COMERCIANTES CATALANES EN EL SALVADOR: TRAYECTORIAS DE FAMILIAS EN EL SIGLO XX
DRA. GLORIA DEL CARMEN TRUJILLO MOLINA1.
Resumen
La incursión de ciudadanos españoles en el comercio salvadoreño, se constituyó, desde finales del siglo XIX principios del XX en un dinamizador de la economía del país centroamericano. Hombres y mujeres llegados de España, se dedicaron a diversas actividades comerciales y de servicios, en una república de tradición productiva artesanal. Por ejemplo, los catalanes que radicaron en el centro de la capital salvadoreña, en la primera mitad del siglo XX atendían abarroterías, ferreterías, colegios, almacenes de repuestos para automóviles, etcétera. Por parentesco, paisanaje, u otras causas, dichos inmigrantes llegados de Barcelona, de Sarral, y otros lugares de Cataluña, se fueron incorporando a diversas actividades comerciales, en la capital, para, posteriormente, extender sus negocios a otras ciudades del país. Las primeras incursiones de los catalanes dentro del comercio salvadoreño, las realizaron como dependientes, en tiendas de artículos ferreteros y de abarrotes. Con el paso del tiempo, lograron establecer sus propios almacenes, y más, tarde sus empresas. Existe una familia, emparentada con catalanes, dedicada a elaborar dulces. Su fábrica, elabora dulce artesanal y con tecnología. Este negocio, ya rebasó los setenta años de fundación. En la actualidad, surte al mercado nacional, además, exporta sus productos a Centroamérica y el Caribe. El papel que los comerciantes y prestadores de servicios catalanes, han jugado en la generación de fuentes de empleo, para los salvadoreños, es un tema de investigación escasamente abordado. La principal contribución de esta población española, parece descansar, en el impulso que imprimieron a sus empresas familiares, dando paso, a nuevos patrones de consumo y de producción, dentro de la sociedad salvadoreña. No ha sido reconocida, plenamente, su influencia ejercida, con la introducción de modelos de administración y gestión empresarial, durante la primera mitad del siglo XX.
La aventura salvadoreña, como trayectoria de vida
A principios de la década de los 50s del siglo recién pasado, la población
asentada en el entorno de la iglesia San Francisco,2 (ubicada en el centro
histórico de San Salvador, capital de El Salvador), contaba entre sus
habitantes, con un pujante sector de población española, que se dedicaba a la
venta de abarrotes, artículos de ferretería, así como, a importar llantas,
repuestos automotrices y latería ultramarina. En este mismo lugar, funcionaba
1 Dra. en Historia Colonial, Docente – Investigadora de tiempo completo, perfil PROMEP, su línea de investigación se centra en la Historia de la Familia, Educación, Mujer. Ha impartido cursos, seminarios, conferencias. Cuenta con publicaciones especializadas. Su lugar de trabajo es la Universidad Autónoma de Zacatecas, Unidad Académica de Docencia Superior, Edificio de Posgrado, Torre II, Fracc. Progreso, Prolongación Av. Preparatoria s/n, Zacatecas, México, 01 4929239407 Ext. 2806, [email protected] 2 La iglesia San Francisco fue fundada en 1911 en un exclusivo, en ese entonces, barrio urbano, ubicado en el sector del Campo Marte, hoy Parque Infantil.
1
colegio, un taller automotriz y una carnicería, también administrados por
españoles. Existe a la fecha, una empresa que rebasa los setenta años de
fundada, dedicada a la elaboración de dulces artesanales y con tecnología. Se
trata de la fábrica de caramelos, Confitería Americana, la cual, ha contado,
durante medio siglo, con gerentes administrativos, oriundos de Tarragona.
Desde mediados del siglo XIX se establecieron en la capital salvadoreña,
representantes de casas comerciales, europeas y norteamericanas. Estos
apoderados, se dedicaron a importar las mercancías, que se vendían en los
almacenes, tiendas y farmacias, de la capital. Una segunda oleada de
migrantes, la de finales del siglo XIX principios del XX llegó para apoyar los
negocios, previamente establecidos. Los españoles que estaban en el negocio
de abarrotes y ferretería, atrajeron a parientes y paisanos varones, como
empleados y socios de sus tiendas. Además de españoles, arribaron alemanes,
italianos, turcos, palestinos, etcétera, con el mismo fin: atender los negocios de
sus propios coetáneos y parientes. Una tercera ola de migración, se sucedió
pasada la primera guerra mundial, y se prosiguió, hasta los años cincuenta. En
el entretanto, las casas comerciales, pertenecientes a importadores catalanes,
continuaban su expansión.
Se entiende por trayectoria de vida, el curso, que a lo largo del tiempo, y dentro
de circunstancias concretas, sigue el comportamiento de las personas, los
grupos sociales, las instituciones. En este devenir, las estrategias sociales y
familiares, juegan un importante papel, y contribuyen, a que los grupos,
mantengan la cohesión social. Este fue el caso de los catalanes en El Salvador.
En las nuevas condiciones de vida, los españoles supieron mantener lazos de
parentesco, y atrajeron a los suyos, a los negocios recién iniciados. Al
promover redes de colaboración y cooperación, entre los de su misma cultura;
la idiosincrasia, valores, creencias, etcétera, se mantuvieron, prácticamente
intactos. Otras cualidades, como, la solidaridad, la disciplina de trabajo, la
habilidad para vender, resultaron determinantes, para sostenerse y salir avante,
en la nueva tierra. Otros procesos, como la situación social, política y
económica, por la que atravesaba El Salvador, contribuyeron a reorientar las
trayectorias y cursos de vida de los residentes extranjeros.
2
La vida de Pablo LLort Anglés, es ilustrativa de lo anterior. Llort Anglés, un
inmigrante catalán, nacido en 1873 en Sarral, provincia de Tarragona, llegó a El
Salvador, a la edad de doce años. Durante su primera estancia, no logró gran
cosa, todavía era un niño y lo que recibía en pago, apenas si le alcanzaba para
comer. Por motivos familiares, tuvo que regresar a España. No obstante, Pablo
Llort nunca perdió de vista, que su propósito era, regresar a El Salvador, y abrir
su propia tienda. El 25 de febrero de 1895 estaba de nuevo en San Salvador.
En 1887 con $600.00 (colones) entre préstamos y ahorros, se inició, como
comerciante en pequeño.3 Su trayectoria, en el negocio, a lo largo de cuarenta
años, tuvo sus altas y sus bajas. Sin embargo, logro forjarse un prestigio
comercial, a través de su ferretería.
