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IntroducciónSirvan estas breves palabras para presentar, una vez más, al

inquieto personaje del abuelo Tomás, quién recorrió una larga ruta ensu constante búsqueda, por hallar una razón, un argumento irrebatibley concluyente por entero, sobre las muchas dudas que le asaltabanacerca de la supervivencia y el destino del alma humana.

Desde temprana edad, le impactó vivamente la muerte de unser querido, una primita suya de siete años, deliciosa compañera dejuegos de infancia. Tan inesperado acontecimiento le dejó muyimpresionado. No comprendía como una enfermedad, podía paralizarla voz, el movimiento, la sonrisa, las caricias, la vida en suma de unapersona. Asoció la muerte con las quejas y las lágrimas de la familia,que se plañía de aquella ausencia insoportable, del doloroso vacío,palpable, presente, sin consuelo, que les había alcanzado a todos.Tomás siempre tuvo grabado en su memoria el trastorno emocionalque ocasionó aquel desdichado infortunio.

Pasó un lustro y el joven seguía obsesionado con la idea de lamuerte, el dolor físico y moral. Rebuscó en la Enciclopedia los nombresde grandes hombres, cuyas filosofías estudiaba y comparaba. Noabandonó su talante irónico y perspicaz, aceptando únicamente loque podía asimilar después de examinarlo con detenimiento.Prescindió de enigmas, dogmas y misterios, persuadido que tanoscuros escollos, no tendrían mayor utilidad que entorpecer susinvestigaciones. La documentación que obtuvo, resultó ser abundante.

Recogió de la herencia recibida en ancestrales épocas,escudriñó en la siempre desconcertante mitología, socavó hasta loscimientos los credos de las religiones actuales y se percató que, trasun importante número de remiendos, las ideas, creencias y tradiciones,adquirían nuevas formas, destinadas en su mayoría, a manipular ysometer, más que orientar a los pueblos. Un credo religioso a menudodespierta equidistantes reacciones, desde el más exaltado misticismo,a un poderoso somnífero mental, que a su vez, declina en tan profundaindiferencia que roza los márgenes del ateísmo.

Efectuadas las indagaciones pertinentes, Tomás llegó a laconclusión de que la luz disipa las sombras y el estudio ahuyenta laignorancia. El conocimiento y la razón, otorgan libertad de

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pensamiento, lo cual transmite seguridad, sosiego y calma, porquede forma gradual e irrevocable nos conducen a descubrir que noestamos solos en la inmensidad del Cosmos, regido, sostenido yalimentado por el Gran Amor.

Captar esa realidad, obliga a los humanos al hecho inexcusablede razonar con humildad socrática. El sabio es consciente de lo muchoque ignora. La humildad por consiguiente, ha de ser el eje de todainvestigación, tanto científica como filosófica, ella contiene la semilladel éxito en el crecimiento integral del ser.

Recomendamos efectuar un sencillo ejercicio. En una nocheestrellada, levantemos con atención la mirada al firmamento, hastadonde nuestra vista pueda alcanzar. Cerremos después los ojos yrecordemos las impresionantes imágenes captadas por los máspotentes telescopios, en las cuales se pueden observar exiguosretazos o fragmentos del vasto Universo. Y con un simple razonamientonos daremos cuenta de la inconmensurable grandeza de la Creación,al tiempo que repararemos en nuestra pequeñez.

No obstante, no tardaremos en experimentar profundas eindecibles sensaciones de seguridad y bienestar. Sabremos en esteinstante, que la magnitud del Infinito nos envuelve, porque estamosinmersos en él, participando de la Vida indisoluble.

M. Dolors Figueras

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Amargo recuerdoAquella mañana de finales de octubre, soleada y tibia, Tomás

caminaba sin prisa; le apetecía recorrer algunas calles, y en especialuna plaza del barrio donde había nacido. Se detuvo frente a un caserónde ruinoso aspecto, vacío y sentenciado a ser demolido por unaimportante inmobiliaria. El jardín, cubierto ahora por una espesamaleza, había sido testigo de las risas y los juegos de los chiquillosdurante varias generaciones. Retrocediendo en el tiempo, Tomás viocomo si el jardín recobrara de nuevo vida, allí estaban las ventanas yel balcón repletos de claveles y geranios y las madreselvas trepandopor las paredes, llenando el aire con su penetrante perfume. Lolo, uncachorro blanco, corría saltando y ladrando, junto a dos chavales,Tomás y Damián que, alegres, jugaban a pelota. Teresita, hermanade este último, se mecía feliz en el columpio. Sentada en el porche laabuela Gertrudis, zurcía calcetines, levantando de vez en cuando lacabeza para observar satisfecha a sus nietos.

Tomás anduvo unos pasos. Cayó en la cuenta que habíantranscurrido cerca de 65 años, desde que un negro nubarrón sumieraa toda la familia en un profundo dolor. Recién cumplidos siete añitos,Teresita, la gloria de la casa, inesperadamente enfermó de meningitis,falleciendo a los pocos días. La vieron por última vez dentro del ataúd,con su muñeca favorita a un lado. Parecía dormir, sus abundantesrizos dorados enmarcaban la pálida carita, «lucía» un vaporoso vestidoblanco, preparado con mucho amor por su madre, para recibir suprimera comunión. En la iglesia, el párroco, como de costumbre elogiólas cualidades de la niña, aplicada, obediente, cariñosa; una flor tandelicada que «Dios la había escogido para su jardín, llevándosela alCielo».

Los días subsiguientes transcurrieron en un asfixiante silencio,que pesaba como una losa sobre la apenada familia. Ya no seescuchaban las voces cantarinas y las risas de Teresita; su habitaciónen perfecto orden, y el lugar en la mesa del comedor vacío, pregonabanla dura realidad de su ausencia.

Un día Damián sorprendió a su padre, golpeando con furor unapuerta, mientras gritaba: «¡Ni cielo, ni nada, todo son cuentos,pamplinas de los curas, nuestra hija está muerta, nos la han robado!»El chaval contó a su primo Tomás lo que había presenciado y le pidió

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que le acompañara a la iglesia. Se puso frente a una imponente imagende Cristo crucificado, de tamaño natural, que presidía una de lascapillas laterales. Encarándose a ella empezó a hablar, la voz le temblóy por sus mejillas se deslizaron gruesos lagrimones; el dolor y laimpotencia por la pérdida de la hermana le prestaron coraje paraacercarse a la imagen.

«Mi padre, clamó, está medio loco desde que murió Teresita, mimadre se encierra en su habitación para llorar, a mi abuelita Gertrudisle ha dado un algo que por poco se muere, y hasta Lolo busca a mihermana por los rincones de la casa. ¿Te parece bonito lo que noshas hecho? El párroco en la iglesia se chivó, y dijo que tú te la habíasllevado, pues entérate, no volveré a dirigirte la palabra nunca más.»Se volvió y empujó a su primo hacia la salida.

El abuelo Tomás esbozó una sonrisa al recordar la hazaña desu primo. Aquel día «nació» el ateo más terco y obstinado, pero conel tiempo, a raíz tal vez, de aquella amarga experiencia familiar, Damiánse convirtió en un hombre afable, respetuoso, incapaz de dañar anadie, evitando al máximo ser causa de agravio o malestar.

Llegados ambos a la adolescencia, seguían estrechamenteunidos, además del parentesco, por un profundo afecto. Sus vidas encuanto a ideas estaban claramente bifurcadas, Tomás se sentía atraídopor todo lo relacionado con la existencia de Dios y la supervivenciadel alma tras la muerte. Damián estaba persuadido de lo contrario;los arbitrarios dramas que sobrellevamos los mortales, aseguraba,denuncian una ausencia total de justicia, dejando al descubierto que«nadie» se ocupa de implantar orden.

En numerosas ocasiones Tomás, le había hablado de laexistencia del alma, pero Damián, socarrón, solía prometer: «El díaque me presentes a un espíritu, calzado y vestido, juro que os invitaréa cenar en el mejor de los restaurantes.» Sonreían ambos, y sedespedían con un apretado abrazo. Ahora Damián, se sentía fatigadoy no le apetecía dar paseos demasiado largos, así que pidió a suprimo le prestara su cuaderno de apuntes sobre religión, persuadido,que por lo menos, su lectura le mantendría entretenido.

IndagacionesDesde la época que su hija cursaba estudios de Bachillerato,

Tomás disponía del «Libro de Texto adaptado al Cuestionario Oficial»

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aprobado por orden del Ministerio de Educación y Ciencia (B. O. delEstado de 10-9-67.) Un documento que acredita, la enseñanzareligiosa obligatoria, que recibía el alumnado acerca de losSacramentos. En la primera página del cuaderno, se encontrabacopiado y anotado sobre el bautismo, lo siguiente: «Nos bautizamospara que se perdone el pecado en que nacemos. Cuando vamos alBautismo somos súbditos del diablo. Es preciso que el diablo seavencido y expulsado de nosotros. Por ello en el rito del bautismo serealizan unos exorcismos, que son expresión de la lucha de Cristocontra el diablo, y su victoria expulsándolo de nosotros. Pero, como elcombate contra el demonio y el pecado han de continuar se nos ungecon los óleos a fin de fortificarnos para este combate perenne. Elagua sacramental significa que el alma se lava y queda limpia delpecado original. Con el Bautismo resultamos propiedad de la Iglesiavisible de Cristo, quedando incorporados para siempre a la comunidadeclesial. Por el Bautismo pasamos del dominio del demonio y delpecado al dominio de Dios y de la gracia; porque se nos borran lospecados que constituían el poder del demonio sobre nosotros.»

¡Y dale con el demonio! Siempre la misma monserga. Un edificioha de construirse sobre sólidos cimientos con el fin de que no sederrumbe desde su base. La información que este libro ofrece, no meconvence en absoluto, es necesario desmenuzar este embrollo, queno tiene ni pies ni cabeza. Es imprescindible, en primer lugar, darescobazo limpio a la figura del demonio, ese tétrico ente que desdehace siglos constituye el invento idóneo para conseguir atemorizar ymanipular al pueblo crédulo, incauto, y lo cierto es que ese espantosoy grotesco coco, a quien se atribuyen todos los males de la humanidad,no se sabe de donde procede. Sí, claro, ya conozco el estribillo:Demonio, equivale a ángel caído.

Esta sentencia requiere un inciso, tal sinrazón me huele achamusquina, que «el diablo sea un ángel caído» es la peor estupidezque jamás he oído. La Iglesia presenta la figura del diablo, divulgandosu divino linaje y el nefasto poder que ejerce sobre los mortales,incitándoles impunemente, a cometer toda suerte de atropellos, conel único fin de convertirlos en candidatos a ser pasto del fuego eterno;lo cierto es que llegado a ese punto no tengo otra opción, que calificartan fantástica fábula de increíble y simplona. Indudablemente quienesasí lo confirman, no caen en la cuenta que a la par, diezman, recortan

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y hacen trizas, los infinitos atributos de Dios.

La creación de seres angélicos, significaría la concesión de unprivilegio, un extraordinario favor, en suma, un capricho divino, quesin duda, no seria equiparable con la situación, a todas luces menosfavorecida, de la doliente humanidad. Lo cual confirmaría una faltatotal de equidad, lo que no armoniza con la Justicia y Bondad delCreador. Por otra parte, es imposible admitir que Dios ignorara elresultado y las consecuencias de su obra, lo que tampoco guardaríarelación con su infinita Sabiduría, ni con su Omnipotencia.

El error pues, de crear un ángel orgulloso, voluble y corto deentendederas, germinó a no dudarlo, en mentes obtusas e ignorantes,que incapaces de recurrir a mejores argumentos, sostuvieron yalimentaron la insólita idea de imputar a Dios la existencia del maligno.El asunto alcanza unas proporciones desmesuradas y nada sólidas.En fin, que trae cola y el creyente se ve sometido a una larga retahílade rituales y observancias a cumplir, si quiere librarse de las garrasde Satanás.

El pecado original, dicen, es la nefasta herencia que recibe todala humanidad, por culpa de un pecadillo de desobediencia, quecometieron Adán y Eva, una joven parejita que nacieron adultos, sinombligo, ella con una costilla de más, huérfanos de madre que lesasesorara y sin pizca de experiencia para deambular por el paraíso,la pifiaron sin remedio, jorobando a toda la especie humana. Pues, locierto es que no me parece tan grave que tuvieran alguna que otratentación... Lo verdaderamente injusto es que todos los habitantes deeste planeta, sin cocerlo ni comerlo, nos veamos obligados a cargarcon el mochuelo. Nada equiparable con lo que está establecido en lasociedad terrestre, que de no ser así, a los descendientes de losdelincuentes más incorregibles, les culparían de los desvaríos de susantepasados.

