-madas del deseo de poner fin a este derrame de sangre y los horrores de la guerra, y por esta razón han propuesto comenzar inmediatamente las negociaciones de paz. Están convencidos de que las condiciones que propondrían, garantizarían la exis-tencia, el honor y la evolución libre de sus pueblos, formando a la vez la base para una paz d u r a d e r a . . . "

A esta iniciativa, probablemente por parecerles señal de debilidad, contestaron las potencias de la "Entente" , en sín-tesis, con el exabrupto recién nuevamente detallado por " L a Nación", y ahora, a pesar del descarte de Rusia, de las penurias cada día crecientes en la propia casa, de los sacrificios finan-cieros sin fin, y de la infructuosidad de los intentos de romper las líneas enemigas, les cuesta descender del alto pedestal que la presunción y el odio erigieran en mala hora. A falta de propia cintura de salvamento se agarran del clavo ardiendo brindado por la munificencia yanqui. Aparece entonces la exhortación de Benedicto XV, favorablemente acogida y con-testada por las potencias centrales que aceptan la idea del arbitraje internacional y de la reducción de los armamentos bélicos, y la prensa de los contrarios la rechaza bruscamente, pretendiendo que Alemania y sus tres compañeros de armas den detalles que ellos mismos se negaron a dar. (2) jQué

(1) "La Piensa" del 30 de Julio de 1916. (2) La contestación de la "Entente" a la nota del presidente

Wilson, que como el lector recordará salió a luz a los cuatro días de presentada la de Alemania y sus aliados, contenía éste párrafo: "Estos objetivos no serán dados a conocer en sus detalles, con to-das las compensaciones equitativas e indemnizaciones por los per-juicios sufridos mientras no haya llegado la hora de las negocia-ciones". ("La Prensa", 13-1-1917).

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deseos especificados puede esperarse expresen cuatro indivi-duos sentenciados a sufrir la pena capital? Si el fallo conde-natorio fué echado en justicia, con arreglo a derecho ¿a qué tanto interés por los detalles de la última voluntad de los reos en capilla ? ¡ Ejecútese!

Filosofando sobre las consecuencias de esta guerra, el cate-drático sueco Dr. Gustav F. Steffen, de Gotemburgo, uno de los sociólogos contemporáneos más eminentes y especialmente apreciado por sus libros sobre Inglaterra, que conoce a fondo, emitió, en Agosto de 1915, en la " Continental-Correspondenz ", esta opinión: " No veo, en una victoria de Inglaterra y Francia, provecho alguno para la democracia y la libertad, porque la democracia y la libertad que he observado en Inglaterra y Francia, a mi, el demócrata radical, muy poco respeto me infunden; casi tan poco como la "democracia" y la " l ibertad" de los belgas aquí en Europa y allá abajo en el negro estado •del Congo. Y la emocionante confraternidad de armas con el imperio moscovita me quita el último resto de gusto por las pretensiones democráticas y liberales de las virtuosas potencias del oeste y de la aun más virtuosa Italia".

Este juicio no se lo ha formado un sabio, alejado del mundo, sino un político, acostumbrado a seguir de cerca las orientaciones internas y externas de las naciones europeas, pues el profesor Steffen es miembro de la alta cámara del reino sueco. Para él, el odio, "ese odio, ese antagonismo mortal de principio contra el teutonismo, es el hecho psicológico más cen-tral de toda la conflagración mundial. No ha nacido recién en esta guerra. Esta guerra gigantesca de difamación, en pala-bras y dibujos, contra Alemania, se ve que tiene por objeto delinear ante el mundo un retrato, lo más ameno posible, dM alma del pueblo alemán. Pero en realidad dibuja sin darse cuenta, ante el mundo, algo muy distinto; esto es, la conciencia de Inglaterra y Francia, tal como son cuando abiertamente revelan sus más profundos y más recónditos sentimientos fra-ternales hacia el vecino alemán. Estos autoretratos de los ingleses y franceses son pruebas de una primitividad inglesa y francesa, de un atraso cultural originario, con el cual hay que contar, ahora y en un lejano futuro. ¿ Cuál es la causa de este atraso cultural? El primitivo "insularismo" espiritual

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tan innato en los franceses como en los ingleses. El extranjero, a pesar de toda cortesía exterior y hospitalidad convencional es y será siempre " le na'ive"; "e l indígena de un pobre país bárbaro". Deseo la victoria de Alemania porque estoy conven-cido de que el pueblo alemán — y seguramente no el inglés, francés, ruso o italiano — posee, para la utilización buena del éxito, el alcance y la perspicacia culturales necesarias, en pri-mer término, para el interés de toda la humanidad. También creo — y ésto está relacionado con aquéllo — que en el fondo del alma alemana yace un amor profundo a la paz que en modo alguno se encuentra en las profundidades del espíritu inglés y francés. Para los alemanes la guerra es algo muy grave, no una frivolidad de la "gloire" o de la "revanehe" como para los franceses, o "something that is good for t rade" como para los ingleses. Sólo aquel que toma la guerra muy en serio tomará también muy en serio la paz".

¿ Cuándo vendrá la paz? Eai 1918. El autor de estas líneas tuvo ocasión de recoger las impresiones de un neutral que ha visitado Londres, París y Berlín, en el mes de Julio de 1917. En Londres encontró grandes dificultades para su manuten-ción diaria; en París las cosas andaban un poco mejor; en Berlín había estrechez, no obstante lo cual se podía conseguir, sin gran trabajo, todo lo necesario. Pero prescindamos de este testigo ocular, mejor dicho bucólico, quien, dicho sea de paso, se extrañaba de lo poco que el público argentino está enterado de la verdadera situación político-militar de Europa, donde, en los países neutrales, ya se da por perdida la causa de los aliados, y atengámosnos a los partes oficiales de la "Entente" . " L a Nación" del 29 de Septiembre de 1917, bajo el epígrafe •"La lucha en los mares", publicó un grito de peligro del De-partamento de navegación británica que, dada su procedencia, reviste extraordinaria importancia, arrojando plena luz sobre las angustias de los "aliados", razón por la cual reproducimos, íntegro, este telegrama histórico:

"Los hundimientos ocasionados por los submarinos des-de el I o de Febrero equivalen al total de las pérdidas expe-rimentadas y publicadas durante los períodos anteriores que alcanza a un total de 4.500.000 toneladas.

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"Es necesario que los Estados Unidos se den cuenta de la importancia de las pérdidas marítimas, pues mediante la ayuda de dicho país nos será posible remediar esas pérdidas

"Es indudable el fracaso de los submarinos en conse-guir el objeto que con ellos se había propuesto el enemigo; jamás la Gran Bretaña podrá ser vencida por el hambre. Sin embargo, la situación está lejos de ser satisfactoria; no hemos aún llegado a una condición que permita a nuestros astilleros cubrir con sus construcciones las pérdidas ocasio-nadas por los submarinos.

"Con no ponerse término a esta amenaza los Estados Unidos se. hallarán paralizados desde el principio. Nuestro abastecimiento de víveres y municiones se mantiene eon grandes dificultades y con una base de mínima seguridad, llegando a veces a una inseguridad absoluta.

"Para la primavera los alemanes habrán hundido 200 vapores más de los que hayamos podido construir en el inter-valo y para la misma época la cosecha de este año se habrá agotado y nuestras provisiones de víveres tendrán que ser aumentadas, al paso que los Estados Unidos requerirán un gran aumento de transportes para conducir y abastecer a sus tropas.

"La cuestión que tendrán que encarar los Estados Uni-dos es de si le será posible enviar un importante contingente a Francia de acuerdo con los preparativos que está haciendo, sin restar a la navegación mundial el material marítimo ne-cesario a sus aliados.

"Las grandes y poderosas fuerzas que los Estados Uni-dos equiparán y entrenarán el invierno próximo, resultarán de una utilidad problemática si no hay vapores para su transporte, además de los que utilizan los otros ejércitos aliados para proveer las necesidades esenciales de sus tropas.

"Todos los esfuerzos hechos por los Estados Unidos se estrellarán si la Unión no resuelve anticipadamente este problema.

"Lo mejor que podrían hacer los Estados Unidos sería la construcción de vapores en tal cantidad que superara las destrucciones realizadas por el enemigo. Esto tal vez exija la construcción de 6.000.000 de toneladas de material flo-tante en un año, pero si la Unión hace un esfuerzo en este sentido, esfuerzo que sería comparable con los que han hecho los aliados, sería posible obtener tan apetecible resultado.

"Esa cantidad de tonelaje representa un total tres veces superior a las construcciones hechas por la Gran Bretaña en un año y seis veces más de lo efectuado en los Estados Uni-

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dos en el mismo lapso de tiempo. Los aliados, debido a que utilizaron sus fuerzas en la fabricación de municiones, no pueden construir vapores para cubrir las pérdidas qu« ocasiona el enemigo.

"Los alemanes, sin embargo, no hunden más de 5.000.000 de toneladas de acero por año y de acuerdo con la actual proporción los Estados Unidos producen anualmente 40.000.000 de toneladas de ese metal.

"El contrasentido más grande de la historia, sería qua la guerra se decidiese por no resolver un problema que puede ser fácilmente solucionado por una nación como I03 Estados Unidos, esto es: construyendo 6.000.000 de toneladas de vapores por año".

Vamos por pasos. La c i f ra de 4.500.000 toneladas que el gobierno inglés admite como hundidas antes del I o de Febrero de 1917 y otro tanto con posterioridad a esta fecha, exige una aclaración. Según u n radiograma de Ñauen de fecha 25 de Agosto de 1917, el secretario de Estado del ministerio alemán de Marina hizo ante la comisión principal del Reichstag decla-raciones que fueron publicadas por el diario " A . B. C . " de Madrid. A continuación extractamos algunos pá r ra fos de las mismas:

"Según se sabe por los últimos datos, en los pasados seis meses han sido hundidas en cifras redondas cinco millone.; y medio de toneladas de registro bruto, esto es por término medio al mes, 920.000, resultado que ha superado en más de un 50 por ciento las esperanzas de la mar ina . . .