En cuanto a los motivos, que tuvieron los catalanes para emigrar a El Salvador,
se supone, que fueron (entre otros), de índole económica. Baltazar Llort
Escalante, hijo del citado Llort Anglés, refiere, algunas de las razones que tuvo
su padre, para emigrar a América. La situación económica que vivía la familia
Llort, en los finales del siglo XIX era precaria. La economía de Sarral se
sustentaba en la agricultura y los salarios que se devengaban en el campo eran
muy bajos. Siendo un adolescente, Pablo Llort Anglés se embarcó con su
hermano mayor Juan Pablo, con destino a Centroamérica. Juan Pablo Llort
prosiguió su viaje a Panamá, en busca de mejor suerte, en tanto, Pablo LLort
se quedó en El Salvador, como ayudante, en la tienda de Pedro Sagrera, un
próspero comerciante catalán. Juan Pablo falleció en Panamá,
repentinamente, y Pablo Llort tuvo que regresar a España. De nuevo en Sarral,
con diecisiete años cumplidos, Pablo Llort empezó a trabajar como jornalero.
Lo que ganaba lo repartía, entre su padre y su madre. El resto, unas pesetas,
las gastaba con sus amigos, durante los fines de semana. En cuanto LLort
Anglés juntó veinte duros, la mitad exacta, para, embarcarse hasta La Habana,
decidió, de manera audaz, sacar el faltante, del colchón de su padre. Para
sostenerse y poder proseguir su viaje, Pablo Llort trabajó temporalmente en
Cuba. Después, se desplazó a Venezuela, donde realizó pequeñas tareas, con 3 Baltazar Llort Escalante, Historia vida y pasajes de Pablo LLort Angles, escrita por él, y copiada casi literalmente del original por su hijo Baltazar Llort Escalante, Impresora La Unión, S.A., San Salvador 1944, p. 19.
3
el fin de procurarse el sustento. Después de trabajar una temporada en Costa
Rica, decidió proseguir su camino y viajó de polizón, hasta el puerto de la
Unión, en El Salvador. El dinero sustraído lo devolvió con creces, años
después.
En la actualidad, los descendientes de catalanes en El Salvador, expresan,
que sus antepasados fueron (presumiblemente) hombres osados, atrevidos,
necesitados, aventureros o visionarios, que arribaron a un lugar, El Salvador,
en donde, tampoco, era fácil vivir. Muchos de los inmigrados, lograron salir
adelante, en las condiciones de Centroamérica. Sobre los necesitados, una
minoría, dan cuenta los libros de contabilidad de la Beneficencia Española.
Dichos libros mencionan la ayuda otorgada a los enfermos y transeúntes
españoles. Como se verá más adelante.
Con respecto a las primeras familias catalanes establecidas en El Salvador, no
puede decirse, que existiera un patrón estricto de nupcialidad. Se sabe, que
algunos catalanes, regresaron a casarse en España. Otros en cambio, se
casaron con mujeres salvadoreñas, o bien, con hijas de comerciantes
españoles, nacidas en América. Los casados en la península, emprendían
junto con la esposa, el viaje de retorno al trópico. Se trataba de una larga
travesía, que los llevaba de Barcelona a Cuba, después, a Panamá. Antes de
que se construyera el canal interoceánico, se atravesaba por tren, el istmo
panameño, hasta llegar al Océano Pacífico. Aquí, era necesario volver a
embarcarse, con destino a los puertos marítimos salvadoreños.
José Sagrera, comerciante barcelonés, establecido en El Salvador, desde
principios de 1870 se casó con Ana Bustamante, originaria de Tegucigalpa,
Honduras. Ella era hija de un comerciante español. Por su parte, Pablo Llort
contrajo matrimonio en 1903 con doña María Escalante, salvadoreña, originaria
de la ciudad de Quezaltepeque. Así, lo recuerda Llort Anglés:
“Alquilé una casa por $20.00 (colones) mensuales y el día 15 (agosto
1897) llegué con las mercaderías. Pude conseguir un crédito como de
$300.00 (colones) de modo que no llegaba a mil el capital pero al
4
año, al hacer en inventario, encontré un beneficio de más de
$3.000.00 (colones) y el siguiente año, otro tanto”.4
Ya con casa y ganancias, de más de trescientos por ciento, en seis años
estaba listo, para casarse. Le propuso matrimonio a María y con veintiocho
años cumplidos, “casi un viejo” (según el) llegó al altar:
“Desde el principio, de mis visitas, como en broma y luego en serio, casi
pasaron dos años y el 9 de mayo de 1903 contraje matrimonio con
María Escalante. Al dar ese paso, quedaron acabadas todas las
calaveradas que comete un hombre de soltero, aunque creo no haber
cometido muy graves”. 5
El casamiento de José Panadés Bonet se realizó en España. Este comerciante,
nacido en Sarral en 1902 llegó a El Salvador en 1923 por invitación de José
Vidri, un comerciante catalán, que tenía una ferretería en sociedad con sus
hermanos Antonio y Juan. Los ferreteros Vidri eran sobrinos de Pablo Llort
Anglés. El negocio de los hermanos Vidri contaba con casa matriz en Santa
Ana y con sucursal en Chalchuapa. Después de trabajar una década, con los
ferreteros Vidri, José Panadés Bonet regresó a su patria, para casarse con
doña Teresa Vidri, hija de Ramón Vidri. La pareja de casados se embarco con
rumbo a El Salvador, en 1936 poco antes de la guerra civil española. Al formar
parte de una familia de ferreteros, Panadés Bonet se asoció con su suegro
Ramón y juntos, abrieron una ferretería, en San Salvador.6
Las casas comerciales del centro de San Salvador
En el amanecer del siglo XX se desplazaron por Centroamérica, viajeros
norteamericanos y europeos, que dejaron el testimonio escrito de sus
andanzas por estas tierras. Aun y cuando, relatos de esta naturaleza, podrían 4 Baltazar LLort, ob. cit., pp. 19 – 20.5 ob. cit., p. 24.
6 Dicha tienda funcionó hasta 1969. Un año después, a punto de cumplir setenta años de edad, Panades Bonet fundó, junto con su hijo José, una nueva empresa. “Catalanes del año, José Panadés”, en: http://casalcatalasv.com/catalanes.htm
5
resultar limitados, o extremadamente subjetivos, no deben ser desestimados.
