drakkares en el amazonas

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    rakkares En El Amazonas

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    NDICE

    I. Las Amazonas ............................... 9

    1. Las guerreras blancas, 9 2. Unos testimonios ind-

    genas, 13 3. El pas de las amazonas, 18 4. Las

    amazonas reencontradas, 22 5. Unos "tatuajes" re-

    veladores, 27 6. El origen de las amazonas, 30.

    II. El Imperio del Gran Paytiti .................. 35

    1. El espejismo del oro, 35 2. Los guardianes de los

    caminos, 41 3. Los mitos del Orinoco, 47 4. Las

    inscripciones rupestres de la Guayana, 50 5, Ves-

    tigios en los accesos del Imperio, 59 6. La montaa

    y la llanura, 66.

    III. Los supervivientes de la guardia blanca ...... 72

    1. Los "indios blancos" del Amazonas, 72 2. Los

    guardias blancos de las Guayanas, 76 3. Una en-

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    cuesta en el Piqui, 88 4. Los "caboclos" rubios del

    Piau, 95 5. Los vikingos de la selva, 100.

    IV. Las "siete ciudades" del Piau ................ 103

    1. La increble fantasa de la naturaleza, 103 2. Los

    barcos rupestres, 109 3. Los "barbudos de la lla-

    nura", 112 4. El guardin del solar, 114 5. Una

    amenaza, 117 6. Graffiti antroponmicos, 118 7.

    Consejo y mofa, 124 8. Unos smbolos nrdicos,

    126 9. Unos gigantescos "Externsteine". 129 10.

    El puerto minero del Parnaiba, 133 11. El portu-

    lano de Siete Ciudades, 144.

    V. Las piedras que hablan ...................... 151

    1. Bosques sagrados y tmulos, 151 2. El drakkar

    de Inhamuns. 160 3. El espejismo fenicio, 168 4.

    Mensajes en la selva, 171 5. Exploradores y solda-

    dos, 176.

    VI. Las escalas del Atlntico ..................... 179

    1. La isla de los alfareros, 179 2. Puertos lacustres

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    y murallas, 182 3. El "Camino del Hombre Blanco",

    185 4. La Roca de la Gvea, 190 5. El prodigio

    del oro, 198 6. La Costa Danesa, 200.

    VII. Vikingos y normandos ....................... 203

    1. El balance de una investigacin, 203 2. El origen

    de los vikingos de Tiahuanacu, 2.06 3. La herencia

    normanda, 209.

    Notas bibliogrficas ................................ 212

    I

    Las Amazonas

    1. Las guerreras blancas

    Estamos en el ao 1542. A las rdenes del capitn Francisco de Orellana, cincuenta ysiete espaoles descienden,

    y es la primera vez desde la Conquista que se emprende

    esta aventura, el Gran Ro que algunos llaman Maran y

    que, ya se lo sabe, desemboca en el Atlntico. Disponen de

    dos bergantines grandes canoas primitivas sin puente:,

    el ms grande de los cuales debe de tener unos veinte metros de eslora por dos demanga y uno de fondo. Con vela y con remos, avanzan lentamente, a pesar de lacorriente favorable, pues carecen de guas indios y se extravan frecuentemente en el

    laberinto de los brazos secundarios delro-mar. Desde hace unos das, estn acampandoen la isla de los Tupinambs, que nuestros mapas llaman Santa Rita.

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    Una vez ms, los indgenas los atacan. Pero, hoy, no estn

    solos.

    "Han de saber, escribe al P. Gaspar de Carvajal (') *, capelln de la expedicin, queellos [los atacantes] son subjectos y tributarios a las amazonas, y sabida nuestra venida,vanles a pedir socorro y vinieron hasta diez o doce,que stas vimos nosotros, queandaban peleando delante

    * Los nmeros corresponden a las notas bibliogrficas, al

    final del volumen.

    de todos los indios como capitanas, y peleaban ellas tan animosamente que los indios noosaban volver las espaldas, y al que las volva, delante de nosotros lo mataban a palos, ysta es la causa por donde los indios se defendan tanto.

    Estas mujeres son muy blancas y altas y tienen muy largo

    cabello y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergenzas,

    con sus arcos y sus flechas en las manos, haciendo tanta

    guerra como diez indios...".

    Es ste el primer testimonio europeo que tenemos respecto de esas misteriosas mujeresguerreras, de las cuales las leyendas indgenas ya se haban apoderado desde hacamucho tiempo, y tendremos que esperar ms de cuatrocientos aos para conseguir unsegundo. Pero el P. de Carvajal es fidedigno. Este dominico era el hombre ms pedestreque se pudiera imaginar. No se encuentran en su relato ni la menor fantasa, ni siquieracualquier dato sobre la flora y la fauna de las regiones atravesadas. El capelln de

    Orellana se limitaba a redactar una especie de libro de bitcora, donde slo se habla dedistancias, itinerarios,abastecimiento y combates. Por otro lado, no era sino el vocero desus compaeros y, en especial, de su capitn. Tene-

    mos un nico testimonio, pero cincuenta y siete testigos.

    Sin hablar siquiera del padre que haba perdido un ojo en la batalla, los espaoles noolvidaran el asalto de esas mujeres blancas "en cuero" que haban hecho caer sobreellos una lluvia de flechas. La sorpresa haba sido tan grande que, despus de la batalla,

    haban minuciosamente interrogado respecto de ellas a los indios que haban apresado.Dejemos la palabra al P. de Carvajal, pesado y preciso

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    como un escribano de juzgado:

    "El capitn [Orellana] le pregunt [a un cacique] qu mujeres eran aqullas; el indio

    dijo que eran unas mujeres que residan la tierra adentro siete jornadas de la costa [delro], y por ser el seor Couynco sujeto a ellas, haban venido guardar la costa. El capitnle pregunt si estas mujeres estaban casadas: el indio dijo que no. El

    capitn le pregunt de qu manera viven: el indio respondi que, como dicho tiene,estaban la tierra adentro, y que l haba estado muchas veces all y haba visto su trato yvivienda, que como su vasallo iba a llevar el tributo cuando el seor lo enviaba. Elcapitn pregunt si estas mujeres eran muchas: el indio dijo que s, y que l saba

    por nombre setenta pueblos... y que en algunos de ellos haba estado. El capitn le dijoque si estos pueblos eran de paja: el indio dijo que no, siendo de piedra y con puertas, y

    que de un pueblo a otro iban caminos cercados de una parte y de otra y a trechos porellos puestos guardas porque no poda entrar nadie sin pagar derechos. El capitn le

    pregunt si estas mujeres paran: el indio dijo que s. El capitn le dijo que cmo, nosiendo casadas, ni resida hombre entre ellas, se empreaban: l dijo que estas indias

    participan con indios en tiempos, y cuando les viene aquella gana juntan mucha copiade gente de guerra y van a dar la guerra a un gran seor que reside y tiene su tierra juntaa la dstas mujeres, y por fuerza los traen a su tierra

    consigo aquel tiempo que se les antoja, y despus que se hallan preadas, les tornan aenviar a su tierra, sin les hacer otro mal; y despus, cuando viene el tiempo que han de

    parir, que si paren hijo lo matan o * le envan a sus padres, y si hija, la cran con gransolemnidad y la imponen en las cosas de la guerra. Dijo ms, que entre

    todas estas mujeres hay una seora que subjecta y tiene todas las dems debajo de sumano y jurisdiccin, la cual seora se llama Coori. Dijo que hay una grandsimariqueza de oro y plata, y que todas las seoras principales y de manera no es otro suservicio sino oro y plata, y las dems mujeres plebeyas se sirven de vasijas de palo,excepto lo que llega al fuego, que es barro. Dijo que en

    '" El texto dice "y", pero debe de tratarse de un error de imprenta, como veremos msadelante.la cabecera y principal ciudad en donde reside la seora hay cinco casas muygrandes que son adoratorios, y casas dedicadas" al Sol, las cuales ellas llaman Caranain,y

    en estas casas por de dentro estn del suelo hasta medio estado en alto planchas degruesos techos aforrados de pinturas de diversos colores, y que en estas casas tienenmuchos dolos de oro y

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    tierra, segn entendimos, hay camellos que los cargan**,y dice que hay otros animales,los cuales no supimos entender, que son del tamao de un caballo y que tienen el pelode un jeme*** y la pera hendida, y que los tienen atados y que destos hay pocos. Diceque hay en esta tie-

    rra dos lagunas de agua salada, de que ellas hacen sal".

    Esas mujeres sometieron a su autoridad numerosas tribus vecinas, "y otras hay conquien tienen guerra, y en especial con la que ya dijimos, y los traen para tener que hacercon ellos; stos dicen que son muy grandes de cuerpos y blancos".

    Los espaoles no debieron de quedar tan sorprendidos ante las declaraciones de sus

    prisioneros. "Todo lo que este indio dijo y ms nos haban dicho a nosotros a seis

    Llamas, alpacas y vicuas.

    ** Las llamas son camlidos. En el Per, se las utiliza como

    animales de carga,

    ""' Unidad de medida equivalente a la distancia que separa la punta del pulgar de laextremidad del ndice, teniendo estos dos dedos bien apartados.

    leguas de Quito, porque de estas mujeres haba all gran noticias, y por las ver vienenmuchos indios de ro abajo mil y cuatrocientas leguas, y as nos decan arriba los indios

    que el que hubiera de bajar a la tierra de estas mujeres haba de ir muchacho y volverviejo."

    El capitn qued tan marcado por su encuentro con las guerreras blancas que, de vueltaen Espaa, cuandolos cartgrafos empezaron a llamar el Maraen "Ro de Orellana",

    pidi y obtuvo que tal denominacin fuera cambiada por "Ro de las Amazonas",nombre que le ha quedado al ro-mar.

    2. Unos testimonios indgenas

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    Francisco de Orellana y sus hombres llegaron a GranPar (hoy Beln) el 24 de agostode 1542 y podemos suponer. que descansaron algn tiempo antes de proseguir su viajehasta la isla de Tobago, de donde volvieron a Espaa.

    Es muy poco probable, pues, que la noticia y, de cualquier modo, los detalles de suexpedicin hayan sido conocidos en el Paraguay cuando, en 1543, el general de Irala yel adelantado Nez Cabeza de Vaca embarcaron en el ro Paraguay que iban aremontar en busca de Juan de Ayolas,desaparecido en el camino de Potos. No obstante,en el curso de su expedicin, Irala oy hablar de "mujeres que pelean como hombres yque son muy valientes y guerreras y que son seoras de mucho metal de oro y plata..., yque todo el servicio de sus casas es de oro y plata y los ataderos con que hacen suscasas... (2).

    Durante un segundo viaje, unos aos ms tarde, Irala,"bojeando la cordillera del Per",alcanz la actual provincia boliviana de Santa Cruz, en la baca del Amazonas, dondeoy hablar de un gran ro que corre del sur para el norte,al contrario del Ro de la Plata,y pens que se trataba del Maran. Los indios tambin le mencionaron "una provinciade mucha gente que tena sus poblaciones a la ribera de

    una gran laguna, y que posea gran cantidad de oro de que se servan; por lo que losespaoles dieron a esta laguna por denominacin el Dorado. Cuyos naturales, dicen,confinan con unos pueblos de solas mujeres, que tienen slo el pecho del ladoizquierdo, porque el derecho lo consuman con cierto artificio para poder pelear conarco y flechas de que eran diestras y ejercitadas, aludiendo a las mujeres de Escitia, dequienes los antiguos escriban... (3)".

