ediciÓn nro. 0 mayo 2015

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EDICIÓN NRO. 0 MAYO 2015 Homenaje Poesía Artículos Reseña Prosa Entrevista Fotografías Humanidades Ilustraciones

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Page 1: EDICIÓN NRO. 0 MAYO 2015

ED IC IÓN NRO . 0 M AYO 2015

Homenaje Poesía Artículos Reseña Prosa Entrevista Fotografías Humanidades Ilustraciones

Page 2: EDICIÓN NRO. 0 MAYO 2015

Los motivos de Ultraversal Vivimos en una sociedad donde la desculturización y la mediocridad han crecido

exponencialmente mientras los escritores vemos desmoronarse la literatura sujeta

a la implosión mediante la cual, los que quieren cultivarla sin entenderla, detonan

sus pilares.

Fundada en 2003 por Morgana de Palacios, www.ultraversal.com es un proyecto

cultural que reúne talento creativo, experiencia autoral y profundo conocimiento,

ajustados a una única y sólida premisa: «búsqueda de excelencia». Ha sido nuestra

prioridad la creación seria y crítica, transmitir el acabado conocimiento de las re-

glas del arte y crear pensamiento de altura en todo aquel que se acerque a compar-

tir nuestra vocación por la defensa de las letras que amamos.

Eva Lucía Armas

Page 3: EDICIÓN NRO. 0 MAYO 2015

Staff EDICIÓN NRO. 0 MAYO 2015

Dirección general

Gavrí Akhenazi

Subdirección

Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Redacción

Arantza Gonzalo Mondragón

Eva Lucía Armas

Isabel Reyes Elena

Luis García Centoira

Morgana de Palacios

Rosario Alonso

Diseño & diagramación

Jorge Ángel Aussel

Ilustración de tapa

Ovidio Moré

Autores que aparecen

en esta edición

Alejandro Salvador Sahoud

Alex Augusto Cabrera

Arantza Gonzalo Mondragón

Carmen de Tomé

Eugenia Díaz

Eva Lucía Armas

Gavrí Akhenazi

Isabel Reyes Elena

Johann Sparragus

Mirella Santoro

Morgana de Palacios

Rosario Alonso

Silvio Manuel Rodríguez Carrillo

Sitio web

http://revista.ultraversal.com

cc 2015 Revista Ultraversal está

bajo una licencia Creative Com-

mons Atribución-NoComercial-Sin-

Derivar 4.0 internacional (CC BY-

NC-ND 4.0).

pág. 06 In memoriam » Alejandro Salvador Sahoud » Homenaje de Morgana de Palacios más textos iné-ditos del autor

pág. 12 Poesía » Apostilla / Contrapostura / Paisa-jes de mí » Poemas de Eva Lucía Armas

pág. 16 Prosa » Como un barco de papel » Texto & fotografía de Mirella Santoro

pág. 18 Poesía » La jaula / Me quedé afuera / Solo duermes » Poemas de Eugenia Díaz

pág. 22 Artículo » Algunas consideraciones sobre narrativa » Gavrí Akhenazi nos explica cómo estructu-rar una novela de principio a fin

pág. 28 Humanidades » De travesía por la Puna » Primer día del viaje de Johann Sparragus por la región altiplánica de la Puna, con texto y fotografías del au-tor

pág. 38 Prosa » Mi cartel 50 » Texto de Silvio Ma-nuel Rodríguez Carillo

pág. 42 Poesía » Soy / Enésimo poema de amor / Amores perros » Poemas & fotografías de Arantza Gonzalo Mondragón

pág. 46 Artículo » Coloquio sobre preceptiva » Des-de el llamado Verso libre Hispánico. Verso libre vs. Verso blanco y rimado, por Morgana de Palacios

pág. 52 Poesía » Despedida / Hoy no quiero triste-zas / Ignorancia » Poemas de Carmen de Tomé

pág. 56 Reseña » Poética del arrebato » Antología Ultraversal con sinopsis de Morgana de Palacios & prólogo de Alejandro Sahoud

pág. 58 Entrevista » Silvio Manuel Rodríguez Carri-llo » Rosario Alonso entrevista al escritor

pág. 62 Poesía » No sé si estoy / Algo de febrero / Carta para mi hijo » Poemas de Alex Augusto Cabrera

pág. 66 Prosa » Des-vivirse » Texto de Isabel Reyes Elena

Sumario

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Por Luis García Centoira

N el año 2003, de la mano y bajo el pa-

trocinio de esa gran poeta que publica

como Morgana de Palacios, nace el

foro Ultraversal.com. Más allá de ser

una escuela de talento, mucho más allá de ser

un taller literario en el que los que supuesta-

mente “saben” enseñan a quienes “todavía no saben” a escribir, ese foro se convierte, pasado el tiempo, en un lugar de

encuentro donde escritores de

todo el mundo se ayudan entre

sí para depurar sus escritos, afi-

nar su estilo, compartir lo propio

y estimular la creación en otros.

