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Belén CerezoCarmen GonzálezMonica MiguelAurora Sacristán
Araceli Corbo Un proyecto de
CréditosTextos © Los autoresFotografías: Antonio AlmarazMaquetación y diseño: ja!diseño
Agradecimientos: Antonio Almaraz, Adora Calvo, Txema Martín, Elías Santos y por supuesto a las artistas: Belén Cerezo, Carmen González, Mónica de Miguel y Aurora Sacristán
Dedicatoria: A mi madre, a mi tía Manuela, a Elías, a las artistas y a todas las mujeres.
Araceli Corbo
Texto para la exposición La casa que habito. Galería Adora Calvo, Salamanca, Marzo 2013.
La casa que habito
CréditosTextos © Los autoresFotografías: Antonio AlmarazMaquetación y diseño: ja!diseño
Agradecimientos: Antonio Almaraz, Adora Calvo, Txema Martín, Elías Santos y por supuesto a las artistas: Belén Cerezo, Carmen González, Mónica de Miguel y Aurora Sacristán
Dedicatoria: A mi madre, a mi tía Manuela, a Elías, a las artistas y a todas las mujeres.
«La casa que habito» es una exposición inspirada en las Femmes Maison (Mujeres-Casa) de la artista
francesa Louise Bourgeois, �guras femeninas formadas parcialmente por casas. Estas imágenes
generan un impacto visual y remueven al espectador para hacerle re�exionar sobre la condición
social de las mujeres y su asignación al territorio doméstico .1
Esta relación entre lo público y lo privado desde una perspectiva de género, ha generado un
debate que no parece �nalizar y donde las mujeres a menudo son las que tienen que marcar las
diferencias, ofrecer las re�exiones y comunicar avances con respecto a una problemática de suma
importancia, ya que están en juego valores de género en torno a las divisiones espaciales y
derechos sociales. 2
Planteamientos popularmente conocidos como: lo doméstico y la esfera social, el trabajo exterior
frente al interior, son cuestiones que pueden marcar diferencias en la situación de la mujer en el
mundo actual. Los valores de género son un producto del entorno social y de la educación, más
que de la naturaleza y de la interacción con los demás, que nos sirven para de�nir nuestra identi-
dad. Es lógico, por tanto, que muchas mujeres trabajen en sus proyectos artísticos y re�exionen de
manera crítica sobre el ámbito doméstico y el privado, la casa y los roles que ha desarrollado
habitualmente la mujer en dicho espacio. Eso es lo que se plantea en esta exposición, no es tanto
una referencia explícita a cuestiones de género, como una muestra que recoge diferentes acerca-
mientos por parte de cuatro artistas a la idea de la casa como arquitectura, refugio, cuerpo, prisión,
aislamiento, seguridad, identidad, sueño y reclusión.
Nos encontramos con obra de Carmen González, que a nivel formal tiene muchas similitudes con
la obra de la artista francesa Louise Bourgeois. Sus esculturas son seres híbridos, antropomór�cos,
que producen misterio e inquietud. Aparentemente son seres inertes, pero lo que se intuye con
una segunda mirada, es un encerramiento, una reclusión personal o emoción encapsulada de
entes que sí viven. Esto sucede con sus esculturas policromadas, que parecen haber perdido vida
por su delicado tono velado.
En su obra escultórica también nos encontramos con la serie «La espera», piezas de cerámica
blancas o negras con función de jarrón o �orero, cuya base no se asienta sin más, sino que se
prolonga en formas de piernas de mujer que adoptan diferentes posturas, sutilmente sexuales.
Estas piezas son expuestas con �ores naturales, que comienzan con vida y color para fundirse en
un ocre monocromo perdiendo su estado vital y erguido hacia una caída lánguida que sugiere la
pérdida de vitalidad de quien espera algo que nunca acaba de llegar.
En ninguna de las piezas hay cabeza o gesto alguno, sí las �ores vivas o marchitas parecen dibujar
un carácter y personalidad para cada mujer representada.
Si volvemos a la obra referente aquí de Louise Borgeois, comprobamos que al igual que en las
Femmes Maison, en estas obras de Carmen González el sexo de la mujer ha quedado al descubierto,
libre... y lo desaparecido es el rostro y sus miembros superiores.
La re�exión sobre el tiempo también es una constante en la obra de esta artista, la cual ha profun-
dizado en este concepto3 de manera teórica.
En la muestra, también se recogen dos series de dibujos. Uno de ellos, bajo el título «Femina Vita»
donde se representa la �gura de una mujer ya completa, esto es, con brazos y piernas y caminando
erguida. Aunque esta mujer es aparentemente libre, podemos comprobar un encerramiento,
opresión y sufrimiento debido a una gran carga que va sobre sus hombros representada en forma
de casas o un círculo cerrado con este mismo icono desde el cual tiene impedido salir.
La obra que aquí presenta Aurora Sacristán es una obra intimista y crítica. Con su obra denuncia la
educación impartida a las niñas en los años 80, que a diferencia de los sujetos varones, estaba
relacionada con la costura, el cuidado y la creación de un ajuar. Esta caduca educación marcó una
generación que se hallaba rebelde y confusa ante la no desobediencia y el rechazo a estereotipos
que ya no eran propios de la época o representaban a las futuras mujeres que ya no querían ser.
Repetir frustraciones y cierta sumisión observada en casa, era un motivo de ira y de rechazo, que
en este caso la artista ha representado con costuras enfrentadas y rebeldes.
No obstante, la obediencia y el amor también se ven re�ejados por la delicada reivindicación de las
sábanas escritas y acumuladas sin ningún �n concreto. Su ordenación no se verá revuelta porque
no ocupará un hogar de roles estipulados, o sí. Esta aceptación siempre será expresada con una
acción de desacuerdo.
…
«Nunca antes de ahora había habido tanta gente desarraigada. La emigración, forzada o escogida, a través de fronteras
nacionales o del pueblo a la metrópoli, es la experiencia que mejor de�ne nuestro tiempo, su quintaesencia».
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estas palabras podrían resumir la obra «Un lugar en el mundo» de Belén Cerezo. Para esta muestra
se ha seleccionado una de las fotografías de la serie. Es la imagen de la propia artista cubierta por
una manta en la que se dibuja un atlas. Su mirada es seria y su postura cabizbaja. La biografía de
esta artista está llena de desplazamiento y transitoriedad. Desde su infancia ha viajado de país en
país, del medio urbano al medio rural […] En esta situación, las relaciones de la artista con las
personas, se transforman en compromisos y los refugios, dejan de serlo. Ha tenido que afrontar los
afectos, el entorno en incesantemente cambio y muchas veces carente de referencias estables, en
el que todo es relativo y provisional .4
Es una realidad que actualmente las personas ya no maduran encapsuladas en el seno de la familia,
diríamos que es al contrario, ya que reciben el in�ujo de numerosos agentes ajenos y sus aspira-
ciones pueden ser modi�cadas por esta in�uencia. Los conceptos de residencia y territorio han
sido erosionados en Belén Cerezo, aunque la artista ha superado el desconcierto, la inestabilidad y
la incertidumbre.
En la serie de fotografías en blanco y negro, donde la artista aparece camu�ada en una casa blanca
de papel, se aprecia como a pesar del nomadismo, la casa-hogar pesa y se compone como
elemento inevitable que llevar a cuestas.
Otra autora seleccionada es Mónica de Miguel. Esta artista señala que la dualidad ha sido un
objetivo constante en su obra. Este aspecto es evidente a nivel formal, ya que sus obras objetuales
se vuelven elemento dibujado y sus acciones performativas tornan a fotografías. Esta dualidad
también es evidente cuando la propia artista es creadora y materia, ya que utiliza su propio cuerpo
como transporte de sus piezas.
Mónica crea objetos con materiales del hogar que presenta como adornos de diseño sobre un
cuerpo estático. Esta apariencia �nal, en vez de proyectar una supuesta imagen de belleza y de
protección, muestra un ser torturado por la opresión de los elementos.
El protagonismo de la artista como sujeto en sus fotografías, se disuelve en el dibujo, ya que las
mujeres que en este caso soportan los objetos, son otras.
