el caballero del leon

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Page 1: El Caballero Del Leon
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Page 3: El Caballero Del Leon

Chrétien de Troyes

EL Caballerodel León

lntroducción y traducciónde lsabel de Riquer

El libro de bolsilloBiblioteca artúricaAlianza Editorial

Page 4: El Caballero Del Leon

1. Lacorte del rey Artús

rtús, el buen rey de Bretaña, que nos da ejemplo decaballerosidad para que seamos nobles y corteses, convocóa su corte, rica como corresponde a un rey, en la fiesta tanimportante que llamamos Pentecostés.

El rey estaba en Carduel, en Gales; después de la comidalos caballeros atravesaron las salas y se reunieron con las da-mas, las jóvenes y las doncellas. Unos contaban las últimasnoticias y otros hablaban de Amor, de las angustias, de las pe-nasyde los grandes bienes que experimentan con frecuencialos discípulos de sus mandatos, ya que son para ellos podero-sos y buenos. Perg Amgllgt_lgghSta mqy ps§es...§egu-i_d9_r-eü

pues casi todgs le hq4 ab4ndonado yA¡Eqr h.adecaÍdo!0u":cho v si anle: los qrl-e-1[ahgglgl Ue.ngdpS^.p:ter3§"SS!.lgg,.sggss.gs y. fu ¡ro¡ab[e.,¡',qhp.r.a- Am-or -Es.hil§9.oJ¿srtida*e¡lment ira p o rq ue I o s q ue n l& :te.gtgldlS.e g. ggg-Alg3n -pgr

j.mienten yvan diciendo falsedades los oue-se envanece! dee[§.siüsn9l_ti[Sr-r "d_e.fcsbs. Pero dejemos a los que aún vi-ven para hablar ahora de los que fueron, ya que, en mi opi-nión, vale más un hombre cortés muerto que un villano vivo.

Por eso me gusta contar, y que lo oigáis, algo acerca del reyque tuvo tal renombre y del que se habla en todas partes. En

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Page 5: El Caballero Del Leon

El Caballero del León 1 . La corte del rey Artús

esta disputa inútil; esta discusión no debe seguir adelanteporque a nadie le importa. Haced, pues, que nos cuente loque ya había empezado, que aquí no debe haber peleas.

Entonces tomó la palabra Calogrenant y respondió:

-Señor, no estoy molesto por la disputa, pues para mí notiene importancia ni valor. Si me habéis demostrado despre-

cio no me daña en absoluto; a más valientes y a más sensatos

que yo, mi señor Keus, habéis insultado a menudo, pues tales vuestra costumbre. Lu b@no pica, el ab"jg.Pero si mi señora no me apremia no seguiré hoy contandonada y le ruego, por piedad, que se calle y que su merced nome ordene algo que me desplazca.

-Señora -dijo Keus-, todos los que están aquí os lo agra-

decerán y le escucharán muy a gusto; no lo hagáis por mí,sino por la fe que le debéis al re¡ vuestro señor y mío, orde-nádselo yharéis bien.

-Calogrenant -dijo la reina-, no os importe la cólera de

mi señor el senescal Keus; está acostumbrado a la maledi-cencia y no es posible corregirle por ello. Os ruego y ordenoque no permitáis que el enojo invada vuestro corazón y que

por él dejéis de decir las cosas que nos gusta oír; si queréisgozar de mi afecto volved a empezar.

-Señora, es muy duro lo que me ordenáis: antes me deja-

rla arrancar un ojo que contar hoy algo más si no temieraofenderos. Haré lo que gustéis, ya que así os complace, como

si no me costara. ¡Escuchad! Tened prestos el corazón y losofdos, pues las palabras que no escucha el corazón se olvi-dan. Hay algunos que oyen cosas que no entienden ¡ sin

embargo, las alaban; éstos sólo han dispuesto los oídos pero

el corazó¡no ha entendido nada. Las palabras llegan a losofdos como el viento que sopla sin detenerse ni pararse, sinoque se aleja en breve momento y el corazón debe estar en vi-gilia y a punto para recibirlas para, cuando llegan, cogerlas,

encerrarlas y retenerlas si puede. Los oídos son los caminos

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csto estoy de acuerdo con los bretones: su renombre durarásiempre y por él son recordados los nobles caballeros elegi-

dos que se esforzaron honrosamente. Pero aquel día se sor-

prendieron mucho de que el rey abandonara su compañía,

hubo incluso algunos que se molestaron por ello y mucho locomentaron porque nunca le habían visto en día de fiesta

tan importante retirarse a la cámara a descansar y a dormir;pero aquel día así sucedió porque la reina le retuvo y se que-

dó tanto tiempo a su lado que se olvidó de todo y se durmió.Al otro lado de la puerta de la cámara, fuera del aposento,

estaban Dodinel, Sagremo¡ Keus y mi señor Gauvain; ytambién estaba allí mi señor Yvain y con él Calogrenant, un

caballero muy amable que les había empezado a explicarun relato no acerca de su honor, sino de su vergüenza' Mien-tras contaba su historia la reina le oyó y se levantó del lado

del rey para acercarse rápidamente, y ante§ de que nadie la

viera se incorporó a ellos, solamente Calogrenant se puso en

pie ante ella.Keus, que era muy burlón, traidor, sarcástico y Provoca-

dor,le dijo:-¡Por Dios!, Calogrenant, muy valiente y decidido os veo

ahora y me complace ciertamente que seáis el más cortés de

entre nosotros, y sé que estáis convencido de ello porque no

tenéis nada en el cerebro. Es justo que mi señora piense que

sois el más cortés y noble de todos y que quizá no nos pusi-mos en pie por perezao porque no nos dignamos hacerlo.

Pero, ¡a fe mía!, señor, si no lo hicimos es Porque no vimos a

mi señora antes de que vos os levantarais.

-Ciertamente, Keus -dijo la reina-, creo que revenlaríais

t!¡_o-g:p-qqlg11i1y3ciar d9,l _veneno del que estáis lleno. Sois

molesto y vil peleándoos siempre con vuestros compañeros'

-Señora -dijo Keus-, si nosotros ganamos con vuestrac«rmpañía cuidad que no perdamos con ella. No creo haber

dicho cosa alguna que pueda serme imputada como mala, y()s rucgo gue os calléis. No es ni cortés ni sensato mantener

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38 El Caballero del León

y los canales por donde llega la voz hasta el corazón, y el co-razón toma en su interio r la voz que le ha entrado por eloído. El que me quiera entender me debe entregar el corazóny los oídos, pues no voy a hablar de sueños, ni de fábulas nide mentiras, pues otros ya os las han servido, sino que os

dirélo quevi.

9, Relato de Calogrenant

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.. ¡ -rr,I ,'\ -l ¡ ¡ .(.'..i I r i \1r C ri i., íd -

, M e ocurrió hace Rgg49.-rrs19-e¡9§ cuando yo, solocomo va el campesino, iba buscando aventuras, armado contodo el arnés como corresponde a un caballero, y encontréun camino a la derecha a través de un espeso bosque. El ca-miñó eráñifffi,-iie-no de arbustos yáe espinas, ycon di-ficultadytrabajo pude seguir el sendero. Así fui cabalgandodurante todo un día hasta que salí del bosque; y esto pasabaen Brocelandia. Del bosque pasé a una llanura y vi una torrea eso de una media legrra galesa; quizá había estiifiiiáiñapero más no. Me dirigí hacia allá al trote y vi la fortaleza y elfoso profundo y ancho que la rodeaba; sobre el puente, enpie, estaba aquel a quien pertenecía la fortaleza y en su manoun azor mudado. No había acabado aún de saludarle cuan-do se acercó a tomarme el estribo y me invitó a descender.Bajé, pues no había otra cosa que hacer, ya que tenía necesi-dad de albergarme. El me dijo en seguida y más de cien ve-ces quebendito erael camino que me había conducido hastaallí. Llegamos al patio una vez pasados el puente yla puerta.En medio del patio del valvasor, a quien Dios dé tanta alegríayhonor como a mí me dio él aquella noche, colgaba un dis-co; creo que no estaba hecho de hierro ni de madera ni de

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40 El Caballero del León

otra cosa que no fuera cobre. El valvasor dio tres golpes enaguel disco con un martillo qulestaba coigado de un poste.Los que estaban arriba al oír lavozy elsonido salieron de lacasa ybajaron al patio y algunos cogieron mi caballo que elbuen valvasor sostenía y vi entonces que venía hacia mí unabella y gentil doncella. La miré atentamente, pues era alta,grácil y esbelta; me desarmó muy diestramente, con gracia,y me puso un manto corto de escarlata azul forrado de veros.Todos se fueron de allí y nadie se quedó conmigo ni con ella,lo que me agradó mucho, pues no quería ver a nadie más.Me llevó a sentarnos en el prado más bello del mundo ro-deado de un muro bajo. La encontré tan discreta, hablandotan bien, tan sensata y con un aspecto y una condición talesque mucho me deleitó estar allí y por nada hubiera queridomoverme. El valvasor me proporcionó gran contratiempocuando, al anochecer, me vino a buscar porque era tiempo yhora de cenar; no pude entretenerme más e hice en seguidalo que me ordenaba. Os diré brevemente que la cena fue deltodo a mi gusto desde que se sentó ante mí la doncella. Des-pués de comer, el valvasor me dijo que no sabía desde cuán-do albergaba caballeros andantes que iban buscando aven-turas y que había albergado a muchos. Luego me rogó comoun favor que volviera a su casa si me fuera posible, y le con-testé: "¡Muy a gusto, señor!", pu€s rehusárselo hubiera sidovergonzoso. Muy poco haría por mi huésped si le negara estedon. Aquella noche estuve muybien alojado ymi caballo fueensillado cuando despuntó el día, tal como habíapedido porla noche. Así que hube dicho mi plegaria, encomendé al Es-píritu Santo a mi buen huésped y a su querida hija, me des-pedí de todos y me fui lo más rápidamente que pude.

»No me había alejado mucho del albergue cuando encon-tré en un barbecho unos toros salvajes y sueltos que lucha-ban entre sí con tanto estruendo, con tal fiereza y tal orgulloque, si queréis que os diga la verdad, por miedo me echéatrás, pues no hay ninguna bestia tan feroz ni tan orgullosa

2. Retato de Calogrenant 41

como el toro. Un villano que parecía moro, desmesurada-mente grande y asqueroso, la criatura más horrible que os

pueda decir mi boca, vi sentado sobre un tronco con unag.u., -ur".r la mano. Mc acerqué al villanoJaiggg leliu If -rab_9 q 4ás gruesa que la de un rocín u otra bestia,-lo_l gq_bg*

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--llos alborotados y Ia frente pelada casi de dos pafryos dq url;l- qhura, las orejas grandes y peludas iguales a las de un elefan- '

.1", lus .";ui giurrá"s, tu*.átu cha¡a, glos de lechuza, nariz de f,

gato, la boca hendida como la de un lobo, dientes de jabalí -'

agudos y rojizos, barba negra, bigote retorcido y el mentón .,

pegado al pecho, la espalda ancha, torcida yjorobada; estaba Íapoyado en su maza e iba vestido de una extraña manera, ni . -

de lino ni de lana, sino que llevaba atadas al cuello dos pieles -. '

recién arrancadas de dos toros o de dos bueyes. El villano se :puso de pie de un salto en el momento en que vio que me -.

acercaba; no sé si me quiso tocar, no sé qué quería hacer !,

pero yo me preparé para defenderme hasta que vi que per-manecía en pie sin moverse. Se subió a un tronco que teníacomo diecisiete pies de largo y me miró sin decir palabra. -:.

No se comportaba mejor que una bestia y creí que no teníajuicio y que no sabía hablar. De todos modos me atreví a de-cirle:

>¡--Dipe ¡iípidamqntg si 9r9s algo bueno, o {ro_._

»Y él me contestó:

»-§o-y un hombre._»-¿Qué clase de hombre?»»-EI que tú ves, no soy nunca de ot¡a manera.»-¿Qué haces aquí?»-Estoy aquí y guardo las bestias de este bosque.»-¿Las guardas? ¡Por San Pedro de Roma, si no conocen

hombre alguno! Creo que no se pueden guardar bestias sal-vajes ni en una llanura ni en un bosque ni en otro lugar si noestán atadas o encerradas.

»-Pues yo las guardo y domino para que no salgan nuncade este recinto.

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Page 8: El Caballero Del Leon

El Caballero det León

»-¿Cómo? Dime la verdad.»-Cuando me ven venir ni una se atreve a moverse y

cuando puedo coger alguna la agarro por los dos cuernoscon estas manos tan duras y fuertes que tengo y las otrastiemblan de miedo yvienen a mi alrededor como si quisie-ran pedir piedad; excepto yo, nadie se podría fiar de ellas sise pusiera en medio porque sería muerto al momento. Deeste modo soy el señor de mis bestias y ahora tú me deberíasdecir quién eres yqué buscas.

»¡-*Yo-soy, ya lo ves, un caballero, que busca.lo que no pue--

{e e-ngontrar, muchg h9 b¡¡scqdo y nada he encontrado.»-¿Y qué querrías encontrar?r»:4yg¡tg¡a.srp4ll-p9ngl_apg_geba¡njvalentíaymiarro-

jS.AbSfe !e fqgCg"y-rupliss que me infgrmes, si sabes, acer-,_.gejq.e.lgg4a.?ygl¡"tgq.o-.{q.g[un-a.maravilla.

»-No conseguirás nada de esto -me dijo-, pues no sé' nada acerca de aventuras ni nunca oí hablar de ellas. Pero si- tú quieres ir cerca de aquí hasta una fuente no volverás sino-,' con gran dificultad, a menos que no Ie pagues su tributo. En-

] contrarás muy cerca de aquí un sendero que allí te llevará. Ve: por el camino recto si quieres dirigir bien tus pasos, pues en. seguida podrías desviarte porque hay muchos otros cami-. nos. Verás la fuente que hierve y que sin embargo es más fría

que el mármol; le hace sombra el árbol más bello de los que

. creó Ia naturaleza, sus hojas duran siempre, ni siquiera eninvierno las pierde. De él cuelga un bacín de hierro sujeto

I por una larga cadena que llega hasta la fuente. Al lado de lafuente verás que hay una grada, no sé decirte cómo es, puesnunca vi otra igual. Al otro lado hay una capilla, pequeñapero muy bella. Si quieres coger agua con el bacín y derra-marla sobre la grada verás tal tempestad que no quedará enel bosque ni una bestia, ni cabrito, ni ciervo, ni jabalí, inclu-so los pájaros se irán de allí. Verás caer los rayos y el vientoderribará los árboles y lluvia, truenos y relámpagos y si tepuedes alejar sin grandes dificultades ni esfuerzos tendrás

2, Relato de Calogrenant 43

mejor suerte que cualquiera de los caballeros que antes estu-

vieron allí.»Entonces me alejé del villano que me había enseñado el i

camino. Quizá había pasado la hora tercia y era casi medio- l

día cuando vi el árbol y la capilla. Os diré, en resumen, que ;

el árbol era el pino más bello de los que crecen sobre la tie- I

rra. Creo que por mucho que lloviera fuertemente no entra- '

ría en él ni una gota de agua, sino que resbalaría por encima. . '

Vi que colgaba del árbol un bacín del oro más puro que ja- I

más se p.ráo rrender en feria alguna. Podéis estar seguros de I

que la fuente hervía como el agua caliente.Lagrada €rn üDo r

esmeralda, vaciada como un odre, y debajo de ella cuatro

rubíes más relucientes y más rojos que el sol cuando por lamañana aparece por el oriente, y os aseguro que en concien-

cia no os miento.»Tuve curiosidad por ver el prodigio de la tormenta y la

tempestad y en esto no obré con prudencia; si hubiera podi-do, gustosamente hubiera renunciado inmediatamente Perorocié la grada horadada con el agua del bacín. Temo que de-

rramé demasiada porque vi que el cielo se hendía por más de

catorce lugares,los relámpagos dañaban mis ojos ylas nubes

impetuosamente lanzaban lluvia, nieve y granizo. La tem-pestad era tan mala y fuerte que cien veces creí morir por los

rayos que caían a mi alrededor y por los árboles que se aba-

tían. Sabed que estuve muy asustado hasta que el tiempoapaciguó, pero Dios Pronto me tranquilizó porque la tem-

pestad no duró mucho y los vientos cesaron y cuando a Dios

le plugo ya no se atrevieron a soplar más. Y cuando vi el cielo

claro y puro me vi seguro, lleno de gozo' porque el gozo, si

supe alguna vez en qué consiste, hace olvidar en seguida una

gran preocupación. Cuando pasó la tempestad vi todo el

pino tan lleno de pájaros (así es, si alguien quiere creerme)

que no se veía rama ni hoja que no estuviera toda cubierta de

ellos, de esta manera el árbol parecía más bello; los pájaros

cantaban todos tan bien que sus cantos eran acordes; ycada

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44 Et Cabailero det León

uno cantaba un canto diverso pues lo que uno cantaba no looía yo cantar a otro. Me reconforté con su alegría y los escu-ché hasta que acabaron del todo su servicio; nunca habíaoído nada tan gozoso ni pienso que nadie lo oiga si no oyeeste que tanto me gustó y embelesó al punto de considerar-mealienado.

»Permanecí allí hasta que me pareció oír venir a un caba-llero, aunque me figuré que eran diez, tal ruido hacía el ca-ballero que se acercaba. Cuando le vi venir completamentesolo al punto cogí las bridas de mi caballo y no tardé enmontarlo; aquéI, de mal talante, se acercó más rápid_o_que.un

_egUllgy_!e.q cggr-g uD.-leó¡.Gritando tan fuerte como pudoempezó a desafiarme diciendo:

»-¡Vasallo, mucho me habéis ultrajado y ofendido sinprovocación alguna! Me hubierais tenido que desafiar y hu-biera habido querella entre nosotros, o por lo menos recla-mar vuestro derecho antes de declararme la guerra. pero sipuedo, señor vasallo, sobre vos recaeráel mal del daño quees tan evidente. La prueba está en torno a mí, en mi bosqueque ha sido derribado. Quien ha sido golpeado ha de lamen-tarse, y tengo motivos para hacerlo, pues me habéis arroja-do fuera de mi casa con rayos ylluvia. Habéis hecho algo queme enoja y maldito sea a quien le agrade esto, pues habéisprovocado tal devastación en mibosqueyen mi castillo queno me hubiera servido de ayuda ni gente, ni armas, ni muro.Nadie hubiera estado seguro en cualqui er fortaleza,fuese depiedra dura o de madera. A partir de ahora, sabedlo bien, noobtendréis de mí ni tregua ni paz.

»Después de decir esto nos enfrentamos, bien embraza-dos los escudos, y cada uno se cubría con el suyo. El caballe-ro tenía un buen caballo y una recia lanza y era sin duda másalto que yo en toda una cabeza. Todo me era adverso, puesyo era más bajo que él y su caballo mejor que el mío. Sabed

_:gllo-4g-_-"-._$u{ _t39 _sj.me fu! haciq é! fu_e para disimular milgg§1z1.Le di el golpe más fuerte que podía asestar, pues

-

2, RelatodeCalogrenant 45

no me faltó el valor, le alcancé en la bloca del escudo; puse enello todas mis fuerzas y mi lanza voló hecha pedazos mien-tras la suya quedaba entera, ya que no era ligera y a mi pare-cer pesaba más que cualquier lanza de caballero, pues nuncahabía visto otra tan gruesa. El caballero me golpeó tan fuerteque me derribó de la grupa del caballo dejándome tendidoen tierra, avergonzado y humillado. Y sin mirarme siquieracogió mi caballo, a mí me dejó y él emprendió el regreso. Yo

me quedé desasosegado y pensativo y sin saber adónde ir.Me senté un momento al lado de la fuente para descansar;no me atrevía a seguir al caballero, creía que hacerlo seríauna necedad y aunque hubiera osado seguirlo no sé qué se

hizo de é1. Por fin se me ocurrió que cumpliría la promesaque le hice a mi huésped y que volvería con é1. Me gustó laidea y así lo hice, pero me quité todas mis armas para ir másligeramente, yvolví allí lleno de vergüenza.

»Cuando llegué a la casa, de noche, encontré a mi huéspedtan alegre y cortés como lo había estado antes. Me di perfectacuenta de que tanto él como su hija no me demostraban me-nos amabilidad ni menos honor que la otra noche. Todos losde la casa me trataron con gran honor, lo que les agradezco,ydijeron que nuncaningrinhombre que ellos conocieran o delque hubieran oído hablar había escapado de donde yo habíavenido, sino que habían quedado muertos o apresados. Asífui y así vuelvo; me tengo por necio por haber vuelto y os hecontado como un necio lo que nunca hubiera querido contar.

-¡Por mi cabeza! -dijo mi señor Yvain-. Sois mi primohermano y nos debemos tener en gran estima, por 1o que os

llamo necio por haberme ocultado esto durante tanto tiem-po. Y no os aflijáis porque os haya llamado necio porque sipuedo y tengo oportunidad de ello iré a vengar vuestra ver-güenza.

-Bien se ve que lo decís después de comer -dijo Keus, quenuncapuedecallar-*pgrErclr_ey_"¡glrLul_g!-ry.s_e-aq1{arra

@yjn-9_qqe en 9¡r !4ri! de cerveza. Y también se dice que el

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Page 10: El Caballero Del Leon

4ó El Caballero del León

gato que tiene la barriga llena está contento. Después de co-mer y sin levantarse aún de la mesa todos van a matar a No-radín y vos iríais a vengar a Forré. ¿Están forrados vuestrosvestidos? ¿Relucen vuestras calzas de hierro? ¿Están desple-gadas vuestras banderas? ¡Por Dios, mi señor Yvain!, decid-me rápidamente, ¿os pondréis en camino esta noche o ma-ñana? Hacednos saber, buen señor, cuándo iréis a estesuplicio porque os querríamos acompañar; no habrá pre-boste ni oficial que muy a gusto no os acompañe. Y os ruegoque pase lo que pase no os vay¿íis sin nuestra licencia, y siesta noche tuvieráis un mal sueño, ¡quedaos!

-¡Diablo! ¿habéis perdido el juicio, mi señor Keus -dijo lareina-, pues vuestra lengua no para nunca? Maldita seavuestra lengua que tiene tanta amargura. Vuestra lenguadebe ciertamente odiaros, pues dice a todo el mundo lo peorque sabe, sea lo que sea. ¡Maldita sea la lengua que no se can-sa de injuriar! Obra de tal modo vuestra lengua que consi-gue que os odie todo el mundo; no os puede traicionar demejor manera. Y sabed que si fuera mía la acusaría de trai-ción. A quien no se corrige de esto se le debería atar ante lasrejas de un monasterio como a un loco.

-Señora -dijo mi señor Yvain-, en verdad nada me im-portan sus burlas porque mi señor Keus tiene tanto poderysabiduría y vale tanto en todas las cortes que jamás serámudo ni sordo. Ante la villanía sabe contestar con sensatez ycortesía y nunca lo hizo de otro modo. Vos sabéis bien simiento o no, pero no tengo ganas de discutir ni de empezar ahacer necedades, pues no entabla una pelea el que da el pri-mer golpe, sino el que toma la revancha. El que se b-urla de su

-§9lqmgerpJgqhlgse-p"elg1lía§9l"gr_L9xggñ9,¿9.royonoqlJiero+ar.e-ce"r-¡rn..dpgs" -que.s 9 -eliea.y- -{g§-hjn alo-s c-olmillo s

cuqndo--q!1qg¡qqqtines-leenseñanlosdientes.Mientras asi t iUiáUán, ülid;Ireyailü-cámara,en don-

rlc h:rbía permanecido mucho rato durmiendo hasta aquelrnonrcnto. Cua¡rdo le vieron, los barones se pusieron en pie

2, RelatodeCalogrenant 47

con rapidez y él les hizo sentar a todos. Sentóse junto a la rei-na que en seguida le contó las noticias de Calogrenant: se lo

contó todo, palabra por palabra, y se lo supo contar bien ybellamente.

Con sumo gusto la oyó el reyy juró tres veces, por el alma

de su padre Uterpendragón, por la de su hijo y por la de su

madre, que iría a ver la fuente, la tempestad y lo maravillosoantes de que pasaran quince días. Llegaría la víspera de miseñor San Juan Bautista y allí dormiría por la noche; y dijoque irían con él todos los que quisieran. La propuesta del rey

fue muy bien acogida por toda la corte, porque tanto los ba-

rones como los caballeros jóvenes tenían muchos deseos de

ir allí.

I

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3. Yvain en laAventura de la Fuente

DI ero mi señor Yvain, aunque pareciera alegre y gozoso, es-

taba triste porque deseaba ir solo; le apenaba y le contraria-ba el que el rey quisiera ir también; y le apesadumbraba sa-

ber de cierto que mi señor Keus lograría la batalla antes queé1, pues si la requería no le sería vedada. Quizá también se

adelantara a pedirla mi señor Gauvain; si alguno de estos

dos la reclamaba no les sería denegada.Pero no les va a esperar porque no tiene necesidad de su

compañía, sino que irá solo, voluntariamente, hacia su feli-cidad o hacia su desgracia y que se quede el que quiera, puesél quiere llegar en tres días a Brocelandia y buscar hasta en-contrar, pues arde en deseos por ello, el estrecho sendero lle-no de árboles y la llanura y la fortaleza y la compañía y laconversación de la cortés doncella que es tan agradable ybe-lla, ¡ junto con su hija, el prohombre que se esfuerza en hon-rar, tan noble y de buen linaje es. Luego verá los toros en elbarbecho y al enorme villano que los guarda. Está impacien-te por ver al villano tan feo, alto, contrahecho y negro comoun herrero. Si puede, verá luego la grada, la fuente, el bacín ylos pájaros sobre el pino; entonces hará llover y soplar elviento. Pero no quiere envanecerse de ello; no quiere que na-

3. Yvain en la Aventura de la Fuente 49

die sepa su intención hasta haber conseguido gran honor ogran vergüenza, luego ya se sabrá lo sucedido.

Mi señor Yvain se retira de la corte sin reunirse con nadiey solo se va hacia su alojamiento. Encuentra allí a toda sumesnada, ordena que ensillen su caballo yllama a uno de sus

escuderos a quien nunca ocultaba nada:

-Sígueme hasta allá fuera -le dice-, y trae mis armas. Sal-dré por aquella puerta sobre mi palafrén ahora mismo. Pro-cura no entretenerte porque he de ir muy lejos. Haz que micaballo esté bien herrado y llévalo tras de mí; luego recoge-rás el palafrén. Te advierto que vayas con cuidado, y si al-guien te pregunta por mí no le digas nada; porque si ahorano confías en mí, en malahora confiarás nunca más.

-Señor -le dijo-, ¡callaos!, porque por mí no lo sabrá na-die. Idos, que os seguiré.

Mi señor Yvain en seguida monta y antes de volver venga-rá, si puede, la vergüenza de su primo. El escudero va co-rriendo por las armas y el caballo y lo monta sin detenerse,porque estaba bien provisto de herraduras y clavos. Siguiólas huellas de su señor hasta que le vio que había desmonta-do yle esperaba en un lugar apartado del camino. El escude-ro le dio el arnés completo y se lo puso.

Cuando mi señor Yvain estuvo armado no se detuvo nimucho ni poco, sino que cabalgó cada díatanto por monta-ñas como por valles, por bosques extensos y por lugares ex-traños y agrestes; pasó por muchos caminos tortuosos y Pormuchos peligros ypor muchas dificultades hasta llegar a unsendero lleno de espinas y de oscuridad; fue entonces cuan-do tuvo la seguridad de que ya no podía perderse. Aunqueluego lo pague caro Ug*q-ejgféhas!1.v9r el pfno qu9 da som-bra a la fuente, la grada y la tormenta qge {9s.enc.4denq gfl-'p.j;g,

lluvia, truenos y vienlo.Y sabed que por la noche tuvo el alojamiento que deseaba

al encontrar en el valvasor más bondad y honor del que le

habían relatado; cien veces más juiciosa y bella le pareció la

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50 El caballero del león

doncella de lo que había contado Calogrenant, porque es

imposible decirlo todo de una noble dama y de un prohom-bre cuando están adornados de todas las virtudes. Nuncallegarán a ser contadas porque la lengua es incapaz de des-cribir todos los honores que un prohombre demuestra.

