Download - Cuentos para el andén Nº32
metroligero [22]
brevemente [13]
Relatos en cadena
dindondin [16]
entrecocheyandén [19]
Jilaña, Mauricio Rodríguez
andéntres [8]
El camino del cielo, Elena Casero
andéndos [6]
24, Cristina Grande
elmuro [3]
decamino [17]
lapuertadelanevera [11]
noviembre 2014nº32
andénuno [5]
Doble vida, Eduardo Berti
Publicamos el relato de un lector, ganador de la convocatoria abierta para
noveles Entre coche y andén, en el próximo número volverán a esta sección
los alumnos de talleres de escritura colaboradores.
diccionariodesaturno [12]
Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com
Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz.
Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina)
y Mónica Pano (Argentina)
Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com
Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com
Ilustración portada e interior: © Amalia Satizábal | [email protected] | www.amaliasatizabal.com
nove
dade
s
Con la colaboración de:
3
El número 32 de Cuentos para el andénconmemora el tercer cumpleaños de esta
aventura que comenzó en 2011 repartiendo
cuentos por los andenes del metro de
Madrid. Ahora los lectores de estos cuentos
pertenecen a más de 20 países, y
encuentran un andén en cualquier lugar
donde un smartphone o tablet le quiera
regalar estas páginas. No te quitamos más
tiempo, esperamos que lo disfrute
Cuentos para el andén
@cuentosanden
www.grupoanden.com
Te escuchamos:
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected]
Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com
Tema del próximo concurso: Reflejos
elmuro
Tema: En las nubes Ganadora: En las nubes con querubín - Sandra Barral (Palma de Mallorca)
Finalistas:
La Partitura de las nubes - Enrique Pérez (Madrid)
N_IV - Rafael Ramírez (México D.F.)
Sobre el puente - Joan Otero (Tortosa)
andénuno
5
EN cuanto supe que mi padre había
llevado en sus últimos treinta años
una doble vida, sucumbí a la
curiosidad y averigüé el nom-
bre de su otra mujer y la dirección
del otro hogar. Llamé a la puerta
con una excusa cualquiera —una
inspección de la compañía de
seguros, o algo así—, y una
mujer alta y equina me invitó a
entrar. Entonces no pude dar
crédito a lo que veía: el interior de
aquel hogar era una réplica perfec-
ta del que habíamos compartido mi
padre, mi madre y yo; los mismos muebles, los
mismos sillones con el mismo tapizado distribuidos exacta-
mente igual, y hasta los mismos cuadros, los mismos platos
de porcelana y las mismas esculturas de yeso.
De vuelta en casa, esa noche me dediqué con malévolo
placer a desordenar los muebles y a revolver las cosas en los
estantes. Mi madre seguía perpleja mis movimientos, pero
no le dije nada de mi visita a la casa y cenamos en silencio.
De pronto recordé la vez que, siendo un niño, rompí el
jarrón chino que flanqueaba el diván. El enojo de mi padre
al saber del accidente me había parecido desproporciona-
do. Ahora podía entenderlo. Podía incluso imaginarlo al día
siguiente, destruyendo a conciencia el jarrón igual, solo
para conservar la simetría con su otro hogar.
Doble vida Eduardo Berti
tw Del libro La vida imposible. Ed. Páginas de Espuma, 2014. Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) ha publicado los libros de cuentos Los pájaros (1994, ree-ditado por Páginas de Espuma en 2003), Lo inolvidable (Páginas de Espuma) y La vida impo-sible (2002, Premio Libralire). Es director literario de la editorial La Compañía de Los libros.
6
andéndos
ESTOY en Escocia y he soñado con los Monegros. Desde
que he llegado no paro de soñar todas las noches y toda la
noche. Puede que sea el viento del norte, o del oeste, que
sopla con insistencia, o la proximidad del Polo Norte y su
campo magnético. En Escocia el cielo siempre está en movi-
miento. Nubes veloces toda la noche, como en la canción
de Petisme. Sueños veloces. En mi sueño voy en un coche
con el volante a la derecha por la carretera de Sariñena a
Sena. El cereal es más verde que los pastos de Escocia y el
cielo azul cobalto como el que saca mi cámara digital. El
coche lo conduce el actor José Sacristán. Vamos a 180 por
hora por una recta recién asfaltada, sin líneas pintadas.
