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Nº 57-58. II época. 1-2 (2012) http://www.amigosmilani.es Caso abierto (A.Corradi) Lo Oficial (G. Pecorini) El Eje (J.L.Corzo) Herramientas (A.Corradi) Para Beber (A.Corradi) Hacen Caso (N.Vecchio, O.Pivetta, P.Segalés) caja baja (E.Sánchez, Redacción) GRUPO MILANI Dentro De BArBIAnA

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Dentro de Barbiana todavía se puede entrar, casi como en un museo delicioso en pleno campo, y visitar aquella rara escuela de pobres chicos y chicas de montaña, que funcionó de 1955 a 1967.

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  • N 57-58. II poca. 1-2 (2012)

    http://ww

    w.amigos

    milani.es

    Caso abierto (A.Corradi) Lo Oficial (G. Pecorini) El Eje (J.L.Corzo) Herramientas (A.Corradi) Para Beber (A.Corradi) Hacen Caso (N.Vecchio, O.Pivetta, P.Segals) caja baja (E.Snchez, Redaccin)

    GRUPO MILANI

    Dentro De BArBIAnA

  • Dentro de Barbiana todava se puede entrar, casi como en un museo delicioso en pleno campo, y visitar aquella rara es-cuela de pobres chicos y chicas de montaa, que funcion de

    1955 a 1967. Casi todo sigue igual junto al diminuto cementerio donde reposa Milani. Sus exalumnos, horrorizados durante mu-

    chos aos ante la idea de un museo, han terminado por poner un poco de orden y proteger lugares y enseres. Y han ideado

    un recorrido didctico para ayudar a grandes y pequeos a re-cuperar aquella historia y a sacar conclusiones para la escuela

    actual. Todo muy bonito en aquel paraje sugestivo pero muy difcil!, porque la vida no se deja atrapar y lo que all educa-

    ba, juntos, a adultos y chavales, era la trama de relaciones con lo otro, con los otros y hasta con el absolutamente Otro.Adele Corradi vivi aquello del 63 al 67 y, ahora, a sus 87

    aos (slo segn el Registro civil), acaba de publicar el nico libro de su vida. Y ha conmocionado la imagen de aquel extrao cura,

    maestro y ciudadano, tan famoso en Italia. Ha descolocado incluso a muchos exalumnos, porque no aporta nuevas noticias, ni siquiera intimidades, ni una nueva interpretacin. Simplemente, habla y se

    implica desde dentro de Barbiana, y deja ver la trama, nica, de rela-ciones mutuas. Y lo ms apasionante es que cada episodio como un

    smbolo vivo arrastra al lector ms all de lo que lee, y le enrola. slo ha traducido 15 de los 71 recuerdos de este

    libro tan singular que, desde febrero 2012, ocupa a los grandes peridicos italianos, y que ya ha recibido un premio literario, lo Straniero (de Santarcangelo, Rmini), porque, si todos coinciden,

    es en la eficaz belleza de su escritura. Adele la atribuye a la tcnica barbianesa de escritura colectiva, a la que dedicar con ella en

    Roma una sesin pblica el actual Ministerio (tcnico, no poltico) de Instruccin Pblica, el 26 de junio (45 de la muerte de Milani).

    Los de somos muy amigos de esta mujer excep-cional que vivi un curso completo (1977-78) en la Casa-escuela Santiago Uno de Salamanca. A slo 9 aos de la muerte de Mi-

    lani, haba dicho a la revista Vida Nueva: no se debe hablar tanto de Don Milani. Sus alumnos han llegado a esa conclusin

    al comprobar que, despus de muerto, le ensalzan y le alaban los burgueses y los intelectuales como a uno ms de los suyos, por mritos de dedicacin a los pobres. Y esto significa tergi-

    versar completamente su figura. Qu la habr hecho cambiar? Tal vez, la caricatura forjada en 45 aos (o la momia), por mi-

    rar el dedo y no lo que apunta. Lo difcil era entrar dentro.

    Editorial ................................................................................................. 2

    Caso abierto: (Desde el primer da), Adele Corradi (Florencia) .....3

    Lo Oficial: Por fin encontramos una profesora,

    Giorgio Pecorini (Volterra, Siena) ....................................................................................................................5

    El Eje: El libro Non so se don Lorenzo, Jos Luis Corzo (M) ......9

    Herramientas: Dentro de Bar-biana, Adele Corradi..........................................11

    Para Beber: El Evangelio en Barbiana y Marcello Alpi, Adele Corradi .........................................................................19

    Hacen caso: Vivir en Barbiana despierto y en la superficie,

    Nello Vecchio (Palermo)....................... 23Historia de Adele, la profesora

    que sigui a Don Milani en la

    buena batalla, Oreste Pivetta (Roma) .................................................................... 25Carta a una maestra desde

    Mjico, Pepe Segals ........................................ 26

    caja baja: La lealtad de la escuela pblica, Elena Snchez (M) ..........................................................................28Prxima asamblea del MEM y dos Talleres (CO y M) ................................ 28

    Ilustraciones: lvaro Garca Miguel (Coca, SG) y fotos varias.

    N 57-58 (II poca). 1-2 (2012)

    E d i t o r i a l

    http://www.amigosmilani.es

    Edita: MEM (Movimiento de renovacin pedaggica de Educadores

    Milanianos). C/ Santiago n1,

    37008 Salamanca.

    Tfnos.: 923 22 88 22, 91 402 62 78

    Buzn electrnico: [email protected]

    Director: J.L. Corzo.

    Consejo de redaccin: A. Dez, Toms Santiago,

    J.L. Veredas.

    Maquetacin: Estudio Grfico Moyano

    Gestin y distribucin:

    J.L. Veredas.

    Imprime: Kadmos (Salamanca) en papel reciclado.

    Depsito Legal: S-397-1998.

    ISSN: 1575-197X

    Suscripcin 2 aos: 24

    Nmero suelto: 3

    Ndid

    E

  • A l da siguiente, lunes 30 de septiem-bre [1963], me present en la escuela [de enseanza media] donde por fin iba a tener mi plaza como profesora titular.

    No me dieron ms que un grupo con slo 16 horas semanales por la maa-na. Dos tardes de repasos completaban mi horario. Me tocaba pasar dos das enteros en Castelfiorentino, pero me ahorraba dos das libres completos por semana. As que aquellos dos das me sirvieron naturalmente para ir a Barbia-na. Y precisamente el martes primero de octubre me tocaba da libre.

    Llegu all arriba muy de maana, pero cuando entr ya haban empezado la cla-se. Un muchacho me acerc una silla en silencio y en silencio me sent. Creo que ni siquiera dije buenos das. Trataba de mo-lestar lo menos posible.

    Don Lorenzo sigui hablando, pero un poco despus se gir hacia m que estaba sentada a su lado. Esta vez no acompa-aba a nadie y slo haba pasado un da desde mi primera visita. Por eso tuvo que pensar, y con razn, que habra ido all por algn motivo especial. Me pregunt abiertamente por qu haba vuelto y si tena algo que preguntar.

    03 N 57-58

    (DESDE EL PRIMER DIA)Adele Corradi, Florencia

    (traduccin de Jos Miguel Castelo)

    Una de la primeras pginas de No s si don Milani muestra una primera diferencia entre aquella escuela de Barbiana y las nuestras, pero no es fcil explicarlo,

    hay que verlo y en ms de una escena. El ttulo es nuestro, porque la autora no pone ninguno

    Adele junto a don Milani en el aula de Barbiana leyendo el correo y el periodico.

  • 04 N57-58 (2012)

    Ya saban que yo era una profesora y pude responder sin prembulos que estaba all para saber cmo hacan para aprender a escribir en italiano. Era el problema que me preocupaba ms, entre los muchos que se me presentaban en la escuela. Don Loren-zo no mostr extraeza y me respondi que era afortunada. Estaban empezando precisa-mente aquel da un ejercicio muy especial: la escritura colectiva.

    Los chicos de Barbiana se haban puesto de acuerdo con los de la escuela elemental de Piadena para cruzarse algunas cartas y la escritura colectiva serva para hacer juntos la primera de aquellas cartas. Cada muchacho haba escrito alguna cosa y en el momento de mi llegada lean en voz alta lo que cada uno haba escrito y se troceaba.

    Pero de repente el trabajo fue interrumpido por una fuerte discusin. Se buscaba al respon-sable de no s qu fechora. La fechora haba sido denunciada por quien la haba descubierto, pero nadie denunciaba al culpable. Don Loren-zo lo preguntaba muy enfadado, casi gritando, y llamaba bellacos a los chicos, que seguan guardando silencio sentados en sus bancos. Se continu la clase sin que el culpable hubiera sido descubierto.

    Yo estaba asombrada. Si alguno de mis alumnos me hubiera venido como un espa con un chivatazo le habra tratado muy mal. No dije nada, sin embargo, en aquel momento, pero lo hice cuando, a media maana, hubo una inte-rrupcin de diez minutos y todos salieron de la clase excepto don Lorenzo y yo.

    Entonces le pregunt cmo pretenda que sus alumnos denunciaran a un compaero, aadiendo que yo me enfadaba muchsimo precisamente cuando alguno lo haca. Don Lo-renzo no me respondi. Daba la impresin de reflexionar, pero enseguida volvieron a entrar todos y cuando de nuevo estuvieron alrededor sentados en sus grandes mesas lleg la res-puesta a mis dudas. No se haba tomado el tiempo para reflexionar, slo haba esperado a tener delante a los chicos.

    Esta pesada, dijo (pero sonrea), quiere saber por qu me he enfadado con vosotros hace un momento. Me ha explicado que ella se enfada cuando sus alumnos hacen de espas. No sabe que su escuela es distinta de la ma.

    Hacen bien sus chicos en no chivarse, porque ella es un enemigo y, callndose, defienden a un compaero del enemigo. Aqu, aadi dirigindose a m, los chicos saben muy bien que yo soy un amigo. Si se callan, traicionan a un amigo

    (Non so se don Lorenzo, pag. 16-18)

    NOTA de la autora en un coloquio el 8.6.2002 *

    No es que me dedicara a visitar escuelas, cr-culos, o ambientes religiosos, pero Barbiana me pareci una escuela absolutamente laica. Tan es as, que tiempo despus de subir all arriba, le hice una pregunta a Don Milani que, ahora que lo pienso, me pregunto cmo tuve el valor de hacrsela; el caso es que me entendi. Le pregunt esto: Don Lorenzo le puede suceder a un misionero, que a la vez es mdico, que al ir a frica coja tal entusiasmo por la medicina que anteponga la medicina a su ser misionero? Prcticamente le preguntaba si no era demasiado laica su escuela y si no se haba olvidado de hacer de cura. En aquel momento me pareca que all se acababa por ensear slo lengua y nada de religioso. Repito que, cuando haca esta pregunta mi conocimiento de la escuela de Barbiana era muy relativo, porque suba all dos o tres veces por semana puesto que an no me haba establecido all arriba. Pero don Milani no me reproch mi cono-cimiento, aunque fuera superficial, de su escuela; me escuch atentamente y me respondi: aqu se ensea la palabra. Hay algo de religioso en esto, no es posible alejarse mucho. Tambin en el Evangelio Jess es llamado Palabra. La verdad es que no me acuerdo de sus palabras precisas, de sus frases exactas, pero el sentido del razonamiento era ese. El hecho es que, a primera vista, la escuela apare-ca, como ya he dicho, absolutamente laica. Des-pus, viviendo all da tras da, me he dado cuenta de que en cada leccin se vean races religiosas. Naturalmente no en las lecciones de lgebra. Y lo digo porque una vez vinieron unos seminaristas instruidos y abiertos y dijeron: usted don Lorenzo hace la Comunin hasta cuando ensea lgebra. En aquella ocasin don Lorenzo se enfad. Esto son juegos de palabras, dijo, la Comunin es una cosa y otra el lgebra. n

    * B. Becchi, Lass a Barbiana ieri e oggi (Polistampa, Florencia 2004) 259.