Al menos, estas descripciones, permiten constatar, donde estaban situados,
algunos de los comercios, de la época que se estudia. Se cita, una nota de
viaje de Maurice de Périgny, un conde de origen francés, que visitó San
Salvador, hacia 1920. El diario da cuenta, entre otras cosas, del conjunto de
tiendas y almacenes, que se ubicaban, en el entonces, centro del comercio
capitalino:
En torno al gracioso parque Dueñas se levantan el Palacio Municipal, la
Casa Blanca, en dónde están actualmente los ministerios, la iglesia del
Rosario, la antigua catedral[ …] Y muy cerca, el parque principal, el
parque Bolívar, encuadrado por la catedral, el magnífico Palacio
Nacional, de 100 metros de fachada, con escaleras de mármol y
columnas de granito. Contiguo a éste se eleva el edificio de la antigua
Universidad y el Correo Central, en ángulo con la calle principal, donde
se encuentran todas las grandes casas de comercio y el mercado. Éste,
inmenso, ocupa un bloque entero de casas; contiene pequeñas tiendas
situadas en todo su contorno que, a la vez, dan sobre la calle y el interior.
Éstas están todas acaparadas por los chinos y los turcos; estos últimos
trabajadores y parcos y en número de 200 aproximadamente, son casi
todos originarios de Belén y se encuentran bajo protección de Francia.7
Así, estaban distribuidos los almacenes de telas, abarrotes y otros servicios.
Las librerías, restaurantes y hoteles, se ubicaban, en los alrededores de la
Plaza Mayor y su Parroquia. Los establecimientos comerciales, incluidas las
tiendas de telas, gozaban de gran aceptación, entre la población. Pues, existía
una demanda, que iba cada vez en aumento, de lanas, linos, sedas, alimentos
importados. La variedad de telas se complementaba, con la oferta de bisutería,
hilos y demás, que ofrecían las mercerías atendidas por los chinos.
Librerías de propietarios españoles, como la de don J. Capella, contribuían a
difundir la moda europea, a través de, los folletines que se repartían entre la
clientela. Desde la segunda mitad del siglo XIX los libreros españoles surtían
7 Tomado de Silvia Dutrénit, El Salvador, Colección de textos de la historia de Centroamérica y el caribe, Instituto Mora, México1989, En: Johanna von Grafenstein Gareis, Economía y Sociedad en Centroamérica y el Caribe La mirada de los viajeros, selección e introducción, Instituto Mora, México 2001. p. 52.
6
La Ilustración Española y La Moda Elegante Ilustrada. En 1879 el agente
comercial, Anselmo Cousin, comunicaba, que quienes adquiriesen, la Parte
Política del Correo Ilustrado, se harían con la entrega gratuita, en
agradecimiento a su preferencia, de las Modas Parisienses.
El español José Puig, de oficio sastre, confeccionaba los atuendos masculinos,
basado seguramente, en los folletines de su compatriota Capella. Puig era un
sastre muy reconocido, había prosperado rápidamente y para 1879 contaba
con su propio negocio. Ese mismo año, el sastre comunicaba, en el Periódico
Oficial de la República, que se trasladaba a un local más amplio, pues,
“deseaba atender a sus clientes, como éstos, se merecían”. El local estaría
situado, anunciaba, a unos pasos, del entonces Palacio Nacional, en
construcción.8 En lo que se refiere, a otros accesorios de la vestimenta,
zapatos, sombreros, guantes, fragancias, etcétera, los importadores alemanes,
italianos y franceses, eran los encargados de surtir estas mercancías.
La Casa de Dorner & Cromeyer, ponía a disposición del público, los moldes de
vestidos completos, para señoras, a precio de dos reales. Dichos folletines,
incluían los diseños de la casa de madame Demorest. O sea, según ellos, la
última palabra, en la moda de los Estados Unidos y Europa. En tanto, otros
giros, como pastelerías, hoteles, restaurantes, boticas, eran atendidos por
alemanes y franceses. Sin embargo, la importación de latería, abarrotes,
ferretería, maquinaría automotriz, otros servicios, habrían de quedar, desde
principios del siglo XX en manos de comerciantes catalanes. Resulta
excepcional, que dentro del ramo de la ferretería, las tiendas estuvieran, casi
siempre, en manos de propietarios oriundos de Sarral y de Barcelona. Así, se
prosiguió a lo largo del siglo XX.9
En este sentido, destaca la audacia y la visión comercial, de los precursores
catalanes en El Salvador, para adelantarse, a las necesidades de la industria
de la construcción. Las tiendas de artículos de ferretería resultaron, en su
momento, necesarias e imprescindibles. Desde finales del siglo XIX y principios 8 Dicha construcción fue arrasada por un incendio, en su lugar, se edificó el actual Palacio Nacional, que data de 1911. 9 Hoy, la tercera y cuarta generaciones de descendientes de catalanes, continúan dentro del negocio, con una oferta cada vez mas especializada, por departamentos: electricidad, fontanería, herramientas eléctricas, ferretería, cerrajería, pinturas, jardín, automotriz, hogar, etc.
7
del XX se implementaron técnicas modernas y se utilizaron materiales
resistentes, en la construcción de edificios y viviendas particulares. Para
responder a las nuevas demandas del mercado, los agentes comerciales,
comenzaron a importar, alambre de acero y de latón, de todos tamaños; así
como, maderas finas de California, laminado de zinc, persianas para puertas y
ventanas, vidrios planos y de colores, lavatorios de metal pintados, clavos,
martillos, etcétera. Por ejemplo, en 1878 H. Dorner & Co., anunciaba, que ellos
contaban, con un artículo novedoso. Y aunque, la mercancía ofrecida no
contenía las sacudidas ni evitaba los sustos, que provocaban los sismos,
resultaba indispensable, para, por lo menos, sobrellevar las contingencias:
Precaución contra temblores. Acabamos de recibir las útiles,
lamparitas para temblores, ardiendo con petróleo ó aceite y
poniéndose al alcance de todas las clases sociales, por su baratura,
pues, la más cara vale cuatro reales… San Salvador, 30 de octubre
de 1878.10
En la navidad del mismo año, el Almacén Blanco y Lozano, comunicaba, al
público en general, la construcción de su nuevo y hermoso local, construido
sobre la Calle del Cabildo, donde podrían adquirirse, mercancías inglesas,
francesas, alemanas y americanas, a precios moderados. Además, la casa
Blanco y Lozano, se ofrecía como comisionista de frutos, tales como, café y
añil, para su comercialización fuera del país. Julio Balette, por su parte, se hizo
anunciar, a principios de 1879 cómo el único importador en El Salvador, de
alambre de acero galvanizado y espigado. En cambio, don Eduardo Bogen,
ofrecía sus peroles, elaborados de cobre, de una sola pieza, de treinta litros de
capacidad, a bajo costo. El comerciante estaba dispuesto a intercambiar su
producto, por frutos de la tierra salvadoreña. Este era un trueque, que
reportaba dividendos, a su promotor. Lo que se obtenía, mediante intercambio,
era embarcado hacia mercados del extranjero.
