el astro nocturno - maria gudin

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  • 7/30/2019 El Astro Nocturno - Maria Gudin

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    El noble visigodo Atanarik recorre el norte de frica buscando tropas bereberes para iniciar una

    campaa contra el corrupto reino de Toledo. Recuerda su huida de la corte, perseguido por un asesinato queno cometi y acompaado por una sierva vascona, Alodia, a la que tiempo atrs haba rescatado de unsacrificio infame. Ms tarde, tras la cada del reino, en las montaas de Vindin, en la cordillera asturcntabra, un antiguo gardingo real se levanta, a la cabeza de sus fieles, contra el gobernador Munuza.Entretanto, en el Pirineo, la poblacin vascona se enfrenta al nuevo poder opresor. En medio de las guerras yla intriga poltica, la historia de amor de la sierva Alodia hacia el noble visigodo Atanarik se va desarrollandocomo un ro de paz en un momento catico de la historia de la pennsula Ibrica. El astro nocturno es una narracin pica con elementos legendarios en la que se entremezclan lasintrigas polticas con un misterioso asesinato y una guerra devastadora.

  • 7/30/2019 El Astro Nocturno - Maria Gudin

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    Mara Gudn

    El astro nocturno

    Triloga Goda: Parte III

    ePUB v1.0

    Mstica 23.05.12

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    Ttulo original:El astro nocturno

    Mara Gudn, 2011.

    Editor original: Mstica (v1.0)

    ePub base v2.0

  • 7/30/2019 El Astro Nocturno - Maria Gudin

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    A mi madre

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    AT-TARIQ

    El astro nocturno

    Considera los cielos y lo que viene de noche!Y qu puede hacerte concebir qu es lo que viene de noche?

    Es la estrella cuya luz atraviesa las tinieblas de la vida,pues no hay ser humano que no tenga un guardin.

    Sura 86

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    PRLOGO

    En nombre del Dios Clemente y Misericordioso, la bendicin de Dios sea sobre Nuestro SeorMuhadmmad y su familia.

    Yo, Ahmad ben Muhamad ben Musa al Razi, recog las noticias de la conquista de las regiones queocupan el occidente del mundo, el lugar ms lejano, las tierras en las que el sol se oculta.

    No s si son leyendas. No s si son realidad.Yo, Ahmad ben Muhamad ben Musa al Razi, os relato, mi Seor, lo que hall en las crnicas de

    tiempos antiguos.Qu dir de aquel tiempo pasado en el que un reino cay de la noche al da?Nadie conoce lo que all ciertamente ocurri.Qu dir de la historia de un hombre que surgi como el astro nocturno, para brillar un instante y

    diluirse en las sombras? Qu dir de la historia de un hombre que ilumin las luces del alba paradesvanecerse ante el fulgor del sol matutino? Qu dir de la historia de un hombre que fue una estrella de

    penetrante luz?Pocos han cambiado la historia del mundo de la manera en la que l lo hizo, movido al inicio por la

    venganza; despus, por el honor de Tu Nombre.Qu dir del que se le opuso? Qu dir del incircunciso que descenda de un hada?l, incircunciso, fue el sol de una nueva maana.Guardaos, mi Seor, del incircunciso, del hombre que desciende de un hada. Guardaos del hombre

    en quien se cumplen las profecas. Guardaos de aquel que caus la ruina de los fieles al nico.Qu dir de la copa sagrada?La que abate los corazones torcidos, el vaso del poder, el cliz que da la salud.Qu dir de la mujer que no cedi ante nadie, que resisti como una roca?Ella es la guardiana, la que ha llevado el peso del amor y del dolor en su alma.Qu podremos decir de la mujer que fue asesinada?El rastro de la mujer muerta desencaden una guerra cruel.

    Yo, Ahmad ben Muhamad ben Musa al Razi, contar la historia de las hazaas de mi pueblo, lahistoria de aquellos que vivieron en un tiempo lejano y cambiaron los destinos de un reino.

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    I

    El hombre del desierto

    Estas tribus del Magreb no tienen comienzo y nadie sabe dnde acaban; si una de ellas es destruida,muchas otras la reemplazan; ni siquiera las ovejas que pastorean son tan numerosas como ellas mismas.

    Carta al califa de Damasco,

    del gobernador del Norte de frica,

    Hassan al Numan (en torno al 710)

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    El Oasis

    Las dunas doradas se mueven al sol aventadas por un aliento clido. Un hombre solitario avanza bajola luz cegadora del desierto; apenas un punto blanco sobre la mancha negra de un caballo. Delante y detrs del, las dunas cambian su forma, borrando caminos nunca antes ni despus hollados. El jinete maneja conmano firme las riendas, azuza al animal y le clava las espuelas en los ijares, evitando que se hunda en la arena

    blanda del erial sin fin. En un da de calor inmisericorde, desbordante de luz, el sol derrite la tierra. Elguerrero suelta una rienda para colocarse el turbante; despus, con la mano, se protege unos ojos grandes, de

    pestaas negras, claros aunque oscurecidos por el dolor y la rabia. Otea en lo lejano. En la inmensidadambarina le parece vislumbrar un espejismo rojizo. El destello crdeno trae a su mente la sangre de ella.

    Galopa con cuidado sobre las dunas mientras tornan a su imaginacin los hermosos rasgos de la queun da l am, una mirada que ha cesado ya para siempre y que nunca volver a ver, que le acariciaba no tanto

    tiempo atrs. Durante aquellos meses pasados, el recuerdo de ella se le ha desdibujado en la mente. Ahora, aldivisar el resplandor crdeno, la herida se reabre y vuelve a ser dolorosa. El jinete aprieta la mandbula,tragando amargura. Debe olvidar, si no lo hace, siente que puede volverse loco. Ahora su misin es buscar

    justicia, hacer pagar al asesino su culpa y devolver al reino del que huye, la paz. La ilusin cede, las dunasretornan a su retina. Se endereza en el caballo e intenta divisar, en el horizonte, el oasis con el asentamiento

    bereber.Lentamente, al acercarse, descubre arbustos de mediano tamao y, poco ms all, palmeras oscilando

    grcilmente en el cielo luminoso del desierto inabarcable; despus, cuando se aproxima an ms al oasis,distingue las tiendas de los bereberes, unos palos cubiertos por paos, pieles y ramajes.

    El jinete desmonta, ata su caballo a una palmera, y se encamina hacia la tienda ms grande. Le salenal paso unas mujeres medio vestidas, de piel clida y pechos gruesos que se desdibujan bajo las tnicas finas,un gritero de voces agudas de nios y las exclamaciones de bienvenida de los hombres del desierto. De latienda ms grande, al fondo del poblado junto al agua, asoma un hombre con turbante y velo que cubre su faz,

    el jefe de los bereberes, un hombre ante quien el forastero se inclina.El jeque bereber le observa con ojos grandes, castaos, pestaosos y amables, que le escrutan

    inquisitivamente; despus, le saluda con cierta solemnidad, hablndole en una lengua que no es la propia, unlatn torpe y deformado, lleno de sonidos guturales.

    Bienvenido a la morada de Altahay ben Osset. Quin eres? Cul es tu linaje?Me llamo Atanarik, he cruzado el estrecho muchas lunas atrs, mi linaje es godoAltahay se pregunta quin ser aquel forastero, que atraviesa el desierto sin temerlo. Dice ser un

    godo, pero su aspecto no es tal. Un hombre alto y joven, herido quiz por algo en su pasado.Qu buscas en el desierto?Busco hombres que quieran luchar. Busco a Ziyad, al hijo de KusaylaUn brillo de curiosidad late en la mirada del jefe de la kabila pero su rostro reseco no se inmuta,

    mientras le dice:Aqu no lo encontrars. Ziyad es poco ms que una leyenda Altahay hunde su mirada en lo

    lejano, ms all de los hombros de Atanarik, mientras recuerda el hombre al que adopt la Kahina, laHechicera El hombre al que le transmiti su magia El guerrero invencible que posee el secreto del poder.No. Ziyad no es ms que un hroe legendario entre los bereberes

    Atanarik impacientndose ligeramente le replica.Ziyad es real y debo encontrarle. Me han dicho que sabes dnde est.No el bereber duda si debe seguir hablando, ignoro dnde se oculta. Por qu piensas que

    conozco el refugio de Ziyad?Me enva Olbn. Fue l quien me indic que t podras indicarme dnde mora Ziyad.Al nombre de Olbn la expresin del bereber cambia, aquel noble godo comercia con los bereberes,

    custodia el estrecho, Altahay no quiere enfrentarse a tan poderoso seor.

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    Olbn, el seor de Septa?[1]

    S.Te enva a atravesar el desierto, solo, sin una escolta?Sal de Septa unas semanas atrs. Al atravesar las montaas del Rif, sufr una emboscada y la

    escolta que me acompaaba se dispers. No eran hombres fieles, ni aguerridos en la lucha. Necesito gentesque sepan luchar, hombres que me sean leales Ziyad me los proporcionar; es muy importante que leencuentre, y t sabes dnde est.

    El jeque desva la conversacin del tema que le interesa al godo, necesita asegurarse de que aquelhombre es de fiar.

    Se dice que Olbn de Septa se ha alzado frente al dominio de los godos No eres t uno deellos?

    A lo que Atanarik le contesta:Yo y muchos otros de mi raza nos hemos rebelado frente a la tirana del usurpador que ocupa el

    reino godo.Altahay ben Osset analiza detenidamente al hombre que solicita su ayuda. Por las caravanas que

    cruzan el desierto hacia el reino perdido junto al ro Nger, al bereber le han llegado rumores de lo que estsucediendo en Hispania, el pas del pan y los conejos, el lejano reino ms all del estrecho, regido por losvisigodos, unos guerreros procedentes de un lejano lugar, muy al norte de las tierras conocidas. Se dice quelos godos cometen todo tipo de desmanes y atrocidades; por eso, el bereber les ha imaginado como a hombresgrandes, de cabellos claros y actitud prepotente, los hijos de una casta de tiranos. Sin embargo, aquel hombre

    que, descansando la mano en la espada, se yergue frente a Altahay, no parece uno de ellos; es un guerrero altoy fuerte, de piel clara, pero ahora bronceada por el sol del desierto como la de cualquier bereber. Los ojos sonaceitunados, algo velados por el dolor, pero no muestran orgullo ni crueldad. Altahay intuye que no es

    peligroso; adems, le obliga el deber de protegerle por haberle solicitado asilo. Esboza una sonrisa e inclina lacabeza, diciendo:

    Nuestra hospitalidad te acoge por esta noche. Maana debers partir.Y Ziyad?El bereber calla durante un instante, cavilando hasta qu punto debera revelar a un extrao el refugio

    del jefe bereber.Dicen que se dirigi hacia el reino Hausa[2] que quiz se oculta en las montaas de Awras[3]

    Altahay se expresa de un modo impreciso. Ahora has de descansar, ms tarde hablaremos.Con una palmada, el jefe de los bereberes, llama a la servidumbre para que atienda al recin llegado.

    Los esclavos le conducen hacia una tienda cercana a la charca, donde se acomoda. El suelo est mullido por

    alfombras de nudos y, en las paredes de lona, se apoyan amplios almohadones bordados. Todo huele aalmizcle y a especias; al fondo de la tienda, un recipiente de bronce sobre un infiernillo, exhala humo

    blanquecino y oloroso; a un lado, una palangana con agua donde Atanarik se lava las manos y se refresca lacara y el cuello. Despus el godo se retira el turbante, mostrando unos cabellos castaos y cortos; unsemblante de facciones rectas, con barba joven y escasa; en la mejilla, una seal oscura, estrellada, como unlunar grande.

