duarte paradigma de la juventud dominicana

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    Duarte

    DuartePARADIGMADEL

    AJUVENTUDDOMINICANA

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    CO-PATROCINAD

    OR

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    Duarte

    PARADIGMA

    DE LA JUVENTUD DOMINICANA

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    DUARTE: Paradigma de la Juventud Dominicana

    Primera Edicin:Mayo del 2009

    Diseo y Diagramacin

    Eligio PrezTel.: 809-394-4996

    E-Mail: [email protected]

    Impresin

    EDITORA FORMACIONTel./Fax: 809-238-5257E-Mail: [email protected]

    Santo Domingo, R. D.

    ISBN-------------

    Derechos reservados por el autor.Derechos reservados de esta edicin porEditora Formacin

    Impreso y hechoen la Repblica Dominicana

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    INDICE

    Prlogo De Fabricio Collado . Pg. 7

    Presentacin ......................................................................... Pg. 9

    Prlogo a la ConferenciaDel Dr. Juan Isidro Jimenez Grullon ............................... Pg. 13

    La Ideologia Revolucionaria de Juan Pablo DuarteOrigenes y Manifestaciones ...............................................Pg. 17Duarte Paradigma de la Juventud RevolucionariaPor Pedro Manuel Casals Victoria ................................... Pg. 51

    El Pensamiento Poltico y la Accin Revolucionaria de JuanPablo Duarte, Parte de la Conferencia del Profesor FranciscoHenrquez Vzquez (Chito) .............................................. Pg. 60

    Duarte, Apstol y Libertador-Proemio de la Obra de Pedro R. Vazquez ...................... Pg. 72

    Biografas de Juan Pablo Duarte ..................................... Pg. 77

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    PRLOGO

    Juan Pablo Duarte y Diez ms conocido por los domini-canos por su primer apellido: Duarte es uno de esos personajeshistricos universales que desde que conoces su accionar patritico,te transforma, te conmueve, te convoca. Te hace ver su empresa li-bertaria como tuya. l te influye con su fe y su testimonio naciona-lista. l te envuelve en el aroma romntico que deja el mpetu queinyect a su objetivo superior fundacional.

    Duarte y su obra procera han sido causas de admiracin su-prema. Una muestra evidente es la siguiente recopilacin de trabajosque exponen sobre Duarte con estilos distintos: unos, son casi con-versacionales, adquiriendo, sin proponrselo, un tono de amenidady con un lenguaje bravo que llama al reencuentro con el IdearioDuartiano; otro, es ms esquemtico, conceptuoso, profundo y pon-

    derado en el estudio de la ideologa revolucionaria de Juan PabloDuarte, para tambin hurgar crticamente en su obra poltica. Ad-vertimos que los cuatro son ensartados por la pureza, la honestidad,el sacrificio y la hechura de incuestionable valor patritico de JuanPablo Duarte y Diez.

    En ellos logro percibir una imagen aclarada de Duarte, que

    me ha guiado para ahora definirlo como poltico de gran estabilidadideolgica, de indudables dotes de liderazgo, de dilatado accionarmoral y tico; un ser de este mundo que hoy nos sorprende, sin aunllegar a comprender sus sacrificios, su humanismo y la entrega de lafortuna familiar por una causa que no era personal, ni mucho menos

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    individualista, sino de todos, por la que luch contra mareas ideo-lgicas reaccionarias, que han colmado, hasta hoy, su espacio. Son

    stos los que aprovechan en la retrica su imagen patriota que lesinspira adjetivos vacios, con los que suplen la carencia de civismo,nacionalismo y pureza, que sobraban a Duarte, cuya ideologa, pordems, progresista y liberal, fue la prstina llama votiva de los hom-bres y mujeres que lucharon (y luchan) por la patria, hasta ms nopoder.

    Sostengo, al igual que muchos, que Duarte fue un polticopuro y clarividente, que supo proyectar una Repblica democrticasobre pilares liberales, progresistas y humanistas, que tuvo comocedazo purificador su romanticismo poltico.

    Fue un prcer exactamente completo, con un alto conceptodel sacrificio y del martirio, si era de lugar; valores que exaltan al

    cristianismo en su fundacin humanizante de la historia, que aclarala igualdad con el otro, ese prjimo que para Duarte es el conciu-dadano, que en su generalidad social encarna a la nacin.

    Digo prcer exactamente completo, porque tuvo la pre-clara visin de independizar la nacin dominicana y constituirla enun Estado sobre el estamento clsico del Estado Republicano, in-

    tegrado por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y avizorun cuarto poder, que denomin poder municipal, admitido hoy,aunque no reconocido constitucionalmente, como un verdadero go-bierno del municipio, unidad comunitaria que en su conjunto integrael Estado.

    Hay que admitir que, sin lugar a dudas, su visin, pensam-iento y accin son, al da de hoy, revolucionarios por antonomasia,porque no fueron presa de las ideologas conservadoras y reaccio-narias de la clase social a la que perteneca, y a la que muy cmoda-mente poda responder por ser hijo de un importante comerciantecapitalino de la poca; vio lo que otros no vean: un pueblo tan de-

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    sarrollado como nacin, que llegara a ser un Estado independiente;actu con mtodo y astucia en la consecucin de su proyecto al im-

    ponerse, inteligentemente, sobre un ejrcito superior ocupante quecontrolaba todos los medios de ascenso econmico y social. Desdeel principio al fin, sus intenciones fueron genuinamente positivas,transparentes, limpias de las mculas del egosmo y de la apostasa.Duarte no fue l, en carne y hueso; Duarte no es su nombre ni lasefemrides del 26 de enero el 27 de febrero. Es que no lo compren-den Duarte es ms que l, ms que eso, materia; l es un Ideario

    que se nos cierne en una sola lnea recta a travs de la historia Do-minicana y se proyecta al infinito, que a su paso por esta tierra demortales deja una nica palabra mayscula: PATRIA.

    Y por eso digo: hay Duarte!, en la independencia; hay Duarte!, enla Restauracin; hay Duarte!, en los que combatieron, con voz ocon fuego, la primera intervencin norteamericana; hay Duarte!, en

    los expedicionarios antitrujillistas de Lupern, del 1949, en los ex-pedicionarios de la Raza Inmortal de Constanza, Maimn y EsteroHondo, del 1959, y en todo el movimiento de resistencia nacionalcontra la dictadura de Trujillo; hay Duarte!, en Manolo y el 1J4;hay Duarte!, en Bosch y sus eternos siete meses de gobierno; hayDuarte!, en la guerra de abril del 1965, en los constitucionalistas,en Fernndez Domnguez, en Caamao y el pueblo en armas; hay

    Duarte!, en Caracoles; hay Duarte!, en todos los que han luchadopor la libertad. Y todava, aqu y ah hay Duarte!por los siglos delos siglos.

    Fabricio Collado

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    Presentacin

    A partir de la cada del gobierno tirnico de Trujillo el caminode la transicin poltica hacia un desarrollo democrtico y ordenadoha sido tortuoso, traumtico y frustrante, ya que el liderazgo dirigen-cial que relev al tirano ha dirigido polticamente la nacin con cri-terios caprichosos y personalistas teniendo como arma de disensinla intriga, el revanchismo y las apetencias personales.

    Estas actitudes son el reflejo de las limitaciones de nuestros l-deres, por no decir mediocridad, en lo que a visin poltica se refiere,han sido y son improvisadores inmediatitas carentes de visin defuturo. En esta panormica no han escapado ni escaparn los lderespolticos de las izquierdas que se dejaron arrastrar por los partidostradicionales y lderes del sistema y no fueron capaces de elaborarun proyecto de desarrollo, y fortalecimiento institucional de la de-

    mocracia basados en reivindicaciones, reformas y cambios, o seaestrategias coyunturales abiertas, no cerradas.

    La historia poltica del pas es el ms importante aporte quedebi servir y sirve de base para poder tener una visin poltica claray razonable para definir una estrategia de reencausar la nacin haciasus metas de desarrollo y autodeterminacin. Dos acontecimientos

    histricos fueron lo suficientemente aleccionadores para la supe-racin poltica de nuestros dirigentes Lils y Trujillo, 50 aos dergimen de dictadura tirnica.

    Estos dos perodos de nuestra historia no fueron producto de

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    la casualidad ni del destino, fueron el producto de los estados deingobernabilidad, desorden y anarqua que implant el liderazgo

    poltico en su poca con su mentalidad caciquista y caudillista unaideosincracia que a esta fecha debi ser superada; para stos sloexistan y existen sus intereses personales y grupales y con ello so-meten continuamente a la nacin al caos productor de tiranos si espreciso, cuando sus ambiciones codiciosas no son satisfechas.

    La actual crisis poltica, econmica, social y moral no deja de

    ser una repeticin histrica y no podr conducir como tal a lo quela historia nos seala en peor situacin puesto que estamos al bordede la extincin nacional con un estado de ingobernabilidad caticay falta de autoridad en grado alarmante que demanda de parte delas reservas morales que todava existen y les preocupa la nacin,anan esfuerzos e ideas polticas de salvacin nacional, dejndole elespacio para que una nueva generacin poltica que existe, y si no

    existe surgir, reencauce la nacin por caminos ms certeros para lasconquistas justas de nuestra soberana, desarrollo y libertad.

    No se trata de ideas polticas externas ni de rendir culto a loserrores y aventuras pasadas ni de seguir figuras e ideologas externasque jugaron y juegan su papel histrico en sus naciones. Se trata dejugar nosotros nuestro propio rol como nacionalistas frente al multi-

    nacionalismo gobernante, tomando como estandarte nuestros ldereshistricos creadores de nuestra nacionalidad o sea que los dominica-nos tenemos en quien atenernos y acogernos, no necesitamos figu-ras extraas porque tenemos las nuestras; no hay que transculturizarcaminos porque tenemos el nuestro. No somos hurfanos, tenemosnuestro padre.

    El 25 de noviembre del ao 2001 un grupo de intelectuales yprofesionales agrupados en una institucin llamada Educacinpara la Democracia public en la revista cultural Vetas de marzodel mismo ao un documento que analiza brevemente el panoramade la Repblica Dominicana en lo social y econmico, los dere-

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    chos ciudadanos, el poder judicial, legislativo y ejecutivo; el proble-ma ecolgico y la conducta ciudadana frente a la problemtica que

    nos afecta. En su resumen dicho documento propone lo siguiente:Es menester luchar por modificar la composicin del Estado y suspolticas, pero, al mismo tiempo, se debe construir la alternativa re-invidicadora desde el feudo de la sociedad. Los diversos segmentosdel pueblo deben organizarse alrededor de sus reinvindicaciones yponer fin a un estado de dispersin fruto de la pobreza, la ignoranciay la seduccin de los intereses nefastos, situacin sobre la cual estos

    se basan para perpetuar impunemente el clientelismo y la corrup-cin.

