Circunloquios Revista de estudios culturales
Primavera 2015
GRAMATICALIZACIÓN DEL ESPAÑOL:
BREVE EXPOSICIÓN DE LOS ADJETIVOS
Ignacio Mendiguren
California State University, Northridge
Nuestro objetivo es el estudiar los cambios sufridos por los adjetivos en relación con la
posición que ocupan respecto al nombre (adjetivo pronominal o posnominal) teniendo en cuenta
al nombre que acompaña o al tipo de adjetivo (descriptivos, de relación, casi determinativos…etc.),
así como también sus cambios morfosintácticos, su evolución en la expresión del grado
superlativo (absoluto), y las perífrasis sustitutivas en el superlativo sintético, abarcando desde la
época del latín hasta la llegada del romance (circa siglos XV-XVI). Todo ello nos hace pensar en
un proceso de gramatización, que si comparamos la gramática desde la de Nebrija y continuando
con las sucesivas que se han publicado por la Real Academia de la Lengua Española desde su
primera en 1771 hasta la publicada en 1931, y el Esbozo de una nueva gramática de la lengua
española del año 1994, así como la última Nueva gramática de la lengua española (dos tomos)
año 2009, y definitiva por varios años (la historia nos hace pensar en más de dos decenios), se
puede rotundamente afirmar que este proceso de gramatización es innegable e imparable.
Damos comienzo a este pequeño estudio empezando a hablar sobre la posición de los
adjetivos en la oración y sus funciones. En cuanto al orden, diremos que el adjetivo calificativo
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cambia de posición; en latín clásico solía ir delante del sustantivo, sin embargo en el latín vulgar
tardío empieza a ser frecuente y finalmente general la posposición de este: “et uadit ad directus
iusta illo poço antiquo…usque ad illam viam publicam” (Oña, año 1063). [“Y va directamente
hasta el pozo antiguo…hasta la vía pública.”] Los pocos adjetivos que van antepuestos ilustran ya
el uso moderno del romance: “de sua bona uoluntate, sine tutu pleitu malu” (San Juan de la Peña,
1062). [“Por su Buena voluntad, sin ningún pleito malo.”] (López García 173).
Es posible observar que en estas frases se usa el criterio de importancia de dependencia por
el que la generalidad prevalece sobre la extensión: posesivo/demostrativo> sustantivo> adjetivo
calificativo. En la oración española “vieron las casas viejas de adobe” admite muy pocas
alteraciones de orden por influencia del artículo; es posible “las casas viejas de adobe vieron,” pero
no “de adobe vieron las casas viejas,” secuencia que tiene un hipérbaton exagerado, mientras que
en “viejas vieron las casas de adobe” el adjetivo funciona como predicativo modificando el sentido.
En cambio la oración latina “vetulas lateris domus viderunt” admite casi cualquier ordenamiento,
esto es, “videruntlateris vetulas domus; domus viderunt lateris vetulas… ” (López García 70).
En la actualidad de la gramática de la Real Academia de la Lengua Española la posición
del adjetivo es variable, mas no aleatorio, pero con la salvedad de que, en general, los adjetivos
restrictivos toman su posición detrás del nombre, con independencia de que sean estos adjetivos
calificativos, descriptivos o relacionales; por supuesto y como contraposición, los no restrictivos
suelen ocupar su posición antes del nombre; sean estos adjetivos epítetos o adverbiales y de la
misma manera los que se asimilan a los determinantes y a los cuantificadores. Los adjetivos
pospuestos pueden intercalarse entre el nombre y su complemento, como en “dos ramos bellísimos
de rosas amarillas, su fe ciega en la victoria, la llegada imprevista de su hijo” (Manual de la
Gramática de la RAE 255).
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El latín clásico, como hemos visto, siente preferencias por una posición del adjetivo delante
de “el núcleo del grupo nominal en última posición: “doctus poēta, frequentissĭmus
senātus, pulchra puella” (Nueva RAE 990). Empero, en el latín vulgar se empezó a usar
progresivamente el orden inverso que luego terminó siendo común en todas las lenguas románicas.