Decenas de miles de escritos —poemas, relatos, ensayos…— han

sido, en estos once años, pulidos y

ajustados palabra por palabra en ese laborato-

rio de calidad en la escritura en que se ha

convertido, gracias al esfuerzo de tantos, Ul-

traversal.com. Muchos de ellos han visto la

luz en libros, revistas y diversos medios escri-

tos, pero si hay un lugar donde el código Ul-

traversal se hace presente hoy en día, ese es

Internet.

Una treintena de blogs son publicados por

autores ultraversales, haciendo de la expre-

sión justa, el trato respetuoso al idioma y la

autoexigencia de calidad el santo y seña de

cada una de sus publicaciones.

La nómina de autores que se han formado

en el foro, la de sus libros, la de sus páginas

en La Red es tan larga que no sirve un solo

artículo para, ni siquiera, intentar listarlos.

Lo que sí podemos decir es que el ultraver-

salismo tiene ya suficientes representantes y

un código propio lo bastante reconocible y

decantado como para ser considerado, en sí

mismo, como una corriente literaria que se

extiende a ambos lados del Atlántico.

Si los pilares sobre los que se asentó en su

día la poética del arrebato (ese alter ego del

ultraversalismo) fueron el apoyo solidario

entre escritores, la exigencia a ultranza de

calidad literaria y la presencia en Inter-

net, esas mismas son las bases sobre

las que asentamos ahora la crea-

ción colectiva de nuestra revista.

Lo advertimos desde un prin-

cipio: esta no es una revista al

uso. No. La Revista Ultraversal

nace de La Red, se concibe y se

escribe para La Red. Ahí, en Inter-

net, es donde nació Ultraversal.com, en

Internet se forjó el espíritu y los valores que

conforman la estética del arrebato y es en

Internet donde halla esta publicación, lógi-

camente, su acomodo.

Escribamos desde México, Chile o Argenti-

na, desde Uruguay, Paraguay, Israel o España,

desde el hemisferio norte o el sur del planeta,

la patria de todos nosotros, cuando llegamos

a Ultraversal, no es otra que La Red.

Seguramente esta es, por todo lo dicho has-

ta ahora, una revista diferente. Pero, además

de ser diferentes, queremos algo más. Aspi-

ramos a ser un referente de calidad en el ci-

berespacio, un lugar donde el rigor y el gusto

estético convivan con la mejor narrativa, la

mejor poesía y el ensayo más atinado. En de-

finitiva, un lugar donde la literatura halle una

morada donde se quede a vivir, un hogar

donde vosotros, lectores, seáis siempre bien-

venidos. ◣

Poética del arrebato

es la corriente literaria ba-

sada en la pulsión estética

que detona cuando un autor

lee algo que lo impele a

escribir porque lo leído

conmueve sus estructu-

ras internas.

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Ilustración de Luis García Centoira

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Por Morgana de Palacios

NTENDER y admitir la personalidad de

un Índigo no es nada fácil, porque la

mayoría de nosotros hemos perdido la

pureza primigenia, el salvajismo natu-

ral, inmersos como estamos en una sociedad

demoledora que nos condiciona en cuerpo y

alma. Hay que abrir canales especiales y estar

dispuestos a creer que existen diferentes es-

tadios evolutivos en la especie humana.

El índigo marca siempre a fuego, tanto al

amigo como al enemigo porque su luz acaba

prevaleciendo sobre cualquier oscuridad.

Mensajeros de luz los llaman y, antes o des-

pués, si no estamos totalmente anquilosados

psíquicamente, se nos abren nuevos paráme-

tros y formas de contemplar la vida, al sinto-

nizar con su imparable energía mental, emo-

cional y física.

Para un índigo que, como él, estaba lleno de

dones digamos “especiales” y que recordaba todas sus vidas anteriores, perfeccionar su

parte de hombre tampoco resultó fácil. Nunca

terminó de cumplir con su misión de Levan-

tador de almas, ni de batallar por cambiar lo

injusto de su entorno, ni de hacerlo contra él

mismo para asemejarse a su prójimo, amar a

su prójimo y dolerse en su prójimo.

Como guerrero tuvo que ser soberbio, teme-

rario, estratega, cruel y por puro equilibrio

universal, compasivo, valiente, generoso, pa-

dre de cualquier huérfano que se le cruzara,

entregado a la causa del más débil, y lo fue.

Tuvo que dejarse el corazón en la batalla

encomendada y se lo dejó sin pestañear.