    Los ejemplos y las lecciones de patriotismo, moral y sacrificioque nos leg el fundador de la repblica, Juan Pablo Duarte, puedenser la nica y ltima opcin que tengamos disponibles para salvara nuestro pas del colapso total. El ejemplo y los ideales del Padre

    de la Patria deben ser el faro que la juventud siga para reclamar suredencin. En el ideario de Duarte est la clave de nuestra salvacincomo nacin libre, justa y feliz.

    Estas certeras apreciaciones conjuntamente con las del Lic. Ful-gencio Espinal que prologa la conferencia del licenciado JimnezGrulln, nos motiva a publicar una compilacin de conferencias y

    artculos que sobre la figura de nuestro patricio Juan Pablo Duarte,han hecho reconocidos historiadores y politlogos distinguidos,nacionalistas y dominicanistas, las cuales sirven de faro de ilumi-nacin para que nuestra juventud adquiera una plataforma ideolgi-ca, poltica y moral para poder jugar su rol histrico de ser relevogeneracional para nuestro presente y futuro necesitamos y tenemosque salvar la patria, necesitamos una mejor nacin y esto solo ser

    posible acogindonos el pensamiento de nuestro Juan Pablo Duarteque junto a sus compaeros trinitarios nos dieron la pauta y nos tra-zaron el camino a seguir para tener una patria libre y soberana.

    Duarte es nuestro paradigma, no necesitamos transculturizar

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    figuras histricas que son legados de sus naciones y se mantienenviviente porque sus pueblos de generacin en generacin los man-

    tienen vivo lo respetan y les rinden tributo.

    Prof. Jos Ant. Figueroa

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    PROLOGO A LA CONFERENCIA

    DEL DR. JUAN ISIDRO JIMENEZ GRULLON

    Es difcil la tarea de prologar una obra del doctor Juan Isidro

    Jimenes Grulln, aunque reconozco que es un gran ho-nor, cuya sa-piencia intelectual ha relumbrado en los cielos de nuestra Amricaconcitando productivas la categora de combatiente, de prodigiosoescritor y la rectitud de sus convicciones tericas; pero manos a laobra:

    A pesar de la trascendencia histrica de Juan Pablo Duarte, for-

    jador y Padre de la Patria, sus ideas y sus obras no han sido difun-didas con la intensidad y con la profundidad que ellas merecen. In-cluso, mas dramtico aun, la mayor parte de los anlisis, en muchoscasos bien intencionados, que se han realizado, presentan una visinlimitada y deformada de este insigne patriota.

    Dentro del marco de las excepciones, con relacin a la figura

    de Duarte, sus ideas y sus obras, tenemos que inscribir de maneradestacada el ensayo que hoy presentamos del eminente profesor einvestigador social, Dr. Juan Isidro Jimenes Grulln.

    Al Duarte tradicionalmente mitificado y fetichizado, JuanIsidro nos descubre y nos contrapone al Duarte concreto, cotidia-no, humano y patriota, con sus limitaciones, virtudes, defectos e

    ideales. Para lograr esto, el autor, superando la visin anecdtica,individualista y psicologista, realiza un anlisis dialctico desde unaperspectiva histrica, donde se destacan adecuadamente las carac-tersticas econmicas, sociales, polticas, ideolgicas, doctrinarias yreligiosas de la poca.

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    El nio Duarte, como buen hijo burgus de la poca en la Co-lonia Espaola, fue educado bajo los preceptos y enseanzas de la

    religin catlica, y de la ideologa colonialista.

    Una redefinicin de lo primero y una ruptura radical con lo se-gundo se producir no solamente con la provocacin del capitn delbuque que lo transporta a Norteamrica, o por el recorrido por losPirineos cuando estaba en Europa, sino por sus vivencias generalesen el viejo continente y su relacin con las doctrinas polticas en

    ese momento como era el liberalismo, el nacionalismo y el romanti-cismo, muy especialmente, de acuerdo a Juan Isidro, en lo referenteal hombre y la historia, El Romanticismo Histrico .

    Entrando en contradiccin con su propia clase, familiares yamigos, Duarte, a su regreso a la Patria, concibe la creacin de unaPatria libre y soberana de toda potencia extranjera y en esa base se

    incorpora en cuerpo y alma a la organizacin y a la lucha para con-seguir este objetivo. En todo ese proceso, Juan Isidro nos desvela ynos descubre un Duarte distinto a las caricaturas tradicionales, nosda un Duarte histrico, humanista, patriota y revolucionario, dondeel nacionalismo, el anticolonialismo y el antiimperialismo consti-tuyen los atributos ms relevantes.

    Despus de un largo perodo de concubinato de la burguesahispaniola local con el dominador haitiano, la idea nacionalista radi-cal de Duarte encuentra al asidero para la lucha independentista,aunque, como lo demostraron los hechos posteriores al 1844, alproyecto de esta clase se situaba en su separacin de Hait y en suentrega a una gran potencia, en la cual la preferida era Espaa. Perosi otra se anticipaba en el respaldo al propsito, no haba reparos

    para iniciar con ellas las correspondientes gestiones y llegar a unconcierto. Y esto chocaba realmente con el nacionalismo integralde Duarte cuando expresaba la nacin dominicana es libre e inde-pendiente, y no es ni puede ser jams parte integrante de ningunaotra potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia

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    ni mucho menos extrao.

    Y aunque la lucha inmediata para conseguir la independencianacional era la lucha contra el invasor haitiano, Juan Isidro sostienemuy atinadamente que esta razn no lo hacia caer en un gratuito anti-haitianismo. Por el contrario, supo reconocer y admirar las luchasindependentistas del pueblo haitiano. En su nacionalismo, solo sus-tentaba el derecho de nuestro pueblo a constituirse en nacin libre eindependiente de toda potencia extranjera sin importar su nombre.

    Y aun mas, superando el contenido monrquico que dominabaen Europa la concepcin nacionalista, Duarte incorpora un conteni-do republicano-liberal al proyecto histrico, independentista, que enlo inmediato chocara con el proyecto burgus imperante.

    Duarte, que lo dio todo por la libertad y la independencia de

    su patria, le pagaron con la persecucin, la calumnia y el destierro.Pero como era consecuente con sus ideas, como crea en el pueblo,cuando la patria fue anexada a Espaa y la bota del invasor man-cillaba su frente, Duarte dice de nuevo presente en la epopeya res-tauradora aceptando una misin patritica en el exterior, al tiempoque afirmaba que por desesperada que sea la causa de mi Patria,siempre ser la causa del honor y siempre estar dispuesto a honrar

    su ensea con mi sangre.

    Y en una carta que enva en 1865 a Manuel Rodrguez Objo,Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Restaurador, entreotras cosas expresaba; En Santo Domingo no hay mas que un puebloque desea ser y se ha proclamado independiente de toda potenciaextranjera, y una fraccin miserable que siempre se ha pronunciado

    contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano, lograndosiempre por medio de sus intrigas y srdidos manejos aduearse dela situacin, esa fraccin o mejor diremos esa faccin ha sido, es yser siempre todo menos dominicana. Y agrega mas adelante, sime pronuncio dominicano independiente desde el 16 de julio del

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    1838, cuando los nombres de patria, libertad, honor nacional se ha-llan poscriptos como palabras infame... Si despus en el ao 44 me

    pronunci contra el protectorado francs decidido por esos facciososy cesin a esta Potencia de la Pennsula de Saman, mereciendo porello todos los males que sobre mi han llovido; si despus de veinteaos de ausencia he vuelto espontneamente a mi Patria a protestarcon las armas en la mano contra la Anexin a Espaa, llevada a caboa despecho del voto nacional por la superchera de ese bando noes de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen do-

    minicano) cual protesto y protestare siempre, no digo tan solo contrala anexin de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquier otrapotencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado quetienda a menoscabar en lo ms mnima nuestra independencia Na-cional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos delpueblo dominicano.

    Ese Duarte nacionalista, patritico, anticolonialista y antiimpe-rialista, coherente en sus acciones con sus ideas, consecuente consus palabras, es el Duarte Histrico, el legado Duartiano que nosentrega el maestro Juan Isidro Jimenes Grulln en este trabajo quepresentamos al pueblo dominicano a los pueblos del mundo.

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    LA IDEOLOGIA REVOLUCIONARIA

    DE JUAN PABLO DUARTE

    ORIGENES Y MANIFESTACIONES

    POR DR. JUAN ISIDRO JIMENEZ GRULLON

    Desarrollar el tema que los organizadores de este Seminario mehan asignado no es tarea fcil, pues es bien poco lo que se conservade lo escrito por el Padre de la Patria. Parece, sin embargo, que parael 1844, ya el haba emborronado muchos papeles que su to, JosDiez, tuvo arbitrariamente la ocurrencia de reducirlos a cenizas.Tal redaccin la llevo a cabo durante ocho meses, y desventu-ra fue que la pagina en la cual su hermana Rosa -en sus ce1ebresApuntes se refiere a su contenido, se extraviara.

    Son precisamente estos Apuntes, junto a la escasa correspon-dencia que de el o a el dirigida se conserva y los documentos queaparecen en su Archivo, la nica cantera de la cual es posibleextraer las esencias de su pensamiento poltico. Esas han sido, porcierto, las fuentes utilizadas tanto por sus detractores como por susapologistas. En cuanto a los primeros, es ocioso decir que sus afir-maciones han sido reducidas a polvo por la publicacin de nuevosdocumentos y las argumentaciones de algunos de los segundos. Des-graciadamente, preciso es reconocer que muchos de estos ltimos,impulsados por el afn apologtico, se alejaron frecuentemente delo estrictamente histrico para caer en generalizaciones absurdas,unidas a menudo a lo novelesco. Esta desorientadora corriente lainicio Emiliano Tejera, y la continuaron, en los ltimos tiempos,Joaqun Balaguer y Pedro Troncoso Snchez. Dbese al primero unpanegrico de Duarte en el cual, en un prrafo relativo a la domi-nacin haitiana, se dice lo siguiente: Cuanto horror cuanta ruina!