  • 05 N57-58 (2012)

    Don Lorenzo Milani: a casi medio siglo de su muerte (26 de junio de 1967, un mes y un da despus de haber cumplido los 44 aos) pocos saben, al menos con una aproxi-macin suficiente, quin era en realidad y qu hizo y dijo verdaderamente en los 44 inten-sos aos de su corta vida de, por supuesto, cura, pero tambin de hombre, de ciudadano, de maestro. En compensacin, muchsimos lo citan a ojo y lo usan sin fundamento para reforzar sus propias ideas y llevar el agua al molino de sus propios intereses polticos y/o culturales. Hay, en suma, una gran confusin, favorecida por la aparicin intermitente de pe-queos textos fragmentarios incontrolables, por la inaccesibilidad de tantos manuscritos o documentos, por la mezcla de ancdotas no verificadas y de citas incompletas casi nunca referidas a fuentes fidedignas y verificables. Transcripciones diferentes de un mismo tex-to. Nombres omitidos o cambiados. Palabras aproximadas o distorsionadas por la dificultad de descifrar el manuscrito o por exceso de prudencia, o por simple torpeza. Cosas que prolongan la imposibilidad de imprimir edicio-nes orgnicas crticas o fiables de todos los escritos. Incluso que manipulan u ocultan las pocas que existen.

    El resultado es un florecer de baratijas, en-tre esculido y pattico, en libros, cuadernos y opsculos que se amontonan en las libre-ras hasta aplastar los escasos estudios se-rios. Aparte la carencia ms absoluta de estilo en artculos de revista y prensa, sin olvidar la radio, la televisin, los comicios y hasta los discursos del parlamento. Un triunfante festival de la confusin.

    El problema est en que no existe un tamiz, falta una brjula para orientarse, una gua de

    la que poderse fiar para lecturas acertadas y valoraciones honestas. Falta ese trabajo cien-tfico preciso, y al mismo tiempo afectuoso, pero sin afn de restauracin, que slo ser posible con todos los materiales existentes en la mano: manuscritos, grabaciones, apuntes de proyectos y bocetos de vida y de trabajo.

    Es el clsico problema de cualquier heren-cia tica y cultural: las dudas, los retrasos, las desconfianzas, las envidias de los herederos directos e indirectos de un pensamiento y de una accin que no pueden quedarse en la me-moria individual privada, que no soportan la exclusividad, que rechazan las apropiaciones. Pero con un Milani cura y, al mismo tiempo, hombre, ciudadano y maestro a su manera, el problema se complica y se multiplica: su heren-cia se reparte entre clrigos y laicos, creyentes y ateos, intelectuales y analfabetos, descu-bridores pstumos y testigos supervivientes. Y estos ltimos, en vas de extincin con la ayuda del Registro civil, tienen tambin la obligacion de verbalizar todo lo que saben: Adele Corradi, por ejemplo.

    Quien, mucho o poco, bien o mal, sepa ya algo de don Lorenzo Milani y trate de saber ms, y quien se le acerque ahora por primera vez con alguna curiosidad, no tiene ms re-medio que cruzarse con el nombre de Adele Corradi: pero ella quin es?

    Adele Corradi es hoy una profesora ancia-na jubilada. Naci en Florencia en 1924 (un ao despus que Don Lorenzo Milani) en una familia de la buena burguesa. Del colegio al instituto, en escuelas pblicas mediocres, sin ningn mentor. Licenciada tarda en Letras y una oposicin en los aos cincuenta; con un rosario de suplencias en colegios nacio-

    Por fin encontramosuna maestra

    Giorgio Pecorini, periodistaVolterra (Siena)

    (traduccin de Jos Miguel Castelo)

    Hoy tomamos como oficial el punto de vista de un o de los mejores conocedores de don Milani. Periodista y, ms que

    octogenario, muy lcido insiste, desde que conoci a don Milani en 1958, en legitimar una interpretacin laica de su figura, contra los diversos intentos de reintegrar al cura ncomodo en la iglesia

    piadosa de hoy, y en recuperar los documentos originales

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    nales o habilitados de la periferia florentina hasta 1963: ao de su giro y el del pas.

    Fue en 1963 cuando llegaron, a Italia, (con quince aos de retraso sobre la Constitucin) la prolongacin de la escue-la media obligatoria y ni-ca [hasta los 14 aos] y, a Adele Corradi, su plaza (traslado desde la provi-sional de Pozzolatico, en Imprunetta, a la fija de Castelfiorentino). Desde all, el 29 de septiembre, al poco de su nombra-miento y la vspera de su toma de posesin, sube por primera vez a Barbiana con una joven co-lega que de vez en cuando iba all: de odas haba intudo que se ponan en prctica los presu-puestos culturales y ticos sobre los que en teora se basaba la nueva institucin escolar: re-mover los obstculos culturales y sociales que limitando de he-cho la libertad y la igualdad de los ciudadanos impiden el ple-no desarrollo de la persona hu-mana y la efectiva participacin de todos los trabajadores en la organizacin poltica, econmica y social del pas (artculo 3 de la Constitucin). As fue como se le ilumin la mente y cambi su vida: admitida sin examen, caso nico en aquella comunidad edu-cativa y autoeducativa, ya no se alej ms, aun permaneciendo siempre en la escuela pblica estatal.

    Durante todo el curso 63-64, hizo ida y vuelta desde Castel-fiorentino, 40 Km al suroeste de Florencia, hasta Barbiana, que dista lo mismo pero al otro lado, al nordeste. El ao siguiente consigui que la trasladaran a la escuela media estatal de Borgo San Lorenzo: a slo 15 Km de Barbiana.

    Poco despus, obligado Don Lorenzo por el agravamiento de su dolencia (enfermedad de Hodgkin) a frecuentes ingresos en Florencia para anlisis y cu-ras, Adele alquil una habitacin en una casa cerca de la casa pa-rroquial: as poda dedicar todo el tiempo que le quedaba libre de su horario en la pblica de Borgo, al trabajo y a la vida de aquella otra escuela privada en Barbiana. Y all permaneci dos aos despus de la muerte de don Milani, hasta que las ltimas familias que soportaban aquel desierto se fueron: la carretera segua siendo la misma que ellos haban abierto y que cada vez que llova quedaba inutilizable por los derrumbes; la luz elctri-ca, slo desde dos aos antes, pero el acueducto an no estaba hecho; el telfono (una lnea p-blica) slo lleg tres meses des-pus del entierro del cura. En la escuela media de Borgo conti-nu enseando despus hasta el 74. Luego vino su traslado al Galluzzo, extrarradio de Floren-cia, hasta que lleg la jubilacin.

    Nada ms recibir del editor los primeros ejemplares de la Carta a una maestra y, desde la cama en la que morira pocas semanas depus, Don Milani cogi uno

    del paquete y se lo dio a Adele: como el libro est dividido en tres partes, escribi esta dedicatoria:

    Parte cuarta: ms tarde, por fin, encon-tramos una maestra distinta de todas las dems, que nos ha hecho tanto bien.

    Distinta ciertamente,

    Adele, del resto de los tes-tigos; ms de una vez pro-tagonista de los ltimos cuatro aos de la escuela de Barbiana, a causa del privilegio y el esfuerzo de

    permanecer y ver desde dentro, da a da, cmo su creador viva y sufra insultos, calumnias, injusti-cias, malas interpretaciones, mani-pulaciones, incluso amenazas de obispos, de otros curas, de perio-distas y de polticos fascistas de todo tipo. Su tcnica de defensa y de contraataque. Su redaccin de la rplica a los curas castren-ses y de su carta a los jueces. Las ansias, los temores y tambin los consuelos y las esperanzas de su relacin con los chicos. Las instrumentalizaciones y las con-tradicciones de su dilogo con los intelectuales, los laicos, los ateos, los herejes, los comunistas. Los motivos de sus silencios. El obje-tivo de sus invectivas.

    Esto explica que inmedia-tamente despus de la muerte de Milani, y con ms insistencia cada vez a medida que brota-ban con los aos historias e in-terpretaciones discutibles sobre su vida y su escuela nunca se haya dejado de empujar a Ade-le a que se decidiera a sacar a la luz sus recuerdos y observa-ciones! Lo han hecho muchos, cada cual con su propio estilo, pero todos con el convencimien-to de la importancia o, incluso, de la necesidad de hacerlo. Na-die se esperaba revelaciones;

  • N57-58 (2012) 07

    todos suponamos aportaciones a la aventura de aquel hombre, ciudadano, maestro y cura, que rectificaran tpicos vacos (miso-ginia, dureza, lenguaje procaz, comunismo, etc.). As como, oja-l, que reconstruyeran documen-talmente algunos de los muchos sucesos incompletos o deforma-dos por el decir popular ms o menos repetido (expulsin de los burgueses, huelga de prroco, repudio del Catecismo, disputa con el Obispo, descubrimiento de la escritura colectiva, etc). Y Adele siempre diciendo que no a todos, con una gracia especial. Hasta que de pronto, a finales de 2009, anunci que estaba convencida; es ms, que haba comenzado a escribir.

    Nos quedamos todos impre-sionados y contentos, pero quiz yo ms que nadie por mi parti-

    cular situacin personal de pez fuera del agua. Mejor: de pez incrdulo inmerso en el mar de una parroquia catlica.

    A don Lorenzo Milani lo ha-ba conocido el 16 de octubre de 1958. Sus Experiencias Pastora-les haban salido pocos meses antes y ya haban levantado un avispero de discusiones y pol-micas, preludio de la intervencin secuestradora del Santo Oficio: sub a Barbiana para entrevistar-le en un reportaje de El Europeo acerca de los problemas de las parroquias, y honestamente me declar catlico slo en el cen-so. Superado el desconcertante examen de admisin que Mila-ni impona a todo el que llega-ba nuevo (baste entre todos el esplndido y conmovedor testi-monio del poltico Pietro Ingrao [Testimonianze 100, 1967], surgi inmediatamente un clima de cor-

    dialidad y confianza, rpidamen-te transformado en una amistad que dur hasta su muerte y que an se mantiene con muchos alumnos y con sus familiares. Una relacin y una amistad que queda entre las experiencias ms intensas y determinantes de mi vida, sin haber afectado mi incredulidad laica. Que ha com-prometido la vida de mi mujer y de mis hijos, igualmente inmunes a las conversiones.