    Como se nota, la leyenda ya embelleca los relatos de los indgenas. Por ambiguas quesean esas lneas que Daz de Guzmn escribi en 1612, es a los indios que el autoratribuye el detalle de la ablacin del seno derecho, detalle ste, evidentemente sacado deHerodoto y de Diodoro de Sicilia, que ningn testimonio, directo ni indirecto, haconfirmado jams en cuanto a Amrica. No hay nada de esta historia, por ejemplo, en el

    relato que nos ha dejado, acerca de su bajada del Amazonas en 1639, el P. Cristbal deAcua.

    Unos meses antes haba llegado a Quito el capitn-mayor Pedro de Teixera, quien, consesenta y siete soldados portugueses y mil doscientos indios, entre remeros y guerreros,sin hablar del personal de servicio, acababa de remontar el Amazonas desde sudesembocadura, a bordo de cuarenta y siete bergantines. Portugal constitua, en aquel

    entonces, uno de los reinos que integraban Espaa. No obstante, el conde de Chichn,

    virrey del Per, no tena mucha gana de conservar con l una tropa tan numerosa y tanaguerrida a las rdenes de un portugus. Y tampoco lo entusiasmaba la idea de dejar a

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    Teixeira volver por el ro sin fiscalizacin alguna. Por eso le adjunt a dos jesutas, unode los cuales, el P. de Acua, era el hermano de su teniente general, corregidor deQuito. Que no se trataba solamente,

    para ese religioso, de celebrar misa, los portugueses pudieron comprobarlo cuando,

    antes de llegar a Gran-Par, trataron de desviarse de su camino para apoderarse deindios que pensaban vender en las fazendas las estancias de la provincia delMaran: el "capelln" habl en nombre del Rey y la flotilla tuvo que seguir derecho.

    El P. de Acua nos ha dejado de su viaje un relato (4)lleno de informaciones precisassobre los habitantes, la fauna y la flora del Amazonas. Consciente de suresponsabilidad, se controlaba en cada lnea, preocupado de que se lo pudiera tachar deexagerado o de imaginativo: "Pido yo a los que leyeren esta relacin me den crdito...Digo esto por las que podr ser que saquen otros a luz, quiz no tan ajustada a la verdad

    como convena. Esta lo ser, y tanto

    que por ningn caso pondr en ella cosas que no puedo con la cara descubiertaatestiguar con ms de cincuenta espaoles, castellanos y portugueses, que hicieron elmismo viaje, afirmando lo cierto por cierto, y lo dudoso por tal,para que en cosa tangrave y de tanta importancia nadie se arroje a creer ms que en esta relacin se afirma".

    Ahora bien, y es esto lo que nos interesa aqu, el P. de Acua dedica varias pginas desu relato a las amazonas y se basa, para hacerlo, en el testimonio de indios tupnambs:"Con su dicho tambin de estos tupinambs, confirmamos las largas noticias que portodo este ro traamos de las afamadas amazonas... Los fundamentos que hay paraasegurar provincia de amazonas en este ro son tantos y tan

    fuertes que sera faltar a la fe humana el no darles crdito.

    "Y no trato de las graves informaciones que, por orden de la Real Audiencia de Quito,se hicieron con los naturales que la habitaron muchos aos, de todo lo que en sus riberas

    contena, en que una de las principales cosas que se aseguran era el estar poblado de unaprovincia de mujeres guerreras, que sustentndose solas sin varones, con quienes noms a ciertos tiempos tenan cohabitacin, vivan en sus pueblos, cultivando sus tierras,y alcanzando con el trabajo

    de sus manos todo lo necesario para su sustento.

    "Tampoco hago mencin de las que por el nuevo reino de Granada, en la ciudad dePasto, se hicieron con algunos indios, y en particular con una india, que dijo haber ella

    misma estado en sus tierras donde estas mujeres estn pobladas, conviniendo en todocon lo que se saba por los primeros dichos.

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    "Slo echo mano de lo que o con mis odos, y con cuidado averig desde que pusimoslos pies en este ro. En que no hay generalmente cosa ms comn, y que nadie la ignora,que decir habitan en l mujeres, dando seas tan particulares, que conviniendo todas en

    unas mismas, no es creble se pudiese una mentira haber entablado en tantas

    lenguas y en tantas naciones, con tantos colores de verdad.

    "Pero donde ms luz tuvimos del sitio donde viven estas mujeres, de sus costumbres, delos indios que las comunican, de los caminos por donde se entra a sus tierras, y de losnaturales que los pueblan (que es la que aqu dar) fue en la ltima aldea donde da fin la

    provincia de los tupnambs.

    "Treinta y seis leguas de esta aldea, corriendo ro abajo, est a la banda del Norte el delas Amazonas, que con nombre de Ro Canuris [el actual Nhamund] es conocido entreaquellos naturales. Toma este ro el nombre de los primeros indios que sustenta en su

    boca, a quienes se siguen los apantos, que hablan la lengua general de todo el Brasil.Tras stos estn situados los taguaus, y los ltimos, que son los que comunican con lasmismas amazonas, son los Guacaras.

    "Tienen estas mujeres varoniles su asiento entre grandes montes y eminentes cerros, delos cuales el que ms se descuella entre lo otros, y que como ms soberbio de losvientos... se llama Yacamiaba. Son mujeres de gran valor, y que siempre se hanconservado sin ordinario comercio de varones, y aun cuando stos, por concierto quecon ellas tienen, vienen cada ao a su tierra, los reciben con las armas en la mano, queson arcos y flechas, que juegan por algn

    espacio de tiempo, hasta que satisfechas de que vienen de paz los conocidos, y dejandolas armas, acuden todas a las canoas o embarcaciones de los huspedes y cogiendo cadauna la hamaca que halla ms a mano, que son las camas en que ellos duermen, la llevan

    a su casa y, colgndola en parte donde el dueo la conozca, lo reciben por huspedaquellos pocos das, despus de los cuales ellos se vuelven a

    sus tierras, continuando todos los aos este viaje por el mismo tiempo. .

    "Las hijas hembras que de este ayuntamiento nacen, conservan y cran entre s mismas,que son las que han de llevar adelante el valor y costumbre de su nacin, pero los hijosvarones no hay tanta certeza de lo que con ellos hacen.

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    "Un indio que, siendo pequeo, haba ido con su padre a esta entrada, afirm que loshijos varones los entregaban a sus padres, cuando el siguiente ao volvan a sus tierras.Por lo dems, y es lo que parece ms cierto por ser dicho ms comn, dicen que enreconocindoles por tales les quitan la vida."

    Este relato, ya se ve, no difiere en absoluto, en cuanto a lo esencial, del que nos hadejado el P. de.Carvajal. En casi un siglo, parece que slo haya variado el

    procedimiento utilizado por las amazonas para procurarse sus maridos de unos das: laguerra, en el siglo xvi, un intercambio amistoso de favores en el xvii. Encontraremosms tarde la explicacin de tal cambio.

    Tenemos, por lo dems, en cuanto al mtodo en cuestin, una tercera versin que

    mencionan los cronistas Juan de San Mart,n y Alonso de Lebrija (5), quienes, enBogot, oyeron hablar, entre 1536 y 1539, de mujeres solas que compraban esclavoscon el exclusivo propsito de conseguir de ellos un apareamiento peridico. Se conoca,

    pues, la existencia de las amazonas mucho ms all de su territorio. Tenemos de ellootras pruebas ms antiguas. En 1524, el mismo Hernn Corts (6) escriba a Carlos Vque exista, frente a la costa de Caguatn, "una isla toda poblada de mujeres sin varnninguno, y que en ciertos tiempos van de la tierra firme hombres, con los cuales hanacceso, y las que quedan preadas, si paren mujeres las guardan, y si hombres los echande su compama". Lo cual confirmaba, unos aos ms tarde, uo de Guzmn (7),quien, no sin agregar que esas mujeres decan haber llegado por el mar, contaba queantes enterraban vivos a los varones, pero, desde algn tiempo, los entregaban a sus

    padres cuando alcanzaban la edad de diez aos. Intil es agregar que nunca se hanencontrado amazonas en Mxico. Los indios evidentemente aludan a las que se habanestablecido en el Orinoco: para ellos, como para los europeos de la Edad Media, lastierras inaccesibles de ms all del mar siempre eran islas.

    3. El pas de las amazonas

    Sesenta aos despus de la expedicin cuyas peripecias nos relat el P. de Acua,Alejandro de Humboldt y Bonpland emprendieron el largo viaje de estudio de seis aosdurante el cual recorrieron en todas las direcciones la baca del Orinoco y el altoAmazonas. En la obra gigantesca que escribi al respecto (8), Humboldt menciona

    brevemente a las amazonas, sin expresar la menor duda en lo que atae a su existencia.Con su habitual precisin de gegrafo, se limita a determinar las reas en las cuales fuesealada su presencia: al sur del Maran, entre el cuyac y el Madeira, en la regindel ro Cayam o Cayamb, y tambin, segn Raleigh, en la provincia de los Tapa jos yen el ro del mismo nombre; al norte del Amazonas, en tres

    lugares: al oeste de los grandes raudales del Oyapoc, al oeste de las fuentes del ro Iripo Arijo que desemboca en el ro-mar un poco al sur del ro Araguary, y cerca de las

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    fuentes del Cachivero, que se echa en el Orinoco entre Cabruta y Alta Gracia.Humboldt, que retoma aqu a La Condamine, agrega que las amazonas emigraron delCayam

    hacia el norte y cruzaron el Gran Ro cerca de la desembocadura del ro Cuchivara, el

    actual Purs. Es ste un punto de capital importancia, como lo vamos a ver.

    La Condamine no sola pecar de iluso. En su relato de viaje (9), trata de fbula losrumores que circulaban, desde haca dos siglos, acerca de El Dorado y del Lago deParima. Por el contrario, no pone de ninguna manera en duda la existencia de lasamazonas. "Todos los indios nos dicen que lo haban odo contar por sus padres, no sinagregar una multitud de detalles, demasiado largos de repetir, que tienden a confirmarque hubo, en este continente, una repblica de mujeres que vivan solas, sin admitirhombre alguno entre ellas, y que se retiraron en el interior de las tierras del Norte, por el

    Ro Negro o por uno cualquiera de los que, en el mismo lugar, se echan en el Maran."

    La Condamine precisa sus fuentes en cuanto a este desplazamiento: "Un indio de SanJoaqun de Omaguas nos dijo que podramos tal vez, en Coari, encontrar a un ancianocuyo padre haba visto a las amazonas. Ms tarde, cuando nuestra llegada en ese lugar,se nos inform que el indio del que se nos haba hablado haba fallecido. Pero hablamoscon su hijo, que pareca tener alrededor de setenta aos y mandaba a los dems indiosde la regin. Nos asegur que su abuelo haba visto a esas mujeres pasar en ladesembocadura del ro Cuchivara, las cuales venan del Cayam que se echa l mismoen el Amazonas, en la orilla sur, entre Tefe y Coari. Agreg que su abuelo habahablado con cuatro de ellas, una de las cuales tena a un nio al pecho. Nos dio elnombre de cada una de ellas y nos dijo que, partiendo del Cuchivara, cruzaron el granro quera decir el Maraen y se dirigieron hacia el Ro Negro... Debajo De Coari,igualmente, los indios nos hicieron en todas partes el mismo relato, con algunasdivergencias de detalle, pero de acuerdo en cuanto a lo esencial.