Las importaciones procedentes de Europa y Estados Unidos de Norteamérica,
se realizaban, como se ha mencionado, por intermedio de agentes
comisionistas. Entre los artículos, mas demandados, procedentes del exterior, 10 Diario Oficial de la Republica de El Salvador, en: http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial/1878
8
se encontraban los alimentos. Los sacos de harina fresca llegaban de
California, los vinos, aceite y frutos secos procedían de España. La maquinaria
de artículos libres, era embarcada en Hamburgo. Las telas de algodón, lino y
seda provenían de los Estados Unidos e Inglaterra. La especiería llegaba del
Caribe, centro y sur América; las medicinas, de ciudades de los Estados
Unidos y Europa. En tanto, los artículos de ferretería, de almacenes
norteamericanos y europeos.
En estos negocios, participaban nacionales y extranjeros. Aunque, la mayor
parte de las importaciones, las realizaban los ciudadanos alemanes, franceses
y españoles. En el torna viaje, los barcos eran cargados con productos de la
tierra, añil, cueros de res y de venado, azúcar mascabado, café, bálsamo,
petates, arroz, puros de tabaco, derivados minerales, frijoles y otras materias
primas. Los lugares de destino de los insumos salvadoreños eran los mercados
de Hamburgo, Nueva York, Paris, Londres, Bremen; y en América, Panamá,
Puntarenas y Valparaíso, entre otros puertos.
Respecto a la inmigración española en Centroamérica, se han realizado muy
pocos estudios. Se carece de investigaciones, que refieran, cual era el “saber
hacer”, o perfil de trabajo, de los catalanes, en su tierra natal, antes de llegar a
El Salvador. Se presume, que los primeros en llegar, fueron hombres muy
jóvenes, originarios de pueblos dedicados a la agricultura y a la producción
artesanal.11 Una vez aquí, estas personas, se emplearon en tiendas o abrieron
pequeños tiendas de abarrotes. Después, se dedicaron a importar artículos
diversos, y fue así, como pasaron de ser empleados y pequeños propietarios, a
administradores de almacenes de importación. Pasados los años, llegaron sus
parientes y paisanos, para, atender, las tiendas y los almacenes, de los
pioneros, en cuestión. En poco tiempo, los importadores, se convirtieron en
administradores y pequeños empresarios. Como fue el caso de la factoría textil
de los hermanos Sagrera. A mediados del siglo XX los sobrinos nietos de José
y Pedro Sagrera, se transformaron en fabricantes exportadores de toallas.
11 Se entiende por producción artesanal, (en el mismo sentido que Salazar Ledesma), la elaboración de mercancía, basada en la unión del trabajo y el capital, bajo una normatividad jurídica y socioeconómica específica, en: Flora Salazar Ledesma, Memorias de la Antigua ciudad de San Salvador, INAH, México 2004, p. 16, n4.
9
Los comerciantes españoles
Por otro lado, las políticas liberales desplegadas en El Salvador, desde finales
del siglo XIX habrían de propiciar, ciertas condiciones ventajosas, para los
negociantes. Fue un momento, muy bien aprovechado, por los residentes
extranjeros. El presidente de la República, Santiago González, quien gobernó
el país entre 1871 y 1876 estableció a mediados de su mandato, la libertad de
cultos, la secularización de los cementerios, la legalización del divorcio, la
instauración del matrimonio civil, la educación laica, entre otras medidas, de
corte liberal. En 1876 gobernó, durante un par de meses, el presidente Andrés
del Valle, hijo de Fernando del Valle, originario de Santander. No pasó mucho
tiempo, para que dos comerciantes en ciernes, Teodoro Krietz (Kriete) y José
Sagrera, se hicieran cargo de la administración y la tesorería, del cementerio
capitalino. En octubre de 1875 los susodichos, solicitaban con todas las de la
ley, que las personas que tuviesen deudos en el camposanto, mandasen
blanquear y componer sus mausoleos, para el día de finados. Ese mismo año,
José Sagrera, en sociedad con un político local, de nombre José Larreynaga,
su socio, en la Casa Comercial Larreynaga y Sagrera, anunciaba, que se
vendía un hermoso juego de billar, de lujo, con todos sus aditamentos.
El incipiente auge del café en el mercado mundial,12 había contribuido, a que se
construyeran, aceleradamente, vías ferroviarias, hoteles en la capital y en los
principales puertos de embarque: La Libertad, Acajutla, La Unión, etcétera, en
donde, se alojaban los agentes exportadores. Aquí, tenían su razón de ser, los
juegos de billar, que eran ofrecidos por los propietarios hoteleros, como parte
de sus ofertas de “distracción lícita”, como solía decirse, en ese entonces. Se
aprecia, como los extranjeros, incluidos los catalanes, sabían en donde
estaban los negocios, que resultaban redituables.
Poco a poco, los extranjeros fueron estableciendo comunicación con los
políticos locales. Esto, permitió a los comerciantes, un acceso a los negocios, a
otro nivel: como proveedores de los insumos, que requería el gobierno. Dicha
cercanía con el gobierno, permitía a los negociantes, conocer las leyes, que 12 José Luis Cabrera Arévalo, Las controversiales fichas de fincas salvadoreñas. Antecedentes, origen y final. Tecnoimpresos S.A. de C.V., San Salvador 2009, p. 159.
10
sobre el comercio, se decretaron durante esos años. Además, de ambos lados
(de políticos y comerciantes), existió militancia, en sociedades denominadas
secretas, como la masonería decimonónica.13 Cabe añadir, que las redes de
adscripción a la logia señalada, no constituyeron, en esos años, rompimiento
alguno, con la profesión de fe católica: A juzgar, por las contribuciones
económicas, que hicieron, los participantes en la “Mayordomía de la fiesta del
Salvador en 1872” los mencionados José Sagrera y José Larreynaga.14
Con el tiempo, ese desempeño, carisma, don de gente, experiencia acumulada
y establecimiento de redes sociales y políticas, posibilitaron, que al menos, dos
representantes de la comunidad española, tuviesen cargos de representación
pública. Ellos fueron, José Sagrera y Pablo Llort Anglés, alcaldes de San
Salvador y Quezaltepeque, respectivamente. Sagrera ejerció el cargo en 1901
y Pablo LLort en dos oportunidades, en 1912 y 1914. Al hacer recuento de su
gestión, Llort Anglés refirió:
He hecho el rastro, el puente “Barrios” se abrieron varias calles para lo
cual, se compraron varias casas de tope, se empedraron algunas de
ellas, pedí mil trescientas yardas de cañería e hice el agua hasta
“Poluncillo” en las afueras de la población, hice los bancos del parque
de enfrente del Cabildo, se compararon varios muebles, dejando por fin
a favor del nuevo municipio como $1.500.00 (colones). Las demás
municipalidades solamente deudas habían dejado. Ya había servido de
regidor en el año 1904 que se construyó el puente “Colón”, y otro año
también salí electo regidor pero me exoneré.15
.