Llegamos tarde. Paramos en una gasolinera y nos atiende
una monja pequeñita que arrastra una larga toca negra. La
monja nos tima mil pesetas, y eso que estamos en los años
setenta, según ella para viajar a Roma. Junto al monasterio
de Sijena hay un lago Ness poblado por extrañas aves. El
coche ha embarrancado al borde del agua y en nuestro
auxilio salen dos gemelas pelirrojas, casadas con el mismo
hombre, que no sabe que son dos porque ellas se hacen
pasar por una sola. El sol cae a plomo. José Sacristán se
enrolla con una de las gemelas sobre unos matojos de
tomillo en flor. Yo me quedo en el asiento trasero del coche
con las puertas abiertas. Calma total. Me duermo con la cara
pegada a la tapicería roja de escai. Y cuando despierto, el
cielo de Escocia está quieto, sin una sola nube.
24 Cristina Grande
tw Del libro Agua quieta. Ed. Traspiés, 2010.Cristina Grande (Haro, La Rioja, 1962). Ha publicado los libros de relatos La novia parapentey Dirección noche (Xordica), finalista del Premio Setenil 2006. Suya es también la novelaNaturaleza infiel (RBA). Ha participado en varios libros colectivos y desde 2002 es columnis-ta de Heraldo de Aragón.
8
andéntres
CUANDO se abrieron las puertas del ascensor, él esta-
ba allí: muerto.
Me dio un susto de espanto. Durante unos instantes
creí que se trataba de una de sus bromas. Pero no se
movía, ni parecía respirar. Con la punta del zapato le di
un suave golpecito en el pie derecho. No se inmutó. Esa
quietud hizo que me atreviera a aproximarme unos cen-
tímetros más. Le volví a dar otra patadita. Nada. Inmo-
vilidad absoluta.
Estaba muerto, no cabía ninguna duda. Estaba muer-
to, tirado en el suelo del ascensor de una forma absurda,
tal como la muerte lo había dejado caer, como si se
hubiera resbalado hasta el suelo lentamente para no
hacerse daño. El cuerpo estaba doblado hacia la izquier-
da, en posición gimnástica. Los brazos apoyados en el
linóleo del ascensor, dando la impresión de que se
hubiera querido sujetar antes de la caída. La cabeza la
mantenía ladeada hacia el otro lado, relajada, definitiva-
mente resignada ante lo inevitable, y los ojos abiertos,
espantados.
El susto de verlo allí me mantuvo indecisa el tiempo
suficiente como para que las puertas del ascensor
empezaran a cerrarse. Pensé que alguien lo había llama-
do. Del susto pasé a la turbación, ¿qué hacía con él? ¿Lo
sacaba del ascensor? ¿Llamaba a una ambulancia? ¿A
los bomberos? ¿A la policía? Todo pasó en décimas de
segundo. De la turbación pasé al miedo, y debió ser eso
lo que me impulsó a oprimir el botón del ascensor para
evitar que alguien me lo robara. Respiré con alivio cuan-
do las puertas se abrieron de par en par. Él apareció de
El camino del cielo Elena Casero
9
andéntres
nuevo. No se había movido, por supuesto. Entonces
puse una pierna ante la célula fotoeléctrica. De esa for-
ma, mientras pensaba, las puertas permanecerían abier-
tas y él estaría allí conmigo, a mi vista. Lo contemplé. Lo
contemplé como a alguien cercano pero lejano en el
tiempo, en el recuerdo y en los sentimientos, como a
uno de los muchos muertos que contemplamos a dia-
rio en la televisión, con esa frialdad a la que obliga la
costumbre. Ni siquiera me molestó que tuviera los ojos
abiertos, ni pensé que me pudiera estar observando
desde el otro lado del abismo que nos separaba.