    "En particular, los topayos dicen que tenan de sus padres ciertas piedras verdes que

    stos haban obtenido de las cougnanteinsecouima, vale decir, en su lengua, de lasmujeres sin marido, entre las cuales se las encuentra en abundancia."Cougnanteinsecouima es la grafa francesa, un tanto cmica, de una palabra tupi-guaran que, en el Brasil, se ortografa hoy cunhantensequima. Pero el sentido escorrecto.

    La Condamine se refiere despus a la regin en la cual se replegaron las amazonas: "Unindio que viva en Mortigara, una misipn cerca de Para, se ofreci a mostrarme un ro

    por el cual se poda llegar, segn lo que l deca, muy cerca del pas actualmente

    habitado por las amazonas. Este ro se llama Irij y pas ms tarde frente a su desem-

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    bocadura, entre Macap y el Cabo Norte. Segn las informaciones de este mismo indio,ms all del lugar donde dicho ro deja de ser navegable por sus cadas, haba, para

    penetrar en el pas de las amazonas, que caminar varios das a travs de la selva y cruzaruna regin montaosa.

    "LIn soldado ya anciano, de la guarnicin de Cayena, que vive ahora cerca de las cadasdel Oyapoc, nos asegura que un destacamento de que formaba parte y que se habaenviado, en 1726, reconocer las tierras del interior del pas, haba penetrado en elterritorio de los Amicuanes, una nacin de orejones que vive ms all de las fuentes delOyapoc y cerca de las de otro ro que se echa en el Amazonas.

    All haba visto muchas de esas piedras verdes. Habiendo preguntado a los indios dedonde las sacaban, stos haban contestado que provenan de las mujeres que no tienenmarido, cuyas tierras estaban en el oeste, a siete u ocho das de viaje ms lejos. Este

    pueblo de los Amicuanes vive lejos del mar, en un pas alto donde los ros, en razn desu reducido caudal, todava no son navegables. En tales condicio-

    nes, verosmilmente, no haban recibido esta tradicin de los indios del Amazonas, conlos cuales no mantenan relacin alguna. Slo conocan a los pueblos contiguos a sustierras, entre los cuales haban reclutado a sus guas los franceses

    del destacamento de Cayena."

    A estos testimonios, nuestro viajero agrega dos reflexiones de la ms alta importancia.La primera concierne la concordancia geogrfica de los datos relativos a la migracin delas guerreras blancas: "Mientras que los distintos relatos sealan la retirada de lasamazonas por varios caminos, unos hacia el Oriente, otros hacia el Norte y otros haciael Occidente, todos estn de acuerdo para indicar como punto

    comn de llegada el centro de las montaas de la Guayana, y en un lugar donde ni losportugueses de Para ni los franceses de Cayena han penetrado an".

    La segunda reflexin de La Condamine es de orden general. Los detalles sobre lascostumbres de las amazonas fueron alteradas y hasta agregadas por los europeos que lesatribuyeron los hbitos de las amazonas del Asia. Por ejemplo, ningn testimoniomenciona la ablacin de un seno. Es cierto, por otro lado, que ^todos los indios de laAmrica meridional, o la mayor parte de ellos, son mentirosos, cr-

    dulos, apasionados por lo maravilloso. Pero ninguno de estos pueblos han odo jamshablar de las Amazonas de Diodoro de Sicilia y de Justn. Sin embargo, la cuestin delas amazonas ya exista entre esos indios del centro de Amrica antes de la llegada delos espaoles, y tambin se las menciona en pueblos que nunca haban visto a europeos.

    Lo que demuestran las informaciones suministradas a Orellana y a

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    sus compaeros por el cacique, as como las tradiciones referidas por el P. de Acua y elP. Barazi. Puede creerse que esos salvajes de regiones alejadas se hayan puesto deacuerdo para imaginar, sin fundamento, el mismo hecho, y que tal fbula haya sidoadoptada de modo tan uniforme, en Mayas, en Para, en Cayena y en Venezuela, portantos pueblos que no se entienden ni tienen entre ellos la menor comunicacin?"

    Entre las costumbres de las amazonas, hay algunas que seguramente no fueronagregadas por los europeos: las que nos relata Henri A. Coudreau (10), por ejemplo, alfinal del siglo pasado, acerca de la "maloca de las mujeres", una aldea situada del ladode las fuentes del Anau o del Jauapery, en el Ro Branco, sobre la frontera de laGuayana Britnica y a unos 200 km a vuelo de pjaro de las fuentes del

    Nhamund: "Tienen entre ellas amantes de las cuales se muestran muy celosas, pero nolo son de los hombres, cuyas fuerzas, sobreexcitadas por el conguerecu, se reparten

    honestamente. Tienen depsito, cocinas, casitas privadas, salas comunes de diversin,bosquecills. Usan ornamentos de fiestas, aderezos a la moda de los antiguos tupes,pero

    andan habitualmente en un estado de completa desnudez, sin tanga. Asimismo, loshombres no tienen calemb. Cuando stos han llegado a un estado de impotenciaincurable, lo que sucede generalmente en la cercana de los cuarenta aos, aunque losutilizan para ciertos goces secretos. que no carecen de dulzura ni de compensacin paraesos desgraciados, a pesar de que los provocan sin compartirlos,las mujeres emplean aesos jubilados del amor en el cultivo de los jardines y la pesca. Para ellas, se reservan lacaza y la guerra".

    4. Las amazonas reencontradas

    Si nuestro captulo terminara aqu slo podramos concluir, de los relatos cuyas partesesenciales hemos transcripto, que exista en el Amazonas, desde la Conquista hasta elfinal del siglo prximo pasado, uno o varios grupos de mujeres guerreras que vivan

    entre ellas y no aceptaban sino de vez en cuando el contacto, meramente procreador,

    de los hombres, y que este o estos grupos estaban establecidos, segn las ltimasnoticias, entre el Alto Orinoco y las fuentes del Jary, al pie de la sierra del Roraima y delos montes Tumuc Humac. No podramos afirmar que se trataba de mujeres de raza

    blanca, pues slo tenemos, al respecto, el testimonio del P. de Carvajal y ste, que no las

    vio sino en el curso de una batalla, habra podido perfectamente, con una total buena fe,calificar de blancas a indias de piel ms clara que la de los hombres que capitaneaban.En tales condiciones, sera apenas abusivo aceptar la tesis de Creveau (n), el exploradorde la Guayana, que slo quera ver, en el origen de la "leyenda de las amazonas",

    grupos, como haba encontrado algunos en el curso de sus

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    expediciones, de indias refugiadas en la selva para escapar a Dios sabe qu malos tratos.Pero semejante explicacin ya no es aceptable hoy en da, por la sencilla razn de que,en 1954, alguien reencontr a las amazonas y vivi unos quince das con ellas.

    Eduardo Barros Prado, uno de los hombres de nuestro tiempo que mejor conocen elAmazonas, efectuaba entonces una de sus expediciones peridicas en la regin dondehaba pasado su infancia y donde su familia es duea de enormes extensiones de selvas.Acababa de reencontrar all, despus de una bsqueda larga y penosa, a un indio,Jauaperi,que haba sido criado con l, haba cursado, en Inglaterra,

    sus estudios de ingeniera, y luego, de vuelta en el Brasil, haba, un buen da, retomadosu lugar entre los suyos. Fue cuando, en Obidos, un poco abajo de la desembocadura delTrombeta, un viejo indio munduruc le cont una extraa aventura vivida durante suinfancia. Acompaaba a un grupo de familias que iba al Alto Jary a cazar el enorme

    "becerro marino" del Amazonas en realidad, un mamfero acutico del orden de lossirnidos que los franceses de la Guayana llaman buffo y los brasileos, peixe-boi,

    pez buey. En el paran * de Faro el bajo Nhamund, anchsimo en este lugar, sehaban cruzado con seis igarit (piraguas) cuyos remeros eran mujeres desnudas contatuajes azules, que tenan la parte inferior del cuerpo cubierta de urucum: la savia rojade una planta que protege de las picaduras de mosquito. Ningn hombre lasacompaaba. En el centro de la ltima piragua se destacaba la figura de una mujerextraordinariamente blanca, sentada en medio

    de unos veinte nios ya prximos a la pubertad. Segn Kunit el munduruc encuestin, se trataba de las mujeres sin marido. Peridicamente, bajaban por el

    Nhamund para subir despus por el Trombeta en busca de caza mayor. El indio agregque su abuela, uta, tena una piedra, llamada muyrakitn (jade) que provena de lascunhantensequima.

    Barros Prado, cuyo relato nos hemos limitado a parafrasear, agrega (12): "Deca laleyenda que al norte de Faro, al lado. de unos cerros paralelos al curso del Nhamund,exista una laguna conocida con el nombre de Jacicur espejo de la luna y que allacostumbraban purificarse las mujeres sin marido, en determinados momentos de las

    fases lunares. Al zambullirse, invocaban en fervientes preces a la madre de las muyrakitanas, que moraba en. el fondo de la laguna. La ceremonia, que deba cumplirse enluna llena, haca que recibieran de la madre las piedras mencionadas, como signo dehaber accedido a su pedido... 'Eran las amazonas las nicas dueas de tales amuletos,con los que obsequiaban a los hombres de las tribus guacaris pri-

    mero, a los macuxis luego y a los parintintins finalmente, cuando stos realizaban suvisita anual en la poca de las aguas para la tradicional ceremonia del acoplamiento".

    * (Paran: en el Amazonas, brazo de ro localmente ensancha-

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    do en forma de laguna.)

    Acompaado por Jauaperi y por un emerilln, Krakarn, que conoca a fondo la regin,

    desde el Alto Orinoco al Oyapoc, Barros Prado emprendi la subida del Nhamund, enpiragua, con el apoyo de un pequeo hidroavin Curtiss. Adems de los indios, iban conl tres blancos, entre los cuales Silvino Santos, ex cameraman de la expedicinHamilton Rice qu en vano haba intentado, en 1925, remontar el raricoera y de la cuall mismo haba sido uno de los

    guas.

    El contacto se estableci despus de veintin das, cuando el hidroavin permiti situar

    una aldea que tres senderos en abanico vinculaban con un lago azul, al pie de dos cerros,en el cual acuatiz. En la aldea, no haba sino mujeres cuya acogida fue amistosa. Eranindias, algunas de las cuales eran velludas como hombres y otras, desprovistas de lamenor pilosidad. Unas parecan tatuadas o estaban cubiertas, desde la cintura hasta las

    pantorrillas, con pintura de urucum, mientras que otras presentaban su cuerpo libre decualquier adorno.,

    De uno de los lados del lago partan seis senderos que llevaban a un conjunto de carbets(chozas, en el francs de la Guayana), seis de ellos agrupados y tres separados de modosimtrico. "Todo pareca trazado por un ingeniero", comenta Barros Prado que, un da,fue conducido a los carbets simtricos. Setenta nios de menos de ocho

    aos vivan en ellos, cuidados por unas veinte mujeres de edad, a las rdenes de unacajabi blanca. Esta, interrogada gracias a Jauaperi esas amazonas hablabantupiguaran, explic que su tribu, cuyos integrantes todos eran blancos como ella,moraba en el Levante, en una alta montaa situada a orilla de un ro pedregoso. Lahaban

    trado entre las cunhantensequima para reemplazar a una anciana, tambin blanca, que

    le repeta sin cesar que los suyos vivan en el Ponente. Las fotos que Silvino Santostom de esta cajabi (cf. foto 1) muestran sin dejar lugar a duda que no se trata de unaalbina.