Por ende, que el adjetivo tenga su posición detrás del nombre significa al español como a las otras
lenguas románicas. Solamente los adjetivos graduales pueden admitir variaciones en el orden
dándose la posibilidad a la alternancia “árboles frondosos / frondosos árboles” y el que se admita
la expresión “muy frondosos.” Naturalmente y casi como siempre, se pueden encontrar
excepciones a esta generalización.
No se asimilan a ella totalmente algunos de los adjetivos numerales “el cuarto capítulo / el
capítulo cuarto” y tampoco varios de los adjetivos adverbiales como “ganador seguro / el seguro
ganador; falso problema / problema falso.” La tendencia literaria a anteponer el adjetivo restrictivo
queda lexicalizada en ciertas formas fijas en las que no cabe la alternancia. Se usan, solo
antepuestos, los adjetivos subrayados en las siguientes expresiones que señalamos: Las Sagradas
Escrituras, el libre albedrío (también el libre comercio), la Baja Edad Media; los altos hornos
(también los altos estudios, los altos intereses, etc.) la patria potestad, las bellas artes, el itálico
modo.” (Nueva RAE 991)
Por último, y en cuanto a la posición del adjetivo, vemos que cuando tenemos dos adjetivos
o más, tenemos tres tipos de combinaciones a saber: delante del sustantivo, siguen al sustantivo y
uno o más de uno van delante del sustantivo y los demás le siguen. Ejemplos de la tercera: la
primera gran novela policiaca norteamericana; nuestros posibles futuros socios comerciales
extranjeros; una magnífica pintura impresionista francesa. Esto es, los adjetivos que están más
lejos del nombre no modifican a este sino que al adjetivo del que está más cerca.
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Para los escritores del siglo XV el griego y el latín clásico era algo que admiraban
ciegamente y pretenden resucitarlo, pareciéndoles inculta la manera en que se desarrolla el
romance. Como efecto de ello hubo un intento de pasar al romance los usos sintácticos latinos sin
pensar en el hecho de su encaje o no, con el sistema lingüístico español.
Se pretende, por ejemplo, remedar el hipérbaton, dislocando violentamente el adjetivo del
sustantivo: «pocos hallo que de las mías se paguen obras» (‘a quienes gusten mis obras’);
«a la moderna volviéndome rueda»; (‘a quienes gusten mis obras’); «las potencias del
ánima tres». Se adopta el participio del presente en lugar de la oración de relativo, del
gerundio o de otros giros y es corriente encontrar los verbos al final de la oración. (Lapesa
233)
La adjetivación hasta entonces parca se empieza a utilizar con frecuencia en anteposición del
sustantivo: “los fructíferos huertos abundan é dan convenientes fructos” (Marqués de Santillana).
No siempre hay diferencia de función entre los calificativos antepuestos y los pospuestos, como
puede verse en otros ejemplos del Marqués: “«la elocuencia dulçe e fermosa»; «nunca…se fallaron
si non en los ánimos gentiles, claros ingenios e elevados espíritus».” (Lapesa 234)
En concordancia con Ralph Penny, la función del adjetivo, en el transcurso de la evolución
desde el latín al español y a las reglas sintácticas, ha tenido muy pocas variantes; de hecho parece
ser que tan solo han cambiado las normas para su colocación, mientras que, por lo regular en el
latín era que los adjetivos calificativos y los restrictivos fueran antes del nombre pero que, en el
español, estos adjetivos han de seguirlo. La distribución de funciones gramaticales era mucho más
laxa que en el español moderno. No había distinción completa entre cual y el cual: “«Dios a qual
solo non se encubre nada»; ni entre cual y cualquiera que: « en cual logar los poderes fallar, yo lo
iré adorar» El adjetivo confundía su función con la del adverbio, modificando globalmente al verbo
y al sujeto: «sonrisós el rey, tan vellido fabló», «violos el rey, fermoso sonrisava»” (Lapesa 189).
