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El corre g imiento de Otavalo: Territorio, población y producción textil (1535-1808) www.flacsoandes.edu.ec

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El corregimiento de Otavalo: Territorio, población y

producción textil (1535-1808)

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" t;Nt\/E:R�IDAtl 'OE"

QíAVALO

UNIVERSIDAD DE OTAVALO

Plutarco Cisneros Andrade

CANCILLER

Ing. &úl Sotomayor Plaza MEA

RECTOR (E)

Dra. Mariana Guzmán Vi/lena

VICERRECTORA ACADÉMICA (E)

Comisión Editorial

Dra. Susana Cordero de Espinosa

Lic. Elena Francés Herrero

Coordinador de publicaciones

Ing. Hernán Jaramillo C.

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Christiana Borchart de Moreno

El corregimiento de Otavalo: Territorio, población y

producción textil (1535-1808)

Quito 2007

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� IJNI\IE'R�ICA'O OS'

QTAVAL.O

Centro de Investigaciones U.O. -CEDIN.UO-

www.universidaddeotavalo.edu.ec cedin. [email protected]

Otavalo - Ecuador

Diseño Portada: Cati León G.

© Derechos de Autor: Borchart Peters, Christiana Renate No 027925

ISBN-978-9942-01-481-8

Colección: espaciotiempo.

1 a edición - 2007

Impreso en Studio21

Quito- Ecuador

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Für Segundo mit aller Liebe

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T �ndice

Introducción: Los derroteros de la investigación

El T ERRITORIO 1. El proceso de constitución de un corregimiento de indios

1.1. Las encomiendas como primer paso hacia una organización del espacio 21

1.2. Los intentos vacilantes de establecer una administración estatal 25

1.3. La creación de los corregimientos de indios 28 1.4. Suspensión y reinstalación de los corregidores de indios

bajo el virrey Toledo 30 1.5. El retorno del repartimiento de Otavalo a la Corona

y la consolidación del corregimiento 33 1.6. La fundación de la villa de Ibarra y la división del

corregimiento 34 2. El desarrollo de las encomiendas en la Sierra Norte 45 3. La reducción de los ayllus y la fundación de los pueblos

3.1. Los inicios del pueblo Sarance-Otavalo 3.2. La política de reducciones del virrey Toledo 3.3. La visita de Diego de Zorrilla y la organización

de cuatro pueblos desde 1612 3.3.1. Los ayllus y caciques del pueblo de Tontaqui 3.3.2. Los ayllus y caciques del pueblo de Cotacache 3.3.3. Los ayllus y caciques del pueblo de San Pablo 3.3.4. Los ayllus y caciques del pueblo de Otavalo 3.3.5 La migración de los ayllus Muenala y Perugache 3.4. Los ayllus y caciques de Tabacundo y Cayambe

en 1632 y 1685

LA POBLACIÓN

67 69

78 81 83 86 88 90

94

1. Los tributarios y habitantes en el siglo XVI (154 7 -1598) 101 2. La evolución demográfica en el siglo XVII

2.1. La visita del oidor Diego de Zorrilla (1611/12) 109

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2.2. La visita de Pedro Ponce Castillejo y la numeración parcial de Andres de Sevilla (1622 y 1631/32) 112

2.3. La numeración general de Andrés de Sevilla (1645/46) 2.3.1. Los aspectos generales de la numeración 115 2.3.2. Mortalidad y ausencia de tributarios 120 2.3.3. La falta de mujeres 127 2.3.4. Funcionarios, sirvientes y artesanos indígenas como

habitantes de los núcleos urbanos 130 2.3.5. Los cambios en la antroponimia 134 2.4. Las numeraciones de las décadas de 1650 y 1660 13 7 2.5. La visita de del Duque de la Palata y la consolidación

del régimen colonial (1683/85) 2.5.1.Los aspectos generales de la visita 145 2.5.2. La numeración de cinco ayllus de Cayambe 149 2.5.3.La numeración de dos ayllus de Cotacache 154

3. El siglo XVIII multiétnico 3.1. Los forasteros en 1720 157 3.2. La fallida numeración y la sublevación de 1777 160 3.3. La visita de García de León y Pizarra (1779 /80) 3.3.1. Los aspectos generales de la visita 165 3.3.2. La población indígena 170 3.3.3.La población blanca 179 3.3.4. La población negra y mulata 182 3.4. Las cifras contradictorias de fines del siglo XVIII

e inicios del siglo XIX 185

LA PRODUCCIÓN TEXTIL 1. El Obraje Mayor o mal llamado Obraje de Comunidad

1.1. El obraje del encomendero 191 1.2. La administración estatal 203 1.3. El arrendamiento a particulares 206 1.4. El obraje de comunidad y el obraje

de los corregidores 223 1.5. La privatización del Obraje Mayor 228 1.6. La empresa del primer Marqués de Villaorellana 232 1.7. El Obraje Mayor, el "grand tour" y las deudas 238

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2. El Obraje de Peguche 2.1. De la manufactura de Rasero de Solis al Obraje de San José de Buenaventura en el sitio de Peguche 245 2.2. La privatización del Obraje de Peguche 2.2.1. El obraje de los Donoso 254 2.2.2. La familia Jijón y los Marqueses de Villaorellana 265 2.2.3. Peguche, la vida en Europa y el amargo retorno 275

3. La hacienda-obraje Colimbuela y el Condado de las Lagunas 299

4. La estructura de la producción textil en el corregimiento de Otavalo 317

ANEXOS ABREVIAT URAS FUENT ES BIBLIOGRAFÍA

324 350 351 359

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TABLAS

1. Los primeros funcionarios de la administración colonial en el corregimiento de Otavalo desde mediados del S. XVI hasta la fundación del corregimiento de Ibarra 44

2. Los primeros encomenderos de la Sierra Norte y sus encomiendas en los corregimientos de Otavalo, Quito y Riobamba 46

3. La encomienda de Yaruquí-Puratico y Pallatanga 49 4. La encomienda de Lalagachi-Puratico, Cotocollao

y Pigoche 50 5. La encomienda de Guanca, Nambi y Mindo 52 6. La encomienda de Cayambe, Guayllabamba y Tabacundo 55 7. La encomienda Cochasquí, Tanta, Tulcán, Píllaro

(Puéllaro) y Pata te 57 8. La encomienda de Perucho y Chambo 58 9. La encomienda de Otavalo y Quito 60 10. La reducción de ayllus entre 1573 y 1582 71 11. La Provincia Eclesiástica de Otavalo. El número

de doctrineros en los pueblos de indios en 1631 73 13 12. Los caciques de 4 pueblos del repartimiento

de Otavalo en 1612 80 13. Los ayllus y los caciques de Tabacundo en 1632 94 14. Los ayllus y los caciques de Cayambe. 1632 y 1685 95 15. Diferencias en las cifras demográficas

en cuatro pueblos. 1645/46 119 16. Diferencias en las cifras demográficas de los ayllus

de Cotacache. 164 5/46 120 17. La mortalidad masculina en el repartimiento

de Otavalo. 1612-1645/46 121 18. La ausencia de hombres del repartimiento

de Otavalo. 1645/46 127 19. Apellidos femeninos y masculinos

en tres ayllus. 1645/46 136 20. Los ayllus de Pangobuela y Aguaborin. 1645 y 1685 154

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21. Lugares de residencia. Ayllus Pangobuela y Aguaborin. 1685 156

22. Ayllus que deben entregar trabajadores al Obraje Mayor y a las haciendas. 1692/93 199

GRÁFICO S 1. Los tributarios de la Sierra Norte en 1580/82 y su

asignación a diferentes corregimientos 104 2. La distribución de los tributarios en el corregimiento

de Otavalo. 1582. 105 3. La distribución de los tributarios en algunos pueblos

del repartimiento de Otavalo. 1598 107 4. La relación de hombres y mujeres en cuatro pueblos

en 1645/46 128 5. Los tributarios de 5 ayllus de Cotacache. 1645 y 1660 139 6. Los tributarios ausentes de 5 ayllus

de Cotacache. 1645 y 1685 141 7. Distribución geográfica de 5 ayllus de Cayambe. 1685 151 8. La población de los corregimientos de la Sierra

14 centro-norte. 1783 170

9. La composición étnica de los corregimientos de la Sierra. 1783 171

10. La relación entre hombres y mujeres en el corregimiento de Otavalo. 1783 172

11. Lugares de residencia de los tributarios en el corregimiento de Otavalo. 1780 174

12. La residencia de los tributarios en el repartimiento de Otavalo, la región de Cayambe-Tabacundo y el corregimiento de !barra. 1780 176

13. El origen étnico de los tributarios residentes en el corregimiento de Otavalo. 1780 177

14. Cayambes, Otavalos y Vagamundos residentes en Cayambe-Tabacundo. 1780 178

15. Otavalos, Cayambes y Vagamundos residentes en el repartimiento de Otavalo. 1780 178

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1 6. El porcentaje de la población blanca en los corregimientos de la Sierra centro-norte. 1 783 1 80

1 7. El porcentaje de la población negra y mulata en los corregimientos de la Sierra centro-norte 1 82

1 8. Los negros y mulatos libres y esclavos en algunos corregimientos de la Sierra . 1 783 1 83

1 9. La ubicación de los esclavos en el corregimiento de Otavalo. 1 784 1 85

20. Los tributarios de algunos pueblos del corregimiento de Otavalo. 1 780 y 1 804/05 1 87

2 1 . Los salarios de los administradores de obrajes de comunidad hacia 1 630 247

22. Porcentaje cobrado de los tributos calculados del repartimiento de Otavalo y cacicazgo provincial de Cayamabe-Tabacundo. 1 624- 1 629 248

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INTRODUCCIÓN

tavalo. Con los múltiples significados de esta palabra comen­zó la investigación para el presente libro. Fue el nombre que utilizaron los españoles para designar a un cacique mayor,

uno de los más influyentes que encontraron al avanzar desde Quito ha­cia el norte; el nombre que se dio a la encomienda o repartimiento de todos los grupos sujetos a este cacique; el nombre de un ayllu y de su familia cacical, dependientes del cacique mayor y asentados a orillas de la laguna de San Pablo; el nombre que en el lapso de pocas décadas sus­tituyó el de Sarance para designar al pueblo de indios y posterior asien­to; el nombre de todo el territorio desde el río Guayllabamba hasta Ru­michaca, transformado en uno de los dos primeros corregimientos de indios de la Audiencia de Quito y reducido paulatinamente hasta su conformación definitiva en 1 623.

Tantos significados casi inevitablemente causan confusión, y confu­sión fue exactamente lo que produjo el primer acercamiento a la temá­tica: la historia de un corregimiento de indios. La idea inicial consistió en la elaboración de un estado de la cuestión, un resumen de lo que se había escrito sobre los casi trescientos años de historia colonial. De to­das las regiones de la Audiencia de Quito, la de Otavalo es probable­

mente la más estudiada, al menos para las primeras décadas de la colo­nización española. Para los dos siguientes siglos, la bibliografía es no­tablemente más escasa, lo cual hizo necesario completar algunas temá­ticas con fuentes primarias provenientes del Archivo Nacional, docu­mentos que representan solo una mínima parte de lo que reposa en es­te archivo. Archivos como los de Otavalo, !barra o el del Banco Cen­tral en Quito ni siquiera pudieron ser consultados.

En casi un siglo de estudios no se había tratado, sin embargo, de es­tablecer las etapas que, desde el primer reparto de encomiendas, con­dujeron a la delimitación de un territorio que se extendía, tras varias re­ducciones, desde el puente sobre el río Pisque en el sur hasta la quebra­da de Arcos en el norte. Tampoco se había prestado atención a la sig­nificativa diferencia entre el repartimiento de Otavalo y el corregimien­to del mismo nombre que incluía, a más de los grupos indígenas suje-

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tos al cacique mayor Otavalo, el cacicazgo provincial de Cayambe y Ta­bacundo bajo el mando de los caciques Puento. En vista de la frecuen­te y fácil confusión de los términos "repartimiento" y "corregimiento" se optó por distinguir al primero con letras cursivas. La poca importan­cia dada a este aspecto ha tenido como consecuencia, en más de un es­tudio, una falta de precisión en la información presentada. Especial­mente en los análisis demográficos no se aclara si los datos presenta­dos se refieren a la encomienda, al asiento o al corregimiento, distrito este último que no fue el mismo en 1 564, 1 582 o 1 623.

Con esta observación la primera necesidad del estudio quedó clara. Había que analizar el proceso de constitución de este nuevo distrito ad­ministrativo, la evolución de las encomiendas situadas en su territorio y los primeros intentos de adaptar la organización y formas de vida na­tivas a los conceptos mediterráneos de una vida "en policía". En este proceso se deben distinguir dos elementos: la división jurídica que asig­naba un determinado número de ayllus a cada uno de los pueblos de indios fundados en la segunda mitad del siglo XVI; y la asignación de lugares de asentamiento para cada uno de los ayllus, lugares que no ne­

cesariamente coincidían con su adscripción jurídica. En lo relacionado con la terminología se ha respetado el vocabulario utilizado en las fuen­tes, en las cuales prevaleció la palabra quichua "ayllu" hasta finales del siglo XVII cuando fue sustituida paulatinamente por la de "parciali­dad". Para los señores étnicos de la región los funcionarios españoles utilizaban el término caribe "cacique", aunque ellos mismos preferían la expresión "cabeza y cacique", con lo cual conservaron en cierta for­ma su propio término de "ango". La expresión "curaca y cacique", en cambio, se ha encontrado una sola vez hacia mediados del siglo XVII.

También en los topónimos se ha respetado la terminología de la épo­ca, razón por la cual no se habla de Atuntaqui sino de Tontaqui y de Cotacache en lugar de Cotacachi.

A la defmición del área de estudio y su organización interna tenía que seguir un análisis de la evolución demográfica. Este tema complejo se ha tratado más de una vez, pero los resultados siguen siendo poco satisfac­torios. Al igual que en la temática territorial, hasta ahora no se había tra­tado de establecer la secuencia de las visitas y numeraciones de la pobla-

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ción indígena. Más sorprendente resultó, sin embargo, el hecho que el material de las dos grandes numeraciones del siglo XVII, publicado en la Colección Pendoneros del Instituto Otavaleño de Antropologia, ha si­do utilizado sin un adecuado análisis de la fuente para determinar los al­cances -y la deficiencias- de estos documentos. A pesar de que la situa­ción de las fuentes es más ventajosa en el caso del corregimiento de Ota­valo que en otras regiones, uno de los resultados del presente estudio es que lamentablemente la mayor parte del valioso material recopilado en las visitas se ha perdido o no ha podido ser localizado hasta el momen­to en los archivos. El resultado más novedoso de los datos demográficos de finales del siglo XVIII, que no se habían analizado con anterioridad, podría ser la constatación de la importancia de la población negra y mu­lata en el corregimiento, una población mayoritariamente libre a la que no se la ha prestado atención alguna, ya que hasta la actualidad todos los estudios se han centrado en el reducido grupo de los esclavos.

Después del análisis del territorio y su población era indispensable estudiar la economía del corregimiento. Para esta tercera parte del libro hubo que decidir entre dos temáticas de igual relevancia: el desarrollo de la tenencia de la tierra y la producción agrícola y ganadera o los obrajes y la producción textil, aspectos ambos que siguen marcando la economía de la región. Se optó por los obrajes, puesto que en las últi­mas tres décadas las manufacturas textiles de la Audiencia han concita­do el interés de los investigadores. El resultado ha sido un considera­ble número de estudios, aunque ninguno haya enfocado la temática desde una perspectiva regional. Del obraje de Otavalo, considerado erróneamente como obraje de comunidad y citado por casi todos los autores como uno de los más importantes de su género, no existían más que algunos datos aislados. Las fuentes localizadas hasta ahora han permitido establecer las diferentes fases de la historia de esta manufac­tura, aunque muchos elementos, especialmente los aspectos cuantitati­vos, difícilmente se podrán resolver, puesto que las fuentes pertinentes parecen haber desaparecido. De entre los obrajes de la Audiencia el de Peguche es uno de los más conocidos, gracias a uno de los pocos es­tudios monográficos dedicados a las manufacturas textiles. Una revi­sión de documentos ya conocidos así como el hallazgo de nuevas fuen-

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tes han permitido completar la historia y enfocar algunos aspectos de manera diferente. Para completar el cuadro de la producción textil con una hacienda-obraje se escogió Colimbuela, una manufactura ubicada en las cercanías de Cotacache.

La revisión de algunas fuentes primarias hizo evidente la riqueza de testimonios que dejaron los habitantes de esta región, testimonios que permiten un cierto acercamiento a la manera de pensar de personas de quienes nos separan varios siglos. Se trata de caciques, de hacendados y obrajeros generalmente pertenecientes a la elite colonial, pero tam­bién de miembros del reducido grupo de blancos y mestizos que poco a poco se estableció en los pueblos. Algunos de estos testimonios tan ilustrativos de su vida, de sus preocupaciones, de la convivencia de los diferentes grupos han sido incluidos en el presente trabajo. Con excep­ción de textos ya publicados, como los de Eugenio Espejo o Francis­co José de Caldas, en la transcripción de estos testimonios se han in­cluido algunas palabras explicativas y la ortografía se ha adaptado a la actual para facilitar la lectura.

La historia presentada aqui dista mucho de una historia completa del

corregimiento de Otavalo. Si la sistematización intentada logra acercar a las actuales generaciones al pasado y a incentivar nuevas investigacio­nes, este trabajo habrá cumplido sus objetivos.

Quito, abril de 2004

Christiana Borchart de Moreno

A más de tres años desde la entrega del manuscrito parece indispen­sable hacer algunas aclaraciones acerca del presente libro. Por falta de tiempo no ha sido posible actualizar las notas de pie de página y la bi­bliografía, pero a algunas ponencias citadas como textos manuscritos se han añadido los datos bibliográficos de su publicación posterior a 2004. El factor tiempo igualmente impidió, con escasas excepciones, la integración de nuevos materiales documentales encontrados en el transcurso de los últimos tres años.

Quito, noviembre de 2007

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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EL TERRITORIO

1. El proceso de constitución de un corregimiento de indios

1 . 1 . Las encomiendas como primer paso hacia una organización del espacio

Cuando el capitán limeño Francisco Pérez Menacho presentó, el 27 de marzo de 1 623, su nombramiento como corregidor de la Villa de San Miguel de Ibarra y gobernador y capitán general de la Provincia de Esmeraldas a los cabildantes del asentamiento español, quedó conclui­do, en sus aspectos básicos, el lento proceso de la conformación de un territorio coloniaF. Su nombramiento contenía la descripción no sola­mente de los términos de la Villa de !barra sino también del corregi­miento de Otavalo, unidad administrativa que eternizó el nombre de Otavalango, el principal señor étnico o "ango" de la región en el mo- 21 mento de la conquista española2•

Don Alonso Ango o Otavalo, como fue llamado después de su bau­tizo, se convirtió en importante aunque no siempre confiable aliado de los españoles3• En 1 536, en el marco de la rebelión de Manco Inca, fue el centro de una conspiración en Quito, descubierta a los españoles por doña Inés Yarucpalla, conviviente del conquistador Diego Lobato de Sosa y que había sido una de las mujeres principales de Atahualpa4• En octubre de 1 547 el Cabildo de Quito recibió, desde la zona de Otava­lo, informes acerca de una posible conspiración indígena cuyo centro era nuevamente don Alonsd.

LC:I 2: 293. Para las abreviaturas cfr. lista en el anexo. El término "ango" fue aclarado por ve> primera por J. Jijón y Caamaño (Caillavet, 2000 a: 27). Espinosa Soriano 1983, Il: 22; Caillavet, 2000 f: 1 65, 1 68-1 69. Oberem, 1 976: 1 6- 1 8; Espinosa Soriano 1 983, Il: 32-33.

LC:Q 11, 1: 309-310; Vargas , 1 977: 95, 103.

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En el repartimiento de encomiendas, efectuado por Benalcázar en 1 535, este reservó para sí precisamente el grupo étnico bajo el mando del "ango" o "señor" Otavalo, a más de los indígenas sujetos al caci­que Collazos o Collaguazos en la región de Quitd. Los Carangues, cu­yo nombre se cambió pronto por el de su cacique, fueron considera­dos como el conjunto más próspero e importante de la Sierra norte y por lo tanto el más prometedor en cuanto a una rentabilidad económi­ca a través de los servicios personales y, después de la prohibición de éstos, del pago de tributos7•

Al igual que para las demás encomiendas entregadas en este primer repartimiento, no existe una definición clara de los asentamientos in­volucrados. Sus pobladores quedaron a merced de los caciques y de los representantes de sus encomenderos, sin posibilidades de acudir a una instancia superior que pudiera defenderlos contra abusos y exigencias excesivas. Por largo tiempo la población estuvo involucrada en las su­cesivas expediciones de conquista al igual que en las luchas entre las di­ferentes fracciones españolas, reflejadas estas últimas en los cambios y reasignaciones de las encomiendas.

En 1 537 Pedro de Puelles había hecho un primer intento de despo­jar a Benalcázar de la tan codiciada encomienda de Otavalo, intento que fracasó gracias al apoyo que Francisco Pizarra dio a su lugartenien­te. Unos seis años más tarde, sin embargo, Puelles logró sus aspiracio­nes, ya que Vaca de Castro (1 542-44)8 le concedió en encomienda a la población sujeta al cacique Otavalo en vista de que su anterior propie­tario había decidido seguir con la conquista de la región de Popayán9•

Espinosa Soriano 1983, II: 64; Ortiz de la Tabla, 1993: 28. Acerca de los caciques Collaguazos cfr. Saloman, 1980: 1 67-1 68, 249, 264; Moreno Yánez, 1 988: 64-66.

Acerca del cacicazgo de Otavalo cfr. Espinosa Soriano 1983, II: 27; Moreno Yánez, 1988: 58-62; Cai­llavet, 2000 a: 27; 2000 b: 53. Cabe señalar, sin embargo, que, según la Relación de Encomenderos de 1 5 6 1 , las encomiendas más valiosas eran las Rodrigo Núñez de Bonilla y Juan Porcel, ambas ubi­cadas en las regiones de Latacunga y Cañar y otorgadas por Francisco Pizarra o, en el caso de Por­ce!, por Vaca de Castro. Seguia en valor la de Francisco Ruiz en la zona de Quito y Yumbos (Ham­pe Martínez, 1979: 107-108; Ortiz de la Tabla, 1993: 31) . Las fechas de gobierno de los gobernadores, presidentes de audiencias y virreyes provienen de He­nige (1970: 324-325, 331 -332). Espinosa Soriano 1983, II. 34, 42. La aseveración de J. Ortiz de la Tabla (1985: 93) acerca del gober­nador Gonzalo Díaz de Pineda como uno de los dueños de la encomienda de Otavalo se debe a un error, puesto que Díaz de Pineda fue encomendero de "Guanco, Nambe y Mundo" (Ortiz de la Ta­bla, 1993: 28).

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El asesinato de Puelles a fmes de mayo de 1 54 7 dejó la encomienda va­cante. Es en este contexto de incertidumbre donde aparecen los rumo­res acerca de la pretendida conspiración de don Alonso y otros caci­ques de la región.

Pocos fueron los encomenderos del primer momento que lograron sobrevivir las Guerras Civiles de la década de 1 540 y que aparecen en la reasignación de las encomiendas efectuada por La Gasea en 1 54810• Con esta reasignación de encomiendas termina una primera etapa en la cual la distribución de territorios y poblaciones había estado en ma­nos de los principales conquistadores quienes, como encomenderos, cabildantes y primeros terratenientes, controlaban todos los ámbitos económicos. En algunos casos La Gasea confirmó las mercedes he­chas por los hermanos Pizarra, en otros sucedieron las viudas o los hi­

jos de los conquistadores fallecidos y que habían permanecido fieles a la Corona11•

En la zona norte del territorio controlado por el cabildo quiteño quedaron solo dos encomenderos que ya habían sido beneficiados por el repartimiento efectuado por Francisco de Pizarro: Antón Díez con Tanta, Cochisquí y una parte de Turcán, Puéllaro, fuera de Patate presumiblemente en la región de Ambato; y Alonso de Villa­nueva, a quien Pizarra había otorgado otra parte de Turcán. Villa­nueva fue probablemente el primer vecino quiteño en dedicarse a la cría de ovejas de Castilla12•

A este grupo de los primeros encomenderos parece pertenecer tam­bién el encomendero de Mocha y Mira, quien consta, en la Relación de 1 561 , como Pedro Gutiérrez, beneficiado por el Marqués Pizarra, cu­ya decisión fue confirmada por Gil Ramírez Dávalos (1 556-59). La Re­lación anónima de 1 573, en cambio, afirma que Mocha y Mira fueron

Ortiz de la Tabla, 1 993: 28-29. Los cuadros sinópticos de todas las encomiendas constan en el siguiente acápite. Ortiz de la Tabla, 1 993: 29. Según la documentación una de las poblaciones encomendadas en An­tón Díez era la de "Píllaro", término que aparece en las Relaciones de Quito de 1 573 v 1 577. En años posteriores la misma encomienda aparece con los pueblos de Malchinguí, Perucho y Puélla­ro, lo cual hace pensar que existió una confusión entre los topónimos de Píllaro v Puéllaro. Acer­ca de Alonso de Villanueva v los inicios de la cría de ovejas cfr. Borchart de Moreno (1 998 a: 28).

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entregados por La Gasea, en 1 548/49, a Pedro Hernández13• En la en­comienda de Cayambe La Gasea confirmó a Alonso Martín de Que­sada, hijo del primer encomendero, Pedro Martíd4; en la de Yaruqui o Puratico -a más de Pallatanga- a Lorenzo Vargas, hijo de Francisco Vargas. La encomienda de Perucho, que se complementaba con la po­blación de Chambo en las cercanías de Riobamba, fue confirmada a Isabel Aguilar, viuda del primer encomendero. La encomienda fue ad­ministrada por su segundo marido, Rodrigo de Paz Maldonado quien, después de la muerte de su mujer, logró que el Marqués de Cañete le aumentara una vida15•

Los demás encomenderos de la región como Francisco Bernaldo de Quirós, Diego Méndez y Antonio de Ribera obtuvieron sus encomien­das recién en 1 54816• El principal beneficiado de esta nueva distribu­ción, destinada a premiar a los que habían sido fieles a la Corona, fue el capitán Rodrigo de Salazar, asesino de Pedro de Puelles y su sucesor en la encomienda, mientras que Benalcázar falló en su intento de recu­perar tan valioso bien17•

La primera encomienda de Salazar podría haber sido la de Guarreo,

Nambe y Mundo que inicialmente había sido entregada a Gonzalo Díaz de Pineda, yerno de Pedro de Puelles. Al morir sin descendencia legitima Díaz de Pineda, Puelles recibió la encomienda, pero la dejó al conseguir, alrededor de 1 543, la de Otavalo. Vaca de Castro entregó la encomienda a Rodrigo de Salazar al considerar a Francisco de Olmos, sucesor de Puelles, como hijo ilegítimo. Finalmente, en la reasignación de encomiendas de 1 548, Francisco de Olmos fue confirmado como encomendero de la encomienda de El Quinche y Nambi, llamada tam-

En 1 56 1 se dice acerca de Mocha y Mira: " ... su hijo de Pero Gurierrez difunto. Del gobernador Gil Ramirez y su padre, Marques Pi�arro." (Hampe Marrinez, 1 979: 109). En 1573: "Pedro Hernández, difunto, tuvo por encomienda del presidente Gasea a Mocha y Mira; sucedió en ellos Pedro Hernán­dez su hijo." (PL I: 202) Espinosa Soriano 1 983, II: 28.

La Relación de Sancho Paz Pone e de León demuestra que las poblaciones de Yaruqui-Pura rico y Perucho pertenecieron a su corregimiento hasta 1581 /82; la separación de Yaruqui debe haber­se efectuado en 1 581 /82, la de Perucho entre 1 582 y 1 623, momento de la fundación del corre­gimiento de Ibarra. PL I: 201 -204; Hampe Martínez, 1 979: 1 08-1 1 O; Orriz de la Tabla, 1 993: 3 1 -32. Sobre la carrera de Rodrigo de Salazar y sus múltiples cambios de bando durante las Guerras Ci­viles cfr. González Suárez, 1 969, I: 1 245-1 246; Espinosa Soriano, 1 983, II: 49-57; Orriz de la Ta­bla, 1 985: 49- 7 1 ; 1 993:96-98.

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bién Guanca, Yambe y Mindd8• Rodrigo de Salazar, quizás informado de las pretensiones de Benal­

cázar en Otavalo, se apresuró de asegurar su propiedad. El 4 de febre­ro de 1 549 tomó posesión ante el corregidor de Quito, Antonio La Ga­ma, ceremonia en la que estuvo presente el cacique principaF9• Duran­te el año y ocho meses transcurridos entre el asesinato de Puelles y la toma de posesión de Salazar la administración de la población indíge­na debe haber quedado completamente en manos de los caciques quie­nes, desde el derrumbe del sistema administrativo incaico, procuraban sacar provecho de los vacíos de poder0•

1 .2. Los intentos vacilantes de establecer una administración estatal

Recién en los años posteriores a la Guerras Civiles y juntamente con la reasignación de las encomiendas se dan los primeros pasos para una organización administrativa con la intención de ofrecer un mínimo de protección a la población indígena frente al "binomio encomendero­curaca"21. Los corregidores de españoles, instalados en los núcleos ur­banos, no podían cumplir esta función por la enorme extensión de sus jurisdicciones; además se hacía necesario evitar la acumulación, en los juzgados de la capital, de juicios instigados por la población indigena.

En el período del Presidente de la Audiencia de Lima, Pedro de la Gas­ca (1 547-50), una Real Cédula, fechada el 9 de octubre de 1 549, deter­minó el nombramiento de caciques como jueces pedáneos, idea que

Los datos de esta encomienda son algo contradictorios. Según \X: Espinosa Soriano (1983, II: 3 1 ,49) Pedro de Puelles disfrutó de la encomienda hasta su muerte en 1 547, mientras que Rodri­go de Salazar recibió una encomienda no definida por parte del virrey Blasco N úñez Vela. J. Or­tiz de la Tabla (1 993: 30, 49) afirma que la encomienda de los indios de Goanca, Nambe y Mun­do había sido inicialmente de Puelles para pasar posteriormente a su yerno Díaz de Pineda. Sala­zar, en cambio, disfrutó la encomienda de Olmos por merced de Vaca de Castro (Ortiz de la Ta­bla, 1985: 67). En la lista de encomenderos de 1 56 1 (Hampe Martinez, 1 979: 1 08) Francisco de Olmos consta como encomendero de "Nanbi v Quincha" por merced del Marqués Pizarra. La ceremonia de entrega de una encomienda parece haber sido muy sencilla. En el caso de Ota­valo se menciona únicamente que Salazar "tomó por la mano a un zndzo que dzjo ser señor prznczpal de la provincia de Otavalo .. . " (Ortiz de la Tabla, 1 985: 63; Caillavet, 2000 a, 27). Lohmann Villena, 1 957: 1 0, 1 1 . Lohmann Villena, 1 957: 20.

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obviamente no prosperó22• La década siguiente fue un período de propuestas y tanteos destinados

a encontrar una solución para la administración de justicia en las zonas rurales. Debido a la desaparición de las actas de Cabildos de Quito para los años de 1 552 a 1 572, esta época decisiva para la organización admi­nistrativa y territorial, tanto por la redistribución de tareas entre el cabil­do y la Audiencia, fundada en 1 563, como por el nombramiento de los primeros corregidores de indios, está insuficientemente documentada.

La propuesta del licenciado Matienzo de instalar en cada reparti­miento un indio ladino proveniente de otra provincia con titulo de co­rregidor, no tuvo acogida. Más éxito tuvieron los consejos de La Gas­ca quien, basado en su experiencia administrativa adquirida en el Perú, recomendó, en 1 554, crear el cargo de alcalde de indios para atender los pleitos de poca cuantía en los pueblos indígenas. El primero en lle­var a la práctica esta medida administrativa fue el virrey Marqués de Ca­ñete (1556-61) con el nombramiento de cuatro alcaldes en el Cuzcd3•

Esta innovación tuvo efecto también en los términos de la ciudad de Quito. Con fecha de 23 de abril de 1 557 el virrey autorizó al goberna­dor Gil Ramírez Dávalos (1 556-59) a nombrar personas "con vara de justicia" en los pueblos de su distrito. Esta autorización se hizo efecti-

26 va el 1 8 junio de 1 557 con el nombramiento de Juan Alvarrazin (o Al­barrado) para la zona comprendida entre Mocha y Tiquizambi (Tixán) , con sede en Riobamba; y de Francisco Arauja para la zona norte que incluia Cayambe, Otavalo, Carangue, Mira, Tuza y Guaca, es decir des­de el río Guayllabamba o, en épocas posteriores, desde el río Pisque hasta los términos de Pasto. Este último optó por instalarse en Sarao­ce, localidad que poco a poco fue tomando el nombre de Otavalo en lugar del Otavalo prehispánico a orillas del lago de San Pabld4• Suce-

Lohmann Villena, 1 957, 14. Lohmann Villena, 1 957: 15- 17.

Sobre la ubicación del Otavalo prehispánico y la transformación de Sarance en Otavalo cfr. Cai­llavet (2000 a: 27-42) . En 1 582 el pueblo todavía se llamaba Sarancc y "por otro nombre Otava!o", se­gún la Relación de su corre¡,>idor Sancho Paz Ponce de León (PL !: 362-363). Los motivos para la selección del asentamiento de Sarance como lugar de residencia del protector y posteriormente del corregidor no están claros. Según W Espinosa Soriano, el primer protector Araujo optó por

este lugar, motivo por el cual el cacique principal trasladó su vivienda a Sarance. Posteriormente, el mismo autor afirna que fue el lugar de residencia del cacique principal que determinó la selec­ción de Sarance co.no centro administrativo colonial (1 983, TI: 90-91)

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sor de Arauja fue, desde enero de 1 559, Pedro Hernández de Reina quien estuvo pocos meses en el cargo. En noviembre el nuevo gober­nador, Melchor Vásquez Dávila (1 559-63), lo sustituyó por el ya men­cionado Juan Alvarrazin, quien no solamente debía proteger a los in­dios sino también cuidar de su instrucción religiosa y visitar los tambos de la regiód5•

La procedencia de estos tres funcionarios y su situación en la socie-dad quiteña son, por el momento, desconocidas. Ninguno de ellos consta entre los vecinos fundadores de Quito ni tampoco entre los be­neficiados de mercedes de tierras del siglo XVI . Pedro Hernández de Reina es probablemente idéntico con aquel Pero o Pedro Hernández quien había recibido, en 1 548 por parte del Presidente La Gasea, la en­comienda de Mocha y Mira, la cual, en 1 573, pertenecía a su hijd6• El nombramiento de encomenderos para las funciones administrativas era bastante frecuente debido a la falta de fondos públicos para el pa­go de salarios27• Además puede haberse tratado de una medida para re­ducir la oposición de los encomenderos a cualquier cambio destinado a reducir su control sobre la población indígena.

En la década de 1 560 se discutía la idea de un régimen jurídico tri­partito para la población no hispana. Los infractores negros, mulatos y

mestizos serían juzgados por los corregidores de españoles; los conflic- 27 tos menos graves entre los indios se tratarían por sus alcaldes nativos y los crímenes graves al igual que las apelaciones por los encomende-ros. Esta idea no parece haber pasado del nivel de debate. La llegada del virrey Conde de Nieva (1561 -64) significó un cambio tanto en la terminología como en la jurisdicción de los alcaldes de indios, llama-dos ahora jueces de naturales. Su actividad se redujo a las causas civiles de indios con valores inferiores a los 50 pesos, mientras que los casos de mayor cuantía así como los juicios criminales serían tratados por los corregidores de españoles. Al igual que la institución de los alcaldes o "protectores" de la época del Marqués de Cañete, la de los jueces de naturales no parecía ofrecer una solución satisfactoria. Obviamente

25 LCOCQ, 1 2-13, 1 03-106, 147, 1 94-1 97; cfr. también Espinosa Soriano 1 983, Il: 89, 81 ; Jaramillo, 1 972: 55 PL I: 202; cfr. también arriba.

r Lohmaon Villena, 1 957: 22.

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nunca fue introducida en todo el territorio del virreinato y su abolición comenzó ya durante el gobierno del Conde de Nieva y terminó con la llegada del licenciado Lope García de Castrd8•

1 .3. La creación de los corregimientos de indios

Como creador de la institución del corregidor de indios debe consi­derarse a Lope García de Castro, miembro del Consejo de Indias des­de 1 558, quien ocupó el gobierno del Perú, en forma interina, desde fi­

nes de octubre de 1 564 hasta 1 569. Los primeros corregidores nom­brados por él se instalaron en los valles costeros del territorio de la Au­diencia de Lima29. Aun antes del arribo de García de Castro a territo­rio peruano, la Audiencia de Quito debió haber recibido un instructi­vo acerca de la reorganización administrativa, puesto que mediante una Real Provisión, fechada el 20 de octubre de 1 564, nombró a Alonso de Marchena como alcalde y justicia mayor "en las provincias y pueblos de Rio­

bamba, Latacunga y Chimbo y los demás pueblos de indios a ellos comarcanos" con un salario de 450 pesos anuales que debía cubrirse con los tribu­

tos de encomiendas vacantes30• Marchena, que era vecino y regidor de Cuenca, tenía experiencia en

este cargo, ya que el 1 9 de febrero de 1 558 Gil Ramírez Dávalos lo ha­bía nombrado protector de la región de Riobamba, en reemplazo de Juan Alvarrazin quien fue encargado de una visita como juez de comi­sión31. Alonso de Marchena, a quien el Conde de Nieva había otorga­do la encomienda de Guarme en Guayaquil, es otro ejemplo de los en­comenderos nombrados para la protección de la población indígena32. Su nombramiento para funciones públicas fue duramente criticado por Salazar de Villasante, quien lo acusaba de ser prófugo de la justicia de

Lohmann Villena, 1 957: 24-25, 34-35, 47.

Lohmann Villena, 1957; 35, 45, 47.

En la Nueva España los corregidores llevaban el título de "alcalde mayor". También se seguía uti­lizando el término de juez de naturales hasta 1 579, cuando se cambió definitivamente al término de corregidor por orden de la Corona (Lohmann Villena, 1 957: 91; LCOCQ, 314-31 8). A los jue­ces de naturales nombrados por el Conde de Nieva se les había asignado un salario de 400 pesos (Lohmann Villena, 1 957: 24).

LCOCQ, 1 22-125.

Vargas, 1977: 149.

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Córdoba y haber huido de galeras, a más de ser hijo de una mulata ven­dedora ambulante en Sevilla33•

La Real Provisión detallaba las tareas del cargo, a saber, conocer, en primera instancia, todos los pleitos, tanto civiles como criminales, en­tre indios y españoles; tomar la residencia a los funcionarios indígenas, alcaldes y alguaciles, en todos los pueblos del distrito; convocar a los principales y ancianos a la elección anual de un alcalde por cada pue­blo; impedir que algún español pase por el distrito sin expresa licencia de la Audiencia y controlar el paso de ganado vacuno y ovejuno.

En este momento, la función de los nuevos representantes de la Co­rona era claramente judicial, puesto que el principal aspecto económi­co, el cobro de tributos, quedaba bajo el control de los encomenderos. Llama la atención que el nombramiento no mencione entre las obliga­ciones del nuevo funcionario el control de los tambos ubicados en su distrito, deber que se había señalado expresamente en el nombramien­to de Juan Alvarrazin en 1 559 y que en años posteriores formaba par­te de las tareas administrativas. Al menos en 1 573 la visita de tambos, tanto del sur como del norte, fue realizada por el regidor Diego de San­doval; mientras que en 1 575 fue encargada al regidor Ribera la visita de los tambos del norte34•

El nombramiento del corregidor de indios de la :zona norte debe ha­

berse efectuado en los mismos términos y alrededor de la misma fe­cha, tal como había sucedido con los nombramientos de 1 557. Es po­sible que el primer corregidor destinado a Otavalo haya sido Hernan­do Paredes, como lo indica W Espinosa Soriano, basado en V A. Jara­milld5. Las pocas fuentes disponibles indican, sin embargo, otra cosa.

cfr. ürtiz de la Tabla, 1 993: 1 59. Tanto Albarracín como Marchena no constan en la lista de los justicias mayores de Riobamba de Piedad y Alfredo Costales (1982: 92-96) LCQ, 1 573-74: 55-56, 85-92; LCQ, 1 575-76: 74. Cabe mencionar que en estos años no había co­rregidores (cfr. abajo).

Cfr. Jaramillo, 1 972: 72-73 y Espinosa Soriano 1 983, Il: 90, 95. El año de 1 563 dado por ambos autores como fecha de inicio del corregimiento de Otavalo parece poco probable si se tienen en cuenta las etapas arriba expuestas y que fueron necesarias para llegar a la creación de los corregi­mientos de indios. Según V. A. Jaramillo (1972: 72-73) el período del primer corregidor se exten­dió hasta 1 568. W Espinosa Soriano señala, por un lado, un período de 1 563 a 1 565 (1983, !I: 95), mientras que por otro menciona una gestión del corregidor Paredes en Tusa en 1 568 (1983, Il: 90).

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En 1 566 Hernando Paredes, uno de los vecinos fundadores de Quito, hizo declaraciones, como teniente de corregidor, acerca de su partici­pación en las reducciones de población. Además uno de sus sucesores, Sancho Paz Ponce de León, lo menciona, en su Relación de 1 582, co­mo segundo funcionario en el cargd6• Puesto que los corregidores de Otavalo al igual que los de Riobamba, hasta la fundación de la villa, te­nían que presentar su nombramiento y sus fianzas ante el cabildo qui­teño, la fuente más fiable serían las actas de las respectivas sesiones, la­mentablemente desaparecidas. Los datos de las fuentes hacen pensar que Hernando Paredes, después de su actuación como teniente de co­rregidor, fue nombrado como titular para los años de 1 567/6837•

El primer corregidor de Otavalo seguramente tuvo poca libertad pa­ra actuar en defensa de la población autóctona. En el Perú, y quizás también en la Audiencia de Quito, se desató una verdadera campaña de desprestigio contra estos nuevos funcionarios que podía llegar hasta la instrucción de autoridades eclesiásticas de no darles la absoluciód8• La oposición del cabildo quiteño se puede dar por descontada, pero tam­poco podía esperar apoyo alguno de la recién fundada Audiencia. Se­guramente no es una mera coincidencia que el 31 de julio de 1 565 el

primer presidente de la Audiencia, Hernando de Santillán (1 564-68), nombró a Carlos Salazar, familiar del poderoso encomendero de Ota­valo, como corregidor de Quito, nombramiento que lo convertía en la autoridad inmediatamente superior del corregidor de Otavald9•

1 .4. Suspensión y reinstalación de los corregidores de indios bajo el virrey Toledo

En 1 569, año en que el virrey Toledo llegó al Perú, el corregidor de Otavalo era Juan Cisneros y Reinoso. En los pocos años de existencia de los corregimientos de indios ya se habían suscitado una serie de pro­blemas y Toledo, quien elogiaba las ordenanzas elaboradas por su an-

LCQ I, 1: 54; PL, I: 369; Caillavet, 2000 d: 1 34. Esta idea es apoyada por el hecho de que pocas veces los períodos de los corregidores de Otava­lo fueron mayores a dos años.

'" Lohmann Villena, 1 957: 56-67. LCOCQ, 3 1 9- 32 1 .

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tecesor, criticaba la selección de funcionarios hecha por García de Cas­tro40. Una de sus primeras actuaciones fue la destitución de funciona­rios, medida que se aplicó también a Cisneros y Reinoso cuya suspen­sión y residencia se ordenó en julio de 1 570. Aunque el encargado de la medida, el oidor Pedro de Hinojosa, hizo efectiva la suspensión, no llevó a cabo la residencia ordenada41.

El mismo día el capitán Juan Zárate Chacón recibió su nombra­miento como nuevo corregidor de Otavalo y presentó las fianzas de rigor en una notaría limeña al día siguiente. Uno de sus fiadores fue Benito de Barreda, un vecino quiteño que residía en estos momentos en Lima42. A diferencia de lo que suponen V. A. Jaramillo y W: Espi­nosa Soriano43, Zárate Chacón no se hizo cargo del corregimiento en este año. Recién en agosto de 1 571 la Audiencia de Quito, mediante Real Provisión, confirmó que pagaría al nuevo corregidor el mismo salario que había tenido Cisneros y Reinoso, "corregidor que fue del dicho

partido de Otavalo ". Esta confirmación no tuvo consecuencias inme­diatas, puesto que solamente el 30 de marzo de 1 576 el capitán Zára­te Chacón se presentó ante el cabildo de Quito con el nombramien­to, dando como su fiador a Ruy Díaz de Fuenmayor, encomendero y destacado miembro del cabildo en estos años44. El nombramiento es­taba firmado por el virrey Toledo en Lima el 20 de diciembre de 15 7 5

y mencionaba las órdenes dadas al oidor Hinojosa y su incumpli­miento parcial, para luego añadir:

... y después acá [ú. julio de 1570 y diciembre de 1575] he sido itifórma­

do que conviene que en aquel partido haya corregidor por lo que toca a la de­

fensa de los naturales y para hacerles pagar sus trabqjos en las mitas)' otras

cosas, y por los agravios)' dexaciones [vljaciones l_y malos tratamientos que

reciben de pasqjeros )' otras personaf5•

Lohmann Villena, 1957: 54, 84.

LCQ, 1 575-76: 2 1 0-215.

Barreda acompañe"> al gobernador Melchor Vásqucz DáYila en Quijos, fue posteriormente premia­

do con una encomienda en la re¡,.-ión de Cuenca y se estableció finalmente en Loja (Ortiz de la Ta­bla, 1993: 36, 66, 101 , 1 08).

Jaramillo, 1 972: 74; Espinosa Soriano 1983, II: 95.

PL I: 204; LCQ, 1 575-76: passim.

Toda la documentación citada en LCQ, 1 575-76: 207-219

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La demora entre el primer nombramiento de Zárate Chacón, la Real

Provisión de la Audiencia acerca del salario y el documento de diciem­

bre de 1575, que se debe entender como un segundo nombramiento,

refleja la política de la época. Por un lado debe haber existido una cons­

tante oposición del cabildo quiteño dominado por los encomenderos.

Por otro lado había la actitud vacilante y ambigua de la Corona causa­

da, más que nada, por lo que G. Lohmann Villena ha llamado su "mez­

quindad fiscal"46•

Una cédula de 1571 exigió a Toledo un informe acerca de la utilidad

de corregidores y las posibilidades de su fmanciamiento y ordenó la

suspensión de nombramientos para las plazas que quedaban vacantes.

Los resultados de la visita de Toledo y sus informes fmalmente con­

vencieron a las autoridades españolas quienes, en 1575, confirmaron la

existencia de los corregimientos de indios que debían administrarse se­

gún las Ordenanzas de Castro de 15 6547• La vacancia del cargo de co­

rregidor no solo se había dado en Otavalo, sino también en el corregi­

miento de Riobamba donde, según la Descripción de Quito de los ofi­

ciales reales Pedro de Valverde y Juan Rodríguez (1576), el nombra­

miento de un nuevo funcionario se demoró más tiempo48•

La información acerca de los corregidores Cisneros y Reinoso y Zá­

rate Chacón es muy exigua. Debido a la suspensión del cargo del pri­

mero y la postergación del nombramiento del segundo, ninguno de los

dos habrá estado involucrado en la fase más intensa de las reducciones

de la población indígena que se habían iniciado bajo el gobierno del

Marqués de Cañete y fmalizaron con el de Toledo49• Es posible que la

ausencia de corregidores haya retrasado las reducciones en algunos ca­

sos. Esto se infiere de la Relación del corregimiento de Otavalo de

1582, en la cual se asevera que en los pueblos de Malchinguí y Perucho

había "comenzada una iglesia" 50• La escasa documentación del cabildo no

permite determinar si Zárate Chacón fue el primero en recibir el nom­

bramiento no solamente como corregidor de indios sino también co-

Lohmann Villcna, 1 957: 84.

Lohmann Villena, 1 957: 84, 87-88. " PL I: 248.

Lohmann Villena, 1 957: 48, 49. IC> PL l: 360.

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mo administrador del obraje y de los ganados de comunidad, función

doble que era reconocida con el pago de dos salarios, a saber, 300 pe­

sos de oro por el trabajo como corregidor y otros 150 pesos por la ad­

ministración de los bienes de comunidad51• Es posible que esta última

función haya sido añadida al cargo después de la visita de Toledo y se­

guramente no fue del agrado del encomendero Rodrigo de Salazar.

1.5. El retorno del repartimiento de Otavalo a la Corona

y la consolidación del corregimiento

A mediados de la década de 1570 terminó una segunda fase, una

consolidación marcada por dos eventos decisivos: la Cédula de 1575,

que institucionalizó los corregimientos de indios y el establecimiento

de los principales pueblos de indios en cada territorid2• En el caso del

corregimiento de Otavalo se había iniciado, además, el proceso de re­

torno de la encomiendas privadas a la Corona. Los dos encomenderos

beneficiados por Pizarra habían fallecido antes de 157 3, al igual que la

mayoría de los nombrados por La Gasea y las encomiendas estaban en

manos de sus viudas o sus hijos. El único sobreviviente de esta gene­

ración era Rodrigo de Salazar. Una encomienda, la de Antonio de Ri­

bera en las poblaciones de Cumbayá, Tuza, Ticallo (¿Tisaleo?) y Gua­

ca, había quedado vacante antes de 157 3, puesto que la mujer de Ribe­

ra había sido la segunda propietaria. A diferencia de Sancho Paz Pon­

ce de León, marido de la hija y heredera del encomendero Francisco

Bernaldo de Quirós, y de Rodrigo Paz Maldonado, marido de la viuda

de Diego de Torres, Antonio de Ribera no había logrado la concesión

de una "tercera vida".53 Con el retorno a la Corona se inició el proce­

so de la colocación de "situaciones", es decir rentas fijas que se paga­

ban a ciertas personas y que se cubrían con tributos cobrados por los

funcionarios coloniales. En la región de Otavalo, la encomienda men­

cionada fue obviamente la primera en quedar hipotecada con este tipo

LCQ, 1 575-76: 207-21 0. " Según W. Espinosa Soriano (1983, II: 1 38-43) en Otavalo y Cayambe las reducciones se llevaron

a cabo en 1 573. 53 PL I: 202-203; Hampe Martínez, 1 979: 109.

El c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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de rentas, en este caso a favor de los hijos de Francisco Morán54•

El principal evento del tercer período, que se extendía desde 1575

hasta la fundación de la villa de San Miguel de !barra en 1606 fue, sin

lugar a dudas, el retorno a la Corona del "repartimiento de Otm;a/o" de Ro­

drigo de Salazar. El inusual retorno de una encomienda después de la

muerte de su primer beneficiario se debió a la visita efectuada, en 1579,

por el oidor Ortegón, quien descubrió una serie de problemas, entre

ellos el maltrato a la población indígena y la falta de una doctrina ade­

cuada, una de las principales obligaciones de los encomenderos. Sala­

zar apeló la sentencia y logró la conmutación de las penas pecuniarias

en la pérdida de su encomienda después de su muerte, castigo que

afectaba principalmente a su segunda mujer en Lima55•

Con la muerte de Salazar en 1584, después de casi cincuenta años de

administración y aprovechamiento privados, el mayor grupo humano y

la principal renta del corregimiento quedaron bajo control directo de

las autoridades coloniales, control que no fue cedido más. Los ingresos

deben haber constituido uno de los rubros más importantes de las Ca­

jas Reales. A diferencia de otras encomiendas, el repartimiento de Ota­

valo quedó libre de gravámenes durante algo más de tres décadas. Re­

cién en 1617 la Corona concedió una renta privada a pagarse de los tri­

butos de Otavald6•

1. 6. De la fundación de la villa de !barra a la división

del corregimiento

La fundación de la villa de !barra, el 28 de septiembre de 1 606, que

con su jurisdicción era "anrjo al corregimiento de Otava!o" 57, inauguró una

nueva fase en la administración del corregimiento. El establecimiento

de una nueva villa y el nombramiento de sus representantes acarreaba

la redefinición de los distritos administrativos y de algunas funciones,

proceso que podía causar conflictos entre los funcionarios de diferen­

tes entidades. Tanto al sur como al norte de Quito la intención de fun-

PL !: 204; Ha m pe l\fartínez, 1979: 109.

Ortiz de la Tabla, 1985: 95-96; 1 993: 97-98.

PL ll: 1 1 9, 1 6 1, 168.

PL II: 143.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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dar villas españolas causó la protesta del cabildo quiteño por conside­

rarse "en perjuicio de esta ciudad, y de las mercedes que el Emperador nuestro S e­

nor le hizo "58•

El establecimiento de la aldea de Riobamba y la villa !barra desem­

bocó en la subdivisión de territorios a través de la fundación de nue­

vos corregimientos. En el corregimiento de Riobamba este proceso se

había iniciado ya en 1575, con la fundación no autorizada de una villa

por parte de españoles establecidos en esta zona. Este procedimiento

que, según los cabildantes quiteños, se había realizado "con grande albo­

roto, escandalo e mano armada, espadas desembainadas e con otras armas", obli­

gó al cabildo de la capital a mandar a uno de sus alcaldes ordinarios pa­

ra restablecer el orden y presenciar la fundación oficial de una "aldea

de españoles" el 9 de julio de 157559• La subdivisión del corregimiento

se dio poco después, ya que a más tardar en 1581 Miguel Cantos, cu­

ñado de Rodrigo de Salazar, actuaba como corregidor de Chimbd0•

También el corregimiento de Latacunga debe haberse establecido en

estos años, puesto que en una merced de tierras de 1580 se menciona

al capitán Alonso de Peñafiel como corregidor de esta jurisdicción61•

Parece, sin embargo, que ni siquiera con la fundación de los nuevos

corregimientos de Latacunga y Chimbo la división de poderes quedó

inequívocamente establecida, puesto que todavía en la primera década

del siglo XVII había enfrentamientos y pleitos. El principal conflicto se

dio con Diego Niebla quien, en 1 60 3, había adquirido por remate el

cargo de alguacil mayor de Quito e insistía en que su jurisdicción abar­

caba los corregimientos de Otavalo, Latacunga, Chimbo y Riobamba.

Poco después de asumir el cargo había enviado a sus lugartenientes a

Ambato en una misión ordenada por el corregidor de Quito. El corre­

gidor de Riobamba, que se encontraba en el pueblo, quitó las varas a

los alguaciles e impidió el cumplimiento de la acción legal. En 1 60 6

59

En estos términos protestó el cabildo quiteño el 25.9.1 609 (LCQ, 1 603-10: 326). Por falta de las actas se desconoce la reacción que debe haber causado la elevación de la aldea de Riobamba a la categoría de villa. En el caso de Latacunga las protestas del cabildo fueron enérgicas v las inten­ciones de establecer una villa se frustraron. LCQ, 1 575-76: 30-3 1 . 88, 10 1 - 123. PL I: 281-31 1 ; Ortiz de la Tabla, 1 985: 70. LPT, 1 941 : 5 1 .

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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Niebla nombró a Pedro Montenegro como alguacil mayor de la re­

cién fundada villa de !barra, actuación que causó, en diciembre del

mismo año, la protesta del cabildo. Durante años Diego Niebla se­

guía insistiendo en sus derechos incluyendo en el debate a los cabil­

dantes de !barra. Por sentencias de 1610 y 1611 le fue negada una ju­

risdicción tan amplia y finalmente quedó reconocida la facultad del

cabildo de !barra de nombrar su alguacil mayor con jurisdicción so­

bre todo el corregimiento62•

En el caso del "corregimiento del partido de Otavalo y Villa de !ba­

rra", como fue llamado entre 1606 y 1623, a más del conflicto con el

alguacil mayor de Quito, se presentaron problemas adicionales. La si­

tuación del corregimiento era distinta puesto que, a diferencia de Río­

bamba, la nueva villa no se había fundado en el lugar de residencia del

corregidor. En el momento de la fundación, el corregidor de Otavalo

era el capitán Diego López de Zúñiga. El capitán Cristóbal de Troya

Finque, encargado de la fundación, tuvo que esperar el final de la ges­

tión de López de Zúñiga, en diciembre de 1606, para asumir el cargo

de corregidor por nombramiento del presidente Miguel de !barra. Cu­riosamente los nombramientos de ambos corregidores no constan en

las actas del cabildo quiteño de 1603-161 O. La función de López de

Zúñiga como corregidor de Otavalo se comprueba con su presencia

en la fundación de la villa. Cristóbal Troya Finque fue recibido en el

cargo en la sesión del cabildo ibarreño el 30 de diciembre de 160663•

Durante su período comenzaron a evidenciarse los conflictos que di­

ficultaron la convivencia entre un corregidor de indios con sede en

Otavalo y el cabildo de una villa española fundada a poca distancia. En

1608 Troya Finque solicitó a los alcaldes de !barra de abstenerse del co­

nocimiento de causas legales de los indios, solicitud que fue rechazada,

el mismo año, por un real acuerdo de la Audiencia. A pesar de esta de­

cisión su sucesor, el capitán Miguel Arias de Ugarte, insistía en reser­

var para sí todos los asuntos relacionados con la población indígena64•

Cristóbal Troya Finque estuvo con cierta frecuencia en la villa funda-

''' LCQ, 1603-1 0:1 3-17 , 37-38; LCI 1 : 3 1 -33, 233; LCI 2:370-385.

LCI 1: 9, 37, 44. LCI 1: 229-230, 1 77.

C o l e cc i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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da por él y cuya vecindad adquirió en 1609, unos dos meses después

de finalizar su período como corregidor. Su sucesor parece haber sido

el primer corregidor que tuvo que hacer dos juramentos, a saber, el día

17 de febrero de 1609 ante el cabildo quiteño como corregidor de in­

dios y, casi un mes después, el segundo como corregidor de españoles

ante el cabildo de !barra. Con él la situación cambió y la escasa presen­

cia de los corregidores en la villa se constituyó en fuente de disgustos

y de reclamos por parte de los ibarreños de que el "corregidor del dicho co­

rregimiento haga vecindad y tenga su audiencia y ju:::gado en la dicha villa". El pri­

mer reclamo oficial parece haberse producido en una sesión del cabil­

do a comienzos de junio de 1609 cuando Arias de Ugarte, en su segun­

da participación, manifestó que tenía muchas tareas "que forzosamente las

ha de hacer y r:Jecutar en dicho pueblo de Otavalo, y no puede asistir personalmente

en esta villa '� Al reclamo por la presencia del corregidor se añadió, pos­

teriormente, la exigencia de la presencia del escribano quien, en 1618,

seguía residiendo en el asiento del corregidor desde donde atendía sus

obligaciones en Ibarra65•

La argumentación de Arias de Ugarte fue ampliada por el corregidor

Pedro Vergara (1619-21) quien, a más de sus muchas ocupaciones, es­

grimió el argumento de un urgente control de delitos y desmanes en la villa para justificar el nombramiento de Alonso de la Chica N arváez

como su lugarteniente:

por cuanto las muchas ocupaciones que tengo en la cobranza de tasas, tribu­

tos y visitas de Corregimiento no puedo asistir ordinariamente en la Villa

de San J'v1iguel de !barra, donde está el concurso de la gente española, don­

de es necesario nombrar un Teniente de Corregidor que administre justicia y

que en la dicha Villa asista de ordinario para que cesen los muchos delitos

y excesos que cometen muchas personas que en ella andan vagantes y atrevi-

dos por el poco castigo que han tenido . . . 66

El 2 de abril de 1622 el funcionario Pedro Ponce Castillejo, al nom­

brar a Antonio de Carvajal como su lugarteniente, repitió el argumen­

to de los muchos delitos y excesos en la villa "donde está el mqyor concur-

LCQ, 1 603-1 0: 466; LCl 1 : 1 58; LCI 2: 33. LCl 2: 170- 1 7 1 .

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so de la gente españo!a 'r;7• La veracidad de las afirmaciones de Vergara y

Ponce Castillejo no se puede confirmar ante la ausencia de estadísticas

criminales. Lo que se puede comprobar es la escasa presencia de los co­

rregidores en las sesiones del cabildo ibarreño.

En su primer año Miguel Arias de Ugarte participó tres veces, la pri­

mera para presentar sus credenciales y la segunda, a comienzos de ju­

nio, para hacer conocer un auto con las reglas básicas de convivencia

en el corregimiento y justificar su mayor presencia en el asiento de Ota­

vald8. En 1610 presidió la elección de las autoridades municipales el

día primero de enero, para luego volver en el mes de julio. En los años

de 1611 y 1612, las sesiones del cabildo, incluyendo las del primer día

del año, se realizaron sin la presencia del corregidor. Aun el teniente ge­

neral, el capitán Juan de Ribadeneira, en ambos años hizo acto de pre­

sencia únicamente en la elección de las dignidades municipales. Esta si­

tuación se observa hasta agosto de 1612 cuando, por una real provi­

sión de la Audiencia, Arias de Ugarte tuvo que nombrar como tenien­

te a uno de los alcaldes de !barra. En 1613 se repitió el esquema ante­rior con dos asistencias fuera de la obligada participación en el proce­

SO de elección en el primer día del año. La última sesión que registró la

presencia de Arias de Ugarte fue la del primero de enero de 1614,

mientras que la sesión del primero de enero de 1615 fue presidida por

el teniente general, el futuro corregidor Francisco Pérez Menachd9•

El sucesor, Paulo Durango Delgadillo, cuya fecha de inicio en el car­

go se ignora, solo se presentó dos veces en !barra, ya que su principal

tarea fue la apertura de un camino hacia la Costa. Solamente consta su

participación los días 23 de diciembre de 1615 y 1616, cuando presidió

las elecciones del cabildo que se habían adelantado a esta fecha. En

marzo de 1617, el Príncipe de Esquilache, al destituir a Durango Del­

gadillo, nombró como nuevo corregidor de Otavalo a un abogado, el

doctor don Diego Hurtado de Avendaño, quien obviamente tuvo que

trasladarse desde Lima a su nuevo destino. A comienzos de agosto se

presentó ante el cabildo quiteño y a finales del mismo mes ante el de

!barra. Tanto en 1617 como en 1618 Hurtado de Avendaño estuvo

,- LCI 2: 253-254. ''" LCI 1 : 1 58, 1 82, 203, 207. m LCI 1: 213, 231, 245, 300, 366-367, 379, 389, 402, 417, 468.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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presente en tres ocasiones, sus dos últimas participaciones en las sesio­nes fueron a comienzos de 1 6 1 970•

En 1 6 1 9 nuevamente vino un corregidor desde Lima, el capitán Pe­dro Vergara, quien había prestado el juramento en junio de este año en la capital virreinal para presentarse en Ibarra el 9 de agosto71• Su lle­gada debe haber causado un conflicto de competencias entre las au­toridades coloniales, puesto que el 2 1 de agosto el presidente de la Au­diencia de Quito, Antonio de Morga (1 6 1 5-36) nombró a un quiteño, el capitán Pedro Ponce Castillejo, para la misma función72• El nombra­miento del Virrey prevaleció y Ponce Castillejo recién fue nombrado en enero de 1 622, aunque su cargo oficial no fue el de corregidor si­no de visitador.

El conflicto por el doble nombramiento se añadió a los problemas internos del cabildo de !barra que llevaron al virrey Príncipe de Esqui­lache (1 61 5-21 ) a prohibir la elección de alcaldes. Parece que esta pro­hibición había llegado ya en 1 61 9, lo cual explicaría la ausencia del co­rregidor en la sesión del cabildo de 23 de diciembre. En marzo de 1 620 el cabildo discutió la real provisión, igualmente en ausencia del corre­gidor, quien reiteró la prohibición a comienzos de noviembre73• Las re­laciones entre los representantes de la villa y Vergara fueron muy ten­sas y desembocaron en una acusación formal presentada por los cabil­dantes al protector de indios. Vergara fue, sin embargo, con siete par­ticipaciones el corregidor con mayor presencia en las sesiones del ca­bildo, aunque también el 23 de diciembre de 1 620 se abstuvo de estar presente74•

Quizás las acusaciones del cabildo contra el corregidor fueron el de­tonante que motivó a Antonio de Morga a informar, en marzo y abril de 1 620, al virrey y al Consejo de Indias de los graves problemas que padecía, según su opinión, el corregimiento, especialmente en la parte

LCI 1 : 503-504, 562, 584-589, 593, 599; LCI 2: 3, 25, 65, 72, 87.

Su juramento en Quito debe haber tenido lugar hacia mediados de jL1lio de 1 6 1 9 (LCI 2: 1 1 7). LCI 2: 1 1 7, 249.

LCI 2: 1 55, 1 90. LCI 2: 129-1 30, 1 35, 1 60, 1 69, 1 90, 1 92-193. En el juicio de residencia al final del periodo de Verga­ra hubo graYes acusaciones, especialmente en lo referente a sus negocios privados financiados con di� ncro de los tributos. (Phelan, 1 %7: 1 70).

El c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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correspondiente al repartimiento de Otavalo, principal zona producto­ra de riquezas de la provincia:

de algún tiempo a esta parte se ha ido y va despoblando, con tanta quiebra

y disminución de su renta y valor que no se cobran en su Real Ccya la ter­

cera parte de los tributos que antes solían y causando dichas y otras razones

mucha suma de tributos rezagados . . . 75

El remedio propuesto por Morga fue el nombramiento de un oidor como visitador a más de un justicia mayor como reemplazo del corre­gidor. A mediados del siguiente año el rey ordenó la realización de re­sidencias a los funcionarios responsables de la grave situación con la intención de hacer expulsar de las Indias a los malos ministros. Tam­bién se debía avisar a los superiores de la comunidades religiosas para que "visiten, remuevan y castiguen". Esta orden fue la base para el nombra­miento, el 25 de enero de 1 622, de Pedro Ponce Castillejo como visi­tador por el lapso de un añd6• Se trataba de un nombramiento inusual, puesto que Ponce Castillejo no pertenecía a la Audiencia sino que era regidor del cabildo de Quito. Según J. L. Phelan se optó por este nom­bramiento porque, en estos momentos, la Audiencia no podía prescin­dir de ninguno de sus oidores77• La tarea de Ponce Castillejo no se re­ducía a la visita sino que incluía la

comisión y poder bastante para que principalmente y con particular cuida­do asistáis en Otavalo y pueblos del dicho Repartimiento, entendáis y tratéis

en conformidad del apuntamiento de capítulos por Su Mqjestad remitidos 78•

Legalmente Ponce Castillejo era un visitador, o juez de comisión, pe­ro con todas las facultades y el salario de un corregidor, administrador del obraje y cobrador de tributos. La visita no se acabó en el tiempo previsto, sino que Ponce Castillejo estuvo "en los negocios de dicha comisión

mas tiempo de dos anos". Parece que pudo mantenerse en el corregimien­to de Otavalo hasta el año de 1 625, probablemente a causa de sus con­tactos con el presidente Morga. La situación cambió con el nombra-

LCI 2: 245-246. -, LCI 1 : 248, 247.

Ponce Leiva, 1 998: 444; Phelan, 1 967: 74 -a LCI 2: 249-251 .

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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miento del capitán Pedro Valvacil (Balbassil) y Rivera como nuevo co­rregidor de Otavalo por parte del virrey Marqués de Guadalcázar, quien ejercía su función a más tardar desde comienzos de mayo de 1 625. El presidente Morga nombró, a su vez, por solicitud del fiscal Melchor Suárez de Poago a Alonso Pérez de Almida (o Armida) como juez de residencia de Pedro Ponce Castillejo79•

Fue en el período Pedro Ponce Castillejo, quien prestó juramento el 20 de marzo de 1 622, que se tomó la decisión de dividir el corregimiento de Otavalo y de la Villa de !barra en dos distritos administrativos, proceso que culminó con el ya mencionado juramento del capitán Francisco Pé­rez Menachd0• No se sabe si quizás algunos resultados de esta visita o, por el contrario, la falta de resultados concretos, proporcionaron las ba­ses para esta decisión. El nombramiento de Pérez Menacho transformó a Ponce Castillejo en el último corregidor, aunque sea de facto, del co­rregimiento más extenso llamado "del partido de Otavalo y Villa de !ba­rra" y en el primero del corregimiento de Otavalo más reducido que per­duró en esta forma por 200 años, hasta la Independencia.

A lo largo de casi 66 años, desde junio de 1 557, cuando se nombró a Francisco Arauja "con vara de justicia", hasta marzo de 1 623, se ha­bía consolidado el corregimiento y la función de su máxima autoridad colonial. Las diferentes etapas señaladas más arriba no solamente sig­

nificaron cambios en la estructuración del territorio sino también el au­mento de tareas relacionadas con la función del corregidor. El cargo se había creado con la idea de proporcionar jueces de primera instancia para las zonas rurales, habitadas casi exclusivamente por indígenas, que necesitaban ser protegidos de los abusos perpetrados tanto por los en­comenderos como los caciques. También tenían que cuidar de una ade­cuada instrucción religiosa que los encomenderos estaban obligados a proporcionar. Con los años el cargo fue adquiriendo mayor importan­cia cuando la Corona comenzó a limitar el poder de los encomende­ros, no solamente en el campo judicial sino también en el económico.

En el caso de Otavalo, a más tardar desde 1 576, el corregidor era tam-

-, LCI 2: 363-67. Por poco tiempo, entre 1 6 1 8 y 1 625, se abandonó la costumbre de nombrar al nue­vo corregidor como juez de residencia de su antecesor (Phelan, 1 967: 1 70).

su LCI 2: 242-243.

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bién el administrador del obraje y de los rebaños de comunidad. Con la muerte de Rodrigo de Salazar y el retorno de la encomienda a la Coro­na, la tareas del corregidor aumentaron en forma tal que se consideró ne­cesario nombrar a un segundo funcionario con la tarea específica de ad­ministrar el obraje. El primero en ejercer esta función parece haber sido un tal Diego Fernández en 1 585; posteriormente fueron nombrados ad­ministradores al menos en los años de 1 593, 1 596 y 1 606, mientras que los corret,ridores deben haber actuado como supervisores81•

Al control de los tambos, mencionado ya en los primeros años, se añadió la tarea del mantenimiento de caminos y de la construcción de

puentes, requeridos por el aumento del comercio de larga distancia. Un ejemplo de ello es él del río Pisque, en el límite de los corregimientos de Quito y Otavalo. La construcción de cal y canto y tres arcos, orde­nada por el presidente Miguel de !barra (1 600-08) , estuvo a cargo de los corregidores don Sancho Díaz Zurbano de Quito y don Cristóbal de Troya de Otavald2• Aunque este puente fue una obra importante que debe haber absorbido tiempo y energía de los funcionarios colo­niales, la principal tarea, cuya consecución fue precisamente el motivo para la fundación de la villa de !barra, consistió en la apertura de un ca­mino desde la Sierra Norte hacia la Costa.

Estas múltiples y muy diversas tareas, desde la administración judicial y el cobro de tributos, ambos en un territorio muy extenso, así como el manejo del obraje de comunidad hasta la organización de expedicio­nes hacia la Costa, difícilmente podían ser llevadas a cabo por un solo funcionario que tenía, como único apoyo administrativo regular, un es­cribano. Para cumplir sus funciones tenía que confiar básicamente en dos grupos de personas, quienes a su vez hubieran necesitado una su­pervisión, a saber, en los caciques de la región y en los pocos clérigos asentados en los pueblos.

Ante esta situación no es de admirarse que los problemas del corregi­miento no se limitaban a los reiterados reclamos del cabildo de !barra que exigía una mayor presencia de la máxima autoridad de la provincia y que, finalmente, las autoridades tomaron la decisión de subdividir el territorio:

LCQ, 1 593-97: 1 10 1 12, 328-330; LCQ, 1 603- 1 0: 3 1 7

Gonzá1ez Suárez 1 970, II: 507.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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. . . quedando al Corregimiento de Otavalo todos los demás pueblos que su Majestad tiene, que son: Otavalo, San Pablo, Tontaqui, Cotacache, Urcu­quí, Tumbaviro, CC!Jambe, Tabacundo, Tocache, Malchinguí, hasta la

puente de Pis que, que es el principio del dicho corregimiento, con que tendrán

mdor cobro los tributos de su Majestad, pues no tendrán otro cuidado el Co­

rregidor de Otavalo más que acudir a la buena cobranza de ellos.83

El puente del río Pisque es el único límite perfectamente establecido en la documentación de la época, los demás se pueden defmir única­mente a través de los términos de los diferentes pueblos. En la fronte­ra sur del corregimiento queda la duda acerca de la pertenencia del si­tio "Otón" que aparece tanto como perteneciente al pueblo de Guay­llabamba como al de Cayambe84• En la región occidental se dio un cam­bio en 1 739, cuando el pueblo de Íntag pasó a formar parte de la re­cién creada gobernación de Esmeraldas85• En el noroccidente la divi­sión entre las jurisdicciones de Tumbaviro y Salinas parece haber sido la cuenca baja de la quebrada Cachiyacu, es decir la parte que corre de occidente a oriente. La parte alta de la misma quebrada con su curso de suroccidente a nororiente obviamente no tenía la misma función, puesto que la hacienda Mundo Nuevo, que aparece en los pleitos de tierras de flnales del S. XVII, pertenecía a la jurisdicción del corregí- 43 miento de Otavalo"6• En términos del pueblo de Tontaqui, la quebrada de Arcos, en las cercanías del sitio de Agualongo, consta como límite en documentos del siglo XVIIP7• La demarcación nororiental del co­rregimiento de Otavalo atravesaba el valle del río Taguando. La parte baja con Angochagua integraba el corregimiento de !barra. La parte al-ta, en cambio, llamada Cochicaranqui, pertenecía a la jurisdicción del pueblo de San Pablo y, por lo tanto, al corregimiento de Otavalo88•

LCI 2: 301 -302. Quizás el topónimo de Otón se deba a Juan de ütón quien, después de haber participado en la

conquista de Santa Marta se unió con La Gasea en Quito y vivió algunos años en la villa (Mon­roy, 1 937: 223)

Rumazo 1 948, II: 1 29, 1 92. Cfr. el mapa del IGM 1 :50.000 "!barra" Moreno Yánez, 1 985: 1 75. El término Cochicaranqui alude a la zona que había sido pantanosa en la época precolonial. En los potreros de la Hacienda Zulcta, llamada hasta el S. XVIII Cochicaranqui de Zuleta, todavía se observa el mayor complejo de "tolas" conocido hasta el momento (Moreno Yánez, 1 988: 46-47).

A más de la hacienda Cochicaranqui de Zuleta había la de Cochicaranqui de la Merced, en direc­ción hacia Pesillo, y la de Cochicaranqui de las Monjas, ubicada valle ahajo.

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TABLA 1. Los primeros funcionarios de la administración colonial en el corregimiento de Otavalo desde mediados del S. XVI

hasta la fundación del corregimiento de Ibarra89 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Nombre Cargo Fechas Francisco A raujo funcionario con ' ara de justicia 1 S de junio de 1 557 Pedro ! lcrnándc7, de Reina funcionario t:un \ ara de justicia \,'llCTO de 1559 Juan A J,·arrazin (Albarradn) Funcionario con ' ara de justicia 7 de noviembre de 1 559

Corregidor octubre de 1 564 Hemando t>aredes Teniente de corregidor 1 566 Hemando J>aredes Corregidor · 1 567/68? Juan Cisneros y R�inoso Corregidor 1 51i9- 'ulio de 1 570 Juan Lárate Chacón Corregidor primer nombramiento julio de 1 570;

ejercicio del cargo desde el 30 de marLo de 1576, probablemente hasta 1577

Corregidor 1 578-79 Sancho Pa;; Ponce de León* Corregidor 1 5 Rú-82 Alonso Cabrera* Corregidor 1 582-84 Luis Chávet; Guerrero* Corregidor 1 584-86 Cristóbal Núñe:t; de Bonilla* Corregidor 1 587-88 (difunto 1 587¡ Pedro Arévalo* Corregidor 1 588-89 Alvaro Morán" Corregidor 1 590-92 Alfonso López Patiño Corregidor !592-93

el 1 7 de diciembre de 1 593 presentó la prórroga decretada por el Virrey

Francisco Zapata y Vi zuctc Corregidor desde el Z3 de agosto de 1 595 Francisco Proaño de los Ríos* Corregidor 1 597-93

1 (Pedro) García de Va�as Corregidor desde el 6 de enero de 1 598

1

Juan A lonso Carva·al CoTTc ' idor desde el 28 de no'Vicmbrc de 1 600 Juan N ic to de T orrcs* Corregrdor 1 603-04 Oicl!:O Lópc7 de Zúñiga* Corrc_i!idor 1 605-06 Cristóbal de Troya Pinquc Corn:)!idor desde el 9 de diciembre de 1 606 Miguel Arias de Ugartc Corregidor desde el 1 7 de febrero de 1 609;

ausente de Ibarra en 1 61 1 / 1 2; Ultima presencia en el Cabildo de lbarra el primero de enero de 1 6 1 4

PauhJ Durangn Delgadillo Corregidor primera prt:sencia como corregidor en el ('.abildo de !barra el 23 de diciembre de 1 6 1 5 ; última presencia el 23 de diciembre de l ó 1 ó

Di�go Hurtado de Avendaño Corregidor desde el 3 1 de agosto u� 1 6 1 7 Pedro V ergara Corregidor desde el 9 de �osto de 1 6 1 9 Pedro Ponce Castillejo Visitador-administrador del partido desde el 20 de mar.t.O de 1622 hasta el 27 (el primer nombramiento como de Otavalo e ' illa de lbarra de marzo de 1623 "justicia mayor" por parte del presidente Morga, en 1 6 1 9, no fue Visitador-admini.'.trador del partido desde el 27 de m ari".o d� l 623 hasta abril reconocido) de Otava\o o mayo de 1 625

Alonso PércL de Armida JueL de residencia desde 1 O de mayo de 1625 Pedro Valvaeil v Rivera C01Tcg.idor antes de 1 O de mayo de 1 625

Puentes: Los Libros de Cabildos de Quito e !barra y el Libro de Cartas y Oficios al Cabildo de Quito. Los datos señalados con* provienen de V. A. Jaramillo (1972). En la Descripción del Obis­pado de Quito de 1 650 se señala que en 1 587 el corregidor murió en el terremoto. Según el autor

de la Descripción el corregidor de este año había sido Alonso Cabrera quien, en la lista de Jara­millo, consta para los años 1582-84. Las listas elaboradas hasta ahora por varios autores contienen algunos errores \' son incompletas, especialmente para las últimas cuatro décadas de la Colonia. Las listas deberían completarse en base a la documentación.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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2. El desarrollo de las encomiendas en la Sierra Norte

Al subdividir, en 1 623, el corregimiento del partido de Otavalo y vi­lla de San Miguel de !barra, se determina como frontera sur del nuevo distrito administrativo el puente del río Pisque y se le asignan diez pue­blos. Estos asentamientos, basados en los grupos de población autóc­tona distribuidos en encomiendas, se habían formado en un proceso que, al igual que la constitución del corregimiento, se extendió por un

período varias décadas. En todo el territorio septentrional, desde el río Guayllabamba hasta

el puente de Rumichaca, se pueden localizar 1 5 encomiendas, la mayo­ría de ellas inicialmente otorgadas por Francisco Pizarra a través de su lugarteniente, Sebastián de Benalcázar. La Tabla 2 muestra estas enco­miendas que generalmente estaban conformadas por grupos étnicos asentados en diferentes zonas del callejón interandino y de las vertien- 45 tes occidentales de los Andes. Varias de ellas solamente por pocos años

formaron parte del distrito administrativo estudiado, puesto que unos 1 8 años después de su establecimiento el corregimiento de Otavalo ex­perimentó los primeros cambios en sus delimitaciones.

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TABLA 2. Los primeros encomenderos de la Sierra Norte y sus encomiendas en los corregimientos de Otavalo, Quito y Riobamba1

(Elaboración: Chr. Borchatt de Moreno)

Encomcmlcro Años Corregimiento de Otavalo Corrcgimi�.:nto de Corregimiento Términos de Otavalo; Términos de Quito Riobamba

!barra y de los Pastos

Sebastián de Benalcázar 1 535 Los indios del cacique Otavalango Los indios del cacique Colla7os o

Collaguazo'i Pedro Martín 1 535 Cayambc

Antonio (Antón) Diez l 535 Cochisqui 1 Turcan Patate Tanta (Tulcán) Píllaro 2

Diego Torres 1 535 Perucho 1 Chambo

Fmncisco Varga<.; 1 535 Yaruquí - Puratíco l'allatanga

A Ion so de Villanue\ a ·"" 1 535 1 Turcan (Tulcán)

Gonzalo Dia.c de Pineda 1 535 Goanca Nambe M Ltndo

Pedro Gutiérre7 de l 535 1 Mira Mocha

Logroño Pedro H emánde.t 1 54S 1 Mira Mocha

Pedro Gutiérrez 1 556,59 1 Mira Mocha

Francisoo Bemaldo de 1 535 1 TrÍCLI

1 Quirós 4 (Tu7a)

Juan Gutiérre7 de Pern ia 1 535 1 Carangue Tizaleo (mitad) Chapi

Juan Gutiérrez de 1 535 1 Carangue Chi llogallo Medina (mitad)

Chapi Pedro de Fructos 1 535 1 Carangue

Juan San Pedro 5 1 54� Lalagachi Cotocollao

} Puratico Chinan�ache

Diego MéndeL: de los 1 548 1 Carangue Machángara Ríos Diego de Arcos 1 556,61 1 Lita Alangasí

Quilca

De las 1 S encomiendas señaladas como pertenecientes a lo que fue el corregimiento de Otavalo en 15 64 solamente tres corresponden al

Fuentes: PL I: 201 -204; Hampe .'viartínez, 1 979: 1 07-1 1 0; Espinosa Soriano 1 983, TI: 27-30; Or­tiz de la Tabla, 1 993: 28-29, 3 1 -32, 34, 76; 1 985: 93. Hasta 1 577 los textos registran la encomienda de "Píllaro", término que obviamente correspon­de al pueblo de Puéllaro. En una merced de tierras de 1 583 se menciona "el pueblo viejo de Pi­!laharo" cerca de Perucho (LPT, 1 941 : 58). Cfr. además más abajo. :'v!ás la encomienda de Quilisco, de ubicación desconocida. :\1ás la encomienda de Choango, de ubicación desconocida. :'vlás la encomienda de Pigoche, término que aparece únicamente en la Relación de Quito de 1 573. Podría tratarse del "pueblo de Quioche" cerca de Puritaco (Cieza de León 1 984, I : 317) . Según A. Pércz T. (1 960: 241) Quiochc corresponde a Quinche.

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distrito delimitado en 1 623. El proceso de reordenamiento del territo­rio, que afectó tanto el límite septentrional como el meridional, se ini­ció durante la administración del corregidor Sancho Paz Ponce de León, probablemente en el año de 1 582, es decir al final de su período. Esto se desprende de la Relación escrita por él, informe que parece ha­ber sido redactado en dos fases. Al comienzo del texto se enumeran to­das la encomiendas, lista que incluye los pueblos de Tulcán, lugar del cual se afirma que '�s el último pueblo de mi corregimiento y pueblo último del

Perú", así como Tuza, Puntal, Guacan y Pu en la parte septentrional; y Guayllabamba, El Guanca y Puratico en el sur6• Al fmal de la Relación Paz Ponce de León repite la lista en forma más detallada y añade, en el caso de los pueblos mencionados:

En los pueblos de Tuzay Puntal y Guacan y Puy Los Tu/canes, que son

de mi corregimiento, no entré a contar los indios, por estar senalado otro co­

rregidor en los dichos pueblos con los indios Pastos, _y se los senalaron los se­

ñores presidentey oidores de esta Real Audiencia.

Asimismo senalaron los dichos señores presidente y oidores otro pueblo de mi

corregimiento que está a 4 leguas de la ciudad de Quito, que se llama Pura­

tico, a otro corregidor, _y por esto no !Jan aquí contados los indios de los di­

chos pueblos, digo, del dicho pueblo de Puratico7•

Las poblaciones de área septentrional se pueden identificar con bastante facilidad, ya que corresponden a los posteriores topónimos de la zona, mientras que en el sur la nomenclatura cambió en el pro­ceso de reducción de la población. Uno de los primeros en mencio­nar Guanco o El Guanca y Puratico fue Pedro Cieza de León al ha­blar de los aposentos de Otavalo y de "las grandes poblaciones de indios

naturales" que había en sus cercanías. Su aseveración de que "Porita­

co, Col/aguazo, los guancas _y cqyambes" se encontraban al poniente de Otavalo es claramente equivocada8• Según Paz Ponce de León los tres pueblos, a saber, Guayllabamba, El Guanca y Puratico estaban

PL I: 360, 362. PL 1: 371 . Cfr. Cieza de León (1 984, I : 55). En 1 548 el Cabildo de Quito se refiere a la población de esta re­

gión como "los indios de otavalo y cayambe e quinche e pirutaco e Guayllabamba." (LCQ II, 2: 98).

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a 6, 7 y 8 leguas al sur de Sarance9• Una comparación de los datos referentes a las encomiendas y prove­

nientes de diferentes fuentes permite identificar el término Puratico con la encomienda de Yaruqui entregada, en 1 535, a Francisco de Vargas quien, además, se constituyó en encomendero de los indios de Pallatan­ga. En 1 548 los dos pueblos fueron confirmados a su hijo, Lorenzo de Vargas, quien seguia como encomendero en las décadas posteriores cuando, en lugar del término Yaruqui, se utilizó, en 1 577 y 1 582, el de Puratico10• En 1 548 apareció un segundo encomendero en la zona. Se trata de Juan San Pedro quien recibió, a más de los pueblos de Cotoco­llao y Pigoche, los de Lalagachi y Chinangache, nombres que correspon­den a la región de Yaruqui. El capitán Juan Mosquera, hijo de San Pedro y dueño de tierras en Yaruqui, conservó la encomienda, señalada en la Relación de Sancho Paz Ponce de León como la de Puratico11•

PL I: 363.

El término Puratico aparece, en 1 560, como apellido de un indígena de la zona (>'vfonroy, 1 937:219)

Cfr. también más abajo. Entre 1 7 1 1 y 1714 hay un Juan Puratico, cacique de Guayllabamba, y una parcialidad del mismo nombre, asentada en la zona de Tababela, en los S. XVI y XVII (Pérez T., 1 960:

238, 252-254, 259). En la visita del fiscal Antonio Ron, en 1 692, el topónimo de Tavavela aparece dos veces como perteneciente a Yaruquí (Borchart de Moreno, 1998 f: 182).

En 1 585 se menciona el pueblo viejo de Lalagachi, encima de Yaruquí hacia el páramo (LPT, 1941 : 1 54). En el S. XVIII Lalagachi y Chinangachi aparecen como nombres de haciendas en tér­minos de Yaruquí. Acerca de las tierras de Mosquera, difunto antes de 1 587, cfr. LPT, 1 941: 54.

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TABLA 3. La encomienda de Yaruqui - Puratico y Pallatanga12 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Encomenderos Años Correg. de Otavalo Correg. de Quito Correg. de Riobamba Francisco de Vargas 1535 Yaruqui Pallataoga

Lorenzo de Vargas, hijo 1548 Yaruqui Palla tanga de Francisco Lorenzo de Vargas 1561 Yaruqui Pallatanga

Lorenzo de Vargas 1 573 Yaruquí Palla tanga

Lorenzo de Vargas 1577 Puratico Pallatanga, Guamarica

Lorenzo de Vargas 1 5 8 1 13 Palla tanga San Llorente de Guamarica Sao Rafael de Cmnbibamba, por otro nombre Santiago

Lorenzo de Vargas 1582 14 Puratico

Cosme de Céspedes 1 6 1 8 Yaruquí Palla tanga (Perú) Beatriz del Corral, hija 1 662 Yaruquí Palla tanga de Céspedes

Fuentes: PL I: 203, 252, 297, 300, 302-03; Hampe Martínez, 1 979: 109; Ortiz de la Tabla, 1 993:

31, 106. La Relación de Chimbo de 1581 registra únicamente la encomiendas ubicadas en este corregi­miento. La Relación de Otavalo de 1 582 registra únicamente las encomiendas que estaban o habían esta­do ubicadas en este corregimiento.

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TABLA 4. La encomienda de Lalagachi - Puratico, Cotocollao y Pigoche15

Encomenderos

Juan San Pedro

Juan Mosquera, hijo de Juan San Pedro

Juan Mosq uera

Juan Mosquera

Juan Mo.squera

Real Corona

Años

1548

1 56 1

1 573

1 577

1582 18

1 603

(Elaboración: Chr. Borchart de ivioreno)

Corrcg. de Otavalo Corrcg. de Quito Corrcg. de Riobamba

La1agachi Cotocollao Chinangache

Cotot:ullao Siban(be) 17

Lalagachi Cotocollao Chinangache

laracachi un pueblo en C'otocollao

Puratico

Laracachi Chinangachi

Ubicación desconocida

Pigoche 16

Taday (cfr. nota 1 7) Xeluer

Pigoche

Es posible que la inclusión inicial de esta zona en el corregimiento de Otavalo se haya debido a la presencia en ella de varios grupos sujetos al cacique Otavalango, a saber, los Camuendo o Camuinto en Puembo y los Yacelga en Azangues, en la zona de Guayllabamba, y Yaruqw19• Con la adjudicación de la región de Puratico-Yaruqui al corregimiento de Quito no terminó el reordenamiento territorial en la zona ubicada entre los ríos Huambi y Pisque y la ribera oriental del Guayllabamba. En algún momento, entre 1 582 y 1 623, también la zona de Guaylla­bamba y El Guanca, así como los territorios de Perucho y Puéllaro fue­ron separados del corregimiento de Otavalo y adjudicados al de Quito. Lo más probable es que esta reorganización administrativa haya tenido

Fuentes: PL I: 202, 254, 360; Hampe .'>lartínez, 1 979: 1 09- 1 10 ; Ortiz de la Tabla, 1 993: 32; Casa­

do Arboniés, 1 998: 24 7-248. La encomienda de Pigoche podría corresponder al "pueblo de Quioche" cerca de Puritaco, men­cionado por Pedro Cieza de Lccín (1 984, [ : 3 1 7) . Según A. Pérez T. (1 960: 241) Quioche corres­ponde a El Quinche, La lista de encomenderos de 1 56 1 contiene obviamente un error, puesto que tanto Juan Mosque­

ra como Pedro Muñoz constan como encomenderos de "Cotocollao, Taday, Xeluer y Siban ... ", el uno por nombramiento de La Gasea, el otro por Vaca de Castro. La duplicación se¡.,ruramente se dio porque ambos eran encomenderos de Cotocollao. La Relación de Sancho Paz Ponce de Lerín menciona solamente las encomiendas del corregimien­to de Otavalo. La pertenencia de los grupos al repartimiento de Otavalo se desprende de [a numeración de 1 645/46 (Freile Granizo 1 98 1 , I: 229-323; II: 1 3-1 1 1) . Para más detalles cfr. más abajo. Es posi­

ble que el término "\zangucs, escrito también a veces Axangui o Axanguen (Ramrín V., 1 987: 26), corresponda a "A.xangon" de la encomienda de Rodrigo de Salazar (cfr. Tabla 9).

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lugar igualmente en la década de 1 580. A diferencia de lo que sucedía en la zona septentrional, donde la nueva división territorial estaba rela­cionada con la creación del corregimiento de los Pastos, los cambios en el sur deben haber sido una consecuencia de la política de reduccio­nes cuya primera fase se extendió desde mediados de la década de 1 560 hasta comienzos de la década de 1 58020•

Un reflejo de los reasentamientos de la población autóctona son las menciones de los "pueblos viejos" en las mercedes de tierras, otorgadas entre 1 583 y 1 586, ya que uno de los efectos de las reducciones era pre­cisamente la liberación de tierras para su distribución a los colonizadores españoles. El ya mencionado "pueblo viejo" de Lalagachi consta en una merced de 1 585; más al sur, en el valle de los Chillas, había existido, an­tes de 1 584, el de Tolontag en las cercanías de Píntag, mientras que en­tre Puéllaro y Perucho se había encontrado la población de Collabulo, de la cual hace mención una merced de 1 586 y que fue reducido a Peruchd1• A estos se pueden añadir Salpara, el pueblo viejo de la zona de Guaylla­bamba y el de Oyagata en las cercanías de Otavald2•

Algunos pueblos fueron reasentados en otros lugares, obviamente a corta distancia, sin perder su nombre. Cuando los cambios de ubica­ción no estaban asociados a una nueva nomenclatura, como fue el ca­so de Carangue, Perucho, Cotocollao, los nombres podían referirse tanto al pueblo viejo o nuevo, este último formado frecuentemente por 51 grupos poblacionales de diferente origen, como a la encomienda. Aun-que el pueblo de El Guanca, posteriormente llamado El Quinche, no se menciona como pueblo viejo en las mercedes de tierras, pertenece igualmente al grupo de los poblados reubicados23•

Las reducciones se habían iniciado bajo el gobierno del Virrey Conde de Nieva (Lohmann Villena, 1 957: 47). El primer dato para el corregimiento de Otavalo es la declaración del teniente de corregi­dor Hernando Paredes de 1 566 acerca de su participación en las reducciones en Otavalo y Caran­gue (Caillavet, 2000 d: 1 34)

LPT, 1 941 : 1 54, 85, 54; Caillavet, 2000 e: 14 1 . Ramón V., 1 987: 86, 74.

23 Acerca de El Guanca y el Quinche y la posible existencia de mitimaes en esta zona cfr. Pérez T., 1 960: 242; Larraín Barros, 1 980: 1 70; Salomon, 1 986: 1 63. Para mayor información acerca de los "pueblos viejos" cfr. LPT, 1 94 1 : 1 26-27, 58, 62, 96, 1 04. Acerca de la antigua ubicación de El Quinche cfr. Jijón y Caamaño, 1 91 4: 6 1-82. Cabe señalar que el término de El Guanca o Guanga se encuentra tanto en las cercanias de Guayllabamba como en una merced de tierras de 1 586 en términos de Latacunga. Además se encuentra en ambas zonas el término de Cusubamba que, en

el caso de Latacunga, también se menciona como "pueblo viejo de los indios de Cusubamba de

los Cañares" (LPT, 1 941 : 96, 1 03).

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TABLA 5. La encomienda de Guanca, Nambi y Mindd4 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Encomenderos Años Corregimiento de Corregimiento de Quito Otavalo

Gonzalo Díaz de Pineda 1 53 5 Goanca Nambe Mundo

Pedro de l'uelles

¿Francisco de Olmos? ¿ 1 543? El Quinche Nambi

Rodrigo de Salazar 1 544 El Quinche Nambi

t'ranciseo de Olmos 1 548 El Quinche Nambi

Francisco de Olmos 1 56 1 Quincha Nanbi

Francisco de Olmos 1 573 Quincha Nanbi

Francisco de Olmos, hijo de 1 577 Guanca Yambc Francisco de Olmos Mindo

Y arios encomenderos 1 582 25 El Guanca

Francisco Do1mos 1 59 1 Namba M indo

El pueblo de Guayllabamba es, muy probablemente, también el re­sultado de un proceso de reasentamiento que, en este caso, parece ha­ber afectado a las poblaciones ubicadas entre el río Quinche y las estri­baciones meridionales y occidentales del Fuya-Fuya. Toda la región desde El Quinche hasta Perucho al suroccidente del macizo del Mo­janda necesitaría estudios más detallados para entender el periodo de reducción y formación de pueblos26•

De especial interés es la '�stancia de Gualcaba" que, desde 1 548/49, se menciona como parte de la encomienda de Alonso Martín de Quesa­da, quien era, además, encomendero de Cayambe. La utilización del término "estancia" en relación con una encomienda es inusual, pero se entiende al revisar una merced de tierras que, en 1 559, el convento de la Merced recibió de manos de Gil Ramírez Dávalos por orden del vi­rrey Marqués de Cañete. En la documentación relacionada con estas

Fuentes: PL l: 204, 254, 360; Hampe Martínez, 1 979: 1 08; Espinosa Soriano 1 983, TI: 27-30, 49-57, 6 1 ; Ortiz de la Tabla, 1 993: 28, 32; 1 985: 67, 69. La Relación de Sancho Paz Ponce de León registra únicamente las encomiendas ubicadas en el corregimiento de Otavalo. Un aporte importante para un mejor conocimiento de parte de esta zona es el más reciente tra­bajo de T. Brav (2003).

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dos caballerías se dice: Que la dicha tierra fue de un indio que se llamó Cachequinche abuelo del

dicho don Juan Puratico y que Topinga Yupangue se lo quitó y sembraba en

ella maí;v michiai y que después, en tiempo de Guancaba y Atabalipa se

hacia lo mismo en las dichas tierras y después que entraron los españoles no se había cultivado por haberse quebrado las acequias y ser cosas toscas vol­

verlas a sacar. Y que quería mucho las tierras por haber sido de sus abue­

los y no quería le provryesen. Preguntado si la quería cultivar a su gusto, di-

jo: que no. Porque el tenía más arriba tierras, media legua de allí, y que no

las podía labrar y que estaba su pueblo tres leguas de allí y que no quería la

dicha tierra por otra mas de por lo dicho ya y asimismo declararon todos los

demás indios y principales lo que el dicho don Juan PiuraticrP.

Obviamente se trata de un caso de reordenamiento de la propiedad de tierras iniciado con las conquistas de Topa Inga Yupanqui. La "es­tancia de Gualcaba", como se llamaba en 1 548/49 y 1 56 1 , había pasa­do a formar parte de las tierras del Inca y se recordaba como propie­dad de Huayna Cápac28• Los indios, probablemente yanaconas, asenta­dos en la propiedad fueron encomendados, junto con los de Cayambe, en Quesada29• La confusión de la terminología parece haberse iniciado hacia 1 573, cuando la encomienda es designada como de Cayambe y "estancia de Guayabamba"; posteriormente la expresión "estancia" ya no se usará.

Lo que en 1 577 se llamó todavía la encomienda de Cayambe y Guay­llabamba aparece, en la Relación de 1 582, como la de Cayambe y Ta­bacundo. Es obvio que el cambio de denominación coincidió con las reducciones y con la fundación del pueblo de Tabacundo que pertene-

El primero en dar a conocer este texto fue Monroy (1937: 21 9-220), Ya que se trata de un docu­mento perteneciente al archivo del convento de la Merced. Varios son los autores que lo han ci­

tado posteriormente sin establecer, sin embargo, una relación con la "estancia de Gualcaba" (Sa­lomon, 1 980: 1 09; ,'vloreno Yánez, 1981 : 73; Ramón V., 1987: 86; Brav, 2003: 23). Para el término "michiay" cfr. Salomon (1980: 1 09): "transcripción errónea del quechua · michka, maíz tempra­no generalmente asociado con el riego artificial" En la zona del río Guayllabamba la asignación de tierras para el Inca debe datar más bien de la época de Huayna Cápac, aunque las primeras incursiones incaicas en los territorios al norte de Quito pueden haberse llevada a cabo por Topa Inga Yupanqui (Moreno Yánez, 1 981a: 1 07, 1 14). Acerca de los mitimaes en c;ua,·Jlabamba cfr. Ramón V, 1 987: 84-86.