Si de la sorpresa había pasado a la turbación y des-
pués al miedo, ahora mis sentimientos fluctuaban de
aquí a la alegría, de la alegría al pánico y del pánico a la
sonrisa. El absurdo punto de inflexión entre la vida y la
muerte me produjo ganas de reír. Y me salió una carca-
jada nerviosa que se apagó enseguida. Él seguía allí, en
el suelo del ascensor, con el cuerpo descoyuntado,
ajeno a mis vacilaciones y cambios de carácter. El cuer-
po duplicado en el espejo, a su espalda, como dos sia-
meses imposibles. Yo, mientras, con la pierna doblada
en el marco de la puerta, frustrando el efecto electróni-
co de la célula. Lo miré con detenimiento. Tenía la cami-
sa arrugada, con lo que me había costado plancharla.
Por lo demás, nada parecía denotar que hubiera sufrido
una muerte repentina. ¿Le habría dado un infarto? Lo
más probable.
Y volví a reír. Tantos años deseando que eso sucedie-
ra, largos años de darle vueltas a esa idea y meditando
al mismo tiempo qué haría yo si eso pasara y ahora, de
andéntres
improviso, la situación caía en mis manos y me daba un
ataque de risa.
Por el hueco del ascensor escuché una voz enfadada
que lo reclamaba.
Deslicé la pierna hacía atrás con suavidad. La
célula fotoeléctrica emitió un débil destello. La luz roja
del botón de llamada se encendió y observé con una
sensación de liberación cómo las puertas se cerraban y
mis problemas desaparecían de camino al cielo.
tw Del libro Discordancias. Talentura Libros, 2011.Elena Casero. http://elenacasero.blogspot.com.es/Técnico de Empresas Turísticas. Trabaja en una multinacional. Músico por vocación tardía.Ha escrito: Tango sin memoria (Mira Editores - 1996) reeditado por Talentura Libros,Demasiado Tarde (Mira Editores -2004), Tribulaciones de un sicario (Talentura Libros -2009)y Discordancias (Talentura Libros - 2011). Este mes de noviembre es el lanzamiento de sunovela Donde nunca pasa nada (Talentura Libros).
Claudia Baralla
La puerta no nos
separa, está ahí para
que volvamos a jun-
tarnos
JCRHermosa bandera,que sin pan ni trabajono flamea, ni importa.
R. Eudave.
De sus huesos hice mi
casa; de sus manos, una
trampa sin excusa y de sus
ojos, una bandera viva.
Elena Q.Estimado ser humano:
Deje de poner una banderaen aquello que cree conquis-
tado. Yo no soy de nadie. La Luna
LuzmaNo vendí ni una escoba a pesarde publicitarlas como medioeconómico de locomoción.Decían que estaban pasadas
de moda.
Adela
Cada llave es un enigma
que obstruye, cierra, o abre
una puerta; un enigma
como las manos que la
portan.
Luis San José
Fregona y Escoba se
declararon su amor sin
salir del armario.
BBaannddeerraa
Puerta
Esscoba
Carlos Castro
He salido, no me esperéis.
No me lloréis, no me recordéis.
No hagáis bandera de nada.
Salid vosotros también,
lentamente.
http://cariciasycarencias.blogspot.com.es/
http://cieloveinte.tumblr.com/
lapuertadelanevera
HUMANIDAD
1. Solución inestable de bípedos
implumes
cruzados con canis
lupus.
Altamente in
flamable y corrosiv
a. Manejar
con sumo cuidado. M
. Caballero
2. Humo de la vanidad. Josicente
3. (Del lat. h
umus). Geol. C
apa superfic
ial del su
elo,
constituida por la
descomposición de una ra
za de
depredadores bípedos q
ue abundaron en el planeta
hace treinta m
illones d
e años. Javier
ESPEJO
1. Vacío opaco sobre el q
ue nos interru
mpimos.
Oteo Fearless
2. Es un objeto para verse
a sí mism
o, desde lo
s ojos d
e
otro. Lite
ralmente. Denis
AMAR
1. Estadio entre
lo só
lido, lo
líquido y lo
gaseoso.
Fabiola
2. Especie de ju
ego de escondite en que uno
busca y el otro
se esconde. Si te
encuentran,
pierdes. Luzm
a
3. Arcaísmo: En la antig
üedad, acción de
entregarse
a lo desconocido. Adela
Una nueva civilización está empezando de cero en
Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les
echas una mano con el diccionario?
