el camino secreto del guerrero m.p. 2012 pdf

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1 _____________________ shortbooks- EL CAMINO SECRETO DEL GUERRERO -Marta Povo’12 _____________________ EL CAMINO SECRETO DEL GUERRERO Decía Buda que la causa del sufrimiento humano es la ignorancia, y ésta no es más que el desconocimiento de nosotros mismos, ignorar quién somos. Desconectarse de uno mismo al parecer conduce a las más graves alteraciones biopsicológicas. No obstante, conectarse a uno mismo no es algo fácil. Mantenerse conectado es conocerse, explorarse, observar y explorar a todo ser vivo; estar conectado a un todo significa mantenerse a la escucha, es sentir cada paso como si fuera el único, el último, el más importante. Este saber ʻquién hayʼ dentro de nuestro campo aural conviviendo con nuestro cuerpo y nuestra energía, requiere una intensa observación no egocéntrica sino una observación existencial, mística, metafísica. Conocerse a uno mismo genera un constante escrutinio de las características que definen y conforman ese personaje interior, ese aliento vital que poseemos con una peculiaridad única. Reconocerse y conectarse a uno mismo, y a la vez a la red humana y a la trama universal, requiere seguro una gran observación, pero sobretodo implica el descubrimiento de que existe esa ʻunicidadʼ que subyace a la ʻdiversidadʼ de la máscara, del rol, del personaje exterior, de las memorias, recuerdos y registros, de todo lo mimetizado. En muchos seres humanos conscientes de sí mismos existe cierto ʻguerrero espiritualʼ, un descubridor de la fuerza divina que les asiste, un luchador y preservador de la luz, un verdadero samurái con un espíritu de transformación que pocas veces desfallece, con una llama viva y divina que pervive constantemente en él, aunque no siempre la muestre y la comparta. Existen muchos seres humanos que son verdaderos guerreros del espíritu; esa llama tan brillante del interior del samurái se mantiene siempre viva más allá de la hostilidad de su entorno, tal es su fe en el espíritu que lo vivifica todo. Dentro de ese luchador y preservador de la luz existe siempre un místico activo, un buscador del sentido de la existencia, y un hábil explorador de su existencia en particular. Ese místico que lucha por y para la luz y el amor, es

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_____________________ shortbooks- EL CAMINO SECRETO DEL GUERRERO -Marta Povo’12 _____________________

EL CAMINO SECRETO DEL GUERRERO Decía Buda que la causa del sufrimiento humano es la ignorancia, y ésta

no es más que el desconocimiento de nosotros mismos, ignorar quién somos. Desconectarse de uno mismo al parecer conduce a las más graves alteraciones biopsicológicas. No obstante, conectarse a uno mismo no es algo fácil.

Mantenerse conectado es conocerse, explorarse, observar y explorar a

todo ser vivo; estar conectado a un todo significa mantenerse a la escucha, es sentir cada paso como si fuera el único, el último, el más importante. Este saber ʻquién hayʼ dentro de nuestro campo aural conviviendo con nuestro cuerpo y nuestra energía, requiere una intensa observación no egocéntrica sino una observación existencial, mística, metafísica. Conocerse a uno mismo genera un constante escrutinio de las características que definen y conforman ese personaje interior, ese aliento vital que poseemos con una peculiaridad única. Reconocerse y conectarse a uno mismo, y a la vez a la red humana y a la trama universal, requiere seguro una gran observación, pero sobretodo implica el descubrimiento de que existe esa ʻunicidadʼ que subyace a la ʻdiversidadʼ de la máscara, del rol, del personaje exterior, de las memorias, recuerdos y registros, de todo lo mimetizado.

En muchos seres humanos conscientes de sí mismos existe cierto

ʻguerrero espiritualʼ, un descubridor de la fuerza divina que les asiste, un luchador y preservador de la luz, un verdadero samurái con un espíritu de transformación que pocas veces desfallece, con una llama viva y divina que pervive constantemente en él, aunque no siempre la muestre y la comparta. Existen muchos seres humanos que son verdaderos guerreros del espíritu; esa llama tan brillante del interior del samurái se mantiene siempre viva más allá de la hostilidad de su entorno, tal es su fe en el espíritu que lo vivifica todo.