En 1939, terminada la guerra civil española, la Iglesia disfrutóde una época dorada, se puso las botas bautizando a toda personillanacida durante la contienda. Ningún bebé, en adelante, se libró deque le dieran a probar la sal, le ungieran y le remojaran la cabecita,con lo que el neófito pasaba a ser propiedad de la Iglesia. Con elpaso de los años, ha quedado demostrado, que esta «matriculación»resulta ineficaz e inoperante. Si por «el Bautismo pasamos del dominio

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del demonio y del pecado, al dominio de Dios y de la gracia» segúnreza el libro. ¿Cómo es posible que un bautizado dé con sus huesosen la cárcel? Terrorismo, robos, violaciones, asesinatos, etc., son unalamentable prueba de los desacertados comportamientos que lesionana la sociedad. Y me pregunto, si es que estaban bautizados, ¿a quédominio pertenecían?

Tales evidencias me dejan perplejo. ¿No se nos había aseguradoque con la limpieza bautismal, el diablo estaba expulsado, vencido?Seguro que tiene billete de ida y vuelta. Hay otra cuestión que ofreceserias sospechas, siempre se habla de Satanás, el demonio, o elmaligno, en singular, nunca en plural. Si existe un solo diablo, andarámás que atareado tentando al género humano, sin permitirse un díade asueto. Y si hay un demonio por cada bebé, son millones demalignos atentos a posesionarse de la débil presa. Demencial es lacifra, contando además, en los millones que no se bautizan. Seríainteresante que la Iglesia explicara lo que sucede a estas multitudesde seres maléficos, que nadie ha expulsado. También experimentogran curiosidad por conocer el método que utilizan para reproducirse,pero dudo que ningún clérigo pueda facilitarme una respuestacoherente.

Más informaciónAl día siguiente Tomás volvió a enfrascarse con el exigente libro.

«La Confirmación es complemento del Bautismo, porquefomenta y remata la vida de la gracia recibida en éste. La Confirmaciónes el sacramento que nos aumenta la gracia del Espíritu Santo, parafortalecernos en la fe y hacernos soldados y apóstoles de Cristo.»

Tengo entendido que esa práctica, desde sus inicios, ha sufridomás de un cambio. En la primitiva Iglesia la confirmación se daba trasel Bautismo. A mí me confirmaron sin tantos trámites como ahora,que exigen tres años de catequesis. La abuelita Gertrudis nos contabaque el Obispo, después de varios años, visitó la ciudad y confirmó atoda personilla, sin preguntar ni tan siquiera, la fecha en que habíannacido. La mayoría de los padres ignoran exactamente que significaeste ritual, y a él someten a sus hijos por cumplir con la rutina y latradición. Yo personalmente, no me enteré que me había convertidoen soldado y apóstol de Cristo y tendría que pelear, en perenne

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combate contra Satanás.

Queda claro que los desterrados y sufridos hijos de Eva, lotenemos harto difícil, si queremos hacernos un hueco en la gloria. Sipor «el bautismo entramos en el camino de la salvación, y en laConfirmación recibimos un aumento de gracia santificante», me pareceque esto debería ser, por lo menos, una garantía, una salvaguarda,para poder vivir sin sobresaltos. Pues nanay, todas esas promesasquedan en agua de borrajas.

El dichoso libro es un aguafiestas. Declara que el diablo quenos expulsaron no se amilana ante nada, ni agua bendita ni óleos, yvuelve a merodear en torno nuestro hasta conseguir la presa fácil. Apesar de tantas precauciones, no podemos mantener al margen alfastidioso diablo, porque «un cristiano puede ser tentado y pecarmientras viva», de modo que la condición de confirmado, no mejorasu situación, son igual de vulnerables, eso ya se nota, no hace faltaser un lince para averiguarlo.

Pero ahí llega el antídoto con que remediar la mala baba delmaligno: la Confesión, el invento adecuado que intenta suavizar lostemores del creyente. Un medio eficaz para limpiar el alma, ya que latentación sigue acechando a los mortales sin distinción alguna. Y dicemi fuente de información: «Tentación es toda incitación o provocaciónal pecado. El pecado puede matar la vida del alma. La tentación nuncapuede venir de Dios, porque Dios no puede inclinarnos al pecado; hade venir siempre de los enemigos de Dios y nuestros. Jesucristo alprincipio de su vida pública, fue al desierto para ser tentado por eldiablo.» «En aquella sazón, Jesús fue conducido del Espíritu de Diosal desierto para que fuese tentado allí por el diablo.» (Mat. 4, 1).

Este versículo en extremo dudoso, corrobora, confirma, que Diospropició el encuentro de Jesús con el diablo. Por otra parte no semencionan testigos oculares de tales hechos. A mi entender se tratade una simple fábula, que pone de relieve una contradicción más, delas muchas con que tropiezo con esta lectura. Eso de la Confesióntiene miga. El libro textualmente añade: «Estando los humanos, enperenne lucha contra Satanás y su imperio en el mundo, corremos elgrave peligro de cometer un pecado mortal, lo que representa adquirirla garantía absoluta de caer en el infierno. El pecador, sin embargo,puede volver a la amistad con Dios por la conversión y la penitencia o

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confesión. La conversión ha de comenzar primero por arrepentirse,sentir dolor del alma por haber ofendido a Dios al desobedecer susLeyes. Las disposiciones del penitente para recibir la absolución son:Examen de conciencia. Contrición o dolor de los pecados. Propósitode enmienda. Confesión de boca. Es verdad que esta confesión oralcuesta, impone vergüenza y humillación. Pero debemos pensar queno lo hacemos a un hombre, sino a Dios.»

El sacerdote sentado dentro del confesionario y los penitentes,como siempre, de rodillas. El clero afirma que tiene la exclusiva, aperpetuidad, en eso de perdonar pecados. La vanidad de esospresuntos intermediarios, no conoce límites, se adjudican tantaautoridad que abruma. Tengo fiel constancia de una familiar mía, queen sus años mozos, temerosa de Dios, le resultaba harto difícilconseguir en la parroquia que pertenecía, la absolución de un pecadoconyugal, que el matrimonio cometía a menudo con gran deleite, sinel más ligero arrepentimiento, ni el menor propósito de enmienda.Con el fin de poder comulgar, con el alma limpia, sin sombra de culpa,la reincidente se veía obligada a andar un buen trecho hasta otraiglesia, cuyo párroco, bondadosamente, le perdonaba el dulce pecado.Un buen día ella reflexionó sobre el perdón de los pecados, y atinóque la absolución estaba sujeta al exclusivo criterio del confesor.Respiró tranquila, se sintió liberada de absurdos temores y ni porasomo volvió a sufrir la humillación de relatar sus intimidades a unextraño.

De cuánto he anotado del libro, deduzco que la especie humanaal cometer un error, por no obedecer las Leyes divinas, fruto indiscutiblede nuestra evidente imperfección, ofende a Dios. Es inevitable que laofensa dañe a quién la recibe. Echemos cuentas y veremos que nohay segundo, en este triste mundo, sin que se perpetren toda clasede ofensas y los más viles actos. La historia mantiene vivo el recuerdode execrables barbaridades, lejanas o recientes, abominablesgenocidios, sangrientas guerras, dictaduras, terrorismo, torturas,violaciones, etc. Ingenuamente me pregunto, si de verdad este caosde horror puede alcanzar a Dios y mantenerle permanentementeofendido, persistiendo en su rencor, como un simple mortal. Al aceptaresta hipótesis, la enaltecida misericordia divina se evapora,desaparece. La vida eterna, la palabra así lo indica, no termina nunca,y doctrinas reacias a examinar sus propios dogmas, sentencian que

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la salvación del alma o su perdición, depende, no de las faltas quecometamos, sino por la razón de no haberlas confesado a su debidotiempo a un sacerdote, un hombre que en más de una ocasión reúnedefectos tan ostensibles y feos como los que pretende absolver.

Desde ancestrales épocas, los humanos hemos creado la pobrey menguada idea de un dios a nuestra imagen y semejanza y por esole hemos atribuido, acrecentados, los defectos y limitaciones que nosson propios. Vislumbro que la Omnipotencia divina queda desmentida,desde los inicios del Antiguo Testamento, en el relato del ángel caídoda a entender que Dios, exento de previsión, no debió calcular elespantoso futuro de las humanidades, de continuo tentadas, dirigidasy subyugadas por el presunto maligno. Si conocía las funestasconsecuencias de su obra, ¿por qué creó a Luzbel? Y si las ignoraba,¿dónde situamos su Sabiduría Infinita? ¿Y su incapacidad de llevar albien, a la conversión o transformación de un ser tan imperfecto, hijoexclusivo de su Creación? Por mucho que me esfuerce no puedoconcebir que a ex profeso, el Padre amoroso de que nos habla Jesúsen más de un pasaje, en total desarmonía consigo mismo, concedasentimientos y atributos tan dispares entre sus hijos, desde el altruismomás acendrado, hasta aquellos que destacan por su nefasta ruindad.Aquí convergen el Bien y el Mal, ¿de dónde proceden uno y otro? Sila magnanimidad, es la máxima expresión de la divinidad, ¿dóndeencaja el mal y quién lo rige? La pretendida reyerta entre Dios y eldiablo es inaceptable por inconsistente y pueril. Creer en esta dualidad,tan ilógica, es un grave error, hijo de la ignorancia y falta derazonamiento, sobre los atributos de los que no puede carecer el Todo.

ReflexionesQueda lejos la época, que yo vivía atemorizado en grado sumo,

por la amenaza de morir una noche, sin ocasión de confesar queaquel domingo había cometido un «horrendo y gravísimo» pecadomortal, por no haber asistido a misa. Dice la Iglesia que siempre esmadre, y por ello cuando ve que sus hijos pueden perderse o desertarde sus filas, revisa sus vetustas normas y regala concesiones y apañosa sus fieles, por ejemplo, ser válido cumplir en sábado con el preceptodominical. A mediados de 1950, nuestra familia celebró la llegada deun precioso bebé. La madre tuvo serios problemas durante el parto y

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tardó casi dos semanas en recuperarse. El sacerdote antes de iniciarla ceremonia bautismal preguntó el día del natalicio. «¿Quince días?»clamó el cura levantando tanto la voz que retumbó en la iglesia, demanera que todos los allí presentes nos enteráramos de la gravedaddel hecho, y añadió: «¿Saben los padres de este niño que están enpecado mortal?»

Damián, burlón, me dio un codazo, guiñó un ojo y dijo:«Apúntatelo Tomás, ya verás como un día se apearan del burro.» Laspalabras de mi primo, hoy me suenan a profecía. Actualmente no sonunos pocos días los permitidos para ahuyentar al diablo, y quedar elneófito limpio del pecado original. Este «aseo» espiritual, en laactualidad no es tan urgente, ya que puede demorarse durante meses.

También encuentro ilógico que existiendo culpas de mayor ymenor intensidad, su absolución se halle sujeta al mismo proceso. Seexige que los infractores, demuestren un sincero arrepentimiento ypropósito de enmienda por sus desaciertos. No se mencionan aquílas consecuencias, a veces gravísimas, irreparables, que los culpablesinflingen a sus víctimas. Lo comprendí en un percance, bastante vulgar,que sufrí siendo un flacucho chaval. Un buen día caminaba por lacalle, a mano derecha, guardando la norma de urbanidad, vi que seacercaba un hombre alto, fornido, grueso, enorme, en fin de unacorpulencia poco frecuente, se balanceaba visiblemente y al cruzarnos,la acera se quedó estrecha. Fue entonces cuando ocurrió la tragedia,el transeúnte me dio un soberano pisotón, por unos instantes creí quemi pie estaba atrapado bajo la pata de un mastodonte, y vi todas lasestrellas del firmamento, incluso las que todavía no se han descubierto.El hombre se disculpó con un «perdón, lo siento», él quedó como uncaballero y se alejó tan ancho, a mí en cambio la lesión me durósemanas.