Araceli Corbo
«La casa que habito» es una exposición inspirada en las Femmes Maison (Mujeres-Casa) de la artista
francesa Louise Bourgeois, �guras femeninas formadas parcialmente por casas. Estas imágenes
generan un impacto visual y remueven al espectador para hacerle re�exionar sobre la condición
social de las mujeres y su asignación al territorio doméstico .1
Esta relación entre lo público y lo privado desde una perspectiva de género, ha generado un
debate que no parece �nalizar y donde las mujeres a menudo son las que tienen que marcar las
diferencias, ofrecer las re�exiones y comunicar avances con respecto a una problemática de suma
importancia, ya que están en juego valores de género en torno a las divisiones espaciales y
derechos sociales. 2
Planteamientos popularmente conocidos como: lo doméstico y la esfera social, el trabajo exterior
frente al interior, son cuestiones que pueden marcar diferencias en la situación de la mujer en el
mundo actual. Los valores de género son un producto del entorno social y de la educación, más
que de la naturaleza y de la interacción con los demás, que nos sirven para de�nir nuestra identi-
dad. Es lógico, por tanto, que muchas mujeres trabajen en sus proyectos artísticos y re�exionen de
manera crítica sobre el ámbito doméstico y el privado, la casa y los roles que ha desarrollado
habitualmente la mujer en dicho espacio. Eso es lo que se plantea en esta exposición, no es tanto
una referencia explícita a cuestiones de género, como una muestra que recoge diferentes acerca-
mientos por parte de cuatro artistas a la idea de la casa como arquitectura, refugio, cuerpo, prisión,
aislamiento, seguridad, identidad, sueño y reclusión.
Nos encontramos con obra de Carmen González, que a nivel formal tiene muchas similitudes con
la obra de la artista francesa Louise Bourgeois. Sus esculturas son seres híbridos, antropomór�cos,
que producen misterio e inquietud. Aparentemente son seres inertes, pero lo que se intuye con
una segunda mirada, es un encerramiento, una reclusión personal o emoción encapsulada de
entes que sí viven. Esto sucede con sus esculturas policromadas, que parecen haber perdido vida
por su delicado tono velado.
En su obra escultórica también nos encontramos con la serie «La espera», piezas de cerámica
blancas o negras con función de jarrón o �orero, cuya base no se asienta sin más, sino que se
prolonga en formas de piernas de mujer que adoptan diferentes posturas, sutilmente sexuales.
Estas piezas son expuestas con �ores naturales, que comienzan con vida y color para fundirse en
un ocre monocromo perdiendo su estado vital y erguido hacia una caída lánguida que sugiere la
pérdida de vitalidad de quien espera algo que nunca acaba de llegar.
En ninguna de las piezas hay cabeza o gesto alguno, sí las �ores vivas o marchitas parecen dibujar
un carácter y personalidad para cada mujer representada.
Si volvemos a la obra referente aquí de Louise Borgeois, comprobamos que al igual que en las
Femmes Maison, en estas obras de Carmen González el sexo de la mujer ha quedado al descubierto,
libre... y lo desaparecido es el rostro y sus miembros superiores.
La re�exión sobre el tiempo también es una constante en la obra de esta artista, la cual ha profun-
dizado en este concepto3 de manera teórica.
En la muestra, también se recogen dos series de dibujos. Uno de ellos, bajo el título «Femina Vita»
donde se representa la �gura de una mujer ya completa, esto es, con brazos y piernas y caminando
erguida. Aunque esta mujer es aparentemente libre, podemos comprobar un encerramiento,
opresión y sufrimiento debido a una gran carga que va sobre sus hombros representada en forma
de casas o un círculo cerrado con este mismo icono desde el cual tiene impedido salir.
La obra que aquí presenta Aurora Sacristán es una obra intimista y crítica. Con su obra denuncia la
educación impartida a las niñas en los años 80, que a diferencia de los sujetos varones, estaba
relacionada con la costura, el cuidado y la creación de un ajuar. Esta caduca educación marcó una
generación que se hallaba rebelde y confusa ante la no desobediencia y el rechazo a estereotipos
que ya no eran propios de la época o representaban a las futuras mujeres que ya no querían ser.
Repetir frustraciones y cierta sumisión observada en casa, era un motivo de ira y de rechazo, que
en este caso la artista ha representado con costuras enfrentadas y rebeldes.
No obstante, la obediencia y el amor también se ven re�ejados por la delicada reivindicación de las
sábanas escritas y acumuladas sin ningún �n concreto. Su ordenación no se verá revuelta porque
no ocupará un hogar de roles estipulados, o sí. Esta aceptación siempre será expresada con una
acción de desacuerdo.
…
«Nunca antes de ahora había habido tanta gente desarraigada. La emigración, forzada o escogida, a través de fronteras
nacionales o del pueblo a la metrópoli, es la experiencia que mejor de�ne nuestro tiempo, su quintaesencia».
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estas palabras podrían resumir la obra «Un lugar en el mundo» de Belén Cerezo. Para esta muestra
se ha seleccionado una de las fotografías de la serie. Es la imagen de la propia artista cubierta por
una manta en la que se dibuja un atlas. Su mirada es seria y su postura cabizbaja. La biografía de
esta artista está llena de desplazamiento y transitoriedad. Desde su infancia ha viajado de país en
país, del medio urbano al medio rural […] En esta situación, las relaciones de la artista con las
personas, se transforman en compromisos y los refugios, dejan de serlo. Ha tenido que afrontar los
afectos, el entorno en incesantemente cambio y muchas veces carente de referencias estables, en
el que todo es relativo y provisional .4
Es una realidad que actualmente las personas ya no maduran encapsuladas en el seno de la familia,
diríamos que es al contrario, ya que reciben el in�ujo de numerosos agentes ajenos y sus aspira-
ciones pueden ser modi�cadas por esta in�uencia. Los conceptos de residencia y territorio han
sido erosionados en Belén Cerezo, aunque la artista ha superado el desconcierto, la inestabilidad y
la incertidumbre.
En la serie de fotografías en blanco y negro, donde la artista aparece camu�ada en una casa blanca
de papel, se aprecia como a pesar del nomadismo, la casa-hogar pesa y se compone como
elemento inevitable que llevar a cuestas.
Otra autora seleccionada es Mónica de Miguel. Esta artista señala que la dualidad ha sido un
objetivo constante en su obra. Este aspecto es evidente a nivel formal, ya que sus obras objetuales
se vuelven elemento dibujado y sus acciones performativas tornan a fotografías. Esta dualidad
también es evidente cuando la propia artista es creadora y materia, ya que utiliza su propio cuerpo
como transporte de sus piezas.
Mónica crea objetos con materiales del hogar que presenta como adornos de diseño sobre un
cuerpo estático. Esta apariencia �nal, en vez de proyectar una supuesta imagen de belleza y de
protección, muestra un ser torturado por la opresión de los elementos.
El protagonismo de la artista como sujeto en sus fotografías, se disuelve en el dibujo, ya que las
mujeres que en este caso soportan los objetos, son otras.
Araceli Corbo
«La casa que habito» es una exposición inspirada en las Femmes Maison (Mujeres-Casa) de la artista
francesa Louise Bourgeois, �guras femeninas formadas parcialmente por casas. Estas imágenes
generan un impacto visual y remueven al espectador para hacerle re�exionar sobre la condición
social de las mujeres y su asignación al territorio doméstico .1
Esta relación entre lo público y lo privado desde una perspectiva de género, ha generado un
debate que no parece �nalizar y donde las mujeres a menudo son las que tienen que marcar las
diferencias, ofrecer las re�exiones y comunicar avances con respecto a una problemática de suma
importancia, ya que están en juego valores de género en torno a las divisiones espaciales y
derechos sociales. 2
Planteamientos popularmente conocidos como: lo doméstico y la esfera social, el trabajo exterior
frente al interior, son cuestiones que pueden marcar diferencias en la situación de la mujer en el
mundo actual. Los valores de género son un producto del entorno social y de la educación, más
que de la naturaleza y de la interacción con los demás, que nos sirven para de�nir nuestra identi-
dad. Es lógico, por tanto, que muchas mujeres trabajen en sus proyectos artísticos y re�exionen de
manera crítica sobre el ámbito doméstico y el privado, la casa y los roles que ha desarrollado
habitualmente la mujer en dicho espacio. Eso es lo que se plantea en esta exposición, no es tanto
una referencia explícita a cuestiones de género, como una muestra que recoge diferentes acerca-
mientos por parte de cuatro artistas a la idea de la casa como arquitectura, refugio, cuerpo, prisión,
aislamiento, seguridad, identidad, sueño y reclusión.