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    cuanta amargura devorada en las soledades del hogar!. Nunca laelega animada por intenso y legtimo dolor produjo quejas mas las-

    timeras que las exhaladas por las madres dominicanas en sus eternashoras de angustia Lo particular, Tejera lo convierte as en generalIgnorancia? ; No! obr a sabiendas de que los sectores mas impor-tantes del pas brindaban gustosos su apoyo al dominador. Se trata,por tanto, de una clara tergiversacin de la historia... Balaguer, ensu obra El Cristo de la Libertad cae tambin frecuentemente en estatergiversacin. Y pinta a veces a Duarte con frases que el anlisis

    de su psiquismo y su pensamiento desmienten. Habla de la locurapatritica del joven repblico dando as a entender que el autnticopatriotismo es cosa de locos; y expresa que Santana, severo comoun familiar del Santo Oficio y sanguinario como un trtaro, solo leresulta abominable cuando trabaja para menoscabar la Independen-cia de la patria o cuando de pie sobre su trono de despotismo viertesangre, sangre inocente o culpable, pero sangre dominicana. Evi-

    dentemente, esta ltima afirmacin se da de bruces con el profundosentido humano que lata en el alma del patricio. Y eso no es todo!Obedeciendo a un fervoroso racismo del cual ha dado mltiplespruebas, habla de la raza maldita de Dessalines.. . En cuanto aTroncoso Snchez, su biografa de Duarte recientemente publicadaes un noveln inslito en el cual las falsedades histricas -a algunasde las cuales habr de referirme luego- corren parejas con la cur-

    silera literaria de la mayor parte de las escenas que su imaginacininventa.

    Al falsear la realidad, todos estos autores han contribuido a pre-sentar a un Duarte que cae dentro de lo mtico. Por ventura, losdocumentos ya mencionados y sobre todo los referidos Apuntes per-miten descubrir al hombre de carne y hueso. Pero insisto: llegar aeste descubrimiento es empresa mproba, pues forzoso es atar cabossin alejarse de la mayor objetividad. Ya lanzado en esta va, el inves-tigador lamenta que la base documental ms importante -es decir,los recie citados Apuntes- se aquejan - tal como afirma el notablebuceador de nuestra historia, Lic. Emilio Rodrguez Demorizi- de

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    errores cronolgicos. A ello agrego que pasan a la ligera sobre dospocas fundamentales para el debido conocimiento de la formacin

    del ideario poltico del apstol: me refiero al perodo de su infan-cia y su adolescencia y al que, finalizada ya esta, cubre los iniciosde la edad adulta. Hoy, todos los psic1ogos insisten en la impor-tancia fundamental que tienen estos dos perodos en la concrecindefinitiva del psiquismo y el desarrollo de lo que Pavlou llama losestereotipos dinmicos. Durante el primero de estos periodos escuando los factores externos -o paratficos- comienzan a influir, a

    travs de la sensibilidad exteroceptiva, sobre lo genotpico. Con-tribuyendo as a la formacin del fenotipo. Ha quedado demostrado,adems, que determinadas influencias paratpicas pueden a vecesexaltar -brindndole vas y contenidos de expresin -ciertos rasgosgenotpicos; pero a menudo sucede lo contrario: bajo la presin delo paratpico, estos rasgos tienden a desaparecer y el proceso cul-mina en la enajenacin plenaria.

    Los datos que Rosa Duarte brinda sobre la infancia del Padre dela Patria imponen la conclusin de que haba en este, como factoresgenotpicos, una refinada sensibilidad -que se traduca en su carc-ter dulce y amable- y prendas intelectuales que se manifestabanfundamentalmente, en la capacidad memorstica. Sobre tales condi-ciones psquicas congnitas gravito el mbito familiar y profesoral,

    tpicamente burgus, y en cuya superestructura ideolgica primabala cosmovisin sustentada por el colonialismo hispnico. Esta pri-maca explica la preferencia por lo religioso en la enseanza queel recibi cuando su intelecto despertaba. Su hermana expresa, alrespecto, que a los seis aos sabia leer y de memoria recitaba todoel catecismo, y que sus maestros de entonces fueron dos clrigos:el Pbro. Jos Antonio de Bonilla y el Pbro. Dr. Gutirrez. Afirma,adems que los pocos conocimientos que adquiri fueron debidosa su amor al estudio, estimulado por el laudable propsito de ilus-trarse para poder libertar a su patria.

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    Indudablemente, esta ltima afirmacin es incorrecta. Pues nun-ca se ha dado el caso de que en el primer decenio de la vida alguien

    tome conciencia -pese a la gravitacin de predicas ambientales- delcontexto de realidades polticas imperantes en el sitio donde vive.

    Es ms: si bien hay pruebas de que para entonces el padre delapstol, Juan Jos Duarte, era hostil a la dominacin haitiana, lomas probable es que alentara -como tantos otros emigrados espa-oles residentes, durante esos aos, en el pas, la idea de substituir

    dicha dominacin por la colonial espaola, sin ni siquiera sospecharque su hijo abrazara con el tiempo, el ideal nacionalista. Mas an:nada indica que cuando el lo envi bajo la tutela del ex Juez PabloPujol- a los Estados Unidos y a Europa, lo impulsara otro afn quela formacin cultural de su hijo. Juan Jos Duarte era comercianteimportador, lo que lo ubicaba dentro de la clase social burguesa, ycomo buen burgus, deseaba que Juan Pablo aprendiera bien idio-

    mas, contabilidad y otras materias que, dominadas por este, bien po-dran contribuir al desarrollo futuro de su negocio. Ello hace ver quela infancia y la adolescencia del futuro Padre de la Patria se diferen-ci de las de Bolvar y Marti. Bolvar naci y se cro en el mbito fa-miliar pseudo-aristocrtico de la burguesa atpica venezolana; perotan pronto adquiri los primeros conocimientos elementales, caybajo la tutela intelectual de Simn Rodrguez, figura ganada por las

    corrientes de la ilustracin y fundamentalmente, por el pensamien-to de Rousseau. Gracias a la influencia de este preceptor, muchosde sus estereotipos dinmicos iniciales fueron substituidos por losque prevenan del otro, que indudablemente se ajustaban ms a logenotpico del psiquismo de su discpulo. En lo que respecta a Marti,nace en un ambiente pequeo-burgus, polticamente adaptado a lasrealidades coloniales cubanas. Sus primeros estereotipos dinmicosvan a ser, por tanto, un producto de este ambiente. Pero bajo la influ-encia de su primer maestro, Rafael Mendive, hombre solidarizadocon el nacionalismo y el liberalismo en auge entonces en Europa yen nuestra America, se siente rpidamente dominado por las predi-

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    cas que aquel haca de dichas doctrinas. Puede, pues, afirmarse, queya en plena juventud, Bolvar y Mart eran figuras que haban roto

    con los moldes ideolgicos que encuadraron sus respectivas infan-cias; y se convirtieron en abanderados de las citadas doctrinas.

    El caso de Duarte fue distinto. . . Aun cuando su padre y susmaestros sintieran cierta aversin por el dominio que ejerca sobreel pas la vecina Republica y trataran de desarrollar en el este sen-timiento, no hay el menor indicio de que ninguno de ellos conside-

    rara que el problema se resolva mediante la creacin de una nacinindependiente, libre y soberana. Hasta prueba en contrario, forzosoes convenir en que la paternidad de esa idea corresponde al hijo ydiscpulo, que comenz a difundirlo tan pronto regreso de su viaje alos Estados Unidos y a Europa.

    Existiendo pruebas concretas de que el Sr. Pujols ya no era juez

    en el ao 1828 forzoso es convenir que dicho viaje tuvo lugar enese ao o en el anterior. Para entonces, Duarte era un adolescente-haba nacido en 1813 y bien se sabe que en esta poca toda inteli-gencia alerta comienza a desarrollar su sentido crtico. Por cierto,su hermana Rosa expresa que el capitn del buque que lo conducaa Norteamrica le pregunt si a l no le daba pena decir que erahaitiano. Juan Pablo le contesto: -yo soy dominicano: a lo que con

    desprecio le contesto el capitn, tu no tienes nombre, porque ni tuni tus padres merecen tenerlo, porque cobardes y serviles inclinanla cabeza bajo el yugo de sus esclavos. Ante ello segn le mani-fest el hermano este jur probarle al mundo entero que no tan solotenamos un nombre propio, dominicanos, sino que nosotros (tancruelmente vilipendiados) ramos dignos de llevarlo. La confesines reveladora: demuestra que hasta entonces, Duarte vea probable-

    mente con naturalidad la dominacin haitiana; y lo mas interesantedel caso es que, al renunciar a esta visin, no se le ocurri, siendohijo de espaol, propugnar por un retorno al coloniaje hispnico:tal vez en esos momentos gravit sobre su mente el recuerdo de las

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    gestas emancipadoras de los pueblos de nuestra America! .

    Ya en Nueva York, sigui aprendiendo el ingles, y empez aestudiar Geografa con Mr. Davis, que le daba clases a domicilio.Esto es todo lo que su hermana dice respecto a su estancia en dichaurbe. Desgraciadamente, la escasez de datos propici la creacin ydifusin de una leyenda que presenta al estudiante como un cono-cedor de la historia poltica de los Estados Unidos. Esta leyendala recoge en su ensayo El Pensamiento Poltico de Duarte, el Lic.

    Joaqun Salazar quien en este trabajo afirma que el joven Duartedebi seguir con mximo inters las pugnas polticas norteame-ricanas de entonces y sobre todo, la tesis democrtica sustentadapor John Quincy Adams en el sentido de que el Congreso tena laobligacin, ms que la facultad, para dirigir su atencin y para dic-tar disposiciones de aplicacin general en todos aquellos asuntosque pudieran reconocerse como de inters general para el pas.

    Ningn documento avala estas afirmaciones, y es de toda evidenciaque Duarte -que era entonces un mozalbete- careca de la culturapoltica necesaria para captar ese problema. En cambio, lo que situvo que impresionarlo fue la grandiosidad de la urbe neoyorquinay el mantenimiento de la esclavitud en aquella democracia en-tregada al desarrollo del capitalismo. A estos puntos no se refiere elLic. Salazar; y si el Dr. Balaguer menciona el primero, termina di-

    ciendo que el joven viajero se sinti feliz en aquel ambiente dondelos hombres parecen circular impelidos por ambiciones desmesura-das y donde cada persona se siente duea de un imperio como si ensu fuero ntimo oyera fermentar las energas de una individualidadpoderosa. Claro esta: al escribir esto, el autor no tuvo en cuentaque si bien en la aludida ciudad los esclavos eran poco numerosos,exista una poblacin negra, vctima del ms inhumano discrimen

    racial. Es ms: en otro prrafo de su libro da a entender que Boyerno aboli la esclavitud en nuestro pas, pues expresa -sin establecerdiferencia entre esta ltima y un rgimen poltico semi-dictatorialimpuesto por una fuerza extraa- que la bandera de Hait flotabasobre la fortaleza colonial (de Santo Domingo) como un smbolo

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    de esclavitud y de ignominia.

