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EL DESARROLLO EN SU LUGAR (El territorio en la sociedad del conocimiento) SERGIO BOISIER Santiago de Chile, 2003

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EL DESARROLLO EN SU LUGAR (El territorio en la sociedad del conocimiento)

SERGIO BOISIER

Santiago de Chile, 2003

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TABLA DE CONTENIDO

Prefacio CAPÍTULO 1 9 Crónica de una muerte frustrada. El territorio en la globalización CAPÍTULO 2 27 Desarrollo (local): ¿de qué estamos hablando? CAPÍTULO 3 54 Sociedad del conocimiento, conocimiento social y gestión territorial CAPÍTULO 4 89 2001: la Odisea del desarrollo territorial en América Latina CAPÍTULO 5 105 Globalización, geografía política y fronteras CAPÍTULO 6 123 ¿Y si el desarrollo fuese una emergencia sistémica? Posfacio 154

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EL DESARROLLO EN SU LUGAR (El territorio en la sociedad del conocimiento)

Prefacio

En el año 1965 la revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile (ECONOMÍA) publicó, en el número 88/89 el artículo titulado “Análisis económico regional: una nota introductoria”, que marcó mi propia introducción al mundo de las publicaciones académicas en un tema que había comenzado a explorar en 1963, hace ahora cuarenta años, apenas egresado de esa misma Facultad. En 1998 la SALA CEPAL, una sala virtual de la Biblioteca de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), compiló cerca de 12.000 trabajos escritos por diversos funcionarios (378) de esta entidad desde su fundación, en una contribución de la Biblioteca a la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la Comisión, trabajo realizado por el Sr. José Besa, antiguo Jefe de la Biblioteca. En esta recopilación se citan 130 artículos o libros con mi firma, cantidad aumentada en forma no despreciable a la fecha. Esto da cuenta de una perseverancia profesional absoluta, de un compromiso inclaudicable con el tema, ético en primerísimo lugar, del desarrollo, pero del desarrollo de la y de las personas humanas y de la importancia instrumental del territorio, del hábitat, del entorno geográfico cotidiano, en la consecución de tal objetivo. No hay camino que no haya recorrido para ello. Desde las formulaciones más formales y matemáticas, aprendidas “a sangre y fuego” en el entonces Departamento de Ciencia Regional en la Universidad de Pennsylvania bajo la dirección del eminente Profesor Walter Isard, hasta las especulaciones más abstractas y heterodoxas parcialmente presentadas en este libro. Desde la inmersión en la práctica cotidiana en la otrora Oficina de Planificación Nacional de Chile, o en la CEPAL/Brasil y el Instituto de Pesquisas Económicas en el Brasil, o en la antigua Universidad del Litoral en Rosario (Argentina), o en el Proyecto PAN-72 de la Oficina de Cooperación Técnica de las NN.UU. en Panamá, o en tantas y tan diversas misiones de asesoría en tantos países, hasta sofisticadas funciones académicas y de enseñanza en universidades y en las propias Naciones Unidas (en el Instituto Latinoamericano y de Caribe de Planificación Económica y Social, ILPES). Siempre con un solo norte, como me lo

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4dijera hace poco mi entrañable amigo español Laureano Lázaro Araujo, “tratando infatigablemente de encontrar la luz en la caja negra del desarrollo territorial”. Es una tarea inconclusa, a la cual pretendo seguir contribuyendo. Sólo que cuatro décadas parece un lapso adecuado para hacer un alto señalando algunas conclusiones, aunque sean preliminares y para hacerse un regalo a sí mismo, y qué mejor que un libro que contenga reflexiones de última generación (estoy pretenciosamente creyendo que encontraré un editor). Creo firmemente que el Siglo XXI, o lo que alcancemos, como humanidad, a vivir de él, verá el triunfo definitivo de la ética, de las obligaciones morales de la persona humana, en el eterno compromiso de una sociedad para intervenir sobre ella misma a fin de recuperar el miltoniano paraíso perdido, que en su lectura actual se denomina simplemente (¿o complejamente?) como desarrollo. Estas intervenciones, comúnmente denominadas políticas públicas a favor del desarrollo, son en realidad muy recientes y su inicio varios lo fijan no antes de 1941, fecha de la firma de la Carta del Atlántico por parte de Roosevelt y Churchill, y su resultado no puede ser peor. Cualquiera sea la definición de desarrollo que se utilice, cuando se pregunta acerca de la proporción de la población mundial actual que vive en un marco calificado como de desarrollo, difícilmente la respuesta supera el 12 %, sumando con generosidad América del Norte (EE.UU. y Canadá), la Unión Europea, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Israel, y uno o dos pequeños países asiáticos y tal vez un puñado de pequeños países europeos. Se trata de un fracaso patente y creo que muchas personas estarían de acuerdo en apuntar, alternativamente, a una errada concepción del objetivo (¿se supo, o se sabe, qué es en efecto, el desarrollo?) o a un errado diseño de los programas y proyectos que dieron forma a las políticas. Mi apuesta es más radical y al mismo tiempo más lógica: tanto el objetivo como los instrumentos han estado mal definidos, en general. Como esta es una afirmación rotunda, hay que saber leerla: la propuesta de Dudley Seers es correcta, pero, ¿en cuántos países y durante cuánto tiempo, se ha usado la definición, simplísísima por lo demás, de Seers? Por eso creo firmemente, con Hirschmann, en la necesidad, subrayo, ética, de ser heterodoxo e iconoclasta, de tener la osadía de pensar en forma radicalmente distinta, de atreverse a romper esquemas, porque hacer más de lo mismo sólo puede agravar la situación de la mayoría de la gente. En 1976, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, de España, a través de su Centro de Perfeccionamiento, publicó mi primer libro: Diseño de Planes Regionales (publicado en 1981 en inglés por el ILPES y el ISS de La Haya con el título Planning a System of Regions), un libro que ahora lo calificaría (sin desconocer sus méritos) como una verdadera oda a la racionalidad instrumental que alcanzó su cúspide en la década de los años 60. De ahí para adelante mi separación de la visión positivista y tecnocrática del desarrollo ha sido permanente y un hito importante en este camino fue la publicación en 1982 del libro Política económica, organización social y desarrollo regional, en versiones en español y en inglés, ambas realizadas por el ILPES. Hay otros libros y muchos artículos en el camino. Pero si se me pidiera señalar una reflexión preferida, es la que cierra este libro, ¿Y si el desarrollo fuese una emergencia sistémica?, un artículo recién terminado a fines del año 2002. Como una persona ya retirada de las NN.UU. puedo darme lujos intelectuales que están por encima de los temas u obligaciones contingentes y jamás olvido que el

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5primer artículo científico de Humberto Maturana y Francisco Varela, que describía su experimento inicial sobre la neurofisiología del conocimiento fue rechazado por cinco prestigiosas revistas académicas del “primer mundo” por considerarlo o irrelevante o de escasa calidad o simplemente por provenir del “tercer mundo”. Así pues, dispongo de plena libertad para pensar diferente y aceptar el rechazo y si es preciso,“épater le bourgeois”, y eso es precisamente lo que me propongo hacer. Todos los capítulos que configuran este libro son, por así decirlo, “escritos de última hora”, del Siglo XXI. El primero de ellos, “Crónica de una muerte frustrada. El territorio en la globalización”, un título de indesmentible origen, corresponde a una conferencia dictada en el año 2001 en la Pontificia Universidad Católica de Chile (Instituto de Investigación y Posgrado de la Facultad de Arquitectura, donde ejerzo la docencia) para salir al paso de una tendencia a “devaluar” el territorio, operación falsamente atribuida a la globalización, charla irreverente, divertida (a mi juicio), pero bien fundada en la demostración de la importancia creciente del territorio en la globalización, al contrario de lo que parecía ser una opinión académica creciente. El segundo capítulo, “Desarrollo (local): ¿de qué estamos hablando?” respondió también a una petición institucional (prefiero no recordar siquiera el nombre de la institución) y ha sido publicado, si se pudiese decir, “urbi et orbe”, pero no es más que una colección de definiciones. El tercer capítulo, “Sociedad del conocimiento, conocimiento social y gestión territorial”, escrito en el año 2001, responde a un compromiso asumido en el seno del Consejo Científico Asesor del Instituto de Desarrollo Regional de Sevilla (F.U.) del cual soy miembro y ha sido publicado, en español y en inglés en el website del IDR (http://www.idr.es) y en varias revistas profesionales. El capítulo cuarto, “2001: la Odisea del desarrollo territorial en América Latina” fue presentado en el año 2002 en un Seminario internacional realizado en Medellín, Colombia, que trató acerca de las investigaciones regionales en Antioquia (el Departamento territorial del cual es capital Medellín). El capítulo siguiente, quinto, “Globalización, geografía política y fronteras”, fue presentado en el año 2002 en Ámsterdam en el marco de la reunión del Tercer Congreso Europeo de Latinoamericanistas y se originó en una invitación de la Universidad Arturo Prat, de Iquique (Chile) para integrar el grupo universitario que tenía a su cargo una importante participación en dicho congreso. Finalmente, el mentado capítulo sexto, ¿Y si el desarrollo fuese una emergencia sistémica? tuvo un curioso origen, ya que al mostrar una presentación Powerpoint en la Universidad del Valle, en Colombia, en el año 2002, presentación en la cual una diapositiva “sugería” que el desarrollo territorial tal vez fuese una “emergencia sistémica de un sistema territorial complejo y altamente sinergizado”, mi amigo y Profesor de esa Universidad, Dr. Javier Medina, me interpeló preguntando que significaba tal hipótesis, a lo cual respondí que no lo sabía, pero que escribiría sobre ello. Como con tanta sabiduría lo dijera José Ortega y Gasset, “soy yo y mis circunstancias” y toda una vida dedicada al mismo tema, con mayor o menor éxito, no es sino responder al “yo y mis circunstancias”. En el año 1963, mi primer año como economista, acepté un cargo de Profesor en el entonces Centro Universitario Regional de Temuco (ahora Universidad de La Frontera), una entidad académica desconcentrada de la Universidad de Chile. Presionado por la necesidad de escribir una tesis para obtener el título profesional, me pareció que una universidad regional tendría que establecer sólidos lazos estructurales con lo que parecía ser su entorno geográfico natural, ahora diríamos, con su región y ello se veía favorecido además por el intento gubernamental de envolver a las

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6diferentes universidades en el tema del desarrollo regional, que se había instalado en el programa de gobierno como resultado de la necesidad de reconstrucción derivada de los desastrosos terremotos y maremotos del año 1960. Tal intento se materializaba mediante convenios de investigación establecidos entre la Corporación de Fomento de la Producción (el ente público industrializador de Chile desde 1939) y las universidades. Había allí un campo promisorio a explorar. Esta sería en consecuencia, una “primera circunstancia” en mi vida profesional, que me hizo entrar en el campo del desarrollo territorial de la mano de los modelos gravitacionales de la “física social”.

En 1967, de vuelta del “peregrinaje” a la U. De Pennsylvania, comencé a trabajar en la Oficina de Planificación Nacional hasta 1971, y me beneficié en extremo del clima de innovación del gobierno de la época y sobre todo, de la larga presencia en Chile de John Friedmann y de Walter Stöhr, los dos asesores principales que la Fundación Ford trajo a Chile para ayudar al diseño de una política de desarrollo regional (y urbana). De ellos aprendí muchísimo más que en cualquier programa de doctorado y gané también dos amigos

Fue una “segunda circunstancia”. En el año 1972 el ILPES (NN.UU) y el ILDIS (Fundación F. Ebert) organizaron un importante seminario internacional en la ciudad de Viña del Mar, en Chile, sobre la planificación regional y urbana en América Latina. Se trató de un evento notablemente ideologizado (en parte por la situación política de Chile) que se polarizó en torno a dos posiciones relativas a la teoría de los polos de crecimiento de Perroux y a sus aplicaciones. Las posturas extremas estuvieron representadas por el economista argentino José Luis Coraggio, un crítico extremadamente sólido y radical y por este autor, un abogado de una revisión técnica de la teoría. El debate alcanzó notoriedad internacional y ambas posturas y sus presentaciones fueron extensamente reproducidas, transformándose en cierto sentido en posicione icónicas. Bien se podría hablar entonces de una “tercera circunstancia” en mi desarrollo profesional. En el año 1973 me correspondió hacer entrega al Gobierno del Brasil de una investigación relativa a la eficacia de la planificación hecha a nivel de los estados de la Federación. La investigación mostró la irrelevancia de este ejercicio y propuso entonces una modalidad de planificación regional negociada, entre cada estado de la federación y el gobierno federal. Mediante una nota oficial a la CEPAL el gobierno de la época retiró de circulación las copias del informe sobre la base de que se trataría de una concepción “subversiva”. Esto ya fue suficiente para darle a la propuesta una difusión mucho mayor de la que normalmente habría alcanzado y su cuerpo central fue más tarde publicado por la Revista de la CEPAL con el título “¿Qué hacer con la planificación regional antes de la medianoche?” en alusión al cuento de la Cenicienta, artículo que mereció réplicas en otros lados del mundo, como la del Profesor David Dunham del ISS en Holanda “¿Qué hacen los planificadores regionales después de la medianoche?”. David Dunham es hoy el Vicerrector del Instituto de Estudios Sociales de La Haya y un prestigioso geógrafo y dilecto amigo. ¿No estamos hablando acaso de “una cuarta circunstancia”? En 1975 debí presentar al Ministro de Planificación (y posterior Presidente) de Panamá una propuesta sobre una estrategia nacional de desarrollo regional para ese país, elaborada en el marco de un proyecto de cooperación técnica de las NN.UU,

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7dirigido por el Dr. Anatole Solow (+) y en el cual colaboraba también el destacado planificador urbano Charles Boyce. Se trató de una extensa reunión técnica y política sobre una propuesta que tiempo después jugó un importante papel en las negociaciones del Tratado Torrijos-Carter que devolvió la administración del Canal a Panamá. Fue un ejercicio que me permitió aprender muchísimo acerca de la relación entre técnica y política. Fue “una quinta circunstancia”. En el año 1990, recién reestablecida la democracia en Chile, el gobierno, a través del nuevo Ministerio de Planificación y Cooperación, solicitó a la CEPAL ayuda técnica para colaborar con el incipiente gobierno de la Región del Bío-Bío (siempre la prioritaria en materia de política de desarrollo regional) en la preparación de su propuesta de desarrollo, cara al Siglo XXI. La CEPAL transfirió esta solicitud al ILPES y de esa manera me correspondió dirigir un equipo de profesionales que en un plazo breve de cuatro meses prepararon un “proyecto político” de desarrollo regional poniendo en juego nuevas concepciones y enfoques, ciertamente heterodoxos en ese momento. El producto mismo de la misión fue poco utilizado por la región (quizás si era demasiado “moderno” para el contexto), pero para el ILPES significó una reformulación completa de sus conocidos cursos internacionales sobre desarrollo regional mediante un “aggiornamiento” que los colocó a la cabeza de programas similares de formación y para quien escribe, la experiencia representó un quiebre epistemológico completo y un distanciamiento definitivo con la ortodoxia planificadora heredera del racionalismo iluminista de los años 60. Se trató, entonces, de “una sexta circunstancia”. En el año 2000 y en el marco de un importante experimento para crear asociatividad pública-privada (o partenariado) en una región de Chile, realizado bajo el alero de la Universidad de Talca (Región del Maule), experimento en el cual se ponía en ejecución una elaborada liturgia participativa de actores sociales que incluía discusiones gratificadas por beber una botella de vino (tal vez el producto emblemático regional), recreando el concepto de la Grecia clásica de symposium, una reunión para beber y conversar (filosofar), surgió el concepto de sinergía cognitiva como la expresión concreta del constructivismo lingüístico, de la posibilidad de usar la palabra y el discurso, en el sentido de Habermas, para construir actores, realidades y futuros. Juan Ramón Cuadrado-Roura, querido amigo y eminencia española de la Ciencia Regional, comentó humorísticamente, después de conocer el libro que describió tal experiencia (Conversaciones sociales y desarrollo regional, Universidad de Talca, 2002, Talca, Chile), que yo había inventado un encantador sistema, supuestamente académico, para beber vino. Creo que tenía toda la razón. Creo que ésta fue “una séptima circunstancia”. Las personas pueden pasar por la vida casi sin dejar huellas; normalmente son las circunstancias anotadas por Ortega y Gasset las que hacen la diferencia. Ahora tal vez se diría que una vida de realizaciones es “recursiva y reflexiva”: el actor crea una realidad y la realidad recrea al actor. El desarrollo puede surgir en el ámbito de territorios con características relativamente especiales, elevada complejidad y sinergía, mediante procesos auto organizados, pero probablemente ello suponga dimensiones temporales que los hacen inaceptables para todos aquellos que aspiran legítimamente a su propio desarrollo en vida. Ante tal situación la alternativa es que la sociedad haga una intervención sobre sí misma, para provocar el desarrollo.

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8 Como tal intervención ya no puede ajustarse a los cánones del “plan” tradicional basado en la existencia de un solo agente con el control total del poder sobre el medio y capaz entonces de imponer “su” proyecto, sino que ahora, debido a la complejidad de las sociedades, existen múltiples actores, incertidumbre, caos y orden, toda intervención requerirá un mecanismo interventor de complejidad equivalente a la del medio. Se trata de la conocida Ley de Ashby. Es la sociedad local en su conjunto, la política, la civil, la militar, la económica, la laboral, etc., es decir, todos son ahora responsables de crear su propio futuro y de alcanzarlo, y ello no puede hacerse sino mediante procesos sociales que generen un conocimiento sustantivo sobre los procesos de cambio que serán intervenidos, promovidos, un consenso basado en ese mismo conocimiento, una concertación política capaz de sustentar un proyecto que no oculta sus diversas racionalidades e intereses, en definitiva, capaz de crear poder político para cambiar el curso histórico de los acontecimientos. Estos son los fundamentos de una apuesta moderna que reconoce además, y aquí es donde surge la heterodoxia radical, que el desarrollo de un territorio local, que es el ámbito histórico, territorial y psicosocial natural en donde se materializa el desarrollo, es una emergencia sistémica, precisamente de un sistema complejo, dinámico, adaptativo, conteniendo una elevada sinapsis y sinergía. Por tanto ya no es posible intentar el desarrollo mediante esquemas de operación del tipo “incrementalismo disjunto”, tan cartesianos en sí mismos, sino mediante operaciones basadas en la simultaneidad que maximiza una sinapsis y la sinergía sistémica. El título elegido para este libro “El desarrollo en su lugar” apunta directamente a dos cuestiones: el desarrollo debe recuperar su naturaleza territorial, debe recuperar su lugar geográfico, y debe ser soñado y ejecutado por las personas de carne y hueso, de cuerpo y espíritu, que habitan ese lugar, es decir, debe colocarse en las manos de las personas, que es su lugar funcional natural. Es evidente que este libro es el producto de agregar varios trabajos escritos en forma independiente y ello explica varias repeticiones que el lector fácilmente descubrirá. He preferido mantenerlas, no por comodidad, sino para remarcar la importancia del conocimiento, nuevo y pertinente que se requiere para dar respaldo científico a la “ingeniería de las intervenciones territoriales”, que, siendo como lo son, intervenciones de toda la sociedad sobre sí misma, están lejos de la ingeniería social utópica de Popper, tan cercana al autoritarismo.

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CAPÍTULO 1

CRÓNICA DE UNA MUERTE FRUSTRADA. EL TERRITORIO EN LA GLOBALIZACIÓN

“Es obvio que el sentido es una instancia simbólica, construida de lenguaje y afectos, pero asimismo queda implicado que el suelo deja de ser un simple sustento geográfico, un mero piso obligado por la fuerza de gravedad, y se convierte en una instancia simbólica hecha, no de baldosas, sino de relaciones, lenguajes y afectos” (Billig, M., Arguing and Thinking. A Rethorical Approach to Social Psycology, Cambridge U. Press, 1987)

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1.- El hombre: un “animal territorial”.

Nos gusta, en nuestra propia fatuidad, recordar que Aristóteles hablaba del hombre como un “animal político”, que encontraba en el ágora y en la polis los espacios para su realización social, como arquitecto de la cosa pública, la “res publica” como dirían más tarde los romanos. Tratamos de ocultar o de no recordar el hecho más primario de ser el hombre un “animal territorial”, que ocupa, usurpa y defiende su entorno físico con igual o peor ferocidad que cualquier otra especie animal. Con mucha mayor ferocidad a partir de su paulatino dominio de la técnica de las armas destructivas. No nos gusta recordar esta faceta de nuestra personalidad, quizás precisamente porque ella nos recuerda nuestra cercanía indesmentible al mundo primitivo de las fieras. El cerco en torno a la casa, la muralla en torno a la ciudad, los hitos y alambradas en torno al país, ¿qué son sino mecanismos de preservación del territorio propio?

La territorialidad introduce una agresividad en el comportamiento cuando se

supone amenazada nuestra propiedad territorial, individual y colectiva. Si ya no se nos erizan los pelos ni somos ya capaces de mostrar los colmillos, somos rápidos en desenfundar el revólver o en apretar el botón nuclear. Incluso, en las justas deportivas más populares (y teóricamente pacíficas), como el football, la territorialidad está siempre presente cuando se juega en el equipo local que supuestamente debe “defender” su territorio. Igual que los cangrejos cuya conducta territorial ha sido bien estudiada por la antropología, los jugadores del equipo local generan un “plus” psicológico agresivo que hace que estadísticamente, los equipos locales ganen más encuentros que los que el análisis estadístico permitiría predecir. De aquí que actualmente se premie al equipo que jugando como visita logra ganar.

La globalización, un fenómeno históricamente reciente, aún si se quiere ubicar

su inicio en la Liga de Ciudades Hanseáticas, no ha logrado y difícilmente logrará erradicar este componente genético del ser humano, a menos que la genómica descubra en cuál gene está radicada la territorialidad y que la ingeniería genética lo manipule. Pero, ¿querrá una sociedad cualquiera eliminar de verdad este componente?

2.- Identidad, proximidad y complejidad. El territorio y la persona humana.

La persona humana, categoría superior y espiritual del ser humano, alcanzable

cuando éste aprende a saber, a conocer, a amar, está indisolublemente ligada a un territorio de escala pequeña, a un territorio de cotidianeidad, con el cual interactúa.

En la construcción de su propio ser, el ser humano construye su identidad

apelando a una matriz de relaciones (familia, raza, religión) entre las cuales destaca por su fuerza la vinculación a un territorio. El ser de un lugar, el reconocerse en el lugar, es una derivación del carácter territorial del “animal humano” y tan fuerte que, como bien sabemos, el exilio es considerado como una pena máxima y el desarraigo del

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11territorio cotidiano, aún en procesos migratorios internos y voluntarios es una experiencia dolorosa para las personas. El verso de la conocida canción de Facundo Cabral “no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir...” debe ser declarado falso de falsedad absoluta.

No obstante es cierto que la modernidad escindió al hombre del territorio

mediante la introducción de la tecnología, al inicio simple y ahora compleja. Todos los artefactos que maravillaron a José Arcadio Buendía allá en Macondo, desde el reloj mecánico hasta el e-mail actual han contribuido a ello: la medición del tiempo se independizó de la observación de las mareas, el telégrafo, el teléfono, la televisión independizaron la transmisión de la escritura, la voz y la imagen, del lugar, para cristalizar en la aldea global de McLuhan.

Este proceso modernizador abrió espacio—según Edgar Morin—para que el

hombre desarrollara una verdadera “metástasis del ego”, en la expresión del pensador francés, que lo hizo creerse un “ciudadano del mundo” desprovisto de atávicos lazos territoriales, provinciales y parroquiales. La vanidad del hombre se encontró cómoda en la fuerza de la globalización que persigue, querámoslo o no, el traspaso de las identidades territoriales al mundo funcional, sectorial, completando así el reemplazo de la antigua lógica de regulación social horizontal, basada en el territorio, por otra, vertical, basada en el sector. Ser ciudadano de la Coca-Cola debería ser más importante que ser ciudadano chileno o colombiano.

¿Triunfará la globalización y desaparecerá la identidad social territorial?

Pareciera que no, tal como lo dice Thomas Friedmann (1999) en su magistral libro The Lexus and the Olive Tree. En la globalización se puede gastar una cantidad asombrosa de capital y de inteligencia para construir sofisticados mecanismos e ingenios, pero sigue siendo una cruel realidad, hoy así como miles de años atrás, que judíos y árabes se matan por la propiedad de un árbol de olivo.

“En verdad, una razón por la cual el Estado-Nación no desaparecerá jamás, aunque

se debilite, es porque es el último árbol de olivo—la expresión última de aquello a lo que pertenecemos—lingüística, geográfica e históricamente. No se puede ser una persona completa sola. Se puede ser una persona rica sola. Se puede ser una persona lista sola. Pero no se puede ser una persona completa sola. Para eso se requiere ser parte de, tener raíces en, un árbol de olivo” escribe Friedmann.

Pero, ¿ qué hay de la “McDonnalización” como se ha dado en llamar a la

devastadora y avasalladora intrusión del american way of life? “La característica más importante de la cultura de masas global, es su peculiar

forma de homogeneización, que no reduce todo a lo específicamente norteamericano o europeo, sino que tiene la capacidad de reconocer y absorber diferencias culturales dentro de un marco general que es, en esencia, una concepción norteamericana o europea del mundo. Hegemoniza otras culturas sin disolverlas, opera a través de ellas. No destruye las culturas locales, las usa como medio. Su idioma universal es el inglés”

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12 Esto es lo que dice Jorge Larraín (2000) en un ensayo sobre identidad y

globalización. De hecho, la historia muestra que siempre el centro imperial ha impuesto su lengua, pero no siempre al costo de eliminar la lengua vernácula. Pax romana y lex romana, pero lengua nativa acompañando al latín.

La globalización, como se sabe, es una matriz que alberga múltiples dialécticas,

paradojas y contradicciones. Una de ellas radica en la oposición entre el peligro de la alineación total y el rescate de “lo local” como nuevo (o recuperado) espacio de solidaridad. Mientras más me universalizo, más me apego a mi terruño, como mecanismo de defensa frente a lo inevitable.

La modernidad, según Pierre Muller (1990), ha encontrado su propio Talón de

Aquiles en la “crisis de la proximidad”. Los seres humanos, mejor aún, las personas humanas, siguen siendo “sujetos proxémicos”. Las relaciones cara a cara y el tacto jamás serán completamente mediatizadas por la electrónica. Román Gubern (2000) en El eros electrónico explora este asunto.

En principio, las formas de acercamiento pueden ser favorecidas por los Chat,

que se caracterizan por vincular comunidades virtuales—on line—agrupadas por intereses comunes y cohesionadas por la mutua empatía de sus miembros; aunque no se conozcan personalmente, están unidas por la comunicación escritural, lo que marca de entrada, las relaciones en un plano más conceptual que perceptual. El contacto por Internet reduce la presencialidad física. Hemos pasado de la tercera dimensión, la cual transmite la máxima información emocional, al soporte electrónico que privilegia el oído, la imagen y sobre todo la escritura. ¿En dónde queda el lenguaje no verbal, propio de los mecanismo de atracción con que contamos los humanos?

Se ha pretendido usar la realidad virtual para explorar las posibilidades del

sexo electrónico. La realidad virtual es un sistema informático que genera entornos sintéticos en tiempo real, que son ilusorios, pues es una realidad perceptiva envolvente sin soporte objetivo.

La idea de que en el ciber-espacio todo cabe se convierte en un atractivo para

simular encuentros sexuales. Sin embargo los experimentos no han sido muy satisfactorios. Un cuerpo conectado a unos electrodos y éstos a un computador que a través de un módem, se conecta a su vez a otro sistema semejante con otra persona, en donde la relación sexual se limita a los impulsos entre uno y otro, ayudados por la pantalla y por el “mouse” para estimular el cuerpo de cada cual. Toda esta estructura con ciber-guantes, cascos y todo no parece muy eficaz. La electrónica no logra reemplazar lo que la humanidad descubrió hace un millón de años: que el coito frontal dio origen al beso, a la mirada sobre el rostro amado, a la atracción por los senos, las caricias y el maquillaje, en otras palabras, a la “tactilidad” que requiere de la proximidad física, es decir, la proximidad en un territorio, aunque sea el territorio de la alcoba.

La complejidad o el paradigma de la complejidad, de acuerdo a Edgar Morin

(1994), se asienta en tres principios: el dialógico, el de recursividad y el hologramétrico

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13que recoge el principio aristotélico de estar la parte en el todo y el todo en la parte. ¿Cómo se aplica esto a la relación entre el ser humano y el territorio?

La enorme mayoría de las personas desenvuelve toda su vida en un entorno

territorial, en un territorio cotidiano, de muy pequeño tamaño. Arbitrariamente, si bien ello podría ser fácilmente investigado, digamos que tal territorio equivale a un círculo de no más de 50 kms. de radio. Allí una vastísima proporción de los seres humanos nacen, se educan, trabajan, forman familia, requieren servicios varios y probablemente terminan por ser enterrados allí mismo. Es tan pequeño este imaginario territorio que resulta fácil hipotetizar que las posibilidades de realización personal de cada individuo, el logro de su personal proyecto de vida, está íntimamente articulado con la suerte del territorio. Si a éste le va bien (al territorio) las probabilidades de que al individuo le vaya bien son mayores que si lo primero no sucediera. Esto es un ejemplo del principio hologramétrico: el individuo está, obviamente, en el territorio, y el territorio está en el individuo en el sentido de que la suerte del territorio afecta el logro del proyecto de vida individual. En esta hologrametría se descubre un sólido respaldo al envolvimiento ciudadano en los asuntos locales.

3.- Capitalismo tecnológico, desnacionalización y re-territorialización industrial.

Si es posible, con todas las limitaciones del caso, apuntar a un solo vector

definitorio de la actual fase tecnológica del capitalismo, fuertemente apoyada en la Revolución Científica y Tecnológica, habría que señalar que ese vector está configurado por la factibilidad de segmentar procesos fabriles tanto desde el punto de vista funcional como espacial, sin que ello reduzca la eficiencia ni la rentabilidad, más bien al contrario. Este vector está dando origen a la fabricación en red, un modelo fabril que, dicho con modestia y también con franco orgullo, había sido anticipado a comienzos de la década de los setenta en una propuesta estratégica conocida en la época como INDUPOL (Industrialización, Urbanización, Polarización).

Se equivocan algunos economistas que sostienen que la Revolución C&T estaría

posibilitando un proceso de desterritorialización fabril, porque lo que ocurre ahora es justamente lo contrario. En efecto, si una compañía manufacturera, como por ejemplo la Ford Motor Co., decide fabricar un automóvil europeo como el Ford Escort, y lo hace segmentando el proceso antiguamente único y lineal de producir un coche en numerosos sub-procesos (fabricación del motor, del chasis, etc., etc.) al mismo tiempo que localiza estas plantas en 16 lugares (regiones) ubicados en diferentes países europeos conformando una red discontinua geográficamente hablando, el ahora conglomerado (holding) Ford debe tomar al menos dos precauciones para que la cadena de valor no fracase por ineficiencia de alguno de sus eslabones: i) debe examinar cuidadosamente las características de los lugares (regiones) en donde instala cada planta, o sea, la calidad y equipamiento del territorio y de sus estructuras sociales y; ii) debe introducir un fuerte componente de descentralización en la gestión de cada

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14una de ellas. El avión AIRBUS es otro clásico ejemplo de este modo de fabricación actual que, dígase de paso, recupera al amparo de la tecnología moderna, las más antiguas tradiciones fabriles de los “guilders” del inicio de la revolución industrial. Piénsese en el tradicional modo de fabricación de los afamados relojes suizos.

Otra cosa completamente distinta es el paralelo proceso de desnacionalización

industrial planteado, entre otros, por Robert Reich (1993). La fabricación en redes mundiales geográficamente discontínuas, la creciente sub-contratación, la provisión de insumos just in time, hace difícil asignar una “nacionalidad” a un producto determinado. ¿Son norteamericanos los computadores fabricados por la Texas Instruments? Lo son, pero en una interpretación distinta del pasado, mucho más jurídica que territorial.

La conclusión es que la sustentación temporal de la fase tecnológica del

capitalismo actual requiere tanto de un único mercado en donde vender rápidamente los nuevos productos a fin de recuperar el capital invertido y de múltiples territorios, que son territorios de producción. Requiere también de un nuevo orden internacional y no se diga que tal nuevo orden consolidado en el brevísimo período entre 1989 y 1991 no es, en su esencia, de naturaleza territorial.

4.- Globalización, competitividad y territorio.

La competitividad, una imposición de la globalización, es sistémica, como se ha

afirmado tanto desde la CEPAL como desde el German Development Institute. Una competitividad sostenida en el tiempo sólo puede basarse en la creación y uso de ventajas competitivas dinámicas, construidas a partir del conocimiento y de la innovación.

El carácter sistémico de la competitividad debe ser leído tanto en términos

funcionales como territoriales y en ambos casos se hace referencia a una red de actores que se teje alrededor del producto que aparece como titular de la competitividad. El carácter sistémico y territorial de esta red es señalado por Pierre Veltz (1995) al sostener que “ la performance de cada unidad es, de esta manera, más y más sistémica y dependiente de su entorno”.

El territorio es considerado ahora como un actor indirecto de la competitividad

al transformarse en una plataforma sistémica de ella ya que en el territorio se encuentra la malla de soporte en la cual anidan las actividades productivas competitivas, siendo tal malla un sistema de cooperación fabril de eficiencia variable. En parte tal eficiencia depende de la calidad de la gestión territorial que allí se realice. El territorio es también considerado un actor directo de la competitividad en la medida en que es un espacio contenedor de una cultura propia que se traduce, mediante prácticas sociales históricas, en la elaboración de bienes y/o servicios indisolublemente ligados a tal cultura, a partir de las cuales se pueden construir nichos específicos de comercio de elevada competitividad. Igualmente, la creciente importancia del

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15conocimiento tácito, fuertemente anclado al territorio, resulta cada vez más relevante para la absorción de conocimiento codificado. De nuevo, Veltz dice: “ La innovación, en particular, parece fuertemente ligada a las interacciones específicas entre agentes y a los conocimientos tácitos que los unen”.

Hay que recordar a Porter y su concepto de aglomerados sinérgicos como

denominó a las estructuras sistémicas competitivas de las cuales forman parte un número de agentes sociales: empresas, centros de ciencia y tecnología, universidades, asociaciones gremiales, sindicales o de otra naturaleza y el Estado en su nivel y estructura pertinente (nacional, regional, local), aglomerados sinérgicos que en las propias palabras de Porter muestran afinidades territoriales, es decir, no se “instalan a tontas ni a locas” en el territorio, como si el territorio no importase; lo hacen en lugares que poseen determinadas características facilitadoras de la innovación. Pocos países, si es que alguno en América Latina, han ligado competitividad y territorio en el plano de la política, como es el caso de Colombia.

En el contexto de la competitividad y de la innovación, un número considerable

de autores han enfatizado la importancia de la proximidad geográfica para explicar un buen desempeño en la competitividad de las empresas. Términos como sinergia, economías de aglomeración (clustering), economías y aprendizaje por interacción, sistemas locales de innovación o eficiencia colectiva, expresan las principales preocupaciones en debate. En la literatura, este énfasis convergente en lo local se manifiesta en cuatro líneas de trabajo:

a) economía neoclásica tradicional: economistas de las áreas de comercio internacional y de la geografía económica, como principalmente Paul Krugman, han reinsertado los rendimientos crecientes externos de escala en la agenda de la teoría económica tradicional;

b) economía y gestión de empresas: Michel Porter, su principal exponente, ha enfatizado la importancia de los factores locacionales y de la proximidad en los procesos de clustering de proveedores, clientes y empresas rivales, que posibilitan las ventajas competitivas en la economía global;

c) economía política regional: la literatura reciente de geografía económica y economía política regional ( como Pyke, Becatini y Sengenberger, o como Markusen) han contribuido con un nuevo énfasis en la región como un nexo de interdependencias no transables;

d) economía neo-shumpeteriana: la preocupación de economistas vinculados a esta corriente de pensamiento y con el desarrollo tecnológico ha conducido a un énfasis significativo en el carácter localizado del proceso innovativo asociado a procesos específicos de aprendizaje colectivo y la importancia del conocimiento tácito en tales procesos. El concepto de sistemas (nacionales) de innovación y sus dimensiones locales sintetiza la importancia de las instituciones y

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16de su políticas, así como el ambiente socio-cultural de sus agentes, eminentemente local.

5.- Conocimiento y territorio.

Estamos de lleno en la sociedad del conocimiento, según la expresión de Taichi

Sakaiya. La relación entre conocimiento y territorio se expresa claramente en el surgimiento de un lenguaje emergente en el que es posible encontrar términos como aprendizaje colectivo, conocimiento codificado y tácito, regiones que aprenden, regiones inteligentes, medios innovadores, “clusters”, tecnópolis, “valles de silicona”, distritos y otros, todos los cuales apuntan a la articulación conocimiento/territorio, mediatizada por la asociatividad.

La razón última del acoplamiento entre el conocimiento y el territorio reside

precisamente en la importancia actual de la asociatividad para reducir la incertidumbre y los costos de transacción, una asociatividad entre agentes homogéneos o heterogéneos que no puede escapar a su dimensión territorial.

El aprendizaje colectivo (territorial) es la forma de enfrentar la incertidumbre y

también la necesidad creciente de coordinación, derivada a su vez de la creciente complejidad. Puede ser entendido como la emergencia de un conocimiento básico común y de procedimientos a lo ancho de un conjunto de firmas geográficamente próximas, lo que facilita la cooperación y la solución de problemas comunes. Obsérvese la mayor importancia relativa del aprendizaje colectivo para las PyMES, cuyos mayores problemas no derivan de su tamaño sino de su aislamiento.

Ya se comentó brevemente acerca de la creciente importancia del conocimiento

tácito y difuso desde el punto de vista de la competitividad ya sea por la posibilidad de generar nichos de mercado vinculados a las tradiciones y a la cultura o bien por la articulación con el conocimiento codificado. Tanto la conformación de un mercado mundial como el proceso de codificación aumentan la importancia de las capacidades locales heterogéneas y localizadas para construir competencias específicas de las empresas para crear, adquirir, acumular y usar el conocimiento un poco más rápido que sus competidores más favorecidos tal vez por su situación de costos.

Las regiones que aprenden, son las regiones o territorios que mejor enfrentan el

juego globalizador y hacen de su capacidad de aprendizaje una condición esencial para “ganar”. Una región que aprende es en realidad una organización que llega a ser experta en cinco actividades principales: es capaz de resolver problemas de una manera sistémica, es capaz de experimentar nuevos enfoques, es capaz de aprovechar su propia experiencia para aprender, es capaz de aprender de las experiencias y prácticas más apropiadas de otras organizaciones (benchmarking) y es capaz, finalmente, de transmitir rápida y eficazmente el conocimiento a todo lo largo y ancho de su propia estructura.

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17Ni qué decir con respecto al concepto de región inteligente. Si no se es

inteligente en la sociedad del conocimiento, no hay la menor posibilidad de salir de posiciones perdedoras y marginales. Este concepto se aplica a un tipo de territorio que es innovador, creativo, que aprende y que se interesa por los factores que determinan la dinámica económica y social del territorio y en particular, en la naturaleza de los procesos innovadores tanto como en los factores y condiciones que los estimulan. ¿De cuántas regiones chilenas se podría decir que se interesan por descubrir los factores que controlan sus propios procesos de cambio?

Un territorio inteligente tiene capacidad de aprender de su propia relación con

el entorno, es decir, tiene capacidad para cambiar patrones de conducta, ya que en un entorno turbulento la repetición de las prácticas del pasado, la rutina, sólo puede garantizar el fracaso. Para ello se requiere de una amplia red de sensores para monitorear el entorno y una considerable sinapsis interna, base de la complejidad estructural.

Según algunos autores las más conocidas regiones inteligentes europeas (Emilia-

Romagna, Baden-Wurtemberg, por ejemplo) poseen buenas antenas (capacidad de monitoreo), manejan información de calidad (información selectiva de última generación), disponen de una capacidad de auto-evaluación, tienen una disposición al aprendizaje y tienen la voluntad para poner en ejecución las lecciones aprendidas.

Puesto que conocimiento y cultura constituyen un par inseparable, éste puede

ser el lugar para recordar las ideas de Doreen Massey que apuntan al hecho que en la cultura occidental, el tiempo ha tenido siempre una connotación masculina con los atributos positivos que la acompañan: lo dinámico, lo cambiante, aquello que progresa, que se moderniza, en tanto que el territorio ha sido signado—cuando no estigmatizado—con las características atribuídas al género femenino, pasividad, receptividad, reactividad, conservadurismo. Esta clasificación, según la geógrafa británica, es una derivación del acentuado carácter machista de la cultura occidental, así es que la descalificación del territorio podría encontrar sus raíces en ese fenómeno. ¡Cuidado!

6.- Rendimientos crecientes y territorio.

Los economistas parece que finalmente están descubriendo o redescubriendo la

geografía y esto constituye un hecho significativo si se juzga el notable conjunto de nombres alrededor del tema: Krugman, Porter, Barro, Sala-i-Martin, Blanchard, Venables, Quah, entre otros. De acuerdo a Krugman, los rendimientos crecientes (que pueden ser considerados casi como “el Viagra” de la economía geográfica) son un fenómeno esencialmente local y regional. De un modo similar, Porter ha enfatizado que el grado de aglomeración geográfica de industrias en un país es un determinante clave de la competitividad internacional de esa nación.

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18Los argumentos e investigaciones de Krugman se basan en el postulado de que

los rendimientos crecientes, las economías de escala y la competencia imperfecta son mucho más importantes que los rendimientos constantes, competencia perfecta y ventajas comparativas en la causalidad del comercio y de la especialización y que el mercado, las externalidades tecnológicas y de otra naturaleza que apuntalan estos rendimientos crecientes no son internacionales ni siquiera nacionales, sino que surgen a través de un proceso de aglomeración local y regional.

La conclusión es que para entender el comercio es necesario entender los

rendimientos crecientes y para comprender los rendimientos crecientes es necesario estudiar la concentración y especialización económica regional o territorial.

Se ha ligado también este “revival” de la economía geográfica à la Krugman con

las actuales teoría del “crecimiento endógeno” y se apunta en este sentido a que el mecanismo económico que se encuentra en el corazón del crecimiento endógeno requiere de interacciones sociales y externalidades que, precisamente, son mayormente locales (territorializadas) en su naturaleza, algo ya señalado por Robert Lucas a fines de los años ochenta.

En verdad comienza a aparecer un vocabulario nuevo para reflejar estas

externalidades territoriales específicas: Storper habla de activos relacionales, Konvitz de capital territorial, Boisier de capital sinergético, Camagni de capital relacional, la OECD también habla de capital territorial y todo esto sin considerar el uso a menudo abusivo del concepto de capital social.

De hecho, cuando se reflexiona a fondo sobre el fenómeno del desarrollo en el

territorio, entendido contemporáneamente, no es posible eludir la irreductible lógica territorial del desarrollo. En efecto, se concluye de tal análisis que el desarrollo (repito, contemporáneamente entendido) siempre ha sido y siempre será, un proceso inicial de pequeña escala, asentado en espacios sociales y territoriales proxémicos, descentralizado, endógeno y capilar, en el sentido de iniciar, desde allí, un proceso de expansión hacia arriba y hacia los lados sobre el territorio que puede conducir a resultados de variada naturaleza (mancha de aceite, archipielagización, centro-periferia, etc.).

7.- Lo posible y lo imposible: territorios sin ciudades y ciudades sin territorios.

El concepto de territorio es usualmente entendido en tres niveles, de acuerdo a

su complejidad creciente. Así se habla de territorios naturales, equipados y organizados. La primera categoría describe porciones de la superficie terrestre todavía intocadas por el hombre; la segunda dice relación con territorios cuya ocupación por parte del hombre se limita a grandes obras de ingeniería, o grandes explotaciones mineras, o extensas plantaciones, con muy poca presencia permanente de personas y la tercera, finalmente, denota territorios ocupados por comunidades o sociedades

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19estables, con un patrón de asentamiento humano discernible, con estructuras sociales, tecnológicas y económicas, con cultura e identidad.

La ciudad, usando este término en una forma amplia como para describir asentamientos humanos de diferentes tamaños, pero cuya característica esencial es la aglomeración territorial, la vida en común, la existencia de variados servicios colectivos y su permanencia en el tiempo, es la expresión máxima y cristalizada del territorio. En las palabras de Lewis Mumford es el artefacto de la región, siendo la ciudad y la región obras de arte colectivas que no se agotan en la racionalidad ni en el individualismo y Brasilia es quizás el mejor intento de reemplazar el arte colectivo manifestado a lo largo del tiempo por la fría racionalidad individualista del tecnócrata. Todavía es algo temprano para declarar su fracaso y es ciertamente totalmente prematuro celebrar su éxito.

Desde que la humanidad descubrió la agricultura y abandonó la caza nómada, la ciudad ha sido siempre el locus del progreso y de la modernización, el lugar para preocuparse por lo colectivo, para hacer política en el mejor sentido de la palabra y por supuesto la etimología de esta palabra no hace sino recordar la importancia de la vida urbana. ¡Qué puede tener de extraña la permanente tentación de concentrarse sólo en el artefacto, en perjuicio de su medio, olvidando la naturaleza simbiótica de la articulación entre ciudad y territorio !

Es posible, sí, concebir territorios sin ciudades, como es fácil entender si se habla de territorios “naturales” o aún de territorios “equipados”, pero es imposible concebir ciudades sin territorio, no sólo porque la ciudad no es una entelequia a-espacial y no puede serlo y no lo son ni siquiera los pocos casos de ciudades que, estando asentadas en su propio y delimitado territorio como corresponde al orden natural de las cosas y a la ley de la gravedad, no poseen, sin embargo, un territorio circundante, como son Singapur, Hong-Kong, Mónaco y algún otros caso que se escapa. No es posible en general concebir una ciudad sin territorio o mejor dicho, una ciudad sin su región ya que se está en realidad frente a una estructura sistémica cuya emergencia es precisamente la simbiosis ciudad/territorio. Pretender estudiar, conocer y sobre todo entender a una ciudad como Temuco en Chile aislándola de su territorio, más o menos coincidente con la Región de la Araucanía, es sólo eso, una pretensión o un artificio inútil.

En su obsesión por los rendimientos crecientes Krugman (1996) ha sostenido que... “la misma existencia de ciudades es un fenómeno visible que refleja la existencia de rendimientos crecientes de escala” y agrega a continuación: “ Al nivel superior, el desigual desarrollo de regiones enteras[...] puede estar dirigido por procesos acumulativos enraizados en los rendimientos crecientes”.

Rendimientos crecientes y costos de transporte son dos de los elementos

económicos detrás del surgimiento de ciudades que no pueden desarrollarse si no es en medio de la simbiosis con su territorio.

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20 La globalización parece colocar aún más en relieve el papel de la ciudades en los procesos económicos, tecnológicos y sociales. Según lo afirma una publicación de la CEPAL, las 50 ciudades de América Latina con más de 1.000.000 de habitantes desaceleraron algo su ritmo de crecimiento durante la década de los 80 para recuperarlo en la década siguiente llegando a absorber un 43 % de la población urbana y un 31 % de la total en el 2000, retomando, según el estudio de la CEPAL, su posición privilegiada para captar la localización de inversiones nacionales y extranjeras y articular a los actores productivos nacionales con los mercados externos. Algunas de las metrópolis de mayor tamaño (más de 5.000.000 de habitantes) se consideran—según el estudio en comento—ciudades globales por su dimensión demográfica e importancia económica.

Este último concepto merece algo de atención. Su origen se remonta a los trabajos de Peter Hall y también de John Friedmann y ha sido retomado por Saskia Saasen y por Rosabeth Moss Kanter, entre otros autores que hablan de la ciudad global como una red de ciudades.