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cía al "cacicazgo provincial" de Cayambe. Quizás el ayllu Yanaconas de Tabacundo correspondía al grupo que había trabajado las tierras de la "estancia de Gualcaba". En este contexto es importante señalar que el único sitio con un posible regadío precolonial localizado en la zona de Tabacundo, corresponde a la posterior hacienda de Jerusalén, al sur de pueblo de Malchinguí30• En la misma zona, a unos 5 kms. al surocci­dente del actual pueblo de Malchinguí, se encuentra el topónimo Guayllabamba, al igual que el de Hoyacachi, que podria corresponder al de Oyacachi, mencionado como parte de la encomienda en 157331• En una lista de "llqjtas" de la zona de Cayambe, fechada en 1 574, cons­tan fuera de Cayambe y Taguacundo también Y chisi, Tupigachi y Oya­cachi, mención que apoya la idea de que el asentamiento ubicado en la ceja de montaña oriental no era el único con este nombre32•

La encomienda de Cayambe debe haber retornado a la Real Corona entre abril de 1 582, fecha del documento de Sancho Paz Ponce de León que menciona a Martín de Aizaga como encomendero, y febre­ro de 1 583 cuando el cacique don Jerónimo Puento afirma que es ca­cique principal del pueblo de Cayambe "de la encomienda que fue de Mar­tín de Aciaga y ahora es de Vuestra Real Corona" 33• Esto significa que el Martín de Aizaga de la lista de encomenderos de 1 591 debe ser el hijo del encomendero anterior y que obtuvo una nueva concesión.

Por otro lado, desde antes de 1 577, había otro encomendero del "pue­

blo de Gut!Jllabamba", término que parece distinguir la encomienda de la designada como "estancia" y que podría señalar a los indios asentados en este pueblo, probablemente entre 1 573 y 1 577. Todavía en 1 59 1 Guayllabamba estaba dividido en dos encomiendas, a saber, la de Gar­cí Ponce Cobarrubias con 75 tributarios y la de la Corona con 49 hom­bres en edad de tributa�4• Este segundo grupo debe corresponder a lo que había sido la "estancia de Gualcaba".

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · "' Gondard y López, 1 983: 2 19 no. 1 07, 231 .

Mapa del IGM "Mojanda", 1:50.000. 32 Según G. Ramón V (1 990: 93), quien cita el documento e identifica Oyacache con la ceja de mon­

taña, la reducción todavía no se había iniciado en este momento. En la numeración de 1 685 (Freí­le Granizo 1981 , II: 1 25-279) Ychisi aparece como lugar de residencia de miembros de los ayllus Yanaconas, Quinchoango y Cayambe (cfr. Cap. Población).

n Moreno Yánez, 1981a: 443. " Ortiz de la Tabla, 1993: 34.

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TABLA 6. La encomienda de Cayambe, Guayllabamba y Tabacundd5 (Elaboración: Chr. Borcharl de Moreno)

Encomenderos Al\ os Corregimiento de Ota,alo Corregimie11to de Quito

Pedro Martín 1 535 Cayambc

Alonso Martín de Quesada 1 548/49 Cayambc Hijo de Pedro Martín Estancia de Gualcaba

Alonso Martín de Quesada 1 561 Cayambe l·.stanl:ia de Gualcaba

La viuda de Alonso Martín de 1573 Cayambc Quesada (Leonor Méndez) Estancia de Guayabamba Añaquito

Oyncachi

Leonor Méndc?., viuda de Gonzalo 1577 Cayambc

(sic�) Martin, casada en segundas Guayl labamba nupcias con \1artín de Aizaga

Martín de Aizaga 1 5R2 Cayambc 36 1 abacundo

Real Corona 1583 Cayambe 37

Martín de A izaga 1 591 Cayambe Gual labamba

¿Real Corona? ¡, \ 592? Cayambe TabaCLmdo

Real Corona 1 603 Cayambc Guallabamba

------------------------------------ --------------------------------

Garei Poncc (por muerte de su padre) 1577 Pueblo de Guayllabamba

Vario� encomenderos 1 582 (iunyllabamba y C1 Guanca

Garcí Ponce Cobarrubias 1591 Guallabamba

Puéllaro y Perucho, zonas con un notable registro de sitios arqueoló­gicos que, junto con Guayllabamba y El Quinche, son asignados al co­rregimiento de Quito después de 1 582, ofrecen varias peculiaridades38• Perucho, pueblo que fue reducido en un lugar diferente al del "pueblo

Fuentes: PL, 1: 201 -05, 253-254, 359-360, 363; Herrera, 1 909: 57; Hampe Martínez, 1 979: 1 07-1 1 0; Espinosa Soriano 1 983, 11: 28; Ortíz de la Tabla, 1 993: 3 1 -32. 34; Casado Arboniés, 1 998:

248.

Según la Relación de Sancho Paz Punce de León el pueblo de Guayllabamba pertenecía, en 1 582,

al corregimiento de Otavalo. Posteriormente Guavllabamba formó parte del corregimiento de Quito, sin que se pueda precisar el momento del cambio. Para 1 59 1 Ortiz de la Tabla ubica "Guay­llabamba" en términos de Quito.

Según un escrito de don .Jerónimo Puento de febrero de 1 583 (Moreno Yánez, 1 9 8 1 a: 443). Gondard y López, 1 983: 23 1 .

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viejo", formó parte de la encomienda de Diego Torres, de su viuda Isa­bel Aguilar y del segundo marido de ésta, Rodrigo Paz Maldonado, jun­to con el pueblo de Chambo en el corregimiento de Riobamba. Es no­table que, según una merced de tierras de 1 583, el sitio de Tanlagua, "de

esta otra parte del río" [i.e. la ribera occidental del Guayllabamba] , forma­ba parte del territorio de Perucho. El muy profundo y empinado cañón del río Guayllabamba divide estos dos territorios y forma un obstácu­lo notable, aunque la distancia entre el pueblo de Perucho y la poste­

rior hacienda Tanlagua de la Compañia de Jesús es de solamente 7 km

en linea recta39• En 1 591 la encomienda de Perucho-Perugachi tenía tan solo 66 tributarios y pertenecía a Diego Díaz de Fuenmayof"'.

La población de Puéllaro, que en los primeros documentos aparece como Pillara o Pillaharo, fue encomendada, en 1 535, junto con la de Cochisquí, Tanta, Tulcán y Patate o Palati a Antón Díez, el futuro ma­rido de María Salazar, hija mestiza de Rodrigo de Salazar41• El término Tanta como designación de una población ya no se menciona desde las reducciones de ayllus de 1 573, sino que se transforma en nombre pro­pio de una hacienda.

Las poblaciones de Cochisquí (Cochasquí) y Puéllaro, como térmi­nos que designan encomiendas, faltan en la lista elaborada por Sancho Paz Ponce de León en 1 582, la cual, más bien, se refiere a los pueblos recién establecidos y a los encomenderos que tenían tributarios asenta­dos en ellos. Ambos nombres constan nuevamente en la lista de enco­miendas de 1 59 1 . Obviamente el corregidor consideraba la región al occidente de Tabacundo y hasta Perucho como una unidad territorial42• La delimitación de las jurisdicciones al interior de esta región es difícil de establecer, especialmente en lo referente a los pueblos de Tocache y Malchinguí.

Para Tanlagua cfr. LPT, 1 941 : 82;Jouanen, 1 941 , I: 1 36, 1 38; Jouanen, 1 943, II: 362, 374, 382; Pé­

rez T., 1 948: 1 37; Colmenares, 1 969: 20. " Ortiz de la Tabla, 1 993: 34. Sobre los cambios de asentamiento del ayllu Perugachi cfr. cap. Ay­

llus y Pueblos.

El nombre Patate se asocia con el pueblo del mismo nombre en la región de Ambato, pero es po­sible que, al igual que Píllaro, pertenezca a la región del Mojanda. Podría corresponder al ayllu Pa­taqui de Perucho (Pérez T., 1 960: 229).

" PL I: 360, 371 .

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TABLA 7. La encomienda Cochasquí, Tanta, Tulcán, Pillara (Puéllaro) y Patate43

Encomenderos

Antoni{l (Antón) Diez

A utoniQ (Antón) Díe:z

La viuda de Antón Dícz (doña María de Salazar), casada en segundas nupcjas con un fulano Gonzálcz ( = Alonso de AguiJar)

Doi'ia Maria de Sal azar y su marido Alonso de Aguilar

Alonso de Aguílar y Diego Oiaz de t,.ucnmayor

Alonso de AguiJar y las Monjas Conccptas de Quito

A Ion so de Aguilar

Martín de Zua7,o Arana

Real Corona

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Años Corregimiento de Otavalo

1 535 Cochisqu.i Tanta Pillaro45

1 56 1 Cochisqui ranta Plllam

1 5 i3 Cochisqu.i Tanta Píllaro

1 57 '7 Cochisqui Pillaro

1582 44 Malchinguí Pcrucho

1 582

1 5 9 1 Cochisqui Pué11aro

1 597 Cochisqui Puéllaro

1601 Cochisquí Tanta

Corregimiento de lb arra

rurcan

Turcan

Tukán

Tulcán

::.': pueblos llamados lo� Tulcanc"'

Tulcán

rulcán

Tulcán

Corregimiento de Riobamba

Patate

rata te

Pala ti

Patate

Fuentes: PL, I: 201 -205, 253-254, 359; Hampe Martínez, 1 979: 1 07-1 1 0; Ortiz de la Tabla, 1 993: 31-32, 34, 97, 1 04-105; Casado Arboniés, 1 998: 248. La Relación de Sancho Paz Ponce de León menciona únicamente las encomiendas ubicadas en el

corregimiento de Otavalo. Píllaro o Píllaharo era un pueblo en las cercanías de Perucho. El hecho de que Alonso de AguiJar aparezca, entre 1 577 y 1591 , como encomendero de Cochisquí, Malchinguí, Perucho y Puéllaro, es decir de asentamientos ubicados todos en la misma región y no siempre claramente distingui­dos en la documentación, comprueba que la encomienda inicial no fue de Píllaro en la jurisdic­

ción de Ambato, sino de Puéllaro. Es posible que también el término Patate o Pala ti corresponda a la Sierra N o rte.

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TABLA 8. La encomienda de Perucho y Chambo46 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Encomenderos Años Corregimiento de Otavalo Corregimiento de Quito Corregimiento de

Diego Torres 47 1 535 Perucho

Isabel AguiJar, viuda de 1 548 Diego Torres, casada en segundas nupcias con Rodrigo Pa.t Maldonado

Rodrigo Paz Maldonado 4S 1556/61

Rodrigo Pa:l Maldonado 1 577

Muchos encomenderos

Diego Día7 de l-uenmayor

Rodrigo R.ivadeneira

Real Corona

1582

1591

1591

1 603

Pcrucho

Perucho

Perucho Pcrugachi

Malchingui

Perucho

Pcrucho Perugache

Rwbamba Chambo

Chambo

Chamho

Y ambo

Achambo

Chambo

Como se desprende de las tablas anteriores, toda la región cercana al río Guayllabamba, definida por G. Ramón V., por sus recursos y la for­ma de poblamiento, como "cuenca compartida", era también de enco­miendas compartidas, ya que al menos tres encomenderos tenían tri­butarios alli49• Lo más probable es que esto era válido también para la

encomienda de Cayambe con la "estancia de Guqyabamba", lo que signi­fica que tanto el "cacicazgo provincial" de Cayambe de los caciques Puento como el "cacicazgo mayor" de Otavalo de los Otavalo Ango, posteriormente Ango de Salazar, habían ejercido control en la zona.

La larga lista, ofrecida por J. Ortiz de la Tabla, de doce pueblos en­comendados a Rodrigo de Salazar, podría prestarse a malentendidos si no se tiene en cuenta el sistema de los "camayocs" o su equivalente preincaicd0• Estos grupos vivían alejados de su comunidad de origen

Fuentes: PL I: 203, 253, 360; ürtiz de la Tabla, 1 993: 28, 3 1 , 34, 36. En la lista de 1 548 aparece la viuda de Diego Torres con la encomienda de Chambo (Ortiz de la Tabla, 1 993: 28), mientras que la Relación de 1 573 dice: "Diego de Torres, difunto, tenía por encomien­

da del marqués Pizarro a Chambo y Perucho ". (PL I: 203) Según la lista de 1561 y la Relación de 1 573 el aumento de una vida se hizo por el Marqués de Ca­ñete (PL I : 203; Hampe Martínez, 1 979: 1 09); según la Relación de 1 577 el decreto fue de Vaca de Castro (PL I: 253) Ramón V:, 1 987: 23-'24, 49. Las encomiendas de la zona son la de Perucho y Chambo; la de Co­chisquí, Tanta etc.; la de Otavalo y Quito. Ortiz de la Tabla, 1. 985: 93; Ramón V:, 1 987; 23, 3 1 , 87.

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para proporcionar a ésta productos especiales como la sal, el ají o la co­ca. Por lo tanto las poblaciones de Malchinguí, Guayllabamba, Puélla­ro y Alchibicha, término este último que actualmente corresponde a una hacienda a unos 2,5 kms. al suroriente de Puéllaro, se pueden iden­tificar con la aseveración de Sancho Paz Ponce de León acerca de los pueblos de Malchinguí y Perucho, donde había

otros indios poblados que son del repartimiento de Otavalo,y son 3 princi­

pales con los indios a ellos st!fetos, y téngolos ya contados en los pueblos ya

dichos de Otavalo y por esto no los torno a contar en estos pueblo.f1•

Los tributarios del pueblo de Íntag, al occidente de Otavalo en la zona baja y caliente cercana al territorio Yumbo, pueden haber tenido una función parecida a la de los anteriores52• El pueblo de San Juan podría identificarse con San Juan de Imbaquí, poblado cercano a Otavalo y que fue reducido al pueblo principal en 1 578, lo cual explicaría su fal­ta en la lista de pueblos de 1 58253•

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 1 PL 1: 371 . 52 Ramón V., 1 987: 48. " Caillavet, 2000 e: 1 4 1 .

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TABLA 9. La encomienda de Otavalo y Quitd4 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Encomenderos Años Sebastián de Benalcázar 1 535

Pedro de Puelles 1 543

Rodrigo de Salazar 1 548¡49

Rodrigo de SalaLar 1 56 1

Rodrigo d e Sala7ar 1 573

Rodrigo de Salazar 1 577

Rodrigo de Salazar 1 582

Real Corona 1 584

Rea l Corona 1 59 1

Hcal Corona 1 629

Corregimiento de Otavalo

Los indios del cacique Ota\ alango

Ota' al o

Cotacachc 55 Ota\ alo San Juan (Jmhaquí?) San Pablo Sarancc Tontaqui lJrcuquí

Sal inas-Tumbaviro Ynta Mak:hinguí Guayllabamba Puél laro Alchibicha

Ota, alo

Ota\ alo

Ota\ al o con 6 pueblos

Ota\ alo con: SaranLe San Pablo Cotacache rontaqui Urcuquí Las Sal inas -Tumbabiro Ynta parte de Malchinguí parte de Pcrucho

Toda la encomienda

Ota\ al o

Ota\ alo

Corregimiento de Quito Los indios del cacique CollaLos o Collaguazos

Axangon (Yumbos)

Quito

2 pueblos en los. Yumbos y Cumbayá

Indios pijaos, collaguacos y guayllabambas

Fuentes: PL l: 201 -205, 253-254, 359-360, 371 ; PL II: 1 49; Hampe Martíncz, 1 979: 1 07- 1 1 O; Or­tiz de la Tabla, 1 993: 3 1 -32, 34; 1 985: 93, 97.

5 5 Esta lista proviene de J. Ortiz de la Tabla ( 1 985: 93) quien, sin embargo, no cita las fuentes. La lis­ta ha sido reagrupada, para diferenciar entre los grupos que estuvieron encomendados exclusiva­mente en Rodrigo de Salazar ,. los asentamientos multiétnicos donde residían indios sujetos al ca­cique Otavalango, conjuntamente con otras poblaciones encomendadas en otros conquistadores. Esto fue el caso de los indios sujetos de Otavalango en Malchinguí, Guayllabamba, Puéllaro y Al­chibicha, asentados en una zona compartida por diferentes grupos étnicos entre el río Guaylla­bamba y las estribaciones del Fuya-Fuya. Se¡,>Ún Sancho Paz Ponce de León estos indios vivían, en 1 582, en los pueblos de i'v!alchinguí y Perucho, de reciente creación (PL l: 360, 371) . La situa­

ción de los indios encomendados en Salazar en Íntag, situado al occidente de Otavalo, en tierras calientes, era probablemente similar.

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No solamente la concesión de las encomiendas es de interés, si­no también su retorno a la Real Corona, es decir su administración directa por parte de los funcionarios coloniales. En el caso de las tres encomiendas situadas en el corregimiento de Otavalo se ob­servan algunas peculiaridades. La primera en quedar fuera de la ad­ministración privada por haberse cumplido el tiempo de la conce­sión, había sido, en 1 583, la de Cayambe. El descendiente del últi­mo encomendero debe haber logrado, sin embargo, una nueva concesión, puesto que consta en la lista de los encomenderos de 1 59 1 . Quizás fue esta nueva concesión el momento para disminuir la renta y aprovechar parte de los ingresos para otros fines, ya que fueron los años en los cuales la Corona comenzó a conceder pen­siones que debían ser cubiertas con los tributos. En 1 583 y 1 584 la Audiencia colocó sobre los tributos de Cayambe las dos rentas de 450 pesos anuales que Felipe II había destinado a Hernando Ur­bano (Zurbano) de Lara y Martín Ramírez de Guzmán, cuyos hi­jos gozaban las pensiones en 1 625 en segunda vida, cuando la ren­ta total debía ser de 3.920 pesos anuales, de los cuales se lograba cobrar hasta 2.00056•

El caso de Otavalo es diferente, puesto que su encomendero, Ro­drigo de Salazar, había enfrentado serias acusaciones, por parte del

visitador Ortegón en 1 579, relacionados con el maltrato y la falta de instrucción religiosa a la población indígena. Hábilmente Salazar lo­gró una revisión de la sentencia que le había condenado al pago de multas. Pudo gozar de los ingresos de su encomienda hasta su muer­te en 1 584 cuando la encomienda retornó a la Corona en forma de­finitiva, castigo que no afectó al encomendero, sino únicamente a su viuda, la limeña Leonor de Valenzuela, con quien prácticamente no había convividd7• También los tributos de Otavalo fueron cargados con una pensión, aunque en un porcentaje muy inferior al de otras

encomiendas. En la década de 1 620 los ingresos del repartimiento de

Estas sumas provienen de la Relación de don Antonio de Morga ( PL II: 1 1 8) . En la "Relación que dan los oficiales de la ciudad de San Francisco de Quito . . .

" y que se refiere a los ingresos y egresos de 1 624 a 1 629 constan cifras menores (PL II: 1 50, 1 63) Ortiz de la Tabla, 1 985: 95-96.

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Otavalo, se calculaban en 1 1 .500 a 1 2.000 pesos líquidos más unos 2.300 pesos de los ''indios pjjaos, collaguacos y guC!JIIabambas en el corregimien­to de Quito", sumas que nunca se lograban cobrar por completd8• An­tes o alrededor de 1 61 7, a don Antonio de Aguiar y Acuña, hijo del li­cenciado don Rodrigo de Aguiar Acuña, se le concedió una pensión de 2.757 pesos y 2 reales por añd9• En 1639 se situaron 1 .000 ducados a los duques de Nájera y en 1 680 la viuda de un hijo del duque de Alca­lá reclamó una renta de otros 1 .000 ducados situada en los tributos del repartimiento de Otavald0•

Al igual que en el caso de los nombramientos de funcionarios co­loniales, el año de 1 592 parece haber sido decisivo para la concesión y la confiscación de encomiendas como premio o castigo por el comportamiento de sus dueños en la Revolución de las Alcabalas. Alonso de Aguilar "el albañil", viudo de la hija mestiza de Rodrigo de Salazar, parece haber perdido su encomienda de Cochisquí, Pué­liara y Tulcán por haber sido uno de los opositores al impuesto. Su hijo había sido condenado a muerte y ahorcado, lo que llevó Agui­lar, lleno de odio y deseos de venganza, a proclamar que "daría el al­ma al diablo por satiifacerse de los señores oidores porque estaba apremiado y le

habían ahorcado un hijo " 61• En 1 597 la encomienda de Cochisquí y Puéllaro estaba en manos de Martín de Zuazo Arana, probablemen­te un familiar del capitán Pedro Arana quien había encabezado la ex­pedición punitiva contra los rebeldes quiteños y quien había sido premiado también con una encomienda62• A más tardar en 1 603 la encomienda nuevamente era de la Real Corona63•

Gl

El encomendero de Cayambe, el regidor Martín de Ayzaga que ha-

PL II: 149. PL II: 1 19, 1 61 , 1 68. Don Rodrigo había sido miembro de Consejo de Indias y oidor de la Audien­cia de Quito a fines del siglo XVI (González Suárez 1 970, II: 472; Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 1 1) . Don Juan, otro de sus hijos, fue corregidor de Otavalo en los años 1 632 y 1 633 (AN/Q, Residencias, 1 643-IX-1 8) . Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 1 1 - 1 1 2. Acerca de la carrera del albañil AguiJar cfr. J. Ortiz de la Tabla (1985: 85-87); acerca de su actitud en la Revolución de las Alcabalas cfr. B. Lavallé (1992: 1 78-1 79). Pedro Arana recibió una encomienda de 5.000 a 6.000 pesos de renta, cuya ubicación no se mencio­na (Lavallé, 1 992: 1 7 1 ) . En la lista de encomiendas de la Real Corona, publicada por M. Casado Arboniés (1998: 247-248), constan "Cochisque" y "Pillara", que podría referirse a Puéllaro.

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bía estado en contacto con Arana, tanto a través de una carta secre­ta como en su función de emisario del cabildo quiteño, fue desterra­do a Lima junto con otros miembros del cabildo. Al igual que a sus colegas se le permitió el regreso a Quito y, en 1 597, el retorno a su función en el cabildd4• El destino de su encomienda no se mencio­nó en este contexto, pero es probable que la haya perdido a causa de su papel en la Revolución. Esto se desprende del hecho de que en 1 603 Cayambe consta en la lista de las encomiendas de la Real Co­rona, a pesar de que Ayzaga seguía siendo regidor hasta 1 60665• Pro­bablemente a raíz de la Revolución de las Alcabalas, parte de estos tributos que ya debían financiar dos rentas particulares fueron des­tinados, junto con los de Tulcán y Cumbayá, a "repartimientos consigna­

dos para las dos companzas de lanzas y alea buces de la guarda de este reino ".

Los funcionarios locales se referían entonces a la encomienda de Ca­yambe como "el repartimiento de CCI)Iambe de los lanzas" 66

Con el retorno de las tres encomiendas a la Real Corona, la situa­ción del corregimiento parece haber sido inusual, puesto que en los demás corregimientos seguían las encomiendas de particulares, aun­que en el siglo XVII muchos de estos encomenderos ya no eran miembros del grupo de conquistadores y sus descendientes, sino de la aristocracia peninsular y otras personas vinculadas a la Corte67.

Hacia 1 660, el porcentaje de tributarios que tributaban a personas particulares variaba considerablemente entre los corregimientos, en­tre un 6 % en Otavalo, un 66 % en Quito y un 95 % en Latacunga68• Frecuentemente el corregimiento de Otavalo ha sido considerado como el único distrito cuya población fue incorporada en forma completa a la Corona hacia fines del siglo XVI o inicios del siglo XVIl69• Los 290 tributarios de "tercias partes", señalados por J. Or­tiz de la Tabla, correspondían a los hombres cuyos tributos se desti-

'" Lavallé, 1 992: 1 44, 1 46, 1 65, 1 84, 1 85.

Casado Arboniés, 1 998: 247; P. Ponce Leiva, 1 998: 493. "' Cfr. Herrera, 1 909: 57. La "consignación" consta en la ya mencionada relación de los oficiales

reales (PL I l : 1 59, 1 63, 1 70) . Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 1 2-1 1 6. Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 1 7.

'"' Cfr. p.e. Ortiz de la Tabla, 1 985: 97-98.

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naban a pagar las pensiones concedidas por la Corona70• Hasta el momento no se habían tomado en cuenta, sin embargo,

los descendientes de dos grupos cuya llegada a Otavalo, en 1 582, de­be haber representado un significativo aumento de la población. Se trataba de 1 50 tributarios de la encomienda de Benalcázar y más 500 indios "cimarrones" que el cacique de Ipiales, don Pedro de Henao, condujo desde Pasto a Otavalo71• K. Powers se refiere a esta temáti­ca en forma más extensa, así como al hecho que los mismos caci­ques de Otavalo incentivaban la migración72, pero sorprendentemen­te no existe ninguna alusión a estos dos grupos en la Relación de Sancho Paz Ponce de León. No se sabe con exactitud dónde fueron asentados ni se conocen los motivos para el traslado de tanta gente. La posibilidad de que hayan sido llevados para servir en el obraje de comunidad se puede descartar, puesto que tanto en 1 654 como en 1 696/97 se confirmaba que los "indios pastos connaturalizados en este co­

rregimiento " participaban en las reparaciones de la iglesia y de las ca­sas del obraje así como en el abastecimiento de madera de la manu­factura, mas no en la mita de obraje, ya que

ninguno de ellos tiene ni viven en solares ni tierras que son de comunidad y de los indios naturales, sino que cada uno viven unos que las han com­

prado con su dinero y otros apegados a otros indios y otros que se hallan

sirviendo a españoles en sus casas y estancial3•

Es posible que con la existencia del obraje de comunidad se ex­perimentó, ya desde la década de 1 580 una escasez de mano de obra para las propiedades españolas dedicadas a la agricultura y ga­nadería. La incompleta información acerca las mercedes de tierras en la zona, hace imposible precisar su ubicación74• Tampoco se tie­nen suficientes datos acerca de la situación tributaria de los "pastos

connaturalizados" desde su llegada hasta la década de 1 620 cuando se

-, Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 1 7.

Ortiz de la Tabla, 1985: 10 1 . -, Powers, 1995: 35-37.

AN/Q, Indígenas, 1 697-X-24. -, Para el período de 1 583-87 se han conservado únicamente una merced para la región de Cayam­

be y 1 7 títulos para Otavalo, frente a 61 en Latacunga y 43 en Riobamba (Borchart de Moreno, 1 998 b: 64).

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fundó el obraje de San José de Buenavista en el sitio de Peguche (cfr. cap. Peguche) . La documentación relacionada con esta funda­ción, presentada por R. Rueda Novoa, permite aclarar parcialmen­te las incógnitas relacionadas con los indios pastos en Otavalo75• Al menos un grupo de ellos, los "indios males y malesillos" estaban asentados en el sitio de Peguche y encomendados al capitán Carlos Rosero de Solís.

No es de admirarse que el encomendero Rosero no consta en ninguna de las listas de encomiendas de la Audiencia de Quito, puesto que "Malev Malecillos" era una encomienda de Pasto, cuyas 96 tributarios habían sido, en algún momento, encomendados en Juana Daza Ladrón de Guevara. Otros grupos trasladados pueden haber sido los 77 tributarios "Nasquasi, Yaramal", encomendados en Fernando y Nicolás Burbano de Lara, así como los cien tribu­tarios "Otavalo" de Pedro Bolívar y la Redonda76• Lamentablemen­te no constan los nombres de sus caciques y no se sabe si estaban radicados tanto en Pasto como en Otavalo, de cuyo repartimiento de todas maneras no formaban parte. Deben haber seguido tributan­do en su lugar de origen, o simplemente no haber pagado tributo alguno como lo insinúa K. Powers. El grupo "N asquasi, Yaramal" se puede identificar todavía a comienzos del siglo XIX como la parcialidad Nasque con su cacique don Lázaro Almagro77• En la década de 1 650 se habla nuevamente de una encomienda de indios pastos radicados en Otavalo.

En 1 649 se informó que los 1 43 indios encomendados en don Jo­seph de Bolívar y La Redonda, es decir el grupo "Otavalo", se en­contraban el pueblo de Otavalo78• Por una Real Provisión fechada en Lima el 1 9 de julio de 1 654 este grupo fue entregado nuevamente en encomienda a un miembro de la familia Bolívar, a don Pedro Bolí­var, un menor de edad cuyo padre, don José de Bolívar y de la To-

Rueda Novo a, 1 988: 7 4-7 5. '' López Arellano, 1 977: 245, 246.

Borchart de Moreno, 2003 a. -e Powers, 1 995: 37.

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rre, oriundo de Cartagena de Indias, era contador del Tribunal Ma­yor de Cuentas en la capital virreinaF9• Con la muerte de este enco­mendero, acaecida en algún momento en la segunda mitad del siglo XVII, esta encomienda se incorporó a la Real Corona, pero todavía en la segunda mitad del siglo XVIII quedaba una encomienda en el territorio del corregimiento: los "pueblos Males y Malesillos que residen

en los corregimientos de Otavalo e !barra", cuya encomendera era una ve­cina de Pasto, quien arrendó el cobro del tributo a don Clemente Sánchez de Orellana, el recién nombrado Marqués de Villaorellana y dueño del Obraje Mayor80•

AN/Q, Indígenas, 1 697-X-24; Lohmann Villena 1 947, !: 57-58.

Los encomenderos eran doña Agustina Pico Ladrón de Guevara, vecina de Pasto, y su hijo don Esteban Francisco Bravo de Lagunas, residente en Quito. El arrendamiento se hizo por nueve

años por un pago anual de 1 35 pesos (AN/Q, N4P, Enríquez Osario, 1 753).

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3. La reducción de los ayllus y la fundación de los pueblos

3 . 1 . Los inicios del pueblo de Sarance-Otavalo

La entrega de las encomiendas a los conquistadores españoles había sido el primer paso en la conformación de la región como un territo­rio colonial. A esto siguieron, una vez terminadas las Guerras Civiles, los primeros intentos de establecer una administración básica de justi­cia que desembocaron en la formación de los primeros corregimientos de indios. En la misma época se iniciaron los esfuerzos para "reducir" a los indios a centros poblados al estilo de los pueblos españoles o, pa­ra expresarlo en la terminología de la época, ponerlos en policía. La Real Cédula del 21 de marzo de 1 551 determinó

que los indios fuesen reducidos a pueblo� y no viviesen divididos y separados por sierras y monte� privándose de todo bemjicio espiritual y temporal...

para lo cual las autoridades coloniales tenían que actuar con 67 mucha !emplaza y moderación .. . 1 tanta suavidad y blandura. Que1 sin cau-sar inconveniente� diese motivo a los que no se pudiesen poblar luego) que1 viendo el buen tratamiento y amparo de los ya reducidos1 acudiesen a ifrecer-se de su voluntad .. .

La idea era instalar a la población indígena en pueblos nuevos1 con comodidad de aguas1 tierras y montes1 entradas y sali­das1 y labranzas1 y un ljido de una legua de largo) donde puedan tener sus ganado� sin que se revuelvan con otros españoles1•

En el futuro corregimiento de Otavalo la cédula de 1 551 parece ha­ber tenido efecto recién en 1 557, con el nombramiento del primer fun­cionario colonial, Francisco de Araujo, quien decidió instalarse en Sa­rance, el posterior asiento de Otavalo. No se conocen los motivos de

Bayle, 1 952: 363, 364. Para la ubicación de los pueblos de indios de la Sierra norte cfr. el mapa en Borchart de Moreno, 2006: 1 89.

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esta decisión, pero es posible que haya sido el lugar de residencia no solamente del ayllu Sarance sino también del grupo encabezado por los descendientes de Otavalo Ango. En los territorios conquistados la pri­mera edificación española era, generalmente, la iglesia como núcleo del futuro asentameniento. No se sabe si los primeros religiosos que se en­contraron en la región de Otavalo en 1 54 7, Juan Dorado y Hernando del Prado, emprendieron la construcción de una iglesia en este mo­mentd. El primer dato que se tiene es de la época de Araujo, quien ini­ció la construcción de una iglesia y del convento de San Francisco, obra que fue realizada por dos carpinteros indígenas oriundos de Quito, Co­llaguazo y Tituaña, quienes, a diferencia de la población local que vivia en "bohíos redondos cubiertos de pqja con las paredes . . . de palos gruesos entret�i­dos con otros y embarrados con barro por dentro y fuera", ya deben haber teni­do experiencia con la arquitectura europea3•

A lo largo de la época colonial la iglesia y el convento deben haber­se reconstruido más de una vez, ya que los materiales eran poco dura­deros y los edificios se afectaban con los terremotos como el de 1 587, cuando "en el pueblo de Otavalo cayeron las casas del corregidor Alonso de Ca­brera, a donde quedó muerto con sus criados y en los tambos otro.r tre.r hombres z;ian­dantes" 4• Del terremoto de Ambato de 1 698 se conocen únicamente daños en la iglesia de San Pablo, mientras que el terremoto de Riobam­ba de 1 797 afectó seriamente la hacienda-obraje Colimbuela en térmi­nos del pueblo Cotacache (cfr. cap. Colimbuela) . En 1 808 se hace una corta descripción de las dos iglesias del asiento de Otavalo, ambas de una sola nave ); por consiguiente mt!J estrechas para sus respectil;as feligresías, además de su mucha pobreza y poca decencia para el Divino culto". La iglesia de San Luis, "propia únicamente de los indios originarios", era de cal y ladrillo y se encontraba en mal estado a comienzos del siglo XIX, mientras que la del Señor del Jordán, "que es de los blancos, negros y también de los indios forasteros que posteriormente se fueron avecindando" era una construcción nue­va de cal y piedra. Es posible que esta nueva construcción se haya ini­ciado precisamente por daños causados por el terremoto de 1 797. Ob-

Espinosa Soriano 1 983, II: 49.

Para la descripción de los bohíos cfr. la Relación de Sancho Paz Ponce de León (PL 1: 368). La orden de pago fue emitida por Gil Ramírez Dávalos el 8 de febrero de 1 559 (Espinosa Soriano 1 983, Il: 81-82). PL 11: 3 1 1 . Ya se señaló que, según V.A. Jaramillo (1972: 78), en 1 587 era corregidor Cristóbal :-\ú­

ñez de Bonilla. Cfr. también la Tabla 1 .

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viamente se trataba del primer edificio hecho de piedra en el asiento, aunque no en todo el corregimientd.

Se desconoce el sitio de vivienda de los primeros funcionarios es­pañoles puesto que, según el relato de Sancho Paz Ponce de León, recién el segundo corregidor, Hernando de Paredes, había mandado hacer una casa para la autoridad colonial. Antes de 1 582 los francis­canos habían convertido este edificio en un hospital para los indios, pero "no hqy indio que caiga etifermo que quiera ir a curarse a é0 porque tie­nen por abusión) que si entran a curarse allí, se morirán luego " 6• Existían, además, desde mediados de la década de 1 560, las construcciones del obraje, a saber, cinco casas y un batán, para cuya edificación el encomendero Rodrigo de Salazar, con el argumento de perdonar parte de los rezagos de tributos, había obligado a los indios a traba­jae. Con la instalación del obraje se hacía más necesario reunir a la población en una aldea, pero los intentos del corregidor de Quito, Salazar de Villasante, tropezaron con dificultados en la zona de Ota­valo, Caranqui y Mira, "por ser la gente indómita" 8•

3.2. La política de reducciones del virrey Toledo

Con la instrucción del virrey Toledo, fechada en Jauja el 1 7 de no­viembre de 1 570 y destinada a la Audiencia de Quito9, el establecimien­to de más pueblos en la "provincia de Cayambe" y el "repartimiento de Otavalo" se hizo inevitable, aunque aun entre los mismos funciona­rios españoles existía todavía alguna oposición. Un testimonio esclare­cedor es el del Sínodo Quítense de 1 570 que expresa las ideas del obis­po, fray Pedro de la Peña:

PL Il: 740. No existe, en 1 808, información acerca de las iglesias de Tocache, Malchinguí, Cota­cache 1' San Pablo; las de Cayambe. Tabacundo y Tumbaviro eran de adobe con techo de teja, en Urcuquí se menciona solamente el tejado. Tontaqui tenía la única iglesia, fuera del asiento de Ota­valo, con paredes de ladrillo. Se¡.,'1Ín Caldas la iglesia del Jordán era obra del párroco don Maria­

no Jácome. En 1 802 era "mientemente hecha " (Barreiro, 1 933: 39). En Cotache se construyó en 1 782 el obraje San Joaquín de cal 1' piedra y a fines de la década de 1 780 una casa de dos plantas con columnas de piedra (cfr. cap. Pcguchc v Colimbuela).

PL 1: 369. Ortiz de la Tabla, 1 985: 99; cfr. cap. Obraje Mayor. Caillavet, 2000 e: 72. Espinosa Soriano 1 983, I I : 1 28-132.

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Los indios naturales de este nuestro obispado no están poblados los más de­llos en pueblos formados, y sus caserías están apartadas unas de otras, por lo cual los sacerdotes no pueden estar en todos los lugares, ni los indios jun­tarse do está el sacerdote. Y para poner el remedio posible: Ordenamos y mandamos que los curas de los indios, cada uno en sus doctrinas con conse­

jo y parecer de sus feligreses, elijan un lugar en la principal comarca de su poblazón donde sea temple acomodado, para que cuando S u Mqjestad man­dare poblar los indios, tenga las partes que para pueblos se requieren:y en el dicho lugar haga nuestro cura una iglesia bien fundada, donde se junten a misa los domingos e fiestas a la doctrina los naturales que estuvieren pobla­dos en legua y media en la redonda e no más . . . 10•

Según la instrucción de Toledo que comenzó a aplicarse en la Au­diencia de Quito a partir de 1 572, en cada repartimiento o encomien­da la fundación de pueblos debía tener relación con el número total de indígenas, a quienes se les debía asentar en los mejores sitios. Se orde­nó que el plan inicial a presentarse a los caciques y población en gene­ral tuviera un número muy reducido de pueblos

para que teniéndolo así entendido los caciques e indios vengan con más fa­cilidad a reducirse en los pueblos que os pareciere, y tengan por pro y bue­na obra en que se reduzgan a más pueblos de los que al principio les re­presentáredes 11•

No sabemos cuántos pueblos constaron en la primera propuesta he­cha por los funcionarios españoles, pero es obvio que la reducción de la población indígena no se pudo llevar a cabo a corto plazo. La si­guiente tabla trata de dar una visión aproximada, aunque seguramente no completa, de la reducción de ayllus llevada a cabo entre 1 573 y 1 582.

Ortiz Crespo y Terán Najas, 1 993: 210 .

Espinosa Soriano 1 983, II: 1 29.

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Cayambe

Guachalá

lchisi

Mindala

Yanaconas

Cayarnbe

Pulamarin

Quinchoango

TABLA 10. La reducción de ayllus entre 1 573 y 1 582 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Tabacuodo Malchingui San Pablo Otavalo Cotacache 12 Tontaqui Urcuquí Tumbaviro

Yanaconas Cochisqui Abatag Tocagon Pongabuela Y acelga Y acelga Tumba viro

Puhu�i Araquillan Sarancc Cuchagro Camucndo (Y acelga) Anngues

lnruma Antamba Pirance Gualsaqui Atuntaqui (Y acelga) Chico Yaruquies

Curnango Sicafiero Gualsaqui Tu pian Urcuquí Grande (Tupiangue)

Tuaña Camuendo Cochisqui Opulro Coango

Angla Otavalo Mindala (Anla) Lluqui Tmbaquí Ulacatamba

Gua]acata

Ph:alqui

(Otavalo)

La mayoría de los datos de la tabla provienen de las investigaciones de W Espinosa Soriano, quien supone que los asentamientos se lleva­ron a cabo en 1 573, con la excepción el ayllu de Imbaquí integrado al pueblo de Otavalo en 1 578 y del de Cochisquí, trasladado en 1 58013• La reducción del ayllu de Cochisquí lleva la mirada nuevamente a la po­blación asentada en las estribaciones meridionales y occidentales del Fuya-Fuya, es decir a la "cuenca compartida" del Guayllabamba.

Desde el siglo XIX se supone, basado en las aseveraciones no docu­mentadas de P. Herrera (1 87 4), que el grupo de los Cochisquíes fue desplazado, en la década de 1 570, de su lugar y asentado en los pueblos de Malchinguí y Tocache14• Este dato, repetido por otros autores, se de­be, sin embargo, a una confusión entre los términos Tocache y Cota­cache, como se puede comprobar al comparar la nómina de los ayllus de 1 573 y 1 580 con la de la visita y numeración de 1 645/46 del repar­timiento de Otavalo. W Espinosa Soriano menciona para la primera fe­cha los ayllus de Pongabuela, Cuchagro, Gualsaqui Chico y Gualsaqui

Como se señalará más abajo, en la documentación temprana parece haberse dado una confusión de los términos Tocache v Cotacache. Caillavct 2000 e: 14 1 , 144; 2000 j: 461 . Los datos de W Espinosa Soriano (1 983, 11 : 1 38-142, 1 54) son contradictorios ya que, por un lado , afirma que Imbaqui era el nombre indígena de la reduc­ción de San Pablo de la Laguna (p. 141) para luego constatar que los indígenas de Imbaquí fue­ron reducidos a Sarancc en 1 578 (p. 1 54)

Oberem, 1 989: 9.

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Grande como pertenecientes a Tocache y supone, que la reducción del ayllu de los Cochisquíes y su asignación a los dos pueblos vecinos de Malchinguí y Tocache se llevó a cabo hacia 1 58015•

Según la numeración de mediados del siglo XVII, en cambio, los ay­llus de Pangobuela con Aguaborin, Cuchagro con Salineros, Gualca­quichico y Cuchisquí, formaban parte del pueblo de Cotacaché6• Es posible que el grupo denominado Cochisquí o Cuchisquí haya vivido tanto en la zona de las pirámides truncadas del mismo nombre como en las cercanías del posterior pueblo de Cotacache. Quizás la segunda ubicación era de fechas más recientes y relacionada con la conquista in­caica, especialmente con los inicios de la campaña militar de Huayna Cápac hacia 1 51 5. Uno de los momentos claves de la campaña había sido una sangrienta batalla en Cochasquí que terminó con muchas muertes en ambos bandos. Siguiendo su victoria, las tropas incaicas to­maron prisioneros a sus oponentes, "aunque muchos dellos pasaron lo alto de aquellos collados, y se fueron de la otra banda a la tierra de los Otavalos . . . " 17•

Con estas aclaraciones se entiende la ausencia del término Tocache en todas las Relaciones Geográficas, aunque había, todavía en 1632, un ayllu llamado Tocachiguil en el territorio del cacicazgo provincial de Cayambe18• Según el corregidor Sancho Paz Porree de León había, en la mencionada región, dos pueblos recién establecidos, a saber él de Pe­rucho que se había reubicado, y el de Malchinguí, nombre no mencio­nado con anterioridad. Su reciente fundación se desprende del hecho de que cada uno tenía "comenzada una iglesia".19

El nombre de Malchinguí aparece entonces por vez primera en 1 582, pero en la división de los corregimientos de Otavalo e Ibarra, en 1623, tanto Malchinguí como Tocache son nombrados como pueblos. En 1 646, en cambio, la proclamación de la visita y numeración de la zona se efectuó en Tocache. Del anuncio se desprende que los indios del pueblo de Malchinguí asistían a la doctrina en Tocache y, por lo tanto, se les or-

Espinosa Soriano 1 983, II, 1 39, 1 42-143. El autor cita a su vez a A. Pérez T. (1960: 2 15) quien registra, sin dar la fuente, como primera mención de Tocache, el año de 1 563, sin mencionar los

ayllus que supuestamente se redujeron a este pueblo en 1 573. 16 Freile Granizo 1981 , I: 229-323; II: 1 3-53. 1- Cfr. U. Oberem (1 989: 6-7), quien cita a Cabello Balboa. 18 Ramón V, 1 987: 76, 89. " PL I : 360.

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denó presentarse en este último pueblo, tanto para la confesión obliga­toria de la Cuaresma como para la numeración. Esto significa que, al me­nos en estos años, el pueblo de Malchinguí no tenía un párroco propid0•

Aun la documentación eclesiástica acerca de las doctrinas no puede so­lucionar satisfactoriamente la cuestión del número de pueblos fundados en esta zona de confluencia de diferentes grupos. En 1 598 se habla de Perucho y se afirma que "son 4 pueblos en que hqy 300 indio� pocos más" 21• Lo más probable es que el doctrinero franciscano haya residido en Peru­cho, como pueblo principal, y que haya atendido desde alli los asenta­mientos de Puéllaro, Malchinguí y Azangues. En la información de 1 631 , presentada por los oficiales de la Real Hacienda, aparecen como doctri­nas de pueblos de indios, por un lado, Perucho y Puéllaro, ya pertene­cientes al corregimiento de Quito y, por el otro, como parte del de Ota­valo, solamente Malchinguí. El citado documento demuestra también que los distritos eclesiásticos no coincidían con los de la administración colonial, ya que la Provincia Eclesiástica comprendía doctrinas situadas en tres corregimientos y la atención religiosa estaba en manos de frailes franciscanos y, en un porcentaje muy menor, del clero secular.

TABLA 11. La Provincia Eclesiástica de Otavalo El número de doctrineros en los pueblos de indios en 1 63122

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Pueblos Corregimiento Otavalo

Cayambe 1 secular Tabacundo 1 secular Oyacachi Malchinguí 1 franciscano Otavalo 2 franciscanos San Pablo 1 franciscano Cotacache 1 franciscano Tontaqui 1 franciscano Urcuquí 1 franciscano Tumbaviro 1 franciscano San Antonio Carangue Salinas Pimampiro Mira

AN/Q, Indígenas, 1 646-VIII-12. PL I: 578.

Corregimiento Corregimiento lb arra Quito

1 secular

1 franciscano 1 franciscano 1 franciscano 1 secular 1 secular

Fuente: PL TI: 1 29-1 35. No consta en 1 63 1 la doctrina de Íntag. En 1 650 este pueblo es doctrina de los Merccdarios (PL II: 296).

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Por otro lado, en la Relación del Obispado de Quito de 1 650, escri­ta por Diego Rodríguez Docampo, tanto Malchinguí como Tocache aparecen como doctrinas23• Los documentos hacen pensar que el asen­tamiento de Tocache se formó hacia fines del siglo XVI, que su reco­nocimiento oficial como pueblo se dio recién en la primera mitad del siglo XVII y que hubo cambios en la sede de la doctrina. Sobre los ay­llus reducidos a los dos pueblos se sabe muy poco. En 1 646 se encuen­tra en el pueblo de Malchinguí un ayllu llamado Malchinguí y cuya ca­cica era doña Paula Parinquilago, hija de don Mateo Ango y nieta de don Diego Ango24• En 1 686, en cambio, se menciona el ayllu de Yana­canas dirigido por Ambrosio Manangon25• En la segunda mitad del si­glo XVIII, en las residencias realizadas a los corregidores don Juan Sánchez Chamorro y don José Posse Pardo, aparece don Damasio García Tulcanaza como gobernador de los pueblos de Tocache y Mal­chinguí y cacique principal de la parcialidad Tulcanaza26•

Ante esta situación no es de admirarse que esta zona es la que pre­senta mayores divergencias en las cifras de tributarios registrados al co­mienzo y al fmal de la Relación de Sancho Paz Ponce de León y en la lista de encomiendas de 1 59127• Los reiterados cambios también pue­den explicar la falta de definiciones que se observan, a lo largo de la Colonia, en las jurisdicciones de Puéllaro y Perucho así como de Mal­chinguí y Tocache y, a veces, de Tabacundo. En la visita de tierras efec­tuada en 1 696 por el fiscal de la Audiencia Antonio de Ron, las hacien­das de Tanda y Cochisquí se encuentran "en Jos pueblos de Tocache y Mai­chinguí"y otra propiedad en 'Tocachey Tabacundo", mientras que en 1 692 entre las composiciones de tierras del pueblo de Perucho aparece una estancia en términos del "pueblo de Píiiaro", el antiguo nombre de Pué­llaro, cuyo dueño era vecino de este mismo pueblo.

Como fuente de información acerca de la división administrativa se dispone, para el siglo XVIII, del informe escrito en 1 754 por el presi­dente de la Audiencia Juan Pío Montúfar y del Plano Geográfico e Hi-

PL II: 293. " AN/Q, Indigenas, 1 646-VIII- 12. " AN/Q, Residencias, 1683-IV-27.

AN/Q, Residencias, 1 755-IV-18 y 1 777-IV- 1 6. Cfr. el capítulo sobre la demografía. H . Larraín Barros (1 980: 1 65) señala el notable aumento de

la población en esta o.ona, que no se explica con el crecimiento vegetativo.

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drográfico de Quito, elaborado 1 2 años más tarde por Dionisia de Al­sedo y Herrera. Ambos autores mencionan únicamente el pueblo de Tocache, el cual, para el primero, se encontraban en términos de Ota­valo, mientras que el segundo lo situaba en la jurisdicción de Quito. En un documento de 1 780, relacionado con el nombramiento del gober­nador del repartimiento de Otavalo, se habla de San Juan Bautista de To­cache y su anejo de Santiago de Malchinguí, fórmula que se encuentra igualmente en la información acerca de los tributarios del repartimiento elaborada con los datos de la numeración general realizada en este mis­mo añd8• Esta última versión se puede encontrar también en las des­cripciones que algunos párrocos y funcionarios coloniales hicieron, en 1 808, de los pueblos del corregimiento de Otavalo. Alli aparece la "Des­cripción del pueblo de Tocache y su amjo de Malchinguí", hecha por Vicente Chiriboga y Villavicencid9• La situación descrita en 1 582, cuando el pueblo principal de la zona parecía ser Malchinguí, es obviamente in­vertida en la segunda mitad del siglo XVIII. No quedan claros, sin em­bargo, los motivos que tuvieron los funcionarios coloniales para divi­dir la zona situada en las estribaciones sur-occidentales del Fuya-Fuya entre los corregimientos de Quito y Otavalo y los cambios observados en la situación de Malchinguí y Tocache.

En los limites septentrionales del corregimiento, en la otra "cuenca compartida", se observa una situación similar de indefinición. Los asentamientos multiétnicos en la región del Chota y del Mira, dedica­dos a la producción de sal y los cultivos de algodón, fueron reubicados en la década de 1 570, pero todavía en 1 582 se hablaba de "Las Salinas que con otro nombre se llama Tumbaviro" 30• A inicios del siglo XVII deben haber existido dos pueblos, ya que en la división de 1 623 el pueblo de Salinas fue asignado al corregimiento de !barra, mientras que el de Tumbaviro se adjudicó al de Otavalo, división que se refleja también, en 1 631 , en la presencia de un doctrinero franciscano en el primero y de un miembro del clero secular en el segundo.

En vista de que a lo largo del siglo XVII se puede constatar esta di-

PL II : 348, 422; Borchart de Moreno (2003 a). Para la numeración de 1 780 cfr. cap. Población. 29 PL II: 745-747. "' PL I: 359; Espinosa Soriano 1 983, l l : 1 42; Ramón V, 1 987: 22-24, 49; Moreno Yáncz, 1 988: 6 1 ;

Caillavet, 2000 e : 59-83.

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visión, llama la atención el hecho de que el presidente Juan Pío Mon­túfar en su ya citado informe de 1 754 mencione los pueblos de Salinas y Tumbaviro como pertenecientes al distrito de Ibarra. Los autores de la década de 1 760, el oidor Juan Romualdo Navarro y el ya menciona­do Alsedo y Herrera hablan nuevamente del pueblo de "Salinas o Tum­baviro" 31• Según la numeración de García de León y Pizarra, de 1 780, Tumbaviro era parte del corregimiento de Otavalo, dato que se confir­ma con las descripciones hechas en 1 80832•

El conocimiento de los funcionarios coloniales acerca de los distritos administrativos parece haber sido de todas maneras deficiente, hecho que se desprende de la "Descripción Compendiosa" escrita, en 1790, por José Corral y Navarro, quien había participado en la numeración general de la década de 1780, como funcionario asignado a la visita del corregimiento de Chimbo. Su aseveración de que "el corregimiento de Ota­valo se dividió no hace mucho del de la Villa" puede prestarse para confusio­nes. Parece estar basada en el citado texto de Navarro, quien habla de la anterior unión de los dos corregimientos sin precisar, sin embargo, la fecha de la división. Las variaciones que se observan en lo referente al pueblo de Tumbaviro parecen ser el resultado de definiciones terri­toriales muy poco precisas y el deficiente conocimiento de los funcio­narios, más no de reorganizaciones territoriales33•

Las "cuencas compartidas" fueron zonas marginales de los grandes cacicazgos, importantes por sus productos exóticos, pero relativamen­te poco importantes en términos demográficos, hecho este último que podría explicar su presencia relativamente escasa la documentación co­lonial. Para las zonas más pobladas del cacicazgo mayor de Otavalo la situación documental es algo mejor.

También los habitantes del antiguo sitio de Otavalo, ubicado por Ch. Caillavet a orillas del lago de San Pablo, son reducidos recién en 1 579, medida que causó la oposición de los indigenas34• Las reducciones de

Rumazo 1 948, VIII: 4 13; PL II: 347, 435. AN/Q, FE, Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4588. PL 11: 723-729. PL II: 701 , 709; Rumazo 1 950, VIII: 414. José del Corral y Narro consta con alguna frecuencia en la documentación del Archivo Nacional. En 1 782 era secretario de la Visita General en el corregi­miento de Chimbo, al mismo tiempo que corregidor electo de este distrito. En 1 786 consta como corregidor de Chimbo, en 1 800 como fiscal criminal y en 1 803 como administrador de rentas de La­tacunga. Caillavet, 2000 f: 1 72.

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flnales de la década de 1 570 estaban seguramente relacionadas con la visita del oidor Ortegón en 1 57935• No se sabe cuántos ayllus habían poblado este sitio, pero uno de ellos fue el denominado "Otavalo". A lo largo de la época colonial se encuentran menciones de este ayllu tan­to en la capital del corregimiento como en el pueblo de San Pablo. Pa­rece que a este ayllu le fue asignado como lugar de residencia el pue­blo de San Pablo, a pesar de que jurídicamente pertenecía a la jurisdic­ción del pueblo de Otavalo, situación que debe haber causado la im­presión de que habían existido dos ayllus del mismo nombre.

Cabe señalar, sin embargo, que en la documentación de la segunda mitad del siglo XVII, relacionada directamente con el pueblo de San Pablo, constan únicamente nueve ayllus, ninguno de ellos llamado Ota­valo. Una situación parecida se observa en el caso de los ayllus Toca­gón y Cachumued o Cachimuel, situados en San Rafael de la Laguna36, pero contabilizados como ayllus de Otavalo. Esta situación peculiar de los ayllus Otavalo, Tocagón y Cachumued y, eventualmente de Ca­muinto, podría ser un argumento a favor de la existencia de una terce­ra "cuenca compartida", la cual a diferencia de las dos anteriores era más densamente poblada.

En esta cuenca, de mucho interés por sus recursos "exóticos" como la totora y las preñadillas, habrían convivido Otavalos y Cayambis37• La presencia de estos últimos debe haber disminuido con la derrota en la batalla de Yaguarcocha y fue quizás este el momento en que los caci­ques de Otavalo ampliaron, con ayuda de los vencedores incaicos, su dominio en la zona del lago. Ambos grupos fueron reducidos al pue­blo de San Pablo, pero asignados a diferentes jurisdicciones: los ayllus otavalos al pueblo y posterior asiento del mismo nombre, los ayllus ca­yambis al pueblo donde residían. A más tardar en estos años los ayllus cayambis del lago habrán dejado de ser parte del cacicazgo provincial de los Puento de Cayambe para ser integrados al cacicazgo mayor de los Ango de Otavalo. Es importante señalar en este contexto que estos

Ortiz de la Tabla, 1 985: 95-96. Caillavet, 2000 a: 32-37. Lamentablemente casi no hay referencias a la totora ,. los productos artesanales elaborados con ella. Una de las pocas referencias se encuentra en Mario Cicala (1994: 305-306), el jesuita que visitó la re­gión a mediados del siglo XVIII y dedicó todo un párrafo a "las bellas y graciosas cestillas de Ota­valo". También Caldas se re!!ere, en 1 802, a las artesanías hechas de totora (Barreiro, 1 933: 40).

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últimos no eran caciques del ayllu del mismo nombre. Otavalo Ango, señor del "cacicazgo mayor" de Otavalo en el mo­

mento de la conquista española y bautizado con el nombre de Alon­so, fue obviamente el jefe de un grupo llamado "yanaconas" de la zona quienes, según los "encabezamientos" de las numeraciones del siglo XVII, vivían en el asiento de Otavalo. Existe una mención de los "yanaconas" de Otavalo en un documento de 1 580, citado por G. Ramón V 38, pero que obviamente no registra el nombre de su ca­cique ni el lugar de su residencia. Sería importante investigar el sig­nificado del término "yanaconas" en la Sierra norte, es decir la re­gión tardíamente conquistada por los Incas, ya que designa a los ay­llus más importantes de Otavalo, Cayambe y Tabacundo. Por último cabe mencionar que los descendientes de Otavalo Ango, los Ango de Salazar, ostentaron durante trescientos años el cargo de caciques mayores, pero ninguno de ellos mantuvo el antropónimo que dio el nombre a todo el corregimientd9•

3.3. La visita de Diego de Zorrilla y la organización de cuatro pueblos desde 16 12

Los intentos de reducción de la población autóctona en el sitio de Sa­rance-Otavalo fueron quizás motivados por el deseo de garantizar el re­gular abastecimiento de mano de obra para el obraje. El mayor reasenta­miento de la población indígena, después de las reducciones ordenadas por el virrey Toledo, debe haberse dado durante la visita del oidor Die­go de Zorrilla y el corregidor Arias de Ugarte en 16 1 1 /12. Al igual que en el caso de otras visitas y numeraciones, los datos registrados por Zo­rrilla y Arias de Ugarte se han conservado únicamente en forma parcial40•

Ramón V, 1 987: 78

La existencia de dos ayllus llamados Otavalo o un ayllu "pluriresidencial" se desprende de las in­vestigaciones de C. Caillavet (2000 a: 32), mientras que W Espinosa Soriano (1 983, II: 1 40, 142) considera que el ayllu fue trasladado al asiento. En 1 689 don Joan Sancho Otavalo, cacique de la parcialidad por más de 60 años, declaró no tener ningún parentesco con los Ango de Salazar. El nombre del ayllu encabezado por los Ango de Salazar no se ha podido encontrar para una fecha anterior a la numeración de 1 645/46. En una copia posterior del encabezamiento de esta nume­ración se habla del ayllu "de los yanaconas de Salazar". En otras ocasiones se habla simplemente del ayllu de Salazar (Borchart de Moreno, 2003 a) . Herrera, 1 909: 39-40.

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U na de sus tareas fue la fijación de los servicios que los indígenas de­bían ofrecer a sus curas. No queda claro por qué no se exigía este ser­vicio a todos los indígenas de la zona, puesto que no constan en la ta­sa los pueblos de Malchinguí y Tocache, ni los de las zonas calientes, es decir Urcuquí, Tumbaviro e Íntag. Información parcial acerca de este último pueblo se puede encontrar en los fragmentos de la numeración de 1 645/46, donde existen algunos datos del "hailloy parcialidad de Tu­lla que residen en el pueblo de Ynta", cuyo principal era don Francisco Apoango, hijo de Matheo Anrrango y doña Magdalena Pinca (Pinsa) y nieto de don Martín Amocoango41. En la misma fecha, en el pueblo de Urcuquí había solamente dos ayllus. El de Urcuquí o Urcuquiango es­taba encabezado por don Silvestre Urcuquiango, hijo de don Francis­co Urcuquiango y nieto de don Alonso Anrraymbango42. El ayllu Ya­celga, en cambio, era uno de los dos ayllus en el repartimiento que se pue­den designar como "pluriresidenciales", es decir un grupo con un so­lo cacique instalado en varias zonas. El mencionado ayllu tenía miem­bros asentados tanto en Urcuquí como en Tontaqui, Yaruquí y Azan­gues, es decir la zona de Guayllabamba-Perucho, todos ellos bajo el mando de don Miguel Yacelga y Arellano, cuyo padre y abuelo habían sido don Francisco y don Jerónimo Y acelga y Arellano respectivamen­te43. En el caso de Tumbaviro se menciona solamente el ayllu del mis­mo nombre. Fuera del cacique don Hernando de Guzmán, sobrino de don Juan Caguascango, el anterior señor que había muerto sin descen­dencia, se menciona al gobernador don Esteban de Lara44•

Freile Granizo 1 9 8 1 , I, 43-46. El apellido Pinca también se registra como Pinc;a y se encuentra bá­sicamente en el ayllu de Pinc;aqui o Pinsaquí. Desde 1 739 Intag formaba parte de la Gobernación de Esmeraldas; en 17 40 el pueblo era doctrina de los Mercedarios y terúa úrúcamente unas "20 o 30 familias de Indios, por haverse consumido los demás" (Rumazo 1 948, II: 1 92, 129; PL II: 296).

Freile Granizo 1 9 8 1 , !I: 60. Se utilizará el término Urcuquiango para diferenciar el ayllu del pueblo.

Freile Granizo 1 98 1 , II: 83. En el texto se hablará de Urcuquí-Tontaqui en las referencias a la par­te de ayllu instalado en la zona de este pueblo. Freile Granizo 1 98 1 , II: 1 1 5- 1 1 6. A fines del siglo XVIII se mencionan al menos dos parcialida­des en Tumbaviro, las de Cusicagua y Piñan ( cfr.Borchart de Moreno, 2003 a, versión publicada nota 25).

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Para los cuatro pueblos obligados al serVlClO a los curas, a saber, Otavalo, Cotacache, Tontaqui y San Pablo, existe la nómina de los ca­ciques, tal como consta en la siguiente tabla:

TABLA 1 2. Los caciques de 4 pueblos del repartimiento de Otavalo en 16 1245

Otavalo Ango de Salazar, Felipe Mal donado, Pedro Salanr, Jerónimo Vivar. León Pin •ae, Franc isco Castañeda. Gabriel Lu<.:ero, Martin Vásquez de Morales, Cnst.

9 Cacoan •o, José 1 O Cacoango, Sancho 1 1 Caguascango, Jerónimo 12 Apuango, Pablo

13 Cacoa.Qg_o, Hcrnando E. 14 Anrango, Sancho 15 Anmngo, Diego 16 Ca •uascan •o, l lemando 17 Aguilar, Sebastián 1 g Anmn •o Ve1ásquez, Juan

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Cotacache Cuchuango, Cristóbal Apoango, Gaspar Tuentan •o, Fel ipe Dolmos, Franci<;co Cocoan •achica. Seb. Pillasig lnta, Cristóbal

Tontaqui San Pablo VelásqueL Apuango Luis Valent:uela Cabascango, Gregotio Tontaquima, francio;;co Qui\umbanquín Ango, Andrés Gu/.mán Luis !::<.batean •o. Jerónimo Velásquez Cangro,Jerónimo Cusucango, Francisco Apoan •o de Vivar, Felipe Toanan •o, José

Ebatcango, Hemando

uicumba uinan •o, Felipe Apoango u1mbo Cuasi, Martín Mo�nan •o, Mateo

uilumb<!,quin Ango, Felipe

La falta de una terminología única para designar a los caciques y sus ayllus dificulta la comparación de los datos arriba presentados con los de otros documentos. Más de cien años después de la conquista y a pe­sar de las Ordenanzas de Toledo46 (1 867: 203-204), en la numeración de 1 645/46, el registro de nombres y apellidos de la población indíge­na no parece seguir normas claras, a diferencia de lo que sucede cua­renta años después en la numeración ordenada por el Duque de la Pa­lata (cfr. cap. Población) . Los caciques utilizaban tanto apellidos indí­genas como españoles y a veces una combinación de los dos. A esto se añaden los cambios efectuados a raíz de los sacramentos, especialmen­te el de la confirmación. Lo más frecuente parece haber sido el cambio del nombre de pila como en el caso de don Pedro de Henao, el caci­que de Ipiales que había sido bautizado con el nombre de Francisco47• En Cotacache se puede constatar, sin embargo, que también se podía dar el cambio de nombre y apellido a raíz de la confirmación, puesto

Es probable que también para los caciques Puento de Cayambe-Tabacundo se haya establecido una tasa de servicios en estos años. Memorial y ordenanzas, 1 867:203-204

Espinosa Soriano 1 983, TI: 1 94.

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que el gobernador, don Pedro Cotacache, de 37 años, afirmó ser hijo de don Antonio Gualcambango o Gualzambaango y haberse llamado en su infancia, en el momento de la anterior numeración de 16 1 1 / 12, Bernardo Chicango48•

También hay que tener en cuenta que algunos apellidos, como An­rrango, Apoango y Cacoango son bastante frecuentes y existen entre los caciques de varios ayllus. En algunos apellidos se pueden observar, a lo largo del tiempo, cambios como una asimilación a nombres espa­ñoles o quichuas. Además se pueden constatar cambios en la dirección de los ayllus cuando los caciques no dejaban herederos o migraban a otra región. En estos casos, al igual que en los frecuentes pleitos entre diferentes pretendientes, las autoridades coloniales nombraban a los sucesores, sin que se puedan determinar, por el momento, los criterios utilizados. Los ayllus, en cambio, podían tener un nombre propio que a veces se encuentra también como topónimo, o podían ser designa­dos con el apellido, indígena o español, de la familia cacical. Lo que si­gue es solamente un primer intento de establecer la nómina de los ay­llus y de sus respectivos caciques. Para este efecto se han comparado las listas de 1 573-80 y 16 12 con los datos de la numeración de 1 645/46 y la información proporcionada por dos residencias, a saber, la de 1 644 efectuada a don Juan de Aguiar y Acuña, corregidor de 1 632-33, y la de 1686, cuando se examinó la gestión de don Alberto Fernández Montenegro quien había ejercido el cargo en 1 681 -8249• A esto se aña­den algunos datos sueltos proporcionados por la documentación rela­cionada con el cacicazgo mayor así como un padrón ordenado por el corregidor Manrique en 1 692. Para el siglo XVIII existen datos de las residencias de la gestión de al menos dos corregidores50•

3.3. 1 . Los ayllus y caciques del pueblo de Tontaqui

En Tontaqui, según W Espinosa Soriano, fueron reducidos siete ay-

Freile Granizo 1 98 1 , I: 251 . Para el testamento de don Antonio Gualzambaango cfr. Lebret (1 981 : 328-332). AN/Q, Residencias, 1 643-IX- 18 y 1 683-IV27. Las residencias no permiten establecer listas de to­

dos los ayllus, puesto que únicamente contienen datos de los caciques que fueron notificados de la inminente investigación. Borchart de Moreno, 2003 a; AN/Q, Obrajes, 1 699-VIII-1 ; AN/Q, Residencias, 1 755-IV- 1 8 y 1 777-IV-16 .

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llus, mientras que la lista de 1612 enumera solamente cinco ayllus obli­gados a prestar servicio al cacique mayor. Esto se debe al hecho de que el grupo Yacelga-Tontaqui era sujeto al cacique del ayllu Y acelga de Ur­cuquí, pueblo que no servia al cacicazgo mayor. Los Camuendo, miem­bros del otro ayllu "pluriresidencial", pertenecían a un ayllu de la juris­dicción del pueblo de Otavalo y deben haber participado en los traba­jos conjuntamente con los demás miembros de su grupo. En 1 645/46

. de los restantes cinco ayllus tres, a saber Apulrro (Opulro) , Mindalaes y Tupian (Tupiangue) estaban sujetos a un solo cacique, el del ayllu de Tupian, cuyos caciques eran los Apoango de Vivar, aunque también se encuentra el apellido Tupian. En el siglo XVIII el nombre Vivar es uti­lizado también para el ayllu51•

La numeración del 1645 del ayllu Apulrro menciona al inicio a don Mateo de la Torre y Parra, pero no lo señala como cacique o principal, mientras que en el caso de los Mindalaes no existe ninguna persona con la distinción de "don"52• Sin conocer la historia de las respectivas familias cacicales y la evolución demográfica, solamente se puede espe­cular acerca de las causas que motivaron la integración de estos dos ay­llus al mando de los caciques Apoango de Vivar. U no de los motivos puede haber sido la reducción del número de integrantes, ya que, en 1 645, la nómina de Apulrro contenía solamente nueve hombres de en­tre 1 8 y 49 años, de los cuales dos son reportados como muertos por el cacique. El ayllu de Mindalaes todavía tenía 29 hombres en edad de tributar, un número que superaba, por ejemplo, el del ayllu Pirance en Otavald3• Otro motivo puede haber sido la falta de un descendiente le­gítimo para el cacicazgo, lo cual causaba la intervención de las autori­dades coloniales y, a veces, la entrega del ayllu a otro cacique, como su­cedió en el ayllu de Cuchagro en Cotacache54• Los caciques Velásquez Apoango eran los jefes del ayllu de Tontaqui, y el cacique de 16 12 era el abuelo de don Bernardo Apoango, menor de edad y cacique en 1 645/46. En 1 686 uno de estos ayllus, Tontaqui o Tu pian, es llamado Apoango y su cacique principal era don Esteban León. Como jefes del ayllu de Ulacatamba se encuentran don Luis Guzmán en 1612 y su hi-

G. Ramón V destaca que los Mindalaes, generalmente, no formaban un ayllu independiente. Freile Granizo 1 981 , I: 205, 207.

Freile Granizo 198 1 , I: 207·213, 67.73. ' ' Freile Granizo 1 98 1 , II: 13.

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jo don Martín Guzmán en 1 645/4655• Quedan en la lista de 16 12 los caciques Tontaquima y Velásquez Can­

gro, el primero de ellos quizás cacique del ayllu Opulro, mientras que el segundo debe haber sido jefe de un grupo, mencionado solo breve­mente en la numeración de 1 645/46 con el nombre de Congoro56• En 1 644 sus caciques fueron don Juan Congor y don Felipe Congoro. Es­te apellido y nombre de ayllu es uno de los que más deformaciones su­frió, puesto que en 1 686 se lo encuentra como apellido español, Gón­gora, y a comienzos del siglo XIX con la palabra quichua Cóndo�7•

3.3.2. Los ayllus y caciques del pueblo de Cotacache

En Cotacache existe una nómina de cinco ayllus en el siglo XVI y de seis en 1612 y 1 645/46, diferencia que se debe al hecho de que W Es­pinosa Soriano, al considerar que se trataba de los ayllus reducidos a Tocache, no incluyó el ayllu llamado Cotacache58• De los seis caciques de 1612, tres pueden ser identificados. Los Cuchuango, llamados tam­bién Cuchuango Ronquillo y Cuchuango de Benavides eran caciques del ayllu de Cuchisqui. En 1 645, ante la ausencia de un heredero varón, el cacicazgo estaba en manos de doña Esperanza Cuchuango, esposa de un don Felipe Ango de Salazar de Otavald9•

Los caciques Chalampuento del ayllu Cuchagro de 1 645 no se pue­den asociar con ninguno de los apellidos de la lista de 1612, pero cabe señalar que Chalampuento había sido el apellido de uno de los hijos de don Alonso Otavalo Ango, cacique mayor de la región. A Cuchagro es­taba unido el ayllu Salineros, en el cual no parece haber habido una per-

Borchart de Moreno, 2003 a; Freile Granizo 1 98 1 , l: 1 53, 1 85, 2 16. Freile Granizo 1 98 1 , I: 1 54. Para donJuan Congor y don Felipe Congoro cfr. AN/Q, Residencias, 1 643-IX-1 8; para don Lo­renzo Góngora, cacique principal de la parcialidad de Chigaminsi en Tontaqui cfr. AN/Q, Resi­dencias, 1 683-TV-27.

Acerca de don Manuel Cóndor y la parcialidad del mismo nombre cfr. AN/Q, Cacicazgos, Caja

1 2, 1 805-II-20. Freile Granizo 1981 , I : 21 5-323; II: 1 3-79. Los datos incompletes de 22 unidades domésticas, publi­cadas por Freile Granizo (1981, l: 219-224) como parte del pueblo de Cotacachc, parecen pertene­cer más bien a un ayllu de Otavalo, quizás al de Tocagon, puesto que al final del último registro An­drés de Sevilla, escribano mayor de visitas, dice que "hice parecer ante mi a don Carlos Alexandro, Princi­pal deste Hayllo de Toct(�Ón su¡eto a don Lorenpo Ango de Salazar.. " (Freile Granizo 1981 , l: 224) Freile Granizo 1 98 1 , I: 291.

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sana "principal"60• En 1 721 el ayllu se llamaba Cuchagro Chalampuen­to y estaba a cargo de su cacica, doña María Chalampuento. Todavía a comienzos del siglo XIX el cacicazgo del ayllu, ahora llamado Chalam­puento Cuchagro, estaba en manos de la misma familia61.

Los Olmos, señores de Pangobuela (Pongabuela) , son un ejemplo de las variaciones que se daban en la utilización de los apellidos, ya que el cacique de 1645/46, don Bias de Olmos, afirmaba que su padre había sido don Fabián Apoango de Villasante, mientras que su abuelo se ha­bía llamado don Francisco de Olmos Gualcaquilingo, seguramente idéntico con el don Francisco Dolmos de 1 61262. En una copia tardía de la numeración de 1685 consta como cacique principal don Martín Villasante Pangabuela, mientras que en la investigación relacionada con la residencia al corregidor Fernández Montenegro, realizada en 1 686, se hablaba del ayllu Pangabuela Olmos y su cacique era don Berna! Ol­mos63. El nombre del ayllu es un ejemplo para el influjo del quichua en la nomenclatura local, puesto que hacia fines del siglo XVII se lo en­cuentra también con el nombre de Pambabuela.

En 1 645 existía el ayllu de Aguaborín como agregado al de Pango­buela. Al igual que en el caso del ayllu Apulrro agregado a Tupián, la lista de Aguaborin comienza con el hogar de una persona distinguida con el "don", sin que se le nombre explícitamente como cacique o principal. Se trataba de don Esteban Monrroy, hijo de don Juan Tu­cumbango, cuyo hijo Alonso Ramos o Ramos Monroy, de 1 8 años en el momento de la numeración, sería el "administrador'' del ayllu Mon­rroi-Aguaborín en la numeración de 1 685. Todavía en el padrón de 1 792 se habla de los caciques don Julián y don Manuel así como del principal don Carlos Monrroy como encargados de la parcialidad de Monrroy y Pangobuela64.

Freile Granizo 1 98 1 , I I : 1 3-22. At\:/Q, Cacicazgos, 1 806-ll l-22. Freile Granizo 1 98 1 , II: 27. La numeración de 1 645/46 y el juicio por el cacicazgo de Pangabuela de fines del siglo XVIII (A0:/Q, Cacicazgos, 1 795-1-31) , que contiene la copia de la numeración de 1 685, permiten esta­blecer la siguiente genealogía de la familia cacical: Francisco Olmos Gualsaquilingo (1 6 1 2) ; Fabían Achoango Villasante; Bias Amocoango Olmos (1 645); ""1artin Villasante Pangobuela (1 @5); Ber­na! Olmos (1686); Lorenzo Olmos Pangobuela; florencio Olmos Pangobuela; José Pangobuela, cacique principal en 1 788; 1\lanuel Olmos Pangobuela, hermano de José, cacique principal en 1 790. Freile Granizo 1981 , Il: 39; AN/Q, Cacicazgos, 1795-X-25.

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Don Gaspar Apoango, cacique en 1612, podría ser el antepasado de don Francisco Apoango de los Reyes, en 16645/46 cacique del ayllu señalado por Freile Granizo como "Cotacache 2"65• Este ayllu debe co­rresponder al llamado Gualsaquí Grande en el siglo XVI, nombre que será utilizado en el texto. Don Sebastián Cocoangochica podría identi­ficarse con el ayllu de Gualcachico o Gualcaquichico, el Gualsaqui Chi­co del siglo XVI, regido en 1645/46 por don Sebastián Pérez Cacoan­go Chicd6. Ya en 1558 un cacique Cacoango de Gualsaquí había sido mencionado en un pleito de tierras. Por otro lado se conoce como ca­cique de Gualsaquí, quizás de un ayllu reducido al pueblo de Otavalo, a don Alonso Osnayo, aliado de los españoles, quien en 1541 acompa­ñó la expedición de Gonzalo Pizarra y luego, en 1550, ayudó a supri­mir la sublevación de los indios de Lita67• Ch.Caillavet ha identificado Gualzaquí como una zona de tolas y un pueblo viejo al noroeste de Otavalo que, hacia 1573, fue agregado al pueblo de Cotacache68• Qui­zás se dividió la población en este entonces, puesto que en 1686 y 1692 existe también un ayllu Gualzaquí en Otavald9•

Una vez establecidas las correspondencias entre las diferentes listas se puede concluir que don Felipe Tuentango, cacique en 1612, debe ser el mismo que don Felipe Tucutango de Córdova, a quien don Felipe Sevilla, cacique del ayllu de Cota cache en 1645/45, nombraba como su abueld0• El cambio de apellido parece haberse dado con el padre de don Felipe Sevilla, don Francisco, quien obviamente adoptó el apellido del escribano de visitas y terrateniente de la región, Andrés de Sevilla71• Este cambio no excluye la posibilidad de que posteriormente se haya utilizado nuevamente el apellido indígena.

Cotacache no parece haber sido originalmente un antropónimo, sino un topónimo que se utilizaba también para la designación de un ayllu. Hasta ahora no se ha podido aclarar si el apellido Cotacache corres­pondía a una familia de caciques, ya que normalmente se lo encuentra

Frcile Granizo 1981, 1: 251.

Freile Granizo 1981 , 1: 277.

Espinosa Soriano 1983, Il: 80, 81 , 4 1 , 70. '·' Caillavet, 20()1) e: 141 , 1 44.

En 1 ó921a cacica era doña ""lagdakna Usnayo Gualsaquí (AN/Q, Obrajes, 1699-Vlll-1 ) .

Freik Granizo 1 981, ! : 229.

En 1 644 Sevilla consta como don Francisco Sibilla (AN/Q, Residencias, 1 643-IX-18).

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entre los gobernadores del pueblo, sin que estos sean designados co­mo "caciques y gobernadores". Un ejemplo es el ya mencionado don Pedro Cotacache, quien había cambiado su nombre y apellido en el momento de su confirmación y era gobernador en 1645/46. En un jui­cio por la asignación de mitayos, llevado a cabo por los caciques de Co­tacache en 1660, en cambio, don Pedro Cotacache se autodenomina ''gobernado t; cacique y principal'� aunque en el mismo documento se habla, en diferentes partes, del ayllu de don Pedro Cotacache Apoango y de don Francisco Apoango y se menciona, como principal a don Pedro de la Torre72• En 1686 don Pablo Cotacache es mencionado únicamen­te como gobernador, cargo que, todavía en 1780, se encuentra asocia­do con este apellido en la persona de don Alonso Cotacache73•

3.3.3. Los ayllus y caciques del pueblo de San Pablo

En el caso del pueblo de San Pablo la falta de datos de la numeración de 1645/46 dificulta la comparación de los ayllus reducidos en la déca­da de 1570 con la nómina de los caciques de 1612. La única mención de un ayllu de San Pablo en la numeración de mediados del siglo XVII se encuentra en el ayllu Pirance, cuya cacica, doña Augustina Farin­guango, estaba casado con un indio del ayllu Cusnango de San Pablo'4• Solamente las residencias relacionadas con las gestiones de los corregi­dores Aguiar Acuña y Fernández Montenegro y una lista de 167 4 de los ayllus obligados al "entero" del obraje de Peguche ofrecen alguna información adicional, a la que se pueden añadir los datos de una lista parcial de caciques de 171575 y la lista incompleta de rezagos de tribu­tos de 1795/96.

En 1644 don Lorenzo Abatac dirigía el ayllu de Abatag, llamado Abata en 167 4 y 1686, cuando era encabezado por Gerónimo Abata y don Lorenzo Velásquez Abata respectivamente. Los jefes del ayllu de Anla o Angla fueron don Marcos Anla en 1644 y don Juan Anla en 1686, mientras que en 1673 el apellido aparece como Anlalungo. En la lista de 1674, que contiene los apellidos españoles Guzmán, Morales y

..........................................

,, AN/Q, Indígenas, 1 661 -VII-13. , ' Borchart de Moreno, 2003 a. ,, Freile Granizo 1 981 , I: 67.

AN/Q, Residencias, 1 643-IX-1 8 y 1 683-IV-27; Rueda Novoa, 1 988: 84; Borchart de Moreno, 2003 a.

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Díaz no se puede identificar este ayllu. Para el ayllu de Antamba existe solamente la mención de don Joan Antamba en 1644 y 167 4 y de don Antonio Antamba en 1715.

El ayllu de Araquillan es otro ejemplo de las frecuentes modificacio­nes que sufrieron tanto los antropónimos como los topónimos. Este ayllu no consta en la residencia de 1644, pero se lo puede identificar con el sitio nombrado Arasquislín en 157076; consta como parcialidad de Araguillin en 1789, con los caciques don José en 1777 y don Bernal en 1789, y como Araquillin en 1795/96. El ayllu de Ataque aparece re­cién en 1686, dirigido por don Antonio Ataque. En 1715 el cacique era don José Araque.

En Gualacata hubo los caciques don Pedro y don Bartolomé Guala­cata, así como don Darnián Gualacata en 1715; la parcialidad consta también en 1733/34. El ayllu llamado Lluqui por W Espinosa Soriano, corresponde al grupo sujeto a un '�ndio pnnczpal llamado Calloxi del pue­blo de la laguna" 77 cuyo cacique era, en 1644 y 1674, don García Calo­qui. En 1686 el ayllu se llama Caluqui y su jefe don Lorenzo Apoango, mientras que en el siglo XVIII el apellido cacical era nuevamente Ca­luqui o Caloqui.

Con Caluqui colindaba Pijal, llamado Pixalqui en el siglo :xvrs, con su cacique don Alonso Pijal en 1644 y 167 4, don Pablo Cabascango Pixal en 1715 y don Manuel Pijal en 1777. El ayllu llamado Tuaña Coango en el siglo XVI se puede identificar con el grupo dirigido por don Marcos Tuñaguango a comienzos del siglo XVIII. Fuera de los ya mencionados constan, en las listas de 1674 y 1715, Gaspar y don José Patricio Balen­zuela como cacique y gobernador, así como María Velásquez Cusín y don Leonardo Cusín, cuyas parcialidades se encuentran en años poste­riores pero no se pueden identificar como descendientes de alguno de los caciques nombrados en 1612. Quizás los Balenzuela eran caciques del ayllu Qualchiquichín que aparece en la distribución de mitayos para las haciendas del Convento de San Agustín, efectuada en 166679•

Caillavet, 2000 j: 415-416. Caillavet, 2000 a: 30

-" Caillavct, 2000 a: 31. En este repartimiento efectuado por el juez comisionado don Pedro Porras, un vecino de Lata­cunga, aparecen nueve ayllus obligados a env iar mitayos: Qualchiquin, Cussinqui, Toanaguango, Caluqui, Gualacata, Abatag, i\ntamba, Pisalqui (Pixalqui) 1' Araqui (AN/Q, Indígenas, 1667-Vl-10)

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3.3.4 Los ayllus y caciques del pueblo de Otavalo

En el caso del asiento de Otavalo los datos son aún más difíciles de compaginar que en el pueblo de San Pablo. La lista de los ayllus redu­cidos en el siglo XVI es seguramente incompleta, puesto que es poco probable que se hayan reducidos más ayllus a San Pablo que a la capi­tal del corregimiento y sede del obraje. Ya se mencionó que el princi­pal cacique fue don Alonso Otavalo Ango seguido por sus descendien­tes, los Ango de Salazar, como jefes de un ayllu llamado posteriormen­te Yanaconas. El ayllu de Pirance debe corresponder al que dirigía, en 1612, don Hernando Caguascango, padre de la cacica doña Augustina Faringuango quien lo encabezaba en 1645/4680• También en 1692 este ayllu era dirigido por una cacica, a saber, doña Ana Abarca. Para el ay­llu de Sarance la situación es más dudosa. Es posible que su cacique ha­ya sido, en 1612, don Pablo Apuango. En 1645/46 el cacique se llama­ba don Bernal Sisneros, quien afirmaba que su padre había sido don Agustín Guzmán Arraimbangd1• En 1686 aparece nuevamente el ape­llido Apoango, pero en 1692 el cacique es don Roque Flores.

En 1612 don Juan Anrrango V elásquez era el cacique de Si cañero o Sicañaro. Su hijo y su nieto, don Antonio y don Francisco, utilizaban solamente el apellido español82• Don Pedro Maldonado, en 1609 caci­que de los ayllus Imbaquí, Otavalo y Tocagón, debe ser el mismo de la lista de 161283• Como ya se había mencionado más arriba, en toda la documentación del siglo XVII revisada, el ayllu de Tocagón pertenecía a Otavalo, a pesar de estar asentado a orillas del lago de San Pablo. En 1720, cuando quedaban solamente unos pocos miembros de este ayllu en los barrios otavaleños de Chimbacalle, Pisvilpiro y San Roque mien­tras otros vivían en Quito e !barra, el cacique don Francisco Pater, pro­bablemente intruso, fue sustituido por don Alberto Tocagon Ximénez, cuya hija, doña Manuela, le sucedió en la década de 176084•

El cacique don Martín Lucero, nombrado en 1612, debe haber sido el de Quinchuquí donde, en 1686, era cacique don Sebastián Luzero.

"'' Freile Granizo 1 981, l: 67. R' Freilc Granizo 1981 , l: 5 1 . " Freile Granizo 1 981, l: 77. "' Caillavet, 2000 a: 34. "' Borchart de Moreno, 2003 a.

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Los caciques de Camuinto, de apellido Salas en 1645146, no se pueden identificar con ninguno de los apellidos de 161285• En 1692 este ayllu, llamado Canuento, era dirigido por don Marcos Canuento, mientras que un don Antonio Salas era cacique de un ayllu cuyo nombre no consta. Cabe señalar que el topónimo Camuinto se encuentra cerca de las orillas del lago de San Pablo, colindante con Araque.

De especial interés es el ayllu de Pin<;:a, Pinssa o Pincha que proba­blemente había estado asentado en el sitio de Pinsaquí y cuyo jefe pa­rece haber sido, en 1612, don Gabriel Castañeda. En la numeración de 1645146 falta justo el "encabezamiento" con los datos de la familia del cacique. Al fmal de la numeración se mencionaba como "principal" del ayllu a don Joan Caguascango. Entre los miembros del ayllu había ade­más un don Gabriel Pinca y un grupo familiar de apellido Caracajal, cu­yos miembros masculinos llevaban todos el distintivo "don"86• En 1692 el cacique de este ayllu era don Cristóbal Pinsa. Hasta el momento Pin­sa o Pinsaquí es el único ayllu de la zona de Otavalo que se puede re­lacionar con la división incaica de "hanan" y "urin ", puesto que en la lis­ta de mitayos de 1666 aparece el término Pinsaquí Anansaya y, por otro lado, en la segunda mitad del siglo XVIII se habla de la parcialidad Pin­cha Uransaya. En el caso de Cayambe, donde el régimen incaico fue de más larga duración, G. Ramón V. trató de aplicar la división asignan­do la categoría de "hanan" a los ayllus de Cayambe y la de "urin " a los de Tabacundd7•

Durante el siglo XVII se menciona una serie de otros ayllus tales co­mo Cachumuel, igualmente asentado a orillas del lago de San Pablo, Gualapuro, Gualsaquí, Quichinche, Oyagata y Burga que no se pueden relacionar con la nómina de 161288• Al sumar los ayllus arriba mencio-

Freile Granizo 1981 , l: 109. Freile Granizo 1 981, !: 1 9-21, 40 . Ramón V, 1987: 88-89; cfr. también cap. Población. Según la residencia a Fernández Montenegro había los siguientes caciques o principales en 1 686: el principal don Juan Anrrango Cachumuel del ayllu Cachumuel (Cachumued), que podría ser des­cendiente de don Sancho o don Diego Anrrango de la lista de 1 612; el principal don Lorenzo Gualapuro del ayllu Gualapuro; el cacique don Lorenzo Gualsaquí del ayllu Gualsaquí; el princi­pal don Francisco Charramal del ayllu Malis. G. Ramón V (1 987: 75) menciona a doña Beatriz Cu­fichaguango como cacica del ayllu Quichinchc. En 1 689 el cacique del ayllu Gualacpuru es don Lázaro de los Reyes, de 87 años, quien afirma haber sido "connaturalizado" en Otavalo hace unos 53 años (Borchart de Moreno, 2003 a). En 1 692 la cacica del ayllu Oyagata era dona Gcrtrudis Oyagata (AN/Q, Obrajes, 1699-VII I-1)

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nadas, el de los Pastos bajo su cacique Sánchez y el de don Lorenzo Villarpando, mencionado en 1673 sin que se sepa el nombre de su gru­po, se logra identificar a la mayoría de los 18 ayllus de la lista de 161289• Entre esta fecha y la numeración de 1645/46 se aumenta un ayllu que debe corresponder al de los vagamundos dirigidos por los caciques de apellido Suárez. Quizás la formación de este ayllu fue uno de los resul­tados de la reducción efectuada por Zorrilla y Arias de U garte.

3.3.5. La migración de los ayllus Muenala y Perugache

A esta lista se deben añadir dos ayllus cuya historia resulta ser muy particular: el de Muenala y el de Perugache. A fines del siglo XVII los miembros del ayllu Muenala, encabezados por doña Juana Muenala y el marido de ésta, don Fernando Luzero, lograron ser reconocidos co­mo "indios advenedizos de las montañas de Inta y Tulla naturalizados en este pue­blo de Otavalo", condición que los eximía de la mita en el obraje. No existen indicios que permitan fechar el éxodo de este grupo de su lu­gar natal y su instalación en el pueblo de Otavalo

solo porque vivan juntos y congregados pa ra la ensencmza de la doctrina cris­tiana y que vivan juntos pa ra el pasto espiritual que de este carecen los in­dios que viven en montanas.

En la década de 1560, momento de la fundación del obraje de Ota­valo, todavía vivían en Íntag, es decir a dos días y medio o tres de "ma­los caminos fragosos, cuestas y bqjadas y ríos que a pie ni a caballo por invierno no pueden caminar". Es posible que fueron "atraídos" a la capital del corre­gimiento durante la visita de Zorrilla. Lo único que se puede afirmar es que estaban alli en la década de 1650 cuando las autoridades del obra­je trataron de obligarlos a servir de mitayos, intento que se repitió a fi­nes del siglo. Al igual que en noviembre de 1659 la Audiencia emitió una real provisión para confirmar la condición de este grupo como "indios de montaña", a pesar de que unos 24 tributarios vivían, por los menos desde hace varias décadas, en Otavalo, Cotacache e !barra, mientras que en Íntag no habían quedado más de cuatrd0• Su aporte al

�" Probablemente se podría añadir a esta lista el ayllu de Chico, mencionado en un litigio de cacicaz­go de 1 720 (Landázt,ri N., 1 999: 214). Borchart de Morenu, 2003 a.

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obraje y a la iglesia debía consistir en el acarreo de la madera necesaria para la fabricación de escaleras.

La clausura y el posterior remate del Obraje Mayor deberían haber anulado no solamente las obligaciones de las parcialidades comprome­tidas en la producción textil, sino también los compromisos de las de­más parcialidades del repartimiento de Otavalo. No se conoce documen­to oficial alguno en este sentido. Posiblemente los funcionarios locales, utilizando las regulaciones anteriores, trataban de seguir usando el tra­bajo de las comunidades. En 1783 el fiscal protector general, en nom­bre del cacique don Juan Manuel Muenala y la parcialidad, informó:

que don Cristóbal Xaramillo, síndico de aquella iglesia, precisa a los indios de dicha parcialidad, a que anualmente vayan al Monte de Inta, que de Ota­valo hay de camino ásp ero más de ocho días, a que saquen dos escaleras de guadúa, que por incorruptible esta madera había con las sacadas en el pn"­mer año las n ecesanas para mucho tiempo en aquella iglesia. Pero dicho sín­dico parece que, según se informa por este cacique, tiene propio interés en las escaleras y por esto obliga a los indios con el pretexto de ser destinadas a la iglesia, sin que por su trabqjo y riesgo que llevan de perder la vida , co mo su­cedió con Félix y Manuel Cochainba, Antonio Muenala , Pascual Matan­go y Nicolás Matango y otro, que han p erecido en aquella montaña aplas­tados de un árbol que se les ha venido encima, y picados de víboras, sin que se les diese un maravedí en premio, experimentando, al contrario, estos mi­serables, mucha asp ereza y mal trato de Jaramillo, cuando pasan del mes que gastan en la Montana, al salir con el tiro de las guaduas, que tampoco ad­mite sino tien en estas nueve trazadas de la rgo. Por tanto suplica a Vuestra Alteza el fiscal protector, se dign e mandar que el corregidor de aquel asien­to o su lugar teniente, averiguen con la mayor puntualidad los viqjes que han h echo los indios, precisados por Xaramillo para este empleo, y les haga pa­gar lo correspondiente, ap ercibiéndole que en caso de dar lugar a segunda que­ja de esta naturale'.{fl, será arrestado a esta cácrcel de corte y castigado con la mayor severidad, por ser todo muy conforme a justicia, dándosele a este caci-que el correspondiente testimonio 91•

Como en muchos otros casos de quejas y acusaciones, no ha sido po­sible hacer un seguimiento a esta denuncia, que en cuanto a la distan-

AN/Q, Indígenas, 1783-11- 1 2.

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cia entre Otavalo e Íntag estaba claramente exagerada. El documento termina simplemente con la orden al corregidor de pedir explicaciones a Xaramillo y preparar un informe.

El ayllu Perugache, dirigido en la segunda mitad del siglo XVIII por don Manuel Perugache, experimentó dos migraciones, experiencia re­latada en forma conmovedora por el fiscal protector. En uno de los procesos de reducción este grupo había sido instalado a media legua del pueblo de Otavalo,

en C!!JO sitio nombrado también Perugach e eran oriundos y naturales con el derecho de naturalización adqui rido por su propio nacimiento. Y como tales estaban stgdos al tributo de la Real Corona, al repa rtimiento de mita, y al que s e hacía para el s ervicio de obrajes que en aquel tiempo había, no mbra­dos de Comunidad Pero los administradores de ellos, por el mal uso de su administración llegaron a oprimir tanto a los miserables indios que, incapa­ces de poder sobrellevar las cargas que les imponían, las graves p enas con que Jos castigaban, y otras muchas extorsion es a que Jos stijetaban, para liber­tarse de tanta tiranía tuvieron por menos mal el desamparar su patrio sue­lo y ampararse en los Montes reduciéndose a vivir como fieras sin instrucción ni cu!tiz;o y sin gobierno. Y !o que es más, sin pasto alguno espiritua� y sin el rjercicio de c ristianos, hasta que lastimado de esta desgracia y de !a de otros naturales, que por el mismo motivo habían rjecutado igual fuga, pasó ante vuestro real poder don Cristóbal de Cabezas, cacique y gobernador del rqé­rido pueblo de Ota ¡;a/o y consiguió real c édula, por la que se sirvió Su Ma-

jestad declarar libres a mita y repartimiento a dichos indios, con otros p rivi­legios y gracias que les concedía. Con C!!Ja noticia todos los naturales Peru­gaches volvieron a su antiguo municipio y se establecieron en la misma reduc­ción. Y aunque co mo tales debieron gozar todo el derecho de iiactqyos, natu­ra iesy patricios, fue tanta la co tifusión que intervino entre los cobradores de tributos y curas, queriéndolos unos iiactqyos, otros considerándolos forasteros co mo nuevamente establecidos, que al fin prevaleciendo la violencia, llegaron contra toda razón y justicia a llamarlos fo rasteros o Quito s, despqjándo ios de este modo de aquellos derechos que por naturaleza debían gozar, a C!!JO abuso no drjó de contribuir bastante la desidia, descuido e ignorancia de sus caciques y de los que debieron haber puesto orden en esta co tifusiót?2•

92 Don Cristóbal Cabezas fue gobernador del repartimiento alrededor de J67R/79 y 1689, puesto que la cacica ma1'or, su tía Cristina Ango de Salazar, estaba casada con un español (Borchart de Moreno, 2003 a).

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El éxodo parece haber llevado a este grupo a las montañas al occi­dente de Perucho, puesto que aparecen, en 1591, como indios enco­mendados a Diego Díaz de Fuenmayor en una encomienda llamada Perucho-Perugache que contaba con solo 66 tributarios93• Con este da­to se entiende, además, la ausencia del nombre en la documentación de la mayor parte del siglo XVII. También en este caso la Audiencia deci­dió, mediante real provisión, a favor del ayllu y lo declaró como "oriun­dos y naturales con todos los derechos_y privilegios de llacatayos", lo cual habrá significado su obligación de tributar con la tasa asignada a los indios de Otavalo y, por otro lado, la exención de los emolumentos que los fo­rasteros debían a su cura párroco94•

La numeración de 1645/46 permite tener una idea de la relativa im­portancia demográfica de algunos ayllus. Cabe señalar que los cuatro ayllus del pueblo de Otavalo -Sarance, Pirance, Sicañaro y Camuinto con sus tres zonas de residencia- representaban el 21 por ciento de la totalidad de ayllus del pueblo, pero solamente el 17,7 por ciento de la población autóctona95• Lo más probable es que la suma de 6.037 per­sonas en los 19 ayllus de Otavalo, ofrecida por Sevilla, incluía solamen­te a los otavalos autóctonos y que para los Pastos y "cimarrones" asen­tados en 1582, así como los demás forasteros y vagamundos había un padrón especial. Había ayllus que parecían estar a punto de desapare­cer como los de Apulrro en Tontaqui y Salinero en Cotacache con sus 29 personas cada uno, entre hombres y mujeres. Ambos estaban inte­grados a unidades mayores, como ya se ha señalado. Otros, en cambio, obviamente prosperaban como Cuchisquí en Cotacache con 421 miembros y Sicañaro en Otavalo con 384 personas. Pinsaquí debe ha­ber sido uno de los ayllus relativamente grandes, puesto que según la suma parcial conservada había 91 tributarios. También los dos ayllus "pluriresidenciales" tenían un peso demográfico importante, ya que los Camuinto en Otavalo, Tontaqui y Puembo sumaban 463 miembros y los Yacelga en Urcuquí, Tontaqui, Azangues y Yaruquí 397. Es notable que en ambos ayllus el grupo más grande tenía fijada su residencia no en el pueblo al cual estaban asignados, sino en Tontaqui.

ürtiz de la Tabla, 1 993: 34. Borchart de Moreno, 2003 a. En el capítulo siguiente se hace un análisis de los errores del escribano Sevilla. Aun si se aplica un aumento de 8,7'Yo, los entonces 1 . 1 67 miembros de los 4 ayllus no representarían más del 19,3% del total señalado por Sevilla.

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3.4. Los ayllus y caciques de Tabacundo y Cayambe en 1632 y 1685

En lo referente a las reducciones en la zona de Cayambe W Espino­sa Soriano ha aplicado los datos de la numeración de 1632, con lo cual sus aseveraciones acerca de las reducciones realizadas hace casi sesen­ta años no son del todo confiables%. La misma fuente, elaborada por el escribano mayor de visitas Andrés de Sevilla, fue utilizada por este au­tor para el caso de Tabacundo, pero solamente en forma parcial, pues­to que enumera únicamente tres de los seis ayllus97• También G. Ramón V. ha utilizado esta fuente introduciendo, sin embargo, cambios como un segundo ayllu nombrado Cayambe, pero que no se pueden justifi­car con los datos del documentd8• Las Tablas 13 y 14 ofrecen la nómi­na de los ayllus y los caciques de Cayambe en 1632 y en 1685, así co­mo de Tabacundo en 1632.

