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ECONOMÍA DE LA DEFENSA Y DEFENSA ECONÓMICA: UNA PROPUESTA RECONCEPTUALIZADORA (1) Por ÁNGEL VIÑAS Agradezco a José María Mas y al general José Ramón Par- do de Santayana, consejero comercial y ex agregado de De- fensa, respectivamente, de la Embajada de España en Bonn, su intervención ante el Centro de Documentación del Ejérci- to Federal Alemán para obtener material documental. Y, na- turalmente, mi reconocimiento a esta institución debe hacerse explícito. La Economía de la Defensa es una rama especializada del conocimiento- económico, aplicado éste a una actividad estatal concreta y que utiliza plan- teamientos interdisciplinarios. El ámbito —amplio— de sus preocupaciones puede resumirse como sigue: 1.° El estudio de los efectos económicos de los gastos de Defensa. 2.° El análisis de las relaciones entre el sector de la Defensa y el sector civil del sistema económico. 3.° La administración de los recursos destinados a cubrir la necesidad colectiva que la Defensa plantea. 4.° La distribución de recursos entre los componentes de las Fuerzas Armadas. 5.° La gestión económica en tiempos de emergencia o, incluso, de gue- rra, en lo que se comprende también la preparación ante dichas even- tualidades. (1) Este trabajo precisa y amplía el anterior del autor: La Defensa Económica: una conceptualización para España, en «Información Comercial Española» (diciembre 1982), con recurso a documentación de procedencia alemana y austríaca, y se enlaza con Polí- tica económica y política de defensa, en «Sistema», 56 (septiembre 1983). 25 Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) Núm. 37. Enero-Febrero 1984

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ECONOMÍA DE LA DEFENSAY DEFENSA ECONÓMICA:

UNA PROPUESTA RECONCEPTUALIZADORA (1)

Por ÁNGEL VIÑAS

Agradezco a José María Mas y al general José Ramón Par-do de Santayana, consejero comercial y ex agregado de De-fensa, respectivamente, de la Embajada de España en Bonn,su intervención ante el Centro de Documentación del Ejérci-to Federal Alemán para obtener material documental. Y, na-turalmente, mi reconocimiento a esta institución debe hacerseexplícito.

La Economía de la Defensa es una rama especializada del conocimiento-económico, aplicado éste a una actividad estatal concreta y que utiliza plan-teamientos interdisciplinarios. El ámbito —amplio— de sus preocupacionespuede resumirse como sigue:

1.° El estudio de los efectos económicos de los gastos de Defensa.2.° El análisis de las relaciones entre el sector de la Defensa y el sector

civil del sistema económico.3.° La administración de los recursos destinados a cubrir la necesidad

colectiva que la Defensa plantea.4.° La distribución de recursos entre los componentes de las Fuerzas

Armadas.5.° La gestión económica en tiempos de emergencia o, incluso, de gue-

rra, en lo que se comprende también la preparación ante dichas even-tualidades.

(1) Este trabajo precisa y amplía el anterior del autor: La Defensa Económica: unaconceptualización para España, en «Información Comercial Española» (diciembre 1982),con recurso a documentación de procedencia alemana y austríaca, y se enlaza con Polí-tica económica y política de defensa, en «Sistema», 56 (septiembre 1983).

25Revista de Estudios Políticos (Nueva Época)Núm. 37. Enero-Febrero 1984

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UN CAMPO AMPLIO Y COMPLEJO

La mera enunciación de estas cinco categorías hace pensar que la Eco-nomía de la Defensa es un campo del conocimiento económico en el que seintegran numerosos planteamientos y que se extiende a un abanico de pro-blemas extraordinariamente amplio.

Antes de abordar, brevemente, algunos de ellos, es conveniente desarro-llar unas cuantas reflexiones tomando como punto de partida ciertas afir-maciones de la inmortal obra De la guerra, de Cari von Clausewitz.

El corto capítulo XIV del libro tercero lo titula Clausewitz, precisamen-te, «Economía de fuerzas» y en él alude, «como guía de la inteligencia», alprincipio de vigilar «constantemente la acción simultánea de todas las fuer-zas», es decir, a la necesidad de «no perder jamás de vista que fracción al-guna de ellas permanezca inactiva».

La inactividad de fuerzas, es decir, su no utilización, es para Clause-witz un derroche, una «disipación», y así afirma: «Hace mal empleo de susfuerzas el que las mantiene en un sitio en número superior al que la acciónenemiga exige; el que las hace marchar, esto es, neutralizar, mientras lasenemigas combaten.» Y continúa: «Decidido el tener que actuar, es indis-pensable que lo hagan todas las partes, porque aun la acción más inoportunadistrae y consume parte de las fuerzas enemigas, al paso que las fuerzas, por•completo inactivas, resultan por el momento neutralizadas en absoluto» (2).

Estas reflexiones de Clausewitz constituyen una incitación a aplicar eldenominado «principio económico» a la actividad de Defensa (3).

El economista suele partir de la tensión que se establece entre dos pre-misas fundamentales: limitación de bienes e ilimitación de necesidades. De•ello se deriva el que parezca económicamente racional todo comportamiento•que tienda a alcanzar un fin mediante el empleo del volumen más reducidoposible de recursos. Y, como enseñan los textos de Economía, ello encierrados problemas alternativos, uno de maximización y otro de minimización.

El primero nos indica que es necesario, para proceder económicamente,tratar de conseguir el más amplio grado de cobertura de una necesidad par-tiendo de un volumen determinado de recursos disponibles. El segundo in-duce a cubrirla con el menor empleo posible de medios (4).

(2) CARLOS VON CLAUSEWITZ: De la guerra, Madrid, Ediciones Ejército, 1980,pág. 196.

(3) He tomado la idea de JOHANN PETERSEN: Ókonomische Besonderheiten dermilitarischen Verteidigungsbereitschaft, en «Truppenpraxis», 7 (1975).

(4) En palabras de ROBERT A. MUNDELL: Man and Economics, Nueva York,JVlcGraw-Hill, 1968, pág. 9: «El principio nos dice que una determinada ventaja se con-

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Las afirmaciones de Clausewitz mencionadas anteriormente implican darsolución inadecuada a estos dos problemas. En efecto, la «utilidad» extraídade los recursos aplicados no cubre en el primer caso la necesidad sentidasino que la excede: se emplean más medios de los que se precisa. En el se-gundo, la necesidad de contener al adversario se hace con un comporta-miento económicamente irracional. Clausewitz mostraría en el resto del librotercero, destinado a exponer los rasgos fundamentales de la estrategia engeneral, que dicha actuación tampoco tendría sentido desde el punto devista militar.

Todo economista destacará que tras la actividad de Defensa, incluidoeste nivel más elemental de preparación de actuaciones operativas, concurreuna pluralidad de necesidades que entran en conflicto, lo que plantea elproblema económico por excelencia, es decir, el de la asignación de recursosescasos susceptibles de ser empleados para dar satisfacción a exigenciasalternativas.

Y, en el plano de las necesidades colectivas, ello implica reconocer que,como ha sido puesto de relieve reiteradamente en la literatura económica,los recursos destinados a la Defensa encierran costes de oportunidad más omenos importantes, en el sentido de que su aplicación a otras actividadespodría permitir atender requerimientos alternativos (educación, urbanismo,sanidad, etc.) que, dada la limitación de medios, quedan sin cubrir o no secubren en el grado que de lo contrario hubiera resultado posible.