Mi señor Yvain aquella noche tuvo un buen hospedajeque le colmó de placer.

Al día siguiente llegó al barbecho, vio los toros y al villa-no que le mostró el camino; se santiguó más de cien veces deasombro al ver cómo la Naturaleza supo hacer obra tan fea yvil. Luego caminó hacia la fuente y vio lo que quería ver. Sindetenerse, sin sentarse siquiera, derramó el bacín lleno deagua sobre la grada; en seguida se puso el viento a soplar y a

llover y se desencadenó la tempestad tal como debía suceder.

Y cuando Dios devolvió el buen tiempo, los pájaros se posa-ron en el pino e iniciaron un júbilo extraordinario sobre lapeligrosa fuente.

Antes de que hubiera cesado esta alegría llegó el caballeromás encendido de cólera que una brasa y haciendo tal ruidoque parecía que persiguiera un ciervo en celo. Apenas se hu-bieron visto se abalanzaron uno sobre otro demostrandoque se odiaban a muerte. Cada uno iba armado de unalanzagrande y fuerte y se dieron tales golpes que atravesaron a lavez sus escudos y desmallaron las lorigas; las lanzas se asti-llaron y quebraron y los pedazos volaron por los aires. En-tonces uno atacó al otro con la espada y con los golpes corta-ron las correas de los escudos que se rompieron por arriba ypor abajo de tal modo que los trozos colgaban y no se po-dían cubrir ni defender con ellos; tan destrozados estabanque con las brillantes espadas se golpeaban en los costados,los brazos ylas caderas que estaban al descubierto.

Cruelmente se miden yno ceden en un solo paso como sifuesen dos rocas. Nunca hubo dos caballeros más obstina-dos en apresurar su muerte; asestan certeramente sus golpessin errarlos; los yelmos se abollan ytuercen yvuelan por los

5. Yvain en la Aventura de la Fuente 51

aires las mallas de las lorigas de modo que van perdiendogran cantidad de sangre. Están tan enardecidos que la lorigano les hace más servicio que un hábito de monje. Se dan es-

tocadas en la cara y es asombroso que una batalla tan terri-ble y tan dura se prolongue tanto y es que Ios dos son tan va-lientes que por ningún precio el uno cedería al otro ni unpalmo de terreno hasta que la muerte se lo impidiera. Lu-charon tan noblemente que no lisiaron ni hirieron en nin-gún lugar a sus caballos ni v-aciaron las sillas ni fueron deiri-bados sino que siempre se mantuvieron sobre los caballos yen ningún momento lucharon a pie, y así la batalla fue másbella.

Al final, mi señorYvain hizo pedazos elyelmo del caballe-ro que quedó aturdido y sin fuerzas a causa del golpe y se

desmayó; jamás había recibido un golpe tan terrible bajo lacofia; tenía la cabeza hundida hasta los sesos y las mallas dela blanca loriga se iba¡ tiñendo de sesos y sangre y el dolorque sentía era tan grande que por poco le falló el corazón.No obró mal huyendo, pues se sentía herido de muerte ynada podía salvarle. Decide pues rápidamente huir hacia sucastillo a galope; el puente estaba bajado y Ie abrieron lapuerta de par en par y mi señor_!--v{¡ eppolg§ 9-t c1futlg pq1irrápida¡lenle!ry¡¡i[._{,_sicqrnqsl_hds§npe-agiguea-lagru:lla que vuela a l9lej99 y_sq 4*csfqellntq_qUg crge cogerla y ni:lgt¡i_e_rala !-oca, así huye el caballero y mi señor Yvain le per-sigue tan de cerca que está a punto de poner las manos sobreél y, sin embargo, no puede alcanzarle; tan cerca está de élque le oye lamentarse del dolor que siente, pero no ceja en suempeño de huir. Mientras, el otro se obstina en perseguirletemiendo que su trabajo sea en vano si no lo coge vivo omuerto porque aún se acuerda de las burlas que le había lan-zado mi señor Keus. Aún no se ha liberado de la promesaque le había hecho a su primo y_"lo le..-c1g9t1i.1.*:*lg-,i¡Sojo ging l9s lleva pruebas verdaderas.

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Page 13: El Caballero Del Leon

4. Elcastillo de Laudine

lles sin encontrar hombre ni mujer alguno y llegaron, galo-

J i., de¡ar de galopar el caballero le condujo hastalapuer-

ta de su cástillo y ambos entraron dentro, recorrieron las ca-

¿. El castillo de Laudine 53

hacia delante! Si no fuera por este azar hubiera quedado par-tido en dos, porque el caballo pisó el madero que sostenía la

puertadehierro.Igual,qu-esn-{ql¡-o¡jg-i.4fe-1nq!--la-pU-ei!¿-

-hai0+¡lcanz0+orrderás¡lasillay- ¿¡ 6¿!4,11-o-Bartiéndsl-qs

p94eg1{?dp.gg_s-i^¡rl-q.9a.r,g¡a.q!§qD-ipq,.3.m!s--e¡g¡Ylai-nJunque le arañó la espaldayle partió ambas espuelas rozán-

dole los talones y haciéndolSl"":jgqlggyado. De esta mane-

ra se le escapó el caballero que estaba herido de muerte.Detrás de esta puerta había otra igual que la anterior. El

caballero que huía se escapó por esta puerta, yla puerta cayó

tras é1. Así quedó atrapado mi señor Yvain.Angustiado y preqg;¡p-q(o quedó encerrado en una sala

que tenía el techo lleno de clavos dorados ylas paredes bien

construidas y pintadas de ricos colores. Nada le apenaba

tanto como el ignorar hacia dónde había ido el caballero.

Cuando estaba con esta inquietud oyó que se abría la estre-

cha puerta de una cámara muy pequeña que había al lado;

salió de allí una joven muy amable y hermosa que volvió a

cerrar la puerta tras sí. Cuando vio a mi señor Yvain se asus-

tó al principio:-Caballero -le dijo-, temo que no seáis bien venido: si os

ven aquí dentro seréis descuartizado porque mi señor está

herido de muerte y sé que vos lo habéis matado. Mi señora se

lamenta tanto y sus gentes la rodean con tales lamentos que

están a punto de morirse de dolor. Saben que estáis aquí

dentro pero su aflicción es tan grande que ahora no son ca-

paces de decidir si van a mataros o a prenderos, Pero no de-

jarán de hacerlo cuando os vengan a atacar.

Y mi señorYvainle contestó:

-Si Dios quiere no me matarán porque no me cogerán.

-No lo harán -contestó ella- porque voy a hacer Por vos

todo lo que pueda. No es noble el que tiene miedo y por esto

creo que sois un hombre noble Porque no os veo muyasus-tado. Sabed que si pudiera os serviría y honraría, pues vos lo

:t'

pando juntos, hasta la puerta del palacio.^ La puerta era muy alta y ancha pero tenía una- entrada tan

estrecha que dos hombres y dos caballos no podían entrar a

lavez ni cirzarse sin grandes dificultades y esfuerzos porque

estaba hecha como la trampa que espera a la rata que viene

de hacer su fechoría' Encima habían puesto una espada que

estaba a punto de bajar golpear y atrapar' Pues se pone en

movimiJnto y desciende enseguida que algo roza la llave

aunque lo haga suavemente. Támbién había debajo de la en-

trada dos sop-ortes que sostenían en el aire una puerta desli-

zante dehierro, afilada y cortante. Si algo pasaba Por estos

ingenios la puerta bajaba y todos los que alcanzaba debajo

qri"duUutt ugrapados y trinchados. Y exactamente en medio'

"1 p"to era tan estrecho como si fuera un sendero' Por este

."rni.ro directo se ha introducido sagazmente el caballero'

mientras que mi señor Yvain insensatamente aguija con

gran ímpetu tras él y le alcanzó tan de cerca que le sujetó por

ia parte áe atrás del arzón. ¡Qué bien le fue haberse inclinado

52

a:^

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1l,.\-

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hicisteis en otro tiempo pormi 9-.n3lreZ!ni-9Sl9$ ng-e"ny¡É

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Page 14: El Caballero Del Leon

54 El Caballero del León

como mensajera a la corte del teyl' quizá no me comporté

co¡ laprudencia,la cp¡tgsía y la condición de una doncella

J-por-§U9-Iü-C4- C.Slo.§nb.lUef.o q9 dignó dirigirme la palabra

Sxegpto voq que fu!9!e!s el único, y ahora estáis aquí; sólo

-]fo§, con vuestra gran cortesía, me honrasteis y servisteis'

Por el honor qge me demostrasteis os recorr,rpensaré. Sé muy

bien vuestro nombre, pues os he reconocido: sois el hijo del

rey Urien y os llamáis mi señor Yvain. Y creedme con toda

seguridad que a partir de ahora no seréis hecho prisionero

niáañado: tomad mi anillito y me lo devolveréis, si queréis,

cuando yo of ñ-aÉli5effi;-Le entregó entonces el anillito yle dijo que tenía tanto po-

der como "l

d" lu cortezasobre la madera que la cubre toda

de manera que no se ve nada de ella' Pe¡-o-ql-pas4rlo en el

-Cpdq,bly qul vigilar qu-e,la-p¡,e4fe quede escondida en la

m-ano-cerrada-yLug-go.nQhadeprso.c-uParsePQrnadaquien

lleya este anillq en el dedo. p.ue-s-n-adie, aunque te-ngalos-ojos

abiertos, Ie podrá ver§ual que la madera que está cubierta

por la corteia qug sobre ella nace. rt (lotan' c í y i'; i e\ \ \ or

Esto complació a mi señor Yvain y cuando ella acabó de

hablarle le hizo sentarse en un lecho con una colcha tan rica

como nuncala tuvo el duque de Austria. Thmbién le dijo que

si quería le traería comida y él le contestó que le apetecía mu-

chó. ta doncella corrió rápidamente hacia su cámara y vol-

vió muy pronto traygndole-q¡ c4pón asado, y una jarra cu-

bierta con una servilleta blanca llena de vino de buena vid'Y ella sirviéndole muy a gusto Ie ofreiió comida y él comió ybebió a placer pues tenía gran necesidad.

Cuando acabó de comer y de beber aparecieron allí den-

tro los caballeros que le buscaban porque querían vengar a

su señor que ya estaba puesto en unas Parihuelas. La donce-

lla le dijo entonces:

-Amigo, oíd: todos os están buscando con gran tumulto yruido. Pero venga quien venga no os mováis por mucho rui-do que haga, pues no os hallarán si no os movéis de este le-

4. El castíllo de Laudine 55

cho. Pronto veréis esta sala llena de gente enojosa y mala quepretenderán encontraros aquí y creo que traerán el cuerpopara enterrarlo. Empezarán a buscaros bajo los bancos ybajo el lecho; quien no tenga nada que temer se divertiráviendo a la gente ir a ciegas porque todos estarán tan ciegos,tan confusos y tan burlados que se pondrán furiosos. Nopuedo deciros nada más porel momento ni me atrevo a que-darme más. Agradezco a Dios por haberme dado la ocasióny la oportunidad de hacer algo que os guste, pues tenía grandeseo de ello.

Entonces se retiró y cuando ella se hubo ido toda la gentese juntó y acudió a las puertas llevando bastones y espadas;había allígran multitud de gente malvadaycruel quevieronante la puerta la mitad del caballo que había sido partido endos. Entonces tuvieron la certezade que cuando las puertasse abrieran encontrarían allí dentro aquel a quien buscabanpara matarlo. Hicieron, pues, levantar aquellas puertas quehabían matado a tanta gente sin que hubiera entonces allíninguna clase de trampa ni cepo yentraron todos. En el sue-lo encontraron la otra mitad del caballo muerto pero ningu-no de ellos vio con sus propios ojos a mi señor Yvain a quienhubieran matado con tanto placer. Y él les veía rabiar, desati-nar y encolerizarse. Y decían:

-¿Cómo puede ser esto? Aquí dentro no hay abertura niventana por donde nadie pueda escapar a menos que sea pá-jaro que vuela o ardilla o musaraña o bestia tan pequeña omás, porque las ventanas tienen rejas y las puertas se cerra-ron cuando mi señor salió fuera; vivo o muerto ha de estaraquí dentro, puesto que fuera no está. Bien vemos que másde media silla está aquí dentro, pero de él sólo vemos las es-puelas cortadas que se le cayeron de los pies. Pero dejemosahora tanta palabrería y busquémoslo por todos los rinco-nes porque con toda seguridad ha de estar aquí dentro o es-tamos todos hechizados o nos lo han arrebatado los demo-nios.

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Page 15: El Caballero Del Leon

58 El caballero del león

Pero de todo esto no se preocupaba la doncella.Se acordó de mi señor Yvain y se dirigió rápidamente ha-

cia él yle dijo:-Buen señor, esta gente os ha asediado como una gran

hueste, lo ha revuelto todo y escudriñado todos los escon-drijos más minuciosamente que el perrobraco cuando sigueel rastro de una perdiz o de una codorniz. Sin duda habéistenido miedo.

-Decís verdad -le contestó-, nunca creí tenerlo mayor. Si

fuera posible me gustaría mirar hacia fuera, por una rendijao por una ventana, para ver la procesión y el cadáver.

Pero no tenía ningún interés ni por el cadáver ni por laprocesión; quisiera que fuesen todos quemados aunque lecostara mil marcos, ¿mil marcos? ¡y también más de tres mil!Lo dice porque quiere ver a la señora del castillo. Y la donce-lla lo lleva a una ventana pequeña; en todo lo que puede ledevuelve el honor que él le había hecho.

Mi señor Yvain espía por la ventana a la bella dama, quedecía:

-Buen señor, Dios se apiade de vuestra alma tan de ver-dad como que jamás montó en silla caballero que valiera loque vos, estoy segura de ello. Vuestro honor, mi querido se-

ñor, no lo tuvo ningún caballero ni vuestra cortesía; la ge-nerosidad era vuestra amiga y el valor vuestro compañero;y en compañía de los santos esté vuestra alma, mi dulce ybuen señor.

Entonces rompe y desgarra todo lo que cogen sus manos ymi señor Yvain hace un gran esfuerzo para contenerse de co-rrer hacia ella y sujetarle las manos aunque le perjudicara.Pero la doncella, como cortés y de buen linaje, le ruega,aconseja, ordena y recomienda que se guarde de hacer cual-quierlocura,yle dice:

-Aquíestáis muybien; cuidadde no moverosbajo ningúnpretexto hasta que se haya apaciguado este duelo; dejad quese vayan estas gentes que pronto se van a marchar. Creo

que si ahora os comportáis como os aconsejo os llegará granbien. Podéis quedaros aquí y estar sentado y ver a Iás g*te,que entran y salen y pasan por la calle y nadie os verá, porlo que tendréis gran ventaja; pero guardaos de insultar a na-

ss[rrglg-'-{"r4:.psq{,.{9.!sq9s}s._'r9igil,]e[ I_t91[_nlüs"ü.ñ*q!.qbá.ffi ü;j.ffi d'fi iffi ,to",cuenta

y si pensáis hacer una locura, no la hagáis. El prudente encu-bre sus locos pensamientos y si puede obra sensatamente.Comportaos, pues, prudentemente y no dejéis la cabeza enprenda pues nadie la rescataría. Tened cuidado de vos yacordaos de mi consejo, quedaos tranquilo hasta que vuelvapues no me atrevo a quedarme más tiempo aquí porque sime quedara más rato quizá sospecharían al no verme entre

4, El castillo de Laudine

llado, pues Keus es tan traidor, perverso y lleno de odiosos

59

la multitudyno me lo perdonarían.Entonces ella r"',." y el se queda sin saber qué hacer y le\

causa pesar el no poder demostrar con tanta seguridad que Iha vencido y muerto al que ha visto enterrar; y si no tiene f

#",:x1:r::51r:9::T"l*,"_"1:1?uosseráhumi-/

Amor que le endulza con su azítcar y sus mieles ha hecho \una incursión en su terreno yha cogido todo el botín; s.r.o- y'razónlo tiene su enemiga y él ama a quien más le odia. Sin /saberlo, bien ha vengado la dama la muerte de su señor, yfesta venganza es mayor aún que la que ella hubiera podido{hacerle si Amor no le hubiera vengado asediando al caballe- !

sarcasmos que no podrá escapar de él sino que le irá lanzan-do bromas y burlas como hizo el otro día; y estas burlas per-manecen en su interior aún frescas y vivas. pero el nuevo

ro tan dulcemente que por medio de los ojos le golpea el co-razón y este golpe es más duradero que el golpe d elalanza ode la espada porque el de la espada cura y sana rápidamentecuando el médico lo cuida pero la herida del Amor empeo-ra cuando más cerca está de su médico. Ésta es la herida oue 1

tiene mi señor Yvain de la que no sanará jamás porque O;9

Page 16: El Caballero Del Leon

I i-o. no ha hecho esto Pues se ha alojado en un lugar libre

\ donde nadie puede hacerle ningún mal'\ Cuando el-muerto hubo sido enterrado todo el mundo se

se ha entregado a él por completo: Amor va examinando los

lugares poidonde se ha esparcido,los escudriña y se retira

porqrr" ro quiere tener albergue ni huésped que no sea éste'

y rrotl"ttt".rl" obra cuando se retira de un mal lugar una vez

se le han entregado. No quiere que en ningún otro lugar haya

rastro de él pu-es ya ha eiaminado todos estos despreciables

albergues. Es una gran vergüenza cuando-Amor se compor-

ta tarimal y se albérga rápidamente en el lugar más detesta-

ble que encuentra como si fuera el mejor campamento' Pero

ahoia Amor es bien acogido y aquí será honrado y aquí le

parece bien quedarse; es así como debería comportarse

i*o, qo" es tan noble, y es asombroso que ose rebajarse a

lugares tan abyectos. Se parece al que derrama su bálsamo

en"la ceniza y en el polvo y odia el honor y ama la vergüenza

y deslíe el azú.ut .o., lu hi"l y mezcla el sebo con lamiel' Pero

fue; allí no quedaron ni sacerdotes, ni caballeros, ni servido-

res, ni dama alguna, excePto aquella que no oculta su dolor'

Se queda comfletamente sola y a menudo se aprieta la gar-

ganta, tuerce sus manos, golpea sus palmas ylee los salmos

fn un salterio ituminado con letras de oro' Aún está en la

ventana mi señor Yvain y la contempla; cuanto más la obser-

va más la ama y más le gusta. Quisiera que dejara de llorar y

de leer y que le permitiera hablarle. Amor ha puesto,en él

este deseo que lá ha empezado en la ventana, pero se deses-

p"ru po", ,rL puede creer, ni siquiera pensar que se realice su

deseo;ydice:

-Biá puedo tenerme Por un loco porque quiero lo que

no tendránunca. He herido mortalmente a su esposo y quie-

ro reconciliarme con ella. A fe mía; bien sé que en este ins-

tante ella me odia más que a nadie y tiene razón' 1E-1es!9instante» he dicho sensatamente porque la mujer tiene más

a" *iil""ti*íentoi; Io que siente ahora quizá lo cambiará

¿. El castillo de l¡udine

p¡o4to.qqqizálo cambiará sin esperanza, yloco estoy al de-sesperarme. Que Dios le conceda cambiar pronto y puedaestar en su dominio para siempre ya que Amor lo ordena.

Quien no acoge aAmordebuen grado desde el momento enque éste lo atrae hacia él comete felonía y traición, y yo afir-mo, y que lo oiga quien quiera, que éste no tiene derecho aninguna alegría. Pero en esto no saldré perdiendo porquevoy a amar a mi enemiga siempre y no la debo odiar si noquiero traicionar a Amor y debo amar lo que Amor quiere.

¿Debe ella llamarme amigo? Sí, en verdad, porque la amo.Y yo le llamo mi enemiga porque me odia y no se equivoca,porque yo he matado a quien ella amaba. Pero, ¿soy yo, aca-

so, su enemigo? No, de ningún modo, sino su amigo; puesnunca quise amar tanto a nadie. ¡Qué gran lástima me pro-ducen sus hermosos cabellos que superan al oro puro detanto como brillan! Me invade y me punza la tristeza cuan-do los veo romper y arrancar, ni tampoco se pueden conte-ner las lágrimas que caen de sus ojos. Todo esto me llena deaflicción. Aunque llenos de tantas lágrimas que parecen queno han de acabarse jamás, nunca hubo tan bellos ojos. Meduele quelloreyno haynada que me cause más aflicción que

:gloslr9 PYes s,elo E$txng9.:P.j1:I9-.§r§9!o. Nunca viunó mejor dGffiá?ló, ni tan fresco ni tan sonrosado y lo quemás me aflige es cuando la veo apretarse la garganta. Esto es

ciertopuesellanofi "g"xggqtilt:siqg4q.glp_qy-grry4_qy§pj$"._ li--

pros.»¡Dios mío! ¿Por qué obra tan insensatamente, por qué no

se hace menos daño? ¿Por qué retuerce sus bellas manos ygolpea y araña su pecho? dS*g.lg:gt9..q11.yisiO.n-.m,aqavi-llosa verla alegre si culldo está fu.riosa es tar-r lella? |uro quesí, pues nunca se excedió tanto la naturaleza enbelleza y conella ha ido más allá de la mesura, o quizás no actuó nunca.

¿Cómo puede entonces existir? ¿Cómo nació tan gran belle-za? Dios la hizo con su mano desnuda para sorprender a la

El Caballero del León ó1ó0

I

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ó2 El Caballero del León

naturaleza. Ésta podría emplear todo el tiempo que quisiera

en imitarla y no ácabaría nunca. Ni siquiera Dios esforzán-

dose mucho creo que pudiera hacer otra igual por mucho

que trabajara en ello.

De está manera describía mi señor Yvain a la que se des-

troza dedolor; y nunca, que yo sepa, le pasó esto a ningún

hombre estando en prisión como Io está mi señor Yvain, que

temiendo perder la cabeza amara tan locamente sin atrever-

se a pedirle su amor ni que otro lo haga por él'

Lá doncella vuelve porque quería hacerle compañía, estar

con él y divertirle, buscar y traerle todo lo que quisiera' Le

enconiró pensativo ylánguido a causa del amor que se había

apoderado de élyle dijo:

-Mi señor Yvain. ¿Qué vida habéis llevado desde que me

fui?

-Una -le contestó-, que me ha gustado mucho'

-¿Gustado? ¡Dios mío! ¿Decís Iaverdad? ¿Cómo puede te-

ner buena vida quien ve que le buscan para matarle a no ser

que quieraydesee la muerte?^ -Mi dulce amiga -le contestó-, bien cierto es que no qui-

sieri niorii dé niñguna manera, Pero, y que Dios me sea tes-

tigo, lo que vi me ha gustado mucho, me Susta y me gustará

siempre.

-Úejemos esto por ahora -dijo ella, que comprendió per-

fectamente hacia dónde iban dirigidas estas palabras-' No

soy ni tan tonta ni tan insensata como para no entender es-

tas palabras; pero ahora seguidme, Porque en seguida voy a

preocuparme en sacaros de la prisión' Si queréis os pondré

á salvo esta noche o mañana; venid ahora, que yo os con-

duzco.Y él contestó:

-Tened por seguro que no voy a salir de aquí en mucho

tiempo si ha de sei a escondidas como un ladrón' Cuando la

gentá esté toda reunida allá fuera por las calles entonces sal-

áré con más honor que si lo hiciera durante Ia noche'

4. El castillo de Laudine ó3

Después de decir esto entró tras ella en la habitación pe-queña. La avispada doncella le proveyó de todo 1o que ne-cesitaba, y cuando fue el momento se acordó de lo que lehabía dicho: lo mucho que le había gustado lo que habíavisto cuando por la sala Ie buscaban los que le querían ma-tar.

La doncella tenía tanta confianza en su señora que no te-mía confiarle nada por muy importante que fuera el asuntoporque era su consejera y acompañante. ¿Y por qué le aco-bardó consolar a su señora y en aconsejarla por su bien? Laprimera vez le dijo en secreto:

-Señora, grande ha sido mi asombro al veros actuar contal insensatez. Señora, ¿acaso pensáis recobrar a vuestro es-poso con tantas lamentaciones?

-No -contestó ella-, pero deseo morir de tristeza.-¿Por qué?

-Para irme tras é1.

-¿Tras él? Que Dios os lo impida y os dé a cambio tanbuen esposo como Él puede dároslo.

-Nunca me dijiste mentira mayor porque Él no me podrádar uno tan bueno.

-Si queréis tomarlo puede daros uno mejor; os lo pro-baré.

-¡Vete! ¡Cállate! famás encontraré uno mejor.-Sí, señora, si queréis. Mas decidme ahora sin enfadaros,

¿qúgl1_4.!.!d,erl vuestra tierra cuando vánga iá semana

_-p$.1¡$9 el rey Artús a la gra_da y3 l-a fus¡l!q"? ¡\c.1so no ha-

_!(ig-¡qcibi{o_el mensaje en la cartq que os envió la Doncella_§alvaje? ¡Ah, qué bien empleó su tiempo en ello! Ahora te-

néis que decidir cómo defender vuestra fuente y no paráis de

UgfAf. P_o¡ favor, no deberíais aplazarlo mi querida s.eñoraporque, en verdad, los caballeros que tenéis no valen ni loque una camarera, y lo sabéis. El que más presume no cogeráni la lanza ni el escudo. Tenéis gran cantidad de gente débil yno habrá ni uno tan audaz que se atreva a montar a caballo,

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I .,,. !-i,i. ,,)1.. j:) _,t ¡ur .... I

t/ ó4 El Caballero del León

mientras el rey viene con tan gran hueste que se apoderaráde todo sin que haya resistencia.

La dama se da cuenta y se dice a sí misma que la doncellale aconseja lealmente, pero dentro de ella hay la lgcura qqgtienen las mujere§. todas o casi todas: qlre aúUScmqiig_ndola causa de sg lgggrgrehúsan lo gUq d-e.§ge&.

-¡Vete -le dice-, no me hables más! Si te vuelyo a oír ha-blar harás mal quedándote; mucho me molestan tus pala-bras.

-En buena hora, señora -le dijo la doncella-, bien se veque sois mujer que se indigna cuando oye que alguien leaconseja obrar bien.

Y se fue dejándola sola.Entonces la dama pensó que se había equivocado. Le hu-

biera gustado saber cómo su doncella podía probar que eraposible encontrar un caballero mejor que lo que siempre fuesu señor; muy a gusto lo hubiera oído pero ella se lo habíaprohibido. Con esta idea esperó hasta que volviera la doncellaque, prescindiendo de la prohibición, le dijo rápidamente:

-Oh, señora, ¿es aún necesario que os matéis de dolor?Por Dios, renunciad a ello, o por lo menos dejad de humilla-ros--Alan-ete 34lqgllq§gnviene mantener tan lalgg{n-enlgel duelo. Ac@;¿it*

"obi";.¿Creéis acaso que toda gallardía ha muerto con vuestro se-ñor? Se cuentan a centenares los caballeros tan buenos o me-jores que han quedado porelmundo.

-¡Que Dios me confunda si no mientes!, y a pesar de ello,nómbrame a uno sólo que tenga tanta fama de valientecomo la tuvo mi señor durante toda su vida.

-Y vos mal me lo agradeceréis con vuestros enfados yamenazas,

-No lo haré, os lo aseguro.-Sea para vuestra felicidad lo que os va a suceder, si es que

os complace y que Dios os conceda lo que gustéis. Nada veoque me obligue a callarme porque nadie nos oye ni escucha.