"El discurso de Lloyd George, que intenta desacreditar estas cifras, y con ello llevar también la intranquilidad y la duda al pueblo alemán, es, en lo que se refiere a la guerra submarina, una manifestación artificiosa de los números. Según conviene a Llo3Td George en su aducción de pruebas, fija las contadas como pérdidas netas o brutas, con cuyo motivo utiliza después, además, según su necesidad, el tone-laje de registro bruto o neto en su prestidigitaeión numérica.. .

"Datos muy notables se han leído en la cámara francesa a fines de Julio por el subsecretario de Estado, M. De Mon-zie, y por el presidente del Consejo de ministros, M. Ribot, sobre la escasez del tonelaje en Francia, provocada por la guerra submarina, "Si Francia recibe tonelaje — dijo este último — vivirá y vencerá. Si no lo recibe, se hará difícil la continuación de la guerra y hasta necesariamente impo-

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sible, porque quedaría paralizado el aprovisionamiento". Y puede añadirse como dato curioso que para la terminación de 17 barcos que había en construcción desde 1914, ya en 17 grandes astilleros faltaban 12.000 toneladas de material. Para esto había prometido el Almirantazgo inglés 2.600 toneladas; pero hasta ahora sólo pudo facilitar 500 tonela-das. De la gran flota mercante japonesa sólo pudieron ser comprados tres grandes barcos. La entrada de América en la guerra ha venido a empeorar la situación, en contra de lo esperado, porque la mayoría de los buques japoneses toman con preferencia rumbo hacia América mejor que hacia occidente. Los eálculos en el pavoroso problema del tonelaje no han terminado aún. De los 700 barcos que Fran-cia puso a disposición de Inglaterra restaba una parte a consecuencia de los torpedeamientos y de las aumentadas necesidades propias".

"El secretario de Estado señaló a continuación que la mayor parte de las afirmaciones hechas por Monzie, en espe-cial las dificultades para adquirir las primeras materias necesarias para la construcción y reparación de barcos y para encontrar obreros tienen también aplicación a Ingla-terra. Por lo demás, hizo resaltar el secretario d > Estado que existía la mayor abundancia en el material y el personal necesarios para la continuación de la guerra submarina; de modo que no podría existir duda alguna sobre el sentido militar de su futura eficacia".

Ahora bien, si se tiene en cuenta que la proporción entre el tonelaje neto y el bruto es, en tiempo de paz, de 1 a 1 '7; que en tiempo de guerra esta diferencia, a causa del empleo des-considerado del tonelaje, es algo más reducida, y que, entre las declaraciones del ministro alemán y las del departamento de Navegación bri tánica media un mes largo, con, posiblemente, otras 900.000 toneladas hundidas, puede llegarse a una concor-dancia aproximadá de los dos cálculos, hechos el uno a base del tonelaje neto y el otro sobre el bruto. Pero no es la pérdida de tonelaje en sí lo que despierta el interés del observador. Este se concentra en los recursos de que disponen los países de la " E n t e n t e " pa ra compensarla.

Analicemos. De entre las vueltas y confesiones de la citada enunciación de fuente oficial, se saca con claridad abso-luta los siguientes hechos: Inglaterra (y quien dice Ingla ter ra dice Francia) no puede cubrir los hundimientos con construc-ciones nuevas; el abastecimiento de víveres y municiones es

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muy difícil, trocándose la "seguridad mínima", a veces, en "inseguridad absoluta"; la situación, que "está lejos de ser sa t is factor ia ' se complicará más aún en la primavera de 1918, que es cuando la cosecha de este año se habrá agotado, época que coincide con la intención de los Estados Unidos de empezar los grandes embarques de tropas y con su obligación de man-tener no sólo a éstas a través del océano, sino también a gran parte de los habitantes del Reino Unido, que precisamente entonces requerirán mayor número de buques para su apro-visionamiento. El único país, a juicio del departamento britá-nico competente, que podría poner remedio al mal, es Estados Unidos, con construir seis millones de toneladas de vapores por año, confesión que implicaría lógicamente la victoria aplasta-dora de las potencias centrales, de no contar sus enemigos con la ayuda yanqui. (1)

Examinemos ahora la eficacia de esa ayuda. El año en que la Gran Bretaña batió el record de construcciones navales fué 1912, con dos millones de toneladas, y la capacidad de los Estados Unidos alcanza en la actualidad a un millón. Esto lo dice el arriba copiado telegrama londinense. Para construir un vapor de 5.000 toneladas se necesita, como se sabe, un año. ¿Cabe en alguna mente humana, no yanqui, la extravagancia de que, mal preparados como están, los Estados Unidos pue-dan construir en un año 1.200 de estos vapores?

Supongamos que realizaran el milagro. " E l promedio de tonelaje necesario para las tropas, incluso el transporte de equi-pos y material, es de veinte toneladas por hombre". (2) Según un comunicado recibido por el embajador de Norte América en Buenos Aires y publicado por "La Razón" el día 29 de Mayo de 1917, los Estados Unidos pensaban, en aquel entonces, pre-parar para la guerra europea a 580.000 hombres, 40.000 oficia-les y 6.000 aviadores. En total 626.000 hombres a pasar a Eu-ropa, los cuales a razón de 20 toneladas por individuo, ocupa-rían vapores por doce millones y medio de toneladas, sin contar

(1) En el momento de corregir la prueba de estas líneas, halla-mos en un telegrama de Londres a '"La Nación" del 11 de Noviembre de 1917 la corroboración de esta verdad. El presidente de la junta de subsistencias, lord Rhondn, declaró en una reunión en Newport; "Estoy satisfeóho de que venceremos a Alemania con ayuda de nues-tros aliados los Estados Unidos".

(2) Esta verdad, ya conocida, la repitió un telegrama de Washing-ton, dirigido a "La Prensa" con fecha 3 de Mayo de 1917.

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el espacio exigido por la manutención ulterior. Y cuanto más tropas vayan, tanto más escasearán los víveres para los aliadas.

La guerra terminará dentro de un año. El Papa, ayudado por Alfonso XIII , no cesará en sus gestiones pacifi-cadoras, y la "Entente" , una vez desilusionada acerca de la utilidad de los soldados bisoños yanquis, amainará. Pero el pueblo no debe perder la esperanza de salvación. El mismo número de "La Nación" del que tomamos la antes citada no-ticia fúnebre, trae, en otro lugar, procedente de Ginebra, la confortante consolación. Reza así: " E l conocido crítico militar, coronel Feyler, examinando en "Le Journal", de esta ciudad, la probable entrada de la República Argentina en la guerra, hace notar que a partir de la primavera de 1918 la Argentina podrá poner a la disposición de los aliados 270.000 hombres, cuya instrucción completa estará de acuerdo con las tácticas modernas".

Latinismo y germanismo Lucha por la posesión del suelo y por la preponderancia

mundial o continental: he aquí, reducida a fórmula, la quinta esencia de los antagonismos entre las naciones que en los tiem-pos modernos han conducido a las guerras y condujeron a la actual. Entre el panserbismo y el paneslavismo por un lado y la integridad teEritorial de la Doble Monarquía por el otro, existe una incompatibilidad perfecta, la que tampoco puede ser mayor entre Francia y Alemania con respecto al problema de Alsacia-Lorena. Y en cuanto a la resistencia que desde hace tres decenios vienen oponiéndose Inglaterra y Alemania, acen-tuar su carácter de predominio industrial-comercial ya resulta una vulgaridad. Mientras existan fronteras, existirán ambi-ciones nacionales, que sólo podrán ser refrenadas por la con-vicción, adquirida a fuerza de crueles desengaños, de la futi-lidad de realizar, por la violencia, los sueños dorados. Tal escarmiento lo traerá la presente guerra y con él, en un tiempo no lejano, el encaje del pensamiento mundial que hasta la mis-ma víspera de la catástrofe veía en la acción complementaria de las diversas culturas el mayor beneficio para la humanidad.

La pasión ha logrado descarriar, pasajeramente, las ideas reconciliadoras de los directores espirituales. Sobrevino el

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"terremoto filosófico" y sus temblores nos afectarán, por des-gracia, aun después de hecha la paz de las armas; mas llegará el día, y pronto, en que el mundo latino, mirando hacia atrás, se quedará pasmado ante el aspecto del océano de tinta vertida, con devoción, por una causa imaginariamente sacrosanta: la liberación del latinismo de las garras del germanismo, preocu-pación la mayor, en bulto, que de su género conoce la historia y que recuerda los celos religiosos de las cruzadas medioevales. Pero mientras que éstas se dirigían a un objeto tangible — la conquista de Palestina — la exaltación de los escritores y ora-dores erigidos en paladines de la latinidad amenazada, se gasta en meras fantasías, sin más realidad por base que el apasiona-miento propio, alimentado por simpatías ciegas.

Esta guerra involucra, es claro, problemas culturales de influjo decisivo sobre la evolución social futura. Pero muchos de los que están divagando por entre las sombras de la abstrac-ción, arremetiendo, lanza en ristre, contra los espectros de su imaginación, confunden origen y consecuencia. Esos proble-mas existían en estado latente antes de la guerra y ésta, fertili-zándolos con lecciones diarias, ha venido a precipitar su solu-ción. Ella es, por consiguiente, el efecto ético y sociológico de la conflagración, no su causal determinante, la cual, con su base étnica-geográfica-histórica, reúne condiciones nada éticas ni filosóficas sino bien condensadas y palpables, a tal extremo que, antes del mes de Agosto de 1914, los gérmenes de conflicto, reales y positivos, que han hecho hablar a las armas, estaban en la mente del menos versado en política europea, en tanto que nadie recuerda haber oído hablar del ahora pretendido con-traste incompensable de las dos culturas recién declaradas como pooo menos que enemigas mortales.