Esta anécdota apenas tiene importancia, pero examinandosucesos de dramáticas dimensiones, culpa y perdón adquierenproporciones muy discutibles, y me pregunto bajo que ley podemosenjuiciarlos. Qué pena merece y cómo hay que catalogar, por ejemplo,al desalmado que dice a unos padres: «He violado, torturado y dadomuerte a su hija; perdonen, no quería hacerlo, pero estaba drogado.»Esta disculpa no resuelve nada. Los padres y familiares más allegadosvivirán el resto de sus días, teniendo presente la salvaje monstruosidadque les arrebató la hija y difícilmente encontrarán alivio para su dolor

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e impotencia. El homicida, asimismo, nunca podrá reparar el dañocausado, devolver el honor y la vida física a su desdichada víctima.En realidad, el hurto, es quizá, el único delito restituible. Cantidadesde dinero, incluso bienes adquiridos mediante deliberada extorsión,pueden retornar a manos de sus dueños, si el culpable experimentaun buen propósito de enmienda. Por el contrario, la calumnia lanzadaadrede, difamando el buen nombre de personas o entidades, seextiende de manera desorbitada, imparable, sembrando deshonor.

La justicia no siempre se imparte con imparcialidad y en relaciónal daño infligido. Es más, la pericia de un buen abogado consigue, enmás de una ocasión, que absuelvan a un culpable, o viceversa, unfiscal elocuente y persuasivo obtiene la condena de un inocente.Prueba de ello es que, lamentablemente, se ha comprobado que porun grave error, un reo ha sido ejecutado, y otras personas inocentes,al revisar su causa, alcanzan la libertad tras años de reclusión.

Tengo la sensación que tal número de inexactitudes, me engullendentro de una inmensa y desconcertante bola. Resulta esencialdesenredar el ovillo, atar cabos sueltos y llamar cada cosa por sunombre. Los seres humanos que habitamos la Tierra, nos hemosacostumbrado a convivir con el triste y asfixiante panorama que nosrodea, con más lágrimas que risas; mientras unos pocos pudientes,en proporción al número de habitantes, derrochan a manos llenas,millones de seres carecen de lo más indispensable. El deplorable yvergonzoso distanciamiento, entre suntuosas mansiones y las míseraschozas que cobijan la pobreza, y de otros indigentes que bajo el cieloabierto no han conocido otro hogar que la calle. Insisto que,forzosamente ha de existir una respuesta satisfactoria, justa y lógica,que convenza a la razón sobre tan visibles desórdenes.

No soporto los discursos escolásticos, empapados de palabrasy de oscuros dogmas pero vacíos de contenido fiable. La sensatezrecomienda acercarse a fuentes más transparentes, a manantialesfidedignos, exentos de apaños y remiendos inútiles que desmienten yenturbian, las eternas leyes que rigen el Universo.

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CompendioEs bien cierto que quien busca, halla. Mi inquietud y

perseverancia por encontrar una doctrina filosófica, que expusierauna dimensión de la vida espiritual razonada y creíble, se vioplenamente recompensada, al llegar a mis manos el siguientedocumento:

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ESPIRITISMOEn el I Congreso Espiritista Internacional, celebrado en Barcelona

el 13 de septiembre de 1888, se acordaron estos «Principiosfundamentales»

Existencia de Dios«Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las

cosas. Dios es el espíritu universal que se expresa y manifiesta en laNaturaleza y el hombre, la expresión más alta de la vida.

El Universo existe; luego tiene una causa. Dudar de la existenciade Dios, equivaldría a negar que todo efecto procede de una causa, yasentar que la nada ha podido hacer algo.

Si la inteligencia está en el hombre, ésta debe encontrarse dentrode este Universo del cual forma parte integrante. Lo que existe en laparte debe encontrarse en el Todo.

La armonía que regula las partes del Universo revelacombinaciones y miras determinadas, y por lo mismo, un poderinteligente. Atribuir la formación primera al azar es un contrasentido,porque el azar es ciego y no puede producir los efectos de lainteligencia. Un azar inteligente no sería ya el azar.

Una inteligencia divina rige los mundos. En ella se identifica laley, ley inmanente, eterna y reguladora a la que los seres y las cosasestán sometidos.

Infinidad de mundos habitados«Dios ha poblado los mundos de seres vivientes, que concurren

todos al objeto final de la Providencia.

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Nada, ni la posición, ni en volumen, ni la constitución física de laTierra, puede inducir a suponer racionalmente que tenga el privilegiode estar habitada con exclusión de tantos miles de mundossemejantes. Los espíritus encarnados forman la humanidad, que noestá circunscrita a la Tierra, sino que puebla todos los mundosdiseminados en el espacio.

Las condiciones de existencia de los seres que habitan losdiferentes mundos son apropiadas al medio en que están llamados avivir. Si nunca hubiésemos visto peces, no comprenderíamos quehubiera seres que pudiesen vivir en el agua, y así sucede con losotros mundos que contienen sin duda, elementos desconocidos paranosotros.

Hay mundos apropiados a los diferentes grados deperfeccionamiento de los espíritus, donde la existencia corporal sedesarrolla en condiciones muy diversas. Cuanto menos adelantadoes el espíritu tanto más pesado y material es el cuerpo con que sereviste.

Preexistencia y persistencia del espíritu«El espíritu es el principio inteligente, individual e inmortal; creado

simple e ignorante, contiene en germen todas las facultadessuperiores, está destinado a desarrollarlas por medio de su trabajo yesfuerzo.

El alma es un espíritu encarnado. Tiene dos envolturas: unatemporal (el cuerpo físico), instrumento de lucha y de padecimientoque se abandona a la hora de la desencarnación; la otra, permanente(el cuerpo fluídico) del que es inseparable y que progresa y purificacon ella. El alma después de la muerte vuelve a ser espíritu, es decir,entra de nuevo en el mundo de los espíritus, que había abandonadomomentáneamente.

El perfeccionamiento del espíritu es fruto de su propio esfuerzo;no pudiendo, en una sola existencia corpórea, adquirir todas lascualidades morales e intelectuales que deben conducirlo al objetivo,él lo alcanza por una sucesión de existencias, en cada una de lascuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso.

En cada existencia corporal el espíritu debe llevar a cabo una

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labor en proporción con su grado de desarrollo; cuanto más ruda ytrabajosa sea tanto mayor será el mérito en cumplirla. De esta manera,cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo. El númerode existencias es indeterminado. Depende de la voluntad del espírituabreviarlo esforzándose activamente por su perfeccionamiento moral;del mismo modo que depende de la voluntad del obrero, que debeentregar un trabajo, el disminuir la cantidad de días que emplea enhacerlo.

La vida espiritual es la vida normal del espíritu y es eterna; lavida corpórea es transitoria y pasajera: no es sino un instante en laeternidad.

Demostración experimental de la supervivencia delalma humana por la comunicación medianímica con

los espíritus«Su acción sobre la materia resulta de la naturaleza de su

envoltura fluídica (periespíritu); esta acción es inteligente, porque ellosno han perdido más que su cuerpo, conservando la inteligencia quees su esencia. Los fenómenos mediúmnicos tienen por principio laexistencia del alma, su supervivencia al cuerpo y sus manifestaciones.

Estos fenómenos están fundados sobre una ley de la Naturaleza.Desde el momento que se admite la existencia del alma y suindividualidad después de la muerte, es menester también admitir: 1)que es de una naturaleza diferente del cuerpo, puesto que una vezseparada de éste no tiene ya sus propiedades; 2) que goza de laconciencia de sí misma, puesto que se le atribuyen la alegría y elsufrimiento. Las almas que pueblan el espacio son precisamente loque se llaman espíritus; los espíritus no son, pues, otra cosa que lasalmas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Estoshechos nosotros los encontramos en las manifestacionesmediúmnicas.

Muchos de los hechos son llamados sobrenaturales porque nose conoce su causa; señalándoles el Espiritismo una causa, les haceentrar en el dominio de los fenómenos naturales. La explicación delos hechos admitidos por el Espiritismo, sus causas y susconsecuencias morales, constituyen toda una ciencia y toda una

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filosofía, que requiere un estudio serio, perseverante y profundo.

Infinidad de fases de la vida permanente de cada ser«Cuando el espíritu retorna al mundo invisible es feliz o infeliz;

según el buen o mal empleo que hizo de su última existencia; él estudialas causas que apresuraron o retardaron su adelanto; toma lasresoluciones que procurará poner en práctica en su próximaencarnación.

Los espíritus, al encarnarse traen consigo lo que adquirieron ensus experiencias anteriores; ésta es la razón por la cual las personasmuestran, indistintamente, actitudes especiales, inclinaciones buenaso malas que parecen innatas en ellas.

El olvido de las existencias anteriores es un beneficio de Diosque, en su bondad, ha querido ahorrar al ser humano los recuerdos,frecuentemente penosos. En cada nueva existencia, el ser es lo queha hecho de sí mismo; es para él un nuevo punto de partida.

Recompensas y penas como consecuencia naturalde los actos

«Los males que afligen a los hombres en la Tierra tienen porcausa el orgullo, el egoísmo y todas las malas pasiones. Con elcontacto de sus vicios, ellos se hacen recíprocamente desdichados yse castigan unos a otros. Que la caridad y la humildad sustituyan alegoísmo y al orgullo, entonces no procurarán más perjudicarse;respetarán los derechos de cada uno y harán reinar entre ellos laconcordia y la justicia.

Mostrándose al descubierto todo nuestro pasado, cuandoestamos en el mundo de los espíritus, el bien y el mal que hayamoshecho serán igualmente conocidos. En vano querrá el que ha hechomal sustraerse a la mirada de sus víctimas; la inevitable presencia deéstas serán un castigo y un remordimiento incesante hasta que hayaexpiado sus culpas, mientras que el hombre de bien, por el contrario,no encontrará por doquiera más que miradas amigas y benévolas.

La creencia en el Espiritismo ayuda a mejorarnos fijando lasideas sobre ciertos puntos del porvenir; apresura el progreso de losindividuos y de las masas... El Espiritismo enseña a soportar las

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pruebas con paciencia y resignación; su práctica nos acerca a la dichapresente y futura. La importancia que el hombre da a los bienestemporales está en razón inversa de su fe en la vida espiritual: es laduda sobre el futuro lo que le lleva a procurar sus alegrías en estemundo, satisfaciendo sus pasiones, inclusive a expensas del prójimo.

Progreso infinito. Comunión Universal de los seres.Solidaridad

«El progreso es una condición de la naturaleza humana, no esposible oponerse a él. A menudo el hombre no descubre en lasconmociones sociales más que la confusión y el desordenmomentáneos que lastiman sus intereses materiales, mas el que elevasu pensamiento por encima de la personalidad admira los designiosde la Providencia que del mal hace salir el bien.

Hay dos clases de progreso que se prestan mutuo apoyo y quesin embargo no caminan paralelos, tales son el progreso intelectual yel moral. El progreso no tiene límites, siempre puede mejorarse.

La caridad no consiste tan sólo en la limosna, la caridad puedeser de pensamiento, palabras y acciones. La caridad de pensamientoes aquella que es indulgente con las faltas del prójimo; la caridad depalabras es la que no dice nada que pueda perjudicar al prójimo; lacaridad en acciones, es la que asiste al prójimo en la medida de susfuerzas.

La obra que debemos realizar cada uno de nosotros se sintetizaen tres palabras: saber, creer, querer, es decir, saber que tenemos ennosotros recursos inagotables; creer en la eficiencia de nuestra acciónsobre los mundos de la materia y del espíritu; querer el bien, dirigiendonuestros pensamientos y confirmando nuestras acciones a las leyeseternas del trabajo, de la justicia y del amor.

El Universo entero está sometido a la ley de solidaridad. Poreso el progreso de uno de nosotros se refleja en todos. Para mejorarla sociedad hay que mejorar al individuo. Para ello son necesarios elconocimiento de las leyes superiores de progreso y de solidaridad yla revelación de nuestra naturaleza y de nuestros destinos, y esteconocimiento sólo puede proporcionárnoslo el Espiritismo. Nacer,morir, renacer de nuevo y progresar sin fin, tal es la ley.»

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DeduccionesQue los seres humanos existimos, es una realidad irrefutable;

hace falta conocer cuál es el objeto de la vida que transcurre de formatan dispar. Se suele acudir al recurso del veleidoso destino para explicarla suerte adversa o favorable, que nos acompaña durante la estanciaen este mundo. ¿Qué hado ciego, voluble, o voluntad divina, rige yderrama, en total desarmonía, trágicos destinos sobre criaturasinocentes? La creencia general es, que vivimos una sola vida física,entonces, ¿por qué absurda razón, se nos penaliza desde la cuna?La respuesta lógica, irrefutable, que desvanece el sinfín deperplejidades desprovistas de convicción y claridad, que asaltan a lahumanidad acerca del sentido de la vida, es la ley de Reencarnación.Lo confirma esta sentencia: «Nacer, morir, renacer, progresar siempre,tal es la Ley.» Ésta enseña que el dolor es hijo de la ignorancia y elsufrimiento es siempre consecuencia de un mal comportamiento. Nohay por tanto efectos sin causa, ya que si la siembra es voluntaria, lacosecha, sin la menor duda, es obligatoria; y en justicia únicamenterecogemos el resultado de nuestros actos.