Por consiguiente, el primer problema que se plantea la Economía de laDefensa es el de determinar los efectos económicos que conlleva la asigna-ción de recursos a aquella actividad, que encierran ineludiblemente costesde oportunidad y que se traducen en detracción de los bienes asignables paraatender otros consumos públicos o para aumentar el stock de bienes decapital (5).

Como es notorio, la actividad económica aborda, cuando menos, trescuestiones esenciales: la de la producción, la de la asignación y la de la dis-tribución. La primera alude a la determinación del abanico de bienes quedeban ser producidos; la segunda, a la utilización de los recursos escasos

seguirá con el menor coste; que de cosas que produzcan igual satisfacción, la raciona-lidad implica que se opte por la más barata. El corolario es que a un coste dado se ele-girá lo mejor; que entre cosas que cuesten lo mismo, lo racional es elegir lo que dé mássatisfacción.»

(5) En la medida en que los gastos de defensa reasignan capital detrayéndolo de laindustria civil, el impacto es considerable según muestra J O H N KENNETH GALBRAITH:The Economics of the Artns Race — And After, en «The Bulletin of the Atomic Scien-tists» (junio-julio 1981).

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entre líneas de producción alternativas, y la tercera hace referencia a losreceptores y beneficiarios de dicha producción.

Aplicada esta perspectiva, tradicional, a la Defensa, se plantean en éstacomo cuestiones específicas las siguientes:

a) Determinación de la necesidad de «seguridad», bien colectivo quese obtiene como fin de la actuación en materia de Defensa (6). Esta sería lacontrapartida del problema de la producción y encierra la definición delgrado de cobertura deseable de dicha necesidad.

b) Determinación del volumen de recursos que deban asignarse a laDefensa, en detrimento de otras utilizaciones: problema de la asignación.

c) Determinación de quienes sean los beneficiarios de los gastos deDefensa, teniendo en cuenta que éstos no sólo contribuyen a reforzar lasposibilidades de obtención del bien colectivo «seguridad», sino que encie-rran muchas otras repercusiones adicionales (7).

En consecuencia, como segundo problema esencial de la Economía dela Defensa se presenta la conveniencia de extraer conclusiones de plantea-mientos tales como los siguientes:

a) Los programas de Defensa hacen uso de una parte importante deltalento tecnológico y científico de un país o de un grupo de países. Dichotalento podría, sin embargo, utilizarse en la búsqueda y exploración deinnovaciones necesarias para mejorar el futuro.

b) Los programas de Defensa absorben una parte fundamental de losbienes y servicios canalizados hacia el sector público, por lo que éste aumen-ta su papel en la expansión del mercado para un segmento muy cualificadoy amplio de la industria, nacional o extranjera. Este es uno de los factoresde posible debilitación del sistema de economía de mercado.

c) Los programas de Defensa se basan en una alta especializaciónproductiva y tecnológica. No está claro hasta qué punto de ella se derivan«efectos de desbordamiento» (spin-off effects) sobre las pautas de empleosectorial y regional de recursos escasos.

d) Los programas de Defensa inducen a que una partida creciente dela actividad económica se independice relativamente del nivel de la inver-sión y del consumo privados o de los cambios que en éstos se produzcan.

(6) La definición de «seguridad» es problemática. En este trabajo se entiende refe-rida, exclusivamente, a las dimensiones externas y se conceptualiza la defensa como ac-tividad disuasoria frente a una eventual amenaza exterior.

(7) Esta es, por ejemplo, la perspectiva adoptada por HELMUT MANEVAL: EinigeBemerkungen zum Begriff der nationalen Sicherheit aus makrotheoretischer Sicht, enKARL-ERNST SCHULZ (ed.): Militar und Ókonomie, Gotinga, Vandenhoek & Ruprecht,1977.

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En consecuencia, disminuye la sensibilidad de la coyuntura a los efectos delos mecanismos de mercado (8).

La determinación de las relaciones que se establecen entre el sector civily el no civil de la economía es, por consiguiente, el segundo gran problemaal que tratan de dar solución los teorizantes de la Economía de la Defensa.

Estos dos primeros problemas que hemos destacado como preocupacio-nes características de la misma hacen referencia a lo que Enthoven denomi-naría «análisis económico de los requerimientos que plantean la fuerza y lossistemas de armas». Pero, siguiendo a este autor, la Economía de la Defen-sa abarca también el estudio de la organización y gestión del «establecimien-to defensivo», es decir, la administración específica de los recursos destina-dos a cubrir las necesidades de Defensa (9).

Dicho estudio aparece hoy obligado habida cuenta de que, con ciertasexcepciones, los medios asignados a tal finalidad no suelen ser ilimitados enla mayor parte de las sociedades industriales occidentales, en las que la expe-riencia de dos conflagraciones mundiales y del bienestar económico poste-rior ha reducido drásticamente la valoración social del soldado.

En este ámbito la cuestión esencial que se suscita es la de cómo utilizarlo más adecuadamente posible los recursos asignados a la Defensa para al-canzar el más elevado nivel de «seguridad». En el establishment defensivo nohay, en contra de lo que ocurre en el resto del sistema económico civil, nin-gún mecanismo que —como el de la concurrencia o el del mercado— im-pulse hacia una mayor economicidad (10).

La microeconomía de la Defensa ha generado, sobre todo después dela introducción de planteamientos económicos por McNamara en el Pentá-gono a comienzos de los años sesenta, una abundantísima literatura que, enbuena medida, trata de aplicar el «principio económico» a la gestión de re-cursos escasos dentro de un sistema de decisiones en el que, en principio, noabundan los dispositivos para resolver problemas con el menor coste posi-ble y en el que el lucro no constituye motor alguno de la actividad.

Toda una serie de instrumentos analíticos desarrollados a lo largo delos últimos veinte años trata de extraer las consecuencias oportunas paragarantizar la consecución de un máximo de efectividad técnica de los recur-

(8) Esta clasificación está tomada de MURRAY L. WEIDENBAUM: Déjense Expendí-tures and the Domestic Economy, en STEPHEN ENKE (ed.): Déjense Management, Engle-wood Cliffs, Prentice-Hall, 1967.

(9) ALAIN C. ENTHOVEN: Economic Analysis in the Department of Déjense, en«American Economic Review, Papers and Proceedings» (mayo 1963).

(10) JOHANNES GERBER: Wirtschajtlichkeit bei Streitkraften. Das ÓkonomischePrinzip ais militarischer Führungsgrundsatz, en «Soldat und Technik» (octubre 1967).

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sos asignados a la Defensa (hombres, material, medios financieros, organiza-ción) con un máximo de rentabilidad económica.

Muchos autores afirmarán, incluso, que en este ámbito es en el que semueve precisamente la moderna Economía de la Defensa (11) y, ciertamente,es en él en el que más abundan los estudios modernos de los cuales son para-digmáticos, en ocasiones, los desarrollados por la Rand Corporation.