    Se ignora el tiempo que pas Duarte en los Estados Unidos; perolo ms probable es que la estancia fue breve, pues el mximo intersde Pujol era ver de nuevo a sus familiares de Catalua. Desde NuevaYork, ambos partieron hacia Inglaterra, pas que contrariamente a loafirmado por Salazar, no atravesaba entonces un perodo de grantensin, como el que vivi en la poca napolenica. Por eso, nohay razn para sostener que la poltica dual de Canning -que muri

    en el 1827- impresionara al futuro prcer. Feliz Mara Del Monte,despreciable trnsfuga del ideal trinitario e intelectual corrompido yperverso -tal como lo demostr en el primer tomo de mi SociologaPoltica Dominicana- pero a quien Troncoso Snchez presenta comohombre de reconocida probidad, manifiesta que en Londres, dichofuturo prcer asisti a las celebres sesiones del Parlamento, cosaque hay que poner en duda en virtud de quien viene, y llega al colmo

    del dislate al ver en el Estado ingls de esa poca un organismomonopolizador de las industrias lo que significa que ya exista all-oh laudable anticipacin! un capitalismo monopolista de Estado.

    De Londres, el prcer en ciernes paso a Paris, y all si pudodarse cuenta -pues no se necesitaba para ello amplia cultura y madu-rez intelectual- de que, pese a que Francia se hallaba sacudida por

    el espritu revolucionario que naci al calor de la gran Revolucinde 1789, este espritu apenas poda manifestarse, en razn del do-minio ya decadente pero aun ejercido por la Santa Alianza. Tal vezno pudo captar el fondo del problema y comprender as que la Fran-cia derrotada segua siendo el mximo exponente de la Revolucindemocrtico burguesa. Pero es indudable que -dada su inteligenciaalerta- todo aquello repercuti en su intimidad provocando medita-ciones que lo llevaron a analizar el sentido de las corrientes polticasen pugna y sus variantes.

    Es entonces a nuestro juicio- cuando el mbito comienza a crear

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    en su espritu nuevos estereotipos dinmicos, que van a entrar enpugna con algunos de los que presidieron sus actuaciones anterio-

    res. Pero iba a ser mas tarde, al llegar a Barcelona y permanecer allhasta el 1831, cuando estos nuevos estereotipos se desarrollarancon amplitud, llegando a ejercer sobre su nimo una funcin domi-nante.

    No es posible adentrarme en ese mundo ntimo sin una incur-sin ms amplia en las realidades y corrientes polticas de la Europa

    occidental y central de entonces, y fundamentalmente, en las exis-tentes en Espaa. El ya citado Sr. Del Monte expresa que en Lon-dres, Duarte se sinti asordado por los rumores del comercio y dela industria fabril; en Francia, por el ruido de las discusiones y a vec-es de los motines. En Espaa, haba visto una nacin sin unidad deidioma, de usos, costumbres y legislacin: aquella desmembracinhistrica malamente incrustada a un todo ms bien que restringida

    por la poltica, posee nicamente un punto de asimilacin... iba adecir que la religin, pero no quiero hacer injuria al dogma catlico,dir mejor el fanatismo y la intolerancia. Obedeciendo a su ranciohispanismo, Troncoso Snchez rechaza estas ltimas afirmaciones:a su juicio, parecen contener elementos subjetivos, e indudable-mente los contiene, al igual que las relativas a Inglaterra y Francia.Pero el problema es inmaterial: lo que importa es poner al desnudo

    que toda Europa -incluyendo, por tanto, a Espaa- se senta entoncesagitada por diversas corrientes polticas, y que algunas de estas in-fluyeron poderosamente en el espritu del joven viajero, despertandoy estimulando el desarrollo de sus nuevos estereotipos dinmicos.

    Es evidente que para ello no bastaba una estancia de pocas sema-nas. Jos Gabriel Garca, considerado generalmente como el padrede nuestra historiogrfica tradicional, estima que su permanencia enBarcelona duro aos y lo mismo sostiene Del Monte. Si se recuer-da que inici el viaje en los finales del 1827 en el curso del 1828-partiendo del dato ofrecido por la renuncia de Pujol hay que admitir

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    la correccin de tales afirmaciones, lo que aparece avalado por RosaDuarte cuando afirma que sus conocimientos de Derechos instaron

    al Lic. Lpez Umeres y al Dr. Montolio a recomendarle -cuandolleg a Caracas huyendo a la persecucin de Herard- que repasaralo que haba estudiado, (y) que ellos lo presentaran a la Universi-dad para que lo examinaran y se recibiera de Doctor en Derecho.Ocioso es decir que tales conocimientos jurdicos requeran variosaos de estudio. Pese a estos datos, en su fantstica novela, Tron-coso Snchez afirma que su ausencia en el exterior no fue tan larga

    como el y sus padres se lo propusieron. Pasado un ao en el extran-jero, su creciente deseo de regresar lo movi a considerar que erasuficiente lo aprendido en la capital catalana, y as se lo comunic asu tutor... Su ambicin no era ya tanta la de cultivar su espritu comola de dedicarse en cuerpo y alma a la redencin de su pueblo.

    De este criterio se infiere que los contenidos del ideario del

    prcer brotaron de su hontanar anmico casi por generacin espon-tnea, pues no era posible que en pocos meses las nuevas corrientespolticas -algunas de las cuales se proyectaban sobre todas las regio-nes ideolgicas -brindaran aquellos contenidos Cuales eran estasnuevas corrientes? El romanticismo, el liberalismo, el nacionalismoy el socialismo utpico. Con la excepcin de la ltima, cada una deellas penetr en su espritu brindndole las esencias de su actuacin

    futura.

    Pero el caso no puede ser estudiado a la ligera, pues tales co-rrientes, pese a que respondan al comn denominador de la libertad,ofrecan contradicciones dialcticas recprocas y a menudo internas.Es ms: sobre todo el romanticismo y el socialismo evolucionaronde tal modo que en gran parte perdieron mucho de sus conceptua-

    ciones originarias. El ideario de Duarte no estuvo ajeno a dichascontradicciones, lo que me dispongo a exponer someramente de in-mediato, a fin de que pueda captarse con facilidad la raz de algunasde sus actitudes.

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    Comienzo con el romanticismo... Se trata de un movimientoque sosteniendo la tesis de una libertad individual plenaria, di pri-

    maca sobre lo racional, y en vez de enfrentarse al futuro haciendotabla rasa del pasado, exalt lo tradicional e histrico. Se enfrent,pues al culto de la Razn, que, en trminos generales, di la tnica alpensamiento del llamado Siglo de las Luces. Asom, por tanto, conun carcter reaccionario. Y ofreci tres vertientes: una filosfica;otra artstica, que di origen a una amplia literatura y una msicanuevas; y otra poltica, rica en contradicciones. Tales contradiccio-

    nes se extendieron a la totalidad del movimiento, que en Alemaniafue hasta mitad del siglo, estrictamente conservador; en Italia seabraz al liberalismo, al igual que en Espaa; en Inglaterra fue li-beral y reaccionario; y en Francia, siguiendo las huellas alemanas,tradicionalista y monrquico. Pero despus de esa etapa -llamadala del romanticismo histrico- la vertiente poltica evolucion pordondequiera hacia el liberalismo, y la burguesa, que sobre todo en

    Francia haba sido hostil al conjunto de la doctrina, la incorpor -almenos parcialmente- a su ideologa: El inicio del vuelco lo produjoen Pars, en el 1830, la representacin del drama de Vctor Hugo in-titulado Hernani. En nuestra Amrica, tal evolucin no hubo apenasde observarse. Como seala Engels, desde temprano hubo all unromanticismo y su exaltacin amorosa, pero sobre una base bur-guesa y con fines en ltimo trmino burgueses. Nos anticipamos,

    por tanto, a lo que aconteci en Europa en los precisos momentos enque Duarte se encontraba en Barcelona.

    Paso ahora al nacionalismo... Entr en el tema sealando queeste movimiento estuvo estrechamente enlazado al desarrollo delcapitalismo, y por tanto, de la revolucin democrtico-burguesa. Conrazn Lenin sostiene que la poca estudiada es la de la bancarro-ta del feudalismo y del absolutismo, (y) los movimientos nacionalesadquieren por primera vez el carcter de movimientos de masas,incorporando de uno u otro modo a todas las clases de la poblacina la poltica. En el fondo, el nacionalismo respondi al afn deliberacin de los pueblos sojuzgados por una nacin extraa a ellos.

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    Esto explica que el factor precipitante del auge de la doctrina fuerala expansin napolenica. Lenin expresa al respecto: Las guerras

    de la Revolucin Francesa comenzaron con guerras nacionales, ylo eran efectivamente. Eran revolucionarias pues tenan como obje-tivo defender a la gran revolucin contra la coalicin de las monar-quas contra-revolucionarias. Pero cuando Napolen fund el Im-perio Frances, y avasall toda una serie de Estados nacionales deEuropa... entonces las guerras nacionales francesas se convirtieronen guerras imperialistas, que a su vez dieron origen a guerras de

    liberacin nacional contra el imperialismo francs. Se dio as elcaso de que pese a que el movimiento tena, en ltima instancia, unorigen esencialmente econmico -La Revolucin Francesa - se vio,forzada por la dialctica histrica, a enarbolar la bandera romnticadel historicismo. Aquellos Estados sojuzgados tenan, en efecto, suhistoria, y respondan a rasgos culturales propios. Fue sobre estasrealidades que se levant el nuevo nacionalismo!