La historia de la evolución del adjetivo es muy parecida a la del sustantivo ya que
concordaba con él en el género, número y caso. Un simple adjetivo, en latín, podía llegar a tener
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38 formas diferentes dependiendo del grado del mismo: superlativo, positivo y comparativo. Para
el género existían tres, masculino, femenino y neutro; para el número existían dos, singular y
plural, de su propia declinación ya que los adjetivos se agrupaban en tres declinaciones. Sin
embargo, el sustantivo tan solo presentaba seis.
Los adjetivos del español se derivan todos del caso acusativo latino y el orden, como
dijimos anteriormente, en latín precedían al nombre y en el español moderno, por lo común, lo
siguen (como excepción a ello son los adjetivos intensificadores que lo preceden). Como muestra
gráfica de la generosidad de formas añadimos una tabla demostrativa del adjetivo bonus>bueno:
Primera y segunda declinación en singular:
Comparativos Superlativos
Masc. Fem. Neutro Masc.yFem Neutro Masc. Fem. Neutro
Nom. bonus bona bonum melior melorus optimus optima optimum
Voc. bone bona bonum melior meliorus optime optima optimum
Acus. bonum bonam bonum meliorem meliorus optimum optimam optimum
De la misma manera que sucedió con los sustantivos neutros que desaparecieron, también
desaparecieron los adjetivos neutros ya que éstos tienen concordancia con el sustantivo y puesto
que, si el sustantivo no tenía ya género neutro, no existía razón alguna para que los adjetivos lo
tuvieran. Lo que resultó en su reagrupación en los otros dos géneros. Los neutros que terminaban
en -e o en consonante permanecieron añadiéndose la -s para el plural de los terminados en vocal
y -es para los terminados en consonante, por ejemplo: dulce y veloz (dulces, veloces).
En un pequeño número de adjetivos en singular se perdió la -e final, como en los ejemplos
en buen, mal, primer y tercer, asimismo la reducción de grande a gran. Fenómeno efectivo siempre
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y cuando estos adjetivos fuesen delante del sustantivo que calificaban siguiendo un proceso de
debilitamiento de las vocales intertónicas y finales.
Otra anomalía originada en adjetivos como antiguo y antigua con sus plurales
correspondientes quedó eliminada en el periodo medieval aunque debido realmente a la evolución
fonológica de /kʷ / ante /o/ y /a/ que originó la alternancia en la Edad Media; empero, a finales del
siglo XV el problema se había resuelto a favor de la forma femenina: antiguo, antigua. En español
se mantuvo la diferencia morfológica de género y número: rojo/a, rojos/as. En ocasiones también
se mantuvieron algunas terminaciones de número. Como hemos dicho antes, las terminaciones de
caso y grado desaparecieron y las del neutro se integraron en el masculino. “En la zona de Aragón
hay que notar la influencia catalana, la cual, propagó muchos casos con la -e final perdida, soros,
casals o con pérdida de -o carners, diners” (Menéndez Pidal 327).
“El adjetivo dominus, como título reverencial, recibía en el estilo encumbrado la forma
superlativa: el rey Ramiro II habla de «apresura patria nostri bone memorie dominissimi
Adefonsi» 918 T Legion, fol. 200; «domnissimis et gloriossisimis nobis domnos et Patronos
nostros sancte Eulalie et sanctorumPetri et Pauli»928 Eslonza Colecc., pág. 47
«domnissimis martiribus» 928 Eslonza Colecc., pág 48; «prolis domnissimi regis, soboli
domnissimi Sanctionis» 968 León (Rev. Hisp., X, 390); y sustantivado el adjetivo: «uobis
domnissimis et patronis nostris sanctorum Facundi et Primitiui» 980 Sahg. 433⁰. También
se extendía a simples sustantivos: comitissima se llama a la madre de Fernán González.”
(Pidal 328)
Recordemos que hemos visto cómo el adjetivo en latín se valía de un sistema sintético donde se
utilizaba una estructura con desinencias para construir los comparativos y los superlativos.