Y en este campo encuentra ubicación, también, el cuarto de los proble-mas indicado al comienzo de esta exposición: la distribución de recursosentre los distintos componentes de las Fuerzas Armadas.

La evolución, aquí, ha estribado en combinar, de forma crecientementecompleja, criterios y modelos técnico-militares con reflexiones económicas.Se ha observado, en particular, que la planificación de los medios materiales(armamento) condiciona de manera sustantiva no sólo la efectividad de lasFuerzas Armadas sino su propia organización.

Los problemas estructurales que se plantean en este ámbito hacen refe-rencia a la determinación del volumen de dotaciones necesarias para garan-tizar un nivel de seguridad que sea social y políticamente aceptable, paraidentificar los sistemas de armas de la efectividad a que se aspire pero conmenor coste y para establecer los límites dentro de los cuales sean suscepti-bles de sustitución, dado un volumen de recursos no inagotable, cantidad ycalidad de los sistemas y de los medios humanos (12).

Si se tiene en cuenta, además, que en muchos casos la distribución derecursos entre los distintos componentes de las Fuerzas Armadas no se hacesólo en el marco nacional sino atendiendo a los requerimiento de la defensacomún (por ejemplo, en la Alianza Atlántica) y que en ello se dan cita tra-diciones, percepciones, estructuras organizativas y productivas muy dife-rentes se convendrá, quizá, que en este ámbito se suscitan cuestiones extra-ordinariamente complejas.

Es más, como ha puesto de relieve Fallows, existe aquí, permanentemente,el peligro de dejarse arrastrar por la aparente simplicidad de la perspectivaeconómica, confundiendo la eficacia en el sentido económico-administrativoo tecnológico con la eficacia en combate (13). Establecer un equilibrio entre

(11) Recordemos que son clásicos, en este terreno, CHARLES J. HITCH y ROLANDN. MCKEAN: The Economics of Déjense in the Nuclear Age, Cambridge, Harvard Uni-versity Press, 1960, y J O H N J. CLARK: The New Economics of National Déjense, NuevaYork, Random House, 1966. Para un resumen más reciente, véase GAVIN KENNEDY: TheEconomics of Defence, Londres, Faber and Faber, 1975.

(12) Parafraseando a KARL SCHULZE-HENNE: Verteidigung und Wirtschaft, en«Wehrkunde» (mayo 1966), podría afirmarse que estos planteamientos introducen el ele-mento militar en la economía y el económico en el planeamiento militar.

(13) JAMES FALLOWS: National Déjense, Nueva York, Random House, 1981.

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ambas, precisamente en el ámbito de la distribución de recursos y de plani-ficación de las dotaciones de material, no es nada sencillo si bien parecehoy imposible preterir una en beneficio de la otra.

El incitante estudio de Fallows, que a pesar de las críticas que ha gene-rado debiera ser de lectura obligatoria para todos quienes se interesan porla Economía de la Defensa, muestra cabalmente el riesgo que acecha enésta de utilizar modelos analíticos monocausales o de escaso número de va-riables, lo que también ha inducido a desarrollar sistemas de armas en losque la tecnología no ha hecho sino introducir nuevos niveles de complejidadfrente a aquellos que representen avances importantes en el camino de unasimplicidad, flexibilidad y eficiencia en combate mayores. Los casos delM-16 o del avión F-16 quedan como ejemplos de una planificación de mate-rial que, basada en supuestos erróneos, condujeron a despilfarras innecesa-rios de recursos escasos y a aumentos considerables de los costes de desarrolloy producción.

Estos cuatro complejos de preocupaciones delimitan sólo una parte delcampo específico de la Economía de la Defensa. Queda por identificar eltipo de problemática que se plantea en el quinto y último de los que hemos;distinguido: la relacionada con la preparación del sistema económico parahacer frente a situaciones de emergencia o de guerra y la gestión del mis-mo en ésta.

Entramos así en un ámbito en el que la evolución ha sido intensísimapartiendo de una situación de relativa indigencia. La primera guerra mun-dial se desató sobre nuestro continente sin que los elaborados planes de ope-raciones contuvieran muchas reflexiones sobre la gestión del sistema econó-mico, más allá de los constreñimientos impuestos por la logística o las nece-sidades de financiación (14). Como es notorio, fue la experiencia de dicho*conflicto la que generó —sobre todo en Alemania— profundas modificacio-nes en los aparatos de gestión económica que se tradujeron, terminadas lashostilidades, en numerosos estudios sobre los problemas teóricos y prácticosde la Wehrwirtschaft (economía de guerra en tiempos de paz) y la Kriegswirt-schaft (economía en tiempos de guerra) (15).

La preparación teórica existía ya de cara al segundo conflicto mundial

(14) En este ámbito concreto cabe referirse a una literatura tan antigua casi comola propia ciencia económica. Un resumen excelente sigue siendo todavía el de MAXLANTER: Die Finanzierung des Krieges, Lucerna, Verlag Eugen Haag, 1950.

(15) Para una exposición asequible, véase, por ejemplo, ANDRÉ PIATIER: L'écono-mie de guerre, París, Librairie Genérale de Droit et de Jurisprudence, 1939. Una obra-esencial es la de GUIDO FISCHER: Wehrwirtschaft. Ihre Grundlagen und Theorien,Leipzig, Quelle & Meyer, 1936.

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que, de nuevo, convulsionó los mecanismos de gestión de las economías na-cionales y su interpretación, sobre todo en aquellos casos en que, como enlos países anglosajones, concurrencia y mercado habían seguido constituyen-do, a nivel teórico al menos, los mecanismos esenciales en que los econo-mistas hacían hincapié para explicar los procesos de asignación de recursos.

La dramática multiplicación de órganos e instituciones de intervenciónadministrativa en las más variadas esferas de la producción, distribución yconsumo, orientada a trasvasar el mayor volumen de recursos posibles ha-cia el sector bélico de la economía, impulsó el reconocimiento teórico de losproblemas que arrojaba la gestión del sistema económico en condicionesde conflicto (16).

Tras la segunda guerra mundial el panorama cambió radicalmente. La•experiencia del conflicto y las repercusiones económicas de la guerra fría,calentada rápidamente en algún punto (Corea), más la creciente expansiónde los gastos de Defensa en situaciones de paz, pusieron en marcha un pro-ceso de reflexión sobre los preparativos económicos a asumir por las autori-dades de cara a contornear situaciones de emergencia. Este planteamientoforma parte esencial de la moderna Economía de Defensa, tanto en los paí-ses occidentales como en los del Este. La evolución histórica de estos últi-mos, en particular de la Unión Soviética, les había llevado a reconocer desdefecha temprana la influencia determinante de la economía sobre la natura-leza de la conceptualización estratégica y militar. También les había hechoaparecer como evidente el que la economía no podía desarrollarse sin tener•en cuenta las consideraciones estratégicas y el empleo más racional posiblede los recursos para la Defensa. Y en ello los autores soviéticos han subra-yado siempre que la inexistencia de propiedad privada de los medios deproducción y la planificación centralizada garantizarían una mejor y máseficiente consecución de los fines del Estado (17) que, en el caso del emer-gente poder soviético, atribuía una prioridad absoluta al esfuerzo de Defen-sa ante un entorno que se divisaba encrespado y hostil.