Nos encontramos con obra de Carmen González, que a nivel formal tiene muchas similitudes con
la obra de la artista francesa Louise Bourgeois. Sus esculturas son seres híbridos, antropomór�cos,
que producen misterio e inquietud. Aparentemente son seres inertes, pero lo que se intuye con
una segunda mirada, es un encerramiento, una reclusión personal o emoción encapsulada de
entes que sí viven. Esto sucede con sus esculturas policromadas, que parecen haber perdido vida
por su delicado tono velado.
En su obra escultórica también nos encontramos con la serie «La espera», piezas de cerámica
blancas o negras con función de jarrón o �orero, cuya base no se asienta sin más, sino que se
prolonga en formas de piernas de mujer que adoptan diferentes posturas, sutilmente sexuales.
Estas piezas son expuestas con �ores naturales, que comienzan con vida y color para fundirse en
un ocre monocromo perdiendo su estado vital y erguido hacia una caída lánguida que sugiere la
pérdida de vitalidad de quien espera algo que nunca acaba de llegar.
En ninguna de las piezas hay cabeza o gesto alguno, sí las �ores vivas o marchitas parecen dibujar
un carácter y personalidad para cada mujer representada.
Si volvemos a la obra referente aquí de Louise Borgeois, comprobamos que al igual que en las
Femmes Maison, en estas obras de Carmen González el sexo de la mujer ha quedado al descubierto,
libre... y lo desaparecido es el rostro y sus miembros superiores.
La re�exión sobre el tiempo también es una constante en la obra de esta artista, la cual ha profun-
dizado en este concepto3 de manera teórica.
En la muestra, también se recogen dos series de dibujos. Uno de ellos, bajo el título «Femina Vita»
donde se representa la �gura de una mujer ya completa, esto es, con brazos y piernas y caminando
erguida. Aunque esta mujer es aparentemente libre, podemos comprobar un encerramiento,
opresión y sufrimiento debido a una gran carga que va sobre sus hombros representada en forma
de casas o un círculo cerrado con este mismo icono desde el cual tiene impedido salir.
La obra que aquí presenta Aurora Sacristán es una obra intimista y crítica. Con su obra denuncia la
educación impartida a las niñas en los años 80, que a diferencia de los sujetos varones, estaba
relacionada con la costura, el cuidado y la creación de un ajuar. Esta caduca educación marcó una
generación que se hallaba rebelde y confusa ante la no desobediencia y el rechazo a estereotipos
que ya no eran propios de la época o representaban a las futuras mujeres que ya no querían ser.
Repetir frustraciones y cierta sumisión observada en casa, era un motivo de ira y de rechazo, que
en este caso la artista ha representado con costuras enfrentadas y rebeldes.
No obstante, la obediencia y el amor también se ven re�ejados por la delicada reivindicación de las
sábanas escritas y acumuladas sin ningún �n concreto. Su ordenación no se verá revuelta porque
no ocupará un hogar de roles estipulados, o sí. Esta aceptación siempre será expresada con una
acción de desacuerdo.
…
«Nunca antes de ahora había habido tanta gente desarraigada. La emigración, forzada o escogida, a través de fronteras
nacionales o del pueblo a la metrópoli, es la experiencia que mejor de�ne nuestro tiempo, su quintaesencia».
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estas palabras podrían resumir la obra «Un lugar en el mundo» de Belén Cerezo. Para esta muestra
se ha seleccionado una de las fotografías de la serie. Es la imagen de la propia artista cubierta por
una manta en la que se dibuja un atlas. Su mirada es seria y su postura cabizbaja. La biografía de
esta artista está llena de desplazamiento y transitoriedad. Desde su infancia ha viajado de país en
país, del medio urbano al medio rural […] En esta situación, las relaciones de la artista con las
personas, se transforman en compromisos y los refugios, dejan de serlo. Ha tenido que afrontar los
afectos, el entorno en incesantemente cambio y muchas veces carente de referencias estables, en
el que todo es relativo y provisional .4
Es una realidad que actualmente las personas ya no maduran encapsuladas en el seno de la familia,
diríamos que es al contrario, ya que reciben el in�ujo de numerosos agentes ajenos y sus aspira-
ciones pueden ser modi�cadas por esta in�uencia. Los conceptos de residencia y territorio han
sido erosionados en Belén Cerezo, aunque la artista ha superado el desconcierto, la inestabilidad y
la incertidumbre.
En la serie de fotografías en blanco y negro, donde la artista aparece camu�ada en una casa blanca
de papel, se aprecia como a pesar del nomadismo, la casa-hogar pesa y se compone como
elemento inevitable que llevar a cuestas.
Otra autora seleccionada es Mónica de Miguel. Esta artista señala que la dualidad ha sido un
objetivo constante en su obra. Este aspecto es evidente a nivel formal, ya que sus obras objetuales
se vuelven elemento dibujado y sus acciones performativas tornan a fotografías. Esta dualidad
también es evidente cuando la propia artista es creadora y materia, ya que utiliza su propio cuerpo
como transporte de sus piezas.
Mónica crea objetos con materiales del hogar que presenta como adornos de diseño sobre un
cuerpo estático. Esta apariencia �nal, en vez de proyectar una supuesta imagen de belleza y de
protección, muestra un ser torturado por la opresión de los elementos.
El protagonismo de la artista como sujeto en sus fotografías, se disuelve en el dibujo, ya que las
mujeres que en este caso soportan los objetos, son otras.
Araceli Corbo
«La casa que habito» es una exposición inspirada en las Femmes Maison (Mujeres-Casa) de la artista
francesa Louise Bourgeois, �guras femeninas formadas parcialmente por casas. Estas imágenes
generan un impacto visual y remueven al espectador para hacerle re�exionar sobre la condición
social de las mujeres y su asignación al territorio doméstico .1
Esta relación entre lo público y lo privado desde una perspectiva de género, ha generado un
debate que no parece �nalizar y donde las mujeres a menudo son las que tienen que marcar las
diferencias, ofrecer las re�exiones y comunicar avances con respecto a una problemática de suma
importancia, ya que están en juego valores de género en torno a las divisiones espaciales y
derechos sociales. 2
Planteamientos popularmente conocidos como: lo doméstico y la esfera social, el trabajo exterior
frente al interior, son cuestiones que pueden marcar diferencias en la situación de la mujer en el
mundo actual. Los valores de género son un producto del entorno social y de la educación, más
que de la naturaleza y de la interacción con los demás, que nos sirven para de�nir nuestra identi-
dad. Es lógico, por tanto, que muchas mujeres trabajen en sus proyectos artísticos y re�exionen de
manera crítica sobre el ámbito doméstico y el privado, la casa y los roles que ha desarrollado
habitualmente la mujer en dicho espacio. Eso es lo que se plantea en esta exposición, no es tanto
una referencia explícita a cuestiones de género, como una muestra que recoge diferentes acerca-
mientos por parte de cuatro artistas a la idea de la casa como arquitectura, refugio, cuerpo, prisión,
aislamiento, seguridad, identidad, sueño y reclusión.
Nos encontramos con obra de Carmen González, que a nivel formal tiene muchas similitudes con
la obra de la artista francesa Louise Bourgeois. Sus esculturas son seres híbridos, antropomór�cos,
que producen misterio e inquietud. Aparentemente son seres inertes, pero lo que se intuye con
una segunda mirada, es un encerramiento, una reclusión personal o emoción encapsulada de
entes que sí viven. Esto sucede con sus esculturas policromadas, que parecen haber perdido vida
por su delicado tono velado.
En su obra escultórica también nos encontramos con la serie «La espera», piezas de cerámica
blancas o negras con función de jarrón o �orero, cuya base no se asienta sin más, sino que se
prolonga en formas de piernas de mujer que adoptan diferentes posturas, sutilmente sexuales.
Estas piezas son expuestas con �ores naturales, que comienzan con vida y color para fundirse en
un ocre monocromo perdiendo su estado vital y erguido hacia una caída lánguida que sugiere la
pérdida de vitalidad de quien espera algo que nunca acaba de llegar.
En ninguna de las piezas hay cabeza o gesto alguno, sí las �ores vivas o marchitas parecen dibujar
un carácter y personalidad para cada mujer representada.