    Rendido por el viaje, agobiado por el calor del da, se recuesta sobre los almohadones pero no llega adormir, est intranquilo.

    Cuando se levanta y sale de la tienda, el sol ha iniciado su descenso. Se dirige al manantial en elcentro del campamento bereber. Una nube perdida, aislada en el cielo, se refleja en el agua del oasis. Lacorriente mana del suelo y se remansa en el lugar para, despus, desaparecer bajo tierra. No es una pozaenfangada sino un venero de aguas lmpidas donde afloran las corrientes subterrneas del desierto. El godo serelaja apoyndose en una palmera. Bajo su sombra, los esclavos del bereber le sirven vino y dtiles. Atanarik

    bebe sediento, despus mordisquea sin ganas los dtiles; transcurre perezosamente el tiempo. De pronto, enun instante, el sol se esconde. Atanarik se sigue asombrando por la celeridad del crepsculo en aquellas tierrasaustrales. El sol apenas ha rozado la arena del desierto, cuando desaparece del horizonte. En el ocaso luce anun fulgor rojizo, la tierra se vuelve oscura, el horizonte es purpreo.

    Al salir las estrellas, se alza el fuego en el oasis, las mujeres preparan alimentos y el olor suave de lacarne y el mijo guisados se extiende por el campamento. Le conducen al lugar donde Altahay cena recostadoentre almohadones, cerca del fuego; Atanarik se inclina en un saludo protocolario, antes de sentarse junto a l.Se escuchan las notas de la flauta y el tambor. Una msica suave, que se va transformando en cada vez msintensa y rtmica, se alza entre las llamas. Pronto, el godo se abstrae contemplando a aquellas mujeres libres

    tan distintas de las damas de la corte de Toledo beduinas que danzan con descaro ante los hombres.

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    Atanarik las observa para despus fijar su vista en el cielo.La noche se ha tornado fra, las estrellas parecen formar palabras, figuras, un acertijo que quiz

    quiera sealarle algo. Sobre el horizonte brilla un astro de luz penetrante, la primera estrella del ocaso.Sumido en la contemplacin del firmamento, apenas escucha a Altahay que, junto a l, asume sus deberes dehospitalidad; al fin, el godo encauza su pensamiento hacia el jeque cuando ste comienza a hablar de aquelhombre, una leyenda entre los bereberes, al que Atanarik est buscando.

    Conoc a Ziyad, el guerrero que es una leyenda para nosotros, los bereberes Ambos ramosjvenes, creo que tendramos la misma edad que t tienes ahora, cuando nos enfrentamos a las tropas rabes.Las capitaneaba un hombre valeroso, Uqba ben Nafti, el conquistador rabe del Magreb, uno de los msgrandes generales del Islam.[4] Le llamaban el Africano porque cruz y conquist todo el Norte de fricadesde Egipto hasta el Atlas. Destruy Cartago y fund Kairun en la provincia de Ifriquiya.[5] Tras suscampaas se dijo que los rabes eran invencibles, porque derrotaron una a una todas las tribus bereberes. SloKusayia, el padre de Ziyad, y, tras la muerte de ste, su hijo, prohijado por la Kahina, les han hecho frente conxito.

    Sabes dnde se oculta Ziyad? Sigue teniendo hombres que luchen a su lado?Creo que s. Hace poco uno de sus lugartenientes atac las costas hispanas, pero l se oculta Si

    un da Ziyad se levantase en armas, todo el Magreb le seguira Yo, el primero de ellos Altahay calla unmomento y luego prosigue tal es su prestigio.

    Atanarik fija su vista atentamente en el bereber; quizs algn da, aquel hombre, Altahay cuyonombre significa el audaz guerrero, luche a su lado. Atanarik desea conocer ms acerca de Ziyad pero el

    jeque, al hablar del legendario caudillo bereber, se torna parco en palabras. En la conversacin se hace unapausa ms larga que Altahay aprovecha para observar al forastero con detenimiento, fijndose en la pequeamancha que marca la cara del godo. Al fin se dirige a l, preguntndole:

    Por qu t, un godo, buscas a aquel de quien los bereberes nos gloriamos?Atanarik alza los ojos, aquellos ojos claros y olivceos, aquellos ojos en los que se mezclan las razas.Porque es mi padre.Altahay muestra una actitud de admiracin y reverencia al hijo de aquel que es un hroe para los

    hombres del desierto.Deb suponer que tenas algn parentesco con l. Tienes su seal en la cara, la seal de la familia

    de Kusayla.Atanarik se pasa la mano por la mancha que le marca la cara desde nio, un lunar grande, la seal

    que un da le avergonz y de la que ahora se enorgullece.Cmo puede ser que Ziyad tenga un hijo un hijo godo, un hombre del Norte? el bereber

    inquiere.Atanarik se recuesta entre los almohadones.Te contar una historia.Altahay le observa con curiosidad y expectacin; al bereber le gustan las historias; le agrada sentarse

    junto al fuego y que le narren antiguos relatos que l, a su vez, contar, modificndolos y transformndoloshasta que un da se conviertan en leyendas.

    Como bien me has contado, antes de que yo naciera, los rabes procedentes de Egipto cruzaron elMagreb enfrentados primero a los bizantinos, despus a los asentamientos godos de la costa y, por ltimo, alos bereberes del Atlas, a quienes comandaba Kusayla, el padre de Ziyad

    Altahay recuerda bien aquel tiempo en el que las tribus bereberes del Magreb se enfrentaron a unpoderoso enemigo: los rabes recin convertidos al Islam que avanzaban por el Norte de frica. Por eso leinterrumpe, diciendo:

    No pensbamos que Uqba, el rabe, fuese a llegar hasta el Atlntico ni que atacase el Sahara,

    enfrentndose a nosotros los bereberes, nos sentamos resguardados por el desierto y por las montaas delAtlas. En esta tierra no hay riquezas, somos nmadas, guiamos caravanas, los bereberes que habitan lasmontaas pastorean ganado

    El jeque se detiene, quiz pensando en su pueblo. El godo prosigue hablando:En un principio el rabe no iba contra vosotros, los bereberes. Creo que Uqba quera cruzar el

    estrecho y dirigirse a Hispania. Pero al llegar a Tingis,[6] el jefe de la plaza y gobernador del rea del estrecho,el hombre que me enva a ti, Olbn de Septa, impidi el paso de los rabes hacia las tierras de Hispania ylanz a Uqba hacia el sur, contra los bereberes. Supongo que sabrs cmo el conde Olbn logr desviar elataque del rabe

    Se dice que hizo un pacto con ellos.

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    Atanarik asiente:S. Abandon Tingis y hubo de refugiarse en Septa. Despus, con promesas de riquezas y oro,

    Olbn dirigi a los musulmanes hacia el Atlas y hacia los territorios del Sus, enfrentndoles a los bereberes.El conde de Septa protegi Hispania porque, en aquel tiempo, estaba en buenas relaciones con la dinastareinante entre los godos. Olbn siempre ha sido comerciante, su fortuna es inmensa, y adems de proteger alos godos quera mantener la paz para salvaguardar sus intereses econmicos en el estrecho, sus negocios conlas tierras del Levante, Egipto y Asia. No quera que el reino godo fuese atacado, ni tampoco una guerradesastrosa para el comercio. Para evitarla y desviar a los rabes hacia el interior de frica, el conde Olbnrindi tributo a Uqba y le pag con oro, joyas, caballos y esclavos. Adems, como prenda de amistad, Olbnle entreg como esposa a una bella mujer, su prohijada, originaria de una antigua familia goda. La mujerllevaba con ella una cuantiosa dote en joyas y objetos preciosos. Su nombre era Benilde

    Atanarik, melanclico y en voz algo ms baja, murmura:Aquella mujer era mi madre.El joven forastero enmudece. Se escucha el crepitar del fuego. El bereber le observa atentamente,

    pero no interrumpe su silencio. Despus Atanarik prosigue relatando la historia:Sin embargo, el destino de mi madre no iba a estar entre los rabes sino entre los bereberes A su

    regreso hacia su cuartel general en Kairun, Uqba recogi en Septa a su futura esposa, y envi por delante algrueso de su ejrcito, por lo que se qued con pocos efectivos. Fue un error. En su retirada hacia Ifriquiya,Uqba fue atacado por Kusayla, quien le venci. Uqba muri en el combate y Kusayla se hizo con todo el botnque llevaba el rabe. De esta manera, Benilde pas de ser la futura esposa del gobernador de Ifriquiya a la

    cautiva de KusaylaAltahay, que le escucha cada vez ms interesado, ahora recuerda claramente aquel episodio de la

    guerra entre los rabes y los bereberes:Yo particip en la escaramuza en la que muri Uqba, fue en Tahuda. Recuerdo que tomamos

    prisionera a una mujer, una mujer muy hermosa. Repartimos el botn, y Kusayla se qued con la mujer comorehn. No s qu fue de ella.

    Atanarik se lo explica lentamente, recordando con melancola aquellos hechos anteriores a sunacimiento:

    Al descubrir que Benilde era un personaje de alcurnia, una goda pariente del conde Olbn deSepta, Kusayla intent negociar su canje. Las negociaciones se retrasaron y, entretanto, Kusayla muri porheridas de la batalla. Fue el hijo de Kusayla, Ziyad, quien la despos. El matrimonio apenas dur unos meses,dicen que Benilde no soportaba la dura vida del campamento bereber, ni las costumbres de mi padre Ziyad, unhombre con multitud de esposas y concubinas. Cuando lleg el rescate, mi madre, enferma de melancola,

    solicit ser reintegrada a su raza y a su gente. Como recuerdo de su breve matrimonio, Ziyad le regal unabandera que haba conquistado a Uqba, el rabe Atanarik se detiene un momento, pensativo, y luegoprosigue: Es el nico recuerdo que guardo de mi padre.

    Atanarik introduce la mano entre los pliegues de la tnica y, de una faltriquera que lleva junto alpecho, extrae una fina tela de seda cuidadosamente doblada. La extiende ante Altahay. Es una bandera decolor verde, en el centro una media luna y dos alfanjes de hoja curva cruzados entre s.

    La bandera, de Uqba, el conquistador rabe! se asombra el bereber, una de las queconquistamos en la emboscada de Tahuda

    Mi madre regres a Septa, donde dio a luz un hijo que soy yo. Ella muri cuando yo era an nio;pero antes de partir hacia el lugar de donde no se regresa me entreg la bandera. Me dijo que mi padre habasido un gran guerrero y que yo seguira sus pasos. Atanarik se detiene y contina hablando con orgullo:Yo soy el hijo de Benilde y Ziyad, una mezcla de razas: godo por mi madre; bereber por mi padre. No conoca Ziyad, fui educado en Septa por Olbn, y despus enviado a las Escuelas Palatinas de Toledo, donde aprend

    el arte de la guerra. Ahora, graves asuntos hacen que regrese al Magreb y que busque a mi padre para solicitarsu ayuda.Altahay le observa pensativo. Aquel relato del godo le trae imgenes de su juventud, de un tiempo de

    guerra, el tiempo en el que los rabes avanzaron desde el Oriente, dominando a su pueblo. Recuerda lasbanderas rabes al viento, los gritos del invasor que asolaba las tierras del Magreb. Slo Kusayla y tras lamuerte de ste, Ziyad, les han hecho frente con xito. Por eso, escudria con inters los rasgos de Atanarik,siente curiosidad por saber qu es lo que ha trado al hijo de Ziyad a las tierras del Magreb, a la bsqueda desu padre.