Como lo afirma Pablo Wong (2000), las grandes ciudades, al igual que las unidades territoriales regionales, parecen haber adquirido un papel estratégico dentro de las transformaciones funcionales y espaciales surgidas en la economía global y la era de la información. El argumento central deriva de la emergencia de un nuevo modelo de crecimiento urbano caracterizado por una organización de la actividad económica que sería simultáneamente, espacialmente dispersa y globalmente integrada. Bajo este esquema las ciudades tendrían nuevas funciones, operando esencialmente como centros de dirección desde donde se organiza la economía mundial y constituyéndose en puntos de localización clave para las actividades financieras y los servicios avanzados a la producción, así como puntos generadores de innovaciones. Al aceptar que estos sectores se han convertido en la punta de lanza de la nueva economía, habiendo reemplazado a la industria como sector dominante y centro del dinamismo del sistema capitalista, ello lleva a Saasen a considerar las ciudades como sitios de la producción post-industrial. Para esta autora, las ciudades globales serían Nueva York, Londres y Tokio y la calificación de “global” no sólo obedece a sus respectivas posiciones dentro de una cierta jerarquía, sino también al hecho de que estas tres ciudades funcionan como un mercado unificado, de aquí que se hable de la ciudad global en singular.

Hay una cierta idealización urbana en el aire. Otro especialista escribe que hay evidencias suficientes sobre el agotamiento del modelo del Estado Nacional como instancia para manejar las realidades sociales y económicas (...)y es razonable buscar en la Ciudad [con mayúscula], instancia más real y concreta, que es la que genera la riqueza que alienta la construcción permanente del hábitat urbano, donde reside la gran mayoría de la gente, donde tiene lugar la vida económica y desde donde se irradian los más diversos efectos sobre las economías de otros asentamientos cercanos o lejanos geográficamente. Agrega este especialista (Jaime Acosta, 2000) que el desarrollo de la vida económica depende de la economía urbana, en tanto las ciudades son creaciones del proceso económico; y una vez que surgen, en los sucesivo, el crecimiento económico depende de las relaciones de intercambio y trabajo con las ciudades, y la modernización de la sociedad está sujeta a la capacidad de las ciudades

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21para liderarla. En esta larga cita hay mucho de romanticismo y se olvida, olvido también cometido por otros autores, la naturaleza más sistémica que dicotómica de estructuras tales como centro-periferia, ciudad-campo, urbano-rural, etc.

Pero sin duda es cierto que la mayor apertura y estabilidad de la última década ha potenciado el rol económico de muchas ciudades y reconocido la importancia de la funcionalidad urbana en la globalización. Es también evidente que habiendo cambiado el entorno, habiéndose sobre todo complejizado en extremo, las unidades territoriales que logran acoplarse exitosamente al nuevo entorno, sean regiones, sean ciudades, deben cambiar sus roles porque deben aumentar su propia complejidad, de manera que lo que señala Saasen es una consecuencia necesaria de un cambio estructural liderado por la globalización. No pueden escapar los territorios y ciudades exitosos a la tenaza de hierro representada por los nombres de Luhman y Ashby: reducción de la complejidad mediante un aumento de ella y variedad necesaria.

Las ciudades cambian en la globalización, cambian su arquitectura y sus funciones. Benjamín Barber (2000) recupera la “unidimensionalidad marcusiana” y sostiene que hoy en día:

“la unidimensionalidad adquiere una realidad geoespacial palpable en la

arquitectura de los centros comerciales, en los cuales los lugares públicos han sido reemplazados por los espacios privados destinados a optimizar el comercio. Ellos son emblemáticos de Privatopía, esa nueva ciudadela (...) (vulgar, multirracial y peligrosa), que ofrece un universo de calma y de seguridad provista de una sofisticada vigilancia”.

Es lo mismo que dice de Mattos (2001) en la presentación del número 80 de la Revista EURE:

“...En particular, la proliferación de shopping-malls de última generación, de condominios cerrados de alto estándar, de edificios corporativos inteligentes, de conjuntos empresariales integrados, etc., han tenido una fundamental incidencia en la estructuración metropolitana y en la configuración de la morfología existente”.

Cabe preguntarse si, más allá de las diferencias de las tecnologías propias de cada momento histórico, hay algo de novedoso en este proceso de reconfiguración urbana. Después de todo a comienzos de siglo se replicó en muchas ciudades el ferrocarril subterráneo, claro, en América Latina y dejando de lado Buenos Aires, la réplica demoró cuatro décadas; en los años treinta se esparcieron en las grandes ciudades las tiendas por departamentos, Macy´s, Bloomingsdale, Galeries Lafayette, Harrod´s, Gath y Chaves ; en los cincuenta y sesenta los “drivings”; en los setenta los “fast food”, etc. Ahora se replican las nuevas formas de combinar comunicación, comercio y ocio y los nuevos modelos de residencia, empujados en parte por la masificación del automóvil, en parte por el aumento de la inseguridad y en parte porque cada época conlleva un “modo de vida” sintonizado con esa época.

Como lo señala la CEPAL el principal reto de los próximos años globalizados será evitar una fragmentación de los territorios nacionales y regionales y ello obligará a un tratamiento unificado ciudad/región que fortalezca a las regiones rezagadas mediante mecanismos de apoyo compensatorios. La ciudad tendrá que colocarse una

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22máscara de Jano para mirar al mundo y a su región simultáneamente, al futuro y al pasado. Hay que evitar que una concepción demasiado centrada en la ciudad debilite la preocupación por un manejo integrado y coherente del territorio.

Rosabeth Moss Kanter (1997), otra de las personas particularmente interesadas en la dupla ciudad/globalización, tipifica a las ciudades “ganadoras” en la globalización como aquellas capaces de desenvolver a un alto nivel las características propias de la innovación (Thinker Cities) o de la fabricación (Manufacturer Cities) o del comercio (Trader Cities) e ilustra estas categorías con los ejemplos de Boston, Spartanburg y Greenville, y Miami.

A la luz de estas consideraciones, hablar de “ciudades globales” en América Latina parece algo exagerado, a menos que se quiera usar la añeja dimensión del “tamaño” como parámetro suficiente.

8.- Constantes y variables: el territorio y sus diversos “recortes”.

A menos de poseer dotes de un mago como David Copperfield con las cuales

pudiésemos producir la sensación de levitación para personas y para procesos, tanto unas como otros seguirán, hasta donde es previsible, ineludiblemente atados al territorio. Somos una especie terrestre, incluso diseñada con un mirar cabizbajo, pero es cierto que albergamos desde siempre el sueño de elevarnos sobre la tierra y por eso la mitología y la historia hacen de Dédalo, Icaro, los hermanos Montgolfier, los hermanos Wright, Gagarin, y Armstrong personajes emblemáticos, pero no por ello dejaremos de pisar diariamente la tierra, el territorio pequeño o grande.

La geografía política mundial y nacional está ciertamente en crisis y la nueva

geografía virtual amenaza con desplazar a la geografía física reemplazando la mano de cartógrafo del Estado por la mano invisible, pero más poderosa, de la lógica territorial del capitalismo tecnológico actual. Pero no se trata de una geografía puramente electrónica.

Durante la década de los 90, veinte nuevos países ingresaron a las NN.UU., casi

todos ellos derivados del desplome de la URSS y de los socialismos reales. El debate actualmente más importante en la Unión Europea es si ella será una Europa de regiones como propone Alemania o una Europa de Estados como lo propone Francia. ¿Sería posible desconocer el carácter eminentemente territorial de esta cuestión? Más impresionante es tomar nota de las fracturas de la geografía política nacional en países de elevado nivel de desarrollo y de incuestionada consolidación. Para citar algunos casos recientes: se hizo necesario un referéndum nacional en Alemania para decidir acerca de una modificación de la división del país en “landers”; Humberto Bossi obtuvo cuatro millones de votos con su propuesta de crear Padania, una secesión en el Norte de Italia; la decisión del Ministro Jospin en Francia para elevar la autonomía de Córcega provocó la renuncia del Ministro del Interior y volvió a destapar la olla a presión de las demandas regionalistas; en Gran Bretaña se concedió un estatuto

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23especial a Escocia; la reivindicación de Québec aflora cada cierto tiempo; la Guardia Nacional de los EE.UU. tuvo que intervenir militarmente en Texas hace alrededor de cuatro años para disolver un movimiento armado que proclamaba la secesión de Texas, para tal vez configurar la República de Téxico, anticipada hace décadas por Toffler y en Chile el gobierno no atina a dar una respuesta moderna a las demandas de revisión de la regionalización, que se mantiene idéntica durante más de un cuarto de siglo. Perú eliminó las regiones en 1993 y Colombia ha hecho lo mismo el 2000 y también en ese mismo año Brasil ha eliminado la SUDENE, símbolo emblemático máximo de la cuestión regional en América Latina.

No obstante, y al mismo tiempo, las cartas constitucionales de Argentina, de

Colombia y de Perú, dejan abierta la puerta para regionalizaciones más contemporáneas y sobre todo más democráticas y se alude a la formación de regiones “asociativas” y “virtuales”.

¿Importa o no importa la geografía? Algunos dirán que no. Otros, como por

ejemplo el periódico International Herald Tribune (07/10/99) parecen sostener lo contrario, al publicar un análisis preparado por Fred Hiatt titulado “A This Point, Geography Counts” comentando el caso de Eng-Sion Tan un ingeniero de Singapur que ha desarrollado un software (Third Voice) que permite poner comentarios en cualquier Website, sin importar el tener un “permiso” del sitio. Cuando Mr. Tan quiso implementar su proyecto (US $ 5 millones) la geografía súbitamente adquirió gran importancia y el ingeniero, incapacitado para desarrollar su proyecto en Singapur se instaló en el Silicon Valley en donde en una semana tenía varias ofertas de capital de riesgo. Al otro lado del Atlántico, la OECD creó en 1994 el Servicio de Desarrollo Territorial, una decisión que revela la creciente atención que los gobiernos de los países más avanzados están concediendo a la economía regional y al desarrollo social y al proceso de descentralización de poder y responsabilidades en el territorio y acaba de publicar un libro titulado Territorial Outlook, 2001, conteniendo un sesudo análisis y una gran cantidad de información sobre el desarrollo en el territorio de los países miembros.

Muchos países de formación relativamente reciente son verdaderos puzzles

territoriales que se desarman con cierta facilidad (Yugoslavia); es cierto, se desarman como países, pero el territorio reaparece en su conformación original con enorme fuerza y no puede ser de otra manera.

¡Es que el territorio y los territorios son una constante universal forjada por la

historia! Son los recortes generalmente arbitrarios del territorio los que aparecen y desaparecen. Son los recortes hechos por la mano de cartógrafo del Estado (muchas regionalizaciones) o por las manos de cartógrafos de congresos internacionales que dibujaron países de manera inconsulta (Viena, Siglo XIX; Versalles, Siglo XX), son esos los recortes que están en crisis. Por ello no hay que preocuparse demasiado por la eliminación de la regiones peruanas, colombianas, brasileñas o incluso, chilenas, porque nunca existió una demanda social nacional que solicitase su establecimiento. En casi todos los casos ellas resultaron de una mecánica burocrática weberiana o de una hábil respuesta del Estado para diluir demandas específicas de uno o unos pocos territorios (Colombia, España). Estructuras rígidas, como las regiones chilenas

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24pueden ser ahora poco funcionales. Por ello es que ahora hablamos más de territorios que de regiones o hablamos de regiones únicas y múltiples a la vez, de límites geográficos variables y de diferente pero simultánea temporalidad.

Nadie en América Latina, salvo el Gobierno Militar en Chile, se ha atrevido a

borrar de un plumazo (o de un sablazo) la división política-administrativa histórica, aún cuando su funcionalidad actual puede ser puesta en duda, por la simple razón de que el transcurso del tiempo reifica territorios inicialmente arbitrariamente definidos, como los Departamentos post Revolución en Francia. La historia, pero sólo la historia, no el decreto ni la ley, crea identidad y pertenencia, y le confiere permanencia al territorio.

9.- Un coro de voces urbanas que cantan al territorio.

Para finalizar, sólo deseo mencionar los nombres, no hacer citas, sólo los

nombres selectos de un enorme conjunto de especialistas de diversas disciplinas, la economía, la geografía, la sociología, la historia, la psicología, la geopolítica entre otras, que lejos de cuestionar el territorio, lo revalorizan precisamente en el contexto de la globalización. El crecimiento, el desarrollo, la competitividad, la innovación, la asociatividad, cuando menos, son todos procesos territorialmente anclados. Economistas como Porter, Piore, Sabel, Lundvall, Krugman, Konvitz, geógrafos como Storper, Martin, Veltz, regionalistas como Camagni, Helmsing, Maillat, Lázaro, Vázquez-Barquero, Cuadrado, del Castillo, Stohr, sociólogas como Montero, historiadores como Braudel o Toynbee y tantos otros, no levitan y por el contrario, reclaman la necesidad de “aterrizar” el desarrollo para ponerlo en manos de las personas humanas. Incluso Castells y Hall sostienen que las ciudades y las regiones han llegado a ser los agentes cruciales del desarrollo económico.

Debemos ser cuidadosos para no romper la naturaleza sistémica de las cosas, como por ejemplo, la ya mencionada relación ciudad/territorio, ya que ello sólo puede traducirse en un desajuste del sistema con su entorno y de evitar eso trata precisamente el acoplamiento exitoso a la globalización. Se requiere para ello reclamar del Estado, a lo menos en América Latina, una hoy inexistente capacidad de regulación del territorio, una capacidad de hacer “conducción territorial” tanto como conducción política. Ello tendría que expresarse en una política de Estado acerca del ordenamiento territorial, asunto que no puede dejarse entregado al mercado (que no está capacitado para tratar con categorías territoriales) salvo que se acepte un ordenamiento territorial “por omisión” puesto que siempre el flujo de inversiones dibujará una geografía del capital, pero tal vez tal geografía tendrá poco que ver con las aspiraciones sociales. Una sola pregunta ilustra el punto: ¿le será indiferente a la sociedad chilena una ciudad capital de 10 millones o de 5 millones de habitantes? Si no lo es, como el sentido común lo indica, ¿quién y a través de qué mecanismos no compulsorios orienta la ubicación de la población en el territorio? “El campo de política que en la OECD se denomina desarrollo territorial se basa en el reconocimiento que la prosperidad es de manera creciente un asunto acerca de cuán bien

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25cada ciudad, cada región, puede realizar su potencial...La política territorial reconoce que muchos cambios asociados con—inter alia—la globalización y la innovación tecnológica, y con pasos hacia el desarrollo sustentable, se concentran al nivel sub-nacional. El papel definitorio de la política territorial es hacer explícita la dimensión espacial”. OECD Territorial Outlook, 2001 Edition, Paris.

“Alguien que nunca fue identificado había metido por debajo de la puerta un papel dentro de un sobre, en el cual le avisaba a Santiago Nazar que lo estaban esperando para matarlo, y le revelaban además el lugar y los motivos, y otros detalles muy precisos de la confabulación” Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez. Editorial Sudamericana, 2000, 24, Buenos Aires, Argentina.

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26Morin E., Introducción al pensamiento complejo, GEDISA,

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CAPÍTULO 2

DESARROLLO (LOCAL): ¿ DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

1.-Desarrollo: una idea política de la posguerra

La economía clásica, para estos efectos representada por nombres como Smith,

Ricardo y Marx, hizo del crecimiento económico su tema central, en tanto que la economía neo-clásica, asociada principalmente a nombres tales como Marshall, Walras, Pareto, Pigou y otros, hizo de la distribución su tema central. En este sentido es que puede decirse que el concepto de desarrollo tiene sus raíces más en la economía neo-clásica que en la clásica. No obstante en los últimos años han aparecido modelos de crecimiento y también de desarrollo que se enraizan indiscutiblemente en la economía neo-clásica, como muy didácticamente lo escribe Vázquez-Barquero (1997), una lectura imprescindible para comenzar a adentrarse en este campo. Esta divergencia/convergencia hacia una misma matriz teórica es importante para entender ahora las diferencias entre ambos conceptos. El concepto de desarrollo, como acertadamente lo sostienen Sunkel y Paz (1970) en un texto considerado como clásico en su tiempo, es un tópico de la posguerra y habría que agregar, es un tópico de las Naciones Unidas. Ya en la Carta del Atlántico firmada en 1941 por Churchill y Roosevelt se expresa que el único fundamento cierto de la paz reside en que todos los hombres libres del mundo puedan disfrutar de seguridad económica y social, y por lo tanto, se comprometen a buscar un orden mundial que permita alcanzar estos objetivos una vez finalizada la guerra. Idéntica decloaración de principios se establece en la Conferencia de San Francisco en 1945 que diese forma a las Naciones Unidas. Es de sobra conocido que desde sus inicios, las Naciones Unidas, particularmente a través de las Comisiones Regionales y muy en particular a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hace del análisis del desarrollo un tema preferente tanto en la reflexión como en los estudios empíricos.

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28 Inicialmente el concepto de desarrollo (económico) fue asociado al crecimiento. Por ejemplo, como lo citan Solari, Franco y Jutkowitz (1976;91), José Medina Echeverría, el español considerado como el padre de la sociología latinoamericana del desarrollo, sostenía que: “El desarrollo económico es un proceso continuado cuyo mecanismo esencial consiste en la aplicación reiterada del excedente en nuevas inversiones, y que tiene, como resultado la expansión asimismoincesante de la unidad productiva de que se trate. Esta unidad puede ser desde luego una sociedad entera..."

Idéntica postura es listada por Sunkel y Paz (op.cit.) al enumerar las características o enfoques actuales del desarrollo (los autores escribían en 1970) subrayando la identidad entre crecimiento y desarrollo.

Durante dos décadas el desarrollo continuó siendo casi un sinónimo de crecimiento y el PIB agregado y sobre todo, el PIB per cápita fue la medida corriente del nivel de desarrollo. Esto contribuyó a consolidar el dominio profesional de los economistas en el tema del desarrollo, algo que generó una suerte de circularidad viciosa de reduccionismo económico, que poco ha ayudado a entender la verdadera naturaleza del fenómeno y al diseño de formas eficaces de intervención promotora.

El economista británico Dudley Seers provocó a fines de los sesenta una verdadera revolución en materia de desarrollo con su conocido artículo acerca del significado del desarrollo (1970).

Según Seers el punto de partida de una discusión acerca del desarrollo es reconocer que “desarrollo” es un concepto normativo, lleno de juicios de valor. El mismo se pregunta acerca de la fuente de tales juicios de valor, rechazando la posición de Tinbergen (el gobierno) tanto como la propuesta implícita en la teoría de la modernización social (copiar el sendero de desarrollo de otros países) y también rechaza un liberalismo a ultranza que implicaría la permisividad para que cada individuo introduzca sus propios juicios de valor. Seers, fuertemente inspirado en el pensamiento de Gandhi, sostiene que debemos preguntarnos a nosotros mismos acerca de las condiciones necesarias para la realización del potencial de la personalidad humana, algo comúnmente aceptado como objetivo. A partir de esta pregunta Seers apunta a la alimentación, como una necesidad absoluta (inmediatamente traducida a pobreza y a nivel de ingreso). Una segunda condición básica para el desarrollo personal es el empleo y la tercera, es la igualdad entendida como equidad, aquí por tanto ya se introduce un elemento subjetivo e intangible puesto que el concepto de equidad tiene tales dimensiones, como se plantea por ejemplo en un trabajo de la CEPAL (1990).

Finalmente Seers señala textualmente (1970; 33):

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29 “The questions to ask about a country´s development are therefore: What has been happening to poverty? What has been happening to unemployment? What has been happening to inequality? If all three of these have declined from high levels, then beyond doubt this has been a period of development for the country concerned”. Sería necesario esperar otra vez dos décadas para que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), inspirado particularmente en ideas de Amartya Sen, de Mahbub ul Haq, de Richard Jolly y otros, introdujese una nueva acepción y una nueva forma de medir el desarrollo a través del concepto de un Indice de Desarrollo Humano. Desde comienzos de los noventa el PNUD ha publicado sistemáticamente el resultado de la aplicación empírica de este concepto en países y también a nivel mundial enriqueciendo enormemente la idea de desarrollo. Según se escribe en el informe del año 1996 (55/56): “El desarrollo humano puede describirse como proceso de ampliación de las opciones de la gente...Más allá de esas necesidades, la gente valora además beneficios que son menos materiales. Entre ellos figuran, por ejemplo, la libertad de movimiento y de expresión y la ausencia de opresión, violencia o explotación. La gente quiere además tener un sentido de propósito en la vida, además de un sentido de potenciación. En tanto miembros de familias y comunidades, las personas valoran la cohesión social y el derecho a afirmar sus tradiciones y cultura propia”. Desde el punto de vista conceptual el Indice de Desarrollo Humano (IDH) intenta ser una aproximación a la medición de los niveles de Desarrollo Humano de las personas en los distintos países, según se afirma en el informe sobre Chile del año 1996. Por razones metodológicas, este Indice no incluye todos los ámbitos que el concepto de Desarrollo Humano considera. Es así como reune sólo tres componentes del Desarrollo Humano: calidad de vida, longevidad y nivel de conocimiento. Estas dimensiones, ligadas al nivel de vida de la población, pero también al desempeño de indicadores sociales del ámbito de la salud y de la educación, reflejan en sí mismas la evolución de muchas otras variables a lo largo del tiempo. Por tanto, se concluye en el estudio citado, constituyen una síntesis de diversos elementos que conforman el Desarrollo Humano. En el caso de salud, se mide la esperanza de vida al nacer. En el área de educación actualmente se usa como variable la Mediana de Años de Escolaridad de personas de más de 25 años. Finalmente el Indice considera la disponibilidad de recursos económicos medida a partir del poder adquisitivo sobre la base del PIB per cápita ajustado por el costo de vida. Es importante destacar la diferente naturaleza de las variables incluídas en el Indice, algunas de tipo “stock” y otras de tipo “flujos”. Nuevamente hay que apuntar a la creciente “subjetivización” e “intagibilización” del concepto de desarrollo y de su medición, algo que, como se verá más adelante, reclamará un verdadero cambio de paradigma.

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30 A mediados de los años noventa, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Gali publica en 1995 el informe titulado An Agenda for Development, documento que incluye con el mismo título un capítulo correspondiente al Report of the Secretary General A/49/665 del 11 de Noviembre de ese año. En este capítulo el Secretario General define cinco dimensiones del desarrollo, llevando definitivamente este concepto al plano de lo intangible y abriendo entonces la puerta a profesionales provenientes de disciplinas distintas de la economía en el trabajo sobre desarrollo. Sociólogos, politólogos, psicólogos, historiadores, ecólogos, antropólogos y profesionales de la cultura encuentran ahora nuevos espacios de trabajo. La inter y la multidisciplinariedad comienzan a abrirse paso. Las dimensiones introducidas por Boutros-Gali son las siguientes: “ 1] Peace as the foundation. Traditional approach to development presuppose that it takes place under conditions of peace. Yet that is rarely the case....Development cannot proceed easily in societies where military concerns are at or near the centre of life. 2] The economy as the engine of progress. Economic growth is the engine of development as a whole....Accelerating the rate of economic growth is a condition for expanding the resource base nad hence for economic, technological and social transformation...It is not sufficient, however, to pursue economic growth for its own sake. 3] The environment as a basis for sustentability. Development and environment are not separate concepts, nor can one be succesfully address witout reference to the other. 4 ] Justice as a pillar of society. Development does not takes place in a vacuum, nor its is built upon an abstract foundation. Development takes place within a specific societal context and in response to specific social conditions....People are a country´s principal asset. Their well-being defines development. 5 ] Democracy as good governance. The link between development and democracy is intuitive, yet its remains difficult to elucidate...In the context of development, improve governance has several meanings. In particular however, its means the design and pursuit of a comprehensive national strategy for development. Its means ensuring the capacity, reliability and integrity of the core institutions of the modern State”. En este breve recuento de la historia del concepto de desarrollo resulta obligado incluir una propuesta, intermedia en el tiempo, publicada en español en un número especial de la revista Development Dialogue (Fundación Dag Hammarskjold) en el año 1986 y que representa, a juicio de muchos, la más acertada propuesta para un verdadero desarrollo, pero que, lamentablemente, nunca logró traspasar las barreras del mundo académico. Se trata de la propuesta conocida como Desarrollo a Escala Humana, en la versión de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, economista, sociólogo y filósofo respectivamente, algo por demás sugerente. En las palabras de sus autores: “Tal desarrollo [el desarrollo a escala humana] se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la Sociedad Civil con el Estado”.

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31 Hay que reconocer la extraordinaria contemporaneidad de esta definición. De hecho, buena parte de los conceptos que se discutirán en las secciones siguientes podrían ser simplemente remitidos a esta definición. En particular, y este reconocimiento sólo lo puede hacer con honestidad el propio autor, hay múltiples puntos de coincidencia o al menos de semejanza entre esta propuesta y su lenguaje y la última propuesta de Boisier (1999) sobre capital sinergético y desarrollo territorial, si bien ambas han sido formuladas en forma absolutamente independiente entre sí. En el “desarrollo a escala humana” se avanza en la subjetivización del desarrollo, se categorizan los recursos no convencionales (notablemente similares a las varias formas de “capital intangible” de Boisier) y se hace hincapié en la utilización de la sinergía como motor de desarrollo. Tales similitudes hablan por sí mismas de una época de transición paradigmática, como lo sostendría seguramente Kuhn, transición caracterizada por el hecho de que miembros de una misma comunidad de saberes, sin contacto entre sí, comienzan a plantear las mismas dudas, a explorar los mismos nuevos senderos, a inventar similares neologismos, a formular nuevas y parecidas propuestas. Esta última reflexión lleva a otra, de particular importancia. En la medida en que se reconoce en el desarrollo un concepto complejo, profundamente axiológico, multidimensional, constructivista, cualitativo en su esencia e intangible por consecuencia, el paradigma científico que ha dominado el desarrollo científico de la modernidad, el paradigma asociado a Isaac Newton y a las leyes de la mecánica celeste, a Francis Bacon y al método experimental como único fundamento del conocimiento científico y a René Descartes y al razonamiento analítico, deja de ser útil para entender el desarrollo por su carácter de un paradigma reduccionista, mecanicista y lineal. Entender el desarrollo requiere de enfoques holísticos, sistémicos y recursivos. Morin, Prigogine, Capra, Drucker, Fukuyama, Habermas, Maturana y otros, son algunos de los nombres que comienzan a estar detrás de un nuevo paradigma.

La cuestión práctica, lo que debiera interesar a los practitioners del desarrollo,

entre los cuales los más importantes son precisamente las autoridades locales, es que se requiere de un verdadero re-entrenamiento mental para poder intervenir con alguna posibilidad de éxito en el fomento del desarrollo, no sólo del crecimiento. Hay por delante una tarea gigantesca e imprescindible para la comunidad académica, para instalar en la estructura curricular de pre y post grado el paradigma propio de la complejidad.

Hablando sobre subjetividad social y desarrollo humano, Güell (1998) señala

con mucho acierto que: “Un desarrollo que no promueve y fortalece confianzas, reconocimientos y sentidos

colectivos, carece en el corto plazo de una sociedad que lo sustente. Entonces la viabilidad y éxito de un programa de desarrollo dependerá del grado en que las personas perciban ese programa como un escenario en que su subjetividad colectiva es reconocida y fortalecida”.

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32El mismo autor desarrolla un documento cuyas secciones son sumamente

llamativas y cuyos títulos son: 1] Las personas y su subjetividad no son un recurso adicional, sino un requisito indispensable del desarrollo; 2] Reconocer la subjetividad social no significa construirle defensas y refugios frente a la globalización, sino potenciar su capacidad de manejarla; 3] La reinvindicación de la subjetividad colectiva como objetivo y motor del desarrollo no debe derivar en un populismo voluntarista; 4] La toma de decisiones para el desarrollo no puede ser tecnocrática, pues involucra incertidumbre, respeto a la diversidad y discernimiento público.

2.-Los adjetivos del desarrollo: demasiados y redundantes

El desarrollo es la utopía social por excelencia. En un sentido metafórico es el miltoniano paraíso perdido de la humanidad, nunca alcanzable ni recuperable debido a su naturaleza asintótica al eje de su propia realización. En la práctica, y el breve recuento de su historia más contemporánea así lo prueba, cada vez que un grupo social se aproxima a lo que es su propia idea de un “estado de desarrollo”, inmediatamente cambia sus metas, sean cuantitativas o cualitativas. Demos gracias a ello: de otra manera la humanidad todavía estaría dibujando bisontes en alguna cueva del sur de Europa ! Hay autores, como Veiga (1993), que hablan de la “insustentable utopía del desarrollo”.

Quizás en parte debido a ello, a su propia naturaleza utópica y en parte también debido a nuestro sobre-entrenamiento intelectual en las disyunciones analíticas cartesianas, se ha producido paulatinamente una verdadera polisemia en torno al desarrollo, es decir, una multiplicidad de significados cada uno de los cuales reclama identidad única en relación al adjetivo con que se acompaña el sustantivo “desarrollo”. Así se asiste a una verdadera proliferación de “desarrollos”: desarrollo territorial, desarrollo regional, desarrollo local, desarrollo endógeno, desarrollo sustentable, desarrollo humano y, en términos de su dinámica, desarrollo “de abajo-arriba” (o su contrapartida, “del centro-abajo”) y otros más. Incluso se observa, en el más puro estilo del cartesianismo, la especialización funcional de instituciones académicas y políticas, unas ocupadas de ésta o de esta otra categoría, como si fuesen categorías independientes.

1.- Desarrollo territorial. La más amplia acepción de desarrollo (desde el punto de vista del tema central de este documento) es la de desarrollo territorial. Acá se trata de un concepto asociado a la idea de contenedor y no a la idea de contenido. Territorio es todo recorte de la superficie terrestre, pero no cualquier territorio interesa desde el punto de vista del desarrollo.

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33 Como recorte de la superficie terrestre el territorio puede mostrar a lo menos tres características de complejidad creciente. Se habla de “territorio natural” para hacer referencia precisamente a un tipo de recorte primario en el cual sólo es posible reconocer los elementos de la naturaleza, sin que medie aún penetración ni menos, intervención humana. Se trata de lugares vírgenes en el lenguaje habitual. En seguida puede reconocerse un tipo de “territorio equipado” o intervenido, en el cual el hombre ya ha instalado sistemas (por precarios que sean) de transporte, obras de equipamiento (como represas por ejemplo) y aún actividades productivas extractivas (campamentos mineros por ejemplo). Finalmente se habla de “territorio organizado” para denotar la existencia de actividades de mayor complejidad, de sistemas de asentamientos humanos, de redes de transporte, pero sobre todo, de la existencia de una comunidad que se reconoce y que tiene como autoreferencia primaria el propio territorio y que está regulada mediante un dispositivo político-administrativo que define las competencias de ese territorio y su ubicación y papel en el ordenamiento jurídico nacional, es decir, un territorio organizado tiene una estructura de administración y, en algunos casos, también de gobierno. Estos territorios pasan a ser sujetos de intervenciones promotoras del desarrollo.

Así es que la expresión “desarrollo territorial” se refiere a la escala geográfica de un proceso y no a su sustancia. Es una escala contínua en la que es posible reconocer los siguientes “cortes” : mundo, continente, país, región, estado o provincia o departamento, comuna, y en ciertos casos, “veredas”, “corregimientos” u otras categorías menores. El término “ingeniería de las intervenciones territoriales” acuñado en el ILPES en los años noventa, no hace distinción alguna entre territorios ya que pretende incluirlos a todos y a cada uno.

Hay que recordar en este contexto que el término “país” originalmente no estaba asociado al concepto de Estado-Nación, sino más bien a “lugares” pequeños de características específicas portadoras de una gran identidad. Pays y paysan en francés y paese y paesano en italiano son todavía gentilicios que aluden al “campo”, a lo campesino y a lo “lugareño”, a territorios de pequeña escala. 2.- Desarrollo regional. El desarrollo regional consiste en un proceso de cambio estructural localizado (en un ámbito terrritorial denominado “región”) que se asocia a un permanente proceso de progreso de la propia región, de la comunidad o sociedad que habita en ella y de cada individuo miembro de talo comunidad y habitante de tal territorio. Obsérvese la complejidad de esta definición al combinar tres dimensiones: una dimensión espacial, una dimensión social y una dimensión individual. El “progreso” de la región debe entenderse como la transformación sistemática del territorio regional en un sujeto colectivo (cuestión que muchos, por razones ideológicas, discuten); el “progreso” de la comunidad debe entenderse como el proceso de fortalecimiento de la sociedad civil y el logro de una percepción de pertenencia regional y el “progreso” de cada individuo debe interpretarse como la remoción de toda clase de barreras que impiden a una persona determinada, miembro de la comunidad en cuestión y habitante de la región, alcanzar su plena realización como persona humana.

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34 No es el propósito en esta oportunidad entrar a un análisis más detallado del concepto de desarrollo regional, pero es inescapable señalar que el meollo de la cuestión reside en la definición de “región”. ¿ Qué es una región ? es una pregunta con varios siglos de edad y que ha motivado innumerables debates y publicaciones. No hay sino respuestas convencionales, desde aquellas que enfatizan los aspectos psicosociales, como por ejemplo lo hacía Hilhorst (1980) al preguntarse si acaso las regiones no eran sino construcciones mentales o como lo hace Hiernaux (1995) al sostener que la región es una articulación coherente de articulaciones sistémicas entre diversos grupos y cosmovisiones espacio-temporales, hasta las definiciones más tradicionales basadas en la geografía o en la economía. La posición de este autor, expresada en muchos textos, es que la región es un territorio organizado que contiene, en términos reales o en términos potenciales, los factores de su propio desarrollo, con total independencia de la escala. Así, podrán existir regiones grandes o pequeñas, de facto o de jure, con continuidad espacial o con discontinuidad en la virtualidad del mundo actual, pero con un atributo definitorio: la propia complejidad de un sistema abierto. Pero, entonces, ¿ en qué se diferencia el desarrollo regional del desarrollo local? Esta pregunta quedará pendiente por el momento. 3.- Desarrollo local. Si se tratase de un concurso de popularidad, el concepto de “desarrollo local” ganaría el primer lugar en las preferencias. Aquí, sin duda, hay mucho que decir. Desde luego, ahora se trata de un concepto sustantivo (contenido más que mero contenedor) que alude a una cierta modalidad de desarrollo que puede tomar forma en territorios de variados tamaños, pero no en todos, dada la intrínseca complejidad del proceso de desarrollo. Es evidentemente una sobre simplificación asimilar el concepto de desarrollo local a la idea de comuna, a lo municipal. En realidad, lo “local” sólo hace sentido cuando se le mira, por así decirlo, “desde afuera y desde arriba” y así las regiones constituyen espacios locales miradas desde el país así como la provincia es local desde la región y la comuna lo es desde la provincia, etc. Al respecto Di Pietro (1999) dice que: “ Lo local es un concepto relativo a un espacio más amplio. No puede analizarse lo local sin hacer referencia al espacio más abarcador en el cual se inserta (municipio, departamento, provincia, región, nación). Actualmente se juega con la contraposición ‘local/global’ mostrando las paradojas y relaciones entr ambos términos”. Hay una considerable confusión en la literatura en relación a la idea de desarrollo local. Ello se debe, al parecer, a dos causas: a] se trata de una “práctica sin teoría” al decir de Guimaraes (1997; 281), quien escribe: “ The term ‘local economic development’ (LED) describes a practice without much theoretical underpinning: a practice that would benefit from, but may actually never find, comprehensive and applicable sustantive theory”. b] es un concepto que reconoce por lo menos tres matrices de orígen.

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35Primeramente, el desarrollo local es la expresión de una lógica de regulación

horizontal que refleja la dialéctica centro/periferia, una lógica dominante en la fase pre-industrial del capitalismo, pero que sigue vigente aunque sin ser ya dominante, como lo señala Muller (1990). En segundo lugar, el desarrollo local es considerado, sobre todo en Europa, como una respuesta a la crisis macroeconómica y al ajuste, incluído el ajuste político supra-nacional implícito en la conformación de la UE; casi todos los autores europeos ubican el desarrollo local en esta perspectiva. En tercer lugar, el desarrollo local es estimulado en todo el mundo por la globalización y por la dialéctica global/local que ésta conlleva.

En otras palabras, hay tres racionalidades que pueden operar detrás del concepto de desarrollo local y no pocos errores prácticos provienen de una mala combinación de instrumentos y de tipo de racionalidad. Por ejemplo, se copian instituciones y medidas de desarrollo local ensayadas en Europa (desarrollo local como respuesta) y se intenta aplicarlas en América Latina (desarrollo local como lógica de regulación horizontal). Son muchos los autores que en diversos continentes escriben sobre desarrollo local y acá se hará referencia a varios de ellos. Curiosamente, pocos se atreven a la osadía de definir con exactitud el concepto mismo de desarrollo local. Muller (op.cit.) dice que las sociedades tradicionales, son, sobre todo, sociedades territoriales o a menudo conjuntos más o menos integrados de territorios relativamente autónomos. En este tipo de sociedad, agrega, es el territorio el que confiere a los individuos su identidad fundamental: se es ante todo “de alguna parte” (en tanto que hoy día es la identidad profesional la estructurante). De tal manera que es una referencia común a un territorio lo que otorga coherencia a las comunidades humanas. Cada territorio, continúa Muller, funciona como un sistema relativamente cerrado que encuentra en sí mismo las fuentes de su propia reproducción. ¡ Cuidado con las palabras! Las palabras de Muller describen o pueden describir la Francia feudal pre Richelieu tan bien como la Alemania contemporánea y sus “länders” ! Lo que sucede es que la lógica de regulación horizontal propia de las sociedades territoriales antiguas no ha desaparecido sino que coexiste con la lógica de regulación vertical, propia, según el mismo autor, del funcionalismo introducido por la industrialización y la modernización. Es más, es el mismo autor quien a continuación habla de la crisis de la proximidad originada en la complejidad creciente de la lógica vertical y en la necesidad entonces de “volver a lo local”: “ C´est dans un tel contexte de crise de la proximité qu´il faut resituer la résurgence du local. En effect l´espace local apparit aujourd´hui à la fois comme un lieu potentiel de remise en cohérence de la sectorialité permettant dépasser les effects pervers du corporatisme et comme lieu où peuvent se reconstruire de relations de proximité dans les quelles les individus retrouvent un part de maîtrise de la complexité du monde. Autrement dit, le local apparaît aujourd´hui comme un space où l´exigence de rationalité peut se réconcilier avec l´exigence de proximité”.

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36 El desarrollo local, en el contexto del análisis de Muller, fue la forma normal de reproducción social y vuelve, envuelto ahora en un velo tecnológico, a reinstalarse como forma de reproducción social y territorial. Se trata de un caso similar al de los polos de desarrollo à la Perroux, que han renacido desde la industrialización fordista a la industrialización flexible. Buarque (1999; 23/25) es uno de los especialistas que se atreve adefinir el desarrollo local: algunas de sus proposiciones son las siguientes: “ Desenvolvimento local e um proceso endógeno registrado en pequenas unidades territoriais e agrupamentos humanos capaz de promover o dinamismo económico e a melhoría da qualidade de vida da populaçao. A pesar de constituir um movimento de forte conteúdo interno, o desenvolvimento local está inserido en uma realidade mais ampla e complexa com a qual interage e da qual recebe influências e presiones positivas e negativas. O conceito genérico de desenvolvimento local pode ser aplicado para diferentes cortes territoriais e aglomerados humanos de pequena escala, desde a comunidade (...) até o municipio ou mesmo microregiôes homogêneas de porte reduzido. O desenvolvimento municipal é, portanto, um caso particular de desenvolvimento local com uma amplitude espacial delimitada pelo corte político-administrativo do municipio” (Itálicas en el original)” Estos planteamientos de Buarque se enmarcan en la primera matriz referencial del desarrollo local, como lógica de regulación horizontal. Arocena (1997; 91), uno de los autores latinoamericanos más importantes en este campo asume una postura próxima a la tercera matriz de orígen al ubicar el desarrollo local en la dialéctica global/local: “ El desarrollo local no es pensable si no se inscribe en la racionalidad globalizante de los mercados, pero tampoco es viable si no se plantea sus raíces en las diferencias identitarias que lo harán un proceso habitado por el ser humano”. ¡Indesmentible la postura humanista y “tourainiana” del sociológo uruguayo!

En una posición similar se encuentra también Buarque (op.cit.) quien en la parte inicial de su libro había adoptado una visión más cercana a la enmarcada en la lógica horizontal. Ahora Buarque sostiene que: “ O desenvolvimento local dentro da globalizaçao é uma resultante direta da capacidade de os atores e de a sociedade locais se estruturarem e se mobilizarem, com base na suas potencialidades e na sua matriz cultural, para definir e explorar suas prioridades e especificidades, buscando a competitividade num contexto de rápidas e profundas transformaçoes” (Itálicas en el original). Como se indicó más atrás, la conceptualización del desarrollo local como respuesta ha sido la manera preferida en que los europeos se refieren al tema. En 1995 la OCDE había puesto esta cuestión con claridad meridiana, como lo cita Cuervo (1998):

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37 “El enfoque local del desarrollo es una respuesta a los problemas del desempleo y desorganización económica causados por la decadencia industrial y las deslocalizaciones. Después del fracaso relativo de los proyectos organizados y aplicados por organismos públicos nacionales, la idea de utilizar procedimientos locales ha ido ganando vigencia”.

Como lo han comentado varios autores, las fuertes transformaciones que se están produciendo en el modelo de acumulación de capital plantean problemas de regulación como la gestión del mercado de trabajo o la adaptación y difusión de la tecnología moderna que las instituciones que fueron eficaces durante la última fase expansiva del ciclo, no son capaces de afrontar. Los instrumentos de intervención del Estado han perdido eficacia en la regulación de la economía, lo que produce un desajuste entre las demandas de regulación y el marco socioinstitucional. De esta manera las transformaciones que están ocurriendo en el sistema de intervención del Estado adquieren carácter estratégico. Es más, como lo señala Vázquez-Barquero, la reestructuración del Estado está impulsando formas nuevas en la gestión pública como es la política de desarrollo local. Ante un problema global de reestructuración del sistema productivo europeo, en la última década las comunidades locales han tratado de dar una respuesta a sus problemas intentando dinamizar el ajuste de los sistemas productivos locales. Algunos gobiernos locales/regionales han intervenido en el proceso, impulsando políticas encaminadas a solucionar los problemas que presenta la reestructuración productiva. Es en este contexto en el cual uno de los máximos exponentes del pensamiento regionalista europeo, Vázquez-Barquero, define el desarrollo local (1988; 129): “Un proceso de crecimiento económico y de cambio estructural que conduce a una mejora en el nivel de vida de la población local, en el que se pueden identificar tres dimensiones: una económica, en la que los empresarios locales usan su capacidad para organizar los factores productivos locales con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados; otra, sociocultural, en que los valores y las instituciones sirven de base al proceso de desarrollo; y, finalmente, una dimensión político-administrativa en que las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegerlo de interferencias externas e impulsar el desarrollo local”.

Cuervo (1998; op.cit.) agrega también que es en este contexto de “desafío/respuesta”, que se descubre la naturaleza ambivalente del desarrollo económico local: se trata de una respuesta residual, desencadenada por un vacío generado por la ausencia y el debilitamiento del gobierno nacional; se trata igualmente de una oportunidad, creada por las nuevas y viejas virtudes de lo local, como ámbito de construcción de procesos de desarrollo.

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38 Borja y Castells (1997) señalan que lo global y lo local son complementarios, creadores conjuntos de sinergía social y económica, como lo fueron en los albores de la economía mundial en los siglos XIV-XVI, momento en que las ciudades-estado se constituyeron en centro de innovación y de comercio a escala mundial. Los mismos autores apuntan a la importancia estratégica de lo local como centro de gestión de lo global en el nuevo sistema tecno-económico, cuestión que puede apreciarse en tres ámbitos principales: el de la productividad y competitividad económicas, el de la integración socio-cultural y el de la representación y gestión políticas.

Para finalizar este sintético recuento de opiniones conviene citar a Calafati

(1998) quien afirma que la introducción del concepto de “sistema local” en la discusión sobre desarrollo (nacional) hace aparecer, en torno a la idea de “sistema”, dos cuestiones muy básicas: primeramente, un sistema cuyas unidades fundamentales son seres humanos debe tener un mecanismo de control, es decir, su naturaleza debe ser homeostática (debe tener un “cerebro”); en segundo lugar, puesto que un sistema local es un “sistema abierto”, se hace necesario entender sus procesos en términos de un determinado patrón de interacción entre el “sistema” y su “entorno”. Estas dos características de lo territorial sub-nacional han sido punto obligado en los últimos trabajos de Boisier (1997 y 1998) quien ha insistido, en verdad desde hace tiempo, en que un nuevo entorno del desarrollo territorial es parte integrante de un nuevo y necesario paradigma y que la complejidad sistémica es en verdad un objetivo a lograr estratégicamente para permitir, precisamente, una adecuada articulación entre el sistema local o regional y el medio externo contemporáneo, caraterizado, a lo menos en el núcleo, por una creciente complejidad.

Ahora puede volverse a la pregunta con respuesta pendiente: ¿cuál es la diferencia entre lo local y lo regional? Hay que responder diciendo que la diferencia entre ambos conceptos reside en una doble cuestión escalar. Por un lado, trátase de una escala territorial en la cual en distintos segmentos de ella se ubican tanto lo local como lo regional, aunque no hay ninguna regla matemática que marque el límite, pero obviamente choca al sentido común referirse al desarrollo de la Región CORPES/OCCIDENTE de Colombia (que incluye ocho Departamentos, ciudades tan importantes como Cali y Medellín y que representa casi el 20 % del territorio y casi el 40 % de la población y casi el 50 % del VA industrial del país) como desarrollo local. Es obvio que en este caso el adjetivo regional aparece, incluso intuitivamente, como el apropiado. A la inversa, también parece contradecir el sentido común referirse al desarrollo de la ciudad de Manizales (que no queda circuncrito al plano urbano de ella) como desarrollo regional; contrariamente al caso anterior, acá local parece “calzar” mejor con la realidad. Si se tratase de hablar del desarrollo del Departamento de Caldas, parte de la Región y cuya capital es Manizales, se entra ya a un terreno de traslapos y superposiciones. Por otro lado, se trata de una escala funcional, poco precisa también, pero dotada de una cierta sensatez. Es evidente que la función de promover el empleo se entiende hoy como una función muy apropiada a la escala local, pero es igualmente evidente que una función como la promoción de la investigación científica y tecnológica (parte importante de la idea de desarrollo), altamente dependiente del funcionamiento de un sistema de ciencia y tecnología, no podría ser considerada una función local, sino regional, que sería la escala funcionalmente adecuada (y con no pocas dificultades habría que añadir!).

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39 Otra importante diferenciación entre lo local y lo regional reside en la distinta importancia relativa de los actores individuales y corporativos o institucionales en uno u otro caso. Se espera, razonablemente, que un territorio “local” sea un territorio proxémico en el cual las relaciones inter-personales, los contactos “cara a cara” y las tradiciones familiares y sociales sean de mayor importancia que las relaciones impersonales mediatizadas por instituciones y que las tradiciones sean cuando menos tan importantes como el marco legal. Stöhr (1990) en Global Challenge and Local Response presenta con mucha fuerza el papel desempeñado por actores individuales en gatillar procesos de desarrollo en varias regiones y localidades europeas. No obstante y en definitiva, la línea de separación entre lo local y lo regional será siempre bastante casuística y arbitraria en el buen sentido de la palabra.

4.- Desarrollo endógeno. Casi tan popular como la idea de desarrollo “local” es

ahora la idea de desarrollo “endógeno”. Y también es una idea casi tan confusa como el concepto anterior. El concepto de desarrollo endógeno nace como reacción al pensamiento y a la práctica dominante en materia de desarrollo territorial en las décadas de los 50 y 60, pensamiento y práctica enmarcados en el paradigma industrial fordista y en la difusión “del centro-abajo” de las innovaciones y de los impulsos de cambio.