Así tenemos por ejemplo rarior, que significaba ‘más raro’ y rarissimus ‘el más raro’; los
acabados en -ior como melior> mejor, peior> peor, maior> mayor minor> menor; otros
comparativos como ‘inferior’, ‘superior’, ‘interior’, ‘exterior’ y ‘ulterior’ son préstamos cultos
introducidos en el Renacimiento como los superlativos irregulares ‘óptimo’, ‘pésimo’,
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‘máximo’ y ‘mínimo’. Este sistema con desinencias se sustituyó, a través del uso de magis, maxime
y multum que se utilizaban solamente con los adjetivos que terminaban en hiato, por una estructura
analítica. El superlativo -issimus se mantuvo pero con cambio, no como superlativo sino que como
intensificador, por ejemplo la voz altísimo que se entiende como muy alto.
Cervantes, años después, saca efectos burlescos del uso de estos superlativos sintéticos, por
excesivamente latinista, entre la Dueña Dolorida y Sancho donde aparece con los siguientes
sustantivos: “cuitísima,” Don Quijote de la “Manchísima, escuderísimo, dueñísima y
servidorísimos;” y Doña Dolorida, “confiada estoy, señor poderosísimo, hermosísima señora y
discretísimos circunstantes, que ha de hallar mi cuitísima en vuestros valerosísimos pechos
acogimiento…” (Cap. XXXVIII. de la 2ªparte). Aún se encuentra hoy en el español actual con un
matiz peyorativo o burlesco en hermanísimo, cuñadísimo, nietísima, como la famosa Saritísima
(Sara Montiel) o el yernísimo (al marqués de Villaverde yerno del general Franco) siguiendo la
tradición clásica que se remonta a Cervantes o a Quevedo y como ejemplo de éste último, el final
de su soneto ‘A una nariz’:
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Sin embargo, el término utilizado de Generalísimo no tenía ninguna connotación burlesca sino
todo lo contrario por lo que posiblemente se trataba de un italianismo; no así cuando en muchos
periódicos españoles en la época de la Transición escribían El general Franquísimo. Aunque los
ejemplos parecen demostrar lo contrario pese a este resurgimiento de la forma sintética, las formas
analíticas continúan su expansión.
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Esta terminación de superlativo absoluto en muchas ocasiones es sustituida por perífrasis
formadas con: mucho, muy, bien, asaz, además, harto, sobre, tan [tanto], fuerte y todos + adjetivo.
La más utilizada de todas ellas es sin duda multum + adjetivo. En la época de Horacio y de Cicerón
–multum bonus. En español existían variantes como mucho, much- (ante vocal), muy y muyt-
(ante consonante) debido a una cuestión fonética. A partir del siglo XIII no se cumple siempre esta
regla general y se pueden encontrar casos de ‘mucho + consonante y de muy + vocal.” En el poema
de “El mío Cid” existen multitud de ejemplos sobre ello:
(6) Sospiro myo Çid ca mucho auie grandes cuidados.
(110) Grandes aueres priso mucho sobeianos,
(587) Salieron Alcocer avna priessa much estrana.
(1290) Bien entendido es de letra mucho acordado,
(3569) Delo que auien mucho Repisos son;
El adverbio muy es con mucho el más utilizado en el español medieval y de hecho en el
poema del Cid se usa en multitud de ocasiones aunque, eso sí, nunca es usado ante adjetivos que
comiencen con vocal:
(183) Sobrella una sauana de rançal muy blanca
(2572) Daruos e mulas palafres, muy gruessos de sazón,
Otras perífrasis que sirven para expresar el superlativo absoluto bene + adjetivo (en latín),
ejemplo bene fortis, que en español se resuelve con “bien” que se usaba ya desde los orígenes
como lo demuestra, aquí también, el poema del Mío Cid:
(88) Los guadameçis uermeios los clauos bien dorados
(1290) Bien entendido es de letras mucho acordado,
(2195) Quando uso nos casaredes bien seremos Ricas.
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En El Quijote, también se encuentran estos usos de “bien” y casi siempre en boca de Sancho,
“replicó Sancho, –que vuesa merced se queja de bien pocas cosas [o] ¡Aun bien–Respondió
Sancho–que será bien madura, pues no perderá vuesa merced la quínola de sus años por punto
menos!” (Cervantes, 2ªparte El Quijote). Esta construcción se ha mantenido hasta hoy en día y
sobre todo en el habla coloquial.
