el agua como factor de desarrollo rural

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Norba. Revista de Geografía, ISSN 0213-3709, Vol. XI, 2006, 51-68 EL AGUA COMO FACTOR DE DESARROLLO RURAL L.ª M.ª FRUTOS MEJÍAS Departamento de Geografía Universidad de Zaragoza Resumen El agua es un recurso multifuncional, básico para la vida, pero también es un recurso eco- nómico y social. Las zonas rurales pueden apoyar su desarrollo en este don natural, tanto en la agricultura como en ganadería, que son los usos primarios. También permite la implantación de determinadas industrias y la producción energética. Estos usos, consuntivos o no, crean puestos de trabajo y riqueza, pero tienen repercusiones en el medio natural que hay que controlar y no están exentos de polémica. El empleo del agua en actividades turísticas se ha diversificado recientemente. Algunos deportes plantean también problemas por su alta demanda. Pero otros, que utilizan los cursos naturales de los ríos, constituyen un excelente recurso sostenible. Los conflictos sociales en torno al uso del agua deben abordarse de modo integrado para no perjudicar a las personas ni al medioambiente. Palabras clave: Usos del agua, desarrollo rural, agricultura de regadío, turismo rural. Abstract Water is a multifunctional resource; it is basic for life, but it is also an economic and social resource. The rural zones can support its development in this gifted natural way in agriculture, as well as in cattle-raising, which are its primary uses. It also allows the introduction of certain industries and the production of energy. Such uses, consuming or not, may create jobs and wealth, but they also have repercussions on the environment that must be controlled and are not exempt of controversy. The use of water in tourist activities has been diversified recently. Some sports also raise problems because of their high demand of this resource. But others that use the natural courses of the rivers, constitute an excellent sustainable resource. The social conflicts concerning the use of the water should be approached in an integrated way, so as not to cause prejudice to the people nor to the environment. Keywords: Uses of the water, rural development, agriculture of irrigable, rural tourism.

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agua dentro del desarrollo rural. Importancia y su sentido imprescindible.

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  • Norba. Revista de Geografa, ISSN 0213-3709, Vol. XI, 2006, 51-68

    El agua como factor dE dEsarrollo rural

    L. M. FRUTOS MEJASDepartamento de Geografa

    Universidad de Zaragoza

    resumen

    El agua es un recurso multifuncional, bsico para la vida, pero tambin es un recurso eco-nmico y social. Las zonas rurales pueden apoyar su desarrollo en este don natural, tanto en la agricultura como en ganadera, que son los usos primarios. Tambin permite la implantacin de determinadas industrias y la produccin energtica. Estos usos, consuntivos o no, crean puestos de trabajo y riqueza, pero tienen repercusiones en el medio natural que hay que controlar y no estn exentos de polmica. El empleo del agua en actividades tursticas se ha diversificado recientemente. Algunos deportes plantean tambin problemas por su alta demanda. Pero otros, que utilizan los cursos naturales de los ros, constituyen un excelente recurso sostenible. Los conflictos sociales en torno al uso del agua deben abordarse de modo integrado para no perjudicar a las personas ni al medioambiente.

    Palabras clave: Usos del agua, desarrollo rural, agricultura de regado, turismo rural.

    abstract

    Water is a multifunctional resource; it is basic for life, but it is also an economic and social resource. The rural zones can support its development in this gifted natural way in agriculture, as well as in cattle-raising, which are its primary uses. It also allows the introduction of certain industries and the production of energy. Such uses, consuming or not, may create jobs and wealth, but they also have repercussions on the environment that must be controlled and are not exempt of controversy. The use of water in tourist activities has been diversified recently. Some sports also raise problems because of their high demand of this resource. But others that use the natural courses of the rivers, constitute an excellent sustainable resource. The social conflicts concerning the use of the water should be approached in an integrated way, so as not to cause prejudice to the people nor to the environment.

    Keywords: Uses of the water, rural development, agriculture of irrigable, rural tourism.

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    Norba. Revista de Geografa, Vol. XI, 2006, 51-68

    1. IntroduccIn: El agua En El mundo, su carctEr multIfuncIonal y la complEjIdad dE EstE rEcurso

    Est universalmente admitido que el agua es un recurso natural cuyas funciones son mltiples. Sin embargo este concepto de recurso no es entendido del mismo modo por todos. Con frecuencia se le adjudica la funcin econmica de generacin de riqueza como prioritaria pero, de hecho, este enfoque est planteando numerosos problemas en relacin con su explotacin, al mermar su cantidad y su calidad, convirtindola en un bien raro. Sin embargo, la funcin esencial del agua es mantener la vida en la tierra y, por tanto, biolgica. Complementariamente debe cubrir nuestras necesidades, permitiendo la obtencin de alimentos agropecuarios como principal factor productivo. La transformacin de otros recursos en manu-facturas afectan igualmente al agua, bien sea porque se requiere en el proceso de produccin, bien sea porque la accin humana as entendida interfiere en el ciclo natural del agua, tal como seala Mateu (1993: 260) de modo directo o a travs de la contaminacin atmosfrica.

    Si asumimos que este bien tan necesario es un activo ecosocial adems de econmico, podremos entender que su gestin y uso condicionan su abundancia y calidad y, a su vez, estos atributos condicionan la organizacin y el modelo desarrollo de las comunidades humanas (Rico, 1998; Aguilera, 1995; Valle, 2005).