El autor de este libro es de los que creen en la victoria del principio del Estado sobre el del individualismo disolvente, cual-quiera que sea el resultado militar de la guerra. Con lo cual que-da dicho que nos imaginamos esa victoria como producto de la pacífica revolución de los espíritus accesibles a las enseñanzas dispensadas, en abundancia, por los hechos. Y bien, ¿ no hemos podido demostrar, en el subcapítulo "Libertad", con un testimo-nio irrefutable, que ese principio con su corolario, la disciplina social, — espantajo de tantos "enragés" adictos a la causa de los aliados, en Europa y allende los mares — ya está echando raíces en la misma Francia? Por cierto no necesitábamos espe-rar que este fenómeno se produjera a la vista del mundo en

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plena guerra: antes de estallar, se notaban en Francia síntomas inequívocos de un inteligente aprecio de la significación del civismo alemán. Había entre sus hijos preclaros quienes rin-dieran pleito homenaje al genio alemán, que más se identifica, practicándolos, con aquellos principios. Ahí está, para no ir más lejos, la conferencia dada por el célebre filósofo Boutroux, uno de los ' ' cuarenta inmortales'', en el aula de la universidad de Berlín, el día 16 de Mayo de 1913, sobre "el espíritu alemán y francés". Boutroux desarrolló la tesis de que la idea alemana propiamente dicha, a que el genio alemán se ajusta, es " la idea del conjunto", o sea la conciencia viva de que la parte existe no sólo para el conjunto sino por el conjunto, tomando de éste la facultad de la voluntad y de la acción y hasta su existencia propia, de tal suerte que, separada del conjunto, cuyo producto y componente es, no podría ser lo que es. En todas las esferas de la vida intelectual alemana, en artes, ciencias, filosofía, y hasta en la misma lengua, se puede señalar el dominio de esa idea. "Con ella — dijo Boutroux — el genio del pueblo ale-mán ha alcanzado el verdadero concepto de la libertad: " l a unificación del individuo con el conjunto".

Simpatías de los latinos neutrales

"La Nación" de Buenos Aires, en una nota editorial que contesta el escrito de agradecimiento recibido del "Comité pa-triótico francés", con motivo de los elogios tributados a Francia en ocasión de su fiesta nacional de 1916, después de dejar cons-tancia de que el sentimiento argentino en genera], y el del citado diario en particular, se ha pronunciado siempre por aquel país, dijo: " . . .pero si hubiere de buscarse razones para la adhesión evidente de íos americanos a la causa francesa, habríamos de encontrarlas, no sólo en una profundidad de temperamento, en la influencia legítima de su civilización sobre la nuestra, sino, sobre-todo, en el espectáculo de magnífica belleza moral, que es la historia toda de F r a n c i a . . . "

¿Profunda afinidad de temperamento? Afinidad, sí, como la da la comunidad de raza. Profunda, no, dada la composición de la nacionalidad argentina, formada en su base por elementos hispano-indígenas, modificados más tarde con absorbente in-fluencia •— actuando, sobre todo, en el término más débil, el indígena — por el aporte de las copiosas inmigraciones de sangre española e italiana, ambas de origen conocidamente tan

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distinto, en muchos respectos, del modo de ser francés que no necesitamos poner de relieve, detallándola, la desemejanza de rasgos fundamentales. El argentino lleva el desprendimiento hasta la exageración: el francés — empleando una metáfora — parte el comino, siendo los dos verdaderos antípodas en este concepto. Nuestra vida política, económica e intelectual se des-envuelve en un campo de vasto horizonte, abierto igualmente para los de dentro y los de afuera: orientación feliz en sus miras de sana hospitalidad cosmopolita, que está diametral-mente opuesta a la estrechez francesa, producto de un egomis-mo exclusivista que sólo admite y reconoce lo que lleva el sello de origen de la propia tierra. Y en lo tocante a la disposición espiritual, el contraste de la quietud criolla con la inquietud gala no puede ser mayor.

Ahora bien, la civilización francesa, en el último medio siglo, ha influido poderosamente, a guisa de injerto exótico, eso sí, en el movimiento intelectual de nuestro país, donde recién de poco tiempo a esta parte se notan síntomas del contrapeso ejercido, con mayores derechos de "legitimidad", dada su cepa más genuinamente latina, por la cultura española y en menor grado también por la italiana, anglo-sajona y teu-tona. Pero ese influjo exótico, si bien ha sido determinante en nuestra ciencia, arte, literatura y hasta en el albedrío de los hombres, no ha logrado apoderarse de la mujer argentina, excepción hecha en la "moda" que desde París tiraniza al sexo femenino del oribe entero. Contentos podemos estar de que en el medio ambiente de nuestras esposas e hijas imperen aún los sanos principios que la hija aprendiera de la madre España, en cuya corona son estos los florones cuyo brillo es más puro y que despierta más alta estimación.

El libro de Jules Huret "De La Plata á la 'Cordillére des Andes" que, en medio de juicios torcidos contiene observaciones-perspicaces, abre los ojos a quienes por propia experiencia no pueden parangonar los dos países, precisamente sobre la hetero-geneidad del temperamento y nuestra suerte de no haberse la civilización francesa infiltrado en nuestras costumbres.

El sentimiento y solidaridad de la familia, el prolifismo, la patriarcalidad de las relaciones y vida argentina, los mil de-talles morales y materiales que dan la norma de cómo son nues-tros hombres y puestras mujeres, de cómo es nuestra sociedad: para cada uno de estos tópicos encontramos en el libro de Huret la descripción de un estado de cosas radicalmente distinto de

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aquel que, uno tras otro, cien viajeros y escritores, muchos de ellos franceses, nos 'han pintado de los hombres y las mujeres de Francia, sobre la sociedad de la tercera república.

Los subtítulos del capítulo "Les femmes" son asaz expli-cativos: "Vie de sacrifice — Fidélité — Loin des hommes — Pas de visite masculine — Pas de divorce — "Nous sommes des esclaves! Tel est notre gout" — y este último es la exclama-ción de una dama argentina. Dicho capítulo se abre así: "Sitót mariée et devenue mere, les plaisirs du monde ríe eomp-tent, pour ainsi diré, plus pour la femme argentine. Sa vie devient un éternel sacrifice au mari et aux enfants. Tout son bonheur vient de la; elle ne saurait prendre de plaisir ailleurs. En l'absence de son mari, elle ne sort pas, ou á peine, s'abste-nant d'aller au théatre, á la promenade, demeurant chez elle ou dans sa famille ". Y en otro lugar, Huret, después de expli • car la frialdad y hasta desprecio que rodea en nuestro país, aun dentro de su familia, a la mujer separada de su marido, a la que frecuenta amistades masculinas, aunque sea la más pequeña posible, y de presentar casos admirables de belleza moral, dice: " La vertu des argentines, ainsi mise sous la garde de la société, est indiscutable. On peut diré que l'adultere n'existe pas".

Como "pendant" de tales observaciones, copiamos de un artículo de Amado Ñervo, de cuya ponderación y ecuanimidad ¡no dudará " L a Nación" que le concedió espacio en sus colum-nas, las siguientes líneas:

"El marido y la mujer de mundo iban en el París ultra-chic de los últimos tiempos, cada uno por su lado; jamás incurrían en la cursilería de ir juntos. La mujer decía al marido: "Voy a ver a mi "flirt". Y se lo decía' con una gracia infinita.. . El marido sonreía encantado.

"Todavía quedarán en la "ville lumiére", por mucho tiempo después de la guerra, familias "mosaicos", en que ya por divorcio, ya por otras causas, cadaiiijo (de los pocos que los matrimonios parisienses se permiten), tiene un tipo radicalmente distinto, realizándose el deseo del poeta latino (aunque no en la honesta forma en que él quería que se realizase en Roma), de que los hijos se parezcan a sus pa-dres . . . (cada uno al suyo) y no a las madres solamente.

"Después del adulterio cotidiano, se bailaba el tango o se iba al teatro a ver algún nuevo caso de infidelidad, o se leía la novela verde, en que hasta el más elevado ingenio

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ponía la magia de su estilo al servicio de todas las rastrera» pasiones ajenas...

"No contentas con divorciarse cada año, esas deliciosas muñecas pintarrajeadas de la rué de la Paix encontraban aun tiempo de engañar a sus efímeros maridos, y a cada uno de distinta manera... Esto en la vida y en los libros; en los libros y en la vida (que no sabemos si era la primera la que influía en los segundos o viceversa)".

¿Dónele está, pues, la "magnífica belleza moral" que es la historia toda de Francia " ?

El pasado de Francia, al igual del de todas las demás naciones, se compone, en política, de páginas blancas y páginas negras, como nadie ignora — antes de los convencionales hubo la noche de San Bartolomé y después " la eommune" — y en el orden ético predomina el color verde, y verde bien subido, sobre todo en los tiempos de Luis XIV, XV, XVI y Napoleón III , sin excluir los del reinado de la burguesía financista, sucesora del trono de este último. Quien con tales antecedentes presente a Francia como el prototipo de la "moralidad", necesariamente no "busca razones" sino "siente simpatías".