Dentro de ese luchador y preservador de la luz existe siempre un místico

activo, un buscador del sentido de la existencia, y un hábil explorador de su existencia en particular. Ese místico que lucha por y para la luz y el amor, es

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siempre un gran defensor de la espiritualidad por encima de la materialidad. Para hablar del camino que recorre ese samurái que muchos llevamos dentro, en primer lugar deberíamos intentar definirlo, distinguirlo, ver sus características, su especial energía. Cuando sepamos ʻquiénʼ es ese samurái, podremos ver qué territorios recorre y explora, qué hace y cómo lo hace, determinaremos su andar, sus opciones, su proceso evolutivo.

Definir al luchador de la luz, a ese guerrero espiritual que fuertemente

sigue su propósito y cree en la evolución y la disciplina, no es fácil; en especial porque al lector medio le parecerá incómodo, un personaje excesivamente valiente, disciplinado y ético en demasía, pero precisamente a ese lector medio le puede venir bien adaptar o incorporar todas esas palabras y conceptos que emplearemos a su propio mundo laboral o personal, a la lucha persistente de una simple ama de casa que posee algunas de esas características, aunque no lo sepa aún; al hijo que toma decisiones y actitudes que a veces no se comprenden; al amigo discreto que es verdaderamente un samurái en su ética, en su fuerza, en su quehacer diario; al empresario, pionero o emprendedor de contiendas inimaginables. En cualquiera de nosotros puede existir un guerrero de la luz que aún está por descubrir o por pulir o por expresar. Propongo abrir la mente y trasladar el significado de muchas definiciones a nuestro ser interior, no a nuestro comportamiento egoico, sino a nuestros anhelos espirituales más internos, a nuestro potencial como seres divinos y creadores de nuestra realidad.

Se trata en última instancia de llegar a ʻverʼ a ese guerrero, de comprender

su idiosincrasia, y se trata por encima de todo de ʻeducarʼ y amplificar en cada uno a ese gran luchador del amor, defensor de la vida, de la luz y de la sabiduría, de reconocer y honrar a ese maestro interno que muchos llevamos dentro, o a esos maestros que tenemos a nuestro alrededor y que a veces no vemos o juzgamos trivialmente. En todo caso, en nuestro proceso de ascensión, en nuestro actual e inevitable cambio de vibración, es mejor definir y explorar esa capacidad de lucha, transformación y trascendencia de nuestro propio ser, antes de ignorar, negar o desperdiciar ese don innato que, aparte de educar, entrenar y emplear, deberíamos aprender a honrar, a potenciar y a contagiar ese gran don de autosuperación inherente al Ser Humano.

La primera definición que me viene a la cabeza es que nuestro guerrero

interior (a veces abreviado como ʻsamuráiʼ, recogiendo la tradición japonesa) realiza una verdadera inmersión en la vida y en su propio proceso existencial. De alguna forma siempre cultiva una ʻmotivación mantenidaʼ en su

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crecimiento interior. Entre mil cosas, a los guerreros o luchadores de la luz se les distingue por tener una determinación muy firme y una gran persistencia en el camino de realización. Jamás se duermen en su desarrollo, no se permiten la ociosidad psicoespiritual. Pero esa firme determinación, en el guerrero espiritual maduro, nunca es prepotencia ni arrogancia, ni se permite a sí mismo manipular a otros seres vivos con esa fuerza que lo bendice, es simplemente una certeza en la espiritualidad de la materia y la existencia, es una verdadera determinación de su alma por explorar la vida, por avanzar como ente, por superarse a sí mismo, por aprender a amar más y más, por conocer cuál es el exacto valor del amor.

Un samurái comprende el fluir de la vida y conoce sus leyes cada vez

mejor. El mundo de los fenómenos no lo rechaza sino que lo acoge y asume, pero por encima de todo aprovecha siempre las circunstancias como ʻcombustibleʼ para su evolución y transmutación. Algo interesante de nuestro guerrero de luz es que no evade nunca los obstáculos sino que los utiliza y los instrumentaliza. Es realmente un gran luchador, conoce bien el arte de la lucha, del dominio y dirección de la fuerza y la energía, pero no lo hace nunca en contra de nadie, sino siempre a favor de la vida y la evolución de los seres. Incluso muchas veces para conseguir algo ni siquiera lucha, pues su propia presencia lumínica ya es suficiente para que todo y todos se pongan en su sitio y se armonice con su presencia una situación.

Para mantener su espíritu de lucha y transformación constante, el samurái

(cualquiera de nosotros, potencialmente) tiene una conducta disciplinada y diligente, así como una actitud de pureza y de nobleza ante la vida y ante cualquier hecho o circunstancia. Sus prácticas de meditación, concentración, observación y dirección son constantes en su vida, en especial cuando ha trascendido sus experimentos de juventud. La disciplina no es para él algo impuesto del exterior, sino un motor interno de diligencia y enfoque. Una de sus capacidades es la impecabilidad, es decir, el manejo adecuado de la energía; puede estar toda la vida aprendiendo a cómo ser impecable en cada acción que emprende, pero jamás abandona esa premisa porque en el fondo sabe que es divina.