En resumen, dentro del ámbito de procupaciones de la Economía de laDefensa no cabe excluir las relacionadas con la anticipación del tipo degestión del sistema económico necesaria para hacer frente a situaciones de

(16) Sean citadas de esta época al menos las siguientes obras: HORST MENDERS-HAUSEN: The Economics of War, Nueva York, Prentice-Hall, 1940; EMANUEL STEIN yJULES BACKMAN (eds.): War Economics, Nueva York, Farrar & Rinehart, 1942; TAXINSTITUTE: Financing the War, University of Pennsylvania, 1942; ALBERT L. LAUTER-BACH: Economics in Uniform, Princeton, Princeton University Press, 1943.

(17) Véase al efecto la conocida obra de V. D. SOKOLOVSKY y otros: Estrategiamilitar soviética, versión de Ediciones Ejército, Madrid, 1981, cap. 2.

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emergencia. De la misma forma que las Fuerzas Armadas (con su planifica-ción material que absorbe cuantiosos recursos económicos) se preparan paraevitar que se produzca un fallo de la disuasión ante amenazas exteriores,hoy se considera que existe una previsión específica de los requerimientosde la Defensa en el plano económico que abarca numerosos aspectos y queconstituye una parte esencial de este conocimiento especializado.

ECONOMÍA DE LA DEFENSA Y DEFENSA DE LA ECONOMÍA

Cabría afirmar que la temática de la Economía de la Defensa se descom-pone, pues, en dos grandes capítulos:

a) Análisis de las repercusiones económicas del mantenimiento de undispositivo militar permanente, en acelerado proceso de innovación y reno-vación tecnológicas que origina una apelación cambiante, pero intensa, a labase industrial y económica del país.

b) Análisis de las medidas y planeamiento específicos para hacer fren-te a condiciones de emergencia y crisis, incluida una eventual situaciónde guerra.

Los cuatro primeros complejos de preocupaciones de la Economía de laDefensa que hemos distinguido caerían dentro del primer capítulo. El quintoes materia específica del segundo en el que se ubica conceptualmente ladenominada «Defensa Económica». Esta es, pues, sólo una parte de la mo-derna Economía de la Defensa y para determinar su operatividad hemosaún de introducir nuevas precisiones.

La Defensa Económica, en efecto, no puede equipararse mecánicamentesin más, a la «defensa de la economía» ni entenderse como productora deun bien colectivo preciso que pudiéramos denominar «seguridad económica».

Vivimos en un mundo en el que esta última ha disminuido claramente:el crecimiento de las economías occidentales se ha ralentizado espectacular-mente y ello ha generado erosiones sustanciales en el nivel de empleo. Altiempo la interdependencia económica entre los Estados se ha acentuado:los ciclos se propagan más rápidamente y las estructuras económicas nacio-nales de producción y consumo no han sido insensibles a los efectos de laliberalización en los movimientos de factores y de productos que ha acom-pañado el funcionamiento del orden económico internacional de corte neo-liberal creado y asentado en la segunda guerra mundial. La apertura de laseconomías —y la española no es una excepción— a los procesos que impul-san la evolución económica mundial (prescindamos aquí de una etiología delos mismos) ha acrecentado el riesgo de las economías nacionales.

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En efecto, las crisis políticas y la politización del intercambio interna-cional afectan de forma creciente al comercio entre las naciones; la recesiónglobal —sea manifestación de una crisis estructural o no— reduce las posi-bilidades de incremento de las exportaciones, con impactos negativos sobrelos niveles nacionales de ocupación; el creciente intervencionismo en los mo-vimientos de productos y factores perjudica a aquellos países que mantienenuna postura más liberal y, por supuesto, a los que se encuentran relativa-mente menos desarrollados; la insólita acumulación de deudas comercialesy financieras en ciertos países con dificultades de pagos constituye un nove-doso factor de riesgo, que se intensifica con los rápidos cambios generadosen la división internacional del trabajo que presionan sobre las estructurasproductivas nacionales. En resumen, el abanico de factores de incertidumbrese ha ampliado y ello ha conducido a un descenso en el nivel de seguridadeconómica de los Estados (18). En buena medida puede afirmarse que estaseguridad pasa hoy por la adaptación dinámica a tal contexto en el quecobra tonos de insólita relevancia lo que Galbraith ha caracterizado como«era de la incertidumbre». Promover dicho ajuste es tarea insoslayable deuna política económica diseñada en y para la crisis. No es una tarea de lapolítica de defensa. La distinción no es caprichosa y apunta a la necesidadde huir de todo intento de militarización del pensamiento económico.

Una reflexión profunda sobre estos temas lleva a hipotetizar que la«Defensa Económica» no puede ser, sin más, el intento de contrarrestarmecánicamente la existencia de vulnerabilidades, inevitables por cierto, enel sistema económico nacional, en una situación en que éste se engasta másy más intensamente en los mecanismos de la división internacional deltrabajo.

La política económica se mueve siempre dentro de un horizonte de incer-tidumbres y pretende casi siempre ofrecer respuestas a las mismas. En ello,tal política defiende, por lo general, las posibilidades de consecución de obje-tivos ligados a la seguridad económica: mantenimiento de un nivel acepta-ble de actividad, protección del empleo, estímulo del crecimiento, consecu-ción de un cierto equilibrio en los pagos exteriores, mejora de la distribu-ción de la renta y de la riqueza, etc.

Y en su aplicación se presentan contratiempos, derivados en ocasionesdel funcionamiento normal —es decir, afectado por crisis más o menos in-ternas— del sistema económico internacional o, en otras, de alteraciones

(18) ALFRED BAYER: Realitdt und Utopie. Unsere Sicherheit in wirtschaftlicherHinsicht, en «Politische Studien» (noviembre-diciembre 1981).

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en las relaciones con el exterior que promueven procesos de desestabiliza-ción de la actividad económica y no económica interna.

La protección de ésta es misión insustituible de la política económicanacional que utiliza para ello unos instrumentos perfectamente definidos ensu caracterización y efectos.

En su aplicación se contempla un nivel esperado de riesgos y la adapta-ción a un entorno inseguro. La respuesta se establece en función de losefectos esperados sobre la actividad interior y en términos de una interven-ción más o menos radical en el funcionamiento del sistema económico na-cional.

Entiendo que son éstos los dos criterios que deberían servir para dife-renciar los supuestos de aplicación de la política económica —de defensade la economía— y los de política de defensa, con independencia de que losinstrumentos que se manejen puedan ser o no similares.

Así, por ejemplo, la experiencia europea para hacer frente, en los años1973 y 1974, al súbito encarecimiento de los precios de los crudos consti-tuye quizá una ilustración de esta tesis, que trata de reducir el peso de losfactores militares en la política económica a pesar de su interrelación enalgunos supuestos.

No obstante los intensos efectos que se produjeron de tal alteración delcontexto externo (en algún momento intensificados para ciertos países pormedidas de embargo de los suministros), las medidas diseñadas fueron, antetodo, puntuales, individualizadas y parciales.