En 1914 el alcalde se propuso la construcción de un nuevo Palacio Municipal.
Al concluir su período, solamente faltaba enladrillar y pintar el edificio, de dos
plantas. Llama la atención, cómo estos hombres llegados del exterior, sin
13 Según Valdés Valle, de acuerdo con el Registro Masónico del Supremo Consejo Centro - Americano ubicado en el Archivo del Supremo Consejo de Grado 33 (ASCC G 33) con sede en la ciudad de Guatemala, pertenecieron a la Logia “Progreso No. 5”José Sagrera, y otros, a los que habría que añadir, muy probablemente a José Larreynaga. Véase: Armando Roberto Valdés Valle, “Origen, miembros y primeras acciones de la masonería en El Salvador (1871 – 1872)”, Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña, REMHLAC ISNN 1659 - 4223 Vol. 1, Núm. 1, Mayo 2009 – Noviembre 2009, p. 158, en: http://www.rehmlac.com/recursos/vols/v1/n1/rehmlac.vol1.n1-543Ro.pdf 14 Boletín Oficial (72) Jueves 12 de septiembre de 1872, http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial15 Baltazar Llort, ob. cit. p. 28.
11
estudios aparentes; únicamente, con ciertos saberes, desarrollaron una enorme
habilidad para relacionarse socialmente, a la vez que, realizar diferentes tipos
de negocios. Debe considerarse, la condición del mercado interno. De otra
manera, no se explica, como dichos comerciantes, conseguían ganancias tan
altas. Es posible, que debido a la distancia entre los pueblos, las
incomodidades de viajar de un lugar a otro, u otros pormenores; las mercancías
proveídas en las tiendas de los catalanes, se comercializaran a precios más
altos, de los habituales. Los recuerdos de Pablo Lllort son ilustrativos, de las
ganancias obtenidas:
(Al centro 1915). En 1915 compré un solar y una casa vieja a la
señora Jesús Cáceres, por la suma de $5.000.00 (colones) situados a
la par de mi pequeño local, a continuación empecé a construir con el
objeto de ensanchar la tienda, terminé dichos trabajos a últimos de
octubre, y me costó $13.000.00 (colones) que con los $5.000.00
(colones) del terreno hacen un total de $18.000.00 (colones).
Inmediatamente ensanché el negocio en el nuevo local, teniendo una
ganancia ese año de $20.000.00 (colones) de modo que menos los
$18.000.00 de gastos, solamente aumenté en $2.000.00 (colones) el
negocio.16
Sobre los catalanes en América, César Yáñez de la Universidad de Barcelona,
señala, lo siguiente:
Fue precisamente la dinámica de formación de mercados
externos relacionados con la industria catalana, la que tejió una
inmensa red de mercaderes y agentes comerciales que sostuvo
la emigración exterior de mediados del siglo XX. Lo que implicó
la formación de una red comercial basada en relaciones
sociales primarias, de parentesco y paisanaje, construida desde
los sectores tradicionalmente vinculados al comercio y la
navegación exterior. En consecuencia, localizados en el litoral
catalán. El comportamiento de los comerciantes catalanes
16 Id, pp. 28 – 29.
12
basado en la solidaridad étnica, tiene sus antecedentes en la
estructura mercantil del comercio colonial setecentista.17
Esto, con referencia a los catalanes mediterráneos. En tanto, los pobladores de
pueblos alejados del tráfico marítimo, como fueron los del interior de Cataluña,
emprendieron la travesía hacia América, en la segunda mitad del siglo XIX. Se
sabe, que en la primera mitad del siglo XIX los llegados de Cataluña a América
radicaron en las Antillas y El Caribe. En cambio, la segunda oleada, la de
finales del siglo XIX principios del XX se dirigió, en su mayoría, a Argentina.
Por lo tanto, a Centroamérica, se desplazó una minoría. En este sentido, son
menos conocidas las migraciones, a países como, Guatemala, Costa Rica y El
Salvador. Salvo, la tesis doctoral de María Rosa Serrano Jaime, sobre Costa
Rica, poco se ha estudiado a los españoles en Centroamérica. Se conoce más,
la trayectoria de vascos y catalanes en Cuba, Puerto Rico, México y Argentina,
por trabajos publicados en esos países. La investigación doctoral de Serrano
Jaime, publicada en forma de libro, muestra la participación de los catalanes, a
principios del siglo XX en el momento que Costa Rica, daba sus primeros
pasos, para, insertarse en el mercado mundial.18 Con respecto al resto de
países, la información resulta sumamente escasa.
En relación con las características de grupo, que presentan los inmigrados
catalanes, asentados en El Salvador, se puede afirmar, que dicha emigración,
estuvo constituida, por hombres jóvenes, en su mayoría. Falta establecer, si los
motivos para emigrar a Centroamérica, y las estrategias familiares que
desplegaron, guardan alguna similitud, con las prácticas que desarrollaron
coetáneos suyos, en otras partes de América. De acuerdo con el citado Yáñez
Gallardo, en el ocaso del siglo XIX los hombres más jóvenes, de Cataluña,
entre estos, obreros, campesinos y trabajadores manuales, fueron
prácticamente expulsados de sus áreas de origen, debido a la inestabilidad
17 César Yáñez, “Los negocios ultramarinos de una burguesía cosmopolita. Los catalanes en las primeras fases de la globalización, 1750-1914”, Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, num. 238, págs. 679 -710, ISSN: 0034 – 8341, en: http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/viewFile/336/39818
? Gabriela Dalla Corte – Caballero, (Reseña sobre María Rosa Serrano Jarne), Catalanes en Costa Rica. Aportación política, social y económica, 1906 – 1994, Romargraf S.A., Hospitalet de Llobregat, Barcelona 2003, en: http://www.raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/99126/147002
13
social y laboral, tanto en Lérida como en Tarragona. A esto se sumaba, la
caída de los salarios y el aumento del coste de vida en las ciudades.19 Además,
de otros factores políticos coyunturales, como fue la guerra con Cuba y el
conflicto con Marruecos, a principios del siguiente siglo.
Esto, resulta revelador, por cuanto, se tiene evidencia, que la emigración
catalana a El Salvador, llegó procedente de Sarral, Lérida y Barcelona. Bajo
tales condicionantes señalados, se entiende, lo expresado por el fallecido José
Panades Bonét, respecto a su llegada a El Salvador, en 1923. Su arribo, tuvo
dos motivos: el apoyo que le extendió Ramón Vidri, al colocarlo, como
dependiente, en la tienda de Santa Ana; y la prestación del servicio militar, en
el momento en que España libraba su última batalla en Marruecos: “Yo no
quería, ni matar, ni morir”, relató Bonet, a un periodista, en 2006.20
Ante tal disyuntiva, Panades Bonet emprendió un viaje, que lo llevo a Francia,
después, a Centroamérica. Panades trabajaba en Santa Ana y en Chalchuapa.