Sin embargo, en las últimas décadas, una nueva acepción de desarrollo “endógeno” aparece de la mano del concepto de crecimiento endógeno, propio de los nuevos modelos de crecimiento económico global o agregado que hacen de la innovación tecnológica un fenómeno interno a la propia función de producción, como en Lucas y en Romer, dejando en el pasado la concepción neo-clásica del “factor residual” de Solow, como lo muestra Vázquez-Barquero (1977; op.cit.). Esto ha introducido una considerable confusión puesto que los calificativos de “exógeno” y “endógeno” juegan un papel muy diferente a medida en que se desciende en la escala territorial. Boisier (1997; op. cit.) ha mostrado que en el contexto de la globalización (y de alta movilidad espacial del capital) el crecimiento territorial es más y más exógeno (como regla general) a medida que el recorte territorial es más y más pequeño debido a que la matriz de agentes que controlan los actuales factores de crecimiento (acumulación de capital, acumulación de conocimiento, capital humano, política económica global, demanda externa) tiende a separarse más y más de la matriz social de agentes locales, siendo los primeros en su mayoría agentes residentes fuera del territorio en cuestión. Por el contrario, sostiene el mismo autor, el desarrollo debe ser considerado como más y más endógeno, debido a su estrecha asociación con la cultura local y con los valores que ella incluye. Si el desarrollo es un fenómeno de un alto contenido axiológico, algunos valores son universales (el valor de la vida, o el de la libertad, por ejemplo), pero la mayoría tienen un carácter particular a la sociedad local.

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40Cuadrado-Roura (1995) recuerda que el cambio en el balance de “movilidad y

de inmovilidad” producido en los factores productivos desde los años 70 motivaron diversos trabajos que definieron los cuatro elementos que se consideraban responsables del éxito de ciertas economías locales: el talento empresarial, un sistema productivo flexible, economías generadas en los distritos industriales y la existencia de algún agente “individual o colectivo” capaz de actuar como catalizador para movilizar el potencial “autóctono”. Es así como las primeras teorías que consideraban dichos elementos como auténticas causas de desarrollo local surgieron en Italia durante la segunda mitad de la década de los setenta de manera tal que el “desarrollo endógeno” tiene un profundo “aire itálico” debido a su asociación con nombres como los de Bagnasco, Becattini, Brusco, Garofoli, Fuá y otros.

Garofoli (1995), uno de los más notables exponentes del “nuevo regionalismo”

europeo define el desarrollo endógeno de la manera siguiente: “Desarrollo endógeno significa, en efecto, la capacidad para transformar el sistema socio-económico; la habilidad para reaccionar a los desafíos externos; la promoción de aprendizaje social; y la habilidad para introducir formas específicas de regulación social a nivel local que favorecen el desarrollo de las características anteriores. Desarrollo endógeno es, en otras palabras, la habilidad para innovar a nivel local”.

Un figura tan señera de la teoría regional como John Friedmann respaldaba desde antes (1989) definiciones como la de Garafoli diciendo que: “ Only cultural regions have the capacity to develop ‘from within’, because only they have a collective sense of who they are, and because their presence in the world makes a difference”.

Conviene recordar que a pesar de la enorme influencia intelectual de

Friedmann y a pesar de su prolífica producción, el concepto explícito de “desarrollo endógeno” no pertenece a su vocabulario, si bien no caben dudas de su vocación “territorial/local”, como de una manera tan expresa se plantea en su concepción de “distritos agropolitanos”.

Aunque sin emplear el término preciso de “desarrollo endógeno”, tampoco cabe duda alguna que la propuesta de Stöhr y Todtling (1997) conocida como la estrategia de cerramiento espacial selectivo se ubica plenamente dentro de la idea de desarrollo endógeno.

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41 El “cerramiento espacial selectivo”, lejos de cualquier autarquía según sus propios autores, propone un conjunto de políticas que permitirían canalizar los ampliamente conocidos e incontrolados efectos de drenaje (backwash) de carácter económico, social y político a fin de facilitar una mayor equidad espacial en las condiciones de vida. Tales políticas presuponen varios requisitos: a] la ampliación de las políticas espaciales más allá de la economía para considerar explícitamente los procesos sociales y políticos; b] la reformulación del concepto negativo de fricción de distancia a uno positivo ligado a la estructura de un sistema decisional espacialmente desagregado; c] una mayor atención a las actividades no mercantiles y no institucionales y a los requerimientos de la pequeña escala humana y de las relaciones con el medio; d] un cambio en los poderes decisionales desde las actuales unidades sectoriales (verticales) a unidades territoriales (horizontales). Los autores finalmente proponen varias medidas generales para aumentar el cerramiento espacial selectivo desde el lado de la oferta así como desde el lado de la demanda.

Buscando nuevamente en Vázquez-Barquero (1997;op.cit.) definiciones más rigurosas del desarrollo endógeno se encuentran un par de opiniones del mayor interés. En primer lugar, afirma que las teorías del desarrollo endógeno se diferencian de los modelos de crecimiento endógeno en el tratamiento que dan a la cuestión de la convergencia. Consideran que en los procesos de desarrollo económico lo verdaderamente importante es identificar los mecanismos y los factores que favorecen los procesos de crecimiento y cambio estructural y no si existe convergencia entre las economías regionales o locales. Y agrega que las teorías del desarrollo endógeno sostienen que la competitividad de los territorios se debe, en buena medida, a la flexibilidad de la organización de la producción, a la capacidad de integrar, de forma flexible, los recursos de las empresas y del territorio. Según este autor, el desarrollo endógeno obedecería a la formación de un proceso emprendedor e innovador, en que el territorio no es un receptor pasivo de las estrategias de las grandes empresas y de las organizaciones externas, sino que tiene una estrategia propia que le permite incidir en la dinámica económica local.

Más preciso es Boisier (1993) quien sostiene que: “ La endogeneidad del desarrollo regional habría que entenderla como un fenómeno que se presenta en por lo menos cuatro planos que se cortan, se cruzan entre sí. Primero, la endogeneidad se refiere o se manifiesta en el plano político, en el cual se le identifica como una creciente capacidad regional para tomar las decisiones relevantes en relación a diferentes opciones de desarrollo, diferentes estilos de desarrollo, y en relación al uso de los instrumentos correspondientes, o sea, la capacidad de diseñar y ejecutar políticas de desarrollo, y sobre todo, la capacidad de negociar. En segundo lugar, la endogeneidad se manifiesta en el plano económico, y se refiere en este caso a la apropiación y reinversión regional de parte del excedente a fin de diversificar la economía regional, dándole al mismo tiempo una base permanente de sustentación en el largo plazo...

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42En tercer lugar, la endogeneidad es también interpretada en el plano científico y tecnológico, es decir, la vemos como la capacidad interna de un sistema –en este de un territorio organizado—para generar sus propios impulsos tecnológicos de cambio, capaces de provocar modificaciones cualitativas en el sistema. En cuarto lugar, la endogeneidad se plantea en el plano de la cultura, como una suerte de matriz generadora de la identidad socioterritorial”. (Itálicas en el original). De esta manera, según el autor, se va generando un escenario que es ocupado por una variedad de actores públicos y privados de cuya interacción surge la sinergía necesaria.

Cuando se piensa en profundidad en la esencia del desarrollo endógeno, viene a la memoria algo que estuvo de moda en todo el mundo hace unos pocos años: aquellos coloridos cuadros formados por una infinidad de puntos de distintos colores que había que mirar de una cierta manera para “ver” como emergía de ese conjunto una figura. En cierto sentido, era necesario ensayar una mirada “holística y sistémica” para descubrir aquello oculto a primera vista, oculto precisamente a una visión analítica (cartesiana) que ve partes y no ve el todo. Este ejemplo ilustra lo que se denomina en análisis de sistemas como propiedades emergentes del sistema (una emergencia sistémica).

Pues bien, el desarrollo endógeno puede ser entendido como una propiedad emergente de un sistema territorial que posee un elevado stock de capitales intangibles y sinergético, siguiendo la última propuesta de Boisier (1999; op.cit.) sobre este concepto. En otras palabras, el desarrollo endógeno se produce como resultado de un fuerte proceso de articulación de actores locales y de variadas formas de capital intangible, en el marco preferente de un proyecto político colectivo de desarrollo del territorio en cuestión.

Todo proceso de desarrollo endógeno se vincula al desarrollo local de una manera asimétrica: el desarrollo local es siempre un desarrollo endógeno, pero éste puede encontrarse en escalas supra locales, como la escala regional por ejemplo.

5.- Desarrollo descentralizado. La descentralización es una cuestión que se

plantea con gran fuerza en América Latina desde los años setenta, al comienzo asociada al modelo neo liberal de política económica que acompañó al entronamiento de los gobiernos de facto y posteriormente, vinculada precisamente a la recuperación democrática que se instala definitivamente en todo el subcontinente a partir de Marzo de 1990. Como es claro, para poder servir a dos señores tan distintos, la descentralización, o es un fenómeno de alta complejidad o es una cuestión “difusa y confusa”, como este autor la caracterizó en alguna oportunidad. Hay algo de verdad en ambas lecturas. Es un proceso multidimensional complejo sin duda alguna y hay mucho de confusión y de error en la forma en que se le presenta y discute.

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43Pero no este el momento de entrar de lleno en una discusión sobre el contenido

del término descentralización. Hay una sobre abundancia de literatura bien conocida en el tema. Lo que interesa acá y en este momento es de un alcance más limitado: se trata de escudriñar un tanto en la relación entre desarrollo territorial y descentralización.

Hay que decir para comenzar que descentralización es un concepto que se despliega en tres dimensiones: la funcional, la territorial, y la política. En cualquier caso, descentralizar siempre implica una redistribución de poder y normalmente significa crear instituciones que tienen como caraterísticas básicas el contar con una personería jurídica independiente de otras figuras jurídicas (como el Estado), con recursos o presupuesto propio y con normas de funcionamiento propias. Por supuesto, que como es ya bien conocido, deslocalización y desconcentración son conceptos que se encuentran en la misma cadena argumental, pero al mismo tiempo son completamente distintos al de descentralización; el parecido lleva a confundirlos a veces, como sucedió en Chile durante largos años, particularmente en relación a la instalación del Parlamento en la ciudad de Valparaíso.

La descentralización funcional lleva a la creación de organismos con las propiedades citadas en el párrafo anterior, pero con competencias restringidas a una determinada actividad o sector (como por ejemplo, un Banco Estatal Ganadero). La descentralización territorial también implica la creación o el reconocimiento de entidades con, nuevamente, las caraterísticas señaladas, pero estando sus múltiples competencias restringidas a un ámbito geográfico determinado (como es el caso de los actuales Gobiernos Regionales en Chile). Finalmente la descentralización política agrega el requisito de la generación del ente mediante elecciones políticas democráticas (libres, secretas e informadas) como sería el caso de los gobiernos autónomos de las comunidades españolas.

Estas tres categorías o dimensiones “puras” de la descentralización pueden combinarse por pares para dar origen a formas mixtas y de entre ellas, la que interesa definitivamente a esta discusión es la descentralización política-territorial, es decir, el establecimiento de entes de gobierno para los territorios mediante su generación por votación popular.

El desarrollo descentralizado supone la configuración del territorio en cuestión como un sujeto colectivo con capacidad para construir su propio futuro. Desde luego, no es el territorio como recorte geográfico el que puede operar como sujeto; sí lo es la comunidad que habita tal territorio en la medida en que ella misma se alimenta del regionalismo (regionalismo: un sentimiento de identificación y pertenencia a un territorio, que es permanente en el tiempo y que permite subsumir intereses particulares en un interés colectivo y que genera una cultura de características particulares, que unifica hacia adentro y separa y distingue hacia afuera) y en la medida en que es capaz de darse a sí misma un proyecto de futuro común consensuado para dar cabida a la diversidad. Como se sabe, la idea de un “sujeto colectivo territorial” produce pánico en el marxismo ortodoxo que ha cortado algunas ilustres cabezas por apoyar esta herejía, ya que tal sujeto, pluriclasista por definición, desplazaría a la lucha de clases como motor del cambio social.

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44 Hay, finalmente, una clara intersección entre desarrollo endógeno y descentralizado, puesto que es el poder transferido y también creado a partir de la descentralización el que permite tomar decisiones en relación a opciones de desarrollo y el que permite la apropiación parcial del excedente a fin de realimentar el proceso de crecimiento in situ.

6.- Desarrollo de abajo-arriba. Otro concepto usado con frecuencia en la

literatura es el “desarrollo desde abajo” o “de abajo-arriba” (bottom-up) en contraposición con la corriente dominante desde los cincuenta entronizada en el paradigma de “desarrollo del centro-abajo” . Stöhr y Taylor (1981) prácticamente dijeron, ellos mismos o sus colaboradores en el libro, todo lo que era aparentemente posible decir acerca de esta propuesta paradigmática.

El punto de partida de esta propuesta es el reconocimiento del escaso éxito de las formas consideradas “adecuadas” en la transmisión de innovaciones (tanto tecnológicas como económicas y culturales) basadas en los canales inter firmas propios del insumo-producto, en los canales intra firma propios del modelo organizacional casa matriz/filial y en los canales inter urbanos implícitos en el ordenamiento del sistema de centros urbanos (la regla “rango-tamaño” como ordenamiento paretiano óptimo). Cada tipo de canal definía al mismo tiempo un campo de política pública: globales, sectoriales y “espaciales”. Esto es lo que lleva a Stöhr y Taylor a afirmar que: “ The available evidence as quoted above indicates that traditional spatial development policies (predominantly of the centre-down-and-outward type) in most cases have not been able—at least within a socially or politically tolerable time-span—to improve or even stabilize living levels in the lest- developed areas of the Third World countries. Alternative spatial development strategies therefore should be urgently considered... Development “from below” needs to be closely related to specific socio-cultural, historical and institutional conditions of the country and regions concerned.[...].The guiding principle is that development of territorial units should be primarily based on full mobilization of their natural, human and institutional resources”. En este contexto los autores definen los siguientes elementos como componentes esenciales de estrategias de desarrollo “desde abajo”: 1) El establecimiento de un amplio acceso a la tierra y a otros recursos naturales del

territorio, como factores claves de producción en la mayoría de las áreas menos desarrolladas en el mundo;

2) La introducción de nuevas estructuras decisionales organizadas territorialmente (o el restablecimiento de antiguas estructuras) para garantizar la equidad en la comunidad;

3) La concesión de un nivel más elevado de auto-determinación a las áreas rurales así como a otras áreas periféricas para generar una institucionalidad propia;

4) La elección de una tecnología “regionalmente adecuada” orientada a economizar recursos escasos y a maximizar el uso de los recursos abundantes;

5) Prioridad a los proyectos que satisfacen necesidades básicas de la población; 6) Introducción de políticas de precios nacionales que favorezcan los términos de

intercambio de las regiones periféricas;

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457) Ayuda externa admisible como compensación de los efectos de erosión causada por

dependencias previas; 8) El desarrollo de actividades productivas que excedan la demanda regional sólo si

ellas conducen a una amplia mejoría en las condiciones de vida de la población. 9) Reestructuración de los sistemas de transporte y del sistema urbano para mejorar y

hacer más equitativo el acceso de la población en todo el territorio; 10) Mejoramiento del transporte y de las comunicaciones rural-rural y rural-aldea, 11) Estructuras sociales igualitarias y una conciencia colectiva son, a juicio de los

autores, elementos importantes para una estrategia “de abajo-arriba”.

Como suele suceder, a veces la buena intención termina por generar proposiciones demasiado ambiciosas, si no en contenido, en alcance, y ello conspira en su contra. La propuesta estratégica “de abajo arriba y hacia adentro” tiene un gran valor intrínseco y se inserta plenamente en el contexto del desarrollo local endógeno. Sin embargo, posiblemente Stöhr y Taylor pecaron de optimistas al suponer un franco declinio en las formas “modernas” de transmisión de innovaciones, puesto que, al contrario de lo que podría haberse supuesto, la globalización ha significado un marcado incremento en la importancia de la transmisión intra firma al acentuar tanto la segmentación geográfica de un mismo proceso productivo (dando origen a una red de establecimientos) como la fusión de grandes conglomerados internacionales (como por ejemplo, la reciente compra de la Volvo por parte de la Ford) y la revolución científica y tecnológica, parte integrante de la misma globalización, ha significado una densificación de las relaciones de insumo-producto o sea, de la transmisión de innovaciones inter firmas, en parte debido a la subcontratación. Paralelamente, la agudización de los fenómenos de metropolización, en algunos casos, o de crecimiento muy irregular de los sistemas urbanos, parcialmente debido a la diferente capacidad de adaptación de las ciudades al nuevo entorno (falta de desarrollo local) ha significado una menor importancia de los mecanismos inter urbanos de transmisión de innovaciones. Así, la propuesta de desarrollo “de abajo arriba” no encontró un escenario adecuado para su propio desarrollo como alternativa.

3.-La irreductible lógica territorial del desarrollo

Probablemente no hay otro economista contemporáneo cuya memoria merezca más ser rescatada que François Perroux, cuyo nombre aparece casi siempre vinculado a la teoría (¿era realmente una teoría? ) de los polos de crecimiento, pero cuyo pensamiento abarcó áreas mucho más amplias y complejas del pensamiento económico. En cualquier caso, aquella afirmación célebre: “El hecho burdo, pero sólido, es éste: el crecimiento no aparece en todas partes a la vez, se manifiesta en puntos o polos de crecimiento con intensidades variables; se esparce por diversos canales y con efectos terminales variables para el conjunto de la economía”, mantiene una validez insospechada seguramente por el propio autor.

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46 Desde luego, los polos de crecimiento, lejos de estar muertos, están sumamente saludables, aunque se han vestido ahora con el ropaje propio de la revolución científica y tecnológica, como lo planteaba en una oportunidad Boisier (1981) porque, bien pensada la cuestión, los “tecnopolos” no pueden desmentir su propio ADN que los liga indudablemente al concepto perrouxiano original. Pero más allá de esta afirmación, lo que interesa en el contexto de este documento es que la dinámica de crecimiento descrita en la frase del economista francés corresponde casi exactamente a la dinámica territorial del desarrollo, a aquella dinámica que Muller, según se anotó, define como la lógica de la regulación horizontal o territorial que según él, era la lógica propia pre-moderna, de las sociedades primitivas o feudales. Se equivoca el politólogo francés en asumir que esta lógica habría sido completamente desplazada por la lógica de regulación vertical propia de la sectorización del modernismo. Se equivoca porque ello nunca ocurrió del todo, porque si bien la prevalencia de la lógica vertical ha sido clara en relación al crecimiento, el más complejo y escurridizo desarrollo no ha dejado de estar regulado por una lógica horizontal. ¿Puede alguien citar un caso de un proceso de desarrollo que se haya difundido instantánea y simultáneamente sobre todo el territorio nacional ? ¿Puede alguien citar el caso inverso, es decir, un desarrollo esparcido desde abajo instantánea y simultáneamente hacia todo el territorio nacional? No, porque los casos extremos de desarrollo “del centro-abajo” o “de abajo-arriba” ni siquiera se plantean como una cuestión teórica. Lo que la evidencia empírica muestra y lo que el sentido común respalda es un proceso de difusión del desarrollo que se asemeja mucho a la proposición de Perroux. Vázquez-Barquero (1995) afirma: “El crecimiento económico y cambio estructural en los países recientemente industrializados han sido analizados tradicionalmente, mediante el modelo de crecimiento de concentración/difusión, que explica como el desarrollo económico toma la forma de crecimiento urbano/industrial, liderado por las grandes empresas”. Subrayado de este autor. A pesar de que Vázquez-Barquero claramente es un crítico de esta explicación, por lo menos en referencia al Sur de Europa, comete el desliz, tan frecuente por lo demás, de intercambiar libremente “crecimiento” por “desarrollo”. En efecto, si en el recuadro anterior la palabra ahora subrayada (desarrollo) hubiese sido simplemente crecimiento, el juicio habría sido correctísimo y, por lo demás, en total y completa concordancia con la explicación teórica de la lógica de expansión territorial del capitalismo (pre modelo neo liberal) ofrecida por Boisier (1991; 5ª ed.) en el texto Política económica, organización social y desarrollo regional.

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47 Efectivamente el crecimiento económico ha estado regulado por una lógica funcional, a partir, diríase, de la Revolución Industrial, una lógica que hizo del sector industrial el sector motor del crecimiento y como toda vez que se elige un sector motor para asentar en él el crecimiento se hace necesario “ordenar” el espacio en que naturalmente tal sector se desenvuelve, lo “urbano” resultó el acompañamiento natural y de ahí la dupla urbano/industrial anotada.

Desde el punto de vista del desarrollo, la dinámica territorial ha sido completamente distinta, aunque pretender separar absolutamente ambos procesos es un error.

El punto de partida está en reconocer que el desarrollo –tal como se le entiende hoy día, pero como siempre ha sido—es un proceso que, requiriendo una base material, no oculta su naturaleza intangible, como se discutió inicialmente. Siendo ello así, procede reconocer, con toda lógica, que sus factores determinantes o causales deben ser de igual dimensión y estos varios factores se han agrupado en categorías o diferentes clases de capital intangible. Se ha argumentado a continuación que tales capitales intangibles (alrededor de nueve o diez) deben ser articulados, potenciados y direccionados por una forma aún superior de capital intangible: el capital sinergético latente en casi toda comunidad y definido como un potencial catalítico de la sociedad que le permite promover acciones en conjunto dirigidas a fines colectiva y democráticamente elegidos con el conocido resultado de obtenerse así un resultado final que es mayor que la suma de los componentes. Se ha sostenido también –y éste es un punto crucial—que tales capitales intangibles y en particular, el capital sinergético, se encuentran más fácilmente en espacios sociales y territoriales pequeños, de naturaleza proxémica, en que los contactos cara a cara, las costumbres y las tradiciones son muy importantes.

Si estas proposiciones son correctas, entonces el desarrollo comienza por ser un fenómeno local, de pequeña escala, y ciertamente endógeno. Pero para poder desplegarse como un proceso endógeno ya se sabe que se requiere previamente adquirir la cualidad de descentralizado.

Y entonces a partir de este momento y de este punto el desarrollo comienza a expandirse desde abajo, hacia arriba y hacia los lados de acuerdo a un proceso de capilaridad, tal como se observa en la mecánica de fluidos. Pero también a partir de este momento y de este punto se presenta la dialéctica entre la antigua y aún presente lógica de regulación horizontal y la nueva lógica de regulación vertical: es el conflicto entre el territorio y la función à la Friedmann y Weaber (1979). Dos resultados pueden, de aquí en adelante, graficar la geografía del desarrollo: una expansión tipo mancha de aceite, rara en la práctica y que significaría una equidad creciente en el territorio o bien una expansión tipo archipiélago o en un caso extremo, la patología estricta de centro-periferia.

Ahora sí tiene razón Vázquez-Barquero, cuando en el mismo texto, apunta:

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48“El proceso de concentración industrial tuvo lugar cuando la producción industrial había comenzado en centros urbanos menores y las actividades manufactureras se habían difundido en las áreas rurales... Así pues, la difusión industrial (es decir, la creación de empresas en áreas menos industrializadas) se ha producido, no sólo gracias a la descentralización productiva y funcional de las empresas urbanas (nacionales/internacionales), que cambian su estrategia de localización, sino también debido a los procesos de industrialización local en las ciudades medias y, en todo caso, en las áreas no metropolitanas”. La conclusión final es que al menos durante una fase inicial del ciclo largo de expansión territorial de los procesos de crecimiento y desarrollo, el crecimiento puede ser inducido desde arriba y también desde abajo, pero el desarrollo se mostrará siempre como un proceso local, endógeno, descentralizado, capilar y contínuo o discontinuo sobre el territorio. A fin de cuentas, los adjetivos del desarrollo son redundantes y tautológicos, ya que sólo dicen lo que el propio concepto de desarrollo dice. Son, en el mejor de los casos, copulativos y no disyuntivos. |

No conviene colocar expectativas sobre dimensionadas en el desarrollo local; cuestiones técnicas de escala y de complejidad pueden funcionar como fuertes “barreras de entrada” al desarrollo e insistir en operar en esta escala puede dejar a la población (el sujeto, después de todo) en una suerte de limbo de desarrollo, entre la nada y la nada. En materia de desarrollo territorial hay que atenerse a la Ley de la Variedad Necesaria de Ashby: niveles distintos de complejidad requieren escalas distintas y homólogas de intervención.

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49Boisier S. “Desarrollo regional endógeno en Chile. ¿ Utopía o necesidad ?”,

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CAPÍTULO 3

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO, CONOCIMIENTO

SOCIAL Y GESTIÓN TERRITORIAL

1.-Conocimiento: el código del Siglo XXI

Fue Taichi Sakaiya (1995) quien popularizó el término sociedad del conocimiento para describir su visión de la estructura de la sociedad venidera, en una anticipada historia del futuro. Una conclusión apresurada haría pensar que Sakaiya se refería exclusivamente al progreso técnico y a su importancia creciente en la elaboración de la producción, sea mediante la creación de nuevos productos, sea mediante la

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54configuración de nuevos procesos y nuevas formas organizativas. Sin embargo, el autor japonés apuntaba mucho más lejos y más arriba al introducir el concepto de "valor-conocimiento", originado en percepciones subjetivas, un concepto que alude tanto al precio del saber como al valor creado por el saber; en otras palabras, es el precio o valor que una sociedad otorga a aquello que la sociedad reconoce como saber creativo, una especie de “valor de uso” subjetivo. Esto lo expresa muy bien el título de un capítulo del libro de Sakaiya: "Saciedad de bienes materiales y demanda de valores no cuantificables", un título que apunta a una saciedad no derivada del exceso de consumo, sino más bien derivada de nuevas percepciones individuales y colectivas.

Puesto que la edición inicial en japonés del libro de Sakaiya data de 1991 bien puede decirse que el autor ha hecho gala de una perspicacia notable al anticipar dos cuestiones que hoy se encuentran en el centro del debate: la importancia del conocimiento en la globalización, por un lado, y por otro, el reconocimiento creciente del carácter axiológico, valorativo, del desarrollo y la emergencia, precisamente, de una demanda de bienes no materiales (paz, seguridad, solidaridad, justicia, etc.).

En relación con el binomio globalización/conocimiento, Delapierre (1995,18) señala: “La segunda característica fundamental de la globalización es la importancia adquirida por el conocimiento en la organización y en el funcionamiento de las actividades económicas. Se trata, en primer lugar, del refuerzo en el contenido tecnológico de productos y procesos(...)En segundo lugar, la importancia del conocimiento en las actividades industriales no se limita a la tecnología; pasa también por un aumento en la proporción de elementos no materiales en la inversión: formación, software, gastos comerciales, organización” (traducción libre del autor).

Precisamente, debido a la importancia creciente del conocimiento en la globalización (ese verdadero convidado de piedra de la contemporaneidad, ese “objeto cultural no identificado”, en palabras de Néstor García Canclini) es por lo que el juego competitivo en la misma globalización se hace más complejo de forma permanente, es decir, los bienes y servicios comercializables son cada vez más complejos, en el sentido, precisamente, de contener más y más progreso técnico (información, conocimiento, innovación). Los propios códigos de la globalización, vale decir, las reglas del juego (reglas de negociación, acuerdos, prohibiciones, excepciones, dinámicas temporales), también se hacen cada vez más complejos, como lo podría atestiguar cualquier negociador de acuerdos y tratados de comercio. Los actores, a su vez, se hacen más complejos en su estructura y en su operación e incrementan sus condiciones como competidores1. El lenguaje también se hace más complejo al introducir un léxico nuevo que debe ser decodificado para su socialización, y, finalmente, se impone el inglés como una suerte de megalenguaje globalizador.

Todo lo anterior tiene como consecuencia inmediata para cualquier territorio interesado en ser un sujeto competitivo y ganador, la necesidad de hacer más compleja su propia estructura interna para, de acuerdo con Luhmann (1997), reducir la complejidad del entorno (sólo la complejidad puede reducir la complejidad) y equiparar la complejidad sistémica con la del entorno. Colocando en lenguaje simple tanto a Luhmann como a Ashby, “no se puede ganar en un juego complejo con

1 Por ejemplo, la actual ley de fomento forestal de Argentina transformó a este país en un actor mucho más complejo para Chile, en el contexto del MERCOSUR, dado que comienza a amenazar la ventaja comparativa chilena en silvicultura.

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55jugadores y estrategias simples”. Siempre de acuerdo con el sociólogo alemán, la complejidad es la información que le falta a un sistema para poder comprender y describir completamente su entorno, o bien a sí mismo. Conocer supone información, pero comprender supone conocimiento.

Desde el punto de vista del cambio de valores, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en sus estudios recientes sobre desarrollo humano en Chile (PNUD, 2000), concluye que la acelerada modernización del país en la década de los noventa (cuya cara más visible fue la duplicación del ingreso per cápita) ha dejado a las personas con agobiantes sensaciones de pérdida de ... ¿felicidad?, de bienestar emocional, de seguridad y que, como reacción, los chilenos “sueñan” con una sociedad más igualitaria en la que se fortalezca lo común, al mismo tiempo que se integra mejor en su propia diversidad, dando existencia a una vida cotidiana con rostro más humano. ¿Saciedad por sobreconsumo con apenas 5.000 US $ por habitante o, más bien, por cambio de percepciones?

Desde la Canadian International Development Agency, Normadin (1997:124) hace la siguiente reflexión en torno al concepto de desarrollo:

“Con el tiempo, se ha producido una creciente aceptación de que los seres humanos no son simplemente agentes económicos en búsqueda racional y unilateral de un mayor consumo de bienes y servicios. Los seres humanos también quieren vivir en un entorno físico agradable, en armonía social, en lugares tranquilos y seguros, y en una comunidad que les permita vivir un estilo de vida compatible con sus aspiraciones sociales y culturales. Asimismo, desean ejercer su capacidad para hacer opciones para ellos e influir en las opciones de su comunidad” (traducción libre).

Tienen razón todos aquellos que sostienen que el conocimiento se encuentra “detrás” de los cambios de los paradigmas científicos, productivos, organizacionales o de otra naturaleza, en medio de los cuales nos encontramos. Simultáneamente, el conocimiento termina por traducirse en nuevos productos de elevada sofistificación tecnológica 2 y también en nuevas maneras de pensar y de intervenir en asuntos tan complejos como puede ser una propuesta de desarrollo local. El saber, el conocimiento, aparece como un eje transversal de un abanico de paradigmas emergentes. La necesidad de adquirir permanentemente nuevo conocimiento se convierte en un imperativo, tanto para quien dirige una empresa como para quien dirige un gobierno territorial o un organismo de fomento del desarrollo, así como, en último término, para cualquier individuo.

Para las regiones la cuestión no es menor, como bien lo apuntan Maskell y Malmberg (1999:167-185): “Las regiones deben casi permanentemente reconstruir estructuras obsoletas, renovar recursos agotados, recuperar instituciones vencidas, revitalizar habilidades y reconstruir conocimientos inadecuados” .

En la introducción al libro Economie Globale et Reinvention du Local, Savy y Veltz (1995,7) afirman que “El progreso técnico, a la inversa [del capital], aparece cada vez menos y menos como un bien público accesible a todos. Es transmitido mediante

2 Si bien, paradójicamente, el rescate de un saber ancestral a menudo revaloriza bienes y servicios muy elementales, pero que son valorados precisamente por su carácter limpio y orgánico (en el caso de productos agrícolas) o por su carácter sui generis, al ser el resultado de prácticas productivas profundamente incrustadas en algunas culturas, como es el caso de muchos productos artesanales. Saber “codificado” y saber “tácito” se dan la mano a través de nuevos o renovados productos.

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56las competencias inmateriales (las personas y las redes de personas) mucho más que por medio de las máquinas o mecanismos estandarizados. Circula rápidamente, pero en esferas restrictas, ya que las técnicas nuevas requieren de un entorno de producción, pero también de uso cada vez más y más sofisticado” (traducción libre).

Se ha hecho común distinguir entre conocimiento codificado y conocimiento tácito y crece la importancia de este último, que entre otras características muestra un poderoso anclaje territorial y escasa movilidad, precisamente porque reside en las personas como sujetos individuales, o bien en las personas como sujetos colectivos, como sucede con gran parte del capital cultural, tal como lo plantea Boisier (2000/a). De hecho, parte del progreso técnico deja de ser un bien público, perfectamente móvil y accesible a todos, como lo apunta Camagni (2000) al señalar la compleja dialéctica y confrontación entre la hiper-movilidad de algunos factores productivos y el “anclaje” territorial de otros, actuando éstos últimos como factores localizadores cruciales para los procesos de producción más avanzados, que dan como resultado, según Camagni, un aumento de las fuerzas centrípetas que empujan a los territorios ganadores del pasado a ser también los ganadores del presente3. ¿Qué puede tener de extraño la verificación, en el caso chileno, de ser la Región Metropolitana la única “ganadora”, según varios (y simples) estudios empíricos, a la luz de las consideraciones anteriores?

Es muy importante concluir resaltando la creciente relación entre recursos humanos y capital humano, por un lado, y el conocimiento y la posición ganadora o perdedora de las regiones, por otro. Si se entiende bien la cuestión, “ganar” no puede ser sino el resultado de más conocimiento, de más complejidad y de más velocidad, y éstas son virtudes que, en parte, radican en las personas, más que en máquinas, procedimientos e instituciones; y por ello la valorización de los recursos humanos juega un papel central. Éste es el tema del libro de la OCDE Compétitivité Régionale et Qualifications, de no tan reciente aparición (OCDE, 1997).

Hay también otro aspecto que liga estrechamente la globalización con las TIC y con el conocimiento: la creciente virtualización y sus efectos territoriales (Wong, 1999).

Puede apostarse casi con total seguridad por la consolidación de un mundo virtual, no sólo en términos organizacionales (corporaciones virtuales) o culturales (la aldea global), sino también en términos geográficos (regiones virtuales). Técnicamente, lo virtual es definido como “una base de datos gráficos interactivos, explorable y visualizable en tiempo real en forma de imágenes tridimensionales de síntesis capaces de provocar una sensación de inmersión en la imagen” (Quéau, 1995:15). La creciente virtualización de la economía es uno de los factores relevantes que ha conducido a una nueva geografía del poder en el mundo (Saasen, 1996). Esta autora sostiene que un número cada vez mayor de actividades productivas se está desarrollando a través del espacio electrónico, el cual sobrepasa o anula cualquier jurisdicción territorial. Como consecuencia, dice Saasen, el avance de la economía global, en conjunto, con las nuevas telecomunicaciones y las redes computacionales que integran el mundo, han reconfigurado profundamente instituciones fundamentales para los procesos de gobernabilidad y responsabilidad en los Estados modernos. Según lo menciona Wong (op.cit.), la técnica virtual, fundamentada en la simulación, está convirtiéndose en un nuevo lenguaje que, por su celeridad y horizontalidad, se torna en un sexto poder.

3 Entiéndase ello como una tendencia y no como un resultado inexorable.

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57Wong hace una enumeración de nuevas estructuras virtuales: 1) realidad

virtual; 2) producto virtual; 3) corporación o empresa virtual; 4) departamento virtual; 5) moneda virtual; 6) universidad virtual; 7) comunidad virtual; y 8) región virtual. Esta última se encuentra en la parte más alta de la pirámide que representa la nueva modalidad de configuración territorial (Boisier, 1996), una modalidad que responde a la lógica territorial del actual capitalismo tecnológico propio de la globalización y ya no más al voluntarismo político del Estado, ex cartógrafo de mapas regionales. Naturalmente, la virtualidad es claramente un subproducto de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, cuyo uso requiere tanto del hardware como del software, es decir, de conocimiento.

Finalmente, y como es conocido, la sociedad del conocimiento o la nueva economía tienen una base técnica en las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC) que empujan la competitividad, la innovación y los cambios organizacionales en las empresas y entre las empresas. La información como factor de producción, según el European Information Technology Observatory 4, da origen a un nuevo modelo de organización intra-redes, a nuevas modalidades de integración vertical virtual (empresas red), a nuevas formas de cooperación y alianzas estratégicas (regiones virtuales, por ejemplo), y al comercio electrónico e internet.

Es interesante destacar que en la nueva economía el tamaño de los países y de las regiones es “lo de menos”, según lo afirma John Morgridge, presidente de CISCO:

“En esta economía el tamaño no es lo determinante, sino que es la rapidez con que uno se mueve y la capacidad de las personas. Es verdad que hay que construir infraestructura para tener acceso a la economía global, pero lo fundamental son los otros puntos” (Morgridge, 2000).

Ésta es una observación muy interesante para la enorme mayoría de las regiones en todo el mundo, que, en general, son sistemas socio-tecno-productivos de pequeño tamaño; viniendo esta opinión desde el mundo de los negocios informáticos, respalda la tesis de que la globalización ofrece oportunidades para los hábiles y rápidos, así como amenazas para quienes no pueden “ponerse a tono” con las exigencias del entorno.

Evidentemente, las TIC se encuentran ahora detrás de los aumentos de productividad de empresas y países (y regiones), productividad que, de acuerdo con Porter, es a su vez la columna vertebral de la competitividad. Por ejemplo, en los Estados Unidos de Norteamérica, la productividad agregada creció entre 1995 y 1998 alrededor de un 2,3 % anual debido a ganancias de productividad de la mano de obra (0,25 %), del capital (1,13 %) y de la tecnología (0,99 %), pero siendo ésta última la de más rápida tasa de crecimiento con respecto al período 1990/95 (268 %). Esta enorme tasa de expansión es explicada por un crecimiento del 31 % en tecnología no informática, del 44 % en el uso de computadoras, del 14 % por nuevos software y por un 11 % en comunicaciones.

Internet es, por supuesto, la tecnología emblemática de las TIC y de la sociedad del conocimiento o de la nueva economía. Los descriptores esenciales son ahora e-mail, e-government (G2C), e-business (B2B, B2C), e-employment, y el grado de conexión a la 4 Citado en el proyecto La sociedad de la información: retos y oportunidades para Andalucía, preparado en el Instituto de Desarrollo Regional, Fundación Universitaria, Sevilla, España, 2001.

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58red y la intensidad de uso son los nuevos indicadores de modernidad. Desde este punto de vista aparece clara la nueva situación de disparidades internacionales: en los EE.UU. el 50 % de los hogares (allí justamente hay que medir la “modernidad”) disponen de conexión a Internet; en Europa el mismo indicador llega a un 23 %, y en América Latina sólo llega a un 3 %, ubicándose Chile a la cabeza con una tasa de conexión igual al 10,1 %, según estimaciones dadas a conocer recientemente por la compañía Telefónica CTC Chile.

No obstante, ni las TIC, ni la globalización mediante ellas, han logrado la tan ansiada (por el sistema) homogeneización de productos a nivel mundial, inequívoca marca de la existencia de un único mercado. En efecto, basta ser consumidor de vídeos o de los más modernos DVD para tomar nota de la existencia de sistemas incompatibles, como por ejemplo, NTSC, PAL, SECAM, en el caso del formato VHS, o de seis códigos (y zonas geográficas) incompatibles en el caso del formato DVD.

Si ello ocurre como resultado de estrategias comerciales, es un buen indicio de que no todo está perdido desde el punto de vista del resguardo de identidades.

Seguidamente, se exploran distintas intersecciones entre conocimiento y organizaciones, procedimientos y territorios, tratando de identificar en cada caso, los descriptores o palabras claves en cada uno de ellos.

2.-Conocimiento y sistema productivo: aprendizaje colectivo

La tecnología y el cambio tecnológico son reconocidos ahora como los motores principales en los cambios en el patrón territorial del desarrollo económico; el auge y caída de nuevos productos y procesos productivos se da en los territorios y depende, en gran medida, de las capacidades territoriales para tipos específicos de innovación.

Según Helmsing (2000), dado el rápido cambio económico y tecnológico, las firmas necesitan desarrollar una capacidad dinámica para renovar, aumentar o adaptar sus habilidades de manera que mantengan el rendimiento económico. La innovación y el aprendizaje son centrales y comprenden la combinación de diversos conocimientos tecnológicos, organizacionales y de mercado. Según Lawson y Lorenz (1999), tres cuestiones básicas en el aprendizaje organizacionales son: a] el aprendizaje depende de compartir conocimiento; b] el nuevo conocimiento depende de la combinación de diversos conocimientos; c] existe inercia organizativa. Camagni, por su lado, argumenta que la incertidumbre yace en el corazón del problema de la innovación.

El "aprendizaje colectivo regional" es la forma de enfrentar la incertidumbre y la necesidad de coordinación. Según Helmsing, el aprendizaje colectivo puede ser entendido como la emergencia de un conocimiento básico común y de procedimientos a lo ancho de un conjunto de firmas geográficamente próximas, lo que facilita la cooperación y la solución de problemas comunes. Compárese con el concepto comentado más adelante de “sinergía cognitiva”, de Boisier, éste más ideado para

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59funcionar en el ámbito mesoeconómico y mesopolítico regional que en el ámbito microeconómico de las firmas.

El aprendizaje colectivo es particularmente importante para la pequeña y mediana empresa (Pyme) cuyo problema principal no reside necesariamente en su tamaño, sino en su aislamiento. “Como empresas individuales, actuando individualmente, están en una posición débil para competir. Les faltan recursos, economías de escala y de alcance, de las cuales disponen las firmas grandes, y les falta una voz política necesaria para influir sobre su propio entorno económico y político” (Sengenberger y Pyke, 1991,8, citados por Helmsing, 2000). Si no es mediante la asociatividad, el acceso a nuevas tecnologías se torna casi imposible.

La cuestión es que el aprendizaje colectivo, así como otras formas de asociatividad requiere de una fuerte dosis de capital social, en los términos en que ahora se entiende este concepto, vale decir, redes de cooperación permanentes o no, basadas en la confianza interpersonal, capaces de operar en contextos de reciprocidad difusa, más allá de relaciones familiares o amicales y orientadas a la consecución de fines legítimos. No siempre los territorios en los cuales el aprendizaje colectivo de las firmas es más necesario cuentan con un adecuado stock de capital social.

En este contexto, el concepto de activos relacionales de las empresas (Storper, 1997) aparece como central para asegurar la innovación y la competitividad. Estos activos relacionales incluyen reciprocidad, confianza, lazos entre empresas, convenciones y rutinas que aten a los agentes a las culturas corporativas, racionalidades conductuales y de acción, y base cognitiva para el aprendizaje colectivo y la adaptación.

3.-Conocimiento y competitividad: conocimiento codificado y tácito

Se puede parafrasear a Churchill advirtiendo a países, regiones, ciudades y organizaciones: ser competitivo o morir. Quizás no en términos tan extremos, ya que los peligros son desaparecer, por cierto, para muchas organizaciones, pero sobre todo, perder, para las entidades territoriales. Como lo prueba la historia, en no pocos casos “perder” es igual a “morir” para ciertas ciudades, como fue, por ejemplo, el caso de las ciudades del salitre en el Norte de Chile o del caucho en la Amazonía brasileña.

Una competitividad sostenida a largo plazo sólo puede basarse en la creación y uso de ventajas competitivas o dinámicas que, al revés de las ventajas comparativas basadas en la explotación de recursos naturales y en la comercialización de commodities (capaces de sustentar “buenos negocios” a corto plazo), se construyen a partir del conocimiento y de la innovación. Como lo anota Rosales (1991): “La cuestión de la competitividad descansa cada vez más en el conocimiento (científico, técnico, la capacidad de diseño, los sistemas de información) y en la gestión de la tecnología. Esta última ya no cabe concebirla en departamentos formalmente constituidos y limitados a la investigación y desarrollo; por el contrario, hoy en día la gestión tecnológica constituye una dimensión estratégica de la empresa, la cual abarca el conjunto del

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60modo de accionar de la misma (proveedores de materias primas, componentes y equipos, servicios de ingeniería, diseño y organización, servicios de investigación contratados de la universidad y centros tecnológicos, cooperación empresarial) en la investigación y desarrollo, fabricación y distribución”. Conocimiento para ser puesto al servicio de lo que Porter considera como el núcleo duro de la competitividad: la productividad.

Ha surgido un nuevo vocablo en el léxico de la competitividad: "coopetencia", es decir, la cooperación para competir eficazmente, un concepto inscrito en otro de amplia difusión: "glocal", la simbiosis entre la dimensión global y local y un neologismo que debe ser leído en dos sentidos. Hay que pensar globalmente para actuar localmente (para las firmas) y hay que pensar localmente para actuar globalmente (para las personas). En torno a estas cuestiones, Azúa (2000, ix) apunta: “Nuestro objetivo es formular un modelo explicativo que contemple la dinámica de la competitividad bajo el efecto de fuerzas activas que generan una red de conexiones tanto por sí mismas como a través de la gestión del conocimiento” (cursivas del autor).

Una primera aseveración es, entonces, la que afirma la articulación entre competitividad y conocimiento. Una segunda es la que afirma el carácter sistémico de la competitividad. El concepto de competitividad sistémica es atribuido por la socióloga chilena Cecilia Montero a trabajos desarrollados en el seno del German Development Institute de Berlín 5, partiendo de la base de que en muchos países en desarrollo el entorno empresarial eficaz (propiciado por la OCDE) es insuficiente o no existe. Desde esta perspectiva, agregan Montero y Morris (1999:336) “...es altamente relevante poner atención en el hecho de que la competitividad es 'construida' por el hombre y que la localización de las firmas depende de la existencia de un entorno capaz de responder en mejores condiciones a la complejidad creciente de las demandas de la globalización”.

Hay que agregar que el concepto de competitividad sistémica debe ser entendido a partir de la configuración de un verdadero tejido de actores, que estructuran una red de servicios en torno a un producto y una planta que superficialmente aparecen como titulares de la competitividad. Esta red tiene dos características: a) es tanto funcional (proveedores, reparadores, etc.) como territorial (gobierno local, agencias públicas y privadas vinculadas al funcionamiento del propio territorio), y sobre esto Veltz (1995: 37) afirma que “La performance de cada unidad es, de esta manera, más y más sistémica y dependiente de su entorno” (traducción libre) y, b) su densidad es creciente en relación con la proximidad a la planta. En otras palabras, el carácter sistémico de la competitividad es altamente territorializado y las redes ayudan a difundir el conocimiento tácito. Nuevamente Veltz (op.cit.: 107) afirma que “La innovación, en particular, parece fuertemente ligada a las interacciones específicas entre agentes y a los conocimientos tácitos que los unen” (traducción libre). El conocimiento tácito está constituido por elementos difíciles de codificar y, por lo mismo, de difundir formalmente. Cuando estos elementos tácitos se incrementan dentro de la base de conocimiento, la acumulación tecnológica se empieza a basar más en la experiencia y en los contactos interpersonales. De acuerdo con Verónica Silva (1994), el conocimiento tácito -por contraposición al conocimiento científico adquirido por inversión en educación y en I+D- se adquiere básicamente por medio de la 5 Esta afirmación de la socióloga chilena contrasta con otras opiniones que ligan el concepto a la CEPAL.

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61experiencia en el propio proceso productivo y está representado por prácticas organizativas, institucionales y estratégicas de los agentes económicos. Hay que precisar, eso sí, que el conocimiento tácito es también el conocimiento difuso (distribuido) poseído por los miembros de un grupo social, por una comunidad territorial, por ejemplo, y generado a través de procesos históricos que forman parte del capital cultural (Boisier, 2.000/a, op.cit.).