    Al final de su estada, Barros Prado y s.us compaeros pudieron presenciar lasceremonias de purificacin de las nubiles y, luego, la llegada de los parintintins queacababan de recorrer 1300 km a remo para unirse con las amazonas. Se alejarondiscretamente durante los quince das que dur la priape y volvieron justo a tiempo

    para par-

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    ticipar en la fiesta de la partida de los hombres. La "leyenda" deca la verdad, en suforma menos trgica: los parintintins se llevaron con ellos a los nios varones *que ibana alcanzar ocho aos. "Realmente todo pareca un sueo, escribe Barros Prado y, de nohaber sido por las tomas obtenidas por Silvino, no me atrevera a relatar el resultado deesta expedicin que tiene tantos ribetes de inverosmil." Pero las fotos estn y Barros

    Prado, a quien conocemos muy bien, es un hombre fidedigno.

    Qu podemos concluir de todo eso? En primer lugar, que los relatos que hemosreseado ms arriba son, en cuanto a lo esencial, escrupulosamente exactos. Perotambin que el P. de Carvajal no se haba engaado: las amazonas primitivas eranrealmente de raza blanca. Se unan, cada ao, con los Guacars que vivan del otro lado

    del Gran Ro, a la altura de las bocas del Nhamund. Pero, un buen da, esta tribublanca, y conocidsima como tal, desapareci por motivos que ignoramos. Las

    cunhantensequima llamaron entonces a los macuxis cuyas dos tribus estn muy alejadasla una de la otra, en el Roraima y en el Alto Oyapoc: evidentemente a los de esta ltimaregin. Pero, dice Barros Prado, en razn, sea de las dificultades de un viaje en cuyocurso tenan que franquear los ros Cachorro, Mapuera y Cumin, sea del peligro querepresentaban los ataques de los emerillones, o tambin por la falta de vveres, esosindios de piel clara vinieron cada vez menos frecuentemente y, luego, renunciaron a

    sus visitas. Las amazonas tuvieron que contentarse con los parintintins, los bares, losmundurucs, con cualesquiera indios que tuvieran a bien prestarse a un juego del quedependa la perduracin de un modo de vida sui generis.

    La raza se fue modificando rpidamente y, en unas pocas generaciones, las mujeres sinmarido se convirtieron en indias. En vano intentaron mantener en los nios el culto del

    pasado confindolos a una mujer blanca. No se reemplazan los genes por smbolos.Extremadamente valerosas, al punto de atacar el jaguar con lanza, ya no tenan nada, sinembargo, de las guerreras de los tiempos idos. Tal vez este cambio haya causado su

    prdida. Cuando su paso por Obidos, en 1961, Barros Prado se enter de que una de lasbandas de boschnegeren, unos negros cimarrones que cruzan peridicamente la fronteradel Surinam y saquean

    la regin brasilea limtrofe, se haba instalado en los alrededores del lago de Jacicur.Atacaron a las cunhantensequimae? No se sabe, pues varias expediciones queintentaron alcanzar su aldea tuvieron que regresar, pero es de temer. Las amazonas

    blancas del siglo xvI habran repelido sin la menor dificultad a sus agresores eventuales.Nadie

    sabe lo que ha sido de sus descendientes degeneradas.

    5. unos "tatuajes'' reveladores

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    En el curso de las ceremonias de iniciacin de las nubiles

    a las cuales Barros Prado pudo asistir y que duraron ocho

    das, diez ancianas hicieron tomar baos rituales a las jve-

    nes que, por primera vez, iban a participar en las fiestas del

    acoplamiento. Se haban vestido, para hacerlo, con largas t-

    nicas de corteza de tucum, de color crema, casi blancas, sm-

    bolo, tal vez, de su raza perdida. Dos sacerdotisas, tambin

    de tnica, se pusieron luego a pintar, en el vientre, los bra-

    zos y los muslos de las "novicias", empleando el rojo del

    urucum, el negro azulado del genipapo una baya de la

    regin-*- y el blanco del albayalde, dibujos geomtricos magnficamente trazados.

    Estos falsos tatuajes recuerdan a veces el ornato de la. cermica arahuak (cf. fig. 1),pero tambin y sobre todo, lo cual nos interesa ms especialmente, }os motivos de lostejidos y esculturas de Tiahuanacu. La cruz de la figura 2, a la izquierda, es exactamentela que vemos en las paredes de la capital vikinga, con la diferencia

    que el crculo central aqu est representado por el ombligo de la indiecita, mientras quela de la derecha, en la misma figura, es una cruz cltica, semejante a las que relevamos,en el Paraguay, al lado de inscripciones rnicas. Los dibujos de la figura 3 recuerdaninvenciblemente las cabezas esculpidas de la Puerta del Sol y vemos, en los de la figura

    4, diversas representaciones del "signo escalonado", uno de los smbolos mscaractersticos de la civilizacin tiahuanacota.

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    Desgraciadamente, hemos debido contentarnos en reproducir estos falsos tatuajes de lasfotos tomadas durante las ceremonias y, luego, son incompletos. Eduardo Barros Prado,que los haba copiado pero no pudo hallarlos en si archivo, nos ha expresado a menudo

    su estupefaccin de

    ver a las sacerdotisas pintar, a toda velocidad, dibujos tan regulares, a ms de 2000 km avuelo de pjaro del lago Titicaca a orilla del cual se encontraban sus modelos. Ningunatrasmisin en cadena es posible a travs de la selva virgen, poblada de tribus salvajes.Tenemos, pues, una prueba tangible del origen de las amazonas y de sus descendientes.

    6. 1 origen de las amazonas

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    De los testimonios y de los hechos que acabamos de resear, podemos extraerconclusiones extremadamente precisas. En primer lugar, nos permiten afirmar queexistan, sin duda alguna, en la poca de la Conquista, al norte del Gran Ro, mujeresguerreras que vivan entre s y slo una vez por ao aceptaban recibir la visita dehombres. Su

    presencia fue sealada en tres lugares: al sur del ro Araguary, en el interior de lastierras que bordean el delta del Amazonas; al oeste de los grandes raudales del Oyapoc,al sur de la actual Guayana Francesa; cerca de las fuentes del Cachivero, afluente delAlto Orinoco, vale decir en la ladera occidental de la Sierra de Parima que separa

    Venezuela del territorio brasileo del Roraima, o Ro Branco, segn su antiguadenominacin. No sabemos si se trataba de grupos distintos, o de uno solo que, en elcurso de su migracin o en oportunidad de expediciones posteriores a partir de su base,se habra manifestado

    en varios puntos. Lo que es cierto es que esas mujeres posean un centro importante enel Nhamund, desde el cual atacaron a Orellana en 1542 y donde Barros Prado, en 1954,reencontr a sus descendientes.

    En el siglo xvi, esas amazonas eran blancas y mantenan la pureza de su raza eligiendo asus maridos espordicos entre los Guacars, una tribu de hombres blancos que viva,y deseguro que no por casualidad, al sur del Gran Ro,frente a la desembocadura del

    Nhamund. Por razones que nos son desconocidas, esos reproductores desaparecieronun

    buen da y las guerreras tuvieron que sustituirlos por los macuxis blancuzcos del AltoOyapoc y luego, cuando stos espaciaron demasiado sus viajes, por indios autnticos.Perdieron as sus caractersticas raciales, aunque conservaron su recuerdo.

    De dnde venan esas mujeres blancas? Casi no tenemos al respecto sino el testimoniodel viejo indio de Coari, tal como lo relata La Condamine, pero los descubrimientos deBarros Prado lo confirman indirectamente. En la primera mitad del siglo xvn, el abuelo

    del indio en cuestin vio a un grupo de amazonas cruzar el ro Maraen a la altura delro Cuchivara el actual Purs y subir hacia el norte. La fecha de este paso est bienestablecida, puesto que el indio tena unos setenta aos cuando su conversacin con LaCondamine, a mediados del siglo xvin, y que, por el juego de las generaciones, elepisodio vivido por su abuelo deba de remontarse a unos cincuenta aos antes

    del nacimiento del anciano. Sea dicho entre parntesis, slo poda tratarse de unaretaguardia, o de un grupo de reconocimiento enviado a la regin otrora habitada por lasamazonas, puesto que stas, a mediados del siglo xvi, ya estaban slidamenteestablecidas en el Nhamund.

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    De cualquier modo, las mujeres en cuestin venan del ro Cayam, situado, al oeste,entre el Purs y el Jur. Estos ros, que deslindan una enorme extensin deselvas,todava hoy casi inexplorada, nacen ambos en el Per, a unos cincuentakilmetros apenas el uno del otro, en un punto de la Sierra de Urubamba situado a 300km a vuelo

    de pjaro al norte del Cuzco. Ahora bien: los "tatuajes" de las cunhantense quima deJacicur son indiscutiblemente tiahuanacotas. Los hechos se encadenan perfectamente:las amazonas haban venido del Per bajando el Purs y se haban establecido en lasselvas impenetrables

    que separan este ro del Juru. Por qu. el Purs ms bien que este ltimo? Porqueencontramos an en sus orillas, entre los Paumaris, tradiciones preincaicas, por ejemplola del Diluvio ("). (Cf. mapa, fig. 5.)

    Tal origen peruano tambin explica los rumores que corran acerca de la vajilla de oro yplata de las mujeres sin marido y de sus casas de piedra. Aun cuando hubieran debido

    renunciar a su vida lujosa de antes, lo cual no est probado, conservaban por lo menossu recuerdo y hablaban de ella. Y, muy probablemente, no es por casualidad que seencuentran, en su vecindad, a indios orejones: los omaguas, al sur del Gran Ro,' y losamicuanes, al norte. Es sabido que la moda de estirarse las orejas insertando en suslbulos pesados anillos de madera o de piedra (ringrim, del norrs ring, anillo, aro) eratpicamente peruana. Su adopcin por los omaguas, que haban recibido una fuerteinfluencia incaica, es comprensible. Pero no se ve muy bien

    cmo ni a quienes una tribu guayanesa habra podido pedirla prestada. El origenperuano de las amazonas resuelve el problema, sea que los amicuanes las hayan seguidoen su migracin, sea que hayan sido, en el lugar, sometidos por ellas.

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    Queda por saber en qu poca las guerreras blancas dejaron el Altiplano andino. Deseguro, no cuando la Conquista del Per, que haba tenido lugar slo seis aos antes dela expedicin de Orellana. Por otra parte, la aristocracia blanca, un tanto mestizada, delimperio de los incas era muy poco numerosa y sus mujeres nunca haban hecho gala delas menores virtudes militares. En fin, los "tatuajes" de las mujeres de Jacicur no son

    incaicos, sino tihuanacotas,

    ya lo hemos visto, y la diferencia es apreciable. No hay duda, pues: la partida de lasamazonas tuvo lugar hacia 1290.