    Cuando en septiembre del 63 la profesora Corradi apareci en Barbiana, mi relacin fsica-mente intermitente (yo viva en Miln), pero epistolarmente cada vez ms frecuente con don Lo-renzo y su escuela duraba ya cinco aos. El primer encuentro con ella no lo recuerdo. Pero en todos los encuentros sucesivos me convenca ms de su doble papel en aquella singular escue-

  • 08 N57-58 (2012)

    la-comunidad: tcnico, como profesora auxiliar y de apoyo al esfuerzo de don Lorenzo y al tra-bajo de los chicos; social, como ayuda para acercar y unir el mi-crocosmos de Barbiana con el resto de Italia y del mundo. Lo que yo extrao a su empre-sa, como don Milani llamaba a la Iglesia vislumbraba espordi-camente y de lejos, ella, creyente practicante, lo observaba y viva a diario desde dentro: en resu-men, que un futuro testimonio en comn habra podido certificar mejor la verdad objetiva y, sobre todo, la potencia laica de una propuesta al mismo tiempo cul-tural y tica que, personalmente me apremiaba slo como ciuda-dano, pero a ella, tambin como creyente.

    En cuanto me lleg en los lti-mos das de 2010, me sumerg a leer su manuscrito (la vieja profe-sora maneja como una jovencita el ordenador para la correspon-dencia e internet, pero ah no:

    pluma y papel a rayas, como para los trabajos en el colegio) y he salido de l sorprendido al mismo tiempo que conmovido.

    Sorprendido, porque me es-peraba una cosa muy distinta, mucho ms lineal y normal, pero en cualquier caso distinta: testi-monios de momentos vitales y sucesos que con frecuencia nos han llegado de manera parcial y/o distorsionados, por buena o mala fe, a la espera de ser re-construidos y comprendidos de manera justa y, por lo tanto, de ser juzgados con honestidad. Sin embargo, me lo encontraba todo mezclado y revuelto, sin tener en cuenta la cronologa, sin pre-ocupacin alguna por establecer jerarquas. Conmovido, por la ver-dad, el valor, el pudor, la belleza, la ejemplaridad de los recuerdos-confesin revueltos sin orden.

    Confo en que le suceda lo mismo y se lo deseo a quien, cuando coja en sus manos este librito para aprender alguna cosa ms sobre los hechos

    de don Lorenzo Milani y de la escuela de Barbiana, se vea envuelto en una ola de emocio-nes y descubra cada vez ms la intensidad creciente de una relacin afectiva total y, al mis-mo tiempo, pdicamente con-tenida. Y terminar sintindose ah dentro, a medias entre el estupor de la sorpresa y la ten-tacin de implicarse. Compen-sando la prdida de ulteriores noticias con la ventaja de una mejor comprensin de cmo era la autntica atmsfera de la co-munidad barbianesa; del porqu tambin un ateo, sinceramente no devoto, pudiera ser acogido en igualdad de condiciones y sentirse a gusto. Cmo pudiera sentirse all un creyente, no sa-bra decirlo. Me atrevo, sin em-bargo, a suponer que tambin l se sentira a gusto, en la medida directamente proporcional a su propia y sufrida coherencia. n

    (Testimonio final en el libro de A. Corradi, pp. 143-149).

    G. Pecorini con Adele y J.L. Corzo en 1995.

  • 09 N57-58 (2012)

    El Grupo Milani, de Salamanca y de otros lugares de Espaa, ya le deba mucho a la profesora Adele Corradi que fue

    nuestra amiga y se vino a vivir un curso en la Casa-escuela Santiago Uno. Este libro multiplica nuestra gratitud.

    El libro non so se don lorenzo(Feltrinelli, Miln 2012)

    Jos Luis Corzo (M)*

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    Hace muchos aos cuando ms la trat en Salamanca, me sorprenda que Adele Corradi aportara datos de don Milani con-tradictorios entre s: detalles que decan todo lo contrario de lo que se pretenda demostrar. Un da, al acabar mi explicacin sobre Barbiana a unos visitantes de la Casa-escuela Santiago 1, se lo dije: Adele, por qu, cuando yo estoy insistiendo en que don Milani era A o era B, sale Vd. con una ancdota que hace pensar en todo lo contrario?.

    Me temo que yo entonces no la entenda y que, en la prctica, acordamos algo tan horrible como que ella se callara en pblico esos detalles desconcertantes y, despus, me los contara a m solo. Estbamos muy de acuerdo en lo fun-damental, yo he aprendido de ella casi todo lo que s de don Milani, as que no era cuestin de discrepancia ni de protagonismo (basta conocerla a ella; de m no estoy tan seguro). Ahora en su libro veo con claridad lo que pasaba, porque las caricaturas se construyen y se dibujan as: primero te haces una idea del personaje y luego subrayas

    lo que te interesa y suprimes lo que te sobra. As estn escritos la mayora de los muchos libros que hay sobre Milani. Cada uno narra desde su perspectiva, cree poseerlo y lo hace coherente. Lo utilizamos. Un telogo lo confronta con la fe; el poltico, el socilogo, el pedagogo, el periodista lo comparan con lo suyo para resaltar sus rasgos.

    Adele, desde el ttulo de su libro (No s si don Milani), sabe bien que no lo posee y lo muestra sin definirlo y sin interpretarlo (lo que es sumamente di-fcil). No demuestra nada; y no porque tenga dudas, sino porque no olvida que cualquier persona es un misterio y en el caso de don Milani ella toca con su mano el misterio muy particular de una persona que cree en Dios (al que nadie ha visto nunca).

    La autora da un testimonio (en el sentido evan-glico) muy diferente del testimonio judicial o del testimonio biogrfico, porque, ante el tribunal o ante la historia se testifica objetivamente, desde fuera; se cuenta lo visto y odo y se trata de permanecer al margen de lo narrado. Adele, en cambio, se da a s misma en cada pgina y se expone. Hay tal dosis de sinceridad y de sencillez en estas pginas que hay que creerla. Ninguna retrica. No sobra una palabra. Cada recuerdo nos llega sin moraleja, porque no hay nada que demostrar. No es un libro de historia, ni de micro-historia siquiera, porque, Adele cuenta episodios a travs de los cuales se pueda vislumbrar cules eran las relaciones con don Lorenzo, sin tratar de dibujar el Retrato (p.12).

    Las relaciones. Captar y describir a otros las re-laciones es muy difcil y, sin embargo, son ellas, ms que nuestras cualidades o nuestros actos, las que di-cen quines somos. Pero ninguna relacin personal se reduce a un hecho, ni a las palabras con que se expresa No son materia, son espritu, y tambin lo son las relaciones de don Milani con otras personas: con la propia Adele, con Eda (qu gran homenaje se mereca!), con Marcello, con sus chicos, con su madre, con sus superiores eclesisticos y, sobre todo desde mi propia lectura inevitable con Dios.

    dos conocimientos

    Semejante testimonio corresponde a una de las dos formas de conocimiento a nuestro alcance, que ahora necesito describir.

  • Con los aos, distingo cada vez con mayor claridad dos rdenes dife-rentes del conocer humano. Con uno se pretende la objetividad: el objec-tum es lo que est ah arrojado fuera de m, (de eicere, echar). En ste se basa el conocimiento racional, que se ha ido abriendo camino poco a poco a lo largo de la historia y ha engen-drado la ciencia moderna. Y bendito sea!, porque nos ha librado cada vez ms del conocimiento subjetivo, ideo-lgico, dependiente de las opciones previas de cada uno; por eso dice el viejo proverbio que nada es verdad ni es mentira, sino segn el color del cristal con que se mira.

    Pero adems del objetivo (y del subjetivo, en decadencia ojal!) hay este otro conocimiento que Adele presenta en su libro, y que debemos cultivar mucho ms. Puedo llamarlo autoimplicativo, aunque me gustara llamarlo simblico, si no fuera porque la palabra smbolo tiene usos muy di-ferentes y es poco clara en nuestra cultura. Es un conocimiento muy real, ya que nuestras relaciones con la naturaleza, con los dems y con Dios slo se perciben en smbolos.

    Lo simblico salta de repente. Contemplamos una pintura en el mu-seo o escuchamos una fbula o un relato y zas!, he aqu que Zaqueo soy yo o ese hijo mayor de la par-bola o puede que el menor. Me siento implicado, me conozco ahora mejor. No me pasa siempre, ni a to-dos los que ven un mismo cuadro de Goya o leen el Evangelio. Este vaso de agua lo vemos todos, pero para un sediento es algo muy distinto.

    Tambin puedo usar un ejem-plo provocador: en la plaza de to-ros amarilla, casi de oro, todos nos sentamos en un mismo redondel y

    bajo el mismo sol. Y contemplamos las mismas cosas, pitos y palmas, entusiasmo y tedio. Pero, a veces, algo que vemos nos deslumbra: la figura de ese andrgino que baila y se cie su enorme falda, lleno de coraje y de suavidad al mismo tiem-po, y que ante esa fiera se juega la vida; sin trepar a las gradas, sin la astucia del cazador, sin la fuerza de las armas En un trance as, tan peligroso, logra acercarnos la belle-za y, como en la vida misma, no son los que huyen atemorizados, los que engaan o los que vencen quienes nos convencen, sino los que perma-necen en su sitio y hacen bella figura, como se dice en italiano, o como dijo Milani a su madre (para explicarle el cambio de su vocacin de pintor por la de cura): slo me encuentro sere-no cuando estoy siempre a tono con cualquier eventualidad. (Tambin l se haba dado cuenta de que en la vida somos vistos, no slo especta-dores y, que Dios, antes de buscarle, ya nos haba encontrado y, antes de conocerle y amarle, nos conoce y nos ama).

    Pues bien, quera detenerme a explicar las dos clases posibles del conocer humano, porque cada breve relato de los 71 de Adele pue-de activar el zas! de lo simbli-co, como hacen las parbolas del Evangelio o las florecillas de San Francisco o los cuentos jasdicos. Cada episodio viene cargado: habla de aquello que pas, pero tambin de la autora. Y tambin de m! y de nosotros, los lectores.

    No conviene mirar al dedo, sino lo que seala. No me gustara que el famoso amor de don Lorenzo por sus alumnos se entendiera como un amor dulzarrn. A veces se ve mejor en la patada que le peg a uno bajo la mesa, deca la Corradi en Brgamo, en un co-loquio reciente para presentar su libro.

    Ya muchos nos haban encami-nado al conocimiento objetivo de Milani y eso ha sugerido una in-terpretacin autntica y, lo que es peor, un Sanedrn que la custodia. El mismo Sanedrn que, natural-mente, ahora desautoriza y desa-prueba este libro genial.

    Adele Corradi dice que supo desde el primer da que haba en-contrado una persona extraordina-ria, como hombre y como cristiano y, afortunadamente, se ha decidido a contar sus recuerdos. Con ellos ha hecho un tringulo: don Milani aparece vivo en sus relaciones de aparente solitario, habitado por muchas cosas y personas. Adele entra ah y acoge en s misma la red de hilos que se entretejen. Nos lo cuenta y nos emociona; nos dan ganas de tomar partido, de escan-dalizarnos o de aceptar, y de poder seguir, callados, en esa compaa

    Ahora siento, sobre todo, una in-mensa alegra por mi amiga Adele Corradi y por estos aos de amistad. Gracias a ella, tambin yo he podido vivir un poco con don Milani y en su mundo. Hace unos meses me hizo uno de los ms grandes regalos de mi vida cuando me escribi: Mi dispiace tanto che tu non abbia conosciuto don Lorenzo come l ho conosciuto io. Non solo vi sareste divertiti. So che vi sare-ste voluti bene e se ci penso a come vi sareste voluti bene mi par quasi che me l abbia detto. Buonanotte.