Me vais a considerar tonta,-pero me parece que bien prr.ao üdecir esto: cuando dos cabuti"ro,," "rrft"riui.o, Iu, urrrr",

en batalla singular, ¿cufl de los dos creéis q,r" rral. mas cuan_do uno ha vencido

"l o_t--? por lo que a mi respecta yo daríaelpremio alvencedor. yvos, ¿quéhu.i"iri

---

-Me parece que me estás tendiendo una trampa, que mequieres coger con la palabra.

-A fe mía, bien podéis ver que yo camino por lo cierto yque os pruebo con toda verdad que vale más que él aqrel quávenció a vuestro señor, puesto que él no lo hüo. Le venció yIe persiguió valientemeite hastá aquí ylo

"rr."rrO "r, ,r, pro_

pia casa.

*.^-fllr.9:-oÍr -dijo Ia dama_ la mayortonterÍa que jamásrue drcha. ¡Vete malvada,

-vgle z.orra loca e inoportuna! y no

vuelvas a presentarte anréiñ?paiá ñáEtarm¿á'¿A- . -

-. * - --"

- --Cierto es, señora, que sabia que no os agradaría, ya os lohabía dicho antes. pero me prometistéis no enfadaros ni re_ñirme por ello. Mal habéis

lnTtenido vuestra promesa yheaquíIo que me ha pasado: habéis ¿i.ho toáo io que habéisquerido yyo he perdido la ocasión de callarme.

La doncella volvió a la habitación en la que estaba mi se_ñor Yv¿in al que protegía- tanto; pero a ét no le .o_plu.iunada al no poder ver a Iá aama y á" f" q""

"ilu re habla ni le

interesa ni se preocupa.Pero durante toda la noche la dama tuvo un largo debate

consigo misma por Ia necesidad que tenía de proteger su

lT_T l-tteza a arrepentirse de háber insuláo, reprendioo y maltratado a su doncella porque sabía con toda seguri_dad que ni por-mejorar el salario, ri po,

""",..o_p"nsa, nipor amor que le tenga al caballero jámás hubiera discutidocon ella; y como Ie ama más a ella que a é1, sabe que no leaconsejaría nada deshonroso ni indigno porque es su muylealamiga.

.^L:1:Tfino que ha dado la dama hacia aquela a quiennaDra rnsultado y que creía que por ningún piecio deüiera

4. El castillo de Laudine ó5

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estimarla más. Y a aquel que había rechazado, lo ha perdo-nado lealmente con razón y justicia porque no le había he-cho ningúnmal. Y razonaigual que si estuviera ante élyem-pieza a discutir consigo misma.

-¿Niegas acaso -le dice- que has matado a mi señor?»-No puedo negarlo -le contesta-, al contrario, lo conce-

do.»-Dime, pues, ¿por qué lo has hecho? ¿Por lastimarme?

¿Por odio? ¿Por desprecio?»-Que me muera ahora mismo si lo hice para haceros al-

grinmal.»-Entonces a mí no me has causado ningún mal ni has

obrado injustamente con é1, porque, si él hubiera podido tehubiera matado; en mi opinión creo que he juzgado bien yrectamente.

Entonces por ella misma se da cuenta con buen sentido yrazón que no tiene derecho a odiarle y ha dicho lo que qui-siera ygor sísola se inflama como el tronco que hume-a haslagge_surge.lallamasin que na4ie sople ni atice. Si ahoravinie-ra la doncella se excusaría de la discusión en la que tanto lacontradijo y por la que había sido reñida.

Porla mañanavolvió aquéllaycontinuó con sulatín en elpunto en quelo habíadejado. Ladama estaba cabizbajapor-que sabía que no había hecho bien maltratándola; pero aho-ra querrá repararlo y preguntarle el nombre, la condición yel linaje del caballero y obrando con sensatez se humilla y ledice:

-Os pido perdón de los ultrajes e insultos que os dije alo-cadamente; seguiré vuestro consejo. Decidme lo que sepáisacerca del caballero del que me habéis hablado tanto, quiénes y de qué gente. Si es de un rango que me convenga y si porél no hay inconveniente le haré señor de mi tie¡ra y de Uiry§:-13*.:lgp^tgT_e1s ñó¡ineá {,e háceitó aá modoqueñiincá 5é-rñé reproche ni se diga: ésta es aquella quetomó por esposo al que mató a su señor.

-

4. Elcastillodelaudine ó7

-En nombre de Dios, señora, así será. Tendréis el señormás gentil, el más noble y el más bello que jamás salió del li_najedeAbel.

-¿Cómosellama?-Miseñoryvain.

. -A fe mía que no es un_villano sino que es muynoble: ya

sé yo que es el hijo del rey Urien.-A fe mía, señora, bien decís la verdad.-¿Cuándo podremos tenerle?-Dentro de cinco días.-Demasiado tarde;si por mí fuera ya estaría aquí. eue

venga esta tarde, o porlo menos, mañana.-Señora, creo que ni un pájaro pudiera volar tanto en un

dfa, pero mandaré a un joven servidormío que corremuchopara que vaya a la corte del reyArtús, aunqui creo que hastamañana por la noche no lo encontrará.

-Es demasiado largo este plazo. Los días son largos. DiIeque mañana por la tarde ha de estar de vuelta y qui vaya lomás rápido que sepa, pues, si se esfuerza, a. áo, ¡orrláu,hará una y como esta noche brillará la luna que haga de lanoche otro día, y yo, cuando vuelva, le dará t"d;% q";qutera.

-Dej{ que me ocupe yo de esto ylo tendréis en vuestrasmanos.de aquí a tres días por lo menos. Mientras tanto con_vocaréis a vuestras gentes y les pediréis consejo sobre la ve_nida del rey. pa¡a mantener la c-ostumbre de defende, ,.r"r_tra fuente tenéis que ser bien aconsejada y no habrá nadie,por-muy importante que sea, que ose presúmir de ir a defen_derla. Entonces podréis decir en justicia que os es necesariocasaros. Un caballero de gran renombre ás solicita pero noos atrevéis a aceptarlo si no dan su consentimiento. y yotomo esto como una garantía, pues Ios considero tan cobar_des que para cargar del peso que llevan a otros vendrán to_dos a vuestros pies pará

"gru-d.."ro, el verse libres de tan

gran esfuerzo. euien tiene miedo de su sombra "rqrriru

rl

I-ü

Page 20: El Caballero Del Leon

ó8 ElCaballerodel León

puede el encuentro con la lanza o con el dardo Pues §on un

mal juego para un cobarde.

-Á fJ*iu -contestó la dama-, así lo quiero y lo autorizo'

Había pensado lo mismo que habéis dicho y así 1o haremos'

l"ro, ¿po, qué estáis aquí? ¡Marchaosl N-o-os demoréis más'

uu.ááioaó ro posible por encontrarle' Yo me quedaré con

mis gentes.

AIí acabó la conversación. La doncella simuló que envia-

ba a buscar a mi señor Yvain a su tierra' Mientras tanto'

áda dia lo hi.zo ban*r, leyl.r-.y P9¡S3f y"l9.Pt9ga.Xlprrlbién

@.ej p. fs r red+- dsrve-l.s§ .3Étt r.nr;gada-CnOn** No ahorró nada en su atavÍo: le abrocno eI

;aiil;;ñ broche de oro con piedras preciosas que tra-

U"1"" f". gentes de allí muy delicadamente yle ciñó un cin-

tuíOn y uia limosnera confeccionada con un rico brocado;

*oy "í"g"rrt"mente

lo ha vestido' Luego fue-a decirle a su

;;ñ;t" .¡:ue el mensajero ya había vuelto' y ha procedido

sensatamente.

-¿Cuándo vendrámi señorYvain? -le dice ella'

-Ya está aquí dentro.

-¿Aquí dátrol Rápido, que venga discretamente ahora

q,r" ,oiuy rradie conmigo. Óuidad que no venga nadie más

pues odiaría a esta cuarta Persona'La doncella se retiró y se fue con su huésped sin aparentar

en su semblante la alegiía que sentía en su corazón' sino que

i" Jf " " -i

*nor Yvaá qui su señora sabía que ella lo había

cobijado allí dentro Y añadió:

-Mi senor Yvain, por Dios, ya no es necesario guardar se-

creto pues ya se ha divulgado y mi señora sabe que estáis

aqui; ior elio me insulta, me odia y discute conmigo' Pero

-'. hu'pro-"tido que si os llevo ante ella no os hará ningún

dano ni mal. Creo que no os perjudicará en nada excePto en

una cosa y no os quieto mentir porque sería traicionaros: o§

quiere tener en su prisión y no sólo quiere tener el cuerpo

sino que el corazón tampoco esté libre'

4.Elcastillodel¡udine ]:-'-r'¡')ilr óg

-En verdad -contestó él- que bien lo deseo y no me seránada penoso pues en su prisión quiero estar.

-¡Y lo estaréis, por mi mano derecha que os tiene sujeto!Ahora venid, pero por mi reputación comportaos ante ellatan humildemente que no os haga la prisión más dura. Perono os inquietéis por esto pues no creo que tengáis una pri-sión demasiado penosa.

La doncella se lo lleva y tan pronto le atemoriza como letranquiliza y le habla encubiertamente de la prisión en don-de está encerrado, porque no existe amigo que no sea prisio-nero y por esto es apropiado que se le llame prisión porqueel que ama está en prisión. La doncella lleva de la mano a miseñor Yvain hacia donde se le amará tanto. Teme ser malacogido y no es sorprendente que tema esto.

Encontraron ala dama sentada sobre un almohadón ber-mejo. Os aseguro que mi señor Yvain sintió mucho miedo alentrar en la habitación y encontrarse ante la dama que no ledirigió la palabra. Por esto tuvo tanto miedo y se asustó,porque creyó haber sido traicionado. Permaneció algo ale-jado hasta que la joven le gritó:

lMaldita sea quinientas veces eI alma que lleva al apo-sento di una bémZar"".1gl,_.ffi.: ' -*.'qygtq-q9"I'9I'-ils,leqenih,os.glliuicio.¿g*g*ra***

Tias estas palabras le sacudió por el brazo y le dijo:-Acercaos caballero yno tengáis miedo de que os muerda

mi señora; buscad mejor la pazyla concordia y yo rogarécon vos para que os perdone la muerte de. ¿q.c]q!ps el [ojo,qug§Ie§u§gnge-_

Sin demorarse mi señor Yvain juntó las manos, cayo derodillasyle dijo como verdadero amigo:

-En verdad, señora, que no os pediré favor sino que os

agradeceré cuanto me hagáis pues nada que venga de vospuede disgustarme.

-¿Nada, señor? ¿Y si os mato?

-Señora, os daré las gracias; no me oiréis decir otra cosa.

,/

Page 21: El Caballero Del Leon

iI

70 Et Caballero del León

-Nunca oí algo igual, pues deseáis Poneros completa-

mentebajo mi páde.io sin que os fuerce a ello'

-Señoia, no hay fuerza tan poderosa' y no miento' como

esta que me ordena consentir por entero avuestros deseos'

Ño,"'rno ttu."r nada de lo que gustéis mandarme y si pudie-

ra reparar la muerte con la qué os he hecho un Sran mal' lo

haría sin discusión.- --¿CO*oi -dijo ellá-. Decídmelo y os libraré de la repara-

.iO.r".le.uro ro me hicisteis ningún mal al matar a mi señor?

-Senora -le contestó-, Por vuestra gracia' ¿qué mal hice

I ¿"i*a"t^e cuando vuástro señor me atacó? Si un hom-

;;;;i";. matar o hacer prisionero 1

o*o I:l q."e se defien-

de lo mata, decidme' ¿ha cometido alguna falta?- -No, si se mira conjusticia, y pienso que no me servirá de

nada haceros matar' Pero -t"hó me gustaría saber de dón-

de os viene la fuerza que os impuls{gceptar mis deseos sin

réplica. Os libro de toda culpa y maldad pero sentaos y con-

taáme cómo habéis sido sometido'

-Señora -le dijo-' esta fuerza viene de mi corazón que os

tiene a vos; y en Ái corazón se ha introducido este deseo'

-¿Y quiéí lo ha puesto en el corazón' buen y dulce amigo?

-Señora, mis ojos.

-Y en los ojos, ¿quién?

-La gran belleza que en vos vi'-Y la belleza, ¿qué mal ha hecho?

-Thn grande, t"ño.u, qt'" -e ha hecho amar'

-¿Amar? ¿Aquién?-Avos, querida señora'

-¿Amí?-Así es, en verdad.

-¿Enverdad? ¿De qué modo?

-b" tal modo-que no lo puede haber mayor; de tal modo

que mi corazírt'no ," "putiu

de vos y no encuentra lugar en

Ji.o ,itio; de tal modo qt'" to puedo pensar en otra cosa; de

tal modo que me entrefo u uoi d"l todo; de tal modo que os

4. EI castillo de Laudine 71

amo más que a mí mismo; de tal modo que si os place, tantome da morir o vivir porvos.

-¿Os atreveríais a haceros cargo por mí de la defensa de lafuente?

-Sí, señora, contra todos los hombres.-Pues sabed que ya estamos de acuerdo.

¡J así tan rápidamente se han puesto de acuerdo!La dama, que antes había reunido a sus barones, le dijo al

caballero:

-Vamos a la sala en donde está la gente que me ha aconse-

EdgJ *t".iiado atomár partido ior la necesidad que venen ello; y lo haré porque lo necesito. Aquí mismo me entre-

_go.a vos pues no debo rehusar como esposo a un buen caba-llero e hijo de rey.

Así tan pronto se ha realizado Io que Ia doncella se habíapropuesto y mi señor Yvain es más dueño que lo que se pu-diera contar y decir. La dama lo llevó con ella a la sala que es-taba llena de caballeros y de servidores. Mi señor Yvain teníaun aspecto tan gentil que todos le miraban maravillados;ante su presencia todos se levantaron, se inclinaron y saluda-ron a mi señor Yvain y pronosticaron:

-Éste es el que tomará por esposo mi señora; malditossean los que lo impidan porque parece un prohombre excep-cional. Verdad es que la emperatriz de Roma se casaría muya gusto con é1. Si él ya se hubiera comprometido con ella yella con él dándose las manos Ia podría desposar hoy mismoo mañana.

Así hablaban todos en corro. Al fondo de la sala había unbanco en el que se fue a sentar la dama para que todos pudie-ran verla. Mi señor Yvain hizo ademán de sentarse a sus piespero ella lo levantó y luego ordenó a su senescal que tomaraIa palabra y que fuera oído por todos. El senescal, que no eralento ni tartamudo, dijo:

-Señores, se nos viene encima una guerra. No hay día enque el rey no se equipe haciendo todos los preparativos para

Page 22: El Caballero Del Leon

72 El Caballero det León

venir a asofar-ngg9l-¡-ps tle¡r.fos.r.Antes de que transcurra unaquincena quedarán comgletamente devastadas si no tene-mos un buen defensor. Aún no han nasl{o siqtg-ag11s s¡1§ro¡ilé§4fqug f",_9"no* !Ñ@@por"orót.os s.r."'-rido ha muerto y esto le apena. Ahora no posee más que unatoesa de tierra quien poseía el país entero y tan bien lo gober-naba. ¡Es una gran desgracia que haya vivido tan poco! Lamujer no puede llevar el escudo ni atacar con Ia lanza peropuede resarcirse de esto y fortalecerse si toma un buen espo-so. Nunca tuvo mayor necesidad de ello; aconsejadle, pues,todos a que tome señor para que se mantenga la costumbreque ha habido en este castillo durante más de sesenta años.

Después de estas palabras todos dijeron al unísono queles parecía muy conveniente y se acercaron hasta sus pies de-mostrándole un gran afecto. Ella se hizo de rogar de aquelloque mucho deseaba hasta que al fin, como si fuera a pesarsuyo, concedió lo que en verdad haría aunque alguien se loprohibiera, ydijo:

-Señores, puesto que os place, este caballero que se sientaa mi lado mucho me ha rogado y mucho me ha insistido.Quiere defender mi honor y estar a mi servicio y yo se loagradezco yvosotros agradecédselo también. Es cierto quenunca le había visto pero había oído hablar mucho de él: es

hombre de alto rango pues es hijo del rey Urien. Además detan gran nobleza tiéné tanta vaientía, tanta cortásía y pru-dencia que nadie debe desaconsejármelo. Creo que todoshabéis oído hablar bien de mi señor Yvain y es él el que mequiere por esposa y yo tendré el más noble señor el día enque se comprometa conmigo.

Todos dijeron:-Si obráis pru4enteqgte-_no;asará d9 hoy sin qqe cele-

,bféfS g! matrimonio: Lien r-recig gs e. que rgt!as-1 una sola

.t ofg_e¡!i-.sl 3!Éqggg es-{gq u-prove gh_o.-

Thnto se lo rogaron que la dama aceptó lo que de todasmaneras hubiera hecho,pues es Amor quien le ordena hacer

4. El castillo de Laudine 75

§1o..!-1 1 u 19

-9$g.p-'9". *p Lqbgs io -n,

y 9-o r.9 eJg ; y más h o n rad ase slente cuando tiene el consentimiento de su gente. Losruegos no le molestan en nada sino que la -.r"u"r, e impul_san a hacer el deseo de su c orazón.Eliaballo fogoso cuandose le espolea va más rápido.

Page 23: El Caballero Del Leon

5, Boda deYvaín y Laudine

nte todos sus barones la dama se dio a mi señorYvain. De la mano de un capellán de su corte mi señor Yvaintomó a Laudine de Landuc, hija del duque Laudunet, dequien se canta un lai. Aquel mismo día, sin aplazarlo más, latomó por esposa e hicieron sus bodas. Hubo allí muchas mi-tras y cruces pues la dama había convocado a sus obispos y a

sus abades. Hubo mucha alegría y felicidad, hubo muchagente y riqueza,más de la que os podría relatar por muchoque me ocupara de ello y por eso prefiero callarme que decirsólounpoco.

-$bgf f ¡1r-i9gr-r.o..r.Yv3!.1r-9s-"lpSIgtySl.g¡t¿g.toe§llqlytd"-do deljo.do. El que*le qrató se hlcqsadqg.qgsu_ryujejy_jun-

!gsseec-qesjg¡i"vl+§"99[t9§.1llrgtr.y-?p-rgsbn gásdJiya. que

- logueEpre.ciarou. al.m. gef-tp,Les sirvieron de lo mejor en las bodas que duraron hasta

la vlspera del día en que llegó el rey a la maravilla de la fuentey la grada; con él iban sus compañeros pues todos los de sumesnada le acompañaban en esta cabalgada, ni uno solo se

habíaquedado. Y mi señor Keus decía:

-¡Ay! ¿Qué le ha pasado ahora a Yvain que no ha regresa-do y que se jactaba después de comer que iría a vengar a su

s. Boda deYvainy l"audine

hcus . x.¡ ¡':' .l

¡ r. I l1a75I ..1\r,r,

primo? Bien se ve que dijo esto después del vino. Adivinoque debe de haber huido porque no se hubiera atrevido avenir aquí ni tan sólo para echar una ojeada. Con muchoorgullo presumió de esto y es muy osado quien se atreve aalabarse de lo que nadie le aplaude y no tiene más testigosde su vanidad que sus mentirosas alabanzas. Entre el cobar-de y el valiente hay una gran distancia porque el cobarde al-rededor del fuego no para de hablar de sí mismo y cree quetodo el mundo es tonto ypiensa que nadie se da cuenta. Elvaliente estaría muy molesto si oyera hablar a otros de sushazañas Y, sin embargo, estoy de acuerdo con el cobardeporque no se equivoca: é1 se alaba y él se envanece pues noencuentra quien mienta por é1. Si él no habla así, ¿quién lohará? Todos callan, incluso los heraldos cuando proclamanpúblicamente a los valientes y echan al viento a los cobar-des.

Así habló mi señor Keus y mi señor Gauvain contestó:

-Piedad, mi señor Keus, piedad. Si mi señor Yvain no estáaquí ahora, no sabéis en qué dificultad se encuentra. Nuncase envileció ultrajándoos, pues posee excelente cortesía.

-Señor -le contestó Keus-, rie callo y hoy ya no me oiréi\hablarmásporqueveo que os molesta. I

Elrey, para contemplarlalluvia derramó elbacínlleno deagua sobre la grada bajo el pino y en seguida llovió muy re-cio. No pasó mucho tiempo antes de que mi señorYvain en-trara en el bosque armado de pies a cabezay acercándosemás rápidamente que si fueraagalope sobre un caballo muygrande y robusto, fuerte, valiente y rápido. Mi señor Keussintió el deseo de reclamar la batalla para sí pues, cualquieraque fuera el final, siempre quería empezar los combates y lasjustas, de lo contrario se encolerizaba mucho. Apeló al reydelante de todos para que le permitiera entablar estabatalla:

-Keus -le dijo el rey-, ya que os placeyme lahabéis pedi-do el primero no debe seros negada.

Keus se lo agradeció y montó.

I

74

Page 24: El Caballero Del Leon

777ó

'\'¡lrh 9t entur¡\te ian ll ¡ i,¡',.'

El Caballero del León

Muy contento se pondría mi señor Yvain si pudiera cau-sarle un poco de vergüenza y muy a gusto lo hará porque loha reconocido por sus armas. Coge el escudo por los braza-les y Keus el suyo y la emprenden el uno contra el otro,picando a los caballos y bajando las lanzas que llevaban em-puñadas. Las alargan un poco sosteniéndolas por las empu-ñaduras y cuando se encuentran se encarnizan en darse ta-les golpes que rompen a la vez sus lanzas y las hienden hastael puño. Mi señor Yvain le asestó un golpe tan fuerte quedesdela silla Keus dio unavolteretayelyelmo golpeó entie-rra. Mi señor Yvain no le quiso hacer más daño y desmontóy le tomó el caballo. Esto gustó mucho a los que allí lo pre-senciaban yhasta hubo alguno que dijo:

-¡Ay, ay! Mirad cómo habéis caído vos que despreciabaisa los demás! Y, sin embargo, es justo que se os perdone estavez para que no os ocurra nunca más.

Mientras, mi señor Yvain se llegó ante el rey llevando elcaballo por el freno para entregárselo yle dijo:

-Señor, tomad este caballo, pues obraría mal si retuvieraalgo que os pertenece.

-¿Quién sois? -le dijo el rey-, pues al momento no os re-conozco, si no oigo vuestro nombre y no os veo desarmado.

Entonces mi señorYvainle dijo su nombreyKeus sellenóde vergüenza y quedó consternado, mudo y aniquilado por-que le había acusado de haber huido. Pero los demás estánmuy contentos y demuestran gran alegría al ver la gloria delcaballero. Hasta el rey demostró gran contento, pero mi se-ñor Gauvain se alegraba cien veces más que nadie, puesamaba más su compañía que la 4q otro cakülgro.

El rey le ruega insistentemente que si le place le expliquetodo lo que le había sucedido, pues tenía gran deseo de sabertoda su voluntad y le conmina a decir la yerdad. El caballeroles relató todo y también la fidelidad y la bondad que la don-cella demostró con él; en ningún momento cambió ni unasola palabra ni se olvidó de nada.

5. Boda deYvain y Laudine

Luego rogó al rey que él y todos sus caballeros fueran aalbergarse con é1, pues gran honor y alegría representarla sise albergaran allí. El rey le dice que lo harán con muchogusto durante ocho días enteros y le demostrará su amor y

-

su alegría estando en su complñía. Y mi señor Yvain se loagradece.

Y sin demorarse más, montaron y se fueron hacia el casti-llo por el camino directo. Mi señor Yvain envió por delantede la comitiva a un escudero que llevaba un halcón grulleropara que no sorprendieran a la dama y para que su genteadornara sus casas para honrar al rey. Al oír la dama la noti-cia de que el rey venía hacia allí tuvo una gran alegría y nohubo nadie que al oírlo no estuviera contento ni le importa-ra. La dama les rogó encarecidamente que fueran todos alencuentro del reyyninguno protestó nirefunfuñó, deseososcomo estaban de hacer su voluntad.

Al encuentro del rey de Bretaña van todos montados enffi

sranoes caDallos espaffilG -ñálüláfi-ñüíffi moffi'sa-

r:¡,,4-{-:tu,é.*+.--.*./&:a. --'- q* .-"F. l,_.,,

Ells:l-'sffi Flpllmeror-áijpiÉ:a¡:od6-s"u{éii}l¡¡-ciendo:-"I¡iiiinvenida

sea esta comitiva llena de tan nobles caba-lleros! ¡Bendito sea el que la conduce y tan buenos huéspe-des nos da!

Y en honor al rey el castillo resuena por la alegrÍa que lesha proporcionado. Sacaron las telas de seda y las extendie-ron como ornamento ycon los tapices pavimentan las callespara el rey, cuya llegada esperan. 4ún^rcp1r.^1"1.9!L?-qpSa!rt§-.*Ilg" lqt calles con corti-naj9s pai"p¡glggSf

"l r.gygEl

sol. < DF r

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Campanas, cuernos y trompetas resuenan por el castillotan fuerte que no se oirían los truenos de Dios. En su honordanzan las doncellas y suenan flautas y violas, panderos,tímpanos ytambores; en otro lado dan saltos los ágiles jóve-nes; todos se esfuerzan en demostrar su júbilo y con estafiesta reciben a su señor tal como debe ser.

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Page 25: El Caballero Del Leon

78 El Caballero del León

La dama está fuera vestida con un traje imperial, túnicaadornada de armiño nuevoyen la cabeza una diadema cua-jada de rubíes; su rostro no reflejaba dolor, sino alegría,ymostraba una sonrisa que la hacía, en mi opinión, más bellaque una diosa. A su alrededor se apretó la multitud diciendotodos, uno tras otro:

-¡Bienvenido sea el re¡ el señor de los reyes y de los seño-

res de este mundo!No pudo el rey contestar tantos saludos y vio venir hacia

él a la dama para sostenerle el estribo pero no quiso esperar-

la y se apresuró a desmontar;y al momento que la vio, des-

cendió yla dama le saludó diciéndole:

-Sea cien mil veces bienvenido el rey mi señor y benditosea mi señor Gauvain, su sobrino.

-Y quevuestra persona, bella criatura, tenga alegríayfeli-cidad -le contestó el rey.

Luego el rey, como hombre cortés y noble, la abrazóto-mándola por el talle y ella a él le dio un apretado abrazo. Mecallaré la bienvenida que les hizo a los otros, pues nunca oíhablar de nadie tan bien acogido, tan honrado ni tan obse-quiado. Os contaría mucho acerca de los festejos si no temie-ra desperdiciar mis palabras; sólo quiero tener un breve re-cuerdo de la entrevista que tuvo lugar en privado entre lalunayel sol.