    Puedo preguntarte cules son esos graves asuntos?Atanarik le contesta con voz firme, decidida:

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    El pas de los godos se hunde, la peste y la hambruna se han apoderado del antiguo y anesplendoroso reino de Toledo. Nadie pone remedio al desastre. El actual rey, Roderik, es un usurpador, untirano al que hay que derrocar, un homicida que asesin a la mujer que yo amaba. Son muchos losdescontentos. Se est labrando una guerra civil. Yo he tomado ya parte en ella, necesito hombres que mesigan, que quieran cruzar el estrecho para atacar a ese reino corrupto. Nos espera la gloria y un gran botn.

    Ante estas palabras ardientes, el jeque bereber observa a aquel godo que le habla lleno de pasin.Siente que una fuerza emerge de l, un magnetismo en el que Altahay se ve envuelto. Le recuerda a Kusayla,le parece ver en l a Ziyad, que sigue invicto y ha llegado a dominar el Magreb desde su guarida en lasmontaas del Atlas. Un hombre joven que quiere cambiar el destino del mundo. S, l, Altahay, es tambin unguerrero y le gustara luchar junto al hijo de Ziyad en esa campaa que se avecina. Atanarik es la cra de unlen del desierto, un guila que cruza las cumbres, un gua de hombres, una estrella en el ocaso del reino godoque se alza para brillar con una luz rutilante.

    Eres un digno hijo de tu padre, en tus venas corre la sangre de Kusayla. Te indicar el camino queconduce hacia Ziyad. Hablar de ti a las otras tribus. Te proporcionar los hombres que necesitas. Tu padretiene muchos hijos pero ninguno tiene la marca de Kusayla en su faz, y no creo que ninguno de ellos posea elardor guerrero que inflama tu corazn.

    La luz de la hoguera se apaga, las brasas emiten un resplandor tenue. Las estrellas giran y siguen surbita en un cielo lmpido. El bereber se retira y Atanarik lo hace tambin a su vez.

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    La cueva de Hrcules

    En la tienda encuentra a la mujer que Altahay le ha cedido como muestra de hospitalidad, una mujermorena, una de las esclavas que le observa con timidez. Atanarik no desea gozar de ella. La sierva le mirasorprendida por el rechazo, y se acuesta a sus pies como un perrillo. El cabello oscuro y ondulado la cubre.Contemplando aquella negra cabellera, a su mente regresa una figura ensangrentada, un cabello azabacheesparcido sobre un lago de sangre.

    Le parece an hoy, cuando est en las lejanas tierras africanas, or de nuevo a los hombres del rey,subiendo hacia la cmara del crimen y l, Atanarik, sin poderse mover junto a su amada, su amada Floriana.An recuerda el fro de la muerte al palpar su suave piel helada. Al girar el cadver, pudo ver las marcas dearma blanca, las mltiples heridas rojas que manchaban su tnica, una sangre an fresca, casi palpitante.Contempl aquel rostro de rasgos rectos, de cejas finas y negras que enmarcaban unos ojos claros de pestaas

    oscuras, su boca carnosa y su piel blanca. La mirada fija de Floriana mostraba una expresin de terror ydesesperacin.

    Los soldados del rey le habran apresado si una criada joven, una sierva, no le hubiera ayudado. Nopuede olvidar cmo le haba empujado intentando separarle de Floriana, recuerda el roce tenue de aquellamano tmida, su suave voz dicindole: Debis huir, mi seor, os culparn de este crimen.

    Quin? Quin ha sido? balbuce l.No, no lo s Da igual Debis iros.Atanarik deposit suavemente el cadver en el suelo, se levant y agarrando fuertemente los

    hombros de la criada, la zarande una y otra vez mientras le preguntaba angustiado:Dime quin ha sido, lo matarOs digo que no lo s; ella discuta con un hombre gimi la sierva, intentando liberarse de l

    . No s de quin era aquella voz Floriana solicitaba compasin y perdn Ante los gritos me asom atiempo para ver cmo la atravesaba una y otra vez con su pual, pero slo pude ver una capa oscura y el brazo

    que se alzaba sobre ella con el pual ensangrentado. Despus quienquiera que fuese huy No pude hacernada.

    Atanarik bram enfurecido.Matar a quienquiera que haya sidoNo! Ahora no podis! Huid! Por Dios os lo pido, huidLos ojos de la sierva le miraban con consternacin, unos ojos claros, color de agua; unos ojos

    hermosos y extraos. El, sorprendido ante aquella mirada, le pregunt.Quin eres?Me llaman Alodia. Soy la cautiva a la que vos amparasteis. Fuisteis vos mismo quien me entreg a

    mi ama Floriana No lo recordis?La mente de Atanarik pareca estar vaca, bloqueada por el dolor. Se inclin de nuevo sobre el

    cadver de la que haba amado, rozando con la mano su cabello.Los recuerdos se diluyen en la insensibilidad que provoca el sueo. El cansancio le rinde y cae

    profundamente dormido. En su letargo, divisa de nuevo el mar que cruz no tanto tiempo atrs, las velasgodas, de color oscuro, las antiguas columnas de Melkart, la gran roca de Calpe que adentra las tierras deHispania en el ocano, y el mar azul intenso delante de l, picado por el oleaje. Las costas de la Tingitana,Septa y Olbn. En sus pesadillas, le parece escuchar su propio grito al descubrir el cadver de Floriana.

    Sobresaltado, se despierta. Fuera se escuchan voces. Se lava la cara en el lebrillo y se viste con ropasbereberes. La luz del sol naciente le deslumbra al salir de la tienda. El campamento se est levantando. Losbereberes no permanecen mucho tiempo en un mismo lugar. Encuentra a Altahay preparando la partida de lacaravana.

    Al distinguir a Atanarik se inclina ante su husped, con reverencia. Despus, profiere un grito en sulengua. Un criado se le acerca, es un hombre de piel negra y labios gruesos, de baja estatura.

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    Es Kenan, un hombre valiente un amigo, me salv una vez la vida. Le estoy agradecido porello l te conducir hasta el reino Hausa, all podrs comprar hombres que luchen contigo, los mejoresguerreros de frica. Los ojos de Altahay brillaron ladinos. El te ayudar pero t debers ayudarle a l

    A qu te refieres?Kenan tiene que saldar una vieja deuda, que l mismo te contar Debers ayudarle si deseas

    conseguir hombres fieles.Atanarik se siente interpelado ante la proposicin que le indica el bereber. Ahora, Altahay no se

    muestra ya con la confianza que le manifest la pasada noche; quiz duda de l y de su historia. El godoprotesta:

    No tengo mucho tiempo, debo encontrar cuanto antes a Ziyad.Desde el reino Hausa podris encaminaros hacia las montaas del Aurs, el lugar donde Ziyad se

    oculta.Segn tu plan deberemos ir muy al sur para despus desandar el camino retornando hacia el norte.

    Me propones un largo viajeLo es; pero, si no es por el sur, no hay otra forma de entrar a salvo en los lugares que domina

    Ziyad. Adems, en el reino Hausa conseguirs hombres que te sern fieles, te aseguro que te va a merecer lapena

    No podr ir solo.Irs con Kenan y os acompaarn algunos hombres ms. Te proporcionar mercenarios que

    buscan un futuro mejor que el desierto.

    Podr confiar en ellos?Como en m mismo ahora el jeque le habla protocolariamente. Mi seor Atanarik, sois el hijo

    de Ziyad; para los bereberes, vuestro padre es un hombre al que debemos lealtad.Altahay le conduce hacia un lugar en el campamento en el que unos hombres armados se estn

    montando sobre grandes camellos. Son en torno a una veintena de guerreros; unos, oscuros, de la raza deKenan; otros, de piel clara, de la tribu de Altahay.

    Despus el bereber, le cambia el caballo por un camello, que le ser de ms utilidad en el largo viajehacia el sur, y le suministra provisiones. El godo, por su parte, le recompensa con el oro que Olbn le haentregado en Septa das atrs.

    Guando el sol asciende sobre el horizonte, Atanarik se despide del jeque; ste le dice que quierecombatir junto a l; que se le unir cuando cruce el estrecho.

    El hombre del Norte emprende el camino hacia el interior guiado por el individuo de piel oscura. Elgodo ha montado alguna vez en camello, aqul es un animal dcil. Desde lo alto de sus dos jorobas, durante

    leguas Atanarik se balancea al ritmo de sus pasos, divisando siempre el mismo panorama, un ocano de dunasambarinas, en un erial inabarcable. En lomos de aquel animal viejo de pelambre deslucida, el godo cabeceamontonamente.

    Sol. Arena. Sol. Ms arena.Un cielo sin nubes.Ni rastro de brisa.Sequedad.Calor, un calor que les penetra en la piel, a pesar de la proteccin de los mantos bereberes. Al

    avanzar, los camellos levantan la arena que les precede en su marcha. El gua le sonre, una hilera de dientesblancos atraviesa la faz oscura.

    Ella era blanca, con una piel suave, y unos labios rosados. Floriana Olbn la envi desde Septa, enlas tierras de la Tingitana, a la corte del rey godo. Una joven dama que deba servir junto a la reina. Una mujerhermosa, hermosa e inteligente. Quiz fue eso lo que la conden, lo que la condujo a ser asesinada.

    La sierva. Alodia, una mujer extraa, le salv la vida, posiblemente a costa de la suya propia. Laspuertas de las dependencias de Floriana temblaban bajo los golpes de los soldados, se escuchaba la voz deBelay, el capitn de la guardia, el hombre del rey, el espathario de Roderik. Alodia arrastr fuera de la estanciaa Atanarik, lo introdujo en un pasadizo que solamente conocan las damas de Floriana y le indic queavanzase a travs de l. Ella se qued detrs para cerrar la entrada al corredor y disimularla con un tapiz.

    Nadie podra saber que all exista una salida de la estancia.Cuando, echando la puerta abajo, la guardia entr, la sierva ya haba cerrado la entrada del pasadizo

    y cruzaba el aposento. Corri hacia la balconada externa del palacio, salt sobre un estrecho saliente en lamuralla y camin sobre el abismo. Algunos hombres fueron tras ella; otros registraron la estancia sinencontrar la entrada ya oculta. Al llegar a la ventana, los soldados con sus grandes botas de campaa no

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    pudieron seguir a la sierva que deambulaba sobre el angosto alero del muro del palacio. La muchacha sedesvaneci entre la niebla nocturna. Sonaron las trompetas, y se escucharon gritos que enviaban en

    persecucin de Alodia a la guardia, a los arqueros, para que la atravesasen desde abajo. La noche, oscura yturbia por la niebla, la protega. Ella se desliz, pegada a la pared, temblando, y se introdujo por una estrechaabertura en el muro del palacio. Esbelta como un felino, delgada y gil, desapareci de la vista de sus

    perseguidores como si se hubiese esfumado en la noche. Se adentr en el pasadizo que rodeaba las estanciasde Floriana, descolgando uno de los hachones de la pared, se dirigi hacia donde Atanarik avanzaba perdidoen la oscuridad subterrnea. La sierva pronto le encontr, y l se dej conducir hacia las profundidades de latierra. Marcharon deprisa y sin rumbo, huyendo de sus perseguidores. Les pareci escuchar a los lejos lasvoces de los soldados, buscndoles, por lo que se internaron en lo ms profundo de la roca que cimentaba lacapital del reino de los godos, la antigua ciudad fundada por Hrcules. Se perdieron por aquellos tneles, que

    parecan no tener fin. Durante largo tiempo caminaron deprisa, todo lo deprisa que les permita lo oscuro delos pasajes y lo resbaladizo del suelo, hundindose ms y ms en las entraas de la tierra. Las galeras, que ensu inicio estaban formadas por bvedas de can y sillarejo, fueron dando paso a la roca madre, una roca decolores extraos, que a menudo brillaba al paso de la antorcha. Se sentan enterrados en vida, perdidos en unlugar misterioso, ajeno a todo lo conocido.