El concepto de conocimiento tácito se inscribe en lo que Gibbons et. al., (1994) definen como el "Modo 2 de producción de conocimiento", caracterizado por la transdisciplinariedad, la heterogeneidad y diversidad organizativa, el conocimiento producido en un contexto de aplicación, el reforzamiento de la accountability, y sistemas amplios de control de calidad, que están más allá de los árbitros académicos usuales. Puesto que este denominado Modo 2 de producción de conocimiento incluye consideraciones que están fuera y lejos de lo meramente comercial, se puede decir que la ciencia se encuentra tanto en el mercado como más allá de él. En este proceso, la producción de conocimiento se difunde a través de la sociedad y por ello resulta posible hablar de un "conocimiento socialmente distribuido". Y la producción de conocimiento se convierte por esta razón de forma creciente en un proceso socialmente distribuido.

Este tipo de enfoque resultará plenamente coincidente con lo que más adelante se denomina como "conocimiento pertinente" para una gestión social del desarrollo territorial.

Helmsing (op.cit., citando a Maskell y Malmberg) sostiene que el conocimiento tácito localmente imbricado se convierte en una fuente crucial de una capacidad localizada. Diferencias en el conocimiento tácito entre localidades, regiones y países no pueden ser fácilmente borradas por la globalización de mercados. Tanto la formación de un mercado mundial como el proceso de codificación aumentan la importancia de las capacidades heterogéneas y localizadas para construir competencias específicas de las empresas, y, de esa manera, generar variaciones en su competitividad. En una economía basada en el conocimiento las capacidades localizadas aumentan la habilidad de las empresas para crear, adquirir, acumular y usar el conocimiento un poco más rápido que sus competidores más favorables en un sentido amplio de costos. Este “ambiente” dado por tales capacidades localizadas contribuye a la difusión del conocimiento tanto codificado como tácito.

A manera de síntesis, el conocimiento tácito, sea adquirido en el trabajo (learning by doing), sea tradicionalmente transmitido vía capital cultural, está adquiriendo una creciente importancia para la competitividad y también para construir nichos de mercado con monopolio respaldado por la cultura local (denominación de origen). La competitividad permanente requiere de un insumo también permanente de conocimiento codificado, resultado de procesos continuos de investigación y desarrollo, y cuanto más conocimiento codificado se introduce en procesos y lugares, más conocimiento tácito se requiere para un óptimo aprovechamiento del primero.

Hay muchísimos ejemplos concretos de un conocimiento tácito que es socialmente distribuido, que genera nichos de mercado gracias a la denominación de origen y que sirve de soporte a una competitividad territorial. Por ejemplo, en la región de Midi-Pyrénées, en Francia, en la comuna (en su sentido territorial) de

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62Roquefort, en el Departamento de Aveyron, el conocimiento tácito distribuido permite a esta pequeña localidad fabricar el queso Roquefort. No hay allí la fábrica de queso; simplemente todo el mundo sabe cómo fabricarlo y cualquier consumidor en cualquier parte del mundo sabe que se trata de un producto muy caro debido a una calidad muy elevada. Precisamente el conocimiento tácito se encuentra más difundido en procesos fabriles que basan su competitividad más en la calidad que en el precio.

4.-Conocimiento y territorio: regiones que aprenden, regiones inteligentes, medio innovador

Es tal la importancia actual del conocimiento, precisamente en la sociedad del conocimiento, que éste se ha desplazado desde el campo micro-económico funcional de la empresa y de los sistemas de producción al campo territorial, geográfico, como tal, mediante conceptos que desde diferentes ángulos aprehenden la idea de nuevos distritos industriales (NID, New Industrial Districts).

El concepto de learning region (región que aprende, región erudita, región informada) es un concepto bien utilizado en la literatura académica anglosajona. Richard Florida (1995: 527-536) sostiene: “ La nueva era del capitalismo requiere una nueva clase de región(...)Las regiones deben adoptar los principios de la creación de conocimiento y del aprendizaje continuo; deben ser de hecho learning regions”.

El concepto ha sido desarrollado principalmente por Michael Storper, Richard Florida, Allen Scott, Kevin Morgan, David Edgington, James Simmies y otros. Se refiere a regiones con una ventaja económica sostenida basada en la creación de conocimiento, en el soporte para estructuras de redes productivas y de tecnología local y otras estructuras soportadoras, upgrading de las destrezas laborales locales, y en la construcción de una cultura regional de negocios. En este enfoque, la “infraestructura humana” regional y la “infraestructura de redes” es más importante que la infraestructura física, de acuerdo con Edgington (1998).

De acuerdo con este mismo autor la idea de learning region proviene de la noción de que la innovación no es solamente un evento único (one off) centrado alrededor de acontecimientos de ruptura cognitiva (breakthrough), sino también un proceso basado en aspectos graduales y acumulativos de las trayectorias pasadas de desarrollo. La teoría moderna de la innovación se desarrolló como resultado de la crítica a los modelos lineales tradicionales con su abrumador énfasis en la investigación formal, especialmente la investigación científica básica como fuente de nuevas tecnologías. Con tal perspectiva, una capacidad baja de innovación podía ser explicada por una baja actividad en I+D (y un bajo gasto del país o región en I+D). No obstante, enfoques recientes apuntan a procesos basados en innovaciones incrementales, lo que en esencia tiene que ver con "aprender haciendo" o con la organización de procesos de innovaciones técnicas y de difusión como un solo proceso integrado. Más aún, el aprendizaje interactivo y el empresariado colectivo resultan fundamentales para el proceso de innovación y comprenden el "aprender haciendo" (aumentando la eficiencia de las operaciones productivas), el "aprender usando" (incrementando la eficiencia en el uso de sistemas complejos), así como "aprender interactuando" (articulando usuarios y productores para producir innovaciones de productos).

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63Las investigaciones empíricas (muy pocas en América Latina, ninguna en Chile)

han arrojado algunas conclusiones: a] la importancia de las redes locales de firmas e industrias y su impacto en la innovación regional; b] el papel de los gobiernos locales, y de las organizaciones cuasi-gubernamentales (tales como consorcios de investigación mixtos, públicos y privados) como condición necesaria para llevar a cabo una innovación continua de producto; c] las learning regions requieren de un conjunto de infraestructuras que puedan facilitar el flujo de conocimiento, ideas y aprendizaje. Sin embargo, facilidades físicas tales como “parques científicos” e “incubadoras universitarias” per se no conducirán a un desarrollo basado en la tecnología, como tampoco lo harán los inductores tradicionales a la inversión industrial, tales como suelo gratis, desarrollo de parques industriales o franquicias tributarias. Los especialistas parecen estar de acuerdo en que para atraer inversión al desarrollo tecnológico avanzado, la “infraestructura blanda”, básicamente del tipo institutional building, es más importante que la “infraestructura pesada” o física.

James Simmies (1997) es el editor de un interesante libro colectivo que contiene una amplia discusión acerca del papel de la tecnología y del aprendizaje en el desarrollo regional. De particular interés es el contraste que muestra entre los especialistas “pro-globalización” y los “pro-especialización flexible”, una cuestión vinculada a varios de los conceptos aquí examinados.

Sin embargo, todavía está pendiente una definición de "región que aprende". Desde el campo organizacionales Garvin (2000: 56) ofrece una definición totalmente aplicable a las regiones: “Una organización que aprende es una organización experta en crear, adquirir y transmitir conocimiento, y en modificar su conducta para adaptarse a esa nuevas ideas y conocimiento”. Agrega este autor que una organización que aprende es experta en cinco actividades principales: resolución sistemática de conflictos, experimentación de nuevos enfoques, aprovechamiento de su propia experiencia y pasado para aprender, capacidad para aprender de las experiencias y prácticas más apropiadas de otras organizaciones, y en transmisión rápida y eficaz del conocimiento a todo lo largo de la organización6.

El concepto de "región inteligente" ha ganado popularidad en la literatura, a pesar de su escasa precisión, que lo hace a veces coincidir con el concepto de región que aprende.

La noción de "región inteligente", parcialmente asentada en la teoría de la organización productiva, se concentra en un tipo de regiones innovadoras, creativas o que aprenden, y se interesa por los factores que determinan la dinámica económica de una región y, en particular, en la naturaleza de los procesos innovadores tanto como en los factores y condiciones que los estimulan. En los Estados Unidos, el Silicon Valley y la Route 128 se han transformado en los ejemplos célebres de regiones creativas e inteligentes, caracterizadas por una mano de obra altamente calificada, establecimientos de investigación y enseñanza que se encuentran en la frontera del conocimiento, agrupaciones de empresas de alta tecnología y una diversidad de actores institucionales que, por efectos sinergéticos, benefician a toda la región. Como otras aproximaciones, ésta de "regiones inteligentes" insiste en la interacción de diferentes 6 Imposible ocultar un sentimiento de frustración personal al recordar cuántas veces este autor ha tratado, infructuosamente, de llevar al terreno de la gestión regional, en particular al interior de algunos gobiernos regionales, estas ideas. Sólo queda el consuelo del concepto de “fracaso fructífero” frente a “éxitos efímeros”.

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64elementos en los sistemas regionales de innovación y en la importancia de su propio medio, como caldo de cultivo de ideas y de valores sociales, de cultura y de savoir faire tecnológicos, de espíritu de empresa y de calificaciones del recurso humano. Por supuesto, el aprendizaje y la innovación son de nuevo considerados como los factores determinantes de la competitividad tanto de las empresas como del propio territorio.

A fin de cuentas, la noción de región inteligente no puede ser muy diferente de aquello que se entiende por inteligencia en las personas: la capacidad de aprender de su propia interacción con el entorno, es decir, la capacidad de cambiar patrones de conducta, ya que en un entorno turbulento la repetición de las prácticas del pasado, la rutina, sólo puede garantizar el fracaso. Para ello se requiere de una amplia red de sensores para monitorear el entorno y una considerable sinapsis interna, base de la complejidad estructural. Hacer más compleja una región, que, tal como se ha comentado, supone una cuestión imprescindible de abordar en el marco de la globalización, es sentar las bases de una región inteligente.

Según Cooke (1993) las regiones inteligentes, como Emilia-Romagna en Italia o Baden-Wurtemberg en Alemania, poseen buenas antenas (capacidad de monitoreo), manejan información de calidad (información selectiva de última generación), disponen de una capacidad de autoevaluación, tienen una disposición al aprendizaje y tienen la voluntad para poner en ejecución las lecciones aprendidas.

Por otro lado, el concepto de “medio innovador” 7 se ha desarrollado principalmente en el seno del GREMI (Groupe de Recherche Europeén sur les Milieux Innovateurs), que incluye nombres como Aydalot, Camagni, Maillat, Perrin y otros.

Según Maillat (1995), el medio es un operador colectivo que reduce los grados estáticos y dinámicos de incertidumbre que enfrentan las firmas mediante la organización tácita y explícita de interdependencia funcional entre jugadores (actores) locales, realizando informalmente las funciones de investigación, transmisión, selección, decodificación, transformación y control de la información.

La noción de “medio innovador” o entorno local tiene, según Vázquez-Barquero, tres características: a) hace referencia a un territorio sin fronteras precisas pero que forma una unidad, que es el lugar en que los actores se organizan, utilizan los recursos materiales e inmateriales y producen e intercambian bienes, servicios y comunicaciones; b) los actores locales forman, además, una red a través de relaciones y contactos, con lo que se establecen los vínculos de cooperación e interdependencia; c) contiene, por último, procesos de aprendizaje colectivo, que le permiten responder a los cambios del entorno a través de la movilidad del trabajo en el mercado local, los intercambios de tecnología de producto, proceso, organización y comercialización, la provisión de servicios especializados, los flujos de información de todo tipo o las estrategias de los actores (Vázquez-Barquero, 1999:111).

El concepto de medio innovador permite explicar la dinámica económica de los sistemas de producción y de las ciudades y regiones. No es, sin embargo, la única forma de respuesta a la velocidad del cambio y otras formas de organización, incluso no espaciales. Como redes sectoriales también pueden resultar eficaces. Ambos constituyen mecanismos de aprendizaje y de reducción de incertidumbre.

7 A.Vázquez-Barquero se refiere al milieu innovateur como “entorno innovador”, una mejor traducción, sin duda.

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65Alonso y Méndez (2000) dicen que, frente a la imagen schumpeteriana del

empresario innovador, la idea de “medio innovador” destaca el hecho de que la innovación es, con frecuencia, un fenómeno colectivo, en el que la existencia de relaciones interempresariales (mercantiles o extra mercado à la Storper) y de formas de cooperación no incompatibles con el mantenimiento de un clima competitivo (coopetencia), puede favorecer y acelerar el proceso hasta el punto en que puede afirmarse que son los medios los que emprenden e innovan.

Desde tal perspectiva, el medio innovador se define como un “conjunto de relaciones que intervienen en un área geográfica que reagrupa, en un todo coherente, un sistema de producción, una cultura técnica y unos actores. El espíritu de empresa, las prácticas organizativas, los comportamientos empresariales, las formas de utilizar las técnicas, de aprehender el mercado, y el saber hacer son, a la vez, partes integrantes y partes constitutivas de un medio” (Maillat, D., Quevit, M., Senn, L., 1993:4).

El medio innovador incluye un territorio, actores, recursos materiales e inmateriales, formas de interacción y una lógica de aprendizaje. De acuerdo con Maillat, uno de los principales teóricos de los medios innovadores, éstos coexisten con otros espacios, como tecnópolis, distritos industriales, y espacios periféricos, según sea el juego entre la dinámica de aprendizaje y la dinámica de interacción.

Por cierto se agregan a los conceptos discutidos otros, como distrito industrial, cluster, tecnopolo, ejes de desarrollo, etc., todos los cuales tratan de explicar los fenómenos de innovación aglomerativa y de dinámica territorial en el marco del desarrollo endógeno y de los rendimientos crecientes, estos últimos considerados como una suerte de "Viagra" de la geografía económica8.

5.-Lecciones de la experiencia en desarrollo territorial en América Latina: un fracaso relativo debido a las debilidades del conocimiento y de los procedimientos

Como es bien conocido, las políticas públicas en favor del desarrollo territorial en América Latina tienen una fecha de nacimiento perfectamente nítida. Sus primeras expresiones datan de 1947 con la creación en México de la primera comisión de cuencas fluviales en la cuenca del río Papaloapan, y en 1948 en Brasil con la creación de un organismo similar en la cuenca del río San Francisco en el Nordeste. A partir de allí, y bajo el amparo de diferentes paradigmas y modelos institucionales (principalmente la Tennessee Valley Authority,TVA, y la Cassa per il Mezzogiorno) las políticas de desarrollo regional proliferarían experimentando un cambio sustancial a mediados de los años sesenta al variar de escala (aparecen las políticas nacionales de desarrollo regional) y de paradigmas (polos de crecimiento). La evolución de las políticas latinoamericanas ha sido registrada principalmente por Boisier (1994) y por de Mattos (1996), entre otros. Una comparación entre Europa y América Latina puede resultar irritante, como es el caso ahora, si se tiene en cuenta que las políticas de desarrollo regional europeas, en cuanto políticas nacionales, tienen casi la misma edad

8 Para una crítica demoledora acerca de la nueva “economía geográfica”, véase Martin, R., (1999)

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66que sus congéneres latinoamericanas, y en tanto políticas comunitarias son bastante más recientes. La producción intelectual, la generación de políticas concretas y los resultados, son infinitamente más amplios en Europa que en América Latina.

En una última referencia (Boisier, 1999/c) se sostiene que toda la historia de medio siglo de esfuerzos en favor del desarrollo regional en América Latina termina en un abierto fracaso al paso del siglo. En efecto, ni la tendencia a la hiperconcentración demográfica y de actividad industrial en pocos lugares (generalmente, un único lugar) fue aminorada—en general la primacía urbana aumentó entre 1950 y 1970, pero parece haber llegado a un punto de inflexión-- ni las disparidades de ingreso interregionales fueron reducidas--, si bien las evidencias empíricas no son conclusivas en ningún sentido, como muestran varios ensayos incluidos en un reciente texto (Mancha y Sotelsek, 2001)--, ni la extrema centralización de los sistemas decisionales públicos y privados fue significativamente modificada (sin perjuicio de algunos avances notorios en Bolivia, Colombia y Chile). De acuerdo con el CELADE (Centro Latinoamericano de Demografía, ONU) los índices de primacía entre 1950 y 1990 se elevaron en Brasil (de 0,869 a 0,949), en Colombia (de 0,705 a 0,992), en Chile (de 2,385 a 2,981), en Perú (de 3,539 a 4,296) y disminuyeron en Argentina (de 4,033 a 3,669) y en Venezuela (de 1,312 a 0, 878)9. En materia fiscal, en 1992, los ingresos del primer nivel intermedio de gobierno en Argentina, Brasil, Colombia y Chile eran 8,0%, 11,1%, 2,8% y 0,6% del total de ingresos, respectivamente, y hay que hacer notar que Chile, nación a la que corresponde el más bajo guarismo, es el único país que ha “constitucionalizado” sus regiones y que ha establecido gobiernos regionales como entes públicos con personalidad jurídica propia.

Este fracaso ha sido atribuido por diferentes especialistas a distintas causas, desde posturas radicales de izquierda que sostienen la imposibilidad de un desarrollo regional en el marco de economías capitalistas dependientes con industrialización tardía, hasta posturas igualmente radicales que se fundan en una supuesta sobredeterminación sistémica (para espacios subnacionales) en el mismo marco anterior, que no dejaría espacio de maniobra a nivel local.

La posición de este autor, y también de otros, apunta más bien a las carencias cognitivas y epistemológicas (Boisier, 1998) que impidieron formular intervenciones basadas en un conocimiento cabal de las relaciones de causalidad ocultas detrás de los fenómenos aparenciales de concentración, disparidades y centralización, haciendo de las políticas públicas simples apuestas con baja probabilidad de éxito, como la evidencia empírica parece probar. Hubo y hay todavía, una considerable brecha entre los modelos mentales y los modelos reales de los procesos de cambio en el territorio. John Friedmann diría simplemente que existió una brecha entre pensamiento y acción. Además, la praxeología y los procedimientos altamente centralizados, no participativos, enmarcados en el, así llamado, paradigma del centro abajo (Stohr y Taylor, 1981) atentaron adicionalmente contra el éxito perseguido.

Sin embargo, y más allá del escaso grado de eficacia de las políticas regionales, ya que sus objetivos se mantuvieron muy lejos del logro, se han producido evidentes cambios en la estructura económica de las regiones y en las relaciones interregionales, no ajenos a una generalizada modernización de la infraestructura y del aparato

9 Agradezco al Prof. Miguel Villa, del CELADE, su gentileza al proporcionarme estas cifras.

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67productivo. Estos cambios, paradójicamente, han sido, sobre todo, el resultado de un neoliberalismo que ha abandonado el dirigismo planificador del pasado y que ha empujado a las regiones a posicionarse, sea como fuere, en el escenario del comercio internacional globalizado, reservándose el Estado una doble función: desregular por completo la explotación de recursos naturales exportables, y sobrerregular negativa y autoritariamente el mundo laboral. Reconocer esta realidad no significa, por cierto, concordar con la dirección de estos cambios ni con los costos sociales derivados.

A comienzos del tercer milenio, una mirada al mapa latinoamericano de políticas regionales contemporáneas 10 muestra un conjunto vacío. Resulta difícil de entender la inexistencia de una política de ordenamiento territorial en un país con una extensión como la del Brasil (8,5 millones de Km²), o en otro de tan pequeño tamaño y de posición tan estratégica en el MERCOSUR como el Uruguay (187 mil Kms²) o el no menos estratégico caso de Panamá (54 mil Kms²) o, finalmente, en otro con una morfología territorial tan extraña como Chile (5.000 Kms de largo y ancho promedio de 140 Kms) 11. La política de descentralización en sus varias dimensiones, más empujada por las necesidades de la competitividad en la globalización que por consideraciones más autónomas, tiene un discurso bien estructurado en muchos países, pero la realidad se muestra llena de pliegues y repliegues. La política de fomento al crecimiento económico de las regiones o territorios subnacionales, cualquiera que sea su denominación, incluida la transferencia tecnológica, es quizás la más nítida, si bien sus mecanismos de control escapan a los organismos públicos encargados precisamente del desarrollo territorial para ampararse en otros segmentos del Estado. Por último, el fomento al desarrollo en las regiones, por lo menos como se le entiende ahora, constructivista, intersubjetivo, valorativo e intangible, precisamente en las manos de las personas y de las instituciones locales, no aparece en parte alguna.

Un conocido libro publicado veinte años atrás tenía como título Experiencias de planificación regional en América Latina. Una teoría en busca de una práctica (Boisier, Cepeda, Hilhorst, Riffka y Uribe-Echevarría, 1981), generando la errada imagen de que efectivamente había un cuerpo teórico sólido que buscaba su inserción en la práctica; hay que reconocer que habría sido más certero haber escrito “una práctica en busca de una teoría”. Un subtítulo como ese mantendría su plena vigencia.

6.-El desafío para una gestión eficaz: diseñar una ingeniería de las intervenciones

territoriales que simultáneamente genere conocimiento sustantivo y prácticas asociativas. El concepto de “conocimiento pertinente”

El título de esta sección lo dice casi todo. En efecto, si se desea promover un desarrollo regional bien entendido, es decir, que beneficie efectivamente a las personas humanas12, como individuos y como grupos, y que al mismo tiempo se ajuste a 10 Que incluyen políticas específicas, como ordenamiento territorial, descentralización, fomento al crecimiento económico y fomento al desarrollo en las regiones, al menos. 11 Colombia es un caso aparte debido a que en este país la discusión acerca de una Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial data de 1991 y hasta la fecha se han presentado no menos de ocho proyectos al Congreso de la República. 12 En la doctrina humanista/cristiana, el término "persona humana" no es en sí redundante ni tautológico. Su contenido y significación apunta a reafirmar la naturaleza espiritual de hombres y mujeres como seres dotados de inteligencia y voluntad y como centros de conocimientos y afectos. Esto es lo que define a la persona, la cual, a la vez, eso sí, existe en unión con la materia que es la raíz de su individualidad. No se quiere decir con ello que se esté, por naturaleza, escindido, sino más bien que es un mismo ser el cual en un

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68fortalecer la diversidad en el territorio en el marco de la unidad nacional 13, habrá que “crear” un conocimiento (ambiciosamente, un paradigma) científico acerca de la causalidad de los procesos de cambio social en el territorio, y también habrá que inventar procedimientos que hagan de la propia comunidad territorial el agente endógeno de cambio, capaz de formular una propuesta a tono con el mundo actual y capaz de ejecutarla. Se trata, como se ha dicho tantas veces, de crear un sujeto colectivo regional. No es menor el desafío.

De hecho, la tarea propuesta pierde algo de dramatismo si se tiene en cuenta que permanentemente se han producido cambios paradigmáticos o casi paradigmáticos en la cuestión regional. En los últimos cincuenta años algunos de estos cambios—si es permisible representarlos mediante el cambio de los códigos y de los descriptores—se pueden apreciar a través de la siguiente propuesta de Camagni:

Figura 1. Conceptos claves en las políticas regionales por períodos históricos

1950/60 Infraestructura como condición del crecimiento económico regional

1960/70

Atracción de actividades externas, polos de desarrollo, base exportadora

1970/80 Desarrollo endógeno, PYMES, competencias (habilidades y atribuciones) locales

1980/90

Innovación, difusión de tecnología, medios innovadores

1990/00 Conocimiento, factores intangibles, aprendizaje colectivo

2000/10

Capital relacional, interconexión, cultura local, e-trabajo

Fuente: Camagni R., 2000, op.cit.

Para todos los efectos prácticos, tanto en América Latina como en ciertos países europeos, como los del Sur Mediterráneo por ejemplo, la situación actual mezcla elementos de los dos últimos períodos anotados por Camagni.

sentido es persona y en otro es individuo. La persona humana, por lo tanto, es una entidad interactiva e indivisible portadora de su "personalidad" y de su "individualidad". De ahí la doble fuente desde la cual se expresa su sociabilidad. 13 Recuérdese la famosa descripción de los frisos del frontis de la abadía benedictina que hace U. Eco en El nombre de la rosa: “únicos en la variedad y variados en la unidad”.

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69Una puerta de entrada muy prometedora para la tarea propuesta se halla en el

encuentro entre la moderna lingüística y el constructivismo cognitivo14.

La moderna lingüística derivada de Heidegger, Searle, Austin, Bourdieu y otros, ha sido adaptada al campo organizacional por Fernando Flores (1989, principalmente) y Rafael Echeverría (2000) entre otros. Es precisamente Echeverría (2000: 37) quien afirma: “Se ha reconocido que el lenguaje tiene un papel activo y generativo. Es lo que llamamos el poder transformador de la palabra (...) a través de él generamos nuevos objetos y productos, transformamos el mundo, abrimos o cerramos posibilidades, construimos futuros diferentes”.

Por su parte, Flores (1989: 24) sostiene : “Nuestra teoría está organizada en torno a los conceptos centrales de conversación y diseño. Conversación es la unidad mínima de interacción social orientada hacia la ejecución con éxito de acciones. Diseño es nuestro nombre para la práctica interpretativa de producir un discurso para administrar los tipos recurrentes de quiebres que impregnan las prácticas humanas” 15.

La conversación, que no es más que un acto de uso de la palabra, del lenguaje y del discurso entre dos o más interlocutores, habrá de convertirse en la pieza fundamental de un nuevo procedimiento social para formular propuestas colectivas, participativas y asociativas, de desarrollo local, que den sentido procedimental al llamado paradigma de abajo arriba (Stohr y Taylor, op. cit.).

Estas propuestas son hechas por actores/sujetos (Garretón, 2000) que se crean a sí mismos precisamente mediante el discurso que emana de las conversaciones sociales en torno al desarrollo. El constructivismo concede una importancia clave al discurso y al sujeto (Rosas y Sebastián, 2001). El discurso se entiende como un elemento central, que organiza toda la vida social y constituye a los individuos en sujetos definidos por ciertos fines fijados por el mismo. La recursividad entre objeto y sujeto está en el centro del enfoque constructivista. El constructivismo destaca la capacidad de ciertos discursos para “construir” la Nación (Región), interpelar a los individuos y constituirlos como “sujetos nacionales” [regionales] dentro de una determinada concepción de la Nación [Región], articulada por el discurso (Larraín, 2000). La forma de pensamiento y la acción propuesta a seguir se podría inscribir en las filas de aquellos que Hopenhayn (1993) denomina como "comunidad humanística crítica", de fuerte presencia intelectual en Chile y cuyo momento positivo se traduce en una forma de inserción del saber social en la sociedad, por la coincidencia que muestra con los valores y con los procesos asignados al humanismo crítico por Hopenhayn.

La tarea de reconstrucción epistemológica comienza por una sencilla demostración. El conocimiento sobre desarrollo territorial acumulado durante medio siglo de experiencias de política en América Latina no es adecuado al momento actual, y padece de una irremediable obsolescencia en virtud de los acelerados cambios sociales, tecnológicos, económicos y políticos que han acompañado a la actual fase de la globalización, particularmente si dicha fase se la identifica con la primera crisis petrolífera de 1973. Simplemente, se pasó de un mundo caracterizado por sistemas

14 Los “positivistas” se sentirán felices al descubrir, si no lo han hecho ya, que la palabra “constructivismo”, hasta no hace mucho, ni siquiera aparecía en los diccionarios más reconocidos, en tanto que como concepto sociológico tampoco aparece en las enciclopedias de ciencias sociales. 15 Para la noción de “quiebre” como interrupción de la acción ver la obra citada de Flores (pág. 75)

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70económicos nacionales cerrados, estatizados y centralizados, a las antípodas, para estos efectos, configuradas por economías abiertas, privatizadas y descentralizadas, todo ello en términos relativos, por supuesto.

Un solo y breve ejemplo empírico demuestra el juicio anterior. Durante el segundo quinquenio de los sesenta, el entonces gobierno chileno fue particularmente exitoso en el diseño y la puesta en práctica de una política de localización industrial, que, como resultado, pudo establecer en ciudades como Arica, Iquique, La Serena, Los Andes, Casablanca, Rancagua, Concepción, Puerto Montt, una paquete nada despreciable de industrias automotrices, electrónicas, mecánica ligera, pesquera, neumáticos, componentes mecánicos, refinerías de azúcar de remolacha y otras, mediante el uso en particular de un instrumento de política económica: el arancel de importaciones que gravaba las importaciones de equipos de capital e insumos. Ello en el marco de una economía sobreprotegida, algunos de cuyos aranceles superaban el 300 % del valor CIF; naturalmente, en ese marco, reducciones del 50 % o del 100 % para instalaciones en las regiones sugeridas por la política constituían fuertes rebajas a los costos fijos de instalación. Como toda práctica, ésta generó conocimiento, cuya utilidad se acerca a cero en un contexto económico como el actual, con un arancel modal del orden del 6 % para la economía chilena. ¡Obsolescencia cognitiva por cambio de contexto!

Para crear y difundir o distribuir socialmente un nuevo conocimiento, el primer paso consiste en definir quiénes serán los “miembros del club del nuevo conocimiento”, por así decirlo. En otras palabras, hay que especificar los actores, los participantes en las conversaciones sociales, en las cuales y mediante las cuales se producirá y circulará el nuevo saber. Como lo dice el PNUD :”Sin conversaciones, públicas y privadas, que tengan como objeto a la sociedad no habrá aspiraciones colectivas” (PNUD, 2000), o, como también lo afirma la misma institución: “El Desarrollo (...) consiste en hacer de los individuos y las comunidades los verdaderos sujetos, gestores y beneficiarios del desarrollo. Ello sólo es posible si las personas son capaces de entender esos cambios y gobernarlos a su favor”. (Cursivas del autor), (PNUD, 1999).

Puesto que América Latina se participa plenamente de la apuesta política a favor de la sociedad civil que está en el centro del proceso de su redemocratización, hay un privilegio por convocar a los actores representativos de la sociedad civil local (por difusa que sea) y, como también América Latina se hace una apuesta a favor de la asociatividad, tal convocatoria debe incluir también a los actores representativos de la sociedad política local (gobierno y Administración, partidos políticos, fuerzas armadas) y de otros segmentos sociales ubicados entre ambos polos, por ejemplo, miembros de la sociedad “mercantil” o económica, miembros de la sociedad “moral” (iglesias y otras organizaciones cuyos fines son esencialmente éticos). Como esta convocatoria se dirige a los “actores/sujetos”16 y no a miembros masivos de las organizaciones, hay que conocerlos (con nombre, apellido, dirección, etc.) de antemano y ello supondrá poner en práctica un método de identificación particularmente en la misma sociedad civil,

16 Según Garretón (op. cit.), este concepto se refiere a los portadores de acción individual o colectiva que apelan a principios de estructuración, conservación o cambio de la sociedad, que tienen una cierta densidad histórica, y que se involucran en los proyectos de cambio.

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71cuya naturaleza difusa, intersticial, porosa y poco formal, hace especialmente difícil esta tarea17.

Hay que escapar de inmediato de la tentación de convertir estas conversaciones sociales en una especie de curso académico. No se trata de transformar a los actores sociales en académicos o en enciclopedistas sobre desarrollo territorial. Se trata, sí, de socializar una forma de conocimiento denominada acá como "conocimiento pertinente", equivalente, ni más, ni menos, a la cantidad mínima de conocimiento suficiente para que se entienda la naturaleza sistémica, abierta y compleja del problema que convoca, en este caso, la estructura del territorio y la dinámica de los procesos de cambio—crecimiento y desarrollo—en el territorio. Esto significa poder entender (no sólo conocer) el entorno del sistema territorial, es decir, el medio y el interno de ese mismo sistema, esto es, sus procesos de cambio. En este contexto, el grupo convocado enfrenta de inmediato un dilema luhmanniano: reducir la complejidad del entorno actuando selectivamente en él, haciendo relevante sólo la información pertinente (Rodríguez, 1995) y dejando fuera otras posibilidades.

Si se logra crear y, sobre todo, socializar un saber capaz de interpretar de una manera consensuada o compartida tanto la estructura como los procesos de cambio, se está a un paso de lograr crear una sinergia cognitiva en el espacio local. Se puede definir este concepto como la capacidad colectiva para realizar acciones en común sobre la base de una misma interpretación de la realidad y de sus posibilidades de cambio. Si se puede crear esta sinergia cognitiva, se está cerca de lograr un consenso social y cerca también de generar poder político, el recurso fundamental para transformar pensamiento en acción. Hay que recordar tanto la sabiduría popular expresada en el dicho “la unión hace la fuerza” como la académica, en las palabras de Hanna Arendt; “el poder surge entre los hombres cuando éstos actúan unidos” 18.

7.-Conocimiento estructural y conocimiento funcional para la gestión territorial

Se denominará como "conocimiento estructural" al saber que permite comprender que un territorio organizado (llámese región, departamento, provincia, localidad, o como se desee) es una estructura de naturaleza sistémica, abierta y compleja. Por supuesto, sería perfectamente comprensible que un lector se preguntase, ¿es que acaso los especialistas, en particular, los académicos, desconocen algo tan elemental? Mi pregunta sería más bien, ¿lo sabemos en realidad? Porque si se examina la literatura tanto teórica como práctica es perfectamente evidente que en la gran mayoría de los casos la región o cualquier otro segmento territorial usado para fines o analíticos o políticos, es tratada mediante un enfoque que privilegia decididamente el contenedor sobre el contenido y son escasas las referencias a la naturaleza sistémica,

17 En el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, ILPES/CEPAL/ONU, se diseñó un software (ELITE) que permite identificar a los líderes de la sociedad civil. 18 En el transcurso del año 2000 el autor tuvo la oportunidad de diseñar y dirigir un experimento de creación de sinergia colectiva, de asociatividad pública/privada y de modernidad, trabajando con un grupo de actores sociales de la Región del Maule, en Chile. Este trabajo sistemático, organizado como un proceso conversacional, se extendió durante trece semanas consecutivas, con una elevada disciplina, y se realizó bajo la égida de la Universidad de Talca, con el nombre de Coloquios del Maule. Véase el libro Conversaciones sociales y desarrollo regional. (Boisier, 2000/b).

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72abierta y compleja del contenido, que es el que define el contenedor, y no a la inversa. Como lo dice Martin (op.cit.:77) al criticar los planteamientos de la nueva economía geográfica:

“La cuestión fundamental con relación a cómo se pueden conceptualizar de una manera significativa las economías 'regionales' y 'locales', y cómo tales conceptos pueden ser traducidos a términos empíricos, no se considera en absoluto. En vez de ello, hay un deslizamiento ontológico entre regiones y puntos y espacios abstractos, por un lado, y el uso acrítico de unidades administrativas cualesquiera en tanto sean útiles para propósitos ilustrativos y empíricos, por el otro”. (traducción del autor).

Por otro lado, se denominará como "conocimiento funcional" a un cuerpo cognitivo capaz de develar la forma en que el sistema anterior se articula con su entorno y cómo modela sus propios procesos de cambio, para estos efectos, el proceso de crecimiento económico en el territorio y el proceso de desarrollo en el territorio.

Naturalmente que no es necesario comenzar dando una definición de sistema, porque el concepto sí se puede asumir como conocido. Pero una cosa es admitir que la región X, Y, o Z, constituye un sistema (aunque no se sepa muy bien cuál es la multiplicidad de su naturaleza) y otra muy diferente es tomar en cuenta de forma permanente las modalidades, las potencialidades y las restricciones que supone operar con un sistema en forma sistémica.

Simplemente para tomar un punto de partida, elegido de la vastedad de la literatura actual, se puede seguir a Johansen (1997: 54) y apuntar que un sistema es “un conjunto de partes coordinadas y en interacción para alcanzar un conjunto de objetivos, o también que es un grupo de partes y objetos que interactúan y que forman un todo o que se encuentran bajo la influencia de fuerzas en alguna relación definida”. Al concepto de 'sistema' se le agregan indisolublemente los conceptos de 'subsistema' y 'supersistema'. Cada sistema está formado por partes que son los subsistemas, y todo sistema se encuentra inmerso en otro mayor que constituye un supersistema, (una estructura “anidada” no significa una sobredeterminación para los niveles inferiores, siempre existen grados de libertad). Todos pertenecemos a algún sistema familiar que, a su vez, forma parte de una comunidad local, la cual, unida a otras comunidades locales, forma parte de ciudades, regiones y naciones. En todos estos casos se trata de sistemas que son subsistemas de otro sistema mayor. Un sistema es un conjunto de partes que funcionan como una sola entidad y al funcionar como un todo tiene propiedades distintas de las partes que lo componen. Estas propiedades se conocen con el nombre de propiedades emergentes. Tales propiedades “sobresalen”, por así decirlo, del propio sistema cuando éste alcanza cierto nivel de complejidad y desaparecen cuando se trata de efectuar reduccionismo analítico (la maladie cartesienne). Nada más apropiado que definir el desarrollo endógeno entonces como... ¡una emergencia sistémica! Como lo apuntan poéticamente O´Connors y McDermott (1998) "no se puede encontrar el arco iris en la lluvia."

Una consecuencia práctica de lo anterior, por ejemplo, radica en que si se pretende estudiar una región mediante el artificio de estudiarla “de arriba abajo” (provincias componentes, comunas, etc.), en cierto momento la región desaparece como tal y lo que queda en manos del analista es un conjunto no estructurado de elementos que ya no definen a la región, porque se descendió más abajo del nivel de emergencia.

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73El asunto es que el método analítico en el cual todos estamos sobreentrenados

intelectualmente dificulta entender y, por consiguiente, dificulta trabajar con la noción de sistema, y es por ello que se requieren verdaderos cambios mentales para superar esta traba. El pensamiento sistémico es holístico ycircular, más que rectilíneo. Por tanto, el concepto de "bucle de realimentación" resulta fundamental para entender el funcionamiento de un sistema, y estos bucles son de refuerzo cuando los cambios amplifican el cambio original, o de compensación cuando los cambios en el sistema se oponen y amortiguan el cambio original (esta realimentación puede dar origen a procesos de proalimentación, también de refuerzo o de compensación).

Gran parte de los “problemas” de la vida real tienen una estructura sistémica, no siempre fácil de descubrir. Esto implica que la solución del “problema” debe necesariamente envolver un enfoque sistémico; no es posible lograr soluciones sistémicas con acciones parciales, porque en última instancia las causas se encuentran en la estructura del sistema y no en sus partes.

Pero quizás si lo más importante, desde el punto de vista del conocimiento para la acción, es tomar nota de que los sistemas no funcionan a “tontas y a locas” y que, por el contrario, su comportamiento está cuidadosamente reglado por ciertas leyes de funcionamiento sistémico. El desconocer este hecho en la práctica lleva a las tan conocidas propuestas de cambio (planes de desarrollo, o como se llamen) que no son otra cosa que wishful thinking.

Johansen (1996) da cuenta de cinco leyes que tienen que ver con la supervivencia de los sistemas:

a) la ley de la viabilidad, que tiene que ver con la capacidad de la organización (¿región?) en relación con su existencia y permanencia como fenómeno real (en el caso de las regiones, no sólo con su creación administrativa). Esta ley exige que el valor de lo que la organización social entrega al medio (corriente de salida) tiene que ser capaz de generar todo lo que ella recibe de ese medio (corriente de entrada) y que es necesario para mantenerla en producción, es decir, para que pueda seguir entregando al medio aquello que la caracteriza como organización y que garantiza su existencia;

b) la ley de la complejidad, en relación con el concepto de complejidad dinámica del sistema, que sostiene que en la medida en que una organización aumenta la especialización interna, ella experimenta un incremento importante de su complejidad (que de hecho crece en forma exponencial) que tiende a incrementar la incertidumbre dentro de la organización;

c) la ley de la jerarquía de la autoridad, relacionada con el aumento de la variedad del sistema y, en consecuencia, de su complejidad y con la necesidad de establecer reductores de la variedad. Mientras la especialización se constituye en un amplificador de la variedad, la jerarquía es un reductor de ella y el equilibrio entre ambas permite la gobernabilidad de la organización. Hay una relación directa entre la diferenciación (un aumento en la división del trabajo) y la integración (jerarquía de la autoridad), y el sistema permanecerá viable en la medida en que ambas variables se desarrollen equilibradamente. Una consecuencia práctica inmediata de esta ley, observable en muchos países (Chile es tal vez el mejor

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74ejemplo en América Latina), es que si se desea hacer gobierno en un sentido político en una región y no sólo administrarla (como es el caso actual en Chile), es necesario aumentar el alcance y la profundidad de la descentralización hasta alcanzar la intersección territorial y política de ella;

d) ley del conflicto ya que en la organización social, por estar compuesta por partes especializadas que se encuentran en una relación de interdependencia, y dado el hecho que cada parte tiende a maximizar sus propios objetivos, inevitablemente las partes se encuentran entre sí en una situación conflictiva19;

e) la ley de la desmaximización, una consecuencia de la anterior y que implica que no es posible optimizar todos los subsistemas que componen un sistema dado de forma simultánea y que la optimización del sistema completo conlleva la suboptimización de algunas de sus partes20.

El siguiente concepto que debe ser internalizado mediante las conversaciones sociales es el concepto de "apertura sistémica", o sea, la manera en que el sistema se relaciona con su entorno o con el medio.

Desde el punto de vista teórico, un sistema abierto es uno que interactúa con su medio, importando materia, energía e información, transformando esos insumos y exportando la energía y la información convertida; este intercambio es de tal naturaleza que logra mantener alguna forma de equilibrio (steady state) y además las relaciones entre el sistema y el entorno admiten cambios y modificaciones. Es obvio que los sistemas sociales son, por definición, sistemas abiertos, ya que en la práctica todos los sistemas son abiertos en alguna medida. Cuanto más cerrado es un sistema, más energía acumula dentro de él aumentando su entropía.

Desde un punto de vista mucho más elemental, un territorio tal como una región constituye un sistema (tecno-socio-económico) considerablemente abierto, sobre todo en el contexto de la globalización. Los flujos de intercambio con un entorno, hoy ampliado considerablemente (el resto del país, el mundo), son enormes, al punto que una proporción significativa de las operaciones (de cualquier tipo) que se inician o que finalizan dentro del territorio tienen su finalización o su inicio fuera de él.

No pocas veces se observa en la práctica que propuestas oficiales de desarrollo de regiones (estrategias, planes, etc.) utilizan una versión primitiva y descriptiva de las relaciones de la región con el entorno (meras declaraciones acerca de cuán importante es la globalización ahora, o cifras de exportaciones regionales, o propuestas sobre posibles obras de infraestructura para conectar regiones especialmente transfronterizas), escamoteando lo esencial del nuevo paradigma luhmanniano, que hace del par sistema/entorno su eje central, así como en paradigma antiguo su eje estaba constituido por el par todo/partes.

Sistemas territoriales pequeños (como la enorme mayoría de las regiones en todo el mundo, aun cuando su área absoluta pueda resultar impresionante) tienden a mostrar una elevada apertura sistémica y la consecuencia más significativa de ello— 19 Por ello siempre una política nacional de desarrollo regional, precisamente dirigida a un sistema de regiones, debe incluir un fuerte componente (una subclase de política) tendente a compatibilizar la variedad de objetivos y metas de las regiones. 20 Fácil resulta entender los mecanismos de dominación/dependencia que la propia lógica del sistema impondrá en un sistema múltiple de regiones.

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75como se verá más adelante—resultará en transformar en exógeno al territorio su proceso de crecimiento económico, desde el punto de vista decisorio. Por otro lado, cuanto más abierto es el sistema, mayor es su tendencia a llegar a un estado final disipativo y para evitarlo debe equilibrar los flujos intercambiados con su entorno. Un sistema disipativo tiene la doble habilidad de aumentar y almacenar información bajo la forma de niveles cada vez mayores de complejidad estructural interna y de “exportar” desorganización a su entorno inmediato. (Byrne, 1998). Cuanto más abierto es el sistema, finalmente, menores los grados de libertad disponibles endógenamente para su autocontrol, siendo entonces obvias las consecuencias sobre la modalidad de hacer gobierno regional.

Volviendo a la práctica, toda región debe hacer una operación de selectividad con respecto a su entorno, a fin de describir y entender su forma de articulación. El entorno, para una región cualquiera es simplemente el mundo. Todo entorno, y por supuesto el mundo, está constituido por una multiplicidad casi infinita de sistemas, no todos los cuales son relevantes y pertinentes a la región y, por tanto, al describir la articulación de la región con el entorno habrá una reducción del entorno—de su complejidad-- (ésta es, tal vez, la cuestión central en los trabajos de Luhmann) para dejar en relieve sólo aquellos sistemas que configuran un recorte del entorno verdaderamente significativo para la región21. Se trata de crear información pertinente, como se mencionó más atrás.

El tercer concepto que debe ser socializado es probablemente el más difícil de comprender y, no en vano, se trata precisamente de la complejidad.

Hay en construcción un paradigma de la complejidad (Morin, Luhmann, Prigogine, entre otros) que busca superar las restricciones del paradigma positivista. Según Morin (1994:60)

“la complejidad a primera vista es un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades (...). Pero la complejidad no comprende solamente cantidades de unidades e interacciones (...), comprende también incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la complejidad siempre está relacionada con el azar (...). Pero la complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados”.

Luhmann (1997:76), por su parte, dirá que “(...) la complejidad es la información que la falta a un sistema para poder comprender y describir completamente su entorno (complejidad del entorno) o bien a sí mismo (complejidad del sistema)”, y que solamente la complejidad puede reducir la complejidad.

Toda región, en cuanto sistema abierto y complejo, pero siempre con una complejidad menor que la del entorno, tiene como objetivo primario hacerse más compleja a sí misma para poder reducir la complejidad del entorno y competir con la Ley de Ashby en la mano.

21 Decir, como se dice en tanto documento oficial, que la región X se inserta en un entorno amplio como consecuencia de la globalización, o focalizar la cuestión exclusivamente en las exportaciones regionales, o alegar acerca de la dependencia del gobierno regional en relación con el nacional, o son frases sin sentido operacional, o tautologías disfrazadas.

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76¿Cuál es el significado concreto del postulado anterior? ¿Qué significa, en la

práctica, hacer más compleja una región? Volviendo a Morin y a sus principios de la complejidad (el principio dialógico, el principio de la recursividad organizacional y el principio hologramétrico), se observa que la complejidad tiene que ver con la variedad de subsistemas que pueden cobijarse dentro del sistema que se está denominando como “región”, con la jerarquía de ellos y con una fuerte presencia de recursividad 22 en sus interacciones.

Es evidente, como fue señalado al comienzo, que la globalización ha hecho más complejo al mundo y específicamente, al entorno de cada región, que, como también fue dicho, están ahora obligadas a incrementar su propia complejidad. En la práctica esto se traduce en la necesidad de introducir más diversidad, más subsistemas en el sistema regional23, simplemente más actividades y más organizaciones, dotándolas de mayores niveles de autonomía (descentralización) y de bucles de refuerzo de los cuales la recursividad es un elemento estructural.

Un ejemplo sencillo del uso en terreno de la complejidad está dado por un análisis bien hecho, de buena calidad, de una comuna inserta en una región, en tanto que tal análisis sea capaz de dar cuenta del hecho que no sólo la comuna está en la región, sino que la región está en la comuna (la parte está en el todo y el todo en la parte), y que por tanto no es posible describir y entender ésta si no es introduciendo en ella su región. A pesar de ser aristotélico, cuesta todavía habituarse a que la parte está en el todo tanto como el todo está en la parte. El Aleph, el increíble punto descrito por Jorge Luis Borges, podría ser el más “ilustrado” ejemplo de hologrametría à la Morin.

Hay que dar paso ahora al conocimiento funcional, es decir, a una capacidad para comprender el entorno específico regional y el interno de la misma región. Se trata de procesos de articulación y de cambio.