Nuestro personaje, masculino o femenino, joven o mayor, es siempre

sincero consigo mismo, detectando y evitando rápidamente los autoengaños, las justificaciones, el escapismo y los pretextos. Naturalmente no se permite tampoco mentir ni engañar a los demás bajo ningún pretexto, pues juega siempre el juego de la claridad y la transparencia, aunque a su alrededor nadie lo haga. En el funcionar de su psicología natural y espontánea el

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samurái persiste en usar el código de la Verdad por encima de cualquier falsedad, lo cual a veces es muy incómodo para las personas que prefieren vivir un rol teatral. El guerrero, aunque es siempre pacífico, no siempre es bienvenido en ambientes de falsedad, subterfugios, silencios ocultadores o dobles juegos, puesto que su energía respecto a la sinceridad, transparencia y nobleza de intenciones es muy potente. Y esas energías de luz siempre se desprenden de su aura y su mirada, aunque no diga ni una palabra, por eso su presencia a menudo resulta incómoda a ciertas personas que aún tienen pendiente por desarrollar e integrar en su vida cotidiana la energía de la verdad desnuda, la espontánea transparencia y el compromiso espiritual.

La negligencia mental acostumbra a ser el peor enemigo del guerrero

espiritual. Sabe que muchos errores en la vida humana se deben a la falta de atención, por ello el samurái constantemente educa y adiestra su mente, permanece atento y lúcido ante cualquier situación interna y externa, sin obsesionarse si le resulta posible, pero en observación constante de sus procesos internos y en constante búsqueda de la ecuanimidad y la comprensión ante los actos de los demás. Reconoce que su atención y adiestramiento mental es la práctica-guía que lo guarda y lo salvaguarda de la oscuridad y la ignorancia, porque ha experimentado que esa disciplina de la observación constante es la que mantiene sano su camino de evolución.

En su fuero interno sabe que la negligencia mental es lo que va embotando

su sensibilidad, lo que va alimentando la mecanicidad de sus actos y lo que va atrofiando la conciencia de cualquier ser humano. La diligencia mental de un guerrero de luz no significa que sea más inteligente sino menos perezoso, más ágil, más atento, menos embotado y más presto a las vicisitudes o retos de discernimiento que nos plantea la vida.

Esa guerrera, ese luchador, ese ser de luz, tiene un valor y una valentía

realmente intensa, pero esa gran ausencia del miedo lo recibe de la confianza y del amor. Es francamente intrépido para afrontar, reconocer y superar sus propios miedos, y también es valiente para encarar cualquier desafío existencial o circunstancial. Su capacidad de amar la vida y confiar en ella, en él mismo, y confiar también en el sentido de la existencia, le aportan una fuerza fuera de lo común, energía que a menudo lo distingue del resto de seres que no confían ni en la vida ni en su propio potencial divino. Una vez dijo Gandi que el amor es la fuerza más humilde pero más poderosa de que dispone el mundo. De ese poder nace la valentía y la capacidad de lucha o superación de obstáculos. No obstante, el guerrero siempre es pacífico en sus luchas por preservar la luz y la fuerza del amor, jamás agrede

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a otro en su beneficio. Un samurái maduro mantiene siempre su aplomo y su centro de conciencia, tanto ante las alegrías y las victorias como ante las derrotas o fracasos. No siempre gana el guerrero en sus contiendas, pero siempre obtiene beneficios para su alma, y a menudo para otras almas a su alrededor.

Respecto al disfrute de la vida, a todo lo que es lúdico, al placer y el gozar,

un samurái o una samurái no reprime nada sino que lo acoge igualmente como un medio de realización. Sin embargo, ante el placer el guerrero cultiva constantemente una actitud de desapego y de ecuanimidad por encima de toda avidez o de cualquier aversión. Uno de los grandes retos del guerrero de luz es llegar a disfrutar sin apego y sin avidez. Saber gozar sin querer conservar ni prolongar ni repetir el goce a su capricho. Sabe ver las sincronías y la ley de atracción entre energías afines.

