el dia_el cuartel de ingenieros y el club nautico

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22 DÍA DE FIESTA / II EL DÍA, Tenerife, domingo, 11 de marzo de 1984 En primer término, el antiguo Club Náutico y, al fondo, el cuartel del Grupo de Ingenieros, antiguo castillo de San Pedro B AJO un cielo plácido y blando, una antigua es- tampa de la ciudad, de nuestro viejo y ya desaparecido Santa Cruz. En la imagen, el cuartel del Grupo de Ingenieros y, a la derecha, el antiguo Club Náutico. Es una estampa de cuando Santa Cruz tenía sole- dad y calma, silencio y grande- za entre el bullicio. Corno valles de plata y ver- de, entonces las plazas --y con ellas las fuentes— eran como rincones en que cantaban el cristal y el oro del agua, rinco- nes en que ponían su presencia, buena presencia y elocuencia, los gritos mudos de las flores. En aquellos jardines en flor —prados entre el antiguo ado- quinado de las calles— el sol po- nía su oro en los breves paisa- jes y, cuando caía la tarde, el aire era sonoro mientras una verdadera ilusión antigua pal- pitaba en el poniente. Entonces —como ahora— las plazas, las fuentes y las flores, esperaban la noche. Hoy, a la vista de la imagen que ilustra estas líneas, bien comprende- mos que todo es historia y si- lencio. Mientras, el cielo, em- banderado con suaves violetas, tiene un preludio de estrellas. Santa Cruz, fresca y valero- sa como una espada nueva, siempre tuvo una línea de cas- tillos y baterías frente a la mar alta y libre, la de los mil cami- nos azules por los que, altivos, blancos de velas abiertas y con artillería amenazadora, nave- gaban los altivos «tres puen- tes», los «wooden walls» de la Royal Navy. En su «Historia de Santa Cruz», don Alejandro Gioranes- Santa Cruz de ayer y de hoy El cuartel de Ingenieros y el Club Náutico cu dice, por lo que respecta al pasado siglo, «el sistema de for- tificaciones de la capital se componía de tres castillos, doce baterías y dos fuertes, uno de ellos en construcción. Si se compara la lista de las fuerzas con las baterías y los reductos existentes en 1797, se podrá ver que muchos habían desapa- recido ya. Después de 1862 de- saparecen también El Pilar, Isabel II y San Telmo; Santo Domingo se derriba en 1868 y Santa Rosa en 1875. Las demás viven apenas; la Concepción, medio abandonada, subminada por las avenidas del Barranqui- 11o y la ruina de la muralla; en el castillo de San Joaquín, de La Cuesta, se ha instalado en 1898 un palomar militar. En 1894 subsistían, además de los tres castillos de Paso Alto, San Cristóbal y San Juan, tres bate- rías en Almeida, San Miguel y San Francisco, una explanada en San Pedro y tres baterías en proyecto, en San Andrés, El Bu- fadero y Las Cruces». El antiguo castillo de San Pe- dro había quedado clasificado corno simple explanada apta para su artillado y, allá por los primeros años de la década de los 20, allí se construyó el cuar- tel destinado a las tropas del Grupo de Ingenieros. Ya en 1927, se solicitó a la autoridad militar par?, con su demoli- ción, permitir una vía de enlace entre los muelles Sur y Norte. El Ramo de Guerra se mostró dispuesto a lo solicitado, pero, ya en agosto de 1945, se logró el acuerdo definitivo. El acuar- telamiento del Grupo de Inge- nieros pasó a La Cuesta y, tres años más tarde, se hizo entrega del cuartel que, demolido, dio paso a la naciente Avenida de Anaga, verdadero orgullo de la ciudad marinera que crecía —crece— a la sombra de las montañas de Anaga y, también, hacia el Sur. En la imagen, el antiguo cuartel que ya no es en la ciu- dad marinera, el que daba sombra —buena sombra— al «muellito de la frescura», al ca- ñonero de apostadero— Laya, Lauria, Recalde, Cánovas, etc.— y, también a las goletas y balandras del vivero y el sal- preso, a las de las zafras a la corvina en aguas al Sur de Ca- bo Blanco. Allí los viejos remol- cadores del puerto —Santa Cruz, Elsie, Cory, Britannia, Tenerife, Alianza, Laguna, Sa- lamanca, etc.— con las gaba- rras del carbón y los aljibes flo- tantes que, de nombres sono- ros, —Alicia, Tu^a, Jorge V, itc.