    [Siento mucho que t no hayas conocido a don Loren-zo como le he conocido yo. No slo os hubierais diverti-do. S que os habrais que-rido mucho y, si pienso en cunto os hubierais querido, me parece que me lo haya dicho. Buenas noches].n

    *El texto sintetiza la doble presentacin del libro que

    hizo el autor los das 11 y 13 de abril de 2012 en Brgamo

    y en Le Piagge (Florencia).

    10 N57-58 (2012)

    e l e je

    Calenzano 1988.

  • ...para entrar un rato dentro de Barbiana y no buscar ideas ni recetas ni mtodos, sino la vida de aquellos das

    all arriba, el flujo vital que corra entre ellos. Respetamos a la autora que no pone ttulos a sus

    recuerdos, sino que simplemente cambia de pgina

    Dentro de Barbiana Adele Corradi, non so se don lorenzo

    (Feltrinelli 2012) (traduccin Jos Miguel Castelo)

    h e r r a m i e n t a s

    Pg. 27

    Contar cosas de Barbiana siempre me produce malestar. Me parece una indiscre-cin, violar la intimidad de una persona que quera ser una persona pblica slo me-diante escritos meditadsimos.

    Una vez me vio copiar una carta suya (creo que iba dirigida al Cardenal). Sin duda era un escrito meditado, pero no destinado a la prensa. Me dijo que si despus de su muerte me atreva a publicar un escrito suyo, vendra durante la noche a arrastrarme por los pies, como los clsicos fantasmas. Como es lgico me re de su amenaza, pero no de su voluntad de que sus cartas no se publi-caran. Por eso estoy muy contenta de que las haya publicado Michele. Estoy segura de que, tratndose de la iniciativa de un chico al que quera tanto, si don Lorenzo la hubiese previsto no le habra disgustado. Sin embar-go, si me pregunto qu hubiera dicho cuando estaba vivo a leer estas pginas, enseguida me entran las ganas de romperlas.

    Pero se muri. Y en uno de sus ltimos das me dijo una cosa que ahora me repito. Yo tena mucho miedo de leer maldades so-bre l despus de su muerte. Ya haban di-cho muchas cuando estaba vivo y yo estaba muy lejos de pensar que todos iban a empe-zar tan pronto a hablar bien de l. Quizs, ni l se lo imaginaba (y eso que era lo bastante listo como para prever el xito de su Carta a una maestra). De hecho, cuando le dije que, despus de su muerte, no me gustara leer nada de cuanto se escribiera sobre l, me hizo notar que despus de muerto ya nadie

    podra hacerle dao. Yo le repliqu que leer maldades me hara dao a m, que segua viva, y me comprendi, pero a l el tener buena o mala fama despus de muerto pa-reca que no le importase nada en absoluto.

    Por eso no tengo muchos escrpulos respecto a l. Me preocupa mucho, sin em-bargo, la duda de si lo que escribo pueda doler, o incluso slo molestar, a sus hijos ms queridos, los que ms celosamente custodian su recuerdo.

    Solo me animan, a la hora de decidir si escribir an, las palabras de Maurizio Di Giacomo.

    La exhorto, me escriba hace bastan-tes aos, a grabar en una cinta con una

    La autora.

    11 N57-58 (2012)

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    persona o institucin de su confianza los re-cuerdos que tenga de los aos vividos con don Lorenzo Milani. Ser sin duda un trabajo doloroso, en lo personal, pero importante. Todo lo que usted sabe no son recuerdillos bana-les ni anecdotillas. Si no hablan quienes han conocido personalmente al cura de Barbiana, acabarn por escribir su historia los historia-dores que investigan, esos con corbata Yves Saint-Laurent, o bien los hagigrafos de los Tribunales eclesisticos de las causas de be-atificacin, y la profunda humanidad as como la soledad indecible de aquel cura-maestro-testigo-polemista terminar olvidada o neutra-lizada completamente.

    Pag. 29

    Estaba fuera, bajo la prgola, de pie, y tena en la mano una carta.

    El que le escriba tena que haberle pedido muchsima discrecin, porque no la ley en voz alta como sola ha-cer con toda la correspondencia que reciba.

    No d vueltas a mi alrededor, dijo, duro.

    Y luego, ms duro an: Lo s, aadi, de los burgueses hay que aprovecharse, pero sin tomarlos cario.

    No notaba que yo estaba en ese momento a su lado y por pura casua-lidad coga al vuelo aquellas palabras.

    Me llegaron al corazn como un aviso y todava doy gracias a Dios porque no me ofendieron ni me escandalizaron.

    Eran los primeros tiempos de ir a Barbiana, y aquellas eran las condi-ciones. Slo si las aceptaba podra continuar yendo all.

    As al menos me lo pareci en aquellos das y meditndolo hoy creo que fue una gran suerte que lo enten-diera as, porque me libr de cualquier expectativa y, sin esperar nada, cier-tamente he podido recibir mucho ms.

    Pag. 47

    Con la astronoma y la gentica he tenido en Bar-biana una de las experiencias ms interesantes que se puedan dar en la vida de un profesor.

    He experimentado la condicin de un chico que no entiende nada. Intentaba estar atenta, pero no aguanta-ba ms de diez minutos. Perda el hilo y me daba cuenta de estar distrada.

    Si hubiera sido una autntica alumna de Barbiana lo hubiera dicho y, si no lo hubiera dicho, inevitablemente se habra dado cuenta el maestro. Pero yo era la nica alumna de la que el maestro pasaba. Que aprendiera o no, era asunto mo. Era suficiente con que no molestase.

    Pero algo aprenda. Una pizca de prctica haca, por-que don Lorenzo me sealaba en el cielo alguna con-stelacin y aprend a distinguir las Plyades y Casiopea, que hasta no ir all slo me las haba encontrado en los versos de los poetas antiguos.

    La primera estrella que aprend a reconocer fue Jpiter, que adems no era una estrella sino un planeta. Era muy grande y luminoso porque aquel ao, era 1963, estaba ms cerca de la tierra de lo habitual. Me inform don Lo-renzo la primera vez que bajamos juntos a Vicchio, por-que volvimos arriba cuando era casi de noche y tenamos Jpiter delante.

    Pero la constelacin que me fascinaba ms era Orin. Apareca detrs del Monte Ato al inicio del invierno y brillaba en el lmpido cielo de aquellas largas glidas noches mucho ms que el resto de las estrellas.

    Al llegar la primavera lleg tambin Gregorio, con un telescopio. Y Paolo Landi fue el encargado de colocarlo de manera que nos permitiese ver Saturno.

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  • herramientas

    Paolo lo puso detrs de la Iglesia, cerca de la casa de los Carotti. Y vino al amanecer para colo-carlo all, porque Saturno slo al alba se dejaba ver.

    Era el primer ao que iba a Barbiana y an no me haba establecido all, por eso aquella noche yo dorm con Eda y, como la ventana del cuarto de Eda daba a la explanada de la Iglesia, al amanecer me despert la voz de don Lorenzo que, bajo la ventana, se oa gritar alegre: El que no se levanta para mirar a las estrellas no ama ni la escuela ni a los chicos.

    Me levant deprisa y enseguida estuve lista para bajar corriendo, pero no era precisamente por amor a la escuela y, menos an, por amor a

    los chicos. Era puro egosmo. Todo era nuevo para m aquellos primeros meses.

    Hasta entonces, a Saturno, as como a las Pl-yades y a Orin, me lo haba encontrado slo en los libros. Ahora, con el ojo pegado al telescopio, lo vea delante de m, vivo, all, sobre el Falterona.

    Y todos a mi alrededor estaban tan contentos como yo por estar juntos, al alba casi a oscuras, entre los cipreses, a mirar las estrellas. Paolo haba venido de bastante lejos porque su casa estaba en Sagginale. Y hasta Rina se haba le-vantado y haba preparado el caf que nos trajo, caliente, y que bebimos de pie despus de haber mirado todos las estrellas.

    N57-58 (2012) 13

    Pag. 53

    Vena de vez en cuando a Barbiana una profesora que me pareca una mujer verdade-ramente extraordinaria. Era estupenda como educadora y era tambin estupenda en todo lo dems. Se vea que cocinaba bien y muy a gusto, lea mucho, iba al cine con frecuencia y tambin intervena en poltica.

    Esta mujer consigue hacer de todo! Cmo har, don Lorenzo, para encontrar tiempo de hacer tantas cosas?

    No quiere a nadie!, me respondi de golpe. Era cierto! Era ciertsimo! Cmo hice

    para no darme cuenta? Cuntas ms cosas se haran, si no se amara a nadie!

    Tambin por esto me gustaba estar en Bar-biana. Porque, cada vez que no estaba satisfe-cha conmigo, don Lorenzo encontraba siem-pre el camino para hacerme recuperar la paz. Siempre. Era liberador. Ahora que est muerto, esto sobre todo es lo que me ha faltado.

    Una vez haba discutido delante de todos con Margarita, porque ella con gran bondad haca grandes elogios de un abogado que haba escrito a don Lorenzo, ofrecindose a defenderle en el proceso por la Carta a los capellanes castrenses.

    Yo deca que aquel abogado era un ambi-cioso, porque estaba clarsimo para cualquie-ra que de aquel proceso hablaran todos los peridicos: para un abogado desconocido

    era una oportunidad nica de hacerse famo-so. Adems, para m, aquel tipo era tambin un presuntuoso y un egocntrico porque slo pensaba en su inters y no en el de don Lo-renzo. Margarita, sin embargo, que lo conoca, deca que era una buena persona y lo defenda acaloradamente de todas mis acusaciones.

    En la discusin, a pesar de estar comiendo con varios huspedes, yo haba perdido los nervios, as que, ms tarde, senta vergen-za por haber hecho una escena. Por eso, en cuanto volv a encontrarme sola con don Lo-renzo, casi disculpndome dije: no s por qu me he enfadado de esa manera. Porque tiene miedo, Adele. De golpe comprend que esa era precisamente la razn. l, observn-dome, lo haba cogido antes que yo. Clara-mente tena miedo de que Margarita con sus elogios convenciera a don Lorenzo de que se dejara defender por el primero que llegaba. De ser condenado no le importaba gran cosa (eso al menos pareca) y yo tena la impresin de que a ratos le entraban ganas de contentar a aquel abogado al que no conoca nadie y que escriba que le defendera con el corazn. Tambin este argumento me daba rabia, por-que me pareca, aun sin haber asistido nunca, que en un tribunal se requiere cerebro. Dja-te defender con el corazn, deca de hecho el juez Meucci, y estate seguro de que te buscas una condena.