    Cualquier rastreo geo-histrico que se haga pone de relieve que la existencia de agua ha sido factor condicionante del sistema de asentamientos humanos y su papel como va de comunicacin es igualmente destacado. Ha impuesto tambin sus lmites al hombre creando zonas hostiles a su establecimiento: reas con riesgos de inundacin, pantanosas e insalubres, barreras naturales como son los cursos de aguas turbulentas, etc. Hay que aadir, adems, la desigual distribucin en las di-versas regiones del mundo, que ha sido y sigue siendo fuente de conflictos sociales y polticos. Por ello, el deseo de poder dominar este vital recurso ha impulsado los avances tcnicos que deban permitir disponer de agua, sea alumbrando las subte-rrneas a profundidad cada vez mayor, sea almacenando las superficiales fluyentes, sea creando infraestructuras para su distribucin y consumo. As, la presin humana y el incremento de usos han marginado la funcin natural y primigenia del agua, que es cubrir nuestras necesidades bsicas, para primar la funcin econmica, lo que ha conducido a un modelo no sostenible, que en las ltimas dcadas se intenta controlar, pero que segn algunos expertos puede llevar a una de las ms graves crisis mundiales en los prximos decenios ((Dez Hochleitner, 1995).

    Partamos de la base de que el agua en el planeta es abundante, pero limitada en cantidad y calidad, estimndose el total, incluida la atmosfrica, en 1.384 mi-llones de km3 (Bethemont, 1980). De esta cantidad tan slo el 2,6% es agua dulce, siendo mucho ms reducida la fraccin utilizable (Tabla 1). Adems su reparto

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    es desigual a escala mundial, como ya se ha apuntado, y plantea problemas en muchas zonas, agudizados por la accin humana.

    Del total de agua dulce se utiliza tan slo el 25%, lo que equivale a unos 3.500 km3 al ao, y es esencial para la salud, la agricultura, la industria, los servicios y desde hace poco tiempo, para el turismo y el ocio (Dez Hochleitner, 1995), por lo que es imprescindible una gestin adecuada, que no se resuelve solamente con la construccin de embalses o redes de canalizacin, sino con un plan de buenas prcticas, que suponga ahorro y control de vertidos. En suma, una nueva cultura del agua (Aguilera y Arrojo, 2004).

    Centrando la atencin en nuestro entorno inmediato, la Europa mediterrnea, hay que considerar que en conjunto la provisin de agua meteorolgica, contra lo que habitualmente se cree, no es demasiado escasa, ya que esta rea reciben, como media, 843 mm/ao, frente los 646 del conjunto de Europa. Sin embargo es evidente que el paisaje muestra signos de aridez, de escasez hdrica. Esta suerte de contradiccin se debe a que la abundancia de zonas montaosas y la influencia atlntica en la fachada occidental enmascaran diferencias espaciales, que se manifiestan a escala de pas y mucho ms a escala regional (Davy, 1990). As, si Italia registra en su conjunto ms de 1.000 mm/ao, la zona meridional apenas alcanza los 400; En Grecia se recogen 556 mm/ao, pero en Atenas apenas se superan los 380; En Espaa las reas montaosas y la zona martima gallega pueden recibir hasta 2.000 mm/ao y ms; pero el Ebro medio apenas rebasa los 300 mm/ao y en el extremo suroriental, el Cabo de Gata slo registra 113 mm/ao. Si se tienen en cuenta la evapotranspiracin, los balances hdricos son muy negativos en el Levante y sudeste espaol por su longitud y latitud, en la depresin del Ebro por su orografa y en el sudeste y las islas de Grecia por la conjuncin de la latitud y la orografa. Pero tambin es negativo en otras reas, como el sur de Francia y la mayor parte de la Espaa interior. As, Nimes tiene una Evapotranspiracin de -225 mm/ao, el Ebro Medio, -480; el SE griego,

    Tabla 1EL AGUA DULCE EN EL MUNDO

    Caractersticas Millones km3 %

    Agua dulce 36,000 100,00

    Hielos perpetuos 27,820 77,00

    Aguas superficiales 0,225 0,36

    Aguas subterrneas 8,000 9,00

    Fuente: Bethemont, 1980: 20.

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    -602 y Murcia entre -800 y -1.000 mm/ao. Esta diversidad y las carencias con-siguientes, que afectan de un modo directo al medio rural, se agudizan a causa de las peculiaridades del clima mediterrneo, con gran irregularidad interanual y estacional, las temperaturas relativamente altas todo el ao pese a la existencia de perodos de heladas y la coincidencia de la estacin seca con el verano. El relieve y la orientacin respecto de los centros de accin constituyen factores complementarios.

    No obstante, existen recursos hdricos suficientes para paliar estos dficits, sea escorrenta superficial (Tabla 2) o aguas subterrneas de origen krstico, alu-vial o volcnico, cuya magnitud no se conoce exactamente. En Espaa se calcula que las aguas fluviales suman 114.298 Hm3 y las subterrnea entre 19.868 y 19.970 Hm3/ao, segn datos del M.O.P.U. y del Instituto de Ingeniera (Frutos, 1998; Llamas Madurga, 1995). Pero hay que constatar dos hechos: no todos estos recursos estn disponibles y adems el abuso de su explotacin ha supuesto en muchas zonas tanto la merma de su cantidad como la prdida de calidad, estimn-dose que una cuarta parte del agua potable en el mundo puede estar contaminada (Dez Hochleitner, 1995).