Ellas — dice " L a Nación" — no se explican sino que se sienten. Cierto, y cuanto más profundas y sinceras sean, ma-yor es el respeto que merecen. Los conductores de pueblos, empero, que en este choque titánico de los cuerpos y de los espíritus subordinan el intelecto, por completo, al sentimiento, en favor de uno de los beligerantes, no dan con los signos de los tiempos. En este caos de dudas e impresiones que a diario se precipitan sobre la mente, confundiéndola, la humanidad necesita que sus mentores la orienten objetivamente, dándole — para satisfacer su hambre de ver, de saber :— los panes que en forma de juicios pide, y no las piedras que en forma de prejui-cios se le otorga.

Mucho contribuye a formar en la multitud esa corriente de simpatía por la "hermana mayor", el desconocimiento de las cosas de Europa. ¿Qué saben de Alemania? Que es un inmenso cuartel, un arsenal lleno de soldados y armamentos. Y ¿qué sabe esa multitud de la misma Francia, de París, el " E l Dorado" del turista "snob", donde pasa el tiempo desde el primero hasta el último momento de su permanencia en Europa, distraído en voluptuosos placeres de toda clase? ¿Cuántos llegan a conocer a fondo el alma, el espíritu, el idioma francés t

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El París "parisién", dice la puntiaguda malicia francesa, está donde ciertos huéspedes faltan.

Este desconocimiento con su incapacidad comparativa es. a no dudarlo, el mejor vehículo de la sugestión. En las masas de todos los pueblos la sugestión es contagiosa y, si se tiene en cuenta la impresionabilidad del carácter latino, muy hábilmente explotada por la Gran Bretaña con la exclusividad de su ser-vicio informativo al principio de la guerra, se explica que frases gruesas y sugestivas como "militarismo, imperialismo, autocra-cia, democracia, libertad, barbarismo", hayan predispuesto contra Alemania a una considerable porción de los habitantes de países latinos, haciéndoles concebir ideas adversas a ella "porque sí".

Con todo, hay que admitir que aun en los espíritus cultos, elevados, ecuánimes, no dados al prejuicio, es comprensible la simpatía por la causa francesa. El parentesco de raza, la similitud del régimen político, el legítimo orgullo que siente todo meridional por la magnífica historia del genio latino, son conductores de esa corriente, pero lo que no se comprende es que en los países latinos haya encontrado eco, a lo menos en la mente de muchos, la pasmosa idea, insidiosamente lanzada por los enemigos de las potencias centrales, de que el "peligro ger-mano" acabará con la civilización latina. " L a Razón" de Buenos Aires, a la que no se puede " imputa r" germanofilia, escribió:

"Dícese que debemos salvarla y conservarla. La ame-naza no está bien determinada, como tampoco la sinceridad del propósito salvador; pero como se ha invitado para con-currir a salvar esa civilización, es menester explicar, por lo menos, de lo que se trata para esbozar la respuesta. La invitación viene de Inglaterra, precisamente del país que nos sugería, imponiéndola cuando podía, la otra civilización en competencia: la anglo-sajona. Ahora el movimiento evolu-tivo es sorprendente. Nosotros, los neutrales, somos el pú-blico, pero no nos brindan el espectáculo sin hacerlo pagar, y a fe que lo pagamos caro, Rusia, Turquía, Inglaterra, Japón, Montenegro, Serbia y Bélgica se empeñan en una lucha colosal para salvar la civilización latina, como un inte-rés del espíritu simbolizado en Francia. Nada más nuevo y extraordinario. Es imponente el espectáculo que presen-tan al mundo esa reunión de razas exóticas, en que se com-bate a muerte en la civilizada Europa. ¿ Es, acaso, por la civilización latina que llegan a los campos de batalla gentes

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de la India asiática, de Africa y de América? i Van, por ventura, las sotnias de cosacos del Don y del Var, las de Arkángel y Siberia y los hijos de la tierra del Sol Naciente en pos del ideal latino 1 Es esa, sin duda, una hermosa in-vención, porque tiende a elevar a nobles propósitos las ver-daderas causas de la colosal contienda. Falta al concurso la América, neutral en la terrible lucha, y cuando se consiga, la civilización latina será salvada. De ahí la invitación a que nos hemos referido. Si fuera necesario salvar la civi-lización latina de un desastre, los medios en uso no darían el resultado que se procura; pero es que tal civilización no necesita salvadores ni conservadores. Existe porque es la base fundamental inconmovible de la civilización mundial, y subsistirá porque su espíritu, su. masa y su estética son in-mortales. La guerra tiene otras causas, que radican en el interés material, y si hay un ideal en los combatientes, es el del patriotismo que, una vez más, conduce entusiasta a las muchedumbres al sacrificio, como lo estamos contemplando día tras d í a . . . "

Pero los franceses no lo ven así, porque no les conviene. Por un lado el deseo de Francia de emanciparse, vencedora o vencida en la guerra, de la tutela de Inglaterra, a la que no la liga afinidad ética alguna, existiendo, en cambio, el recuerdo de una enemistad política y antipatía étnica seculares, y por el, otro la imposibilidad, impuesta por la realidad, de recuperar con sus fuerzas propias la influencia mundial perdida, la han inducido a la creación de un nuevo ideal: el panlatmismo, la unidad espiritual de los pueblos latinos. Bajo la hegemonía francesa, por supuesto, porque en su altivez nacional los franceses se consideran muy superiores en cultura a todos los demás pueblos latinos. Díganlo, si no, los italianos del sur de Francia, donde se les mira como seres de una casta inferior. Fué un francés, Víctor Hugo, el creador de la frase: "Europa empieza en los P i r i n e o s ' y los que han estado en París conocen los epítetos con que adornan a los sudamericanos que allí dejan sus millones. Desde antiguo, en las comedias francesas, un belga o un alsaeiano eran las personas cómicas. A Emile Ver-haeren se le llamaba con desprecio " u n belge"; refiriéndose a Camille Lemoinnier decían: "como belga es un talento admi-ra/ble"; y cuando Gabriel D'Annunzio escribió en francés " E l martirio de San Sebastián" fué recibida con refinada ironía como obra de un intruso.

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Es este uno de los fenómenos psicológicos de la presente guerra: prescindiendo de la experiencia histórica se ha apro-vechado la frase sentimental para la hipnotización de las masas, con resultado por demás favorables a quienes de tales medios han osado servirse sin escrúpulos. ¿ Qué antagonismo de inte-reses separa a Alemania de España e Italia, por ejemplo? Ninguno. Parecería natural que el interés colocase estos dos pueblos al lado de Alemania, puesto que, como ella, todos su-ifren la tiranía marítima británica. Más aún: no hay español o italiano instruido que no admita los desaires, los perjuicios po-líticos recibidos de Francia y, sin embargo, el elemento repu-blicano y radical de España y una parte de sus intelectuales — si bien en contra de eminencias como Jacinto Benavente, Ri-cardo León y Pío Baroja y de la vasta mayoría del pueblo — se ponen con sus simpatías del lado de Francia. En Italia, la mayoría del pueblo no hablaba de la preponderancia anglo-francesa en el Mediterráneo; ni de Túnez, tomada a despecho de Italia; ni de Córcega, italiana por su idioma y carácter; ni de Niza y Saboya; no se hablaba de la ventaja de la alianza que ha permitido a Italia consolidarse en paz y prosperidad: lo único de que se hablaba y en que se pensaba era el Trentino, el cual, en medio de todo, ha sido casi sin interrupción austríaco durante más de cinco siglos, mientras que Saboya es la anti-quísima cuna de la casa real italiana, Niza era hasta 1860 la capital de la provincia sarda del mismo nombre y Córcega fué genovesa desde 1284 hasta su cesión a Francia en 1768.

Bien decía por eso Yásquez de Mella: "Mucho influyen en los juicios los sentimientos y las pasiones, pero el que los tome como norma única se expone a regir sus actos por el viento. Yo conozco algún francófilo que admira la prodigiosa organización alemana, pero que decide la cuestión internacional sin consultar los intereses de España con esta razón peregrina: que le son más simpáticos los franceses, y, sobre todo, las francesas, que los alemanes y las alemanas, aunque él no ha conocido más que algunas correctas institutrices. Criterio semejante para juzgar la política de un país y los resultados de una guerra, sale fuera de toda discusión. Las pasiones no discuten, disputan".

Solidaridad latina

Las simpatías con el régimen republicano francés, de los políticos italianos y españoles que en esa dirección orientan parte de la opinión pública, han sido explotadas con mucha

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destreza por la diplomacia francesa. El embajador en Roma, señor Barrére, ha sabido quedarse con la prensa más influyente y no ha perdido ocasión alguna para poner de relieve la consan-guinidad de las dos naciones y la mancomunidad de sus fines como miembros que son de la gran familia latina. En España la propaganda por la liga de los países latinos no se ha apode-rado de sus habitantes, debido, principalmente, a que el alma española, en toda la complejidad de su composición, oculta, bajo la capa delgada de un escepticismo, a veces aterrador en la apariencia, un profundo sentimiento moral, creyente y quijo-tesco (en la honrosa acepción de la palabra) y que repele las excentricidades francesas. (1)

Y ¿qué decir de Sud América? El resultado de las ges-tiones fraternizadoras francesas, con el festejo de personali-dades representativas en París, con el envío de conferencistas prominentes, con el influjo discreto sobre la elección d« textos de enseñanza en las escuelas y universidades, el resultado, repetimos, de todo esto, será por ahora, tan poco tangible en la práctica material como el éxito de las visitas del señor Caillaux y del señor Baudin, quien, entre otras cosas, manifestó a un repórter de "La Prensa" que aconsejará a los capitalistas franceses el establecimiento de nuevas líneas de vapores, calcu-lando que se emplearán "c ien" buques más en el transporte de pasajeros y carga, pero en el orden político el resultado de esas gestiones podrá ser de positivo efecto. La bandera de la soli-daridad de los pueblos latinos ("Nous, les républiques de la race latine") es atrayente y si llega a cubrir en el continente americano idénticas aspiraciones, no estará lejano el día en que presenciemos la conversión de la idea abstracta, en realidad bien concreta, concreta en el terreno financiero-comercial. Fe-lizmente cabe esperar que los dirigentes de los destinos de los países sudamericanos que aun han quedado neutrales, no se dejen influenciar por tendencias muy bonitas en la. apariencia,