Participa en www.grupoanden.com
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diccionariodesaturno
ResetSemana 7 de concurso: 3 de noviembre de 2014Ganador: Javier Regalado Herrero
El muñeco fue el primero en cerrar los ojos, y acto seguido lo hizo el
ventrílocuo, sin saber bien por qué. Contagiado, el público cerró los ojos, e
inmediatamente el personal del teatro también. La gente que pasaba por
la calle cerró los ojos y en un santiamén la ciudad entera lo hizo, y luego el
país. En sólo unos segundos el insignificante gesto se había propagado por
todo el mundo. Durante unos pocos minutos toda la humanidad, carente
de vista, aspiró, sintió, saboreó y escuchó como nunca antes. El muñeco
fue el primero en abrir los ojos, y todos le siguieron de nuevo, pero ya nada
sería igual.
Ciencia inexactaSemana 8 de concurso: 10 de noviembre de 2014Ganadora: Patricia Collazo Gonzalez
Pero ya nada sería igual. Las igualdades fundamentales se habían que-
brado, las fórmulas yacían desparramadas a sus pies. El seno de ella, con-
tra toda propiedad, había aparecido elevado al cuadrado y sumado a un
coseno ajeno. Él revisó por enésima vez su demostración. Sólo había uti-
lizado identidades irrefutables, axiomas, hipótesis firmes y probadas. No
veía donde estaba el error. Tal vez en una interpolación, en una derivada,
en un redondeo demasiado inexacto… Ella prefirió la tangente para evi-
tar dar explicaciones. Él recogió uno a uno sus términos, sus signos, sus
incógnitas para alinearlos prolijos en otra página. Empezó a pensar en un
nuevo teorema.
noviembre
13
brevemente
brevemente
14
La lógica del amorSemana 9 de concurso: 17 de noviembre de 2014Ganador: Ernesto Ortega Garrido
Empezó a pensar en un nuevo teorema que demostrarse que la que-
ría, porque ella siempre le insistía en que el amor había que demostrar-
lo. Asignó variables al tiempo que llevaban juntos, al olor de su pelo al
salir de la ducha, a los absurdos silencios que a veces se interponían
entre ellos. Estimó el índice la aceleración que sufría su corazón cada vez
que ella se desnudaba y cuantificó los celos que sentía cuando le veía
tonteando con otro, para después de horas y horas de trabajo acabar
concluyendo que en realidad esto del amor no tenía ninguna lógica.
Tiempos modernosSemana 10 de concurso: 24 de noviembre de 2014Ganador: Puy Moya
En realidad esto del amor no tenía ninguna lógica ni en la época de
nuestros viejos ni ahora - decía, mientras daba una calada al cigarrillo y
dejaba escapar el humo con gesto de niña fatal. Sentada en el respaldo
del banco, con los pies sobre el asiento miraba a los chicos apoltronados
en la hierba, - el amor es para blandengues. A nosotros nos gusta el sexo
sin complicaciones. Todos asentían con exageración, se miraban con
gesto cómplice y se reían forzando las carcajadas. Y el que más reía era
Ángel. Mientras, arrugaba el papel escondido en el bolsillo en el que
había escrito cien veces: te quiero.
tw Relatos finalistas de noviembre del concurso Relatos en Cadena, organizado por laCadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados enwww.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
dindondin
16
Premio Faena a las Artes 2014 Entrega hasta el 30 de enero de 2015
http://www.faenaprize.com
Concurso de cuento, microrrelato y crónica “La Historia la ganan los que escriben”. Entrega de originales hasta el 13 de febrero de 2015.Convoca: Secretaría de Políticas Socioculturales
del Ministerio de Cultura de la Nación. Argentina
http://www.cultura.gob.ar
75 años de la Agencia EFEHasta el 11 de enero de 2015Casa del Lector. Madrid
http://casalector.fundaciongsr.com
Exposición: Francisco Ibáñez, mago del humor Hasta el 18 de enero de 2015. Círculo de Bellas Artes. Madrid
http://www.circulobellasartes.com
decamino
www.versosobrelpentagrama.com
tw El pasado mes de septiembre arrancaron nueva temporada en Libertad 8, Madrid. De entre sus muchos pro-yectos, destaca Versos de otro tiempo: un homenaje a las poetas olvidadas que formaron parte activa de laGeneración del 27, a las que han puesto música a través de la antología Peces en la tierra, de Pepa Merlo.