    El cabello rubio ceniza de Alodia brillaba a veces por el resplandor de la tea. Llegaron a un arroyoque, habiendo labrado un tnel, descenda hacia el interior de la montaa, prosiguieron a travs de l,mojndose los pies. La hmeda roca del pasadizo brillaba bajo la antorcha. Al fin, se encontraron en unaenorme cueva con una laguna en el centro, donde desembocaba el arroyo. En el techo, estalactitas alargadas

    que resplandecan cuando la luz de la tea incida sobre ellas. En el ambiente se respiraba un hedorinsoportable.

    Rodearon la laguna pisando una tierra arenosa. Algo se movi en el agua, formando un oleajealargado que lleg a la orilla donde se encontraban. Les atenaz una sensacin de miedo. Al otro lado de lalaguna, en la penumbra se entrevea otro pasadizo que se elevaba; seguramente por all estara la salida. Antesde llegar a l, la luz de la antorcha se reflej sobre un gozne de metal dorado y una gran puerta entreabierta.

    No mucho tiempo atrs, el gran portn haba estado cerrado por varias cadenas y candados que ahora yacanen los suelos. Los eslabones rotos no estaban cubiertos por la herrumbre, eran an brillantes. La humedad delsuelo no los haba an enmohecido.

    Al verlos cados por el suelo y la puerta abierta, Alodia grit.No!Qu ocurre?Lo ha hecho. Roderik ha abierto la puerta prohibida. Roderik le deca a Floriana que quera entrar

    en la cueva de Hrcules, pero ella le advirti que no lo hiciese, que el mal caera sobre l.Cmo puedes saberlo, sierva?Yo yo les oa. Floriana no se fiaba de Roderik; cuando l vena quera que yo estuviese cerca y

    yo yo he escuchado todo lo que decan. Venid conmigo! exclam ella muy nerviosa.Penetraron en el interior de la estancia. No era una cueva natural sino una enorme cpula, construida

    mediante una ingeniera muy antigua y compleja para sostener el gran palacio de los reyes godos. Del techopenda una gran lmpara de bronce con brazos de formas extraas, con dragones alados y serpientes de lasque salan lenguas en las que haba pequeos recipientes de aceite, Alodia encendi uno de ellos con laantorcha y el fuego pas a los siguientes, hasta prender toda la lmpara, una luz suave pero lmpida colm laestancia. La claridad ilumin el oro, la plata y las piedras preciosas.

    Contemplaron las joyas, armas y muebles de distintas clases y tamaos. Haba grandes espadasromanas, yelmos y escudos; bales entreabiertos en los que asomaban monedas antiguas; marfil, collares,

    brazaletes, coronas, anillos Entre tantos objetos valiosos y en el centro de la cpula, bajo la lmpara,

    destacaba una mesa de oro, guarnecida en esmeraldas. La mesa era de una sorprendente belleza, una tabla deoro y plata, decorada por tres cenefas de perlas de diverso oriente, a las que rodeaban mltiples pies deesmeralda. Estaba grabada en unos caracteres de una lengua que Atanarik no supo descifrar, pero que Alodiareconoci.

    En el suelo y cerca de la mesa, encontraron un arca abierta; la tapa haba sido forzada, los candadosrotos. El interior se hallaba casi vaco, solamente unas extraas banderas en las que luca un smbolo: unamedia luna y dos alfanjes de hoja curva cruzados entre s.

    Alodia se asust an ms al ver el arca abierta y exclam:Todos los males vendrn sobre aquel que os desvelar el secreto de Hrcules, su reino ser

    destruido.

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    Atanarik percibi el fro del ambiente, el misterio, y al examinar las banderas, exclam:Son las banderas que mi padre, Ziyad, conquistLas conocis?S. Las banderas rabes del pueblo contra el que luch mi padre. Es lo nico que conservo de l,

    porque fue lo nico que mi madre se trajo cuando le abandon.Pues estas banderas dijo ella un da ondearn en Toledo y en todas las tierras de Hispania.Cmo sabes eso?Yo asist oculta a las reuniones de los conjurados, en las estancias de Floriana. Ellos buscaban esta

    cueva, que es la cueva de Hrcules, vedada para cualquier ser humano. Vos y yo la hemos encontrado peroparece ser que antes de nosotros vino alguien y la ha abierto. La leyenda afirma que el que abra esta cmaraatraer sobre s y los suyos todo tipo de males.

    La mir desconcertado, l haba escuchado tambin aquellos relatos que circulaban por Toledo, perole haban parecido patraas, cuentos de comadres.

    Ella prosigui:Por Toledo, siempre ha circulado una leyenda que he escuchado en multitud de ocasiones. La

    leyenda cuenta que los que construyeron este lugar lanzaron una maldicin sobre el hombre que osaseprofanarlo, el hombre que rompiese las cadenas sera entregado a sus enemigos. Dentro del cofre, estn lasbanderas del vencedor. Roderik ha tentado a la fortuna, por eso el destino se cebar en l y posiblemente ennosotros.

    Los ojos de Alodia brillaban, sobrecogida por un temor supersticioso. Mientras, el joven godo mir

    hacia las riquezas que le rodeaban Pens que si Roderik, un hombre avaro y codicioso, haba estado all,habra querido llevarse las riquezas, pero no haba seales de que se hubiese sustrado nada. El tesoro

    permaneca all, al parecer, indemne. Algo haba asustado al rey o a los que hubieran abierto aquella cueva.Por qu quienquiera que hubiera abierto la cmara no se haba llevado las joyas, el oro, las piedras

    preciosas y las riquezas de aquel lugar?Alodia y Atanarik se miraron comprendiendo ambos que en la estancia haba algo siniestro.En el fondo de la cueva, rodeando al tesoro, haba restos humanos: un crneo, unas tibias, y otros

    huesos Ms all un cadver en descomposicin agarraba con fuerza una corona de oro, y otro, casiconsumido, asa una espada. De all proceda la pestilencia que saturaba la cueva.

    Atanarik dirigi la vista en derredor suyo, en el suelo yaca un objeto, una espada con el pomo enforma de serpiente. Se inclin pero no lleg a rozarlo; en ese momento, se escuch un ruido sibilante.Atanarik se alz y todo qued de nuevo en silencio.

    No debemos tocar nada! Hay una maldicin ligada al tesoro dijo la sierva, Veis los

    cadveres? Cada uno de ellos parece haber tomado un objeto valioso.Alodia y Atanarik advirtieron de algn modo el horror unido a aquellos objetos hermosos, intuyeron

    el peligro de aquel lugar mgico. Al fin, reaccionaron y, superando la repugnancia que les produca la cmara,salieron de all; deprisa, sin tocar nada, sin volver la vista atrs.

    Bordearon el lago y alcanzaron el tnel que pareca ascender. Alodia caminaba delante, dejndosellevar por la intuicin. Los angostos pasillos en algn momento se agrandaron para despus volver aestrecharse. Ola a cerrado, a humedad, adems segua percibindose aquella pestilencia, a materia muerta y acorrupcin. Ahora ascendan continuamente, la salida slo poda estar ms arriba.

    Al fin consiguieron abandonar los tneles accediendo a la parte ms alta que comunicaba con lospasadizos utilizados por los criados para dirigirse de un lado a otro del palacio. La joven sierva ahora conocabien aquellos recovecos.

    Atanarik, mientras la segua, record cmo la haba encontrado, al borde de un camino que cruzabaun robledal, bajo las montaas pirenaicas. Fue ella quien detuvo a la patrulla que el joven gardingo diriga,

    solicitando amparo a los guerreros visigodos. Atanarik la apres e interrog, sin llegar a entender bien lo queella le contaba, porque su historia era confusa. Al regreso a la corte, se la entreg a Floriana y Alodia durantevarios aos form parte de la servidumbre de la goda.

    Floriana alguna vez se haba redo dicindole a Atanarik que la sierva que le haba regalado era unabruja, que preparaba todo tipo de remedios: pociones para clarear el cabello, para blanquear las ropas, parahacer dormir o calmar unos nervios alterados. La montaesa se ahogaba en el palacio, y cuando terminaba eltrabajo cotidiano, se escapaba a los campos que rodeaban la urbe; pero, al ocaso, las puertas de la ciudad secerraban. Por eso, Alodia haba aprendido a sortear a la guardia a travs de los pasadizos que horadaban lamontaa sobre la ciudad del Tagus. Sin embargo, la sierva nunca se haba atrevido a penetrar en la parte ms

    profunda de los tneles, los que conducan a la cueva de Hrcules, un hedor extrao, la sensacin de que

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    haba algo maligno en el fondo de aquel laberinto, siempre la haba detenido. Slo ahora cuando los soldadosles haban perseguido, para salvar a Atanarik, se haba introducido en aquel lugar que pareca maldito.

    Gracias a su conocimiento de los pasadizos, Alodia era capaz de guiar a Atanarik. Ahora buscaba unasalida. La criada le susurr que no se hallaban lejos de las estancias reales. Oyeron risas y voces de mujeres.Siguieron ms adelante y llegaron a un lugar en el que el tnel pareca acabar; un callejn sin salida. Alodiailumin el frente, en la pared toda de piedra se poda entrever el vano de una puerta cubierto por una tela deestamea, la apart, y entraron en una sala de piedra, grande, iluminada con una antorcha de luz mortecina; enel centro, un lecho cubierto con brocado, tapices en las paredes, armarios grandes de madera rodeaban la sala.En una jamuga, una capa y vestiduras de hombre.

    Junto al lecho, tirado en el suelo, un cadver, de espaldas, el hombre no haba muerto mucho tiempoatrs, porque no estaba todava en estado de descomposicin. Era un hombre joven, cubierto con la capa quesolan llevar los hombres de la guardia. Atanarik volvi el cadver, al verle la cara exclam:

    Grnista!Le conocis?S, es de la guardia, guerreamos juntos en la campaa contra los vascones. ramos amigosA Alodia le pareci que los rasgos de aquel hombre le eran familiares. Atanarik lo examin

    detenidamente, haba sido apualado poco tiempo atrs. En el ambiente se perciba algo peligroso, como si lesrodease un conjuro, una magia antigua y amenazadora.

    Vaymonos! Esta es una noche de crmenes, una noche de maldad. Quienquiera que hubiesematado a Grnista puede no estar lejos.

    Salieron de la cmara y se encontraron en uno de los pasillos del palacio, muy cerca de las estanciasde Roderik. Se detuvieron en una esquina, escuchando, se oan las voces de los soldados de la guardia:hablaban de Atanarik, le nombraban como el asesino de una noble dama, tambin comentaban de una siervaque haba huido, que haba ayudado al homicida.