-¿§e!ÉMessfug§JLo_de&_s_93!3¡l9fpS-fel m¿s fenpmbrado de gb&gdeb-e_ qer llallgdlr.s§ol»., Lo digg por m! qeno_r §?py1[.q.qgilslqlle Le c$all-9{q.ggr-o;-l-qglC9-bgetelg§}ltend9§g§

iqv-ory4!!u4qs&d*Satg&glo-s*lur'e.§-P-q.-4el4cseex-f 11{.eJlbggÍl_g13,,,3ggyp*ll.aggp.eqú-nigagIl.c-{r.IÁs3ren-

--4ggr.u*.qqr4J.-c"qr!9"§f "q¡JnsJs-d¡eq-s4s-qsecss4§-§ug¡e!

de ah gr_1-s_e¡é. §Ei d4m+,-Gracias, caballero -lecontestóella. \Y así los dos conversaron cariñosamente mientras los de- \

más se entregaban al amor, pues de las noventa damas que Ihabía allí no había ninguna que no fuera bella, gentil, noble, igraciosa, digna y sensata y de alto linaje. Con ellas los caba- [lleros pudieron solazarse, abrazarlas, besarlas, conversar Icon ellas, mirarlas y sentarse a su lado: por lo menos tuvie-)ron esto.

s. Boda deYvainy Laudine 79

mándolqgmiges"src¿oJgsge-[gh"a.bit-lüTedgéeleJLus*gc.su compañ,ere y 3ni&a;§.sr_ellp éJ xperc*esp. s.g§ds¡g Ella,por su parte, le relató cuántos esfuerzos tuvo que hacer paraconvencer a su señora de que tomara a mi señor Yvain pormarido y cómo le protegió de caer en manos de los que lebuscaban: ¡estaba entre ellos y no le veían! Mi señor Gauvainse rió mucho delo quele contó,yledijo;

-MU-oyegdlrnq, ¡+q -eltrego.a vos y me pongg a vqgstroservicio sin reserva Eogro caballero que soy; no me prefiráisa 9"Iro-sinq creéi.s gan-a.r-en e-l qambio; s-oyvuestro y.a_p-artir

toconlaspalüe§.93fi$_o_9§y-ppntgse.bgdgEllg-élbqd":

-rnri{q.Con gran alegría transcurrió el tiempo, toda una semana

en la que hubo quien se paseó por bosques y riberas; y quienquiso ver la tierra que mi señor Yvain había conquistado ca-sándose con la dama, pudo pasearse por los castillos que ha-bla en dos, tres o cuatro leguas a la redonda.

Cuando el reli consideró que se había quedado muchotiempo no quiso alargarlo más y ordenó preparar su parti-

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ñóñ.t re¡gplffsjlg pglgqg §9 llqr.'_q Frql..

La doncella se llamaba Lunete y era una graciosa moreni-ta, muy inteligente, avispada y amable. Entabló gran amis-

una dama es tan cortés

tad con mi señor Gauvain, que mu.t tlgs$ggy_g*9,!g- -,

Page 26: El Caballero Del Leon

ü 80 El Caballero del León

,i * da. Durante aquella semana todos habían rogado y suplica-I -i: do con todas sus fuerzas a mi señor Yvain para que les acom-:! 3 pañara.

c. | -¿Cómo? ¿Vais ahora a ser de estos que valen menos a

"^ * causa de sus mujeres? -le decía mi señor Gauvain-. ¡Por-fl! Santa María, maldito sea el que se casa para empeorar!* 4'

Quien tiene a una bella dama por amiga o por mujer debe2¿- | mejorar, pues no es justo que ella le ame cuando su renom--I -, bre y su mérito declinan. Ciertamente, si valéis menos la-2 | ^"Áturéis

su amor aún más porque la mujer rápidamentea - repone su amor y no se equivoca al despreciar al que ha em-.É ei peorado cuando es el señor del reino. Sobre todo ahora ha'i ; d" aumentar vuestra fama. Romped el freno y el cabestro, y

§ . vos y yo iremos a los torneos para que no se os llame celoso.Ya no debéis soñar más, sino frecuentar los torneos, entablar

, combate y justar con dureza aunque os cueste. iSue4a dema-

{, siado el que no se mueve de donde esIlit ss aÚ;;lutamen6*necesario que vengáis, pues yo estaré en vuestra enseña.Buen compañero, mirad que no desaparezca nuestra com-pañía que por mi parte no os faltará nunca.

»Es asombroso que se aprecie el placer que siempre dura.Se hace bien en demorarlo, pues una breve dicha que se re-trasa tiene un sabor más dulce que una mayor que se sabo-rea rápidamente. El gozo del amor que se retarda se parece altronco verde que arde y da un calor mayor y que dura máscuanto más tarda en encenderse. Uno se puede acostumbrara esto pero es muy costoso deshacerse de ello y cuando se

quiere, no se puede hacerlo.»No lo digo por esto, pues si tuyiera tan bella amiga como

la vuestra, señor compañero, ¡por Dios y por todos los san-tos!, muy a pesar mío la dejaría. Creo que haría una locura.

¡Hayquien dabuenos consejos alos demásyno sabríaacon-sejarse a sí mismo, igual que los predicadores que son unosviles mentirosos al enseñar y predicar el bien que ellos notienen intención de realizar!

Mi señor Gauvain le repitió tantas veces estas palabrasytanto insistió que él le prometió que se lo diría a su mujeryque se iría, si pudiera conseguir permiso. Sea una locura oalgo sensato no dejará de pedir autorización para volver aBretaña. Llamó aparte a la dama, que no se percataba denada,yledijo:

- -Mi muy querida señora, vos que sois mi corazón y mialma, mi bien, mi gozo y mi salud, concededme un don porvuestro honor ypor el mío.

En seguida se lo concedió la dama, pues no sabía lo que lequería pedir y dijo:

-Buen señor, me podéis mandarlo que gustéis.E inmediatamente mi señor yvain le pidió permiso para

acompañar al rey y participar en los torneos para no sei lla_mado cobarde. Ellale contestó:

-Os concedo licencia para un tiempo determinado; p".los aseguro que el amor que os tengo se convertirá en odio si I

sobrepasáis elplazo que os daré. Sabed que mantendré mi ipalabra, si mentís yo diré la verdad. Si queréis conservar mi )amor y me queréis más que a nadie pensad en volver dentro !de un año por lo menos, ocho días después de San Juan, hoy

¡

mismo es la octava. Si aquel día no estáis aquí conmigo, mi,amor os dará «jaque mate».

Mi señor Yvain lloró y suspiró tan fuertemente que ape_nas pudo decirle:

- -Señora, este plazo es muy largo. Si yo pudiera ser una pa-loma siempre que quisiera estaría con vos *.ry

".rr"rt',áo.Y ruego a Dios que si le place, no permita que tarde tanto.Pero quien piensa en volver en seguida no sabe lo que suce-

{grá; yyo ro ré que me ocurrirá, si me retendrá algrin impe-dimento de enfermedad o de cautiverio. Habéis obradoln-justamente al no pensar por lo menos en un impedimentodemicuerpo.

-Señor -dijo ella-, lo admito; y sin embargo os prometoque si Dios os preserva de la muerte no os espera ninguna

5. Boda de Yvain y Laudine 81

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Page 27: El Caballero Del Leon

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89 E[ Caballero del León

dificultad mientras os acordéis de mí. Ahora poneos en el

1le-do_este anillo,mío gge osl.feqtq. O_s_ revelaré, sln rodeos,

cuál es la naturaleza de su p!g{ra, ningún amante fiel y leal

q"" to tteve iiie tré.r,o prisioñe.o ni perderá sangre ni Ieocurrirá mal alguno; quien lo lleva y lo aprecia tiernamentele hace acordarse de su dama y se vuelve más duro que el hie-rro. Será para vos escudo y loriga y nunca lo.quise prestar nientregar a ningún caballero: es por el amor que os tengo Porlo que os lo doy.

Se despidió de ella mi señorYvain ymucho lloró en el mo-mento de partir. Por mucho que le insistieron, el rey no qui-so permanecer por más tiempo, pues estaba impaciente portener preparados Ios palafrenes con los aparejos y los frenospuestos. Desde que lo ordenó, rápidamente lo hicieron: sa-

caron afuera los palafrenes y sólo faltaba montar en ellos.

¿Debo contaros la partida de mi señor Yvain y los besos

que recibió mezclados con lágrimas yembalsamados de dul-zura? ¿Y qué os diré acerca del rey? ¿Cómo le acompañan ladama y sus doncellas y también todos sus caballeros? Thrda-

ría demasiado si lo hiciera. EI rey ruega a la dama que lloraque no se quede allí y vuelva a su residencia; se lo ruega taninsistentemente que ella, con gran disgusto, se vuelve llevan-do consigo a sus gentes.

ó. Las aventuras deYvain

i señor Yvain, muy a su pesar, se separó de la damapero su corazón no se alejó de ella. El reypuede llevarse elcuerpo pero no se llevará nada del corazón, porque éste se

queda tan unido al corazón de la que se queda que no tienepoder para llevárselo. Sin el corazón el cuerpo no puede vi-vir de ninguna manera y si el cuerpo sobrevive sin el cora-zón es un prodigio nunca visto. Este prodigio le ha sucedidoa mi señor Yvain que vive sin el corazón que había en é1, puesno ha querido seguirle. El corazón ha encontrado hermosaresidencia y el cuerpo vive con la esperanza de volver al co-razón. De una esperanza extraña tiene hecho el corazónquien a menudo traiciona y falsea sus promesas y creo queno conocerá el momento en que le traicione su esperanzaporque si rebasa un solo día el término que han fijado jun-tos, difícilmente obtendrá de su dama tregua o paz. Y estoy

_-§gggro que lo rebasará porque mi señor Gauvain no le per-mitirá alejarge de su compañía, ya que juntos se fueron a to-dos los luga¡es en que había torneos.

El año transcurrió deprisa y durante todo el año mi señorYvain fue tan valiente que mi señor Gauvain se esforzó enhonrarlo y esto le hizo retrasarse tanto que pasó el año ente-

83

Page 28: El Caballero Del Leon

84 El Caballero del León

ro y buena parte del siguiente hasta que llegó la mitad de

agosto cuando el rey reunió su corte en Chester.

La víspera regresaron los dos de un torneo en el que había

participádo mi señor Yvain y había conseguido todos los

premiol. Y como creo que dice el cuento, ambos caballeros

decidieron que no se alojarían en la ciudad y montaron su

pabellón fuera del recinto y allí establecieron su corte sin

ácercarse a la corte del re¡ sino que el rey fue a la suya porque

con ellos estaba mayor número de caballeros ylos mejores'

El rey Artús se sentó entre ellos: y entonces Y-vail¡ sq Pqso

aBc¡r§ar,p.uesdesdequc"s-ebghgg§Igdid-o.desuse4sttlglehabíaabordadounBengq¡lientocomoé-s1e;yse-drgp.e1-

-&-cjasllsJ&-dc-qusha.b--íafaltedge§-u¿{gg.Ie"§aysolrepa-sa--do elplaz.o. Con gran esfuerzo podía contener sus lágrimas,

sólo le ayudaba a ello la vergüenza.

Pensó durante mucho tiempo, hasta que apareció una

doncella que venía directamente hacia ellos cabalgando con

rapidezsobre un palafrén negro manialbo. Desmontó ante

su pabellón sin que nadie le ayudara ni le cogiera el caballo'

Asi que vio al rey dejó caer el manto y sin él entró en el pabe-

[ónlss-p.resentó q¡nte- 9! rey y lgq 4Ú-oiggCq reñ-ora saludaba

-al rey y a mi señor-Gauvein-¡f + tg4gS-losdemás, excePto a

*Yvain, el desleal, el traidor, el mentiroso, el impostor gue la

había engañado y decepcionadorBien había visto ella su en-

gaño y cuando él se hacía pasar Por un verdadero enamora-

áo no era más que un traidor, un impostor y un ladrón' Este

ladrón ha seducido a su señora que no sospechaba ningún

mal y no podía imaginar que en modo alguno le pudiera ro-bar su corazón. Pues los enamorados no roban los corazo-

nes y sólo se llama ladrones a los que van engañando en

amor o no entienden nada de ello' El amigo toma el corazón

de su amiga pero no se lo roba, sino que se lo guarda para

que no se lo roben los ladrones con apariencia de prohom-

bres. Éstos son ladrones hipócritas y traidores que se esfuer-

zar. enrobar corazones que no les importan nada; pero el

'r¡ t\r' ,''f '')'1_'l

ó. LasaventurasdeYvain 85

amigo a donde quiera que vaya tiene al corazón en gran esti-maylo devuelve.

-Mi señor Yvain ha matado a mi señora porque ella creíaque él le guardaba su corazón y se lo devolvería antes de quepasara el año. ¡Muy olvidadizo has sido Yvain, al no acordar-te que debíais volver a mi señora antes de un año!; ella te diodeplazo hasta el día de San fuan y tú la desdeñaste tanto queno te volviste a acordar de ella. Mi señora, en cambio, marcóen suhabitación todos los días ytodos los instantes porque elque ama está ansioso y se pasa todas la noche sin poder con-ciliar el sueño, contando y sumando los días que vienen y se

van. ¿Acaso sabes tú lo que hacen los amantes? Cuentan lasestaciones ylos instantes. Su queja no es disparatada ni pre-matura ¡ si digo esto no es para pedir justicia, sino para deci¡que nos ha traicionado quien te desposó con mi señora.

»¡Yvain, no le importas ya nada a mi señora y me envía a

decirte que no vuelvas con ella ni lleves su anillo nunca más!Por mí, a quien ves ante tus ojos, te ordena que se lo entre-gues: ¡devuélveselo, tienes la obligación de hacerlo!

Yvain no pudo contestarle, pues le faltaron las ideas y laspalabras. La doncella se adelantó y le quitó el anillo del dedo,luego encomendó a Dios al reyy a todos los demás, excepto aaquel al que dejaba en tan gran aflicción. Su dolor aumentóde repente; todo lo que oía le producía malestar y todo lo queveía, tristeza. Desearía huir, solo, a un país.tan salvajgsgg frqpgüe11l encalguno; que nadie supiera de é1, como si estuviera en el in-fieiño.'Á nadie odiá tanto como a ií mismo yno sabe quiénIé puecle consolar de haberse dado él mismo muerte. Prefe-rir?a perder la razón que.no poder vgnggrse de si miiiiro foitrami¡¿ ;r;¿u aiado ia'fericidad.

9e aparta de do¡rde estiín_reunidos los barones_porquetemeperderla razón en sucompañía. Y como ellos no se_hgn

percatado de nada, le dejan irse solo pensando que no le in-íeresan ni sus conversaciones ni su mundo.

Page 29: El Caballero Del Leon

7, La locura de Yvain

su casita. Sin embargo, el buen hombre, por caridad tomópan y agua clara y los sacó a la parte exterior de su casa poruna estrecha ventana. Y él con gran avidez se acercó, tomó elpan ylo mordió. Pensó que nunca había probado ningunota-n duro y áspero; el sextario de grano con el que se había

-lrccho el pan no había costado ni cinco sueldos, pues era másamargo que la avena de cebada mezclada con paja y por esta

&Zérr-g9tebS erlmohecido y seco como una corteza. Pero elhambre le acució y obligó tanto que a jalea le supo el pan, yaque un hambre desmesurada y excesiva sazona cualquier co-mida. Mi señor Yvain se comió todo el pan del ermitaño y lesupo bien y luego bebió el agua fresca del pote. Cuando aca-bó de comer se volvió de nuevo al bosque para buscar cier-vos y ciervas. Mientras, el buen hombre bajo su techo, al ver-lo partir rogaba a Dios que le protegiera y guardara para queno volviera allí otra vez. Pero no hay nadie por poco juicioque tenga que no vuelva muy a gusto al lugar en donde se Ieha hecho algún bien. Mientras estuvo dominado por estefrenesí no pasó un día sin que llevara a la puerta del ermita-ño alguna bestia salvaje. Desde entonces ésta era la vida queIlevaba: el buen hombre desollaba y cocía la caza,y el pan yel cántaro de agua estaba siempre en la ventana para saciar al

Jurioso; y éste tenía para comer carne de caza sin sa! y glnpi-mienta y para beber el agua fresca de la fuente.-Y_ el buenhombre se ocupaba de vender las pieles y comprar pan de

.cebada y de avena u otro grano, y así mi señor Yvain tenía

- toda su ración: todo el pan que quería y caza.Esto duró hasta un día en que dos doncellas y la dama a la

qué acompañaban y de cuya casa eran le encontraron dur-miendo en el bosque. Una de las tres desmontó y corrióhacia el hombre desnudo que apareció ante su vista: lo con-templó detenidamente sin ver en él nada que le hiciera reco-nocerlo ¡ sin embargo, por haberlo visto tantas veces hubie-ra tenido que reconocerlo en seguida si hubiera estadovestido con el rico atuendo que solía llevar. Tardó mucho en

87

7. Lalocura de Yvain

I Y I i."ño-r Y1'qin and¡rvo errqq¡e hasta alejarse de las

ti.lau,t_¿&-lospabellongp.,En1o.399p¡,e*19:ubip-lEcabeVqlnve.tifrán gia"áe que perdió el juicio; romp-eydestroza

¡gqlr.ttid"."iy hqyg por los campos y cultivos dejando

i!"¡g!o-na{a a su gente que se Preguntan en dónde puede es-

-tur. ñ uu" busfando- p-o-¡-tqdlts.partes, por los alojamientos

áe los caballeros, por los setos y por los jardines; pefp te-b-q-q-

. can por donde no está. Mientras, él va huyendo rápidamente' has.tg encontrar al lado de un cercado a un muchacho que

ff.uuUu un arco y c-inco flechas emplumadas muy anchas y

coitantes. Tuvo el juicio suficiente Para acercarse al mucha-

iño y arrebatarle el pequeño arco y las flechas que llevaba en

la mano. No se acordaba de haber hecho antes otra cosa'

¡áñi ,"iitu.tiiut .n .r uotque, las mata y se come la caza

§*p,Le1ame nte cruda. {.Hacía ya tiempo que ylvía-gr el bosque como un hombre

salvaie v Íoco.,rátdó ."io"f- iu.asá dé un ermitaño, muy

EÜfrl"qGna; yelermitaño roturaba los campos' Cuando

"iá uqu"t-nombre desnudo se dio cuenta, sin dudarlo un ins-

tante;de que no estaba en su sano juicio; estaba convencido

]á9 g"e era un loco y lleno de miedo se metió muy deprisa en

I BÓ

Page 30: El Caballero Del Leon

BB El caballero del león

reconocerlo a pesar de que no dejaba de contemplarle, hasta

que finalmente advirtió una cicatriz que tenía en el rostro;

*bí" .ot ."tteza que mi señor Yvain tenía una herida así en

la cara pues se la había visto muchas veces. Por la cicatriz re-

conoció que era é1, no tuvo la menor duda, pero se preguntó

extrañadá qué le había podido ocurrir para encontrarlo des-

nudo y tan miserable. Estupefacta, se santiguó varias veces

pero no lo zarandeó ni despertó, sino que montando en el

iaballo volvió a donde estaban las otras yllorando les contó

su aventura.No sé por qué me voy a detener a contaros el lamento que

ella profirió; llorando le dijo a su señora:

-Señora, he encontrado a Yvain, el caballero de más reco-

nocido mérito del mundoyel más destacado, pero no séporqué falta le ha venido tanta desgracia al noble caballero; qui-zá ha tenido alguna Pena que le hace comportarse así. Por

una gran desgracia se puede perder eljuicio ybien claro está

qo" t o está en sus cabales, pues no se comPortaría tan vil-mente si no es habiendo perdido el juicio. ¡Ojalá Dios se lodevolviera, ahora en mayor medida que el que antes tuvo yquisiera quedarse para ayudaros! [qg1-{g-{-i-glgg9-9s.h..ela querra os ha atacado con gran durezai0+,?I?afíe.e§!e,glE:

gg,e.-,lf qlq9-dqlcggg¡glhglglPorvuestrolado,siDigg-g.qáiera la buena.sueftq qge él re*cgbrara la razón y se entregl{3

i ryudgqs e-a.vgestra adver§id.gd'

La dama 1.9 pgrl.qqq$

.o-o u rr" *edia legua, ni un paso más, según la longitudde las leguas de este país en el que dos leguas hacen una de

7, La locura de Yvain 89

Y él se quedó durmiendo completamente solo, yella fue abuscar el ungüento. L4 dapa a!,rió uno. de sus coftps"y sacó

-de,él la caja y se la dio a la doncElla roLgiíndqle,q¡&"na.lo_de--rrechara y que sólo le .frotara con él las sienes y ]-4 frgnte,

-pCg§-no h4qía falJp en o!¡gs pSrtqs; {Luq qólo le_ f¡-olg,lag 9!gngs.y guarde el sobrante p-o^rgug.e! mal.qo-lo-_tien-e.qg otfatgga&

-sólo en el ce¡Cb-r_o. Hizo también traer un traje forrado de ve-ros, una túnica y un manto de seda grana; también le traje-ron un palafrén excelente que lo llevaba la doncella con lamano derecha y ella puso de su parte una camisa, bragasmuy finas y calzas nuevas muybien cortadas.

Con todo esto se fue rápidamenteyencontró que arin dor-mía en el mismo lugar en que lo había dejado; puso los caba-llos en un bosquecillo sujetándolos fuertemente, yse acercóal lugar en donde estaba durmiendo con las vestiduras y elungüento. Actúa muy audazmente al acercarse tanto al locoque incluso lo toca y lo mueve: toma el ungüento y le unt4-hasta qusj.n la eaj a n-s qu=edósa¿M.ggsl_e-u,nt4_pgrtodesperlesy_lagasJa.fodo,sin¿cordarse"nijuportarle la prohibicióq de-s-u seño-ra, Ppne.más-del¡esesa:

--99 eonygng¡da de que así [olp99-{A4qr; le frota con él las sie-nes y la frente y todo el cuerpo hasta los artejos; le frotó contanta fuerza bajo el crflido sol en las sienes y por todo el cuer-po que le extrajo del cerebro la rabia yla melancolía. Fue unatontería utilizarlo por el cuerpo, no tenía ninguna necesi-dad, pero aunque hubiera tenido cinco sextarios creo quehubiera hecho lo mismo. Luego se fue llevándose la caja y seescondió cerca de los caballos; no se llevó los vestidos porquequería que si Dios le sanaba el juicio, viera que estaban pre-parados, los cogiera y se los vistiera. Permaneció detrás deun grueso roble hasta que é1, que había dormido suficiente,se sintió curado y restablecido, pues había recobrado el jui-cio y la memoria. Al verse desnudo como una estatua demarfil mucho se avergonzó y más se hubiera avergonzado sihubiera sabido la aventura, pero no sabe por qué está desnu-

)

cra; archarnos ahora mrsmo. Me acuerooñüaió-Ií;áEiATIóí'riáñ"a-aitiñdiñme+-.*---+'-"

las nuestras, y cuatro, dos.

Page 31: El Caballero Del Leon

90 El Caballerodel León

do. Vio ante sus ojos el vestido nuevo y se preguntó con granextrañeza cómo y por qué prodigio había llegado allí aquelvestido; trastornado y avergonzado al ver sus carnes desnu-das piensa que moriría y se sentiría traicionado si alguienque le conociera se encontrara con él y le viera así. Rápida-mente se vistió y miró por el bosque si se acercaba alguien;intentó levantarse y mantenerse en pie pero no pudo dar unpaso; le era necesario encontrar aytrda, que alguien le soco-rriera y le aguantara porque se encontraba tan mal que ape-nas podía mantenerse en pie. La doncella ya no quiso espe-rar más, montó y pasó por su lado como si ignorara supresencia; y é1, que tenía gran necesidad de a¡rda, fuera laque fuera y necesitaba que alguien le llevara a una moradahasta que recobrara sus fuerzas, se esforzó mucho en llamar-la. La doncella, por su parte, miró a su alrededor como si nosupiera qué pasaba; desorientada iba de aquí para allá sinquerer dirigirse hacia é1. Pero él le volvió a gritar:

-¡Doncella, por aquí, por aquí!Y la doncella dirigió hacia él los pasos de su palafrén; con

esta acción le hizo creer que no sabía nada de é1, que jamáslo había visto allí, demostrando prudencia y cortesía.

Al llegar ante él,le dijo:-Señor caballero, ¿qué queréis,llamándome con tanta in-

sistencia?

-¡Ah! -le contestó-, -discreta doncella, no sé por qué {ala-lidad me encuentro eniffi56ñqüe; por Dios y por vuestrap,_ó-Ciuégb como gran favor qr" -"'fr"rtéis o mi concedáiscomo don elpalafrén qugJfsyái§,

-Con sumo gusto, señor, pero venid conmigo a donde medirijo.

-¿Adónde? -ledijo.-Fuera de este bosque, a un castillo que está cerca de aquí.

-Doncella, decidme, ¿me necesitáis?

-Sí -le contestó ella-, pero pienso que aún no estáis deltodo curado; durante quince días por lo menos necesitaréis

7, [¡ locura deYvain 91

reposar; tomad el caballo que llevo a la derecha e iremos alalbergue.

Y é1, que no pedía otra cosa, lo tomó y montó, y se pusie-ron en camino hasta llegar a un puente bajo el cual el río co-r¡ía turbulento y ruidoso. La doncella tiró allí la caja vacíaNde esta manera se excusará ante su dama de lo del ungüento, J

pues le dirá que al pasar por el puente tuvo la desgracia d{caérsele la caja al río al tropezar súbitamente su palafrén y la?caja se le cayó de las manos y por poco no se caÉ ella detrás l

yla pérdida hubiera sido aún mayor. Recurrirá a esta menti- ,,

ra cuando llegue ante su señora. '/

Siguieron cabalgando juntos hasta llegar al castillo; ladama acogió con alegría ami señor Yvainy, cuando estuvie-ron a solas, preguntó a la doncella por su caja y el ungüento;ella le dijo la mentira tal como la había pensado, pues no seatreyía a decirlaverdad; mucho se enojó la dama,yle dijo:

-¡Qué pérdida tan desagradable!, pues estoy segura ycierta de que no se recuperarán, pero ya que así ha ocurridono hay que preocuparse más. Quien piensa conseguir su feli-cidad a veces logra su mal; esto es lo que creí a propósito deeste vasallo, que me daría felicidad y alegría y he perdido elmejoryel más querido de mis bienes. A pesar de ello os rue-go que le sirváis en todo.

-¡Ah, señora!, decís muybien, pues sería una malapasadahacer de una desgracia dos.

Cesaron de hablar dela caja y proveyeron a mi señorYvain de todo lo que ellas pudieron y supieron: le bañaron,le lavaron la cabeza, le afeitaron y rasuraron, pues se le po-dían coger a puñados los pelos de la barba. No hay nadaque desee que no le sea concedido; si quiere armas se lasdan, si quiere un caballo tienen a punto uno grande, her-moso, fuerte yvigoroso. Permaneció allí hasta que un mar-tes llegó al castillo el conde Alier con sus caballeios y servi-d.qr:" y lq. ig c e n 4-i a ro n y_ _s"e"gll"g ?tg Ir. I n me d iat am ente lo sdel castillo montan y visten sus armas; unos con armas y

Page 32: El Caballero Del Leon

92 El caballero del león 7. La locura de Yvain 93

pada para atacar. Cuando se encuentra a un valiente muchilse le debe amar y estimar. ¡Ved ahora cómo se comporta! /¡Ved cómo se mantiene en las filas! ¡Ved cómo se tiñe de Isangre su lanza y su espada desnuda! ¡Ved cómo les estrecha

I

el cerco, cómo les ataca, cómo se precipita sobre ellos, cómo \les esquiva y vuelve otra vez!, pero no se detiene después de {esquivarlos y no tarda al dar la vuelta. ¡Mirad!, cuando se ilanzaen medio de la refriega no estima mucho su escudo, \pues permite que se lo destrocen y no tiene misericordia de l

nada. re u"-ó, muy deseoso de vengar los golpes qo. l" /dan.

»Si alguien hubiera hecho para él lanzas con todo el bos- '

que de Argone, creo que no quedaría ni una esta noche: pues l

todas las que le colocan en la caja del arzón las rompe y pide i

otra. ¡Mirad cuando saca la espada, cómo la maneja! famás \con Durandal hizo Roldán mayor destrucción de turcos en /Roncesvalles ni en España; si tuviera para ayudarle algunos I

compañeros como é1, eltraidor del que nos quejamos s ereú- )raría derrotado o quedaría humillado.