    El movimiento comenz a cobrar vida en la lucha del puebloespaol contra el dominio napolenico. Todo el esfuerzo se orienta,en sus inicios, a destruir al invasor y restaurar as la nacin. Al acer-carse el triunfo, la unidad nacional se vi sacudida por la pugnadialctica entre los absolutistas y los liberales. Sin embargo, habaentre ellos un comn denominador de origen romntico: el respetoa la historia, sentimiento que en el orden poltico se manifest en elestablecimiento de la monarqua. El liberalismo espaol del enton-ces, a pesar de que se inspiraba en determinados principios de laRevolucin Francesa, no fue republicano Fernando VII se hizo denuevo cargo del poder, y despus de algunas concesiones a las ten-dencias liberales, restaur el absolutismo. Luego advin el parntesis

    del trienio constitucional; pero el rey, ayudado por campesinostradicionalistas y la llegada de 90,000 franceses- los celebres cienmil hijos de San Luis -restaur una vez mas la plenitud de su poderen el 1823, y la plana mayor del liberalismo espaol- que no consti-tua un partido poltico -se vi obligada a emigrar.

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    No produjo entonces Espaa un hombre que -como Mazzini enItalia- hermanara el nacionalismo con tal conviccin liberal repu-

    blicana y la idea de la eminente dignidad del pueblo. Claro esta:el gran insurgente Italiano vea al pueblo como el conjunto de lacomunidad, lo que pone al desnudo su fondo romntico, como tam-bin lo hace su tesis de la inseparabilidad de la religin-elementotradicionalista- y la poltica.

    Me detengo ahora en el liberalismo... Fue este, indudablemente,

    la mas ntida expresin de la revolucin democrtico-burguesa enel campo de la poltica y la economa. Ello ha impulsado a algunosautores a ver en el a uno de los elementos originarios de la filosofade la burguesa, cuando ms bien se trata de una de sus expresionesideolgicas. La doctrina acus variantes -derivadas de los pases enlos cuales logr desarrollarse- y contradicciones. Pero gir alrededorde una idea central: la libertad o las libertades propias de cada ser

    humano. Hubo as un liberalismo econmico -fundado en la tesis dellaisser-faire y el respeto de la propiedad privada-, que se oponaa toda intervencin estatal en la actividad econmica de los ciu-dadanos; un liberalismo poltico, opuesto al despotismo y del cualsurgira la democracia representativa; y un liberalismo intelectual,que sustentaba la necesidad de la tolerancia y la conciliacin. Todoello fue admirablemente sintetizado por Benjamin Constant al decir

    que abogaba por la libertad en todo, en filosofa, en industria, enpoltica; y (que) por libertad entiendo el triunfo de la individualidad,tanto sobre la autoridad que pretende gobernar mediante el despo-tismo, como sobre las masas que reclaman el derecho de sojuzgar ala minora. En un conocido texto de Historia de las Ideas Polticas,dirigido por Touchard -que al igual que sus colaboradores no puedeser calificado de marxista se expresa que, dentro de las contradi-cciones ofrecidas por la doctrina, hllase la siguiente: Los liberalesconsideran, como regla general, que ni al Estado ni a los patronoscorresponde mejorar la suerte del obrero. El obrero es el principalresponsable de su miseria; corresponde a la beneficencia privada suremedio. En otro prrafo, el texto dice: Pero en la misma medida

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    en que el liberalismo aparece como la filosofa, de la clase burguesa,no asegura mas que la libertad de la burguesa, y los no-burgue-

    ses, por ejemplo Proudhon, tratan de establecer la libertad frente alliberalismo, mediante la aplicacin de los patrones del socialismoutpico.

    Fue en Francia e Inglaterra donde este tipo de socialismo surgi.En Inglaterra, la figura mas destacada del movimiento fu Owen; yen Francia lo fueron Saint-Simon, Fournier, Cabet y Dezamy. En lo

    que respecta a Proudhon, sus ideas ofrecen una mezcolanza de so-cialismo utpico y anarquismo, y fueron objeto de una demoledoracrtica de Marx.

    Naturalmente, la aristocracia an gobernante en la mayor partede los pases europeos, vio en aquella doctrina -menos en la delromanticismo histrico- un grave peligro... -De esta visin surgi

    la mencionada Santa Alianza, que se consider con autoridad paraintervenir, mediante la accin armada, all donde se produjera unasublevacin inspirada en una de ellas. Es ms: donde dicha aristocra-cia apenas pudo obtener apoyo en la burguesa, se impuso el frreoabsolutismo. Ello oblig a los dirigentes liberales, nacionalistas ysocialistas utpicos a recurrir a la organizacin clandestina o a re-fugiarse en las Logias Masnicas. Las sociedades de Carbonarios

    que, nacidas en Italia, se extendieron a todos los pases meridionales,brindaron el ms seero ejemplo de organizacin clandestina. PeroEspaa no se quedo atrs... All surgieron, obedeciendo al mismopatrn, las sociedades Los Comuneros, Los Hijos de Padilla, yLos templarios Todas respondieron, en trminos generales, a unaestructura.

    No puedo afirmar que una de estas naciera con anterioridad ala de los Carbonarios; pero es probable que as fuera, pues enEspaa, el romanticismo histrico se convirti en romanticismoliberal -pese a que conserv rasgos del primero- antes de que talacontecimiento tuviera lugar en Francia y en Italia. Es ms: la guerra

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    nacional espaola contra Napolen ha sido considerada por casi to-dos los historiadores, como el movimiento inicial de todo proceso

    revolucionario que... quedar ultimado en la cuarta dcada del sigloXIX. Este proceso, cargado de mltiples pugnas, condujo, en el1820, al levantamiento militar de Riego y al ya referido trienioConstitucional, que puso determinadas trabas legales al mante-nimiento e incremento de los bienes eclesisticos, ampli el marcode las libertades publicas, suprimi de nuevo el Tribunal del SantoOficio y procur poner orden en la hacienda mediante, entre otras

    cosas, una reforma del sistema monetario. Bien cabe afirmar queEspaa dio entonces la pauta al mundo europeo. Ms an: tuvo tantaimportancia el liberalismo espaol de la poca, que pese a que Bal-zac afirma que la palabra liberal fu lanzada por Madame de Stael yBenjamn Constant, Marx -conocedor a fondo de la historia univer-sal y sobre todo de la de su poca -expresa que dicha palabra saliode Espaa para difundirse por toda Europa.

    Duarte llego a Barcelona en los precisos momentos en queasomaba en el horizonte la consumacin de la revolucin democrti-co-burguesa a escala nacional y la guerra civil entre los liberalesy los absolutistas espaoles. Jos Gabriel Garca afirma que durantesu estancia en aquella ciudad, hizo un recorrido por los Pirineos, ylas dificultades que palpo en los pueblos fronterizos le sugirieron...

    la patritica idea separatista. Evidentemente, con ello este autor daa entender que mucho mas que los insultos a los dominicanos pro-feridos por el Capitn del barco que lo llevo a Nueva York, fue esterecorrido lo que determin su futura actuacin. A lo recin citado,Garca agrega que, en la gran urbe catalana el futuro prcer encontrun vasto campo para inspirarse en las doctrinas liberales que sirvie-ron de origen a la forma de gobierno del Estatuto Real de 1834.

    Que decir de estas citas? Pues bien: la primera es inaceptable,pues no hay un solo documento firmado por Duarte en el cual apa-rezca la palabra Separacin. Fue en el manifiesto del 16 de enerode 1844 donde por primera vez se uso esta palabra... En cuanto a la

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    segunda, es taxativa: no fue en efecto, exclusivamente el liberalismo,sino tambin el romanticismo y el nacionalismo las doctrinas que in-

    fluyeron decisivamente en la integracin de su ideario. Es mas: nohay ningn dato que permita sostener que el se familiarice con la orade los enciclopedistas y de los ms destacados liberales de su poca.Nada revela, por otra parte, que estuviera al tanto de las doctrinasfilosficas entonces en boga. Estas doctrinas apenas haban llegadoa Espaa, donde la filsofa segua obedeciendo a los cnones de laescolstica, y es poco probable que durante su corta permanencia en

    Inglaterra y Francia, pudiera estudiar las concepciones de un Locke,un Hume, un Condillac y las de los materialistas mecanicistas fran-ceses. Era para entonces demasiado joven y careca de las basesculturales imprescindibles para dicho estudio.

    En lo que respecta a la visin del hombre y su historia, hay queadmitir que la corriente que ms influy en el fue la del romanticis-

    mo. Para la captacin de este lo preparaban sus iniciales estereotiposdinmicos y la evidente primaca que en su psiquismo tema lo afec-tivo. Es ms: esta primaca explica -al menos parcialmente- que sesolidarizar con la concepcin de la libertad individual propugnadapor el liberalismo.

    Profundiz -dada su importancia- en lo uno y lo otro...

    En lo concerniente al romanticismo, ya dije que acus una evo-lucin. En su primera fase, fue un elemento de choque contra elracionalismo de la Enciclopedia, y en este sentido constituy una delas plataformas ideolgicas de la Restauracin. Muchos de los libe-rales vean en esa corriente una actitud espiritual aliada de la SantaAlianza y la poltica contrarrevolucionaria de Metternich. Pero en

    su fase final, march al lado del liberalismo. Por que? Segn elhistoriador Vicens Vives, porque ponder en demasa lo irracionaly lo individual, la revuelta del espritu contra toda norma; cay, endefinitiva, en una disgregacin catica de los valores clsicos, de lamisma manera que lo liberal henda los bloques aun resistentes de la

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    tradicin De hecho, si el primero se disgrega y anarquiza en virtudde que su irracionalismo le impide sealar metas concretas, el se-

    gundo aboga por la liquidacin de las viejas convenciones socialesy, simultneamente, por el nacimiento de un nuevo orden, bajo lagida de la burguesa. Pero insisto en que entre ambos hay -en la es-fera estrictamente terica- un punto central comn: el postulado dela libertad, del cual surgir el regionalismo, y an el nacionalismoliterario, precursor del nacionalismo poltico de la poca posterior.El romanticismo inicial, reaccionario y tradicionalista, desemboca

    as en un nacionalismo que se fundamenta en el espritu de cadapueblo (Volkgeist), cuya existencia se manifiesta en su lengua, ensu cultura, en su historia, en las costumbres. Schlegel, convirtin-dose en el portavoz literario y filosfico del movimiento, llega a veren la poesa romntica un mundo en si derivado del principiofichteano de lo infinito, y lanza la tesis de que en Europa hay cincoculturas nacionales de categora excepcional de las cuales dos son

    esencialmente clsicas porque clsico es el genio nacional de lospueblos que las crearon (Francia e Italia), y tres culturas romnti-cas (Alemania, Inglaterra y Espaa). Tal concepcin, carente in-dudablemente de asidero, pero que pretende basarse en la historia,repercute en la pennsula hispnica, donde es introducida por JuanNicols Bohr de Faber, despertando en sus primeros lricos romnti-cos el sentimiento de la nacionalidad, al cual las masas populares ya

    haban obedecido cuando se lanzaron a la guerra contra la invasinNapolenica. Pero aconteci que al drsele a este sentimiento- quese proyect a lo racional produciendo la revalorizacin del Siglode Oro- una determinada orientacin, corresponde al liberalismobrindarla, lo que a las claras neg el irracionalismo propio de aque-lla corriente. A la postre, el culto de la tradicin fue reemplazado porel afn de progreso, en base al nacionalismo cultural sobre el cuallas nuevas nacionalidades habran de levantarse.