Fortis + adjetivo y como ejemplo en latín fortis bonus y en español fuert, fort, fuerte, que
fue una forma típica del Medievo y sobre todo en Aragón y sus colindantes, pero que desde el siglo
XIII tiende a desaparecer. La forma “sobre” > “super” fue utilizada en el español antiguo con el
sentido de “muy”: sobre artero, sobre abondada. En aragonés y riojano tuvo mucho éxito al igual
que “sobra” > “supra.” En el español medieval nunca fue una forma muy usada aunque se
encuentran ejemplos en el siglo XV. En el caso de “ad satis” > “assaz” > “asaz” encontramos
ejemplos en el Quijote: “assaz de desdichada es la persona que a las dos de la tarde no se ha
desayunado.” Para Corominas y Pascual esto pertenece a un estilo elevado y muchas veces pedante
pero: “no puede asegurarse que siempre tuviera ese matiz en la Edad Media, aunque es posible
dado el origen extranjero del vocablo, ajeno al espontáneo lenguaje del Cid, donde se halla
únicamente mucho. Cuando se sintió la necesidad de distinguir los dos matices, al elaborarse más
el lenguaje literario, se echó mano del extranjerismo asaz o se creó harto con los recursos internos
del idioma” (qtd. Serradilla Castaño 372).
Efectivamente no es utilizado en el Poema del Cid y en los tiempos actuales se emplea tan
solo en estilo culto aunque en el español medieval no se emplea para esto. Asaz podía ir en posición
final absoluta con forma de además y que significaba lo que hoy en día supone: en demasía, en
exceso, demasiado. Tenemos el ejemplo del Quijote “Pensativo además iba Don Quijote por su
camino adelante, considerando la mala burla que le habían hecho los encantadores” (Cervantes, 2ª
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parte cap. XI). Usadísimo es “fartus > harto” y ya con el sentido de atiborrar, llenar, rellenar, desde
el siglo XV. Como ejemplos en el Lazarillo de Tormes harto poco remedio; y otra vez en el Quijote
capítulo XIX (1ª parte): “Harto rendido estoy, pues no me puedo mover, tengo una pierna
quebrada; capítulo XXIII (1ª parte) “Harto mejor sería no buscalle; capítulo XXVI (2ª parte)
“Donde se prosigue la graciosa aventura del titiritero con otra cosa en verdad harto buenas.
Otro caso es “Tan” que se usaba con mucha frecuencia y con valor superlativo en el español
antiguo. Destaca por encima de todo el Poema del mio Cid donde se usa con profusión:
(7) Fabló myo Çid bien tan mesurado
(630) Vino posar sobre Alcoçer, en vn tan fuerte logar
(1182) Con el delos Montes Claros auyen guerra tan grand,
(1588) Fizo vna corrida esta fue tan extraña.
(2023) Lorando de los oios, tanto auie el gozo mayor
(2843) Vinieron a SantEsteuan de Gormaz, vn castiello tan fuert,
En la época medieval, ‘tan’ y ‘tanto’ podían aparecer ante adjetivo; naturalmente con valor
superlativo y prácticamente no eran intercambiables porque la mayor parte de los casos con ‘tanto’
siempre aparecen como tanto adjetivo y en formas de comparativo o de consecutivo; tanto +
adjetivo (Cid):
(2784) Tanto son de traspuestas que non pueden decir nada
(3649) Relumbra tod el campo, tanto es limpia clara;
Después de este análisis por los diferentes modos de perífrasis de superlativo existentes en
el español antiguo, creemos poder establecer cuatro generalidades a la sazón. En primera instancia,
unos de estos adverbios, sobre todo “mucho,” y en menos ocasiones “asaz” o harto usaban la
preposición de ante el adjetivo: El Quijote “assaz de desdichada es la persona que a las dos de la
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tarde no se ha desayunad.” En segunda, casi todos los adverbios usados para formar el superlativo
podían estar separados del adjetivo al que modificaban (Cid):
(6) Sospiro myo Çid ca mucho auie grandes cuidados.