Allan Kardec en «El libro de los Espíritus», capítulo IV, muyacertadamente comentó: «No estaría de acuerdo con la equidad y labondad de Dios castigar para siempre a aquellos que han podidoencontrar obstáculos para su mejoramiento, independientemente desu voluntad y en el medio mismo donde se hallaban ubicados. Si lasuerte del hombre después de su muerte estuviera irremediablementefijada, Dios no habría pesado las acciones de todos con la mismabalanza y no las hubiera tratado con imparcialidad.

«La doctrina de la reencarnación, esto es, aquella que consisteen admitir para el hombre muchas existencias sucesivas, es la únicaque responde a la idea que nos formamos de la justicia de Dios paracon hombres de una condición moral inferior, la única que puedeexplicarnos el porvenir y fundamentar nuestras esperanzas, puestoque nos ofrece el medio de rescatar nuestras faltas mediante nuevaspruebas. La razón nos lo indica y los Espíritus así lo enseñan.»

Efectivamente, han sido los Espíritus quienes, a través depersonas que poseen facultades medianímicas, de videncia,incorporación o escritura automática, han contactado con sus seresqueridos para patentizar la continuidad de su existencia, aseverandoademás la pluralidad de vidas terrenas.

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Desde hace años, mantengo una excelente relación con unCentro espiritista, que me ha proporcionado abundante informaciónsobre cómo transcurre la vida espiritual después de cada vida física.

El estado o situación de cada ser, está siempre en consonanciacon el grado de perfeccionamiento que ha alcanzado, es el productode sus desvelos por mejorar. De lo que se deriva que la desidia, por elcontrario, retarda considerablemente la propia evolución.

Las comunicaciones de los espíritus revelan las variadísimassituaciones que viven después de la muerte. No se percatan del cambioque se ha operado en ellos, porque su yo eterno e inmaterial siguevivo. La mayoría no tienen conciencia de su nuevo estado y siguenpreocupados por las mismas vicisitudes que les agobiaban antes deabandonar su envoltura física. Sumidos en las contrariedades de losúltimos tiempos, deploran la pérdida de seres queridos, reyertasfamiliares, la falta de salud con sus peculiares molestias, escasez detrabajo, precariedad de medios, frío, hambre, etc.; en fin, unaprolongación de temores y sobresaltos con recuerdos amargos de suúltima existencia.

Con paciencia, perseverancia y delicadeza, los Grupos Espíritasexperimentados aleccionan a estos seres sobre su actual situación,los cuales, al principio, no salen de su asombro porque ignoran que lacontinuidad de la vida es una realidad. Las personas que se dedicana esta meritoria labor, obtienen información fidedigna, preciada yabundante sobre la vida en el plano espiritual.

Hay quienes que, sin ser espiritistas, atestiguan que algunasveces o de forma continuada, han visto espíritus familiares odesconocidos. Un fenómeno indudable, ya que los manifestantesofrecen pruebas irrefutables de su identidad, adelantándose enocasiones a predecir hechos que no tardan en acontecer. Existenmédiums con una capacidad de videncia tan nítida, que confunden alos seres espirituales con personas de carne y hueso, al extremo,según confiesa de muy buen talante un renombrado vidente, que nopuede conducir por el sobresalto que le representa «ver cruzarpersonas» delante de su vehículo. Un sinfín de pruebas argumentanla realidad de la inmortalidad. El Espiritismo lo verifica, demuestra yproclama.

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Adverso y reversoLa doctrina Espírita parte de una base, en que es imprescindible

el estudio y el análisis, uno de sus principales objetivos. Dos y dosson cuatro i nunca sumarán ni tres ni cinco; un axioma que impide elpaso a dogmas, misterios, milagros, contradicciones y absurdos. Ypor tal razón me sacan de mis casillas, algunos demoledoresprogramas televisivos, hablando de espiritismo, normalmente con uncompleto desconocimiento del tema, por parte de presentadores einvitados. Con la más supina ignorancia o adrede, componen unindigesto potaje, en el que no falta la imprescindible figura del diablo,además de una increíble mezcla de historias alucinantes,supersticiones, y leyendas impactantes. Todo, menos el sentido común,la ciencia, la filosofía, la ética moral que destilan las obras de AllanKardec, el insigne pedagogo y codificador del Espiritismo. Él ha legadoa la humanidad, el incalculable valor de unos estudios realizados conel más estricto razonamiento, y en colaboración con Espíritussuperiores. El mensaje está ahí, al alcance de todos.

El mundo espiritual convive con nosotros los humanos. Suinfluencia es considerable y muy diversa. El conocimiento de estehecho natural es importante, toda vez que es posible captar el estadode ánimo de un espíritu, el cual puede manifestarse con múltiples yvariadas expresiones. Depende de la sensibilidad (mediumnidad) decada persona que tales captaciones sean más o menos ostensibles.El problema cobra características preocupantes, cuando se tiene lasensación que «alguien» nos acompaña, y llegamos a escuchar conclaridad voces que resuenan en nuestro cerebro. Este fenómeno essusceptible de varias interpretaciones, no obstante, al acudir a laconsulta de un especialista, el diagnóstico suele ser, que se padeceesquizofrenia, una palabra que impone no pocos miedos. Con respectoa la misma, el diccionario aclara: «Psicosis caracterizada por la rupturade contacto con el mundo exterior».

Estimo, que en el caso de los sensitivos, no existe pérdida decontacto con el mundo exterior, sino una clara conexión con el planoespiritual. No conviene ignorar esta importante dualidad, por más quela mayoría de profesionales sigan afirmando: «El duelo patológicoobserva síntomas alucinatorios, como pretender ver al ser querido»Tengo constancia de varias excepciones, sobre todo si el paciente es

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conocedor del fenómeno que experimenta. Como ejemplo cito elsiguiente caso:

La señora N. había perdido a su marido después de una larga yfeliz convivencia. Hundida en profundo desconsuelo, abatida,presentaba preocupantes manifestaciones de excesiva ansiedad, lascuales curiosamente cesaron un día que, a plena luz, vio al lloradoesposo que se le acercaba jovial y sonriente. El médico de N. aúncomprobando el visible cambio favorable de su paciente, persistió enconvencerla que estaba en un error, y que sólo había sufrido unaalucinación. Pero ella tras esta consoladora prueba, mantuvo la certezaque la inmortalidad es una realidad. El recuerdo de la querida imagenle aportó seguridad y confianza en la continuidad de la vida en unmás allá eterno. Serena, sosegada, consiguió prescindir,definitivamente, del psiquiatra, porque no estaba dispuesta a renunciaral alimento que su alma reclamaba.

Sesiones de estudioÁlvaro, un joven miembro del Centro Espírita, me propuso asistir

a las sesiones dedicadas al estudio, dirigidas al público en general,para profundizar en la idea o concepto de Dios, la inmortalidad delalma, la teoría de la reencarnación, la ley de causa y efecto y tambiénsobre las relaciones humanas, sin olvidar lo que representa para loshumanos la vida espiritual. Las reuniones eran tan tentadoras, que debuen grado participé en estos análisis, con lectura y comentario deobras de varios autores además como es natural las de la Codificación,todo lo cual propiciaba un ameno coloquio.

De inmediato me percaté, que las personas que acudían porprimera vez a estas sesiones, normalmente, exponían las mismasquejas y dudas con respecto a la existencia humana y su finalidad.Con una paciencia que admiro, Álvaro no se inmutaba, en cadareunión, si era preciso, repetía sosegadamente, las mismas respuestasa preguntas que ya se habían contestado. Claro, que tratándose deun estudio, lo veo muy correcto.

Nuestro instructor, nos enseñaba en las diferentes sesiones,todo lo que sigue:

«La principal característica de una doctrina científica y filosófica,

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es que, puede ser profundamente meditada, estudiada y razonada.Por el contrario, una fe ciega, impuesta, suele empujar hacia unprofundo hoyo de oscuridad y confusión, lo cual impide ver la realidadde las cosas.

«Podemos aceptar la existencia de Dios, por muchas razones,una de las cuales es, a través de la limitada porción que conocemosdel Universo; es innegable que ni el más pequeño de los planetas hasido creación de los hombres y dilucidamos que toda obra que no hasido hecha por la acción humana, necesariamente, ha tenido queintervenir en su creación, una inteligencia superior, a la que, por nuestrapobreza de lenguaje le damos el nombre de Dios o Creador. Por locual, intentar definir lo qué o quién es Dios, debido a nuestro escasoprogreso, es misión imposible, pero podemos decir, tal como expresala primera pregunta del Libro de los Espíritus: «Dios es la inteligenciasuprema, causa primera de todas las cosas.» Todos los atributos deDios son en grado infinito, si en un solo punto se apreciara la másleve limitación, significaría que Él no es perfecto y podría ser superado.Si es sabio ha de serlo en grado infinito y por tanto, conocedor de lacalidad de su obra, sería contradictorio que cayera en el error deequivocarse, entrar en cólera y arrepentirse de haber creado a losseres humanos y raerles del ámbito de la Tierra, con el mito delconsabido diluvio, tal como leemos en la Biblia. Y es que, una superficiede fondo blanco, si presenta muchas manchas negras, no merece elprimer calificativo.

«El cuerpo muere, más el Espíritu pervive. El sufrimiento humanotiene una explicación lógica, es el resultado de nuestros actos enexistencias pretéritas. No se trata de los desaciertos que han cometidootras personas, el culpable es siempre el espíritu, que en distintasépocas y lugares, revestido de otros cuerpos, no ha obrado con ladebida corrección. Más como «no hay deuda que no se pague, niplazo que no se cumpla», a su debido momento nos alcanza la ley deConsecuencias, la cual nos obliga a enmendar los errores del ayer,hijos de la ignorancia, cometidos por falta de amor y escaso progreso.

«Resulta muy difícil para la mayoría de principiantes en estosestudios, entender de inmediato, cómo el Espíritu inmortal, consiguerecuperarse del pesado bagaje de los tropiezos y errores acumuladosdesde el inicio de su peregrinar en pos del progreso, que traeadheridos consigo en cada encarnación. Defectos y barbaridades

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cometidas, le pertenecen por entero, son su patrimonio, y únicamenteconseguirá desprenderse de las mismas a cambio de sufrimiento,acciones meritorias y obrando el bien. Es una empresa laboriosa,tarea de siglos, pero no imposible de alcanzar. La fórmula correctaconsiste en seguir el precepto adecuado: Amar sin reservas. Cambiarorgullo, por humildad. Desterrar avaricia y egoísmo, repartiendogenerosidad. Ahogar odios y ultrajes, que hasta la propia salud atacan,y sembrar benevolencia. Sustituir venganza por perdón... En elesfuerzo por superarse, el Espíritu siempre obtiene un merecidopremio: experimentar el gozo por el deber cumplido. No olvidemos,que no todos los espíritus evolucionan o progresan al unísono, dependeen buena medida, de la voluntad y empeño en mejorar moralmente,que cada uno ponga en el transcurso de su andadura.

«Una pregunta importante a tener en consideración, es, porquéno recordamos las existencias pasadas. Muchas personas estimanque sería una prueba rotunda, palpable, que demostraría la ley de losrenacimientos y así ya no tendríamos que ocupar tiempo investigando.Todo lo contrario, la memoria del pasado, plagada de errores de todaíndole, sería un grave inconveniente para el espíritu que le impediríarealizar con éxito el proyecto de regeneración. Si de continuotuviéramos presente injusticias recibidas o infligidas, y reconociéramosen las personas que viven en nuestro entorno, o viceversa, familiaresinclusive, a verdugos y víctimas de otras épocas, esta circunstanciarestaría valor a nuestras incipientes fuerzas, ante un peregrinar entreescollos, colmado de dificultades presentes, agravadas por el recuerdode las pasadas. Tengamos en cuenta que una nueva existencia escomo si empezáramos un nuevo curso, en el cual debemos ampliarnuestros conocimientos y aptitudes sin estorbos de ninguna naturaleza.