  • 14 N57-58 (2012)

    herramientas

    Pag. 58

    Estbamos en el cemen-terio, ante la puerta. Dentro del cementerio los chicos quitaban hierbas de las tumbas. Pero al recordarlo no me doy cuenta de su presencia. Veo a don Loren-zo de pie delante de m y a m

    sentada en la hierba. Probable-mente estbamos hablando de Ins. De pronto me dijo, serio:

    Usted no creer que yo piense que la salvacin de un alma de-penda de m! Yo no pienso, des-de luego, que yo pueda cambiar el mundo!.

    Quizs, entonces, era absur-do trabajar como dos desespe-rados para no perder ni un mi-nuto de nuestras jornadas.

    Me daba cuenta sin embar-go, en aquel momento, de que la idea de ser dos siervos intiles me daba alivio y alegra.

    Pag. 66

    Unos padres responsables no le compran helados al nio verdad? Pero, por esta vez, yo dira que hay que comprrselo, qu opina, Adele?

    Estbamos parados, en el coche, yo, don Lo-renzo y Marcello delante de los soportales de una de las dos plazas de Vicchio, dispuestos a volver a Barbiana.

    Compre tambin uno para m, aadi mientras yo abra la puerta. Me dirig, pues, a la heladera y volv con dos conos, pero, mientras bamos por las calles del pueblo slo Marcello se comi su helado. El de don Lorenzo lo tuve yo en la mano porque slo cuando llegamos al campo, en una carretera donde no haba nadie, par el coche y se comi el helado tambin l.

    En aquel momento me pareci raro que quisiera comerse aquel helado as, como a escondidas, pero pensndolo ms tarde me pareci que tena razn al no querer que lo vieran en la plaza con la lengua fuera lamiendo un cucurucho.

    Fue poco despus, mientras seguamos ha-

    cia Barbiana, cuando se habl del deber de ser coherentes, pero no creo que fuese con motivo del helado. En cualquier caso, me dijo, en conclu-sin, que, segn l, la coherencia absoluta era un absurdo y, adems, un absurdo estpido. Dicho esto por otra persona poda parecer un discurso

    normal, pero dicho por l, con lo que costaba la coherencia en Barbiana, tena un sabor comple-tamente nuevo.

    Aquel era uno de tantos momentos en los que me pareca comprender que uno no deba ser prisionero de nada, ni siquiera de los principios. Porque, como dira Freire, don Lorenzo era un radical. Freire, as al menos me parece entender de lo que Corzo dice de l, divida las personas en radicales y sectarias. Las sectarias tienen races poco profundas y se aferran a reglas y dogmas. Los radicales, por el contrario, tienen races profundas y no tienen miedo de la libertad.

    Todos los das y en las ocasiones ms diver-sas, aprenda en Barbiana lo que significaba ser

    radicales (en el sentido de Freire).

    Pag. 68

    Cuando haba niebla, todo el valle del Mu-gello desapareca. Slo nosotros all arriba, y las cimas de los Apeninos frente a nosotros, perma-necamos al sol.

    Era a la altura de Padulivo donde la niebla se haca menos densa y a travs de la niebla, entre las hojas de los rboles, llegaban los rayos.

    As que, cuando volvamos en coche desde Florencia, don Lorenzo all iba ms despacio, y nos haca estar atentos, porque all, de repente, aparecan los colores. En un instante el mundo volva a ser un mundo de colores. As ser,

    aadi una vez, cuando lleguemos al Paraso. Dejaremos abajo toda la niebla y todo el gris se quedar detrs de nosotros.

    Tambin aquella vez pareca que no hablaba con nosotros, sino para s. Era un pensamiento hecho voz.

    Y en aquellos momentos era como si se abriera una rendija y se vislumbraba, a su tra-vs, una parte del alma que normalmente no apareca. Porque normalmente pareca feliz, pero en aquellos momentos llegaba la duda de que dentro hubiera tambin algo que no era felicidad.

  • herramientas

    N57-58 (2012) 15

    Pag. 76

    Paolino de Gattaia era el ms pequeo de los escolares de Barbiana y con Marcello, Ra-ffaello y Giovanni, no se sentaba detrs de las mesas como los mayores durante la lectura del peridico.

    Los pequeos se sentaban en una banqueta baja delante de las mesas, justo enfrente de don Lorenzo, a dos pasos de sus pies.

    Pero estaban distrados. Marcello, Raffaello y Giovanni estaban distrados porque no eran capaces de comprender, Paolino de Gattaia se distraa porque evidentemente la lectura del peridico y los comentarios de don Lorenzo le aburran.

    As que haba inventado una manera muy suya de pasar el tiempo: guiaba una motocicleta

    imaginaria y, observndolo, se le vea cambiar las marchas y tomar las curvas de un camino muy accidentado que, claro est, no se vea.

    Todos los das corra, y a gran velocidad, por aquel camino.

    Don Lorenzo pareca que no se enteraba, as que un da decid advertirle.

    Don Lorenzo dije, ingenua y concienzuda, nada ms quedarme a solas con l, Paolino no escucha cuando usted lee el peridico. Durante todo el rato se cree que gua una motocicleta.

    Don Lorenzo escuchaba, atento y pensativo, como siempre que haba un problema.

    Pero no le preocupaba un problema como ese. Adele respondi con calma, sereno, yo estoy aqu como un campesino. Un campesino no puede tener prisa de que una pera madure.

    Pag. 78

    Habamos ledo aquellos das esa carta de Maquiavelo en la que se lamenta de verse obli-gado a permanecer fuera de Florencia para no acabar arrestado en el Bargello. Y dice que en el Albergaccio pasa mucho tiempo en la hostera jugando al trique-traque, y que todas las tardes, en el juego, grita y se ingaglioffa [se hace un plebeyo].

    Pero cuando acaba el juego, sube a su habita-cin y all, cada tarde, se quita la ropa de gaglioffo y viste paos curiales para leer los escritos de los antiguos, y en su compaa se entretiene, y escucha sus voces, y se nutre de su sabidura.

    Porque, termina, este es el alimento que solum es mo y que yo nac para l.

    En Barbiana, una maana, estbamos todos alrededor de don Lorenzo que lea el Evangelio, pero los chicos no estaban atentos. No tenan ganas, aquel da, de leer el Evangelio.

    Se mont un nmero de mucho cuidado y don Lorenzo los insultaba. Los llamaba campesinos y avariciosos. Si doy clase de matemticas estis atentos, deca, porque con las matemticas se puede ganar dinero. El Evangelio, en cambio, no sirve para ganar dinero. Por eso no estis atentos.

    Pero yo toda la semana enseo matemti-cas esperando este momento. Porque este es el alimento que solum es mo y cmo dice, Adele?...

    Y que yo nac para l, dije yo. Precioso! Es as!... y que yo nac para l.

  • 16 N 57-58 (2012)

    herramientas

    Pag. 94

    Don Lorenzo, si aqu al lado viniera a vi-vir otro cura y los chicos empezaran a irse con l en lugar de venir aqu, qu hara usted?

    Agarrara el fusil!Y si fuera mejor que usted?Agarrara el fusil! Los chicos son mos!

    Listo o burro, si me los quitara, agarrara el fusil!

    Estaba alucinada. No s por qu extraa inspiracin me vino a la cabeza hacerle aque-

    lla pregunta, pero, despus de or aquella respuesta, estaba alucinada, y no me renda.

    Yo siempre haba pensado que un cura se podra permitir slo un amor desintere-sado y altruista. Y estaba segura de que ningn otro sacerdote habra tenido la cara dura de exhibir un amor posesivo y celoso como el ms natural y el ms legtimo de los sentimientos.

    Pero si fuese capaz de hacer bien a los chicos mejor que usted?, insista.

    Son mis chicos, Adele, agarrara el fusil!

    Pag 105

    A mi no me convenca toda aquella in-sistencia en la Carta a una maestra sobre el maquiavelismo de los Amos, que con el deporte, las modas y otras mil triquiuelas distraan a los obreros de la poltica.

    Era verdad. Aquellas trampas existan y los obreros caan en ellas.

    Pero siempre me quedaban dudas cuando se hablaba de ello.

    Usted a los amos los hace demasiado

    inteligentes!, le dije un da. No van a ser todos unos genios! Para m que tambin ellos creen que las distracciones son nece-sarias y que el deporte es algo importante! Ser posible que dependa de sus planes el que el mundo d vueltas como ellos quieren? Seran demasiado listos!

    Permaneci callado un rato. Tumbado en la cama, reflexionaba en silencio. Luego, como si an reflexionara: Habra que decir algo que no est de moda Habra que hablar del demonio

    Fue la nica vez que se lo o nombrar.

    Pag 106

    La Carta estaba casi terminada y don Lorenzo se la daba a leer a los amigos.

    Hemos dado en el blanco!, me deca aquel da. Hemos dado en el blanco porque le gusta a Mario y a Daniel. Les gusta todo, les gusta muchsimo a los dos.

    Mario Becchi haba sido alcalde de Vicchio, pero haba nacido campesino.

    Daniel Njai se haba hecho mdico, pero haba nacido en una choza en un pueblo de Kenia.

    Recordaban muy bien, los dos, los das de su infancia, cuando para el hijo de un campe-sino la alternativa de la escuela era la mierda del establo.

  • N 57-58 (2012) 17

    herramientas

    Pag 119

    Despus de su muerte hubo un momento en el que dese no haberlo conocido nunca porque sus chicos me estaban dando dis-gustos y me pareca que don Lorenzo me haba engaado conscientemente.

    Se lo dije a Eda y fue la ltima vez que le toc poner paz entre su cura y yo.

    Me dijo: Adele! No se acuerda! El pri-mer engaado era l! No recuerda cmo se haca ilusiones?.

    Esta era la opinin de Eda. Pero no es verdad que se hiciera ilusiones. l vea a los chicos como podan ser y, luego, si no todos han conseguido ser como habran podido, esa es otra historia. Han estado las mujeres, han estado los hijos, el mundo remando en

    su contra, pero algo les ha quedado dentro a todos. Me doy cuenta cada vez que encuen-tro uno de ellos.

    Eda, el ama del cura, habla con Adele en 1987, entre libros y astronoma.

  • herramientasPag 123

    No s si don Lorenzo habr pedido disculpas a quienes pensaba que haba hecho sufrir. No creo. Por la carta que me escribi Berta en aquellos ltimos das me pareci entender que su forma de hacer las paces consista en informar a los maltratados que deseaba verlos.

    Incluso con Carla, la novia que haba dejado al entrar en el seminario, no creo que haya llegado a manifestar lamento alguno por haber sido causa de mucho sufrimiento. Hubiera sido el mtodo adecua-do para enfadarla, creo, porque la pona tremenda-mente nerviosa que la tomaran por una enamorada desilusionada. Segn deca Ranchetti, ella sostena, adems, que don Lorenzo la haba llamado a su ca-becera slo para mostrarle lo valiente que era al morir. Habra sido bastante estpido.

    Pero si Ranchetti lo cuenta es cierto que Carla se lo dijo, pero estoy segura de que no lo pensaba. Su Lorenzo era muy distinto del que yo he conocido, pero no es posible que fuera un estpido. Quiz Carla estaba conmigo ms atenta a lo que deca, porque era sensible y buena y me quera. Ciertamente trat de nunca decir nada que me pudiera disgustar. No me ha dicho, por ejemplo, como le dijo a Ranchetti, que la conversin de don Lorenzo verdaderamente no era sincera y que muy probablemente se haba hecho cura por deseo de omnipotencia. A m, hablando pre-cisamente de aquella conversin, me dijo una vez, y estaba serena y pensativa: buscaba el Absoluto. Siempre. Siempre ha buscado el Absoluto.