    Nada pudo ofrecer una mayor prueba de la dialctica histrica:el romanticismo- que dio primaca al sentimiento -llevaba en su senoa su contrario: el fervor por la razn! Naturalmente, el recin cita-

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    do nacionalismo di origen a empeos separatistas: comunidadespequeas, pero culturalmente homogneas, se consideraron con los

    mismos derechos a la vida poltica independiente que las grandesnaciones. Ello tiende a explicar las desigualdades que ofrecieronaquellos empeos. En efecto, mientras en Italia los nacionalistas seinspiraron en el romanticismo liberal, en los Balcanes y en Cataluaobedecieron fundamentalmente al romanticismo histrico. Las ideasde Schlegel se difundieron rpidamente en Barcelona, y el novelistaWalter Scott -defensor del historicismo- devino all el dolo de los

    jvenes intelectuales romnticos, que se expresaron en determina-das revistas, como El Europeo y el Vapor. Luego, muchos deestos jvenes evolucionaron hacia el romanticismo liberal. Pero elauge de este ltimo fu efmero: los hermanos Mil y Fontanals seimpusieron sobre el liberalismo en auge arrastrando a casi todos losromnticos mas destacados con la mstica del Resurgimiento Cata-ln.

    Cuando esto sucedi, ya Duarte haba partido de Catalua. Pe-dro Rodrguez Demorizi tiene razn al insistir en el impacto que ensu nimo provoc el romanticismo. Es ms: de su estudio al respectose infiere que fue el romanticismo liberal el que ms contribuy abrindar los elementos romnticos de su ideario. No me parece queeste criterio sea acertado. Es cierto que las poesas de Duarte -po-

    bres, por lo comn, en hechos poticos -acusan marcadas influen-cias de los poetas romnticos espaoles de aquella poca. Empero,la historia ensea que no puede ser vista como una regla la iden-tificacin del romanticismo literario con el liberalismo. Touchardy sus colaboradores dicen al respecto: No hay que confundir elromanticismo con los escritores romnticos, mxime cuando di-cha corriente acus -como se ha visto- una importante evolucin,especialmente en su vertiente poltica. Valgan estos ejemplos: enAlemania, Holderling y Novalis fueron romnticos tradicionalistas-o histricos; en Inglaterra, tambin lo fueron Coleridge y Young; yen Espaa, Mariano Jos de Larra y Martnez de la Rosa. El propioDuque de Rivas -a quien Rodrguez Demorizi menciona- escribi

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    el drama La conjuracin de Venecia, obedeciendo a los cnonesromnticos historicistas. En cuanto a Espronceda, el caso es dis-

    tinto: perteneci a una nueva generacin, y fue un romntico liberaltanto en la literatura como en la praxis.

    Debe tenerse en cuenta, por otra parte, que el romanticismohistrico, al exaltar el sentimiento colocndolo por encima de larazn, propici la apologa de lo religioso. Tal fue el caso del alemnSchleiermacher, quien lleg a afirmar que las diversas religiones

    se justifican todas, porque todas en conjunto constituyen la religininfinita. Por ventura, tan absurda tesis fue luego sometida a unasevera y destructora crtica por Feuerbach y Marx.

    Ya se dijo que en Duarte, entre sus estereotipos dinmicos ini-ciales se encontraba el religioso. Y cierto es que este no fue suplan-tado por el que origin su adhesin al liberalismo. Prueba de ello es

    que, habiendo sido victima de la expatriacin por obra de la reaccincolonialista que se impuso cuando Santana surgi como mandnsupremo de la recin nacida Republica, el Pbro. San Gervi, despusde haberle dado clases de historia sagrada, quiso que se dedicaraa la Iglesia, proposicin que el otro rechaz porque los asuntos demi patria que esperaba concluir, me impedan tomar estado. Habaen este, por tanto, un autentico fervor catlico, que, por cierto, se

    tradujo en la constante lealtad a los principios evanglicos, lo queobliga a decir que mucho ms que catlico, se senta cristiano y queeste sentimiento influy en su postura espiritualista.

    La fuerza que en l tuvo el romanticismo histrico aparece ,adems, en otros hechos, a los cuales me referir de inmediato...

    Cuando regres al pas, declar que lo que ms lo haba impre-sion ado durante su estancia en Europa fueron los fueros y liber-tades de Barcelona. Pues bien: se trata de conquistas logradas porCatalua durante el Medioevo, y que los carlistas -muerto ya Fer-nando VII - defendieron, al igual que hicieron con la monarqua y

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    la religin catlica. Historiadores contemporneos precisan, refiri-ndose a este punto, que en la guerra civil desatada por el carlismo

    entonces, sus consignas bsicas fueron: Dios, Patria, Rey, Fueros,principios poltico-religiosos de tipo tradicionalista que las masascampesinas sustentaban con fervor. Al fundar La Trinitaria, Duar-te hizo uso de los dos primeros en calidad de lema, agregando losde libertad y Repblica Dominicana. Evidentemente, el agregadoera un producto del romanticismo liberal que l tambin sustentaba,pero el hecho de que apareciera junto a los otros demuestra que el

    lema respondi tanto a este ltimo como al romanticismo histrico.Voy ms lejos: estimo que lo que mas contribuy a que en su mentesurgiera la idea de la nueva Repblica fue precisamente el tipo deromanticismo recin citado.

    Demostrar esta afirmacin me obliga a incursionar una vez msen la historia europea y americana. E inicio la incursin sealando

    que si bien el nacionalismo surgi en la poca del Renacimiento,encontr un vibrante eco en la Reforma y permaneci en latenciahasta la emancipacin norteamericana, fue a raz de la RevolucinFrancesa cuando comenz a cobrar vigor y a extenderse. Al pro-clamar los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el trascendentalsuceso despert el afn de liberacin de los pueblos oprimidos, ydio as origen a la rebelin de los esclavos en Hait y a la ulterior

    creacin del nuevo Estado haitiano. Es ms: influy -al igual que laemancipacin norteamericana - en las guerras de Liberacin Nacio-nal de nuestra Amrica. Reitero, sin embargo, algo ya dicho: fue laexpansin napolenica en Europa lo que di auge al movimiento.Los pueblos subyugados por Napolen despertaron... Duarte sientelos vagidos de este despertar, y pensando en su tierra, se da cuenta- y as se lo dice poco tiempo despus de su regreso al pas, a JosMara Serra - que entre los dominicanos y los haitianos no es po-sible una fusin. Que lo lleva a esta conclusin tan categrica?Sobre todo el concepto de que ambos pueblos responden a culturasdiferentes, de que en cada uno de ellos late un espritu peculiar,que haca imposible una simbiosis, Ocioso es decir que el concepto

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    responda al romanticismo histrico!

    Convertido en un nacionalista radical, se lanza a propagar estadoctrina... Pero - punto de sumo inters- tal radicalismo no implicachauvinismo. Llego a decir: Yo admiro al pueblo haitiano desdeel momento en que, recorriendo las paginas de su historia, lo en-cuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamentesuperiores y veo como los vence y como sale de la triste condicinde esclavo para convertirse en nacin libre e independiente. Lo

    reconozco poseedor de dos virtudes eminentes; el amor a la libertady el valor... Su nacionalismo no revela, pues, anti-haitianismo: solosustenta el derecho de nuestro pueblo a constituirse en nacin libree independiente, pues posea, por naturaleza, las condiciones paraello.

    Es incontrovertible que de la prdica de ese nacionalismo radi-

    cal naci nuestra Republica. El haberlo sentido y predicado consti-tuye, pues, la mayor gloria del prcer. Pero esta gloria es reafirmadapor las esencias de dicho nacionalismo y las dificultades que el en-contr para su difusin. Dada su importancia, debo detenerme enambos puntos, a reserva de volver sobre algunos de sus aspectos...

    Lo primero sobre lo cual considero imprescindible insistir es en

    el contenido republicano-liberal que incorpora a la tesis. No se tra-taba, por tanto, de un nacionalismo monrquico, que era el que masen boga se hallaba entonces en Europa. Adems, -obedeciendo a losprincipios de la Revolucin Francesa antes de ser traicionada porNapolen - se fundamentaba en la confianza en el pueblo, visto estecomo una totalidad indivisa cuyo atributo bsico e inalienable es lasoberana. Duarte hizo as suyo el concepto de que - como afirma

    Kohn la patria es superior a los reyes y a los magistrados, com-prende a todas las clases sociales, a toda clase de gente, al rico y alpobre, tanto al grande y al famoso como a la multitud desconocida, alos fieles de todas las religiones y sectas y, por tanto, a los hombresde todas las razas que en su suelo conviven. Es indudable que fu

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    en Europa, a raz de la Revolucin Francesa, donde esta idea de laPatria alcanz difusin, y si bien es cierto que en nuestra America

    eminentes figuras de la guerra emancipadora la hicieron suya, en lamayor parte de las naciones nacidas de esta guerra fue imposiblematerializarla, pues al igual que en los Estados Unidos, en muchasde ellas persisti durante largo tiempo la lacra de la esclavitud. Esms: no me parece que el pensamiento de aquellas figuras ejercierauna marcada influencia sobre el de Duarte, pues en la poca en queeste di concrecin a su ideario, es poco probable que tuviera no-

    ticias precisas de los ideales que alentaron los creadores de las na-ciones fraternas, en plena infancia entonces. Estim, por tanto, quemayor fuerza tuvieron en la aludida concrecin, determinados pro-hombres del nacionalismo y el romanticismo liberal europeo. Y meinclino a creer que entre estos, el que ms gravit sobre su espritufue Mazzini.