    Fue en esa fecha, en efecto, que los diaguitas del cacique Kari, llegados de Coquimbo,en Chile, atacaron a los vikingos daneses que tenan su capital en Tiahuanacu (14).Salvo unos pequeos grupos que pudieron escapar, los unos por el Pacfico, los otros enla montaa y la selva, los varones fueron degollados por los vencedores. Pero las

    mujeres conservaron la vida. Algunas, verosmilmente, fueron tratadas por los indgenascomo botn de guerra. Es normal que otras hayan conseguido escapar y hayan tratado dealcanzar el Amazonas donde, como veremos, los vikingos tenan establecimientos: Lasmujeres nrdicas de la alta Edad Media, en Europa, gustaban de acompaar en la guerraa los varones de su clan y frecuentemente participaban en sus combates. Las sagasescandinavas estn llenas de las hazaas heroicas de las skjld~meyar, o Vrgenes delEscudo, que muy a menudo han sido comparadas con las amazonas (15). La conquista ydominacin, en Sudamrica, de un inmenso imperio que se extenda del ro Maule, enChile, a la meseta de Cundinamarca (Kondanemarka: la Marca Real Danesa, en norrs)donde est situada la actual Bogot, sin hablar de

    los caminos que, por el Paraguay y el Guayr, llevaban de Tiahuanacu al Atlntico (16),por cierto que no haban debido de adormecer las virtudes guerreras de las mujeresvikingas de Tiahuanacu.

    Las skjold-meyar del Altiplano se refugiaron, pues, en la selva, al este de los Andes,probablemente en contacto con algunos grupos de hombres que haban tomado elmismo camino, pero que, menos numerosos que ellas, se mantuvieron verosmilmenteapartados para no quedarles sometidos. Por la fuerza de las cosas, esas mujeres

    adoptaronel modo de vida y las costumbres que hicieron de ellas, poco a poco, lo que eran en1542. Llegadas a orillas del Amazonas, se enteraron de que las guarniciones vikingas dela regin, privadas de su base, se haban dispersado y que sus soldados haban, comoellas, por necesidad, adoptado las costumbres de los indios, nico medio de sobrevivir.

    Probablemente hubieran podido ir a morar con ellos. Pero se haban acostumbrado a laindependencia y, tal vez, a las prcticas lesbianas. El hecho es que prefirieron, no sinestablecer con los blancos de la vecindad las relaciones belicosas o amistosas queya sabemos, conquistarse un pequeo reino en la regin, imponiendo su autoridad a las

    tribus indgenas. Fue esto, por lo menos, lo que hicieron

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    las amazonas del Alto Nhamund. Las dems, si las hubo,

    desaparecieron sin dejar historia.

    II

    El Imperio del Gran Paytiti

    1. El espejismo del oro

    Los espaoles que, sin mayores dificultades, puesto que el imperio de los incas estabaen plena descomposicin y que su poblacin los tomaba por dioses, entraron en el Peren 1532 por cierto no tenan nada de fins lettrs. Eran aventureros valientes que nosoaban sino en el saqueo y frailes fanticos que slo pensaban en extirpar la "idola-

    tra". Los unos fundan, para hacer lingotes, las incomparables piezas de orfebreraincaicas; los otros se encarnizaban con los templos y, a falta de manuscritos paraquemar, como en Mxico, destruan cuidadosamente los qupu, que los amantautilizaban como elementos anemotcnicos, y las antiguas inscripciones,incomprensibles hasta para los incas y los indios, que an se encontraban en la montaa.

    Pizarro, el ex porquero analfabeto, cubra con su autoridad

    la destruccin de lo que haba sido, durante unos siglos, una

    efmera, pero grandiosa, civilizacin.

    Apenas llegados al Cuzco, los Conquistadores haban odo hablar de misteriosasregiones situadas en los confines del imperio. Los indios slo las conocan por tradicin,

    pero se complacan en atribuirles incomparables riquezas, tal vez con la esperanza delibrarse de algunos, por lo menos, de sus opresores. Contaron as que, en algn lugar delNordeste, el curaca (jefe) indgena de Guatavit era tan rico que, cada ao, enoportunidad de la fiesta del Sol, se baaba,

    cubierto de oro, en las aguas de un lago vecino. Aludieron igualmente al reino deAmbaya y a la capital, Manoa, del Gran Paytiti, emperador de los Musus, una ciudadcon palacios de oro, situada en una isla del lago Parim. En apoyo de sus afirmaciones,los indios evocaban un hecho histrico: la expedicin que el soberano inca Yupanki, afines

    del siglo xv o en los primeros aos del xvi, emprendi en vano, con la intencin desometer a los musus, bajando por l Maraen, como lo demostramos en una obra

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    anterior (16), con una flota de balsas montadas por diez mil hombres. Tales relatos,aparentemente, fueron confirmados, en 1539, cuando lleg al Per una tribu tupinambque acababa de atravesar la regin amaznica en su lugar ms ancho, en

    busca de la tierra del "Gran Antepasado", cuya capital con palacios de oro estaba

    situada en una isla, en medio de un lago inmenso. Los espaoles que no habandescubierto an el lago Titicaca y que, por otra parte, entendan mal la lengua tupi-guaran de los peregrinos, creyeron que la ciudad en cuestin se hallaba en las selvasorientales de donde venan los indios.

    En la misma poca, Domingo de Irala y Francisco de Rivera, durante sus expedicionesen el Norte del Paraguay y en la provincia de Santa Cruz, recogieron de boca de losindgenas toda clase de rumores sobre la laguna de los Xarayes y su isla del Paraso,

    poblada de orejones. "Supo de estos indios Domingo de Irala, escribe Ruiz Daz de

    Guzmn(3), cmo entre el Brasil y el Maran y cabezadas

    del Ro de la Plata, haba una provincia de mucha gente que tena sus poblaciones a laribera de una gran laguna, y que posean gran cantidad d oro de que se serva; por loque los espaoles dieron a dicha laguna por denominacin l Dorado. Cuyos naturalesdicen, confinan con unos pueblos de solas mujeres...". Es el imperio del Gran Moxo, oGran Paytiti. Para colmo de confusin, Del Barco Centeera (p) que, en su famoso

    poema, describe la isla de Paytiti, con su palacio de oro, agrega que, segn algunos, elro Paraguay, o Ro de la Plata, nace en el lago de Parim,en la provincia del Dorado...

    El historiador argentino Enrique de Ganda (18) ha mostrado muy claramente que partede los rumores recogidos por los espaoles se referan, por un lado, al lago Titicaca y asu isla del Sol y, por otro, al lago Guatavit. El imperio del Gran Moxo, que saca sunombre de la llanura de los Moxos (Mojos, segn la actual ortografa espaola), situadaen la provincia de Santa Cruz, al pie del Altiplano andino, no hace sino reflejar elrecuerdo reciente del de los

    incas, mientras que el mito del Dorado tiene su origen en la

    ceremonia solar que celebraba un curaca de la actual Colombia. Piense lo que pienseGanda, el problema no es tan fcil de resolver en lo que atae al imperio del GranPaytiti.

    Con este nombre, Del Barco Centenera (17) describe, indudablemente, el Titicaca. Perono es esto sino fantasa de poeta. Los jesutas de Santa Cruz, que vivan en estrechocontacto con los indios guaranes de sus misiones, situaban en el Norte de su provinciael territorio del misterioso soberano: "Fue el Seor servido de darnos buen

    viaje", escriba el 14 de septiembre de 1595, el P. Andrs Ortiz a su provincial, el P.Juan Sebastin, "e venimos siempre ribera del ro Guapay... que corre .Norte-Sur el

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    buen padre se expresa mal, pues el Guapay, afluente del Mamor, y no poda ignorarlo,pertenece a la baca del Amazonas y se dirige hacia el norte, por tener noticia queribera del ha poblacin que ha de dar noticia de los Moxos, o Paytiti, o Candir, comoac lo llaman". En 1572, por otro lado, el virrey del Per, Francisco de Toledo,menciona en una carta "la provincia de las mujeres, hasta la gran noticia del Paytit".

    Todo parece indicar, pues, que el misterioso imperio se encontraba en el Amazonas. Enel Alto Paraguay y en Santa Cruz, los indgenas lo situaban en un lugar que correspondeal territorio donde las guerreras blancas se haban primitivamente establecido, entre elPurs y el Juru. Mas, en el

    Per, se lo buscaba an ms al norte.

    Fue en 1535, el mismo ao de la conquista del Cuzco, que Pizarro mand a Pedro deCanda a las fuentes del Amazonas, en busca de las tierras del Gran Paytiti, emperador

    de los Musus. En 1539, Pedro de Anzures trat en vano de penetrar en la misma regin.En 1540, Gonzalo Pizarro se hizo nombrar por su hermano, el Conquistador, corregidorde Quito, en el actual Ecuador: su propsito era partir hacia el este, en busca del Doradoy de la Tierra de la Canela. Reclut a doscientos espaoles,"gente ms noble y principaldel reino", y dos mil prisioneros de guerra indios. Dispona de doscientos caballos y

    de llamas utilizadas, al modo de los indgenas, como animales de carga. Esta "ciudad enmarcha", segn una expresin de la poca, parti de Quito en febrero de 1541 y

    progres lentamente hasta cierto punto del ro Coca. Imposible avanzar ms, por falta deabastecimiento. Gonzalo Pizarro encarg entonces a su lugarteniente, Orellana, lamisin de bajar por el ro y de ir a esperarlo dos o tres meses en un punto convenido.Despus de veintisis das, el tiempo necesario para la construccin de un segundo

    bergantn, el oficial

    lcido o rebelde, se lo discute an hoy se hizo reconocer como capitn por sushombres y decidi proseguir por su cuenta con la expe-

    dicin. Ya se sabe lo que sucedi.

    Orellana no fue el ltimo de los que tomaron, desde el Per, el camino del Amazonascon la esperanza de descubrir el Paytiti. Bstenos mencionar a Pedro de rza, quien seembarc, en 1560, con una buena tropa en el ro Llamas, en busca del lago Parim. Enel trascurso del viaje, su lugarteniente, Lope de Aguirre, lo asesin en circunstanciasque nos han quedado desconocidas, descendi el Amazonas hasta el ocano y, por elmar, lleg a Venezuela, donde sus hombres lo entregaron a las autoridades que lohicieron ejecutar. Sin embargo, en la misma poca, ya haca tiempo que se buscabaalcanzar a Manoa por

    el norte.