También comentan que en buena hora nació aquella aquien hubiera dado su amor, pues es tan valiente con las ar-mas que destaca entre los demás como el cirio entre las can-delas, como la luna entre las estrellas y como el sol sobre laluna; y todos y todas le aprecian tanto que quisieran al verlotan valiente que se desposara con su señora y tuviera su tie-rra bajo su dominio. De esta manera todos y todas le alaban,y dicen verdad, pues lucha tanto con los que están fuera delcastillo que les hace huir a más y mejor, persiguiéndoles muyde cerca, seguido por sus compañeros que a su lado están se-guros como si les protegiera un muro de piedra dura, alto ygrueso. La persecución duró tanto tiempo que los que hulanse agotaron ylos que les persiguen los despedazan yles des-tripan los caballos. Los vivos ruedan encima de los muertos,hiriéndose, matándose y combatiéndose entre ellos cruel-mente. El conde huyó rápidamente y mi señor Yvain tras é1,

otros desarmados salieron y alcanzaron a los saqueadores

que al verlos no se dignaron huir, sino les esperaron en un

desfiladero. Y mi señor Yvain que había reposado tantoque ya había recobrado sus fuerzas, atacó al grupo y dio un

golpe a un caballero en el escudo con tanto vigor que derri-bO, os to aseguro, caballo y caballero a la vez y éste no se le-

vantó nunca más pues le reventó el corazón dentro de sus

entrañas y se le partió el espinazo. Mi señor Yvain retroce-

dió un poco y volvió a la carga; se cubrió completamente

con el eicudo y se fue galopando para despejar el desfilade-

ro. Más rápidamente que contar uno, dos, tres y cuatro se

le vio derribar a cuatro caballeros en un instante. A los que

con él estaban su ejemplo les enardecía porque hay quien

tiene corazón pobre y cobarde Pero cuando ve que un va-

liente emprende delante de él una gran emPresa, en segui-

da le asaltan el rubor y la vergüenza que echan fuera al po-

bre corazón que tiene en el cuerpo y le da al punto audacia

y corazón de valiente caballero. Así se convierten en va-

iientes y cada uno mantiene muy bien su Puesto en la bata-

llayen el combate.La dama, que había subido en lo alto de la torre de su cas-

tillo, vio los combates ylos asaltos para avanzaryconquistarel desfiladero; vio, también, a los heridos y a los muertos ya-

ciendo en tierra, tanto de los suyos como de los enemigos ymás de los otros que de los suYos.

Y mi señor Yvain, el cortés, el noble, el bueno, los tenía a

su merced igual que el halcón hace con las cercetas. Los

hombres y mujeres que se habían quedado en el castillo ycontemplaban la batalla decían:'

-¡Ahl ¡Quévalienteguerrero! ¡Cómohacedoblegarasusenemigos! ¡Qué rudamente les ataca! Se lanza sobre ellos

como el león entre los gamos cuando le atormenta y le hos-, tiga el hambre; y todos nuestros caballeros ahora son más

, uodu..s y tt ás fieros que ante§, pues si no hubiera sido porl*él no hubieran quebrado ni una lanza ni desenvainado la es-

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Page 33: El Caballero Del Leon

94 El Caballero del León

pues no dudó en perseguirlo. Thnto le acosó que le alcanzó al

pi" d" ,rrru mont;ña Ñupta; y esto ocurrió muy cerca de la

entrada de una fortaleza que era suya.

Allí fue capturado el conde porque nadie Ie pudo ayudar

y.on po."t palabras mi señor Yvain obtuvo su sumisión

tuandó lo tuvo en sus manos y estuvieron solos, frente a

frente, sin que pudiera de ningún modo huir,escapar o de-

fenderse,leluró que se entregaría a ll§gñora de-No-rison, se

haría su priiioneio y según sus condiñnes concertarían la

paz. Cuando él tuvo su palabra le hizo desarmar la cabezay

quitarse el escudo del iuello y que le entregara la espada

áesnuda. Entonces tuvo el honor de conducir prisionero al

conde y de entregarlo a sus enemigos cuya alegría no fue

pequeña.- Ántes de que llegaran al castillo ya se supieron estas nue-

vas y todos y todas=salieron a su encuentro con la señora a la

cabáza. Mi ieñor Yvain tenía asido por la mano al prisionero

y se lo entregó. El conde se comprometió sin reservas a sus

á.r"o, y exigencias y lo confirmó todo con su fe y su jura-

mento con la-s garantías que le aseguró' Le garantizó ylejuró

que siempre ,;abrápazentre ellos, le restituirá sus pérdidas

cuando ella se las muestre con pruebas y reconstruirá de

nuevo las casas que había derribado.

Cuando quedaron fijadas estas disposiciones y la dama

tomó asientá, mi señor Yvain le pidió licencia para marchar-

se. Ella no se la hubiera otorgado si él la hubiera requerido

como esPosa o como amiga para tomarlaydesposarla' Pero

no permitió en modo alguno que le siguierano acompaña-

rari, sino que se fue inmldiatamente sin que de nada valie-

ran los ruegos.Reemprándió el camino dejando a la dama que antes ha-

bía llenado de alegría muy apenada; cuanta más alegría le ha

dado, más le apenay más le aflige que no quiera quedarse'

porque ella le úubieia honrado y si él hubiera querido le hu-

Li"ru he.ho el señor de cuanto ella poseía o le hubiera con-

7. La locura de Yvain 95

cedido por su servicio un gran sueldo, tan grande como hu-biera querido, por cuantioso que fuera. Pero él no quiso es-cuchar los consejos de nadie, ni de hombre ni de mujer, y se

alejó de los caballeros y de la dama que tanto sentían el queno le fuera posible quedarse.

Page 34: El Caballero Del Leon

S. El Caballero del León

B, ElCaballerodelleón 97

-ql-extrs![q_49-LUo]e.-d.l_l"p¡lp_ost¡g"rleh.L"s4t_Seb-ez_4!Sletfqrlgrq§gl¿rg$e:ró-19.§9lgélg¡,esesar¡9,me-

-*n9§-19-P!ld9:-.

otra cosa. entonces

sometía: letendió sus dos e inclinó la cabe-

imas su cara. Bien

animal salvaje que estaba paciendo; el hambreysu naturale-za le indujeron a buscar lapresay cazarla para procurarsesu comida: esto es lo que ordena la naturaleza que haga. Si-guió un instante el rastro y mostró a su señor que había oli-do en el viento el olor de una bestia salvaje. Se paró, le mirópues le quería servir a su gusto; no quería ir a ninguna parteen contra de su deseo. Y él comprendió en su mirada que elleón le dice que le espera; no duda de que si se detiene el leónse detendrá también y si le sigue apresará la caza que ha ol-fateado. Entonces le incita y le grita como si fuera un perrodecazay elleón al momento alza la nariz alviento que habíaolfateado y que no le había engañado, pues apenas ha cami-nado un tiro de arco, ve en un valle a un corzo solitario pa-ciendo. Deseando atraparlo lo consiguió al primer asalto yluego se bebió la sangre aún caliente. Una vez lo hubo muer-to se lo echó a la espalda y lo llevó ante su señor que desdeentonces le tuvo gran cariño ylo llevó en su compañía todos

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Loso v agudo. Se-dirigió haci?-donde h3bía oíd9§u9 PIqve-ría

"t sritt y *a"do lleg( vio e¡r q¡-g-tqg-a un.león al que

ü"ñ-.'piñ"rsáñiÉfr ñitq6ñmi9l[rall"l"e*uu3-toslo-o. Üon ün;iü,rü;eñnte' MñeñdTvailr nó iedetuvom¿É-4.;;ia¡maq;;t;*¡;;"flrriá"llüé¡?ii,li'igo mismo a qg¡én de !99 dg9-a¡u$aria' E4Jo-1c99,4Ío*Su."

Ioéóriéria álieón póiqué a los seiés venenosos y a los trai-

doies sólo se lgS-CSI"g.} gSS¡ mal, y.la serpiente es venenosa y

".ñiñiilr p;;hü;?,'i;n llená de fé{onía está. Mi señor

-Yvain d;iáió que prirtero la matqría a ella; de§envainó la- espada. avanzó v se puso el escudo ante el rostro para que

ü ¡eg,¡. gtaerl-ái?Uá d-e ¡Q gargar,rtl más ancha que una olla

*""g t-g."6t*qla, -§i l¡¡gg9.e!19ó¡ le ataca, no le faltará cgmba-

*ié.rpÉrol puie"to q-ui pás,e después, ahora quiere ayldarle,

pués Pieáad le ruegi y aqons.eja que,socorra y ayude a la

bestia eentil v franca. Ataca ala traidor.a serpiente con §u--óiüáaá"q"".otgüti-l.g.,irttef

bp-a¡tehaspelsusloylacor-@-v"uglv-gerq,lPgth..as!a-quela

desrnenuza y la hece PedgZqp*-Pe¡ole ba sido*pleciso cortar

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za hasta

DoiAüildrque Ie qurere servrryproteger.El león caminaba delante de él y olió en el viento a algún

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Page 35: El Caballero Del Leon

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los días de su vida poi el amor tan grande que le había de-

mostrado.Casi eraya de noche cuando decidió acampar en aquel lu-

gar y desollar el corzo para comer cuanto quisiera' Empreq;

áio ia tarea de desollarlo rajando la piel de encima del costa--

do y le cortó un pedazo de la carne del lomo; hizo fuego con

uná predtq oq-q1¡1y-19 plendió en un leño seco y Puso a asal

s[¡'rii".n"Tq¿gtil¡á-r:g¡19'_"_l-'g.q:ggsgspido;loasóJ¿e¡¿ que-esluisli* ¿t-tj4"-Pet-q Ñ-dEf'utó con la comida

;;-'d; tÑ"$ pan.1i,i"q $ :4r¡i I'leulel¡i cu.ch4ls'

tri§,lra-cosa. Mientras comía, el león estaba echado ante el

sin moverse para nada y sin dejar de mirarle hasta que ya no

p,rdo comeimás. Entonces el león devoró lo que quedaba

iel corzo, incluso los huesos. El caballero apoyó la cabeza en

el escudo durante toda la noche para reposar, mientras' el

león era tan inteligente que le veló, cuidándose de guardar

el caballo que paciáde unahierbaque poco le engordaba'

Por la mañana se marcharon juntos y me parece que Por

el mismo camino que habían hecho la noche anterio6 y así

pasaron los dos caíi una quincena, hasta que Ia aventura les

iondujo a la fuente que estaba bajo el pjno' -

Allimi señor Yvain estuvo a punto de volver a enloquecer

otravezal acercarse a la fuente, a la grada y a la capilla' Milveces se llamó desgraciado y miserable, y cayó desvanecido'

tan grande era suáolor; la espada se deslizó de la vaina in-

troiuciéndosele la punta entie las mallas de la loriga por el

cuello cerca de la mejilla. No quedó malla sin desclavarse y

la espada al cortarle la piel del cuello debajo de la blanca ma-

llahizoquebrotaralasangre.;!!Lel§$g¡-qlle-ég'S¡9lÉ-gt¿-esucompañerqJ-se-[-o-f .estab-qñuiiiq;nunca-oÍgtei§lelatar

i" áiáná. v etiia v siente deieos dé mararse con la espad-4 qu§

: -¿¿a=¿lái"'uliá;;¿; Ia mo"it" d" ,,, buen señor' Le quita

Íáitpáau con los áientes y la acerca a un tronco caído y la'- apof contra un árbol de modo que no se incline y deslice

]'l^,a, -1e :r).-r-Í'\'t.\ -i.'r '.,,'':'. J¡ r'

cuando él la haga chocar.orrtr" so pecho. Iba a realizar sudeseo cuando Yvain se recobró del desmayo; el león detuvola carrera que había emprendido rápidamente hacia lamuerte, como el jabalí furioso que no repara donde embis-te. Mi señor Yvain que de aquel modo se había desmayadojunto a la grada al yolver en sí se reprochó el haber sobrepa-sado el año, porque éste era el motivo del odio de su señorahacia él y dijo:

-¿Por qué no se mata este desgraciado que se ha robado lafelicidad? ¿Qué hago, desgraciado de mí, que no me mato?

¿Cómo puedo quedarme aquíyver esto que pertenece a miseñora? ¿Por qué permanece el alma en mi cuerpo? ¿Quéhace el alma en un cuerpo tan triste? Si hubiera salido de élno se hallaría en tal martirio. En verdad que debo odiarme,insultarmeydespreciarme mucho,yasílo hago. El que pier-de su alegría y su felicidad por una mala acción y por su cul-pa bien debe tenerse odio mortal, debe odiarse y matarse.Y yo,ya que nadie me ve, ¿por qué evito el darme muerte?

¿Acaso no he visto cómo este león manifiesta tan gran duelopor mí que quería con mi espada atravesarse en pleno pe-cho? Y yo que he cambiado mi alegría por dolo¡ ¿debo te-mer a la muerte? La alegría se ha hecho extraña a mí. ¿Ale-gría? ¿Curíl? No diré nada más: nadie sabría contestar a esto,por esto es inútil mi pregunta. Era la alegría mayor de todaslas alegrías la que me estaba reservada; pero me ha duradomuypoco. Y el que la pierde por su culpa no tiene derecho a

tener buena ventura.Mientras se desesperaba de este modo, una prisionera,

una infortunada que estaba encerrada en la capilla, le vio yoyó su lamento a través del muro que estaba agrietado.Cuando se recobró del desmayo lo llamó:

-¡Dios mío! -dijo ella-. ¿A quién oigo aquí? ¿Quién se la-menta de este modo?

El le contestó:

-¿Quién soisvos?

Page 36: El Caballero Del Leon

100 El Caballero del León 8. ElCaballerodelLeón 101

mi señor ly¡riU,-pgtsuya,qqupa seré injustameqtqentfegada.

3llwLcis-merlal--¿Por quién? -dijo él-. ¿Quién habéis dicho?

-Señor, que Dios me ayude, a causa del hijo del rey Urien.-Ya he oído bastante y no vais a morir ya sin é1. Soy el mis-

mo Yvain en persona por el cual estáis en dificultades; yvossois, estoy seguro de ello, la que me escondisteis en la sala;me salvasteis la vida cuando estaba atrapado entre las dospuertas basculantes, preocupado, afligido y angustiado.A no ser por vuestra beneficiosa ayuda hubiera sido hechoprisionero y muerto. Decidme, pues,.dulqg_amiga quiénes osacusan de traición y os han hecho prisionera en este recinto.

-Señot ya que queréis que os lo diga no os lo ocultarémás: es verdad que no dudé en ayudaros con buena fe. Pormi consejo mi dama os recibió como señor; se fió de mis ex-hortaciones y, por el santo Padrenuestro, creí hacerlo máspor su provecho que por el vuestro y aún lo creo así. Ahora,os lo confieso, me esfuerzo de Ia misma manera en honrarlay satisfacer vuestros deseos, si Dios me ayuda. Pero ocurrióque pasó el año en que debíais volver a mi señora, ésta se en-iadó conmigo y se cieyó engañada por haberme hecho caso.Y cuando lo supo el senescal, un traidor, ladrón y desleal,que me envidiaba mucho porque mi señora me creía más amí que a él en muchos asuntos, vio que ahora podría sem-brar discordia entre mi señora y yo. En plena corte y ante to-dos me acusó de haberla traicionado en vuestro provecho;no tuve ni consejos ni ayuda, excepto de mí misma que sabíaque nunca había traicionado a mi señora ni aún con el pen-samiento. Reqpoldj-inpediatamg.n!9, atriputg{1 y 1i_1 1op.ayconsejo alguno que me haría defender por un caballero con-trá ótros tres. El senescal no se comportó cortésmente al noprohibirlo'y yó no pude, pasara lo que pasara, retirarlg Aivolverme atrás.

»De este modo me tomó la palabra y tuve que aceptar lafianza de que un caballero lucharía contra tres en un plazo

-Yo soy -dijo ella- una prisionera, la criatura más desgra-

ciada que existe.El le contestó:

-¡Cállate, necia criatura! Tu dolor es alegría, tu mal es un

bien comparado con el mío, que me hace languidecer' Cuan-

to más há conseguido un hombre vivir con deleite y gozo la

propia desgracii le enfurece y enerva más que a otro hom-

ür". ¡t ¿¿Uit tleva por costumbre una carga que otro de ma-

yores fuerzas no la llevaría por nada del mundo'

-A fe mía -contestó ella-, sé que son Ia pura verdad estas

palabras; pero esto no me convence de que vos seáis más

áesgraciado que yo y Por esto no me lo creo, Pues veo que

podiis ir a donde queráis yyo estoy aquí prisionera; éste es

el destino que tengo: mañana me vendrán a buscar y seré en-

tregada al suplicio móItal.- I¡Ah, Dibi mío! -di¡o et-. ¿Por qué delito? -

-be¡or caballero, ¡que Dios tenga piedad de mi alma si

me lo he merecido! No obstante, os diré la verdad sin menti-

ros en nada, por qué estoy prisionera aquí dentro' Me han

acusado de tiaicién y tto "t..r"tttro

quien me defienda de

que mañana me quemen o me ahorquen'

-En primer lugar -le dijo-, puedo afirmaros que mi do-

tor y mi p"rru ,oÚ."pasan vuestro dolor porque podríais

,.. iib"."d" de este peligro por cualquiera' ¿Podría suce-

der esto?

-Sí, pero aún no sé por quién: porque no hay más que dos

caballeios en el mundó que se atrevieran para defenderme a

enfrentarse en batalla contra tres hombres'

-¿Cómo? ¡Por Dios! ¿Son tres?

-§í señor, os doy mi palabra: son tres los que me acusan

de traición.-¿Y quiénes son los que os aman tanto que uno de ellos

seria ta., valiente para combatir contra tres Para salvaros y

protegeros?^ -O; lo diré sin mentir: uno e§ mi señorGauvain y el-otro

Page 37: El Caballero Del Leon

102 El Caballero del León

de cuarenta días. Fui a muchas cortes: estuve en la del rey Ar-tús y no encontfé'niñg¡¡ñá ayuda, ni encontr¿ ,

"udiá q""

me dijera devóla-l-fó qué me Conviniera, pues no sabían nin-gunanoticia.

-Pero, ¿cómo?, ¿y mi señor Gauvain, el noble' el amable?

¿En dónde estaba?Nuncá dejó de estar Presto para ayudar a

una doncella desamparada.

-Si le hubiera encontrado en la corte nada que le hubierapedido me negara; pero me dijeron que un caballero se ha-

bía llevado a la reina y el rey cometió la locura de dejarla irtras é1, y creo que Keus Ia acompañó hasta el caballero que se

la llevaba y ahora mi señor Gauvain se ha metido en unagran dificultad al ir a buscarla, pues no descansará hasta en-

contrarla. Os he dicho la pura verdad de mi aventura: maña-

na moriré de vergonzosa muerte, seré quemada sin dilaciónpor el odio y el desprecio que se os tiene.

Y él le contestó:

-¡No quiera Dios que os hagan algún mal por mi culpa!

¡Mientras yo viva, no moriréis! Mañana me esperaréis y dis-puesto con todas mis fuerzas expondré mi vida para libera-ros, como debo hacerlo. Bere,¡9.9.o¡1gl-9 ¡-i digáis a lgg§gÉgg¡r; pase lo que pase en el combate, tened cuidado de

que nadie me reconozca.

-Señor, tenedlo por cierto, bajo ningún trance descubri-ría vuestro nombre, ya que así lo deseáis: antes sufriría la

muerte, y sin embargo os ruego que no volváis por mí. Noquiero que emprendáis una batalla tan terrible. Os agradez-

co vuestra promesa de que la emprenderíais muy a gusto,

pero quedad libre de ella: es mejor que sólo yo muera que

verles regocijarse con vuestra muerte y con la mía' Cuando

os hayan matado no escaparé de la muerte; es mejor que per-

manezcáisvivo que morirlos dos.

-Dulce amiga -dijo mi señor Yvain-, habéis dicho algo

que mucho me entristece: qlizáno deseáis ser librada de la

muerte o despreciáis el consuelo que os doy al ayudaros. No

emplearé más tiempo en discutir con vos: habéis hecho tan_to por mí, que no os debo faltar en ninguna necesidad quetengáis. Conozco vuestro temor y sin embargo, si place aDios en el que creo, los tres quedarán deshoniados. Ahorasólo me resta acomodarme en este bosque, en cualquier si_tio, porque no sé de ningún albergue en l,os alrededoies.

-Señor -dijo ella-, Dios os conceda un buen albergue yuna buena noche y os proteja de cualquier mal, como yá de_seo.

..Después de estas palabras mi señor yvain se apartó deella, seguido como siempre del león.

8, ElCaballerodetLeón 103

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Page 38: El Caballero Del Leon

9. Elgígante Harpín de la Montaña

aminaron tanto que llegaron cerca de una fortaleza

rodeada de una muralla ancha, fuerte y alta, que pertenecía

a un barón. Este castillo no temía los asaltos de catapulta nide maganel porque estaba muy sólidamente construido,pero fuera de la muralla la ciudad estaba arrasada, no que-

daba en pie cabaña ni casa. Sabréis el motivo en otro mo-

mento, cuando llegue la ocasión. Mi señor Yvain tomó el ca-

mino directo hacia la fortaleza; unos siete muchachos que le

habían bajado el puente levadizo corrieron a su encuentro,

pero cuando vieron venir al león con él se atemorizaron mu-

cho y le dijeron que hiciera el favor de dejar su león en la

puerta para que no les dañara o les matara, pero él les con-

testó:

-No habléis de ello, porque no entraré sin él; o nos aloja-

mos los dos aquí o yo me quedaré fuera porque lo quiero

tanto como a mí mismo. Pero no temáis porque lo vigilarétan bien que podréis estar completamente seguros.

Ellos le contestaron:

-Enbuenahora.Entraron en el castillo y fueron caminando hasta encon-

trar caballeros, damas y graciosas doncellas que le saluda-

9. Et gigante Harpín de [a Montaña 105

ron, le ayudaron a desmontar y le desarmaron mientras Iedecían:

-Buen señor, sed bienvenido entre nosotros y Dios quie-ra que permanezcáis aquí hasta que os podáis marchar llenode alegríayhonor.

Del más noble al más humilde todos se afanaron en de-mostrarle gran alegría y con grandes muestras de regocijo lellevaron al castillo.

Pero cuando acabaron de dar muestras de alegría un do-lor que les abrumaba les hizo olvidar el gozo de nuevo; em--pezaron entonces a gritar, a llorar y a arañarse el rostro y du- )rante largo tiempo no pararon de alegrarse y de llorar; si

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manifestaron alegría sólo fue en honor de su huésped, pues Ino tenían ningunas ganas porgue estaban llenos de.spanto \á causa de la aventura que les esperaba al día siguiente: todos Itenían la certeza absoluta de que les acaecería el día siguien- \te, antes del mediodía i

Mi señor Yvain no salía de su asombro de que tan prontocambiaran la alegría por el dolor y le preguntó al señor delcastillo:

-Por Dios, querido y buen señor, ¿os complacería expli-carme por qué me habéis honrado y demostrado tanta ale-gría primero y luego dolor?

-Sí, si queréis saberlo, aunque deberíais preferir que os loocultara callándome; por mi gusto no os diría nada que osprodujera dolor: dejadnos con nuestra pena y no os la to-méis a pecho.

-De ningún modo podría veros en tal dolor sin sentirnada en mi corazón, por el contrario, mucho deseo saberloaunque me entristezca.

-Bien -le respondió-, os lo voy a contar. Mucho daño meha causado un gigante que quería que le diese a mi hija quesobrepasa en belleza a todas las doncellas del mundo. Estecrqe|9_8qry,e_,

-q gU¡-el*D-l9q_9otlq¡rdqpe llama Harpín de la

Montaña y no hay día en que no se apodere de todo lo que

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Page 39: El Caballero Del Leon

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108 El Cabattero del León

-No permita Dios que yo vea esto -dijo en seguida mi se-

ñor Yvain-, no me gustaría nada que se postraran a mis pies,por la razón que fuera, lahermana de mi señor G..auvain ysg

iglggr. ¡Dios me guar ffi invadá éi o.gutto y teideje venir a mis pies! Nunca olvidaría la vergienza que ellome produciría; pero mucho les agradecería que se mantu-vieran serenas hasta mañana para ver si Dios las querrá aytr-dar. No es necesario que me lo roguéis más: que acuda el gi-gante pronto y así no faltaré a mi otro compromiso, pues nodejariapor nada el estar mañana a mediodía en la empresamayor que nunca pudiera tener.

De esta manera no quiso darles una seguridad completaporque temía que el gigante no llegara alahorayque no pu-diera acudir a tiempo al lado de la doncella encerrada en lacapilla. Y, sin embargo, lo que les prometió les colmó de es-peranza; y todos y todas se lo agradecen pues confían muchoen su valor y están convencidas de que es un hombre valienteporque le acompaña un león que yace a su lado tranquila-mente como un cordero. Por la esperanza que tienen de él se

reconfortan y alegran yya no dieron más muestras de dolor.Cuando llegó el momento le acompañaron a acostarse a

una cámara clara; la doncella y su madre estuvieron presen-tes en el momento de acostarse, tanto le querían y cien milveces más le quisieran si supieran la cortesía y la gran valen-tía que había en é1. El caballero y el león se acostaron y des-cansaron juntos; los demás no se atrevieron a acostarse ybien les cerraron la puerta para que no pudieran salir hastael día siguiente, al amanecer.

Cuando se abrió la habitación mi señor Yvain se levantó,oyó la misa y esperó como lo había prometido, hasta la horade prima. Dijo entonces delante de todos al señor del casti-llo en persona:

-Señor, no me es posible quedarme más tiempo y me iré,si no os pesa; no me está permitido quedarme más aquí.Pero estad convencido de que muy a gusto y buenamente, si

9. El gigante Harpín de la Montaña 109

no tuviera tan importante obligación y no estuviera tan le-jos mi empresa, me quedaría aún un rato por causa de lossobrinos y la sobrina de mi señor Gauvain a quien muchoamo.

Se estremecieron de angustia la doncella, la dama y el se-ñor; tuvieron tal miedo de que él se fuera que quisieron pos-trarse a sus pies; pero él les recordó que esto no le era agra-dable ni digno. El señor le ofreció entonces darle lo queposeía, todo lo que quisiera, tierra o riquezas, pero que es-perara todavía un poco más. Y él contestó:

-Dios me guarde de aceptar alguna cosa.La doncella, asustada, se puso a llorar fuertemente rogán-

dole que se quedara. Desamparada y angustiada le rogabapor la Reina gloriosa del cielo y de los ángeles ypor Dios queno se fuera, que esperara aún un poco más; se lo rogaba porsu tío al que, como ha dicho, conoce, ama y estima.

Una gran lástima le invadió cuando oyó que se lo pedíapor el hombre a quien más apreciaba en el mundo y por laReina de los cielos ypor Dios, que es el centro donde se unenla dulzura y la misericordia. Suspiró angustiosamente: nipor el reino de Thrso quisiera que aquella otra doncella fueraquemada porque él se lo había garantizado. Su vida duraríapoco o se volvería loco si no llegaba a tiempo; y por otra par-te, le retenía con fuerza la gran nobleza de mi señor Gauvainsu amigo, y casi se le partía el corazón de no poder quedarsemás rato.

Pero a pesar de ello no se fue aún, sino que ," ,",ruró aur,Jque compareció el gigante muy deprisa llevando consigo aflos caballeros; llevaba colgando del cuello una estaca enor-\me, cuadrada, con un extremo en punta con el que las pin- )chaba sin parar; los caballeros llevaban unos vestidos que no Ivalían ni una brizna de paja, sólo unas camisas sucias andra- |josas; pies y manos atados con cuerdas y montados sobre Icuatro rocines, flacos, débiles y heridos que cojeaban. Llega- [ron cabalgando por el bosque, y un enano, asqueroso como ,¡}

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Page 40: El Caballero Del Leon

110 El caballero del león

( un sapo hinchado, había atado los rocines cola con cola e iba

\ custodiando a los cuatro caballeros, azotándolos sin parar

1 con una correa de cuatro nudos, creyéndose un valiente;

) tanto les azotaba que estaban cubiertos de sangre y de esta( manera tan vil eran llevados entre el gigante y el enano.- Ante la puerta, en un llano, se detuvo el gigante y le gritó

al noble señor que desafiaba a muerte a sus hijos si no le en-tregaba a su hija para arrojarla a los excesos de sus mo _zosy?