Si volvemos a la obra referente aquí de Louise Borgeois, comprobamos que al igual que en las
Femmes Maison, en estas obras de Carmen González el sexo de la mujer ha quedado al descubierto,
libre... y lo desaparecido es el rostro y sus miembros superiores.
La re�exión sobre el tiempo también es una constante en la obra de esta artista, la cual ha profun-
dizado en este concepto3 de manera teórica.
En la muestra, también se recogen dos series de dibujos. Uno de ellos, bajo el título «Femina Vita»
donde se representa la �gura de una mujer ya completa, esto es, con brazos y piernas y caminando
erguida. Aunque esta mujer es aparentemente libre, podemos comprobar un encerramiento,
opresión y sufrimiento debido a una gran carga que va sobre sus hombros representada en forma
de casas o un círculo cerrado con este mismo icono desde el cual tiene impedido salir.
La obra que aquí presenta Aurora Sacristán es una obra intimista y crítica. Con su obra denuncia la
educación impartida a las niñas en los años 80, que a diferencia de los sujetos varones, estaba
relacionada con la costura, el cuidado y la creación de un ajuar. Esta caduca educación marcó una
generación que se hallaba rebelde y confusa ante la no desobediencia y el rechazo a estereotipos
que ya no eran propios de la época o representaban a las futuras mujeres que ya no querían ser.
Repetir frustraciones y cierta sumisión observada en casa, era un motivo de ira y de rechazo, que
en este caso la artista ha representado con costuras enfrentadas y rebeldes.
No obstante, la obediencia y el amor también se ven re�ejados por la delicada reivindicación de las
sábanas escritas y acumuladas sin ningún �n concreto. Su ordenación no se verá revuelta porque
no ocupará un hogar de roles estipulados, o sí. Esta aceptación siempre será expresada con una
acción de desacuerdo.
…
«Nunca antes de ahora había habido tanta gente desarraigada. La emigración, forzada o escogida, a través de fronteras
nacionales o del pueblo a la metrópoli, es la experiencia que mejor de�ne nuestro tiempo, su quintaesencia».
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estas palabras podrían resumir la obra «Un lugar en el mundo» de Belén Cerezo. Para esta muestra
se ha seleccionado una de las fotografías de la serie. Es la imagen de la propia artista cubierta por
una manta en la que se dibuja un atlas. Su mirada es seria y su postura cabizbaja. La biografía de
esta artista está llena de desplazamiento y transitoriedad. Desde su infancia ha viajado de país en
país, del medio urbano al medio rural […] En esta situación, las relaciones de la artista con las
personas, se transforman en compromisos y los refugios, dejan de serlo. Ha tenido que afrontar los
afectos, el entorno en incesantemente cambio y muchas veces carente de referencias estables, en
el que todo es relativo y provisional .4
Es una realidad que actualmente las personas ya no maduran encapsuladas en el seno de la familia,
diríamos que es al contrario, ya que reciben el in�ujo de numerosos agentes ajenos y sus aspira-
ciones pueden ser modi�cadas por esta in�uencia. Los conceptos de residencia y territorio han
sido erosionados en Belén Cerezo, aunque la artista ha superado el desconcierto, la inestabilidad y
la incertidumbre.
En la serie de fotografías en blanco y negro, donde la artista aparece camu�ada en una casa blanca
de papel, se aprecia como a pesar del nomadismo, la casa-hogar pesa y se compone como
elemento inevitable que llevar a cuestas.
Otra autora seleccionada es Mónica de Miguel. Esta artista señala que la dualidad ha sido un
objetivo constante en su obra. Este aspecto es evidente a nivel formal, ya que sus obras objetuales
se vuelven elemento dibujado y sus acciones performativas tornan a fotografías. Esta dualidad
también es evidente cuando la propia artista es creadora y materia, ya que utiliza su propio cuerpo
como transporte de sus piezas.
Mónica crea objetos con materiales del hogar que presenta como adornos de diseño sobre un
cuerpo estático. Esta apariencia �nal, en vez de proyectar una supuesta imagen de belleza y de
protección, muestra un ser torturado por la opresión de los elementos.
El protagonismo de la artista como sujeto en sus fotografías, se disuelve en el dibujo, ya que las
mujeres que en este caso soportan los objetos, son otras.
Araceli Corbo
1 GALÁN SERRANO, Julia. «Mujeres artistas y arquitectura» En ASPARKÍA, 21; 2010, 25-46. 2 Ibidem. 3 Sobre la obra de Carmen González, una lectura recomendada es el texto realizado por José Gómez Isla para ADACYL (MUSAC). 4 CLAVER, Víctor en «Otras miradas» Madrid: Injuve, 2002.
Carmen González García
Texto para la exposición La casa que habito. Galería Adora Calvo, Salamanca, Marzo 2013.
Construir una casa
Existe un juego al que todos hemos jugado siendo
niños: construir una casita y meterse dentro. Da igual
que sea debajo de una mesa o encima de un árbol, el
juego consiste en utilizar los materiales más a mano
para acorralar un espacio y tomar posesión de él. El
truco está en hacer que aparezca un lugar dentro del
cual nuestro yo niña o niño se inserta con la ilusión de
vivir en una dimensión diferente; un espacio feliz,
confortable y propio en el que nos instalamos con la
certeza de que dentro de sus límites la vida no es igual
que fuera, que en su interior existe la posibilidad de
vivir una experiencia que puede enseñarnos algo más
de nosotros mismos. Un lugar que, a pesar de su
estructura extremadamente simple, será capaz de
hacer que la vida se anude y condense con especial
intensidad.
Esta comprensión existencial del espacio tal vez
encuentre su mejor expresión en la infancia, pero no
parece descabellado pensar que en buena parte de
nuestra actividad creativa no hacemos sino continuar
la búsqueda de esos lugares donde la vida se hace un
nudo que nos permite conectar con algo que, de una
u otra manera, ya conocemos.
Cuando me pregunto por qué todas esas referencias al
espacio doméstico, a la casa, a los objetos cotidianos
aparecen de manera recurrente en mi trabajo de los
últimos años me doy cuenta de que el cultivo de la
intimidad me ha servido en muchos casos para
ensimismarme en la actividad creativa y encontrar así
nuevas formas de salvaguardar y reanudar experien-
cias, incluidas las de la memoria y las del compromiso
con los otros. Así es; sumergida en la cotidianeidad, en
el mundo íntimo y subjetivo, me resulta reconfortante
distinguir entre las formas habituales aquellos matices
que normalmente pasan desapercibidos y, casi sin
proponérmelo, proyectar en el trabajo una cierta
distorsión en la percepción de los entornos y del paso
tiempo.
Los interiores de la casa, tan bien lo dijo Bachelard, son
centros de condensación donde se acumula un ensue-
ño que es germen de imagen poética. Es desde ese
ensueño, en el que el cuerpo y el territorio propio se
confunden, desde donde surgen otras construcciones
de lugares en los que la intimidad se resguarda y se
adentra lo más posible en ese espacio primario hasta
incrustarse. El resultado -formas antropomór�cas de
jarras y persianas, muebles con piernas, �ores de papel
pintado, mujeres soportando casas sobre el cuerpo, o
alojadas en mangos de antiguas cuberterías de plata…-
son los subproductos del impulso existencial del
espacio íntimo, como el que antes me llevó a mí y ahora
empuja a mi hija a construir su casita, y del que el
auténtico producto son los intentos por delimitar y
adentrarse cada vez más profundamente en una región
de mí misma en la que soy consciente de pertenecer a
un mundo que merece ser conquistado.
Cajas de los cubiertos. 10x32 cm. aprox
PersianneCaja de cristal con marco de hierro (una mujer persiana) 12x58cm
Existe un juego al que todos hemos jugado siendo
niños: construir una casita y meterse dentro. Da igual
que sea debajo de una mesa o encima de un árbol, el
juego consiste en utilizar los materiales más a mano
para acorralar un espacio y tomar posesión de él. El
truco está en hacer que aparezca un lugar dentro del
cual nuestro yo niña o niño se inserta con la ilusión de
vivir en una dimensión diferente; un espacio feliz,
confortable y propio en el que nos instalamos con la
certeza de que dentro de sus límites la vida no es igual
que fuera, que en su interior existe la posibilidad de
vivir una experiencia que puede enseñarnos algo más
de nosotros mismos. Un lugar que, a pesar de su
estructura extremadamente simple, será capaz de
hacer que la vida se anude y condense con especial
intensidad.