    Por que sustento esa creencia? Porque el anlisis del pensa-miento poltico-social del uno y del otro revela casi una identifi-cacin. Ambos no conceban la lucha de clases y consideraban queen sus respectivos pueblos lata un afn de libertad y de progreso.Es ms: recogieron y alentaron principios tanto del romanticismohistrico como del romanticismo liberal. Y fueron nacionalistas in-tegrales. Ms an: impulsados por el ms puro ensueo, tuvieron

    fe -siguiendo las huellas de Rousseau-, en la bondad ingnita delhombre... Este humanitarismo llev a Duarte a enfrentarse a losremanentes del prejuicio racial; declar -segn afirma su hermanaRosa -que la unidad de raza constitua uno de los principios fun-damentales de nuestra asociacin poltica. Su concepcin polticatuvo, pues, en cuenta nuestra realidad demogrfica, pero chocaba almismo tiempo con la posicin asumida al respecto por nuestra bur-guesa, clase social de la cual l an formaba parte. En efecto, peseal duro golpe que el dominio haitiano infligi al referido prejuicio,esta clase segua mantenindolo en su intimidad. Es mas: pese a queella se coloc, en trminos generales, al lado del dominador y medroa su sombra, su mxima aspiracin fue siempre convertir al pas,

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    una vez ms, en colonia de una gran potencia. La preferida era Es-paa. Pero si otra se anticipaba en el respaldo al propsito, no haba

    reparos para iniciar con ella las correspondientes gestiones y llegara un concierto. En suma: el colonialismo era la tesis sustentada porla burguesa criolla como nico camino para liberarse del dominiode la nacin vecina.

    Hay bases suficientes para sostener que la labor realizada porel Pbro. peruano Caspar Hernndez -quien llego al pas en el 1839-

    contribuy a reafirmar este colonialismo en los burgueses que es-cuchaban sus predicas. Desgraciadamente, la historiografa tradicio-nal y la novelstica duartiana se han empeado en presentar a esteclrigo - que fue un defensor fantico de la religin catlica y dela monarqua absolutista espaola - como un abanderado del idealindependentista y como uno de los maestros que ms contribuyo aafianzarlo en el espritu de Duarte y de otros trinitarios. Flix Mara

    del Monte - quien confiesa que debi a dicho cura caverncola susprimeras y ms notables aspiraciones -lo presenta como un profe-sor liberal y patriota que discurra ante sus alumnos sobre losderechos imprescindibles del hombre, sobre el origen del poder enlas sociedades, sobre las formas de gobierno, sobre la ndole de lasConstituciones, sobre el sufragio de los pueblos, sobre el principiolegtimo de la autoridad... A su vez, Joaqun Balaguer, en su obra ya

    citada, afirma que el personaje de marras fue un activo animador dela idea separatista. Y Pedro Troncoso Snchez, en su novela tam-bin ya citada, llega a decir que Hernndez, despus de escuchar unafervorosa apologa de la independencia hecha por Duarte, respondi:Aqu me quedar por siempre a compartir vuestra lucha.

    Todo esto es una clara distorsin de la historia; y la mejor prueba

    de ello la ofrece el propio clrigo en su obra Derechos y Prerroga-tivas del Papa y de la Iglesia, publicada en el 1853. En ella afirma,entre otras cosas, lo siguiente: Ojala que los hombres emplearan sutiempo en las Amricas en estudiar y conocer bien su religin, y noen leer obras impas y revolucionarias... Entonces compararan el

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    tiempo presente con el ao de 1810; recordaran lo que fueron y loque hoy son: y de esta comparacin inevitable, productora sin duda

    de nuevos y ms arreglados deseos, resultara a vista de tanto infor-tunio, el anhelo de depender ms bien de su antigua Metrpoli, antesque experimentar tantas y tan repetidas oscilaciones polticas condao y detrimento de toda la sociedad. Y al referirse a los abandera-dos de la independencia, los sofistas llenos de ideas revolucionariascontra el altar, contra los Reyes, y contra toda autoridad... expresa:De estas plagas estn libres los gobiernos monrquicos absolutos

    o moderados, los que aseguran garantas; y no los democrticos dela Amrica Espaola, que prometen mucho y nada cumplen; al con-trario, destruyen libertad y derechos sociales.

    Bastan estas citas para poner al desnudo lo que fue entonces laprdica de ste cuya cabeza era una inagotable cantera de deliriososcurantistas! Y para comprender como estos delirios debieron in-

    fluir en el colonialismo de nuestra burguesa, clase social sobre lacual cae la responsabilidad de la anexin a Espaa y de las desven-turas del Padre de la Patria, a los pocos meses de nacida! Claro esta:no pudo este prever tales desventuras. Su romanticismo le hacia veren cada dominicano a un autntico patriota y por tanto, a un celosocolaborador de su empeo; abstracciones brotadas exclusivamentedel sentimiento le impedan captar las corrientes en pugna en el pas

    y sus orgenes econmico-sociales. A diferencia de Mart, tuvo esca-sa visin de lo concreto. El Apstol cubano fue - y as lo he afirmadoen otra parte - un espiritualista realista. Duarte, en cambio, vivi ymuri dominado por el espiritualismo. Evidentemente, no tuvo elgenio del otro. Vivieron, adems, en pocas distintas. Pero hay quereconocer que ambos se destacaron por la firme lealtad a los noblesideales que sustentaron y la inmaculada pureza de sus vidas.

    Siempre se ha dicho que en Duarte haba un trasfondo mstico.Y Balaguer y en parte Troncoso Snchez, - cuyas trayectorias pbli-cas durante el trujillato obliga a ver en ellos a seeros exponentes delanti-duartismo- lo han divinizado. Estimo- y as lo expres en uno

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    de mis libros- que ese trasfondo existi y brind una base genticaa su religiosidad y a su concepcin providencialista de la vida. Pero

    no se consagro, como los autnticos msticos, al culto de las cosasllamadas divinas. Bien visto el punto, si en el lema de la proyecta-da Repblica figura en primer trmino la palabra Dios, fueron losconceptos de Patria y Libertad- los que dieron el sentido y latnica a sus actividades. En efecto, la creacin y consolidacin dela patria -propsito que revelaba un profundo amor a su pueblo- fuesu mximo empeo. Por desesperada que sea la causa de mi Patria

    -dijo - siempre ser la causa del honor y siempre estar dispuesto ahonrar su ensea con mi sangre. Ello explica su oposicin radicalal bando traidor y parricida que la haba entregado a Espaa y que,despus de la Restauracin, se la ofreci, por unas mseras monedas,a los Estados Unidos. Jams tuvo su patriotismo la menor flaquezao un nfimo desvo. Vi un enemigo en todo aquel que tendiera amenoscabar en lo ms mnimo nuestra Independencia Nacional y

    a cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del PuebloDominicano.

    Estos derechos aparecen consignados en el proyecto de Consti-tucin que escribi y el cual paso, incompleto, a la posteridad. Fueredactado en las semanas siguientes al nacimiento de la Repblica:As lo prueba el Artculo 60; en el cual se dice que esta fue pro-

    clamada el 27 de febrero de l844; y es en su contenido donde masse manifiesta el liberalismo del autor. Para entonces, el triunfo deesta corriente poltica sustentada por la burguesa progresista deotros pases, apuntaba en la Europa occidental y devino un hechocon el movimiento revolucionario del 1848. Qued as consolidadaen dichos pases la revolucin democrtico-burguesa y esta consoli-dacin sirvi de base al desarrollo del imperialismo. Los vaivenesiniciales del proceso -que tuvo su punto de partida en Francia -Marxlos describi magistralmente en su obra El 18 Brumario de LuisBonaparte. Adems, historiadores no marxistas como Hauser,Maurain, Benaerts y L Huillie- han dedicado importantes obras alestudio de dicho proceso, que apenas tuvo repercusin en nuestra

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    Amrica. Esto ltimo es explicable: el liberalismo se impuso en lospases capitalistas que haban alcanzado la etapa industrial, hecho

    que apenas se di en los nuestros, lo que evidentemente confirmabala ley del desarrollo desigual del capitalismo.

    Cuando luchaba por la creacin de la Repblica, el romanti-cismo de Duarte le impidi darse cuenta de que nuestra burguesa,en vez de haberse solidarizado con el liberalismo -y, por tanto, conel afn de progreso tcnico- sustentaba la tesis colonialista, que era

    entonces el exponente mximo de la reaccin poltica. Puesto quedicha tesis traduca una concepcin antipatritica, Duarte choccon su propia clase social, y pese a que la primera Constitucin dela Repblica, votada en noviembre de 1844, recoge principios queaparecen en el proyecto que l hubo de redactar, bien se sabe que loshechos ulteriores dieron un constante mentis a tales principios.

    Considero importante detenerme en algunos puntos del mencio-nado proyecto...

    En su Artculo 60; -ya parcialmente citado- expresa que sien-do la Independencia Nacional la fuente y garanta de las libertadespatrias, la Ley Suprema del Pueblo Dominicano es y ser siempresu existencia poltica como Nacin libre e independiente de toda

    dominacin, protectorado, intervencin e influencia extranjera...Tal Artculo traduce un nacionalismo intransigente y opuesto, portanto, a cualquier concesin colonialista. Este anticolonialismo apa-rece con mayor nfasis en el Artculo 18, cuyo texto afirma: Lanacin dominicana es libre e independiente, y no es ni puede serjams parte integrante de ninguna otra potencia, ni el patrimonio defamilia ni persona alguna propia ni mucho menos extraa.

    Por otra parte, en el Artculo 21 el autor afirma que son do-minicanos los que obtienen esta cualidad o por nacimiento o porhaber obtenido del Gobierno cedula de nacionalidad con arreglo ala ley. Ello implica, evidentemente, la exclusin de la esclavitud

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    y de toda diferencia jurdica basada en el prejuicio racial. Adems,un Artculo no numerado establece el sistema republicano de go-

    bierno, y seala que este ltimo es y deber ser siempre popularen cuanto a su origen, electivo en cuanto al modo de organizarlo,representativo en cuanto al sistema, y... responsable en cuanto a susactos. Podra decirse que estos conceptos aparecan consignados enConstituciones de otros pases y que la Constitucin norteamericanade Filadelfia haba trazado al respecto la pauta. Sin embargo, im-porta destacar que esta ultima, -al ratificar el Artculo 4 del Acta de

    Confederacin - Artculo que limito el ejercicio de los derechos hu-manos a los habitantes libres de cada uno de los Estados, aprobtcitamente la institucin de la esclavitud, razn por la cual la de-mocracia que existi all hasta el fin de la guerra de Secesin, seasemej -tomando en cuenta las diferencias de pocas -a la que im-per en determinadas polis de la Grecia antigua. En consecuencia,al fijar Duarte en su proyecto los aludidos conceptos, di un impor-

    tante paso de avance que implicaba el reconocimiento del sufragiouniversal.