Hay, en efecto, un nuevo entorno para el desarrollo regional, que puede ser descrito como compuesto por tres nuevos escenarios, presentes en el medio (Boisier, 1996). El primero de ellos, el escenario contextual se construye permanentemente a partir de la intersección de dos importantes procesos contemporáneos, económico uno, apertura externa, y político otro, apertura interna. A su vez, la apertura comercial externa de países y regiones es empujada por la multidimensional globalización, expresión concreta, funcional y geográfica del nuevo capitalismo tecnológico, en tanto que la apertura interna de países y regiones es empujada por la descentralización. Cabe señalar que hay una fuerte retroalimentación entre ambas formas de apertura, ya que no es posible ser competitivo con estructuras de decisión centralizadas. El segundo escenario, denominado escenario estratégico, está siendo construido también mediante dos procesos: nuevas modalidades de configuración territorial que generan una geografía política con componentes virtuales dictada por la lógica del sistema más que por el voluntarismo del Estado, y nuevas modalidades de gestión territorial que introducen en el plano de la gestión de los gobiernos locales criterios políticos para 22 Recursividad es la aplicación de un mismo principio a sí mismo en distintos niveles, como la espiral de una escalera de caracol. Se trata de la autoreferencia continuada. Un proceso recursivo es aquél en el cual los productos y los efectos son, al mismo tiempo, causa y productores de aquello que lo produce. Un fractal, por ejemplo, es un proceso recursivo. 23 Es interesante notar que en el pasado los economistas regionales argumentábamos a favor de diversificar la estructura productiva de las regiones a fin de reducir su vulnerabilidad ante los ciclos comerciales o para aumentar las relaciones internas de insumo-producto para disponer de multiplicadores más potentes, tanto de inversión como de empleo. Ahora la fundamentación se asocia a la necesidad de aumentar la complejidad para competir.

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77modificar las situaciones de dominación/dependencia y criterios empresariales (principalmente, la planificación estratégica) para aumentar la eficiencia del gobierno. El tercer escenario es el escenario político, construido a partir del proceso de modernización del Estado, entendida ésta desde el particular ángulo de su capacidad (hoy inexistente en América Latina) de hacer "conducción territorial" tanto como conducción política, y a partir de la necesidad de reinventar los gobiernos territoriales para que puedan asumir sus nuevas funciones como conductor (político) y animador (social).

Figura 2. Nuevo entorno de desarrollo regional

NUEVO ENTORNO DE DESARROLLO REGIONAL

NUEVO ESCENARIOCONTEXTUAL

NUEVO ESCENARIOESTRATEGICO

NUEVO ESCENARIOPOLITICO

APERTURA EXTERNA

APERTURAINTERNA

GLOBALIZACION

DESCENTRALIZACION

NUEVA ORG.TERRITORIAL

NUEVA GESTIONTERRITORIAL

MODERNIZ.ESTADO

NUEVAS FUNC.GOB.REG.

REGIONESPIVOTALES

ASOCIATIVASVIRTUALES

CUASI-ESTADOSCUASI-EMPRESAS

TERRITORIALIDAD

CONDUCCIONANIMACION

En relación con los procesos de cambio en el territorio, esto es, el proceso de crecimiento económico, por un lado, y, por otro, el proceso de desarrollo, lo primero que hay que señalar es que hoy está claro que se trata de dos procesos estructuralmente distintos, aunque no independientes, y articulados de una manera todavía desconocida, pero que probablemente asume la forma de un bucle o rizo.

La cuestión que se plantea es simple como enunciado: se trata de descubrir una estructura sistémica como matriz causal del crecimiento y otra como matriz causal del desarrollo. Esto es esencial: ya no es posible suponer que el crecimiento depende sólo de un factor, como, por ejemplo, la inversión, o de la inversión más otros insumos, porque se está frente a un asunto sistémico y su explicación causal debe ser también sistémica.

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78Tomando como punto de partida la actual conceptualización de modelos de

crecimiento que califican al proceso de crecimiento como endógeno, debido a que los gastos en investigación e innovación se consideran guiados por la racionalidad económica24, y que identifican como los factores del crecimiento a la acumulación de capital, de progreso técnico, y de capital humano, y “aterrizando” esta propuesta en el territorio concreto, se observa la necesidad de ampliar el abanico de factores causales. Y esto debe hacerse incorporando como factores de crecimiento el proyecto de país o proyecto nacional que, mientras contenga una dimensión territorial, “asigna” papeles o roles a cada región en ese mismo proyecto. Y cada una de estas posibilidades alternativas genera diferentes senderos de crecimiento de largo plazo, así como el cuadro de la política económica nacional que, por la vía de sus dimensiones globales y sectoriales afecta positiva o negativamente al patrón de crecimiento de cada región y, por último, la demanda externa (exportaciones más gasto de no residentes) como un elemento obvio.

Teniendo como telón de fondo esta matriz causal, hay que hacer notar que en el marco de la globalización, la matriz de agentes decidores que opera “detrás” de los seis factores anotados, tiende a separarse más y más de la matriz de agentes locales. En otras palabras, la región ve más y más distanciada la posibilidad de controlar su propio crecimiento y esto debería obligar a toda región a potenciar al máximo su capacidad para influir en las decisiones pertinentes, por ejemplo, el flujo de capital que llega a la región, el diseño de determinados instrumentos de política económica, la colocación de la producción en el mercado global, etc. Tal capacidad de influir va unida a una tecnificada capacidad de negociación y a un verdadero cambio cultural con relación a cómo la región se plantea frente a estos factores exógenamente controlados. Estas cuestiones están exhaustivamente analizadas en varios textos de Boisier (1996, 1999/a, 2000/b)25.

24 Por tanto, el progreso técnico deja de ser un factor residual y exógeno como en el modelo neoclásico de Solow. 25 La conocida estrategia de capturar capital extranjero denominada como “guerra fiscal” en el Brasil es un ejemplo extremo, y por extremo, errado, de la innegable necesidad que tienen los gobiernos subnacionales para operar con estrategias agresivas, tipo “cazador” (versus una pasiva tipo “trampero”). Véase Arbix, 2000.

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79Figura 3. Crecimiento territorial exógeno

CRECIMIENTO TERRITORIALEXOGENO

PROYECTO NACIONAL Y

ORDENAMIENTOTERRITORIAL

POLITICA ECONOMICANACIONAL

DEMANDAEXTERNA

CRECIMIENTO CON CAMBIO PROACTIVO

ACUMULACION DE

CAPITAL

ACUMULACION DE

PROGRESO TECNICO

ACUMULACION DE

CAPITAL HUMANO

En relación con el proceso de desarrollo, hay que estar dispuesto a aceptar un desvío radical de la ortodoxia, ya que, como se dijo, hoy el desarrollo es entendido como el logro de un contexto, medio, momentum, situación, entorno, o como quiera llamarse, que facilite la potenciación del ser humano para autotransformarse en persona humana, en su doble dimensión, biológica y espiritual, capaz en esta última condición, de conocer y amar. Esto significa reubicar el concepto de desarrollo en un marco constructivista, subjetivo e intersubjetivo, valorativo o axiológico, y, por cierto, endógeno, o sea, directamente dependiente de la autoconfianza colectiva en la capacidad para “inventar” recursos, movilizar los ya existentes y actuar en forma cooperativa y solidaria, desde el propio territorio, generando, obsérvese, una proalimentación de compensación. En tanto proceso y resultado intangible26, el desarrollo es el resultado de una matriz causal que no puede sino tener la misma dimensión27: la intangibilidad, y por tanto será inútil asociarlo con meros avances materiales. Como se ha dicho, más edificios para tribunales de justicia no garantizan más justicia, pero, ¿quién podría negar la necesidad de su construcción? El reconocimiento del carácter intangible del desarrollo conduce lógicamente a buscar factores causales igualmente intangibles, y como es posible identificar un buen número de ellos, y como también es posible someterlos a una taxonomía, el resultado es la identificación de ciertos conjuntos más o menos homogéneos que han sido denominados como "capitales intangibles" (cognitivo, simbólico, cultural, social, 26 Pero no del todo independiente de una base material en expansión. 27 Definido el desarrollo como una propiedad emergente de un sistema (territorial) altamente sinergizado.

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80cívico, institucional, psicosocial, humano, y mediático) que en definitiva son articulados y dirigidos por medio del capital sinergético, capaz de matriciar el conjunto anterior28.

Figura 4. Desarrollo territorial endógeno

•DESARROLLO TERRITORIALENDÓGENO

•DESARROLLO TERRITORIALENDÓGENO

INTERACCIONESINTERACCIONES

UNA PROPIEDAD EMERGENTEDE UN SISTEMA TERRITORIAL

ALTAMENTESINERGIZADO

STOCK DE CAPITALES

INTANGIBLES

POTENCIAL DE

CRECIMIENTO

GRADO DE ENDOGENEIDAD

ACTITUD MENTAL

COLECTIVA POSITIVA

Hay que agregar al cuerpo del conocimiento funcional una verdadera estructura sistémica del desarrollo que muestre además la connotación de valor del concepto, en línea con el pensamiento de Seers, Sen, Ul Haq, Jolly, Boutros Gali, Hirschmann, Furtado y otros intelectuales que desde hace décadas han insistido en la dimensión axiológica del desarrollo y que enfatice la noción humanista del desarrollo.

28 Concepto que comienza a aparecer en la literatura con nombres diversos (capital territorial, capital relacional, etc.).

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Figura 5. Una estructura conceptual para el desarrollo

UNA ESTRUCTURA SISTEMICA PARA EL DESARROLLO

UNA ESTRUCTURA SISTEMICA PARA EL DESARROLLO

OBJETIVO CENTRAL

SER HUMANO PERSONA HUMANA

COMUNIDAD

IDENTIDAD

MARCO VALORICOLIBERTAD, DEMOCRACIA,

JUSTICIA, ETICA, ESTETICA,

SOLIDARIDAD, VARIEDAD

MARCO INSTRUM.INGRESO, DISTRIBUCION,

EMPLEO, DISCRIMINACION

MARCO SINERGICO

CAPITALES: COGNITIVO, CULTURAL, SIMBOLICO, SOCIAL. CIVICO, INSTITUCIONAL, PSICOSOCIAL, HUMANO, MEDIÁTICO

MARCO ENDOGENOAUTONOMIA, REINVERSION,

CIENCIA &TECNOLOGIA, CULTURA

CONSTR. SOCIAL

REG.

VECTORESPRODUCT.

POL. SOC.

PyMES

EDUCACION

VALORES

La compleja figura anterior intenta colocar en el centro de la cuestión del desarrollo la posibilidad para todo individuo de alcanzar su plena dignidad como persona humana, en un marco de valores en el cual la libertad, la democracia, la justicia, la ética, la estética, la solidaridad, y la variedad constituyen sus elementos definitorios29. En realidad, el objetivo central de toda propuesta de desarrollo no puede ser otro sino otorgarles a los seres humanos su dignidad como personas. Como es claro que jamás el desarrollo será un proceso individual (no se puede ser persona si no es entre personas), este objetivo supone colocar a los seres humanos en un tejido social que hay que densificar y articular hasta que se transforme en una verdadera comunidad, es decir, en una asociación de personas que basan su asociatividad en la “razón natural”, esto es, en la emocionalidad y en un sentido de pertenencia, como lo señalara Thonnies. Esta comunidad, a su vez, debe ser capaz de transformarse en una comunidad imaginada (Anderson, 1991) con un fuerte sentido de identidad. La configuración de esta comunidad con estas características da lugar a la construcción social regional, proceso que a su vez debe ser capaz de generar un conjunto de valores regionales específicos que se sumarán a los de carácter genérico mencionados anteriormente. Obsérvese que si no es posible realizar esta última operación, no existe

29 No se crea que este marco configura sólo un discurso; sus consecuencias prácticas son fácilmente deducibles.

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82en verdad una región30, sólo aparece un recorte del territorio nacional que de manera más o menos arbitraria se denomina “Región XYZ”. Si no existe en realidad una región, no se necesita un gobierno regional ya que no existe nada que gobernar, sólo existe un recorte territorial a administrar y en tal caso, un órgano desconcentrado del Poder Ejecutivo nacional es suficiente. ¡Cualquier parecido con los “gobiernos regionales” establecidos en Chile por la Ley Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regional—LOCGAR-- es intencional y no una casualidad!

Como ya lo anotase Dudley Seers (1970), las principales barreras que impiden la potenciación de los seres humanos para devenir personas, son el hambre, el desempleo, y la discriminación. Interpretadas ahora en términos de nivel de ingreso, distribución interpersonal del ingreso, empleo, y discriminación, configuran un cierto marco instrumental sobre el cual hay que concentrar la acción. Estas barreras a su vez se asocian de manera lineal con la productividad, con las políticas sociales (distributivistas y redistributivistas), con la dinámica de las PYMES (que son las generadoras netas de empleo), y con el sistema educacional. Establecidas estas relaciones parciales de causalidad, es posible entonces trabajar con las instituciones asociadas los factores recién anotados.

Por otro lado, y como fue ya escrito, atendido el carácter subjetivo del desarrollo, resulta importante cuantificar, potenciar y articular los diversos capitales intangibles que generan en definitiva el desarrollo; y por último, todo este “operativo de desarrollo” debe ser realizado en forma endógena31, y ello tiene que ver con la descentralización efectiva, con la capacidad regional para retener y reinvertir in situ parte de su propio excedente, para generar sus propios impulsos de innovaciones tecnológicas y, por supuesto, con la cultura, generadora de la indispensable identidad, que lejos de desaparecer barrida por la globalización, se fortalece como mecanismo de defensa a la alienación.

En cuanto a la intangibilidad del desarrollo, una cuestión que hace que muchos economistas saquen a la luz un escepticismo crítico, hay que observar que en relación con este tipo de concepto, como también en relación con otros, los especialistas en gestión empresarial van, para bien de ellos y para mal de nosotros, bastante más adelantados en la reflexión. Por ejemplo, el libro de Roos, Roos, Dragonetti y Edvinsson (1997) sobre el capital intelectual de las empresas sería una lectura muy recomendable para tanto estudiante y estudioso del desarrollo; ayudaría a descubrir la importancia y el valor de lo intangible (¿por qué Microsoft tiene un valor de mercado proporcionalmente mucho más alto que el valor de sus activos en comparación con General Motors, por ejemplo?) en la valorización de una organización (una región, por ejemplo)32.

30 Se podría decir que no se realiza en ese caso una operación autopoiética de construcción de membranas que distinguen y separan la región de su entorno. 31 Para el concepto de desarrollo endógeno como el que aquí se usa, véase S. Boisier, “Desarrollo local: ¿de qué estamos hablando?", 2000/a 32 Este libro, así como otros, ilustra acerca de la vana pretensión de ser original hoy por hoy. Se cita (pág. 86) a V. Perrone, de la Università Bocconi, el cual utiliza diferentes categorías de capital intangible (social, cultural, simbólico) idénticas a las usadas por Boisier (1999/b), hecho que habla precisamente de una transición paradigmática à la Kuhn, al aparecer un nuevo lenguaje en forma simultánea y no preestablecida.

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838.-Síntesis: conocimiento al servicio de la acción

Cuanto mayor es el conocimiento, más aprendemos, pues podemos establecer más conexiones con lo que ya sabemos y, así, más ampliamos y profundizamos nuestros conocimientos, sostienen O´Connors y McDermott (1998, op.cit.). Se aplica directamente este razonamiento a la cuestión del desarrollo (territorial) si se le entiende, como fue sugerido analógicamente, como un verdadero proceso de sinapsis colectiva, de construcción de complejos mapas mentales capaces de incluir las múltiples relaciones sistémicas propias del desarrollo. Si se acepta este enfoque, resulta de suyo evidente que el desarrollo es una cuestión que tiene que ver principalmente con las personas y con las instituciones. Además, esta reflexión de los psicólogos citados explica de una manera sencilla, al revés de las alambicadas explicaciones de los economistas, todo el “ruido” que se ha producido en torno a los nuevos modelos de crecimiento endógeno. Es fácil entonces entender que los factores tradicionales de producción (tierra, capital y mano de obra) presentan rendimientos decrecientes, mientras que el nuevo e importante factor, el conocimiento, presenta rendimientos crecientes. En otras palabras, si los individuos son considerados como objetos de una función de producción, como mano de obra simplemente, se entra al mundo de los rendimientos decrecientes, en tanto que si son considerados como sujetos, como personas humanas capaces de aprender y conocer, se traspasa la puerta a los rendimientos crecientes. ¡Así de simple! De paso, se descubre una dimensión ética en el crecimiento endógeno.

Dror (1994) sostiene que se requieren elites de gobierno democráticas, comprometidas y adecuadamente preparadas para representar el futuro y los intereses de la comunidad, y para perfeccionar el eslabonamiento entre conocimiento y poder. Al mismo tiempo, dice que deben hacerse vigorosos esfuerzos para elevar el nivel de entendimiento popular en relación con temas complejos. Parece claro que una comunidad informada y sabia constituye un milieu favorable al surgimiento de varios de los procesos acá comentados: el aprendizaje colectivo, la innovación, la transformación en una región que aprende y que es al mismo tiempo inteligente, la asociatividad y otros.

Como se discutió, la creación de una sinergia colectiva a partir de un conocimiento distribuido genera, a través del consenso, el poder necesario para poner en práctica una propuesta de desarrollo cuya audacia innovadora debe ser una función inversa al grado de retraso del territorio en cuestión. Sabido es que en medios sociales rezagados la innovación y el innovador aparecen siempre como un peligroso desafío al orden establecido, que, algunos por conveniencia y otros por temor, no quisieran modificar. Para no ser un Cristo nuevamente crucificado, el conocimiento compartido derivado de un aprendizaje colectivo se convierte en el mejor escudo protector y en la mejor estrategia para promover el cambio. Las conversaciones sociales constituyen la forma democrática para generar el poder necesario basado en el conocimiento, poder capaz de romper la inercia y superar el miedo al desarrollo. Porque, efectivamente, muchas sociedades parecen tener miedo al desarrollo, quedan permanentemente atadas a la falta de desarrollo, al subdesarrollo como un verdadero "atractor"33 o como una combinatoria del subdesarrollo, como denomina Peyrefitte (1997) a una 33 Estado estable al cual tienden los sistemas.

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84situación común caracterizada por una sociedad inmóvil, una sociedad hostil a la innovación, una sociedad fragmentada, una sociedad oscurantista, una sociedad de economía dominada, una sociedad de penuria, una sociedad espasmódica en relación con la confianza en sus autoridades. ¿Algún parecido con América Latina?

Sin embargo, no se trata de hacer una apología del conocimiento que pudiese llevar las cosas a una nueva era de “iluminismo racionalista”. El conocimiento es importante, sí lo es, y lo será cada vez más en la sociedad del conocimiento, pero no por mucho saber se hace mejor gobierno. Un buen gobierno depende de conocer y combinar simultáneamente la ciencia y el arte de gobernar, de manera que el saber, la experiencia, la intuición, la ética, la comunicación, la prudencia y el amor (en el sentido de Humberto Maturana, como la emoción implícita del reconocimiento mutuo dentro de la cual se dan las interacciones recurrentes que configuran un sistema social) conjugan un todo inseparable.

Tampoco se trata de crear conocimiento por el conocimiento, para la mayor gloria de los que saben. Parece claro actualmente que el desarrollo de un territorio cualquiera, nacional o subnacional, no lo hacen los tecnócratas ni los burócratas ni los políticos. Lo hace la gente, las personas de carne y hueso que no levitan, que pisan la tierra diariamente, que sienten cotidianamente que el progreso está ahí, pero que se les escapa, en parte porque no tienen el saber necesario en el mundo de hoy, en parte, porque no tienen el poder para cambiar las cosas y, principalmente, porque no han descubierto que el saber y el poder colectivos no son sino las dos caras de una misma medalla.

El lenguaje entonces vuelve a aparecer en el centro del desarrollo.

“El lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?”

Jorge Luis Borges

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CAPÍTULO 4

2001: LA ODISEA DEL DESARROLLO TERRITORIAL EN AMÉRICA LATINA

LA BÚSQUEDA DEL

DESARROLLO TERRITORIAL Y DE LA DESCENTRALIZACIÓN.

SENTIDO DE UNA METÁFORA

El magnífico film de Stanley Kubrick, 2001 La Odisea del espacio, inspirado en una novela de ciencia ficción del notable astrónomo australiano Arthur Clarke, mostraba secuencias iniciales con profundos mensajes antropológicos. Como se recordará, una tribu de simios trata de apoderarse de una fuente de agua, siendo rechazada violentamente por otra ya establecida en la fuente. Derrotados y cansados, los simios de la tribu invasora se duermen, para despertar al alba con una extraña sensación e inquietud que los lleva a darse cuenta de la presencia de un monolito basáltico frente al cual se sienten impelidos a acercarse, temerosamente, para tocarlo, momento sublime en el cual instantáneamente se produce lo que podemos interpretar como un extraordinario salto sináptico en su cerebro, transformándose a partir de ese instante, en seres inteligentes, en homo sapiens. Sinapsis y sinergia parecen constituir parte de la clave de un desarrollo bien entendido en el territorio, sinapsis entre un orden socio-político descentralizado y un sistema económico, social y tecnológico territorializado y sinergia a partir de la articulación de todos sus elementos. Colombia, por un imperativo de sobrevivencia, busca reembarcarse en la odisea del desarrollo territorial, por fin ahora, ya en el Siglo XXI, y sinapsis y sinergia pueden ser instrumentos importantes para la paz y el desarrollo.

1.-La ambigüedad intrínseca de la descentralización34

“Creo que la extrema centralización del poder político acaba por debilitar a la sociedad y, a la larga, al propio gobierno. Pero no niego que una fuerza social centralizada esté capacitada para ejecutar fácilmente, en tiempos y lugares dados, grandes empresas”. Alexis de Tocqueville, La democracia en América.

Es muy certera la reflexión del abogado, diplomático y político francés del Siglo XIX a quién muchos consideran el padre de la descentralización occidental si se entiende que el par centralización/descentralización no configura un par estrictamente dicotómico sino más bien uno en el cual sus polos representan los extremos de un arco 34 Un interesante enfoque colombiano, similar en varios aspectos al aquí presentado se encuentra en el trabajo de Pilar Gaitán Pavía (1992) “Los equívocos de la descentralización”.

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90de situaciones en que cada posible punto intermedio es una combinación de ellos que responde a un determinado contexto histórico y que es funcional a ese contexto y no a otros. Como lo afirma Work (2001:30) “La descentralización no es una alternativa a la centralización”.

Si se comparte la afirmación anterior se daría un gran paso hacia la

desmitificación del proyecto descentralizador: ni pensamiento voluntarista como se suele calificarlo desde una izquierda anclada en el pasado ni deus ex machina de la democracia y del desarrollo, como se le presenta desde el otro extremo ideológico. La combinación o proporción áurea de centralización y descentralización depende del alcance del siempre cambiante contrato social entre el Estado y la sociedad civil, contrato social, dígase de paso, extremadamente feble en América Latina por debilidad congénita de uno de los firmantes, la sociedad civil.

La descentralización es un concepto tanto teleológico como instrumental. Es fin

y medio simultáneamente y ello ha contribuido a un cierto nivel de confusión conceptual en el debate descentralizador (Boisier, 1991).

En particular y bajo el frondoso árbol político del liberalismo, específicamente

en la corriente ideológica originada en la matriz doctrinaria del humanismo cristiano (del catolicismo social como se le denominaba décadas atrás), la descentralización societal representa la aplicación en la práctica del principio político de subsidiaridad, de acuerdo al cual cada organización social es competente para intervenir sobre su propio ámbito (funcional o territorial) transfiriendo “hacia arriba” sólo aquello que el bien común o la tecnología establezca como responsabilidad del ente mayor. Entiéndase, en este marco, la subsidiaridad como indisolublemente apareada con el principio moral de solidaridad también tanto en el plano funcional como territorial. La subsidiaridad envuelve el reconocimiento del ser humano como persona humana en su doble condición de individualidad y sociabilidad, es decir como sujeto de su propio destino logrado siempre en asociación con otros; se es persona humana sólo entre personas humanas. La solidaridad, a su turno, es una expresión práctica del amor, en el amplio sentido en que Humberto Maturana emplea este concepto, basado en el reconocimiento, entendimiento y cooperación con “el otro”.

El entender la descentralización tanto como una cuestión instrumental así como

finalista permite explicar su carácter a veces inasible, su conversión en bandera de gobierno (que privilegia su dimensión instrumental) como de oposición (privilegiando su dimensión finalista), rara vez aceptada en su dualidad (medio y fin al mismo tiempo). En verdad la descentralización, por lo menos entre nosotros en América Latina, se presenta como un concepto de elevada ambigüedad cotidiana ya que es frecuente que se hable indistintamente de descentralización o de desconcentración, incluso, a veces, se confunde la mera deslocalización (el cambio de ubicación geográfica de un ente) con la descentralización, tal como se podía apreciar en Chile en relación al traslado del Congreso Nacional desde Santiago a Valparaíso.

Debe ser claro que aún cuando los procesos de desconcentración y

descentralización se encuentren frecuentemente en un mismo continuo, el primero de ellos alude a una cesión de capacidad de decisión desde un nivel jerárquico dado a otro

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91inferior dentro del mismo organismo, tratándose en consecuencia de una cuestión interna que no requiere sino la voluntad del nivel jerárquico superior; el segundo, la descentralización, supone la creación de un ente distinto de aquél del cual se va a transferir capacidad decisoria y ello a su vez supone la concesión de personalidad jurídica propia, de recursos y de normas propias de funcionamiento.

Puede agregarse todavía, ya en el terreno propio de procesos de

descentralización, que éstos pueden dar origen a tres modalidades “puras” de descentralización: i)funcional, cuando se crea un ente con personalidad jurídica, normas y presupuesto propio, estando su accionar limitado a una función, actividad o sector, por ejemplo, una empresa pública generadora de energía eléctrica; ii) territorial, cuando se crea un ente con las características señaladas, de alcance multisectorial, pero cuya actuación se restringe a un espacio político/administrativo definido, como por ejemplo, un gobierno regional; iii) política, cuando cumplidos los requisitos básicos, la generación del ente deriva de procesos electorales populares, secretos e informados, como puede ser, por ejemplo, una Gobernación Departamental en Colombia. De mayor interés en esta ocasión resulta referirse a las modalidades “mixtas” que se pueden concebir al combinar por pares las tres anteriores y de entre ellas la combinación de una descentralización simultáneamente territorial y política (un gobierno regional electo) es la de máximo interés, siendo al mismo tiempo una sentida aspiración en los países de régimen político unitario. Por cierto, clasificaciones como la anterior son casi tantas como autores (Cheema y Rondinelli, 1983; Finot, 2001, entre otros).

Otra cuestión a mi juicio de la mayor importancia conceptual es la siguiente. En

gran parte del debate cotidiano la descentralización es entendida fundamentalmente como una reforma de la administración pública, lo que en verdad en la práctica vendrá a ser simplemente una desconcentración, incluso territorial, del aparato tecno-burocrático de gobierno; en otros casos la discusión sube de nivel y se interpreta la descentralización como una reforma del Estado, envolviendo en este caso un cambio estructural en la articulación del Estado con la sociedad civil y en la distribución espacial del poder, como lo fue en su momento, la puesta en práctica de la Ley Orgánica de Gobierno y Administración Regional (LOCGAR 19.175 de 1992) de Chile; pocas veces el debate alcanza el verdadero nivel en que hay que plantear esta cuestión, es decir, como un cambio estructural societal, que como tal involucra a todo el tejido político y social de una nación, un nuevo contrato social. De nuevo, Work (op.cit.:30) dice: “La descentralización es mucho más que una reforma del sector público, de la administración o del funcionalismo. Envuelve el papel y las relaciones de todos los actores societales, sean gubernamentales, del sector privado o de la sociedad civil”.

En los dos casos últimos es clara la naturaleza política de la descentralización ya

que se trata de una modificación en el patrón de distribución del poder, el recurso colectivo por antonomasia. Por ello tiene razón el constitucionalista venezolano Allan Brewer-Carías (1998) al sostener con energía el carácter político del proceso, saliendo al paso de quienes, por distintas razones, ven sólo la dimensión administrativa. Parte de este problema se explica porque en algunos casos son las propias leyes fundamentales las que en su articulado hablan de regímenes unitarios con

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92descentralización administrativa que la ley regulará, como sucede precisamente en la Constitución de Chile y en la de Venezuela.

Inescapable resulta también una breve referencia a la relación entre

descentralización y democracia, relación preñada de ambigüedad. En 1989 la ahora extinta Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) de Venezuela publicaba un libro titulado precisamente La descentralización. Una oportunidad para la democracia (COPRE, 1989), al tiempo que en las postrimerías del régimen militar en Chile, en ese mismo año, afirmábamos precisamente lo inverso al sostener en un artículo de prensa publicado por el diario EL SUR (Concepción, Chile, 1989) que la democracia era una oportunidad para la descentralización. Ambos títulos son igualmente verdaderos. Quizás si ahora ellos pudiesen plasmarse en Colombia y en el Perú.

Es casi evidente que una democracia madura supone una amplia distribución

social del poder político, o sea, supone una descentralización, pero es un error común asignar causalidades unidireccionales, como si un proceso necesariamente generase linealmente el otro, desconociéndose el carácter recursivo de ambos. Desde luego, en términos territoriales la transferencia de poder a regiones por ejemplo, puede resultar completamente anti democrática si en tales regiones no existe un receptor socialmente adecuado, en cuyo caso el poder transferido sólo reforzaría estructuras oligárquicas y clientelísticas. De nuevo, una relación entre descentralización y democracia debe ser puesta en su contexto histórico porque en no pocos casos la centralización ha sido un requisito para, precisamente, dar paso posterior a una democracia descentralizada, si la centralización previa tuvo por propósito consolidar la construcción de un Estado/Nación, como podría ser el caso de Francia en Europa y de Chile en América Latina. . Como lo afirmaba desde la Presidencia de Francia F. Mitterrand, “Francia ha tenido necesidad de un poder fuerte y centralizado para hacerse. Ella necesita, hoy día, un poder descentralizado para no deshacerse” (DATAR,2000:17).

Un demócrata incuestionable como Brewer-Carías (op.cit.: 273) dice

refiriéndose al período inmediato a la caída de Pérez Jiménez: “La democracia no habría durado una semana, fue necesario implantar la democracia con un sistema centralizado, de manera que el centralismo per se no es malo, fue el instrumento que afianzó la democracia...”.

Lo único claro en esta materia es que la descentralización bien entendida es

incompatible con regímenes autoritarios, sean de izquierda o de derecha. Ello porque la descentralización significa competir por espacios políticos, con la posibilidad previsible que la competencia sea ganada por sectores opositores al gobierno autoritario, produciéndose una incoherencia lógica inadmisible a priori y a posteriori. Quizás debido a ello es que el General Pinochet acostumbraba a decir durante su gobierno que “la administración se descentraliza, el poder jamás”. ¡A confesión de partes, relevo de pruebas!

Imposible dejar de mencionar la confusión, intencionadamente propalada por

los centralistas a ultranza, entre descentralización político/territorial y federalismo, una cuestión que es agitada de tanto en cuando en Chile aludiendo al supuesto peligro

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93que para la concepción del Estado unitario significaría hacer de las regiones entes tanto territorial como políticamente descentralizados en virtud de llegarse, por esa vía se dice, a un sistema federal “ajeno por completo a nuestras tradiciones” (como si en el Siglo XIX no se hubiera propuesto y ensayado una Constitución Federal en 1826). El unitarismo se muestra como un modelo sacrosanto y el federalismo se presenta como una perversa contrapartida. De nada sirve dar unas cuantas lecciones sobre sistemas confederados, federados y unitarios y menos aún, mostrar los varios ejemplos de países que se declaran como constitucionalmente unitarios y territorial y políticamente descentralizados al mismo tiempo, como Italia, España y Bélgica en Europa o como Colombia en América Latina.

2.-El centralismo como fenómeno dependiente de la trayectoria35

América Latina posee una “cultura centralista” en la expresión de Véliz (1984)

como resultado, según este autor, del hecho de no haber existido en América Latina cuatro grandes fenómenos sociales europeos: ni un cambio social como el provocado por la Revolución Industrial, ni un cambio político como el provocado por la Revolución Francesa, ni un cambio religioso como el provocado por la Reforma ni, finalmente, un sistema de reparto territorial del poder tal como el feudalismo. La ausencia de tales estructuras y procesos aunada a la modalidad de la conquista ibérica habría representado el caldode cultivo del actual centralismo latinoamericano. En tal marco general hay amplio espacio para la diferenciación entre países.

A esta tesis hay que agregar un elemento a mi juicio central, por lo menos en los

países de la vertiente andina. Me refiero al régimen de inquilinaje campesino, heredero de la encomienda española. Tal régimen, con no pocas características de la servidumbre de la gleba, sometió a la mayoría de la población hasta bien entrado el Siglo XX a un tipo de relación laboral rural tremendamente dependiente de la sujeción servil del inquilino al dueño de la hacienda, al punto de crear, en el imaginario campesino, la figura del padre-patrón, dueño de la hacienda, empleador, pagador y también proveedor de servicios (religiosos, comerciales, de salud, de educación). Cuando este régimen se quiebra y ya en el tercer decenio del Siglo XX se inicia el intenso y sostenido proceso de migración rural-urbana derivado de la industrialización incipiente, éste no se acompaña de un paralelo proceso de educación cívica, que debería haber enseñado cómo enfrentar una vida urbana e industrial.

Puedo imaginar entonces a un campesino perdido en la capital, parado en la

plaza frente al Palacio de Gobierno, el Palacio de Nariño en este caso, mirando sin ver y preguntándose en su soledad ¿dónde está mi padre-patrón? Puedo ver también que en ese momento se abre una ventana en Palacio apareciendo un burócrata, que observa al campesino concluyendo que precisamente ahí su buena suerte le ha colocado al frente un “cliente” que lo ayudará a consolidar su clase emergente. Lo llama y le dice: yo soy ahora tu padre-patrón, sólo que me llamarás padre-Estado, 35 La expresión “dependiente de la trayectoria” es una adaptación del término inglés “path dependence” muy utilizado en los estudios sobre capital social y se refiere a la construcción histórica de ciertos procesos. En tal caso estos procesos se incrustan en la cultura. Véase Granovetter, 1973.

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94porque soy dueño del país. Así, limpiamente, la mentalidad dependiente rural dará paso, sin solución de continuidad, a la mentalidad dependiente urbana, por ausencia de un proceso de socialización. Me parece obvio que la mentalidad dependiente desea carnalmente al centralismo y a la inversa. Hay una concupiscencia mutua.

Transformado entonces el centralismo en un fenómeno históricamente

construido es fácil concordar en que ahora nos enfrentamos con una cuestión cultural, de difícil remoción. Tal vez por ello el ex Presidente de Chile, Eduardo Frei R-T, citaba en su libro Ideas para el diálogo democrático precisamente a este autor: “El destino del proyecto descentralizador en América Latina está condicionado al reconocimiento del carácter cultural de la centralización y, por tanto, al carácter cultural de su contrapartida: la descentralización. Esta presupone un cambio cultural, una modificación del patrón de alteridad tan propio de nuestra población (siempre buscamos a otro, al “alter”, para que nos resuelva nuestros problemas) y ello significa [asumir] un modelo de comportamiento individual y social basado en la autoresponsabilidad y en la subsidiaridad. Pero no se cambia una cultura por decreto, sino por enseñanza y vivencia desde la infancia. Desde la escuela primaria hay que enseñar a “vivir descentralizadamente” porque simplemente ello es desconocido en América Latina” (Frei R-T, E., 1996:248).

La descentralización se puede crear por decreto o por ley, en sus aspectos

formales, pero no se puede sacar de la cabeza de la gente el centralismo mediante idéntico mecanismo. Hay pues, una gran asimetría entre ambos desde el punto de vista de su construcción/deconstrucción.

3.-La dinámica de la descentralización

La megatendencia descentralizadora no se explica a sí misma, ella es causada o

empujada por otras cuatro fuerzas primarias que deben ser develadas para entender la naturaleza misma de la descentralización.

En primer lugar, la descentralización es empujada por la Revolución Científica

y Tecnológica (RCT) la que, operando principalmente mediante la microelectrónica (que ya da paso a la nanoelectrónica), modifica profundamente el modo de producción industrial manufacturera, los sistemas de comunicaciones y, los sistemas de transporte. Todos estos cambios se potencian entre sí para crear un ambiente más favorable (a veces imprescindible) para la introducción de sistemas decisorios descentralizados.

En relación a la producción industrial es suficiente observar el impacto sintético

más importante de la RCT sobre ella: la actual posibilidad de segmentar un proceso manufacturero (anteriormente considerado como una unidad linealmente estructurada) tanto en términos funcionales (dando lugar a varios sub-procesos) como territoriales (dispersando las fábricas en lugares discontinuos del globo)36 . Se 36 Los ejemplos empíricos sobran: la fabricación del automóvil Ford Escort en Europa (16 lugares diferentes para elaborar partes y componentes), la fabricación del avión AIRBUS (seis lugares), etc. Obsérvese la notable recuperación, a la luz de la RCT, de la antigua tecnología suiza de fabricación de relojes, completamente horizontal y en red, si bien a una escala micro.

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95configura el paso de la empresa individual y localizada en un punto a un conglomerado en red con localización múltiple. Es claro que en tal esquema de funcionamiento horizontal, los responsables de cada planta deben necesariamente disponer de un amplio espacio de autonomía decisoria fin de ajustarse a la velocidad de la globalización y por tanto será necesario introducir esquemas descentralizados en el sistema de toma de decisiones del conglomerado37 .

En relación a las comunicaciones, es obvio comentar que la RCT ha producido

una reducción brutal en el costo de transmisión de datos e imágenes, transformado el “costo de la fricción del espacio”, la antigua expresión de Walter Isard, en una nimiedad y por tanto reduciendo significativamente la necesidad de integración vertical y centralización asociada a los mecanismos cara a cara de toma de decisiones. Estar lejos o cerca ha perdido relevancia en la actual geografía económica y si estar lejos significa el beneficio de reducción de costos laborales u otros, entonces la descentralización viabilizada por la tecnología es extremadamente útil.

De un modo similar, la RCT ha modificado en profundidad los sistemas de

transporte, reduciendo costos, haciendo irrelevante la distancia geográfica en muchos aspectos. En el transporte marítimo la introducción del contenedor, de los sistemas de roll-on-roll-off, la integración inter-modal y las reformas laborales portuarias han bajado considerablemente los costos, en tanto que en el transporte aéreo los aviones de fuselaje ancho, los motores más eficientes y los sistemas ILS de aterrizaje y despegue han provocado efectos similares y en el transporte ferroviario las nuevas tecnologías de trenes de alta velocidad (TGV, AVE, Shinkansen, etc.) apuntan en la misma dirección, sin mencionar siquiera a la tendencia a reemplazar el desplazamiento de materiales por el de información. Todos estos procesos, al reducir el costo de la distancia, facilitan el descentramiento de actividades y la descentralización.

En segundo lugar, la descentralización es empujada por la reforma del Estado,

al menos en América Latina. Recuperada la democracia formal en toda América Latina a comienzos de los noventa, se ha tratado de no reimplantar el viejo estilo de ella reemplazándolo por un nuevo estilo que apuesta a la sociedad civil como el nuevo y multitudinario agente conductor del proceso permanente de cambio. Somos todos nosotros y no ya un agente único (Estado, Partido, Iglesia, Ejército, Proletariado, etc.) quien conduce este proceso y para que ello sea posible hay que devolver a las instituciones de la sociedad civil (todos nosotros) su autonomía históricamente perdida (a manos del Estado principalmente) y ello equivale a la descentralización societal. Por tanto hay encima de la mesa social una oferta descentralizadora.

En tercer lugar la descentralización se alimenta de una creciente demanda

autonómica por parte de organizaciones de la misma sociedad civil, especialmente organizaciones de base territorial. Tal demanda incluso puede transformarse en una patología disolvente del propio Estado nacional, pero el hecho es que estas 37 Confunde a muchos especialistas el hecho de que esta descentralización se da la mano con otros procesos dentro del mismo conglomerado: descentramiento (desplazamiento territorial) de la cadena de valor y concentración y centralización de ciertos segmentos estratégicos de esa misma cadena.

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96organizaciones creen, legítimamente, haber alcanzado una mayoría de edad y no están dispuestas a seguir aceptando que “otros” tomen decisiones que están dentro de su ámbito de control. Por tanto en la mesa social hay también unademanda descentralizadora. Un punto a elucidar es precisamente el cruce de ambas “curvas”, la de oferta y la de demanda.

En cuarto lugar, la descentralización es reforzada en cierta manera por las tendencias privatizadoras vigentes. Hay que ser cuidadoso al explicar este aspecto, que en el fondo es muy simple. Si el acto privatizador permite el surgimiento de un nuevo sujeto decisor independiente en el sistema o país en cuestión, por ejemplo, un inversionista extranjero que no estaba presente o una agrupación civil formada de manera ad-hoc para estos efectos, el resultado es una ampliación del número de decisores independientes presentes en el sistema y ello, desde el punto de vista estricto de la teoría económica, significa ampliar la descentralización38 . Si el acto privatizador no genera esta situación, la privatización probablemente sólo contribuye a aumentar la concentración de activos y su efecto descentralizador resulta impredecible. Obsérvese de paso la asociación lógica que surge entre neo-liberalismo (o el Consenso de Washington) y descentralización. ¿Algún parecido con los procesos actuales en América Latina?

Finalmente hay que agregar otra fuerza detrás de la descentralización y que

tiene que ver con la lógica de la globalización: no se puede ser competitivo en el mundo actual con estructuras centralizadas porque no poseen la velocidad requerida ahora. En otras palabras, la apertura externa de la globalización obliga forzosamente a una apertura interna de carácter político (Boisier, 1996).

4.-Descentralización y territorio: una intersección para potenciar el desarrollo, la paz y

la democracia

Por una variedad de razones los gobiernos nacionales, normalmente altamente centralizados, sean federales o unitarios, están transfiriendo diversas funciones (y en menor medida los recursos necesarios) a una multiplicidad de gobiernos sub-nacionales- regionales, provinciales y sobre todo municipales-- bajo un imperativo que parece ser: ahora ocúpese usted de hacer gobierno en su jurisdicción, transferencia que encuentra en principio una alegre recepción en las propias entidades territoriales, que ahora demandan mayor autonomía, como fue señalado. Oferta y demanda se cruzan en el territorio y en la función. Hay que agregar que la expresión “hacer gobierno” resulta ahora casi un sinónimo de “hacer desarrollo”.

También por otra variedad de razones los territorios están siendo revalorizados

en la globalización (Boisier, 2001; Morgan, 2001; OECD, 2001) al punto de convertirse paulatinamente en los nuevos actores de la competencia internacional por capital, por tecnología y por mercados, como tan claramente se observa en la Unión Europea. Es claro que para poder competir con posibilidades de terminar en una posición

38 Como cualquier economista sabe, el mercado perfecto de los textos es totalmente descentralizado.

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97“ganadora”, los territorios organizados, cualquiera sea su denominación político-administrativa, requieren de una autonomía impensable en el pasado reciente, autonomía sólo concebible en el marco de un proyecto nacional descentralizador.

La cuestión central radica en que el cruce de la oferta y de la demanda de

descentralización territorial se realiza precisamente en un punto de encuentro en el cual confluyen, por un lado, el cambio en las funciones de regulación del gobierno nacional, en el sentido de reservarse éste de ahora en adelante sólo las funciones más estrictamente nacionales (política monetaria, fiscal, comercial, marco de competencia, transparencia, etc.) entregando, como se señaló, la función de fomentar el crecimiento y el desarrollo a entes territoriales y por otro, la percepción de los territorios (regiones, provincias, comunas) de ser ellos los responsables de activar los varios mecanismos que operan actualmente como factores causales de su propio crecimiento y de su desarrollo, y de su posicionamiento en la globalización. Los territorios deben asumir un cúmulo de responsabilidades sobre las cuales no tienen generalmente una acumulación de prácticas históricas, en parte debido a la rapidez del cambio en la sociedad actual. Esta constatación coloca, en el contexto de la actual sociedad del conocimiento, la cuestión del conocimiento en el cruce mismo de la descentralización y del desarrollo territorial.

Surge entonces una tesis de enormes repercusiones: la gestión territorial

conducente a provocar un mejoramiento en la calidad de vida de la gente, a una disminución de las diferencias en esa misma calidad de vida entre grupos poblacionales localizados en distintas partes del país, a intentar colocar al territorio en cuestión en una posición “ganadora” 39 —todo lo cual presupone una descentralización efectiva— exige realmente crear un marco cognitivo nuevo, ya que el conocimiento que sobre estas cuestiones pudiese haberse creado en el pasado, no sirve ni en el presente ni menos a futuro, por obsolescencia40.

Sostengo que este nuevo marco cognitivo, indispensable para respaldar una

acción con probabilidad de éxito, incluye dos formas cognitivas: un conocimiento estructural, capaz de enseñarnos que todo territorio organizado es simultáneamente un sistema, que es un sistema considerablemente abierto, y que es un sistema complejo en el sentido del paradigma de la complejidad; y un conocimiento funcional que nos permita descubrir y entender la causalidad y la dinámica contemporánea de los dos procesos de cambio social más importantes para todo territorio, el crecimiento económico y el desarrollo societal. Ello lleva a investigar cómo se articula un territorio con los procesos globales que están en marcha en el mundo (el nuevo entorno) y a

39 Reducir las disparidades territoriales ex-ante tiene que ver con la equidad y con la libertad en un sentido amplio. La característica de “ganador” o “perdedor” de los territorios en el juego globalizador es mucho más compleja que una mera posición estadística. 40 En varios de nuestros países (Bolivia, Colombia, Chile, Perú) aprendimos durante los años sesenta bastante acerca de las estrategias de polos de crecimiento, derivando el conocimiento de prácticas exitosas o fracasadas. ¿Se atrevería alguien a aplicar esta receta de industrialización en el contexto actual? Quedamos con un conocimiento obsoleto en nuestro maletín de trabajo.

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98descubrir las causalidades contemporáneas del crecimiento y del desarrollo (el nuevo interno). La gráfica 1 ilustra esta primera propuesta.

Hay que observar la magnitud de la tarea propuesta ya que no se trata sólo de

declarar, por ejemplo en un documento que sea una propuesta de desarrollo de un territorio, que efectivamente se tiene entre manos una cuestión sistémica, abierta y compleja. Se trata de comprender el significado que estos conceptos tienen para la acción en el Departamento de Antioquia en concreto y ello supone un verdadero reentrenamiento mental y un cambio paradigmático imbricado en el propio sistema educacional.

Si se razona ahora en relación a la segunda columna de la gráfica 1, es decir, en

relación al conocimiento funcional, es preciso comenzar por conocer la estructura del nuevo entorno, configurado como se dijo, por una serie de procesos mundiales vinculados a la globalización. Este nuevo entorno para cualquier región se construye diariamente a partir de la configuración de tres nuevos escenarios: contextual (relacionado con los procesos de apertura comercial externa y apertura política interna), estratégico (vinculado al surgimiento de una nueva geografía altamente virtual y a nuevas modalidades de gestión territorial) y político (modernización del Estado y reinvención de los gobiernos territoriales).

El nuevo interno busca responder, como se indicó, a preguntas que cuestionan

acerca de cuáles son los factores que en la contemporaneidad, determinan los procesos de crecimiento económico y de desarrollo en un territorio.

GRÁFICA 1

TIPOS DE CONOCIMIENTO PARA LA ACCIÓN TERRITORIAL

CONOCIMIENTO ESTRUCTURAL CONOCIMIENTO FUNCIONAL

DEBEMOS ENTENDER QUE TODA REGIÓN ES UN SISTEMA, QUE ES ADEMÁS UN SISTEMA ABIERTO Y

QUE POR AÑADIDURA ES UN SISTEMA COMPLEJO.

ESTO SIGNIFICA QUE SE REQUIEREN VERDADEROS CAMBIOS MENTALES

PARA ANALIZAR Y PARA INTERVENIR EN UNA REGIÓN.

TENEMOS QUE APRENDER ANÁLISIS DE

SISTEMAS Y TENEMOS QUE PENSAR EN TÉRMINOS DEL PARADIGMA DE

LA COMPLEJIDAD.