    Alguien os ha denunciado dijo ella, alguien que conoca que visitabais ocultamente a miama

    Se deslizaron evitando hacer ruido porque tras las paredes estaban las estancias reales, Alodia lasconoca, pero dominaba an mejor los pasillos por los que transitaban los criados, corredores ocultos pordonde se suban los alimentos y se retiraban los desperdicios. Fuera era de noche. Los corredores se hallabanvacos. Se alejaron de las estancias reales. Atravesaron un lugar que se reconoca por el olor a estofados y

    potajes. Alodia entr por una portezuela; al fondo, el horno iluminaba tenuemente la estancia vaca en lanoche. En aquel lugar, donde ella, una sierva en las dependencias de las cocinas del palacio, haba fregadohasta sangrarle las manos, o se haba quemado en los fogones. Mientras la perseguan y hua, pens que quiz

    no volvera a ocuparse de aquellas tareas, a ella tambin la haban implicado en el crimen. Por una de laspuertas, que comunicaban con los patios, salieron al exterior. Se encontraron con dos soldados que lesbuscaban.

    Uno de ellos apres a Alodia; mientras la joven sierva se defenda, Atanarik desenvain la espada, yse enfrent al otro. Cruzaron varias veces las espadas hasta que Atanarik, de un mandoble, le cercen elcuello. Una vez libre, se enfrent al que haba atrapado a Alodia. Le golpe la cabeza con la espada. Elsoldado de la guardia se desplom al suelo inconsciente, cayendo sobre la sierva. Atanarik retir el cuerpo delsoldado y ayud a Alodia a ponerse en pie. Ella temblaba, el gardingo le puso la mano en el hombro, como

    para darle nimo. Se dirigieron hacia la muralla del recinto palaciego. Un portillo oculto entre ramas, lesimpidi el paso. Alodia intent abrir la cerradura herrumbrosa pero no fue capaz de hacerlo, arriba seescuchaban las voces de la guardia que se acercaba. Apartando a la sierva, con un hbil movimiento de sucuchillo de monte, Atanarik hizo saltar la cerradura. Fuera, en las calles de la urbe regia, la intensa niebladifuminaba las luces de las antorchas en la oscuridad de la noche.

    La niebla pens Atanarik. Todo lo tapa, cubre la ciudad, tapa el crimen.

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    En el pas del sol poniente

    Las dunas suben y bajan a la par del paso de los camellos. El godo y los hombres que Altahay le hafacilitado han atravesado las montaas, las altiplanicies de piedra y las dunas arenosas que forman las tierrasdel Sahara Occidental. A intervalos, en medio de tanta aridez, encuentran algunos oasis con agua. El calorsofocante va seguido a veces de fro intenso. Tormentas de vientos huracanados, cargadas de polvo y arena, decuando en cuando, barren el terreno, arrastrando todo cuanto no est slidamente sujeto al suelo, secando todavegetacin. A menudo, en los largos perodos de calma absoluta, el aire no se mueve y un calorinconmensurable les rodea.

    El camino se ha hecho duro, los hombres, incluso aquellos ms avezados al desierto, han dudado enproseguir, pero Atanarik ha sabido empujar a los cansados, sostener a los vacilantes, animar a los abatidos.Posee una fuerza interior que le hace capitn de hombres, porque es capaz de resistir ante la adversidad sin

    quejarse, de exponerse al peligro sin miedo, arrastrando tras de s a los que le acompaan. Quizs el esfuerzolargamente mantenido de una vida difcil le ha hecho fuerte; quiz su juventud le hace inconsciente; quizs elafn de venganza le impide detenerse en su fatiga, l no piensa en s mismo, un nico objetivo le gua,vengarse y derrocar al tirano.

    Al mismo tiempo, en su camino hacia el reino Hausa, va conociendo a los hombres que le siguen.Pastores de las altiplanicies del Atlas, mercenarios que han combatido en un lugar u otro, camelleros y guasde caravanas, hombres que un da se unieron al noble Altahay y ahora l les ha cedido. Tras das de marcha lesiguen sin flaquear, quiz porque intuyen que aquel hombre de ojos ardientes y piel clara, dorada por el soldel desierto, les puede conducir hacia un porvenir mejor.

    Durante el viaje, Kenan, el gua, se ha confiado al godo.Aunque he sido esclavo, mi linaje es noble le confiesa con orgullo desciendo del hroe

    Bayajidda, quien lleg a la tierra de los Hausa, muchos siglos atrs. Dicen las leyendas que mi antepasadoposea un cuchillo con poderes sobrenaturales, con l liber a los hombres del pueblo Hausa del poder

    malfico de una serpiente sagrada. De Bayajidda descienden los reyes de las siete tribus Hausa. Yo pertenezcoal linaje del hroe, de mi familia han salido siempre los reyes de la tribu Daura, la primera y ms insigne detodas las tribus

    Kenan se detiene, en su rostro de rasgos un tanto leoninos, de nariz chata y fuerte mandbula, seobserva una expresin melanclica. Atanarik le anima con la mirada a que siga hablando.

    Hace aos, hubo una guerra, Sarki-i,[7] el jefe de uno de los clanes rivales, conquist uno a uno lossiete reinos Hausa. Por ltimo, atac a los Daura, mi pueblo, y nos venci. Los Daura hemos sido siempre un

    pueblo pacfico que ha vivido de avituallar a las caravanas y del control de los pozos de agua, pero Sarki-i, elusurpador, nos convirti en traficantes de esclavos. Sarki-i es un avariento que idolatra el oro, lo consiguevendiendo incluso a los hombres, mujeres y nios de su propia tribu. Es un hombre sdico, un asesino y uncanbal, que disfruta con el sufrimiento y come carne humana

    El hombre de piel oscura se detiene unos instantes, cierra los ojos como para echar lejos de s loshorrores del gobierno del tirano. Tras un instante, prosigue contando su historia.

    Despus de la guerra, cuando era poco ms que un nio, fui vendido como esclavo ahora Kenanse expresa con tristeza a pesar de pertenecer a una familia noble, la ms noble entre los Daura. Altahay fuequien me compr, siempre me ha tratado bien y durante aos le he servido fielmente. Un da le salv lavida en agradecimiento me liber y me inst a que le pidiese cualquier cosa, lo que ms desease, que me loconcedera. Le solicit que me ayudase a derrocar a Sarki-i. Altahay ha tardado un tiempo en cumplir lo

    prometido, pero al fin lo ha hecho. El jeque bereber es astuto, a la vez que cumple lo que me prometi, ospone a prueba. S, creo que Altahay desea probaros Sabe que si sois hijo de quien decs ser, os debeobediencia, pero antes pretende asegurarse de si, adems de la sangre de Ziyad, corren por vuestras venas elespritu y la fuerza de vuestra familia. Estamos unidos por la misma empresa. Si vencemos en la revuelta, yorecuperar mi reino, y vos tendris tropas para libraros del tirano que oprime a vuestro pueblo. Si perdemos,

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    Altahay no pierde nada, ha cumplido las promesas para conmigo, y sabr que vos no tendris la vala de laraza de Kusayla; quizs incluso muris en la batalla.

    Al escuchar su historia, Atanarik entiende que Kenan y l comparten algo similar, los dos buscan lavenganza contra un tirano. De aquella empresa depende su porvenir, y el futuro de la embajada que le hallevado a frica, por eso le contesta:

    Necesito levar un gran nmero de tropas, slo mi padre Ziyad puede conseguir el gran ejrcito queyo y los que me aguardan en Hispania necesitamos. Pero para lograr llegar hasta l, para cruzar la peligrosacordillera del Atlas, es preciso que me proteja una escolta mayor de la que llevo, guerreros decididos, firmesen la lucha y, sobre todo, que me sean fieles

    Si vencemos os ayudar le dice Kenan. Tendris en m un aliado leal.El hombre de piel oscura es ahora su amigo y Atanarik nunca abandona a un amigo. Aos atrs,

    siendo un joven espathario real, sinti la soledad y el desprecio en las Escuelas Palatinas de Toledo. Suaspecto extranjero hizo que no le fuese fcil granjearse la confianza de aquellos nobles altivos que acudan aeducarse en la corte, para medrar como gardingos reales. En aquel tiempo, Atanarik tuvo pocos amigos, pero astos los apreci mucho y los ha conservado siempre.

    Kenan avanza delante de l. De pronto, el rostro oscuro del antiguo esclavo se ilumina con unasonrisa que muestra la dentadura blanca e incompleta; en la lejana, ha logrado distinguir los muros de unaciudad de barro, la ciudad que le vio nacer, la capital del antiguo reino Hausa. Detrs, las palmeras del oasissobre el que se asienta la ciudad, un sitio de paso para las caravanas.

    Encuentran una senda que se desdibuja tras ellos en el desierto, y termina delante, en las puertas de

    la ciudad. El asentamiento, circundado por una muralla de adobe y cercado por multitud de torres, constituyeun alto en el paso de las caravanas, una pequea urbe sobre el nico lugar donde hay agua en muchas millas ala redonda.

    El desierto lo rodea todo.Antes de entrar en la ciudad deben entregar un tributo, tras pagarlo solicitan ser recibidos por Sarki-i.

    En las calles, las gentes se congregan a ver al guerrero del Norte, el de cabellos castaos, el de la miradaverde oliva. Kenan se oculta discretamente, intenta mimetizarse entre los guerreros que acompaan a Atanarik

    para que nadie le identifique, para que no le descubran ante la guardia de Sarki-i. Sin embargo, no haypeligro; el paso del tiempo ha transformado a Kenan de un mozalbete en un hombre maduro que, cubierto porlas ropas y velos de los bereberes, difcilmente va a ser reconocido.

    Una vez cruzada la muralla, se adentran a travs de calles de casas blancas, encaladas, de un solopiso, con un escaln en la entrada. Algunas estn decoradas con dibujos sobre la pared en tonos azul chilln yrojo. La ciudad, poco ms que un poblado, es un entramado de calles que conducen hacia la plaza principal

    donde se alza una edificacin blanca, ligeramente ms alta que el resto. Los ojos de Kenan brillan iluminandosu cara oscura, al reconocer las gentes, las casas, las calles del lugar que le vio nacer.

    Dentro de la casa principal, les espera el reyezuelo, sentado en un estrado ms elevado, con esteras yalmohadones, cubiertos por pieles de leopardo y de pantera. No muy lejos se escuchan los rugidos de unasfieras, sobresaltando a los hombres que acompaan al godo.

    Atanarik le habla con palabras que deben ser traducidas por un intrprete, solicita su ayuda paraatravesar el Atlas. Necesita mercenarios, pero tambin que se les permita pasar hacia el lugar donde se ocultaZiyad. Sarki-i le escucha atentamente, al fin responde con sagacidad;

    Los Hausa somos un pueblo numeroso, nuestras mujeres son frtiles y tenemos muchos hijos; perola ciudad no puede crecer ya ms porque no hay agua; nuestros hijos lucharn a vuestro lado. Tenemostambin esclavos que pueden combatir a vuestras rdenes. Os cedemos los hombres que deseas. A cambioqueremos oro.

    Lo tendris.

    El reyezuelo se levanta cuando le traducen estas palabras, despus se acerca a Atanarik en actitud desplica. De una faltriquera, el godo extrae unas monedas de oro. Sarki-i sonre de modo servil, se inclina unay otra vez ante ellos. Despus llama a su guardia para que acomoden a los recin llegados. Tras las cortinasque rodean el asiento del jefe Hausa, irrumpen unos hombres fuertes con tnicas blancas ceidas por unamplio cinturn de cuero de donde cuelga un enorme pual.

    Conducen a Atanarik y a los que le acompaan a una vivienda cercana al lugar donde habita el jeque.Una casa pequea con un patio ms grande en medio y rodeada por otras pequeas cabaas para laservidumbre. All se refrescan y comen un potaje inspido. Kenan est nervioso. Atanarik le tranquiliza.