    Los problemas de competencia ya existentes y la amenaza de que se agraven en un futuro prximo ha encendido la luz de alarma desde hace varias dcadas, propiciando acuerdos y polticas en Europa, desde la firma de la Carta Europea del Agua en Estrasburgo, en 1968, como declaracin de principios en torno a la necesidad de conocer los recursos y de gestionarlos de forma sostenible, hasta la Directiva Marco Europea, aprobada en diciembre de 2002, cuyos objetivos pueden resumirse en los siguientes puntos: debe alcanzarse un buen estado del agua en el 2015, su uso debe ser sostenible, hay que proteger los espacios hi-

    Tabla 2LA ESCORRENTA EN LA EUROPA MEDITERRNEA

    PasesEscorrenta superficial Coeficiente

    de escorrentakm3 mm l/seg/km2

    Espaa 106,8 218 6,9 34

    Francia mediterrnea 68,5 538

    Grecia 62,7 476 15,1 47,6

    Italia 115,0 510 16,3 51,5

    Europa mediterrnea 451,0 343 10,9 40,6

    Fuente: Davy, 1980.

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    drulicos especficos y hay que desarrollar polticas en relacin con el precio del agua que recojan los costes, incluidos los ambientales. En Espaa, precoz en la gestin del agua, con una larga historia de organizaciones para su control y uso, se han ido sucediendo desde finales del siglo xix las leyes, decretos y Planes Hidrolgicos y de Regado que no se han acabado de poner en marcha. Pero en toda la normativa de las ltimas dcadas se considera, as mismo, la necesi-dad de modernizacin y ahorro, de nuevos hbitos de consumo y de proteccin medioambiental. Paralelamente se ha abierto un debate en torno a las polticas ms recientes (Martnez Gil [ed.], 1997) y algunos expertos han elaborado nuevas propuestas para resolver conflictos y encauzar su gestin (Jurez, 1998; Sumpsi et al., 1998; Estevan y Naredo, 2004), siendo el movimiento ms radical el de la Nueva Cultura del Agua (Martnez Gil, 1997; Arrojo, 2006), que propugna un nuevo concepto de la demanda, rechaza las grandes obras hidrulicas y propone una nueva tica y una verdadera participacin social en su gestin. Del mismo modo en otros pases se reclaman nuevos modelos de uso y gestin (VV.AA., 2005).

    2. la ImportancIa dEl agua En El dEsarrollo rural

    Si se ha puesto nfasis en las anteriores pginas en la importancia del agua no slo como recurso econmico sino ecosocial, es obvio que en las zonas ru-rales, por su multifuncionalidad, puede ser motor de desarrollo, especialmente si su gestin se orienta hacia la sostenibilidad. Todos los aspectos sealados pueden reconocerse en l: la funcin vital y ecolgica est especialmente pre-sente en la vegetacin, la fauna y el hombre mismo; la ubicacin de buena parte de los asentamientos humanos estn ligados a lminas de agua superfi- ciales o resurgencias y alumbramientos de las subterrneas y tanto unas como otras han sido base de actividades econmicas y han recibido los vertidos de stas.

    En las zonas rurales, durante dcadas el control del agua para uso agrope-cuario y consumo humano ha primado sobre cualquier otro, pero no ha sido el nico. Industrias como la textil o la harinera nacieron en estos mbitos ligadas a los cursos de agua como fuerza motriz y tradicionalmente se han utilizado para la pesca, tanto como complemento de la alimentacin familiar cuanto como un elemento ms de ocio y deporte. Ros y lagos han sido tambin vas de comuni-cacin y transporte. Pero en el momento actual cobra especial importancia, ya que en un mundo competitivo y global como el que tenemos permite que el regado diversifique y asegure la produccin agraria, apoye el incremento de la ganadera intensiva, propicie el establecimiento industrial y, especialmente, ofrezca mltiples posibilidades a las actividades de ocio.

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    2.1. El agua como recurso en zonas rurales: la agricultura, el uso ms antiguo

    En los pases semiridos y ridos la lucha por la conquista del agua es tan an-tigua como el sedentarismo. En prrafos anteriores se ha puesto de manifiesto que en la zona Mediterrnea europea a la vez que hay un dficit hdrico importante hay tambin recursos naturales para poder paliarlo, al menos en parte. Y la dominacin de estos recursos se ha encaminado inicialmente a cubrir las necesidades bsicas: abastecimiento humano y produccin de alimentos. Muy pronto se idearon tcnicas que permitieran encauzar y distribuir el agua. Azudes y norias, de las que todava queda algn vestigio en Espaa, la derivaban de los cursos fluyentes y donde las capas freticas estaban prximas a la superficie, se perforaban pozos poco profundos. La expansin del regado garantizaba, al asegurar las cosechas, un mejor nivel de vida para sus habitantes. En el mundo globalizado actual permite, adems, la parti-cipacin en los circuitos comerciales internacionales; compartimos la idea de Nadal y Lacasa (1995: 91) de que el sector agroalimentario juega un papel estratgico-logstico en las sociedades desarrolladas, garanta de la seguridad en la reserva alimentaria autctona, aadiendo que la utilizacin del agua en el espacio rural para regar determinadas zonas es, dentro de este papel estratgico, la mejor garanta de estabilidad prefijada de las reservas alimentarias que quiera darse un pas.