TABLA 13. Los ayllus y los caciques de Tabacundo en 163299 (Elaboración: Chr. Borcharl de Moreno)

Nombre del ayllu Nombre del cacique Yanaconas Felipe Ango

Tacachiguil Fernando Lalchinbaquen Pulrussi Fabián Cofarnango

Ynrruma Berna! Quilumbaquen Taguacundo Francisco Cacoango

-

Parece que la administración colonial o cacical había tenido algún problema con el anterior cacique del ayllu Pulrussi (o Pulrrusi), puesto que en 1632 se dice acerca de don Fabián Cofarnango que era "nueva­mente no mbrado por el dicho don Fabián Puento", es decir el cacique provin­cial. Es posible que haya habido un cambio en el cacicazgo debido a la

Espinosa Soriano 1983, II: 139. Espinosa Soriano 1983, II: 1 39. El principal error consiste en lo referente al cacique don Gabriel Cacoango que es nombrado, por primera vez, al registrar el "Haillo y parcialidad de los indios de este pueblo de Cayambe" y lue� go como cacique del aillo y parcialidad de Y chizi". La primera mención aparece como errónea, puesto que no se ha anotado el nombre del ayllu como en los demás grupos. Fuente: AN/Q, Indígenas, 1632�1�26. En 1 666 el ayllu de Tacachiguil constaba como Tocache Quillin; el de Ynrruma como Ynrrumana; y el de Taguacundo como Yantonta.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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ocultación de tributarios (cfr. cap. Población). Don Francisco Ca­coango del ayllu Taguacundo es designado como "principal qu e fue de este aillo", pero no queda claro si acababa de morir o de ser destitui­do. Por lo demás cabe resaltar los apellidos de los caciques de Taca­chiguil (o Tocachiguil) y de Y nrruma que no corresponden a la for­ma acostumbra de apellidos con la terminación "ango". Lalchinba­quen parece estar relacionado con el topónimo Lalchipichi; Quilum­baquen se encuentra, en 1612, como apellido cacical en dos ayllus re­ducidos al pueblo de San Pablo.

TABLA 14. Los ayllus y los caciques de Cayambe. 1632 y 1685100 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Ayllus Caciques Ayllus Caciques 1632 1632 1685 1685

Yanaconas Fabián Puento Yanaconas Pedro Pucnto Cayambes Fabián Anrrango Cayambes Ana Anrrango Mindalaes Berna] Cacoango (Mindalaes) Mclchor Mindala Pulamarin Diego Pulamarin Pulamarin Cristóbal Pulamarin

Quinchoango León Quinchoango Quinchoango Juan Quinchoango lchizi Gabriel Cacoango (Ichizi) Cristóbal Hichisi

Mitimas en Guachalá Francisco Cacoango Guachalá Mi timas Marcial Pacheco

G. Ramón V constata una diferencia entre los números de ayllus en 1632 y 1685 la cual se debería, según su opinión, a una fusión de las mitades "hanan " y "urin ", es decir de los ayllus reducidos a los pueblos de Cayambe y Tabacundd01• Esto no explicaría, sin embar­go, la "desaparición" del ayllu Cayambe encabezado por los caciques Cacoango y que según G. Ramón V perteneció a la mitad "hanan". Es obvio que la numeración se ha conservado en forma incomple­ta, al igual que la de Otavalo de 1645/46. En la documentación pu­blicada por J. Freile Granizo no consta el pueblo de Tabacundo si­no únicamente el de Cayambe.

Lamentablemente ni siquiera los datos de Cayambe son completos. Esto se comprueba con la citación a los caciques, efectuada el 18 de ju­nio de 1685. La citación se extendió a doña Ana Anrrango (Segovia), don Juan Quinchoango, don Marcial Pacheco, don Cristóbal Pulama-

Fuentes: AN/Q, Indígenas, 1 632-I-26; Freile Granizo 1981 : II: 143, 1 77-1 78, 209-21 0, 239-240, 255-256. La numeración de los ayllus entre paréntesis obviamente no se ha conservado, pero los nombres de sus caciques constan en la citación del 1 8 de junio de 1685 (Frcile Granizo 1981 , TI: 1 37).

"" Ramón V, 1 987: 89.

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rin, así como a don Melchor Mindala y don Cristóbal Hichisi. Los ay­llus de estos dos últimos no constan, sin embargo, en la numeración. Sorprende la falta de don Pedro Puento en la citación. Lo más proba­ble es que en representación del ayllu Yanaconas fue citado don Matías Quiambiaynla, quien no consta como cacique, sino como "administra­dor de esta parcialidad", pero cuyo nombre no consta en la posterior nu­meración102. El apellido Quimbiainla siguió existiendo en Cayambe. En la residencia al corregidor don José Posse Pardo, en 1777/78, uno de los citados a declarar fue Sebastián Quimbiainla, quien no llevaba el apelativo don. Tampoco en esta ocasión consta como cacique, si­no como "principal", probablemente el equivalente a "administra­dor" de un ayllu cuyo nombre no consta. Además la numeración de 1685 termina con el resumen de un ayllu, el de los Guachalá Mitimas, y no con una "suma_y resolución mayor" de todos los ayllus del pueblo de Cayambe, tal como se lo observa en la numeración de 1645/46 en los pueblos de Otavalo y Cotacache103. Esto significa que siguieron existiendo en 1685 los mismo siete ayllus de Cayambe, pero que los datos de dos ayllus se han perdido. Además se puede aseverar que no había un ayllu de Quimbiaynla, cuya existencia fue propuesta por G. Ramón V 104

A lo largo de la época colonial los caciques "provinciales", es decir de toda la región de Cayambe y Tabacundo, eran los Puento, descen­dientes del famoso Maxacota Puento quien había encabezado la resis­tencia contra la conquista incaica105. En ambos pueblos los ayllus más importantes parecen haber sido los de los Yanaconas, lo cual coincide con la importancia del ayllu de este nombre en el repartimiento de Ota­valo106. En los ayllus de Cayambe, llamado también Segovia107, Quin­choango y Pulamarin los apellidos de los caciques no variaron entre 1632 y 1685. El ayllu de Cayambe seguía al mando la familia Anrrango

"'2 Freile Granizo 1 981, Il: 1 37. 11'' Para Chaval o hay la (isuma ltlq)'Or" de 1 9 ayllus, para Cotacachi la 11suma )'resolución mqyor" de seis ay­

llus (Freile Granizo 1 981, I: 145; ll: 53). Los datos del pueblo de Tontaqui son incompletos, al igual que los de Tumbaviro.

"" Ramón V, 1 987: 1 09 "" Moreno Yánez, 1981:142-147, 438-489; 1 988: 57-58. '"'' En 1ó32 el cacique provincial y cacique del ayllu Yanaconas había sido don Fabián Puento, a quien

sucedieron su hijo donjuan y su nieto don Pedro (Freile Granizo 1 981, Il: 143). 1-'reile Granizo 1 98 1 , Il: 1 37.

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y la cacica de 1 685, doña Ana Anrrango Segovia, declaraba tener se­senta años y ser hija de don Fabián108• Don Fabián Anrrango, cacique en 1632, había tenido un hijo, llamado don Cristóbal Segovia, y las hi­jas doña Ana Faringo Ango y doña Francisca Puraquilago, de 1 8 años y 12 años en el momento de la numeración. En el ayllu Quinchoango seguía el apellido cacical en 1 685, pero el anterior cacique, don Luis, ha­bía fallecido sin descendencia y su sucesor, don Juan Quinchoango de­claraba ser hijo de Esteban Y mbaquingo, que podría ser un descen­diente de una hermana del cacique de 1 632 109• En Pulamarin el cacique de 1685, don Cristóbal, era sobrino del anterior cacique don Baltasar Pulamarin110• Los mayores cambios se observan entre los "mitimas po­blados en Guachalá" (1632) o "Guachalá Mitimas"(1685), quienes en la dé­cada de 1 630 habían tenido un cacique de apellido Cacoango, es decir uno de los apellidos autóctonos y muy frecuentes en la zona. En 1 685, en cambio, el cacique se llamaba don Marcial Pacheco, sobrino del ca­cique don Andrés Tallana quien había fallecido sin dejar herederos111•

Es importante añadir que Cayambe fue el único pueblo que durante la Colonia sufrió un cambio sustancial, cambio que tomo en cuenta la evolución demográfica que se había dado a lo largo de unos doscien­tos años. La numeración de 1 685 evidenció una fuerte concentración de la población autóctona en la zona alta de la jurisdicción. Práctica­mente toda esta población, con excepción de unos tres tributarios "sueltos", vivía en las propiedades de dos familias quiteñas, los Santos Nidos del Estoque-Cevallos y los de la Carrera, ubicadas en los sitios de Cangahua y Pambamarca. A fines del siglo XVIII, la concentración demográfica en este lugar obviamente justificó el establecimiento de una nueva doctrina, encabezada por el párroco Juan Cevallos y Dono­so, quizás un descendiente de los hacendados de fines del siglo XVII. Según informaciones de algunos testigos, don Joaquín Puento, gober­nador de Cayambe, se oponía a esta fundación y trataba, con amena-

"'8 Freile Granizo 1 98 1 , II: 1 77�178. 10'' Freile Granizo 1 98 1 , II: 209�210.

El padre y el abuelo de don Baltasar habían sido don Gonzalo y don Sebastián Pulamarin, cuyo parentesco con el cacique de 1 632, don Diego, no está claro (Freile Granizo 1981, II: 239�240).

'" El padre de don Andrés Tallana había sido don Marcos Tallana (Freile Granizo 1 98 1 , II: 255). El grupo de los Tallana era originario de la región de Tumbes y Piura (Pérez T., 1 960: 171 � 172).

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zas, de reunir contribuciones de los indios para seguir un juicio ante la Audiencia112•

Solamente una investigación más detallada de cada uno de los ayllus y las familias cacicales podría mejorar nuestro conocimiento de la diná­mica de estos grupos humanos a lo largo de trescientos años de régi­men colonial. Esto también permitiría relacionar los ayllus del siglo XVI con la nómina de los caciques de Otavalo que firmaron, en 1819, una carta al presidente de la Audiencia pidiendo el nombramiento del español don Manuel Egas, yerno del difunto cacique mayor don Sebas­tián Tiburcio Cabezas Ango de Salazar, como gobernador del reparti­miento de Otavalo. A más de las cinco autoridades del cabildo indíge­na, a saber, el alcalde ordinario, dos regidores y dos alcaldes de doctri­na, la carta estaba firmada por treinta caciques de la zona. La mayoría de los 35 caciques y principales llevan los nombres tradicionales de al­gunos ayllus como Camuendo, Cachumuel (Cachumued) , Chalam­puento, Gualsaquí, Muenala, Perugachi y Otavalo, pero 15 de ellos tie­nen apellidos españoles, a más de don Nicolás Puente cuyo apellido originalmente indígena se había hispanizado; y ocho caciques, más de la quinta parte del total, se llamaban Maldonado113• Los antropónimos indígenas con la terminación "ango", tan frecuentes en 1 612, habían desaparecido. Los caciques del ayllu Cachumuel son un ejemplo para esta tendencia, puesto que a inicios del siglo XVII parecen haberse lla­mado Anrrango, mientras que a mediados del siglo se diferencian de otros Anrrango llamándose Anrrango Cachumuel, para luego utilizar solamente el apellido Cachumuel o Cachumued.

Ya se ha señalado la existencia de algunos ayllus que parecían conde­nados a desaparecer debido al número reducido de sus miembros. Con esto contrastaba la llegada de nuevos grupos poblacionales, inicialmen­te desde la región de los Pastos. La migración fue un fenómeno impor­tante a lo largo de la época colonial y afectó a todas las regiones de la Audiencia. Por lo tanto se debería estudiar la aparición no solamente de individuos procedentes de otras zonas, sino la formación de "nue­vos" ayllus.

AJ\:/Q, Indígenas, 1787-IX-30. Borchart de Moreno, 2003 a.

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Una idea se puede obtener en la numeración del corregimiento de Otavalo en la década de 1 720, de la cual se conoce, hasta el momen­to, únicamente el cuaderno destinado a los forasteros, específicamente a los indios procedentes de los corregimientos de Latacunga y Riobam­ba114. En la lista, que enumera las personas procedentes de diferentes pueblos de los dos corregimientos y sus lugares de residencia en la re­gión de Cayambe-Tabacundo y el repartimiento de Otavalo, constan tam­bién algunos caciques o principales que obviamente habían seguido a sus súbditos hacia el norte. Entre ellos estaba don Alonso Peñafiel, principal de un ayllu de Saquisili, quien vivía en el pueblo de Cayambe donde se había casado con doña María Cufichaguango, una mujer del lugar según su apellido. En Cotacache, mientras tanto, se había forma­do la parcialidad Viunsuela, con su cacique don Marcos Viunsuela y de doña Lorenza de Salazar y su principal Mateo Guanoluisa. Los cons­tantes cambios al interior de la sociedad indígena se observan también en la residencia al corregidor Posse Pardo en 1 777, cuando en Cotaca­che se mencionan las parcialidades Tulla, Inga y Yanaconas. En este mismo año, al menos en los pueblos de Cotacache, Tontaqui y Urcu­quí, había una parcialidad de Vagamundos, que en épocas anteriores se pudo registrar únicamente en el asiento de Otavalo. En Cotacache es­ta parcialidad se encontraba al mando de don Miguel Cotacache, mien­tras que en Tontaqui y Urcuquí los jefes eran don Asencio Culango, gobernador de Tontaqui, y don Pedro Remache115• El papel de estas au­toridades de forasteros en el conjunto del corregimiento y su relación con las familias cacicales autóctonas, con las que obviamente estable­cieron algunos lazos familiares, debería ser analizada para entender me­jor la sociedad multiétnica y pluricultural del último tercio de la época colonial.

1 14 AN/Q, Indígenas, 1 720-IX-14. "' AN/Q, Residencias, 1777-IV-16. También en la Relación Geográfica de 1808 se mencionan, en

Urcuqui, tres parcialidades de indios en lugar de los tradicionales dos ayllus (PL, 11: 730).

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LA POBLACIÓN

1 . Tributarios y habitantes en el siglo XVI (1 54 7 - 1 598)

Para tener una idea de la situación demográfica del corregimiento se dispone de datos registrados durante diferentes visitas y numera­ciones, así como en las Relaciones Geográficas. Estos datos, en la

mayoría de los casos, no son comparables entre si, ya que algunos se refieren a todo el corregimiento de Otavalo, sujeto a una serie de cambios hasta 1 623, otros al repartimiento o solamente a una parte del conjunto. Además, en muchos casos se anotaron únicamente los tri­butarios, es decir los hombre de entre 1 8 y 50 años, mientras que en otros documentos consta la totalidad de población y se ofrecen de­talles acerca de su sexo, edad y estado civil. A esto se añade el pro-blema de la migración, notable al menos desde la década de 1 560\

101 ya que prácticamente nunca se dispone de datos de la población ori-ginaria y de los "inmigrantes" para las mismas fechas. La compara-ción con la situación demográfica en el momento de la conquista es-pañola resulta prácticamente imposible ya que las estimaciones va-rían entre unos 66.000 y casi 1 33.000 habitantes2• A continuación se presentan las cifras encontradas en las fuentes, pero que necesitarían de una investigación más exhaustiva para poder entender mejor las tendencias del desarrollo demográfico.

Según W Espinosa Soriano, quien sin embargo no cita todas las fuentes, la encomienda de Pedro de Fuelles había tenido, en 1 54 7, 2.000 tributarios otavalos y 250 collaguazos. En 1 552 la encomienda

Powcrs, 1995: 36-37 En H. Larraín Barros (1980, 1!: 1 27, 142-1 65) se encuentran detalles acerca de la situación demo­gráfica de la Sierra ]\;ortc en el momento de la Conquista y su desarrollo posterior.

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de Rodrigo de Salazar tenía 2.3 1 1 tributarios y en 1 559 2.1 63 tribu­

tarios casados y 400 solteros. Un primer registro detallado ofrece la visita realizada a la encomienda de Rodrigo de Salazar, por Nuño de Valderrama y Gaspar de San Martín en 1 5623• Según estos dos con­quistadores la encomienda contaba con un total de 1 2.679 personas, de las cuales 2.989, un 23,5 por ciento, eran hombres en edad de tri­butar. Por lo tanto por cada tributario había un promedio de 4,2 per­sonas4. La comparación con las cifras de la década de 1 550 demues­tra que en las numeraciones se deben haber utilizado diferentes cri­terios o que variaban los grupos incluidos, ya que un incremento de los tributarios en un 1 6,6 por ciento entre 1 559 y 1 562 es completa­mente inverosímiP.

Hacia 1 580 el número de tributarios parece ser de solamente de 2 .3506• Estos datos deben corresponder a la visita del oidor Orte­gón, quien obviamente reformó la tasa de tributo. La aparente baja se debe al hecho de que el cálculo proviene de una numeración par­cial, relacionada con la nueva tasa que ordenaba la entrega anual de una manta de algodón por cada tributario. Esto significa que los ha­

bitantes de las zonas calientes como Urcuquí y Tumbaviro no fue­ron incluidos, puesto que su tributo consistía en la entrega de la ma­teria prima para la producción de las mantas.

Los datos de Sancho Paz Ponce de León se refieren no solamente al repartimiento, sino a todo el corregimiento y, al igual que los de las encomiendas, fueron elaborados en dos períodos. Al comienzo de la Relación constan únicamente las cifras de tributarios y de hombres

viejos, mientras que al final se encuentran las categorías de "tributa­

rios'� "viejos'� "m'!}eres de 16 hasta 80 años''y "n iños y n iñas de 15 años has-

No se citan las fuentes para los datos de 1 552 y 1 559 (Espinosa Soriano 1 983, II: 53, 74, 86, 1 32). J Ortiz de la Tabla (1985: 94) ofrece el detalle de los datos: 2.548 indios casados, a los cuales de­be corresponder igual número de mujeres, aunque no se mencione; 446 solteros mayores de 1 S años; 1 .247 solteras; 3.081 muchachos; 2.659 muchachas; y 150 viejos reservados del tributo, ci­fra que incluía al cacique principal y 36 principales, es decir caciques de ayllus. W Espinosa Soria­no (1983, II: 1 32) sitúa esta visita en 1572. G. Ramón V ( 1 987: 1 03-1 04) constata el mismo fenómeno para Cayambe en el período de 1585 a 1 589 y discute las posibles causas. Ortiz de la Tabla, 1 985: 95, 96, 1 00.

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ta de teta. " 7 Las poblaciones que fueron adjudicadas, hacia 1 582, a otros corregimientos constan únicamente en la primera enumera­ción, de forma tal que no hay datos de su población total.

En 1 582 la población total de la Sierra Norte se puede estimar en unas 40.000 personas, de las cuales 8 .500 correspondían al grupo de los tributarios, cuyo porcentaje oscilaba entre casi 20 por ciento en Cayambe y Tabacundo y cerca del 24 por ciento en Lita, Quilca y Cahuasquí, donde la mortandad de menores de edad obviamente ha­bía sido mayor. El grupo más grande se encontraba en el territorio que formaba el corregimiento de Otavalo después de su separación del de !barra, donde había un total de 1 4.084 personas, de ellos 2.936 tributarios. La concentración demográfica en el repartimiento de Otavalo era notable con una población de 1 1 .252 indios, de los cua­les 2.360 eran tributarios. Esta cifra probaSlemente no incluye la po­blación sujeta al cacique Collaguazo ni la de los indios Pastos y los "cimarrones" trasladados en 1 582, puesto que estos últimos no son mencionados por el corregidor. En Cayambe había 400 tributarios de un total de 2 . 108 habitantes8 y en Malchingu{ y Perucho 1 7 6 de un total de 824. Desde la numeración de Valderrama y San Martín se nota un cambio en el tamaño de los hogares, puesto que frente a las 4.2 personas por cada tributario en 1562 existen, veinte años des­

pués, entre 4.7 en Otavalo y Malchinguí-Perucho y 5 en Cayambe. El Gráfico 1 ofrece datos de la distribución de los tributarios en

los territorios de los corregimientos creados paulatinamente. Más del 25 por ciento, tanto de los tributarios como de la población to­tal del área, pertenecían al repartimiento de Otavalo, es decir a la en­comienda de Rodrigo de Salazar.

Las edades de las mujeres casadas, viudas y solteras así como de los niños y niñas nrían. En el re­

partimiento de Otavalo, Cayambe, Tabacundo, Carangue, Perucho, "'1alchinguí, San Antonio, C:hapi, Pimampiro se registraron como mujeres las de 16 a 80 años; en Guavllabamba, El Guan­ca, Mira, Lita, Quilca, Cahuasquí las de 15 a �O años. En el segundo grupo de pueblos la edad de los niños y niñas incluye los de 14 años. Ambas modalidades de numeración no incluirían a los muchachos entre los 15 o 16 y los 1 S años, es decir la edad de tributar (PL 1: 369-71). La suma de Poncc de León, ele 2.008, ha sido corregida por G. Ramón V (1987: 98).

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GRÁFICO 1. Los tributarios de la Sierra Norte en 1580/82 y su asignación a los diferentes corregimientos9

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

o Repartimiento de Otavalo; Cayambe; Malchinguí

• Tributarios as ignados a los Pas tos

o Tributarios as ignados a Iba rra

o Tributarios as ignados a Quito

En el territorio del corregimiento de Otavalo delimitado en 1623, la preponderancia de la encomienda que, en 1584, había pasado a la Co­rona era mucho más notable. Según las cifras demográficas de 1582 el 80 por ciento de los tributarios y de la población total correspondían al repartimiento de Otavalo como lo demuestra el Gráfico 2 .

.......................................... 9 Fuentes. PL I: 359-361, 369-371.

Colección: espaciotiempo

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GRÁFICO 2. La distribución de los tributarios en el corregimiento de Otavalo. 158210

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

o Repartimiento de

Otavalo

• Cayambe-Tabacundo

o Malchinguí-

p erucho/C oc has quí­

p uéllaro

El listado de las encomiendas en 159111 insinúa un descenso del número de tributarios desde 1582, de 2.936 a 2.833, baja que afecta­ría únicamente al repartimiento de Otavalo, mientras que la encomien­da de Cayambe y la de Alonso de Aguilar en Cochasquí y Puéllaro habrían experimentado un crecimiento inusual12• La cifra de 2.011 tributarios en el repartimiento13 significaría un considerable descenso de la población, aunque no su reducción a la mitad, postulada por algunos autores a causa de las diferentes epidemias del período de 1585 a 159P4•

De todas maneras esta cifra no gozaba de aceptación general, puesto que en la Relación de Zaruma, de 1592, se estipulaba la exis­tencia de unos 2.500 tributarios y se proponía el envío de 200 de ellos a las minas15• La investigación ordenada, en 1600, por el presi-

10 PL I: 359-361, 369-371 11 J. Ortiz de la Tabla quien publicó el listado, explica que se trata de datos basados en la visita de

Toledo y posteriores visitas y retasas (1993: 33). K. Powers (1995: 83) menciona el caso del pue­

blo de San Miguel que fue visitado y numerado en 1582 y, nuevamente, en 1592. Diego de Zo­

rrilla, en su informe de 1613, compara la situación de la población de Otavalo de su visita con la

de 1592 (Powers, 199 5: 88, 197). Esto podría ser un indicio de que se hizo una numeración en

este entonces, quizás a cargo de su padre, Pedro de Zorrilla, oidor en estos años (González Suá­

rez 1970, II: 201, 216, 222, 309, 375, 658).

Ortiz de la Tabla, 1993: 34-35.

Ortiz de la Tabla, 1993: 34.

Alchon, 1991: 37. 15 PL I: 506.

El corregimiento de Otavalo

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dente !barra demuestra que la cifra superior no era una simple in­vención de funcionarios interesados en el funcionamiento de las mi­nas, puesto que se comprobó un subregistro de unos 660 tributarios. La ocultación de los tributarios parece haber afectado especialmen­te al repartimiento de Otavalo y es parte de la situación de la Audien­cia a fines del siglo XVI, definida por K. Powers de caos demográ­fico y colapso fiscaP6•

El repartimiento de Otavalo fue una de las encomiendas más impor­tantes de la Audiencia de Quito y la primera que regresó, en forma definitiva, a la Corona. A esto se debe la información más abundan­te y detallada acerca del número de tributarios y del rendimiento económico, ya que no solamente se dispone de los datos de las Re­

laciones Geográficas sino también de las visitas y retasas que se efec­tuaron desde la década de 1550.

Puesto que el repartimiento de Otavalo se consideraba como una unidad, la información acerca de los tributarios o la población total frecuentemente se refiere al conjunto y no ofrece datos individuali­zados de cada pueblo, aunque las reducciones de los ayllus segura­mente fueron acompañadas de numeraciones. Recién en 1598, en la Relación de Esteban Marañón sobre la situación del obispado de Quito, se da una información que permite tener una idea del núme­ro de tributarios que tenia que atender cada cura doctrinero y, por lo tanto, del peso relativo de cada parroquia17• Las cifras son obviamen­te redondeadas, especialmente en el caso de Urcuquí y San Pablo.

Los cinco pueblos citados, seguramente los que tenían un cura doctrinero en este momento, representan la mayor parte de la pobla­ción del repartimiento, puesto que únicamente faltan las zonas margi­nales de Malchinguí-Tocache e Intag-Tulla. Tampoco se menciona el

pueblo de Tumbaviro, ya que sus habitantes parecen haber sido, en

estos años, parte de los feligreses que debía atender el doctrinero de Urcuquí, cuyo número de tributarios era considerablemente más al-

Powers, 1995: 85. La autora habla de los tributarios ocultados en el corregimiento de Otavalo, pe­ro su comparación de datos se refiere al repartimiento. Una comparación de las cifras de 1 59 1 y la Relación de Zaruma se encuentra también en R. Tyrcr (1988: 29-34). PL I: 579.

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to que unos cincuenta años más tarde. El total de 3.430 tributarios significa un crecimiento del 45,3 por ciento entre 1582 y 1598, au­mento que debe ser causado, al menos parcialmente, por una nota­ble migración. El Gráfico 3 demuestra la distribución de los tributa­rios entre los cinco pueblos registrados por Marañón.

GRÁFICO 3. La distribución de los tributarios en algunos pueblos del repartimiento de Otavalo. 159818

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

o Otavalo

•Tontaqui

o San Pablo

o Cotacache

• Urcuquí

Varios elementos llaman la atención en estos datos. Por un lado la concentración de población en el pueblo de Otavalo parece ser bas­tante baja, ya que, teniendo en cuenta las cifras demasiado bajas de San Pablo y Urcuquí y la nómina incompleta de pueblos, alcanza a menos del 35 por ciento. Por otro lado intriga la gran diferencia en­tre los números de Tontaqui y Cotacache. La numeración de 1645/46 ofrece un cuadro diferente que será analizado más abajo.

'8 Según Esteban Marañón había 1.200 tributarios en Otavalo; más de 700 en San Pablo; 330 en Co­

tacache; 900 en Tontaqui; y más de 300 en Urcuquí (PL I: 579).

El corregimiento de Otavalo

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2. La evolución demográfica en el siglo XVII

2.1. La visita del oidor Diego de Zorrilla (1611/12)

Ya se mencionó la primera fase de la reducciones que se inició a me­diados de la década de 1560 y se extendió hasta el período de Sancho Paz Ponce de León como corregidor de Otavalo. Los resultados de es­te primer intento de asentar a la población indígena dispersa en pue­blos al estilo español fueron obviamente poco duraderos y satisfacto­rios. Esto se desprende de la aseveración del corregidor Miguel Arias de Ugarte quien, en junio de 1609, ante los reclamos del Cabildo de !barra por sus frecuentes ausencias, aseveró que estaba ': .. previniendo la reducción gen eral de los indios de esta provincia a sus pueblos y en las ventas [¿de tierras?¡ de las co munidades de Otavalo" 1•

El nombramiento de Arias de U garte como corregidor de Otavalo había sido precedido por el de Diego de Zorrilla como oidor y visita-dor general de la Audiencia de Quito en 16082• A partir de 1609 estos 109 dos funcionarios conjuntamente con Juan de Vera y Mendoza, escriba-no mayor de visitas3, se dedicaron a la "revisita, tasas y retasas del dicho re­partimiento" 4 y a lo que Arias de Ugarte llamó la "reducción gen eral". Fue precisamente este trabajo que motivó la total ausencia del corregidor de las sesiones del cabildo ibarreño entre julio de 161 O y diciembre de

LCI 1 : 177. Cfr. Lavallé, 1 992: 187; Herrera, 1909: 34. El oidor Pedro Zorrilla y su hi jo Diego quien, en la dé­cada de 1590, había sido provisor v vicario general por nombramiento del obispo Solis, participa­ron activamente en la defensa de los intereses de la Corona durante la Revolución de las Alcaba­las (González Suárez 1 970, l l : 201 , 216, 222-23, 227, 309, 575; Lavallé, 1 992: 145, 150, 153-54, 161 ). No es posible determinar si Zorrilla realizó una visita g eneral de la Audiencia. Según T. Her­zog (1996: 1 9) hubo solamente dos visitas generales durante el siglo XVII, las de 1 624 y 1691 .

A. Herrera, 1909: 34. Juan Vera de Mendoza se había instalado como mercader en la época de la Re­volución de las Alcabalas, durante la cual defendió los intereses de la Corona. Llegó a ser uno de los personajes más ricos de la primera mitad del siglo },'VII (Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 37-138; González Suárez 1 970, ll : 865). Herrera, 1 909: 34-35.

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1612, cuando ni siquiera asistió a las sesiones destinadas a la elección de las autoridades municipales5•

De esta visita emanaron algunas órdenes generales relacionadas con los obrajes de la Audiencia6• En el corregimiento de Otavalo, la visita debe haber sido motivada, al menos en parte, por los graves problemas del obraje de "comunidad" y los rezagos de tributos. Las actividades no se redujeron, sin embargo, a la inspección del obraje sino que proba­blemente se realizó una de las visitas más completas de la región. La reubicación de la población estuvo acompañada de una numeración que lamentablemente no parece haber sobrevivido el paso de los años, pero es mencionada constantemente en la visita y numeración de 1645/46 al referirse a los hombres mayores de unos 33 o 34 años7•

Un reflejo al menos parcial de las acciones de Zorrilla, Arias de Ugar­te y Vera de Mendoza, se encuentra en la 'Tasa de los indios de los pueblos de Cayambe y Taguacundo de la Corona Real" fechada en 16118• Además se ha conservado la "Ordenanza del Corregimiento de Otavalo y lo que se debe ob­servar para el buen gobierno de los indios" de 16129• Esta ordenanza define el salario del corregidor, el tributo que debían los indios de Otavalo, San Pablo, Cotacache, Tontaqui , Íntag y Tulla, así como los servicios que tenían que ofrecer los habitantes de los cuatro primeros pueblos a los curas y al cacique mayor del repartimiento. Tanto los pueblos de Ur­cuquí y Tumbaviro como los de Malchinguí y Tocache no se mencio­nan; solamente se anota que los "ciento treinta y un indios de este repartimien­to que están asentado en los pueblos de Guayllabamba y Puéllaro) LachipÍy Inrra­quí" deben pagar su tributo al corregidor de Quito por vivir en la zo­na de las cinco leguas de la ciudad. De otros aspectos importantes, co­mo la composición de tierras, se sabe únicamente a través de mencio­nes ocasionales. La Tasa de Cayambe y la Ordenanza para el reparti­miento de Otavalo permiten establecer el número de tributarios, que era de 634 en la zona de Cayambe-Tabacundo10 y de 2.781 en los pue-

LCI 1: 232-378. Ortiz de la Tabla, 1976: 882. Freile Granizo, 1 98 1 , l y II. Para definir la edad de los hombres el ,-isitador de entonces anotaba '�egún la visita pasada" o "según su aspecto y la visita pasada" en el caso de mayores de unos 33 o 34 años y (:Según su aspecto '' o (:Según su asp ecto que hasta ahora no ha sido visitado ni num erado ", para los que estaban debajo de este límite. Herrera, 1909: 57-75. Herrera, 1909: 34-56. Herrera, 1909: 58; Ramón V, 1 987: 104.

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blos de Otavalo, Cotacache, Tontaqui, Intag, Tulla y San Pablo11• En el acápite acerca de los pueblos y la reducción de los ayllus ya se

señaló la diferencia entre los ayllus reducidos al pueblo de Otavalo en el período de 1573-82 y la nómina de los caciques de 1612. Sin el des­cubrimiento de nuevas fuentes, especialmente para el siglo XVI, no es posible decidir si la "reducción general" de 1612 implicó un traslado de ayllus de otras partes a Otavalo con la finalidad de establecer un mayor número de trabajadores en las cercanías del obraje o si la visita fue so­lamente uno de los múltiples intentos de reasentar la población que desde la primera reducción había retornado a los "pueblos viejos" y a la tradicional forma del habitat disperso.

De todas maneras no se puede subestimar la importancia de la reduc­ción hecha por Zorrilla. K. Powers cita la "Carta del Licenciado Die­go Zorrilla a su Majestad" del 20 de abril de 1613, documento que re­posa en el Archivo General de Indias y no pudo ser consultado para el presente trabajo12• Según la mencionada autora, Zorrilla informó a las autoridades que en Otavalo los indios sujetos a la Real Corona se ha­bían incrementado, entre 1592 y 1612, en casi 14.000 personas. De ser cierta esta cifra que significaría la duplicación de la población en un lap­so de treinta años, puesto que en 1582 había habido un total de 14.184 personas en el repartimiento de Otavalo, Cayambe-Tabacundo y Mal­chinguí-Perucho.

El conocimiento de las arriba citadas menciones de la v isita permite aseverar que Zorrilla no habló de un aumento tan dramático, sino de la "nueva reducción" de unas 14.000 personas, es decir del intento de asentarlas en los pueblos fundados entre 1 573 y 1582. Aunque no se haya tratado de un espectacular incremento de los habitantes del corre­gimiento, la visita tuvo consecuencias importantes. La concentración de la población indígena en el pueblo de Otavalo y sus inmediaciones debe ser una de las causas del tardío desarrollo de la hacienda colonial en las cercanías. Por otro lado, de esta forma se despejaban los terre­nos más periféricos para poder responder a la creciente demanda de tierras por parte de españoles y mestizos.

Herrera, 1 909: 36. 1 2 Powers, 1 995: 88, 1 97.

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2.2. La visita de Pedro Ponce Castillejo y la numeración parcial de Andrés de Sevilla (1622 y 1631/32)

Con la llegada del presidente Antonio de Morga (1615-1636) se ini­ció una nueva visita general, que estuvo a cargo de varios oidores y se llevó a cabo en etapas13• El primer corregimiento visitado parece haber sido el de Latacunga en 161514• Este distrito, al igual de los de Riobam­ba y Chimbo, visitados en 1620/21, estuvo a cargo del oidor Macias de Peralta, autor de las "Ordenanzas de Obrajes" de 162PS, que constitu­yen uno de los resultados más visibles de la visita. Este código estuvo vigente hasta la primera mitad del siglo XVIII, cuando se promulgó el "Formulario de ordenanzas de indios", elaborado por el fiscal de la Au­diencia Lujan16• De los demás resultados, especialmente de las numera­ciones de la población indígena, han quedado muy pocos datos, como los de tres ayllus de los mitimaes de Macaxí, pertenecientes al pueblo de Punín en el corregimiento de Riobamba17 o la de los indios anga­marcas residentes en Quito que fueron numerados recién en 1624 por el oidor Manuel de Tello, encargado de las cinco leguas de Quito18•

Las tareas encargadas al visitador y juez de comisión de Otavalo, Pe­dro Ponce Castillejo, quien cumplía además las funciones de corregi­dor, deben entenderse como parte de esta visita general. Hasta el mo­mento, el único resultado conocido de la visita de Ponce Castillejo es la fundación del obraje de Peguche (cfr. cap. Peguche). Por lo demás, su inspección no solamente se extendió mucho más allá de lo previsto sino que además no parece haber cumplido con todos los objetivos, puesto que de la numeración de 1645/46 se desprende que Pon ce Cas-

K. Powers (1 995: 95-98) sitúa la visita entre 16 14 y 1626, T. Herzog (1996: 1 9) en 1 624. Hasta el momento no se tiene una lista completa de las regiones visitadas ni de los oidores que las realiza-ron y su itinerario. Ortiz de la Tabla, 1 976: 883; Powers, 1 995:98. Ortiz de la Tabla, 1976. Moreno Yánez, 1981: 277-297. Alchon, 1 991: 82; Borchart de Moreno, 1 998 e: 80. "Visita quenta y numeración de los indios angamarcas en esta ciudad de Quito de la Corona Real fecha por muerte de Diego Procel de Aro por el señor licenciado don Manuel Tello de Velasen oidor v visitador general de las cinco leguas. Año de 1624." AN/Q, Indígenas, 1624 (sin fecha exacta). Un análisis de los datos se encuentra en Alchon, 1 991: 83-84. Acerca del oidor Tello de Velasen cfr. González Suárez, 1 970, I I: 576, 581 .

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tillejo no realizó un conteo de la población indígena. La falta de una numeración en la visita de Pedro Ponce Castillejo lle­

vó a la Audiencia a ordenar, en 1 63 1 , al escribano mayor de visitas An­drés de Sevilla, sucesor de Juan de Vera y Mendoza o de Juan de Mu­noa Ronquillo19, a realizar un conteo de los hombres que, desde la últi­ma numeración, habían alcanzado la edad de tributar en el repartimiento de Otavalo. El listado preparado por Sevilla en este entonces obvia­mente no había constituido una numeración formal con todos los de­talles que se requerían y, por lo tanto, no es tomado en cuenta poste­riormente. La falta de una numeración formal por un período de más de tres décadas es reclamada recién en marzo de 1 645 por dos funcio­narios de la Real Caja (cfr. más abajo) .

La lista elaborada en 1 631 con los datos del repartimiento de Otavalo no ha podido ser localizada hasta ahora. Lo que se ha conservado es el trabajo realizado por Sevilla al año siguiente, a saber, la numeración de los hombres, hasta este momento no-tributarios, de trece ayllus de Ca­yambe y Tabacundd0• El documento debe haber tenido las mismas ca­racterísticas que la numeración del repartimiento de Otavalo y gracias a él se comprende el reclamo de los oficiales de la Real Caja. La nume­ración de cada ayllu debía iniciarse con el así llamado "encabezamien­to" que registraba los nombres del cacique, llamado también principal, y de sus familiares, así como las edades de todos ellos y la pertenencia o sujeción del ayllu a un cacicazgo mayor.

Con esta formalidad Andrés de Sevilla cumplió solamente en forma parcial, ya que en la mayoría de los casos no anotó la edad de los caci­ques y en algunos, como el de los Mitimas en Guachalá, Tacachiguil (focachiguil) y Taguacundo faltan hasta los datos acerca de la familia. Por lo demás, se trata solamente de un registro de los hombres no re­gistrados en la numeración anterior, obviamente la de Zorrilla de

T. Herzog (1996: 9) menciona la existencia de escribanos de visita, mas no ofrece información acerca de la organización de estas escribanías ni de los funcionarios que ostentaron el cargo. Juan de Munoa Ronquillo, igualmente de considerable fortuna, es mencionado por Phelan (1967: 208-209). Los apellidos de Sevilla y Ronquillo se encuentran entre los caciques de Cotacache (cfr. cap.

Ayllus y pueblos). AN/Q, Indígenas, 1632-I-26. Los datos de este documento han sido utilizados y parcialmente pu­blicados por diferentes autores (Ramón V., 1987: 88-89, 1 06; Alchon, 199 1 :83-84)

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161 F1• La l ista no solamente registra los hombres en edad de tributar nacidos después de la anterior visita, es decir hombres de entre 18 y 21 años, sino también un número bastante alto de hombres que obvia­mente habían sido escondidos en la ocasión anterior. De ninguna ma­nera, esta "numeración", que no tiene las características normales para un documento de esta índole, puede ofrecer datos acerca de la pobla­ción total de los dos pueblos, pero puede dar una idea aproximada del tamaño relativo de los ayllus.

Al comparar los jóvenes de entre 18 y 21 años de ambos pueblos, el peso demográfico de Cayambe salta a la vista, ya que en los siete ayllus de Cayambe había 7 5 hombres de este grupo de edad frente a solamen­te 15 en los cinco ayllus de Tabacundo. El más pequeño de estos últimos parece haber sido el de Pulrussi donde había un solo hombre de entre 18 y 21 años. En el capítulo anterior ya se ha aludido a los problemas que probablemente había habido en este ayllu, donde el cacique provincial, don Fabián Puento, acababa de nombrar un nuevo jefe. Aunque en los trece ayllus de la provincia Andrés de Sevilla registró a tributarios mayo­res de 21 años que no habían constado en las l istas anteriores, solamen­te en el ayllu de Pulrussi anotó expresamente que Martín de Sosa, fiscal del pueblo de Tabacundo, había "manifestado" nueve hombres de entre 22 y 45 años de edad. La "manifestación" o denuncia de indios no regis­trados con anterioridad era premiada por las autoridades coloniales. Qui­zás Martín de Sosa, un indio de 36 años del ayllu Yanaconas quien a su vez no había estado en las listas, recibió el cargo de fiscal, con otro nom­bre alcalde de doctrina, como premio por la "manifestación".

Cabe señalar que S.A. Alchon ha utilizado los datos de 1632 para es­tablecer el número total de los tributarios así como su residencia. Se­gún la autora los trece ayllus tenían un total de 270 tributarios, 101 de ellos radicados fuera del núcleo del puebld2• Frente a los 634 tributa­rios de la retasa de 1611 esta cifra significaría una reducción a menos de la mitad en 22 años, mientras que de 1632 a 1645 se habría produ­cido un enorme crecimiento demográfico para alcanzar la cifra de

En el ayllu de Yanaconas de Cayambc constan además las viudas con sus hijos, dato que es omi­tido en los demás ayllus. En el registro de los tributarios más jóYenes es frecuente la mención del padre y su registro en la numeración anterior, dato que incluye hasta el número del folio. Alchon, 1 99 1 : 83-84.

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1.013 hombres en edad de tributar. Además es prácticamente imposi­ble que 80 de los 270 tributarios, es decir un 29,6 % corresponda a jó­venes de 1 8 a 21 años.

2.3. La numeración general de Andrés de Sevilla (1645 / 46) 2.3.1. Aspectos generales de la numeración

Decimos que en el repartimiento de Otavalo de vuestra Real Corona a mu­chos años que no ha visitado ni numerado los indios para que paguen tribu­to. Por CI!Ja causa el ano pasado de 16 3 1 se dio co misión al capitán An­drés de S evilla1 escribano mqyor de visitas1 para que hiciese numeración de los indios que habían llegado a la edad de tributar después de la visita gen e­ral que hizo el licenciado Diego de Zorilla1 vuestro oidor que fue de esta Real Audiencia. Y por haber corrido despu és de la dicha visita tantos años y no haberse h echo la dicha numeración fecha por el dicho cap itán Andrés de S e­villa en forma por sus caciques, qyllus y casas, co mo se debiera haber h echo1 ni constar de ella con claridad y distinción los indios que en dicho tiemp o es­tán nacidos y no tenían la edad de poder tributar, ni haberse estos puesto en la dicha numeración1 ni sus qyllus, ni casas de sus padres1 no han entrado hasta el día de hqy a tributar, siendo así que todos ellos no solamente han entrado y tienen la suficiente edad sino aun mucho mqyor para que paguen (. .. ) deben tributo a vuestra Real persona1 C1!Ja hacienda ha quedado difrau­dada y damnificada en cada un año en más cantidad de cien mil p esos1 que estos se entran menos en ella y se han p erdido muchos años . . . 23

La situación descrita por el fiscal Melchor Suárez Poago, quien atua­ba de tesorero, y el contador don Fernando Laynes no distaba mucho de lo observado a fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII. A raíz de este reclamo del fiscal Melchor Suárez Poago, quien actuaba de te­sorero, y del contador don Fernando Laynes, en marzo de 1645 el es­cribano mayor de visitas y juez de comisión Andrés de Sevilla recibió la orden de realizar, de inmediato y en el menor tiempo posible, la nu­meración del corregimiento de Otavalo. Para la zona de Cayambe-Ta­bacundo parece existir solamente un resumen que demuestra que los trece ayllus tenían un total de 1.013 tributarios24• Esto significa que el

" AN/Q, Indígenas, 1 646-VIII-12. No hay evidencia de un empadronamiento en 1628 Garamillo, 1 972: 95). Ramón V., 1 987: 1 04.

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número de tributarios creció en un 58,5 °/(J por ciento entre 1582 y 1 6 1 1 y un 59,8 % desde esta fecha hasta 1 645, con lo cual se puede cal­cular una tasa de crecimiento anual del 2,01 % para el primer período y del 1 , 7 5 % para el segundo.

En el caso del repartimiento de Otavalo los cálculos resultan difíciles por la conservación incompleta y en mal estado de la numeración25• En vista de que la publicación no tiene un estudio introductorio, parece necesario hacer algunas observaciones acerca del alcance de esta nume­ración. El documento registra fechas de noviembre y diciembre de 1 645 y enero de 1 646. Inicialmente consistía en al menos 947 folios, de los cuales los primeros 3 1 8 folios y, en forma intermitente, alrededor de otros 150 folios han desaparecido. Cada folio contenía los datos de unas tres unidades domésticas, por lo cual se puede aseverar que no existe la información de unas 1 .500 unidades, es decir de entre 6.000 y 7.500 personas. Estas cifras no incluyen los datos de la zona de Toca­che-Malchinguí, visitada recién en marzo de 1 646 y cuyos datos no fue­ron publicados por J. Freile Granizd6•

Del pueblo de San Pablo no se ha conservado información alguna, mientras que la de algunos otros es tan incompleta que no puede ser­vir de base para un análisis. Del pueblo de Íntag se han conservado los fragmentos del ayllu de Tulla, encabezado por don Francisco Apoan­go. Este ayllu parece haber sido cambiado de su antiguo emplazamien­to a Íntag, puesto que se menciona al menos una familia que vivía to­davía en el "pueblo viejo de Tulla"27• Para Tumbaviro se ha conserva­do únicamente la citación al gobernador y los primeros datos del ayllu del mismo nombre28• En el pueblo de Tontaqui el registro es muy de­ficiente, puesto que no solamente faltan los datos del ayllu Ulacatam­ba, sino que tampoco se hizo el acostumbrado resumen de cifras al margen de cada folio.

Del pueblo de Otavalo solamente se ha conservado la numeración completa de cuatro ayllus, a saber Sarance, Pirance, Sicañaro y Camuin-

Freile Granizo 1 98 1 , I y II . También la numeración de J\falchin¡,>uí se encuentra en mal estado y es probablemente incomple� ta, ya que en sus 18 folios consta un solo ayllu sin una "suma y resolución" al final (AN/Q,Indí� genas, 1 646�VIII�12). Frcile Granizo 1981, I : 43�46.

Se trata de una citación poco común, puesto que, normalmente, se informaba al cacique princi�

pal del pueblo como el responsable directo.

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to, con su "suma y resolución" al final de cada uno; los datos parciales del ayllu de PinsaqU1"29, el "encabezamiento" de Tocagón así como la "suma

y resolución mayor" de los 1 9 ayllus asentados en Otavalo30• Para Tontaqui existe la "suma y resolución" de sus ayllus, más no el resumen total del pueblo. Solamente para Cotacache y Urcuquí se ha conservado la in­formación completa, es decir los resúmenes al fmal de cada ayllu al igual que la "suma y resolución mayor" de ambos pueblos.

En la mayoría de los casos, Andrés de Sevilla se trasladó a los res­pectivos pueblos, pero en el caso de Íntag la numeración tuvo lugar en Otavalo, mientras que los indios de Tumbaviro fueron citados, en ene­ro de 1 646, al pueblo de Urcuquí, con el argumento de que ''el pueblo de Tumbabiro está erifermo y mi!J .. . te pueblo impedido para bqjar al dicho pueblo de Tumbabiro a hacer la dicha numeración. " Por esto Sevilla ordenó al gober­nador, don Esteban de Lara, de que

juntasen los indios e indias muchachos e muchachas que tuviese el dicho pue­blo y dejase las mt!Jeres y trujese las demás chusma que tuviesen los dichos indios para numerarlos con toda claridad y distinción sin que faltase ningu­no por todo lo rdf:rido el cual lo hago hqy en todo el día con apercibimiento que de no hacer enviaré persona a su costa para que los junte y traiga . . . 31

Estas pocas líneas no solamente demuestran el recelo del visitador de trasladarse a una zona que podía presentar riesgos para su salud, sino

En la documentación este ayllu aparece también como Pincaquí, Pin<;aquí o Pinchaquí. J. Freile Granizo (1981 , 1: 19-40) ubica este ayllu en el pueblo de Íntag, sin ofrecer ningún ar¡,>umento pa­ra ello. Varias familias del a.·llu seguían viviendo en el "pueblo viejo de Pinchaquí" (Freile Grani­zo 1981 , 1: 26, 28, 29, 30, 35), referencia que debe señalar el sitio de la posterior hacienda de Pin­saquí. r\ favor de la pertenencia del avllu al pueblo de Otavalo habla también el grupo de artesa­nos como las olleras y olleros, el pintor, el molinero y el sillero, oficios que más bien se ejercían en los pueblos más grandes (Freile Granizo 1981 , !: 22, 24-25, 30-32). El error se debe al hecho de que el siguiente ayllu numerado es el de Tulla, cuyos habitantes fueron convocados a Otavalo para este fin. En las estadísticas no se ha tomado en cuenta este ayllu por la conservación incom­pleta de los datos. Al comienzo faltan al menos cuatro unidades domésticas, ya que la primera lí­

nea de "suma y resolucúfn " se habla de 9 1 tributarios, de los cuales constan 87 en el documento. Antes del "encabezamiento" de Tocagón consta parte de uno o dos ayllus, clasificados por J. Frei­le Granizo como pertenecientes a Cotacache. En vista de que los datos de este pueblo son com­pletos, es más probable que las 23 unidades domésticas pertenezcan a Otavalo, aunque por el es­tado de conservación resulta in1posible identitlcar el nombre del ayllu o de su cacique (Preile Gra­nizo 198 1 , 1: 21 9-224).

Freilc Granizo 1981 , 1 1 : 1 1 5.

E l c o r r e g i m i e n t o de O t a v a l o

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también la menor importancia que tenían las mujeres casadas en la vi­sitas de la época, hecho que se confirma con la forma estereotipada de asignarles la edad de su marido, afirmando que es "de la misma edad se­gún su aspecto" 32• Esto daba como resultado mujeres de unos setenta años con hijos pequeños, como en el caso de don Luis Anrrango del ayllu de Pinsaqui de 71 años, casado con doña Lorenciana Egoquilago de la misma edad, con la cual tenía una hija de seis años y dos hijos de uno y tres años respectivamente33•

La obligación de presentarse personalmente ante el visitador incluía también a los miembros de un ayllu radicados en otra región, como era el caso de los Camuinto de Otavalo asentados en Puembo. Aquí la or­den no fue cumplida, más bien el cacique presentaba como excusa la enfermedad de las personas, argumento que se utilizaba también para justificar la ausencia de muchas mujeres que vivían en los pueblos o en sus cercanías. En todos los ayllus había hombres que se habían ausen­tado temporalmente por diversas tareas, ya sea como "recogedores" de indios de sus ayllus o como leñateros de uno de los dos obrajes que ha­bían ido al monte en búsqueda de leña. En estos casos se optaba por presentar a otro hombre como en el caso de Francisco Acencio del ay­

llu Sicañaro "de edad según otro que por él mostraron de veinte y un años", quien no podía presentarse estando '�nfermo de haber ido al Valle de Mira" 34•

Ya se mencionó que la forma de anotar la edad de los hombres "se­gún su aspecto " o "según su aspecto y la visita pasada" permite aseverar que entre la visita de 1 6 12 del oidor Zorrilla y del corregidor Arias de Ugar­te, llamada la "visita vieja", y la de 1 645/46 no había tenido lugar nin­gún otro evento similar, con excepción del registro deficiente de 1 63 1 . Esto se desprende también de la edad de los hombres que los caciques reportaban como ausentes o como muertos. En la gran mayoría de es­tos últimos casos los certificados de defunción fueron presentados en fechas posteriores y anotados en otros folios, lo cual demuestra que los curas doctrineros no estuvieron presentes en el momento de la nume­ración. El registro obviamente era un asunto que se arreglaba entre los caciques y el juez de comisión.

32 La tendencia de anotar a las mujeres casadas con la edad de sus maridos se nota ya en la numera­ción hecha, en 1 620, por el oidor Matías de Peralta en los corregimientos de Riobamba y Chim­bo. Freile Granizo 1981 , I: 20. Freile Granizo 1981 , !: 1 03.

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Más allá de la falta de partes considerables de la numeración los da­tos de Andrés de Sevilla presentan problemas, puesto que las sumas fi­nales de cada ayllu no necesariamente coinciden con la nómina detalla­da de las personas anotada por el escribano, como se puede apreciar en la siguiente tabla:

TABLA 15. Diferencias en las cifras demográficas en cuatro pueblos.1645 /4635 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Pueblo Suma de Sevilla Suma de la nómina Variación en % (por ayllu)

Otavalo 1071 1253 17 °1o Tontaqui 665 755 1 3 ,5 o¡,, Cotacachc 1480 1 66 1 1 2 ,2 % Urcuquí 621 661 6%

Ya se mencionó la existencia tanto de la '�uma_y resolución " de cada ay­llu como de la '�uma _y resolución mqyor" de los pueblos de Cotacache y Urcuqui. La comparación de ambas sumas resulta compleja, puesto que las categorías no están claramente establecidas y podían variar de un ayllu a otro. Para ambos sexos existían tres categorías, a saber las de "tributarios", "muchachos" y "viejos" para los hombres y las de "casa­das y solteras", "muchachas" y "viudas" para las mujeres. La suma de los "tributarios" debería haber incluido siempre a todos los hombres mayores de 18 años, tanto casados como solteros, pero a veces preten­de registrar únicamente a los casados. En la suma de las mujeres tam­bién debe haber habido confusiones cuando las categoría de "casadas y solteras" se aplicaba desde los 15 años para arriba y la de "mucha­chas" de 17 años para abajo36• La variación en las categorías, las ya men­cionadas deficiencias en las anotaciones al margen y, con toda proba­bilidad, una cierta falta de noción de la exactitud, deben ser los facto­res principales que llevaron a las diferencias tanto entre las sumas he­chas por el mismo Andrés de Sevilla y con la nómina efectiva, hecha por el mismo funcionario, como se puede apreciar en la siguiente tabla:

Se han corregido dos errores de suma: en el ayllu de Camuinto del pueblo de Otavalo el resumen de Sevilla da 452 personas en lugar de 45 1 ; en el de Cuchisguí en Cotacache 427 en lugar de 418. Para ambos casos cfr. adlu de Sicañaro (Prcile Granizo 1 98 1 , 1: 1 05).

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--- -

Sexo

TABLA 16. Diferencia en las cifras demográficas de los ayllus de Cotacache 1 645/46

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Total según la suma Suma mayor del Suma de la nómina 37 -- de los ayllus (Sevilla) pueblo (Sevil]!!) (Chr.Borchart de Moreno)

Hombres 947 869 1 035 (97 1 )

Mujeres 533 492 626

Total de población 1480 1 361 1 597 ( 1661 )

--

En el caso de Urcuqui la variación entre la suma de los ayllus y la su­ma mayor del pueblo es menor, con 621 y 626 personas respectiva­mente, frente a las 661 personas de la nómina38• En Cotacache, en cam­bio, la diferencia entre la suma más baja de Sevilla y la nómina es de un 22 %. Por lo tanto, para el análisis se ha utilizado la nómina efectiva. Tanto para los hombres como para las mujeres se han establecido las mismas cuatro categorías de edad, a saber, la de niños e niñas de O a 1 1 años, la de jóvenes de 1 2 a 1 7 años, en la cual se encuentran en total seis parejas casadas39• La categoría de los adultos abarca a todas las per­sonas desde los 1 8 hasta 49 años; y la de los viejos desde los 50 años (cfr. Anexos 1 -4) . Entre estos últimos constan algunos muy ancianos, pero generalmente se trataba de hombres que se habían ausentado ha­ce muchos años de la comunidad donde seguian registrados puesto que no existía información acerca de su muerte.

2.3.2. Mortalidad y ausencia de tributarios

Los datos de la numeración permiten un análisis de la mortalidad de los hombres de 30 a 49 años, es decir de todos los hombres que habían sido registrados en la visita de Zorrilla y que en 1 645/46 se encontra­ban todavía en la edad de tributar:

La cifra mayor indica la nómina total, en la cifra menor se han descontado todos los hombres de­clarados como muertos y ausentes sin información por parte de los caciques. Th. Ruf (1993) utiliza la cifra de 612 personas. Una de las parejas terúa 12 años, otra 14. Como edad "normal" de matrimorúo para las mujeres parece haberse considerado la de 15 años.

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TABLA 17. La mortalidad masculina en el repartimiento de Otavalo. 1612-1645/46

(Elaboración: Chr. Borcharl de Moreno)

Pueblo Total de hombres de 30 a Difuntos entre 1 6 1 2 y Porcentaje 49 años registrados en 1 645/46 1 645/46

Otavalo ( 4 ayllus) 1 96 26 1 3 ,3 % Tontaqui 142 1 8 1 2,6 % Cotacache 279 28 1 0,03 % Urcuquí 1 1 8 26 22,0 % Total 735 98 1 3,3 %

La mayoría de los hombres declarados como muertos por sus caci­ques eran hombres de hasta 44 años, es decir personas que habían si­do niños de hasta 1 1 años en la visita de 1 612. 94 de un total de 98 di­funtos correspondían a esta categoría. Este 96 % hace pensar que muy probablemente murieron como niños en alguna de las epidemias, por ejemplo en las de tabardillo, sarampión y otras enfermedades que se dieron en los momentos mismos de la visita en la Sierra central y sep­tentrional o la de tabardete en 16 1440.

En los ayllus de Gualcaqui Chico y Salineros de Cotacache, así como en el de los Mindalaes de Tontaqui, los caciques no informaron de di­funto alguno. En otros ayllus, en cambio, el porcentaje se encontraba por encima del promedio de la zona, tal como es el caso en los Ca­

muinto de Otavalo con un 17,6 (Yo de mortalidad y el ayllu de Tontaqui con un 17,5 %. No sorprenden las tasas más altas en el pueblo de Ur­cuquí, cuya población vivía, al menos en parte, en zonas de clima ca­liente4\ donde el efecto de las epidemias era generalmente más severo. Para los Camuinto asentados en el pueblo de Puembo, su cacique re­portaba un 35,7 % de mortalidad. Ya se mencionó que la mayoría de este grupo no acudió a la numeración. La información del cacique acerca de estos miembros del ayllu parece ser deficiente, pero también es posible que trataba de aprovechar la situación para ocultar a parte de los tributarios.

"' Alchon, 199 1 : 58. Ruf, 1993: 192.

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La eliminación de los hombres difuntos desde la última visita es ne­cesaria para poder tratar un tema que ha concitado el interés de algu­nos investigadores. Se trata de la migración de la población autóctona, considerada como uno de los elementos indicadores de la desestructu­ración de la sociedad indígena frente al impacto de la colonización. En las numeraciones del siglo XVII existe la categoría de "ausentes", con la cual los caciques señalaban a hombres por quienes tenían que res­ponder por su registro anterior, pero quienes habían abandonado su comunidad hace mucho tiempo y habían cortado toda relación.

De estas personas las autoridades no sabían más que el nombre, el apellido y la edad. A veces se conocía el lugar a donde se habían dirigi­do inicialmente o su ocupación, como en el caso de cuatro hombres de los ayllus de Sicañaro y Pinsaquí (Otavalo) y Camuinto en Tontaqui que se habían convertido en "salteadores", es decir asaltantes42• Ocasional­mente se mencionaba la causa del abandono de la comunidad, como el maltrato en uno de los obrajes o la fuga después de haber cometido un crimen, ya sea un homicidio o "por unos reales falsos que ha mal hecho" 43• Todos estos ausentes tenían en común el hecho de que sus datos eran acompañados de la aseveración de "que no supieron dar razón si tenía mu-

jer ni sí tenía hijos" o, como se decía en el caso de don Lorenzo Salas de 61 años, principal del ayllu de Camuinto, "no supieron si era casado ni si te­nía hjjos" 44•

Junto a estos ausentes había un pequeño grupo de hombres que ha­bía abandonado su comunidad en fechas más recientes. A diferencia de los anteriormente mencionados, en estos casos se precisaba su estado civil y frecuentemente sus caciques o familiares no solamente podían precisar la fecha, sino que también indicaban los motivos que habían causado la migración. Generalmente la causa había sido el maltrato en uno de los dos obrajes, como en el caso de algunos miembros del ay­llu Sicañaro. Francisco Cacoango, casado y padre de una niña de tres años, '�e había huido porque lo azotaron en el obrqje". Junto con él se habían ido sus dos hermanos solteros de 23 y 14 años, el mayor de ellos tam­bién trabajador del obraje. En el caso de Andrés Cacoango, igualmen-

" Freile Granizo 1981 , l: 40, 88, 1 0 1 , 1 37. Freile Granizo 1981 , l: 1 56, 1 7 1 , 1 72.

" En este caso las autc,ridades habían nombrado a don Francisco de Aguilar como sucesor (Freile Granizo 1981 , l: 69, 1 09).

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te de 38 años, casado y padre de un hijo de once años, quien recién ha­ce seis meses se había ido del obraje de Peguche, el motivo presumi­blemente también había sido el maltrato. A diferencia del caso arriba mencionado, en este segundo caso está claro que la esposa todavía se encontraba en la comunidad45•

Situaciones parecidas se habían dado en Cotacache, donde faltaba Felipe de Santillán, quien se había ido a Quito después de haber sido azotado en el obraje de Peguche hace unos cuatro meses; y Miguel An­rrango quien había huído del mismo obraje hacia cuatro años, lleván­dose a su hijo de unos 1 S años. Este último seguía siendo soltero y vi­vía en Pimampiro en la casa de unos indios46• No siempre el maltrato causaba la fuga, sino que había razones de índole más privada para abandonar la comunidad, como en el caso de Joan Gualcambanga, viu­do de 36 años del ayllu Yacelga-Urcuquí, "que faltaba de este pueblo por ha­berse llevado una india casada consigo. " 47

En algunos análisis actuales, en cambio, la categoría "ausente", se ha aplicado a todos los hombres que no vivían en el pueblo al cual había sido asignado su ayllu. Esta aplicación resulta muy problemática, pues­to que no se sabe con exactitud la ubicación original de la vivienda de los caciques. Esta se podría considerar como el núcleo de cada ayllu que, por lo demás no disponía de un territorio fijo y defmido48• Se pue­de suponer que los ayllus se asit,T!laban al pueblo más cercano, pero que

igualmente se tomaban en cuenta intereses españoles. Esta arriba cita­da interpretación del "ausentismo" lleva a tasas de migración sorpren­dentemente altas49, pero parte del concepto español de la convivencia "en policía", es decir de una población agrupada en asentamientos nu­cleados o, para decirlo de otra manera, a la sombra del campanario de la iglesia del pueblo.

Dos ejemplos pueden aclarar esta problemática. El primero es el ay­llu de Pinsaquí, que debe haber tenido su centro en la zona de la pos­terior hacienda del mismo nombre. En 1 645, es decir unos ochenta años después de los primeros intentos de reducir a los indios al pueblo de Otavalo, todavía vivían doce familias en el pueblo viejo, mientras

" Freile Granizo 1981 , I: 93, 98. Freile Granizo 1 981 , 1 : 235, 272. freile Granizo 1981 , Il: 86. Ramón V, 1 987: 78.

'"' Alchon, 1991 : 83-84; Powers, 1 995: 50.

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que 49 unidades domésticas formaban el nuevo núcleo del ayllu en el pueblo de Otavalo, donde seguramente también residía el cacique con su familia50• El caso más claro es el de Urcuqui, pueblo que parece ha­berse fundado al pie de la loma Mindaburlo, en las cercanías del sitio que en la actualidad ocupa el barrio llamado Plaza Vieja. Gran parte del ayllu Urcuquiango vivía, en 1 646, en la zona de Coambo, pertenecien­te a la jurisdicción del pueblo de Tumbaviro. Los miembros del ayllu Yacelga de Urcuqui, en cambio, se encontraban en la región de Coña­qui-San Andrés de la Puente51• Lo más probable es que ambos grupos seguían viviendo en sus terruños tradicionales, ambas zonas calientes que se designan a veces como "yunga" o "yunguilla", donde se cultiva­ba algodón. Estas tierras, aptas para el cultivo de la caña y la produc­ción de raspaduras, azúcar y aguardiente, eran apetecidas por la crecien­te población española.

La visión mediterránea de la comunidad reunida en su pueblo no tie­ne en cuenta el acostumbrado habitat disperso de la población indíge­na cuyas comunidades no se definían por un concepto de territoriali­dad. Los ayllus sujetos a los caciques mayores de Otavalo se caracteri­zaban precisamente por su dispersión en un amplio territorio que se

extendía al menos desde Puembo al suroriente hasta Tumbaviro-Sali­nas al noroccidente, con exclusión de la zona de Cayambe y Tabacun­do gobernada por la familia Puento. Todavía a mediados del siglo XVII el ayllu de Camuinto de Otavalo tenía miembros asentados en Tonta­qui y Puembo y el de Yacelga, perteneciente a Urcuqui, en Tontaqui, Yaruqui, Guayllabamba y Azangues. El grupo llamado Cuchisqui fue reducido a Malchingui y Cotacache, es decir a zonas separadas por el macizo del Mojanda, medida que debe haber guardado alguna relación con los territorios inicialmente ocupados por esta población.

Este patrón de asentamiento disperso se puede detectar todavía en la

En este ayllu hubo 6 difuntos y 9 hombres ausentes sin información alguna. De las restantes 1 05 unidades domésticas, 1 5 no tienen el registro de su residencia. 12 unidades domésticas se registraron en Ibarra, un hombre había huido el año anterior del obraje hacia Quito, donde se había casado. Los restantes miembros del ayllu vivían en el área de influjo de los caciques An­go de Salazar, es decir entre Yaruquí y Tumbaviro. En esta última zona, de clima diferente al del sitio de Pinsaquí, vivían solamente un indio con su familia ,. un joven soltero. Ruf, 1 993: 192, 1 94.

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numeración de 1 64 5/46, puesto que a veces el escribano anotó a los miembros de un ayllu como residentes en su chácara o sus tierras pro­pias en otra región. Tal es el caso de los hermanos Tomás y Pedro Ma­tango del ayllu Sicañaro (Otavalo) que vivian en El Quinche, los her­manos Diego Cacoango y Santiago Chipar de Gualcaquí Chico (Cota­cache) en Malchinguí y Lorenzo Amocoango de Pangobuela (Cotaca­che) en Peruchd2• Todos ellos tenían tierras en zonas que parecen ha­ber sido el área de influjo de los caciques mayores de Otavalo. El úni­co que quizás sale de este esquema es Joan Eguagucho, un viudo de 40 años del ayllu de Mindalaes (Tontaqui), que vivia en sus tierras propias en Caranqui53•

Ni siquiera la ciudad de Quito es completamente ajena a los padrones de asentamiento de los indios gobernados por los caciques mayores de Otavalo. En el barrio de San Blas vivia un grupo y los caciques parecen haber estado, al menos desde el momento de la conquista española, con cierta regularidad en la ciudad54• Entre sus bienes constan una casa y tie­rras en Ichimbía, la loma colindante con la parroquia de San Blas hacia el lado oriental55• Hasta el momento no es posible determinar el período de asentamiento de estos indios en la capital de la Audiencia, para deter­minar si se trataba de un fenómeno precolonial o colonial. Es posible que el traslado se hizo por conveniencia de los primeros encomenderos que instalaron parte de los indios encomendados como "yanaconas" en las cercanías de la ciudad para servirse de su trabajo.

Tumbaviro y Salinas, ubicados en una región de clima caliente, agru­paban a pobladores de diferentes zonas que se dedicaban a aprovechar sus principales productos, el algodón y la sal respectivamente. El carác­ter multiétnico de Salinas ha sido estudiado por C. Caillavef6• Una si­tuación similar debe haber existido en el valle de Coambo, pertenecien-

Freile Granizo 1981 , 1: 97-98, 235; l l : 28 Prcilc Granizo 1981 , I: 209. Cfr. la participación de don Alonso Otavalo Ango en la conspiración de 1 536, organizada en Qui­to (cap.Tcrritorio). San Bias era el barrio de los carniceros y sería de interés saber si entre ellos ha­bía miembros del a1·llu Yanaconas, sujeto a los Ango de Salazar. En la numeración de 1645/46 se menciona a Diego Coffarnango de un ayllu de Cltavalo, cuyo nombre no se puede establecer, que "estaba en la ciudad de Quito hecho carnicero " (rreile Granizo 1981 , I: 222) Borchart de Moreno, 2003 a. Caillavet, 2000 e: 59-83.

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te a la jurisdicción de Tumbaviro, donde indígenas sujetos a caciques de Otavalo, Tontaqui y los Pastos, así como probablemente de Urcu­quí, habían construido una acequia para regar sus algodonales57• Este hecho desvirtúa en cierta forma el repetido lamento por la alta mortan­dad de los indios obligados a vivir en las zonas calientes a cuyo clima presumiblemente no estaban acostumbrados. Contados son, en cam­bio, los casos de traslado a zonas calientes fuera del ámbito del reparti­miento de Otavald8•

La mención de la "reducción general" de 16 1 1 / 12 demuestra que ca­si setenta años después de la conquista las autoridades seguían empe­ñados en sus intentos de imponer un patrón de asentamiento que no correspondía a las tradiciones de la población autóctona. No se puede medir el efecto de concentración que debe haber tenido la visita del oi­dor Zorrilla y del corregidor Arias de Ugarte. Seguramente lograron concentrar a parte de la población en los pueblos establecidos en la se­gunda mitad del siglo XVI, al menos momentáneamente. Sin embar­go, muchas familias habrán preferido quedarse en su terruño o retor­nar a él al poco tiempo, aunque estas tierras oficialmente se habían convertidas en "baldías" con el fm de entregarlas en merced o rema­

tarlas a los colonizadores. Esto significaba su permanencia o estableci­miento en las propiedades de españoles y mestizos, pero de ninguna manera la "ausencia" de su ayllu.

A modo de resumen se puede afirmar que la gran mayoría de los miembros de los ayllus numerados vivían en territorios que habían ocupado tradicionalmente. Aun en el caso de su residencia en territo­rios fuera del ámbito del repartimiento, como el valle de Mira y la re­gión de Pimampiro, o en los centros urbanos, como la villa de Ibarra y la ciudad de Quito, no se puede hablar de un verdadero ausentismo, puesto que sus caciques seguían informados de su situación familiar y podían, en la mayoría de los casos, indicar el nombre y la edad de los hijos. Esta situación parece haber sido similar en Cayambe, cuyos caci­ques, hasta la década de 1 660, acudían a Quito para cobrar los tributos de los allí residentes59•

Cisneros, Núñez, Ruf, s.a. En el valle de Santiago había una familia de Sarance, una de Gualcaquí Grande, una de Gualca­qui Chico, dos del ayllu Tontaqui, una de Mindalaes y un soltero de Tupian; como residentes en el valle de Mira había aún menos personas. Ramón V, 1 987: 107.

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En la siguiente tabla se han establecido, por lo tanto, únicamente las cifras de los hombres ausentes y que ya no tenían contacto alguno con su ayllu de origen, utilizando el mismo grupo de edad que en la tabla anterior:

TABLA 18. La ausencia de hombres del repartimiento de Otavalo. 1 645/46

Pueblo -- -- --:--+-

Otavalo ( -t ayllus)

_ _ Tontaqui Cotacache

¡---�U�-=rcuquí Total

(Elaboración: Chr. Borcharl de Moreno)

Hombres de 30-49 años Ausentes sin contacto con el ayllu

1 70 26 1 24 1 3 251 25 92 1

637 65

Porcentaj

1 5.� % 1 0,5 % 9,96% L,l %

1 0,2 %

e

Estas cifras demuestran que un diez por ciento, en promedio, de los hombres habían abandonado sus comunidades en forma definitiva an­tes de formar un hogar, cifra que por supuesto no incluye a los hom­bres nacidos después de 16 1 1 / 1 2 y que habían abandonado la región antes de 1 645/46.

2.3.3. La falta de mujeres

La formación de un hogar es precisamente un aspecto que debe ha­ber jugado un papel importante en la decisión de migrar a otras regio­nes. Como ya se puede apreciar en los datos resumidos de la Tabla 1 8, uno de los elementos notables en la composición de los ayllus era la es­casez de mujeres. No sabemos si en la Sierra norte el acceso a la tierra estaba ligado a la existencia de una familia. En este caso, los hombres jóvenes sin posibilidad de encontrar su pareja no hubieran tenido más opción que la migración. El siguiente gráfico ilustra el desbalance que había entre hombres y mujeres en el repartimiento:

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GRÁFICO 4. La relación de hombres y mujeres en cuatro pueblos en 1645/46

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1000 900 800 700 600 500 400 300 200 100

o Q)

.S::. u ro u .(9 o u

:::::1 O" :::::1 u l...

::_)

o Hombres • Mujeres

Este desbalance se puede ilustrar mejor con los datos de los infantes de algunos ayllus. Solamente en tres ayllus, a saber, en Camuinto-Ota­valo, en Apulrro (fontaqui) y entre los Yacelga-Azangues, no se regis­tro recién nacido alguno. En Tupían (fontaqui) había dos recién naci­dos varones y dos hembras, en otros nueve ayllus se contaron más va­rones que hembras. De mayor interés son los ayllus donde la mayoría de los recién nacidos eran niñas, como era el caso en Sarance (Otava­lo ), el ayllu de Tontaqui, Cotacache, Gualcaqui Grande y Pangobuela (Cotacache) así como Urcuquiango y Y acelga (Urcuqw)60• Al igual que en el resto de ayllus, también en estos en el grupo de los infantes des­de el nacimiento hasta los cinco años (inclusive), el porcentaje de niñas era sensiblemente más bajo. El caso más ilustrativo es el del ayllu Ton­taqui donde había ocho niñas recién nacidas frente a solamente cuatro niños. En la categoría de los menores de seis años, en cambio, el por­centaje de las niñas ya había bajado al 39,7 °/o.

60 También en el ayllu Salinero (Iontaqui) había más niñas recién nacidas, pero faltan los datos acer­

ca de la población infantil menor de 6 años ..

Colección: espaciotiempo

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Fuera del ya mencionado subregistro de mujeres, Th. RufO\ en su análisis del pueblo de Urcuquí, basado en la numeración de Sevilla, habla de una posible "limitación voluntaria de las mujeres al nacer", dicho en otras palabras del infanticidio femenino que se practicaba en algunas sociedades, especialmente en grupos de cazadores-reco­lectores de las zonas selváticas. Se trata de una práctica vigente has­ta la actualidad, p.e. en algunas partes de Asia, a veces con la nueva modalidad del aborto selectivo, facilitado por los métodos de diag­nóstico prenatal. No siempre se trataba de un infanticidio directo, si­no más bien de una menor atención y cuidado a los infantes de se­xo femenino, como p.e. un período de lactancia menor, cuyo resul­tado, a largo plazo, era la limitación del crecimiento demográfico de un determinado grupo poblacional.

El otro elemento que debe haber jugado un papel importante en el desbalance entre niños y niñas era la figura del "huiñachishca" o hijo de crianza62• La costumbre de regalar a algunos de los hijos, especial­mente de las hijas, era muy arraigada y servía para establecer una red de contactos, p.e. con las familias cacicales o con familias españolas y mestizas. También se donaban hijos e hijas a los conventos. La única mención directa en la numeración es la de Pedro Anrrango del ayllu Y acelga en Tontaqui, quien no fue presentado por su cacique "por de­cir estaba en la Compañía de Jesús hecho donado" 6-'. Sin un censo de los ho­gares blancos y mestizos en las aldeas y los centros urbanos así como de los conventos no se puede medir la dimensión de esta práctica.

Uno de los ejemplos más notorios era doña María Ango de Salazar, hija natural del cacique mayor don Felipe Ango de Salazar y de doña María Pilla, quien pasó los primeros años de su vida con sus padres sol­teros en Otavalo. Al casarse don Felipe con doña Ana Cuxilago Ango, la niña fue entregada a una familia española en Quito, donde posterior­mente se ganaba la vida como ama de leche de uno de los hijos. Cuan­do iba a Otavalo, vestida de "anaco y lliclla", sus medio hermanos, des­cendientes legítimos del cacique, la recibían "con grandes regocjjos", pero su magra herencia de diez fanegas de maíz por año no le permitía man­tener el estilo de vida correspondiente a la hija de uno de los principa-

Ruf, 1993: 192. Cordero, 1967: 39.

''' Freile Granizo 1 981, II: 1 08.

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les caciques de la región64• Al lado de las niñas regaladas cuyo destino era una vida de servidumbre como "chinas", había además las mujeres jóvenes secuestradas para este mismo fid5•

2.3.4. Funcionarios, sirvientes y artesanos indígenas como habitantes de los núcleos urbanos

Teniendo en cuenta los patrones de asentamiento indígenas, se debe entonces preguntar más bien, quiénes vivían efectivamente en los pue­blos fundados por las autoridades coloniales. En el "encabezamiento" de cada ayllu consta el cacique con su familia quien, con la excepción del ya mencionado cacique ausente de Pirance, vivía en el pueblo, aun­que muy probablemente tenía también tierras en otras zonas. Lo mis­mo se puede afirmar de los gobernadores y sus familias, en los casos donde este cargo no recaía en la persona del cacique. La mayoría de los cobradores de tributos y sus ayudantes igualmente residían en los res­pectivos pueblos.

Fuera de estos funcionarios tenían su residencia en los pueblos los hombres que ejercían funciones relacionadas con el culto religioso y la

manutención de los curas doctrineros. Ya se habló de las Ordenanzas de Zorrilla que habían determinado el número de personas, reservadas de la mita y el tributo, que podían ser seleccionadas por los curas para los oficios de sacristán, maestro de capilla y cantores. La numeración de Sevilla, obviamente no muy sistemática en la anotación de los ofi­cios, menciona a varios sacristanes y cantores, pero solamente a un maestro de capilla. Se trataba de don Lorenzo de Morales, del ayllu Pin­chaquí, quien ejercía este cargo en Otavald6• El oficio que, fuera de los privilegios ya citados, estaba dotado de un salario de 50 pesos anuales, requería de personas que sabían leer y escribir. Es muy probable que, a mediados del siglo XVII, no había indígenas con la suficiente forma­ción fuera de la cabecera del corregimiento, lo cual explicaría el gran número de caciques de ayllu que no podían firmar sus declaraciones en las residencias efectuadas a los corregidores en las décadas de 1 640 y 1 680.

64 Borchart de Moreno, 2003 a. 65 Powcrs, 1 995: 46. 66 Frcilc Granizo 1981 , I: 21

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Los conventos de los cuatro pueblos tenían, fuera de los ayudantes autorizados por la Ordenanza de 1 6 12, a saber, un panadero, un coci­nero y un caballerizo, llamado localmente caballocama, un leñatero y entre uno y tres hortelanos. A diferencia de los otros sirvientes, que de­bían trabajar por turnos, los hortelanos, todos mayores de 50 años, pa­recen haber estado instalados en forma permanente en las huertas de los conventos. Por último hay que mencionar como funcionarios resi­dentes en los pueblos a los alguaciles o fiscales de doctrina, quienes controlaban la asistencia a misa y a la doctrina.

Importantes factores para la concentración de la población en deter­minadas zonas fueron los dos obrajes. Muchos indios que laboraban en el obraje de "comunidad" se instalaron en el pueblo de Otavalo y, pau­latinamente, se transformaron de "indios del entero" y mitayos que tra­bajaban por turnos en artesanos especializados que transmitían su ofi­cio de padres a hijos. Los términos "mitayo", "indio del quinto" o "de apuntamiento" son casi inexistentes en la numeración y de los pocos casos solamente dos estaban relacionados con los obrajes67• En rela­ción con el obraje de Peguche, donde estaban obligados a trabajar los miembros de los ayllus de Tontaqui y Cotacache, se puede observar la formación de un nuevo pueblo, ya que algunos trabajadores decidieron instalarse en las cercanías de la manufactura o vivían, según la expre­sión de sus caciques "en el obrqje de Piguchi" 68• Probablemente se trataba de los que estaban en el mismo proceso de profesionalización que los del Obraje Mayor, mientras que los trabajadores temporales seguían vi­viendo en sus tierras, como el único mitayo mencionado expresamen­te en la numeración. Algunos ejemplos de la especialización, aun a ni­vel del hilado, se citan en el capítulo dedicado al Obraje Mayor.

La especialización artesanal se observa también en otros campos y podía constituirse en un motivo de migración, ya que la demanda de

Los mitayos o indios del quinto registrados eran: un indio de Pinsaqui en el obraje y otro al ser­vicio de Tomás de Almeida; uno de Sarance al servicio de Mateo Guerrero en Otavalo; uno del ayllu Tontaqui en la hacienda San Andrés de la Puente del escribano Sevilla, otro era mitayo de la capilla de Tontaqui; uno del ayllu Cotacache "andaba en mita" y otro estaba en el obraje de Pe­guche; un indio de Cuchagro era mitayo de obras en Otavalo, un indio de Yacelga-Urcuquí era ga­ñan de Antonio de Recalde y servía de "apuntamiento" a Joan de Larraincar; uno de Yacelga-Ton­taqui, para leña en el obraje de Otavalo (Freile Granizo 1981 , !: 34, 36, 57, 178, 1 79-1 80, 232, 242; II: 14, 85, 1 05). frcile Granizo 1981 , I : 1 5.

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ciertos serVlClos se daba especialmente en los centros urbanos y, en menor medida, en los pueblos más grandes donde se habían instalado algunos españoles y mestizos. Uno de los oficios más frecuentes era el de barbero, que debería ser estudiado en detalle por su posible vincu­lación con las familias cacicales y las actividades de los curanderos. De los diez barberos registrados, cuatro se encontraban en Quito y dos en Ibarra, mientras que algunos pueblos como el mismo Otavalo, Tonta­qui, Cotacache y Malchinguí contaban con uno. Un patrón parecido se encuentra entre los siete zapateros, de quienes tres trabajaban en Qui­to, dos en !barra, uno en Otavalo y uno en Tontaqui. Para el trabajo de los sastres, que se encontraban en gran número en las ciudades, no de­be haber habido mucha demanda en los pueblos. De los cuatro sastres registrados, tres trabajaban en Quito y uno en !barra.

Los demás oficios eran aún menos frecuentes, con excepción de la alfarería, profesión ejercida tanto por hombres como por mujeres, que parece haber sido la especialidad de miembros de ayllu de Pinsaqui. De este ayllu procedían Domingo Anrrango, ollero de 25 años y Bárbola Elena, una viuda de 42 años, que vivían en Otavalo. De sus tres hijos mayores se dice que vivían con su madre "con los olleros" o "en los olleros" y muy probablemente ejercían el mismo oficio. También una viuda del ayllu de Sarance vivía "con las olleras", expresión que hace pensar en la existencia de un sector específico del pueblo habitado por los alfareros. Fuera de este grupo se encuentra un solo ollero, miembro del ayllu Si­cañaro (Otavalo) instalado en Urcuqui69•

Especial atención merecen algunos artistas oriundos del repartimiento de Otavalo, entre ellos varios pintores, dos productores de máscaras y un platero, todos ellos procedentes de ayllus de Otavalo y de Cotaca­che70. Sebastián Anrrango, del ayllu Aguaborín (Cotacache) ejercía su profesión de pintor en Quito, mientras que uno de sus hijos, el pintor Gervasio Salazar, parece haber estado inicialmente en la capital, donde todavía se encontraba su mujer. En el momento de la numeración vi­vía en Pasto71• El platero Cristóbal de la Torre, era oriundo del ayllu Cu-

Freile Granizo 1 9 8 1 , I: 24.25, 30, 54, 1 04. No es posible determinar si producían máscaras para fiestas populares o las así llamadas "caritas decorosas", una especie de máscaras de plata o plomo que se utilizaban en la escultura (Borchart de !lloreno, 1 998 i : 25 1) . Freile Granizo 1981 , ll : 40.

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chagro (Cotacache) y vivía con su mujer en Quito72• Tres artistas pertenecían al ayllu Sicañaro (Otavalo), entre ellos Ge­

rónimo Ramón y su hijo Alonso Ramón de 14 años que se dedicaban a hacer máscaras en Quito y el joven Hernando Gualango, que vivía en la casa de Bernal Sánchez y era pintor en Cotacache73• En el pueblo de Otavalo vivía el pintor Rafael de Morales, perteneciente al ayllu Pinsa­qw'74. En Otavalo trabajaban también tres alfombreros, Jerónimo Uya­gatango de Sarance así como Marcos de la Plaza y Gabriel Quelumba­quen de Aguaborin75• Cabe señalar que la mayoría de los artesanos y ar­tistas procedían de ayllus pertenecientes a Otavalo y Cotachache, entre los cuales se destacaba el de Aguaborin. El número de los artesanos oriundos de Tontaqtui y Urcuquí era muy inferior y entre los miembros de algunos ayllus, como Pirance, Gualcaquí Chico y Yacelga-Urcuquí, no hay constancia alguna de este tipo de actividades. La producción de alfombras en Otavalo plantea una pregunta que no se puede resolver con los datos de la numeración. Obviamente esta actividad no estaba relacionada con el obraje de comunidad, pero sin documentación adi­cional, especialmente sin escrituras notariales, no se puede determinar si los tres alfombreros eran artesanos independientes o si trabajaban para algún españoF6•

En forma indirecta los registros de Andrés de Sevilla permiten, sin embargo, establecer la presencia de al menos un pequeño, o quizás me­diano, empresario peninsular o criollo en el pueblo de Otavalo. Se tra­ta de Mateo Guerrero, tercer marido de doña Cristina Ango de Salazar quien, en años posteriores y después de una serie de juicios ante la Au­diencia, logró ser nombrada cacica mayor de Otavalo. La estancia de Guerrero en Cotacache era en realidad la propiedad de su mujer, situa­da en Colimbuela, la principal zona de tierras pertenecientes a la fami­lia de los caciques mayores77• En esta estancia estaban asentados indios de diferentes ayllus, a saber, una familia de Cuchisquí, una de Cucha-

Í'rcilc Granizo 1981 , II: 1 7 . Freilc Granizo 1981 , ! : 102, 87. Freilc Graniw 1 981, !: 22. Freí le Granizo 1 9 8 1 , !: 6 1 ; 11: 40, 44. Parece que el obraje tampoco producía sombreros a diferencia de lo que hacían, al menos en el siglo XVIII, muchos obrajes. Los tres sombrederos procedentes de los ayllus Sicañaro, Pangobuc­]a y Tupián rcsidáan en los Quijos, Carangue y Quito. Borchart de !\lorcno, 2003 a.

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gro, dos de Pangobuela, una de Yacelga-Tontaqui más cuatro del ayllu "sin nombre" de Otavalo.

Un mayor número de familias, de los ayllus Sarance, Cuchisqui, Gual­caquí Grande, Urcuquiango, Yacelga-Urcuqui y Yacelga-Tontaqui, es­taba anotado como residentes en Otavalo, en la casa de Guerrero. Uno de ellos, un soltero de 20 años, constaba como "curtzdor en las tenerías", otro era molinero y dos eran llamados "butjeros", lo cual debe significar que estaban a cargo de los bueyes78• Obviamente Guerrero y su mujer tenían a orillas del río un molino y una pequeña tenería, en la cual tra­bajaba quizás también el otro curtidor registrado en la numeración, un hombre procedente del ayllu Yacelga-Tontaqui. Es posible que los de­más residentes en la casa de Otavalo estaban empleados en actividades textiles, ya que procesos como el hilado y el tejido de jergas o lienzos se realizaban con frecuencia en talleres domésticos sin licencia. En !ba­rra deben haber existido varios talleres pertenecientes a peninsulares o criollos, donde trabajaban artesanos procedentes de los pueblos del re­partimiento de Otavalo. Un ejemplo es el capitán Matías Sánchez de Rue­da, en cuya casa vivían Augustin Cacoango con su mujer, una hija sol­tera y cuatro hijos casados con sus familias, para nombrar solamente a los pertenecientes al ayllu de Pinsaqm'79•

2.3.4. Los cambios en la antroponímia

Las familias de los artesanos y artistas son un ejemplo de la transi­ción que experimentaban las comunidades indígenas no solamente en lo referente a los patrones de residencia sino también en la onomato­logía. Especialmente entre los que vivían en Quito se observa una ten­dencia creciente de utilizar apellidos españoles y de dar el mismo ape­llido, generalmente español, a los descendientes, sobre todo a los varo-

·s J. Freile Granizo (1981, I: 57, 223, 224, 266, 296, 306; II: 1 6, 3 1 , 65, 90, 1 02, 104-1 06)

Preile Granizo, 1 981, I: 26-28. Sánchez Rueda era vecino de !barra en las décadas de 1 640 y 1 650, fue

diputado del cabildo para el cobro de la alcabala, para el donativo al rey en 1 649 y para las fiestas con

ocasión del matrimonio del rey en 1 65 1 . En 1 653 consta, una sola vez, en las "semanas de carne" de

Quito. Otros dos miembros de la familia, Antonio y Tomás, tenian cargos en el cabildo a partir de

1 65 1 , el uno como depositario general y el otro como regidor y depositario general (LCI 1 648-58: 66,

1 1 1 , 1 62, 227, 382; LCI 1 667-1 682: 16; LCQ 1650-1657: 21 1).

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nes. En los pueblos y en el campo el contacto con la sociedad españo­la se reducía a la presencia, no necesariamente permanente, de los doc­trineros y la estadía temporal de algunos terratenientes, que en la ma­yoría de los casos residían en Quito e !barra. Este influjo todavía rela­tivamente reducido a mediados del siglo XVII se detecta en la antro­ponimia que parece seguir, en buena parte, patrones autóctonos cuyas normas no se pueden establece�0• En todos los ayllus se encuentran fa­milias cuyos miembros llevan diferentes apellidos. A modo de ejemplo se puede citar el caso de Lorenzo Pinchamba, Augustín Anrraymba y Diego Machín, tres hermanos de 44, 37 y 24 años, hijos de Martín Co­farnango, viudo de María Cuguilagd1•

Los tres hermanos pertenecían al ayllu Camuinto-Otavalo y trabaja­ban en el obraje de comunidad. El mayor, Lorenzo Pinchamba, estaba casado con Cicilia Anrraquilago y tenía como hijos a Lorenzo Morales de cinco y a Fabián Cinchito de cuatro años. La familia más grande era la del hermano intermedio, casado con María Cuzilago. Los siete hijos de esta pareja, de entre 1 6 y 3 años, tenían cada uno su propio apellido que no coincidía con el de sus padres, ni de los abuelos o tíos paternos. Se trataba de Sebastián Ulcuango, Lázaro Pive, Gonzalo Covacango, Gonzalo Anrraguan, Francisco Y mbaquilago, Beatriz Pichaguango y Joana Pinilla. Diego Machín estaba casado con Isabel Cataguan, con la cual tenía tres hijos pequeños llamados Cristóbal Monango, Felipe Mo­rales y Francisco Anrrango.

El análisis de los apellidos de tres ayllus, a saber, Sarance (Otavalo) , Tontaqui y Cuchisquí (Cotacache), confirma las tendencias señaladas por Th. Ruf en relación con el predominio de un grupo relativamente reducido de antropónimos autóctonos, las diferencias entre apellidos masculinos y femeninos, la existencia de apellidos españoles y su ma­yor presencia entre los hombres. Una diferencia parece existir en la pre­sencia de apellidos indígenas, llamados "complementarios" por Th. Ruf y que no se pueden identificar como autóctonos de la región. Es­tos parecen ser más frecuentes entre los indios de Urcuquí, especial­mente entre los del ayllu Yacelga. Tal como se nota en el caso de los apellidos españoles, la frecuencia de apellidos indígenas no identifica-

Cn estudio más detallado para los dos ayllus de Urcuquí se encuentra en Th. Ruf (1 993: 200-21 8) Freile Granizo 198 1 , 1 : 1 1 0-1 1 1

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bles es mayor entre los hombres. Al igual que en los ayllus de Urcuqui los apellidos masculinos más frecuentes son Anrrango y Cabascango con las variaciones de Cavascango y Caguascango, a lo que se añade en Urcuqui el apellido Cacoango que entre los otros tres ayllus solamente tiene importancia en Cuchisqui. Entre las mujeres el apellido más fre­cuente en todos los casos es el de Pichaguango. La siguiente tabla in­dica la frecuencia de los tres tipos de apellidos detectados:

TABLA 19. Apellidos femeninos y masculinos en tres ayllus. 1 645/46

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno) S aran ce Tontaqui Cuchisquí

Mujeres 1 Hombres Mujeres 1 Hombres Mujeres 1 Hombres Número total de personas 8 1 l 03 1 23 206 164 300

con apellido registrado Personas con apellidos 64 57 1 09 1 24 149 206

autóctonos Personas con otros o 5 6 2 1 4 23

"Jl"llidos indígenas Personas con apellidos 1 7 4 1 8 6 1 1 1 7 1

españoles Porcentaje de apellidos 2 1 ,0 % 39,8% 6,5 % 29,6 % 6,7 % 23,7 %

españoles Porcentaje de apellidos 35,4 % 35,7 % 5,4 % 42,0 % 8,2 % 39,8 % españoles (menores de edad)

Cabe señalar que entre los apellidos que no se pueden considerar co­mo autóctonos los antropónimos quichuas son, al igual que en Urcu­qui, casi inexistentes. En Sarance había un hombre de apellido Pauca­ra, en Pinsaqui uno de apellido Viracocha, en Tontaqui uno llamado Guaña y una mujer con el apellido Tituana (Tituaña) . Además se en­cuentra, en el ayllu Cuchsiquí, el apellido Pillajo que corresponde a la zona de Quito. En tres de los mencionados casos el apellido del padre había sido autóctono, situación que se constata también en la mayoría de las personas de apellido español.

La utilización sistemática de apellidos en varias generaciones se ob­serva básicamente entre los caciques, quienes adoptaron pronto las normas genealógicas españolas, aunque no siempre los apellidos, para poder probar sus derechos al cargo y a ciertos privilegios. Para los de­más pobladores, especialmente los que residían en las zonas rurales más apartadas de los pueblos, el contacto con el mundo colonial, la "república de los españoles" representada básicamente por el cura doc­trinero, parece haber sido más bien esporádico. Su vida se desarrollaba

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en la "república de los indios", donde el cacique era la autoridad prin­cipal y, a veces, única. Esto no significa la ausencia de ciertas rupturas, especialmente en los ayllus dispersos en varias zonas. En estos casos y en los de miembros residentes en Quito se nota el debilitamiento de los lazos con el ayllu, puesto que, a veces, los caciques ya no disponían de la información completa. En las décadas posteriores estas rupturas parecen profundizarse y dar paso a nuevas formas de convivencia.

2.4. Las numeraciones de las décadas de 1 650 y 1 660

Con la numeración de 1 645/46, realizada gracias a las urgentes ins­tancias de los funcionarios de la Real Caja, se inició un período de ma­yor presencia de la administración colonial en el corregimiento de Ota­valo. Reflejo de ello son las dos siguientes numeraciones que hacen pensar en la existencia de alguna disposición que ordenaba realizar vi­sitas con intervalos de unos diez años. La visita de 1 654 de !barra y Otavalo fue ordenada directamente por el virrey al procurador de Qui­to, quien nombró como juez de comisión a don Francisco Enríquez de Sangüesa y Conambut, hijo de un maestre de campo limeño quien, por sus servicios prestados en la defensa de Panamá contra Francis Drake, fue recompensado con una encomienda en Quito.

De 1649 a 1657 su hijo fue procurador general de Quito y, en 1650, constaba como encomendero, conjuntamente con la Real Corona, de unos 500 tributarios de Machángara, Machangarilla y Chillogalld2• La visita a los corregimientos coincidió con su período como corregidor de Ibarra en 1 654/55, función que inició con la residencia a su antece­sor, don Pedro Ortiz de Cevallos83• Su actuación como visitador y juez de comisión en la Sierra Norte parece no haber dejado rastro en la do­cumentación, a no ser por sus enfrentamientos y agresiones a los veci­nos de !barra, relatados por F. González Suárez, quien revisó, en el Ar­chivo General de Indias y en el de Simancas, la documentación relacio­nada con estos escándalos84•

En julio de 1 654 Enríquez de Sangüesa estuvo visitando las estancias

"' González Suárez 1 970, ll: 900; Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 66. "1 AN/Q, Residencias, 1 653-IX-4; LCI , 1 648-58: 220-227.

González Suárez 1 970, II: 898-900.

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de Otavald5• Parece que, a pesar de los conflictos anteriores, en 1 658 había conseguido una nueva comisión de empadronar a los indios, tal como se desprende de una propuesta del procurador de !barra de es­cribir al virrey:

dándole cuenta del exceso con que procede el Gobernador don Francisco En­riquez de Sangüesa en las comisiones que tiene del apuntamiento y padrón que publicó a veinte e cinco del corriente, y los excesivos gastos que se le si­guen a los vecinos, llevándoles por cada indio a seis y a siete pesos, que mon­ta más de diezy seis mil pesos, sin que a su Mqjestad le venga cosa alguna

y otros agravios, de que remitirá memorial de todo a su Excelencia. 86

Las excesivas demoras, los cobros arbitrarios y los agravios a la po­blación, tanto española como mestiza e indígena, son un tema recu­rrente en las visitas de tierras y trapiches y las numeraciones de los in­dios. Lo mismo se puede decir de la falta de resultados. Los estudiosos de la demografía histórica como G. Ramón V., S. Alchon y K. Powers no mencionan datos relacionados con esta visita que, sin embargo, de­be haber producido al menos datos parciales. Hasta el momento, la única prueba de la existencia de una numeración es una copia poste­rior del "encabezamiento" del ayllu gobernado por los Ango de Sala­zar, utilizada en uno de los juicios de sucesión en el cacicazgo. Se tra­ta, precisamente, de la primera mención del nombre ''Yanaconas" co­mo nombre propio de este ayllu87•

Francisco Enriquez Sangüesa debe haber tenido importantes contac­tos, ya sea en la Audiencia de Quito o en la corte virreina! de Lima. A pesar de las protestas y reclamos seguia, todavia en 1 660, como juez de comisión, encargado del "apuntamiento de gan{mes y ganaderos", es decir de la distribución de mitayos para la agricultura y la ganadería en el corre­gimiento de Otavalo, tarea que debería haber correspondido al corre­gidor y que, como se puede apreciar en los reclamos del cabildo ibarre­ño, le proporcionaba ingentes ingresos a Enríquez de Sangüesa. Su permanencia en el corregimiento se desprende de un juicio por agra­vios presentado, en 1 661 , por don Pedro Cotacache, gobernador del

"' LCI, 1 648-58: 235.

8' LCI, 1 648-58: 365. "- Borchart de Moreno, 2003 a.