«También debemos considerar, si con nuestro limitado altruismoy escasa comprensión, conociéramos la auténtica causa que engendratrágicos acontecimientos, sufrimientos y desdichas sobre personasabatidas, hoy inocentes, pero culpables ayer, sería muy difícil que lacompasión y el perdón, nacieran en el corazón de los agraviados.

«El olvido de las vidas pasadas, constituye un favor querecibimos de la previsión divina, una ayuda sin la cual noconseguiríamos evolucionar. Ya que el simple recuerdo de dolorososdramas vividos, obraría de pesado lastre. Rememorar haberocasionado atroces crueldades, nos produciría tal inquietud, que

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impediría levantarnos de la caída. Un sencillo ejemplo que ilustra loque venimos apoyando, es que a menudo, en el presente, nossentimos culpables o agraviados por pequeñas rencillas que nosincomodan y llenan de disgusto, dificultando las relaciones entrefamiliares y amigos.

«Es una sana y lógica medida, que los más grandes enemigos,reencarnen en el mismo núcleo familiar, para que a través de losvínculos naturales, juntos consigan limar ignoradas traiciones yrencores de épocas pasadas, con el fin de que empiece a germinar ycrecer entre ellos el sentimiento del amor, el único que rescata alEspíritu de su inferioridad moral.»

Melania -mediumnidad inexperta-Prácticamente, la generalidad de los mortales vivimos

obsesionados en perseguir la suerte, esta rica dama huidiza,caprichosa y deseada por todos, con la quimérica esperanza queponga un remiendo a nuestras maltrechas vidas, a menudo carentesde salud, trabajo y amor. Se busca inútil apaño a necesidades ydesdichas, recurriendo a variadas e ilógicas formas: Llevar amuletos,encender velas de distintos colores, vestir un hábito durante un plazoestipulado, prometer andar descalzo en una procesión o bienperegrinar hasta un determinado lugar... Se pretende que tal proceder,ejerza de poderoso trueque, con el fin de obtener un esperadobeneficio.

Observo además, que es en extremo significativa la evidentesordera de los entes celestiales, a las preces que les dirigen colectivoscon graves conflictos y carencias, solicitando una urgente ayuda, quecasi nunca llega. Ni la misma Iglesia es atendida, al suplicar coninsistencia a lo Alto que envíe abundantes y buenas vocaciones. Esmuy curioso que una institución que se vanagloria de ser depositariade la verdad, se vea obligada a mendigar concesiones. Me da en lanariz que ha caído en desgracia, pues si las repetitivas peticionespara que el alumnado de los seminarios no ande tan escaso, y niruegos ni plegarias no obtienen respuesta, será quizá, porque desdearriba consideran que no hace falta suplir las vacantes.

Esta actitud «celestial o divina» contiene una mayor dimensión,confirma y traduce las sentencias siguientes: «A cada uno según sus

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obras» y «El que no nazca de nuevo, no puede entrar en el reino deDios». Razones que enlazan exactamente con la ley de reencarnacióno de causa y efecto, principio indispensable para el despertar de todaconciencia, mediante múltiples oportunidades en pro de su superación.Es obvio que cada ser disfruta del adelanto merecido por su labor.

En nuestro entorno conviven espíritus de todas las categorías yse precisa de un conocimiento amplio y correcto, para conectar conestos seres y atenderles en sus numerosas y variadas necesidades ycircunstancias. He recibido del citado Centro, un documento ilustrativosobre las dificultades emocionales que conlleva contactar con unespíritu obsesor.

«Es la historia de Melania, una niña de quince años, dócil,apacible y cariñosa. Su padre trabó amistad con Ginés, un compañerode trabajo que hacia dos meses se había incorporado a la plantilla. Laamistad, para este último, era algo muy importante y desde el primermomento la cultivó con lealtad y entusiasmo. Organizaba salidas alcampo o a la playa y el contacto de ambas familias, en breve espaciode tiempo, se estrechó de manera muy normal.

«En agosto de 1978, estando de vacaciones en un camping,por la noche Melania, empezó a gritar que un hombre había entradoen la tienda. Sus padres y hermanas despertaron y tras inspeccionarlos alrededores, intentaron convencerla, de que se trataba de unapesadilla, pero ella aseguraba que estaba despierta cuando lo vio,porque hacia rato que le era difícil respirar. En los días subsiguientes,permaneció retraída, ensimismada; los rasgos de su fisonomía setornaron duros, hasta que estalló en inexplicable furor reclamando¡justicia! Ante tan reiterada petición, sus asombrados padres, en vanoconseguían averiguar el motivo de un comportamiento, a todas lucestan irregular.

«Los acontecimientos se agravaron cuando Melania se dirigió ala comisaría de policía, reiteradamente, para denunciar a Ginés, elamigo de su padre, por haber destruido a su familia. Tan insólitaacusación fue considerada por los agentes, como fruto de un trastornomental. En efecto, la situación se agudizó enormemente, la muchachasufría frecuentes arrebatos de cólera, durante los cuales persistía enexigir que Ginés fuera encarcelado. Su estado empeoró de tal maneraque los médicos decidieron ingresarla en un centro siquiátrico.

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«El Centro Espírita, averiguó que un Espíritu obsesor rodeabaa Melania, e influía en su comportamiento, reconocido además por sudesequilibrada forma de proceder, totalmente opuesta a su manerade ser. Realizar un trabajo de desobsesión no es tarea fácil. Requiereque quienes se dediquen a ello, posean profundos estudios sobre elmundo invisible y reúnan una vasta experiencia. El método a seguires conectar, a través de médiums y videntes, con el Espíritu obsesor.El tiempo a emplear, hasta conseguir el éxito en esta delicada empresa,depende siempre del grado de inferioridad del Espíritu, de su dolor,desespero, rencor, odio y deseos de venganza, contra quién considerasu más acérrimo enemigo. Este es el perfil del obsesor que manejabaa Melania.

«En un primer contacto, con visible excitación el Espíritu clamó:«¡Quiero que se haga justicia!» Reveló sentir un profundo odio haciael citado amigo del padre de Melania. Resultó infructuoso todo intentode hacerle reflexionar. Las personas que le atendían, procuraban quese percatara de su actual situación, era un espíritu sin cuerpo. Él nolo dudaba y protestaba por la reclusión de la niña, pues eso le impedíautilizarla, para conseguir su objetivo.

«En próximas sesiones se recogieron nuevos datos. Acusóentrecortadamente y con profundo rencor a Ginés, un amigo que letraicionó de la forma más inhumana y cruel, usurpando su patrimonioy destruyendo a su familia. En aquel tiempo fue encarcelado ytorturado, hasta el extremo de darle a beber hierro candente. Mientrasrelataba sucesos tan escalofriantes, una médium vio a un niño deunos siete años, con un puñal hundido en su estómago. Por suvestimenta deducimos que estos hechos ocurrieron en una remotaépoca. El Espíritu obsesor, juraba que jamás perdonaría a su infameenemigo y eternamente le perseguiría hasta destruirle.

«Descubrimos, sin embargo, que su testarudez se debilitaba aldemostrarle lo mucho que perjudicaba a Melania con su actitud.Transcurridas dos semanas, tras varios intentos, conseguimos entablarun largo diálogo con el desdichado Espíritu. Nos aclaró que los hechosque le atormentaban ocurrieron en el año 1495. Por su parte, escuchópor primera vez, con atención, nuestros razonamientos. Comprendióque habían transcurrido, desde entonces, casi cinco siglos y nadie enel momento actual, atendería su petición. Nosotros le recomendamosque tuviera presente, que la justicia que reclamaba se realizaría a

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través de las sabias e inmutables leyes de Dios. Nos dijo que suintención no era, en modo alguno, perjudicar a la muchacha, tan soloquería servirse de ella, en virtud de sus facultades, para realizar suspropósitos de desenmascarar al amigo que, en el pretérito le traicionótan bárbaramente. Prometió que se apartaría un poco de Melania,advirtiendo, a modo de disculpa, que procuraría no inculcarle suspensamientos.

«Llegados a este punto, los pacientes orientadores entraron enel terreno del razonamiento, le indicaron de cómo pueden aprisionarnoslas ideas, insistiendo en la importancia de comprender lo qué significala ley de Causa y Efecto, de lo maravilloso que es para nuestroprogreso la ley de Reencarnación, señalando que el perdón eleva y lavenganza hunde, que cada ser, en fin, crea su propio infierno, del quesólo es posible salir mediante la práctica de buenas acciones.

«En sucesivos contactos, el Espíritu escuchó con atención lasobservaciones que con respeto le dirigían. En los inicios de la vidaespiritual, dentro de la eternidad, disponemos en nuestras vidasterrenas de un dilatado tiempo, que por nuestra pequeñez, podemoserrar y caer, pero también de infinidad de oportunidades y experienciasque nos ayudarán a levantarnos y crecer moralmente. La propiasuperación es lo que trae consigo paz y bienestar. Los actos delpresente trazan el perfil de las existencias futuras, no recogiendo delas acciones, más fruto, del que libremente hemos sembrado.»

Notas del Grupo – Durante un mes, casi a diario, se celebraronsesiones mediúmnicas, con el objeto de esclarecer y despertarsentimientos positivos en un Espíritu que había sufrido tan dolorosatragedia, constantemente presente en él.

En estos contactos se comprobó que el rencor, la agresividad,o también fugaces instantes de resignación del manifestante, que porcierto le proporcionaban relativa calma, se correspondíanparalelamente con los informes médicos del Centro hospitalario dondeseguía internada Melania. La anomalía que ésta sufría, empeoraba omejoraba a la par, según el estado emocional del Espíritu que larodeaba.

El trabajo de esclarecimiento, para la orientación de un espíritu,es tarea del grupo espírita, ahora bien, la recuperación de la personaobsesada debería ser un trabajo en equipo con los facultativos que

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tratan la parte física dañada, en colaboración con la intervenciónespiritual, para regular las facultades mediúmnicas del aquejado. Tantoel éxito como el fracaso, para un equilibrio psíquico total, depende enbuena medida de la imprescindible colaboración y conocimientosespirituales de los familiares de la persona afectada. Es convenienteque admitan y estudien la realidad del mundo inmaterial que nos rodea,el cual influye y se manifiesta en mil sorpresivas formas a los médiumsdotados de percepciones extrasensoriales. Desconocer la existenciade tales fenómenos, conduce a las familias que los viven, a creer queel afectado sufre un grave trastorno mental o alucinaciones y caen enel error de optar por la curación física como si se tratara de unaenfermedad corporal.

En el caso que nos ocupa, al no querer aceptar la realidadespiritual, tanto por parte de médicos como familiares, la solución delproblema sólo fue parcial, aunque de momento se logró una apreciablemejoría, por el hecho de haber orientado al Espíritu que atormentabaa Melania, pero al no poder encauzar sus facultades mediúmnicas,resultó un trabajo a medias, puesto que otros espíritus siguieroninterfiriendo en su vida cotidiana y su familia en extremo alarmada,queriendo que la niña sanara, continuaron exclusivamente con eltratamiento psiquiátrico; lamentable. Para nosotros fue muy amargo,y más sabiendo que otros casos de la misma naturaleza se habíanresuelto con relativa facilidad.

Lo impropio de los exorcismosLa documentación que poseo de cinco casos parecidos, aunque

tal vez menos singulares que la historia de Melania, corrobora que lasafrentas recibidas, injusticias, infamias y crueldades de todo género,generan odio, rencor y sed de venganza en tal proporción, que son lamás fuerte cadena que ata un Espíritu de limitado progreso a susverdugos, al extremo de impedirles seguir su vida con normalidad.

Profundizando en estos conocimientos, me obliga a compararlos trabajos de ayuda espiritual que realiza un centro Espírita, con losinadecuados métodos que se emplean en un exorcismo. Sobre unapersona supuestamente posesa, la Iglesia practica un rito deimprecación contra el demonio, realizado para conjurar su influenciay expulsarlo. Estos rituales, en algunos casos, se prolongan durante

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años, porque las entidades espirituales que se manifiestan no sontratadas como requieren sus necesidades. En vez de imprecacionesy conjuros precisan que se escuchen sus quejas, tristes historias delpretérito, auténticos dramas de la vida real. Los espíritus que sufren,aún sin proponérselo, son los que a menudo producen espectacularesfenómenos, utilizando a su voluntad a los médiums inexpertos. Hepresenciado médiums físicamente débiles, adquirir una extraordinariafuerza, que sería difícil de controlar si en estas sesiones no hubierapersonas competentes en el trabajo de orientación.