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-g¡1e1g11g9!"1.trSsli$gb_?" Lqlg$-gggts.p3ra envilecerseuniéndose a ella. Un millar de mozos estarán continuamente

S*6eÜ"9§".trais.lsfslqg*-yülq_sjg:y.marmito-nes. v todos tendrán su parte.

A punto estuvo el noble señor de volverse loco al oírle de-cir que prostituirá a su hija, o que al momento matará antesus ojos a sus cuatro hijos: su angustia es tan grande que pre-feriría morir a estar vivo. Muchas veces se llamó triste y des-graciado y lloró y suspiró mucho. Mi señor Yvain le dijo en-tonces, como noble y generoso caballero:

-Señor, este gigante que allí fuera se envalentona es cruely orgulloso; no permita Dios que se apodere de vuestra hijay la desprecie y ultraje; sería una gran desgracia que tan bellacriatura nacida en tan noble linaje fuera entregada a los cria-dos. ¡Aquí mis armas y mi caballo!, y haced bajar el puente ydejadme salir. Uno de los dos, él o yo, no sé cuál, tendrá queser vencido. Si pudiera humillar al felón y cruel que nos estáprovocando hasta que dejara libres a vuestros hijos y viniesea justificar aquí mismo las injurias que os ha lanzado, luegoyo me despediría encomendándoos a Dios y me iría a miempresa.

Entonces le sacaron el caballo y le entregaron todas sus ar-mas; se afanaron mucho en armarle. Pronto lo equiparon yse demoraron en ponerle las armas lo menos posible. Cuan-do estuvo bien preparado sólo faltaba que le bajaran elpuente y dejarlo ir. Se lo bajaron y él salió, pero por nada delmundo se quedó el león sin seguirlo. Los que quedaron atrás

9. El gigante Harpin de la Montaña

lo encomiendan al Salvador pues temen por él que aquel de-monio, aquel diablo que había matado a tantos valientes ca-balleros ante sus ojos yen aquel mismo lugar, no haga con éllo mismo. Ruegan a Dios que le preserve de la muerte y se losdevuelva sano y salvo y que le conceda matar al gigante.Cada uno según su manera lo pide fervorosamente a Dios.

El gigante con su fiera audacia se le acercó y le amenazódiciéndole:

-El que te envió aquí no te quería mucho, ¡por mis ojos!Ciertamente, no podría de ningún modo mejorvengarse deti. Muy buenavenganza se ha tomado de cuantos males lehayas hecho.

-Te has metido en vana discusión -le respondió mi señorYvain, que no le temía-. Ahora hazlo lo mejor que puedas yyo también, pues me cansa la palabrería inútil.

Mi señor Yvain, que tiene gran deseo de irse, se abalanzósobre él y le golpeó en medio del pecho que llevaba armadocon una piel de oso, y el gigante le atacó con toda la fuerza desu estaca. Mi señor Yvain le dio tal golpe en el pecho que leatravesó la piel y mojó el hierro de la lanza en su sangrecomo si fuera salsa; pero el gigante con la estaca le golpeó tanfuerte que le hizo doblegarse. Mi señor Yvain sacó la espadacon la que sabía dar tan grandes golpes. Ante él encontró algigante, sin armadura, pues confiaba tanto en su fuerza queno quería armarse; con la espada desenvainada le atacó y lehirió con la punta, no de plano, arrancándole un trozo de lacarne de la mejilla y el otro le dio a su vez otro golpe que lehizo inclinarse hasta el cuello del corcel.

Al ver este golpe el león levantó la cabeza preparándosepara ayudar a su señor; con furia dio un salto sobre el gigan-te, le agarró con gran fiierzayle desgarró como si fuera unacorteza la velluda piel, arrancándole un gran pedazo de lacadera y le partió los nervios y el muslo. El gigante se escapógritando y chillando como un toro del daño tan grande quele había hecho el león. Levantó la estaca con las dos manos

111

Page 41: El Caballero Del Leon

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para golpeart" p"ro árró ",

golpe porque el león saltó haciaatrás; falló el golpe, que cayó inútilmente cerca de mi señorYvain, pero no alcanzó ni a uno ni a otro. Mi señor Yvainblandió su espada y por dos veces le atravesó; antes de que elgigante reparara en ello, con el filo de la espada le separó elhombro del tronco. Asestándole otro golpe bajo el pecho leintrodujo toda la hoja de la espada en el hígado. El gigantecayó,le acosaba la muerte y si cayera un gran roble no creoque hiciera mayor destrozo que el que hizo el gigante al de-rrumbarse.

Todos los que estaban en las almenas quisieron ver estegolpe; entonces se vio quién era el más rápido, pues todos co-rrieron a Ia carnaza, como los perros que han cazado un ani-mal después de perseguirlo mucho tiempo; todos y todas co-rrieron hacia allí sin disimulo, con excitación, hacia dondeyacía elgigante boca arriba. El señor mismo corrió hacia allíy todos los de su corte; corría la hija y corría la madre y loscuatro hermanos se llenan de júbilo porque habían sufridomuchos males. Están seguros de no poder retener a mi señorYvain pase lo que pase, pero le ruegan que vuelva para sola-zarse y descansar así que dé fin a la empresa a la que se enca-mina. Él les contestó que no se atrevía a prometerles nada: nopuede adivinar si acabará bien o mal; pero le dijo al señor quedesearía que los cuatro hijos yla hija cogieran el enano y se

dirigieran a mi señor Gauvain cuando supieran que ya habíaregresado y le explicaran cómo se habÍa comportado, puespara nada le sirve la bondad a quien no quiere que sea sabida.

Y ellos le dicen:-|amás será callada esta proeza, pues no sería justo. Hare-

mos esto que queréis, pero decidnos señor, cuando estemosante é1, ¿a quién podremos alabar si no sabemos vuestronombre?

Y él contestó:

-Bastará que le digáis cuando estéis ante é1, que os he di-cho que me llgno El Caballero del León, y al mismo tiempo

9, El gigante HarpÍn de la Montaña 113

os ruego que le digáis de mi parte que me conoce perfecta-mente y yo a é1, aunque no sepa quién soy. No tengo nadamás que pediros y no tengo más remedio que irme de aquíahora y lo que más me preocupa es que aquí me he quedadodemasiado tiempo, pues antes de que pase el mediodía enotro sitio tengo mucho que hacer, si puedo llegar a tiempo.

Después de esto se fue sin demorarse más, pero antes elseñor le rogó insistentemente y con amabilidad que se lleva-ra con él a sus cuatro hijos; ninguno dejaría de esforzarse enservirle, si él quisiera, pero a él no le plugo ni le interesó queninguno le acompañara y, solo, abandonó el lugar.

Page 42: El Caballero Del Leon

10. Lunete es salvada de l,a hoguera

,sí que se puso en camino tan rápidamente como

pudo llevarle el caballo se dirigió a la capilla. El camino era

recto y hermoso y lo siguió bien; pero antes de llegar a la ca-

pilla la doncella había sido sacada de allí y ya se había hecho

lahoguera ala quedebía serconducida. Desnudabajo suca-

misa, la tenían atada ante el fuego aquellos que la acusaban

injustamente de lo que ella ni tan sólo había imaginado. Miseñor Yvain llegó y vio el fuego en que se la querla echar yesto le apenó en gran manera: quien dudara de ello no sería

cortés ni prudente. Es verdad que se angustió mucho pero

confió en que Dios y la justicia le a¡rdarían y estarían de su

lado: mucho confla en estas ayudas y además su león está le-jos de odiarle. A todo galope selanzó gritando alamultitud:

-¡Soltad, soltad a la doncella, gente malvada! No es justo

que la echéis a la hoguera o al horno Pues no ha hecho nin-grinmal.

Y los otros, por aquí y por allá, se apartaron y le abrieron

camino. Está impaciente por ver con los ojos a la que ve §u

corazínen cualquier lugar en que ella esté; labusca con los

ojos hasta encontrarla y somete su corazón a muy duraprueba, pues lo retiene y lo frena como quien detiene con

114

115

gran esfuerzo por el freno al impetuoso caballo. Y, sin em-bargo, la contempla, suspirando con gran placer pero sus

suspiros no son muy fuertes para que nadie se percate deellos, sino que con gran esfuerzo los acalla. Y una gran pie-dad le invade al oír y ver a unas pobres damas lamentarse engranmaneradiciendo:

-¡AyDios, cómo no has olvidado, qué desamparadas que-daremos ahora pues perderemos a tan buena arniga, la me-jor ayuda y el mejor apoyo que teníamos en la corte! Acon-sejada por ella, mi señora nos vestía con sus vestidos de pielde veros. La situación nos cambiará mucho, pues nadie in-tercederá por nosotras. ¡Dios maldiga a quien nos la quita!;maldito aquel por quien la perdemos, pues tendremos ungran daño. Ya no habrá más quien diga ni quien aconseje:«Querida señora, dad este manto, esta saya y esta falda a estanoble mujer, pues en verdad si se lo entregáis será bien lleva-do, ya que tiene gran necesidad de ello». |amás se oirrín estas

palabras pues ya no hay nadie que sea noble ni cortés sinoque, al contrario, cada uno pide para él antes que para otroaunque no le haga ninguna falta.

Así se lamentaban ymi señor Yvain que estaba entre ellasoía perfectamente sus quejas que no eran falsas ni fingidas.Vio aLunete arrodillada, despojada de su camisayqueya se

había confesado y pedido a Dios perdón de sus pecados yhecho el acto de contrición; entonces, el caballero que tantola quería se acercó a ella y la puso en pie diciéndole:

-Mi señora, ¿dónde están los que os difaman y acusan? Si

no se retractan, ahoramismo provocaré un combate.Ella, que aún nolehabíavisto nimirado dijo:-Señor, por Dios os lo ruego, acudís a mí en mi gran ne-

cesidad. Los que levantan el falso testimonio están prepara-dos contra mí, y si hubieseis tardado un poco más estaríaconvertida en carbón y ceniza. Habéis venido a defendermeyDios os dé fuerzas para ello, porque no hayculpa en mídela injuria que se me imputa.

)/L

Page 43: El Caballero Del Leon

118 El Caballero del León 10, Lunete essalvada de la hoguera 119

-Señora, no podré quedarme hoy aquí hasta que mi seño-ra no me perdone su enfado y su cólera. Entonces acabaránmis sufrimientos.

-Esto me apena -le contestó ella-, y no considero cortés a

la dama que os tiene mala voluntad. No debiera cerrar supuerta a un caballero de vuestros méritos, a menos que se

haya comportado muymal con ella.

-Señora -le dijo-, aunque me sea doloroso, todo lo queella quiere a mí me place; pero no me hagáis más preguntas,pues por nada del mundo divulgaría mis quejas y mis des-gracias sino alos queyalas conocen.

-¿Acaso las sabe alguien además de vosotros dos?

-Sl señora, os lo aseguro.

-Decidme si os place, buen señor, vuestro nombre y lue-go os podréis ir enpaz.

-¿Enpaz, señora? De ningún modo. Debo más de lo quepodría devolver. Sin embargo, no os ocultaré cómo me hagollamar: no oiréis hablar de mí más que por el nombre de Elf:aUatle.o¿et l-eón que.sellglla§,.

-Por Dios, buen señor, ¿cómo explicáis que nunca os ha-yamos visto antes ni nunca hayamos oído vuestro nombre?

-Señora, esto os demuestra que no tengo mucho renom-hre.

Y luego le replicó la dama:

-Si no os molesta, insistiría en que os quedaseis.

-Señora, no osaría hacerlo hasta saber con certeza si ten-«lrla el beneplácito de mi señora.

-ldos con Dios, pues, buen señor, y que É1, si le place, con-vierta en alegría vuestro dolor yvuestra tristeza.

-Señora -le dijo-, ¡que Dios os escuche! -y añadió muybrjo, para sí mismo-: Señora, os lleváis la llave y tenéis la ce-

rrodura y el arca en que está mi felicidad, y sin embargo nok¡ ¡abéis.

Y entonces se alejó con gran angustia; sin que nadie le re-eonociera excepto Lunete que le acompañó mucho rato.

Todo lo que el león alcanzó lo desgarró y las entrañas queda-

ron a la iittu. M.ry caro Pagaron este golpe los otros dos,

porque ahora estaban en el campo de batalla de igual a igual''nl

süescal no podía escaPar de la muerte; se revolcaba y se

agitaba entre la ola roja de sangre caliente que le salía del

.ú"tpo. El león acometió a los otros dos, y mi señor Yvain no

hte iapazde apartarle de allí por ningún medio con que Io

intentS, ni con golpes ni con amenazas; sin embargo, el león

se daba perfecá cuenta de que su señor no despreciaba su

alnrda, sino al contrario, le quería más aún; entonces se aba-

lanzó ferozmente sobre ellos, pero furiosos por sus ataques

le hirieron y le dañaron a su vez.

Cuando mi señor Yvain vio herido a su león, una gran in-

dignación invadió su corazón, y con razón; entonces empleó

toáa su fuerza en vengarlo y los fue dañando hasta anularlos

y no pudiendo oponerle resistencia, se entregaron a su mise-

iicordia gracias á la ayuda que le había prestado el león que

quedó en muy mal estado y se sentía desfallecer porque esta-

ba herido en muchos sitios. Por su Parte, mi señor Yvain

tampoco había salido sano del todo, pues tenía muchas he-

ridai por todo el cuerpo, pero de esto no se preocupaba tan-

to como de ver sufrir a su león.

Tal como deseaba había liberado a Ia doncella y la dama

le había perdonado de todo corazónel enfado' Los malva-

dos fueron quemados en la hoguera encendida para ella,

Dues es un principio de la justicia que el que juzga injusta-

mente a otro debe morir de la misma muerte que naDla qe-

¿ñüa;"'''Tüñáte se sentía ahora contentay feliz de estar a buenas

con su señora y ambas manifestaron tanta alegría como na-

die la había tenido mayor; y todos, tal como debían, ofrecie-

ron sus servicios a su señor, pero sin reconocerlo, ni siquiera

ladama que tenía su corazónysin embargo lo ignorabapues

le rogó eñcarecidamente que se quedara allí hasta que él y su

león sanaran. Y él le dijo:

Page 44: El Caballero Del Leon

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4tlfl')rir ¡rrfa5( h¡l tI .{ j¡¡"}rr}, .1 t LJru*1r:\.r 1:,,..',.i. I lobu$t".< nr.frlHÁi ¿lir,lcjr,a¡i*

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122 El caballero del león

reinalab-b-yuelta*delegrjsi0¡-g}-14 que la había retenidoMeleagant, y corr rllqlados-lgs demás-prisio¡grqq;¡ !pge-"-------Y---;+=4.lot, por traición, se bqb-b-Ausd-n4-q e4cerrado en la torre.

'#Y esie mi§mo día en que llegó la doncella a la corte se supo lanoticiade que El Caballero del León habíamatado enbatallaal gigante cruel y traidor; y de su parte saludaron a mi señor

Gauvain sus sobrinos. La sobrina le explicó detalladamenteel gran servicio y el gran beneficio que les había hecho por su

amistad, y también le dijo que aunque le conocía bien no sa-

bía quién era. Estas palabras fueron oídas por aquella que es-

taba tan desamparada, inquieta y asustada, al pensar que noencontraría en la corte ni protección ni ayuda porque faltabael mejor; aunque ella Io había intentado con mi señor Gau-

vain con muestras de afecto y con súplicas, él le había dicho:

-Amiga, en vano me pedís lo que no puedo hacer porquehe emprendido otro asunto que no puedo abandonar.

La doncella se fue inmediatamente y se presentó ante el

rey.

-Rey -le dijo-, acudo a ti y a tu corte para buscar aPoyo yno lo encuentro; mucho me asombra no hallarlo, pero noobraría cortésmente si me fuera sin tu licencia. Sin embargo,que sepa mi hermana que podría conseguir lo que es míopor amor, si ella lo quisiera; pero nunca, si yo puedo, por lafuerza; por mucha ayuda y apoyo que ella encuentre no le ce-

deré mi herencia.

I -Habláis como persona sensata -le dijo el rey-, mientras

\ ella está aquí le aconsejo, le ruego y le recomiendo que os

I cedavuestroderecho.I

f Pero la otra, que se sentía segura con el mejor caballero

1 del mundo, replicó:

| -Señor, que Dios me confunda si de mi tierra reparto con

I ella castillo, villa, barbecho, bosque, llanura u otra cosa.

I Pero si algún caballero, sea el que sea, se atreve a tomar las

I armas por ella y quiere defender su causa que se presente de

\ inmediato.

11 . Las hijas del señor de la Negra Espina 123

-No le hacéis un buen ofrecimiento, pues se necesita mástiempo -replicó el rey-. Si ella quiere puede ir a buscar du-rante cuarenta días por lo menos el juicio de todas las cortes.

Y ella replicó:

-Buen señor re¡ podéis establecer vuestras leyes como osplazca y os convenga, pues a mí no me atañe ni me concier-ne, ni yo debo contradeciros; he de aceptar el plazo si ella loexige.

Y la otra dijo que lo aceptaba y que mucho lo deseaba ypedía. Y sin embargo encomendó a Dios al reyy se alejó dela corte con el propósito de no cesar de buscar por toda latierra al Caballero del León, que tanto lucha por socorrer a

las que tienen necesidad de ayuda.De este modo inició su búsqueda: atravesó muchas regio-

nes sin tener nunca noticia de é1, por lo que se entristeciótanto que enfermó. Pero tuvo la suerte de llegar a la casa deun pariente suyo en donde era muyquerida; bien se reflejabaen su rostro que en modo alguno estaba sana y mucho insis-tieron en que se quedara cuando ella les explicó todo sucaso.

Y he aquí que otra doncella tomó el camino que ella habíaempezado; continuó la búsqueda en su lugar. Así ella se

pudo quedar reposando y la otra viajó durante todo el día,sola y apresuradamente, hasta que se hizo de noche oscura.Mucho le asustó la noche, pero su miedo fue doble cuandoempezó a llover con la mayor fuerza con que Nuestro Señorpuede hacerlo y estaba en lo más profundo del bosque. La

-ne-§he,yelbsgsr-gle-deb.""_-ugtgltSggpqr"q,g§_gg1.!,eU-qgtel_el-!g-rgyJ.¡_e"g-qus!?pglalluvil,Flcaminorcstab_a.tan mal que muchas veces el barro llegaba casi hasta la cin-cha del caballói ésié es é[ miedo que pueile teneiiüñá-d6ñG-'ffá"én e[bosque.§iñEñfia pbr él mal !i"ppgJ¡g]i'_'mátá'.ñóché;trñññHgffiiñiVeíaéICába[i_*q,lg-ffifitada. Y por esto no cesaba de invocar primero a Dios y luego

c su¡nedle*y_d-e.,s.¿Bjfu!9__&s.-l-qs santos y á todás las $-ltÚ_

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Page 45: El Caballero Del Leon

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124 rCartrl\O d¿,il('ir(dA(G.v e

El Caballero del León

\lcq A '{l,r ef rro ñl

dijo aquella noche muchas oraciones para que Dios la sacara

de aquel bosque y la condujera a un albergue. Iba así rezan-

do cuando oyó el sonido de un cuerno que le llenó de júbiloal pensar que encontraría albergue, si es que podía llegar a

é1. Dirigiéndose a donde había oído el sonido entró en unacalzada,y esta calzada la encaminaba directamente hacia el

cuerno cuyo sonido había oído. Tres veces más sonó el cuer-no, fuerte y prolongadamente y ella se dirigió en dirección a

lavoz,hasta que llegó a una cruz a la derecha de la calzada.Allí, pensaba, podía estar el que había hecho sonar el cuer-no; espoleó hasta llegar a un puente y vio las blancas mura-llas ylabarbacana de un castellete redondo.

Es así que por casualidad llegó al castillo guiada por unavoz que la condujo allí. Fue atraída por el sonido del cuernoque hacía sonar un vigía que estaba subido en la muralla;así que el vigía la vio, la saludó, bajó de allí, cogió la llave yabrió la puertay dijo:

-Bienvenida, doncella, quienquiera que seáis. Esta nochetendréis un buen alojamiento.

-No pido otra cosa esta noche -le contestó la doncella y él

se la llevó.Tras las penalidades y el cansancio que había soportado

durante el día, se sintió feliz en el albergue porque la trataronmuybien. Después de comer, su huésped se le acercó y le pre-guntó adónde iba y qué buscaba. Entonces le contestó ella:

-Busco a quien nunca he visto ni conozco, creo yo, perolleva un león consigo y me han dicho que si lo encuentropuedo confiar en él por completo.

-Pues yo -dijo su huésped-, soy testigo de que Dios me loenvió anteayer en una grave necesidad que yo tenía; benditosea el camino por el que llegó hasta mi casa. Me vengó de unenemigo mortal y me llenó de alegría cuando lo mató antemis ojos. Mañana ante esta puerta podréis ver el cuerpo deun gigante enorme que mató tan rápidamente que pocos su-dores le costó.

1 1 . Las hijas del señor de la Negra Espina 125

-¡Por Dios, señor! -dijo la doncella-. Decidme, exacta-mente, si sabéis adónde fue y si se detuvo en algún lugar.

-No lo sé -le respondió- ypongo a Dios por testigo; peromañana os indicaré el camino por donde se fue.

-Y que Dios -le dijo ella- me conduzca a donde me denverdadera noticia de é1, pues mucho me alegraría encon-trarle.

Siguieron hablando largo tiempo hasta que se fueron aacostar. Al quebrar el alba se levantó la doncella con impa-ciencia por encontrar al que buscaba. El señor de la casa selevantó y todos sus compañeros, y la pusiero! en el recto czu-

mino hacia la frl:lteL?iq gl p_i[gApresuradamente se dirigió al castillo; llegó allíypregun-

tó al primero que encontró si podían informarle acerca delleón y del caballero, compañeros inseparables. Le contesta-ron que les habían visto vencer a tres caballeros justamenteen aquel lugar. En seguida dijo ella:

-¡Por Dios, ya que me habéis dicho tantas cosas no meocultéis nada si sabéis algo más!

-No -dijeron ellos-, no sabemos más de lo que os hemosdicho, no sabemos qué le sucedió después. Si aquella porquien acudió aquí no os da noticias, no habrá nadie que pue-da hacerlo; si queréis hablar con ella no habréis de ir muy le-jos pues está en esta iglesia para oír misa y rezar a Dios, y seha quedado tanto rato que mucho debe de haber rezado.

Mientras hablaban así, Lunete salió de la iglesia, y ellos di-jeron:

-¡Hela aquí! -yla doncella fue a su encuentro.Intercambiaron sus saludos; y la que acababa de llegar se

apresuró en pedirle las noticias que buscaba. Lunete le dijoque haría ensillar su palafrén, pues quería acompañarla alprado en donde había dejado al caballero. La otra se lo agra-deció de todo corazón. No tardó en llegar al palafrén que letrajeron y ella montó. Mientras iban cabalgando Lunetele contó cómo fue demandada y acusada de traición, cómo

Page 46: El Caballero Del Leon

128 El Caba[lero del León

----.l.&.:Jg-solr¡9§tÓj1--r leP§qndo nadie se hace famosQ' Yo

no reposaré, sino que os seguiré, mi dulce amiSa' muy a gus-

-.. to, alü donde queráis; si aquella por la cual me habéis busca-

' do tanta t...iidud tiene de mí no desesperéis de que no

. haga por ella todo lo que pueda; Dios me conceda suerte y la

: gracia de que para su felicidad pueda ganar su causa'

12. Elcastillo de [a PésimaAventura

acercañéiiiáStillo de la Pélma Aventura. corno efára iua* *a;",qrit*ñ;i;*ár"lii.Mi.rrt. seaproximabanal castillo las gentes que les veían venir gritaban al caba-llero:

-¡Mal venido, señor, mal venido seáisl Este albergue osfue indicado para padecer desgracia y vergienza: hasta unabad podríajurarlo.

-¡Ah -les dijo-, gente insensata y viI, llena de toda mal-dad y que carecéis de todo bien! ¿Por qué me interpeláis deesta manera?

-¿Por qué? Bastante lo sabréis si pasáis adelante. Pero nosabréis nada hasta que estéis dentro de estafortaleza.

En seguida se dirigió mi señor Yvain en dirección a la to-rre; las gentes gritaban y todos Ie decían con voz muy fuerte:

-¡Uh! ¡Uhl ¿Adónde vas, desgraciado? Si alguna yez entoda tu vida encontraste quien te avergonzara y humillara,allá donde vas Io experimentarás de tal suerte que ni podráscontarlo luego.

-Gentuza sin honor y sin valor -contestó mi señor Yvain¡l cscucharlos-, desgraciados y necios, ¿por qué me abor-

129

Page 47: El Caballero Del Leon

150

gó a una gran sala altaYnueva.@redondas

treÑ-iéntasdon-

jr'ra\n enu.lq^ha r \al c¡itulf (eJ Ctsl,l,llf12. El castillo de la Pésima Aventura 131

Mi señor Yvain las vio, y ellas le vieron; todas bajaron lacabeza y se pusieron a llorar permaneciendo así durantemucho tiempo sin hacer nada ni apartar los ojos del suelo,tan afligidas estaban. Mi señor Yvain las contempló un ins-tante y se dio la vuelta, dirigiéndose a la puerta; el porterocorrióasuencuentrogritando: -)

-No os vais a marchar ahora, buen amo; quisierais estarJfuera de aquí pero, por mi cabeza, desearlo no sirve de nada;\soportaréis tantos ultrajes que más no podríais aguantarlos. (No habéis sido prudente al entrar aquí, pues es imposible sa-)lir.

-Nilo deseo, buenhermano -le contestó-, pero dime porel alma de tu padre, ¿de dónde han venido las doncellas que

sus rostros

otro que os lo diga.

-Asílo haréya que no puedo hacer otra cosa.Tanto buscó que encontró la puerta del jardincillo en

donde trabajaban las doncellas; se acercó a ellas, saludó a to-dasyvio que de sus ojos caíanlágrimas de tanto como llora-ban. Yles dijo:

-Dios quiera quitaros del corazón este dolor que no sé dedónde proviene ylo convierta en alegría.

Y una de ellas le contestó:

-¡Que Dios, a quien invocáis, os oiga! No se os ocultaráquiénes somos y de qué país, si es esto lo que preguntáis.

A

El Caballero del León

dáis así? ¿Porqué me atacáis de este modo? ¿Qué me pedís?

¿Qué queréis de mígruñendo a mis espaldas? --

-Amigo, por nada te enfadas -le dijo una dama de cierta

ed"d, müy c-ortés y prudente-. Ten por cierto que no te lo di-

cen por enemistad, sino que te advierten, si llegas a com-

prenderlo, que no vayas a albergarte allá arriba; no §e atre-

ven a decirte el porqué pero te advierten y reprenden para

desanimarte. Aáostumbian a hacer lo mismo con todos los

que llegan para que no entren. Y es de tal modo la costum-

bre que no nos atrevemos a albergar en nuestras casas' Porlo que pueda Pasar, a ningún caballero que v-enga de fuera'

fo que pase a partir de ahora es cosa tuya: nadie te prohibirá

el pasofsi quieres subirás allá arriba; pero te aconsejo que re-

trocedas.

-Señora -le contestó-, si hiciera caso de vuestros conse-

jos pienso que alcanzaría honor y mérito, pero no sabría en

dónde encontrar alojamiento hoY.

-¡Por mi fe! -le dijo ella-. Me callo porque esto no me

.orr.i"rn. en absoluto. Id a donde gustéis; y sin embargo

tendré una inmensa alegría si os veo volver de allí sin dema-

siada deshonra; pero esto no sucederá.

-Señora -dijo el caballero-. iQue Dios os lo pague!, pero

mi atrevido corazónme empuja allí dentro y haré lo que mi

ánimo desea.