Versos sobre el Pentagramarealiza un recorrido generalpor la trayectoria poética deestos autores y autoras a tra-vés de un medio tan cómo-do, lúdico, atractivo y accesi-ble como es la música, concanciones que combinandiferentes ritmos y estilosmusicales entremezcladascon recitados y pequeñasreferencias biográficas,bibliográficas y anecdóticasde los poetas.
Versos sobre el Pentagramaes un proyecto creado porlos músicos Moncho Oteroy Rafa Mora, que surge conla idea clara de acercar lapoesía de una manera des-nuda, sencilla, amena ydidáctica a través de lamúsica. Un completo espec-táculo poético-musicaldonde se deja entrever unalabor profesional y contras-tada de más de catorceaños de experiencia enmusicalizar e interpretartextos poéticos de muydiversos autores y autorascontemporáneos.
19
entrecocheyandén
ESCAPÉ de casa por amor. Fue a finales del 2003, una sema-
na después de que Alejandra viajó a organizar un mitin en la
mina de Catavi. En los primeros días de lo que fue Octubre
Negro. Ella estudiaba Sociología. Era socialista, a veces anar-
quista. A veces cristiana evangélica. En ese entonces yo tenía
dieciocho años, cursaba las primeras materias de la universidad
y no tenía nada de dinero. Tampoco me importaba. En realidad,
con lo poco que tenía me bastaba. La vida era una mierda, mi
vida era una mierda. Dejé La Paz, siendo ayudante de chofer en
un minibús provincial. Nissan 1990. Marrón. Parabrisas agrieta-
do, luces delanteras descompuestas y carrocería oxidada. En mi
segunda semana de trabajo el minibús fue alquilado para
transportar a la banda Real Continental. Veinte músicos vesti-
dos con sacos verdes, pantalones blancos. Don Emilio, mi jefe,
al principio se negó. Terminó aceptando por el dinero. Veinte
veces lo que ganaba en una jornada. La carretera a Oruro está
bloqueada, dijo. Iremos por el sendero del contrabando.
¿Cargo los bidones con gasolina?, pregunté. No seas pendejo.
Iremos por la ruta de los contrabandistas. Encendió el motor.
Luego de un rato, mirándome de reojo, dijo:
-En Taucachi llenaremos los bidones. Alístalos.
La segunda parada fue en Ayo Ayo. Mi padre fue compositor,
me contó uno de los trompetistas. Lo besó el diablo. Lo templó
como deben templarse los instrumentos. Mi padre se perdió en
este laberinto de tierra. Fue cuando era niño. Fue en Huari. Lo
buscaron toda la noche pero ningún paisano lo encontró. Lloró
de miedo. No del miedo que todos tenemos ante la oscuridad.
Lloró al descubrir el horror que te invade al darte cuenta de que
estás perdido desde hace mucho tiempo. Desde que naciste.
Desde que sabes que nada tiene remedio. Luego está el beso del
diablo. De eso jamás me quiso hablar. Cada vez que estaba
borracho me contaba la misma historia. Me decía que bebía
como el diablo le había enseñado. El caso es que compuso cien
morenadas porque fue templado.
JilañaMauricio Rodríguez
20
entrecocheyandén
-También robó cincuenta composiciones a su tío -dijo el pla-
tillero riéndose por lo bajo.
En todo el camino hacia Ayamayo los músicos cantaron
morenadas que trataban de la soledad. De la soledad y el amor.
De la soledad y el engaño. De la soledad y el alcohol Caimán. De
la soledad y de mujeres extraviadas o raptadas en el altiplano.
Pensé en Alejandra con algo de desesperación. Incertidumbre.
Tristeza. Sentí náuseas. Me sentí errar entre muchos senderos
que no tenían final, lleno del polvo de la carretera que cubría mi
garganta. Mira a tu izquierda, dijo don Emilio. ¿Ves ese pueblo?