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pueblo del mismo nombre y los caciques88• El documento permite comparar los datos de los tributarios registrados por los funcionarios coloniales en 1645 y en 1 660:

GRÁFICO 5. Los tributarios de 5 ayllus de Cotacache. 1 645 y 1 66089 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1 20

1 00

80

60

40

20

o

l____ _ -------

O 1 645 • 1 660

No consta en el gráfico el ayllu de Cuchisquí, debido a que su cacique no diferenció entre difuntos y ausentes. Los funcionarios coloniales re­gistraron, en el lapso de quince años, un ligero crecimiento solamente en los ayllus de Cotacache, Gualsaquí Chico y Pangobuela-Aguaborín, así como un estancamiento demográfico en Cuchagro-Salinero. Los

AN/Q, Indígenas, 1 661-VII-13. En ambos casos se han descontado los difuntos sin certificación, categoría que en 1 660, según las declaraciones de los caciques, corresponde a los tributarios fallecidos en otras regiones y de las que tenían noticia únicamente a través de los familiares.

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ayllus más grandes en 1 645, a saber, Gualsaquí Grande y, especialmen­te, Cuchisquí, habían sufrido una pérdida de población. En esta situa­ción deben haber influido las epidemias que afectaron la Sierra Centro Norte desde la numeración de Andrés de Sevilla, especialmente la de 1 648149 de "viruelas y alfombrilla" que causó, según los relatos de la época, más de 100.000 muertos90•

En su reclamo los caciques acusaron al juez de comisión Enríquez de Sangüesa de no haber tenido en cuenta a los "que se fueron" de sus ay­llus. Este grupo constaba de tres categorías, a saber, los que residían fuera del corregimiento, específicamente en Quito y sus cinco leguas, donde algunos ya estaban "connaturalizados" y "de donde no los pueden traer"; los ausentes por mucho tiempo y con quienes ya no se mante­nían contactos; así como los difuntos sin certificación91• La expresión de "connaturalizados" habla de una nueva realidad en las relaciones inter­nas de las comunidades. La expresión no aparece en la numeración de 1 645146 y su mención en este juicio coincide con la constatación de G. Ramón V acerca de la pérdida de los lazos entre los caciques y sus súb­ditos residentes en otras regiones justo en la década de 1 660. A esta ca­tegoría pertenecía, según los caciques, un total de 25 tributarios, veinte de ellos en la ciudad de Quito, cuatro en Pomasqui y uno en Perucho. El grupo de los difuntos y ausentes, con cuyo aporte para los tributos y la mita los ayllus ya no podían contar, era más numeroso. En el ayllu de Cuchisquí había un total de 44 tributarios entre ausentes y difuntos, mientras que en los restantes cinco ayllus los difuntos sumaban 1 3 y los ausentes 68. El siguiente gráfico ilustra el aumento del ausentismo des­de la numeración efectuada por Andrés de Sevilla hasta el apuntamien­to de Francisco Enríquez de Sangüesa:

Alchon, 1 99 1 : 59. En este último caso se trataba obviamente de defunciones que habían ocurrido en otras regiones y de las cuales se tenía noticia únicamente a través de los familiares.

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20 1 5 1 0 5 o

GRÁFICO 6. Los tributarios ausentes de S ayllus de Cotacache. 1 64S y 1 660

(Elaboración: Cbr. Borcbart de Moreno)

1 0 1 645 1 11 1 660 i

El gráfico de los ausentes demuestra que, en el lapso de 1 S años el ausentismo se había convertido en un problema grave de los ayllus y que afectaba especialmente a los ayllus ya debilitados por el decre­cimiento demográfico. En 1 64S el cacique de Gualsaquí Grande no había reportado ausente alguno, mientras que en 1 660 esta categoría representaba el 27,7 % del ya disminuido número de tributarios. En el caso de Cuchisquí solamente se puede calcular el porcentaje del conjunto de difuntos y ausentes, cifra que en 1 64S representaba el 1 9 % para alcanzar, en 1 660, el 34,1 %. La numeración general de 1 64S /46 puede haber sido una de los causantes de esta aceleración de la migración.

El reclamo del gobernador y los caciques por el excesivo número de mitayos asignados por el juez de comisión al trabajo agrícola y ganade-

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ro era plenamente justificado, aun si las autoridades no estaban dis­puestas a tomar en cuenta la baja demográfica causada por las defun­ciones y la migración. De una nómina total de 480 tributarios y cuatro "vagamundos", Enríquez de Sangüesa había ordenado el servicio de 94 hombres, igual al 1 9,4 %. Con esto se alcazaba prácticamente el "quin­to" que los indios estaban obligados a dar para estos trabajos, pero no se había tomado en cuenta la "mita de obra" en el obraje Peguche, que constituía otra de las obligaciones de la comunidad. Tampoco se ha­bían bajado del cúmulo de tributarios los funcionarios relacionados con el servicio religioso, la administración de los ayllus y del mismo obraje. En el caso de Cotacache se trataba, según las declaraciones de don Esteban Monrroy, de cuatro cantores, un panadero y un cocinero en el convento, seis caciques con sus familias, dos alcaldes del pueblo y dos alcaldes del obraje de Peguche, exentos del tributo y la mita por las Ordenanzas vigentes. Fuera de estos funcionarios había, según la carta de don Pedro Cotacache, un fiscal y doce alguaciles de doctrina, fuera de tres alcaldes para recoger a los indios obligados a trabajar en el obraje, cuya situación jurídica no se aclaraba en los reclamos de los cactques.

El corregidor de Otavalo, Juan Antonio Castro Sotomayor, confir­maba el exceso en el número de mitayos. También apoyaba a los caci­ques en su segundo argumento, el del grave perjuicio que significaba para los indios de Cotacache trabajar en la zona de trapiches, con su in­forme fechado el 28 de junio de 1 661 , donde se expresaba en los si­guientes términos:

Según tiene reconocida la tierra de esta provincia y los temples de ella, no es posible que los indios del dicho pueblo de Cotacache vqyan a servir en los tér­minos de los pueblos de Urcuquí y Tumbaviro por ser toda esa tierra ml!J caliente y etiferma por que perecerán todos en las haciendas para donde es­tán repartidos por don Francisco Enriquez Sangüesa, juez comisario . . . 92

Según Castro Sotomayor, un opositor seguro de Enríquez Sangüesa ya que le había quitado un medio de ingreso importante, los indios de Urcuquí y Tumbaviro habían muerto o abandonado la región, proble­ma que se repetía en pueblo de Cotacache 'Jalto de gente que apenas hqy

92 AN/Q, Indígenas, 1 66 1 -VII-13 .

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diez casas en el por estar los indios ausentes". La presión sobre los caciques que no podian cumplir con la entrega de los mitayos asignados era tal que "andan casi huidos del dicho su pueblo sin asistir en él ni dormir en sus casas por los rigores de los tales españoles que los apremian". Las declaraciones dra­máticas, eran una constante tanto entre los españoles y mestizos que se proclamaban amenazados por la "última ruina" si no se les proporcio­naban suficientes mitayos, como de los caciques y uno que otro fun­cionario colonial que pretendian defender los intereses de la población indigena.

Aunque la posición del corregidor frente al juez de comisión da un valor relativo a sus declaraciones, éstas no estaban totalmente despro­vistas de fundamentos, ya que muchos documentos de la época hablan de las condiciones de trabajo extremadamente duras en los trapiches e ingenios. Cabe señalar, sin embargo, que una gran parte de los mitayos señalados por Enriquez Sangüesa no estaban destinados a esta activi­dad. De los 94 mitayos 41 tenían que trabajar en propiedades situadas en Cotacache, Otavalo y Cayambe, frente a 30 que debían trasladarse a la zona de Urcuquí, lo cual no necesariamente significaba laborar en uno de los trapiches, ya que algunos terratenientes de la zona parecen haberse especializado más bien en la cría de cabras y ovejas en las zo­nas más altas de la jurisdicción del puebld3•

Los términos del pueblo de Urcuquí, como lo han señalado M. Du­

rango, M. Proaño y Th. Ruf, abarcaban varias zonas climáticas desde la zona fría a 2.500 m de altura (El Molino) hasta la subtropical a 1 .850 m (La Unión) . Ya en la numeración de Andrés de Sevilla un conside­rable número de indios pertenecientes a los ayllus de Cotacache estaba asentado en las estancias y haciendas de Urcuqw"J\ tanto en la zona de cultivo de algodón y caña como en las zonas más altas que deben ha­ber estado dedicadas al pastoreo. De los mitayos de 1 660 solamente dos estaban asignados a Juan Inojosa, dueño de un trapiche, y cuatro a doña Gregaria Piñan del Castillo, dueña de una propiedad en Coñaqui,

El destino de otros 23 mitayos no se conoce, porque no se pudo establecer la ubicación de las propiedades de Lucas Guerrero, Damián López,Juan Muñoz. Pedro Ramos y doña Catalina Rey­naso. En las estancias y haciendas de la zona Urcuquí-Tumbaviro se encontraban 53 unidades domés­ticas, muchas de ellas emparentadas entre sí y provenientes especialmente de los ayllus Gualsaquí Chico (12) ,- Cuchisquí (24); otras 14 unidades estaban asentadas en Salinas, el valle de Santiago y el valle de Mira.

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que probablemente estaba dedicada al cultivo de la caña. Otros siete, en cambio, debían trabajar en propiedades que tenían rebaños de ca­bras y ovejas, como las de Miguel Morales, Nicolás Vinuesa y Marias Sánchez de Rueda, quienes no parecen haber estado involucrados en la producción de caña95•

De la numeración de 1 665 llevada a cabo por el contador de la Real Caja, Juan Francisco de Aguado, también ha quedado la copia del "en­cabezamiento" del ayllu Yanaconas de Otavalo en uno de los juicios por el cacicazgo mayor. VA. Jaramillo menciona la existencia de docu­mentos en el Archivo de Otavalo, sin detallar su naturaleza%. Las úni­cas cifras relacionadas con esta numeración se encuentran en G. Ra­món V quien, sin embargo, no menciona la fuente97• Los datos, que pa­recen referirse únicamente a Cayambe, señalan importantes cambios, puesto que los 127 tributarios residentes en Guayllabamba y Quito, es decir en otro corregimiento, ya no se incluyeron en el cómputo que re­gistraba, en cambio, a los vagabundos venidos de otras partes.

En este sentido la numeración refleja el debilitamiento de la relación entre el ayllu y sus miembros residentes en otras zonas, debilitamiento cuyos indicios ya se habían notado en 1 645/46. Con 246 tributarios va­gamundos frente a los 852 originarios, el peso de la población no au­

tóctona de Cayambe ya era notable y debe haberse hecho sentir en las relaciones entre los diferentes grupos. G. Ramón V no ofrece más de­talles acerca de la organización de los vagamundos. ¿Estaban organiza­dos en uno o quizás aun dos ayllus, debido al importante número de tributarios? ¿Quiénes dirigían a este grupo? ¿Habían los hombres veni­do solos a Cayambe? ¿Se casaban con mujeres del lugar, como lo pa­rece indicar la numeración de 1 720? De todas maneras, en 1 665 los ad­venedizos habían más que compensado la disminución que se observa desde 1 645 entre los tributarios originarios, que a su vez habrían mi-

5 mita\'OS recibía Diego de Andrada, dueño de una propiedad en el valle de Puchimbuela, en tér­minos de Ibarra, donde posiblemente se cultivaba caña, al igual que en las propiedades de doña Ursula Carracajal y Alonso Franco de Paredes, situadas en Pisangacho/Urcuquí, que recibieron cada uno un mitayo de los ayllus de Cotacache. De los demás beneficiados de mitayos en Urcu­quí, doña María y doña Lucía Jadraque, Juan Paez (Vaez) y Juan Valencia, no hav indicios acerca de la ubicación de sus estancias, Jaramillo 1 975: 93 Ramón V., 1 987: 1 07-1 08, El autor lamentablemente no explica el alcance de la fuente y no men­ciona el número y los nombres de los ayllus y de sus caciques,

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grado a otras regiones para constituirse en vagamundos en los lugares de destino. En 1 645 los tributarios de Cayambe y Tabacundo habían sumado 1013 hombres98; en 1 665 los tributarios originarios y vagamun­dos alcanzaban 1 098, solamente en Cayambe.

2.5. La visita del Duque de la Palata y la consolidación del régimen colonial (1 683 / 85)

2.5. 1 . Aspectos generales de la visita

El aumento del fenómeno migratorio y la imposibilidad de su con­trol por parte de la autoridades coloniales, según el Duque de la Pala­ta, virrey del Perú de 1 681 a 1 689, se debían a:

La facilidad con que los naturales mudan sus domicilios retirándose a las ciudades y escondiéndose a donde nunca les alcance la noticia de sus caciques

y gobernadores . . . para librarse por este medio de la obligación del vasallaje en la paga de tributo/9•

Hubo, por lo tanto, motivos importantes para que el virrey ordena­ra, en 1 683, la numeración de la población aborigen en todo el Virrei­nato del Perú. Años más tarde, el virrey se quejó de que la Audiencia de Quito había representado uno de los principales problemas para su administración, debido a la frecuente insubordinación de sus funciona­

rios100. La insubordinación parece haberse extendido también al cum­plimiento de la visita general, puesto que al menos en el corregimien­to de Riobamba se aflrmaba, 80 años más tarde, que la última numera­ción general se había realizado, en 1 664, por Pedro Saénz de Viteri101. En el corregimiento de Otavalo el proceso fue dilatado. En el mismo año de 1 683 se dio inicio al proceso en el asiento de Otavalo, pero la numeración de cacicazgo de Cayambe se efectuó recién a partir de ju­nio de 1 685. No es posible determinar si la casi total falta de datos de esta importante numeración se debe al incumplimiento por parte de los funcionarios o a la pérdida de la documentación. Hasta el momen­to se conocen algunos datos de esta época referentes a Patate102 y la nu-

Ramón V., 1 987: 1 04. Sánchez-Albornoz, 1 973: 1 1 3.

'"' Powers, 1995: 92. 00' Moreno Yánez, 1 985: 47. "'2 Powers, 1995: 70-71 .

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meración parcial, de cinco de los siete ayllus, de Cayambe, publicada por J. Freile Granizo y utilizada, en parte, por G. Ramón V.103 Los da­tos referentes al repartimiento de Otavalo existieron al menos hasta fina­les del siglo XVIII, como se desprende de las copias hechas para sus­tentar dos juicios de cacicazgo en Cotacache104•

Parte de la cédula firmada por el Duque de la Palata en Lima a 24 de julio de 1 683 consta al inicio de la numeración de Cayambe105• En ella el virrey había dado órdenes precisas acerca de los procedimientos. A diferencia de anteriores numeraciones, esta vez se ordenaba, en forma expresa, la participación de los doctrineros "siendo los curas los que más ciertamente tienen conocimiento y deben tenerle de sus feligreses". La asistencia del doctrinero significa, en el caso de Cayambe, la ausencia de datos sobre difuntos sin certificación. Se exigía a la autoridades locales llevar una serie de cuadernos diferentes. Fuera de los tres cuadernos para los ori­ginarios de cada pueblo, cuyo detalle consta más abajo, el juez de co­misión debía llevar un cuarto cuaderno con los datos de los forasteros y el ayllu en donde cumplían con sus obligaciones de mita y tributo; un quinto para los así llamados "yanaconas del Rey" o "vagamundos" que se debían juntar al "haillo más quebrado del pueblo donde se hallaren para que

corran en todo con él y porque ordinariamente son vagamundos y fáciles de trans­plantar por lo poco que en todas partes tienen que perder"; un sexto para los "mi­timas y trasplantados en las provincias que los hubiere"; un séptimo para los "yanaconas de chácaras y obrajes"; y, finalmente un noveno para los "yana­canas pertenecientes a iglesias, conventos, comunzdades'� categorías estás últimas tres que ya no deben haber existido en la Audiencia de Quito.

De mucha importancia para la evaluación de los datos son las pres­cripciones para la anotación de los "ausentes", puesto que se estable­cían tres categorías. La primera, que debía constar en el cuaderno de cada ayllu, era la de los ausentes "que lo están por accidente", es decir aquellos que se habían ausentado temporalmente para cumplir con al­guna tarea como la de "recoger indios". Para las otras dos, que apare­cen también claramente diferenciadas en los reclamos de los caciques de Cotacache de 1 660, se debían llevar cuadernos separados. El prime-

"" J. Freile Granizo (1981, ll: 125-279); G. Ramón V. (1987: 108-109). Cfr. también el capínilo anterior. '"' Borchart de Moreno, 2003 a. "" Freile Granizo 1981 , 1!: 1 25-1 32.

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ro debía registrar los "ausentes de este haillo que saben donde están pero sin es­peranza de que vuelvan por estar ya avecindados a donde actualmente residen", es decir los llamados "connaturalizados" de 1 660; el segundo se debía destinar a los "ausentes de este haillo que no se sabe donde están, expresando el tiempo de la ausencia y el motivo de ella si son casados o solteros". La tercera ca­tegoría correspondería a los "ausentes" de la numeración de Sevilla, cu­yos datos demuestran claramente que la exigencia de anotar su situa­ción familiar tenía poco que ver con la realidad. Poco realista era tam­bién la intención principal de la numeración, expresada por el mismo Duque de la Palata quien pretendía restituir el mayor número posible de indios a sus ayllus de origen. Para este fln se recomendaba sobre to­do que "no se pierda un instante de tiempo porque los indios no le tengan para mudarse de unos lugares a otros", un claro reconocimiento del hecho de que, cada vez en mayor medida, las mismas numeraciones provocaban las fugas y migraciones106.

El 30 de septiembre de 1 683 el corregidor de Otavalo, Matías de El­so y Arviso (Arbizu) , hizo pública la cédula en el asiento de Otavalo107• Su "bando" explicaba además los castigos previstos para la ocultación de indios que consistían, en el caso de los caciques, en la pérdida del cacicazgo y un año de trabajo en uno de los dos obrajes. Los dueños de haciendas o sus mayordomos enfrentaban una multa de veinte pe­sos y la pérdida de la mano de obra que habían ocultado. Aun las ha­ciendas de la Órdenes religiosas, sobre las cuales las autoridades colo­niales prácticamente no tenían control, se veían amenazadas con la pér­dida de sus mitayos. Una vez proclamada la numeración, el corregidor procedió a nombrar a los funcionarios que debían acompañarlo en su tarea, a saber, al escribano de Otavalo Ignacio de Almeida como escri­bano de la numeración y a Fernando de Cevallos (Seballos) como al­guacil mayor, encargado de reunir a los caciques y sus súbditos108•

De especial interés son los nombramientos del intérprete y del pro­tector109. A diferencia de la década de 1 640, cuando en Otavalo todo pregón se había hecho en castellano, en la "lengua general del Inga" y en lo que se llamaba la ''lengua materna del Inga'� término curioso para de-

' '" Borchart de Moreno, 1 986. 'w Prcile Granizo 1 98 1 , II: 1 32-133 108 Prcile Granizo 1 98 1 , ll: 1 33-1 34. '"9 Freile Granizo 1981 , II: 1 34-1 35.

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signar el idioma autóctono, en 1 683 ya no se precisaba de un intérpre­te para esta lengua110• Solamente se nombraba a un intérprete para la lengua general del Inca, '�n la cual se han de examinar a los dichos indios", cargo que recayó en Simón Leyton. Se puede suponer que los mencio­nados funcionarios tenían su residencia en el asiento. Esto no era el ca­so del hombre que fue nombrado protector, Manuel Martínez de Mi­randa, de quien se decía que era "accidente en este asiento, inteligente en pape­les y de buen celo". Es posible que la palabra "accidente" se haya transcri­to mal, puesto que a los que residían temporalmente en algún lugar se los llamaba "asistentes". Lo interesante del nombramiento de Martínez de Miranda, vecino de Quito, radica en sus vínculos especiales con la población indígena de Otavalo. Su ama de leche había sido doña Ma­ría Ango de Salazar, la ya mencionada hija natural de don Felipe el vie­jo, cacique mayor del repartimiento. Con la familia Ango de Salazar le unía una estrecha amistad y ella lo había acogido en su juventud, cuan­do se había escapado de sus estudios y la casa familiar en Quito111•

No está claro si Elso y Arbizu terminó la numeración del reparti­miento de Otavalo. De todas maneras pretendió, en vano, obtener un nuevo período como corregidor mediante el ofrecimiento de pagar

3.000 pesos a la Real Caja112• En junio de 1 685 el nuevo corregidor, Francisco de Sola y Ros, decía que "en continuación de su comisión ha llega­do a este dicho pueblo de Cqyambe", expresión que puede significar que ha­bía iniciado su tarea en la zona de Tabacundo, cuyos datos no parecen haberse conservado. Como escribano de la numeración seguía actuan­do Ignacio de Almeida, pero no se mencionan los nombres del intér­prete ni del protector. De los al menos tres cuadernos ordenados por el Duque de la Palata, se ha conservado, en forma incompleta, única­mente el primero, aunque se hace una alusión al cuaderno de los au­sentes, al decir en lo referente a uno de los hijos del cacique de Gua­chalá, don Marcial Pacheco, '�e ha averiguado estar ausente pernate [¿perma­nece?] en el cuaderno dellos" 113•

Por lo demás, la diferencia con los datos de la numeración de Andrés

1 1 " En la primera mitad del siglo XVII había, también en Quito, indios ladinos "en la lengua española

y la 11Ulterna del lnga". Un ejemplo de ellos es, en 1 636, Pascuala Paico, natural de Cotocollao, que trabajaba en Quito (Borchart de ;'v!oreno, 2003 a).

1 1 1 Borchart de Moreno, 2003 a. 11' Jaramillo, 1 972: 1 1 3. 1 1 ' Freile Granizo 1981 , 11: 256.

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de Sevilla en 1 645/46 es notable. Esto se debía al cumplimiento de las órdenes emitidas por el Duque de la Palata, por ejemplo en lo referen­te a la presencia del cura doctrinero, quien podía confirmar las defun­ciones de tributarios, con lo cual los datos de estos ya no se registra­ron. Tampoco constan ya los ausentes, elemento que, junto con la fal­ta de los ayllus Ichisi y Mindala, dificulta la comparación con las cifras de tributarios registrados en años anteriores. En los cinco ayllus se re­gistraron 602 tributarios de entre 1 8 y 49 años, cifra considerablemen­te inferior a los 852 de 1 665114• En vista de que los demás ayllus de Ca­yambe, con excepción del de Pulamarin, habían tenido entre 1 24 y 1 63 tributarios, el aparente déficit seguramente correspondía a los dos ay­llus cuya documentación se ha perdido.

En general, se puede aseverar que el registro de los datos es más or­ganizado y más uniforme, especialmente en lo referente al lugar de re­sidencia, que consta en la mayoria de los casos115• Con excepción del ay­llu Cayambe casi no hay diferencia entre la suma de cada ayllu y los da­tos de la nomina. La relación entre hombres y mujeres está más equi­librada que en el caso de Otavalo en 1 64 5/46, ya que del total de la po­blación numerada un 45 % eran mujeres, mientras que las niñas de O a 1 1 años alcanzaban el 41 ,3 % del total de este grupo de edad.

La sistematización de los datos no incluyó, sin embargo, las referen­cias a los mitayos que siguen siendo tan escasas como en 1 645/46. Por otro lado, parece que en el transcurso de cuarenta años entre una y otra numeración, el papel de los doctrineros se había incrementado en des­medro del papel de los caciques. En este sentido es de interés la utili­zación de los apellidos que en 1 685 parecen seguir, en forma bastante sistemática, los patrones españoles116•

2.5.2. La numeración de cinco ayllus de Cayambe

Como ya se mencionó anteriormente, los datos de la visita ordenada

' " La diferencia con las cifras de G. Ramón V (1987: 109) se debe seguramente al hecho de haber incluido este autor a los hombres de 50 años entre los tributarios.

' " La falta d e registro s e observa, generalmente, e n d caso d e los reservados d e tributo o d e muje� res solteras y viudas sin hijos varones.

"'" Un análisis de los apellidos del ayllu Guacha] á 1\litima se encuentra en C. Caillavct (2002 f: 1 63�

1 64) \" G. Ramón V. (1 987: 83�84).

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por el Duque de la Palata, se distinguen por un registro más sistemáti­co del lugar de residencia y, aunque no existe una distinción entre un asentamiento defmitivo o uno temporal como mitayo, es factible esta­blecer cinco grandes áreas, cuatro de ellas en el territorio del cacicazgo provincial, es decir la zona de Cayambe y Tabacundo117• El quinto área es constituido por el repartimiento de Otavalo, donde se encontraba un pequeño porcentaje de miembros pertenecientes a los ayllus de Cayam­be (cfr. Anexo S) . La gran mayoría de las unidades domésticas se en­contraba al sur del río de Guachalá y río grande de Pesillo, terminolo­gía colonial para los ríos de Granobles y Pisque. Las principales hacien­das de la zona sur eran las ubicadas en Cangagua, de propiedad de Jo­sé de la Carrera y Fernando Santos del Estoque, respectivamente, la ha­cienda Pisambilla de los Mercedarios, así como la de Guachalá de do­ña María Villacís, viuda de don Francisco Villacís.

Como área central se ha definido el territorio ubicado entre los ríos Guachalá y de las Ovejas que corresponde a la cuenca alta de río llamado Granobles en la actualidad, fuera del pueblo de Cayambe, en cuyos alrededores se ubicaban algunas propiedades pequeñas o medianas, identificadas con los nombres de sus dueños más no con

topónimos propios. Los indios registrados al servicio de estas per­sonas han sido incluidos entre los habitantes del pueblo. Las dos grandes haciendas de la zona eran la de Miraflores, de la familia Vi­llacís, y la de la Orden dominicana, llamada simplemente hacienda de Santo Domingo. La parte septentrional del área era formada por las haciendas ubicadas al norte de la unión entre los ríos de las Ove­jas y de Bobo (río Upayacu), una zona de concentración de tierras en manos de las órdenes religiosas. Se trataba de las haciendas La Tola y Tupigacho de los Augustinos, la propiedad de Muiourcu y la gran hacienda de Pesillo de los Mercedarios y la hacienda La Com­pañía de los Jesuitas. Como única propiedad en manos privadas se puede identificar la hacienda Milán de don Gabriel Zuleta, que for­maba una unidad administrativa con las de Anla y Cochicaranqui, ambas situadas, al igual que la hacienda de Cajas de los Augustinos, en términos del pueblo de San Pablo. La zona occidental incluía el

En esta área se han incluido Otón y Cusubamba, zona limitrofe entre los corregimientos de Qui­to y Otavalo, ya que la adjudicación de las estancias y haciendas de esta zona varía en la docu­mentación colonial.

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pueblo de Tabacundo y los sitios de Ichisi y Cubinsi (Cubinche). Las unidades domésticas se concentraban, en un 80,5 °/o en las zo­

nas sur y centro de la región, como se puede desprender del siguien­te gráfico:

GRÁFICO 7. Distribución geográfica de 5 ayllus de Cayambe.1685

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

o S ur

• Centro

o Norte

o Occidente

Parece que aun unos 150 años después de la conquista española esta distribución ofrece una idea acerca de la ubicación de los ayllus en la época precolonial, o al menos de su mayor concentración. En el caso de los ayllus Pulamarin y Guachalá Mitimas existen, además, los topó­nimos de la quebrada Pulamarin y de la hacienda Guachalá, zona esta última donde se concentraba el 61,5°/o de las unidades pertenecientes al ayllu del mismo nombre. El único ayllu que sale de este esquema es el principal, Yanacona, cuya población se concentraba en la zona cen­tral y norte en un 72,2°/o. Además es el ayllu que más población tenía en la zona occidental, entre Ichisi y Tabacundo, donde los miembros de Pulamarin y Guachalá Mitimas eran casi ausentes, así como en la ha­cienda Cajas de los Augustinos y en los demás parajes del repartimiento de Otavalo. Parece seguro aseverar que el ayllu Ichisi tenía su centro en

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el sitio del mismo nombre. Del ayllu Mindala, en cambio, no existe in­dicio alguno que pueda facilitar su ubicación. Quizás había ocupado, inicialmente, la zona ubicada al norte de la unión de los ríos de las Ove­jas y de Bobo, es decir de las haciendas Milán, la Compañía, la Tola y Tupigacho, así como el valle alto de río de Pesillo (Chimba) hasta la ha­cienda del mismo nombre.

En la zona sur, la mayor concentración de miembros de los cinco ay­llus se daba en Cangagua, con un 48,7% en las haciendas de los Carre­ra y Santos del Estoque. De estos, a su vez un 81 ,4% pertenecía a los ayllus Cayambe, Quinchoango y Pulamarin, mientras que de las 82 unidades asentadas en Guachalá, el 85,4 % pertenecía al ayllu del mis­mo nombre.

La mayor concentración en la zona central estaba en el mismo pueblo con un 58%. Algunos miembros de este grupo servían en pequeñas propiedades españolas de las cercanías o como ovejeros de las cofradías. El ovejero de la cofradía de San Juan era de Cayam­be, los dos que cuidaban las ovejas de la Limpia Concepción de Ya­nacona, ayllu al cual pertenecía también un ovejero de la cofradía del Señor de Tabacundo. Del ayllu Guachalá Mitima había un ovejero para la cofradía de la Limpia Concepción y otro para la del Señor. La

152 población asentada en las dos grandes haciendas se encontraba en un 60 por ciento en la propiedad de los Dominicos, la mayoría de los ayllus Cayambe y Quinchoango. En la hacienda Miraflores, en cambio, la mayor parte de los asentados y/ o mitayos provenía de los ayllus Cayambe y Guachalá Mitima.

En el pueblo había una distribución bastante equitativa entre los cin­co ayllus, aunque los cargos administrativos estaban repartidos sola­mente entre los miembros de dos ayllus. El maestro de capilla, Mateo Farnango era de Yanacona, mientras que el sacristán, dos cantores y un alguacil de doctrina pertenecían al de Quinchoango, al igual que el al­caide de la cárcel118• La gran mayoría de esta población vivía en sus ca­sas y tierras propias y se dedicaba obviamente a la agricultura. El nú­mero de artesanos era muy reducido con un carpintero y un tejedor de

1 18 El alcaide era Bias de Cajas Quinchuango, hijo legitimo del difunto cacique don Luis Quinchoan­go, de quien se decía, en el encabezamiento, que no tenia sucesión (Freile Granizo 1 981, II: 209-2 1 0)

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lienzos del ayllu Yanacona, un oficial cerero de Quinchoango, un "ca­jero" o productor de baúles de Pulamarin y un sillero de Yanacona en una de las haciendas de los Mercedarios. Es posible que otros artesa­nos habían migrado a Quito donde ya estaban "avecindados". Unos pocos se encontraban en el repartimiento de Otavalo, como el tejedor de lienzos de Quinchoango que trabajaba con el cura de Tumbaviro o el oficial sombredero del mismo ayllu en la casa de Juan Mosquera en Otavalo, asiento en el cual se encontraba también un zapatero del ay­llu Pulamarin. La mayor concentración de artesanos había en las tene­rías de la hacienda de Santo Domingo, donde trabajaban al menos 1 3 curtidores, 1 1 de ellos del ayllu Cayambe y dos de Pulamarin.

Como se desprende de la tabla en el anexo, en las haciendas de la zo­na norte estaban asentados mucho menos miembros de los cinco ay­llus numerados, la mayoría de ellos procedente de Yanacona y Quin­choango. De las 78 unidades domésticas asentadas en la zona algo más de la mitad correspondía a la hacienda de La Compañía. De estos, a su vez, el 78 % pertenecía al ayllu Yanacona. El número muy bajo de in­dios asentados en las demás haciendas de la zona, hace pensar en la probabilidad de que su mano de obra era constituida básicamente por miembros de los ayllus Ichisi y Mindala, suposición que se podría con­firmar únicamente con un padroncillo de tributos o los libros de soco­rros de las respectivas haciendas.

Para la zona de Ichisi, Cubinsi y Tabacundo la información es espe­cialmente escasa, debido a la falta de las numeraciones de los ayllus de Ichisi y Mindala así como de todos los ayllus reducidos al pueblo de Ta­bacundo. En Ichisi vivían algunos miembros del ayllu Yanacona en tie­rras propias, situación que se daba también en Cubinsi. Por lo demás había indios al servicio de algunos dueños de tierras como don Fran­cisco Bayllo, Antonio Pabón, Diego Pinto, José Días y Bartolomé Acosta en Ichisi; otros trabajaban con el cura Fernando de Morales en el sitio de Tomalón, así como con el capitán don Diego de Miño en el sitio de Guaraquí, topónimos ambos relacionados con el pueblo de Ta­bacundo. El mayor grupo del ayllu Yanacona de Cayambe que tenía su residencia en el pueblo de Tabacundo pertenecía, sin embargo, a la fa­milia de don Basilio Puento, quien era gobernador del pueblo119• Lo

"'' Freile Granizo 1 98 1 , Il: 1 44-145.

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más probable es que los ayllus Yanacona reducidos a Cayambe y Taba­cundo hayan formado, originalmente, una unidad, situación que se des­prende también del apellido Puento en las familias cacicales de ambos pueblos.

2.5.3. La numeración de dos ayllus de Cotacache

Para el cacicazgo de Cayambe la conservación de los documentos re­lacionados con la visita ordenada por el Duque de la Palata es relativa­mente favorable, situación que no se repite en el repartimiento de Otava­lo, donde se han podido ubicar, hasta el momento, solamente copias de fmales del siglo XVIII de los ayllus de Pangobuela y Aguaborin, perte­necientes al pueblo de Cotacache120• La siguiente tabla permite compa­rar los datos demográficos de ambos ayllus entre 1645 y 1 685:

TABLA 20. Los ayllus de Pangobuela y Aguaborin. 1 645 y 1 685 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Pangobue1a 1 645 Pangobue1a 1 685 Aguaborin 1 645 Aguaborin 1 685 Hombres 0- 1 1 años 55 53 28 17 Mujeres 0- 1 1 años 1 4 1 9 1 3 1 0

Total 0-11 años (!9 72 41 2 7 Hombres 12- 17 5 6 7 5 Mujeres 12 - 17 S 1 1 S 4

Total 12- 1 7 años J O 1 7 1 2 9

Hombres 1 8-49 47 69 34 33 Mujeres 1 8-49 45 65 28 3 1

Total 18-49 años 92 134 62 64

Hombres >49 años 12 18 8 4 �lujeres >49 años 10 1 5 7 5

Total >49 años 22 33 15 9 Sin datos de edad 3

Total Avllu 193 256 130 112 Variación en % + 32,6 % - 1 3,8 %

J 1

La diferencia en el desarrollo demográfico entre ambos grupos es notable y se debe, probablemente, a diferencias en el patrón migrato­rio. Entre 1 645 y 1 660 el ausentismo de ambos ayllus se había decupli­cado, de dos a veinte tributarios, sin que se pueda establecer la cifra de

12" AN/Q, Cacicazgos. 1 795-I-31 y 1 795-X-25.

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cada ayllu. Para el año 1 685 ya no existen los datos de los migrantes, puesto que se había ordenado su anotación en un cuaderno separado. La migración debe haber estado relacionada con las posibilidades de acceso a la tierra de cada grupo humano y con la tendencia de optar por especializaciones artesanales, elemento este último que se observa especialmente en el caso del ayllu Aguaborín. En este contexto cabe mencionar un fenómeno que puede estar relacionado con la dedica­ción de los miembros de Aguaborín a las artesanías y las artes. En Ota­valo seguían viviendo maestros alfombreros procedentes de Aguabo­rin, a saber Lázaro Ramírez y su hijo Sebastián Ramírez así como el pri­mo de este último, Lorenzo Zapata.

Además se puede constatar el desarrollo de una especialidad que, por mucho tiempo, hizo notable al pueblo de Cotacache. La aparición del apellido Guitarra posiblemente estaría relacionado con la adopción de este instrumento por parte de los indios del ayllu Aguaborin. En 1 685 se menciona a solamente tres personas, a saber Juan Guitarra y el hijo de Santiago Guitarra, Antón Guitarra, que había huido del obraje de Peguche. En 1 792, en cambio, el apellido Guitarra era uno de los más frecuentes entre los miembros de este ayllu, ya que 26 tributarios, en­tre ellos casi todos los que vivían en la hacienda San Martín, llevaban este apellido121• En la Sierra ecuatoriana, cortexcepción de la región de Otavalo, la guitarra no es un instrumento usual entre la población in­dígena. La situación especial en Otavalo y los pueblos adyacentes debe estar relacionada con don Lorenzo de Morales, el maestro de capilla oriundo de Pinsaquí y quien tocaba el tiple así como los indios del ay­llu Aguaborin apellidados Guitarra.

Con la numeración de 1 685 se puede determinar el lugar de residen­cia de una gran parte de las unidades domésticas pertenecientes a am­bos ayllus, tal como se lo detalle en la tabla siguiente:

m AN/Q, Cacicazgos, 1 79 5-X-25.

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TABLA 21 . Lugares de residencia. Ayllus Pangobuela y Aguaborín. 1 685122

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Pangobuela Aguaborin

Pueblo de Cotacache 3 1 1 5 Estancias y haciendas en 1 6 5 ténninos de Cotacache

Pueblo de Urcuquí 3 2 Estancias y haciendas en 2 8 4 términos Urcuquí

Obraj e de Peguche 1 1 6

Asiento de Otavalo 4

Pueblo de Tontaqui 1

Jurisdicción de la Villa de 1 0 1 lb arra

TOTAL 99 38

Los datos parecen confirmar la tendencia que ya se había podido obser­var en 1645. Un porcentaje importante de los indios reducidos al pueblo de Cotacache vivía en los territorios pertenecientes a Urcuquí, muchos de ellos en la zona caliente destinada al cultivo de algodón y caña. Cerca de la mitad,

156 47,5 % en el caso de Pangobuela y 52,6 % en él de Aguaborin, se encontra­ba en la zona de Cotacache, la mayoría de ellos en el pueblo y sus inmedia­ciones en casas y tierras propias. Según las ordenanzas del Duque de la Pa­lata la nómina ya no debería haber incluido a los residentes en otros corre­gimientos. Por esto, en el caso de los cuatro tributarios que vivían en la villa de !barra, miembros de una misma familia, se anotó expresamente que pa­gaban su tributo al cacique de su ayllu de origen.

Fuentes: AN/Q, Cacicazgos, 1795-I-31; 1795-X-25. Estancias y haciendas en términos de Cotaca­chc: la estancia de Clemente Paredes; la hacienda Quitumba con trapiche y la hacienda Colimbue­la de Juan Fernández Montalvo; otra hacienda Colimbuela de Diego de Torres; la estancia de To­más León; la estancia de Ignacio Almcida en el sitio Asama; la hacienda San Martín del capitán Francisco Terán. Propiedades en términos de Urcuquí: la hacienda de don José Recalde; la hacien­da de doña i'v!aría Recalde; el trapiche Pigunchuela de doña María Nieto de Araujo; la hacienda C:oñaqui de Juan Flores; el trapiche en Coñaqui del capitán Luis Garrido; la hacienda del clérigo licenciado Juan Bastidas; la hacienda Cariaco del maestro José Tcrán; la propiedad de Luis Vinue­sa. Propiedades en la jurisdicción de !barra: la hacienda Puchimbuela de Juan Tello de Meneses; el trapiche de Jerónimo 1\Iantilla; el trapiche del alférez Esteban Donoso en el valle de Santiago.

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3. El siglo XVIII multiétnico 3. 1 . Los forasteros en 1 720

Así como el siglo XVI había sido el periodo de las reducciones, acompañadas a veces de numeraciones de la población indígena, el si­glo XVII había sido él de las composiciones de tierras y visitas de obra­jes y trapiches, así como de numeraciones que tuvieron lugar con cier­ta regularidad. El corregimiento de Otavalo, donde casi todas las enco­miendas particulares habían retornado a la Corona y cuyo tributo sig­nificaba un porcentaje importante de los ingresos de la Real Caja, era de especial interés para la las autoridades coloniales. A pesar de la defi­ciente conservación de los documentos, se ha podido demostrar, que las numeraciones, o los intentos por realizarlos, se dieron con bastante regularidad en este corregimiento. Existen datos, al menos parciales, de la numeración de 1 6 1 1 / 1 2; del conteo parcial de 1 631 / 32; del general de1 645/ 46; del intento, quizás incompleto, de 1 654; de 1 665, así como 157 de la numeración general de 1 683/85. Esta última gran numeración del siglo XVII demuestra que no se realizó conteo alguno en la década de 1 670. La numeración de 1 683/85 tuvo vigencia por más de treinta años, como lo prueban las anotaciones al margen del padrón de Ca-yambe1. Recién en 1 720 se hizo una nueva numeración, esta vez a car-go del alguacil mayor de !barra y Otavalo y juez numerador de indios de este corregimiento", Alejandro de la Torre Cosío.

De la mencionada numeración de 1 720 se conocen solamente los "Quadernos de los indios pertenecientes al corregimiento de la Villa de Ybarra que residen en este de Otavalo " y "Quadernos de los indios pertenecientes al corregimien­to de Riobamba y al asiento de Ambato que residen en Otavalo", más no los cuadernos con los datos de los ayllus del repartimiento de Otavalo y del

En el n1argen del documento se anotaban las defunciones de los tributarios así como la reserva del tributo por lesión o por haber alcanzado la edad de 50 años. Estos datos van hasta el año de 17 19 (Freile Granizo 1 981 , II: 143-279) .

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cacicazgo Cayambe-Tabacundo ni de sus ausentes. La numeración de los ayllus autóctonos por parte del mismo funcionario se desprende de otros documentos, puesto que Torre Cosío intervino, en el curso de la visita, también en pleitos de cacicazgd. Por el momento, la situación documental significa que se conoce el número de los forasteros, cuyos datos fueron presentados por K. Powers y G. Ramón V, más no su porcentaje en la población total del corregimientd.

El grupo más grande de forasteros, con casi 30 %, procedía de la re­gión de Pasto y Popayán, una región desde la cual el primer contingen­te de indios había sido trasladado a Otavalo en 1 582. A estos seguían los "vagamundos", cuya presencia en el corregimiento se había dado también en forma temprana, aseveración que seguramente es válida también para los que habían venido del corregimiento de !barra. La migración desde Latacunga y, en un porcentaje muy inferior, de Río­bamba y Ambato debe haberse iniciado en forma más tardía, quizás hacia mediados del siglo XVII. En esto puede haber influido la expan­sión del quechua como una "lingua franca" entre los indígenas. Hasta mediados del siglo XVII se puede comprobar, en el repartimiento de Otavalo, el uso de la lengua autóctona, la así llamada "lengua materna del Inga", expresión que no se encuentra, en Cayambe, en relación con la numeración de 1 683/85.

Es posible que en Cayambe el cambio lingüistico se haya dado en forma más acelerada, debido a los grupos de origen mitirnae asentados en la zona. Esto podría haber facilitado la inmigración más temprana desde las zonas de Latacunga, Ambato y Riobamba. Sería de interés conocer más sobre los ayllus de origen de los migrantes, especialmen­te acerca de la posibilidad de que se haya tratado de ayllus mitimaes. Ca­be señalar que de los 69 tributarios oriundos del corregimiento de La­tacunga y residentes en el pueblo y las haciendas de Cayambe, 50 eran

Borchart de Moreno, 2003 a. Ramón V, 1 987: 1 1 0-1 1 1 . Según K. Powers (1995: 76) había los siguientes tributarios forasteros en el corregimiento de Otavalo: 447 de Popayán; 412 vagamundos; 336 del corregimiento de !ba­rra; 259 del corregimiento de Latacunga; 63 de Ambato y Riobamba. Los tributarios forasteros sumaban 1 .5 1 7 hombres.

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procedentes de diferentes ayllus de Saquisili4• En el pueblo y las hacien­das de Tabacundo, donde había un total de 1 7 tributarios del corregi­miento de Latacunga, no existía una concentración tan marcada, pues­to que los hombres procedían de Latacunga, Saquisili, Tanicuchi, Mu­lahaló y Sigchos.

G. Ramón V señala que la relación entre Otavalo-Cayambe y Pasto­Popayán se debía al trabajo misionero de los Mercedarios en la región de Pastd. No sorprende, por lo tanto, el hecho de que en sus hacien­das de Pesillo y Pisambilla se concentraba el mayor número de tributa­rios pastos. Aunque el mayor número de forasteros se encontraba en las haciendas, había también pequeños grupos instalados en los pue­blos, por ejemplo en Tocache, Tabacundo, Cayambe o Tontaqui.

Ambos autores arriba mencionados han establecido no solamente las cifras de los tributarios forasteros, sino también del total de la pobla­ción forastera. Formalmente y para fines de la tributación los hijos de los forasteros seguían perteneciendo al ayllu paterno. Con notable fre­cuencia las esposas de estos "advenedizos" llevaban apellidos autócto­nos de la zona Otavalo-Cayambe, con lo cual no parece arriesgado afir­mar que se estaba gestando una nueva identidad cultural en todo el co­rregimiento. A esto hay que añadir el ya mencionado fenómeno de los "nuevos ayllus", por ejemplo en Cayambe donde, repartidos entre las haciendas Miraflores, Santo Domingo y Milán así como en el pueblo mismo, vivían veinte tributarios con sus familias, oriundos del ayllu Pe­ñafiel en Saquisili. Su "actual principal" era don Alonso Peñafiel, viudo de doña María Cufichaguango, quien vivía con sus hijos don Clemen­te y doña Cecilia, de 1 8 y 8 años respectivamente, en el puebld.

Otro grupo de indios de Saquisilí, sujetos al cacique don Julián Nar­váez, se encontraba repartido tanto en la zona de Cayambe, principal­mente en la hacienda Guachalá, como en la de Otavalo. Cerca de Ota-

Los grupos más grandes eran los sujetos a don Alonso Peñafiel y don Julián Narváez, con 20 y 13 tributarios respectivamente. Había, además, tributarios sujetos a don Manuel Santillán (6), don Luis Quispe (2), don Luis Cando (1) y don Salvador N arváez (1) más siete tributarios anotados solamente como oriundos de Saquisili. Otros grupos importantes en Cayambe eran los sujetos a don Berna! Sánchez, quien consta como cacique de Saquisilí, Tanicuchi, o Latacunga; y de don Salvador Titusunta, mencionado como cacique de Saquisilí o Tanicuchi. Ramón V., 1 987: 1 1 1 . AN/Q, Indígenas, 1 720-IX-14.

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valo, en Pinsaquí, vivía el principal de esta parcialidad, don Tomás Ra­mirez, el hijo natural de una india de la zona de apellido Anrraguan, quien se había casado con Beatriz Maldonado. De la parcialidad Viun­suela en Cotacache ya se hizo mención en el capítulo dedicado a la en­comienda, las reducciones y los ayllus. Su cacique era el anciano don Marcos Viunsuela, casado con doña Lorenza de Salazar, mientras que el principal se llamaba Mateo Guanoluisa. Las dos mujeres menciona­das, llevaban apellidos españoles comunes entre los caciques de Otava­lo desde el siglo XVF.

3.2. La fallida numeración y la sublevación de 1 777

Parece que durante las siguientes décadas las autoridades coloniales no ordenaron una nueva numeración general, sino que se contentaron con los padrones tributarios. En el período de las Reformas Borbóni­cas, el tema de las numeraciones reaparece, esta vez con aspiraciones más amplias, ya que los censos ordenados por la Real Cédula fechada en San Lorenzo en 1 77 6, tenían que incluir a todos los grupos de la po­blación. A diferencia de la época del Duque de la Palata, la Real Cédu­la ya no ordenaba una numeración llevada a cabo por los corregidores con la ayuda y presencia de los curas, sino que encargaba el proceso di­rectamente a la burocracia eclesiástica como más organizada y mejor informada de la situación en cada región. Blas Sobrino y Minayo, el nuevo obispo de Quito, transmitió esta orden a su vicario en Otavalo a las tres semanas de su arribo, seguramente sin mayor conocimiento de los problemas de su diócesis y, probablemente, sin consultar al pre­sidente de la Audiencia. Acerca de su decisión de iniciar el proceso en el corregimiento de Otavalo, solamente se puede especular. ¿Seguía es­te corregimiento teniendo un papel especial por haber sido, en épocas pasadas, el único casi totalmente sujeto a la Real Corona?

De lo que no cabe duda, es de la reacción de la población indígena, que interpretaba esta orden como el preámbulo para la introducción de más impuestos y de lo que llamaron entre ellos la "aduana". Apenas proclamada la cédula en Cotacache, el 9 de noviembre de 1 777, se ini­ció la más importante sublevación indígena que haya tenido lugar en la

AN/Q, Indígenas, 1 720-IX-14.

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Audiencia de Quito a lo largo del siglo XVIIJS. Rápidamente la rebe­lión se extendió al asiento de Otavalo, a San Pablo y a Cayambe, mien­tras que las zonas de Urcuqui-Tumbaviro y Tocache-Malchingui no pa­recen haber sido afectadas por esta semana de enfrentamientos, muer­te y destrucción.

La primera víctima de la furia popular fue Pedro León, yerno de Ni­colás de la Guerra y miembro de una familia que tenía alguna propie­dad en Cotacache al menos desde mediados del siglo XVII (cfr. cap. Colimbuela) . Su muerte a pedradas estuvo probablemente relacionada con el hospedaje que había ofrecido, poco tiempo antes, a uno de los oidores de la Audiencia, el conde de Cumbres Altas. A raíz de esta es­tadía se había propagado el rumor de la "aduana" y de una supuesta venta de los hijos de la población indígena9• Su parentesco con Guerra, quien logró huir, podría haber sido otro elemento que precipitó la muerte de Pedro León, ya que es muy probable que había habido con­flictos entre la población indígena y Nicolás de la Guerra, arrendatario, desde 1 773, de la hacienda-obraje de Colimbuela y dueño de la hacien­da Alambuela donde igualmente se producían textiles.

De las demás víctimas españolas, mestizas o indígenas poco se sabe. Uno de los asesinados en Cotacache fue José Olegario Bedón, el admi­nistrador de la hacienda Agualongo de Temporalidades y quizás des­cendiente de Jacinto Bedón, el dueño de una estancia a mediados del siglo XVIP0• Es posible que los hermanos Paredes, que fueron mata­dos en Pinsaqui, sean idénticos con Martín Paredes, dueño de tierras, en la década de 1 760, en los sitios de Agualongo y Pinsaqui, y Berna­bé Paredes, el administrador de algunas haciendas de Temporalidades en el corregimiento de Ibarra11• El primer Paredes en el corregimiento había sido Hernando Paredes, teniente de corregidor en 1 566 y segun­do corregidor. En la segunda mitad del siglo XVII un Francisco Pare­

des, maestro del obraje de "comunidad" en Otavalo, había comprado tierras en la jurisdicción de Cotacache, quizás en el sitio de Agualongo. También el apellido de Justo Luna, matado por una indígena al regre-

Para toda la información acerca de la sublevación del corregimiento de ütavalo cfr. S. Moreno Yánez (1985: 1 52-202). Moreno Y ánez, 1 985: 1 58-160.

'" Moreno Yánez, 1 985: 1 62-163; Freile Granizo, 1981 , I: 2 1 1 . Moreno Y ánez, 1 985: 168. Martín y Bernabé Paredes aparecen, junto con Nicolaza Paredes, e n la Sección "Tierras" del AN/Q.

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sar de su frustrado intento de fuga a Ibarra, está relacionado con la zo­na de Cotacache. En 1 786 el teniente pedáneo del pueblo, Manuel Lu­na, fue acusado de agravios por la Protecturía General12•

La más prominente víctima indígena fue don Juan Manuel Balenzue­la, cacique de San Pablo quien, en 1 777, era gobernador de todo el re­partimiento de Otavalo, ya que el cacique mayor, don Sebastián Tiburcio Cabezas Ango de Salazar, hijo del desterrado don Justo Alejandro, te­nía apenas once años13• Balenzuela fue matado a garrotazos por indios y mestizos del pueblo de San Pablo, "por haberse meiflado en el repartimien­to de algodón", según las declaraciones de algunos indígenas. El papel de los caciques Balenzuela, que más de una vez ejercieron el cargo de go­bernadores del pueblo de San Pablo, debería ser analizado más deteni­damente. Parece que a lo largo de la época colonial hubo más de un conflicto entre ellos y los caciques de las parcialidades. Un ejemplo de ello se dio a flnes del siglo XVII cuando, a raiz del terremoto de Arn­bato de 1 698, debía ser reparada la iglesia del pueblo. A nombre del ca­cique don Manuel Aranguillen, el protector general pidió que no inter­viniera el gobernador don Gaspar Balenzuela "que siempre ha sido cuchi­llo de estos indios". En 1715 don Pablo Cabascango Pixal, cacique princi­pal de San Pablo, siguió un juicio contra el gobernador don José Patri­cio Balenzuela, por toda una serie de abusos relacionada con los bie­nes de la iglesia y de las cofradías, quedarse con los tributos recauda­dos, hacer "hilar y chichear a las viudas y solteras sin pagar su trabqjo ", casti­gar a los caciques en forma humillante haciéndoles "sacar los calzones" en la doctrina, )orzar a las viudas, solteras, casadas y doncellas con título de go­bernador" y concurrir, acompañado de mestizos, negros y mulatos, a 'Juelgas y fandangos de donde sale embriagado con escándalo público y muchas ve­ces a la doctrina donde) hallándose as� ejecuta sus venganzas" 14• Quizás la muerte de don Juan Manuel fue el punto flnal de décadas de conflic­tos entre los gobernadores y la población de San Pablo.

Otros funcionarios indígenas fueron obligados a colaborar con los

Moreno Yánez, 1 985: 167; AN/Q, Indigenas, 1 786-IX-25. 1 3 Don Justo Alejandro Cabezas Ango de Salazar había sido condenado a diez años de destierro por

homicidio en 1 770. Su hijo don Sebastián Tiburcio, nacido en 1 766, era el cacique mayor, pero el gobierno fue ejercido, entre 1 770 y 1 790, por diferentes caciques nombrados por las autoridades coloniales (Borchart de Moreno, 2003 a).

" Borchart de Moreno, 2003 a.

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sublevados, como el gobernador don Patricio Cotacache y el alcalde ordinario don Tomás Sevilla, ambos de Cotacache, que tuvieron que encabezar el ataque a las haciendas Colimbuela y Alambuela. Solamen­te los caciques Luis Camuendo y don Cristóbal Maldonado fueron acu­sados de haber participado activamente en la rebelión, mientras que otros caciques declararon haber fugado a los montes por temor a co­rrer la misma suerte que el gobernador Balensuela15• Don Francisco Xavier Otavalo, cacique de la parcialidad del mismo nombre, "quien co­mo es constante a Vuestra S eñoria, fue el único que pasó hasta esta Ciudad al tiem­po mismo del tumulto, haciendo ostentación de su lealtad y fidelidad al %J' ", fue premiado al ser nombrado gobernador interino del repartimiento a co­mienzos de enero de 1 778, en reemplazo del difunto Balenzuela. Fue­ra de su lealtad durante la sublevación, según los funcionarios colonia­les le recomendaba para el cargo su "total aversión a la embriaguez". Para los demás caciques, en cambio, era inaceptable como gobernador por "su calidad ordinaria y destituida de recomendación" 16•

Las actitudes de las autoridades coloniales variaron. El corregidor de Otavalo, Joseph Pos se Pardo, fue el más directamente involucrado, pe­ro el que menos participación tuvo en los acontecimientos. Su situa­ción jurídica en el momento de la sublevación parece haber sido algo dudosa, puesto que ya en abril de 1 777 se había dado la comisión a don Gerónimo González, corregidor de Latacunga, para realizar la residen­cia que se acostumbraba efectuar al final del período de un funciona­rio17. No está claro, si Posse Pardo había obtenido una prórroga de su mandato o si actuaba como corregidor interino. De todas maneras, él encabezó el primer intento defensivo de los blancos y mestizos el mis­mo día 9 de noviembre pero, ante la derrota, prefirió encaminarse di­rectamente a Quito para dar aviso a la Audiencia. Con esto se puso a buen recaudo, consciente de que como corregidor, asentista del tribu­to y empresario dedicado a la producción de telas para las carpas y los

uniformes destinados a la Expedición de Límites, su vida corría grave peligro. Esta actitud le habrá acarreado el desprecio de la población blanco-mestiza no solamente de Otavalo.

Varios días después, los blancos y mestizos del asiento de Otavalo

. . . . . . . . . . . . . .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Moreno Y ánez, 1 985: 1 83-1 85, 16 1 - 162, 1 73. 1 6 Borchart de Moreno, 2003 a. " AN/Q, Residencias, 1 7 77-IV- 1 6.

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nombraron a Cristóbal Xaramillo, administrador de bienes del Mar­qués de Villaorellana, como capitán de milicias, bajo cuyo mando se reunieron unos 400 hombres18• Mientras la Audiencia organizaba una expedición dirigida por el presidente Joseph de Diguja, el corregidor de Ibarra,Juan de Zarzana y Cuellar, organizó la defensa de la villa con los vecinos agrupados en compañías de milicias y la ayuda de los esclavos negros procedentes de las haciendas de Temporalidades. El enfrenta­miento decisivo se dio el 14 de noviembre en el sitio de Agualongo. El resultado fueron algunos heridos entre los españoles, 37 muertos entre los indígenas, así como 93 prisioneros, de ellos 35 mujeres.

El presidente Diguja trató de pacificar la región y optó, en los juicios instaurados en Cotacache, Otavalo, San Pablo y Cayambe, por no apli­car la pena capital sino castigos corporales como el corte del pelo y los azotes así como el trabajo forzado en diferentes obrajes. El corregidor Zarzana, en cambio, juntó un Consejo de Guerra que condenó al go­bernador de Atuntaqui y a dos mestizos quienes fueron ahorcados de inmediato en la Plaza Mayor de !barra, procedimiento que violaba el derecho que determinaba la revisión de toda sentencia de muerte por parte de la Audiencia19• El descontento de los vecinos de la región con las sentencias del presidente Diguja, consideradas como demasiado moderadas, quedaron patentes en los escritos del ya mencionado Ni­colás de la Guerra, así como del jurista Andrés (Fernández) Salvador, a quien Diguja había nombrado protector de naturales para los juicios en Cayambé0•

Las opiniones de los arriba mencionados seguramente fueron el de­nominador común de todos los blancos y mestizos que sufrieron da­ños a causa de la sublevación que, una vez desencadenada, hizo visible todos los agravios sentidos por la población indígena más allá de su te­mor a la numeración y la "aduana". Tanto en Otavalo como en San Pa­blo, una de las primeras acciones de los sublevados consistió en la que­ma del algodón que les había sido entregado por parte del corregidor Posse Pardo para el hilado y la fabricación de carpas para la Expedi­ción de Límites que se estaba preparando en estos momentos. De allí

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

'" Moreno Yánez, 1 985: 1 7 1 -172. " Acerca de la batalla de Agualongo y las sentencias del Consejo de Guerra cfr. Moreno Yánez,

1985: 1 75-181 ; las sentencias de Diguja constan en Moreno Yánez, 1985: 1 73-174, 1 88-1 89, 1 98-1 99.

20 Moreno Yánez, 1985: 165-166, 196.

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se procedió al saqueo y la destrucción de las casas de algunos hacenda­dos y funcionarios coloniales, pero también de algunas autoridades in­dígenas. Igualmente fueron destruidos o sufrieron daños considerables los obrajes de Otavalo, Peguche y La Laguna, situado en San Pablo, así como varias haciendas, especialmente las que estaban relacionadas con la producción textil, como Colimbuela y Alambuela en las cercanías de Cotacache, Cochicaranqui y Milán de la familia Montúfar, ubicadas en términos de San Pablo y Cayambe respectivamente, al igual que Ca­yambe de Temporalidades. También hubo saqueos en las haciendas San José del Marqués de Villaorellana y Santo Domingo de la orden del mismo nombre21• Es muy probable que la rápida y decidida reacción del corregidor Zarzana conjuntamente con los vecinos de !barra y los esclavos de las haciendas de Temporalidades haya sido el factor decisi­vo para impedir la expansión de la rebelión en la zona de Urcuquí y Tumbaviro, en cuyos trapiches e ingenios el maltrato a los obreros m­dígenas igualaba el de las manufacturas textiles.

3.3. La visita de García de León y Pizarra (1779 /80) 3.3. 1 . Los aspectos generales de la visita

La sublevación en el corregimiento de Otavalo y su pacificación mar­caron prácticamente el fin del gobierno del presidente Joseph Diguja. En marzo de 1 778 arribó al territorio de la Audiencia el nuevo presi­dente, José Garda de León y Pizarra, quien había recibido poderes ex­traordinarios tanto en el campo político como en el judicial, económi­co, fiscal y militar, poderes que supo utilizar con una mezcla de insen­sibilidad, habilidad administrativa y astucia política, como lo definió K. J. Andrien22, a lo que hay que añadir una extraordinaria capacidad de trabajo, reflejada en el impresionante incremento del número de juicios tramitados por la Audiencia durante su gobierno23• La visita y el censo de población fueron una de las primeras metas del nuevo presidente. La ejecución de este programa fue encargado al fiscal de la Audiencia Juan José de Villalengua y Marftl, bajo cuya dirección tenían que traba-

Cristóbal Xaramillo elaboró una lista de los daños sufridos en Otavalo (Moreno Yánez, 1 985: 1 72-1 73); para los daños en Cotacache, San Pablo y Cayambc cfr. S. Moreno Y ánez (1985: 161- 162, 1 86, 1 90).

" Andrien, 1 995: 1 90. " Borchart de Moreno, 2003 b.

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jar varios "visitadores subdelegados". Estos parecen haber sido reclutados de entre las elites locales, españoles, criollos o aun mestizos radicados en cada región donde tenian frecuentemente intereses económicos, co­mo el hacendado español Antonio Solano de Salas, quien actuó como subdelegado en la Sierra central24• Villalengua y Marfll inició el trabajo en agosto de 1 778 en el pueblo de Guand5• Hasta el momento no se han establecido las diferentes etapas de la visita, con excepción de las regiones donde se dieron sublevaciones como en Guano, Ambato y Alausí, sublevaciones que no alcanzaron la magnitud de la del corregi­miento de Otavalo y que fueron rápidamente reprimidas por las auto­ridades coloniales26•

No se conocen los pormenores de la visita en la Sierra norte, pero un episodio de septiembre de 1 780, cuando el subdelegado don Igna­cio Checa, un vecino de !barra, realizaba la numeración en el corregi­miento de Otavalo, ilustra la actuación y los abusos de uno de los fun­cionarios locales, los conflictos que surgieron y las reacciones de Gar­cía de León y Pizarra. Según don Damasio García Tulcanasa, goberna­dor y cacique principal de Tocache y Malchinguí, el protector de la vi­sita, don Antonio Xaramillo y Sola27

la noche del día 14 de este presente mes llegó a mi casa acompañado de dos soldados a cosa de media noche y me hizo levantar de la cama1 estando dur­miendo con mi consorte1 mandándome con rigor y violencia. Y por el eco que cono� me levanté con humildad y de los dos soldados, uno de ellos, me pren­dió en la portada de mi cuarto por mandato del dicho Protector, me amarró ambas manos por detrás con la cuerda que carga el fusil, no dándome oído de mis razones, con tanta furia y rigor que era preciso de que yo le pregun­tase por qué delito o qué causas que yo hubiese cometido me hacía esta tira­nía. Y me respondió que por orden de la Real Audiencia venía con comisión a prendernos a mí y al Gobernador de Cqyambe. Por esta razón dije que

Para el alguacil de corte Solano de Salas la llegada de García de León y Pizarra significó el fin de su confinamiento a Ambato que había sido ordenado por el presidente Diguja. Impuso a los po­bladores de Ambato una contribución en plata o especie y gastó los 30.000 pesos reunidos en re­galos y festejos para el presidente entrante quien le nombró subdelegado de la visita (González Suárez 1 970, II: 1 228). Moreno Yánez, 1 985: 203, 232. Moreno Yánez, 1 985: 203-282. Antonio Xaramillo era vecino de Otavalo y residente de !barra (AN/Q, FE, Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4598)

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manifestase mandamiento de prisión1 donde sacó un papelito simple1 el que manifestará ante Vuestra Merced y como me hallé ya amarrado1 distante en un escano1 !o !ryó e! dicho Protector, dividido de mí, sin que yo pase la vista dicho pape� mandando con tal imperio todo dispuesto de su cabeza. De es­to e! dicho soldado de !a guardia me diJo con sumisiones que !a humildad vencerla pagando !as costa� que con eso se omitiria1 y que e! dicho Protector diJo que a él !e había de dar treinta pesos y a !os soldados d doce pesos. Y como me hallo tan pobre1 diJe que me llevara más antes preso y a pie a una de !as cárceles a la de Quito o a !a de Otava!o. Y me respondió que me !!e­varia amarrado a !a cola de un caba!lo1 a todo omití por obedecer a la Real Justicia. Viéndome en este estado1 salió mi mf!ier y una nuera que tengo} ambas hin­cadas de rodillas, puestas !as manos a! cie!o1 pidiendo por Dios N u estro S e­ñor y a su Madre Santísima1 llorosas, gimiendo. Por este pedido redució a darme so!tura1 diciéndome que !e apromptase 12 pesos. A esta hora no tu­ve a quien pedir siquiera aprestado1 que solo un hiJo adoptivo Thomas de !a Cruz con ruego y sumisión1 lloroso de ver que yo estaba amarrado, me pres­tó 2 pesos y !os 6 pesos y dos reales me !os dio mi m'!}er, que de dándole so­los ocho pesos y dos reales y aunque es cosa reparable el patentizar la corte­dad de un !icor, se le dio cosa de un frasco. Estas voce� gritos que hizo el dicho Protector, qyeron la gente del pueblo1 en­tendiendo que me perdían respeto algunos españoles o mestizos de! dicho pue­

blo. Y aunque no dio lugar !os dichos soldados a que salga alma viviente de mi casa1 amenazando de quitarles !a vida y quemar mi casa1 estando así un hiJo hidalgo [sic!] Dionisio Tu!canaza, como duerme en la cocina} tuvo lu­gar de participar a !a gente del pueblo, al alcalde ordinario Juan Quiraza y a !os demás mandone� !os que se juntaron con mucha humildad y disimulo1 esperando a qué horas me sacan amarrado1 vieron el atentado que hizo en mi persona1 ese corto dinero vieron dar contando en mi mesa. Y así mismo si e! dicho Protector tuviese que pedir y alegar en contra mía, me probará1 es­to es mi dictamen. Justijicándome algunas calumnias de mis vecinos. Visto las razone� moveria !a conciencia de! dicho Protector, me !!amó atrás mi ca­sa y me previno que todo su hecho quedara en silencio y que no participara a ninguna persona. No obstante e! sentimiento que tuve1 e! ser hombre de edad y en grande he sido en su cotifirmación por e! Excelentísimo Señor Vi­rrry de S anta Fe, de quien tengo preeminencias1 prerrogativa� franqueif!S e imunidades y en todas las cosas dispuestas por !ryes municipa!e� gozando ca-

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so de corte por lo que dí qur:ja por carta al Señor Presidente . . . 28

Apenas tres años después de la terrible experiencia de la sublevación, un miembro de la sociedad blanco-mestiza de provincia trataba de aprovecharse de su cargo para su propio beneficio, sin calcular los ries­gos que este procedimiento podía acarrear. Su actitud se puede expli­car quizás con una sensación de poder y seguridad que le proporciona­ba el hecho de que los funcionarios de la visita eran escoltados por sol­dados. El presidente, quien en estos momentos se encontraba en Guayllabamba desde donde pensaba proseguir a !barra, no estaba dis­puesto a permitir estas provocaciones que podían poner en riesgo el éxito de la visita. Ordenó una investigación por parte del subdelegado Checa y, en caso de comprobarse las denuncias, "una visible demostración que sirva de escarmiento y de complacencia y satiifacción a los indios. " Pocos días después, Xaramillo perdió su cargo y fue condenado a 1 5 días de pri­sión y a la devolución del dinero exigido al cacique. Los dos soldados recibieron un castigo de 1 5 días de "plantón". Todos los involucrados fueron amonestados, incluido el cacique "por su poca subordinación, por ser notorio en este juzgado. "

En 1 783, una vez terminadas las visitas, se elaboró un cuadro parcial de la población serrana, del cual existe una copia de 1 790, incluida en la "Descripción compendiosa de las provincias de Quito sujetas al Vi­rreinato de Santa Fe de Bogotá, o Nuevo Reino de Granada" de José del Corral y Narro, quien había sido el secretario de la visita en el co­rregimiento de Chimbo (Guaranda)29• Es preciso señalar algunos as­pectos problemáticos de esta estadística, especialmente la ausencia de la categoría "mestizos". Según la situación de cada lugar y las circuns­tancias tanto sociales como económicas de cada persona, los mestizos deben haber sido registrados en la categoría de "blancos" o de "in­dios". El primer caso se habrá dado con mayor facilidad en los centros urbanos, el segundo en las zonas rurales, especialmente cuando se tra­taba de mestizos "en hábito de indios", mención que se encuentra a ve­ces, por ejemplo entre miembros de las familias cacicales. Algo pareci-

28 AN/Q, FE, Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4598. PL U: 701 1 -702. Acerca de Corral y Narro cfr. el capítulo anterior. Los datos de Corral y Narro no incluyen la Costa, ni la gobernación de Cuenca; de la zona oriental consta únicamente Macas.

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do debe haber sucedido con la población descendiente de uniones en­tre indígenas y negros o mulatos30• Se debe resaltar que la categoría "mestizo" recién cobra importancia durante la presidencia de García de León y Pizarra, precisamente por su afán de ampliar la base tribu­taria. A raíz de la numeración un considerable número de personas se vio apremiado a hacer gestiones para comprobar su status racial, situa­ción que es reflejada en la documentación existente. El ramo de "Mes­tizos" del Archivo Nacional contiene un total de 251 expedientes, de los cuales solo 36 corresponden al período 1 686-1 77 6, mientras que 1 30 juicios, el 5 1 ,8 %, tuvieron lugar en el corto lapso de 1 777 a 1 785.

A diferencia de las numeraciones de indios de épocas pasadas, el re­sumen de este censo no permite establecer grupos de edad, puesto que únicamente distingue entre "hombres casados/mujeres casadas" y "solteros inclusive párvulos/ solteras inclusive párvulas", omitiendo completamente a los viudos y viudas. A esto se añaden algunas cifras obviamente erróneas, puesto que en algún momento se leyó nueve en lugar de cinco o viceversa. Esto es el caso de los religiosos seculares en Quito y su corregimiento que deben haber sumado 540 en lugar de los 940 anotados y, especialmente, en el corregimiento de Ambato, donde debe haber habido 5000 solteros y niños mas no la cifra exagerada de 9.00Q31• Tanto en la suma de los hombres blancos casados como de las mujeres blancas casadas existe una variación de 40 personas, que se de­be a una mala lectura en alguno de los corregimientos. En cambio no existe explicación para la enorme diferencia entre 1 .046 "libres de va­rios colores" casados frente a solamente 657 casadas de la misma cate­goría en el corrq,rimiento de Quito. En los gráficos que siguen se han corregido únicamente las cifras del total de hombres blancos en Quito y en Ambato, ya que en los demás casos, de variaciones menos impor­tantes, no es posible detectar en cuál de los corregimientos se cometió el error.

El término ''mestizo" se encuentra con alhruna frecuencia, aunque no en forma sistemática, en los datos personales de acusados v testigos registrados en los juicios criminales. Acerca de la falta de la categoría "mestizos" m los censos cfr. también A. lbarra Dá,·íla (2002: 47). l'J corrc.hrin1icnto de Amhato no existió en el momento del censo, sino que fue creado recién en 1791] (Borchart de Moreno ,. Moreno Yáncz, 1 99S: 1 14) . Lsto significa que Corral y Narro rea· grupó los datos del censo.

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GRÁFICO 8. La población de los corregimientos de la Sierra centro-norte. 1 783

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

90000 80000 70000 60000 5 0000 40000 3 0000 20000 1 0000

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3.3.2. La población indígena

El gráfico demuestra que en términos de población el corregimiento de Otavalo era uno de los más pequeños de Sierra, puesto que supera­ba, a más de los de !barra y Guaranda, solamente al corregimiento de Loja con sus casi 25.000 habitantes. La información acerca de la com­posición étnica de los corregimientos es de especial interés, ya que de­muestra una situación muy peculiar del corregimiento de Otavalo que desprende de los siguientes gráficos:

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GRÁFICO 9. La composición étnica de los corregimientos de la Sierra. 1783

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En todos los corregimientos de la Sierra, incluyendo el de Loja, más de la mitad de la población era considerada indígena; y en tres de ellos, Riobamba, Latacunga y Otavalo, este grupo constituía las tres cuartas partes o un poco más. U no de los cambios más notables en la población indígena del corregimiento desde mediados del siglo XVII consiste en la relación más equilibrada entre hombres y muje­res, relación que se acerca a la existente en los grupos de población blanca y negra-mulata:

El corregimiento de Otavalo

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GRAFICO 10. La relación entre hombres y mujeres en el corregimiento de Otavalo. 1783

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

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En el caso de Otavalo, las estadísticas elaboradas a raíz del intento de rematar el cobro de tributos, permiten tener una idea aproximada de la distribución de la población indígena en el territorio. Inicialmente el cobro de tributos había sido parte de las obligaciones de los corregido­res, tarea que con frecuencia se incumplía como lo demuestran los re­clamos y juicios por rezagos de tributos. Cuando la Corona privatizó, mediante remate, funciones administrativas como el cobro de tributos, diezmos y alcabalas, los asentistas del ramo de tributos eran, con mu­cha frecuencia, los mismos corregidores quienes se comprometían a entregar una suma anual fija a la Real Caja y tenían el derecho a que­darse con todo lo que lograban recaudar en su distrito.

En Otavalo el último asentista había sido José Pose Pardo, corre­gidor de la región entre 1771 y 1777 y cuyo contrato de cinco años vencía en junio de 1780. En febrero de 1780 el entonces corregidor, don Francisco Xavier Merizalde y Santi.steban, se presentó como único interesado en el remate, ofreciendo las mismas condiciones

Colección: espaciotiempo

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que habían regido el contrato anterio�2• Posse Pardo como asentis­ta había estado obligado al pago de 35.000 pesos líquidos a la Real Caja por el período de cinco años, pero según los cálculos hechos en octubre de 1 780 y firmados por el subdelegado don Ignacio de Che­ca, la suma real alcanzaba 1 32.273 pesos 1 reaP3• A más de los 35.000 pesos para la Real Caja, el asentista debía desembolsar, por una sola vez, 500 pesos de media anata y 22.045 pesos de "mechas", es decir pensiones que la Corona había concedido a diferentes personas. Se­gún los cálculos oficiales la ganancia del asentista era de 75.228 pe­sos 1 real en cinco años. Aun si se descuentan los 500 pesos de la media anata y los 4.500 pesos estimados para los salarios de los co­bradores y cartacuenteros así como del escribano, una ganancia lí­quida anual de 1 4.045 pesos era muy por encima de cualquier sala­rio en la Audiencia. La oferta del corregidor Merizalde y Santisteban fue rechazada por el fiscal Villalengua, por considerarla demasiado baja. Ante la falta de mejores ofertes se optó, en 1 78 1 , por la admi­nistración directa de los tributos, tal como ya se la había establecido en otros corregimientos. Se asignaron salarios anuales de 2.400 pe­sos para el administrador, 500 pesos para los cobradores y carta­cuenteros así como 400 pesos para el escribano con la condición ex-

La documentación sobre el remate, las cifras de los tributarios y el cálculo del tributo total se en­cuentran en AN/Q, FE, Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4588. Este documento es de especial interés, puesto que demuestra que, a diferencia de lo que se había pensado hasta ahora, las reformas ini­cialmente no preveían un cambio en el sistema de la administración de tributos. Solamente al constatar que no había interesados dispuestos a ofrecer una suma considerablemente mayor a la Real Caja se optó por la administración directa. Esta cifra se componia de los siguientes elementos: 24.841 pesos 4 reales anuales en el corregi­miento de Otavalo; 1 .325 pesos 1 real anuales en el corregimiento de Ibarra; 200 pesos anuales que debía pagar don Joaquín de Herrera como subarrendador de los "indios Otavalos de grue­

sa que están esparcidos en el corregimiento de Quito". A esto se añadieron 88 pesos anuales de réditos de tres censos de comunidad, dinero que no ingresaba en las cajas de comunidad sino en las arcas de la Real Caja o del asentista, según la modalidad de cobro del tributo, con el fin de

"cubrir los muertos y ausentes de las parcialidades". Se debe haber tratado de tierras de co­munidad arrendadas a españoles; don Antonio de la Peña debía 30 pesos anuales a la parcialidad Puento de Cayambe; el obraje de Colimbuela 40 pesos la parcialidad Muenala; don Joaquín Ló­pez de la Flor a la parcialidad Y acelga de Urcuquí. Frecuentemente el arrendamiento de tierras de comunidad llevaba a la apropiación por parte de españoles o mestizos (Borchart de Moreno, 1 998

e: 8 1-87).

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presa de que asista personalmente durante el tiempo de cobranza34• Las estadísticas elaboradas para el cálculo del tributo permiten esta­

blecer la residencia de los tributarios "llactayos" y "vagamundos" en los pueblos del corregimientdS, tal como se desprende del gráfico si­guiente:

GRÁFICO 11. Lugares de residencia de los tributarios en el corregimiento de Otavalo. 1 780

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1 400

1 200

1 000

800

600

400

200

o

[0 Tributa rios 1

Merizalde y Santisteban se quejó amargamente de las pérdidas económicas que esta decisión le causaba y pidió, como compensación, el cargo de administrador de tributos. Por su buen empe­

ño, "pues apenas se ha oído su nombre en el Tribunal", y por ser el juzgado de Otavalo "tan

corto", García de León y Pizarra accedió a entregar la administración al corregidor, cuyo desem­peño se iba a revisar después de un año. En el caso del corregimiento de Quito, la Junta de Tri­bunales había negado, por la complejidad de las tareas en un distrito tan poblado, la posibilidad

de entregar la administración de tributos a los corregidores. Los datos no incluyen a los forasteros que seguían pagando su tributos en sus comunidades de origen. El resumen de 1 783, en cambio, supuestamente refleja la totalidad de la población radi­cada en cada corregimiento ..

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El total de la población indígena radicada en el corregimiento ascen­día a 25.920 personas. Los tributarios, sin los forasteros que pagaban en su lugar de origen, eran 4.745, cifra a la habría que añadir los 248

hombres de entre 1 8 y 49 años pertenecientes al padrón de Otavalo y que residían en el corregimiento de la villa de !barra y los siete pueblos de su corregimiento36• El número de '�ndios Otavalos de la gruesa que están esparcidos en el corregimiento de Quito", fue indicado por Posse Pardo mas no consta en los cálculos de los oficiales reales. Se debe haber tratado de unos 1 80 a 200 hombres, puesto que su tributo anual se calculaba en 1 .000 pesos. No necesariamente se trataba de emigrantes, sino que muchos de ellos pueden haber sido los súbditos del cacicazgo mayor asentados en sus terrenos ancestrales que inicialmente habían pertene­cido al corregimiento de Otavalo.

Tal como se observa desde inicios de la colonización española, la ma­yor concentración demográfica existía en el repartimiento de Otavalo, ya que en sus pueblos residía el 64 % de todos los tributarios:

Los siete pueblos son: San Antonio de Caranqui con 27 tributarios procedentes del corregimien­to; Asunción de Caranqui con 8;Pimampiro con 1 1 ; Mira con 31 ; Tusa con 2; Lachas con 4 y Sa­linas con 1 . 1 64 tributarios procedentes del corregimiento vecino estaban radicados en la villa de !barra. La suma de 248 hombres era formada por 1 70 Otavalos, 51 Cayambes y 27 Vagamundos originalmente registrados en Otavalo (AN/Q, FE, Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4588)

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GRÁFICO 12. La residencia de los tributarios en el repartimiento de Otavalo, la región de Cayambe-Tabacundo

y el corregimiento de !barra. 1 780 (Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

D R e pa rtimiento de Otava lo

• C a ya mbe­Ta ba cundo 'L1 o C orreg imi e nto de Iba rra

--- - - --------

Los oficiales reales agruparon a los tributarios en tres categorías de

pago, entre los cuales "las parcialidades de Cayambe, Taguacundo y demás" pagaban la tasa más alta de 5 pesos 6 reales por año. Lo que se desig­na como "las parcialidades de AJa/donado, Camuento, Muenalay demás" debe corresponder al repartimiento de Otavalo. Allí tenian una tasa de 5 pe­sos 3 reales; mientras que las "parcialidades de la Real Corona de Vagamun­dos" estaban tasados en 4 pesos 3 reales. La diferencia de un peso o más en el tributo era muy significativa, si se tiene en cuenta que un gañán ganaba 1 8 pesos por año. Los tributos son un tema lamentablemente poco estudiado hasta el momento, así que no existen explicaciones sa­tisfactorias acerca de las diferencias que se observan a lo largo del tiem­po y en diferentes regiones. A modo de ejemplo vale la pena mencio­nar las tasas vigentes en 1 755 y que todavía mantenian, en una peque­ña parte, la tributación inicial, es decir el pago en especies. Según esta información cada tributario de los pueblos de Otavalo, San Pablo, Ton­taqui, Cotachache, Urcuquí y Tumbaviro debía 5 pesos 2 reales y 2 aves por año; la tasa de Cayambe y Tabacundo era de 5 pesos 5 reales y una ave; la de Tocache/Malchinguí de 6 pesos 1 real; y la de los Vagamun-

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dos de 4 pesos 2 reales y 2 aves37• Tanto los datos de 1755 como los de 1780 distan mucho de los consignados por Francisco José de Caldas en 1802: (�n Otabalo producen los tributos 30, a 34.000 p. Ht!J 3 tazas, de a 3 p 3 r; de 4.3 y de 5.3:pocos son los de esta última taza" 38•

Los datos diferenciados según las tasas permiten establecer el peso aproximado que tenían los tres grupos que formaban el grueso de la población indígena del corregimiento:

GRÁFICO 13. El origen étnico de los tributarios residentes en el corregimiento de Otavalo. 1780

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

11 Otavalos

• Cayambes

o V a ga mundos

Los indígenas sujetos al cacicazgo mayor de Otavalo seguían siendo el grupo indígena dominante en la zona, mientras que el grupo de los Vagamundos, distribuido en forma casi equitativa entre el repartimiento de Otavalo y el cacicazgo de Cayambe-Tabacundo con 555 y 505 tri­butarios respectivamente, alcanzaba casi la cifra de los tributarios Ca-

................................................... 37 AN/Q, Residencias, 1755-N-18. 38 Barreiro, 1933: 20. Esta considerable diferencia debería ser analizada más detenidamente. Igual­

mente necesario para entender la problemática de los tributos serían estudios comparativos. A

modo de ejemplo se pueden citar aquí las tasas de las 19 parcialidades de Sicalpa (corregimiento de Riobamba), vigentes en 1787: 3 ayllus de la Real Corona a 3 pesos 2 reales; 2 ayllus a 5 pesos

4 reales; 8 ayllus a 5 pesos 4,5 reales; 1 ayllu a 5 pesos 5 reales; 1 ayllu a 5 pesos 6 reales; 2 ayllus a 6 pesos; 2 ayllus a 6 pesos 2 reales (AN/Q, Tributos, 1787 (sin fecha exacta).

El corregimiento de Otavalo

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yambes39• Los Otavalos no solamente seguian siendo el grupo más nu­meroso, sino que también se les puede considerar como un grupo más estable y de menor influjo forastero, a pesar de la migración hacia su territorio iniciada hacia mediados del siglo XVI desde los territorios de Pasto y Popayán:

GRÁFICO 14. Otavalos, Cayambes y Vagamundos residentes en el repartimiento de Otavalo. 1780

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

o Otavalos

• Cayambes

o V a ga mundos

GRÁFICO 15. Cayambes, Otavalos y Vagamundos residentes en Cayambe-Tabacundo. 1780

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Cl e ayambes • Otavalos

o V a ga mundos

Es importante distinguir entre el grupo poblacional de los Vagamundos registrados en la nume­

ración y la parcialidad del mismo nombre asentada en Otavalo. En 1794 esta parcialidad terúa un

total de 176 tributarios. Su cacique era don Manuel Suárez cuyo padre, don Francisco Suárez, ha­

bía estado al mando anteriormente. Los principales eran Nicolás Guamán, Manuel Amaguaña y

Mariano García Mayor (AN / Q, Cacicazgos, 1794-VII -1).

Colección: espaciotiempo

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Cabe señalar que, con una sola excepción, en los pueblos del reparti­miento de Otavalo los tributarios otavalos seguian siendo el grupo más grande de entre la población indígena. La mayor concentración se da­ba en el asiento de Otavalo donde 1 .003 de un total de 1 .209 tributa­rios eran Otavalos, lo cual representa un 83 %. La excepción notable se observa en el pueblo de Tocache, el más pequeño en cuanto a po­blación indígena, donde el 79,4 % eran Vagamundos.

3.3.3. La población blanca

Los datos más notables son, sin embargo, los relacionados con los otros dos grupos de población, ya que el corregimiento de Otavalo, a di­ferencia de Riobamba y Latacunga, tenía tanto en cifras absolutas como en porcentaje una población blanca extremadamente reducida40• Es po­sible que en este corregimiento, a diferencia de otras regiones, un por­centaje inferior de mestizos fue registrado en la categoría de los blancos.

Los datos contradicen la afirmación de don Manuel Balenzuela de que "en el asiento de Otavaio hay

más vecindad de españoles que de indios", aseveración curiosa, puesto que le debía servir de argumento para probar sus derechos al cargo de gobernador de todo el repartimiento, a pesar de su condición de mestizo como hijo de un cacique y una española. El matrimonio de hombres españoles con ca­cicas es un fenómeno conocido y que constituia uno de los mecanismos legales de apropiación de tierras indigenas por parte de españoles (Borchart de Moreno, 1 998 g: 2 1 1 -226). El matrimonio de mujeres españolas con caciques se conoce, hasta ahora, solamente en dos casos en el corregi­miento de Otavalo (Borchart de Moreno, 2003 a).

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GRÁFICO 16. El porcentaje de la población blanca en los corregimientos de la Sierra centro-norte. 1 783

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

45 40 35 30 25 20 1 5 1 0

ljiorcentaje 1

S o ..Q tU tU .8 . .@ tU tU

"'O t: ..a 01 tU e tU :::1 e tU ..a E > tU ..a o :::1 .19 ..... E tU u tU <( ..a .19 o :::1 .Q \..? tU 0::: _J

En la documentación relacionada con el corregimiento los blancos y mestizos no son un tema importante. Según las diferentes ordenanzas del siglo XVI, la residencia de españoles, mestizos, negros y mulatos en los pueblos de indios estaba expresamente prohibida, norma que en la práctica no se pudo imponer. Es posible que el retorno del repartimien­to de Otavalo a la Corona en 1 584 y el interés directo de la Real Caja en el Obraje Mayor hayan significado una cierta discreción, en la se­gunda mitad del siglo XVI, en cuanto a la concesión de mercedes de tierras en términos del pueblo de Otavalo. Todavía a fines del siglo XVII la propiedades rurales de este distrito no alcanzaban las extensio­nes de haciendas situadas en otras partes. Además el control ejercido por los funcionarios coloniales y, posteriormente, por los arrendatarios de los obrajes Mayor y Peguche hadan más difícil el acceso a la mano de obra indígena para las propiedades agrícolas y ganaderas. Por lo de­más, con la fundación de la villa de !barra, donde forzosamente debía residir la población no indígena, se había creado un polo de atracción, ya que la existencia de una villa con su cabildo ofrecía cargos y hono­res inexistentes en un pueblo de indios.

Todos estos elementos influyeron en la situación especial del corregi-

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miento, donde la cifra de blancos y mestizos parece haber sido siempre muy baja y, además, sujeta a fluctuaciones. En relación a la Revolución de las Alcabalas se menciona la realización de un padrón de los blancos que estaban obligados a pagar este impuesto. En la misma década se ase­vera que los pocos españoles del pueblo de Otavalo eran atendidos por el cura doctrinero de los indios, dato que hace pensar que en los demás pueblos del repartimiento no residían españoles en 1 598. En las residencias de la década de 1 630 y 1 680 así como en los juicios relacionados con los cacicazgos, se obtiene la impresión que muchos de los testigos blancos eran residentes temporales que ejercían algún cargo o administraban al­guna propiedad. Para los cambios en la composición étnica de los pue­blos de indios, sería de mucho interés conocer algo acerca de la emigra­ción desde España causada por la Guerra de Sucesión y analizar la ex­pansión burocrática que se dio durante el régimen borbónico.

Para los dueños de bienes raíces el asiento de Otavalo y los pueblos del corregimiento no parecen haber sido lugares de residencia atracti­vos. A lo largo de la época colonial se puede observar que los terrate­nientes del corregimiento tenían su residencia en los centros urbanos más grandes. Los pocos propietarios de las grandes haciendas de Ca­yambe vivían generalmente en Quito, aunque en el siglo XVIII apare­cen de vez en cuando como "vecinos enhacendados del pueblo de Ca­yambe", especialmente cuando había que tomar decisiones de impor­tancia para la zona. A los demás propietarios de haciendas o estancias en el corregimiento se los puede encontrar, en su gran mayoría, como vecinos de Quito o de !barra. Existían, por supuesto, algunos casos que no confirman esta regla, como la familia Vega Crispillo, vecinos de Otavalo y dueños de las tierras de Sigsal en Cayambe. En 1 645 el capi­tán Pedro de la Vega Crispillo, oriundo de la villa de Ozuna en Espa­ña, pidió ser enterrado en Otavalo, en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe "donde tiene sepultura", mientras que su viuda, doña Francis­ca Páez Altamirano, cuya madre, la quiteña doña Isabel Torres Altami­rano tenía importantes propiedades en la zona de Colimbuela/Cotaca­che, dejó por su testamento 200 pesos para la mencionada capilla, 50 pesos para el frontal de la iglesia del pueblo de San Pablo y la misma suma para la una lámpara para la iglesia de Cotacache41• Por el otro la-

El único hijo sobreviviente de la pareja, en cambio, era vecino de Quito a fines del siglo XVII (AN / Q, Vínculos y Mayorazgos, 1 646-I-1 0; N1P, Calderón, 1 692-1701).

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do, aun algunos vecinos del asiento de Otavalo parecen haber preferi­do vivir en !barra como don Antonio Xaramillo y Sola, el ya mencio­nado protector destituido de la visita.

3.3.4. La población negra y mulata en el corregimiento

Un elemento sorprendente es el hecho de que en el corregimiento de Otavalo había, con excepción de Laja, el porcentaje más alto de pobla­ción negra y mulata42• En cifras absolutas la mayor concentración de es­te grupo étnico se encontraba en territorios de Otavalo. El resumen no permite, con excepción de la reducida población esclava (cfr. más aba­jo), detectar su distribución geográfica dentro del corregimiento, pero se puede suponer que la mayoría vivía en la zona de Urcuquí y Tum­baviro así como las partes más bajas de las jurisdicciones de Cotacache y Atuntaqui:

GRÁFICO 17. El porcentaje de la población negra y mulata en los corregimientos de la Sierra centro-norte. 1 783

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1 6 1 4 1 2 1 0

8 6 4 2 o _Q ro >

j9 o

ro ·"ª l.:: ro :::¡ .e o

1 D P orcentaje 1 :

ro ro Ol "C e e :::¡ � u j9 ro :::¡ ro 1..9 _J

" Las cifras respectivas para el corregimiento de Loja son un 53 % de población indígena, un 25 % de población blanca y un 22 % de población negra y mulata.

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En cuanto a la población negra y mulata los corregimientos de Ota­valo y Laja compartían, más allá de las cifras, una característica que los diferenciaba de Quito e !barra, a saber, el ínflmo porcentaje de escla­vos, tal como lo demuestra el siguiente gráflco:

6000

5000

4000

3 000

2000

1 000

o

GRÁFICO 18. Los negros y mulatos libres y esclavos en algunos corregimientos de la Sierra. 1 783

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Otava lo L aja Q uito Iba rra __ _ _j

También en los demás corregimientos, donde la población negra y mulata alcanzaba porcentajes de entre 0,2 y 1 ,1 %, la gran mayoría era conformada por personas libres, con excepción de Guaranda cuyos 1 62 habitantes negros y mulatos eran todos esclavos. Las pocas inves­tigaciones acerca de la población negra y mulata realizadas hasta el mo­mento, se han dedicado al estudio de las condiciones de vida de la po­blación esclava. Esto significa que casi nada se sabe de la vida de los que habían conseguido su libertad, a pesar de que en la Sierra, con ex­cepción de la gobernación de Cuenca, estas 14.498 personas consti­tuían el 84,8 % de la población negra y mulata, población que merece mayor atención en futuras investigaciones43• El corregimiento de Laja

Según M. Lucena Samoral (1 994: 58-59), cuyas cifras para los corregimientos de la Sierra varían ligeramente de las aquí presentadas, el total de la población negra y mulata de la Audiencia ascen­dia a 34.877 personas, de las cuales 30.031 , equívalentes al 86,1 ''lo, eran libres.

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mantenía estrechos contactos con la costa septentrional peruana y es posible que los esclavos de las haciendas costeras migraban hacia Lo­ja, una vez obtenida la libertad.

El mismo proceso se puede haber dado con los esclavos que habían trabajado en las haciendas de caña del valle de Chota y Mira que en su mayoría habían pertenecido, hasta 1 767, a la Compañía de Jesús. Es po­sible que muchos negros y mulatos libres procedentes de esta región, o quizás aun de las minas de Barbacoas, lograron establecerse en pequeñas parcelas en el corregimiento de Otavalo y que trabajaban además como jornaleros o "alquilones" en las haciendas de la región, tal como lo indi­can los libros de la hacienda Puchimbuela, perteneciente al corregimien­to de Ibarra y situada en el límite con el de Otavalo44• Para los hacenda­dos era conveniente atraer a esta población con la entrega de un "huasi­pungo" que les podía asegurar la subsistencia, ya que esto les permitía la contratación puntual de mano de obra en las fases de mayor demanda como la siembra, el deshierbe y la cosecha45• Con esto se evitaban los al­tos costos que significaba no solamente la adquisición sino también la manutención de cuadrillas de esclavos, especialmente las raciones de car­ne que muchos hacendados privados, a diferencia de la Compañía deJe­sús, no podían enfrentar por no poseer haciendas ganaderas propias46• El mayor número de esclavos del corregimiento de Otavalo se encontraba en Tumbaviro, donde estaba precisamente ubicada una de las haciendas de Temporalidades que habían pertenecido a la Compañía de Jesús, y que la Orden había adquirido en la primera mitad del siglo XVIII. También era importante el impacto de la mano de obra esclava en la jurisdicción de Atuntaqui, donde había 78 esclavos frente a un total de 191 tributa­rios de las tres categorías arriba mencionadas47•

Borchart de Moreno, 1 998 k: 335. Terrenos para el cultivo de productos de subsistencia se entregaban también a los esclavos en las haciendas cañeras del corregimiento de !barra (Coronel Feijoo, 1 991 : 1 10-1 1 1 ). La Compañía de Jesús había establecido un complejo circuito interno para el abastecimiento de los esclavos en sus haciendas cañeras en los corregimientos de Otavalo e Ibarra, puesto que en sus propiedades en el valle de los Chillas criaba ganado vacuno, que luego se mandaba para un período de engorde a sus potreros en Cayambe (Borchart de Moreno, 1 981 : 247). Los datos del gráfico provienen de M. Lucena Samoral ( 1 994: 62) que da un total de 262 escla­vos, 12 menos de los que constan en las tablas de Corral y Narro (PL II: 702). Acerca de la ha­cienda de Tumbaviro cfr. R. Coronel Feijoo (1991 : 61) y J. Jouancn (1 943, II: 358) .

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GRAFICO 19. La ubicación de los esclavos en el corregimiento de Otavalo. 1 784

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1 40 1 1 2 0 .

1 00

80

6 0

4 0 1 2 0

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1 1

Las reducidas cifras de esclavos en los demás pueblos del corregi­miento, con la excepción de San Pablo donde se registró ninguno, de­ben haber correspondido a esclavos empleados en el servicio domés­tico. Por esto, las cifras se constituyen en una especie de indicador de la presencia de familias blanco-mestizas con suficiente caudal como pa­ra adquirir y mantener esclavos.

3.4. Las cifras contradictorias de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX

En años posteriores, las únicas cifras encontradas hasta el momento se refieren al número de tributarios en 1 785, 1 794 y 1 804/05, cifras que resultan sumamente contradictorias. Los datos para las dos primeras fechas constan en los planes de vías y navegación elaborados, en 1 800, por Francisco Diez Catalán, un ex administrador de Temporalidades48; los de la primera década del siglo XIX fueron elaborados, en 1 808, por

" Rumazo 1 949, VI: 418.

El c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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la Contaduría General de Tributos49• Diez Catalán, quien habla de numeraciones realizadas en los dos

años, dibuja un cuadro funesto de descenso demográfico "desde jaén a !barra", territorio en el cual el número de tributarios habría bajado de 68.2 1 8 a 59.173, lo cual equivaldría a una pérdida de un 1 3,3 % en tan solo diez años. Para ilustrar más esta cifra ofrece los números de algu­nos corregimientos y se refiere a las causas generales, "las viruelas y el aguardiente", y específicas de cada región que, según su opinión, eran las responsables de la pérdida de población. Únicamente el corregimiento de Latacunga habría escapado de la tendencia general con un ligero au­mento del número de tributarios, ventaja que se debía a no tener "tem­peramentos ardientes, y sangrientos adonde hacen sus viqjes". La situación más dramática habría sido la de Riobamba con una pérdida de un 31 %, se­guida por los corregimientos de Otavalo e lbarra de cuyos 1 0.031 tri­butarios en 1 785 no habrían quedado más de 7.683 en 1 794. La pérdi­da del 23,4 % se debía, según este autor, a las causas generales arriba mencionadas. Además "los trapiches, salinas y [el camino de] Malbucho & son el sepulcro de los indios. " El dato de 1 785 proporcionado por Diez Cata­lán parece dudoso, ya que significaría un alto número de tributarios en el corregimiento de Ibarra que tenía, entre su población reducida, el porcentaje más bajo de indígenas en el callejón interandino.