(1) La condesa de Pardo-Bazán define al Quijote en una de sus deliciosas crónicas a «La Nación», de una manera que determina concienzudamente el concepto moral de la palabra «quijotesco» por nosotros empleada. No resistimos al deseo de transcribir dicha defi-nición :

«Considerando aisladamente, el «Quijote» es varias cosas: Una escuela de buen sentido; una enseñanza profunda de las realidades de la vida; un estimulo para la honra y el valor; una fuerte escuela de patriotismo y españolismo; una doctrina de bondad y tolerancia humana y ésta es nota común de lo que Cervantes produjo»

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pero nada altruistas en el fondo, pues llevan a todas luces el sello de ventajas unilaterales. Ni a la Argentina, ni a ninguna otra nación sudamericana, les conviene otorgar preferencias, y menos exclusivismos, en el intercambio financiero-comercial. El mejor principio ha sido, es y será, la "puerta abierta"; esto es, una política que permita a las naciones europeas, a todas por igual, el libre desenvolvimiento de sus actividades. El sentimentalismo es mal consejero en la fijación de los rumbos de orientación de un pueblo consciente de su poder e indepen-dencia.

Aquí haremos una pequeña disgresión hija del deseo de demostrar en un caso clásico, el apasionamiento y la volubilidad del criterio de gente que figura en la primera línea del esce-nario político francés. Sabido es que el viaje sudamericano del señor Baudin era debido, principalmente, a la necesidad que se sentía en las esferas gubernamentales de París, de arreglar cuentas atrasadas con el Brasil, donde el comisionado anunció, sin circunloquios, un contralor financiero de parte de los acree-dores franceses, sin que en lo que va de tiempo desde aqilella visita de inspección, se hayan conocido resultados algunos de tal pretensión. Pero, como es natural, ella debió doler al amor propio fluminense por cuanto uno de los principales órganos de la prensa de Río de Janeiro, el "Jornal do Comercio", tuvo la picara ocurrencia de recordar a sus lectores una obra titulada " E l imperio alemán y el Kaiser", escrita por el señor Baudin recién en 1911. Veamos cómo este señor, que aquí cambió de hotel porque el dueño no quería despedir al "manager" por el "único delito de ser alemán de nacionalidad, se expresaba tres años y medio antes. En el prefacio del citado libro, escrito en Noviembre de 1911, páginas 10 y 11, dice: "Apuesto que cada francés, si conoce el pasado, o sabe apreciar siquiera un poco el progreso científico y ordenado, regresa de Alemania con una profunda admiración de sus instituciones públicas, de su acción social, del aspecto ventajoso de hombres y cosas, del elevado derrotero de la joven Alemania, de la amplitud de su horizonte, del ritmo tranquilo y espléndido de su vida". Hablando del gusto alemán, opina: "Ciertamente nos sonreímos: el gusto alemán aun no está muy perfeccionado y tendrá que aprender todavía mucho del francés. Pero ¿qué es esto en comparación con las cualidades maravillosas de este pueblo, cualidades de la disciplina, morales y espirituales, cualidades, de la fuer-za que no sólo le aseguran éxitos brillantes sino también

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resultados duraderos?" En la página 273, dice Baudin: "Menos que todo otro país, Alemania está inclinada a correr el riesgo de una guerra. Ninguno posee menos cualidades de jugador o aventurero. Ese es el rasgo principal de su manera de ser. Siente, indudablemente, en forma descollante el ansia de la acción. Es ambiciosa y sigue gustosamente los impulsos de la vida moderna, pero no a modo del conquistador armado. Sin duda no olvida que las victorias económicas obtenidas desde hace treinta años tienen, ante todo, sus raíces en la guerra con Francia. Pero el pueblo alemán es demasiado prudente y sereno como para pensar que una nueva guerra le sea necesaria para afianzar sus progresos portentosos. Su imperialismo y su orgullo militar no llega a perturbar su reflexión". Y en las páginas 276|7 se lee: "Alemania es pacífica, pues, más aun debido a su situación económica que a causa de sus disposiciones naturales. Mientras nuestra política no le cierre el paso, Ale-mania no tendrá quejas serias de nosotros".

¿ Cabe una apología más convincente del pacifismo alemán f El panlatinismo tuvo su apoteosis en el acto que se celebró

el 12 de Febrero de 1915 en París, en los salones de la Sorbona, " e n honor de la civilización latina". Paul Desehanel abrió la sesión, pronunciando un discurso que terminó con estas pala-bras: "Triunfará la moral, la libertad y la justicia". ¿La moral francesa, la libertad rusa y la justicia inglesa ? Después habló el valenciano Blasco Ibáñez, conocido en el mundo de las letras por su ubicuidad " in omni re scibili et quibusdam aliis" y en la Argentina por su aprovechamiento de la rumbosidad del poder ejecutivo para fines colonizadores y el ruidoso fracaso en este negocio. Sin tener en cuenta que pisaba el suelo de un país en que nada mata tanto como lo ridículo, aunque sea en-dulzado por el almíbar de la adulación, adjudicóse la represen-tación de toda la América latina ("Desde el Texas a la Tierra del Fuego, 18 naciones y 80 millones de hombres envían con ardor sus votos a Francia") y concluyó exclamando: "Nos-otros, pueblos latinos, somos tus hermanos y tus deudores, ¡oh Francia! pues tú despertaste nuestras almas, dando la indepen-dencia a los españoles de la América". ¡Tableau!

Un mes antes de la celebración de esta ceremonia un tal señor Corredor La torre, titulándose "delegado de España y de la América latina", había enviado una carta a las altas per-sonalidades sudamericanas, indicándoles que el propósito del "Comité de defensa de la cultura latina" es oponerse a la

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propaganda alemana y hacer una propaganda de solidari-dad entre todos los pueblos de raza latina, "con el fin de salvar a la civilización greco-latina, seriamente amenazada por el espí-ritu despótico y destructor de Alemania". En esa carta el señor Corredor Latorre pide la colaboración de todos los inte-lectuales latinos, la que se haría por medio de publicaciones científicas y literarias y por la formación de ligas de solidari-dad latina.

Viendo la civilización greco-latina protegida en forma tan pomposa por ese señor Corredor Latorre, se nos ocurrió la ma-liciosa duda — confesamos la tentación, aunque, como se verá, no tenemos por qué arrepentimos de ella — de si el cable, que tantas mutilaciones ha cometido en estos tiempos de mal hablar, había convertido la " c " minúscula del substantivo indicador de la profesión de los ajentes de bolsa, en " c " mayúscula, ha-ciendo así de la palabra el primer apellido del señor Latorre. Mas no volvimos a acordarnos del personaje desconocido, puesto que el referido "comité", durante bastante tiempo, no daba señales de vida, quizá debido a las dificultades con que suele tropezar la organización de empresas hijas de oficiosidades, aunque se intente desarrollarlas en uji medio ambiente tan propicio como el reinante entre los intelectuales sudamericanos, quienes, por otra parte, no necesitan estímulos para exteriorizar y practicar sus simpatías por Francia. Ellos creen, cantán-dolas, en las glorias del genio francés, con el mismo candor con que el enamorado venera las excelsas virtudes de su prometida. Será discutible el frenesí del sentimiento, la concentración, del afecto en un solo objeto, como si fuera de la novia no existiera la madre y la tía que, más que aquélla, han hecho de la Argen-tina lo que es: el sentimiento de adoración es acabadamente genuino y tierno como el perfume de la "corona de novia" y, por lo mismo, más de un intelectual habrá resistido el llama-miento como una especie de intromisión de su íntimo sentir, como cuando el alma se cierra a la profanación de su santuario por mano palurda.

Seguros estamos de que, por la misma razón, la francofilia a ultranza conceptuará nuestro juego de vocablos como una suspicacia de las más atrevidas en su género, y lo sentiremos, porque siempre es penoso subvertir ilusiones acariciadas. Pero en este caso la incisión es inevitable; urge presentar la realidad en su completa desnudez, aunque con tal motivo sé descubran deformidades, que el "chic" de París ha sabido cubrir con ves-

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tuarios, un tanto " f anés" pero guarnecidos con gusto, y siem-pre tomados prestados de la tradición y de la moda. Lo exige el interés público, que no vive sólo de palabras bien cinceladas y debe sacar en claro sobre qué bases sólidas puede cimentar la orientación positivista, no fantástica, del pueblo; y lo exige ya el amor propio de los que, por entre todos esos bellos cantos de sirena oyen, heridos en su sentido musical, el discordante "gal lo" del gallo francés, engreído como Ghanteclair de cortijo, que pretende hacer pasar por música celestial lo que en el caso "sub judice" no pasa de ser un chillido disonante.

Al grano. Bajo el epígrafe de "Asociación Franco-Sud-americana" leímos en "La Prensa", de Buenos Aires, del 3 de Diciembre de 1916 el telegrama siguiente:

"PARIS, Diciembre 2. — Se ha constituido una asocia-ción titulada France-Amérique Latine, que tendrá por ob-jeto desarrollar y mejorar las relaciones intelectuales, eco-nómicas y políticas, entre Francia y las repúblicas del Centro y de Sud América. Fué electo presidente M. Paul Doumer".