    La importancia del agua en la agricultura se explica porque las plantas la precisan para la fabricacin de sus tejidos y la absorcin de nutrientes y mediante la evapotranspiracin se facilita un intercambio gaseoso que permite la absorcin del gas carbnico del aire, la expulsin de oxgeno, la asimilacin del carbono y la funcin cloroflica, que hace posible su crecimiento y el desarrollo del ciclo fisiolgico. Por ello el crecimiento de las plantas es tanto ms rpido cuanto el caudal suministrado por las races y restituido a la atmsfera por el sistema foliar es ms continuo (Bethemont, 1980: 243). Evidentemente la aportacin de agua proviene, en primer lugar, del ciclo natural. Si las condiciones no son adecuadas, se har mediante el regado. Cualquier cultivo fuera del mbito de sus exigencias hdricas necesita una aportacin extraordinaria de agua; la isoyeta de 500 mm marca el lmite de indigencia hdrica para muchas plantas y por tanto la necesi-dad de riego, pero las necesidades varan espacial, anual y estacionalmente, en funcin del ritmo vegetativo de la planta y de los factores fsicos que intervienen en su crecimiento, tanto climticos como edficos y pueden oscilar desde menos 1.000 m3/ha y ao a ms de 25.000. Bethemont (1980: 252) muestra cmo las exigencias de la alfalfa varan desde los menos de 200 mm acumulativos por ao en la Champagne francesa a los casi 1.000 de Mrida, en Espaa, y los 1.700 en el Bajo Egipto, y en el Valle del Ebro, mientras en la Jacetania slo es preciso aportar 300 mm, en el Bajo Cinca se requieren algo ms de setecientos, con di-ferente ritmo a lo largo de los doce meses (Fig. 1).

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    800

    600

    400

    200

    0

    1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

    Bajo Cinca

    Jacetania sur

    Fuente: Datos en de Martnez Cob et al. 1998.Elaboracin propia

    Figura 1EXIGENCIAS ACUMULADAS A LO LARGO DEL AO DE RIEGO BRUTO EN ALFALFA

    Fuente: datos de Martnez Cob et al., 1998. Elaboracin propia.

    Las necesidades de diferentes cultivos en la misma zona son tambin variables. En la Baja Provenza, mientras el melocotonero requiere 3.500 m3/ha, el maz precisa 4.500 y el tomate 6.000 (Bethemont, 1980: 253) y en los regados del entorno de Zaragoza, en el Ebro Medio, el aporte de agua puede variar desde poco ms de 200 mm/ao para la cebada a los 800 del melocotonero (Fig. 2). En Aragn, las exigencias de riego bruto anual es, prcticamente, el negativo del reparto de las precipitaciones y la E.T.P. y E.T.R., en funcin de la disposicin del relieve.

    En suma, las zonas rurales precisarn de mayor o menor cantidad de agua en funcin de la toma de decisiones y estrategias de desarrollo de los agricultores, influidos por la tradicin agrcola, el mercado y los rendimientos econmicos

    Fuente: datos de Martnez Cob et al., 1998. Elaboracin propia.

    Figura 2DIVERSAS EXIGENCIAS DE RIEGO BRUTO (mm) SEGN LOS CULTIVOS

    DE LA ZONA DE ZARAGOZA

    Fuente: Datos de Martnez Cob et al, 1998. Elaboracin propia.

    800

    600

    400

    200

    0cebada trigo tomate maz alfalfa meloc

    Serie 1 209 248 557 590 701 800

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    derivados y las polticas agrarias e hidrolgicas. A un tiempo, la puesta en rega-do mediante inversin pblica o privada depender de la disponibilidad de agua y el dominio de las tcnicas, y la rentabilidad agrolgica, ecolgica y social. El concurso de estas condiciones lleva a plantearse un uso ms eficaz y eficiente del agua, algo absolutamente necesario ya que la actividad agropecuaria supona, al finalizar el siglo xx, el 69% de agua de uso consuntivo en el mundo, segn datos de la F.A.O., siendo todava ms elevado el porcentaje en Espaa, donde se alcanza el 78% (Plan Hidrolgico Nacional, 2000).

    Desde un punto de vista estrictamente econmico, la rentabilidad se expresa en rendimientos netos y productividad por hectrea, buscando la mxima eficiencia entre stos y el consumo de agua. En este sentido las hortalizas, cultivadas en un alto porcentaje en regado, constituyen un grupo de cultivos muy rentables, ya que en 2003 aportaban el 29% del valor de la produccin vegetal en Espaa, ocupando solo el 2,7% de las tierras. Son igualmente efectos econmicos del regado la po-sibilidad de diversificar la produccin agropecuaria e integrar cultivos y ganadera, crear agroindustrias y empleos y, por tanto, ser motor de arrastre.

    Las repercusiones sociales son tambin evidentes, pues permite elevar la renta de los agricultores y fijar poblacin si conecta bien con los aspectos econmicos, propiciando el cooperativismo. Tal como dicen Nadal y Lacasa (1995) el regado tiene un componente social y territorial que excede con creces el simple incremento de las producciones agroalimentarias.

    Pero, como bien sealan algunos autores (Aguilera, 1995; Garca Gonzlez, 1998), la eficacia ha de ser tambin ambiental, ya que el deterioro del medio natural debera detraerse de los beneficios obtenidos en el mercado. Una de las posibili-dades de aunar los tres aspectos es mediante el ahorro, que est en relacin con la gestin, los mtodos de riego y la mejora de las infraestructuras, lo que precisa de inversiones importantes que la Administracin, conjuntamente con los regantes, deben propiciar, para aproximarse al mximo a un sistema de explotacin soste-nible como han indicado numerosos expertos (Bielsa, 1995; Saura, 1995; Sumpsi Vias et al., 1998; Comunidad General del Riegos del Alto Aragn [eds.], 2002; Albiac, 2003; Aguilera y Arrojo [coord.], 2004). En Espaa la evolucin de los mtodos de riego se recoge bien en los Censos Agrarios, aprecindose que entre 1972 y 1999 el riego por gravedad se ha reducido considerablemente a favor del riego por aspersin y el riego localizado, pero todava queda mucho por hacer en relacin con la mejora de las infraestructuras.