Otra situación se desprende de la comparación de datos de la visita de 1 780 con los de inicios del siglo XIX. El total de tributarios del co­rregimiento o partido de Otavalo había aumentado de 4.745 en 1 780 a 5.705 en 1 804/05, lo cual representa un aumento de 960 tributarios en 24 años, sin que se pueda determinar si la segunda cifra, a diferencia de la primera, incluía a forasteros que no pagaban su tributo en el corre­gimiento sino en sus comunidades de origen. A pesar de esta inseguri­dad, las cifras de algunos pueblos del corregimiento contienen aspec­tos interesantes:

49 Oberem, 1981 : 345-354.

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GRÁFICO 20. Los tributarios de algunos pueblos del corregimiento de Otavalo. 1780 y 1804/05

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

2000 �------------------------------�

1 800 1 600 1 400 1 200 1 000

800 600 400 200

o

m 1 780 . 1 804/05

El desarrollo demográfico desigual que se observa en el gráfico no se puede explicar sin tener más información acerca de la situación so­cio-económica. Mientras los pueblos de Cayambe y Cangagua, con la mayor concentración de la población indígena en las haciendas, perdie­ron un 1 O por ciento de sus tributarios en el lapso de 24 años, el asien­to de Otavalo y el pueblo de Cotacache, ambas jurisdicciones con ha­ciendas más pequeñas y una concentración menor de los tributarios en ellas, experimentaron crecimientos anuales notables de 2, 4 °/o y 1 ,3 °/o respectivamente, sin que se pueda determinar si estas tasas se debieron a un crecimiento vegetativo o a fenómenos migratorios. Francisco Jo­sé de Caldas, cuyas cifras demográficas parecen poco confiables, da su propia explicación acerca de la atracción que parecen haber ejercido los dos pueblos mencionados: up) pequeno recinto de Otavalo y Cotacache está dando el modelo más perfecto de la distribución del terreno para la labranza y de la

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industria repartida al lado de ella; esta es nuestra Galicia en este punto. " 50 Ante el incremento de las estadísticas y la mayor preocupación por

cuestiones demográficas que se puede observar desde la presidencia de García de León y Pizarra, resultan sorprendentes los datos deficientes de las últimas Relaciones Geográficas de la época colonial. En agosto de 1 807 el virrey de la Nueva Granada ordenó a los jueces o curas pá­rrocos de todo el virreinato responder a un cuestionario, cuyo artículo tercero se refería al "número de Familias avecindadas, y también el total de per­sonas de todos los colores de uno y otro sexo) y de esclavos que comprenda la pobla­ción) particularizando el número de estos . . . ':51 Para la Audiencia de Quito P. Ponce Leiva ha podido localizar las Relaciones de los corregimientos de Loja y Otavalo, con excepción del pueblo de Cangagua, así como el texto referente al pueblo de San Miguel de Molle Ambato (Salcedoy2• En la relación del pueblo de Cayambe, elaborada por el bachiller Meli­tor de Orellana, se hace una breve mención no especificada acerca de una "prevención" relacionada precisamente con el artículo tercero, que explicaría la ausencia de datos demográficos53•

En los pocos datos consignados por los funcionarios, nuevamente falta el término mestizo, con excepción del pueblo de Urcuquí donde se habla de 400 "españoles y mestizos" frente a 1 .000 indios y 80 esclavos que estaban asentados en las haciendas de San Buenaventura y San An­drés del Puente54• En general, las apreciaciones parecen haber sido muy personales y bastante arbitrarias, como se observa en la relación de Otavalo, hecha por el corregidor Gaspar de Santistevan, quien habla de 3.000 blancos, '�ntre estos 40 personas notables", frente a 12.000 de gente "negra y mezclada con la de indios" y 1 6 esclavos55• En otros pueblos se uti­lizaban solamente las categorías de la numeración de 1 780, es decir de blancos e indios. En Tumbaviro el cura afirmó que casi no había indios y distinguía a los blancos "nobles" de los "plebryos", mientras que en San Pablo el autor de la Relación, Cristóbal Pérez y Crespo, informaba que,

A. Barreiro (1933: 52) . Según el mismo Caldas, en el curato de Otavalo "es cosa bien notable

que los originarios del país sean 2/)00 y los advenedizos 12-14/)00 ", personas que habían migrado a la zona por "la belleza de este país, la sabia aunque casual política en que sin ad­

vertirlo se hallan constituidos ... " (Barreiro, 1 933: 41 -42, 51) PL II: 712.

52 PL II: 721 -785. 51 PL TI: 735. 54 PL II: 730. 55 PL ll: 741 .

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según datos del cura párroco, había 800 blancos y solamente 200 in­dios56. Con excepción de Tocache-Malchinguí, donde había 486 blan­cos, 929 indios y 36 negros, las escasas cifras son redondeadas57• Lo personal de las clasificaciones se hace aún más perceptible al contras­tarlas con las del cura de Molle Ambato, quien afirmaba que en su pue­blo había "solo 2 clases de habitadores; que son indios y mestizos" 58•

Más interesantes que las cifras poco confiables, son los datos acerca de los oficios ejercidos por parte de la población indígena de Otavalo y Cotacache. En Otavalo, al lado de los obrajes, había una producción textil especializada descrita por el corregidor Santisteban:

Los indios fabrican lienzos de algodón bastante finos) pero en cortas porcio­nes porque generalmente son m"!)' inclinados al ocio y a la embriagueiJ al mismo tiempo que tienen también mucha habilidad, especialmente en t�jidos de encqjes y en variedad de bordados m"!)' finos y particulares que se apre­cian por todas partes, siendo de admirar que unas manos tan rústicas sean capaces de obras tan exquisitas y de buen gusto. Fabrican también ponchos de Macana de algodón de m"!)' buena calidad, mantelería y colgaduras de ca­ma labradas, como igualmente felpas de los mismos, C"!J'O material aunque no se da en este asiento lo traen de los pueblos de Urcuquíy Tumbabiro que son de su distrito. En una palabra) todas las mamifacturas de Otavalo y de los demás pueblos de su jurisdicción) con especialidad las de CotacacheJ son excelentes, pero no por esto tiene el comercio incremento alguno por el invete­rado vicio de la pereza de sus habitantes así indios como blancos, de suerte que a ningún comerciante le es fácil hacer algún mediano acopio de estos gé­neros para su extradicción a otros países y ésta es sin duda la razón porque se nota una pobreza y miseria tan general en todos estos lugares. S e hacen asimismo sombreros de lana que llaman de Betun. 59

En párrafos anteriores ya se habló de la notable habilidad artesanal y artística de algunos ayllus del pueblo de Cotacache a mediados del si­glo XVII. Estas características son resaltadas, en 1 808, por José de Ai­bar y Albuja y Manuel de Peñaherrera quienes, a diferencia del corre­gidor, elogian la laboriosidad de la población indígena, sin esconder sus

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 6 PL II: 725, 749. 57 PL II: 7 45. 58 PL II: 722. 59 PL II: 742-743.

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problemas y vicios: ús indios sueltos establecidos en la tierra de repartimiento libres de gana­nena son mi!J útiles al Estado porque son mi!J laboriosos y hábiles en la mamifactura. Estos t�jen lienzos, macanas, damascos, ponchos, puntas finas, encqjes, pegadillos, nevados, jqjas, borlones, discurros, todo de algodón, y la mantelería tiene aprecio aún entre los hombres ricos y señores de la mqyor distinción. Las mtgeres hilan sin cesar, pues se nota que aún hallándose con otras ocupaciones al campo, no ddan de tirar la hebra y los maridos tden las piezas que expresan: y esta gente laboriosa a costa de su trabajo, se presen­te limpia y aseada en aquel trq;e que acostumbra vestirse. No obstante a tener estas ventqjas tienen un enemigo que lo destruye, pues seducidos con el algodón para su trabqjo, con el dinero para sus necesidades, con el aguardiente y el guarapo se encaminan a los valles sangrientos en don­de contraen tercianas complicadas, tabardillas y otras fiebres malignas de que mueren muchísimos y muchas veces apestando [contagiando] sus familias y por este inconveniente no tenemos muchos más indios en la población para bien del Estado60•

Para las demás poblaciones del distrito las Relaciones informan acer­ca de la dedicación de sus habitantes a la agricultura y la ganadería y, en el caso de Cayambe, su especialización en la producción de quesos61• Las poblaciones que se distinguían en este panorama general, seguían siendo el asiento de Otavalo y el pueblo de Cotacache. A comienzos del siglo XIX los obrajes del corregimiento ya no tenían la importan­cia que habían tenído doscientos años antes, pero la producción arte­sanal de la población indígena de ambos asentamientos era una de las características más importantes de estos dos poblados.

w PL II: 716. PL II: 734.

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1 . El Obraje Mayor o mal llamado Obraje de Comunidad 1 . 1 . El obraje del encomendero

Un obrqje es una máquina mi!J complicada) que tiene un itifll!}o extraordi­nario sobre la moral y la política de estos pueblos, y merece profundizarse y describirse en todas sus partes.1

A pesar de esta acertada observación de Francisco José de Caldas y de los múltiples estudios en las últimas décadas2, muchos aspectos rela­cionados con la producción textil como una de las principales activida­des de la Audiencia de Quito, no han podido ser aclaradas satisfacto­riamente hasta ahora. Se sabe de sus inicios en la década de 1 560, pero la escasa documentación no ha permitido determinar fechas exactas, aunque el primer obraje fue probablemente el de Chimbo, fundado antes de 1 564.3 La información temprana acerca del obraje de Otavalo ha sido recopilada por J. Ortiz de la Tabla, el biográfo del encomende- 191 ro Rodrigo de Salazar, oriundo de la región de Toledo que era famosa por sus artesanías textiles.4 Se trata obviamente de las propias declara-ciones de Salazar hechas en 1 58 1 , es decir durante el anteriormente mencionado juicio que se le realizó como consecuencia de la visita de Ortegón en 1 579, que determinó el retorno de la encomienda a la Corona. Sus declaraciones ni siquiera permiten aclarar la fecha de fun-

Afirmación de F. J. Caldas, quien en su "Relación de un viaje hecho a Cotacache, La Villa, Imbabura, Cayambe, etc., comenzado el 23 de julio de 1 802", ha dejado una descripción técnica que parece sos­tenerse en un informe redactado por Antonio Jijón, sobrino de Miguel Jijón León (Barreiro, 1 933: 42-51) Pérez T., 1 947: 1 7 1 -202; Phelan, 1 967: 66-85; Tyrer, [1976] 1 988; Ortiz de la Tabla, 1 976, 1977, 1 982, 1 985; A. Guerrero, 1 977; Moreno Yánez, 1 981 ; Kennedy Troya y Fauria Roma, 1987; Borchart de Moreno, 1 998 a, h; Rueda Novoa, 1 988; Villalba F., 1 991 : 285-347; Soasti, 1 991 , 1 994; Miño Grijalva, 1 993, a, b; Büschges, 1 995; Ramos Gómez, 1 997, 1 998. Borchart de Moreno, 1 998 a: 1 9. La mayor parte de la información consta en Ortiz de la Tabla, 1 977: 481 , 487; 1 982: 353; 1 985: 98- 101 ; 1 993: 214-21 5.

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dación, que según J. Ortiz de la Tabla5 se realizó hacia 1 563 o 1 565, en pleno centro del pequeño pueblo, es decir en la su plaza mayor.6

Por un lado Salazar manifestó su intención de operar la manufactura con sus esclavos negros e indios "voluntarios", por otro lado hacía hin­capié en sus múltiples pleitos con los caciques de su encomienda por temas como el número de tributarios, las tasas y los rezagos y en su voluntad de terminar, de una vez por todas, con los problemas en el cobro del tributo mediante la instalación del obraje.7 Se trata de dos planteamientos claramente contradictorios y mutuamente excluyentes, pero no es posible evaluarlos sin conocer los detalles del "Pleito de Otavalo" que debe contener también las declaraciones de los caciques, documento que lamentablemente nunca fue publicado.

La fundación del obraje de Otavalo se debió entonces a la iniciativa del encomendero, quien lo instaló "con mano de encomendero", para utilizar un término de la época. El encomendero empleó a Baltasar de Robles como maestro de construcción de las cinco casas y el batán y encargó al herrero Juan Gómez la confección de las herramientas necesarias. Otro empleado de Salazar, el esclavo negro Juan de Carmona quien, junto con su mujer, estaba a cargo de la estancia gana­dera y de pan sembrar de Agualongo, de propiedad de Salazar, debía proporcionar los alimentos necesarios.8 ¿Cuál fue el papel de los indios en esta fundación? Según Salazar existía un acuerdo con los caciques9, pero no consta la nómina de ellos y se puede suponer que no estaban involucrados todos los caciques de su encomienda. De haber existido un convenio formal entre ambas partes, seguramente Salazar hubiera presentado la escritura durante el juicio.

El trabajo fue realizado por indios de la encomienda, obligados por este "acuerdo" para lograr una pequeña disminución de sus deudas. Salazar les perdonó 300 fanegas de maíz, de las mil que la comunidad

Ortiz de la Tabla, 1 982: 353; 1 985: 99; 1 993: 214. Landázuri Soto, 1 959: 82. Ortiz de la Tabla, 1 982: 353; 1 985: 99, 1 00. Ortiz de la Tabla, 1 985: 99. Agualongo se sitúa en los limites entre el pueblo de Otavalo y los pos­teriores pueblos de Cotacache y Tontaqui. Los encomenderos frecuentemente recibían mercedes de tierras en la zona de su encomienda. La respectiva prohibición se eludía al otorgar tierras que presuntamente habían sido del Inca o del Sol y por lo tanto se consideraban como realengas (Borchart de Moreno, 1 998 b: 52). Ortiz de la Tabla, 1 982: 353.

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debía a más de 860 pesos de oro, según los cálculos del encomendero. El trabajo consistía en el corte y acarreo de madera y en hacer carbón para el maestro herrero.10 Se puede suponer que los cuatro carpinteros indígenas, que debían colaborar, provenían de la encomienda de Collaguazos, tal como sucedió en la construcción de la iglesia de Otavalo. A las labores enumeradas por el encomendero deben haber­se añadido la construcción de los edificios, quizás de tapial o bahare­que, así como el acarreo de la paja de páramo para los techos.

Si el "acuerdo" entre Salazar y los caciques se puede considerar ficti­cio, lo mismo se puede presumir de la donación de las instalaciones que el encomendero pretendió haber hecho a la comunidad, procedimien­to que, según J. Ortiz de la Tabla, quizás había sido ideado por el amigo y abogado de Salazar, el encomendero Pedro Ruiz de Acosta. Es posi­ble que esta donación haya estado relacionada con las Ordenanzas del virrey Toledo y los nombramientos de administradores de bienes de comunidad realizadas por este personaje. La condición principal de esta donación fue, sin embargo, el mantenimiento del control adminis­trativo total por parte del encomendero, quien no debía rendir cuentas a nadie.11

En vista de que tampoco en este caso se conoce una escritura, se puede aseverar que este obraje fue particular no solamente en sus ini­cios sino que siguió como tal hasta la muerte de Salazar en 1 584, momento en que se convirtió en "obraje del Rey", aunque en la docu­mentación colonial se mantenía la ficción del "obraje de comunidad".12 Con la fundación del obraje de Peguche en la década de 1 620, se encuentra también el nombre de "obraje Mayor", término que será uti­lizado en el texto para designar al mal llamado obraje de comunidad de Otavalo.

Ortiz de la Tabla, 1 985: 99. Ortiz de la Tabla, 1 985: 1 00. También el obraje de comunidad de Latacunga pasó pronto al control estatal, puesto que el caci­

que don Sancho Hacho, en su testamento fechado en 1 587, habla del "obraje del Rey" (Borchart de Moreno, 1 998 a: 35). No tiene sustento documental alguno la aseveración de R. Tyrer (1988: 1 00) "Los obrajes de Otavalo constituyeron un caso especial. Se los toma en cuenta a pesar de que nunca fueron clasificados como obraje de comunidad durante el período colonial". Lo contrario

es correcto: se mantuvo la terminología de "obrajes de comunidad", a pesar de que ni siquiera en sus inicios los indios habían tenido el control.

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La situación peculiar del primer obraje de Otavalo se hace más obvia al comparar los datos con los del obraje de comunidad de Latacunga. Esta manufactura se fundó por un convenio entre los caciques don Sancho Hacho y don Juan y el español Andrés de Vallegera, "maestro de hacer paños", convenio notarizado mediante una escritura pública firma­da en Quito el 7 de noviembre de 1 564.13 Este convenio, que estipula­ba que fuera el presidente de la Audiencia quien fijara el salario de los indios1\ fue probablemente el origen de las primeras Ordenanzas de Obrajes en la Audiencia de Quito, un cuerpo legal que en la época ante­rior a las redactadas por el oidor Marias de Peralta15 se menciona espo­rádicamente como las Ordenanzas de Latacunga.

En lo referente a la situación jurídica del obraje Mayor, se pueden dis­tinguir cinco períodos. Primeramente fue una empresa privada por un período de aproximadamente veinte años, hasta la muerte de Salazar. Según el mismo Salazar, las instalaciones se componían de cinco casas más el batán16, pero no existe información alguna acerca del número de tornos y telares ni de los indios trabajadores o del tipo de textiles. Los únicos datos, muy resumidos, datan del siglo XVIII y se deben al caci­que mayor don Sebastián Cabezas Pillas Inla Ango de Salazar, quien había estado presente cuando el corregidor don Cristóbal Jijón había acatado la orden de demolición del Obraje Mayor. La "demolición" había consistido en el cierre y la formal entrega a don Florencia Cabezas Urcuquí Ango, marido de la cacica mayor doña Agustina Ango Pilla Ingla de Salazar y padre de don Sebastián, quien a su vez lo traspasó a la comunidad. Don Sebastián, quien probablemente conser­vaba las respectivas escrituras, ofreció, en un juicio llevado a cabo en 1 735, los siguientes datos acerca de la estructura del obraje:

La casa de la entrada a la puerta de una cuadra con la puerta principal con su cerradura y llave y adentro tres puertas con cerraduras y llave La casa de los telares con 24 telares de tejer paños corrientes con su puerta, cerradura y llave, de teja.

" Oberem, 1993: 37-40. Obercm, 1 993: 37-38. ürtiz de la Tabla, 1976. Ortiz de la Tabla, 1 985: 99.

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Dos galpones de hiladuras cubiertos de pega} y dentro de ellos 125 torno� y en uno de dichos galpones 4 telares de tder sqyalesJ bqyetas y jergas. La casa de bodega de poner lanas limpias con su corredor, todo de teja} puer­ta} cerraduras y llave. La casa del tinte} cubierta de paja} y en él 2 fondos de cobre sentados. Una media agua a la calle} de teja} para el servicio de los maestros del obra­

je y la puerta de la calle con cerradura y llave. En el cuarto de la tundidurfa 3 bancos de tundir y 13 pares de t!Jeras de tundir . . . En el cuarto de la prensa 2 prensas arcadas con sus planchas de bronce cada una.3 bancos de despinsa con 23 despinsaderas de fierro. 1 petaca con la herramienta de hacer cardas. 1 balanza de crtliJ de fierro} con sus pesas de lo mismo} corrientes. 2 batanes corrientes con un fondo de bronce sentado} corriente.11

Una descripción de los edificios de la "hiladuría", instalación donde trabajaba la mayor parte de los obreros, nos ha dejado Francisco José de Caldas quien, en 1 802, conoció precisamente los obrajes de la región de Otavalo:

Este es un gran salón} siempre oscuro} desaseado y feo. No le dan luz sino por lo alto del techo} y ésta escasa} para impedir que por ellas roben la lana o hilados los indios. Estos infilices están encerrados en gran número en estos salones horrorosos y sin ventilación y en que} al entrar, se percibe un hálito hediondo y semdante al de las enfirmerfas de un hospitaL Por uno y otro lado se ven grandes cantidades de tornos y en cada uno un indio en pie} por­que no pueden hilar en otra situación.18

Este inventario no menciona la "casa de comunidad" que debe haberse construido, según las Ordenanzas de Toledo.19 Recién en la segunda mitad del siglo XVII se hace una referencia al ''incendio de la casa de comunidad del obrqje de dicho asiento que está dedicada para la habitación de los arrendadores de él".20 A raíz de este incendio, acaecido hacia 1 678, el arrendatario don Manuel de la Chica Narváez y su sucesor don Pedro

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

" AN/Q, Obrajes, 1 735-V-27. 18 Barreiro, 1933: 42-43. " Memorial y ordenanzas, 1 867: 1 97.

"' AN/Q, Obrajes, 1678-VI-27.

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Xavier Donoso, solicitaron la reedificación así como la sustitución del techo de paja por uno de teja, trabajos que debían correr por cuenta de los indios, por ser oficialmente los dueños:

Será de servicio de su Mqjestad el que se cubra de tija y asimismo de mucho útil y conveniencia de los indios y caciques de esta provincia respecto de la duración y permanencia de la tija. Y así mismo que se la redimirá a los indios el censo perpetuo que tienen de repararla tres y cuatro veces cada año por los muchos ventarrones que hqy por tiempo� que causan muchas goteras y pudren las madera� por cuya causa los caciques echan derramas entre los indios para ir al monte. Y asimismo con este pretexto de que van por pqjas se retiran a sus bebezones y gastan los reales tributos y no enteran y se sigue grave daño, que también los indios de obra que están senalados se ocupan en reparar las casas y dijan de hacer sus tarea� en que es interesado su Mqjestad siguiese la seguridad que tendrán así las dichas casas como el obra­je de comunidad, pues no hqy más de calle de por medio de dicho obrqje a la dicha casa y corre el detrimento de que sucede el incendio como sucedió el ano pasado, que a no haber permitido Dios que el viento hubiera corrido favora­ble, el obrqje se hubiera abrasado, síguese la seguridad de la hacienda del arrendador y su vida. Y que los incendios en casa de tija no son tan vehe­mentes como los de pqja, como se ha experimentado en este asiento. Y lo más e� Señor, que solo habrá de diferencia en lo que toca al gasto de cubrirlas de tija o de pqja muy poco, porque las paredes son como para de tija, las made­ras lo mismo, y se repara en las derramas que hacen los caciques y tiempo que gastan y los tributos y atrasamientos en sus cobranzas. 21

En toda la época colonial la tecnología, descrita en forma detallada en el diario de Francisco José de Caldas y en el libro de M. Miño Grijalva22, prácticamente no varió. En el caso del Obraje Mayor pare­cen haberse añadido, entre la fundación y la "demolición", un segundo galpón de hiladuria con el respectivo aumento de tornos, así como un segundo batán. La documentación no permite determinar la fecha de

AN/Q, Obrajes, 1 678�VI�27. No consta ni un cálculo de costos, ni la autorización para el cam� bio. Cabe señalar que en estas fechas también los techos del obraje eran de paja, mientras que en

17 18 la tejeduría, la bodega y la casa del maestro del obraje estaban cubiertas de teja. Cfr. Barreiro, 1 933: 42�51 ; Miño Grijalva, 1993 b: 89�128. Este último autor presenta una serie de acuarelas, elaboradas en la segunda mitad del siglo XVIII por orden del obispo Marúnez Compañón y que ilustran los diferentes pasos de la elaboración de textiles.

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esta ampliación, la cual puede haber tenido lugar en la segunda mitad del siglo XVII, en una época cuando parece haber habido más trabaja­dores (cfr. abajo) . El número de tornos y de telares, siempre que éstos últimos sean del mismo tipo -anchos para paños y frazadas, la así lla­mada "ropa mqyor", o angostos para la "ropa menor" como bayetas, jer­gas, etc.- puede servir como elemento para comparar el tamaño de diferentes obrajes, aunque no permita calcular la producción.

El ya mencionado obraje de comunidad de Latacunga, instalado en los edificios de tambo existentes, tuvo inicios muy modestos, puesto que el maestro español se comprometió a proporcionar "un telar grande de paños y frazadas y un telar chico", con lo cual se pretendía producir fra­zadas, sayales, jergas y estameñas.23 La producción de paños obviamen­te no estaba prevista en la primera etapa, puesto que los indios sujetos a los dos caciques no tenían experiencia en el trabajo textil, a diferen­cia de los indios asentados en el pueblo de Otavalo donde todavía en 1 580 había algunos "cumbicamqyocs", es decir productores de los textiles más apreciados en el Imperio Incaico.24 Durante el primer año se debí­an instalar en el obraje de Latacunga tres o cuatro telares adicionales o más según el avance de aprendizaje de los indios.Z5 De los otros obra­jes del siglo XVI no se tienen datos. El obraje de Peguche, en cambio, comenzó su producción, en 1 623, con siete telares de paños y uno de jerga.26

La escasa información disponible acerca del número de operarios es muy contradictoria. Para la época de Rodrigo de Salazar no se dispone de dato alguno. Tampoco se sabe la modalidad utilizada para la contra­tación, pero se puede presumir que se obligaba a cierto número de los indios encomendados a trabajar en la manufactura.27 Para fines del siglo XVI, cuando el obraje era administrado por los corregidores, J. Ortiz de la Tabla habla de 50 indios en el obraje de Otavalo. El mismo autor menciona 1 80 operarios en 1 604 y 260 en 1 620, cifras para las cuales

23 Oberem, 1 993: 37�39. " Caillavet, 2000 g: 240. 25 Oberem, 1 993: 38�39. '" Ortiz de la Tabla, 1 977: 501 . " En el caso del Cusca uno de los encomenderos que había fundado un obraje en el mismo perío�

do que Salazar, disponía de 40 indios de su repartimiento (Escandcll�Tur, 1997: 372�373).

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no ofrece soporte documental alguno.28 Por otro lado, este autor ase­vera, que de los seis obrajes de comunidad existentes en 1 604 en el dis­trito de la Audiencia29, el mayor era el de Latacunga con 280 a 300 ope­rarios, mientras que el más pequeño, el obraje de Lito (corregimiento de Riobamba), contaba con 1 20 personas. Se puede suponer que Rodrigo Salazar comenzó la producción textil con un número pareci­do al que los caciques de Latacunga, quienes pusieron a disposición del maestro de obraje: 75 hombres y 80 muchachos hiladores.30 En este caso la cifra de 50 a ftnes del siglo sería un indicador de una situación de crisis en el obraje.

Acerca de la procedencia de quienes trabajaban en el Obraje Mayor existe escasa información. Parece que solamente once ayllus adscritos al pueblo de Otavalo tuvieron la obligación de proporcionar la mano de obra, obligación que con mucha frecuencia no se cumplía. Por una certificación del escribano Simón Francisco del Valle se conoce la nómina de los caciques y el número de operarios que debían entregar en 1 692, mientras que una petición del protector del partido, don Francisco Santelises Guevara, fechada en 1 699, permite saber cuántos caciques estaban encarcelados por no cumplir con el "entero"Y

Ortiz de la Tabla, 1 977: 482-483, 505. Cfr. también Villalba F., 1 991 : 3 1 1 . Esta cifra e s dudosa ya que para ca. 1 570 este autor habla d e 8 obrajes d e comunidad, mientras que para 1 604 menciona un total de 1 2 obrajes, aunque por otro lado afirma que en este mismo año había 6 obrajes de comunidad y 3 o 4 particulares (Ortiz de la Tabla, 1982: 352; 1 977: 482, 499, 500, 505). Según Villalba F. (1991 :31 1) los obrajes de comunidad de Tixán y Guápulo esta­ban cerrados. Oberem, 1 993: 37. AN/Q, Obrajes, 1 699-VIII-1 . Uno de los dos ayllus de la tabla debería corresponder al de Quinchuqui.

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TABLA 22. Ayllus que deben entregar trabajadores al Obraje Mayor y a las haciendas. 1 692/99

(Elaboración: Chr. Borcharl de Moreno)

Caciques o Nombre del ayllu Indios para el Indios para las Caciques o principales en 1692 Obraje Mayor haciendas principales presos

en 1699 Don Simón (¿) Sal azar 42 1 5 Salvador Ango de Ango de Salazar Sal azar

Don Bias Méndez ¿ 42 1 5 n o consta

Doña Magdalena Salas Gua1saqui 3 0 1 2 Lorenzo Salas Osnayo Gualsaqui Don Cristóbal Pinsa 20 6 el mismo Pinsa

Don Marcos Canuento 20 1 el mismo Canuento Don Antonio Salas ¿ I X 6 no consta

Doña Gcrtrudis Oyagata 1 6 2 la mi�ma

Oyagata Don Rafael \'elásquez 1 5 8 el mismo

Velásquez Don Sancho Otavalo 1 5 6 el mismo

Otavalo

Don Roque Flores Sarance 1 2 5 el mismo

Doña Ana Abarca Piran ce 7 o la misma

Igualmente escasa es la información acerca del número de ovejas que tenían que proporcionar la lana necesaria. Algunos autores que estudia­ron los obrajes en la Audiencia de Quito aseveran, sin proporcionar la información documental, que "los obrajes de comunidad dispusieron de extensos rebaños en los territorios circunscritos a la propiedad del obraje", como lo afirma R. Rueda Novoa para el caso del obraje de Peguche.32 Por el momento, únicamente para el caso del Obraje Mayor existe el dato de que Rodrigo de Salazar, hacia 1 550, dio más de 1 5.000 ovejas a la comunidad, donación que a J. Ortiz de la Tabla le parece dudosa, ya que al igual que la información acerca del "acuerdo" y la "donación" del obraje, este dato proviene del "Pleito de Otavalo".33 El hecho de que Rodrigo de Salazar afirmó haber dado, fuera de las 1 5.000 ovejas, de las cuales 2.000 estaban destinadas a la manutención del hospital de indios de Otavalo, 1 2 "ovejas de Castilla selectas y 17 cabe-

32 Rueda Novoa, 1 988: 8 1 ; cfr. también Clrtiz de la Tabla, 1977: 503. 33 Ortiz de la Tabla, 1 982: 343; 1 985: 99.

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zas de cabrío " al cacique don Alonso y otros principales de Otavalo, matiza en cierta forma las aseveraciones del encomendero.34 La dona­ción habrá consistido en los pocos animales entregados a los caciques, mientras que los grandes rebaños habrán sido más bien encargados al cuidado de la comunidad, sin que ésta pudiera disponer libremente de ellos. Con la muerte de Salazar estos "rebaños de la comunidad" se habrán transformado en "rebaños del Rey".

Cabe señalar que nada se sabe, hasta el momento, del destino que tuvieron estos rebaños asociados al Obraje Mayor, aunque es posible que fueron vendidos y rematados en la primera década del siglo XVII, corriendo la misma suerte que los rebaños de algunas otras comunida­des.35 La existencia de grandes rebaños de comunidad para el abasteci­miento de Peguche es improbable, puesto que este obraje se fundó en la década de 1 620, cuando otras comunidades ya habían perdido sus ovejas y cuando grandes extensiones de tierra estaban ya en manos de propietarios españoles. No solamente en la Audiencia de Quito el abas­tecimiento regular y seguro con la materia prima fue uno de los princi­pales problemas de los obrajes a lo largo de la época colonial.36

Aun en el caso de que los obrajes hayan tenido grandes rebaños, se puede constatar que la lana producida por éstos nunca alcanzaba para la producción textil. Esto fue el caso, en la segunda mitad del siglo XVIII, del obraje de San Ildefonso, administrado por la Junta de Temporalidades. Se trataba de uno de los obrajes más grandes y mejor abastecidos de la época, ya que en las haciendas agregadas había alre­dedor de 50.000 ovejas que proporcionaban hasta 78.000 libras de lana por año. Esta enorme cantidad tenía que ser completada con compras de alrededor de 35.000 libras para posibilitar la producción de unas 9.500 varas de paño, ca. 2.000 de pañete y 5.500 varas de bayeta y jerga.37 Es poco probable que el Obraje Mayor haya tenido, en la segun­da mitad del siglo XVII, rebaños con al menos 100.000 ovejas para

34 La dotación del hospital de la comunidad con ovejas constaba en una de las ordenanzas del virrey Toledo. Tanto el número de estas ovejas, como la cantidad de ganado que podían tener las comu­nidades estaban restringidos por estas ordenanzas. Los excedentes debían venderse en beneficio de las cajas de comunidad (1 867: 1 95).

15 Borchart de Moreno, 1 998 a: 36-3 7. 36 Salvucci, 1 987: 52, 96; Escandell-Tur, 1 997: 1 76-177, 21 8-220. 3' Borchart de Moreno, 1998 h: 238-239.

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permitir la producción anual de las 20.000 varas de paño azul, que R. Tyrer ha calculado para el período de 1 666 a 1 672.38 Por esto, también para la Audiencia de Quito es válida la aseveración de N. Escadell-Tur, que los proveedores laneros jugaron un importante papel como "ver­daderos articuladores de la producción textil".39

Sin un conocimiento de las cuentas del obraje y los contratos de compra-venta de lana, no es posible determinar con seguridad quiénes fueron los principales proveedores del Obraje Mayor y, posteriormen­te, del obraje de Peguche. Como proveedor más probable se puede mencionar a la Orden de San Agustín que parece haberse especializa­do más que nada en la cría de ovejas y la venta de lana. A pesar de que poseía extensas zonas de pastoreo, como las de Zumbahua y Zula, en los corregimientos de Latacunga y Riobamba respectivamente, su par­ticipación en la producción textil era más bien reducida. En el corregi­miento de Otavalo, las extensiones de tierras en manos de los Augustinos eran igualmente considerables, ya que las haciendas Pilchibuela, Cajas, Tupigache y la del valle de Tabacundo formaban prácticamente una unidad que se extendía desde orillas del lago de San Pablo, pasando por el Nudo de Cajas hasta la parte norte y norocciden­tal del valle de Cayambe.

Los Augustinos se habían instalado en Quito en 1 573, año en que se iniciaron las grandes reducciones de la población indígena.40 Es posible que la propiedad de la hacienda Pilchibuela, cerca al lago, haya tenido su origen en una merced de inicios de la década de 1 580, cuando se había completado el traslado de algunos ayllus, p.e. el de Otavalo. En 1 578, doña Catalina, hija de don Alonso Otavalo Ango, tenía todavía una estancia con "cierto ganado vacuno e yeguas e ovejas de la tierra e puercos" en la zona de Cajas.41 En el mismo sector tenía una estancia de ganado don Rodrigo de Salazar.42 Con las demás propiedades esta estancia puede haber pasado, en 1 584, a la Corona y luego haberse entregado por merced a los Agustinos. Grandes zonas del valle de

38 Tyrer, 1 988: 1 55. Cabe señalar que para Cayambe se calculaba, en 1 808, la posibilidad de apacen­tar un total de 40.000 ovejas (PL II, 734).

39 Escandcll-Tur, 1 997: 1 77. "' González Suárez 1 970, Il: 16 1 - 163.

Caillavet, 2000 f: 1 66. " Caillavcr, 2000 a: 3 1 .

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Cayambe, escasamente poblado a raíz de la batalla de Yaguarcocha, fueron entregadas por merced, proceso en el cual parece haberse dado preferencia a las Órdenes Religiosas. Otras se transformaron en parte de los "propios" o bienes de la ciudad de Quito y constituyeron uno de los ejidos de Quito, paulatinamente rematado por las necesidades económicas del Cabildo.43

La cría de ovejas como actividad predominante de estas haciendas se desprende del repartimiento de mano de obra indígena, efectuado por el juez de comisión don Pedro Porras en 1 666/67. A las haciendas de Pilchibuela y Cajas se destinaron 55 pastores, 14 vaqueros, 2 boyeros (cuidadores de buyes), 1 porquero así como 14 gañanes. La hacienda Tupigache recibió 44 pastores, 2 yeguarizos, 1 boyero y 20 gañanes, mientras que en la hacienda de la Orden situada en Tabacundo debían trabajar 1 4 pastores, 5 vaqueros, 1 porquero, 1 boyero, 1 yeguarizo, 1 quesero y 6 gañanes.44 Un ejemplo de las dimensiones de producción en las haciendas de los Agustinos se encuentra en las escrituras de venta de lana. Mientras los Agustinos vendieron, en 1 648, 3.000 arro­bas de lana al Obraje Mayor, un hacendado de Cotacache, al año siguiente, ofreció 500 arrobas.45

Más explícito aún es una escritura de venta de 1 682, año en que don Pedro Xavier Donoso era arrendatario del obraje y se comprometió, a través del vecino y encomendero de Quito don Pedro Ozaeta46, con quien parece haber estado asociado, a dar anualmente a los Agustinos, por un período de cuatro años, 2.000 pesos en efectivo para los gastos de las trasquilas que tenían lugar en el mes de junio.47 Con esto se ase­guraba toda la lana de las haciendas Cajas y Tupigache a un precio de 1 7 reales por arroba. Una vez terminadas las trasquilas se haría la liqui­dación, pero el dato de la escritura indica que la producción anual de estas dos haciendas debe haber estado alrededor de unas 950 arrobas de lana. R. Tyrer ha señalado, sin indicar las fuentes, un precio de 1 8 reales por arroba como mínimo en el siglo XVII48, aseveración que, sin

Ramón V, 1 987: 143-147. '" AN/Q, Indígenas, 1667-Vl-10.

Ramón V , 1 987: 1 32. Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 08, 1 1 8, 212, 273, 275.

" AN/Q, N3P, Bernardo Espinosa, 1 679-83. 48 Tyrer, 1 988: 1 54.

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embargo, no toma en cuenta los cambios que se pueden haber dado a lo largo de un siglo, p.e. a causa de fenómenos climáticos y de epide­mias, así como posibles diferencias regionales. En una serie de escritu­ras referentes a la compra-venta de lana en el corregimiento de Riobamba entre 1 600 y 16 17 los precios oscilaban entre 8 y 1 1 reales por arroba, con un precio "normal" de 1 0 reales.49 Para poder apreciar las ventajas y desventajas del citado contrato para las partes, se debería tener un conocimiento más detallado del mercado de lanas en la segun­da mitad del siglo XVII.

1 .2. La administración estatal

El capitán Juan Zárate Chacón, nombrado por el virrey Toledo corregidor de Otavalo en diciembre de 1 575, fue probablemente el pri­mer funcionario designado al mismo tiempo como administrador del obraje y de los ganados de comunidad. No es posible determinar si este funcionario logró restringir en algo el control absoluto pretendido por el encomendero. 50 En 1 584 se inicia el segundo período, durante el cual los corregidores, como representantes del Rey, asumieron el control directo de la manufactura. Parece haber sido también el momento de la división de los cargos, ya que en 1 585 el corregidor era Luis Chávez Guerrero5\ mientras que el administrador del obraje se llamaba Diego Fernández.52 El siguiente administrador cuyo nombre se conoce, fue el capitán Gabriel Cordero Escobar, quien ejerció esta función hasta fina­les de 1 593 cuando fue sustituido por don Pedro Alonso Anaya. Durante el año de 1 595 el cargo de administrador de ganados de comunidad, que probablemente incluía la dirección del obraje como en los años anteriores, fue ejercido por Juan Piñán Castillo, funcionario

AN/Q, Indígenas, 1 791 �II�3. Se trata de un documento relacionado con los múltiples intentos de la Audiencia de Quito de averiguar la situación de las tierras de comunidad en el corregimiento de Riobamba. Las autoridades locales, en lugar de enviar la información requerida, contestaron sim� plemente enviando copias de escrituras de venta de lana. LCQ 1 575�76: 207�210. También los rebaños de comunidad de pueblos Píllaro y Patate se encon� traban bajo control estatal (Borchart de Moreno, 1 998 a: 36). Precisamente las Ordenanzas de Toledo, mencionadas anteriormente, pueden haber servido de argumento para la venta de reba� ños. Jaramillo, 1 972: 77. AN/Q, Tierras, 1585�1�1 8.

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que además se dedicó a asentar a más indios en el pueblo de Otavalo. Su sucesor fue, desde febrero de 1 596, Rodrigo López Terán.53

Los datos del Cabildo quiteño permiten aseverar que los nombra­mientos para este cargo los efectuaba el virrey del Perú, más no ofre­cen información acerca de las personas. Algunos de los administrado­res eran personas del entorno directo del virrey, como un tal "don Manuel", que llegó en mayo de 1 608 al puerto de Guayaquil, provisto de un nombramiento como administrador del obraje de Latacunga. Es posible que el segundo de los arriba señalados haya sido el mismo que el corregidor de Riobamba en 1 587, el capitán Pedro Cordero Escobar. Quizás se trataba de un familiar de aquel español nombrado Antonio Cordero, cuyas tierras fueron expropiadas a raíz de la fundación de la villa de Ibarra.54 Pedro Alonso Anaya no consta en la bibliografía rela­cionada con el siglo XVI, pero es posible que se haya tratado de un descendiente del corregidor Alonso Manuel de Annaya o de un fami­liar de la famosa Magdalena Anaya de Guzmán.55 Según W Espinosa Soriano, López Terán había logrado el nombramiento, porque había pedido un cargo que pudiera aprovechar para hacerse pago de 436 pesos que se le debían como contador. 56 No existe información adicio­nal acerca de esta persona, mientras que Juan Piñan del Castillo cons­ta posteriormente, entre 1 605 y 1 606, como corregidor de Riobamba.57 En 1 607 recibió una merced de 1 2 caballerías de tierras en el sitio de Pinsaquí, por parte del presidente Ibarra.58 Sus descendientes parecen haberse quedado en el corregimiento de Otavalo donde, en 1 645/46, se encuentra a doña Gregaria Pinar (Piñan) del Castillo como dueña de

LCQ, 1 593-97: 1 1 0-1 1 2, 328-330.

Costales, 1 982: 93; González Suárez 1 970, II: 479; Vargas, 1 980: 33.

Alonso Manuel de Annaya recibió su nombramiento como corregidor de Quito, Cuenca, Guayaquil y Puertoviejo en Lima en marzo de 1 564 (LOCCQ, 298-300). Doña Magdalena Anaya y Guzmán, la viuda de Cristóbal Colón y de un oidor de Panamá, vino a Quito con su tercer mari­do, el oidor Venegas de Cañaveral (González Suárez 1 970, II: 1 23; Ortiz de la Tabla, 1 993: 1 35,

1 65). En Quito se decía que por su "juicio y parecer vive y se gobierna" la Audiencia (Lavallé, 1 992:62), ya que no solamente tenia dos tiendas y un taller textil en su propia casa, sino que mane­jaba la concesión de cargos y prebendas y la distribución de tierras (Landázuri Soto, 1 959: 62; González Suárez 1 970, II: 123-125, 1 98; Lavallé, 1 992: 62-63). Espinosa Soriano 1 983, II: 267.

Costales, 1 982: 93.

VG: 333-337.

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una estancia en el s1t1o de Coñaqui, en términos del pueblo de Urcuqui.59 El nombre de los páramos de Piñán en la Cordillera Occidental se deriva probablemente de esta familia.

Los Libros de Cabildos a partir de 1 597 ya no registran los nombres de administradores, pero la administración seguia, a pesar de la insis­tencia del presidente y los oidores de arrendar el obraje. En el borra­dor de una carta de noviembre de 1 602 de la Audiencia al Virrey se advierte que el obraje, que se podría llamar más bien "obrqje de Hacienda de Su Mqjestad que de indios", desde hace años producía tan poco que solamente alcanzaba para el pago de los salarios al administrador y al maestro del obraje más no para los jornales de los indios, cuyo núme­ro se había reducido. Para emprender la reorganización la Audiencia había despachado al contador Francisco Cáceres, quien asignó 334 indios a la manufactura, "que es mi!J buen número para ser de los mdores o el mdor de toda esta tierra". No se conoce la fecha de este intento de orga­nización, puesto que Cáceres fue contador en varios períodos. Quizás estuvo en Otavalo entre 1 595 y 1 597 cuando la Audiencia nombró a Juan Caldas como su reemplazo en la Real Caja. Obviamente su acción no tuvo efectos duraderos.60 A comienzos del siglo XVII el obraje ni siquiera parece haber producido paños, sino solamente fra­zadas y sayales. Se necesitaba instalar telares de paños "en que hqy mi!J grande ganancia", para luego poder arrendar el obraje en 1 0.000 o 1 1 .000 ps o aún más.61 Casi un año más tarde, la Audiencia describe una situación aún más dramática al afirmar que

el de Otavalo de paños ha llegado a tal estado, que ya no se labra en él ropa y el administrador está muchos días apreso en esta cárcel por una deuda del obrqje, a que se obligó en eL Y los indios andan descarriados y no trabqjan. Y el gobernador de Otavalo, que tiene a su cargo los tributos, dice que no halla de donde cobrar cesando. Y el administrador Vega, puesto por Vuestra S eñoria, ha representado petición en el asiento particular de Hacienda, diciendo que él no puede acudir al obrqje ni tiene con que aviar/e, que se arriende o se ponga otro remedio. 62

59 Freile Granizo 1 981 , II: 1 9. 6° Cáceres fue contador en 1 583/89, 1 593/94, 1 595- 1603 (Casado Arboniés, 1 998: 256-257; cfr.

también Ortiz de la Tabla, 1 993: 144, 254). AN/Q, FE, Caja 1 , Vol. 1, Doc. 6.

62 AN/Q, FE, Caja 1, Vol. 1, Doc. 7. El administrador Vega podría ser Bernardino Vega, tesorero de la Real Caja en 1 591 /92 y corregidor de Latacunga en 1 602 (Casado Arboniés, 1 998: 256;0rtiz de la Tabla, 1 993: 140, 261 , 263).

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Estas aseveraciones de la Audiencia reflejan en algo la situación de caos demográfico y fmanciero constatado por K. Powers para fmes del siglo XVI . Conjuntamente con los datos proporcionados por J. Ortiz de la Tabla63 permiten al menos una hipótesis acerca de la mano de obra del Obaje Mayor. Es posible que, como consecuencia de la Revolución de las Alcabalas, el número de trabajadores haya bajado a unos 50, razón por la cual fue comisionado el contador Cáceres, quien fijo un nuevo "entero" de 334 indios. Esta cifra probablemente nunca se cumplió, ya que se asevera que en 1 603 el obraje estaba prácticamen­te cerrado y el administrador, cuyo nombre se desconoce, encarcelado. Su sustituto Vega obviamente se negó de hacerse cargo de una manu­factura que no disponía de los elementos básicos, "el avío", para fun­cionar en forma satisfactoria. Tampoco se conoce la persona que fmal­mente se hizo cargo del obraje y que, en 1 604, habría logrado un "ente­ro" de 1 80 indios, es decir cerca del 54 % de la cifra establecida por Cáceres.

1 .3. El arrendamiento a particulares

El inicio del tercer período, el más largo, está relacionado con la visi­ta efectuada por el oidor Diego de Zorrilla desde 1 6 1 1 . Desde 1 584 el faltante en la entrega de tributos a la Real Caja había llegado a cerca de 49.000 pesos.64 No se conocen los argumentos que esgrimieron los corregidores, últimos responsables de esta entrega. A las citadas solici­tudes de permitir el arrendamiento de obraje se añadió, en 1 609, la recomendación de una nueva visita por el maltrato que recibían los indios. En 1 61 1 las autoridades coloniales decidieron proceder al "embargo por rezagos" a los indios, quienes en la realidad nunca habí­an tenido el control del obraje, administrado y supervisado por funcio­narios coloniales.65 La figura jurídica del embargo por deudas era, sin

Ortiz de la Tabla, 1 977: 482-483, 505.

Los datos de los rezagos de tributos provienen de un informe del presidente Mañosca, fechado en 1 625, y constan en Ortiz de la Tabla (1977: 508) y Rueda Novoa (1988: 60).

El principal deudor del período 1 584- 1 6 1 3 fue Miguel Arias de Ugarte quien, a raíz de su partici­pación en la visita del oidor Zorrilla, parece haber destinado poco tiempo a las tareas administra­tivas. El término "embargo por rezagos" se encuentra más de una vez, p.e. en la petición de 1 .3 . 1 700

del fiscal protector general, el licenciado Aybar (AN/Q, Obrajes, 1 699-Vlll- 1) .

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embargo, el mecanismo que luego permitió el "entablado" o arrenda­miento del obraje a personas particulares. Éstas, bajo la supervisión de los corregidores, que seguían con el titulo de administrador y recibían un salario del obraje, ofrecían una suma fija a las arcas reales y maneja­ban todo el proceso productivo y las ventas del producto.

Con este arrendamiento la administración colonial acudió a los empresarios privados, procedimiento que habrá aumentado la presión sobre la población indigena, ya no solamente por el pago del tributo sino por un aumento de la producción que pudiera incrementar las ganancias del arrendatario. Los beneficiados fueron los empresarios, más eficientes y quizás también más inescrupulosos en el reclutamien­to de la mano de obra, como lo demuestran la cifra de 260 operarios en 1 62066, lo cual representaba el 77,8 % del "entero" fijado por Cáceres. Las arcas reales, en cambio, no experimentaron ninguna mejo­ría inmediata. A pesar de que por esta cifra los arrendatarios habrían pagado 1 8.460 ps. por año, entre 1 6 1 3 y 1 622 los rezagos de tributos fueron más que duplicados hasta alcanzar la exorbitante suma de casi 1 10.000 pesos6\ el equivalente a casi diez años de tributos. El último corregidor de Otavalo e !barra, Pedro de Vergara, fue uno de los que más deudas dejó.68 En el juicio de residencia, uno de los pocos que tuvo lugar, este "corregidor-mercader" fue acusado de haber utilizado los tributos para su propios fines. En su apelación, Vergara logró la reduc­ción de la multa a 420 pesos, mientras el visitador general Mañosca tra­taba de comprobar que la actitud complaciente de la Audiencia se debía a la amistad entre los oidores y el corregidor.69 Es muy probable que la complacencia de la Audiencia no era únicamente una cuestión de amistad. Algunos datos posteriores hacen pensar que miembros de la Audiencia tenían intereses directos en los "obrajes de comunidad".

Los altisimos rezagos de tributos llevaron a muchos, tanto funciona­rios coloniales como investigadores actuales, a hablar de las circunstan­cias calamitosas del corregimiento, término que en la realidad describía

66 Ortiz de la Tabla, 1 977: 483. No se sabe si esta fue la cifra concertada en el contrato de arrenda­miento o la de los indios que efectivamente estaban laborando en el obraje. En 1 620 el Obraje Mayor se arrendaba a 71 ps. anuales por cada indio del "entero" (fyrer, 1 988: 1 1 4) . Para la deuda cfr. Ortiz de la Tabla, 1 977: 508. Ortiz de la Tabla, 1 977: 508.

"" Phelan, 1967: 1 70.

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la situación de la Real Caja. El visitador Zorrilla fue enfático al descri­bir, en 1 61 9, la situación de la Audiencia:

La causa de mqyor daño de esta provincia y el mqyor perjuicio que causa a españoles e indios y el que más apurados trae a los unos y a los otros son los tratos y graf!jerías de los corregidores y doctrineros de indios, ocupándoles en ellos en todo género de trabqjo persona� haciéndoles que hilen, tljan paños, sqyales, mantas y siembren, de.ryerben y crjan las chacras de cacao, maív trigo [. . . ]. S u pago es tan moderado que no es de consideración, y así los ven­den pan, chicha y cosas de buhonería y mantas, que ellos mismos han hecho por cuenta del corregidor a excesivos precios, con lo cual ni los indios tienen lugar para cumplir con los tributos y mitas [...]y los encomenderos pierden sus tributos a causa de tantos rezagos... 70

Zorrilla fue muy claro en señalar la corrupción y la explotación por parte de los funcionarios, tanto civiles como eclesiásticos, pero obvia­mente no fue consciente que otra parte del problema eran las exigen­cias fiscales exageradas. La tasa de Otavalo, de 6 pesos y 3 tomines, fija­da por el mismo, fue considerada como impagable y tuvo que ser baja­da, por exigencias de los indios, a 5 pesos y 2 aves.71 Nuevamente fue­ron los indios quienes debieron compensar las faltas, puesto que la deuda fue el argumento para autorizar la fundación del obraje Juan José de Buenavista en el sitio de Peguche, con lo cual un nuevo grupo de indios, los de San Pablo, Tontaqui y Cotacache, fueron integrados en la producción obrajera.72

No se conoce documento alguno acerca de los remates y los contra­tos que se firmaban por períodos de seis años. El primer arrendatario fue, en 1 6 1 2, Francisco Pérez Menacho, el capitán limeño quien pro­bablemente había llegado a la Audiencia como administrador de los obrajes de comunidad de Sigchos, Píllaro, Patate y Ambato, cargo que tuvo hasta 1 6 1 3 y que seguramente le proporcionó el capital necesario para obtener el arrendamiento del Obraje Mayor. En 1614 logró refor­zar su posición en la región al ser nombrado teniente de corregidor en !barra, nombramiento seguido, en 16 16, por el de teniente general de

70 Rueda N ovoa, 1 988: 6 1 . Rueda Novoa, 1 988: 73 .

• , Cfr. más abajo. Según J. Phelan (1967: 74) la deuda de 107.435 pesos se acumuló hasta 1615 ; el arrendamiento, según este autor, se inició recién con la visita de Pedro Ponce Castillejo.

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todo el corregimiento. Se radicó defmitivamente en Ibarra al transformarse, el 27 de marzo

de 1 623, en el primer corregidor de !barra y gobernador y capitán general de Esmeraldas.73 Hasta su muerte en 1 628, este corregidor emparentado con el presidente Morga, gastó 30.000 pesos en los inten­tos de abrir el camino de !barra al Pacífico.74 A Pérez Menacho le siguieron como arrendatarios Gerónimo Rico de 1 6 1 8 a 1 623 y Diego Ramírez Floreano, cuyo contrato venció en marzo de 1 630.75

Los períodos administrativos de seis años parecen haberse manteni­do hasta la segunda década del siglo XVIII, cuando el obraje fue "demolido". Hubo algunos intervalos entre la ftnalización de un con­trato y el remate para el siguiente, períodos en los cuales los corregido­res deben haber estado directamente a cargo de la administración. Se desconoce a la mayoría de los arrendatarios que manejaron la manu­factura en estos 1 7 períodos. Fuera de los arriba mencionados constan solamente don Gabriel Milán Valdés, don Antonio y don Manuel de la Chica, don Pedro Xavier Donoso así como don Simón Ontañón Lastra. Milán Valdés, llamado Vilán o Villaín Valdés por algunos auto­res, era un mercader, quien en al menos dos ocasiones, en 1 6 1 2 y 1 6 1 8, viajó con la flota desde España a América. Uno de sus negocios fue­ron los libros que le proporcionaba el librero sevillano Antonio de Toro.76 En las décadas de 1 630 y 1 640 era alguacil mayor de la Audiencia y, a más tardar en 1 647, uno de los terratenientes importan­tes del corregimiento de Otavalo como dueño de las tierras de Cochicaranqui (hoy Zuleta) y Anla en términos de San Pablo, así como las de Milán en Cayambe.77 En al menos dos períodos, de 1 636 a 1 641 y 1 642 a 1 647, fue arrendatario del Obraje Mayor.78 De la segunda época existe un certificado oficial del escribano de Otavalo con asisten­cia del corregidor, en el cual se informaba que en la primera mitad de

"' González Suárez, 1 970, II: 566; LCQ, 16 10- 16: 238-239; LCI 1 : 446 ss, 565; LCI 2: 293. "' Phelan, 1 967: 1 4.

Rueda N ovoa, 1 988: 58. Es posible que el apellido del tercer arrendatario haya sido Ramírez Arellano y que se haya tratado de un familiar o descendiente del encomendero y obrajero Francisco Rarrúrez de Arellano (Ortiz de la Tabla, 1 993: 108, 2 18-220, 275). Rueda Ramírez, 2000: 19 . VG: 445-448. Pérez T., 1 947: 1 88.

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1 647, correspondiente al tercio de San Juan, se habían pagado las "rayas", es decir los días trabajados o, mejor dicho, las tareas cumpli­das79, a 410 indios del Obraje Mayor. Además la certificación contenía la cláusula número 35 del contrato, referente a los trabajadores a los que el arrendatario tenía derecho en este momento:

S e han de dar y desde luego se senalan a este dicho arrendamiento trescien­tos indios de labor para que trabqjen en el dicho obrqje. Y con cada cien indios ocho mitqyos para el avío y servicio del dicho obrqje, los cuales dichos mitqyos ha de pagar el dicho arrendador a dos pesos de a ocho reales [cada mes] más, fuera del dicho arrendamiento, y si se dieren cumplimiento de tres­cientos y cincuenta indios ha de dar el dicho arrendador al respecto de lo que diere en arrendamiento pagando los mitqyos de por si, fuera de lo que mon­tare el arrendamiento.80

No se sabe en qué momento se bajó el "entero", cuya cifra debe haber formado parte de los contratos de arrendamiento, de 334 a 300 indios, cifra que igualmente se aplicaba para el obraje de Peguche. ¿Se negociaba esta cifra con cada nuevo arrendatario? Como norma se la debe distinguir claramente de otras cifras que se ofrecen en las fuentes o en la bibliografía, que probablemente reflejan las cifras reales. Un número notablemente más alto, inexplicable hasta el momento, lo constituyen los "498 indios tributarios de entero de la grnesa del dicho pueblo" que constan en la documentación oficial de la década de 1 680.81 Tampoco se puede ofrecer una explicación para la aseveración de los caciques de que entregaban "al entero de 717 indios que se dan para el avío de los obrqjes que por cuenta de la Real Hacienda están fundados en el pueblo de Otavalo y sitio de Peguche".82 La diferencia entre el número asignado y los indios pagados, que se observa en el documento arriba citado, puede

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . "'' Del juicio entre Sebastián Manrique y Simón Ontañón Lastra (AN/Q, Obrajes, 1 699-VIII-1) se

desprende que los indios no recibían la "raya" por el dia trabajado, sino por la tarea cumplida: Que

en los paños que se labran ordinarios en dicho obraje de comunidad [NiayorJ no son cotiformes a la ordenanza y en perjuicio de los indios y del &al Haber, porque siendo el hilo más delgado no pueden acabar sus tareas y si las

acaban es ocupando más trabajo y tiempo;y de hilar conforme a ordenanza no hubiera tantos rezagos y rayaran

todos los días sin tener el decaecimiento de rayas que por esta causa tiene la comunidad y S u Majestad que perci­be los frutos de dicho obraje. AN/Q, Obrajes, 1 648-I-23. Landázuri Soto, 1 959: 82. AN/Q, Indígenas, 1 648-I-23.

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tener diferentes razones. Por un lado, muchos indios no cumplían con los 312 días de trabajo, de forma tal que los caciques tenían que buscar reemplazos. Por otro lado, los empresarios contrataban "voluntarios", frecuentemente menores de edad.

El arrendamiento del obraje a la misma persona por dos períodos seguidos no fue nada inusual. En las décadas de 1 660 y 1 670 aparecen los hermanos don Antonio y don Manuel de la Chica Narváez, llama­dos también de la Chica Cevallos, quienes deben haber sido arrendata­rios en los períodos de 1 666-71 y 1 672-77.83 Anteriormente, hacia 1 660, Antonio ya había sido arrendatario del obraje de comunidad de Latacunga. Tanto en 1 666 como en 1 676 Antonio aparece además como arrendatario del obraje de Peguche.84 La experiencia de Latacunga sirvió a los hermanos para conseguir cambios ventajosos en el Obraje Mayor. En 1 640, uno de los arrendatarios de Latacunga, Agustín Fernández Velásquez había logrado una real provisión para aumentar el largo de los paños de 1 O a 1 1 ramos, con el argumento que esta norma ya se estaba aplicando en Riobamba, Otavalo y los demás distritos de la Audiencia. Para Otavalo esta aseveración era obviamen­te falsa, ya que en 1 666 se utilizó la concesión dada a Latacunga para conseguir igual permiso para los obrajes Mayor y de Peguche. Una vez que los así llamados "caporales", un grupo formado por cinco artesa­nos -urdidor, tejedor, despinsador, perchero y tundidor- así como el maestro del obraje habían dado su visto bueno, se introdujo esta nueva modalidad.

Ambos hermanos deben haber tenido propiedades para la cría de ganado mayor, puesto que constan, junto Diego de la Chica Narváez, el arrendatario de Peguche en 1 680, y Juan de la Chica entre los que

AN/Q, Obrajes 1 678-VI-27 y 1 699-VIII- 1 . Es posible que se trate de los hijos de Alonso de la Chica Cevallos Narvácz: realista durante la Revolución de las Alcabalas (Lavallé, 1 992: 1 61); en 1612 uno de los fundadores de la cofradía de los Dolores de María (Vargas, 1 980: 56); en 16 19 teniente del corregidor de Otavalo Oaramillo, 1 972: 92); dueño de tierras "en lo alto de Mojanda" (VG: 339-340); en la visita de tierras de 1 647/48 compró las tierras comunidad de Quitumba, rematadas por rezagos de tributos (VG: 358). AN/Q, Obrajes, 1 678-VI-27; Rueda Novoa, 1 988: 77.

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abastecían la ciudad de Quito con carne en las décadas de 1 650 y 1 66085•

Manuel era también mercader y remitia los paños de ambos obrajes directamente a Lima.86 Según F. González Suárez Antonio y Manuel murieron sin descendencia y dejaron sus cuantiosos bienes para la fun­dación del colegio de la Compañía de Jesús y el convento de la Concepción de Ibarra.87

Como sucesor de los hermanos de la Chica en el arriendo del Obraje Mayor se encuentra a don Pedro Xavier Donoso, quien no solamente estuvo en el período de 1 678-83, sino también en el siguiente de 1 684 a 1 689.88 Se trata del período de gobierno del presidente Lope Antonio de Munive y Axpe, quien fue acusado de corrupción e negocios ilega­les, entre ellos el de haber arrendado los obrajes de Latacunga, Sigchos, Penipe y Otavalo a través de testaferros.89 Fue en su período que se negoció el cumplimiento de la Real Cédula del 22 de febrero de 1 680 acerca de la destrucción de los obrajes.

Desde la década de 1 630 existian presiones y exigencias de clausurar los obrajes instalados sin la necesaria licencia y en 1 670 ya se había mandado una cédula que prohibía, para todo el Virreinato del Perú, la fundación de obrajes y la asignación de indios a las manufacturas sin expresa licencia del Rey.90 En las negociaciones de la década de 1 680 la argumentación era la de siempre: por parte de la metrópoli el afán de proteger a la población indígena contra los terribles abusos y la explo-

Cfr. Libros de Cabildos de Quito. Manuel de la Chica compró, en 1 656, tierras que habían pertene­cido al escribano de visitas Andrés de Sevilla en los sitios de Coñaqui y Yacelga (VG: 380-381) . En 1 658 vendió la propiedad de Coñaqui en 20.000 pesos, suma que quería destinar a la fundación del convento (LCI, 1 648-58: 377). Cabe señalar que la loma de Quitumba se llamaba también Yacelga, sitio que igual que Coñaqui estaba situado en los límites de los términos de Tontaqui, Cotacache y Urcuqui. LCI 1 667-82, I: 1 6 1 .

González Suárez 1 970, TI: 878, 883. AN/Q, Obrajes, 1 678-VI-27.

Ortiz de la Tabla, 1 977: 1 OS; 1982: 360.

Rueda Novoa, 1988: 103-1 04. La documentación consta en AN/Q, FE, Vol. 1 2, Doc. 343; FE, Vol. 1 5, Doc. 470; Obrajes , 1 690-VI-10. Cfr. también Landázuri Soto (1 959).

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tación en las manufacturas, por parte de las elites locales y de los miem­bros de la Audiencia en su representación y como probables interesa­dos, el lamento de la extremada pobreza de la Audiencia, la "última ruina", que exigía el mantenimiento de los obrajes como único medio de subsistencia. La solución igualmente repetía los esquemas ya cono­cidos: la legalización de una serie de obrajes particulares fundados sin licencia mediante el pago de una composición, mecanismo que segura­mente no fue accesible a cualquier persona.

Según información de las autoridades algunas manufacturas, espe­cialmente en Quito, fueron "demolidas" de inmediato, palabra que no necesariamente se debe entender en forma textual, como se puede apreciar en la posterior "demolición" del Obraje Mayor. La medida parece haberse aplicado aun antes de que el presidente enviara su carta del 30 de julio de 1 68 1 , en la cual presentaba los inconvenientes de una aplicación general de las órdenes. Esta inusual celeridad en cumplir una Real Cédula de tanto impacto para la econonúa de la Audiencia tiene una posible explicación: fue el medio perfecto para clausurar o destruir una serie de pequeñas instalaciones, cuyo número y otros detalles sin embargo con constan91, y con ello eliminar a competidores por la mano de obra, las materias primas y los mercados.

El primer respiro llegó en el mismo año 1 68 1 , cuando se decidió reducir las medidas a una sola: la prohibición de señalar muchachos, es decir menores de 1 8 años, como indios del "entero", aunque seguía permitido el empleo de muchachos "voluntarios" de entre 1 O y 1 8 años.

Con la Real Cédula del 5 de septiembre de 1 684 llegó la anulación de la de 1 680, con la cláusula de que no se debían reedificar las instalacio­nes ya demolidas, en otras palabras estaba prohibido reabrir talleres clausurados. Una segunda cédula con la misma fecha autorizaba a la Audiencia a vender licencias perpetuas a personas particulares, "procu­rando sea con el mqyor aumento'� El dinero de la venta se destinaba a los salarios de los ministros del Consejo de Indias. Recién en 1 686 se fir­maron los compromisos de pago entre los dueños de obrajes "indulta­dos" y la Real Caja, pagos que se realizaron en muchos casos solamen-

91 Rueda Novoa, 1 988: 1 08.

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te veinte años después de ftrmado el convenio. El doble discurso del presidente Munive acerca de los obrajes en el

corregimiento de Otavalo se citará en el acápite siguiente. Su argumen­tación se entiende mejor, si se tiene en cuenta que él, a través de Pedro Xavier Donoso, parece haber sido el arrendatario del Obraje Mayor y que el obraje de Peguche, situado a poca distancia y arrendado a don Diego de la Chica Narváez, competía por la mano de obra y la mate­ria prima en la misma región.

Debido a los intereses de la Real Hacienda, y quizás del mismo pre­sidente, el Obraje Mayor no estuvo en peligro de ser "demolido" en estos años. La modalidad del arrendamiento seguía después de la muer­te de Munive. El sucesor como arrendatario, y quizás el último, parece haber sido don Simón Ontañón Lastra, el fundador del obraje de Colimbuela que será analizado más abajo. No se sabe, hasta qué punto los corregidores y arrendatarios habían logrado mantener la cláusula de las instrucciones de 1 622 de que "no se permita ningún obrqje de particula­res en aquel repartimiento".92 Lo cierto es, que en la documentación rela­cionada con la "demolición" y el indulto no consta manufactura parti­cular alguna en la jurisdicción del repartimiento; aun en la jurisdicción del corregimiento existía, en 1 680, solamente el obraje en la hacienda Guachalá, en términos del pueblo de Cayambe. Este obraje, que pro­bablemente había sido fundado sin licencia, pertenecía a la influyente familia Villacís. Como además no competía por mano de obra y mate­ria prima con los obrajes del Rey, las autoridades coloniales no vieron la necesidad de enfrentarse a miembros de la elite quiteña, sino que admitieron el pago del indulto para la licencia.

Con el cambio de la política oftcial, que reemplazó la "demolición" por el indulto, se abrió la posibilidad de adquirir nuevas licencias de obrajes y obtener el permiso de emplear a indios "voluntarios" también en los obrajes cuya fuerza de trabajo se reclutaba a través del entero. Con esto en la zona de influjo del repartimiento de Otavalo se agudizó el conflicto por la mano de obra. Según un auto del corregidor don Sebastián Manrique (1689-92), Ontañón Lastra le había presentado un mandamien­to de la Audiencia que le autorizaba a emplear a cien indios voluntarios en el Obraje Mayor. Para poder cumplir con el entero y la mano de obra

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . " Rueda Novoa, 1988: 65.

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voluntaria el corregidor había emitido, el 28 de mayo de 1691 , un bando que prohibía la instalación de "obrqjuelos y trapichillos de casas particulares", bajo la amenaza de 20 pesos de multa para los dueños, 100 azotes para los indios trabajadores y la entrega de los aperos al Obraje Mayor.93

Parece que el primer conflicto se dio en junio del mismo año con Juan Terán, uno de los hijos de Francisco Terán que había sido arren­datario del obraje de Peguche en la década de 1 660. A fmes de la déca­da de 1 680 este vecino de !barra pidió una licencia para instalar una pequeña manufactura para dos tareas de bayetas, jergas y "otras ropas menores" en su hacienda Cuicocha. Por la licencia, que debía incluir la posibilidad de trasladar las instalaciones, ofrecía la suma acostumbrada de 1 60 pesos. El "indulto" fue admitido en marzo de 1 688 y sirvió de base para varios talleres, procedimiento que se observa también en otros casos. Cuando se publicó el bando, los hermanos Juan, Francisco, José y Jacinto Terán tenían un taller en Cuicocha, pero sobre todo dos instalaciones en el mismo asiento de Otavalo, es decir en las inmedia­ciones del Obraje Mayor. A pesar de las amonestaciones oficiales, la producción seguía, situación inaceptable tanto para el arrendatario como para el corregidor, quien manifestó que:

desde que Otavalo es Otavalo, no ha habido exemplar [demplo] de haber en él obrqje ninguno, reconociendo el pnjuicio grave que se sigue al del Rey y, de haber indios para obrqjes, se aplicarán al servicio de el; en donde dan más utilidad a Su Mqjestady cuando con el mandado de Vuestra Señoría mi celo se aplica al mayor aumento de indios laborantes, pudiera servir esta nueva fundación de estorbo, pues aunque dirán no tienen ni requieren indios de los dedicados al obrqje a vuelta de los voluntarios se ocultan muchos de ellos;y cuando no sea sino haber de benificiar la ropa no habiendo más batán que el del Rq en el,· es de mucho petjuicio por los gastos tan crecidos que hacen en su reparos. Y habiendo dado Vuestra Señoría a don Simón de Ontañón licencia para cien indios voluntarios, no se puede enterar cuarenta,

y habiendo otro que los lleve, no logrará ningunos y se habrá de faltar preci­samente a esta mandato de Vuestra Señoría.94

En la inspección de una de las casas particulares utilizadas por los

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

" AN/Q, Obrajes, 1 691-III-14.

"' AN/Q, Obrajes, 1 691-III-14.

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hermanos Terán se encontró un galpón grande donde había cinco hombres adultos y dos muchachos hiladores y tres cardadores en otra habitación. Los indios fueron obligados a desmantelar los tornos para llevarlos al Obraje Mayor, donde el alcalde mayor, el cacique don Alonso Pater Maldonado, informó a las autoridades que al menos uno de los "voluntarios" de los Terán debía haber trabajado en el obraje como parte del "entero" de la parcialidad Quinchuquí.

La presentación de la licencia y los argumentos de justificación, pre­sentados por el presbítero José Terán, no convencieron a la Audiencia. El fiscal dictaminó que en ninguna parte del corregimiento se debía autorizar un "obrajuelo". Esta prohibición debía incluir aún la villa de !barra, ya que la demanda adicional de mano de obra significaba un perjuicio para las haciendas agrícolas y ganaderas. El mismo mes de junio de 1 691 Juan Terán fue informado de la decisión de la Audiencia, sin que se pueda aclarar si posteriormente logró hacer uso de su licen­cia. En la argumentación de José Terán aparece, por primera vez, una alusión al "obraje de los corregidores", una manufactura desconocida hasta el momento y que será analizada en el siguiente acápite.

Probablemente el arrendatario había logrado un cierre temporal de los talleres de Terán, pero el problema de competencia por la mano de obra se convirtió en una constante en los últimos años de arriendo del Obraje Mayor. En agosto de 1 708 Simón Ontañón Lastra nuevamen­te se dirigió a la Audiencia pidiendo la intervención de las autoridades para asegurar su derecho a los indios "voluntarios", derecho que

algunas personas y vecinos de dicho asiento lo embarazan, ocupando a los indios de la licencia y concesión en las tareas y tornos que han introducido en petjuicio del mismo obrqje de comunidad, para Cf!YO remedio y que indis­pensablemente se observe lo mandado por este gobierno, y haga se guarde el corregidor de dicho asiento y juntamente por el descaecimiento que anterior­mente he tenido en el entero a que están obligados los caciques según los indios de sus ayllus pertenecientes a la compan!a de dicho obrqje, en que es intere­sado la Real Hacienda.

Para este efecto pidió al corregidor que

quite desde luego todos y cualesquier tornos que se hallaren particulares en las casas de los vecinos y fuera de dicho obrqje grande y apremie a dichos caci-

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ques y gobernadores cumplan con el entero de dichos cien indios voluntarios y los demás de su obligación del entero del dicho obrqje . .. 95

Gracias a su contacto con el presidente Sosaya, logró una orden al "juez recoger" quien tenía que buscar a todos los operarios ausentes, así como al escribano quien debía presentar un informe sobre el "entero" y el estado de los edificios, tanto de la manufactura como de vivienda del arrendatario. Además se exigía al corregidor como administrador de garantizar la mano de obra y la reedificación de las construcciones "en la forma acostumbrada". La segunda parte de la representación de Ontañón Lastra es de especial interés, puesto que demuestra como las intenciones de la década de 1 680 habían sido ter­giversadas en poco tiempo al convertir el permiso a los dueños de obrajes para buscar una mano de obra voluntaria, permiso que hubie­ra implicado la oferta de condiciones de trabajo aceptables, en una obligación para los caciques de proporcionar un "entero de volunta­rios". La provisión emitida por el presidente don Juan de Sosaya (1 707-1 5), ordenó la demolición inmediata de cualquier instalación y amenazó a caciques y gobernadores que no cumplían el entero -de obligados y "voluntarios"- con la suspensión de sus cargos por seis meses. Al acudir a la Audiencia, Ontañón Lastra no solamente prote­gía sus intereses en el Obraje Mayor, sino especialmente su obraje Colimbuela, en las cercanías, manufactura que en estos momentos ni siquiera contaba con una licencia.

A la competencia por la mano de obra se añadían los conflictos con los trabajadores como en 1 692 cuando, según el fiscal de la Audiencia, "han tumultuado algunos indios de dicho obrqje con pretextos frívolos de que se les habían de conceder más vacaciones de las que se acostumbran . . . ", suceso del cual no se tiene mayor información debido a la conservación obviamente incompleta del juicio.%

La poca documentación disponible permite entrever el comporta­miento de algunos arrendatarios que buscaban, más allá del contrato de arrendamiento, aumentar el beneficio de la manufactura, ya sea mediante permisos adicionales o a través de procedimientos ilegales. Los hermanos de la Chica Narváez habían logrado, con su hábil argu-

" AN/Q, Obrajes, 1 708-III-13. "' AN/Q, Obrajes, 1692-VIII-29.

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mentación, el permiso para aumentar del largo de los paños de 1 0 a 1 1 ramos. D e la época de don Simón Ontañón Lastra existe parte de un pleito "por capítulos" que enfrentó, entre 1 699 y 1 703, al corregidor don Sebastián Manrique con el arrendatario, ambos "chapetones" según el fiscal de la Audiencia. 97

Gracias a la larga lista de acusaciones se pueden entender mejor algu­nos mecanismos en el manejo de los obrajes de "comunidad", que seguramente no eran privativos del Obraje Mayor. Uno de los puntos estaba relacionado con la mano de obra, tanto de "entero" como "voluntaria". Desde el inicio del período de arrendamiento, el número de trabajadores del "entero" era fijado por las autoridades, quizás en acuerdo con los arrendatarios. En los remates los interesados no ofre­cían una suma global, sino una tarifa por cada indio del "entero" y el interés de las autoridades consistía en conseguir la mejor tarifa, puesto que la diferencia entre el salario del trabajador, fijado por las Ordenanzas, y la tarifa convenida se destinaba al pago de salarios de los demás funcionarios y, especialmente, de los rezagos de tributos.98 Las tarifas logradas para diferentes obrajes "de comunidad" variaron según las regiones, fuera de experimentar una paulatina disminución hacia finales del siglo XVII, como se puede observar en el cuadro presenta­do por R. Tyrer, según el cual en Otavalo se había logrado la tarifa más alta con 71 pesos en la década de 1 620.99

Según V.A. Jaramillo (1972: 1 1 5- 1 1 8) Manrique había sido corregidor de 1 689 a 1 692 y administra­dor del corregimiento de 1 697 a 1 699. En el juicio (AN / Q, Obrajes, 1 699-VIII -1) Manrique consta como corregidor quien estaba a punto de dejar el corregimiento a mediados de agosto. Además había un juicio "por capítulos" entre Manrique y don Juan Fernando Tames, el arrendatario de la pulpería de Otavalo y obviamente dependiente de Ontañón Lastra. El conflicto entre corregidores y arrenda­tarios de obrajes de comunidad debe haber sido frecuente. Además se habrá involucrado a los caci­ques como responsables del "entero" de los obrajes. En el caso de don Simón Ontañón Lastra el caci­que mayor, don Lorenzo Ango de Salazar, mencionó la enemistad con don Francisco García de la Varees, corregidor de 1 693 a 1 696 (Jaramillo, 1 972: 1 1 6- 1 1 7), situación que seguramente estaba rela­cionada con problemas de mano de obra (Borchart de Moreno, 2003 a). Entre los salarios constaban 1 77 pesos y 7,5 reales por año para el cacique mayor como principal res­ponsable del "entero; 70 pesos para el maestro de capilla y escuela; y 14 pesos para el organista (AN/Q, Obrajes, 1735-V-27). Tyrer, 1 988: 1 14. También en 1 690 la tarifa de Otavalo era la más alta con 67 ps. frente a los 52 ps. que se pagaban en Quimiag y Chambo. En 1 700 y 1710, en cambio, la tarifa en Otavalo, de 55 y 50 ps. respectivamente, era superada por Punin-Macaxí con 56 y 58 ps.

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Uno de los reclamos del corregidor Manrique fue precisamente el hecho de que Ontañón Lastra, en su segundo período de arrenda­miento, ya no pagaba más que 55 pesos por año por cada "indio añero" - término que reemplaza en este juicio la expresión "indio del entero"­en lugar de los 67 pesos que habían constado en su primer contrato. No consta el número de "indios añeros" obligados a trabajar durante el primer período. En el segundo ya no había más que 210 "añeros" junto a 81 "voluntarios" de un total de cien que permitía la licencia obtenida por Ontañón Lastra. Estas cifras distan mucho de los datos oficiales de la década anterior y se asemejan más bien a los de comien­zos del siglo XVII. El cálculo presentado por Manrique demuestra la importancia que la licencia para la mano de obra adicional tenía para el arrendatario, puesto que en lugar de los 67 o 55 pesos tenía pagar únicamente 24 pesos a los "voluntarios", una fuerza de trabajo com­puesta por forasteros, hombres reservados del tributo y la mita así como muchachos.

Al emplear un promedio de 81 "voluntarios" el ahorro para Ontañón Lastra en el primer período habría sido de 20.898 pesos y de 1 5.066 en el segundo. El fraude, según Manrique, consistía en la dife­rencia de pago, puesto que la licencia para "voluntarios" estipulaba el mismo pago para ambas categorías, condición que se había estableci­do en 1670, en un juicio contra los hermanos de la Chica. Hasta el momento es imposible verificar estas cifras, puesto que no existen los "libros de rayas". De la época de Ontañón Lastra se conoce úníca­mente un certificado del "libro de borrón de rqyas" que corría para el ter­cio de Navidad de 1 692 con una nómina de 344 indios.100 Esta nómi­na no incluía, según el escribano, a los carpinteros y bataneros; segu­ramente tampoco constaban en él los "voluntarios" que se "rqyaban en libro aparte".

Otra acusación de Manrique, confirmada por declaraciones de Miguel Romero y Nicolás Hernández, maestro mayor y contramaestro del obraje, se relacionaba con el tamaño y la calidad de los textiles. Parece que Ontañón Lastra había logrado, con o sin licencia, aumentar el largo de los paños de 1 1 a 12 ramos, con lo cual cada paño medía un

"" Esta nómina no significa que los 344 indios habían trabajado regularmente en la segunda mitad del año 1 692, ya que el certificado no incluye la información de las "rayas".

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20 % más de lo originalmente permitido. La calidad, en cambio, era cada vez más deficiente, ya que en lugar de las 1 S arrobas de lana por cada paño de 1 O ramos, determinadas por las ordenanzas, se utilizaban solamente 12 arrobas por 12 ramos, es decir que cada paño tenía un SO % de lana menos de lo permitido, problema que no existía únicamen­te en el Obraje Mayor.

Existen suficientes datos para comprobar que tampoco en el proce­so de teñido de los textiles se cumplía con las ordenanzas respectivas. Los análisis de la crisis de los obrajes en la Audiencia de Quito hablan de la competencia de textiles europeos, pero no se ha prestado, hasta ahora, atención alguna al tema de la calidad, a pesar de que ya había ciertas criticas hacia mediados del siglo XVII y que las deficiciencias fueron expresamente señaladas por un informe de don Juan Larrea en 1 802 (cfr. cap. Peguche).

Se debe resaltar que la calidad no era necesariamente un problema de la habilidad artesanal de la mano de obra, sino que dependía de las decisiones empresariales. Esto se desprende del hecho de que, por otro lado, se producían paños de calidad superior, los así llamados "cortes finos". Éstos estaban expresamente prohibidos por las ordenanzas, ya que se hadan de hilo más fino cuyo hilado exigía el doble de tiempo. En vista de que las rayas se hacían por tarea cumplida y no por día de trabajo, como se ha demostrado más arriba, este procedimiento, al igual que el aumento en el tamaño de los paños, resultaba en un enga­ño a los trabajadores al igual que a la Real Caja. Por otro lado, estas pocas cifras demuestran los problemas que se presentan, no solamen­te en el caso de Otavalo, en todo tipo de cálculo relacionado con los obrajes, ya sea de mano de obra o de producción basada en el consu­mo de materias primas. Sin un conocimiento de los "libros de rayas" así que de los "libros de telares" no será posible establecer cifras con­fiables.

La existencia de una producción no autorizada de textiles de calidad podría explicar la presencia de una mano de obra especializada aun a nivel del hilado. El hilado frecuentemente era realizado por trabajado­res ocasionales, por muchachos y hasta por niños de 7 a 8 años y algu­nos investigadores lo han considerado como no especializado. Algunos datos de la numeración de 1 64 S/ 46 demuestran, sin embargo, que había familias de artesanos, donde el oficio, incluido el de hilador, se

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heredaba de padres a hijos. A modo de ejemplo se puede citar, en el Obraje Mayor, a Alonso Muenango y sus tres hijos del ayllu Sicañaro o, en el de Peguche, a los hermanos Juan Anrrango, Esteban de Bonilla y Lázaro Ponte del ayllu Gualcaquí Grande.101 En el caso de los tundi­dores, la especialización era más obvia ya que, en el Obraje Mayor, casi todos era miembros de una misma familia procedente del ayllu Camuinto en Otavalo. Se trataba de Lorenzo Cacoango y su hijo Silvestre Días, ambos oficiales, con quienes trabajaba como aprendiz Mateo Días de 1 8 años, hermano menor de Silvestre. El hermano menor de Cacoango, Benito Matango, y su hijo Blas Días, igualmente ejercían el oficio de tundidor. Solamente el hijo mayor de Benito, Francisco Días, trabajaba como cardador.102• El único tundidor que no pertenecía a este grupo familiar era Lorenzo Y mbaquim del ayllu Sarance.103 Cabe señalar aquí la obvia especialización familiar en algu­nos otros oficios, como Diego Coffarnango del ayllu Camuinto en Tontaqui y sus tres hijos de 27, 23 y 22 años, todos ellos tejedores en el Obraje Mayor104 o Hernando Amocoango y sus hijos Hiéronimo Chaves y Felipe Morales procedentes de Pangobuela (Cotacache) que se desempeñaban como cardadores en Peguche.105

Para su tercera acusación contra Ontañón Lastra el corregidor Manrique utilizó algunas declaraciones hechas en su presencia en 1692, a raíz de los conflictos por la mano de obra entre el arrendatario y los caciques obligados al "entero". En este entonces el cacique mayor, don Salvador Ango de Salazar, quien al mismo tiempo ejercía la función de alcalde mayor del obraje, había manifestado que había llevado a 30 indios a la manufactura y que "con los que ya había presos, llegaron a 82, han muerto más de 40 ", declaración confirmada por Manuel Martínez Miranda, alguacil mayor del corregimiento en el sentido de que

en la cárcel están 60 o 70 indios del entero del obrqje, parte de ellos han esta­do 8 o 1 O años hasta morir. Han estado connaturalizados en otras partes

y como forasteros en el asiento nadie les qyuda y perecen de hambre.

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·· · · · · · · · · · 101 Freile Granizo 1 981, I: 79-80, 255-256. 102 Freile Granizo 1 981, I: 1 12-1 1 3. 103 Freile Granizo 1 981, I: 54. 10

4 Freile Granizo 1 98 1 , I: 127-128. 1 05 Freile Granizo 1 981 , II: 30.

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A pesar de las ordenanzas del siglo XVI acerca de la cárcel pública que debía haber en cada pueblo de indios, en el asiento de Otavalo esta función era obviamente cumplida por el Obraje Mayor. El mismo año de 1 692 Francisco Rodríguez, vecino de Otavalo y alcaide de la cárcel, afirmó al respecto:

Ha visto como tal alcqyde continuamente haber estado en dicha cárcel presos hasta 8 6 indios y que estos por no caber de noche en el calabozo no podían dormir tendidos ni echados sino cunclillas [de cuclillas] y sentados y algunos que tenían mujere� por no poder dormir con ellas por la estreche;;;; pedían a este testigo las echase fuera a dichas mi!Jeres y ellas salían llorando. Y ellos quedaban haciendo lo mismo viendo la miseria en que se hallaban y así mismo saber por haberlo visto) que de dichos presos han muerto dentro de dicho calabozo este presente año cuatro) y han salido etiférmos y moribundos a morir fuera más de sesenta indios. Y viendo algunos tan paralitos y llenos de lepra) queriéndolos echar fuera por que no apestase los demás preso� le mandó el arrendador del dicho obrqje no echase a ninguno que de estos ha habido. Y hqy muchos presos de diev doce anos y que ésta es la verdad106•

Situaciones parecidas se vivieron en prácticamente todos los obrajes y las acusaciones de Manrique no se debían a un sentido humanitario y de defensa de los intereses de la mano de obra indígena, sino a sus múltiples conflictos con Ontañón Lastra, conflictos de tipo económi­co como lo demuestran sus reiteradas ofertas de convertirse, al fmal de su período como corregidor en agosto de 1 699, en arrendatario del Obraje Mayor en el caso de que la Audiencia estuviera dispuesta a can­celar el contrato con Ontañón Lastra a la mitad del período. En 1 703 el fiscal don Antonio Ron dio su opinión en el sentido de que no había objeción alguna de seguir con el juicio, siempre y cuando se trataran los agravios a los indios y los perjuicios para la Real Caja, de los cuales eran responsables tanto el excorregidor, quien vivía en Quito, casado con doña Manuela Manrique107, en su función de administrador como el arrendatario que seguía en esta función, obviamente con un tercer con­trato.

'"' AN/Q, Obrajes, 1699-VIII-1 . '"' Anteriormente, doña Manuela Manrique había estado casada con don Bartolomé Antonio Villacís

Mena, heredero del mayorazgo de Miraflores, fundado por su ti o don Francisco de Villacís (AN / Q, Civiles, 1 703-X-17).

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1 .4. El obraje de comunidad y el obraje de los corregidores

Sobre los últimos años del arrendamiento del Obraje Mayor no se ha encontrado, hasta el momento, documento alguno más allá de la ya citada solicitud formulada en 1 708 por el arrendatario don Simón Ontañón Lastra acerca de la prohibición de cualquier empresa textil en Otavalo así como la tarifa de SO ps. por cada indio del "entero" que se pagaba en 1 7 10.108

Recién en mayo de 1 735 las autoridades nuevamente se preocuparon por el destino del Obraje Mayor, debido a que finalmente los oficiales de la Real Caja trataron de dar cumplimiento a una orden de la Real Audiencia del 1 1 de marzo de 1 729 en el sentido de que "lo pertenecien­te a S u Mqjestad en los obrqjes de comunidad como lo perteneciente a éstas lo recau­den'� Por vencer el plazo de la entrega de todos los bienes a la Real Caja, comenzaron estos funcionarios a preocuparse de un problema que obviamente había sido de dominio público desde hace años. Se trata­ba de la actuación del corregidor don Juan José Sánchez de Orellana (171 7-22), llamado "uno de los grandes corregidores de Otavalo" por VA. Jaramilld09, quien "después de concluido éste los cinco años de su empleo los disipó todos [i.e. los aperos], aprovechándose de los unos para su servicio y los otros vendiéndolos como que fueran propios Sf!YOS • • • ".110•

De las declaraciones de testigos se desprende que el Obraje Mayor fue cerrado en el período del corregidor don Cristóbal Jijón (171 1 - 16) , quien lo había entregado, una vez efectuado el inventario, al marido de la cacica mayor, don Florencia Cabezas Urcuquí Ango, quien ejercía el cargo de gobernador del repartimiento de Otavalo. En el acto de entre­ga había participado el heredero del cacicazgo, don Sebastián Cabezas Pillas Inla de Salazar quien, en 1 735, recordaba las palabras del ya difunto Jijón en el momento de la entrega: "Cacique y Gobernador, tomad estas llaves y este obraje, porque os toca a vos de derecho, respecto de que su funda­ción se rjecutó según las ordenanzas del Perú". Don Florencia, a su vez, entre­gó las instalaciones de inmediato "solemnemente a los indios del mismo obra­

je", con lo cual la manufactura, por primera vez, se podía considerar

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

"'" AN/Q, Obrajes, 1 708-III-13. Tyrer, 1988: 1 14. "" Jaramillo, 1972: 125. 1 10 AN/Q, Obrajes, 1 735-V-27.

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como "obraje de comunidad". La restitución del obraje de comuni­dad se había exigido más de una vez por los protectores de naturales, a más tardar desde mediados del siglo XVII, con el argumento que los rezagos habían sido pagados desde hace tiempos. La devolución se había ordenado hasta por cédulas, "bien sutilmente embarazadas en su decución ", según declaraciones del fiscal licenciado Ignacio de Aybar Eslava en 1 700.

El cumplimiento de una de estas cédulas acerca de la restitución se ha imposibilitado porque vuestro oidor licenciado don Matías Lagunes, siendo visitador de estas Reales cqjas, sacó muchas cuentas de corregidores y entre ellas la que dio el general don Alberto Fernández Montenegro, que nunca han aparecido en grave daño de los indios, con que no han podido res­tituirse a su propio obrqje.111

Cabe señalar que el corregidor Fernández Montenegro, uno de los corregidores "residenciados" y cuyo juicio de residencia se ha conser­vado, había sido considerado como persona honesta y cumplida en sus funciones, consideración que seguramente no se aplicaba al corregidor Manrique, quien, según las declaraciones del fiscal Aybar Eslava, esta­ba acusado, al final de su segundo término, de deber 36.388 pesos, dinero que correspondía no a las Cajas Reales sino a los indios.112 Lo que se devolvió a la comunidad en la segunda década del siglo XVIII, quizás por ya no tener un rendimiento suficiente para las arcas tanto reales como privadas, fue un obraje "cerrado por haberse demolido", para utilizar las palabras de uno de los testigos indios.

Lo que seguía funcionando -probablemente no solo en Otavalo- era el "obraje de los corregidores", una instalación ya mencionada breve­mente en páginas anteriores y donde los indios "distintamente trabqjan de cuenta de los corregidores, que era fuera de el de comunidad", como lo declaró, en 1 735, el cacique que había sido el último alcalde del Obraje Mayor.113 1 1 1 Lagúnes había sido oidor desde 1683 (González Suárez 1970, II: 801-802; Vargas, 1980: 252). Según

T. Herzog (199 5: 85-87) el oidor Matías Laguñez y AguiJar demostró preocupación por la situación de los indios, aseveración que contrasta con el texto citado. Se debe tener en cuenta que muchos pro­nunciamientos se debían a amistades o enemistades entre los funcionarios. AN/Q, Obrajes, 1699-VIII-1 . Para entender el conflicto entre el fiscal Aybar Eslava y el corregidor Manrique hay que saber que el fiscal era amigo de Ontañón Lastra, arrendatario del Obraje Mayor, quien debe haber rechazado tanto la función de control del corregidor como el papel de competidor con el "obraje de los corregidores" (cfr. más abajo).

113 AN/Q, Obrajes, 1735-V-27.

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La primera referencia se encuentra en el juicio por la licencia de pro­ducción textil para los hermanos Terán11\ cuando el corregidor don Sebastián Manrique se quejó de que

un obrqje que solían tener los corregidores con el pretexto de rezagos de tri­butos se demolió por ser peljudicia� quitándole a un pobre caballero que viene de España después de gastar mucha plata1 la nula conveniencia.

No se conocen detalles acerca del origen de este obraje, pero es posi­ble que su instalación date de 1 580. Los visitadores de 1 562, Gaspar de San Martín y Nunio de Valderrama, habían señalado la existencia de algunos cumbicamayos, lamentablemente sin señalar su pertenencia a uno de los ayllus. En 1 580 el corregidor nuevamente se refirió a este grupo:

por que se de y entienda qua/es son los yndios que usan el dicho rificio se pasen con los telares a la plaza de este pueblo de S aranze en un aposento que se le notifique a Don Juan cacique de los dichos cumbicamqyos.115

La "demolición" de la manufactura de los corregidores seguramente estaba relacionada con las políticas del presidente Munive o las exigen­cias del arrendatario Ontañón Lastra, aunque el representante legal de Juan Terán argumentaba, en 1 691 , que la clausura "no fue por ser en dano del [obraje] de comunidat4 sino por estar/e prohibido por cédula de Su Mqjestad el que tenga tratos y contratos. " 116

A pesar de que la prohibición seguía vigente, el "obraje de los corre­gidores" parece haberse reabierto a flnes de la década de 1 690, puesto que en febrero de1 700 el flscal Aybar Eslava afumaba que el corregi­dor Manrique se aprovechó de los indios del entero

para su obrqje1 que está mandado quitar por el gobierno superior y que es herencia de los corregidores por indebida tolerancia del gobierno superior, a quien le han ido autos en tiempo de Vuestro Virrry Duque de la Palata [1681-89]1 que bastaran a quitar no solo los obrqjes de los corregidores sino del pueblo.117

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 114 AN/Q, Obrajes, 1691-III-14. "5 Caillavet, 2000 g: 240. 116 AN/Q, Obrajes, 1 691 -III-14. 1 " AN/Q, Obrajes, 1 699-VIII-1 .

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Al término de su mandato don Cristóbal Jijón hizo entrega formal, con inventario, del obraje cerrado al igual que de la manufactura perte­neciente al cargo a su sucesor, el ya mencionado miembro de la fami­lia Sánchez de Orellana. Según el cacique mayor, don Sebastián Cabezas, este obrajuelo, es decir una manufactura de "ropa menor",

desgraciadamente se quemó de suerte que quedó asolado) con CI!Ja ocasión el dicho general don Juan Sánchez.: con la autoridad de corregido¡; abrió el dicho obraje [Mayor] según y de la manera que estaba y lo ocupó trabqjan­do en él ropa de la tierra. Y como ya entonces estuviere la dicha Real Audiencia extinta y el gobierno superior dilatado) se le disimuló) porque en la ocasión sin superiore� estaban los corregidores señores expóticos [sir; por despóticos] y absolutos .. . . 118

En estos momentos de tensión, el gobernador don Florencia Cabezas se enteró de que don Jorge de Villalonga, virrey nombrado para la Nueva Granada, a cuyo de territorio se había adjudicado la Audiencia de Quito, iba a pasar por el distrito. Estando él mismo gra­vemente enfermo y al borde la muerte, ordenó a su sucesor presentar­se al nuevo virrey e informarle de la situación. De esta entrevista con la más alta autoridad don Sebastián dejó el siguiente testimonio:

lo f!}ecut� y besando los pies a su Excelencia) di cuenta con los autos de la materia) y pasando por estas partes) ocularmente vio su Excelencia el esta­do de dicho obrqje y como estaba ocupado por el dicho corregidor. Por este hecho y servicio a S u Majestad me llegó a odiar y procuró aniquilarme. Y por fin pasó su Excelencia a servir su plaza llevándose los autos de la mate­ria originalmente) que hasta hqy no se ha tenido ninguna providencia. Luego sucedió restituirse dicha real Audiencia de Quito y extinguirse el dicho Virreinato. Y con esta ocasión) por el fallecimiento de mi padre) ocurrí a dicha Real Audiencia a representar lo mismo que tenía representado. Y estándose formando los autos (que hqy paran en poder del senor doctor don Juan de Lujan y Bedia) fiscal protector general de los naturales de dicha Real Audiencia)) parece que el dicho corregido¡; brotando en su encono con sus aliado� por invertir la causa) me levantó grave quimera y delito� que halló personas y testigos tan a su modo y de tan poco temor de Dios) con que me persiguió. Y padecí prisiones dilatadas en la cárcel real de Corte) quebran-

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

' '" AN/Q, Obrajes, 1 735-V-27.

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tos de salud, gastos crecidos de dinero) se suerte que para este fin vendí casa� tierras y alhajas de mi mi!Jer legítima . . . 119

Para un conocimiento más detallado de lo sucedido en el período del corregidor Sánchez de Orellana fueron llamados a declarar una serie de testigos, como el cacique don Macias Tocagón, quien había sido alcal­de de obraje en el momento de la "demolición", así como algunos de los artesanos que habían trabajado en el "obraje de los corregidores" y luego en el de la comunidad por orden del mencionado corregidor. De estos testimonios se desprende, que Sánchez de Orellana no solamen­te nunca les había pagado por su trabajo, sino que al final del manda­to, que coincidió con el restablecimiento de la Audiencia de Quito

de orden de dicho general varios españoles acarrearon de noche todos los paño� telares con los hilos urdido� que estaban principiándose a tde0y otros en hilos y lana� habiendo trabajado dicho general en el referido obraje de comunidad todo el tiempo de su corregimiento con todos los apero� herra­mientas de fondo� paila� tijeras y todo lo demás conducente a la labor y beneficio de dichos paño� trabqjando con indios voluntarios a quienes no les pagó el traba¡o personal de dichos indio� quienes han aclamado) siendo público y notorio) de manera que se hallaron obligados a que al tiempo de salir a la visita) se cof!Juntaron y se salieron al encuentro a dicho General y lo atracaron de la rienda de la mula) pidiendo sati.ifacción de lo que les debía,

que eran cantidades considerables. Y no tuvo recurso dicha aclamación) por­que salió mediando un español nombrado Juan de Paredes.120

No hay constancia del destino de las instalaciones del obraje después del saqueo organizado por el corregidor Sánchez de Orellana al final de su período. Es posible que los corregidores del período de 1 722 a 1 735, a saber, Antonio Bosmediano, Ramón Bosmediano,Juan Manuel Sandoval y Pedro Manuel Grameson, seguían utilizando los edificios en forma clandestina, lo cual no impidió, de todas maneras, un lento proceso de destrucción. La decadencia se reflejaba en los tributos y su gran disminución fue constatada por los oficiales reales al final del período de Antonio Bosmediano.121 Esta situación puede haber sido de

"' AN/Q, Obrajes, 1735-V-27. "0 AN/Q, Obrajes, 1735-V-27.

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beneficio para los obrajes de Peguche y Colimbuela en el sentido de facilitar la contratación de mano de obra y de tener acceso a las lanas de las haciendas de los Augustinos.

1 .5. La privatización del Obraje Mayor

La lentitud de todo proceso administrativo fue una constante a lo largo de toda la Colonia, pero parece que llegó a extremos en lo refe­rente al Obraje Mayor. Una investigación del fiscal Aybar Eslava de los obrajes de "comunidad", ordenada por la Audiencia en 1 694, había lle­gado a la conclusión de que en vista de los abusos generalizados, la ineficaz y costosa administración así como el sufrimiento de las comu­nidades indígenas, la mejor solución consistiría en el remate a censo de las instalaciones.122 Diez años más tarde, por Real Cédula del 31 de diciembre de 1 704, se ordenó su venta, proceso que se inició con el obraje de Sigchos, en una fecha no determinada, pero probablemente anterior a 1 71 4.123 Probablemente la clausura definitiva, postulada por R. Tyrer para la década de 1 71 0, no se dio sino que, al igual que en el caso del Obraje Mayor, después de una clausura más o menos prolon­

gada se procedió al remate, generalmente a precios ínfimos. En el corregimiento de Riobamba, los remates se efectuaron entre 1717 y 1 728 y beneficiaron a miembros de la elite colonial, hacendados y obra­jeros, algunos de ellos descendientes de los encomenderos.124

En el caso del Obraje Mayor este proceso fue considerablemente más largo y quizás entorpecido por algún tiempo por el influyente arrendatario Ontañón Lastra, quien en 1 689 tuvo al fiscal Aybar Eslava como padrino en la entrega del hábito de la Orden de Santiago y se convirtió, antes de 1 71 5, en suegro del presidente de la Audiencia, don Juan de Sosaya.125 Como etapas se deben señalar la clausura en algún · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 121 Cfr. Jaramillo, 1972, 126-129. De estos cuatro corregidores se conocen pocos datos. Antonio

Bosmediano aparece como corregidor de Riobamba hacia 1 696-1701 (Costales, 1982: 96). Nuevamente aperece el nombre en 1741 en Otavalo, quizás en reemplazo de José Unda Luna (AN/Q, 1791 -VII-28). Lo más probable es que se haya tratado de padre e hijo. Pedro Manuel Grameson fue un francés nacido en Cádiz, quien había venido a América en el séquito del virrey Marqués de Castelfuerte. Su hija se casó con uno de los miembros de la Misión Geodésica Francesa, Godin des Odonnais (Condamine, 1986: 1 1 1)

122 Tyrer, 1988: 105; Andrien, 1 995: 24. 123 AN/Q, Obrajes, 1 738-V-28. 124 Ortiz de la Tabla, 1 993: 2 1 6-217; Borchart de Moreno, 1 998 e: 89.