TENEMOS QUE ENTENDER CUÁL ES LA

ESTRUCTURA ACTUAL (EN LA GLOBALIZACIÓN) DE LOS

PROCESOS DE CAMBIO EN EL TERRITORIO.

HAY QUE CONOCER EL NUEVO ENTORNO (CÓMO SE INSERTA UNA REGIÓN EN SU MEDIO EXTERNO) Y EL NUEVO INTERNO (CUÁLES SON

HOY LOS FACTORES CAUSALES DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y DEL DESARROLLO SOCIETAL). SIENDO

EL PRIMERO EXÓGENO Y EL SEGUNDO ENDÓGENO, HAY QUE TOMAR NOTA DE LOS CAMBIOS

REQUERIDOS EN HACER GOBIERNO.

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El crecimiento económico territorial depende actualmente de la forma como

opera una matriz de seis factores: la acumulación de capital, la acumulación de conocimiento (progreso técnico), la acumulación de capital humano41, el “proyecto nacional” y su componente territorial (que asigna papeles estratégicos a cada territorio afectando su sendero de crecimiento a largo plazo), el cuadro de la política económica nacional global y sectorial que “premia y castiga” implícita y diferenciadamente el crecimiento de cada territorio, y la demanda externa (exportaciones más gasto de no residentes). Cuando estos seis factores se miran desde el punto de vista de los agentes que operan “detrás” de ellos mediante sus decisiones, se concluye que el crecimiento económico territorial es altamente exógeno, los actores se encuentran normalmente fuera de él y por tanto el gobierno territorial no puede controlarlos; a lo sumo puede influenciar sus decisiones, algo directamente dependiente de su capacidad de negociación (parcialmente basada en el conocimiento) y de su capacidad de promoción (también apoyada en el conocimiento).

El desarrollo societal por su lado presenta cuestiones de mucho mayor complejidad. Para empezar, ha cambiado por completo nuestra concepción del desarrollo, desde su inicio como un concepto prácticamente sinónimo del crecimiento hasta su interpretación actual, como un proceso y un estado intangible, subjetivo, constructivista, vinculado a la posibilidad de crear en cada lugar y momento un clima, un contexto, una situación o como se quiera llamar, capaz de potenciar la transformación del ser humano en persona humana, en su individualidad y sociabilidad y en su capacidad permanente de conocer, saber y amar42.

A partir de esta re-conceptualización centrada en la persona humana y en su dignidad como tal (y ello se relaciona con la superación del hambre, del desempleo y de la discriminación, en la versión inicial de Dudley Seers), la búsqueda de los factores causales del desarrollo se ha reorientado hacia un conjunto de ellos, mucho más de carácter intangible que material43.

Es claro que el desarrollo, aún concebido como un“producto” intangible, no puede independizarse por completo de la expansión permanente de una base material (crecimiento), pero hay que rechazar cualquier tipo de causalidad lineal, jerárquica, entre ambos, en particular debe rechazarse la receta neo-liberal: primero crecer y luego desarrollarse. Creo que no conocemos todavía laarticulación exacta entre crecimiento y desarrollo y es posible que ella sea de alta complejidad, tal vez como un “rizo” matemático y podría ser factible que al mismo tiempo su articulación en el

41 Estos son los factores presentes en la moderna teoría del crecimiento endógeno basado en los rendimientos crecientes a escala. 42 Son muchos los nombres que han tenido responsabilidad en esta transformación: Lebret, Seers, Furtado, Hirschman, Sen, Maturana, Gali, y tantos otros. 43 Recursos morales (Hirschman), activos relacionales (Storper, Camagni), capitales intangibles (Boisier), etc.

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100tiempo esté descrita por dos cadenas sinoidales entrelazadas, como el ADN, sugiriendo que a veces el crecimiento precede al desarrollo y a veces sucede lo contrario.

También se comienza a entender que desatar un proceso de verdadero

desarrollo, no sólo de mero crecimiento, presupone una actitud mental colectiva positiva, lo que Hirschman llamó decenios atrás “las ganas de desarrollarse” y es cierto, comunidades que sufren de una verdadera depresión, de una anomia colectiva à la Durkheim, generan espirales regresivos de tipo económico (en vez de círculos virtuosos) que imposibilitan el desarrollo44. Como lo dicen los publicistas “pensar positivo” es parte de la fórmula del éxito. En términos de teoría de sistemas, estamos hablando de fenómenos de pro-alimentación de refuerzo, vulgo profesías auto-cumplidas.

Pero lo más importante tiene que ver con el concepto de capital intangible. Admitido como se dijo, el carácter intangible del desarrollo (como el logro de un ambiente que potencia la transformación de los seres humanos en personas humanas, se recordará), se atiene a la lógica sostener que entonces sus factores causales serán de igual dimensión, es decir, intangibles y subjetivos. Como se puede mostrar que en casi cualquier territorio organizado existe un amplio conjunto de tales factores y como ellos pueden ser sometidos a un ejercicio taxonómico que entregue categorías relativamente homogéneas en su interior, ellas son llamadas “capitales intangibles”. Boisier (1999) ha trabajado diez categorías: capital cognitivo, simbólico, cultural, social, cívico, institucional, psicosocial, humano, y mediático. Estas variadas formas son o deben ser articuladas con fuerza y direccionadas mediante el uso del capital sinergético45 de manera de introducir un alto nivel de complejidad y sinergia en el sistema, pre-requisito del desarrollo. En términos operacionales se introduce acá la noción y la práctica de un proyecto político para ejecutar esta tarea46.

Por último, se apunta a la necesidad de endogeneizar los procesos de cambio (crecimiento y desarrollo) en el territorio. En relación al crecimiento económico, ya descrito como altamente exógeno, es imprescindible intentar introducir un cierto grado de endogeneidad, alcanzable mediante la negociación y la promoción; en relación a los capitales intangibles y al propio desarrollo, su carácter intrínsecamente endógeno debe ser potenciado permanentemente. Como se dice en la propuesta estratégica de la Provincia del Neuquen en Argentina--NEUQUEN 2020-- “...si el desarrollo es un producto de la propia comunidad, no serán otros, sino sus miembros quienes lo construyan” (COPADE, 1997).

El concepto de endogeneidad (Boisier, 2000; Vázquez-Barquero, 2001, entre otros), muy a la moda en círculos académicos, hay que entenderlo como desplegado en

44 No en balde durante el año 2001 en Chile se habló mucho acerca de una “recesión psicológica” que parece afectar al país. 45 Una extensa discusión acerca de estos conceptos se encuentra en casi todos los últimos trabajos del autor. 46 Es interesante examinar en este sentido el Plan de Desarrollo de Antioquia (Una Antioquia Nueva: 2001-2003) en el punto 1.2 denominado justamente “Capitales alternativos”, para descubrir un enfoque semejante.

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101cuatro planos sociales que se intersectan. En primer lugar, la endogeneidad debe entenderse como una creciente capacidad territorial para optar por estilos de desarrollo propios y para poner en uso instrumentos de política adecuados a tales estilos47; como es claro, este plano de endogeneidad se asocia estrechamente a la descentralización. En segundo, la endogeneidad se entiende como una capacidad del territorio para apropiarse de una parte creciente del excedente económico generado allí para ser reinvertido in situ (a fin de dar soporte temporal a un crecimiento basado en una matriz productiva más y más diversificada); nuevamente esta capacidad es una función directa del nivel de descentralización radicado en el territorio48 . En tercer lugar, la endogeneidad dice relación con la capacidad del territorio para generar sus propios impulsos de cambio tecnológico, capaces de modificar cualitativamente su funcionamiento, un asunto asociado a la capacidad para establecer y poner en funcionamiento un sistema local de & T. En cuarto lugar la endogeneidad sólo es posible en el marco de una cultura productora de identidad territorial, a partir de la cual los activos intangibles49 potencian la competitividad territorial.

No cabe duda alguna: en la sociedad del conocimiento cambia o debe cambiar radicalmente la forma en que un territorio se plantea e interviene sus propios procesos de cambio —crecimiento y desarrollo— y ello va de la mano con una imprescindible descentralización, cuya naturaleza y alcance exactos dependen más de la casuística que de normas generales.

5.-Modernizar la gestión social del territorio sin caer en un academicismo estéril

En la sociedad del conocimiento, lo más importante es...¡el conocimiento! Como lo sostiene Dror (1996:123) “...deben hacerse vigorosos esfuerzos para elevar el nivel de entendimiento popular en relación a temas complejos” y no hay tema social más complejo e importante que el propio desarrollo. También Stiglitz (2000:103) señala que “El éxito de una economía basada en el conocimiento también requerirá de una ciudadanía altamente educada con fuertes habilidades cognitivas y de una efectiva red descentralizada de comunicaciones...”.

Ambos autores se refieren en definitiva a los necesarios cambios en los modelos mentales con los que trabajan los “operadores del desarrollo”, desde los agentes sociales de base hasta las más altas autoridades políticas, y ello apunta a un “saber” actualizado.

Pero no se trata de transformar a los agentes de desarrollo en académicos, poseedores de un conocimiento acabado y altamente abstracto, aunque la teoría, bien entendida, sólo puede favorecer la eficiencia de la acción. Tampoco se trata de caer 47 Me parece importante subrayar que la mayoría de las regiones debieran mostrar posibilidades de desarrollo que se distingan del estilo del país. No se puede pensar en desarrollos miméticos reducidos a escala, pero no se me escapa el conflicto político que ello puede provocar, el que hay que canalizar positivamente. 48 Es el territorio quien debe apropiarse del excedente, no importa si lo hace a través del sector público, por la vía tributaria o del sector privado por la vía de utilidades no distribuidas, o una combinación de ambas formas.. 49 Concepto algo diferente a “capitales intangibles”. Los activos intangibles, marcas, derechos de propiedad, denominaciones de origen, calidad organizacional, y otros son discutidos en Morgan (op.cit.).

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102nuevamente, como sucedió notablemente en los años sesenta, en la ilusión del racionalismo iluminista a ultranza, porque hacer gobierno, y de eso se trata, no depende sólo de un adecuado conocimiento, sino de su adecuada combinación con el arte de la política.

¿Cuánto conocimiento es necesario? La respuesta es en principio sencilla. Se requiere sólo del conocimiento pertinente, es decir, de una cantidad de conocimiento capaz, como ya fue indicado, de permitir el surgimiento del pensamiento complejo y contemporáneo en el análisis y en la acción en materia de cambio territorial.

Claramente surge ahora una cuestión praxeológica, es decir, ¿cómo se socializa un conocimiento pertinente? Mi sugerencia basada en mi experiencia apunta a la utilización del constructivismo lingüístico, es decir, el uso sistemático de la palabra y del discurso para simultáneamente crear sujetos y realidades hasta generar una sinergia cognitiva50, que de paso al consenso y mediante él, al poder político, insumo indispensable para sacar la propuesta del “gabinete de las utopías”. Esto debe organizarse mediante el establecimiento de conversaciones sociales (conversaciones profesionalmente estructuradas entre actores/sujetos).Como lo señala el PNUD (2000) en su informe sobre desarrollo humano en Chile: “Sin conversaciones, públicas y privadas, que tengan como objeto a la sociedad, no habrá aspiraciones colectivas. Esto significa que será necesario fortalecer, por una parte, las dinámicas de la conversación social. [...] Al mismo tiempo, para que la sociedad misma sea objeto de aspiraciones, debe afincarse el convencimiento de que la sociedad es un objeto en construcción permanente y que sus artífices son los sujetos concretos”. El paso desde la conversación a la acción consistirá entonces en la preparación y ejecución de un proyecto político de cambio para el territorio en cuestión51.

Si el desarrollo (territorial) puede ser considerado como una propiedad emergente de un sistema (espacial, social, económico, tecnológico, cultural) de alta complejidad, un proyecto concebido para hacer una verdadera “ingeniería de las intervenciones territoriales” debe inducir la intervención en aquellas cuestiones que sustentan una emergencia sistémica: conexiones, conectividad, recursividad, energía y otras, cuestiones todas vinculadas con la teoría dinámica de sistemas, con la lógica difusa, con la irreversibilidad temporal, y con el caos. Si esto es efectivamente así, hay que hacer una divisoria de aguas entre dos tipos de tareas que el órgano político territorial debe abordar: tareas de administración, que son normalmente cotidianas, rutinarias, de corto plazo y orientadas a cuestiones de orden material (para las cuales también es necesario un mejor conocimiento, por ejemplo, acerca de preparación de proyectos, presupuestos, etc.) y tareas propias de gobierno, más sustantivas, más estructurales, de mayor alcance temporal, más innovativas, más políticas porque tienen que ver con el poder y con requerimientos extraordinarios de conocimiento. Aquí no cabe la rutina como bien lo dice Hirschman (1999:111): “...es verdad, el enemigo principal es precisamente la ortodoxia; repetir siempre la misma receta, la 50 Definida como una capacidad colectiva para alcanzar objetivos colectivos democráticamente establecidos, capacidad basada en compartir una misma interpretación acerca de la estructura y dinámica de los procesos sobre los cuales será necesario intervenir. Véase Boisier S., Conversaciones sociales y desarrollo regional, Universidad de Talca, Talca, Chile, 2000 51 Cuya descripción y comentario escapa al alcance de este documento.

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103misma terapia, para curar tipos de enfermedades diferentes; no admitir la complejidad, desear reducirla a toda costa; mientras las cosas reales son siempre un poco más complicadas”.

Finalmente, uno de los desafíos más importantes que enfrenta cualquier sociedad en desarrollo es lograr que éste se alcance a lo largo y a lo ancho de su geografía y que su responsabilidad sea compartida por la sociedad civil y por el Estado. Asociatividad es el nombre del juego, pero para jugar se exigirá ahora a los jugadores conocimiento y autonomía; no es un juego para aficionados ni para subordinados. Como muy bien lo dice una alta funcionaria de la DATAR de Francia: “La noción de espacio hecho a ´sangre fría´, reducida a sus características físicas y abstractas, poco a poco ha sido reemplazada por la noción de territorio hecho a ´sangre caliente´, que se califica gracias a la acción colectiva de los trabajadores, de las colectividades, de las empresas y de las administraciones” (Pommier, 2001:62).

Lo que está en juego es la democracia, la gobernabilidad, la gobernanza, y el desarrollo mismo en un marco institucional y cultural en el cual sea posible la diversidad dentro de la unidad según la fórmula clásica de Umberto Eco (1984:56) en El nombre de la rosa: “...porque con tal sabiduría el arte los había combinado en armónica conjunción, iguales en la variedad y variados en la unidad, únicos en la diversidad y diversos en su perfecto ensamblaje...” Nada de ello es posible sin colocar el esfuerzo de desarrollo en su lugar y en manos de la gente, es decir, nada de ello es posible sin una adecuada y flexible combinación de descentralización, centralización y desarrollo territorial.¡Hay que bajar a tierra la todavía etérea discusión sobre desarrollo!

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CAPÍTULO 5

GLOBALIZACIÓN, GEOGRAFÍA POLÍTICA Y FRONTERAS

Ha habido un cierto apresuramiento en algunos medios académicos para declarar la “muerte del territorio” y/o la “muerte de la geografía”, las dos presumiblemente provocadas por la globalización, “ese objeto cultural no identificado”, en las palabras de Néstor García Canclini.

Ambas parecen corresponder al género de las crónicas de muerte, en este caso

frustradas, parafraseando la conocida novela de García Márquez. A la primera “muerte frustrada” se ha referido precisamente este autor (Boisier, 2001) y a la segunda, entre otros, un destacado geógrafo inglés (Morgan, 2001). Bien examinada la realidad ahora penetrada por la globalización, se observa más bien una revalorización tanto del territorio como de la geografía, entendida esta última en un sentido amplio puesto que ciertos desdoblamientos de la geografía, como la geografía política, indudablemente muestran profundos cambios ante el impacto de una lógica de ordenamiento territorial que responde más a la racionalidad de la misma globalización que al voluntarismo de cartógrafos oficiales, tanto nacionales (los que dibujaron los fracasados mapas de la regionalización, al menos en América Latina) como internacionales (como aquellos que en 1815 y en 1919, en Viena y en Versalles, dibujaron el mapa de Europa).

Siendo la geografía y el territorio una pareja carnal, aunque no imágenes

especulares, hay que referirse obligadamente a uno y a otra, tratando de aclarar el efecto de la globalización sobre ellos.

El territorio y la geografía en la globalización. Revalorización multidimensional.

En una imaginaria nueva Divina Comedia quizás si los especialistas

latinoamericanos seamos condenados a vivir para siempre con la cabeza vuelta hacia atrás, al pasado, como lo estaban los “astrólogos, adivinos y veedores del futuro” en el canto vigésimo, círculo octavo del infierno; en nuestro caso no por la osadía de tratar de adivinar el futuro, sino precisamente por nuestra incapacidad profesional para hacer aquello que se supone es parte de nuestra profesión: vivir siempre en la frontera cognitiva.

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106 Digo esto porque, por lo menos en el tema que nos ocupa,

sorprende la miopía nuestra para entender el papel del territorio en el mundo contemporáneo, Siglo XXI y sociedad del conocimiento y de la información. En tanto que en Europa los intelectuales y los políticos se encargan de subrayar la importancia del territorio y en particular del territorio sub-nacional en los procesos de crecimiento y desarrollo y por tanto en cuestiones tan significativas como el aprendizaje colectivo, la innovación, la competitividad, la equidad y otras (OECD, 2001; DATAR, 2000; Morgan, 2001; Camagni, 2000; Storper, 1997, entre otros), acá, más abajo del Río Grande, practicamos un pensamiento y una política económica levitante, que se diseña y se pone en práctica a una cierta distancia del suelo, sin enraizarse jamás en la realidad viva y mutante del territorio y sin llegar en consecuencia a las personas de ”carne y hueso”, que no levitan, que pisan continuamente el territorio.

Sin embargo y ello es una paradoja, es fácil demostrar que la globalización,

un fenómeno que debiera ser una verdadera propiedad emergente de la fase tecnológica actual del capitalismo, pero que todavía no alcanza esa dimensión holística primando su cara financiera, en verdad revaloriza el territorio, como será comentado muy brevemente a seguir.

Primeramente hay que recordar que el hombre es “un animal territorial”

antes que ser el aristotélico “animal político”, si bien nos gusta, en nuestra vanidad de especie, recordar esta última característica y olvidar la primera, ya que ella nos recuerda nuestra elemental animalidad. Es cierto que en la agresividad que surge en la defensa del territorio (desde el hogar hasta la Nación) ya no se nos erizan los pelos ni mostramos los colmillos, pero somos rápidos en desenfundar el revólver y también en apretar el botón nuclear. Esta característica del ser humano ya está incorporada en nuestro ADN y en el código genético y por desagradable que nos resulte recordarla, es difícil imaginar que algún gobierno encargase a la genómica y a la ingeniería genética eliminarla, porque, ¿quién, por pacifista que sea, desearía un pueblo que no defendiese lo suyo?. Así pues, el territorio seguirá formando parte básica de nuestra conducta y seguiremos levantando muros reales o virtuales y continuaremos siendo la especie animal con mayor agresividad territorial. Para demostrar de un golpe la importancia actual y perenne del territorio, bastaría preguntar a un palestino o a un israelita, su opinión al respecto.

Por otro lado, la persona humana, superior categoría espiritual del ser

humano, categoría alcanzable cuando éste aprende a conocer, a saber, a amar, y a liberarse de las ataduras sociales (pobreza, desempleo, discriminación) está indisolublemente ligada a un territorio de escala pequeña, a un territorio de cotidianeidad con el cual interactúa permanentemente.

En la construcción de su propio ser, en ese permanente desafío heideggeriano,

el ser humano construye su identidad apelando a una matriz de relaciones (familia, raza, religión) entre las cuales destaca por su fuerza, la vinculación a un territorio. El ser de un lugar, el reconocerse en el lugar, es una derivación del carácter territorial del “animal humano” y tan fuerte que, como sabemos, el exilio es considerado como una pena máxima y el desarraigo del territorio cotidiano, aún en procesos migratorios internos y voluntarios es una experiencia dolorosa para las personas. Octavio Paz, en

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107El laberinto de la soledad, describe la vida del “pachuco”, el inmigrante mexicano en los Estados Unidos que se resiste a abandonar mitos, costumbres y creencias. El verso de la conocida canción de Facundo Cabral: “no soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir...” debe ser declarado falso de falsedad absoluta.

La globalización, se dice, conlleva la amenaza de romper con los lazos de

identidad territorial, traspasándolos a un mundo corporativo, funcional, en el cual sería más importante ser “ciudadano de la Coca-Cola” que chileno o colombiano. Sin embargo ello jamás ocurrirá; en verdad lo que la globalización genera es una dialéctica de identidad: cuanto mayor es el peligro de una alineación total, mayor es la tendencia de las personas a reforzar la dimensión (territorial) local, como un espacio recuperado de solidaridad, como tal vez única forma de superar la discusión entre “globalizarse o no”, abriendo espacio a la cuestión de cómo controlar este proceso para convertirlo en una oportunidad para el desarrollo. Es lo mismo que sostiene Thomas Friedmann (1999) en su magistral libro The Lexus and the Olive Tree y también el sociólogo chileno Jorge Larraín (2000) en un ensayo sobre identidad nacional y globalización; desde Europa, Pierre Muller (1990) habla de la “crisis de proximidad” de la modernización, se añora la proximidad social, pero incluso la táctil, la sensorial, que jamás será reemplazada por la comunicación electrónica y la realidad virtual, internet y chats incluidos. Hay que agregar que la enorme mayoría de la población del planeta ve transcurrir su vida o gran parte de ella, en un muy reducido entorno territorial, que probablemente puede ser descrito por un círculo con un radio menor a 100 kms. Se trata de un “entorno cotidiano”: allí se nace, se crece, se forma familia, se busca ocupación, se demandan servicios y probablemente se es enterrado allí mismo. Esto significa que para muchos, el proyecto personal de vida está fuertemente atado a la “suerte” de su entorno cotidiano: si a éste le va mal, la posibilidad de realizar el proyecto individual es baja y a la inversa. De esta forma se establece entre el individuo y el territorio una relación “hologramétrica”, en el lenguaje de Edgar Morin, es decir, la parte está en el todo (el individuo está en el territorio) tanto como el todo en la parte (el territorio está en el individuo) y ello hace del territorio una cuestión muy importante para la persona y ello respalda también el envolvimiento cívico de las personas en el manejo de su entorno. Si ahora se mira la relación globalización/territorio desde un ángulo más técnico, más asociado al capitalismo tecnológico y a los nuevos modos de producción industrial, se concluye que el mayor impacto se observa-—microelectrónica mediante—en la actual posibilidad de segmentación funcional y territorial de procesos manufactureros que en el pasado eran concebidos como poseyendo una unicidad que requería la integración vertical, la producción en línea, el mando autoritario y centralizado y que ahora se desmembran en una multiplicidad de fabricaciones de partes y componentes localizadas en lugares discontinuos del globo, con elevados niveles de descentralización. Es la fabricación en red post-fordista. Cuando un proceso fabril o una cadena de valor se descompone en sus elementos y éstos se localizan en diferentes partes del globo, la empresa tendrá que ser especialmente cuidadosa en el análisis y evaluación de cada lugar, de sus condiciones

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108naturales, de infraestructura y, sobre todo, de sus condiciones sociales, ya que cualquier tropiezo por selección equivocada de la localización afectará a toda la cadena de valor. La empresa en red no localiza los componentes de su proceso fabril “a tontas y a locas” sobre el territorio; lo hace con extremo cuidado, valorizando y haciendo análisis de ventajas comparativas de diferentes lugares, o sea, valorizando el territorio como nunca antes.

Aumenta más todavía la importancia actual del territorio y de la geografía en

cuanto se discute la naturaleza de procesos tales como aprendizaje, conocimiento, innovación, y competitividad.

La tecnología y el cambio tecnológico son reconocidos ahora como los motores

principales en los cambios en el patrón territorial del desarrollo; el auge y caída de nuevos productos y procesos productivos se da en los territorios y depende, en gran medida, de las capacidades territoriales para introducir tipos específicos de innovación.

Señala Helmsing (2000) que, dado el rápido cambio económico y tecnológico,

las firmas necesitan desarrollar una capacidad dinámica para renovar, aumentar o adaptar sus habilidades para mantener el rendimiento económico. La innovación y el aprendizaje son centrales para ello y envuelven la combinación de diversos conocimientos tecnológicos, organizacionales y de mercado. Se ha postulado que las tres cuestiones básicas en el aprendizaje organizacional son; a) el aprendizaje depende de compartir conocimiento; b) el nuevo conocimiento depende de la combinación de diversos conocimientos; c) existe una inercia organizacional a romper. La incertidumbre yace en el corazón del problema de la innovación.

El aprendizaje colectivo regional es la forma de enfrentar la incertidumbre y

la necesidad de coordinación. Según Helmsing, el aprendizaje colectivo puede ser entendido como la emergencia de un conocimiento básico común y de procedimientos, a lo largo y ancho de un conjunto de firmas geográficamente próximas, lo que facilita la cooperación y la solución de problemas comunes. Las ventajas de la interactividad facilitada por la cercanía geográfica están detrás del concepto porteriano de “cluster” y también se vinculan al concepto de “learning regions”, paso previo para dar lugar a las “regiones inteligentes”.

Según Morgan (op.cit.) las propuestas-- pertinentes a nuestra discusión-- del llamado “enfoque evolucionista” en el pensamiento sobre desarrollo son básicamente las siguientes:

• La innovación es en su mayor parte un proceso a tientas, incierto, acumulativo y dependiente de la trayectoria;

• Los agentes, sean individuos, empresas o Estados, operan con una racionalidad limitada (hay límites a lo que saben) y en sus relaciones exhiben normas de conductas basadas en la confianza tanto como en la desconfianza y en el oportunismo;

• Las capacidades tácitas están localizadas e incrustadas en rutinas personales e institucionales, y estas capacidades tienen dimensiones locacionalmente específicas;

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109• Las firmas y también otro tipo de organización muestran

un notable rango de capacidades y de marcos cognitivos; • El conocimiento es “espacialmente pegajoso” y el

conocimiento tácito es difícil de comunicar, salvo a través de la interacción personal en un contexto de experiencias compartidas.

Hay un renovado interés, como el párrafo anterior muestra, en el

conocimiento tácito (como contraposición al conocimiento codificado) y ello es debido a un reconocimiento de su importancia social y espacial cuando el aprendizaje y la innovación se colocan en el centro del debate: social, porque las capacidades tácitas tales como destrezas de equipo y rutinas organizacionales constituyen el “core” de la competitividad empresarial; espacial, porque el conocimiento tácito, siendo personalizado y dependiente del contexto, es locacionalmente “pegajoso”, una característica que ayuda a explicar el “clustering” de las actividades intensivas en conocimiento (Storper, 1997).Siendo personalizado y dependiente del contexto, el conocimiento tácito representa un conocimiento no incrustado que se adquiere directamente mediante el aprendizaje colectivo.

De acuerdo a Nonaka y Takeuchi (1995, citados por Morgan) existe un

proceso de “conversión cognitiva” mediante el cual el conocimiento tácito es convertido progresivamente en un conocimiento organizacional (codificado) ampliamente accesible, a través de un intenso proceso iterativo, en espiral, de aprendizaje colectivo.

El conocimiento tácito, es una forma de saber que termina por socializarse en

una comunidad, dando paso a un conocimiento difuso o socialmente distribuido que se transmite inter-generacionalmente y que se incorpora a la cultura local y de esa manera acaba por expresarse en prácticas fabriles tradicionales, que, nuevamente una paradoja, son ahora altamente valoradas en el contexto de una globalización también preñada de tendencias homogeneizadoras en la producción. La marca, la práctica tradicional (el método champagnoise, por ejemplo) y la denominación de origen son ahora potentes instrumentos de comercio y motivo de intensas negociaciones y abren al mismo tiempo “ventanas de oportunidades”52 a los territorios. Para apreciar la naturaleza territorial y en consecuencia la importancia de la geografía en relación al conocimiento tácito, véase el siguiente recuadro.

Extracto de una entrevista a un enólogo chileno

Pregunta: ¿Son los franceses los mejores vinos del mundo? Respuesta: “Sí. Creo que la gran diferencia que hay entre Francia y el resto del mundo es que

los franceses llevan mucho más tiempo haciendo vino. Hoy día la tecnología es igual en todo el mundo. Con plata puedes comprarte un tanque, una prensa, un equipo ultra sofisticado. Pero ellos tienen la sabiduría que da manejar una misma viña durante treinta, cuarenta o cincuenta años. Conocen bien los suelos, cómo sectorizar, qué cantidad exacta plantar, porque hay que tener claro que en un vino el noventa por ciento o más lo hace la fruta; la maquinaria que tú le pongas es un anexo. Eso es la sintonía fina y lo que hace la diferencia entre un vino bueno y un gran vino”

El Mercurio, 17/03/02, Santiago de Chile Subrayado del autor

52 La famosa expresión de Carlota Pérez, la destacada economista venezolana.

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La competitividad parece ser una especie de “karma” moderno para empresas y organizaciones de todo tipo, obligadas a competir ofreciendo su producción en un espacio único—el mercado global—y a competir también en esa misma arena común por capital y por tecnología, incluso por la apropiación de importantes flujos de turismo.

Ahora se reconoce el carácter sistémico de la competitividad; ya no es más

atribuible a la productividad de la sola organización. Por el contrario, la competitividad pasa a depender de un verdadero tejido de agentes que conforman una malla en torno a la entidad exportadora, proceso en parte facilitado por la tercerización creciente. Proveedores, prestadores de servicios a la producción, mano de obra temporal, transportistas, financistas, diseñadores y agencias locales y regionales de gobierno y administración, pasan a ser contribuidores de una posición competitiva. Este carácter sistémico de la competitividad admite una lectura funcional y también una lectura territorial, como por ejemplo, lo anota Veltz (1995:37):

“...la performance de cada unidad es, de esta manera, más y más sistémica y dependiente de su entorno”53.

En efecto, el territorio es ahora considerado como un actor indirecto de la

competitividad al transformarse en una plataforma sistémica de ella ya que en él se encuentra la malla de soporte en la cual anidan las actividades productivas competitivas, siendo tal malla un sistema de cooperación fabril de eficiencia variable. El territorio es también considerado un actor directo de la competitividad en la medida en que es un espacio contenedor de una cultura propia que se traduce, como se dijo, mediante prácticas sociales históricas, en la elaboración de bienes y/o servicios indisolublemente ligados a tal cultura y a partir de los cuales se pueden construir nichos de comercio de elevada competitividad. Obsérvese nuevamente el papel del conocimiento tácito incrustado en el territorio, el que resulta cada vez más relevante para la absorción de conocimiento codificado

Es de interés señalar que, a pesar de los intentos por “matar” a la geografía,

entre los economistas hay un renovado interés por la geografía, notablemente por parte de Krugman, Porter, Barro y otros, interés explicable debido al actual “descubrimiento” de los rendimientos crecientes, los que, de acuerdo a Krugman, son un fenómeno esencialmente local y regional. El mismo Porter ha afirmado que el grado de aglomeración geográfica de industria en un país es un componente clave de la competitividad internacional de esa nación. Ron Martin (1999) es, sin embargo, un crítico de este enfoque, al que le niega una relación con la “verdadera geografía”.

Se ha ligado también este renovado interés en la geografía (o en la economía

geográfica más precisamente) con la actual teoría del crecimiento endógeno y se apunta en este sentido a que el mecanismo económico que se encuentra en el corazón del crecimiento endógeno requiere de interacciones sociales y externalidades que, precisamente, son mayormente locales en su naturaleza, es decir, territorializadas.

53 Subrayado del autor.

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111Así pues, parece prematuro anunciar la muerte de la geografía y del

territorio.

La geografía y las fronteras en la globalización: de la rigidez de la geografía política real del pasado a la flexibilidad de la geografía política virtual del futuro.

“Entre mi pueblo y tu pueblo hay un punto y una raya; la raya dice no hay paz, el punto vía cerrada. Y así entre todos los pueblos raya y punto, punto y raya, con tantas rayas y puntos el mapa es un telegrama” NICOLÁS GUILLÉN Emerge una nueva geografía política. La geografía emergente de la

globalización está caracterizada por la conformación simultánea de un espacio único y múltiples territorios, con manifestaciones geográficas en el espacio físico y en el espacio virtual.

La globalización tiene un motor: la incesante innovación (Costa-Filho, 1996).

Este flujo creciente de innovación a su vez muestra dos características: costos crecientes de I & D por un lado y productos de ciclo de vida crecientemente reducido por otro. Estas dos fuerzas obligan a una comercialización a la mayor escala posible y a la mayor velocidad a fin de recuperar el capital; no son admisibles, para la lógica del capitalismo tecnológico, barreras arancelarias o para-arancelarias54 ni estrangulamientos en el transporte. Los productos deben ser lanzados simultáneamente en Londres, Nueva York, Tokio, Buenos Aires y Singapur. El espacio único económico se transforma en un requisito de reproducción del sistema capitalista. Este espacio es, dígase al pasar, notablemente perrouxiano55.

La globalización contiene en su seno varias dialécticas: la agregación y

segmentación territorial es sólo una de ellas. Al mismo tiempo que se configura un espacio único, el Estado-Nación es sometido a tensiones territoriales enormes56. Tales tensiones están obligando a los estados nacionales a abdicar de no pocas funciones propiamente políticas, que son transferidas ahora a instancias supra-nacionales, como 54 Esto es así en el largo plazo y sobre todo, en la lógica del discurso. 55 Por François Perroux, el notable economista francés. 56 Basta recordar rápidamente lo sucedido— todo ello durante el segundo quinquenio de los años noventa— en Alemania (plebiscito sobre los landers), en Italia (propuesta de creación de Padania por Bosi), en Francia (mayor autonomía de Córcega y crisis política), en Escocia (nuevo estatuto), en Canadá (reiteración del secesionismo de Quebec), tensiones regionales en Brasil, Colombia y Chile, etc.

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112tan claramente se observa en la Unión Europea; análogamente, los mismos estados abdican de funciones de regulación y fomento a favor de instancias internas del propio aparato del Estado, vía descentralización por ejemplo. Como resultado, los territorios organizados (ciudades y regiones) se convierten en los nuevos actores en el escenario mundial, al competir por los mismos recursos financieros y tecnológicos.

Más importante todavía, hay en marcha nuevas modalidades de configuración

territorial, nuevas maneras de “hacer región”, incluso con permisividad constitucional, como se observa en la Constitución argentina (artículo 124), en la colombiana (artículos 306 y 307) y en la peruana, nuevas maneras que descansan en procedimientos más democráticos, más participativos y más flexibles que apuntan a convertir a las nuevas regiones en “regiones ganadoras” como está de moda decir ahora, o, por lo menos, a minimizar las posibilidades de resultar perdedoras, en una competencia que hace de estas categorías casi categorías finales e irreversibles.

Las nuevas regiones que están emergiendo57 (pivotales, asociativas, virtuales,

en el lenguaje acuñado por este autor) se dibujan tanto en el espacio físico como en el ciberespacio. Puede preverse que en la sociedad del conocimiento de Sakaiya, las regiones virtuales del ciberespacio ganarán importancia en la medida en que las transacciones de intangibles (de información) superen, en el comercio mundial, a las transacciones materiales.

Esta nueva geografía sucintamente descrita provocará en todos los países un

nuevo ordenamiento territorial derivado de la lógica de expansión del capital desterritorializado que acompaña ahora a la segmentación de los procesos industriales en términos funcionales y territoriales.

Presionados al máximo por las exigencias de la competencia global, los

territorios (organizados) tratan de incorporar la mayor cantidad posible de factores de éxito, de factores que los ayuden a posicionarse como “ganadores” del juego y para ello deben dotarse de una maleabilidad que les permita modificar su propio contenedor y contenido, su forma, sus límites, su complejidad, en operaciones que recuerdan la noción de autopoiesis de Maturana. Así, grandes regiones quizás traten de deshacerse de porciones de su territorio, consideradas como lastres o pequeñas regiones traten de ampliar su tamaño para obtener ventajas de escala y de diversidad y estos movimientos pueden darse incluso en horizontes temporales diferentes y simultáneos y por cierto, por encima de las devaluadas fronteras nacionales.

Autores como Cuadrado-Roura (1994) y Boisier (1994) han examinado tanto

desde un punto de vista empírico como especulativo las condiciones que parecen acompañar a una posición “ganadora”. El primero de ellos ha puesto la atención mayormente en los aspectos infraestructurales (posición geográfica, transportes y comunicaciones, tejido productivo) y organizacionales (gobierno, cultura, calidad la mano de obra, etc.) en tanto que el segundo ha apuntado más bien a las características de las instituciones para interactuar con el entorno globalizado (velocidad decisional,

57 Muchas de las cuales--¡vaya ironía!—coinciden ahora con la antigua división político-administrativa del país (por ejemplo en Perú), la misma que el evangelio regionalizador de los sesenta trató de eliminar.

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113flexibilidad, maleabilidad, resiliencia, inteligencia, identidad) afirmando al mismo tiempo que gran parte de ellas se asocian más frecuentemente a un tamaño pequeño, más que grande, del territorio que las cobija. A propósito de esto dice P. Drucker (1993:130):

“Con el dinero y la información convertidos en transnacionales, inclusive unidades muy pequeñas son ahora económicamente viables. Grande o pequeño, todo el mundo tiene igual acceso al dinero y a la información y en los mismos términos. En realidad, los verdaderos ´éxitos sin precedentes´ de los últimos treinta años han sido países muy pequeños”58.

En definitiva, mi propio análisis apunta a la complejidad inherente a la

contemporaneidad, complejidad que debe ser “adquirida” por los territorios si desean triunfar en la globalización. Por varias razones, hay una apuesta implícita a favor de una mayor complejidad en territorios de pequeño tamaño, admitiendo la relatividad de este concepto.

A partir de la hipótesis anterior he planteado (Boisier, 1996) una suerte de

“nueva geografía” o una nueva forma de regionalización, describiendo una geografía sistémica “anidada” a partir de las regiones pivotales, las cuales mediante arreglos tácticos con meros territorios organizados o con regiones similares, dan origen a las regiones asociativas (sujetas a la condición de contigüidad geográfica de sus partes componentes), o bien en procesos de mayor complejidad estratégica, dando origen a regiones virtuales, libres del requisito anterior de la contigüidad59. Conviene agregar que más que crear categorías reales nuevas, me he limitado a poner nombres, a denominar procesos que se dan cada vez con mayor frecuencia en el mundo real, como es evidente en Europa y también en Argentina y en Colombia, a lo menos. Como lo dice Humpty Dumpty en la obra de Lewis Carroll A través del espejo:

“Cuando yo uso una palabra, esa palabra significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos”.

El concepto básico de este enfoque reside en la noción de región pivotal,

concebida como la menor unidad político-administrativa que sea simultáneamente lo suficientemente compleja60 y moderna (mejor dicho, contemporánea) como para permitirle competir con altas probabilidades de éxito. Por razones prácticas, hay casi una obligación de volcar la atención a las antiguas unidades de la vieja división político administrativa, departamentos, provincias u otras, todo lo cual resulta paradojal ya que precisamente tales unidades iban a ser “borradas” del mapa por la regionalización de los años sesenta.

58 Personalmente estoy dispuesto a aceptar el juicio general de la última parte de la afirmación de Drucker, pero difícilmente la primera. Después de todo, una nueva forma de desigualdad social está representada precisamente por las diferencias y asimetrías en el acceso a la información, al conocimiento y a internet. 59 Se trata, como es fácil apreciar, de un planteamiento de elevada complejidad, cuyo desarrollo escapa por completo a las posibilidades de este documento. Una completa exposición se encuentra en el texto Modernidad y territorio del autor y publicado por el ILPES/CEPAL en 1996. 60 De acuerdo al actual paradigma de la complejidad, es decir, con estructuras dialógicas, recursivas, hologramétricas de gran diversidad.

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114Así, ahora resulta perfectamente posible establecer una región construida a

partir de un acuerdo estratégico entre dos o más regiones absolutamente distantes y discontínuas en el plano geográfico, una región conformada, por ejemplo, por una porción localizada en Chile y otra en Italia61 o en Francia, como podría ser una región Maule/Ile de France62, o una región Bío-Bío/Lombardía.

Los numerosos ejemplos de regiones fronterizas multinacionales que dan un

paso adelante y conforman asociaciones más formales, refrendadas incluso mediante tratados internacionales, son claros casos de regiones asociativas, en tanto que la antigua práctica de la “hermandad” entre ciudades o regiones, ha sido un anticipo de las regiones virtuales. Las antiguas fronteras nacionales son simplemente superadas por las nuevas realidades dictadas por la lógica de la globalización. La cooperación local y territorial y la política transfronteriza en Francia son ejemplos anticipatorios de las tendencias hacia nuevas modalidades de configuración territorial empujadas por la globalización.

¿Qué pasa más concretamente con las fronteras nacionales, o mejor dicho,

con las regiones fronterizas, en este nuevo orden territorial e internacional? La ordenación territorial y la integración transfronteriza en América Latina:

más allá y mas acá del Estado-Nación

Como se dijo, el Estado-Nación está atravesando un período de cambio de

final abierto ya que no sabemos exactamente cuál será la forma del Estado propio del Siglo XXI, aunque su supervivencia estricta no parece estar en cuestión. Este proceso de cambio ciertamente devalúa las fronteras, en tanto barreras políticas y físicas a la libre circulación de personas, capitales y bienes y una pregunta pertinente es qué pasa con las regiones de frontera: ¿dejarán de serlo?, ¿se integrarán?

Boisier (1987) exploró en profundidad esta cuestión para el caso de América

Latina. Los párrafos siguientes se basan en el trabajo citado y también en el trabajo del Instituto Internacional de Integración (1985), del Convenio Andrés Bello, realizado un par de años antes por Jorge Agreda y René Recacochea. Pero sin duda quien mejor ha explorado los impactos territoriales de la virtualización en la economía globalizada ha sido el economista mexicano Pablo Wong (1999), examinando precisamente la conformación de regiones asociativas fronterizas en América del Norte.

En el estudio preparado por Boisier se identifican 71 “posiciones de frontera”

entre 22 países considerados en ese momento. Estas verdaderas bisagras de integración se extienden a lo largo de 70.000 kilómetros, cifra en la cual destacan los casos de Brasil con 12.303 kilómetros de frontera, Argentina con 9.389, Perú con 6.367, Bolivia con 6.340 y Chile con 6.328 kilómetros. La frontera argentino-chilena

61 De hecho existen varios de estos acuerdos en el caso chileno. 62 Los chilenos reconocerán acá una fuerte ironía en relación a la ciudad de Talca, capital de la Región del Maule, cuyos habitantes hablan orgullosamente, desde hace mucho tiempo, de “Talca, París y Londres”.

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115por sí sola tiene una extensión de 5.318 kilómetros, siendo la tercera o cuarta frontera más extensa del mundo.

Considerando el primer nivel de la división político-administrativa de cada

país como unidad de referencia, se constata que las así definidas áreas de frontera incluyen una superficie total igual a 21.819.670 Kms². (excluida la frontera entre EE.UU. y México) y en 1980 albergaban una población de 121.221.841 personas. Por cierto son inevitables algunos problemas de contabilización múltiple, pero de todos modos se revela la magnitud de la cuestión.

El término área de frontera o área fronteriza alude única y exclusivamente a

una situación locacional dada por el carácter de limítrofe que tales áreas tienen con países vecinos. No tienen otra connotación ni contenido valórico desde el punto de vista económico.

En términos económicos y sociales hay que dar paso al concepto de región

fronteriza, las que deben ser entendidas como espacios subnacionales limítrofes a países vecinos, en los cuales se manifiestan formas particulares de relación y superposición de dos (o más) sistemas (o estilos) económicos y de dos (o más) modelos diferentes de política económica (Boisier, 1987:161). Hay que añadir que una situación fronteriza pasa a convertirse en un problema específico de política pública cuando la mencionada interacción opera asimétricamente, con un inequitativo reparto entre las regiones vecinas de los costos y beneficios de la propia interacción y del efecto de las políticas económicas63.

Varios autores están de acuerdo en considerar el tema del desarrollo conjunto

de áreas fronterizas, como un caso especial del modelo general de desarrollo regional, como se desprende de las citas siguientes:

“...las áreas de frontera y sus problemas, se presentan como componentes y resultantes de los procesos globales de desarrollo regional” (Instituto Internacional de Integración, Convenio Andrés Bello, La integración fronteriza en la sub-región andina, La Paz, 1985);

“...el contexto del presente artículo, el que trata acerca de los problemas del desarrollo y de la formulación de políticas en regiones vecinas separadas por límites internacionales” (Hansen, 1983);

“...el desarrollo de las regiones fronterizas no es sino un caso especial del ´caso general´del desarrollo regional” (ILPES, 1985).

Si de desarrollo regional o territorial se trata, ahora es necesario adoptar las

más actualizadas teorías al respecto, las que comienzan por separar nítidamente los procesos de crecimiento económico territorial y de desarrollo societal territorial, habida cuenta de la fundamental diferencia en sus respectivos factores causales.

¿Cuál es el propósito último de una asociación de regiones fronterizas de

distintos países al generar una región multifronteriza única? No sólo beneficiarse cada una de ellas de las complementaridades posibles, sino principalmente posicionarse

63 Por supuesto, se habla de “problemas” de tipo económico; no de seguridad nacional o bélicos.

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116mejor en el escenario globalizado actual, potenciando las economías de escala, las de complementaridad y diversidad y la mayor complejidad que pudiese resultar de la unión64. Un mejor posicionamiento en el escenario globalizado para crecer más y más rápido y para dar cabida al desarrollo.

El crecimiento económico de un territorio, sea nacional, sea multifronterizo,

depende, siempre de acuerdo al pensamiento más actualizado, de una matriz de seis elementos: i) la acumulación de capital económico; ii) la acumulación de conocimiento y progreso técnico; iii) la acumulación de capital humano (hasta aquí se trata de la teoría del crecimiento endógeno); iv) el proyecto político nacional y el papel asignado en él al territorio en cuestión; v) el cuadro de la política económica y sus efectos territorialmente diferenciados, y; vi) la demanda externa.

Para casi todo territorio nacional, esta matriz de factores causales muestra,

cuando se la mira desde el punto de vista de los agentes decisores, un elevado grado de exogeneidad, ya que la mayoría de tales agentes son no residentes. De aquí que sea correcto calificar el crecimiento territorial como un proceso exógeno y ello implica, por un lado, generar una “cultura de gestión” adecuada a tal situación, adecuada a potenciar la capacidad regional para “influir” en las decisiones ante la imposibilidad de controlarlas, y por otro, establecer acciones para tratar de “endogeneizar” tanto como sea posible estos factores, poniéndolos bajo el control regional65.

Parece razonable sostener en principio, aún cuando esta hipótesis debe ser

probada empíricamente caso a caso, que la asociación transfronteriza mejora la posición del espacio ampliado para alcanzar un más elevado y rápido crecimiento con una cierta dosis de endogeneidad. En principio, la nueva región se hace más atrayente al capital, a la inserción de tecnologías y a la demanda externa por sus productos y eventualmente podrá resultar más atrayente para el turismo (gasto de no residentes); no obstante y al mismo tiempo, una región multifronteriza debe compatibilizar diferentes proyectos de país y tal vez diferentes modelos e instrumentos de política económica. Esta mezcla de factores deja en claro que una institucionalidad ad-hoc se convierte en un requisito indispensable para la coordinación. Por tanto la conformación de una región multifronteriza tiene una inocultable dimensión política, de construcción de institucionalidad y de coordinación de instituciones precisamente políticas. Además, la nueva región supuestamente tendrá mayor poder político, lo que ayudará al proceso de endogeneización de su crecimiento. Como se verá más adelante, la dimensión sociológica del proceso no es menor.