    Estoy convencida, sin embargo, de que ella y yo hemos conocido personas distintas.

    La ltima vez que hemos hablado ampliamente las dos (la ltima antes de su ingreso en una clnica para morir de cncer tambin ella), cuando cerr la puerta de su casa y me encontr en la calle, no pude menos de preguntarme: Pero de quin hemos hablado?. Me haba dicho, entre otras cosas, que en los ltimos das de don Lorenzo haba preferido no venir a Flo-rencia porque tena miedo de que le pidiera llevarse consigo a Marcello. Estaba claro que no conoca al Lorenzo de los ltimos das. Semejante duda no me entraba en la cabeza. Chocaba ruidosamente con mis recuerdos. Pero no poda contradecirla. Haba conocido a otra persona.

    Estbamos en casa de su madre y me acababa de decir que los glbulos blancos se multiplicaban a una velocidad vertiginosa.

    Anocheca. Ya se haban cerrado las ventanas porque estaba encendida la luz elctrica y estba-mos solos en la habitacin. Puede que los dems estuvieran cenando. Y de repente creo que me pre-gunt: Adele, qu tal se encuentra usted con los hombres y con Dios?. Es una frase un poco extraa, pero as es como la recuerdo. Le mir extraada:

    no s qu decirle, respond, no me he preparado. Necesita prepararse!. Pareca asombrado y, tal vez, un poco irnico, pero benvolo. Luego, me hizo una reflexin que, resumidamente, se pareca a la de san Pablo cuando dice: he combatido la buena batalla. Recuerdo solamente las ltimas palabras:

    Ahora os toca a vosotros!. Yo, desde haca tiempo, tal vez desde que l se haba ido de Barbiana, me-ditaba traerme conmigo, a mi casa, despus de su muerte, a los tres chicos Alpi: Marcello, Rafaello y Giovanni. Probablemente, sin darme cuenta, la idea de crear una casa y una familia me salvaba de una cada en el vaco tras una vida tan intensa como la vivida hasta aquel momento. Me dola no poder hablar de este proyecto con don Lorenzo. Saba que le hubiera alegrado mucho. Pero, como yo no pensaba quedarme con los tres chicos por agradarle a l ni para recibir su aprobacin, no me apeteca empezar a hablar del tema sin haber tomado todava una decisin. Pero en aquel momento no me dio tiempo a reflexionar. Cuando dijo: ahora os toca a vosotros, se me escap decir lo que en la cabeza tena pensado hacer.

    Me arrepent inmediatamente, porque a la primera palabra me entr la angustia. Mi proyecto me pareca en aquel momento un absurdo muy superior a mis fuerzas. No quera ni pensarlo.

    Gracias a Dios, l no dijo tonteras. No dijo que mi idea era bonita. Me ley el miedo en la cara y me cort inmediatamente. Y aunque le gustara creer que Marcello ya no pasara ms hambre, no me lo dijo. Creo que ni lo lleg a pensar. En aquel momento me pareci que Marcelo no le importaba nada.

    Le importaba yo, que estaba delante de l horro-rizada por lo que yo estaba diciendo: No hable ms, me dijo, porque dentro de poco me muero y, luego, usted podra sentirse obligada

    Se me ensanch el corazn. Fue como si en un instante se me hubiera cado una losa de la espalda o como si l me hubiera cogido en el momento de caerme en un enorme agujero. El alivio y la gratitud me daban ganas de llorar. n

    18 N 57-58 (2012)

  • En esta foto hecha por Adele Corradi, el pequeo Marcello (al que durante su larga infancia todos crean mudo) parece acercarse a beber en la fuente: un don Milani ya muy enfermo en su hamaca, que consigui hacerle hablar

    dndole de beber su palabra

    El Evangelio en Barbiana

    Adele Corradi(del registro sonoro

    Ermita de Le Stinche, Florencia 16.6.2007)* (traduccin de J.L. Corzo)

    PARABEBER

    19 N 57-58 (2012)

    No he hablado nunca de don Milani en pbli-co porque, como ya se sabe, era una per-sonalidad tan compleja y polifactica, que en cuanto digo una cosa sobre l, inmediatamente quiero corregirme. Adems, hablar de Don Milani, testigo del Evangelio me parece todava ms difcil. De hecho, para ser sincera, cuando me he puesto a reflexionar sobre lo que podra deciros aqu a voso-tros, me he dado cuenta de que deba comenzar por clarificarme yo misma qu quiere decir ser testigo del Evangelio. No me convenca la idea de que don Lorenzo fuera testigo por su pobreza. Haba elegido vivir pobre y al lado de los pobres, pero estas cosas las hacen tambin muchos no creyentes. Tambin el hecho de que toda su vida la dedicara a los dems me pareca que no bastase para ser un testigo del Evangelio. Probablemente todos conocemos perso-nas que no saben nada del Evangelio y que son ca-paces de dedicar sus vidas a los dems. Ciertamente no son muchos los que llegan a un absoluto olvido de s mismos, como le ha sucedido a don Lorenzo.

    En don Lorenzo, de hacer caso a lo que l mismo contaba, se haba dado una transformacin interior imprevista. As como por un trauma se puede per-der la vista, parece que casi de forma traumtica l comenzase a ver. Un da, de hecho, hablndome de una amiga suya que antes de entrar en el seminario, consideraba su novia, me dijo: la llamo mi novia, pero ni siquiera le he dado nunca un beso, porque yo no era capaz de querer a nadie. Quera hacerme famoso y no era capaz ms que de pensar en m. Me qued con la boca abierta, ya que un minuto antes me haba dado una prueba extraordinaria de un absoluto olvido de s mismo. Le pregunt cmo haba hecho para cambiar y l me cont un episodio de su vida que despus se ha hecho famoso, porque

    todos los bigrafos, creo yo, hablan de ello. Seguro que muchos de vosotros lo conocis. Me dijo que, mientras pintaba en una callejuela de San Frediano, tena en la mano una rebanada de pan hecho con harina blanca. Era poca de guerra y slo quien tena fincas poda tener en su casa pan blanco. Una mujer, desde una ventana, le grit: no se come pan blanco en las calles de los pobres!. En aquel momento, me dijo, me di cuenta de que era odiado y de que me afectaba. Desde aquel momento, digo yo, comenz a ver a los dems y a olvidarse de s.

    Pero todos estos hechos edificantes, segn creo, no bastan para hacer un testigo del Evangelio. Si la palabra Evangelio quiere decir Buena Noticia, me deca pensando en este encuentro con vosotros, de qu modo don Milani nos daba en lo alto de barbiana esa buena noticia? Nunca le o predicar, porque du-rante la misa nunca hablaba, no haca comentarios

    Marcello trabaj casualmente en este collage colectivo, de los muchos que hacan los chicos en Santiago Uno, y pona nombres reales a las figuras del dibujante J.L. Corts.

  • 20 N 57-58 (2012)

    PARABEBER

    tras la lectura del Evangelio. Naturalmente esto suceda en sus ltimos cuatro aos de vida, porque yo estuve all arriba slo en los ltimos cuatro aos. Durante aquellos aos el Evangelio se lea en la casa, durante dos o tres horas todos los domingos antes de bajar a la iglesia para la Misa, pero era una lectura con discusiones, y no creo que se pueda decir que se trataba del anuncio de un testigo que saba ms que nosotros. Incluso cuando, en las ocasiones ms dispares, Don Lorenzo haca alguna prdica de cura, nunca eran sermones ni anuncios. Eran reflexiones ante los chicos y con los chicos. A veces, de una regaina naca un discurso religioso, una reflexin iluminadora. Entonces, me he dicho, puede que el anuncio del Evangelio nos llegara a travs de sus obras.

    Y as me ha venido a la cabeza Barbiana. Barbiana, bien puede decirse que era obra de don Lorenzo. Bar-

    biana ha existido porque se la invent l. No digo que no existiera porque no la recordara el mapa. Lo digo porque con don Lorenzo naci en Barbiana verdaderamente un mundo inventado por l. Era una realidad tan extraordi-naria, que en los primeros tiempos cuando yo llegaba a la ltima curva, en lo alto de la ltima cuesta y de pronto vea la iglesia de Barbiana, para m era como si llegara a otro mundo. Os parecer una exageracin, pero era el mundo del que habla Jess cuando los discpulos de Juan Bautista le pedan que les dijera quin era. Entonces es cuando Jess da la buena noticia de que ha llegado el Reino de Dios y que le digan a Juan lo que han visto:

    los ciegos ven y los mudos hablan. En Barbiana suceda exactamente as: los ciegos vean y los mudos hablaban. Puede que a ver y a hablar llegaran al son de gritos y patadas en la espinilla, y se requera un esfuerzo terrible, de aos, para que los ciegos comenzasen a ver y los mudos a hablar, pero al final eso suceda. Naturalmente era una realidad en proceso y quien llegaba de visita, a lo mejor, no vea ms que un montn de chavales sucios, pero si pona la oreja no poda dejar de or el anuncio del Reino de Dios.

    Os leo un hermoso prrafo de una carta en la que la seora Milani [la madre de don Lorenzo] describe Bar-biana a su hija:

    All arriba como de costumbre los chicos son veinte. Con frecuencia me admira y me entusiasma la belleza y lo excepcional de aquel ambiente. Otras ve-ces, la miseria, la suciedad, el malestar de aquella vida se me queda en la garganta. No comen bastante, no se lavan, huelen mal, el cubo de agua que traen desde lejos est asqueroso y, luego, ves a los veinte solfear encantados el concierto Emperador ante una mquina de su invencin que despliega la partitura ante sus ojos mientras el gramfono suena. Y se siente que all todos los valores son distintos de los nuestros. Muchas ms cosas se podran decir de aquel mundo

    extraordinario, pero slo aadir sta: en Barbiana se viva el anuncio del Magnficat. En el Magnficat se dice:

    ha derribado a los poderosos Esto era precisamente lo que suceda. Cualquiera que llegase all arriba, ya fuera un ministro, un profesor, un periodista, un obispo, se vea derribado de su silla, de su ctedra, de su posicin, y se converta en slo una persona. Y suceda tambin, como prosigue el Magnficat, que los hambrientos se llenaban de dones y, los ricos, se iban con las manos vacas.

    Slo reflexionando sobre este punto he comprendi-do plenamente por qu muchos se iban descontentos. Tendemos a pensar que se marcharan descontentos los que haban sido tratados mal y, sin embargo, poda suceder que tambin se quedasen descontentos los bien tratados. El juez Marco Ramat era un amigo y don Lorenzo lo estimaba mucho. Pero yo he ledo un escrito suyo en el que, con honestidad y admirable sinceridad,

  • PARABEBERconfiesa (cito de memoria) que dej de subir all porque en el momento de irse se senta una nulidad y, natu-ralmente, le fastidiaba sentirse nulo. Otro escrito suyo es an ms luminoso. Dice, de hecho, que la primera vez que subi a Barbiana, esperaba poder tener con don Lorenzo un coloquio de hombre a hombre (as lo dice), es decir, un intercambio de ideas. Sin embargo, a pesar de haber subido a Barbiana varias veces, y como amigo, un coloquio de hombre a hombre nunca lo tuvo. Cuando se iba, era siempre con las manos vacas. Y esto suceda, aado yo, a todos los que llegaban con las manos llenas, o sea, convencidos de tener algo que dar, aunque slo fuera sus propias opiniones.