Es cierto que se introdujeron restricciones, que se ampliaron stocks deseguridad, que se llegó a reducir incluso el tráfico rodado para inducir undescenso de la demanda de consumo pero en ningún momento se contem-pló dejar fuera de funcionamiento las instituciones básicas del ordenamien-to económico ni tampoco se produjeron intervenciones masivas en contrade las mismas: la propiedad privada de los medios de producción, la liber-tad de mercado, de circulación de factores y productos, de elección de em-pleo, etc., no estuvieron en peligro.

Ahora bien, si las circunstancias de vulnerabilidad hubiesen afectado demanera inmediata y esencial al potencial asignado directa o indirectamente ala Defensa (es decir, a las Fuerzas Armadas, a la industria de armamento,al soporte económico permanente de los mecanismos de disuasión) es vero-símil que la respuesta hubiera sido más masiva y radical.

En consecuencia, la seguridad económica de la población, el manteni-miento del aparato productivo y la garantía de un determinado nivel de efi-cacia en los dispositivos disuasores no son objetivos equiparables. No cabe

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duda que las dos primeras metas se veían afectadas por la crisis del petróleo:la inflación se intensificó, la recesión se acentuó, la incertidumbre psicoló-gica se acrecentó y quedó manifiesta en todo caso la vulnerabilidad del apa-rato productivo ante los efectos de las sucesivas elevaciones del precio delos crudos, que fueron manipuladas rudamente como arma política por lospaíses de la OPEP, más allá de lo que justificaba incorporar un componen-te de renta al precio establecido (que anteriormente había brillado por suausencia, a pesar de que era clara la posibilidad de agotamiento de unrecurso no renovable).

Pero todo ello no llevó a una militarización de los procesos de asigna-ción de recursos, no indujo una postergación del instrumentario aplicadonormalmente por las autoridades económicas y no sirvió para poner a laseconomías en estado de emergencia militar, aunque es evidente que las ins-tancias planificadoras de la Alianza Atlántica debieron ver incrementadosu horizonte de incertidumbre.

Para algunos autores estas discusiones son, ciertamente, superfluas (19).El que un país se vea afectado como consecuencia de amenazas o conflic-tos o como resultado de ciertos fenómenos de alteración de las relacionesinternacionales viene a ser lo mismo desde el punto de vista de las conse-cuencias, aunque no desde la perspectiva de las medidas que en su respuestase apliquen. En todos los casos hay que salvaguardar de ciertos impactossectores y procesos internos y es un criterio meramente administrativo-políti-co el que establece las diferencias entre unos y otros supuestos.

En ciertos casos, las autoridades económicas podrán estar en condicio-nes de hacer frente a la eventualidad. En otros, el manejo de los instrumen-tos de intervención y regulación habrá de inspirarse no tanto por criteriosde eficiencia económica cuanto por planteamientos ligados a la necesidadde preservar más o menos intacto un determinado nivel de disuasión militar.

En un mundo en el que las relaciones de fuerza y poder militares nohan desaparecido en la interacción entre los Estados, aquellos supuestos delos que se deriven efectos negativos directos sobre el mantenimiento de dichonivel caerían plenamente dentro de los planteamientos de la Defensa. Enotros casos, la política económica, adaptada y preparada en mayor o menormedida a la situación de crisis, utilizaría los instrumentos puntuales habitua-les para proteger la actividad.

En consecuencia, la distinción entre política económica y política dedefensa económica podría, quizá, realizarse en virtud de dos criterios:

(19) JOVEF SZNAHOVICH: Aktuelle Fragen der Wirtschaftlichen Landesverteidigung,en «Osterreichische Militárzeitschrift», 3 (1977).

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ECONOMÍA DE LA DEFENSA Y DEFENSA ECONÓMICA

1.° Efectos sobre los dispositivos esenciales de la disuasión (que es, esencial-mente, un concepto militar). 2° Amplitud de los mecanismos de interven-ción puestos en marcha para contrarrestar las vulnerabilidades. La necesi-dad imperiosa de mantener la capacidad de disuasión induciría a aceptarrecortes sustanciales en los principios en que se basa el ordenamiento econó-mico característico de las sociedades capitalistas desarrolladas, lo que expli-caría la necesidad de tener preparadas y coordinadas respuestas y solucio-nes. Esta no es, en modo alguno, una tarea fácil. Por lo que antecede sehabrá observado que, en consonancia con una postura muy extendida enla literatura, son las dimensiones externas de la seguridad nacional las que,en mi opinión, se encuentran en primera línea para definir los requerimien-tos de la política de Defensa y, por tanto, de la Defensa Económica.

La Defensa ha sido, tradicionalmente, el dominio de la política military de la política de alianzas. En la actualidad no sólo el componente econó-mico sino el social, concebido como la disposición de todos los elementosde una sociedad a contribuir al mantenimiento de los valores e interesesque enmarcan la convivencia nacional, ha ido ganando en importancia. Laexperiencia de las dos guerras mundiales, la confrontación entre sistemas enla pugna Este-Oeste, la difuminación entre los frentes y la retaguardia y laincorporación masiva de la población y de la economía al esfuerzo de laDefensa son fenómenos, entre otros, que han realzado crecientemente lasdimensiones no militares que se dan cita en ello.

En realidad, como ha señalado el presidente de la Academia Alemanade Defensa Civil, la estructura de la moderna sociedad industrial, su vulne-rabilidad ante alteraciones del interior y del exterior, la intensificación delos enfrentamientos ideológicos, la utilización de nuevos e innovadores méto-dos en los conflictos interestatales y la evolución arrolladura de la modernatecnología bélica son factores todos que han contribuido a suscitar nuevasformas de planteamiento de las crisis y que hoy apuntan ya al escenario dela guerra nuclear como formalización más exacerbada de las estructuras deconflicto internacional (20).

Hasta hace algunas décadas la política de Defensa podía reducirse, en loesencial, a la preparación y disposición de medios militares. Hoy éstas debenser completadas con medidas adicionales muy elaboradas de diversa índole(económica, psicológica, sociológica, etc.), siquiera sea porque la tecnologíabélica, sea ya la nuclear o la altamente desarrollada de naturaleza conven-cional, amenaza la supervivencia misma de la población. Toda Defensa per-

(20) ULRICH EICHSTADT: Die sicherheitspolitische Bedeutung der Wirtschaft, en«Zivilverteidigung», 1 (1980).

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dería su sentido si no otorgase una prioridad absoluta a la protección de lapoblación y de sus actividades.

En consecuencia, los esfuerzos de Defensa distinguen los supuestos:a) Previsión de contingencias ligadas a la aparición de crisis.b) Eventualidad de que falle la disuasión y se produzca un conflicto

armado.En ambos casos es de interés constatar que en la actualidad las crisis

internacionales no suelen aflorar subrepticiamente. La moderna técnica detransmisión de noticias y la permeabilidad de las sociedades democráticasoccidentales hacen que resulte prácticamente imposible aislar las actividadesproductivas, consuntivas y distributivas de los efectos de la anticipación decontingencias.

En una palabra, el público reacciona ante situaciones de labilidad exte-rior y adapta a ellas su comportamiento que se manifiesta, por ejemplo, enoperaciones de acaparamiento de productos alimenticios e industriales, enescaseces de bienes esenciales para el mantenimiento de la actividad produc-tiva, en alteraciones de las relaciones económicas con el exterior y de lastransacciones financieras internacionales que pueden dar origen a gravesrepercusiones sobre comercio, moneda y pagos.