La cuestión del desarrollo de una región de esta especie nos remite a un

universo de extraordinaria complejidad, no sólo por la estructura que asume el nuevo espacio sino también debido al radical cambio de enfoque que en materia de desarrollo se ha producido. Sobre esto me parece digno de interés citar una

64 Hay que notar que el aumento de tamaño puede generar efectos contrapuestos en términos de complejidad y diversidad, aumentando esta última y reduciendo la primera. 65 El desarrollo extenso de esta argumentación se encuentra en casi todos los últimos trabajos del autor, particularmente en Sociedad del conocimiento, conocimiento social y gestión territorial, Documento de Trabajo # 5, Instituto de Desarrollo Regional (F.U.), Sevilla, España, 2002

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117importante reflexión de Tomassini (2000:63) a propósito de lo que denomina el “giro cultural” de nuestra época:

“Vivimos un ´cambio de época´ que rechaza, en lo esencial, los modelos

racionales, uniformes y cerrados que propuso la modernidad madura, en nombre de la diversidad, de la capacidad para optar y para crear nuestra identidad en sociedades más complejas, hechas posible por el avance del conocimiento, la tecnología, la información, la libertad, el consumo y las comunicaciones y por cambios profundos en la subjetividad de las personas. En este escenario cultural, las economías se orientan hacia la producción de significados, y las sociedades, la educación y el consumo se mueven en mundos virtuales, poblados de múltiples alternativas potenciales. En este contexto, la importancia del gobierno, las mayorías electorales y los equilibrios macroeconómicos, del producto bruto interno y de los ingresos monetarios promedio en las sociedades es por lo menos relativizada por la emergencia de preocupaciones en torno a la calidad de vida, la participación en la sociedad, la posibilidad de elegir los propios estilos de vida, la libertad de expresarse, el respeto a los derechos, la educación, la igualdad de oportunidades, la equivalencia en dignidad, el papel de la juventud y el de la mujer, la seguridad ciudadana y la vida en las ciudades que, a falta de conceptos previos, se denominan ´temas valóricos´” .

En este marco hay que ubicar la cuestión del desarrollo, cuya transformación

más significativa radica en el abandono del “cuantitativismo economicista” que acompañó a la idea del desarrollo desde su introducción política, por allá por 1941 en el famoso documento firmado por Churchill y Roosevelt y conocido como La carta del Atlántico, para transformarse ahora en un concepto profundamente axiológico, inter-subjetivo, intangible y culturalmente enraizado, apoyándose en el pensamiento de un vasto conjunto de intelectuales, como Lebret, Seers, Hirchman, Sen, Furtado, Stiglitz y otros.

En este cuadro se entiende el desarrollo no como logros concretos y materiales—que no por ello dejan de ser importantes—sino como un proceso conducente (asintóticamente, me parece) al establecimiento de un contexto, clima, situación, entorno, o como quiera llamárselo, que posibilita la transformación del ser humano en persona humana en su plena dignidad como tal y en su doble carácter individual y social. Como se es persona sólo entre personas, queda clara la dimensión societal del proceso y queda en claro también que éste supone la eliminación de las principales trabas que históricamente han impedido a la mayoría ejercer este verdadero derecho, trabas que Seers identificó con el hambre, con el desempleo, y con la discriminación, como cuestiones básicas.

A riesgo de dejar parte de la argumentación en el camino, hay que afirmar

directamente lo siguiente: si el desarrollo (un resultado, una variable dependiente) es de una dimensión intangible, la lógica más elemental indica que sus factores causales (los medios, las variables independientes) deben ser de la misma dimensión, es decir, intangibles, a menos que exista una suerte de piedra filosofal capaz de transformar materia en espíritu. En este sentido es muy acertada la reflexión de Alain Peyrefitte (1997:28):

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118“Nos resulta difícil aceptar que nuestra manera de pensar o de comportarnos

colectivamente pueda tener efectos materiales. Preferimos explicar la materia por la materia, no por la manera” 66.

De manera que ahora se ha desatado una búsqueda casi frenética por factores

intangibles de desarrollo, o, como los ha denominado este autor, “capitales intangibles” (Boisier, 2000), enumerando diez de ellos: capital cognitivo, capital simbólico, capital cultural, capital social, capital cívico, capital institucional, capital psicosocial, capital humano, capital mediático, y capital sinergético67. Es fácil reconocer nombres detrás de estas categorías: Bourdieu, Putnam, Coleman, Fukuyama, Hirschman, Montero, Williamson, Becker, North y otros y si de estar “a la moda” se trata, nada mejor que escribir algo sobre capital social, el “eslabón perdido” del neo-liberalismo.

Por cierto que este cambio en la percepción del desarrollo, desde logros

materiales a logros inmateriales no significa olvidar la importancia del crecimiento económico como base material de sustentación en el tiempo, pero nunca más se aceptará trastocar medios y fines diciendo: “primero crecer y después desarrollarse”, una falacia completa del neo-liberalismo.

En definitiva el desarrollo depende, en cualquier lugar, sí, del crecimiento

económico (en una relación quizás “rizada” con el propio desarrollo) y además, de un clima psicosocial positivo, de la capacidad de una específica y localizada comunidad68 para desatar su potencial endógeno, y del stock y articulación de los capitales intangibles. En todo el proceso, la confianza, como virtud personal y ciudadana resulta vital69.

Por cierto, el enfoque anterior es uno profundamente afincado en la cultura y

en los valores de una comunidad. Ahora cabe preguntar, tal como se hizo en relación al crecimiento económico,

si acaso la conformación de regiones multifronterizas trabaja a favor de su desarrollo o no.

Obsérvese lo complicado de la respuesta. La mayor parte de los “capitales

intangibles” se manifiestan con mayor nitidez en espacios sociales y territoriales de pequeño tamaño, en espacios proxémicos en los cuales las relaciones personales cara a cara, las tradiciones y costumbres, son importantes, más importantes que en espacios en los cuales la interacción está mediatizada institucionalmente. Desde este punto de vista la conformación de un espacio mayor no favorece en principio esta visión del desarrollo, pero no se puede hacer de esta afirmación un dogma. Tal vez más complicado sea el hecho, pasado por alto en todos los esfuerzos de integración 66 Subrayado nuestro. 67 Este último actúa como aglutinador y direccionador del resto y sirve de base para construir un proyecto político. 68 Comunidad, quizás si más que sociedad, en la terminología de Thonnies. 69 No es para nada claro que el neo-liberalismo promueva el surgimiento de “virtudes” que facilitan el desarrollo.

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119transfronteriza, de poner frente a frente características culturales muy disímiles en términos, precisamente, de los anotados “capitales intangibles”. ¿Qué éxito puede augurarse a una región bifronteriza por ejemplo, en la cual una de las regiones nacionales posee un elevado stock de capital social (confianza inter-personal) y uno muy bajo de capital cívico (confianza en las instituciones) en tanto que la otra muestra una situación completamente inversa?70.

La cuestión es de una importancia práctica insospechada y llama la atención a

la necesidad de “trabajar” por el desarrollo similar de varios de los capitales intangibles, sin olvidar que se han mencionado precisamente los dos más difíciles de “trabajar” (de crear) en la práctica.

La conformación de una región multifronteriza o una región asociativa

fronteriza (RAF) no puede limitarse a una definición geográfica ni tampoco a la creación de un aparato institucional, cuestiones de suyo importantes, pero que no pueden hacer dejar de lado la preparación de un proyecto político de la RAF, proyecto destinado a generar consenso social, cooperación entre fuerzas políticas, poder político (cuyas fuentes son varias) y sobre todo, destinado a construir un futuro común en un nuevo juego de suma abierta. Naturalmente que ello supone una elevada dosis de descentralización territorial, política, administrativa y fiscal que por necesidad implica una cesión de soberanía por parte de los Estados nacionales respectivos. Supone, en muchos casos, deponer actitudes nacionales xenófobas o de desconfianzas arraigadas en el pasado. Alemania y Francia serán para siempre ejemplos de inteligencia y generosidad en función de la construcción de un futuro mejor71.

Para finalizar hay que referirse más específicamente a la conformación de

regiones asociativas y virtuales en el mundo real. El sociólogo alemán Ulrich Beck (1998) sostiene que la globalización ha derrumbado una de las premisas fundamentales de la primera modernidad, la idea de vivir y actuar en los espacios cerrados y recíprocamente delimitados de los Estados nacionales y de sus respectivas sociedades nacionales; por ello la globalización—argumenta—estremece la imagen de espacio homogéneo, cerrado, estanco y nacional-estatal, según cita de Wong (op.cit.) quien también recuerda a Kenichi Ohmae, el que ahonda aún más en este razonamiento, sosteniendo que en un “mundo sin fronteras”, el Estado-Nación se ha convertido en una unidad artificial y disfuncional para la organización de la actividad humana y la administración de las tareas económicas. Ohmae define a los “Estados-Regiones” como zonas económicas naturales que pueden rebasar los límites fronterizo nacionales, como el caso de Tijuana-San Diego en la frontera México-Estados Unidos.

El mismo Wong presenta una interesante tipología territorial producida por

la virtualidad: i) regiones virtuales y red de regiones, con los ejemplos de “los cuatro motores regionales” de Europa (Rhone-Alpes, Cataluña, Lombardía, Baden-Wurttemberg, regiones todas no contiguas), de la Región Rhone-Alpes nuevamente y 70 El intento de conformar una región asociativa bifronteriza incluyendo la Región de Valparaíso (Chile) y la de Cuyo (Argentina) ejemplifica a mi entender lo que se acaba de sostener. 71 Quizás no sea necesario ir tan lejos, si se recuerda que en 1999, uno de los buques más importantes de la Armada argentina estuvo durante más de seis meses sometido a un proceso de modernización...¡en el principal astillero de la Armada chilena! Algo impensable años atrás.

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120sus acuerdos con Shanghai, Québec, Ontario, Tunisia y Mali, del así llamado Arc Atlantique, una región virtual formada por regiones de Irlanda, Inglaterra, Francia, España, y Portugal o el grupo del “Círculo Artico”; ii) ciudad global y red de ciudades, un tema favorito de Manuel Castell, Jordi Borja, y Saskia Sassen, ejemplificado por Nueva York, Londres y Tokio; iii) regiones asociativas-virtuales transfronterizas, concepto central en este documento y que Wong ejemplifica en primerísimo lugar con la Región Arizona-Sonora72, agregando otros casos, como el The Red River Corridor (Manitoba en el Canadá y North Dakota y Minessota en los EE.UU), o la Pacific Northwestern Economic Region (Alberta y British Columbia en el Canadá).

Al amparo del MERCOSUR fenómenos similares han aparecido en América

Latina, como por ejemplo, el intento de formalizar una RAF entre la Región de Valparaíso en Chile y la de Cuyo en Argentina, así como varios otros intentos asociativos entre regiones o provincias de Chile y provincias argentinas (Valdivia y Neuquen). Asimismo, la ciudad o región metropolitana de Rosario en la Argentina ha diseñado un plan estratégico que, bajo una visión de región virtual, permitiría que ésta se convierta en centro geopolítico y económico y puerta del MERCOSUR y del Corredor Biocéanico; iv)corredores económicos, comerciales y de transporte, verdaderas supercarreteras de finalidad múltiple surgidas al amparo del TLC y del MERCOSUR, que trascienden el tema fronterizo propiamente tal.

Tal parece entonces que en el Siglo XXI la geografía política nacional e

internacional experimentará profundos cambios, derivados de la necesidad de re-ecuacionar la geografía económica con la política. El mapamundi del futuro, más que parecerse a un telegrama, en la feliz expresión de Guillén, se parecerá a un caleidoscopio, con múltiples espacios sobrepuestos y traslapados, en un arreglo que al observador incauto le parecerá caótico en el sentido banal del término, pero que al observador entendido en el proceso de cambio actual, le parecerá perfectamente ordenado. A esa nueva geografía política y económica corresponderá una nueva composición política, entremezclando Estados nacionales distintos en sus competencias a los actuales, con cuasi-Estados sub-nacionales para gobernar las regiones y con cuasi-Estados supra-nacionales, a cargo de la regulación de la globalización.

72 Quizás si el caso de mayor interés en este contexto, ya que esta RAF deriva de un tratado suscrito en los 80 por los Gobernadores respectivos, cuenta con un Comité Binacional, Grupos Sectoriales de Trabajo, una estrategia de desarrollo común e incluso una revista bi-lingüe (Arizona-Sonora). Objetivo básico de la alianza; posicionarse mejor en el mercado global.

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CAPÍTULO 6

¿ Y SI EL DESARROLLO FUESE UNA EMERGENCIA SISTÉMICA ?

“Quizá su enemigo más grande sea la ortodoxia... ...es verdad: el enemigo principal es precisamente la ortodoxia; repetir siempre la misma receta, la misma terapia, para curar tipos de enfermedades diferentes; no admitir la complejidad, desear reducirla a toda

costa; mientras las cosas reales son siempre un poco más complicadas” Extracto de la entrevista a Albert Hirschmann realizada por Carmine Donzelli, Marta Petrusewicz y

Claudia Rusconi y publicada en español por el Fondo de Cultura Económica con el título de A través de las fronteras (México, 1999)

Abstract

El autor plantea una hipótesis audaz que podría tener considerables impactos tanto en el pensamiento teórico como en la práctica del desarrollo territorial. Sostiene el autor que el desarrollo territorial debe entenderse como una propiedad emergente, como una emergencia sistémica de un sistema territorial complejo y con elevada sinergia. Esta es una propuesta completamente opuesta a la práctica corriente de políticas y planes de fomento del desarrollo a escala subnacional, implícitamente basada todavía en un enfoque tipo “incrementalismo disjunto” de Lindblom. Si la hipótesis pasa los filtros metodológicos usuales, habría que re-entrenar radicalmente a los responsables de estos procesos, familiarizándolos con la teoría de sistemas, con la sinapsis neuronal, con la sinergía, con la lógica difusa, con la irreversibilidad temporal, con el caos, etc., con todo lo que aparece detrás de las propiedades emergentes, y habría que reformular también en forma radical la estructura burocrática y el funcionamiento de los cuerpos políticos y técnicos que se desempeñan en el terreno. El desarrollo hay que re-escribirlo en el marco del paradigma de la complejidad, y en un marco humanista y constructivista como el usado por el autor. Palabras claves: sistemas, propiedades emergentes, sinapsis, sinergía, desarrollo territorial, complejidad.

Introducción

Los últimos años han mostrado una saludable evolución del concepto de desarrollo, alejándose cada vez más de su sinonimia, iniciada en la década de los años 40, con el más elemental concepto de crecimiento. Es más y más frecuente leer interpretaciones del desarrollo que lo colocan en un contexto mucho más amplio que la economía, acercándolo mucho a una suerte de constructivismo en el que prima lo subjetivo, lo valórico, lo intangible, lo holístico, lo sistémico, lo recursivo, lo cultural, la complejidad, para citar sólo algunas de las características que se atribuyen ahora a la idea de un desarrollo societal. Dígase de paso que en este proceso hay también una notable recuperación del pensamiento de algunos economistas no muy lejanos en el tiempo, incluso varios de ellos todavía activos. Me refiero entre otros, al sacerdote

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124francés L- J. Lebret, a F. Perroux, a G. Myrdal, a A. Hirchmann, a D. Seers, a A. Sen, y, entre los latinoamericanos, a C. Furtado.

Un humanismo y una espiritualidad recuperados parecen abrirse paso y los sistemáticos estudios empíricos realizados mundialmente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han logrado socializar una medición de un cierto “Indice de Desarrollo Humano”, que no obstante sus limitaciones, ya en su propia denominación expresa en parte la recuperación aludida, sin escapar a una cierta tautología, porque, si el desarrollo no es humano, ¿qué entelequia sería? Sin pretender ofrecer una definición terminal y sólo para ilustrar las afirmaciones anteriores, en un trabajo reciente (Boisier, 2001/a: 30) se afirma lo siguiente: “...hoy el desarrollo es entendido como el logro de un contexto, medio, momentum, situación, entorno, o como quiera llamarse, que facilite la potenciación del ser humano para transformarse en persona humana, en su doble dimensión, biológica y espiritual, capaz, en esta última condición, de conocer y amar. Esto significa reubicar el concepto de desarrollo en un marco constructivista, subjetivo e intersubjetivo, valorativo o axiológico, y, por cierto, endógeno, o sea, directamente dependiente de la autoconfianza colectiva en la capacidad para ‘inventar ’ recursos, movilizar los ya existentes y actuar en forma cooperativa y solidaria, desde el propio territorio...”. Luciano Tomassini (2000:63) alude al “giro cultural” de nuestra época en relación al desarrollo con las siguientes palabras: “Vivimos un ´cambio de época´ que rechaza, en lo esencial, los modelos racionales, uniformes y cerrados que propuso la modernidad madura, en nombre de la diversidad, de la capacidad para optar y para crear nuestra identidad en sociedades más complejas, hechas posible por el avance del conocimiento, la tecnología, la información, la libertad, el consumo y las comunicaciones y por cambios profundos en la subjetividad de las personas. En este escenario cultural, las economías se orientan hacia la producción de significados, y las sociedades, la educación y el consumo se mueven en mundos virtuales, poblados de múltiples alternativas potenciales. En este contexto, la importancia del gobierno, las mayorías electorales y los equilibrios macroeconómicos, del producto bruto interno y de los ingresos monetarios promedio en las sociedades es por lo menos relativizada por la emergencia de preocupaciones en torno a la calidad de vida, la participación en la sociedad, la posibilidad de elegir los propios estilos de vida, la libertad de expresarse, el respeto a los derechos, la educación, la igualdad de oportunidades, la equivalencia en dignidad, el papel de la juventud y el de la mujer, la seguridad ciudadana y la vida en las ciudades que, a falta de conceptos previos, se denominan ´temas valóricos´” . Celso Furtado (1982:149), hace ya exactamente veinte años, habló sin ser escuchado, acerca del desarrollo, de la manera siguiente: “...Sin embargo la experiencia ha demostrado ampliamente que el verdadero desarrollo es principalmente un proceso de activación y canalización de fuerzas sociales, de avance en la capacidad asociativa, de ejercicio de la iniciativa y de la inventiva. Por lo tanto, se trata de un proceso social y cultural, y sólo secundariamente económico. Se produce el desarrollo cuando en la sociedad se manifiesta una energía, capaz de canalizar, de forma convergente, fuerzas que estaban latentes o dispersas” 73. El mismo Amartya Sen (2000:114) define el subdesarrollo como “... la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de ingresos que es el criterio habitual con el que se identifica la pobreza”, apuntando así, de contramano, al carácter no material del desarrollo.

73 Compárese con la postura similar, quizás si más fuerte, mantenida por este autor en relación a su concepto de “sinergia cognitiva” como base de un consenso social y político, Boisier (2000).

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125 En una conferencia pronunciada por Joseph Stiglitz en La Habana, en este año74 , éste dijo: “En uno de los países que visité, en lugar de proponerse elevar al máximo el Producto Interno Bruto, las autoridades se trazaron como misión nacional elevar al máximo la Felicidad Nacional Bruta. Se trata de un pequeño país y no conozco ninguna nación grande que se haya propuesto explícitamente semejante objetivo” . Si non e vero.... Sin duda, se podrían agregar casi incontables definiciones actuales que buscan resituar el desarrollo más en el campo del ser que en el campo del tener. Nunca el desarrollo debió dejar de ser la utopía social por excelencia, el miltoniano paraíso perdido de la humanidad.

El peso de la noche cartesiana

Por supuesto que hay que valorar positivamente este progresivo enriquecimiento multidimensional del concepto de desarrollo. Sabemos ahora que desarrollo y crecimiento son conceptos estructuralmente distintos, intangible el primero, material el segundo, con todo lo que ello implica; sin embargo todavía no conocemos la naturaleza de la relación entre ambos, ya que claramente no se trata de cuestiones independientes. A modo de hipótesis se puede plantear que tal relación no sería ni lineal ni jerárquica, lo cual desde luego significa abandonar cualquier idea de “derrame” o trickling down, tan cara al pensamiento neoliberal de derecha; también como hipótesis se puede sostener que ambos procesos estarían ligados de una manera matemáticamente compleja, quizás a través de un “rizo” o loop ( Francisco Varela, el notable biólogo chileno recientemente fallecido solía decir: “Olvídese de la idea de una caja negra con entradas y salidas. Piense en términos de bucle”); incluso, se podría llegar más lejos, como me gustaría hacerlo respaldado con pruebas empíricas, en el sentido de sostener una articulación descrita por una doble sinoidal enlazada, como el ADN, lo que sugeriría que a lo largo del tiempo, el orden de aparición de ambos procesos podría alternarse. Quizás si en ciertos ciclos temporales, primero haya que crecer para dar una base material en el inicio del desarrollo y quizás en otros ciclos, primero habría que generar las condiciones psicosociales propias del desarrollo, que a su vez estimularían procesos económicos tales como el riesgo, la asociatividad, la innovación y la inversión. ¡Por lo menos suena atractivo! Con todo lo positivo de la evolución en comento, personalmente aún tengo la impresión de que somos víctimas del “síndrome de la suma”, de una visión analítica de las cosas que nos empuja a privilegiar la suma por encima de la multiplicación, una forma metafórica de apuntar a nuestra escasa capacidad de pensamiento sistémico o a nuestra tendencia a sentirnos más cómodos con la entropía (un desorden con tendencia mortal) que con la sinergía.75 Como lo afirma Nieto de Alba: “Hemos llegado a

74 Asimetrías e hipocresía, Conferencia Magistral ofrecida por Joseph Stiglitz, Premio Nóbel de Economía, en el IV Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo. La Habana, 11 de Febrero de 2002. 75 Sé bien que la Real Academia Española de la Lengua no acentúa la palabra sinergía. Yo haré lo mismo cuando escuche hablar de entropia, sin acento.

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126considerar que los fenómenos lineales, predecibles y simples prevalecen en la naturaleza porque estamos inclinados a elegirlos para nuestro estudio, pues son los más fáciles de entender...” (1998: 97). Aún cuando muchos funcionarios de gobierno no hayan oído jamás términos tan complicados como “incrementalismo disjunto” o el intraducible muddling through, ambos ligados a Lindblom (1969), la práctica de la planificación pública y de la formulación de políticas y programas públicos (con o sin un marco tal como un plan) se ajusta todavía hoy, a una forma de actuación iterativa, de ataque secuencial a problemas específicos, en una suerte de piece-meal strategy. Como se ha dicho, detrás de ello hay algo propio de Popper, en el sentido de ser más fácil obtener consensos en torno a problemas “maléficos” que en torno a propósitos idealistas. Por el momento sólo deseo anotar que, como se verá más adelante, el verdadero desarrollo no puede alcanzarse mediante la “suma” de acciones, sin importar el mérito intrínseco de cada una de ellas. Se me ocurre que enfoques como el descrito tienen su explicación última en el paradigma científico en el cual todos, sin excepción, aquí y allá, hemos sido sobre entrenados, hablo del paradigma positivista construido desde hace casi medio milenio a partir de las contribuciones básicas y fundamentales de Newton, de Bacon, de Descartes, y posteriormente, de Comte, a quien se le tiene generalmente como fundador del positivismo, aunque el paradigma se construyó a lo largo de dos siglos . La linealidad, la proporcionalidad, la certidumbre, el empirismo, y sobre todo, la disyunción cartesiana, base del método analítico, impiden aprehender la realidad social en su complejidad. El desarrollo, hay que señalarlo ya, es, qué duda puede caber, una cuestión o un problema de elevada complejidad, cuyo entendimiento requiere modelos mentales basados en otros paradigmas, específicamente el paradigma constructivista, como lo plantea entre otros este autor (Boisier, 1998), no lineal, holístico, probabilístico, subjetivo e intuitivo, etc., y el paradigma de la complejidad, recursivo, dialógico, hologramétrico, al decir de Edgar Morin. La cuestión, claro está, es que no se cambia una forma de pensar de la noche a la mañana y dar paso a personas habituadas a pensar la complejidad requiere ni más ni menos que profundas reformas al sistema educacional. Lo dice también, con indudable mayor autoridad, el ahora “disidente” y ya citado J. Stiglitz (2000:101): “...el desarrollo requiere de un cambio de predisposiciones mentales y, en particular, una aceptación (.....) del cambio”. En su obra Todo lo sólido se desvanece en el aire, Marshall Berman dejó en claro que ser moderno es precisamente “estar” en el cambio y aceptarlo, y por ello es que el desarrollo es la modernidad misma, en cualquier momento histórico. También conspira al logro del desarrollo la comprensible inmediatez con que operan los gobiernos, tanto más fuerte cuanto mayor es el déficit material. Nadie puede oponerse a la urgente necesidad de proveer agua, energía, transporte, o a la construcción de viviendas, escuelas, hospitales y tribunales, por ejemplo. Pero confundir todo esto con el desarrollo es un error. En alguna otra parte afirmé que la construcción de nuevos edificios para tribunales de justicia puede ser una necesidad evidente, pero ¿garantiza ello más justicia a la población? Tal parece que hay una tendencia a confundir medios y fines; el desarrollo tiene que ver con los fines y se enlaza con los medios a través de la eficiencia y de la ética, pero no se confunde con

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127ellos. El desarrollo es teleológico, se ocupa de cuestiones de principios; el crecimiento es instrumental. No menos importante, como impedimento al desarrollo, es el “electoralismo” tan común en situaciones de una democracia competitiva. El afán de mantener el apoyo de los electores acentúa hasta convertirla en manía, la necesidad del gobierno de turno de inaugurar obras, visibles a la población. Es cierto, un puente se ve y se usa inmediatamente, en cambio el paso de una sociedad de la desconfianza a una sociedad de confianza, una cuestión mucho más importante, no se percibe a simple vista y su socialización toma un largo tiempo. No obstante, en vez de tirar la democracia por la ventana y optar por un autoritarismo que provea un horizonte ¿estable? de largo plazo, es mejor construir un proyecto político nacional consensuado, un proyecto de Estado más que de gobierno. Los economistas, que desde temprano se adueñaron del concepto de desarrollo, están adiestrados mentalmente desde su primer día de facultad en entender lo que se denomina como “el problema económico”: fines múltiples y jerarquizables y recursos escasos y polivalentes se nos dijo. Es fácil entender que una dada cantidad de recursos financieros puede usarse indistintamente en construir viviendas o en comprar armas, el clásico dilema entre cañones y mantequilla de Samuelson; lo que ya no resulta tan obvio, por lo menos varios decenios después de haber sido sometido a tal adoctrinamiento, es que, por ejemplo, la justicia sea más importante que la libertad, o el capital social más que el capital cívico, al revés de lo que sucede con la importancia relativa debidamente contextualizada de viviendas o armas. Con el tipo de formación recibida, un economista en una alta función pública tenderá a aplicar prioridades a conceptos que son difícilmente jerarquizables, no tienen sustantividad, sólo adjetividad, porque son valores, y en consecuencia son subjetividades personales no susceptibles de un manejo externo, o bien jerarquizarán sectores, especialmente sociales, cuyo crecimiento debe ser concebido como un solo proceso. Se dirá entonces que la salud viene primero que la educación por ejemplo, sin ahorrar por cierto frases de buena crianza a favor de la educación. Ahora sabemos que este par de servicios colectivos deben constituir un todo inseparable (es bien sabido que la falta de instrucción de la madre resulta determinante en el nivel de salud y de capacidad mental de los niños); más complicada todavía es una pretendida asignación de prioridades precisamente a conceptos estrictamente valóricos. Como lo dice Risieri Frondizi (1945:15): “Los valores no son, por consiguiente, ni cosas, ni vivencias, ni esencias: son valores”. El paradigma positivista y el método analítico colocan dos trabas al pensamiento en general y a la reflexión sobre el desarrollo en particular: inhiben la comprensión de la complejidad, característica creciente de los procesos sociales, y coartan una visión sistémica de ellos. Somos víctimas de una suerte de maladie cartesianne que nos empuja al reduccionismo y cuya consecuencia más significativa, es, a mi juicio, la incapacidad para formular marcos cognitivos y teóricos capaces de explicar la estructura y la dinámica de los procesos sobre los cuales se demanda una intervención social (no necesaria ni exclusivamente gubernamental), marcos que debieran, si existiesen en verdad, garantizar la eficiencia de las intervenciones. Al no existir, al seguir creyendo que el desarrollo se logra “sumando” proyectos, el objetivo

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128se torna “esquivo” como acostumbraba a denominarlo Marshall Wolfe, el recordado sociólogo australiano de la CEPAL, inalcanzable o alcanzable mediante la “buena suerte”, o mediante larguísimos procesos de auto-organización sistémica, incompatibles en su temporalidad con las demandas sociales. En tanto que los fenómenos simples pueden ser analizados por partes (ya que en estos casos el todo es igual a la suma de las partes) y se puede entender algo sobre el sistema aún sin entender el todo, en los sistemas caóticos (de elevada complejidad y sensibilidad) predomina la no localidad, pues requiere el conocimiento del todo para entender las partes (puesto que en estos casos el todo es mayor que la suma de las partes). Pero no se crea que el maletín de esquemas teóricos sobre crecimiento y desarrollo (territorial) 76 se encuentra vacío. Bien por el contrario, está casi repleto, sólo que la pertinencia de su contenido es cuestionable. Recientemente he tenido la oportunidad de leer dos magníficas síntesis sobre teorías del crecimiento y desarrollo territorial. H. W. Armstrong (2002:232-242) examina sintéticamente el conjunto “a la moda” en esta materia y señala : “There are no fewer than seven separate theories of regional growth ‘in play’”, para enunciarlas a continuación: la teoría de la convergencia condicional neoclásica, la teoría del crecimiento endógeno, las teorías radicales y “post-fordistas”, la teoría del capital social, los modelos de la nueva economía geográfica, los modelos de competitividad exportadora, y los “medios innovadores” y regiones que aprenden. Si alguna crítica se pudiese hacer al recuento de Armstrong, por lo demás extensible a la mayoría de los autores anglosajones, tiene que ver con una exagerada autoreferencia a la literatura en esa lengua. Paralelamente y a este lado del Atlántico, el economista colombiano E. Moncayo (2002) ha preparado recientemente y por encargo del ILPES (Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, un organismo de las NN.UU.) un completo documento en el que también anota, como respaldo de las políticas regionales ensayadas en América Latina, categorías teóricas como el enfoque keynesiano, el enfoque neo-clásico, los enfoques sobre crecimiento endógeno, y los correspondientes a la acumulación flexible. Estoy seguro que la mayoría de los especialistas en el tema se sienten insatisfechos con todo este instrumental, que en su enorme mayoría, apunta al crecimiento económico más que al desarrollo. No escapa este conjunto a la herencia positivista y analítica del “peso de la noche cartesiana”.

76 En algún momento habrá que volver sobre la expresión “desarrollo territorial” para convalidarla, en la mejor

tradición “perrouxiana”, como la manera correcta de conceptuar el desarrollo, que fue, es y será, siempre un fenómeno territorial y no abstracto.

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129La evolución del concepto de desarrollo: tratando de corregir

errores

La Carta del Atlántico, documento político para ordenar el mundo de la posguerra firmado por Roossevelt y Churchill en 1941, parece representar el nacimiento de la idea de desarrollo en el campo de las políticas públicas internacionales y nacionales. Se expresa en este documento que el único fundamento cierto de la paz reside en que todos los hombres libres del mundo puedan disfrutar de seguridad económica y social, y por lo tanto, se comprometen a buscar un orden mundial que permita alcanzar estos objetivos una vez finalizada la guerra. Idéntica declaración de principios se establece en la Conferencia de San Francisco en 1945 que diese forma a las Naciones Unidas. Es de sobra conocido que desde sus inicios, las Naciones Unidas, particularmente a través de las Comisiones Regionales y muy en particular a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hace del análisis del desarrollo un tema preferente tanto en la reflexión como en los estudios empíricos.

Inicialmente el concepto de desarrollo (económico) fue asociado al crecimiento. Por ejemplo, como lo citan Solari, Franco y Jutkowitz (1976: 91), José Medina Echeverría, el español considerado como el padre de la sociología latinoamericana del desarrollo, sostenía que:“El desarrollo económico es un proceso continuado cuyo mecanismo esencial consiste en la aplicación reiterada del excedente en nuevas inversiones, y que tiene, como resultado la expansión asimismo incesante de la unidad productiva de que se trate. Esta unidad puede ser desde luego una sociedad entera..." Idéntica postura es listada por O. Sunkel y P. Paz (1970) al enumerar las características o enfoques actuales del desarrollo (los autores escribían hace más de treinta años) subrayando la identidad entre crecimiento y desarrollo. Durante dos décadas el desarrollo continuó siendo casi un sinónimo de crecimiento y el PIB agregado y sobre todo, el PIB per cápita fue la medida corriente del nivel de desarrollo. Esto contribuyó a consolidar el dominio profesional de los economistas en el tema del desarrollo, algo que generó una suerte de circularidad viciosa de reduccionismo económico, que poco ha ayudado a entender la verdadera naturaleza del fenómeno y al diseño de formas eficaces de intervención promotora. El economista británico Dudley Seers provocó a fines de los años sesenta una verdadera revolución en materia de desarrollo con su conocido artículo acerca del significado del desarrollo . Según Seers (1970) el punto de partida de una discusión acerca del desarrollo es reconocer que “desarrollo” es un concepto normativo, lleno de juicios de valor. El mismo se pregunta acerca de la fuente de tales juicios de valor, rechazando la posición de Tinbergen (el gobierno) tanto como la propuesta implícita en la teoría de la

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130modernización social (copiar el sendero de desarrollo de otros países) y también rechaza un liberalismo a ultranza que implicaría la permisividad para que cada individuo introduzca sus propios juicios de valor. Seers, fuertemente inspirado en el pensamiento de Gandhi, sostiene que debemos preguntarnos a nosotros mismos acerca de las condiciones necesarias para la realización del potencial de la persona humana, algo comúnmente aceptado como objetivo. A partir de esta pregunta Seers apunta a la alimentación, como una necesidad absoluta (inmediatamente traducida a pobreza y a nivel de ingreso); una segunda condición básica para el desarrollo personal es el empleo y la tercera, es la no discriminación o la igualdad entendida como equidad, y aquí por tanto ya se introduce un elemento subjetivo e intangible puesto que el concepto de equidad tiene tales dimensiones, como se plantea por ejemplo en un trabajo de la CEPAL (1990). Finalmente, Seers señala textualmente (1970: 33): “The questions to ask about a country´s development are therefore: What has been happening to poverty? What has been happening to unemployment? What has been happening to inequality? If all three of these have declined from high levels, then beyond doubt this has been a period of development for the country concerned”. Será necesario esperar otra vez dos décadas para que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), inspirado particularmente en ideas de Amartya Sen, de Mahbub ul Haq, de Richard Jolly y otros, introdujese una nueva acepción y una nueva forma de medir el desarrollo a través del concepto de un Indice de Desarrollo Humano. Desde comienzos de los noventa el PNUD ha publicado sistemáticamente el resultado de la aplicación empírica de este concepto en países y también a nivel mundial enriqueciendo enormemente la idea de desarrollo. Según se escribe en el informe del año 1996 (55/56): “El desarrollo humano puede describirse como proceso de ampliación de las opciones de la gente...Más allá de esas necesidades, la gente valora además beneficios que son menos materiales. Entre ellos figuran, por ejemplo, la libertad de movimiento y de expresión y la ausencia de opresión, violencia o explotación. La gente quiere además tener un sentido de propósito en la vida, además de un sentido de potenciación. En tanto miembros de familias y comunidades, las personas valoran la cohesión social y el derecho a afirmar sus tradiciones y cultura propia”.

Desde el punto de vista conceptual el Indice de Desarrollo Humano (IDH)

intenta ser una aproximación a la medición de los niveles de Desarrollo Humano de las personas en los distintos países, según se afirma en el informe sobre Chile del año 1996. Por razones metodológicas, este Indice no incluye todos los ámbitos que el concepto de Desarrollo Humano considera. Es así como reúne sólo tres componentes del Desarrollo Humano: calidad de vida, longevidad, y nivel de conocimiento. Estas dimensiones, ligadas al nivel de vida de la población, pero también al desempeño de indicadores sociales del ámbito de la salud y de la educación, reflejan en sí mismas la evolución de muchas otras variables a lo largo del tiempo. Por tanto, se concluye en el estudio citado, constituyen una síntesis de diversos elementos que conforman el Desarrollo Humano.

En el caso de salud, se mide la esperanza de vida al nacer. En el área de educación actualmente se usa como variable la Mediana de Años de Escolaridad de personas de más de 25 años. Finalmente el Indice considera la disponibilidad de

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131recursos económicos medida a partir del poder adquisitivo sobre la base del PIB per cápita ajustado por el costo de vida. Es importante destacar la diferente naturaleza de las variables incluídas en el Indice, algunas de tipo “stock” y otras de tipo “flujos”.

Nuevamente hay que apuntar a la creciente “subjetivización” e “intagibilización” del concepto de desarrollo y de su medición, algo que reclamará un verdadero cambio de paradigma. A mediados de los años noventa, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Gali publica en 1995 el informe titulado An Agenda for Development, documento que incluye con el mismo título un capítulo correspondiente al Report of the Secretary General A/49/665 del 11 de Noviembre de 1994. En este capítulo el Secretario General define cinco dimensiones del desarrollo, llevando definitivamente este concepto al plano de lo intangible y abriendo entonces la puerta a profesionales provenientes de disciplinas distintas de la economía en el trabajo sobre desarrollo. Sociólogos, politólogos, psicólogos, historiadores, ecólogos, antropólogos y profesionales de la cultura encuentran ahora nuevos espacios de trabajo. La inter y la multi disciplinariedad comienzan a abrirse paso. Las dimensiones introducidas por Boutros-Gali son las siguientes: “ 1] Peace as the foundation. Traditional approach to development presuppose that it takes place under conditions of peace. Yet that is rarely the case....Development cannot proceed easily in societies where military concerns are at or near the centre of life. 2] The economy as the engine of progress. Economic growth is the engine of development as a whole....Accelerating the rate of economic growth is a condition for expanding the resource base nad hence for economic, technological and social transformation...It is not sufficient, however, to pursue economic growth for its own sake. 3] The environment as a basis for sustentability. Development and environment are not separate concepts, nor can one be successfully address without reference to the other. 4 ] Justice as a pillar of society. Development does not takes place in a vacuum, nor its is built upon an abstract foundation. Development takes place within a specific societal context and in response to specific social conditions....People are a country´s principal asset. Their well-being defines development. 5 ] Democracy as good governance. The link between development and democracy is intuitive, yet its remains difficult to elucidate...In the context of development, improve governance has several meanings. In particular however, its means the design and pursuit of a comprehensive national strategy for development. Its means ensuring the capacity, reliability and integrity of the core institutions of the modern State”. En este breve recuento de la historia del concepto de desarrollo resulta obligado incluir una propuesta, intermedia en el tiempo, publicada en español en un número especial de la revista Development Dialogue (Fundación Dag Hammarskjold) y que representa, a juicio de muchos, la más acertada propuesta para un verdadero desarrollo, pero que, lamentablemente, nunca logró traspasar las barreras del mundo académico. Se trata de la propuesta conocida como Desarrollo a Escala Humana, en la versión de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, (1986) economista, sociólogo y filósofo respectivamente, algo por demás sugerente. En las palabras de sus autores: “Tal desarrollo [el desarrollo a escala humana] se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la Sociedad Civil con el Estado”.

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132 Hay que reconocer la extraordinaria contemporaneidad de esta definición. De hecho, buena parte de los conceptos que se discutirán en las secciones siguientes podrían ser simplemente remitidos a esta definición. En particular, hay múltiples puntos de coincidencia o al menos de semejanza entre esta propuesta y su lenguaje y la propuesta de Boisier (2001/b) sobre capital sinergético y desarrollo territorial, si bien ambas han sido formuladas en forma absolutamente independiente entre sí. En el “desarrollo a escala humana” se avanza en la subjetivización del desarrollo, se categorizan los recursos no convencionales (notablemente similares a las varias formas de “capital intangible” usadas por Boisier) y se hace hincapié en la utilización de la sinergía como motor de desarrollo. Tales similitudes hablan por sí mismas de una época de transición paradigmática, como lo sostendría seguramente Kuhn, transición caracterizada por el hecho de que miembros de una misma comunidad del saber, sin contacto entre sí, comienzan a plantear las mismas dudas, a explorar los mismos nuevos senderos, a inventar similares neologismos, a formular nuevas y parecidas propuestas. Esta última reflexión lleva a otra, de particular importancia, ya enunciada. En la medida en que se reconoce en el desarrollo un concepto complejo, profundamente axiológico, multidimensional, constructivista, cualitativo en su esencia e intangible por consecuencia, el paradigma científico que ha dominado el desarrollo científico de la modernidad, el paradigma asociado a Isaac Newton y a las leyes de la mecánica celeste, a Francis Bacon y al método experimental como único fundamento del conocimiento científico y a René Descartes y al razonamiento analítico, deja de ser útil para entender el desarrollo por su carácter de un paradigma reduccionista, mecanicista y lineal. Entender el desarrollo requiere de enfoques holísticos, sistémicos complejos y recursivos. Morin, Prigogine, Capra, Drucker, Fukuyama, Habermas, Luhmann, Maturana, Varela y otros, son algunos de los nombres que comienzan a estar detrás de un nuevo paradigma.

La cuestión práctica, lo que debiera interesar a los practitioners del desarrollo,

entre los cuales los más importantes son precisamente las autoridades locales, es que se requiere de un verdadero re-entrenamiento mental para poder intervenir con alguna posibilidad de éxito en el fomento del desarrollo, no sólo del crecimiento. Hay por delante una tarea gigantesca e imprescindible para la comunidad académica, para instalar en la estructura curricular de pre y post grado el paradigma propio de la complejidad.

Hablando precisamente sobre subjetividad social y desarrollo humano, el

sociólogo del PNUD P. Güell (1998) señala con mucho acierto que: “Un desarrollo que no promueve y fortalece confianzas, reconocimientos y sentidos colectivos, carece en el corto plazo de una sociedad que lo sustente. Entonces la viabilidad y éxito de un programa de desarrollo dependerá del grado en que las personas perciban ese programa como un escenario en que su subjetividad colectiva es reconocida y fortalecida”.

El mismo autor desarrolla un documento cuyas secciones son sumamente

llamativas y cuyos títulos son: 1] Las personas y su subjetividad no son un recurso adicional, sino un requisito indispensable del desarrollo; 2] Reconocer la subjetividad social no significa construirle defensas y refugios frente a la globalización, sino

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133potenciar su capacidad de manejarla; 3] La reivindicación de la subjetividad colectiva como objetivo y motor del desarrollo no debe derivar en un populismo voluntarista; 4] La toma de decisiones para el desarrollo no puede ser tecnocrática, pues involucra incertidumbre, respeto a la diversidad y discernimiento público.

Propiedades emergentes, sinapsis neuronal, energía social

y sistemas territoriales complejos. Una mirada heterodoxa al desarrollo

El escaso éxito mostrado por los intentos de provocar, en lapsos socialmente aceptables, procesos reales de desarrollo societal, por lo menos en América Latina, justifica la audacia de ensayos disidentes77, lejanos a la repetición y a la rutina, rupturistas y alejados en consecuencia de la ortodoxia, como lo sugiere A. Hirschmann en las conversaciones sobre su propia vida, siempre “traspasando fronteras” (1999:111).

Para comenzar tal vez sea conveniente remarcar lo señalado por este autor en un trabajo anterior (Boisier, 2000/a) en relación a una lógica territorial irreductible que se descubre históricamente en el proceso de desarrollo. El autor lo expresaba de la manera siguiente: “Si estas proposiciones son correctas, entonces el desarrollo comienza por ser un fenómeno local, de pequeña escala, y ciertamente endógeno. Pero para poder desplegarse como un proceso endógeno ya se sabe que se requiere previamente adquirir la cualidad de descentralizado. Y entonces a partir de este momento el desarrollo comienza a expandirse desde abajo, hacia arriba y hacia los lados de acuerdo a un proceso de capilaridad […] Pero también a partir de este momento y de este punto se presenta la dialéctica […] Dos resultados pueden, de aquí en adelante, graficar la geografía del desarrollo: una expansión tipo mancha de aceite […] o bien una expansión tipo archipiélago o en un caso extremo, la patología estricta de centro-periferia” (2000/a: 105).

¿Y si, como se sugiere abiertamente en el título de este documento, el desarrollo

no sea alcanzable mediante la sumatoria de acciones, sino mediante una simultaneidad que lo haga surgir, que lo haga emerger ? ¿Adónde nos lleva esto?

La respuesta es en principio simple: si así fuese, habría que repensar el

desarrollo (el proceso y su estado de realización en cualquier momento) a la luz de un marco de razonamiento más sistémico. Concretamente habría que reflexionar y trabajar el tema desde la perspectiva de la teoría de sistemas78 y ello llevaría rápidamente a sospechar que el desarrollo –territorial como es—no es sino una

77 Hay que observar que los “casos exitosos” recientes (esto quiere decir, grosso modo, posteriores a la década de los años 40 del Siglo XX) de desarrollo territorial en América Latina, por ejemplo, la provincia del Neuquen en Argentina, la de Córdoba también en Argentina, el departamento de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, la provincia de Concepción en Chile, algunos estados del Sur del Brasil, los departamentos de Antioquia y Valle del Cauca en Colombia, el estado de León en México, el estado de Ceará (en proceso) en el Brasil y algún otro que se escapa, son casi todos, el resultado de fuerzas externas e internas (el Estado y la propia Región) con predominio no de las políticas centrales sino más bien de los esfuerzos locales. 78 Nada muy novedoso en verdad, porque, entre otros, Jay Forrester fue el primero en mirar a la ciudad como un sistema, ya en la década de los años 60.

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134propiedad emergente de un sistema territorial dinámico complejo adaptativo y altamente sinergizado.

Las implicaciones teóricas y prácticas de una hipótesis como ésta, si validada,

son enormes. El mismo título de este documento no es accidental; bien por el contrario, ¿Y

si...? busca situar la cuestión del desarrollo de lleno en el campo de la complejidad y de la simulación. Como lo señala Arthur Battram en su notable, espectacular libro “Navegar por la complejidad”: “La simulación por ordenador es un recurso muy utilizado en la investigación de la complejidad: posibilita un nuevo tipo de averiguación científica y responde preguntas del tipo “Y si”, con iteraciones repetidas para analizar todas las posibilidades de una situación” (Battram, 2001: 129, subrayado del autor).

Las propiedades emergentes se definen 79 como “fenómenos culturales y sociales

que emergen de las interacciones e intercambios entre los miembros de un sistema social” 80. Algunos ejemplos en esta perspectiva son los roles grupales, normas, valores, fines, entendimientos, experiencias compartidas, vocabularios compartidos, etc. “Las propiedades de la globalidad pueden emerger de la comunicación del sistema consigo mismo en función de su intencionalidad o finalidad, o emanar de sus relaciones con el entorno” señala Nieto de Alba (1998: 129).

Otra definición apunta que las propiedades emergentes son las características

funcionales inherentes a un objeto agregado. Son esenciales a su existencia—sin ellas, no existe el objeto agregado. Más formalmente, una propiedad emergente es una característica funcional única de un objeto agregado que ‘emerge’ de la naturaleza de sus partes componentes y de las relaciones forzadas que se han formado para atarlas en su conjunto. Esta característica funcional es propia del agregado y no se puede encontrar en sus partes. Una región no es la suma de provincias o de sectores.

Se ha atribuido, creo, a Prigogine, apuntar a la paradoja derivada del hecho de

que vivimos en un mundo de propiedades emergentes, sin darnos cuenta de ello y sin entender nada de ellas. Fenómenos tan convivenciales como la inteligencia, la conciencia, nuestra visión tridimensional, el amor, la vida, el arcoiris, la humedad del agua, la capacidad de mostrar el paso del tiempo del reloj, etc., etc., son todas propiedades emergentes de sendos sistemas que alcanzan determinados niveles de complejidad.