    Yo tuve la suerte de llegar all arriba verdaderamen-te con las manos vacas. No me pasaba siquiera por la cabeza tener algo que ensear, algo que decir. Slo tena que expresar mis dudas. Y en contra de cuanto se ha dicho a veces de l, don Lorenzo escuchaba

    con grandsimo respeto si uno tena dudas de verdad. Si yo no comprenda una actitud suya, un modo de obrar y preguntaba cmo es que se comportaba as, don Lorenzo comprenda siempre que el mo era un deseo sincero de claridad y todas las veces me daba una explicacin iluminadora. Cuando le pregunt si le gustara (estaba ya muy enfermo) que yo me trasladara all arriba, me dijo categricamente que no deba ha-cerlo y, cuando le pregunt por qu, aadi que era su deber de sacerdote (eso mismo dijo) advertirme que el mo sera un trabajo sin recompensa, porque pasara inadvertido. Los chicos le recordaran a l, no a m y, al final, me encontrara con las manos vacas. Dije sin-ceramente que eso no me importaba y, como podis imaginar, al final, como los hambrientos del Magnficat, me he encontrado en las manos tantos regalos que no s cmo hacer para decir gracias.

    * Fraternit 13 (2007) 27-32

    Marcello, el preferido de don Milanivivi en la Casa-escuela de Salamanca

    Adele Corradi (un texto de 1996 para los XXV aos de Santiago 1)

    Cuando muri don Milani, Mar-celo, el ms pequeo de sus hijos, vino a vivir a mi casa. Tena ocho aos y ya era capaz de hablar. De hecho, don Milani

    jugando con l continuamente durante meses, sin rendirse nun-ca haba logrado hacer hablar a un nio que con cinco aos pare-ca mudo. A m me corresponda la tarea de ensearle a sonarse la

    nariz y mandar-le a la escuela.

    Pero en el inv ierno del 77-78 fui invita-da a vivir en la Casa-escuela Santiago Uno y con gran alegra decid aceptar la invitacin. Marcelo tena 18 aos y vino conmigo a Sa-lamanca. En la Casa-escuela

    encontr todo lo que necesitaba. Sobre todo encontr verdaderos amigos: un tesoro escondido para un disminuido mental. Todos, to-dos, los educadores y los chicos de Santiago Uno, se hicieron sus amigos y maestros. Todos tuvie-ron la paciencia de hablar con l y ensearle algo.

    Pareca un juego, como el de don Milani, pero era verda-

    dera, autntica escuela. La ms verdadera y autntica de las escuelas.

    Quienes le acogieron en su ha-bitacin y durmieron en su mismo cuarto fueron ms que maestros y ms que amigos: fueron sus her-manos. No lograr jams expre-sar mi agradecimiento por todo lo que Marcelo y yo con l hemos recibido de vosotros. n

    Marcello Alpi volvi a Salamanca en 1996 para celebrar el XXV aniversario de la Casa-escuela

    N 57-58 (2012) 21

  • La Verdad, el Bien y la Belleza, como valores puros y autnticos en medio de las activi-dades de un ser humano, se producen me-diante un idntico y nico acto: una determinada aplicacin de la totalidad de la atencin sobre un objeto concreto. Por lo dems la atencin, en su grado ms alto, es lo mismo que la oracin. Supone fe y amor. Pero no slo el amor de Dios tiene como sustancia la atencin. De la misma sustancia est hecho el amor al prjimo. () En este mundo, los desventurados no necesitan de otra cosa ms que de hombres capaces de dirigir hacia ellos toda su atencin personal.

    Son palabras de Simone Weil (La gravedad y la gracia, A la espera de Dios). Me han venido a la memoria al llegar a la p. 73 del libro de Adele Corradi (Non so se don Lorenzo), donde la autora escribe:

    Nada pasaba inadvertido en Barbiana.He dicho una vez que Barbiana era una realidad

    peculiar. Ahora llego a decir que all arriba se viva en la atencin.

    Cuando venan a visitarme mis hermanas, te-nan la impresin de llegar a un mundo de soledad () Viviendo all arriba, en cambio, se saba que era una soledad habitada y quien la habitaba no estaba distrado, sino atento. Y el ms atento de todos era el cura de Barbiana.

    Ya haba pasado, sin darme cuenta, por el de-talle de que pareca que a l le fuese natural estar atento (p.19), pero slo ahora he dado con mi clave de lectura para este libro singular. Cuando me he

    percatado de hasta qu punto est salpicado de not, advirti, haba comprendido, haba visto, ley en su rostro, adivinaba y sobre todo miraba, mir. La mirada, precisamente, de la que siempre habla Simone Weil: Una mirada que ante todo es una mirada atenta, con la que el alma se vaca comple-tamente de s misma para acoger en ella el ser que est mirando, tal y como es, en toda su verdad. De semejante mirada slo es capaz quien sabe prestar atencin (A la espera de Dios).

    Necesitaba una clave de lectura, porque ste no es un libro sobre don Milani. Es, ni ms ni menos, el libro de Corradi sobre su experiencia junto a don Milani en los ltimos tres aos y medio de su vida. Esto lo debe tener claro el lector y, adems, la autora lo dice expresamente. La singularidad del libro con-siste, sin embargo, precisamente en eso: que, sin ser un libro sobre don Milani, explica ms cosas sobre

    Vivir en Barbiana despi erto y en la superficieNello Vecchio

    Segno 333 (2012)(traduccin de Toms Santiago)

    Visita salmantina a Barbiana en 1987. Desde la izquierda: Veredas, Oliva, Adele, Mercedes, Higinio, alumno Fontecha, Corzo, Ins, Lola, Merche y Felipe.

    22 N 57-58 (2012)

  • 23 N 57-58 (2012)

    He aqu dos resonancias italianas del libro de A. Corradi, del que muchas revistas y peridicos italianos (Corriere della Sera, Avvenire, La Stampa, LUnit, Il Manifesto, LEco di

    Bergamo, Il Sole-24 ore, LEspresso, La Repubblica...) llevan hablando desde febrero 2012.

    l, y con mayor claridad, que otros muchos. De hecho es una seleccin de fragmentos, unos brevsimos y otros ms largos, y variados, que muestran (no relatan, ms bien reconstruyen, ponen en escena con pocas pinceladas) epi-sodios y vivencias de la extraa familia (p.118) de Barbiana: ocurrencias, choques, sucesos, delicadezas, enfados.

    Aqu nos encontramos con lo que ya se sabe de don Milani: su obsesin por la escue-la y la decisin de cerrarla, el amor posesivo y celoso (p.94) por sus muchachos, la sen-sibilidad disimulada, los enfrentamientos con la curia, la larga enfermedad. Sin embargo, mientras reaparece todo esto, se asiste a la composicin de una figura conocida, pero vista por ojos que han sabido mirar mejor o, ms bien, dibujada con una tonalidad ms viva y ms clida, sin la mnima concesin a lo con-fidencial o al apunte edificante, incluso con buenas dosis de irona. Pero me doy cuenta de que estas consideraciones valen para quien sabe ya mucho o lo suficiente de don Milani. Y, en realidad, precisamente esta naturaleza fragmentaria del libro lo hace tambin ade-cuado para un primer acercamiento al cura de Barbiana. Es decir, se puede comenzar por esta especie de retrato cubista para ir despus en busca de una imagen ms estructurada; y con este fin, la ausencia de toda clase de aparato (notas, explicaciones, ndices) puede constituir un estmulo para saber ms. Es decir, creo que al lector totalmente desconocedor del tema, y que imagino joven, no le molestar encontrarse con tantos nombres (sin apellido) que nada le dicen, sino que ms bien se dejar atrapar por el desarrollo intenso y suave de estos recuerdos mucho ms de lo que hara frente a una informacin exhaustiva.

    Los recuerdos se cuentan con el cuidado y la precisin de quien formaba parte de aquella extraa familia, y con la autoridad derivada de una reserva sobre ellos mantenida e incluso cultivada durante 45 aos (con muy raras ex-cepciones), como explica Giorgio Pecorini en su testimonio final. En realidad, Adele Corradi

    no rompe semejante discrecin, incluso invita al lector a que comparta y comprenda sus ra-zones. A l le corresponder despus, si quiere, acudir a las fuentes disponibles y hacerse una idea; aqu no encontrar ninguna revelacin y ningn certificado de autenticidad; encontrar como mucho mayores motivos, adems de los culturales y cvicos que todos proclaman, para profundizar en el conocimiento de este bendito don Milani extrao y mal conocido. Encontrar esos motivos, a travs del filtro o mejor, gracias al filtro de una testigo que, en la reconstruc-cin de sus propios recuerdos, procede con la seca mirada de una personalidad firme, dotada de gran autonoma y, por ello, no solo capaz de confrontarse con otra personalidad tambin imponente, sino de afrontarla, una vez aceptada su exclusividad. As se explica que en seme-jante libro la persona objeto del mismo pueda ser calificada repetidamente con eptetos como tonto e insoportable.

    Este confrontarse y enfrentarse no es nunca directo; lo es en raras ocasiones y slo al final, quedando a salvo el sacramento de la confe-sin (Corradi se posiciona entre los catlicos practicantes, no los comprometidos, p.23), y no concierne a la individualidad de cada uno. Es decir, no se da entre ellos lo que suele defi-nirse como una relacin profunda: La relacin entre don Lorenzo y yo observa lcidamente la autora era, por el contrario, una relacin en superficie; lo que no significa, naturalmente, que fuera superficial (p.120). Es ese tipo de superficie en la que de hecho se desarrolla la vida misma y que, bien mirado, constituye la esencia de la primera carta de San Juan: una laboriosa atencin otra vez! a los dems y a las situaciones, que evita rebuscamientos interiores (Milani: A fuerza de exmenes de conciencia convierten en preocupacin por s mismos incluso el Cristianismo, p.35). Por tan-to, ms que de profundidad, es preferible hablar de presencia y plenitud.

    Siguiendo en esta lnea, no sorprende que en Barbiana tal vez se sufra, pero nun-ca nos aburramos (p.15), y se comprende

    Vivir en Barbiana despi erto y en la superficie

  • que don Lorenzo no me deja-ba en paz, me pona en la paz (p.45), y encontraba siempre el camino para hacerme recuperar la paz. Siempre. Era liberador (p.53). Y lo era, tal vez, precisa-mente por la fuerza de su estar presente en la realidad y por su plena humanidad, con todo lo que esto comporta; por eso nor-malmente pareca feliz, pero a veces entraba la duda de que dentro hubiera tambin algo que no era felicidad (p. 68). Quizs tambin su relacin con Dios la llevaba en superficie, es decir, absolutamente enraizado en la situacin que le haba tocado vi-vir: deca de s mismo, en efecto, que rezaba demasiado poco: un Padrenuestro por la maana y un Ave Mara por la noche (p.56) y, por lo dems, cuando hablaba de Dios en la intimidad, era como si hablase de una persona con-creta, bien conocida, que todos saben quin es y de la que no es necesario ni decir su nombre (p. 138-139). Anotacin exquisita-mente evanglica, como sobre-sale de la frase referida en este otro recuerdo:

    De pronto me dijo muy serio:Usted no creer que yo piense que la salvacin de un

    alma depende de m! Yo no pienso, desde luego, que yo pueda cambiar el mundo!.