En seguida se dirigió hacia la puerta con su león y la don-

cella; el portero le interpeló diciendo:

-Entiad rápidamente, entrad; habéis llegado a un lugar

en donde seréis retenido; ¡en mala hora habéis venido!

Así, de manera tan desagradable el portero le anima e in-

vita a subir. Mi señor Yvain pasó ante él sin contestarle y lle-

ue m¡chas iban desceñidas, sin cintas

Jg§uo,

hevisto en este jardincito tejiendo telas de sedayorifrés?Suslabores me gustan mucho, pero mucho me di

estén , p¡ílidos y tristes;

.eliiso."pudqr-eq.d,I"f":l"S-tre!-ei5-kiia.I"sg-IltgS-4Sffi ffiii§ffi il$fi 3-I'3"tgs-'§ists$s-'sh&iggtsga

Page 48: El Caballero Del Leon

132 El Caballero del León

-No he venido aquÍ por otra cosa -les contestó.

-Señor, suceüó hace mucho tiempo que el rey de la isla de

las Doncellas iba por las cortes y por los países en busca de co-sas nuevas. Y fue tan imprudente que se metió en este asuntotan peligroso. ¡En malahorale aconteció!, porquepor su causa

nosotras estamos aquí cautivas y soportamos vergüenza y des-

gracia sin haberlas merecido nunca. Y sabed que vos mismopodréis esperar gran afrentasi no aceptanyuestro rescate.

»§ucqdili oue miggñglllegó a gs(e,§astilloen el rlre-vi¡¿glr

dos hiios del diablo, y no lo tonréis-cplqegigJflb..gl3, pUa§

prgceden de una muierydeln diablo,-Lo.s dps dehíau.eom-

batir contra el rey: muy doloroso fue, pues el rey aún no te-_-_4

nía dieciocho años y podían descuartizarlo como si fuera untierno corderillo. El rey, que tenía mucho miedo, se salvó lomejor que pudo prometiendo que cada año, mientras vivie-se, enviaría al castillo a treinta de sus doncellas; y con esta

renta quedó libre. Fue establecido, con juramento, que este

tributo debía durar tanto como vivieran los diablos, y que eldía que fueran vencidos en combate quedaría exento de este

hábito y nosotras, que hemos sido entregadas a la vergüen-za, al dolor y a la miseria seríamos libres. Pero ya nunca mástendremos nada que nos dé placer.

»Es una niñería hablar ahora de libertad, porque nuncasaldremos de aquí. Siempre tejeremos telas de seda y nun-ca iremos mejor vestidas. Siempre seremos pobres y estare-mos desnudas, siempre padeceremos hambre y sed y nuncaganaremos lo suficiente para poder comer algo más. Escaso

es el pan que tenemos, por las mañanas poco, por la nochemenos,porque del trabajo de nuestras manos no recibe cadauna para vivir más que cuatro dineros de libra, y con tanpoco no podemos tener suficiente alimento yvestidos, por-que ganando veinte sueldos a la semana no se libra uno de lamiseria. Sin embargo, os aseguro que no hay ninguna de no-

12. El castillo de la Pésima Aventura 133

te, mientras se hace rico con nuestra pobrezauq.r"l p".u\quien trabajamos. Para aprovechar más velamos Ia mayor l.parte de la noche y trabajamos durante el día porque ,ot /amenazacon dañarnos los miembros si descansamos y por Iesto no nos atrevemos a reposar. )

»Pero, ¿qué más os contaría? No os podría explicar ni laquinta parte de toda la vergüenza y ultraje que recibimos.Pero lo que nos enloquece de dolor es que muchas veces he-mos visto morir a muchos ricos y nobles caballeros luchan-do contra los dos diablos. Muy caro pagan el alojamiento yasí os pasará a vos mañana cuando, completamente solo, ha-bréis de combatir, queráis o no, contra estos dos auténticosdiablos y perder vuestro renombre.

-¡Que me ampare Dios, espírituverdadero -dijo mi señorYvain-, y si es su voluntad os devuelva honra y alegría! Notengo más remedio que ir a ver a la gente que está a{uí den-tro y saber de qué manera me acogerán.

-Pues id, señor, y que os guarde Aquel que da y reparte elbien a todos.

Entonces se fue al palacio y no encontró a gente, ni buenani mala, que le dirigiera la palabra. Atravesaron toda la casa,hasta llegar a un jardín; no tuvieron problema ni discusiónpara acomodar sus caballos. ¡Qué importa! Bien los llevarona los establos los que pensaban quedárselos. No sé si ellos sa-ben que aún tienen al señor completamente sano. Los caba-llos tuvieron avena y heno y un lecho sobre el que se hundie-ron hasta el vientre. Mi señor Yvain entró S_L-gU.?:*l-sesuido de toda su coiññrvTLJñflüñ lióiñi,;J&';i""tióñEffi Táa63'66iéüñáTél;-ááóáaá'y',i:Cliha-a§s§i"#.dr

effi .r&itni aií¡ ¿ala'l¿ iii u ñ a 19yera -" -". ild;iuiñ5;3ffiá §e !iálí!1 asélcaaló" pqrá.qe;ü;Éüik^4.?.{,s..s'3-§"trR#ey-el-xr,.et,.-B-pe-4ISr¿1e_-ll99.a-ban_{""g.""Zg3ly_ef lqX$escucharla, pues no teníañótro hiio.--Ñ6-ffi4;?a maa AÜ dié¿isiéie"ái{oi, y era tan bella y gentilque si la hubiera visto el dios Amor se hubiera puesto a su ser-

i'"-.""'vr¡¡!¡¡¡u4róv'

J sotras que no gane veinte sueldos o más. ¡Con esto se enri-

I quecería un duque!, y nosotras estamos aquí miserablemen-

Page 49: El Caballero Del Leon

134 Et Caballero del León

vicio y no dejaría que otro que no fuera él mismo la amara.

Para servirla se haría hombre y renunciaría a su divinidady se lanzaría él mismo la flecha de cuya herida no se sana si nose afana un médico sin lealtad. Nadie tiene el derecho de cu-rarla si no descubre antes la falta de lealtad, y el que sana de

otro modo es que no ¿rma lealmente. Tanto podría decirosacerca de esta herida, si quisierais oírlo, que hoy no acabaríade hablar; pero en seguida dirían algunos, pues los hay, que

os hablo inútilmente porque lagenteyano estáenamoradayno aman como antes y ni siquiera desean oír hablar de ello.Pero escuchad ahorade quémaneradieron albergue ami se-

ñor Yvain, cómo le acogieron y qué semblante demostrarontodos los que estaban en el jardín; desde el momento en que

levieron se pusieron en piey se apresuraron a decirle:

-¡Ea, buen señor, por cuanto Dios puede hacer y decir,sed llamado bendito, vos y todo lo que amáis!

Si le engañaron, no lo sé, pero le recibieron con gran júbi-lo y aparentaron un gran placer en ofrecerle hospitalidad a

su gusto. Incluso la hija del señor le servía y le demostrabagrandes honores, tal como se debe hacer con un huéspednotable: le quitó todas sus armas, y esto no fue nada, pues lelavó las manos, el cuello y el rostro. El padre quiere que lehaga toda clase de honores y así se los hace ella; saca de sucofre una camisa plisadaybragas blancas yse las pone, yconhilo y aguja le cose las mangas. ¡Quiera Dios que estos hala-gos y servicios no le cuesten demasiado caros! Le da una tú-nica costosa para ponerse sobre la camisa yle pone al cuelloun manto de escarlata forrado de veros enteros y no de reta-zos. Se preocupa tanto en servirle, que él está avergon zadoymolesto, pero la doncella es tan cortés, tan noble y genero-sa que aún cree haber hecho poco. Sabe que a su madre legusta que no le deje hacer a ella ninguna de las cosas con las

que pretende halagar.Al anochecer fue servida la comida; tantos fueron los pla-

tos que llevarlos cansaba a los servidores que los sirvieron.

19. El castillo de la Pésima Aventura 135

Porla noche le hicieron toda suerte de honores ymuycómo-damente le acostaron y no volvieron a acercarse a él hastaque estuvo en el lecho, y el león yacíaa sus pies como teníapor costumbre.

Por la mañana, cuando Dios encendió de nuevo su lumi-naria por el mundo, tan pronto como puede hacerlo Aquelque lo ordena todo, mi señor Yvain y su doncella se levanta-ron apresuradamente y en la capilla oyeron la misa que fuecelebrada para ellos a tan temprana hora en honor del Espí-ritu Santo. Después de la misa mi señor Yvain oyó una noti-cia muy desagradable: cuando creyó que podría irse sin nin-guna clase de obstáculo no tuvo posibilidad de ello, puescuando dijo: «Señor, me voy si os place, con vuestra licen-cia». El dueño de la casa le contestó:

-Amigo, no os la concedo; y no lo hago por una razón:en este castillo se ha establecido una costumbre diab ólicayterrible que he de mantener. Haré velir antgvos a dos sE -

-le dijo el caballero-, no pretendo nada de todoesto. Que Dios no me la conceda de esta manera. Quedaoscon vuestra hija; el emperador de Alemania sería muy feliztomándola por esposa, tan bella y discreta es.

-Callad, querido huésped -dijo el señor-, en vano os ex-cusáis, pues no podéis escapar de ellos. Mi castillo, mi hijacomo esposa y toda mi tierra poseerá quien logre vencer alos dos que os vendránaatacar. La batalla no puede poster-garse ni anularse de ningún modo. Creo que es por cobardíapor lo que rehusáis a mi hija y por eso estáis empeñado entthuir la batalla. Pero sabed que no tenéis más remedio queluchar. Ningrin caballero que está aquí dentro puede escaparbajo ningrin pretexto. Así está establecida esta costumbre y

É

el honor de este casti

Page 50: El Caballero Del Leon

LD\ h$os &l \tahlo136 s El caballero del león

tributo que perdurará por mucho tiempo, pues mihijano se

casará hasta que les vea muertos o vencidos.

-Entonces tendré que luchar con ellos muy a pesar mío yos aseguro que me abstendría muy a gusto, pero iré a lucharya que no puedo evitarlo.

_Enlqnees]lcgiarcnlosüoSlijgsdelSiablo.horlblesyne-sros. Los dos llevaban una maza de madera de corneio oue

odio y barrió la tierra con la cola, deseando ir en auxilio de

su señor, antes de que lo maten. Cuando aquéllos lo vieron,dijeron:

-Vasallo, apartad de ahí a vuestro león que nos amenazao declaraos vencido, o si no, debéis recogerlo en tal lugar enque no pueda ir en vuestra ayuda y en vuestro perjuicio; ha-béis de divertiros con nosotros vos solo pues el león, si pu-diera, os ayudaría gustosamente.

-Apartadlo vosotros ya que tenéis tanto miedo -contestómi señor Yvain-, pues a mí me gustayme conviene que os

haga daño si puede y mucho me complace su ayuda.

-A fe mía -le respondieron ellos-, no os va a ayudar deningún modo. Luchad lo mejor que podáis vos solo, sin ayu-da de nadie. Debéis estar solo ante nosotros dos; si el león es-

tuviera con vos para pelear con nosotros no estaríais solosino que seríais dos contra dos. Os aseguro que habéis deapartar de aquí avuestro león ahora mismo, mal que os pese.

-¿Adónde queréis que sevaya? -dijo él-. ¿Dónde queréisque lo meta?

'19. El castillo de la Pésima Aventura 137

Ellos le enseñaron una habitación pequeñayle dijeron:-Encerradlo aquí dentro.-Lo haré ya que lo queréis -les contestó.Lo llevó allí y lo encerró. En seguida fue a buscar sus ar-

mas para armarse; le entregaron su caballo, que fueron abuscar, y montó. Para hacerle daño yllenarle de oprobio se

lanzaron sobre él los dos campeones que se sentían segurosporque el león está encerrado en la habitación.

Le asestan tales golpes con las mazas que poca ayuda leprestan el escudo y el yelmo que lleva, pues cuando le alcan-zaln e\ el yelmo, se lo abollan y resquebrajan y el escudo se

cae a pedazos y se deshace como el hielo y hacen tales aguje-ros en él que se pudiera meter el puño por ellos. Los golpesde ambos contendientes son muy temibles. E ¿qué hizo él alos dos diablos? Ardiendo por el oprobio y el temor se de-fiende con toda su fuerza afanándose mucho en dar fuertes yduros golpes. No les faltan sus regalos, porque él les devuelvesus bondades dobladas.

Mientras, el león estaba en la cámara, angustiado yturba-do, pues se acordaba de la gran bondad que aquél le habíahecho con su generosidad, y ahora estaba tan necesitado desu a¡rda. Ahorale devolveríaestebeneficio enla mayorme-dida posible y en ello no se descuidaría si pudiera salir de allídentro. Iba mirando en todos sentidos y no ve por dónde es-caparse. O_!q LossentÍa ióvivamente

cerca oel sueyse metió hasta los

Page 51: El Caballero Del Leon

138

Yvain tenía tanto temor

Si no son ahora vencidos estos traidores yanoló óéiáñ riunca más, pues con el león no tendrán tregua nipaz en tanto los sepa vivos. Agarra a uno y lo lanza por losaires y cae a tierra como si fuera un tronco. Los malvados se

llenaron de terror y no hay nadie en aquel lugar que no se lle-ne de alegría. El que ha sido derribado por el león ya no se le-yantará nunca más si el otro no lo viene a socorrer. Corrióhacia allí en su auxilio y también para defenderse a sí mismosi el león se abalanzaba sobre él después de matar al que ha-bíaderribado, porquele temíamás alleón que asuseñor.

Muy necio sería mi señor Yvain si desde el momento quele dio la espalda yvio el cuello al descubierto le dejara vivirmás, pues ésta es una buena ocasión. El malvado le presentóla cabeza indefensayel cuello desnudo yél le asestó tal golpeque le arrancílacabezadel tronco tan limpiamente que elotro ni se dio cuenta. En seguida puso pie a tierra y fue a porel otro gigante, el que el león tenía agarrado, para rescatarloy arrebatárselo. Pero es inútil; tal es su mal que nunca llegaráa tiempo un médico, pues el león, enfurecido, tanto le hirióen su embestida que lo daRó de muy mala manera. Sin em-bargo, mi señor Yvain le empujó hacia atrás yüo que le ha-bía descoyuntado el hombro ylo tenía fuera de sitio. No tie-ne que inquietarse por nada porque a su adversario se lehabla caído el bastón yyacía casi muerto, pues ni se agitabani movla. Pero sí pudo hablar y le dijo como pudo:

-Apartad vuestro león, buen señor, por favor, que no se

me acerque más, y a partir de ahora haced conmigo todo loque queráis. Quien pide e implora piedad no debe faltarlecuando la ruega, si no se encuentra ante un hombre sin pie-dad. No me defenderé más, ni me levantaré de aquí aunquetenga fuerza, yme entrego a vuestro poder.

-Di, pues -le dijo el caballero-, que estás vencido y re-nuncias aluchar.

19. El castilto dela PésimaAventura 139

-Señor -le contestó-, eso está bien claro; os concedo queestoyvencido y que renuncio a luchar, a pesar mío.

-Pues entonces ya no debes temer nada de mí y confi ad enmileón.

En seguida todo el mundo acudió deprisa a rodearle. Elseñor y la dama le mostraron su contento, le abrazaron y lehablaron de su hija diciéndole:

-Ahora seréis nuestro amo y señor y nuestra hija vuestradamapues osla damos por esposa.

-Y yo -les contestó- os la devuelvo. Quien la tenga que se

la quede. A mí no me interesa, aunque no creáis que digoesto porque la desprecio. No os enfadéis si no la tomo; es

pues nada se opone a ello. Pero tomad y obraréis sabiamente,a,mi hija con toda su hacienda pues es tan bella, graciosa y dis-creta; nuncaharéis más rico matrimonio sirehusáis éste.

sus sentimientos a una doncella tan bella y gentil, como gus-tosamente haría, si pudiera o debiera aceptarla. Pero sabedque de verdad no puedo desposarme ni con ella ni con otra.Dejadme, pues, en paz; la doncella que vino conmigo me es-pera, me ha acompañado yyo quiero a mi vez acompañarla,paselo quepase.

-¿Eso es lo que queréis, buen señor? ¿Cómo es eso? Nun-ca, siyo no lo ordeno o no lo impulsan mis sentimientos se

oc abrirá mi puerta, sino que permaneceréis en mi prisión.Habéis sido orgulloso y despreciativo, pues os he rogado quetoméis a mi hija yla desdeñáis.

-¿Desdeñarla, señor? ¡Por mi alma que no lo hago! Es queno puedo casarme con mujer algunani quedarme más aquí.

El Caballero del León

resrs-

que no puedo ni debo.

que decís y os las entrego y libero,

Que no rechazaría nadie que entregara su corazóny

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140 El Caballero del León

Seguiré a la doncella que va conmigo, otra cosa no puede ser.

Pero, si queréis, os juraré con mi mano derecha y me cree-réis, que tan verdad como me estáis viendo que volveré, sipuedo, para tomar a vuestra hija en el momento que sea

oportuno, cuando vos queráis.

-¡Maldito sea quien os pide algo y quien requiere de vosun juramento o garantías! -le dijo él-. Si os gusta mi hijavolved rápidamente, pues ni promesa ni fe jurada os haránvenir antes, creo yo. Id, pues, os libero de todas las garan-tías y de todos los pactos; si os retiene la lluvia, el viento ocualquier cosa, ¡nada me importa! No considero tan vil ami hija, como para dárosla alafierza.Id ahora a vuestroasunto, pues me da lo mismo que volváis como que os que-déis.

Inmediatamente mi señor Yvain se marchó; no perma-neció más en el castillo, / se fue llevándose liberadas a lascautivas que el señor le entregó, pobres y andrajosas, peroque a é1, ahora, le parecen ricas. Salen del castillo todas jun-tas, de dos en dos, delante de él y no creo que demostrarantanta alegría si el que creó el mundo hubiera descendido a latierra.

Todos los que antes le habían insultado tanto como pudie-ron se acercaron para pedirle graciayperdón; van caminan-do a su lado, y él les dice que no sabe nada de ello:

-No sé de qué habláis -les dice- y os declaro libres de todaculpa, pues por lo que yo recuerdo nunca me dijisteis nadaque me ofendiera.

Muy contentos se pusieron al oír esto y alabaron muchosu cortesía. Todos lo encomendaron a Dios durante el largotrecho que le acompañaron. Las doncellas le pidieron licen-cia para irse, y se fueron. En el momento de separarse se in-clinaron ante él y rogaron para que tuviera buen destino yque Dios le otorgara felicidad y salud y llegar según su deseo

a cualquier lugar que vaya. Y é1, a quien esta demora impor-tuna mucho,las encomendó a Dios.

12. E[ castillo de la Pésima Aventura 141

-Marchaos -les dice- y que Dios os conduzca a vuestropaís sanas y salvas.

Las doncellas, con grandes muestras de alegría, se pusie-ron en camino inmediatamente y mi señor Yvain reempren-dió el suyo en otra dirección.

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11. Elcombate entre YvaÍn y Qauvain

urante todos los días de la semana no cesó de cabalgar

a todo galope hacia donde le conduce la doncella que cono-cía muybien el camino yel refugio en donde había quedadola desheredada, triste y desconsolada. Cuando ésta se enteróde lallegada de la doncellaydel Caballero del León no huboalegría comparable a la que invadió su corazón, pues pensó

que ahora su hermana le dejaría una parte de su herencia. La

doncella había estado largo tiempo enferma, en cama, yahora acababa de reponerse de un mal que la había hechopadecer mucho, como bien se notaba en su cara. Fue la pri-mera en correr a su encuentro y les saludó y les honró talcomo sabía. No es necesario hablar del júbilo que hubo porla noche en aquella morada: no diré ni una palabra, pues ha-bría demasiadas cosas que contar. Todo me lo salto hasta lle-gar al día siguiente cuando montaron en los caballos y se

fueron.Mucho caminaron hasta llegar al castillo en el que el rey

Artús residía desde hacía quince días o más. Estaba allí ladoncella que había desheredado a su hermana; había idosiguiendo a la corte y esperaba la llegada de su hermanaque ya se acercaba. Muy poco se angustia su corazón, pues

13. El combate entreYvaÍn y Qauvaín 143

imagina que no encontrará ningún caballero que puedahacer frente a mi señor Gauyain en el combate; y sólo falta-ba un día para cumplirse la cuarentena. Ella sola se queda-ría con la herencia y la hubiera ganado libremente, por ra-zón y justicia, si un solo día más transcurriera. Pero aúnquedaba mucho más por hacer de lo que ella se imaginabay creia.

El caballero y la doncella pasaron la noche fuera del casti-llo en un albergue bajo e incómodo, donde nadie les recono-ció; si hubiesen dormido en el castillo todos les hubiesen co-nocido ypor esto iban con tanto cuidado.

Al día siguiente salieron rápidamente al alba y se escon-dieron hasta que llegara el día hermoso yclaro.

Habían pasado muchos días, no sé cuiíntos, que mi señorGauvain había vivido alejado sin que se supiera nada de élen la corte excepto la doncella por la cual debía luchar. Se

había alejado de la corte unas tres o cuatro leguas yvolvió a

ella equipado de modo que no pudieron reconocerle a cau-sa de las armas que llevaba ni los que siempre habían esta-do con é1. La doncella, que era evidentemente injusta con suhermana, presentó ante todos los de la corte al que disputa-rla por ella la querella de la que no tenía ningún derecho, yle dijo al rey:

-Señor, el tiempo pasa, y pronto pasará la hora de nona yhoy es el ríütimo día. Ahora se verá que estoy preparada paramantener mi derecho. Si mi hermana debiera volver, no ten-drla que tardar; y Dios sea loado pues ella no viene. Está bienclaro que no puede hacer nada mejor y que por nada se hamolestado. Yo he estado preparada siempre, hasta el riltimodla, para defender lo que es mío. He vencido mi combate; esjusto que me vaya para poseer mi heren cia en paz, mientrasyo viva no devolveré nada a mi hermana y así vivirá en latrlsteza y la desgracia.

El re¡ que sabía perfectamente que la doncella era injustay que obraba deslealmente con su hermana, le dijo:

149

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144 El Caballero del León

-Amiga, en corte real se debe esperar, a fe mía, hasta quela justicia del rey dictamine, pues creo que vuestra hermanaaún puede llegar a tiempo yno hayque echarse atrás.

Antes de que el rey hubiera acabado de hablar vio al Caba-llero del León y a la doncella a su lado. Venían los dos solospues se habían ido a escondidas del león que se había queda-do en donde habían pasado la noche. El reyvio a la hermanapequeña que no le desplugo; cuando lavio mucho le compla-ció y agradó porque en el pleito se inclinaba hacia ella, segúnentendía la justicia. De la alegría que tenía le dijo en seguida:

-¡Acercaos, bella, yque Dios os guarde!Cuando lo oyó, la hermana mayor se sobresaltó y dándose

la vuelta vio a su hermana y al caballero que había traídopara sostener su causa y se volvió más negra que la tierra.Muy acogedoramente fue recibida la doncéla por todos losde la corte; se adelantó hasta llegar ante el re¡ a donde se

sentaba, ycuando estuvo allí le dijo:-Dios salve al rey y a su mesnada. Rey, si mi justicia y mi

causa pueden ser defendidas por un caballero, serán por este

que, por su gracia, me ha seguido hasta aquí; y sin embargotenía mucho que hacer en otros lugares este noble y genero-so caballero, pero tuvo tal piedad de mí que se echó a la es-palda sus otros asuntos en favor del mío. Mi señora, mi *"ñquerida hermana a la que amo tanto como a mí misma, Iobraría con cortesía ybondad si me diera lo que me pertene- Ice en derecho, y entre ella y yohabríapaz, pues yo no le nido !nadadelosuyo.

-Ni yo nada de lo tuyo -le contestó la otra-, porque tú notienes nada ni lo tendrás. Predica todo lo que sepas que pormucho que prediques no te llevar᧠nada y llegarás a secartede tanto dolor.

13. El combate enheYvainy Qauvain 145

pues la querella es muy pequeña. Pero yo no puedo darla porfinalizada pues tengo gran necesidad. Os estaría muy reco-nocida si me dieseis lo que es mío en derecho.

-En verdad -le contestó la otra- quien te contestara ahoraperdería el tiempo. ¡Que me abrasen el fuego ylas llamas in-fernales si te doy algo con que vivas mej or! Antes se juntariínlas orillas del Sena y será primero la hora nona, que tú ob-tengas algo sin combate.

-Dios, y el derecho que tengo, en quien me fio y me fiarésiempre hasta el día de hoy, a¡rden a aquel que por caridadypor nobleza se ofreció a mi servicio sin saber quién era yo ysin conocerme, niyo a é1.

Siguieron hablando hasta que cesaron las palabras y tra-jeron a los caballeros en medio de la corte. Todo el pueblocorrió hacia allí, como suele correr la gente en tales ocasio-nes cuando quieren ver justas y golpes de esgrima.

( Los dos que iban a enfrentarse no se reconocieron en ab-J

\ roluto a pesar de la profunda amistad que se tenían. ¿Es que \( acaso ahora no se aman? Sí y no, os contesto. Y lo uno y lo \( otro probaré y encontraré las razones. )' En verdad que mi señor Gauvain ama a Yvain y le llama

compañero, e Yvain a él esté donde esté. Aun aqui si le reco-nociera, ¡qué gran alegría tendría!, incluso pondría en peli-gro por élla cabeza, y el otro la suya por é1, antes de hacerleningrln mal. ¿No es esto amor absoluto y puro? Sí, cierta-mente, pero ¿el odio no está también a la vista? Sí, pues es

cosa cierta que el uno, sin duda, quisiera romper la cabeza alotro, deshonrarle tanto que valiera menos. A fe mía que es

probada maravilla encontrar en un mismo vaso Amor yOdio mortal. ¡Dios mío! ¿Cómo se puede acoger en un mis-mo albergue a dos cosas tan contrarias? En un mismo alber-gue, creo yo, no pueden estar juntas; no podrla quedarseuna con la otra en un aposento sin que hubiera molestias ydleputas cuando una supiera la existencia de la otra. Pero enuna casa de muchos aposentos hay salas grandes y peque-

( f" fr.r*""" pequeña, que sabía comportarse con renien]{temente y era muy prudente y cortés, le contestó en seguida: ':

{ -Verdad es -dijo- que mucho me pesa que por nosotras \

(dos se enfrenten estos dos nobles caballeros, aquípresentes,

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1 4ó El Caballerodel León

ñas. De este modo se puede resolver la situación; quizáAmor se había encerrado en alguna cámara secreta y Odiose había instalado en las salas que dan a la calle, porque quie-re que se le vea.

Ahora Odio está muy ansioso; espolea, aguija y se lanzasobre Amor con todas sus fuerzas y Amor ni siquiera se

mueve. ¡AyAmor! ¿Dónde estás escondido? Salyverás quéhuésped han enviado ylanzado contra ti los enemigos de tusamigos. Estos enemigos son los mismos que se aman entre sícon un amor santísimo, pues un amor que no es falso ni fin-gido es algo precioso y santo. Pero Amor es completamenteciego y Odio no ve ni gota; Amor debiera prohibirles, si losreconociera, que se enfrentaran el uno al otro y se hicieranningún mal. Por esto Amor está ciego, derrotado yburladoy a los que son suyos por derecho, si los ve no los reconoce.Y Odio no sabe decirporqué el uno odiaal otro,yequivoca-damente los quiere enfrentar y que ambos se odien mortal-mente. Yasabéis quenadie ama a quien quisieradeshonrarydeseara su muerte.

Pero ¿cómo? Acaso mi señorYvain quisieramatar amise-ñor Gauvain, su amigo? Sí, y el otro también. ¿Acaso miseñor Gauvain quisiera matar con sus propias manos aYvain o hacerle algo peor de lo que digo? No, os lo juro so-lemnemente. Ninguno de los dos quisiera hacer deshonra nimaldad al otro por todo lo que Dios creó para el hombre ypor todo el Imperio de Roma.

