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Cuento: El círculo de la alegria Cuenta Bruno Ferrero que cierto día un campesino golpeó con fuerza la puerta de un convento. Cuando el hermano portero abrió, él le extendió un magnífico racimo de uvas. -Querido hermano portero, estas son las más bonitas producidas por mi viñedo. Y vengo aquí para regalarlas. -¡Gracias! Las llevaré inmediatamente al abad, que se alegrará con este ofrecimiento. -¡No! Yo las he traído para ti. -¿Para mí?-. El hermano se sonrojó porque consideraba que no merecía tan bello presente de la naturaleza. -¡Sí! - insistió el campesino. - Porque siempre que golpeé esta puerta tú me abriste. Cuando necesité ayuda porque la sequía había destruido mi cosecha, tú me dabas todos los días un pedazo de pan y un vaso de vino. Yo quiero que este racimo de uvas te traiga un poco del amor del sol, de la belleza de la lluvia y del milagro de Dios, que lo hizo nacer tan hermoso. El hermano portero colocó el racimo frente a él y pasó la mañana entera admirándolo: era realmente precioso y por eso resolvió entregar el regalo al Abad, que siempre lo había estimulado con palabras de sabiduría. El Abad se puso muy contento con las uvas, pero se acordó de que había en el convento un hermano enfermo y pensó: "Le daré el racimo. Quizá puede aportar alguna alegría a su vida". Y así lo hizo. Pero las uvas no permanecieron mucho tiempo en la habitación del hermano enfermo, porque éste reflexionó: "El hermano cocinero ha cuidado de mí durante tanto tiempo, alimentándome con lo mejor que tenía. Estoy seguro de que se

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Cuento: El crculo de la alegria

Cuenta Bruno Ferrero que cierto da un campesino golpe con fuerza la puerta de un convento. Cuando el hermano portero abri, l le extendi un magnfico racimo de uvas.

-Querido hermano portero, estas son las ms bonitas producidas por mi viedo. Y vengo aqu para regalarlas.

-Gracias! Las llevar inmediatamente al abad, que se alegrar con este ofrecimiento.

-No! Yo las he trado para ti.

-Para m?-. El hermano se sonroj porque consideraba que no mereca tan bello presente de la naturaleza.

-S! - insisti el campesino. - Porque siempre que golpe esta puerta t me abriste. Cuando necesit ayuda porque la sequa haba destruido mi cosecha, t me dabas todos los das un pedazo de pan y un vaso de vino. Yo quiero que este racimo de uvas te traiga un poco del amor del sol, de la belleza de la lluvia y del milagro de Dios, que lo hizo nacer tan hermoso.

El hermano portero coloc el racimo frente a l y pas la maana entera admirndolo: era realmente precioso y por eso resolvi entregar el regalo al Abad, que siempre lo haba estimulado con palabras de sabidura.

El Abad se puso muy contento con las uvas, pero se acord de que haba en el convento un hermano enfermo y pens:

"Le dar el racimo. Quiz puede aportar alguna alegra a su vida".

Y as lo hizo. Pero las uvas no permanecieron mucho tiempo en la habitacin del hermano enfermo, porque ste reflexion:

"El hermano cocinero ha cuidado de m durante tanto tiempo, alimentndome con lo mejor que tena. Estoy seguro de que se alegrar con esto".

Cuando el hermano cocinero apareci a la hora del almuerzo, trayendo su comida, l le entreg las uvas.

-Son para ti- dijo el hermano enfermo. - Como siempre ests en contacto con los productos que la naturaleza nos ofrece, sabrs qu hacer con esta obra de Dios.

El hermano cocinero qued deslumbrado con la belleza del racimo, e hizo que su ayudante observase la perfeccin de las uvas. Tan perfectas - pens l - que nadie mejor que el hermano sacristn para apreciarlas; como l era el responsable de la custodia del Santsimo Sacramento, y muchos monasterios lo consideraban un hombre santo, sera capaz de valorar mejor aquella maravilla de la naturaleza.

El sacristn, a su vez, obsequi las uvas al novicio ms joven, para que ste pudiera entender que la obra de Dios est en los menores detalles de la Creacin. Cuando el novicio las recibi, su corazn se inund de la Gloria del Seor, porque nunca haba visto un racimo tan lindo. En ese momento se acord de la primera vez que haba llegado al monasterio y de la persona que le haba abierto la puerta: haba sido ese gesto el que le haba permitido estar hoy en aquella comunidad de personas que saban valorar los milagros.

As, poco antes de caer la noche, llev el racimo de uvas al hermano portero.

Come y aprovecha - le dijo. Porque pasas la mayor parte del tiempo aqu solo y estas uvas te harn muy feliz.

El hermano portero comprendi que aquel presente le haba sido realmente destinado, sabore cada una de las uvas de aquel racimo y durmi feliz.

De esta manera, qued cerrado el crculo: el crculo de felicidad y alegra que siempre se extiende en torno a las personas generosas.

Paulo Coelho