    Quizs, entonces, era ab-surdo trabajar como dos des-esperados por no perder ni un minuto de nuestras jornadas.

    Me daba cuenta sin embar-go, en aquel momento, de que la idea de ser dos siervos in-tiles me daba alivio y alegra (p.58).

    La alusin a los siervos inti-les (Lucas 17,10) y la alegra que la acompaa explican tambin, a

    mi parecer, la particular perspec-tiva que hace valioso este libro. Moribundo, un da don Milani dice a sus muchachos: Voso-tros habis sabido incluso des-aparecer cuando era necesario. Tales palabras, Corradi afirma haberlas conservado como un agradecimiento destinado a ella, y comenta: As pues, se haba dado cuenta de ello, que haba buscado desaparecer (p.127). Y, gracias a esta opcin suya de vida, ahora est en condiciones de ofrecernos lo suyo; con mira-da atenta, al estilo Weil y Milani. Una mirada aguda y serena, de la que es imposible no estarle agradecido.

    No s si don Lorenzo pensa-ra que Adele Corradi, venciendo su pereza, ha escrito finalmente una obra de arte (Usted no es-cribe una obra de arte porque es perezosa!, p.107). Yo pien-so que ha escrito un libro dig-no de l o, por lo menos tiene razn Beniamino Deidda, en el otro testimonio final que a l le hubiera gustado. En todo caso, estoy seguro de que es un libro bellsimo: esencial, pulido, ver-dadero, discreto, cruel, conmo-vedor, divertido, profundo, ligero. Bellsimo.

    El MEM en Calenzano en 1988 para el XXX de Experiencias Pastorales: por la izq., Felipe, ngel, Gerardo, Corzo, Adele, Cus,

    Higinio, Javi y Alfonso.

    24 N 57-58 (2012)

  • Adele Corradi es una pro-fesora, ahora ya jubilada, casi nonagenaria, a la que hace cincuenta aos le asigna-ron una ctedra en un institu-to de Castelfiorentino, desde donde, poco despus de su nombramiento en septiembre de 1963, subi por primera vez a Barbiana, siguiendo a una colega que de vez en cuando iba a encontrarse con don Mi-lani. Entonces era una profeso-ra escribe de s misma Adele Corradi totalmente parecida a aquella otra a quien se diriga la famosa Carta a una maestra. Desde aquel momento no volvi a ser ms aquella profesora.

    Al despedirla secamente tras la primera visita, a don Mi-lani se le escap de la boca (ella usa esta expresin y se imagina or un susurro entre dientes): vuelva. Ella volvi. No esper mucho. Dos das apenas. Volvera ms y ms veces despus, hasta la muer-te de don Milani, en junio de 1967 (con 44 aos el cura de Barbiana lo mat un tumor), y desde la muerte de don Milani hasta que no se marcharon las ltimas familias que haban re-sistido en aquel desierto mon-taoso, sin agua corriente, con una sola lnea telefnica, con la energa elctrica llegada un par de aos antes y con aque-

    lla escuela que llegara a ser clebre, donde se enseaba a los nios de los ms pobres y olvidados una cultura que fue-se emancipadora, libre, justa Los pobres escribe don Mila-ni en una carta citada por Adele Corradi no necesitan a los se-ores. Los seores a los pobres pueden darles una sola cosa: la lengua; o sea, el medio de expresin. Ya saben ellos, los pobres, lo que debern escribir cuando sepan escribir.

    Adele Corradi no haba es-crito nunca sobre Barbiana. Se negaba a escribir. A pesar, re-conoce, de la mucha insistencia y asustada, quiz, por las miles de pginas que otros haban es-crito. La bibliografa sobre don Milani es impresionante (sin contar sus cartas, formidable itinerario biogrfico).

    Acercndose a sus noventa aos, Adele Corradi ha vivido una suerte de rectificacin y ha comenzado a recordar y a

    anotar. Conviene decir anotar, porque la narracin no sigue un hilo conductor, sino fragmentos, momentos de vida, impresio-nes, breves dilogos, y el relato va por instantneas, apretados captulos, slidos por la agude-za de las observaciones y por la precisin del lenguaje (uso apropiado de las palabras, do-minar las palabras, incluso las ms duras, tambin las pala-bras prohibidas, como ense-aba don Milani), slidos por su total sinceridad y vitalidad.

    De don Milani se da un re-trato con gran cario, pero sin reticencias, aferrando las aspe-rezas, contradicciones, debili-dades, evocando la humanidad y la sensibilidad de aquel sin-gular sacerdote, con la simple tcnica de decir la verdad, sin mitificaciones ni nfasis, apun-ta Beniamino Deidda, en uno de los dos testimonios (el otro es de Giorgio Pecorini) que cie-rran este librito bellsimo, entre

    Historia de Adele, la profesora que sigui a Don Milani en la buena batalla

    Oreste Pivetta LUnit 8.4.2012

    (traduccin de Alfonso Dez)

    El curso de Adele y Marcello en la Casa-escuela Santiago Uno: 1977-78.

    N 57-58 (2012) 25

  • 26 N 57-58 (2012)

    CARTA A UNA MAESTRA de las escuelas de tareas Calasanz (ETC)

    Pepe Segals (Mjico)

    Mexicali 15 de mayo 2012, da del maestro

    Estimada amiga: Hace unos das me preguntaste qu son las ETC, qu se nece-sita para ser maestra y te pre-guntabas si tendras las cuali-dades para serlo y mostraste

    tus ganas y tus dudas. Yo te preguntaba: de veras quieres ser maestra? Hoy te respon-do con una carta. Quiero que sepas que no la escrib yo. Te la han escrito muchos maes-

    tros durante muchos aos. En juntas, en clausuras, en festi-vales, en encuestas, en escri-tos, en plticas, durante estos once aos en los que yo estoy participando como maestro y

    los ms bellos de estos tiempos que me he encontrado.

    Digo bellsimo por la calidad de la memoria y de la escritura, de una simplicidad punzante, por la evidencia de cada ima-gen al describir cada circuns-tancia en que don Milani, con una inteligencia que descon-cierta nuestro sentido comn, se hace generosa y totalmente maestro de sus alumnos, edu-cador de los maleducados de nuestra sociedad y de nuestra escuela, abandonados por una y por otra, en una relacin que es de aprendizaje continuo y recproco. Subrayo el aprendi-zaje recproco, porque obliga a aprender tambin a nuestra profesora dentro de aquella rea-lidad que le resulta nueva y es-pecial y que le sorprende has-ta la eventualidad del rechazo, eventualidad desechada ante la fascinacin de la inteligencia, jams rendida a la evidencia y a la norma, de aquel cura so-litario y aislado al servicio de los humildes, capaz de poner a la Iglesia y a la sociedad frente a sus macroscpicas contra-dicciones, por imperativo de justicia.

    En los recuerdos y en las pginas de Adele aparecen

    otros personajes, presentes o lejanos. Presentes como otra mujer, el ama de llaves Eda, la ms cercana junto a Adele, o la madre de don Milani, o la novia, abandonada por se-guir una vocacin religiosa el joven rico burgus que quera dedicarse a la pintura. Presen-tes como otros sacerdotes, el padre Balducci, el intelectual, en vigorosa polmica, o Bruno Borghi, el cura obrero. Y al fon-do Florencia, la ciudad del alcal-de La Pira, la poltica, la curia, las jerarquas (y Florencia era adems la ciudad del Isolotto y de don Enzo Mazzi [cura con-testatario]). Adele Corradi cuen-ta cmo don Milani, obstinado, insista en que el cardenal Florit subiese a Barbiana: no lo peda por soberbia, sino simplemente porque, como l explicaba, si se quedaba en las estancias del arzobispado, el monseor no entendera nada de lo que ocurra all arriba.

    En el recuerdo de todos, est, obviamente, la Carta a una maestra, que don Milani atribuy siempre a sus escola-res, que fue motivo de estmulo y espejo para una generacin que pronto la abandon eligien-do otro camino.

    No s cuanto tiempo segui-r presente entre los chicos de hoy (aparte del ttulo, converti-do en smbolo por s mismo). Cierto que la enseanza de don Milani, y de la Carta, hablan to-dava una lengua actual.

    Por ejemplo, sobre una cuestin aparentemente slo de iglesia: el ejercicio de la oracin. El cura de Barbiana, sin hipocresa, reconoce que se necesita rezar, pero con atencin a las circunstancias y, por eso, cuidando de las ur-gencias: Si haba urgencia, haba que actuar. Adele no se convence: miraba afue-ra, hacia el Monte Ato, a la casa del campesino que blas-femaba de rodillas (para que la blasfemia llegase mejor all arriba). Al final don Milani concluye: Ser urgente rezar cuando a todos les parezca im-portante obrar. Obrar, hacer, contra la verborrea y la espe-ra de ciertos intelectuales, la mayora.

    En su lecho de muerte don Milani revisa su buena batalla y confa a los supervivientes el futuro. De tanto discurso Ade-le Corradi recuerda solo po-cas palabras: Ahora os toca a vosotros.

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    N57-58 (2012) 27

    animador de las ETC, tus prxi-mos compaeros y compae-ras de oficio han compartido su experiencia, de qu les ha servido ser maestros, qu han aportado y recibido, tambin sus miedos, limitaciones y mu-chas preguntas.

    De la experiencia de tus prximos compaeros nace este escrito [que puedes ver en la www.amigosmilani.es]. Es, pues, un escrito de muchos. Y pensando en es-critos realizados por muchas personas, me vino el recuerdo de un gran maestro, Lorenzo Milani, sacerdote maestro que impuls entre sus alum-nos los escritos colectivos y que hace unos meses inspir nuestra Semana Social.

    Carta a una maestra es el ttulo del escrito conjunto del maestro Don Milani y de

    sus alumnos de la Escuela de Barbiana, all en la Italia de la mitad del siglo pasado; carta que tanto cuestion a la educacin que se imparta en las escuelas oficiales y par-ticulares y que propuso tan-tas cosas para transformarla. A l le debemos el ttulo de estas letras que vas a leer y la inspiracin, junto con otros pedagogos como Calasanz, Chinchachoma, Paulo Freire, Celestn Freinet etc. de mucho de lo que hacemos y deseara-mos hacer.

    Claro que este escrito est dirigido tambin a todos los maestros, a los que estn ejer-ciendo actualmente para que se animen a continuar y a mejorar; a los que un da lo fueron para que se dejen envolver de nos-talgia y como muestra de grati-tud por su legado, y a quienes

    como t, tocan la puerta de-seosos de vivir una experiencia inolvidable.

    Leyendo esta CARTA encon-trars respuestas a muchas de tus preguntas. Descubrirs que tambin nosotros nos hacemos preguntas y no encontramos respuestas. Si le entras, nos podrs ayudar con tu expe-riencia y tu reflex