¿En qué se basaba su fortaleza? ¿En qué se

apoyaba un autodidacta de su envergadura

para mantener el corazón abierto, la mente

alerta y la espada dispuesta, en ese mundo

feudalista, primitivo y fuera de la ley ante el

que tantos siguen cerrando los ojos?

Sólo leyéndole se puede llegar a apreciar la

grandeza llena de humildad de un pleyadiano

esforzándose porque su parte negativa de

hombre (la positiva supo disfrutarla como

nadie) no pudiera con el misticismo propio de

su naturaleza inicial.

Su obra poética en www.ultraversal.com ◣

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Llega del Universo, con mayúsculas, porque

se nombra la dimensión del dios que nos

habita y nos vuelve probables y posibles. Cifra

del bien, ecuación de los mundos. Armonía.

Luego, porque está escrito que el equilibrio

estalla entre las fuerzas, ha de llegar el Mal.

¿Y qué es el Mal?

En la tierra, es aquello sujeto al raciocinio

mediocre de los hombres que descreen de la

única llama que poseen.

Lo universal profesa el equilibrio, y equidis-

ta los mundos y los bienes y la felicidad de la

tragedia.

Nada será en el universo sin su contraparti-

da, porque todo en lo eterno es la balanza.

No hay eternidad si no hay balanza.

Luego, quedan los hombres arropados en

una fruta insulsa. La religión provee de dioses

Textos inéditos de Alejandro Sahoud

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a los hombres que buscan conocerse y les

resulta al fin, su propio desconocimiento.

Un dios es lo infinito, lo posible-imposible,

lo total que todo totaliza.

¿En qué hombre habitará el derecho de fabri-

carse un Dios para sí mismo, excluyendo

al resto de sus prójimos?

Ya falla por su base.

Dios lo es todo, inclusive, los hombres que lo

habitan.

Todo resulta dios.

Este barro disímil del que estamos armados

y movibles y esta brisa y el hálito que nos

envuelve en magia.

Todo resulta dios y su infinito.

Todo es la maravilla de tanta exactitud en

que nos debatimos preguntando.

¿Y... al cabo... qué hay que preguntar?

¿Acaso la llama interna no dicta las senten-

cias del día?

¿Tu prójimo no es prójimo?

¿El mundo no está hecho de manos que se

ayuden y rescaten la especie que fallece?

A veces no lo sé, ni sé a qué vine.

O sea, sé a qué vine, pero me cuesta tanto

llevarlo a puerto siempre, que en el final del

todo se me disuelve el hombre.

Apenas es un pensamiento de Dios, que no

consigo rescatar de nada.

Y siempre, acabo en los demonios.

Habla el silencio.

Juan me pregunta por qué yo hablo con dios

o donde queda dios.

Esas cosas no las pueden preguntar los

hombres de tres años. Pero él quiere saber

con quién habla su padre las noches con es-

trellas y con sapos, de cara el infinito, con la

frente en el suelo.

Jamás me pongo una camisa de seda frente

a dios.

Porque delante de él, soy tan desnudo como

todo el universo que me habita.

Un guerrero se quita su armadura ante su

superior en la batalla.

Humilla espada y frente.

Delante de dios yo siempre estoy desnudo

de corazón y cuerpo.

Igual que delante de los hombres

Porque Dios los habita, los puebla, los orde-

na, los ama, los predice, los dibuja.

Todo lo que se ve –le digo a Juan– está en

manos de dios. No hay nada que quede por

fuera de sus manos, ni usted ni yo ni el mun-

do.

El universo exige mi costado. Y yo lo sacri-

fico, como cabe, así, orgullosamente.

Es un orgullo de cualquier guerrero saberse

pertenencia del universo.

El día que yo muera ¿qué será de mi prole?

De esta extraña hija mía que se me parece

tanto y tanto. A veces pienso por qué jodimos

tanto las verdades y tuvimos que hacer tantos

arrestos en la zamba del miedo.

Algún día, el dinero no pagará la verdad de

lo posible y las cosas hallarán su cauce.

Todos somos distintos. Tan distintos.

Eso sucede cuando se funde una dinastía de

huérfanos y náufragos.

Ay, esta hija mía que me hace de escudero,

de guardaespaldas, de todo lo logístico que

me ha dado de apoyo el dios de todos los uni-

versos nuestros.

Yo nunca he sido padre de mujeres.

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Yo quiero una mujer que me comprenda.

Es lo único que pido en este mundo al que

he venido a dar tanta batalla.

Señor, te lo suplico. Quiero una compañera

para el miedo.

¿Y para qué carajo me diste la palabra si to-

do lo que escribo es arameo?

Hoy regresé a mi casa.

Y sigo escribiendo en arameo y encima

hablo también en arameo y los hombres me

miran como a un monstruo.

Estoy un poco cansado de ser monstruo.

Me gustaría a veces, parecerme a esos tres

chuzos pobres que deciden que la injusticia

es justa.