(412) Mucho era pagado del sueño que ha soñado.
(2260) Qui auer quiere prender bien era abastado;
(2030) Lorando de los oios, tanto auie el gozo mayor;
En tercera instancia, estos adverbios a menudo entraban en situaciones donde ya tenían una doble
intensificación, como en los casos que en los que el adjetivo que asiste se encuentra ya modificado
en su grado o que expresa lo mismo por sí mismo. García Arribas habla de un aspecto destacable
que ya en la época latina clásica, “las formas clásicas tanto de comparativo como de superlativo
habían comenzado a confundirse y reforzarse en la lengua popular” (García Arribas 135). Este tipo
de titubeo se da en el latín vulgar y puede ser la base de dos hechos consiguientes en el romance:
a) “El desarrollo de formas analíticas, una vez que se ha perdido la noción de superlativo
o comparativo en la forma sintética.
b) Relacionado con lo dicho, el hecho de que proliferen más en la lengua medieval que en
la actual y más hoy en día en el habla popular que en la culta, fórmulas de refuerzo del
superla- tivo como en el Quijote: muy alegrísimo contento. Fórmulas que van contra la
idea académica de que lo que significa ya de por sí grado superlativo no puede ser
reforzado en su grado”. (Serradilla Castaño 372)
Por último, el orden de las palabras, como vimos previamente en este trabajo, no era tan estricto
como el actual y muchas veces el adverbio de grado iba después del adjetivo al que modificaba,
algo que no se da en el español actual y también que cuando el adjetivo modificado en su grado
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modifica, a su vez, a un sustantivo, “la posición del adjetivo podía ser variable y puede ser
antepuesto o pospuesto” (Serradilla Castaño 372).
Continuando con la misma autora, ahora veremos las conclusiones a las que llega acerca
de los superlativos.
Las construcciones superlativas con la presencia de ‘de’ debemos acudir a una explicación
analógica con construcciones partitivas ante sustantivo en las que también podrían participar
mucho y asaz y a una explicación analógica también pero de distinto signo en el caso de harto ya
que en este caso la analogía sería con otra estructura muy frecuente: harto de, que aparece en otros
contextos con significado de: Estar harto de algo. (Serradilla Castaño 380-1).
Tanto esta posposición como la aptitud para que haya otras palabras inmiscuidas entre el adverbio
y el adjetivo nos hacen pensar en una gramaticalización.
Algunas de estas partículas de grado se encuentran inmersas en un proceso de
gramaticalización aún no concluido, lo que hace que no aparezcan en una posición fija y
que no se sientan tan fuertemente vinculadas al adjetivo que modifican… la fijación:
pérdida de variabilidad sintagmática: adjetivo + mucho [/] mucho + adjetivo (donde la
primera no se usa ya) son fenómenos que han de tenerse en cuenta a la hora de explicar la
evolución de estas estructuras. (Serradilla Castaño 381)
Otra posibilidad de superlativo estaba en repetirlo: “También el título domnus se refuerza de otra
manera como con la repetición. Partimos de casos como «nuestro dueno, dueno Cristo» Gl. Emil
89 en que la misma voz tiene el sentido pleno de ‘señor’ y la segunda el sentido atenuado de trata-
miento” (Pidal 328). Es curioso observar que es difícil encontrar esta repetición de “domnus” ante
nombres masculinos ni siquiera en nombres de personas encumbradas del reino de Aragón pero
era de uso común para referirse a señoras de alcurnia; no todas ellas tomaban este doble “domna”
y fuera de Aragón es difícil encontrar esta clase de pleonasmo.
Ahora analizaremos las terminaciones; en cuanto a los adjetivos que no tenían un género
específicamente marcado por la terminación como “fortis”, el latín vulgar, como antes lo hizo con
los sustantivos, se inclinó a trasladarlos a una clase en la que la distinción estuviera marcada,
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como con “altus.” De esta manera, “el Appendix Probi condena ya esta hipercaracterización de
género (pauper mulier non paupera mulier, tristis non tristus) (Penny 154). Aun así y todo, esto
ganó espacio en muchas variedades románicas aunque fuese más débil en la Península que en el
resto de la Romanía (nótese, que los herederos de los adjetivos latinos, “triste y pobre,” no tienen
oposición de género; en latín firmus la pierde y de ahí el origen de firme).