    A escala mundial el regado se ha incrementado considerablemente a lo largo del siglo xx a causa del crecimiento de la poblacin y sus necesidades, de los avances tcnicos y de los programas derivados de la Revolucin Verde. La F.A.O. estima que en el ao 2002 la superficie regada alcanzaba los 276,7 millones de has. y en Espaa, en esa misma fecha, estaba prxima a los 3,5 millones de has.

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    (M.A.P.A., 2004). La mayor demanda de agua para riego coincide, como es lgico, con la diagonal rida del planeta (Bethemont, 1981), siendo China el pas que va en cabeza en intensidad 98% de las tierras cultivadas y en superficie regada 54,7 millones de has (FAOSTAT, 2006). Entre las regiones espaolas destaca Andaluca, con el 22% de las tierras regadas del conjunto del pas, aunque en relacin al total de tierras cultivadas es la Comunidad Valenciana que riega el 43,8% de su superficie cultivada (M.A.P.A., 2004).

    2.2. otros usos del agua potenciadores de desarrollo en zonas rurales: la acuicultura y los usos industriales

    En mayor o menor grado otras actividades demandantes de agua pueden con-tribuir al desarrollo rural: la acuicultura y determinadas industrias, entre las que destacan las de transformacin agropecuaria.

    Las piscifactoras fluviales tienen implantacin reciente y contribuyen a la diversificacin del aprovechamiento de los recursos hdricos, y aunque su inci-dencia en la creacin de puestos de trabajo es escasa, pueden servir de base para industrias de transformacin, muy poco explotadas actualmente. Tambin pueden plantear algunos conflictos con otros usos del agua y, sobre todo, en relacin con el medioambiente, ya que si bien la acuicultura es una actividad no consuntiva, que devuelve a los ros todo el caudal que requiere, precisa de dotacin de agua regular (3.000 m3/ao para las existentes en Espaa en 1999) y pueden difundir elementos patgenos e insecticidas aguas abajo, adems del incremento de materia orgnica. Al inicio de los 90 el nmero concesiones para esta industria ascenda en Espaa a 191, proporcionando una renta de 7.000 millones de pesetas al ao (42 millones de euros); al final de la dcada no hay datos ms recientes se haban reducido a 182, de las que slo 162 estaban activas, orientadas sobre todo a la cra de salmnidos (trucha comn y arco iris) con fines comerciales y de repoblacin en cotos de pesca. De stas, 130 eran privadas y 32 pblicas. La produccin total ascenda a 27.000 Tm para consumo humano y 15.000 para repoblacin (M.A.P.A., 2003).

    Las industrias son tambin consumidoras de agua, aunque no todas tienen iguales exigencias. El tipo de producto y el tamao de la empresa establecen grandes diferencias. Las de mayor demanda, segn el estudio realizado por la Confederacin Hidrogrfica del Ebro para el Plan de Cuenca (1995), son las industrias qumicas y las papeleras (40/50 litros/empleado y da), las de sales y materiales de construccin (de 30 a 40), las de transformacin de productos agropecuarios (de 5 a 10) y las que explotan los manantiales de aguas minero-medicinales, cuyos caudales son muy diversos (Espejo, 2001). La dotacin media de los polgonos industriales se estima, segn la misma fuente, en 4.000 m3/ha de

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    superficie bruta ocupada y ao. Cualquiera de las industrias citadas puede tener implantacin rural y su principal ventaja es la creacin de puestos de trabajo, la fijacin de poblacin joven y el efecto multiplicador en la demanda de servicios, muchos de ellos tambin consumidores de agua, como la hostelera en todas sus modalidades, los centros deportivos y los de salud. Especficamente son de gran inters las industrias de transformacin de productos agropecuarios, por cuanto pueden incrementar sustancialmente el valor aadido de la produccin primaria.

    Tambin son industrias instaladas en el medio rural las productoras de energa (hidroelctrica sobre todo, pero tambin trmica convencional o nuclear), consi-deradas en este caso no consuntivas, si bien requieren dotaciones de caudal regu-lares, que a veces entran en conflicto con otros usos. Todas ellas tienen un fuerte impacto territorial y ambiental y su incidencia social en la creacin de puestos de trabajo es muy distinta si se trata de hidroelctricas, con muy escasa creacin de empleo, o de las trmicas, donde es importante. El problema fundamental es, adems del impacto ambiental citado, que, salvo los sueldos que genera, la renta producida no se queda en las zonas rurales, por lo que su aportacin al desarrollo es reducida.

    2.3. las potencialidades del recurso agua en el turismo

    En las ltimas dcadas se han puesto de manifiesto las posibilidades que el agua ofrece para unas actividades en crecimiento y con mltiples facetas, como son las ligadas al turismo, ocio y recreacin. Podemos resumirlas en tres vertien-tes: prcticas deportivas; agua y paisaje como recurso escnico; balnearios (Garca Gonzlez, 1998; Gin, 2003; Valle, 2003; Cnoves y Herrera, 2005). En cualquiera de ellas se pueden encontrar aspectos positivos: permiten una diversificacin de actividades, crean puestos de trabajo y permiten fijar poblacin, incrementan las rentas y tienen una gran capacidad de arrastre, especialmente en la instalacin de servicios derivados.