    La primera expedicin fue la de Pedro Fernndez de Lugo, gobernador de la NuevaGranada (Colombia), quien,en 1536, intent en vano remontar el ro Magdalena y tuvo

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    que retroceder. Su lugarteniente, Gonzalo Jimnez de Quesada, que lo acompaaba porva terrestre, sigui avanzando. Con cuarenta de sus ochocientos hombres, alcanz la

    meseta de Kondanemarka (Cundinamarca, segn la transcripcin espaola), dondefund la ciudad de Bogot. En 1539, Nikolaus Federmann, un hombre de los Welser a

    quienes Carlos V haba dado el feudo de Venezuela en garanta de prstamos que habaobtenido de ellos, descubri el lago Guatavit. Conoca su historia, relatada nueve aosantes por Diego de Ordaz, quien la haba odo contar en la regin del Orinoco. Elmismo ao, Quesada, con quinientos hombres de los cuales slo volvieron veinticinco,lleg, l tambin, al lago del Hombre Dorado. En 1541, Philipp von Huten parti deCoro, en la costa de Venezuela, con un centenar de jinetes, incluso el jovenBartholomos Welser, con el propsito de alcanzar el Amazonas, pero fue repelido, aorillas del ro Japur, por un verdadero ejrcito de 15.000 indios. En fin, en 1584,Antonio de Berrio, quien haba odo

    hablar del Dorado y de Manoa, sobre el gran lago de Parim, sali de Bogot y se lanz

    por el Orinoco que descendi hasta el mar. Mand a Espaa su maestre de campo,Domingo de Vera, quien arm all una flota y reclut a dos mil hombres. DesdeTrinidad, se lanzaron en todas las direcciones, pero, en unos meses, casi todos murieron.En 1595,

    Berrio fue apresado por Sir Walter Raleigh. Este, convencido como lo estaba de que losincas eran ingleses, se entusam al or hablar del Dorado. El honorable pirata penetren el Orinoco, pero la amenaza de una flota espaola que se estaba acercando lo obliga desandar camino.

    En 1674 an los mitos son resistentes dos jesutas franceses, los padres Grillet yBchamel, se lanzaron, sin xito, a travs de la Guayana, "en busca del gran lago Parimay de numerosas ciudades que se dice estn situadas en sus orillas, y reputadas como lasms ricas del mundo (19)".

    Qu podemos deducir de todo eso? En primer lugar, que exista, en una pocaindeterminada de antes de la Conquista, un territorio, contiguo a la Tierra de lasAmazonas, que los indios situaban en la selva, al nordeste del Per. Los relatos que loconciernen hasta deban de ser ms precisos que los textos de los cronistas espaoles,

    pues el cartgrafo Thodore de Bry, en 1599, sita en la Guayana el lago Parima ycoloca en su orilla norte la ciudad dorada de Manoa: en la gran Guayana de la poca,donde precisamente Barros Prado reencontr a las amazonas y su lago de Jacicur.

    Conviene, por lo dems, notar que, si los incas conocan la existencia, en el Amazonas,del imperio de los Musus, fue del Oeste que llegaron a los espaoles del Per, y del

    Norte, a los del Paraguay, vale decir de tierras pobladas por los guaranes ytupiguaranes dos ramas de la misma raza las informaciones relativas al GranPaytiti. El nombre mismo de este soberano legendario es netamente de origen guaran,

    por lo menos en cuanto a lo inmediato. Desde el Paraguay a la Guyana, pay, en efecto,significa padre, en

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    el sentido religioso del trmino, sacerdote. Titi, escribamos en una obra anterior (16),"parece ser una variante de Ticci o Ticsi, una forma por otra parte ms prxima de Ti,raz de Tiwaz, nombre del Padre del Cielo, en viejo germnico, que la que se encuentraen Kon Ticsi Huirakocha, el Dios Blanco de la religin incaica. Una forma ms antigua,tambin, segn parece, puesto que es ella la que figura en el

    nombre del lago sagrado de los Hombres de Tiahuanacu, el Titicaca y hasta, segnHermann Munk, en el de la capital del imperio vikingo de Sudamrica, que vendra deTi y de vangr, residencia en norrs. La repeticin de T no tiene por qu sorprendernos:no existe, en la Selva Negra, un lago que se llama, an hoy, Titisee?

    2. Los guardianes de los caminos

    Los guaranes tenan muy buenas razones para conocer secretos que se haban perdidocuando la destruccin del imperio de Tiahuanacu. Haban formado parte de ste, pero,

    protegidos por la distancia, la selva y su belicosidad natural, no haban sido vencidos, niatacados siquiera, por los diaguitas de Kari. Los daneses, sobrevivientes de la matanza,que se dedicaron a reconquistar los territorios, cados en la anarqua, que les haban

    pertenecido, haban limitado su accin a las provincias del Altiplano, y slo durante losltimos decenios haban establecido, en Santa Cruz, una lnea de fortificacionesdestinada a proteger sus marcas de las incursiones guaranes, al mismo tiempo quehaban tratado, por lo dems sin xito, de penetrar en el Amazonas.

    Por eso, los guaranes no haban sufrido los efectos de laley del silencio que los incas,preocupados por hacer olvidar a los pobladores indgenas la derrota de la isla del Sol ysus consecuencias, haban impuesto en cuanto a la historia de sus orgenes. Ellosconservaban del antiguo imperio un recuerdo que, verosmilmente, una larga trasmisinoral haba atenuado y deformado, pero que no dejaba por

    eso de seguir siendo muy precisa en ciertos puntos. El Gran Paytiti, el Dios-Padre, era,por supuesto, el soberano divinizado de Tiahuanacu; y su imperio, la isla del Sol, enmedio de un lago que situaban mal porque sus antepasados jams haban llegado hastal, y las provincias guaranes donde los vikingos haban tenido establecimientos.

    En nuestra obra anterior (16), establecimos de modo irrefutable que los Hombres deTiahuanacu haban construido, a travs de los territorios guaranes que constituyen hoyda la provincia boliviana de Santa Cruz, el Paraguay y el actual Estado brasileo delParan, una va de comunicaciones que les permita alcanzar el Atlntico en dos puntos:la baha de Santos, al norte, y la isla de Santa-Catarina, al sur. Habamos hecho, enCerro Polilla, en la Sierra de Yvytyruz (Paraguay) el relevamiento de una Posta queunas inscripciones rnicas traducidas y una magnfica imagen de Odn nos haban

    permitido identificar con una certeza absoluta. La existencia de este camino no

    significaba de ningn modo que los daneses, muy poco numerosos, haban

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    poblado las regiones que atravesaba. Probablemente mantenan en l algunos fortines.Pero su custodia estaba encargada a las tribus guaranes que, por lo dems, lo respetaronhasta la poca de la Conquista.

    Los guaranes y los tupes poblaban entonces las costas orientales de Sudamrica, desdeel Ro de la Plata hasta el Amazonas. Fueron poco a poco repelidos por la colnizacin

    portuguesa y espaola. En el interior de las tierras, salvo en la regin que hemosdefinido en el prrafo anterior y a la cual corresponde agregar las provincias

    del Nordeste argentino y una amplia extensin del Mato Grosso brasileo, estaban enminora en relacin con otras tribus y todava lo estn donde la poblacin indgena seconserva. Salvo en el curso de los ros de alguna importancia estratgica. An hoydominan, no slo los ros Paran y Paraguay, sino tambin el Amazonas, en todo su

    recorrido, su afluente el Xing, el Maroni que separa la Guayana Francesa del Surinam,y el Corentyne, que sirve de frontera entre este ltimo pas y la Guayana ex britnica. Seencuentran, ademad, dos sectores guaranes de desigual importancia a orilla del ro SaoFrancisco, el uno en su desembocadura y el otro en sus fuentes, anomala cuyaexplicacin se proporcionar en el captulo IV.

    Quedan dos zonas que no corresponden a ros. Una de ellas sigue la actual frontera entreel Brasil y Colombia, al norte del Amazonas, entre este ltimo ro y su afluente, elJapur. La otra est situada entre el Purs y el Juru, vale decir exactamente en la regindonde, ya lo vimos, las amazonas se refugiaron antes de instalarse en el norte del GranRo. (Cf. mapa, fig. 6.)

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    Semejante reparticin se debe al azar? No lo creemos.

    Los guaranes y los tupes repitamos que se trata de dos ramas de la misma raza que,con algunas variantes, hablan el mismo idioma eran los auxiliares de los daneses deTiahuanacu. Tenemos la prueba de ello, puesto que stos les haban encargado lacustodia de sus caminos del Sur. No haban obrado del mismo modo respecto de susvas de comunicacin fluviales del Norte? Tal es la hiptesis que nos ha sometidonuestro colaborador de] Instituto de Ciencia del Hombre, de Buenos Aires, el profesorHermann Munk, y la estimamos correcta. El Amazonas constitua la va de acceso alAtlntico ms racional para quien vena del Per, y veremos ms adelante que losvikingos la utilizaban. El Xing, pese a estar cortado por numerosos raudales que nodetienen en absoluto a los indgenas de hoy, permita ir de la desembocadura del GranRo a las fuentes del Paraguay recorriendo apenas unos cien kilmetros a pie, y luego,siguiendo la corriente, alcanzar uno de los caminos que llevaban a Potos y, ms all, a

    Tiahuanacu. No era ste, por cierto, un viaje descansado, pero algunos correos podantener inters en elegir este itinerario, ms bien

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    que remontar el Amazonas y bajar despus, a pie, desde Quito, o viceversa. El Xingconstitua, adems, una lnea de comunicacin directa entre la regin guaran,densamente poblada, del Paraguay y del Mato Grosso y el valle del Maran, a orilladel cual tenan guarnicin los guerreros al servicio del imperio. Y tal vez sea, en parte,

    por una razn del mismo orden que el Sao Francisco, que permite ir, por va fluvial, del

    norte de Baha a la desembocadura del Ro d la Plata, recorriendo a pie nicamente los50 km entre sus fuentes y el Ro Grande, afluente del Paran, parece tambin haberestado bajo el control de los auxiliares de Tiahuanacu. .

    La hiptesis de nuestro colaborador est fuertemente respaldada por la etimologa de lapalabra guaran que el diccionario (20) hace derivar de guarin, guerrero. Ahora bien: enlas transcripciones espaolas de nombres indgenas, gua, hua y va son formasequivalentes e intercambiables. Y vari significa guerrero, en norrs: de esta palabra

    procede el nombre de los famosos varegos, conquistadores y civilizadores de Rusia.

    En cuanto a las tribus del Maroni y del Corentyne, su presencia en medio depoblaciones de razas e idiomas diferentes es francamente inslita. Puede deberse, porcierto, a alguna causa que se nos escape, y hasta a un mero deseo de cambio. Perotambin es posible que se hayan reagrupado alrededor de las amazonas replegadas en laGuayana, y

    hasta que hayan sido tradas por stas en el curso de su migracin. Las guerreras blancasevidentemente se haban refugiado, en un primer momento, en una zona donde la

    poblacin era leal, y comprobamos que la regin, todava hoy, est dominada por lostupiguaranes que constituyen en ella una isla racial y cultural. No habra habido nadasorprendente en que hubieran estado acompaadas, en su desplazamiento hacia el Norte,

    por una escolta india a sus rdenes, inclusive, segn la costumbre, las mujeres y loshijos de estos auxiliares.

    El papel de guardacostas desempeado por los guaranes y los tupes desde el Ro de la

    Plata hasta el Amazonas parece haber sido atribuido, entre el Gran Ro y el Orinoco, aunas tribus arahuaks originarias de las orillas del Titicaca. Los "viajeros" de los dosltimos siglos sealaban la presencia de poblaciones pertenecientes a esta raza en loscontrafuertes pi los Andes bolivianos (algunos gru-

    pos de antis, yuxtapuestos a los yurakars blancos) (14), en los valles peruanos deVilkanuto (Virk Knud, en norrs:

    Fortaleza Knud) (M) y de Pilcopata (los machigangas, los pilcosumis, etc.), en el Alto

    Paraguay (los guanas), en el Alto Xing (los kustenaus) y en la Guayana y Venezuela.En la poca de la Conquista, los arahuaks desde haca tiempo estaban en guerra con los

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    caribes de las Antillas cuyas islas principales ocupaban, mientras que sus enemigos loshaba repelido de la costa venezolana.