— suministraban el buen agua de los nacientes de Agui- rre a los barcos con necesidad de ella. El castillo de San Pedro fue siempre un rincón de alegoría de la vieja ciudad de Santa Cruz. Con el de San Cristóbal —con los de Paso-Alto, San Juan y San Andrés— su artille- ría tronó cuando el ataque de Nelson y, luego, quedó cerca de las calles marineras, de las ca- lles de los marineros que dejan una promesa y no vuelven nun- ca más. En la imagen, playa que fue, playa con dolor de corazones rotos, playa que rompía la mar al pie del antiguo castillo, al pie del viejo Cub Náutico. El cuartel del grupo de Inge- nieros llegó a nuestros años ni- ños —como la vieja Intenden- cia, en la calle de la Marina es- quina a la de Emilio Calzadi- lla— y, su evocación, a muchos sacará la niñez, toda la peque- nez, a flor de alma. A la derecha de la imagen, el viejo Club Náutico, aquel visi- tado por el Rey Don Alfonso XIII y que, con amplia y buena historia, se abría a la playa, al viento del Atlántico. Allí, junto al castillo y el Club, el desgra- nado viento del Atlántico, las dentelladas de la mar contra los callaos de las playas, allí FIRMA DE PRIMERA LINEA NACIONAL PARA SU DELEGACIÓN EN SANTA CRUZ DE TENERIFE, PRECISA: COMERCIAL-ADMINISTRATIVO Se requiere: —Gran sentido de la responsabilidad. —Imprescindible experiencia comercial. —Cultura básica a nivel de bachiller. —Facilidad para las relaciones humanas. —Conocimientos Administrativos propios de una Administración Comercial. f EDIFICIO ~~" 4 ESTACIONES AVDA. DE VENEZUELA ESQUINA A FERMÍN MORIN ZONA CRUZ DELSEÑOR VENTA DE PISOS Y ÁTICOS 3 Y 4 DORMITORIOS CON 1 Y 2 BAÑOS donde se estrellaba el agua ver- de y blanca contra la tierra si lenciosa. Este Club Náutico, nacido a la sombra del castillo de San Pedro —entre la mar y la carre- tera de San Andrés— cambió luego de lugar y, del antiguo emplazamiento, pasó al que en la actualidad ocupa, allí donde el Muelle Norte se lanza a la mar paralelo al barranco de Tahodio. Donde hoy se alza el Club Náutico, estuvo e] castillo de San Miguel que, en 1826, fue seriamente dañado por un alu- vión. Fue reconstruido en 1860, ya en 1894 figura clasifi- cado como batería, si bien poco después como punto y fuerte de defensa fue sustituida por la de El Bufadero y la modernizada de Paso-Alto. Posteriormente, y ya desar- mado, el castillo de San Miguel fue demolido —su imagen bien se aprecia en documentos grá- ficos de los últimos años 20 y primeros de los 30— y, allí, se alzó el actual edificio del Club Náutico de Santa Cruz de Te- nerife. De las aguas remansadas al abrigo del Muelle Sur, a las que, cuando la obra crecía, aún no tenían —ya lo tienen— el re- doso, la protección a la zona que se abría a toda la mar, a to- dos los vientos, Eti la imagen, la ciudad ma- rinera de cuando sólo turbaba su paz una campana —la de la atalaya del castillo de San Cris- tóbal— y en la que todo parecía sumido en un sueño nostálgico. En aquellos años, era tan hu- mana su calma que las calles de Santa Cruz —nuestra vieja y muy querida ciudad de Santa Cruz— tenían un ensueño y un corazón. Las antiguas casonas tenían una buena antigüedad salada llena de donaire, verda- deramente portuaria. Y, ahora, aquel pasado —buen pasado— trae recuerdos, atardeceres de lejana infancia, evocaciones de cuando todos vivíamos casi en el filo de la ola, en el olor y ca- lor de todo el Atlántico isleño. Esta imagen es de cuando Santa Cruz de Tenerife vivía la estampa de los veleros rezu- mando sal y sombra en las planchas de cobre de sus fon- dos. En las playas, alta mar y marea, luz marina que caía de los cántaros del cielo y, en fon- deo y en los muelles —entonces sólo los Sur y Norte— el humo de los vapores se hacía sangre y, en espesos penachos, se ha- cía canto de toda la mar. Queremos compartir el olvi- do, los largos minutos escondi- dos en el silencio, en todo el ol- vido, pero, también, aquellos buenos tiempos de las peque- ñas olas en la dársena, el puer to con olor a mar desnudo, el viejo sol que roe las rocas de la costa, el trueno de los mares y, con él, todo un azul pintado de barcos.— Juan A. Padrón Al- bornoz COCINA TOTALMENTE AMUEBLA Y EQUIPADA. PORTERO DEVIDEO, ETC. ETC. PLAZAS OPCIONALES DEGARAGE Y TRASTERO. ¡ Materiales de primera! ALYFLQR Su Equipo de Jardinería PROYECTOS Y REALIZACIONES