Esta comprensión existencial del espacio tal vez
encuentre su mejor expresión en la infancia, pero no
parece descabellado pensar que en buena parte de
nuestra actividad creativa no hacemos sino continuar
la búsqueda de esos lugares donde la vida se hace un
nudo que nos permite conectar con algo que, de una
u otra manera, ya conocemos.
Cuando me pregunto por qué todas esas referencias al
espacio doméstico, a la casa, a los objetos cotidianos
aparecen de manera recurrente en mi trabajo de los
últimos años me doy cuenta de que el cultivo de la
intimidad me ha servido en muchos casos para
ensimismarme en la actividad creativa y encontrar así
nuevas formas de salvaguardar y reanudar experien-
cias, incluidas las de la memoria y las del compromiso
con los otros. Así es; sumergida en la cotidianeidad, en
el mundo íntimo y subjetivo, me resulta reconfortante
distinguir entre las formas habituales aquellos matices
que normalmente pasan desapercibidos y, casi sin
proponérmelo, proyectar en el trabajo una cierta
distorsión en la percepción de los entornos y del paso
tiempo.
Los interiores de la casa, tan bien lo dijo Bachelard, son
centros de condensación donde se acumula un ensue-
ño que es germen de imagen poética. Es desde ese
ensueño, en el que el cuerpo y el territorio propio se
confunden, desde donde surgen otras construcciones
de lugares en los que la intimidad se resguarda y se
adentra lo más posible en ese espacio primario hasta
incrustarse. El resultado -formas antropomór�cas de
jarras y persianas, muebles con piernas, �ores de papel
pintado, mujeres soportando casas sobre el cuerpo, o
alojadas en mangos de antiguas cuberterías de plata…-
son los subproductos del impulso existencial del
espacio íntimo, como el que antes me llevó a mí y ahora
empuja a mi hija a construir su casita, y del que el
auténtico producto son los intentos por delimitar y
adentrarse cada vez más profundamente en una región
de mí misma en la que soy consciente de pertenecer a
un mundo que merece ser conquistado.
La esperaDibujos 29x39cm6 piezas
La espera
Belén Cerezo
Texto para la exposición La casa que habito. Galería Adora Calvo, Salamanca, Marzo 2013.
Hacer espacio
Hacer espacio
En un primer momento me da un poco de vértigo
ponerme delante de estas primeras obras. Después de
re�exionar junto a estas obras compruebo con agrado
que es posible aproximarse a ellas desde el concepto
de ubicación. Entendiendo este concepto de ubicación,
y también su opuesto, como las distintas posibles
relaciones entre el sujeto y los espacios y lugares,
incluyendo tanto los lugares deseados como los
habitados y vividos.
Esta revisión de mis obras iniciales también re�eja que
la fotografía funciona en mi investigación artística
como un método explorando diferentes tácticas:
tácticas performativas, de puesta en escena y collage.
1. Buscar(se) espacio: la pertenencia.
Ligado al concepto de ubicación que ya ha sido
mencionado aparece el concepto de pertenencia, ¿qué
signi�ca/implica pertenecer a un lugar? Podemos estar
de acuerdo en entender esta pertenencia tanto como la
carga de pertenecer a un lugar como un síntoma de
protección que aporta seguridad y con�anza. Asimismo
aparecerían, como indica Irit Rogo�, el fantasma de no
pertenecer a un lugar y la tragedia de no pertenecer a
otros lugares. La siguiente pregunta sería qué sucede
cuando abordamos este asunto de la pertenencia
desde el concepto de la casa, ¿qué sucede entonces? La
casa puede ser entendida como refugio, espacio de
deseo, espacio de construcción de subjetividad… Así
funciona la pequeña casa blanca de papel que aparece
en la obra Un lugar en el mundo, 2000. Esta obra
formada por tres imágenes fotográ�cas constituye una
narrativa en torno a esa búsqueda de un lugar (al que
pertenecer) en un momento histórico caracterizado por
los desplazamientos y los viajes. Los desplazamientos,
motivados por múltiples causas factores: comenzando
por la curiosidad, las oportunidades, las elecciones, el
azar, los deseos y las necesidades..., que caracterizan la
época actual han desencadenado la desubicación de
los sujetos junto con ruptura de las narrativas colectivas
y familiares. De ahí la importancia social, económica y
afectiva de la re�exión sobre el asunto de la pertenen-
cia. Junto a la casa aparece el cuerpo tanto en Un lugar
en el mundo como en una serie de fotografías Sin título,
2000. Un cuerpo situado y fragmentado, un cuerpo que
explora activamente esa relación con la casa examinan-
do ese concepto de refugio ya mencionado, pero
también rompiendo y expandiendo las paredes de la
casa.
2. Desestabilizar espacios.
Tras estas exploraciones artísticas alrededor del concep-
to de pertenencia y en un momento en el que la
construcción de viviendas en España corría en paralelo
al incremento de los precios comencé la serie Heteroto-
pías fotográ�cas, intersecciones entre la casa ideal y el
espacio público. Algo no iba bien, de ahí la confusión
entre sueños y realidades, entre lo público y lo privado
que caracteriza estas imágenes producidas en el
encuentro entre una casa 'ideal', construida por y para el
consumo en las tiendas de muebles, y la calle, en este
caso mucho más cotidiano y vivo que la casa. Las
imágenes de esta serie intentan contaminar, recontex-
tualizar y desestabilizar los imaginarios vinculados al
espacio público y al espacio privado.
3. Atravesar espacios,
desterritorializar,
desubicar(se),
habitar el mundo,
habitar la vida,
mover el mundo,
moverse.
Casa Blanca3 imáganes 100x120cm. Impresión digital
Hacer espacio
En un primer momento me da un poco de vértigo
ponerme delante de estas primeras obras. Después de
re�exionar junto a estas obras compruebo con agrado
que es posible aproximarse a ellas desde el concepto
de ubicación. Entendiendo este concepto de ubicación,
y también su opuesto, como las distintas posibles
relaciones entre el sujeto y los espacios y lugares,
incluyendo tanto los lugares deseados como los
habitados y vividos.
Esta revisión de mis obras iniciales también re�eja que
la fotografía funciona en mi investigación artística
como un método explorando diferentes tácticas:
tácticas performativas, de puesta en escena y collage.
1. Buscar(se) espacio: la pertenencia.
Ligado al concepto de ubicación que ya ha sido
mencionado aparece el concepto de pertenencia, ¿qué
signi�ca/implica pertenecer a un lugar? Podemos estar
de acuerdo en entender esta pertenencia tanto como la
carga de pertenecer a un lugar como un síntoma de
protección que aporta seguridad y con�anza. Asimismo
aparecerían, como indica Irit Rogo�, el fantasma de no
pertenecer a un lugar y la tragedia de no pertenecer a
otros lugares. La siguiente pregunta sería qué sucede
cuando abordamos este asunto de la pertenencia
desde el concepto de la casa, ¿qué sucede entonces? La
casa puede ser entendida como refugio, espacio de
deseo, espacio de construcción de subjetividad… Así
funciona la pequeña casa blanca de papel que aparece
en la obra Un lugar en el mundo, 2000. Esta obra
formada por tres imágenes fotográ�cas constituye una
narrativa en torno a esa búsqueda de un lugar (al que
pertenecer) en un momento histórico caracterizado por
los desplazamientos y los viajes. Los desplazamientos,
motivados por múltiples causas factores: comenzando
por la curiosidad, las oportunidades, las elecciones, el
azar, los deseos y las necesidades..., que caracterizan la
época actual han desencadenado la desubicación de
los sujetos junto con ruptura de las narrativas colectivas
y familiares. De ahí la importancia social, económica y
afectiva de la re�exión sobre el asunto de la pertenen-
cia. Junto a la casa aparece el cuerpo tanto en Un lugar
en el mundo como en una serie de fotografías Sin título,
2000. Un cuerpo situado y fragmentado, un cuerpo que
explora activamente esa relación con la casa examinan-
do ese concepto de refugio ya mencionado, pero
también rompiendo y expandiendo las paredes de la
casa.