    2.3.1. Agua y deporte en el medio rural

    Las prcticas deportivas o turismo activo ofrecen varias modalidades, de las que solamente los campos de golf son una actividad altamente consuntiva, que puede entrar en conflicto con otros usos del agua. En menor medida, la natacin practicada en piscinas, requiere igualmente un consumo. Los restantes deportes utilizan el recurso modificando en mayor o menor grado el entorno para su ex-plotacin, pero sin consumirlo. De entre ellas, una de las ms clsicas es el esqu, cuya localizacin es muy especfica por la conjuncin de factores climticos y de relieve. Muchos mbitos rurales de montaa han cambiado completamente su estructura socioeconmica a partir de la puesta en valor de la nieve, aunque

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    tambin hay que destacar el impacto ambiental de las instalaciones, donde, como en el caso de Alcal de la Selva, la Sierra de Gudar (Sistema Ibrico oriental) ha afectado a la masa de pino negro o moro (P. uncinata), que forman una mancha forestal residual, perteneciente a un clima ms fro.

    No menos clsica es la pesca en ros y pantanos que, en palabras de Nadal y Lacasa (1995), es interesante como actividad de futuro, vinculada al agua y al medio rural. Las competiciones de pesca renen a gran cantidad de aficionados y mueve importantes cantidades de dinero. Por ello las exigencias para que se pueda practicar este deporte son de dos tipos: es necesario conservar el dominio hidrulico pblico y la calidad de las aguas y esto debe tenerse en cuenta en la planificacin hidrolgica; es preciso acotar zonas especficas y adecuar las infra-estructuras y servicios en ellas. Las comunidades autnomas regulan las vedas, los aparejos, etc. En Espaa hay registrados 550 cotos fluviales y el nmero de licencias es creciente, alcanzando en 2002 una cifra prxima a las 725.000, lo que aporta 7,5 millones de euros. Las capturas, en la fecha citada, ascendieron a 8,5 millones de Tm con un valor de 18,1 millones de euros, siendo las especies ms frecuentes el salmn, la trucha arco-iris, el cangrejo y otras, como el siluro, la mayora de repoblacin. Esto ha planteado algunos problemas ecolgicos al desplazar y casi extinguir algunas especies propias.

    La navegacin y el barranquismo utilizan tambin los cursos fluviales y las aguas embalsadas, compitiendo en algunas zonas con los usos tradicionales. En lagos y embalses la prctica de la navegacin a vela o a motor, y la modalidad ms reciente se surf, hace necesario acondicionar las riveras con embarcaderos y otras instalaciones de servicio, cosa que ya ocurre, especialmente en los embalses. Estos deportes tienen tambin sus limitaciones, relacionadas con las condiciones climticas en el caso de vela y surf, y por su efecto contaminante en el caso de las motoras. En los ros de aguas bravas y los barrancos las nuevas modalidades de turismo de aventura han supuesto para algunas comunidades rurales una in-yeccin de vitalidad: el rafting, el hidrospeed, el barranquismo y el piragismo no tienen impacto ambiental, aunque quienes los practican deben tener las con-diciones fsicas adecuadas y siempre hay cierto riesgo. En este tipo de deportes el caso de Aragn es paradigmtico: en 1995 el descenso de los ros pirenaicos (rafting y piragismo) era ya practicado por 100.500 personas y el barranquismo por unas 60.000. Esto ha dado lugar a la creacin de 133 empresas de turismo activo (el 16% de Espaa), ligadas en su mayora al recurso agua y ubicadas en municipios de menos de 2000 habitantes (el 75%); junto a ellas se han creado por efecto inducido otras de hostelera, comercio, artesanas, etc. (Callizo y Lacosta, 1999; Lacosta, 2004; Gin, 2003). A mediados de los aos noventa el mercado de aguas bravas aport a Aragn 6,8 millones de euros, 2,6 millones de ingresos directos y 4,1 de ingresos indirectos, permiti la creacin de ms de cien puestos

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    de trabajo y revitaliz pueblos que estaban en clara regresin demogrfica. Sir-van de ejemplo los dos pequeos municipios de Alquezar y Murillo de Gllego, en la provincia de Huesca, el primero en la zona de los caones de Guara y el segundo junto al ro Gllego (Tabla 3), que son las zonas ms activas de este tipo de deportes. Hasta el inicio de estos deportes la prdida de poblacin ha sido constante. En el momento actual han fijado la poblacin e incluso muestran un pequeo incremento y en Murillo se han creado cuatro empresas con 25 puestos de trabajo en temporada alta y 20 en baja.

    Tambin en otras regiones, incluso costeras, se propone un turismo activo re-lacionado con los ros, especialmente el descenso mediante piraguas o hidrospeed o el rafting, diferente del clsico de sol y playa (Pealver, 2004).