He utilizado con frecuencia, con fines pedagógicos, un ejemplo muy sencillo que

permite entender este concepto. Me refiero a una moda de hace algunos años consistente en la preparación de unos muy coloridos cuadros formados por una enorme cantidad de puntos multicolores (algo parecido al impresionismo en pintura) que debían ser mirados de una cierta manera para ver emerger una figura. Obsérvese que una mirada analítica o segmentada no producía el efecto buscado, sólo lo generaba una suerte de mirada holística.

79 Hay innumerables definiciones, pero son casi todas idénticas. 80 http://faculty.washington.edu/lolswang/html

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135C. Gershenson (2001) dice que podemos definir como niveles de abstracción a los

niveles donde podemos identificar un sistema simple (sin propiedades emergentes porque el sistema es compuesto por un elemento el cual no interactúa con otros. Todas las propiedades del sistema las posee también como elemento único del sistema). Al empezar a interactuar diversos sistemas simples, se empiezan a formar sistemas más y más complejos, hasta que la ciencia actual no puede predecir computacionalmente el comportamiento del sistema. A este fenómeno se le conoce como complejidad emergente. Pero después, dentro de un sistema empieza a haber regularidades, se autoorganiza, y al percibir de nuevo fenómenos repetitivos, podemos asociarlos a un concepto, nombrarlos, describirlos, y comprenderlos, porque el sistema resultante se ha hecho simple, debido a una simplicidad emergente. Y al interactuar los sistemas simples vuelven a presentar complejidad emergente y así sucesivamente.

Los sistemas complejos explican cómo es que se pueden formar propiedades y

fenómenos nuevos (emergentes), al interactuar los elementos de un sistema. Estas propiedades no salen de la nada por el hecho de no estar en los elementos. Salen de las interacciones entre ellos. De esta forma se puede explicar la mente emergiendo de muchas interacciones a distintos niveles: entre las neuronas del sistema nervioso, entre el individuo y su mundo, entre distintos individuos, entre el individuo y su sociedad y entre el individuo y su cultura. Acá se entra al campo de la variedad, (complejidad) que Gell-Mann (1995) clasifica en complejidad rudimentaria o algorítmica, de carácter aleatorio y en consecuencia no comprimible y la complejidad efectiva que tiene relación con los aspectos no aleatorios de una estructura o de un proceso 81.

La variedad es la medida de la complejidad de un sistema. El número de estados

que puede producir un sistema es una medida de su variedad y por tanto de su complejidad. En un caso muy simple, el refrigerador doméstico sólo puede producir dos estados: frío y no frío; en consecuencia su variedad y su complejidad es mínima, sólo dos.

Una organización compuesta por muchos elementos, personas por ejemplo,

puede producir una cantidad tan grande de posible estados que la predicción del comportamiento del sistema se haga imposible, casi caótica, amenazando la propia existencia del sistema.

Esto significa que los sistemas muy variados y en consecuencia muy complejos,

como puede ser una sociedad regional deben ser organizados , dotados de formas de regulación que permitan un grado posible de predicción de su conducta. O sea que organizar implica siempre controlar, en el sentido de disponer de una capacidad para prever el comportamiento del sistema sin importar su grado de diversidad o complejidad. Este razonamiento se encuentra en la base de la Ley de la Variedad Necesaria de Ashby.

81 He tenido la oportunidad de ver al físico Murray Gell-Mann en una entrevista de televisión en Chile en la cual trataba—con mucho sentido del humor—de explicar la complejidad mediante la descripción del patrón de diseño de varias corbatas que el mismo llevaba en un bolso, desde las tradicionales de franjas repetidas (poca complejidad) hasta las más surrealistas (alta complejidad), dejando en claro, además, que eran todas de afamadas marcas.

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136Hay tres maneras de enfrentar el problema de controlar un sistema. Se puede

reducir la variedad, mediante mecanismos reductores que disminuyan las interacciones entre los elementos del sistema, que reduzcan los estados posibles. Estos reductores, en los sistemas sociales, son normas, valores, costumbres, leyes, pautas culturales, etc. Se puede, alternativamente, amplificar la variedad, aumentando la complejidad del elemento de control hasta equipararla con la del sistema controlado, en el ejemplo del refrigerador doméstico su elemento de control es el termostato, que tiene un grado mayor de variedad o complejidad que un interruptor eléctrico, puesto que el termostato interactúa con el refrigerador, o sea, al pasar del interruptor al termostato se amplificó la variedad. Hay que notar que esta segunda posibilidad, la ampliación permanente, puede llevar a situaciones prácticas imposibles de manejar, por tanto es la reducción de la variedad o de la complejidad del entorno acompañada de un aumento de la variedad o complejidad del sistema la forma adecuada de evitar el caos. Hay una tercera manera de tratar la cuestión del control del sistema: absorber la variedad. Se dice que en Occidente se usa como método tradicional de control, la reducción de la complejidad, en tanto que en China se usa la absorción de la complejidad, todo ello debido a patrones culturales diferentes.

Estas cuestiones parecen demasiado abstractas y alejadas de los problemas

concretos del desarrollo de un territorio. No obstante, la globalización, a través de la apertura económica que produce en países y regiones, coloca a los territorios en una relación muy peligrosa con lo que pasa a ser su nuevo entorno: el mundo, que, visto como un sistema naturalmente mayor que cualquier país o región, presenta un grado de complejidad infinitamente mayor que obliga a los sistemas menores a aumentar su complejidad o a reducir la complejidad del entorno o a hacer ambas cosas simultáneamente a fin de evitar su desaparición por “inmersión”. En otras palabras, el aumento de la complejidad se transformará en la pieza maestra de toda estrategia territorial de desarrollo. Este tema, la complejidad del sistema y de su entorno, constituyó una de las preocupaciones principales de Niklas Luhmann, quien afirmó que: “hay que distinguir entre el entorno de un sistema y los sistemas en el entorno” (Luhmann, 1997:52). Para muchos territorios la globalización puede ser tan amenazante, metafóricamente, como la llama de la lámpara lo es a la mariposa nocturna....¡si la aproximación es poco inteligente!

Según lo expresa David Byrne (1998), la complejidad sistémica no sólo pone en

relieve la no linealidad de los procesos reales (por oposición a los modelos matemáticos); además, los procesos reales se muestran en forma evolutiva. Esto significa que estamos tratando con procesos (y con un proceso en especial: el desarrollo) que son fundamentalmente históricos. No son temporalmente reversibles y esto resulta de particular interés precisamente en el desarrollo, como es fácil de entender, ya que una vez que una sociedad se “coloca” en el sendero virtuoso del desarrollo difícilmente experimentará una regresión. “La física de Newton nos habla de trayectorias que pueden ser expresadas por medio de ecuaciones. Conocidas las condiciones iniciales, tales trayectorias son predecibles y reversibles....En esas ecuaciones el tiempo no existe...La evolución biológica por el contrario es un proceso irreversible” (Arsuaga y Martínez, 2001:331). Lo mismo sucede con el desarrollo, que en el lenguaje de la teoría del caos, parece ser un “atractor”, pero entendido este concepto no en forma estática, sino más bien como una “sendero” dinámico. Así como el paradigma positivista, fuertemente newtoniano, abrió espacios a

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137modelos políticos, económicos y sociales82 basados en un tiempo reversible, el nuevo paradigma de la complejidad, operando con un tiempo irreversible, deberá generar modelos sociales y económicos congruentes, entre ellos, modelos de desarrollo, a cuya búsqueda andamos .

El concepto de sinapsis neuronal, de la neurofisiología, es otro concepto que

puede ser de extrema utilidad en el campo del desarrollo. La sinapsis (del griego enlace, unión) es el contacto sin fusión entre el cilindro

eje de una neurona y el cuerpo celular o las dendritas de otra a cuyo nivel se transmite el impulso nervioso de una a otra célula. Se trata, aparentemente, de una transmisión química y eléctrica. La inteligencia parece ser una función directa de la densidad de la sinapsis cerebral; se evalúa en aproximadamente cien mil millones el número de neuronas en un cerebro humano, aunque cada neurona tiene sólo unos 10.000 contactos con otras neuronas y estos contactos no son continuos, sino intermitentes según lo expresa Charles Francois 83. La inteligencia es considerada una propiedad emergente de la sinapsis neuronal.

Es interesante este punto. El mismo autor recién citado ha explorado la analogía

entre la sinapsis neuronal y la globalización,84 (Francois, 2002) señalando que “En sí misma, la globalización aporta propiedades emergentes, que resultan de las interacciones que transforman una colección de elementos incoordinados en un sistema coherente y funcional. Este aporte emergente resulta de las sinergias que se producen al entrar en contacto elementos anteriormente inconexos”.

En un reciente trabajo sobre descentralización presentado a un seminario

internacional realizado en Medellín (Colombia)85 utilicé una variante del título del magnífico film de Stanley Kubrick originado en una novela de Arthur Clarke, 2001: La Odisea del Espacio, para narrar “la odisea del desarrollo territorial de América Latina” a partir de esa fantástica metáfora antropológica del inicio del film en que se describe cómo los primates de una tribu se transforman súbitamente en homo sapiens al tocar el extraño monolito basáltico y al producirse en sus cerebros (supongo que ese era el mensaje) una sinapsis gigantesca e inmediata.

Si se piensa en el desarrollo societal 86 no es difícil ahora entender que se trata

de un concepto y proceso dinámicamente complejo,87 entendido este último vocablo como descriptor de una situación en la cual interactúan muchos elementos, de manera a veces difícil de describir y por tanto generando una elevada incertidumbre, propia de

82 Ningún ejemplo mejor que los otrora famosos “modelos gravitacionales” de Walter Isard y la Escuela de Ciencia Regional de Pennsylvania, donde no pocos de nosotros nos formamos. 83 Charles Francois, Presidente Honorario de la Asociación Argentina de Teoría General de Sistemas y Cibernética-GESI, Buenos Aires, Argentina. 84 Me gustaría señalar que a quien por primera vez le escuché referirse a la globalización como “una emergencia sistémica” fue a Federico Bervejillo, joven y destacado arquitecto uruguayo, mientras era estudiante en el ILPES, (Bervejillo, 1996). 85 Seminario Internacional Los estudios regionales en Antioquia, Medellín, 6 y 7 de Junio de 2002. El documento se titula 2001: La Odisea del desarrollo territorial en América Latina. 86 Empleo este concepto deliberadamente, más amplio y distinto de “desarrollo social” y también, por supuesto, de “desarrollo económico”. 87 Sería mejor decir “sistema dinámico complejo”.

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138una elevada variedad. Murray Gell-Mann, Premio Nóbel de Física, ha sostenido que la complejidad puede ser entendida como la dificultad para identificar regularidades en un sistema. Interrogada cualquier persona acerca de qué es lo que entiende por “desarrollo” seguramente enumera una serie de cuestiones como vivienda, trabajo, educación, salud, seguridad social, ingreso, y tal vez, asuntos más profundos como cultura, solidaridad, respeto a la alteridad, etc., etc. Probablemente esa persona no sea capaz de identificar las innumerables interacciones (¿articulaciones sinápticas?) entre los elementos que ella misma ha enumerado, pero para los especialistas es claro que no se trata de una suma.

En verdad estamos diciendo simplemente que el desarrollo depende de la

interacción, esto es, de la conectividad y de la interactividad entre varios (muchos) factores y procesos de menor escala, (de escala “local” en el lenguaje de la complejidad), por ejemplo, de una cultura (ya se verá cuáles son las implicaciones de ella), de relaciones de confianza, del papel de las instituciones, de la justicia, de la libertad, del conocimiento socializado en una comunidad, del conocimiento y de las destrezas “incrustadas” en las personas, de la salud, de los sentimientos y de las emociones que acotan y direccionan una supuesta racionalidad instrumental, de la autoconfianza, de elementos simbólicos que constituyen formas de poder, etc., etc.

Bien, el concepto de sinapsis da cuenta de lo anterior. Como se dijo, sinapsis es

conexión, conectividad, transmisión de “señales” (químicas, eléctricas, informacionales, y otras). Cuando en una comunidad, como es el caso de algunas regiones en América Latina, la medicina “moderna” se da la mano con la medicina “tradicional”, “tribal”, “ancestral”, “natural”, o como quiera llamarse, allí hay sinapsis, hay intercambio de información.

Pero al igual con lo que sucede en el cerebro para que la inteligencia aparezca

como “emergente”, no basta un elevado número de conexiones binarias, se requiere que se construya paulatinamente una red de alta densidad, una verdadera “maraña” de conexiones a través de las cuales fluya información. ¿Sinergía?

En este punto hay que hacer una referencia al concepto de sincronía neuronal88,

muy similar al concepto de sinergia. Lo que me parece sumamente sugestivo, después de conocer una introducción al tema (Aboitiz; 2001), es el hecho que el cerebro humano parece tener la capacidad de trabajar con categorías cognitivas analíticas y sintéticas, simultánea o secuencialmente, algo que debiéramos desarrollar en relación a nuestra capacidad para intervenir en la realidad (de la falta de desarrollo por ejemplo). Aboitiz cita a Thompson y Varela (2001) quienes señalan que “...la conciencia surge como una propiedad emergente, esto es, un proceso global que surge de la dinámica no lineal de las interacciones locales, y que genera procesos top-down (globales-a-locales) que modulan la dinámica general del sistema” (Aboitiz, 2001:285).

88 Estoy en deuda con el Dr. Ricardo Rosas, Director de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica de Chile por ponerme en contacto con este concepto, profundamente ligado a los últimos trabajos de Francisco Varela, no ha mucho fallecido. De todas maneras, el balance de reciprocidad con Ricardo Rosas sigue a mi favor, dado el hecho no menor de haberse casado con mi hija.

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139Eric Sommer (1996) define el concepto de sinergía como “un sistema de interacciones

entre dos o más actores o centros de acción”. Cualquier conjunto de dos o más seres interactuantes puede ser considerado como sinergía. La sinergía surge cuando dos seres interactúan o trabajan juntos de cualquier manera y por cualquiera razón. Para que surja una sinergía no se requiere un propósito común. Siempre de acuerdo a Sommer, la sinergía que envuelve un propósito común es una clase especial que se conoce como “organismo” u “organización”.

La sinergía incluye un conjunto de seres. Cada uno de estos seres aporta su

particular carácter a las interacciones sinérgicas. Estos caracteres que los seres aportan a sus interacciones en la sinergía incluyen todas sus potencialidades y disponibilidades, incluyendo sus experiencias, creencias y objetivos que son parte de sus cosmovisiones. Además de los seres y de sus cosmovisiones, la sinergía también contiene las interacciones y los patrones interactivos desarrollados entre estos seres. Finalmente, la sinergía incluye los particulares usos que sus participantes hacen de los otros, como medios o como instrumentos. Los participantes en la sinergía se sirven unos a otros como instrumentos o medios toda vez que ellos funcionan como mediadores o medios mediante los cuales otros participantes en la sinergía interactúan entre sí.

Señala Sommer que “una organización o un organismo es ‘una sinergia con un propósito

común’. Por ‘organización’ u ‘organismo’ quiero decir un conjunto de seres coadaptados y coordinados para alcanzar un objetivo común. ‘Organizar’ es, entonces, el acto o el proceso de coordinar y coadaptar un conjunto de participantes para el logro de un propósito común”.

Esta coordinación, diríase, este consenso social, se logra en un contexto

sinérgico mediante la introducción de energía en él. Energía que puede ser de naturaleza muy variada: el sentimiento patrio y nacional en una confrontación bélica, la solidaridad en una situación de catástrofe, la promesa de una satisfacción lúdica en un juego, la recompensa material o inmaterial en otras situaciones, un “logro-n” (n-achievement) à la McClleland, etc.

Aquí deseo introducir el concepto de sinergía cognitiva desarrollado un par de

años atrás en el marco de un experimento de desarrollo regional participativo (Boisier, 2000/b). He definido la sinergía cognitiva como la capacidad colectiva para realizar acciones en común sobre la base de una misma interpretación de la realidad y de sus posibilidades de cambio. Es decir, estamos hablando de una energía externa bajo la forma de un marco cognitivo que es asumido por los participantes en la sinergía y este marco cognitivo enlaza las posibilidades de acción con un conocimiento actual, contemporáneo, es decir, enlaza la acción con el conocimiento propio de la sociedad del conocimiento. Una cuestión de la mayor importancia porque ahora la estimulación del desarrollo en cualquier parte requiere de intensos insumos cognitivos nuevos. Las relaciones entre la gestión territorial y el conocimiento propio de la Sociedad del Conocimiento han sido exploradas en profundidad por este autor recientemente (Boisier, 2001/a). Este concepto (sinergia cognitiva) puede ser entendido como negentropía.

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140Como esta situación no se puede lograr mediante procedimientos pedagógicos

tradicionales (no se trata de dictar “cursos” a los agentes sociales, si bien ello puede ser recomendable en otro momento), la única forma de generar esta sinergía cognitiva 89 es mediante la instalación de procesos de conversaciones sociales profesionalmente estructuradas, de manera que toda la cuestión termina por enmarcarse precisamente en el paradigma constructivista y en el uso del lenguaje, la palabra y el discurso, para crear actores y proyectos.

Precisamente sobre esto Gershenson (op.cit.) anota que al formarse sociedades,

para lograr fines comunes (organizaciones diría Sommer), se desarrollan medios de comunicación: lenguajes. Para que haya lenguaje, ya debe haber ciertas construcciones conceptuales. Los conceptos se forman simplemente al repetirse una experiencia y cuando se tiene un lenguaje se le puede asignar un nombre al concepto. Los conceptos pueden hacerse más y más abstractos y el lenguaje permite que ellos sean transmitidos y discutidos. El lenguaje permite que los conceptos sobrevivan a través de generaciones evolucionando al mismo tiempo. Estos conceptos representan conocimiento y es la acumulación de conocimiento lo que da origen a la cultura. La influencia del pensamiento de Pierre Bourdieu es evidente.

El procedimiento denominado como conversaciones sociales90 busca

precisamente generar un lenguaje a partir de ciertas construcciones conceptuales (hipótesis sobre el crecimiento y el desarrollo en el territorio) y este lenguaje se traducirá en un conocimiento socializado sobre la naturaleza (estructura y dinámica) de los procesos recién mencionados, conocimiento que a su vez jugará un papel de poder simbólico a favor de quien lo detenta y lo exhibe.

El diálogo, ubicado en el centro mismo de toda conversación social, es, en sí

mismo, un tipo especial de conversación. El diálogo trata de la emergencia: del nacimiento de nuevos significados y compromisos. “El diálogo es la herramienta que permite explorar el espacio de posibilidad” (Battram, op.cit.: 58). Para generar un diálogo exitoso, que produzca emergencia, hay que atenerse a tres reglas básicas: 1) respetar a la persona que “mantiene el contexto” en cualquier momento del diálogo; 2) suprimir la tendencia a juzgar o peor, a prejuzgar; 3) considerar todos los puntos de vista igualmente válidos.

Puede observarse que en forma paulatina comienzan a delinearse tareas

específicas que habría que instalar o potenciar en un territorio para que el desarrollo emerja: primero, introducir complejidad en el sistema territorial (región, provincia, comuna, o lo que sea), por ejemplo ampliando la variedad de actividades y organizaciones, dotar a las instituciones de elevada jerarquía (autonomía decisional) que las capaciten para establecer regulaciones, estimular una creciente división del trabajo (y aceptar la incertidumbre asociada), ampliar la malla de conexiones, incrementar el flujo interactivo, aumentar la proporción de operaciones (de cualquier 89 Que en último término debe traducirse en generar poder social, ya que “el poder surge entre los hombres cuando éstos actúan unidos” según lo afirmase Hanna Arendt. 90 Sobre la noción de conversaciones sociales en relación al desarrollo es importante revisar algunos trabajos del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) sobre Chile, en particular los varios informes sobre El Desarrollo Humano en Chile.

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141clase, financieras, comerciales, tecnológicas, etc.) que tengan su inicio y/o su término adentro y/o afuera del sistema; segundo, favorecer la sinapsis, es decir la transmisión de información entre los componentes sistémicos mediante la conformación de redes y mediante el uso de los medios tradicionales de difusión de la información (estimular la densificación de la mass-media); tercero, introducir al sistema energía exógena como por ejemplo, conocimiento, y potenciar la energía endógena (socialización del conocimiento tácito, autoestima colectiva, autoconfianza, etc.).

¿Qué tipo de estructura de gestión se requiere para generar desarrollo?

La propuesta central aquí reseñada es que el desarrollo sería una propiedad

emergente de un sistema territorial complejo. Complejo en el sentido primario de ser difícilmente predecible y puesto que las definiciones científicas se centran en lo que es previsible, será difícil definir y trabajar la complejidad en términos científicos tradicionales. De aquí la importancia que adquieren en el desarrollo factores subjetivos y también el arte, en su sentido lato, en la propia gestión del desarrollo.

Pero hablamos no sólo de un territorio complejo; el territorio socialmente

organizado, que constituye la base física y psíquica del desarrollo es también un sistema adaptativo complejo, dinámico, disipativo y autopoiético. La tensión constante entre orden y caos, que se llama “complejidad”, es el resultado de dos procesos dinámicos que interactúan permanentemente: la necesidad autopoiética de conservar la identidad, de recrearse continuamente a sí mismo, de resistirse al cambio y de centrarse en el interior, y la necesidad vital de todos los seres vivos de cambiar, de crecer, de explorar los límites y de centrarse en el exterior. Un sistema adaptativo complejo aprende a la vez que se auto organiza. “Parece que un sistema adaptativo complejo es ‘adaptativamente inteligente’, siempre viendo e imaginando modelos, probando ideas, actuando sobre ellas, descartándolas otra vez, siempre evolucionando y aprendiendo” (Battram, op. cit: 33). En este sentido, el desarrollo no puede ser sino el resultado de la adaptación interactiva con el entorno, producto de subsistemas independientes del sistema adaptativo complejo, que buscan mejorar su situación, en una dialéctica permanente entre impulsos centrífugos y centrípetos (autopoiéticos).

Otra vez Nieto de Alba: “ Todos los sistemas autorreproductivos, sean individuales o sociales,

constituyen estructuras disipativas, abiertas unas a las otras y solamente capaces de mantenerse y crecer interdependientemente...El crecimiento sostenido de un sistema disipativo requiere capacidad para convertir la energía e información del entorno en formas más elaboradas de estructuración interna, al mismo tiempo que transporta desorden interno al entorno” (1998:129/130). Así que estos sistemas (como el sistema territorial que tenemos en mente) se caracterizan por una tensión dinámica entre la eliminación de entropía y la acumulación de neguentropía; si el balance es favorable el sistema evoluciona mediante su crecimiento interno.91

91 Mayores regulaciones y también mayor variedad de actividades por un lado y creciente sinergia cognitiva por otro.

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142¿Es posible identificar, en un sistema territorial cualquiera, los sub-sistemas

locales más relevantes para generar desarrollo? Esto es básico para introducir sinapsis, complejidad, y sinergía de manera que emerja el desarrollo.

Recogiendo muchos aportes de la más variada naturaleza que han apuntado de

manera parcial a elementos que parecen actuar como causalidades del desarrollo y haciendo con ellos un ejercicio taxonómico para agruparlos en categorías relativamente homogéneas en su interior, es posible hablar de seis de ellas.

Louis-Joseph Lebret (1969:23/24) decía: “La mayoría de los expertos [en desarrollo] no

se atreven a enfrentarse con la cuestión de los valores ni, en consecuencia, con la de los objetivos de óptimun humano que hay que proponer...Algunos autores que tratan del desarrollo, adolecen de la cortedad de miras de su concepción metafísica. Están aprisionados por una teoría del poseer y de la extensión de la posesión, cuando en realidad habría que subordinarlo todo a ser-más y elaborar una teoría y una praxis del ser-más que comprendiese la utilización civilizadora del poseer...Para nosotros, lo que cuenta es el hombre, cada hombre, cada grupo de hombres, la humanidad entera. El objetivo del desarrollo no puede ser otro que el desarrollo auténtico de los mismos hombres”.

He aquí un respaldo suficiente para comenzar por identificar a un conjunto de

valores como el sub-sistema que define el punto de partida en la búsqueda del desarrollo, recordando también que D. Seers en ¿Qué estamos tratando de medir? iniciaba su planteamiento apuntando al carácter axiológico del desarrollo.

Creo que es necesario, al hablar de desarrollo en un territorio (nación, región,

etc.) distinguir entre un cierto número de valores universales, como libertad, democracia, justicia, paz, solidaridad, igualdad (o equidad o ausencia de discriminación), ética, estética, heterogeneidad y alteridad, sin los cuales es impensable el desarrollo en general, y otro número de valores singulares, propios del territorio en cuestión, que son los valores que confieren una identidad, la que unifica hacia adentro y distingue y separa hacia fuera; sin este segundo conjunto no será posible conformar una fuerte comunidad imaginada que haga del propio territorio su principal referente identitario y que viabilice la cooperación y solidaridad interna porque, “aunque no nos conocemos personalmente, somos del mismo lugar”, que es el sentido que B. Anderson (1991) dio a su concepto. Cuando se habla de valores, hoy, en la contemporaneidad, se alude a nombres como J. Rawls (justicia), A. Sen (igualdad), D.Goulet (ética), M. Levinas (alteridad) y otros, como se muestra en Parker (1998).

Los actores, individuales, corporativos, colectivos, públicos y privados,

configuran un segundo sub-sistema, siendo precisamente los actores los portadores del desarrollo. Como lo hemos señalado en varios trabajos anteriores, no resulta suficiente apelar a los actores en un sentido meramente abstracto; es necesario rescatar de entre ellos los verdaderos agentes de desarrollo, actores portadores de proyectos, con poder efectivo como para incidir en el curso de los acontecimientos, los que deben ser identificados con exactitud a fin de convocarlos en los momentos oportunos 92 (en la 92 Se trata de conocerlos, con nombre, apellido, dirección, inserción en el tejido social, etc. a fin de configurar una lista ordenada de ellos según su dotación de poder. Hay que recordar que, dejando de lado situaciones revolucionarias, una activación del desarrollo sólo tiene éxito si se hace con el poder existente y no contra él y, al contrario de lo que sugeriría un análisis superficial e ideologizado, esto no plantea una situación conservadora; mas bien plantea el desafío de la asociatividad y de juegos de suma abierta.

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143complejidad los agentes son elementos capaces de determinar su propio comportamiento).

Las organizaciones,93 públicas y privadas, conforman un tercer sub-sistema.

Los elementos de este conjunto incluyen objetos, propiedades, y conductas. Quiero decir que no sólo interesa un catastro de las organizaciones que operan en el territorio (que serían los objetos), sino que fundamentalmente interesa la evaluación de sus propiedades o características, en relación a la contemporaneidad. Esto se refiere a la velocidad de sus procesos de decisión, a la flexibilidad de respuesta a la cambiante demanda del entorno, a su maleabilidad 94, a su resiliencia, a su identidad con el propio territorio y, sobre todo, a su inteligencia organizacional (las propiedades); finalmente interesa también establecer el patrón de relaciones inter- organizacionales a fin de evaluar el clima de cooperación o de conflicto entre ellas (las conductas).

Los procedimientos, el conjunto de modalidades mediante las cuales el gobierno

local gobierna, administra, informa, y posiciona en el entorno a su propio territorio, definen un cuarto sub-sistema. Algo más adelante se discutirá el verdadero sentido de “hacer gobierno”; por el momento hay que señalar que “administrar” es un procedimiento de rutina que conecta al gobierno con la población en el día a día mediante la prestación de servicios y es también un procedimiento para asignar recursos, una vez que los fines han sido establecidos95 . Por otro lado y ello resulta muy importante en el marco de la Sociedad del Conocimiento y de la Información, los actores sociales se sienten ahora abrumados por la velocidad, la masividad y la entropía de la información contemporánea, una cuestión que los empuja a asumir posiciones conservadoras en lo económico debido a la creciente incertidumbre y a los elevados costos de transacción; nadie sino el propio gobierno local puede asumir la tarea de recoger este flujo de información, reestructurándolo ordenadamente en función de los propios objetivos societales (que se están formulando al mismo tiempo) para devolverlo de esa manera a sus potenciales usuarios, reduciendo los costos de transacción, la incertidumbre y la asimetría. Del mismo modo, nadie sino el gobierno puede encabezar la tarea permanente para posicionar al territorio en cuestión en el nuevo escenario contextual de la globalización, como se hace, a veces, regularmente a nivel nacional 96. Como puede apreciarse, administrar es, ahora, más complejo que en el pasado.

La acumulación o el capital económico configura un quinto sub-sistema obvio,

pero con la observación hecha más atrás en el sentido que sin negar la importancia de la articulación entre los procesos de crecimiento y de desarrollo, se niega una relación lineal jerárquica o cualquier planteamiento simplista y se sostiene una complejidad desconocida de tal articulación. Pero resulta obvio que por intangible que sea el desarrollo, varios aspectos de tal intangibilidad requieren una base material sólida y en expansión. Sin un adecuado flujo de inversión neta eficientemente aplicada no puede 93 En el sentido que Sommer otorga a este concepto, como “sinergias con propósito”. 94 Capacidad para adaptar su propia estructura al entorno. 95 Hay que recordar aquello de que “la administración hace las cosas adecuadamente y la lideranza hace las cosas adecuadas”. 96 A través de organismos especializados como la agencia gubernamental PROCHILE en el caso de Chile y tanta otras en distintos países.

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144sostenerse en el largo plazo una práctica de desarrollo. Una cuestión importante a tener presente es que en el contexto de la globalización, con la extraordinaria movilidad de los factores productivos, principalmente capital financiero y tecnología, los territorios tienen escasa endogeneidad y más bien, desde el punto de vista de las decisiones que determinan la conducta de los factores de crecimiento en espacios subnacionales (capital, tecnología, capital humano, proyecto nacional, política económica, demanda externa), el crecimiento se muestra como exógeno y ello determina culturas gubernamentales hacia estos factores distintas de las del pasado. Los gobiernos deben ahora ser profundamente proactivos 97

Intencionadamente he dejado en el sexto y último lugar al sub-sistema más

importante, si es que aceptamos la naturaleza intangible del desarrollo como proceso y como estado temporal. Se trata de los capitales intangibles, un amplio conjunto de factores específicos que pueden ser agrupados en categorías relativamente homogéneas y cuya importancia no sólo es crecientemente reconocida sino que deriva de la lógica más elemental; en efecto, si se admite el carácter intangible, subjetivo e incluso asintótico del desarrollo (en relación a un imaginario eje de su propia realización), preciso será reconocer que los factores causales o variables independientes deben tener la misma dimensión, porque está claro que no existe la alquimia capaz de transformar el plomo en oro. Puesto en blanco y negro: el desarrollo no es causado por la inversión material, sino por acciones que potencian fenómenos que se encuentran preferentemente en el ámbito de la psicología social, aunque, según Alain Peyrefitte (1997:28) “Nos resulta difícil aceptar que nuestra manera de pensar o de comportarnos colectivamente pueda tener efectos materiales. Preferimos explicar la materia por la materia, no por la manera”.

Estos capitales intangibles son en general de una naturaleza tal que espantan a

los economistas, puesto que su stock aumenta a medida que se usan, es decir, se comportan exactamente al revés de los recursos descritos en la teoría económica 98. Hace más de cuatro décadas que A. Hirschmann esbozó una idea semejante al hablar de los “recursos morales” y por cierto, algunos de estos capitales intangibles están a la moda, como es el caso del capital social. El autor (Boisier, 2001/b) ha propuesto diez categorías: capital cognitivo, capital simbólico, capital cultural, capital social, capital cívico, capital institucional, capital psicosocial, capital humano, capital mediático, y, el más importante en el planteamiento desarrollado en estas páginas, capital sinergético. Nombres tales como Bourdieu, Putnam, North, Williamson, Schultz, Fukuyama, Montero, Becker, Coleman, Hirschmann, y muchos otros se encuentran detrás de estos conceptos.

Lamentablemente, no es posible en el espacio de este documento99 entrar a un

análisis detallado de estos capitales, aún cuando, repito, se trata de la categoría más importante en este contexto.

97 En otros trabajos he hablado del paso desde una “cultura del trampero” a una “cultura del cazador” en forma metafórica para aludir al cambio de actitud de los gobiernos. 98 Un ejemplo inmediato y sencillo es la solidaridad. 99 Las revistas académicas, el vehículo natural para difundir este tipo de planteamiento, se han puesto límites cada vez más restringidos en el espacio “aceptable” para contribuciones y no resulta extraño recibir una petición para “cortar por la mitad” un artículo, como si fuera una salchicha.

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145Lo que se tiene entre manos a estas alturas es, figuradamente, un “hexágono del

desarrollo”100. Aquí es donde hay que establecer sinapsis, crear sinergía e introducir energía.

Acerca de los valores, hay que decir que para transformarlos en elementos

activos del desarrollo no basta una declaración de adhesión. Se necesita por un lado, investigación histórica y rescate para sacar a luz los valores singulares del territorio en cuestión101 y se necesita un discurso permanente para mantener viva la adhesión a los valores universales y singulares. ¿Qué proporción, por ejemplo, de la población de la Región del Maule (Chile) declara su apego a la valorización de la alteridad, o sea, de la diferencia, y del “otro” o “no-yo”? ¿Qué significa para esta misma población el ser “maulino”, o la “maulinidad” como valor? ¿Qué significa ser “paisa” en Colombia, o sea, originario de Antioquia? Nada de esto puede suponerse como dato del problema; se trata de variables a crear o rescatar y reforzar. Sin valores no hay ni región ni desarrollo. La importancia del sistema de educación y de los medios de comunicación social y también de las universidades o centros de investigación aparece clara y entre estos elementos hay que introducir articulaciones sinápticas, aunque sean binarias al comienzo.102

Sobre los actores ya se señaló que el trabajo con los actores requiere bajar de lo

abstracto a lo concreto, descubriendo a los agentes y a su poder relativo (en el ILPES se desarrolló años atrás una metodología, simple, pero potente, basada en un sociograma y conocida como el software ELITE, para identificar al conjunto de agentes con poder, ordenándolos en forma relativa). Hay que inducir a los actores individuales a agruparse según intereses comunes, a los corporativos a federarse, y a los colectivos a hacer suyo un discurso supra-sectorial actualizado y moderno sobre el desarrollo.

En relación a las organizaciones hay que recordar que en torno a ellas se

construye principalmente la asociatividad, una forma de sinapsis clave en el contexto actual de la globalización y de la sociedad del conocimiento. La asociatividad admite varias lecturas: entre el sector público y el privado (para construir “partenariado”), entre empresas, gobierno, y el mundo de la investigación científica y tecnológica para posibilitar procesos de aprendizaje colectivo e innovación, entre empresas y cadenas de valor para generar agrupaciones o clusters, y entre territorios mismos para dar origen a regiones asociativas y regiones virtuales.

En torno a los procedimientos (gobierno, administración, información,

posicionamiento) la tarea consiste en ligar estrechamente los procesos de modernización en las cuatro áreas señaladas (por ejemplo, la informatización del

100 Algo más refinado que el propuesto por el autor hace años (Boisier, 1996). 101 Si no existen, hay que admitir que no existe una verdadera región, como territorio organizado capaz potencialmente de desarrollarse endógenamente, sólo existe un recorte territorial, al cual arbitrariamente se llama región. Siendo ese el caso ni siquiera se necesita un gobierno, ya que no hay nada, no hay una sociedad que gobernar, sólo se necesita un órgano de administración que perfectamente puede ser sólo desconcentrado, como en Chile. 102 La historiadora colombiana María Teresa Uribe ha escrito (2002) un interesante trabajo sobre Antioquia como “comunidad imaginada”, muy pertinente a esta discusión.

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146gobierno debe servir para proveer una mejor prestación de servicios, también para “colocar” al territorio en el “mapa de la globalización”, el mejor manejo de la información a su vez debe ser puesto al servicio directo de la función de gobierno así como de la promoción, y así por delante).

Para atraer capital transformando el territorio en un territorio competitivo

hacia adentro, es decir con capacidad de atraer justamente capital y tecnología, hay que desarrollar un trabajo profesional y sistemático vinculado a la creación de una imagen corporativa, un logo, y una idea fuerza. Esta tarea se apoya en la cultura y en el propio proyecto de desarrollo, combina pasado y futuro; además, requiere de conocimiento científico sobre una serie de cuestiones, como por ejemplo, los requerimientos locacionales actuales de las varias actividades manufactureras, (mucho más sofisticados que en el pasado), posibilidades de desarrollo tecnológico de los recursos regionales, normas y códigos internacionales sobre capital y propiedad intelectual, etc., etc. Todo ello debe ser enmarcado en un esfuerzo de promoción y publicidad o marketing territorial (Caroli; 1999).

En el variado conjunto de capitales intangibles, sindicados acá como el factor de

desarrollo más importante, las acciones sinápticas son múltiples. Muchos de los capitales intangibles mantienen naturalmente entre sí articulaciones con variada fuerza, por ejemplo, el capital cognitivo y el cultural, el social y el cultural, el cívico y el institucional, etc. Se tratará de pasar de conexiones binarias a conexiones múltiples mediatizadas por el papel asignado al capital sinergético.

La energía e información (neguentropía) que hay que introducir en este sistema,

que ya ha aumentado considerablemente su complejidad, para que emerja el desarrollo, está representada como se dijo por una sinergía cognitiva apoyada en un proceso de conversaciones sociales.

¿Puede una estructura tradicional de gobierno territorial hacerse cargo de estas

tareas? Me parece que la respuesta es claramente negativa. Lo afirma también Yehetzel Dror (1996:77): “...Y las formas disponibles de gobierno no son adecuadas para manejar las necesidades y oportunidades en un mundo en constante cambio”.

Quizás si la limitación más severa que entraba el papel de los gobiernos sub-

nacionales en relación al fomento del desarrollo radica en su incapacidad práctica para pensar, reflexionar y aventurarse en el largo plazo.

Es fácil atribuir esta limitación a restricciones presupuestarias y de personal,

pero mi experiencia me muestra que también en muchos lugares –y Chile es uno de ellos—hay en los tecnócratas públicos (especialmente en las regiones) un verdadero miedo a la innovación, que responde a patrones culturales que miran mal al innovador, que incluso llegan a castigar socialmente la innovación (mediante la ridiculización, la marginación, pérdida del empleo, etc.). Estos patrones son propios además de culturas autoritarias que permean todos los ámbitos de trabajo103 ; en estas condiciones, proponer cambios, proponer innovaciones supone un alto riego funcionario y se puede

103 En Chile esto es muy evidente y fue, por cierto, acentuado durante el Gobierno Militar de 17 años.

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147llegar a ser fácilmente un “Cristo de nuevo crucificado”, aludiendo al título de la novela de Kazantsakis. Todo esto además se magnifica en espacios sociales y burocráticos de pequeña escala, proxémicos, como sucede en los ámbitos sub-nacionales, en los cuales incluso la persona de la autoridad es demasiado cercana, física y jerárquicamente hablando.

Hay varias otras razones que impiden que los gobiernos sub-nacionales

cumplan el papel que se ha imaginado para ellos. Varias de estas razones fueron mencionadas más atrás de manera que acá sólo es necesario agregar una adicional. Me refiero al hecho de que en muchos casos la organización denominada (incluso en la ley) “gobierno regional” no es tal, no tiene capacidad otorgada para hacer gobierno en el sentido politológico del término, es decir, no tiene capacidad de conducción social, ni legitimidad popular, ni autoridad real para señalar caminos de futuro ni para tomar decisiones que, por ejemplo, pudiesen significar conflictos de poder con el gobierno nacional y por tanto no puede diseñar un proyecto de desarrollo que sea en alguna medida divergente e incluso francamente contradictorio con el proyecto nacional y debe someterse a un mimetismo y a una reducción a escala completamente inconducente.

No se necesita ser un genio creativo para señalar que el desarrollo, que la

gestión de un proyecto de desarrollo, requiere poder político. Esto es obvio y también lo es recordar que el poder político no es un stock inmutable y que su distribución no obedece necesariamente a un juego de suma cero entre el gobierno nacional y los gobiernos sub-nacionales. El poder se transfiere, es cierto, pero principalmente se crea mediante el consenso social y la concertación de fuerzas políticas. Como la afirmaba Hanna Arendt: “El poder surge entre los hombres cuando éstos actúan unidos...”

Pero mientras este proceso se desenvuelve y ello siempre requiere plazos

medios, cualquier gobierno territorial, aún dentro del escaso margen de maniobra que posee, puede crear una unidad de gestión encargada del largo plazo, del pensamiento y de la acción de largo plazo (que obviamente comienza hoy), que lleve a una radical división de tareas en la estructura organizacional del gobierno, separando definitivamente las tareas de administración de las tareas de desarrollo, separando el corto del largo plazo, separando la contingencia de lo sustantivo.

Tal unidad, con un alto nivel de profesionalismo, debe ocuparse de la

prospectiva, de la construcción de escenarios de largo plazo (Medina, 2001), de las conversaciones sociales, de las alianzas estratégicas, de los flujos de inversión de largo plazo, del ordenamiento territorial, de la investigación científica y tecnológica, de la creación de sinapsis, sinergía, interacción, energía, del seguimiento permanente del potenciamiento de los capitales intangibles del territorio, en una palabra, del desarrollo más que del crecimiento. Claro que si los profesionales de esta unidad no están profundamente entrenados en análisis sistémico, complejidad, uso de lógica difusa, y otros conocimientos similares, no se avanzará mucho. Como lo sugiere Stiglitz en una cita anteriormente anotada, si no hay cambios mentales será imposible lograr el desarrollo. Porque el éxito depende de entender y de poner en práctica las condiciones que hacen posible las emergencias sistémicas.

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148Me doy cuenta que, como toda propuesta de cambio de prácticas rutinarias,

ésta puede ser acusada como de inviable a primera vista. Pero he aquí una fuerza independiente que viene en ayuda: la “nueva economía” y las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), que mediante la formación de redes electrónicas como INTERNET facilita enormemente la conformación de sinapsis en sistemas como un territorio organizado y el flujo de información entre nodos de la red. A tal punto que intentar el logro de un impulso permanente de desarrollo, como se le ha definido acá, tal vez no sería posible en forma inducida sin una tecnología como INTERNET.

Recientemente el Gobierno de Chile ha dado a conocer una encuesta hecha a

cerca de 80.000 empresas (a través de una encuesta a una muestra de 3.134 empresas) que intentó medir el acceso y uso de las TIC en las empresas chilenas (Ministerio de Economía, 2002)104. Las empresas se clasificaron como pequeñas, pequeñas/medianas, medianas, y grandes, y se configuraron doce sectores. Los principales resultados muestran la previsible dispersión de la incorporación de las TIC según tamaño (sólo a título de ejemplo, el 53 % de las grandes empresas dispone de página web al paso que sólo un 10 % de las pequeñas tiene página web), pero lo más revelador es el uso de Internet por parte de las empresas. El 70 % de ellas usa Internet para relacionarse con el Banco, el 67 % para relacionarse con Servicios del Estado, el 35 % para relacionarse con Proveedores y el 30 % usa Internet para contactarse con sus clientes. La principal información que fluye en la conexión empresa/banco es la revisión de los estados de cuenta, en el caso de los Servicios Estatales se trata de la declaración y pago de impuestos; la interconexión entre empresas revela mayoritariamente flujos de información sobre precios y ofertas, y con los clientes el flujo mayor es un intercambio de información. Estos y otros aspectos de la encuesta revelan un cierto patrón cultural, nada de extraño en el caso de Chile, y que privilegia los flujos verticales 105 por sobre una sinapsis más compleja y horizontal. Si bien el estudio se refiere al mundo empresarial, es permisible aventurar extrapolaciones hacia mundos más agregados. Esto pone en evidencia las indesmentibles dificultades del enfoque propuesto, que sería inútil ocultar.

Los gobiernos y otros estamentos sociales, como agrupaciones empresariales

principalmente y universidades, están perfectamente conscientes de ello, aunque sus iniciativas para colocar a las empresas en red o para acelerar la implantación del “gobierno electrónico” tengan como objetivos principales mejorar la productividad, la competitividad, la estructura de costos y las prácticas administrativas empresariales más que el desarrollo agregado como tal. No importa; en último término todos estos objetivos coadyuvan al desarrollo, directa o indirectamente y una vez instalada una red interactiva (una sinapsis) no será imposible transformarla en una sinergía (darle, como se recordará, un propósito común: el desarrollo) e introducir a través de ella la energía necesaria.

Supongo que no es difícil estar de acuerdo en que un enfoque como el

propuesto, se inscribe, en la praxis, en el ejercicio del constructivismo lingüístico, es 104 Las TIC incluyen en este estudio el computador, la conexión conmutada a Internet, la conexión dedicada a Internet, y la banda ancha. 105 Perfectamente afín este hecho con la reconocida cultura autoritaria chilena, incluso en el ámbito empresarial.

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149decir, en el uso de la palabra, del lenguaje y del discurso en la creación sistemática de actores y de proyectos. Lo dice el sociólogo Rafael Echeverría (2000:37): “Se ha reconocido que el lenguaje tiene un poder activo y generativo. Es lo que llamamos el poder transformador de la palabra...a través de él generamos nuevos objetos y productos, transformamos el mundo, abrimos o cerramos posibilidades, construimos futuros diferentes” (subrayado del autor).

Así que en definitiva, el “hexágono de desarrollo” al cual se hizo referencia tiene

como vértices los siguientes subsistemas: 1) de acumulación; 2) decisional; 3) procesual o procedimental; 4) axiológico; 5) organizacional y; 6) subliminal (este último referido a los capitales intangibles cuya percepción se encuentra generalmente en el plano subconsciente), conectados todos estos vértices por una fuerte malla sináptica y dinamizados mediante la sinergía cognitiva introducida al sistema.

Una última interrogante técnica (¿u ontológica?): ¿es el desarrollo un proceso

caótico? Por supuesto ya que “el desorden se activa como resultado de la naturaleza multidimensional del orden” (Colodro; 2002:34). Profundizar esta cuestión queda en manos del lector.

La propuesta presentada acá no es fácil de llevar a la práctica. En la historia de

la humanidad, el sueño de volar ha estado siempre en la mente del hombre y su realización práctica también, sólo que ésta última requiere un permanente proceso de creación de conocimiento y de acción mancomunada. Se podrá decir que Dédalo e Ícaro fracasaron, pero no ha fracasado la especie humana en su sueño y no sólo volamos rutinariamente ayudados por ingenios mecánicos, sino que estamos a la puerta de la tele-transportación de la energía y entonces de la materia.

El sueño del desarrollo, del bienestar, de la justicia, de la igualdad, de la

solidaridad, de la amistad, ha estado siempre en la mente del ser humano y también lo ha estado su realización. Si logramos, en los espacios territoriales pertinentes, aglutinar pensamiento complejo, conocimiento, acción común y poder político, el desarrollo surgirá como lo que es: una propiedad de un sistema socio-tecno-económico, territorializado, complejo, dinámico, adaptativo y sinergizado, a partir del cual habrá que encauzarlo para lograr una diseminación territorial justa, eficiente y respetuosa del entorno.

Es posible que el objetivo final todavía esté distante en el tiempo. Después de

todo hay que recordar que ya hace un largo tiempo que Aristóteles dijo: “La riqueza no es, desde luego, el bien que estamos buscando, pues no es más que un instrumento para conseguir algún otro fin” (Etica a Nicómaco) y todavía confundimos medios y fines.

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UNA VISIÓN GRÁFICA DEL DESARROLLO COMO EMERGENCIA SISTÉMICA

Subsistema axiológico

Subsistema decisional

Subsistema organizacional

Subsistema de acumulación

Subsistema subliminal

Subsistema procedimental

SINAPSIS

EMERGENCIA SISTÉMICA

SINERGÍA

COGNITIVA

EL DESARROLLO: EMERGENTE COMO LA AURORA

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154POSFACIO

¡LO DEMÁS ES SILENCIO! Hamlet, Príncipe de Dinamarca, Acto V W. Shakespeare