A la última ciudad, se dirigía caminando, los fines de semana. Allí vendía, con
cierto éxito, los artículos de ferretería, que le eran encomendados. Años
después, cuando Panades Bonet estableció con su suegro, la tienda ferretera
ya mencionada; se presento una oportunidad para los hermanos Sagarra
Bonet, oriundos de Sarral. En 1938 Juan Sagarra Bonet, de veinte años de
edad, recibió la invitación de los hermanos Vidri, para, que colaborara con
ellos, en el negocio que tenían en Chalchuapa. Mas adelante, uno de los
hermanos Vidri, decidió establecer, una sociedad comercial, junto con Sagarra
Bonet, que se llamo, Vidri y Sagarra.21
19 César Yáñez Gallardo, ob. Cit., revista virtual 20 Alfonso Salazar, “Gran empresario y hombre altruista, fallece Panades Bonet”, en: http://archive.laprensa.com.sv/20060715/vivir/542108.asp21 La sociedad se disolvió, después de la segunda guerra mundial. A esta empresa, le siguió Sagarra e hijos y Cia. La firma fue encabezada por Jaime Castella Sagarra, hermano de Juan Sagarra. La nueva compañía estuvo constituida por Jaime, Juana, su esposa, sus hijos José y Juanita. La familia llegó a Santa Ana en 1955 procedente de Barcelona. Jaime Castella introdujo a su hijo José, al negocio, desde muy joven. Al cumplir quince años, José Sagarra trabajaba de día y estudiaba de noche. Así, una práctica que parecía ser usual, entre los hijos varones de las familias de Sarral, se proyectó hasta El Salvador, durante el segundo tercio del siglo XX. (Agradezco al señor José Sagarra, los datos que me proporcionó).
14
Sobre los catalanes en El Salvador, el Ministerio de Trabajo e Inmigración, del
Gobierno de España, integra en la red virtual, los siguientes datos sociológicos:
En 1891 un grupo de españoles crea la “Agrupación de
Beneficencia y de Socorros Mutuos” para realizar obras de
beneficencia entre los españoles más necesitados. En 1957 pasa a
denominarse Centro Español-Sociedad de Beneficencia.22
Para 1890 existía la necesidad de un fondo de ayuda, para socorrer a los
españoles pobres, ya que, el número de inmigrados iba en aumento. El dato
citado muestra, por un lado, que algunos españoles, vivían una situación
económica desahogada, en tanto otros, la estaban pasando mal. Y es que
según palabras, de los actuales representantes del Centro Español en El
Salvador:
Las historias de grandes fortunas y prosperidad creadas más allá
del Atlántico, formaban parte de los dichos populares, historias la
mayoría de las veces más basadas en la imaginación que en la
realidad, esto unido a las malas condiciones económicas que se
vivían en la península ibérica en ese tiempo hace que los más
atrevidos, necesitados o aventureros, salgan de España en busca
de ese sueño de prosperidad.23
En realidad, la Sociedad de Beneficencia Española en El Salvador fue fundada
en 1873. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1875 se publicaron
notas de invitación, en el Periódico Oficial, dirigidas a los socios de la
agrupación:
Diciembre 14, 1875. Sociedad Española de Beneficencia, conforme
con el artículo 7º de los Estatutos el domingo 2 de Enero próximo, se
verificará la reunión anual de la Sociedad en casa del señor
22 Ministerio de Trabajo e Inmigración, Gobierno de España, Datos sociológicos de la emigración, El Salvador, en: http://www.mtas.es/es/mundo/consejerias/costarica/emigracion/datosSocio.htm#salvador 23 Centro Español El Salvador, Historia, Quienes somos, en: http://www.centroespanolsv.com/quienes_somos.html
15
presidente. La junta espera la asistencia de los Socios y de todos los
españoles que tengan á bien honrar á la Sciedad. San Salvador,
Diciembre 12 de 1875. Luis D. Ojeda, presidente – José Puig,
tesorero.24
Se trata del mismo Puig, el sastre español, ya mencionado. De Luis Ojeda, se
tienen otras referencias: fue socio comercial de una casa importadora de
artículos europeos, conocida como Sucursal de Dorantes y Ojeda. El almacén
estaba situado en el Portal de Arrieta, en la Plaza Mayor. Luis Ojeda, junto con
José Sagrera, ofrecían, en su almacén, toda clase de tejidos de algodón, hilo y
sedas para tejer, así como, camisetas de lana, pañuelos de lino, azadones,
cera legítima, sombreros para señoras y niñas, elásticos, ahulados para
carpetas; y muchos otros artículos.
La Sociedad de Beneficencia, tuvo desde sus inicios, la finalidad de “socorrer a
los españoles asociados o inmigrantes de escasos recursos, que por edad o
enfermedad estuviesen incapacitados para dedicarse a sus ocupaciones
habituales y obtener ingresos mediante su propio esfuerzo”.25 Los actuales
estatutos de la asociación, recalcan, que dicho centro, es una entidad con
personería jurídica, de derecho privado, no lucrativa, ni religiosa, continuadora
de la Sociedad “Beneficencia Española” la cual, se constituyó en la ciudad de
San Salvador, con aprobación del Poder Ejecutivo de fecha veinticuatro de
enero de mil ochocientos noventa y uno, como una agrupación de beneficencia
y de socorros mutuos, dedicada a realizar obras de ayuda, a favor de los más
necesitados.26
En 1891 la Sociedad Benéfica Española recibió el reconocimiento de la
sociedad salvadoreña, a través del decreto de aprobación, firmado por el 24 En el original: Sciedad, Diario Oficial de la República del Salvador, diciembre 1875 en:http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial/1875 25Asistencia y Beneficencia, Centro Español El Salvador, en: http://www.centroespanolsv.com/beneficencia.html
26 Estatutos del Centro Español, Asociación de Beneficencia en El Salvador, Capítulo I, Artículo I en: http://www.centroespanolsv.com/Descargas/estatutos.pdf
16
entonces presidente provisorio de la república, Carlos Ezeta. En diciembre de
1877 Sagrera, tesorero de la Beneficencia, invitó a todos los asociados
españoles, a la junta anual de la asociación. Dicha reunión, se realizó el 6 de
enero de 1878. Su presidente, don Joaquín López, inició leyendo un discurso,
que a la letra decía: “cerca de cinco años hace, que nuestra Sociedad fue
fundada, y no ha pasado uno solo, sin que se haya dejado conocer la
oportunidad y conveniencia de tan útil establecimiento”.27 Los apoyos
suministrados a los españoles, durante el año anterior, no superaron los
doscientos setenta pesos, y fueron proporcionados, en su mayoría, a
transeúntes necesitados, que esperaban mejorar su fortuna, en otros lugares
de Centroamérica.