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1984/03/11

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Page 1: EL DIA_EL CUARTEL DE INGENIEROS Y EL CLUB NAUTICO

22 DÍA DE FIESTA / II EL DÍA, Tenerife, domingo, 11 de marzo de 1984

En primer término, el antiguo Club Náutico y, al fondo, el cuartel del Grupo de Ingenieros, antiguo castillo de San Pedro

BAJO un cielo plácido yblando, una antigua es-tampa de la ciudad, de

nuestro viejo y ya desaparecidoSanta Cruz. En la imagen, elcuartel del Grupo de Ingenierosy, a la derecha, el antiguo ClubNáutico. Es una estampa decuando Santa Cruz tenía sole-dad y calma, silencio y grande-za entre el bullicio.

Corno valles de plata y ver-de, entonces las plazas --y conellas las fuentes— eran comorincones en que cantaban elcristal y el oro del agua, rinco-nes en que ponían su presencia,buena presencia y elocuencia,los gritos mudos de las flores.En aquellos jardines en flor—prados entre el antiguo ado-quinado de las calles— el sol po-nía su oro en los breves paisa-jes y, cuando caía la tarde, elaire era sonoro mientras unaverdadera ilusión antigua pal-pitaba en el poniente.

Entonces —como ahora— lasplazas, las fuentes y las flores,esperaban la noche. Hoy, a lavista de la imagen que ilustraestas líneas, bien comprende-mos que todo es historia y si-lencio. Mientras, el cielo, em-banderado con suaves violetas,tiene un preludio de estrellas.

Santa Cruz, fresca y valero-sa como una espada nueva,siempre tuvo una línea de cas-tillos y baterías frente a la maralta y libre, la de los mil cami-nos azules por los que, altivos,blancos de velas abiertas y conartillería amenazadora, nave-gaban los altivos «tres puen-tes», los «wooden walls» de laRoy al Navy.

En su «Historia de SantaCruz», don Alejandro Gioranes-

Santa Cruz de ayer y de hoy

El cuartel de Ingenieros y el ClubNáutico

cu dice, por lo que respecta alpasado siglo, «el sistema de for-tificaciones de la capital secomponía de tres castillos, docebaterías y dos fuertes, uno deellos en construcción. Si secompara la lista de las fuerzascon las baterías y los reductosexistentes en 1797, se podráver que muchos habían desapa-recido ya. Después de 1862 de-saparecen también El Pilar,Isabel II y San Telmo; SantoDomingo se derriba en 1868 ySanta Rosa en 1875. Las demásviven apenas; la Concepción,medio abandonada, subminadapor las avenidas del Barranqui-11o y la ruina de la muralla; enel castillo de San Joaquín, deLa Cuesta, se ha instalado en1898 un palomar militar. En1894 subsistían, además de lostres castillos de Paso Alto, SanCristóbal y San Juan, tres bate-rías en Almeida, San Miguel ySan Francisco, una explanadaen San Pedro y tres baterías enproyecto, en San Andrés, El Bu-fadero y Las Cruces».

El antiguo castillo de San Pe-dro había quedado clasificadocorno simple explanada aptapara su artillado y, allá por losprimeros años de la década delos 20, allí se construyó el cuar-tel destinado a las tropas delGrupo de Ingenieros. Ya en

1927, se solicitó a la autoridadmilitar par?, con su demoli-ción, permitir una vía de enlaceentre los muelles Sur y Norte.El Ramo de Guerra se mostródispuesto a lo solicitado, pero,ya en agosto de 1945, se logróel acuerdo definitivo. El acuar-telamiento del Grupo de Inge-nieros pasó a La Cuesta y, tresaños más tarde, se hizo entregadel cuartel que, demolido, diopaso a la naciente Avenida deAnaga, verdadero orgullo de laciudad marinera que crecía—crece— a la sombra de lasmontañas de Anaga y, también,hacia el Sur.

En la imagen, el antiguocuartel que ya no es en la ciu-dad marinera, el que dabasombra —buena sombra— al«muellito de la frescura», al ca-ñonero de apostadero— Laya,Lauria, Recalde, Cánovas,etc.— y, también a las goletas ybalandras del vivero y el sal-preso, a las de las zafras a lacorvina en aguas al Sur de Ca-bo Blanco. Allí los viejos remol-cadores del puerto —SantaCruz, Elsie, Cory, Britannia,Tenerife, Alianza, Laguna, Sa-lamanca, etc.— con las gaba-rras del carbón y los aljibes flo-tantes que, de nombres sono-ros, —Alicia, Tu^a, Jorge V,itc.— suministraban el buen

agua de los nacientes de Agui-rre a los barcos con necesidadde ella.