Ahí vemos, en fraternal compañía, la economía, patroci-nada a la derecha y a la izquierda por los fieles guardianes: la intelectualidad y la política. La trinidad perfecta. ¿Qué aspiración más noble puede haber para los políticos — y nada decimos de los intelectuales — que apadrinar los intereses económicos 1

Pero hay más. En aquel entonces se celebró, en Lyon, la "Semana Sudamericana", sobre cuyo objeto y finalidad el corresponsal de " L a Razón", vizconde de Laseano Tegui, nos dió algunas luces en el número correspondiente al 30 de Enero de 1917:

"La guerra — escribe — ha venido a favorecer a algu-nos países y a posponer a los otros. Inglaterra e Italia han extendido sus mercados ya. Alemania se prepara. Sólo Francia, doblada heroicamente en una lucha a muerte, ha puesto toda la fuerza de su industria al servicio de los caño-nes. Encauzar esas fuerzas de nuevo le exigirá cierto tiempo, después de firmada la paz, y para entonces su lucha econó-mica será más difícil y su debilidad para ella, por falta de hombres, mucho mayor. Su situación será, verdaderamente, desventajosa. Preparar el retorno a la vida normal, asegu-rar el éxito del comercio francés en sus antiguos mercados de América ha sido la intención que ha movido al comité parla-

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mentarlo de influencia en el exterior a organizar el congreso de la América latina, realizado en Lyon durante la primera semana de Diciembre, bajo la presidencia del subsecretario de Estado, M. Guernier, y de M. Herriot, senador y alcalde de Lyon.

"Historiadores, profesores de la universidad, banque-ros, comerciantes, industriales, presidentes de sindicatos y directores de compañías de navegación tomaron parte en las discusiones. Varios sudamericanos, en escaso número, los argentinos casi faltaban, fueron invitados a tomar parte en la conferencia, que, si bien tocó toda clase de temas, cientí-ficos, literarios y económicos, fueron estos últimos los que se llevaron todo el interés del congreso.

"El tema más interesante era, sin duda, el de la pene-tración económica de Francia en la América del Sur...

"La representación argentina en la semana latina, com-puesta por el doctor Canilla, corresponsal científico de "La Prensa", cónsul argentino en Lyon, señor Fernández Gue-rrico, y el que escribe estas líneas, recogió el honor de la claridad y de la oportunidad en sus intervenciones...

"Muchas de las tesis propuestas en la conferencia, que sólo tenían el pecado de ser demasiado líricas o no conocer la situación geográfica de América, sino que llevaban una tara burocrática tal, que iban a parar en la creación de una dificultad donde no existía ninguna.

"Fué el punto preciso en que me pareció que debía intervenir, como periodista y argentino, en el congreso.

"La publicidad, la-"reclame", son las alas de la indus-tria. Francia puede luchar con esperanzas de éxito, siem-pre que abandone sus viejos métodos de publicidad.

"Es decir, que los comerciantes depositen toda su con-fianza en la propaganda por la prensa, que es en la América el único camino viable para llegar al comprador.. .

"Entre los proyectos presentados, merecieron alguno» el aplauso de todo el congreso. Uno de ellos fué el de la Casa de la América Latina en París, museo, biblioteca y salones de reunión y conferencias para los hombres y las cosas de Sud América, que servirían para los franceses y americanos de centro de relación y de cultura.

"El profesor M. Roger expuso la idea de un intercam-bio anual de profesores franceses con los de América, y abrir en los diarios científicos franceses una sección para los co-rresponsales americanos...

"La poca asistencia de una representación sudameri-cana, me parece fué una falta imputable a los organizadores

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En este último punto nos parece estar equivocado el señor Lascano Tegui. Si la asistencia de sudamericanos a las confe-rencias de la "Semana Sudamericana" fué escasa en número, la explicación, a nuestro modo de ver, radica en el sentido común que afortunadamente es endémico en nuestro continente y no se deja distraer, por gestos líricos, en su atención fija en los designios bien materiales que éstos ocultan. Por lo' demás, nos resulta extraordinariamente gracioso ese corresponsal de "La Razón". Figúrese el lector la escena emocionante: de en medio de esa ilustre asamblea, de todos esos historiadores, profe-sores de universidad, políticos, banqueros y personas vinculadas a la industria y comercio, de todos esos graves personajes que, con aire solemne en el semblante y el rollo del discurso en el frac, esperan, impacientes, su turno para dar a luz su panegí-rico de la mancomunidad de ideales latinos, se descuelga con lozanía reconfortante, fresca como la brisa de la pampa, un porteño, y les dice en resumidas cuentas: "Eso, venerables señores, no da resultado "lá-bas". Si quieren vender artículos de París, lo cual es, por lo que veo, su honrado propósito, dé-jense de "af i lar" a mi patria con declaraciones de amor de raza, echándonos sermones sobre la solidaridad latina, y vayan a lo positivo: publiquen avisos en los diarios. Por cierto los hay muy buenos y de tarifa módica. En la Argentina "

Otro, dotado de un espíritu práctico, es el organizador de la tal "Semana Latina", diputado M. Guernier, quien, según leímos en "La Prensa" del 2 de Diciembre de 1916, declaró (el telegrama no dice a quien) que la semana de Lyon no consti-tuía un acontecimiento excepcional, sino que se repetirá cada año, celebrándose la próxima en Burdeos. Las demás mani-festaciones, por no tener desperdicio alguno, las copiamos ínte-gras, en honor a la verdad histórica y para la edificación de los creyentes en el desinterés del ídolo. M. Guernier dijo:

"Ya se han iniciado gestiones, en nombre de otras gran-des ciudades de Francia, que se interesan todas en la expan-sión económica e intelectual de Francia en la América latina.

"La semana consistirá en un cambio de ideas y opinio-nes de las personalidades más eminentes del mundo indus-trial, político, comercial, literario y jurídico.

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"El Comité France-Amérique tiene también empeño en enviar una delegación importante.

"La semana latina de Lyon es creación del comité de acción parlamentaria en el extranjero, que es partidario da la organización colectiva de las relaciones económicas e inte-lectuales de Francia, y estima que nunca serán demasiado numerosas las relaciones con el extranjero.

"Gracias a las semanas que organizará el comité, y de las conferencias interparlamentarias, quedará asegurada l¡» vinculación entre el parlamento francés y los representante* autorizados de la cultura y los intereses financieros y lax personalidades extranjeras.

"El parlamento, mejor informado con su ayuda, estar.' más dispuesto a efectuar los esfuerzos necesarios para la expansión francesa.

"Las semanas constituirán también una especie de or-ganización nacional para recibir a los sudamericanos que vengan a Francia.

"Deseo sobre todo difundir mi convicción de que la fu-tura política económica de Francia debe orientarse hacia lot países de la América latina.

"Mañana existirá una política latina, sentimental y rea-lista a la vez.

"Gracias a la penetración recíproca de los países latinos, progresarán mejor cada cual, según sus particularidades étnicas y económicas, y en mejor provecho de los interesen generales de la humanidad".

"Expans ión económica e intelectual", "organización co-lectiva de las relaciones económicas e intelectuales", "v incu-lación entre los representantes de la cultura y tinanza francesas y las personalidades ex t ran je ras" , "orientación de la política francesa hacia los países de la América l a t ina" , " l a política latina del fu tu ro será sentimental y realista a la v e z " : he aquí reunidas en lindo, armonioso " b o u q u e t " , plantas de estirpes lo más heterogéneas; comercio e intelectualidad, cultura y finanza, sentimentalismo y realismo, y todo ligado por el tenue lazo del latinismo a la francesa, de mucha vista, "de rn ie r c r i " y—-barato.

Los franceses saben adornar con elegancia. Y de esa liga-zón artística supieron hacer, durante mucho tiempo, un disfraz bonito. Hasta que, en la semana de Lyon, empezaron a can-sarse de llevarlo, acabando, medio nño más tarde, por arrojar la careta. E n " L a Nac ión" del 25 de Junio de 1917 leímos este telegrama:

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"PARIS, 24. — El comité internacional de las ligas antigermánicas, cuyo fin es salvar a los países latinos de la intrusión intelectual y económica de Alemania celebró ayer una asamblea general, bajo la presidencia del abate Wetterlé.

"Numerosas personalidades, especialmente de Francia, Inglaterra, Esipaña, Italia, Portugal, Bélgica, el Japón y el Brasil, tomaron parte en la reunión.

"Varios oradores, entre ellos sir John Pelter, el señor Lorini, alcalde de Pavía, y el señor Ireneo Machado, brasi-leño, afirmaron la inquebrantable resolución de las ligas de sus respectivos países de arrojar de ellos para siempre a los alemanes y sus productos".

La última "création" de París enseñó el rabo.

Cultura latina y germana

El "Comité de defensa de la cultura latina" ve en Alema-nia un enemigo. Pero ¿ qué es cultura ? La cultura, que en los países latinos el uso ha hecho sinónimo de civilización, hace al hombre lo que es; lo distingue del animal, del salvaje. Así la historia de la cultura es la historia del desenvolvimiento pro-gresivo de la especie humana; objeto de ella es todo lo carac-terístico que interesa saber del estado de la humanidad en determinada época y con relación a determinado pueblo his-tóricamente importante; objeto de ella son, además, todos los indicios que distinguen ese estado del de otros tiempos y otros pueblos, en un sentido esencialmente determinativo para la evolución del género humano, pero siempre bajo el punto de vista de que lo que se describe debe formar un complejo cohe-rente, dando una idea de las actividades humanas en conjunto. Ningún historiador puede hablar de Francia sin ocuparse al mismo tiempo de Alemania. Y j qué cuadro se presenta a nues-tra vista al contemplar el estado cultural de ambos países!