    El punto segundo del Artculo 13; bis expresa lo siguiente:Todo poder dominicano esta y deber estar siempre limitado porla ley, y est por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno loque en derecho le pertenezca. En su citado ensayo, el Lic. Salazar

    lo encomia diciendo que en este texto no se enuncia nicamenteun postulado jurdico de cuestionable (incuestionable? J.G.) apli-cacin en el mundo de la realidad, sino que contiene, por encima deeso, un principio de convivencia que no se funda en abstraccionesni deficiencias histricas, sino, antes bien, en verdades concretas,efectivas, mensurables y negociables. Fundamenta el autor talesafirmaciones en el principio de que no existe ningn valor ms ele-vado que la justicia, para fundar en el criterio de la validez de laley. No voy a entrar en disquisiciones sobre el tema... Me limitoa decir que el postulado jurdico a que el Lic. Salazar se refiere es,dentro del Derecho burgus, una ins1ita mentira y que el principiode convivencia que el deriva del texto constituye una tpica ab-

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    straccin cuya supuesta verdad aparece negada por la naturaleza delsistema capitalista, que el aludido Derecho consagra. A mi entender,

    Duarte expres en este caso un juicio filosfico que cae dentro delcampo del deber -ser, pues da por sentadas la inexistencia de lasclases sociales y del afn de poder y lucro de las clases dominantes.Estimo que expuso ese juicio impulsado por su fervor romntico,que lo haca ver en cada hombre una cantera de bien y un cotidianoexponente de pureza.

    Pero hay algo ms: contrastando con las disposiciones a queacabo de referirme, el aludido proyecto consigna que la religinpredominante en el Estado deber ser siempre la Catlica, Apostli-ca, sin perjuicio de la libertad de conciencia y tolerancia de cultos,lo que indudablemente revela que pese a la riqueza de pensamientosliberales contenidos en el documento, Duarte no haba podido li-berarse -pese a que visito pases protestantes- de todos sus estereo-

    tipos dinmicos iniciales y sustantivos. Acenta su determinacinal respecto fijando, en el Articulo 23; el ordenamiento de lo ecle-sistico, con lo cual daba a entender que vea en la Iglesia Cat1icauna institucin estrechamente vinculada al Estado. En el mbito delibre-pensadores existente para entonces en nuestra Amrica -talcomo lo confirman las citas del Pbro. Hernndez - es evidente queaquello constitua un lastre tradicionalista repudiable. Pero insisto

    en que tales fallas tenan su origen, fundamentalmente, en la het-erogeneidad y relativa unilateralidad de la formacin intelectual delPrcer. Su visin de la realidad poltico-social de la poca era la quesustentaban casi todos los grandes romnticos, en quienes lata, peseal reaccionarismo de los primeros tiempos, pureza de actuacin yansias de bien comn. Por eso, el hecho de que Duarte se solidar-izara con ellos, de ningn modo desmedra su gloria.

    De todos modos, tal visin era falsa. Es ms: choc con el colo-nialismo burgus, y del choque surgieron sus mayores tribulaciones.Salvo el de la creacin de la patria, sus dems propsitos se frus-traron... La respuesta a sus nobles afanes y sacrificios fue el destie-

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    rro. Y con este, el ms hondo dolor, la ruina. Declarado traidor a lapatria, s1o dos de los antiguos compaeros -Juan Isidro Prez y

    Pedro Alejandrino Pina- siguieron manifestndole amor y lealtad.Vala acaso la pena emprender, en tales condiciones una lucha?No! Hubiera sido un suicidio. Prefiri esperar. Y como buen romn-tico, busc un momentneo consuelo en la naturaleza agreste. Perono renunci a su ideario! Y cuando llego la hora de poder servirle denuevo a la patria, entonces mortalmente herida por la anexin a Es-paa, regreso a ella. Pese a su edad avanzada y a los padecimientos

    fsicos de que era vctima, quiso dar su vida en la contienda restau-radora. Pero su requerimiento no encontr en el gobierno de armasla acogida por el esperada... Acept entonces una misin patriticaen el exterior. Y desde all, cuando no haba aun terminado aquellaguerra desigual -pues era entre un gigante y un pigmeo- escribi aFlix Mara Del Monte, de cuya deslealtad al ideal trinitario pro-bablemente no haba tenido noticias, una carta histrica en la cual

    lanza duros dicterios contra los traidores a la patria, y, no obstantesu desgarramiento anmico, reitera su f en la providencia. En lamisiva se pregunta: Que ms se quiere del patriota? Se quiere quemuera lejos de su patria, 1, que no pens sino en rescatarla?... Puesno, no... El buen dominicano tiene hambre y sed de justicia ha largotiempo, y si el mundo se la negare, Dios, que es la suma bondad, sa-br hacerla cumplida y no muy dilatado, y entonces, hay de los que

    tuvieron odos para or y no oyeron, de los que tuvieron ojos paraver y no vieron... la eternidad de nuestra idea! Porque ellos habrnde or y habrn de ver entonces lo que no hubieran querido or ni verjams!

    Con tales palabras haba, evidentemente, su trasfondo mstico.Pero hay en ellas algo significativo: el prcer habla de buenos ymalos dominicanos. La carta, fechada el 2 de mayo de 1865, reiteraas conceptos que semanas antes haba emitido en la que dirigi aManuel Rodrguez Objo, a la sazn Ministro de Relaciones Exteri-ores del Gobierno Restaurador. En esta deca: En Santo Domingono hay mas que un pueblo que desea ser y se ha proclamado in-

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    dependiente de toda potencia extranjera, y una fraccin miserableque siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer

    del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de sus intri-gas y srdidos manejos aduearse de la situacin... esa fraccin omejor diremos esa faccin ha sido, es y ser siempre todo menosdominicana. Juzgaba, pues, la dominicanidad, en base al sen-timiento patritico. En consecuencia, quienes pertenecan a aquellafraccin o faccin, eran miembros de un bando traidor y parri-cida,... que no tienen, ni merecen otra patria sino el fango de su

    miserable abyeccin. La carta se destaca -como se ve- por la cate-grica reafirmacin de su anticolonialismo. Dice adems en ella;Si me pronuncio dominicano independiente desde el 16 de juliode 1838, cuando los nombres de Patria, Libertad, Honor Nacional(no habla de Separacin. J.G.) se hallaban proscritos como palabrasinfames;... si despus en el ao 44 me pronuncie contra el protecto-rado francs decidido por esos facciosos y cesin a esta Potencia de

    la Pennsula de Saman, mereciendo por ello todos los males que so-bre m han llovido; si despus de veinte aos de ausencia he vueltoespontneamente a mi Patria a protestar con las armas en la manocontra la Anexin a Espaa, llevada a cabo a despecho del voto na-cional por la superchera de ese bando,... no es de esperarse que yodeje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto yprotestar siempre, no digo tan solo contra la anexin de mi Patria a

    los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y almismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar enlo mas mnimo nuestra Independencia Nacional y cercenar nuestroterritorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano.

    De estas afirmaciones se infiere que su concepcin romnticasobre la bondad ingnita del hombre se sinti golpeado tan pronto

    el inici su lucha por la Independencia Nacional, y que al regresaral pas, ya nacida la Republica, y ser luego vctima de aquel bandotraidor y parricida, renunci a dicha concepcin. Claro est: su for-macin intelectual le impeda comprender que aquel bando es-

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    taba integrado fundamentalmente por burgueses cuyo colonialismose sirvi de la palabra Separacin para alcanzar sus proditorios

    fines.

    Es sabido que al finalizar la guerra restauradora, su misin en elexterior termin. Quiso entonces regresar al pas? Semanas antesde producirse la desocupacin espaola, alent indudablemente elpropsito, pues en la citada carta al trnsfuga Del Monte le dice:Esta situacin, aunque no lo parezca, es violenta y no promete un

    desenlace tan suave y natural como lo esperan los necios que repre-sentan en esta comedia... Y mientras... se agita y bulle el malo, quehace el bueno? Se estar quedo... Sera un crimen del cual se nospodra acusar ante la Historia, a nosotros... los individuos de la So-ciedad Filarmnica. Flix, no hay reposo ya para nosotros sino en latumba, y que pues el amor de la patria nos hizo contraer compromi-sos sagrados para con la generacin venidera, necesario es cumplir-

    los o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la historiacon el honor de hombres libres, fieles y perseverantes.

    Por que no cumpli ese compromiso? Porque prematuramenteenvejecido y con la salud en quiebra, volvi a sentirse totalmentesolo... Y con el nimo terriblemente abatido por la dolorosa evolu-cin de los acontecimientos nacionales! Bez, el exMariscal espaol,

    haba trastornado el juicio del pueblo y a su lado se arremolinaba,gozosa, la burguesa anexionista. El propio Del Monte se incorpor,una vez ms, a su carrera de infamias. Y pese a que cuando escribia ste la referida carta, el Apstol pensaba que Dios ha de conce-derme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a miPatria libre, independiente y triunfante, la vida fue gradualmentedesvaneciendo este pensamiento... Hay, sin embargo, testimonio de

    que nunca cay en un total derrotismo. Pues pese a que lleg a laconclusin de que su hora haba pasado, confi en el porvenir, puestodo es providencial... y los providencialistas son los que salvaranla Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopoli-

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    tas (?) orcopolitas. Claro est: tales palabras, nacidas de su religio-sidad, carecen de sentido. Pero eran una expresin de confianza en

    el triunfo final del albo propsito a que consagro su vida.

    Cierto es que su ideario no contiene reivindicaciones sociales. Adiferencia de Bolvar, que en su Decreto de Trujillo, promulgado en1824, quiso proteger a los indios del Per y reordenar all el siste-ma de la propiedad agraria, de Morelos, que se lanz a la luchapor la emancipacin mexicana para llevar la justicia a las grandes

    masas desposedas o hambrientas; o de Artigas, que decret la ex-propia-cin de las tierras de los malos europeos y peores america-nos, Duarte elabor su proyecto de Constitucin en base a la visinideal del hombre que impulsaba entonces sus actuaciones. Es ms:de cuanto abraz su ideario lo nico que cobr vida -menguada,precaria y varias veces traicionada- fue la Patria.

    Queda algo en pie de ese ideario? La respuesta se halla en rela-cin directa con las realidades poltico-sociales del mundo de h