La política de Defensa no es insensible a tales comportamientos.

DEFENSA ECONÓMICA Y PLANIFICACIÓN

Con el fin de no militarizar la política económica entendemos que laDefensa Económica debe ligarse a escenarios de crisis definidos cuyas reper-cusiones afecten de manera esencial a la posibilidad de mantener un nivelaceptable de capacidad disuasora frente a terceros.

Se requiere, por consiguiente, un análisis de cuáles sean los sectores ysubsectores que más directamente contribuyan a preservar dicha eficacia.En consecuencia parece preciso garantizar el funcionamiento irreprochablede aquellas actividades del sistema económico que más incidencia tengansobre la disuasión. Tales actividades pueden identificarse a través de la apli-cación de análisis input-output que determinen cuáles son aquellas en lasque no deba aceptarse deficiencia alguna, so pena de poner en peligro losmecanismos disuasores.

En la terminología de Oskar Morgenstern se trata de «actividades nu-cleares» cuya identificación en el marco de una economía compleja y basadaen la creciente división del trabajo no puede realizarse solamente por laAdministración militar.

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Indudablemente tales actividades se descomponen en dos grandes ca-tegorías:

a) De apoyo directo a las Fuerzas Armadas.b) De cobertura de otras corrientes de aprovisionamiento.En la primera categoría figuran medidas relacionadas con el eventual

reforzamiento personal y material (movilización) de las Fuerzas Armadas;con la disposición de recursos que puedan ser utilizados a corto plazo poréstas y por sus soportes industriales; con la reorientación de la gestión delos sistemas de transportes y comunicaciones, etc.

En la segunda categoría se contemplan medidas relacionadas con la ne-cesidad de garantizar un suministro fluido de productos alimenticios e in-dustriales, aunque suponga dejar de lado los principios de libertad de em-presa y de mercado; con la constitución y ampliación de stocks de seguridad;con la intervención de las relaciones económicas con el exterior, el trans-porte y las comunicaciones, etc.

En todo ello la literatura, subrayando la fuerte interdependencia de lasmedidas de política de Defensa, suele hacer hincapié en tres puntos esen-ciales:

a) Necesidad de asegurar el abastecimiento, tanto individual comocolectivo.

b) Utilización económica de la capacidad de producción que no estédirectamente relacionada con las anteriores actividades.

c) Mantenimiento, en el más amplio grado posible, de los principiosesenciales que informan el ordenamiento económico de las sociedades de-mocráticas, compatibilizándolo con las medidas de intervención y de gestiónapropiadas para hacer frente a las contingencias externas.

Naturalmente no es posible crear capacidades productivas o distributivaspensando en las que pudieran ser necesarias frente a escenarios de crisis.La limitación de recursos impone constreñimientos a todos los países e inclu-so los Estados Unidos, que han desarrollado una amplísima red de stocks deseguridad, se han visto obligados a reducirlos en algún momento con el finde disminuir el peso de la carga financiera que los mismos implican.

La Defensa Económica tiene, pues, que partir en primer lugar del po-tencial productivo de que se dispone en tiempos de normalidad y de reorien-tarlo para hacer frente a situaciones de emergencia.

Los tres problemas estructurales que en ello se plantean son los si-guientes:

1.° Establecimiento de un conjunto de prioridades para el aprovisiona-miento de los mecanismos de disuasión.

2° Determinación de la mejor utilización posible de la energía y ma-

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terias primas para la producción de bienes esenciales asignables a la Defen-sa y al abastecimiento de la población.

3.° Reducción del consumo privado suntuario o menos esencial con elfin de liberar capacidad productiva para otras finalidades más apremiantes.

Ninguna de estas medidas es de fácil realización: requieren una planifi-cación precisa en épocas de paz y todas exigen la preparación de una seriede disposiciones legales que permitan reducir, comprimir o neutralizar lalibertad de disposición de los agentes económicos e introducir mecanismosadministrativos especiales que puedan, en un momento dado, encargarse deasegurar el paso de una situación de normalidad a otra de alteración. El es-tablecimiento de regulaciones que afectan a la orientación y contenido dela producción, de disposiciones contingentadoras y medidas de racionamien-to, de prohibiciones de venta o transmisión, de obligaciones de cesión deproductos, de fijaciones de precios, etc., sustituye al juego, más o menoslibre, de las fuerzas del mercado, enmarca la actividad económica, asegurala reasignación de recursos y garantiza trasvases intersectoriales imponien-do la intervención a la voluntad de los agentes económicos privados (21).

Para la moral de la población civil y para las propias Fuerzas Armadasparece esencial que las medidas de Defensa Económica y de Defensa civilreciban una atención no muy disimilar a la que obtiene generalmente la De-fensa militar. Ello va reconociéndose en la mayor parte de los Estadoseuropeos occidentales, no en último término porque la preparación para laDefensa reduce las posibilidades de ser víctimas de chantajes o de presio-nes externas (22). Pero aún queda mucho por hacer ya que, hasta ahora, lapolítica de Defensa ha tendido a concentrarse en medidas estrictamente mili-tares salvo en países tales como Suiza, Suecia y Austria, neutrales y en algu-na medida dependientes en lo esencial de sus propios esfuerzos.

Naturalmente, la prioridad que reciba el mantenimiento a todo trancede la eficacia del aparato disuasor en épocas de crisis no implica que debanalmacenarse todo tipo de productos y materias primas. Dejemos de lado elmaterial bélico ya que forma parte de la política militar el disponer en todomomento de un volumen adecuado del mismo y de sus repuestos, así comogarantizar el reemplazamiento o sustitución del que pueda resultar obsoleto.

Los suministros que deben asegurarse son los de aquellos bienes (ela-borados o no) cuyas posibilidades de sustitución sean muy limitadas a corto

(21) HANS-WERNER SCHILHAN: Zivilschutz in west- und nordeuropáischen Landern,en «Ósterreichische Militarzeitschrift», 3 (1981).

(22) D. STEINMANN: Eingliederung der Kriegswirtschaft in die totale Landesvertei-digung, en «Schweizer Soldat», 42 (1966-1967).

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plazo, bien por razones técnicas o económicas, y cuya carencia relativa gene-raría estrangulamientos considerables de oferta, con efectos negativos inme-diatos sobre los mecanismos de la disuasión.

Se hace, pues, preciso definir con exactitud la dependencia externa de laindustria bélica y la de aquellos sectores que le suministren inputs, estable-cer reservas estratégicas y prevenir posibilidades de sustitución.

Los escenarios que más habitualmente se contemplan son aquellos quese refieren a:

a) Conflictos de países suministradores.b) Cambios que reduzcan la capacidad o voluntad de suministro de

proveedores extranjeros.c) Alteraciones en las rutas de transporte como consecuencia de con-

flictos más o menos localizados.Y las respuestas de la planificación se basan, por lo general, en la di-

versificación de proveedores (lo que puede conllevar la necesidad de sub-vencionar cierto tipo de importaciones), en el reciclaje, en la determinaciónde la factibilidad de poner en marcha procesos de sustitución (23), y, porsupuesto, en la intensificación de la producción propia (que puede resultarmás costosa).