Partiendo de la clasificación: cultura material, cultura política, cultura espiritual, observamos respecto a la primera que en higiene corporal y alimentación, ninguno de los dos pue-blos se aventaja. En el vestido, los hombres tampoco. La mujer alemana no tiene el "ch ic" de la francesa, pero posee ese "charme" que a los extranjeros hace tan atractiva la vida íntima de la familia alemana. Ella es la que se ocupa activa-mente de la educación de sus hijas, mientras que en Francia las jóvenes de las familias "b ien" son educadas en institucio-nes religiosas. La habitación alemana de la clase obrera supera

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en mucho a la francesa. Fué un escritor francés quien habló de "logement vermineux", de las viviendas infestadas "en las que en tiempos del calor estival los niños de los obreros, haci-nados, sólo tienen una posibilidad de refrescarse... como ca-dáveres enfriados ". Y no es que en Francia sean los alquileres más caros que en Alemania, ni que el trabajador francés gane menos que el alemán, ni que la mujer francesa, madre de me-nos hijos qué la alemana, esté impedida de dedicar al adorno, aseo e higiene del hogar el mismo cuidado que ésta; la explicación tampoco está en el hecho de ocuparse el gobierno en Alemania mucho más de cuestión tan importante que el de Francia, donde se deja todo a la iniciativa individual; la explicación la halla-mos, ante todo, en el diferente grado de interés que cuanto se relaciona con el hogar merece a los mismos inquilinos y ello es lo que, desde el punto de vista cultural, conviene constatar.

En la vida económica ambas naciones son exponentes es-pléndidos del progreso. En agricultura son modelos. En las industrias se distinguen ambos por la bondad y el gusto de sus productos, sobresaliendo Alemania en siderurgia, electricidad y química, y Francia en sedería, quincalla y confección fina. El comercio es activísimo, si bien de un par de decenios a esta parte, en Francia se nota cierta estagnación, en tanto que en Alemania progresa con grandes pasos. Los ferrocarriles cons-truidos en Francia según el principio de la centralización, en Alemania sobre el de la descentralización, están en Francia en manos de empresas particulares. En Alemania los administra el estado, y lo hace tan bien que, a pesar de sacar grandes uti-lidades con las tarifas bajas, sabiamente ajustadas a las nece-sidades de la industria, la segunda clase en los trenes de pasa-jeros es igual a la primera en Francia como todo viajero ha de reconocer; así como también que las ciudades alemanas son, indiscutiblemente más limpias y ordenadas que las francesas y los edificios de las estaciones de ferrocarriles y de correos y telégrafos en Alemania los mejores de su género en el mundo. Respecto a estos últimos, el extranjero experimenta una grata sensación estética al observar que el gobierno se esmera en dar-les un estilo de arquitectura especial, adaptado al aspecto típico general de cada pueblo. Hablando de arquitectura y dejando a un lado París, no se puede negar que la de las ciudades y pueblos franceses sea, en general, bastante inferior a la de las alemanas de igual categoría y más uniforme que éstas, lo que, en parte, puede tener su explicación en el impuesto sobre las

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ventanas que desde antiguo rige en Francia y trae consigo dos inconvenientes: cierto aspecto de melancolía en la parte exte-rior y carencia de luz en el interior, lo que viene a aumentar la falta de higiene de que adolecen muchas casas francesas, cho-cando el viajero, además, con la incuria respecto a instalaciones sanitarias.

Por el deporte físico no se interesa el francés en el mismo grado que el alemán, quien en esta parte se asemeja más al inglés, escandinavo y norteamericano; y en cuanto a las diver-siones, por demás sabido es que el domingo francés y alemán se distingue, igualmente, por su alegre animación, del retraimiento del inglés. Los franceses encuentran de mal gusto la afición teutónica a la cerveza, pero hay que convenir en que este de-fecto los protege contra vicios peores: la entrega al alcoholismo en formas más acentuadas (whisky, ginebra, ajenjo, licores fuertes, etc., en Alemania de uso relativamente reducido).

Hablando ahora de la cultura política, mal puede Francia elevar a ideal propiamente latino su régimen republicano, cuando España e Italia tienen el opuesto, la monarquía, muy a satisfacción de la vasta mayoría de sus habitantes. Las sim-páticas figuras de Alfonso XI I I y Víctor Manuel, hombres de gran talento, son el orgullo y legítima esperanza de sus pueblos Ambos merecen entera confianza a tirios y troyanos en medio de las pasiones políticas. En cuanto a estas últimas, es sabido que la cordura en las deliberaciones del Reichstag se destaca agradablemente del tono exaltado que a veces se nota en el par-lamento francés sin que éste, para justificarlo, pueda invocar la mayor vivacidad del temperamento latino, porque hay otros países, más latinos en su origen, que el francés, como la Argen-tina y España, donde las discusiones parlamentarias, excepto rarísimos casos, se llevan con la mayor circunspección y pru-dencia.

Sobre el antagonismo que la ignorancia y la insidia pre-tenden abrir entre las instituciones "democráticas" de los países latinos y las "autocráticas" del imperio germano, nos extenderemos en la monografía que tratará de Alemania, con-cretándonos aquí a poner de manifiesto que en el sistema de sufragio universal ésta no le va en zaga a Francia; que si en Alemania la burocracia es potente, no lo es menos en Francia, como todo francés,,entre suspiros, reconoce, con la diferencia de que en Alemania el empleado público, sin perjuicio de su filiación política, está amparado por una ley orgánica que hace

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estable su ocupación, garantiza el ascenso por antigüedad y le evita la exoneración sin causa justificada, por mero decreto gu-bernativo, sistema este aun en uso en la mayor parte de los paí-ses latinos, con detrimento de los intereses del erario, por dejar la puerta abierta a influencias de toda clase en favor de idóneos e ineptos que deseen vivir del presupuesto. Hablando de em-pleados, debemos consignar aquí que en Francia, de todas las clases sociales cuya suerte sea relativamente mala, la peor es la del empleado de comercio. Su vida, si se exceptúa a París y a algunas otras grandes ciudades, es de lo más ardua y mo-nótona. Días feriados existen pocos y festividades de varios días no las hay en el almanaque francés, lo que se hace sentir tf;nto más cuanto que el asueto y las vacaciones de dos semanas tan generalizadas en Alemania, se desconocen absolutamente en Francia.

La administración pública alemana es reconocida por todos como ejemplo de honestidad; la justicia no lo es menos: en rapi-dez, economía e imparcialidad ("i l y a des juges á Berlín") no es superada por la de ninguna otra nación. Cuántas veos se da el caso de que el soberano de alguno de los principados alemanes, o el mismo emperador, pierde un pleito contra la comuna o un particular. En otros pueblos que se tienen por muy democráticos, llamaría la atención esto; en Alemania nadie le da importancia porque la rectitud e independencia de los jueces es cosa que se'sobreentiende.

El tercer grupo? la cultura espiritual, comprende la reli-gión. En Alemania se conserva, en Francia se combate. Que el protestantismo y el catolicismo profesados en aquel país por dos tercios y. un tercio de sus habitantes, respectivamente., estén en pugna con la cultura, ningún espíritu refinado querrá sos-tenerlo. Jorge Sorel reconoce que "es indiscutible que el catolicismo continúa todavía ganando terreno en los ambientes donde se difunde una sólida cultura. En cambio pierde terreno cada día entre las clases populares, incapaces de entender las razones que ofrece la metafísica moderna para explicar cómo el hombre puede tener una confianza absoluta en la ciencia física y creer al mismo tiempo en la incesante intervención de lo sobrenatural en nuestra vida, pomo lo exige el catolicismo".

En artes, filosofía, ciencia y literatura, vemos a los corifeos de las dos naciones disputarse las palmas del mérito, destacán-dose en el último medio siglo, Francia en pintura y escultura, mientras que la dirección de la cultura musical y la filosofía

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del ar te sigue siendo el dominio de Alemania, de la que u n crítico tan autorizado como Menéndez Pelayo se expresa en los términos siguientes:

"No puede negar el más prevenido en contra de ellos (los alemanes) que desde los últimos años del siglo XVIII hasta el momento actual, sólo en Alemania ha alcanzado la filosofía del arte un verdadero y orgánico desarrollo; sólo allí tiene verdadera historia, entendida esta palabra en el sentido de sucesión interna y lógica de ideas y de sistemas, que se engendran las unas de las otras, no por contacto for-tuito sino por derivación espontánea. No quiere esto decir que en Francia, en Inglaterra y aun en Italia y España, hayan dejado de producirse ideas aisladas y aun teorías y libros de notable precio; pero no hay para qué ocultarlo: los verdaderos monumentos de la ciencia estética durante este siglo no hay que buscarlos ni en inglés, ni en francés, n» en otra lengua que no sea la alemana. Lo que en otras na-ciones ha florecido, a veces con singular pujanza, es más bien la estética aplicada, la crítica literaria y artística, en la cual a mi ver los franceses nada tienen que envidiar a sus vecinos. Pero los fundamentos mismos de la crítica, la teoría general del arte, y mucho más la pura filosofía de lo bello, adolecen en Francia de una superficialidad notable, que los reduce a elegante discreteo, y en Inglaterra de un carácter empírico y positivo, capaz de matar en germen toda estética, aun el los que más se precian de idealistas. Hay excepciones me-morables, y ya las iremos conociendo; pero la regla general es la que queda consignada. No entendemos por eso menos-preciar en manera alguna los trabajos de la estética aplicada, sin la cual resultan vanos y estériles los más altos conceptos metafísicos. Pero Jo cierto es que desde Kant hasta ahora, tales conceptos se han elaborado en su mayor parte en Ale-mania. A ella pertenece la hegemonía intelectual de este siglo".