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momento entre 17 1 1 y 17 16, la reapertura ilegal entre 17 18 y 1 722 y luego un proceso de paulatina destrucción hasta mediados de 1 735, destrucción que se refleja en las pocas palabras legibles en la certifica­ción -semidestruida- dada por el escribano Diego Arias Altamirano el 2 de junio de 1 735.126 .

U na vez terminado el inventario de los restos, todavía pasó más de un año hasta que, el 1 7 de agosto de 1 736, el Obraje Mayor, o lo que quedaba de él, fue rematado en doña María Josefa Luna, viuda de don Eugenio Chiriboga, en 4.500 pesos.127La compradora era hija y herede­ra de don Felix Sánchez Espinosa Luna, quien durante la visita y com­posición de tierras, realizada en el corregimiento de Otavalo en 1 696, había comprado, en remate, las tierras de Cusín, a orillas de la laguna de San Pablo.128 Doña Ignacia Chiriboga Luna, una de las hijas de doña María Josefa y don Eugenio, estaba casada con el excorregidor Juan José Sánchez de Orellana, hijo del primer Marqués de Solanda. Su her­mana doña Javiera Antonia se casó, en 1 733, con un primo de éste, don Clemente Sánchez de Orellana, quien en 1 753 obtuvo el título de Marqués de Villaorellana. Una tercera descendiente de la familia Chiriboga Luna, doña Francisca, estaba casada con un hombre del mismo círculo, a saber, don Cristóbal Jijón León, uno de los hijos del excorregidor don Cristóbal Jijón Oronoz.129

Doña María Josefa no realizó la compra del obraje con la finalidad de

administrarlo personalmente, sino que lo entregó a su yerno Clemente, como parte de la dote que sumaba 22.000 ps. El obraje siguió siendo propiedad de los Marqueses de Villa Orellana al menos hasta 1 808.130 Tanto los Sánchez Espinosa Luna como los Sánchez de Orellana no parecen haber estado vinculados a la producción obrajera con anterio-

125 De Larrea, 1994: 23, 65; Herzog, 1995: 50-53. 126 AN/Q, Obrajes, 1735-V-27; N1P, López de Urquia y Arostegui, 1 736. 1" AN/Q, Obrajes, 1738-V-28. 12" Borchart de Moreno, 1 998 d: 99- 1 1 1 129 Cfr. Büschges, 1 996: 248, 256, 258. Las dotes que dieron don Eugenio Chiriboga y su mujer a sus

hijas fueron considerables: Doña Francisca, mujer de don Cristóbal Jijón León, de quien se separó más tarde, tuvo una dote de 10.000 pesos (AN/Q, N4P, Enríquez Osario, 1753). La tuisma suma había recibido Ignacia en su matrimonio con Juan José Sánchez de Orellana (Büschges, 1996: 294).

1"' Cfr. Lebret (1981 : 286, 291) . AN/Q, N1P, Maya, 1 806-08. Según Büschges (1 996: 295) don Clemente Sánchez de Orellana compró el Obraje Mayor con la dote de su mujer, quien habría reci­bido el doble de lo que recibieron sus hermanas. En la documentación notarial su suegra consta como compradora.

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ridad. En la documentación de la segunda mitad del siglo XVII cons­tan al menos tres hombres con el apellido Sánchez Espinosa Luna. Don Alonso, de origen peninsular, fue regidor del cabildo quiteño a partir de 1 669 y por lo menos hasta 1 678. Su hijo Alonso, regidor del cabildo quiteño, constaba en 1 692 como propietario de tierras en tér­minos del pueblo de Amaguaña, valoradas en unos 36.000 pesos.131

El ya mencionado don Félix, igualmente descendiente del primer Alfonso Sánchez, alcalde provincial de la Santa Hermandad en 1 691 y alcalde ordinario en 1 702, tenía propiedades mucho más importantes. En 1 692, en las composiciones de tierras del fiscal don Antonio Ron, se registraron tres estancias en el corregimiento de Quito, situadas en Puembo, Pifo y Collacoto. En el corregimiento de Otavalo tenía, en 1 696, su propiedad más grande: 84 caballerías y 9 cuadras en términos de Tabacundo. A esto se deben añadir las 31 caballerías compradas en 1 686 en la parte norte del valle de Cayambe. No hay datos acerca de la producción de estas propiedades, pero es posible que las haciendas de Tabacundo y Cayambe estaban destinadas a la cría de ovejas y que don Félix comerciaba con lana. La hacienda Cusín, en cambio, debía servir para la ceba de ganado "morlaco y guqyaquileño " que, una vez engordado, se destinaba al abasto de carne de la ciudad de Quito.132

Tampoco los Sánchez de Orellana parecen haber estado vinculados a la producción obrajera antes de comienzos del siglo XVIII. Según las informaciones presentadas en 1 757 por el primer Marqués de Villaorellana, su tatarabuelo Álvaro, nacido en la cercanías de Toledo, había migrado en la segunda mitad del siglo XVI a Zaruma. Por varias generaciones la familia estuvo vinculada a la región de Zaruma, Loja y Cuenca.133 Cabe señalar que en la relación de méritos de don Clemente Sánchez, nieto del inmigrante, padre del primer Marqués de Solanda y abuelo del primer Marqués de Villaorellana, no consta el apellido Orellana, sino la descendencia de un hidalgo llamado Gonzalo Sánchez; el apellido Orellana parece haber sido añadido por la familia para establecer un vínculo con la época de la conquista y las familias de los conquistadores Orellana y Pizarro.134

131 Pon ce Leiva, 1998: 441, 445; Ortiz de la Tabla, 1 993: 204, 205. 132 Ponce Leiva, 1 998: 441; Borchart de Moreno, 1 998 f: 1 84. m Lohrnann Villena 1947, I: 384-386; Anda Aguirre, 1 974.

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El primer Marqués de So landa había nacido en Zaruma en 1 651 , se casó en Loja y llegó a ser gobernador de Mainas desde 1 694. Según las declaraciones de su testamento no heredó de sus padres y no dejaba bienes a sus hijos, fuera de su título nobiliario y la educación que había dado a todos ellos, a lo que había que añadir los nombramientos para cargos militares.135 Tuvo, sin embargo, una considerable fortuna, que le permitió comprar, en 1 700, el título de Marqués de Solanda por la suma de 30.000 pesos. Según la leyenda esta fortuna se debía al hallaz­go de "tesoro de Quinara", perteneciente a Atahualpa y que fue exca­vado en su hacienda de Solanda.136 La realidad debe haber sido más prosaica, como lo deja entrever un j uicio, a fines del siglo XVII, plan­teado por algunos indios de Loja que solicitaban la demolición del tra­piche de Sánchez de Orellana por el empleo ilegal de mano de obra indígena.137• A esto se añade su participación en el comercio de la cas­carilla138 y, durante su función como gobernador de Mainas, probable­mente el negocio de textiles de algodón así como el de oro por sus rela­ciones con Zaruma, donde varios miembros de la familia seguían dedi­cados a la minería en la segunda mitad del siglo XVIII. Entre ellos constaba don Jacinto Sánchez quien, según su propias palabras, era "el minero de mqyor consideración de dicha villa" en la segunda mitad del siglo XVIII.139

El contacto con la producción obrajera se dio con el nombramiento de sus dos hijos como corregidores -Pedro Javier en Latacunga y Juan José en Otavalo, y su establecimiento en la Sierra centro-norte. El tras­lado hacia la capital de la Audiencia estuvo acompañado de algunos tropiezos puesto que, en 1 71 5, hubo dudas acerca de la validez del títu­lo nobiliario ostentado por Pedro Javier, el hijo mayor quien, a la edad de 1 9 años había sido alcalde ordinario de Loja, para luego ser nom­brado corregidor de Latacunga y obtener, en 1 735, el mismo cargo en Quito. Todavía en la década de 1 730 los Sánchez de Orellana no esta-

134 Cfr. Büschges (1996: 99, 1 47) quien cita un trabajo no publicado de T. Herzog: "La empresa admi-nistrativa y el capital social: los Sánchez de Orellana (Quito, siglo XVIII)".

135 Anda Aguirre, 1 97 4: 73-77. 116 Anda Aguirre, 1 974: 25; Salazar, 1995: 1 69; Büschges, 1996: 148. 1 " AN/Q, Civiles, 1 690-X-14. ns Anda Aguirre, 197 4. 139 AN/Q, Minas, 1 774-VII-4; cfr. también Luccna Samurai, 1997.

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ban plenamente aceptados por la elite quiteña que seguía manteniendo dudas acerca de la limpieza de sangre de sus antepasados.140

Como ya se mencionó más arriba, la adquisición del Obraje Mayor con su batán fue realizada por doña María Josefa Sánchez Espinosa Luna en agosto de 1 736. De la escritura de obligación, firmada en sep­tiembre del mismo año, se desprende solamente que el precio de 4.500 pesos se componía de 1 .500 pesos en efectivo y 3.000 con un plazo de un año. Este compromiso obviamente no se cumplió, puesto que la cancelación de la escritura, anotada al margen del documento, se reali­zó recién en abril de 1 7 4 7. Lo interesante del documento es que la obli­gación de doña María Josefa no era con la comunidad, sino con el Rey, a pesar de la devolución del obraje a los indios hace unas dos décadas.141

1 .6. La empresa del primer Marqués de Villaorellana

La historia del Obraje Mayor a partir de su privatización es casi des­conocida, afirmación que es igualmente válida para don Clemente Sánchez de Orellana y los negocios que le permitieron acumular una notable fortuna y, a los veinte años de haberse casado con una herede­ra quiteña, obtener un título nobiliario que definitivamente le hacía parte de la elite en la capital de la Audiencia. Solamente un análisis de la documentación notarial, tanto de Quito como de Otavalo, podría aclarar el proceso de acumulación de capital y ofrecer quizás detalles acerca del funcionamiento del Obraje Mayor privatizado.

Por el momento, se pueden señalar únicamente algunos aspectos de los amplios negocios del primer Marqués de Villaorellana, quien duran­te años fue el representante del Duque de Uceda, así como el apode­rado general de sus concuñados, los hermanos Tomás y Miguel Jijón León desde 1 751 , cuando ambos habían viajado a España, donde seguían viviendo en la segunda mitad del siglo XVIIJ.I42 Entre sus acti­vidades económicas se encontraba el arrendamiento del cobro de tri­butos de diferentes encomiendas, como los ya mencionados Males y Malesillos en Otavalo o la de los indios originarios del corregimiento

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

"" Lohmann Villena 194 7, I: 386; Büschges, 1996: 148. "' AN/Q, N1P, López Urquia y Arostegui, 1735-36. "' AN/Q, N4P, Osario, 1777-78; AN/Q, Pesos, 1781-III-6; 1781-XII-1. Cfr. cap. Peguche.

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de Riobamba residentes en la gobernación de Cuenca así como de las rentas decimales de todo el obispado de Quito, colecturia que antes había sido de su suegro y que mantuvo durante catorce años.143 Estos arrendamientos significaban que tenia agentes hasta en zonas tan apar­tadas como la ciudad de Santa Maria del Puerto en la provincia de Barbacoas, agentes que seguramente podían actuar también en otros negocios como la venta de textiles. El dinero en efectivo para sus múl­tiples empresas provenía de estos contratos de arrendamiento así como, siguiendo la costumbre de la época, de censos y capellanias.144

Un tipo de negocios de mucha importancia y que no se ha estudia­do para la Audiencia de Quito, fue el "avío" de los corregidores o alcal­des mayores como se llamaban en la Nueva España. En este Virreinato algunos de los principales mercaderes y miembros del consulado de la capital se constituían en "aviadores" de los funcionarios, realizando el pago de la fianza para el cargo y otros compromisos financieros, a cambio de monopolizar prácticamente el comercio de todo un distrito administrativo y tener su propio representante y supervisor en la per­sona del asesor legal.145 Don Clemente Sánchez de Orellana estaba involucrado en este tipo de negocios en al menos un caso: con don Juan Tello de la Chica, corregidor de Cuenca de 1 744-57.146

En 1 8 1 6, después de la muerte del segundo Marqués de Villaorellana, un nieto del corregidor instauró un juicio por deudas a la familia, basa­do en un "vale simple" firmado por don Clemente en 1 748 por 5.000 pesos recibidos de "mi hermano1 el señor corregidor don Juan Thello de la Chica que me los ha prestado para que los entere de su cuenta en la Caja de Quito por el mes de julio del año venidero de 1 7 4 9. Dichos pesos son independientes de las cuen­tas que tenemos) que éstas correrán por el libro o papel hecho1 sin mezclarse. Dichos pesos son como de conftanzan.141 Esta utilización de un vale simple, en lugar de una escritura formal ante notario, ejemplifica la dificultad de rastre­ar muchos negocios aun cuando se trataba de sumas bastante altas.148

De la documentación presentada por la familia Sánchez de Orellana se desprende que don Clemente realizaba todos los pagos de Tello de

'" Lebret, 1981 : 291 . '" AN/Q, N4P, Enríquez Osorío, 1753. 145 Borchart de Moreno, 1 984: 91-95. '" Chacón Zhapan, 1990: 325. w AN/Q, N1J, 1816-V-10. ''" Borchart de Moreno, 1 998 i: 246.

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la Chica, incluyendo su salario de corregidor y los costos de sus pleitos, fuera de estar obligado a ingresar a la Real Caja los tributos y los diez­mos del corregimiento. Entre 1 7 48, año de un primer balance desfavo­rable para el corregidor en algo más de mil pesos, y el final de su cargo en 1 757, Tello de la Chica había recibido de su "aviador" unos 23.000 pesos, de los cuales había pagado algo más de 1 6.000, según el repre­sentante legal de los Sánchez de Orellana. Es posible que Sánchez de Orellana haya tenido un arreglo parecido con otros corregidores, por ejemplo el de Loja. Seria de mucho interés conocer la naturaleza de los beneficios que este tipo de relación de negocios representaba a don Clemente. Solamente se puede plantear, como hipótesis, que el corre­gidor controlaba la producción de textiles y de cascarilla para enviar estos productos, a nombre de su socio, a Lima desde donde don Clemente habría recibido productos importados. Del negocio de la cascarilla ha quedado constancia en las memorias escritas por don Miguel Jijón León, quien en su dilatado viaje de Quito a España se encontró, en el puerto de Paita, con un cargamento de algo más de cien mil libras pertenecientes a don Clemente Sánchez de Orellana, y se hizo cargo del embarque.149 Todavía en la década de 1 770 el Marqués de Villaorellana era uno de los principales exportadores del producto.150 En 177 6, a raíz de una Real Cédula, ambos socios, el uno en España y el otro en Quito, escribieron informes acerca de la explotación y comercialización de la cascarilla.151

Muchos funcionarios de la administración colonial y miembros de la elite local vinculados con ellos utilizaban fondos públicos, los tributos, los diezmos y el situado de Cartagena, para sus negocios privados, por ejemplo el "avío" de un obraje. En general se trataba de postergar los más posible, a veces hasta la amenaza de remate de los bienes, la entre­ga de estos dineros a la Real Caja. Esto fue también el caso del Marqués de Villaorellana cuyas deudas con la Real Hacienda llegaron a la exor-

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"' Defourfenaux, 1 969: 68. 150 Moya, 1 994: 93. 151 El informe de Jijón León fue publicado en las Memorias de la Sociedad de los Amigos del País y ree­

ditado por la Revista del Archivo Nacional de Historia, Sección del Azuay, no. 6, 1986: 1 27-145. Una copia del informe del Marqués de Villaorellana consta, junto con la opinión de otros expertos, en AN/Q, Cascarilla, 1774-XJI-10. Ambos documentos se citan en Moya (1994: passim). El Marqués señalaba el reciente hallazgo de cascarilla en las regiones de Otavalo, Perucho, Chimbo y Pasto (Moya, 1 994: 64).

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bitante suma de 60.000 ps. En 1 762 esta deuda llevó a su encarcela­miento y la confiscación de sus bienes que debían ser rematados. El remate no llegó a concretarse por falta de compradores, lo cual proba­blemente significa que las personas que disponían de capital prefirieron no enemistarse con un personaje influyente en la sociedad local. Solo después de comprometerse a pagar sus deudas en cuotas anuales de 10.000 ps. y de presentar los garantes necesarios, el Marqués recuperó su libertad y el control de sus propiedades.152

Diez años más tarde el Marqués estaba nuevamente en "un notable estrecho en que lo habían puesto los oficiales reales por lo que adeudaba a la Real Hacienda", expresión que describe perfectamente la mentalidad del estrato social más alto que consideraba toda exigencia de cumplimien­to por parte de los representantes del Estado como una persecución. Su fama como mal pagador debía haberse propagado, porque fue sola­mente gracias a su mujer que obtuvo del monasterio de las Carmelitas Descalzas 4.000 ps. por un año con un interés casi comercial del 5 %. El préstamo no fue devuelto y después de algún tiempo se suspendió aun el pago de los intereses. Al morir el Marqués su viuda, ante la exi­gencia de remate de la hacienda Granobles, nuevamente acudió al monasterio y obtuvo un nuevo préstamo de 4.000 ps., sin escritura for­mal al igual que la primera vez. Quizás el hecho de que la Marquesa pidiera un préstamo de 1 0.000 ps. a la Junta de Temporalidades "para pagar deudas urgentes" de su marido fallecido hace casi ocho años, moti­vó a las monjas a exigir, en 1 790, la firma de una obligación formal por parte del segundo Marqués y de su madre. El incumplimiento del nuevo plazo de tres años se desprende de las anotaciones al margen de la obligación. En 18 13 y 1 825 se pidieron copias certificadas de la obli­gación cuya cancelación se dio fmalmente en 1 828.153

El negocio de textiles, tanto de las lujosas telas europeas, especial­mente sedas y terciopelos, como de la así llamada "ropa de la tierra", debe haber sido uno de los pilares del negocio de Sánchez de Orellana. Una parte de éste se realizaba con un sistema de trueque, tal como se lo puede apreciar en una escritura de obligación firmada en 1 767 por el Marqués con don Francisco Valdés, "mercader de esta carrera"y residen-

152 Büschges, 1996: 85. AN/Q, NlP, Mariano Pazmiño, 1789-92.

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te en Quito. Valdés, quien comerciaba probablemente en la ruta Cartagena-Honda-Popayán-Quito, había proporcionado a don Clemente casi 9.000 pesos, 5.81 9 ps. 3 rs. en "una memoria de ropa de Castilla bien surtida" y 2.909 ps. 5 rs. en efectivo. El pago acordado con­sistía en 6.597 ps. en "bqyetas teñidas y apuntadas de buena calidad" y 2.1 32 ps. en jergas blancas, que debían entregarse, en el plazo de un año y medio, en el asiento de Otavalo.154 Otro ejemplo es el negocio entre don Joaquín Sánchez de Orellana, el segundo hijo del Marqués, y el comerciante español don José Joaquín Zerri quien, en 1 778, residía temporalmente en Quito y había vendido al fiado "géneros de Castilla y mercerías" por un valor de 26.301 ps. 4,75 rs., suma que debía cancelar­se con tres entregas de bayetas, jergas blancas "que llaman de la Villa", lienzos, sombreros de betún, frazadas "de medio cobertón", polainas, rea­tas y pequeñas alfombras. El tipo de textiles, cuya entrega igualmente se debía efectuar en Otavalo, hace pensar que Zerri, al igual que ante­riormente Valdés, realizaba sus negocios en el territorio de la Nueva Granada.155

Los negocios con lima tenían características diferentes, puesto que a la capital del Virreinato se mandaban textiles de más valor: los paños azules que habían constituido la mayor parte del negocio de la "carre­ra de Lima" en épocas pasadas. Uno de estos negocios se llevó a cabo con el representante del Marqués de la Conquista, quien adelantó 1 0.459 ps.7 rs. en dinero efectivo, suma que debía cancelarse en un plazo de dos años con los mencionados paños. A diferencia de los tex­tiles destinados al norte, los paños debían ser transportados a su desti­no a costa y riesgo del productor.156 lima era, a más de Cartagena, la otra plaza desde donde el Marqués de Villaorellana recibía productos para su almacén, enviados por don Miguel Jijón León a través de don Gregario Larrea, vecino de Ibarra, que por algún tiempo residía en la capital virreinal.157

La muerte del primer Marqués de Villaorellana en 1 782 fue la oca­sión para un inventario de sus bienes realizado, en el corregimiento de Otavalo, en enero de 1 783 por el escribano don Fernando Tinajero

'" AN/Q, N4P, Enriquez Osario, 1 766-67. "' AN/Q, N 1 P, Pazmiño, 1777-78. '56 AN/Q, N 1 P, Pazmiño, 1777-78. "' Borchart de Moreno, 2004 b.

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Guerrero.158 En el asiento de Otavalo se encontraba una casa de vivien­da '�n cuadro" cubierta de teja y con una galería encima del portal que daba a la plaza, probablemente la misma casa que había sido inicial­mente de la comunidad y luego de los arrendatarios. En 1 808, según la relación del corregidor, el asiento de Otavalo contaba con un total de 21 5 casas, la mayoría cubierta de teja "aunque de poca capacidad y de grose­ra arquitectura, pues su fábrica consiste sólo en adobes y por consiguiente de poca subsistencia y duración".159 Solo tres de estas casas tenían un piso alto, entre ellas debe haberse contado la de los Marqueses de Villaorellana así como la que el sacerdote don Miguel Vidaurreta había dejado a doña María Jijón Chiriboga.160

El obraje constaba de una patio principal y un traspatio, unidos por un zaguán. El patio principal estaba empedrado y en su centro se encontraba una cruz de piedra sobre una peaña y dos gradas. Los edi­ficios alrededor del patio eran de paredes de adobe dobles, cubiertos de teja y con corredores cuyos pilares eran de madera con bases de pie­dra. En la hiladuría había tan solo 44 tornos. Al traspatio daba una de las dos tejedurías, con 4 telares de paños y 7 pequeños para jergas y bayetas y el tinte, todo de paredes de adobe y techo de teja, al igual que la casa de herrería. El resto de los edificios era cubierto de paja, entre ellos la segunda tejeduría "enteramente arruinada desde el alzamiento que hicie­ron los indios, solo se halla en paredes al caerse", el batán sobre pilastras de adobe y la casa de molino. En la lista de "deudas de indios" constaban tan solo 1 32 nombres, fuera del maestro del obraje Basilio Tapia, el recojedor Mariano Muñoz, el alcalde Miguel Toro y el portero Manuel Chávez. En ningún caso existe un indicio acerca del tiempo que las personas habían laborado en el obraje. El inventario permite aseverar que, al igual que en épocas anteriores, el obraje no contaba con sitios de ganado ovejuno propios. No se sabe si los Sánchez de Orellana rea­nudaron los lazos comerciales con las haciendas de los Augustinos o si habían sustituido a estos proveedores al adquirir, en una fecha no determinada, las haciendas Pinantura y Antisana, cuyas "salidas" al páramo del Antisana deben haber sido aptas para la cría de un consi­derable número de ovejas.161

158 AN/Q, N1J, 1 783-I-27; Büschges, 1 996: 270. 159 PL II: 740. '611 Lebret, 1 981 : 346

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El Obraje Mayor constaba en un informe hecho por Cristóbal Xaramillo al presidente Diguja acerca de los bienes raíces afectados por la sublevación de los indios en noviembre de 1 777.162 En los cinco años transcurridos desde entonces obviamente no se habían reparado todos los daños, reparación que tampoco se habrá efectuado en los años siguientes, puesto que el heredero del marquesado, Jacinto Sánchez de Orellana Chiriboga, se encontraba en España, de donde regresó recién en 1 787. En estas circunstancias el valor de 20.000 pesos, asignado al obraje en 1 787, aparece como exagerado.163 En vista de que al morir el primer Marqués habían quedado muchas deudas y que el segundo Marqués durante su estadía en Europa había adquirido múltiples com­promisos fmancieros y enfrentaba, a su regreso, una serie de demandas judiciales, quizás se presentaron informaciones exageradas acerca de su fortuna.

1 .7. El Obraje Mayor, el "grand tour" y las deudas

A más tardar en 1 778 don Jacinto Sánchez de Orellana se encontra­ba en Europa donde realizó una especie de "grand tour" al estilo de la juventud aristocrática europea de la época. Según el reclamo de don Francisco Mateu y don Antonio Oduyer, vecinos de Cádiz, presentado en Quito en 1 789, ellos habían proporcionado fondos a don Jacinto "para su subsistencia" en las siguientes fechas y los siguientes lugares: en

Marsella el 3 1 de marzo de 1 779; en París entre el 31 de mayo y el 12 de octubre de 1 779; en Le Havre el 23 de octubre de 1 779; nuevamen­te en París entre el 1 S de noviembre y el 4 de diciembre de 1 779; en Ostende y Londres el 12 de enero de 1 780; así como, por tercera vez, en París entre el 31 de marzo de 1 780 y el 9 de enero de 1 785.164 Durante la última estadía de casi cinco años en París, don Jacinto puede

'"' Las haciendas se mencionan, junto con las del Calzado en Quito, Pinsaqui y Pugalpanrro en Otavalo, así como Granobles y su anexa llamada Isigto o Siseo en Cayambe, en los "poderes para testar" que el Marqués y su esposa firmaron en septiembre de 1 764 en Otavalo (Lebret, 1 981 : 285-294). Don Clemente compró la estancia del Calzado en el pueblo de San Juan Evangelista de Chimbacalle en septiembre de 17 53, poco después de haber obtenido su titulo nobiliario. Como casa de campo habrá tenido la función de realzar el status nobiliario de la familia (AN/Q, N4P, Enriquez Osorio, 1753); cfr. también Büschges, 1996: 288-289.

'62 Moreno Yáncz, 1985: 172-173. "'1 Büschges, 1 996: 288. "4 AN/Q, Ropas, 1 789-I- 1 6.

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haber viajado a Ginebra con don Miguel Jijón León, quizás con fon­dos de ''Almarza y Garda", la casa de comercio de sedas de Puerta de Guadalajara, cuyo socio era el mismo don José Almarza con quien Jijón León había trabajado en los años cincuenta (cfr. cap. Peguche) . Almarza y Garda igualmente prestaron dinero a don Jacinto entre 1 779 y 1 785.165

Antes de dirigirse a Cádiz, en diciembre de 1 785, el Marqués firmó en Madrid una obligación por los 77.000 reales de vellón, equivalentes a 5 .1 1 3 ps. 2 1 /4 rs., que Almarza y Garda le habían prestado desde 1 779.166 En Cádiz, en enero de 1 786, firmó una obligación por 22.000 escudos de plata '�nvertidos en mi decencia y manutención", a los ya mencio­nados Mateu y Oduyer. Este compromiso implicaba también a los her­manos Elizalde en Lima y mencionaba que el Marqués estaba "próximo a hacer viqje a Cartagena y de allí a Quito ".167

Nada de esto era cierto, porque obviamente no quería iniciar el viaje de regreso con las manos vacías. En mayo del mismo año el español don Gregario Álvarez Verjuste, quien había vivido muchos años en Quito antes de establecerse en Cádiz, donde era uno de los contactos de nego­cios más importantes para los quiteños y, a veces, su último recursd68, escribió a su socio don Carlos Larraín que el Marqués iba a viajar con:

varias telas de t�¡idos de plata y oro de gusto) que entre los dos elegimos, como que me acompañó en todas las compras. Y me determiné habilitarle con el fin de que consiga el más pronto regreso con haberes a su casa) y que la seño­ra su madre) hermano y parientes logren el deseado gusto de verle por allá cuanto antes) llevando con qué poder ganar gran parte) cuando no el todo) de los gastos que le ocasionaron sus peregrinaciones de correr cortes y las de su regreso a esa [a Quito] . . . 169

No se conocen todavía datos acerca de la producción y comerciali-

165 AN/Q, Pesos, 1785-XII-1 6. 166 AN/Q, Pesos, 1785-XII-16. 16' Cfr. AN/Q, Pesos, 1 789-I-16. Los hermanos Elizalde, oriundos de Navarra, habían llegado al Perú

en la década de 1760. En menos de dos décadas contaban entre los mercaderes más prósperos e influ­yentes del Virreinato con conexiones en España, los Virreinatos de la Plata y Nueva España, en Chile y Filipinas (Turiso Sebastián, 1 998: 1847-1858). Entre sus negocios constaba la exportación de casca­rilla desde 1786 y de cacao poco después (Mazzeo, 1 994: 130-131, 142-143). En la primera década del siglo XIX un miembro de la familia, don Juan Bautista Elizalde, era vecino y del comercio de Guayaquil.

"8 Borchart de Moreno, 2001 b. 1"' AN/Q, Pesos, 1795-X-1.

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zae1on del textiles del Obraje Mayor desde la muerte del primer Marqués ni la actividades de su heredero en Europa donde, a diferen­cia de don Miguel Jijón León, no parece haberse interesado por las posibilidades de modernización de la producción textil. El proyecto de minería que él debía dirigir en representación de Miguel Jijón León fra­casó, obviamente por problemas financieros (cfr. cap. Peguche) . Al igual que Jijón León, el segundo Marqués de Villaorellana a su regresó a Quito se vio confrontado con las demandas de sus acreedores. Aunque hasta el momento no ha sido posible establecer algún compro­miso económico con el proyecto minero que se debía desarrollar bajo su dirección, su situación financiera al regresar a la Audiencia no se pre­sentaba mejor que la de Miguel Jijón León.

En España tenía deudas con al menos tres empresas comerciales: Almarza y García en Madrid, Mateu y Oduyer en Cádiz así como Álva­rez Verjuste en el mismo puerto. Esta última deuda parece haber sido la más importante. A esto se sumaron las deudas de la testamentaria de su padre y nuevos compromisos adquiridos en Quito después de su retorno.170 En junio de 1 787 debía haber cancelado, en Cadíz, las deu­das con Almarza García, quienes tras un año de espera nombraron a un representante en Quito, el administrador principal de correos don Antonio Romero Tejada. Este había "reconvenido repetidas veces a la paga" al Marqués y "tenía la esperanza de que verificase con el producto de las ropas del AlmacenJ la que he perdido con noticia que se me ha dado de que las va vendiendo al fiado y contrqyendo deudas a su favor)� 171 Las experiencias de don Antonio Bustamante, representante de Mateu y Oduyer en Quito, no eran mejores "por el carácter del S!fjeto demandado".172 Ni siquiera encontraba un procurador dispuesto a defender los intereses de Mateu y Oduyer y tuvo que pedir una orden expresa del presidente de la Audiencia. La inusual presentación de escritos firmados por dos procuradores puede ser un indicio del recelo que tenían de enfrentar al Marqués en las cor-

No se puede ofrecer un cuadro total de las deudas. Como ejemplo de las deudas de la testamentaria del primer Marqués se puede citar el reclamo del convento de la Merced de !barra por los réditos de los censos impuestos en las haciendas Quinchuqui y Anajo. El corregidor de Otavalo, Merizalde Santisteban, no hacía caso a la orden de ejecución ni a las posteriores reales provisiones de incitativa de la Audiencia en 1 786 y 1 787 (AN/Q, Reales Provisiones, 1 787-Vl-2).

171 AN/Q, Pesos, 1 785-Xll-16. � ' 2 AN/Q, Pesos, 1789-I-16.

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tes. En respuesta a los reclamos de Romero Tejada, el Marqués ofrecía, por una "dependencia de solo seis mil pesos", las ropas de su almacén con la advertencia de que "las trcye fiada� que el interesado a ellas es don Gregorio Alvarez Vetjuste, y que tiene una tácita hipoteca prelativa a todo acreedor en lo existente de dichas ropas y ifectos ".173

En 1 790 se pagó finalmente una parte de la deuda, con el ya men­cionado préstamo que la primera Marquesa había pedido a la Junta de Temporalidades y que debía haberse destinado al pago de las deu­das del primer Marqués. A esto siguió, en octubre del mismo año, la orden del Presidente Mon y Velarde de embargar las ropas del alma­cén y confiscar los libros de contabilidad para averiguar a cuál de los deudores se podría cobrar el resto. El Marqués trató de salir del apuro con la promesa de 2.000 ps. que pensaba recibir de la obra pía de sus abuelos: el vínculo fundado por don Eugenio Chiriboga y doña María Josefa Luna en las haciendas Cusín y Tusa. Este víncu­lo, destinado a dar una renta de 2.000 ps. por año al más necesitado de sus descendientes, constituía, más que una ayuda para la familia, el deleite de los abogados durante la mayor parte del siglo XVIII, situación que permite apreciar en su contexto la aseveración del Marqués, de que, para recibir el dinero, no faltaba más que ''la gra­duación y en la que no me puede faltar el primer lugar por que de solo doce nie­tos que hemos quedado insolutos [¿insolventes?] yo sqy el mqyor. "

No se sabe la forma de pago del resto de la deuda a Almarza y García. Para poder cumplir sus compromisos con Mateu y Oduyer el Marqués tuvo que ceder la mitad de la hacienda Quinchuquí, avaluada en octubre de 1 791 en 9.351ps. 4 rs. y rematada en julio de 1 792.174 El comprador fue el hermano del Marqués, quien logró una rebaja a 8.000 ps a pagarse en cuotas anuales de 2.000 ps. cuyos intereses tenía que asumir el Marqués.175 En 1 799 todavía no se había cancelado la totali-

''3 AN/Q, Pesos, 1 789-I-16. n En Quinchuquí había existido una hacienda perteneciente a don Cristóbal Jijón üronoz, después de

cuya muerte la propiedad se dividió. La familia Jijón se quedó con los así llamados "potreros bajos de Quinchuqw"' (cfr. cap. Peguche). En 1 749 don Manuel Jijón León vendió la parte principal de la pro­piedad al doctor don Eugenio Troya en 1 5.868ps. 6,5 rs. Éste la dejó por su testamento de 1766, junto con la hacienda Perugache, a don Jacinto y don Joaquin Sánchez de ürellana (AN/Q, Pesos, 1 789-I-16; Lebret, 1981 : 298-309).

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dad, por lo cual el nuevo apoderado general de Mateu, el español don Gregario Susuarregui, firmó unas "segundas escrituras" con el Marqués. Las deudas con Álvarez Verjuste se cancelaron, en una fecha no deter­minada, con la entrega de las haciendas Anajo, Guaranúa y Alobuela al apoderado, el regidor don Juan Francisco Angula. Se reconoció un valor de 41 .000 ps., además el Marqués entregó otros 2.052 ps. 1 /2 rl. El precio acordado no necesariamente es un indicador del valor real de las propiedades, pero sí de la magnitud del endeudamiento del Marqués con Álvarez Verjuste.

En abril de 1 808 el segundo Marqués de Villaorellana arrendó el obraje, el batán y un molino de trigo, las cuatro tiendas de la casa de Otavalo, un galpón (hilandería) en Cotacachi, así como las haciendas nombradas Quinta, Cambugán, Gualsaquí, Pugalpandro, Niño Jesús, Quinchuquí y Anafito a don Joaquín Xaramillo, vecino y mer­cader de Quito y quizás un familiar de aquellos Xaramillo que duran­te décadas habían servido como administradores a los marqueses de Villaorellana.176 El contrato estipulaba un término mínimo de seis años y la posibilidad de una prórroga de otros tres, con un pago anual de 2.500 pesos. El Marqués se reservó la utilización de la vivienda en Otavalo así como el uso de los potreros de la Quinta o de Quinchuquí para sus caballos y del molino para hacer moler el trigo necesario para la casa.

Durante décadas el primer Marqués de Villaorellana y su segundo hijo Joaquín habían manejado personalmente los negocios textiles de la familia con la ayuda de administradores como Cristóbal Xaramillo en 1 777.177 A su regreso de Europa el segundo Marqués probablemente procedió de la misma forma, pero su hijo José, for­mado como abogado178, ya no parece haber estado involucrado directamente en los negocios. Quizás fue esta la razón que llevó a la firma de la escritura de arrendamiento, con la que parece haber ter-

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · "5 En 1 791 la hacienda tenía 1 8 caballerías 7 cuadras en potreros ubicados en Quinchuqui y el cerro

Itumán, de los cuales solamente 8 caballerías disponían de una acequia para el riego; algunos sembra­díos, una casa de bahareque y una casa de cocina (AN/Q, Pesos, 1789-I-1 6) .

1" Esto significa que recuperó la hacienda Quinchuqui, quizás por la muerte de su hermano. 1 7-

En 1 808 el adrnínístrador era Manuel Xaramillo. 1-" Büschges, 1996: 272.

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minado, después de 72 años, el manejo directo del Obraje Mayor por parte de los marqueses de Villaorellana. El segundo Marqués murió en 1 81 5, su único heredero, José Sánchez de Orellana Cabezas, murió en 1 8 1 8, cuando todavía no había terminado las gestiones que le hubieran permitido el uso del título. El destino de los bienes en estos años de agitación política, de campañas militares y frecuentes saqueos, se desconoce.

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2. El Obraje de Peguche 2.1 . De la manufactura de Rasero de Solis al obraje

de San José de Buenavista en el sitio de Peguche

Las causas que motivaron a la Audiencia a mandar al corregimiento al visitador Pedro Porree Castillejo y autorizar la fundación, en 1 622, del obraje de San José de Buenavista, han quedado claras en el acápite an­terior. Cabe señalar algunos aspectos acerca de los antecedentes de es­ta manufactura y su ubicación. En la instrucción para la visita, entrega­da a Porree Castillejo por parte de la Audiencia se indica

que en Tontaqui, otro pueblo del dicho repartimiento, se funde otro obrqfe de comunidad con otra cantidad de indios de los pueblos que no acuden con in­dios al obrqje de Otavalo, para que paguen los arrendadores de lo que pre­cediere de este obrqje.1

Obviamente, la Audiencia había decidido ubicar la nueva manufactu- 245 ra en términos de Tontaqui. Quizás el hecho más sorprendente relacio-nado con esta fundación es la existencia de un obraje privado pertene-ciente al encomendero Carlos Rasero de Solis, cuyo nombre y manu-factura han pasado desapercibidos, a no ser por las menciones que se encuentran en la documentación presentada por R. Rueda Novoa2• El primer autor en hablar del obraje de Peguche, pero que lo percibió co-mo un obraje de comunidad, fue A. Pérez, quien menciona una reso-lución de la Audiencia, fechada el 2 de octubre de 16133• En vista de que esta decisión se dio en el período de concesiones para obrajes par­ticulares, probablemente se trató de una licencia para Rasero de Solis o su antecesor en la encomienda.

El visitador debe haber considerado como más conveniente y prove­choso comprar las instalaciones- se habla de "los aderentes, sitio y cosas ne-

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 Rueda Novoa, 1 988: 64.

Rueda Novoa, 1 988: 74-75. Pérez T., 1 948: 1 85.

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cesarias" más no de sitios y rebaños de ovejas - a Rasero de Salís en lu­gar de emprender una nueva construcción4• La no existencia de sitios de ovejas se comprueba también con la tasación hecha a raíz del rema­te de 1 6875• La adquisición de las instalaciones pertenecientes a Rose­ro de Salís hubiera permitido el comienzo de la producción pocos me­ses después de haberse iniciado la visita, pero un incendio de los edi­ficios hizo necesario el empleo de la mano de obra en la reedificación cuyo costo, junto a los 2.800 pesos que se habían pagado a Rasero de Solís6, habrá constituido la primera deuda del nuevo obraje.

Según R. Rueda Novoa las actividades se habrián iniciado en 1 626, una vez realizado el primer remate en Juan González Marchena7• Es­tos parece poco probable, menos aún si se tiene en cuenta que el visi­tador Ponce Castillejo tenía experiencia en el manejo de obrajes. En 1 609 había obtenido la licencia para fundar un obraje particular en el pueblo de Chambo (corregimiento de Riobamba), donde la familia de su esposa ya tenía una manufactura8• Lo más probable es que Pedro Ponce Castillejo, quien logró extender su cargo de visitador, provisto para el año de 1 622, hasta abril o mayo de 1 625, manejó el obraje de Peguche "con mano de corregidor". El funcionamiento del obraje des­de 1 623 se desprende de la certificación del escribano Pedro Carballo, fechada en Otavalo el 21 de febrero, acerca de la existencia de "mucha cantidad de lana) en dos dependencias . . . algo más de 80 arrobas y otros beneficios de tinte� mantecas y otros adherentes".9 La "mucha cantidad de lana" constituía,

Es importante señalar, que Tontaqui fue únicamente el lugar previsto por la Audiencia, pero el documento citado por R. Rueda Novoa (1988: 66) no prueba la existencia de otro obraje. En algún momento debe haber existido un obraje privado en Tontaqui, probablemente en el sitio de Agualongo (cfr. cap. Colimbuela) . R. Rueda Novoa (1988: 1 1 4). El potrero adjunto al obraje fue estimado en 200 pesos, valor que prueba su extensión reducida, puesto que una caballería de potrero, p.e. en Cusín, se estimaba en 500 pesos, valor que subía hasta 1 .000 pesos cuando se trataba de potreros con riego. Cfr. tam­bién más abajo los inventarios de 1709 y 1 722

Rueda Novoa, 1988: 75.

Rueda Novoa, 1 988: 77, 78. Algunos arrendatarios constan en R. Rueda Novoa (1988: 77). Los años índicados por la autora no necesariamente responden al inicio de su período de arrenda­miento que, al igual que en el caso del Obraje Mayor, era de 6 años. El único dato adicional pro­viene de Jaramillo (1972: 1 00, 1 04), quien afirma que Lorenzo Bravo de Pereda arrendaba el obra­je al menos entre 1647/48 y 1653/58. Ortiz de la Tabla, 1977: 523.

Rueda Novoa, 1988: 81, 97.

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en realidad, una cantidad muy modesta, suficiente para algo más de cin­co paños.

Una posibilidad de medir la relativa importancia de los obrajes de "comunidad" en la primera mitad del siglo XVII, ofrecen los salarios que los corregidores recibían como administradores oficiales, puesto que el sueldo asignado debe haber estado en relación la producción cal­culada que dependía de los trabajadores asignados:

GRÁFICO 21. Los salarios de los administradores de obrajes de comunidad hacia 163010

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

1 400 --------------------------� 1 2 00 ��----------------------�

1 0 00 800 600 400 200

o

Los datos confirman la información de 1604, proporcionada por J. Ortiz de la Tabla y demuestran que, al menos hasta la década de 1630, ni siquiera los dos obrajes juntos constituían el complejo manufacture­ro más importante de la Audiencia. Lo que obviamente se logró con la visita de Pedro Ponce Castillejo y la instalación del segundo obraje, fue una notable mejoría en el cobro de tributos a partir de 1625, tal como lo demuestra al siguiente gráfico:

1° Fuente: PL II: 144.

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GRÁFICO 22. Porcentaje cobrado de los tributos calculados del repartimiento de Otavalo y cacicazgo provincial

de Cayambe-Tabacundo. 1624-162911

160

140

120

100

80

60

40

20

o

(Elaboración: Chr. Borchart de Moreno)

Bm Repartimiento de Otavalo

• Cayambe­Tabacundo

1624 1625 1626 1627 1628 1629

Las diferencias en los porcentajes de tributos cobrados entre diferen­tes repartimientos pertenecientes a la Corona son notables. En Chillo­gallo, al sur de Quito, se lograba el cobro de un 34,8 °Jo a 41,7 °Jo; mien­tras que en Lita esta cifra variaba de un 65,2 °Jo a 72,4 °Jo, porcentajes notables que se debían quizás a la posibilidad de lavar oro en la región de Quilca 12• En el caso de las comunidades indígenas con bienes pro­pios, ya sean estos los obrajes o tierras y pastos, había la posibilidad de cobrar los rezagos mediante el arrendamiento de estos bienes a perso­nas particulares. En pueblos como el de Chillogallo, sin bienes propios, los rezagos generalmente se perdían, a no ser que mecanismos tales co­mo la entrega de algodón para la producción textil doméstica se utili­zaban para cubrir las faltas. Esto fue el caso en Chillogallo, San Anto­nio de Pomasque y Amaguaña13, pero también en Otavalo mismo, ya que una de las instrucciones para Ponce Castillejo había consistido en

Fuente: PL II: 152-158. Para el repartimiento de Otavalo el tributo se calculó con el promedio de

las cifras otorgadas por Morga, es decir 11.750 pesos. El tributo de Cayarnbe-Tabacundo estaba

calculado en 3.290 pesos anuales. 12 PL II: 149. 13 Caillavet, 2000 1: 169.

Colección: espaciotiempo

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hacer a viudas y personas que no tributan en los pueblos de este repartimien­to 3.000 a 4.000 mantas al año1 pagándoles a 5 o 6 reales por manta y dándoles el algodón de la Real Hacienda para que el procedido de ellas sea para los rezagos de tributos.14

Solamente un mejor conocimiento de los períodos de administración del visitador Ponce Castillejo y de su sucesor, el corregidor Balbassil Ri­vera, podría ayudar a explicar las fuertes oscilaciones observadas en el gráfico. La cláusula relacionada con la producción de las mantas era obviamente un intento de poner bajo control estatal la producción do­méstica de textiles de algodón, que desde mediados del siglo XVI ha­bía estado en manos de los encomenderos15• Para conocer el éxito de esta medida se deberían analizar los archivos notariales así como la do­cumentación relacionada con los tributos, que fue analizada por G. Ra­món V. para la Sierra norte para algunos años entre 1 597 y 1 61 816•

En las primeras décadas de su funcionamiento, el "entero" del obra­je de Peguche parece haber consistido en 300 indios provenientes de Tontaqui, Cotacache y San Pablo, es decir de los pueblos que no pro­porcionaban mano de obra para el Obraje Mayor. También fue integra­do el pequeño grupo de "males y malecillos" residentes en el lugar17• El origen de la mano de obra merece algunas observaciones. Los in­dios de San Pablo debieron acudir desde la década de 1 620, más no constan en la numeración de 1 645/46 por la sencilla razón que la do­cumentación correspondiente a San Pablo se ha perdido. Esto es igual­mente cierto para el ayllu Ulacatamba de Tontaqui, por lo cual el cua­dro 52 trabajadores y su procedencia en 1 645, presentado por R. Rue­da Novoa no es completo18• Al igual que en el caso de Otavalo, existen diferentes datos acerca del "entero", puesto que en 1 680 la Audiencia, en contestación de la Real Cédula del 22 de febrero, informó que Pe­guche tenía un "entero" de 200 indios19• Hasta el momento no es po­sible señalar en qué momento se hicieron los cambios para aumentar el número de trabajadores en el Obraje Mayor y disminuir el de Pegu-

" Rueda Novoa, 1988: 65. Caillavet, 2000, g, h. Ramón V, 1 987: 1 29-1 30.

,- Rueda Novoa, 1 988: 75. '" Rueda Novoa, 1988: 86-87.

AN/Q, PE, Caja 5, Vol. 1 2, Doc. 343.

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che, a no ser que fue por intervención del presidente Munive (1 678-89, cfr. arriba).

Lo que parece obvio, es que el obraje de Peguche tenía algunos pro­blemas hacia mediados del siglo XVII. Por el tercio de San Juan de 1 647, el arrendatario de 1 647/48, Lorenzo Bravo de Pereda20, tuvo que pagar a 223 indios, cifra bastante inferior a los 300 asignados21• El pro­blema puede haber sido causado tanto por una escasez de mano de obra como por la falta de lana o una combinación de ambos factores. Bravo de Pereda fue probablemente arrendador en dos períodos, pues­to que en un informe fechado en 1 658, el obispo de la Peña Montene­gro mencionó que la "señora presidenta", es decir Angela de Salazar, la es­posa del presidente Vásquez de Velasco (1 655-61), mandó hacer texti­les en el obraje que se destinaban al mercado de Lima22• Alli la pareja Vásquez-Salazar debe haber tenido los contactos necesarios, puesto que Vásquez de Velasco estuvo como oidor en la capital del Virreina­to hasta 1 65523• La mención de lienzos, es decir textiles de algodón, en­tre los productos que la "señora presidenta" mandaba a vender en Lima, es un indicio que ella también estaba involucrada de alguna manera en la industria doméstica.

El interés de los presidentes y oidores de la Audiencia y sus familia­res en la producción obrajera y la comercialización de textiles, tanto de lana como de algodón, no ha sido analizado hasta el momento más allá de la acusación al presidente Munive de ser arrendatario, a través de testaferros, de varios obrajes de comunidad. Esta acusación adquiere más veracidad si se analiza su postura frente a la Real Cédula de 1 680.

21

Algunos arrendatarios constan en R. Rueda Novoa (1988: 77). Para Juan González Marchena (1626) no se han encontrado más datos; Francisco Grijalva Vitorio (1636) fue escribano público de Ibarra, teniente de corregidor de la villa en 1 652 (LCI, 1 648-58: 53-55, 141, 182), compró las tierras de Quitumba y las dejó a su hijo Alonso Grijalva. Juan Romero, arrendatario en 1641, podría ser idén­tico con Juan Romero Cantalejos, vecino de Quito en 1 639 (LCQ,1638-46: 105). Lorenzo Bravo Pereda (1648) consta en los abastos de carne de Quito (LCQ, 1 650-57: 475); en 1 667 es menciona­do como tesorero de las Reales Cajas (LCI 1 667-82, I: 12 ); Francisco Terán ( 1 660) fue corregidor de Ibarra desde 1 667 y en 1674 hacendado en la zona de Coñaqui (LCI 1 667-82, 1: 1 6, 302); acerca de Manuel de la Chica (1676) cfr. más arriba; Diego de la Chica Narváez (1 680) era regidor de Quito desde antes de 1 682 hasta 1 701 y consta en los abastos de carne de Quito en las décadas de 1 650/60 (LCQ, 1 650-57: 347; 1 658-63: 1 66, 257, 404). AN/Q, Indígenas, 1 648-I-23. Rueda Novoa, 1 988: 94. Lohmann Villena 1 947, I: 437-440; González Suárez 1 970, II: 699-700; Vargas, 1 980: 213, 228-229.

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En lo referente al Obraje Mayor, uno de los presuntamente arrendados por él, Munive, en su carta del 30 de julio de 1 68 1 , opinó

que será de conveniencia su conservación y de utilidad de los indios para que pueda correr por cuenta de Vuestra Mqjestad como hasta ahora o por la co­munidad de los indio� estando satisfechos los rezago� respecto de que los in­dios del entero consignados a él viven y están connaturalizados dentro del mismo asiento de Otavalo con sus casas y familias entrando al trabqjo sin apremio ni violencia alguna.

El obraje de Peguche, en cambio, estaba arrendado al regidor don Diego de la Chica Narváez, quien debe haber competido por la mano de obra y las materias primas. En estas circunstancias no admira el cua­dro negativo y dramático dibujado por Munive quien resaltaba

los inconvenientes de la distancia de dos y tres leguas de los pueblos de don­de acuden al entero, entrando a las cuatro de la man{ma y saliendo a las seis de la tarde, de que resultan a los indios laborantes conocido agravio y moles­tia con la venida al dicho obraje y vuelta a sus pueblos, habiendo de caminar seis leguas cada día, sin tener tiempo para su descanso. A que se sigue que aunque son doscientos indios los repartidos, los caciques, a C'!JIO cargo está el entero, dan según sus padrones por enterados en dicho obrqje cuatrocientos indios, dando por descargo que los doscientos de ellos se han ausentado, fugi­tivos de la cárcel privada que se tiene en é4 sin saberse de su paradero. En que Vuestra Mqjestad pierde los tributos de sus hjjos y familias y a su mon­to no equivale lo que percibe Vuestra Majestad al presente en dicho obrqje. No siendo el menor inconveniente el que los indios que están destinados pa­ra él, trqyéndolos de diferentes partes los ministros alguaciles y caciques al r:Jercicio y trabqjo, desesperan los dichos indio� despeñándose en los caminos por no ir al dicho obrqje como ha sucedido muchas vece� y poco ha, se arro­jaron tres de ellos de una puente abqjo, que sacaron muertos. Y así propon­go a Vuestra Mqjestad por único remedio, mande demoler este obrqje, pues ni a vuestro Real Patrimonio ni a los indios_y sus comunidades es de conve­niencia alguna. Y que solo se conserve y permanezca el de el asiento de Ota­valo con los indios que están situados dentro de el _y que estos queden exen­tos de las mitas en la quinta parte que se reparte para la labor _y crianza de las haciendas del campoy que recaiga esta obligación en los indios de los pue­blos de San Pablo, Tontaquiy Cotacache, en lugar del entero con que acu­den al obrqje de Peguche, con que se ocurre [acude] a la necesidad que pade-

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ce el común con la falta de indios para sus labores y ganado� y Vuestra Ma­jestad fuera del escrúpulo con que atiende al reparo de los daños y petjuicios que reciben en dicho obraje de Peguchi.24

Estas líneas constituyen, bajo el pretexto de la defensa de los indios, una clara defensa de intereses particulares, puesto que las condiciones de maltrato y explotación deben haber sido similares en todas las ma­nufacturas textiles de la época. Más obvios se hicieron estos intereses años más tarde. En el decreto de 5 de septiembre de 1 684 se anularon las órdenes de 1 680, pero se insistía, curiosamente, en la demolición del obraje de Peguche.

Esta medida no llegó a concretarse, quizás por maniobras legales de Diego de la Chica Narváez, quien todavía en 1 686 manejaba el obraje. Una prueba de ello constituyen las actuaciones de don Bartolomé As­tigarreta Villota, 'Juez recogedor de los obrajes de Su Majestad" en unión de Manuel de la Parra, "arrqyador de los obrajes de comunidad y juez recogedor del Obraje Mqyor", así como de Cristóbal Espinosa, cardador del obraje de Peguche y don Joaquín de la Torre, "alcalde de los lenateros del obraje de Pe­guche". El 29 de enero de 1 686 los cuatro hombres, quizás en compa­ñía de algunos otros, se dirigieron a las haciendas de Tintal e Irubi, ubi­cadas en términos de Perucho y pertenecientes a don Tomás de Isasa "a sacar de ella muchos indios que en ella hqy conciertos" 25• En forma inmedia­ta lograron apresar a dos indios del Obraje Mayor y uno del de Pegu­che pero, según el informe de Astigarreta Villota, el dueño salió

con mucha gente de indio� armados de rdone� cuchillo� lanzas y palo� pú­blicamente amotinándose para acosarno� sin embargo de que lo reporté de­mostrándoles la dicha comisión del Gobierno, no quiso abstenerse en sus de­masías ni darme franca la hacienda. Y antes nos dijo que nos matará a ba­lazos si a otra ocasión fuésemos a ella, y que éramos unos ladros. Y dicién­dole yo que si quiera me entregas a a Juan (¿), que no se le quitaba Luis Y a­laco, Diego Talaco, Lorenzo Cosate, Juan Billo, Silvestre Y mba y Pedro Masco, me respondió que era verdad los tenía, pero que no quería entregar­lo� porque le debían mucha plata. Y le dije que no podía ser mucha por que

24 Cfr. Landázuri Soto, 1 959: 145-146. Este texto prueba que el obraje de Peguche no fue demolido en 1 680, como presume R. Rueda Novoa (1988: 80) Según las composiciones del fiscal Ron, en 1 692 la propiedad de Isasa tenía 86,5 caballerías (VG: 1 41) .

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no eran indios de su apuntamiento sino del Rq en dichos obrqje� y caso que le debiese) pagaria yo) dijándole prendas bastantes y sin obligarle. Estas ra­zones y otras cortesías a que se reportase) no lo quiso hacer, diciendo má� que quienes nos gobernaban eran también tan ladrones como nosotros y que no eran obrqjes tan del Rq sino de los oidore� sin darles el título de S eño­re� y que como tenían sus salarios en estos obrqje� los mantenían) con seme-

jantes maldade� sacando los indios de los vecino� y que el Rq Nuestro Se­ñor estaba mi!J lijos y que no sabía nada) y otras muchas temeridade� aun­que le procuré aviar y lo procuró el dicho Manuel de la Parra) diciendo que siquiera se entregase a Mateo Monsalve y Santiago Masco) que eran recién venidos) sin los más que estaban) que no les sabíamos los nombres. Y de nin­guna suerte hubo remedio . . . 26

Este texto es de mucho interés en varios aspectos. Por un lado de­muestra claramente la conflictiva situación en torno a la mano de obra indígena, problema que debería ser estudiado para diferentes épocas y en las diferentes regiones de la Audiencia. En estos conflictos los ha­cendados, en el presente caso un español de Guipúzcoa, estaban ob­viamente dispuestos a defender sus intereses, aunque sea a mano arma­da y a balazos, es decir con un "arma prohibido"27• El objeto de sus amenazas y agresiones eran, en la mayoría de los casos, los caciques y sus representantes que buscaban indios fugitivos y trataban de cobrar los tributos. El presente ejemplo demuestra, sin embargo, que los ha­cendados tampoco dudaban de amenazar a funcionarios españoles y de utilizar el discurso del mal gobierno colonial que distorsionaría las rectas intenciones del buen rey.

El otro elemento interesante es la zona de Perucho, calificada por el cardador de Perucho como ''el paradero y retiro de todos ellos}

), es decir de

los que huian de los obrajes de Otavalo. Según la documentación del siglo XVI habían existido estrechos vínculos entre esta región y el re­partimiento de Otavalo, lazos que siguieron vigentes como lo demuestra la migración del ayllu de los Perugachi. Por otro lado, se trataba de una zona poco poblada donde los hacendados experimentaban permanen­tes problemas con la mano de obra28• Cabe señalar, además, que en

"' AN/Q, Obrajes, 1 686-II-4. 27 Borchart de Moreno, 2004 a. 28 Borchart de Moreno, 2002: 224.

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contra de todo discurso oficial, tanto de los protectores como de los caciques, los indios en las haciendas de Tintal e Irubi preferían el tra­bajo en los cañaverales y trapiches de esta zona subtropical a la labor en los obrajes. Como tantos otros conflictos, tampoco este parece ha­ber tenido una solución. Isasa fue encarcelado, procedimiento que se acompañaba siempre por el "secuestro" de bienes. Durante su estadía de un mes en la cárcel, negó todas las acusaciones y finalmente fue li­berado después de pagar la fianza de juzgado, sin que se conozca algún documento posterior.

2.2. La privatización del Obraje de Peguche 2.2.1 . El obraje de los Donoso

El documento anteriormente citado prueba que al menos hasta co­mienzos de 1 686 don Diego de la Chica estaba manejando el obraje de Peguche. No se conocen detalles acerca de la situación entre enero de este año y mediados de 1 687, cuando se decidió el remate de las insta­laciones. Los primeros interesados fueron el procurador de la Orden de Santo Domingo, un capitán Francisco de Cañizares y don José Re­calde Aguirre, vecino de Ibarra. En el último momento apareció don Pedro Xavier Donoso, arrendatario del Obraje Mayor, con una oferta de 3.000 pesos en efectivo. Esta oferta no solamente duplicaba la de Cañizares que había ofrecido la suma más alta hasta entonces, sino que también triplicaba el valor estimado por los tasadores -una oferta sin­gular, para decir lo menos.

El 8 de agosto de 1 687 el remate se decidió a favor de Donoso quien fue posesionado de las instalaciones a comienzos de septiembre29• En el lenguaje de la época, este cambio de dueño, que no incluía la mano de obra, fue llamado "demolición", tanto por las autoridades colonia­les como por los indios. La falta de mención de la mano de obra hace pensar en la aplicación de la Real Cédula, en el sentido de que los obre­ros de Peguche se destinarían al trabajo en las haciendas agrícolas y ga­naderas, pero dificulta entender los motivos que tuvo Donoso de ad­quirir, con un pago al contado, instalaciones que sin la mano de obra no tenían mayor utilidad.

" Rueda Novoa, 1 988: 1 1 3- 1 14.

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Luego de la adquisición Donoso trató de obtener una licencia pa­ra trasladar a los trabajadores de Peguche al Obraje Mayo2°, actitud bastante peculiar, puesto que no era más que el arrendatario de esta manufactura. Ante las protestas de un grupo de indios, encabezados por don Joaquín de la Torre, principal de la parcialidad de Gualaca­ta en San Pablo, se hicieron consultas a varios expertos en materia de obrajes y comunidades indígenas. Unánimemente estas personas se oponían a la idea de hacer trabajar juntos a indios "voluntarios" y del "entero". El depositario general de Quito, Luis Garrido, añadió a este argumento el problema de la convivencia entre indios perte­necientes a grupos diferentes:

Porque son muchos los indios del entero y no es mucha la capacidad del dicho obrqje fi.e. del Mqyorj para que éstos y los voluntarios puedan trabqjar sepa­radamente porque, siendo de diférentes parqjes y naturaleza y habiendo de ga­nar unos más crecido jornal que otros, estarán en oposición continua ... 31

En una carta de finales de julio de 1 688, anterior a las declaraciones de testigos, Donoso había esgrimido el mismo argumento para luego sugerir la instalación de un obraje de "voluntarios" en Peguche.

Un memorial enviado por el ya mencionado alcalde de leñateros de Peguche y sus compañeros demuestra no solamente que ellos no esta­ban dispuestos a cambio alguno, sino también que el argumento de la gran distancia que tenían que recorrer a diario desde Cotacache, Ton­taqui y San Pablo, exhibido por el presidente Munive en su propuesta de demolición, no tenía sustento, puesto que ellos vivían en las cerca­nías del obraje32:

Decimos que estando como hemos estado connaturalizados en el dicho sitio como lo estuvieron nuestros padres y muchas de las familias de más de cien años a esta parte, pagando nuestros tributos con el sustento natural a nues­tras mtijeres, hjjos y parientes en la habitación de nuestras casas, sementeras

y tierras propias, hemos quedado al presente destituidos de nuestras comodi-dades por haberse demolido el obrqje de comunidad que estaba fundado en el dicho sitio de Peguche, donde trabqjábamos y teníamos con nuestros salarios

30 Rueda Novoa, 1 988: 1 1 2. AN/Q, Obrajes, 1 688-VII-17.

32 Probablemente fueron asentados en la zona por el corregidor Balbassil y Rivera quien había infor­mado de la "reducción" de 230 casas en el pueblo de Otavalo.

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y jornales con que cómodamente podíamos pagar nuestros tributos y susten­tar nuestras mtgeres e hijos al abrigo de dichas nuestras casas y chacras, es­tando como estábamos hechos al trabqjo del obrqje y criados en los oficios y ministro de é4 como así mismo otros indios s¡ijetos de dichos pueblos que des­pués de la demolición del dicho obrqje se han ausentado por la misma razón y porque demás del dicho sustento todas las obvenciones de entierros y casa­mientos y pago de tributos librábamos y pagábamos y las viudas con el tra-bqjo de sus hijos Cf!YO alivio nos ha faltado y estamos expuestos a dejar el di­cho sitio y los pueblos de nuestros origen a buscar en otras partes de esta ju­risdicción otros obrqjes en que trabqjar, porque no estamos enseñados al ser­vicio de las haciendas del agro ni nuestro natural se inclina a esta ocupación cuando es tan corta que el mqyor salario que está señalado es él de quince patacones cada año y en los obrqjes ganamos mucho más y en algunos oficios doblado más que en las haciendas del campo y con la experiencia que tene­mos habiendo reconocido que en más de un año ha que se demolió el obrqje nos vemos alcanzados de los tributos y del sustento y apremiados por nues­tros caciques a la paga de ellos cuando en tiempo del dicho obrqje teníamos el alivio de sati.ifacerlos sin apremio alguno. Nos vemos obligados de nuestra necesidad y miseria a suplicar a Vuestra Merced se sirva de pedir ante el se­ñor Presidente nos conceda licencia para que voluntariamente entremos a tra­bqjar al obraje mqyor del asiento de Otavalo concertándonos con el arrenda­dor por los jornales tasados por ordenanzas y en caso que no hqya lugar se nos de permiso para que podamos elegir los obrqjes de indios voluntarios en esta jurisdicción y en el ínterin que lo hqya en la nuestra porque de otra suer­te nos iremos consumiendo con nuestras familias desterrándonos a las partes más remotas y retiradas como lo han hecho muchos otros indios que estaban hechos al trabqjo de dicho obrqje, sobre que protestamos nuestros daños y per­

juicios propios y los que recibe S u Mqjestad de sus tributos presentesy de to-dos nuestros hijos que tenemos y tuviéremos. En Cf!Ya atención a Vuestra Merced pedimos y suplicamos se sirva de hacer el pedimento que pedimos y que sea con toda brevedad antes que los dichos indios se ausenten a partes tan remotas que no puedan tJolver a reducirse con la pérdida de tributos reales;y que sacada la licencia se nos entregue para que nos reciba el dicho arrendador al trabqjo del dicho obrqje;y en caso que no quiera podamos elegir el obrqje que nos pareciere_y asegurar en él nues­tros tributos en que recibiremos merced con justicia que pedimos. Y juramos

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a Dios y a esta t no hacemos este pedimento de malicia sino forzados y obli­gados de nuestra necesidad 33

La "demolición" del obraje de Peguche terminó, el 1 7 de agosto de 1 688, con una real provisión de indulto que facultaba a Donoso a fun­dar "un chorrillo con indios y muchachos voluntarios para la fábrica de 1 O tareas de bqyetas y ropas menores, en que podrán ocuparse, y 20 paños en cada un año". Con el pago de 1 . 900 pesos, 500 por la licencia, 800 por el permiso de las bayetas y 600 por los paños, Donoso -y con él quizás el presidente Munive- se estableció como propietario de un obraje privado34• En 1 695 se concedió una ampliación de la licencia por un pago de 700 pe­sos adicionales35•

Poco se sabe hasta el momento acerca del primer propietario priva­do del obraje de Peguche. De los estudios de J. Ortiz de la Tabla se des­prende que don Pedro Xavier Donoso descendía de una familia chile­na o que su esposa era chilena36, lo cual hace pensar que vino a Quito como "criado" del presidente Munive. A diferencia de lo que afirma R. Rueda Novoa37, con la adquisición de Peguche Donoso no se transfor­mó en uno de los grandes obrajeros de la Sierra Norte, ya que no so­lo su arrendamiento del Obraje Mayor concluyó en 1 689 sino que se enfrentó a una serie de problemas empresariales. Los principales retos

257 eran la contratación de mano de obra voluntaria y el abastecimiento con lanas y otras materias primas. En lo referente a la materia prima, existen ejemplos que demuestran que el comercio de lana se distinguia de muchas otras contrataciones de la época, puesto que no admitía trueque ni plazos, sino que los obrajeros terúan que asegurarse la "co-secha" de lana con pagos adelantados y en efectivd8•

Dinero en efectivo se necesitaba también para la nueva modalidad de la mano de obra voluntaria, ya que los "conciertos" se lograban con adelantos de dinero y se manterúa a los trabajadores con los "soco-

11 AN/Q, Obrajes, 1 688-VII-17 . El inicio del documento es un buen ejemplo para la percepción del tiempo: "más de cien años" equivalía a "desde inmemorial tiempo", tan frecuente en la documen­tación relacionada con la propiedad de tierras, puesto que el obraje existía recién desde hace unos 60 años. AN/Q, Obrajes, 1 688-VII-17. Rueda Novoa, 1988: 1 16. Ortiz de la Tabla, 1 993: 259. Rueda Novoa, 1 988: 1 1 7. Cfr. cap. Obraje Mayor; Borchart de Moreno, 1998 i: 245.

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rros", es decir la entrega de dinero y productos. El hecho de que en la década de 1 680 se limitó a 1 O pesos - más de la mitad del salario anual de un gañán - la suma, que los hacendados y obrajeros podían adelan­tar a los "conciertos", es una prueba de las dificultades que enfrenta­ban los empresarios en este campo y de la competencia que existía en­tre ellos por conseguir trabajadores. Sin un mayor conocimiento de la documentación no se pueden adelantar criterios acerca del manejo del obraje con la nueva modalidad de la mano de obra "concertada".

Lo que se puede afirmar es que con los bienes anexos al obraje no se podían enfrentar los múltiples retos, ya que al obraje no pertenecían más tierras que las 8 caballerías y 2 cuadras en el sitio de Ipulrro y que obviamente corresponden a lo que posteriormente se llama el potrero de la Loma, donde estaban situados los molinos. Por lo tanto, Donoso trató de adquirir otras propiedades. Según la visita y composición de 1 696 había adquirido, en un remate efectuado antes de septiembre de 1 692, 1 1 caballerías y 1 2 cuadras de tierras realengas en el sitio de Pin­saquí, llamado también Pinchaquí o Pilchaquí. En menos de cuatro años se había apropiado, de forma ilegal, de otras 4 caballerías y 1 O cua­dras en el mismo sitio, tierras que servían como potreros. En 1 709 se calculó que la extensión de estos potreros de ceba podía dar cabida a entre 1 50 y 1 70 cabezas de ganado vacund9•

Donoso tenía además una pequeña propiedad de 1 caballería y 2 cua­dras en el sitio de ''Anrrabuela gato", para la cual no pudo exhibir títu­lo legal alguno, sino únicamente una información de testigos de una posesión de más de diez años. Por último, en una fecha no determina­da, había comprado 6 caballerías y 2 cuadras en el Mojanda, tierras que habían pertenecido a Mateo Guerrero o quizás a la mujer de éste, la ca­cica mayor doña Cristina Ango de Salazat0• Nuevamente el avalúo de 1 709 puede ofrecer algunos detalles acerca de esta última propiedad, que contaba con un troje, un cuarto de cocina construido con bahare­que y paja, 35 ovejas, 23 bueyes de arada, una mula de silla y unas po­cas herramientas. Con un total de 32 caballerías y 6 cuadras, provistos de un muy reducido número de animales, era imposible atender las ne­cesidades del obraje.

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 39 VG: 332-333; AN/Q, FE, Caja 7, Vol.1 7, Doc. 555. " VG: 332-333; Borchart de Moreno, 2003 a.

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Fuera de estas 32 caballerías y 6 cuadras en términos del asiento de Otavalo, Donoso había adquirido, en enero de 1 689, el hato de vacas llamado El Hospital de 38 caballerías, más 3 caballerías adicionales en el cercano sitio de El Tablón, pertenecientes a Urcuquí. Obviamente no tuvo los fondos necesarios para esta compra, ya que en diciembre de 1690 vendió la propiedad a don José Recalde, uno de los grandes propietarios en la jurisdicción de este pueblo y quien había estado in­teresado en la adquisición de Peguche41•

En enero de 1 696, momento de la visita del fiscal Ron, el dueño de Peguche estaba todavía en Otavalo. En junio del mismo año, en cam­bio, se encontraba en Lima, donde redactó su testamento42• No se sa­be si su estadía en la capital virreina! se debía a un viaje de negocios o si había decidido instalarse en Lima, atraído por el esplendor y las po­sibilidades que ofrecía la corte virreina!. En este segundo caso, el obra­je habría quedado en manos de un administrador que debía proporcio­nar los fondos requeridos para fmanciar la costosa vida de ocio en la ciudad de los Reyes. El hijo de don Pedro Xavier, don Diego Donoso Quint, parece haber vivido durante años en Lima y retornado a Quito a comienzos del siglo XVIII, quizás en un momento de dificultades económicas por el creciente endeudamiento que se había iniciado con los préstamos hechos por don Pedro Xavier en 1 679, es decir al año de su probable llegada a Quito. Al igual que su padre, don Diego no pa­rece haber tenido las cualidades que, según su viuda y sus conocidos, eran necesarios para el exitoso manejo de un obraje, a saber, ''inte!igen­cia1 industria y dinero para su avío )).

A los tres préstamos por un total de 13.000 pesos, adquiridos por su padre entre 1 679 y 1 694 y cuyos réditos no se habían pagado todavía, don Diego añadió nuevos compromisos, al menos desde septiembre de 1704. El 31 de enero de 1 705 firmó el recibo de dote correspon­diente a su matrimonio con doña María Josefa de la Carrera, hija del dueño de una de las dos grandes haciendas de Canguagua, don Fernan­do Nicolás de la Carrera, uno de los descendientes del conquistador

VG: 389-391 . 42 Este y los siguientes datos provienen de las declaraciones de varios conocidos de don Diego

Donoso Quint y de su viuda, doña María Josefa de la Carrera, así como de las tasaciones de los bienes y la relación juramentada de las deudas (AN/Q, FE, Caja 7, Vol. 17 , Doc. 555).

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Sancho de la Carrera43• La considerable dote de 1 6.000 pesos, a la que don Diego añadió 2.000 pesos -¿prestados?- de arras, le aportaba 7.024 ps. 4 rs. en dinero efectivo, el ajuar de la novia con plata labrada, joyas y vestimenta - con un vestido adornado de encajes de oro y plata pro­cedentes de Milán, de auténtico lujo, ya que con los 500 pesos de su va­lor se podría haber comprado una casa pequeña en Quito. Los restan­tes 4.400 pesos no eran más que promesas, puesto que el suegro le ce­dió las deudas que dona María Cevallos y sus hijos Santos Nidos del Estoque mantenían con él. No es demás señalar que lo que aparecía como una dote apreciable, frecuentemente era más bien un espejismo, tal como lo expresó un autor limeño en 1 794:

Verás que cuando proponen Mt!Jer para casamiento, Suelen r!frecer de dote Catorce o quince mil pesos.

Y después de celebrado S e reducen a doscientos, Y si en la espalda no son, Puede quedar sati.ifecho.

S e otorga carta dota4 En la que apuntan por cierto Un canapé y cuatro sillas En mil y quinientos pesos . . . . 44

A fines del mes de febrero firmó dos obligaciones por préstamos en dinero efectivo: el 27 de febrero con el corregidor de Otavalo, don Jo­sé del Corro Bustamante, quien le prestaba por un período de siete me­ses 8.373 ps. 2,5 rs., dinero que correspondía probablemente a los tri-

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . " Según J. Ortiz de la Tabla (1993: 259), doña María Josefa de la Carrera era la nieta del José Sancho

de la Carrera, quien había compuesto las tierras de Cangagua en 1 696 (VG: 456-459), e hija de don Nicolás Fernando de la Carrera, propietario de la hacienda a comienzos del siglo XVIII, quien tenia además un hijo llamado don José Antonio (Ortiz de la Tabla, 1 993: anexo). Para la carta de dote cfr. el documento arriba citado y AN/Q, N3P, Leguia, 1 705. Cfr. P. Rizo-Patrón Boylan (2001 :XI).

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butos, ya que frecuentemente los corregidores, en lugar, de entregar las sumas a la Real Caja, disponían de ellas para sus propios ftnes hasta ser presionados por los funcionarios, que a su vez se veían bajo presión por el envío del situado a Cartagena. Al día siguiente recibió un prés­tamo de 4.200 pesos en efectivo por parte del vecino y mercader qui­teño don Diego Antonio Vásquez Guerra, quien le concedió un plazo de seis meses. En la primera de las escrituras el obraje de Peguche, los dos potreros de Pinsaqui y la estancia de pan sembrar Mojanda cons­tan como hipoteca especial, situación que permite tener una idea de los linderos de la propiedad45• Donoso Quint no podía cumplir con ningu­no de los plazos y fue probablemente amenazado con un juicio por parte del mercader, ya que casi un mes después de vencido el plazo un capitán Rafael Sánchez pagó en su nombre los 4.200 pesos, lo cual pro­bablemente no signiftcaba más que un cambio de acreedor. El corregi­dor, en cambio, recibió un primer pago recién en mayo de 1 706 y el resto en diciembre de 1 70746•

En agosto de 1 705 Donoso y su mujer compraron la hacienda de Cangagua, perteneciente a la viuda de don Fernando Santos Nidos del Estoque, doña Maria Cevallos, y sus hijos y que colindaba con la ya mencionada propiedad del suegro de Donoso47• Probablemente se tra­taba de un intento de mejorar el abastecimiento del obraje, puesto que las tierras de Cangagua servían en gran parte para el pastoreo de ove­jas. La escritura de venta es un buen ejemplo de los problemas de en­deudamiento que enfrentaban aun los grandes propietarios y de las ar-

Normalmente el acreedor se contentaba con una hipoteca general, mientras que la hipoteca espe­cial se exigía cuando el deudor ya había incumplido pagos. Los linderos de Pe¡,>uche eran: por arri­ba la hacienda La Laguna de la Compañía de Jesús; por abajo la estancia de Andrés Rivas y tierras de indios; por un lado la estancia de Fray José Forcen; por otro lado el camino real y tierras de indios. linderos de los potreros de Pinsaqui: por un lado con la quebrada grande de Ilumán; por otro lado tierras de indios y camino a Tontaqui. La estancia de Mojanda lindaba con los páramos del mismo nombre.

AN/Q, N3P, Leguia, 1 705. Doña María podría ser hija de Fernando Cevallos Velasco, criollo, regidor de Quito desde 1 659 hasta después de 1 687 (Ponce Leiva, 1 998: 440). Las dos grandes haciendas de Cangagua eran de cría de ganado así como de cultivos. Los hijos de la pareja Santos Nidos del Estoque-Cevallos eran: los jesuitas Florencia y Francisco, los domirúcios José y Martín, el presbítero Fernando y el capitán Bernabé, así como cuatro hijas que habían profesado como monjas conceptas. Fuera de la hacienda Cangagua la familia poseía una hacienda de trapiche y cañaverales en Perucho y una hacienda en el valle de Amaguaña (AN/Q, N3P, Leguia, 1705).

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timañas que se hacían en los avalúos de propiedades fuertemente hipo­tecadas. El ganado, que incluía los extensos "sitios" para las ovejas, fue avaluado en 38.145 ps, las casas de vivienda con su capilla, los cuatro trojes así como las alrededor de veinte caballerías de tierras de labor pa­ra cebada, trigo, habas, lentejas y papas en 1 2.790 pesos48•

El precio total de 50.935 ps. se componía de una serie de elementos cuya suma total sobrepasaba el valor calculado: 25.485 ps de diferentes principales de censos; 4.000 ps. de un nuevo censo a favor de dos mon­jas conceptas, hijas de la familia Santos-Cevallos; 1 5.000 ps. que se de­bían pagar a la procuraduría de la Compañía de Jesús; 4.400 ps. de deu­da de la familia Santos-Cevallos que don Nicolás Fernando de la Ca­rrera había cedido a su yerno en la carta de dote; 3.450 de "censos corri­dos", es decir intereses no pagados; 3.000 ps. de contado. Todos estos compromisos sumaban 55.335 ps, lo cual significaba que para no so­brepasar la suma acordada Donoso Quint renunciaba al cobro de la deuda de 4.400 ps. Todos los arreglos contables no habían sido sufi­cientes, sin embargo, para arreglar el pago de otros 1 6.000 ps. de deu­das que tenía la familia Santos-Cevallos. Se trataba de los 4.000 ps. que los padres habían comprometido para la entrada al Monasterio de las Conceptas de cada una de sus hijas. Estas escrituras quedaron "rotas" y fueron parcialmente sustituidas por el nuevo censo ya mencionado.

Con esta compra Donoso Quint y su mujer no solamente adquirie­ron compromisos fmancieros prácticamente impagables, sino que si­guieron buscando dinero fresco, con lo cual aumentaba el endeuda­miento. A modo de ejemplo se pueden citar, para los meses de sep­tiembre y noviembre de 1 705, el censo de 1 .200 pesos a favor del obis­po electo de Puerto Rico, fray Bartolomé García, o los 1 .000 ps. pro­porcionados por el Convento de la limpia Concepción y que se impu­sieron nuevamente sobre "las haciendas de Cangagua que son valiosas y cuan­tiosas" 49• Los ejemplos aquí citados corresponden solamente a las es-

Se trataba de 9.568 ovejas, 395 cabezas de ganado vacw10, 260 puercos, 102 yeguas y 52 mulas de carga y un caballo. En el inventario de noviembre de 1708 se contabilizó la misma cantidad de ove­jas, pero en el inventario de febrero de 1 709 quedaron solamente 5.578, sin que conste una explica­ción de la diferencia. AN/Q, N3P, Leguía, 1705. La segunda escritwa informa de los linderos de la hacienda hipotecada: con la hacienda Cangagua de don Nicolás Fernando de la Carrera y con la hacienda Quinchocaxas de don Antonio Ormaza Ponce de León, quebrada en medio; arriba con los páramos hasta el cerro encantado; abajo con la hacienda de sitios de ovejas Isacata de Carrera y Guachalá de Ormaza.

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crituras ante un solo notario y a los últimos tres meses del año de 1 705; una revisión de los libros de otros notarios y de los años 1 706 a 1 708 podría completar el cuadro de un endeudamiento que, según algunos testigos, parece haber llegado a unos 72.000 pesos.

En muy poco tiempo la situación se hizo insostenible. El obraje de Peguche no solamente estaba fuertemente hipotecado, sino que se de­bían unos 1 0.000 pesos por réditos acumulados en casi treinta años; en el caso de Cangagua con sus tierras anexas de Urapamba, situadas en términos de El Quinche, no se había logrado cumplir con los compro­misos. En conjunto, los bienes de Donoso Quint fueron probablemen­te los más hipotecados del momento. El obraje no podía producir acorde a su capacidad y sus licencias, puesto que estaba siempre

desaviado por falta de gente, que no acudían los indios, faltándoles el socorro que no podía dar el dicho difunto como quisiera;y por esta causa apenas co­man de 4 a 5 tareas y éstas con muchas fallas; que era imposible que con sus frutos pudiese aviar/e y pagar los réditos .. . 50•

En noviembre de 1 708 Donoso Quint negoció la venta de Cangagua y Urapamba con doña Francisca Peñalosa, viuda del regidor quiteño don Salvador Guerrero. Se realizaron los respectivos inventarios y, el 12 de noviembre, la entrega de los bienes, pero no se llegó a firmar la es­critura de compra-venta "por la acelerada muerte" de Donoso Quint, pa­ra utilizar las palabras don Juan Troya Pinque. Según otro amigo de don Diego, don Baltasar Rodríguez León, la venta '�on dns días más que hubiera vivido el dicho difunto se hubiera celebrado por escritura", declaraciones ambas que hacen pensar en el suicidio del deudor que poco antes de su muerte, al enseñar la minuta de la pretendida venta, había confiado a Jacinto Mantilla que al vender Cangagua y Urapamba le iban a que­dar solamente "2.900 y tantos pesos y le d!Jo que no le alcanzaba para pagar los réditos".

Con su muerte el remate de todas las propiedades se hizo inevitable. La viuda, que tenía dos pequeños hijos, consiguió que en reconoci­miento de su dote -y ante la falta de interesados- se le rematara el obraje de Peguche con sus tierras anexas, mientras que Cangagua y Urapamba fueron adquiridos por el capitán don Pedro Matías Loma

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 50 Testigo Baltasar Rodríguez León en AN/Q, FE, Caja 7, Vol. 1 7, Doc. 555.

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Portocarrero, yerno de doña Francisca Peñalosa51. Según la tasación, Peguche con sus tierras anexas tenia un valor total de 30.000 pesos, de los cuales 24.000 correspondían a los edificios, cubiertos de teja, de la vivienda y el obraje, en cuyas dos hiladurias había un total de 59 tor­nos, mientras que los telares parecen haber sumado 1 4 para la produc­ción de sayales, jerguetas, frazadas y paños, así como el batán y el po­trero de la Loma. A estos se añadían 2.000 pesos por los potreros, sin animales, de Pinsaquí, 2.500 por las casas de molinos y 1 .500 por la es­tancia en el sitio de Mojanda. A partir de 1 71 O la viuda arrendó los bie­nes a Fernando Soto Calderón por un período de cinco años y por 2.300 pesos anuales, suma que permitía pagar los réditos corrientes, pe­ro dejaba sin solución el problema de las hipotecas y los intereses acu­mulados52. Posteriormente se acordó el arrendamiento con doña Mi­caela (Pérez) Manrique, quien empleaba como administrador a un fa­milia�3.

No se conocen todavía datos de los años en los cuales el obraje es­tuvo arrendado, así que no es posible evaluar la situación del endeuda­miento. Según el nuevo inventario, realizado antes de la venta en 1722, había 63 tornos en lugar de los 59, mientras que el número de telares había bajado a 1 2. El batán se encontraba en muy mal estado con las maderas podridas y en los dos molinos había una sola piedra en fun­cionamiento54. Estos problemas no justificarían, sin embargo, la venta por 1 5.000 ps., la mitad del precio anterior, a don Cristóbal Jijón Oro­noz, suma que incluía los censos cuyo monto, trece años antes, había sobrepasado este valo�5. Es muy probable que en la ocasión anterior se habían sobrevalorado las instalaciones para ahuyentar a posibles in­teresados y, de esta forma, darle a la viuda la oportunidad de mantener la propiedad y - un elemento muy importante en la sociedad de la épo­ca - el honor de la familia.

jj

54

Ortiz de la Tabla, 1 993: anexo. R. Rueda Novoa (1988: 125) compara esta cifra con las sumas que solian pagar los arrendatarios cuando el obraje había sido del Rey. En realidad, las cifras no son comparables, puesto que en el siglo XVII se trataba de una concesión de mano de obra, mientras que los dueños particulares solamente podían arrendar las instalaciones y las tierras. Rueda Novoa, 1 988: 1 22, 124-125. Rueda Novoa, 1 988: 141-148. Rueda Novoa, 1988: 1 25.

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2.2.2. La familia Jijón y los Marqueses de Villaorellana

Don Cristóbal Jijón Oronoz, nacido en la región de Viscaya en 1 682, había venido a la Audiencia de Quito en 1 700, según algunos autores posiblemente como corregidor designado de Riobamba56• Esta suposi­ción no es apoyada por la documentación, puesto que en los documen­tos tempranos no llevaba el rango militar de general o al menos capi­tán, usual entre los corregidores de la época. Además su hijo Miguel, en su probanza para entrar a la Orden de Santiago, como méritos de su padre mencionó únicamente el ejercicio de las funciones de corre­gidor de Otavalo y alcalde ordinario de Quitd7•

Aclarar las actividades de Jijón Oronoz en sus primeros años en la Audiencia de Quito se complica por el hecho de que en la capital se en­contraba, como mercader residente y con el rango de capitán, otro don Cristóbal Jijón, al menos en forma temporal desde 1 692. En este año este primer don Cristóbal, vecino de Santa Fe, vendió en Quito ropas y géneros de Castilla por algo más de 1 1 6.000 pesos, mercancía que ha­bía obtenido en la feria de Portobeld8• A través de los diferentes volú­menes de protocolos notariales se puede seguir el rastro de este perso­naje que obviamente viajaba con regularidad a Portobelo y mantenía una amplia red de negocios. En algún momento en la primera década del siglo XVIII se instaló en defmitivamente en Quito, donde consta como vecino y como caballero de la Orden de Santiago.

Lo más probable es que don Cristóbal Jijón Oronoz haya sido un so­brino del capitán Jijón, traído por el tío como ayudante en los nego­cios, siguiendo un esquema de migración muy frecuente entre los mer­caderes españoles de la época. En Quito Jijón Oronoz estuvo presen­te, todavía en calidad de residente, a más tardar desde 1 704, cuando fir­mó dos escrituras por negocios pequeños59• Según la probanza de mé-

Cfr. Büschges, 1 996: 1 5 1 ; Gangotena Jijón (1941 : 54, 55). Los autores no mencionan los años de ejercicio del cargo. Lohmann Villena 1947, 1: 1 72-1 73. El la documentación notarial de inicios de fines del siglo XVII e inicios del XVIII el apellido y la firma de los miembros de la familia constan como "Jixon". Algunos autores escriben el apellido con G, forma que curiosamente se utiliza también en los documentos de la Orden de Santiago, a pesar de que el Miguel Jijón León firmaba como ''Jijón". AN/Q, N6P, Juan López Salcedo, 1 692. Agradezco al historiador Angel Justo Estebaranz quien me indicó esta primera huella de este personaje. AN/Q, N3P, Nicolás de Leguia, 1704.

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ritos de su hijo se casó en la villa de Riobamba, en 1706, con doña Ma­nuela León Chiriboga60• Este matrimonio era un golpe de suerte para un joven que trataba de hacer fortuna, pero que todavía no tenía "bie­nes algunos" 61• Su esposa era hija de Manuel León Mendoza quien había sido corregidor de Otavalo de 1 670 a 1 67 1 . Probablemente se trata de la misma persona que de 1 675 a 1 676 está registrada, bajo el nombre de don Manuel León Sotomayor, como teniente de justicia mayor en Riobamba. La familia León se instaló en Riobamba, donde tanto don Manuel como dos de sus hijos, don Manuel y don Bernardo León Chi­riboga, llegaron a ser alcaldes. La familia se dedicó a la producción de textiles: don Manuel León Mendoza adquirió en la década de 1 680, por 1 .400 ps., una licencia para establecer un obraje en Macaxí "de paños y otras ropas'� mientras que su hijo don Bernardo adquirió, en 1 .200 ps. una licencia para el obraje de Culaguango en Latacunga y compró, en remate, el obraje de comunidad de Punín en 1 .225 pesos62•

En 1 708 un Cristóbal Jijón viajó a España, sin que se conozcan la identidad del viajero o los motivos de viaje. Lo cierto es que Jijón Oro­noz obtuvo un nombramiento como corregidor de Otavalo (17 1 1 -1 7 1 6) , lo que no parece probable, por las razones arriba señaladas, es que de allí pasó, en 17 19, a ejercer la función de corregidor de Lata­cunga63. En 1 722, cuando adquirió el obraje de Peguche, ya estaba ple­namente integrado en la sociedad de la capital de la Audiencia, donde ejerció el cargo de alcalde ordinario en 1 72464•

En su relación con la familia León así como en sus años como fun­cionario en el corregimiento de Otavalo debe haber adquirido no sola­mente cantidad de contactos en el mundo del negocio textil sino la ''in­teligencia y el caudal" que se consideraban necesarios para administrar un obraje. La ''industria" tampoco debía faltar para mantener a una familia con nueve hijos, de los cuales cuatro varones y la única mujer optaron por la vida religiosa65• A estas responsabilidades se sumó la función de tutor de los sobrinos de su esposa, hijos de doña Teresa León, quien

60 Lohmann Villena 1 947, I: 1 72-173.

Lebret, 1 9 8 1 : 249. 62 AN/Q, Obrajes, 1 690-VI-1 0; Tyrer, 1 988: 220-221 ; ürtiz de la Tabla, 1993: 2 1 6.

Gangotena Jijón, 1 94 1 : 55; Jaramillo, 1 972: 1 24. 64 Büschges, 1 996: 1 51 .

Gangotena J ijón, 1 94 1 .

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había sido matada por su marido don Domingo Bastarrachea66• Al igual que para los años anteriores no existen estudios que permi­

tan conocer las actividades de excorregidor Jijón Oronoz, su participa­ción en la producción y el comercio de textiles así como la adquisición de otros bienes raíces en el corregimiento. Parece que al menos parte del tiempo vivía con su familia en Peguche y en Salinas, pueblo prácti­camente abandonado y, en cierta forma, redescubierto por Jijón, según lo manifestó, años después, el propietario de una hacienda en términos de Urcuquí:

Habiendo quedado este valle desertado de indios dispuso la familia del gene­ral don Cristóbal Jijón el levantar una capilla pequena en alguna distancia del lugar donde fue el pueblo de Santa Catalina de las Salinas, con el moti­vo de ir a recrearse y curarse de . . . algunos m ale� que el temple y terruno les podía qyudar y poderles aliviar. Y por esto después se han ido agregando mu­chos espanoles que han hecho una formal y dzlatada población que entretie­nen y dedican al comercio de la sal que benifician para la conservación de su comercio . . . ''. 67

Como excorregidor y propietario de bienes raíces en el distrito seguía estrechamente vinculado al corregimiento, por ejemplo al pagar la fian­za de uno de sus sucesores, don Ramón Vosmediano, quien luego se convirtió en el administrador de sus bienes. Además parece haberse in­miscuido en la administración del corregimiento. Esto se desprende de una carta del corregidor don Juan Manuel de Sandoval quien, al ser presionado por los oficiales reales por las cuentas de los tributos, ma­nifestó, en octubre de 1 732,

"como hace seis meses cumplzdos las puse en las manos del general don Cris­tóbal de Jijón, que me las pidió en nombre de vuestras mercedes para su re­misión, como así mismo el importe de los derechos de presentarlos. Y ahora,

Luego de matar a su mujer, don Domingo, quien era arrendatario de la hacienda de Columbe, tomó "para aviarse para Roma todas la alha¡as_ yjoyas de la dicha su mujer, acompañado de un íntimo amigo

suyo, llamado don Martín Galte, que en toda la tragedia lo acompañó y guardó la espalda y se sabe que por ello

estuvo preso en la cárcel de esta Villa el dicho Ca/te". Años después regresó de Roma y "trajo varios empleos para su hijos". Durante años nadie quiso vivir en la casa en Riobamba "porque después de

la tragedia tenían horror a la casa en que sucedúí, por deczr era desgraáada y no había quien quisiese habitar en ella" (AN/Q, Testamentarias, 1751-Vl-23).

Caillavet, 2000 e: 78, 82.

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con esta noticia, he pasado a inquirir el paradero de ellas y por noticia que me da el general don Ramón Vosmediano (persona que está entendiendo en las cuentas de dicho general don Cristóbal), halló estar dichas cuentas toda­vía en Peguche en poder de dicho general don Ramón, que me dice los pon­drá en esa Real Cqja, sobre que instaré para que en todo se cumpla el or­den de vuestras mercedes como es justo".

Según Sandoval, el excorregidor no solamente retenía papeles sino también envios de dinero destinados a Quito68•

La muerte de don Cristóbal Jijón Oronoz, acaecida probablemente antes de mediados de 1 735, causó un notable caos. Antes de su propia muerte, en 1 7 41 , su viuda declaró que

al tiempo del fallecimiento de dicho su marido, no habiendo tenido persona que la dirigiese, ni menos capacidad para gobernarse por haber sido mlfier y apartada siempre de todo man�o, comercio e inteligencia de negocios, no hi­zo inventario de los bienes [..) no tuvo forma de remediar tan petjudicial descuido, por lo que había sido gravemente atormentada de los acreedores de su difunto marido, por el discurso [transcurso] de seis anos enteros, con manifies­ta i'!}uria del derecho de su dote y de los intereses de sus hijos menores . . . 69

Las declaraciones de doña Manuela León Mendoza no pueden inter­pretarse en el sentido de una generalizada incapacidad de las mujeres de la época para el manejo de los negocios, tal como lo hace l. Lebref0, quien no ha tomado en cuenta que la viuda del corregidor, según su propia declaración, no firmó su poder para testar por no saber escri­bir71. Existen suficientes ejemplos en la Audiencia de Quito de mujeres involucradas en los negocios de sus maridos o dedicadas a sus propias

AN/Q, Gobierno, 1731-V-1 5. En la época del corregidor Sandoval el cobro de tributos de Otavalo todavía no estaba arrendado. Sus cartas informan de la situación caótica que se vivía en

los corregimientos, ya que la residencia de indígenas de diferentes partes causaba ''la introducción de cobradores por poderes o arrendamientos en contravención de la Real Cédula de S u majestad que trata este asun­

to. Y en este lugar concurren tantos cobradores que atrasan mi cobranza y se experimentan agravios en los

indios . .. ". Don Ramón Vos mediano había sido corregidor de 1 728 a 1731 ; uno de sus fiadores para el cargo había sido don Cristóbal Jijón Oaramillo, 1 972: 126-127). Lebret, 1981 : 249-250. Lebret, 1 981 : 78. Lebret, 1981 : 247.

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empresas72•

La confusión admitida por la viuda se refleja en la documentación lo­calizada hasta el momento. En 1 738 los oficiales de la Real Caja inicia­ron un juicio contra los bienes de Jijón Oronoz por deudas de 1 0.814 ps. 4,5 rs. por el cobro de tributos. La documentación no permite de­terminar si se trataba de deudas de su administración del corregimien­to o si posteriormente Jijón Oronoz se había constituido en arrenda­tario del cobro de tributos. En julio de 1 738 se ordenó la "ejecución" de los bienes y se iniciaron los pregones para el remate de la casa en la equina de la calle del Monasterio de la Concepción. La familia obvia­mente logró demorar los procedimientos judiciales, puesto que a pesar del nombramiento de un tasador en septiembre de 1 739, el avalúo se realizó recién a fines de junio de 1 740, cuando la propiedad se encon­traba en manos de don Ramón Vosmediano, el administrador con quien Jijón quizás había mantenido deudas.

La casa de dos plantas fue valorada en 6.500 ps., suma que no deta­lla los posibles censos. El edificio tenía, en la planta baja, cinco habita­ciones, las así llamadas "tiendas", de las cuales una era ocupada por una pulpería y otra por un "truco", una especie de billar; un patio con otras cinco habitaciones; un traspatio con cuatro cuartos y un corral de ga­llinas; un corredor con cocina y horno; y en el piso superior se encon­traban cinco balcones hacia la calle así como una azotea sobre arcos de calicanto. La documentación del juicio iniciado por los oficiales reales termina con una "citación de remate" en julio de 1 7 4073• En un docu­mento de 1 781 se habla de "créditos descubiertos" dejados por don Cristóbal Jijón Oronoz, cuya suma de 1 2.932 ps. había sido pagada por su hijo don Manuel Jijón León. Estos eran probablemente las obliga­ciones que Jijón Oronoz había adquirido con acreedores particulares, entre ellos los dueños del obraje Colimbuela en Cotacache74•

Es posible que en un arreglo parecido a la venta de la hacienda Can­

gagua y al "remate" del obraje de Peguche a la viuda de don Diego Do­noso, la viuda y los hijos de don Cristóbal Jijón Oronoz lograron man­tener las propiedades. De todas maneras parecen haber estado involu-

" González Suárez 1 970, U: 1 23-124, 1 98; Borchart de Moreno, 1 998 1: 363-380; Gauderman, 1 998; cfr. también cap. Colimbuela.

n AN/Q, N1J, 1738-VII-15. " AN/Q, Pesos, 1 781-III-6; N1P, Ocampo Lisson, 1735-37.

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erados en un complicado proceso de división de bienes que posible­mente se extendió hasta agosto de 1 749. Los detalles de este proceso y del destino del obraje en estos años no se conocen hasta el momen­to, con excepción de las propiedades flnalmente entregadas como he­rencia al clérigo doctor don Tomás Jijón León, cura de Cotocollao: el obraje de Peguche con la estancia Mojanda y los potreros de Sucal, la hacienda de San Nicolás y los potreros bajos de Quinchuquí, así como la casa en Quito75•

En sus Memorias don Miguel Jijón León aflrma haberse hecho car­go de la administración de los bienes a la muerte de su padre, porque su hermano mayor, probablemente don Cristóbal Jijón León, prefería viajar y "conocer países".76 Por algún tiempo el mismo don Miguel estuvo de viaje, sin que se conozcan las fechas y sus destinos, sino solamente la situación dramática que, según él, encontró a su retorno cuando ha­lló '�mpeñadas las haciendas paterna� cerrada la fábrica de paños, y los indios que nos servían dispersos por los valles y otras comarcas".77 Una vez restablecida la producción de textiles don Miguel se dedicó personalmente a la comer­cialización de los productos en la carrera de Cartagena. En estos via­jes, realizados probablemente en los primeros años de la década de 1 740, estableció amistad con el virrey de la Nueva Granada, don Se­bastián de Eslava (1 7 40-48), gracias a cuya intervención obtuvo para si mismo el cargo de corregidor de Otavalo (17 44-4 7) y para su herma­no Manuel el de Ibarra78• Es muy probable que durante estos años combinó su función burocrática con la de administrador del obraje.