2. Desestabilizar espacios.
Tras estas exploraciones artísticas alrededor del concep-
to de pertenencia y en un momento en el que la
construcción de viviendas en España corría en paralelo
al incremento de los precios comencé la serie Heteroto-
pías fotográ�cas, intersecciones entre la casa ideal y el
espacio público. Algo no iba bien, de ahí la confusión
entre sueños y realidades, entre lo público y lo privado
que caracteriza estas imágenes producidas en el
encuentro entre una casa 'ideal', construida por y para el
consumo en las tiendas de muebles, y la calle, en este
caso mucho más cotidiano y vivo que la casa. Las
imágenes de esta serie intentan contaminar, recontex-
tualizar y desestabilizar los imaginarios vinculados al
espacio público y al espacio privado.
3. Atravesar espacios,
desterritorializar,
desubicar(se),
habitar el mundo,
habitar la vida,
mover el mundo,
moverse.
Un lugar en el mundoImpresión digital montada sobre aluminio
Aurora Sacristán Álvarez
Texto para la exposición La casa que habito. Galería Adora Calvo, Salamanca, Marzo 2013.
La casa que habito
La casa que vivo, que muero,mi casa/ataúd Frontera con los demás y conmigolaberinto con ventanas,Plomo anclado a los tobillosNo existe
la rutinafrases hechas.
Mis recuerdos, exiliada al fondo del jardín(inconsciente). Ahora dejo mi rastro, desgasto mi alrededor deambulando, ritual mágico para olvidar, todos los días cosas qué repetir, patrón inde�nido, desgranando el año cambia la estación, tiempo en movimiento.
pasado todo aquello recuerdo.Dolor agarrado a las tripas(infancia) tesoros en un cajónque muevo, subo y bajo, miro, ordeno mi paisaje, mi medida para todo lo grande y lo pequeño.Distancia cercada por una puerta con cadena.
Ahora ya no. Dónde acabo, empezó aquíni una imagen para recordar todos esos sitios extraordinarios.
Recoger y cerrar. Limpiar y olvidarme roba el tiempo y se lo agradezco.No puedo pensar,me lo quita todo y me gustaestá obligación inútil
CurrículumInstalación
CurrículumFoto detalle bordadopaño costurero
La casa que vivo, que muero,mi casa/ataúd Frontera con los demás y conmigolaberinto con ventanas,Plomo anclado a los tobillosNo existe
la rutinafrases hechas.
Mis recuerdos, exiliada al fondo del jardín(inconsciente). Ahora dejo mi rastro, desgasto mi alrededor deambulando, ritual mágico para olvidar, todos los días cosas qué repetir, patrón inde�nido, desgranando el año cambia la estación, tiempo en movimiento.
pasado todo aquello recuerdo.Dolor agarrado a las tripas(infancia) tesoros en un cajónque muevo, subo y bajo, miro, ordeno mi paisaje, mi medida para todo lo grande y lo pequeño.Distancia cercada por una puerta con cadena.
Ahora ya no. Dónde acabo, empezó aquíni una imagen para recordar todos esos sitios extraordinarios.
Recoger y cerrar. Limpiar y olvidarme roba el tiempo y se lo agradezco.No puedo pensar,me lo quita todo y me gustaestá obligación inútil
Sin títuloInstalación
La espera”Dibujos 29x39cm
La espera”Dibujos 29x39cm
Sin títuloFoto detalle bordado
Mónica de Miguel Rubío
Texto para la exposición La casa que habito. Galería Adora Calvo, Salamanca, Marzo 2013.
El cuerpo en mi obra
El cuerpo, lugar del ser, ha sido durante toda mi trayecto-ria artística herramienta fundamental en mi obra plástica. Ya en 1993 inicié una serie de esculturas tomando la �gura humana como referente. Comencé entonces a utilizar prendas de vestir como material principal, en base a su vinculación directa con el cuerpo en calidad de límite. Manteniendo la estructura propia de las prendas, las cerraba y llenaba con diferentes materiales, como arena o escayola, con el �n de recobrar la presencia humana. Tal aproximación al cuerpo, partiendo de la piel, era motivada por mi interés en todo lo concerniente a los límites del individuo: cuestiones en torno a la constitu-ción personal y la relación con el entorno. Escribiría entonces: La ropa es como una pantalla donde proyectamos nuestra personalidad, un escenario para el acto de aparecer, cobrar forma, identidad. Aunque la representación directa de la �gura no se mantendría en todas las facetas de mi obra durante su
posterior desarrollo, la alusión a lo corporal sí es constan-te: tras un par de años, el cuerpo deja de ser construido escultóricamente para convertirse en lugar de experien-cia. Empiezo así a explorar un nuevo aspecto en la noción de límite: más que como elemento de�nidor, la piel funcionaría como campo de relación, al ser tanto agente como elemento de percepción:Mi obra se desarrolla en confrontación sensorial y emotiva con el material: es una especie de exploración sensual de la realidad más cercana. La piel es el lugar de encuentro, la zona de contacto.Utilizo elementos corrientes del entorno cotidiano, sobre todo objetos o materiales que guardan una relación directa con el cuerpo, como ropa, jabón, cabello... y por otra parte materiales capaces de aludir a lo corporal o de provocar una reacción a ese nivel.Transformo, combino, o simplemente utilizo y fotografío este tipo de elementos para examinar sus cualidades físicas y realzar los matices corporales; tal manipulación les
con�ere a su vez una carga psíquica añadida. Mi intención es suavizar los límites entre sujeto y objeto para proponer así una íntima relación entre ellos. Una relación que se torna compleja, ambigua, cuando surgen aspectos opuestos capaces de provocar sentimientos inconciliables -como atracción y repulsión, identi�cación y extrañamien-to- de forma que se hace difícil de�nir el objeto y �jar la distancia hacia el mismo. Busco terrenos comunes, con�uencias al nivel de los sentidos, que hacen del objeto un elemento de identi�cación generador de reacciones, más que de de�niciones. En el punto de fuga con�uirían la obstrucción de las pautas de relación con el objeto y su apertura signi�cativa.La con�uencia cuerpo-objeto llega a de�nir un eje fundamental en mi obra. Los objetos del ámbito doméstico, íntimo, especialmente los objetos de cuidado y adorno del cuerpo (material cosmético, médico, deportivo...) con frecuencia elementos pertene-cientes o asignados al mundo femenino (frascos de
perfume, pinzas del cabello...) y utensilios o herramientas de trabajo manual, doméstico (estropajos, agujas de
tejer...) son manipulados a través de técnicas de ensam-
blaje, constituyéndose en mediadores en mi relación
como sujeto con el entorno, objetualizándose el mundo
interior, subjetivo. Este tipo de interacción sujeto-objeto
me ha llevado a centrarme más y más en los aspectos
utilitarios del objeto. En algunos casos la funcionalidad
que propongo es sólo aparente; muchas de mis piezas pueden ser en cambio usadas por o adaptadas al cuerpo, que se ve transformado por los elementos que lo rodean y actúan sobre sus límites. Todo objeto participa de lo humano, ya que responde a una necesidad, y por tanto nos completa. Me interesan sobre todo aquellos objetos que, bien por sus características físicas, o por su uso, más se aproximan a nosotros. En el objeto que se dirige, se asemeja o suplanta al cuerpo encuentro el medio adecuado para establecer un vínculo
Spring armlets (Brazaletes de muelles), 2011 Serie de 9 objetosEnsamblaje (muelles, cuerdas de plástico)
entre la fenomenología y cualidades del material, y ciertos atributos y procesos individuales. El carácter utilitario del objeto original puede determinar una relación especí�ca con el cuerpo; una vez manipulado, su funcionalidad es perverti-da, pero no eliminada: permanece una vaga noción de uso, el cuerpo se ve implicado pero su rol es pasivo. Los objetos resultantes son instrumentos que desempeñan un papel como sensores, o como demarcadores de estados psíquicos en torno a la problemática de la construcción y expresión del individuo.Este es también el trasfondo de las obras presentadas en la exposición «La casa que habito». El tipo de estados psíquicos a los que se re�eren estas obras guardan relación con la idea de límite personal como soporte de tensiones: la lucha en la super�cie entre fuerzas internas y externas, la tensión entre �exibilidad y constric-ción; los límites como proveedores de protección y seguridad, pero también de dependencia o �jación. En concreto, se muestran aquí una serie de objetos, «Spring armlets» (brazaletes de muelles), así como «Neck piece» (pieza collar). Recientemente he empezado a indagar el estatuto de los objetos portátiles en relación al diseño. En estas piezas cruzo la frontera hacia el campo de la joyería como fenómeno: adopto ciertos códigos y convenciones, tales como el uso de elementos tradicionales (anillo, brazalete, collar) en las zonas del cuerpo habituales (dedo, muñeca, cuello…) Utilizo pues el idioma de las joyas, buscando sin embargo expresiones que no encajan fácilmente dentro de esta categoría: estos objetos, a la vez que atractivos, son en su relación con el cuerpo demasia-do incómodos, pesados, agresivos, para en la práctica funcionar como joyas. Por otro lado, se muestra una serie de fotografías, «Acce-sorios tópicos», en las que este tipo de relación ambigua con el objeto es fundamental:Muchos de mis objetos son utilizables sobre el cuerpo, y esta posibilidad se traduce en obras fotográ�cas que, más allá del mero registro del uso, tratan de investigar la directa relación surgida entre cuerpo y objeto. Una relación que se sitúa allá donde los límites entre diferentes términos se diluyen: la frontera entre lo arti�cial y lo orgánico, entre lo esencial y lo accesorio, en objetos que pueden parecer necesarios como prótesis pero a la vez super�ciales como un adorno; el cuerpo en tensión entre belleza e imperfección, salud y decaimiento, sensualidad y dolor, autoprotección y constricción, exhibi-ción y ocultación. La dualidad es objetivo constante en mi obra: trato de posicionarme en el espacio entre de�niciones, generar formas que pertenecerían al terreno de lo indetermi-nado, lo impuro. Ese límite es para mí el espacio de la búsqueda, de la creación. Pienso además que lo ambiguo es capaz de poner en evidencia la, a mi entender, inevitable subjetividad de la mirada.