    Sabemos que los incas a menudo desplazaban a poblaciones enteras, estableciendo atribus leales en las regiones recin conquistadas. En eso como en tantas otras cosas, nohacan, verosmilmente, sino seguir el ejemplo de sus antepasados daneses. Es del todoimprobable, en efecto, que los arahuaks hayan abandonado espontneamente sus mon-

    taas para ir a establecerse en las selvas amaznicas y otras.

    No eran salvajes, ni mucho menos. En el siglo prximo pasado, eran an excelentesherreros (21), fabricando, con el mineral de hierro que ellos mismos extraan ytrabajaban, hachas, cuchillos y lanzas de alta calidad. En el Mato Grosso, tejan y teantelas finsimas, cultivaban el algodonero y la caa de azcar y hacan, con el jugo de

    esta ltima, panes de melaza, merced a mquinas inventadas por ellos.

    En el Amazonas, mucho antes de la Conquista, se los conoca como extraordinariosalfareros y sus vasos, finamente decorados con complicados dibujos, figuran en buenlugar en los museos del Brasil y de ms all. Pero tambin eran consumadosguerreros.Un elemento decisivo en apoyo de nuestra hiptesis es el nombre mismo deesas tribus. Hoy da, se ortografa generalmente este nombre a la inglesa: arawak. Perola transcripcin espaola de la fontica quichua a travs de la cual la palabra nos hallegado es mucho ms correcta. En la

    lengua general del Per, el sonido hua se confunde prcticamente con va, forma sta quelos cronistas de la poca de la Conquista, por lo dems, usaban a menudo. Ahora bien:arahuak aravak no es quichua, ni aymar. El trmino tiene, por el contrario, unsentido clarsimo en

    el dialecto del Schieswig que hablaban los vikingos de Tiahuanacu, intermedio entre elnorrs clsico y el antiguo alemn, como lo mostramos en nuestras obras anteriores(14< 16) y como el profesor Munk lo ha establecido sobre bases slidas con latraduccin, que se le debe, de las inscripciones rnicas del Paraguay y del Brasil.Arahuak significa, en efecto, guardia de honor *.

    * (AR: anglosajn, ar; antiguo alemn, era, frisn, ere: ho-

    nor. VAK: norrs, vaka: guardia..)

    3. Los mitos del Orinoco

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    l imperio del Gran Paytiti era, por lo tanto, el enorme territorio que constituan elAmazonas y la Guayana, hasta el Orinoco; una marca cuyas costas y cuyos ros losHombres del Titicaca protegan cuidadosamente, gracias a sus milicias tupiguaranes y asu "Guardia de Honor" andina. No habitaban la regin, pero s viajaban por ella.Probablemente, como los incas lo hicieron ms tarde en sus

    provincias indias, mantenan en sus puntos claves a altos funcionarios, encargados degobernarla, y a oficiales a quienes confiaban el mando de las tropas de frontera, blancoslos unos como los otros.

    No es nada sorprendente, pues, que Humboldt (8) haya podido escribir, a su vuelta delviaje hecho con Bonpland, de 1799 a 1804, a travs de "las regiones equinocciales delnuevo continente": "En las sabanas... limitadas por el Cassiquiare, el Atabapo, elOrinoco y el Ro Negro, no hay, hoy da, rastro alguno de habitacin humana. Digo hoyda; pues, aqu como en otras partes de la Guayara, figuras groseras, que representan elsol, la luna y animales, estn trazadas en las rocas de granito ms duras y atestiguan la

    existencia anterior de un pueblo muy diferente de los que aprendimos a conocer a orillasdel Orinoco. Segn el relato de los indgenas y de los misioneros ms inteligentes, esossignos simblicos se parecen enteramente a los caracteres que vimos, cien leguas ms alnorte, cerca de Caycara, frente a la desembocadura del Ro Negro. Llaman tanto ms laatencin los restos de una antigua

    cultura cuanto que ocupan un espacio ms grande y contrastan ms con elembrutecimiento en el cual vemos, desde la Conquista, a todas las hordas de lasregiones clidas y orientales de Sudamrica".

    Esta antigua cultura no ha dejado slo smbolos. Humboldt relev, en efecto, entre lostamanaques del Orinoco, un "mito de los orgenes" del ms alto inters. El padre de lanacin, Amilavaca, lleg en un bote cuando la grande inundacin. El ocano se rompacontra las montaas de la Encaramada. Todos los tamanaques s ahogaron, menos

    una pareja que se refugi en un monte, cerca de la orilla del Asiveru, que los espaolesllaman Cachivero. "Amilavaca, viajando en un bote, grab las figuras de la luna y delsol en la roca pintada (topumereme) de la Encaramada. Bloques de granito apoyados losunos en los otros, y que forman una especie de caverna, se llaman, todava hoy, la casa

    o la residencia del gran abuelo de los Tamanaques.*' Notemos, al pasar, que la regindel Cachivero es una de las zonas donde la presencia de las amazonas fue sealada.

    Amilavaca tena un hermano vale decir, verosmilmente, un compaero de su mismaraza, Vochi, que lo ayud a crear 'el mundo. Se dedicaron, en particular, a regular elcurso del Orinoco, "de tal modo que siempre se pudiera seguir la corriente paradescender y para remontar el rio". Despus de terminada su obra "de este lado de )lagrande agua", Amilavaca reembarc y "retorn a la otra orilla"

    de donde haba venido.

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    Humboldt precisa que este mito est difundido en un espacio de 5.000 leguas cuadradasy que el nombre de Amilavaca designa al Padre de los Hombres nuestro Gran Abue-lo hasta entre los caribes. Originariamente, agrega, se trataba ms bien de un

    "personaje de los tiempos heroicos, un hombre que, viniendo de lejos, vivi -en la tierrade los caribes, grab trazos simblicos en las rocas y desapareci, yndose ms all delocano". Y tambin, que realiz en la regin grandes obras hidrulicas tal vez elcanal artificial que, por el Cassiquiare, une el Orinoco con el Ro Negro, luego con elAmazonas de las que los indios, que no podan entender'su utilidad, an se mofaban a

    principios del siglo pasado.

    "Lo que los tamanaques y las tribus que hablan lenguas anlogas a la lengua tamanaquenos relatan hoy, concluye Humboldt, lo aprendieron verosmilmente de otros pueblos

    que vivieron en esas mismas regiones antes que ellos." O con ellos. Pues Amilavaca,como Quetzalcatl en el Anhuac, Kukulcn en el Yucatn, Votan en Guatemala,Bchica en Colombia y Huirakocha en el Per, es un hroe civilizador histrico,

    posteriormente divinizado por los indgenas (M). Aqu, la mitificacin sincretista hastaes doble. Por un lado, los "ingenieros" Amilavaca y Vochi se confunden con losCreadores de las Edda. Por otro, se los hace llegar, como sus antepasados, de ms alldel ocano y volverse

    hacia el este por el mar. Lo cual, por lo dems, debe responder a los viajes martimosbien reales de los vikingos de Tiahuanacu que, evidentemente, -no ocupaban sin motivolas bocas del Amazonas y el Orinoco, o tal vez de los normandos que, a partir de 1250,venan a cargar en el Amazonas troncos de madera brasil (16).

    Que el mito de los orgenes de los tamanaques se refera a los vikingos, el nombremismo del hroe civilizador bastara para demostrarlo. Amilavaca es, en efecto, una

    palabra norresa, hecha del nombre germnico Amil, que viene del antiguo alemn am,forma secundaria de em, fuerte, e ilen, correr,' y que todava tenemos en alemn (Emil);en francs (Emile), en castellano (Emilio), etc., y

    del norres vaka, guardia: Emilio el Guardia. Era posible-mente el jari que mandaba el cuerpo de los arahuaks.

    Las tradiciones indgenas de la regin mencionan tambin otro nombre vikingo: el de"Ari del Msus, contiguo a los Muyscas, que aparece a lo largo del ro Magdalena comoun Dios-Profeta". Es ste un dato de la mayor importancia, pues viene a confirmar lasituacin, tal como la hemos establecido ms arriba, del territorio del Gran Paytiti, em-

    perador de los Musus. Desgraciadamente, Bastan (23), quien lo debemos, no indicasus fuentes, contrariamente a su costumbre. Se trata de un autor extremadamente serio,

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    y hasta puntilloso, que hace gala, en su obra, de una excepcional erudicin.Manifiestamente, no invent un detalle que, por otro lado, slo relata al pasar. Lo debe

    probablemente a algn "viajero" del siglo pasado. Pero no lo sabemos

    con certeza, lo que es de lamentar.

    4. Las inscripciones rupestres de la Guayana

    En el curso de su largo viaje a travs de la Guayana occidental, Humboldt tuvooportunidad de ver numerosas inscripciones rupestres. Cuando hablamos de la Guayana,entendemos el inmenso territorio que limitaban el Orinoco, el Cassiquiare, el Ro

    Negro, el Amazonas y el mar y que se llamaba entonces la Francia Equinoccial.

    principios del

    siglo xvII, los espaoles de Venezuela ya haban cruzado el Orinoco, los holandeses ylos ingleses ya haban fundado establecimientos en la costa norte del territorio. Pero losfranceses se mantenan slidamente, gracias a una lnea de fortines, en la orilla norte delAmazonas y hasta haban colonizado el Tocantins, al sur, que sus barcos remontabanlibremente y donde, segn l P. de Acua (4), recogan piedras preciosas y oro enabundancia, y hasta tierra "para

    beneficiarla en la suya, enriquecindola". Por el tratado de Utrecht, Luis XIV renuncio ala orilla norte del Gran Ro.

    A la orilla, pero no al territorio adyacente. Poco a poco repelida por los portugueses ylos brasileos, no le qued finalmente a Francia sino su actual Guayara. Veremos msadelante que est aspecto histricogeogrfico de la cuestin tiene, para nuestrainvestigacin, cierta importancia.

    El hecho es qu fue entre las fuentes del Ro Branco y del Essequibo, en la actualGuayana ex britnica, donde Humboldt oy hablar de rocas cubiertas de inscripciones.

    No consigui reencontrar las que el "viajero" Nicols Horstmann que, en 1749, todavabuscaba El Dorado, y de cuyo diario tena una copia, haba visto al remontar elRupovini,

    justo antes de llegar al lago Amucu: "varias letras" en rocas. Pero se le mostr "cerca dela Roca Culimacari a orillas del Cassiquiare, y en el puerto de Caycara, en el BajoOrinoco, unos trazos que se crea eran trazos alineados. No eran, sin embargo, sinofiguras informes que representaban cuerpos celestes, tigres, cocodrilos, boas einstrumentos para la fabricacin de la harina de mandioca... Los trazos descubiertos, enlas montaas de Qruana, por el misionero

    Fray Ramn Bueno se acercaban ms a una escritura alfabtica; sin embargo, aun estoscaracteres... dejaban muchas dudas". En una palabra, esas inscripciones que Humboldt

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    pudo observar en las montaas de la Encaramada, en el puerto de Sedeo, cerca deCaycara, en San Rafael del Capuchino, enfrente de Cabruta y "casi en todas partesdonde la roca grantica horada el suelo de la sabana que se extiende desde el CerroCuriquima hacia las orillas del Cura" no retuvieron su atencin. Atestiguaban, por

    parte de sus autores, una cultura superior a la de los indios, pero nada ms. Otros

    tuvieron ms suerte.