75 En otro momento se afirma que don Tomás heredó todos los bienes de su padre y reconoció las deudas de 1 2.932 ps. (AN/Q, Pesos, 1 781-III-6). Don Tomás fue autor de una biografía de Mariana de Jesús y viajó a Europa para gestionar su canonización (Gangotena Jijón, 1 941 : 64) . La parte principal de Quinchuquí fue vendida en 1 749 por don Manuel Jijón León (cfr. cap. Obraje Mayor) . Cfr. Defourfenaux (1969: 67). Los datos de la Memoria de don lV1iguel no son del todo confia­bles, ya que afirma haber tenido 16 años cuando murió su padre y que su madre murió dos años después. Esto significaría que los padres habrían muerto en 1 733 y 1735 respectivamente. Doña Manuela León Mendoza dictó un "poder para testar" en Peguche recién en 1 7 41 y en el posterior "testamento en virtud de poder" se habla de 6 años de problemas con los acreedores de su mari­do. En la transcripción debe haber un error, ya que el poder es del mes de abril, mientras que la certificación del fallecimiento data de enero de 1 741 (Lebret, 1 981 : 245-252). Defourfenaux, 1 969: 67. La misma aseveración consta décadas más tarde, cfr. más abajo. Defourfenaux, 1 969: 67 -68; Jaramillo, 1 972: 1 32.

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Lo que Jijón Oronoz había adquirido en 1 722 en 1 5.000 ps. fue ava­luado a mediados del siglo -quizás nuevamente con fines contable - en 26.142 ps y medio real, a lo que se añadían hipotecas con un valor to­tal de 1 8.500 ps .. No es posible decidir si el aumento de valor se debió a mejoras o a una sobrevaloración. San Nicolás y los potreros de Quin­chuquí se habían avaluado en 1 8.035 ps más censos por 6.500 ps., mientras que la casa en Quito valía 5.824 ps 5 rs más 1 .225 ps 3 rs. de censos. Esto significa que don Tomás recibió bienes por un valor total de 43.501 ps 5,5 rs. y censos que sumaban otros 26.225 ps. 3 rs., con lo cual los bienes tenían que producir un mínimo de 1 .31 1 ps. anuales para poder satisfacer los intereses. La hacienda de San Nicolás con los potreros de Quinchuquí al igual que la estancia de Mojanda, estaba arrendada a Esteban Xaramillo. En estas cuentas no aparece la hacien­da Pucará, probablemente otra propiedad pequeña, que consta en al­gunos otros documentos como perteneciente a don Tomás79•

En el caso del obraje de Peguche se menciona únicamente al maes­tro Antonio de Ubillus y el hecho de que las cuentas de los indios, por un total de 12.036 ps 7,5 rs estaban '�n memorias sueltas, que no se han car­gado en los libros de conciertos", habla de una administración poco eficien­te de la manufactura. Parece que a partir de 1 749 el administrador del obraje fue don Manuel Jijón León, corregidor de !barra desde 1 74780• De su puño y letra existe una lista de suplementos hechos al obraje des­de agosto de 1 749. Según este documento, entre los principales pro­veedores de lana se encontraba la cofradía del pueblo de Tusa, así co­mo un señor Rubio, cuya propiedad no se menciona81• El hecho de que la lista de proveedores contenga 1 9 nombres, entre ellos personas que

'9 AN/Q, Pesos, 1 781 -III-6. 80 Jaramillo, 1 972: 135.

Podría tratarse del licenciado Manuel Rubio de Arévalo quien, en 1 733, era propietario o arrenda­tario de las haciendas Churupamba y Piman en términos de !barra (AN/Q, Tierras, 1733). El sevi­llano Rubio de Arévalo había llegado a Quito en 1 720 como oidor de la Audiencia, fue destituido de su cargo por falsas acusaciones y demorar el proceso contra el presidente Arauja. A la edad de más de 80 años, recién rehabilitado y restablecido en su cargo, fue nombrado Presidente interino de la Audiencia a la muerte del Marqués de Selva Alegre. En 17 62 dirigió una carta al virrey Messía de la Cerda con un informe acerca de la pobreza de la Audiencia de Quito (González Suárez 1 970, II: 1056, 1 058-1059, 1 1 1 9- 1 1 20; Guerra Bravo, 1981 : XII; Burkholder/Chandler 1 984: 252, 416) . Otro hacendado que proporcionaba lanas era don Juan Chiriboga, probablemente idéntico con Juan Chiriboga Luna, uno de los herederos de las haciendas Cusín y Tusa.

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proporcionaban una o dos arrobas, demuestra las dificultades de ga­rantizar un abastecimiento regular. El precio de 22 rs. por arroba es su­perior a lo indicado por R. Tyrer para el siglo XVIII82•

Los datos escuetos de esta lista no permiten aclarar si entre los pro­veedores de lana estaba todavía la hacienda del Puntal, perteneciente a don Miguel Jijón León y que este, en 1 7 41 , había arrendado por no po­der atenderla personalmente. En el contrato de arrendamiento por cin­co años se había fijado como pago anual la cantidad de 200 arrobas de lana83• Todos los indicios apuntan hacia las zonas altas de corregimien­to de !barra como región que proporcionaba el grueso de la lana ela­borada en el obraje de Peguche.

En 1 751 don Manuel Jijón León compró a su hermano don Tomás la hacienda de San Nicolás y los potreros bajos de Quinchuquí. El con­trato se había firmado en Otavalo y fue rescindido por el comprador al poco tiempo. En octubre de 1 75 1 , poco antes de viajar a España en compañía de su hermano don Miguel, don Tomás decidió arrendar to­das sus propiedades a don Manuel. El arrendamiento incluía unos po­treros de ceba llamados San Vicente (¿en Pinsaquí?), pertenecientes a don Miguel Jijón León. En una "riflexión que por cu1iosidad se hace para sa­ber los aprovechamientos que nuestro hermano puede tener de su arrendamiento" se constata que el obraje, al utilizar toda su capacidad instalada, podría producir 1 30 piezas de paño anuales, cuyo costo de producción varia­ba, según las estimaciones, entre 7 6 y 80 ps. por pieza, de los cuales 33 ps. correspondían a los costos de personal, es decir los salarios del maestro, portero, recojedor, indios artesanos y alcaldes. Parece que el precio de venta logrado por los paños de Peguche oscilaba entre 1 OS y 1 1 O ps. por pieza, pero se suponía que sería posible lograr ventas a 1 1 6 ps. 3 rs. y aun a 123 ps. 6 rs. Al final se llega a la conclusión que todos los bienes de don Tomás podrían producir de rentas libres "3. 152 ps. 1 rL, que es más que renta de oidor, pero si se aprieta con fortuna [. . . ] 6.308 ps. 5 rs;ya es renta de obispo, quiera Dios que así sea ':84

Lamentablemente, las cuentas ideales no se pueden confrontar con las cuentas reales, puesto que no se han encontrado datos de produc-

82 AN/Q, Pesos, 1 781 -III-6; Tyrer, 1988: 1 54. 83 Lebret, 1981 : 1 35-1 39. "' AN/Q, Pesos, 1 781 -III-6. Esta reflexión no está firmado, probablemente fue elaborada por don

Miguel, ya que la letra es muv parecida a la de su firma en documentos posteriores.

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ción para esta época. Las relaciones entre los hermanos Jijón León probablemente no fueron del todo satisfactorias, puesto que el prime­ro de noviembre de 1 756 don Tomás arrendó sus bienes al Marqués de Villaorellana quien representaba también los intereses de don Miguel85• Don Miguel, desde España, parece haberse preocupado permanente­mente por el futuro de otro de los hermanos, don José Jijón León, quien a comienzos de la década de 1 7 50 había sido tesorero de la Real Caja. A este hermano había dejado por "solo efecto de voluntad, galantería y amor de la sangre" el usufructo de los potreros de San Vicente. Le había conseguido no solamente el nombramiento como corregidor de Río­bamba, cargo que no ocupó "por inconvenientes que allí ocurrieron" -quizás por algún problema en la Real Caja- sino también, posteriormente, el de corregidor de Paria en el Arzobispado de Charcas.

En 1771, probablemente a raíz de problemas de herencias por la muerte de don Tomás Jijón León, empeoró la situación entre don Mi­guel y sus dos hermanos que, junto con el Marqués de Villaorellana, eran sus representantes legales. Desde Madrid don Miguel exigió que los potreros de San Vicente fueran entregadas al Marqués, ya que don José tenía un cargo público de que vivir. En agosto de este año decidió revocar el poder dado a sus hermanos, dejándoles ''instituidos con el ho­nor que les es debido y corresponde" y confiar todos sus intereses al Marqués de Villaorellana, para evitar problemas que pudieran afectar las opera­ciones del obraje86•

El hecho de que a partir de este mismo año arrendó sus propiedades de Quinchuquí bajo y Cambugan a su hermano don José, hace pensar que éste no se fue al Alto Perú para hacerse cargo del corregimiento de Paria. Las decisiones de don Miguel causaron resentimientos, puesto que, según don Manuel, los dos fundos se encontraban "reagravadísimos de réditos y de pensiones", mientras que el Marqués de Villaorellana se ha­bía quedado "con las pingues, con solo el gravamen de 18.000, a saber el obrqje

" Antes del viaje don Miguel, el 22.1 1 . 1 7 5 1 , dejó un poder general a don Clemente Sánchez de Orellana, fururo Marqués de Villaorellana así como a sus hermanos don José y don Manuel. En 1781 don Manuel Jijón León todavía declaraba no saber si su hermano Tomás había fallecido y si había dejado un testamento (AN/Q, Pesos, 1 781-III-6) Borchart de Moreno, 2004 b.

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y el batán) cuatro molinos, la curtimbre y la hacienda del PucaráJJ.87 La muerte de don Tomás en España causó conflictos entre las tres

partes interesadas en los bienes, a saber, don Miguel, como heredero de su hermano, el Marqués de Villaorellana como administrador de los bienes, y los hermanos José y Manuel que se consideraban con dere­cho de disponer de los bienes. Don Tomás, antes de emprender el via­je de Lima a Europa, había hecho una donación "causa mortis)), firmada en Lima el 10 de junio de 1 752. A fmes de 1 782, momento en que los conflictos entre los hermanos Jijón León todavia no estaban resueltos, murió el Marqués de Villaorellana. El haber administrado por casi tres décadas el obraje de Peguche a nombre de Tomás y Miguel Jijón León no parece, sin embargo, un justificativo para el curioso hecho de que esta propiedad aparece, junto con la hacienda Pinsaquí, en el inventa­rio de sus bienes dejados en el corregimiento de Otavalo, realizado en enero de 1 78388• Por el momento solamente se puede especular si la viuda del Marqués y su segundo hijo, Joaquín Sánchez de Orellana Chi­riboga, trataron, ante la muerte del propietario y la ausencia del here­dero, de apropiarse de los bienes administrados.

El inventario permite tener una idea de las instalaciones sesenta años después de igual documento, hecho a raíz de la compra efectuada por don Cristóbal Jijón Oronoz. El edificio de vivienda era de paredes de adobes dobles con techo de teja, los corredores enladrillados y con pi­lares de madera, uno de ellos "blanqueado y pintado enteramente) resguardado de sus celosías de baranda)). Fuera de las habitaciones había un oratorio con un altar hecho de adobe, un cuarto "donde antiguamente se guardaba el órga­no JJ, así como un sótano, aditamento ciertamente inusual en las casas co­loniales y que puede haber servido para guardar hielo que se traía de los

AN/Q, Pesos, 1783-III-6. En 1 778 don José Jijón León arrendó los potreros bajos de Quinchuquí, la hacienda Mojanda, los potreros de San Vicente y los hatos de San Nicolás y de Curubi a doña Ana Bustamante y su primo don Joaquín Espinosa de los Monteros. Se trata pro­bablemente de una especie de

subarriendo, ya que no existe constancia alguna de que don Miguel haya traspasado la propiedad a su hermano. La causa eran las deudas por censos a favor de Temporalidades, cuya Junta había procedido al embargo. Don Manuel Larrea, yerno de don José Jijón León, había cancelado la notable suma de 1 .500 ps. Según el inventario había un total de casi 1 .000 vacas, 39 bueyes de arada, 461 ovejas, 1 1 9 yeguas, 16 caballos y 22 cerdos. En Quínchuquí bajo trabajaban 16 indios, en San Vicente 6 y 7 en Cambugan, quízás otro nombre de la hacienda Mojanda (Lebret, 1 981 : 123-134). Cfr. datos del Obraje Mayor y AN/Q, N1J, 1 783-I-27.

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nevados y se utilizaba para la fabricación de helados de frutas. Uno de los montes de donde se sacaba el hielo, o nieve en el lenguaje de la épo­ca, era el Imbabura, donde Francisco José de Caldas utilizó el sendero que "apenas tiene 1/2 vara de ancho, y no son otra cosa que escalones cavados en la roca por los indios que tienen el triste y terrible empleo de bqjar nieve". 59

El obraje consistia en el galpón de hiladuría con más tornos que en la fecha anterior, ya que había 64 corrientes y 1 7 nuevos. En la tejedu­ría el cambio era más notable, ya que existian solamente dos telares pa­ra paños, mientras que para las jergas y bayetas se contaba con 20 tela­res. No solamente se constata aquí el cambio hacia los textiles más li­vianos y baratos que se dio, en forma generalizada, en el siglo XVIII, sino también la introducción de la producción de reatas, para las cua­les había cuatro telares. El edificio del tinte era nuevo, así que se pue­de suponer que esta parte de la propiedad había sido afectada durante las sublevación de 1 777. La mano de obra, compuesta por 1 33 hom­bres dirigidos por el administrador Cristóbal Xaramillo, quien en 1 777 había organizado la defensa de Otavalo, y el maestro de obraje Joaquín Tapia, equivalía prácticamente a la nómina del Obraje Mayor. Uama la atención que Peguche estaba, en el momento de la muerte del primer Marqués de Villaorellana, en mejores condiciones y con más tornos y telares que el Obraje Mayor. Las mejoras deben haber sido obra del Marqués quien junto con su mujer quizás prefería vivir en Peguche du­rante sus estadías en el corregimiento.

La hacienda Pinsaquí, administrada por don Ignacio Xaramillo, se­guía siendo una propiedad relativamente pequeña con siete potreros donde pastaban solamente 1 14 reses, 3 caballos y 318 ovejas; con tie­rras cultivables consistentes en una cuadra de alfalfa y tres sementeras sembradas de maíz, papas y trigo y con cuatro edificios, a saber, un es­tudio, una casa de vivienda, una casa pequeña y un troje de maíz.

2.2.3. Peguche, la vida en Europa y el amargo retorno

¿Cuál fue el destino del obraje de Peguche después de la muerte del primer Marqués de Villaorellana y de la realización del inventario co­mo parte de sus propiedades? ¿A quién encargó don Miguel Jijón León, desde España, la administración de sus bienes? ¿Fue el posible

" Barreiro, 1933: 23-24.

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intento de apropiación de sus bienes por parte de los Sánchez de Ore­llana uno de los motivos para el retorno de su propietario?90

A pesar de que la vida y obra de don Miguel Jijón León y sus inten­tos de modernización han sido descritos en algunos trabajos y, de for­ma especial, en la biografía publicada por M. Defourfenaux, quedan muchas interrogantes acerca de sus actividades durante el poco tiem­po que pasó en Peguche después de su retorno de España91• En pági­nas anteriores ya se aludió al viaje a Europa que los hermanos Jijón León emprendieron en 1 7 51 y que para don Miguel terminó recién en 1754, cuando llegó a España después de una larga enfermedad y múl­tiples peripecias92•

En sus primeros años en Madrid Jijón León parece haberse dedica­do al comercio en compañía del limeño don Pablo de Olavide, cuyo padre había tenido un negocio de paños en Lima, y del madrileño don José Almarza, miembro de los Cinco Gremios de Madrid93• Los nego­cios deben haber sido prósperos y le permitieron a don Miguel hacer, en agosto de 1 756, un préstamo al Duque de Uceda por 26.250 pesos '�n moneda de Indias". La devolución del préstamo iba a realizarse con el dinero que los apoderados del Duque recibían por el arrendamiento de los obrajes de San Andrés y Guano, compromiso que, como tantos otros de la época, fue cumplido a lo más parcialmente. El duque pare­ce haber seguido solicitando dinero prestado, hipotecando sus bienes en el lejano corregimiento de Riobamba. Uno de sus acreedores era don Francisco Retes Sobrano, vecino de Madrid y del comercio de se­da de la Puerta de Guadalajara. En marzo de 1 787 don Joaquín Sán­chez de Orellana, como albacea de su padre, seguía reclamando el pa­go que el Marqués tenía que haber recibido como apoderado de Jijón León. Así mismo los representantes del finado Retes Sobrano todavía seguían un juicio en 1 789.

Don Miguel Jijón León negociaba con cascarilla y en la década de

"' A la muerte del Marqués, Jijón León parece haber encargado sus bienes a don Joaquín Sánchez de Orellana, para sustuirlo a su retorno a la Audiencia por don Gregario Larrea (Borchart de Moreno, 2004 b). Cfr. Defourfenaux, 1 969; Keeding, 1 983: 226-237, 278, 310-31 1 , 321 , 448-450; Rueda Novoa, 1 988: 125-127; Büschges, 1 996: 1 5 1 - 1 52; Ortiz Crespo, 2001 : 52-55. El trabajo de M. Defourfenaux está basado en las Memorias escritas por el mismo don Miguel Jijón León en 1 790.

92 Defourfenaux, 1 969: 68-69.

"' Defourfenaux, 1 969: 69.

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1 770 consta su relación comercial con Lima, a donde no solamente en­viaba textiles de lujo y herramientas como palas y azadones, sino tam­bién considerables cantidades de libros. Cuando estas mercancías no se podían vender en la capital del Virreinato, su agente los enviaba a Qui­to. En la década de 1 780 se mencionan como sus agentes don Grega­rio Larrea y posteriormente don Juan Felipe Orueta94•

Más que las actividades comerciales de don Miguel Jijón León se co­noce, de sus años en España, su participación en la colonización de la Sierra Morena, donde actuó como subdelegado del superintendente, su amigo don Pablo de Olavide, actividad que años después parece haber sido uno de los elementos para tramitar el título de Conde de Casa Ji­jón. A esta función, ejercida entre 1 767 y 1 769, siguieron actividades en Málaga, donde había comprado una propiedad y donde, desde 1 771 , se desempeñó como director de otro proyecto de Olavide, la urbaniza­ción de la "Carolina Malagueña"95• En estos años probablemente co­noció al influyente ministro del Consejo de Indias, don José de Gálvez, y su círculo de "nuevos hombres", muchos de ellos procedentes de Málaga y sus alrededores como Villalengua y Marftl, el presidente de la Audiencia de Quito justo cuando Jijón León retornó a América%.

En 1 77 6 fue admitido en la Sociedad de Amigos del País de Madrid, cuerpo colegiado al cual hizo una serie de propuestas destinadas al de­sarrollo económico, tanto de la metrópoli como de sus colonias de ul­tramar. Entre estas se debe resaltar la idea de fomentar la producción de textiles de algodón en España. Para este efecto ofreció, en febrero de 1 777, transportar algodón desde las Indias a la metrópoli, proyecto que fracasó debido a problemas de transporte97• Lo más interesante en este contexto es, sin embargo, su propuesta de establecer escuelas pa­ra instruir a jóvenes españolas en el hilado de algodón98, puesto que se trata de una clara aplicación de las experiencias que habían marcado las primeras décadas de su vida en el callejón interandino de la Audiencia de Quito, donde el hilado de algodón era una tarea asignada a las mu­jeres indígenas99• En todos estos años, la relaciones comerciales con la

9' Borchart de Moreno, 2004 b. 95 Defourfenaux, 1 969: 70-73; Ortiz Crespo, 2001 : 53-54. 96 Borchart de Moreno y Moreno Yánez, 1998: 314-315. " Defourfenaux, 1 969: 73-74. 98 Defourfenaux, 1 969: 73-79; Keeding, 1 983: 231 . 99 Borchart de Moreno, 1998 i: 248-259.

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Audiencia de Quito deben haber seguido vigentes, más allá de los po­cos datos consignados más arriba. Estas actividades se podrían com­probar a través de la documentación notarial de Quito, Lima, Cádiz, Madrid y Málaga.

Entre 1 778 y 1 784 don Miguel Jijón León se dedicó a viajar en Eu­ropa. Sus estaciones más importantes fueron La Haya en 1780, París en 1 781 /82 y, nuevamente, por unos meses en el año de 1 784, así co­mo, en 1 783 una estadía de varios meses, quizás más de un año, en Gi­nebra, famosa por haber sido la cuna de Jean Jacques Rousseau, el cen­tro del calvinismo así como una ciudad conocida por la relojería y las innovaciones mecánicas. En esta última estadía parece haberle acom­pañado don Jacinto Sánchez de Orellana, hijo mayor del Marqués de Villaorellana, el ''insigne benefactor" de Jijón León100•

Durante la estadía en Ginebra, al observar una nueva máquina para lavar oro, parece haber nacido el proyecto minero de don Miguel, pro­yecto que debía realizarse en la región de Cuenca bajo la supervisión de don Jacinto, quien se hallaba "bien instruido" para estos fines y lleva­ría la maquinaria a América101• Para facilitar aún más este nuevo proyec­to, Jijón León pidió al ministro Gálvez el cargo de gobernador de Cuenca para su socio102• En vista de que la maquinaria suiza era dema­siado grande para ser transportada a lomo de mula a los Andes, Jijón León mandó a construir dos máquinas más pequeñas en París. Es im­portante señalar en este lugar que en sus Memorias don Miguel habla solamente de la maquinaria para la minería, mas no de aparatos para la producción textil, y que esta maquinaria minera no iba a ser puesta en funcionamiento por éF03• El mejoramiento de la producción textil po­dría haber sido un proyecto surgido más tarde, a raíz del imprevisto re­torno a América, como se verá más abajo.

A más tardar desde diciembre de 1 784 Jijón León se encontraba en Cádiz. En enero de 1 785, en el puerto, don Miguel Jijón León y el Mar­qués redactaron un proyecto para una compañía de accionistas que de­bía aportar unos 100.000 pesos de capital para la minería en Cuenca104•

100 Cfr. cap. Obraje Mayor. Keeding, 1 983: 230, 236; Defourfenaux, 1 969: 67, 8 1 , 84. Según A. Ortiz Crespo (2001 : 53) don .Miguel vivió en París de 1 778 a 1 781 y en Ginebra en 1 784 .

101 No se menciona en qué consistía la instrucción. 1112 Defourfenaux, 1 969: 87 nota 67. 10' Defourfenaux, 1 969: 84, 86. H" Rueda Novoa, 1 988: 1 27, 1 33 notas 56, 57.

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Todavía en febrero Jijón León estaba con la idea permanecer en Euro­pa. ¿Cuáles fueron las noticias que le llegaron en las siguientes sema­nas, como para informar, en abril del mismo año, a Gálvez del agota­miento de sus caudales y de su intención de retornar a su pais a pesar de su avanzada edad? ¿Hubo problemas con su proyectada compañía? ¿Le informaron desde Quito de problemas económicos relacionados con el obraje de Peguche y los demás bienes raíces?

Por el momento no hay respuestas a estas preguntas. Lo cierto es que a fines de abril de 1 785 recibió el permiso de salida de Cádiz, pe­ro debido a problemas de salud pidió su pasaporte recién en marzo de 1 786. Fue quizás en estos meses de espera que nació la idea de moder­nizar la producción textil en Peguche. La maquinaria minera fue envia­da al Callao, quizás en el navío el Aquiles, en el que don Pablo Jijón León, el hermano de don Miguel regresó a América, o en el Ventura en que viajaron dos empleados contratados por don Miguel105• Jijón León, en cambio, se embarcó para Cartagena de Indias, donde estuvo en julio de 1 786 y contrató al artesano italiano Juan Bautista Maineri para elaborar textiles de algodón y enseñar

a las gentes de dicho Otavalo a benificiar mljor este eftcto [el algodón] . . . las que, aunque se emplean en este género de trabajo, les es casi infructuoso por falta de inteligencia [conocimientos]-106

No se sabe la fecha exacta de llegada a Quito de don Miguel Jijón León ni del marqués de Villaorellana -a fines de 1 786 o comienzos de 1 787-, ni la del arribo de la maquinaria al Callao. De esta última podría haber rastros en los archivos limeños al igual que del juicio planteado en los juzgados de este lugar.

¿Cómo fue recibido don Miguel Jijón León después de 35 años de ausencia? Con entusiasmo, según el único testimonio directo que exis-

105 Fray Pablo Jijón León, quien había sido provincial de la Orden de San Agustin, acompañó a don Miguel en España desde 1771 . Probablemente su abandono de la orden se dio alli (Gangotena Jijón, 1 941 : 64). A comienzos de 1 787 vivía en Lima, donde recibía, de don Gregario Larrea, "suplementos para los negocios", para pagar su viaje en el navío Aquiles así como para el pleito "que

injustamente le ha suscitado" (Borchart de Moreno, 2004 b) 106 AN/Q, Obrajes, 1 787-V-22, cfr. también el texto en el Anexo 7. Según Defourfenaux (1969: 86-

87), Jijón León viajó vía Lima, donde le esperaba un juicio, cuya naturaleza el autor no explica. La contratación de Maineri así como la carta de Jijón León (Anexo 9) prueban que viajó por Cartagena.

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te, el de Eugenio Espejo, publicado en 1 792, en el número 7 de las "Primicias de la Cultura de Quito":

¡O ]ijón! Oh generoso y humanisimo ]ijon! Quando digo estas dulces pala­bras me enternesco)y lloro de gusto) al ver hasta que rqya de heroísmo hicis­te llegar tu amor Patriotico. Df!Jas d Paris, abandonas d Madriri olvidas la Europa toda) y todo el Globo; para que a todo este provenga la felicidari de la felicidad de Quito. Eres un Heroe) y para serlo te basta ser Quiteño. No digo otra cosa; por que el que conoce un poco el Mundo) y el que hqya penetrado un poco tu merito) dird que hablo con moderacion. Las mantifac­turas llevadas hasta su mqyor delicadeza) fomentando el Algodón hasta sus ultimas operaciones, rifinada) en fin la industria hasta el ultimo apice: ved aquí, Señores, los fondos para mantener un Mundo entero) y para que este Mundo) con reciproca reaccion) reanime la universalidad de los trabajos pu­blicos. Ved aquí los pensamientos mas benificos á la humanidad· los prqyec­tos mas utiles, mas sencillos) mas adoptables á la constitucion política de Quito: las ideas prifundas del gran J jjon: la práctica feliz a la que volará una N acion espiritosa) y sensible como la Quitena.107

Esta proclamación merece algunas precisiones. En primer lugar, es importante señalar que el citado texto fue publicado aproximadamen­te un año después de que don Miguel Jijón León abandonara el terri­torio de la Audiencia de Quito, en un momento en que nadie podía prever su trágica muerte en 1 794, a causa de quemaduras sufridas en Jamaica, en su camino de regreso a España108• Lo más llamativo del tex­to es la falta de mención del proyecto minero, el cual fue, sin embargo, el más importante, no solamente para el mismo Jijón León sino tam­bién para el Virrey de Nueva Granada, don Antonio Cavallero y Gón­gora, y el Presidente de la Audiencia de Quito Villalengua y Marft.F09• Esto hace pensar que Espejo nunca conoció personalmente a Jijón León, ni sabía de las circunstancias que lo obligaron a retornar de Es­paña a Quito en 1 786 y abandonar la Audiencia nuevamente en 179 1 . D e todas maneras, este texto da a entender que por algún tiempo la

107 Primicias de la Cultura de Quito, 1981 : 7 1 . 108 Defourfenaux, 1 969: 94. 100 AN/Q, Minas, 1 786-VII-26. Para la transcripción de la correspondencia cfr. Anexo 6. La segun­

da mitad del siglo XVIII era una época de "fiebre" minera, descrita en detalle por M. Lucena Samoral (1 997). A pesar del manifiesto interés por el tema, parece que en los informes que los presidentes Villalengua y Mon enviaron a las autoridades metropolitanas no se hizo alusión al pro­yecto de don Miguel Jijón León.

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producción textil seguía funcionando, con nuevos tipos de productos, a pesar de la ausencia del dueño del obraje de Peguche.

Solamente diez años más tarde se encuentran otras aseveraciones en los apuntes de los dos científicos que recorrieron la Audiencia y deja­ron constancia de sus experiencias. Según el sabio prusiano Alexander von Humboldt:

Es así que durante la guerra Quito gana mucho, tiene un comercio m'!)! ac­tivo y sus paños y bqyetas suben de precio, encontrando su mercado en Li­ma, donde se los requiere entonces obligado por la necesidad Pero con la pa;v todo esto termina. Las manufacturas de paños son arruinadas, porque Eu­ropa inunda el país de paños más hermosos y menos caros. El Gobierno, instigado por los Catalanes y negociantes de Cádi;v hace lo imposible con es­to de destruir las fábricas de Quito. Es seguro que el Ministro Gálvez dio las más estrictas órdenes al Virrry de S anta Fe y al Presidente de Quito de destruir lo más que pudieran. Se sabe que después de haber halagado al Conde Guijón (] ijón} con mil bellas promesas, vinieron órdenes de Madrid de oponerse a todos sus prqyectos y la Audiencia, ya sea en acuerdo con el Ministro de las Indias ya sea por el principio de esta institución de impedir todo lo úti� logró perftctamente arruinar al Conde.110

En el diario de Caldas, quien estuvo en la región en los mismos me-ses que Humboldt, se lee:

El mismo día vi el obrage y máquinas de Peguche. No pude entrar por estas puertas sin sentir mi alma conmovida, y sin llorar sobre las cenizas del .filóso­fo, del patriota, del sabio Conde casa de Gjjón. Mi imaginación estaba turba­da_y se sucedían en mi memoria las operaciones, las contradicciones, la ingrati­tud de la Patria de este grande hombre, de este compatriota humano que em­prendió traer a su seno las artes _y la ilustración. Pero ¡qy!, víctima de las preo­cupaciones, vió arruinarse sus grandes prqyectos, vió abortar la .fortuna de un millón de hombres que pensaba labrar, enseñándoles las Ciencias y las artes que fue a traer al antiguo continente. Estas miras, dignas de un Soberano, ese basto edificio se desplomó en pocos meses. Desesperado de la Salud de su Pa­tria, ii!Jitriado, opnmzdo, dexó este suelo traidor y fugitivo tomó el Camino de Amazonas. Sí, ilustre Conde, en el centro de esos bosques inmensos, en medio de esas familias bárbaras y etTantes hallaréis más protección, más acogida, que

"" Cfr. Humboldt, 1 982: 100. Traducción del francés por Chr. Borchart de Moreno.

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en el seno de vuestra familia y de vuestra Patria, que se cree civilizada. Esos salvages os qyrán con respeto, y besarán la mano que les lleva su fortuna y sus comodidades: ve, dexa esta tierra cubierta de ignorantes no merece Quito po­seeros: abandona, castiga a sus habitantes con dexarlos sumergidos en la bar­barie de que no saldrán por más siglos . . . 111

Por último hay que añadir a estos testimonios el de William B. Ste­venson, un joven inglés quien apareció, en 1 808, en la comitiva del Conde Ruiz de Castilla, a quien sirvió de secretario en los años que marcaron el inicio del movimiento independentista en Quito. En su "Narración histórica y descriptiva de 20 años de residencia en Sudamé­rica", escrita en 1 825, afirma

U na hacienda grande pertenece al Conde de Casa Jjjón, quien trqjo algunos mecánicos y artesanos de Europa con el fin de establecer una mantifactura de telas finas, de lana y algodón; también lo hizo para estampar calicoes y otros artículos; pero al ser impedido por la interferencia de la Real Audien­cia y por una orden ulterior de Espana, se vio obligado a destruir toda su maquinaria y a reembarcar a los artesanos con dirección a Europa.112

Los tres testimonios tienen algo en común con las palabras de Espe­jo: ninguno de los autores menciona la minería, hecho sorprendente especialmente en el caso de Humboldt quien no solamente estuvo en la región de Cuenca sino que además, como especialista en la materia, procuró anotar todos los datos que llegó a conocer. Tampoco en los diarios de su viaje por la región de Cuenca Caldas hace alusión al pro­yecto minero, a pesar de que alli obtuvo "tantas noticias interesantes y cu­riosas sobre historia natural, usos y costumbres de Cuenca"del sacerdote Pedro Fernández de Córdoba, un estudioso formado en Iim.a y de amplia ex­periencia que incluia el haber viajado por Europa113• ¿Qué pasó enton­ces con la maquinaria? El último dato que se tiene es de octubre de 1 788, cuando en una escritura de obligación se menciona el envío de dinero a Iim.a y Guayaquil, dinero que se debía destinar a "la conducción de las máquinas y herramientas".114 Lo más probable es que estos aparatos

' " Barreiro, 1 933: 74-75. "' Stevenson, 1 994: 442. "' Barreiro, 1 933: 123-124. '" Borchart de Moreno, 2004 b.

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nunca llegaron hasta Guayaquil, sino que fueron retenidos y probable­mente embargados en el Callao para pagar las deudas de Jijón León.

La más notable diferencia entre Espejo, como contemporáneo de Ji­jón León, y los tres personajes que obtuvieron información tardía y de segunda mano, es la reflexión sobre el fracaso del proyecto moderni­zador de la producción textil y sus causas. Para los dos extranjeros el asunto estaba claro: las autoridades metropolitanas, con su afán de pro­teger la industria textil española, impidieron todo avance en las Colo­nias. Stevenson va más lejos que Humboldt al afirmar expresamente, que Jijón León fue obligado a destruir las máquinas y que los artesanos extranjeros tuvieron que abandonar América. Francisco José de Caldas, en cambio, más conocedor de la situación, de la sociedad y hasta de los matices del lenguaje, apuntó a conflictos más locales y hasta familiares, sin mencionar siquiera la política de las autoridades coloniales.

¿Quiénes les dieron esta información? El principal contacto de Humboldt fue la familia Montúfar, dueña del obraje de Chillo que ha­bía sido de la Compañía de Jesús y posiblemente interesada en los pro­yectos de don Miguel Jijón León115• A esto se suma la amistad con don Juan Larrea quien, a solicitud de Humboldt, escribió un informe sobre la industria textil de la Audiencia116• Al igual que Humboldt, Stevenson se movió entre los principales actores del movimiento independentis­ta y fue nombrado Gobernador de Esmeraldas por la Junta revolucio­naria117. Caldas, en cambio, tuvo como compañero de sus excursiones a don Antonio Jijón Chiriboga, hijo de don José Jijón León y sobrino de don Miguel118, a quien menciona como autor de "un estado o balanza de un obrqje de un cierto número de trabqjadores", trabajo que parece haber servido de base para la descripción de los procesos productivos hecha por el mismo Caldas119•

La información acerca de la situación ventajosa de la que gozaba la producción textil de la Audiencia durante los períodos de guerra que interrumpían el tráfico marítimo entre España y sus colonias, se debe

u ; En mayo de 1788 don Joaquín Montúfar prestó a Jijón León 5.000 ps. al 5 % y por cinco años. El plazo era inusualmente largo para préstamos entre comerciantes y el interés más bajo que el 6 o aun 8% "al estilo de comercio" (Borchart de Moreno, 2004 b).

"'' Humboldt, 1 982: 100; Büschges, 1 995; Borchart de Moreno, 2001 a. w Barros Arana, 1 994; Salvador Lara, 1 994. '" Büschges, 1 996: 248. "" Barrciro, 1 933: 42-51 , 62, 64, 74-76.

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a don Juan Larrea. Este autor, en 1 802, condenó los obrajes del calle­jón interandino en términos que confirman lo observado acerca de la calidad producida en el Obraje Mayor a fines del siglo XVII:

En esta clase de mamgacturas nada se ha adelantado desde que se estable­cieron) pues su grosería y malos colores hacen siempre priferir los paños y ba­

yetas que vienen de Europa.120

A este juicio tajante se debe añadir el hecho de que los textiles euro­peos, contrariamente a lo que afirmaron los contemporáneos, no fue­ron más baratos que la "ropa de la tierra", hecho comprobado por C. Büschges121 basado en el análisis de la documentación relacionada con las alcabalas. Por último, no es demás señalar que todos los obrajeros, entre ellos el mismo Jijón León, fueron, al mismo tiempo, importado­res de "efectos de Europa", es decir que hubieran fomentado la com­petencia a sus propios productos.

En cuanto a la actitud del Ministro de Indias Gálvez, Humboldt fue obviamente mal informado, puesto que este personaje murió en 1 786, es decir cuando don Miguel Jijón Leóny el Marqués de Villaorellana es­taban en su viaje de regreso a Quito. Fue quizás por esto que no se lo­gró el nombramiento del Marqués como gobernador de Cuenca. Des­de Cartagena Jijón León pidió entonces al Virrey de Nueva Granada el cargo de subdelegado de minas para su socio. Tanto el Virrey, quien es­taba al tanto de otros proyectos de Jijón León, como el Presidente Vi­llalengua recibieron con entusiasmo las propuestas relacionadas con la minería. En lo relacionado con la modernización de la producción tex­til, no se conocen pronunciamientos de las autoridades. De haber exis­tido medidas directas en contra de los cambios en Peguche, segura­mente Espejo los hubiera denunciado.

Hay que revisar entonces la documentación disponible y tratar de co­nocer algo más acerca de los artesanos extranjeros contratados por Ji­jón León y tildados por éste, al poco tiempo, como "Vlboras diabóli­cas"; de las máquinas que fueron instaladas en Peguche; de la produc­ción así como de lo que Caldas llamó las "preocupaciones".

En total fueron contratadas entre cinco y siete personas, según decla­raciones del mismo Jijón León. La autora del estudio monográfico del

"" Büschges, 1 995: 76-77. "' Büschges, 1 995: 76-77.

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obraje de Peguche, R. Rueda Novoa, menciona dos documentos sin ci­tarlos más extensamente ni darles la importancia debida122• En abril de 1 787 Jijón León despidió al ya mencionado artesano italiano Juan Bau­tista Maineri en los siguientes términos:

El Conde de Casa J!jón trqjo desde Cartagena de Indias para su servicio a Juan Bautista Maineri, de nación Italiano, y no hallándole a propósito pa­ra los fines que le propuso, le despide, perdonándole todos los costos y gastos que hizo para conducirle, aunque él ifreció servir en todo lo que yo le em­please hasta desquitar dichos costos y gastos. Y para que así conste en todas partes, le di este papel en Peguche en 23 de abril de 1787. El Conde de Ca­sa J ijón.123

Maineri, quien no había recibido el prometido salario de cien pesos mensuales, se dirigió al Presidente de la Audiencia, Juan José de Villa­lengua (1784-90) , y obtuvo de este el permiso de instalarse en !barra para abrir una ''fábrica de t�jidos de algodón", ya que su oficio era su único medio para mantenerse (cfr. Anexo 7). Es poco probable que este pro­yecto haya tenido éxito, puesto que la elite local se habría opuesto a to­do plan que hubiera podido competir con sus negocios. De todas ma­neras, en 1 803 Maineri era vecino de Guayaquil, involucrado en un jui­cio por el remate del cobro de diezmos en la Punta de Santa Elena124•

Uno de sus compañeros de aventura, el español don Francisco Es­pejo Atiensa, maestro carpintero de ebanistería y jarcia, fue contra­tado en España. Aceptó la propuesta con la idea de utilizar el con­trato ofrecido "para la subsistencia de ella [su casa] y mi pobre distante fa­milia". Durante cinco meses trabajó en Peguche en la elaboración de "las máquinas y utensilios concernientes a una fábrica completa de obrqje". Nunca recibió el salario ofrecido de 1 25 pesos mensuales ni la ali­mentación completa. Su trabajo se dificultó por no poder disponer de los oficiales carpinteros prometidos. No solamente él, sino tam­bién sus dos compañeros "escriturados" eran tratados "con ftere'{fl"· En

su carta al Presidente exigió el pago de su salario y manifestó su in­tención de retornar a España (Anexo 8) .

Espejo Atiensia mencionó a otros dos artesanos extranjeros que lo

"' Rueda Novoa, 1 988: 126. 1 2 3 AN/Q, Obrajes, 1 787-V-22. 124 AN/Q, Diezmos, 1 803-I-8.

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acompañaron en Peguche: don Carlos Magrón, a quien ''le echaron una porción de indios de quienes se vio arrastrado" y Bartola David, a quien Jijón León había querido pegar sin motivo (Anexo 8) . De Bartola David no se conoce la profesión, pero se sabe que era italiano. En 1 805 era diez­mero de la parroquia de Cumbayá; entre 1 809 y 1 812 participó en el movimiento independentista ligado a la artillería de los patriotas125•

Había más de un francés en el equipo contratado por Jijón León, se­gún un pleito entre el dueño de Peguche y el cobrador de tributos Amezaga, donde este último mencionó a ''los franceses que trt!}o ifreciendo pagarles lo que no tenía" (Anexo 9 ) .Uno de ellos era Magrón, oriundo de París y de profesión tornero, quien probablemente debía trabajar en la minería, puesto que estuvo en Cuenca en 1 786, antes de que Jijón León regresara a la Audiencia. En su compañía estaba el segundo empleado "de nación francesa", Juan Bautista Tapia, cuya profesión se desconoce, aunque Jijón León posteriormente lo describía como un soldado de­sertor español que trataba de sobrevivir en París como barbero. Según la carta de despido redactada por Jijón León en mayo de 1 787 nunca tuvo necesidad de los servicios de Tapia

porque a la verdad no siguió ni tenía prrfesión alguna que pudiera ser útil,

así nunca tuvo en su recepción otro o !Jeto que el de rjercitar la caridad y cum­plir con la recomendación de Escartin, porque, en efecto, hallándose dicho Tapia perdido en París, si él tuviese un poco de habilidad y modales en la América podría hacer alguna fortuna razonable para salir de las desdichas que pasaba en París.126

No hay razón para pensar que don Miguel incurrió por pura caridad en los gastos de viaje de París vía Burdeos a Cádiz y de allí por Lima, Guayaquil y Cuenca hasta Peguche para una persona totalmente inútil y sin papeles, lo que hizo necesario la intervención del presidente de la Casa de Contratación para autorizar su viaje. Tapia viajó con el cargo de intérprete para cuatro extranjeros contratados por Jijón León, de los cuales el único en embarcarse fue fmalmente Magrón. Según el mismo Tapia su función no era solamente la de intérprete para Magrón sino que trabajó como cajero de don Miguel, es decir que tenía una posición

125 AN/Q, Diezmos, 1 805-V-9; Barrera, 1 940: 261 . "'' Borchart de Moreno, 2004 b.

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de confianza entre los empleados127• De los demás contratados se sabe aun menos. Juan Bachicha había

llegado a Cartagena como polizón en el mismo barco que había utili­zado Jijón León para la travesía. No se mencionan la nacionalidad ni el oficio de este hombre que tuvo que trabajar en el barco sirviendo a los pasajeros "de primer y segunda mesa", sino solamente su contratación por compasión. Es posible que fuera de éstos había otros dos europeos, pero en ningún momento se hace alusión a un minero. Todas estas per­sonas vivían en Peguche, donde se atendía a cuarenta personas "solo de cocina"; en la hacienda y el obraje había además unos doscientos indios. Las relaciones parecen haberse deteriorado en pocos meses y al menos una vez el corregidor y el vicario de Otavalo intervinieron para resta­blecer la paz. De manera reiterada Jijón León se quejó de los artesanos al presidente de la Audiencia a quien, ya en junio de 1 787, expresó su frustración y la intención de retornar a España 128•

El carpintero ebanista Espejo Atiensa estaba decidido a regresar a España, pero se ignora si logró su cometido. Tampoco se conoce el destino de Bachicha. Maineri finalmente se instaló en Guayaquil, mien­tras que David y Magrón se quedaron en Quito. El tornero Magrón se dedicó a producir tabaqueras para el rapé, utilizado en estos años por todo hombre que quería estar a la moda. Al igual que Maineri y Espe­jo Atiensa, Magron acudió al Presidente de la Audiencia, en una fecha aún no conocida, para reclamar su salario. De todas maneras no sola­mente se instaló en Quito con permiso de la Audiencia, sino que se quedó, con autorización del Presidente, con algunos instrumentos de "botonaduras y ccyas de tabaco" pertenecientes a don Miguel Jijón León. La referencia a los botones es interesante, puesto que se trataba probable­mente de botones especiales -cubiertos con telas preciosas, de filigra­na de oro y plata, de esmalte, con miniaturas cubiertas con cristal-, ne­cesarios para la nueva vestimenta de los hombres, el frac o fraque que apareció en América a partir de 1 790129• Con estos trabajos Magrón tra­tó de recuperar el salario de 109 pesos mensuales ofrecidos por don Miguel y debidos por tres años de trabajo. Parece que a fmes de 1 793

"' Borchart de Moreno, 2004 b. "8 Borchart de Moreno, 2004 b. '29 Rospida, 1 982: 352. En 1 788 salieron de Quito 3.600 docenas de botones, entre ellos los de oro,

plata, hilo de oro y filigrana. Casi la totalidad se enviaba a Guayaquil, Cuenca, Loja y hasta Lima (Borchart de Moreno, 1998 j: 278).

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Magrón había tratado de comprar las "maquinarias y herramientas", que posteriormente son reclamados por don Manuel Jijón León como par­te de la herencia de su hermano130• El último dato de Carlos Magrón es el registro de su muerte en junio de 1 799131•

Juan Bautista Tapia fue acusado por Jijón León de incentivar a los de­más empleados a abandonar Peguche después de un violento encuen­tro entre Tapia y un sobrino de Jijón León, probablemente don Gre­gario Larrea. Según Jijón León, Tapia pretendía haber concertado ma­trimonio con una hija de don Joaquín Sánchez de Orellana quien le ofrecía entre 1 5.000 y 20.000 ps. de dote, perspectiva que había sedu­cido a sus compañeros. Según sus propias palabras, Tapia salió del ser­vicio de Jijón León por falta de pago, cuyo monto se desconoce. Se ins­taló en Quito, puesto que don Miguel había exigido su salida de los co­rregimientos de !barra y Otavalo en un plazo no mayor de ocho días. A fines del siglo XVIII vivía en la capital de la Audiencia como "pobre de solemnidad". Después de la muerte de don Miguel, don Manuel Ji­jón León exigió la cancelación de una deuda y Tapia fue enviado a la cárcel a pesar de comprobar con testigos presenciales de que "se le ha­bía violentado" por parte de don Miguel, quien lo había amenazado con encerrarlo en el obraje132•

Los datos de la documentación demuestran que las autoridades del momento no habían exigido ni exigían la repatriación de los artesanos extranjeros, sino que existía otra problemática muy diferente: el dinero. Los salarios prometidos por Jijón León eran sorprendentes, tanto por su base de cálculo mensual como por las sumas. En la Audiencia de Quito, los salarios se calculaban por año y aunque no existen estudios acerca de los salarios de lo que se podría llamar quizás la clase media, se puede aseverar que lo ofrecido por don Miguel Jijón León era exor­bitante -e impagable- en momentos, en que el corregidor de Otavalo recibía 522 ps. y un agente de comercio 100 ps. más la alimentación -

no Borchart de Moreno, 2004 b. "' Moreno Egas, 1 989: 1 54.

132 Borchart de Moreno, 2004 b. En la misma época hay otros dos franceses en Quito, que quizás tuvieron alguna relación con Jijón León, aunque el primero de ellos, Picrrc Legout, estaba en Quito al menos de 1 785 (AN/Q, N1P, Ascaray, 1 774-90). El segundo, Pierre de la Condamine, a quien se le encuentra en los registros de la cárcel, enfrentaba en 1 791 un juicio ame la Inquisición (Keeding, 1 983: 236).

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¡por año! De todos los emolumentos solo los tres salarios referidos su­maban al año 4.008 ps. , un compromiso completamente irreal, no so­lamente en las circunstancias económicas difíciles de la Audiencia. Qui­zás las ofertas se habían basado en cálculos optimistas hechas en Eu­ropa y parecidos a la "riflexión" de los años cuarenta, citada más arriba. La pregunta que se plantea, es obvia. ¿Tuvo don Miguel Jijón León la intención de cumplir con ofertas tan exageradas?

De los artesanos hay que pasar a las máquinas y a los productos. En 1787 el obraje de Peguche estaba funcionando, puesto que Jijón León firmó un convenio con el hospital de los Betlemitas de Quito para la producción de 75 cortinas de damasco de algodón133• Este dato es de sumo interés, puesto que para la producción de esta tela se necesitaba un telar muy diferente a los que se utilizaban para paños, bayetas, jer­gas y lienzos. Para poder formar los diseños -frecuentemente de flo­res- se necesitaba poder mover los hilos de la urdimbre en forma in­dividual.

Los principales avances para este tipo de telares se habían dado en 1727/28 en Lyon, centro tradicional de los tejidos de seda, donde se aplicó un rudimentario sistema de tarjetas perforadas que facilitaban el trabajo del ayudante que tenía que mover los hilos según el dibujo de­seado. En 1735 se construyó en Viena el primer cilindro o rodillo pa­ra el movimiento de los hilos, con lo cual se pudo prescindir del ayu­dante. Jacques Vaucanson (1709-1 782), el famoso constructor francés de aparatos mecánicos -p.e. el flautista con un repertorio completa­mente automático o el pato mecánico que no solamente se movía, si­no que comía, bebía y digería los alimentos- e inspector de las manu­facturas de seda de Lyon desde 1 7 41, perfeccionó el cilindro de forma tal que se lo podía accionar a través de un malacate movido por un bu­rro. Sobre el cilindro de madera se colocaba un cartón perforado que controlaba el movimiento de los hilos. Para cambiar de diseño, sola­mente había que cambiar el cartón.

Los tejedores de seda de Lyon rechazaron su aparato y Vaucanson, quien desde 17 46 era miembro de la Academia de Ciencias de París, lo

· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · m Rueda Novoa, 1 988: 1 26-127. A diferencia de lo que afirma T. Estupiñán Viteri (1997: 1 36), el

damasco se producía no solamente de hilo de seda, sino también de algodón y lana. En 1 808 la producción de damascos es mencionada como parte de la industria doméstica de Cotacache.

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donó a Conservatorio de Artes y Oficios de esta misma ciudad. Por ini­ciativa de Napoleón, Joseph-Marie Jacquard, oriundo de una familia de tejedores de Lyon, revisó el telar y lo utilizó como base para construir, en 1 805, el famoso telar Jacquard que trabajaba con tarjetas perforadas en lugar del cilindro, con lo cual se podía elaborar una mayor variedad de diseños mucho más complejos y finos134•

¿Cuál de estos telares fue construido en Peguche por Espejo Atien­sa, siguiendo las instrucciones de don Miguel Jijón León? Es posible que se haya tratado del telar de Vaucanson, a quien Jijón León pudo haber conocido personalmente durante su primera estadía en Paris. Es posible que el "Cilindro del Conde Gijón", que seguia existiendo junto con algunas otras "máquinas" y reactivos químicos en 1 802, cuando Caldas visitó Peguche, haya sido el de Vaucanson que servía para la produc­ción de damascos135• Por otro lado puede haber sido el instrumento uti­lizado para la producción de calicos o indianillas, textiles de algodón es­tampados, para los cuales, en palabras de Amezaga, se pasaban los "lien­zos por el cilindro" (Anexo 9) . La alusión a los "químicos" hecha por Cal­das, podría ser una referencia a la utilización de ácido sulfúrico para el blanqueo de las telas, proceso fomentado por los descubrimientos del médico inglés John Roebuck, que permitían la elaboración del produc­to a gran escala136•

Por último hay que analizar las "preocupaciones". Algunos datos acerca de la situación financiera, aunque lejos de ser completos, pue­den ayudar a entender mejor la situación. Ya se mencionó la comuni­cación en la cual Jijón León había informado a Gálvez del agotamien­to de su capital y de su intención de retornar a la Audiencia de Quito.

La falta de fondos debe haber sido el motivo por el cual no logró ha­cer efectiva la concesión del título nobiliario, merced que se había ex­pedido el 3 de junio de 1 784137•

Todavía en mayo de 1 788 don Miguel Jijón León se veía legalmente

impedido de hacer uso del título, puesto que en tres obligaciones otor-

'" Brandlmeier, 2004. m Barreiro, 1 933: 19, 74-75. ' " Bergeron, Furet, Kosseleck, 1 988: 1 6. u- Büschges (1 996: 1 32, nota 251) comprueba la existencia de la mencionada merced, pero constata

la imposibilidad de ubicar la Real Cédula. Solamente con este documento, entregado una vez rea­lizado el pago por parte del solicitante, se hacia oficial el título.

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gadas ante notario consta, a diferencia de otros miembros de la noble­za, con su nombre y apellido en lugar del título, tanto en el índice co­mo en las anotaciones al margen y en el texto. A pesar de que en una de las escrituras hizo constar que es "conocido por gracia del Rry nuestro S e­ñor como Conde de Casa ]jjón", firmó como Miguel de Jijón. Solamente en uno de los arriba citados documentos privados firmó como conde. En los protocolos dejó constancia que en su regreso a América había traí­do sus caudales "con el empeño de cosa de 63.000 ps. en Lima", es decir que los "caudales" consistían en deudas, puesto que al igual que el Marqués de Villaorellana había tenido que pedir préstamos en especie para po­der costear su viaje y el transporte de sus máquinas. Casi dos años des­pués de su retorno a Quito "no pudieron vender los ifectos y mercadurías; ni menos encontró en sus antiguas haciendas cosa con que poder salir de sus empeno� por hallarlas todas deterioradas en tan larga ausencia'�138

Parece que desde 1 783 el apoderado general de Jijón León fue don Joaquín Sánchez de Orellana, hermano del segundo Marqués de Vi­llaorellana, y es poco probable que las propiedades que parecían estar en perfectas condiciones en el momento del inventario se hayan dete­riorado en el lapso de cuatro años. El reclamo era más bien muy pare­cido a las expresiones de sus Memorias acerca del estado en el que en­contró el obraje al retornar de sus viajes en la década de 1 7 40. Proba­blemente a su llegada a Quito, don Miguel dio por terminada la rela­ción que le había unido por décadas al primer Marqués de Villaorella­na y sus dos hijos. Las causas deben haber sido más que nada finan­cieras: una posible acusación por parte de Jijón León por el mal esta­do del obraje; el reclamo de don Joaquín Sánchez de Orellana por las sumas que sus socios en Cuenca habían adelantado para el traslado de Tapia y Magron y quizás cuentas pendientes con la testamentaria del primer Marqués de Villaorellana. En 1 788 existía entre don Gregario Larrea, el socio de antaño en los negocios de "efectos de Europa", y don Miguel un "particular convenio" por nueve años para el manejo de Peguche y la hacienda Pucará, convenio probablemente firmado en 1 787 y que no llegó a cumplirse, puesto que en 1790 Jijón León afir­mó que se había hecho cargo de Peguche desde comienzos del año (Anexo 9) . Tampoco en este caso se dan razones para la pronta termi-

· · · · · · · · · · · · · · · ·· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 1 38 Borchart de Moreno, 2004 b.

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nación del convenio. Nuevamente se pueden plantear solo hipótesis: los crecientes problemas financieros o conflictos personales entre los socios, puesto que don Miguel intervenía en el manejo del obraje.

En 1 787 Larrea había proporcionado a don Pablo Jijón León un to­tal de 8.260 ps. para los ya mencionados gastos en Lima, suma de la cual se responsabilizaba don Miguel. A esto se añadieron deudas de 3.000 ps. proporcionados por la Caja de Depósitos de la Mesa Capitu­lar y 2.000 ps. que don Manuel Jijón León, a nombre de Larrea, había gestionado con el mercader don Joaquín Tinajero como responsable del recién fundado Hospicio de Pobres de Quito139• Estas dos últimas sumas se habían enviado en su mayor parte a Lima y al teniente gene­ral de Guayaquil, don José Mexía, para el transporte de las ya mencio­nadas máquinas de minería. En suma, en la primera escritura don Mi­guel reconoció una deuda de 1 1 .260 ps.

La segunda obligación, al día siguiente, la hizo Larrea en nombre de don Miguel a favor de don Manuel Jijón León, quien había proporcio­nado 4.200 ps. que don Miguel debía a su otro hermano en Lima. Don Manuel conocía las circunstancias económicas de cerca y se aseguró con una cláusula expresa que le daba derecho a las Haciendas San Vi­cente, San Nicolás, Mojanda y los potreros bajos de Quinchuquí, en es­te momento arrendadas a don Julián de la Guerra, quien había pagado al propietario en forma adelantada todo lo debido por nueve años de contrato, un arreglo muy inusual que indica una situación financiera de­sesperada de don Miguel140• De esta escritura se desprende que don Manuel facilitaba el dinero necesario para comprar tocuyos, o lienzos, "para sus nuevos beneficios" en Peguche. En una tercera escritura, fechada el mismo día, don Miguel reconoció haber recibido el ya mencionado préstamo de 5.000 ps de Montúfar. De todas maneras, lo que se cono-

¿Significa esta última solicitud, para la cual Larrea había ofrecido como hipoteca su hacienda de San Buenaventura en Urcuquí, que Jijón León tenía problemas para obtener préstamos? Un prés­tamo de los fondos del Hospicio no era una opción favorecida por los deudores, puesto que se debía pagar un 5 % ciento de interés "a usanza pupilar" en lugar del usual 3 % de los censos. Acerca del Hospicio de Pobres y su manejo cfr. Milton, 2002: 343-422; Borchart de Moreno, 1 998 i: 252-253. Anteriormente se hizo mención a la tensa situación entre los hermanos Jijón León. Esta se maní­fiesta también en el hecho de que la obligación de don Miguel a su hermano fue firmada por Larrea, a pesar de que don Miguel se encontraba en estos momentos en Quito. Acerca de la fami­lia de la Guerra como arrendatarios y administradores de haciendas cfr. el capítulo sobre la hacien­da-obraje Colimbuela.

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ce hasta el momento acerca de los compromisos fmancieros adquiri­dos entre 1 787 y 1 788, unidos a las altas hipotecas que pesaban sobre Peguche y los demás bienes y las deudas pendientes en España y en Li­ma, significaba una carga que no se podia sostener con la producción de un obraje por más moderno que haya sido en este momento.

En 1 790 se agudizó la situación. La exigencia del pago inmediato de los tributos que debían los indios empleados en Peguche, desembocó en un juicio criminal entre Jijón León y el cobrador de tributos, cuyo intercambio de cartas llenas de expresiones de desprecio y burla se en­cuentra en el Anexo 9. Al igual que tantos otros terratenientes y obra­jeros, Jijón León no estaba dispuestos a pagar puntualmente el tributo que descontaba del salario de sus trabajadores. Probablemente ni si­quiera tenía el dinero necesario para cumplir con este compromiso que debe haber sido pequeño comparado con sus otras deudas. El tan es­perado producto de las ventas que debían haberse realizado en Lima por don Pablo Jijón León, todavía no había llegado y, según Amezaga, en 1 790 ya nadie confiaba en su aparición.

Entre los escépticos se encontraba también don Manuel Jijón León quien, en noviembre del mismo año, exigió la liquidación de las cuen­tas que había mantenido con su hermano. En total, don Miguel le de­bía 1 3.680 pesos, suma que no podia pagar "a causa de que no le han lle­gado los caudales, que el senor Conde otorgante dice que tenía y tiene en Lima". Se acordó la entrega de la "hacienda de potreros de regadío" San Vicente a don Manuel, quien la traspasó inmediatamente su hija, doña María Josefa Ji­jón Chiriboga '�n premio de su virtud y del constante amor con que no ha que­rido apartarse de la compañía de sus padres y servicio. " En la realidad se salda­ban, de esta forma, las deudas que don Manuel Jijón León tenía con su yerno, don Gegrorio Larrea León. Al menos hasta 1 796 don Manuel, su hija y su yerno no pudieron disponer de la propiedad, ya que no se había cancelado una deuda que don Tomás Jijón León había adquirido décadas atrás y que era reclamada desde hace tiempos por doña Anto­nia Carcelén. La venta de los "lienzos cilindrados", es decir las indiani­llas, también tropezó con problemas, puesto que los posibles clientes desconfiaban del producto, desconfianza que, según Jijón León, don Manuel Larrea, el encargado de la venta, no supo disipar141 •

. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . .

'" Borchart de Moreno, 2004 b.

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Como se ha demostrado anteriormente, esta situación económica ex­tremadamente difícil no era nada nuevo, ni para la familia Jijón ni para otros integrantes de sus círculos sociales. En este grupo el incumpli­miento con los acreedores eran una costumbre tan inveterada como lo era el trato displicente, arrogante y hasta agresivo de personas conside­radas como subordinadas, aunque fueran representantes de la autori­dad. A esto Jijón León añadió, sin embargo, elementos inaceptables pa­ra su entorno y que pueden haber llevado al aislamiento señalado por don Manuel Amezaga y confirmados por el mismo don Miguel, quien decía que nunca iba a Quitd42• En sus escritos se destacan tres elemen­tos que seguramente formaron también parte de su conversación: una permanente crítica al clero de la Audiencia que llegó hasta la acusación contra la Inquisición de ser incapaz de reformarlo; la admiración por ciertos aspectos de la Reforma, cuyos templos visitó en Ginebra, don­de "ningún ministro sube al púlpito a decir de memoria cuantas ideas extravagantes el vienen a la inspiración'; así como sus elogios de Francia '�n donde debíamos ir todos los de acá para aprender religión y culto '�143 En la opinión de la mayoría de sus contemporáneos, estas expresiones deben haber aparecido como herejías y, después de 1 789, como peligrosamente revolucionarias.

En estas circunstancias una acusación ante la Inquisición debía caer en suelo fértil144• Según el mismo don Miguel su acusador fue el doctor don Miguel Vidaurreta, un sacerdote "notoriamente ebrio y revoltoso", que ya había acusado a un pobre viejo francés145• Según las Memorias de Ji­jón León, Vidaurreta había pretendido el reconocimiento como hijo natural de don Miguel para, de esta forma, lograr el arrendamiento de las haciendas146• Afortunadamente algunos documentos permiten co­nocer mejor a este personaje de Otavalo. Según sus propias declaracio­nes era hijo expósito, criado en la casa de don Gregario Vidaurreta Te­jada y su esposa doña Francisca Echevería147• Conocía a su padre y el

"2 Defourfenaux, 1 969: 89. '" Defourfenaux, 1 %9: 89-9.'; Keeding, 1 983: 234-236.

Según M. Defourfenaux (1969: 88) Jijón León fue acusado ante el tribunal de Cartagena por la lectura de escritos prohibidos; según E. Keeding (1983: 233) el Tribunal de Lima ordenó el inven­tario de su biblioteca en !barra, realizada por el sacerdote don Pedro Peñaherrera, quien anotó dos textos prohibidos pero dejó sin registrar otros.

'" Defourfenaux, 1 969: 89-90. ¿Se trata acaso de Pierre de la Condamine? '"' Defourfenaux, l 969: 90.

Lebret, 1 981 : 334-347.

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hecho de que heredó de éste un terreno en Cotacache "perteneciente a las composiciones y compras que hizo mi padre a Miguel y Pedro Cobos" permite aseverar que fue hijo del mismo Vidaurreta Tejada148•

El clérigo Vidaurreta, doctor en ambos derechos, era probablemen­te uno de los sacerdotes ilustrados que se encuentran con alguna fre­cuencia entre el clero de esta época. Probablemente estuvo más dedi­cado a la administración de sus cuantiosos bienes que a los oficios re­ligiosos. De un tío había heredado la hacienda Sigsicunga, en cuyas cer­canías compró en 1 793 otra propiedad. Las referencias a esta propie­dad ubicada "dentro del corazón de los páramos de Sigsicunga . . . de un terreno incomparable", hacen pensar en que ésta estaba ubicada en una zona de frontera agrícola y que se trataba en cierta forma de un proyecto de co­lonización "en CI!Ja labor se ha hecho hasta el día mi!J competentes progresos con treinta palas de fierro y otras tantas hacha� de suerte que dentro de pocos años con sólo el costo de un par de mil pesos en bronces [herramientas] se habria puesto una hacienda de valor de cincuenta a sesenta mil pesos".149 Estas expresiones se ase­mejan mucho a las "reflexiones" de don Miguel Jijón León acerca del posible rendimiento de los bienes de don Tomás Jijón León.

A raíz de la quema de todos los papeles en la sublevación de 1 777 tu­vo que recomprar las tierras de su padre en Cotacache. En ellas insta­ló, a partir de 1 782, el obraje San Joaquín "con el consumo de más de dos mil fanegas de cal", aseveración que habla de una construcción muy inusual en un momento en que los obrajes seguían siendo construcciones de paredes de adobe, aunque la mayoría tenían techos de teja. Este obra­je contaba con diez tareas de labor, un batán y dos molinos. Por algún tiempo Vidaurreta tuvo un acuerdo con los Augustinos, por cuya cuen­ta pagaba los tributos de los indios que laboraban en las haciendas Ca­jas y Tupigache. A cambio recibía lanas de ambas haciendas. La termi­nación de este acuerdo parece haber paralizado la manufactura San Joaquín. Al menos en la década de 1 790 producía también textiles de algodón. Sería interesante saber si para ello se sirvió de los nuevos mé­todos conocidos en Peguche y si acaso fue gracias a él que se introdu­jo la producción de damascos en Cotacache150• A estos bienes se aña-

148 Borchart de Moreno (2004 b). Los hijos naturales o ilegítimos fueron declarados frecuentemente como "expósitos", situación legal más favorable, ya que les posibilitaba una carrera administrati-va o eclesiástica.

1" Lebret, 1 981 : 338. 15" Lebret, 1981 : 336, 343.

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día una tienda en !barra, en la cual se vendían "efectos de Europa" no importados directamente por Vidaurreta, sino entregados en consignación por mercaderes importadores como don Ignacio Montúfar y el mismo Jijón León. Con esto, el sacerdote Vidaurreta es otro ejemplo de un dueño de obraje que al mismo tiempo vendía textiles europeos, que presumiblemente significaban una competen­cia desleal a sus propios productos. Quizás fue Vidaurreta uno de los clérigos de quienes Caldas, refiriéndose al clero de !barra, decía que "no trae el hábito que le distingue y autoriza entre nosotros. A mí me ha costa­do trabaxo distinguirlo del resto del pueblo. Concidero esto por tan desordenado, como un Militar sin su unifOrme ".151

Vidaurreta no solamente prestó dinero, sino que a la llegada de Ji­jón León se constituyó en su socio, quizás el único, en los proyectos de modernización, compromiso que le valia ser llamado "mi mi!J que­rido Vidaurreta" o "mi más estimado amigo y señor Vidaurreta". Su madre adoptiva, doña Francisca Echeverría, estaba instalada en Peguche y llevaba todos los asuntos domésticos. En los momentos de amistad y buen entendimiento Jijón León consideró a Vidaurreta como "un sacerdote tan estimado y aplaudido [ . . . ] de chicos y grandes con razón". Con aparente indignación lo incentivaba a seguir juicio contra el artesano Magrón por haberlo difamado diciendo que venía borracho a decir misa -opinión que tres años más tarde es expresada por el mismo Ji­jón León en sus Memorias. En representación de don Miguel, quien en estos momentos ya tenía setenta años, Vidaurreta inspeccionó una mina abandonada, quizás uno de los placeres situados en la ver­tiente occidental del Cotacachi donde, en el siglo XVI, habían traba­jado indios pastos152• Además don Miguel confió a Vidaurreta su proyecto más sorprendente:

Un plan que yo tenía formado sobre la hacienda de Quinchuquí que se re­ducia a formar un pequeño pueblo nuevo a favor de mis pobres indios de los cuales, después de ponerlos cómodos y bien estantes, podíamos sacar ventqjo­sas utilidades, dándoles tierras, casas, ganados mayores y menores, con CI!JOS auxilios y gastos, que todos montarían a 6.897 ps. 4 rs. juera del fondo de la hacienda, que a Vuestra Merced le parecieron regulares en aquel tiempo,

"' Barreiro, 1 933: 36. 112 Borchart de Moreno, 2003 a.

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produciría la nueva población 15. 117 ps. 7 rs. y medio) que tampoco lepa­recieron a Vuestra Merced fantásticos en dicho mi plan.

Lamentablemente no existen más detalles de este plan, que debe haber sido una aplicación de la urbanización de la "Carolina Mala­gueña" a las realidades de los campos andinos. Por haberse tratado de un "contrato confidencial y privado n, no es posible saber cuáles fueron los cálculos de don Miguel en cuanto a la forma y los plazos de la estipulada ganancia. Lo que faltaba para su realización era lo básico: una persona de ''activida� diligencia y capacidad)) y el dinero, puesto que Jijón León admitía que sus caudales estaban "enredados en Lima n y que se liberarían en dos, tres o cuatro años. El entusiasta Vidaurreta comprometió su trabajo y sus fondos. No se sabe, cuál fue la causa que puso fin al proyecto a los pocos meses y que convirtió la amis­tad de Jijón León por Vidaurreta en un odio que le hacía hablar de la "luciferina soberbia de su mal naturat' y titularlo como "gurnifon por an­tonomasia ".153 Según don Miguel, Vidaurreta se retiró a causa de un conflicto con don Manuel Jijón León y sin haber construido una so­la choza de paja.

Con sus setenta años don Miguel Jijón León era un hombre con una vitalidad sorprendente y la energía con la que enfrentó su retor­no no planificado a la Audiencia causa admiración. Aunque no era el ftlósofo que Caldas quería ver en éP5\ seguramente era tanto un soñador con ideas ftlantrópicas como un hombre práctico que no descuidaba sus propios intereses y se adaptaba rápidamente a situa­ciones imprevistas, como lo demuestran el segundo y tercero de sus proyectos de modernización. El derrumbe de sus proyectos se ini­ció, probablemente aún antes de su llegada a Quito, con los proble­mas financieros, causados quizás por cálculos demasiado optimistas o aun irresponsables. La situación se agravó en pocos meses por múltiples conflictos, no solamente con los artesanos contratados si-

'" La palabra "gurrufon" podría ser una adaptación de la palabra francesa "courroux", que significa ira.

'" Según el sensualista Fran�ois Hemsterhuis, Jijón Le<in tenía "muchos bellos conocimientos, pero me parece que no tiene lo que yo llamaría la bella manera de saber. Las ideas pertenecientes a dife­rentes ciencias tienen sus células separadas en su cabeza. Son familias aisladas que no se comuni­can entre ellas" (Keeding, 1 983: 236 nota 2. Traducción del francés por la autora).

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no también con amigos y familiares, conflictos en los que su carác­ter irascible tenia mucho que ver. De los proyectos de minería y de colonización se perdió la memoria en muy pocos años. El obraje de Peguche, obviamente fuera de funcionamiento en 1 802, parece ha­ber dejado algunos elementos de modernización de la producción textil en la región. A pesar de que en los fracasos las autoridades co­loniales obviamente no tuvieron nada que ver, pocos años después de la muerte de don Miguel Jijón León los patriotas utilizaron "el ci­lindro del Conde Gijón" como base para construir un mito.

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3. La hacienda-obraje Colimbuela y el Condado de las Lagunas

En el capítulo dedicado al Obraje Mayor ya se hizo alusión a los con­flictos entre los arrendatarios del obraje y los corregidores quienes, con el argumento de la defensa de la mano de obra indígena, procuraban adelantar sus propios intereses. Don Simón Ontañón Lastra, quien probablemente fue el último arrendatario antes del cierre de la manu­factura, tenía un doble interés en impedir cualquier tipo de competen­cia en la región, puesto que a más de manejar el Obraje Mayor estaba construyendo su propia empresa textil en Cotacache, en el sitio de Co­limbuela, donde se habían situado las propiedades de los caciques ma­yores de Otavalo.

Hasta el momento no se sabe, cuándo y en qué función vino este per­sonaje, oriundo de la región de Santander, a Quito. Seguramente no lo hizo como obrajero, como señala G. De Larrea\ sino probablemente como corregidor, hecho sugerido por el título de capitán que ostenta- 299 ba en la década de 1 680 y que era el rango que, junto con el de gene-ral, se encontraba frecuentemente entre los corregidores. Hay constan-cia de que en 1 680 se casó en Quito con una viuda, doña Juana Romo de Córdova, quien había aportado una dote de 12.000 ps. a su primer matrimonio, suma que parece haberse incrementado a unos 22.000 ps., en dinero y joyas, en las segundas nupcias2•

Sobre sus actividades en la década de 1 680 se conoce muy poco. En unas escrituras de 1 682 consta como "vecino y mercader" de Quito, re­lacionado con la plaza comercial de Portobelo, es decir con la impor­tación de productos desde España3• Además es muy probable que aun antes de convertirse en arrendatario del Obraje Mayor, en algún mo-

De Larrea, 1994: 1 O. Las cifras constan en el testamento de doña Juana. Lamentablemente no se han encontrado la carta de dote ni el inventario de los bienes de don Simón, elaborado con ocasión del matrimonio (AN /Q, N3P, Durango ct al, 1725-29; AN/Q, Testamentarias, 1 73 1 -II-23). Cfr. también De Larrea, 1 994, 29-30. AN/Q, N6P, Zea, 1 681 -83.

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mento entre 1 689 y 1 691 , haya estado involucrado en la producción y comercialización de la "ropa de la tierra". Otra posibilidad es que haya sido administrador de alguna de las encomiendas de la nobleza espa­ñola, tal como lo había sido su suegro don Francisco Romo de Córdo­va de la del Príncipe de Esquilache4•

La adquisición de la estancia de Colimbuela parece haber estado rela­cionada precisamente con sus actividades comerciales, puesto que la pro­piedad le fue entregada en 1 693 como pago de una obligación no cum­plida por don Simón Francisco Ubilla. El núcleo de esta propiedad, de unas 9 caballerías, había pertenecido hasta 1 689 a la cacica mayor doña Cristina Ango de Salazar, cuyo hijo mestizo, el clérigo Manuel Garda Maldonado, la vendió a José Ocampd. A las pocas semanas este vendió las tierras al capitán Ignacio Almeida quien, a su vez, las vendió en agos­to de 1 691 junto con otras cuatro cuadras a doña Casilda Flores, mujer de don Pedro León Toro. La hija de Almeida, doña Ignacia, casada con Ubilla, presentó un reclamo que fue aceptado por el corregidor Manri­que, quien le adjudicó la estancia en septiembre del mismo año.

En la composición efectuada por el fiscal don Antonio Ron se en­

contraron 1 2 caballerías 4 cuadras, a los que Ontañon Lastra había aña­dido otras tierras de indios mediante una compra realizada en octubre de 1 695. La suma de 144 ps. por la composición indica la ilegalidad de la expansión en el caso de la estancia original y las deficiencias legales en la ampliación de la propiedad en 1 6956• Los datos de la composi­ción permiten aseverar que la estancia Colimbuela no era una propie­dad grande y que seguramente no tenía suficientes sitios de ovejas pa­ra cubrir la demanda de lana de un obraje. En esto la situación del obra­

je Colimbuela se asemejaba a la del Obraje Mayor y del de Peguche. Un

inventario de 1 805 puede dar una idea aproximada de la propiedad, con todas las mejoras y ampliaciones que don Simón hizo en los aproxima­damente treinta años hasta su muerte (Anexo 1 0). En su testamento

don Simón determinó que la hacienda-obraje Colimbuela debía entre-

Cfr. De Larrea, 1 994: 44. La encomienda del Príncipe abarcaba San Andrés, Calpi, Licán y sus ane· xos, es decir una zona dedicada a la producción textil (Orriz de la Tabla, 1 993: 1 1 8) . Cabe señalar que ya a mediados del siglo XVII existían al menos tres propiedades de españoles o mestizos en el sirio de Colimbuela: las estancias de doña Isabel Torres Altamirano y de Diego de Andrada así como la casa de Rodrigo Vaca (Freile Granizo 1 981 , I: 1 75 , 1 76, 255, 279). VG: 361.363.

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garse a su hijo, el clérigo doctor don José Ontañón Romo: sin permitir que dicha hacienda entre a poder de extraños, sino siempre se conserve y permanezca entre los de mi familia por el mucho amor y voluntad que tengo a dicha hacienda y a la gente que habita en ella1 por haberla cria­do desde sus principios} por ser esta mi voluntad7

Poco después de la adquisición Ontañón Lastra inició la construc­ción de su propio obraje, para lo cual utilizaba la mano del Obraje Ma­yor según la denuncia del corregidor Manrique8• No se conocen deta­lles de las instalaciones iniciales, pero se puede aseverar que fueron he­chas sin solicitar la necesaria licencia. Esta fue adquirida recién en 1 7 1 1 a Pedro Narváez, dueño de tierras en el sitio de Agualongo, quien de­cía tener una licencia del Presidente !barra del 1 6 de junio de 1 607, que nunca se había podido utilizar. Esta aseveración debe haber sido falsa, puesto que en 1 696 el fiscal Ron había rematado 5 cuadras de tierras "que llaman del obrqje11 en Tontaqui, lo cual indica que en algún momen­to había existido una manufactura, probablemente la antecesora de las instalaciones pertenecientes a los Jesuitas en el sitio de Agualongo9• El fiscal de la Audiencia, consultado acerca del traspaso de la licencia que pretendía Narváez, opinó que las mercedes eran personales y no trans­misibles pero, seguramente consciente de la estrecha relación entre Ontañón Lastra y el presidente Sosaya, dictaminó que:

atendiéndose hqy a la pública utilidad de que tanto necesita esta Provincia por los atrasos en que se halla1 sin que se pueda mantener de otro comercio que el de estos obragillos,ya que no se sigue perjuicio de tercero1 se podrá con­ceder la licencia que pide el suplicante.10

A pesar del "amor y voluntad" a los indios de su hacienda, no hubo ningún legado para ellos, sino 3.000 ps. para fundar una escuela en Elechas, su pueblo natal en Cantabria, "a donde se enseñen y doc­

trinen sin costo ninguno los muchachos de dicho lugar" ( AN/Q, Testamentarias, 1 731 -II-23). AN/Q, Obrajes, 1 699-VII-1 .

Agualongo s e encontraba e n el límite d e las jurisdicciones d e Tontaqui y Cotacache. Pedro Narváez había heredado las tierras de su padre, quien las había comprado en remate en la segun­da mitad del siglo XVII (VG: 471-472). El primer propietario español de las tierras de Agualongo parece haber sido Diego Hernández Montalvo quien realizó compras de tierras a los caciques don Luis Congro de Atuntaqui y don Luis Ango de Salazar en la década de 1 590. Quizás fue el bene­ficiado inicial de la licencia para el obraje (Espinosa Soriano 1 983, II: 276). Las 5 cuadras "que lla­man del obra¡e" estaban probablemente en la misma zona y fueron adquiridas por don Agustín Herrera (VG: 326). AN/Q, Obrajes, 1 7 1 1 -III-27.

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En lugar de pagar 80 ps. por la licencia de una sola tarea, que corres­pondía a seis tornos, Ontañón Lastra legalizó el funcionamiento de to­da su manufactura textil por la ínfima suma de 30 ps. Con los tornos existentes en 1 805, el valor de la licencia era de al menos 1 .360 ps. La misma licencia de 1 607 puede haber servido para otro negocio, pues­to que la Compañia de Jesús había adquirida, a más tardar en 1 684, tie­rras en el sitio de Agualongo11• Posteriormente instaló un obraje para bayetas y jergas, cuyas instalaciones fueron dañadas y el administrador estatal matado en la sublevación de 1 77712• La licencia de Narváez mencionaba la producción de jergas, jerguetas, sayales y bayetas, las así llamadas "ropas menores". Puesto que no estaba prevista la produc­ción de paños, Colimbuela era un "obrajuelo", tal como lo llamaba el mismo don Simón. Posteriormente se amplió la gama de productos, sin que se pueda determinar el inicio de la producción de paños. En 1796 el apoderado de los Condes de las Lagunas pidió al arrendatario de Colimbuela "pano azul de su fábrica mi!J fino" y en el inventario de 1 805 constan tres telares para frazadas y paños13•

El negocio del obraje arrendado y, posteriormente, de la manufactu­ra propia fue rentable, puesto que don Simón, quien en la visita y com­

posición de tierras de 1 692 y 1 696 había tenido solamente la estancia Colimbuela, pudo adquirir varios bienes raíces, que constan en su tes­tamento, abierto después de su muerte a comienzos de 1 724. A la pro­piedad en el sitio de Colimbuela se había añadido el potrero de Tuni­bamba; otras propiedades eran dos casas "de altos y bqjos" en Quito, en la calle "que llaman de Villacís", una casa con solar en Otavalo, una ha­cienda en el sitio de Chaupicruz en Cotocollao, una hacienda en Ton­taqui, así como la hacienda Piganta en términos de Perucho. Sus con­tactos comerciales se extendían en los años anteriores a su muerte has­ta Lima y Oruro14•

Los cinco hijos sobrevivientes de los siete que tuvo el matrimonio Ontañón-Romo, iniciaron su vida adulta con todas las comodidades

1 1 Pérez T., 1 948: 1 36.

1 2 Moreno Yánez, 1 985: 1 62, 1 72.

13 AN/Q, Tierras, 1 804-Il-27; cfr. Anexo 1 0.

14 AN/Q, Testamentarias, 1 73 1 -Il-23; cfr. también De Larrea, 1 994: 26.

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que podia proporcionarles el caudal acumulado por sus padres15• Las tres hijas recibieron considerables dotes al casarse16• En su testamento, la segunda de las hijas, doña María Micaela, quien había estado casada con el presidente de la Audiencia don José Sosaya (1707-1715) , afirmó haber recibido 40.000 ps. "en moneda, mucha ropa y alhqjas preciosas".17 Cu­riosamente Sosaya nunca había firmado un recibo de dote, por lo cual esta cifra, muy superior a la dote de la hermana mayor, no se puede comprobar18• Al final de su gestión como presidente, Sosaya abandonó a su mujer, ya que "como esposo, no gozó de la honrosa paz del ho­gar doméstico"19• No solamente se llevó a sus dos hijas a España, sino también la dote de su mujer y "más de 30.000 pesos en valor de unas alha-

jas preciosas que tuvo [doña María Micaela] en su tocador, sin do/arle ninguna de ellas para el adorno de su persona'� De los bienes de su padre obviamen­te recibió una casa en Quito, fuertemente hipotecada; la hacienda en Cotocollao, avaluada en 7.000 ps., le fue entregada en 1 726 por su ma­dre como mejora de su dote20• En su testamento doña María Micaela dejó constancia que uno de sus nietos, don Francisco Xavier U staris, vino a vivir en Quito "a repugnancia de la dicha Señora, sin que lo llamase ni ifreciese gratificación alguna. "

El ya mencionado don José estudió Teología y fue cura párroco de Santa Prisca y luego de San Blas21• En 17 18 actuó como juez delegado por el arzobispo de Lima en los conflictos suscitados en el obispado

21

Según el testamento de don Simón sus hijos don Vicente y don Simón murieron "sin estado algu­no" (AN/Q, Testamentarias, 1 731-!I-23). Por otro lado existen los datos de don Francisco Vicente Ontañón Lastra, bautizado en 1 685 y casado con doña Isidora Sotomayor Lasso de la Vega (De Larrea, 1 994: 72). Doña María Josefa (1 683- 17 19) se casó con el contador mayor de Bienes de Difuntos don Pedro José Bermúdez Becerra; doña María Micaela (1693-1762) con don José de Sosaya, corregidor de Guayaquil y luego presidente de la Audiencia (1707-1714) ; doña Manuela Francisca (1695-1774) con don Fernando Pérez Guerrero Peñalosa (De Larrea, 1 994: 5 1 , 65, 73). La gestión como pre­sidente fue seriamente cuestionada y causó su suspensión temporal en 1 7 1 1 / 1 2 (González Suárez 1 970, II: 848-850; Herzog, 1 995: 1 57-1 59). AN/Q, N4P, Enríquez Osario, 1762-63. Doña María Josefa recibió un total de 22.400 ps. (De Larrea, 1 994: 51) . Su dote original, en 1 700, parece haber sido de 1 2.400 ps, a lo que su padres añadieron, en 1 7 1 5, una hacienda en el valle de Calacalí, comprada en pública subasta por los bienes del general don Juan Villacís y tasada en cerca de 1 0.000 ps. (AN/Q, N3l� Durango, 17 13- 16). Cfr. también AN/Q, Testamentarias, 1 731 -II-23. González Suárez 1 970, II: 848. Según los rumores su mujer era la amante del oidor Simón Rivera Aguado (Herzog, 1 995: 1 59). AN/Q, Testamentarias, 1 731-ll-23. De Larrea, 1 994: 1 20-121 .

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de Quito22• Su padre lo había designado como heredero de Colimbue­la, su propiedad más preciada. Don José, quien murió en Lima, pare­ce haber dejado la propiedad a los hijos de su difunto hermano Nico­lás, quizás con alguna cláusula acerca de la participación de sus herma­nas en el usufructo. Doña María Micaela afirmó en su testamento que poseyó la hacienda "durante sus días".23

Don Nicolás, el segundo hijo, parece haber sido socio de su padre en

los negocios textiles antes de dirigirse a Lima, viaje que empezó con una deuda de más de 8.000 ps. con su padre24• De su estadía en Lima no se sabe más que su matrimonio con una viuda, doña MaríaJiménez de Lobatón, hija de un oidor de las Audiencias de Lima y Charcas y posteriormente presidente de la de Charcas, y hermana del Marqués de Rocafuerte, así como su adquisición del título de Conde de las Lagu­nas en 1 71 525• En los listados de los títulos nobiliarios del Virreinato del Perú, se encuentran muy pocas menciones de este condado, que probablemente tomó su nombre de las lagunas de Cuicocha y Yaguar­

cocha26. Casi con seguridad don Nicolás fue el representante del nego­cio textil de su padre en Lima. Este último mencionó en su testamen­to, que su hijo había venido en 1 7 1 8 de Lma -probablemente en su camino a Popayán- y que entonces habían hecho un finiquito en !ba­rra "de todo lo que ha estado a su cargo". Su hermana María Micaela y su cu­ñado Bermúdez Becerra lo acusaron de haber derrochado una fortuna en la capital virreina! ya que "quedó debiendo al general don Simón de Onta­ñón, su padre, más de 200.000 pe.ros, los que había gastado en la Ciudad de lo.r Rqe.r en gastos superfluos".27

La suma estipulada por sus parientes puede haber sido exagerada, pe­ro no hay duda que fueron sus deudas las que motivaron al Conde a

dejar a su familia en Lima para hacerse cargo de la gobernación de Po-

González Suárez 1 970, Il: 930-933. AN/Q, N4P, Enríquez Osario, 1 762-63.

24 AN/Q, Testamentarias, 1 731-II-23. 25

De Larrea (1994: 1 1 1 - 1 13). Los Jiménez Lobatón eran de Cusco, donde los marqueses de Rocafuerte eran dueños de un chorrillo (Escandell-Tur, 1 997: 446, 466) Entre los 1 8 condes con actividades empresariales y cargos burocráticos, señalados por A. Flores Galindo (1984: 74-76) como "principales personajes de la clase alta limeña" no constan los con­des de las Lagunas. P. Rizo-Patrón Boylan (1 994: 3 18, 1 7 nota 1 8) registra el título en su lista y opina, a raíz de la unión entre las familias Ontañón Lastra y Vásquez de Velasco "que podamos tratar propiamente de mestizaje". AN/Q, Haciendas, 1 736-Il-29.

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payán, una "ciudad muerta" en palabras del francés Boussingault, quien la conoció en el siglo XIX y estaba convencido que sus habitan­tes se sentían "descendientes del Quijote". Aunque don Miguel Santis­teban, en el relato de su viaje de Lima a Caracas de 1 7 40/41 , encontró palabras elogiosas para Popayán28, este destino, para alguien acostum­brado a la vida amena en la corte virreina!, habrá significado casi un destierro.

La gobernación ofrecía, sin embargo, considerables ventajas para el negocio, puesto que en su distrito se encontraban las minas de oro de Barbacoas y del Chocó, donde las bayetas y jergas de los obrajes quite­ños se pagaban en oro fundido o en polvd9• A pesar de las ventajas económicas, la gobernación no parece haber sido muy apetecida, pues­to que frecuentemente no había gobernador durante años30• Don Ni­colás obtuvo el cargo que ejerció de enero a diciembre de 1718, por­que su propietario, el Conde del Villar del Tajo, no estaba interesado en ejercerlo. La corta duración en el ejercicio de su función se debió a su incumplimiento de las órdenes recibidas acerca del contrabando de oro y del traslado de la Casa de la Moneda a Popayán. Esto y la acusación de haber incurrido en abusos le valieron la destitución y su encarcela­miento en Pasto, donde murió poco después31• Todavía años después su cuñado don Fernando Pérez Guerrero Peñalosa, gobernador de Po­payán entre 1 724 y 1 729, estuvo ocupado "en lo que toca a la residencia de mi hermano don Nicolás".32

En 1720 la viuda de don Nicolás, probablemente en camino hacia Quito para ocuparse personalmente de la herencia de su marido, fue capturada por un pirata inglés frente a la costas de Paita. A diferencia de otro prisionero, el Marqués de Villarrocha, fue dejada en tierra, pe­ro no se sabe si siguió su viaje o retornó a Lima33• Nada se conoce acer­ca de la vida de ella y de sus dos hijos en Lima. Don Simón Ontañón ] iménez, el segundo conde, posiblemente fue corregidor de Lampa, ubicado al oriente de Arequipa, una zona de cría de ganado lanar co­nocida por su lana fina. Allí se casó en 1 731 con doña Josefa Francis-

Barona B., 1 995: 68. " Barona B., 1 995: 109, 1 1 5.

Arroyo, 1907: 345�360. Arroyo, 1907; 355�356; De Larrea, 1 994: 1 1 1 � 1 1 3. Arroyo, 1907: 356; AN/Q, Testamentarias, 1 731�II�23. De Larrea, 1 994. 1 1 1 .

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ca Valverde, oriunda del Cusco34• A fines del siglo XVIII la tercera con­desa más de una vez reclamó el pronto envío del alquiler de Colimbue­la, puesto que constituia el único ingreso que tenia para mantener a su "dilatada Jamilia".35

El corto tiempo como gobernador fue, sin embargo, bien aprovecha­do por don Nicolás porque logró hacer al menos un viaje desde Bar­bacoas a Colimbuela. A su llegada entregó a su padre 317 chúcaras, cu­yo precio se acordó en 13 ps. por cada animal y que fueron remitidas a don Cristóbal Jijón, con quien Ontañón Lastra tenia negocios. El principal motivo del viaje fue, sin embargo, la entrega de oro, descrita por varios testigos en los siguientes términos:

Los tdos, raspaduritas y media vdiga de oro en polvo, que su importe por peso se hizo en presencia del declarante, que todo se pesó por romana, pues­to en un costal de algodón, que importó 32.000 patacones, que el peso no se quiere acordar. Que la dicha cantidad se la entregó el dicho gobernador don Nicolás de Ontañón al general don Simón de Ontañón, su padre, por dicha cuenta de deuda contraída en la ciudad de los Rryes. 36

El ejercicio del cargo de gobernador de Popayán por parte de Pérez Guerrero Peñalosa a partir de 1 724 fue una buena oportunidad para seguir con los negocios en la región de Barbacoas. Efectivamente su suegra le enviaba "géneros", entre ellos seguramente "ropa de la tierra" de Colimbuela. Todo le salía mal y su esposa le decía que era muy confia­do, según él mismo escribió a su suegra en 1 728, cuando había dificul­tades para vender las mercancías en Barbacoas o Popayán. Solamente la sal, probablemente de Salinas, tenia buenas perspectivas de venta en el ChocÓ37•

Si las aseveraciones de doña Micaela Ontañón Romo eran ciertas, re­cién con su muerte en 1 7 62 el control completo de Colimbuela pasó a los descendientes del primer conde de las Lagunas, que seguían vivien­do en Lima. Es probable que desde la muerte de la viuda de don Si­món la hacienda-obraje Colimbuela estuvo arrendada, pero para la ma­yor parte del tiempo no se conocen los nombres de los agentes o apo­derados de la familia ni la identidad de los arrendatarios de los bienes

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1' Lohmann Villena 1 947, I: 438; Alcedo 1967, Il: 298-299.

" AN/Q, Tierras, 1 804-II-27.

36 AN/Q, Haciendas, 1 736-II-29.

r AN/Q, Testamentarias, 1731 -Il-23.

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o las condiciones del arrendamiento. En la segunda mitad del siglo XVIII el apoderado general de los condes de las Lagunas era el doc­tor don Ramón Y épez, abogado y sacerdote, cura beneficiado de San Blas y luego de Zámbiza. Uno de los arrendatarios había sido el capitán don Pedro Buendía Dávila, con quién Y épez mantuvo un juicio por las cuentas, juicio que en 1 782 llegó hasta el Consejo de Indias y fue ganado por Buendía Dávila, a quien hubo que pagar más de 4.000 ps. En la documentación no constan los años del con­trato ni la causa de la deuda38•

En la década de 1 780 y hasta su muerte, a fines de 1 793 o comien­zos de 1794, el arrendatario fue don Nicolás de la Guerra Villota, ve­cino de Cotacache y dueño del obraje Alambuela que también sufrió destrucciones en 1 777. La familia de la Guerra permite conocer algo acerca de un grupo de personas, de cuya vida no se sabe casi nada has­ta el momento: los blancos y mestizos asentados en los pueblos. El tes­tamento del padre de don Nicolás, don Juan de la Guerra Villota, re­dactado en la hacienda Alambuela en 1 7 4 7, permite saber que los de la Guerra eran oriundos de Quitd9• Don Juan y su esposa doña Nicola­sa Villegas, quienes se establecieron en Cotacache, se habían casado sin dote ni capital y que "sólo con la solicitud y trabqjo de ambos" habían man­tenido una familia de ocho hijos y adquirido ciertos bienes. Del traba­jo de la mujer no existe un testimonio directo, pero se sabe que las mu­jeres de su condición estaban relacionadas con la industria doméstica, ya sea que tenían unos pocos telares en su propia casa o que contrata­ban a mujeres indígenas para hilar algodón o producir chicha. Don Juan, en cambio, ha dejado alguna información acerca de sus activida­des que incluian el servicio en la hacienda Colimbuela, probablemente como mayordomo o administrador; la administración de la hacienda Cuicocha y, como depositario, de la de Culchigacho que había sido em­bargada por las deudas de su propietario, el alguacil mayor de los co­rregimientos de !barra y Otavalo, don Alejandro de la Torre Cosío. Al­gún tiempo había administrado la pulpería de Cotacache y había sido "diezmero" de Otavalo en el periodo que don Eugenio Chiriboga ha­bía sido colector general de diezmos del obispado.

A lo largo del tiempo sus múltiples actividades le permitieron formar · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

3 8 AN/Q, N1P, Viscayno, 1780-83; Cabezas Armendariz, 1783-92. 3'' Lebrel, 1 981 : 261 -276.

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una modesta hacienda en el sitio de Alambuela, propiedad que tenia su origen en el sitio para 90 ovejas que habían adquirido sus suegros. Po­co a poco adquirió algunos terrenos adyacentes, seis de ellos a otros propietarios blanco-mestizos que le vendieron pedazos de entre 2 cua­dras y 5,5 caballerías de extensión. Once pedazos de entre 1 y 1 1 cua­dras fueron adquiridos a diferentes caciques y dos pedazos a indios del común. La razón para estas ventas era frecuentemente la necesidad de los caciques de cumplir con el pago del tributo, razón que también mo­tivó el arrendamiento de una loma de tierras de comunidad de Cotaca­che al mismo don Juan de la Guerra, quien pagaba los 30 ps. de alqui­ler anual directamente al corregidor. Fuera de ampliar la propiedad de Alambuela, que en el momento de su muerte valía unos 5.000 ps., don Juan había adquirido durante su vida tres haciendas, a saber Matungue­cha, Pisaba en Otavalo y Guaraquí en Tontaqui, todas ellas con poca inversión en efectivo, pero con cargas hipotecarias que parecen haber­lo obligado de revender Matunguecha y Guaraquí.

Los hijos sobrevivientes de la pareja Guerra-Villegas parecen haber recibido una modesta herencia equivalente a unos 800 ps. cada uno. Los varones siguieron el camino de su padre, es decir que administra­ban y arrendaban haciendas en los corregimientos de Otavalo e !barra. Al igual que su padre, don Nicolás declaró en su testamento haberse casado pobre y que su mujer, doña María Josefa Martínez Orbe de Otavalo, no tuvo dote40• A pesar de su declarada pobreza inicial adqui­rió varias haciendas e instaló un obrajuelo en una de ellas. A su padre le compró la hacienda Guaraquí, pero la vendió posteriormente a su sobrino don Julián de la Guerra. Para poder adquirir la hacienda Alam­buela después de la muerte de su padre, pagó a su hermanas la parte que les correspondía. El hato Pitura (Pitula) en términos de !barra fue adquirido en 1 786 en pago por varios años de trabajo como adminis­trador de las siete haciendas que habían sido embargadas a don José Grijalva, cuando fue condenado como culpable de la muerte de su es­posa. Alambuela se constituyó en su principal propiedad, ya que invir­tió 600 ps. para adquirir una licencia para un obrajuelo con seis tareas de bayetas y jergas, fuera de invertir en una casa de teja ) las demás de

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . " AN/Q, NlP, Sotomayor, 1793-96.

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pqja que los indios alzados pegaron fuego" en 1 77741• Los fondos para las adquisiciones y mejoras deben haber provenido

de su trabajo como administrador de haciendas, trabajo que obviamen­te no cumplía en forma muy satisfactoria, puesto que tenia contratos con varios propietarios a la vez y procuraba delegar las funciones a miembros de su familia. Las fechas de la administración de los bienes de Grijalva se desconocen, pero las cuentas no estaban finiquitadas al

momento de redactar su testamento, casi treinta años después del jui­cio a Grijalva. En octubre de 1780 firmó un contrato de arrendamien­to con don Manuel Jijón León, quien le cedió la hacienda Coñaqui Grande con sus anexos Gualavi, Cari-Yaco, el Yunguilla y Cruzcacho por un pago anual de 2.800 ps. En diciembre de 1788 Jijón León dio por terminado el contrato y reclamó 3.414 ps. de arrendamiento y 2.326 ps. 6 rs. por réditos de censos no pagados, para cuyo cumpli­miento exigía el remate de los bienes de don Nicolás. Este se presentó "con sumisión1 clamores y ruegos"y con el argumento que este procedimien­to "sería mf!)l en petjuicio de su crédito1 honor y aun de sus interese� respecto de te­ner adelantadas las haciendas11• Parece incomprensible que Jijón León re­novara el contrato, decisión que no le significó beneficios, puesto que cuatro años más tarde su representante reclamaba el pago de 5.740 ps. 6 rs., pago que no se había realizado todavía en el año 1 800.