El cuerpo, lugar del ser, ha sido durante toda mi trayecto-ria artística herramienta fundamental en mi obra plástica. Ya en 1993 inicié una serie de esculturas tomando la �gura humana como referente. Comencé entonces a utilizar prendas de vestir como material principal, en base a su vinculación directa con el cuerpo en calidad de límite. Manteniendo la estructura propia de las prendas, las cerraba y llenaba con diferentes materiales, como arena o escayola, con el �n de recobrar la presencia humana. Tal aproximación al cuerpo, partiendo de la piel, era motivada por mi interés en todo lo concerniente a los límites del individuo: cuestiones en torno a la constitu-ción personal y la relación con el entorno. Escribiría entonces: La ropa es como una pantalla donde proyectamos nuestra personalidad, un escenario para el acto de aparecer, cobrar forma, identidad. Aunque la representación directa de la �gura no se mantendría en todas las facetas de mi obra durante su
posterior desarrollo, la alusión a lo corporal sí es constan-te: tras un par de años, el cuerpo deja de ser construido escultóricamente para convertirse en lugar de experien-cia. Empiezo así a explorar un nuevo aspecto en la noción de límite: más que como elemento de�nidor, la piel funcionaría como campo de relación, al ser tanto agente como elemento de percepción:Mi obra se desarrolla en confrontación sensorial y emotiva con el material: es una especie de exploración sensual de la realidad más cercana. La piel es el lugar de encuentro, la zona de contacto.Utilizo elementos corrientes del entorno cotidiano, sobre todo objetos o materiales que guardan una relación directa con el cuerpo, como ropa, jabón, cabello... y por otra parte materiales capaces de aludir a lo corporal o de provocar una reacción a ese nivel.Transformo, combino, o simplemente utilizo y fotografío este tipo de elementos para examinar sus cualidades físicas y realzar los matices corporales; tal manipulación les
con�ere a su vez una carga psíquica añadida. Mi intención es suavizar los límites entre sujeto y objeto para proponer así una íntima relación entre ellos. Una relación que se torna compleja, ambigua, cuando surgen aspectos opuestos capaces de provocar sentimientos inconciliables -como atracción y repulsión, identi�cación y extrañamien-to- de forma que se hace difícil de�nir el objeto y �jar la distancia hacia el mismo. Busco terrenos comunes, con�uencias al nivel de los sentidos, que hacen del objeto un elemento de identi�cación generador de reacciones, más que de de�niciones. En el punto de fuga con�uirían la obstrucción de las pautas de relación con el objeto y su apertura signi�cativa.La con�uencia cuerpo-objeto llega a de�nir un eje fundamental en mi obra. Los objetos del ámbito doméstico, íntimo, especialmente los objetos de cuidado y adorno del cuerpo (material cosmético, médico, deportivo...) con frecuencia elementos pertene-cientes o asignados al mundo femenino (frascos de
perfume, pinzas del cabello...) y utensilios o herramientas de trabajo manual, doméstico (estropajos, agujas de
tejer...) son manipulados a través de técnicas de ensam-
blaje, constituyéndose en mediadores en mi relación
como sujeto con el entorno, objetualizándose el mundo
interior, subjetivo. Este tipo de interacción sujeto-objeto
me ha llevado a centrarme más y más en los aspectos
utilitarios del objeto. En algunos casos la funcionalidad
que propongo es sólo aparente; muchas de mis piezas pueden ser en cambio usadas por o adaptadas al cuerpo, que se ve transformado por los elementos que lo rodean y actúan sobre sus límites. Todo objeto participa de lo humano, ya que responde a una necesidad, y por tanto nos completa. Me interesan sobre todo aquellos objetos que, bien por sus características físicas, o por su uso, más se aproximan a nosotros. En el objeto que se dirige, se asemeja o suplanta al cuerpo encuentro el medio adecuado para establecer un vínculo
Topical accessories (Accesorios tópicos), 2003Serie de 4 fotografías. Impresión inkjet de archivo en pvc (edición 1/5), 40x60 cm.
entre la fenomenología y cualidades del material, y ciertos atributos y procesos individuales. El carácter utilitario del objeto original puede determinar una relación especí�ca con el cuerpo; una vez manipulado, su funcionalidad es perverti-da, pero no eliminada: permanece una vaga noción de uso, el cuerpo se ve implicado pero su rol es pasivo. Los objetos resultantes son instrumentos que desempeñan un papel como sensores, o como demarcadores de estados psíquicos en torno a la problemática de la construcción y expresión del individuo.Este es también el trasfondo de las obras presentadas en la exposición «La casa que habito». El tipo de estados psíquicos a los que se re�eren estas obras guardan relación con la idea de límite personal como soporte de tensiones: la lucha en la super�cie entre fuerzas internas y externas, la tensión entre �exibilidad y constric-ción; los límites como proveedores de protección y seguridad, pero también de dependencia o �jación. En concreto, se muestran aquí una serie de objetos, «Spring armlets» (brazaletes de muelles), así como «Neck piece» (pieza collar). Recientemente he empezado a indagar el estatuto de los objetos portátiles en relación al diseño. En estas piezas cruzo la frontera hacia el campo de la joyería como fenómeno: adopto ciertos códigos y convenciones, tales como el uso de elementos tradicionales (anillo, brazalete, collar) en las zonas del cuerpo habituales (dedo, muñeca, cuello…) Utilizo pues el idioma de las joyas, buscando sin embargo expresiones que no encajan fácilmente dentro de esta categoría: estos objetos, a la vez que atractivos, son en su relación con el cuerpo demasia-do incómodos, pesados, agresivos, para en la práctica funcionar como joyas. Por otro lado, se muestra una serie de fotografías, «Acce-sorios tópicos», en las que este tipo de relación ambigua con el objeto es fundamental:Muchos de mis objetos son utilizables sobre el cuerpo, y esta posibilidad se traduce en obras fotográ�cas que, más allá del mero registro del uso, tratan de investigar la directa relación surgida entre cuerpo y objeto. Una relación que se sitúa allá donde los límites entre diferentes términos se diluyen: la frontera entre lo arti�cial y lo orgánico, entre lo esencial y lo accesorio, en objetos que pueden parecer necesarios como prótesis pero a la vez super�ciales como un adorno; el cuerpo en tensión entre belleza e imperfección, salud y decaimiento, sensualidad y dolor, autoprotección y constricción, exhibi-ción y ocultación. La dualidad es objetivo constante en mi obra: trato de posicionarme en el espacio entre de�niciones, generar formas que pertenecerían al terreno de lo indetermi-nado, lo impuro. Ese límite es para mí el espacio de la búsqueda, de la creación. Pienso además que lo ambiguo es capaz de poner en evidencia la, a mi entender, inevitable subjetividad de la mirada.