    Al medioda, la guardia de Sarki-i vuelve a buscarlos, les dicen que la mercanca est preparada, queel seor de los Hausa les espera. Recorren patios blancos inundados por la brillante luz africana hasta llegar a

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    una plazoleta ms grande, donde los aguarda el jeque. All se aglomeran gran cantidad de hombres jvenes,muy delgados, con aspecto famlico, atados con cuerdas. Algunos de ellos llevan las marcas de la esclavitud.Atanarik se dirige a Kenan en voz baja, susurrando: stos son los guerreros que el jeque quiere darme?Estos esclavos esculidos? Kenan le responde afirmativamente con la cabeza, mientras en lengua

    bereber, la que Atanarik farfulla desde nio, y que el jeque ignora, le explica: Son los hombres de mi pueblo,a los que el tirano oprime

    Atanarik se hace traducir:Esos hombres hambrientos no son lo que busco.El dirigente de los Hausa le responde ofendido unas palabras que Kenan traduce:Son hombres muy valientes! Luchan bien!Baja del estrado, dirigindose hacia los esclavos, y les va abriendo los dientes, palpando los

    msculos, mientras le dice en su idioma:Fuertes, hombres muy fuertesAtanarik lo observa ceudo, mientras Sarki-i insiste:Buenos guerreros, buenos. Tcalos! Escoge los que quieras. Tienes tiempo. Regalo ste, los otros

    una moneda de oro por cada uno. Toma los que quieras, se irn contigo.Con un gesto le anima para que sin prisa escoja los hombres que l desee.Yo volver; despus, t pagar.El reyezuelo se va haciendo reverencias y aspavientos a su cliente, atravesando un vano en el patio,

    que no tiene puerta sino una cortina de vivos colores.

    Cuando se ha ido, Kenan le va sealando a los hombres que l conoce, los que l sabe que leayudarn.

    ste, ste y este otro Son buenos guerreros. Amigos mos desde la infancia, hombres leales. Osmego que les concedis la libertad, se unirn a vos, y despus a mi causa.

    Atanarik ordena que les suelten las ataduras y pide que los alojen en el patio de la casa donde l vive.Kenan se inclina ante Atanarik, agradecido, despus se dirige al grupo, hablndoles en su lengua muyrpidamente. Los hombres de piel oscura sonren al joven godo. Atanarik observa su alegra explosiva, algoinfantil, que se manifiesta en llantos y sonrisas blancas sobre la piel negra.

    Los guardias conducen al godo a la vivienda donde se aloja. Ms tarde, Kenan se rene con l,mientras van llegando guerreros de la ciudad. Se ha corrido la noticia de su regreso entre los disidentes alrgimen de Sarki-i. Les explican los atropellos y abusos a los que estn siendo sometidos por el reyezuelo.Kenan les anuncia que el hombre del Norte va a ayudarles. Le miran como a un dios reencarnado, abriendolos ojos con esperanza. Tras unos breves momentos de jbilo, Atanarik les interrumpe pidindoles que le

    informen sobre la organizacin de la ciudad. Le explican cmo se distribuye la guardia del jeque, cules sonlas defensas de la fortaleza en la que se recluye, de qu armas y de qu gente dispone.

    As se informa de que Sarki-i se rodea de mercenarios que montan guardia alrededor de su morada,hombres aguerridos y salvajes, sin escrpulos, entrenados para matar. Estn armados con espadas, escudos ylanzas. En lo alto de la mansin del jeque, unos arqueros vigilan continuamente las estrechas callejas querodean la casa. Dentro en los patios interiores, hay leones que actan como cancerberos impidiendo que nadie

    pueda acercarse a Sarki-i. A la menor seal de peligro les abrirn las jaulas para que se enfrenten a cualquieragresor.

    Los hombres afines a Kenan muestran su horror al relatar todo ello, con gestos expresivos de lasmanos y muecas en la cara que denotan su pnico ante el tirano.

    El desnimo cunde entre los conjurados.En medio de la algaraba, Atanarik comienza a hablar suavemente. No grita, ni se excita,

    metdicamente va trazando un plan. Deben envenenar a las fieras.

    No hay en la casa del tirano alguien de confianza? les pregunta.Uno de los guerreros le contesta que alguna de las mujeres del jeque le odia tanto que ser capaz dehacer lo que sea por librarse de l. Atanarik asiente a esta sugerencia, despus sigue desarrollando el plan.Cuando las fieras hayan muerto, habr que atacar a los arqueros que custodian las torres sin levantarsospechas, entrando con sigilo en las garitas de guardia. Un hombre pequeo y gil de vientre prominente se

    brinda a hacerlo con algunos guerreros ms de su familia. Despus, Atanarik les propone que debernproducir revueltas e incendios en distintos puntos de la ciudad, para dispersar a la guardia haciendo que lamorada del tirano quede indefensa. se es el momento en el que Kenan, los bereberes de Altahay y l mismodeben aprovechar para invadir la casa del tirano. La seal de un cuerno en la noche ser la que d comienzo aesta ltima accin.

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    Los opositores a Sarki-i se sienten, ahora, inundados por la confianza que transmite Atanarik, por suvoz clida y llena de afabilidad. El plan est bien trazado y es posible de realizar. Es verdad que no estn bienarmados, que ninguno de ellos es un guerrero, pero cuentan con una gran superioridad numrica; en la

    pequea ciudad del desierto hay multitud de opositores al tirano, incluso dentro de la propia casa delreyezuelo hay personas que le odian, que colaborarn sin dudar. Los conjurados se despiden de Atanarik y deKenan, dispersndose por la ciudad. Reunirn a todos los que quieran derrocarle. Cuando todo est dispuesto,esperarn a escuchar la seal para asaltar las estancias reales.

    Aquella noche el godo no puede dormir. Atanarik piensa que si vence a su enemigo, Kenan leayudar, pero si pierde, el reyezuelo Hausa se dar cuenta de que l, Atanarik, le ha llevado al enemigo a casay no tendr compasin. Durante el viaje, Kenan le ha referido las torturas y suplicios que el tirano aplica a susvctimas, cuando desea vengarse. Les provoca tal dolor que los hombres llegan a desear la muerte para acabarantes con el sufrimiento. Transcurren lentas las horas de una noche de plenilunio, por la ventana brilla el astrode la noche. Al fin, la luna comienza a borrarse del horizonte con las luces del alba, cuando Atanarik escuchagritos y voces. Los hombres Hausa han iniciado la revuelta. Despus, se escucha la seal, y el godo se dirigeadonde los bereberes de Altahay descansan, ordenndoles que se levanten. Le son fieles y saben lo que tienenque hacer. Le siguen en direccin a la morada de Sarki-i.

    En las calles corre una marea de sangre, que se va extendiendo por todas las calles, por las plazas,casa a casa. La lucha es desigual. Los compaeros del gua de piel oscura van armados con cuchillos y palos.Los del reyezuelo local, con lanzas y espadas. A los hombres de Kenan, y a los opositores a Sarki-i, pronto sesuman mujeres y hasta los nios de la ciudad. Las mujeres atacan con agua hirviendo que arrojan desde la

    parte superior de las casas y de los tejados a los distintos piquetes de soldados que se distribuyen por loscuatro puntos de la ciudad. Poco a poco, la revolucin callejera va avanzando hacia la casa del reyezuelo. Alfin, una multitud rodea la morada del tirano.

    All, Atanarik y sus hombres se enfrentan a los guerreros de la casa del jeque y consiguen abatir a laescasa guardia que ha quedado. Dentro de la mansin, el godo divisa a su gua, el negro Kenan que avanzahacia el interior, hacia las dependencias del tirano. Le asaltan varios hombres y le cuesta defenderse. Atanarikacude a respaldarle. Un negro de gran tamao y un mestizo de piel ms clara arremeten contra l. Atanarik seinterpone. Kenan esboza una mueca de alivio al verse socorrido. El godo atraviesa a uno de los atacantes porel vientre, al otro le hiere en la cabeza.

    El joven godo se introduce an ms en las estancias del reyezuelo. Las fieras, tan temidas, las que lehan protegido y atemorizado a los visitantes, han muerto envenenadas. En el interior del palacio slo haysilencio. Con Kenan llega a las piezas que habit el jeque, en un lecho hay un cadver, al que sobrevuelan lasmoscas. El reyezuelo ha muerto. Nunca sabrn si decidi por s mismo poner fin a sus das, o si alguna de sus

    mujeres le asesin. Ha muerto atravesado por un cuchillo, de mango dorado en forma de serpiente. Kenan selo arranca del pecho. Con reverencia, lo eleva hacia el cielo mientras pronuncia gritando algunas palabras ensu lengua. Atanarik slo entiende el nombre de Bayajidda, el hroe fundador de su raza y su familia. Adivinaque aquel cuchillo es el pual que mat a la serpiente y debe ser algo sagrado para los Hausa.

    El godo y Kenan se retiran de aquel lugar, encaminndose hacia la plaza. Atanarik se pierde entre lamultitud. Kenan desde la puerta, habla a los habitantes de la ciudad. Les comunica que el tirano ha muerto.Todos gritan. Despus, pronuncia unas palabras y se hace el silencio; Kenan eleva el sagrado cuchillo deBayajidda ante ellos. Un ruido ensordecedor, de alegra, inunda la plaza. Los hombres alzan a Kenan sobre un

    pavs; las aclamaciones se hacen constantes y ms fuertes, cada vez en un tono ms agudo y elevado. Desdeun rincn de la plaza apoyado en el dintel de una puerta de una casa de barro y adobe, Atanarik observasatisfecho la escena. Se alegra del triunfo de su amigo.

    Durante tres das, la ciudad celebra las fiestas de la victoria. El godo se une a la alegra generalizada.De las tribus vecinas, llegan mensajeros que se congratulan de la muerte del tirano. En la maana del tercer

    da, Kenan convoca a Atanarik a lo que antes era la morada del revezuelo local.Me habis ayudado y os estar por siempre agradecido. Qu es lo que deseis de m?Necesito encontrar a mi padre Ziyad, os solicito hombres que me ayuden a cruzar el Atlas le

    contesta el godo.Os proporcionar los mejores guerreros del reino Hausa; ellos os guiarn, conocen bien el lugar

    donde se oculta Ziyad. Despus, cuando volvis al reino que gobierna el tirano, el reino ms all del mar, yomismo os ayudar, luchar a vuestro lado. Me obliga un deber de reconocimiento y gratitud. Antes, deborecomponer a mis gentes, deshacer la obra de Sarki-i, despus me unir a vos. Cundo deseis partir hacialas tierras que gobierna vuestro padre?

    Lo ms pronto posible.

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    Kenan se pone serio, le advierte con preocupacin:No podis iros todava. Debis aguardar. Se avecina el khamaseen. Nadie podr salir de la ciudad

    en los prximos das.As ocurre, el khamaseen, un caluroso y polvoriento viento del desierto, fustiga las tierras Hausa y lo

    detiene todo.Atanarik lo oye llegar aquella noche, desde su lecho. Le despierta como un canto desencadenado por

    el viento que azota las palmeras de la ribera del oasis, junto a la ciudad. Con el viento llegan las tormentas dearena, que aparecen de manera inesperada, transformando el paisaje, que pierde definicin, se opacifica, sedesdibuja, se agita y arremolina, se torna sepia. Los caminos del desierto se han cerrado.

    Atanarik se pregunta cmo es posible que los habitantes de esta ciudad sobrevivan, ao tras ao, aunos vientos que todo lo arrastran. Los tejados se cubren de ramillas, telas, comida y enseres viejos, de todo loque tan celosamente guardan las casas de la ciudad.