Y carajo ¡no puedo!

Son mi prójimo.

Sí, perdón, lo sé. No es que me haya olvida-

do.

Claro que sé eso.

Si no supiera eso ¿para qué serviría en la

predisposición del universo?

Ya sé que yo lo sé.

Lo que se deja en dios, dios lo resuelve.

¿Acaso puedo cuestionarme esa verdad?

Jamás lo haría. Porque le pertenece a lo

magnífico.

Si algo deja este guerrero en las manos de

dios, ya la preocupación no existirá en su

mundo, en su conciencia, ni en ningún sitio,

porque, lo que se deja en dios, siempre se

cumple.

Y la ley dice: Es cosa de paciencia.

Ya me ves.

Me diste muchos dones, Señor, los agradez-

co.

Con la frente en el suelo, reconozco y honro

tu grandeza.

Señor, este guerrero te pide solamente que

pongas paz en su espíritu y luz en su corazón.

Siempre lo mismo.

Que soy un combatiente de tu nombre.

Te pido una mujer, señor, la mía.

Alguna que me entienda y que me quiera

como lo que yo soy.

No me parece para tu enormidad algo difícil.

Dame una, señor, en quien me apoye. En

quién pueda vivir lo que no vivo. Estoy tan

solo, al fin, y tan cansado, señor. Ya estoy tan

cansado, humanamente, de ser un solo a ul-

tranza y sólo solo.

Claro que te agradezco, señor, lo que me dis-

te.

Pero un padre no se acuesta con sus hijas.

Yo quiero una mujer que me comprenda, to-

da mi absurda intimidad. La que te pertenece

porque soy tu guerrero.

Quiero una mujer mía.

Porque ya no me equivoco con demonios de

los que me salvó tu amor enorme.

Ya no estoy confundido, señor. No me con-

fundo. Ni me humanizo más de lo necesario.

De rodillas señor. Te pido una mujer que me

contenga.

Por favor, devuélveme señor a La Guerrera.

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Magicia —¿Y qué ves?

Ella inclinó los ojos y le quitó una brizna de

entre un pliegue de las alas de piedra.

—Allá —insistió ella, extendiendo su brazo

con la misma suavidad con la que él desple-

gaba las alas para el vuelo.

—¿Eso en la bruma? Es una construcción

sobre la bruma, sobre el agua del mar... Parece

una ciudad en una isla... una ciudad que flo-

ta...

—Háblame de lo que ves —susurró ella—.

¿Qué hay en la ciudad?

—Está muy lejos... quizás haya sueños... por-

que una ciudad no puede flotar sobre el mar...

un castillo no puede flotar sobre el mar. Y lo

estoy viendo. Quizás, un espejismo.

—¿Sueños?... ¿O un espejismo?

—Sueños... los espejismos se terminan. De-

ben ser sueños, por eso flota sobre el agua y

se alarga hacia el cielo... por los sueños. Tie-

nen esa condición.

Aunque no la miraba, supo que ella sonreía

a su lado, mientras el viento enredaba su ca-

bellera blanca en las plumas de piedra de las

alas de él.

—Eso... es Magicia —escuchó, antes de que

ella se echara al mar desde la cima del acan-

tilado.

Origamia Llevaba un retrato en el morral y pregunta-

ba a todos en las calles, imponiéndoles la vi-

sión del retrato: “Has visto a La Mujer”. Los habitantes todos lo miraban, porque el

retrato vacío tenía solamente escritas dos

palabras: “La Mujer”. Pero él insistía, como enfermo de algún mal

incurable que debiera encontrar un mago cu-

randero en un mundo sin magos.

“Esa Mujer no existe” se animó a decirle el que cuidaba burros, indicándole irónico el re-

trato vacío y las palabras.

El señaló entonces todos los papeles de los

que estaba hecha la ciudad, tanto y tanto pa-

pel escrito de formas infinitas, sólidos como

muros, voladores como pájaros, luminosos

como farolitos, altos como palabras, profun-

dos como el cielo, tristes, como él mismo.

—Esa busco.

—Esa es lo que estás viendo. No tiene forma.

Es lo que estás viendo... papeles con palabras.

Rumoria Frecuentemente verde, llegaban todas las

aguas hasta allí y en el aire, infinitos cerezos

deshacían un plumón de flores como niebla.

Una niebla rosada igual que el horizonte del

acantilado, que se perdía en el mar de su

memoria cuando él decidió cruzar el otro

mar.

Todo era un susurro de palomas y hierba, al-

rededor del viento.

Todo era viento. Imágenes de viento. Movi-

bles. Transparentes. Cambiantes. Habladoras.

Cercadas por los verdes y las

cortinas de flores de cerezo.

Pero él podía oír a un mismo tiempo, la fuer-