El cuerpo, lugar del ser, ha sido durante toda mi trayecto-ria artística herramienta fundamental en mi obra plástica. Ya en 1993 inicié una serie de esculturas tomando la �gura humana como referente. Comencé entonces a utilizar prendas de vestir como material principal, en base a su vinculación directa con el cuerpo en calidad de límite. Manteniendo la estructura propia de las prendas, las cerraba y llenaba con diferentes materiales, como arena o escayola, con el �n de recobrar la presencia humana. Tal aproximación al cuerpo, partiendo de la piel, era motivada por mi interés en todo lo concerniente a los límites del individuo: cuestiones en torno a la constitu-ción personal y la relación con el entorno. Escribiría entonces: La ropa es como una pantalla donde proyectamos nuestra personalidad, un escenario para el acto de aparecer, cobrar forma, identidad. Aunque la representación directa de la �gura no se mantendría en todas las facetas de mi obra durante su
posterior desarrollo, la alusión a lo corporal sí es constan-te: tras un par de años, el cuerpo deja de ser construido escultóricamente para convertirse en lugar de experien-cia. Empiezo así a explorar un nuevo aspecto en la noción de límite: más que como elemento de�nidor, la piel funcionaría como campo de relación, al ser tanto agente como elemento de percepción:Mi obra se desarrolla en confrontación sensorial y emotiva con el material: es una especie de exploración sensual de la realidad más cercana. La piel es el lugar de encuentro, la zona de contacto.Utilizo elementos corrientes del entorno cotidiano, sobre todo objetos o materiales que guardan una relación directa con el cuerpo, como ropa, jabón, cabello... y por otra parte materiales capaces de aludir a lo corporal o de provocar una reacción a ese nivel.Transformo, combino, o simplemente utilizo y fotografío este tipo de elementos para examinar sus cualidades físicas y realzar los matices corporales; tal manipulación les
con�ere a su vez una carga psíquica añadida. Mi intención es suavizar los límites entre sujeto y objeto para proponer así una íntima relación entre ellos. Una relación que se torna compleja, ambigua, cuando surgen aspectos opuestos capaces de provocar sentimientos inconciliables -como atracción y repulsión, identi�cación y extrañamien-to- de forma que se hace difícil de�nir el objeto y �jar la distancia hacia el mismo. Busco terrenos comunes, con�uencias al nivel de los sentidos, que hacen del objeto un elemento de identi�cación generador de reacciones, más que de de�niciones. En el punto de fuga con�uirían la obstrucción de las pautas de relación con el objeto y su apertura signi�cativa.La con�uencia cuerpo-objeto llega a de�nir un eje fundamental en mi obra. Los objetos del ámbito doméstico, íntimo, especialmente los objetos de cuidado y adorno del cuerpo (material cosmético, médico, deportivo...) con frecuencia elementos pertene-cientes o asignados al mundo femenino (frascos de
perfume, pinzas del cabello...) y utensilios o herramientas de trabajo manual, doméstico (estropajos, agujas de
tejer...) son manipulados a través de técnicas de ensam-
blaje, constituyéndose en mediadores en mi relación
como sujeto con el entorno, objetualizándose el mundo
interior, subjetivo. Este tipo de interacción sujeto-objeto
me ha llevado a centrarme más y más en los aspectos
utilitarios del objeto. En algunos casos la funcionalidad
que propongo es sólo aparente; muchas de mis piezas pueden ser en cambio usadas por o adaptadas al cuerpo, que se ve transformado por los elementos que lo rodean y actúan sobre sus límites. Todo objeto participa de lo humano, ya que responde a una necesidad, y por tanto nos completa. Me interesan sobre todo aquellos objetos que, bien por sus características físicas, o por su uso, más se aproximan a nosotros. En el objeto que se dirige, se asemeja o suplanta al cuerpo encuentro el medio adecuado para establecer un vínculo
entre la fenomenología y cualidades del material, y ciertos atributos y procesos individuales. El carácter utilitario del objeto original puede determinar una relación especí�ca con el cuerpo; una vez manipulado, su funcionalidad es perverti-da, pero no eliminada: permanece una vaga noción de uso, el cuerpo se ve implicado pero su rol es pasivo. Los objetos resultantes son instrumentos que desempeñan un papel como sensores, o como demarcadores de estados psíquicos en torno a la problemática de la construcción y expresión del individuo.Este es también el trasfondo de las obras presentadas en la exposición «La casa que habito». El tipo de estados psíquicos a los que se re�eren estas obras guardan relación con la idea de límite personal como soporte de tensiones: la lucha en la super�cie entre fuerzas internas y externas, la tensión entre �exibilidad y constric-ción; los límites como proveedores de protección y seguridad, pero también de dependencia o �jación. En concreto, se muestran aquí una serie de objetos, «Spring armlets» (brazaletes de muelles), así como «Neck piece» (pieza collar). Recientemente he empezado a indagar el estatuto de los objetos portátiles en relación al diseño. En estas piezas cruzo la frontera hacia el campo de la joyería como fenómeno: adopto ciertos códigos y convenciones, tales como el uso de elementos tradicionales (anillo, brazalete, collar) en las zonas del cuerpo habituales (dedo, muñeca, cuello…) Utilizo pues el idioma de las joyas, buscando sin embargo expresiones que no encajan fácilmente dentro de esta categoría: estos objetos, a la vez que atractivos, son en su relación con el cuerpo demasia-do incómodos, pesados, agresivos, para en la práctica funcionar como joyas. Por otro lado, se muestra una serie de fotografías, «Acce-sorios tópicos», en las que este tipo de relación ambigua con el objeto es fundamental:Muchos de mis objetos son utilizables sobre el cuerpo, y esta posibilidad se traduce en obras fotográ�cas que, más allá del mero registro del uso, tratan de investigar la directa relación surgida entre cuerpo y objeto. Una relación que se sitúa allá donde los límites entre diferentes términos se diluyen: la frontera entre lo arti�cial y lo orgánico, entre lo esencial y lo accesorio, en objetos que pueden parecer necesarios como prótesis pero a la vez super�ciales como un adorno; el cuerpo en tensión entre belleza e imperfección, salud y decaimiento, sensualidad y dolor, autoprotección y constricción, exhibi-ción y ocultación. La dualidad es objetivo constante en mi obra: trato de posicionarme en el espacio entre de�niciones, generar formas que pertenecerían al terreno de lo indetermi-nado, lo impuro. Ese límite es para mí el espacio de la búsqueda, de la creación. Pienso además que lo ambiguo es capaz de poner en evidencia la, a mi entender, inevitable subjetividad de la mirada.
Neck piece (Pieza collar), 2011ObjetoEnsamblaje (pinzas y al�leres metálicos, cuerda de plástico)
Por último, se presenta una serie de dibujos, «Minor protection». Centrados en el binomio protección-constricción, dan muestra de una relación contradictoria con el objeto, una relación con�ictiva con el entorno. La �gura, el cuerpo, es una vez más territorio metafórico de este con�icto.Mientras que en la obra fotográ�ca mi propio cuerpo actúa como soporte, en los dibujos y pinturas aparecen representa-das otras �guras femeninas, por lo que la noción de identidad es manejada de forma más amplia. El carácter de las �guras es de�nido a través de la indumentaria y los objetos que portan, y además mediante los gestos y las posturas que adoptan. Jugando con estas variables busco establecer posibles de�niciones de la individualidad femenina, tratando nociones tan opuestas como sensualidad, inocencia, o violencia, a través de mujeres en un momento vital en el que la identidad está pujando particularmente por manifestarse, una identidad evidentemente en proceso, a punto de pasar a un nuevo estado, tendiendo constantemente a lo inde�nido, al límite. La preocupación por la identidad es evidente en mi obra. Pese a que la identidad que ésta re�eja puede caracterizar-se sin duda como femenina, lo que hace que en muchos momentos aparezcan en mi obra cuestiones de género, no me planteo como objetivo ofrecer crítica o comentario explícito, mi inscripción en este contexto es simplemente producto de mi propia condición, de mi ser mujer.