De los premios Nobel, adjudicados entre los años 1901 y 1911, Alemania se llevó 17, tocando a F ranc ia 8 y a la Gran Bre taña 7, en total 15.

E n materia de enseñanza escolar y universi tar ia sabido es que los otros países envían periódicamente sus expertos a Ale-mania a estudiar el sistema y los métodos que se emplean en este país con t an s ingular provecho que el analfabetismo sólo alcanza al uno por mil. (1) Las revelaciones del " T e m p s "

(1) Diccionario Enciclopédico Espasa, Barcelona, tomo 5, pá-gina 825.

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¡hechas a principios de Enero de 1912 sobre la instrucción de los reclutas de algunos regimientos de París, del norte y del este, causaron una impresión penosísima entre el público. Una investigación de ese diario había comprobado que se daba el caso de que la cuarta parte de los reclutas no sabía, parcial o totalmente, leer y escribir, necesitando 345 soldados, en un regimiento, seguir el curso de enseñanza elemental. Nadie impugnó la publicación, ni tampoco el gobierno. Para la estadística del ministerio del Interior francés bastaba, todavía en 1909, el saber escribir el nombre para no ser incluido en el grupo de analfabetos. Así se obtenía un promedio de tres por ciento, mientras que la constatación del "Temps" llegaba hasta el 9 por ciento. El "Mat in" del 16 de Julio de 1914 facilitó estas cifras: " E l ejército francés en la actualidad tiene entre sus 665.163 soldados 33.140 analfabetos, o sea el cinco por cien-to". De lo cual resultaría que Francia tiene cincuenta veces más analfabetos que Alemania.

Cómo el "método" alemán llegó a fecundizar la enseñanza escolar y universitaria en Francia, nos lo recordó Marcel Pré-ivost en uno de sus artículos para "La Prensa", del mes de Febrero de 1916. Refiriéndose al historiador francés Gabriel Monod, quien en 1874 escribió: "Pa ra un historiador, para un sabio y hasta para todo pensador, Alemania es la segunda pa-t r i a " y extendiéndose en consideraciones sobre el influjo pre-ponderante de Monod, sobre las nuevas generaciones de profe-sores, dice: "Esta acción no se hizo sensible sino después de quince o veinte años, y se ejerció al principio sobre los estudio? históricos. Pero crecía a medida que nuevos grupos de dis-cípulos habían recibido la enseñanza de Monod y se extendió poco a poco a todas las ramas de los estudios clásicos. Nada de "cursos" o de "conferencias" en los colegios o las universida-des que no estuviera compuesto, construido, nutrido, según el método alemán.. . Decir de una tesis de doctorado por ejemplo: •'Esto vale las tesis alemanas... No se haría mejor en Ale-mania", era el mayor de los elogios.

"Así, pues, que la erudición y el método alemanes tengan grandes méritos y una gran utilidad, es la evidencia misma. Que los libros de erudición pura nos faltaran; que las obras de historia se hacen demasiado pronto, preocupándonos, ante todo, la elocuencia y los primores de estilo; que nuestras ediciones elásicas no se preocupan a propósito de "Edipo en Colona"

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o de la primera "Fi l ípica" de exponer en notas, toda la mi-tología, toda la poesía, toda la historia griega, era verdad.

"Había que tomar muchas cosas y muy buenas en la eru-dición y el método alemanes. Pero era necesario tomar las muy buenas y dejar todo lo demás. Era necesario no tomarlas, co-piarlas y reproducirlas servilmente, sino adaptarlas al gusto francés, transformarlas, aligerarlas, ataviarlas de gracia y de ingenio, ajustarías, en fin, a nuestro genio nac iona l . . . "

La cultura latina y la germana"se complementan De lo expuesto se desprende que en su estado cultural res-

pectivo Francia y Alemania no son antípodas, sino que se integran mutuamente siendo en su grandioso conjunto uno de los más bellos exponentes del adelanto humano. Henri Lichten-berger, profesor de la Sorbona, dice en su obra "L'Allemagne moderne, son évolution" — y ello lo citamos para robustecer la afirmación que acabamos de hacer: " L a cultura griega se ha perpetuado en las naciones modernas, pero cada una de estas naciones nos muestra el desarrollo exagerado de un rasgo par-ticular del genio helénico. En el romano revive la sabiduría práctica y la sólida razón de los griegos; en el italiano en general su chispeante imaginación; en el español esa tendencia a la exaltación que el genio helénico dominaba con tanto cui-dado; en el inglés sentimental, esa dulce melancolía que en-vuelve toda la vida 'griega como un ligero velo; en el francés el sentimiento de la forma bella; en el alemán su profundidad de pensamiento. Así, la cultura moderna considerada en su totalidad no es sino un desenvolvimiento de la cultura antigua; pero el Eterno-Humano ya no aparece más realizado en su integridad, sea en un pueblo aislado, sea en un individuo".

Ese "sentimiento de la forma bella" lleva al francés al culto de la misma como la "profundidad de pensamiento" del alemán lo conduce al culto del contenido; tales las diferen-cias entre ambos, resultantes del carácter y del medio ambiente. Mientras el pensamiento escudriñador de éste penetra en el universo, sometiendo a su voluntad la materia bruta, la fan-tasía de aquél busca la plasticidad de las cosasj. Bajo el cielo alegre del mediodía, el meridional siente y ve las cosas de dis-tinto modo que el septentrional en la aspereza de su clima. Esta diversidad, que la serenidad de los hombres antes de sufrir la enfermiza perturbación que nosotros, atónitos, presenciamos.

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tenía por estímulo para tomar en provecho de la humanidad, de las peculiaridades relevantes de cada raza lo que adaptable fuere a las modalidades de las otras, esta diversidad, decimos, ha servido ahora para presentar a Alemania como el "coco" de la latinidad, como una especie de ogro inexorable. ¿May algo más absurdo que creer que una victoria aplastante de Ale-mania puede, en sus reflejos, acabar con el genio, el "espri t" , la elegancia, el gusto, la intensidad del placer de vivir fran-ceses, rasgos de carácter mirados por el espíritu más cosmo-polita de su vecino como el complemento de su propio modo de ser? Con la misma lógica se podría sostener que la Francia triunfante asestaría un golpe de muerte al genio, a la ética, a la mentalidad profunda, investigadora y organizadora alema-nas. Así como el carácter del individuo es invariable según nos enseña Schopenhauer, así los elementos fundamentales de la vida espiritual de las razas tampoco admiten un cambio de raíz impuesto por la fuerza. Esto es lo bueno. ¡ Qué aburrido sería el mundo si todos fuéramos de la misma manera de ser, de sentir, de pensar! ¡Piénsese por un momento lo que sería del orbe si estuviera poblado sólo por latinos, germanos, anglo-sajones o eslavos! La providencia o el destino tiene reservada a cada raza su misión a cumplir, más tarde o más temprano, pero siempre en perfecta reciprocidad cultural con las demás. Ninguna raza, y menos las europeas, ligadas/por vínculos de •todo género, puede sustraerse al influjo fecundizador de las otras, independientemente de la posición política que cada cual ocupe. Y esto es un consuelo.

Fallando los demás medios de dialéctica persuasiva, la germanofobia echa mano del " a lma" latina: "¡el alma senti-mental, el alma romántica está en peligro de muerte!" ¡El alma!

¿Hay algo más romántico que el paisaje alemán, algo más sublime que la "eroica" de Beethoven, algo más sentimental que una poesía de Heme, algo más tierno que el arrullo alemán, algo más soñador que las leyendas, algo más conmovedor que-un " l i ed" cantado por un orfeón alemán? ¿Y cómo es que ninguna nación disputa a Alemania el primer puesto en la mú-sica, esto es, el arte que más habla al corazón?

Si por algo han pecado los moradores del centro, del co-razón de Europa, ha sido por el exceso de su sentimentalismo, que hasta su unidad política los tenía dedicados por entero a. su filosofía, su arte, su poesía y alejados de la política mundial,

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dejando que otros se repartieran los continentes y ayudando hasta con sus propios hijos para que esos otros los cultivasen. Pero se da cuenta la unida Germania de que no debe perder anualmente 200.000 emigrantes; que para alimentar la pobla-ción, creciente cada año en 900.000 seres, es menester trabajar, idear máquinas y ponerlas en movimiento, elaborar mercancías, emplear buques propios en su transporte, incautarse de los pocos pedazos de tierra lejana que los demás no han querido, construir barcos armados para proteger su comercio y sus co-lonias, — y ya no es sentimental, ya no es simpática. A la nación que no sueña, a la nación que trabaja y progresa, no se le perdona ser poderosa, no se le perdona que pida su "puesto al sol" como las demás. La intrusa se ha hecho antipática.

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Indice P&ginas

Francia y la latinidad Al lector 3 Datos históricos 11

Francia e Inglaterra 1 2 Francia e Italia 2 0

La psiquis francesa 23 Alsacia -Lorena 39

Alsacia 4.Q Lorena 4 7 Actitud conciliadora de Guillermo II 5 4

Triple Entente 57 Théophile Delcassé 6 0 Recrudecimiento del nacionalismo 6 6 Ultimos preparativos de la "Entente" 6 9 Opiniones de diplomáticos belgas 7 0

Al estallar la guerra 75 Efectos de la guerra 84

Finanzas 8 4 Comercio e industria 9 6 Penurias 1 0 2

Porvenir económico 112 ¿Quién resistirá mejorV 1 1 6

Libertad, derecho y justicia 131 Libertad 1 3 2 Derecho y justicia ; 1 4 1

Latinismo y germanismo . . . 158 Simpatías de los latinos neutrales 1 6 0 Solidaridad latina 1 6 6 Cultura latina y germana 1 7 5 La cultura latina y germana se complementan. • 1 8 1