La sociedad contaba, en ese entonces, con varias corresponsalías en las
ciudades de Santa Tecla, Sonsonate, Santa Ana y San Miguel. Hasta esos
lugares, se hicieron llegar los recursos monetarios, que auxiliaron a los
enfermos y necesitados de nacionalidad española. Una vez que fue leído el
informe, y aprobada la agenda, que convocaba a los socios, como era: nombrar
a su nueva junta directiva, se procedió a dicha votación. La Junta quedó
constituida de la siguiente manera: don José María de Urioste, presidente; don
José Sagrera, tesorero, reelecto; don José Puig, primer vocal; don Juan Mata,
segundo vocal; don Pascual P. Martínez, tercer vocal. También, se nombraron
a los corresponsales de las distintas ciudades y se presentó, un extracto de las
cuentas de la institución. Deducidos los gastos de todas sus tesorerías en el
país, se tenía para inicios de 1878 un fondo, que ascendía, a mil setenta y dos
pesos con noventa y nueve centavos. De esto, dio fe, su tesorero, el señor
Sagrera.
En 1892 coincidiendo con la celebración de los 400 años del descubrimiento de
América, se refrendó la relación cordial que existía entre el gobierno de España
y la República de El Salvador. El gobierno salvadoreño recibió, en tan señalada
fecha, un regalo de su homólogo español. Se trató de un terreno en donde se
construyó el Campo Marte. De esta manera, se festejaba un acontecimiento
histórico, que hermanaba a los dos países. El espacio, sirvió, desde entonces,
27 Itálicas, nuestras.
17
para, realizar actividades oficiales y deportivas, y para, solaz y esparcimiento
de las familias salvadoreñas. Según Gustavo Herodier, historiador salvadoreño,
desde el primer tercio del siglo XX se asentaron en los alrededores de dicho
parque, elegantes residencias, pertenecientes a acaudalados hombres del
comercio y las exportaciones:
Triplicada la población desde 1892 los grupos de mayores ingresos -
entre los que se cuenta buena parte del 1.5 por ciento de extranjeros
residentes - se desplazan hacia quintas de lujo y barrios aristocráticos
situados al poniente de la capital, en las zonas del Campo de Marte.28
José Sagrera, de Barcelona a San Salvador
Entre los pioneros de la importación de artículos ferreteros, se encuentra
Enrique Seeligmann, un fotógrafo europeo. Este artista de la fotografía, llegó
buscando fortuna, procedente de Guatemala. Seeligmann se distinguió por
introducir en el mercado salvadoreño, una variedad de artículos novedosos.
Entre estos, las cajitas de hojalata, con fotografías impresas, las cuales,
llamaron mucho la atención. Dicho comerciante, invitaba al público, a que
vieran esas maravillas. Desde mediados de 1860 el fotógrafo, estableció sus
reales en San Salvador. Su taller se situaba en la calle del Hospital. Además de
las cajitas, anunciaba que imprimía fotografías de todo tipo, en “tarjetas de una
elegancia”, recalcaba, “nunca antes vista, en el centro de América”.
En 1867 Enrique Seeligmann, atendía en la calle de Candelaria 17 y ofrecía
una variedad de herramientas, para carpinteros, así como, vidrios grandes y
pequeños, limas, destornilladores, bisagras de latón y hierro, cerraduras de
puertas, cofres y gavetas, cepillos, martillos y hachas, molduras, hierros dobles,
prensas de sellar, serruchos y clavos, barnices, piedras de afilar para barberos
y carpinteros, brocas y compases, etcétera, todo a muy buenos precios.
Seeligmann se adelantó a muchos negociantes, al sugerir, que las órdenes
recibidas desde el interior del país, serían atendidas con prontitud y esmero. Se
28 Gustavo Herodier, San Salvador El esplendor de una ciudad 1880 – 1930, Trade Litho, Inc. Florida 1997, p. 44.
18
desconoce, porque, este comerciante, no logró posicionarse dentro del
mercado local y nacional. En cambio, los hombres de Cataluña, llegaron, para,
quedarse con los negocios ferreteros. Ya que, sumaban esfuerzos al trabajar
en equipos de parientes y conocidos.
¿Que pensamientos cruzaban la mente de José Sagrera, la noche del 10 de
julio de 1912 en la cubierta del barco, que lo conducía al puerto marítimo de
New York, procedente de su natal Barcelona?. Cuando estaba en España
ansiaba su segunda patria, y cuando estaba en El Salvador, leía todo cuanto
podía, para no olvidar a su tierra. Además, en su casa salvadoreña, nunca faltó
la sazón de su terruño. Sagrera, fue en El Salvador, uno de los principales
importadores de abarrotes españoles. De figura menuda, con el cabello blanco,
José Sagrera, se arrebujaba en su abrigo, esa noche de verano, para
protegerse, de la brisa del mar. Al contemplar las estrellas, llegaba el lejano
recuerdo de su primer viaje a América, cuando recién cumplía, los veintidós
años. Ahora, en la vejez, no viajaba solo, lo acompañaba su esposa y sus hijos.
Después de haber trabajado durante toda su vida, sus ahorros, le permitían
reportar en la Aduana Norteamericana, que cada uno de sus parientes, viajaba
con mil dólares en efectivo, incluso, Martha Sagrera, la hija menor, estudiante
de nueve años de edad. A la mañana siguiente, Sagrera, declaró ante las
autoridades de los Estados Unidos, que era español, nacido en Barcelona, que
sabía leer y escribir, que era comerciante radicado en Centroamérica. Dijo
estar de paso, en New York. El, su esposa Ana Bustamante de Sagrera y sus
hijos Fernando, Esther, Alberta y Martha, todos de apellido Sagrera, se
alojarían en el Hotel Victoria, en la misma ciudad. Esto, después de una
travesía por el Atlántico, que había durado dos semanas. Aun faltaban miles de
millas náuticas, para llegar, a la tierra, donde Sagrera tenía sus negocios. Esta
familia llegaba de la calle de Mallorca 264 en Barcelona y se dirigían a su
elegante residencia, en la capital salvadoreña, en el rumbo del Campo Marte.