El gozar y el disfrutar de cualquier cosa lo pone siempre al servicio de su

búsqueda espiritual, de su viaje interior, sabiendo que el gozar humano es un pálido recuerdo de un goce más elevado y profundo. Incluso la pasión puede emplearla como instrumento cuando aprende a canalizarla, incluso a despersonificarla, convirtiendo la energía de la pasión en un elemento místico, que también puede ser muy benéfico para su compañero de camino. A menudo el samurái practica el yoga y desarrolla una sexualidad tántrica cuando encuentra a la yoguini que lo complementa, pero sus prácticas por intensas que sean siempre tenderán a la ecuanimidad. Un samurái jamás entra en la represión de lo que siente, pero a menudo utiliza la ʻsupresiónʼ consciente de un deseo, siempre y cuando esa supresión pueda ser útil para su evolución y su estrategia espiritual.

De la misma manera que actúa con el goce y el placer, actúa con el dolor y

el sufrimiento. Todo samurái se enfrenta al inevitable dolor de la vida encarnada, asumiéndolo con inteligencia y sensibilidad. Sabe cómo reorientar el dolor y extrae de él la energía que necesita para su viaje interior. Del mismo modo que se curte con el gozar, se curte con el sufrir. Sabe cómo, mediante el dolor, no crear rencor, odio o resentimiento, y toda esa intensidad energética la transmuta en pura enseñanza y fortaleza.

Una o un guerrero de luz es siempre muy disciplinado espiritualmente;

sabe que existen muchas prácticas para desarrollar su espíritu, igual que existen muchos ejercicios para desarrollar un músculo. Para el guerrero espiritual todos los acontecimientos pueden convertirse en un ejercicio meditacional. Sabe que la meditación sentada intensifica su atención y

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ordenamiento mental, higieniza su subconsciente, desarrolla su sabiduría y a la vez fomenta un buen discernimiento entre lo que ahora es evolutivo y lo que ya no lo es. Pero el guerrero sabe hacer otros tipos de meditación dentro de la acción y el movimiento.

El que sintoniza y se guía por las tradiciones indias, emplea prácticas

yóquicas de meditación, concentración o visualización para su propio desarrollo, como las antiguas técnicas de observación de los pensamientos, la meditación en el silencio contemplativo, la meditación mántrica y las prácticas sobre la respiración atenta. Experimenta que dichas prácticas de yoga le aportan serenidad y ecuanimidad, equilibrio del sistema nervioso y psicosomático, un buen desarrollo de la atención pura, una gran unificación de sus hemisferios, una buena coherencia mental y emocional, paz, serenidad, imparcialidad, aplomo…

Muchos de los buscadores y defensores de la luz son también guerreros

tántricos. La sexualidad siempre ha sido sagrada desde el punto de vista espiritual del librepensador. El guerrero espiritual, siempre librepensador y muy poco atado a convencionalismos, realiza actos de amor consciente en cualquier ámbito, también corporal y energético. Para él o ella, la sexualidad sacramental es claramente un puente entre su consciente y su inconsciente, que le posibilita saltar a lo supraconsciente. La unión sexual entre personas tántricas es como una erótica mística que les propicia el desarrollo espiritual y les aumenta su frecuencia vibratoria.

El tántrico utiliza conscientemente la fuerza de la sexualidad para potenciar

al máximo sus energías psicoanímcas y utilizarlas como vehículos de exploración suprasensible. Sabe y constata que mediante una consciente relación sexual su energía bioeléctrica asciende a grados muy elevados. Conoce y explora su energía kundalini cuando encuentra una pareja apropiada para desarrollarla. Al relacionarse dos personas tántricas se crea a menudo una verdadera comunión entre Shakti y Shiva (tierra y cielo, acción y contemplación, tiempo y eternidad) realizando con su unión un acto sacramental de alto potencial vibratorio, que estimula enormemente su evolución y completitud como seres de luz.

Se sabe que innumerables y conocidos sabios, yoguis y lamas de la

Historia han dispuesto de una compañera o yoguini con quien poder realizar una sexualidad sagrada, sana y potenciadora de su expansión y su mutua espiritualidad. Jesús y Magdalena fueron una de esas parejas tántricas experimentadoras de la luz. Sin embargo, hay algunos samuráis y seres de

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luz de ciertas tradiciones que han optado por la abstinencia absoluta de la sexualidad, incluso de la autocomplacencia. Pero tanto si el guerrero de la luz se inclina por la relación sexual como si se abstiene de ella, nunca renuncia a la relación con una pareja, un compañero de camino, y siempre de alguna forma propicia el amor consciente, trascendiendo el amor mecánico, egoísta o de simple intercambio.