La fórmula para calmar a estos espíritus turbados, ha de contenercompasión, paciencia, razonamientos esclarecedores de su nuevasituación en el mundo espiritual, lecciones de inmortalidad y laimprescindible información de la presencia de sus guías o familiares,dispuestos a atenderles con amor. Un gran número de espíritus, ensus comunicaciones, demuestran tener más ignorancia que maldad yun desconocimiento total de lo que ocurre tras la muerte del cuerpo,puesto que ni siquiera se han percatado de que ya no disponen delsuyo. En contraste Espíritus buenos, de un grado evolutivoconsiderable, irradian su luz, siempre que encuentran médiumscapaces de transmitir oralmente o por escritura automática, profundosmensajes de paz, consejos llenos de sabiduría, con el único deseoque el género humano, acometa con éxito la ardua empresa de suprogreso.

Por contra, la Iglesia, a modo de prevención para salvaguardarsus dogmas, sin estudiar la incomparable obra de Allan Kardec,advierte fuera de toda lógica, que las enseñanzas provenientes delos Espíritus, que invitan al respeto y fraternidad a los moradores denuestro mundo, son falacias del astuto maligno, con objeto deapartarnos de Dios. Es evidente que la práctica del bien, no puedeapartarnos de Dios. ¿Con qué absurdo propósito, pues, el diablo iríaen contra de sus intereses?

Estoy hasta las narices de topar con este impertinente ypintoresco personaje, a quien atribuyen todas las desdichas de losmortales. Tan machacona insistencia en su maléfico poder me fastidia.Los distintos credos que se han atascado pregonando, con uso yabuso, la existencia del diablo, estimo que mueven esa grotesca figura,como único objeto y tapadera para disimular su falta de conocimientoy respuestas lógicas a la amarga realidad del mal.

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Estas religiones no asesoran a sus adeptos, de cómo Satanássalió de las manos de un extraño dios, con claros tintes mitológicos.Tan imprudente, que creó un ángel de luz pero no fue capaz de dotarlede raciocinio y además sin prever, que con desmedido orgullo y pocoseso, libraría una terrible contienda, que dañaría seriamente su propiacreación. Y así andamos los pobrecitos mortales, esperando que algúndía este pequeño dios, en minúscula, enmiende su error y remedie talestropicio.

Miles de personas creen a pies juntillas, en estas ancestralesfábulas. La sensatez aconseja, que con riguroso juicio se desechencontradicciones de bulto. El error no cabe en la perfección y el malprocede de la ignorancia. La respuesta válida y consoladora es quepor ley de reencarnación el mal desaparece de toda criatura, mercedal esfuerzo que ponga para mejorarse en cada prueba, armonizándosecon la Justicia, Equidad e Infinita Sabiduría del Creador.

En oposición a la serenidad de espíritu que proporciona elconocimiento de las vidas sucesivas, hay quién todavía se levanta enquijotesco defensor de causas perdidas, aún después que en el veranode 1999, el papa Wojtyla aboliera oficialmente el Infierno, dejando sinresidencia fija a todos sus moradores, demonios y almas condenadasa perpetuidad. ¡Inaudito!

Cándido, un compañero de infancia, haciendo honor a sunombre, era un niño crédulo, temeroso y tímido. Su madre, con intentode que espabilara, lo metió a monaguillo, por aquello de «si quierestener un hijo pillo...» Pasados unos años, a nadie sorprendió que siendoel joven Cándido un fiel devoto y un aplicado alumno, ingresara en unseminario. Llegó el verano y con él las vacaciones, y el flamanteseminarista se reunió con sus familiares. Retraído y muy serio apenasconversaba; sus amigos le dábamos palmadas en la espalda,invitándole a que nos acompañara en las salidas al campo.

De repente todo cambió en el vecindario. La señora Rafaela, laestanquera, recibió satisfecha la visita de su sobrina Aurora, hija desu única hermana que había fallecido hacía diez años. La joven, reciéncumplidas sus diecisiete primaveras, daba gloria verla, reunía bellezay donaire, repartiendo sonrisas y amabilidad por doquier. Con elpretexto, mal disimulado, de comprar sellos y cerillas, cuatromozalbetes todavía imberbes entraban en el estanco para apreciar

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de cerca los encantos de Aurora, hasta que su tía con seriedad, lesdijo, que se habían agotado las existencias. A la muchacha no le faltó,ni mucho menos, el galanteo formal de buenos mozos. Pero prontose rumoreó, por la indiscreción de una amiga, que a ella únicamentele interesaba Cándido, puntualizando que no sólo por que era bienparecido. Al conocer este comentario, que corría entre sus amigos, elseminarista enrojeció hasta las orejas. Siempre he creído que el pobrese sorprendió de manera tan visible, porque la atracción era mutua.Aurora no escatimaba aparentes encuentros fortuitos, al terminar lamisa de las ocho o dando un buen rodeo, hasta pasar frente al domiciliodel joven, con la excusa que su tía le había encargado unas compras.Lo cierto es que frecuentemente se les veía juntos, enfrascados eninterminables coloquios.

Terminaron las fugaces vacaciones instalándose de nuevo larutina en la vida de las personas. Pero algo muy importante habíacambiado para Cándido y Aurora. Compartían un sentimiento naciente,limpio, irrefrenable; la distancia que los separaba lo avivó. Auroralamentaba, triste y llorosa, la ausencia de Cándido. Éste a su vez,tenía la sensación de estar recluido en una cárcel, no prestandoatención a sus estudios, andaba distraído, porque la imagen de unrostro moreno, agraciado y risueño le atraía en todo momento. Comoya era de esperar, de tanto fervor sentimental, se produjo la inevitablecrisis vocacional y dos años más tarde, Aurora lucía un anillo de pedida,que mostraba jubilosa como si se tratara de un preciado trofeo.

Estas anécdotas ocurrieron hace más de medio siglo. AhoraCándido está jubilado y dedica parte de su tiempo en escribir artículos,que un periódico local le publica. A menudo expone temas sociales,con los cuales estoy de acuerdo. En materia religiosa, en el fondo esun cura, lo demuestra el claro intento de salvar a sus lectores. Dadasnuestras dispares ideologías hemos evitado siempre hablar de esteasunto, pero a raíz de su última publicación, no respetamos tal norma,él insistió en un artículo que era del todo necesario aceptar la presenciadel diablo, y sorprendentemente requirió mi opinión.

A los pocos días nos reunimos en una tranquila plazoleta, nossentamos en un banco porque a él le duelen las rodillas y a mí memolesta la espalda. Le advertí sonriendo que nos restaba poco tiempopara ir a comprobar in situ, lo que estábamos debatiendo. Tras unaamigable conversación, desplegué unas cuartillas, en las que tal como

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él me había solicitado expresaba mis convicciones sobre el tema quenos ocupaba. Le rogué que las leyera despacio, sin prisas, yavolveríamos a encontrarnos cuando él lo deseara.

El trabajito reproduce parte de lo que Cándido exponía en lacitada publicación, sostenía la clásica fábula de que: «Dios creó unÁngel de Luz, que haciendo uso de la libertad que el Creador le otorgó,se rebeló contra el mismo Dios.

«Este cabecilla y sus seguidores cayeron en desgracia, y fueronlanzados al infierno. El mal no es propio del hombre, él no lo engendra,pero por su debilidad, se deja seducir por el autor de toda maldad,Satanás, este ser abominable que extravía a quién puede por toda lasuperficie de la Tierra.

«Existen profetas que sin saberlo son satélites de Satanás, elcual incordia a la humanidad de día y de noche, haciéndose presentecon mayor virulencia donde hay virtud, con tal de alejar a los humanosde Dios. El Maligno actúa con astucia y firmeza hasta conseguir loque se propone. No sólo existe, sino que es el más cruel enemigo deDios y sostiene contra él una lucha feroz.»

«Amigo Cándido, mi opinión es que estos conceptos no aclaranlas más clásicas y elementales preguntas. ¿Por y para qué existía uninfierno antes de la creación de seres angélicos? ¿Cómo pudo Dios,Sabiduría Infinita, crear un ángel de Luz, portador de defectos tangraves? Si el Ángel rebelde, encontró adictos, es que estos tampocoeran un dechado de perfecciones o sea que todos estaban taradosdesde un principio.

«Admite Cándido, que este supuesto acontecimiento resultónulo, pues el dios que tú mencionas no rectificó. La humanidad siguenaciendo sin vacunar contra el Maligno. Este funesto coco, si bien lomeditas, sostiene a la multinacional católica. Si la Iglesia no pudieraachacar todos los males de la Tierra al diablo, quedaría muda y sinrespuestas. En la actualidad, se lamenta de un notable déficit defeligreses, que atribuye a la corriente de materialismo e indiferenciaimperantes y por supuesto a la influencia del demonio. Creo que estadoctrina precisa de un examen a conciencia, con lo cual, caería en lacuenta que el pueblo le ha perdido confianza, por exigirle durantesiglos que aceptara tan inmenso cúmulo de incertidumbres. Y ahorael rebaño algo más avispado, atina que los que tienen la presunción

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de ser los poseedores de la verdad, o no saben u ocultan y tanto louno como lo otro es poco fiable y no lleva a ninguna parte.

«Por ejemplo, se llenan la boca declarando indisoluble elmatrimonio canónico, y en ocasiones ¿no ha ventilado la prensa quemediante un generoso cheque, a cuenta de honorarios, la Sacra Rotaha devuelto la soltería a más de una pareja, inclusive con hijos?

«Aseguras amigo, que el mal no es propio del hombre, no loengendra, pero se deja seducir por el diablo. Ignoro con que intentote aferras a esta afirmación; si es para defender a una institución queacumula desde hace siglos errores verdaderamente descomunales,pase, pero a mí no me convence.

«Está al alcance de quién lo desee, informarse de la negrahistoria que ha protagonizado la Iglesia con su desmedido celo yprepotencia. Ha celebrado a lo largo de dos milenios, 21 Conciliospara declarar dogma de fe específicos puntos doctrinales, como ladivinidad de Cristo, la consubstancialidad del Espíritu Santo con elHijo y con el Padre, la infalibilidad del Papa etc. Lo deplorable es quea un tiempo condenaban toda herejía, es decir, una idea o conceptoque no estuviera de acuerdo con sus cánones. No habrás olvidadoCándido, que la palabra herejía en sentido eclesiástico significa «erroren materia de fe». Pues el más grave de los errores fue recurrir aformas de represión realmente injustas. Repasemos brevemente, elescalofriante historial que siempre pesará sobre las espaldas de laIglesia. Las interminables cruzadas, llamadas sin pudor, guerrassantas; en 1095, Urbano II proclamó una cruzada contra el Islam,para la liberación de Tierra Santa al grito de «Dios lo quiere»; el tribunalde la maldita Inquisición, terror y pesadilla de los pueblos, presentedurante la friolera de más de media docena de siglos; los inconcebiblesautos de fe, coronados a menudo con la bárbara condena de ajusticiaren la hoguera a pobres seres inocentes, que el fanatismo excesivo yla locura clerical, acusaban de estar poseídos por el diablo, porquereligiosa o científicamente no estaban de acuerdo con los dogmasestablecidos. ¿No es demencial, además, que con inmaduro proceder,sin calcular las consecuencias que con el tiempo podría acarrear,distinguieran a la raza judía con el ignominioso título de deicida?

«Y mientras ocurrían tales desmanes ¿por qué el Espíritu Santo,no inspiró a quienes se llamaban seguidores de Cristo, para que

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cumplieran con el mensaje universal «amarás a tu prójimo como a timismo»? También en el Concilio de Constantinopla el año 553, laIglesia se cubrió de triste gloria al proclamar: «Todo aquel que sostengala mística idea de la preexistencia del alma y la maravillosa opinión desu regreso, será anatematizado».

«En un evidente abuso de poder, de un plumazo, se decretóque la creencia en la reencarnación fuera abolida y perseguida,sumiendo en la ignorancia más deplorable a toda la cristiandad,dejando sin explicación lo que concierne al sufrimiento humano y decómo transcurre la vida más allá de la inevitable muerte física. (AdvierteCándido, que aún están divagando sobre el «misterio de la muerte»).A quienes defendían la transmigración de las almas, enfrentándose alos cerrados e insostenibles dogmas de fe clericales, les amordazaroncon amenazas de palabra y obra. Reprimiendo ejercer el libre albedríode que estamos dotados y el derecho de su consecuencia más directa,la libertad de expresión. Por esta actitud, fruto del más cerradooscurantismo, la Iglesia todavía hoy, no ha rectificado ni ha pedidoperdón. Y más le valdría ponerse al día con quienes proclaman yratifican la evolución de las especies, dejando a un lado el mito deAdán y Eva; y lo más importante es, que dan a conocer la evoluciónespiritual de todas las almas a través de las vidas sucesivas.