    El aire, pesado y caliente, alborota y levanta el polvo, zarandea las palmeras. La vida se detiene.Pasan los das, y al fin, muy gradualmente, el viento va amainando.

    Atanarik reposa en sus aposentos, que estn incomunicados por la tormenta. Oye el ruido del vientoy recuerda el pasado.

    El pasado es para l Floriana.Qu poco la ha conocido!l, Atanarik, haba crecido en Septa, en la ciudad que Olbn rega. El gobernador de la Tingitana era

    un hombre singular, muy callado, adorador del sol y supersticioso. Cuando aos atrs, Uqba, el rabe, cerc

    Tingis, no le import entregar a aquella dama, su ahijada, al conquistador rabe. Despus, cuando Benilderegres esperando un hijo, Olbn lo cri en su corte.

    Olbn tena una hija de quien no se conoca la madre; una hija muy hermosa, sabia e instruida, sellamaba Floriana. La joven, unos cinco o seis aos mayor que Atanarik, le haba cuidado desde nio; le habaconsolado despus de la muerte de su madre. Durante su infancia y primera adolescencia, Floriana lo habasido todo para l.

    Ahora estaba muerta.Al llegar los aos en los que los hombres se entrenan para la guerra, Olbn envi a Atanarik a Toledo

    a las Escuelas Palatinas. All se form como soldado, futuro espathario del rey. Lleg a ser gardingo real, y sele destin a diversos frentes, contra los francos, despus a someter a los cntabros y a los vascones siemprelevantiscos. Cuando regres de una de esas campaas, Atanarik se reencontr en la corte de Toledo a la hijade Olbn. Al reconocerse de nuevo, el tiempo de la infancia aflor y el amor surgi en el corazn de Atanarikcon fuerza.

    En aquel tiempo, a Floriana la rondaba una corte de admiradores. l se sum a ellos. En un principio,ella se alegr infinitamente al verle y se comenzaron a ver con frecuencia en secreto. Sin embargo, cuando lcomenz a cortejarla pblicamente, ella le rechaz. Atanarik lleg a sentirse humillado por Floriana. ldesconoca la causa del rechazo. Ahora saba que lo que quiera que fuese que ocultaba la hija de Olbn eramuy peligroso, tan peligroso que la haba conducido a la muerte. Atanarik, despechado por su desprecio,solicit ser enviado de nuevo a la frontera del Norte. Fue en aquel tiempo, en el que luchaba contra losvascones, cuando al borde de un camino encontr a una extraa doncella, Alodia, de cabello ceniza y grandesojos claros, que les pidi proteccin. A su regreso a Toledo, l se la entreg a Floriana.

    Record la actitud de su prima cuando l regres del Norte y le entreg la sierva. El rostro, al verle,se llen de fuego y una dulce sonrisa cruz su cara. Floriana no miraba a la esclava, le miraba slo a l; yAtanarik se llen de la luz clida de aquellos ojos garzos. Al momento, ella percibi que no estaban solos, queles rodeaban los hombres que haban acompaado a Atanarik a la campaa del Norte, algunos de ellos afectosal rey Roderik. Entonces, el rostro de Floriana cambi.

    En los meses siguientes, ella se resista y a menudo le evitaba, pero al mismo tiempo le buscaba y lemandaba llamar por motivos nimios. Alodia era la mensajera entre ambos, Atanarik pareca no ver a la criada,su corazn era slo para Floriana, quien en pblico continu siendo fra con l. Sin embargo, Atanarik no cejen su empeo, hasta que un da la hija de Olbn cedi ante su insistencia. Comenzaron a verse una noche trasotra. Atanarik trepaba a travs de las ventanas que accedan a las estancias de la dama y se entregaban el unoal otro: l, con la pasin del primer amor; ella, con el amor maduro de la mujer experimentada. No haba

    pasado un mes, cuando ella, su hermana, su amor de juventud, haba sido asesinada. Por qu?En el tiempo que pasaron juntos en Toledo, l nunca sospech que hubiese algo oscuro, una conjura

    tras ella. Por el contrario, cuando Atanarik intentaba hablarle de los sucesos de la corte, de las polmicas entrelos nobles, ella mova su cabellera oscura y rea: Vivamos el ahora, amor mo, olvidemos las guerras y las

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    luchas, olvidemos las intrigas de palacio. Recordaba que ella alguna vez le dijo: Slo t me importas, slotu amor es limpio en mi vida. Era como si Floriana quisiera preservar un oasis de paz con l en medio delmundo corrompido de la corte toledana.

    Sin embargo, en la ltima poca, ahora l se da cuenta, ella quiso revelarle algo, algo que nunca llega decirle. S. En los ltimos das antes del crimen, ella se mostr distinta. Ahora, Atanarik ataba cabos ycomenz a recordar que haba algo misterioso en Floriana, en vsperas del asesinato.

    En la corte se celebraban unos juegos en los que los espatharios reales competan entre s por untrofeo y por el honor de ser vencedores.

    l haba luchado y haba vencido. El ganador del combate deba conceder el premio a una dama.Atanarik quera drselo a Floriana. Cuando se acerc a la grada, ella haba desaparecido. No entenda el

    porqu. Entreg el trofeo a la reina Egilo, la esposa de Roderik.Aquella noche, Atanarik se dirigi a los aposentos de la que amaba, la encontr muy nerviosa.Sin dejarle hablar, ella le dijo:No debes exponerte as.A qu?Es peligroso que se sepa, que se descubra que hay algo entre t y yoNo te entiendo, Floriana.Me entenderas, siElla call asustada por lo que le iba a tener que decir, l se enfad:Te entendera si te explicases!

    No puedo. Es peligroso. Confa en m, que te amo ms que a mi vida.No pudo obtener otras aclaraciones de ella.Muchas veces ha dado vueltas en su cabeza al misterio que se esconda en las palabras de su amiga

    de la infancia. Ahora Floriana haba muerto y nunca haba llegado a saber aquello que ella le ocultaba. Debavengarla. S. Deba cambiar el orden establecido en el mundo de los godos, un orden injusto en el que reinabaun asesino.

    Afuera, el khamaseen silba, con un sonido agudo y penetrante, como una serpiente de odio y dehorror que quiere introducirse en la cabeza del guerrero visigodo.

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    El judo

    Atanarik recorre las montaas del Aurs, no tan grandiosas como el resto del Atlas ms cercano a lacosta atlntica, pero ms imponente que el Tell Atlas costero. La cordillera limita con el desierto del Sahara. Alo lejos, el pico ms alto, el Yebel Chlia, parece rozar las nubes. Desde antiguo, el Aurs ha servido derefugio a las tribus bereberes, formando una base de resistencia contra el antiguo Imperio romano, losvndalos, bizantinos y los rabes. La regin es pobre, las tribus de las montaas, los Shawia, practican latrashumancia; en verano suben con el ganado a la cordillera, pero en invierno deben trasladar su cabaaganadera hacia reas ms templadas donde viven en tiendas e infraviviendas para pasar el invierno con lasreses. Los guerreros de Atanarik atraviesan ahora unas zonas donde los campesinos del Aurs cultivan elsorgo y otros vegetales en amplias terrazas labradas por ellos mismos. Algunos se les unen al conocer que sedirigen a una campaa guerrera para conquistar las regiones allende el mar, la nacin que se extiende ante las

    costas de la Tingitana.Los hombres de Kenan, negros como la pez, van delante, detrs los bereberes de Altahay. Atanarik

    busca sus races en las altas montaas del Atlas donde se oculta su padre. Un cielo grisceo les cubre, hallovido y en las montaas corren arroyos de agua clara. Han olvidado el calor del desierto. Un guila, volandoen crculos, se eleva hacia las cumbres, quizs ha avistado una presa. La vegetacin no es muy distinta a la delos Montes de Toledo, a la de las lejanas tierras de la Lusitania.

    Un nuevo gua acompaa a Atanarik. En ese momento, Kenan recompone su reino, le ha prometidoque ms tarde le ayudar en la guerra. Se hace de noche, ahora suben por un terreno resbaladizo, con piedras ygrava. El fro de la noche les rodea. Al fin, se resguardan tras una roca grande, que forma casi una cueva yencienden fuego.

    Atanarik, observando indolentemente las llamas, retrocede al pasado, al momento en el que habaconseguido escapar del palacio del rey Roderik y segua a Alodia por las callejuelas de Toledo, cubiertas porla humedad de la madrugada.

    Adonde vamos? le pregunt impaciente Atanarik.A un lugar seguro respondi ella donde nadie nos encontrar.Alodia le guiaba con decisin por pasajes estrechos, que se entrecruzaban continuamente. Atanarik

    percibi que haban llegado a la aljama juda por las celosas que entretejan las rejas de las ventanas,formando estrellas de seis puntas. Al fin, en una portezuela pequea, en medio de un muro blanco, sedetuvieron. Alodia golpe la puerta con un aldabn. Llamaba de una forma curiosa, dos golpes, se paraba,despus tres, dos y volva a llamar. Al cabo de un tiempo desde dentro le contestaron con un ritmo similar.

    Unos criados abrieron la puerta y franquearon la entrada de una casa rica, amplia y de largoscorredores. Sobre las puertas haba inscripciones con letras mosaicas. Un silencio extrao todo lo colmaba.Descendieron por unas escalerillas hasta un stano donde los introdujeron en un espacio de techo bajo, en elque, al fondo, brillaba un fuego. Les dejaron solos. Atanarik y Alodia no cruzaron una sola palabra. Los ojosde ella se fijaron una vez ms en el gardingo real, que pareca no verla. Atanarik, nervioso, todavaconmocionado por lo ocurrido, daba vueltas de un lado a otro de la estancia, considerando la muerte de

    Floriana, sin poderse creer del todo lo que haba sucedido. Al fin se dej caer en un asiento de cuero y maderajunto a la chimenea. Alodia se acurruc junto al fuego, en el suelo, muy cerca de l.Entr el dueo de la casa, un hombre con tirabuzones en las patillas y tocado por el kips. Atanarik y

    Alodia se levantaron, despus la sierva se inclin ante l:AmoAtanarik se sorprendi de que ella honrase al israelita.Amo han asesinado a Floriana.Nos han llegado noticias de su muerte.El judo call, en su rostro se expresaba una amarga tristeza.Sabris que le han echado la culpa a un gardingo real dijo Alodia, que le han atribuido el

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    crimenYo s que no ha sido as, no me creo nada, nada que provenga de ese nido de vboras que es la

    corte del rey Roderik. La han matado a ella, que era la mitad de mi alma!Despus, el judo se detuvo, observando al godo, pregunt a Alodia:A quien me traes?A Atanarik, gardingo realEl dueo de la casa se dirigi a l, mirndole atentamente.Os buscan por un crimenQue no comet.Lo s.Yo la amaba, no quera su muerte.El judo le respondi con cierta dureza:Lo nico que se ha difundido es que vos entrasteis en la cmara de la dama, y que ahora ella est

    muerta.Ya lo estaba cuando yo llegu.S que no la matasteis, pero nadie os creer nunca, y el rey os condenar a muerte para exculparse

    del crimen.Atanarik grit lleno de ira:Ha sido Roderik? Si ha sido as, juro que le matar.El judo al ver su comportamiento exaltado, le aplaca con una expresin de tristeza; en la que, a la

    vez, se trasluce una cierta irona. La irona de un hombre que conoce ms que otro, que est por encima deemociones desatadas.