El castillo de San Pedro fuesiempre un rincón de alegoríade la vieja ciudad de SantaCruz. Con el de San Cristóbal—con los de Paso-Alto, SanJuan y San Andrés— su artille-ría tronó cuando el ataque deNelson y, luego, quedó cerca delas calles marineras, de las ca-lles de los marineros que dejanuna promesa y no vuelven nun-ca más.

En la imagen, playa que fue,playa con dolor de corazonesrotos, playa que rompía la maral pie del antiguo castillo, al piedel viejo Cub Náutico.

El cuartel del grupo de Inge-nieros llegó a nuestros años ni-ños —como la vieja Intenden-cia, en la calle de la Marina es-quina a la de Emilio Calzadi-lla— y, su evocación, a muchossacará la niñez, toda la peque-nez, a flor de alma.

A la derecha de la imagen, elviejo Club Náutico, aquel visi-tado por el Rey Don AlfonsoXIII y que, con amplia y buenahistoria, se abría a la playa, alviento del Atlántico. Allí, juntoal castillo y el Club, el desgra-nado viento del Atlántico, lasdentelladas de la mar contralos callaos de las playas, allí

FIRMA DE PRIMERA LINEA NACIONAL PARA SUDELEGACIÓN EN SANTA CRUZ DE TENERIFE,

PRECISA:COMERCIAL-ADMINISTRATIVO

Se requiere:—Gran sentido de la responsabilidad.—Imprescindible experiencia comercial.—Cultura básica a nivel de bachiller.—Facilidad para las relaciones humanas.—Conocimientos Administrativos propios de una

Administración Comercial.

f EDIFICIO ~~"4 ESTACIONES

AVDA. DE VENEZUELA ESQUINA A FERMÍN MORINZONA CRUZ DEL SEÑOR

VENTA DE PISOS Y ÁTICOS3 Y 4 DORMITORIOS CON 1 Y 2 BAÑOS

donde se estrellaba el agua ver-de y blanca contra la tierra silenciosa.

Este Club Náutico, nacido ala sombra del castillo de SanPedro —entre la mar y la carre-tera de San Andrés— cambióluego de lugar y, del antiguoemplazamiento, pasó al que enla actualidad ocupa, allí dondeel Muelle Norte se lanza a lamar paralelo al barranco deTahodio.

Donde hoy se alza el ClubNáutico, estuvo e] castillo deSan Miguel que, en 1826, fueseriamente dañado por un alu-vión. Fue reconstruido en1860, ya en 1894 figura clasifi-cado como batería, si bien pocodespués como punto y fuerte dedefensa fue sustituida por la deEl Bufadero y la modernizadade Paso-Alto.

Posteriormente, y ya desar-mado, el castillo de San Miguelfue demolido —su imagen biense aprecia en documentos grá-ficos de los últimos años 20 yprimeros de los 30— y, allí, sealzó el actual edificio del ClubNáutico de Santa Cruz de Te-nerife.

De las aguas remansadas alabrigo del Muelle Sur, a lasque, cuando la obra crecía, aúnno tenían —ya lo tienen— el re-doso, la protección a la zona

que se abría a toda la mar, a to-dos los vientos,

Eti la imagen, la ciudad ma-rinera de cuando sólo turbabasu paz una campana —la de laatalaya del castillo de San Cris-tóbal— y en la que todo parecíasumido en un sueño nostálgico.En aquellos años, era tan hu-mana su calma que las callesde Santa Cruz —nuestra vieja ymuy querida ciudad de SantaCruz— tenían un ensueño y uncorazón. Las antiguas casonastenían una buena antigüedadsalada llena de donaire, verda-deramente portuaria. Y, ahora,aquel pasado —buen pasado—trae recuerdos, atardeceres delejana infancia, evocaciones decuando todos vivíamos casi enel filo de la ola, en el olor y ca-lor de todo el Atlántico isleño.

Esta imagen es de cuandoSanta Cruz de Tenerife vivía laestampa de los veleros rezu-mando sal y sombra en lasplanchas de cobre de sus fon-dos. En las playas, alta mar ymarea, luz marina que caía delos cántaros del cielo y, en fon-deo y en los muelles —entoncessólo los Sur y Norte— el humode los vapores se hacía sangrey, en espesos penachos, se ha-cía canto de toda la mar.

Queremos compartir el olvi-do, los largos minutos escondi-dos en el silencio, en todo el ol-vido, pero, también, aquellosbuenos tiempos de las peque-ñas olas en la dársena, el puerto con olor a mar desnudo, elviejo sol que roe las rocas de lacosta, el trueno de los mares y,con él, todo un azul pintado debarcos.— Juan A. Padrón Al-bornoz

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