«Auguro, querido Cándido, que el Vaticano se puede llevar unbuen disgusto, parecido al juicio a Galileo, que todavía nos sonreímosal recordar el ridículo que hicieron las altas jerarquías al afirmar quenuestro globo estaba quieto. Por cierto en este caso no hace muchosaños que el Papa Juan Pablo II reconoció el error, pidiendo perdón alinsigne matemático y astrónomo.

«La ignorancia siempre genera confusión y desconcierto. Entreunas creencias que no han sido mesuradas y unos conocimientosadquiridos a través del estudio y discernimiento, media una distanciaabismal.

«Y es que no hay más verdad, que la Infinita Sabiduría y elInfinito Amor. Es innegable que del Todo emana la Vida, el Orden y laArmonía.»

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Recuerdos y confidenciasDamián, esbozando una sonrisa, devolvió el cuaderno a su primo

con el ruego de que le facilitara una copia para su familia. El enfermodespués de comer echaba una siesta, al despertar tomaba uncalmante y esperaba con impaciencia que sonaran las cuatro. Todaslas tardes a esa hora, Tomás iba a visitarle procurando ser puntual,para que Damián, amigablemente, no le regañara.

«Tomás, hoy te has retrasado un par de minutos, sabes que soyavaro de tu compañía, te necesito a mi lado, compréndelo; estoy apocos pasos de atravesar la línea que separa este mundo del otro yquisiera asegurarme de lo que voy a encontrar. Preciso hacer uncursillo acelerado sobre inmortalidad, y saber de cierto lo que tú merepites con una paciencia proverbial.»

Su primo le escuchaba con atención. Apreciaba que Damiániba hilvanando los recuerdos y las posturas más singulares de suvida. Se notaba molesto si la inesperada visita de alguien, interrumpíatan amena e interesante charla.

«Ayer te decía que me urge aceptar el hecho de la muerte, desdeotro enfoque. Para los que siguen viviendo, este trance es unacontecimiento insalvable, es el dolor de la ausencia; el espacio físicoque ocupaba un ser querido está vacío. ¿Y mientras, que le ocurre alprotagonista del evento, al «muerto», o sea el espíritu, según tudoctrina?»

Sonriente Tomás movía la cabeza. Damián quería escuchar unay otra vez, que los espíritus tienen un despertar muy diverso en elmundo espiritual, siempre de acuerdo con sus conocimientos y porencima de todo, según su comportamiento. Obrando con total libertad,las personas somos un claro espejo del grado evolutivo alcanzado.Nuestros actos son la mejor tarjeta de identidad. «Por los frutos losconoceréis», dice con razón una cita evangélica. Pero a Damián,hombre cabal y honesto, en opinión de su primo le aguardaba unsosegado despertar, el reencuentro con familiares queridos y laamorosa acogida de sus Espíritus protectores.

Los ojos del enfermo se humedecieron, y como si pidieradisculpas por ello, dijo: «Toda la vida he sido muy sensible, con lasalvedad, que ahora lo reconozco sin avergonzarme. Tomás, ¿teacuerdas de Lolo? Era un perro dócil y fiel, y sin la menor duda, el

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mejor regalo que recibió Teresita en su corta vida. Yo había cumplidomis veinticinco años cuando el pobre animalito falleció, y a escondidaslloré su pérdida; me pareció que se merecía un gesto de gratitud ycariño por la lealtad que siempre nos había demostrado. Ahora túafirmas y yo me alegro, que según los estudios de Allan Kardec, ensu filosofía nos dice: Existe en los animales un principio independientede la materia que sobrevive al cuerpo. Tienen alma pero es inferior ala del hombre. El espíritu del irracional es clasificado después de sumuerte, por los Espíritus a quienes esta tarea compete. Sus almassiguen, como las humanas una ley progresiva, hasta alcanzar en lacadena de la evolución estadios superiores.»

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En una ocasión Damián indicó a Elena, su mujer, que aquellatarde no quería visitas, salvo la de Tomás. Le apetecía revelar elesfuerzo y las trazas que empleaba, cuando se sentía blandengue,próximo a claudicar, presionado por los argumentos de su infatigableprimo.

«No estaba dispuesto a ceder, para mí Dios no existía, así queme parapetaba tras el drama humano, sostén y coraza de misconvicciones. Cerraba los ojos y me tapaba los oídos. Acudían a mimente un sin número de personas que desde su nacimiento o lo quees peor siendo adultos a causa de enfermedades o accidentes,estaban condenados a una eterna noche de oscuridad, sin disponerde otros ojos que el tacto de sus dedos. Tenía presente el silencioabsoluto de quienes no oyen, perdiendo una parte importante de lavida. Sin olvidar aquellos que privados de movimiento son prisionerosde su propia invalidez. Sumaba sin dificultad las epidemias, cataclismosnaturales y las constantes guerras que azotan a esta humanidad,sembrando destrucción, muerte, horror y miseria.

«En este trágico escenario las injusticias, en todas sus variadasformas, siguen siendo un patente clamor de grave inmoralidad.Apoyado en esta amarga realidad creía demostrar con creces, lainexistencia de un Orden superior. A mí particularmente, este panoramame produce escozor. Recuerdo Tomás, que varias veces measeguraste, que si no conocieras la ley de los renacimientos, la equidad

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intrínseca entre causa y efecto, estas fueron tus palabras, tambiénserías incapaz de aceptar la existencia de ese Dios diminuto y parcialde que hacen gala las religiones.»

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Estaba programado que por espacio de una semana, Damiánpermaneciera en un Centro Hospitalario, con objeto de someterse auna nueva revisión. Aquella tarde parecía que no tenían prisa algunapor despedirse. Mediaron entre ellos pocas palabras, pero repitieronemotivos abrazos que transmitían el profundo afecto que les unía. Alregresar a su hogar el enfermo, sus familiares, a pesar de losresultados poco favorables, se esforzaron en crear un ambiente denormalidad.

«Tomás, quiero que conozcas algo que he guardado en secreto,para no herir mi propio orgullo. Te sonríes, pero no imaginas de quése trata. Recordarás el fuerte temor y desasosiego que se apoderóde nosotros cuando nuestra hija Maite, sufrió el accidente decirculación. Jamás he vivido unas horas tan desesperantes dolorosase inciertas. Esperábamos en la salita, pendientes de que alguien nosinformara de lo que ocurría en el quirófano. Mi mujer, temblorosa yangustiada, reclinaba la cabeza en mi hombro, intentando detenersus lágrimas. Yo besaba su frente con ánimo de infundirle consuelo yesperanza, algo que a mí me faltaba. Me acordé de Teresita ycomprendí como nunca, el sufrimiento de mis padres. Creo que enaquella larga espera me solidaricé con todos los padres del mundoque vivían un trance parecido.»

Damián respiró profundamente concediéndose una pausa quesu primo respetó, calculando la carga emocional que emanaba delrelato.

«Los hijos son un tesoro incalculable. Rememoré pormenoresde aquellos últimos doce años, desde el nacimiento de Maite. Ella, aligual que sus hermanos mayores despertó en mí renovadossentimientos de ternura sin fin. El sentido de la responsabilidad creceante su natural indefensión y procuras protegerles del más mínimopercance. Imágenes entrañables iban desfilando por mi mente. Susvagidos, la primera vez que asió mi dedo, la sonrisa de triunfo, al dar

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sin ayuda, sus primeros pasos y su lloriqueo al entrar en la guardería...Lo recordé todo, Tomás, alegre como un cascabel, ella llenaba lacasa de risas y cantos, adornando las paredes con sus juveniles y porcierto, extraordinarios dibujos. Y ahora mi pequeña se estabadebatiendo entre la vida y la muerte. Entonces ocurrió, vencido por laimpotencia más desesperante, del fondo de mi corazón salió unasúplica: ¡Dios mío, por favor, nuestra hija, no! El ruego nació de laincertidumbre, de si existía o no un alto poder que para su solaz,movido de extraña apetencia, se llevara al cielo las flores másdelicadas.

«Pasar largas horas durante días en un hospital y vivir de cercasituaciones verdaderamente dramáticas, era un poderoso incentivo,para no abandonar mi ateísmo que seguía latente. No aceptaba elinjusto privilegio del milagro, aún estando Maite fuera de peligro y enfranca recuperación. Confieso que una y otra vez cuestioné laarbitrariedad de la voluntad divina, predicada por las religiones, y acabéreconociendo que, como tú aseguras, si la Igualdad es la herenciacomún de toda la especie humana, el proceso de evolución ha de seridéntico para toda criatura, efectuándose mediante la ley natural deenmienda y reparación. Me alegro que así sea, y de tenerte a mi lado,ayudándome a preparar el equipaje para el intransferible viaje a minueva morada.»

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En ocasiones Damián repetía a su primo, relatos de sucesosque ambos conocían, y que este último escuchaba con deleite.

«Eusebio, mi vecino del quinto, era un buenazo que siempretenía la boca abierta, cuando no hablaba comía. Rechoncho y felizcomo la mayoría de las personas que no pasan hambre, empleabaun peculiar y divertido vocabulario que consistía en utilizar fraseshechas y refranes. Siendo un empedernido adicto de la sabiduríapopular, empezaba por la mañana a saludar al vecindariosentenciando, ‘A quien madruga, Dios le ayuda’ y pendiente del partemeteorológico, ‘A mal tiempo, buena cara’.

«Los comentarios que circulaban sobre hechos y personas,Eusebio los coronaba con el dicho más adecuado. ‘Cría cuervos y te

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sacarán los ojos’ ‘De tal palo tal astilla’ ‘Quien mal anda mal acaba’‘Lo que siembres recogerás’ ‘Haz bien y no mires a quién’ ‘Es mejortener, que desear’ ‘A Dios rogando y con el mazo dando’ ‘Fíate de laVirgen y no corras’. A veces coincidíamos en el Hogar del Pensionista,y refiriéndose a un jubilado latoso, comentaba, ‘Genio y figura hastala sepultura’ y si se producía un óbito no faltaba el resignado,‘Casamiento y mortaja del cielo baja’.

«Hace un año me contó que aquella noche, con los amigos desiempre, habían acordado reunirse para cenar. Le recomendéprudencia en la comilona, tal como el ingenioso hidalgo advirtió: ‘Labuena salud se fragua en la cocina del estómago y de opíparas cenasestán las sepulturas llenas’. Sonrió divertido y repuso que no corríaningún riesgo, ya que los ocho comensales, menos él, que ‘estabasano como una manzana y era más fuerte que un roble’ pertenecíanal club de los achacosos y no resistían demasiados trotes. Me preocupaPerico el de la tienda, está pachucho, no levanta cabeza y si Dios nolo remedia, se ‘caerá de maduro’.

«Eusebio quería acudir a la cena con tiempo sobrado, así quenos despedimos. El día siguiente era sábado, y como sabes, siempreme levanto tarde los fines de semana. A eso de las diez escuché unbarullo de ruidos y lamentaciones que provenían de la escalera. Antesde poder deducir lo que sucedía, entró Elena para darme la noticia.Eusebio había muerto durante la noche, sin que su mujer se percatarade ello. No podía creerlo, me quedé patitieso.

«En el tanatorio la desconsolada viuda, relataba que su maridoa la una de la madrugada, antes de acostarse, le dio un beso debuenas noches y amaneció muerto. Llegaron sus amigos los sieteachacosos, con cara de circunstancias, la mujer al verlos redobló sullanto, repitiendo palabra por palabra el triste suceso. Ellos hacíancábalas intentando descubrir, qué habría producido semejante final.‘Eusebio tenía aprensión a los medicamentos, tomaba infusiones yalguna aspirina.’ ‘Mira que yo le aconsejaba, que tomara mis pastillas,las verdes, pero era más terco que un mulo’ ‘Es verdad, testarudo atope, lástima, porque era el más joven de cuatro hermanos, los dosgemelos y la chica, tan indecisa y exigente a la hora de escoger entresus pretendientes, que todavía está para vestir santos’ Perico,chupado, visiblemente afectado se plañía, ‘¡No somos nadie, quién loiba a decir!’ Los demás muy graves, asentían. ‘Esto ya no tiene arreglo,

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no le deis más vueltas, hay que hacer de tripas, corazón’, dijo el quehabía trabajado en la banca, y en un periquete echó la cuenta de lapensión que le pertenecía a la viuda.