    Calma, calma. Debis vengar a Floriana, pero antes es importante que conozcis algunas cosas.Quin sois?Me llamo Samuel, hijo de Salomn, hijo de Samuel, hijo a su vez de Salomn. Todo eso no os

    dice nada. Mi familia, la de Olbn y la vuestra estn relacionadas desde muchas generaciones atrs. Mibisabuelo sirvi a un prncipe godo llamado Hermenegildo, alguien al que su padre Leovigildo asesin

    El gardingo real le interrumpi impaciente:Conozco la historia.No. No la conocis por entero. Nadie la conoce ms que mi familia. Por esa antigua historia es por

    la que Floriana ha muerto, es la historia por la que ella vino a la corte del rey godo.Nunca me cont nada.Ella no era lo que pareca, desde aos atrs se dedicaba a un doble juego, una actividad peligrosa

    por la que ha muerto.El joven godo apoy la mano en la vaina de la espada, su rostro palideci y exclam con tristeza:Ella intentaba decirme algoSin tener en cuenta la interrupcin, Samuel continu su historia:Como bien sabis, Floriana era la nica hija del conde Olbn, un hombre de una antigua familia en

    la que se unieron godos de estirpe baltinga y bizantinos de linaje imperial. Olbn gobierna la provinciaTingitana, en la ciudad de Septa. Pero habris de conocer tambin que Floriana era mi nieta. Yo hecomerciado por el Mediterrneo. Uno de mis contactos estaba en la regin Tingitana; era el conde Olbn deSepta. Olbn conoci a mi hija Raquel y se uni a ella, pero sabis que un cristiano no puede desposarse conuna juda y menos an puede hacerlo un hombre noble como lo es Olbn; aunque esa juda y su familia, esdecir yo mismo, posea una de las fortunas ms slidas del Mediterrneo. Olbn siempre ha ocultado que se detuvo un instante para proseguir inmediatamente con amargura Floriana fuera hija de una juda.

    Ella y yo nos criamos juntos; nunca me cont nada de todo esto apostill Atanarik.

    Samuel habl con despecho:S Para ellos, para los nobles godos y bizantinos, tratarse con un hebreo es una deshonra.Floriana no quera que se supiese que ella era mi nieta call dolido un instante, despus el judo

    prosigui: No sabis, entonces, el porqu de la venida de Floriana a la corte?Siempre supuse que era para educarse entre las damas de la corte: muchas jvenes lo hacen as.Para eso y tambin por otro motivo. Floriana era una mujer especial, muy inteligente e instruida.

    Su padre confiaba enteramente en ella. En los ltimos aos del reinado de Witiza, se haban producido variasrevueltas nobiliarias, algo presagiaba el fin de la dinasta de Wamba, Egica y Witiza, y del grupo de poder quelideraban, los que ahora llamamos witizianos. La cada de esa dinasta sera la ruina para el seor de Septa.Por eso, l necesitaba alguien de entera confianza en la corte de Toledo. Olbn envi a su inteligente hija

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    Floriana para averiguar lo que estaba sucediendo aqu y sostener los intereses de su padre. Cuando, enextraas circunstancias, falleci Witiza y se proclam rey a Roderik, ella se uni a la conjura iniciada por el

    partido witiziano para derrocarle. El partido witiziano le propuso a Floriana que sedujese a Roderik y loenvenenase

    No os creo! grit el godo. Ella era una dama noble incapaz de una traicin as.El judo continu hablando, haciendo caso omiso a la intromisin.Pero estaba enamorada de vos y eso la perdiSe detuvo un instante. Atanarik, desbordado por el pesar de la prdida, baj la cabeza. Despus,

    Samuel prosigui:Roderik es uno ms de los tiranos visigodos que han esclavizado a mi pueblo. Roderik es nieto de

    Chindaswintho, el rey cruel que masacr a muchos de los nobles godos y conden a un gran nmero deellos al destierro. Un rey que persigui a los judos, desposeyndoles de sus bienes.

    Toda esa historia la conozco bien porque ha marcado a la familia de mi madre refiere Atanarik. Chindaswintho fue quien confisc gran parte de nuestro patrimonio.

    El judo asinti ante aquellas palabras de Atanarik, y prosigui hablando:Pero hay ms. Floriana no slo haba venido aqu para conspirar en contra de Roderik y a favor de

    los intereses de su padre, mi nieta buscaba un objeto sagrado, una copaAtanarik se sorprendi, nunca haba odo hablar de aquello:De qu hablis?Samuel se detuvo un instante, quiz pensando en cmo explicarle a aquel godo, el secreto que haba

    ligado a sus familias la estirpe balthinga y a sus antepasados hebreos desde generaciones atrs. Despuscontinu hablando lentamente, como si contase una antigua balada.

    Los reyes godos ms poderosos, los que haban vencido a sus enemigos, Leovigildo y Swinthila,utilizaban una reliquia sagrada, que otorgaba el poder al que la poseyese. Tanto en mi familia como en la deOlbn, se ha transmitido durante generaciones y se custodiaba en el Norte, en un santuario llamado Ongar.Cuando Roderik lleg al trono, y derroc a los witizianos, puso en peligro la preeminencia de Olbn.Entonces el conde de Septa record que entre las historias que circulaban en su familia, haba una que aluda auna copa de poder. Se puso en contacto conmigo y la buscamos en Ongar pero sta haba desaparecido tiempoatrs, en el tiempo de las persecuciones de Chindaswintho. Olbn envi a Floriana a la corte para queaveriguase si la copa estaba en poder del rey. Roderik, un hombre lascivo, se encaprich de ella Florianaera tan hermosa y ella jugaba con l. Pronto averigu que el rey no saba dnde estaba la copa, que dehecho, l tambin buscaba.

    No s si creeros! exclam Atanarik.

    Atanarik haba amado a una Floriana, compaera de juegos en la infancia, que le pareca ajena atodas aquellas maquinaciones polticas que el judo le estaba revelando. Samuel no se inmut ante suexpresin de incredulidad y prosigui hablando.

    Lo que os digo es la verdad. Por su parte, el rey tena tambin sus informadores que averiguaron yle transmitieron la existencia de una conjura entre los witizianos. Sin embargo, Roderik no sospechaba queFloriana formase parte de la conjura. El judo sonri tristemente. Fue gracias a vos como lo descubri

    A m?S, vos, un antiguo amor de su infancia. Floriana saba que estaba metida en un juego peligroso y

    por eso, en un principio, ella os rechaz, pero lleg un momento en el que se rindi a vos, olvid las rdenesde su padre. Slo vos estabais en su pensamiento. Al fin, Olbn se enter de que erais amantes y le envi unacarta, reprochndole su comportamiento, en la que le recordaba sus deberes. En ella, se mencionaba la misinque deba desempear y le hablaba de la copa. Ahora sabemos que la carta fue interceptada por los espas delrey. Por ella, Roderik descubri que Floriana le estaba utilizando, que realizaba un doble juego. Es probable

    que esta noche, el rey haya acudido a sus aposentos de palacio; pienso que con la idea de que Floriana lerevelase dnde estaba la copa de poder quizs ella se resisti y la mat.En las sombras, Alodia observaba en silencio la conversacin de ambos hombres. Samuel se volvi a

    ella.Alodia, seguramente t sabrs lo que sucediLa sierva intervino, su voz temblaba al relatar el crimen.Quin soy yo sino una pobre criada a las rdenes de mi ama Floriana? Todas las tardes, yo

    escuchaba cmo Atanarik escalaba el muro y llegaba a los jardines de mi seora. En la luz del ocaso, los oasusurrar

    Tras breves instantes, Alodia permaneci ensimismada, por su cabeza cruzaron ideas dolorosas, al fin

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    se repuso y prosigui:S que los hombres del rey le han visto a menudo dirigirse a la cmara de Floriana. Ayer por la

    noche lleg un hombre, yo me ocult pensando que se trataba de de vos la sierva dud antes depronunciar el nombre del gardingo mi seor Atanarik. Debido a la conjura, haba hombres que visitabanla cmara de mi ama. Decid retirarme. Despus escuch voces, pero no pude identificar quin eraexactamente.

    Era Roderik? pregunt el judo.Alodia vacil.No estoy segura. Era un hombre alto, encapuchado S. Pens que poda ser el rey pero no

    estoy segura. Me asust an ms, pensando que poda ser Roderik. Quienquiera que fuese se abalanz sobreella, la llam perjura y traidora. Escondida tras unos tapices, pude entrever lo que all sucedi. Aquel hombrese haba abalanzado sobre Floriana, e intentaba estrangularla. Ella se defenda y consigui zafarse de suabrazo, entonces el asesino sac el pual y comenz a acuchillarla, llenndola de sangre. Ella no grit, comosi esperase el ataque. Tras comprobar que estaba muerta, aquel hombre sali huyendo. Segu en mi escondite.Qu podra hacer una criada ante un poderoso noble godo? Poco despus, como cada noche, a travs delmuro apareci Atanarik, atraves el jardn y lleg hasta el aposento de mi ama. All la descubri, pero alguienllam a la guardia que comenz a golpear la puerta de la cmara para entrar. Mi seor Atanarik no era capazde reaccionar, por lo que le ayud a huir y le he conducido hasta aqu. Mi seor Samuel, debis protegerle.

    Atanarik haba empalidecido al escuchar el relato, su rostro se contrajo por el dolor. Pregunt unavez ms con voz bronca:

    Quin ha sido?Ha sido Roderik! dijo el judo. Debis creerme. l buscaba el secreto. Se sinti engaado

    por Floriana. Ahora ha lanzado un bando diciendo que vos sois el asesino. Lo hace para exculparse.Me vengar grit Atanarik. Juro por Dios que est en lo alto que me vengar! Matar a

    ese tirano!Ahora no es el momento, debis ocultaros, se os acusa del crimen, os buscan por toda la ciudadAtanarik se sent en una bancada de piedra junto al fuego, ocult el rostro entre las manos, aturdido.

    El judo le observ con lstima, callaron. Samuel pensaba en qu era lo que deba hacerse ahora. Atanarik nopoda pensar, de nuevo tena la mente en blanco.

    Alodia los observaba a ambos, llena de tristeza y preocupacin. El judo se separ de Atanarik dandovueltas por la estancia. Entonces, Alodia con voz suave se dirigi a Samuel.

    Mi seor. Debis saber algo algo terrible.Ella se inclin ante el judo y habl en voz baja.

    Recordis la maldicin de la cmara de Hrcules?S. No es ms que una leyenda respondi el judo.No. Es real. La cmara de Hrcules existe; est debajo del palacio del rey Roderik y ha sido

    abierta. Hay algo espantoso bajo la ciudad. Creo que todos los males han salido de la cmara al abrirla.Ests segura de que la has visto?Huyendo de los soldados del rey encontramos una cueva, una cavidad en el centro de la roca

    donde se alza Toledo. En ella hay una cpula construida de tiempo inmemorial y cerrada por mltiplescandados, que han sido abiertos recientemente. En el interior de la cmara hay tantas riquezas como no os

    podis imaginar. La ms maravillosa de todas es una tabla de oro y esmeraldas, como una mesa grande de orocon tres cenefas de perlas y esmeraldas. Una mesa de poca altura en la que lucen las letras mosaicas que veoen esta casa

    El judo abri los ojos con asombro y exclam:Me ests describiendo la Mesa del rey Salomn No es posible! La que buscamos desde hace

    siglos los de mi raza Descrbemela otra vez.Alodia volvi a relatarle lo que haba visto.Qu ms visteis? dijo el judo.Hay tambin banderasLas leyendas hablan de las banderas de los vencedores dijo el judo.Atanarik sali de su postracin, habl casi en un susurro.Bandera