¡Carajo! Yo era joven cuando se inundó. Recuerdo el agua como
un espejo que reflejaba todo. Recuerdo los techos oxidados
donde esperaba la gente. ¿Qué esperaba? ¿Ayuda? ¿Piedad?
¿Caridad? Nada de eso. Esperaba como esperaron sus abuelos
en la sequía, como esperaron sus padres luego de la granizada
que destrozó las cosechas. Pero llegaron unos evangelizadores
en una barca. Acogieron a la gente en ella. Hablaron de ayuda,
piedad, caridad. Y se llevaron a los más jóvenes. ¡Fueron salvados!
En agradecimiento cambiaron de nombre al pueblo por el de la
barca: Belén. La inundación pasó. Los jóvenes sólo regresaron
para recoger sus cosas. Se despidieron de sus abuelos, de sus
padres. De su tierra. Se fueron. Yo también me fui con ellos.
-Ahora es un pueblo de viejos. Ya desaparecerá.
Sol, tierra seca, polvareda: Angostura. Jiska Pampa. Chata.
Challavito.
Cerca de Andamarca el radiador del minibús se averió.
Mierda, se está saliendo el agua, dijo don Emilio. Hoy no llega-
mos a ningún otro lado. El viento helado paspaba nuestros ros-
tros. El sol apenas iluminaba con un amarillo enfermizo.
Empujamos el minibús hasta la plaza central. Los pobladores
eran sombras envueltas en bayetas de tierra. Ingresaban con
rapidez a sus viviendas, algunos encendían lámparas a querose-
no. Cuando anocheció buscamos alojamiento por el intenso frío.
Ningún poblador nos abrió sus puertas. Estamos esperando
una reunión, nos decían por las aberturas de las ventanas.
Tomaremos decisiones. En La Paz dos de nuestros hermanos
21
murieron. Los militares los mataron. Golpeamos, con cierta des-
esperación, la puerta de una iglesia. Un arqueólogo español lla-
mado Aníbal nos abrió. Cojeaba. Era manco, también tuerto. Esto
no es mío, dijo, sólo restauro pinturas coloniales. Pero os dejo
pasar la noche con tal de que hagamos jaleo. Con una caja de
cerveza os acepto lo que queráis.
-Este pueblo está muerto, ¡hostias!
Los músicos tocaron hasta el amanecer. Bebimos. Nos embo-
rrachamos. Aníbal me contó que en la Guerra Civil su hermano
era un rebelde. Intentó escapar por una sierra pero los militares
lo encontraron, lo prendieron, dijo. En La Muiña pararon para
comer en una taberna y lo ataron a una argolla que se utilizaba
para amarrar al ganado. Después se dirigieron por un macizo en
dirección a Montecubeiro, que había sido declarada zona de
guerra. Ascendí a escondidas detrás de ellos. Los militares subían
alegres haciéndose chanzas, cantando zarzuelas, coplas, como si
la guerra hubiese sido parte de la escenografía de papel de una
obra escrita por chavales, dirigida por chavales, actuada por cha-
vales, ¡me cago en la leche!, llegaron hasta la punta de aquel
cerro y empujaron a mi hermano al suelo, lo desvistieron, lo vol-
tearon, y su rostro miraba al sol, joder, cantaban con una inocen-
cia que jamás vi, que jamás volví a ver. Luego le cortaron los tes-
tículos, le quitaron los ojos, le cortaron la lengua. Siguieron can-
tando. Y lo remataron a palos y a tiros de escopeta.
-Fue en septiembre de 1936.
Salí tambaleándome de la iglesia, antes del alba. Algunos
pobladores se reunían en la plaza. Marcharían a La Paz. La revo-
lución, gritaban. ¡Libertad para nosotros! Y se hicieron lejanos
entre el ventarrón. Luego quise llorar como jamás había llorado,
pero nada salió. Pensé en dejarlo todo. No regresar a casa. No ir
en busca de Alejandra. Y caminé sin mirar atrás, perdiéndome
por algún sendero del altiplano.
entrecocheyandén
tw Mauricio Rodríguez. La Paz, Bolivia.
22
tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
© Jasten Fröjen
metroligero - holakokoro