    As Cari Ferdinand Appun (24) que, en San Esteban, a una legua al sur de PuertoCabello, en Venezuela, relev un litglifo (inscripcin grabada) sensacional (cf. fig. 7).

    Se trata, sin duda alguna, de dibujos primitivos desprovistos de significacin aparente,pero cuya inspiracin, si no la ejecucin, no es india. Notemos, por ejemplo, que lascaras, representadas de modo esquemtico, que figuran entre ellos no presentan ningn

    rasgo mongoloide y que el barco que se encuentra abajo a la derecha, dominado por unsigno que se parece a una doble runa de la muerte, no tiene nada de una canoa indgenay, por el contrario, recuerda en algo

    un drakkar vikingo. Schomburgk (25), en la misma regin, vio "gran nmero deenormes figuras, ntidamente esculpidas, que parecan representar siluetas humanas".Una de ellas, que meda ms de diez pies de altura, llevaba, alrededor de la cabeza, unaespecie de aureola. Los indgenas le sealaron la existencia, a 12 millas ms all delMaru, afluente de la orilla izquierda del Parima, en el Alto Ro Branco, de un conjuntode rocas, cubierto de inscripciones, que llamaban Tamurumu y que tena de 300 a 400

    pies de altura. Es mucho ms difcil atribuir a los indgenas la inscripcin relevada por

    l a orilla del Cassiquiare, neta-

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    mente runoide (cf. fig. 8).

    Siempre en la misma regin, Schomburgk descubri una serie de figuras que hicieronvacilar pero slo vacilar su conviccin que los litglifos y litogramas * de laGuayana deban atribuirse a indios "de un grado de cultura ms elevado" que el de losindgenas de su tiempo. En las rocas llamadas Cumuti o Taquiare, encontr "algunoscaracteres indios (cf. fig. 9) que se acercaban por su regularidad y por su semejanza aotras inscripciones que haban sido descubiertas, poco antes, al este de Ekaterinenburgo,en Siberia, en los alrededores de las fuentes de Irbit y del Pischma, afluentes del Tura, yen Dighton, cerca de la orilla del Taunton, a 12 millas francesas al sur de Bostn,en losEstados Unidos.

    * (Segn la costumbre que empieza a difundirse, adoptamos

    aqu la terminologa brasilea, mucho ms correcta que la que se

    emplea generalmente en Europa. Llamamos litglifo la inscripcin

    grabada y litograma la inscripcin pintada.)

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    Varios especialistas de la Antigedad les atribuyen un origen fenicio. Cualquiera sea suorigen, poseen en s mismos un gran inters y merecen, en todos los casos, lasinvestigaciones ms exactas que sean

    posibles. Ya busqu estos caracteres en la Guayana, como en todas partes, por lo dems,en la zona septentrional de Sudamrica, en una distancia de 700 millas de longitud por500 millas de latitud y los encontr en un espacio de 350.000 millas cuadradas.. Copivarios del mismo tipo y sera de desear que no se pierda ninguna oportunidad demultiplicar esas copias mientras este problema no haya sido totalmente resuelto".

    Diga lo que diga Schomburgk a pesar de su propio comentario, la inscripcin de Cumutino tiene absolutamente nada de indio, ni por su concepcin geomtrica, ni por la formade los elementos grficos que la componen, algunos de los cuales abajo, laizquierda, por ejemplo tienen, por el contrario, una neta apariencia rnica. El solo

    hecho de poder, con o sin razn, compararla con dos figuras rupestres descubiertas, launa en una regin cercana a lak que frecuentaban, en Rusia, los vikingos suecos, la otraen el Vinland, a proximidad de la Torre de Newport(14) hubiera debido, con todo,llamarle la atencin a nuestro explorador. Pero no hay que olvidar que, en la primeramitad del siglo xix, no se saba casi nada respecto de la historia de los

    vikingos, y menos an acerca de su colonizacin de Norteamrica. Los futhrk("alfabetos" rnicos), slo los conocan unos pocos fillogos, y hasta cierto punto.Schomburgk careca, pues, de elementos de comparacin.

    Con mayor razn suceda lo mismo con Edward D. Mathews (%), un ingeniero inglsocupado en los trabajos de construccin del Ferrocarril Madeira-Mamor, que relev,hacia 1875, cerca de tres cadas del Madeira, litglifos (cf.fig. 10) cuya importancia,evidentemente, no poda entender. "Lo ms probable, escriba, es que sean obra de loscaripunas, o de otros nmades salvajes, pues los indios de Bolivia, remontando odescendiendo el ro, de seguro no

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    habran perdido su tiempo grabando esas figuras en la piedra dura". Sin embargo, frentea esas inscripciones u otras semejantes, el "viajero" alemn Franz Keller-Leuzinger(27)ya haba descartado la posibilidad de que se debieran a los antepasados de los caripunas,"pues un pueblo de rudos cazadores como ste no se habra tomado la

    pena de trabajar, durante meses, la roca dura con imperfectos martillos de pedernal.Cuando obedecen a semejante inclinacin, su imaginacin pueril y dominada por losobjetos que les estn cercanos elige seguramente animales:1 cocodrilos, tortugas, peces,como modelos, y tambin, tal vez, el sol y la luna, como lo demuestran dibujosrupestres del valle del Orinoco, descriptos por Humboldt".

    No considera imposible que esos caracteres provengan de gran-

    des invasiones de los incas, o sean an ms antiguos.

    Keller-Leuzinger tiene toda la razn. Para grabar inscripciones en la piedra, hay que

    tener capacidad, gana y tiempo. Lo cual supone cierto nivel cultural y social. Perotenemos que excluir a los incas que no alcanzaron jams el Madeira. Quedan, entonces,

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    sus predecesores vikingos. Exista, en la poca del imperio de Tiahuanacu, un puestomilitar en la confluencia del Mamor, y el Madeira, o sea en un punto eminentementeestratgico de una de las grandes vas de acceso fluvial del Amazonas, un puesto cuyosoficiales blancos no saban qu hacer para pasar el tiempo? Es altamente probable, pueslos dibujos que reproduce Mathews representan, no slo motivos ornamentales

    escandinavos, sino tambin, segn parece, piezas de equipo militares. Se nota, adems,una cruz cltica, debajo del "escudo", parcialmente borrado, de la segunda hilera, a laderecha. Sealemos que, en esos litglifos, los objetos estn dibujados en perspectivalateral, vale decir con indicacin de su espesor, mientras que todos los indios, sin

    excepcin, slo conocen la proyeccin plana.

    Fue igualmente en el Madeira, pero ms al norte, en el territorio de los parintintins losltimos "maridos" de las amazonas de Jacicur donde Bernardo da Silva Ramos, de

    quien hablaremos ms adelante, relev hace unos cincuenta aos, una inscripcinextrasima (cf. fig. 11). El lego podra estar tentado de ver en ella letras latinas y

    de atribuirla, aunque no tiene sentido alguno, ni en latn, ni en ninguno de nuestrosidiomas contemporneos, a un europeo posterior a la Conquista.

    Tal hiptesis, sin embargo, es difcil de admitir en razn de la R orientada hacia laizquierda, incompatible con el alfabeto latino, pero corriente en la escritura rnica.Tanto ms cuanto que el conjunto puede perfectamente pertenecer a esta ltima, dandosu transcripcin iiero, a pesar de una anomala---el odala tiene la forma de una olatina que ya encontramos en el Paraguay. Ahora bien: wer, en antiguo alemn,significa "hombre libre", como el vir latino que tiene la misma raz. Notemos que, en losdialectos bajo-alemanes como los del Schieswig, la w se pronunciaba u, como en elneerlands actual. Lo que hace definitiva esta interpretacin, es que Rivero y Tschudi(28) haban encontrado la misma palabra, a mediados del siglo pasado, en la gorra de

    una estatua descubierta cerca de Timana, en Colombia, en un bosque tupido, lleno degrandes ruinas y situado en las fuentes del ro Magdalena. Esta vez, la R es normal, peroel grupo de letras en cuestin est precedido por otro, netamente rnico (cf. fig.^12)cuya transliteracin da tta og. Las dos t estn fuertemente latinizadas y la segunda estligada con la a que la sigue.

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    En ambos casos, la t del futhark punteado, que tiene la misma forma que la Amayscula latina, expresa el sonido u, confusin ortogrfica que ya encontramos en elParaguay. En transcripcin normalizada, tenemos as:

    Utta' og Vero

    Utta es un nombre femenino vikingo que se usa todava, en los pases germnicos, conla. doble forma de Uta y de Ufe. Hemos visto ms arriba cul es el sentido de er. Encuanto a op, es la conjuncin nrresa "y". En la primera inscripcin, tenemos, pues, unantroponmico masculino, y en la segunda, los nombres de una pareja, Utta y ero. Lagrafa latinizada indica, en ambos casos, un

    perodo tardo, posterior a la influencia de la cristianizacin debida al P. Gnupa(16). Noes preciso agregar que el Uero de Colombia y el del Madeira slo tenan el nombre encomn.

    5. Vestigios en los accesos del Imperio .

    El hecho de que se encuentre una misma inscripcin en Colombia y en el Madeira notiene, en s, por qu sorprendernos. Los tres "caminos de agua" ms practicables que

    permitan y siguen permitiendo alcanzar el Amazonas desde las altas tierras de laCordillera de los Andes eran, de sur a norte., el Madre de Dios, afluente del Madeira, a

    partir del Cuzco; el Amazonas mismo, a partir del norte del Per y del Ecuador; y elJapur que se origina en Colombia y a orillas del cual, a la altura de la frontera

    brasilea, an se encuentra un ncleo de poblacin de habla tupiguaran. Se conocanperfectamente estas entradas, en la poca de la Conquista, evidentemente a travs de las

    tradiciones incaicas. Es as como el P. Joseph de Acosta(29), un cronista de los primerostiempos, escribe que el Maraen pasa "por las llanuras del Paititi, del Dorado y de las

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    amazonas", mientras Antonio de Len Pinelo, en su Tratado del chocolate que cita el P.Fijo y Montenegro (30), habla de "las tierras del Tepuaris y del Paititi que, por laArixaca, se han descubierto a las cabezadas del Gran Ro Ma-

    ran".

    Ahora bien: fue precisamente en las fuentes del Amazonas, cerca de Chachapoyas, en laregin donde Vctor von Hagen(31), en 1953, vio, sin poder estudiarlas, las ruinas deuna ciudad preincaica, que Bertrand Flornoy (32), durante su expedicin de 1943, hizoun hallazgo que slo hoy adquiere su pleno significado. "En un pequeo camino quedobla el curso del Utcubamba, escribe, hemos encontrado grupos de indgenas de pielclara, nobles de porte, con la frente rodeada de una vincha colorada. Estbamosaproximadamente a la altura de Kuelap, el testimonio muy importante dejado por loschachapoyas. En un rea relativamente extensa alrededor de la ciudad, se hallan indios

    que tienen las mismas caractersticas y hablan, no el quichua hecho excepcional steen los Andes peruanos, sino un espaol chuintant [en el cual la