Siguiendo al mismo autor, los adjetivos terminados en -or al principio del español eran
invariables (ejemplos: alma sentidor, espadas tajadores), pero a finales del siglo XIV se introduce
la forma femenina, terminaciones en -ora como loadora, sabidora, traidora. Esta evolución tan solo
se expande a los comparativos ‘mejor’, ‘peor’, ‘mayor’, ‘menor’, ‘interior’, ‘inferior’, etc. , y
cuando se sustantivan como ‘superiora’.
Los adjetivos terminados en -ón como los anteriores al principio no diferenciaban género
(por ejemplo: gentes españones, lengua española en ladino moderno) pero al terminar el periodo
medieval se empieza a registrar estos en femenino -ona (ladrona, bretona) como los terminados en
-ol (española) y en -án (alemana, holgazana).
Los adjetivos que acababan en -és en los orígenes del español mostraban unas formas
extremadamente caracterizadas y solían en adjetivos que funcionaban como sustantivos: burguesas
para el femenino de burgués. Posteriormente el femenino -esa se convierte en obligatorio, en
adjetivos que denotan región de procedencia o nacionalidad, esto es, los gentilicios como. Antes
de analizar los comparativos diremos que aunque “el” y el superlativo se utilizan para establecer
comparaciones, sin embargo, el comparativo confronta dos términos entre sí; por ejemplo: Saepe
medicorum remedia peiora morbis sunt; [A menudo los remedios de los médicos son peores que
las enfermedades]. Mediante el superlativo se establece una comparación entre el individuo de un
grupo y el grupo en sí mismo. Un ejemplo estable está en esta frase, Omnium mulierum Cleopatra
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pulcherrima est. [Cleopatra fue la más hermosa de todas las mujeres]. Además, ambas formas, y
sobre todo el superlativo, pueden aparecer sin establecerse una comparación; esto es, para expresar
que una cualidad se posee en un grado elevado o muy elevado, por ejemplo: In bellis civilibus
victoria ipsa taeterrima est. [En las guerras civiles, la propia victoria es penosísima].
Ahora analizaremos la forma comparativa aunque siguiendo a la Nueva Gramática
Española, debemos de tener en cuenta que los adjetivos de relación no denotan cualidades por lo
que tampoco aceptan adverbios de grado; no se puede decir muy agrario ni muy biológico. En el
latín clásico, siguiendo a Penny, la forma era sintética, esto es, un sistema en el que posee un gran
número de morfemas ligados y lo contrario se denomina analítico donde predominan los morfemas
libres como en el inglés. El español se encontraría en una posición intermedia entre el latín clásico
y el inglés. Ejemplos son:
Fortis «valiente»
Fortior «más valiente»
Fortissimus «el más valiente»
Asimismo, existía “un competidor analítico, que al principio se utilizaba tan sólo con aquellos
adjetivos cuyas vocales final y penúltima se encontraban en hiato” (Penny 155).
Arduus «duro»
Magis o Plūs Arduus «más duro»
Maxime Aduus «el más duro»
En el latín del habla vulgar está documentado una clara tendencia a extender este sistema
analítico a casi todos los adjetivos; acaso solamente los más repetidos no tendrían esta evolución.
“Esta propensión hacia el análisis se veía sin duda alentada por el hecho que, de este modo, se
podían distinguir los dos sentidos (relativo y absoluto del superlativo)” (Penny 155).