Puede adoptar a un (o una) compañero del viaje espiritual para desarrollar

la fuerza del amor consciente, para aprender a establecer las causas de que ʻel otroʼ sea feliz, para experimentar la convivencia y el compartir en el amor cotidianamente. O bien puede optar por experimentar la sexualidad como elemento iniciático y relacionarse con una mujer dhármica, o un hombre dhármico, para realizar un camino espiritual conjunto lleno de amor y plenitud. Sean como sean sus relaciones personales más o menos íntimas, el guerrero espiritual siempre se empeña en desarrollar un amor consciente sin ataduras, ni apegos, ni dependencias, sin pasiones, sin hedonismo y con un respeto absoluto por la libertad de su compañero de viaje.

Todo ser de luz consciente tiene una estrategia espiritual que va perfilando

día a día según vea claramente lo que la vida le pide. Confía en ella, y confía en sus propios recursos, siguiendo un camino de evolución que traza con amor, creatividad y consciencia. El camino que el guerrero decide transitar en su existencia conlleva necesariamente un código moral innato, y sabe que éste implica una disciplina ética de conducta personal y mucha pureza, algo que obtiene o recupera con los años de trabajo interno. Los antiguos y clásicos samuráis actuaban únicamente de acuerdo a unos códigos estrictos que a veces exigían lealtad y honor hasta la muerte. De hecho, un guerrero de luz está siempre dispuesto a morir si con su muerte consigue que la vida evolucione y exista más luz en el mundo. El miedo a la muerte no habita en su alma porque sabe que tan solo es un tránsito hacia otro estado energético de la misma vida.

Un guerrero espiritual es un ʻestado de concienciaʼ, es una metáfora para

comprender el valor de la lucha por la existencia. Existir es una verdadera oportunidad, un regalo, una bendición; el guerrero honra ese regalo recibido y lo preserva. Tal vez lo más característico de esos seres de luz es su tranquila confianza en el destino y en la existencia de cualquier fenómeno; su serena sumisión ante lo inevitable; su postura estoica ante un peligro o evento; la sustitución de su miedo por la precaución, la prudencia y el respeto. Destaca su rapidez, su fortaleza, su capacidad de arriesgarse, pero también su discreción o humildad respecto a su valor o intrepidez. Lo

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caracteriza la compasión que siente por todos los seres, su capacidad de compromiso y solidaridad, el respeto por su inevitable y rica soledad, a la vez que ofrece su gran capacidad de dar y compartir; pero tal vez la más evidente característica de este guerrero de luz sea su intensa capacidad de decidir y experimentar, y de responsabilizarse hasta el final de lo que ha elegido en su camino.

Puede parecernos que estamos hablando de un avatar, de un elegido, de

un ser superior o especial, pero el guerrero espiritual es simplemente alguien que cree en el espíritu, en la divinidad, en la capacidad de autosuperación del ser humano, alguien que está probando su propia fuerza. Un hombre que cada día se trasciende a sí mismo y, no solo es consciente de ello, sino que es consecuente con ello; esa es la razón de su gran autodisciplina. No aludimos a un personaje egocéntrico, megalómano, narcisista y además patriarcal. Estamos hablando del proceso iniciático en el que todos y cada uno estamos, o estaremos en cualquier momento después de despertar. Estamos mostrando las trazas de un camino espiritual humano.

Nos referimos a un estadio de la conciencia humana, a una dinámica de

concienciación y de autoconocimiento de sí mismo que, de forma natural, se va acrecentando con el pasar del tiempo. Un guerrero de la luz es un hombre o una mujer que en su peregrinar está aprendiendo a vivir y a usar la libertad interior, la paz de su alma, el desapego de condicionantes, el buen uso de su valor y su fuerza, la impecabilidad en cualquier ámbito, la magia de la transmutación de la energía, la cocreación con el universo entero...

Este viaje interior del guerrero de luz necesariamente es secreto, además

de progresivo, es un viaje discreto, reservado, íntimo, único; es la búsqueda de su ser real detrás de las apariencias y las sensaciones, es un propósito interno y nadie mejor que él sabe que lo anhela. No es más que el gran propósito de reconocer a dios en nosotros mismos; reconocerlo es liberarse, y liberarse es el cese del sufrimiento. Esa es la gran aventura y la proeza que se propone nuestro avatar interior, una búsqueda y un encuentro que son perfectamente posibles, factibles y posiblemente irremediables.

Marta Povo

Barcelona, enero 2012 www.laboratoridellum.net

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