La necesidad de definir y readaptar una política de aprovisionamiento*de productos esenciales para tiempos de emergencia es tanto más necesariaen un país como España que, al igual que en el caso de muchos otroseuropeos, carece de posibilidades reales de influir sobre crisis internas depaíses productores o sobre conflictos regionales. En todo ello a lo más quecabe aspirar es a ofrecer los buenos oficios de mediador, pero en modo al-guno resulta posible pensar en posibilidades de intervención directa, a lamanera en que, por ejemplo, ha hecho Francia en repetidas ocasiones enÁfrica.

Está por ver si en el marco de la cooperación política europea seríaposible para España, con independencia del horizonte temporal en el quese produzca su integración en la CEE, desplegar junto a otros países europeosuna acción preventiva o suavizadora de crisis que afectasen a los suminis-tros de materias primas esenciales.

Ahora bien, el almacenamiento de productos críticos no puede llevarsea cabo en un país como España sólo con criterios estratégicos o de Defensa.En mi opinión, dicha política habría de prestar una atención considerablea consideraciones de naturaleza económica y financiera. Al igual que otros

(23) HANS-GEORG SANDNER: Die Deckung des Rohstoffbedarfs der Bundeswehr imKrisenfall, en «Bundeswehrverwaltung» (mayo 1979).

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países (y no cabe excluir aquí a la República Federal de Alemania (24), conniveles de riesgo y dependencia exteriores posiblemente más elevados quelos españoles) habría que determinar con precisión los efectos que pudieraimplicar una eventual ralentización de los suministros y compararlos conlas repercusiones económicas (y presupuestarias) de medidas de aprovisio-namiento preventivo.

¿Cómo improvisar la respuesta a todos estos problemas? En realidad•ello resulta imposible y, en la actualidad, son escasos los países europeos,occidentales o no, que inmersos directamente en el conflicto Este-Oeste oneutrales en el mismo no hayan puesto en marcha aparatos de anticipacióny regulación de las actividades económicas y no económicas para hacerfrente a situaciones de crisis. Y en los casos más notorios dichas previsio-nes han sido desglosadas cuidadosamente en una compleja red de disposi-ciones legales que detallan con minuciosidad las responsabilidades guberna-mentales y las de los demás agentes económicos para sortear los resultadosde las emergencias que pudieran afectar a la capacidad nacional de mante-ner los niveles aceptados de defensa o de neutralidad.

No es difícil, en efecto, encontrar un cierto acuerdo sobre los fines ge-nerales de la política de Defensa:

a) Contribuir al mantenimiento y preservación de la paz.b) Fortalecer la libertad, independencia e integridad nacionales.c) Proteger al Estado y a sus ciudadanos de los efectos de crisis ex-

teriores.d) Garantizar el margen de maniobra necesario para desarrollar el

•orden político y social cuyos fundamentos pudieran verse afectados por emer-gencias externas.

En consecuencia, la planificación de la Defensa (incluida la económica)se orienta por la necesidad de preservar en la más amplia medida posiblelas estructuras y procesos internos, lo que se extiende también a la econo-mía y a las implicaciones económicas del mantenimiento de un dispositivode disuasión. Si éste suele ser objeto de un planeamiento cuidadoso de índo-le militar no es concebible que un Estado moderno pueda permanecer impa-sible ante la posible erupción de crisis o de emergencias que afecten a susintereses nacionales. Entre ellos figura la necesidad de prevenir: a) deterio-ros de la capacidad de disuasión; b) los impactos negativos sobre el funcio-namiento del sistema económico.

¿Qué es, pues, para nosotros, la Defensa Económica? En otra ocasión la

(24) Para este caso, véase, por ejemplo, DATLEF RADKE: Rohstoffsicherungspolitikin der Bundesrepublik Deutschland, en «Europa-Archiv», 22 (1981).

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hemos caracterizado ya como aquella rama de la política de Defensa quetiene por finalidad contrarrestar las vulnerabilidades de la economía nacio-nal ante crisis o anormalidades en la medida en que de ellas se desprendanrepercusiones negativas sobre la capacidad de mantener un nivel adecuadode disuasión (25).

Adicionalmente la Defensa económica asegura el mantenimiento de unvolumen aceptable, política y socialmente, de recursos asignados en perma-nencia a dicho dispositivo de disuasión y prevé las modalidades de trasva-sar rápidamente los recursos necesarios de unos sectores a otros en cum-plimiento de tales objetivos, garantizando en todo momento las funcionesesenciales para el desarrollo de la actividad económica nacional ante losdiversos supuestos de conflicto previsibles.

Esta larga caracterización contempla las diferentes modalidades de inter-vención activa de las autoridades estatales en el ejercicio de su inalienableprerrogativa de asumir responsabilidad máxima en la preparación y ejecu-ción de las tareas de la Defensa.

No implica militarizar en ningún momento el pensamiento económicoy renuncia, de antemano, a conceptualizar una política de seguridad queno esté orientada, estrictamente, por consideraciones defensivas, es decir,de protección frente a las emergencias que puedan suscitarse en el contextoexterior.

Entendida de tal forma la Defensa Económica es diferenciable de la De-fensa civil, que suele abarcar adicionalmente las siguientes áreas temáticas:

a) Mantenimiento de las funciones estatales y gubernamentales en si-tuaciones de emergencia o de crisis.

b) Protección civil.c) Defensa contra catástrofes naturales.La importancia de los aspectos económicos en la Defensa Nacional hace,

en efecto, interesante distinguirlos claramente frente a los restantes, que soncompetencia de la Defensa civil o de la Defensa militar.

Así se ha individualizado la Defensa Económica en países tales comoAustria o Suiza y sus funciones se realzan con toda nitidez en casos talescomo el alemán y, posiblemente, el francés, que ha acuñado la terminología.

(25) Esta última precisión cierra una laguna que existía en la definición propuestaen ÁNGEL VIÑAS, op. dt.

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ANTE POSIBLES FALLOS EN LA DISUASIÓN

La planificación de la política de Defensa, cualesquiera que sean sus ma-nifestaciones, no puede obviar eventuales supuestos en que los mecanis-mos de disuasión resulten insuficientes para garantizar ésta. Se produceentonces lo que los alemanes denominan, asépticamente, el «momento de laDefensa» (Verteidigungsfall).

Forma parte de una larga tradición, tanto militar como no militar, esta-blecer hipótesis sobre el peor caso de entre los posibles (worstcase analyses)que suelen inspirar, por lo demás, la orientación de la propia política deDefensa. En ello, como es notorio, se generan tensiones muy importantesde acción-reacción que se encuentran en la base de la actual pulsaciónarmamentística.

La disuasión puede fracasar ante un escenario de conflicto parcial ylimitado que dé origen a una escalada armada de este carácter o en el con-texto de la pugna Este-Oeste.

En el primer supuesto —que correspondería a escenarios de amenazapara España no compartidos y que no estarían, en principio, ligados a laconfrontación Este-Oeste— se plantea para la Defensa Económica comoproblema esencial no tanto el preparar la administración del sistema econó-mico ante unas eventuales hostilidades de larga duración sino para hacerfrente a una situación de tensión extrema, que induzca operaciones milita-res por un período reducido.