    2.3.2. Agua y paisaje como recurso turstico

    El papel del agua en la percepcin esttica y valoracin de los paisajes juega un papel muy importante a la hora de plantear una oferta turstica (Cnoves y Herrera, 2005). Se trata de un uso claramente no consuntivo y conservacionista, puesto que precisan de una garanta de caudales y el mantenimiento de lminas de agua. La calidad escnica es una caracterstica peculiar ya que, como sealan Nadal y Lacasa (1995: 122) no entran el circuito econmico convencional de los recursos hdricos y el uso social, que tambin puede compensar la actividad econmica, es prioritario, justificndose por s mismo como parte del equilibrio ecolgico de la sociedad humana, en su conjunto. Sin duda no es absolutamente nueva esta consideracin, pero s la conciencia de que forma parte de los recursos tursticos en general y de que es importante mantener la calidad del agua y conservar el entorno. Por ello los autores citados demandan a la Administracin una adecuada poltica que anteponga este uso social del agua a otros, detrs inmediatamente del agua para boca. En un futuro prximo la misma sociedad urbana demandar este destino del agua, esperando ver los cauces fluviales con agua circulante y limpia, las lminas de agua de lagos y embalses mantenidas y las riveras bien cuidadas.

    Tabla 3INCIDENCIA DEMOGRFICA DE LOS DEPORTES DE AVENTURA

    EN DOS MUNICIPIOS DE LA PROVINCIA DE HUESCA

    Aos Alquezar Murillo

    1984 307 habitantes 174 habitantes

    2004 309 habitantes 182 habitantes

    Fuente: Instituto Aragons de Estadstica, 20.

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    Los paisajes de montaa tienen especialmente este valor escnico que conjuga relieve, vegetacin y agua, como en los casos del parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido o en el atractivo que ejerce el Monasterio de Piedra, en la provin-cia de Zaragoza, verdadero monumento krstico. Tambin se concede este valor a los embalses, cuyo impacto negativo ha sido subrayado en muchas ocasiones por anegar valles, desplazar poblacin y por su impacto ambiental, pero que hoy son un atractivo turstico, no slo por la posible prctica deportiva, como se ha dicho ms arriba, sino por su calidad escnica, como queda patente en el Festival Piri-neos Sur, que cada verano acoge a cientos de personas en las orillas del pantano de Lanuza, en el Pirineo.

    Los humedales tienen un doble inters cientfico-ecolgico y paisajstico y muchos de ellos forman parte hoy del catlogo de espacios protegidos y de la red Natura 2000. Espacios emblemticos, como las Tablas de Daimiel, que tradicio-nalmente han atrado a muchos visitantes y hoy sufren un deterioro considerable, precisan de estas figuras de proteccin y del control de la explotacin de las acuferos de la zona manchega, vitales para su equilibrio. Los ejemplos pueden ser muchos y se ubican en todas las regiones espaolas pero como ilustracin citaremos el Parque de Doana (Ojeda y Moral, 2004), las lagunas de Torrevieja y La Mata, como humedales costeros (Such, 2003) y, en Aragn, las lagunas de Sariena, en plena zona monegrina, y Gallocanta, donde se congregan numerosas personas en las fechas de la llegada de las grullas o de otras aves acuticas y que cuentan con centros de interpretacin.

    Las riveras de ros y lagos deben ser, por tanto, cuidadas y mantenidas. Enmarcado en las polticas de ordenacin del territorio se requiere, adems, una clasificacin de ros, lagos, lagunas y embalses segn sus aptitudes, con planes individualizados que recuperen y mantengan este recurso ecolgico y escnico. Evidentemente esto supone establecer un equilibrio con otros usos y, tal como sealan Nadal y Lacasa (1995: 124), esta carga no debe caer exclusivamente en los usuarios rurales (agricultores e hidroelctricas, sobre todo), sino ser asumida por el conjunto de la sociedad que es quien va a demandar su existencia.

    2.3.3. Los balnearios

    La existencia de aguas termales y mineromedicinales y su puesta en valor es muy antigua, existiendo restos de la poca romana, como en Tiermas, en la provincia de Huesca y mantenindose actualmente en activo otros emplazamientos que ya funcionaban entonces o en la poca medieval. Durante el siglo xix los bal-nearios fueros centros destacados de afluencia turstica en toda Europa, acudiendo a ellos no solamente quienes tenan que reponer su salud sino quienes buscaban distraccin y vida social. Posteriormente muchos de ellos entraron en decadencia, porque los cambios sociales y las modas arrinconaron estos lugares. Pero en las

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    ltimas dcadas ha habido una verdadera revitalizacin de estos balnearios en diversas partes del mundo (Lopes Brenner, 2005) que, modernizados, con nuevos programas y con un adecuado marketing, ofrecen descanso, distraccin y bienes-tar en esta poca de estrs y congestin urbana, ubicados la mayora de ellos en municipios rurales. Dan fe del auge adquirido por este tipo de turismo ligado a aguas termales las numerosas pginas web que presentan esta oferta, de las que se recogen en la bibliografa algunas significativas.

    Aunque los datos son poco precisos, pues las diferentes asociaciones y agen-cias especializadas o guas de balnearios no coinciden, puede decirse que Espaa cuenta actualmente con un centenar de establecimientos termales activos, la mayora con alojamiento, cifra que se eleva considerablemente si se tienen en cuenta los centros de tasaloterapia y belleza. Todas las regiones cuentan con establecimientos de este tipo, aunque el mayor nmero se localiza en Galicia, Catalua y Anda-luca. En Aragn tambin esta actividad se ha enfocado al turismo y cuenta hoy con 16 establecimientos y 81 manantiales. De los antiguos balnearios, nueve han desaparecido (Solsona, 1999), pero el clsico de Panticosa est en reconstruccin, orientado hacia una oferta de alto standing. La bibliografa reciente sobre el papel que juega este recurso en el actual desarrollo rural pone de relieve el inters que despiertan entre los gegrafos (Hernndez Lisn y Lillo Carpio, 1983; Obiol, 1988; Larrubia y Luque, 2002; Lpez Olivares, 2003).