La renovación se hace aún más incomprensible si se tienen en cuen­ta los problemas que don Nicolás tenia como arrendatario de la hacien­da Colimbuela. El inicio del arrendamiento no se ha podido aclarar, puesto que se ha encontrado tanto la fecha de enero de 1 782 como las de enero o julio de 1 78342• Lo que está claro es que el pago anual era el mismo que para la hacienda Coñaqui Grande, es decir 2.800 ps. anua­les, de los cuales 860 ps. correspondían a réditos de censos y 200 ps. al salario del apoderado general de los propietarios. El costo para el arrendatario era, sin embargo, más alto, puesto que había que correr

con los gastos de envío del dinero a Lima.

En agosto de 1 784 don Nicolás, agobiado por innumerables deudas, se retiró a Puéllaro y traspasó la administración a su hija Margarita, viu­

da de don Pedro León, la primera víctima de los indios alzados en

Cuando murió don Juan de la Guerra, Alambucla tenía dos rebaños con un total de 1 .076 ovejas, que podían abastecer parcialmente el obrajuelo. En 1793 quedaban solamente 400 animales.

42 AN/Q, N 1 P, Armendariz, 1 783-92; Obrajes, Carpeta 312, 1 788.

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1 77743• De todos sus hijos, Margarita parece haber sido la más capaz y trabajadora, la "de alguna más razón" que, a la muerte de su madre, se había hecho cargo de sus cuatro hermanos menores de edad. So­lamente por darle gusto a ella, su padre, que 'Jamás había sido hombre de modas ni de profanidad", gastó dinero en adquirir un "terno de hebillas de plata que se compone de zapatos y charreteras} de la moda que llaman de los tropezones de Llagun0

11.44 De su trabajo y capacidad su padre dejó un

emotivo testimonio: En los diez meses quince días que se cuentan hasta la fecha1 ha dado una cuenta cuantiosa1 legal y digna de agradecimiento1 cuidando la hacienda de cuenta del otorgante en la mqyor pureza y honrosidad cristiana} mirando el bienestar, alivio y descanso St!J01 con total desinterés, sati.ifaciendo la cotifian­za1 todo en provecho y aumento del otorgante} según ha experimentado de las cuentas que se les ha tomado por voluntad propia de su hija dona Margari­ta1 de que dan testimonio sus piadosos procedimientos, que se encaminan so­lo a mirar el honor y alivio del otorgante} caso que no tiene ejemplo1 ni ha merecido de los demás de sus hijos, siendo hombres. Porque en el riferido tiempo tan limitado ha pagado los crecidos créditos contraídos por si1 aque­llos que fueron necesarios para fomentar el trabqjo de la hacienda) el aperar­

la y socorrerla1 Ct!Ja cantidad ajustada1 al gusto y sati.ifacción del otorgante1 asciende a la de 9.203 ps.45

En junio de 1 785 le encargó también la administración de Alambue­la, su propia hacienda-obraje. Durante tres años doña Margarita estu­vo a cargo de las propiedades de los condes de la Laguna, trabajo que fue aprobado por una carta de don Pablo Vásquez Velasco, marido de doña María Nicolasa Ontañón Valverde, tercera condesa de las Lagu-

Moreno Yánez, 1 985: 1 59-1 60. AN/Q, N1P, Sotomayor, 1 793-96.

AN / Q, N 1 P, Cabezas Armendariz, 1 783-92. Entre las deudas pagadas por doña Margarita cons­taban 2.500 ps. por 1 .000 arrobas de lana compradas al convento de la Merced; 906 ps. por lanas y papas de semilla entregadas por el hacendero del convento de Predicadores; 500 ps. por lanas enviadas por el cura doctrinero de Tusa; 1 .300 ps. por tributos y 800 ps. de salarios de sirvientes e indios del período de administración de su padre; 1 .000 ps. por socorros a los indios en ropas y productos de la misma hacienda-obraje. Cabe señalar que parte del éxito de doña Margarita con­sistió en hacer un préstamo de 2.000 ps. a la Junta de Temporalidades, para lo cual hipotecó la hacienda Colimbuela. Simplemente se trataba de una especie de renegociación de la deuda, tal como ya se lo había observado en otros casos.

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nas, en agosto de 1 787, cuando tuvo que dejar la administración a cau­sa de una enfermedad. Su padre encargó Colimbuela y Alambuela a su hijo don Tomás, un clérigo de menores órdenes, quien en sus cuatro años y medio de administración no cumplió con sus obligaciones, sino que se dedicó a construir una casa de dos pisos con pilares de piedra en Cotacache. Para esta construcción inusual utilizó la mano de obra y las mulas de carga de ambas haciendas. Por los indios fue acusado de engañarlos en sus cuentas y por "varios excesos" no especificados46• Su padre lamentó, en su testamento, que su hijo haya desperdiciado "lo que cogía de dicha hacienda en amigos y otros devaratos [sic!] nocivos contra el mismo y contra mis bienes".

Noticias de estos problemas pueden haber llegado hasta lima, pues­to que en 1 788, después de la muerte del Conde, su viuda decidió nom­brar a su primo don Manuel Diez de la Peña como su apoderado ge­neral y de dar por terminado el contrato de don Nicolás de la Guerra, quien iba a ser reemplazado por don José Camacho, un comerciante quiteño que en este momento residia en Lima, y su cuñado don Luis Espinosa. La comunicación entre la Condesa y su apoderado general debe haber sido deficiente, puesto que en las mismas fecha don Ma­nuel Diez de la Peña arrendó Colimbuela a don José Alvarado Terán y don Feli:x Proaño de los Ríos. A pesar de los daños aún no reparados de la sublevación de 1 777 y de que Colimbuela tenia serios problemas con el abastecimiento de agua, supuestamente usurpado por el doctor don Miguel Vidaurreta para su nuevo obraje San Joaquín, la Condesa pretendia aumentar el alquiler. La Condesa exigia 2.900 ps. por año, mientras que su apoderado iba a cobrar 3.100 ps. El salario de 200 ps. anuales para el apoderado general estaba incluido en el alquiler, así que don Manuel Diez de la Peña obviamente intentó duplicar sus ingresos. Quizás esto, a más del hecho que, según lo expresó la Condesa, sus

descuidos le habían salido muy caros fueron la razón para nombrar

nuevamente a don Ramón Y épez como apoderado general.

Don Nicolás de la Guerra se opuso exitosamente a la terminación del contrato, ya que en 1 789 Alvarado y Proaño renunciaron a sus pre­

tensiones con el argumento que les faltaba experiencia para el manejo

del obraje47• En 1 792 Guerra arrendó las haciendas Alambuela y Pitu-

AN/Q, Indígenas, 1 790-IX-1 8. " AN/Q, Obrajes, Carpeta 312, 1788.

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la a su hija Margarita y en 1 793 le cedió nuevamente el arriendo de Co­limbuela, con la advertencia del

sumo trabqjo que ha de tener en la solicitación de dinero para la paga de tri­butos, socorro de indios, salarios de sirvientes, compras de lanas, tinta y otras cosas más para el trabqjo y adelantamiento de las riferidas haciendas, por­que) a más de estar el tiempo muerto que no se encuentra el dinero con foci­lida� no tengo focultades para qyudarle) pues me hallo aún falto de salud y atrasado: Y es forzoso que la dicha mi h!Ja los fle para el efecto expresado a la persona o personas piadosas que quisiesen hacerle este bien y buena obra)

y con precisión ha de ser pagando los réditos según se contratasen. 48

Con la muerte de su padre doña Margarita tuvo que dejar la hacien­da-obraje Colimbuela, que fue arrendada en octubre de 1 794 a don Francisco Gómez de la Torre. Para la entrega se realizó, en noviembre de 1 794, un inventario que dejó constancia de

Hallarse todas las paredes y cubiertas amenazando ruina) según demues­tra por lo antigua de ellas y el estropeo que hicieron en la sublevación) se­gún dicen a voz común todos los sirvientes que se hallaron presentes) por lo que necesitan pronto reparo para que no peligren los indios que traba-

jan dentro de dichas piezas; bien entendido que la ruina que amenaza no es por descuido del arrendador sino por la madera apolillada y la mala construcción antigua. 49

Los vetustos edificios no eran el único problema que hizo notar el nuevo arrendatario, quien siguió pleito a la testamentaria de Guerra por un faltante de 1 5.312 ps. 1 rl. que había constatado al iniciar el arren­damiento. Las propiedades de Guerra, las haciendas Alambuela y Pitu­la, tuvieron que ser vendidas para cubrir las deudas. A pesar de que el arrendatario, el apoderado general y seguramente la Condesa estaban informados de los problemas y peligros, obviamente no se realizaron reparaciones. El descuido tuvo consecuencias en el terremoto de co­mienzos de febrero de 1 797, probablemente el más fuerte de toda la época colonial, que destruyó por completo la villa de Riobamba50• Se­gún F. González Suárez "en las provincias del Norte los temblores fue-

" AN/Q, N 1 P, Sotomayor, 1 993-96. " AN/Q, Tierras, 1 804-Il-27.

González Suárez 1970, II: 1286-1291 .

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ron lentos y no causaron ruinas"5\ aseveración errada como se com­prueba con la documentación de Colimbuela. En octubre de 1 798 la condesa de las Lagunas contestó a una carta de Gómez de la Torre, quien le había informado de los "formidables temblores" y seguramen­te de los daños sufridos en los edificios. La Condesa invocaba a la Vir­gen del Rosario para la protección de su propiedad y consolaba al arrendatario en los siguientes términos:

S o lo puede Vuestra Merced estar con el consuelo que en otra ocasión que re­ventó el Cotacachi, disparó sus entrañas al otro lado. El Señor que hasta aquí me ha libertado de perder mi hacienda, la ha de conservar y libertar. Quedan encomendados al Señor en varios conventos, para que pzden cesen los temblores y tenga su familia de Vuestra Merced tranquzlzdad 52

Con el terremoto de 1 797 Colimbuela quedó tan seriamente afecta­da, que ya no se pudieron evitar cuantiosos gastos para reparar los edi­ficios, obra encargada a José Moncayo quien presentó su cuenta en ju­nio de 1799. Dos peones habían trabajado ocho días para cortar ma­dera, que fue sacada del monte con 1 59 yuntas de bueyes acompaña­das por peones. Para sacar cangagua y hacer adobes tuvieron que pa­garse 80 jornales a peones; en la reconstrucción de los edificios se pa­garon 255 jornales de oficiales albañiles y 1 .004 jornales de peones de obra. Los oficiales recibían 2,5 rs. por día, mientras que a los peones se les pagaba 1 ,5 rs. El entramado del techo consistía en 78 tijeras que se unían con tiras de cuero de res, cuya fabricación y colocación se paga­ba con 1 ps. por cada tijera. En la mayoría de las haciendas de la región esta construcción de techo se ha perdido, con excepción de la hacien­da Zuleta, donde las tijeras con tiras de cuero de res fueron cuidadosa­mente restauradas hace algunos años. Para los nuevos techos se nece­sitaron 4.500 tejas a 1 3 ps. el millar.

No solamente el terremoto afectó la rentabilidad de Colimbuela. Se­gún Goméz de la Torre y, a partir de 1 803, sus herederos, el nuevo apo­derado general, don Gabriel Álvarez del Corro, nunca había cumplido con la promesa de proporcionar la lana necesaria. La limitación del en-

González Suárcz 1 970, ll: 1 288. Es posible que también fue afectada la iglesia del Jordán en Otavalo, puesto que a comienzos del siglo XJX se menciona la construcción reciente (cfr. cap. Ayllus y Pueblos).

5' AN/Q, Tierras, 1 804-ll-27.

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deudamiento de indios a 1 O ps. por persona dificultaba la contratación de mano de obra y ponia al arrendatario

en la dura alternativa o de no socorrer a los indios con la frecuencia que ellos solicitan y por consiguiente padecer su deserción y de no trabqjar la hacienda o} socorriéndolos stifrir una pérdida enorme} cual es la que ame­naza a mi parte} en principal si están caros los granos como ha sucedido en estos tiempos. 53

A esto se añadía el problema de que la hacienda no producía suficien­tes alimentos para el socorro de la mano de obra y que los precios de los granos, principal producto para el socorro, eran altos a comienzos del siglo XIX a causa de una escasez en toda la región. En esta situa­ción no es de admirarse que al morir Gómez de la Torre en noviem­bre de 1 803, su viuda y su yerno, el regidor don José Fernández Salva­dor, no tuvieran otro interés que el de entregar Colimbuela lo más pronto posible al apoderado general. Este, sin embargo, daba largas, que se debían, según los deudos de Gómez de la Torre, a la imposibi­lidad de encontrar otro arrendatario en las condiciones desfavorables exigidas por los condes de las Lagunas. Recién en noviembre de 1 805 los herederos lograron entregar la propiedad, entrega que fue seguida de un juicio que quedó interrumpido en 1 808/09 y retomado recién en 1 823. En 1 825 se sentenció que los deudos de Gómez de la Torre eran responsables por el arrendamiento desde diciembre de 1 794 hasta fe­brero de 1 805.

En el inventario de 1 805 se menciona por primera vez el número de indios que trabajaban en la hacienda obraje: a 43 trabajadores se les de­bía un promedio de 26 ps., es decir una suma más o menos equivalen­te al salario anual de un artesano textil. De más interés son las deudas de los 1 71 trabjadores, de los cuales 52 habían muerto o abandonado la propiedad. El promedio de algo más de 30 ps. confirma las quejas de los arrendatarios acerca del límite de 1 O ps. impuesto por los pro­

pietarios. El inventario realizado en 1 805 es el último documento que menciona expresamente el obraje. En la documentación posterior a la Independencia solamente se habla de la hacienda Colimbuela y consti­tuye un buen ejemplo de los problemas que pudieron darse con la In­dependencia cuando algunos propietarios ya no eran ciudadanos del

53 AN/Q, Tierras, 1 804-TI-27.

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país donde estaban ubicados sus bienes. Durante más de un siglo parece haberse respetado la voluntad de

don Simón Ontañón Lastra de mantener Colimbuela como patrimo­nio familiar, una especie de vínculo informal. Quizás durante varias ge­neraciones no hubo otros herederos que reclamaran su parte de la ha­cienda. La situación cambió con la muerte del cuarto Conde, don Juan José Vásquez Velasco Ontañón, quien dejó como herederos a don Pe­dro, doña Juana y doña Constanza quienes acudieron a los tribunales para resolver sus problemas. Cuando la sentencia de un juez limeño fue aceptada por otro municipal en Quito, don Pedro, a través de un repre­sentante legal en Quito, se quejó de

la temeridad del juez de Quito que, desconociendo los derechos patnos, obe­deció a un juez extra'?}ero, cometiendo un despqjo tanto más vzolento, cuan­to que por otra parte carecía el mismo de jurisdicción en la provincia de Im­babura a que pertenece la hacienda de Colimbuela.

El representante quiteño caracterizó el papel del juez limeño como el de un intruso, mientras que el del juez en Quito era de "un ciego que prestó obediencia a las órdenes de un particular, traicionando los derechos de su Pa­tria".s4

" AN/Q, Tierras, 1 838-VI-8.

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4. La estructura de la producción textil en el corregimiento de Otavalo

El obraje del encomendero, el obraje del Rey, la hacienda con un obrajuelo sin licencia - y ningún obraje de comunidad. A este esque­ma básico se deben agregar algunos elementos para completar lo que habría sido la estructura de la producción textil en la región de Otavalo, en un corregimiento de indios con características muy pe­culiares, puesto que, a diferencia de otras regiones de la Sierra, el po­der de los encomenderos quedó eliminado prácticamente por com­pleto después de pocas décadas.

El primer elemento adicional es el obraje de los corregidores, ma­nufactura desconocida anteriormente y de la cual no se conocen los inicios, puesto que solamente existen menciones esporádicas a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII. De haberse iniciado hacia 1 580 con la concentración de los "cumbicamayos" en un aposento 317 en la plaza del pueblo de Otavalo, un acuerdo con el encomendero Salazar habría sido indispensable.

El período de expansión de la producción textil a comienzos del siglo XVII dejó pocas huellas en el corregimiento. De las 1 9 licen­cias, probablemente ilegales, otorgadas por el presidente !barra en­tre 1 605 y 1 608\ una sola estaba destinada a un propietario en el co­rregimiento de Otavalo: la de junio de 1 607 para el sitio de Agualon­go en términos de Tontaqui2• Es posible que esta concesión se haya hecho con la condición de emplear mano de obra de Tontaqui para no afectar el "entero" al Obraje Mayor. Acerca del funcionamiento de una manufactura en este sitio no se tiene información, pero debe haber existido algún tiempo para que se hable, en 1 696, de tierras

Tyrer, 1 988: 1 22-123. J. Villalba (1991: 299) da la cifra de 1 9 licencias en 1 607, mas no ofrece deta­lles acerca de los beneficiados y la ubicación de las manufacturas. AN/Q, Obrajes, 1 7 1 1 -III-22.

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"que llaman del obrqje".3 La única mención concreta es la de la des­trucción del obraje de Agualongo, perteneciente a la Junta de Tem­poralidades, durante la sublevación de 1 7774• Lo más probable es que la Compañia de Jesús, dueña de las tierras de Agualongo desde 1 684, haya utilizado la antigua licencia para instalar un galpón de hi­landería o quizás aun un obrajuelo para jergas y bayetas. De todas maneras, esta producción no parece haber sido lo suficientemente importante como para justificar los gastos de reconstrucción de los edificios después de la sublevación. En los años posteriores ya no se producían textiles y la lana de las 800 a 1 .000 ovejas de Agualongo se mandaba a los obrajuelos en las haciendas La Laguna y Cayambe que igualmente habían sido de la Compañia de Jesús5•

Una segunda licencia privada fue entregada en la época del presi­dente Peralta Cabeza de Vaca en 1 6 1 3 para el sitio de Peguche. Tam­poco esta concesión interfería con el Obraje Mayor, puesto que el beneficiario, el encomendero Rosero de Solís, empleaba a los indios Males y Malecillos encomendados en él. A los pocos años esta ma­nufactura privada se transformó en el obraje Peguche del Rey, cuya mano de obra era compuesta, a más de los indios oriundos de los Pastos, por integrantes de los ayllus que se habían asignado a los pueblos de Tontaqui, Cotacache y San Pablo. A partir de esta fecha se prohibió la fundación de otros obrajes en el repartimiento de Ota­valo y tanto los corregidores como los arrendatarios de Peguche y del Obraje Mayor se encargaron de hacer cumplir esta orden hasta finales del siglo XVII, cuando Peguche se transformó en propiedad privada de una persona que posiblemente fue el testaferro del presi­dente de la Audiencia (cfr. cap. Obraje Mayor y Peguche) .

En el segundo período de expansión de la industria textil el corre­gimiento de Otavalo nuevamente jugó un papel especial. La docu­mentación relacionada con la pretendida demolición -convertida en indultos y nuevas licencias en la década de 1 680- registra una sola li­cencia para la región: el obraje de paños a instalarse en la hacienda Guachalá, en términos de Cayambe6• La hacienda Guachalá tenía su origen en las adquisiciones de tierras hechas por el último encamen-

VG: 326. �oreno Yánez, 1 985: 1 72 AN/Q, Haciendas, Carpeta 1 53. AN/Q, Obrajes, 1 690-VI-10.

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clero de Cayambe, Martín Aizaga. En 1 602 Aizaga ya tenía unas cien caballerías, propiedad que antes de 1 647 pasó a manos de don Fran­cisco Villacís, alcalde provincial y regidor de Quito durante más de treinta años7• En 1 679, al hacer su testamento, Villacís era propieta­rio de tres obrajes en Quito -en Chillogallo y el pueblo San Juan Evangelista, así como del obraje de Tello, adquirido en 1 675- unas casas en la ciudad, las estancias de María Magdalena y Guahaló, un trapiche en Guayllabamba, así como las haciendas Quinchocaxas, Guachalá y Miraflores en Cayambe.

Ante la falta de descendientes dividió sus bienes: a su sobrino don Bartolomé Villacís Mena dejó la casa principal, el trapiche y la ha­cienda Miraflores, bienes que debían constituirse en un mayorazgd. Su sobrina y esposa, doña María Villacís Mena heredó los bienes li­bres y se casó al poco tiempo con el oidor don Miguel Antonio Or­maza Ponce de León9, sin que se sepa si existió la necesaria licencia real para este matrimonio. De este funcionario se sabe únicamente que fue nombrado al mismo tiempo que el presidente Munive y que su siguiente nombramiento fue para la Audiencia de Charcas10• No parece ser una pura coincidencia el insólito hecho que justamente un oidor haya sido el único en recibir una licencia de obraje en el corre­gimiento de Otavalo. En ocasiones anteriores ya se hizo mención de los intereses que miembros de la Audiencia tuvieron en la produc­ción textil. La inusual licencia echa una luz adicional a las pretensio­nes de Munive de demoler el obraje de Peguche. ¿Acaso se trató de una "conspiración obrajera" entre miembros de la Audiencia, quie­nes trataron de convertir la producción textil del corregimiento de Otavalo en el monopolio de algunos funcionarios?

Parece que a partir de la muerte del presidente Munive se hizo ca­da vez más difícil impedir la instalación de nuevas manufacturas en la región, a pesar de los esfuerzos del corregidor Manrique y de On­tañón Lastra, arrendatario del Obraje Mayor, quien comenzó a for­mar su propia manufactura en la década de 1 690. Esta instalación se

7 Ramón V., 1 987: 143; Bonifaz, 1970: 338; Ponce Leiva, 1998: 447. 8 Borchart de Moreno, 1981 : 240-241 ; Ortiz de la Tabla, 1 993: 257. 9 Ortiz de la Tabla, 1993: 257. 1 O Vargas, 1980: 252. El nombramiento para Charcas es mencionado por González Suárez (1970, Il:

812), pero no se mencionan las fechas ni existe una prueba que Ormaza Ponce de León haya ocu­pado el cargo.

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inició como obrajuelo para jergas y bayetas. En una fecha no deter­minada se diversificó la gama de productos con la elaboración de pa­ños, destinados al mercado de Lima, donde vivían los herederos del fundador.

De otras instalaciones, entre ellas las que habían pertenecido a la Compañía de Jesús, no se conocen las fechas exactas. Una de las más tempranas puede haber sido el ya mencionado obraje de La Laguna a orillas de laguna de San Pablo. En la década de 1 740, según el je­suita siciliano Cicala "la casa es cuadrada

) con un gran patio _y en la entra­

da hay otro gran atrio _y patio para las mulas _y caballos) etc. Hay una buena construcción _y fábrica de paños) bayetas _y otras telas de lana )). Este obraje, que en 1 767 había pasado a la Junta de Temporalidades, fue igual­mente afectado por la sublevación. A comienzos de la década de 1 780 había entre casi 800 y 1 .000 ovejas, que no alcanzaban para abastecer lo que en este entonces ya no era más que un obrajuelo11•

En la hacienda de Cayambe Cicala no mencionó producción textil alguna, sino que elogió la "suntuosa _y magnífica casa cuadrada

) con un pa­

tio mt!J amplio rodeado por los cuatro lados con pórticos hermosos _y corredores pintados)) así como la harina de trigo "supremamente blanca y mt!J sabro­

sa) de manera que en toda América Meridional no hay otra igual_y semljante a la de la Compañía) por lo que en la ciudad de Quito los panaderos la compran a gran precio )).12 Una de las pocas referencias a un obraje, probable­mente más bien un obrajuelo, consiste en la noticia acerca del incen­dio de la hacienda en 1 777. En Cayambe pastaban los rebaños de ovejas, alrededor de 14.500 en 1 783, que constituían la principal fuente de lanas para La Laguna. Respecto a la producción textil, lo único que se puede aseverar con seguridad es que en 1 783-85 había un galpón que servía para el "beneficio" de parte de las jergas envia­das desde La Laguna, fuera de que tenía una pequeña producción propia del mismo textil en un solo telar. Esta producción no se ha­brá destinado a la venta, sino a los "socorros" que se entregaban a los peones. Al lado de 21 pastores de ovejas había 1 9 artesanos pa-

Cicala, 1 994: 306; Moreno Yánez, 1 985: 1 72; AN/Q, Haciendas, Carpeta 1 53. Jouanen (1 943, Il: 358,363) menciona la hacienda m�s no el obraje. Tampoco ofrece datos acerca de la fecha de adquisición. Cicala, 1 994: 306.

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ra el hilado, bergueado y cardado, y un solo tejedor13• Muy similar era la situación de la hacienda Cangagua, donde en 1 779 trabajaban veinte pastores de ovejas, una india hiladora y unos pocos hiladores, bergueadores, cardadores y un "to/edor mozo". Algunos de estos ope­rarios alternaban el trabajo textil con la labranza, indicio de que la producción textil era solamente ocasionaP4•

Jergas y bayetas deben haber sido también los productos de algu­nos obrajuelos que aparecieron alrededor de mediados del siglo XVIII, entre ellos en Cotacache el ya mencionado Alambuela de Ni­colás de la Guerra, instalado en la hacienda del mismo nombre des­pués de 1 747. En Cayambe existía un obrajuelo en la hacienda Mi­raflores, perteneciente al mayorazgo de la familia Villads. En 1 806, don Francisco Villads Recalde, en su testamento declaró que antes de recibir él la herencia del mayorazgo en 1 763 no había existido una manufactura, pero el inventario con 46 tornos y 12 telares de baye­tas y un batán era de 1 762. De todas maneras, esta manufactura no pertenecía al mayorazgo, sino que formaba parte de los "bienes li­bres" de la familia y, en una fecha no determinada, "se extinguió por muerte de los indios y otros acaecimientos inexcusables que se experimentaron". En 1 806 parte del edificio estaba destruida por falta de uso y los efectos del clima. En lugar de textiles la hacienda Miraflores produ­cía quesos15•

La documentación relacionada con la sublevación de 1 777 men­ciona además la destrucción de los obrajes, probablemente más bien obrajuelos, situados en las haciendas Cochicaranqui y Milán de los hermanos Montúfar, los cuatro hijos menores de edad del primer Marqués de Selva Alegre, presidente de la Audiencia de 1 753 a 1 76 1 . Las dos haciendas, junto con la de Anla en las cercanías de San Pa­blo, habían pertenecido a la familia Zuleta cuya última heredera se había casado don Diego Nava, que había venido a la Audiencia como co­rregidor de Quito. Antes de retornar a España vendió las haciendas a los representantes de los cuatro huérfanos cuyo tío, don Manuel Larrea, las

13 Cicala, 1994: 306; Moreno Yánez, 1 985: 190; AN/Q, Haciendas, Carpeta 1 53. En Cayambe los Jesuitas habían adquirido tierras desde fines del siglo XVI (Ramón V., 1 987: 1 43)

14 AN/Q, Haciendas, Carpeta 1 06. " AN/Q, Vínculos y Mayorazgos, 1 680-V-9; AN/Q, N 1 P, Maya, 1 806-08.

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

321

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administró16• No se sabe si la producción textil fue una iniciativa de la fa­milia Zuleta, de Nava o de Larrea. A mediados de la década de 1780, cuando las haciendas pertenecieron al mercader quiteño don Carlos Araujo, estrechamente vinculado al negocio de textiles con Lima, ya no se mencionan estos dos obrajes17•

Los estudios detallados de algunos obrajes así como los pocos da­tos referidos en el presente acápite permiten aseverar, que en lo re­lacionado con la producción textil la situación del corregimiento de Otavalo fue diferente a la de las demás regiones del callejón interan­dino. Con la transferencia del Obraje Mayor, establecido "por mano de encomendero", a la Real Corona se inició un período de más de cien años, en el cual las autoridades coloniales impidieron la instala­ción de otras manufacturas. Aún en los períodos de mayor expan­sión, a saber, en las presidencias de !barra y Munive, las licencias otorgadas se deben considerar como excepcionales. Hasta fines del siglo XVII la producción estaba concentrada mayoritariamente en la zona del repartimiento de Otavalo donde, con la excepción de las ha­ciendas de la Orden de San Agustín, no existieron grandes rebaños de ovejas. A diferencia de Cayambe, donde la instalación de manu­facturas siguió de lejos el desarrollo de importantes haciendas ove­jeras, el principal atractivo de Otavalo parece haber sido la disponi­bilidad de mano de obra, frente a la cual el abastecimiento con ma­terias primas habría sido secundario. Las manufacturas de la región producían básicamente paños destinados a los mercados del sur, a pesar de que el corregimiento se encontraba en desventaja frente a las unidades productoras de los corregimientos de Latacunga y Rio­bamba. Un factor para compensar la mayor distancia, especialmen­te cuando los textiles de la Audiencia comenzaron a competir con los textiles importados, debe haber consistido en los contactos per­sonales con el mercado limeño, contactos que tuvieron tanto los arrendatarios y posteriores propietarios del Obraje Mayor y de Pe­guche como los fundadores de Guachalá y Colimbuela y la Compa­ñía de Jesús.

Fuera de estos obrajes existieron, hacia mediados del siglo XVIII,

1 6 Borchart de Moreno, 1998 k: 342-343; 2001 a: 1 39-140. 17 Borchart de Moreno, 1998 k: 343-346.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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una serie de obrajuelos instalados en haciendas que contaban con rebaños de ovejas de no más de 1 .000 cabezas y cuya producción de bayetas y jergas, no necesariamente regular y constante, sino oca­sional según las disponibilidades de lanas y mano de obra, se desti­nó a los más cercanos mercados de la gobernación de Popayán. La mayoría de las manufacturas fue afectada por la sublevación de 1 777 que parece haber causado la desaparición de las instalaciones menos rentables.

Los obrajes no solamente tenían un significado económico, que en el caso de las principales instalaciones proporcionaron los medios, o al menos los préstamos, para vivir en la corte virreina! de Lima o aun en Europa. Hasta en el caso de las instalaciones más modestas pare­cen haber facilitado el acceso a créditos y dado a sus propietarios una categoría social superior a la de un dueño de hacienda.

Hasta el momento, la única instalación posterior a 1 777 conocida es el obraje San Joaquín en Cotacache, instalación inusual por las ca­racterísticas de su construcción y quizás, por poco tiempo, la segui­dora de las innovaciones introducidas en Peguche, las únicas que se experimentaron en casi dos siglos y medio de producción textil.

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

323

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324

ANEXOS

POBLACIÓN 1 A Otavalo (4 ayllus) Resumen de los datos demográficos. 1 645/46 325

2 A Cotacache. Resumen de los datos demográficos. 1 645/46 326 3 A Tontaqui. Resumen de los datos demográficos. 1 645/46 327 4 A Urcuqui. Resumen de los datos demográficos. 1 645/46 328

1 B El estado civil 1 645/46. Otavalo (4 ayllus) 2 B El estado civil 1 645/46. Cotacache 3 B El estado civil 1 645/46. Tontaqui 4 B El estado civil 1 645/ 46. Urcuqui

5 Distribución geográfica de los ayllus de Cayambe. 1 685

OBRAJE DE PEGUCHE 6 Cartas del Conde de Casa Jijón, del Virrey de Nueva Granada y del Presidente de la Audiencia de Quito. 1 786. 7 Carta de Juan Bautista Maineri al Presidente de la Audiencia. 1 787 8 Carta de Francisco Espejo Atiensa al Presidente de la Audiencia. 1 787 9 Cartas del Conde de Casa Jijón y de Manuel Amezaga. 1 790

OBRAJE COLIMBUELA 10 Inventario de la hacienda-obraje Colimbuela. 1 805

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

335

259

261 262 263

267

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ANEXO 1 A

OTAVALO (4 ayllus). Resumen de los datos demográficos. 1 645/46

2 3 4a

Saranes Pirance Si cana ro Cam.-Ot. Hornbres Total 105 69 268 131 Diruntos 3 1 10 5 Ausentes sin datos 6 4 1 6 8 Hombres presentes 96 64 242 1 1 8

Mujeres Total 82 37 1 42 83

H+M Total 1 78 101 384 201

Hombres 0-1 1 34 1 9 98 45

Mujeres 0- 1 1 23 1 0 29 2 1

H + M 0-11 57 29 1 27 66

Hombres 1 2- 1 7 1 1 2 1 8 8

Mujeres 1 2-1 7 1 1 1 9 8

H + M 1 2-1 7 22 3 27 1 6

Hornbres 1 B-49 44 40 1 1 5 67 Difuntos 3 1 7 5 Ausentes 4 2 8 6 Hombres presentes 37 37 1 00 56

Mujeres 1 8-49 33 21 90 4 1

H + M 1 8-49 70 58 1 90 97

Hornbres >49 1 6 8 30 1 1 Difuntos o o 3 o Ausentes 2 2 8 2 Hombres presentes 1 4 6 1 9 9

Mujeres >49 1 5 5 1 4 1 3

H + M >49 29 1 1 3 3 22

Hombres ¿Edad? 7

Mujeres ¿Edad?

H+M ¿Edad? 7

Total Hombres 751

Hombres presentes 678

Total Mujeres 448

Ayllus 1 Sarance

2 Pirance

3 Sicañaro

4a Camuinto-Otavalo

4b Camuínto-Tontaqui

4c Camuinto-Puembo

Fuente: J. Freile Granizo (comp.). Numeraciones del repartimiento de Otavalo. 2 vals. Otavalo, 1 981 Elaboración: Chr. Borchart de Moreno

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

4b 4c

Cam.-Tont. Cam.-Puem 138 40

6 5 8 1

1 24 34

89 1 5

2 1 3 49

57 1 4

22 o 79 1 4

o 8 o 9 o

67 22 4 5 5 1

58 1 6

50 1 1

1 08 27

13 4 2 o 3 o 8 4

8 4

1 6 8

325

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ANEX0 2 A

COTACACHE. Resumen de los datos demográficos. 1 645/46

Hombres Total

Difuntos

Ausentes sin datos

Hombres presentes

Mujeres Total

H+M Tot:al

Hom bres 0-1 1

Mujeres 0- 1 1

H + M 0-11

Hombres 1 2- 1 7

M ujeres 1 2- 1 7

H + M 1 2-1 7

Hombres "! B-49

Difuntos

Ausentes

Hombres presentes

Mujeres 1 B-49

H + M 1 8-49

Hombres >49

Difuntos

Ausentes

Hom bres presentes

Mujeres >49

H + M >49

Hombres ¿Edad?

Mujeres ¿Edad?

H+M ¿Edad?

Todos los ayllus Total Hom bres

Hom bres presentes

Total Mujeres

To-�al H + M

Total registrado

Total según resumen

Ayllus 1 Cotacache

2 Gualsaqui Grande

3 Gualsaquí Chico

4 Cuchisqui

5a Cuchagro

5b Sali neros

6a Pangobuela

6b Aguaborin

2 3 4 5a 5b 6a 6b

Cotac. GuaLG. G u a L C Cuchis. Cucha. S a l i n . Pangob. Aguab.

'160 208 88 2 8 '1 74 2 '1 '12'1 82

B 8 O 12 O 2

9 1 43

1 00

243

51

35

86

1 7

6

23

82

6

7 69

52

1 2 1

8

2

2

4

4

8

2

3

5

1 035 971 626

1 597

1 661 1 361

o

200

1 3 1

331

73

35

1 0 8

1 7

7

24

105

7

o

98

75

1 73

13

o

1 2

1 4

26

o

o

o

2

86

53

1 39

28

1 0

38

9

2

1 1

43

o

2

4 1

3 5

7 6

8

o

o

B

6

1 4

o

o

o

1 8

2 5 1

1 70

421

1 03

57

1 60

1 8

6

24

1 4 7

1 2

1 6

1 1 9

97

2 1 6

1 3

o

2

1 1

1 0

21

o

o

o

72

37

1 09

3 1

6

37

6

o

6

3 1

29

23

52

6

o

o

5

B

1 4

o

o

o

o

2 1

B

29

3

4

o

o

o

1 2

o

o

1 2

7

1 9

o

o

o

o

o

o

6

o

6

1 1 9

74

193

5 5

1 4

69

5

5

1 0

49

47

45

92

1 2

o

o

1 2

1 0

22

o

o

o

79

53

1 32

28

1 3

41

7

5

1 2

3 7

2

34

28

62

8

o

o

8

7 1 5

2

o

2

Fuente: J. Freile Granizo (1981). Elaboración: Chr. Borchart de Moreno

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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ANEXO 3 A

TONTAQU I . Resumen de los datos demográficos. 1 645/46

Tonta q u i T u pian A p u l rro M i nd a l aes

Hombres Total 2 1 3 1 73 20 55 Difuntos 1 0 6 2 o A usentes sin datos 1 2 5 o 7 H o m bres presentes 1 9 1 1 62 1 8 48 M ujeres Tota l 1 3 1 1 1 9 1 1 33 H+M Total 322 2 8 1 2 9 8 1

H o m b res 0- 1 1 67 66 7 20 M ujeres 0- 1 1 34 4 1 2 9 H + M 0-1 1 1 0 1 1 07 9 29

H o m b res 1 2- 1 7 1 0 1 1 3 3 M uje res 1 2- 1 7 2 4 o 3 H + M 1 2 -1 7 1 2 1 5 3 6

Hombres 1 8-49 1 1 3 8 7 9 29 Difuntos 1 0 5 2 o A usentes 5 4 o 7 H o m bres presentes 98 78 7 22 M uj e res 1 8-49 8 1 66 7 1 5 H + M 1 8-49 1 79 1 44 1 4 37

Hombres >49 23 9 1 3 327 Difuntos o 1 o o A usentes 6 1 o o H o m bres presentes 1 6 7 1 3 M ujeres >49 1 2 8 2 5 H +M >49 28 1 5 3 a

H o m bres ¿ Edad? o o o o M uj e res ¿ Ed ad ? 2 o o 1 H + M ¿ Edad? 2 o o 1

Todos los ayl lus Tota l H o m bres 461 H o m b res presentes 41 9 Tota l M ujeres 294 Tota l H + M 7 1 3

Fuente: J. Freile Granizo (comp.). Numeraciones del repartimiento de Otava!o.

2 vols. Otavalo, 1 981 Elaboración: Chr. Borchart de Moreno

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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ANEX0 4 A

U RCUQUÍ. Resumen de los datos demográficos. 1 645/46

Urcuquí Yacelga-Urcuquf Y acelga-Tontaqui Hombres Total 1 50 104 138 Difuntos 1 1 7 8 Ausentes sin datos o o Hombres presentes 1 39 96 1 30 Mujeres Total 96 78 72 H+M Total 235 1 74 202

Hombres 0-1 1 50 40 54 Mujeres 0-1 1 20 27 1 7 H + M 0-11 70 67 71

Hombres 1 2- 1 7 7 1 4 1 0 Mujeres 1 2- 1 7 6 4 5 H + M 1 2-17 1 3 1 8 1 5

Hombres 1 8-49 79 46 6 1 Difuntos 1 1 7 8 Ausentes o 1 o Hombres presentes 68 38 53 Mujeres 1 8-49 59 38 44 H + M 1 8-49 1 27 76 97

Hombres >49 1 1 4 1 1 Difuntos o o o Ausentes o o o Hombres presentes 1 1 4 1 1 Mujeres > 49 9 9 6 H + M >49 21 1 3 1 7

Hombres ¿Edad? 3 o 2 Mujeres ¿Edad? 1 o o H+M ¿Edad? 4 o 2

Todos los ayllus Total Hombres 407 Hombres presentes 378 Total Mujeres 252 Total H+M 630

Fuente: J. Freile Granizo (comp.). Numeraciones del repartimiento de Otava!o.

Elaboración: Chr. Borchart de Moreno

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

Yacelga-Azangues 15 2 o

1 3 8

21

3

4

o o o

9

o 8 6

1 4

3 1 o 2

3

o o o

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EL ESTADO CIVIL. 1 645/46 ANEXO 1 B. OTAVALO (4 ayllus)

A l l S �Y u . arance l:istado civil 1 8-29

Sol teros 5 Parejas sin hijos 6

Parejas con hijos 5 Viudos sin hijos V i udos con h ijos Solteras

Vi udas sin h ijos Viudas con hijos

Más una soltera de edad desconocida.

30-39 1 2

8

1

M ás un homhrc de 54 años sin información_ Más una pareja casada de 12 años, sin hijos.

40-49

1 4 1

1

Más dos parejas de 37 y 42 años sin información sobre hijos.

Más un probable soltero de 30 años, anotado como demente. Más un mestizo de 37 años.

A l l p· �Y - u 1rance Estado civi l 1 8-29 30-39

Solteros 2 Parejas sin hijos 4 2 Parejas con h ijos 4 8 Viudos sin h ijos

Viudos con h ijos Solteras 1 Viudas sin h ijos 1 Viudas con hijos

A l l s· lY I U 1 c anaro listado civ i l 1 8-29 30-39

Solteros 1 1 2 Parejas sin hijos 1 7 3

Parejas con h ijos 20 33 Viudos sin hijos 2

Viudos con hijos Solteras 2 1

Vi udas sin hijos Viudas con h ijos 1

Más un hombre de 39 años sin información. Más una pareja de 37 años ausente. Más un hombre de 60 años sin información. Más una mujer de 60 ai'ios sin información.

40-49

40-49

7 2

1

3

>49

4

7 2

4

>49

5

1

1

>49

1 0 3

5 1

3

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

Total 6 1 3 24

3

1 5

Total 2 6 1 7

329 1

1 2 o

Total 1 3 20

70 7 5 5

7

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Ayllu Camuinto en Otavalo Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 1 1 2 13 Casados sin h ijos 6 5 1 1 Casados con hijos 1 2 7 6 4 29

Viudos sin hijos 1 1

Viudos con h ijos 2 5 7 Solteras 1 2 1 4 Viudas sin hijos Viudas con h ijos 2 8 1 0

Más un hombre de 22 años sin anotación de estado civil

A 11 e •Y u amumto en T ontaqm Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 9 9

Casados sin h ijos 4 3 1 1 9

Casados con hijos 1 4 1 7 9 6 46 Viudos sin h ijos l l Viudos con hijos 1 1 Solteras 1 Viudas sin hijos Viudas con hijos 1 1 2 1 3

Ayl l u Camuinto en Pucmbo Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 4 1 5 330 Casados sin h ijos 2 2 1 5

Casados con hijos 2 4 4 1 0

Viudos sin h ijos Viudos con hijos Solteras V iudas sin h ijos Viudas con hijos

ANEXO 2 B. COT ACACHE

A 11 e h >YI U otacac e Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 1 0 3 1 3

Parejas sin h ijos 8 2 1 0

Parejas con hijos 1 5 1 8 7 3 43

Viudos sin hijos Viudos con hijos 2 2 1 5 Solteras Viudas sin h ijos V i udas con h ijos 2 1 3 -- -

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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Ayllu Gualcaquí Grande (Cotacache 2) Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 20 1 2 23

Parejas sin h ijos 1 5 3 4 22

Parejas con h ijos 1 S 23 1 1 6 5 8

Viudos s in h ijos 2

V iudos con h ijos 2 2 5

Solteras 4 5

Viudas sin h ijos Viudas con h ijos 4 4

Más tres parej as casadas menores de 1 8 años ( 1 5 , 1 7, 1 7 ) , sin hijos

Ayllu Gualcaquí Chi co Estado civil 1 8-29 30-3 9

Solteros 9

Parejas sin hijos 6 1

Parejas con hijos 1 2 R

Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras 2

Viudas sin hijos Viudas con hijos Más una pareja de 23 años sin constancia de h ijos.

Ayllu Cuchisquí Estado civi l 1 8-29 30-39

Solteros 24 2 Parejas sin hijos 1 7 2

Parejas con h ijos 1 7 29

Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con hijos M ás una pareja menor de 1 S años, sin hijos. M ás una pareja de 1 S años sin constancia de h ijos. M ás dos mujeres de 6 3 años de situación no clara.

Ayl lu Cuchagro Estado civil

Solteros Parejas sin hijos Parejas con hijos Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con h ijos

1 8-29

4 4

5

30-39

1

3

5

40-49

3

40-49

1 5

2 1

2

40-49

2 4

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

>49 Total 1 J O

8

6 29

1 2

>49 Total 1 28

1 25

5 72

1 2

3 3 4

2

>49 Total 1 6

9

4 1 8 1

4 4

331

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332

Ayllu Salineros Estado civil 1 8-29 30-39 40-49

Solteros 3 2 Parejas sin hijos 1 1

Parejas con hijos 4 Vi udos sin hijos Viudos con hijos Solteras Viudas sin h ijos

1 Viudas con h ijos

Ayllu Pangobuela Estado civil 1 8-29 30-39 40-49

Solteros 6 3 Parej as sin hijos 6 1 3 Parejas con h ijos 8 1 4 5 Viudos sin hijos l

Vi udos con h ijos Sol teras 2 Viudas sin hijos Viudas con hijos 3 2

Ayl l u Aguaborin Estado civil 1 8-29 30-39 40-49

Sol teros 5

Casados sin h ijos 3 4 2 Casados con hijos 3 1 1 3 Viudos sin hijos Viudos con h ijos Sol teras Viudas sin hijos Viudas con hijos

Más un hombre de 1 8 años sin es tado civil Más un casado de 39 años sin constancia de h ijos

ANEXO 3 B. TONTAQUI

Ayllu Tontaqui Estado civil 1 8-29 30-39 40-49

Solteros 1 5 6 1 Parejas sin hijos 1 2 8 2 Parej as con h ijos 22 2 1 4 Viudos sin hijos 1 Viudos con hijos 1 Solteras V iudas sin h ijos V iudas con h ijos 2 3 3

. , . . Mas dos pareJaS de 1 8 y 46 años sm mformac10n sobre hiJOS. Más tres hombres de 32 , 52 y 55 años sin información .

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

>49 Total 5 2 5

>49 Total 1 1 0 4 1 4 5 3 2

l

1 2

6

>49 Total 5

1 1 0 6 2 3

>49 Total 2 24

22 4 5 1 2 3 6 7

1 1 7 1 4

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Ayllu Tupian Estado civil

Solteros Parejas sin hijos Parejas con h ijos Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con h ijos

Ayl lu Apulrro Estado civi l

Solteros Casados sin h ijos Casados con hijos Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con hijos

1 8-29

1 3 5

1 2

3

1 8-29

30-39 5 7

22

l 2

2

30-39

1 4

40-49

2 9

3

40-49

M ás una una muj cr de 5 1 años, eventualmente v iuda.

Ayll u Mindalaes Estado civil

Solteros Parejas sin hijos Parejas con h ijos Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con h ijos

1 8-29 30-39 3 4 1 3 3

Más dos parejas ausentes de 32 y 52 años. Más tres solteros ausentes de 22, 27 y 3 5 años. Más una mujer de 63 años de estado civil dudoso.

ANEXO 4 B. URCUQUÍ

A 11 U •YI U rcuqwango Estado civil 1 8-29 30-39

Solteros 6 3 Parejas sin hijos 9 5 Parejas con h ijos 1 2 1 5 Viudos sin h ijos 1 Viudos con h ijos 1 Solteras 1

Viudas <>in hijos Viudas con h ijos

40-49

1 4

40-49

4 1 1

1

1

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

>49

6

2

>49

>49

2

>49

1 8

2

1

Total 1 8 1 4

49 3 l 5

7

Total 1 2 5

Total 3 6 1 2 2

Total 9

1 9

46 1 4 1

2

333

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334

Ayllu Y acelga en Urcuqui Estado civil 1 8-29 30-39 40-49 >49 Total

Solteros 3 3

Parejas sin hijos 3 3 1 8 Parejas con hijos 1 1 9 6 27 Viudos sin hijos Viudos con hijos 2 2 4 Solteras 1 2

Viudas sin hijos Vi udas con hijos 1 4 6 Total 1 8 1 6 8 8 50

Más tres mujeres m ayores de 49 años sin información sobre su estado civ i l .

Ayl l u Y acelga en Tontaqui Estado civil

Solteros Parejas sin hijos Parejas con h ijos Viudos sin hijos Viudos con hUos Solteras

Viudas sin h ijos

Viudas con h ijos

1 8-29

9

8

6

Más una pareja de 1 4 años sin hijos.

30-39

5

1 6

2

Más una mujer mayor de 55 años sin información.

Ayllu Y acelga en Azangues Estado civil 1 8-29

Solteros

Parejas sin hijos Parejas con hijos Viudos sin hijos Viudos con h ijos Solteras Viudas sin h ijos Viudas con hijos

2 2 2

30-39

40-49 >49

3

2

3 4 l

2 3

2

40-49 >49

Más un hombre de 54 años sin información sobre su estado civi l .

Fuente: Juan Freile Granizo (comp.). Numeracione.� del repartimiento

de Otavalo. 2 vols., Otavalo 1 98 1 .

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

Total

1 2

1 5

29 2 5

3

Total 2 3 2

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ANEXO 5

Distribución geográfica de los ayllus de Cayambe en 1 685

Sur: al sur del río Guachalá y río grande de Pesillo

(Granobles-Pisque)

Zona/Ayllu Cayambe Guachala M. Pulamarin Quinchoango

Cusubamba 3 Otón 1 2 3 Pambamarca 1 Cangagua (Carrera) 5 7 8 Cangagua (Santos) 24 8 1 2 Hacienda Pisambilla 1 9 4 Hacienda Guachalá 4 69 7 Total 64 95 28

Centro: entre los ríos de Guachalá y de las Ovejas

( cuenca alta del Granobles)

Hda Miraflores 1 9 1 3 4 en el pueblo 27 28 1 6 ovejeros d e cofradías 2 Hda de Sto Domingo 27 1 7 varias estancias 3 6 3 Total 77 50 30

Norte: al norte de la unión de los ríos de las Ovejas y de Bobo

(Upayacu) Hda La Tola

Hda Tupigacho

Hda Milán

Hda La Compañia 2 Hda Caxas 2 Total 4 5

Occidente

Tabacundo 3 2 lchisi 3 Cubinsi (Cubinche)

Total 6 2

* unidades domésticas

Fuente: J. Freile Granizo (comp.). Numeraciones del repartimiento de Otava!o.

2 vols. Otavalo, 1 981 Elaboración: Chr. Borchart de Moreno

2 1 3 7

44

1 58

2 1 7

29 1 6 64

6 5 2 6

19

9 4

1 3

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

Yanacona

4

6 4 2

1 6

5 32

2 1 3 1 0 62

7 7 3

32 9

58

1 2 1 3

6 31

Total *

9 1 7

4 33 92 25 81

261

43 1 20

5 77 38

283

335 1 4 1 4

6 41 1 1 86

27 20

6 53

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ANEX0 6

Carta del Conde de Casa Jijón a don Antonio Cavallero y Góngora, Vi­rrey de Nueva Granada, Cartagena, 26 de julio de 17861

El Conde de Casa Jjjón del Orden de Santiago con el más profundo respeto digo: Que a Vuestra Excelencia consta que a costa de mis caudales vqy a establecer en el

Reino de Quito un nuevo método de benificiar las minas de oro y plata y a animar a sus vecinos a que emprendan iguales establecimientos, en vista del buen suceso que ve­rán se logra en dicho nuevo benificio, en que a costa de pocos jornales no se desperdicia­rá un átomo de metaL

Tal ve;v Excelentísimo Señor, las justicias de los pueblos o distritos en que se esta­bleifan los nuevos benificios, querrán intervenir en cosas que no entienden, o meiflar­se en quo/as y disputas de personas mal intencionadas, en Cl!)'O caso sufriría atrasos y

perjuicios irreparables porque, aunque todos los recursos deben venir a Vuestra Exce­lencia como Superintendente de Real Hacienda, los haría dificultosa la distancia para obviar este peligro.

Suplico a Vuestra Excelencia con el mqyor rendimiento que, por un ifecto de su bon­dad y justicia, se sirva nombrar subdelegado de las dichas minas al Marqués de Vi­

llaorellana quien, con celo por su País y acreditada conducta, conozca breve y sumaria­mente en las primeras instancias de cualesquiera causa o diferencias que puedan resul­tar, con apelación al Presidente de la Audiencia de Quito y último recurso a la supe­rioridad de Vuestra Excelencia, sin que otros jueces ni justicias puedan entrometerse en el ramo de la regalía privativa de Vuestra Excelencia, de Cl!)'a justificación y gracia lo espero. Cartagena de Indias, 26 de julio de 1 786.

Carta del Virrey de Nueva Granada al Presidente de la Audiencia de Quito, Tumaco, 3 de octubre de 1786

El Conde de Casa Jjjón ha venido de España con miras verdaderamente patrióticas en utilidad de sus conpaisanos, los habitantes de esas provincias del mando de Vues­tra Señoría. Entre los varios prqyectos útiles que medita planificar es, principalmente, el de la labor de minas el que ocupa todas sus atenciones.

Y recelándose de que las gentes han de mirar con descotifianza el nuevo método de be­nificiar los metales y que, al mismo tiempo, las justicias poco instruidas quieran mezclar-

" Fuente: AN/Q, Minas, 1786-VII-26

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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se en cosas que no entienden; de que puede seguirse) ya que no el total atraso de este im­portante ramo de riqueza naciona4 a lo menos muchos estorbos que impiden los rápidos progresos que desea el �y el Ministerio) me ha pedido la gracia de Subdelegación de Minas para el Marqués de Vzllaorellana en los mismos términos que Vuestra Senoría advertirá por el atjjunto documento original que incii!JO a Vuestra S eñoria.

Como ju:{go accesorio esta jurisdicción de minas a la Presidencia del cargo de Vuestra S eñoria) he ju:{gado también por preciso remitir a Vuestra Señoría la solicitud del Con­de) a fin de que si conceptuase útil al adelantamiento de las minas, pueda subdelegar es­ta jurisdicción en los términos que se pide. Bien entendido que subdelegándola en el cita­do Marqués o no haciéndolo) deberá auxiliar estos objetos con toda su autoridad, sin que medie ni una ligera indiferencia) como me prometo del amor de Vuestra Señoría a la N a­ción y a esas Provincias, y que a uno u otro me dará cuenta para mi inteligencia. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Tumaco) 5 de agosto de 1786.

Carta del Presidente de la Audiencia de Quito, don Juan José de Villa­

lengua y Marfll, Quito, 1 .o de octubre de 1786

Recibida en esta fecha la antecedente superior orden del Excelentísimo Señor Virrry del Reino con la representación original que la acompaña del Conde de Casa] ijón y me­diante a que el particular de que trata es uno de los que con mcryor eifuerzo ha procura­do fomentarse por esta Superintendencia general subdelegada como el más principal y úni­co medio de fomentar estas provincias y engrosar el Real E rano) según que de ellos se ha­lla inteligenciado el mismo S enor Virrry, a quien se le han dirigido varias cartas con el objeto de adelantar el descubnmiento y labor de las minas que hcry en el distrito. Téngase presente lo determinado por S u excelencia en su citada orden) para hacer de ella el uso co­rrespondiente y franquéense al enunciado Conde los auxilios que sean precisos para con­tinuar las operaciones que desea establecer, con Cl!)'a noticia y de los prqyectos que forme en el particulares, se expedirían las órdenes conducentes y se librará la comisión necesaria al Marqués de Villaorellana) según lo propone el referido Conde) en la parte) modo y for­ma que convenga a la consecución de tan interesante asunto.

Carta de Villalengua al Virrey Cavallero y Gíngora, Quito, 3 de octubre de 1 786

Excelentísimo Señor. Mui Señor mío. Peruadido a que el fomento de la minería en esta Provincia es el más interesante y único arbitrio que puede tomarse para hacer Jeli­ces a sus vecinos y proporcionar a la Real Hacienda los mcryores incrementos) han si-

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

337

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do frecuentes las providencias que, en cumplimiento de mi obligación, he librado desde que se me cotifirió su gobierno y la superintendencia general subdelegada de ella para la consecución de un asunto tan importante de las cuales en parte de halla instruido Vues­tra Excelencia, a CI!Jia superioridad acudí solicitando la venida de uno de los mineros que llegaron de Españ. Y avisándome últimamente, en fecha 3 de julio pasado, de la remisión que hacía a Santa Fe de 18 especies de metales recogidos en diferentes lugares para que, reconocidos por don Juan Josif Elhi!Jiar, residente en dicha ciudad, se averi­guase su estimación y aprecio y lo conducente en cuanto al modo de ¡benificiarlos, con CI!JiaS noticias trataré después de emprender semo/antes trabqjos, sin el petjuicio que han experimentado hasta el día los sl!fetos empleados en tan laudable ocupación.

Con vista de estos antecedentes y de cuanto conviene la orden de Vuestra Excelencia de 5 de aagosto último, con que me acompana una representación que sobre este asun­to hizo a Vuestra Excelencia el Conde de Casa J!jón a su tránsito por esa ciudad, de­be decir a Vuestra Excelencia, que siendo lo principal, cotiforme a mis intenciones, la representación del enunciado Conde tendrá de mi parte todo el auxilio que se requiera

y pueda necesitar para continuar sin el menor obstáculo de los jueces territoriales, an­tes, por el contrario, con la protección de todos ellos, las importantes operaciones que de­sea continuar y que con más cabal noticia de ellas y de sus prqyectos, aunque no pare­ce regular se amplíe al Marqués de Villaorellana la comisión que con generalidad se solicita, pues en virtud de ella no pueden lograrse las utilidades propuestas, a causa de hallarse estos minerales a más de cien leguas de distancia de los primeros a los últimos; caso de ser conveniente y de no ser a propósito, los subdelegados que se nombren cuan­do se establezcan las intendencias de estas Provincias, se le cotiferirá donde correspon­de, de modo que no se atrasen los prqyectos del Conde y antes, por el contrario, se pro­porcione al público las ventqjas que le resultarán de su establecimiento.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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ANEXO ?

Carta de Juan Bautista Maineri al Presidente de la Audiencia, Quito, ma­yo de 17871

Que el Conde de Casa ]jjón me propuso en Cartagena de Indias costearme el viqje para esta Provincia y darme un gran sueldo. Y que habiendo llegado al asiento de Ota­valo, determinó la cantidad del riferido sueldo que fue la de cien pesos mensuales, con el fin, en virtud de este contrato verbal, de que trabqjándole en tejidos de algodón y en­señando a las gentes de dicho Otavalo a beneficiar mejor este ifecto, consiguiese el dicho Conde así su utilidad como la del público y de aquellas gentes (aquí dice propende) las que aunque se emplean en este género de trabqjo, les es casi itifructuoso por falta de in­teligencia.

Mas, como experimentase yo que dicha promesa no se verificaba y que esto redunda­ba en grave peryuicio mío solicité, por medio de una representación que hice al dicho Conde, salir y eximirme de la riferida contrata verbal, ya por la razón dicha y ya por­que el Conde dijo no necesitar de mí, con el pretexto de haber encontrado y tener oficia­les y maestros del país, que con alguna dirección sacarían lienzos y tejidos de varias cla­ses de mejor consistencia y calidad que hasta ahora habían hecho. Por CI!Ja razón di­cho Conde me franqueó la licencia que en debida forma presento, a fin de que Vuestra Señoría conozca la libertad en que me hallo y de que no tengo obligación alguna de em­plearme en el servicio del dicho Conde . . . . [sigue la solicitud de permitir su insta­lación en !barra]

"' Fuente: AN/Q, Obrajes, 1 787-V-22

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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1 340 1

1

ANEXO S

Carta de don Francisco Espejo y Atiensa al Presidente de la Audiencia.

[1787]1

Don Francisco Espljo y Atiensa, natural de los Reinos de España, maestro carpin­tero de ebanista y jarcia, residente en esta ciudad, parezco ante Vuestra Señoría con la mqyor veneración y digo:

Que el año pasado de 1 786 hice contrata con don Miguel Jjjón según manifiestan las cláusulas del documento no. 1 que presento a Vuestra Señoría. En el están pres­criptas individualmente las condiciones a que me convine y, por consiguiente, aquellas en que dicho don Miguel J jjón vino obligado para administrarme alqjamiento, manu­tención y demás mecánicas indispensables en la morada destinada para mi descanso.

Satisfecho de sus verbales promesas, tomé el partido de una peregrinación tan dila­tada como fragosa en su tránsito, abandonando mi casa por el tiempo estipulado en di­cho documento, con elftn de utilizar para la subsistencia de ella y mi pobre distante fa­milia. Uegué a la casa de campo de dicho Jjjón nombrada Peguche, donde inmediata­mente empecé la elaboración de las máquinas y utensilios concernientes a una fábrica completa de obrqje, para la pronta expedición de labores.

Cinco meses me he mantenido en este incesante trabqjo, experimentando penurias gravísimas, siendo la primera el trato vilipendioso en palabra, de que es adornado el dicho Jjjón para maltratar a los hombres de bien, aun no siendo sus criados; la segun­da es el que los alimentos que ministra, no sufragan ni alimentan el cuerpo para que ágil puede sobrellevar la aplicación incesante para completar en breves días unas má­quinas de tanto momento cuanto de sutileza para su construcción;y la tercera expre­sar el contrato dárseme hombres suficientes de carpintería, siendo de mi obligación la dirección de modelos para la empresa de su prqyecto.

A todo esto me ha faltado, maltratándome sin causa, pues a Dios gracias estqy acos­tumbrado a merecer la atención de sl!fetos condecorados en España, de quienes mi crianza fue aplaudida y mi habilidad en las misma coiformidad, según que Vuestra Señoría será servido imponerse [informarse] de los documentos no. 2, 3 y 4.

En los alimentos, por ser de corto momento y sin el cuidado que debería tener, en di­versas ocasiones me he echado a descansar sin parba materia de cena, faltándome a la atención de negarme de noche un rato de lu;v estando yo atenido a mis expensas para lograrla, no debiendo carecer de ella.

Fuente: AN/Q, FE, Caja 102, VOL. 246, Doc. 6 184/197. La carta no tiene fecha. Los documen-tos mencionados en ella no constan en el volumen.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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Me ha negado el auxilio de los carpinteros, queriendo que yo en persona (que hace tantos años he sido un maestro honrado) haga las veces de un oftcia4 a que me he des­denado dimanándome de esto y el sumo trabajo echar sangre por la boca, que dio mo­tivo a venirme a curar en este Santo HospitaL Y a más de esto también la fiereza con que me trataba a mi y a mis campaneros, quienes padecen lo mismo y aun mqyores de­saires. Otros dos escriturados, llamados don Carlos Magron y Bartola David, el pri­mero echándole una porción de indios de quienes se vio arrastrado y al segundo que­riendo pegarle sin dar motivo.

Y como quiera que yo le logrado mantenerme en mi oficio con estimación hasta la edad regular que tengo, procuro con las mqyores veras huir de un estreno vicioso como este, para lo que me acqjo bqjo la benigna justicia y protección de Vuestra S eñoria, tifín de que se me pague por dicho don Miguel Jjjón el trabajo impedido en cinco meses, a proporción de 4 5. 000 reales de vellón en que vine concertado, por haberme faltado en los puntos principales que quedan expuestos y adornándome solo de bochornos con des­precio a mi conducta cristiana, por lo que y siguiendo yo los designios de transportarme a mi abandonada casa, rfreifO a Vuestra Señoría plena probanza de cuanto dqo ex­puesto para que me satisfaga dicho ]ijón 9.375 reales de vellón que hacen 625 ps. de a 15 reales dichos. Que es de justicia que pzdo y ella mediante, a Vuestra Senoria pz� do y suplico se sirva de proveer y mandar según y conforme pido, que es justicia, con costa y el juramento en derecho necesario, no proceder de malicia.

E l c o r r e g i m i e n t o d e O t a v a l o

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ANEX0 9

Carta de don Miguel Jijón León a don Manuel Amezaga1

Peguchi, 16 de marzo de 790. Siur 2 Manuel de Amazaga: He recibido su carta de Usted de 8 del corriente, de

la cual presumo que Usted es un hombre mf!)l ordinario y que no logra tener siquiera una crianza honesta para saber tratar con las gentes ni dirigir sus operaciones.

¿En qué país de todo el mundo conocido ha visto Usted ni ha oído decir que la pri­mera reconvención que se hace al más triste individuo por una deuda que puede ser cier­ta o falsa, se la debe hacer con amenazas? Nunca me ha reconvenido Usted ni ha li­quidado cuenta alguna de cobranza de tributos, porque en efecto no sqy deudor de ellos

y no obstante tiene Usted la grosería y atrevimiento de escribirme por la única y prime-ra vez amenazándome de sacarme muebles, auxiliado de los soldados milicianos. Pero

yo debo prevenirle a Usted que naturalmente recelo que si Usted decutase este atrevi­miento, lo pasaría mf!)l mal con todos sus soldados milicianos, de Cf!YaS pesadas resul­tas solo Usted debe ser responsable por su ignorancia y grosería.

Usted supone que procederá a esta violencia por tres órdenes superiores del señor Pre­sidente, en que le manda proceda contra los deudores, sacándoles muebles, auxiliándo­se de los soldados, etc. Pero por la misma orden se deja conocer que Vuestra Merced no la ha entendido, ni tiene capacidad, ni crianza para entenderla, porque cuando se ha­bla de deudores se dda entender que hcrya habido liquidación con ellos para consti­tuirlos tales y que sufran las penas decretadas sino cumplen los pagamentos.

En virtud de la extravagante carta de Usted me he informado de que don Gregario de Larrea, quien es el que ha trabqjado este obrqje hasta diciembre de 789, dijo a Us­ted que estaba pronto a pagarle los tributos que hcryan ocasionado los indios hasta di­cho tiempo. Yo no sé si los tributos que Usted demanda son del año de 788 o 789.

Así debía orrir [ocurrir] a él y, en su defecto, a mi, porque desde el primero de enero de 790 corre el cargo de est obrqje por mi cuenta.

Le aconsdo a Usted como caballero y honrado amigo de la pav el orden regular de las cosas que ocurra Usted a dicho don Gregario, para que le pague lo que tiene liqui­dado o estuviere por liquidar. Y no piense Usted que está tratando con los negros de las haciendas de Temporalidades, en que Usted robó (según me han dicho) todas las gruesas cantidades en que están descubiertos los compradores, además de todo lo que de-

Fuente: AN/Q, Criminales, 1 790-IV-19. Don Manuel Amezaga era administrador de Reales Tributos en 1 790. "Sieur" significa señor en francés, pero es un término utilizado para dirigirse a un subalterno.

C o l e c c i ó n : e s p a c i o t i e m p o

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jó perder y usurpó en ellas por su ignorancia o codicia. 3 Si por error de concepto le han dado a Usted la cobranza de tributos de la Villa en

lugar de tenerle en un calabozo por ladrón y por ignorante, no es para que Usted abu­se de las facultades anexas a ella para amenazar ni atropellar hombres de bien, que han empleado su vida y también sus caudales en servicio del Rey,y todo por una can­ttdad de 107 pesos que Usted dice se le deben, pudiendo saber que por mzl cantidades como ésta no se do/arían atropellar los hombres de honor por un desdichado como Us­ted, que llegó aquí cuatro días ha con un par de a!fotjas al hombro, sin saber lo que es el verdadero servicio del Rey, y sin más título que el engreimiento de algunos mzles que tiene (según estqy informado) robados a las Temporalidades y a los hombres de honor que compraron aquellas Haciendas que Usted mano/ó tan indignamente.

Es cuanto se ofrece decir a Usted, CI!Jia vzda guarde Dios muchos anos, que le desea su atento servidor J ijón

Carta de don Manuel Amezaga

!barra, marzo 18 de 1790

Por corresponder el Siur de su descomedzda carta, le dispensaré en ésta el tratamien­to de Miser, qu usaron en otro tiempo los antiguos españoles,-y le llamaré no Miser co­mo quiera, sino Misémmo en superlativo grado. Yo habría tomado el prudente arbi­trio de menospreciar las it!Jurias, no contestando las sandeces o locuras de un Miser Conde que ya caduca, estimándome mi!JI satisfecho de los horrendos insultos, con solo d�jarlos registrados en la Secretaría correspondiente. Pero habiendo meditado con me­

jor acuerdo, me resuelvo a la contestación por que Miser Caballero no pueda gloriarse en los pocos días que puedan quedar/e de vida, que aterró con sus mqjaderías quijotes­cas a Manuel de Amezaga.

Amezaga fue administrador de las siguientes haciendas de Temporalidades: Concepción, Chamanal y Pisquer 1 783-1787 y 1 787-1 789, Chorlaví 1 785-86, Cayambe 1785-1794. En todas las "cuentas ajustadas" de las haciendas que habían sido de la Compañía de Jesús se nota una consi­derable baja de ingresos durante el período de administración estatal. Los compradores deben haber conocido estos datos y los habrán utilizado como argumento para adquirir las haciendas a precios en efectivo muy bajos. Igualmente habrán estado conscientes que no iban a poder cum­plir con los pagos de intereses a los que se comprometian en los remates. Un ejemplo de ello es el obraje de Chillo adquirido por los Montúfar (Borchart de Moreno, 2001 : 1 41 ). Jijón alude aqui a la hacienda Concepción y sus hatos en el valle del Chota, adquirida por don Juan Antonio Chiriboga (AN/Q, Temporalidades, 1 787-IX-16). La hacienda fue retasada en abril de 1787 en presencia de Amezaga. La retasa habrá significado un aumento en el avalúo (AN/Q, Reales Provisiones, 1 787-V-3).

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MI!)' mal presumidor es Miser Conde cuando presume que sqy un hombre mi!)' or­dinario, solo porque le cobro. Ya se sabe que este ha sido, es y será el carácter de la Ca-

ja Jijón, de que Miser, en algún tiempo (cuando Dios quería), tomó la denominación de Conde. Los que cobran, Miser mío, como cobren lo que legítima y verdaderamente se les debe, presumo que no son los mi!)' ordinarios, sino los desvergonzados y trampo­sos que no pagan.

Para que en adelante no se valga Miser Conde de vanas presunciones pretendiendo graduarme o calificarme de hombre mi!)' ordinario, le prevengo que en Indias no me lla­mo noble por el privilegio de las lryes: que sqy de solar y familia mi!)' distinguida en el mismo Señorío de Vizctrya, donde nací; que podría traer un hábito a mis pechos, sin valerme de la patria común, ni costarme mucha dificultad las pruebas que se requie­ren; que si no me erré porque hablo en causa propia, puede valerse del hermano4 que conduce los grandes caudales que de Lima no acaban de llegar a Quito, para que se in­

forme en aquella capital de don Juan de Arrarte, mi tío materno. Es mi!)' público y notorio, que allí se drjó ver en mi compañía y de la de un hermano religioso que tengo en los Agonizantes, con 500.000 pesos de empleo SI!)'OS propios, mi!)' ifectivos, no ima­ginados ni sonados; que durante la embarcación comimos siempre en primera mesa y dormimos en camarote. Bien sabe Miser Caballero lo que esto supone y significa, y que quien ha venido con esta distinción a las Indias no puede decir sin temeridad que se de-

jó ver en ellas con un par de a!forjas . Tal vez los ascendientes de los mol/os más lina­judos no habrán merecido un transporte tan lustroso como éste.

Tengo noticia de que el expresado mi tío no conserva en el día el grueso caudal que debiera tener; pero si Miser Caballero averiguare la causa de su atraso, le informarán que por la bizarría de su genio se constiti!)'Ó piadoso habilitador de varios corregidores

y otros muchos s'!)etos particulares los que, destruidos en las turbaciones del Perú, le han ocasionado el atraso en que se halla. Le dirán que no, obstante tan pesado contra­tiempo, aún se sostiene con igual honor y estimación; que no es tramposo, engreído ni desvergonzado; que si hubiere debido alguna cantidad, no la habrá pagado en i'!)urias ni desvergüenzas llamándose a noble o caballero; que con su caudal y no con el qjeno arrastra coches y calesas en Limd; que mantiene una buena mesa y goza de la comu­nicación, trato familiar y visitas que le hacen los personqjes más ilustres, de lo que no ha logrado, Miser Conde en Quito, y lo que es más, ni aun entre las pobres gentes de !barra. Estas son las a!forjas que trqjo al hombro Manuel de Amezaga.

Referencia a don Pablo Jijón León, quien había sido provincial de los Agustinos, orden que aban­donó (Gangotena Jijón, 1 941 : 64). En estos momentos vivía, como laíco, en Lima. La importancia de las calesas en la sociedad limeña es aclarado por A. Flores Galindo (1984: 80): "De especial significación fueron las calesas. En ellas se exhibían los aristócratas todos los domin­gos recorriendo la alameda, que había edificado el Virrey Amat".

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Pero supóngase, desde luego, que hubiese venido pobre como otros muchos. ¿Quién le ha dicho a Usted que bastaria esto solo para degradarle de noble? Miser mío: Usted mismo acaba de venir a Indias después de tantos anos que ha corrido la Europa sirviendo al &y como dice. Pero, dígame de buena fe, ¿con qué ha llegado a ellas? Lo que todos dicen es que con poco menos que un par de alforjas al hombro, pues nadie ignora, que todo se equi­paje se redtgo a tornos, azadones, planchas, hachas y otras chucherías de igual naturale­za para buscar el alimento y sostenerse, pasando lienzos por el cilindro, trjiendo sobreca­mas, formando sin tillos para mtgeres, sarcillos, lasos y otros chismes ridículos que de nue­vos parecen algo y dentro de poco tiempo son nada. Anaden que no habria podido salir a Otavalo con la opinión falsa de poderoso, si no suple el dodor don Miguel de Vidau­rretd' los muchos pesos necesarios para entablar los primeros pasos de la comedia, los cua­les igualmente sabe el mundo que le van pagando en la moneda acostumbrada de despre­cios, calumnias, ingratitudes_y desvergüenifZS; que las cuentas de los caudales que se le con­

fiaron para España, en su llegada a Indias se han instruido en R R, en M.M., en S.S., en JJ y otras iniciales que nada significan, pero dicen mucho: que desde el punto de su arribo todo ha sido, es _y será trampa atrás y trampa adelante; que no hqy depósito, con­signación, ni dote de religiosa de que no hqya procurado echar mano; que para coger dz� nero engañó a un joven caballero_y, obligándole a caminar hasta Uma inútilmente1 le ha precisado últimamente a volverse a Quito con las manos en la cabeza. Dígame ahora Mi­ser mío, ¿cómo se deberá llamar un caballero que obra de esta manera? Yo, aunque sqy un ignorante, presumo que entre ladrón y tramposo desvergonifZdo no ha puesto mucha distancia el idioma de las Lyes.

Para honrarme Usted con estas bellas cualidades que le son tan propias, me dice en la SI!Ja havérsele dicho que tengo robadas gruesas cantidades a las Temporalidades _y que guardo algunos miles en que fundo todo mi engreimiento. A su tiempo expresará Usted los stgetos que se lo hqyan dicho.

Quédame el consuelo de ser constante en todos los tribunales, cuáles han sido los tes­tigos con que la Casa Jijón procura probar las atroces calumnias que escribe sin rifle­xión, pero ha de saber. Miser Caballero mío, que en el día ha llegado a tal grado el horror, el asco, el odio y la abominación, que al nombre de Jijón profesan las gentes de este país, que no los hallarán comprados, rogados, ni amenazados como hasta aquí los han conseguido.

Hágome el honor de creer que Usted mismo, que hqy me ityuna, no me ha tenido por un ladrón; _y lo que únicamente puede haber pensado es eso de que tengo algunos

Don Mi¡,'1lel Vidaurreta fue quien acusó a don Miguel ante el Tribunal de la Inquisición de Cartagena (Defourfenaux, 1 969: 89-90). Efectivamente fue uno de los acreedores de Jijón, men­cionado en las escrituras de obligación de 1 788 (AN/Q, N6P, Mestanza, 1787-89).

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miles guardados, pues me embistió por algunos para que los cogiera en Quito. Protesto que no los tuve ni los tengo, pero si los hubiese tenido, asegúrole también, Miser Con­de mío, que no se los habría dado, temiendo me sucediese lo que al otro en Uma.

M'!)' mala tecla para tocada habrá parecido a Miser Jijón la del supuesto robo de Temporalidades, en la delicada circunstancia de mudarse el actual gobierno y correr que habrá pesquisa contra los administradores de ellas. Ju:-rgaríase cuando se escribió este punto, que me llenaban de horror y me cerraban la boca para no respirar una pala­bra. No, Miser mío, no ha sucedido ni sucederá tal coas. Hágame el .fovor de creer jir­mísimamente que, llegando este caso, no habré tenido en toda mi vida m�jor día que es­te. Estqy cierto que he de acrisolar mi honor y hacer ver hasta la evidencia, que sqy un hombre de bien. En una palabra: ha de estar Usted en la inteligencia que, no porque me tratan de ladrón a pluma corrida, pienso dejar de preciarme de ello, porque donde Usted blasona de estas raras cualidades: ¿quién habrá en el mundo, que no pueda pre­ciarse de ellas?

El odio que me prqftsa la Casa Jijón, viene de haber yo pedido retasa de la hacien­da de la Concepción en las circunstancias de que pretendían apoderarse de ella por un huevo. Ya sobre esta particularidad respiró Miser Conde en Quito con la libertad que acostumbra; pero al presente me hace creer, que se ponderan demasiado los servicios al Rry. Donde tanto se prifiere el interés propio, donde hqy mucha hambre, mucha mise­

ria y mucha trampa, ¿cómo puede haber mucho, ni ml!J puro servicio al Rry? Quede­mos pues, Miser mío, en que bien puede ser servidor, pero no del Rry.

Aunque sqy un joven y, en el concepto de Usted, un ignorante y mal criado, me atre­vo a persuadirle que habría hecho mrjor viaje a Indias y logrado mtryores atenciones si, en lugar de los franceses que trajo ofreciendo pagarles lo que no tenía en ellas, si en lu­gar digo de los tornitos, de las planchas, azadones y machetes hubiese traído de la Cor­te de París la m'!)' importante máxima de guardar el respeto qjeno para que no le pier­dan el Sl!JO propio.

La luz natural me dicta que será un loco temerario el hombre que espera atención y cortesanía de otro hombre a quien provoca intempestivamente con las más torpes it!Ju­rias y desvergüenzas. Ya es tiempo de d�jar esta materia para otro lugar, en que vea Usted no ser los mismo decir una voracidad que probarla. Pasemos brevemente a lo principal del día, sobre que debo prevenir a Usted, que estqy perurgido de la cobranza de mi cargo, la que no podré presentar con la brevedad que deseo y acostumbro, si no es verificando la respectiva a los indios de este obraje, para la cual tengo las facultades necesarias, sin necesidad de ocurrir a don Gregorio de Larrea, por ser camino que ya tengo andado inútilmente, como lo haré constar donde convenga.

En Cl!Ja inteligencia mandará Usted a su atento servidor Amezaga.

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ANEXO 1 0

Inventario de la hacienda-obraje Colimbuela. 1 8051

Edificios de la Hacienda: Una portada hacia el camino real, en forma de Arco, con armas "engra­badas" y dos puertas de rejas de madera.

A la entrada una casa vieja de adobe y teja con el nombre de "estanco"2• La casa de vivienda cerraba por tres lados el patio principal en cuyo cen­tro se encontraba un cruz de piedra sobre peaña y dos pilones redondos.

Del patio se subía tres gradas para llegar a los corredores con sus pilares

de madera sobre bases de piedra. La casa tenía un mirador que se había

convertido en habitación, además un estudio y un cuarto de mayordo­

mos. Frente a la casa de hacienda una pieza con tres piezas de habitación de los administradores, con paredes de adobe y techo de teja, corredor de pila­res de madera sobre bases de piedra. Una "faldriquera" que servía de oratorio con su altar de adobe y una efi­gie de bulto de San Francisco Asís penitente.

Una cocina con paredes nuevas de adobe, cubierta de teja.

U na panadería con un horno, parte de paredes nuevas. Casa de trapiche, arruinadas. Cuarto llamado almacén. Troje principal con un corredor sobre pilares de madera sobre bases de

piedra, la madera vieja y apolillada. Troje con paredes de adobe y techo de paja. Troje "en paredes" en el sitio de Atuntaqui. Molino de paredes de adobe con techo de teja en mal estado, corredor de entrada con pilares de madera sobre bases de piedra, sirve de herrería.

Casa de paja del hortelano, hecha por el mismo hortelano.

Edificios del Obraje:

Habitación del portero con techo de paja sobre "chaquiqueros".

Puerta de entrada al obraje cubierta de teja, con dos puertas al interior.

Fuente: AN/Q, Tierras 1 804-II-27 Se debe tratar de la tienda de la hacienda. Tenía una división interior con una "puerta forrada en acero".

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Cuarto de tinte: media agua de adobe con techo de teja, tres pilares de madera sobre bases de piedra, con un fondo de bronce. Cuarto para baño de teñir azules de paredes de adobe con techo de teja. Media agua sobre pilares de madera y lecheros para destilar lejía.

Cuarto de prensa con una prensa, 6 pares de tijeras de tundir, 8 despin­sas de hierro. Galpón de hilandería de paredes de adobe y techo de teja, con 1 06 tornos-

Bodega de lana con paredes de adobe, techo de teja y puerta forrada en acero. Cuarto de sombreduría que sirve de urdimbre.

Cuarto para la separación de hilos. Tejeduría con paredes de adobe y techos de teja con 33 telares pequeños

y 3 grandes para frazadas o paños. Pieza de vergueaduría con paredes de adobe y techo de teja Cuarto de tinte, arruinado. Patio del obraje, empedrado con su aljibe para lavar lana, 2 pilones de pie­

dra, 1 cruz de madera sobre su peaña de cangagua, 1 banco llamado bu­rro para poner la ropa mojada. Patio del tinte con un pilón redondo de piedra. Batán con 4 pilares de adobe, cubierto de teja, en mal estado. Cuarto para los maestros con paredes de adobe, techo de teja y un corre­dor con 2 pilares de madera sobre bases de piedra (esta cuarto estaba fue­ra del recinto del obraje). Un cepo y siete cormas.

Sitios para animales:

1 corral cerrado para cerdos.

2 potreros con riego.

1 potrero llamado Tunibamba con quesera en mal estado.

2 corrales detrás de la hacienda, para contar el ganado, paredes en

mal estado.

Animales:

81 buyes de arada.

46 mulas de recua.

66 yeguas.

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14 caballos de silla 1 05 cerdos. 1 . 1 24 ovejas, con tres pastores. 1 63 cabezas de ganado vacuno en el páramo de Muenala.

Huertas y sementeras: 1 cuadra de alfalfa con guabos y capulíes. 1 huerta llamada Ynguilla con camotes, coles, cebolla. Una parte está en

la vega del río con naranjos agrios, guabos y chirimoyas.

1 sementera de papas.

1 sementera y u pedazo de sementera de trigo.

1 sementera de lenteja. 2 sementeras de maíz (una en los llanos de Ontañón, otra en el llano de

Bavaral)

Toma de agua de Tugtara con una acequia y cuatro alcantarillas.

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AN/Q LCI LCI 1 LCI 2 LCOCQ LCQ LCQ I, 1 LCQ II, 1 LPT PL I

PL II

ps. rs. N1J N1P N3P

350 N4P N6P VG

ABREVIATURAS

Archivo Nacional / Quito Libro de Cabildos de Ibarra (varios años) Libro Primero de Cabildos de Ibarra Libro Segundo de Cabildos de Ibarra Libro de Cartas y Oficios al Cabildo de Quito Libro de Cabildos de Quito (varios años) Libro Primero de Cabildos de Quito, tomo I Libro de Segundo de Cabildos de Quito, tomo 1 Libro de proveimientos de tierras, . . . Ponce Leiva, Pilar (ed.) . Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito. Tomo I Ponce Leiva, Pilar (ed.). Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito. Tomo II pesos reales Notaría Primera, Sección Juicios Notaría Primera, Sección Protocolos Notaría Tercera, Sección Protocolos Notaría Cuarta, Sección Protocolos Notaría Sexta, Sección Protocolos Colección Vacas Galindo, 3.a serie, vol. V.19 (Visita y composición de tierras del fiscal don Antonio de Ron. Corregimiento de Quito 1 692. Corregimiento de Otavalo 1 696)

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FUENTES

Nota: Cabe señalar que algunos de los documentos aqui citados fueron revi­sados hace muchos años. En vista de que se realizaron varios cambios en la clasificación de la documentación, las citas aqui utilizadas no necesariamente corresponden a la ubicación actual de la documentación.

Cacicazgos 1794-VII - 1 . Autos de la proclama de don Manuel Suárez sobre el cacicazgo de la parcialidad de Bagamundos en el asiento de Otavalo. 1 795-I-31 . Autos de don Bartolomé Olmos y Pangabuela sobre el cacicazgo de la parcialidad de Pangabuela reducida en el pueblo de Coatacache. 1 795-X-25. Autos de don Julián Monrroy, indio del pueblo de Cotacache, so­bre amparo de las parcialidades nombradas Monrroy Aguaborin.

Cascarilla 1777-XII-1 0. Testimonio de los autos en que se comprenden varios informes y diligencias practicadas en virtud de Real Cédula, sobre si será o no conve­niente el estanco de la cáscara quina.

Civiles 1703-X-17. Sin titulo (Don Sebastián Manrique sobre la compra de una tie­rras en Cayambe).

Crinúnales 1790-N-18. Expediente de don Miguel Jijón con don Manuel de Amezaga sobre agravios.

Diezmos 1 803-I-8. Expediente en que contiene las diligencias actuadas en la subdele­gación de Guayaquil a consecuencia de los remates de aquel departamento. 1 805-V-9. Seguido por don Bartolomé David con don José Sambrano sobre pertenencia de frutos diezmales de la hacienda de Lumbisí del Monasterio de la Concepción.

Fondo Especial (FE) Caja 1 , Vol. 1 , Doc. 6. Sin titulo (Borrador de una carta de la Audiencia de

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Quito al Virrey del Perú, Quito, 7.1 1 . 1 602. Caja 1 , Vol. 1 , Doc. 7. Sin titulo (Borrador de una carta de la Audiencia de Quito al Virrey del Perú, Quito, 1 4.10.1 603.) Caja 5, Vol. 12, Doc. 343. Sin titulo (La demolición de obrajes) Caja 6, Vol. 1 5, Doc. 470. Sin titulo (Los indultos de obrajes) Caja 7, Vol. 17, Doc. 555. Sin titulo, documento incompleto (Remate del obraje de Peguche, de la hacienda de Cangagua y de las tierras de Urapamba que quedaron por fin y muerte de don Diego Donoso Quint) . Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4588. Remate de los tributos del asiento de Otavalo. 1 780 Caja 58, Vol. 1 54, Doc. 4598. Sin titulo (Don Damasio García Tulcanasa so­bre agravios) Caja 1 02, Vol.246, Doc. 6 184/1 97. Sin titulo (Carta de don Francisco Espe­jo Atiensa al Presidente de la Audiencia)

Gobierno 1731-V-15 . Sin titulo (Cartas del general don Juan Manuel de Sandoval).

Haciendas 1 736-II-29. Autos del Conde de las Lagunas con doña Micaela Ontañón so­bre la misión en posesión de la hacienda de Colimbuela. Carpeta 106. Cangagua 1 805 (Libro de socorros de la hacienda Cangagua) Carpeta 1 53. Cuentas ajustadas de las haciendas de la comisión de don Joséf Layseca, desde 1 O de abril de 1783 hasta 1 3 de abril de 1785.

Indígenas 1 624 (sin fecha exacta) . Visita, cuenta y numeración de los indios angamarcas en esta ciudad de Quito de la Real Corona por cuenta de Diego Procel del Aro, fecha por el señor licenciado don Manuel Tello de Vuestro Consejo oi­dor y visitador general de las cinco leguas. 1 632-I-26, Visitas, cuenta y numeración de los indios del repartimiento de Ca­yambe de la Corona Real, fecha por Andrés de Sevilla, juez de comisión por los señores presidente y oidores de la Real Audiencia que residen en la ciudad de San Francisco del Quito, y escribano mayor de visitas de su distrito. 1 646-VIII-12. Sin titulo (Visita y numeración del ayllu Malchinguf). 1 648-I-23. Sin titulo (Don Lorenzo Ango de Salazar sobre el padrón y repar-

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timiento de los indios del quinto). 1 661-VII-13. Don Pedro Cotacache, cacique de Cotacache, sobre agrvios el y sus indios del general don Francisco Enríquez de Sangüesa. 1 667-VI-10. Don Pedro Porras sobre el padrón que hizo en la villa de Ibarra. 1 697-X-24. Autos del señor fiscal por los indios de Pasto reducidos en Ota­valo, sobre mita. 171 5-X-1 . Causa de capítulos contra José Patricio Balensuela, cacique y go­bernador de Otavalo. 1 720-IX-14. Sin título (Numeración realizada por don Alejandro de la Torre Cosío de los indios de Latacunga y Riobamba residentes en el corregimiento de Otavalo). 1 783-II-12. Expediente de don Juan Manuel Muenala sobre que don Cristó­bal Xaramillo no precise a los indios a que del Monte saquen escaleras de gua­dúa. 1 786-IX-25. Expediente que sigue la protección general por Tomás Cuchi­guango, indio del pueblo de Cotacachi, contra aquel teniente pedáneo Manuel de Luna, por agravios. 1 790-IX -18. Indios de la hacienda de Colimbuela con don Nicolás Guerra sobre cuentas. 1 791-II-3. Sin título (Averiguación de la Audiencia sobre las tierras de comu­nidad en el corregimiento de Riobamba).

Minas 1774-VII-4. Sin título (Don Jacinto Sánchez Muñoz sobre la falta de indios para el trabajo de las minas) 1 786-VII-26. Superior orden no. 196 del Excelentísimo Señor Virrey del Rei­no relativa a la representación del Conde de Casa Jijón, para que se auxilien sus proyectos en razón de la labor de minas en estas provincias.

Obrajes 1 678-VI-27. Sin título. (El capitán Pedro Donoso sobre el Obraje Mayor). 1 686-II -4. Don Bartolomé de Astigarreta y Villota, juez recogedor de los obrajes de S.M., sobre reducción de indios ausentes. 1 688-VII-17. Indulto del obraje de Peguche con el capitán don pedro Xavier Donoso. 1690-VI-10. Autos de indultos de obrajes de la ciudad de Quito y toda su pro­vmda.

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1691-III-14. Composición de dos tareas de bayetas para la estancia de Cuicocha. 1 692-VIII-29. Sin título. (Don Simón Ontañón Lastra sobre problemas con los indios del obraje). 1 699-VIII - 1 . Capítulos. El general don Sebastián Manrique, corregidor de Otavalo, con el general don Simón de Ontañón. 1 708-III-13. Sin título. (Don Simón Ontañón Lastra sobre la mano de obra del obraje)-171 1-III-22. Sin título, incompleto (Petición de Pedro Narváez para poder transmitir una licencia de obraje a don Simón Ontañón Lastra) 1 735-V-27. Autos fechas sobre el descubrimiento de los bienes que quedaron existentes al tiempo de la extinción del obraje de comunidad del asiento de Otavalo . . . . 1 738-V-28. Sin título (Don Manuel Rodríguez de la Parra con doña María Jo­sefa de Luna sobre pesos) . 1787 -V-22. Testimonio de la instancia promovida por Juan Bautista Mayneri so­bre que se le conceda licencia para establecer fábrica de tejidos de algodones. Carpeta 312 (1 788) . Autos de don Luis Espinosa, vecino de esta ciudad, con don Nicolás de la Guerra sobre que entregue el obraje de Colimbuela.

Pesos 1781 -III-6. Autos de demanda puesta por don Manuel Jijón contra el Mar­qués de Villaorellana sobre cantidad de pesos que pagó a la testamentaria de don Gerónimo Ximenes. 1781-XII-1 . Autos del Marqués de Villaorellana con don Gregario de Larrea so­bre cantidad de pesos de los efectos de ropas remitidas por don Miguel de Jijón. 1 785-XII-1 6. Expediente del apoderado de don Joseph Almarza y don Casi­miro García, vecinos de la villa de Madrid, con don Jacinto Sánchez, Marqués de Villaorellana, sobre cantidad de pesos que debe. 1789-I-1 6. [Don Antonio] Bustamante [con] don Francisco Mateu y don An­tonio Oduyer, vecinos de Cádiz, contra don Jacinto Sánchez Marqués de Vi­llaorellana sobre cantidad de pesos que demandan y remate de la hacienda Quinchuquí. 1 808-VII-23. Sin título (Cuentas de la testamentaria de don Gregario Álva­rez Verjuste) .

Reales Provisiones y Superiores Órdenes 1787-V-3. Carta de Sebastián Retana a la Audiencia, !barra, 28.4.1787.

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1787-VI-2. Carta del comendador del Convento de la Merced de Ibarra a la Audiencia. Reales Provisiones de incitativa al corregidor de Otavalo, Quito, 23.9.1 786 y 27.8.1 787

Residencias 1 643-IX-18. Residencia que se tomó en el asiento de Otavalo por el capitán don Salvador de Poveda, regidor perpétuo de la ciudad de Quito . . . . 1 653-IX-4. Residencia tomada por el gobernador don Francisco Enríquez de Sangüesa, corregidor de la Villa de !barra, por comisión del señor Virrey de estos reinos. 1 683-IV-27. Residencia a don Alberto Fernández Montenegro, corregidor de Otavalo. 1 7 55-IV-18. Residencia tomada al general don Juan Sánchez Chamarra. 1 777-IV-16. Sin título (Residencia al corregidor don José Pose Pardo)

Ropas 1789-I -16. Título incompleto: . . . Don Francisco Mateu y don Antonio Odu­yer, vecinos de Cádiz, contra don Jacinto Sánchez, Marqués de Villaorellana, sobre cantidad de pesos, que demandan, y remate de la hacienda Quinchuquí. 1 795-X-1 . Sin título (Don Gregario Álvarez Verjuste con don Carlos Larraín sobre pesos)

Temporalidades 1787-IX-16. Créditos activos por ventas de haciendas.

Testamentarias 1 731 -II-23. Sobre la mejora del tercio y quinto de los bienes de doña Juana Romo de Córdova. 1 751-VI-23. Sin título ("Segundo Cuaderno de Jijón". Se trata obviamente de la testamentaria de don Gregario León Mendoza, cura de Calpi).

Tierras 1 585-I-18. Diego Fernández, administrador del obraje de Otavalo, sobre que se le confirme la venta otorgada por los caciques de Urcuquí de unas tierras. 1 733 (sin fecha precisa). El capitán don Martín Días de Cervantes con el li­cenciado don Manuel Rubio de Arévalo sobre el arriendo de las haciendas de Churupamba y Piman en la jurisdicción de la villa de Ibarra.

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1804-II-27. La señora Condesa de las Lagunas con la testamentaria de don Francisco Gómez de la Torre sobre arrendamiento de Colimbuela. 1 838-VI-8. Recurso de hecho interpuesto por don Pedro Vasques de Velas­ca con sus hermanas, las señoras Juana y Constanza, sobre la posesión de la hacienda de Colimbuela.

Vínculos y Mayorazgos 1 646-I-1 0. Quinto cuaderno de documentos, escrituras y demás papeles to­cantes al mayorazgo de don Francisco de Villacís. 1 680-V-9. Autos sobre la recepción del mayorazgo que mandó fundar el co­misario don Francisco Villasis, del Orden de Santiago, sobre sus bienes.

NOTARÍAS. Sección Juicios

t. a Notaría. Juicios (NlJ) 1738-VII -15 . Autos contra Jijón y sus bienes y los de Bosmediano seguidos en esta Real Caja. 1 783-I-27. Sin título (Inventario de bienes del Marqués de Villaorellana en el corregimiento de Otavalo. Docwnento en mal estado de conservación) . 1 81 6-V-10. Expediente promovido por el capitán graduado de ejército don Francisco Chica y Astudillo, demandando a la testamentaria del señor Mar­qués de Villaorellana, don Clemente Sánchez de Orellana, la cantidad de 5.000 pesos provenientes de un depósito.

NOTARÍAS. Sección Protocolos

1.a Notaría. Protocolos. (N1P) - Domingo López de Urquia y Francisco de Arostegui, 1 735-36. Obligación,

5.9.1 736, f. 161v-1 62r - Diego Ocampo Iisson, 1 735-37. Poder para testar, 2.5 .1736, f. 340v-341 v. - Juan Azcaray 1 774-90. Arrendamiento de casa, 9.6.1 785, f. 1 69r-170v. - Tomás Pazmiño, 1 777-78. Obligación, 7.4. 1 778, f. 255v-256v. - Calixto Viscayno, 1 780-83. Obligación, 28.2.1782, f. 1 38v-1 39v. - Manuel Cabezas Armendariz, 1 783-1 792. Recibo, 1 6.6.1 785, f. 83r-84r.

Traspaso de arrendamiento, 20.6.1785, f. 84r-85v. - Mariano Pazmiño, 1 789-92. Obligación, 3.4. 1 70, f. 144v-145v. Testamento,

6.4. 1 790, f. 145v-148r.

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- Pedro Sotomayor, 1 793-96. Testamento, 1 8.9.1 793, f. 9v-1 9v. - Ramón de Maya, 1 806-08. Arrendamiento de hacienda, 25.4.1 808, f. 287r-

289v.; Testamento, 31 . 12. 1 806, f. 1 09 r-1 1 1 v.

3.a Notaria. Protocolos (N3P) - Bernardo Espinosa, 1 679-83. Venta, 1 2.6.1 682, f. 300r-v y 303r-v - Nicolás de Leguía, 1 704. Obligación, 1 4.6.1 704, f. 461v-462v; Venta,

5.4. 1 704, f.259r-260r. - Nicolás Leguía, 1 705. Escrituras de don Diego Donoso Quint: Recibo de

dote, 31 . 1 . 1705, f. 1 94 r. y ss. Obligación, 27.2. 1 705, f. 288r-289v; Obliga­ción, 28.2. 1 705, f. 290r-v; Venta 22.8.1 705, f. 757r-765v; Imposición de censo, 3.9.1 705, f. 810v-81 6r; Imposición de censo, 9.1 1 . 1705, f. 1017r-1020r. Escrituras de don Cristóbal Jijón: Poder, 1 0.1 . 1705, f. 98r-99v; Obligación, 20.6.1 705, f. 596r; Obligación, cifras 25.1 1 . 1705, f. 1 081r.

- Francisco Durango, 1713-16. Aumento de dote, 1 1 .7.171 5, f. 1 108r- 1 109v. - Francisco Durango et al. 1725-29. Testamento en virtud de poder,

9.12.1727, f. 291r-309v.

4.a Notaria. Protocolos (N4P) - José Enriquez Osario, 1753. Escrituras de don Clemente Sánchez de Ore­

llana: Poder, 8. 1 . 1 753, f. 1 7r-1 7v; Obligación, 14.5.1 753, f. 1 65r-1 67r y 1 6.5.1 753, f. 167r-1 69r; Poder, 23.6. 1 753, f. 242 r. y 1 1 .7.1 753, f. 282v-283r; Obligación, 29.7. 1 753, f. 293 r-293v; Arrendamiento de la encomienda de los indios Males y Malesillos, 18.8.1 753, f. 31 6v-317r; Venta de estancia, 10.9.1 753, f. 361r-363r; Arrendamiento de la cobranza de tributos de los in­dios de Riobamba, 20.10.1 753, f. 399v-400v. Escrituras de doña Francisca Chiriboga: Testamento, 1 9.1 1 . 1 753, f. 435r-436v.

- José Enriquez Osario et al., 1762-63. Testamento en virtud de poder, 27.7.1762, f. 1 56r-1 62v.

- Juan Narciso Osario, 1777-78. Fianza y obligación, 3.5.1 778, f. 385r-386r.

6.a Notaria. Protocolos (N6P) - Sebastián Zea, 1 681-83. Recibo y poder de chancelación, 26.9 .1682, f. 453r-

453v. Recibo, carta de pago y poder para chancelar, 1 . 12 .1682, 529r-529v. - Juan López Salcedo, 1 692. Obligación, 1 5.6.1 692, f.256r-257r

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