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Fortis «valiente»
Magis o Plūs Fortis «más valiente»
Maxime Fortis « el más valiente»
Multum o Valde Fortis «muy valiente»
En el tiempo del latín vulgar tardío la diferencia que había entre el comparativo y el superlativo
relativo aparenta haber sido dejada y de esta manera la forma comparativa fue empleada en ambos
sentidos, pero esta diferencia, empero, se volvió a introducir más tarde por distintas lenguas
románicas, en el español parcialmente, añadiendo el artículo definido en la cuestión del superlativo
y así de esta manera en español el más fuerte de todos, superlativo, pero en el caso de (el) hombre
más fuerte, comparativo y superlativo. Por otra parte, “valde cayó en desuso y magis se prefirió a
plūs en casi todas las zonas de Hispania; por consiguiente, es probable que en el latín peninsular,
el sistema comparativo fuera:
Fortis «valiente, fuerte»
Magis Fortis «más valiente, más fuerte; el más valiente, el más fuerte»
Multum fortis «muy valiente, muy fuerte»
Del que procede directamente el sistema español: Fuerte, (el) más fuerte, muy fuerte” (Penny 156).
Tan sólo se mantuvieron en forma sintética los adjetivos más usados; por ejemplo melior, peior,
maior, minor que de este modo se juntaron con los resultados de los oblicuos meliōre pēiōre,
māiōre, minōre añadiendo a su función comparativa la de los superlativos relativos optimus,
pessimus, maximus, minimus que evolucionaron y resultaron en español mejor, peor, mayor,
menor. “Otros comparativos aparentemente sintéticos como inferior, superior, interior, exterior,
ulterior, entre otros son préstamos cultos del latín introducidos en el periodo medieval o
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posmedieval (al igual que las formas de superlativo óptimo, ínfimo, máximo, o mínimo). El
comparativo senior (de senex, viejo) ha perdido totalmente la noción de comparativo” (Penny 156).
En cuanto la terminación -ísimo del superlativo en realidad tiene un origen del latín culto.
Los pocos ejemplos que se pueden encontrar en el español medieval (algunas veces en forma de
-ismo) nos descubren un sentido relativo. Fue en los finales del Renacimiento y principios del
Siglo de Oro cuando esta forma se convirtió de uso común en el español y solamente con el
significado de superlativo absoluto desde ese momento. Su origen culto (no patrimonial) se
demuestra al observar la forma culta que algunos adjetivos adoptan y se les aplica: fuerte,
fortísimo; antiguo, antiquísimo; cruel, crudelísimo, alto, altísimo; grande, grandísimo, entre otros.
Esto se da a pesar de que en tiempos recientes se evoluciona hacia una preferencia por la
simplificación.
Por último los pronombres adjetivos. Los posesivos tienen sentido retrospectivo ya que
suponen una situación anterior. Se incluyen en los pronombres-adjetivos porque tienen caso,
número y género y además pueden tener artículo, rasgos todos ellos de que pertenecen al adjetivo.
Sustituyen al giro preposicional de + persona pero no son genitivos de pronombre personal aunque
permitan género y artículo mei, tui, sui se toman de meus, tuus, sus. La forma depende de su
posición: cuando va antepuesto a la persona es apocopada mi, su, tu y cuando va pospuesto es
plena: mío tuyo, suyo. En latín vulgar generó la serie átona mo, to, so, que no pasó al romance.
Continuando por el camino del latín vulgar se sustituyó la clásica vestrum por vostrum a imitación
de nostrum. En la zona de Asturias occidental y en dialecto bable “nuestro,” “vuestro,” se
convierten en nuesso y vuesso. En los dialectos admiten el artículo: el mío padre, la mía madre. El
neutro “lo de” expresa posesión en dialecto salmantino.
118 Gramaticalización del español
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Para concluir y después de este análisis, el trabajo otorga un resumen que abarca todo el
concepto de la derivación del idioma desde el latín clásico al latín vulgar. Después del latín vulgar
a las lenguas romances, en especial al español, que es el que nos concierne. Por lo tanto, a raíz de
esta evolución en la morfología se pasa de un sistema sintético con desinencias en nombres y
adjetivos, sus declinaciones, y en verbos, sus conjugaciones, a otro más analítico con preposiciones
y paráfrasis. En cuanto a la sintaxis se pasa de una sintaxis muy flexible a otra más rígida
confirmando la gramaticalización del español.
Mendiguren 119
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Obras Citadas
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