Ahora os he dicho una infame mentira, pues es bien evi-dente que el uno quiere atacar al otro, pues ya tienelalanzalevantada sobre la cuja para herirle, humillarle y dejarlemaltrecho y no le faltará el valor para ello.

Decidme pues, ¿de qué se lamentará el que reciba los peo-res golpes, cuando uno derrote al otro? Porque si llegan a en-frentarse temo que mantendrán la batalla y la refriega hastaque seavencido uno delos dos. ¿PodráYvain afirmarcon ra-zón, si llega la peor parte, que el que le ha humillado se cuen-

Pc\ea en{rc i,r^, n 3 &tur{rn13. ElcombateenheYvainyQauvain 147

ta entre sus amigos y que antes no le daba otro nombre queel de amigo y compañero? Y si ocurriera por casualidad queYvain venciera a su amigo o que le superara en muy poco,

¿tendría derecho en lamentarse el vencido? No; pues no sa-

brádequién.Ya se alejan el uno del otro para enfrentarse, sin recono-

cerse. Al encontrarse rompen sus lanzas que eran fuertes, demadera de fresno. No habla el uno con el otro pues si se hu-biesen hablado sucombatehubierasido muydiferente. En elchoque no se hubiesen golpeado con la lanza o la espadasino que se hubiesen abrazado ybesado en vez de destrozar-se; mientras que ahora se hacen pedazos y se hieren mutua-mente. No ganan nada en ello las espadas, ni los yelmos, nilos escudos, que están hundidos y agujereados ylas melladashojas de las espadas rebotan pues se dan muy fuertes tajoscon los filos y no con las hojas, y con las empuñaduras ases-

tan tales golpes sobre los nasales, los cuellos, las frentes ylasmejillas que sevuelven azules ymoradas allídonde afluye lasangre. Las lorigas están tan rotas y los escudos tan destro-zados, que no hayninguno que no esté hundido. Thnto se es-

fuerzan en el combate que casi pierden el aliento; es tan ar-dorosa la lucha que no quedan en los yelmos ni jacinto niesmeralda engastada que no esté reducida a polvo o arran-cada, pues los golpes que se dan con las empuñaduras en losyelmos son tan violentos que quedan aturdidos y están apunto de hundirse el cráneo. Los ojos lanzan chispas, lospuños son cuadrados y gruesos, los músculos fuertes ylos huesos duros; y se dan terribles golpes en la cabeza conlas espadas que empuñan y que gran ayuda les prestan sus

lncesantes golpes.Cuando después de tanto luchar se sintieron cansados,

con los yelmos rotos y las lorigas desmayadas, pues tanto las

hablan golpeado las espadas, y los escudos hundidos y agu-

Jereados, se hicieron atrás unos pasos para reposar la sangreyvolver a tomar aliento. Pero no se detuvieron mucho rato;

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1 48 El Caballero del León

en seguida el uno se abalanzó sobre el otro con más violen-cia que antes y todos dijeron que nunca habían visto a doscaballeros más valerosos:

-No combatenpor jugar, sino quelo hacen demasiado se-

riamente. Las recompensas y los honores no llegarán a reci-birlos.

( Mientras combatían,los dos amigos oyeron qr'r" lu, gent"l\ hablaban de reconciliar a las dos hermanas; pero la mayor no \) quiere concertar la paz de ningún modo y la pequeña se so- (

I mete a la sentencia del rey y no quiere contradecirle en nada. ]

' Pero la obstinación de la mayor era tal, que incluso la reinaGinebra, los caballeros, el re¡ las damas y los burgueses se

ponen del lado de la menor y todos acuden al rey, rogándoleque a pesar de la prohibición de la hermana mayor dé alamenor la tercera o cuarta parte de la tierra y separe a los doscaballeros porque suvigor es tal que sería una gran desgraciasi uno matara al otro o le arrebatara algo de su honor. Pero elrey les contestó que no intervendría más en poner paz por-que lahermanamayor se negaba, tan malapersona era.

Oyeron también estas palabras los dos que con tal corajese malherían, y esto sorprendía a todos, pues era tan igual labatalla que nadie podía adivinar quién llevaba ventaja oquién la peor parte. Incluso los dos que combatían y queprocuraban obtener el honor al precio del martirio estabanmaravillados y asombrados pues sus ataques se parecíantanto que cada uno se preguntaba, estupefacto, quién debía

- ser aquel que luchaba tan violentamente contra é1.

I Se protóngó tanto el combate que el día se iba acercandfl

/ hacia la noche, y ambos tenían el brazo exhausto y el cuerpo I

\ dolorido y Ia sangre caliente salía a borbotones por muchos !f sitios de todo el cuerpo y corría sobre las lorigas; no es extra- \I ño que desearan descansar pues el sufrimiento era muy i

grande.Entonces ambos reposaron y cada uno piensa para sí que

por fin había encontrado a su igual después de haberlo espe-

13, El combate entre Yvain y Qauvain 149

rado tanto. Mucho tiempo reposaron, sin querer volver a to-mar las armas. No les atraía la batalla, pues la noche estabaoscura y tenía gran temor el uno del otro. Estas dos cosas lesimpulsan y aconsejan a quedarse quietos; pero antes de vol-ver al campo de batalla volverán a ser amigos y la alegría y lapiedad les unirá.

El primero en hablar fue mi señor Yvain que era muyno-ble y cortés, pero su buen amigo no le reconoció al hablar,pues se lo impidió el que hablara tan bajo y con la voz ronca,debilitada y rota porque tenía toda la sangre alterada por losgolpes recibidos:

-Señor -le dijo-, se acerca la noche y no creo que seamoscriticados ni reprochados si es la noche quien nos separa.Por mi parte os digo quemucho os temo yadmiro; nunca entoda mi vida entablé un combate en que sufriera tanto, nicreíencontrar un caballero que tanto quisiera conocer. ¡Québien asestáis los golpes y cómo acertáis! Ningrin caballero delos que conozco sabe dar golpes tan certeros y desearía nohaber recibido tantos como los que hoyme habéis asestado,tan conmocionado me han dejado vuestros golpes.

-¡Por mi fe! -dijo mi señor Gauvain-, no estáis tan agota-do y vapuleado, yo también lo estoy tanto o más. Y si supieraquién sois quizá no os atormentaría más. Os he dado lo mío,pero bien me habéis devuelto la cuenta y el capital y el inte-rés pues habéis sido más generoso en devolver queyo en to-mar. Pero sea como finalice esto, ya que deseáis saber porqué nombre soyllamado, no os lo ocultaré más: me llamoGauvain y soy hiio del rg¿!9¡¡.+ 1- '- - '.,

-Tsombrado y completamente aturdido quedó mi señorYvain al oírlo: con mal talante y enfadado arrrojó al suelo sucopada que estaba toda ella ensangrentada, su escudo des-trozadoybajó del caballo ydijo:

-¡A¡ qué desgracia! ¡Qué desgraciada equivocación ha-ber empezado esta batalla sin habernos reconocido! Si hu-biera sabido quién erais no hubiese luchado con vos sino

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150 El Caballero del León

que hubiera renunciado a luchar antes del combate, os loaseguro.

-¿Cómo es esto? -dijo mi señor Gauvain-. Pues ¿quiénsois vos?

-,s,SI,Yr.ei$s"9§L+,"t".E,.esgttgS,nedifi ,.tp*4p*lp;*nd0,tanto como se extiende a la redonda, pues vos me habéisamado siempre y honrado en todas las cortes. Pero en estaocasión quiero ofreceros esta reparación y este honor: mereconozco vencido completamente.

-¿Esto haríais por mí? -dijo mi señor Gauvain, el ama-ble-. Muy presuntuoso sería, ciertamente, si aceptara estareparación. Este honor no será por mí, sino para vos, os loconcedo.

-¡Ah, buen señor!, no habléis más: esto no sucederá, puesno puedo sostenerme, tan extenuado y fatigado estoy.

-En verdad que os lamentáis por nada -le dijo su amigo ycompañero-, yo soy quien está vencido y maltrecho, y no lodigo paralisonjearos porque no hayen elmundo ningún ex-traño a quien no dijera lo mismo, antes que seguir soportan-domásgolpes.

Mientras así hablaban, desmontaron y se echaron uno enbrazos del otro abrazándose y sin dejar de decir cada unoque se considerabavencido.

La disputa no acababa nunca hasta que acudieron el rey ylos barones alrededor de ellos y, al verlos reconciliados se

mostraron impacientes por saber qué pasaba y quiénes eranlos que se demostraban tanta alegría.

-Señores -les dijo el rey-, decidnos, ¿quién de pronto haintroducido entre yosotros dos esta amistad y este acuerdocuando tanto odio y discordia he visto durante todo el día?

-Señor, rro o, o.'rlturé -dijo mi señor Gauvain, su sobri-)no- la desgracia y el infortunio que han impulsado nuestra \batalla. Puesto que habéis permanecido aquí para enteraros, )es justo que os diga la verdad. Yo, Gauvain, vuestro sobrino, \no reconocí a mi compañero, mi señor Yvain aquí presente, \

1 3, El combate entreYvaÍn y Qauvain 151

hasta que gracias aé1, mepreguntó minombre como plugo aDios. Nos dijimos nuestros nombres, y entonces nos reco-nocimos después de habernos enfrentado duramente. Terri-ble fue la pelea y si hubiéramos seguido combatiendo toda-vía un rato más, muy mal me hubiera ido, pues, por micabeza, él me hubiera matado gracias a su valentía y por lainjusticia de aquella que me había enviado al campo de ba-talla. Pero, ahora, prefiero mucho más que mi amigo mehaya vencido con las armas que matado.

Entonces a mi señor Yvain se le subió la sangrealacabezaydijo:

-Muyquerido seño6 que Dios me ayude, pues cometéisun grave error diciendo esto. Sepa el rey mi señor que en estecombate el vencido y el derrotado soy yo, sin lugar a dudas.

-§o, soyyo -dijo uno.

-No, soyyo -dijo el otro.Ambos son tan nobles y generosos que el uno otorga y

ofrece la victoria y la corona al otro, pues ni el uno ni el otrola querrían tomar, sino que intentaban convencer al reyy atodos los que allí estaban, que cada uno era el vencido y elderrotado.

Después de haberles escuchado durante un rato el reypuso fin al debate; mucho le complacía oírles y al mismotiempo verles abrazarse después de haberse destrozado yhe-cho terribles heridas por todo el cuerpo.

-Señores -les dijo-, una gran amistad existe entre voso-tros dos; bien lo demostráis cuando cada uno se confiesavencido. Pero ahora remitiros a mí y creo que lo dispondrétan bien que el honor será vuestro y a mí me alabará todo elmundo.

Los dos caballeros le prometieron hacer su voluntad entodo lo que les dijera. El rey contestó que repartiría la quere-lla con justicia y debidamente.

-¿Dónde está -dijo- la doncella que expulsó de su tierra a

hermana yla desheredó a la fuerza y sin piedad?,¡u

I

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152 El Caballero del León

-Señor -le contestó ella-, aquí estoy.

-¿Aquí estáis? Pues venid acá,Hace tiempo que yo ya sa-

bía que la queríais desheredar. Su derecho ya no se le negará,pues me habéis reconocido laverdad. No tenéis más reme-dio que renunciar a su parte.

-Señor rey -dijo ella-, he contestado neciamente y a la li-gera, no me deberías tomar la palabra. ¡Por Dios, seño! nome perjudiquéis! Sois el rey y debéis guardaros de toda in-justiciayerror.

-Poresto precisamente -le contestó el rey- quiero devolveravuestrahermanalo que le pertenece en derecho, pues nuncaquise cometer una injusticia. Ya os habéis dado cuenta quevuestro caballero y el suyo se han remitido a mí: no hablaré enfavor vuestro, porque vuestra injusticia es bien evidente.Cada uno de ellos se declara yencido, tanto desea honrar alotro. No tengo por qué retrasar todo esto ya que el asunto harecaído sobre mí: o hacéis segrín mi deseo todo lo que os or-denaré, sin obrar injustamente, o proclamaré que mi sobrinoha sido vencido por las armas; entonces esto sí que será peorpara vos, puesto que lo diré contra mi voluntad.

El rey no hubiera dicho esto de ningún modo, pero quisointentar asustarla tanto para que devolviera la herencia a suhermana, por temor; bien se dio cuenta de que ella no devol-vería nada por mucho que le razonara si no era por la fuerzao por el temor. En efecto, llena de incertidumbre y temor ledijo:

-Buen señor, no tengo más remedio que hacer vuestro de-seo aunque doliéndome en el alma, pero lo haré aunque mecueste. Mi hermana tendrá la parte que le pertenece de miherencia; vos mismo seréis la garantía para que ella esté mássegura.

-Investidla ahora mismo de su feudo -dijo el rey- y serávuestra vasalla y dependerá de vos: amadla como a vasa-lla vuestra, y ella a vos, como a su señora y como a su herma-na carnal,

13. El combate entre Yvain y Qauvain 153

Así arregló el rey este asunto: la hermana pequeña tomóposesión de su tierra y se lo agradeció. Luego dijo el rey a susobrino, el caballero valiente y noble, que se dejara quitar las

armas y que mi señor Yvain, si la placía, también se las deja-ra quitar pues ya no les hacían falta. Entonces se desarmaronlos caballeros que habían luchado con igual valentía.

Mientras se estaban desarmando vieron venir corriendoal león que buscaba a su señor; cuando lo vio dio grandesmuestras de alegría. ¡Si vierais cómo se echaba atrás la gen-

te! Hasta el más atrevido huyó.

-Quietos todos -dijo mi señor Yvain-. ¿Por qué huís? Na-die os persigue; no temáis que os vaya a hacer ningún dañoeste león que veis; creedme, pues es mío y yo soy suyo y losdos somos compañeros.

Entonces todos los que las habían oído tantas veces, su-pieron que eran verdad las aventuras del león y de su compa-ñero; no había sido otro caballero, sino éste el que había ma-tado al gigante traidor. Y mi señor Gauvain le dijo:

-Señor compañero, que Dios me proteja, mucho me ha-béis hoy envilecido. Qué mal os he recompensado el servicioque me hicisteis matando al gigante para salvar a mis sobri-nos y a mi sobrina. Muchas veces me he acordado de vos ypor ello estaba angustiado puesto que, como es sabido, nos

tenemos amistad y amor. Mucho había pensado en vos, sinduda, pero no tenía ni idea porque nunca había oído hablaren cualquier lugar donde estuviera de un caballero que co-nociera y que fuera llamado por el nombre del Caballero del

León.Mientras hablaban les quitaron las armas y el león se pre-

cipitó hacia donde estaba sentado su señor; cuando llegóante él le demostró gran alegría a la manera de una bestiaque no puedehablar.

Ahora es preciso llevar a los dos a la enfermería o a unnposento para enfermos porque necesitaban de un médico yde bálsamos para curar sus heridas. El rey que tanto afecto

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154 El Caballero del León

Ies tenía les llevó un cirujano que sabía curar las heridasmejor que nadie y que se ocupó de curarlas hasta que sana-ron las heridas de la mejor manera y lo más pronto quepudo.

14. Lareconciliación entreYvain y Laudíne

uando ambos estuvieron curados, mi señor Yvain,que había entregado su corazón a Amor sin retorno, com-prendió que no podía vivir más tiempo y que acabaría mu-riendo de amor si su dama no se apiadaba de é1, pues se mo-rla por ella. Decidió, pues, marcharse él solo de la corte: iríaa combatir a la fuente y provocaría tales rayos, vientos y llu-via que alafuerzay por necesidad tendría que hacer las pa-ces con é1, o no cesaría nunca de provocar en la fuente la tor-menta, la lluviay el viento.

En cuanto mi señor Yvain se sintió curado del todo, se

marchó sin que nadie lo supiera llevándose consigo al león,porque no quería dejar su compañía en toda su vida. Largotiempo caminaron hasta llegar a la fuente y allí hicieron llo-ver: no creáis que os miento si os digo que la tormenta fuetan terrible que nadie os sabría contar ni la décima parte; pa-recla que todo el bosque se hundiera en el infierno.

Temió Ia dama por su castillo, pues parecía que iba a hun-dlrse: los muros se movían y la torre se tambaleaba tanto quecasi se derrumbó. El más valiente preferiría ser prisionero enPersia entre los turcos, que estar entre los muros del castillo.'lhl es su miedo que maldicen a sus antepasados diciendo:

155

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15ó El Caballero del León

-¡Maldito sea el primero que construyó una casa en este

país y Ios que edificaron este castillo! En todo el mundo noencontraron un lugar que sea tan odioso porque un hombresolo lo puede atacar, provocar una tormenta y destruir.

-Señora -dijo Lunete-, habéis de tomar una decisión. Noencontraréis quien se atreva a ayudaros en este trance, si novais a buscarlo muy lejos. Nunca más encontraremos repo-so en este castillo, ni nos atreveremos a traspasar la puerta ylas murallas. Bien sabéis que aunque se reunieran todosvuestros caballeros para esta empresa ni el mejor de todos se

atrevería a dar un paso adelante, por lo que ahora si vos notenéis quien defienda vuestra fuente pareceréis una atolon-drada e indigna de vuestro rango. Muy gran honor obten-dréis cuando el que os haya atacado se vaya sin haber enta-blado combate. Ciertamente, estáis en mala posición si nodecidís otra cosa en lo que os atañe.

-Tú que tanto sabes -le dijo la dama-, dime qué he de de-cidir y obraré según tu consejo.

-Señora, cierto es que si yo supiera muy gustosamente os

aconsejaría, pero necesitáis un consejero más v¡ílido. No meatrevo a meterme en esto y, como los otros, soportaré la llu-via y el viento hasta que, ¡Dios lo quiera!, vea en vuestra cor-te algún noble caballero que tome sobre él el peso yla carga

del combate. Pero temo que esto no sucederá hoyyperjudi-cará vuestros intereses.

La dama contestó rápidamente:

-Doncella, ¡habla de otra cosa! Dejad a la gente de mi cas-

tilIo, pues no espero de ninguno de ellos que pueda defenderla fuente y la grada, pero, si Dios quiere, veamos ahora vues-tro consejo yvuestra cordura, pues siempre se ha dicho que

en la dificultad es cuando se pone a prueba la amistad.

-Señora, quien pensara en encontrar al que mató al gi-gante y venció a los tres caballeros haría bien en irlo a bus-car; pero mientras esté en guerra, reñido y enemistado consu dama creo que no existebajo el cielo nihombre nimujera

¡vnft weh¿ a fcrfualir a \¡ dlfi,rl1 4. La reconciliación entre Yvain y Laudine 157

quien siguiera hasta que alguien le jure y le garantice hacertodo lo posible en reconciliar el menosprecio que le demues-tra su dama y que le está matando de dolor y de tristeza.

Díjoleladama:-Estoy presta antes de oue vaváis en su busca a daros la

9!lé-se'n¡§manos"Lunete le contestó:

-Señora, no dudo en absoluto que vos podréis obtener lareconciliación, si os interesáis en ello; pero no os disgustéissi en seguida os tomo el juramento antes de ponerme en ca-mino.

-No veo ningún inconveniente en ello -dijo la dama.Lunete, que sabía mucho de cortesía, hizo traer con rapi-

dez un relicario de gran precio ante el que se arrodilló ladama. Lunete le hizo, con gran respeto, el juego de la verdad.Y en la prestación del juramento no olvidó nada en su pro-vecho aquella que se lo había hecho realizar.

-Señora -le dijo-, levantad la mano. No quiero que ma-ñana mismo me reprochéis esto o lo otro, pues lo que estáishaciendo no es en mi provecho, sino en el vuestro. Si que-réis, jurad que emplearéis vuestras fuerzas con toda lealtaden la causa del Caballero del León hasta que él sepa que tieneel afecto de su dama igual que lo tuvo antes.

Entonces levantó la dama la mano derecha y dijo:-Todo lo que has dicho, yo lo confirmo y si Dios y los san-

tos me ayudan, mi corazón no me fallará en hacer todo loque pueda. Le devolveré el amor y la gracia que tuvo de su¡eñora, si tengo fuerzay poder para ello.

Muybien consiguió Lunete lo que quería: no deseaba otracosa que la que había logrado. Fuera la esperaba un palafréntranquilo. Con la cara radiante y el semblante alegre montóLunete y se alejó, hasta que llegó al lado de un pino donde en-contró a aquel a quien no esperaba hallar tan cerca, sino que

^

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158 El Caballero del León

había pensado que mucho habría de buscar hasta llegar a é1.

Thn pronto como lo vio lo reconoció por su león; se le acercórápidamente y puso pie a tierra. Desde lejos ya la había reco-nocido mi señorYvainyla saludó, yellaaé1, diciéndole:

-Señor, ¡qué contenta estoy de haberos encontrado tanpronto!

Y mi señor Yvain le respondió:*¿Cómo? ¿Acaso me buscabais?

-Sí, señor, y desde que nací nunca he tenido mayor ale-gría, pues he inducido a mi señora a que, si no quiere serperjura, sea vuestra dama yyos su señor igual que antes. Osloprometo.

¡Qué gran alegría tuvo mi señor Yvain al oír tal nueva quecreía que no oiría nunca más! No pudo demostrarle mayorregocijo a aquella que había conseguido tanto para él: labeso en los ojos, después en el rostro, mientras le decía:

-En yerdad, mi dulce amiga, que de ninguna manera po-dría recompensaros: temo no encontrar los medios y la oca-sión en honraros yserviros.

-Señor -le dijo ella-, no os importe ahora esto: no os pre-ocupéis, pues ya encontraréis los medios y el momento dehacerme un beneficio a míy a otros. Si he hecho lo que de-bía, tanto se me debe agradecer a mí como a quien pide bie-nes a los otros y luego los devuelve. Creo que aún no os hedevuelto todo lo que os debo.

14. La reconciliación entre Yvainy LaudÍne 159

caballero con quien tanto deseaba entablar amistad y a

quien tanto deseaba conocer yver. Mi señor Yvain, comple-tamente armado, cayó a sus pies y Lunete que estaba a sulado dijo:

-Señora, levantadlo y emplead vuestros esfuerzos y habi-lidad en obtener la pazy el perdón, pues nadie, sólo vos,puede conseguirlo en todo el mundo.

Entonces la dama le hizo levantarydijo:-Todo lo manera

hacer sus

mente, señora -le contestó Lunete-, yo no diríaesto si no fuera verdad. Tenéis todo el poder, más aún delque os he dicho; ahora mismo os voy a revelar la verdad ytendréis conocimiento de ella: nunca tuvisteis ni tendréistan buen amigo como éste. Dios, que quiere que entre él yvos haya tal concordia y verdadero amor que nunca desapa-rezcar., ha hecho que lo encontrara hoy cerca de aquí. Paraprobar que esto es verdad no hace falta hablar más: señora,olvidad vuestro resentimiento, porque no tiene otra damasino vos; es mi señor Yvain, vuestro esposo.

Al oír estas palabras la dama se estremeció, y dijo:-¡Qué el Señor me salve! ¡Buena trampa me has hecho por-

que me vas a hacer amar, a pesar mío, a quien no me ama nime aprecia! ¡Qué bien has actuado! ¡Qué buen servicio me hasprestado! Preferiría soportar el viento y la tempestad durantetodamivida; ysi juraren falso no fuera cosa reprochableyvil,jamás, por ningrin precio, en contr aría pazy concordia. Siem-pre estaría incubado en mi corazón como el fuego bajo la ce-niza esto de lo que no deseo háblar ni tengo ganas de recordar,y6 que no tengo más remedio que reconciliarme con é1.

Mi señor Yvain lo oyó y comprendió que su asunto estabaya resuelto favorablemente, y que obtendría la pazy elper-tlón, ydijo:

-Señora, hay que mostrarse misericordioso con el peca-dor. Muy cara he pagado mi insensatez, y así debía suceder-

-Sí lo habéis hecho, ¡qué Dios me proteja!, y más de cincomil bondades. Ahora nos iremos cuando queráis, ¿pero lehabéis hablado de mívdicho ouién sov?

-48.---=¡- *-.J-"

:&tsrrifsl*gqgu*s9-T,g*ii-U$í§l':1.-.sse-+-oss.oñi^Eildá6áiHó-AéIñ6n-

llablando de estas cosas se alejaron y el león siempre ibadetrás suyo, hasta que llegaron los tres al castillo. No dijeronnada a hombre ni mujer alguno hasta llegar ante la dama.

Muycontenta estabala dama cuando le llevó la noticia deque había llegado la doncella llevando consigo al león y al

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1ó0 El Caballero del León

ulE:rlllndñé¿hq-t'#s¿y419"#plt§.sidoalatre¡¡e¡msa,nre"--§-e.rteg^r,¡-g9$FJs§.y.si-ehs&e-m9.*ql¡tréis¡etene¡,¡¡r¡nca¿sharéninsúnmal.'*E4»á"#@-

-Ciertamente r

píritu Santo porque Dios no me ha dado una mayor alegríaenestemundo!

Ahora mi señor Yvain ha obtenido el perdón y podéiscreer que nunca de ninguna otra cosa tuvo alegría mayordespués de haber sido tan desgraciado. Ha llegado a buentérmino, es amado y querido por su señora y ella por é1. Ya

no se acuerda de nada triste: lo ha olvidado todo por el gozoque le produce su muy querida amiga.

Y Lunete es completamente feliz; no carece de nada de loque desea, ya que ha logrado una paz que no tendrá fin, en-tre mi señorYvain, elleal, ysu queridayleal amiga.

índice

Introducción

La composición de El Caballero del León .................

Yvain, hijo del reyUrienLo maravilloso, lo verosímil y lo real en El Caballe-

ro delLeón

La concatenación de los episodios en El Caballe-

ro delleónLa Aventura de la Fuente

El león agradecido ...........

Las dos últimas aventuras de El Caballero delLeón ...

La traducción de El Caballero del León

Bibliografía

9

10

1l

t417

20

23

25

29

ELCnseI,rrnoperleóN ,, 33

l. LacortedelreyArtús(versos l-174)................... 35

2. RelatodeCalogrenant(versos 175-676) 39

os Dlace, osjiffiora

-aijo él-, milveces graciasyque me ayude el Es-

ien su novela del Caballero del

1ó1

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1ó2

3.

f ndice

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52

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83

86

96

104

tt4

t2l

t29

r42

155

Yvain en la Aventura de Ia Fuente (versos 677-

8ee)..............

4. El castillo de Laudine (versos 900-2148) .............

5. Boda de Yvain y Laudine (versos 2149-2638) ......

6. Las aventuras de Yvain (versos 2639-280 I ) .........

7. La locura de Yvain (versos 2802-3340)

8. ElCaballerodelLeón (versos 3341-3771)

9. El gigante Harpín de Ia Montaña (versos 3772-

4312)............

10. Lunete salvada de la hoguera (versos 43 13 -4702)..

11. Las hijas del señor de la Negra Espina (versos

4703-5106)

12. El castillo de la Pésima Aventura (versos 5107-

s812)............

13. El combate entre Yvain y Gauvain (versos 5813-

6soe)............ ............:.

14. La reconciliación entre Yvain y Laudine (versos

6s10-6818)

I a muerte delu ,"y Arturo

BT BTOO

e autor desconocido y finalizada muyprobablemente en torno a 1230, LA ML/ERTEDELREY ARTURO constituye la última de las tresnarraciones que forman el ciclo de leyendas artúricasconocido como la Vulgata. En ella se relatan losamores adúlteros de la reina Qinebra con Lanzarote, latraición de Mordret, la batalla del [ano de Salisbury..,La visíón fatalÍsta del ocaso del legendario reino de

Logres y de la Mesa Redonda impregna e[ relato deuna melancolía que ha inspirado desde las novelas deWalter Scott hasta las reelaboraciones de Tennyson y,más modernamente, de Steinbeck.