En el segundo supuesto las perspectivas son mucho más sombrías. Depen-dería de la evolución de la escalada Este-Oeste el determinar las funcionesde la Defensa Económica y las apelaciones, muy diferentes en cada caso, ala base industrial y económica del país. La experiencia comparada mues-tra que ciertos países no retroceden ante la necesidad de reflexionar sobrelas posibilidades de proteger, de una u otra manera, a la población y a lamayor parte posible de las actividades productivas esenciales. El manualde estrategia militar soviética, dirigido por el mariscal Sokolovsky, sueleaducirse siempre como demostración de que en el Este se reflexiona clara-mente sobre estos aspectos.

Véase, si no, la receta: «La preparación sistemática —afirman Soko-lovsky y sus colaboradores— de un país para la guerra debe asegurar la po-sibilidad de rechazar en cualquier momento a un agresor y asestarle un de-moledor golpe nuclear de represalia, con objeto de obtener la iniciativa es-tratégica. También debe asegurar la consecución de la victoria en el tiempomás breve posible; la aptitud para guerrear durante un período prolongado,

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si fuese necesario; la capacidad de resistir las acciones nucleares en masadel enemigo con pérdidas mínimas, y la conservación de una elevada moraly voluntad de vencer en la población» (26).

Y en este escenario un tanto apocalíptico no se desconoce que la econo-mía, y en particular la industria, han de estar en condiciones de funcionaren una situación bélica, garantizando en la medida de lo posible su super-vivencia. En cualquier caso, también Sokolovsky, como antes lo hicieranHitch y Mckean, reconoce con toda claridad que, en la época nuclear, unpapel absolutamente esencial lo desempeñarían las reservas —de armamen-to, de material, de productos— acumuladas de antemano aun cuando, enfunción posiblemente de los diversos escenarios de hostilidades contempla-dos, los soviéticos afirmen que sería peligroso basarse sólo en aquella posi-bilidad. En consecuencia, todo el capítulo 7.°, de preparación para un casode fallo de la disuasión (o, en la terminología original, «para rechazar lasagresiones») reviste una importancia capital para comprender elementosesenciales del pensamiento soviético en la materia que, a fuer de lógico, nodebería sorprender demasiado en Occidente.

Resulta así inevitable no ligar la política de Defensa a la teoría de la di-suasión, entendiendo por ésta la que tiene por misión esencial precisar lascondiciones dentro de las cuales puede funcionar la disuasión propiamentedicha.

Es notorio que sólo si se evita la escalada hacia la utilización masiva dearmas nucleares (o, en el caso de Europa, el empleo de unos cuantos pocosingenios de esta índole) y se impide tal escalada dentro del conflicto, cabepensar en que los mecanismos disuasores (Fuerzas Armadas, economía) pres-ten alguna contribución a la disuasión misma. En la época del conflicto nu-clear posible, las Fuerzas Armadas tienen como función esencial, primordialy prioritaria, mantener la disuasión. Prever el fallo de ésta es una contin-gencia relativamente secundaria, si se me permite esta caracterización, dadoel elevado grado de overkill que ya se encuentra garantizado en los monstruo-sos arsenales nucleares existentes.

Y, como es sabido, buena parte de la teoría de la disuasión se basa enuna interpretación de la conducta humana que recuerda extrañamente alos principios, bien conocidos de los economistas, en que se fundamenta lainterpretación del comportamiento racional del homo oeconomicus.

No es propósito de este trabajo elucubrar sobre la aportación de laEconomía de la Defensa o de la Defensa Económica a los pensables supues-tos de conflicto nuclear en la confrontación Este-Oeste. Baste con señalar

(26) Op. cit, pág. 427.

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que es ésta una problemática escasamente tratada en España, ni siquiera alnivel teórico. Las afirmaciones que en este ámbito se hagan resultan porahora (afortunadamente) de índole muy especulativa y, por consiguiente,hay razones que justifican orientar la atención hacia supuestos de conflictono nuclear, localizados y no compartidos que, en el caso español, suelen ubi-carse en el Norte de África.

En esta perspectiva, ciertamente limitada, uno de los principales proble-mas que se plantean, desde el punto de vista económico, es el de determinarla posible cobertura de las necesidades marginales, una vez agotados losstocks que se hayan acumulado para hacer frente a la emergencia. Estacuestión va ligada, de una manera u otra, a lo que en la terminología norte-americana se denomina surge capability, es decir, la respuesta del sistemaa bruscos estirones de la demanda.

Tal determinación depende, obviamente, del escenario que se preveapara el conflicto mismo que, a su vez, es función de:

a) Los objetivos y las posibilidades militares y económicas propios.b) Las intenciones que se presuman al adversario y su capacidad mi-

litar y económica estimada.En ausencia de escenarios precisos los analistas de la Rand Corporation

han sabido conjugar, a efectos demostrativos, cinco variables esenciales enla moldeación de una crisis: duración del período de alerta, constreñimien-tos políticos, intensidad del conflicto, duración del mismo, longitud del pe-ríodo de reacción (27).

También habrá que considerar valoraciones ligadas a:1.° La relación previsible entre las necesidades de la Defensa y las del

resto del sistema económico.2.° La relación previsible entre la oferta de bienes y servicios que se

engloban dentro de cada uno de los sectores (28).En lo que se refiere al primer punto dicha relación vendrá condicionada

primordialmente por la intensidad del conflicto y su duración. Cuanto ma-yores sean una y otra, tanto más elevado será el volumen de recursos queabsorba la Defensa y, por consiguiente, más complicada resultará la inter-acción entre el sector civil y el no civil de la economía. La gestión del sis-tema se verá sometida a tensiones adicionales y las medidas de preparaciónpara tales eventualidades habrán de tender a ser omnicomprensivas.

(27) Por ejemplo, véase GENEESE G. BAUMBUSCH, PATRICIA D. FLEISCHAUER, ALVIN

J. HARMAN y MICHAEL D. MILLER: Déjense Industrial Planning for a Surge in MilitaryDemand, Rand Corporation, R-2360-AF, septiembre de 1978.

(28) JOHANNES GERBER: Studie über die Sicherung des Kriegsanschlussbedarjs, en«Wehrtechnische Monatshefte» (septiembre 1962).

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ECONOMÍA DE LA DEFENSA Y DEFENSA ECONÓMICA

En un sistema totalitario es posible mantener a la economía, aun entiempos de paz, prácticamente en pie de guerra. En sociedades democráti-cas, abiertas y pluralistas, ello no es posible. De aquí que al planeamiento dedicha preparación le corresponda una importancia singular.

La utilización de técnicas modernas, en particular de análisis sectoriali-zados input-output, se ha revelado como instrumento importante para ponerde relieve huecos materiales y productivos que dicho planeamiento deberíaatender según escalas de prioridad. En último término, la finalidad esencialde tal actividad, ya sea en tiempos de paz, para hacer frente a estirones dela demanda, o en condiciones de conflicto abierto, estriba en reducir losniveles de riesgo a cotas social y políticamente aceptables. Pero es impres-cindible determinar dónde se sitúan, sectorial y funcionalmente, tales riesgos-Este es uno de los desafíos, y no el menor, de la Defensa Económica.

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