Desde el lejano 1872 cuando su nombre apareció enlistado en la mayordomía
de las fiestas patronales de San Salvador, Sagrera había echado raíces, muy
lejos del mar Mediterráneo. Este catalán realizó innumerables negocios, antes
de ser nombrado alcalde de San Salvador. Como hombre de su tiempo, fue un
19
entusiasta y acucioso lector, además realizó varias obras de filantropía. En su
madurez, leía con avidez, todo cuanto llegaba mensualmente desde España.
No se conformaba con estar bien informado, también quiso comunicar a sus
paisanos, de lo que acontecía en El Salvador. Para ello, en más de una
ocasión, envió sus colaboraciones a La Ilustración Española y Americana, con
sedes en Madrid.
En 1880 Sagrera dio a conocer a los lectores del rotativo español, los extraños
sucesos acaecidos en la laguna de Ilopango, situada en el departamento de
San Salvador. Según Sagrera, la emanación de vapores del lago, se debía, a
que aquí, se asentaba un lecho volcánico. En consecuencia, aseguraba, el
terremoto que asoló a la capital salvadoreña, y sus alrededores en marzo de
1873 tuvo su epicentro en dicha laguna.29 Como filántropo, José Sagrera abrió
las puertas de su casa, a cuanto español lo necesitó y prestó las vitrinas de su
renombrada Ferretería Sagrera, para, que se mostrase en ellas, la obra de
artistas plásticos de la época.
Resulta innegable, la tenacidad desplegada por Sagrera, para, hacerse de un
nombre, dentro del comercio citadino. En 1873 la sociedad comercial entre
José Larreynaga y José Sagrera, comenzó su despegue. El almacén que
administraban en conjunto, vendía harina al mayoreo, artículos de ferretería,
muebles y medicinas, entre otras cosas. Los comerciantes, en cuestión,
estaban establecidos, de manera provisional, en la Plaza de Santa Lucía,
esquina con la calle de Santo Domingo. En 1875 José Larreynaga era ministro
de Hacienda y Comercio, en tanto, Sagrera, el tesorero en la administración del
cementerio capitalino; además, ocupaba el cargo de tesorero de la
Beneficencia Española. Esto, después que el presidente salvadoreño,
determinó suprimir las atribuciones que había conservado la Iglesia, desde la
época colonial, respecto al registro de los nacimientos, las defunciones y los
matrimonios de los ciudadanos. Para 1878 José Sagrera estaba establecido
dentro del comercio citadino.
29 Carta de José Sagrera en La Ilustración Española y Americana, Abril de 1880, Núm. XIII, p. 222.
20
En la navidad de ese año, ofreció a la clientela “de gusto refinado”, artículos
recién desempacados, traídos del extranjero. En esas fiestas, los salvadoreños
disfrutaron de diversas golosinas. Entre estas, nueces, avellanas, almendrones,
así como, gran variedad de dulces y jamones, lenguas en lata, bacalao,
sardinas, ostiones, salmón, petit-pois, galletitas, mantequilla, aceitunas, peras,
duraznos, manzanas, encurtidos, vinos secos y dulces, y un sinfín de delicias.
El nuevo almacén de abarrotes y comestibles, de José Sagrera, estaba en el
Portal de Arrieta. Además de los abarrotes, en esta tienda se podían adquirir
otros artículos, incluidas fragancias, agua de colonia, de florida, divina y de
Kananga, etcétera. Así como, gran variedad de aceites, de oliva, de castor, de
almendra, de linaza, entre otros.
Resalta, la variedad de artículos para trabajos manuales que se ofrecían, palas,
barras, azadones, machetes, baldes, junto con, municiones, papel, plumas,
pizarras, lápices, etcétera. Sagrera, aclaraba, que en el próximo vapor,
llegarían otras delicadezas: “salichones”, quesos de Holanda, amargo de
Angostura, salsa Worcestershire, alpiste para canarios, almendra “zasucarada”.
Sin faltar el alcanfor, los fósforos de esperma y de agua, y muchos más
artículos, y todo, se anunciaba: se vendía muy barato. En la temporada de fin
de año, Sagrera y Co., abrió La Bota de Oro, un establecimiento especializado
en calzado importado, que ofrecía rebajas, a quienes, pagasen en efectivo. La
zapatería contaba con un extenso surtido en botas y zapatos escotados, para
damas y caballeros, de los usados para los bailes de salón, y gran variedad de
zapatitos infantiles.
En el último tercio del siglo XIX el centro de la ciudad de San Salvador, se
reconstruía, por tercera, o, cuarta ocasión. El último terremoto, ocurrido en
marzo de 1873 había terminado por destruir viejas construcciones de adobe,
que databan de la época colonial. Así, entre estilos arquitectónicos modernos y
materiales de construcción, cada vez más resistentes, se inauguraba en 1885
el moderno edificio de dos plantas que albergaría, al Almacén La Dalia. En el
otro extremo, sobre el mismo corredor, se inauguraba La Ferretería Sagrera.
Los nuevos comercios se ubicaban, en lo que fue, el antiguo y siniestrado
21
Portal de Arrieta, frente a la antigua Plaza Mayor, hoy Parque Libertad. El portal
se llamó desde entonces, Portal de Sagrera.
En los primeros días de enero de 1901 el alcalde de San Salvador, José
Sagrera, rubricaba los primeros documentos de su cargo. Mientras, proseguía
su obra más representativa, la factoría de hilados, que comenzó a funcionar, a
finales del siglo XIX. Desde mediados del siglo XX la fábrica se convirtió en
una de las empresas exportadoras, más conocidas de El Salvador: Hilasal. 30
Conclusiones
De niño, Pablo Llort pensaba: “los indios (en El Salvador), lo han de querer
mucho a uno”. De adulto, a manera de legado, expresó que: “cada uno trabaje
para ganarse la vida, y que todo el mundo trabaje”. Estas reflexiones, bien
podrían resumir, la filosofía de vida de los primeros catalanes en El Salvador.
Se trató de hombres recios para el trabajo, que supieron obtener
reconocimiento dentro del comercio. Y si a su llegada a Centroamérica, no
hallaron a los indios, que el imaginario europeo suponía; encontraron en el
trabajo, su realización personal.
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30En 1942 se fundo Hilasal, una empresa del sector textil. Desde 1961 comercializó sus toallas en Centro América. En 1974 Hilasal exportaba casi el 30% de su producción, al mercado europeo. La empresa llegó a México, como Hilasal Mexicana. Desde 1997 cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores. En la actualidad, su principal plaza se encuentra en los Estados Unidos. Desde aquí, realizan servicios de confección, para, marcas internacionales. Norberto Pérez Palacio, “El Salvador: Hilasal es líder en exportación de toallas”, en: http://www.textilespanamericanos.com/Articles
22
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