«Yo me acerqué al ataúd donde yacía el difunto inmóvil y rígido,con los ojos cerrados; le observé con la estúpida esperanza que abrierala boca y soltara un refrán. Nada, un mutismo total. Aquel silencio meobligó a considerar que al destruirse la vida física, las ideas y lossentimientos de cada persona, tienen que seguir almacenados enotra parte invisible e incorruptible. Y me despedí mentalmente deEusebio con el deseo de volver a encontrarnos.

«Tomás, quiero que me aclares lo que me está ocurriendo. Ayerpor la mañana rememoraba estos hechos, cuando creí escuchar dentrode mi cabeza, la voz de Eusebio que me decía: ‘Cuando las barbasde tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar.’ ¡Increíble, era sugracejo! Miré y remiré por todas partes y no vi a nadie, pero las vocessiguieron. ‘Debes sacar pecho y afrontar la situación, cogiendo el toropor los cuernos.’ ‘Ánimo vecino, porque no hay mal que cien añosdure.»

Tomás informó a su primo de que el fenómeno queexperimentaba, era un evidente caso de manifestación espírita,originada tras la involuntaria evocación, al recordar tan intensamente,la persona de Eusebio y los acontecimientos que tuvieron lugar en lashoras anteriores y posteriores, de su desenlace. Damián era puesafortunado, por recibir una prueba sobre inmortalidad a través de unEspíritu amigo.

Júbilo y certidumbreUn día a Tomás, le despertó el teléfono, preguntándose quién

estaría levantado a las siete de la mañana. Era Damián, que enprincipio se excusó por llamar tan temprano, pero tenía algo muyimportante que contarle. Su primo, medio adormilado, le prometió quedespués de desayunar iría a visitarle.

Damián estaba alborozado y muy impresionado, había soñadoalgo imposible de olvidar. Se encontraba en una ancha sendasembrada de pétalos de rosa. Allá lejos, saltando y cantando, avanzaba

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una preciosa niña de cabellos dorados. Él contemplaba extasiado lagrata visión, a medida que la pequeña se iba acercando, sufríagradualmente una insólita transformación; andaba con suavidad,convirtiéndose en una joven que abrazó a Damián con alegría y ternura.No tuvo noción del tiempo que duró aquella fusión, mas despertó derepente, convencido que Teresita, su hermana, estaba a su lado,porque todavía percibía la emoción inconfundible de su presencia, larealidad del fraternal abrazo e incluso el olor de las flores.

Este sueño o parecidos, se repitieron con toda nitidez, en laspróximas semanas. El enfermo entendió el mensaje, al otro lado leaguardaba un ser muy querido, consoladora evidencia del Amor y laVida. Esta certeza operó un cambio positivo en el ánimo de Damián;bromeando, manifestaba a sus familiares, que no podía aplazar unviaje de «negocios» que tenía programado desde hacía tiempo

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Bien acomodado en un sofá, Damián se complacía en escucharatento, con los ojos casi cerrados, la voz reposada y cálida de Tomás.Raras veces le interrumpía, y en cambio asentía apretándole unamano, para que supiera que no sólo estaba de acuerdo, si no que suspalabras tenían la virtud de obrar como el mejor tónico moral.

«En mis tiempos de búsqueda, Damián, me maravilló laexistencia de lo infinitamente pequeño. Averigüé que la semilla delsicómoro, ínfima, casi invisible, desarrolla un árbol de copa frondosay madera incorruptible.

«Sorprende estudiar el comportamiento de las hormigas.Constituyen una sociedad muy bien organizada. Cada ejemplar tieneun trabajo asignado. Cultivan hongos, almacenan gran cantidad dealimentos y durante el invierno duermen en subterráneos.

«Digno de atención es conocer las colonias de abejas. Soninsectos sociales, incansables y ordenadas, cada una cumplerigurosamente su cometido. Construyen las celdillas en que depositanla miel, con perfección arquitectónica. Si una abeja descubre flores,ejecuta una danza con objeto de avisar y orientar a las demás, haciadonde se encuentra el polen, la cantidad y la distancia. Estos detalles

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que parecen insignificantes, obligan a considerar que tras eseadmirable instinto se perfila una inteligencia. En efecto, a requerimientode Allan Kardec, sobre el particular, los espíritus informaron: «El instintoconstituye una inteligencia no racional, y mediante él todos los seresproveen a sus necesidades. La fuente de la inteligencia, viene de laInteligencia Universal.»

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Tomás vertía reflexiones y conocimientos con frases cortas,últimamente el manjar predilecto de Damián, debido a su estado desalud.

«Un edificio si no se asienta, sobre un terreno firme y con unoscimientos resistentes, por muy sólido que parezca, acabaráderrumbándose. Las medias verdades cojean de tal modo, que seatrapan fácilmente. La Verdad transparente, diáfana, es aquella queno acoge la duda ni la incertidumbre, así como la Luz desvanece lastinieblas y no ampara la oscuridad.

«Los pueblos, desde la noche de los tiempos, han creado a suimagen y semejanza, dioses particulares, pequeños y volubles. A pesarde la lenta evolución humana, llega un tiempo que estas concepcionesacaban arrinconadas y olvidadas. De sus cenizas se levantan nuevascreencias modificadas, pero al igual que sus ancestrales raíces, nacenaún imperfectas. El ateísmo, tú lo sabes, surge cuando el ser humano,usando sabiamente el raciocinio, niega la existencia del Diosincompleto, arbitrario, que pregonan las religiones. Sin conocer la leyde causa y efecto y aceptar que el Espíritu vive las existencias queprecisa para crecer moralmente, no podemos entender la Justiciadivina. La Reencarnación, Damián, por su carácter educativo, es lapanacea que sana las úlceras espirituales más profundas.

«Se precisa fuerza de voluntad y tenacidad para superar lasconsecuencias generadas por insensatas culpas, pero jamás estamossolos al emprender la difícil labor de enmienda y regeneración.Espíritus protectores, pacientes y bondadosos nos ayudan en lasaciagas jornadas de la recuperación. Vencer arraigadas deficienciasy defectos y trocarlos por virtudes, éste es el objetivo de todo Espíritu.Liberarse de ataduras y lastres materiales significa emprender el vuelo

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hacia regiones donde impera el orden y la compasión. Quién seconmueve ante el dolor ajeno, se lamenta del llanto del prójimo, leconsuela en su congoja y mitiga su aflicción, demuestra que elsentimiento del Amor ha despertado en él.»

Crepúsculo y amanecer.La salud de Damián empeoró y fue precisa una nueva

hospitalización, que resultó ser la definitiva. Merced a la buena atenciónrecibida, estaba tranquilo y sosegado y se sentía capaz de manteneruna conversación. No perdía su buen talante, recordó encarecidamentea sus familiares, que no quería servicios religiosos.

«Tomás, me ha visitado ese cura jubilado que pasea por elCentro, ofreciendo su ayuda por si alguien cree que le necesita.Dándole las gracias he añadido, que tengo un primo hermano, duchoen el tema espiritual y me está preparando con todo lujo de detalles,para el viaje de regreso al otro lado.»

Un atardecer Damián, pareció despertar de un sueño feliz, sonriódiciendo: «¡Teresita está allí, me llama, espérame hermana!» Fueronsus últimas palabras. Su vida física se apagó, lenta y suavemente.Tomás no tenía la menor duda del encuentro espiritual que su primohabía anunciado, y por ello, experimentaba una honda emoción.

Respetando los deseos de Damián, el acto de despedir susrestos mortales, se efectuó sin asistencia eclesiástica. Sus hijos convisible emoción y sentidas palabras, destacaron el acendrado amorque en todo momento dedicó a su familia. Siempre tendrían presenteel probado ejemplo de honradez y lealtad que emanaba de su persona.Este era el mayor patrimonio que habían recibido de su padre y abuelo.

En los próximos días, Tomás percibió una increíble calma.Durante cerca de dos años estuvo pendiente de las tribulaciones ydel desarrollo de la enfermedad que aquejaba a Damián. Por fin suconstante preocupación había cesado. Sin embargo, por la fuerza dela costumbre, a la hora que solía visitar a su primo, se dirigía al ausente,plenamente convencido de que el mensaje llegaría hasta él.

El abuelo Tomás, no quería faltar a la promesa de facilitar unacopia de su Cuaderno a la familia de su primo. Releyó su contenido,

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advirtió que estaba incompleto y decidió ampliarlo con una misivadirigida a Damián.

«Inolvidable hermano y amigo, sé que ya has comprobado loque te decía sobre la emocionante sorpresa que experimenta unEspíritu, cuando se le acercan aquellos seres que creía muertos. Gozoindecible es el reencuentro con los familiares que le atendieron desdela infancia. ¡Tú vives esa hora excelsa, que te revela además, la granmaravilla de la inmortalidad! Conocimiento indispensable, sin el cualresulta difícil escoger la ruta idónea, mientras transitamos por esteplaneta.

«Ahora tú conoces aspectos que yo ignoro, pero intuyo.Presiento que allá lejos, hace milenios tal vez, tuvo lugar nuestro primerencuentro, ensayando un incipiente aprendizaje. En los albores delobligado desarrollo, sumergidos en la ignorancia propia de la niñezespiritual, carentes de la cordura que únicamente la experiencia aporta,se inició una odisea, común a todos los humanos: Evolucionar,intelectual y moralmente. Me pregunto Damián, en cuantas ocasionestú y yo, seducidos por el mundano oropel de placeres, riquezas ypoder, ebrios de pasiones, nos hemos enfrentado al extremo deconvertirnos en encarnizados enemigos. Me duele admitir esaposibilidad, pero me consuela pensar que ahora ya somos espíritusadultos, forjados merced a la ley del reajuste. El olvido del pasado encada nueva existencia, allana la tarea de recuperación. Los espíritusatados por arraigados odios, suelen nacer en la misma familia y sonestos lazos paternales, filiales o fraternos los que generan lareconciliación. El amor es más fuerte que el rencor.

«A través del tiempo hemos andado un buen trecho y novolveremos atrás. Seguiremos en la senda del progreso, ampliandoconocimientos, perfeccionando sentimientos, convirtiendo el todavíadébil amor, en obras de fraternidad. Desfilan por mi mente, Damián,los nombres de insignes filósofos que, buena parte de la humanidad,en su ignorancia, ha olvidado. Incluso los mensajes de los Maestrosvenidos de lo Alto, en misión de indicar a los seres humanos cual esel camino de la paz, han sido tergiversados y amañados por quienesadoran el poder terrenal. Y con los ojos vendados por un acentuadomaterialismo, resulta difícil conseguir percatarse con claridad de larealidad espiritual.

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«Damián, no puedo traducir en palabras el júbilo queexperimento. En cambio sé que ahora tú eres capaz de percibir laintensidad de las emociones espirituales. Soy consciente de cuántohemos conseguido, hermano. Somos seres libres porque conocemosla verdad y tal como prometió el Maestro Jesús, ésta nos ha liberadode incertidumbres, dudas y temores.

«Observo el firmamento pleno, sin duda, rebosante de Vida, demovimiento. Me extasía considerar el orden con que se desplazanincontables galaxias. Y vibra mi ser de gratitud, por vivir y saber queun futuro radiante, nos aguarda en otra dimensión. Será cuandohayamos alcanzado la cúspide de la perfección humana, una cimaimportante, pero aún no suficiente.

«El destino del Espíritu, de la imperecedera conciencia, eslaborar en armonía con el infinito. En la eterna Creación, siemprehabrá Espíritus principiantes, destinados a estudiar en la escuela dela vida, el universal lenguaje del Amor. Ellos a su vez, en un futurolejano pero certero, alcanzada la madurez espiritual, también surcaránla inmensidad de los espacios.

«La Sabiduría del Creador, Amor Cósmico, mediante sus Leyesinmutables, acoge, mantiene y conduce a todos los seres vivos, apermanecer en sintonía en el gran concierto universal.

«Mi tarea ha terminado Damián, Elena y tus hijos recibirán elCuaderno, con mis mejores deseos de Paz espiritual por la alta estimaque me merecen. ¡Hasta siempre hermano!»

Tomás

Igualada, 30 de agosto de 2006

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