    3. los conflIctos En torno al agua

    La multifuncionalidad del agua y la demanda creciente de este recurso, tanto desde el punto de vista econmico como social y ambiental, ha planteado conflictos de intereses que repercuten en el medio rural. Nadie discute la prioridad de cubrir la demanda de boca, pese a que haya numerosas comunidades en el planeta que carecen de ella, pero algunas de las restantes son poco o nada compatibles, aun sin tener en cuenta la conservacin ambiental, que est explcita en la Directiva Marco del Agua de la Unin Europea. As ocurre, especialmente, con los usos agrcolas y tursticos, enmascarados estos ltimos con frecuencia como demanda de agua para boca. En menor medida, pero tambin con algunos puntos conflictivos, se enfrentan las necesidades del regado, la industria y las hidroelctricas y stas con el uso deportivo de los pantanos. A esto se aade actualmente el rechazo de muchos grupos a la construccin de grandes embalses e infraestructuras, poniendo el acento en el ahorro y la gestin, como se ha apuntado ms arriba.

    Refirindonos a Espaa, estos conflictos tienen su origen, por una parte, en el desigual reparto espacial de los recursos hdricos y por otra en la mala gestin de los existentes en distintas regiones, donde la funcin econmica ha sido la nica tenida en cuenta, sobre-explotando su propia disponibilidad de agua. Pero tambin

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    es un hecho constatado histricamente y revivido actualmente que el enfrentamiento se produce incluso para una misma funcin, la agrcola, entre los regantes de aguas arriba y aguas abajo de una misma cuenca fluvial o entre cuencas vecinas, as como entre usos contrapuestos de una misma Comunidad Autnoma, desatando una verdadera guerra del agua, como ocurre en Aragn o en La Comunidad Valenciana y Murcia (Bergua, 2003; Estevan y Naredo, 2004).

    Por ello en las dos ltimas dcadas asistimos a un recrudecimiento que estos conflictos que se concretan en el rechazo a determinadas polticas por parte de un amplio segmento de la poblacin, especialmente de los Planes Hidrolgicos Nacionales de 1993 y 2000 (Gil Olcina y Morales [ed.] 1995 y 2002; Martnez Gil [ed.], 2001; Frutos, 2005) y ms concretamente los trasvases y las construccin de grandes reservorios, frente a la defensa que otros grupos de poblacin hacen de esa misma poltica.

    Dejando al margen el enfoque poltico, el conflicto social tambin se ha agu-dizado. Bergua (2003) analiza los problemas de esta ndole en torno a las obras hidrulicas centrndose en el Pirineo y seala que nacen del enfrentamiento de dos tipos de argumentos y dos valoraciones distintas: los afectados, habitantes de las zonas que quedaran inundadas por las aguas, se apoyan en cuestiones medioambientales y socioculturales (valor emotivo, seas de identidad), que son fuerzas centrfugas que rechazan los proyectos; la Administracin utiliza argu-mentos jurdico-polticos, tcnicos y econmico, que son fuerzas centrpetas para la accin.

    Pero estos problemas pueden intentar reorientarse, como est ocurriendo ahora en Aragn, donde la Comisin del Agua y la accin social de mediacin de un amplio grupo de expertos est acercando posiciones en zonas de conflicto, como el del ro sera en relacin con el Canal de Aragn y Catalua o las obras de la cuenca del Matarraa (Heraldo de Aragn, 31-01-2005 y 5-05-2006).

    4. rEflExIonEs fInalEs

    Todo lo dicho hasta ahora nos lleva a concluir que siendo el agua un recurso vital de usos mltiples puede contribuir al desarrollo del mundo rural, especialmente teniendo en cuenta la emergencia de nuevos uso para el ocio. Pero igualmente hay que ser consciente de que le concepto recurso no implica exclusivamente un enfoque econmico. Es preciso aplicar un modelo socioambiental de gestin que permita la sostenibilidad en cantidad y calidad, como sealan Estevan y Naredo (2004), modificando el paradigma dominacin de la naturaleza por el de esa sostenibilidad, de tal manera que la gestin se plantee no como la de un recurso, sino como la de un ecosistema que incluye al hombre (Prez Picazo, 2004; Arrojo, 2006). Para ello es necesario atender la calidad del medioambiente acutico, intro-

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    ducir normas de ahorro y conservacin, fijar precios que reflejen la escasez y los daos producidos en el medio natural, crear instrumentos de control de los usos y del estado de los sistemas hdricos.

    La participacin de los actores locales en esa gestin es imprescindible, tal como plantea la Directiva Marco Europea y subrayan mucho expertos, definiendo un nuevo modelo de gestin pblica (Barreira, 2004; Arrojo, 2006) y las polticas hidrolgicas deben tener en cuenta el carcter transversal de este recurso y evitar un enfoque sectorial, integrndolas en el marco de la ordenacin del territorio (Cruz y Bielsa, 2001). En el medio rural esa participacin es particularmente importante, desarrollando sistemas descentralizados y sostenibles, que combinen, como indica Arrojo (2006: 144) la sabidura y las tradiciones populares con las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologas, ya que el amplio abanico de estrategias eficientes de abastecimiento y saneamiento existentes ofrecen un amplio campo de actuacin.

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